(The Young Elites #1) - M L
(The Young Elites #1) - M L
Aria
Axcia
Kyda
Bluedelacour
Elizabeth
Niki26
Mari18
Val3
Any Diaz
Pachi15
Jane
Agus901
Loby Gamez
Boom
Crys
Sttefanye
Pachi15
Niki26
Loby Gamez
Malu_12
Fatima85
viriviri
Aria
Nanis
Sttefanye
Aria
Sinopsis
Prlogo
1. Adelina Amouteru
2. Enzo Valenciano
3. Adelina Amouteru
4. Adelina Amouteru
5. Teren Santoro
6. Adelina Amouteru
8. Adelina Amouteru
9. Adelina Amouteru
Eplogo
Sobre la autora
uatrocientos han muerto aqu. Rezo para que a los suyos les est yendo
mejor. La ciudad ha cancelado las celebraciones de las Lunas de Primavera
por las rdenes de cuarentena, y las tpicas mascaradas se han vuelto tan
escasas como la carne y los huevos.
La mayora de los nios de nuestro barrio estn saliendo de la enfermedad con efectos
secundarios bastante peculiares. El cabello de una chica joven ha cambiado de dorado a
negro de la noche a la maana. Un chico de diecisis aos tiene cicatrices por todo su rostro
sin que haya sido tocado. Los otros doctores estn bastante aterrorizados. Por favor hgame
saber si ve una tendencia similar, seor. Siento un cambio inusual en el viento, y estoy
ansioso por estudiar este efecto.
Carta de Dtt. Siriano Baglio a Dtt. Marino Di Segna
31 Abrie, 1348
Distritos del sudeste de Dalia, Kenettra
Todava hay prestamistas de la ciudad que trabajan conmigo. Le puedo pagar tan
pronto como el trfico del puerto se levante. Sedas Tamouran y especias estn en alta
demanda este ao
El hombre no pareca impresionado.
El rey es tan tonto como un perro respondi. Y los perros no son buenos para la
gestin de los pases. Los puertos sern lentos en los prximos aos, me temo, y con las
nuevas leyes de impuestos, sus deudas no harn ms que crecer. Cmo puede pagarme?
Mi padre se ech hacia atrs en su silla, tom un sorbo de vino, y suspir.
Tiene que haber algo que pueda ofrecerle.
El hombre estudi su copa de vino, pensativo. Las lneas duras de su rostro me
hicieron temblar.
Hbleme de Adelina. Cuntas ofertas ha recibido?
Mi padre se sonroj. Como si el vino no lo hubiera puesto ya bastante rojo.
Las ofertas por la mano de Adelina han sido lentas en llegar.
El hombre sonri.
Nada para su pequea abominacin, entonces.
Los labios de mi padre se apretaron.
No tantas como me gustara admiti.
Qu dicen los dems acerca de ella?
Los otros pretendientes? Mi padre se pas una mano por su rostro. Admitiendo
que todos mis defectos lo avergonzaban. Ellos dicen lo mismo. Siempre regresan hacia
sus marcas. Qu quiere que le diga, seor? Nadie quiere a una malfetto teniendo a sus
hijos.
El hombre escuch, haciendo sonidos simpticos.
No ha odo las ltimas noticias de Estenzia? Dos nobles que volvan a casa desde la
opera fueron encontrados quemados. Mi padre haba cambiado rpidamente de rumbo,
esperando ahora que el desconocido se apiadara de l. Marcas de quemaduras en la pared,
sus cuerpos fundidos de adentro hacia afuera. Todo el mundo tiene miedo de los malfettos,
seor. Incluso usted es reacio a hacer negocios conmigo. Por favor. Estoy indefenso.
Saba de lo que mi padre estaba hablando. Se refera muy especfico a malfettos, un
puado de nios raros que salieron de la fiebre de sangre con cicatrices mucho ms oscuras
que las mas, con habilidades aterradoras que no pertenecan a este mundo. Todo el mundo
hablaba de estos malfettos en susurros; les teman y los llamaban demonios. Pero yo
secretamente los admiraba. La gente deca que podan conjurar el fuego de la nada. Podan
llamar al viento. Podan controlar bestias. Podan desaparecer. Podan matar en un abrir y
cerrar de ojos.
Si buscabas en el mercado negro, ibas a encontrar planos de madera grabados en
venta, tallados con sus nombres, coleccionables prohibidos que supuestamente significaba
que ellos te protegeran, o al menos, que no te haran dao. Independientemente de la
opinin, todo el mundo saba sus nombres. El Verdugo. Magiano. El Caminante del Viento.
El Alquimista.
Los Jvenes lites.
El hombre neg.
He odo que incluso los pretendientes que se niegan a Adelina an la miran
boquiabiertos, enfermos de deseo. Hizo una pausa. Es cierto, sus marcas son
lamentables. Pero una hermosa chica es una hermosa chica. Algo extrao brillaba en los
ojos del extrao. Mi estmago se retorci ante la vista, y met la barbilla ms contra mis
rodillas, como para protegerme.
Mi padre luca confundido. Se sent ms recto en su silla y seal con su copa de vino
al hombre.
Me est haciendo una oferta para la mano de Adelina?
El hombre meti la mano en su abrigo para sacar una pequea bolsa marrn, y luego la
arroj sobre la mesa. Aterriz con un tintineo pesado. Como hija de un comerciante, llegu a
ser muy conocedora sobre el dinero y me di cuenta por el sonido y por el tamao de las
monedas, que la bolsa estaba llena hasta el borde con talentos1. Contuve un grito ahogado.
Cuando mi padre qued asombrado por el contenido, el hombre se ech hacia atrs y
cuidadosamente tom un sorbo de su vino.
S de los impuestos de bienes que an no ha pagado a la corona. S de sus nuevas
deudas. Y voy a cubrir todas ellas a cambio de su hija Adelina.
Mi padre frunci el ceo.
Pero usted tiene una esposa.
La tengo, s. El hombre hizo una pausa, y luego aadi: Nunca dije que quera
casarme con ella. Simplemente estoy proponiendo llevrmela de sus manos.
Sent que la sangre abandonaba mi rostro.
Usted la quiere como su amante, entonces? pregunt mi padre.
El hombre se encogi de hombros.
Ningn noble en su sano juicio hara su esposa a una chica tan marcada, ella no
podra asistir a asuntos pblicos de mi brazo. Tengo una reputacin que mantener, maestro
Amouteru. Pero creo que podemos resolver esto. Ella va a tener un hogar, y usted tendr su
oro. l levant una mano. Una condicin. La quiero ahora, no en un ao. No tengo
paciencia para esperar hasta que cumpla diecisiete.
Un extrao zumbido llen mis odos. Ningn chico o chica se permita entregarse a
otro hasta que tuvieran los diecisiete aos. Este hombre estaba pidiendo a mi padre que
violase la ley. Que desafiase a los dioses.
Mi padre levant una ceja, pero no discuti.
Una amante dijo finalmente. Seor, usted debe saber lo que esto va a hacer a mi
reputacin. Bien podra vendrsela a un burdel.
1
Apret su mano ms fuerte, luego dej que nuestras frentes se tocaran. Nos quedamos
quietas por un largo momento, y pareci como si furamos nias de nuevo, cada una
recostada contra la otra. Usualmente Violetta se alejaba de m, sabiendo que a nuestro padre
no le gustaba vernos cerca. Esta vez, sin embargo, se aferr a m. Como si supiera que esta
noche era algo diferente.
Violetta susurr, recuerdas la vez que le mentiste a pap acerca de quin rompi
uno de sus mejores jarrones?
Mi hermana asinti contra mi hombro.
Necesito que hagas eso por m nuevamente. Me alej lo suficiente para meter su
cabello detrs de su oreja. No digas una palabra.
No respondi; en su lugar, trag y vio hacia el pasillo que diriga a la alcoba de nuestro
padre. Ella no lo odiaba de la misma manera que yo lo haca, y la idea de ir en contra de sus
enseanzas que ella era demasiado buena para m, que amarme era una cosa tonta, llen
sus ojos con culpa. Finalmente, asinti. Sent como si un manto hubiera sido levantado de
mis hombros, como si me estuviera dejando ir.
S cuidadosa all afuera. Mantente a salvo. Buena suerte.
Intercambiamos una ltima mirada. Podras venir conmigo, pens. Pero s que no lo
hars. Ests demasiado asustada. Vuelve a sonrer por los vestidos que padre compra
para ti. Sin embargo, mi corazn se abland por un momento. Violetta siempre fue la nia
buena. No eligi nada de esto. Te deseo una vida feliz. Espero que te enamores y te cases
bien. Adis, hermana. No me atrev a esperar que ella dijera algo ms. En su lugar, me
volte, camin a la ventana y di un paso a la cornisa del segundo piso.
Casi resbal. La lluvia haba vuelto todo resbaladizo, y mis botas de montar lucharon
por apoyarse contra la estrecha cornisa. Algunos cubiertos se cayeron de mi bolsa,
repiqueteando en el piso. No mires abajo. Camin a lo largo de la cornisa hasta que llegu al
balcn, y all me deslic hacia abajo hasta que colgu sin nada ms que mis manos
temblorosas sostenindome en el lugar. Cerr mis ojos y me solt.
Mis piernas cedieron debajo de m cuando aterric. El impacto arrebat el aire de mi
pecho, y por un momento solo pude quedarme all tirada frente a nuestra casa, empapada
por la lluvia, mis msculos doliendo, luchando por aire. Mechones de mi cabello se
aferraban a mi rostro. Los quit de mi camino y me arrastr sobre mis manos y rodillas. La
lluvia agreg un brillo reflectante a todo alrededor, como si fuera una pesadilla de la que no
poda despertar. Mi enfoque se entrecerr. Necesitaba salir de aqu antes de que mi padre
descubriera que me haba ido. Finalmente, me puse de pie y corr, aturdida, hacia nuestros
establos. Los caballos se paseaban inquietos cuando entr, pero desamarr a mi semental
favorito, le susurr unas palabras tranquilizadoras y lo ensill.
Corrimos hacia la tormenta.
Lo presion muy duro hasta que habamos dejado la villa de mi padre detrs y
entramos en el borde del mercado de Dalia. Estaba completamente abandonado e inundado
con charcos, nunca he estado afuera en el pueblo a una hora como esta, y el vaco de un
lugar normalmente con un enjambre de personas me enervaba. Mi semental resopl con
inquietud al aguacero y dio varios pasos en retroceso. Sus pezuas se hundan en el fango.
barro, temblando, sin creer, mi mirada fijada con horror ante la vista del cuerpo tendido a
unos pocos metros. Mis respiraciones vinieron en sollozos enfurecidos, y mi cuero cabelludo
quemaba en agona. Sangre goteaba por mi rostro. El olor de hierro llenaba mi nariz, no
poda decir si vena de mis propias heridas o las de mi padre. Esper, preparndome para
que las formas reaparecieran y volvieran su ira hacia m, pero nunca sucedi.
No fue mi intencin susurr, insegura de a quin le estaba hablando. Mi vista se
dispar a las ventanas, aterrorizada de que las personas me estuvieran observando desde
cada edificio, pero nadie estaba all. La tormenta me ahog. Me arrastr lejos del cuerpo de
mi padre. Todo esto est mal.
Pero eso era una mentira. Lo saba, incluso entonces. Ves cmo me parezco a mi
padre? Haba disfrutado cada momento.
No fue mi intencin! chill nuevamente, tratando de ahogar mi voz interior. Pero
mis palabras solo salieron en un delgado, atiplado revoltijo. Solo quera escapar. Yo
solo quera escapar no quise no
No tengo idea de cunto tiempo me qued all. Todo lo que s es que, eventualmente,
me puse de pie. Recog y reagrup los cubiertos de plata con dedos temblorosos, reanud la
bolsa y me sub a la silla de montar de mi semental. Entonces me alej, dejando detrs la
matanza que haba creado. Me alej del padre que haba asesinado. Escap tan rpidamente
que nunca me detuve para preguntarme de nuevo si alguien me haba estado viendo desde
una ventana o no.
Cabalgu por das. A lo largo del camino, cambi mis cubiertos robados a un amable
posadero, un emptico granjero, un panadero de corazn suave, hasta que colect una
pequea bolsa de talentos que me mantendran con pan hasta que alcanzara la prxima
ciudad. Mi meta: Estenzia, la capital portuaria nortea, la joya de la corona de Kenettra, la
ciudad de diez mil barcos. Una ciudad lo suficientemente grande como para estar rebosante
con malfettos. Estara ms segura all. Estara tan lejos de todo esto que nadie me
encontrara nunca.
Pero en el quinto da, mi cansancio finalmente me alcanz, no era un soldado, y nunca
haba cabalgado as antes. Me hice un ovillo arrugado en un montn delirante y roto ante las
puertas de una casa de campo.
Una mujer me encontr. Estaba vestida en limpias batas marrones, y record estar tan
estupefacta por su belleza maternal que mi corazn inmediatamente se entibi con
confianza. Le extend una mano temblorosa, como para tocar su piel.
Por favor susurr a travs de labios agrietados. Necesito un lugar para descansar.
La mujer se apiad de m. Ahuec mi rostro entre sus suaves, fras manos, estudi mis
marcas por un largo momento y asinti.
Ven conmigo, nia dijo ella. Me gui al desvn de su granero, mostrndome dnde
poda dormir, y luego de una comida de pan y queso duro, inmediatamente ca inconsciente,
segura en el conocimiento de mi refugio.
En la maana, me despert con manos speras arrastrndome del heno.
Me sobresalt, temblando, y alc la mirada para ver los rostros de dos soldados de la
Inquisicin observndome, sus armaduras blancas y batas alineadas con oro, sus
semblantes tan duros como una piedra. Las fuerzas de paz del rey. Con desesperacin, trat
de evocar el mismo poder que haba sentido antes de que mi padre muriera, pero esta vez la
energa no hizo su curso a travs de m, el mundo no se torn blanco y negro, y ningn
fantasma se levant desde el suelo.
Haba una nia de pie al lado de los Inquisidores. La contempl por un largo momento
antes de que finalmente creyera la vista. Violetta. Mi hermana menor. Se vea como si
hubiera estado llorando y crculos oscuros bajo sus ojos estropeaban su perfeccin. Haba un
moretn en su mejilla, volvindose azul y negro.
Es esta tu hermana? le pregunt uno de los Inquisidores.
Violetta los vio silenciosamente, rehusndose a reconocer la pregunta, pero Violetta
nunca haba sido capaz de mentir bien, y el reconocimiento era obvio en sus ojos.
Los Inquisidores la empujaron a un lado y se enfocaron en m.
Adelina Amouteru dijo el otro Inquisidor mientras me arrastraban para ponerme
de pie y ataban mis manos apretadamente en mi espalda. Bajo la orden del rey, ests bajo
arresto
Fue un accidente jade protestando. La lluvia, el caballo
El Inquisidor me ignor.
Por la muerte de tu padre, sir Martino Amouteru.
Ustedes dijeron que si abogaba por ella, la dejaran ir les espet Violetta. Abogo
por ella! Es inocente!
Se detuvieron por un momento mientras mi hermana se aferr a mi brazo. Me mir,
sus ojos llenos de lgrimas.
Lo siento tanto, mi Adelinetta susurr ella con angustia. Lo siento tanto. Ellos
estaban detrs de ti, nunca fue mi intencin ayudarles
Pero lo hiciste. Me volte lejos de ella, pero aun as me encontr agarrando su brazo de
regreso hasta que los Inquisidores nos apartaron. Quera decirle a ella, Slvame. Tienes que
encontrar una manera. Pero no pude encontrar mi voz. Yo, yo, yo. Tal vez yo era tan egosta
como mi padre.
vida con la sangre de mi padre manchando mis manos. Su fantasma me hace compaa.
Cada vez que despierto de un sueo febril, lo veo de pie en la esquina de mi celda, rindose
de m. Trataste de escapar de m, dice l, pero te encontr. Has perdido y yo he ganado. Le
digo que estoy contenta de que est muerto. Le digo que se vaya. Pero l se queda.
No importa, de todas formas. Morir maana en la maana.
Lucho con la poca fuerza que me queda. Esto no es real. Esto es una pesadilla. Esto no
es una pesadilla. Esto es real.
Me arrastran por las escaleras. Un piso, dos, tres. As de lejos estaba bajo tierra. Desde
aqu, la Torre de los Inquisidores entra en una mejor visin, los pisos cambian de hmedas,
mohosas piedras a mrmol pulido, sus paredes decoradas con pilares, tapices y el smbolo
circular de la Inquisicin, el sol eterno. Ahora por fin puedo escuchar la conmocin viniendo
desde afuera. Gritos, cantos. Mi corazn salta en mi garganta, y repentinamente freno en
seco tan duro como puedo, mis arruinadas botas de montar chillan en vano contra el piso.
Los Inquisidores tiran ms fuerte de m por mis brazos, forzndome a tropezar.
Sigue movindote, nia me espeta uno de ellos, sin rostro bajo su capucha.
Luego estamos dando un paso fuera de la torre, y por un instante, el mundo se
desvanece en un blanco cegador. Entrecierro mis ojos. Debemos estar en la plaza del
mercado central. A travs de mi escaza visin, distingo un ocano de personas, todas las
cuales han venido a verme ser ejecutada. El cielo est de un hermoso, fastidioso azul, las
nubes cegando con su brillo. Lejos en la distancia, una estaca de hierro negro se cierne en el
centro de una levantada plataforma de madera, sobre la cual hay una lnea de Inquisidores
esperando. Incluso desde aqu, puedo ver sus emblemas circulares brillando en sus petos,
sus manos con guantes descansando en las empuaduras de sus espadas. Trato ms fuerte
de arrastrar mis pies.
Abucheos y gritos furiosos vienen desde la multitud a medida que los Inquisidores me
guan ms cerca hacia la plataforma de ejecucin. Algunos me arrojan frutas podridas,
mientras que otros escupen insultos y maldiciones en mi direccin. Ellos usan harapos,
zapatos rotos y vestidos sucios. Tantos pobres y desesperados, que vienen a verme sufrir
para distraerse de sus propias vidas hambrientas. Mantengo mi vista hacia abajo. El mundo
es un borrn y no puedo pensar. Ante m, la estaca que se vea tan lejos ahora se dibuja
constantemente ms cerca.
Demonio! me grita alguien.
Soy golpeada en el rostro con algo pequeo y afilado. Una piedrita, creo.
Ella es una criatura del demonio!
Acarreadora de mala fortuna!
Monstruo!
Abominacin!
Mantengo mi ojo cerrado tan apretadamente como puedo, pero en mi mente, todo el
mundo en la plaza luce como mi padre y todos tienen su voz. Los odio a todos. Imagino mis
manos en sus gargantas, ahogndolos, silencindolos, uno por uno. Quiero paz y silencio.
Algo se mueve dentro de m, intento agarrarlo, pero la energa desaparece inmediatamente.
Mi respiracin empieza a venir en jadeos enfurecidos.
No s cunto nos toma llegar a la plataforma, pero me asusta cuando lo hacemos.
Estoy tan dbil a este punto que no puedo subir las escaleras. Uno de los Inquisidores
finalmente me levanta y me balancea speramente sobre su hombro. Me coloca abajo en la
cima de la plataforma y luego me lleva hacia la estaca de hierro.
La estaca est hecha de hierro negro, es igual de gruesa que una docena de brazos de
un hombre y una soga cuelga de su cima. Cadenas para las manos y pies se bambolean de los
lados de la estaca. Pilas de madera se encuentran en la parte inferior de ah. Lo veo todo en
una bruma nublada.
Me empujan contra la estaca, cierran las cadenas en mis muecas y tobillos, y atan la
soga alrededor de mi cuello. Algunos en la multitud empiezan a gritarme maldiciones. Otros
arrojan piedras. Echo inquietamente un vistazo a los tejados que rodean la plaza. Las
cadenas se sienten fras contra mi piel. Trato de contactarlo en vano, una y otra vez, en un
intento de llamar algo que pueda salvarme. Mis cadenas traquetean por mis temblores.
Mientras miro a los otros Inquisidores, mi vista se posa en el ms joven de ellos. l
est de pie en el frente y centro de la plataforma, sus hombros rectos y su barbilla levantada,
sus manos dobladas detrs de su espalda. Todo lo que puedo ver de su rostro es su perfil.
Maestro Teren Santoro. Uno de los otros Inquisidores ahora lo presenta con estilo
formal. El principal Inquisidor de Kenettra.
Maestro Teren Santoro? Lo miro de nuevo. El Inquisidor principal de Kenettra ha
venido a verme morir?
Teren se acerca hacia m ahora con calma, pasos confiados. Me encojo lejos de l hasta
que mi espalda est presionada slidamente contra la estaca de hierro. Mis cadenas suenan
una contra la otra. Baja su cabeza para encontrar mi mirada. Sus tnicas blancas estn
embellecidas con ms oro que las de los otros que he visto, definitivamente ropa propia de
su estatus, y una elaborada cadena de oro descansa de hombro a hombro. Es
sorprendentemente joven. Su cabello es del color del trigo, plido para alguien de Kenettra,
y cortado en una moda elegante que no he visto mucho en los sureos de Kenettra, ms
corto en los lados, ms lleno en la parte de arriba, con una fina cola envuelta en metal de oro
bajando por la nuca de su cuello. Su rostro es delgado y cincelado como si fuera de mrmol,
apuesto en su frialdad y sus ojos son azul plido. Azul muy plido. Tan plidos que parecen
incoloros ante la luz. Algo acerca de ellos enva estremecimientos por mi espina. Hay una
demencia en esos ojos, algo violento y salvaje.
l usa una delicada mano enguantada para mover los sangrientos mechones de mi
cabello lejos de mi rostro y luego la coloca en mi barbilla. Estudia mi cicatriz. Los bordes de
su labio se ladean hacia arriba en una extraa, casi comprensiva sonrisa.
Qu lstima dice l. Habras sido una cosita bonita.
Zafo mi barbilla de su agarre.
Una temperamental tambin. Sus palabras gotean con lstima. No tienes que
tener miedo. Entonces silenciosamente, acerca ms su rostro al mo. Encontrars tu
redencin en el inframundo.
Se aleja de m, se voltea hacia la multitud y levanta su brazo para pedir silencio.
Clmense ahora, mis amigos! Estoy seguro de que todos estamos emocionados.
Cuando los ruidos de la muchedumbre se desvanecen a un susurro, se endereza, luego aclara
su garganta. Sus palabras resuenan a travs de la plaza. Algunos de ustedes quizs hayan
notado una reciente erupcin de crmenes en nuestras calles. Crmenes cometidos por gente,
retorcidas imitaciones de gente, que se sienten ms que humanos. Algunos de ustedes han
llamado a estos nuevos forajidos Jvenes lites, como si fueran excepcionales, como si
valieran algo. He venido aqu hoy para recordarles a todos, que ellos son peligrosos y
demoniacos. Son asesinos, ansiosos por matar a sus propios amados. No consideran la ley y
el orden.
Teren me mira nuevamente. La plaza ha cado a un silencio mortal ahora.
Djenme reasegurarles: Cuando encontremos a estos demonios, los traeremos a la
justicia. El mal debe ser castigado. Escanea la multitud. La Inquisicin est aqu para
protegerlos. Que esta sea una advertencia para todos ustedes.
Lucho dbilmente contra mis cadenas. Mis piernas estn temblando violentamente.
Quiero esconder mi cuerpo de todas estas personas, esconder mis defectos de sus curiosos
ojos. Est Violetta en algn lugar de esta muchedumbre? Escaneo los rostros buscndola,
luego levanto la mirada hacia el cielo. Es un da tan hermoso, cmo es posible que el cielo
est as de azul? Algo hmedo rueda por mi mejilla. Mi labio se estremece.
Dioses, denme fuerza. Estoy tan asustada.
Teren ahora toma la antorcha encendida de uno de sus hombres. Se voltea hacia m. La
vista del fuego enva un terror ms grande a travs de mis venas. Mis luchas se vuelven
frenticas. Me haba desmayado cuando los doctores me removieron mi ojo izquierdo con
fuego. Qu tipo de dolor debe ser dejar que el fuego consuma tu cuerpo entero?
l toca su frente con sus dedos en un gesto formal de despedida. Entonces arroja la
antorcha a la pila de madera que se encuentra a mis pies. Enva una lluvia de chispas e
inmediatamente la lea seca atrapa el fuego. La multitud rompe con aclamaciones.
Rabia surge a travs de m, mezclndose con mi miedo. No morir aqu hoy.
Esta vez, busco en lo ms profundo de mi mente y finalmente agarro el extrao poder
que he estado buscando. Mi corazn se cierra desesperadamente alrededor de l.
El mundo se detiene.
Las llamas se congelan, los rastros de fuego se quedan quietos, sin moverse,
despojadas de color, colgando blancas y negras en el aire. Las nubes en el cielo dejan de
flotar y la brisa contra mi piel muere. La sonrisa de Teren vacila mientras se da la vuelta
para mirarme. La multitud se aquieta confundida.
Entonces algo se desgarra dentro de mi corazn. El mundo regresa a su lugar, las
llamas rugen contra la madera. Y por encima de las cabezas, el cielo azul brillante colapsa en
la oscuridad.
Las nubes se vuelven negras. Sus contornos se vuelven en extraas, aterradoras formas
y a travs de todo ello, el sol an brilla, un misterioso, brillante faro contra el lienzo de
medianoche. La muchedumbre grita a medida que la noche cae sobre todos nosotros, y los
Inquisidores sacan sus espadas, sus cabezas inclinadas hacia arriba como la del resto de
nosotros.
No puedo respirar. No s cmo hacer que se detenga.
En el medio de la oscuridad y el pnico, algo se mueve en el cielo. Y justo as, las nubes
negras se tuercen, dispersndose en un enjambre de un milln de motas en movimiento que
se arremolinan en el cielo y luego descienden, abajo, abajo hacia la multitud. Una pesadilla
de langostas. Ellas descienden sobre nosotros con despiadada eficiencia, sus zumbidos
ahogando los llantos de las personas. Los Inquisidores balancean sus espadas intilmente.
Las flamas lamen mis pies, su calor abrazndome. Viene por m, van a devorarme.
Mientras lucho para mantenerme lejos de las llamas, noto la cosa ms extraa. Las
langostas se me acercan, luego pasan directo a travs de mi cuerpo. Como si en realidad no
estuvieran all en lo absoluto. Observo la escena ante m, los insectos pasan directamente a
travs de los Inquisidores tambin, como a la vez con la multitud de personas abajo.
Esto es todo una ilusin, repentinamente me doy cuenta. Justo como las siluetas
fantasmales que atacaron a padre. Nada de esto es real.
Un Inquisidor se ha puesto de pie, sus ojos ardiendo por el humo y seala su espada en
mi direccin. Se tambalea hacia m. Encuentro mis ltimas reservas de fuerza y jalo tan
fuerte como puedo contra mis cadenas. Sangre caliente gotea por mis muecas. Mientras
lucho, l se acerca, materializndose desde un mar de langostas y oscuridad.
Repentinamente
Una rfaga de viento. Zafiro y plata. El fuego a mis pies parpadea en rizos de humo.
Algo pasa a travs de mi visin. Una figura aparece entre el Inquisidor acercndose y
yo, movindose con gracia mortal. Es un chico, creo. Quin es este? Este chico no es una
ilusin, puedo sentir su realidad, la solidez de su figura que el cielo negro y las langostas no
tienen. Est vestido en un torbellino de batas azules encapuchada, y una metlica mscara
de plata cubre su rostro entero. Se agacha frente a m, cada lnea de su cuerpo tenso, su
enfoque enteramente en el Inquisidor. Una larga daga destella en cada una de sus manos
enguantadas.
El Inquisidor patina hasta detenerse ante l. Incertidumbre se dispara por sus ojos.
Aprtate le espeta al recin llegado.
El chico enmascarado ladea su cabeza.
Qu descorts se burla, su voz como terciopelo y profunda. An en el medio del
caos, puedo escucharlo.
El Inquisidor lo embiste con su espada, pero el chico baila fuera de su camino y lo
golpea con una de sus dagas. Se entierra profundo en el cuerpo del Inquisidor. Los ojos del
hombre sobresalen, deja salir un chillido como un cerdo muriendo. Estoy demasiado
aturdida como para pronunciar un sonido.
Algo en m hace chispas con extraa delicia.
Los Inquisidores ven la batalla y se apresuran hacia su camarada cado. Sacan sus
espadas hacia el chico. l solo asiente hacia ellos, burlndose para que se acerquen. Cuando
lo hacen, se desliza a travs de ellos como agua entre las rocas, su cuerpo una raya de
movimiento, espadas parpadeando plata en las oscuridad. Uno de los Inquisidores casi lo
rebana a la mitad con un balance de su espada, pero el chico corta la mano del hombre. La
espada traquetea en el suelo. El chico patea la espada cada hacia el aire con un golpe rpido
de su bota, entonces la atrapa y apunta a los otros Inquisidores.
Cuando veo mejor, noto que otras figuras enmascaradas parpadean entre los soldados,
otros vestidos en las mismas batas oscuras como el chico. l no vino solo.
Es el Verdugo! grita Teren, sealando al chico con una espada desenvainada.
Empieza a dirigirse hacia nosotros. Sus ojos plidos estn locos de alegra. Apodrense de
l!
Ese nombre. Lo he visto antes en los tallados de los Jvenes lites. El Verdugo. l es
uno de ellos.
Ms Inquisidores se apresuran hacia la plataforma. El chico se detiene por un
momento para mirarlos, sus cuchillas goteando sangre. Entonces se enderece, levanta un
brazo sobre su cabeza y la barre de vuelta hacia abajo en un arco de corte.
Una columna de fuego explota de sus manos, formando una lnea a lo largo de la
plataforma y dividiendo a los soldados de nosotros con una pared de llamas estirndose alto
hacia el cielo ennegrecido. Gritos de terror vienen desde detrs de la cortina de fuego.
El chico se acerca a m. Contemplo con espanto su rostro encapuchado y su mscara de
plata, el contorno de sus rasgos encendidos por el infierno detrs de l. La nica parte de su
rostro que no est escondido por su mscara son sus ojos, duros, oscuro de medianoche,
pero encendidos con fuego.
No dice ni una palabra. En su lugar, se arrodilla a mis pies, entonces agarra las cadenas
que tienen aprisionados mis tobillos a la estaca. Las cadenas en su agarre se tornan rojas,
luego blanco caliente. Rpidamente se derriten, dejando mis pies liberados. Se endereza y
hace lo mismo al lazo alrededor de mi cuello, luego a las cadenas atando mis muecas.
Marcas de quemaduras negras en las paredes. Cuerpos derretidos desde adentro
hacia afuera.
Los grilletes de mi brazo se rompen. Colapso inmediatamente, demasiado dbil para
sostenerme, pero el chico me atrapa y me levanta sin esfuerzo en sus brazos. Me tenso,
medio esperando que cauterice mi piel. l huele como humo, y calor emana desde cada
parte de su cuerpo. Mi cabeza se inclina cansadamente contra su pecho. Estoy demasiado
agotada como para pelear, pero an lo intento. Mis alrededores nadan en un ocano de
oscuridad.
El chico acerca su rostro hacia el mo.
Qudate quieta susurra en mi oreja. Y agrrate.
Puedo caminar. Me encuentro murmurando, pero mis palabras se mezclan y estoy
demasiado exhausta para pensar claramente. Creo que l me est alejando de este lugar,
pero no puedo concentrarme. A medida que la oscuridad desciende, la ltima cosa que
recuerdo es la insignia de plata en la almohadilla de su brazo.
El smbolo de una daga.
ueo con Violetta. Es finales de primavera. Ella tiene ocho aos, yo diez, y an
somos inocentes.
de su ala rota parecen marcas de dientes, como si algo hubiera intentado devorarlo. Violetta
dirige sus grandes ojos oscuros hacia m. Crees que pueda salvarla?
Me encojo de hombros.
Se va a morir le digo suavemente.
Violetta jala a la criatura ms cerca de ella.
No sabes eso declara.
Solo te estoy diciendo la verdad.
Por qu no quieres salvarla?
Debido a que est ms all de salvarse.
Niega hacia m con tristeza, como si la hubiera decepcionado.
Mi irritacin se eleva.
Por qu preguntas mi opinin, entonces, si ya has tomado una decisin? Mi voz se
vuelve fra. Violetta, pronto te vas a dar cuenta de que las cosas no terminan bien para
todos. Algunas personas estn rotas y no hay nada que puedas hacer para arreglarlo. Echo
un vistazo a la pobre criatura que lucha en sus manos. La visin de su ala rasgada, su cuerpo
deformado y lisiado, enva una descarga de ira a travs de m. Estampo a la mariposa fuera
de sus manos. Aterriza boca abajo en la hierba, sus patas araando el aire.
Instantneamente lo lamento. Por qu hice eso?
Violetta se echa a llorar. Antes de que pueda pedir disculpas, agarra su falda y salta a
sus pies, dejando flores de bgaro dispersas en la hierba. Se da vuelta.
Y justo detrs de ella mi padre se para, el olor del vino se cierne sobre l en una nube
invisible. Violetta apresuradamente limpia sus lgrimas mientras l se inclina al nivel de sus
ojos. Frunce el ceo.
Mi dulce Violetta dice, tocando su mejilla. Por qu lloras?
No es nada susurra. Estbamos tratando de salvar a una mariposa.
Los ojos de mi padre se asientan en la criatura murindose en la hierba.
Ustedes dos? le pregunta a Violetta, con las cejas arqueadas. Dudo que tu
hermana fuera a hacer eso.
Estaba mostrndome cmo cuidar de ella insiste Violetta, pero es demasiado tarde.
Su mirada vaga hacia m.
El miedo me golpea y empiezo a escabullirme. S lo que viene. Cuando la fiebre de
sangre pas por primera vez, matando a un tercio de la poblacin y dejando a asustados,
deformes nios y con cicatrices por todas partes, fuimos dignos de lstima. Pobrecitos.
Luego, unos padres de nios malfettos murieron en accidentes extraos. Los templos
dijeron que las muertes fueron actos de demonios y nos condenaron. Mantnganse alejados
de las abominaciones. Son mala suerte. As que la compasin hacia nosotros rpidamente
se convirti en miedo. El temor, mezclado con nuestra apariencia espantosa, se convirti en
odio. Luego se corri la voz de que si un malfetto tena poderes, se manifestaran cuando l
o ella fuese provocado.
Esto interesaba a mi padre. Si tuviera poderes, al menos podra valer algo. Mi padre
poda venderme a un circo de fenmenos, ganar una recompensa de la Inquisicin por
convertirme, usar mi poder a su favor, en cualquier cosa. As que l ha estado tratando
desde hace meses despertar algo en m.
Hace un gesto para que vaya hacia l, y cuando lo hago, estira su brazo y me sostiene la
barbilla con las palmas de sus manos fras. Un largo y silencioso momento pasa entre
nosotros. Lamento haber entristecido a Violetta, quiero decir. Pero las palabras son
ahogadas por mi miedo, dejndome callada, entumecida. Me imagino desapareciendo detrs
de un velo oscuro, esfumndome a un lugar que no pueda ver. Mi hermana se esconde
detrs de pap, sus ojos muy abiertos. Ella mira de ida y vuelta entre nosotros con un
creciente malestar.
Sus ojos se desplazan hacia donde la mariposa moribunda todava est luchando en la
hierba.
Adelante dice, sealndola. Termina el trabajo.
No me atrevo.
Su voz me engatusa a seguir.
Ve ahora. Es lo que queras, no es as? Su agarre en mi barbilla se aprieta hasta
que duele. Recoge la mariposa.
Temblando, hago lo que dice. Agarro el ala solitaria de la mariposa entre dos dedos y
tiro de ella en el aire. Las manchas de polvo brillan en mi piel. Sus patas se mueven, siguen
luchando. Mi padre sonre. Las lgrimas brillan en los ojos de Violetta. Ella no tena
intencin de hacer esto. Nunca tiene la intencin de nada.
Bien dice. Arrncale el ala.
No lo hagas, padre protesta Violetta. Pone sus brazos alrededor de l, tratando de
ganarle. Pero l no le hace caso.
Trato de no llorar.
No quiero le susurro, pero mis palabras se desvanecen por la mirada en los ojos de
mi padre. Tomo el ala de la mariposa entre mis dedos, luego la arranco de su cuerpo, mi
propio corazn rasgndose mientras lo hago. Su cuerpo desnudo, miserable se arrastra en
mi palma. Algo de ello suscita una oscuridad dentro de m.
Mtala.
Aturdida, aplasto la criatura bajo mi pulgar. Su cadver roto cruje lentamente contra
mi piel, antes de finalmente desaparecer.
Violetta llora.
Muy bien, Adelina. Me gusta cuando abrazas a tu verdadero yo. Toma una de mis
manos entre las suyas. Lo disfrutaste?
Empiezo a negar, pero sus ojos me congelan. l quiere algo de m que no s cmo dar.
Mi negacin cambia a un asentimiento. S, me gust eso. Me encant. Voy a decir cualquier
cosa que te haga feliz, pero por favor no me lastimes.
No pasa nada, y el ceo de mi padre se profundiza.
Tiene que haber algo ms dentro de ti, Adelina. Toma mi dedo anular, luego, lleva
una mano a lo largo del mismo. Mi respiracin se acelera. Dime que al menos tengo una
hija malfetto que es til.
Estoy confundida. No s cmo responder.
Lo siento. Por fin consigo pronunciar. No quera entristecerla. Yo solo
No, no. No puedes evitarlo. Mira por encima de su hombro a mi hermana.
Violetta dice suavemente, asintiendo para que se acerque. Ella avanza. Ven. Vamos a ver
si tu hermana tiene algn valor. Vamos a ver si ella tiene poderes.
No, padre, no por favor pide Violetta, entonces tira de su brazo. Ella no hizo
nada. Estbamos jugando. El latido de mi corazn se acelera a un ritmo frentico.
Intercambiamos una mirada frentica. Slvame, Violetta.
Mi padre la sacude, luego vuelve su atencin hacia m y aprieta su agarre alrededor de
mi dedo anular.
Eres intil como la mariposa, Adelina?
Niego en pnico. No. Por favor. Dame una oportunidad.
Entonces mustrame. Mustrame lo que puedes hacer.
Luego rompe mi dedo.
manos, blancos vendajes cubren mis dos muecas, y cuando las muevo, puedo sentir la
quemadura de la piel irritada por debajo. Mis rotas, sucias ropas se han ido, reemplazadas
por una bata de seda limpia en azul y blanco. Quin me limpi y cambi? Toco mi cabeza, y
luego hago una mueca de dolor. Alguien tambin envolvi un pao con fuerza alrededor de
mi cabeza, justo donde mi padre haba tirado de mi cabello, y cuando paso cautelosamente
una mano por el mismo, me doy cuenta de que ha sido fregado y limpiado de su inmundicia.
Frunzo el ceo, tratando de recordar ms.
Teren, el Lder Inquisidor. Un hermoso da azul. Estaban la estaca de hierro, los
soldados, y la antorcha encendida. Haban tirado la antorcha sobre la pila de madera a mis
pies.
Y luego puse el cielo de un color negro. Mi ojo se ensancha mientras el recuerdo viene
corriendo de regreso.
Un golpe en la puerta de mi recmara me sobresalta.
Pase digo en voz alta, sorprendida por el sonido de mi voz. Se siente extrao el dar
rdenes en un dormitorio que no es el mo. Me cepillo los mechones de mi cabello sobre el
lado izquierdo de mi rostro, ocultando mi cicatriz.
Se abre la puerta. Una joven sirvienta se asoma. Cuando me ve, se ilumina y viene
bulliciosamente, sosteniendo una bandeja llena de comida y una copa de espumosa bebida.
Un pan crujiente, todava emitiendo nubes calientes de vapor; una piscina de guiso espeso
con trozos dorados de carne y papas; fruta helada; tartas gruesas de frambuesa y huevo. El
rico olor de la mantequilla y especias enva mi cabeza a dar vueltas, no haba probado
comida real en semanas. Debo lucir asombrada por las rebanadas de duraznos frescos,
porque me sonre.
Uno de nuestros comerciantes nos conecta con los mejores rboles frutales en el valle
de oro explica. Coloca la bandeja en la cmoda al lado de mi cama y revisa mis vendajes.
Me encuentro admirando su tnica, como la hija del comerciante que soy. Est hecha de un
satn brillante adornado con hilos de oro, muy fino para una sirvienta. Esto no es de tela
gruesa que compras con un puado de lunes de cobre. Este es de un valor grande de
talentos, importados directamente de las Tierras del Sol. Voy a avisar que ests despierta
dice mientras desenrolla con cuidado el vendaje en mi cabeza. Te ves mucho mejor
despus de unos das de descanso.
Todo lo que dice me confunde.
Avisar a quin? Cunto tiempo he estado durmiendo?
La sirvienta se ruboriza. Cuando se toca el rostro con sus manos, me doy cuenta de
cun impecablemente pulidas estn sus uas, su piel mimada y brillante de aceites
perfumados. Qu lugar es este? No puedo estar en un hogar comn si los criados se ven tan
impresionantes como ella lo hace.
Lo siento, Srta. Amouteru responde. Entonces, tambin sabe mi nombre. No
estoy segura de cunto estoy autorizada a decir. Est a salvo, est segura, y l debera estar
aqu dentro de poco para explicrselo todo. Hace una pausa para sealar la bandeja.
Tome un bocado, joven seorita. Debe estar muriendo de hambre.
Tan hambrienta como estoy, dudo en comer su ofrenda. El hecho de que parece estar
tratando mis heridas no explica de lo que ella me est curando. Vuelvo a pensar en la mujer
que me acogi despus de esa noche, cmo pensaba que me ayudara. Cmo me lanz a la
Inquisicin. Quin sabe qu venenos pueden estar en este alimento?
No tengo hambre miento con una sonrisa amable. Estoy segura de que la sentir
pronto.
Me regresa la sonrisa, y creo que veo un toque de simpata detrs de ello.
No necesita fingir responde, acariciando mi mano. Voy a dejar la bandeja aqu
para cuando est lista.
Hace una pausa por el sonido de pasos llenando el pasillo.
Ese debe ser l. Ya debe saber dice. Suelta mi mano y me ofrece una rpida
reverencia. Entonces se apresura hacia la puerta. Pero antes de que pueda salir, un chico
ingresa.
Algo sobre l me resulta familiar. Un instante despus, me doy cuenta de que
reconozco sus ojos, oscuros como la noche, con gruesas pestaas. Este es mi misterioso
salvador. Ahora, en lugar de usar la mscara de plata y su tnica con capucha, est revestido
de fino hilado lino y un jubn de terciopelo negro con adornos de oro, ropa suficientemente
exquisita como para pertenecer a los aristcratas ms ricos. Es alto. Tiene la piel marrn
clida de los Kenettran del norte, y sus pmulos son altos, su rostro estrecho y hermoso.
Pero su cabello tiene ms mi atencin. Se ve de color rojo oscuro ante la luz, tan oscuro que
es casi negro, una rica sombra de sangre que nunca he visto antes, recogido en una cola
corta y suelta en la nuca de su cuello. No es un color de este mundo.
Est marcado, igual que yo.
La criada le hace una reverencia y murmura algo que no puedo escuchar. Su rostro se
ruboriza. El tono que utiliza ahora es claramente diferente del tono que acababa de usar
conmigo, donde antes pareca relajada, ahora suena mansa y nerviosa.
El chico asiente una vez a cambio. La criada no necesita despedirse por segunda vez;
hace una reverencia de nuevo y de inmediato se escabulle al pasillo. Mi inquietud crece.
Despus de todo, lo vi jugar con todo un escuadrn de Inquisidores, hombres adultos
entrenados en el arte de la guerra, sin ningn esfuerzo en absoluto.
Camina alrededor de la habitacin con la misma gracia mortal que recuerdo. Cuando
me ve luchando por una mejor posicin sentada, l agita una mano con indiferencia. Un
anillo de oro parpadea en su dedo.
Por favor dice, mirndome por el rabillo de sus ojos. Ponte cmoda.
Ahora reconozco su voz tambin, blando y profundo, sofisticado, una capa de
terciopelo escondiendo secretos. Se sienta en una silla acolchada cerca del borde de mi
cama. Aqu se inclina hacia atrs y estira su cuerpo, descansa su barbilla en una mano, y
deja la otra mano permanecer en la empuadura de la daga de su cintura. Incluso en el
interior, lleva un par de guantes delgados, y cuando miro ms de cerca, me doy cuenta de
diminutas manchas de sangre en su superficie. Un escalofro recorre mi espina dorsal. No
sonre.
Eres parte de Tamouran dice despus de un momento de silencio.
Parpadeo.
Perdn?
Puedo crear ilusiones. Puedo convocar imgenes que no son reales y puedo hacer creer
que son reales. Una sensacin nauseabunda se arrastra desde mi estmago a la superficie de
mi piel. Eres un monstruo, Adelina. Instintivamente rozo mi mano por mi brazo, como si
tratara de librarme de una enfermedad. Mi padre trat muy duro para provocar algo como
esto en m. Ahora est aqu. Y l est muerto.
Enzo espera pacientemente a que hable de nuevo. No s cunto tiempo pasa antes de
que finalmente suelte:
Tena cuatro aos cuando me enferm de la fiebre de sangre. Los mdicos tuvieron
que quitar uno de mis ojos dudo. Solo he hecho esto dos veces antes. Nada pareca
fuera de lo normal durante mi infancia.
Asiente.
Algunos poderes se manifiestan ms tarde que otros, pero nuestras historias son las
mismas. S lo que se siente el crecer marcado, Adelina. Todos nosotros entendemos lo que
es ser abominaciones.
Todos nosotros? pregunto. Mi mente se distrae de nuevo por las tallas de madera
del mercado negro, a los crecientes rumores de los Jvenes lites. Hay otros?
S. De todo el mundo.
El Caminante del Viento. Magiano. El Alquimista.
Quines son? Cuntos?
Pocos, pero crecientes. En los diez aos ms o menos, ya que la fiebre de sangre
muri en Kenettra, algunos de nosotros hemos comenzado a hacer nuestra presencia. Un
extrao avistamiento aqu, un testigo extrao all. Hace siete aos, los habitantes de Triese
di Mare apedrearon a una nia hasta la muerte porque ella haba cubierto el estanque local
con hielo en medio del verano. Hace cinco aos, la gente en Udara prendi fuego a un chico
porque haba hecho aparecer un ramo de flores ante los ojos de su novia. Aprieta sus
guantes, y mi ojo ve de nuevo las sangrientas manchas que recubren su piel. Como puedes
ver, mantuve mis habilidades en secreto por razones obvias. No fue hasta que conoc a otro
que tambin posea extraos poderes que le dio la fiebre que cambi de opinin.
As que. Eres un Joven lite. Listo. Lo dije en voz alta.
Un nombre que la gente invent para referirse a nuestra juventud y nuestras
habilidades antinaturales. La Inquisicin lo odia. Enzo sonre, una expresin perezosa de
travesura. Soy el lder de la Sociedad de la Daga, un grupo de Jvenes lites que buscan a
otros como nosotros antes de que la Inquisicin lo haga. Pero no somos los nicos lites,
hay muchos otros, estoy seguro, esparcidos por todo el mundo. Mi objetivo es unirnos.
Ejecuciones como la tuya suceden cada vez que la Inquisicin cree que han encontrado un
Joven lite. Algunas personas abandonan a sus propios familiares marcados porque tienen
miedo de la mala suerte. El rey utiliza malfettos como excusa para su mal gobierno. Como
si nosotros tuviramos la culpa que el estado empobreciera su nacin. Si no luchamos, el rey
y su Eje de la Inquisicin nos matarn a todos, cada nio marcado por la fiebre. Sus ojos
se endurecen. Pero nos defendemos. No es as, Adelina?
Sus palabras me recuerdan a los extraos susurros que han acompaado mis ilusiones,
algo oscuro y vengativo, tentador y poderoso. Un peso ejerce presin sobre mi pecho. Tengo
miedo. Intriga.
ms que una malfetto. Es por eso que te temen. Los dioses nos dieron poderes, Adelina,
porque hemos nacido para gobernar.
Un milln de pensamientos corren por mi mente, recuerdos de mi infancia, visiones de
mi padre y mi hermana, de las mazmorras de la Inquisicin, la estaca de hierro, los plidos
ojos de Teren, la multitud cantando en mi contra. Recuerdo que siempre me acurruqu en la
parte superior de mi escalera, pretendiendo gobernar desde lo alto. Puedo elevarme por
encima de todo esto, si me convierto en uno de ellos. Me pueden mantener a salvo.
De repente, en la presencia de este Joven lite, el poder del Eje de la Inquisicin
parece estar muy lejos.
Puedo decir que Enzo est mirando cmo mi cabello y pestaas cambian de colores
muy ligeramente con la luz. Su mirada se detiene donde mi cabello oculta el lado de mi
rostro lleno de cicatrices. Me sonrojo. Estira una mano. Vacila all, como si estuviera
esperando a que me asuste, pero me quedo muy quieta hasta que finalmente toca mi cabello
y lo remueve cuidadosamente lejos de mi rostro, exponiendo mis imperfecciones. Calor se
precipita al instante de sus dedos a travs de mi cuerpo, una sensacin emocionante que
enva mi corazn a latir con fuerza.
No dice nada por un tiempo. Entonces, retira el guante de una de sus manos. Suspiro.
Debajo de la piel, su mano es una masa de carne quemada, la mayor parte curada en gruesas
capas de tejido de horribles cicatrices que debe haber acumulado a lo largo de los aos,
mientras que algunos puntos siguen siendo rojos y enojados. Sustituye el guante,
transformando la horrible vista en una de cuero negro y manchas de sangre. De poder.
Embellece tus defectos dice en voz baja. Ellos se convertirn en tus activos. Y si
te conviertes en uno de nosotros, te voy a ensear a manejarlos como un asesino blande un
cuchillo. Sus ojos se estrechan. Su sutil sonrisa se vuelve peligrosa. As que. Dime,
pequeo lobo. Quieres castigar a aquellos que te han hecho dao?
uy tarde en Estenzia.
A veces Enzo me revisa, su rostro sin expresin y sus manos con guantes,
pero nadie aparte de l o la criada me visita. No ms informacin de la
Sociedad de la Daga. Qu van a hacer conmigo ahora, no tengo idea.
Ms das pasan. Prosperiday. Aevaday. Moraday. Amareday. Sapienday2. Imagino qu
est haciendo Violetta ahora, y si se est preguntando lo mismo sobre m. Si est a salvo o
no. Si me est buscando, o continuando con su vida.
Para cuando Prosperiday llega otra vez, me he recuperado lo suficiente como para estar
sin vendas. El roce en las muecas y los tobillos se ha desvanecido a contusiones leves, y la
hinchazn en mi mejilla ha desaparecido, volviendo mi rostro a la normalidad. Estoy ms
delgada, sin embargo, y mi cabello se ha vuelto un desastre de nudos, el lugar donde mi
padre tir de mi cuero cabelludo todava sensible. Me estudio enfrente del espejo cada
noche, mirando cmo la luz de la vela salpica naranja en mi rostro, cmo ilumina la piel con
cicatrices por encima de mi ojo faltante. Oscuros pensamientos nadan en las alejadas
esquinas de mi mente. Algo est vivo en esos susurros, araando por mi atencin,
hacindome seas entre las sombras, y tengo miedo de escucharlas.
Me veo igual. Y tambin me veo como una completa extraa.
Voces fuera de mi alcoba me sacan de mi sueo y dentro del oro de la luz de la maana.
Me quedo muy quieta, escuchando la conversacin que llega a travs de la puerta. Enzo y mi
criada.
Das de la semana.
La criada finalmente se detiene en un alto conjunto de puertas al final del pasillo. Las
puertas dobles estn elaboradamente grabadas con una imagen de Amare y Fortuna, dios
del Amor y diosa de la Prosperidad, enredados en un ntimo abrazo. Contengo mi aliento.
Ahora s dnde estoy.
Este lugar es un burdel.
La criada empuja las puertas dobles abiertas. Nos adentramos en una sala de estar
gloriosamente decorada con una puerta a lo largo de sus paredes que probablemente
conduce a un dormitorio. El pensamiento enrojece mis mejillas. Parte de la sala est abierta
a un frondoso patio. Longitudes translcidas de seda cubren el bajo del techo, revolvindolo
ligeramente y senderos de campanillas de plata cantan en la brisa. El aroma de jazmn
cuelga en el aire.
La criada golpea en la puerta de la alcoba.
S? responde alguien. Incluso amortiguada por la puerta, puedo decir cmo
inusualmente hermosa es la voz. Como la de un juglar.
La criada inclina su cabeza, incluso aunque no haya nadie ms que yo para notarlo.
La seora Amouteru est aqu para verlo.
Silencio. Luego escucho el suave arrastre de pies, y un momento despus, la puerta se
abre. Me encuentro mirando a un chico que me deja sin palabras.
Un famoso poeta de Tierra de Sol una vez describi a un hermoso rostro como uno
besado por la luna y el agua, un himno a nuestras tres lunas y la belleza de su luz en el
ocano. l le dio a exactamente dos personas este alago: a su madre, y a la ltima princesa
del imperio Feishen. Si estuviera vivo para ver a quien estoy viendo ahora, lo aadira como
tercero. La luna y el agua deben amar a este chico desesperadamente.
Su cabello, negro y brilloso, cae a travs de uno de sus hombros en una trenza floja de
seda. Su piel de oliva es lisa, sin defectos, brillando intensamente. El almizcle dbil de lirios
nocturnos lo envuelve en un velo, embriagador, prometiendo algo prohibido. Estoy tan
distrada por su apariencia que me toma un momento notar su marca, bajo las baldaquines
de pestaas largas y oscuras, uno de sus ojos es del color de la miel bajo la luz del sol,
mientras que el otro es el verde verano brillante de la esmeralda.
La criada nos asiente una despedida apresurada, y luego desaparece por el pasillo,
dejndonos solos. El muchacho me sonre, exponiendo hoyuelos.
Es un placer conocerte, mi Adelinetta. Toma mis manos y se inclina para darme un
beso en cada mejilla. Me estremezco ante la suavidad de sus labios. Sus manos son frescas y
suaves, sus dedos delgados y rodeados con anillos de oro fino, sus uas relucientes. Su voz
es tan lrica como sonaba a travs de la puerta. Soy Raffaele.
Un movimiento detrs de l me distrae. A pesar de la alcoba con poca luz, descubro los
suaves contornos de otra persona dando vueltas en la cama, sus cortos cabellos castaos
capturan la luz. Echo un vistazo atrs a Raffaele. Es un burdel, naturalmente. Raffaele debe
ser un cliente.
Raffaele nota mi duda, luego se sonroja y baja sus pestaas en un solo barrido. Nunca
en mi vida he visto un gesto tan agraciado.
Me disculpo. Mi trabajo frecuentemente contina hasta la maana.
Oh me las arreglo para responder. Soy una tonta. l no es un cliente del todo. El
hombre adentro es el cliente, y Raffaele es el consorte. Con un rostro como este, debera
haberlo sabido inmediatamente, pero para m, un consorte significa un prostituto de calle.
Pobres, trabajadores desesperados vendindose a s mismos a los costados de los caminos y
en burdeles. No un trabajo de arte.
Raffaele mira otra vez a su alcoba, y cuando parece que su cliente ha vuelto a caer en
un profundo sueo, da un paso fuera y cierra la puerta sin hacer ruido.
Prncipes comerciantes tienden a dormir hasta tarde dice con una delicada sonrisa.
Luego me asiente para que lo siga. Me maravillo de la simple elegancia de sus movimientos,
afinados a la perfeccin en la forma que supongo un consorte de clase alta sera. Todo este
saln y patio le pertenecen?. Sentir tu energa tan cerca es un poco abrumador dice.
Me puedes sentir?
Fui quien te descubri primero.
Frunzo el ceo a eso.
Qu quieres decir?
Raffaele nos gua fuera de la sala de estar y dentro del pasillo, hasta que alcanzamos un
largo jardn de fuentes. La brisa peina su cabello, revelando varios filamentos brillantes de
zafiro brillando bajo las lneas de joyas negras en movimiento contra un lienzo nocturno.
Una segunda marca.
La noche que huiste de casa dice mientras camina. Hiciste una pausa en el
mercado central de Dalia.
Retrocedo ante el recuerdo. La cara lavada de mi padre por la lluvia, dividida en una
sonrisa amenazadora, parpadea ante m.
S susurro.
Enzo me envi al sur de Kenettra por varias semanas, para encontrar a aquellos
como t. Pude sentirte en el instante en el que llegu a Dalia. Tu atraccin era dbil, sin
embargo, algo que vino y se fue, y me tom varias semanas para acotar la bsqueda a tu
distrito. Raffaele se detiene ante la fuente ms grande en el jardn. Pero la primera vez
que te vi fue en el mercado. Te vi cabalgar hacia la lluvia. Naturalmente, envi palabras de
regreso a su alteza de inmediato.
Alguien me haba estado efectivamente observando esa noche. Un chico que puede
sentir a aquellos como yo, como nosotros. Esa debe ser su habilidad, justo como el fuego
para Enzo, yo con la ilusin.
Entonces reclutas Jvenes Elites para la Sociedad de la Daga?
S. Ellos me llaman el Mensajero, y la caza es siempre una aventura, de cada miles
de malfettos, est ese uno. Despus de que un recluta potencial cae en las manos de la
Inquisicin, sin embargo, es difcil salvarlo a tiempo. Eres la primera que hemos sacado
directamente de su alcance. Raffaele me guia un ojo enjoyado. Felicidades.
El Verdugo. El Mensajero. Una sociedad llena de nombres dobles y significados
ocultos. Respiro profundo, preguntndome sobre los otros nombres de los que he odo
rumores.
Hubiera pensado que a menudo los veas transportando carga en Dalia, dada tu
ubicacin cerca del arco cascada.
Nunca tan cerca.
Ya veo. Bueno, tenemos aguas clidas y poco profundas, por lo que se renen aqu en
el verano para dar a luz. Te saciars, confa en m.
Niego y contino tomando la escena.
Esta ciudad es hermosa.
Solo para un recin llegado. Su sonrisa decae. No somos como las naciones de
Tierra de los Cielos, donde la fiebre de sangre fue leve y donde sus pocas personas marcadas
son celebradas. Estenzia fue devastada por la fiebre. Ha sufrido desde entonces. El comercio
decae. Piratas plagan nuestras rutas. La ciudad crece ms pobre, y la gente tiene hambre.
Los malfettos son los chivos expiatorios. Una chica malfetto fue asesinada ayer, apualada a
muerte en las calles. La Inquisicin hace la vista gorda.
Mi entusiasmo se desvanece. Cuando miro de nuevo a la ciudad por debajo de
nosotros, me doy cuenta de las muchas tiendas tapiadas, los mendigos, las capas blancas de
Inquisidores. Me aparto incmodamente.
La historia no es muy diferente en Dalia murmuro. Un breve silencio. Dnde
estn los otros Elites?
Nos encontramos con una pared blanca de piedra detrs de una esquina estrecha del
patio, situada de tal manera que nunca pensaras detenerte aqu a menos que lo supieras.
Raffaele pasa los dedos a lo largo de la pared antes de empujarla, y para mi sorpresa, se abre
deslizndose silenciosamente. Una rfaga de aire fro nos saluda. Me asomo. Escaleras de
piedra desgastada serpentean hacia la oscuridad.
No pienses en ellos responde. Hoy, solo estamos t y yo. Un extrao cosquilleo
agradable corre por mi cuello. No dice ms, y decido no presionarlo para obtener ms
informacin.
Nos dirigimos hacia la oscuridad. Raffaele saca una pequea linterna de la pared y la
enciende, y el resplandor tenue forma siluetas negras y anaranjadas en la oscuridad. Todo lo
que puedo ver son los pasos justo delante de m y los pliegues de la tnica de Raffaele. Una
corte de placer con tantos espacios secretos.
Despus de un tiempo, las escaleras llegan a su fin frente a otra pared en
blanco. Raffaele desbloquea sta tambin. Se abre con un chirrido pesado. Nos adentramos
en una habitacin iluminada por manchas de luz de una rejilla en el techo, aquella luz
ilumina las motas de polvo que flotan en el aire. El musgo cubre las barras de la rejilla. En
una esquina, una mesa est llena de pergaminos y mapas, planetarios extraos que
representan las trayectorias de las lunas, y los libros iluminados. El espacio huele fresco,
hmedo.
Raffaele se acerca a la mesa y empuja algunos de sus papeles a un lado.
No te alarmes dice.
De repente me tenso.
Por qu? Qu estamos haciendo aqu?
brillar, como iluminadas desde dentro, en tonos de color carmes, blanco, azul, naranja y
negro.
Raffaele se desliza alrededor en un crculo lento, con los ojos encendidos de curiosidad.
La forma en que me est dando vueltas se siente casi depredadora, sobre todo cuando se
pasa al lado dbil de mi visin y tengo que volver el rostro a fin de seguir mirndolo. Levanta
un pie ligeramente, su zapatilla enjoyada alejando cada piedra que no brilla. Recoge las
cinco piedras restantes, vuelve a la mesa de trabajo, y las coloca con cuidado.
Diamante, roseite, veritium, mbar, piedra de la noche. Me muerdo el labio,
impaciente por saber lo que significan aquellas cinco.
Bien. Ahora, quiero que mires al diamante. Por un momento, Raffaele no se
mueve. Todo lo que hace es mirarme directamente, su mirada tranquila y nivelada, sus
manos sueltas a los costados. La distancia entre nosotros parece tararear con la vida. Trato
de concentrarme en la piedra y evitar temblar.
Raffaele inclina la cabeza.
Suspiro. Una rfaga de energa me atraviesa, algo fuerte y ligero que amenaza con
levantarme del suelo. Me equilibro contra la pared. Una memoria corre a travs de mi
mente, tan viva y brillante que podra jurar que estaba revivindola:
Tengo ocho aos de edad, y Violetta seis. Corremos a saludar a nuestro padre, que
acaba de regresar de un viaje de un mes a Estenzia. Levanta a Violetta, se re, y le da
vueltas. Ella chilla de placer mientras permanezco a un lado. Esa misma tarde, reto a
Violetta a una carrera a travs de los rboles detrs de nuestra casa. Tomo una ruta que est
llena de rocas y grietas, a sabiendas de que ella acaba de recuperarse de una fiebre y sigue
estando dbil. Cuando Violetta tropieza con una raz, cayendo de rodillas, sonro y no me
detengo a ayudarla. Sigo corriendo, corriendo, corriendo hasta que el viento y yo nos
convertimos en uno. No necesito a mi padre girndome en crculos. Ya puedo volar. Ms
tarde esa noche, estudio el lado lleno de cicatrices y sin ojo de mi rostro, las hebras de mi
cabello plateado. Luego recojo mi cepillo y rompo el espejo en mil pedazos.
El recuerdo se desvanece. El brillante resplandor pulsa en el interior del diamante por
un momento antes de desaparecer. Suelto un suspiro tembloroso, perdida en una neblina de
maravilla y culpa en la memoria.
Qu fue eso?
Los ojos de Raffaele se ensanchan, entonces se estrechan. Baja la mirada hacia el
diamante. Le echo un vistazo tambin, casi esperando que brille con un poco de color, pero
no veo nada. Tal vez estoy demasiado lejos como para notarlo. Me mira.
Fortuna, diosa de la prosperidad. Los diamantes muestran tu alineacin con el poder
y la ambicin, el fuego dentro de ti. Adelina, puedes sostener tus brazos a cada lado?
Dudo, pero cuando Raffaele me sonre alentadoramente, hago lo que me pide, tiendo
mis brazos para que estn paralelos al suelo. Raffaele mueve el diamante a un lado y lo
reemplaza por el veritium, ahora baado en luz. Me estudia un poco, luego se extiende y
pretende tirar de algo invisible en el aire. Siento una sensacin de empuje extraa, como si
alguien estuviera tratando de empujarme a un lado, buscando mis secretos. Instintivamente
lo empujo de vuelta. El veritium destella y emite un resplandor azul brillante.
El recuerdo viene esta vez:
Tengo doce. Violetta y yo nos sentamos juntas en nuestra biblioteca, donde le leo un
libro de catalogacin de flores. Todava recuerdo esas pginas iluminadas, el pergamino
arrugndose como hojas secas. Las rosas son tan hermosas, Violetta suspira en su manera
inocente, admirando las imgenes del libro. Como t. Me quedo en silencio. Un rato
despus, cuando ella se va a jugar en el clavicordio con padre, me aventuro al jardn a mirar
nuestros rosales. Estudio una de las rosas con cuidado y, a continuacin, miro mi dedo
anular torcido que mi padre rompi aos atrs. En un extrao impulso, me acerco y cierro
mi mano con fuerza alrededor del tallo de la rosa. Una docena de espinas punzan la carne de
mi palma. Quieta, aprieto mi mandbula y cierro mi puo tan duro como puedo. Tienes
razn, Violetta. Finalmente suelto el tallo, mirando con asombro la sangre que emana de mi
mano. Escarlata tie las espinas. El dolor realza la belleza, recuerdo que pens.
La escena se desvanece. Nada ms ocurre. Raffaele me dice que me voltee de nuevo, y
cuando lo hago, me doy cuenta de que la veritium est brillando en un azul plido. Al mismo
tiempo, emite una nota trmula de la msica que me recuerda a una flauta rota.
Sapientus, dios de la sabidura dice Raffaele. Te alineas con el veritium por la
verdad en uno mismo, el conocimiento y la curiosidad.
Pasa a la roseite sin decir nada ms. Para esta, me atrae hacia l y me dice que tararee
en frente de ella. Cuando lo hago, un hormigueo leve baja por mi garganta,
entumecindola. La piedra se ilumina en rojo durante un largo momento, y luego se
desvanece en una lluvia de purpurina. La memoria que lo acompaa:
Tengo quince. Padre ha dispuesto que varios pretendientes vengan a nuestra casa y nos
echen un vistazo a ambas, a Violetta y a m. Violetta permanece recatada y dulce todo el
tiempo, su pequea boca fruncida en una sonrisa de color rosa. Odio cuando me miran
tambin, siempre me dice: Pero hay que intentarlo, Adelina. La atrapo delante de su
espejo, tirando de su escote hacia abajo para que muestre ms de sus curvas, sonriendo a la
forma en que su cabello cae sobre sus hombros. No s qu hacer con ella. Los hombres la
admiran en la cena. Se ren y tintinean sus copas. Sigo el ejemplo de Violetta; coqueteo y
sonro tan duro como puedo. Noto el hambre en sus ojos cada vez que me miran, la forma en
que sus miradas permanecen en la lnea de mi clavcula, mis pechos. S que me quieren
demasiado. Simplemente no me quieren como esposa. Uno de ellos bromea acerca de
acorralarme la prxima vez que camine sola en nuestro jardn. Me ro con l. Me imagino
mezclando veneno en su t, y luego ver su rostro volverse prpura y angustiado; imagino
que me inclino sobre l, mirndolo con paciencia, con mi barbilla apoyada en las manos,
admirando su moribundo cuerpo retorcindose mientras cuento los minutos. Violetta no
piensa este tipo de cosas. Ella ve la felicidad y la esperanza, el amor y la inspiracin. Es
como nuestra madre. Yo soy como nuestro padre.
Otra vez la memoria desaparece en el aire, y de nuevo me encuentro mirando a
Raffaele. Hay una desconfianza en su mirada ahora, distancia mezclada con intereses.
Amare, dios del amor dice. Roseite, por la pasin y la compasin en uno mismo,
rojo y cegador.
Por ltimo, sostiene el mbar y piedra de la noche. El mbar emite un bello color
dorado-naranja, pero la piedra de la noche es una roca fea, oscura y llena de bultos y sin
brillo.
Qu hago ahora? pregunto.
Sostenlas. Toma una de mis manos entre las suyas. Me sonrojo por la suavidad de
la palma de su mano, lo apacible que sus dedos se sienten. Cuando roza mi dedo roto, me
estremezco y me aparto. Se encuentra con mi mirada. A pesar de que no pregunta por qu
reaccion al tacto, parece entender. Va a estar bien murmura. Mantn tu mano
abierta. Lo hago, y l coloca cuidadosamente las piedras en mi mano. Mis dedos se cierran
alrededor de ellas.
Un choque violento ondula a travs de m. Una oleada de amarga furia. Raffaele salta
hacia atrs, jadeo, entonces me desplomo al suelo. Los susurros en los rincones oscuros de
mi mente ahora se liberan de sus jaulas y llenan mis pensamientos con su ruido. Traen un
aluvin de recuerdos, de todo lo que ya he visto y todo lo que he luchado para suprimir. Mi
padre rompiendo mi dedo, gritndome, golpendome, ignorndome. La noche en la
lluvia. Sus costillas rotas. Las largas noches en los calabozos de la Inquisicin. Los ojos
incoloros de Teren. La multitud burlndose de m, tirndome piedras a la cara. La estaca de
hierro.
Cierro mi ojo fuertemente y presiono mis manos con fuerza en mis orejas en un
desesperado intento de bloquear todo, pero la vorgine crece ms fuerte, una cortina de
oscuridad que amenaza con tirarme abajo. Papeles vuelan desde el escritorio. El vidrio se
rompe de la linterna de Raffaele.
Para. Para. PARA. Voy a destruir todo con el fin de hacer que pare. Voy a destruirlos a
todos. Aprieto los dientes mientras mi furia se arremolina, hirviendo e implacable,
anhelando ser liberada. Por medio de la tempestad, oigo el duro susurro de mi padre.
S quin eres en realidad. Quin va a quererte, Adelina?
Mi furia aumenta. Todo el mundo. Ellos sern humillados a mis pies, y los har
sangrar.
Entonces los gritos se desvanecen. La voz de mi padre se desvanece, dejando recuerdos
de ello temblando en el aire. Me quedo en el suelo, todo mi cuerpo temblando con la
ausencia de mi ira inesperada, mi rostro baado en lgrimas. Raffaele mantiene su
distancia. Nos miramos durante mucho tiempo, hasta que por fin se acerca para ayudarme a
levantar. Hace un gesto en la silla al lado de su mesa. Me siento agradecida, sumergindome
en la paz repentina. Mis msculos se sienten dbiles, y apenas puedo mantener la cabeza en
alto. Tengo una necesidad repentina de dormir, soar hasta que mi agotamiento
desaparezca.
Despus de un rato, Raffaele se aclara la garganta.
Formidite y Caldora, los ngeles gemelos del miedo y la furia susurra. mbar,
para el odio enterrado en el pecho de uno. Piedra de la noche, por la oscuridad en uno
mismo, la fuerza del miedo duda, luego me mira a los ojos. Algo ennegrece tu corazn,
algo profundo y amargo. Se ha enconado dentro de ti durante aos, nutrido y
animado. Nunca he sentido nada igual.
Mi padre fue quien lo aliment. Me estremezco al recordar las ilusiones horribles que
han respondido a mi llamada. En la esquina de la habitacin, el fantasma de mi padre
acecha, parcialmente oculto detrs de la pared de hiedra. l no est realmente all, es una
ilusin, est muerto. Pero no hay duda de ello, puedo ver su silueta esperndome, su
presencia fra e inquietante.
Aparto la mirada de l, no sea que Raffaele crea que estoy perdiendo la cabeza.
Qu...? Empiezo, a continuacin me aclaro la garganta. Qu significa?
Raffaele solo me guia simpticamente. Parece reacio a hablar de ello ms a fondo, y
me encuentro con ganas de seguir adelante tambin.
Veremos cmo Enzo se siente acerca de esto, y lo que esto significa para tu
entrenamiento contina en un tono ms vacilante. Frunce el ceo. Puede tomar algn
tiempo antes de que se te considere un miembro de la Sociedad de la Daga.
Espera le digo. No entiendo. No soy ya una de ustedes?
Raffaele se cruza de brazos y me mira.
No, todava no. La Sociedad de la Daga se compone de Jvenes lites que han
demostrado ser capaces de llamar a sus poderes cuando sea necesario. Ellos
pueden controlar sus talentos con un nivel de precisin que todava no puedes
captar. Recuerdas cmo Enzo te salv, la forma en que control el fuego? Tienes que
dominar tu capacidad. Llegars all, estoy seguro, pero todava no estamos ah.
La forma en que Raffaele dice todo esto suscita una advertencia en m.
Si todava no soy una Daga, entonces, qu soy? Qu pasa despus?
Eres un aprendiz. Tenemos que ver si podemos entrenarte para calificar.
Y qu pasa si no califico?
Los ojos de Raffaele, tan clidos y dulces de antes, ahora parecen oscuros y
aterradores.
Hace un par de aos dice suavemente, reclut a un nio en nuestra sociedad que
poda llamar a la lluvia. l pareca prometedor en el tiempo que tenamos muchas
esperanzas en l. Pas un ao. No poda aprender a dominar sus habilidades. Has odo
hablar de la sequa que entonces azot el norte de Kenettra?
Asiento. Mi padre haba maldecido el aumento de los precios de los vinos, y corra el
rumor de que en Estenzia se vieron obligados a sacrificar cien caballos preciados porque no
podan darse el lujo de darles de comer. Las personas hambrientas. El rey envi a la
Inquisicin y mat a cientos de personas durante los disturbios.
Raffaele suspira.
El chico cre aquella sequa por accidente, y no pudo detenerlo. Cay en pnico y
frustracin. La
gente
culpa
a
los malfettos, por
supuesto.
Los
templos
quemaban malfettos en la hoguera con la esperanza de que al sacrificarnos se acabara la
sequa. El muchacho comenz a actuar de forma extraa y errtica, haciendo una escena
pblica al tratar de conjurar la lluvia justo en el medio de una plaza de mercado, yendo a
escondidas hasta el puerto por la noche para tratar de sacar a las olas, y as
sucesivamente. Enzo no estuvo contento. Ves? Alguien que no puede aprender a controlar
su energa es un peligro para todos nosotros. No operamos de forma gratuita. Mantenerte a
salvo aqu, alimentarte y darte ropa y refugio, entrenarte... todo esto cuesta dinero y tiempo,
pero sobre todo, cuesta nuestro nombre y reputacin a los fieles a nosotros. Eres una
inversin y un riesgo. En otras palabras, tienes que demostrar que eres digna de ello.
Raffaele hace una pausa para tomar mi mano. No me gusta asustarte. Pero no voy a
ocultarte la seriedad con que tomamos nuestra misin. Esto no es un juego. No podemos
permitirnos un eslabn dbil en un pas que nos quiere muertos. Su agarre se aprieta. Y
voy a hacer todo lo que est a mi alcance para asegurarme de que seas un eslabn fuerte.
Est tratando de consolarme, incluso en su honestidad. Pero hay algo que no me est
diciendo. En el breve espacio de silencio entre sus palabras, escucho todo lo que necesito
saber. Van a estar mirndome. Tengo que demostrar que puedo evocar mis poderes de
nuevo, y que puedo manejarlos con precisin. Si por alguna razn no puedo controlar mis
habilidades, ellos no solo me echarn de la Sociedad de la Daga. He visto sus rostros, dnde
se quedan, y lo que hacen. S que el prncipe heredero de Kenettra es su lder. S
demasiado. Un eslabn dbil en un mundo que nos quiere muertos. Ese eslabn dbil
podra ser yo.
Si no puedo pasar sus pruebas, entonces van a hacer conmigo lo que deben haber
hecho con el chico que no poda controlar la lluvia. Me matarn.
Le tienes miedo murmura Enzo, intrigado. O tal vez temes tu fascinacin por
Raffaele se queda callado. No. Temo tu fascinacin por ella.
Los ojos de Enzo se suavizan.
Sabes que confo en ti. Siempre lo he hecho. Pero deshacerse de ella sera un
desperdicio. Adelina tiene el potencial de ser muy til.
Ser muy til concuerda Raffaele. Los mechones de color zafiro en su cabello
captan la luz. Mira de reojo a Enzo. Si te obedece.
Pronto recuperar mi trono susurra Enzo. Y los malfettos ya no vivirn con
miedo. Raffaele puede sentir la amenaza de fuego que emana del cuerpo de Enzo.
Adelina tiene el potencial para llevarnos all, incluso si ese potencial se encuentra dentro de
la oscuridad. Todos hemos visto lo que puede hacer. No tiene ninguna razn para volverse
en nuestra contra.
Raffaele duda.
Ve con cuidado, Verdugo. Todava no conocemos el alcance de su energa.
Entonces entrnala. Veamos cmo le va. Si tu opinin sobre ella se mantiene, me
deshar de ella. Pero hasta entonces dice, y sus ojos se endurecen, se queda.
Estamos cometiendo un terrible error, piensa Raffaele, pero hace una reverencia de
todas formas.
Como ordene, su alteza. Mientras lo hace, su cabello cae hacia delante y expone su
cuello. Enzo se inclina, acercndose. Luego estira la mano y suavemente aparta el cabello del
cuello de Raffaele.
Moretones rojos y feos rodean la parte baja del cuello del consorte, como si alguien lo
hubiera intentado ahorcar. Solo ahora, mientras Enzo toca la barbilla de Raffaele e inclina
su rostro en direccin a la luz, se vuelven evidentes los tenues moratones en el borde de sus
labios.
Enzo mira a Raffaele a los ojos.
Uno de tus clientes te ha hecho esto?
Raffaele permanece con la mirada baja. Pone el cuello de su ropa en su lugar, luego ata
su cabello por encima de un hombro con una cuerda brillante. No dice nada, sabiendo que
su silencio responde la pregunta de Enzo.
Dime su nombre murmura Enzo.
Raffaele no habla por un momento. La mayora de sus clientes son amables con l,
incluso en medio de la pasin. Pero no todos. Los recuerdos de ms temprano en la noche
vuelven, recuerdos de manos speras en su cuello, lanzndole contra la pared, golpendole
en el rostro, insultos susurrados con dureza en su odo. Ocurre en ocasiones muy raras, y no
le gusta molestar a Enzo con los detalles. El trabajo de Raffaele es importante para los
Dagas, despus de todo, puede que no tenga los mismos poderes que los otros, pero aunque
sus poderes no pueden matar, s que hipnotizan. Muchos de sus clientes se enamoran tan
fervientemente de l que se convierten en patrocinadores leales de los Dagas. En su cama se
crean alianzas polticas.
Pero aun as. El trabajo viene con sus peligros. Primero debera contrselo a mi
seora; multar privadamente a mi cliente por su abuso y le prohibir verme. En su lugar,
se encuentra con la mirada de Enzo. Su corazn suave se endurece. Pero no esta vez.
Algunos se merecen una pena mayor que una multa.
Conde Maurizio Saldana responde.
Enzo asiente una vez. Su expresin no cambia, pero las rayas escarlatas en sus ojos
arden brillantemente. Presiona un dedo enguantado contra el pecho de Raffaele. Su voz
emite una orden silenciosa.
La prxima vez, no me ocultes secretos.
Un susurro me llama. Miro a mi lado. Una nia camina sobre la superficie del agua, su
piel tan plida como la porcelana, cuerpo esqueltico bajo sedas blancas, largos mechones
de cabello negro extendidos cruzando el ocano como una red de hilos infinitos,
extendindose hasta donde los ojos no podan ver. Es Formidite, el ngel del miedo, la hija
de la Muerte. Quiero gritar, pero no sale ningn sonido. Se inclina hacia m. Donde sus ojos
y nariz y boca deberan estar, solo puedo ver piel, como si alguien hubiera extendido una
tela apretadamente sobre su cara. Haba sido a ella a quien abrazaba en mi habitacin, no a
Violetta.
El miedo es poder, susurra.
Luego desde el agua, una mano huesuda me agarra y me hunde.
Justo cuando logro divisar los borrosos bordes del suelo de la caverna, noto que todos
los Dagas se han ido.
De repente, la voz de Enzo viene desde algn lugar en la oscuridad.
Araa. Ladrona de Estrellas. Su profundidad me asusta.
Me tenso. Nada pasa.
Luego, de la nada, rfagas de viento. El batir de alas. De repente hay miles, millones,
de ellos, pequeas criaturas chillantes con alas carnosas golpendose contra m, girando
alrededor en crculos invisibles en la oscuridad. Grito, luego me pongo en cuclillas mientras
se mueven juntos. Mis brazos cubren mi cabeza. Murcilagos. Son murcilagos. Sus
pequeas garras cortan mi piel. Cierro mi ojo.
Alguien me empuja violentamente hacia atrs. Salgo volando y luego caigo fuerte en el
suelo. El golpe me saca todo el aire. Jadeo. Un borde filoso de metal corta mi brazo, grito,
mis brazos levantndose en defensa pero otro corte abre la piel de mi otro brazo. Sangre
caliente brota. Giro mi cabeza desesperadamente de un lado a otro. Dnde est mi
atacante? No puedo ver algo. Alguien me patea en la espalda. Me arqueo ante el agudo
dolor. Otra patada, y luego la sensacin de manos rudas agarrndome por mi capa,
levantndome en el aire. Intento desesperadamente por mi poder, deseando poder sacarlo
desde la profundidad. Pero nada sucede. Mientras lucho, un gruido bajo de una voz viene
de algn lugar frente a mi cara.
Qu lobo? dice Araa bruscamente. Es un pequeo cordero.
Aprieto mis dientes y peleo, pataleando con mis piernas. Solo golpeo el aire y colapso
en el suelo.
Tiene una mordida dice alguien desde algn otro lugar en la caverna. Suena como
Raffaele.
Una linterna se enciende en la caverna, el brillo me toma fuera de guardia, y entorno
los ojos en su direccin. Los millones de murcilagos se agitan furiosamente por la nueva
luz, chillando, luego se juntan en una nube y desaparecen por uno de los tneles oscuros de
la caverna. Como si nunca hubieran estado ah en primer lugar. Miro alrededor. A una corta
distancia estn el chico enorme, quien debe ser Araa, y la chica con el guila. En otro lugar,
de pie entre los pilares y las paredes en las sombras, noto a los dems. Una de ellos se re
disimuladamente. Delgados hilos de sangre bajan por mis brazos. Los cortes lucen ms
pequeos de lo que esperaba, considerando lo mucho que arden. Ni siquiera estn
intentndolo, pienso febrilmente. Estn jugando conmigo. Cmo fue siquiera que Araa
me vio en la oscuridad?
La luz se desvanece. Mi visin se ajusta ms rpido esta vez, y en la oscuridad, puedo
ver la tenue silueta de Araa agacharse. Ataca de nuevo. Esta vez, corre con velocidad
aterrorizante y desaparece de mi vista justo antes de alcanzarme. Miro alrededor
buscndolo, maldiciendo a mi ojo faltante y a mi pobre visin perifrica.
Se materializa en mi lado dbil. Luego me agarra alrededor del cuello antes de que
pueda detenerlo. Su brazo se aprieta, ahogndome. Peleo. Suspiro. Me doy cuenta
abruptamente que sus poderes deben darle la habilidad de ver donde los otros no pueden.
Tendr piel de oveja decorando mi suelo esta noche dice.
Lanzo un codazo tan fuerte como puedo. No debe haber esperado que luchara de
regreso porque lo golpeo fuerte en su garganta. Se atraganta, soltndome de nuevo. Caigo en
mis rodillas, jadeando. Araa se gira, sus ojos estrechos con rabia, y me preparo para otro
ataque.
Suficiente dice Enzo tranquilamente. La palabra es una orden baja y reprobadora
que emerge desde las sombras.
Araa se aleja de m. Me desplomo con alivio, inhalando aire en la oscuridad. Las
antorchas se encienden de nuevo. Nos miramos, los ojos del joven Daga, verdes y bruscos,
los mos amplios y afligidos. No siento nada en mi pecho ms que el latido de mi corazn.
Luego Araa se endereza y enfunda su espada. No se molesta en ayudarme a levantar.
Debilucha de un ojo dice, su voz llena con desdn. Debimos dejarte con la
Inquisicin y evitarnos todo el problema. Se aleja de m.
Una chispa de enojo se dispara a travs de m. Imagino lo que sera si lo estrangulaba
de regreso, mis oscuras ilusiones flotando debajo de su garganta y bloqueando su aire.
Pueden mis poderes hacer eso? Los murmullos ocultos en mi mente asienten, hambrientos
y deseosos. S, s.
Cobarde susurro a su espalda. No me escucha, pero la chica con el guila, Ladrona
de Estrellas, supongo, lo hace. Parpadea.
Enzo me estudia con inters mientras Raffaele susurra algo en su odo. Aprueban?
Un momento despus, Enzo levanta su voz.
Caminante del Viento.
Caminante del Viento? Miro alrededor de la caverna buscando por mi prximo
oponente. Finalmente logro un vistazo de ella. Es una chica alta y plida, la que no parece
Kenettran. Se re mientras se acerca, brillante y amenazadora, y doy un paso hacia atrs.
Con gusto, su alteza le dice a Enzo.
Mi respiracin es muy rpida. Clmate. Concntrate. Pero la fuerza del ltimo ataque
me dej temblando, y la anticipacin de lo que podra venir despus enva pinchazos de
terror bajo mi piel. Araa tiene el poder de ver en la completa oscuridad. Qu puede hacer
Caminante del Viento? Volar, quizs?
Luego, un grito desgarrador destroza mis sentidos. Me encojo. Mis manos vuelan a mis
orejas en un vano intento de callar el sonido, pero solo crece peor. El sonido destruye todo
alrededor, volteando el mundo a cegadoras manchas rojas y desgarrando cada esquina de mi
mente. No puedo ver. No puedo pensar. Y sigue y sigue, un cuchillo afilado se hunde en mis
odos. Debo estar sangrando. Siento la ligera sensacin de piedra fra contra mi piel.
Lgrimas bajando por mis mejillas. He cado, me doy cuenta lentamente.
Algo se agita levemente en la profundidad de mi cuerpo, pero me estiro por ello y lo
pierdo. Qu tipo de poder es ste? Cmo luchar contra ello? Cmo callo un grito que
viene desde dentro de mi mente? Trato de luchar para ponerme de pie, pero el grito me
supera. Se propaga a travs del aire una y otra vez, tratando de ahogarme.
De alguna forma, escucho la voz de Caminante del Viento contra mi odo. Suena como
si estuviera justo a mi lado. Luego giro mi cabeza a un lado, la veo.
Se re.
Cuida tu camino, lobita se burla.
De repente siento ser levantada del suelo por una cortina invisible de viento. Los
brazos de Caminante del Viento estaban extendidos hacia m. Me levanta ms alto y luego
hace un gesto de corte con una mano. Viento corre por mis odos y vuelo a travs de la
habitacin. Mi espalda golpea fuertemente la pared. Me desplomo en el piso como una
mueca rota. Todo a mi alrededor, el grito continua.
No puedo hacer esto. Me enrosco en una bola mientras Caminante del Viento se
acerca. Se agacha, todo lo que puedo ver de ella ahora es su astuta sonrisa. El grito en mi
mente est destrozando mi alma, y el dolor de ser aventada hace que se corte mi respiracin.
El grito suena como mo. Me veo arrastrada por mi cabello, a travs de la lluvia, el rostro de
mi padre mirando directamente el mo. Detrs de nosotros, Violetta le grita que pare. l la
ignora.
No puedo soportarlo ms. Mi enojo aumenta, me estiro por la energa justo fuera de mi
agarre. El fantasma de mi padre pulula ante m, y los gritos de mi hermana nos rodean.
Desorientada, dejo salir un grito estrangulado y desgarrador hacia el aire abierto.
Mi mano golpea algo. De repente los gritos alrededor paran, y mi padre y hermana se
desvanecen. Esta vez, no oigo ms gritos. Para mi sorpresa, Caminante del Viento est
encorvada varios metros atrs, agarrando su cuello. Un delgado hilo de sangre baja por su
mano donde la he rastrillado con mis uas. Con un sobresalto, me doy cuenta que debo
haberla golpeado cuando pensaba que estaba golpeando a mi padre. La rabia dentro de m
todava se agita, una negra furia hirviendo, casi dentro de mi alcance.
Aprieto mis dientes ante ella.
Eso es todo? espeto repentinamente. Atacarme cuando estoy indefensa?
Caminante del Viendo me mira en silencio. Luego quita su mano para mostrarme la
herida que le caus.
Ests lejos de estar indefensa. Algunas lneas delgadas estn marcadas en la piel de
su cuello. Sin una palabra camina y me ayuda a ponerme de pie temblorosamente. No est
muy mal dice, sin una nota de malicia en su voz. Te gusta ser provocada. Puedo decir.
Gradualmente, mi enojo se destie en el aturdimiento. Acaba de darme un cumplido?
Qu logro decir, es exactamente tu poder?
Se re ante mi expresin. Luce completamente desconcertada sobre su cuello araado y
es, de alguna manera, ms amistosa conmigo.
Lo que sea que el viento puede hacer: silbar, gritar, pulular, levantar de la tierra,
puedo hacerlo tambin.
Me deja. Todo alrededor de la caverna, los otros susurran entre ellos, sus voces hacen
eco en el espacio vaco. Finalmente, Enzo se acerca, sus manos dobladas calmadamente
detrs de su espalda.
Mejor. Aprieta sus labios. Pero no suficiente.
Espero ah, balancendome en mis pies, recuperando mi aliento. Sus ojos me queman
hasta el hueso, trayndome con ellos una ola de terror y emocin.
puado de eso hilos y tiro de ellos. La oscuridad se inclina, ansiosa por mi agarre. Cierro mi
ojo, abro mi corazn al sentimiento y me empapo del placer de la venganza.
Mustrame lo que puedes hacer, susurra el fantasma de mi padre.
Siluetas negras se elevan desde el suelo, sus formas demoniacas y sus ojos rojo
escarlata, sus colmillos goteando sangre. Se renen alrededor de nosotros creciendo ms y
ms alto, hasta que alcanzan el techo de la caverna. Esperan pacientemente por mi orden.
Estoy sorprendida, aturdida con alegra por la sensacin de poder, y aterrada de que estoy
completamente indefensa ante l.
Enzo quita su mano.
La repentina falta de contacto me distrae, y en un destello, mis siluetas desaparecen.
Los demonios se encogen hacia el suelo. Las columnas de fuego de Enzo desaparecen.
Estamos de vuelta en el pesado silencio de la caverna, como si nada hubiera pasado. Mis
hombros se caen por el esfuerzo. Sin el fuego, el espacio regres a su borroso brillo verde.
Los otros ya no se estn riendo. Miro a Raffaele. Luce afectado, sus cejas fruncidas en una
lnea trgica.
Enzo se aleja de m. Me balanceo en piernas dbiles. Si no lo conociera mejor, podra
decir que parece sorprendido.
Todo lo que s es que quiero hacerlo de nuevo. Quiero que Enzo me toque. Quiero
sentir ese flujo de poder, y quiero ver la intimidacin de los otros Dagas.
Quiero algo ms.
su piel caliente contra la ma, sus labios suaves sobre mi cuello, sus manos lisas y
experimentadas, vagando.
Raffaele levanta una ceja a travs del espejo.
Lo que ests pensando te costar como mnimo cinco mil talentos, mi Adelinetta
coquetea suavemente, inclinando la cabeza en un movimiento sutil que me hace sonrojar.
Cinco mil talentos?
La noche? Respiro.
La hora responde Raffaele, aun trabajando con mi cabello.
Cinco mil talentos por hora. En una noche, Raffaele puede hacer el salario anual de mi
padre.
Sin la ayuda de nadie debes haber convertido la Corte Fortunata en la ms rica del
pas digo.
Sonre tmidamente pero detrs de esa sonrisa, siento algo triste. Mi sonrisa se
desvanece.
Raffaele frota un aceite fino en mi cuero cabelludo y me termina de peinar. Vuelve su
atencin a otros detalles cubre mi prpado y pestaas de negro, con un polvo brillante que
oculta el color plata de los cabellos; frotando un ungento en las uas que les da brillo;
suaviza mis cejas con pinceladas perfectas. Tiemblo otra vez cuando su dedo pasa sobre mis
labios, pintndolos de rosa acentuando su magnitud. Me pregunto si alguno de sus clientes
son clientes Daga, nobles atrados por las riquezas con las que Enzo puede recompensarlos
una vez que est en el trono. Tal vez todos ellos lo son. O quizs no tienen idea de quin es el
lder de los Daga solo estn apoyando a un asesino experto que destronar al rey.
Cmo aprendiste tanto sobre la energa? pregunto mientras trabaja.
Raffaele se encoge de hombros una vez.
Ensayo y error responde. Somos los primeros. No hubo nadie antes de nosotros
para aprender. Con cada nuevo Elite que reclutamos, aprendo, experimento y registro.
Alguien tiene que dejar el conocimiento para la generacin que nos sigue. S hay otra
generacin.
Escucho con tranquila fascinacin. Es un mensajero en ms de un sentido.
Sabes de dnde vino esto? S que se inici con la fiebre de la sangre, pero
Agarra un cepillo delgado.
No comenz con la fiebre de la sangre. Se inici con la energa, el vnculo entre los
dioses y el mundo mortal que ellos crearon.
Energa.
S. Constituido por la tierra, aire, mar y todos los seres vivos. Lo que nos da vida a
nosotros.
Y que nos da los poderes?
Raffaele asiente. Sumerge el pincel en un cuenco de polvo brillante y luego toca el
borde de mi ojo bueno. Frunzo el ceo mientras trabaja, tratando de imaginar esta extraa
energa invisible.
habitacin, lo nico que quera hacer era hablar. Eso hicimos. Me mostr sus habilidades
con el fuego. Le confes mi capacidad de detectar a otros. Sabamos que arriesgbamos
nuestras vidas, hablando abiertamente sobre nuestros poderes.
De repente me doy cuenta de que solo hay una persona en la cual Raffaele nunca usa su
talento. Enzo.
Por qu confas en l?
Mi pregunta suena sospechosa y mordaz, y de inmediato me gustara poder retirarla.
Pero Raffaele, siempre elegante, simplemente se encuentra con mi mirada.
Si Enzo se convierte en rey dice, puedo alejarme de esta vida.
Me preocupa el momento de tristeza que antes vi en l y luego por el desfile
interminable de aristcratas que le pagan por entretener, tanto dentro como fuera de la
alcoba. La falta de libertad. Nadie elige la vida de un consorte, no importa qu tan prdiga
sea.
Lo siento digo finalmente.
Raffaele hace una pausa para mirar la parte rota de mi rostro. Me tenso. Hay un atisbo
de compasin en su mirada y me toca la mejilla con una mano. Siento un ligero tirn en mi
corazn. Mi ansiedad se calma, mi pecho se calienta con confianza. Todo es sobre sus
tranquilas caricias. Hay algo extraamente reconfortante en este momento. No somos tan
diferentes.
Entonces la criada regresa con una brazada de sedas y termina nuestro momento.
Raffaele nos da privacidad, mientras me ayuda a cambiar a la nueva prenda de vestir, un
hermoso vestido dorado estilo Tamouran. Las sedas sueltas se sienten deliciosamente fras
contra mi piel. La ropa de Tierra de Sol siempre se ha sentido ms cmoda que los corss
rgidos y encajes del Kenettran.
La criada antes de irse, coloca una caja de terciopelo en la parte superior de la cmoda.
Raffaele regresa. Asiente aprobando el vestido.
Amouteru dice, detenindose en los acentos exticos de mi apellido. Puedo ver la
sangre Tamouran en ti.
Miro maravillada como Raffaele cepilla mi cabello hasta que se derrama por la espalda
como una cortina de plata. Retuerce las hebras en un moo liso y brillante detrs de mi
cabeza a la moda tradicional Tamouran, recoge dos telas largas de seda blanca y dorado, y
envuelve cuidadosamente mi cabeza con ellas hasta que todo mi cabello se oculta debajo de
una elaborada serie de entrelazados de dorado y seda blanca, la tela cae detrs de m como
una cortina de sol y nieve. Clava joyas en la tela. Ata el tocado Tamouran, con una habilidad
asombrosa. Por ltimo, coloca una fina cadena de plata en mi cabeza con un diamante en
forma de lgrima que queda colgando en mi frente.
Aqu dice. De ahora en adelante vas a ocultar tus marcas con esto.
Me miro, aturdida. Mis pmulos y nariz, el maquillaje elegante de mi ojo, todo
mejorado. Nunca he lucido ms Tamouran en mi vida. Es un disfraz convincente.
Raffaele sonre al ver mi expresin.
Tengo un regalo para ti dice. Se voltea y abre la caja de terciopelo sobre la cmoda.
Mi corazn salta.
Es una mscara blanca, hecha de porcelana fra al tacto. Diamantes delinean a lo largo
de sus bordes y brillan en la luz, y senderos de purpurina brillante pintan patrones
elaborados por la superficie plida de la mscara. Un arco de diminutas plumas blancas en
el punto donde se curva hacia la sien. Solo puedo mirar. Nunca en mi vida us algo
confeccionado con tanta precisin.
Encargu esto para ti dice Raffaele. Te importara probarlo?
Asiento sin decir nada.
Raffaele posiciona la media mscara sobre mi rostro.
Se ajusta perfectamente, como una posesin perdida hace tiempo, algo que siempre fue
parte de mi cuerpo. Ahora la porcelana blanca como la nieve y las lneas de luz brillante
ocultan el lugar donde mi ojo sola estar. La mscara lo cubre todo. Sin la distraccin de mi
marca, la belleza natural de mi rostro brilla.
Mi Adelinetta susurra Raffaele. Se inclina lo suficientemente cerca para que su
aliento caliente la piel de mi cuello. Realmente ests besada por la luna y el agua.
Cuando me miro fijamente en silencio otra vez, siento algo poderoso dentro de m, un
fuego enterrado, sometido durante la infancia y mucho tiempo olvidado. Viv toda mi vida
en la sombra de mi padre y mi hermana. Ahora que estoy de pie en el sol por primera vez, es
un desafo pensar de forma diferente.
La mariposa rota ha sido sanada.
Dbiles voces vienen desde el pasillo exterior. Antes de que cualquiera de nosotros
pueda reaccionar, la puerta se abre y entra Enzo. Evito que mis mejillas se enciendan de rojo
brillante y giro mi rostro, con la esperanza que no se d cuenta. Sus ojos se posan primero
en Raffaele.
Est lista?
Entonces me mira. Sean cuales sean las palabras que iba a decir mueren en su boca.
Por primera vez desde que lo conoc, una extraa emocin parpadea en su rostro que
insina algo debajo.
Raffaele lo estudia.
Ha perdido las palabras, su alteza? Lo tomar como un cumplido.
Enzo se recupera en un instante. Intercambia una mirada tranquila con Raffaele. Miro
entre ellos, no muy segura de la conversacin que acaban de tener. Finalmente, se aleja de
nosotros y parece como si deliberadamente evitara encontrarse con mi mirada.
Ella empieza maana dice antes de irse.
Se acuerda de aquel da tan bien. Ella estaba recin casada con el poderoso duque de
Estenzia. El joven Enzo, todava prncipe heredero al trono, estaba en la enfermera, el
afortunado sobreviviente de la sopa envenenada. Y el viejo rey ya se estaba muriendo.
Giulietta se agach, estudi a Teren pensativa, y puso su dedo suavemente debajo de la
barbilla de l. Suavemente le inclin la cabeza hasta que sus plidos ojos incoloros se
encontraron con los de ella, oscuros y fros.
Por qu tienes miedo de mirarme? le pregunt.
Ha sido escogida por los dioses, su altezadijo, avergonzado. Y yo soy un malfetto,
inferior a un perro. No soy digno de su presencia. Esperaba que ella no pudiera adivinar su
oscuro secreto. Esos extraos poderes demonacos que haban aparecido en l
recientemente.
Giulietta sonri.
Si te perdono por ser un malfetto, niito, me prometes tu eterna devocin? Haras
cualquier cosa por m?
Teren la mir a los ojos, con desesperacin y deseo. Era tan guapa. Delicado rostro, en
forma de corazn enmarcado con rizos oscuros. Sangre real. Sin un indicio de una marca en
ella. La perfeccin.
Le prometera cualquier cosa, su alteza. Mi vida. Mi espada. Soy suyo.
pas?
Bien. Inclin la cabeza hacia l. Dime, quin crees que debera gobernar este
Teren se inclin hacia su toque. La pregunta lo confundi.
El prncipe heredero dijo. Es su derecho de nacimiento.
Sus ojos se endurecieron. Respuesta equivocada.
Has dicho que eres un malfetto, e inferior a un perro. De verdad quieres un malfetto
como tu rey?
Teren no lo haba pensado as. Sola luchar y entrenar con Enzo en los jardines del
palacio, cuando el padre de Teren estaba ocupado liderando el Eje de la Inquisicin. Incluso
eran amigos, o por lo menos amistosos, siempre emparejados en el entrenamiento con
espadas por la tarde. Teren dud, debatindose entre la idea de Enzo como un pura sangre
de la realeza y la realidad empaada por las marcas de la fiebre de la sangre. Finalmente,
neg.
No, su alteza. No me gustara eso.
Los ojos de Giulietta se suavizaron, y sonri de nuevo. Respuesta correcta.
Yo soy la primognita. Es mi derecho de nacimiento gobernar.
Por un momento fugaz, Teren se pregunt si ella fue la que puso veneno en la sopa de
Enzo.
Ella se acerc ms. Entonces dijo las palabras que lo atraparan para siempre.
Haz lo que digo, pequeo Teren. Aydame a librar este mundo de todos los
malfettos. Y me asegurar de que los dioses te perdonen por tu abominacin.
El recuerdo se desvanece. Teren levanta el ltigo una y otra vez.
caverna, me marcho decepcionada. Algunos das, me siento como la nica en los pasillos
secretos de la corte.
Vengo a mirar las actuaciones que se producen casi todas las noches, bailes elaborados
organizados por los consortes que atraen a los clientes con potencial de todos los rincones
de la ciudad. Casi todos los otros consortes estn marcados. Llevan mascaras decorativas
como yo, muchos de ellos con su cabello tejido en tocados elaborados. Obras de arte.
Mi nico objetivo ahora es dominar mi poder, para ser incluida en las misiones de los
Dagas, sus idas y venidas secretas. Empiezo a olvidar que la Inquisicin est cazndome.
Empiezo a olvidar que he tenido una hermana.
Solo pienso en esas cosas a altas horas de la noche, cuando todo est tranquilo. Tal vez
ella sigui adelante sin m, de todos modos.
aestro Santoro.
S, qu pasa?
Se trata de un nio de la calle que mendiga cerca del
borde del Barrio Rojo. Dice que vio algo en la Corte Fortunata
que puede interesarle.
Ah, s? Es as? Habla, chico, tienes una cena caliente y un lugar para dormir si me
gusta tu respuesta.
S-s, seor. Um. Fue ayer. Escuch de otros nios pobres que la Inquisicin e-est
buscando a una chica con una cicatriz en su ojo izquierdo.
Lo estamos. Y?
Bueno, no estoy seguro pero vi
O ests seguro o no lo ests. Qu viste?
Lo siento, maestro Santoro. Yo estoy seguro. Seguro de que vi una chica,
caminando por los patios de la Corte Fortunata. Esos adornados en la colina
S, lo conozco. Sigue.
S-s, lo siento, seor. El cabello de la chica estaba envuelto en tela, sin embargo, as
que no s de qu color era.
Envuelto, de manera Tamouran?
No lo s. Supongo.
Teren se sienta en su silla. Estudia al sucio muchacho que tiembla de rodillas delante
de l por un largo momento. Finalmente, sonre.
Gracias. Agita una mano a los Inquisidores que haban trado al nio. Un talento,
una comida caliente, y una habitacin en una posada. Asiente una vez mientras el rostro
del muchacho se ilumina. Que nunca digan que no soy generoso.
grises en el cabello. Extiende sus brazos amplios. Voy a tener que preguntarle a Raffaele la
prxima vez, si ella es una patrona de los Dagas. Debe serlo.
Bienvenidos a la Corte Fortunata, mis invitados dice. Su voz es rica y clida, y
todos en la audiencia se echan para delante, mostrando inters. Es una noche fresca y
tranquila, un tiempo estupendo para que nos reunamos. Y s por qu todos han venido.
Hace una pausa para sonrer. Quieren ver nuestra actuacin de las joyas brillantes de la
corte.
Una ronda de aplausos bajos le contestan.
No voy a retrasarlo por ms tiempo, entonces contina. Abandnense a una
noche de deseo, mis invitados, y sueen con nosotros hoy.
Con eso, el resto de los faroles de la pared se apagan, dejando solo la plataforma
iluminada. Redobles de tambor profundos hacen eco, uno tras otro. Envan un temblor a
travs de m, revolviendo mi alineacin a pasin, y siento mi energa revolverse. Un joven
consorte se desliza a travs de la oscuridad de la multitud. Cuando llega a la plataforma y
pasa a la luz de los faroles, reprimo un grito ahogado.
Raffaele est vestido con sedas plidas que hacen que destaque, su pecho est desnudo,
y una lnea de oro est pintada por la mitad de su torso. Se detiene en el centro de la
plataforma elevada, los ojos bajos, y luego se arrodilla en un gesto fluido, con los brazos
cruzados delante de l, mangas anchas rezagadas. Su bata se acumula en un crculo a su
alrededor. Se queda all por un momento mientras los redobles se hacen ms fuertes, y luego
se pone de pie de nuevo y camina en un lento e hipntico crculo. Nunca he visto una danza
tranquila y delicada como esta, junto con una cancin que no es ms que percusin, puede
que nunca vea algo as otra vez. Echo un vistazo a los clientes que llenan la habitacin. Estn
sorprendidos en silencio. Poco a poco, cuando el tempo aumenta, otros dos consortes se
unen a Raffaele en la plataforma, una chica y un chico, y juntos se deslizan en crculos
alrededor del otro, con los ojos tmidos y penetrantes, movimientos que fluyen como el
agua. Los otros dos consortes son hermosos, pero palidecen al lado de Raffaele. No hay duda
de a quin siguen los ojos del pblico. Observo, hipnotizada. Entonces el momento de
profunda tristeza de Raffaele vuelve a m, y la actuacin me hiela hasta los huesos.
Alguien nuevo se sienta detrs de m. No pienso mucho en ello al principio, la
habitacin est llena de clientes, en todo caso, todos centrados en la plataforma. Es solo
cuando la persona habla que mi corazn se detiene.
No te voy a hacer dao, Adelina. Solo escucha.
La voz est muy cerca de mi oreja, tan cerca que puedo sentir el aliento del que habla,
suave en mi piel. Es tan silencioso, apenas lo escucho por encima de los tambores. Pero lo
hago. He escuchado esa voz una sola vez en toda mi vida, pero la reconocera en cualquier
parte.
Teren.
La energa en mi corazn alcanza su mximo, y tengo un impulso repentino de gritar
en mitad de la actuacin. Me encontr. Por el rabillo de mi ojo, puedo ver que no est
vestido con su armadura y ropajes de Inquisidor, pero s en terciopelo negro, con el rostro
oculto tras una mscara como todo el mundo aqu. Es el hombre que vi antes, aquel cuya
mirada se detuvo en m. Cmo me ha encontrado? He sido demasiado descuidada. Me ha
Olas de miedo e ira suben en mi pecho, fusionndose en una sola, llenando mi mente
con susurros.
Cmo sabes lo que me importa? murmuro con dureza.
Ya te has olvidado de tu hermanita? Qu corazn ms fro.
Violetta. Una garra helada se apodera de mi corazn. De repente, estoy de vuelta en mi
pesadilla, poniendo mi brazo en mi frgil hermana mientras una tormenta ruge fuera, luego
dndome la vuelta para encontrar que ya no est all.
No. Solo est tratando de provocarte.
Qu podras saber sobre mi hermana? espeto.
Lo suficiente. En la maana de tu quema, ella vino a mendigar por tu vida. Sabas
eso? Ahora es tu turno para devolverle el favor.
Est mintiendo.
No la tienes murmuro.
La respuesta de Teren es una llena de diversin.
De verdad quieres jugar este juego conmigo?
Mi determinacin flaquea. Ella haba acudido a l? Qu pasa si Teren est diciendo la
verdad. Y si lo hizo, y la aprision? Susurros se arremolinan en mi mente, sus palabras
incomprensibles, llenndome con el zumbido de terror. Y yo que pensaba que ella haba
pasado pgina, tal vez se comprometi a casarse con un hombre rico. Qu pasa si haba
estado con la Inquisicin durante semanas en su lugar?
Por qu haras eso por m, Violetta?
No te creo susurro.
Teren no contesta, y durante un largo momento, solo escuchamos los tambores. Justo
cuando pienso que podra haberse ido, responde:
Tengo a tu hermana, si quieres creerme o no. Y la voy a torturar felizmente hasta que
puedas or sus gritos desde los hermosos balcones de la Corte Fortunata.
Est mintiendo. Est mintiendo. Tiene que ser. Me imagino el rostro aterrorizado de
Violetta, las lgrimas cayendo por sus mejillas. Me imagino sangre.
Dame tiempo susurro finalmente. No s qu ms decir.
Por supuesto responde Teren con dulzura. Estamos en el mismo bando. Pronto
te dars cuenta de que ests luchando por una buena causa. Su tono se vuelve
extraamente reverencial. Serio y grave. Puedes ayudarme a arreglar este mundo, Adelina.
Estoy atrapada en medio de una red ajustada.
La semana que viene susurra. Quiero verte en la Torre de la Inquisicin. Treme
algo de informacin que encuentres til.
Cmo s que no quieres apoderarte de m cuando llegue?
Nia estpida vocifera Teren. Si te quisiera arrestada, lo hara ahora mismo.
Por qu iba a encerrarte cuando puedes ser mi pequea ayudante? Se presiona muy
cerca, su aliento caliente contra mi oreja. Si me gusta lo que dices cuando llegues a la
Torre, tu hermana ser mimada y alimentada hasta la prxima vez que te vea. S no vienes a
m Hace una pausa. Puedo ver su sutil encogimiento de hombros por la esquina de mi
visin. Entonces no mantengo mi parte del trato.
Entonces la matar. No tengo eleccin. Simplemente asiento.
No hay respuesta. El roce de su aliento contra mi oreja se desvanece, y el aire fro pica
mi piel. Los redobles finalmente paran. Arriba en la plataforma, Raffaele y los otros dos
consortes se inclinan hacia la multitud. La sala llena de clientes salta a sus pies, rugiendo su
entusiasmo, sus estruendosos aplausos. En medio del caos, miro alrededor en un
desesperado intento de encontrar el rostro de Teren.
Pero ya ha desaparecido en el mar de los rostros enmascarados, como si nunca hubiera
estado all. Sus palabras siguen haciendo eco en mi mente, atormentndome.
Me ha convertido en una espa en contra de mi voluntad.
e retiro a mi dormitorio esa noche sin decir una palabra a nadie. Raffaele
me frunce el ceo cuando me voy, sus ojos siguiendo mi figura desde el
otro lado del patio principal, pero me obligo a darle una rpida sonrisa y
me apresuro a salir. No es hasta que se pone al da conmigo en los pasillos
secretos que finalmente me doy la vuelta para mirarlo.
Al da siguiente, cuando Raffaele me pregunta cmo me siento, solo digo que me siento
mucho mejor. Me mira de reojo, pero no me obliga a decir ms.
Pasa otro da. Mi pnico inicial se asienta en una corriente constante de inquietud. Tal
vez haba soado toda la cosa, y Teren nunca lleg en primer lugar. Este pensamiento es tan
tentador que casi me dejo creerlo.
Al tercer da, soy capaz de pensar. Para sobrevivir, tengo que jugar a este juego. Y tengo
que jugarlo bien.
frustracin. El duelo acab. Dejo escapar un aliento tembloroso mientras ambos bajan sus
armas y paso de uno al otro.
Enzo est goteando sudor, su cabello despeinado y suelto, sus msculos magros
tensos. Por lo que puedo notar, la Araa es el nico que parece capaz de trabajar al prncipe
tan a fondo. La camisa de lino blanco de Enzo se aferra hmeda y translcida a su
espalda. Mientras se ajusta los guantes, me echa una mirada de reojo y se da cuenta de que
lo estoy mirando. Trato de apartar mi vista. En mi mente, me imagino lo que Enzo podra
hacerme si se entera de mi encuentro con Teren. Me va a sepultar en llamas.
Enzo me guia cortsmente sin sonrer, entonces se acerca la Araa para asegurarse de
que est sano y salvo. La Ladrona de Estrellas, acompaada hoy por dos coyotes en lugar de
un guila, aplaude. El llamado Arquitecto se pasa las manos desgarbadas por el cabello
mientras se maravilla por la velocidad de Enzo. La Caminante del Viento le pregunta a Enzo
cmo hizo su ltimo movimiento. Incluso la Araa se le acerca ahora mientras intercambian
palabras que no puedo or.
Me aclaro la garganta y vuelvo mi atencin a Raffaele, quien parece estar
pacientemente terminando sus notas.
Espero que te concentraras en ese duelo dice en un tono casual.
Me sonrojo ante sus bromas. Esta es la manera de Raffaele de introducirme en el
concepto de energa, tratando de ensearme a ver las cargas de energa en el aire. Saco a
Enzo de mi cabeza, me concentro en mi ncleo, y busco mis alineaciones con la oscuridad y
la ambicin, la curiosidad y el miedo. Me imagino dejando mi cuerpo, corriendo por el aire,
buscando en el interior de las almas de los Dagas peleando, practicando mi anlisis de sus
movimientos pequeos y sutiles, en busca de destellos de su energa en accin, tejiendo mi
camino a travs de ellos para ver los relucientes hilos de energa que componen sus
corazones y mentes. Mi mandbula se tensa.
Nada.
Suspiro. No puedo enfrentar a Teren as. Impotente.
Primero me dices que tengo que dominar mis habilidades antes de convertirme en
una Daga le digo, volvindome hacia Raffaele. Cmo se supone que debo aprender
cualquier cosa si me quedo separada de todos los dems?
Detrs del rostro sereno de Raffaele, noto un destello de algo de clculo.
La ambicin no descansa en ti hoy. Pero la forma ms segura de frenar tu progreso es
apresurarte en situaciones para las que no ests lista todava. Una nota firme entra en su
voz. Paciencia.
Cuidado, Adelina. No quieres que Raffaele sospeche de ti.
Por qu solo puedo acudir a mis poderes cuando soy amenazada? le susurro en su
lugar. Desde la esquina de mi visin, veo a Enzo dejar la caverna. Mis hombros se encorvan
ligeramente en decepcin.
Piensa en este escenario dice Raffaele. Hace cien aos, cuando el Beldish trat de
invadir nuestras islas del norte, un ejrcito condenado de cuarenta soldados Kenettran logr
repeler cuatrocientos hombres Beldish, comprndonos tiempo para trasladar nuestros
refuerzos all. A veces, tu cuerpo te da la fuerza que normalmente no tendras. Verdad?
Abro los ojos y busco en m misma. Esta vez, siento los hilos de energa tensarse dentro
de m, y mi mente teje entre ellos como manos en un arpa. Tiro de ellos. Mi atraccin es
inestable, y lucho para controlar el alcance. Mis cejas se surcan por el esfuerzo de aferrarme
a ellos. Ante m, las rocas an permanecen tan grises como siempre... pero a unos metros de
distancia de ellas, una pequea cinta de oscuridad se arrastra desde el suelo. Grito al verla.
Raffaele jadeo. Mira!
En el instante en que lo digo, se me rompe la concentracin y las cuerdas de energa se
deslizan fuera de mi alcance. Mi ilusin vuelve a caer al suelo. Exhalo mientras el miedo
acumulndose en mi estmago tiembla. Raffaele me mira en silencio. Lo intento de
nuevo. Mi mano roza las cuerdas de energa. Las agarro.
De pronto, una cuchilla destella delante de m. Me agacho por instinto. Alguien se re
de m, y me doy cuenta de que es Araa. Se abalanz sobre m desde el otro lado de la
caverna.
Una pequea cinta oscura dice con desdn. Estoy aterrorizado.
Raffaele le da al enorme muchacho una mirada de advertencia.
No lo hagas dice.
O qu, consorte? La Araa me da una mirada burlona mientras enfunda su daga
. Eso asusta al pequeo cordero?
Raffaele arquea una ceja.
Quieres llevar esto con Enzo? No pondra a prueba su paciencia estando a unas
pocas semanas antes del Torneo de las Tormentas.
ao?
Pronto voy a saber ms que solo siluetas murmuro en respuesta. La ilusin que
cre de repente me vuelve audaz, y aprieto los dientes, vida de violencia. Espera y vers.
Sus labios se crispan ante mi reto, pero solo le regreso la mirada, sin miedo.
No, no lo hars. Sonre, luego se inclina para susurrar en mi oreja. Cuando eso se
haga evidente para todos los dems, disfrutar ver a Enzo cortarte la garganta. Su cuchilla
se clava en mi cuello de nuevo. Fantaseo con hacer que su daga gire, cortarlo lentamente de
oreja a oreja, viendo su sangre burbujear de su boca. La imagen parpadea por mi mente
como un relmpago, y me permito nadar en un momento de terror y deleite absoluto.
Deleite de mi padre. Adelante. Quiero ver que lo pruebes. Tal vez debera darle a
Teren su nombre, cuando vaya a la Torre de la Inquisicin.
Basta ya espeta Raffaele. La nitidez de su voz me sobresalta. No creo que nadie
nunca me haya defendido con tanta firmeza.
Araa se separa con una risa.
Solo estaba jugando dice con una voz indiferente. No pasa nada. Me
estremezco. No creo que Raffaele oyera lo que Araa me susurr. Espero que no sintiera la
imagen con que fantaseaba. En el otro extremo de la caverna, la Ladrona de Estrellas me
lanza una mirada simptica y luego pone los ojos en blanco hacia Araa.
Ests bien? me pregunta Raffaele. Me las arreglo para asentir, y suspira. Pido
disculpas. Est resentido por el inters de Enzo en ti. Siempre se ha considerado el mejor
peleador de Enzo, y no le gusta que los ojos del prncipe ahora se desven. Dale tiempo.
En silencio, le agradezco su preocupacin. Mi corazn se tambalea vergonzosamente
ante la idea de Enzo interesado en m. En mis poderes potenciales, me corrijo. Las palabras
de Araa permanecen en mis pensamientos, burlndose de m, y siento el fantasma de su
fra cuchilla en el cuello. Enzo realmente me cortara el cuello?
Como si fuera una seal, las puertas de las cavernas se abren. Giro mi cabeza en su
direccin.
Enzo viene de nuevo, sus largas tnicas detrs de l. Hace una pausa por un momento
en la puerta, mirando en silencio alrededor de la caverna. Entonces, le silba a la Ladrona de
Estrellas.
Es tiempo dice en voz alta. Cmo te sientes hoy?
La Ladrona de Estrellas les susurra a sus dos coyotes que se queden, entonces se
apresura ms y se para de golpe. Le da una mirada pcara.
Nos sentimos bastante bien responde con una rpida reverencia. Como siempre.
Una leve sonrisa juega en el borde de los labios de Enzo.
Excelente. Vamos.
El rostro de la Ladrona de Estrellas se ilumina, y no tengo ningn problema en creer
las palabras de Raffaele con las que se alinea con alegra. Ella se despide de los
otros. Raffaele se pone de pie en un movimiento fluido, entonces me da un movimiento de
cabeza.
Qudate un rato ms, si deseas practicar me dice. Volveremos esta noche.
Salen de la caverna sin decir una palabra. Soy la nica que queda. Enzo ni siquiera me
mir.
Me doy cuenta de que he estado aguantando la respiracin. Mi oscuridad despierta en
m, y dejo que me consuma. No tengo ni idea de lo que estaban hablando. Obviamente estn
fuera en otra misin sin m.
Esta es mi oportunidad de reunirme con Teren.
El choque de ese pensamiento me deja dbil en las rodillas. Mi semana casi se ha
acabado. Si los Dagas estarn fuera por un tiempo, ocupados con lo que sea que han
planeado, entonces tengo que aprovechar este momento. De repente miro alrededor de la
habitacin, aterrorizada de que de alguna manera uno de ellos lograse or mis pensamientos
silenciosos. El asesinato malfetto que vi el da anterior vuelve a m. Entonces, la amenaza de
Araa.
Entonces, los pensamientos de mi hermana.
Solo me acercar a la torre. Si parece sospechoso, me ir. No entro. Voy a... Mis
pensamientos se desvanecen, ahogados por el latido de mi corazn.
Me pongo de pie. Empiezo a moverme. Ni siquiera estoy segura si estoy en control, o si
mi cuerpo ha decidido dejar que mis instintos se hagan cargo. Subo las escaleras y camino
ms all del patio principal. All, vislumbro las calles, y las veo llenas de festividades. El cielo
se ve oscuro y amenazante. Algo importante est pasando en la ciudad hoy.
Los Dagas estn en movimiento. As que yo tambin.
zona de la ciudad, todo el mundo est en las festividades. Me quedo en la entrada, donde los
Inquisidores montan guardia, y trato de imaginar a Violetta dentro de los muros de piedra.
Dudo, retorciendo las manos.
Qu pasa si Teren no tiene a Violetta en absoluto? Qu tipo de trampa puede ser
esta? Me muerdo el labio, preocupndome sobre cmo Teren no me haba detenido en la
corte, la forma en que amenaz con matar a Violetta si no vena. Me quedo tanto tiempo en
la torre que mi visin comienza a desdibujarse. Por ltimo, cuando la calle est despejada,
me apresuro con pies silenciosos a la entrada de la torre.
Los guardias Inquisidores me bloquean.
Qu es esto? grue uno de ellos.
Por favor me las arreglo para decir en un susurro ronco. Ya me siento expuesta
aqu. Si uno de los Elites me ve.... Estoy aqu para ver al maestro Teren Santoro. Me est
esperando.
El Inquisidor me estudia sospechosamente, luego intercambia una mirada con el
segundo Inquisidor en la entrada. Niega.
Voy a pasar la palabra al maestro Santoro me dice. Hasta entonces, tendrs que
esperar aqu.
No digo en un apuro, luego miro alrededor de nuevo en las calles. Perlas de sudor
en mi frente. Tengo que verlo ahora agrego con voz urgente. No puedo ser vista
aqu. Por favor.
El Inquisidor me empuja con una mirada irritada.
Vas a esperar aqu. Asiente. Hasta entonces
Sus palabras se cortan cuando la puerta detrs de l se estremece, entonces se balancea
lentamente. All, de pie casualmente en la entrada con las manos cruzadas detrs de la
espalda, est Teren. Sonre al verme.
Cul es el problema? le dice a los guardias.
El Inquisidor que me empuj se da la vuelta, desconcertado. Toda molestia cae de su
rostro. Hace una reverencia hacia Teren con toda prisa.
Seor comienza, esta chica dice que est aqu para verlo. Nosotros
Y as es interrumpe Teren, sus ojos claros se centran en m. He estado vindote
venir hacia la torre. Hace un gesto para que me acerque.
Trago saliva, entonces me apresuro pasando a los dos Inquisidores con la cabeza
gacha. Cuando entro en la torre, Teren cierra la puerta detrs de m. Suspiro con alivio ante
el conocimiento de que ya no estoy expuesta al aire libre.
Entonces me estremezco al ver el gran saln de la torre, decorado con las mismas
pieles, tapices y smbolos del sol eterno como la torre de Dalia donde haba estado
encarcelada.
Teren me lleva a un vestbulo estrecho, a continuacin, a una habitacin con una larga
mesa y sillas. All, tira una silla para m y me ofrece el asiento. Me siento, temblando. Mi
garganta se siente reseca. Teren se sienta a mi lado, y luego se inclina hacia atrs con una
postura relajada.
Ser as, durante todo el tiempo a medida que contines cumpliendo con lo que te
pido. Sus ojos vuelven de nuevo a m. Cundo te ver de nuevo?
Dos semanas digo con voz ronca. Dame dos semanas ms. Ante su silencio,
bajo la vista. Por favor.
Finalmente, asiente.
Muy bien. Se levanta. Puedes irte.
Y eso es todo.
Teren me gua fuera de la torre a travs de una pequea puerta trasera oculta detrs de
una puerta y un callejn. Antes de que me deje ir, toma mis manos entre las suyas. Se inclina
para rozar sus labios contra una de mis mejillas.
Lo has hecho bien susurra. Besa mi otra mejilla. Sigue as.
Entonces me deja sola, y deambulo de vuelta por las calles de la ciudad con las piernas
temblando. Soy una traidora. Qu he hecho?
Vago, perdida en un sueo, hasta que me doy cuenta de que he vuelto en la direccin
de donde las festividades anteriores haban estado ocurriendo. Aqu, las calles silenciosas
dan paso a los juerguistas ruidosos de nuevo, y antes de darme cuenta, doblo la esquina de
la calle y me encuentro envuelta por una turba vitoreando. Mi miedo y agotamiento dan
paso a un toque de curiosidad. Qu es todo el alboroto? No hay manera de que pueda
regresar a la Corte Fortunata sin pasar por todas estas personas.
Entonces vuelvo otra esquina con la multitud, y entramos en la plaza pblica ms
grande que he visto nunca.
La piazza est rodeada en tres lados por canales de agua. La gente llena el espacio
donde pueden, pero la mayor parte est completamente vallada con gruesos trozos de
cuerda. Rodeando la piazza se encuentra una pista de tierra, que varios Inquisidores estn
inspeccionando. Una lnea de personas vestidas con trajes de seda elaborados y desfilando
mscaras adornadas a lo largo del borde de la pista, portadores de estandartes y trompetas,
y arlecchinos, aristcratas y sus sirvientes, todos saludando a los espectadores
animando. Mi ojo se pasea en la multitud, que ahora se ve ms o menos dividida en
segmentos de personas que ondeaban ya sea sedas rojas, azules, doradas, o verdes en el
aire. La gente se amontona en los balcones que bordean la plaza. Cada balcn tiene banderas
de colores que cuelgan de l, silenciados por el cielo oscuro.
Una carrera de caballos. Haba sido testigo de varias antes en Dalia, aunque ninguna
fue un espectculo tan grande como este. Echo un vistazo alrededor de la piazza, en busca de
una buena ruta de regreso a la corte. La misin de hoy de los Dagas debe tener que ver con
esto.
Levanto la vista a los balcones. Ahora noto los asientos reales, en un edificio situado en
la parte delantera de la pista de carreras hay un balcn que tiene una vista perfecta, sus rejas
de hierro decoradas con oro y sedas blancas. Pero el rey y la reina no estn all. Tal vez sus
asientos reales son solo para mostrar.
Un ruido sordo de un trueno resuena a travs de la ciudad.
herencia de mi padre. Estos son de Tierra de Sol de razas puras, con el cuello perfectamente
arqueado y fosas nasales llameante, sus ojos todava brillando con el temperamento salvaje
que mis caballos hace mucho tiempo haban perdido. Lanzan sus crines adornados con
sedas rojas como sus jinetes, quienes adornados de manera similar, saludan a sus
partidarios.
Entonces, los jinetes del Barrio Verde y sus corceles vienen trotando. Aqu es cuando
suelto un pequeo suspiro.
Uno de los jinetes del Barrio Verde es la Ladrona de Estrellas. El marcado de color
prpura en su rostro es visible y prominente.
Lady Gemma de Casa Salvatore, montando el semental del maestro Aquino,
Keepsake!
Hace una lista de triunfos pasados del semental, pero ya no estoy escuchando. En
medio de la multitud rugiente, me doy cuenta de que la familia de Gemma debe ser muy rica
y poderosa, para que a un malfetto como ella se le permitiera competir as.
Debera volver a la Corte Fortunata, antes de que me encuentren desaparecida. Pero
el espectculo es demasiado para resistir, y mis pies se mantienen encadenados al suelo, mi
mirada fija en la chica que conozco como la Ladrona de Estrellas.
La presencia de Gemma revuelve un disturbio en la multitud. Oigo Malfetto!
escupido en el aire, mezclado con un fuerte rugido de abucheos, y cuando tomo un buen
vistazo a la multitud, me doy cuenta de las personas que han puesto falsas marcas en s
mismas, mofndose y burlndose de Gemma con manchas de color prpura exageradas
pintadas en sus rostros. Uno de ellos incluso le arroja fruta podrida.
Bastarda! grita, una cruel mueca torciendo rostro. Gemma no le hace caso,
mantiene la cabeza en alto mientras su caballo pasa trotando. Otros insultos vuelan rpido y
fuerte.
Una noble dama todava recibe insultos como este? Me muerdo mis mejillas ante la
aguda punzada de ira que se dispara a travs de m, hasta que me doy cuenta, con un
sobresalto, que hay personas que la defienden tambin. En voz alta.
De hecho, grandes multitudes de personas estn agitando sus banderas en el aire en su
apoyo, la mayor parte de su Barrio Verde, algunos incluso de los otros barrios. Respiro
profundamente y mi ira cambia a desconcierto, a continuacin, a excitacin. Miro con
asombro que Gemma asiente en su direccin. Nunca en mi vida he visto un espectculo
semejante. La tensin entre partidarios y enemigos de Gemma crepita en el aire, una visin
preliminar del potencial de una guerra civil, respiro profundo otra vez, como inhalando el
poder que me da. No todo el mundo odia a los malfettos, Enzo haba dicho. Mis ojos se
desvan con nerviosismo a los Inquisidores, que lucen a punto de actuar.
Gemma se empapa con la atencin. Sacude su cabello oscuro y sonre de nuevo a los
espectadores, centrndose en los que gritan su apoyo. Luego salta sobre la espalda de su
semental en un movimiento fluido. Se balancea en ambos pies, gil y menuda, con los brazos
cruzados en satisfaccin. Gemma saluda, luego salta en una posicin sentada. Todo el
tiempo, su semental permanece en perfecta calma. De los competidores hasta ahora, es la
nica malfetto.
Los competidores de los siguientes barrios finalmente salen trotando, y los doce
se organizan en una lnea escalonada en un extremo de la pista. El rugido de la multitud es
atronador ahora. Gemma frota el cuello de su caballo, y el semental patea el suelo con la
anticipacin.
Jinetes, preparen sus caballos! dice el locutor en voz alta. El rugido de la multitud
se apaga por un breve segundo cuando todo el mundo se calla para ver el inicio.
El trompetista levanta una seda de color amarillo brillante sujetado con una piedra. La
arroja hacia el cielo.
Fuera! grita.
Los caballos rompen filas. La multitud estalla.
Una nube de polvo se levanta de la pista cuando los jinetes compiten por su primera
vuelta alrededor de la pista. Entorno mis ojos a travs de la bruma, y finalmente llego a ver
las sedas verdes de Gemma volando en la manada. Es una de las ltimas de la mitad, pero
lleva una sonrisa que podra partir su rostro.
Primera vuelta. Un jinete rojo est por delante, y Gemma esta de novena. Me
encuentro animndola silenciosamente.
Todos alrededor estn gritando y gritando, y cada persona diciendo en voz alta los
nombres de sus favoritos. El caos me recuerda a mi da de la ejecucin, y con eso, siento
crecer la oscuridad dentro de m. Raffaele me haba dicho que viera el espacio vaco, en
busca de hilos de energa en el aire.
Los caballos truenan alrededor de la curva y ms all de m. Gemma tiene la cabeza
echada hacia atrs en una risa salvaje, con el cabello oscuro fluyndole como una
cortina. Me centro en el espacio entre ella y el resto de los jinetes. Ah est el destello de algo
brillando en la esquina de mi ojo. Se desvanece cuando trato de mirar directamente hacia
ella.
Los caballos corren disparados por la pista de nuevo, llegando al final de la segunda
vuelta. Solo una vuelta ms para acabar. Gemma se encuentra todava novena. Entonces, de
repente, hace su movimiento, tira de la melena de su semental, se inclina cerca de su cuello,
y le susurra. Al mismo tiempo, una rfaga de viento sopla a travs de la plaza. Caminante
del Viento. Ella debe estar mirando desde un punto de vista.
Gemma comienza a avanzar. Rpido. De novena a la sptima posicin, luego de
sptimo a sexto. Entonces quinto. Del quinto al cuarto lugar, de ah al tercero. Los aplausos
de los espectadores del Barrio Verde comienzan a volverse frenticos. Mi corazn golpetea
furiosamente. Con la ayuda de Caminante del Viento, y sus propias habilidades, Gemma
avanza poco a poco a segundo lugar. Contengo la respiracin. Concntrate. Miro fijamente a
Gemma.
Por una fraccin de segundo, creo que veo hilos brillantes en el aire, mil colores
diferentes, mviles y cambiantes como las cuerdas de un telar.
Los jinetes Rojos en primer y tercer lugar tratan de bloquearla, acorralndola entre
ellos. Pero Gemma se impulsa an ms duro, los otros dos jinetes tiran sus cabezas hacia
atrs, sorprendidos, cuando el polvo empieza a levantarse cerca de sus pezuas. Caminante
del Viento debe haber enviado una cortina de aire hacia las piernas, empujando de nuevo.
concentro, reuniendo toda mi concentracin en los hilos especficos que estoy tirando, a
sabiendas de lo que quiero hacer. Los hilos empujan de regreso, en protesta por el cambio,
pero los obligo a doblarse a mi voluntad.
Hasta en los techos, siluetas oscuras aparecen.
Sudor sale de mi frente, pero me obligo a mantener mi enfoque. Me esfuerzo por
aferrarme a los hilos, pero hay tantos de ellos. Apretando mis dientes, obligo a la forma de
las siluetas para que cambien. Y por primera vez, me escuchan. Las siluetas asumen las
formas de los Dagas, las capuchas oscuras y mscaras de plata intactas, asomndose en
docenas en los tejados como silenciosos, negros centinelas contra el cielo tormentoso. Los
mantengo en posicin all. Mi respiracin se vuelve desigual. Siento como si hubiera estado
corriendo durante horas. Algunas de las siluetas se estremecen, apenas capaces de conservar
su forma. Espera. Se estabilizan. Contengo mi aliento por lo reales que se ven.
Los Inquisidores miran hacia los tejados. La espada se cae de Gemma.
aqu!
Las lites! gritan varios en las multitudes, sealando hacia mi ilusin. Ya estn
La multitud estalla en gritos. Los caballos se asustan. Gemma salta a sus pies, sus ojos
muy abiertos, y aprovecha el momento para corretear entre la multitud. La avalancha de
oscuridad a travs de m es intoxicante e irresistible, y me encuentro aferrndome a ella,
dejando que cubra mis entraas como la tinta. Tal poder sobre estas pequeas masas. Me
encanta.
No soy lo suficientemente fuerte como para mantener la ilusin en su lugar. Las
siluetas se dispersan en la nada cuanto ms las ordeno en una lnea en el techo. Camino
frenticamente en la plaza con los dems. Mi repentina rfaga de bravuconera se reemplaza
con enojo conmigo misma. Ahora Enzo sabr con certeza que estuve aqu, podran averiguar
por qu estaba realmente en las calles. Ellos pueden averiguar sobre mi encuentro con
Teren, y lo que le dije. Nuseas me agitan. Tengo que salir de aqu.
Alrededor, la gente trata de fluir por la plaza. Algunos Inquisidores estn bloqueando
las salidas, pero hay demasiados de nosotros y no lo suficiente de ellos. Tengo cuidado de
permanecer cerca de las paredes de los edificios, la gente empujando ms all de m. Todo
alrededor es una falta de definicin de caos y colores, rostros enmascarados y la sensacin
de miedo de los dems. Hilos de energa brillando en el aire.
Entonces, de la nada, una flecha viene volando desde el cielo y le pega a un Inquisidor
en el pecho. Lo golpea con tanta fuerza que lo baja de su caballo.
Las personas cercanas chillan, dispersndose en todas direcciones. Otra flecha viene
volando, y luego otra. Los Inquisidores dirigen su atencin a sus invisibles atacantes y
mientras lo hacen, la gente finalmente rompe ms all de los caminos bloqueados y salen de
la plaza. Mi corazn martillea en mi pecho a la vista de la sangre.
Los Dagas.
Tropiezo a travs de la plaza, luego, volviendo sobre mis pies, me apresuro con los
dems. Detrs de m, oigo Inquisidores gritando que hagan orden, los sonidos de peleas me
dicen que estn haciendo arrestos a medida que avanzan. Me apresuro. Cursos de energa a
travs de m nadan en oleadas incesantes, alimentndome mientras trato de hacer caso
omiso de la inundacin del poder en mis venas. A pesar de todo, siento una extraa
sensacin de alegra.
Todo este caos es de mi propia creacin.
En el momento en que llego a la corte, estoy empapada en sudor. Mi respiracin es
muy agitada. Doblo en una esquina de la pared lateral de la corte frente a una calle estrecha,
y luego subo en la hiedra y me elevo sobre la baja cornisa. Me dejo caer en el interior del
patio. Entonces me levanto, con polvo en mis manos, y abro una puerta lateral que conduce
a las habitaciones interiores. Finalmente, llego a la pared secreta. La empujo, paso a travs,
y corro hacia mi habitacin. Ya est. Regres antes que los dems. Ir a mi habitacin y
Pero alguien ya me est esperando en el pasillo. Es Enzo.
La repentina visin de l me atrapa por sorpresa. Cualquier esperanza de ser salvada
de su ira es discontinua cuando veo la expresin en su rostro. Sus ojos estn encendidos, el
escarlata en ellos ms brillante de lo habitual.
Se supone que tenas que quedarte aqu dice. Su voz es mortalmente tranquila
. Por qu te fuiste?
El pnico se eleva por mi garganta. l lo sabe.
Algo se agita detrs de l. Echo un vistazo por encima del hombro para ver a
Caminante del Viento, su mscara fuera. Araa acecha ms abajo en la sala, con los brazos
cruzados mientras se inclina contra la pared. l mira con aire satisfecho, con ganas de
verme castigada.
Eh dice. Corderito est en problemas.
Mantengo mi enfoque en Enzo y
inteligente. Cualquier cosa para protegerme.
trato
de
pensar
en
alguna
replica
Vas a dejar que esta chica se salga con la suya? grue. Ella podra haber
conseguido que uno de nosotros muriera. Podra haber arruinado toda la misin
La Inquisicin arruin la misin interrumpe Enzo. Sus ojos permanecen en m, y
siento el familiar temblor en mi pulso a travs de mi corazn. Puedes retirarte. No me
hagas decirlo una vez ms.
Dante vacila por un momento. Luego se hace a un lado de la pared.
Vigila tu espalda, corderito me grita antes de acechar hacia el pasillo. Caminante
del Viento lo observa irse, se encoge de hombros, y me observa con una mirada sospechosa.
Y ahora qu, Verdugo? dice. Un nuevo plan conjunto para el Torneo de las
Tormentas?
No hay necesidad.
Ella resopla.
Pero han descalificado a Gemma dice. Ella no puede acercarse a la familia real, si
no ser capaz de competir.
Enzo me estudia con una mirada tan intensa que mis mejillas se ponen rojas.
No si alguien la disfraza responde.
Parpadeo, mi mente girando con la nueva informacin que me estn alimentando. En
primer
lugar,
el
nombre
real
de
Araa. Ahora
bien,
esto. Esta
l
complacido conmigo? Permitindome participar en los planes de los Dagas? Podra
aprender a disimular a Gemma. Pude disimular cualquiera de ellos en la carrera.
Enzo se acerca hasta que est ahora apenas a medio metro de distancia. El calor que
emana de l me quema la piel a travs de la ropa. Estira una mano y toca el broche que clava
mi capa en mi cuello. El metal se vuelve blanco caliente. Cuando bajo la mirada, veo hilos
deshilachados en la tela de la capa, sus extremos ennegrecidos y chamuscados. Mi temor se
alza en mi garganta.
Quieres entrenar ms rpido dice.
Mantengo mi cabeza en alto, negndome a dejarle ver mi ansiedad.
S.
l est callado. Un segundo ms tarde, quita su mano del broche de mi capa, y el calor
es succionado por el metal como si nunca hubiera estado all. Me sorprende que no se
quemara directamente a travs de mi piel. Cuando miro de vuelta a Enzo, noto una pequea
chispa de algo ms detrs de su rabia. Algo en sus ojos que enva un tipo diferente de
hormigueo caliente a travs de m.
Que as sea responde.
Mi corazn salta.
Pero te advierto, Adelina. Dante tiene razn. Hay una lnea que no se cruza conmigo.
Sus ojos se estrechan mientras cruza las manos detrs su espalda. No pongas en peligro
imprudentemente a mis lites.
Sus palabras pican, etiquetndome como alguien separada de ellos. Yo estoy separada
de ellos. Yo soy un espa y una traidora. Adems, qu si las cosas hubieran salido
terriblemente mal cuando us mis poderes? Si no hubiera estado all, el resto de los Dagas
seguramente habran hecho un movimiento para protegerla, y son, sin duda ms expertos
que yo. Y si Gemma hubiera sido herida durante mis payasadas, porque no saba lo que
estaba haciendo? Qu pasa si la Inquisicin hubiera elegido culparla por los falsos lites en
los techos?
Qu pasa si Teren me haba visto por ah?
Lo siento murmuro hacia el suelo, esperando que l no oyera en mi voz todas las
razones del por qu.
Enzo no hace ninguna indicacin de que haya aceptado mis disculpas. Su mirada se
siente que puede grabar directamente mi piel.
Esta ser la ltima vez que me desobedezcas lo dice sin una sola vacilacin, y me
doy cuenta, con un escalofro horrible, que habla en serio. Si se entera de Teren, realmente
va a matarme.
Maana. Su voz es dura como el diamante. Tienes que estar en la caverna al
amanecer. Vamos a ver cun rpida puedes ser en aprender. Entonces aleja su mirada, a
pocos pasos de m, y se dirige al final del pasillo.
Caminante del Viento perdura por un momento. Me da un pequeo empujn y una
sonrisa a regaadientes, luego extiende una mano.
Soy Lucent dice.
Tomo su mano, sin saber qu decir a cambio. Otra barrera entre yo y los Dagas se
rompe. No s si sentir alegra o culpa.
Esa es su manera de mostrar agradecimiento por tu ayuda, por cierto dice ella
antes de alejarse. Felicitaciones. l mismo va a entrenarte.
Voy sin disfraz hoy. Mi cabello ha adquirido un brillo azul-grisceo oscuro bajo el cielo
tormentoso, las hebras retiradas con fuerza de mi rostro y mis pestaas son de un tono
opaco. Incluso he dejado mi mscara de porcelana atrs. Mi ropa es un simple atuendo
Kenettran en lugar de las sedas Tamouran, un chaleco azul profundo sobre lino blanco,
pantaln oscuro, botas oscuras delineadas con un borde de plata. Sacudo el agua de mi
cabello mientras camino.
En el momento en que llego a la caverna, Enzo ya me est esperando. El resto del
espacio est vaco.
Est vestido con un jubn oscuro y su capucha de la Daga est abajo, revelando su
cabello escarlata. La ira que arda en sus ojos la noche anterior ha sido sustituida por severa
frialdad. No estoy del todo segura de qu espera que haga, as que me detengo varios metros
delante de l e inclino mi cabeza una vez. Aqu, sola, me siento de repente pequea; no me
haba dado cuenta de lo mucho ms alto que es.
Buenos das digo. Pregunt por m, su alteza, as que aqu estoy.
Enzo me observa. Me pregunto si va a comentar algo acerca de cmo control mis
ilusiones ayer. El recuerdo me hace hinchar un poco con orgullo. Seguramente debe estar
orgulloso de eso, independientemente de la forma en que lo haya hecho.
Quieres un reto responde despus de una pausa. Su voz resuena en el espacio
vaco.
Levanto la barbilla.
S. Me aseguro de que mi respuesta suene firme.
Una dbil chispa de rojo brilla en sus ojos.
Te emociona sentir miedo?
No contesto. Pero las palabras me recuerdan el caos que me rode en las carreras ayer,
y no puedo evitar la rfaga de poder que trae el recuerdo.
Qu tanto quieres aprender, Adelina? pregunta Enzo.
Lo miro directamente.
miedo nubla mi mente, los hilos de energa estn ah, brillantes cuerdas flotando dentro y
alrededor, pero no puedo concentrarme lo suficiente para agarrarme a ellas.
Lo intento de nuevo. Siluetas aparecen en el aire. Una vez ms, mi concentracin se
rompe. El asalto de Enzo es implacable, un borrn, golpendome, y cada vez me cuesta ms
volver a levantarme. Mi cabello escapa de su moo y hebras se pegan a mi rostro.
Una vez ms ordena Enzo cada vez que caigo.
Una vez ms.
Una vez ms.
Una vez ms.
Trato, de verdad lo hago. Pero cada vez, fallo.
Por ltimo, lloro y me alejo de sus espadas, luego me doy la vuelta y corro por el pasillo
de fuego. Mi mente se dispersa. Desisto de intentar llamar mi energa. Delante, veo la
entrada de la caverna, las puertas bien cerradas. Antes de que pueda llegar a ellas, sin
embargo, un muro de fuego se eleva delante de m. Paro, entonces me desplomo en el
suelo. Ahora estoy bloqueada en tres lados por las llamas. Giro para ver a Enzo caminando,
su tnica ondeando detrs de l, su rostro un retrato de crueldad. El calor alrededor quema
los bordes de mis mangas, ennegrecindolas. Esta vez me acurruco en una bola, temblando
y desconcertada. No puedo concentrarme lo suficiente como para hacer algo. l me detiene
cada vez. Cmo voy a aprender si no tengo la oportunidad de concentrarme?
Pero por supuesto, me est enseando una leccin. Esto no es un juego. Esta es la
realidad. Y cuando est en medio de una pelea, ser as. Gimo, cerrando mis ojos, me hundo
con ms fuerza y trato de alejarme de las columnas de fuego que rugen alrededor. Lgrimas
corren por mi rostro espontneamente.
Siento una figura cerca. Cuando abro mis ojos, veo a Enzo sobre una rodilla delante de
m, estudiando mi rostro lleno de lgrimas con una mirada de amarga decepcin. Es esta
mirada, ms que nada, la que me hiere.
Tan fcilmente quebrantada dice con desdn. No ests lista despus de todo.
Las columnas de fuego se desvanecen. Se levanta y camina junto a m, su tnica rozndome.
Me quedo sola en el suelo de la caverna, arrugada en un montn, incapaz de controlar
mis lgrimas. Mechones de cabello caen por mi rostro. No. No soy fcilmente
quebrantada. Nunca voy a quebrantarme. Voy a encontrar una manera de salir del lo en el
que me he metido, voy a encontrar una manera de desenredarme de las garras de la
Inquisicin y, finalmente, ser libre. Levanto la vista hacia su figura alejndose a travs de un
velo de llorosa ira. La ira me llena, filtrando su negrura en mi pecho hasta que puedo
sentirla derramarse de cada fibra de mi cuerpo, cada cadena de energa apretada tan fuerte
que podra romperse. Mi fuerza comienza a aumentar. Desde la esquina de mi ojo, veo mi
cabello volverse plateado brillante. Tiemblo; mis manos se aplanan contra el suelo y luego
cavo en l como si fueran garras. El dolor se dispara por mi dedo torcido.
Violentas lneas negras comienzan a arrastrarse por el suelo de la caverna. Se
convierten en decenas, luego cientos, luego millones de lneas, hasta que llenan todo el piso
y serpentean por las paredes. Entre las lneas oscuras gotea sangre, imitando las rayas rojas
en mi palma herida. Una enorme sombra me cubre. No necesito mirar para saber lo que
cre; alas negras, unas tan grandes que parecen llenar toda la longitud de la caverna,
Dejamos que un malfetto ganara las carreras de clasificacin grita, y miren cmo
nos han castigado los dioses. Estn enojados con las abominaciones que permitimos
caminar entre nosotros.
La gente lo escucha en un silencio sombro. Otros comienzan a gritar, alzando sus
puos en respuesta. Detrs de Teren hay tres jvenes malfettos, uno de ellos apenas salido
de la infancia. Probablemente los sacaron de los guetos de la ciudad. Estn atados juntos a
una estaca erguida en el centro de la plaza, amordazados. Sus pies estn ocultos por una pila
de madera. Un par de sacerdotes los flanquean, dando su silenciosa aprobacin.
Teren levanta la antorcha en sus manos. La luz del fuego arroja un tinte naranja en sus
plidos iris.
Esos malfettos estn acusados de ser Jvenes lites por estar junto a los que
atacaron a los Inquisidores durante las carreras. El Inquisidor los ha encontrado culpables.
Es nuestro deber enviarlos de regreso al Inframundo, para mantener la ciudad segura.
Arroja la antorcha a la pila de madera. Los malfettos desaparecen, gritando, detrs de
cortinas de fuego.
De hoy en adelante grita Teren sobre el sonido de las llamas, todas las familias y
tiendas malfetto pagarn el doble de impuestos a la corona, para reparaciones por la mala
fortuna que trajeron a nuestra sociedad. Negarse ser visto como una causa razonable de
sospecha de trabajar con los Jvenes lites. Los delincuentes sern detenidos de inmediato.
No puedo ver a los Dagas desde aqu, pero s que estn mirando la quema desde los
techos. S que justo ahora, Dante est poniendo flechas en su arco, preparndose para sacar
a los malfettos de su miseria. Intento no pensar en por qu no se arriesgan a salvarlos.
Al da siguiente, una multitud enojada destroza la tienda de una familia malfetto.
Vidrios rotos cubren las calles.
Mi leccin se acelera.
Enzo me toma bajo su tutela, viniendo a la corte tarde en la noche o temprano en la
maana. Hasta que Gemma me lo susurra, no me entero de que Enzo nunca entren as a
alguien antes. Sus palabras pretenden ser alentadoras, pero lo nico que puedo hacer es
yacer despierta en la noche, temiendo el momento de ver a Teren otra vez.
Me siguen. A veces me es muy fcil unirme a ciertos animales, hasta el punto de que
lo hago accidentalmente. Este amiguito me sigui todo el camino desde el pueblo de mi
padre. Rasca la cabeza del animal con cario, y ste ronronea. No se quedar para
siempre. Pero disfrutar de su compaa mientras tanto.
Regreso mi atencin al duelo. Observamos la pelea por un rato, hasta que Gemma
aclara su garganta y vuelvo a mirarla. Esta vez, su expresin despreocupada ha dado paso a
algo ms serio.
Nunca te he agradecido apropiadamente por lo que hiciste en la plaza de carreras
dice. Eso fue arriesgado, valiente e impresionante. Mi padre y yo estamos agradecidos.
Su padre debe ser un patrocinador de los Dagas, por la forma en la que habla de l. Sus
amables palabras esparcen calor, y me encuentro devolvindole la sonrisa. La oscuridad cae
por un momento.
Feliz de ayudar respondo. Parecas un poco triste all afuera.
Gemma arruga la nariz.
No fue mi mejor momento. Luego re. Es un sonido brillante, la risa de alguien que
es amado. A pesar de todo, no puedo evitar rer con ella.
sobre las catacumbas. Resulta que la principal caverna subterrnea est conectada a un
laberinto ms grande de tneles. Muy grande.
Continuamos caminando, memorizando una ramificacin tras otra, un panal de
tranquilos caminos que corren paralelamente al bullicio de la superficie. Veo los murales en
las paredes cambiar con los aos. Las paredes se sienten como si estuvieran cerrndose
sobre m, listas para sepultarme con las cenizas de las generaciones pasadas. Sin la ayuda de
Raffaele, s con absoluta certeza que morira aqu abajo, perdida en el laberinto.
Este camino lleva a una puerta escondida bajo el templo dice Raffaele mientras
pasamos una ramificacin. El camino opuesto te llevar a la villa de Enzo del norte.
Asiente hacia el tnel oscuro. Incluso haba un camino que sola pasar por debajo de la
Torre de los Inquisidores, pero ha estado sellado por muchas dcadas.
Caigo en silencio ante la mencin de la torre. Raffaele nota mi incomodidad.
Caminamos en la oscuridad por un largo rato, sin decir una palabra.
Finalmente, nos detenemos frente a un camino sin salida. Raffaele pasa sus dedos
delicadamente a lo largo del borde de la pared. Encuentra una pequea ranura en la piedra y
le da un buen empujn. La pared se mueve ligeramente hacia un lado, y la luz entra.
Entrecierro los ojos.
Y ste dice Raffaele, tomando mi mano, es mi camino favorito.
Caminamos por la pared abierta y nos encontramos de pie en la entrada de un tnel,
las antiguas escaleras de piedra se hunden en canales de aguas tranquilas, un lugar oculto
que pasa sobre el puesto principal y el comienzo de Mar de Sol. Gndolas distantes se
deslizan por el agua dorada.
Oh. Respiro. Por un instante, olvido mis problemas. Es hermoso.
Raffaele se sienta en un escaln justo sobre el agua y sigo su ejemplo. Por un rato, no
decimos nada, escuchando el agua golpear contra la piedra.
Vienes aqu seguido? pregunto despus de un tiempo.
Asiente. Sus ojos multicolores estn enfocados en un muelle distante, donde se enlaza
la silueta borrosa del palacio. La luz delinea sus largas pestaas.
En los das tranquilos. Me ayuda a pensar.
Nos sentamos en un cmodo silencio. A lo lejos, los ruidos de los gondoleros flotan
hacia nosotros. Me encuentro tarareando, la meloda de la cancin de cuna de mi madre
saliendo instintivamente de mis labios.
Cantas esa cancin muy seguido dice despus de un momento. La cancin de
cuna River Maiden. La conozco. Es un ritmo encantador.
Asiento.
Mi madre sola cantrmela cuando era pequea.
Me gusta cuando cantas. Calma tu energa.
Me detengo, avergonzada. Debi ser capaz de sentir mi intensa ansiedad los ltimos
das, a medida que se acerca mi prxima reunin con Teren.
No soy muy buena. No tengo su voz. Casi le digo de mi hermana, cmo la voz de
Violetta suena ms parecida a la de mi madre, pero entonces recuerdo dnde est mi
hermana ahora. Me trago las palabras.
Raffaele no hace comentarios sobre mi energa esta vez. Quizs cree que pensar en mi
madre me deprime.
Puedes cantarla para m? le pregunto, para distraerme. Nunca antes te he
escuchado.
Inclina su cabeza de una forma que me hace sonrojar. Mi alineacin hacia la pasin
despierta. Sus ojos regresan al agua. Tararea un poco, luego canta los primeros versos de la
cancin de cuna. Mis labios se separan ante el sonido de su voz, la dulzura de la meloda, la
forma en la que la letra cuelga en el aire, brillante y clara, llena de pesar. Cuando yo la canto,
la cancin sale como notas individuales, pero cuando l canta, las notas cambian
a msica. Puedo escuchar a mi madre en las palabras. Me viene el recuerdo de una clida
tarde en nuestro jardn baado por el sol, cuando mi madre bailaba la cancin de cuna
conmigo. Cuando me atrapaba, me daba la vuelta para abrazarla y enterrarme en su vestido.
Mama, mama, le deca, estars muy triste cuando crezca?
Mi madre se haba agachado y tocado mi rostro. Sus mejillas estaban hmedas. S, mi
amor, respondi. Estar muy triste.
La meloda termina, y Raffaele deja que la ltima nota desaparezca en el aire. Me mira.
Me doy cuenta de que lgrimas empaan mi visin y las limpio rpidamente.
Gracias murmuro.
De nada. Sonre de regreso, y hay afecto genuino en su expresin.
Por un momento, siento algo que nunca he sentido fuera de la Sociedad de la Daga.
Algo que descubr recientemente, rodeada de jvenes extraos que me recuerdan a m.
Amabilidad. Sin ningn compromiso.
Puedo ver una vida para m aqu, como una de ellos.
Es una forma muy, muy peligrosa de pensar. Cmo puedo ser su amiga, con lo que
estoy haciendo? Cuanto ms me acerco, ms difcil ser cuando Teren espere que le
entregue lo que he prometido. Pero cuanto ms tiempo permanece l alejado, ms me
fortalezco, ms audaz me hago. Vuelvo a mirar el paisaje con Raffaele, pero mi mente
gira. Necesito encontrar una salida, encontrar a Violetta sin darle a Teren la
informacin. Y la nica forma de juntar el valor es decirle a los Dagas la verdad.
Las sesiones de Raffaele evocan pasin gentil, pero nada de lo que hago con l se
acerca siquiera a mis sesiones de entrenamiento con Enzo.
Enzo empuja fuerte mis emociones. Me ensea cmo crear ilusiones convincentes de
fuego, cmo parpadea una llama, cmo cambia el color de ella de rojo a dorado, de azul a
blanco. La muevo una y otra vez hasta estar exhausta.
Tus golpes son desenfocados espeta una noche mientras me ensea lo bsico de
luchar con una espada de madera. Concntrate. Nuestra clase resuena en una caverna
vaca. Saca el arma de mi mano con un golpe sin esfuerzo, luego la patea y la lanza hacia m.
Me apresuro a atraparla, pero mi visin dbil significa que fallo por unos buenos
centmetros. La madera golpea mi mueca. Parpadeo. A esta hora, todo lo que quiero hacer
es ir a la cama.
Mis disculpas, Su Alteza replico, ignorando el dolor. S que intenta enojarme a
propsito para fortalecer mi poder, pero no me importa. Soy la hija de un mercader. No he
entrenado para luchar.
No ests luchando. Ests aprendiendo defensa bsica. Los Jvenes lites tienen
enemigos. Enzo apunta la espada hacia m. Otra vez.
Golpeo. Conjuro una oscura silueta de lobo y la lanzo hacia l, esperando
desestabilizarlo. No lo hace. Esquiva mi golpe con facilidad, luego ataca, chocando conmigo
hasta que estamos cerca de la caverna. Gira y saca una daga de su bota. Esta segunda hoja se
detiene a centmetros de mi cuello.
Mi furia aumenta. Cul es el punto de enfrentar a un cordero contra un asesino
experto? Conjuro una ilusin de humo que explota a nuestro alrededor. Entonces, hago un
movimiento que l me ense, tomo su mano y apunto hacia su garganta.
Su mano agarra fuerte mi mueca antes de poder hacer contacto. Calor corre a travs
de m. Algo afilado golpea mi pecho. Cuando bajo la mirada, veo una espada cernindose
sobre mis costillas.
No olvides un arma por otra dice. Un destello de aprobacin parpadea en sus
ojos. O te encontrars atravesada en un segundo.
Quizs entonces deberas saber qu armas son reales respondo. La daga que estoy
sosteniendo cerca de su garganta se desvanece en una nube de humo. La verdadera daga que
le he quitado est en mi otra mano, la cual presiono ahora contra su costado.
Enzo me estudia con una expresin meditabunda. Luego sonre, una sonrisa genuina,
llena de sorpresa y diversin. Calienta todo su rostro. Mi miedo es repentinamente
remplazado por alegra, la satisfaccin de finalmente complacerlo. Cuidadosamente deja
caer la espada de madera, empuja mi mano lejos de su lado, y corrige mi agarre en el mango
de la daga. Calor fluye a travs de m. Su pecho est presionado contra mi hombro y costado;
su mano enguantada cubre la ma. Una oleada corta mi oscuridad, y el color del humo a
nuestro alrededor cambia de negro a rojo.
As murmura, moldeando mi mano en el agarre correcto. No dice nada sobre el
cambio del color del humo.
Me quedo en silencio y hago como dice. La calidez fluyendo de sus dedos hacia los
mos se siente tan deliciosa como agua caliente sobre mi cuerpo dolorido.
que tambin puede engaar el gusto, olfato y tacto de una persona. Mira a Enzo de reojo
. Sabes lo que eso significa, no?
Ser capaz de engaar a un hombre sediento para que beba metal lquido. Ser capaz
de hacer que alguien sienta un dolor que no est all.
Raffaele se estremece ante las posibilidades.
Asegrate de que su control no eclipse su lealtad hacia ti. Adelina puede haberse
adaptado y vuelto ms fuerte con el miedo y el odio, pero tambin puede adaptarse con
pasin y ambicin. La combinacin la conduce a ser imprudente, la hace poco confiable y
hambrienta de poder.
Enzo observa mientras Adelina evoca lentamente una ilusin detallada de un lobo, tan
realista que parece como si el animal estuviera realmente all de pie en el suelo de la
caverna. Michel aplaude en seal de aprobacin.
Va a ser magnfica responde.
Esta vez, Raffaele siente el cambio de energa de Enzo ante la mencin de Adelina,
tintineando una emocin poco habitual en el Verdugo. No por aos. Algo pas entre ellos, se
da cuenta. Algo peligroso.
Ella no es Daphne le recuerda Raffaele gentilmente.
Enzo lo mira, y en ese momento, Raffaele siente una punzada profunda de simpata
por el joven prncipe. Un recuerdo vuelve a l sobre la tarde cuando haba acompaado a
Enzo al boticario para ver a la joven que era asistente de la tienda. Cuando l haba
presenciado la propuesta de Enzo. A pesar de que la lluvia caa tranquila fuera de la tienda,
el sol todava brillaba a travs de ello, pintando el mundo con una nube brillante de luz.
Daphne se haba redo de la afeccin en los ojos de Enzo, brome sobre la dulzura de su voz,
y l se haba redo con ella. Raffaele haba vislumbrado a ella tocndole la mejilla a Enzo y
acercndolo.
Csate conmigo, Enzo le haba dicho. Ella lo haba besado en respuesta.
Despus de su muerte, Raffaele nunca ms sinti esa emocin en el corazn de Enzo.
Hasta ahora.
Finalmente, Enzo asiente una breve despedida y se gira para irse.
Preprala le dice a Raffaele antes de retirarse. Viene con nosotros a las Lunas de
Primavera.
Tal vez las cosas sern diferentes a partir de ahora. Tal vez solo haba estado
cometiendo errores hasta ahora.
Finalmente, cuando el sol comienza a recorrer el camino por el cielo, volvemos a las
gndolas y nos dirigimos de regreso a casa.
Adelina dice mientras nos sentamos en la gndola, balancendose y crujiendo con
la corriente. Toma mi rostro entre sus manos. S quin eres en realidad. No tienes que
tener miedo.
Mi sonrisa permanece encendida, aunque mi corazn vacila. Qu quiere decir?
Mustrame lo que puedes hacer, Adelina. S que debe haber algo dentro de ti.
Lo miro de regreso en confuso silencio, mi sonrisa tonta todava plantada en mis
labios. Cuando no respondo, la expresin amable de mi padre comienza a desvanecerse.
Vamos engatusa. No tienes que tener miedo, hija. Su voz se reduce.
Mustrame que no eres una malfetto ordinaria. Vamos.
Poco a poco, empiezo a darme cuenta de que l ha estado utilizando la bondad para
persuadirme a sacar mi poder. Tal vez incluso hizo una apuesta con alguien, alguien que le
pagara a mi padre por m si pudiera mostrar que tena alguna habilidad extraa. Mi sonrisa
tiembla junto con mi corazn. Ha tratado con la violencia y no ha provocado un poder en m.
Ahora quiere probar afecto. Ten cuidado, Violetta me haba dicho. Ves qu tonta soy?
Aun as, lo intento. Quiero tanto poder complacerlo.
Al da siguiente, repetimos la misma rutina. Mi padre es curiosamente gentil y atento,
tratndome como si viera a Violetta delante de l en lugar de a m. Violetta no dice nada
ms, y estoy aliviada. S lo que quiere de m. Pero estoy tan hambrienta de aceptar esta falsa
bondad que lo intento todos los das, lo ms fuerte que puedo, para conjurar algo para
complacer a mi padre.
Nunca sucede.
Finalmente, semanas ms tarde, el buen humor de mi padre se desvanece. Toma mi
rostro entre sus manos una ltima vez en ese paseo de regreso a casa. Me pide que le
muestre lo que soy capaz de hacer. Y de nuevo, no puedo. El transporte se tambalea en un
torpe e incmodo silencio.
Despus de un tiempo, las manos de mi padre dejan mi rostro. l se aleja de m,
suspira y mira por la ventana al paisaje en movimiento.
Intil murmura, su voz tan baja que apenas lo escucho.
A la maana siguiente, me acuesto en la cama y anticipo a que mi padre entre de nuevo
con una sonrisa en su rostro. Hoy es el da, me digo. Esta vez, estoy decidida a complacerlo,
y su bondad ser capaz de sacar algo que valga la pena. Pero l no viene. Cuando por fin me
levanto de la cama y lo encuentro, me ignora. Ha renunciado a su bsqueda de encontrar
algo til en m. Violetta me ve en el pasillo. La distancia entre nosotras se siente
abrumadora. Sus ojos estn grandes y oscuros, con lstima. Su rostro, como de costumbre,
es perfecto. Aparto la mirada de ella en silencio.
Ninguna noche es tan encantadora como las noches de las Lunas de Primavera, y
ninguna ciudad es tan impresionante como Estenzia, que se ha transformado en un pas de
maravillas de la luz.
Linternas cuelgan a lo largo de todos los puentes, su resplandor rebotando en la
superficie del agua en olas de naranja y oro. Gndolas navegando a la deriva a travs de los
cursos de agua, y la msica y la risa propagndose por las multitudes enmascaradas que se
han reunido en el aire caliente de la noche. En lo alto, las tres lunas descansan grandes y
luminosas en un tringulo casi perfecto. Baliras se deslizan ms all de ellos, sus rutilantes,
translcidas alas iluminadas por la luna. Esta estrecha visin de ellos sigue siendo un
sorprendente contraste con las figuras lejanas que haba visto antes de que llegara a
Estenzia, y la visin de sus cuerpos largos, como rayos pasando en frente de las lunas me
quita el aliento.
Ms lejos en el puerto, las siluetas de seis barcos con sus fuegos artificiales reposan en
el agua.
Inquisidores, algunos a caballo y otros a pie, patrullan los puentes. Ellos son los nicos
que no estn adornados con brillos, colores o mscaras brillantes, y sus figuras blancas y
doradas parecen duras contra las festividades. Estn por todas partes esta noche, aadiendo
una tensin uniforme en el aire. Alejo mi rostro cuidadosamente de ellos. La ciudad es un
barril de plvora, Raffaele haba dicho, y vamos a iluminarla esta noche.
En el momento en que llegamos al puerto principal, las celebraciones estn en pleno
apogeo. Las estatuas de los ngeles y los dioses que bordean la plaza estn todas cubiertas
de pies a cabeza en flores. Unos enmascarados, ya borrachos tan temprano en la noche, han
subido en la parte superior de las estatuas para saludar a la multitud vitoreando. Aspiro
inhalando los aromas del mar, pasteles dulces y salados, cerdo tostado y el pescado.
Raffaele espera hasta que los otros han dejado nuestra gndola. Entonces, camina con
gracia y me ofrece una mano. Me uno a l en tierra. Los otros consortes finalmente se
dispersan, cada uno de ellos unindose a sus clientes o esperando por ellos a lo largo del
borde del puerto. Raffaele me gua a travs de una seccin de la multitud. Entonces me
aprieta la mano una vez.
Ve susurra. Acurdate de los caminos de regreso a las catacumbas si te pierdes
durante la misin.
Entonces l se ha ido, abrindose paso entre la multitud. Por un segundo, estoy sola,
perdida entre los colores que me rodean. Miro alrededor; mi corazn late. Me he vuelto tan
dependiente de la orientacin de Raffaele que su ausencia siempre me deja sin aliento.
Una mano repentina en mi cintura me hace mirar a mi lado. Es Enzo.
Si no supiera que tena que reunirme con l aqu, no lo habra reconocido esta noche.
Su cabello est cubierto bajo una mscara que lo transforma de un joven prncipe, a un
bosque de hadas con cuernos brillantes girando sobre su cabeza, la estructura adornada con
cadenas de plata colgando que brillan en la luz. Todo lo que puedo ver de su rostro son sus
labios y, si miro ms all de las sombras de la mscara, sus ojos. Incluso a travs de su
disfraz, puedo sentirlo observando mi nueva apariencia, mi elaborada vincha Tamouran y
sedas doradas festivas, la porcelana blanca brillante ocultando mi rostro lleno de cicatrices.
Sus labios se separan ligeramente, listos para decir algo.
Luego se inclina.
Una agradable velada dice. Le regreso su sonrisa mientras me besa suavemente en
la mejilla y me ofrece su brazo. Jadeo debido a la breve oleada de calor que deja el toque de
sus labios en mi piel.
Nos conduce a travs de la multitud. Mantiene una respetuosa distancia entre
nosotros, nuestro nico contacto es mi brazo entrelazado a travs de l pero aun as, puedo
sentir el calor que irradia de su tnica, una suave sensacin agradable, llegando a m. Me
obligo a mantener la calma. A travs de mi mscara, me centro en las siluetas de los buques
en el puerto.
Entramos en una zona llena de bailarines. Aqu y all hay otros consortes, movindose
con sus clientes y los patrocinadores y otros espectadores en un mar de brillo, riendo a
carcajadas mientras se balancean con el ritmo de los tambores y serenata de cadenas. Capto
un resquicio de Raffaele con una mujer de la nobleza ricamente vestida en su brazo, pero ni
l ni Enzo se reconocen entre s. Inquisidores miran la escena desde lo alto de sus corceles.
Enzo me mira de soslayo. Entonces me acerca y pone una mano en la parte baja de mi
espalda. A nuestro alrededor, el mundo se convierte en un frenes de vtores y colores
brillantes. Me da su clida y genuina sonrisa, una encantadora expresin que muy pocas
veces hace el Verdugo.
Baila conmigo murmura.
Todo forma parte de nuestro acto. Todo es parte del disfraz. Me digo esto en varias
ocasiones, pero no cambia la forma en que me apoyo en su toque, cmo sus palabras
despiertan nostalgia en mi pecho. Si se da cuenta, no lo demuestra pero parece estar ms
cerca de lo que necesita, y me mira con una intensidad que no recuerdo haber visto antes.
Giramos con los otros en un gran crculo. Ms unin, hasta que todos somos un
torbellino de cuerpos apretados. Los minutos pasan volando. Los movimientos de Enzo son
impecables, y de alguna manera me encuentro movindome en sincrona con l, mis pasos
tan precisos como suyos. Enzo me libera mientras bailamos en los brazos de nuevos
compaeros, luego cambiamos otra vez y otra vez en un crculo cada vez mayor. Los
tambores estn al comps con mi latido del corazn. Doy vueltas hasta que estoy
emparejada de nuevo con Enzo. Me sonre desde detrs de su mscara. Quiero estirar mi
mano y tocar su rostro. Entonces recuerdo que estoy disfrazada como su consorte, y ese
gesto no sera extrao. As que lo hago. Me ro, acercndome a l, y rozo su mejilla con mi
mano. Puede ser que sea mi imaginacin, pero sus ojos se ablandan ante mi tacto. l no me
detiene. Solo est actuando bien. No me importa.
Me toma un momento darme cuenta de que el baile ha terminado. A nuestro
alrededor, los dems les dan a sus parejas de baile un beso rpido, el gesto de armona entre
el amor y la prosperidad. Risas y silbidos resuenan entre la multitud. Todo parte de la
costumbre. Echo un vistazo a Enzo, de repente tmida, soy amor, o soy prosperidad?
l sonre, me acerca, y se inclina hacia abajo. Las ranuras talladas de su mscara rozan
contra mi piel, y me pregunto si va a dejar un toque de brillo detrs. Cierro mis ojos. Un
momento despus, sus labios tocan los mos. Solo un toque.
Debe haber sido breve, probablemente un segundo, no ms, pero a m me parece una
eternidad, como si l nos hubiera permitido estar de esta manera por un momento ms del
Contra las paredes de los edificios, siluetas de gente corriendo. Ilusiones de capuchas
azul oscuro. De repente, Dagas se ven por todos lados en los muelles. Los Inquisidores desde
otros muelles dan la alarma, conjuro Dagas alrededor de ellos, luego corro hacia el segundo
muelle.
Mi miedo se intensifica, y cuando lo hace, tambin lo hacen las ilusiones ms cercanas
a m. Los Inquisidores piden ayuda mientras golpean contra mis Dagas fantasmas. Alcanzo
el segundo muelle bajo la cubierta de invisibilidad justo cuando las llamas se encienden a
bordo al segundo barco.
Son falsos! grita uno de los Inquisidores a la vez que su espada corta directo a
travs de una de mis ilusiones. Llama a los otros soldados para que paren, pero todos estn
demasiado distrados, cegados por el miedo de mis apariciones. Paren encuentren al
culpable que
Nunca termina su frase. Uno de los Dagas arremete contra l con la velocidad de una
vbora en pleno ataque, retuerce el brazo del hombre alrededor y apuala directamente su
pecho con su propia espada. Un verdadero Daga. Dante. El otro Inquisidor se vuelve a su
alarido, luego ataca a Araa, pero l es, de lejos, demasiado rpido para ellos. Los corta en
una rpida sucesin. Sus movimientos se desdibujan en la oscuridad, as que incluso
despus de que borro los Dagas falsos, parece como si no hubiera ms de uno de ellos. El
ltimo Inquisidor en el muelle intenta correr por su vida. Dante lo agarra antes de que
pueda, y cruza una daga a travs de su garganta.
Arriba en las festividades, algunos fiesteros se dan cuenta de lo que est pasando.
Gritos, luego un completo caos.
Mi mente corre. Me muevo al tercer muelle, luego al cuarto. Masacramos a ms
Inquisidores mientras ms patrullas se precipitan de las festividades en nuestra direccin.
Tanta muerte.
Mi ojo va otra vez a los techos de los muelles ms cercamos, y esta vez, veo figuras
revolvindose. Son los otros Dagas, los de carne y hueso, con sus rostros escondidos tras
mscaras y encapuchadas batas zafiro. Uno de ellos se levanta de estar en cuclillas, con
cuidado pone una flecha en su arco, y apunta a los Inquisidores. Gemma. Por encima de ella
se arremolina un crculo de cuervos, cuando deja volar la flecha, los cuervos caen en picada,
apuntando en unin al enemigo. Mi ilusin de fantasmas Dagas movindose a lo largo del
muelle parpadea por un momento, pero aprieto los dientes y afilo mi concentracin. Los
fantasmas Dagas se vuelven slidos de nuevo. Ms Inquisidores corren en su direccin.
Los Inquisidores estn ahora a tiro. De repente uno de ellos es tirado en el aire. Deja
salir un grito ahogado cuando va tan alto como altos son los edificios, luego cae a su muerte.
Me doblo de dolor, mis ilusiones tiemblan de nuevo. Eso fue obra de Lucent. All arriba, ms
flechas bajan, una perfora la garganta del segundo Inquisidor.
Date prisa, Enzo. Mientras las otras Dagas matan los Inquisidores con eficiencia
despiadada, aprieto mis dientes en desesperacin. Quiero dejar este lugar. Miro por encima
del barco atracado en el primer muelle.
Y ah lo veo, Enzo, esta vez con el rostro totalmente cubierto por una capucha y la
mscara plateada. l parpadea a travs de la negra oscuridad de la noche. Est un momento,
se ha ido al siguiente. Mi seal para salir de aqu.
No lo s. De verdad, no lo s!
Teren estrecha sus ojos de nuevo. Sube su ballesta con un brazo y seala con ella justo
mi ojo bueno.
Ests mintiendo.
No, no lo estoy susurro a travs de su agarre apretado.
Violetta pagar por esto, lo sabes. No t. Violetta. Se inclina cerca, su voz como la
miel. Quieres escuchar todas las cosas que le har?
Las susurra en mi oreja, una a una, y empiezo a llorar en serio. No s qu hacer. Mis
pensamientos estn demasiado enredados. Violetta. Miro de nuevo la plaza catica. Dnde
la est manteniendo? Energa me tambalea, alimentndose de mi terror. Ruega por
liberarse, pero lo sujeto con abrazaderas fuertemente.
Te ruego empiezo a decir. Mi mente gira. Te dir lo que quieras. Solo dame una
semana ms. Por favor. No puedes ser visto conmigo, eso no ayudar a ninguno de
nosotros. Escaneo el callejn. No hay tiempo. Estn aqu tambin. Ellos no pueden
Antes de que pueda decir cualquier cosa, los ojos de Teren parpadean hacia arriba.
Hago lo mismo, y veo un destello de tnicas oscuras en lo alto de los tejados. Una sacudida
de terror recorre mi columna vertebral. Los Dagas, estn viniendo. Van a vernos. Alrededor
de nosotros, los otros Inquisidores estn consumidos conteniendo el caos. No tiene
suficientes hombres con l. Puedo sentirlo sopesando sus opciones, decidiendo si tiene
tiempo para conseguir las respuestas que quiere de mi justo ahora antes de que los Dagas
me alcancen.
Por favor. Por favor, djame ir.
Su instante de duda desaparece. Me agarra por mi cuello y me empuja cerca.
Tienes tres das dice en voz alta. Si vuelves a faltar a tu palabra otra vez,
disparar una flecha a travs del cuello de tu hermana y saldr por la parte trasera de su
crneo. Tendr suerte si es la primera cosa que hago. Su sonrisa, sus dientes destellan en
la noche. Podemos ser enemigos, Adelina, o podemos ser los mejores amigos. Entendido?
Ese es todo el tiempo que tiene para hablar. Levanta la vista a los tejados. Y veo a
Dante agacharse ah, una flecha sealando, mirndonos a ambos a travs de su mscara.
Una rfaga de una tnica zafiro golpea a Teren, tirndolo al suelo y liberndome de su
agarre. Tropiezo contra el muro. Delante de m hay un revoltijo de blanco y azul, Teren
empuja al Daga fuera de l y rueda sobre sus pies. Los dos se enfrentan.
Es Enzo, el rostro escondido tras la mscara plateada, dagas en mano.
El Verdugo! exclama Teren, sealando con su ballesta justo a Enzo y sacando su
espada. Siempre viniendo al rescate de malffetos, verdad?
Las dagas de Enzo se vuelven rojo brillante, luego blanco caliente. Embiste contra
Teren antes de que pueda disparar su ballesta, luego golpea, buscando sus ojos. Teren lo
esquiva con una fluidez que me impacta. l balancea su espada en un arco, que casi toma a
Enzo en el pecho antes de que l corra a toda velocidad fuera de su camino. Fuego estalla de
las manos de Enzo y consume a los dos en una niebla de luz. A travs del infierno, puedo ver
a Enzo bloqueando cuchilla con cuchilla con Teren.
Tres das. Si no cumples lo que prometes, voy a disparar una flecha a travs del
cuello de tu hermana, hacia la parte trasera de su crneo.
Debera romper mi promesa, dejar que la daga tome de m lo que tom de la daga?
Repito las palabras. Todas y cada una. La oscuridad se asienta. Debera romper mi
promesa, dejar que la daga tome de m lo que tom de la daga?
Raffaele inclina su cabeza cuando terminamos.
Bienvenida a la Sociedad de la Daga. Sonre. Lobo Blanco.
Despus, me visto con una larga tnica roja y bajo a la caverna con Gemma. Los otros
ya estn ah en el momento en que llego, junto con varios desconocidos vestidos con ropa
aristocrtica. Patrones? En torno a ellos giran los consortes de la Corte Fortunata. Los
Dagas esta noche se han puesto formales vestiduras de Kenettran y ahora estn en un
crculo de divanes apoyados en la sala de estar bajo tierra, haciendo caso omiso de las
bandejas de uvas fras y vino especiado. A pesar de las intensas conversaciones que parecen
estar teniendo con los extraos ricamente vestidos, hay una sensacin notable de
celebracin en el aire, por lo cerca que estn de su meta final. Extraamente contrasta con
las urnas y cenizas que cubren las paredes. Sus voces suenan bajo, emocionados. Veo todo
como un sueo de colores en movimiento alrededor. Nada parece real. En algn lugar ms
all de estas paredes, acecha la Torre de la Inquisicin.
Cmo voy a encontrar una oportunidad de escapar?
Busco la figura de Enzo en medio del grupo. No veo a Raffaele por ningn lado. Tal vez
no asistir a esta reunin, o tal vez est ocupado. Trato de explicar su ausencia.
Adelina. La voz de Gemma corta a travs del torbellino de pensamientos. Sonre,
entonces me lleva hacia el grupo. Los desconocidos miran curiosos. Los miro. Solo uno se ve
familiar, la seora de la Corte Fortunata, vestida esta noche en un vestido de seda elaborado
de azul y dorado. Estos son nuestros nobles patrones susurra mientras nos sentamos en
un divn. Estn ansiosos por conocerte.
As que, estas son las personas que apoyan el ascenso de Enzo al trono. Gemma me
presenta alrededor del crculo con su charla animada, detenindose en sealar a su padre en
particular. Sonro y acto mientras los patrones me saludan en turnos, sus ojos persistentes.
En el otro extremo del crculo, Enzo se recuesta en un divn con una copa de vino en una
mano, sus botas cruzadas sobre una mesa baja y su rostro parcialmente oculto detrs de una
mscara. l me mira brevemente y regresa a su conversacin.
Escuch que el rey no puede cancelar el torneo dice uno de los patrones a Enzo.
Lo haran parecer como un tonto y un cobarde ante la gente. l y la reina deben aparecer por
la tradicin.
Exactamente la esquina en la que queramos que est replica otro.
Puede su ilusionista llevarnos a nosotros al palacio? dice un tercero. Sus ojos
parpadean y siento una punzada de ansiedad. Las personas estn listas para un
derrocamiento ahora, especialmente despus de la actuacin de anoche. Podramos tratar
de hacer un movimiento antes del torneo, incluso esta noche.
Enzo niega.
Mi hermana no estar con el rey. Sus aposentos se encuentran en los extremos
opuestos del palacio. Las habilidades de Adelina no son lo suficientemente fuertes para
sostener una ilusin durante tanto tiempo, de tan cerca. El torneo es nuestra mejor
oportunidad.
Los otros murmullan frustrados. Michel se sienta y sostiene una copa de vino en
disculpa a Enzo.
Si pudiera desentraar a los seres vivos. Felizmente ira hacia el palacio y
desentraara a la familia real hacia un acantilado para usted. Risas dispersas.
Lucent rueda los ojos mientras gira un mechn rubio rizado de cabello alrededor de su
dedo.
Y yo sigo diciendo que olvidemos salvar este maldito pas, vayamos a Beldain y
vivamos como reyes. Algunas naciones saben cmo tratar malfettos. Ms risas, mientras
que Michel se burla del acento Beldish de Lucent con cario.
Miro aturdida, tratando de seguirles el juego.
Algn da, l lo har susurra Gemma. Me sobresalto con su voz y luego me doy
cuenta que debe pensar que estoy confundida por la conversacin. Michel, quiero decir.
Va a encontrar la manera de desentraar a las criaturas vivientes. l dice que la energa del
alma se interpone en el camino.
La energa del alma. Si Michel llegara a ver la energa de mi alma, qu vera?
La conversacin se filtra de nuevo mientras escucho que me mencionan de nuevo.
Y ella puede trabajar sus ilusiones suficientemente bien para el torneo? pregunta
un patrn a Enzo.
S, su alteza puede llegar al final de la misin?
Queremos una demostracin.
Adelina dice Enzo, mirando en mi direccin. Los nobles tambin se giran para
mirarme.
Parpadeo, tomada con la guardia baja.
S?
Crea para nosotros la ilusin de una persona.
Dudo, luego contengo la respiracin y me concentro en la oscuridad en mi pecho. Poco
a poco, tejo en el aire un rostro que se asemeja a Enzo, los mismos ojos, nariz, boca y
cabello, la delgada cicatriz prominente en la mejilla. Los nobles murmuran entre s. Todava
no est del todo bien, hay una falta de refinamiento en los detalles, la mirada de algo con los
ojos vidriosos que no parece del todo humano, la textura de la piel. Se tambalea un poco. De
vez en cuando, se ve translcido. No funcionara para nosotros de cerca. Pero ser
suficiente. Sostengo la ilusin por un momento y luego la suelto.
Enzo me sonre.
Cuando comience el Torneo de las Tormentas dice, el rey y la reina anunciarn
las carreras de caballos y luego observarn desde un lugar privilegiado. Si puedes disfrazar a
Gemma, nadie se dar cuenta cuando se suba al lomo de un caballo. Puedes conseguir que
est lo suficientemente cerca para dar el golpe?
Est anunciando antes todos sus patrones que s estoy incluida en su misin final. Mi
corazn salta por la emocin, a continuacin, se aprieta dolorosamente ante el recuerdo de
las palabras de Teren.
Puedo hacerlo contesto.
Los nobles parecen encantados conmigo. Enzo sonre gratamente con ellos y suenan
vasos, pero incluso aqu, en la seguridad de la caverna y rodeado de partidarios, l parece
cauteloso, la persistente inquietud de alguien preocupado por otros problemas.
Me pregunto si puede detectar algo sospechoso acerca de m. Gracias a los dioses que
Raffaele no est aqu para notar los cambios oscuros en mi energa. Debe tener un cliente
esta noche. El vino con especias alivia algo de la ansiedad agitndose y me encuentro
sosteniendo el vaso de nuevo para que los consortes vuelvan a llenarlo.
Pareces menos animado de lo que deberas estar le digo a Enzo en voz baja, cuando
hay una pausa en su conversacin con los nobles.
Me mira, parece pensar qu responder y luego se desliza alrededor de mi comentario.
Te sientes festiva, mi Adelinetta? Asiente mientras un consorte llena mi copa por
segunda vez. Mi corazn palpita fuertemente en la forma en que dice la versin afectuosa de
mi nombre. Cuidado. Es un vino fuerte.
Es cierto; el vino me hace audaz, me ayuda a olvidar.
Soy el Lobo Blanco respondo. Sin duda se merece una segunda racin.
Los labios de Enzo sonren y siento el rugido de la atraccin creciente. Cmo voy a
hablarle de la Inquisicin? Sus ojos se pierden de nuevo en los otros Dagas.
As es. Levanta su copa en el aire y los nobles se le unen. Por el Lobo Blanco
dice, mirndome. Y el comienzo de una nueva era.
Gemma se inclina hacia m mientras tomo un sorbo de vino.
Te gusta se burla y me golpea con fuerza en las costillas.
Me estremezco y la empujo con el codo.
Silencio susurro. Gemma se re con malicia por la expresin de mi rostro, luego se
aleja y salta, con los pies descalzos, hacia el divn. Contengo la respiracin, pero no puedo
evitar sonrer. Acaba de jugar un poco conmigo.
Enzo la mira. Ella se cruza de brazos.
Me balanceo en mi asiento. Los dems no se dan cuenta, pero Enzo lo hace, se gira
para mirarme. Dejo mi copa de vino y respiro profundamente, pero es intil. Piscinas de
oscuridad en mi vientre, se alimentan vorazmente sobre mi miedo. No puedo quedarme
aqu.
Me toma un momento darme cuenta que Enzo se ha puesto de pie. Camina hacia m,
me ofrece su mano enguantada y me ayuda a levantarme. Me inclino con duda en su contra.
Los otros se detienen por un momento para mirarnos y algunas de las risas se desvanecen.
Ests bien, Adelina? dice Gemma en voz alta.
Empiezo a decir algo, pero es difcil concentrarme. Enzo envuelve un brazo alrededor
de m y me gua lejos del crculo.
Sigan les dice a los dems. Volver pronto. Luego baja la voz y me lleva de
nuevo dentro de la corte. Parece que necesitas descansar murmura.
No discuto. A medida que el ruido de los dems se desvanece, dejando solo el eco de
nuestros pasos por el camino de piedra en la superficie, poco a poco vuelvo a la vida. La
oscuridad se desvanece un poco, sustituida por el pulso del corazn de Enzo. Su mano est
caliente contra mi costado. Mis piernas se sienten dbiles, pero me mantiene constante. Mi
cabeza le llega al hombro y me recuerda de nuevo lo alto que es, lo pequea que soy.
No creo que haya descansado mucho desde anoche murmuro mientras caminamos,
tratando de pensar en una buena excusa.
No te disculpes responde Enzo. Teren no es un Inquisidor que uno tome a la
ligera.
Lo miro. Mi curiosidad se eleva.
Tu fuego no le hizo dao me decido a decir. T... siempre has sabido?
Enzo duda.
Lo conoc cuando ramos nios. Hay algo extrao en la forma en que lo dice, como
si sintiera cierta simpata por Teren. l es el nico lite que Raffaele no puede sentir.
Raffaele.
Dnde est l esta noche?
La dama me inform que Raffaele fue llamado a la casa de un cliente dice Enzo
despus de un momento. Estoy seguro de que todo est bien. Pero algo en su tono de voz
me dice que Raffaele ya debera haber vuelto. Bajo la mirada, tratando de no pensar en lo
peor.
Llegamos a la pared que da a las fuentes del patio. Una ligera llovizna ha comenzado,
enfriando el aire de la noche. Por ahora, soy capaz de caminar sin ayuda otra vez y me
detengo por un momento para disfrutar de la danza tranquila de la lluvia sobre mi piel. Enzo
espera pacientemente. Inclino mi rostro y cierro los ojos. La llovizna es fra, limpia mis
sentidos. La hierba hmeda absorbe el borde de mi tnica.
Me siento mejor ahora digo. En parte verdad, por lo menos.
l mira hacia el patio tambin, como si tomara el brillo de la lluvia en la escena de la
noche. Hay una mirada lejana en sus ojos. Por ltimo, se gira de nuevo hacia m. Parece que
quiere preguntar lo que me est preocupando, como si supiera que se extiende ms all,
pero no lo hace. Puedo decirle? Me delatara?
Enzo me mira en silencio. Las linternas en la pared del patio delinean su rostro en un
halo de humedad, luz dorada y gotas de agua en su cabello brillan en la oscuridad. Tiene una
belleza tan sorprendentemente diferente de la de Raffaele, oscuro, intenso, cauteloso, tal vez
incluso amenazante, pero veo una suavidad en l, un deseo de agitacin. Algo misterioso
parpadea en sus ojos.
El vino con especias de antes ahora me da una fiebre repentina de coraje. En un
impulso, me quito el collar de oro, luego levanto los brazos y lo coloco por encima de su
cuello. Mis manos rozan su cabello carmes, la piel de su cuello. Espero que Enzo me aleje.
Pero no me detiene. Sus ojos son de un lquido oscuro y hermoso, recortado de prpura,
rodeada de largas pestaas, lleno de una emocin profunda y con ganas. Trago, de pronto
consciente de la atencin que he agitado. Entonces me apoyo en mis dedos, tiro suavemente
el collar y llevo sus labios a los mos.
Flotan all por un segundo, embriagados con la avalancha de coraje. l no mueve ni un
msculo. Para mi sorpresa y consternacin, el calor no surge por la conexin entre nosotros.
No de la forma que sucedi cuando me bes en las Lunas de Primavera. Hay miedo en su
corazn. l est frenando su energa. Este pensamiento me lleva de vuelta a la realidad y de
repente me siento estpida. Nuestro ltimo beso fue necesario, parte de la mezcla de las
festividades. Eso era todo. Me alejo. La lluvia baila fra contra mi rostro. Estpida. No estoy
en estado para actuar adecuadamente en este momento, hay demasiados pensamientos que
corren por mi mente y estoy tan cansada de ellos. Estoy demasiado avergonzada para
mirarlo a los ojos, as que empiezo a caminar para alejarme.
Coloca una mano enguantada contra la parte baja de mi espalda y me detiene. Me
quedo quieta por un momento, temblando en sus manos. Lluvia brilla en sus pestaas. Su
otra mano levanta mi cabeza. Solo tengo tiempo para mirar una vez su rostro antes de que
lleve sus labios a los mos. Entonces me besa, realmente me besa, llegando ms profundo.
Calor explota dentro, inundando cada vena en mi cuerpo, un fuego tan intenso que no
puedo ni respirar. Mi boca se abre, buscando aire hasta que se apodera de ella de nuevo. La
mano que utiliz para levantar mi barbilla ahora corre a lo largo de la lnea de mi
mandbula, acaricindome con cuidado, pero si bien est controlando sus habilidades
letales, puedo sentir el poder crudo removindose bajo la superficie. l me fija en la pared
hmeda para que su cuerpo se presione firmemente contra el mo. En este momento, parece
que no puedo recordar nada. Me pongo de puntillas y envuelvo mis brazos alrededor de su
cuello. Puedo sentir el contorno de su pecho a travs del jubn 3 y el lino, el cuerpo oculto
debajo del Verdugo que lo hace humano.
Su beso sigue y sigue, ahora tengo problemas para mantener mis pensamientos en
orden. Mi mano se desliza desde la parte trasera de su cuello a la parte de la garganta
expuesta por su camisa. Empujo el lino a un lado, dejando al descubierto su piel desnuda,
luego la suave lnea de su clavcula y luego la curva de su hombro dorado. Mis dedos se
deslizan a travs de una cicatriz. Agarra mi mano, la aleja de su piel y la sujeta firmemente a
la pared por encima de mi cabeza. Sus besos vagan hasta mi cuello. Ondas de calor suben a
Jubn: Prenda de vestir ajustada, con o sin mangas, que cubre el tronco del cuerpo hasta la cintura; es
una prenda que forma parte de algunos trajes populares de diversos pases y regiones.
3
travs de mi piel cada vez que sus labios me tocan. Encorvo mis dedos. Me voy a caer, estoy
segura, pero me sostiene. Los bordes de mi falda son levantados, dejando vetas hmedas en
mis piernas. Sus manos enguantadas. Cuero suave contra mi piel. Luego, otra ola de fuego
lquido burbujea a travs de mi cuerpo, y no puedo pensar en nada ms. Las pequeas gotas
de lluvia aterrizan en mis labios y son pinchazos de hielo contra el calor fluyendo. Me deleito
en el contraste. Cuando entrecierro los ojos por la llovizna, veo el vapor de mi respiracin
volar en el cielo nocturno. Un cosquilleo extrao corre por los dedos de mis pies. No puedo
pensar, estoy perdiendo el control de mis poderes. Hilos de mi energa comienzan a huir de
mi pecho, buscando el corazn de Enzo, envolviendo cadenas a su alrededor, nublndolo
con la oscuridad.
Esto es peligroso. Una pequea luz de advertencia parpadea en mi interior, y con todas
mis fuerzas, obligo a mis ilusiones estar de nuevo bajo control.
Detente susurro, apartndolo.
Se retira inmediatamente, llevndose el calor de su energa. Mi cuerpo se enfra. Se ve
confundido, como si no pudiera recordar exactamente lo que acaba de suceder. Sus ojos
buscan mi rostro. El momento termina, y todos mis pensamientos oscuros vuelven en un
apuro, dejndome dbil y con nuseas. Mi piel se estremece. Qu trataba de hacer mi
energa? Todava puedo sentir los restos de sus hilos oscuros, todava con ganas de buscar a
Enzo, con abrumarlo.
An no tengo diecisiete decido decir. No puedo entregarme.
Enzo asiente.
Por supuesto. De repente, parece que me reconoce, la comprensin vuelve a sus
ojos y su expresin me desconcierta. Me da una pequea sonrisa que parece tener un dejo de
disculpa. No vamos a enfadar a los dioses, entonces.
Nos dirige fuera del patio y de nuevo hacia el pasillo. Caminamos en silencio, mis
latidos mantienen el ritmo con nuestros pasos. Finalmente, llegamos a la puerta de mi
habitacin. Enzo no se detiene. En cambio, hace una corts reverencia y me da las buenas
noches. Lo miro hasta que dobla la esquina y desaparece. Entonces entro en mi habitacin.
La habitacin est oscura, el reflejo de la lluvia en las ventanas pintan sombras en
movimiento contra las paredes. Estoy apoyada en la puerta por un tiempo, repitiendo
nuestro beso en mi mente. Mis mejillas se mantienen calientes. Los minutos pasan, hasta
que no tengo ni idea de cunto tiempo he estado aqu as. Haba pasado mi mano por la
piel de su garganta, por la lnea de su clavcula y por su hombro expuesto? Haba
aumentado mi energa buscando envolverse a su alrededor?
Tengo que decirle.
Ahora soy un oficial de lite; debera ser capaz de contar todo a los Dagas. Enzo haba
confiado en m que tena algn tipo de historia con Teren, debo decirle a alguien sobre lo
que Teren me susurr, debera poder decirle. De repente, me encuentro otra vez en
movimiento hacia la puerta. Salgo, a continuacin, sigo por el pasillo por donde haba
venido. Nunca tendr otra oportunidad como esta.
El cielo est completamente oscuro cuando camino de regreso por el pasillo, las velas
que lo iluminan ya estn encendidas y el sonido de la lluvia golpea constantemente contra
los techos. Me dirijo a la caverna. Las risas y las conversaciones fluyen desde el lugar. Todo
el mundo debe seguir aqu abajo y por los sonidos, el vino todava est fluyendo libremente.
Mis manos tiemblan mientras camino.
Llego al pasillo que conduce a la caverna y me detengo detrs del ltimo pilar que da a
la sala. Aqu y all, vislumbro el cabello carmes de Enzo. l enva a mi corazn a latir con
fuerza. Soy uno de ellos ahora. Ellos son mis amigos y aliados. Ellos tienen derecho a
saber. Empiezo a salir.
Entonces me detengo.
Dante retira a Enzo a un lado. Intercambian algunas palabras y luego Dante asiente
hacia mi pasillo. Caminan en mi direccin, buscando el corredor para una charla privada.
Me tenso. Me van a descubrir. Por alguna razn, ya sea miedo, curiosidad o suspicacia, me
escondo en las sombras y conjuro una cortina de invisibilidad. Pinto la ilusin de una sala
vaca y me fusiono en las sombras de la pared y el pilar. Entonces contengo la respiracin.
Qu estn hablando? A mi lado, el fantasma de mi padre aparece sin previo aviso, su
pecho agitado y destrozado, la boca torcida en una sonrisa oscura. Pone una mano
esqueltica en mi hombro y apunta a sus figuras acercndose. Ves eso?, susurra en mi
oreja, convirtiendo mis entraas en hielo. Vamos a escuchar lo que tu enemigo le tiene que
decir a tu amor.
Quiero hacer caso omiso de su voz, pero cuando Enzo y Dante finalmente llegan a la
sala y se detienen por apenas una docena de metros, atrapo su conversacin. Estn
hablando de m.
i corazn golpea ruidosamente contra mis costillas. Ruego a los dioses que
no puedan escucharlo.
pero el punto es, que fue reconocida dice Dante. El solo sonido
de su voz me enva un temblor de clera, trayendo el recuerdo de sus
amenazas durante mi formacin. No solo fue reconocida, los vi
hablando. l frunce el ceo. Te cont las palabras que intercambiaron?
La tena inmovilizada contra la pared. Ella trat de atacarlo.
Dante aprieta los dientes.
Hablaron durante ms tiempo. Dnde est ahora?
Est descansando responde Enzo.
Dante espera a que diga algo ms. Cuando Enzo no lo hace, contina quejndose:
Has matado a los tuyos antes, cuando han puesto en peligro la seguridad de todo
nuestro grupo.
Enzo se queda callado, como si recordara algo que prefiere olvidar. Aprieto mis manos.
Su presencia aqu nos pone en peligro a todos contina Dante. Todava tenemos
algunos antes del Torneo de las Tormentas y Adelina no puede ser reconocida de nuevo.
Ella puede ser la nica manera para que nos acerquemos lo suficiente al rey y la
reina.
Ella puede ser quien nos sabotee. Es extrao que la Inquisicin le prohibiera a los
malfettos entrar en el torneo el mismo da que Adelina fue a ver las carreras de clasificacin
en contra de tus deseos?
Si quisiera entregarnos, habran Inquisidores pululando por todas partes en este
momento. Enzo cruza los brazos detrs de su espalda. Ya hubiera sucedido.
Dante lo mira de reojo.
Eso es todo, su alteza?
Enzo entorna los ojos.
Qu ests sugiriendo?
Te vi acompaarla. Los otros lites sospechan. Lo conozco desde hace aos puedo
ver la verdad en su rostro.
No hay nada que ver.
Ella no es nada para m espeta con un gesto descuidado de una mano. Nada ms
que un recluta de la Daga. Solo una parte de nuestros planes. El hielo en su voz me golpea.
Nada ms. Un desgarro aparece en mi corazn.
Dante resopla por sus palabras.
Si esa es la verdad, entonces no deberas tener problemas en escuchar un consejo de
otro de tus Dagas. Hace un gesto hacia s mismo.
Qu sugieres? dice Enzo.
Por mi honor, voy a tolerarla siempre mientras t la toleres. Utilzala como quieras.
Pero cuando ests en el trono y hayas terminado de divertirte, debes deshacerte de ella. No
va a ser leal a ti por mucho tiempo.
Tiemblo ante la oscuridad despertando en el corazn de Enzo, una furia negra que
desvanece toda emocin de los otros Dagas y patrones, una rabia que envuelve la caverna.
Aprecio tu preocupacin dice despus de un momento, enfatizando las palabras, en
lentas notas amenazantes. Pero nuestra conversacin aqu est terminada.
Haz lo que quieras, alteza dice Dante con repugnancia. Es posible que nos hayas
sentenciado a todos. Se da la vuelta para regresar al grupo. Enzo se queda dnde est, su
expresin cautelosa, sus ojos en la espalda de Araa, pensando. Se me ocurre, con toda la
agona de un cuchillo enterrado, que podra estar considerando las palabras de Dante.
Finalmente, Enzo tambin vuelve con los otros. Yo no. Me quedo donde estoy,
agachada estremecindome en la entrada de la habitacin, envuelta en la invisibilidad, sola
mientras contina la reunin. Las palabras que prepar para decir a los Dagas se han
marchitado en mi lengua. El recuerdo del beso que compart con Enzo tan recientemente
ahora me deja fra y temblando.
No siento ira. Ni celos. Solo vaco. Un profundo sentimiento de prdida. De alguna
manera, los ecos de las bromas de Gemma y las risas de los patrones me suenan
amenazantes ahora. Gemma te ha tratado bien. Raffaele te tom bajo su ala. Me aferro a
estos pensamientos con desesperacin, buscando consuelo, tratando de convencerme que
Dante miente. No puedo.
Son buenos conmigo, porque me necesitan. Al igual que Enzo. Amabilidad amarrada
con cuerdas. Habran sido amistosos si fuera intil?
Finalmente, me levanto y me dirijo a mi habitacin. Mi ilusin se extiende alrededor.
Si hubiera alguien aqu en la sala, veran una corriente de aire en movimiento, una extraa
sombra deslizndose a lo largo del corredor.
Llego a mi habitacin, cierro la puerta, suelto la ilusin y me acuclillo frente a los pies
de la cama. Aqu, finalmente doy rienda suelta a mis emociones. Las lgrimas corren por mi
rostro. Tengo mucho en qu pensar, cre que les poda contar todo. El tiempo pasa. Minutos,
una hora. Quin sabe? La luz de la luna cambia su inclinacin a travs de las ventanas.
Estoy de vuelta otra vez en mi habitacin infantil, huyendo de mi padre. Estoy de vuelta
contra las barandillas de la escalera de mi antigua casa, escuchando a mi padre venderme a
su invitado. O tal vez estoy escuchando a Dante denuncindome ante Enzo. Estn hablando
de m. Siempre estn hablando de m. Hice un crculo completo y no he escapado de mi
destino en absoluto.
as luces en el palacio brillan poco esta noche. Teren camina por los pasillos
vacos, trazando un camino muy familiar. Sus botas hacen eco dbilmente
contra el suelo, pero da pasos ligeros, y el sonido es casi imperceptible. Al
final del pasillo estn los aposentos privados del rey. Pero los guardias
siempre se encuentran fuera de las puertas. Teren toma un desvo en su lugar,
deambulando por un estrecho pasillo y empujando un panel invisible en la pared que le
llevar directamente a la habitacin.
La puerta secreta se abre sin hacer ruido. Los ojos de Teren van inmediatamente a la
cama. A la luz de las lunas, puede ver la figura roncando del rey subiendo y bajando debajo
de las mantas. Junto a l, la reina Giulietta se encuentra en posicin vertical en la cama. Ella
raramente visita las habitaciones del rey, por lo que verla all se siente ajeno para Teren. Se
encuentra con su mirada y le hace un gesto para que se acerque.
El olor del vino es una nube acre alrededor del rey.
Teren se acerca ms. Le da una mirada interrogatorio a la reina.
Ella lo mira desapasionadamente a cambio.
Teren saca el cuchillo escondido en la cintura. Es un arma tan inusualmente pequea y
delgada que parece algo que un mdico podra utilizar en una ciruga. La sostiene en una
mano. Con la otra mano, saca un pesado mazo de madera desde sus capas.
Teren aprendi esto de nio, cuando su padre yaca en su lecho de muerte y l estaba
all, llorando, mientras un mdico liberaba a su padre moribundo de su miseria. Haba sido
rpido e indoloro. Lo ms importante, haba sido libre de sangre o heridas obvias. Cuando la
Inquisicin enterr a su padre, fue como si simplemente hubiera muerto mientras dorma,
su cuerpo intacto y aparentemente intocado.
Ahora, Teren posiciona el cuchillo parecido a una aguja sobre la esquina interior del
ojo derecho del rey. Coloca el mazo de madera sobre el extremo del cuchillo, a continuacin,
tira del mazo. Giulietta lo observa en silencio.
Giulietta es la gobernante legtima de Kenettra. Los dioses lo ordenaron marcando al
prncipe Enzo, maldicindolo como malfetto. Los dioses dieron a Kenettra este rey dbil, el
duque de Estenzia, un noble que ni siquiera es de la lnea de sangre real. Pero Giulietta es
pura. Ella debe dirigir Kenettra. Con la ayuda de Adelina, Teren destruir a los Jvenes
lites. Y con el apoyo de Giulietta, van a librar a todo el pas de los malfettos. Teren sonre
ante la idea. Esta noche, Giulietta gritar por sus guardias y les dir que el rey ha dejado de
respirar a su lado. Pronunciarn al rey muerto por causas naturales, exceso de vino o ataque
al corazn. Y esta noche, Teren comenzar una verdadera purga de malfettos de la ciudad.
Rene sus fuerzas. Luego suelta el mazo sobre el mango del cuchillo. El cuchillo golpea
con precisin. El cuerpo se pone rgido, retorcindose. Luego, poco a poco, los movimientos
se desvanecen.
El rey ha muerto. Larga vida a la reina.
Amar es temer. Tienes miedo, ests mortalmente aterrorizado porque algo les pase a
aquellos a los que amas. Piensa en las posibilidades. Tu corazn se encoge con cada
pensamiento? Eso, amigo mo, es amor. Y el amor nos esclaviza a todos, puesto que no
puedes amar sin temor.
Una Tesis privada del romance de los Tres Reyes
Paso a travs de las sombras, con mi mscara de plata perfectamente escondida bajo el
brazo. Me encubro en una ilusin de invisibilidad, pero el acto me agota rpidamente,
permitiendo que lo haga solo por unos momentos. Me detengo con frecuencia en los
callejones oscuros para recuperar mis fuerzas. La invisibilidad es difcil, tan difcil como
disfrazarme de otra persona. Con cada paso, mi entorno cambia, y tengo que cambiar mi
ilusin para cambiar con l. Si no me muevo con rapidez o la precisin suficiente, parezco
una onda movindose a travs del aire. La consecuencia de la invisibilidad, por lo tanto, es
una concentracin constante, hasta el punto en que apenas puedo recordar cmo luce mi yo
real. Por lo menos es de noche. Una hora ms indulgente.
Me escondo de nuevo cuando ms patrullas de la Inquisicin pasan apresuradamente.
En algn lugar lejano en la noche, unos gritos suben. Escucho con atencin. Al principio, no
puedo entender lo que estn diciendo. Entonces, momentos ms tarde, las palabras se
vuelven claras.
El rey ha muerto!
El grito lejano me congela en mi lugar. El rey ha muerto?
Un momento despus, otra voz se une, repitiendo la frase. Luego otra. Entre ellos, oigo
otra frase. Larga vida a la reina!
El rey ha muerto. Larga vida a la reina. Me apoyo contra la pared. Los Dagas han
hecho su movimiento esta noche? No, no lo haran. Ellos no lo haban planeado as. El rey
ha muerto antes de que pudieran llegar a l.
Qu ha pasado?
Teren, sugiere un susurro en mi cabeza. Pero eso no parece correcto. Por qu querra
l al rey muerto?
Sin arriesgarme a un paseo en gndola, me toma una hora poder siquiera ver la torre
del Eje de la Inquisicin cernindose en la distancia. Ms all se encuentra el palacio, y si no
me equivoco, los grupos de Inquisidores parecen encaminarse en esa direccin general.
Para el momento en que estoy en la misma plaza que la torre, un fro brillo de sudor se
ha desatado en mi frente. Me detengo en las sombras de una tienda cercana, entonces dejo
lugar debajo de nosotros, si esta torre es como la que una vez tuvieron. Dnde tiene Teren a
Violetta si es que siquiera la tiene?
No s cunto tiempo estoy aqu, contando los minutos. Los Inquisidores permanecen
inmviles. Es esto para lo que entrenan, para quedarse inmviles durante horas cada vez?
Puedo sentir su malestar a mi alrededor, una emocin persistente y subyacente que se
asoma a travs de la fuerte concha insensible que tratan de mantener sobre ellos. Les sonro.
Su temor crece. Mi excitacin crece con ello.
De pronto, desde fuera de las ventanas viene el sonido de cristales rotos. Luego, gritos.
Me dirijo en direccin al sonido. Todos los guardias enderezan sus espadas ante mi
movimiento, pero contino mirando hacia las ventanas. El sonido de pies corriendo, cientos
de ellos, entonces, ms voces, entonces el caos. Un dbil resplandor color amarillo y naranja
parpadea contra el cristal oscuro de las ventanas. El rey ha muerto. Est esto relacionado?
Los Dagas saben lo que ha pasado? Sabe Enzo ya que he huido?
La puerta se abre de golpe. Un nuevo Inquisidor entra corriendo, entonces susurra algo
en el odo del guardia ms cercano. Intento en vano escuchar lo que est diciendo. Afuera,
ms gritos y chillidos resuenan en la noche.
Y luego lo escucho, una voz familiar desde el pasillo. Mi cabeza se sacude en su
direccin. Teren ha vuelto.
Entra a mi habitacin, la arrogancia en su paso, con la cabeza bien alta, y una fra
sonrisa en los labios. Se detiene al verme. Respiro bruscamente. De repente mi misin
entera todos mis poderes parecen palidecer en su presencia.
Has venido dice finalmente, detenindose delante de m. Era cuestin de tiempo.
Estaba seguro de que tendra que matarte esta noche. Cruza los brazos sobre el pecho.
Me has salvado de esa pena.
He odo que el rey ha muerto le susurro.
Teren inclina su cabeza, pero sus palabras estn despojadas de empata.
Una enfermedad repentina. Todos estamos de luto.
Me estremezco. Lo ests, Teren? Su respuesta es suficiente confirmacin de que los
Dagas no son los responsables. Pero solo porque los Dagas no asesinaran al rey no quiere
decir que no fuera asesinado. Una enfermedad repentina suena sospechoso.
Me prometiste a mi hermana le digo, mi ojo centrndose en su sangrienta capa. Y
su seguridad. Por un momento, considero usar mis poderes en l. Pero entonces, qu?
Todo lo que puedo crear son ilusiones. No puedo hacer dao. Ni siquiera Enzo puede
hacerle dao.
Mi palabra es tan buena como la tuya responde, mirndome con intencin. Pero
puede no ser bueno por mucho tiempo.
Sea lo que sea que Teren haya ordenado hacer a la ciudad esta noche, ha trado consigo
una nube de terror. Lo estudio, sintiendo la oscuridad arremolinarse en su corazn, la locura
brillando en sus ojos.
Recomponte. Concntrate. Endurezco mi corazn, afilando mi miedo en una hoja
afilada.
Llvame con mi hermana. O no te dir nada.
Casi me tambaleo de lo poderosa que es mi oscuridad aqu. Estuve en un lugar como ste
una vez.
Tu hermana me dice, hacindome una reverencia burlona. Uno de los otros
Inquisidores abre la puerta y chirra al abrirse.
Parpadeo. Detrs de la puerta pesada hay una celda pequea, agobiante. Unas velas
arden a lo largo de las pequeas repisas en la pared. Una cama de heno se amontona en un
rincn, y en l se encuentra una nia con un dulce rostro frgil y una cabeza de cabello
oscuro que est enredado y sin brillo. Es delgada y frgil, temblando por el fro. Sus grandes
ojos me encuentran. Estoy avergonzada por mi arrebato de emociones encontradas al verla,
alegra, amor, odio, envidia.
Adelina? dice mi hermana. Y de repente me acuerdo de la noche que me escap de
casa, cuando ella se puso de pie en la puerta de mi dormitorio y se frot sus ojos con sueo.
Los Inquisidores entran inmediatamente y la rodean. Ella se encoge lejos de ellos en la
cama, poniendo sus rodillas contra su barbilla. Mientras lo hace, me doy cuenta de los
pesados grilletes en sus muecas y tobillos que la mantienen encadenada a la cama.
La oscuridad ruge dentro de m. Qu ilusin puedo realizar que podra sacarnos antes
de que puedan hacerle dao? Mido la distancia entre nosotras, el nmero de pasos que nos
separan a los Inquisidores y a m, y a Teren y a m. Todas las lecciones de Raffaele y Enzo
corren por mi mente.
Teren espera que d un paso dentro de la habitacin, y luego cierra la puerta tras l. Se
pasea cerca de Violetta. Mientras lo hace, siento que su miedo se alza, y con eso, el mo
tambin lo hace. Teren la mira con una mirada crtica, entonces se vuelve hacia m con un
movimiento de su capa.
Me estudia.
Dime, Adelina, cules son sus nombres?
Abro la boca.
Dile acerca de la horrible Araa, dicen unos pequeos susurros alegremente en mi
cabeza. Vamos. Se lo merece. Dale a Enzo, Michel y Lucent. Dale a Gemma. Lo ests
haciendo muy bien. En mi cabeza, me imagino confesando todo lo que s a Teren.
Dnde estn los Jvenes lites? dira l.
En la Corte Fortunata respondera.
Dnde?
Tiene muchos pasadizos secretos. Utilizan las catacumbas debajo de la corte.
Puedes encontrar la entrada en el jardn ms pequeo.
Dime sus nombres.
Lo hago.
La visin en mi cabeza se desvanece, y una vez ms veo a Teren de pie delante de m.
De alguna manera, las confesiones no salen.
A pesar de mi silencio, Teren parece tranquilo.
Adelina, estoy impresionado. Algo te ha sucedido.
hagamos, los dioses nos considerarn perdonados. Su voz ha adquirido un extrao tono
suave. No parece justo o bueno, lo s, parece cruel. Pero hay que hacerlo. Lo entiendes?
Algo sobre sus palabras tiene sentido. Giran en mi cabeza y mi corazn hasta que
parecen lgicas. Soy una abominacin, incluso para los otros Dagas. Tal vez lo que
realmente es mi deber es enderezar al mundo de nuevo. Lo hago porque te amo, susurra el
fantasma de mi padre. No puedes entenderlo en este momento, pero es por tu propio bien.
Eres un monstruo. Aun as te quiero. Te har buena.
La mirada seria de Teren cambia a una de simpata, una expresin que reconozco de
mi da de la ejecucin.
Si te comprometes a la Inquisicin, a m, y juras usar tus poderes y tus
conocimientos para enviar a los malfettos de vuelta al Inframundo, te dar todo lo que
siempre has querido. Puedo concederte todos tus deseos. Dinero? Poder? Respeto?
Hecho. Sonre. Podrs redimirte, cambiar de una abominacin a los ojos de los dioses a
una salvadora. Puedes ayudar a arreglar este mundo. No sera agradable, no tener que
correr ms? Hace una pausa, y por un momento, un tono real de dolorosa tragedia entra
en su voz. No se supone que existamos, Adelina. Nunca estuvimos destinados a ser.
Somos errores.
Ahora, Adelina dice, suave y con persuasin. Dime.
Quiero hacerlo oh, cmo quiero hacerlo en este momento. Teren puede ofrecernos
a Violetta y a m una vida tan fcil si le doy lo que quiere. Los planes de los Dagas se han
arruinado de todos modos, no es as? El rey ha muerto por propia voluntad. No tengo
ninguna razn para permanecer leal a ellos. Abro la boca. Las palabras de Dante estn
frescas en mi mente, y una oleada de amargura se levanta, vida de liberacin. Podra
destruirlos a todos en este momento, con solo unas pocas palabras bien escogidas.
Pero las palabras an no salen. Estoy pensando en su lugar en la expresin amable de
Enzo, en la sonrisa fcil de Gemma. La amistad ocasional de Lucent, las clases de arte de
Michel. Estoy pensando en Raffaele sobre todo, con su paciencia y gracia, su amabilidad, la
fiel calma con la que se ha ganado mi confianza. Si hubiera estado en la corte esta noche,
podra haber confiado en l. Me habra ayudado. Las cosas podran haber sido diferentes si
hubiera estado all. Tengo algo cuando estoy con los Dagas, algo ms all de un contrato
comercial no escrito de hacer lo que me dicen.
Alguna chispa de claridad emerge a travs de las palabras que Teren ha echado, un
chorrito de lgica que me saca de la niebla. l dice que los Dagas me estn utilizando. Pero
l tambin me est usando. Esta es la verdadera razn por la que parece que no puedo darle
lo que quiere. No es tanto que est protegiendo a los Dagas.
Es que estoy cansada de ser utilizada.
Teren suspira, luego sacude la cabeza. Asiente hacia uno de sus hombres. El Inquisidor
saca su espada y se mueve hacia Violetta.
Echo un vistazo a mi hermana. Ella se da cuenta de que estoy a punto de hacer un
movimiento. Reno mis fuerzas. Entonces me acerco y tiro.
Una hoja de la invisibilidad se dispara alrededor, imitando la pared detrs de m y el
suelo bajo mis pies. Tejo la misma alrededor de mi hermana. A simple vista, parece como si
mi hermana de repente hubiera sido sustituida por espacio vaco.
M
que decir.
Espera le digo con voz entrecortada a Violetta. Antes de que pueda responderme,
me inclino hacia adelante y vomito. Lo poco que est dentro de mi estmago sale. Toso y
tengo arcadas hasta que no queda nada. Aun as, la oscuridad se revuelve dentro de m,
incesante, trayendo con ello tanto las olas de nuseas como comodidad. Vacilo entre el asco
y la alegra.
En medio de mi mareo, siento a Violetta envolver su brazo alrededor de mis hombros.
Ella me sostiene. Cuando levanto la mirada, me encuentro con su solemne mirada.
Quin era l? me susurra.
Su pregunta suena como una acusacin. Esto me confunde.
Quin?
La mirada de Violetta se torna afligida.
Quieres decir que, t no
Esto debe ser lo que se siente cuando pierdes la cabeza. Me sacudo fuera de su brazo y
llevo de nuevo mi atencin hacia las calles.
No quiero hablar sobre ello le digo. Espero que Violetta me responda algo, pero
permanece en silencio, y no intercambiamos otra palabra hasta que nos acercamos a los
arcos de la Corte Fortunata.
Para el momento en que llegamos, la ciudad est llena con el sonido de los gritos, y el
apenas visible amanecer abrindose paso a travs de las llamas anaranjadas. Nos detenemos
en un callejn para recuperar el aliento. Toda mi fuerza se ha agotado, ni siquiera intento
conjurar una ilusin para protegernos. Violetta mantiene su mirada lejos de m, con su
expresin afligida.
Retrocede susurra de repente.
Nos adentramos en las sombras cuando los Inquisidores pasan corriendo por la calle
principal y entran en una tienda cercana. Momentos ms tarde, ellos arrastran a una mujer
malfetto, arrojndola con tanta fuerza que cae sobre sus manos y rodillas. Est temblando.
Detrs de ella, las capas blancas ondean dentro de su tienda, y los primeros signos de fuego
titilan en la ventana. Nosotras lo vemos en silencio, nuestros corazones en la garganta,
mientras que la mujer les ruega misericordia. Uno de los Inquisidores se prepara para
golpearla. Arriba en las ventanas de las casas cercanas, los vecinos observan. Sus rostros son
mscaras de terror. Pero permanecen en silencio, y no ayudan.
De repente, el Inquisidor que est a punto de golpear a la mujer se inclina hacia atrs.
Como si una rfaga de viento pasara rpidamente por debajo de sus pies. Despus l est
siendo jalado, gritando, y sale volando con fuerza por el aire, pasando los tejados de los
edificios. Mi ojo se abre ampliamente. Caminante del Viento. Los lites estn aqu. El
Inquisidor vuela por el cielo un instante, y luego cae en picada hacia la calle con un
golpetazo tremendo. Violetta se encoje de dolor y se inclina sobre mi hombro. Al mismo
tiempo, las llamas en la tienda se desvanecen sin dejar rastro, dejando nada ms que humo
negro saliendo del edificio. Otros Inquisidores dan la voz de alarma. Pero donde sea que los
Dagas estaban, ya no lo estn. Retrocedo lo ms lejos dentro de las sombras, de repente
asustada de que ellos me encontrarn.
En la distancia, escuchamos a varios malfettos en la calle gritar
Jvenes lites! grita la mujer que est sobre sus rodillas. Estn aqu! Para
salvarnos!
Otros corean lo mismo. La desesperacin en sus voces levantan los vellos de mi cuello.
Pero nada sucede. Los Inquisidores inspeccionan las calles, buscndolos, pero ellos estn
dnde no pueden ser encontrados.
Tenemos que salir de aqu le susurro. Sgueme. Vamos bajo tierra.
Y con ello, Violetta y yo retrocedemos fuera de nuestro callejn y huimos bajando por
un camino ms tranquilo, lejos de la matanza.
Para cuando el sol finalmente se alza, nosotras llegamos a la calle en frente de la Corte
Fortunata. Me quedo inmvil, no queriendo creer lo que veo. El lugar, que una vez fue el
tesoro ms valioso, est ahora carbonizado y destruido, saqueado por los Inquisidores. La
sangre mancha la calle de la entrada. Los Dagas deben haberse ido tambin, todos sus
planes, su misin de asesinar al rey, su casa segura, destruidos. En una noche.
No dejaron nada.
En su lugar, tom la mano de Violetta y nos dirig al nico lugar donde pensaba que
estaramos a salvo. Las catacumbas.
Desde la profundidad de los tneles debajo de la ciudad, el estruendo de la gente que
est sobre el nivel del suelo suena como un extrao y sordo eco, los susurros de los
fantasmas que deben frecuentar estos oscuros y estrechos pasillos. Borrosos rayos de luz
provienen de unas pequeas rejillas de lo alto del pasillo, y la penumbra de una maana
lluviosa se describe en una neblina. No s a dnde ms ir. Hemos estado aqu abajo durante
todo el da desde que huimos de las cenizas de la Corte Fortunata, escondindonos en medio
de la devastacin. Desde aqu, podemos or la voz de Teren sonando a travs de la plaza del
palacio, vimos a los Inquisidores movindose rpidamente a travs de las calles de la ciudad.
El recuerdo de la noche anterior me deja una nauseabunda sensacin de dolor en mi
estmago. Debera haberme parado y ayudado a la gente en las calles. Pero no tena fuerzas.
Qu le ha pasado a Enzo, ahora que la corte est destruida y el rey est muerto? Qu
harn ahora?
No podemos quedarnos aqu por ms tiempo. Quizs los Inquisidores hayan
encontrado los pasadizos secretos de la Corte Fortunata y hayan destapado el acceso de los
Dagas a las catacumbas. Quizs ellos estn buscando a travs de los tneles ahora,
cazndonos. Por ahora, sin embargo, nos detenemos aqu, demasiado cansadas para
continuar.
Ests bien? le pregunto a mi hermana mientras ambas nos apoyamos con
cansancio contra la pared. Mi garganta est seca, y mis palabras salen dbiles y roncas. Por
encima, el sonido de la ligera lluvia amortigua mis palabras.
Violetta asiente una vez. Su mirada est distante, estudiando la nueva mscara blanca
que cubre mi ojo faltante.
Suspiro, luego aparto el liso cabello de mi rostro y empiezo a trenzar las hebras. Largos
minutos de silencio pasan entre nosotras. Lo trenzo, despus lo destrenzo, luego lo trenzo de
nuevo. El silencio entre nosotras se prolonga, pero de alguna manera es algo agradable que
me recuerdan los das que solamos pasar en el jardn. Finalmente, la miro.
Todo tiene sentido ahora. Raffaele se preguntaba por qu mis poderes no haban
surgido antes en mi vida. Lo hicieron. Solo que nunca lo supe, porque Violetta siempre los
reprima. Ella cay enferma con una fiebre el da despus del primer accidente. Lo recuerdo.
Y no haba usado mis poderes la primera vez en la nica noche que estuvimos
separadas? No haba sentido que un manto era apartado de m cuando le dije adis a
Violetta? No haba utilizado mis poderes durante mi ejecucin?
Y Raffaele. Empiezo a negar.
No. No, debe haber algo que no me ests contando. Nosotros, los Dagas, tenemos un
Mensajero, alguien quien puede sentir a otros lites. l nunca te sinti. Cmo podra
haberte dejado pasar?
Violetta no tiene respuesta para ello, por supuesto. No estoy segura del por qu espero
que me d una. Solo me mira fijamente de nuevo con desesperacin. Raffaele no poda
sentirla, de repente pienso, porque ella debi inconscientemente haber reprimido su poder
tambin. Esta es la nica explicacin. Para Raffaele, el poder de Violetta es invisible.
Cundo me dejaste ir? le susurro.
La voz de Violetta suena vaca ahora.
Cuando la Inquisicin te arrest la primera vez, estir mi brazo y apart tus poderes.
No quera pensar en ti desatndote sobre los Inquisidores mientras estabas en prisin.
Pens que quizs te perdonaran si ellos no podan probar que t hacas algo fuera de lo
comn. Pero cuando o sobre tu ejecucin pendiente, los vi arrastrarte fuera de la plaza. No
saba qu hacer As que liber tu poder. Y t lo llamaste. Baja su mirada. No s lo que
te haba sucedido despus de que los Jvenes lites te llevaron.
Mi corazn martillea contra mis costillas. Apartada de mi hermana, aprend por
primera vez cmo captar esa energa despus de entrenar con los Dagas. De repente, alcanzo
su mano y la presiono sobre mi corazn.
Quiero verte hacerlo le digo en voz baja.
Violetta duda. Luego respira profundamente, cierra sus ojos y presiona. Jadeo. Lo
siento esta vez, como si alguien estuviera sacando el aire de mis pulmones, tomando mi
alma y empujndola hacia abajo hasta que es invisible. Inalcanzable. Me desplomo contra la
pared, mareada. Un extrao vaco hace un hueco en mi pecho. Raro. No recuerdo alguna vez
haber sentido esto en el pasado. Quizs es imposible de rastrear algo que no sabes que
existe. Ahora lo s, sin embargo, y ahora siento su ausencia. Alcanzo tentativamente mi
energa, buscando la oscuridad acumulada en mi pecho. Una sacudida de pnico me golpea
cuando no lo puedo sentir del todo. Miro de nuevo a mi hermana.
Devulvelo le susurro.
Violetta lo hace cuando se lo pido. Aspiro mi aliento mientras el aire se mueve de
nuevo a travs de m, la vida y la oscuridad, adictiva y dulce, y de repente puedo ver los hilos
de energa otra vez, puedo sentir el zumbido a travs de mi cuerpo y s a dnde llegar para
intentar aferrarme a las cuerdas. Suspiro con alivio por el sentimiento, disfrutando el placer
que me trae. Pruebo mis poderes, formando una pequea rosa ante nuestros ojos y
girndola en un pequeo crculo. Violetta me observa con sus ojos abiertos como platos. Sus
hombros decaen un poco ms, como si usar su poder le hubiera drenado toda su fuerza.
Puede suprimir una habilidad de un lite, y luego devolvrselo de nuevo. Todo este
tiempo, mi hermana pequea ha estado albergando un poder que puede dominar a todos los
dems. Miles de posibilidades atraviesan mi mente.
Eres una malfetto, como yo le susurro, mirando distradamente la rosa
cernindose entre nosotras. Una lite malfetto.
Violetta mira hacia otro lado. Est avergonzada, me doy cuenta.
Cmo pudiste ocultarme este secreto? Mi voz es spera por la rabia. Cmo
permitiste que sufriera sola?
Porque estaba asustada tambin me grita Violetta. No quera animarte, y saba
cmo me iran las cosas si padre supiese sobre mis poderes. T tenas tus formas de
protegerte a ti misma. Yo tena las mas.
De repente, entiendo a mi hermana mejor. Siempre pens en ella como la dulce y la
inocente hija. Pero quizs us su dulzura e inocencia como un escudo. Tal vez siempre supo
exactamente lo que estaba haciendo. A diferencia de m, que alejo a la gente, ella se protegi
haciendo que a las personas les gustase. Cuando le gustas a la gente, ellos confan en ti
tambin. As que permaneci callada a mi costa.
Vi cmo padre te trat dice en voz baja. Otra pausa. Estaba asustada, Adelina.
Padre pareca quererme as que, cmo se lo cuento? Algunas veces me imagin
dicindoselo: Padre, soy una malfetto. Tengo poderes que no pertenecen a este mundo,
porque puedo darle y quitarle los poderes a Adelina. Era una nia, y estaba aterrorizada.
No quera perderlo. As que me convenc de que no era as, que mi falta de marcas me haca
mejor. Cmo poda decrtelo? Habras querido experimentar, y padre nos podra haber
descubierto a las dos.
T me dejaste arreglrmelas por mi cuenta le susurro.
No puede mirarme.
Lo siento, Adelina.
Lo siento, siempre lo siento. Qu cosa en este mundo puedo comprar con una
disculpa?
Cierro mi ojo e inclino mi cabeza. La oscuridad se arremolina en mi interior, limpiando
los costados de mi conciencia, ansiosa por liberarse. Todos aquellos aos, haba sufrido sola,
mirando cmo nuestro padre colmaba de atenciones a la nica hija que l crey que era pura
e impoluta, sufriendo sus rabietas por mi cuenta, pensando que mi hermana era diferente a
m, que ella era impecable. Y ella lo haba dejado pasar.
Estoy contenta de que lo mataras aade rpidamente. Hay algo duro en su
expresin ahora. A padre, quiero decir. Estoy contenta de que lo hicieras.
No s qu responder a eso. Nunca pens que oira una cosa tal de los labios de mi
hermana. Esto es lo que suaviza el nudo en mi pecho. Intento recordar que ella fue a donde
Teren para rogarle por mi vida. Arriesg todo. Trato de recordar la manera que sola trenzar
mi cabello, el modo que haba dormido en mi habitacin durante las tormentas.
Solo puedo asentir.
El sonido de conmocin en las calles encima de nosotras atraviesa mis pensamientos.
Las campanas de la Torre de la Inquisicin estn repicando. Teren debe estar preparndose
para dar un comunicado. Ambas escuchamos por un instante, intentando captar las
palabras de por encima del suelo, pero no podemos or nada apropiadamente. Solo las
campanas y los sonidos de cientos de pisadas amortiguadas.
Algo grande est pasando digo. Luego le hago seas para que nos levantemos.
Tenemos que llegar a un terreno ms alto si queremos descubrir que est sucediendo. Por
aqu.
Nos dirigimos ms lejos por debajo del tnel de las catacumbas, hasta que ste se
divide en tres estrechos pasillos. Cojo el izquierdo. Cuando hemos andado quince pasos, me
detengo y busco la pequea puerta empotrada en la piedra. Mi mano encuentra la gema
rugosa en la madera. Mi poder la activa, y la puerta se abre. Vamos hacia arriba por un
pequeo tramo de escaleras, hasta que finalmente nos encontramos emergiendo a travs de
la pared que limita con un oscuro callejn al borde de la plaza del mercado principal.
Caminamos hasta el callejn que se une con un lado de la calle, luego observamos desde
dentro de las sombras hacia donde comienza la plaza principal.
La plaza est llena de gente. Los Inquisidores se alinean en las calles, encauzando a la
gente hacia abajo, y en los canales, las gndolas puestas en reposo. Nada de trfico por el
agua est permitido esta maana.
Qu est sucediendo? pregunta Violetta.
No lo s le respondo mientras miro desde la multitud hacia los Inquisidores.
Tendramos que esperar, con mis poderes mermados, no podemos estar fuera en la
intemperie expuestas con tanta gente alrededor y no podemos arriesgarnos a ser
reconocidas por un guardia. Aguanto la respiracin mientras un grupo de Inquisidores
marchan cerca de nosotros por la calle angosta. Mi espalda est presionada con tanta fuerza
contra la pared que siento como que puedo fusionarme con sta.
Pasan sin notarnos. Dejo salir el aire de nuevo.
Agarro la mano de Violetta y avanzamos a travs de las sombras. Nos movemos, poco a
poco y laboriosamente, a travs de las tortuosas calles hasta que finalmente alcanzamos el
lugar donde la plaza principal se abre. Ah, nos agachamos en las sombras de una entrada
del puente del canal del ro y vemos cmo ms personas hacen fila en la plaza.
El lugar est lleno esta maana, como si fuese un da normal de mercado, pero la gente
est total e inquietantemente quieta, esperando con temerosa anticipacin por un anuncio
de la Torre de la Inquisicin. Mi ojo deambula por los tejados, donde estn las estatuas de
los dioses alineadas en la cornisa. Estn llenas de Inquisidores hoy, pero incluso ahora, de
algn modo ocultndose detrs de las tejas y la chimenea, los Dagas deben estar esperando
en silencio.
An estoy dbil, pero la energa de la plaza crepita con miedo, vibrante y oscuro, y eso
me alimenta.
Un ligero destello de movimiento aparece en el balcn principal de la Torre de la
Inquisicin. Un rpido destello de togas doradas flanqueadas por el blanco, el brillo de un
lder caminando entre sus hombres. Me tenso. Minutos despus, aparece Teren.
Lleva puesto togas formales, un abrigo brillante con la blanca armadura debajo de una
tnica ancha con una mezcla de estampados en blanco y dorado. Una pesada capa est
sujeta con alfileres sobre sus hombros y cortinas detrs de l por un buen trecho. Los rayos
de la luz de la maana se posa en el balcn solo lo justo, en una parte del diseo
intencionado del palacio, y lo ilumina con un resplandor.
Despus me doy cuenta que trajo un prisionero con l.
Oh. Respiro con el corazn oprimido.
Dos Inquisidores aparecen, arrastrando entre ellos a un chico con un cabello largo y
negro, su fina complexin cargada con cadenas, con su cabeza inclinada hacia atrs
mientras Teren ahora presiona una espada contra su garganta. Las togas escarlatas del chico
rico estn desgarradas y sucias. Su rostro es solemne, pero lo reconozco inmediatamente.
Es Raffaele.
Es mi culpa que l est aqu.
Teren alza su brazo libre.
Ciudadanos de Estenzia grita. Con el corazn lleno de una gran tristeza doy esta
noticia Hace una pausa. El rey est muerto. En su lugar, su majestad, la reina
Giulietta, gobernar. Maana en la noche, el funeral del rey tendr lugar en la arena de
Estenzia. Estn obligados a asistir.
Hace una pausa antes de continuar.
No habr cambios en la manera en que trataremos con los traidores y las
abominaciones. Su majestad no tolera los crimines contra la corona.
Si Enzo hubiera tenido xito, podra haber matado a su hermana, la reina, tambin.
Sus nobles habran hecho su movimiento, ofreciendo su apoyo. l poda estar haciendo su
movimiento ahora. Pero no lo hara. No con Raffaele estando como prisionero as. Y me doy
cuenta, de repente, que esta es la razn por la que Teren, y no Giulietta, est dirigindose a
la multitud. Ella sabe que tiene que protegerse.
La muerte del rey empieza a verse ms y ms clara para m.
Observo cmo Teren aumenta con ms fuerza su agarre sobre Raffaele. Raffaele hace
una mueca de dolor cuando la espada se clava en la piel de su cuello.
De rodillas le ordena Teren.
Raffaele lo hace mientras se lo dice. Su tnica escarlata gira a su alrededor en un
crculo. La energa en mi pecho da sacudidas de manera dolorosa.
Teren asiente a la multitud.
Desde este da en adelante dice, todos los malfettos sern expulsados de la
ciudad. Sern trasladados a la periferia de la ciudad y separados de la sociedad.
El silencio de la multitud se rompe. Murmullos. Jadeos. Luego, gritos. Violetta y yo
solo miramos, nuestras manos unidas con temor. Qu hara la Inquisicin con ellos, una
vez que sean expulsados a los suburbios?
Teren alza su voz sobre el caos.
Todos los que entreguen a los rebeldes malfettos a la Inquisicin sern
recompensados con oro. Todos los que se resistan a esta orden, o se encuentren escondiendo
a malfettos, sern ejecutados.
La fiebre de Violetta contina esa noche, un grave ardor que la deja en un extrao
estado de medio inconsciencia. Me murmura ahora y despus. Sostengo su mano hasta que
los susurros paran y su respiracin se establece.
Hay silencio en la residencia de la universidad. Los dems deben haberse retirado a sus
aposentos para ahora, aunque dudo que nadie est completamente dormido. Quiero salir al
exterior, alejarme de mi hermana por un momento y dejar que el aire fresco de la noche
aclare mis sentidos. Pero los Dagas nos han encerrado en nuestra habitacin. Lucent dice
que es por mi seguridad, pero puedo percibir la sutil sugerencia de miedo que persiste
detrs de sus palabras. Hay paredes elevndose lentamente entre nosotras.
El sonido de acero resonando en el pasillo me llama la atencin. Me siento, ms alerta
ahora. Por un instante, creo que podran ser Inquisidores. Habrn descubierto nuestro
escondite aqu y vienen por nosotros. Pero cuanto ms lo escucho, ms me doy cuenta de
que el sonido proviene de una espada, su solitario ruido haciendo eco cada pocos segundos
desde alguna lejana habitacin. Me levanto de la cama y aprieto mi oreja contra la puerta.
Suena como una espada.
La escucho durante un tiempo, hasta que finalmente se detiene. Pasos se aproximan
por el pasillo. Me aparto de la puerta. Segundos ms tarde, hay un suave golpe. Me toma un
momento responder.
S?
Soy yo.
La voz de Enzo. Permanezco inmvil y un momento despus oigo el clic del
desbloqueo. La puerta se abre un poco para revelar parte del rostro de Enzo. Devuelve mi
mirada fija por un momento antes de que su mirada recaiga en la forma frgil de Violetta.
Cmo est? pregunta.
Solo necesita descanso respondo. La he visto as lo suficiente. Parece que sucede
despus de que usa sus poderes.
Ven conmigo dice despus de un momento. Deja la puerta entreabierta y me seala
para que lo siga.
Vacilo, y por un instante temo que este ser el momento en que Enzo finalmente se
encargue de m de una vez por todas. Pero espera pacientemente y despus de un rato, me
levanto y lo sigo fuera de la habitacin. Una mirada hacia l enva un clido flujo a travs de
m. Est vestido con ropa simple esta noche, su camiseta de lino suelta sobre su torso, sus
cordones desechos revelando su piel por debajo. Su cabello est incontrolable y suelto, una
melena pelirroja oscura que cae ligeramente ms all de sus hombros. Una mano sostiene
una espada. Eso es lo que haba estado sonando en el pasillo. Enzo debe haber estado
entrenando para el duelo de maana.
Lo sigo por el pasillo con pasos ligeros hasta que llegamos a la puerta de su habitacin.
Entramos sin hacer ruido. Ah dentro, el rostro de Enzo est apenas iluminado por las
suaves velas. Mi corazn golpea en mi pecho. Me quedo cerca de la puerta mientras l gira
alrededor de la pequea mesa junto a su cama y utiliza su energa para reforzar el
resplandor de la vela. Su camisa suelta revela la piel de la parte inferior de su cuello. El
silencio se coloca fuertemente entre nosotros. Hace una sea a la silla del escritorio.
Sintate, por favor. Entonces, se apoya contra el borde de su cama.
Me siento. Un largo silencio se establece entre nosotros. Ahora que estamos solos, sus
ojos son suaves, no la dura, oscura mirada a la que estoy tan acostumbrada, sino la misma
blandura que vi cuando nos besamos en el patio. Me estudia. Hay una nube de temor
cernindose alrededor suyo esta noche, sutil pero importante. Tiene miedo de m?
Dime. Por qu te escapaste realmente? pregunta. Haba otra razn que no era tu
hermana. No estaba all?
l lo sabe. Un repentino temor me inunda. No sabe sobre Dante, cmo podra? Est
cavando en busca de otra cosa. Lentamente, me permito repasar la noche en que cubr todo
el piso de mi habitacin con visiones de sangre, cuando garabate palabras de ira en mi
pared.
Es cierto? contesto finalmente . Lo que te dijo Dante en el pasillo esa noche?
Acerca de deshacerte de m?
Enzo no luce sorprendido. Sospech mi razn todo este tiempo.
Estuviste all en el saln dice.
Asiento sin palabras. Al cabo de un rato, aclara su garganta.
Las opiniones de Dante eran solo suyas. Despus, aade en un tono ms suave:
No voy a hacerte dao.
Eran. Tiemblo. De repente, la habitacin parece ms fra.
Que le sucedi a Dante? pregunto.
Enzo se detiene por un momento. Entonces me mira otra vez. Me dice cmo todos ellos
buscaron por la ciudad esa noche despus de ver Inquisidores inundando las calles. Cmo se
separaron. Cmo todos volvieron, salvo uno. Cmo Lucent fue la que descubri el cuerpo de
Dante en un callejn. La historia despierta los susurros en mi mente, llamndolos de vuelta
a la superficie, as que por un momento apenas escucho a Enzo a travs de los silbidos de
mis pensamientos. Dante se lo mereca, dicen los susurros. Murmuro mis condolencias a
travs de una confusin y Enzo se lo toma todo con una cara serena.
Cunto tiempo podr mantener esta mentira?
Caemos en un largo silencio. Mientras los segundos pasan, siento una nueva energa
procedente de Enzo, algo demasiado familiar para m pero extrao de l. Lo miro por un
tiempo antes de estar segura de lo que estoy sintiendo. Tiene miedo.
Enzo me mira. Un indicio de algo familiar baila en sus ojos y deseo no saber lo que
significa. El dolor que proviene de l, una emocin de oscuridad, ira, culpa y dolor, brilla en
el aire como innumerables hilos de energa.
Su nombre era Daphne Chouryana dice. Chica Tamouran, como podras decirle.
Era aprendiz en una farmacia local.
Sus palabras pican en mi corazn, una por una, recordndome que las cosas que ama
de m podran no haber sido mas en absoluto. Debe verla en mi rostro, en el color de mi
piel. Debe verla cada vez que me mira.
Ella le pasaba a escondidas hierbas ilegales y polvos de la farmacia a malfettos para
ayudarles a ocultar sus marcas sigui. Tintes que cambiaban temporalmente el color de
su cabello, cremas que borraban temporalmente marcas oscuras en la piel. Era una amiga
para nosotros. Cuando descubrimos por primera vez a Dante, an herido en batalla, ella le
cuid hasta sanarse.
La amabas digo suavemente, triste por su prdida y amarga por m.
Enzo no admite esto directamente. No lo necesita.
Un prncipe malfetto sigue siendo un prncipe. No poda casarme con ella. No era de
una familia noble. No importaba, al final.
No quiero preguntar los detalles de lo que le sucedi. En lugar de ello, inclino mi
cabeza con respeto.
Lo siento.
Enzo asiente, aceptando mis condolencias.
As que esto ir por todos nosotros. Tenemos que avanzar.
Parece cansado y me pregunto si tiene que ver con los pensamientos de Daphne o su
dolor por Teren. Quizs ambos.
En el silencio que sigue, se inclina hacia m hasta que estamos separados solo por
centmetros. El brillo en sus ojos me atrae. Hay una sensacin de melancola en ellos, una
profundidad oscura que tal vez nunca entienda. Toca mi barbilla. Su calor me atraviesa y me
doy cuenta de lo mucho que he echado de menos esto mientras se inclina.
S quin eres susurra Enzo, como si pudiera sentir el pensamiento en mi
cabeza. Te preocupas por m solo por Daphne?
No. l me conoce. Se preocupa por m, por quien soy.
El pensamiento me inunda con emocionante velocidad, despertando todos mis
sentidos. Sus besos son suaves esta vez, uno tras otro, pacientes y tanteando. Sus manos
rozan las mas, hasta mis brazos, atrayndome. Nada nos separa excepto la fina tela de mi
camisn y su camiseta de lino y cuando me arrastra a su abrazo, su calor provoca chispas
contra mi piel. Mi alineamiento hacia la pasin ruge, enviando mi energa a travs de m,
desesperada por entrelazar estos hilos oscuros con los propios de Enzo, atrapndole. Me
provoca mareos, lo mismo que sent esa noche en el callejn, la noche que me obligu a no
recordar. Estoy fuera de control. No puedo parar.
l se aleja. Despus, inclina la cabeza contra la ma y suspira.
Qudate susurra. Y s que el aura de miedo en torno a l es por maana, por lo que
pueda sucedernos a todos nosotros, que tal vez no pueda salvar la vida de Raffaele, que no
pueda ganar contra Teren, que por la maana pueda salir de este lugar y no volver. Tiene
miedo y lo deja vulnerable esta noche. Trato de olvidarme de mis propios miedos, poniendo
mis manos en su rostro, despus pasndolas hacia bajo para sujetar su cuello.
Despus de un momento, asiento sin decir una palabra. Se sienta junto a m mientras
me doblo en un lado de la cama y luego aparta mi brillante cabello de mi frente.
Instintivamente, me estremezco cuando sus ojos se posan en el lado roto de mi rostro, pero
no reacciona. Sus dedos pasan suavemente por mis cicatrices. Dejan un camino de calor a
sus secuelas. Me reconforta, dejndome soolienta. Sus ojos se cierran finalmente y su
respiracin se vuelve regular. Me encuentro hundindome en la comodidad de dormir
tambin. Me concentro en la sensacin hasta que no siento nada ms, hasta que caigo en
una inquieta pesadilla de demonios, hermanas, padres y palabras de un joven Inquisidor
con ojos azul claro.
Aprieto los dientes y libero una ilusin de disfraz en el recin llegado. Una sensacin
de alivio me recorre. Ante los ojos de todos, el Inquisidor se transforma poco a poco de una
blanca figura encapuchada a un chico alto con ropas oscuras, con el rostro oculto tras una
mscara de plata y la capucha en su rostro. Enzo.
Los Inquisidores que recubren la plataforma sacan sus espadas, pero Teren levanta
una mano. Se vuelve hacia donde Enzo ahora se encuentra de pie. La multitud grita, y cierro
los ojos, saboreando la ola de su miedo. Mi fuerza se construye.
Los dos estn frente a frente por un momento, sin hablar. Por ltimo, Teren inclina la
cabeza en alto.
Cmo s que es tu verdadero ser? grita. Est tu pequea ilusionista ocultando a
otros lites aqu tambin? Detrs de l, los Inquisidores presionan ms sus espadas contra
la garganta de Raffaele.
Sabes quin soy responde Enzo con voz clara.
Por qu debera creerte?
Por qu deberas? El tono de Enzo se vuelve burln.
Entonces, Teren levanta la mano y se quita el casco, revelando su cabello rubio trigo.
Arroja el casco.
Mustrame lo que realmente eres, Verdugo dice en voz alta, sealando con la
cabeza la mscara de plata de Enzo. O tu amigo muere.
Enzo no vacila. Levanta la mano y retira la oscura capucha de su capa de su cara,
dejando al descubierto su cabello rojo sangre. Luego pone la mano en su mscara, tirando
de ella, y revelando su identidad a la multitud. l, tambin, arroja la mscara a un lado.
Un trato es un trato responde Enzo.
Teren se le queda mirando con cara de piedra. La multitud observa. Todo el mundo
alrededor est sorprendido, en silencio. Me balanceo, mareada por la creciente tensin.
Nuestra ilusin de disfraz brilla en los bordes de mi visin.
Es el prncipe! grita alguien desde la arena.
Otros imitan el grito, y la revelacin se propaga en la audiencia. Aunque puedo sentir
el miedo abrumador oscureciendo a las personas, tambin puedo sentir el crujido de
emocin, las emociones de los partidarios malfetto en la multitud y nuestros propios
patronos combatientes. En medio de la confusin, Teren asiente a Enzo.
Nadie va a interferir grita. Te enfrentar a solas, siempre y cuando seas lo
suficientemente valiente para hacer lo mismo.
Enzo inclina su cabeza una vez en respuesta.
Teren est mintiendo. Pero as somos nosotros. Esta es una batalla a punto de entrar
en erupcin.
Ha sido un largo tiempo, su alteza dice Teren, apuntando con su espada a Enzo.
Habra esperado que su tono fuera burln, pero en lugar de eso es serio. No hay un toque de
diversin en su voz. Para mi sorpresa, inclina la cabeza ante Enzo con autntico respeto.
Vamos a ver si usted ha mejorado.
Enzo retira la larga y reluciente daga de las vainas en su espalda. El metal de cada
arma se convierte en rojo, luego blanco ardiente. El fuego estalla de las manos de Enzo y
envuelve a ambos en un gran anillo, separndolos de todos los dems. El pblico grita.
Teren se lanza hacia delante.
Enzo ataca con sus dagas, apuntando a los ojos, pero Teren pone el hombro y protege
su cara, el golpe se desva a pocos centmetros de su piel dura. Enzo rueda alejndose,
saltando de nuevo a sus pies, y cae sobre su enemigo de nuevo. Se rodean entre s en un arco
lento. Enzo hace girar una daga en una de sus manos enguantadas.
Parece vacilante esta maana dice Teren. Golpea a Enzo con desconcertante
velocidad. Enzo se aparta, gira, y arremete lo ms fuerte que puede con los dos puales. Uno
de ellos se las arregla para hacer impacto, golpeando a Teren en algn lugar de su costado,
pero parece como si alguien estuviera tratando de apualar a travs de la madera blanda.
Teren grue, pero en el instante en que la hoja deja su costado, sonre. Usa tu fuego,
Verdugo se burla. Dame un desafo.
Enzo ataca de nuevo. Esta vez, sus espadas estallan en llamas, tallando rayas de fuego
en el aire cuando se lanza hacia Teren. Va a la izquierda, luego gira en el aire y corta la cara
de Teren. Efectivamente, Teren sacude su cabeza por el golpe, pero Enzo se mueve junto con
l, espadas gemelas ardiendo, anticipndose a donde va a girar, y tira su segunda daga con
saa hacia los ojos de Teren. El Inquisidor se aparta apenas en el ltimo momento. La
espada de Enzo roza el lado de la mejilla de Teren, dejando una herida que se cierra
enseguida.
Teren sonre.
Mejor.
Mi turno.
Con una respiracin profunda, dejo caer los disfraces de Violetta y yo, luego nos
encubro inmediatamente en la invisibilidad. A nuestro alrededor, la gente jadea
conmocionada, pero ya estamos en movimiento. Voy apresuradamente a la puerta pequea
en el borde de la fila, la que conduce a la va del lago. Cruzamos. Los Inquisidores se alinean
en la va, a punto de atacar si se les da la orden. Con mucho cuidado seguimos adelante.
Dime dice Enzo en voz alta sobre el rugido de las llamas. Por qu le das la
espalda a los que son como t?
Teren no responde de inmediato. En cambio, saca su espada y ataca a Enzo. Enzo salta
a un lado, pero no antes de que la cuchilla arae una lnea en su brazo. Evoca una rfaga de
fuego que se traga a Teren entero, pero Teren no muestra ningn signo de dolor. Sale de las
llamas con una sonrisa maliciosa, su piel crujiente, oscurecida, y luego regresa a la
normalidad. Los bordes de su manto se deshilachan y queman por el calor, pero la ropa en
contacto con su piel permanece intacta, como protegida por algn escudo de proteccin.
Nunca les di la espalda dice Teren. Soy el nico dispuesto a ayudar. Mira lo que
estamos haciendo en este momento Verdugo, nuestros poderes son maldiciones de los
infiernos, y los utilizamos para destruir todo lo que tocamos.
La destruccin es una opcin. Enzo levanta una mano, invocando llamas ms
calientes, ms brillantes, hasta que el fuego se vuelve de un blanco cegador y engulle a Teren
por completo. Si Teren no puede ver, no puede atacar. Enzo levanta una daga. El fuego se
desvanece y de repente en la abrupta ausencia, Enzo arroja la daga a los ojos de Teren.
Teren desva la daga con su espada, luego coge la daga en el aire y la tira de regreso.
Enzo se tira al suelo en un barrido agraciado.
Estoy tan maldito como t. Sin embargo, mientras que t continas defendiendo a
los nacidos a partir de los restos de la fiebre de la sangre, yo estoy haciendo lo que los dioses
siempre planearon. Los ojos claros de Teren parecen disfrutar de las llamas que los
rodean, oscurecindose con un color aterrador. Sus labios se curvan con un gruido.
Enzo empuja contra la cuchilla de Teren. Sus msculos aumentan de tamao debajo de
sus mangas. Teren es simplemente demasiado fuerte, puedo ver la fuerza de Enzo
lentamente desvanecindose. Aun as, puedo orlo sonando sobre la pelea.
Tal vez lo haces porque te gustan tus poderes grita, burlndose, y quieres ser el
nico con un regalo.
La sonrisa de Teren se desvanece.
Qu poco sabe de m, su alteza responde. Incluso despus de todos estos aos.
Enzo se lanza hacia delante y acuchilla a los ojos de Teren. Esta vez, su espada se las
arregla para cortar el borde del prpado de Teren antes de alejarse. Cuando mira a Enzo de
nuevo, sangre mancha la fina capa sobre su ojo izquierdo, volviendo su iris plido a un color
rojo brillante.
Teren se lanza contra Enzo. Se mueve a un lado con l, entonces sumerge una daga
profundamente en el hombro de Enzo. Yo jadeo. Las llamas alrededor de ellos vacilan. Se
estremece, pero se las arregla para alejarse de un tirn. La cuchilla cae de su hombro.
Violetta y yo ahora estamos tan cerca que puedo sentir el calor del fuego. Estamos en
posicin. Lo estn los dems tambin?
Los ojos de Teren queman. Enzo da un paso delante de Raffaele y se gira para
enfrentar a Teren de nuevo, listo para otro ataque. Sangre gotea de su hombro. Entonces,
levanta una daga en el aire y la ondea una vez.
Nuestra seal.
Varias cosas suceden a la vez. Flechas golpean a los dos Inquisidores que sostienen a
Raffaele. Una cortina de viento choca contra los otros Inquisidores cercanos a l, los arroja a
todos al agua en un coro de chillidos. Desde las profundidades de la laguna, dos baliras salen
a la superficie, cuerpos translcidos arquendose sobre la ruta donde Violetta y yo estamos
agachadas. Me presiono contra la piedra. Mi hermana me sigue. Las baliras envan mareas
rompiendo contra la plataforma, y rocan reluciente agua a travs de todo el estadio. Sus
ojos son de color negro con furia, sus llamados atronadores. Una de ellas da una voltereta en
el aire, sus enormes alas carnosas cayendo en picada hacia una lnea de Inquisidores al final
del camino de piedra. Ellos son arrastrados al agua. Otra ala enorme barre sobre nuestras
cabezas, arrojando a los Inquisidores ms cercanos a nosotros.
La otra balira tiene un jinete a bordo. Gemma. Me le quedo mirando mientras su
criatura se gira, lo que la permite estirarse y tomar la mano de Raffaele. Ella tira de l con
seguridad a bordo de la espalda de la balira.
Nuestro turno. Violetta llega con su energa, al mismo tiempo que extiendo la mano
con la ma. Ella tira de los poderes de Teren lejos de l. Ya en la plataforma, los ojos de
Teren se abren como platos, se tropieza hacia atrs un paso, luego se agacha en una rodilla
como si alguien le hubiera dado un golpe violento. Violetta inhala bruscamente. No va a ser
capaz de contener sus poderes por mucho tiempo.
Dejo caer nuestra invisibilidad. Por primera vez, estamos expuestas en la arena. Enfoco
toda mi concentracin y busco la energa del Enzo. En un instante, l se transforma de s
mismo en una copia exacta de Teren.
La arena irrumpe en una escena de caos. Todos a travs de las gradas, los clientes y sus
combatientes saltan al combate, atacando Inquisidores dondequiera que se encuentren,
enviando a las personas en estado de pnico. Algunos de los Inquisidores fijos en los postes
de piedra alrededor de la arena lucen a punto de unirse al duelo entre Teren y Enzo, pero
con los dos ahora iguales, parece que no puede decir cul es cul.
Enzo no espera. Salta hacia adelante, su daga levantada. Teren se las arregla para
elevar su espada justo a tiempo para encontrarse con la cuchilla de Enzo, pero en su
repentina debilidad, no puede desviarlo. Los dos caen de espaldas sobre el suelo, Teren
chilla cuando la espada de Enzo finalmente hace contacto, caliente y fuerte, cortando
profundamente en el hombro de Teren y quemando su carne. La segunda hoja de Enzo
busca a su corazn. Con rabia, Teren acuchilla a Enzo. Incluso ahora, l se las arregla para
forzar al prncipe a alejarse. Se tambalea a sus pies. Me toma un momento darme cuenta de
que se est riendo. Nos nota a Violetta y a m agachadas en el borde de la plataforma. Frunce
el ceo.
Ya era hora de que hicieras tu movimiento grita a travs del caos.
Las palabras apenas han salido de su boca cuando me doy cuenta de que los
Inquisidores, cientos, miles de ellos, estn inundando a la arena. Estbamos listos para l,
pero estaba listo para nosotros tambin. Las personas que nos rodean saltan de sus asientos,
gritando, y luchando por la salida ms cercana, pero Inquisidores cercan a todo el mundo.
Ser un bao de sangre aqu, si ganamos o no.
Entrecierro mi ojo. La oscuridad creciendo en m es abrumadora ahora, se alimentan
de la pena de todo un escenario de terror y furia. Extiendo la mano, apoderndome de esa
energa, encuentro a Teren, y tiro.
Se congela en medio de su ataque, y luego cae de rodillas. Grita de dolor mientras
conjuro la ilusin ms angustiosa que pueda reunir. Enzo lo envuelve en llamas, luego se
lanza hacia delante, apuntando a sus ojos.
Esto es todo. Mi corazn salta en la anticipacin. Va a matar Teren.
Algo fro empuja violentamente contra mi energa. Jadeo. Teren est peleando
conmigo. Mi ilusin en l vacila, entonces se rompe. Violetta pone una mano en la frente y
se tambalea hacia atrs.
No puedo aguantar me dice con voz ronca, antes de caer de rodillas. Fuera, en la
arena, Teren toma una profunda bocanada de alivio cuando su piel quemada comienza a
sanar. Empieza a luchar. La ventana de su herida fatal se est cerrando. Miro a mi hermana.
Sus ojos se voltean, y, exhausta, se desmaya en el camino. Mi concentracin se tambalea.
Violetta le grit, agarrando su brazo. Entonces miro hacia donde Enzo est
luchando con Teren. Mi ilusin sobre Enzo ha desaparecido tambin, y su oscura figura de
tnica en contraste rgida contra el uniforme blanco de Teren.
Djala! Cuando miro hacia arriba, veo a Michel de pie junto a nosotros, los ojos
desorbitados. Se nos ha unido en la plataforma. Iza a Violetta contra l. Hemos perforado
a travs de una de las entradas voy a sacarla. Vete!
No me muevo por una fraccin de segundo antes de asentir. Entonces Michel se la
lleva, y me dirijo de nuevo a la arena. Nunca en mi vida haba visto tantos Inquisidores. Sus
cifras pululan en las gradas, enfrentndose con los combatientes de Enzo. En el caos, me
subo en la pared que separa los asientos del centro de la arena, la tierra sobre el camino de
piedra que rompi las aguas, me cubro con un velo de invisibilidad, y corro hacia donde
Enzo y Teren estn luchando. Mi concentracin se coloca en su lugar, impulsada por el
pnico, y Enzo se convierte de nuevo una imagen especular de Teren.
Pero estoy demasiado cansada. Mis poderes estn empezando a deslizarse fuera de mi
control.
Me detengo a corta distancia de ellos. Luego presiono mis manos, me estiro, y tejo un
crculo de hilos de energa alrededor de Teren. Conjuro una docena de versiones de s
mismo, idnticos en todos los sentidos, cada uno de ellos arremetiendo contra el verdadero
Teren con dagas dibujadas. La ilusin es breve, pero funciona. Teren vacila por un
momento, de repente sin saber dnde buscar. Su enemigo est en todas partes a la vez.
Enzo, el verdadero Enzo, coge a Teren alrededor de su cuello. Trata de apualarlo en
los ojos, pero Teren logra torcer su rostro en el ltimo segundo. La cuchilla de Enzo corta a
travs de su cuello, dejando una profunda herida. Inmediatamente, comienza a sanar. Teren
deja escapar un gruido gorgoteante y golpea su cabeza hacia atrs, quitando a Enzo de
encima de l, entonces se tambalea hacia adelante y escupe sangre de la boca. No puedo
contener la docena de ilusiones ms. Las figuras desaparecen, una vez ms dejando Enzo
solo con Teren.
Teren est respirando pesadamente. Incluso l tiene sus lmites. Sus ojos se bloquean
en m otra vez. Me doy cuenta de que estoy demasiado cansada para mantener mi propia
ilusin de invisibilidad.
Ah lo tienes dice, en voz baja y ronca, su rostro cincelado se convirti en un rugido
aterrador. Su atencin parpadea lejos de Enzo mientras corre hacia m. Pequea
ilusionista.
Luego sucede.
Teren se lanza hacia m. Su espada me corta profundamente sobre mi pecho, cortando
a travs de mis ropas, y mi piel. El dolor me golpea en todas partes. Me caigo. Mi cabeza
golpea el suelo lo suficiente para hacer que mi mundo gire. De repente, todo se ralentiza.
Levanto mi mano y la veo manchada con mi propia sangre. Trato de alcanzar mi energa,
pero todo se mueve muy lentamente, y mis pensamientos se forman en piezas inconexas.
Ilusiones rotas parpadean a mi alrededor, mis poderes se vuelven inestables y
descontrolados. A travs de ello, Enzo se precipita hacia nosotros. Me he... golpeado la
cabeza...
Teren se apresura a m con su espada. Todo lo que veo son sus plidos ojos furiosos.
Una pesadilla.
Lo ataco a ciegas con mis ilusiones. Teren est all, desdibujado ante m. Trato de
gritarle, pero no puedo formar el pensamiento. Mis poderes chispean salvajemente fuera de
control. El rostro de Teren se transforma en Dante, luego de vuelta otra vez. Una memoria
encaja en su lugar. De repente veo ante m un milln de hilos brillantes. Lo mat en ese
callejn oscuro, en la noche que el rey muri. Lo mat con una ilusin de dolor extremo.
Llego hasta mi pecho, encontrando lo ltimo de mi fuerza, y tiro de la energa de
Teren. Que sienta agona como nunca antes. Deja que sufra. Pongo todo lo que tengo en
esto, dejando que mi odio hacia l fuera de control.
Teren deja escapar un grito desgarrador de dolor. Cae de rodillas.
Espera. Esto no est bien.
Parpadeo, confundida, tratando de aclarar mis pensamientos nebulosos. Mis ilusiones
siguen trabajando en l, salvaje y sin control y sin ataduras, ciegos. Ciegos. Entonces me doy
cuenta de por qu soy capaz de afectar a Teren. l no puede ser herido. Y Violetta no est
aqu para detenerlo.
Y ah es cuando me doy cuenta, con horror, que he atacado a Enzo en su lugar. Enzo
era el que haba corrido hacia m, se haba movido hacia m en un intento de protegerme.
Enzo es al que puse de rodillas.
Tiro de mis poderes al instante, pero es demasiado tarde. Teren, el Teren real,
aprovecha el momento. Toma la espada. La hunde en lo ms profundo en el pecho de Enzo.
Lo atraviesa por completo, el punto sangriento emergente de la espalda de Enzo justo entre
los omplatos.
No.
Enzo deja escapar un terrible grito de asombro. La boca de Teren se aprieta en triunfo.
Agarra la tnica de Enzo en un puo, y luego le da un tirn ms cerca, empujando la espada
an ms profundo. No me puedo mover. No se me ocurre. Ni siquiera puedo gritar. Mi
mano temblorosa lo alcanza, pero estoy demasiado dbil para hacer otra cosa. Todos mis
poderes se deshacen en el momento en que hubieran importado ms. Me esfuerzo por
recuperar el control, pero no hace ninguna diferencia ahora. Enzo se sacude en la hoja.
Teren tira de l cerca y se inclina hacia su oreja. De alguna manera, en medio del caos de la
arena, las palabras del Inquisidor lder suenan claras.
Yo gano dice. Por un momento, sus ojos se encuentran; los de Teren, plidos,
pulsantes, fuera de s; los de Enzo, oscuros, escarlata, muriendo. Entonces saca su espada.
Enzo cae al suelo. Corro a su figura cada, como si esto solo fuera una ilusin, pero se queda
quieto e inmvil. En algn lugar, la voz de Teren me alcanza. Gracias por tu ayuda dice.
Pongo mis manos en la cara de Enzo. Su nombre se cae de mis labios, ronca por el
dolor. Haba arremetido contra l con toda mi furia, pero esa furia era dirigida a Teren, o
realmente mi ira internalizada era para Enzo, por usarme, por darme esperanza? Tal vez
todava hay una oportunidad. l lucha, con sus ltimas fuerzas, para mirarme. Qu es lo
que veo all? Es la traicin? Estoy llorando, lgrimas llenan mi visin y se derraman por mi
mejilla. No hay nada que hacer.
Enzo me mira. Parpadea rpidamente mientras trata de decir algo, pero la sangre sale
borboteando de su boca. Tose. Motas rojas aterrizan en mi brazo. Miro con incredulidad
mientras sus ojos se encuentran con los mos por ltima vez. Entonces su vida se desvanece.
Slo as.
Mi mente se pone en blanco. El mundo gira en silencio.
El cielo sobre nosotros parpadea, luego se vuelve de un tono furioso de escarlata, una
visin de la sangre, profunda y oscura. Me agacho, mis manos rasgan el suelo, mis
emociones desbordndose, mi energa subiendo a un nivel que nunca haba sentido antes.
Mi mirada fija en Teren. Me arrojo impotente contra su invencible poder, tratando
desesperadamente de captarlo de alguna manera, de hacerle dao, hacerle dao, hacerle
dao. Pero no puedo. Soy una intil.
l me podra matar ahora mismo, si quisiera. Pero ya no usa su sonrisa misteriosa o su
diversin fra. Parece serio, grave y pensativo.
Tu lugar no est con ellos, Adelina Amouteru dice. Perteneces a mi lado.
De alguna manera, en algn lugar, una cortina de viento me levanta en el aire. Lucho
contra ella, queriendo quedarme en la arena. Quiero destruir a Teren. Pero siento los brazos
de Lucent envolverse alrededor de m, y luego tira de m hacia la parte trasera de una balira.
Por debajo de nosotros se encuentra los restos de la arena, los muertos y los moribundos, el
humo y la carnicera, los mantos blancos esparcidos en grupos, los cuerpos de los muertos
que haban luchado por Enzo.
Nada de eso importa ahora. El prncipe est muerto.
eren observaba a los Elites que huan, mientras el espritu del prncipe
abandonaba su cuerpo. Detrs de ellos hay Inquisidores en las espaldas de
baliras, persiguindolos. Teren mira durante un momento, el rostro muerto
de Enzo mientras ellos se iban. El rostro del joven prncipe era gris y sin vida,
los ojos cerrados y el corazn inmvil. La sangre mancha el suelo de la
plataforma de arena.
y que no estoy sola en absoluto, pero rodeado de los Dagas. Me quejo, luego vuelvo a mirar a
la persona que se sienta ms cerca de m.
Al momento que me muevo, todo el mundo se echa atrs con cautela alejndose.
Cuchillos aparecen en sus manos. Me congelo. Sus gestos envan un breve curso de emocin
a travs de m, sus miedos estimulando mi energa. Entonces el sentimiento desaparece,
reemplazado por un dolor agudo. Mis antiguos amigos. Tienen miedo de m.
La persona sentada ms cerca de m es Raffaele. l es el nico que no salta lejos. Sus
magulladuras y lesiones siguen siendo prominentes, el pmulo azul y prpura, el labio
desfigurado por un corte fino. Cicatrices rodean su cuello. Cuando Gemma se acerca a
alejarlo de m, sin embargo, l levanta una mano y sin decir nada la detiene. Ella se aleja.
Miro hacia ellos en silencio.
Dnde est mi hermana? le susurro finalmente. Mis primeras palabras.
Descansando asiente Raffaele una vez hacia m cuando ve mi expresin
alarmada. Ella est bien.
La brecha entre yo y los otros Dagas es espesa en el aire. Me doy cuenta a travs de la
niebla en mi cabeza de que todava no estn seguros de cul es el papel que jugu en la
muerte de Enzo. Las palabras me hacen una mueca de dolor. Mi energa se mueve y Raffaele
aprieta la mandbula.
Has matado a Dante, no? dice Lucent. Su voz no tiene nada de la irnica
diversin que recuerdo, nada de amistad reticente y confianza que haba empezado a ganar
de ella. Ahora no hay nada ms que ira, retenida slo en deferencia a Raffaele. La he perdido
por completo. Cmo lo hiciste?
Abro la boca, pero ningn sonido sale. De hecho haba matado a Dante. Lo hice por
retorcer sus dolorosas ilusiones tan severamente que su corazn sangro. Mi silencio es todo
lo que Lucent necesita, sus labios se tensan y un velo de temor y malestar cubre totalmente
la habitacin.
Fue un accidente Me ahogo. La nica cosa que parezco capaz de decir,
aparentemente.
Estabas trabajando con Teren? se apresura en decir Lucent. Es ah donde
desapareciste cuando te escapaste? Fuiste a ver a la Inquisicin? Has hecho algn tipo de
pacto con ellos? Su voz se eleva. Te dio las gracias por encima del cuerpo de Enzo. T
No! Puedo explicarlo. El pensamiento hace salir la ira de m y mis ilusiones
amenazaban girar fuera de control otra vez. Las reprimo en el momento. Pero el gesto hace
que Raffaele gire preocupados ojos hacia m. Gemma me estudia mordindose el labio. El
miedo sale de ella tambin. Mi corazn se retuerce. Nunca lo hara. Fue un accidente. Lo
juro por los dioses.
Bueno, Raffaele? dice Michel, cortando el silencio que sigue. Qu vamos a
hacer con ella?
La manera que Michel se dirigi a Raffaele y la forma que Gemma obedeci el simpe
gesto de la mano de Raffaele me dicen que los Dagas han designado un nuevo lder. Raffaele
niega hacia m una vez. Sus ojos estn cargados de tristeza.
Dijiste que podras explicarlo dice. As que dinos qu pas.
voluntad. Sabes lo poderosa que podras ser, si dominaras estas dos emociones y
aprendieras a utilizar las dos en ti misma y en los dems? Confiaba. Pens... Vacila por un
momento. Pens que tu adaptacin a la pasin te salvara. La energa de la pasin es
luminosa y clida, al igual que el color de las piedras preciosas. Es una luz en la oscuridad,
un incendio en la noche. Al principio pens que te hara ms segura, que si tenas alrededor
a aquellos a los que amabas, sera capaz de usar tu oscuridad a tu favor. Pens que esto
ayudara dominarte y posteriormente, te ayudara.
Lgrimas pican el rabillo de mi ojo. S en qu trayectoria van las palabras de Raffaele.
Raffaele baja sus suaves ojos como joyas.
Me equivoqu. La pasin es luminosa y clida... pero la pasin tiene un lado oscuro
tambin. Se enlaza con el miedo. Nuestros corazones se llenan de terror al pensar en el dao
a nuestros seres queridos, no es as? No se puede tener amor sin miedo. Los dos coexisten.
En ti, tu adaptacin a la pasin en su lugar alimento el miedo y la furia. Te hizo ms oscura.
Cuanto ms amas a alguien, ms inestables se convierten tus poderes. Tu creciente pasin
por Enzo te hizo voltil. Esto te llevo a la prdida del control sobre tus poderes, poderes que
haban crecido a fortalezas peligrosas. Eso, junto con tu ira y amargura, te han hecho
increblemente impredecible.
Qu ests diciendo? le susurro a travs de mis lgrimas.
Raffaele sigue estirando de mi energa y su suave toque enva ondas de tristeza
invadindome. Se siente culpable, me doy cuenta.
Adelina murmura. Oh. Jadeo con dolor repentino. Estoy sorprendido de que esto
es lo que finalmente me rompe el corazn. Nunca jams me llam simplemente Adelina
antes, ni siquiera cuando nos conocimos. Estaba rompiendo sus lazos afectuosos conmigo.
Le aconsej a Enzo desde el principio que te matara. l se neg.
Empiezo a llorar. Un recuerdo me llega, de mi tarde con Raffaele, cuando nos
sentamos juntos al lado de las doradas aguas de los canales de Estenzia, mirando las
gndolas pasar, cuando me cant la nana de mi madre. Dante tena razn. Raffaele, amable,
hermoso, sensual, a quien le tena cario con todo mi corazn, la nica persona en el mundo
que pens poda confiar del todo, la persona que devolv a los Dagas para ayudar a salvar,
nunca haba confiado en m a cambio. Amabilidad con condiciones. Era el ltimo hilo
suspendindome en la luz. Sin l, puedo sentirme en espiral hacia abajo, cayendo a un lugar
donde ya no puedo sentirme segura.
Incluso t le susurro a travs de mis lgrimas. Cmo pudiste? No necesito
preguntar para saber que Raffaele debe tambin haber sugerido a Enzo que matara al nio
que no poda controlar las lluvias. En cierto modo, Raffaele siempre haba sido el lder de los
Dagas. Fuimos alguna vez amigos? digo en voz baja. Alguna vez me tuviste cario?
Raffaele se avergenza. Puedo decir que le duele decirme esta verdad, que incluso
mientras l anhela darme un poco de consuelo, se detiene y endurece su corazn.
Mantuve mi consejo para l. Te entren lentamente porque no quera que
aprovecharas tus plenos poderes. Saba, desde el principio, que nos podra traer a todos
sufrimiento, inclusivo a ti.
Quin va a quererte, Adelina? Creas honestamente que podas escapar de quin
eres? Nunca vas a encajar en ningn lugar. El fantasma de mi padre se materializa a mi
lado, su respiracin pesada y fra contra mi piel, su voz familiar silbando en mi odo. Nadie
ms reacciona a su presencia, sin embargo. Es una ilusin que me tortura slo a m.
Podemos arreglarlo le digo. Mi mano se aprieta ms fuerte alrededor de la de
Raffaele. Un ltimo, frentico intento. Una vez me dijiste que haba rumores de una lite
que poda traer a los muertos de vuelta a la vida. Verdad?
Raffaele mueve su cabeza.
Te ests engaando a ti misma, Adelina dice suavemente y s que no est hablando
de la imposibilidad de traer a Enzo de vuelta. Est hablando del amor de Enzo por m.
Le importaba. Arriesg su vida por m. Con desesperacin, alcanzo mi energa y
conjuro una ilusin de emociones en torno a Raffaele, tratando de convencerlo de que Enzo
me am, aunque brevemente, incluso en un momento de debilidad, tratando de convencerlo
de que me tena cario. Mis palabras llegan ms rpido.
Voy a aprender cmo controlar mis poderes, lo prometo, puedo hacerlo la prxima
vez. Slo dame una oportunidad ms.
Raffaele cierra los ojos. Lo siento resistiendo la ilusin que est tejida a su alrededor.
No lo hagas susurra.
Por favor le susurro con voz ahogada. Siempre has sido amable conmigo. No me
dejes atrs, te lo ruego. Voy a estar perdida sin ti. Qu voy a hacer? Cmo voy a aprender?
Cuando Raffaele abre los ojos de nuevo, se ven brillantes por las lgrimas contenidas.
Se estira para apartar el cabello de mi lastimada cara.
Tienes bondad en tu corazn dice. Pero t oscuridad abruma todo; tu deseo de
hacer dao, destruir y vengar es ms poderoso que tu deseo de amar, ayudar e iluminar el
camino. He alcanzado los lmites de mi conocimiento. No s cmo entrenarte.
Belleza y dolor van de la mano, deca siempre mi padre. Por un instante, fantaseo
con hacerle a Raffaele sentir el dolor que me est dando, forzndole a esconderse ante m,
en agona. Qu satisfactorio sera. Mi energa se hincha en anticipacin. Entonces retrocedo
con horror a la chispa de alegra que sent por un acto tan depravado. Tiene razn acerca de
m. l siempre ha tenido razn.
Raffaele aprieta sus labios. Las lgrimas ya no brillan en sus ojos. Quizs me las
imagin todo el tiempo.
Puede pasar la noche aqu dice. Pero por la maana, t y tu hermana necesitan
salir. Es mi deber proteger a los Dagas y ya no siento que podemos estar a salvo contigo
entre nosotros. Lo siento.
Me est echando. Ya no soy una de ellos.
La oscuridad se tuerce dentro de m, inundando las orillas de mi conciencia. Veo todas
las veces que he entrenado con Enzo, cmo salv mi vida y me llev dentro, cmo nos
besamos, el resplandor de su silueta en la oscuridad, la forma en que su cabello caa, suelto y
rebelde, por encima de sus hombros, su expresin suave. Entonces veo la noche de la
tormenta, cuando mi padre hizo un trato para venderme, la primera vez que llam a mis
ilusiones en medio de una lluvia torrencial, la verdadera razn por la cual Enzo eligi
salvarme el da de la ejecucin, todas las veces que he estado herida y maltratada, dejada
atrs y abandonada, la estaca de hierro, el fuego y la gente cantando a continuacin,
desendome muerta y desaparecida, los plidos ojos de Teren devolvindome la mirada, los
Dagas, mi entrenamiento, la cara burlona de Dante, la traicin de Raffaele. La ambicin
arremolinndose en m alcanza su punto mximo, desviando mi tristeza, fusionando con mi
ira, el odio y el miedo, mi pasin y curiosidad. Los susurros que se esconden en el fondo de
mi mente ahora saliendo a la luz, sus dedos largos y huesudos, contentos por la libertad que
les estoy dando. Son los Dagas diferentes a tu padre, quien quera venderte para saldar
sus deudas?, me dicen. De Teren, quien quera usarte para llegar a los Dagas? Incluso el
entrenamiento en la cueva, oculto bajo tierra, no se alejaba de las mazmorras de la
Inquisicin.
Tal vez simplemente cambi una oscura celda de prisin por otra. Nunca nadie me dio
su cario sin esperar algo a cambio.
Son ellos diferentes?
Son todos iguales?
Todos quieren usarte, utilizarte, necesitndote hasta que consiguen lo que quieren y
luego te echan a un lado.
Todo lo que Raffaele vio en m el da de mi prueba es verdadero. Juntas, la alineacin
de mi energa se arremolina dentro de m, movediza y poderosa. Estoy temblando.
Raffaele siente el creciente poder en m, porque una nota de temor se cierne sobre l.
Aun as, no se mueve. Me enfrenta con total determinacin, negndose a dar marcha atrs.
No lo hagas. Concntrate. Contrlalo. La nica manera de reprimir mi energa es borrar
mis emociones y por lo tanto las cierro apartando cada una, de una en una. Mi tristeza se
convierte en ira y despus en furia helada. Mi alma se enrosca sobre s misma en defensa.
Estoy perdida. Estoy verdaderamente perdida.
No me arrepiento.
No tienes derecho a juzgarme le susurro, mirando alrededor a los otros. Ustedes
pertenecen a una sociedad que prospera en el asesinato. T no eres mejor.
Raffaele slo devuelve mi mirada con la suya al mismo nivel. Asiente hacia los dems
para que salgan. Lucent empieza a protestar, luego suspira y me echa una ltima mirada
antes de seguir a Gemma y Michel por la puerta. Raffaele y yo somos los nicos que quedan
en la habitacin. Por un momento, aunque sea breve, la dulzura de su rostro se desvanece
para revelar algo duro y oscuro.
El asesinato es un medio para un fin dice finalmente, inclinando ligeramente la
cabeza hacia m. Esta vez, el gesto parece ms astuto que coqueto. No es una actividad por
placer.
Si me echas de la Sociedad de los Daga, entonces voy a formar la ma. Estoy cansada de
perder. Estoy cansada de ser utilizada, herida y tirada a un lado.
Es mi turno para usar. Mi turno para herir.
Mi turno.
Ests cometiendo un error le digo. Mi voz se levanta plana y fra. La voz de alguien
nuevo. Al no matarme ahora.
No responde Raffaele. No lo hago.
Finalmente se levanta. Sus manos se separan de las mas. Camina hacia la puerta con
su distintiva gracia, luego se detiene justo ante ella.
Adelina dice, girndose. La mirada en sus ojos amenaza con quebrarme. Yo
tambin lo amaba.
Despus me deja y estoy realmente sola.
vendas, desgarrndose de nuevo, pero no me importa. Odio todo de mis marcas, quiero que
se vayan, han trado sobre m todo el dolor y el sufrimiento en mi vida, me han quitado todo
lo que me importa. En este instante, ninguno de mis poderes me da alegra. Todava estoy
sola, rota y pequea, la mariposa luchando por vivir en la hierba. Tal vez ser mejor si Teren
gana. Que nos destruya a todos. Que nuestras marcas desaparezcan de este mundo y
termine nuestra lucha.
Tengo que deshacerme de esta marca. Una y otra vez corto, cortando mechones de mi
cabello y soltando las hebras rotas a mi alrededor. En mi frenes, la hoja pellizca mis dedos y
mi cuero cabelludo, dejando cortes. Me balanceo en mi silla, y luego caigo al suelo. El color
rojo empaa mi visin, mezclndose con el gris.
Adelina!
En algn lugar en medio de mi frenes hay una pequea voz clara. Entonces Violetta
est aqu, en mi habitacin, con sus manos agarrando las mas, sus splicas caen en odos
sordos. Me alejo de su alcance, saltando sobre mis pies, y contino cortando mi cabello.
Sultame siseo, saboreando la sal y el agua en mis labios.
Alguien me quita el cuchillo de las manos, dejndome indefensa. En mi furia ciega,
arremeto contra mi hermana con mis ilusiones, tratando de obligarla a devolverme el
cuchillo, pero Violetta tuerce mi poder. El repentino estallido de energa que deja mi cuerpo
me roba el aliento. Suspiro, luego me agarro a mi mesa mientras mis rodillas se doblan. Los
brazos de Violetta estn a mi alrededor; me est bajando con cuidado al suelo. Todo a
nuestro alrededor son mechones de mi cabello, plateado y gris coloreados por la
luna. Violetta me acerca en un fuerte abrazo. Me aferro desesperadamente a ella,
aterrorizada.
Puedo sentir que estoy enloqueciendo susurro, mi voz cortada por los sollozos.
La oscuridad se filtra un poco ms cada da. Qu he hecho? Cmo puedo ser as?
Puedo hacer que se detenga. Con el tiempo puedo aprender a quitrtelo para
siempre. Sus palabras suaves atraviesan las voces airadas que envenenan mi mente. Ella
duda. Puedo salvarte.
Las palabras exactas de Teren salen de la boca de mi hermana. Me estremezco
alejndome.
No espeto. Devulvelo.
Los ojos de Violetta brillan con lgrimas.
Va a destruirte.
Djalo. No me importa.
Devulveme mi poder, te lo ruego. No puedo vivir sin l.
Violetta estudia mi rostro. No frecuentemente veo nuestro parecido pero aqu, en
esta luz de la luna plida, sus ojos se vuelven los mos, mi cabello se convierte en el suyo, y la
tristeza en su rostro me rompe el corazn con tanta seguridad como la ma debe romper el
suyo.
Finalmente, Violetta lo suelta; mi energa viene corriendo hacia m, dndome vida y
libertad. Atrapo los hilos y los mantengo cerca. Esto es todo lo que tengo que es mo.
Maeve levanta las pieles alrededor de su cuello, preparndose contra los vientos en
frente de las puertas, y luego vuelve su atencin al hombre encadenado arrastrndose a sus
pies. Unos adornos diminutos cuelgan en su cabello tintineando junto con el viento. El
tercer preso hoy. Ella suspira. Si voy a pasar un da matando gente, debera al menos estar
en el campo de batalla. Disparar flechas a dbiles prisioneros tambaleantes no es divertido
en absoluto.
Detrs de ella, en una lnea perfecta, se encuentran sus seis hermanos mayores. A su
lado, su tigre blanco de Beldish est sentado con languidez, mirando al prisionero con
perezosos ojos dorados, su pelaje largo y grueso manchado con franjas de oro. Coincide con
las lneas feroces de oro pintadas en el propio rostro de Maeve. Increble, realmente, cunto
un delgado tigre adolescente tomado de los bosques de los Skylands del norte puede crecer
en un ao.
Apoya una mano en la empuadura de su espada.
Tienes una confesin? le dice al prisionero. Su voz suena baja, dura, y spera,
igual que la de su madre, lo suficientemente elevada como para que el pblico escuche.
Habla, para que pueda decidir si eres merecedor de una muerte rpida.
Maeve apenas puede entender la respuesta del prisionero a travs de sus sollozos. Se
arrastra tan cerca de ella como puede, hasta que los guardias lo flanquean empujndolo
hacia atrs. Se las arregla para rozar con los dedos sucios los bordes de sus botas.
Su alteza se las arregla para decir con su voz temblorosa. Gira la cabeza hacia ella,
con los ojos hmedos y suplicantes, y limpia las lneas de tierra y sangre que pintan su
rostro. Maeve arruga la nariz con disgusto. Es difcil creer que este hombre una vez fue de la
nobleza. Tengo mi confesin. He avergonzado a esta tierra que la Santa Fortuna ha
bendecido. No merezco vivir. Su alteza real, soy su humilde
Su confesin, sir Briadhe le interrumpe, su tono aburrido. Ella lleva sus trenzas
altas de acuerdo a la moda guerrera de hoy, feroces cuerdas de mechones entrelazados
atraviesan cada lado de su cabeza, levantando su cabello como los pelos de punta en la
espalda de un lobo. La mitad de su cabello es rubio oscuro; la otra mitad es negro
medianoche. La gran diosa Fortuna, guardiana de Beldain, la haba bendecido con esta
marca, entre otras cosas.
Los sollozos del prisionero continan. Confiesa con los labios temblorosos, algo sobre
el adulterio y aventuras, rabia y asesinato, cmo mat a su esposa con una pualada en la
espalda. Cmo sigui apualndola incluso despus de que ella hubiera muerto.
La audiencia murmura en voz baja mientras habla. Cuando termina, los ojos de Maeve
recorren la escena, considerando el castigo apropiado. Despus de un momento, mira hacia
el prisionero.
Sir Briadhe dice. Saca la pesada ballesta de su espalda. Voy a hacer un trato.
ojos.
El hombre levanta la vista hacia ella, una rfaga repentina de esperanza ilumina sus
Un trato?
S. Mira detrs de ti. Ves este largo puente en el que nos encontramos? Cmo nos
lleva ms all de los jardines del palacio a la ciudad? Maeve asiente a la distancia mientras
empieza a colocar una flecha en su ballesta. Llega al final del puente antes de que cuente
hasta diez, y te despojar de tu ttulo y te permitir vivir en el exilio.
El prisionero jadea. Luego se arrastra hacia Maeve de nuevo y empieza a besar sus
botas.
Lo har dice en un apuro. Lo har, gracias, princesa, gracias, su alteza.
Y bien? dice Maeve mientras los guardias lo arrastran sobre sus pies. Ella aprieta
su agarre en la ballesta. Los guardias se hacen a un lado, dejando al hombre balancearse por
su cuenta. Ser mejor que te vayas.
Levanta la ballesta en su hombro y comienza a contar.
Uno. Dos.
El prisionero entra en pnico. Se da la vuelta, recoge sus cadenas, y comienza a correr
lo ms rpido que puede. Se tropieza con sus cadenas en el apuro, pero se las arregla para
sostenerse a tiempo. La multitud empieza a cantar, entonces grita. Maeve mira de reojo la
lnea de su ballesta. Sigue contando.
Siete. Ocho. Nueve.
El prisionero es demasiado lento. Maeve deja la flecha volar. Mismo crimen, su madre
siempre deca, mismo castigo.
Esta lo golpea de lleno en la pantorrilla. l grita, luego se derrumba en un
montn. Frentico se levanta de nuevo, luego se tambalea hacia adelante. Maeve coloca con
calma otra flecha, luego la levanta y dispara de nuevo. Esta vez, apunta a la otra
pierna. Acierta. El hombre cae con fuerza. Su llanto perfora el aire. La multitud la alienta. El
prisionero se encuentra a pocos metros del ltimo poste, comienza a arrastrarse sobre sus
codos.
negros y eso muy bien podra matar a todos en el patio del palacio. Pero no lo hace, y l
permanece en silencio.
Has dormido bien, Tristan? dice.
Bastante bien responde el joven finalmente.
Sabes lo que he sabido hoy? Kenettra tiene un nuevo gobernante, y los Jvenes
Elites del pas estn en guerra.
Trgico responde Tristn. De alguna manera, en los ltimos meses, sus
conversaciones se haban finalmente desvanecido en breves frases. Cada da, la luz de sus
ojos se haca ms distante.
Ella traga saliva, tratando de ignorar la forma en que su silencio retuerce su corazn.
Tenan slo un ao de diferencia, ella y Tristn, y l sola ser tan hablador, hasta el punto en
que le gritaba que la dejara sola. Pasaron esos largos das en el bosque con Lucent. Cierra los
ojos y piensa en regresar cinco aos atrs. El accidente. La muerte de Tristn. El destierro
de Lucent. El descubrimiento de Maeve.
Ella an recuerda cmo visit el Inframundo en sus pesadillas, poco despus de que
Tristn fuera asesinado. Haba tenido sueos del reino de los muertos antes, pero esa noche
fue diferente. Estaba all, fsicamente all, nadando a travs de las aguas oscuras en un
intento de encontrar a su hermano. Lo haba encontrado. Y lo llev de nuevo a la
superficie. Un milagro, un poder de los dioses. Magia, la gente dira que es ahora, el don de
los Jvenes Elites. Pero nunca le dijo a nadie lo que haba hecho, todo el mundo
simplemente asumi que Tristn nunca haba muerto en realidad. Ella mantuvo su poder en
secreto, incluso a su madre, incluso en sus raras cartas a Lucent. Slo su sociedad de lites
lo saba. Si se corra la voz, las puertas del palacio se llenaran de gente de todo el mundo,
rogndole que reviviera a sus seres queridos. Era mejor mantener un perfil bajo.
Durante los primeros aos despus de su regreso, Tristn fue el mismo de
nuevo. Vivo. Normal.
Luego, lentamente, comenz a cambiar.
Maeve sonre tristemente ante el silencio de su hermano, luego toca su mejilla. Puede
sentir su fuerza, incluso ahora, un extrao, poder innatural que recorre su cuerpo que slo
ella, que eligi traerlo de vuelta, tiene el poder de liberar en el enemigo de su eleccin.
Ven dice ella. Tengo que hacer una visita a Kenettra.
rase una vez, una chica que tena un padre, un prncipe, una sociedad de amigos.
Luego la traicionaron, y ella los destruy a todos.
Adelina Amouteru ha sufrido a manos tanto de su familia como sus amigos,
conducindola por el amargo camino de la venganza. Ahora conocida y temida como la Loba
Blanca, ella y su hermana huyen de Kenettra para encontrar otros Jvenes lites con la
esperanza de construir su propio ejrcito de aliados. Su objetivo: derribar el Eje de la
Inquisicin, los soldados de capa blanca que asesinaron a su amor, el prncipe heredero,
Enzo Valenciano.
Pero Adelina no es ninguna herona. Sus poderes, alimentados solo por el temor y el
odio, han empezado a crecer ms all de su control. No confa en sus recin descubiertos
amigos lites. Teren Santoro, lder de la Inquisicin, la quiere muerta. Y sus antiguos
amigos, Raffaele y la Sociedad de la Daga, quieren detener su sed de venganza. Adelina
lucha por aferrarse a lo bueno que hay en ella. Pero, cmo puede alguien ser bueno, cuando
su misma existencia depende de la oscuridad?