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EL AMOR EN LOS SONETOS DE SHAKESPEARE Y GNGORA:

DOS REACCIONES ANTE EL PETRARQUISMO


Natalia Fernndez Rodrguez
Universitat Autnoma de Barcelona

RESUMEN
Desde los cnones ms ortodoxos del amor petrarquista, se considera la produccin potica
de dos genios de la literatura universal, William Shakespeare y Luis de Gngora, para ejemplificar dos formas de abordar el amor desde los catorce versos de un soneto; dos formas
muy distintas pero que tienen en comn el enfrentamiento ms o menos apasionado a las
convenciones que forjaron su propia sensibilidad lrica.
PALABRAS CLAVE: Gngora, Shakespeare, petrarquismo, soneto, antipetrarquismo.

Love feeling in Shakespeares and Gngoras sonnets: two reactions against Petrarchism.
This paper is focused on the poetic production of two geniouses of universal literature,
William Shakespeare and Luis de Gngora, from the point of view of the orthodox canon
of Petrarchism in order to exemplify two paths of dealing with love through the fourteen
verses of a sonnet; two different paths which share the more or less passionate confrontation
towards the conventions that modelled their own lyrical sensitivity.
KEYWORDS: Gngora, Shakespeare, petrarchism, sonnet, antipetrarchism.

PETRARQUISMO Y ANTIPETRARQUISMO
Desde que en 1501 el cardenal Pietro Bembo recuperase y editase las Rerum
vulgarium fragmenta de Francesco Petrarca (1304-1374), la nueva sensibilidad
renacentista hall en los versos del aretino su caudalosa fuente de expresin potica.
En los sonetos del Canzoniere, se remodelaba la retrica del finamor provenzal y del
dolce stil nuovo, aadiendo esas fuertes dosis de lirismo e introspeccin que llegaran
a convertir los poemas in vita e in morte di Madonna Laura en un autntico declogo di una esperienza damore (Baldacci, citado por Manero Sorolla, p. 116). Pero
el petrarquismo es mucho ms que un compendio de tropos para ensalzar la belleza
de la dama o calibrar la fuerza de la pasin; el petrarquismo refleja toda una forma
de interpretar el mundo y el hombre o, ms bien, de situar al hombre en el mundo.
Este componente existencial y humano de los endecaslabos petrarquescos los situ

REVISTA DE FILOLOGA, 27; enero 2009, pp. 75-87

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ABSTRACT

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en un lugar privilegiado ante una mentalidad que hizo del explicarse a s misma su
principal meta intelectual y espiritual: la renacentista.
Desde sus inicios, y en su propia cuna italiana, la imitacin petrarquista hallar detractores ms o menos acrrimos. Pero sern las inevitables transformaciones
acarreadas por el paso del tiempo y las sucesivas reinterpretaciones del modelo las que,
paulatinamente, irn empujando al universo global del Canzoniere hacia su completa
disolucin. William Shakespeare y Luis de Gngora, casi estrictamente contemporneos, viven en ese lapso intermedio en el que la imitacin petrarquista, sin haberse ni
mucho menos agotado, se va remodelando en funcin de una nueva esttica y, ante
todo, de una nueva mentalidad. En ninguno de los dos casos podremos hablar, por
tanto, de una fidelidad plena a aquel modelo o modelos que haba marcado las
directrices de la creacin potica en la Europa quinientista. Pero en sus sonetos de
amor se adivina, intacta, la huella del aretino bajo una superficie de automatizacin,
acumulacin o, incluso, autntico afn de ruptura. Es inevitable acudir al cdigo
petrarquesco al tratar de valorar el quehacer lrico de unos genios que, cronolgicamente,
se convertan en herederos directos de quienes lo haban perfeccionado en sus respectivas tierras. Los ecos de Sir Thomas Wyatt y Henry Howard, Garcilaso de la Vega y
Fernando de Herrera, resonaban con fuerza todava en los aos finales del siglo XVI,
cuando Shakespeare y Gngora, a punto de verse iluminados por la estela barroca,
dan sus primeros pasos en la complejidad tcnica del soneto.
En pequeos mundos de catorce versos, ambos irn dejando translucir su
espritu y el de su poca, y ambos dejarn constancia de que algo est cambiando. Pero
el diferente cariz de su reaccin ante algo que era mucho ms que una norma esttica,
convierte sus poemarios en dos exponentes distintos de un nico fenmeno: la progresiva disolucin del petrarquismo como esencia de la expresin lrica del sentimiento
amoroso. Mientras que Shakespeare transgreder consciente e intensamente el canon
desde su base, Gngora ilustrando una peculiaridad espaola dejar que el ms
ortodoxo de los petrarquismos que de pura acumulacin dejar de serlo conviva
con su propia parodia, a veces demasiado sutil. En todo caso, la cosmovisin impresa
en los versos del Canzoniere, y matizada durante una centuria por el espritu renacentista,
late en nuestros Sonnets y sonetos sometida a la irrevocable y letal labor del paso del
tiempo. No queda mucho de aquellas rimas emocionadas, y casi msticas, que celebraban la Belleza de una Laura cuya realidad histrica poco importa. Y, sin embargo, slo
se podrn comprender en su autntica dimensin algunos aspectos del amor potico
shakespeareano o gongorino si las tenemos, en todo momento, presentes. A propsito
de Shakespeare son bien significativas las palabras de Maurice Evans: Shakespeares
sonnet drama is most profitably approached, I think, through the orthodox petrarchism
against which it is a reaction (p. XV).
EL LEGADO DE PLATN Y EL MATERIALISMO BARROCO
La Laura petrarquesca es una de las grandes amadas de la literatura universal. Sorteando el prejuicio eclesistico, la revalorizacin de lo femenino que trajo
consigo la lrica trovadoresca y la posterior divinizacin de ese amor en torno a la

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figura de la Virgen Mara, convirtieron a la mujer en una especie de diosa, una


donna angelicata, a la que el poeta no poda menos que adorar y servir. Con Petrarca,
la idealizacin se relativiza sin perder ni un pice de intensidad: su amada, siendo
humana, est revestida de cualidades divinas que la hacen etrea e inaccesible. Esta
potica del amor petrarquista, con su veta de irrealidad, trascendencia e idealizacin, se fusion naturalmente con la eclosin neoplatnica del Quinientos. Pietro
Bembo desarroll la labor indita de convertir a la mujer en objeto de amor platnico (Manero Sorolla, p. 123), de manera que la tratadstica amorosa que proliferar desde principios de la nueva centuria dejar unidos para siempre al poeta y al
filsofo. Desde Italia irradiar, pues, una alianza indestructible entre Petrarca y Platn.
Y juntos irn llegando a toda Europa y erigindose en modelo y referente de las
quejas poticas de amor durante, al menos, un siglo.
Reflejo de la Belleza suma del Creador, la contemplacin de la amada a
veces paciente, a veces atormentada pone a su cantor en contacto con la pureza
del Absoluto y, una vez ms, la humillacin, el vasallaje y la retrica de la religio
amoris tie los versos inmortales del aretino. En Gngora vamos a encontrar algunas formulaciones de esta subyugacin del enamorado ante su dama:

Pero pronto iremos viendo que, en la poesa amorosa gongorina, los ms


arraigados tpicos petrarquistas se personalizan por la va de la acumulacin. La
dama es ensalzada en funcin de una belleza cannica e idealizada, pero en ningn
caso se perfila esta hermosura como va de acceso a una divinidad trascendente. La
amada que no tiene un nico nombre no es una donna angelicata, ni tan siquiera un reflejo de Dios, sino justamente lo contrario, un ngel fieramente humano.
El trmino de la comparacin se invierte confirindole un grado de realidad que
slo puede ser tmido indicio de la irrupcin del aristotelismo barroco en los versos
gongorinos. Y, de hecho, bajo el aura mtica de algunas referencias arcdicas o mitolgicas, subyacen pequeas porciones de vida cotidiana, de instantes que se han
eternizado gracias a la magia del verso, pero que slo son momentos sorprendidos
por una mirada: el arroyo que refleja el rostro de la por quien helar y arder se siente
el poeta, la ninfa que recoge flores para confeccionar una guirnalda, el llanto desconsolado de su pastora soberana, el pie herido que tie de rosicler la nieve... Son
escenas captadas en su desarrollo y cuya intensidad emotiva no procede de su vinculacin directa con lo trascendente sino de su fuerte pulsin vital. Posiblemente el
ejemplo ms vvido de todo esto lo encontremos en un soneto henchido de un
sutilsimo barroquismo:

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Cito por la edicin de Birut Ciplijauskait.

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dolo bello, a quien humilde adoro,


oye piadoso al que por ti suspira,
tus himnos canta, y tus virtudes reza (53)1.

Ya besando unas manos cristalinas,


ya anudndome a un blanco y liso cuello,
ya esparciendo por l aquel cabello
que Amor sac entre el oro de sus minas,
ya quebrando en aquellas perlas finas
palabras dulces mil sin merecello,
ya cogiendo de cada labio bello
purpreas rosas sin temor de espinas,
estaba, oh claro son invidoso,
cuando tu luz, hirindome los ojos,
mat mi gloria y acab mi suerte.
Si el cielo ya no es menos poderoso,
porque no den los tuyos ms enojos,
rayos, como a tu hijo te den muerte (60).

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La carga sensualista que inunda estos catorce versos convierte a la dama


gongorina en una mujer de carne y hueso, aunque idealizada por el mismo canon
esttico que haca de Laura una imagen de Dios. En las manos barrocas de Gngora,
lo espiritual se materializa y lo sacro se profana hasta el punto de convertir la gloria
del undcimo verso en una unin de carcter puramente fsico, mediatizada, eso s,
por la nebulosa del sueo2.
Shakespeare tambin se mostrar, en ocasiones, plenamente apegado al cdigo trovadoresco tradicional:
Lord of my love, to whom in vassalage
thy merit hath my duty strongly knit,
to thee I send this written ambassage,
to witness duty, not to show my wit (XXVI)3.

Sacados de su contexto4, nada parece alejar los versos shakespeareanos de la


ortodoxia del amor corts, asumida y remodelada por Petrarca y sus seguidores como
veamos arriba. Sin embargo, hay un aspecto esencial que condicionar la significacin
de toda la secuencia y colocar los Sonnets en un eslabn autnomo en la cadena evolutiva del petrarquismo: los ciento veintisis primeros poemas entre los que se inclu-

2
Y es este juego entre realidad e irrealidad lo que convierte, creo, al poema en un emblema de barroquismo.
3
Cito por la edicin de Agustn Garca Calvo.
4
Al contrario de lo que sucede en el caso de Gngora, donde tenemos una serie de poemas similares entre s pero independientes, los Sonnets de Shakespeare constituyen una secuencia
unitaria, coherente aunque enormemente compleja, en la que cada uno de los sonetos debera ponerse en relacin con todos los dems. Evidentemente, esto no limita la posibilidad de analizar cada
poema como una obra autnoma, pero para una comprensin ms detallada del fenmeno potico
shakespeareano hay que abordar la coleccin de manera global. Por eso, al hablar del contexto de
estos versos, no me estoy refiriendo exclusivamente al poema en el que forman un primer cuarteto,
sino al conjunto de sonetos.

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ye el que nos ocupa estn dedicados a un hombre, al lovely boy, algo que independientemente de posibles interpretaciones biografistas carentes ahora de inters constituye una alteracin bsica de una norma potica ya convencional. El depositario de
esa excelsitud que se le atribuye a Laura es aqu un thou masculino, cuya exaltacin ya
no pasa tanto por convertirlo en reflejo inasible de Dios como por fusionarlo con el
propio sujeto lrico en una comunin mental portadora de la excelencia espiritual.
Junto a expresiones en clara desarmona con la tradicin de la lrica amorosa, Shakespeare
deja translucir en sus versos algunas imgenes plenamente imbuidas de ortodoxia, pero
que han de interpretarse a partir de esta ruptura de base:
As easy might I from myself depart
as from my soul, which in thy breast doth lie (CIX).

El corazn del ser amado como morada del alma del poeta... una formulacin tradicional que, en manos del genio shakespeareano y a la luz del corpus de su
obra potica, remite a la idea platnica de la superpersona, de una comunin mental trascendente entre los dos enamorados. Es el matrimonio de almas verdaderas,
the marriage of true minds, que se perfila en el soneto CXVI y que sugiere algunos
aspectos esenciales de este amor lrico shakespeareano:

El amor verdadero del poeta ingls es un Amor con maysculas, segn la


ontologa platnica, un Amor eterno y absoluto que no vara... Loves not Times
fool... y que depende de una unin mental, con ese Lord of my love, masculino, que
veamos arriba. Como en Petrarca, el amor posee una dimensin enriquecedora que
revierte en el propio sujeto lrico, pero aqu no se trata tanto de ver en el ser amado
la grandeza de Dios como en formar un nico ente espiritual y avanzar unidos: and
by a part of all thy glory live. Y es que, a pesar de la transgresin que, para el canon
petrarquista, implica el convertir a un hombre en destinatario de los versos, no
debemos olvidar que el objeto del amor platnico puro, tal como fue plasmado en
el Banquete y teorizado por Marsilio Ficino, era el puer formosus, antepasado directo
del lovely boy shakespeareano. El genio ingls difumina la fusin entre platonismo y
petrarquismo que haba inaugurado Pietro Bembo, y se decanta por una formulacin cannica del amor verdadero segn la ontologa de Platn, un amor entre
personas del mismo sexo, nico capaz de asegurar la comunin espiritual que asegura su autenticidad y existencia: Platos basis of discrimination was that love between
different sexes must be carnal while between those of the same sex could be spiritual
(Campbell, p. 159). Sobre esta base radica la oposicin entre lo masculino y lo
femenino que subyace a toda la secuencia shakespeareana y que se extrapola a una
dicotoma esencial en los Sonnets: amor verdadero vs. lujuria.
Cuando Luis de Gngora define el amor, se expresar con trminos muy
similares a los que atribuye Shakespeare a la pasin carnal:

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Let me not to the marriage of true minds


admit impediments: love is not love
which alters when it alteration finds
or bends with the remover to remove.

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La dulce boca que a gustar convida


un humor entre perlas distilado,
y a no envidiar aquel licor sagrado
que a Jpiter ministra el garzn de Ida,
amantes, no toquis, si queris vida,
porque entre un labio y otro colorado
Amor est, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engaen las rosas, que a la Aurora
diris que aljofaradas y olorosas,
se le cayeron del purpreo seno;
manzanas son de Tntalo, y no rosas,
que despus huyen del que incitan ahora
y slo del Amor queda el veneno (70).

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Thexpense of spirit in a waste of shame


is lust in action; and, till action, lust
is perjured, murdrous, bloody, full of blame,
savage, extreme, rude, cruel not to trust;
enjoyed no sooner but despised straight;
past reason hunted, and, no sooner had,
past reason hated, as a swallowed bait
on purpose laid to make the taker mad,
mad in pursuit, and in possession so,
had, having, and in quest to have, extreme;
a bliss in proof and proved, a very woe;
before, a joy proponed; behind a dream.
All this the world well knows, yet none knows
to shun the heaven that leads men to this hell (CXXIX).

En una actitud moralizante muy de su poca, Luis de Gngora sataniza el


amor en funcin de su carcter efmero y, en consecuencia, engaoso. Una vez ms,
la expresin potica de ese Amor del sptimo verso se logra por medio de un campo
semntico de indudable carga sensual dulce, gustar, toquis, aljofaradas, olorosas. Y
es que, en Gngora, al contrario de lo que suceda en Petrarca y en sus seguidores
directos, no tenemos indicios claros de esa progresin armnica de lo fsico a lo
espiritual que se haba convertido en uno de los ndices definitorios de la cosmovisin
renacentista. Para nuestro gran poeta barroco, y en clara consonancia con las directrices ideolgicas de su tiempo, lo sensible adquiere una entidad propia que se opone de raz a lo trascendente en funcin, sobre todo, de su fugacidad. El amor humano nunca puede constituir por s mismo una va de acceso a niveles superiores de
espiritualidad y, al limitarse al mbito de lo mundano, est sometido inevitablemente a ese imparable devenir que cobrar matices tan trgicos en el Seiscientos.
Shakespeare somete la pasin carnal a un rasero ontolgico del que sale malparada:
la lujuria tambin es engaosa, efmera y daina, pero a diferencia de lo que sucede
en el poema gongorino, al deseo fsico puro nunca se le llama Amor. Para Shakespeare,
el Amor tiene un componente espiritual ineludible. Y, sin embargo, tampoco pode-

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mos decir que estemos ante una actitud petrarquista cannica. Lo que encontramos
en los Sonnets es una dicotoma absoluta entre el verdadero amor y la lujuria, pero
sin que el deseo quede excluido del primero:
Then can no horse with my desire keep pace;
therefore desire, of perfectst love being made,
shall neigh, no dull flesh, in his fiery race (LI).

Una de las claves de la actitud shakespeareana respecto al amor es justamente


esta oposicin entre el deseo tejido en puro amor y la bruta carne: la pasin sexual ser
real siempre y cuando venga revestida de un sentimiento constante, algo en plena
consonancia con el platonismo puro: sensual beauty and desirability are for Platonism
shadowy surfaces which only give onto real solid if they belong to a beautiful and
constant inner nature (Campbell, p. 154). Shakespeare plantea una abierta reivindicacin de la dignidad potica y sobre todo ontolgica del deseo que singulariza su obra y que, en ningn caso, encontraremos en la estela del petrarquismo.

Con la dicotoma bsica entre el amor espiritual y el amor carnal enlaza un


aspecto que ha llamado la atencin de la crtica en torno a los Sonnets y que siempre
se ha esgrimido como prueba incontrovertible de su antipetrarquismo: el tratamiento
de la figura femenina. El soneto XX es, posiblemente, el que sintetiza la esencia de la
coleccin shakespeareana, oponiendo la carnalidad y la espiritualidad en funcin de
la contraposicin entre lo femenino y lo masculino:
A womans face, with Natures own hand painted,
has thou, the master mistress of my passion,
a womans gentle heart, but not acquainted
with shifting change, as is false womens fashion,
an eye more bright than theirs, less false in rolling,
gilding the object whereupon it gazeth:
a man in hue all hues in his controlling,
which steals mens eyes and womens souls amazeth.
And for a woman wert thou first created,
till Nature as she wrought thee fell a-doting,
and by addtion me of thee defeated,
by adding one thing to my purpose nothing.
But since she pricked thee out for womens pleasure,
mine be thy love, and thy loves use their treasure.

A partir del soneto CXXVII el lovely boy deja paso a la dark lady como destinataria
de la pasin del sujeto lrico. Lo femenino irrumpe en el texto y, aparentemente, se
supera aquella alteracin de base que alejaba de raz la secuencia shakespeareana de los
cauces petrarquistas ms ortodoxos. Pero, en realidad, es justamente en los poemas dedicados a la dama donde se percibe con claridad el afn de ruptura de William Shakespea-

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LA FIGURA FEMENINA

re respecto al cdigo tradicional. Si el hecho de que el destinatario de tres cuartas partes


del corpus sea masculino ya constituye de por s una innovacin considerable, ser al
ofrecer el retrato de la oscura dama cuando se demuele ese mosaico de formalismos en el
que termin por convertirse la imitacin petrarquista. Ya en uno de los primeros sonetos
de la secuencia, el XXI, reaccionaba explcitamente contra la poesa amatoria ortodoxa,
abogando por la autenticidad de un amor el suyo desprovisto de adornos y que no
recurre al couplement of proud, smil jactancioso, para ensalzar al ser amado:

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So is it not with me as with that Muse,


stirred by a painted beauty to his verse,
who heaven itself for ornament doth use
and every fair with his fair doth rehearse,
making a couplement of proud compare,
with sun and moon, with earth and seas rich gems,
with Aprils first-born flowers and all things rare
that heavens air in this huge rondure hems.
O, let me, true in love, but truly write,
and then believe me: my love is as fair
as any mothers child, though not so bright
as those gold candles fixed in heavens air.
Let them say more that like of hearsay well:
I will not praise that purpose not so sell.

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Mientras tanto, Gngora asumir el legado tradicional pasndolo por ese


tamiz barroco que tanto le caracteriza e intensificando el acervo de tpicos por la va
de la acumulacin. Las comparaciones del cabello de la dama con el sol, de sus ojos
con esmeraldas, de sus labios con corales, de su piel con la nieve..., tan frecuentes en
Petrarca, poblarn los versos gongorinos. Pero si bien en el maestro italiano nunca
encontraremos un retrato sistemtico del aspecto fsico de Laura, sino diversas alusiones que van dando idea del canon esttico imperante, Gngora nos ofrece todo
un compendio de lo que Shakespeare habra llamado, sin duda, smiles jactanciosos,
una pintura metafrica de la belleza femenina:
De pura honestidad templo sagrado
cuyo bello cimiento y gentil muro
de blanco ncar y alabastro duro
fue por divina mano fabricado;
pequea puerta de coral preciado,
claras lumbreras de mirar seguro,
que a la esmeralda fina el verde puro
habis para viriles usurpado;
soberbio techo, cuyas cimbrias de oro
al claro Sol, en cuanto en torno gira,
ornan de luz, coronan de belleza;
dolo bello, a quien humilde adoro,
oye piadoso al que por ti suspira,
tus himnos canta y tus virtudes reza (53).

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Shakespeare reacciona abiertamente contra este canon sustituyendo la blancura de las rubias damas por la oscuridad del cabello, la piel y los ojos:
Therefore my mistresshairs are raven black,
her eyes so suited, and they mourners seem
at such who, not born fair, no beauty lack,
slandring creation with a false esteem (CXXVII).

La hermosura de la mujer amada no es, en los Sonnets, un reflejo de Dios en


la tierra, sino que depende de la percepcin subjetiva del enamorado, capaz de
apreciar la belleza de quien todos consideran fea5:
Yet, in good faith, some say that thee behold
thy face hath not the power to make love groan;
to say they err I dare not be so bold,
although I swear it to myself alone.
And, to be sure that is not false I swear,
a thousand groans, but thinking on thy face,
one on anothers neck, do witness bear
thy black is fairest in my judgments place (CXXXI).

Si a vuestra voluntad yo soy de cera,


y por sol tengo slo vuestra vista,
la cual a quien no inflama o no conquista
con su mirar, es de sentido fuera;

Y una tmida concesin al subjetivismo sin llegar a los extremos shakespeareanos la observamos en otro soneto de Gngora:
Cuando sali bastante a dar Leonora
cuerpo a los vientos y a las piedras alma,
cantando de su rico albergue, y luego
ni o las aves ms, ni vi la Aurora;

5
Es la actitud de Lope de Vega, otro contemporneo, en el soneto Bien puedo yo pintar
una hermosura. El terceto final es determinante: Pues si ha de hallar algunas partes feas, / Juana, no
quiera Dios que a nadie engae, / basta que para m tan linda seas. La insistencia del Fnix en la
sinceridad del sentimiento amoroso frente a las hiprboles petrarquistas estas musas de Amor
hiperboleas crea, adems, sugestivos paralelismos con el llamativo soneto XXI de Shakespeare que
acabamos de transcribir.

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Es una curiosa reinterpretacin del tpico de la ceguedad de amor que choca frontalmente con la actitud de los petrarquistas ortodoxos. Sirvan, a modo de
ejemplo, los siguientes versos de Garcilaso de la Vega, donde no se concibe que la
belleza de su amada pueda pasarles a otros desapercibida:

porque al salir, o todo qued en calma,


o yo (que es lo ms cierto), sordo y ciego (54).

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Frente al tpico de que la presencia de la dama es capaz de alterar las condiciones de la naturaleza, Gngora admite la posibilidad de que sea l y slo l quien
sufra los letales efectos de la aparicin de su Leonora que, an as, sigue siendo depositaria de atributos divinos.
Aparte de todos estos aspectos comentados, la deconstruccin shakespeareana
del cdigo petrarquista en lo referente a la descripcin de la dama se plasma, de manera
bien llamativa, en el soneto CXXX. No slo se atacar la idealizacin esttica en nombre
de un, a veces crudo, realismo, sino la propia condicin semidivina de la amada:
My mistress eyes are nothing like the sun;
coral is far more red than her lips red;
if snow be white, why then her breasts are dun;
if hairs be wires, black wires grow on her head.
I have seen roses damasked, red and white,
but no such roses see I in her cheeks;
and in some perfumes there is more delight
than in the breath that from my mistress reeks.
I love to hear her speak, yet well I know
that music hath a far more pleasing sound.
I grant I never saw a goddess go:
my mistress when she walks treads on the ground.
And yet, by heaven, I think my love as rare
as any se belied with false compare.

Verso a verso, Shakespeare anula aquella retrica idealizadora que haba


llegado a convertir a la mujer potica en un ser irreal. La siguiente estrofa del propio
Petrarca muestra que el cdigo del aretino deba estar muy presente en la mente del
autor de los Sonnets:
No era su caminar cosa mortal
sino de angelical forma; y las palabras
sonaban diversamente de la voz humana.

Gngora sigue utilizando los motivos tpicos de manera sistemtica: los


ojos que alumbran ms que el sol:
Divinos ojos, que en su dulce Oriente
dan luz al mundo, quitan luz al cielo,
y espera idolatrallos Occidente (89).

La rojez de sus labios:


Las hojas del clavel, que haba juntado
el silencio en un labio y otro bello (96).

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La blancura de su piel en contraste con su mejillas rosadas:


Sobre las dos mejillas milagrosas,
de quien mezcladas leche y sangre mana (58).

Y, en no pocas ocasiones, aquella divinizacin del caminar de la dama que,


tambin en una imagen muy petrarquista, iba haciendo crecer flores a su paso:
Al tramontar del sol, la ninfa ma,
de flores despojando el verde llano,
cuantas troncaba la hermosa mano,
tantas el blanco pie crecer haca (55).

Pero, una vez ms, a pesar de la rigurosa coincidencia formal con los cnones
petrarquistas, la descripcin idealizada de la mujer en los versos de Gngora no pasa de
ser una convencin potica, sin conexin alguna con el universo de la espiritualidad.
Inspirndose en la retrica trovadoresca, Petrarca haba recogido y perfilado
la imagen de la dama esquiva, la belle dame sans merci que cifraba su honestidad en
el recato ms absoluto e intensificaba la pasin de su cantor por la va de la ms
hiriente indiferencia. Esto inspiraba aquel llanto doliente de los enamorados no
correspondidos que hicieron del lamento de amor una constante ms en sus versos.
Gngora mostrar, tambin en este aspecto, esa actitud alternante y equvoca que
hemos ido observando a lo largo de todo el anlisis. Las referencias al fiero desdn de
su seora, a su triste llanto, a la bella desdeosa... conviven con un soneto en el que se
anula de forma sistemtica la imagen del enamorado resignado a soportar los desplantes de su amada y que Andrs Snchez Robayna no ha dudado en analizar como
un autntico ejemplo de la parodia del canon petrarquista:
Adis, ninfa crel; quedaos con ella,
dura roca, red de oro, alegre prado (71).

El desdn de la dark lady no est ausente de los versos shakespeareanos,


pero, de nuevo, sometido a un tratamiento explcitamente transgresor respecto a la
norma tradicional:
Thou art as tyrannous, so as thou art,
as those whose beauties proudly make them cruel;
for well thou knowst to my dear doting heart
thou art the fairest and most precious jewel (CXXXI).

En los versos de Shakespeare, no estamos ante la belle dame sans merci, sino
ante una dame sans merci que no destaca precisamente por su hermosura, como l

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despus que sigo (el pecho traspasado


de aguda flecha) con humildes plantas,
oh bella Clori!, tus pisadas sanctas
por las floridas seas que da el prado.

mismo deja claro. Su crueldad procede, esta vez, no de una honestidad proverbial,
sino de su confianza en la constancia amorosa del sujeto lrico. Y es que la oscura
dama de los Sonnets poco tiene que ver ya con aquellas cndidas mujeres de los
sonetos de los petrarquistas o del propio Gngora: His [Shakespeares] cycle is
revolutionary in that it stands the conventional Petrarchan situation on its head,
turning the sonnet-lady into a whore and attaching all the idealized emotion to a
young man (Evans, p. XV) (La negrita es ma). Adems del propio enamorado, son
muchos otros los que rodean y consiguen a la dark lady, de ah que las menciones a
the others aparezcan en varios poemas. La promiscuidad de la dama llega, incluso, a
plantearse como una especie de va hacia la esperanza:
Shall Will in others seem right gracious,
and in my Will no fair acceptance shine?
[...]
Let no unkind No fair beseechers kill:
think all but one, and me in that one Will (CXXXV).

NATALIA FERNNDEZ RODRGUEZ 86

Es esta bajeza moral de su musa, unida a su fealdad, lo que determinar la


ruptura con otras imgenes tpicas del sistema petrarquista. A travs de los ojos, se
captaba aquella divina belleza de la amada y, de esta forma, llegaba el amor al corazn, posibilitando el enriquecimiento espiritual que traa consigo. Ante una realidad tan poco idealizada como la que constituye el universo potico shakespeareano,
el sujeto lrico no puede menos que lamentarse de la distorsin, la mala peste, provocada por ojos y corazn:
Why should my heart think that a several plot
which my heart knows the wide worlds common place,
or mine eyes, seeing this, say this is not,
to put fair truth upon so foul a face?
In this right true my heart and eyes have erred,
and to this false plague are they now transferred (CXXVII).

El ciclo antipetrarquista queda perfectamente cerrado en los Sonnets. Shakespeare no deja prcticamente nada sin remodelar de acuerdo con una voluntad
deconstructiva del cdigo tradicional. El resultado es una nueva potica amorosa,
cargada de complejidades y sutilezas a las que apenas nos hemos asomado en las
pginas anteriores, y que arranca del petrarquismo para ir, verso a verso, sometindolo a una implacable labor de desintegracin. Luis de Gngora representa, en la
misma poca, una forma distinta de mostrar que la norma potica imperante durante un siglo estaba agotndose:
La escritura amorosa del vate cordobs no responde a una querencia biogrfica o a
una pulsin ntima, sino que se funda en una prctica imitativa de aprendizaje y
asimilacin de frmulas y argumentos compendiados por toda una tradicin potica. (Ponce Crdenas, p. 40)

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Nuestro poeta no imita a Petrarca, sino que acumula sus constantes retricas bajo un prisma de sensualismo y exageracin tpicamente barroco. Mientras que
los versos de Shakespeare son una autntica recreacin lrica de su mundo interior,
en una perfecta fusin de la ideologa con la vida, Gngora remodela conscientemente el canon adaptndolo a las coordenadas estticas emergentes. Los Sonnets no
son una mera parodia formal del petrarquismo, sino toda una negacin de sus directrices filosficas en nombre de una nueva o precisamente no tan nueva comprensin del hecho amoroso:
Los Sonetos de Shakespeare: un hermoso devocionario de amor, un tratado de
amor, en una de las grandes pocas del soneto, y con mucha experiencia de sonetos
al dorso. La quintaesencia lrica de un poeta que explay su genio, su furor, en la
poesa dramtica. Un cmulo de hiptesis en torno a unas iniciales y a un morbo
masculino... Pero, sobre todo, una bellsima coleccin de poemas de amor, sobre el
Amor que da la mano a la Belleza y el Tiempo. (Villena, p. 7)

BIBLIOGRAFA
CAMPBELL, S. C. (1978): Only Begotten Sonnets. A Reconstruction of Shakespeares Sonnet Sequence,
London: Bell & Hyman.
EVANS, Maurice (1977): Elizabethan Sonnets, London: Rowman & Littlefield.
GNGORA, Luis de (1969): Sonetos Completos, ed. Birtut Ciplijauskait, Madrid: Castalia.
MANERO SOROLLA, Pilar (1987): Introduccin al estudio del petrarquismo en Espaa, Barcelona: Promociones y Publicaciones Universitarias.
PETRARCA, Francesco (1999): Cancionero, Madrid: Ctedra.
PONCE CRDENAS, Jess (2001): Gngora y la poesa culta del siglo XVII, Madrid: Laberinto.
SNCHEZ ROBAYNA, Andrs (1993): Petrarquismo y parodia (Gngora y Lope), en Silva Gongorina,
Madrid: Ctedra, 27-41.
SHAKESPEARE, William (1974): The Sonnets, ed. y trad. Agustn Garca Calvo, Barcelona: Anagrama.
(1997): Sonetos, ed. Luis Antonio de Villena, trad. Manuel Mujica Linez, Madrid: Orbis.
VEGA, Lope de (1998): Rimas humanas y otros versos, ed. Antonio Carreo, Barcelona: Crtica.

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EL AMOR EN LOS SONETOS DE SHAKESPEARE Y GNGORA 87

Porque, al final, lo nico que tenemos son dos maneras de referirse a un


sentimiento, el amor, susceptible de ser idealizado o degradado, divinizado o
satanizado, pero que se erige en germen de la inspiracin potica de unos genios
que, bebiendo de las caudalosas fuentes del petrarquismo, las desbordan para mostrar que, a finales del siglo XVI, ese amor ya poda y tal vez deba expresarse de
otra manera.

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