Crítica Octubre, 167
Crítica Octubre, 167
el sueo de la aldea
de
A guinaga
efran
huerta
el sueo de la aldea
Aunque tierna, la palabra (presagio de una voz que slo tomar forma
despus, al final del poema) se clava
en el pecho. Casi puede comparrsele
con un delicado instrumento de auscultacin, ya que oye la circulacin de
la sangre y detecta procesos impalpables,
como la disolucin de un recuerdo sensorial. Obsrvese cmo la resbaladiza
palabra de ternura reaparecer, casi
sin cambios, en otro poema de Absoluto amor, titulado La edad de niebla:
La palabra resbala.
Palabra sin edad, en huida.
Desnudez en el cielo.8
De alguna forma, la juventud rememorada en el Borrador para un testamento es la edad ligeramente anterior,
No es el amor de fuego ni de mrmol.
mediocre y sencilla, que se menciona
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en los versos que acabo de citar. La voz
El amor es la piedad que nos tenemos.
que no suplica ni lastima, situada ms
El sentido del canto es amargo all de la vigilia y del sueo, en un reporque su objeto, el amor, ya no es fro sumen de todos los insomnios, tiene
ni ardiente: ya no es de fuego ni de un calor de ceniza palpitante que ya,
mrmol. Esto, que parece obvio, so- en cambio, no tiene aquel amor que no
lamente lo es a propsito del amor y no es de fuego ni de mrmol. Se trata de
lo es tanto a propsito del poema que lo una voz peculiar, como la que se deja
expresa y casi se dira que lo analiza. El or en Esta regin de ruina, distinta
Expliquemos al viento nuestros besos
y el amargo sentido de lo que cantamos.
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Efran Huerta, Revista potica: poesa
de Taller, en El otro Efran, p. 117.
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una poesa sin pureza (muchos lo consideran, con razn, un verdadero manifiesto) data
de 1935. Apareci en la revista que dirigi el
chileno en la Espaa republicana, Caballo
Verde para la Poesa (vase Pablo Neruda,
Para nacer he nacido, ed. de Matilde Neruda y Miguel Otero Silva, Seix Barral, Barcelona, 2 ed., 1981, pp. 140-141).
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desdeoso,
mandarlos hacia nunca, hacia siempre,
hacia ninguna parte
Ms intensa es an la contradiccin
o anttesis de la quinta y ltima estrofa, en la cual conviven la serenidad y
la mutilacin, la elevacin y el desgarramiento:
La rosa, en fin, de las espinas de oro
que nuestra piel desgarran y la elevan
hacia el sereno cielo de donde la poesa
nos llega mutilada, como ruinas del alba.
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Repetir lo ya dicho, aunque hacindolo ahora con el vocabulario del propio Huerta, sin duda es ms convincente:
aun habiendo abogado por la impureza
en la poesa, el poeta sigui aspirando a la ms noble y secreta / de las
palabras: la no dicha, rasgo ms propio de puros que de impuros. Incluso
podra pensarse, con alguna imaginacin, que un poeta de veinte aos, lec27
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el principal antecedente de los poemnimos. En esos aforismos, como suceder despus con los poemnimos,
la prioridad es atentar contra la palabra del poder y, en ocasiones, tambin
contra el poder de la palabra. Se dira
que Huerta formula sus frases para desprogramar la preeminencia de tradiciones e instituciones vinculadas con
la poesa, las humanidades y la promocin artstica, de la poesa convencional (Siembra sonetos. Recogers
necedades) al saber acadmico (No
hay peor lingista que el que no quiere hablar), pasando por la burocracia
cultural (El que a buen inba se arrima, buena sombra le cobija).34
En ciertos casos, el aforismo es literalmente una prefiguracin del poemnimo. Lase, primero, esta mxima: No
desears a la poetisa de tu prjimo.35
Comprese despus con el poemnimo
titulado Sexogsimo mandamiento:
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Carta de Ins Elfriede Manz a Alfonso
Reyes, Munich, 31 de mayo de 1931, p. 39.
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Alfonso Reyes, Anhuac, das Reich
des goldenen Kaisers [Anhuac, el reino del
emperador de oro], traduccin de Ins Elfriede
Manz, Berliner Lokal-Anzeiger, Unterhaltungs-
Beilage, nm. 175, Berln, 23 de julio de 1932,
citado en Ibid., p. 42.
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Carta de Ins Elfriede Manz a Alfonso
Reyes, s. f., p. 42.
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Alfonso Reyes, Anahuac, das Reich
des goldenen Kaisers, Argentinischer Volkskalender 1933, Jahrbuch des Argentinischen
Tageblattes und des Argentinischen Wochenblattes, Alemann y Ca., Buenos Aires, 1933,
pp. 173-176 y Deutsche Rio-Zeitung, Ro de
Janeiro, 26 de octubre de 1932, citados en
Ibid., p. 44.
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la traduccin al checo
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la traduccin al italiano
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liano fue un proceso dilatado. Mientras que la edicin en francs fue relativamente temprana, es decir, sali
a la luz pocos aos despus de que se
publicara la segunda edicin en espaol, las ediciones en alemn y checo
se hicieron en la dcada siguiente, la
edicin en ingls en 1950 y la edicin
en italiano hasta 1960. En otras palabras,
mediaron 33 aos entre la publicacin
de la traduccin al francs y la publicacin de la traduccin al italiano.
Con excepcin de la edicin en ingls en la que tuvo una participacin
activa, Reyes jug un papel marginal.
La traduccin al francs se hizo sin
que l lo supiera y su intervencin
se redujo a abogar a favor de que se
publicara. En el caso de las traducciones al alemn y checo, Reyes se limit
a enviar ejemplares a los traductores, a
solicitud de stos y, en lo que respecta
a la edicin en italiano, a otorgar su consentimiento a la traductora, despus de
La traduccin de Visin de Anhuac al que sta lo pidiera. Por tanto, la inifrancs, alemn, checo, ingls e ita- ciativa para realizar las traducciones
no recay en Reyes sino en los traduc58
Carta de Alfonso Reyes a Alda Croce,
Mxico, 15 de mayo de 1958. G. Rosenzweig, tores.
La evidencia disponible pone de maOp. cit., p. 135.
59
Carta de Alda Croce a Alfonso Reyes, nifiesto que la edicin en ingls fue la
Npoles, 30 de junio de 1959. Ibidem, p. 141. nica que se formaliz mediante la fir60
Alfonso Reyes, Origini messicane. Vima de un contrato. Si bien ello debe
sione di Anhuac (1519) e altri saggi, traduccin de Alda Croce y Leonardo Cammarano, haber complacido a Reyes, de los comentarios que formul a sus traductores al
De Luca, Roma, 1960.
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la Argentina. Siempre he sido una persona obsesionada por las formas y sus
smbolos, particularmente por las nalgas de las mujeres, as que conociendo
mis inclinaciones me anim a doctorarme en el culo del mundo: ac las bellas nalgas primorosas son constitutivas del paisaje.
Mis primeros das en Buenos Aires fueron caticos y confusos. Llegar a
una ciudad desconocida supone una suerte de extravo consensuado: no sabemos dnde estamos y para el mundo que nos circunda valemos menos que
un pepino. Los acercamientos iniciales a la realidad portea me prodigaron
discretos cataclismos que con el tiempo no hicieron sino multiplicarse. Vine
a esta ciudad en pos de algaraba y lo primero que recib fue un asalto a mano
armada por el rumbo de la Boca. Viajero inexperto, en los albores de mi llegada me instal en una pensin de mala muerte a orillas del riachuelo donde
me enred con una ecuatoriana horrorosa que me rob hasta la maleta. Mi
cmara fotogrfica y unas gafas de sol fueron dos obsequios que le di al calor de nuestras noches encendidas durante los crudos inviernos del 2013, poca
de nevadas inmisericordes en que fue comn ver osos polares revolviendo
la basura mientras eran abatidos por la polica a lo largo y ancho de la 9 de
Julio. El Ro de la Plata se torn un bloque compacto y macizo del color del
tamarindo, lo que permiti de una vez por todas que los uruguayos, desde su
orilla, dominaran el pas.
Luego de aquella amarga experiencia, y durante los veranos asesinos
que azotaron el territorio austral durante ms de la mitad del 2014 y todo el
2015, me dediqu a una vida de golfo disoluto que, gracias a las prostitutas dominicanas y algunos intrpidos peruanos, me permiti conocer en carne propia
las ventajas de ser un estudiante mexicano becado en el extranjero.
Estoy seguro de que al escuchar este testimonio no sern pocos los infelices que me utilicen como figura de escarnio y defenestren mi memoria: a
ustedes, hijos de re mil puta, slo me limitar a decirles que no soy ningn
resentido y mucho menos un cobarde. Deseo poner en claro que, durante los
aos de mi exilio, aprend a ser una persona humilde por la sencilla razn de
que estuve rodeado la mayor parte del tiempo por hordas de mediocres infatuados que se piensan la ltima coca-cola del desierto, cuando en realidad
no son sino provincianos arrogantes y mal ledos acomplejados por el tamao
de la verga del vecino.
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rafael toriz
Acostumbrado a la vida nocturna citadina del Distrito Federal al principio, con un par de colombianos que solcitamente me surtan perico, decid
probar suerte en todo tipo de boliches palermitanos, aventurndome a la noche
portea con el deseo de un perro hambreado que ha olisqueado un choripn.
No ahondar en el rosario de tristezas y frustraciones que constituyeron mis
primeros meses de soltero impenitente y tampoco esbozar un catlogo de la
mujer argentina: suficiente ser con sealar que, por mucho, son las mujeres
ms hermosas que yo vi sobre la Tierra hngaras y rusas no son de este planeta,
y tambin las ms odiosas. Las hay de todos colores y texturas, tetonas y petizas, morochas, castaas, coloradas y rubias; altas como jirafas y deliciosas
como ravioles. Tienden a ser delgadas y nalgonas (en aproximadamente un
85%), sin embargo el 15% restante de regordetas y carnosas, poco apreciadas
por los cretinos que jugaban de locales, haran las delicias de la totalidad del
gusto latinoamericano.
Existe en ellas cierta inseguridad patolgica que las inhibe y las compele
a mimetizarse; por lo general se desplazan en grupos y resulta fcil reconocerlas por los cortes de cabello, las tonalidades de la voz y sobre todo por
idiolectos muy marcados: son homogneas como su cocina pero absolutamente deliciosas.
Y como yo s soy un cientfico profesional, relatar el origen por el cual
me encuentro atrincherado mientras un contingente de mujeres destempladas y canbales me busca desaforadamente en medio de la histeria colectiva
ms intensa que un ser humano haya contemplado nunca.
La primera noche en que sal de levante, convenientemente escoltado
por los amigos colombianos, y habiendo pedido una botella de ron y fernet
para nuestro consumo personal hecho que motiv las recelosas miradas de la
concurrencia y que yo interpret equivocadamente como un acto de admiracin, me le acerqu a una princesa castaa muchsimo ms hermosa y sutil
que Carlota Casiraghi y con gesto charro y mi mejor voz de bartono tolteca
pregunt:
Disculpa, amiga, quieres bailar?
Ella, luego de mirarme con sus ojos de gato faranico y sonrerme con
displicencia, slo atin a expectorar:
Andate a la mierda, gordo pelotudo!
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rafael toriz
II
* Nota de la transcriptora.
Las razones por las que el Comit Sfico de Regeneracin Nacional ha
decidido rescatar el testimonio del despreciable ciudadano Agustn Melgar
Hinojosa (nacionalidad mexicana, tez morena clara, estatura 1.80 m., nmero de pasaporte 4080072832, complexin robusta y 37 aos al momento de su
muerte) son debidas a que, luego de cuatro aos desde el fatdico incidente
que acab con la posibilidad de reproducirnos sexualmente, hemos decidido
contar la verdad del noble pueblo argentino, prximo a extinguirse, toda vez
que dicha grabacin logr colarse a los escasos resquicios que no perecieron
ahogados luego del derretimiento de los casquetes polares ocasionado por el
calentamiento global en el Ao de la Gran Debacle. Mandamos este mensaje
de paz a los pueblos insurgentes que puedan escucharnos y les recordamos
que, en efecto, somos una isla de mujeres frtiles y hermosas a la deriva, en
caso de que alguien pudiera llegar al corazn de este destierro.
Luego del exterminio biolgico del sexo masculino de los hombres de
nuestra patria, la Armada Verdeamarelha, en un acto que pasar a la historia
como uno de los ms viles y patticos de los que se tenga noticia, destruy
los bancos de semen y la rupestre ingeniera tecnolgica y cientfica con que
contaba el pas para la clonacin de la especie, atrocidad a la que se sum el
campo de fuerza instalado en la avenida General Paz ensamblado por los uruguayos, lo que acab por aislar a la otrora altiva cabeza de Goliath y conden a
una lenta extincin al resto de la poblacin argentina. Conviene aclarar que
el arma ideada por los brasileos, debido a un error de clculo, tambin acab con los colombianos y venezolanos residentes en el pas; a los peruanos
y bolivianos incluidos miraflorinos y cruceos, en un acto racista del que
nunca nos arrepentiremos lo suficiente, los exiliamos sin miramientos; los
paraguayos cobraron la factura de la guerra de la Triple Alianza y se negaron
a mezclarse con las hembras cureps; los senegaleses fueron reclutados
por el Quinto Imperio gracias a mejoras notabilsimas en sus condiciones
de vida y los chinos, coreanos y taiwaneses, segn cuenta la leyenda, fueron
devorados por los donguis.
Nunca como entonces las porteas supimos lo que signific vivir solas sin otros ojos que los del espejo, vestidas para nadie. Desde el Ao de
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rafael toriz
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carlos a . aguilera
Era una percepcin jodida. Mirar la realidad como un autista de ruinas, como un arquelogo del kitsch, un onirlogo del fin del mundo. Bastaba
una mirada, la suya, para borrar (o desnudar) esa representacin (la de la
Realidad Cubana, la de la Revolucin, etc., en fin, la de cualquier Gran Relato, incluyendo el de la Poesa). Como el personaje de las Elegas de Duino,
incluso ante el escenario vaco, decir: Siempre hay algo que ver. Nadie como
Lorenzo para minar los ceremoniales, para detectar la parte falsa, solemne,
para denunciar el lenguaje enfermo. En fin, los peligros de la Forma, su
peligroso hieratismo. Una mirada inmadura (a lo Gombrowicz) pero de una
extraa y radical lucidez, que conduca a un inusual autoconocimiento. Nadie como Lorenzo para exponer (se). Lo memorialstico (y el autoanlisis) no
ha sido una tradicin latinoamericana. Lorenzo, ms argentino que cubano,
como reconoca el gran Hctor Libertella, fue una excepcin, y un escndalo Los aos de Orgenes, Rostros del reverso, El oficio de perder, libros
sin antecedentes en nuestra pacata tradicin Recuerda que Octavio Paz escribi sobre ese diario de creacin (e imposible novela, y ensayo, y testimonio,
etc.): Pero un da se lo aseguro su libro ser ledo como lo que es: uno
de los testimonios ms lcidos de estos aos infames Todo en Lorenzo se
resolva a travs de un devastador autoanlisis
Hay alguna relacin entre este autoanlisis del que hablas y el resentimiento que proyectan muchas de sus pginas? Es, en Garca Vega, este
resentimiento potica?
Su resentimiento termin siendo una fuerza creadora contra la enfermedad (neurosis): prdida y exilio de la infancia, de s mismo, de su identidad. Inmediatamente, de nuevo el resentimiento contra la castracin jesuita.
Luego, para volver a salvarse, creando, aceptar un maestro (Lezama con su
frase ambivalente: Todo poeta es un farsante, y Curso Dlfico), pero, al
terminar por hacer concesiones (lenguaje enfermo de Espirales del cuje)
a la gravedad origenista, a sus ceremoniales, a sus selectivos olvidos, a su
mitificacin, entonces comienzo de un lento y difcil proceso de desvo (de
los ceremoniales o el pulmn de hierro origenista, del sntoma de la grandeza venida a menos, del sitio en que tan bien se est). En general, rencor
contra la Historia (toda la historia de Cuba), contra la Realidad (Exiliado
del Mundo). As lo describi siempre Cintio Vitier: como Rencor. Cuando
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carlos a . aguilera
Esta albinidad que, como bien dices, es una escritura y a su vez una
potica, cmo aceptaba o digera a Lezama? Qu te contaba Lorenzo del autor de Paradiso en las mltiples conversaciones que sostuvieron cuando construas el libro?
La relacin maestro-discpulo entre Lorenzo y Lezama, como se relata
en el libro, ha sido tal vez la ms interesante de la literatura cubana. Es muy
compleja, con muchas entradas y salidas. Fue siempre parte de una tensin,
de una angustia insondable. El Lorenzo final fue como el desarrollo de un
Lezama sumergido. El propio Lorenzo nos habla de ese Lezama surrealista y
delirante, que l conoci personalmente tan bien. Es decir, el joven fustico
desarroll las facetas ocultas o no enteramente desplegadas de su Mefistfeles,
de ah la necesidad imperiosa del desvo, de la mala lectura. Pero esto, con
ser mucho, no agota la ambivalencia hamletiana de la relacin de Lorenzo
con su maestro, al que nombra como el nio terrible de las acuarelas.
Lorenzo conoce a Lezama (Muchacho, lee a Proust!) en un momento muy
vulnerable de su psiquis (a punto de recibir electroshocks). Se salva de la
locura a travs de la literatura y de la ascendencia de su maestro, que funciona como un mago, un sanador. Pero el precio fue muy alto? Lorenzo,
como relata en El oficio de perder, clamaba por un maestro, pero, a la vez, se
senta incmodo dentro de los ceremoniales del grupo Orgenes. Su relacin
con Lezama (Curso Dlfico incluido) fue intensa pero ambivalente. El fantasma del Barn de Charls, el miedo al mayor homosexual, que tiene una
ascendencia sobre el joven vulnerable y dependiente, hizo de esa relacin
un infierno soterrado (as la padeca sobre todo, claro, el ms dbil). Una
tarde, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, entre un whisky y otro,
Lorenzo me confes, ex abrupto, que muchas veces le temblaban las piernas
cuando se quedaba solo con su maestro. Tambin, en un correo que trascribo
en mi libro, se hace todava evidente la intensidad angustiosa de aquellos
momentos donde Lorenzo senta (imaginaba, tema?) que era seducido por
Mefistfeles Antes de impartir la ltima conferencia sobre Lezama en Madrid, Maestro por penltima vez, me escriba pidindome que le hablara
de Lezama, y me trasmita sus impresiones, sus dudas, sus preguntas no
resueltas. Lo hizo tambin con Enrique Sanz, con quien, me deca, tena esa
conversacin pendiente. En otro correo me dice que me ve como una prolon49
carlos a . aguilera
carlos a . aguilera
minimalistas, alqumicos, mezclados, borrosos, en clave de reverso de cualquier fijacin clsica genrica Es que la memoria, para Lorenzo, es decir,
la imaginacin, fue su reino daimnico.
Yo le a ese primer Lorenzo (el de Espirales del cuje) luego de leer Los
aos de Orgenes, y, sobre todo, Poemas para la penltima vez. 1948-1989, ya a
principios de la dcada de los aos noventa, por lo que no hice una lectura
diacrnica. Todo el Lorenzo que le ya estaba contaminado de la mirada,
primero, de las ancdotas orales (esquizos) que me hiciera Enrique Sanz, y,
despus, de la deslumbrante lectura de textos como El santo del Padre Rector, que recuerdo que siempre lea en mis clases en la Escuela de Letras
antes de irme del pas (donde, por cierto, tuve a un alumno de sensibilidad
afn con Lorenzo, Pablo de Cuba). Ese solo texto es como el hueco negro de
toda la cosmovisin y de todas las poticas lorenzianas. Es uno de los textos
que ms me han influido en toda mi vida Lorenzo encarn una imposible
utopa vanguardista: la identidad obra-vida, pero no como relato sublime
sino como oficio de perder, aunque, ms all de la forma (y la forma es
lo decisivo siempre), en ltima instancia, no son una las dos? Ya se sabe:
escritor inmaduro, escritor-no escritor, antirrelato, antipoema, novela mala,
todo en clave metapotica macedoniana, entre otras fuentes
En tu libro hablas sobre el oblomovismo de Lorenzo. Pensando que
el personaje de Goncharov desarroll toda una filosofa poltica de la inmovilidad junto a un discurso muy ligado a la bsqueda de la Verdadera Esencia
Rusa, qu quisiste decir?
El oblomovismo que yo marco (que tambin aisl como sndrome o
sntoma de nuestro tiempo Vila-Matas) proviene ms de la pelcula de Mijalkov que de la novela Esa mirada imposible, rota, esa mirada que lo ve
todo, intensa y profundamente, pero no puede tocar la realidad: no la puede
poseer. Entonces esa prdida insondable, ese oficio de perder, se acumula,
como magma o larva, en la memoria daada, en la imaginacin herida, como
una hibernacin, digo en mi libro, y luego se recrea como texto, aparece o
se expulsa como ectoplasma Siempre como una mala lectura. Es un oblomovismo ms en la tradicin de El retrato del artista adolescente, de Joyce
(el nio que mira jugar al futbol pero no puede jugar). En El oficio de perder,
Lorenzo narra cmo vivi la misma escena con respecto a una piscina O
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como en el relato de Lorenzo ms sintomtico al respecto: El santo del Padre Rector: uno de los textos ms intensos de la literatura cubana Como
dijo Lorenzo: el fro que se acepta como una secreta vocacin.
La obra de Garca Vega, junto al Boarding Home de Rosales, ha sido
de lo ms apreciado por los escritores cubanos en los ltimos aos. Dnde
piensas que estuvo el rapport para que una obra invisible durante decenios se
convirtiera, para muchos, en territorio-de-escritura?
Primero fue invisible porque no exista, porque Lorenzo se exili y fue
borrado, la persona y sus libros, fsicamente. No fue lectura, y no fue. Era
su secreta vocacin: la del fantasma. Y regresar, despus, como lo oculto o
lo reprimido u olvidado (Harpur dixit). Con la fuerza del secreto, del cofre
abierto de repente: Pan o la pesadilla, como dijera James Hilman Luego,
despus de su vuelta de tuerca con Rostros del reverso y Los aos de Orgenes,
Lorenzo comenz lentamente la recuperacin imposible de su perdida o rota
identidad creadora y personal Es la experiencia o potica de Fantasma
juega al juego, pero que no se constituy en su definitiva expresin creadora
hasta Vilis, por ejemplo, ese libro o no-libro abierto, kaleidoscpico Potica kaleidoscpica es la propuesta de mi libro Tambin, junto a ese proceso
interior, de salida o doma de su enfermedad, acaeca un proceso de conciencia
de descojonacin en su Atlntida sumergida, en la isla, de donde sali una
mirada otra, la de Dispora(s), por ejemplo, que termin siendo afn con
la de Lorenzo Una de las coincidencias ms inevitablemente creadoras
de la cultura cubana contempornea Como la salida (o el regreso) a una
intemperie Como la apertura a un horizonte desconocido Una suerte de
big bang cuya expansin no cesa Eso, y la recuperacin, por el propio
Lorenzo, y la invencin, por parte de Dispora(s), y de otros creadores, de
una suerte de nuevo vanguardismo (o, si se quiere, mejor, de una extraa u
otra mirada). Y recordemos que en Cuba el vanguardismo fue casi inexistente Cuando Lorenzo dice, con naturalidad, que es un aptrida, o cuando
prefiere, como en un jubiloso paroxismo infantil, or el rugido de King Kong,
en su peregrinacin mstica a Disneyworld, al mundo de los cmic, a cualquier dilogo poltico entre Miami y Cuba, o a la voz del Tirano Mximo,
est mirando, escribiendo desde el otro lado de la luna, desde ese pas de al
lado, desde ese otro mundo daimnico, y es ah, en esa linde, en esa inter53
carlos a . aguilera
Alberto Garrands, con Idalia Morejn, entre otros) y que le con fruicin y
un profundo reconocimiento. Recuerdo que Enrique Sanz y yo interrogamos
solapadamente, con complicidad y alegra infantil, a una investigadora del
Instituto de Literatura y Lingstica hasta comprobar que era uno de los nefastos personajes (Marta Eulalia) que Lorenzo nombraba con seudnimo en
aquel libro maldito...
Yo tuve el privilegio de contar con la amistad de Enrique, el mejor amigo de Lorenzo. Enrique haba sido, muy joven, amigo y discpulo de lecturas,
de Lorenzo (como yo entonces era de Enrique, y como Lorenzo haba sido de
Lezama). Como ya coment antes, a travs de Enrique conoc, no en sus
libros, sino a travs de ancdotas, la personalidad, la psiquis, la mirada, la
extraa y singular percepcin de la realidad de Lorenzo, quien ejerci una
inmediata y profunda influencia en m. Por eso propici aquella valiente y
oportuna ponencia de Ponte sobre Lorenzo en el Congreso Internacional Cincuentenario de la Revista Orgenes, en 1994 (primero la imparti en un curso
de postgrado en la Universidad de La Habana, que coordinamos, como despus el Congreso, Vctor Fowler y yo, por la Ctedra de Estudios Literarios
Iberoamericanos Jos Lezama Lima de la Fundacin Pablo Milans), y luego
la publiqu en el primer nmero de la revista Unin, que dirig a partir de
1995 por diez aos, y, tambin en la revista, publiqu textos de Lorenzo con
nota de Enrique y fotos delirantes que se hizo a s mismo. Ya para entonces
comenzamos a intercambiar correos. En una dedicatoria de Poemas para
penltima vez, le dice a Enrique el ltimo sobreviviente de mi Atlntida, y
a m que acaso nos encontraremos o en el Limbo de los justos o en el Limbo
de los nios. Cuando llegu al exilio en Madrid, en 2004, le escrib a Lorenzo dicindole que acababa de estrenar mi condicin fantasmal. Lorenzo me
respondi enseguida: qu bueno es estar bien acompaado. Lorenzo, en
cierta forma, fue mi maestro en el exilio. Intercambibamos sueos, obsesiones, confesiones... Tena que tener cierto cuidado con esas confesiones, pues
l despus las publicaba, sin consultarme previamente, por ejemplo, en el
maravilloso blog que comparti con la escritora Margarita Pintado Burgos
Tena esa vocacin de collage, de intertextualidad, de todo: cualquier cosa
que uno le dijera poda ser incorporada en sus textos y convertida en materia literaria No haba, literalmente, fronteras Los ltimos meses, antes
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carlos a . aguilera
Neblina. Espesa. Dos individuos circulan en una motocicleta. Amarilla. Portan cascos (uno negro, otro rojo). Transitan por la zona centro. En las calles
aledaas a una sucursal bancaria. Esperan. Buscan a alguien dbil. Alguien
indefenso. Un empleado del banco. Coge su telfono mvil. Mira la hora. El
polica bancario. Se rasca la cabeza. Con detenimiento. Enva un mensaje
de texto. El gerente bosteza. Placenteramente. Una seora mira los senos de
la cajera que la est atendiendo. Humedad. Una pareja de ancianos sale del
banco (tomada de la mano). Diecisiete horas y cincuenta y nueve minutos.
La vieja lleva una discreta bolsa de mano (viste gabardina roja). El viejo
camina con lentitud (usa anteojos de carey, bastn de madera, sombrero de
piel). Comienza a llover. Aceleran el paso. Rpido. La motocicleta amarilla
avanza. Se resguardan en la parada del bus 2601. En una interseccin. Esperan. El octogenario mira su reloj. Muy cerca. El motociclista acelera. Escupe. El anciano enciende un cigarro. Un chaparrn. Alarma. La motocicleta
da vuelta en la esquina (cerca de la pareja). Chupa su cigarro. Mojado. El
individuo del casco negro se baja de la moto (con discrecin). El humo se
En Argentina se designa motochorro al tipo de delincuente que se vale de una motocicleta para robar. Segn Jos Gobello y Marcelo H. Olivieri, el trmino motochorro es un
neologismo surgido de la contraccin de las palabras moto (motocicleta) y chorro (ladrn). Jos Gobello y Marcelo H. Olivieri, Lunfardo. Curso bsico y diccionario, Ediciones
Libertador, Buenos Aires, 2005.
*
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la caza de los
motochorros
introduce en los ojos del viejo. La septuagenaria sonre. El bus 2601 se avecina. El sujeto del casco rojo disimula.
(Del otro lado de la calle. Oculto tras
un puesto de flores. A pocos metros.)
Trata de no hacer ruido. Se muerde los
labios. El casco negro porta una pistola. Se aproxima a la pareja. Despacio.
Se disponen a abordar el bus. Pisa su
cigarro. Trastabilla. Un paso para atrs.
Raudo. El bus pasa de largo. El casco
negro corre hacia la pareja. El anciano gesticula. Manotea. Furioso. El chofer del bus se lamenta. Desconcertado.
Una simple distraccin. Intil. Imposible regresar. Suspiran. Ven alejarse el
camin. La septuagenaria vislumbra la
fatalidad. Sonre. El casco negro la encaona. Un rictus de dolor. Frunce el
ceo. Suda. La vieja aprieta la bolsa de
mano contra su cuerpo. El anciano coloca su mano derecha sobre su brazo
izquierdo (a la altura del corazn). El casco rojo permanece atento. Quiere
huir. El casco negro jala la bolsa de mano. Forcejean. Gritos. El casco rojo
apresura al casco negro. Truena los dedos. Siente un escalofro. El casco negro empuja a la vieja. Con fuerza. Azota. Se golpea contra el pavimento. La
gabardina roja: enlodada. El octogenario se desvanece. Asustado. La lluvia
contina. El sombrero cae. En un charco. El casco negro pisa los anteojos
de carey. Patea el bastn. Sonre. Un automvil se aproxima. Corre. Un grito.
Amenazante. El casco rojo aguarda. Listo para el escape. La lluvia arrecia.
La anciana se incorpora. Toma el bastn. El casco negro corre hacia la moto
amarilla. El visor del casco: empaado. El agua escurre. Salpica. El pavimento: mojado. Cruza la calle. El automovilista acelera. Con imprudencia.
Los transentes miran la escena. La lluvia arrecia. Ayuda a su esposo a
59
la caza de los
motochorros
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cuchara :
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cuchara :
plo, los hermanos Flores Magn, conocidos anarquistas, durante aos haban
vivido y laborado all. A su llegada en agosto de 1919, la familia se muda
para el centro de la ciudad, donde vivan muchos mexicanos y donde Octavio ya haba montado una frgil empresa editorial y una revista semanal
(se llamaba, de hecho, La Semana) localizada en el mismo edificio donde se
publicaba otra revista y, muy cerca, dos peridicos hispanos: La Prensa y, de
mayor circulacin, El Heraldo de Mxico. Establecerse en Los ngeles no
fue enteramente obra del azar. Se trataba del corazn de lo que entonces se
llamaba el Mxico de afuera, la comunidad emigrante en California que
o bien resista la asimilacin a la sociedad norteamericana o bien buscaba
regresar al terruo, y que de por s haba llegado a estructurar, en medio de
la ciudad, un pueblo urbano, equipado con todo y sus peridicos, mercados, clubes sociales, cantinas, teatros y hasta su propia Zona Roja La
familia Paz-Lozano viva entre agitadores. Pero era todo menos un exilio
dorado. Eran los aos de la Primera Guerra Mundial y se tema que Mxico
durante su Revolucin, especialmente tan cerca de la frontera con Estados
Unidos, pudiera convertirse en un aliado del enemigo. Los revoltosos, que
era como entonces llamaban a agitadores como Octavio, eran naturalmente
sospechosos. Y de hecho, por un tiempo, y como se ha documentado (ver
Glvez, n. 2), un agente del fbi asign un vigilante al joven abogado y su
grupo. En medio de ese ambiente, que lleg a conocerse como the Brown
scare (pnico color marrn), y que un historiador ha descrito como mezcla
de conflicto de frontera, pleito laboral e histeria en tiempo de guerra, la
familia entera tiene que haberse sentido presionada para asimilarse a la sociedad estadunidense.7 Para 1919, las campaas de americanizacin en Los
ngeles ya haban dictado, a travs de su Junta de Educacin, que todos los
inmigrantes entre los 18 y 21 aos tenan que tomar clases de ingls y ciudadana. No en balde en documentos de la poca Pepa Lozano aparece con
una rimbombante profesin: Student of English!
Cuento todo esto como prembulo a la segunda ancdota. Porque es
Para el contexto al que aludo, ver Stephanie Lewthwaite, Race, place and reform in
Mexican Los Angeles. A Transnational Perspective, 1890-1940, University of Arizona Press,
Tucson, 2009, y W. Dirk Raat, Revoltosos: Mexicos Rebels in the United States, 1903-1923,
Texas A & M Press, Texas, 2000.
7
66
cuchara :
cuchara :
Segundo, pero no menos importante: la iniciacin ocurre fuera de Mxico, entre extraos, pero luego se transfiere a Mxico adentro, entre los
suyos, y transformada en un signo de extraeza dentro de su propia cultura.
Si la violenta entrada en el lenguaje ocurre fuera de Mxico, la ms actual
e igualmente violenta entrada en el mundo social ocurre dentro, en casa,
convirtindolo as, y literalmente, como insiste el ttulo del tomo donde aparece esta ancdota, el peregrino en su patria. Tanto en una como en otra
ocasin, fuera y dentro, la separacin, la soledad, surge de la diferencia que
marca no slo el lenguaje sino la apariencia fsica; al menos, una diferencia
que el propio Tavo proyecta, que l mismo considera y teme que los otros
ven en l. Sentirse solo, dir aos despus en su famoso El laberinto de la
soledad (1950), no es sentirse inferior, sino distinto.
II
Damos un salto hasta 1922, cuando Tavo ya cuenta con ocho aos. Fue el ao en
que Pablo Gonzlez uno de los matones que Venustiano Carranza, caudillo
de turno, mantena a sueldo decide confiscar y luego incendiar los restos de
la imprenta de Ireneo Paz. El siniestro puede haber sido dirigido no tanto
a Ireneo, que para entonces haba cumplido la provecta edad de 86 aos y
retirado de la poltica, como contra Octavio, diputado por el Partido Nacional Agrarista y flamante defensor pblico del legado zapatista. Al perder su
nica fuente de ingresos sus jubilaciones, como militar y periodista, eran
escasas y lentas, Ireneo sufri una primera embolia, perdi las propiedades
que le quedaban, incluso la pequea casa que comparta con Octavio y su
familia, remat buena parte de su inmensa biblioteca, y l y Amalia, su hija
solterona, tuvieron que refugiarse con su hija Rosa y su familia, que vivan
cerca. Venan otros tiempos.8
A Tavo, entre tanto, lo cambian de escuela de El Zacatito a un colegio
ingls, el Williams, que estaba tambin en Mixcoac, mientras que, como el
poeta mayor recordara una vez, nuestra casa, llena de muebles antiguos,
libros y otros objetos, se iba derrumbando. A medida que los cuartos se de8
Estas y otras referencias a la vida y obra de Ireneo Paz se estudian en Napolen Rodrguez, Ireneo Paz. Letra y espada liberal, Fontamara, Mxico, 2. ed., 2002.
70
cuchara :
Entrevista con Rita Guibert, Seven Voices, Alfred A. Knopf, New York, 1973.
71
por los admiradores que la ta atesoraba y que Tavo y sus primos, segn su
propio testimonio, un da espiaron. No es inverosmil que en la excntrica
ta que l recordar como Virgen somnlocua Tavo encontrara por primera vez en su vida una poeta, o al menos una personalidad potica. La
tercera fuente fue seguramente las tonadillas que Tavo le oa cantar a su madre, Pepa, de origen andaluz, y con las cuales logr entrenar sus ojos y odos.
Ireneo an viva, por cierto, cuando, segn cont despus el poeta mayor,
ocurri lo que tambin pasara a llamar su primera experiencia potica. La
ancdota aparece en el prlogo al tomo xiv de las Obras completas, como una
suerte de prembulo a la coleccin de sus primeros textos, en prosa y poesa.
Durante ms de sesenta aos he sido fiel a la poesa. Y quien dice poesa dice
amor. Cuando era nio, un da en que mi abuelo no estaba en su estudio, me
sent al frente de su escritorio, escog una pluma bien tallada l no usaba pluma
fuente y en el hermoso papel que empleaba para su correspondencia escrib
una carta de amor. La cerr cuidadosamente y la sell con lacre rojo y un anillo
que le serva para esos menesteres. Fui al jardn, cort algunas flores, hice un
pequeo ramo y sal de la casa. Anocheca esa hora que llaman entre azul y
buenas noches. No haba un alma en las calles de Mixcoac, un pueblo en las
afuera de la ciudad en donde vivamos. La carta no tena nombre de destinataria; estaba dirigida literal y realmente a la desconocida. Camin un trecho: a
quin entregarla o en dnde depositarla? Al dar la vuelta en una esquina, en
la semi-obscuridad, vislumbr una casa de nobles proporciones, con una fila
de balcones de hierro y, tras los barrotes, unas ventanas de madera con visillos
blancos. La casa me pareci que guardaba un misterio; tal vez viva en ella la
desconocida. Movido por un impulso que no puedo explicar, despus de un instante de vacilacin, arroj la carta y el ramo de flores entre los barrotes de uno
de los balcones y me alej rpidamente. (t. xiii, p. 20.)
cuchara :
esa identidad personal hallada fuera del pas, la lectora ideal tampoco se
encuentra dentro: aparece entre rejas, objeto de bsqueda. As, al antiguo
grito, a la resolucin verbal (cuchara y/o spoon), y a la consiguiente internalizacin de una diferencia corporal, ahora se aade el deseo verbal, deseo
escrito, como medio de alcanzar el objeto deseado lector y amante hecho
uno solo gracias al misterio de la poesa.
Cierta vez, en una entrevista, le pregunt al poeta si su familia saba
que de nio a l le gustaba escribir. Me contest que aunque el abuelo Ireneo nunca lleg a saberlo, en cambio s vea al nieto leer y aprovechaba para
hacerle l mismo cuentos. Igual ocurra con Amalia, cuyas plticas incluan
literatura pero casi nada de poesa; an menos con el padre, Octavio, porque de nio, mi relacin con l fue menos ntima y haba largas ausencias;
y para nada con Pepa, cuya influencia andaluza fue ms bien musical, pero
grafa. Sobre la relacin con su padre, en otro momento le dijo el poeta a
otro entrevistador: probablemente nunca supo que yo escriba. Confesin
asombrosa si calculamos que los primeros poemas de Octavio Paz datan de
1931, a los 17 aos, cuatro antes de que su padre tuviese el accidente que lo
mat y durante los cuales convivieron, o casi. Baste, para resumir, los patticos versos que le dedic al padre en Pasado en claro (1974), su gran poema
autobiogrfico:
Del vmito a la sed,
atado al potro del alcohol,
mi padre iba y vena entre las llamas.
Por los durmientes y los rieles
de una estacin de moscas y de polvo
una tarde juntamos sus pedazos.
Yo nunca pude hablar con l.
Lo encuentro ahora en sueos,
esa borrosa patria de los muertos.
Hablamos siempre de otras cosas.10
73
74
cuchara :
toso abogado y escritor, y sin duda el heredero escogido del patriarca, haba
muerto relativamente joven y dejado un vaco del que Ireneo se lamentaba
a diario. Trazando su propio camino, escogiendo su propia revolucin y su
propio caudillo, Octavio, como todo hijo de padre famoso, aspiraba a superar
el currculo de ambos, pero en cambio termin regresando a un Mixcoac en
ruinas y refugindose con su joven familia en una de las propiedades del ya
anciano Ireneo.
Sin duda toc fondo en diciembre de 1932, a los 49 aos (su hijo ya con
18), cuando el cintillo de un peridico de la Ciudad de Mxico proclam: El
Lic. Octavio Paz es acusado por una seora, por haberla golpeado en pblico.12 Aos despus se revelara que una nia de quince aos, tal vez violada
por l, haba dado a luz a otra nia, media hermana del poeta a quien ste
lleg a conocer y a amparar. Una vez ms, la violencia tocando a la puerta de
una familia cuyo prestigioso apellido quera decir todo lo contrario. En 1985
el poeta le confesaba a Felipe Glvez: mi padre fue siempre para m una
figura amada y distante tuvo una vida exterior agitada; amigos, mujeres,
fiestas, todo eso que de algn modo me lastimaba, aunque no tanto como a mi
madre; ella era quien realmente sufra. Luego vino, aada, el tiempo de
la soledad (Glvez, p. 75). Con ese precioso circunloquio aluda, as, no slo
al alcoholismo del padre, que la familia de todo alcohlico pretende ocultar;
tambin aluda a su propia soledad, que para entonces l y su madre haban
aprendido a soportar. Y sin embargo, fue precisamente en esos mismos aos
de decadencia y extraamiento, segn recordaba en la misma entrevista,
que Octavio escribi ms y mejor para El Universal o para la revista Crisol. Termin, aunque no lleg a ver publicada, una prolija pero apasionante
biografa de su dolo Emiliano Zapata, y otra historia, aun hoy indita, del
periodismo en Mxico (Glvez, p. 76). Finalmente, recuerdo que cuando en
una entrevista yo mismo le mencion una vez al poeta que, como escritor y
periodista, su padre seguramente haba influido en l, enseguida aadi, con
entusiasmo: incluso le ayud cuando adolescente a copiar a mquina artculos o textos suyos de memorias de la Revolucin Mexicana a veces desPara un comentario sobre este incidente, ver Guillermo Sheridan, Octavio Paz y su
padre: dramas de familia, Letras Libres, 7 de mayo, 2014. El incidente sali a la luz en El
Lic. Octavio Paz es acusado por una seora, El Nacional, Mxico, 3 de diciembre, 1932.
12
75
cuchara :
Mucho me temo que sin entender esa silenciada maldicin, sea sta
real o imaginada, no entenderemos algo fundamental acerca de Octavio Paz
y de su obra: me refiero a la relacin adversa, y con frecuencia defensiva, que
sostuvieron l y su familia con su pas y su gente. Al mismo tiempo, cualquier
conciencia de esa llamada maldicin debera llevarnos a apreciar otra cosa
mucho ms importante: que con fina sensibilidad, privilegiada inteligencia
y capacidad espiritual supo hacerse dueo de esa maldicin y transformarla
en una obra ejemplar, un ser nico.
anexo
Doy a continuacin facsmiles de los documentos a los que aluden este ensayo. Prueban ellos que Josefina Lozano Delgado y su hijo Octavio Paz Lozano 1) cruzaron la frontera norte de Mxico por la ciudad estadunidense de
Laredo, Texas, el 18 de agosto de 1919, y 2) junto con Octavio Paz Solrzano
vivieron como familia en la misma direccin de la ciudad de Los ngeles,
California (112 North Kern), en medio del histrico enclave mexicano del
centro de esa ciudad.
77
Documentos 1 y 2
Los Manifiestos, o documentos de entrada al pas, que a principios del siglo
xx administraba el U. S. Department of Labor (Secretara del Trabajo) obran
en los National Archives de Estados Unidos, fechado el 18 de agosto de 1919
en Laredo, Texas, muestra que Josefina L. de Paz, de 26 aos, de estado
casada, y de ocupacin ninguna, solicit entrada acompaada de un/a
nio/a [child]; la solicitante sabe leer y escribir, es de nacionalidad mexicana y su destino es Los ngeles, Ca. El pasaje se lo pag ella misma,
lleva US$100 consigo y dice haber vivido en fecha anterior en Estados Unidos en San Antonio, Texas durante el periodo 1916-1917. La solicitante
dice, adems, que va a reunirse con su esposo, Octavio Paz [Solrzano]
residente en 141 Main Avenue, Los ngeles, Ca. El propsito del viaje es
residir; no piensa trabajar en Estados Unidos pero s vivir perm[anente],
aunque no hacerse ciudadana de Estados Unidos; nunca ha sido deportada y su salud es buena. La misma boleta indica, para los tres, 1916 como
ao de inmigracin, o entrada al pas.
Su descripcin fsica: 410 de estatura, de piel blanca, ojos azules, y
lugar de nacimiento Mxico. Firma.
El Manifiesto viene acompaado de una boleta, expedida por el mismo
U. S. Department of Labor, con la misma informacin. Existe tambin una
segunda boleta, que no Manifiesto, para Paz, Octavio (sic) con fecha de 18
de agosto, 1919, entrando por Laredo, Texas.
Ntese que la solicitante opta por entrar al pas con su apellido de casada; salvo en su inicial, no menciona su apellido paterno [Lozano], de soltera.
Semejante recurso era normal en la poca para una mujer casada viajando
sola con un nio.
Es de notar que en el mismo Manifiesto la solicitante declara que s
vivi antes en Estados Unidos, durante el periodo 1916-1917. Sin embargo, el
Manifiesto que en los mismos archivos aparece con esa fecha anterior es
el mismo de 1919. A falta de otra explicacin o evidencia, la declaracin de
una entrada previa a la de 1919 podra explicarse con base en dos razones:
1) para cuadrar con los aos en que Octavio Paz Solrzano cruz la frontera
para residir por un tiempo en San Antonio, Texas (el Licenciado llega a San
Antonio en octubre de 1916), y 2) para sugerir antecedentes pacficos durante
78
cuchara :
los aos de la Primera Guerra mundial, para no hablar de la propia Revolucin Mexicana, y as tranquilizar a las autoridades migratorias de la frontera
y asegurar el paso. Sin embargo, no existen Manifiestos de entrada en 1916 ni
para Octavio Paz Solrzano ni para Josefina Lozano Delgado. se haba sido
el ao de la llegada del Licenciado a San Antonio, lo cual sugiere, dadas las
circunstancias histricas que entonces imperaban, su entrada clandestina al
pas. La existencia de otra entrada, con Manifiesto, a travs de San Diego en
noviembre de 1917, apoyara la hiptesis de mltiples entradas clandestinas
para este peripattico agente zapatista. Las fechas de inmigracin en otros
documentos, como el que se comenta abajo, apoyara la misma conclusin.
Documento 2
El 1920 U. S. Federal Census, Assembly District 64, Los ngeles, California,
muestra que en la Calle 112 North Kern #112, de Los ngeles, California,
vivan Paz, Octavio, cabeza de familia [Head], ocupacin revista [magazine], y profesin abogado [attorney]; Paz, Josephine, esposa [wife]
y ocupacin estudiante de ingls [Student of English]; y Paz, Octavio, Jr.
hijo [son] y ocupacin ninguna [none]. El mismo registro consigna el ao
de 1916 como fecha de inmigracin o entrada al pas.
79
mercedes lvarez
mercedes lvarez
mercedes lvarez
mercedes lvarez
mercedes lvarez
mercedes lvarez
un solo tomo para que tuviera sentido. Y que de ningn modo podan pedirle
que mutilara su propio trabajo.
De vuelta, recibi un mail donde Mondadori sugera publicar Das en
los bancos de las plazas de papel nicamente, y una vez medido el impacto en
el pblico, evaluar la publicacin de las dos siguientes novelas.
Malena respondi diciendo que no le interesaba el pblico sino los
lectores, y que publicaran la triloga o nada. Mondadori respondi que, sintindolo mucho, no podran arriesgarse.
Malena pas por un par de das horribles entre la furia y la desesperacin contenidas. Despus guard las copias que Mondadori le devolvi en
una caja forrada de tela, y all quedaron hasta el da de su muerte.
Radovitz y Malena Isola fueron un matrimonio feliz en los libros y en
la vida.
Lo que hoy conocemos como La triloga de la desolacin, publicada por
Mondadientes, S.R.L, es fruto de los esfuerzos de Pedro Radovitz por dar a conocer la magnfica obra de Malena Isola, hoy una autora de culto, quien por
el momento slo goza de prestigio dentro de ciertos crculos literarios selectos.
92
Trece poemas
F rank S tanford
Versiones y nota de Hernn Bravo Varela
Leyenda an oscura de la poesa estadunidense del siglo xx; a
menudo comparado con Whitman y Rimbaud, Frank Stanford (Richton, Mississippi, 1948-Fayetteville, Arkansas, 1978) se suicid poco
antes de cumplir los 30 aos. Incursion en el cine y la edicin
independiente. Pese a su corta vida, lleg a publicar casi una decena de volmenes, incluido El campo de batalla donde la Luna
dice que te amo (The battlefield where the moon says I love you),
de 1977, un poema pico de ms de quince mil versos sin estrofas ni
puntuacin. La poesa reunida de Stanford, What about this (Y
qu me dices de esto?), publicada este ao por la prestigiosa editorial Copper Canyon, ha llamado poderosamente la atencin de
crticos y lectores en todo el mundo, e incluye cientos de pginas
inditas en verso y prosa. Los poemas aqu presentados constituyen,
con toda seguridad, las primeras versiones al espaol de la vasta,
magntica y a menudo escalofriante obra de Stanford.*
*
Los primeros seis poemas corresponden a Los cuchillos que cantan (The
singing knives), 1971; el siguiente a Un permanente desconocido (Constant stranger), 1976; luego, La luz que ven los muertos, a Muerte de cuna (Crib death),
1978; el noveno y el dcimo poema pertenecen al volumen T (You), publicado
pstumamente en 1979; las Moscas en la mierda se encuentra en La parra
ardiente (Smoking grapevine), sin fecha, tambin publicacin pstuma, mientras los dos ltimos tuvieron cabida en La ltima pantera en la meseta de Ozark
(The last panther in the Ozarks), sin fecha y de publicacin pstuma. (N. de la R.)
93
el robalo 1
el charal 2
Si aprieto
su cabeza,
le saltarn
los ojos
como estrellas.
Las ondas
que produce
pueden mover
la luna.
1
the bass // He jumps up high / against the night, / rattling his gills / and the hooks / in his
back. / The Indian says / he is like a goose / passing in front / of the moon.
2
the minnow // If I press / on its head, / the eyes / will come out / like stars. / The ripples /
it makes / can move / the moon.
94
poema 3
narciso a aquiles 4
planeando la desaparicin
de aquellos que se han ido 5
95
belladona 6
A song that comes apart / Like a rosary / In the back of a church // O bootblack the night I
met you / I quit shining shoes
7
the first twenty-five years of my life // I met my father in a library in Menphis, Tennessee. / Bees flew out of the sun. // The strange country of childhood, / Like a dragonfly on a
long dog chain. // This is the signature of the doctor, the money from home. / Before, when each
star was a minnow / Dying naturally in a tub, we slipped off / From the others in our boats. //
97
Salamos de maana.
Haba mosquitos en nuestro caf
y las culebras rompan el hielo para nuestros viajes.
Queran morir los grillos.
Tu cabeza estaba en mi regazo.
Pescamos con curricn y doce caas.
Como hacen esos bhos que llevaste al bosque,
te llam de mil formas.
Era tu voz un tronco bajo el agua,
entre bagres azules.
No se interne en el bosque.
Las mariposas, antes de morir, sobrevuelan el puente por debajo.
Tomo mi sombra de los yacimientos de la luna.
Yo, nube que hace sombra, cubro de luz mi cuerpo, totalmente desnudo
ahora, mientras me llamo en sueos por mi nombre.
We left in the mornings. // The mosquitoes were in our coffee / And the snakes broke ice for
our journeys. / The crickets wanted to die. / Your head was in my lap. / We trolled twelve
poles. // Like the owls you bulldozed into the woods, / I called you many names. / Your voice
was a log under the water, / Blue channel there. / Do not reach into this wood. // Butterflies
hover under the bridge before death, / I take my shade in the borrow pits of the moon. //
Cloud making shadow, I cover my body now buck naked / With light, calling my name in
my sleep.
98
99
En la distancia
hay alguien
parecido a un guardava que agita una linterna.
La luz aumenta, crece una flor blanca.
Se vuelve muy intensa, como msica.
Ven los rostros de gente a la que amaron,
los que en verdad murieron y hablan dulcemente.
Ven en un sembrado a su padre, sentado.
Termin la cosecha, y su silla de mimbre qued lista.
Lleva una toalla alrededor del cuello
que huele a tnico de ron.
Luego ven a la madre
de pie, a espaldas suyas, con un par de tijeras.
Sopla el viento.
Ella le corta el pelo a l.
Los muertos han contado historias como stas
a los vivos.
Off in the distance / There is someone / Like a signalman swinging a lantern. // The light
grows, a white flower. / It becomes very intense, like music. // They see the faces of those
they loved, / The truly dead who speak kindly. // They see their father sitting in a field. / The
harvest ir over and his cane chair is mended. / There is a towel around his neck, / The odor
of bay rum. / Then they see their mother / Standing behind him with a pair of shears. / The
wind is blowing. / She is cutting his hair. // The dead have told these stories / To the living.
100
101
t 10
moscas en la mierda 11
102
V al cementerio.
luz de ro 13
sail around a pile of shit / and then come back and picnic on the shit / just once in your life
have you heard / flies on shit / because I cut my eye teeth on flies / floating in shit
12
to find directions // Go to the graveyard.
13
riverlight // My father and I lie down together. / He is dead. // We look up at the stars,
the steady sound / Of the wind turning the night like a ceiling fan. / This is our home. //
103
I remember the work in him / Like bitterness in persimmons before a frost. / And I imagine
the way he had fear, / The ground turning dark in a rain. // Now he gets up. // And I dream
he looks down in my eyes / And watches me die.
104
antn arrufat
con el presente. Recorri la calle en la que haba nacido, que se llamaba Jenez
cuando l naci, entr en la iglesia parroquial en la que se casaron sus padres,
se detuvo ante la escuela pblica donde fue maestra su madre, que ocupaba un
antiguo cuartel de los tiempos de la Colonia, pas por la calle Merced, donde
nacieron varios de sus hermanos, en una casa que ya no encontr o no pudo
identificar. Se lleg a un barrio cercano, que en su poca se llamaba Mijala,
nombre en recuerdo de un municipio de Castilla. Toda su familia, padres y tos,
haba nacido en Crdenas, menos sus dos abuelos, que eran de origen asturiano.
Aunque no encontr la casa, la recordaba como un chalet de madera,
de dos plantas, algo desvencijado. Arriba dorma toda la familia, padres y
seis hijos. En el enorme patio, de la casa de la calle Merced, me aclar de
repente como si regresara a la actualidad del bar Lucero, casa que al parecer
ya no exista en la realidad y s en las visiones de su memoria, en ese enorme
patio comenz su padre a sembrar el millo de las escobas y la cra de gallinas
catalanas, grandes ponedoras.
El padre, apasionado por negocios fantasiosos, que le proporcionaran
fabulosas ganancias que el tiempo demostrara imposibles. Ninguno de estos
negocios, de estos sueos de fortuna, triunf. Por el contrario, fracasaron todos. El chalet de Mijala contaba con un enorme stano, de alto puntal. All
jugaba con su hermana Luisa Joaquina.
Vuelvo a nuestra excursin nocturna por el pueblo de Guanabacoa.
Como estas palabras son una reconstruccin evocativa, dos formas del
tiempo, pasado y presente, se mezclan y parecen convertidas en una sola
fluencia, al menos verbal. La evocacin es, hasta cierto punto, falsificada:
como conozco ahora aspectos de su vida, datos de su biografa, que ignoraba
cuando juntos recorramos el pueblo, tiene algo de visin retrospectiva.
Obligados por las vicisitudes econmicas los Piera abandonaron Crdenas cuando Virgilio tena diez aos y fueron a residir a Guanabacoa, en la calle Barreto, antes de asentarse por largo tiempo en la ciudad de Camagey. En
nuestra excursin recorra ciertos barrios despacio, silencioso, detenindose en
algunos lugares, ante el aspecto envejecido de ciertas casas, sin dar detalles ni
advertirme nada, mirando y recordando a la vez, en esa singular remembranza
que produce retornar a ciertos lugares en los que se ha vivido aos atrs, y por
seguro lo haca de la misma manera en que haba recorrido Crdenas. Noche
107
antn arrufat
antn arrufat
antn arrufat
blbamos pero nadie escriba. Uno de los graves problemas de la sexualidad del
cubano, un asunto escondido que pone a nuestras familias en estado de agitacin
y delirio: el homosexualismo nacional. Estaba dispuesto a correr ese riesgo.
De l hablamos varias noches en el bar Lucero. Una de ellas me dijo
que buscaba una palabra que definiera la actitud de cierta gente. Yo le dije
gazmoo, porque me vino de repente a la boca, y l dijo esa misma!, y
as apareci escrita en su ensayo. No slo correr Piera ese riesgo, tambin
Rodrguez Feo, incluso el equipo de colaboradores de la revista. Creo que pese
a las preocupaciones ya haba el precedente de lo ocurrido con los textos
del marqus de Sade, nadie retrocedi.
El ensayo no surgi como trabajo solitario de opinin literaria; por el
contrario, tuvo un acicate social fuerte y evidente. Fue sin duda una respuesta.
Un ao despus de la muerte de Emilio Ballagas, acaecida en 1954, apareci
una edicin de su obra potica con prlogo de Cintio Vitier. La lectura de
este prlogo, ejemplo brillante de nuestra tradicin del disimulo y la hipocresa,
indign a Virgilio Piera, quien haba tenido una estrecha amistad con Ballagas, indignacin que lo indujo, tambin a instancias reiteradas de Rodrguez Feo, a responder con la escritura de su ensayo. Texto nico en nuestras
letras, verdaderamente emblemtico.
Interpretar la obra de un poeta cubano desde su homosexualidad podr
parecer indemostrable e inverificable a muchos lectores aunque en este caso
parte de confesiones personales y del trato fraternal, pero resulta una interpretacin inslita entre nosotros, un hecho de consecuencias liberadoras.
El ensayo se fundamenta en una cuestin: la actitud del poeta ante su sexualidad. Vctima consciente de la tradicin judeocristiana que condena la homosexualidad, Ballagas se convirti en el atormentador de s mismo. No acept
su inclinacin o su preferencia sexual. Luch contra ella a brazo partido, sin descanso. Se cas y fue padre de un hijo. Como perseguido por un destino inflexible,
huy de su homosexualidad para caer en ella cada vez que se descuidaba. Entr
en la iglesia catlica y se hizo creyente practicante y devoto. Busc la purificacin de lo que conceba como un pecado, el pecado nefando, segn lo califican
la sacrosanta iglesia catlica y toda la cristiandad homofbica. ste es el drama,
humano y teolgico, que Piera descubri en la escritura de Ballagas.
A este ensayo fundador podran sumarse dos textos sin publicar durante
113
antn arrufat
su vida, que aparecieron entre sus papeles pstumos. Se trata de Tres elegidos, de 1945, y Distancias, sin fecha reconocible. (Dentro de esta tendencia estara Discurso a mi cuerpo.) Realizados a la manera de otros de
sus numerosos escritos de igual dimensin, tres o cuatro cuartillas, exposicin
rpida, desarrollo y conclusin relampagueante, planteamiento inusual, con su
habitual dejo humorstico, son de clasificacin difcil. Podran tomarse por artculos o ms bien por un conjunto de reflexiones paradjicas. En uno de ellos
se debe destacar el sentido que Piera le da al trmino elegir, de prosapia
existencialista, una prueba ms de su mente reactiva. Para la filosofa de la
existencia, especialmente en Jean-Paul Sartre, la eleccin implica una exclusiva toma de decisin individual, la existencia humana no puede dejar de elegir constante y cotidianamente, elegir lo que va a ser, lo que ser. La eleccin
parece dotar a la existencia de una consistencia singular, hacerla consistir.
Por el contrario, el judo, el homosexual y el artista los elegidos en el
texto de Piera lo son por los otros, la mayora los elige. Los tres elegidos
estaran dispuestos a formar parte, pero al elegirlos, la mayora los aparta,
execra y persigue. El judo resulta el ms elegido, el ms interdicto: decenas
de miles morirn en los campos de exterminio. Sin duda, cuando se escribe
el artculo (1945) ya se conoce pblicamente el holocausto, circunstancia histrica que debi marcar al autor.
De acuerdo con la intensidad de la eleccin, el artista ocupa el grado
siguiente. Tiene la infinita desgracia de presentarse como un individuo particular. Para expresar a los otros, se ve obligado, por su arte, a apartarse de
ellos. Esta contradiccin, esta tierra de nadie que existe entre los dos, estimula la eleccin de la mayora. Ser doblemente apartado.
El homosexual es el ms numeroso, el que ms abunda, y tiene un componente que podra servirle, en ciertos casos, de proteccin: su erotismo.
Ser en parte bien recibido si manifiesta la zona de su erotismo entre el
sexo desenfrenado y el grotesco ms crudo. Si trabaja en los prostbulos, si
acta en una pieza bufa y hace rer al pblico heterosexual y homosexual con
su gestualidad afeminada.
Piera concluye con dos observaciones imprevistas. Utiliza la corriente
comparacin popular del homosexual con el pjaro (Pjaros de La Habana
los llama Garca Lorca en su Oda a Walt Whitman), para recordar un hecho
114
antn arrufat
que por aos haba existido entre los dos, y lo llam por telfono. No es difcil
imaginar el estupor de Lezama cuando oy del otro lado de la lnea la voz de
Virgilio Piera que le deca, ms o menos estas palabras: quien ha escrito
una obra tan extraordinaria no puede ser mi enemigo. Lezama le respondi de
inmediato, venga a verme, y la antigua amistad, por tiempo soterrada, reapareci. Durante una de esas tardes del jueves en que comenz a visitarlo, en
que tomaban t y mantenan largas conversaciones hasta entrada la noche, es
probable que le diera a conocer Discurso a mi cuerpo, y le dejara el original
con la dedicatoria como muestra de reconciliacin e intimidad al leerle un
texto confesional, lo que despus haran numerosas veces entre s.
Estuvo en la dcada del sesenta, y tal vez un poco antes, inmerso, segn evidencia el Discurso a mi cuerpo y algunos cuentos como La cara
(1956), en el misterio, el valor y la presencia de su cuerpo. Tal absorcin
quiz lo llevara a preocuparse al mismo tiempo por el de los dems. O ms
exactamente, el cuerpo de los otros gener la preocupacin por el suyo.
El cuento Las partes, un tanto anterior a estos aos, resulta primordial en este doble proceso de acercamiento. El enigma y quiz la belleza del
cuerpo ajeno supuestamente desnudo debajo de una gran capa, que pasa
ante la mirada del narrador por el pasillo de un hotel, provocan la aparicin
del peculiar reverso pieriano: la mirada, atrada por la presencia del cuerpo
que pasa, se vuelve sobre su propio cuerpo. Porque el centro de su meditacin, incluso de su angustia, no es el alma, sino el cuerpo, al que suele, en
estos aos, llamar la carne.
Indudable, no estaba de acuerdo con su cuerpo. Desacuerdo singular
y a ratos dramtico, que en su Discurso a mi cuerpo es llamado divorcio. Curioso divorcio entre quienes nunca estuvieron casados. Tal divorcio
no implica, por supuesto, un matrimonio previo. Ms bien implica reclamo,
peticin melanclica.
Encuentro en su Discurso una confesin inquietante. Aquella en
que se siente como abandonado por su cuerpo. Cundo ocurre ese abandono? Qu momento es se? Aqul, el de las tribulaciones amorosas.
Cuando ms indefenso y dbil me senta, te ingeniabas para irte de paseo a
la montaa carnal donde se rompe la unidad de la vida.
Enigmticas palabras. Error en la transcripcin del original o esa mon117
antn arrufat
taa carnal se refiere a algo que no ha sido dicho. El cuerpo por propia decisin, tal vez consecuencia de sus deseos incontrolados, se las ingenia para
irse de paseo a esa montaa carnal. Lo deja solo, sin defensa, el cuerpo se
ha retirado y se entrega a sus propios deseos, los deseos de la carne, se pasea
por ellos, y su accin libre rompe la unidad de la vida.
La unidad no es otra que la del cuerpo con el alma. Unidad que es la
anulacin de las distancias. Ambos sin embargo, Piera y su cuerpo librrimo, han practicado un boquete aislador, que impide toda comunicacin
humana. Aislamiento, boquete, en el que los dos se hallan comprometidos,
y que pudiera ser consecuencia del juicio de Piera sobre su propio cuerpo.
Desacuerdo, divorcio, aislamiento parten de esta apreciacin.
Se consideraba, principalmente hacia los aos de su madurez, de boca
sin atractivo, demasiado flaco, grandes orejas, mentn hundido y frente protuberante. Haba comenzado a perder el cabello y tena los dientes manchados
por el cigarro. Cuanto estimaba admirable eran los ojos, grandes y claros, las
manos que mova con cierto encanto, los pies de los que haca gala.
Si considerar su cuerpo escaso de atractivos, un tanto mal hecho, llevar una relacin desacordada, constituye una incgnita y una desdicha para
cualquier humano, resultan ms agudas en un homosexual. En gran medida
el homosexual padece el mito de la belleza corporal, vive en perenne conquista del cuerpo, tanto del suyo como del ajeno, batalla silenciosa que suele
terminar en verdaderas tragedias ntimas.
Para esa batalla imprescindible se hallaba en desventaja, encontrndose en una paradjica situacin sin salida: tener un cuerpo y hallarse inconforme con l. Dada su mentalidad de artista reactivo, tal situacin encontr
una salida en el espacio de la escritura, transformada en mutilaciones, antropofagias, sustituciones imaginarias, empleo de dobles En La carne de
Ren (1952) es menos violento el reverso, especie de compensacin: el cuerpo
de Ren ejercer sobre otros personajes una irresistible seduccin.
Cmo escudarme?, se pregunta el protagonista de la ntima confesin que es su relato El enemigo. El escudo sin duda ha de ser la literatura. Escribir lo que vivimos, me deca con frecuencia, y tambin lo que no
vivimos. Lo que tenemos tanto como lo que no tenemos. Lo que no pudo ser,
sea en la creacin. En este sentido servirse de la literatura como de un escudo.
118
antn arrufat
de su teatro completo. Solo lleg a publicarse el cuadro primero en el magacine quincenal Baragu de 1937, cuando Piera ya resida en La Habana y
estudiaba en su Universidad.
Indudable, la obra, desde el punto de vista literario y teatral, mereca
tal indiferencia. Sin embargo, la nota de presentacin de Clamor, redactada
por el director del magacine, es una especie de presentimiento: Virgilio Piera ha de convertirse con el tiempo en un gran dramaturgo. Se trata de una
vigorosa promesa, con una indiscutible capacidad. Parecen los editores
del magacine jugarse una carta, pedirle prestado al futuro, leer el porvenir
por anticipado. La nota de presentacin es un acto de fe, basado en el joven
estudiante camageyano ms que en la propia obra que presentaban. En
cuanto al valor del futuro dramaturgo no se equivocaron al apostar.
Al referirse a lo atrevido del asunto, la nota menciona al autor Carlos
Montenegro. Su novela Hombres sin mujer, sobre la homosexualidad en la
crcel y los horrores del rgimen carcelario cubano, acababa de editarse
en Mxico, y algunos ejemplares circulaban en La Habana, con escndalo
y xito. Es posible que esta obra excepcional de la literatura cubana influyera en Clamor, escrita casi dos aos antes? Quiz mediante el captulo La
fiesta del guanajo, que la revista Medioda publicara en 1936, y que produjo
un conjunto de comentarios escandalosos que llevaron a la clausura de la
publicacin por orden judicial. Sealo otro influjo posible: la relacin con el
Oscar Wilde de La balada de la crcel de Reading y principalmente de las
dos cartas que enviara a un peridico londinense en las que denuncia los
horrores del sistema penitenciario ingls y propone reformas, lo mismo que
hara Piera con el sistema carcelario cubano.
Despus de su muerte apareci entre su papelera el texto completo de
la pieza y fue recogido en la revista Albur, durante un tiempo rgano de la
escuela de dramaturgia del Instituto Superior de Arte.
Dos cosas antes de finalizar.
La primera, la composicin de la pareja de los dos penados de aspecto fsico contradictorio, de cuerpos en apariencia diferentes, que aparece en
ese instante tan breve del primer cuadro, instante que termina en s mismo,
conflicto y personajes que no han de reaparecer, pareja formada por el tipo
clsico del penado homosexual pasivo, de aspecto afeminado y procaz, como
121
antn arrufat
de cnico ofrecimiento y por su contrario, por su opuesto, viril, sereno, fuerte, rebelde, alto y musculoso, como hombre de trabajo rudo. Piera usa los
trminos y los adjetivos habituales en su poca: escribe homosexual pasivo
y lo contrapone al activo, aunque no llegue a escribir este trmino. Sin duda l
tambin fue vctima, en el momento de escribir su obra, de las clasificaciones
habituales. Lo que no ocurrir en textos posteriores, La vida tal cual, el poema
La gran puta, Ballagas en persona y el relato Fchenlo, si pueden.
La segunda. Este opuesto, el penado viril, es el personaje logrado de
Clamor, el que permanece en la memoria del lector por la sinceridad inesperada de su confesin. Cuando el tirnico director del penal le pregunta: no
le resulta vergonzoso haber puesto los ojos en otro hombre? El penado viril
a su vez le responde con una pregunta desafiante: por qu? Es lo mismo
que comer o dormir; me volvera loco si no lo hiciera. Adems, siento que no
he manchado nada. Tal declaracin lo lleva a un descubrimiento personal,
que es tambin una respuesta al director del penal: S, estoy casado, pero
ya hace rato que se me olvid. Soy un bruto, pero siento que ya no soy el
mismo de antes. Ese instante fugaz del primer cuadro nos deja un personaje, el del presidiario que busca una salida para la fuerza que le corre en
la sangre. El deseo sexual insatisfecho ha abolido todos los tabs sociales,
dejando el cuerpo del hombre ante el cuerpo de otro hombre.
Ante las pginas donde figura la homosexualidad de una manera expresa, sin necesarias lecturas ni interpretaciones de trasnochado freudismo o
investigador policial, pocas sin duda, resulta evidente que su eleccin y rechazo
confesados aquella noche en el parquecito de Guanabacoa no fueron absolutos, felizmente me gustara aadir. Tal decisin, de haberlo sido, lo excluira
voluntariamente de una zona decisiva de su propia existencia personal y de
una parte, fuerte e importante en su caso, de su sensibilidad e interpretacin
de las cosas. Aparte de su voluntaria exclusin, de su deseo de no ser encerrado en un gueto, sin duda debieron influir en sus intervalos de silencio la
homofobia en que vivi durante aos y la prohibicin expresa, en diversas
ocasiones de la sociedad cubana actual, de que se publicara algo escrito por
cubanos acerca de la homosexualidad. No obstante ambas cuestiones, como
se comprueba en los textos que lleg a escribir, mucho tena que decir sobre
su mltiple y rica experiencia como escritor homosexual.
122
Incontenible
J avier C aravantes
Play.
Prpados apretados, mandbula trabada. El espanto en su rostro contrasta con las sbanas blancas: la pesadilla la obliga a empujar el cuerpo hacia atrs, como si quisiera hundir su espalda en el colchn, esconderse entre
los resortes y alambres. Se cubre el rostro con los antebrazos. Grita. Despierta. Poco a poco se sienta; parece a punto de decir algo.
Pausa.
Andrs ha estirado rpido la mano derecha y oprime la tecla. Concentra
su mirada en la pantalla, en los labios de Luisa: ojal rompieran el rgido
gesto para que comenzaran a decir las respuestas que est buscando. Las
necesita para terminar su documental. Lo intenta desde hace varias semanas
sin lograr ningn avance, no puede: el final se le escapa; aunque sale a dar
largas caminatas buscndolo y ha logrado atravesar la ciudad no lo encuentra; es capaz de esperar sentado por largos das frente al monitor donde edita
sin que llegue; piensa en l al intentar dormir pero tampoco los sueos ofrecen pistas. Su fracaso es evidente: selecciona las carpetas donde guarda su
material y roza varias veces la tecla con la que podra eliminarlas.
Si es imposible terminar la historia es porque desde el principio estuvo mal planteada se repite, mientras con la mirada examina varios dibujos
de lo que planeaba fueran las escenas finales, estn colgados en un corcho
encima del monitor donde edita.
Con qu los remplazo? puede gritar la pregunta o convertirla en un murmullo que lo acompae durante el da, de cualquier manera no sabr cmo responder.
123
javier caravantes
incontenible
javier caravantes
salvarlo; yendo de un lado al otro sus pies lo patean, aunque tiene varias
abolladuras es posible que el material de grabacin, su nico respaldo, est
intacto. En una notebook lo prueba, le cuesta trabajo conectarlo, tiene que
sujetar la mueca con la otra mano para detener el temblor que lo ataca. Va
sintiendo alivio porque una ventana se despliega, avisa que la informacin
se carga, tarda algunos minutos. Cualquier expresin de esperanza formada
en el rostro de Andrs desaparece. El disco est vaco. Se ha quedado sin la edicin que llevaba meses armando, sin documental. Camina hacia una esquina
del estudio, acerca la nariz hasta rozar las dos paredes que hacen escuadra.
Imagina cmo tendra que estirar el cuello hacia atrs, impulsarse y regresar
la cabeza con la fuerza necesaria para estrellarla en el concreto. Murmura:
Ficcin y realidad.
Echa atrs la nuca y embiste la pared con la frente. Se derriba. Por una
rendija de la puerta distingue cmo la tarde va cayendo, el patio est oscuro.
Quisiera que las paredes del estudio se le derrumbaran encima.
Duele, es como si le hubieran atravesado con puntillas la frente y siguiera
teniendo las armas incrustadas en la cabeza, un par de cuernos: Andrs toca
las heridas, el roce de los dedos le arde. Los dos hematomas que han nacido en
cada costado por lo menos duplican el tamao anterior de su frente. Intenta
ponerse de pie, el cuello est entumido, calambres atacan sus brazos. El dolor en la frente regresa, aturde. Se sujeta del escritorio para no caer; siente
que las heridas van creciendo, empujan al cerebro, se aduean de su cabeza.
Ve de nuevo las palabras de Luisa sujetas en el corcho y las repite en voz alta:
Sentiste algo, eres capaz? Miserable.
Camina a la cocina, busca hielos en el refrigerador. Arrastra los pies
hasta la habitacin y se deja caer sobre la cama.
El celular suena, el timbre simula el ring de un telfono antiguo, el
volumen aumenta con la velocidad de un feroz ruego. Andrs lo toma, programa que vibre y lo deja sobre el bur: se mueve, una mosca herida que no
puede emprender el vuelo y apenas da saltitos, as el aparato va desplazndose sobre la madera. Se acerca a la orilla, sigue hasta derrumbarse. Tirado
en el piso el nombre de Luisa parpadea en la pantalla, es un mensaje de
texto: Te detesto, eres lo que ms odio. Te odio, odio, odio, odio.
126
incontenible
javier caravantes
mitad del pasillo, como parado entre los dos rencores. Tarda cuatro minutos
en cambiarse la pijama por unos pantalones, una playera. Recoge las llaves
y sale de la casa. A pesar de la lluvia encuentra un taxi.
Corre desde la calle hasta el cubculo, toca. Francisco le grita que pase,
al verlo la expresin severa del tutor cambia, apresurado se levanta de la
silla y camina hasta ponerle la mano en el hombro.
Ests bien? le pregunta.
Andrs no responde.
Qu pas? Sintate.
Aunque intenta pronunciar con eficiencia, Andrs tiene que repetir varias veces la siguiente oracin para que su tutor lo comprenda:
Mi novia se dio cuenta de que estaba haciendo el documental con la
historia de su enfermedad y lo destruy. Mi roomie tambin supo que ocupaba el montaje de su obra. Me acaba de correr.
Excusas. Desde el principio te pedimos una cesin de derechos y la
entregaste. Debes enviar algo si no vas a tener problemas muy graves con
la escuela. Me enseaste ejercicios interesantes, alguno de esos podra servirte, escribe un reporte. Mndamelo, yo hablo con los dems profesores
Francisco saca un flder, le pide firmar unos documentos.
A Andrs le cuesta trabajo sujetar el lapicero, se le cae dos veces. No
agradece, la mandbula se le ha paralizado. Sale de la oficina y camina sin darse
cuenta por dnde va hasta que una afanadora le seala la salida. Ha olvidado qu camin tomar. Apenas junta las monedas suficientes para que un
taxi lo regrese. Entra y llega hasta al estudio. Busca entre los archivos de su
laptop un documental que intent mientras cursaba el cuarto semestre de la
licenciatura en Comunicacin, en su antigua ciudad. Es la historia de una
vieja revista de literatura que intenta sobrevivir en un mercado donde la distribucin se ha vuelta imposible para publicaciones de corto tiraje. Carga los
archivos y enva el correo electrnico a Francisco, piensa que es el ltimo
enter. No le queda ms por decidir, slo tiene una opcin, regresar a la
casa de su madre.
Empacar es fcil, deja al ltimo lo difcil, faltan apenas quince minutos para
que llegue el camin cuando lo decide. Toma el telfono, sale a la calle. Ca128
incontenible
129
Dos poemas
A dalber S alas H ernndez
il miglior fabbro
134
Trampas
(Ejercicio narrativo)
J os B alza
1
jos balza
trampas
jos balza
trampas
En los gabinetes y ministerios todos son gordos, como los condecorados militares, que los ocupan. Grandes hoteles, aviones particulares, viajes de turismo poltico los han vuelto as. Como a l. Tres lustros de poder arrastran
al pequeo pas hacia el deterioro. De los anteriores, zigzagueantes y escasos gobernantes con capacidad real de hacer una vida decente (hospitales,
universidades, empresas) fueron quedando obras y leyes tiles; este hombre
nuevo no ha construido ni un parque y, al centrar en l todas las decisiones,
elimin la atencin a lo ya existente. Pueblos y ciudades se desmoronan en
contraste con los alegres habitantes que disponen del dinero oficial regalado,
139
jos balza
trampas
nantes y que l ignora, porque cree ser nico. Nadie nota su concentracin
nocturna puesto que siempre ha sido capaz de imaginar con doblez. Aos de
imparable verborrea ocultan cualquier signo de aislamiento mental.
Y una noche, mientras suda y lanza irrespirables ventosidades, vislumbra aquello a lo cual debe convocar: el poder que, introducido como imn en
la multitud, servir para amenazar y someter a sus contrarios, esta vez para
siempre, porque tambin ha decidido ser un gobernante eterno.
Ese contorno apenas entrevisto exige varias acciones para su vasta concrecin pblica. Y realiza la primera de ellas en pocos meses: al fin y al cabo es una
energa contenida en l y en el pueblo. En sus prximos interminables discursos
ante multitudes tradas de todas partes, provedas de licor, por radio y televisin
obligatorias incita al desorden, al abuso, a saldar cualquier diferencia entre las
personas con navajas, cuchillos, pistolas, choques de autos. En secreto crea una
red de motorizados para facilitar y acelerar los hechos. El balance de muertos es
un xito. Sus fieles consideran que derramar sangre es el mejor acto cotidiano.
Al mismo tiempo organiza una operacin magna: como siempre ha exaltado en sus arengas al Ancestro mximo del pas, un soldado muerto quinientos aos atrs, decreta abrir su tumba, traer sus cenizas al presente y tocarlas
con su frente, para que el guerrero y Dios lo consagren como lder supremo y
eterno. En una oscura ceremonia de medianoche, rodeado de sus familiares
y ministros (poca diferencia), el hombre cumple el ritual.
Estos actos son paralelos a su actitud generosa. El azar y la globalizacin
han hecho que la explotacin minera del pas alcance ganancias extraordinarias.
Magnnimo, reparte dinero a todos los humildes; un despilfarro multitudinario
invade fiestas, compras de motos, electrodomsticos, autos que, en semanas,
forman pirmides de desechos y de cuerpos humanos jvenes destrozados.
Pero el asunto fuerte y central de su campaa como se le ha ocurrido en su soledad es anunciar, ahora cuando su cuerpo es sano, poderoso,
perdurable, que ha enfermado. Para l la solucin es brillante: despertar
ternura, compasin, solidaridad, entrega; nadie podr oponerse a esos sentimientos de suprema compasin. Poco antes del gran mitin ha transmitido su
estrategia a ministros y militares. Muchos de stos saben algo de medicina,
pueden comprobar su excelente estado de salud, aunque lo prueban su energa diaria, las horas del hablar ininterrumpido, la exactitud de sus crueles
141
jos balza
Y el viento de obsidiana
en tus arterias, no
casa del cielo ni cangrejo
en alas de alcatraz: al interior
la garra del vaco
te labra en alabastro
vaco el pie de colibr.
*
En cenizas no perdura,
llega por la sangre
del que a filo de navaja
baja del caballo; a las planicies
donde somos lejana
sigue nuestras huellas, va
entre bisontes cuya sombra
en rojo nos fija a la caverna.
144
No al reverso de la herida,
arde al costado de las cosas,
donde el foso parpadea
y en el agua fugaz de su mirada
nos miramos sin saber
qu nos mira. Desde el margen,
labra, a tajo de alas, un vaco
y desde el hondo colibr la zarza
arde oscura en la sed que nos encarna.
*
146
pus de un rato de esperar en la puerta, un anciano aindiado sali. Saludronlo con mucha caravana y ste respondioles con menos zalema y ms reserva. Cruzaron tres palabras y luego despidironse de m aquellos prometiendo
regresar a la noche. No contest. Ni fuera ni ganas tena. Acostome el viejo
en un petate, tomome de las quijadas con fuera y diome de beber jugo amargo
de hierbas. Que no lo vomitara mandome, y yo repet que facer del cuerpo
era menester mas no poda y eso causbame gran dolor. Escuchele luego un
sonido estrao con la boca, como de cra enbaljunada y sentome con rudeza
en el petate frente a l. Yamaaalll, yamaaallll, ahyhyamalll, cant con mal tono
y el dolor fzose ms fuerte. Yamaalll, ahyamalllyhaymall. Canta, ordenome,
mas mi nico deseo era librar mi cuerpo. Canta, furioso grit el indio, mientras abofetebame con unas yerbas. Busqu en la pieza un filo para sacarle
los ojos, y a lo lejos, un corvillo vide, pero al querer alcanzarlo mi cuerpo
amachose. Desafinado y a la fuera, termin cantando ahyamallyamall, mas
el indio ruin nunca ces de abofetearme con los cardos. Ayaamallyaamall,
depravado sonido de morisco yogando cual verraco cusco. Ans estuvimos un
rato, hasta que se fizo, para m, dudosa la faz del indio. Felizmente mareado
estaba por la yerba. Vdele las narices enormes, hasta el buche colgando,
pero espanto no tuve sino risa. Toca la parte que duele, escuchele decir
mientras el quiste elefantino revoloteaba frente a su boca. Pseme la mano
en la barriga luego y dije aqu. Preguntome el viejo por qu dola la barriga. Por la muiga atascada, contestele. Y por qu no sale muiga? Se ha encaprichado. Y no puede convencer muiga? Volo difcil, desde la maana
ha estado ans. Si slo capricho, muiga puede convencer, precisa tiempo,
como cuando hombre encapricha. Distinto el capricho es del hombre, djele
furioso al indio infame. Cmo distinto? Hombre y muiga misma cosa, dijo
con calma. Frente al jumentillo pens en callar, mas lo boquilargo precisaba tambin quitarle. Pero antes de increpar su falta de seso y dirigirlo hacia
los senderos de Hipcrates, interrumpiome rudamente preguntando si tena
memoria de algunos momentos de capricho en mi vida. Pidiome dibujarle tal
situacin con palabras. Qu dibujo ve tu cabeza? Retorcame por el dolor,
mas tambin esperaba librarme pronto del indio para hacer por vaciar el
mondongo. Por eso, con no poca industria, comenc a fraguar una historia de
capricho. Slo con una memoria cualquiera de mi niez, acaso la historia por
148
s sola crecera y podra despachar al viejo: Vome de cinco aos, caminando junto a mi hermana, ambos entre mis padres en un mercado. Cabeas de
ternera vanme con ojos de sorpresa, ojos de una muerte inesperada, cabezas
colgadas que envitaban a mi padre a yantar con ansia. Arqueme de asco
y pena por las terneras y djele a mi padre que aquella era salvaje prctica y
que yo no slo carne de ternera sino carne alguna de animal comera jams.
Riose con gran gusto mi padre y djome que mujerete pareca y aquella risa
y aquella palabra irritronme, y dironme fuera necesaria para en dos aos
no comer bocado de carne alguno, aun cuando el sabor, el aroma de la sangre, la ternura y suavidad seducanme endemoniadamente. Falta de sesos
y capricho puro, dije. Por qu capricho tuyo y no culpa de padre injusto
contigo?, pregunt el viejo maliciosamente y yo quedeme pensando y mientras facalo, dime cuenta que debilitbanse las ganas de vaciar el menudillo.
Acaso el pensamiento distraame del dolor. Pero no es la carne lo que importa, dije. Matar un animal con las manos, un animal que se defiende, es natural y honroso para ambos, yantar su carne luego es cosa espiritual y bella
y eso lo s ya ahora, pero entonces ignorbalo y pena por la bestia muerta
crea sentir, yaamaall, ayhamall, ms en el fondo, lo que causbame pena
era mi condicin esclava en el reino absoluto del padre, yamaall, ahyyyaaamall, mis guillotinadas horas por la espada paterna, la manera en que fuime
amansando por l para luego servirle a mi prncipe siams, a mi prncipe
duplicado, dije y mientras deca aquello un pedazo de muiga floreci por el
ojo del culo. Esclavo siempre fui por no controlar la direccin de mi barca,
de mi vida, para evitar responsabilidades. Con mi padre, las responsabilidades que el abandono de la mocedad y la rebelda ante su dominio implicaba;
con el prncipe, el compromiso que entraaba combatir la locura y abraar
el juicio. Y la misantropa, sobre todo la misantropa, mitad orgulloso recelo
ante la mirada ajena, mitad perea y conformidad con la propia condicin
vasalla, misantropa siempre de virtuoso ascetismo maquillada. Dije esto
ltimo y luego vide brotar otro mendrugo de mierda y detrs del tres ms,
macanudos, y sintiendo gran alivio y ungido hasta los pieces de olorosas
memorias, residuos expulsados de mi vida, quedeme felizmente alucinado.
Termin de fazer del cuerpo y luego el viejo diome baldes de agua para
lavarme al tiempo que me adverta que para alejar por siempre el dolor de
149
la barriga, necesario era desechar los residuos de mi vida pasada, la misantropa, la solitud y continuar mirando hacia nuevas encrucijadas, tornarme
hombre distinto era menester. Sentime satisfecho y antes de largarme dile
las gracias y preguntele por la morada de Fermn. Dijo haber escuchado
jams mentar nombre tal en la comarca. Luego diome un beso en la frente y
dijo ndate noms, hijo.
Llegu a la posada antes de obscurecer y encontreme al posadero y a
su pin ensillando la burra para ir a buscarme con el indio. Sorprendidos al
verme de vuelta, preguntronme por mi estado y yo respondiles que muy bien
encontrbame, con la fuera del Cid para tronchar un morisco brao. Rironse creyendo que a gracejada referame y yo, como tantas veces para no
desafinar, call. Luego apareciose la moza, quien, ms tarde supe, responda
al nombre de Ins y acercose tambin su padre, el posadero, Don Carlos, a
quien pregunt por la morada de Fermn. Como el indio, el posadero respondi
que jams escuchado haba mentar a Fermn. De cualquier modo, importancia harta ya no tena el paradero de Fermn. Y como alada criatura, dormime
aquella noche en la posada, con la calma del abandono de la muiga y la
fermosa cara de Ins remachada en mis ojos.
Y los das que le siguieron a aquella noche de espejismo, dediquelos a
capturar la atencin de Ins. Si los olorosos residuos de mi pasada vida estaban expelidos, era necesario con nuevas vivencias colmar aquel espacio. De la
solitud alejarme. Acabose mi plata y serv de pin de Don Carlos para pagar mis
alimentos y pensin. Pude ans acercarme an ms a Ins y romances y casidas
cantarle, mas la moza era ajena a grandes letras y de mis versos burlbase
con gusto harto. Soneto hermoso que alababa sus cetrinos cabellos y el ncar
que al rer deslumbraba, fue mal pagado con mordaces comentarios. Pens
luego que tal ganbame por sonetear a ruda campesina y no abordarla de otro
modo. Una noche, cuando Morfeo poname sus braos sobre los hombros,
apareciose de nuevo la cabea parlante de mi padre y comenz la monserga:
Parece que hijo no tengo sino rucio, empeado ahora en apresar a la mora
con coplillas de matrona coqueta. A esas campesinas concha encalabrinada,
olor a sardina vieja, cantarles no puedes como a cortesanas doncellas. Poca
confianza tienen en romanceros y hombres de letras. Para ellas, tales soneteros mujeretes son incapaces de montarlas con descortesa. A estas hembras
150
hay que seguirlas por el campo, cuando solos estn los caminos y embestirlas pronto por enfrente o con una tranca de pie sobre la yerba derribarlas
para luego yogar hasta trabarse, hasta que muslos y perniles, tembleques de
cansancio, como dos enrabiados tartamudos lenguaraces queden.
Sera aquella aparicin de la cabea parlante de mi padre un llamado
de Palacio de mi prncipe duplicado? No lo s, pero comoquiera, si yo no
obedeca ms las rdenes de mi padre, menos atendera los llamados del
soberano. Tiempo hace que estaba decidido a fundar mi propio gobierno.
Por eso, menester no hubo de embestir con fuera o derribar a Ins de una
calabazada. Djele un da que no fuese cruel conmigo y que sus favores y encantos a m dados, yo sabra con buenas obras corresponder. Fzose la imposible como casi todas las mozas de respetable cuna y buen ver y djome que
si los favores della deseaba gozar, deba entregarle prueba grande de amor.
No hagas animaladas, necio, si te pide prueba de amor, dale largas. Yoga
primero, deshnrala, aljate y vers luego cmo te buscar herida, y cuando
suceda tal, tendrs t el control sobre ella; una fermosa y morisca marioneta
tendrs en tus manos, aconsejbame la omnipresente voz.
Doncella tan fermosa figurbaseme, que cada vez ms difcil parecame
deshonrarla, por eso de mi mente borr las palabras de la cabea parlante y
quedeme a escuchar su propuesta. Pero, a mi pesar, la cabea llevaba razn.
Yo era un rocn, como tantos otros, que deslumbrados por la belleza de una
hembra, mirar no pueden ms all de su carne, a quienes penetrar en su
alma resulta imposible pues estrbanles los cueros. Doncellas que, a pesar
de mecerse en la mirada de todos, poco transparentan porque su completo
ser es siempre ajustado por los dems a su carne. Como algunos antiguos
cierta vez pensaron: Si bella, necesariamente buena y verdadera. Y acaso
lo saben todos, pero fueras falten para resistir la seduccin de la mirada,
la fermosura, la fe y el arrobo que aquella beldad dales. Como tantos otros,
fueme imposible resistirla.
Ins dbale de comer a los animales una maana cuando escuchela
decir que si favores buscaba della, era menester faerle regalo de carey salvaje. Pens que, con buena barca, la empresa sera poco trabajosa, mas para
recibir mejores favores della, decid pintar su prueba temeraria, homrica.
Contele cmo en mi viaje por la pequea nsula de aves y galpagos, nave151
gu con una barqueja paticoja, luego aderec la historia con vientos terribles, monstruos marinos bicfalos, sirenas y hartos embusteros detalles de
pica marina. Y luego la verdad, cmo algunas cabeas de carey gigante fize
rodar y finalmente mi trabajoso regreso. Ins dej la faena por un rato para
mirarme a la cara. Preguntome con gravedad si mi historia aconteci en la
nsula cercana a la playa donde habale yo contado que moraba en solitud.
Respondile que s y, apenas la palabra hube pronunciado, una estruendosa
risotada estremeci a las bestias. Bot sus avos de fajina para rer con gula
y yo quedeme, primero estraado por no comprender mas luego mohno porque aquella risa harto habase demorado en el aire, como cuando se busca
zaherir con voracidad. Cuando pudo sosegarse, djome que hasta los nios
de la comarca cazaban aquellos galpagos de la nsula, que bestias lentas,
pesadas y amigas eran del hombre, que seda y no sierras haba en sus belfos,
que babilla y no ponzoa en sus lenguas gorgoreaba. No, que el carey que
ella quera, que los adornos y preciosidades galapagunos que ella anhelaba,
no los conseguan los nios sino hombres que su vida se jugaban en otra nsula menos amigable. Ciertos miembros de la corte de mi prncipe esta aventura hubieran juzgado temeraria, disparatada y ante todo de ordinario gusto.
Porque melindrosos eran y delicados. No ans mi prncipe. Quiz tambin
a mi soberano, como al famoso hidalgo, de tanta lectura, habasele secado
el seso. Y mi decisin de aceptar embarcarme hacia la nsula y sus peligros
fzome pensar que el prncipe siams estaba de vuelta, no slo llamndome,
mas escondido en algn lugar de la comarca, esperando el momento para
saltarme al cuello.
Pero mantuve la calma y concentreme en tramar una buena embarcacin, una barca simple, fuerte y liviana como aquella en que, segn recuerdo, un tal Fermn fue el Caronte que condjome una noche alucinada al
pueblo. Mas, con qu paguele esa vez a mi barquero si no tena una moneda
bajo la lengua? Acaso como con Heracles, mi Caronte apiadose de m y luego por los dioses fuera castigado. Acaso cobrarase a su modo ms tarde. Sin
darle mis motivos del viaje, preguntele a Don Carlos si l podra ayudarme
a tejer la barca para navegar a la nsula de los careyes pata negra. Mirome
sonriendo y explicome que, si un hombre solicitaba recibir los favores de
doncella, todo el trabajo por mano propia haba de fraguar. Que si fuera me152
Nada hall para yantar, mas en un lugar bajo la arena dos cosas estraas
vide. La primera, una pequea caja de delicado material sobre el que rezaban cristianas letras: valproato semisdico y junto a ellas dos o tres nieras
ms. La segunda, un espantoso libraco con las fojas inusitadamente unidas.
El idiota titulbase, mas el nombre del autor era borrado por la edad y abandono del libro. A algn infiel, moro o judo, atribursele podra, pero despus
de un rato pensrmelo, quevediano quise que fuera. Abrilo pronto y poco
entend de aquella lengua que a castellano aparecase, pero que no lo era.
Dirase ms bien que asemejaba a un castellano mascado por rstico aborigen. Quevedo pues tena que ser el que con harto ingenio, como a un idiota
dejar quera a sus lectores. Y logrolo conmigo el caballero de la Orden de
Santiago. Como vide que la noche disponase a arroparme, sin yantar bicho
alguno decid devolverme a la comarca. La caja tom y el libro y envolvilos
junto a mi tesoro galapaguno. Sub todo a mi piragua y el mar apaciguado
fzome navegar sosiego. Ahora era yo el que rea de aquellas bestias de la
comarca que ante los peligros de la nsula habanse santiguado. Faltbame
slo descender de mi Babieca marina y como Rodrigo Vivar, el Campiador,
por los naturales ser recibido con jolgorio.
Mas a la comarca llegu a medianoche y ni siquiera perros rironme. Asegur mi piragua, inclume por las delicadezas del mar y arrastr mis careyes
y cosas por el pueblo. Los candiles de la posada y de la comarca toda, apagados estaban. Toqu la puerta varias veces y esper y esper mas abriome
naide. Tarde era, pero mis golpes sonaban en toda la comarca. Preguntbame
cundo brotara de dentro la que fazame jervir los riones. Ni siquiera algn
vecino protest mi escandalera. Canseme de esperar frente a la puerta, ans
que en una esquina de la posada refugieme en mis dos mantos y dispseme
a recorrer la madrugada sobre los potros del sueo.
Con un dedo del blondo rey sobre la cara, abr los ojos. Era de maana
y yo segua en la esquina de un mesn, mas ni ah ni en la comarca escuchbase ruido. Slo las moscas y el calor tirano. Fuime a ver el corral de los
animales, mas animales no haba, slo moscas. Y las moscas animales no son,
sino fantsticos heraldos de la desgracia. Ni Don Carlos ni doa Amalia ni
el pin ni mi enamorada. Ins, mi enamorada Ins, igual habase andado con
156
toda la comarca. Acaso las gentes todas de la comarca alironse para una
gran bufonada, acaso recibieran ans a los estranjeros, con una picarda que
comenzaba con los encantos de una bella moza que propona una temeraria
muestra de amor en la supuesta mortal nsula de las pata negra, donde galpagos terribles tronchaban perniles y manos y continuaba cuando el fatuo
Ulises sin saber que sera escarnecido, regresaba con los villanos y stos
escondanse en algn lado para luego saltarle sorprendindolo y armando
gran jolgorio, magna fiesta.
Mas en vano esper a los villanos con sus gracejadas y chanzas. Nunca
aparecironse. Nada ms que calor y moscas. Por eso la comarca recorr en
busca de alguna sea. Frente a las chozas, las barracas y las casillas menos
horrendas cierto olor de vida intent olfatear. Ni un signo del hombre. Llegu
hasta un canal que jams haba mirado y una burra amarrada vide. Sufra.
Trjela conmigo y luego dime cuenta de que cerca del canal otros animales
sueltos tambin haba: dos borriquillos, algunas cabras, machos, vaquejas y
tauros. Dej a mi burra junto a ellos yantar a placer, seguro estaba que de
aquella abundancia difcilmente apartaranse.
Endemoniado tornbase el calor, por eso metime a una casucha junto
al canal y sorpresa grande lleveme cuando al traspasar los leos que servan
de puerta, sobre un catre a Fermn devis tirado. Fermn, el que de arena
espolvoreadas tena las barbas. Encorporse contentsimo y abraome y besome las mejillas llamndome loco hermano. Djele gozoso, si bien menos
efusivo, que alegrbame tambin yo de verlo. Bebimos pitalla salvaje y espumamos unas gallinas mientras contbame l de su vida en la comarca, de
los cantos y poemas que haba trenzado y luego djome que sabase uno que
no era de los grandes, pero que de algn lado habalo pellizcado, y que este
canto con sabrosa maldad mordale el corazn:
No te lleves tu recuerdo
Djalo solo en mi pecho,
temblor de blanco cerezo
en el martirio de enero.
Me separa de los muertos
un muro de malos sueos.
157
azotes a todas las bestias de Dios con la verga de sus rayos. Por eso cuando
del canal sal con las ropas mojadas todas, pens en permanecer sin buscar
secarlas. Camin a la choza y llam a la puerta. Como respuesta no hubo
despus de mucho tiempo, abrila sin dificultad. En un tendido en la tierra en
medio del cuarto, una calavera morocha de vientre abultado vide. La calavera luego de mirarme largamente, preguntome por sus adornos galapagunos.
Contestele que poda drselos mas mucho tiempo no los disfrutara. Eso en
tu mondongo es mi hijo? S, es tuyo.
Unos das quedeme en la choza de la calavera, en sus cosas ayudando,
dndole de yantar para engordarla. Mas no engordaba y mal segua. Fize un
corral para los animales que haba dejado pastando y, luego de unos das, la
calavera comenz a aullar con fuera harta y, mientras chillaba, de sus entresijos vide florecer una calva cabecilla horrenda de escarlata toda pintada.
De escarlata coloreado vide tambin su cuerpecillo. Fize lo que la calavera
ordenome para quel cuerpo saliera y acaso tambin para poder defender su
vida. Dile de yantar leche de burra pues pramo eran los pechos de la calavera, pues la calavera no faza ms que aullar. Un da mirome a los ojos y en
esa mirada de golpiado animal supe quel favor se esconda. Meditelo varias
jornadas y, una de tantas, acerqueme y psele las manos en el enfermizo
flautn que tena por pescuezo y con mis dedos apretelo y vide las venas saltadas, el carmn de la faz y los blancos ojos huyndole a mis ojos y aquello
trjome un cruel recuerdo o, si no un recuerdo, un algo de familiar, mas ya
no logr sacudirme tanto. Y luego ocurriseme que, una vez cometido un
crimen, los otros solos llegan y que, cuando llegan, uno sin culpas recibirlos
debe y como al ms querido de nuestros invitados.
Cargu la exange calavera hasta el canal, adornela con sus collares
de carey y soltela a las caricias del agua, que hasta otra comarca acaso la
llevara. Acaso no. Y regreseme a la choza por el mendruguillo de carne que de
hambre bramaba y que haba nacido como los dems para sufrir estas tierras
yermas. Haba su vida de ser vivida? Cargu el cuerpecillo fuera de la choza y al canal llevelo tambin.
La muerte es amiga que a veces se abraa para ser ensueo, para convertirse en nada, blanco espacio, ni dolor ni goce, ausencia pura. En esas
yermas tierras sin mujeres, crecera el cuerpecillo para darme compaa
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junto a los otros animales. Y luego los bichos y yo moriramos y el cuerpecillo de nuevo solo, como cuando en el vientre de la calavera diose por vez
primera al llanto. Era acaso el llanto seal de comprensin de las palabras
del trgico poeta ateniense, quien en cierto lado sentenci que lo mejor es no
haber nacido, mas si ya se viva, mejor era volver al lugar de origen. Mas el
lugar de origen verdadero es la nada siempre. Por eso pens que deba acabar con todos y con la vida propia despus. Primero el cuerpecillo al agua,
luego cuchillo a los animales. Un beso peguele en la frente al nio, despus
pseme de hinojos y hundilo en la parte de escasa agua del canalillo que
sin embargo cubralo todo. l baj el agua y yo desde arriba sostvelo de los
remillos y la cabeza y mirelo cerrar la boca y abandonar el llanto, parecame
que no para no tragar agua, sino para mostrarme su alegra por el viaje de
vuelta a su lugar de origen. Y vide poco a poco cambiarle el color del cuero
y vide sus carnecillas arrugadas, vide sus ojillos que no esperaban salir y
aquello fzome pensar en los ojos de mi hermana, los mismos que bajo otra
agua, cuando ambos mozos y tambin hogbamosnos, vironme ans. Resignacin pudiera ser mas no es la palabra. Y luego los braos de mi padre que
nos sacaron de la muerte. Una capa de agua separa los vivos de los muertos.
Lo mismo siempre. La vida arriba, la muerte abajo. Fijeza pudiera ser mas
no es la palabra. Perdanse sus ojos. Tan fcil alzar los braos y fazerlo vivir,
darle de comer a su dolor. Mi entendimiento decame que, al fazerlo, slo
regalarale sufrimiento, mas a veces la mollera se atrofia, el juicio se pasma
y es la sangre lo que cala, y es la propia bestialidad la que manda. Impulso
pudiera ser mas no es la palabra.
A mi hijo saqu del agua sin conocimiento, casi muerto. Depositelo en
la tierra, junto al canal y estruj su pecho y su espaldilla golpi y dentro de
su boca aire con la ma encajar pude, como alguna vez mostrome mi padre,
y luego de un rato, aturdido y empitallado, abri los ojos y comenz el vmito.
Y luego qu? Luego fueme imposible acabar con su dolor y seguilo alimentando con leche de burra, cuidando que una bestereja no le picara, soportando sus berridos por las noches. Y habitamosnos a mirarnos las caras todos
los das, sabindonos compaeros de las bestias, solos en ese mrbido pueblo en que comenz a crecer poco a poco y, mientras creca, yerba enferma
volviose. Lento y silencioso, cre que haba nacido idiota. Mas idiota no era
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podan fijarse, quedose encandilado. Con una lancetilla, diole por raspar los
rboles, la tierra y el cuero de los animales. Medroso en un principio, escribi fraseos bobos, sta es la picona bonita, tall en el cuero de la chiva
chillona, o jueguillos de palabras: Gordo grrulo, con gracia el grave garbo
en tus grumosas grutas graba. Ms adelante escribi cosas del tipo un
mozo a un rbol no se aparece y luego concentrose en estraas confesiones:
a veces cuando con mi padre hablo, siento que yo no soy yo, sino l y yo a
un tiempo mismo y que sus palabras a ambos pertencennos. Que palabras
propias no poseo.
Y ans creci mi rengo, repujando en cualquier lado estraas frasecillas, siempre mudo, con sus letras acallando ms al pueblo, serenando ms
la rabia contenida de su adolescencia, el sentimiento de saberse expulsado del
mundo y las relaciones de los hombres, mundo y relaciones que desconoca
mas paladeaba en las descripciones que yo hacale: Que hay pueblos no tan
lejanos con fermosas hembras para desposarse, que hay hidalgos que buscan
mandarte, avasallarte, faerte su puta, y que preciso es, con el poder de tu
brao, molerlos, degollarlos como pichones, tornarlos cuartillos de carne. Que
en los grandes reinos siempre hay riquezas, ladrones, rubes, aromas moriscos, engaos y mucho poder, que al final siempre termina faciendo mal, que
si uno la felicidad busca, siempre alejarse debe del poder y que las nicas
tres cosas que uno precisa traer consigo siempre son la honradez, el orgullo y
un belduque bien afilado. Frases, frases que a mi mozo gustbanle mas no podanle tornar el seso, porque con tiento las cosas rumiaba, porque era echado
para adentro, porque saba que su vida estaba en el pueblo de fantasmas y
en ningn otro, porque intua que la cura del sentimiento de estar solo, de
escribir dependa y no de viajar a otros reinos y conocer a otras gentes. El
opio de escribir y contarse desde un ngulo y otro, repasar y repasar la misma historia, la historia propia hasta adormecer el malestar, hasta que el dolor
de estar solo pudiera esfumarse y la serena embriaguez de vivir lograrse. Mi
mudo muy temprano supo que casi toda la infelicidad de los hombres de no
saber vivir sin compaa humana proviene y que escribir era aprender a vivir
solo y ser feliz. No me lo dijo su boca mas s sus modos de andar, sus maniobres, su complacencia con la vida en el pueblo enfermo y su nulo inters en
conocer otros gobiernos, como yo habale sugerido.
162
All estaba mi corral y dentro del vide a mis animales, mis borricos y gallinas. Sin pensrmelo dos veces, descuarticelos a todos con mtodo y prontitud, obsequieles una muerte digna, fzelos decorosos fantasmas para aquella
comarca de innobles espritus, escapadizos. Tras de acabar con ellos, acordeme que la picona habase quedado fuera del corral. Estvela buscando
por todos lados hasta que regres cerca de los cadveres y luego de un rato
de vueltas vdela escondidita tras del yerbero donde siempre la trenzaba mi
mudo, vdela tembeleque, sin poderse sostener en aquellas patas de algodn,
aquel lmpido cuero estremecido donde mi hijo tall sus frases, y vide tambin aquellos fermosos ojillos que reclamaban piedad, los ojillos de la nica
mujer que tuvo mi hijo. Abraela largamente, acariciele lomo y patas y luego
tomela con fuera del hocico y con un machete un golpe limpio dile hasta el
fondo del pescuezo, un corte tan piadoso y profundo donde nico menester
fue palanquearle un poco el cogote para deprender la cabea.
Pseme de hinojos para recoger los restos de mi amor que por el ensagrentado suelo yacan y toda la carne animal junt, la de mi picona y la de
mi mudo. Cav un hoyo profundo y al fondo coloqu piedras y leos. Luego
improvis una olla de boca ancha con una enorme concha vieja. Dile fuego a
la lea, vert agua en mi olla y un revoltijo fize con toda la carne. Un caldo de
muertos. Un caldo de mis muertos. Y al caer la tarde, puse mis labios en sus
cuerpos por ltima vez y yant sus carnes para apropiarme dellos y llevarlos
conmigo siempre y confundir su sangre con la ma.
Tom mi piragua y embarqueme hacia esta playa donde vide a Fermn
por vez primera. Una playa, como dije, sin un alma y donde estaba decidido
a acabar esta vida ma que siempre habase reducido a equvocos, a palabras a medio comprender, a gentes que iban y venan y donde nada haba
sido verdadero hasta el dolor de perder a mi mudo, un dolor que brindome
estabilidad, que psome en una realidad palmaria, asible. Una playa que
recibiome tras de aquella medianoche en que sal a hurtadillas de esa casa y
mir hacia el cielo y vide cmo la luna de m se burlaba con algunos dientes
estropiados y luego enfermo de nervios, aterido de miedo, entr a un mesn
cerca de la Plaza y pedile al mozo que atenda dejarme espumear unas salsas y diome tambin carne recia y un aguardiente que beb y beb para no
pensar, aunque menester era fazerlo, aunque menester fuera decidirme entre
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166
La vigilia de la aldea
Broca y Wernicke
J uan C arlos R eyes
Vctor Hugo Martnez, Su majestad pone la msica, La Cleta Cartonera, Cholula, 2015, 110 p.
del cine porno y, por supuesto, la mezcla de espaol colonial obtenido del
usado en las cartas que los colonizadores enviaban a Espaa en la segunda
parte de la novela. Como ejemplo, un
prrafo en el que dos de estos registros
se mezclan hasta difuminarse entre s:
Y aqu sigo sentado en esta misma playa,
con ojos rojos porque no ha llegado el sueo, y junto a m, entre mis cosas, miro
aquella caja y aquel libro que en la nsula de las pata negra hall. Y frente al mar
hay una cortina negra que impide pasar
la luz y, junto a ella, un espejo grande para
mirarse todo el cuerpo y escucho las cautas voces de los que pagan sus boletos y
a mi nariz la marejada lleva el tufo de
los infectos frutos de Poseidn y miro a la
Trompa hacer una mueca repulsiva frente a un cliente y parece absurdo que todo
haya ocurrido apenas ayer.
Podra decir que la novela est dividida en dos partes, pero creo que dicha
aseveracin pecara de simplista. Si bien
es cierto que podra parecer que la novela tiene dos partes, me parece que se
unen de manera formidable. Sin duda es
una continuidad difcil de seguir, pe
ro una vez que se entra y se entiende
que pueden ser son? la misma historia, el contenido se reconfigura y las
metforas y espacios se van haciendo
familiares. Hay pistas sera absurdo
anotarlas aqu de que es el mismo na
rrador en ambas secciones. El cambio
de registro lingstico, espacio y tiempo
parece indescifrable: lo est escribiendo el protagonista?, es una pesadilla?,
unidas. El idiota titulbase, mas el nombre del autor era borrado por la edad y
abandono del libro.
Cito el anterior pasaje porque me da
una pista entre otras muchas posibles.
El valproato semisdico es la sustancia
activa en medicamentos utilizados para
el tratamiento de ataques epilpticos y,
en casos ms graves, para padecimientos tan complejos como el trastorno unipolar depresivo o el bipolar maniaco depresivo. Las dems pistas estn entre
las pginas de la novela.
Como bien lo muestra el texto, intentar descifrar lo que ocurre en nuestras
cabezas, hacer un esfuerzo por penetrar
en lo ms profundo de nuestro inconsciente plagado de oscuros callejones,
es someterse a un desaforado ejercicio
cuyos resultados seran imposibles de
pronosticar. Sera como jugar a las sillas en un cuarto vaco sin dnde sentarse, y en donde slo su majestad pone
y quita la msica a placer.
Vidas ya vistas
R osana R icrdez
Mario Gonzlez Surez, De la infancia,
Ediciones Era, Mxico, 2014, 142 p.
Georgina, la vecina; Ariadne, su hermana, antes de que mi padre la convirtiera en nuestra enemiga; Diana,
del jardn de nios; Lorena, una novia
cuya madre era ms bonita; Roxana,
la hermana del Gerber; Gabriela, hermana de Galisteo.
Tras vicisitudes propias del despojo
vivir en un departamento cuyos vecinos declaran la guerra o en una casa
cuyos familiares hacen lo mismo, la
familia de Basilio Niebla termina por
habitar una casa grande en un lugar
llamado La Arboleda. Descrito como un
barrio en crecimiento a las afueras de la
ciudad, se convierte en otro personaje
pues es en sus parajes donde el protagonista cobra conciencia de su crecimiento. Ese lugar y esa casa se convierten en
el refugio de los delitos del padre, en ese
lugar se relaciona con nios de su edad
y desarrolla complicidades, ah afina el
desprecio y alejamiento de su hermana, ah mismo experimenta su primer
beso. Pero es ah tambin donde los
fantasmas se hacen ms presentes que
antes. Si bien en el departamento del
edificio cntrico donde primero vivi la
familia ya era habitado por el espectro
de una vieja, es en la casa de La Arboleda donde los fantasmas se arraigan y
demandan su propio espacio. Es dentro
de La Arboleda, es dentro de la casa,
es dentro de la mente de los personajes
donde todo sucede. (Afuera nadie es
nada, / afuera t no existes / slo adentro, versa la cancin de Caifanes.)
Tal como Bailando en la oscuridad,
175
de Lars von Trier, donde sin msica pareciera imposible relatar cualquier drama
por su profundidad, aqu, sin la fantasa,
pareciera imposible desmenuzar una historia ms de abuso familiar, violencia,
migracin, desarraigo, melancola y despedidas. Es en el adentro donde sucede todo, desde adentro debe buscarse
un refugio ante la desgracia.
Frente a la imposibilidad de encontrar la felicidad afuera felicidad temporal, el personaje principal, cuyo nombre
se desconoce, se ve obligado a encontrar
alternativas para escapar de la violenta
realidad. Lo hace dentro de su casa y,
por desgracia, slo encuentra fantasmas. El dolor de su realidad se ve mitigado por lo sobrenatural hasta que esto
se vuelve real: Secretamente empiezo a
desear la aparicin de la presencia. No
puede ser peor que vivir con mi familia.
El relato da seales de que todo comienza como un ejercicio del protagonista para tener certezas sobre su vida,
de ah que empiece con la remembranza de los lugares habitados desde nio.
Aunque el eje de su narracin es el
espacio fsico, sta se ve de inmediato
colmada por la violencia y los arrebatos
del padre, y por la abnegacin y victimizacin de la madre. La memoria es
as un acto colectivo pero individual,
la construccin de uno solo pero nunca en soledad. Se entra directamente
a una sala comedor. A la izquierda hay
una recmara amarilla que da a la calle, en ella dormimos todos la noche anterior. Damasco y yo la elegimos como
176
177
Tradicin y modernidad
A lejandro B adillo
Jaime Mesa, Las bestias negras, Alfaguara,
Mxico, 2015, 253 p.
Jaime Mesa (Puebla, 1977) pertenece a este segundo grupo. Desde Rabia
(2007), su debut en la novela, pasando
por Los predilectos (2014), ha explorado
temas-fetiche del mundo contemporneo: la alienacin tecnolgica, la bsqueda de la fama y, en el libro que nos
ocupa, los entretelones del poder cultural
y poltico. Es comprensible el inters
en estos temas. Autores como Zygmunt
Bauman, por mencionar a uno de los
ms importantes, han analizado, desde la sociologa y otras disciplinas, la
inestabilidad provocada por la globalizacin, los espejismos de un mundo en
perpetuo cambio y el consumo, onmipresente en todas las esferas de la vida
cotidiana, como motor e identidad. Por
otro lado, en un mbito ms ntimo, la
irrupcin de internet en las relaciones
sociales ha modificado nuestra manera de pensar y, sobre todo, de concebir
nuestra comunicacin. El escritor no
slo es testigo de este cambio sino que,
adems, ha visto cmo las nuevas tecnologas estn transformando la manera de
producir literatura. Curiosamente, estos
aspectos casi no son usados como tema
central en la narrativa joven del pas.
Las bestias negras propone, de entrada, la creacin de un antihroe: Eliseo
de la Sota, funcionario cultural de provincia que hace lo necesario para conservar el poder y mueve las voluntades
de sus subalternos para lograr sus objetivos. Este elemento, que en las primeras pginas se plantea como central, es
uno de los ganchos ms eficientes para
podemos sacar a la luz uno de los efectos que se advierten en este tipo de lecturas: se atestigua y no se califica; se
cuenta desde la sutileza y no desde la
peripecia. El narrador es alguien que
atisba a travs del ojo de una cerradura
o un dios omnipresente que nos refiere, desapasionado, un universo que le
es accesible y que controla a plenitud.
En cada una de estas apuestas hay un
precio que pagar. Quizs la concesin
ms importante es un tono que se aleja
de lo ntimo y que tiene que convencer, necesariamente, con los enroques
y las ancdotas que se conectan. En el
libro que nos ocupa, la verosimilitud y
exactitud ocupan el espacio de un antihroe ms estrafalario que interviene
en gran parte de los sucesos para encandilar al lector.
Las bestias negras parte de lo tradicional, decimonnico dira, y muy pronto tuerce el camino. Una de las claves
ms evidentes es el uso de la tercena
persona. El narrador omnisciente gua al
lector como en los viejos tiempos y pronto se enfrenta a una estructura dispersa
y fragmentaria. Este tipo de narrador,
por definicin, tiende a cierta objetividad y deja que acciones, dilogos y
pensamientos, definan a los personajes.
En la novela de Mesa hay una intencin reiterada por superar los lmites
de esa voz. La prueba ms clara es el
tono en el que se narra: el escritor no
slo cuenta sino que desmenuza a sus
criaturas como si fuera un ojo clnico,
un microscopio que selecciona los as180
Inasible
J udith C astaeda S uar
Juan Carlos Reyes, Para subir y caer, Tierra Adentro, Mxico, 2015, 96 p.
Renes datos, cuentas bolgrafos, tantos de tinta verde, azul y roja, cuentas
libros, piezas metlicas de determina-
En busca de lo invisible
E duardo S abugal
William Rowe, Hacia una potica radical,
fce, Mxico, 2014, 353 p.
existe en Amrica Latina una autonoma de eso que el socilogo francs llama
campo cultural o campo literario.
Sin embargo, aunque se aleja de Bourdieu por considerar los lmites de un
Campo provisorios y sujetos a revisin,
s parece interesarse en algo similar
al concepto de Constelacin usado por
Walter Benjamin y, aunque no lo dice,
al de Sociograma usado por Claude Duchet para referirse a ese conjunto fluido,
inestable, conflictivo, de representaciones que, fragmentadas e interactuando
entre s, gravitaban en torno a un ncleo.
La potica radical de Rowe, ms que
una fra fusin horizntica a la manera
en que Gadamer entenda la interpretacin en Verdad y mtodo, sugiere una
especie de rapto lcido producido por
la comprensin intracultural de la produccin textual, lo cual implica el reconocimiento y exploracin de su facticidad.
Es decir, una comprensin no desde el
interior del texto o desde una exterioridad meramente abstracta, sino a partir
de una reciprocidad e intercambio entre la textualidad propiamente dicha y
las realidades culturales en las que se
produce, circula y recibe determinada
obra literaria. Una especie de mareo,
pero un mareo lcido, productor de nuevas percepciones, capaces de penetrar
en esas invisibilidades que las sociedades producen mediante los discursos
escritos y hablados. Incluso Rowe se
vale de la metfora del Aleph borgesea
no para entender la multiplicidad en la
que se hace y lee la textualidad, captu-
dar con esmero (que recordara la vieja forma de entender la Cultura como
Colere, que hace alusin etimolgica a
cierto tipo de cuidado), pues no se trata
ya segn l de incluir o no tal texto, sino de cmo enmarcar prcticas
culturales heterogneas, que incluyen
diferentes mediaciones, diferentes tradiciones y, como es el caso en los territorios de diglosia o mestizaje cultural,
hasta diferentes historias culturales.
Los ejemplos que escoge Rowe para
aplicar su potica radical parecen ser,
como apunta Eduardo Miln en la introduccin, escritores designados en el terreno literario por un destino rupturista
como Vallejo, Parra, Zurita y Maquieira, o bien signados por un principio de
obediencia simblica o, en el peor de los
casos, real, como Vargas Llosa. Todos
ellos le sirven a Rowe para visibilizar los
espectros de la socialidad en la trama
cultural de cada uno de sus pases, apuntando haca una especie de ejercicio hermenutico (aplicacin de una potica
radical) en la regin latinoamericana,
que pudiera servir para dar con una radiografa parcial, temporal e histrica, un
dibujo de una constelacin o sociograma,
de cierta dinmica cultural en Amrica
Latina, a partir de una interpretacin de
la obra de escritores no necesariamente
cannicos o paradigmticos.
188
Percibir ruinas
G abriel W olfson
Jos Ramn Ruisnchez, Pozos, Ediciones
Era, Mxico, 2015, 145 p.
gar a algo que no es directamente accesible porque nunca existi. Algo que desde
el inicio ha sido recuerdo). Dentro de
este fenmeno, habr que preguntarse
o muchos lo estn haciendo ya, seguro por el concepto de memoria que se
est fraguando con este nuevo corpus,
por las relaciones entre los planos personal y social que se ponen en juego,
por las posibilidades de consolidacin
o desfiguracin de identidades o la capacidad de dibujar devenires, y sin duda
tambin por la coincidencia de la autoficcin con una poca de sobreexposicin:
diseo, exhibicin y comercializacin de
los egos. Y quiz no sobre interrogar el
fenmeno en cuanto justamente fenmeno ya evidente: qu pasa cuando, bajo
una modernidad crtica en trminos
amplios, un nuevo gnero se identifica
as, como gnero? Qu cuando aquello
que surgi para cuestionar, interrumpir
o disolver cierto rgimen institucional
de gneros halla acomodo ah mismo,
cuando una escritura que mezclaba o
rechazaba se consolida? Eso fue, creo
yo, lo que ocurri por ejemplo con la
as llamada minificcin una vez bautizada, una escritura contestataria que
termin como pasto de concursitos, talleres y academias.
Y es lo que tal vez pase con la autoficcin en la medida en que muchos
escritores se aficionen a jugar con la
exhibicin de sus picas personales al
tiempo que a voluntad las aderecen con
hiprboles e inventos; sobre todo, en la
medida en que la industria los pre190
mios, las editoriales, el reino de las solapas, los pendones y los banners siga
hallndoles salida. Dentro de algunos
aos, me parece, despuntarn las autoficciones no de los ms audaces o crudos
consigo mismos, no necesariamente las
de quienes hayan experimentado fuertes confrontaciones, introspecciones o
epifanas identitarias, sino las de los
verdaderos prosistas, las de quienes se
enfrenten al gnero en efecto como un
gnero, y de prosa. No s si despuntar, pero s que, en medio de este auge
de la autoficcin, entre tantas prcticas
imperantes de escritura autobiogrfica,
autotestimonial o confesional, Pozos aparece al fin como una variante formal, una
posibilidad alterna.
La variante se funda, por una parte,
en la acumulacin de fragmentos. Poemas o borradores de poemas, estatus o
imitaciones de estatus de facebook, citas,
fotografas, reproducciones de pinturas,
apuntes caractersticos de un cuaderno
de notas: de este material, de su reunin,
rehechura, covereo, se compone Pozos
y con l tambin se desliza su potica
(tic de nuestra poca, la inclusin de
deliberadas notas, el libro que se sabe
un inevitable cuaderno de notas?), una
potica de la ruina: las cosas las pginas, las palabras nacen ya incompletas, negado su esplendor, su plenitud,
ruinas desde el primer minuto, rastros
petrificados que entonces, en cuanto ta
les, podrn despus emerger para ser
ledos. Por ello, adems de Freud y
posteriores avatares del psicoanlisis,
acabamiento y su slo difcil conectividad? Pozos ensea su deseo fragmentario desde el inicio incluso desde su
ttulo, una planificacin que se corrobora en captulos como el sptimo,
donde muy buenos ensayos aparecen
partidos deliberadamente, interrumpidos con precisin por contrapuntos a
su vez similares entre s. En la penltima pgina se ve una foto de, suponemos, la mesa de trabajo de Ruisnchez,
con hojas sueltas desplegadas para su
ordenamiento, y arriba un fragmento
que comienza con esta oracin: Y una
vez escrito todo esto, me paralizo, y
concluye con esta otra: Siento entonces que al fin todo cristaliza. No pude
dejar de recordar El suicida, ese maossimo libro donde Reyes hace todo
lo posible por generar la imagen de un
libro amorfo, por provocar el efecto
de la divagacin, del azar, del desorden,
para colar en esa aparente gratuidad el
categrico testamento de su juventud.
En esta pgina de Pozos encuentro ms
o menos lo mismo: frente al deseo de
inconclusin y desbandada, y acaso ms
melanclicamente que nunca, se termina constatando que, en fin, se hizo un
libro: se escribi, dise, encauz y
clausur un libro. Quizs un libro que
an debe hallar a quien de un modo
y en un lugar distintos, que ni el autor
ha anticipado perciba en l las ruinas.
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