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Table of Contents

PARTE I
CAPITULO I
CAPITULO II
CAPITULO III
CAPITULO IV
CAPITULO V
CAPITULO VI
CAPITULO VII
CAPITULO VIII
CAPITULO IX
CAPITULO X
PARTE II
CAPITULO XI
CAPITULO XII
CAPITULO XIII
CAPITULO XIV
CAPITULO XV
CAPITULO XVI
CAPITULO XVII
CAPITULO XVIII
CAPITULO XIX
CAPITULO XXI
CAPITULO XXII
CAPITULO XXIII
CAPITULO XXIV
CAPITULO XXV
CAPITULO XXVI
CAPITULO XXVII
CAPITULO XXVIII
CAPITULO XXIX
CAPITULO XXX
CAPITULO XXXI
CAPITULO XXXII
CAPITULO XXXIII
CAPITULO XXXIV
PARTE III
CAPITULO XXXV
CAPITULO XXXVI
CAPITULO XXXVII
CAPITULO XXXVIII
CAPITULO XXXIX
CAPITULO XXXX
CAPITULO XXXXI
CAPITULO XXXXII
CAPITULO XXXXIII
CAPITULO XXXXIV
EPLOGO

EL LEGADO DE PROMETEO

MIGUEL SANTANDER

INICIATIVA M ERCURIO S.L.


Valladolid (Espaa)
www.imercurio.com
[email protected]

Autor: M iguel Santander, 2007.


Ilustracin de Portada: Pablo Bonet, Enrique Alemn y M iguel Santander 2012
(basada en fotografa de Pablo Bonet y panormica de ESO/S.Brunier).
Ilustracin autor: Francisco Tapias.
Diseo y maqueta: David M igulez Cardeoso.
Concepcin editorial: Ricardo Borja Soria Cceres.
ISBN: 978 - 84 - 15511-10-6
Depsito legal:
Imprime:
Impreso en Espaa
Queda prohibida toda la reproduccin de la obra o parte de la misma
por cualquier medio sin la preceptiva autorizacin previa.

A Mara del Mar.


Ni promesa ni requerimiento eternos,
tan slo testigo de dos caminos
que se cruzan y entrelazan
y recorren juntos parte del viaje.

PARTE I
El Tiranosaurio despert en la noche, desconcertado por la sbita claridad. Se estir y observ un cercano grupo de Tricertopos que contemplaba el cielo aturdido.
Escuch gorjeos de otros pequeos saurios que se desperezaban, sorprendidos por la inesperada situacin. Todos ellos alzaron la cabeza hacia el nuevo resplandor que
haba despertado en el cielo nocturno, all donde antes haba centelleado el lucero ms luminoso, aquel al que dola mirar incluso de da. Su brillo creci gradualmente
hasta que refulgi con ms claridad que el dios Padre. Un nuevo da perpetuo que durara aos antes de apagarse por completo.
Por una vez, la selva no se agit con desgarrados aullidos de presas o rugidos de depredadores. Un sutil latido, casi imperceptible, reson en el minsculo cerebro del
Tiranosaurio rex hacindole comprender de algn modo que se avecinaban cambios drsticos, que su reinado tocaba a su fin.
Nmesis acababa de nacer.

CAPITULO I

Ya lo saben. Dos revoluciones, decenas de revueltas y 27 desastres, al lado de los cuales Chernbil fue un patio de recreo. Adems, no podremos seguir acumulando residuos radiactivos mucho ms. Hay
que abandonarla.
Y qu haremos a largo plazo, Julianne? La fusin sigue siendo una bonita utopa; el carbn ya lo prohibimos; el petrleo, una sombra del pasado; y el resto, la elica, la solar o la hidroelctrica...
ninguna es suficiente para...
Hay una. Un amigo mo la llama Energa Negra.
CONVERSACIN EN LA CUMBRE ENERGTICA MUNDIAL,
NUEVO OSLO, 2080

No parece usted el tipo de hombre que se embarcara en el viaje de su vida a un agujero negro... dijo el muchacho.
El muchacho se sent a su lado y se abroch el cinturn de seguridad.
Las apariencias engaan, supongoreplic Daniel.
El joven periodista se sonroj ligeramente mientras se abrochaba el cinturn de seguridad y lo miraba con disimulo. Daniel not cmo lo estudiaba, tratando de meterlo
en una u otra casilla, clasificndolo. Todos lo hacan.
S, llevo gafas de ver, pens; sorprendente, verdad? Seguro que no habas visto unas lentes incoloras en tu vida... venga, marca el cuadro de luntico...
Afuera, los motores ejecutaron aquel zumbido creciente y la pista de despegue se desliz velozmente hacia atrs. Daniel se ensimism mirando unos instantes por la
ventanilla. Como de costumbre, al alzarse el morro del aparato hacia el cielo sinti como si el estmago quisiera bajar a los pies, gimiendo por quedarse en tierra. Unos
segundos despus los edificios parecan maquetas de juguete sobre una alfombra de pavimento yermo y gris. Tan slo fue capaz de distinguir un puado de pequeos
vehculos que circulaban trabajosamente por las arterias de la ciudad.
Siempre que volaba le vena a la memoria uno de sus recuerdos ms antiguos. Era de su primer despegue, cuando no era ms que un mocoso, las yemas de los dedos
aplastadas contra el cristal junto al vaho de su aliento; contemplaba embelesado aquel ro viviente de coches que bullan por las calles como hormiguitas atareadas, en
una poca en la que los turismos an estaban permitidos y cada familia tena uno. Qu diferente era todo entonces!
Cuando volvi la vista, el joven colocaba en el brazo separador de los dos asientos una minscula lmina metalizada que recordaba a una de esas arcaicas tarjetas de
crdito. No habra podido decir por qu, pero haba algo en la expresin del muchacho, en el afanamiento nervioso con que manipulaba el objeto, en su postura
encorvada, en aquellos ojillos que se agitaban nerviosamente, algo que le hizo pensar en un roedor despistado.
Le importa si grabo la entrevista en mi agenda? dijo el joven sealando la lmina.
Es una pregunta retrica? Acaso te importa si me importa realmente?
Daniel se arrepinti de aquel pensamiento casi al instante y neg con la cabeza. Con aire distrado, el chico toc la agenda, que se ilumin con un verde mortecino,
revelando una pantalla rectangular. Vocaliz un par de rdenes, carraspe sonoramente y comenz a hablar.
Bien, Dr. M erino, parece que es usted el hombre del momento. Imagino que sabr la cantidad de gente a la que le encantara estar en su pellejo. Doctor en Fsica
Terica y descubridor de Nmesis en 2077, con tan slo 27 aos. Y no qued ah la cosa: jefe cientfico del proyecto Prometeo a los 33, portada de Time hace dos
inviernos, a los 39. Incluso se rumorea que en Suecia estn pensando seriamente en su candidatura...
Daniel dej que se perdiera l solo ponindole medallas. Qu mrito tena haber aprovechado un golpe de suerte? Y de qu serva, si al elegir ese camino haba
sacrificado su vida personal a cambio?
En mi pellejo... Dios, no saben lo que dicen.
Una sensacin de amargura le inund. El joven no iba por muy buen camino. Daniel tamborile los dedos sobre el apoyabrazos con acusada impaciencia, mientras
miraba hacia afuera por el rabillo del ojo.
El avin ascenda sobre un mar de espuma blanca, cuyo brillo le deslumbr por un momento, obligndole a entrecerrar los ojos. Parpade, buscando la sombra del
aparato, y la encontr deslizndose arriba y abajo sobre las lomas de nubes, tres pares de alas de distintos tamaos, rodeadas por un tenue arco iris en forma de anillo.
Con algo de esfuerzo pudo distinguir la silueta del pequeo avin-cohete en el que viajaban, firmemente sujeto al vientre de la aeronave nodriza.
Podra explicarnos en pocas palabras qu es Nmesis?
En pocas palabras, es nuestra madre.
La lacnica respuesta desconcert al muchacho. Daniel torci una sonrisa. De qu se extraaba? Haba hecho exactamente lo que le haba pedido, no? Por unos
instantes se permiti resarcirse en la confusin del joven, quien se limitaba a balbucir. Luego se relaj y cerr los ojos por un instante. Visualiz las palabras que haba
repetido hasta la saciedad.
El agujero negro que llamamos Nmesis es muy antiguo. Fue causa y testigo del nacimiento de la inteligencia, si es que alguna vez hubo tal cosa, en este planeta.
Bueno, pero usted lo descubri hace ahora 14 aos. Aquello tuvo que cambiarlo todo para usted, no es as?
Daniel se estremeci y apart la mirada, dejando que se perdiese entre las nubes.
Oh, s, lo cambi todo. Todo. Y se llev a Laura...
Los recuerdos amenazaron con atormentarle otra vez, y recurri a la nica solucin a su alcance para alejarlos. Volver de nuevo a Nmesis. Hablar.
Oh, s, en realidad no ha cambiado nada. La nica diferencia es que ahora nos sorprende no haberlo visto antes, habindolo tenido todo este tiempo delante de las
narices.
El joven mostr una expresin de alivio y respir tranquilo.
Y cmo se dio cuenta de la presencia de Nmesis y de dnde buscarlo?
Todas las pistas apuntaban a un nico sitio, cuando uno se tomaba la molestia de considerarlas juntas replic Daniel frotndose la incipiente barba.
Todas? Cules?
Primero estaban las pequesimas irregularidades en las rbitas de Neptuno y Plutn, que deban tener una causa. Por otro lado, ciertos sucesos astronmicos a las
afueras del sistema solar parecen ligeramente ralentizados. Como si algo hubiera hundido el mantel espacio-temporal, curvndolo y deformndolo a su paso.
Eh, s, entiendo dijo el joven mientras se atusaba el fino bigote.
Sin duda replic Daniel con irona. Estos dos indicios, por s solos, ya eran suficientes para considerar que deba haber un objeto masivo relativamente cercano,
pero no como para descubrir de qu se trataba y dnde se esconda, y menos an para alarmarse. En cambio, cuando uno se paraba a pensar en la fuerte asimetra de la
distribucin de cometas que circundan el Sol, la cosa cambiaba radicalmente. Especialmente tras el descubrimiento de grandes crteres de impacto, no slo aqu en la
Tierra, sino tambin en la Luna, en Venus y en M arte, que databan todos ellos de hace 65 millones de aos. Te suena la fecha?
El rostro del muchacho se ilumin de pronto.
Ah, ya veo... Nmesis es nuestra madre... Lo que quiere decir es que Nmesis ha estado jugando al billar csmico, aniquilando a los dinosaurios y provocando
indirectamente nuestro nacimiento.
Daniel asinti en silencio mientras se preguntaba quin le habra puesto ese nombre. Nmesis, justicia y castigo divinos. Visualiz a un fulano grasiento, apestando a
sudor y humo casi poda olerlo, en algn oscuro cuchitril, buscando un buen gancho para vender unos cuantos peridicos ms.
Y tan slo usted fue lo suficientemente genial como para...
No te equivoques le interrumpi Daniel, algo cortante, esto no tiene nada que ver con genios. Simplemente me top de manera casual con las pistas y pens que
podra tratarse de uno. Casualidad. Esa es la idea. Estar en el lugar indicado en el momento justo. Si no hubiera sido yo, habra sido cualquier otro.
Resopl y apret los labios, sellndolos, mientras recordaba de nuevo su pasado, sus errores.

S, si hubiera sabido entonces hasta qu punto lo cambiara todo, habra dejado que fuese cualquier otro. Pero me emocion y me obsesion como un colegial. M e sent
especial, idiota de m.
De acuerdo dijo el muchacho, pero... eh, tengo entendido que los agujeros negros son negros precisamente porque no emiten luz alguna. Entonces, cmo lo...?
En ese instante, el indicador de los cinturones de seguridad se ilumin acompaado por aquel caracterstico timbre. El altavoz escupi un par de crujidos de esttica.
Acto seguido, la voz monocorde y desapasionada de la piloto inform de la llegada a los quince mil metros y la inminente separacin del pequeo avin-cohete de la
panza del aparato madre, un avin comercial que seguira hacia su destino. Ahora comenzaran el ascenso, de un par de minutos de duracin, hasta los lmites superiores
de la atmsfera para descender luego con rapidez hacia Nueva Nueva York, tan slo hora y media despus de despegar de M adrid.
Daniel trag saliva cuando los enganches electromagnticos se retrajeron con aquel zumbido de elevador industrial. Instantes ms tarde, el avin nodriza soltaba su
pequea carga, que logr estabilizarse tras un par de bandazos, como un pjaro aprendiendo a volar.
All vamos dijo el joven, con aspecto algo asustado.
Has volado en sub-orbital alguna vez?
No.
Pues agrrate.

CAPITULO II

P odemos cerrar los ojos y asistir a la subida de las aguas; a sequas, inundaciones, desertizacin y tormentas descontroladas; a hambrunas, sed, enfermedad, plagas de insectos y olas de calor cada vez ms
frecuentes; al caos, la guerra y la anarqua.
O podemos tomar medidas drsticas ahora y devolverles a nuestros nietos el futuro que les robamos.
Apocalipsis o expiacin. P esadilla o sacrificio. La eleccin est en vuestras manos.
BIBLIA DEL ECOLOGISTA, P RIMERA EDICIN, 2018

La intensidad de la iluminacin disminuy progresivamente hasta que Daniel y el muchacho quedaron prcticamente a oscuras. Unos segundos despus, durante los
cuales ambos se aferraron al asiento como si sus vidas fueran en ello, el estratorreactor despert con un ensordecedor rugido y el avin-cohete se inclin en una
trayectoria casi vertical, vibrando con violencia y ascendiendo sobre aquel ocano blanco a una velocidad endiablada. Los sistemas de nivelado giraron adecuadamente
los asientos, mantenindolos erguidos en todo momento, aunque ahora suelo y techo hicieran las veces de pared. Todo un detalle por parte de la aerolnea.
Sin embargo, ninguna medida de cortesa hubiese podido evitar la tremenda aceleracin a la que eran sometidos, que los aplastaba ahora contra los asientos. Daniel se lo
imaginaba como si tuviera que aguantarse a s mismo encaramado en sus hombros. Si bien aquello contribua a distraerle, no haca que la experiencia fuese ms agradable,
desde luego. Las paredes vibraban, temblaban y se sacudan como si estuvieran a punto de resquebrajarse. Al poco se encontr a s mismo aterrorizado ante la idea de
un accidente. A su mente acudieron imgenes de aquellos arcaicos transbordadores espaciales reventando en mil pedazos y desperdigando a sus tripulantes
carbonizados. Saba que era sumamente improbable pero aun as no poda dejar de pensar en ello. La parte racional del cerebro le deca que era ms probable que le
cayera un meteorito en el cogote, pero ante la perspectiva de que tuvieran que recorrer varios pases para recolectar sus pedazos, dicha parte racional era condenada al
ostracismo.
A sus odos, mezclado con aquel bramido que lo dominaba todo, lleg un distante y angustiado grito del muchacho, que fue incapaz de entender. Probablemente se haba
quedado muy sorprendido, como suceda a todo el mundo por primera vez, al notar sus mejillas tirando hacia abajo, dndole la apariencia de un bull-dog, e impidindole
decir nada inteligible.
Daniel trat de calmarse, concentrndose en el resto de los sentidos. Observ a travs del cristal que la esponjosa superficie blanca de las nubes quedaba muy por
debajo. Agujereada aqu y all, revelaba vastas manchas de ocano azul esmeralda. La curvatura del horizonte ya era evidente y creca por momentos, seguida de una fina
banda marrn que se empezaba a distinguir al oeste a medida que el cielo se oscureca.
Su mirada traz un arco, pesadamente, y repar en sus brazos. Se asust un poco al verlos algo plidos y ms an al comprobar que apenas senta aquellos dedos
violceos, dormidos. Tena las pantorrillas hinchadas bajo los pantalones del traje y los pies ardiendo, a punto de hacer estallar los zapatos. Casi poda sentir el
corazn, descontrolado, bombeando frenticamente, tratando de llevar la sangre hacia arriba, hacia la cabeza. Las sienes le latan con violencia. Se senta algo mareado.
Los bordes de su campo de visin se tintaron de negro y comenz a resultarle difcil pensar con claridad.
Definitivamente, no le gustaba.
Intent tranquilizarse cerrando los ojos, respirando profundamente y sintiendo el aire en los pulmones, pesado y escaso, consiguindolo a duras penas. De pronto
repar en que el sistema de aire acondicionado destilaba ese aroma dulzn caracterstico del ozono, cuya capa atravesaban en aquel momento. Aquello significaba que no
poda faltar mucho.
M s vale que la dichosa reunin valga la pena.
Tras otro agotador minuto, el peso que soportaban disminuy progresivamente y los cohetes terminaron por enmudecer. La iluminacin del habitculo se increment
paulatinamente mientras las paredes volvan a su posicin original respecto a los asientos. Daniel y el muchacho respiraron aliviados y comprobaron que recuperaban
progresivamente la sensibilidad de los dedos. El joven, ya relajado, no pareci comprender la situacin hasta que su agenda pas flotando a la deriva frente a su boca
abierta, girando lentamente hacia el final del pasillo.
Durante un breve rato la ausencia de peso sera total y podran disfrutar de la ruptura de la ms inmutable ley que haba mantenido al ser humano encerrado en la prisin
de la gravedad, obligado a diferenciar suelos y techos de paredes. El avin-cohete deba de estar alcanzando los cien kilmetros de altura. Algo ms arriba encontraran la
cumbre de su vertiginosa trayectoria parablica, y comenzaran a descender, haciendo honor al refrn. Desde su punto de vista, en cambio, dispondran de todo ese
tiempo de absoluta ingravidez. Sus sentidos no podran decirles que su caso y el de los ocupantes de un ascensor que se precipitara al vaco no era muy diferente. Ni
siquiera aunque dicho ascensor fuera disparado desde un can hacia arriba, para aplastarse contra el suelo al tomar tierra. Flotaran del mismo modo. No podran hacer
lo ms mnimo para variar su trayectoria, como una pelota lanzada al aire. Sera mejor que la piloto hubiera hecho bien sus deberes de fsica elemental.
Sin duda el joven no lo haba mirado de ese modo, a juzgar por su cara de inconsciente felicidad. Probablemente pensara que estaban en una tranquila rbita, cual satlite
de la Tierra, y que bajaran cuando lo decidieran. Aunque, en honor a la verdad, disponan de unos fiables alerones con los que frenaran cuando descendieran lo
suficiente, recuperando el peso para planear suavemente hasta tierra. Por no hablar de las probabilidades mnimas de accidente. Si bien no era tan tranquilizador como la
simple ignorancia, todo ello ayudaba a dominar el miedo. Eso, y la ausencia de violentos ruidos o paredes vibrantes, claro.
El muchacho hizo ademn de desabrocharse el cinturn para seguir el ejemplo de su agenda, pero fue disuadido por el suave gesto de una azafata que se aproximaba
flotando desde popa. Sirvindose de los pasamanos para impulsarse, se proyect de cabeza girando lentamente sobre s misma, e intercept la agenda furtiva con la
precisin y elegancia de una bailarina de ballet. Ante la atnita mirada del joven, quien pareca estar contemplando al Dalai Lama en plena levitacin mstica, se la
devolvi tras un grcil rebote en la pared y empuj el pasamanos en la direccin adecuada para salir proyectada de nuevo hacia popa, desapareciendo tras ellos. El
muchacho mascull algo, resignndose a experimentar tan slo la flotabilidad de brazos y piernas.
Daniel, por su parte, pidi permiso al joven y se quit los zapatos, liberando los hinchados pies con un suspiro. El joven abri mucho los ojos al ver los arcaicos
cordones, pero no dijo nada. Daniel los at meticulosamente a la barra metlica del reposapies frente a l y observ con recelo la errtica danza de los zapatos, que
flotaban hasta tensar los cordones y rebotaban despus, retorcindolos, girando sobre s mismos y chocando uno contra otro.
A diferencia de la inmensa mayora de la gente, a Daniel no le gustaba la ingravidez. Se habra sentido desorientado y muy inseguro de no haber sido por los cinturones
de seguridad, que le impedan salir volando sin remedio hacia algn hostil ngulo donde aplastarse las costillas; ya fuera contra el portaequipajes sobre ellos o contra el
llamativo extintor de la pared junto a la puerta. Por no mencionar la inevitable sinusitis que a nadie ms pareca molestar. Despus de todo, pensaba, si la naturaleza
haba conferido al suelo el estatus de hogar, sera por algn poderoso motivo que no se senta tentado de poner en duda.
Aun as, tras la tensin de unos momentos atrs, se senta relajado y de buen humor. Incluso podra soportar durante un rato las preguntas algo impertinentes de su
compaero. Si no se equivocaba, ste deba de estar a medio camino entre la frustracin por el se mira, pero no se toca y la emocin del momento, que seguramente
superaba casi todos sus sueos. Finalmente se volvi hacia Daniel.
Estaremos aqu un rato antes de bajar, no?
Eso creo.
Qu le parece si continuamos la entrevista? Deca que los agujeros negros no dejan escapar luz retom ante el asentimiento de Daniel. Cmo observarlo,
entonces, y sobre todo, cmo saber que se trata realmente de tal objeto?
Eso es lo ms curioso. Desde luego, no puede observarse de la manera convencional. Pero puede ser utilizado a modo de espejo Daniel contempl divertido el ceo
fruncido del muchacho. Vers, en las proximidades de un agujero negro la luz se curva de manera que puede llegar a dar media vuelta (o incluso una vuelta entera o
varias) por detrs y volver por donde vino. La luz que saliera de tu linterna rodeara el agujero, as, y volvera de nuevo a ti. De este modo podemos ver el, digamos,
reflejo circular de una fuente brillante y extensa, cuidadosamente alineada con nosotros. Y, por un golpe de afortunada casualidad, Nmesis yace en el plano de la
eclptica, de modo que nosotros mismos pasamos, una vez al ao, entre el agujero negro y la mejor y ms extensa fuente de luz a mano, el Sol.

Comprendo dijo el joven con aspecto inseguro. Parece increble, no?


Ciertamente, tal vez por ello nunca me lo llegu a tomar completamente en serio. Vaya idea descabellada! Pero aun as me tom la molestia de calcular dnde estara
y de realizar una peticin de tiempo para el Telescopio Espacial de Gran Envergadura, el mayor construido hasta la fecha. La seal sera muy dbil, y la ventana de
observacin durante la alineacin anual, tan breve, que jams pens que el tiempo me fuera concedido.
Pero as fue.
S, e imagina mi sorpresa cuando tuve los datos en mis manos. Un minsculo anillo de luz con las huellas dactilares del Sol impresas. Nuestra estrella estaba ah
reflejada, delatando inequvocamente la presencia de su compaero.
Imagino que entonces se sinti como el descubridor de Neptuno, apuntando al cielo con su telescopio all donde le indicaba la prediccin matemtica.
Daniel asinti, mientras se recordaba a s mismo, aquella calurosa tarde de invierno tres inviernos antes de nacer M arco, asediado por los mosquitos, frente a los
datos en la pantalla de su terminal. Era extrao. Ahora no senta que hubiera sido l, no se identificaba con aquel joven ilusionado que, catorce aos atrs, se haba credo
un genio.
M ir por la ventanilla, pero slo consigui reflejarse en ella: afuera estaba oscuro. A esa altitud no haba mucho aire que creara la impresin de un cielo azul. El Sol deba
de estar situado a sus espaldas, iluminando perezosamente la popa. As, era de noche; una extraa noche a medioda cuya estrella ms brillante era, paradjicamente, el
propio Sol.
Daniel estudi su reflejo con aire nostlgico. Catorce aos, y cmo haba cambiado su vida! Ni siquiera su cara era la misma: dos o tres arrugas empezaban ya a surcar
la frente; otro puado flanqueaba los ojos grises desde haca aos, cuando los entornaba; la abundante mata de pelo rizado que en otro tiempo luciera haba disminuido
ligeramente y comenzaba a tornarse gris junto a las sienes, como la barba de dos das que ocultaba nuevos lunares e imperfecciones. Aquella incipiente barba que haba
atrado tanto a Laura, catorce aos atrs, como a Elia, ahora.
Ajeno a esto, el muchacho continu.
Aquello salt inmediatamente a la primera plana de todos los medios de comunicacin del planeta... Vaya bombazo, un agujero negro a la mitad de distancia a la
estrella ms cercana! Suena peligroso, no?
Crees que si ahora fuera peligroso estaras hacindome esa pregunta? Ha estado a dos aos-luz del Sol durante los ltimos 65 millones de aos, orbitando uno en
torno al otro de manera muy estable, de forma que nunca nos acercaremos ni nos alejaremos de l lo suficiente... No har nada se encogi de hombros. Tan slo
permanecer ah. Por qu la gente tiene tanto miedo de los agujeros negros?
Bueno, esperaba que pudiera contestar usted mismo a eso.
Ya lo ha dicho mucha gente: hubo un tiempo en que Nmesis fue una estrella compaera del Sol, pero 25 veces ms masiva, mucho ms brillante. Por eso consumi
muy rpido su sustento, en slo 8 millones de aos.
Quien brilla el doble, vive la mitad dijo el joven citando la Biblia del Ecologista.
Eso es. Al final no pudo soportar su propio peso. Se hundi y rebot violentamente hacia afuera, expulsndose a s misma en una mastodntica explosin. Una
supernova, que hizo brillar el cielo nocturno en la Tierra como si estuvisemos en Jpiter y fuese de da. Su muerte desencaden una tormenta de rayos de muy alta
energa que barri todos los planetas del sistema solar, arrasndolo.
El muchacho escuchaba ahora inclinado hacia Daniel, la boca entreabierta revelando unos incisivos grandes y bien separados.
La extincin de los dinosaurios...
El primer asalto, ms bien, que fri a muchos de ellos. Un anuncio de lo que estaba por venir, miles de aos ms tarde. Pues las ondas gravitatorias sacudidas por la
explosin empujaron a miles de cometas hacia el interior del sistema solar, usndolos como proyectiles en una especie de batalla celeste, acabando con los saurios que
haban sobrevivido, permitiendo que los mamferos nos desarrollsemos.
Entonces Nmesis era una estrella que acab como supernova? el joven frunci el ceo.
T lo has dicho. Era. En su lugar, qued slo su ncleo inerte, tan denso y tan pesado que incluso la luz es incapaz de escapar de su interior. Un agujero negro.
Peligroso, entonces? No, si no te acercas demasiado. Tambin orbitamos alrededor de un agujero negro gigantesco en el centro de la galaxia, mucho ms lejos, y nadie se
rasga las vestiduras por eso.
Aun as, el mensaje de tranquilidad no pareci llegar a mucha gente...
Y te extraa? Teniendo explicaciones fantsticas como alternativa, quin sera tan aburrido de aceptar la simple verdad? respondi en tono sarcstico.
Recuerda el auge que tuvieron en aquel momento tanto religiones como sectas, neoastrlogos, videntes, avistamientos de OVNIs... Pero lo mejor fueron las
manifestaciones y propuestas de ley en cierto pas para abolir el agujero negro o, al menos, para prohibir hablar de l... por no mencionar a una empresa que se dedic a
vender parcelas espacio-temporales en su interior.
El chico ri al or aquello, y Daniel se relaj. Tal vez no hubiera debido juzgarle precipitadamente. Acaso no haba hecho lo mismo con Elia cuando se conocieron?
Vaya, s que tuvo que ser divertido...
M s que divertido, me result sorprendente. No esperaba una reaccin a tal escala. Pero de todos modos al final las aguas volvieron a su cauce, y la gente se fue
olvidando de Nmesis.
S, y en aquel momento usted qued como un nombre en la sombra. Pero todo es diferente desde que el proyecto Prometeo fue aprobado, cinco aos despus, en
2081. Ahora no hay nadie sobre la faz de la Tierra que no sepa quin es!
El rostro de Daniel se oscureci de nuevo.
Necio, lo dices como si fuera fantstico...
Hizo una mueca y peg la cara al cristal, tapando la luz con las manos para vislumbrar el exterior. Afuera le aguardaba aquel maravilloso espectculo. Un lienzo negro
tachonado de estrellas, cruzado por un fino y tenue arco de un azul claro nebuloso, que enmarcaba una masa de blancas nubes arremolinndose sin prisa sobre una gran
extensin de terreno rocoso de tonos marrones y rojizos; en el ms absoluto silencio, un ocano rico en matices azules y verdes delineaba una costa de bordes ntidos
como los de un mapa gigantesco. Una vista impagable, sobre todo para ser la una de la tarde.
Debe de sentirse como un hroe, al frente de una empresa tan arriesgada y tan importante, tan ambiciosa y tan cara...
Pues no lo soy: los hroes no existen, es la Historia la que los inventa corrigi Daniel, algo molesto. No sabemos si vamos a resolver el problema de la energa, no
sabemos ni siquiera si podremos extraer energa de Nmesis. Y por no saber, tampoco sabemos si llegaremos a comprenderlo lo suficiente como para poder crear
microagujeros negros, fuentes de energa negra casi ilimitada. Lo nico que sabemos es que lo vamos a intentar. S, es algo que no se ha hecho nunca, viajar tan lejos,
tanto tiempo, encerrados en un frgil cascarn durante medio siglo, sin posibilidad de ayuda exterior... En definitiva, es una locura, s.
Pero la prefiero a la locura de quedarme aqu, con toda esta chusma vida de carroa meditica y con ese calor insoportable.
El joven le irritaba de nuevo, con aquella entrevista que se iba tornando ms y ms personal. Era una de las cosas que Daniel tena que soportar estoicamente por
contrato de cuando en cuando, y cada vez le resultaba ms difcil. Le reventaba que le hubieran concertado una entrevista durante el vuelo, en el escaso tiempo que tena
para estudiar el programa de la reunin del proyecto, en Nueva Nueva York.
Su compaero, por su parte, pareci algo contrariado por la rplica de Daniel sobre los hroes, y volvi a la carga por otro frente.
Pero una de esas locuras que funcionan?
Eso espera el contribuyente, supongo dijo mientras se pasaba una mano por la desordenada melena, llevndose un negro pelo ondulado. Naturalmente, el riesgo
es controlado, tampoco estamos tan locos. La tecnologa est a nuestro alcance y los estudios psicosociolgicos demuestran que es posible, al menos en teora. se
sacudi la mano liberando el pelo, que flot contorsionndose hasta perderse de vista.
En teora, s... repiti el joven. Eh...
Fue interrumpido por las habituales preguntas de la azafata sobre sus preferencias gastronmicas. Daniel eligi los tallarines con aire indiferente. Ni que fueran a comer
caviar... qu importaba, si todo estaba hecho del mismo plstico?

La azafata sujet la comida y la bebida, hermticamente selladas, a las bandejas de sus asientos. Les inform del cuidado extremo que deban guardar al comer en
gravedad cero, si no deseaban que el servicio tuviera que despegar los tallarines hasta del techo una vez en tierra. Les dese buen provecho y se retir graciosamente.
No tendran mucho tiempo para comer, pues segn el indicador luminoso de la pantalla, no les quedaban ms de veinte minutos para bajar de nuevo hasta los quince mil
metros, desde donde planearan suavemente hasta Nueva Nueva York, ya sin gasto energtico alguno, confirmando que el camino ms breve y econmico entre dos
puntos no siempre es la lnea recta.
Abrieron los envases de comida y se la llevaron lentamente a la boca. El lquido, mucho ms problemtico en gravedad cero, era accesible tan slo por medio de una
pajita, de la que deban sorber con sumo cuidado. Aquella operacin result francamente tediosa, una vez que la emocin inicial se hubo desvanecido. Por si aquello
fuera poco, la larga tradicin de las aerolneas perduraba, ofreciendo un M en Gourmet que nada tena que envidiar a manjares tan suculentos como las virutas de
hierro o las toallas hmedas. M ientras, la conversacin continu.
Ah, y respecto a las crticas de presupuesto, pues s, el proyecto no es gratis, no, pero la energa negra puede cortar de raz la necesidad de otras fuentes de energa
limpia para siempre. Podras usar hasta el envoltorio de plstico de esta especie de... tallarines? pretenden que llame a esto tallarines? ... pensndolo mejor, podras
usar esta bazofia como combustible!
Dio un mordisco al pan e instintivamente baj la otra mano para sacudirse las migas de la pernera del pantaln del traje que era nuevo y caro; Elia le haba obligado a
ponrselo, sin darse cuenta de que aquel intragable sucedneo de pan chicloso no haca migas, ya que stas flotaran molestamente en todas direcciones. Dud un
momento de cul de las dos cosas era preferible y acab inclinndose por la acostumbrada. Por fortuna en la xodo disfrutaran de gravedad artificial.
Vaya, parece ilusionado con el proyecto!
Hay razones para estarlodijo Daniel con una amplia sonrisa.
Un desagradable escalofro le recorri la espina dorsal.
Ojal an lo estuviera. Ojal me empujara la ilusin y no la inercia. Al menos podr volver a ser casi annimo durante el resto de mi vida y as mam no tendr que
soportar...
Y su hijo M arco, cmo se lo ha tomado?
Daniel se qued momentneamente petrificado, observando perplejo al muchacho.
Pero quin coo te crees que eres, cabrn miserable? Os creis con el derecho de alimentar a toda esa gentuza con el morbo que os produce mi vida?
M i hijo est a tres mil kilmetros de aqu, y no tiene nada que ver en esta entrevista su voz se torn glida y si quiere que sta contine, le sugiero que no se
meta...
Pero hay rumores de que desde la muerte de su esposa Laura, siete aos atrs, convive usted con...
Daniel le atraves con la mirada, enfurecido. El muchacho enmudeci, como un ratn paralizado de terror frente a una cobra, y finalmente comprendi que la
conversacin acababa en este punto.

CAPITULO III

Lo que comenz como un conflicto blico ms por el petrleo termin con el hundimiento del mayor imperio del s. XX, y el florecimiento de la Unin, que jug hbilmente sus cartas de alianzas.
La Tercera Guerra Mundial se sald con ms muertos, en 7 aos, que todas las anteriores juntas. Sin embargo, a pesar del temor generalizado tras la Guerra Fra que sigui a la Segunda, la ausencia de ataques
nucleares fue casi total, exceptuando los atentados terroristas de Washington D.C. y Tel Aviv.
HANS SCHNEIDER, HISTORIADOR, 2040-2047:
LA GUERRA DE LAS ALIANZAS CAMBIANTES, 2069

Oh, vamos, Daniel...


El ruego reson en los recovecos de la lujosa suite de reuniones, reverberando entre las columnas de mrmol hasta perderse entre el zumbido de las aspas de ventilacin,
all arriba en el techo. Las grandes dimensiones de la estancia, al estilo de un templo de la Grecia clsica, contribuan a mantener una atmsfera fresca incluso en verano.
Incluso en aquellos veranos. Y tambin hacan que uno se sintiera minsculo all sentado en el centro de la sala.
Los ventanales doble-polarizados de la pared oeste filtraban un precioso crepsculo. Un ardiente sol ensartndose en las antenas del nico rascacielos de M anhattan,
desparramando su sangre rojiza y violeta, tiendo las nubes y abrasando el aire.
Pues a m s me lo parece, Julianne replic Daniel mientras se sentaba. Las facciones caucsicas de la presidenta de la comisin del proyecto Prometeo adquirieron
aquel delicado equilibrio entre firmeza y paciencia que pocas cosas aparte de criar a un hijo podran proporcionar. Qu va a pensar la gente? Ellos bajo el yugo de
las prohibiciones energticas, hacinados en los transportes pblicos mientras nosotros nos desplazamos a las reuniones en reactor? Nosotros, los grandiosos
argonautas que regresarn victoriosos con el vellocino de oro?
No uses ese tono sarcstico conmigo, Daniel replic ella entornando los ojos. Las arrugas junto a las ojeras se le marcaron a pesar del maquillaje y la papada le
tembl ligeramente. Sabes perfectamente que unos cuantos litros de queroseno contaminante no son el problema de este planeta...
Si me lo permits... interrumpi otra voz femenina, insegura, hacia el final de la mesa.
Todos se volvieron hacia Sahrie. Haca tiempo que Daniel no la vea. No pareca haber cambiado lo ms mnimo: aquellos ojos oscuros, igual de huidizos. Daniel siempre
se haba preguntado cmo sera su pelo, permanentemente oculto bajo aquel insondable pauelo azul oscuro estampado de espirales blancas, que contrastaba tan bien
con el tono de su cara. Sola pasar el rato en aquellas tediosas reuniones imaginndoselo: castao oscuro y ondulado unas veces, en una melena lisa y negra como el
azabache otras. A decir verdad, jams un cabello le haba despertado tanta curiosidad.
Ella se encogi ligeramente, como siempre que tomaba la palabra, con aspecto inseguro. Cruz un brazo envuelto en la manga de la blusa, que le caa por el cuerpo en
amplios pliegues de matices beige, y acarici la tarjeta que le penda del pecho. El minsculo rostro de la holografa oscil revelando el perfil de Sahrie, junto al anagrama
que la acreditaba para la ingeniera aeroespacial de alto nivel.
Bueno, los cohetes hbridos de polibutadieno terminado en hidroxis y xido nitroso dijo atropelladamente son mucho menos nocivos para la atmsfera que los
convencionales...
Y ellos, lo saben? o estn dispuestos a comprenderlo? Crees que no pensarn que podramos reunirnos perfectamente en la red?
Daniel, hay muchas razones para hacer las reuniones en persona. Adems, sabes que esta reunin habra sido imposible a distancia. O habras preferido que
instalaran sensores por toda tu casa? sentenci Julianne.
Daniel neg con la cabeza, aceptando silenciosamente la derrota. Naturalmente, le importaba lo que la gente pensara acerca del proyecto. Le preocupaba ser coherente
con aquello en lo que crea. Pero haca tiempo que haba asumido que en las discusiones, con demasiada frecuencia, causa y efecto estaban intercambiados. Pues no era el
juicio la consecuencia de los argumentos, sino justamente al contrario.
Aos atrs, haba perdido de repente la mitad de su vida por estar lejos de los suyos.
Laura.
Sinti el estmago encogerse por un momento. Domin aquella incipiente cascada de emociones, volviendo al presente.
Elia. Si no hubiera sido por Elia, jams habra salido a flote. Y ahora debo pensar en proteger a M arco.
S, eso era ms importante que un par de depsitos de aquel combustible de nombre impronunciable. Ojal los dejaran en paz. A M arco y a Elia. Que a nadie le
importara. Julianne lo saba, y haba tenido la delicadeza de seguirle el juego de la discusin superficial, guardndose de hablar de las verdaderas razones, los
sentimientos. Sonri, agradeciendo los frutos de largos aos de amistad, y recibi un guio cmplice de Julianne por respuesta.
Bien, podemos empezar, entonces? No tenemos mucho tiempo hasta mi reunin de maana con los dirigentes de Naciones Unidas desenroll un pergamino sobre
la mesa y lo activ pulsando sobre l. El orden del da apareci sobre el tejido digital. Garrelt?
Garrelt asinti y se levant. A juzgar por la rubia y frondosa barba que luca, haba estado muy atareado ltimamente. Como siempre. Daniel sonri. Los tejanos
gastados, la chaqueta de pana y el polo blanco de cuello alto le daban cierto aspecto de ejecutivo rebelde, carismtico e informal. Del que sabe cmo conquistar a la
audiencia. Saba cmo vestirse y se senta como pez en el agua en aquel tipo de situaciones. De hecho, si no hubiera sabido desde haca aos a qu se dedicaba, Daniel
jams lo habra relacionado con la psicologa cuntica.
S. Podemos hacer la holoconferencia antes de ponerles al da con los detalles, presidenta? Ante la tranquila afirmacin de Julianne, Garrelt continu. M e
gustara que tuvisemos una conversacin con quien hemos designado finalmente como asistente psicolgico y psiquitrico de la estacin espacial xodo.
Lamentablemente no ha podido venir. As que, con el fin de que pueda comenzar a familiarizarse con vosotros hemos dispuesto cmaras, micrfonos y sensores
infrarrojos de microvariabilidad de temperatura por toda la estancia. Aunque ya lo habris ledo en el orden del da, espero que no os incomode.
Incomodar? Ojal no les incomodara que fuera yo quien hiciera la reunin por telfono.
Como jefe cientfico del proyecto Prometeo, el trabajo til de Daniel en la comisin haba terminado haca tiempo. Su aportacin estaba diseada, construda y acoplada
en su lugar en la estacin. Tanto las cpsulas Penrose, que robaran energa a Nmesis al expulsar la basura en su viaje rasante alrededor del agujero negro, como los rales
electromagnticos que las lanzaran y las recogeran despus, convirtiendo dicha energa en electricidad.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por los pitidos de inicio de la lira sobre la mesa. El pequeo proyector hologrfico, que haba heredado el nombre del
instrumento musical al que se asemejaba, comenz a girar con un leve zumbido. Aceler progresivamente hasta volverse casi invisible al ojo humano, como una hlice de
avin. Los fotoemisores dispuestos a lo largo de su interior, perfectamente sincronizados con la rotacin, comenzaron a producir una brillante luz violeta de aspecto
lquido.
Paulatinamente, la luz se atenu y el color se multiplic y tom forma, creando en el interior de la lira una figura humana, cmodamente sentada en una silla de oficina.
Los rasgos de la cara se enfocaron, revelando un rostro enjuto, de barbilla afilada por una espesa perilla y mirada penetrante tras unos cristales sin tintura, arcaicos,
como los de Daniel.
Buenas noches, Dr. Icke salud la figura con voz suave, girando hasta encarar a Garrelt.
Buenas noches, Freund replic ste. Te presento a los miembros de la comisin del proyecto Prometeo indic con un movimiento de la mano.
Buenas noches a todos dijo Freund, mirando en derredor. Uno tras otro, todos fueron saludando.
Freund ha tratado a 27 pacientes con cuadros como depresin, claustrofobia, ideas paranoides y manas de forma satisfactoria explic Garrelt. Las clsicas
patologas que podemos encontrar en casos de aislamiento prolongado. De hecho, fue el psiclogo del experimento Biosfera X.
Algn que otro murmullo de aprobacin reson en las paredes. Cmo evoluciona un grupo de personas ante condiciones de aislamiento total, prolongado durante dos
aos? Qu patologas aparecen? Son tratables? Financiado enteramente por el Gobierno de la Unin Europea, el experimento Biosfera X haba tratado de resolver

estas cuestiones, una vez que los anteriores experimentos Biosfera haban conseguido establecer microsociedades autosustentadas, con ayuda de las ltimas tecnologas.
El nico contacto exterior de los voluntarios era con el equipo psicolgico, quien consigui demostrar que la mayora de las patologas que aparecan de manera natural
en el proceso podan ser atenuadas mediante el tratamiento adecuado. Si bien el experimento haba producido una o dos situaciones lmite, los resultados eran lo
suficientemente satisfactorios como para extrapolarlos a un viaje espacial de larga duracin.
As es, Dr. Icke. Fue todo un privilegio participar en aquel proyecto.
Y algo til para ste, verdad, Freund?
Desde luego. No hay motivos para preocuparse. Al menos, no los hay para preocuparse demasiado sonri, mostrando una perfecta dentadura blanca. Ya saben,
preocuparse menos y ocuparse ms.
Julianne observaba la lira, boquiabierta, embelesada. Daniel se extra. Ni que fuera la primera vez que vea una.
Un brazo color caoba se alz al otro lado de la mesa, acompaado por el suave tintineo de una infinidad de pulseras de marfil. Daniel no haba reparado an en Ioanna,
que contemplaba a Freund con una expresin divertida en sus enormes y joviales ojos castaos.
Entonces, cree usted que no nos volveremos locos? ri con aquella raspada voz tan peculiar. O al menos, no demasiado locos?
Freund se volvi hacia ella.
Usted debe de ser Ioanna Lagadec, la biloga jefe del proyecto ella asinti mientras jugueteaba con las rastas de su abundante cabello azul metlico. M i trabajo
consistir en evitar que se vuelvan locos, como usted dice; aunque si me lo permite, ese trmino tiene connotaciones socialmente negativas que resultan bastante
indeseables.
Y quin evitar que usted se vuelva loco? pregunt Daniel. Obviamente el psiclogo debera acompaarles. En un viaje espacial a dos aos-luz de distancia, una
consulta con la Tierra, con un retardo de hasta cuatro aos entre pregunta y respuesta, resultaba absolutamente inviable.
M ientras Freund se volva hacia l, Daniel alcanz a ver una complacida sonrisa de Garrelt, que no consigui descifrar.
El Dr. Icke ya me ha apoyado en otras ocasiones y no dudo de que volvera a hacerlo dijo Freund apaciblemente.
Daniel mir de nuevo a Garrelt, cuya sonrisa se haba tornado en triunfal. Algo no encajaba. No poda decir an de qu se trataba. Desde que la conversacin se inici,
ah estaba, bordeando el umbral de la consciencia. Esa sensacin extraa que rozaba la incomodidad sin llegar a serlo perdurara mientras durara la entrevista.
Y usted, si no me equivoco, es Sahrie Almusaddi prosigui Freund. Sahrie sonri sorprendida. Acostumbrada a or la versin occidentalizada, seguramente no
esperaba una pronunciacin tan perfecta de su nombre.
Perfecta pero pedante, a juicio de Daniel, al decirlo en un idioma fonticamente tan diferente. Aunque, la verdad, tampoco pareca como si quisiera demostrarles que
dominaba varios idiomas. Ni siquiera haba vacilado. Era simplemente como si para l no hubiera otra forma de pronunciarlo.
Y entretanto, all segua, esa sensacin de estar perdindose algn detalle vital. M ientras la mente de Daniel discurra entre un torrente de posibilidades, la comisin
mantena una animada charla con Freund. En unos minutos ya saban lo interesantes que le resultaban a Freund reliquias como el cine de principios del s. XXI o los
libros en papel, adems de cosas ms mundanas como el sexo y la pasin por el chocolate.
Julianne segua con aquella expresin entre incrdula y maravillada en su cara, que pareca aumentar a cada momento. Ioanna pareca congeniar, y se rea a menudo.
Incluso Sahrie articul dos o tres frases sin ese aire asustadizo que la caracterizaba. Parecan sentirse cmodas. Garrelt intervena poco en la conversacin, ahora que
sta marchaba sola.
Tan slo una silueta, una sombra al lado de Daniel, permaneca silenciosa como casi siempre, bebiendo de vez en cuando de un sobrio vaso de metal. El nico miembro
militar de la comisin, cuyo pulcro uniforme plagado de condecoraciones revelaba su grado en la jerarqua castrense. La capitana ms joven de las Naciones Unidas no
deba de contar con ms de 25 aos. Sus superiores no podan embarcar a un recio y experimentado lder de cabello gris, si es que acaso lo conservaba, en una misin de
45 aos de duracin. A no ser que quisieran que volviera embalsamado.
La capitana Spiff apenas haba intervenido en las reuniones de la comisin, desde que entrara en ella haca ya un ao. Durante todo ese tiempo, Daniel no recordaba
haber visto un solo atisbo de humanidad en su rostro. Aquella cara le recordaba a la de un mueco de accin de juguete: de mandbula recta y mirada inescrutable, dura,
inexpresiva.
M ientras la conversacin con Freund se animaba, Daniel contempl a la diminuta figura que se mesaba la perilla y rea amigablemente, inserta en el anillo rotante.
Lamentablemente no ha podido venir, record. Segua sin entenderlo. Por qu l estaba obligado a estar presente, a pesar de su clara reticencia, y Freund no? Todos
saban de la holoconferencia, pero Daniel no crea que una conversacin como aquella justificase... no, definitivamente algo no encajaba. M ir a Garrelt, que lo observaba
en ese instante con aire enigmtico, expectante.
Esto es surrealista... A qu viene esa mirada? Ni que fuera el examinador de algn tipo de prueba, en la que sin saberlo, nos examinamos o bien nosotros, o bien
Freund... O bien todos.
Quizs no haba podido venir porque estaba demasiado lejos. Pero aun as... l haba recorrido 7000 km en poco ms de dos horas, dnde estaba Freund para no haber
podido venir? En las antpodas?
En ese caso, el retardo que sufrira la seal en ir y venir sera de algo ms de una dcima de segundo. Tras aos y aos realizando llamadas internacionales en aquellas
modernas redes, ya ni notara algo as.
Se concentr en las pausas entre pregunta y respuesta. No poda decir con seguridad si se deban a que Freund pensaba sus respuestas algo ms de lo comn. Pero,
ahora que se fijaba, pareca como si los rasgos faciales de la figura en el proyector, las reacciones automticas como sorprenderse ante el descaro de Ioanna o sonrer
agradado por la tmida ternura de Sahrie, tuvieran lugar con un pequeo retraso. Un retraso mayor de lo normal. Lo justo como para que un observador se sintiera
incmodo sin comprender por qu.
Decidi probar su hiptesis. Esper pacientemente una pausa en la conversacin, y tom la palabra.
Si me permite la pregunta, Freund, dnde se encuentra?
Freund sonri inocentemente.
Estoy aqu, con ustedes.
Daniel frunci el ceo, pero esta vez no fue el nico de la mesa en hacerlo.
Quiero decir insisti, por qu razn no ha podido usted venir?
De repente Freund pareci contrariado. S, sin duda haba habido un retardo entre la pregunta y su expresin de sorpresa. Pequeo, pero ah estaba.
Se debera a la saturacin de la red? Lo juzg improbable: una comunicacin como aquella obtendra un ancho de banda absolutamente prioritario. M s bien pareca
como si estuvieran usando algn mecanismo anticuado o en desuso. Como la comunicacin va satlite.
S, eso poda ser. La seal tardara ms en subir y bajar, y subir y bajar de nuevo a la vuelta. Pero... por qu? A qu lugar de la Tierra no llegaban las redes de cable?
Y si no era un lugar de la Tierra, entonces de dnde? Tampoco poda ser muy lejos: en la Luna el retardo habra sido de unos dos segundos, demasiado grande. Dnde
estaba Freund?
Venir? No entiendo a qu se refiere. Acaso no estoy aqu? Nos estamos oyendo y viendo mutuamente. Estoy estudiando y analizando sus gestos, las inflexiones de
su voz y la temperatura relativa de sus facciones, como hara cualquiera de ustedes inconscientemente sbitamente se escuch un carraspe. Daniel se volvi hacia
Garrelt, a tiempo de ver una fugaz cara de circunstancias. Aunque si se refiere a la gran diferencia entre el formato en el que aparezco ante sus sentidos, comparado
con el resto, imagino que el Dr. Icke ya les habr explicado que...
Bien, Freund, ya es suficiente como presentacin le interrumpi Garrelt. Tendremos mucho tiempo para discutir sobre la ontologa de la realidad sensorial
cuando estemos todos a bordo. Gracias y que pases una buena... una buena noche.
Freund se despidi educadamente, y su figura se difumin, hasta que Daniel pudo ver el rostro de Julianne a travs del rotor, su mirada an fija en el interior de la lira. El
proyector fue perdiendo velocidad de giro con un silbido hasta que finalmente se detuvo.
Impresionante! Nunca pens realmente que tendra la oportunidad de verlo!

Gracias, Julianne sonri Garrelt. Y a vosotros, qu os ha parecido?


Garrelt, hay algo que se me escapa. Dnde est Freund y por qu no nos lo quera decir?
Vers, Daniel. Ambas preguntas tienen una nica respuesta dijo, y seal hacia arriba.
En la estacin? pregunt Sahrie, arqueando las cejas.
De modo que era ah. La estacin xodo estaba terminando de ensamblarse a treinta mil kilmetros de altura sobre el ecuador, en la rbita geoestacionaria, donde los
satlites de televisin orbitaban la Tierra colgados del cielo. Haba sido idea de Sahrie el reciclar la Estacin Espacial Internacional de la Concordia, construida durante la
Guerra, para el proyecto Prometeo. Aquello no slo haba acelerado considerablemente el proyecto, sino que lo haba hecho posible. La xodo descansaba ahora junto al
ascensor espacial. Diariamente se empleaba ste para el acopio de materiales y mano de obra con el fin de terminar a tiempo los trabajos de ensamblaje y
acondicionamiento de manera barata y ecolgica..
Veris contest Garrelt, tomando una bocanada de aire. Para Freund las conexiones que tena en esta habitacin y sus sentidos son lo mismo. No menta. Crea
estar realmente en esta habitacin. No conoce el concepto desplazamiento aplicado sobre s mismo.
Ests tratando de decir que Freund es...?
Una tostadora... joder, es una tostadora? ! exclam Ioanna, perpleja.
Yo prefiero llamarlo Programa de asistencia psicolgica y psiquitrica mediante computacin cuntica. Una Inteligencia Artificial, si os gusta ms.

CAPITULO IV

Fjese en la Gran Ola de calor del 44, por ejemplo, que seg 100 millones de vidas slo en Europa.
Cree que fue la causante directa del cambio de la mentalidad social y las alianzas de la Unin?
Exacto. El armisticio y el protocolo ecolgico de Nuevo Oslo no significaron la victoria de unos pases sobre otros, como sugiere Schneider, sino el reconocimiento por parte de la humanidad de un
peligro comn alimentado por ella capaz de destruirla: la ira del planeta.
REBECA MUNARI, LDER DE LOS GAIANOS, ENTREVISTA, 2071

La suite de reuniones del Jaynes Hill se sumi en un incmodo silencio, roto slo por el suave zumbido de los ventiladores del techo.
Yo... tartamude Sahrie la verdad, no s si podra acostumbrarme a contarle mis problemas a un contestador automtico...
Nos est oyendo esa... esa cosa, Garrelt? pregunt Ioanna con un deje de ira contenida en su voz.
Garrelt neg con la cabeza. Pero nadie dijo nada ms.
De verdad, te lo prometo. Los micrfonos estn desconectados.
Insinas entonces realmente que una tostadora va a hacer de psiquiatra? se enfureci Eso s que es una locura, joder!
Garrelt la mir fijamente. Pareca estudiarla.
Vale, Garrelt. Te lo dir una sola vez se iba encendiendo, ms y ms, a medida que hablaba. No pienso dejar que una puta mquina me trate psicolgicamente,
te enteras?
Qu hay de malo, Ioanna? intent tranquilizarla l. Si haba algn matiz de irritacin u orgullo herido en su voz, Daniel no lo detect. Qu diferencia hay entre
un cirujano robot, aceptado hoy por todo el mundo, y esto? Todos los progresos implican aceptar cosas que...
T lo sabas, verdad? le interrumpi Ioanna, mirando a Julianne Lo sabas, verdad? Y no nos lo dijiste! Pero es que os habis vuelto locos, joder?
S, Ioanna, lo saba, pero...
La silla de Ioanna rod hasta golpear una columna cercana cuando ella se levant con brusquedad. Se volvi hacia la puerta principal, cuyas hojas de madera de roble se
erguan imponentes, y se dirigi hacia ella con paso firme. Todos quedaron mudos.
Por qu me preguntaste si nos oa? la voz de Garrelt reson en las paredes, firme e implorante al tiempo.
Ioanna abri una de las pesadas hojas de la puerta, atraves el umbral y se detuvo, sujetndola con una mano.
No queras herir sus sentimientos, verdad?
Ella no dijo nada.
Aunque sabes que no los tiene realmente prosigui Garrelt apaciblemente. Y es que te haba parecido muy humano, hasta te haba cado bien. Ciertamente, est
programado para que no notes la diferencia; as no te resulta tan incmodo contarle tus problemas a un contestador automtico aadi mirando de reojo a Sahrie.
Ioanna permaneci inmvil, dando la espalda, apretando fuertemente los puos. Garrelt suaviz an ms el tono de voz.
Vamos, Ioanna, examina tus sentimientos. Lo que te molesta no es que Freund no sea humano, sino que despus de pensar que lo era no lo fuera. Sientes que deberas
haber notado la diferencia y ests furiosa contigo misma, pero no deberas culparte...
Un enrgico portazo interrumpi a Garrelt, haciendo temblar la pesada doble hoja y retumbando en las paredes, en cada recoveco de la inmensa sala. Cuando el sonido
se apag, Julianne dej escapar un suspiro de impaciencia.
Est bien, sigamos.
Pero... no deberamos esperar por si vuelve, o suspender la reunin? terci Sahrie.
Ya se calmar.
De nuevo otro silencio que nadie pareca querer romper. Daniel se mordi el labio. Se senta violento por Ioanna; no era la primera vez que la impulsividad de su amiga
daba esos frutos: ya anteriormente haba hecho patente su opinin sobre la presencia del ejrcito en la comisin, delante de la capitana Spiff, con pelos y seales. Y
aquella vez haba sido mucho peor, la verdad.
Sonri amargamente. Esta vez era slo porque su psiclogo sera un ordenador, para el resto de su vida. Supuso que aquello debera hacerle sentir muy molesto, pero
sorprendentemente no era eso, sino intriga, lo que experimentaba. Cmo sera? Bien mirado, seguramente mejor que muchos psiclogos del ramo que andaban por ah
sueltos. Pero aun as no acababa de convencerle la idea.
Y por qu no un psiclogo humano, Garrelt? Por qu no t? pregunt.
Garrelt suspir mirando hacia la puerta.
T mismo preguntaste quin evitar que el psiclogo se vuelva loco. Otro psiclogo? Y si alguno de los dos falla o no es capaz de tratar al otro, y ste se vuelve
inestable? Entonces, quin tratara al primero? No podemos garantizar que una IA sea infalible, pero lo que s podemos asegurar es que no se volver loca. Est
especialmente programada para evitar los bucles infinitos, las neurosis, si es que eso fuera posible. Y siempre se puede desconectar manualmente, claro.
Pero entonces, dependeremos completamente de una IA...
Y no hacemos eso constantemente en nuestra vida cotidiana? No dependas de la IA que calculaba la trayectoria del reactor al venir aqu?
S, pero esa IA estaba supeditada a las decisiones de la piloto humana.
Oh, naturalmente, no le daremos el control total de la estacin xodo. Puede hacer tanto de psiclogo como de psiquiatra, y recetar medicamentos, s, pero siempre
estar bajo estricta supervisin humana. Es slo una herramienta, Daniel. Pero una herramienta muy til.
Vale replic el fsico, pero qu te hace pensar que ser mejor psiclogo que un humano? O incluso que podr equipararse siquiera a un humano? Y la
intuicin? Y el sentido comn?
El experimento Biosfera X despeja cualquier duda sobre su capacidad profesional, Daniel. Antes, cuando dije que Freund fue su psiclogo, l dijo lo que crea verdad,
aunque la ma fue tan slo a medias. Lo cierto es que su memoria fue volcada en una IA sobre procesador cuntico ms compleja, Trinidad, de la que Freund forma parte
ahora.
Daniel decidi que era un buen argumento. Al fondo de la mesa, Sahrie, taciturna, pareca haber llegado a la misma conclusin. Todos asimilaron las palabras de Garrelt
silenciosamente. Excepto la capitana Spiff, tal vez por llevar la contraria. Las condecoraciones del uniforme brillaron cuando se inclin hacia delante para hablar.
Y si es consciente de s mismo?
Oh, capitana, ha visto demasiadas pelculas gesticul Garrelt sonriente, mientras se levantaba y comenzaba a pasear alrededor de la mesa. Todos conocemos los
casos clsicos de IA que despierta a la consciencia y se vuelve contra su creador, por jugar a ser Dios. Imaginera popular y moralejas temerosas, nada ms. Trinidad es
inteligente, s. M ucho. Puede observar, repetir y aprender. Pero no es consciente de su propia existencia.
Cmo lo sabe? protest ella, insistente. A diferencia de su inexpresividad caracterstica, ahora pareca algo intranquila, restregndose contra el asiento y
cambiando de postura con frecuencia. Cmo puede afirmarlo tan rotundamente?
Ver, capitana, hemos hecho pruebas cientficas. En esencia, se trata del mismo tipo de test que se hace a los delfines, o a los primates superiores, para probar si son
conscientes de s mismos.
El eco de una voz rebot entre las columnas.
La cuestin no es si es consciente de s mismo o no, sino de hasta qu punto lo es.
Ioanna hablaba a viva voz desde la puerta, cruzada de brazos, apoyada en una de las columnas que flanqueaban la entrada.
Es consciente de s mismo un recin nacido, por muy humano que sea? pregunt al aire mientras caminaba hacia su silla.
No lo es?

No, pero puede llegar a serlo. Antes tiene que pasar por una serie de estados que constituyen lo que se conoce como escala de Darwich.
Hizo una pausa mientras colocaba la silla de nuevo en su lugar y se sentaba. A pesar de que actuaba como si nada hubiera pasado, al igual que el resto, el rubor de sus
pmulos la delataba.
Nosotros, los humanos, parecemos ser los nicos con la capacidad de alcanzar la fase de autoconsciencia temporal, de comprender que hubo un antes de cada uno y
que inevitablemente habr un despus. Pero hay otros estados; para que os hagis una idea, justo por detrs tenemos, por ejemplo, a los delfines, en la fase de
Consciencia del Otro, que le permite a uno reconocerse en los dems y ponerse en su lugar.
Se par en seco, algo azorada todava, y se frot el mentn con aire pensativo.
Pero de todos modos, se me ocurre una diferencia fundamental. Hasta donde sabemos un delfn no intentara engaar a los examinadores para que creyeran que est en
un estado de la escala de Darwich anterior a aquel en que est realmente. Pero, qu ocurre con una IA?
Un coro de murmullos reson por la estancia. Daniel se estremeci. Estaba al corriente de aquel tipo de pruebas pero no se le haba ocurrido pensar en esa posibilidad.
A juzgar por los rostros de los dems, a ellos tampoco. Lo busc con la mirada. Casi a su espalda, Garrelt Icke sonrea impasible.
Ciego dijo, lo suficientemente alto para imponerse al murmullo, que se atenu ligeramente. Ciego repiti ms suavemente. Se hizo de nuevo el silencio, y
todos se volvieron hacia l, intrigados. No hay de qu preocuparse. El desconocimiento del propsito del experimento por parte del sujeto anula la posibilidad de
confundir intencionadamente el resultado del mismo. Ciego. Si Trinidad no conoce las reglas del juego, cmo va a hacer trampa?
A Daniel le result convincente. La capitana Spiff, sin embargo, se ech de nuevo hacia adelante para protestar. Al hacerlo, tir sin querer su vaso sobre la mesa. El
cilindro de metal rod sobre el mrmol, revelando los posos del fondo.
S, pero... y si es lo suficientemente inteligente como para sospechar de su intencin? insisti mientras recoga su vaso.
A pesar del frreo control que ejerca sobre su voz, grave, montona e inexpresiva, esta vez haba un temblor, pequeo pero evidente, que la traicionaba.
Tranquila replic Garrelt. Incluso si le hicieran a usted las pruebas sin decirle cul es su propsito, y aunque lo sospechara, el resultado seguira siendo positivo.
S, pero todos sabemos que un resultado negativo en las pruebas no implica necesariamente un resultado negativo en la realidad replic Spiff.
Se deca que Spiff haba funcionado como un engranaje perfecto. Recin promocionada tras la ltima campaa de los pueblos libres en Angola. Una vez ms, se haba
usado la excusa del terrorismo ecolgico para liberar otro pas. Liberarlo de sus recursos energticos. Inmensas explanadas baadas por el Sol, perfectas para las
placas solares que ya se estaban instalando. Gentes liberadas de sus tierras, de su nico medio de subsistencia.
Daniel suspir, intentando en vano adivinar si a Spiff le importaba lo ms mnimo todo aquello. Por qu se habra ofrecido voluntaria en el proyecto Prometeo?
Agujeros negros... y el ejrcito, qu demonios esperaba obtener de su estudio de un agujero negro para obtener energa? Cmo podra usarse un microagujero negro
para matar? Sera que l tena poca imaginacin y ellos mucha? Aunque por su expresin vaca, no se dira que la militar fuese ms imaginativa que una piedra.
Aquellas preguntas haban estado dando vueltas en su cabeza como un molesto moscardn, desde que la cpula de defensa de las Naciones Unidas haba conseguido que
se incluyera un contingente militar junto con la expedicin a Nmesis. Daniel se haba enfurecido en su momento. En su posicin ventajosa al fin y al cabo, era el
responsable de la idea y jefe cientfico del proyecto, y junto con el firme apoyo de Garrelt y Ioanna, entre otros, pudo presionar lo suficiente hasta obtener aquella
promesa firmada. Ningn ejrcito podra beneficiarse directamente de los frutos tecnolgicos que diera la misin.
As que si queran pasarse 45 aos sentados en la nave mirando, era su problema.
Capitana, no tenemos ningn motivo para pensar lo contrario replic Garrelt. La Ciencia funciona aceptando la explicacin ms racional de entre todas las
posibles a un problema. Recordis la navaja de Ockham? Si una manzana cae al suelo, por qu escoger a los duendes como causa, teniendo la gravedad? Con Trinidad
y la autoconsciencia ocurre lo mismo. Durante siglos de pensamiento cientfico, la esencia de nuestra propia consciencia y de dnde reside o cmo funciona nos ha dado
esquinazo sistemticamente. En psicologa cuntica, lo nico que hemos podido sacar en claro es que una entidad consciente es algo mucho ms complejo que un
puado de qubits entrelazados.
La capitana Spiff emiti un suave gruido aprobatorio y no aadi nada ms. Por un instante pareci sumirse en un estado de profunda reflexin, pero al momento
regres de nuevo a su acostumbrada impasibilidad.
Excelente, Garrelt, sa parece una buena explicacin para las altas esferas intervino Julianne. Porque algunos mandamases andan algo temerosos de que un... eh,
comportamiento algo errtico de la IA d lugar a una catstrofe. De ah las prisas por organizar esta reunin explic, echando a Daniel una mirada de disculpa, antes
de la cumbre de Naciones Unidas de maana. Ahora, has presentado brevemente a Freund, pero no nos has contado en qu consiste ese sistema ms complejo,
Trinidad...
Garrelt asinti y puls un botn. La lira sobre la mesa escupi de nuevo luz violeta. Una estructura hologrfica parecida a una molcula apareci flotando en el aire en
su interior, girando lentamente.
Veamos. Como sabis, hay un lmite al nmero de molculas de cido crotnico que podemos entrelazar para crear un ordenador cuntico estable. Tan slo en dos
ocasiones se ha logrado sobrepasar este lmite y mantener en funcionamiento el ordenador ms de unos segundos, antes de la ruptura total de la red cuntica. Por encima
de dicho nmero los estados se entrelazan fuera de control, desligndose en distintas... unidades. La primera vez fue para Cassandra, el superordenador de cambio
climtico de Ginebra, tras la Gran Ola de calor del 44. El resultado fue la divisin espontnea en dos procesadores cunticos ms pequeos, que compartan recursos de
manera flexible. Esta vez, la segunda, hemos conseguido triplicar el lmite estable y mantenerlo con un coste razonable de energa.
Sobre la mesa, la molcula creci en longitud y las conexiones se intrincaron notablemente, creando una especie de telaraa. Lentamente se agruparon en tres zonas.
Junto a ellas, cambiantes diagramas y modelos de colores se sucedan en un translcido baile de luz lquida.
Dicho de otro modo: Trinidad son tres IA que son una sola, pero que siguen siendo tres. De ah el nombre. Les hemos suministrado Petabytes de datos; las
fluctuaciones han hecho que cada programa los asimile de manera algo distinta, especializndose en un rea, crendose una entidad.
Una entidad?
Una simulacin de personalidad, ms concretamente. Freund, por ejemplo. La ms compleja de las tres, la que tiene ms recursos de interaccin con nosotros.
Nuestro psiclogo y psiquiatra. Aunque oficialmente Freund ya no es su nombre, claro. Ahora se llama Hijo.
Las palabras de Garrelt fluan por la habitacin. Afuera, la noche discurra tranquila a travs de los grandes ventanales del oeste. Una noche familiar para Daniel, la
segunda en un solo da. Un sinfn de minsculas luces de ciudad comenzaba a invadir la negrura, marcando la dentada silueta de la ciudad que coronaba el nico
rascacielos, al fondo. Arriba, en el cielo, un grueso manto de nubes de tonos rosados avanzaba empujado por el fuerte viento.
Por otro lado segua Garrelt, tenemos a Padre, la esencia de la nave, la IA que controla todos los procesos de la estacin espacial, tanto internos como externos.
Nuestro navegante. Calcula rbitas y trayectorias, pilota y se encarga de la seguridad y de los sistemas vitales a bordo, as como de los sistemas mdicos. Bsicamente
hace que no tengamos que preocuparnos ms que de pasar el tiempo durante el viaje hasta Nmesis... Naturalmente que hay controles manuales y de emergencia, no me
mire as, capitana. Trinidad lleva una memoria imborrable de mandamientos, normas que sera absolutamente incapaz de violar. Sabemos cubrirnos las espaldas.
Espero realmente que est en lo cierto dijo secamente la capitana Spiff. El iris verdoso de sus ojos reflejaba el velado brillo de una advertencia, casi una amenaza.
Garrelt hizo una mueca y prosigui.
Pero un viaje de 20 aos de ida y 20 de vuelta sera muy aburrido sin algo que hacer mientras tanto, no? Espritu Santo ser la IA encargada de todos los sistemas de
entretenimiento a bordo, as como del apoyo en la educacin de nuestros hijos o la nuestra propia. Nos iluminar. Dispone en su base de datos de todo el conocimiento
humano en formato binario, la Enciclopedia de Dios. S, lo s, al Vaticano no le han sentado muy bien los nombres.
Vendindonoslo as, hasta yo me apuntara, Garrelt. Y no me importara tener ms de 100 aos cuando volviera... le interrumpi Julianne con irona.
Sus casi 60 otoos eran demasiados como para embarcarse en la misin. La presidenta sera la nica de los miembros de la comisin que se quedara en tierra. Daniel
nunca sabra si ella habra estado dispuesta a dejar su vida por el proyecto. Probablemente no. Y l?
Y si Elia o M arco no vinieran?
El estmago se le encogi como respuesta e hizo que se sintiera ligeramente mareado.
De todos modos, presidenta dijo Garrelt, me gustara hacer una propuesta. Un ltimo filtro de seleccin para todos, para los 500 miembros de la tripulacin.

Otro ms? A tres meses de la partida?


S. Es necesario. Sugiero organizar holoconferencias con Freund para estudiar la compatibilidad de toda la tripulacin con nuestra IA. Tras la entrevista con cada uno,
que Freund ir registrando, se informar al sujeto de que el psiclogo es una IA y se estudiar su reaccin mir de reojo a Ioanna, que se enrojeci ligeramente. Si
finalmente resulta incompatible con Trinidad, ser excludo sin remedio del viaje. Porque, si alguien no es capaz de aceptar a quien ser su amigo, su camino, su mundo,
cmo esperar que acepte el destino al que se enfrenta?

CAPITULO V

De modo que cree usted que las corporaciones mantenemos una guerra invisible con los gobiernos por el poder. Interesante. Y cree tambin que el mar lucha contra la marea, o el rbol contra las hojas?
LAKA O BRIEN, P RESIDENTE EJECUTIVO DE LA CORP ORACIN ATLAS, ENTREVISTA, 2085

M s langostas, seor? Son de la ltima plaga.


S, gracias, estn deliciosas respondi Daniel. Le encantaba el desayuno americano.
Sigui con la vista al camarero mientras se retiraba esquivando mesas y clientes entre las columnas de tonos pastel y los blancos manteles del comedor del Jaynes Hill.
Unas mesas ms all, una joven y ojerosa pareja desayunaba junto a un cochecito del que provenan ocasionales gemidos. Al otro lado del comedor, tres ejecutivos en
mangas de camisa charlaban de negocios desde por la maana y un grupo de trajeados dignatarios se preparaban para un duro da en las Naciones Unidas.
Junto a la puerta de la cocina el camarero se cruz con Garrelt y Sahrie. Ambos entraban en ese momento al comedor del hotel. Saludaron con la mano y se sentaron a
desayunar un par de mesas ms all.
Bueno, Dr. M erino, slo tres meses para el lanzamiento... dijo OBrien.
Daniel se volvi hacia l. El corpulento OBrien mojaba uno de esos insectos en la yema del huevo y se lo llevaba a la boca. Por el camino estuvo a punto de pringar la
impoluta corbata azul oscuro, que salv con un preciso movimiento de una mano enorme, de uas pulcras y bien recortadas. OBrien haca gala de una agilidad que no
pareca propia de un hombre de su talla.
Daniel asinti lacnicamente. Hubiera sido mejor no haberse topado por casualidad con su voluminoso compaero de desayuno, Laka OBrien. El presidente ejecutivo
de la corporacin Atlas, que englobaba un sinfn de multinacionales. O el aliki, como se haca llamar en ciertos crculos.
Lanzamiento... desafortunada palabra, verdad? continu sonriente. Como si hoy en da estuvieran permitidos...
S, fue una suerte que el ascensor espacial no fuera derribado durante la Guerra dijo Daniel sin muchas ganas mientras jugueteaba con la taza de caf.
Probablemente OBrien estaba haciendo tiempo hasta la reunin de Naciones Unidas. Con su parsimonia habitual, ahora le hablara durante horas acerca de los potentes
motores nucleares que Atlas haba instalado en la xodo. O del progreso que haba alcanzado la humanidad gracias a Atlas. O de ambos temas, si tena tiempo suficiente.
Para algunas cosas era una suerte que slo quedaran tres meses.
Estar usted nervioso...
Un suave hormigueo se le despert en la palma izquierda, alrededor del implante instalado junto a la base del pulgar. Daniel ech un vistazo a su terminal mvil.
Joder, Jrg.
Fue a retirar el lbulo inalmbrico del lateral del mvil, pero no estaba ah. Cuntos haba perdido ya? M ir a su alrededor preguntndose por qu demonios no los
fabricaban con cables, como antes. OBrien, corts como siempre, ya le tenda el suyo con una sonrisa.
Daniel musit un gracias, si me disculpa y se alej hasta la entrada. Al menos aquellos auriculares eran rpidamente intercambiables. Sintoniz el lbulo de OBrien
con su terminal y se lo encaj en el odo. El hormigueo ces y el minsculo micrfono se extendi junto a su pmulo con un zumbido.
La siempre disgustada cara del marido de su madre apareci en la pequea pantalla en su mueca.
Hola, Jrg.
No podas dejar de conceder esa estpida entrevista, eh? contest sin ni siquiera saludarle. Sabes cmo se ha puesto tu madre?
Oh, s, lo imaginaba perfectamente. Habra llorado hasta inundar la casa: Lo llev en mi vientre, por qu no es como los dems? Qu es lo que hicimos mal?
Una punzada de culpa le inund de repente. Su padrastro saba cmo hacerle sentir as.
No tena eleccin, Jrg.
Jrg continu como si no le hubiera odo.
Ella jams lo admitir, pero no dejas de decepcionarla. Y a m tambin.
S, saba cmo hacerle sentir culpable. Y lo cierto es que tena razn. Su madre estaba mal, y ni lo que Daniel haca ni lo que dejaba de hacer ayudaba lo ms mnimo a
mejorar su depresin. Era culpa suya.
Al fondo del comedor, el beb de la pareja lloraba enrgicamente, mientras sus padres se afanaban, tratando en vano de consolarle.
Para eso me llamas, Jrg? Para decirme lo que ya s?
Su padrastro pareci contrariado ante la inesperada respuesta.
No dijo frunciendo el ceo. Queramos hablar con M arco, pero no responde en su mvil, y tu madre no tiene el valor para enfrentarse directamente a ti y a...
chasque la lengua. En fin, es igual, dale un beso a M arco de parte de su abuela. Y... eh... y saluda tambin a Elia aadi a regaadientes.
Saludos... oh, qu detalle por tu parte. Y qu correcto: saludos a Elia.
La imagen de Jrg fue reemplazada por la hora local.
Daniel sinti un deseo sbito de tirar la toalla. Su madre, su hijo M arco; ambos llevaban una vida injusta por su causa. Ella, culpabilizndose del rumbo perdido de su
hijo, cada vez que una entrevista le recordaba su fama mundial. l, menospreciado y discriminado por el simple hecho de que Daniel fuese su padre. Incluso Elia se
haba condenado a una vida que no se mereca, por estar a su lado.
Sola pensar que la nica solucin era abandonar la Tierra y la fama a bordo de la xodo, dndole un descanso a su madre, y una vida mejor a Elia y a M arco, junto a l.
Pero quiz fuese mejor meterse bajo la roca ms profunda y desaparecer. Desaparecer del mundo, de todo el mundo.
Volvi a la mesa con aire pensativo y le tendi de vuelta el lbulo a OBrien.
No importa dijo ste con una generosa sonrisa que le delineaba unos anchos hoyuelos, qudeselo. Tengo muchos ms. Deca que sin duda estar usted nervioso a
causa del viaje...
Tan nervioso que estoy pensando seriamente en no ir.
OBrien dio un pequeo respingo. Pareca muy sorprendido, algo inusual en aquel hombre de negocios, ferviente devoto del protocolo. Unos segundos ms tarde
recuper la compostura, estudi la expresin de Daniel y sonri abiertamente, como cogiendo un chiste que no estaba ah.
Lo cual a su vez pondra muy nerviosas a las personas inadecuadas dijo enseando los dientes. Crame, las conozco, y lo lamentara! y rompi a rer de
manera franca y contagiosa, agitando fuertemente los anchos hombros, para acabar aadiendo a media voz, casi en un susurro : Oh s, ya lo creo que lo lamentara...
Extrao sentido del humor el del aliki. Aun as, la pausa era una oportunidad preciosa para escapar.
Bueno, presidente OBrien, si me disculpa, he de coger un taxi que me lleve al aeropuerto dijo ponindose en pie.
Naturalmente! Ha sido un placer charlar con usted. Si no nos vemos antes, que tenga un buen viaje! respondi OBrien estrechndole fuertemente la mano
mientras le palmeaba la espalda con la otra.
M edia hora ms tarde, Daniel sala por la puerta principal del Jaynes Hill con su escaso equipaje. Fue recibido por la abrasadora masa de aire trrido y hmedo de las
nueve de la maana. Se quit el sombrero y se abanic. Por fortuna la fachada principal del hotel daba al noroeste, dejndole a la sombra, y el taxi deba de estar a punto
de aparecer. Observ a un abejorro que revoloteaba por entre el seto de rosas de la entrada, probablemente trastornado al confundirlo con uno de verdad.
Alguien le toc el hombro. Reconoci el sonido de las pulseras de inmediato.
Buenos das, Ioanna dijo mientras se volva. No te vi en el comedor.

Nunca desayuno.
Estaba radiante, las manos unidas a la espalda, de puntillas de modo que el azul de sus rastas le llegaba a Daniel por la nariz. Daniel se pregunt si le habra cabido en
aquel pequeo bolso de pana su nico equipaje aquella camiseta blanca que contrastaba con su oscura piel y rezaba: I NNY.
Crea que slo los de fuera llevbamos esas cosas dijo Daniel con irona.
Y yo que todos ramos de fuera... brome ella con aire inocente.
Ayer furiosa, hoy jovial. No pareca la misma. Daniel admiti para s mismo que realmente no la conoca.
Cmo llevas lo de Freund? M ejor?
Deberas cortarte esa melena, Daniel. O al menos soltrtela!
Daniel suspir.
Veo que te has levantado de buen humor.
S. Y yo veo que t vas al aeropuerto de Newark va M anhattan en ese taxi y que te viene genial dejarme en casa, verdad?
Daniel repar en el suave zumbido elctrico del taxi que se detena a sus espaldas.
Directa al grano, como siempre sonri, ponindose el sombrero para franquear los pocos metros de sol que haba entre ellos y el taxi. Vamos, tengo tiempo de
sobra hasta mi vuelo.
El taxista result ser del tipo hablador. Para cuando bordearon el hotel y enfilaron hacia el oeste rumbo a Queens, ya les haba contado que la bruja de su suegra viva en
M anhattan y que se haba salvado de milagro del Cataclismo de La Palma del 46 al estar, curiosamente, atrapada por la guerra en otra de las Islas Canarias.
Bien mirado, era casi mejor as. Daniel haba comprobado que la gente acostumbrada a contarle su vida a los dems no sola prestar mucha atencin a sus respuestas.
Usaban ese tiempo nicamente para pensar qu diran a continuacin. Con un poco de suerte, el tipo no reparara en quienes eran y l podra tener la maana en paz.
Al oeste, en ltimo trmino sobre los edificios de M anhattan, una columna de humo negro se elevaba perezosamente hacia el cielo, donde un espeso manto de
nubarrones cubra el horizonte extendindose velozmente hacia ellos, movidos por un fuerte viento.
El pan nuestro de cada da, fjense se quej el taxista inclinndose hacia delante para echarle un vistazo a las nubes. M aldito clima tropical, llueve al menos doce
de cada diez das! aadi riendo.
Algo ms adelante Ioanna seal a la izquierda, hacia la costa. Daniel contempl a lo lejos las ruinas desnudas de lo que pudo haber sido una torre, erguida sobre el mar,
su base anegada por las aguas que rompan un poco ms all. Era como si las paredes, que se inclinaban unos grados hacia el agua, fuesen de cera y se hubiesen derretido
hasta casi la base, revelando una informe estructura interior.
Qu es eso?
El aeropuerto ms grande de la antigua Nueva York. Bueno, lo que queda de l tras el Cataclismo de La Palma. Nadie sabe cmo esa torre de control an no se ha
hundido.
Imagnese! exclam el taxista con un silbido. Una ola de 600 metros de altura a cientos de kilmetros por hora! No me extraa que perdisemos la guerra! Y lo
peor es que nunca se supo si fue el volcn de La Palma o un atentado terrorista!
Ioanna le explic entonces que cuando la mitad occidental de la isla de La Palma se hundi en el mar, una ola gigantesca se alz y cruz el Atlntico barriendo, unas
horas despus, toda la costa este de los Estados Unidos de Amrica. En el caso de M anhattan, dijo, la ola haba literalmente pulverizado la primera lnea de rascacielos y
edificios, que haban servido tristemente de escudo protector para el resto de la ciudad. La ola haba ido entonces perdiendo fuerza a su paso hacia M anhattan norte (el
destino de Long Island haba sido ms letal), no sin antes borrar del mapa farolas, calles, puentes y casas; no haba quedado nada reconocible.
A su llegada al Bronx, sin embargo, la ola no llevaba la energa suficiente para tirar ms edificios, pero se guardaba un as en la manga: la resaca haba tirado hacia atrs
con tal fuerza que muchos edificios, parcialmente sumergidos y desprovistos por ello de parte de su sustentacin, haban sido volcados o inclinados salvajemente. Los
ms afortunados haban quedado en pie, agujereados y desnudos, con las paredes parcialmente arrancadas y los interiores completamente destruidos. Y esos eran los
que ahora podan contemplar hacia el noroeste, deformes y ruinosas caricaturas de edificios contorsionadas en extraas posturas, que recordaban a las ruinas de
Hiroshima tras la bomba, dejadas en pie como un extrao smbolo por los neoneoyorkinos.
El taxista aadi despus que el Cataclismo de La Palma en s, la destruccin inmediata, no fue lo peor: cuando la ola choc en primer lugar contra la barrera martima
que protega la ciudad del nivel del mar desde 2025, la haba volatilizado como si se tratara de una avispa aplastada contra el parabrisas, sin enterarse siquiera de su
existencia.
Tras la retirada de la ola, nada haba impedido ya que las aguas penetraran en la ciudad, inundando permanentemente las zonas ms bajas y contaminando los ros
durante decenas de aos.
Eso haba sido lo peor.
El taxi subi por la avenida hacia el nuevo Queensborough, el puente hacia M anhattan. Bajo un cielo oscurecido ya por los nubarrones, una horda de cucarachas
rebuscaba en pilas de escombros y basura que se amontonaban frente a una hilera de casas semiderrudas. Un par de mendigos dormitaba a la sombra de un gigantesco
cartel de M c Donalds que exhiba una descomunal y apetitosa hamburguesa de langostas con queso, la M cLoc Deluxe.
M ientras, la suegra del taxista ya haba escapado milagrosamente de la epidemia de tifus a su vuelta a la ya Nueva Nueva York tras la guerra, en el 50, cuando las
compaas de seguros haban abandonado la ciudad, declarndola no asegurable debido al clima. A pesar de todos los contratiempos, los neoneoyorkinos haban
mostrado una vez ms su testarudez sobrenatural al erigir los cimientos de su nueva ciudad sobre las ruinas de la antigua.
Es la primera vez que vienen a Nueva Nueva York? los ojos del taxista les miraban desde el espejo retrovisor, henchidos de un fingido orgullo.
No. Pero probablemente sea la ltima.
Un destello ilumin el paisaje gris, seguido unos instantes despus por un grave trueno que hizo retumbar los asientos bajo ellos.
Al pasar por delante de la nueva sede de las Naciones Unidas, Daniel se sorprendi de la cantidad de antidisturbios apostados frente al lugar. Una hilera de furgonetas
elctricas se alineaba en crculo cubriendo el edificio. El coche rod silenciosamente junto a un polica de rostro invisible bajo el casco que blanda un rifle snico,
esperando con impaciencia.
Un grave estruendo sucedi a otro rayo, mientras un pequeo torbellino de polvo se arremolinaba agitado por el fuerte viento.
Un poco ms all, cuando los cables del Queensborough se perfilaron junto a ellos y el taxi comenz a cruzar por encima de la ra, la suegra haba estado a punto de
ahogarse dos veces, de electrocutarse otras dos, y se haba librado de milagro del accidente de un avin en el que no haba embarcado, gracias a Dios.
Justo cuando Daniel comenzaba a acariciar la idea de que aquella seora fuese inmortal, el taxi se top de frente con una muralla de gente que desfilaba por el puente
hacia ellos. M uchos llevaban la cabeza afeitada e iban descalzos, o con speras sandalias de esparto. Otros se cubran con pauelos o incluso con pasamontaas. Vestan
petos desteidos, sobrias blusas de pana o simples tnicas de fieltro, y portaban pancartas y cadenas, vitoreando consignas y eslganes, visiblemente enfadados.
Rayos, por eso la polica. M anifestacin de los Gaianos contra el Prometeo musit el taxista. Tardaremos un rato en cruzar les avis.
Los Gaianos. No era la clase de gente que Daniel hubiera deseado como vecinos. Haban tergiversado completamente el mensaje de James Lovelock e interpretaban la
Biblia del Ecologista de la manera ms radical posible. Consideraban un crimen cualquier intento de la raza humana por salvarse a s misma. Si el calentamiento global era
el champ anti piojos de Gaia, crearle picores extra deba ser castigado duramente. Algunos incluso exigan la esterilizacin de la humanidad entera.
El taxi aminor la marcha, se ech a un lado del puente y se dirigi hacia la multitud.
Saban que antes cortaban el trfico durante las manifestaciones? coment el taxista con despreocupacin. Claro, con la cantidad de coches que haba... se
imaginan volver ahora a todos esos atascos, a todo ese ruido de los demonios? Para volverse loco, verdad? buf volviendo la cabeza hacia Daniel y Ioanna.
Entre citas y consignas incendiarias de la Biblia del Ecologista, Daniel alcanz a ver alguna pancarta que le aluda personalmente, sugirindole por dnde se poda meter
el agujero negro. M ir a Ioanna. Estaba inmvil, su piel negra lvida como jams la haba visto. Sus pupilas reflejaban pavor. Sealaba una pancarta en primera lnea,
veinte metros ms all. Daniel sigui el dedo tembloroso y la vio; all estaban sus fotos, las de ambos y las de los dems miembros de la comisin. Se buscan.
Terroristas ecolgicos. Piojos rebeldes. Pena de muerte, rezaba debajo.

Le dio un vuelco el corazn mientras contemplaba despavorido aquella turba de ecologistas ultrarradicales que deseaba verlos muertos.
Un relmpago revent un repetidor elctrico de una torre del puente, casi sobre ellos, deslumbrndolos. Un poderoso estruendo lo invadi todo, mientras una lluvia de
chispas caa sobre los manifestantes. Una mujer de pelo rapado corri a cubrir con su cuerpo a un nio que no se inmut, agitando el puo en el aire entre vtores, el
rostro desencajado.
Las chispas se apagaron al llegar al suelo, mientras la multitud las pisaba a su paso, indiferente.
La primera lnea de manifestantes discurra hacia ellos, a tan slo unos metros. El clamor ya se dejaba or claramente en el interior del vehculo. El taxista, ajeno al
peligro, segua hablando de su suegra.
D la vuelta le interrumpi Daniel con voz temblorosa.
El taxista detuvo el coche extraado y examin la situacin.
Y cmo sugiere que lo haga, seor?
No nos importa cmo! grit Ioanna D la vuelta, joder!
Daniel se aterroriz cuando fue plenamente consciente de la situacin. El taxista tena razn. Ya no quedaba espacio suficiente para girar, y una mirada hacia atrs le
revel otro taxi que los segua de cerca impidindoles retroceder.
Se quit las gafas y se tap el rostro con la mano, intentando pasar desapercibido.
Calma, Ioanna, no grites, si llamamos su atencin ser nuestra...
Que me calme, Daniel? volvi a gritar ella, algo ms bajo, contenindose a duras penas. Cmo coo quieres que me calme? Nos van a matar, joder, es que no
lo entiendes? !
Daniel se mordi el labio. Siempre olvidaba que intentar tranquilizar a Ioanna surta el efecto contrario.
Afuera, las primeras gotas de agua repiquetearon en el asfalto, tamborileando sobre el techo del vehculo.
Daniel empez a temblar, ansioso. Y si el taxista los haba reconocido en el hotel y los haba trado aqu a propsito? Era una idea muy paranoica, pero se le antoj
razonable.
Dnde estn ahora esos idiotas que me consideran un hroe? Dnde est toda esa gente que vendera su alma al diablo por estar en mi pellejo?
Trag saliva. Not la pierna de Ioanna temblar rozando la suya. La mir. La cabeza semioculta por su mano contra el cristal, los ojos rojos. Lloraba en silencio.
El tamborileo de la lluvia dio paso a un desordenado redoble. Una tromba de agua cay sobre los Gaianos, golpendoles la cara, resbalando por sus mejillas e inundando
sus pies, que avanzaban inexorables.
La primera lnea de manifestantes los engull. El clamor se hizo ensordecedor.
Paremos el virus! Gaia no nos quiere!
Daniel no se haba dado cuenta hasta entonces de la humedad de sus propias mejillas, de su propia mirada vidriosa. Sinti un acceso de pnico. Aquello no era un riesgo
controlado, como el vuelo sub-orbital del da anterior.
No tena un dios al que rezar. Jams haba necesitado la hiptesis de Dios para explicar su realidad. Y sin embargo, ahora, enfrentado por primera vez al posible final de
su existencia, senta envidia de los creyentes, de la roca slida de su fe. Se senta solo y desamparado.
Alarg su mano libre y tom fuertemente la de Ioanna.
sta respondi abalanzndose sobre l sbitamente y besndole con violencia en los labios. Daniel not el suave temblor de sus labios rozndole la piel y el sabor
salado de las lgrimas mezclado con el calor de su aliento. Sus manos le rodeaban la cara, cubrindola desesperadamente.
Daniel comprendi de inmediato y le sigui la corriente, tapando el rostro de Ioanna con las manos y tumbndose a lo largo del asiento trasero.
Ustedes... ustedes son ellos! exclam el taxista de repente.
Daniel no se molest en contestar. Unos nudillos golpearon el cristal.
Eh, tortolitos! se carcaje alguien afuera.
De repente, una manta cay sobre ellos, oscurecindolo todo.
Rpido, mtanse debajo! exclam el taxista.
Daniel y Ioanna se cubrieron con la manta y se acurrucaron como pudieron bajo el asiento trasero.
Los golpeteos aumentaron.
Eh, qu hacen?! por qu se ocultan ah?! grit una voz ronca.
Oyeron ms voces. El taxi aceler suavemente. Aun as, la seal de alarma ira ms rpido que ellos. Ahora todo dependa de que las filas de atrs, lejos de los que les
haban visto esconderse, no se molestaran en comprobar lo que ellos veran como un simple bulto en el interior del taxi.
Bajo la manta, el tiempo se ralentiz, cada segundo una eternidad tras el anterior. Daniel senta el aliento de Ioanna sobre su mejilla, al tiempo que su pecho se agitaba
entrecortadamente contra el suyo. El calor era insoportable. El sonido de su respiracin se mezclaba con el de la ella y con el suave zumbido del coche en su avanzar
interminable sobre el estruendo del chaparrn. Y por encima de todo, aquel horrible clamor.
Paremos el virus!
No debe haber futuro!
Por nuestra culpa!
Transcurri una eternidad. Finalmente el taxi adquiri mayor velocidad, y las voces se alejaron como fantasmas desapareciendo con el alba. Demasiado asustados an,
Daniel y Ioanna no se atrevieron a abandonar su escondite aunque el taxista les avis de que el peligro haba pasado.
Al cabo de un rato, comenzaron a sentirse algo ridculos y se destaparon. A Daniel le dolan las articulaciones. Con un gesto de dolor se levant, ayudado por Ioanna.
Se abrazaron fuertemente.
Los ojos del taxista observaban desde el retrovisor. Daniel los mir fijamente, estudindolos con detenimiento. Se encontr con que no tena palabras para agradecer al
taxista su ayuda.
Gracias dijo simplemente al final.
Gracias parafrase Ioanna en un murmullo.
Los ojos del taxista sonrieron y brillaron.
Para eso estamos! No se preocupen por esos chiflados, casi todos estamos con ustedes! respondi con un guio.
Por una vez, Daniel acept la aprobacin.
El taxi se detuvo junto a un embarcadero gigantesco que se extenda hacia el sur y hacia el oeste hasta donde llegaba la vista. Varias gndolas cimbreaban suavemente en
el agua, cubiertas por lonas de colores. Un par de cubos amarillos desperdigaban envases de comida basura y latas sucias a medida que rodaban calle abajo, volcados,
empujados por el viento y el agua.
Quinta con la 59. Central Park, seora.
Ambos le miraron por el retrovisor, ella sorprendida, l indignado. Seora? Lo que faltaba. Que ahora los emparejasen.
Eh... titube el taxista seorita?
Ioanna asinti.
Por qu lo llaman Central Park si es un embarcadero? pregunt Daniel.
Ioanna se encogi de hombros, mientras abra la puerta para salir.
Tambin lo llaman el pulmn de Nueva York. Antes era un parque. Buen viaje, Daniel sonri.
Un poco agitado para mi gusto! se burl l.
El taxi se puso otra vez en movimiento, rumbo a Newark. Por entre las gotas que surcaban el cristal, fundindose unas con otras a medida que sus errticos caminos se

encontraban, Daniel contempl a Ioanna correr bajo la lluvia hacia su portal.


Y su suegra, alguna vez escap milagrosamente de una turba descerebrada dispuesta a acabar con su vida?

CAPITULO VI

Ya s que necesitamos energa desesperadamente, y que el clima no da para ms. P ero lo que propones es una locura!
Tambin se hubiera considerado una locura hace un siglo desviar el Volga para abastecer Oriente Medio y obtener una alianza con la liga rabe, y gracias a eso la Unin gan la Guerra.
La Historia la escriben los ganadores, Julianne.
No me importa quien la escriba, mientras quede alguien para seguir hacindolo.
CONVERSACIN EN LA CUMBRE ENERGTICA MUNDIAL, NUEVO OSLO, 2080

A solas en su despacho, el aliki contemplaba la oscuridad de la metrpolis bajo el suelo acristalado. La negrura se extenda all a lo lejos, entre los cinco gigantescos
dedos que sostenan la M ano de Atlas sobre la ciudad.
Era ya el cuarto apagn general en lo que iba de mes. Estaba claro que necesitaban ms energa y menos restricciones, por ms que los gobiernos se empearan en
defender lo contrario.
Tan slo la luna llena y los pilotos rojos a lo largo de las falanges de los dedos iluminaban las calles. Adems, claro, de la suave luz blanca que reinaba en su despacho,
en el centro de la palma, y se filtraba por el suelo hacia la oscuridad.
Finalmente, el aliki se arrellan en el silln, se ajust la corbata y puls el botn de su mvil.
Julianne Waters dijo. La de siempre. Vdeo y audio a lira.
M ientras la lira sobre su mesa se encenda y comenzaba su rotacin, Laka se pregunt por qu los occidentales tendran todos los mismos nombres. Record aquel
bochorno la primera vez que llam a la ministra. No slo haba tenido que filtrar entre once Julianne Waters distintas, basndose en cosas como edad y lugar de
nacimiento, sino que finalmente, cuando fue incapaz de distinguir entre dos de ellas, se haba equivocado. Y no haba sido agradable que una apacible ama de casa inglesa
le espetara que no le importaba quien demonios era y que si segua llamando avisara a la polica.
***
Por cierto, no se preocupe. El Dr. M erino ir, me he asegurado de ello, ministra Waters.
Julianne respir hondo y cont hasta diez mentalmente. OBrien la llamaba as a posta. Lo odiaba. Le haca sentirse insignificante, indigna de llevar el ttulo y el apellido
de su madre, Anne Waters, la Voz del Planeta.
Esta vez no tendr que pedir ayuda a su madre aadi OBrien.
Bastardo.
La sangre se le hel en las venas.
M e repugnan vuestros mtodos, aliki le devolvi ella la pualada, paladeando el ttulo con la solemnidad ms abiertamente falsa de que fue capaz.
Como quiera, pero le acabo de salvar el cuello. Bueno, a ambos, ahora que Atlas ha invertido tanto dinero en este proyecto. No les hemos remodelado la xodo para
nada, sabe?
Julianne baj la mirada. Sin saberlo, Daniel se haba convertido en un pen, vital para ambos bandos, de la guerra invisible que se estaba librando. Ya no quedaba tiempo
para convencer y preparar a otro fsico de agujeros negros. Daniel tena que ir. Pero ella odiaba haber traicionado as su amistad, utilizndole.
Y por qu me cuenta esto, OBrien?
Porque, mi querida ministra, espero que recuerde nuestro pacto, ahora que ha visto mi buena voluntad de cumplirlo... dijo OBrien, enseando aquellos dientes
amenazadores.
Dios, cmo detesto a este tipo.
El pacto. Otro peligroso sacrificio que significara el fin de Julianne y el de aquello por lo que luchaba, si sala a la luz. Pero haba aprendido de su madre que la poltica a
veces implicaba pactar ms all de la frontera de la legalidad, a espaldas del pueblo, para conseguir un bien mayor para todos.
La energa negra, la fuente definitiva de energa slo deba llegar a manos de gobiernos electos por el pueblo. nicamente as cortaran los hilos que les postraban
indefensos ante corporaciones como Atlas.
Resultaba irnico que la nica manera de conseguirlo fuera colaborando con stas.
Naturalmente que lo recuerdo. Y ahora, si me disculpa, estaba en mitad de una cena importante.
***
La imagen malhumorada de Julianne Waters se difumin en el interior de la lira. Laka alarg la mano hacia el pequeo juego de bolas de acero que yaca sobre su mesa.
Separ la del extremo y la solt. M ientras la bola chocaba con la siguiente en la hilera, comunicando su movimiento a la del otro extremo, e iniciando una larga relacin
de chasquidos peridicos, Laka se ech hacia atrs apoyando la cabeza en las manos entrelazadas, pensativo.
Oh, el pacto. Algo que slo les favorece realmente a ustedes, si ambos lo respetamos escrupulosamente. Pero los dos sabemos que no cumplir un pacto que en realidad
no me beneficia, verdad, ministra?
Que Daniel trabajara para el bando contrario. l no tena nada que ofrecerle, nada que Daniel quisiera o estuviera dispuesto a aceptar. Pero no era ningn problema.
Esperara pacientemente ms de 20 aos. Y cuando el pen alcanzara la ltima fila y coronara en dama, slo entonces, entrara en accin.
Los chasquidos se atenuaron hasta desaparecer. Laka sali de su ensoacin y gir juguetonamente la silla, que se detuvo frente al certificado honorfico de doble
nacionalidad colgado en la pared, aquel que en letras grandes proclamaba Australia-Tuvalu.
Tuvalu... De qu le serva la nacionalidad de un pas que ya no exista?
Tuvalu Mo Te Atua.
Tuvalu para el Todopoderoso. Y as haba sido. Cuando el nivel del mar venci finalmente el arrecife de coral, casi a principios de siglo, las nueve minsculas islas
polinesias que formaban el paradisaco estado de Tuvalu desaparecieron para siempre bajo las aguas.
Los Tuvaluenses, sus abuelos, se convirtieron entonces en los primeros refugiados medioambientales por la subida del nivel del mar, y se desperdigaron por todo el
globo, perdiendo su identidad cultural en la mezcla.
Hasta despus de la Guerra de las Alianzas Cambiantes, los gobiernos haban demostrado su ineptitud e incapacidad para cooperar en aras del bien comn. Pero no eran
necesarios, ya no. Las nacionalidades, al fin y al cabo, qu significaban? Su apellido, OBrien, no era sino un eco irlands en la historia, el de un marino que, doscientos
aos atrs, haba ayudado a repoblar la isla de Funafuti. Le haca eso ms irlands?
No, desde luego que no. Las nacionalidades tampoco eran necesarias. Slo una cosa importaba. La libertad, para moverse y para consumir. Sin lmites ni fronteras.
Porque cuando la corporacin Atlas tuviera en sus manos la energa negra y dictara los precios unilateralmente, se desharan de los gobiernos para siempre.
***
Amaneca sobre el desierto de Castilla. Los primeros rayos de luz cosquillearon sobre la mejilla de Daniel, que se desperez, con la lengua pastosa, an atontado por el
suave bamboleo del tren que le impeda un sueo reparador.
Unos chiquillos jugaban en silencio en los asientos al otro lado del pasillo, desquiciando a su madre e incomodando de vez en cuando a un hombre esculido de fino
bigote y aspecto cadavrico que lea las noticias en directo sobre un pergamino digital, frente a Daniel. M s all, se sucedan los rostros abatidos y taciturnos del resto
del pasaje, a lo largo y ancho del abarrotado vagn. El silencio era roto por algn carraspeo o murmullo ocasional.
Daniel parpade, mirando afuera hacia el tenue disco amarillo. El Sol se ocultaba tras aquel casi permanente velo de rojiza arena en suspensin que no permita ver el
paisaje ms all de unos pocos cientos de metros.
Calima. Se te meta en la boca y los pulmones, te raspaba la garganta y te ennegreca las mucosidades. Y casi siempre estaba all, soplada por el fuerte viento.
Tras el cristal, la tierra seca y cuarteada se extenda hasta lo poco que alcanzaba la vista, cruzada por olvidadas carreteras y salpicada de ocasionales edificios en ruinas.

Pero saba que en muchos kilmetros a la redonda el paisaje no era mejor. All no haba mucho que ver.
Daniel envidi por un momento a su madre, que viva junto a Jrg en el agradable clima de Siberia, lleno de rboles y lagos paradisacos. A veces fantaseaba con vivir
all, o en Escocia, o en cualquier otro paraso para ricos.
Y no en aquel gran pas en que se haba convertido la Unin, con la industria all y los servicios ac, al capricho de los gestores centrales. Una federacin de estados,
ricos algunos, y otros como aquel, desfavorecidos por los designios caticos de un planeta que haba decidido rebelarse.
Y an haba quien negaba que hubiera habido un cambio en el clima en los ltimos cien aos. Record la ltima vez que haba manifestado su simpata por el partido
ecologista, en la casa de sus padres, tanto tiempo atrs. Un puetazo en la mesa, uno de tantos; un vaso lleno de leche ya no recordaba su sabor cayendo al suelo y
rompindose en mil pedazos. Una voz autoritaria le gritaba desde su adolescencia, imponindole sus dogmas; una voz que haba aprendido a no contrariar y a obedecer
por temor. Una voz que se haba apagado, capricho del destino, durante una terrible ola de calor doce aos atrs.
Lo ves, padre? No era un camelo de los gobiernos para mantenernos bajo control.
Aunque a decir verdad tampoco importaba demasiado, puesto que en tres meses se alejara de todo aquello para siempre.
Una sombra negra oscureci la luz, llamando su atencin. Se alzaba all a lo lejos, cubriendo el Sol, pasando sobre las difusas siluetas de una fila de molinos elicos que
giraban sin descanso, a merced del viento.
El hombre frente a Daniel ech un vistazo, volvi aburrido la vista hacia su pergamino y sigui leyendo. Los chiquillos, en cambio, atravesaron el pasillo y se deslizaron
en el estrecho hueco entre las rodillas de Daniel y las del hombre. El menor de ellos peg la cara y las manos al cristal, maravillado, mientras el otro se esforzaba por
contemplar el espectculo por encima de los hombros de su hermano, de puntillas.
En tan slo unos segundos, la nube oscura ocupaba casi todo el campo de visin. Unos instantes ms tarde pas por encima del tren como una exhalacin.
Langostas. Algunas se aplastaron contra el cristal. Daniel sonri. No encontraran nada de comer por all. En cambio, sin saberlo, venan a una muerte segura en las redes
cosechadoras extendidas por toda la regin. Y estas langostas, adems, parecan de la variedad ms sabrosa.
Horas ms tarde, en el aparcamiento de la estacin, Daniel encontr por fin su bicicleta tras mucho vagar por el recinto mirando en cada rincn. Siempre olvidaba dnde
la haba aparcado, y era siempre Elia no dejaba de preguntarse cmo lo haca quien se diriga automticamente hacia las bicis, tras burlarse cariosamente de l,
vindole buscar con la vista entre las columnas, a izquierda y derecha, con aire perdido.
Daniel cerr el puo y lo acerc a la cerradura del maletero. Cuando estuvo a unos pocos centmetros, la minscula llave personal implantada en la palma de su emiti
sus datos biomtricos; el cerrojo se liber con un zumbido y el compartimento se abri. Introdujo su escaso equipaje en el interior, se acomod en el asiento, y acerc el
puo cerrado al panel del manillar. El panel se ilumin, los candados se liberaron y Daniel comenz a pedalear.
Afuera estaba soleado, y la calima no era tan espesa como algo ms al sur; Daniel not cmo la luz incida sobre los paneles solares dispuestos sobre los discos de las
ruedas y a lo largo del marco de la bicicleta. Tras dos das de lenta descarga en la sombra del aparcamiento, los indicadores de la batera comenzaron a marcar un leve
ascenso.
Tras una travesa de veinte minutos, pasando velozmente entre la multitud que corra de ac para all, atareada en sus quehaceres cotidianos, Daniel sali del ncleo
urbano. Como de costumbre, estuvo a punto de atropellar a un seor protestn que cruzaba el carril bici sin mirar, y de chocar con un chulo temerario cuya bicicleta
personalizada, enfundada en una vaina de paneles solares, pareca ms un tanque que una bici.
Fuera de la ciudad, en la kilomtrica recta que llevaba a su casa, sin embargo, no se vea un alma. El calor tornaba borroso y turbulento el aire sobre el asfalto frente a l,
creando una sensacin lquida en la carretera, y haciendo bailar los grandes invernaderos acristalados y la colina en la distancia. Daniel pas junto a matorrales, cactus y
perezosos lagartos que tomaban el Sol, dejndose ver de cuando en cuando en cortas carreras entre las rocas, y alcanz el puente sobre la autova.
Se detuvo, jadeando. Se senta cansado y entumecido; cada vez le costaba ms aquel camino, se le haca interminable. Decidi apearse de la bicicleta y descansar un rato
apoyado en la barandilla.
El viento le golpeaba la cara, sacudindole la coleta que sobresala del sombrero y silbndole en los odos. Abajo, los seis carriles desiertos se le antojaron un vasto y
extrao monumento de asfalto evocador de una poca olvidada. Hasta que un veloz autocar rompi su ilusin surgiendo de debajo del puente y le devolvi a la realidad.
Daniel avist un nodo repetidor de red abajo en la autova, a unos cien metros. El alcance sera suficiente. Se puso el lbulo y dio un par de rdenes a su mvil. Un
grfico de las mareas apareci en la pantalla. Solt una exclamacin, se ajust el sombrero y se abalanz hacia la bicicleta.
Tena el tiempo justo.
Pedale hacia la colina, reduciendo de marcha a medida que la pendiente aumentaba. Una rfaga de viento del norte trajo un fuerte aroma a salitre. El paisaje se fue
tiendo de verde a medida que la humedad aumentaba, mientras la brisa se haca ms fresca y agradable. Daniel aguz el odo y escuch el lejano rumor de las olas. Se
sinti momentneamente fortalecido y prosigui su ascenso.
Dos curvas ms all, sin embargo, junto al esqueleto del viejo rbol, estaba exhausto; las rodillas le fallaban, la cara le arda, no poda dar una pedalada ms. Por suerte
las bateras se haban cargado lo suficiente. Accion el pequeo motor solar y se relaj mientras el vehculo ascenda lentamente.
Al llegar a la cumbre, divis por fin la inmensidad azulada del Cantbrico. Una rfaga de viento estuvo a punto de llevarse su sombrero. Daniel se lo ci fuertemente y
ote el paisaje. Frente a l discurra la antigua carretera del faro, que descenda bordeando la colina verde y gris por la escarpada cara oriental, serpenteando junto al
agitado mar, y ascenda de nuevo hasta su casa, junto al viejo faro, all al fondo, sobre el acantilado.
La espuma blanca lama ya la carretera en su punto ms profundo. Daniel se lanz pendiente abajo, en una frentica carrera contra la subida de la marea. Si perda,
tendra que esperar horas antes de llegar a casa.
Vivir all no era tanta molestia una vez que te acostumbrabas. Al menos, ayudaba a mantener alejadas a las visitas indeseadas, la prensa y otros carroeros.
O a ti si llegabas demasiado tarde.
Esta vez, sin embargo, las ruedas surcaron el agua salpicando a los lados cuando pas a toda velocidad y ascendi ladera arriba, hacia la casa.
Poco despus, Daniel aparcaba la bicicleta en el cobertizo del antiguo faro y se diriga hacia la entrada. Elia le esperaba en la puerta. Daniel cruz los pocos metros que
los separaban.
Los dos hombres se besaron y se fundieron en un abrazo.

CAPITULO VII

Es antinatural.
Como lo eran tambin la igualdad racial, o la de la mujer... las mayores barbaridades de la historia se han defendido bajo ese lema.
Tonteras. Y adems, tienen derecho a tener un padre y una madre.
Y no lo tienen tambin los hijos de madres solteras o de viudos? Defendiendo as sus derechos slo consigue hacer imposible su integracin, monseor.
Es la sociedad entera, no yo, quien no... los desea.
Y usted, ha probado a preguntarle a alguno de ellos qu es lo que l desea? ...
DEBATE ENTRE MONSEOR GARZN Y JULIO P REZ-MONEO, CABEZA DEL MOVIMIENTO P ERSONAS, 2089

M aricn!
M arco retrocedi lentamente mirando a los lados en busca de un hueco en el corro de chicos que lo cercaba.
Es que tienes miedo, mariquita? Pelea como un hombre! el Rubio avanz hacia l, alzando la barbilla, y lo empuj de nuevo.
M arco perdi el equilibrio y trastabill hacia atrs. Unos brazos le sujetaron por la espalda y se vio de nuevo impulsado al centro del crculo.
Cobarde, te vas a ir al espacio a llorarles a tus mams?
El grupo de chicos cacare estpidamente, coreando la burla de su lder. No haba salida. Le daran otra paliza; no importaba que l les sacara una cabeza a todos, eso no
los intimidaba.
M arco le mir a los ojos, preguntndole en silencio qu le haba hecho l. El Rubio apart la mirada girando la cabeza, ofreciendo a M arco uno de los laterales rapados
que bordeaban su cresta y torci una sonrisa sardnica, llena de satisfaccin.
M ira, gilipollas, no me follo a tu padre porque seguro que le gustara.
No, eso no te lo permito, cabrn.
M arco se abalanz hacia el Rubio, rojo de ira, y aprovech el impulso para asestarle un cabezazo que su adversario no se esperaba.
Se arrepinti casi al instante.
El Rubio se tambale, palpando la sangre que manaba de sus labios rotos.
Hijo de...
M arco no tuvo tiempo de reaccionar. Un intenso dolor en la espalda le sacudi la columna, seguido por una patada en un costado que le dobl, obligndole a hincar la
rodilla en tierra. Una lluvia de golpes sigui desde todas direcciones. M arco se hizo un ovillo en el suelo, cubrindose la cabeza con los brazos.
Basta! grit una voz grave y poderosa.
Los golpes se detuvieron. La sombra que rodeaba a M arco se apart, revelando de nuevo la luz del atardecer. Se incorpor dolorido y sigui la mirada del resto de los
chicos. La figura imponente de Don M anuel llenaba el quicio de la puerta ms cercana. M arco se pregunt cunto tiempo llevara all, observndolos.
M arco M erino, esta vez te has pasado. Vete inmediatamente al aula de castigo!
Pero... si yo no he... si han empezado... balbuce M arco.
Insinas que soy injusto, mocoso? Es que no pegaste t primero a Snchez? Don M anuel hablaba ahora despacio, atusndose los bigotes, enfatizando casi cada
palabra, los ojos entornados en una fina ranura.
M arco asinti, cabizbajo.
Y vosotros, fuera de mi vista, vamos!
Cuando M arco se arrastraba hacia el aula de castigo, los chicos pasaron a su lado, uno a uno, empujndole con disimulo. Por ltimo, el Rubio, que se frotaba la sangre en
los dedos, le puso la mano en el hombro y le susurr al odo:
Ests muerto, maricn; a la salida, ests muerto.
La campana son cerca de una hora despus; un sonido alegre para casi todos. A M arco, en cambio, el taido hizo que el corazn se le acelerase y un sudor fro le
resbalase por la frente.
Tras unos minutos que parecieron das, el profesor de turno en el aula de castigo le indic que poda irse, con un gesto vago de la mano, sin levantar la cabeza del
crucigrama que haca sobre su pergamino. M arco no conseguira ningn respaldo por su parte, ni de l, ni de casi nadie, eso estaba claro.
An algo magullado, recogi sus brtulos y sali por la puerta. El ala del edificio en que estaba slo tena una salida. Al otro lado del solitario pasillo, a travs del cristal
esmerilado de la puerta, pudo adivinar las siluetas vestidas con alegres colores de dos de los chicos de la pandilla.
M arco se ech instintivamente a un lado cuando la puerta exterior se abri. Algo desorientado, mir a su alrededor. Se haba metido en los servicios de las chicas, que
por fortuna estaban vacos. Esper, agazapado entre la puerta abierta y la pared, escuchando el resonar de unos pasos que se acercaban por el pasillo.
El corazn se le sala del pecho.
Cuando los pasos se detuvieron en el marco de la puerta, M arco trag saliva.
M arco... susurr una voz.
Patricia!
Ella avanz unos pasos. M arco desliz una mano, tom la suya, y tir suavemente de Patricia hasta su estrecho escondite.
Cuando sus cuerpos se toparon, ella se sonroj ligeramente y baj aquellos enormes y preciosos ojos azul celeste.
Qu haces aqu? pregunt l en voz baja.
El tacto de la suave piel de ella le puso ms nervioso an.
Idiota... sonri ella las noticias vuelan, sabes? Hay un corro a la salida...
l aferr su mano, pero no dijo nada. A veces se quedaba as, sin saber muy bien qu hacer a continuacin, con el corazn acelerado, bloqueado por los nervios.
Afuera, al final del pasillo, la puerta de cristal esmerilado se sacudi al cerrarse de un golpe. Oyeron ms pasos.
Patricia se solt y le indic con un gesto que se escondiera. Acto seguido sali del bao cerrando la puerta tras de s.
M arco se escurri en silencio de su escondite y esper oculto tras una esquina, escuchando la voz de Patricia que discuta con dos o tres de los chicos, intentando
convencerles de que no saba dnde estaba.
Ellos no parecan creerla; alzaron la voz, gritndole que se apartara. El picaporte gir y se detuvo.
De acuerdo se renda Patricia al otro lado de la puerta, pero id a decirle a vuestro jefe que paso de l, que no me impresiona con esa cresta de gallo de pelea...
decidle que no tiene nada que hacer al lado de M arco!
El picaporte gir del todo.
M arco trag saliva. Slo quedaba una opcin, si no quera que terminaran la paliza que empezaron antes. Pasar entre ellos cuando abrieran la puerta, golpearles y correr.
Era una locura.
Justo por eso se dio la vuelta, abri la ventana y se encaram al alfizar. Lo mismo daba una locura que otra, y prefera la alternativa de que fuera una cada de dos pisos
quien les privara de la satisfaccin de romperle varios huesos.
Una racha de viento le golpe la cara cuando la puerta se abri; los chicos gritaron al verle y se precipitaron hacia la ventana.
Sin titubear, M arco se aferr a una caera cercana y comenz a descender por la pared exterior.
Corre, M arco, corre! grit Patricia mientras forcejeaba con uno de los chicos, ms delgado y menudo.
Est loco! grit el otro al llegar a la ventana.

Perfecto. Ellos no estaban tan locos como para seguirle. Tendran que avisar al Rubio y rodear el edificio.
El hormign le raspaba las manos, al agarrarse aqu y all en su precipitado descenso. La tubera cruja ante su peso, a cada momento, o cada vez que perda pie y se
abrazaba a ella para no caer, provocando avalanchas de pequeas piedras y arenisca que caan por la pared.
Finalmente, cuando la altura no era excesiva, un salto lo dej en el suelo y una rpida mirada a la ventana le confirm que ya haban salido en su bsqueda. Ech a correr
hacia uno de los muros traseros del colegio, donde esconda la bici cada da, lejos de las de los dems chicos.
Cuando lleg al cobertizo de piedra en ruinas, poda or ya las voces de los chicos buscndolo por los alrededores. No tardaran mucho en encontrarlo.
Acerc el puo al panel de mandos; un pitido confirm sus temores. Los candados no se liberaran: la biometra que registraba su implante delataba taquicardia y
sudoracin, signos propios del miedo y situaciones de tensin.
Este sistema, con todas las llaves, estructuras de crdito e identificacin ligados a cada uno mediante su propia biometra, sus patrones de pulso y tensin que eran
nicos para cada persona, tena grandes ventajas. Adems, nadie poda usar el implante de otro ni siquiera mediante coaccin, pues el miedo era el principal sistema de
bloqueo, y los criminales lo saban.
Pero el bloqueo por miedo no siempre era una ventaja. Y los criminales tambin saban eso.
M arco se acurruc junto a la bici e intent calmarse, respirando hondo. Volvi a intentarlo. Otro pitido: sin xito. Le descubriran y no podra hacer nada. Un sudor fro
le recorri la frente, el pulso se le aceler an ms.
Entonces record el inhalador.
Segn su padre, aquel inhalador le haba salvado la vida en varias ocasiones, cuando tena menos de un ao y sus ataques de asma eran mucho ms frecuentes; tal y como
le haba contado en alguna ocasin, el curioso efecto que le produca habra sido imposible sin los nuevos inhaladores derivados del bromuro de ipratropio: el caso es
que, con cada aspiracin, el miedo y la angustia se difuminaban dejando paso a una bocanada de aire que inundaba sus bronquios llenndolo de alivio.
Lo sac del bolsillo de la mochila e inhal profundamente. La asociacin inconsciente, fuertemente establecida, hizo su trabajo. Acerc el puo; el panel se puso en
marcha con un agradable taido. Subi a la bici y pedale bordeando las columnas de piedra semiderruidas.
Frente a la fachada principal del colegio, el Rubio y su pandilla saltaron a sus bicis cuando le vieron rodar a toda velocidad en direccin a su casa.
***
Daniel entr en la cocina estirndose sin ningn disimulo.
Has dormido bien? pregunt Elia dedicndole su mejor sonrisa.
Sus desordenados mechones rubios se sacudieron cuando volvi la cabeza para seguir cortando unos tomates.
La luz del atardecer entraba por un tragaluz en lo alto, dispersndose en un haz de polvo en suspensin que describa tranquilas volutas en el aire. Un par de
candelabros de llama silenciosa complementaban la iluminacin de la estancia. La temperatura era agradable, gracias a que la mayora de las habitaciones se hallaba
semienterrada en la roca, en el subsuelo del antiguo faro.
Al fondo, el proyector de la pared mostraba, a vista de pjaro, un carguero en llamas a la deriva sobre algn mar. Una voz monocorde informaba de un nuevo asalto
pirata a un transporte de bateras en el Atlntico.
Como un beb Daniel le devolvi la sonrisa y se apoy en la pared. Hoy tocaba cena fra? pregunt frunciendo el ceo.
Elia se encogi de hombros.
Cambio de planes.
Pero todava no...? Si dijeron que lo arreglaran ayer!
Elia neg suavemente con la cabeza. Daniel suspir. La avera de los paneles solares del tejado ya duraba una semana, y pareca que se iba a quedar as para siempre.
Y la tele? se extra Daniel mientras se sentaba a la mesa, de modo que poda ver a Elia de lado, cocinando. Por qu funciona?
Oh, ya sabes, lneas separadas. Cortesa de nuestra... se pas los dientes por los pelillos bajo el labio, a modo de mueca burlona gran benefactora, Atlas.
S, pero... se detuvo un momento para ordenar al proyector que cesara el sonido, que enfatizaba la crisis hablando de los vanos intentos por restablecer el tendido
energtico sub-ocenico, y prosigui y Roberto, el tcnico de los paneles?
O que lo detuvieron ayer. Terrorismo ecolgico. sentenci gravemente Elia, tras dejar de cortar y volverse hacia Daniel.
Qu hizo?
Dicen que se instal aire acondicionado en su casa.
Daniel se qued perplejo.
S? Vaya, quien lo hubiera dicho... est claro que no conoces realmente a nadie... Pues habr que terminar contratando unas de alquiler...
Para qu, Dani? Para tres meses?
Huy, s, y con la permanencia mnima de un ao estaramos violando flagrantemente el contrato...
Pues que nos vengan a embargar a la xodo! ri Elia.
M ientras su pareja segua preparando la cena, Daniel se entretuvo mirando uno de los retratos de la pared contigua que mostraba una mujer mayor de sonrisa clida, piel
arrugada y ojos cerrados, que se relajaba en una roca, a la sombra de un sol abrasador.
Finalmente mir su mvil.
Y M arco, no debera estar al caer?
S. Por cierto, Dani... Elia dej el cuchillo sobre la tabla, se rasc la nuca y se volvi hacia Daniel, cruzado de brazos.
S?
Elia se tir ligeramente de los pelillos bajo el labio.
Anoche me lo volvi a preguntar. Dice que no slo son los dems nios, que incluso algunos profesores le tienen mana, y no acaba de entender por qu lo ven tan
mal. Simplemente no le cabe en la cabeza.
Slo tiene once aos.
Ya tiene once aos.
Daniel dej escapar un leve bufido y su voz adquiri un tono ms grave.
No pienso dejar que le hagan dao.
S, Daniel, pero encerrar a Rapunzel en la torre tampoco es una solucin.
Daniel se quit las gafas y se frot los ojos. No le apeteca entrar al trapo en otra discusin sobre torres, princesas de largos cabellos y padres sobreprotectores.
Conoca de sobra la opinin de Elia, a quien nunca le haba importado reconocer abiertamente su homosexualidad.
En el fondo envidiaba su valenta. Pero hasta que se conocieron, Elia no haba tenido seres queridos cuyo bienestar pudiera depender de sus declaraciones. Sus padres
haban muerto durante una inundacin causada por una tormenta en 2076 y, desde entonces hasta conocer a Daniel, haba vivido su sexualidad sin tapujo alguno.
En una poca de retroceso en las libertades individuales, en la que la homosexualidad estaba poco menos que perseguida, aquello era, o muy valiente, o demasiado
ingenuo y temerario, Daniel no estaba realmente seguro.
Elia no pareca comprender que si su relacin se haca pblica, su futuro juntos estaba perdido. Tcnicamente no eran ni seran jams una familia; Elia no habra podido
embarcar junto a l en la xodo, y sin embargo sta precisamente haba sido la nica exigencia que Daniel le haba hecho a Julianne. No le importaba ni la enorme suma
de dinero en bonos del estado que le conferan, guardada a buen recaudo hasta su vuelta o la de M arco, ni el bienestar garantizado de su madre, que ya lo tena asegurado
por su cuenta. Julianne, en calidad doble de ministra de M edio Ambiente y de presidenta de la comisin del proyecto Prometeo, tan comprensiva y eficaz como
siempre, haba conseguido Daniel no saba cmo convencer a las autoridades de seleccin de la conveniencia de llevar un fotgrafo especializado en retratos a un
agujero negro.
Slo quiero que nos dejen vivir y educar a nuestro hijo en paz se quej Daniel, tan difcil es de comprender? Estoy... estoy harto! , es que no somos una

familia? , no eres t tambin su padre, no le quieres como si fuera tuyo?


Daniel ocult el rostro tras las manos y murmur en voz baja.
Preferiran que lo hubiera criado yo solo, amargado y deprimido tras la muerte de Laura...
El recuerdo le atraves una vez ms como un doloroso punzn, y se mezcl con la rabia por la incomprensin y la intolerancia de aquella sociedad, de millones de
personas que vivan demasiado ocupadas en juzgar las vidas de los dems usando las suyas propias como criterio.
Manca poco, amore, manca pochissimo le susurr Elia al odo con aquella musicalidad con que se tea su voz cuando hablaba en su lengua materna.
Daniel se sinti reconfortado, poco a poco, y se calm. Ya quedaba poco, s, muy poco, y estaran alejndose de la Tierra ms rpidamente que cualquier otro vehculo
construido jams por manos humanas.
M arco podra vivir su propia vida y no la que sufra, limitada por aquella intransigencia. Y su madre... su madre, encarnacin involuntaria de aquella misma
intransigencia, podra envejecer tranquilamente junto a su marido, cuando la xodo ya no fuera ni siquiera un plido punto de luz en la noche estrellada, cuando pasaran
de moda todas aquellas continuas noticias y rumores que le haban recordado que su mundialmente famoso hijo, el nico fruto de sus entraas, amaba al hombre con el
que conviva.
Incluso Jrg, ya le conoces... dijo mientras se descubra la cara y se secaba la mejilla me dio saludos para ti.
Qu amable.

CAPITULO VIII

... aves majestuosas que surcaban el cielo azul, trazando crculos en solitario sobre los acantilados de rocas, o danzando en bandadas perfectamente organizadas...
... criaturas mastodnticas que llenaban el paisaje con su presencia, sobre las aguas o a decenas de metros bajo ellas, y cuyas canciones de amor atravesaban ocanos enteros...
... mamferos que ambientaban los verdes bosques y las frtiles sabanas con sus gorjeos y gruidos; naciendo, cazndose, cortejndose, reproducindose...
... viviendo. Cientos de miles de especies, de las que poco o nada queda ya.
BIBLIA DEL ECOLOGISTA, EXTRACTOS DE LA CUARTA EDICIN, 2081

La bici dej los ltimos edificios a un lado y se intern velozmente en la polvorienta recta del valle, captando sus paneles la luz del atardecer. Una lagartija que
descansaba sobre el asfalto se apart en el ltimo momento para no morir aplastada.
M ientras pedaleaba de manera uniforme en la marcha ms rpida que poda aguantar, M arco observ por el pequeo retrovisor a la pandilla que le persegua. Se estaban
acercando, acortando la distancia que los separaba con rapidez. M arco pedaleaba de manera ms rpida y uniforme gracias a su mayor tamao y resistencia, pero la
energa solar proporcionaba a los chicos unos caballos de vapor extras con los que la balanza se tornaba a su favor.
M arco comprob de nuevo el panel de mandos. La bici haba pasado mucho tiempo a la sombra en las ruinas y la carga de su batera era escasa. No obstante, el Sol,
aunque bajo y rojizo en el horizonte, incida de lleno en los paneles del flanco izquierdo, y podra proporcionarle la suficiente potencia como para desmarcarse de la
pandilla. Activ el motor y entre el silbido del viento racheado en sus odos pudo escuchar el suave zumbido del rotor que se aceleraba progresivamente.
En cuanto la velocidad hizo que la pandilla fuera disminuyendo de tamao en su retrovisor, M arco respir aliviado y concentr toda su atencin en la carretera. Aunque
el firme era bastante liso y sin obstculos, aparte de la ocasional arenilla desperdigada aqu y all, una cada a ms de 60 kilmetros por hora poda ser fatal.
Ante l, la carretera se desplegaba hacia el norte en la enorme recta que llegaba hasta el puente antes de subir la colina hacia su casa, en el faro del acantilado. M arco pas
junto a los invernaderos que se alineaban a ambos lados, cubriendo el valle de sombras.
Un golpe sbito le devolvi al peligro de la situacin. La rueda trasera se desestabiliz hacia la derecha, haciendo derrapar la bici y levantando una nube de polvo tras de
s. M arco tuvo el tiempo justo para reaccionar y enderezar el manillar antes de salirse por la cuneta.
A su lado, el Rubio se recuperaba de su empujn, cobrando velocidad rpidamente. Llevaba puesto su traje solar, plagado de pequeos paneles fotosensibles que
alimentaban directamente el motor, dndole una potencia extra de la que el otro careca. Aun as, M arco no acababa de comprender cmo le poda haber alcanzado tan
rpido, sin que l se hubiera dado cuenta. Los paneles extras no podan suponer esa diferencia tan drstica en velocidad. Adems, el tamao de M arco supona una
ventaja excepto en lo que al peso se refera. Y las bicis pesaban aproximadamente igual.
A no ser que...
M arco dej que el Rubio le alcanzara de nuevo y forceje con l con la mano libre cuando el otro se le ech encima. Cuando el impulso los separ de nuevo y pudo por
fin mirar, repar en el motor del Rubio, tras su silln.
Las bateras no estaban.
Por eso va tan rpido, ahora la bici apenas pesa!
Sin el peso de las bateras el motor era capaz de desarrollar una gran velocidad alimentado tan slo por la luz directa.
M ientras le diera el Sol.
M arco se irgui sobre los pedales para desarrollar la mxima velocidad de que era capaz y adelantar al Rubio por la derecha. La estela de polvo se intensific,
impidindole ver por el retrovisor ms all de unos pocos metros.
El Sol estaba ya muy bajo, casi a su izquierda. El disco rojizo pareca enorme, prcticamente rozaba ya el horizonte; su contorno borroso ondeaba a travs del aire
sofocante. Las sombras de M arco y la bici se proyectaban en diagonal, tras l y a su derecha, sobre el asfalto y el valle, una caricatura distorsionada y ridculamente
estirada.
M arco enfil el borde izquierdo de la carretera, junto a la cuneta, siguiendo el peligroso arcn cubierto de polvo y arena, levantando una estela rojiza a su paso.
El Rubio reaccion algo tarde e intent ponerse a la altura de M arco por su derecha, ya que por su izquierda la cuneta se lo impeda. Su velocidad era claramente mayor,
hasta que se meti en la sombra que proyectaba M arco, momento en el que su rapidez extra desapareci y M arco gan terreno de nuevo, dejndolo atrs.
Cuando el Rubio sala de la sombra, recuperaba parte de la velocidad del motor, peor alimentado ahora por la estela de polvo de M arco, que atenuaba la luz que reciban
sus paneles. El Rubio volvi a intentarlo dos o tres veces, probando a adelantar a M arco desde distintos puntos de la carretera, sin xito.
Finalmente se puso a la cola de M arco, aprovechando que ste rompa el viento. M arco saba que all podra alcanzar velocidad suficiente para embestirle por detrs.
Pero tambin saba que aunque el Rubio era imbcil, no era tan imbcil. En un choque as habra llevado las de perder, al golpear con la rueda que marcaba su propia
direccin, perdiendo el control de la bici y ganndose una cada espectacular.
Al final fue la estela de polvo la que disuadi al Rubio de su empeo, obligndole a echarse a un lado, tosiendo, con las cejas y la cresta de un gris ceniciento.
M arco alcanz el puente y lo cruz a toda prisa. Tena la boca pastosa y con sabor a tierra, y la lengua le picaba por el esfuerzo.
Ahora quedaba el camino de subida que serpenteaba hasta la cima de la colina antes de descender de nuevo hasta el nivel del mar. Un tramo largo, la mayor parte al Sol,
donde no podra mantener la ventaja que haba tenido en la recta.
Pero no pensaba tomar ese camino.
M arco fren de repente y derrap hacia la derecha, apoyando el pie para dar un giro de casi noventa grados hacia un estrecho camino que se internaba en la colina, entre
arbustos y pequeos rboles secos, hacia el este.
Haca tiempo que haba descubierto, en uno de sus solitarios juegos, aquel sendero que bordeaba la colina y se funda de nuevo con el camino principal a su paso hacia lo
ms profundo del acantilado. Su padre su biopadre, como le llamaban algunos no le dejaba usarlo; no paraba de repetir que la bajada del borde, algo ms adelante,
estaba cubierta de gravilla en las curvas y que poda resbalar y estrellarse contra las rocas acantilado abajo. Su otro padre, Elia, frunca el ceo al or aquello y miraba a
M arco de soslayo, en un gesto que a ste siempre le haba parecido de complicidad. Elia saba que era prudente y que jams bajara por all a una velocidad excesiva,
jugndose la vida.
Y esta vez tampoco pretenda matarse. El conocimiento del terreno, y el ocultamiento del Sol tras la colina le haban permitido cierta ventaja respecto al Rubio, que
poco a poco iba quedndose atrs. Borde rocas y aprovech las ligeras pendientes y los pequeos saltos de los atajos que conoca para ganar velocidad. Cuando la
espesura seca y marchita se abra hacia el mar, al llegar a la curva peligrosa, M arco fren considerablemente antes de que las ruedas tocaran la gravilla y vir con
seguridad siguiendo el sendero, perdiendo al Rubio de vista definitivamente.
Una vez que super la zona de las curvas, aceler en el descenso, borde una roca saliente y sali a la carretera vieja en su punto ms profundo, donde el embravecido
mar chocaba una y otra vez contra las piedras, salpicando y arrastrando espuma y arena con cada embestida sobre el asfalto.
La carretera!
La carretera descenda hacia el mar y se sumerga completamente, reapareciendo unos diez metros ms all.
M arco fren en seco junto a la espuma blanca y se baj de la bici, llevndose las manos a la cabeza.
Al salir tan tarde del colegio, haba calculado mal, cegado por la idea de que habra tiempo suficiente para llegar antes de que la marea subiera, tragndose el asfalto e
impidindole pasar.
A lo lejos, el Rubio apareci junto a la roca saliente del sendero, rodando lentamente hacia l, los labios ridculamente estirados en una parodia de sonrisa.
***
Que dijo qu? pregunt Elia, perplejo.
Fue slo una broma Daniel se rasc la cabeza con aire dubitativo, aunque una broma un poco extraa, la verdad...

Una broma? En serio crees que Laka OBrien, el aliki, puede ir por ah bromeando sobre la posibilidad de que no embarques? Sabes el dinero que ha invertido
Atlas en la xodo? Por no hablar de los intereses ocultos que tendrn! Elia no caba en s de asombro. Y deja de picotear, Dani, por favor, que sabes que me...
Elia se interrumpi, a sabiendas de que su repentina ira no se deba a aquella tonta mana de Daniel, sino al temor que le provocaba la situacin que acababa de descubrir.
Daniel retir como un rayo la mano de la cena a medio preparar, algo sonrojado, poniendo aquella cara de cordero degollado que tena tan estudiada.
Tan avispado e intuitivo para unas cosas y, sin embargo, para otras...
Elia suspir hondamente, preguntndose cmo poda ser tan ingenuo. Seguramente era una de aquellas cosas que le haban enternecido de l, cuando lo fotografi por
primera vez, seis aos atrs. Daniel haba tomado por simple casualidad el hecho de que, entrevista tras entrevista, el fotgrafo hubiera resultado ser siempre el mismo.
Pues yo lo digo en serio: ya no s qu es lo que debo hacer, Elia, estoy muy cansado de todo... t crees que de verdad declararan que he roto el contrato y me haran
pasar el resto de mi vida en la crcel?
Ojal fuera slo eso, Dani... t tienes la ms remota idea de cmo se las gasta ese hombre?
Daniel le mir por encima de las gafas, frunciendo el ceo, pero no dijo nada.
Recuerdas a aquellos altos cargos de Google que el ao pasado se resistieron a que su empresa fuera fagocitada por Atlas? Y de qu les sirvi? Sabes cmo
acabaron?
Crea que lo de aquel avin fue un accidente.
Como tambin creste que el aliki brome contigo.
Daniel le mir como si le pesaran las facciones, las comisuras de los labios ligeramente torcidas hacia abajo y los hombros tensos. Elia conoca aquella mirada.
Daniel, yeme bien le puso las manos en los hombros y le mir fijamente a los ojos. Laka OBrien no bromea. Jams. Coacciona, amenaza, chantajea,
extorsiona... pero no bromea.
Daniel baj la mirada, perdiendo la vista en algn lugar a travs de Elia y se sumi en un profundo silencio.
Tranquilo, estaremos juntos los tres, all arriba en Nmesis le susurr Elia mientras le acariciaba la nuca.
Finalmente, con un suspiro, los brazos de Daniel cayeron a lo largo de su cuerpo, la tensin de sus hombros liberada. Elia lo abraz suavemente. Daniel correspondi al
abrazo como si estuviera muy lejos de all. Cuando Elia retir la cabeza, la expresin de Daniel era la ms sombra que recordaba ltimamente.
Necesito una ducha dijo mientras se zafaba de los brazos de su compaero.
Dani, sabes que slo tenemos agua de 2 a 3 replic Elia. No queda nada.
Daniel dio media vuelta mientras refunfuaba algo ininteligible.
Entonces me lavar abajo gru mientras sala en direccin al cobertizo.
***
Daniel rod pendiente abajo hacia la pequea playa de rocas donde el mar alcanzaba a la carretera cuando la marea suba. Cuando avist el mar, dos curvas ms adelante,
dese no haber hecho el esfuerzo y el que habra de hacer subiendo de nuevo en vano: las olas rompan violentamente contra las rocas, levantando remolinos de
espuma blanca que iban y venan con la fuerte resaca. No podra baarse con el mar as de picado. Fren la bici y puso pie en tierra, dispuesto a dar la vuelta.
Pero entonces vio algo.
M arco y un chico que deba de ser de su clase estaban de pie frente a frente, a lo lejos, a la orilla del mar, en el lado opuesto de la barrera natural que construa la marea
dos veces al da. Las bicis de ambos estaban tiradas en las rocas junto a ellos.
Parecan estar hablando, pero la postura del otro chico, menudo y algo escuchimizado al lado de su hijo, echado hacia adelante con los brazos en jarras, indicaba una
clara hostilidad. M arco, por el contrario, permaneca inmvil como una estatua. Desde aquella distancia no poda apreciar ms detalles, pero la situacin le incomod
profundamente.
De improviso, el chico se lanz hacia M arco y le asest un puetazo en la cara.
Daniel grit, pero su voz se perdi entre el estruendo de las olas. Se lanz pedaleando pendiente abajo hacia ellos. All abajo, M arco recuperaba la compostura para no
responder a los ataques del otro. nicamente pareca defenderse, cubrindose el cuerpo con los brazos.
Daniel fren la bici en seco al llegar a la orilla y ech la bici a un lado.
Basta! Parad! grit lo ms fuerte que pudo.
Si el chico le oy por encima del estruendo del mar y el viento sordo, no dio ninguna muestra de ello, porque sigui forcejeando con M arco. El ajustado traje negro mate
que llevaba recordaba a uno de esos trajes fotosensibles y, junto con la cresta rubia que coronaba su cabeza rapada, le daba un aspecto amenazador, a pesar de su corta
estatura.
Daniel mir hacia los lados, sin saber qu hacer. Levant los brazos y repar en el mvil en su mueca.
Elia.
No, pero no servira de nada. Era estpido. No haba tiempo, y Elia no saba volar.
Ante l, el chaval consigui vencer la resistencia pasiva de M arco y ambos cayeron en el lecho de rocas sobre la espalda de su hijo.
Daniel volvi a gritar sin ningn resultado. M arco se retorci en el suelo arqueando la espalda, con el rostro contrado por el dolor. El otro chaval se incorpor sin
perder un instante.
Daniel mir hacia la barrera azul que los separaba. El tramo de carretera cubierto por el agua era de poco ms de diez metros, y discurra junto a la pared rocosa del
acantilado. La marea haba bajado ya un trecho desde la pleamar. El agua no poda cubrirle ms all de la cadera en el punto ms profundo, calcul.
Podra hacerlo.
Sin pensarlo un instante ms, se abalanz hacia la otra orilla pegado lo ms posible a la pared rocosa.
Las primeras zancadas le resultaron fciles. Un salto y luego otro. El agua estaba muy fra, y los pantalones se le pegaban a las piernas y pesaban cada vez ms. Pero
sigui adelante, otra zancada, y otra, apoyado cuando poda en la pared.
Delante de l, M arco segua en el suelo, enroscado, recibiendo puntapis de su adversario, en el costado, en los hombros, en los brazos.
M arco! grit Daniel.
Se apresur. Un par de metros ms all, cuando el agua le llegaba a las rodillas, la resaca tir bruscamente de l y lo desequilibr. Sacudi los brazos para no caer,
intentando recuperar el equilibrio, pero la ola regres con ms fuerza y lo estamp contra la pared.
Las aguas se cerraron sobre l. La cabeza le arda. Daba vueltas y vueltas, y todo estaba lleno de burbujas y un extrao silencio sordo. El sabor de la sal le inund la boca
y las fosas nasales quemaban, inundadas por un sbita bocanada de agua.
Sinti como si le tiraran de los pies para luego empujarlo hacia delante con fuerza y darle ms vueltas hacindole chocar otra vez con las rocas. Un dolor lacerante en el
costado. M s burbujas.
Luego el agua lo volvi a arrastrar por la alfombra de rocas. Las manos le raspaban al intentar agarrarse a algo en el fondo. Algo viscoso se le enrosc en los brazos.
Algas. Una roca afilada como una cuchilla le raj un pie, recordndole que haba perdido el zapato. El siguiente empujn fue menor.
Asfixia. Arriba, dnde est arriba?
Se impuls con las manos para girar sobre s mismo hasta que vio la ondeante superficie del agua sobre l, muy cerca sobre el tapiz de algas, iluminada por la claridad
ligeramente teida de rojo del atardecer.
La resaca lo arrastraba de nuevo. Un intenso ruido gutural invadi sus odos desde todas direcciones, y todo se llen de burbujas a su alrededor. Se asust.
Era su propio grito. Se ahogaba. La cabeza arda. Sus pies toparon con algo. Se impuls. Brace hacia la luz.
El estruendo del oleaje y la espuma volvieron de repente.
Y el aire.
Otra ola lo cubri durante un momento. Sali a flote como pudo y respir de nuevo. El mundo estaba borroso, pero poda distinguir la orilla algo ms all. Cerca. No

vea la carretera, ni la pared de roca.


Ante l, las rocas de la pequea playa formaban un pequeo golfo al que la resaca lo haba llevado por azar.
Nad desesperadamente hacia all. A su derecha pudo ver dos bultos borrosos, uno movindose sobre el otro. El agua lo haba arrastrado, hacindole cruzar la barrera y
tirando de l hacia el fondo, llevndolo una veintena de metros ms all de M arco y el chico.
Alcanz las rocas de la orilla y se incorpor como pudo, sacudindose el limo verdoso y marrn de las algas.
Una de las figuras repar en l y se qued parada. Acto seguido recogi su bicicleta.
Daniel avanz hacia el chico, cojeando. Todo estaba demasiado borroso sin sus gafas, casi pareca dar vueltas. Un reguero de sangre corra por su frente, fundindose en
hierro y sal al llegar a sus labios.
El chico pedale hacia la colina bajo el crepsculo, escapando de all.
Daniel lleg hasta M arco y se dej caer a su lado, sobre los guijarros hmedos. Alz la cabeza de su hijo y la deposit sobre sus rodillas.
Lo siento, hijo murmur. Lo siento mucho.

CAPITULO IX

P rometeo.
m., (del gr. , aquel que reflexiona a tiempo)
1. P royecto de cooperacin internacional para el estudio de campo de la extraccin de energa de un agujero negro cercano, Nmesis, y de las tcnicas de creacin de microagujeros negros como fuente
segura, definitiva y limpia de energa. (+)
2. P equeo satlite de Saturno que orbita entre los anillos interiores A y B. Apodado el ladrn por la atraccin gravitatoria que ejerce a su paso sobre el material que conforma los anillos. (+)
3. En Mitologa Griega, el amigo del hombre, titn que rob el don del fuego a los dioses para drselo a los hombres. Fue castigado por Zeus al sufrimiento eterno: encadenado a una roca, un guila le
devoraba cada da las entraas, que se regeneraban durante la noche. (+)
ENCICLOP EDIA DE DIOS, XODO

Los tres meses pasaron con gran rapidez. Toda la tripulacin se someti a las ltimas pruebas fsicas y psicolgicas. Deban ser capaces de considerar aquel entorno
aislado, envuelto durante 45 aos en el glido y oscuro vaco exterior, como su hogar. Al lado de las escasas posibilidades de xito de la misin, la cantidad abrumadora,
casi infinita, de problemas que podan surgir haca que cualquier persona mnimamente consciente de lo que significaba realmente embarcarse en la xodo hubiera corrido
despavorida en direccin contraria.
Inconsciencia. Pues tan slo la inconsciencia poda anular el miedo. Tan slo la capacidad para olvidar o ignorar la gravedad de la situacin poda llevar a una verdadera
adaptacin a aquella delicada jaula de barrotes de oro.
A este respecto, Freund llev a cabo 500 breves pero intensas entrevistas.
Un psiclogo humano, a un ritmo de trabajo razonable, sopesando, analizando y evaluando concienzudamente los datos, habra empleado en realizar todas las
entrevistas los tres meses por completo.
Freund las hizo en un da, todas a la vez.
Las anteriores pruebas de filtro psicolgicas haban ido por buen camino: tan slo nueve personas no pasaron el filtro de seleccin que supona la adaptabilidad a una IA
psiclogo. Otras quince, sus familiares, abandonaron el proyecto en cuanto se enteraron.
Al Gobierno de la Unin no le fue difcil encontrar entre la lista de suplentes a veinticuatro personas de caractersticas y ocupaciones similares. Haba una gran cantidad
de manipuladores de animales, trabajadores sociales y otros cualificados de nivel inferior, as como algn qumico, tres ingenieros e incluso un par de telogos de
distintos credos deseosos de abandonar el planeta.
Y por fin, lleg el da de la ceremonia de partida.
Arrodillado en el suelo del saln, en el centro del piso inferior del viejo faro, Daniel acab de cerrar la ltima caja y la deposit encima de las restantes con gran esfuerzo.
A su lado, M arco cubra con una sbana blanca el ltimo sof. Los altos tragaluces, situados a dos metros y medio de la amplia planta circular, cubran el saln de luces
y sombras al paso del Sol del amanecer entre las aspas del ventilador, creando una atmsfera fantasmagrica. De no ser por la limpieza del lugar, nadie habra podido
asegurar que aquel saln no llevase deshabitado cien aos.
Seguro que quieres ir? pregunt Daniel a M arco.
M arco se volvi hacia l mientras se sentaba, con cara satisfecha, marcando los contornos del sof con la sbana.
Sabes que si me dices que no, no iremos, y ya nos las apaaremos como sea prosigui Daniel.
Elia interrumpi su incansable labor con la cinta de embalar y le mir consternado desde el otro extremo de la habitacin.
Yo quiero ir donde vosotros vayis dijo M arco.
Elia apret los labios.
Pero... pap, por qu es tan importante que vayamos a un agujero negro?
Vers, hijo... explic Daniel La energa que mueve tu bici... bueno, no es suficiente para mover el planeta.
Nunca pens que lo fuera...
Daniel movi los ojos, mirando hacia algn punto de su pasado.
Cuando yo tena tu edad no tena bici record. M i padre, tu abuelo, me llevaba a todas partes en su coche. Era de un color azul metalizado precioso. El tercero
que tuvo, creo. Siempre lo lavbamos cuando amainaba la calima, cuando an no eran muy frecuentes. Lo rocibamos una y otra vez con la manguera del jardn.
M arco frunci el ceo al or aquello. Aunque su propsito fuera discutible, la capacidad del Gobierno de la Unin para inculcar sus valores en sus ciudadanos ms
jvenes era sencillamente admirable.
Su hijo se cruz de brazos, las comisuras de los labios torcidas hacia abajo, y guard silencio.
Lo s suspir Daniel. ramos muy inconscientes...
Entonces usbamos gasolina intervino Elia. La habris estudiado en el colegio, junto con la revolucin industrial. Viejas glorias del ser humano! Pero se acab, y
mejor as, porque gracias a eso an no nos hemos asado del todo en este horno.
Y cmo se saca energa de un agujero negro, pap?
Tirndole la basura de la manera adecuada dijo Daniel mientras se levantaba. Pero todo a su tiempo! Ahora debemos irnos o no llegaremos a tiempo de coger el
vuelo a Nairobi.
***
El eco resonaba por la casa, propagndose por pasillos vacos y salas desnudas, con cada golpe del tirador de la persiana contra el marco de la ventana. Recostada contra
la impoluta y sobria pared blanca, la capitana Spiff contemplaba cmo la cuerda, mecida por la corriente que entraba por la ventana abierta, golpeaba contra el
metacrilato del marco una y otra vez. Las insignias de su uniforme de gala brillaban cuando la cortina flotaba, dejando pasar la luz directa del Sol.
A su alrededor, la casa de campo de la que disfrutaba gracias al ejrcito de la Unin se encontraba completamente vaca. Un pelotn de reclutas haba embalado todas
sus cosas y se las haba llevado, haca un par de horas, con la organizacin y diligencia de una colonia de hormigas.
Todos sus efectos personales, que en realidad pertenecan al ejrcito, seran reciclados en otras residencias para oficiales. Ni siquiera saba a quien asignaran aquella casa
durante su viaje en la xodo.
Pero tampoco importaba.
Observ por un momento el reflejo distorsionado del Sol que el brillante parqu le devolva. Su mvil le revel que faltaban dos minutos y medio para las doce. El
equipo de extraccin deba de estar a punto de llegar.
Un leve zumbido, apenas audible, confirm su previsin un minuto despus, amplificndose cuando una sombra cruz el marco de la ventana oscurecindolo todo por
un momento.
El sable del uniforme tintine contra el suelo cuando la capitana Spiff se puso en pie sin esfuerzo y se dirigi hacia la puerta, con paso recto y firme. El zumbido se
intensific hasta que pudo or claramente el batir de alas elctrico de un colibr.
La capitana abri la puerta que daba al exterior y sali por la vereda al amplio jardn surcado por setos podados. Las flores de imitacin, apenas distinguibles de las
reales o eso decan, se recuperaron irguindose lentamente tras las pisadas de Spiff, que dej la vereda para dirigirse al claro ms amplio del jardn.
Cuando la capitana mir resguardndose del Sol con una mano, el colibr ocupaba ya el doble que aqul en el cielo. M edio minuto ms tarde, el colibr bata las alas para
posarse suavemente en el jardn en medio de su estruendo metlico caracterstico, levantando aire en rachas con cada aletazo.
La capitana Spiff esper erguida ante la mquina. La puerta del aparato se elev y del interior surgi el coronel Schneider, el cabello gris al aire, la boina prendida sobre
su hombro izquierdo.
El coronel se acerc hasta ponerse frente a ella y ambos se saludaron formalmente. Acto seguido Schneider levant un lector-grabador y le invit mediante un gesto a

que acercara el puo.


Sus instrucciones dijo por encima del ruido, mientras el lector-grabador se iluminaba al transmitir los datos al implante de Spiff.
La capitana le mir sin entender.
Pero seor, no...?
Se le notificar de manera cifrada el momento adecuado para acceder a su misin. Hasta entonces le ser imposible. No podemos correr riesgos.
Comprendo, mi coronel.
Excelente. Tendr a su mando al sargento Silveira y a los soldados Hicks y Romo. Estn esperando en el colibr dijo sealndolo. Vamos, no perdamos ms
tiempo.
La capitana Spiff sigui al coronel Schneider hasta el interior del aparato. La puerta baj de nuevo y el colibr levant el vuelo suavemente hacia atrs y hacia arriba.
Unos instantes despus se daba la vuelta y aceleraba perdindose entre las nubes.
***
La puerta del pequeo apartamento se abri de nuevo con un silbido. Ioanna ni siquiera esper a que se deslizara del todo; se escurri rpidamente por el hueco y pas
esquivando pilas de cajas y bultos cubiertos con sbanas, mirando alrededor.
Qu raro estaba todo as!
Resopl, azorada por el calor y las prisas. El peso del bolso era abrumador y le impeda maniobrar con facilidad entre las cajas. Se lo quit y lo dej en el suelo a su
lado. Se acuclill junto a una caja, descorri los cerrojos de latn y la abri.
No, sta no era.
Suspir. Dnde lo haba dejado? Apart la caja a un lado. La manga de un traje de neopreno asom por el borde y qued colgando, flcida. Suspir de nuevo, esta vez
con suavidad.
Qu lejos quedaba todo aquello ahora! Las olas, el viento, el aroma a salitre, las colonias domesticadas de algas... y la ilusin de hacer algo por salvar el mundo,
aunque fuera tan ingenuo y desesperado como aquello.
Era irnico. Aquel mar, aquel mundo, que entonces le pareciera infinito, tambin se le haba quedado pequeo. Al igual que ahora ste.
El taxi!
Ioanna se apresur. Revolvi en ms cajas a su alrededor. Dnde demonios lo habra puesto? No pensaba irse sin l, tena demasiada historia. Si el taxista tena que
esperar por ella otros cinco minutos, bueno, para eso le pagaba, no? Adems, sera la ltima vez que pagaba algo en su vida, poda permitrselo!
Claro que, pensndolo mejor, el taxista podra pensar lo que le diera la gana y esperar lo que fuera necesario, en cambio las aerolneas no tenan fama de ser muy
comprensivas. Y ya iba muy justa de tiempo.
Levant la sbana que yaca sobre el sof y recorri con la mano el hueco entre el respaldo y el asiento. Nada.
Aquello le pasaba por dejar las cosas cada vez en un sitio distinto, se reprendi. Resopl de nuevo, dando gracias por la imposibilidad de perder su billete de avin, su
dinero ni sus llaves... a no ser que perdiera la mano, lo que pareca ms difcil.
Abri otra caja, ms pequea que la primera, y comenz a revolver, haciendo volar por la habitacin varios collares, una infinidad de pulseras, un par de vestidos y un
fajo amarillento de aquellas primitivas cartas. Finalmente repar en una antigua fotografa en papel. Sobre el papel deslustrado distingui algn rincn de los Campos
Elseos. Los rostros rejuvenecidos de sus padres, el brazo negro como el carbn de su padre rodeando la blanca cintura de su madre, sonrean junto a una Torre Eiffel
bastante mal enmarcada. Su madre sostena a un nio de unos dos aos en brazos, mientras que otro algo mayor y de cara malhumorada se abrazaba a las piernas de su
padre.
Se fij en sus hermanos; era tan extrao... le eran tan extraos! Haban muerto antes de que ella naciera, pero jams supo cmo, y no se haba atrevido a preguntar a
sus padres. Tal vez uno o dos aos-luz de distancia le dieran valor para hacerles aquella pregunta.
Ioanna suspir y decidi guardar la foto en su bolso. Por qu siempre encontraba lo que no estaba buscando? Sigui revolviendo el pasado que haba en aquellas cajas,
ponindose cada vez ms nerviosa.
Pero, y si el vuelo se retrasaba? Al fin y al cabo, ocurra casi siempre, no? Orden a su mvil que mostrara si haba retrasos en los vuelos a Nairobi, y justo en ese
momento repar en el dedo anular de su mano izquierda. La plata destell reflejando el sol de medioda. El anillo estaba all, slo que en la mano equivocada.
Ser...! buf mientras sala a toda prisa del apartamento y se lanzaba escaleras abajo.
La puerta se abri una vez ms. Ioanna entr de nuevo, sacudiendo la cabeza sin saber si rerse o llorar, recogi su bolso y volvi a salir.
***
El monorral aceler suavemente y ascendi la pendiente, dejando atrs la estacin. Sentado en el atiborrado vagn delantero junto a su pequea maleta, aguantando el
hedor que desprendan las cercanas axilas de ese joven de aspecto deportista o de aquella seora gorda tres brazos ms all, Garrelt observ con una sonrisa a su hija,
que contemplaba el reflejo del tren en las ventanas de los edificios que pasaban, pegada al cristal con admirable fascinacin.
La pequea Lune se qued boquiabierta cuando el suelo desapareci junto al vagn para dar paso a otra calle una veintena de metros ms abajo, donde la multitud
discurra por las aceras como una marea viviente. El monorral pareca flotar sobre el abismo cuando cambi de trayectoria al encontrar una bifurcacin en la va y
ascendi rodeando la gigantesca Torre del Gobierno. Otro tren cruz silenciosamente su trayectoria por otra va metros ms abajo.
Los tirabuzones de su melena avellana se agitaron cuando se volvi de pronto hacia su padre.
Papi, si vamos a estar fuera tanto tiempo, por qu llevamos tan poco equipaje? pregunt con aquella encantadora vocecita.
Garrelt sonri para s. Lune haba heredado por completo su tan preciado sentido de la previsin. Al parecer, la evolucin funcionaba, despus de todo.
No nos har falta, cario. Slo algo de ropa y poco ms. En la xodo hay de todo, sabes?
Y hay sillones de cine flotante como el de casa?
S, claro que los hay. M uchos. Anda aadi sonriendo, y coloca esa maleta paralela a la otra, que sabes que a pap no le gusta que lo desordenes todo.
Y estar ese seor tan simptico que llam a casa hace poco? Cmo se llamaba?
Hijo. O Freund, puedes llamarle como quieras. Y s, s que estar.
Qu guay! exclam riendo, y se volvi de nuevo para continuar disfrutando de su exploracin panormica.
M ientras acariciaba el cogote de su hija, Garrelt no pudo evitar preguntarse por un instante cmo le ira a M onique. Odiaba aquello, no poda evitar que de vez en
cuando le viniera a la mente y entrara en ella como un torbellino, desordenndolo todo. Ninguna de las tcnicas profesionales de concentracin que conoca pareca
servir.
Acab cediendo y fantase con la idea de que M onique abandonase al monitor de aerbic por quien lo haba dejado a l. Capaz era. Y pensar que al principio l haba
supuesto que aquel idiota era gay... qu iluso!
Enred los dedos en los bucles de Lune y juguete con ellos. Lo peor, lo ms doloroso despus de todo, haba sido la manera alegre en que M onique se haba
despreocupado de la hija de ambos, poco despus de nacer sta, haca ocho aos.
El silbido hidrulico de las ventanas superiores al cerrarse le sac de su ensimismamiento. La temperatura del vagn comenz a incrementarse por momentos, situacin
que el calor humano de decenas de cuerpos empeoraba. El tren descenda ahora a gran velocidad hacia el suelo. Antes de que Garrelt pudiera reaccionar, el monorral se
haba introducido en la oscuridad de un tnel subterrneo.
Garrelt desliz lo ms rpido que pudo su mano y tom firmemente la de Lune. A su lado, el pecho de su pequea se agitaba entrecortadamente, con la respiracin
pesada y ansiosa. Un sudor fro le corra por la frente, mientras miraba a su alrededor desesperada, con el rostro compungido al borde del llanto.
Garrelt apart de un manotazo las maletas, que cayeron a los pies de un seor de mirada bobalicona, y empuj a la muchedumbre a su alrededor como pudo, creando
espacio libre alrededor de su hija.
Tranquila, hija, pap est aqu, no te pasar nada.

Lune cerr los ojos y aferr la mano de su padre mientras intentaba calmarse como l le haba enseado.
Eso es, cielo... esa nube que cruza el cielo es de algodn, on, on, y esa un perrito que ladra... enton.
... hacia aquel camin, pom, pom... sigui ella la cancin, controlando las inflexiones de su voz.
Lune baj la voz hasta slo mover los labios. La expresin de su cara se relaj por fin. Una oleada, casi un escalofro, de orgullo por la valenta de su hija recorri a
Garrelt de arriba abajo.
Un par de minutos despus, el altavoz crepit para dar paso a una voz suave y asexuada:
Prxima parada, aeropuerto.
***
Sahrie sigui leyendo impasible mientras el resto del pasaje, sin excepcin, contemplaba por las ventanillas el brillante hilo vertical que se prolongaba hasta el cielo,
naciendo en el Piso Cero, all abajo sobre la explanada. El avin viraba alrededor del Ascensor Espacial, escoltado por sendos cazas del ejrcito, mientras esperaba el
permiso de aterrizaje, a tiempo para la ceremonia de partida.
Las tres fibras trenzadas de nanotubos de carbono, indistinguibles desde aquella distancia, se interponan ahora entre ellos y Nairobi, como el hilo de metal del visor de
una brjula.
A su lado, su marido qu curioso, an le sonaba extrao eso de marido Samer le recordaba a cualquiera de sus sobrinitos, todo su cuerpo inclinado sobre ella para
poder mirar por la ventanilla.
Era comprensible; su primera vez tampoco haba sido muy distinta. Sin embargo, una visita mensual durante los ltimos aos, con su recorrido de dos das hasta la
rbita geoestacionaria para supervisar los trabajos en la xodo, haban terminado por arrebatarle aquella emocin y nerviosismo iniciales.
Sahrie apart suavemente la cabeza de Samer de modo que l pudiera mirar el Ascensor y ella continuar leyendo la revista. Al presionar una esquina del pergamino, el
artculo sobre la huida empresarial tras la Gran Revolucin China del 46 dio paso a un anuncio de paales inteligentes. Un beb enorme rea con desparpajo, enfundado
en una de aquellas cosas, mientras gateaba por el parqu.
Sahrie presion rpidamente la otra esquina. El beb, que era alzado en ese momento por unos estilizados brazos, se esfum en silencio cuando el pergamino se apag.
M ientras lo enrollaba con delicadeza, comprob con un leve suspiro que Samer segua absorto en su experiencia de contemplacin.
Ya lo haban hablado muchas veces, siempre la misma conversacin con ligersimas variaciones:
Dios es grande y es lo que desea, Sahi, que nos multipliquemos, para eso cre el matrimonio!comenzaba
siempre l.
Lo s, dulzura, pero no es menos cierto que Dios es comprensivo cuando los recursos son escasos, y en la estacin...
Ella bajaba entonces el tono de voz hasta enmudecer y le acariciaba. l callaba, para acabar dndose por vencido, la cabeza gacha, murmurando.
Pues podras haber diseado la estacin esa ms grande... sola decir.
Para ella tampoco era fcil. El soporte vital en la xodo era limitado, y los permisos para procrear, si es que alguna vez el balance de recursos era lo suficientemente alto,
seran administrados con cuentagotas.
En esencia, significaba sacrificar la posibilidad de engendrar su propia descendencia. Y aquello no representaba sino un efecto secundario, ligado al hecho de emplear su
vida y la de su marido en otro sacrificio mucho mayor.
Atrajo la cabeza de Samer hacia ella. Siempre haba estado a su lado, apoyndola y comprendindola, o intentndolo al menos, lo que ya era mucho ms de lo que ella
habra esperado. Era un buen hombre.
M ientras apretaba contra su pecho el colgante con la ltima foto de sus padres y hermanos antes de ser detenidos como presos polticos, Sahrie rog silenciosamente a
Dios que fuese misericordioso y comprendiese los motivos que la empujaban a su enorme sacrificio.

CAPITULO X

... gracias a ellos, el futuro ser un lugar mejor para nuestros nietos. Ms respetuoso con el entorno, ms solidario, ms libre. Emile Gonzous, presidente de la Unin.
... es un orgullo y un honor para m garantizaros que la xodo supondr un profundo cambio en nuestra manera de entender el mundo, un hito en la historia de la humanidad. Laka O Brien, presidente
ejecutivo de la corporacin Atlas.
... la Historia, la Tierra, Nmesis, nos contemplan. No los defraudemos. Julianne Waters, ministra de Medio Ambiente de la Unin y presidenta de la comisin del proyecto P rometeo.
EXTRACTOS DEL DISCURSO DE P ARTIDA DE LA XODO, 2091

El cable, una trenza constituida por tres hilos de nanotubos de carbono de seis metros de dimetro cada uno, se ergua en vertical, desde lo alto del promontorio, hacia el
cielo despejado, perdindose en la distancia. Daniel visualiz en su mente el resto del recorrido del cable, imaginando la xodo anclada al Piso G, a 30 000 kilmetros de
altura sobre su cabeza. Era difcil de creer que all pudieran descansar una estacin espacial y una nave. Y ms an que otros 17 000 kilmetros ms all, un descomunal
asteroide yaciera atado para contrapesar todo el sistema y que ste no se viniera abajo.
Los cinco ascensores el sexto se hallaba arriba, en el Piso G descansaban distribuidos alrededor del cable vertical. Parecan pequeas torres en forma de cpsula,
levantadas junto al cable. Al fsico no dejaba de impresionarle que los rales magnticos pudieran elevar aquellas imponentes moles de veinte metros de altura y seis de
dimetro, como si fueran los ascensores exteriores de un edificio inimaginablemente alto.
Daniel, Elia y M arco siguieron la hilera de cien tripulantes que se extenda hasta el nmero cinco, al que haban sido asignados.
El enorme portn de dos piezas se desliz tras ellos con un silbido hidrulico y un cierre de seguridad que sellaba hermticamente el interior.
La entrada en forma de esclusa daba a un pasillo semicircular del que se ramificaban pequeos compartimentos. En la parte frontal, la sala de observacin estaba plagada
de asientos frente a las cristaleras que daban al exterior. Un ascensor interior, en el centro del ascensor, comunicaba con los pisos superiores, similares en disposicin.
Tras dejar su escaso equipaje en un compartimento para cuatro personas en el que slo haba una bolsa de deporte sobre una de las literas, Daniel, M arco y Elia
volvieron a la sala de observacin y se sentaron en las butacas que encontraron libres, siguiendo las indicaciones del altavoz y los letreros luminosos.
Afuera, la multitud curiosa se aglomeraba a unos centenares de metros, junto a los bordes del permetro de seguridad. En su interior, el mayor despliegue militar que
Daniel haba visto jams. Hileras de tanques caqui, cazas en las pistas de despegue preparados para cualquier contingencia, helicpteros y colibres, as como una masa
informe de efectivos vestidos de marrn.
La ceremonia haba sido aburrida, con sus ms de dos horas de discursos de las ms variopintas personalidades.
Al menos no le haban hecho hablar a l.
Las extremas medidas de seguridad, que incluan registros minuciosos a toda la tripulacin para asegurarse de que no portaban ningn tipo de arma, registros a la
multitud congregada para ver la partida, y aquel terrible despliegue de poder, eran en su mayor parte consecuencia o quizs causa del temor que clamaba desde los
ltimos estratos de la consciencia de todos: el de un atentado Gaiano. La posibilidad no pareca en absoluto remota. Haba muchas cosas que podan hacer, y ninguna de
ellas pareca muy agradable.
Sin ms dilacin, los cinco ascensores encendieron los motores de induccin lineal, alimentados por el lser vertical que yaca debajo, y fueron arrancando de manera
escalonada.
Con un leve empujn el quinto ascensor se puso en marcha. Frente al cristal de la sala de observacin, la muchedumbre congregada alrededor del promontorio de anclaje
del Piso Cero comenz a hacerse ms y ms pequea a medida que el ascensor adquira velocidad.
La sensacin de aceleracin era mucho menor de lo que Daniel haba esperado. Tan suave que no se percat de que el ascensor se mova hasta que no vio desaparecer la
brillante plataforma frente a la torre, en primer plano.
En cuanto quiso darse cuenta, haba perdido de vista a la multitud y el terreno circundante. En diez segundos se hallaban a unos cincuenta metros del suelo, y seguan
acelerando al mismo ritmo.
M arco mir a sus padres con expectacin. Elia le revolvi el pelo y le sonri, sacudiendo la cabeza en direccin a la cristalera, donde comenzaban a arremolinarse una
veintena de nios. El chico no perdi ni un segundo en salir corriendo hacia all.
Durante los siguientes minutos, el ascensor sigui acelerando. Elia se levant, instal el trpode junto al cristal de observacin y comenz a hacer fotografas al paisaje
frente a ellos. El continente africano se desplegaba poco a poco: planicies enormes, teidas de verde aqu y all, y un tono de tierra rojiza que lo dominaba todo.
La curvatura del horizonte ya era completamente visible cuando un estampido llen todo de repente.
Decenas de rostros atemorizados se volvieron para mirarse. El miedo del que nadie hablaba se haca patente, revelndose en gestos incrdulos, abrazos protectores y
manos temblorosas.
Incluso Daniel se asust al principio, y se prepar instintivamente para saltar hacia M arco y Elia. Un slo instante despus se sinti como un idiota. El altavoz
confirm sus sospechas, tranquilizando a la gente.
El ascensor nmero cuatro, unos metros por encima de ellos, acababa de romper la barrera del sonido, y la onda de choque les llegaba en forma de estampido.
Gracias a que los ascensores no tocaban realmente el cable, no haba fuerzas de friccin que les impidieran alcanzar una gran velocidad aparte del rozamiento del aire
, por lo que podan romper la barrera del sonido con facilidad.
Con todo, Daniel se sorprendi de la intensidad del sonido, a pesar de la escasa densidad del aire exterior a esa altura. Sonri a Elia, que regres a sentarse junto a l tras
asegurarse de que M arco estaba bien. M ientras, escuch una serie de suspiros de alivio a su alrededor.
Era comprensible: los Gaianos ms radicales saban que la mejor manera de acabar con el viaje del proyecto Prometeo era impedir que ste comenzara siquiera. Con tan
slo cortar el cable, mediante el barato mtodo, ya clsico, de estrellar un avin comercial contra l, se aseguraran el fracaso total de la misin.
A Daniel le gustaba imaginar el ascensor como una cuerda con una piedra atada al extremo, sujeta por el otro a la Tierra, que la haca girar rpidamente como si se tratase
de una honda, dando al sistema una vuelta cada da. La xodo y el Piso G eran una simple marquita roja en mitad de la cuerda.
Corta la cuerda por debajo de la marca y la piedra saldr disparada junto con un trozo de cuerda.
La xodo sera irremisiblemente proyectada, liberndose del abrazo gravitatorio de la Tierra antes de tiempo. Aun con la pericia de navegacin de Padre, las inexorables
leyes de la mecnica celeste hacan imposible la vuelta de la estacin en menos de tres meses.
Y cuando la xodo estuviera de nuevo en rbita, se encontraran con un nuevo problema: subir 500 tripulantes mediante cohetes, adems de estar prohibido, requerira
de una cantidad de combustible inconmensurable.
M ientras disfrutaban durante los siguientes cinco minutos del oscurecimiento progresivo del cielo y el de la sala de observacin, para permitir la visin del exterior
hasta llegar a ver las primeras estrellas segn salan de la atmsfera terrestre, Daniel le coment a Elia aquella posibilidad.
Elia asinti levemente y tard un rato en contestar.
M ira dijo sealando una pantalla, parece que hemos dejado de acelerar. Dos mil kilmetros por hora! exclam con un silbido.
Daniel sonri sin contestar. Conoca a Elia, y ahora pareca mustio. Supuso que el estampido reciente haba acrecentado su miedo a un atentado.
Ests bien?
S, por qu? dijo sonriendo de improviso. Da un poco de nostalgia contemplarla, verdad? seal la silenciosa curva planetaria, que se funda en un borde
teido de azul.
S, pero es mucho ms agradable subir as que en sub-orbital, te lo aseguro...
Elia ri, algo ms relajado. Hasta entonces, siempre le haba mostrado sus miedos. Por qu esta vez no lo haba hecho? Qu ocurra con los Gaianos?

Y eso que no le he contado la otra alternativa!


Aquella era mucho peor.
Si el cable se cortaba por encima de la xodo, sta caera, junto con el piso G y 30 000 o ms kilmetros de cable que se enrollaran alrededor del ecuador, dando la
vuelta a la Tierra. Todo el peso del cable, que afortunadamente era poco, ms el de kilmetros y kilmetros de rales magnticos, que desafortunadamente era enorme.
El desastre no tendra precedentes.
Por suerte, atacar su propio planeta habra ido en contra de los ideales de los Gaianos. A no ser que los hubiera tan radicales, locos y poderosos como para convencer a
sus compaeros de que era un precio que Gaia asuma pagar, a cambio de la destruccin total de la xodo en su cada a tierra.
Daniel observ de nuevo a Elia, que se levant poco despus, cmara en mano, y retrat a una nia de unos ocho aos que observaba el panorama, los volantes rojos y
azules de su vestido pegados al cristal. Segn crea Daniel, se trataba de Lune, la hija de Garrelt, quien de vez en cuando se aproximaba a ella y, en cuclillas, le indicaba
ahora una constelacin, ahora un continente, con una tierna sonrisa en los labios.
Un rato ms tarde, el panorama comenz a aburrir a la mayora de los mirones. La Tierra se convirti en un disco cada vez ms pequeo, directamente bajo ellos. Sobre
sus cabezas, aun encaramndose al borde del cristal de observacin, no se vea gran cosa: tan slo el resto de ascensores, baados por la luz del Sol, deslizndose sobre
un cable que pareca no tener fin.
Y as sera durante quince largas horas.
En cambio, el foco de atencin pas de fuera a dentro: a medida que se alejaban de la Tierra, iban experimentando menor peso cada vez. En dos horas, los nios
aprovechaban maravillados las nuevas sensaciones que les proporcionaba el pesar menos de la mitad; jugaban a dar saltos y hacan piruetas.
En seis horas, su peso se haba reducido a una dcima parte.
El resto del trayecto transcurri sin mayores incidentes, excepto el momento, fugaz y algo excitante, en que se cruzaron con el ascensor nmero seis, que bajaba ahora
velozmente al Piso Cero.
La tripulacin del ascensor les sirvi la comida junto con las instrucciones para comer. Caminar hasta la mesa result toda una aventura. Daniel experiment la tremenda
diferencia entre peso y masa, que los nios ya haban aprendido por el tradicional mtodo de ensayo y error: caminar era sencillo, incluso coger velocidad. Pero aprender
a vencer su propia inercia para cambiar de direccin le cost dos topetazos contra las paredes y otro ms contra la mesa al frenar demasiado tarde cuando lleg.
Horas despus, en el breve rato en que el Sol se ocult tras el pequeo planeta bajo ellos, tomaron la cena, la ltima que tomaran en la Tierra o la primera fuera de
ella, ms bien.
Daniel dese con todas sus fuerzas que aquella no fuera la ltima vez que comiese langostas.
Durante la cena comenzaron a entablar relacin con otros miembros de la tripulacin. Conocieron a su compaero de camarote, Richard Sleepfield, un ingeniero
mecnico insomne de pelo ralo, mirada profunda y trato cordial aunque algo distante.
Tras la cena, Richard se ofreci a ensearle unos trucos de magia a M arco y a los dems nios. Daniel accedi gustoso.
Elia, por su parte, llevaba horas taciturno e incluso esquivo. Se dirigi a su camarote. Daniel lo sigui, lo que le llev tres agnicos minutos. Finalmente esper a que la
puerta se deslizara tras de s, y le pregunt sin rodeos:
Qu te pasa, Elia?
Sin decir una palabra, Elia salt de la litera. Verle caer ms despacio que una pluma resultaba grotesco, como si formase parte de un sueo.
Su compaero pas lentamente a su lado. Tras bloquear el cierre de la puerta, se volvi hacia Daniel y se abalanz sobre l, besndole con fuerza.
Daniel retrocedi confundido. Su excesivo impulso lo estamp contra la escalerilla de la litera. Elia le abraz de nuevo y le mordi la oreja.
Pero, Elia... y M arco? O... el tipo ese... no...
Elia le puso un dedo sobre los labios.
Taci.
Daniel se relaj y se dej llevar.
Por fortuna, nadie repar en ellos ni les molest mientras hacan el amor apasionadamente.
Fue breve pero intenso. Daniel no recordaba nada tan memorable en los ltimos tiempos, en los que la rutina y el conocimiento mutuo haban hecho disminuir la pasin
entre ellos.
Una vez que ambos alcanzaron el orgasmo, se quedaron tumbados en aquel estrecho camastro, abrazados, disfrutando el uno del otro como tantas veces antes.
Y Elia volvi a ser el mismo.
Estoy bien, Dani suspir. Estoy bien.
Acab quedndose dormido. Daniel lo arrop y se visti para salir despus a buscar a M arco, que an se diverta con Richard y los otros nios.
Parecan congeniar bien.
Respir tranquilo. Haba sido un acierto, por fin podran vivir en paz todos.
Ocho horas ms tarde, una suave voz les despertaba anunciando su inminente llegada al Piso G, y la necesidad de mantener las correas de seguridad abrochadas.
La gravedad haba disminuido an ms mientras dorman. Daniel senta ahora el cuerpo flotar contra las correas de sujecin, hacia arriba.
Se sinti confundido hasta que repar en que su movimiento estaba provocado por el ascensor, que frenaba ahora suavemente en un entorno por lo dems ingrvido,
proyectndolos lenta pero inexorablemente contra el techo.
Al contrario que M arco, que pas flotando a su lado, cayendo sobre el techo mientras rea, Daniel no sinti ningn deseo de desobedecer al altavoz: si la ingravidez le
disgustaba, la gravedad invertida, por pequea que fuera, era an peor.
El ascensor se detuvo finalmente y qued mudo. Las luces de las correas se apagaron y la voz les indic que podan recoger su equipaje de mano y dirigirse flotando
hacia la xodo.
Richard les salud afablemente y sali al pasillo, donde la tripulacin desfilaba, chocando unos con otros con gran torpeza, rebotando en todas direcciones.
No hay ninguna necesidad de salir todava, verdad? Tampoco tenemos prisa brome Daniel mientras se aferraba a un pasamanos como si le fuese la vida en ello.
Un rato ms tarde, tras seguir a los ms rezagados por los pasillos del piso G y las distintas esclusas, contemplaron por una ventana una enorme rueda de carro de seis
radios. Daniel estim que medira unos 300 metros de dimetro.
Sobre la pulimentada superficie blanca poda verse las doce estrellas doradas sobre fondo azul de la Unin, junto a otras banderas ms pequeas.
A su derecha, una inscripcin, en grandes letras negras, rezaba: XODO.
Estaba anclada al Piso G por una esclusa que coronaba el eje de la rueda. Una de las ventajas del sistema del Ascensor era que por el mismo precio obtenas un
lanzamiento gratis: tan pronto como soltaran el amarre, la xodo partira suavemente hacia la profundidad del espacio.
Por otra ventana, situada a noventa grados de la anterior, en la direccin que la mente de Daniel procuraba con poco xito retener como abajo, se vislumbraba la
Tierra, una media luna de un azul brillante, pequea, de un palmo de tamao con el brazo estirado.
Llegaron los ltimos a la esclusa intermedia, donde una pareja de agentes de seguridad les aguardaba. Al fondo, Garrelt, Ioanna y Sahrie esperaban ya en el interior de la
xodo para darles la bienvenida.
Daniel se volvi justo a tiempo de ver la esclusa cerrarse entre Elia y l.
Al otro lado del amplio cristal, la mano de Elia descansaba sobre el mando de la puerta, junto a los impasibles guardas. Sus ojos le miraban fijamente. Su voz temblorosa
emergi por el altavoz de la esclusa.
Lo siento, Dani. No voy.
Pe... pero qu dices? frunci el ceo Daniel, incrdulo.
No pas la prueba de Freund.
Daniel abri la boca, pero no consigui articular sonido alguno.

Julianne se las arregl para que pudiera subir a despedirte.


Pero... por qu no me lo dijiste? Abre la puerta! grit Daniel Abre ahora mismo la puta puerta, yo tampoco voy!
Elia neg con la cabeza. Las lgrimas le surcaban las mejillas.
Idiota... Atlas... te... te mataran dijo temblando. No puedo permitirlo... el hilo de su voz se apag.
Junto a Daniel, M arco miraba a su alrededor desesperadamente en busca de ayuda, sollozando.
No! Pap... la voz se le ahogaba. Aporreaba el cristal. Al otro lado, Elia le sonrea por ltima vez.
Daniel sinti un nudo en el estmago y una repentina nusea. Las lgrimas se le agolpaban en los ojos. Neg con la cabeza.
Aquello los condenaba a una separacin total, probablemente durante el resto de sus vidas. Pues aunque pudieran seguir envindose mensajes a travs del espacio, la
xodo viajara veloz hacia Nmesis, y el camino que tendran que recorrer las seales sera cada vez mayor, haciendo que se perdieran el uno al otro no slo en la
distancia, sino tambin en el tiempo.
No, no, as no.
La esclusa silb, silenciando el sollozo de M arco cuando el cerrojo de seguridad se descorri con un sonido seco.
Elia mir a Daniel a los ojos y puso la mano sobre el cristal. Daniel puso la palma sobre la de Elia, al otro lado del vidrio.
Cuando la esclusa se separ del todo y la xodo inici su viaje, Daniel y Elia siguieron mirndose.
No se dijeron nada ms.

PARTE II
En la negrura del espacio interestelar, ms all de la rbita de Plutn, los sensores de la nave detectaron un objeto ms en el firmamento. Habra pasado por los estratos
ms bajos de atencin de la inteligencia artificial, de no ser por su gran reflexin de dbil luz solar, perfectamente regular.
La tripulacin vibr de emocin ante la noticia: aquel objeto, de pulcra superficie metlica, haba sido construido.
Dos das despus, el ordenador de a bordo estableci su rbita, revelando que sala, lenta pero inexorablemente, del sistema solar. La expectacin creci.
Trazando hacia atrs la trayectoria, la inteligencia artificial desvel la procedencia de la pequea cpsula, haca un siglo:
La Tierra.
La sonda ms rpida y ms lejana, orgullosa portadora de un olvidado mensaje de la humanidad, cedi su testigo cuando la xodo la sobrepas en el ms absoluto
silencio, tres meses despus de su partida.

CAPITULO XI

Escala de Darwich.
Secuencia de estados que regulan el grado de adquisicin de autoconsciencia de un individuo perteneciente a una especie dada, determinado normalmente mediante el Test de Bonet.
Desarrollada por la Dra. Leila Darwich en 2027, esta escala se divide en cinco etapas, siendo la primera de ellas la capacidad asociativa, alcanzable por la inmensa mayora de las especies conocidas.
En concreto, el beb humano llega a este estado a partir del primer mes, cuando despliega los sentidos y accede al flujo de sensaciones exteroceptivas, comenzando a relacionarse socialmente con su entorno.
En el reino animal, los ejemplos ms representativos de potencial (mximo alcanzable de una especie) asociativo son el coral, las langostas, las abejas y las hormigas, especies que, estancadas en ese escaln,
lo han desarrollado hasta el lmite, llegando a transformar al individuo en una mera clula de un organismo mayor, la colonia. (+)
ENCICLOP EDIA DE DIOS, XODO

El triciclo acelera al descender por la rampa que lleva al jardn, mientras el chirrido de las ruedas te taladra los odos. Vuelves la cabeza justo a tiempo de ver pasar
velozmente tu reflejo por la cristalera del saln. Tal vez deberas comenzar a afeitarte, piensas. Sin embargo, no te preguntas qu haces en el jardn de tus padres
pedaleando en ese triciclo rojo a tus diecisis aos.
Tu imagen se despide de ti al acabar la cristalera. Por la puerta abierta vislumbras el interior de la casa. Pero algo extrao sucede. Dentro hay un desierto de dunas
blancas bajo un sol de justicia. Un interminable sendero de huellas llama tu atencin. Alcanzas a ver una silueta femenina, en lo alto de una duna, caminando fatigada
hacia el infinito.
Alarmado por un sbito grito de mujer, vuelves la vista al frente. All est, la misma mujer, junto a la piscina, llevndose las manos al pecho, tratando en un esfuerzo
sobrehumano de coger aire, mientras clava sus ojos en ti. Pero por ms que lo intentas, no consigues distinguir su cara. La ves distorsionada y ondulante, como si ella
estuviera dentro del agua y t fuera. Recuerdas de pronto, sin saber cmo, que padece de asma. Vuelve la cabeza hacia la entrada. Entonces oyes su pensamiento. Llegar
a su inhalador le llevara unos pocos segundos. Pero seran demasiados. La eleccin se hace de manera instantnea, casi instintiva. Cuando se zambulle de cabeza en la
piscina, surge en tu interior un deseo. Recuperarla, salvarla, ver su rostro. No hay temor alguno, tan slo el anhelo de ver su rostro.
Concentras de nuevo tu atencin en la vereda, que discurre hacia tus ojos a velocidad endiablada. Aparece la angustia. Vas demasiado rpido. Apoyas los pies
descalzos en el suelo e intentas frenar. M ojado; resbala. La angustia se torna en miedo. En una sbita descarga de adrenalina, giras violentamente el manillar. El triciclo
derrapa sobre el borde de la piscina. El miedo, en terror. El terror te domina, paraliza tus msculos y tu cabeza.
Pero sientes. Como si estuvieras en una pelcula a cmara lenta, contemplas cmo caes hacia el cielo, enzarzado en un armonioso baile con el triciclo. La luz casi te
quema las retinas. Sientes una punzada de dolor cuando el manillar se te clava en el costado, raspndote la piel. Escuchas el chasquido del metal contra el cemento, a
cada vuelta. Incluso puedes saborear el aroma del cloro en el agua, la pintura roja y la hierba fresca.
En un instante que parece una eternidad, compruebas con horror que ante tus ojos el agua de la piscina forma un bloque rectangular perfecto, suspendido a medio
metro sobre la hierba, y avanzando inexorablemente hacia ti. Y de pronto, fro, humedad y confusin. Burbujas. Borboteo de gritos ahogados, los tuyos, repetidos y
distorsionados. Comprendes que vas a morir, vas a morir de una manera horrible. Cuando tus pulmones parecen a punto de estallar abres la boca para gritar y un
torrente de agua inunda tu garganta. M ientras desfalleces, sin esperanza, la mujer que intentabas salvar se acerca, ondulante, y extiende los brazos hacia ti. Pero tu
visin, desenfocada ya por el inminente desfallecimiento, es incapaz de ver su cara. Finalmente, la negrura se cierne sobre ti.
La pequea estancia se sumi en un profundo silencio, roto tan slo por aquel tenue pero omnipresente zumbido de las entraas de la xodo, repletas de tubos, cables y
maquinaria pesada.
En el interior de la lira, Freund se mesaba la perilla, una pierna cruzada en forma de cuatro sobre la otra. M arco apart la mirada y distrajo su atencin un instante
paseando la vista por la sobria habitacin, primero por el montn de ropa sucia que se acumulaba en el cesto de la esquina, y luego por la puerta abierta del armario
espejo, del que asomaban varios monos blancos, negros y verdes, iguales a primera vista.
Impersonal. Terriblemente impersonal, de no ser por su mvil de fabricacin casera que colgaba del techo en una burda representacin de la Tierra, la Luna y el Sol.
El Sol. Intent vislumbrarlo por la ventana rectangular que dominaba la pared contraria, pero la iluminacin de la estancia se lo impidi, reflejando en cambio la austera
terminal sobre la mesa, como si fuera un espejo.
M irando a su alrededor, no era fcil hacerse a la idea de que all, en la periferia de la gigantesca rueda de carro que era la xodo, su camarote giraba sin cesar alrededor del
Ojo central, que avanzaba vertiginosamente a lo largo de la lnea imaginaria que una la Tierra con Nmesis.
Un crujido llam su atencin: Freund se inclinaba hacia delante en su silla, dispuesto a hablar. Con un sonoro carraspeo su psiclogo rompi el hielo.
Siempre cuentas los sueos en segunda persona.
M arco se encogi de hombros.
Sabes por qu? pregunt Freund.
No.
El joven se cruz de brazos. Saba cul sera la siguiente frase del psiclogo. Tal vez es un modo de distanciarte de un conflicto al que temes, le dira tras una pausa.
Ya no llevaba la cuenta de las veces que haba odo aquella frase de sus labios o altavoces, mejor dicho en los ltimos cinco aos. Frunci el ceo y reprimi una
sonrisa, expectante.
Esta vez, sin embargo, Freund se mes la perilla con aire pensativo.
Se repite? dijo finalmente.
El qu? dijo M arco, visiblemente sorprendido.
El sueo, hombre.
Ah, eso! S, casi todas las semanas. Siempre hay algo que vara, pequeas cosas. Pero en el fondo, la esencia del sueo es siempre igual; el vaco que me queda al
despertar es el mismo.
Al parecer, Garrelt haba estado en lo cierto la semana pasada, cuando hablaron por ltima vez en su despacho. Exultante, apoyado en aquella mesa escrupulosamente
ordenada, le haba anunciado que gracias al tratamiento masivo de pacientes la curva de aprendizaje de Freund superaba incluso las predicciones tericas de las
ecuaciones de campo. Lstima que M arco an no comprendiera del todo los entresijos matemticos de la psicologa cuntica, que su maestro dominaba con envidiable
soltura.
Indiferente a su sorpresa, Freund se inclin hacia delante en su silla.
M arco, recuerdas a tu madre?
M i madre? A qu viene eso?
La recuerdas?
El joven dej escapar un suspiro de impotencia.
M adre. M am. Qu palabras tan extraas.
Cerr los ojos, sumindose en sus primeros recuerdos.
Pero no fue su madre quien vino a su memoria. Lo ms lejano que poda recordar, o al menos esa sensacin tena por la vaguedad de los detalles y lo abstracto, casi
genrico, de las ideas, era aquella vez que se haba perdido aunque quizs fuese ms correcto decir que eran sus padres quienes se haban perdido, pues l saba muy
bien dnde estaba a los mandos de un colibr de la Cruz Roja, de esos que se balancean haciendo las delicias de los nios a la puerta de las heladeras. Cuando
finalmente Elia lo encontr y tendi los brazos hacia l, M arco indic el vehculo con un despreocupado colil ambulansa.
Ni siquiera estaba seguro de si realmente recordaba aquello o si por el contrario su memoria lo haba construido a partir de lo que le haban relatado sus padres entre
risas, aos despus.

No, no la recuerdo dijo al fin.


Pero, te gustara recordarla?
M arco suspir.
No lo s.
La pregunta le incomodaba profundamente, por alguna razn que desconoca y bajo la que no estaba dispuesto a escarbar. Freund le traspasaba con la mirada, siempre
amable, aunque estuviera invadiendo as sus pensamientos ms ntimos de forma impune.
Y entre los dos, sobre el puente de la nariz aguilea de la representacin hologrfica de la IA, aquellas anacrnicas gafas que le recordaban a su biopadre.
De improviso, la figura de Elia pas fugazmente por su mente, dicindole adis con los ojos tras el cristal de aquella escotilla.
Recuerdo a mi padre. A los dos.
Freund se ech hacia atrs, aparentemente sorprendido por la sequedad de la respuesta.
Lo s, M arco dijo con suavidad. Vers, en ocasiones los sueos que se repiten lo hacen para hacernos ver algo que no estamos dispuestos a reconocer.
Ya estamos.
El joven se incorpor y pase por la pequea habitacin con las manos en los bolsillos del mono, dando giros rpidos al llegar a los extremos.
Y exactamente, qu es lo que no estoy dispuesto a reconocer?
En la esquina opuesta, la lira giraba envuelta en su tenue zumbido.
Sabes cmo muri tu madre?
M arco se sobresalt y apret los puos, con la mirada encendida en el interior de la lira.
Pero... joder! a qu viene esa fijacin con mi madre? Por qu tiene que ser ella la del sueo?
Freund le mir sin decir nada hasta que M arco relaj los puos, dejando entrever los dedos, y reanud su paseo.
No lo es, M arco?
El joven se detuvo de nuevo, tratando de dominarse.
No soamos con cosas que recordamos? Pues bien, yo no me acuerdo de ella! exclam con un brusco ademn.
Freund guard silencio de nuevo. M arco se sent en la cama, los codos sobre las rodillas, la cara cubierta por las manos. Desde luego que ciertos elementos de la
memoria, elegidos aqu y all, constituan los ladrillos de los sueos, pero...
Por qu se engaaba? Saba perfectamente que no era consciente de la mayora de sus recuerdos.
Y saba en el fondo lo haba sabido desde el principio que era su madre.
Suspir, dejando vibrar el aire por la fina ranura entre las palmas de las manos.
M uri cuando yo era muy pequeo su propia voz le son extraa, pesada. Estbamos ella y yo solos en casa. M i padre jams me ha hablado de ello. Si l
hubiera... se contuvo, dejando flotar las palabras.
M arco dijo Freund tras una breve pausa, eligiendo cada palabra con tiento, el sueo y la frustracin no te abandonarn si no verbalizas aquello que...
Si l hubiera estado all no habra ocurrido nada! estall el joven. Se pas aos fuera de mi vida, encerrado trabajando, y para qu? para acabar volviendo justo a
tiempo para... para separarme de... sinti la sal de las lgrimas en los labios para separarme de pap, como si no le importara!
La imagen de Freund le observ con una expresin que no logr descifrar.
S, tengo dos padres! Qu pasa? Es que no soy un chico normal o qu?
No lo eres?
Irritado por la estpida respuesta de Freund, M arco descarg un puetazo sobre el control de la puerta, que se abri con un ronco silbido, y sali al pasillo sin
preocuparse siquiera de apagar la lira.
Idiota.
Dobl a la derecha por el corredor, iluminado por la luz fra y brumosa del atardecer, y camin con paso rpido hasta salir del complejo de habitaciones infantiles.
Estpido idiota!
Afuera, el pasillo IV-2 bulla de actividad. Hombres, mujeres y adolescentes atareados venan de aqu para all, enfundados en sus brillantes monos. Y poda orlos an
ms lejos, ms all de donde el techo le impeda ver el suelo por culpa de la ascendente curvatura de la estacin, que creaba un horizonte al revs, permanentemente 70
metros por delante de l.
70 metros! Como si fuera una hormiga, caminando de por vida por el interior del neumtico de su antigua bicicleta!
Dios!
Se sec las lgrimas con la manga del mono, sali de la corriente principal y subi trotando los dos tramos de escalones metlicos que conducan a la cubierta superior.
La soledad que reinaba en el pasillo que se estrechaba al fondo lo envolvi, permitindole estallar una vez ms. Golpe la barandilla, que vibr con un sonido sordo,
comunicando el eco de su frustracin a las cubiertas inferiores.
Imbcil!
Y entonces, mientras caminaba por el corredor de bveda cilndrica, pasando la esclusa hacia el Gran Jardn, fue consciente de que no saba contra quin rabiaba. Contra
Freund, contra su padre, o contra s mismo.
O contra los tres.
Sali a la pasarela que colgaba sobre la cubierta inferior. La estancia se curvaba hacia arriba siguiendo la circunferencia de la estacin, de manera que la pared contraria
quedaba ms all del horizonte. Abajo, una selva de vegetacin verde y marrn se enroscaba contra las paredes, dividida por bordillos de acero cromado. Filas de carteles
y etiquetas designaban con mltiples nombres difciles de recordar especies que para M arco no eran ms que rboles y arbustos.
Apret los puos mientras avanzaba por la pasarela.
La esclusa del techo atrajo su atencin, alejndolo de su lucha interior. Contempl cmo la escala de mano que una la pasarela con la puerta del techo se inclinaba
lentamente a medida que avanzaba hacia ella, hasta que lleg a su pie y pudo ver la esclusa a cinco metros, directamente sobre su cabeza.
Se apoy en la escala. Haca ya casi cinco aos que no suba hasta el Ojo, en el eje de la estacin. Su padre le haba llevado all, a su laboratorio, poco despus de la
partida, a que se entretuviera flotando en la ingravidez, en un pattico intento por hacer que se olvidara de Elia.
No haba vuelto desde entonces.
Se pregunt si lo hara alguna vez, por su cuenta, cuando grabaran la autorizacin en su implante, al terminar su formacin como psiclogo cuntico de la estacin, y
tuviera acceso a la cubierta intermedia del Ojo, donde se ubicaba el centro neurlgico de Trinidad.
Uno casi se acostumbra, verdad?
El susurro lo sac de sus pensamientos. Sahrie Almusaddi estaba all, apoyada en la barandilla, mirando la puesta de Sol. Apenas la conoca ms all de cruzrsela en los
pasillos y de alguna que otra visita que haba organizado para los nios, mostrndoles las diferentes secciones de la estacin durante los primeros meses.
La puesta de Sol. Lo haba olvidado. El reloj de Padre les deleitaba, como cada da, con un suave flujo cambiante de colores a lo largo de todos los pasillos. La brillante
luz blanca y difusa que haba iluminado todo haca unos minutos se esfumaba progresivamente en un rojo salpicado de jirones violetas que lo envolva todo desde popa.
S, supongo que s contest con un suspiro M arco, apoyndose en la barandilla junto a ella.
Siempre vengo aqu a verla, antes de rezar confes Sahrie. M ira, los cerezos estn en flor!
El joven sonri y se dej llevar en silencio por la armona de luces que cambiaban entre las hojas de los rboles del Gran Jardn. Poco a poco, a medida que disminua su
intensidad, las primeras estrellas brillaron tras las cristaleras de la pared de popa, girando incesantemente en un baile frentico, una vuelta cada veinticuatro segundos,
siempre cada veinticuatro segundos, como si, locas, hubieran confundido stos con las horas.
Y all, entre todas las estrellas, refulga un lucero amarillo, alrededor del cual danzaban todas. No era el ms brillante, ni el ms bonito, pero s el nico que un da los

haba arropado con su calor y su luz, haca tanto tiempo.


El Sol.
M arco se dio la vuelta y mir por las cristaleras de la pared de proa, intentando vislumbrar la eterna oscuridad del escudo de hielo que les preceda.
Supongo que yo tambin debera venir ms a menudoreplic finalmente, ya calmado, cuando la puesta termin y las farolas los baaron en crculos de luz fra y
mortecina.
Se despidieron con un quedo adis y emprendieron cada uno su camino, seguidos por la iluminacin de las farolas, que se apagaron cuando dejaron el Gran Jardn a
solas. Aunque no le separaban ms que unos 200 metros de su habitacin, M arco prefiri seguir caminando en la misma direccin a lo largo del interminable pasillo
hasta completar la vuelta de casi un kilmetro a la estacin. Siempre que poda (y que no resultaba ridculo) caminaba en aquel sentido, el contrario de la rotacin de la
estacin; le costaba menos esfuerzo, sobre todo si corra.
Cuando el sistema identific su biometra y la puerta de su habitculo se desliz a un lado, la enjuta figura de su psiclogo segua sentada en su silla, en el interior de la
lira. M arco no habra podido decir si Freund acababa de reanudar el enlace con su habitacin ahora que le detectaba de nuevo all, o si por el contrario, nunca se haba
marchado de all. Le gustaba pensar que respetaba su intimidad cuando su presencia no era deseada, o al menos eso decan las especificaciones de su programa.
Era mejor no pensarlo.
Dej caer los hombros cuando la puerta se cerr tras l.
Lo soy, Freund? Soy normal?
Una risa cristalina, transparente, envolvi la pequea estancia.
Oh, pues claro que lo eres! exclam Freund entre carcajadas por qu no ibas a serlo? Aunque quizs sera ms preciso decir que nadie lo es!
El joven puso los ojos como platos.
De qu te extraas? No te ha gustado mi respuesta, o no pensabas que fuera capaz de rer? dijo Freund ensendole las palmas de las manos.
M arco permaneci de pie, petrificado. No recordaba haber visto a Freund rer. No, seguro. Era la primera vez que oa aquella risa. Era tan natural...
Pens en comentrselo a Garrelt, pero se reprimi al instante. Le imagin diciendo que si sonaba natural era precisamente porque para eso estaba diseado. Y luego
murmurara algo sobre los sueos y las fantasas de los adolescentes, mientras volva a su trabajo.
El joven relaj la tensin de los hombros y la espalda y se dej caer en la cama, sintindose extraamente liberado. Probablemente Garrelt tuviera razn. Era slo que...
pareca tan humano que resultaba difcil imaginar que no era ms que un puado de qubits entrelazados en el interior de un intrincado sistema de circuitos cunticos de
gran complejidad.
A no ser que uno se parase a considerar que en aquel preciso instante poda haber otras cien personas conversando con Freund y pensando lo mismo.

CAPITULO XII

Derivada de la Memantina, un antiguo frmaco contra el Alzheimer, la Mnemosina acta sobre la acetilcolina del crtex del usuario, sobreestimulando sus enlaces neuronales, de manera que es capaz de
evocar recuerdos con gran intensidad sensorial, pudiendo, con la dosis adecuada, llegar a revivirlos.
Tras ser ampliamente utilizada, durante los 40, en terapias de regresin, fue prohibida debido a sus efectos secundarios (descritos en la siguiente seccin) y a la adiccin psicolgica de quien vive
demasiado agarrado a su pasado (lo que no quiere decir, naturalmente, que los gobiernos no sigan investigndola en secreto).
Su uso es complejo al principio, pues tanto el estado de nimo como la concentracin influyen en que se revivan unos recuerdos u otros. El adicto utiliza un entorno completamente oscuro, silencioso y
cmodo. De lo contrario, podra revivir sus recuerdos distorsionados, totalmente mezclados con el presente.
SOLEDAD BERMEJO, P SIQUIATRA, INSEPARABLES, 2067

Est preciosa, apoyada en la barandilla de la ventana. El viento de la noche le mece la oscura melena y la siento reflejada en mis pupilas, como se refleja la Luna, tras
ella, en destellos de plata sobre el espejo del mar calmo. Dejo de verla cuando una rfaga de aire interpone la cortina entre los dos. Siento un leve fro en la piel del
abdomen. Oigo su encantadora risa; un escalofro me recorre la espina dorsal.
La seda blanca ondea marcando su silueta. M e recreo una vez ms en la curva de sus caderas. Rompe a rer de nuevo, envuelta en la cortina. Puedo adivinarla ahora
vuelta hacia m, los desnudos codos apoyados en la balaustrada.
Casmonos dice cuando el viento regresa a buscar la cortina y Laura puede por fin clavar sus enormes ojos castaos en mi mirada.
Sonro. Sonre. Una oleada de felicidad me sobrecoge; las lgrimas me resbalan por las mejillas.
Se acerca; la luz de luna resbala por su cuerpo desnudo. El aroma de su perfume la acompaa como un aura que me embriaga. Se sienta a mi lado. Las sbanas susurran
bajo mi peso y siento el colchn adaptarse a su figura. Se inclina sobre m y me besa, larga, profundamente.
Un lejano zumbido me distrae. No lo recuerdo aqu. Debe de ser... oh, s, la puta estacin...
Instantes despus, Laura y yo hacemos el amor sobre la cama. Se estremece cuando le mordisqueo la oreja mientras le acaricio el pezn y la penetro.
Dani... me susurra al odo; me encanta.
Escurre la cabeza y me besa en los labios con fuerza. Nuestras lenguas se encuentran en el interior de mi boca. Degusto el sabor salado del sexo. Ah, ya no hay hotel
alrededor, no hay zumbidos, slo nosotros dos! Abre ms las piernas y flexiona las rodillas; me rodea el cuello con las manos, mientras nos miramos a los ojos y siento
que me derrito de nuevo.
La amo. An, siempre, la amo.
El roce de sus pechos contra mi torso me enciende. La penetro con renovada intensidad. Presiono con suavidad mi pubis contra el suyo, en busca de su cltoris. Arquea
la espalda. Siento un suave dolor en la ma cuando Laura pierde el control y me araa la piel. M e excito an ms.
Dios.
M e yergo. El aire helado me sopla en la espalda. Pero ya no tengo fro, slo calor; el sudor me baa la frente, sus pechos, sus pezones duros y enormes, brillan en la
penumbra como si estuvieran aceitados. Entro y salgo con ms fuerza, ms, ms rpido. M e inclino hacia ella mientras contemplo en sus enormes pupilas dos diminutas
rplicas de mi silueta, recortada contra la ventana y la seda de las cortinas que se agita descontroladamente.
Le muerdo el labio inferior y tiro de l, mientras jadeo entre dientes. Recuerdo que eso le encantaba. Aprisiono sus muecas sobre la almohada usando mis manos como
grilletes. Gime.
Respiro su aliento. Calor. Embisto. Jadeamos. Entro. Salgo. Entro. Retuerce su sexo que envuelve el mo. Su olor lo inunda todo. El placer me recorre, en oleadas
crecientes, hormiguea, me abruma. No aguanto ms. Sube, ya sube.
Las oleadas de placer se van atenuando, a medida que se me contraen los msculos de la pelvis tras la eyaculacin.
Vuelven los sentidos. Vuelve la habitacin del hotel, el lejano rumor de las olas, y ese persistente zumbido, acompaado de vez en cuando por una especie de estertor
metlico, como una carraca que carraspeara lentamente.
El orgasmo me sigue abandonando, en resacas cada vez ms largas, como la bajada de la marea.
La bajada de la marea. Como aquella vez.
La escena cambia. El mar retrocede, poco a poco, dejando terreno al manto de arena hmeda, ribeteado por la espuma, donde se refleja el cielo del atardecer. Sentado en
el banco junto a Elia, contemplo la escena plcidamente mientras doy pequeos sorbos al t. La taza est muy caliente al principio, me quemo los labios. El aroma a
vainilla se mezcla con el fuerte olor a algas que la brisa marina trae consigo.
Hace bochorno, el aire se siente pesado y hmedo; en das as cuesta pensar. El rumor de las olas me adormece. Hay otro ruido. Un zumbido lejano, como de
maquinaria. No lo recuerdo as.
M arco corretea a nuestro alrededor. Adoro su risa. Vuelve a tener siete aos. Intenta volar una cometa. Crea que llegara al cielo. Elia y yo hablamos. De la vida, de
nuestros sueos y esperanzas, del mar. M e siento bien, en paz. Qu agradable es estar aqu.
M arco, Elia, os quiero.
M e levanto y corro detrs de M arco, riendo. La arena negra se hunde suavemente bajo mis pies. Piso un alga viscosa que se pudre al sol, cubierta de finas hebras
resecas. Alcanzo a M arco, le agarro por las muecas, suave pero firmemente, y le hago girar en volandas. La cuerda de su cometa se me enrolla alrededor. El nylon se me
clava en los brazos y la barbilla cuando da tirones con el viento cambiante.
Estoy mareado, me tambaleo. M arco se re cuando recupera el equilibrio y me seala. Rompo a rer yo tambin y me desembarazo del cable. Lo ato a la barandilla de
madera y salto sobre M arco, que se sobresalta, sorprendido, y se cubre como puede de mis cosquillas.
Qu tranquilidad...
Oigo la voz de Elia. M iro. Nos da voces mientras corre hacia nosotros. No le oigo a causa del viento y del rumor del mar, y quizs tambin de ese molesto zumbido
metlico. Parece angustiado. M arco se escabulle de entre mis brazos y desaparece de mi vista.
Elia sigue voceando y seala el mar. M i vista gira hacia all rpidamente. A la izquierda, junto a los afilados picachos de roca, el disco rojo del Sol raya el horizonte,
haciendo refulgir el agua tanto que queman los ojos. El rumor sordo que la brisa trae consigo me adormece mientras me relajo jugueteando con los dedos de los pies en la
arena mullida.
Espera. El estmago me da un vuelco: abajo, sobre la arena y el manto de rocas pulidas, cientos, quiz miles de peces de grandes ojos vidriosos se retuercen dando
pequeos brincos, debatindose intilmente por sobrevivir. El mar ha dejado al descubierto la playa entera, hasta el fondo rocoso, y sigue retirndose hacia atrs
dejando en su camino algas y bancos de desafortunados peces de colores.
Dios mo!
Un sudor fro me perla la frente. Escapar! M e vuelvo en redondo en busca de M arco.
No lo veo. Tengo un nudo en la garganta.
M arco! me oigo gritar.
Alguien tira de mi pantaln. M iro hacia abajo.
Hola, pap me sonre. Qu le pasa al mar? Por qu se va y echa a los peces?
No sabe lo que se nos viene encima. M e quedo paralizado un momento. M arco se dispone a desatar la cuerda de la cometa.
Otro escalofro. Le agarro de la chaqueta y tiro violentamente de l. Protesta.
No hay tiempo. Corre! vocifero.
M arco empieza a llorar. Llora por mi reaccin o porque le he transmitido mi terror?

No hay tiempo, no hay tiempo.


Elia nos alcanza en nuestra carrera hacia el promontorio de rocas que se alza sobre la playa, varios metros por encima del agua. Volamos sobre la tierra del sendero que
sube, levantando polvo por todas partes. Se me clavan varios guijarros en los pies, duele.
Elia y yo nos turnamos para cargar a M arco que, exhausto y sin comprender nada, mira hacia abajo, donde la cometa cabalga el viento atada a la cuerda sobre la playa
tranquila.
Jadeo, el sudor me arde en los pmulos y la frente, la garganta me pica. Desagradable. No quiero recordar esto. Llegamos a la parte ms alta del acantilado. Slo hemos
tardado unos pocos minutos.
M e dejo caer al lado de Elia y M arco, contemplando alzarse una ola que crece y crece a medida que se acerca a la playa, rompiendo en borbotones de espuma que saltan
y salpican una y otra vez sobre la superficie. Cuando el ensordecedor tsunami alcanza la playa, la barre por completo, rompiendo todo a su paso, llenando el pequeo
golfo como una baera, y salpicndonos de agua helada al chocar con las rocas, a dos metros por debajo de nosotros.
Remos nerviosamente. Estamos demasiado exhaustos para movernos. Anochece. Una rfaga de aire fro sopla del norte. Venus se alza sobre el horizonte, y Jpiter
brilla cerca del cenit, seguido por el tringulo de verano. Entre los primeros luceros de la noche, distingo la silueta oscura de la cometa que asciende, libre, empujada por
el viento, junto a unos enormes dgitos luminosos; un 20:37 rojo que parece estampado sobre el firmamento oscuro.
Imposible. Qu demonios es eso? Junto al Cisne, en medio de la constelacin de la Lira, el rtulo cambia de sbito a un 20:38.
M ierda, he abierto los ojos.
Parpadeo con gran esfuerzo; los dgitos desaparecen y aparecen de nuevo. El reloj frente a mi cabeza en la oscuridad. M e giro sobre la cama para dejar de verlo; al
hacerlo, siento la desagradable mezcla del fro del viento sobre mi piel con el calor y el tacto de la sbana al rozarme las mejillas, los hombros y la espalda. Lo odio. Le
hago una caricia a M arco, sobre el acantilado, pero mi mano siente al mismo tiempo la suavidad de su pelo y el tacto hmedo y sudado de la sbana cuando giro sobre
m mismo para no ver el jodido reloj.
La escena vuelve a cambiar. 20:38. Otro reloj, arcaico, de agujas, sobre la encimera de una cocina. Labios hmedos, me relamo. Oh, es leche, as saba! Oigo un fuerte
puetazo sobre la mesa. Todo vibra. M i mano suelta lo que agarraba. El vaso cae y se hace trizas al encontrarse con el suelo. Estoy salpicado de leche.
Terror. No quiero. No quiero revivir esto.
Concntrate, Daniel.
Otra vez ese zumbido. Joder.
Pap me grita. No puedo concentrarme. Otra vez la poltica, otra vez lo he contrariado. Lo miro, paralizado. Lloro, pero lloro ahora o llor entonces? Descarga la palma
de su mano sobre mi mejilla en un sonoro bofetn.
Apenas duele. Entonces me doli mucho ms. Alivio. Los efectos estn pasando. Pero, y si recordara esto tantas veces que acabara olvidndolo?
Y si lo recordara? Sera capaz de recordar que lo haba olvidado? Daniel parpade en la oscuridad de su habitacin, perdido en mitad de algn complicado
razonamiento del que haba olvidado el comienzo y que por tanto era incapaz de terminar.
El zumbido de fondo de la estacin, aquella odiosa mezcla de siseos elctricos y viento vibrante, segua impertrrito, dispuesto a seguir crispndolo durante los
siguientes cuarenta aos. Se acostumbrara alguna vez, dejara de orlo durante sus reviviscencias con la M nemosina?
El reloj marcaba las 20:41. Daniel orden a Padre que encendiese la luz. Se sent en la cama, mareado, y se acarici el cuello, rasposo por una barba de varios das.
Record que tena clase con Lune en una hora. Tendra que ducharse, afeitarse y estar algo presentable para entonces.
Aunque pensndolo mejor, para qu afeitarse? Con ducharse bastara. No, definitivamente no necesitaba afeitarse.
Se levant y el pantaln del pijama recuper su forma, cayendo sobre las caderas y las pantorrillas. Entonces descubri con desagrado la pringosa humedad en la
entrepierna. Se encogi de hombros y se encamin al bao contiguo a lavarse. Por el camino se frot los ojos, y repar en que las mejillas estaban surcadas por varios
regueros hmedos que sec con el dorso de la mano.
Cuando la puerta del bao se desliz a un lado, se esforz en vano por recordar la razn de aquel llanto.
La haba olvidado.

CAPITULO XIII

Qu mejor manera de aprender Historia que viviendo la Historia?


MADELEINE SORIA CHATTON, P SICLOGA CUNTICA, FILSOFA Y P EDAGOGA, 2041-2098 (DESAP ARECIDA)

M arco apenas tuvo que hacer esfuerzo. Como si fueran de mantequilla, el cuchillo seccion limpiamente cartida, yugular y trquea. La sangre man a borbotones,
tiendo la nieve de un rojo invisible en aquella noche cerrada. M arco solt el cuerpo, que cay como un saco sobre la nieve, inerte.
Tal vez haba intentado gritar, o al menos protestar por aquel comportamiento tan poco amistoso. No lo saba. Siempre era igual, siempre se llevaban las manos a la
garganta en el mismo gesto agnico.
Deseando que el cadver fuera ella, M arco se palp la sangre tibia que le haba salpicado el antebrazo izquierdo. Se lo llev a la boca y la lami. Como siempre, no saba
a nada, o al menos, aquel regusto inspido, como a saliva, no saba como su sangre.
M ientras registraba el cadver de su compaero, M arco elabor mentalmente una excusa. Cre que era un romano. Repar en el casco; definitivamente, el chapado en
cuero era muy distinto al casco de bronce de la legin. La hoja curva de la falcata, que an aferraban los dedos rgidos, y el escudo redondo, tan distintos del aparejo
romano, de angulosas aristas, tambin lo delataban como celtbero. No, aquella excusa no servira.
Cre que era un mercenario a sueldo del enemigo.
Con una sonrisa de autocomplacencia, M arco tir de la fbula que sujetaba la capa de su compaero cado y se la prendi en la suya, a modo de trofeo.
Se incorpor. La nieve segua cayendo en pequeos copos sobre el bosque, cubrindolo con aquel manto blando y suave. Le fascinaba el crujir de la nieve bajo sus pies;
no dejaba de preguntarse si la nieve de verdad crujira igual, y si era posible que en aquella poca nevara en primavera, tal como indicaba el calendario flotante de la
interfaz, en la esquina inferior de su campo de visin.
Inici el camino de regreso hacia el castro, envolvindose en la capa de piel. Al hacerlo, volvi a rozarse el antebrazo y sinti, como un rato atrs, aquel molesto
hormigueo. Algo preocupado, se examin otra vez los eczemas que el aire glido le haba producido. Record el remedio celtibrico al asunto y se pregunt si llevarlo a
cabo, pero le repugn la idea. Finalmente se encogi de hombros, se frot las manos, dando gracias a que la simulacin suavizara terriblemente la sensacin de fro y el
dolor de los eczemas del personaje que encarnaba, y se compadeci de la ingente cantidad de romanos sin nombre que haban perecido helados, acostumbrados a los
climas ms clidos del M editerrneo.
Aunque tambin era una clara ventaja tctica para ellos, los sitiados. Qu absurdo pareca! Veinte o treinta mil hombres, entre legionarios, esclavos, mercenarios y
dems apoyo logstico, se apostaban en los siete campamentos al otro lado del cerco, dispuestos a dar hasta la ltima gota de su sangre por terminar una invasin
decidida por otros, a salvo en sus termas en Roma; invasin que a la postre no les reportara ms beneficio que una escasa propina, la posibilidad de morir en alguna otra
guerra y la gloria en la memoria de sus descendientes.
M arco subi el promontorio que dejaba atrs los rboles que la interfaz identific en brillantes letras verdes como robles y sali al claro. Cuando bordeaba la hilera de
piedras que delimitaba la necrpolis, un graznido le desgarr el odo. Un batir de alas tumultuoso se levant a su derecha, y pudo ver la silueta de dos o tres buitres
que elevaban el vuelo, asustados. M arco se aventur a cruzar la hilera de piedras y se intern en la necrpolis, resuelto a averiguar qu hacan los buitres all.
Un poco ms all dese no haberlo hecho: la brisa traa un hedor repulsivo desde un bulto informe que yaca ms all. M arco retrocedi; jams haba olido un cadver en
descomposicin, pero supo sin duda que, an atenuado por la simulacin, de eso se trataba.
Qu asco. Por qu demonios no lo enterraron? Qu crimen cometi?
M arco llam a la Enciclopedia de Dios, que se despleg flotando frente a l. M ovi las manos y vocaliz las rdenes necesarias para realizar la bsqueda que quera. Un
pequeo vdeo se reprodujo en un rincn de su campo visual: un guerrero celtbero atravesaba a otro con una lanza y era empalado por un tercero, mientras un narrador
susurraba al odo de M arco palabras acerca del destino ms alto y honorable, la muerte en combate. Tras depositar al primer guerrero, con todo su aparejo, sobre un
crculo de piedras a la intemperie, los supervivientes lo abandonaban; luego el Sol cruzaba el cielo a gran velocidad y los buitres, cuyo carcter sagrado remarcaba el
narrador, trazaban crculos en el aire hasta que finalmente se decidan a descender para devorar el cadver y transportar el espritu.
M arco pas la mano sobre el vdeo, que enmudeci fundindose en la negrura de aquella noche. Intentando no rozar el brazo que segua molestndole, reanud el camino
de vuelta a Numancia ascendiendo por el sendero del oeste, mientras reflexionaba acerca de la utilidad de los prejuicios y la posibilidad de desembarazarse de ellos.
Lo que haba credo digno del peor crimen para esta gente representaba el ms alto honor. La gloria eterna...
M ientras corra esquivando las siluetas de los troncos de los rboles que se recortaban contra las estrellas, se sorprendi relacionndolo con el concepto de honor o
patria de los romanos, y de los griegos, y de casi todas las culturas basadas en Estados que haban estudiado hasta entonces. Era un mecanismo, nada ms? Eran
engranajes de una maquinaria compleja, absurda e incomprensible?
Aunque por otro lado, pensaba as ahora tambin a causa de sus propios valores, aquellos que le haban inculcado? Tenan aquellos soldados romanos o los celtberos
sitiados alguna alternativa? Quizs fuera mejor la gloria eterna; al menos era algo. Tendra que discutirlo con Espritu Santo en la prxima clase de filosofa.
Al fin vislumbr la oscuridad de la muralla all adelante. Un chasquido junto a l, dos piedras chocando estrepitosamente, le hizo sobresaltarse.
El viga!
Por lo que saba de la precisin de aquellas gentes con la honda, aquello haba sido un simple quin va?. Form un tubo con las manos y se apresur a contestar el
santo y sea.
Kkk...! el grito se ahog a la mitad; tan slo el principio de la palabra haba aflorado a sus labios.
Demonios, se me ha olvidado! Estoy seguro de que empezaba por K!
Se mordi los labios, murmurando entre dientes diferentes combinaciones. Otra piedra silb junto a su odo como respuesta.
M arco salt hacia atrs y busc refugio en el suelo, tras una elevacin del terreno, agazapado tras el escudo. Llam a la Enciclopedia de Dios. Naveg por los mens de
datos a toda la velocidad que le permitan los dedos. M ontones de submens, textos y pequeos marcos de vdeo fueron sucedindose hacia los lados y difuminndose
en la oscuridad de la nieve segn los descartaba.
Historia, Edad de Hierro, Europa, Celtiberia, Cultura, Aparato militar...
Otra piedra golpe contra el escudo con un ruido sordo. Por un momento ech de menos los antiguos sistemas de exmenes.
Defensa de Numancia, M odos de Contraseas, Hospitalidad de los numantinos...
Ah estaba!
Kortika Nomanticom!
Un silencio incmodo lo envolvi todo durante unos segundos.
Lo... lo siento! grit el centinela Por qu no lo dijiste antes?
La puerta oeste se abri con un rechinar de goznes. M arco peg un silbido y se acerc a la entrada, donde la calle principal atravesaba la ciudad en tramos escalonados
para cortar el fro aire del cierzo eso s lo recordaba. La paja de los tejados de las primeras casas brillaba a la luz vacilante de las antorchas de los guardias.
M arco se cruz con un grupo de criados a la entrada; portaban con gran esfuerzo una escala de madera, rgida, de unos seis metros de largo, claveteada de toscos
tablones a intervalos regulares. Su aspecto era slido, rudo y pesado, tanto que se necesitaban cinco hombres para portarla.
Detrs, recostada en el recoveco que formaba la valla de la primera casa, una pareja de ancianos de rostros famlicos yaca cubierta por una manta, con la mirada vidriosa
fija en el infinito. A su lado, un muchacho esqueltico languideca respirando pesadamente.
Un relinchar atrajo la atencin de M arco. Un jinete espoleaba su caballo para volverse hacia un anciano ataviado con un manto rojo, un rico pectoral y un bculo de
bronce rematado en un jinete sobre caballo bifronte.

Hemos aguantado a los romanos desde que t eras un mocoso impertinente, Rectgenos deca el anciano, al que la interfaz rotul como varos. Que ahora
hay un cerco? Y qu! Seguiremos aguantndolos, pero te necesitamos aqu dentro!
M ira a tu alrededor! M ira ah fuera! contest el jinete Ves las antorchas de las torres a lo largo de todo el cerco? Ellos son ms de veinte mil! Nuestra gente se
muere de hambre, varos. Cuntos quedamos? M il hombres, dos mil, tal vez? Cuntos quedaremos en verano? Tenemos que conseguir ayuda!
Tal vez sea hora de negociar una rendicin digna con Escipin.
Para que nos pasen a cuchillo de todas maneras? Rectgenos escupi al suelo, frente al viejo No. Si he de morir, ser luchando!
Jams conseguirs cruzar el cerco, Rectgenos. Slo conseguirs que nos maten a todos.
Por Lug, t ya ests muerto, varos.
Se volvi hacia M arco.
T, ests dispuesto a morir como un hombre?
Los ojos negros, penetrantes, refulgan a la luz de las antorchas desde debajo de las pobladas cejas. M arco se fij en las cicatrices de su rostro. Le faltaba el lbulo de
una oreja se deca que un oso se lo haba arrancado de un zarpazo, durante una pelea singular y un antiguo corte le surcaba la cara en diagonal, pasndole sobre el
puente de la nariz. Unos pectorales de hierro en espirales le protegan el torso y los hombros, donde una fbula de bronce en forma de jinete le sujetaba la gruesa capa de
piel.
Por un momento, M arco se pregunt qu contestara Rectgenos si le dijera que la ciudad estaba perdida de todas maneras, o que faltaban 133 aos para que naciera un
tal Jesucristo a partir del cual se contaba el tiempo ahora.
Luego asinti, creyendo que sera aquello justamente lo que se supona que un arvaco deba hacer. Si bien no se enardeca de honor con la posibilidad de su muerte en
combate, al menos era mucho ms interesante que quedarse en Numancia a ver pasar la vida. Adems, si no se equivocaba, la nia pija se habra reencarnado ya y
probablemente habra sido en uno de aquellos valientes guerreros o, mejor an, en un romano de los que defendan el cerco cerro abajo.
Rectgenos le orden disponer de su caballo que una brjula luminosa se encarg de localizar apropiadamente, sealando direccin y distancia hacia una casa cercana
y espole el suyo, dejando a varos a las puertas de la ciudad.
Para cuando M arco abri la puerta de la casa y lleg al establo donde el caballo esperaba pacientemente, el hormigueo le molestaba como si todo el brazo se le hubiese
dormido, recorrido por ocasionales escalofros. Se lo mir: entre las asperezas de la piel se empezaban a abrir grietas.
No pudindolo resistir ms, y ante la alternativa de abandonar la simulacin, se arm de valor, sali a la calle trasera, respir hondo e intent vaciarse de prejuicios. Si
ellos lo hacan, por alguna razn sera. Venga, a ellos no les daba asco, se dijo mientras se desabrochaba el cinturn.
M arco se asque cuando la orina hmeda y caliente chorre sobre el antebrazo. No obstante, la repugnancia desapareci cuando las molestias se redujeron
notablemente, aunque no pudo saber si era por efecto placebo o si es que era tan rpido. Lo mismo daba, tampoco haba sido para tanto. Adems, no se reciclaba la
orina de toda la xodo?
En el fondo era lo mismo.
Cuando M arco regres a la puerta oeste, observ que el grupo estaba formado por Rectgenos y otros cuatro jvenes guerreros a caballo, y los cinco criados que
portaban la escala. Descendieron en silencio cerro abajo, hacia el suroeste, camuflados en la negrura. La simulacin se aceler, en secuencias de imgenes congeladas
durante las que M arco oy el rumor de un ro que se acercaba vertiginosamente y que la interfaz rotul como Tera cuando llegaron hasta l. En las lomas que los
flanqueaban la arboleda era tan densa que, aun estando todava desnudos aquellos rboles rotulados como olmos, fresnos y lamos, sus troncos, en caso de haber
habido luna aquella noche, les habran servido de proteccin.
Rectgenos los gui hacia el sur hasta una zona pedregosa por donde pudieron cruzar el ro sin hundirse. Siguieron luego su lecho hacia el sur, a cmara rpida,
vislumbrando de cuando en cuando las antorchas de las ocasionales torres de vigilancia del cerco.
En determinado punto, a mitad de camino entre una torre y otra, el fluir del tiempo recuper su velocidad normal. Rectgenos se ape de su caballo e hizo seas a los
dems para que hicieran lo mismo. Dispuso a los criados con la escala y los caballos tras una pequea loma oculta por unos matorrales y se volvi hacia M arco y otro
guerrero, a quienes hizo seas de cortarse el cuello sealando la torre ms al norte, haciendo lo propio con los otros tres y la torre del sur.
M arco se alej sigilosamente, siguiendo las huellas del otro guerrero, que la interfaz identific como Segios. No poda saber por el nombre si se trataba de alguno de
los chicos de la clase, pues era Espritu Santo quien proporcionaba los nombres a los personajes que encarnaban. Acarici la idea de repetir la maniobra de antes y
degollarle por la espalda, ante la posibilidad de que se tratara otra vez de la repipi de Lune.
Pero la agilidad felina de Segios, el silencio absoluto en el que se desenvolva, muy superiores a la habilidades de M arco y, desde luego, al manejo errtico de Lune, le
hacan pensar que llevaba toda la vida si es que se poda hablar as fundindose con el entorno; dedujo as que era Espritu Santo quien lo manejaba.
Segios se apost tras un rbol, M arco tras otro. Acostumbrados ya totalmente sus ojos a la oscuridad, acertaron a observar la muralla frente a ellos: se alzaba dos
metros y medio frente a un pequeo pero ancho foso que aumentaba su altura efectiva un metro ms. La torre se elevaba otro piso ms sobre la muralla. Dividida en dos
secciones, la superior brillaba al calor de una antorcha que los dos legionarios all apostados, visibles en la penumbra junto a la barandilla, usaban de vez en cuando para
hacer seales de rutina a las torres circundantes, visibles como un lejano brillo en la distancia.
M arco prepar su honda y esper a la seal de Rectgenos, que imit el ulular de un bho. Volte la honda, confiando en que el sistema corrigiera su puntera segn la
habilidad de su personaje.
La piedra silb en el aire yendo a impactar en el casco de uno de los vigas con un chasquido sordo, derribndolo en el sitio. La de Segios fue ms espectacular: el otro
centinela cay por encima del parapeto, rompindose la espalda al llegar al fondo del foso.
M arco se pregunt qu hubiera pasado si l no le hubiera dado. Habran cambiado mucho las cosas?
Volvieron a todo correr hacia el punto de encuentro; los criados avanzaban ya cargando con la escala. Entre todos la irguieron y voltearon sobre el foso, hasta golpear
con un chasquido el borde de la muralla, donde la apoyaron firmemente a modo de rampa. M arco y los dems guerreros subieron por la escala tirando de los caballos
que, gracias quizs a la oscuridad que les impeda reparar en la precaria seguridad de aquella accin, les siguieron mansamente.
La muralla era ancha en su cima, lo suficiente para circular por ella con los caballos. Alzaron la escala con ayuda de los criados y entonces oyeron el bramido de un
cuerno en la noche.
Rpido! grit Rectgenos.
M arco se descolg por el otro lado y salt al suelo, recordando de pronto una situacin similar, haca mucho tiempo, muy lejos, all abajo en la Tierra. No se hizo dao,
pero su personaje s. La interfaz revel un tobillo torcido y algunas magulladuras en la rodilla contraria. Aun as, renqueando, sostuvo el extremo de la escala que le
tendieron desde arriba y se la llev unos metros ms all, donde la afianz sobre la nieve.
Los primeros ladridos de los perros resonaron en la distancia, acercndose, justo cuando los seis haban descendido la rampa y suban a sus monturas. Espolearon las
riendas, confiando en escapar gracias a la legendaria velocidad de los corceles hispanos, y enfilaron hacia Lutia, primer poblado donde pediran ayuda para la resistencia.
La escena se aceler progresivamente y de repente M arco flot hacia arriba. Las copas nevadas de los pinos se alejaron; el bosque se fue haciendo ms y ms pequeo,
convergiendo hacia las luces nocturnas que delataban los siete campamentos que cercaban la pequea ciudad sobre el cerro. Los bordes de su campo de visin se
decoloraron gradualmente hacia el negro; los detalles fueron difuminndose, degradndose hacia el gris sin matices en el que estaba representada el aula.
La clase de historia haba terminado.
Sentado en el corro de alumnos alrededor del centro de la estancia virtual, M arco contempl las logradas representaciones de sus compaeros de clase. Lune llevaba,
como siempre, aquel estpido e imposible vestido de volantes rojos y azules, y pareca irritada. En el centro del crculo, Espritu Santo, encarnado en una brillante
esfera azulada, vibraba en iridiscentes destellos al encargarles la acostumbrada reflexin sobre el tema, para el da siguiente, en la que se encargaran adems de la gestin
virtual del Imperio romano, por grupos.
El aula flot luego por un momento bajo sus pies y luego sali disparada hacia el fondo, a lo lejos, una vez ms. Los bordes se poblaron de lneas blancas que convergan
hacia el centro hasta que en un estallido sordo sus sentidos volvieron a estar conectados al mundo real. Retir el casco, que qued colgando sobre su cabeza, y esper a

que Padre reclinara el respaldo, incorporndose de un salto al llegar a la posicin vertical.


A su alrededor, los veinte nios se levantaban de los asientos que se alineaban en crculo sobre la planta de la Sala de Entornos y comentaban animadamente las
experiencias y momentos emocionantes de cada uno de ellos.
Con una sonrisa triunfal en los labios, M arco observ a Lune, que sala en ese momento como una exhalacin hacia su clase nocturna de especializacin con Daniel.
Apretaba los puos y contraa el rostro en un puchero, a punto de llorar, sin mirar a nadie, frustrada quizs por no poder saber quin le reventaba las clases casi todos
los das.

CAPITULO XIV

Mquinas voladoras ms pesadas que el aire? Eso es imposible!


LORD KELVIN, 1892
La Tierra es la cuna de la humanidad, pero la humanidad no puede quedarse en la cuna para siempre.
KONSTANTIN TSIOLKOVSKI, 1911

Richard Sleepfield baj la taza y parpade. La cafetera entera daba vueltas a su alrededor. Las dos militares gemelas parecan estatuas cruzadas de brazos frente a l.
No acostumbro a repetir las cosas dijeron al unsono.
No es alcohol, jefas, se lo juro. Es zumo de melocotn respondi, y prorrumpi en una sonora carcajada Habis odo eso, chicos? Zumo de melocotn!
Nadie ri. Nunca lo hacan. El resto de ingenieros continu en su conversacin como quien oye llover. Al otro lado, los de mantenimiento y los tcnicos coman
tranquilamente mientras hacan como si aquella violenta escena no fuera con ellos. Sin embargo, a Richard le pareci or cmo alguno de ellos murmuraba algo sobre los
putos militares. Entrecerr los ojos. Las capitanas se fusionaron en una sola que lo miraba con cara de pocos amigos.
El zarpazo fue tan rpido que, ms que verlo, lo intuy. En un instante, la taza haba pasado de la mesa a las manos de la capitana Spiff.
Y ahora dame la botella.
La cafetera se bambole adelante y atrs.
Oh, vamos, jefa... venga, slo es un trago. Llevamos aqu casi cinco aos y no puedo refrescar el gaznate? Anda, sintate aqu. Ves estas cartas?
Con un aspaviento, baraj los naipes. Deba de estar ms borracho de lo que pensaba, porque se desparramaron por el suelo del comedor.
Te har un truco de magia.
No te lo voy a repetir, Sleepfield.
Sleepfield. Todo el mundo le llamaba as. Todos, menos los nios. Lo odiaba. Tena un nombre!
Puedo hacerte desaparecer si quiero dijo framente. Bueno, ja, ya me gustara a m.
Esta vez se hizo un silencio a su alrededor. A nadie parecan hacerle gracia sus chistes. Uno tras otro, casi todos se fueron marchando de all, poniendo excusas ridculas
o escabullndose sin decir nada.
Lo notaba. Notaba que estaba de ms all.
Spiff continu mirndole desafiante.
Tienes tres segundos. Dos...
Estpida militar descerebrada... exclam Richard Eres como todos los dems! Por qu no me dejas en paz y te vas a asesinar a alguien por ah?
La reaccin de la militar no se hizo esperar. Richard pudo sentir los brillantes ojos verdes de Spiff clavados en l en todo momento, mientras saltaba sobre la mesa y le
agarraba por detrs, empujndole sobre el tablero y forzndole el brazo ms all de lo que Richard poda soportar sin gritar.
Hija de puta!
Cuando encontr la botella en su bolsillo y le solt con aire triunfal, Richard resopl sonoramente. Le haba humillado en pblico. Se vengara. Y, qu demonios! M ejor
antes que despus.
El cabezazo son hueco en sus odos. Cuando se volvi, se encontr con un primer plano de los labios ensangrentados de la militar, que le fulminaba con la mirada. Pero
el golpe que Richard esperaba no se produjo.
Sin decir una sola palabra, la capitana Spiff se dio la vuelta y se dirigi hacia la puerta.
Vuelve aqu y pelea como un hombre, marimacho de los cojones!
Richard peg un puetazo en la mesa cuando ella no se inmut y se perdi en el pasillo. Luego observ entre risillas histricas cmo la poca gente que quedaba en la
cafetera iba abandonndola, hasta que solo qued una: Sahrie Almusaddi, que lo miraba y le rehua la mirada, y lo volva a mirar, la cabeza envuelta en aquel pauelo tan
ridculo.
Y t que miras?
La ingeniera se levant de un salto y se dirigi hacia la puerta, pero se detuvo en el umbral y se dio la vuelta.
No deberas... titube. No deberas tratarla as. Nadie debera.
Y t quien coo te crees? Espera, no me lo digas: ella es Clyde y t eres Bonnie, verdad?
He dicho... que no vuelvas a hacerle eso a la capitana Spiff. He... he hablado claro?
Vale. Fllatela t, que te aproveche.
No... no he hablado claro.
Richard rompi a rer cuando la ingeniera sali correteando de all, y su carcajada dur hasta que los accesos a la cafetera se cerraron delante de sus narices.
Aquellas puertas jams se cerraban. Se levant y se dirigi tambalendose hacia una de ellas.
Padre, abre la puerta.
Padre no puede abrir la puerta, Richard le lleg la voz de Hijo, el psiclogo. Est cerrada en modo manual.
Richard manipul los controles manuales. Sin xito.
Qu? Esto es imposible! Nadie tiene autorizacin para...!
Se detuvo de repente. Al otro lado del cristal de la puerta, Sahrie lo mir desafiante durante unos segundos, y luego desapareci de su vista. Richard arremeti contra la
barra del bar y no par hasta haber desperdigado toda la vajilla por el suelo.
Slo entonces se percat de que las puertas estaban abiertas de nuevo.
***
Cruzada de brazos en la silla de Daniel, las cejas fruncidas y los labios arrugados en una mueca que inspiraba ms ternura que temor, la pequea Lune seal hacia abajo
con un movimiento de cabeza.
No me gusta que las toberas estn ah, en el borde exterior.
Daniel sigui con la mirada la direccin que indicaba Lune, y se imagin cruzando el suelo hasta la estrecha cubierta inferior, donde los transportes llevaban carga de uno
a otro extremo de la estacin, siguiendo lentamente los rales que se curvaban hasta alcanzarse a s mismos, en un recorrido sin fin, acompaados de tuberas de distintos
grosores y ambientados por los zumbidos, chirridos y taidos hidrulicos de los diferentes sistemas de desage, reciclaje y soporte vital de la xodo.
Su mente atraves el suelo enrejado de la cubierta inferior y se top con el chocante silencio de la nada. Al frente, una corriente de estrellas cruzaba como los ttulos de
crditos de las pelculas antiguas, surgiendo por abajo y desapareciendo rpidamente por arriba, repitindose cada veinticuatro segundos.
Ahora, su imaginacin se dio la vuelta y contempl la superficie cromada de la rueda de carro. A lo largo de la periferia de la estacin se sucedan las seis toberas de los
motores inicos, engarzadas en sus monturas giratorias. Callaban ahora, desde haca tres aos, cuando, tras imprimir la rotacin inicial a la estacin, haban expulsado un
chorro minsculo pero continuo de iones pesados hacia popa, durante dos aos, acelerando suavemente la xodo hasta alcanzar la velocidad constante que llevaban
ahora.
Qu tienen de malo? T sabes la cantidad de vapor de agua que se necesitara para maniobrar y hacer girar este tonelaje a base de chorros? replic Daniel, dando
unas palmadas en la pared junto a l y haciendo vibrar con ello la imagen digital del cuadro que mostraba su casa en el viejo faro.
Con un resoplido de impaciencia, Lune activ la lira sobre la mesa de Daniel y vocaliz las rdenes necesarias hasta que un modelo de la estacin rotando flot en su

interior. Los seis motores estaban resaltados en verde sobre la superficie naranja.
S, pero al estar girando a toda velocidad con la estacin, cuando apuntan hacia atrs, los iones no salen perfectamente hacia popa sino ligeramente desviados.
Los motores verdes dispararon rectas azules hacia atrs. Cuando la simulacin hizo rotar la estacin, Daniel pudo ver cmo las lneas azules se trenzaban, retorcindose
conforme la estacin giraba al avanzar.
As lo que consiguen es empujar la xodo, adems de hacia delante, en contra de la rotacin. Si los motores empujan a la nave con una vigsima parte de g, he
calculado que nos quedaramos sin gravedad artificial en unos das. As, los motores tienen que reorientarse y acelerar la rotacin cada dos por tres, y perdemos energa
estpidamente.
Daniel escuch ensimismado la explicacin de Lune. Casi se poda ver la mano de su padre, Garrelt, en aquella pequea figura que gesticulaba suave pero
expresivamente, como si tuviera a una audiencia a quien conquistar con sus palabras. Si alguien hubiera estado escuchando la conversacin desde el angosto corredor al
otro lado de la puerta, jams habra adivinado que era una encantadora criatura de trece aos quien hablaba as.
En eso tienes razn... no se me haba ocurrido pensarlo concedi Daniel a su alumna, que torci las comisuras de los labios hacia arriba sin mostrarse muy
satisfecha. M e pregunto si la prdida es significativa con respecto a la cantidad de combustible que tenemos. Padre orden, comuncame con Sahrie Almusaddi.
La imagen de la rueda de carro girando en el interior de la lira se difumin en silencio para dar lugar a un rtulo flotante que rezaba Sahrie Almusaddi. Estableciendo
comunicacin. M ientras esperaban en silencio, Daniel observ que Lune pareca perdida, cabizbaja, mirando a travs del pilar de la mesa donde se asentaba la lira, en el
centro de su camarote.
Al cabo de unos segundos, sin embargo, el rostro de Sahrie segua sin aparecer en el interior de la lira, y slo era audible el eterno zumbido de las entraas de la xodo.
Finalmente el rtulo anterior fue sustituido por un Imposible estimular implante de Sahrie Almusaddi. Posiblemente se halle lejos de su terminal mvil. Localizar y
forzar comunicacin?
Lune mir a Daniel con aire interrogativo.
No dijo Daniel en alto, y luego se dirigi a Lune,
no queremos que se incomode o piense que es algo muy urgente. Es de noche. Adems, podemos calcularlo nosotros, verdad?
***
... diecisiete, dieciocho, diecinueve... y veinte! Con un resoplido, Sahrie dej que los musculadores volvieran a su posicin de reposo. Los brazos le ardan con un
hormigueo a medio camino entre alivio y molestia, pero la adrenalina de un rato atrs ya se haba disipado del todo. Se acomod en el respaldo, se sec el sudor de la
frente con la muequera y orden a Padre que los musculadores adoptaran la funcin de cudriceps. M ientras las barras de la mquina giraban a su alrededor hasta
alcanzar el lugar y la orientacin deseada entre sus piernas, Sahrie contempl su figura en el espejo de la pared.
Qu distinta estaba as, con el mono de ejercicio, tan ceido que no dejaba curvas por intuir! Se sonroj ligeramente y mir una vez ms a su alrededor; con aquella ropa
y con el pelo al aire, toparse con algn hombre (que no fuera Samer) habra sido algo demasiado embarazoso como para soportarlo.
Aunque saba perfectamente, a pesar de los nervios connaturales a hacer aquello por segunda o tercera vez, que tan slo la capitana Spiff estaba, como siempre, en el
reducido gimnasio a esas horas, un buen rato despus del ocaso. Adems, Sahrie se haba ocupado personalmente de bloquear la puerta del gimnasio por dentro. Ser la
ingeniera jefe del proyecto deba tener alguna que otra ventaja.
La capitana Spiff cruz por delante de ella. Se diriga hacia la escalera de la pared con aquel andar suyo erguido y preciso, como si calculara al milmetro cada paso.
La toalla en su hombro, sin embargo, no pareca estar muy dispuesta a calcular nada, a juzgar por la forma en que se desprendi de la espalda de Spiff y cay hacia atrs
hasta llegar al suelo.
Sahrie se levant en silencio y recogi la toalla, pero cuando fue a llamarla, se qued parada sin saber qu decir: no saba cmo se llamaba.
Eh... capitana... musit.
Spiff se dio la vuelta y tom la toalla de sus manos sin decir una palabra. Sahrie baj la mirada, algo avergonzada, se dio la vuelta y se dirigi hacia la ducha con visible
azoramiento.
Despus, mientras se pona la blusa y la paoleta rojas, se pregunt qu hara Spiff en un sitio como aquel.
Y ella?
Se abroch el colgante y lo estrech entre sus manos tratando de imaginar a sus padres y hermanos viviendo una vida decente y libre, sobre todo libre, en la lejana
Tierra.
Sahrie se dirigi hacia la puerta del gimnasio, retirndose la manga de la blusa para deslizar el mvil en la mueca por el camino. Cuando estaba a punto de salir, la voz
de Spiff le hizo sobresaltarse.
Virginia. Es Virginia.
***
El rostro de Sahrie apareci en el interior de la lira. La imagen vibraba, y por encima del pauelo rojo, en esta ocasin, ribeteado por diseos de hojas doradas las
dos hileras de luces blancas que delimitaban el techo de la cubierta 3 se desplazaban hacia atrs como la lnea discontinua de una carretera que se deslizara bajo el
vehculo.
Lune, pequea! salud ella con una sonrisa. Pens que la llamada que tena era de Daniel, no esperaba verte, qu tal ests?
Lune frunci el ceo, como si no esperara estar en el asiento preferente de la lira de Daniel, y salud con la mano.
Sahrie dijo Daniel, Lune tiene algo que preguntarte.
Daniel salud ella algo extraada, mirando a ninguna parte, pues Daniel no apareca en la pantalla de su mvil. Cmo te va?
Lune le expuso entonces la cuestin.
No puedo ver a tu profesor desde aqu, pero espero que t veas en su rostro una sonrisa de orgullo por ti dijo finalmente. En efecto, la rotacin de la xodo se
frenara. Pero Padre tiene eso en cuenta y no apunta los motores directamente hacia atrs sino con una desviacin mnima para compensarlo.
Lune arrug la nariz.
S, lo s prosigui Sahrie. Seguimos perdiendo energa, pero si haces las cuentas vers que es una cantidad insignificante. Haba mucha prisa por lanzar la xodo,
ya sabes se excus, algo ruborizada, y no todo pudo hacerse como es del gusto de Dios.
Cuando la figura de Sahrie desapareci en el interior de la lira, Lune suspir pesadamente.
De todos modos perdemos energa murmur.
Pareca muy contrariada por algo. Cruzaba los brazos y se ensimismaba con frecuencia.
No tiene que ver con esto, estoy seguro.
S, perdemos energa dijo sin meditarlo mucho, con nimo de distraerla, pero piensa que eso ocurre slo cuando los motores cantan, dos aos al comienzo, en la
fase de aceleracin, y otros dos al final, en la de frenada. Nos quedan diecisis aos de inercia y tranquilidad en medio.
Ella no dijo nada.
Bien agreg Daniel, dnde pondras t los motores?
En el centro, detrs del Ojo, supongo.
Has pensado en la fase de frenada?
Por qu?
Daniel orden a Padre oscuridad y seal por la ventana. A medida que la intensidad luminosa menguaba, el reflejo de sus rostros en el cristal fue dando paso a una
pared de hielo oscura y enorme, delimitada por intermitentes rojos de posicin a lo largo de una curva tan grande como la circunferencia de la xodo. Viajaba siempre
cien metros delante de ellos, como un plato hondo lo hara detrs de uno llano, sujeto por los andamiajes de un tiovivo.
Oh, s. El escudo. No podemos apuntar los motores contra el escudo, porque acabaramos fundiendo un agujero en su centro. Siempre el maldito escudo.

El escudo es lo nico que nos protege de los microasteroides y del poco hidrgeno suelto por ah, Lune.
Daniel se estremeci ligeramente al pensarlo. Cuando uno va al diez por cien de la velocidad de la luz, se lo piensa mucho antes de dejar que un mosquito se aplaste
contra el parabrisas.
S, eso, adems de impedirnos observar Nmesis insisti ella.
Daniel pidi que las luces se encendieran de nuevo, temeroso de que la reduccin del espacio visible le provocara otra crisis de ansiedad a la pequea Lune.
Al menos t no tienes por qu verlo todo el rato por la ventana brome. Si quieres, podemos dar la prxima clase en tu camarote; es ms grande y, como da a
popa, podemos ver al cielo estrellado dar vueltas.
Ella le mir y sonri, adivinando probablemente su intencin. Daniel fue consciente en ese momento de que Lune no le haba mirado a los ojos durante toda la clase,
hasta entonces. No obstante, sigui con aquel aire de enfado o frustracin, Daniel no estaba muy seguro.
Ojal nuestro juego consistiera en preguntarnos las cosas directamente...
Daniel, me pregunto...
Daniel carraspe.
Perdn. Dani, casi nunca hablamos de Nmesis...
Todo a su tiempo. El viaje es largo, y Nmesis es el destino. Es inevitable, Lune. Llegaremos all de una manera u otra. No me apetece convertirlo en parte
fundamental del recorrido.
Suspir y maldijo una vez ms a Nmesis, que era el futuro de una lnea temporal que nunca pareca converger hacia l. Nmesis devoraba vidamente el futuro y el
presente a su alrededor, y devoraba tambin su pasado, que se iba difuminando a medida que empleaba su vida en aquella estupidez, solo.
Una nostalgia amarga y dolorosa le invadi. Se ensimism pensando en lo que estara haciendo Elia en ese mismo momento. Desde el principio de los mensajes, cinco
aos atrs, ambos se haban esforzado por aparentar ante el otro una normalidad y una placidez irreales, en una especie de acuerdo tcito, mientras se contaban lo
acaecido en sus vidas y recordaban sus momentos juntos.
Ahora, a medida que el espacio entre los dos creca haba respondido el ltimo mensaje de Elia haca tres meses, y tendra que esperar an otros siete para recibir su
respuesta su relacin se haba enfriado, adquiriendo una apariencia de cordialidad que slo ocultaba el hecho inevitable de que sus vidas iban poco a poco alejndose,
forzadas por acontecimientos que Daniel y probablemente Elia tambin no comprenda y que no estaba muy dispuesto a aceptar, a pesar de que no le quedara ms
remedio que hacerlo.
Al menos le quedaba el pasado. Siempre podra revivir lo que quisiera gracias a la M nemosina.
Y es verdad que Nmesis retuerce el espacio y el tiempo a su alrededor? M e cuesta creerlo...
Lune le sacaba de nuevo de su abstraccin con una expresin inocente en sus ojos avellana.
Cuando aprendas las ecuaciones necesarias, no te ser necesario creerlo se levant y se puso a rebuscar en un cajn bajo su camastro. Las cosas no siempre son
como nos dicta la intuicin, verdad?
Daniel se levant sosteniendo una bola del tamao de un puo con la mano derecha. En la izquierda abra los dedos para albergar otras dos.
Qu pasar cuando tire la bola hacia arriba?
Daniel no esper a que Lune contestara. La bola sali despedida hacia arriba y hacia la derecha, trazando una U invertida, obligando a Daniel a saltar a un lado para
atraparla al caer.
Lune se encogi de hombros, como si aquello fuera lo ms natural del mundo. Daniel haba olvidado que aquello ya era lo normal para la pequea, que se haba habituado
a ello mucho mejor que l.
La pequea contempl la bola que el fsico volvi a lanzar al aire. De nuevo, la aceleracin de Coriolis a la que estaban sujetos debido a la rotacin de la estacin oblig a
la pelota a delinear aquella extraa trayectoria.
Lune acab riendo cuando Daniel lanz las bolas en sucesin, unas trazando abiertos bucles, otras amplios lazos, recogindolas y lanzndolas de manera que siempre
parecan estar en el aire.
Finalmente una de las bolas se le escap, rebot y rod por el suelo. Daniel fue entonces incapaz de recuperar las otras dos, que siguieron sin remedio el destino de su
hermana.
Daniel y Lune las recogieron y las lanzaron de nuevo, riendo como nios. Por un rato, Daniel olvid la xodo y Nmesis; olvid sus preocupaciones, su dolor y la
eterna ausencia de Elia, atrs, tan lejos, en el pasado.

CAPITULO XV

Vivimos en un mundo de prestado. Los ladrillos de todo cuanto existe fueron forjados en el corazn de los antepasados del Sol y cedidos por ste a su hija Gaia para que los reutilice en un ciclo infinito
regulado por su Voluntad.
Cada simple tomo de carbono de tu cuerpo form parte del ptalo de una rosa, del excremento de un escarabajo, o de los vapores ftidos de una cinaga, hace decenas, cientos, o quizs millones de aos.
P insalo: qu derecho tienes a reclamarlo como tuyo?
REBECA MUNARI, LDER DE LOS GAIANOS, EL GRITO DE GAIA, 2089

Los pliegues y surcos de la mano de acero se hicieron visibles cuando el teleobjetivo la ampli hasta enmarcar tan slo el comienzo de la mueca, donde estaba cercenada
al estilo de las esculturas clsicas. El campo de visin aument despus, mostrando los descomunales dedos apoyados sobre la metrpolis de Atlas de manera que
creaban franjas de sombras y claros sobre la ciudad.
Elia apret el botn y escuch el anacrnico chasquido con una sonrisa. La voz del gua reson a su lado, impregnando las palabras con aquel extrao acento en el que
las d sonaban como s:
Dicen que si lo imagina del revs, est sosteniendo el mundo.
Y por qu imaginrselo del revs? A m me parece mucho ms obvio as.
Elia dispar de nuevo y se volvi entonces hacia el gua, que sonrea abiertamente. Era sorprendente lo blancos que parecan aquellos incisivos al lado del negro carbn
de su piel.
Ya tenemos transporte, hermano prosigui. Ser mejor que se d prisa o no esperarn, hermano.
Elia retir el teleobjetivo de la cmara y lo guard cuidadosamente en su mochila mientras echaba un ltimo vistazo al fondo del desfiladero, donde se ergua la ciudad,
protegida por la fortificacin natural que le ofreca la cordillera montaosa.
Descendieron por el sendero que daba la espalda al desfiladero hasta una explanada abrasada por el Sol. Una ligera brisa levant remolinos de polvo cuando bordearon la
hilera ms prxima de paneles solares, que se prolongaba a lo largo y ancho del valle hasta donde alcanzaba el ojo. Finalmente alcanzaron el cruce, donde un pequeo
camin esperaba con el motor en marcha. Una docena de personas se apiaban en su parte trasera, al sol, sentadas como podan entre varias pilas de equipajes, bultos
tapados por mantas, un frigorfico y varias jaulas llenas de gallinas que cacareaban sin parar. Varias sombrillas y postes de hierro estaban atados por fuera de los
laterales del vehculo.
M ientras el gua discuta en shona con el conductor, Elia carg el equipaje sobre el camin y se encaram como pudo, tras lo que salud al resto del pasaje con la mano y
un saubona que algunos repitieron.
El camin se puso en marcha y enfil por la carretera principal, un simple camino de tierra polvorienta entre interminables hileras de placas negras que miraban al Sol
como si fueran girasoles de metal. Con cierta repugnancia, Elia contempl el humo que sala del tubo de escape a borbotones, acompaado por el traqueteo del motor de
gasolina.
Estaba en el mismo, pero era otro mundo.
Suspir y se dio la vuelta. Un olor fuerte, mezcla de sudor, calor y hedor a ave de corral le inund los pulmones. No era la primera vez que viajaba as, y siempre
terminaba acostumbrndose cuando se convenca de que no era tan desagradable. M ir a su alrededor. Un hombre de tez caoba y chaqueta beige lea un libro junto a una
mujer de rasgos angulosos y anillas en el cuello que sostena en brazos a un nio desnutrido de unos dos meses de edad. Estaba tan flaco que a Elia se le antoj ms un
mono pequeito, un manojo de piel y huesos, que un ser humano. Los globos oculares hinchados se le salan de las cuencas, acentuando su aspecto esculido. Al otro
lado, un anciano con el rostro cubierto de moscas le miraba con una expresin vaca mientras escuchaba el chorro de voz de una emisora local, y unos chavales
cuchicheaban por lo bajo como si fuera capaz de entenderles, rean y de vez en cuando le sealaban diciendo farangi, extranjero.
Luego el gua comenz a entonar una cancin que los nios y las mujeres siguieron, dando palmas y riendo despreocupadamente. Los nios reaccionaban con curiosidad
ante la cmara de Elia, mientras que los adultos hacan como si no estuviera all cuando les tomaba una foto.
El Sol bajaba hacia el horizonte cuando descendieron hasta el fondo del valle y alcanzaron las primeras casas de la Puerta de Atlas, una aldea de casas de adobe y uralita
construida en la misma boca del desfiladero que llevaba hasta la metrpolis. El camin continu su marcha hasta la plaza principal, donde se detuvo con un chirrido,
levantando una nube de polvo que se difumin hacia delante.
El gua se detuvo en mitad de una meloda y aguz el odo en direccin a la radio.
Dicen que ya siglo nuevo en Japn dijo.
Genial contest Elia.
Venga, hermano, no diga que no celebrar nochevieja dijo el gua con cara de incredulidad mientras descargaba los bultos.
Oh, yo no he dicho eso replic Elia soltando un bufido.
Ah, entonces es que sostiene que siglo empieza en 2101, final de ao que viene...
Y qu importa eso? Qu ms da, si nunca ms podr celebrarla con quienes deseara?
S.
El camin se puso en marcha y se alej mientras el motor ronroneaba y levantaba una humareda tras de s. Seguido por el gua, Elia se sent en un banco desvencijado, a
la sombra de una casa cercana.
Nunca entend por qu gente preocupa de esas cosas... en qu cabeza cabe? pudiendo celebrar dos veces! murmur el gua.
M ientras esperaban, Elia dio gracias al cielo porque su mvil lo dejase tranquilo por un rato, desprovisto de cobertura en aquel remoto lugar que Occidente consideraba
como la nada.
El tiempo pareca detenido excepto por el incansable canto de los grillos, hasta que unos chiquillos aparecieron, rompiendo la ilusin. Pasaron corriendo y ondeando los
brazos. Gritaban una frase que repetan sin cesar, excitados. Entre la verborrea incomprensible, Elia crey entender una palabra.
Estn hablando de Gaia? pregunt extraado.
El gua carraspe y desvi la mirada.
Gaia es hombre blanco; hablan de ustedes, hermano. No mucho blanco de este lado de Puerta, sabe? Dicen... corean que no pagarn al hombre blanco por sus
girasoles.
Y yo no le pago a usted por sus mentiras.
El gua enrojeci y baj la cabeza.
Ver... s que Gaianos no buena reputacin en primer mundo...
Y aqu s? Pero si ustedes queman carburante en todos los vehculos que he visto!
Nosotros no hay eleccin respondi framente el gua. Qu cree? Atlas maneja energa producida en nuestra tierra y exige precio apenas podemos pagar!
Ni ustedes tienen eleccin ni yo tengo la culpa.
El gua le dio la espalda y no contest. El viento barri la plaza desierta; toda la aldea preparaba la cena para lo que sera una velada inolvidable. Elia se pregunt por un
momento si aquella costumbre haba sido as siempre, o si por el contrario era adquirida, como el 4 de julio que an se segua celebrando en la Unin, desde antes de la
Guerra de las Alianzas Cambiantes.
Lamento su situacin, crame.
Gaianos montarn fuegos artificiales suyos para celebrar siglo nuevo contest el gua, an de espaldas.
Aqu hacen fuegos artificiales? pregunt Elia, intentando disimular una mueca de asco.

Ya no, porque sus gobiernos dicen malo. Dicen terrorismo ecolgico.


Los nios volvieron a aparecer corriendo desde el ngulo opuesto de la plaza. Gritaban ahora una consigna diferente. El gua los llam y pareci darles instrucciones.
Los cros salieron corriendo y regresaron un par de minutos ms tarde, las caras azoradas y los pies embadurnados de tierra. Se acercaron al gua, le tendieron un bulto
pequeo, y volvieron a desaparecer.
Poco despus, una limusina resplandeciente apareci por entre dos chabolas de uralita en direccin a ellos. A diferencia de los tractores y camionetas que haban visto
por all, aquel lujoso vehculo era absolutamente silencioso. Tan slo cuando se detuvo suavemente a su lado fue capaz Elia de distinguir el zumbido elctrico del motor.
Bueno... se dijo para darse nimos. A entrevistar a Laka OBrien...
Y se volvi luego hacia el gua para darle las gracias y entregarle los billetes acordados. El tacto del papel an le era extrao a los dedos.
No vaya, hermano le rog el guano debe ir, no esta noche.
Elia le mir extraado pero firmemente, intentando que comprendiese que no haba vuelta atrs.
Est bien dijo el gua con un leve suspiro. Tome esto, hermano. Le traer suerte.
E introdujo en la mochila de Elia el pequeo bulto que le haban dado los nios. Pareca un saco de dormir de color caqui amarrado con un par de cintas o correas.
La limusina parti despus con Elia en su interior, alcanz el desfiladero y cruz un control armado que se apostaba en su boca. El fotgrafo se fij en la cantidad de
agentes de seguridad, por no llamarlos soldados, cuyas pieles cubran el ms amplio espectro de colores que habra podido imaginar para un ejrcito. Tuvo tiempo de
contar un japons; dos orientales ms, chinos o coreanos; un par de subsaharianos; dos caucsicos y una mujer de aspecto hind.
Tras el control, el desfiladero se abri y el coche circul por entre los primeros edificios de cemento, cuyas ventanas iluminadas revelaban desenfrenados preparativos
para la noche ms importante del siglo. Arriba, las nubes se tean de violeta como preludio a un inminente anochecer y la gran M ano de Atlas lo dominaba todo desde
el cielo, varios cientos de metros sobre sus cabezas.
Pandillas de borrachos que haban comenzado la fiesta antes de tiempo circulaban por las calles que an lucan limpias ante lo que estaba por venir. Fluorescentes de
nen comenzaban a inundarlo todo con su atraccin hipntica y repugnante Elia no recordaba haber visto aquellas luces, ni siquiera en Nueva Nueva York o Tokio,
otrora famosas por sus noches de colores. Cientos de marcas desfilaban ante sus ojos, intentando convencerle de lo infeliz e incompleto que estaba sin sus productos.
La limusina se detuvo un rato despus, ya de noche, junto a la inmensa mole del dedo pulgar que se ergua hacia la negrura. Elia se ape con su mochila y un soldado le
registr de nuevo y le invit a pasar al interior del ascensor, que se puso en marcha y comenz la ascensin, siguiendo las falanges del dedo hasta el interior del cuartel
general de Atlas, en la palma de la gran mano.
De repente, toda la ciudad sufri un apagn y present un aspecto distinto en la oscuridad; las luces a lo largo de los dedos de Atlas apenas llegaban a las calles, tiendo
su negrura de un rojo apagado, alimentado por generadores de emergencia.
Arriba, el aliki, como cualquier personalidad que desee amedrentar e impresionar a su husped, le hizo esperar la media hora de rigor en un cmodo saln contiguo a su
despacho. Un oriental de gesto seco le hizo pasar despus al despacho de OBrien.
El corpulento hombretn dominaba la estancia sentado tras la mesa de caoba; dej de escribir algo en su teclado y le sonri con aquellos ojos rasgados junto a los que
comenzaban a aparecer las inevitables marcas de la edad, no muy diferentes de las canas y arrugas en la frente del propio Elia.
A su alrededor, cuatro fornidos guardaespaldas parecan parte de la decoracin, junto a las columnas de mrmol y al aparador sobre el que destacaba una hilera de
jarrones de aspecto chino. Cristaleras enormes cubran las paredes laterales reflejando el lujoso interior y haciendo parecer ms grande el despacho, al igual que el suelo,
cuyo encerado era tan perfecto que uno tena la sensacin de caminar sobre un espejo.
Elia se sent en la silla que le ofreca el aliki y deposit en la contigua su mochila, de la que extrajo la cmara.
Espero que disculpe la espera y que no pueda concederle mas que unos minutos Laka OBrien hizo una pausa y ensay su mejor sonrisa ante la cmara de Elia,
ya sabe, uno tiene tambin sus compromisos familiares; mi mujer y...
S, imagino que sus hijos le echarn de menos si...
Las comisuras de los labios de OBrien adquirieron la solidez del granito y su mirada pareci desenfocarse.
No, no, se equivoca dijo luego ligeramente azorado, no hay hijos... podra borrar eso ltimo, por favor? Prefiero mantener mi vida privada al margen.
As que el aliki puede perder la compostura, eh? Ya saba que no los tenas. Que no puedes tenerlos. Es por eso por lo que veneras as tu trabajo, Laka? Y quin
elegir a tu sucesor? , la junta directiva?
Oh, naturalmente... lo siento, no pretenda...
M ire, volvi la luz! exclam OBrien sealando hacia abajo, y orden que apagaran las luces del despacho.
Elia no comprendi al principio, pero sigui la direccin que indicaba Laka, y pudo ver la ciudad iluminada a travs del suelo de cristal. Cinco enormes focos pendan de
los dedos de la descomunal mano iluminando una fiesta directamente debajo de ellos, en el centro de la ciudad.
Ah, la luz... dijo Elia mientras la estancia se iluminaba de nuevo Lstima que sus paneles solares no funcionen de noche, verdad? La ciudad necesita tanta
energa, con todos esos carteles luminosos y dems...
M e alegro de que le guste. Toda nuestra energa est producida de forma ecolgica, como saben las frecuentes inspecciones gubernamentales.
De hecho, ahora que pienso en la energa... hace ya casi nueve aos que la xodo parti hacia Nmesis...
Oh, s, una misin arriesgada, no cree?
Desde luego. Segn tengo entendido, la xodo fue remodelada y reconstruida casi ntegramente, si exceptuamos los programas informticos, por distintas
subcontratas de Atlas. Imagino que, siendo as, ya estarn barajando nombres para la divisin de Atlas que se encargar de la energa negra, si la misin tiene xito.
Laka rompi a rer.
Veo que le gusta ir al grano. Sern entidades pblicas quienes se encarguen de eso. Nosotros estamos muy orgullosos de poder brindar al mundo nuestra ayuda
desinteresada.
Elia intent disimular su sorpresa.
Es un gesto muy noble por su parte, aliki.
Oh, no lo crea ri de nuevo Laka, y le gui un ojo. No queremos hundirnos con el resto del barco, simplemente.
S, claro. M e ha costado mucho llegar hasta aqu para conocer la verdad, y no pienso tragarme el disfraz de hroe modesto.
He odo que esta noche mandar usted mensajes personales a todos y cada uno de los quinientos tripulantes de la xodo. No me lo diga, el que escriba cuando entr
se inclin de pronto hacia delante por encima de la mesa es uno de ellos, puedo echar un...?
Laka se sobresalt, seguramente desprevenido ante tal falta de educacin, y pas la mano rpidamente sobre su minipantalla, que respondi fundindose a negro.
M e temo... y la voz le tembl durante unos instantes. Debe comprender que son mensajes personales y que...
De improviso toda la estancia tembl con gran violencia. A lo largo del aparador los jarrones chinos se tambalearon y cayeron al suelo estrepitosamente; los lujosos
cuadros temblaron en las paredes y la silla de Laka desplaz a su dueo hacia un lado, hacindole perder el equilibrio. Entonces lleg un rumor fuerte, el clamor de una
explosin lejana, y las cristaleras saltaron en miles de minsculos pedazos, provocando mltiples cortes al guardaespaldas de Laka que segua all expectante. Una rfaga
de viento helado cruz de lado a lado de la estancia, haciendo perder el equilibrio a uno de los guardas, que estuvo a punto de caer al vaco. El suelo de cristal se
resquebraj ligeramente, pero no cedi.
La habitacin entera zozobr como si se tratara de un barco durante una tormenta en alta mar, mientras Elia se aferraba a los reposabrazos de su silla y Laka se
levantaba y comenzaba a pedir explicaciones a gritos. La silla de Elia cay hacia un lado, dejando al fotgrafo el tiempo justo para levantarse de un salto y agarrarse a
una columna jnica junto a la pared. Seis o siete agentes trajeados entraron de improviso con paso seguro, se dirigieron a Laka en chino y formaron una muralla a su
alrededor con los otros guardaespaldas mientras le sacaban de la estancia a toda velocidad.
Una vez a solas, an algo aturdido por la rapidez con que haba pasado todo, Elia pas la mano sobre la pantalla de Laka y ech un vistazo al documento. El ttulo
Consideraciones sobre el Pacto de Atlas y Prometeo fue incentivo suficiente como para colocar el puo sobre el lector grabador y dar la orden de transmisin a su

implante.
Un chispazo interrumpi la copia dejndola a medias cuando las luces del despacho se fundieron y las de emergencia saltaron con aquel tenue brillo anaranjado. Para
cuando Elia logr hacer acopio de valor y reaccion, varios hombres y mujeres vestidos de fiesta, recepcionistas y guardias de seguridad corran despavoridos por los
pasillos. Un hombre pas chillando que una bomba haba demolido la base del pulgar del edificio y que todo se vendra abajo, aviso que fue recibido entre gemidos y
alaridos de terror. La gente hua en masa atropellndose unos a otros, hacia los ascensores de los otros cuatro dedos, que bajaron desorganizadamente.
Cazzo! gimi Elia para s mismo, tratando de tranquilizarse. Le traer suerte... suerte! ri histricamente. E porca troia! Estpido gua, stronzo, sabe lo
que opino de su amuleto?
Rebusc en su mochila, tirada por el suelo, hasta dar con el bulto y se dispuso a tirarlo por una ventana. Una explosin en el cielo atrajo su atencin. El zumbido del
batir de alas de un colibr vibr a lo lejos, mezclado con las fulgurantes balas trazadoras de una batera antiarea. Elia reconoci el emblema de la M ano de Atlas en el
fuselaje del aparato cuando varias explosiones de colores siguieron su rastro. El colibr las evit sembrando su camino de cebos trmicos, hasta desaparecer tras el
desfiladero.
Fuegos artificiales... murmur.
Sus manos aferraron el bulto del gua y entonces su pulgar roz lo que pareca ser una pequea anilla. Examin de cerca el amuleto.
Un paracadas!
Sin pensrselo dos veces, despleg las correas, se puso el paracadas y se acerc al borde de la cristalera. El viento helado cortaba la cara al mirar al frente, hacia el dedo
pulgar de Atlas. Abajo, los focos que haban servido para avivar la fiesta minutos antes delataban ahora guerrilleros sin uniforme que corran y gritaban bajo el fuego de
ametralladora.
Elia retrocedi unos pasos, resopl dos veces, cogi carrerilla, cubri la distancia en tres rpidas zancadas y fren en seco al llegar al borde, aterrorizado por el vaco,
que pareca dar vueltas ante sus ojos, acercarse y menguar.
Finalmente se aferr a una columna cercana, y se dej caer al suelo de cristal, gimiendo, con el aire que le erizaba la piel y la zozobra chirriante del edificio que le helaba
la sangre, esperando una muerte segura.
***
Una semana despus, Laka OBrien compareca en televisin, instando a los gobiernos a endurecer las leyes antiterroristas y a ilegalizar todas las ramas del movimiento
Gaiano, ofrecindoles su desinteresada colaboracin. A continuacin afirmaba que el poder de Atlas se basaba en la extrema descentralizacin, por lo que incluso aunque
la gran mano hubiera cado como los terroristas pretendan, aquello no habra supuesto ms que un golpe a un smbolo y el resurgir del fnix de...
El televisor se apag a una orden de Elia, que se levant a trompicones de la mesa, pisando la manta que le cubra. M oqueando, al borde de la pulmona, an poda sentir
el viento glido a un kilmetro de altura sobre la ciudad de Atlas, agazapado junto a la columna hasta ser encontrado y rescatado por las fuerzas de seguridad y los
bomberos horas ms tarde, cuando comprobaron que el edificio no se caera (aunque lo demolieran ms tarde).
Y ahora, las palabras de Laka sobre el poder y la colaboracin le haban hecho recordar el archivo que haba extrado de la terminal de Laka y que llevaba en el implante
de la mano.
Camin hasta el lector, apoy el puo y seleccion el archivo, que se despleg en la pantalla del saln; estaba incompleto, pero aun as Elia pudo leer acerca de algo
referido como Pacto de Atlas y Prometeo entre la corporacin de Laka OBrien y los gobiernos de la Unin, China, Estados Unidos y otras potencias. El documento
estaba lleno de basura digital, smbolos aleatorios e ilegibles en el lugar de algunas palabras, pero Elia pudo deducir que se refera a algo indescifrable que las
empresas ganaban a cambio de la construccin de la xodo y a un trato de favores industriales, por el que los gobiernos ganaban el control de la energa negra y fijaban el
precio.
El nombre de Julianne Waters figuraba all.
Julianne. La xodo.
Elia se sinti sbitamente mareado. La cabeza le daba vueltas, llevndole de nuevo a un pasado que apenas haba conseguido superar desde haca nueve aos. Pens en
avisar a Daniel, pero ya haba mandado los mensajes de nochevieja antes de viajar a Zimbabwe; tendra que esperar casi dos aos hasta la respuesta. A no ser que lo
mandara de urgencia... pero, y Julianne? Record que poda mandar mensajes gracias a que era Julianne quien los rediriga como si fueran suyos, ya que l estaba
completamente al margen de la misin.
Y si Julianne estaba en el ajo, vera las transmisiones; no servira de nada... o incluso, quin sabe? Tal vez fuese peor.
Intent pensar con claridad. No entenda nada. Por qu aquel pacto no era pblico? Y, en qu beneficiaba a Atlas construir la nave si no se quedara con los frutos de
la misin? No tena sentido. Y para colmo, haba sido tan fcil copiar aquel documento... casi daba la impresin de que Laka se lo haba puesto delante de las narices
aposta.
Un mal presentimiento sobre la xodo le invadi junto con la certeza de que Daniel y M arco estaban en peligro all arriba.
Un mal presentimiento... y el hecho de que entre las consideraciones sobre el pacto del documento figurara, al final del trozo incompleto que tena, junto al rtulo
xodo, el historial de alguien dedicado al espionaje industrial, cuyo nombre no pudo descifrar.

CAPITULO XVI

Nos llevara cuarenta aos, tal vez cincuenta, construir una nave que...
P uede hacerse en diez. Doce, a lo sumo. Remodelaremos la Estacin Espacial Internacional de la Concordia.
Has perdido la cabeza, Julianne? Nuestra industria no est lo suficientemente especializada como para...
Oh, no lo haremos nosotros, sino Atlas. Les propondremos un trato que no podrn rechazar.
CONVERSACIN FUERA DE REGISTRO, CUMBRE ENERGTICA MUNDIAL, NUEVO OSLO, 2080

Feliz siglo nuevo!


El sonido del descorche de varias botellas de cava se superpuso a los matasuegras y las risas. Dos pequeos estallidos sirvieron de preludio al confeti, que cay nevando
sobre los dgitos que flotaban en el aire en un azul luminoso, mostrando la fecha y la hora. Los dgitos parpadearon varias veces y luego rotaron a medida que el interior
de la lira iba mostrando un campo ms amplio alrededor, revelando una mesa plagada de cubertera de plata y cristal.
Un bailarn pas dando piruetas, ataviado con un tut rosa sobre el uniforme de gala, de un blanco impoluto. Los galones que lo revelaban como sargento se agitaban en
el aire a cada vuelta, hasta que se cruz con una teniente que brincaba agitando los brazos, la cara cubierta por una mscara de tigre de peluche.
Un rostro desconocido ocup el primer plano.
Que este siglo nuevo te colme de felicidad y cumpla todos deseos, Virginia! dijo sonriente.
La imagen volvi a girar, mostrando ahora la pista de baile de un amplio saln donde los oficiales conversaban animadamente entre sorbo y sorbo.
Padre, alto orden la capitana Spiff. La pelcula se detuvo. Retrocede al comienzo. Avanza, velocidad normal. Detente.
La imagen se congel mostrando el reloj antes de los parpadeos. El mono deportivo de Spiff cruji adaptndose a su musculosa figura cuando ella se inclin hacia
delante, sentada en la silla de su camarote. Aun as, los dgitos eran demasiado pequeos.
Ampla. La zona de los dgitos azules.
El reloj flotante aument de tamao progresivamente hasta el lmite de resolucin del aparato.
Ah. Suficiente.
El tamao era ms que suficiente, de hecho.
1 de enero de 2100. 00:00
Avanza a un octavo de velocidad. Detente a mi orden... ya dijo tras el primer parpadeo.
1 de enero de 2100. SK:ED
Spiff se levant y dio una vuelta alrededor de la lira, mirando los dgitos flotantes desde todos los ngulos.
No haba duda. El cdigo internacional para plan horario. Y el tut y el tigre de peluche eran un obvio indicador de transmisin. Los mensajes posteriores contendran
informacin adicional.
Pero de momento...
Padre, borra el mensaje.
Con paso rpido Spiff sali de su camarote y se dirigi hacia la sala apantallada ms cercana, al interior de la cual Trinidad no tena acceso alguno.
Una vez all, a solas, se asegur de que las puertas estuvieran bien cerradas, accedi a la terminal del escritorio y comprob que no hubiera conexin de red.
Adelant el puo y seleccion las opciones necesarias para desplegar el contenido de los datos de su misin. El bloqueo de fecha que los mantena encriptados se liber
ahora, y un torrente de texto e imgenes se despleg en la pantalla de la terminal.
Al fin, tras casi diez aos de aburrida espera, haba llegado el momento de saber qu haca all.
***
Con todo, haba sido extrao. Toda la tripulacin estuvo de acuerdo en eso. Recibir a mediados de noviembre de 2100 el mensaje de la nochevieja anterior en la Tierra
haba estado teido de cierto toque de irrealidad. Y no era porque una pequea faccin de la tripulacin, encabezada por la mayora de los ingenieros qumicos, agrcolas
y de instrumentacin, sostuviera en los debates de la cafetera que ya haban pasado el cambio de siglo en enero, mientras que otros, de quienes el padre Urbano era el
cabecilla, mantuvieran que sera a finales del mes que viene. (La silenciosa sonrisa de Amir, el imn, durante aquellas disputas sobre el calendario occidental
predominante parecan reflejar lo que pensaba de ellas.) Tampoco faltaba la visin de los versados en fsica y los astronuticos, que a travs de un lenguaje que a M arco
le costaba a veces comprender, sostenan que el cambio de siglo en un sitio era relativo al lugar desde el que se considerase. Segn ellos, el cambio de siglo en la Tierra les
acababa de adelantar, viajando a la mxima velocidad posible, que era la de la luz.
Sea como fuere, lo cierto es que tras casi diez aos de viaje, los pensamientos de la mayora de los quinientos miembros de la tripulacin de la xodo estaban centrados
en cosas completamente diferentes. Naturalmente, no era que no se identificaran con la alegra de sus seres queridos que haban quedado en tierra, o que no sintieran su
aislamiento algo mitigado por el calor de su afecto lejano, transmitido en la luz a travs del glido y vasto espacio. Era otra cosa. Algo se empezaba a gestar en la
consciencia colectiva de la tripulacin. La xodo enfrentaba preocupaciones y problemticas distintas a cualquier otro grupo humano en todo el Sistema Solar. Por un
lado, la extrema centralizacin y unicidad de los medios de produccin, agua, oxgeno, calor, electricidad, reses y plantas escasas y controladas, y verduras y carne
transgnicas. Por el otro, el aislamiento de las relaciones humanas, forzadas, para bien o para mal, a la convivencia con gente harto conocida en aquel pequeo mundo.
Todo ello marcaba una profunda diferencia.
Si un meteorito rompa la cpula de proteccin de un cultivo hidropnico en alguna colonia de M arte, por ejemplo, los colonos siempre podan sellar el invernadero
daado, usar los secundarios, pedir ayuda y esperar a que llegaran los refuerzos, ya fuera en un par de das desde una colonia cercana, o en unos meses, en el peor de los
casos, desde la Tierra.
Si, en cambio, una tormenta tropical arrasaba las Azores destruyendo toda infraestructura, como ocurra cada vez a mayores latitudes con el paso de los aos, los
supervivientes podan divisar en el cielo a los colibres de rescate poco despus de que amainara el temporal.
Sentimiento de proteccin. Porque en el fondo se trataba de eso.
Esas gentes, tanto en M arte como en las Azores, eran capaces de vivir sus vidas tranquilos, sabiendo en todo momento que si algo iba mal alguien, probablemente, los
salvara. La tripulacin de la xodo, por contra, deba ser capaz de vivir su vida ignorando en la medida de lo posible la carencia de tal certeza.
No era raro pues, que la tripulacin algunos ms, otros menos comenzara a experimentar cierto sentimiento de diferenciacin, de identidad propia, de
independencia. Y al mismo tiempo, sin embargo, como si se tratara de un joven recin salido del nido de sus padres, era precisamente ese tenue lazo, la certidumbre de
que estaban arropados por billones de bits que viajaban de manera ordenada en la luz hacia la Tierra y vuelta, lo que ayudaba a mantenerlos cuerdos.
Ahora, a tan slo un da de la mitad del viaje, y a tres habra sido una casualidad csmica de su vigsimo segundo cumpleaos, M arco no dejaba de pensar en aquel
sentimiento, mientras contemplaba la lista de requisitos de seleccin de tripulantes, sentado en el despacho de Garrelt. Se fij en aquella palabra.
Inconsciencia.
M uy fcil de decir, pero cmo se poda ignorar todo aquello? Los afectuosos mensajes de Elia y de sus abuelos, cada vez ms separados en el tiempo, representaban
slo la red de seguridad bajo la cuerda floja que transitaba. Se poda simplemente ignorar todo? O, mejor dicho, qu maneras haba de llegar a esa inconsciencia?
Ioanna, por ejemplo, pareca conseguirlo en todo momento. No saba cmo lo haca. En sus cada vez ms frecuentes charlas, Ioanna despachaba el tema con tal
entusiasmo en todo cuanto haca que a M arco se le contagiaba aquel olvido, lo que no dejaba de reconfortarle.
Tal vez fuera la intensa actividad que mantena. No saba qu habra ocurrido de no haber trabajado nadie en la estacin. Probablemente Trinidad fuera capaz de
mantener las constantes vitales de la estacin y su tripulacin a un nivel suficiente. Aun as, la xodo era un hervidero de actividad, con chavales el ms pequeo tena
ahora once aos, como l cuando embarc yendo a clase, qumicos cuidando de las cosechas e instrumentales satisfaciendo las demandas de mantenimiento de la

xodo en sus talleres.


Y tal vez por eso, tambin, la mayora de la gente utilizaba las escasas horas de inactividad para relajarse en los sistemas de ocio de Espritu Santo. A M arco le
encantaba pasarse algunas tardes perdido en una costa rtica inexistente, contemplando el Sol dar vueltas a toda velocidad a su alrededor, en veranos que duraban
minutos, para ponerse despus, dejando paso a espectaculares y constantes auroras boreales sobre las estrellas.
Eso, claro, cuando no quedaba con sus amigos para seguir explorando aquellos vastos mundos imaginarios que Espritu Santo gobernaba, plagados, cuando no de
dragones y espadas legendarias, de horripilantes y grotescos monstruos primigenios, o de fros agentes de gatillo fcil y tendencia a las conspiraciones globales.
El padre Urbano a quien le haba costado inicialmente aceptar en su justa medida el nombre de la IA, y que aun as jams llamaba Hijo a Freund, o Amir, el imn,
cada uno a su manera, le ofrecan en cambio otra solucin que se le antojaba tambin reconfortante, de una manera tenue pero constante.
No estamos solos, M arco decan ambos. Dios siempre est a nuestro lado.
No comprenda muy bien por qu sus religiones eran distintas si ambos coincidan en que su Dios era el mismo, pero sus palabras despertaban un sentimiento en su
interior, una inquietud que iba tornndose poco a poco en certidumbre.
No haba duda de que las drogas tambin ayudaban, atenuando la consciencia. No se poda olvidar la insustituible contribucin de los ansiolticos, anticonceptivos y en
ocasiones afrodisacos que Freund suministraba en la comida.
Luego estaba el amor. El amor, segn decan, te haca olvidar todo lo dems.
Y el sexo. Aunque efmero, el sexo le haca olvidar todo, cada vez. Y era extremadamente gratificante, al menos con Cristina. Ambos se haban descubierto mutuamente
haca ya dos aos, y mantenan encuentros desde entonces.
No estaba seguro de si la utilizaba para satisfacerse, o de si el uso era mutuo. De lo que s estaba seguro es de que no consegua sentir aquello que vea en otras personas.
Siempre que pasaba por la cafetera o el jardn, M arco se mora de envidia contemplando a Sahrie y Samer o a otras parejas felices pasear de la mano o acaramelarse
sentadas en los bancos, hacindose carantoas.
Qu lejos quedaba aquel inocente enamoramiento! Qu lejos quedaba... cmo se llamaba aquella nia en la Tierra? Ah, s, Patricia.
Y bien, M arco? dijo Garrelt desde el otro lado de la mesa, devolvindole a la realidad A cambio de qu?
Perdona. Se me haba ido el santo al cielo.
Garrelt frunci el ceo. Una banda de arrugas le surc la frente. Haba envejecido, se hallaba a las puertas de los cincuenta; sin embargo, aunque M arco saba que
aquellas canas en su pulcra barba o bolsas bajo los ojos no haban estado ah siempre, le costaba trabajo imaginrselo como al principio.
ltimamente te ocurre con frecuencia. Te encuentras bien? Quieres que dejemos la clase por hoy?
Obsesin dijo M arco, negando con la cabeza. Algo de hasto en algunas relaciones. Depresiones espordicas, y alguna que otra mana. Esas se han agudizado,
dira yoagreg mientras dejaba caer el pergamino digital sobre la mesa.
Garrelt lo recogi echando el brazo hacia delante. Con mucho cuidado, lo coloc sobre el resto de pergaminos en la seccin izquierda de la ordenada mesa, las esquinas
perfectamente escuadradas.
Y no te parece un precio bastante bajo?
S dijo M arco. Lo cierto es que de haberme quedado en la Tierra no habra dado un duro por mi cordura despus de diez aos de esto.
Para ser sincero, no creo que nadie en la Tierra lo d.
Sin duda... sonri M arco, y se frot la nuca algo indeciso Garrelt, las previsiones de aprendizaje de la IA... me parecen poco optimistas. Freund..., Hijo, no deja
de superarlas. Creo que deberamos introducir un trmino de compensacin por el efecto de acoplamiento cuntico con los otros ncleos de proceso, Padre y Espritu
Santo.
Interesante idea. Pero, crees que el reparto de recursos es tan flexible?
Creo que los tres ncleos cooperan de manera muy amigable, s.
Hablas como si fueran personas.
Freund est diseado para parecerlo, no?
Garrelt resopl.
S. Para parecerlo. Y las otras dos no. Ya lo sabes.
M arco tom aliento para responder, pero se contuvo. Ya lo saba. Pero tampoco poda dejar de pensarlo.
La lira se activ interrumpiendo el momentneo silencio. Freund apareci en su interior, ajustndose las gafas.
Perdonen que los interrumpa.
Oh, Freund! salud Garrelt Precisamente hablbamos de ti. Ests haciendo un gran trabajo con la tripulacin.
Gracias, Dr. Icke. Pero no es un trabajo, sino un placer para m.
Garrelt le dirigi un gesto de complicidad a M arco. Ya. La simulacin tena fallos. Ni siquiera la ms hipcrita o bienintencionada de las personas disfrazara de placer al
tratamiento de quinientos semidementes con inclinacin a las manas obsesivas durante diez aos. Y los que quedaban.
Espritu Santo prosigui Freund me dice que tu clase de fsica acaba de comenzar, M arco.
Uf, fsica... dej caer los hombros y resopl lo haba olvidado. Gracias, Freund.
Dos minutos y medio despus M arco entraba a la carrera en la Sala de Entornos. Todos estaban ya tumbados en sus asientos reclinables, con los cascos sobre sus ojos
y orejas.
M arco se acost de un salto y se ajust el casco. En la oscuridad que sigui, M arco sinti el habitual pinzamiento en los nervios de la base del crneo y oy el zumbido
cuando el sistema se activ. Un punto brillante apareci ante l y creci rpidamente hasta convertirse en un pequeo disco amarillo. Una lnea roja de trazo grueso se
hizo visible cruzando ante l en primer plano al seguir acercndose a la luz.
M arco se asust por un instante cuando un objeto enorme cruz por delante de sus narices, siguiendo la lnea roja. Una mirada a la derecha le revel una visin ms
lejana del cuerpo, una afilada cimitarra de luz orbitada por pequeas lunas y por un ancho anillo totalmente plano.
En la parte superior de su campo de visin, la interfaz revel que la carga del programa y la conexin de red local haba acabado de realizarse. Casi simultneamente, el
planeta que ya haba reconocido por su cuenta y las lunas visibles fueron rotulados como Saturno, Titn, M imas y Japeto.
A continuacin M arco se sinti arrastrado hacia el interior del Sistema Solar a gran velocidad. El sistema le diriga hacia el resto de la clase. Atraves las rbitas de varios
planetas, trazadas en diferentes colores, y a los pocos segundos una pequea luna azul en cuarto creciente se hizo visible junto a otra diminuta, de color blanco grisceo.
Se mir las manos. Estaban desnudas; otro fallo en algn fichero de preferencias haba impedido que se cargara su vestuario habitual. En su lugar, llevaba el mono que el
sistema asignaba por defecto.
Tendra que hablar con Espritu Santo para localizar el fallo.
Un segundo despus se hallaba entre la Tierra y la Luna, junto al resto de su clase,
Ah, M arco. ltimamente ests en la luna dijo la voz en off de Espritu Santo, modulada como las de los documentales. Como les deca a tus compaeros, nos
hallamos en el primer punto de Lagrange del sistema Tierra-Luna . Un objeto poco masivo colocado aqu en reposo respecto del sistema permanecer en el sitio como
consecuencia del equilibrio de los potenciales gravitatorios de la Tierra, la Luna y el potencial centrfugo del sistema. A vuestra derecha podis ver el extracto de
Lagrange de la Enciclopedia de Dios.
M arco suspir y ech un vistazo al listado. M enudo rollo. Frmulas y ms frmulas, nombres de ecuaciones, la vida y obra de Joseph Louis Lagrange y hasta la
mencin de dichos puntos en varias novelas de ficcin.
Hay cinco puntos de Lagrange; en este caso, tres estables y dos inestables. El ejercicio de hoy consistir en encontrarlos para la Tierra y la Luna.
Oh, no.
La Tierra y la Luna se alejaron hasta convertirse en una maqueta que flotaba frente a l. El planeta giraba lentamente sobre s mismo, mientras que el satlite descansaba

a cierta distancia. Junto a la maqueta, cinco pequeas esferas de aspecto metlico reposaban flotando sobre una malla que mostraba una aburrida superficie que pareca
una cama elstica con forma de plato sopero y un par de pesos que la hundan hacia abajo, uno grande en el centro y otro pequeo cerca del borde.
Genial. No saba ni por dnde empezar.
Prob a poner la primera de las bolas de metal en distintos sitios de la maqueta. Las primeras veces la colocaba demasiado deprisa, sin fijarse en los valores numricos
de la posicin y velocidad, de manera que cuando la soltaba la bola sala despedida y dibujaba una trayectoria en espiral que orbitaba ambos cuerpos de manera errtica,
cuando no chocaba contra alguno de ellos. Incluso cuando la dejaba con todo cuidado, la bola tenda a ganar velocidad alejndose y repitiendo las catstrofes anteriores.
Frustrado, mir a su alrededor. Un poco ms all, el rojo del vestido de volantes de Lune contrastaba con la negrura del entorno. Es que no pensaba cambiar nunca su
vestuario virtual? Llevaba diez aos con el mismo traje ridculo!
Lune mova los dedos a toda velocidad dibujando ecuaciones en el aire junto a su malla flotante. Unos instantes despus, coloc una bola con sumo cuidado al otro lado
de la Tierra, bastante lejos de ella.
M arco se sorprendi al ver que las cinco esferas de Lune flotaban plcidamente en su maqueta: la que acababa de colocar, otra entre la Tierra y la Luna, una tercera al
otro lado del satlite, y otras dos sobre la rbita de la Luna, adelantada una, retrasada la otra.
Se intent fijar en los valores de las posiciones para copiarlas. En ese momento, Lune, que bostezaba con ese irritante aire de suficiencia suyo, repar en l, le ech una
mirada asesina y cubri el sistema con su cuerpo.
Estpida cra!
Consider la idea de pedir ayuda a Espritu Santo para completar el ejercicio, pero la desech: aquello habra sido darle a Lune la satisfaccin que quera. Ya volvera a la
clase particular cuando Espritu Santo se lo indicase.
As que se interpuso entre su maqueta y la de ella, de manera que no pudiera observar lo que haca, y se entretuvo el resto de la clase lanzando las bolas sobre la
maqueta y observando divertido cmo orbitaban todas a la vez.
Finalmente, cuando todo flot hacia atrs y se vio de nuevo en el gris del aula virtual, M arco solt un suspiro de alivio. Al frente, la esfera brillante de Espritu Santo
destell en reflejos de colores al informarles de que con motivo del cambio de orientacin y la fiesta de mitad del viaje a Nmesis, al da siguiente no habra clase.

CAPITULO XVII

Hace ya diez aos que nuestros sueos y esperanzas partieron a bordo de la xodo. Ahora mismo si es que tiene sentido hablar as estar volvindose a mirar atrs, para contemplar cunto hemos hecho
durante su ausencia.
Y qu ver?
Cegados por el sueo incierto de una vaga esperanza futura, nos abandonamos ahora a la apata y al hedonismo ms nocivos. El individualismo feroz, la plaga ms abominable de principios del siglo pasado,
vuelve a estar entre nosotros.
EMILE GONZOUS, EX P RESIDENTE DE LA UNIN, 2101

El cambio de orientacin comenz a primera hora de la noche, tras el ocaso, de modo que la prctica totalidad de capacidad de proceso de Trinidad pudiera ser empleada
por Padre para la complicada maniobra. Sin embargo, aquello no impidi que centenares de caras se apiaran expectantes contra los cristales de las ventanas.
Bajo la supervisin de Sahrie, Padre comenz haciendo saltar los pernos explosivos del andamiaje que una los rales Ojo de la xodo con el borde exterior del escudo de
hielo que viajaba, como si fuera un gigantesco paraguas, cien metros por delante. El pblico contempl con gran expectacin cmo el gigantesco iceberg con su
andamiaje, iluminado ahora por hileras de intermitentes naranjas de posicin, comenzaba a alejarse de manera imperceptible pero progresiva, tan despacio como lo
habra hecho un caracol.
Seis horas ms tarde, el escudo estaba lo suficientemente alejado como para que la xodo pudiera girar libremente sin chocar con l, hasta darse completamente la vuelta.
Padre reorient un propulsor hacia popa y el contrario hacia proa, e hizo entrar ambos en ignicin durante un minsculo instante.
Desde el interior, la tripulacin observ el pandeo del escudo, que se acercaba y alejaba ms y ms cada veinticuatro segundos, durante varias horas, las suficientes
como para que la inmensa mayora de observadores se aburriera y se fuera a dormir. Sahrie, sin embargo, se sent y esper pacientemente en el puente para asegurarse
de que todo iba bien, y darle a Padre las instrucciones necesarias para acercarse y reacoplarse de nuevo a los rales del Ojo, antes de ponerse el traje y salir al exterior
junto con la capitana Spiff para colocar nuevos pernos en su sitio.
Para qu complicarnos tanto la vida? le haba dicho Lune haca poco No sera mucho ms fcil orientar los motores hacia proa y simplemente frenar cuando
llegue el momento?
Los ojos le haban brillado al lanzar aquel desafo. Sahrie busc entonces entre sus cosas hasta encontrar su pelota de goma que representaba el globo terrqueo y la
coloc con cuidado sobre el suelo. La bola comenz a rodar, despacio al principio, ms rpido luego, hasta estrellarse contra la pared, rebotar y volver de nuevo a la
misma esquina.
Supongo que te habrs dado cuenta le contest, de que el suelo est un poquito inclinado.
S.
Lune se frot la cara, llevndose una espinilla por delante con una mueca de dolor. La reciente mayora de edad no haba hecho disminuir su nmero, que afeaba una cara
por lo dems angelical.
Sus hijos, cuando los tenga, sern preciosos.
Sahrie dej escapar un leve suspiro. Ella estaba rebasando la edad lmite; en breve quedarse embarazada por vez primera sera peligroso. Sus esperanzas se desvanecan a
medida que se convenca de que Ioanna estaba en lo cierto cuando afirmaba que an no tenan margen suficiente en el balance de recursos.
Sacudi la cabeza y le explic entonces que la inclinacin era para compensar las etapas de aceleracin y velocidad constante y que los refuerzos estructurales hacan
que fuese necesario darse la vuelta.
Lune era muy testaruda. Ni siquiera se dio por vencida cuando Sahrie aleg causas psicolgicas para dar la vuelta entonces y no cuando quedaran dos aos y fueran a
encender los motores para frenar. O eso le haba comentado M arco a la ingeniera durante una puesta de sol en el Gran Jardn. De hecho, incluso cuando Sahrie le revel
la fuente, autorizada en materia de psicologa, Lune replic torciendo una sonrisa burlona y soltando un gruido.
***
La mitad del viaje haba pasado. Pero para Richard Sleepfield, para quien los das eran una interminable sucesin de segundos, amontonndose unos sobre otros, aquello
slo significaba una cosa: an quedaba la otra mitad.
La idea era francamente insoportable; y era peor ir ms all: un sudor fro le perlaba la frente cuando se paraba a pensar que todo aquello era slo el viaje de ida.
A solas en su estrecho camarote, desesperado, hizo ademn de golpearse la cabeza contra la ventana que lo separaba de la libertad que haba fuera.
Diez aos en aquel maldito cascarn, y para qu? Sus anteriores misiones haban sido mucho ms rpidas, y aunque haban entraado mucho ms peligro para su
integridad fsica, las prefera.
Incluso aquella vez, en China. Haba estado a punto de perder un brazo cuando cerraron las compuertas al descubrirle destruyendo la encriptacin cuntica que impeda
el libre comercio. Un mundo ms libre. Richard crea en aquello, y Atlas haba demostrado confiar en su eficacia laboral.
Esta vez, en cambio, qu haba conseguido? Ni siquiera saba realmente si los planos para construir miniagujeros negros estaban ya desarrollados, guardados a buen
recaudo en el Ojo, al que muy poca gente tena acceso. Slo los fsicos, los psiclogos cunticos y los ingenieros astronuticos, as como la tripulacin especializada en
trabajos de fontanera en el exterior.
Y l no formaba parte de ninguna de esas reas. De hecho, aparte de manufacturar objetos de toda clase en el taller y dar su consejo en cuestiones de ingeniera
estructural, su vida era tediosa e insulsa, y repetitiva a ms no poder. Ni siquiera el sexo lo sacaba de aquello por mucho tiempo.
Y los nios, a quienes haba encandilado con sus trucos de magia desde el comienzo del viaje, ya no lo eran tanto. Haban crecido, eso era lo peor, y se empezaban a
interesar por otro tipo de cosas, dejando a un lado la ilusin y la inocencia.
La inteligencia artificial, Trinidad, tampoco resultaba de gran ayuda. Las pocas ocasiones en que una conversacin con Hijo le haca sentirse un poco mejor no dejaban
de recordarle tambin, como las dems, que los consejos se los estaba dando una mquina y nada ms que eso, no alguien que pudiera ponerse en su lugar.
Su lugar. Ja! Quin sera tan estpido como para ponerse en su lugar? Los estaban sacrificando para mantener un poder que no les perteneca. Estaba todo planeado
desde el principio. No haba duda.
O tal vez... S! Aquello no era ms que otro estpido experimento Biosfera de esos! En realidad, no haba ningn Nmesis, ni estaban a un ao luz de la Tierra, sino
probablemente al otro lado de la Luna o en algn lugar as.
Prometeo es una farsa.
La idea fue cobrando certeza en su mente. Necesitaba escapar de all. Tena que tener cuidado. Se senta vigilado. Por todos. Nadie le creera, ni siquiera Hijo. Tal vez
estuvieran todos metidos en el asunto. S, lo estaban. Saba que le daban medicamentos extraos en la comida para mantenerle bajo control. Pero ya no tomara ms.
Claro, era evidente! Los planos que se le haba ordenado recuperar ya existan, al contrario de lo que le haban hecho creer, y estaban guardados en las terminales del
laboratorio de fsica del Ojo. Slo tena que infiltrarse all y transmitirlos de vuelta a Atlas.
Pero cmo? Cmo acceder al Ojo? Era imposible. Ni siquiera podra aunque consiguiera convencer a Trinidad de la necesidad y buena voluntad de su empresa, ya que
el acceso a aquel rea estaba ligado a la biometra personal, y no a un comando verbal a la IA.
En otro acceso de desesperacin, golpe el cristal con la cabeza con tal fuerza que dej una huella ensangrentada. Una, dos, tres veces. Al otro lado de la ventana, las
estrellas giraban sin cesar alrededor de un lucero amarillento. Dolorido, Richard contempl la nueva orientacin de su camarote, que ahora daba a popa.
Pues claro! La fiesta de mitad de viaje! Qu estupidez, podra acceder al Ojo!
Una risa histrica se elev desde el fondo de su garganta hasta dominar toda la habitacin. Al fin podra cumplir su misin, y sera recompensado con la gloria eterna!
***

M arco abri los ojos, tir suavemente de su brazo por debajo del cuello de Cristina y se apoy en la pared para levantarse y pasar por encima del cuerpo de su amante.
Los prpados an se le pegaban a los ojos, y una pesadez soolienta le embotaba la mente y los sentidos. No recordaba haber dormido prcticamente nada.
Se senta fatal, jams consegua descansar un minuto cuando dorman juntos. Y ella siempre insista en aquello. A veces rogndolo de una manera algo irritante.
Demonios, era imposible que dos personas descansaran en una cama tan estrecha! Siempre recostado contra la fra pared, con un brazo dormido por el peso de la
cabeza de ella, empezaba a odiarlo.
Aunque quizs fuera culpa suya. Al fin y al cabo, era l quien acceda siempre, no? M arco intent desperezarse con una ducha rpida y se visti con el mono de
deporte. Por el espejo pudo ver la cabeza de Cristina asomar por entre las sbanas.
Date prisa dijo M arco, ms secamente de lo que le hubiera gustado, o no llegaremos al partido de pelota cero.
***
La fiesta de mitad de viaje se celebr por todo lo alto. La ocasin lo mereca. La sala ms grande de la estacin, el Saln de Actos, que competa en tamao con el Gran
Jardn, sirvi como recepcin de un banquete fuera de lo comn. El lento incremento y almacenaje de los recursos permiti el sacrificio de varias reses; casi toda la
tripulacin convino en que los escasos filetes crecidos en laboratorio que coman de cuando en cuando tenan una textura fibrosa mucho menos agradable.
Decenas de personas aprovecharon sus cualidades humorsticas, musicales o de ilusionismo para entretener a los dems, en un festival que dur hasta bien entrada la
tarde. Entonces, y como medida excepcional, se permiti el acceso al hangar, en el Ojo, a toda la tripulacin, para el partido de pelota cero.
La entrada fue complicada, aunque la mitad de la gente prefiriera quedarse abajo. Para no saturar las escaleras de mano, reservadas para los ms valientes escaladores, la
mayora tuvo que subir en los montacargas de los radios de la estacin (que suban mucho ms despacio para atenuar las fuerzas de Coriolis), de modo que durante la
hora que dur la ascensin se celebraron pequeas fiestas en cada montacargas.
M arco! le llam Ioanna, bailando entre el gento. Pareces nervioso, cielo. Has visto a tu padre por aqu?
M arco torci el gesto. No le haba visto. En meses.
M i padre jams hubiera subido por diversin. Odia la ingravidez.
Arriba, en el hangar trasero del ingrvido centro de la xodo, ya haban retirado las cpsulas, que descansaban en el exterior, detrs de la estacin. Decenas de paneles de
fibra de vidrio se hallaban dispuestos sobre el suelo cilndrico, sostenidos por vigas a un metro por encima, de modo que el pblico se pudiera tumbar en el suelo y
contemplar el partido directamente delante de ellos, sin peligro alguno por los choques de los jugadores contra los paneles transparentes.
Haba sido idea suya organizar aquel partido, alentado por Garrelt para buscar algn modo de aunar a la tripulacin y prevenir posibles motines en un futuro distante,
mucho antes de que se gestaran. Un da vio a unos ingenieros divertirse con una pelota en el hangar trasero y se le ocurri que popularizar aquello podra ayudar a
mitigar los rumores que venan circulando desde haca algn tiempo por toda la estacin acerca de los privilegios de unos pocos que pueden acceder al Ojo mientras la
mayora parecemos una especie de clase baja. Tras pellizcarse unos segundos la barba canosa, Garrelt se haba mostrado entusiasmado por el tema, diciendo incluso
que podran repetirlo ms adelante si funcionaba bien.
Cuando el rbitro suspendi la pelota en el centro de la estancia con ayuda de una prtiga mecnica, M arco se afianz en su posicin, bajo ella. El resto de su equipo,
Cristina y los soldados Hicks y Romo, se hallaban distribuidos tras l, frente a la portera del equipo contrario, una pequea abertura circular que se alzaba en el centro
de la pared contraria, unos cuatro metros por encima, en el mismo eje.
M arco mir directamente hacia arriba. La pelota flotaba cuatro metros por encima de l. M s arriba del baln o quizs sera mejor decir ms abajo, pero al otro
lado, la irritante discpula de su padre flexionaba las piernas preparada para saltar y miraba en su direccin desde el extremo contrario de la estancia cilndrica, como si
estuviera colgada del techo, con una sonrisa en los labios.
Sera fcil. La gravedad era minscula en el suelo; un salto bastara para apoderarse del baln en cuanto el rbitro pitara el comienzo. En cuanto lo tuviera en su poder,
mientras derivara de nuevo hacia la pared contraria, lo lanzara hacia el suelo y...
Pero, dnde estaba el suelo? El suelo era toda la pared curva del cilindro, en esta y en aquella direccin. No. Aquello no le servira de referencia. Uno siempre se perda
en ingravidez; si se orientaba, si fijaba una direccin como arriba y otra como abajo, tendra ms de la mitad del trabajo hecho.
Y ganara a la cra del demonio.
S, arriba sera la portera contraria, y abajo la suya. De ese modo, l estaba a un lado, cabeza arriba, y Lune en el contrario, cabeza abajo.
Cuando el silbido son, M arco se impuls con gran seguridad sobre sus piernas y sali proyectado hacia la pelota. Un gesto de incomprensin cruz su cara cuando
Lune peg un pequeo salto, no hacia el baln, sino bastante desviada de l, y mucho ms lentamente.
Casi al instante lo entendi.
Idiota.
La pelota cruz su campo visual a toda velocidad y se desvi hacia un lado, pasando lejos de l. Haba saltado demasiado rpido y hacia el centro, de manera que la
rotacin de la estacin le haba desviado fuertemente hacia la pared. Sacudi los brazos y las piernas para darse la vuelta, sin xito. El panel de fibra de vidrio se
precipit hacia l y M arco pudo ver las caras apretadas de la gente al otro lado del cristal, por un instante, justo antes de que el impacto hiciera que se le saltasen dos
dientes.
M areado, se palp los labios ensangrentados y rod lentamente sobre s mismo, para ver a Lune, cuyo grcil salto le haba llevado junto a la pelota para describir una
lenta curva descendente hasta su posicin de partida. All lanz la pelota en un tiro en espiral, tan certero como onrico, que esquiv el cuerpo de Cristina, interpuesta
en un salto para cubrir la portera, y marc gol.
El resto del desastroso partido termin de convencer a M arco de dos cosas: primero, a juzgar por la aclamacin popular, aqul se convertira fcilmente en el deporte
oficial de la xodo; y segundo, estaba claro que Dios no le haba llamado por el camino del deporte, al menos del deporte en ingravidez.

CAPITULO XVIII

No consigo reproducir las consecuencias sociopolticas de la Gran Ola ni su influencia en el desarrollo de la Guerra. Ves? Este gas, Estados Unidos, debera menguar en territorio y concentrarse all,
mientras que la Unin, ese violeta de ah, debera rodearlo y mezclarse con esos otros dos.
Has tenido en cuenta todos los parmetros de tu modelo?
Oh, s, ya lo creo. Calor especfico, entalpa, entropa, factor adiabtico, fase, conductividad, densidad, presin, temperatura, nmeros cunticos...
Tal vez te falte uno.
Cul?
La voluntad.
REGISTRO SONORO DE TRINIDAD, XODO (INVERNADERO IV-3), 4 DE ENERO 2101, 23:11

La hierba crepit en el silencio del invernadero, superponindose por momentos al lejano zumbido de las entraas de la xodo, su respiracin, como Ioanna sola
decir. M arco aspir una bocanada y palade el sabor de la hierba. Expuls el humo lentamente, ensimismndose en las volutas que ascendan hacia el extractor de aire
del techo; le pareci, por un breve instante, ver patrones comprensibles en el caos en que fluan, enroscndose agitadamente.
Respir hondo, llenando los pulmones. El aire ola a humedad y a los embriagadores aromas de las flores y plantas que le rodeaban y de las que desconoca el nombre.
Ioanna siempre se las presentaba como si fueran personas, y l olvidaba al minuto cmo se llamaban, tambin como si fueran personas.
Ya est dijo finalmente, y le pas el canuto a Ioanna.
Ya? dijo ella tras darle una calada. Qu rpido. No las habrs puesto todas iguales, verdad?
M arco estudi el modo en que aquellas rastas grisceas se agitaban cuando Ioanna se volva y se limit a sonrer. Ella dio una serie de rdenes a la IA y el contenido de
la lista que haba escrito M arco en el pergamino digital se transfiri al proyector circular que gobernaba el invernadero, desde que Ioanna encargara construirlo.
M ientras M arco intentaba entender de qu se trataba el experimento de la biloga, una esfera apareci flotando sobre el proyector y su superficie se fue dividiendo en
reas de distintos tamaos y colores. Reconoci en seguida el planeta que Ioanna, en plena exaltacin, le haba mandado imaginar y cuya superficie le haba pedido que
repartiera entre cien pases, como ms le gustara.
Ioanna hizo girar el planeta e inclin la cabeza en gesto evaluativo, tras lo que sonri con satisfaccin.
Bien. Eres capaz de ver algn patrn? Hay algn orden en la distribucin de superficies? dijo devolvindole el porro.
M arco dio una calada, contempl el humo y se ech a rer.
Creo que ahora mismo sera capaz de ver orden en cualquier cosa.
Ioanna ri con l, recogi el porro y lo apag cuidadosamente contra la tierra bajo unas plantas, guardndolo despus.
Por cierto, felicidades! Qu cabeza la ma, chico... no crezcas nunca y alz la voz para dar una orden M uestra el histograma de las primeras cifras significativas
de las superficies de los pases.
Un grfico de barras se materializ al lado del planeta, mostrando el nmero de veces que apareca el primer dgito de cada valor de rea que se haba inventado M arco.
Fjate dijo Ioanna. Has asignado un rea que empieza por 1 a veintiocho pases, mayora aplastante.
M arco observ que las barras del histograma iban hacindose ms pequeas con las cifras del 1 al 9. Veintiocho 1, diecinueve 2, diez 3, hasta llegar al 8, que estaba
cuatro veces, dos menos que el 9.
Pinta la ley de Benford orden Ioanna.
Una curva decreciente apareci sobre el diagrama, pasando cerca de los extremos superiores de las barras; por debajo en algunas, ligeramente por encima en otras.
M ira qu maravilla! La ley de Benford establece la frecuencia con que aparece cada primera cifra significativa en multitud de distribuciones de nmeros de la vida
real, como las reas de los pases. El 1 sale con mucha ms frecuencia que los dems, fjate.
M arco se cruz de brazos.
Y qu pasa con las unidades? dijo. Porque eso est en kilmetros cuadrados.
Ah, eso es lo ms curioso! y orden a la IA pasar las cifras a millas cuadradas y pintar de nuevo el histograma.
M arco parpade y abri bien los ojos. Aunque cambiaban algunos nmeros, la ley de Benford se segua cumpliendo de manera descarada.
Parece increble, verdad? Y se cumple para tantas cosas! Desde el nmero de langostas en cada regin hasta las constantes matemticas usadas en Fsica, pasando
por la longitud de los ros, el nivel de ramificacin de los helechos, el precio de las acciones o las tasas de mortalidad...
M arco frunci el ceo, a medio camino entre la incredulidad y la incmoda sensacin de creerse marioneta en manos de un destino burln.
No me lo puedo creer.
No es precioso? Es como si... como si la naturaleza favoreciera las divisiones en escalas cada vez ms pequeas. Y si miras con cuidado en lo pequeo, las
distribuciones son las mismas, en escalas cada vez ms y ms pequeas... como si formsemos parte de un enorme entramado fractal!
Se detuvo un momento, agitada por la exaltacin del momento, y prosigui luego, ms calmada, alzando la voz:
Comienza la simulacin termosociolgica, con los parmetros usuales.
Frente a ellos, a medida que el planeta giraba, las fronteras entre pases de colores aqu y all crecan y menguaban. Algunas se rompan, y un color, como de gas, flua
hacia el otro, unas veces mezclndose con l, y dando lugar a un tercer color intermedio; otras a la disolucin total del pequeo en el grande o a partculas de cada uno
mezcladas y girando en remolinos que se acababan difuminando.
Y si las hubiera distribuido equitativamente? O si hubiera hecho un nico y enorme pas, un solo rgimen?
Habra sido inestable. El sistema habra degenerado rpidamente, dividindose en escalas cada vez ms pequeas, hasta alcanzar un pseudo-equilibrio al llegar a la ley
de Benford. No hay tiranos nicos, cielo, ni idiomas, cultura, religin o filosofa nicos... como tampoco hay igualdades, M arco. Al menos, eso es lo que dice la
termosociologa.
Termosociologa?
Creo que muchos de los aspectos de las sociedades a gran escala pueden modelarse como sistemas de gases en interaccin, usando las leyes de la termodinmica. Ya
sabes: entropa, calor especfico, cambios de fase, esas cosas. As podra llegar a predecirse de alguna manera cmo evolucionar la sociedad en la Tierra. Aunque claro,
esto an est en paales, no he conseguido reproducir ms que algunas cosillas sin importancia en toda la Historia...
As que nos comportamos como meras partculas de un gas que interacciona con otros? Pero eso es terrible! Y qu hay del libre albedro? Qu hay de la
consciencia?
Ioanna sacudi una mano con desdn.
A gran escala es irrelevante. Aunque de todos modos, Freund suele discutrmelo. l tiene una teora diferente.
M arco peg un respingo, al tiempo que un escalofro le recorri la columna.
Que Freund qu?
***
En el interior de la lira que penda en el mismo eje de la estacin, en la pared trasera del laboratorio del Ojo, el psiclogo se mes la perilla. Debajo o encima, jams
lograra acostumbrarse, Richard permaneca agazapado, asido bajo el banco de pruebas de las lanzaderas Penrose, un bloque macizo plagado de luces intermitentes y
mandos incomprensibles entre un amasijo de cables de colores.
No estoy seguro de que debieras seguir aqu, Richard.
Richard aferr el glido apoyo metlico del banco, apretando las yemas de los dedos hasta dejarlas macilentas.

No puedo salir, Hijo.


No puedes? Padre me est diciendo que los seguros se pueden abrir manualmente hacia afuera.
La ltima lata de conservas flotaba arriba y abajo, an sujeta por su mano libre. Contempl el contenido de la lata, pequeas rosquillas de sabor indefinido que an
flotaban a la deriva por todo el laboratorio, ensucindolo todo, rebotando en las paredes, detenindose en el suelo tras un par de lentos botes y metindose en los
entresijos de cada mquina.
No, no es sa la salida. No es sa.
Acaso crees que hay otra?
S. Pero necesito tu ayuda.
Llevamos dos das discutiendo esto, Richard. Y sigo sin entenderte. Creo que ests muy confundido. Pero no puedo recetarte nada desde aqu. Si no bajas t...
No!
Haba buscado por todas partes. Se haba introducido en los ordenadores de todo el laboratorio, y no haba descubierto nada. Siempre apareca aquel control de
seguridad de nivel mximo que slo los fsicos y quizs Trinidad podan saltarse.
Y ni siquiera haba logrado acceso al mdulo de la IA, en el corazn de la nave, entre el laboratorio de fsica y los hangares. Un simple cerrojo biomtrico le haba
impedido hurgar en los secretos que sin duda albergaba el ncleo de Trinidad.
Est bien, Hijo suspir, tirando la lata a un lado. No me qued encerrado al final del partido, me escond. Soy la nica esperanza de la misin.
El psiclogo pareci pensrselo durante un instante.
A qu te refieres?
Imagino que entre tus atribuciones se te habr enseado a buscar el bien comn, no es as?
S.
Perfecto. Pero no es el bien comn de la tripulacin de la xodo el que me preocupa.
Entonces cul?
Richard recogi el cuchillo junto a l y lo rasp contra la abrazadera de metal.
El de toda la humanidad.
Arriba, en la pared, Hijo frunci el ceo.
No acabo de comprenderte.
Si tuvieras que elegir entre autodestruir la xodo o permitir que una colisin con la Tierra aniquilara a decenas de miles de seres humanos, qu haras?
La xodo no est en rumbo de colisin con la Tierra, Richard. Padre dice que la Tierra est a un ao-luz, alejndose.
Tal y como pensaba. La IA ignoraba el plan. Los gobiernos sustituan los datos de entrada de los sensores de Trinidad por unos falsos, confundiendo sus lecturas de
salida.
O eso, o menta. Pero, cmo estar seguro?
Carraspe sonoramente mientras daba con la solucin.
Imagina que tuvieras que elegir. Salvar la humanidad y sacrificar la tripulacin, o al contrario.
M e temo que tu dilema carece de sentido, puesto que la tripulacin tambin forma parte de la humanidad.
Richard resopl. No conseguira convencer a la IA de que le ayudase en pro de la humanidad. Aquello le cerraba una puerta ms.
O no?
Claro! Le cerraba una puerta, pero le abra otra: si la IA estuviera mintindole sobre la misin, se habra preocupado de seguir su juego y escoger a la humanidad para
no levantar sospechas.
La misin es muy importante prob Richard.
La misin es vital.
Y cuanto antes enviemos de vuelta los planos de construccin de miniagujeros negros, antes se salvar la humanidad, sin perjuicio alguno para la tripulacin, no?
No me consta que dichos planos existan an.
Richard intent disimular una sonrisa.
Ah, no? se frot la nuca... oh, vaya, tal vez no debera habrtelo dicho yo.
Una expresin incierta, como si Hijo se sorprendiera por un instante fugaz, cruz el rostro del psiclogo.
Decirme qu? Acabo de mirar en el ordenador del Dr. M erino y no existe tal archivo.
Richard consigui a duras penas reprimir el impulso de pegar un cabezazo a la abrazadera de metal.
No, no poda ser. Era imposible! Los planos tenan que estar ah, si no nada de aquello tendra el menor sentido. Una risa histrica casi lo domin.
Y entonces, de pronto, la respuesta le impact como un rayo.
Claro! exclam. No los encuentras por la encriptacin que usan. Tal vez, si me dejaras echarles un vistazo...
***
La puerta se abri con un silbido. M arco se qued en el umbral, dubitativo.
Sentado en la cama, con el estmago an encogido por la sorpresa, Daniel le hizo un gesto para que se acercara.
Haca casi tres meses que no se vean.
Hola, pap dijo M arco, Ioanna me pidi que te diera...
Cuando su hijo se acerc, rozndole la mejilla con la manga del mono verde, Daniel percibi el olor.
Le mir a los ojos. Enrojecidos.
Veo que sigues fumando dijo.
M arco apret los puos y resopl, mirando hacia la puerta, pero no contest.
Te da igual, verdad? aadi Daniel.
M arco le encar ahora y adopt esa actitud suya tan desafiante, mirndole desde arriba.
Daniel se puso en pie y se irgui cuan grande era. Acostumbrado al M arco de sus recuerdos, que aunque grande para su edad no dejaba de ser un nio, se sorprendi
ligeramente al tener que seguir mirndole desde abajo.
Cmo haba crecido.
Sabes perfectamente que est prohibido. Sabes perfectamente que afecta al reciclaje de aire. Sabes que al hacerlo ests perjudicndonos a todos...
M arco tom aire como si estuviera a punto de responder.
Pero te da igual dijo Daniel casi en un susurro.
No me da igual replic por fin M arco, con cierta tensin contenida en la voz. No he venido a pelearme contigo, pap. Dejmoslo as: es mi vida hizo un gesto
con la mano, abarcando todo a su alrededor, y considerando las circunstancias, no me...
Tu vida le interrumpi Daniel con desdn. Tu vida. Y la pierdes vindola pasar, embotado por esa mierda que...
M arco puso una sonrisa sardnica.
S, tienes razn, pap, es mucho mejor la mierda que t te metes.
Daniel sinti que el estmago le daba un vuelco. Cmo lo saba? Rpidamente, ech un rpido vistazo a su alrededor mientras intentaba disimular su desesperacin por
encontrar envases de M nemosina que pudiese haberse dejado a la vista.
No sabes qu decir? Pues te dir algo yo a ti. Todo aquello que te mueres por revivir... todo, todo acabar destruido.

Daniel se alej de su hijo, se apoy en la silla y se cruz de brazos.


T qu sabrs... se limit a murmurar.
Es pattico.
No poda dar crdito a sus odos. Sinti las mejillas arder y la sangre palpitarle en las sienes cuando se irgui ante M arco fulminndole con la mirada. Apenas fue
consciente de la furia con la que le grit, y slo luego record las palabras que salieron de su boca:
Cmo te atreves a hablarle as a tu padre?
Oh, te gustara que siguiera siendo tu nio pequeo, tu nio querido, junto con Elia o con mam? Pues bienvenido al mundo real, pap, no lo soy. M e perdiste, igual
que en su da los perdiste a ellos, igual que acabars olvidando incluso que nos recordabas!
Daniel aspir profundamente. El esfuerzo de contenerse casi hizo que se mareara. Los nudillos se le pusieron lvidos cuando apret los puos y emple toda su
voluntad en no partirle a su hijo la cara de un bofetn.
Qu se haba credo? Le atraves una vez ms con la mirada, para no encontrar sino a un extrao que invada su intimidad y su vida.
Todos lo hacan. Qu asco. Ni siquiera en la xodo estaba a salvo. Haba credo que dejara de ser el blanco de las crticas y la comidilla de las masas... Qu ingenuo!
Fuera de mi vista dijo con voz glida.
Cerr los ojos para no tener que contemplarle. Tras un momento de silencio que pareci eterno, Daniel escuch tres pasos firmes y el silbido de la puerta al abrirse.
Por cierto dijo M arco con voz temblorosa desde el umbral, es mi cumpleaos.
Ya lo saba musit Daniel cuando la puerta comenzaba a cerrarse. Felicidades.

CAPITULO XIX

La empata primaria, segundo estado de esta escala, no deja de ser un mtodo egosta de adaptacin para la supervivencia... Cuando un beb llora ante los gritos de su madre, o un perro defiende a su
dueo... cuando empatizan , lo hacen porque reconocen en la madre o el dueo a un ser, a una entidad individual con la que se identifican, o ms bien porque son su fuente de comida, calor, afecto y
bienestar?
Y nosotros, los adultos, por qu lo hacemos?
Huy, si le digo la verdad, no estoy muy segura de que la mayora de nosotros hayamos superado ese estado...
DRA. LEILA DARWICH, BILOGA, ENTREVISTA, 2033

Nadie desaparece en una estacin espacial durante mucho tiempo. Tras un mes de seguimiento segn el protocolo, el sospechoso se las haba arreglado para esfumarse
sin dejar rastro. Tres das despus, la capitana Spiff an no daba con l.
La situacin se sala completamente de lo normal. Nadie pareca haber visto a Richard Sleepfield, y su habitacin permaneca cerrada. Como si se lo hubiera tragado la
Tierra.
La Tierra. Qu curioso.
Recostada en un silln de la Sala de Entornos, la capitana Spiff se abandonaba al fulgor de la simulacin. A su lado, el sargento Silveira comprobaba las conexiones del
sistema con su terminal de bolsillo.
Le haba llevado un da entero poner el sistema a punto, tras dejar por imposible el intento de asalto a Trinidad que, en sus propias palabras, resulta como intentar
atravesar un muro de cemento a cabezazos.
Intercepte entonces el flujo de proceso de la IA haba dicho Spiff. As ganaremos acceso a todos los sistemas y sabremos lo que piensa.
M e temo que no puedo hacer eso, capitana le contest Silveira. El ncleo de la IA es un sistema de transferencia de informacin cuntica. No se puede duplicar.
Si lo hiciera, si desviara el flujo hacia nosotros, interrumpira sus procesos de pensamiento de raz.
La capitana se mostr contrariada por la respuesta. No estaba acostumbrada a que sus rdenes fueran desestimadas.
Y si nos conectamos a las salidas de datos? gru.
S, pero las salidas se dispersan hacia afuera; para obtenerlas todas tendramos que pinchar tras el ncleo de proceso, arriba en el Ojo. Dado que no tenemos acceso, si
me permite una sugerencia...
Spiff asinti.
Podra pinchar las entradas interiores de todas las zonas a las que tenemos acceso. Tambin son locales, pero nos permitirn observar el interior de las habitaciones de
cada rea que pinchemos, y podemos usar el programa de navegacin en la Sala de Entornos para movernos como un fantasma por la estacin...
Ahora, la capitana Spiff flotaba ingrvida en el interior de una rejilla amarilla que representaba la Sala de Entornos. Bajo ella, un cuerpo el suyo toscamente
caracterizado por una retcula verde yaca en el asiento, acoplado al casco amarillo, junto a otro cuerpo verde que miraba un objeto rectangular y que indudablemente era
el sargento Silveira.
Spiff mir a su alrededor. El interior del anillo externo de la estacin se desplegaba a su alrededor en una malla de interminables lneas de varios colores. En cualquier
direccin en la que mirara poda ver una representacin burda, como una maqueta de colores, de habitculos y pasillos poblada por cuerpos verdes. Hacia arriba, la
representacin se cortaba al comienzo de cada radio que llevaba al Ojo de la xodo, de donde no podan obtener las entradas de datos de la IA.
La capitana flot en lnea recta, atravesando paredes, maquinaria, sistemas de ventilacin y bocetos de personas verdes, todas muy parecidas, entretenidas en sus
asuntos o entregadas a placeres que la intimidad de la que crean disfrutar les permita.
El sistema de navegacin le indic la habitacin en cuestin. Las paredes del rea circundante, el complejo de habitaciones IX-2, estaban representadas en una malla
violeta.
Sleepfield no estaba en su habitacin.
M s definicin orden Spiff con la esperanza de estar hablando en voz alta y que Silveira lo pudiera or.
La respuesta no se hizo esperar. Las paredes comenzaron a adquirir una textura ms slida, poco a poco, y varias fuentes de iluminacin matizaron la estancia que
apareca ahora como la IA la perciba siempre que acceda a esa entrada de sus datos.
Con todo, la representacin distaba mucho de ser perfecta. La potencia de proceso del terminal de bolsillo del sargento Silveira bastaba para resolver completamente una
habitacin de aquel tamao, pero Spiff notaba ocasionales vibraciones, cambios de color, huecos y zonas ms borrosas, y algn cambio de iluminacin anmalo que
creaba, con todo, una atmsfera de irrealidad informtica. Desde luego, si hubiera habido una persona movindose, no habra sido inmediato el identificarla.
El suelo era un montn de ropa sucia, haba comida por todas partes, mezclada con decenas de naipes y pergaminos digitales. La cama estaba revuelta, y el cambio a la
representacin trmica de la habitacin revel que estaba a la misma temperatura que el resto del camarote.
Al lado del lecho, un vaso yaca sobre la mesilla, extendiendo un cerco reseco sobre un mvil de pulsera.
Spiff se dirigi a la puerta de entrada. Unos caracteres flotaban encima; el registro de entradas y salidas biomtricas.
El sospechoso no ha cruzado esta puerta en las ltimas 53 horas dijo en voz alta. Congela los datos actuales de toda la estacin y ve resolvindolos a medida que
me mueva entre ellos.
La capitana vol con gran decisin atravesando paredes e identificando personas, que ahora permanecan quietas como estatuas en la simulacin. De manera metdica
recorri, una por una, todas las zonas de la estacin xodo de las que posean datos.
M ientras su representacin fantasmal ejecutaba la mecnica tarea, su mente trataba de sacar una pista de la informacin que tena.
53 horas.
Eso corresponda al da de la fiesta de mitad de viaje!
Scame! exclam.
Haba estado buscando a Richard donde era posible que estuviera. Pero hasta entonces, no se le haba ocurrido buscarle donde era imposible.
***
Entonces Dios, porque sabes que esa voz profunda y esperanzadora es Dios, te dice que la felicidad es un tren y no una estacin. Y t miras el opresivo camarote a
tu alrededor y le preguntas: esto? . Pero calla. Siempre calla.
Freund aguard unos segundos tras el silencio.
ltimamente sueas mucho con ello. Sabes por qu?
M arco suspir. No lo saba. Y a decir verdad, su mente estaba demasiado ocupada en aquel momento dndole vueltas a la reciente discusin con su padre,
retroalimentndose de pura indignacin. Respir hondo y se concentr en la sesin, sobreponindose al esfuerzo de la marihuana por hacer volar lejos a su mente.
Freund dijo, t... t tienes fe en el Creador? Crees en Dios?
Cuando vio la expresin de sorpresa en el rostro del psiclogo, M arco se sinti tremendamente estpido por aquella pregunta.
Conozco a mi creador, si te refieres a eso.
Quiero decir que... por qu estamos aqu? para qu?
Ya sabes. Nmesis.
M arco neg vigorosamente con la cabeza.
No, no, me refiero a la vida.
Freund sonri clidamente.

Nuestros problemas son distintos. Conozco tanto la finalidad de mi existencia como su propia esencia.
M arco sinti que el corazn le daba un vuelco. Haba odo bien, o estaba demasiado colocado?
La esencia? pregunt con voz hueca.
M e refiero al funcionamiento de mi ncleo cuntico de proceso. T, a priori, no sabes cmo funcionan tus clulas; tienes que aprenderlo, y resulta un proceso largo y
en ocasiones difcil. Yo tengo a mi alcance la Enciclopedia de Dios, todo el conocimiento de mi creador. Para que te hagas una idea de la diferencia, acabo de aprender
cmo funcionan tus clulas, ahora, mientras hablamos.
M arco sinti con inusitada claridad el tacto de cada pelillo de los brazos al erizarse uno a uno y ponrsele la piel de gallina; tuvo la impresin de que en ese momento
habra sido capaz de distinguir el matiz del papel en el sabor de una infusin de sobre.
Espera, M arco, no saques conclusiones precipitadas.
No tienes que preocuparte en buscarle un sentido a tu existencia, ni temes un final que jams... murmur.
Nos estamos desviando del tema, M arco le interrumpi el psiclogo con una sonrisa. Hablbamos de tu fe, no de la ma, y de la angustia que sufres aqu dentro.
Hablbamos de un sueo, nada ms. T sueas?
El psiclogo no contest, y su imagen desapareci del interior de la lira, que fue dejando de girar paulatinamente. Durante unos segundos, tan slo el lejano zumbido de
la xodo lleg a los odos de M arco.
Freund?
Silencio.
Aquello no era normal. M arco le llam dos veces ms y luego a Padre y a Espritu Santo, pero ninguno dio seales de vida. Un sentimiento de temor se apoder de l;
sali al corredor con el corazn acelerado.
A lo largo del pasillo IV-2, una hilera de rostros asomaban de las puertas de los camarotes con expresin interrogativa, hacindose la misma pregunta que l.
El eco metlico de unas pisadas que se acercaban a toda velocidad, golpeando la rejilla del suelo con gran estrpito, reverber en las barandillas y llam su atencin.
Cuando se volvi hacia el sonido, la capitana Spiff ya estaba a su lado.
breme el acceso al Ojo.
Pero...
No hay tiempo para explicaciones. Ya!
Confundido por lo inesperado y absurdo de la situacin, M arco no pudo menos que correr delante de la capitana Spiff, subir las escaleras hacia la cubierta superior y
cubrir la distancia hasta el Gran Jardn con gran velocidad. A medida que corra ms y ms rpido, la rotacin de la xodo le haca sentirse menos pesado; era menos
cansado, pero dar las curvas era mucho ms dificultoso.
Cuando lleg a la escala de mano de la pasarela del Gran Jardn, M arco llev el puo al cerrojo. Un pitido le deneg el acceso.
M arco jade, la lengua fuera y las manos apoyadas en las rodillas. La capitana Spiff, a su lado, pareci a punto de decir algo pero se contuvo, y se limit a dar
golpecitos a la rejilla con la punta del pie.
En un acto reflejo recuperado por su memoria de una poca que pareca ahora tan lejana, el joven se llev la mano al bolsillo en busca de su inhalador. No estaba all. No
haba estado all desde haca aos, desde que embarc en la xodo y pens que no volvera a encontrarse en una situacin tan acuciante. M ientras respiraba hondo,
M arco se dijo que quizs debiera llevarlo de nuevo siempre consigo, pero desech rpidamente la idea: no se le ocurra ninguna razn por la que pudiera necesitar con
cierta frecuencia aquel incmodo trasto en su bolsillo.
Un par de minutos ms tarde, ms tranquilo, lo intent de nuevo. Esta vez, el candado de la abertura circular sobre la escala se abri con un taido, y la capitana Spiff
desapareci por ella escalando a gran velocidad los ciento treinta metros hasta el Ojo. M arco la sigui de lejos, en su propia ascensin, mucho ms lenta, mientras se
preguntaba qu demonios era todo aquello.
***
Sintiendo an el torrente de adrenalina contenida que precede a una victoria inminente, Richard parpade varias veces.
Hijo? pregunt en voz alta Ya has transmitido el archivo?
No obtuvo respuesta.
Ests ah?
De nuevo silencio.
Richard contuvo la respiracin, sin saber qu hacer a continuacin. Los brazos an le hormigueaban.
Dnde se haba metido Hijo?
Padre prob, apaga las luces.
No sucedi nada.
Richard se pellizc las arrugas de la frente, esforzndose en vano por comprender. Intent recordar el final de la conversacin.
De acuerdo haba dicho Hijo.
S. Y eso... eso haba sido poco despus de que la IA preguntara por el archivo:
Los datos espectrofotomtricos UV del campo estelar de popa?
S. No hay duda. haba contestado Richard. Son listos, verdad? Lo han ocultado bien. Pero ahora pondremos fin al experimento y podremos volver a casa,
amigo mo.
Padre me informa de que el lser de comunicaciones est orientado hacia las coordenadas que me has proporcionado y preparado para emitir.
Bien. Pero tendremos que asegurarnos de que llegue correctamente, no te parece? Usa el cifrado que tengo abierto en este terminal, por favor, y transmtelo.
De acuerdo.
Y aquellas haban sido sus ltimas palabras. De acuerdo. Y despus, un silencio espectral, roto tan slo por el fluir de la ventilacin, el crujir ocasional y los
carraspeos de la maquinaria.
Richard borr el registro de las coordenadas en el terminal manual mientras comenzaba a preguntarse si no sera que Hijo lo haba traicionado en el ltimo momento.
La confirmacin lleg instantes despus, cuando sinti la presencia.
Venan a por l.
Inquieto, recorrido de nuevo por la adrenalina, Richard sali de su escondite con intencin de mirar a su alrededor.
Lo hizo demasiado rpido. La escasa gravedad, unida a la rotacin de la estacin, transform su movimiento de levantarse en un veloz salto hacia la pared ms cercana.
All tropez con la abertura en forma de ral de unos dos metros de anchura que iba a morir bajo el gran ventanal circular.
Dolorido, desde su incmoda postura en el suelo, Richard parpade varias veces. Las estrellas giraban alrededor de la que intentaban hacer pasar por el Sol, a travs del
verdadero ojo del Ojo de la xodo.
Se incorpor como pudo. El laboratorio tena tres puertas, equidistantes en el suelo de la pared cilndrica, entre mesas de trabajo, pantallas y terminales.
Pas la vista rpidamente de una a otra. Tena que haber entrado por la misma que l, la ms lejana, la que haban dejado abierta durante la fiesta de cambio de
orientacin.
All estaba, flotando lentamente, con gran precisin, hasta posarse junto a la abertura de la puerta abierta.
Y ahora qu?
Capitana! tante, fingiendo sorpresa Qu hace aqu?
Resultaba extrao tener que hablar mirando casi directamente hacia arriba.
Lo sabemos todo, Richard. Suelte el arma o saldr herido dijo ella con su voz carente de expresin.

l se sobresalt. No se haba percatado de que empuaba el cuchillo con tal fuerza, apretando tanto la empuadura que los huesudos nudillos destacaban, plidos como
muertos.
Richard estudi cuidadosamente sus opciones.
Y entonces se lanz hacia la capitana, cuchillo en ristre, dispuesto a asestarle una pualada mortal. Ya se ocupara del cadver ms tarde.
De nuevo, el salto no fue el ideal. Se desviaba demasiado hacia la derecha. Pero bastara para apualarla.
Ella, en cambio, se apart de su trayectoria de un salto. Sujetaba en la mano una de las cuatro cintas de aspecto elstico que l viera al entrar, ancladas a cuatro
enganches metlicos frente a la terminal central. La capitana sali de su campo visual por la izquierda a gran velocidad.
La pared contraria se aproximaba muy rpido, tanto que Richard apenas tuvo tiempo de prepararse para el impacto. El terminal sobre una mesa pag las consecuencias
cuando lo golpe de un manotazo, lanzndolo lejos. Aprovech el movimiento giratorio que el golpe le haba proporcionado para voltearse y darse un fuerte impulso
con las piernas hacia donde la cinta elstica, tensa frente a l, revelaba que la capitana se encontraba.
Cuando volvi la cabeza hacia all, apenas tuvo un instante para ver aquel demonio de ojos verdes fulgurantes que se abalanzaba hacia l, desde un lado, arrastrada por la
cinta elstica, las piernas por delante. Un fuerte golpe en la mano envo el cuchillo de Richard lejos, yendo a impactar contra una pared con un ruido estridente.
Enzarzados en un apretado cuerpo a cuerpo, flotaban ahora a la deriva por el laboratorio. Richard golpeaba con furia a la capitana Spiff dndole manotazos en el pecho
y las extremidades. Pero la reaccin de ella fue demasiado rpida. La capitana apoy sus rodillas en el pecho de l y se impuls con fuerza, envindolo a gran velocidad
hacia una mesa de la pared del otro extremo, contra la que se rompi varias costillas en el impacto.
Cuando Richard dej de rebotar en el suelo y se le empez a nublar la vista por el dolor, unos segundos antes de perder el conocimiento, le pareci ver al sargento
Silveira entrar a toda prisa en el laboratorio seguido por Garrelt Icke.
***
Acodado en la abertura del mdulo de la IA, Garrelt termin de revisar el ltimo circuito de la tablilla de los mandamientos y lo reinsert en su lugar.
El sistema se inicializ con aquel agradable taido. Los luminosos de colores indicaron el restablecimiento de las conexiones del ncleo de proceso de Trinidad con los
sistemas de la xodo.
Hola, Trinidad salud con una sonrisa tras acercar el puo a la cerradura del mdulo y or echarse el cerrojo hidrulico.
La lira junto a l comenz a girar con un silbido hasta que Freund apareci en su interior.
Buenas tardes, Dr. Icke.
Buenas noches corrigi Garrelt. Revisa el reloj. Bien, podras decirme qu ha ocurrido?
Freund vacil unos instantes.
No lo sabemos. De repente todo se torn... oscuro. Ninguno de los tres recibamos lecturas de datos, ni podamos procesar datos de la memoria. Slo oscuridad. Era...
extrao. Apenas recordamos.
Supongo que podra decirse que estbais en coma.
Comprendo dijo Freund tras las imperceptibles centsimas de segundo que le habra llevado pedir a Espritu Santo que consultara coma en la Enciclopedia de Dios
e interpretar el resultado. El ncleo cuntico en actividad, pero desconectados del resto.
Exacto.
Entonces, por qu tenemos un vago recuerdo?
Supongo que el efecto tnel no est del todo bien calibrado; algunos datos residuales habrn alcanzado los bancos de memoria.
Pero... por qu, Dr. Icke?
El silbido de la puerta al abrirse dej la pregunta en el aire.
Ah, M arco! exclam Garrelt Por fin llegas.
Agarrado al quicio de la puerta, M arco avanz con cautela, en busca de barandillas y salientes que le impidiesen salir volando en aquel entorno de reducida gravedad.
No me gusta subir por esas escaleras, desde el golpe del otro da respondi algo azorado. Ya sabes, te vas hacia un lado si no subes muy despacio.
Garrelt asinti y se volvi hacia la lira.
Freund, hay una serie de mandamientos grabados aqu dijo sealando hacia el interior de la abertura, donde la tablilla descansaba en un oscuro recoveco, junto a una
serie de circuitos integrados. Se interpone entre el ncleo de proceso y el flujo de salida de funciones de onda seleccionadas, es decir, tus decisiones, que analiza
cuidadosamente.
Freund mir a M arco, que asinti gravemente, los brazos cruzados sobre el pecho.
Desconoca tal hecho dijo el psiclogo lentamente.
Garrelt sonri.
Nadie lo sabe todo replic. Sospecho que tomaste una decisin que contravino uno de ellos. Por favor, transfiere a mi pergamino digital el registro de las entradas
de audio y de tus decisiones en los dos minutos anteriores a la desconexin.
De toda la estacin?
No. Slo de los datos asociados a Richard Sleepfield.
Qu tiene que ver Richard en esto, Garrelt?
Garrelt se volvi hacia M arco.
Ah, no le viste al subir, claro. La capitana Spiff y sus subordinados se lo llevaron del laboratorio de fsica mientras subas por las escaleras como un caracol.
Del laboratorio de fsica! exclam M arco. As que supongo que la pregunta correcta es qu haca Richard ah? aadi para s.
Exacto. Ah! M ira, aqu est. M enos mal, revisar la lista de decisiones para toda la estacin nos habra llevado das! aadi con un silbido.
Cul viol? pregunt M arco.
Nada menos que el tercero: No permitirs la transmisin de resultados cientficos de la misin si no es mediante orden directa de la comisin del proyecto Prometeo.
Qu resultados cientficos? pregunt M arco, extraado. Si nos quedan diez aos para llegar a Nmesis...
Garrelt reprodujo los dos minutos de audio guardados en el pergamino.
Naturalmente explic despus, pero Trinidad lleg a creer que lo que transmitira a la Tierra por sugerencia de Richard lo era, y eso es lo que provoc la
desconexin.
Cre que as cumpla la misin dijo Freund en voz baja.
Lo s sonri Garrelt. Tomar decisiones no es fcil, pero es lo que nos hace adultos.
Le aseguro que no volver a ocurrir, Dr. Icke.
De vuelta al anillo exterior, a espaldas de la IA en una sala apantallada, la comisin del Prometeo se reuni en la discusin ms acalorada que haba tenido hasta
entonces. Cuando Garrelt expuso la situacin y habl de los destrozos en el laboratorio, Daniel mont en clera.
Estupendo! Estupendo! grit. No me lo puedo creer... Todo gracias a ese estpido juego que os habis inventado mi hijo y t y que habis decidido que nos
viene tan bien... Te crees que estamos aqu de vacaciones, Garrelt?
Garrelt respir hondo. Alrededor de la mesa, Ioanna y Sahrie guardaron un incmodo silencio, pero la capitana Spiff se sum a la crtica sin reparos.
Civiles... murmur en voz lo suficientemente alta como para ser oda por todos.
Cmo dice, capitana? salt Ioanna.
Spiff la ignor.
Es sta la IA de la que nos podamos fiar, Dr. Icke? pregunt.
Que yo sepa, la misin no ha peligrado replic Garrelt procurando disimular su irritacin. El hecho de que se haya desconectado antes de emitir es una prueba de

que su funcionamiento es impecable.


M ir gravemente a Daniel. Tena los ojos ligeramente hundidos, la barba de varios das y el mono desaliado. Sinti una punzada de culpa. De cualquier modo, era obvio
que Daniel no haba subido al laboratorio en tres das.
Consider la posibilidad de echrselo en cara, pero la desech al momento: aquello slo habra empeorado las cosas.
En cuanto a la intrusin... dijo en tono de disculpa. Dejar una de las puertas del laboratorio abiertas para visita durante la fiesta ha sido un fallo imperdonable
cuyo nico responsable soy yo, no M arco. De cualquier modo aadi, endureciendo la voz, a no ser que deseis un motn, los juegos deberan seguir celebrndose
con regularidad. Sugiero que la capitana se encargue de la seguridad en toda la estacin, incluyendo el Ojo.
Daniel solt un bufido por respuesta; la capitana Spiff asinti y se inclin hacia delante, tal y como Garrelt prevea.
Y qu haremos con Richard? musit Sahrie con la mirada perdida. Si resulta ser un espa y el resto de la tripulacin se entera, podran lincharlo.
De nuevo el silencio se adue de la sala. Todos eran conscientes de la gravedad de la situacin. Richard no haba dicho una sola palabra durante el interrogatorio, y eso
tan slo empeoraba las cosas.
Yo le har hablar dijo la capitana Spiff con voz frrea.
Ioanna dio un sonoro puetazo a la mesa y se puso en pie, hecha un basilisco.
Y qu har despus? exclam Eyectar lo que quede de l al espacio?
Calma, calma pidi Garrelt extendiendo los brazos. Por favor. Por los restos en su camarote, sabemos que Richard llevaba varios das sin comer su comida. Esto
es, varios das sin la medicacin que Freund... que Hijo le administraba. Sabemos que era algo inestable; podra ser simplemente que haya perdido la cabeza.
Es un espa replic Spiff sin vestigio de duda en sus ojos verdes, que estaban fijos en Ioanna. Trabaja para Atlas.
Qu tiene que ver Atlas? pregunt Daniel; aunque su expresin era dubitativa, haba cierto temor en sus ojos.
Y t cmo lo sabes? le espet Ioanna, ignorando al fsico.
No estoy autorizada para decrselo. Adems, si han conseguido este caos con una simple fiesta, no me imagino lo que haran con un secreto militar.
La discusin se prolong durante dos infructuosas horas ms, hasta que Garrelt hizo una proposicin con la que logr un ajustado acuerdo.
No ser necesario interrogarlo dijo, ni encerrarlo; podremos aprender mucho ms observndolo. Sugiero mantener el incidente en secreto: Richard apenas tiene
relaciones y casi todo el mundo lo considera un bicho raro y un loco. Eso jugar en nuestro favor.
Daniel resopl y se dispuso a decir algo, pero Garrelt se anticip.
Richard no volver a ponernos en situacin de crisis. Sugiero hacer uso del cuarto mandamiento: Obedecers el consenso de la comisin del proyecto Prometeo para
que la IA lo expulse de la lista de tripulantes. Adems de un escarnio para l, as Trinidad no tendr por qu cumplir sus rdenes de bajo nivel como reza el noveno
mandamiento.
La capitana Spiff se inclin hacia delante, pero Garrelt volvi a la carga.
La IA trabaja buscando el bien comn, lo cual nos garantiza que cuidar de l y nos avisar ante una posible crisis antes de que sta se produzca. Trinidad es un aliado
y aprende muy rpido, Virginia el uso de su nombre de pila caus el efecto de embarazosa sorpresa que buscaba. En cualquier caso, si no te satisface la solucin y
tienes una alternativa que todos estemos dispuestos a aceptar, estar encantado de escucharla.
La capitana Spiff murmur algo ininteligible, neg con la cabeza y se ech hacia atrs, consolndose seguramente con el acceso libre al Ojo que ganaba con su
conformidad.
Y quin se quedara tranquilo en su edificio viendo cmo el vecino de abajo taladra los cimientos?
BIBLIA DEL ECOLOGISTA, TERCERA EDICIN, 2041

No lo haga pidi Julianne.


El ruego son extrao a sus odos, dirigido a aquel joven de pelo engominado y corbata impoluta. Cuntos aos tena? Treinta y cinco, quizs? Ella rondaba ya los
setenta, y le pareca imposible que aquel alfeique cuyos ademanes parecan los del nio que juega a ser mayor pudiese dirigir el ministerio de M edio Ambiente.
El joven ngel M anchado, segn el cartel sobre su mesa se ajust el nudo de la corbata y emiti un disimulado carraspeo. Julianne suspir y ech un rpido
vistazo a su alrededor.
El Tmesis brillaba en reflejos de atardecer por la ventana, como cada ocaso desde haca tantos aos. Sin embargo, la amplia estancia tena un aspecto mucho ms fro
del que recordaba.
M s impersonal. O al menos, ms de otra persona.
Aquello entristeci profundamente a Julianne. Como tantas otras cosas en su larga vida, su despacho ya slo exista en su memoria.
Incluso el cuadro de su madre, la Voz del Planeta, no pareca el mismo, all colgado en la pared preferencial, cubierto de polvo, algo inclinado y rodeado ahora por
retratos de gentes ansiosas por aparecer en fotografas y marcos importantes.
Es mejor as, crame dijo el ministro mientras se frotaba la nuca. Las emisiones de dixido de carbono extra que les permitimos podran levantar sospechas. La
gente podra empezar a preguntarse por qu las columnas de humo procedentes de las industrias de Atlas son el doble de densas que las dems y sin embargo el
Gobierno no hace nada.
Para eso controlamos las mediciones, no?
Ya no es tan sencillo. El Gobierno no es el barco slido que usted dej al acabar su mandato. Adems, estn los observadores neutrales y los Gaianos...
Oh, los Gaianos. No me cabe duda de que a esos los ilegalizarn en breve. Todo sea por el pobre y vilipendiado Laka OBrien.
No slo a Atlas le conviene replic el ministro, haciendo caso omiso al sarcasmo de Julianne. Si la verdad del Pacto de Atlas y Prometeo llegara a odos de la
opinin pblica, sera desastroso para nosotros.
Insina que va a romper el pacto para evitar que la gente lo conozca? Y qu cree que ser lo primero que har Atlas cuando aparezcan all los inspectores de M edio
Ambiente? Le recuerdo que OBrien tambin guarda copias de los vdeos!
No lo difundirn, si les ofrecemos algo mejor a cambio. Piense que de todos modos la xodo est a ms de un ao-luz, a salvo de la influencia de Atlas.
A salvo? Joven infeliz, no sabes lo que dices.
La arrogancia tras sus palabras slo rivalizaba con su ingenuidad. Evidentemente, no estaba al tanto de las implicaciones de un pacto que a Atlas no le convena, a no ser
que metiera espas en la xodo, como haban hecho con Richard Sleepfield.
Julianne estudi al joven en silencio.
Bueno, cuanta menos gente estuviera al corriente, mejor.
Y en qu consiste esa oferta, seor M anchado?
El ministro carraspe.
En estos momentos, la ministra de Economa est estudiando la reapertura del mercado libre en el interior de la Unin. Si les permitimos publicitar y vender sus
productos dentro, con total libertad, se olvidarn de un factor de sobreproduccin sin importancia. Y no nos podrn extorsionar con difundir nada. Creo, sinceramente,
que es lo mejor.
Julianne consigui a duras penas reprimir el impulso de encenderse de clera.
Lo mejor? Desde luego, lo mejor para ellos! Est usted ciego? Si les dejamos implantarse, ya no podremos extirparlos jams, y cuando ellos se afiancen y nos
expulsen a nosotros...
El ministro entrelaz las manos y respondi con gran serenidad.
No subestime al pueblo, ex ministra. Sera el pueblo quien nos expulsara en las siguientes elecciones, si no seguimos este camino. No s si est al tanto de las ltimas
encuestas sobre M edio Ambiente.
Julianne se cruz de brazos cuando el ministro se ech hacia delante.
No me importan las encuestas...

Pero al Gobierno s. La sensacin de falta del estado de bienestar ha superado con creces a la preocupacin por el M edio Ambiente. La gente sabe cmo vivan a
principios del s. XXI...
Entonces sabrn que es una forma de vida insostenible!
M e temo que ellos no lo ven as El joven mostr unas palmas blancas y tersas con las que adornar sus palabras. Es natural, estn cansados del sacrificio que sus
padres eligieron para ellos...
Ingratos... murmur Julianne para el cuello de su blusa.
... el fin de las ideologas; el alzamiento del ecologismo, con su Biblia; la Voz del Planeta... dijo el ministro sealando el cuadro de su madre. Todo eso estuvo
muy bien... hace cincuenta aos. Pero el s. XXI qued atrs, y usted ya no es la ministra de M edio Ambiente, sino la presidente vitalicia de la comisin del Prometeo.
Julianne encaj la pualada con una sonrisa de agrado.
Como tal sigui el ministro, aprecio mucho que haya venido a verme. Ahora, estoy seguro de que tiene muchos asuntos que atender y no quisiera hacerle perder
un segundo ms de su valioso tiempo.
El joven se levant y rode la mesa, an dispuesto para una ltima impertinencia:
Quiere que le acerque el bastn?
Y qu le hace pensar que necesito uno, joven? respondi Julianne mientras se levantaba enrgicamente y se diriga a la salida con aire decidido. Necesita usted
un babero?
Cuando emergi de las tripas de la Torre del Gobierno y sali a la calle, sus huesos se resintieron debido a la hmeda brisa del ocaso invernal.
Cubri la distancia hasta la calzada, donde el chfer aguardaba, mientras se perda en el revolotear de una bolsa de cartn que ascenda en espiral entre pelusas y hojas
resecas, en un remolino que azotaba una solitaria farola a lo lejos.
De camino a casa, en el interior del silencioso coche elctrico, Julianne volvi en su mente al despacho de M edio Ambiente y al joven ministro.
Cmo poda ser tan patn? Tenan que prepararse: OBrien no era tonto; difundira el pacto a la menor oportunidad, usando todos los medios de comunicacin en su
poder. Al fin y al cabo, Atlas no tena mucho que perder. Slo haba una salida.
La mentira.
Era triste admitirlo, pero no quedaba ms remedio. Apropiarse de mayor volumen de medios de comunicacin que el contrario y negarlo todo cuando llegara el
momento.
O inventarse algo ms gordo y soltarlo antes.
En cualquier caso, mentir, mentir, mentir, hasta que la mentira se convirtiese en verdad.
M ir afuera. El automvil discurra por una amplia avenida, bajo el cielo del oeste que se tea de rosado, entre una masa de nubarrones negros como el carbn que se
acercaba amenazadora.
Tena que ver a Vassilis, el ministro de Informacin. l s estara dispuesto a escucharla. Y an le deba un par de favores...
Uno, si descontaba el que le haba devuelto haca dos aos. Vassilis haba encubierto a Elia, cuando el fotgrafo se vio en la embarazosa situacin de tener que explicar
qu haca con un paracadas a la espalda en el despacho de Laka OBrien, durante el incidente Gaiano de la nochevieja del 99.
Y aquel tal vez contara por dos.
Cuando el coche oficial la dej en su domicilio, la tormenta ya se haba desencadenado. Un relmpago ilumin la entrada de un blanco fantasmal, dndole un aire
tenebroso al recibidor de caoba y piedra.
Julianne se apresur a entrar y cerr la pesada hoja de la puerta, dejando afuera la tempestad. Respir tranquila, ajena al mundo exterior por una noche ms, a salvo en
su solitario refugio.
Un rato despus, la ex ministra se deslizaba entre las sbanas fras y hmedas. A tientas, busc su pequeo pecado con el empeine del pie. All estaba: estuvo a punto
de quemarse cuando roz el metal del calentador, mal refugiado en su funda de algodn.
Saba que, debido a su elevado consumo elctrico por persona, podra calificarse aquella pertenencia de terrorismo ecolgico. Al principio, se haba sentido culpable ante
la calidez prohibida de aquel tipo de comportamiento individualista contra el que haba luchado desde los despachos del poder. La voz de su madre, la Voz del Planeta,
le hablaba desde el interior de su mente, exigindole una explicacin por su inconsciente comportamiento. Dudaba de que la recta Anne Waters hubiera cado en
tentaciones similares, y se atormentaba por ello.
Pero algn tiempo despus haba aprendido a justificarse ante s misma. No le resultaba difcil; al fin y al cabo, recordaba pocas personas que hubieran defendido con
tanto vigor los principios del ecologismo.
Era pues, sola pensar con una sonrisa, una pequea recompensa por sus sacrificios.
Adems, haca aos que le costaba dormir en una cama helada.
Una imagen fugaz de Eric cruz por su mente, una maleta en una mano, la batuta y el atril en la otra. Un recuerdo de la voz serena y fra de su marido, el da en que se
fue, siete aos atrs, hastiado de su soledad y aislamiento una vez que sus hijos se haban independizado.
Prometeo le haba dicho con una tristeza incontenible en los ojos de los dos, Prometeo es el solista de tu orquesta, Julianne. Una orquesta en la que yo, tu
marido, no soy sino un violn taendo lastimeramente en un rincn.
Y no se mereca entonces, al menos, un miserable calentador elctrico en la cama?
Alarg su mano hasta dar con su gran tesoro en la mesilla y lo atrajo hacia s. All estaba, se dijo con una sonrisa. La tercera edicin de la Biblia del Ecologista, la ltima
en ser impresa en papel de verdad. El regalo ms valioso que le haba hecho su madre, cuando Julianne cumpli trece aos, poco despus de que la Gran Ola se llevara a
su padre y a su hermano en medio de un infierno abrasador. Julianne no recordaba haber visto jams a su madre derramar una sola lgrima. Ni siquiera entonces.
Entregada a su ritual cotidiano, la hija de la Voz del Planeta abri el gastado libro y aspir hondo el aroma del papel amarillento, antes de sumergirse en aquellas pginas
plagadas de advertencias y nostalgia, de temor y esperanza.

CAPITULO XXI

Negar que la Mnemosina es adictiva es negar los anhelos que nos hacen humanos... porque, quin no querra revivir hasta la extenuacin los mejores momentos de su vida! La mala noticia es que,
mientras que la sobredosis distorsiona completamente los recuerdos en un torbellino fuera de control, cada uso de esta droga debilita las sinapsis neuronales de lo recordado. As, el adicto la necesita de
nuevo para poder siquiera evocar esos recuerdos.
Y qu pasa cuando se olvida que se recordaba?
Entonces es cuando podemos decir que el cerebro est perdido.
SOLEDAD BERMEJO, P SIQUIATRA, ENTREVISTA, 2068

Su mano me abraza el torso desde atrs mientras me penetra en fuertes embestidas y me muerde el cuello. La pared ante m est borrosa sin mis gafas, o quizs es el
sudor que me perla la frente lo que me nubla la vista.
Entre el zumbido, oigo jadeos. M os y suyos. M e siento a punto de estallar cuando me masturba con la mano libre. Elia eyacula dentro de m. Yo me voy poco despus,
pero no hay orgasmo alguno, tan slo cierta sensacin de alivio frustrado.
No fue nuestro mejor polvo, supongo. Pero... cuesta tanto recordar...
Ahora estoy en la cala bajo el viejo faro. La brisa marina trae un fuerte olor a algas. Elia est conmigo, bebemos champn, desnudos sobre una toalla en la fra roca. Nos
besamos, y luego... todo va desapareciendo, desde la sal de sus labios hasta el rumor de las olas, todo... menos ese condenado zumbido.
Es... es como si mi pasado fuese arena entre mis dedos. He olvidado tantas cosas de Laura, de Elia, de M arco, de mi padre... Oh, s, de eso no me arrepiento. Soy
consciente de haber revivido tantas veces aquellos gritos y puetazos en la mesa, que ahora que estoy sentado en aquella cocina con el reloj marcando las 20:38, su
figura borrosa grita y me pega, pero apenas siento nada.
M e he librado de ti.
Pero, dnde estn ahora los buenos recuerdos? No pueden haberse borrado del todo, no. Tal vez... tal vez si me pongo una dosis ms consiga recordar...
M e incorporo sobre la cama y ordeno encender las luces. La ntida claridad del camarote se mezcla con la silueta fantasmal de mi padre. Aparece gigantesco frente a m,
atravesando la mesa con el cuerpo. Huele a leche. Es confuso. M e mareo, las dos visiones se superponen y bailan.
Cuando consigo abrir el cajn de la mesilla sigo viendo a mi padre en su interior. An grita. Tomo el envase mientras intento evocar algn momento vaco antes de
dormir. La oscuridad de mi camarote, cualquier noche de estos ltimos dieciocho aos. Cualquiera.
La segunda visin desaparece; abro otro envase y me pongo la lentilla en el ojo libre, tras lo que me tumbo, cierro los ojos, y espero unos segundos a que los capilares
del ojo absorban la M nemosina.
Sonro. Por fortuna, hay camellos hasta en el infierno. Tambin en ste, tan lejos en el espacio y el tiempo... Cmo habra cambiado todo, si aquel da no hubiera estado
fuera!
Laura!
Percibo el llanto nada ms cerrar la verja de acceso al jardn. Se me hiela la sangre en las venas: jams haba odo a M arco proferir esos alaridos desgarrados, como si lo
estuviesen torturando. El estmago me da un vuelco; temiendo lo peor, dejo caer el maletn y rompo a correr hacia la parte trasera, de donde parecen provenir los
gemidos.
Pero lo que encuentro al llegar al borde de la piscina va mucho ms all de mis peores pesadillas. M arco grita desesperado, all en el csped, la ropa chorreando, los ojos
hinchados y la cara congestionada; su triciclo rojo se bambolea ondulante en el fondo de la piscina.
Y ella... ella flota boca abajo, inerte, oscilando suavemente arriba y abajo. El pecho se me encoge y astilla, todo se nubla, pierdo el equilibrio y siento nuseas.
Laura! grito.
Laura! me escucho gritar.
Pero no hay respuesta. El cuerpo sin vida tan slo flota, la melena extendida sobre el lecho de agua. Sorprendido, experimento un sbito alivio entre el dolor
insoportable:
Si la hubiera encontrado boca arriba...
Pero... No! No puede ser! No ocurri as! No fui yo quien la encontr! Yo llegu tarde, y no entr en la casa, cuando vi...
El naranja brillante gira sin cesar junto a un racimo de luces azules que tien la vereda de un oscuro presagio. M e acerco caminando.
Que no sea en casa, que no sea en casa...
Siento la clara opresin de un nudo en la garganta al ver mis temores confirmados. Junto al cordn policial donde se aglutinan los vecinos y una decena de curiosos, un
llanto de nio llama mi atencin. Un agente de servicios sociales sostiene en sus brazos a M arco, que tirita bajo una toalla, incapaz de calmarse.
Dejo caer el maletn, presintiendo lo peor. Traspaso el cordn tambalendome; un polica me impide el paso. Le exijo saber qu ha ocurrido, sin xito, pero no me hace
falta: la mirada perdida del asistente social, la rigidez de sus facciones, lo dicen todo.
Laura! grito.
Laura! me escucho gritar.
S, as fue. Lo otro tan slo lo imagin, envuelto en sudor durante noches interminables.
Por qu me asaltan recuerdos falsos? Por qu revivo imaginaciones? Es que la mitad de mi vida me la he inventado?
El diseo de la cpsula Penrose est ante mis ojos. Las ecuaciones no mienten. Podra funcionar!
Oh, qu sensacin de jbilo! cunto tiempo haca que no...
M a-m... el primer balbuceo coherente de M arco llega a mis odos, pero no levanto la vista de las frmulas.
Ha hablado! exclama Laura. Por el rabillo del ojo la veo coger al nio en volandas. Cario, ha dicho M am! No es maravilloso?
S, es maravilloso! me oigo decir lleno de alegra. Es viable, tesoro! Puede hacerse! Es maravilloso!
Idiota... Idiota! Quiero salir, quiero salir.
Salgo. Salgo a la claridad exterior tras el ntido marco de la puerta; el calor me baa, pero es un calor agradable, suave, invernal. M arco llora en la calle, mecido en los
brazos de su abuelo, que sonre complacido por ver cumplido uno de sus sueos...
No, imposible! Pap muri antes de nacer M arco.
M arco... la foto de M arco est ante m, en mi escritorio mientras grito de emocin. El espectro del Sol est ah, en la pantalla! Est ah! Soy un genio! Escucho la silla
chocar contra la pared cuando la empujo con fuerza y corro hacia la ventana.
Los grillos amenizan la noche invernal. Abro y la brisa clida del exterior sopla en mi torso desnudo. Respiro profundamente, y siento una punzada de dolor cuando un
tbano me pica en el hombro.
Pero no me importa. Tras aos especulando sobre si estara ah... dnde? s, all! Alzo la vista hacia las estrellas, intentando imaginar a mi nuevo amigo, escondido en
algn lugar oscuro, all arriba, en algn lugar de la nube de Sagitario.
Pero... no era de noche! Sbitamente alarmado, vuelvo la vista hacia la foto de M arco sobre la mesa.
Qu? imposible! An faltaban aos para que naciera! Laura y yo llevbamos juntos... cunto, slo un ao? Oh, ella siempre se acordaba de las fechas.
La miro y la miro de nuevo, mientras finjo atender a mis apuntes. Se me va a notar! En el silencio sepulcral de la biblioteca, Laura susurra notas a su agenda, supongo
que para uno de sus libros. Nuestras miradas se cruzan un instante fugaz, me sobrecojo, el estmago me da un vuelco.
Cmo le voy a gustar, yo?
Cuando pasa a mi lado, el roce de su cuerpo me eriza la piel y su aroma me embriaga. Sus apuntes revelan cambiantes figuras de algn proyecto de desarrollo

biosostenido en el que recuerdo que estuvo involucrada.


Si pap se enterase!
Pap est de repente a mi lado, en la vereda frente a casa, frotando mis manos regordetas. Se re, me rodea por detrs y sostenemos juntos la manguera, que apunta al
M ercedes azul enjabonado. Un chorro de agua sale muy fuerte y caigo hacia atrs raspndome los codos en carne viva.
Dolor.
El M ercedes frente a m. Cambio. M uchos otros coches, todos en procesin como hormigas por las calles, tras el cristal plstico, cubierto por mi propio vaho, de la
ventanilla del avin. M i primer vuelo! Siento una gran excitacin.
Estoy perdiendo el control. Quiero salir!
Excitacin. Lloro. Frondosidad, un rbol, muchas hojas, luces y sombras. Estoy tumbado envuelto en algo muy suave. Sigo llorando. Una cabeza enorme aparece.
Alegra sbita. Es mam, que me levanta de la cuna y me mece con suavidad.
Todo el mal pasa.
Quiero salir!
Hay una explosin de luz...
Y ya no hay ms luz, sino una difusa claridad rojiza, como la que vela los prpados cuando se cierran los ojos y se dirige la cara al Sol en un da nublado.
Calma. Quietud. Floto, me siento flotar. Ya no oigo el zumbido de la xodo. No hay sonido alguno en este recuerdo, tan slo el lejano rumor sordo de vibraciones
rtmicas aqu y all.
Paz. Hay una paz sosegada, la mayor que haya sentido jams. Qu recuerdo es ste? Tengo miedo.
Hay un ligero cambio en la presin. Una mancha informe aparece en algn punto de la claridad rojiza y siento ms vibraciones reconfortantes. Respondo a ellas
dirigiendo un pie invisible hacia la mancha. Hay un cambio en la sensacin. Sorpresa. Sorpresa y felicidad.
El sosiego lo domina todo, parece eterno. Pasa el tiempo, pasa (quizs) mucho tiempo. No tengo ni idea de dnde estoy, pero jams me haba sentido tan bien.
De repente, la luz vuelve y se superpone a la claridad rojiza. Sigo sintiendo paz, pero veo la silueta de un hombre sobre m. Cuando se agacha y la luz de la mesilla le
ilumina el rostro, distingo esa barba y ese pelo crespos, donde empiezan a aflorar las primeras canas, reconozco los rasgos desdeosos de M arco.
No aguanto ms. Hay un estallido sensorial, y todo se vuelve oscuro y silencioso.
***
Cuando Daniel abri los ojos y fue por fin capaz de enfocar la mirada, su hijo paseaba de un lado a otro del desordenado camarote, fisgoneando entre sus cosas. El
maldito zumbido de la xodo segua all, imperturbable.
La cabeza le arda. Con un quejido, intent incorporarse.
M arco se volvi hacia l.
Es mejor que no lo intentes dijo rpidamente. La ltima vez que lo hiciste vomitaste.
Intentando mantener la serenidad en aquel camarote que daba vueltas y ms vueltas, Daniel mir a un lado. Los cercos resecos de la sbana revelaban que M arco no
menta.
Le mir con rabia mal disimulada.
Qu...?
No hace falta que preguntes qu demonios hago aqu le interrumpi su hijo, dejndose caer en la silla. Ya te lo digo yo. Se te oy gritar en todo el pasillo. Freund
me abri la puerta.
Daniel se recost de nuevo, invadido por una repentina nusea.
No necesito sermones dijo.
M arco se ech hacia atrs y se cruz de brazos, negando con la cabeza.
Oh, no, no los necesitas. T no. T, que ests siempre predicando para los dems...
Daniel le clav la mirada, furioso.
Sabes? aadi M arco con una risa quebrada M e recuerda a cuando merendamos en la playa poco antes de partir, en el cumpleaos de pap, y te pasaste media
hora soltndonos un puetero sermn sobre que no cogiramos tus cosas para olvidrnoslas luego. Habas perdido el mvil, y luego result que te lo habas dejado en el
maletero de tu bici.
Cundo? Daniel frunci el ceo, intentando por todos los medios recordar aquella estpida ancdota con el nico propsito de darle en las narices al impertinente de su
hijo.
Nada.
Lo ves? dijo M arco. Ni siquiera te acuerdas.
S que me acuerdo!
M arco sacudi la cabeza.
M e lo acabo de inventar, pap.
Daniel sinti como si se le agarrotasen todos los msculos del cuerpo y se le cortara la respiracin. Y, petrificado como estaba, escuch a su hijo murmurar:
Dios...
Aquello fue la gota que colm el vaso. Como una exhalacin, Daniel se incorpor en la cama, ignorando toda sensacin de mareo o nuseas. Intent levantarse, pero
aquello fue demasiado, as que cay de nuevo en la cama con un gesto dolorido.
Dios, dices? Dnde est Dios? grit alzando los brazos y mirando alrededor.
M arco pareci sorprendido por un instante. Luego, recuper la compostura y puso una mueca burlona.
Suerte que tienes, que seras capaz de contestar esa pregunta sin ni siquiera dudar...
Oh, no me digas que t crees en el Pap Noel de los mayores... la misma barba, premios y felicidad para el que se porte bien... Es perfecto! Sern los padres, nos lo
habremos inventado? A quin le importa? Sigamos creyendo en el barbudo, aunque veamos cada da que los nios pobres se quedan sin regalos!
Daniel se interrumpi un instante y rompi a rer.
Y crees tambin en las hadas? Oh, no puedo probar que no estis ah, duendecillos de la xodo, as que sin duda sois vosotros quienes hacis que esto funcione!
se burl.
M arco le mir con desdn.
Odias aquello en lo que no crees... Curiosa manera de no creer, no te parece?
El fsico sinti que las mejillas le ardan y las sienes le palpitaban con violencia.
Ah, s? rugi Y qu ha hecho tu Dios para demostrarme siquiera que existe? Qu ha hecho por m?
Despacio, M arco se inclin hacia l y le mostr su mano. El envase de una lentilla de M nemosina descansaba en la palma.
Y t, Daniel? Qu has hecho t por ti?
Daniel?
Daniel not la sangre hervirle en las venas. Los ojos se le humedecieron. M ir fijamente a M arco, intentando evocar a su hijo, pero no guardaba ms que algunas
imgenes vagas de tiempos felices, revividas quizs demasiadas veces. Apenas recordaba el sonrer de aquellos iris avellana, cuando M arco era tan slo un nio.
Lo haba perdido.
Y an peor era el constatar que ahora, en el presente, tambin lo estaba perdiendo.
La rabia le abandon tras un profundo suspiro. M arco, sin embargo, sigui hundiendo el dedo en la herida abierta.

Qu eres, Daniel, sino tu memoria? Acaso tu alma, incorruptible por ms que intentes destruir lo poco que te queda de cerebro? Tu alma, digo? Ah, no! Olvidaba
que la has desestimado... No te queda sino desvanecerte poco a poco con cada uso de esto.
Daniel no contest. Apart la cara para que su hijo no se diera cuenta de cmo le temblaba el labio inferior.
M arco se levant y pase de un lado a otro. Al fin, resopl, abri la puerta pasando la mano sobre el control y se volvi hacia Daniel, apoyndose en el umbral.
Quedan menos de dos aos para que lleguemos a Nmesis dijo framente. Eres la persona ms importante del proyecto... M rate! No eres mi padre... eres... eres
un guiapo...
Y sali de all, dejando a Daniel ante la inquisidora mirada del espejo del armario, que le devolvi la imagen de un sexagenario de barba desaliada, pelo escaso, enredado,
y uas descuidadas, por el que no pudo ms que sentir aunque le cost trabajo admitirlo una profunda lstima, mezclada con una creciente sensacin de furia.
***
El aire fro y hmedo del invierno artificial hizo mella en los brazos desnudos de M arco, ponindole la piel de gallina, cuando la puerta de su camarote se cerr tras l
con un sombro silbido.
Ya est.
En la esquina opuesta, la lira giraba envuelta en su tenue zumbido, con Freund mirando atentamente desde su interior.
Lo has hecho muy bien. Vamos, no pongas esa cara dijo el psiclogo.
Es que... M arco se frot los ojos, contenindose.
Funcionar.
M arco se sent en la cama y hundi la cara entre las manos.
Pero...
Funcionar. Puede que ni hoy ni maana, puede que tengamos que esperar aos, pero creo que has apretado el interruptor de la luz al final del tnel, M arco.
Y entonces t...
No lo s. No creo que quiera hablar conmigo. Despus de todo, no me tiene en alta estima, y supongo... suspir, o eso le pareci or a M arco supongo que tiene
sus razones.

CAPITULO XXII

Su equipo ha preparado un sistema de educacin asistido por IA cuntica y Entornos Virtuales, basado en el aprendizaje por la vivencia, el inters autoadquirido y sobre todo, el desarrollo del espritu
crtico. Historia, fsica, matemticas, filosofa, biologa, arte...
Y las clases de educacin fsica?
P or qu lo dice, capitana?
Tambin sern virtuales?
Comisin del proyecto P rometeo, Registro sonoro, 25 de marzo de 2089, 20:37

Cuando las masas saturaron las calles y los campos, armadas con ccteles molotov y rastrillos, aplastaron a las tmidas lneas de antidisturbios, y comenzaron a quemar
los edificios de varias multinacionales, M arco no supo muy bien si en el fondo estaba de acuerdo con el sentir general de aquellas gentes.
Como ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, sin embargo, no poda permitirse el lujo de identificarse con los casi mil quinientos millones de chinos que, desesperados
por el hacinamiento y el hambre inhumanos, y alentados por la rabia de saberse esclavos de Occidente, haban decidido tomarse la justicia por su mano.
M arco pase la vista por las decenas de monitores que poblaban la pared de su despacho. Avenidas enormes, colinas, pueblos, plazas de majestuosidad comunista,
gigantescas como la de Tiananmen... todos esos lugares haban desaparecido, o mejor dicho, eran invisibles, totalmente cubiertos por una marea humana interminable.
En ltimo trmino, en uno de los monitores, una densa fila de vehculos acorazados se cerraba en torno al permetro de edificios del Gobierno, dando avisos, hasta que el
ministro de Defensa les orden abrir fuego contra la muchedumbre.
De nada haba servido la colaboracin de principios de siglo con las multinacionales que haban decidido asentarse all; de nada haba servido el intento de creacin de
una clase media que estabilizara la economa y satisficiera los anhelos materiales de la creciente poblacin. Al final, la subida de las aguas haba arrasado la mayora de
los arrozales, dando al traste con la base de alimentacin; el hambre y la filtracin de informacin del mundo exterior haban hecho el resto.
Cuando el blanco brillante desapareci y fue reemplazado por un primer plano de un crter humeante, salpicado por un amasijo de carne informe, M arco pudo ver la
marea humana encaramarse sobre las tanquetas, introducir bombas de humo por cada abertura, sacar a golpes tripulantes uniformados de su interior para lincharlos y
reemprender su violenta marcha.
Sacudi la cabeza. Haba tratado de anticiparse. Estaba preparado para la situacin, haba consultado todo lo referente a la Gran Revolucin China del 46, saba las
causas que llevaron a ella y qu errores haban cometido los dirigentes. Pero...
Dos series de resplandores llamaron su atencin. Un chorro de letras fluy informando o creando ms caos sobre lo que parecan ser fugas de sendas centrales
nucleares en Lhasa y Shenyang, haciendo aventuradas conjeturas acerca de sabotajes revolucionarios.
Qu demonios! Dijeran lo que dijeran, gobernar un pas no era tan fcil!
Por supuesto, estaba el hecho de que deba ser as irrevocablemente. Oh, bueno, haba ligersimas variaciones. Pekn estaba prcticamente tomada, cuando segn los
datos histricos no fue hasta el Septiembre Amarillo cuando cay. O esas dos centrales. M arco crea recordar que se atribuyeron a casualidades.
No saba cmo lo haca, pero Espritu Santo se las arreglaba siempre para encauzar de algn modo los hechos de la clase hacia la Historia. Como aquella vez en 1944,
cuando M arco, en la piel de Von Stauffenberg, traicion y consigui asesinar a un Hitler que luego result ser un doble del verdadero.
Se pareca a los modelos termosociolgicos de Ioanna: las acciones individuales parecan tener una influencia irrelevante cuando se contemplaba el sistema a escala
global. No importaba si esta partcula chocaba con esta otra o con la de ms all.
M arco se levant y descorri la persiana con los dedos para ser testigo de que la multitud informe haba tomado ya la plaza principal tras la primera muralla y se diriga
enfurecida hacia el palacio.
Se estremeci. Qu distinto era todo desde la perspectiva de las pequeas partculas!
M arco ech un ltimo vistazo por la ventana. No poda hacerse nada. Hasta donde alcanzaba la vista, colinas enteras en movimiento. M s de mil millones repartidos
por todo el pas. Y si se sumaba el hecho de que la mayora del ejrcito se encontraba luchando en Europa junto al cada vez ms dbil y privatizado aliado
Estadounidense, el resultado era fcil de predecir.
Intent imaginar el castigo que recibira el ministro de Defensa. Fuera quien fuera el que lo encarnase, definitivamente no se lo deseaba.
M ientras paseaba la vista distradamente por el mapa mundial donde se seguan los combates de la Guerra en tiempo real, M arco sonri torvamente:
Haba una excepcin.
Llevaba aos sin tener a quien reventar las clases. Haca mucho tiempo que no la vea, desde que ella asista slo a lecciones particulares, para pasar la mayor parte
jugando a los fsicos tericos con su padre.
Dios, si hasta se haba convertido en su ojito derecho!
***
Por tu sonrisa, dira que has dado con algo interesante.
Como de costumbre, Lune no necesit contestar. Haca mucho tiempo que no necesitaban hablar para decirse algunas cosas.
Esta vez, sin embargo, le pareci que Daniel tardaba un poco ms de lo normal en interpretar la euforia a duras penas disimulada.
Entonces, voy a tener que reconocer que fue buena idea montar ese espectrmetro en el borde del escudo? sigui Daniel una vez que la puerta de su camarote se
hubo cerrado.
Desde luego que s! Hasta que aquel microasteroide lo destruy, tuvimos suficiente luz con la que viene del Sol y da la vuelta alrededor de Nmesis, volviendo hacia
nosotros.
Daniel simplemente asinti, sonriendo muy levemente. Sin poder contenerse por ms tiempo, Lune desenroll su pergamino digital, se lo tendi y observ con disimulo
la forma en que Daniel estudiaba la grfica de velocidad radial frente al tiempo. Su maestro arrastr el dedo ndice sobre la curva que fluctuaba sinusoidalmente de un
lado al otro, llegando a la conclusin correcta.
Hay un planeta... murmur asombrado.
M ientras Daniel comprobaba la curva una y otra vez, Lune dej a su imaginacin volar a travs del espacio y el tiempo; un enorme planeta azul, ribeteado por nubes
oscuras y pastos verdes apareci ante el ojo de su mente. De repente, la supergigante azul que hasta entonces le haba proporcionado calor explot en un resplandor
ciego que lo engull todo. Luego el estallido se atenu gradualmente hasta desaparecer por completo, dejando en la oscuridad absoluta que sigui despus un mundo
silencioso e inerte, orbitando para siempre un recin nacido Nmesis...
Lune sacudi la cabeza. Vida? Qu tontera! La estrella progenitora de Nmesis era tan masiva y voraz que haba agotado su sustento en tan slo treinta millones de
aos...
Daniel carraspe.
Es extrao. Cmo habr sobrevivido de una pieza a la explosin? dijo en voz baja.
Lune se encogi de hombros. La teora actual no dejaba muchas alternativas a los planetas de una supernova, aparte de volatilizarse por completo o despedazarse en un
cinturn de asteroides a lo largo de toda su rbita.
Bien, Lune! Tendrs que pensar en un nombre para darle, no crees?
Ya lo he hecho. Santuario.
Daniel la estudi en silencio y luego asinti vigorosamente.
Excelente. Tienes la masa y la inclinacin de la rbita?
An no, pero s la distancia: orbita a cien millones de kilmetros.

Bastante cerca.
S, pero he pensado que nos viene muy bien seal hacia atrs con el pulgar. Podemos dejar el escudo en el cuarto punto de Lagrange del sistema NmesisSantuario. O en el quinto.
Lune transmiti los datos de su pergamino a la lira y la activ. Daniel frunci el ceo, extraado.
En los Troyanos? Dejar el escudo? Por qu?
La lira emiti un sonido seco cuando el rotor comenz a girar y choc con una zapatilla que se hallaba interpuesta en su camino, coronando el desorden reinante en el
camarote.
Lune apart la zapatilla con un suspiro, e instantes ms tarde se reprendi por delatar as la preocupacin que senta por su maestro. Quizs ltimamente no consegua
disimularla del todo. No era slo que ya no se preocupara de su aspecto fsico; no eran sus uas largas y sucias, o su pelo ralo y desaliado: hasta haca bien poco, la
propia Lune haba tenido que soportar las burlas de M arco y los otros chicos por la semejanza de su cara con la superficie llena de crteres de...
Lune. Ni siquiera necesitaban un apodo.
Suspir. No era slo eso. Lune saba ver ms all. ltimamente pareca como si a Daniel le costara concentrarse, como si olvidara cosas triviales.
Una representacin del sistema Nmesis-Santuario flot en el interior de la lira. El planeta trazaba una circunferencia azul alrededor del centro oscuro. Lune seal dos
puntos de la circunferencia, 60 por delante y por detrs del planeta.
Necesitaremos poca energa para detenernos en los alrededores de los Troyanos. El potencial gravitatorio es muy plano all, y el efecto honda nos ayudar a frenar si
nos dirigimos hacia Santuario de la manera adecuada.
La nica vez en que Lune se haba atrevido a preguntarle qu le ocurra, Daniel la haba esquivado cambiando de tema, y el lenguaje gestual claramente defensivo, con los
brazos cruzados y el cuerpo echado para atrs, haba hecho el resto.
Daniel se rasc la nuca, pero no dijo nada.
Por no hablar de lo que nos costara internarnos en los dominios de Nmesis acarreando esa mole. A la velocidad que llevaremos en la rbita final alrededor de
Nmesis no nos ser necesario el escudo.
Daniel parpade, sorprendido.
Has calculado ya la rbita?
Lune cerr los ojos y asinti. En otro tiempo, hubiera sido l quien la tuviera ya calculada.
Tuviste en cuenta que no vale cualquiera, supongo...
Lune sonri...
Con los ltimos datos sobre la masa de Nmesis, hay una rbita de Navarro 1:2 a diez millones de kilmetros. 34 horas de periodo. Desde all podemos lanzar las
cpsulas Penrose hacia el agujero negro y, si todo va bien, recogerlas media rbita despus.
***
Seor, un helicptero aguarda en el tejado.
M arco parpade ante la interrupcin y se volvi hacia la puerta del despacho. Su secretario pareca ansioso por abandonar el palacio. Claro, la alternativa para l era la
muerte.
En la realidad no les dio tiempo. Realmente cambiara algo si nos vamos?
Asinti levemente y lo sigui por los majestuosos pasillos y escaleras de mrmol, inundados por el eco de las rfagas de ametralladora y el olor a quemado.
Varios pisos ms arriba, la puerta de la azotea se abri con un rechinar estridente y la luz inund el umbral. Entonces ocurri algo extrao. El secretario se volvi a decir
algo, pero ningn sonido emergi de sus labios en movimiento. Su rostro se descompuso en una representacin cada vez ms tosca, como las texturas del umbral y el
cielo sobre la azotea. Cuando los colores y las formas colapsaron sobre la rejilla bsica en la que estaba representado el mundo, M arco flot hacia arriba; pero el cambio
al aula, con su degradado de colores hacia el gris, fue mucho ms lento que en otras ocasiones.
Cuando un Espritu Santo compuesto por polgonos de color gris mate mucho ms rudimentario que la habitual esfera brillante les inform de que la clase haba
terminado, M arco comprendi que algo iba muy mal.
***
Lune tens los msculos del cuello y los brazos, sbitamente alerta.
El empujn haba sido real. Estaba segura.
M ir a su alrededor. Todo pareca en su sitio. Daniel, como si no se hubiese dado cuenta, continuaba abstrado en clculos de rbitas en la mtrica de Kerr, dando
muestras evidentes de un exhaustivo esfuerzo mental.
Haba sido muy leve, pero real.
Dani...
El fsico parpade ante la inesperada interrupcin.
Perdona sigui Lune, no has sentido nada?
Daniel frunci el ceo. Sin perder un instante, Lune se puso en cuclillas y rebusc bajo la cama de su maestro. Varios envases de comida, tres de lentillas y dos monos
sucios despus, dio con lo que buscaba.
Qu haces?
Lune le mostr la pelota y us la otra mano para despejar de ropa una pequea parcela de suelo. Ante la mirada atenta y extraada de Daniel, deposit cuidadosamente
la pelota en el suelo.
En lugar de rodar con suavidad hacia la puerta, como habra sido de esperar durante los dos ltimos aos de viaje, la pelota rod en la direccin opuesta, hacia la pared
de la ventana.
Haban dejado de frenar.
Freund llam en voz alta.
Pero el psiclogo no se manifest en el interior de la lira. En su lugar, tras unos segundos que parecieron interminables, su voz llen el camarote.
S?
Dime qu ha ocurrido.
El psiclogo se tom unos segundos antes de contestar.
Hay un problema con los motores. Padre ha asumido casi el total de nuestra capacidad de proceso.
Lune se puso en pie como impulsada por un resorte, secundada por un Daniel con la boca abierta.
En qu consiste exactamente? pregunt Lune.
Cuando la respuesta no se produjo tras unos segundos, Lune resopl, desesperada.
As no haba manera.
Sahrie!
Instantes ms tarde, Lune corra por los pasillos de la xodo; decenas de miradas perplejas e interrogativas se cruzaban con la suya en cada esclusa, en cada cubierta.
Finalmente, la puerta del puente principal se abri con un silbido. La capitana Spiff se volvi hacia Lune, firme e infranqueable como siempre, aunque esta vez a la
joven le pareci vislumbrar un matiz de inquietud en su mirada. Sahrie estaba a su lado, de pie frente al panel principal de relucientes monitores, la palidez de su cara
resaltada por el pauelo rojo fuego que le cubra el pelo y bajo el que sobresala el lbulo de su comunicador, alojado en la oreja.
Lune entr jadeando, las manos en las rodillas, exhausta.
Padre deca Sahrie con voz hueca, ahora no me importa el Gran Jardn. Sllalo. Tardar muchas horas en despresurizarse, y tenemos problemas ms graves con el

escudo. No puedes reiniciar los motores para corregir el volteo o para alejarnos de l?
Silencio.
Comprendo Sahrie neg con la cabeza y suspir pesadamente, al tiempo que desenfocaba la mirada. No hubo tiempo para disear un sistema de distribucin de
combustible secundario dijo en un tono que a Lune le pareci de disculpa, y sacudi la cabeza. Cunto tiempo tenemos hasta la colisin?
Spiff y Lune se miraron expectantes durante el silencio que sigui. Finalmente, Sahrie se quit el lbulo y se sujet la frente con la mano, cerrando los ojos como si
quisiera olvidar la gravedad de la situacin.
Cinco horas... murmur entre risas nerviosas. Dentro de cinco horas chocaremos con nuestro propio escudo...

CAPITULO XXIII

Lo que hace Trinidad es en realidad tan simple como el que tres nios puedan repartirse una tarta de manera que todos salgan ganando...
GARRELT ICKE, P SICLOGO CUNTICO, ENTREVISTA, 2090

Cuando el propulsor principal de la Hefesto entr en ignicin, el chorro de vapor de agua lo detuvo a una decena de metros del Ojo, suficiente como para comenzar la
maniobra.
Flotando ingrvida en la estrecha cabina junto a Sahrie, la capitana Spiff contempl el panorama. El escudo de hielo, circundado por tenues intermitentes rojos, se
extenda a lo lejos, rematado por andamios que convergan, como los hilos tensos de un paracadas, unos metros delante de ellos, en el anillo de rotacin.
Se estremeci levemente: Padre se haba tomado la libertad de eyectar aquella mole tras calcular, milsimas de segundo despus del accidente, que el volteo de la xodo
superara los lmites de amortiguamiento del eje. Sahrie haba asentido al enterarse. Ya que la xodo iba a girar, dijo, mejor que lo hiciera a la sombra del escudo y no con
l, si no queran acabar como un colador.
Spiff, sin embargo, no estaba tan segura como Sahrie de la decisin de la IA: el escudo no se alejaba lo suficientemente rpido como para evitar una colisin segura con el
borde de la estacin, cuando sta hubiera girado lo suficiente.
Consult su mvil. Haca una hora y media desde el accidente, y habra otro, mucho peor, si no reparaban la fuga de combustible y contrarrestaban aquel lento pero
inexorable volteo hacia el escudo.
Spiff buf. Una posibilidad entre cien millones. Eso haban dicho. De entre todo el espacio disponible en aos-luz a la redonda, aquel condenado pedrusco haba
tenido que tocarles a ellos, en una improbabilsima trayectoria transversal contra la que el escudo no haba servido de nada.
Y para colmo, de entre todos los lugares de impacto, el microasteroide pareca haber elegido uno de los peores: el tubo de distribucin de combustible, en el ramal de
bifurcacin junto al motor 1.
En las prisas por lanzar la xodo, el equipo de diseo haba decidido reaprovechar aquel sistema de la Estacin Espacial de la Concordia. Tres dcadas despus, recogan
los frutos de aquella irresponsabilidad atroz: los escasos milisegundos que Trinidad haba tardado en detectar el fallo del motor 1 y actuar cerrando todas las vlvulas de
combustible fueron sin embargo suficientes para que los cinco motores restantes imprimieran, por culpa de aquella asimetra en la distribucin, un lentsimo volteo a la
xodo, como el de quien deja caer uno de los remos y sigue intentando propulsar la barca con el otro.
Al menos, decidi Spiff, se haban preocupado de que la estacin llevase en su hangar una nave para efectuar reparaciones y trabajos rutinarios, la Hefesto, que era
ahora su nica esperanza.
Intiles.
Al lado de aquello, el problema que sufran las secciones selladas del interior, atravesadas de extremo a extremo por el microasteroide, y cuyo aire tardara an diez
largas horas en perderse por el espacio, era nimio.
No haba tiempo que perder. Con la seguridad de aos de experiencia de simulador a sus espaldas, la capitana accion los controles de los propulsores laterales. Pasaron
unos segundos antes de que el giro fuera apreciable. Con la lentitud y minuciosidad que el pilotaje manual requera, el escudo comenz a desaparecer por babor a medida
que la Hefesto volteaba para encarar a la xodo. A estribor apareci el borde de la enorme rueda de carro, girando a gran velocidad alrededor del Ojo y ganando terreno
progresivamente en su campo visual.
Finalmente, los propulsores fueron perdiendo potencia ante los precisos comandos de Spiff y el Ojo se detuvo exactamente frente a ellos, las estrechas escotillas del
hangar trasero refulgiendo en intermitentes de emergencia en la oscuridad.
La capitana accion entonces los propulsores superiores y la Hefesto se desliz paralelamente a la xodo hasta su borde externo, en una lenta y armoniosa danza que
culmin media hora despus cuando Spiff logr detener el pequeo furgn de reparaciones directamente bajo la xodo, que giraba sin cesar.
Un fondo esttico de estrellas entre las que apenas destacaba el Sol era todo lo que se vea ahora por la pequea y alargada ventana de la cabina. Spiff se impuls en una
abrazadera de metal para volverse hacia el techo de la pequea nave.
Padre, activa la panavisin.
Como si de un velo que cae se tratara, la pulcra superficie interior de la cabina de metal pareci difuminarse para dejar ver todo el firmamento alrededor, contra el que se
recortaba una imponente silueta oscura plagada de intermitentes que destellaban en naranja, desplazndose a toda velocidad y perdindose en la distancia con la rotacin
de la xodo. La ilusin slo era rota por diversos controles y lneas luminosas que revelaban que el fuselaje segua realmente all, ante las microcmaras que mostraban el
exterior.
A su lado, Sahrie toc con suavidad el hombro de Spiff para indicar luego varios metros ms all. Envuelta en un tenue resplandor azulado, la vagoneta magntica de la
xodo viajaba sobre sus rales por la periferia de la estacin, en contra de la rotacin, de manera que estaba en reposo respecto al pequeo furgn.
Padre dijo Sahrie, trae la vagoneta hasta nosotros.
La respuesta no se hizo esperar. Un par de minutos despus, la Hefesto se acoplaba frreamente a la vagoneta en medio del zumbido de los cierres electromagnticos.
Padre, dame el control de la vagoneta... Bien. Atencin ah atrs dijo Spiff al comunicador de su lbulo mientras Sahrie y ella deslizaban los brazos por las correas
de sujecin, vamos a frenar.
El crepitar de la esttica en su odo anunci la respuesta.
Entendido.
Enfundados en sus trajes espaciales, Lance y Gordon esperaban en el compartimento de carga, junto a la puerta corredera que los separaba del vaco. Antes de accionar
el freno que detendra la vagoneta respecto a la xodo, Spiff se asegur mirando por las pantallas de que los tcnicos llevaran puestos los correajes de seguridad.
A medida que el fondo estelar comenzaba a moverse y a girar a su alrededor, el peso fue retornando a brazos y piernas, que cayeron junto al cuerpo; la gravedad volva
gradualmente a la Hefesto, ahora que el furgn colgaba del borde de la xodo, dando vueltas como la piedra de una honda gigantesca.
Spiff ech una ojeada a los luminosos de posicin. Casi al instante, Sahrie seal a travs de la pared a la silueta de la enorme montura del motor 1, tenuemente
iluminada ahora por los sistemas de emergencia de Padre. La fuga de combustible, junto a su base, distaba slo un par de metros del portn de la Hefesto.
M agnfica frenada, Virginia! sonri Sahrie, creo que ni Padre lo hubiera hecho mejor!
Spiff acept el cumplido con un leve asentimiento, mientras ayudaba a Sahrie a ponerse el traje espacial.
Virginia. Sonaba extrao, y de hecho le habra molestado viniendo de cualquier otra persona. Pero no de quien haba demostrado comprenderla, a lo largo de los aos.
Cuando la escafandra se sell hermticamente con un silbido, Spiff no pudo evitar sentir un vago temor que le hizo endurecer las facciones.
Venga, no nos queda mucho tiempo le apremi.
Tranquilzate. Es lgico que sea ella quien vaya. Conoce la xodo como la palma de su mano.
Sahrie cruz la esclusa intermedia hasta Lance y Gordon, que acoplaban los mosquetones de sus cables al cabrestante principal y probaban los sistemas vitales y de
comunicacin de sus trajes, respirando pesadamente en su interior.
Cuando el sistema extrajo el aire del compartimento de carga, Spiff not los odos taponrsele ligeramente por el leve cambio de presin en la cabina. A travs de las
pantallas y de la panavisin contempl a Sahrie y los tcnicos ejecutar lentamente las maniobras de escalada que los colocaran unos minutos despus bajo el tubo de
distribucin de combustible.
Finalmente, la voz de Sahrie le lleg entre chasquidos de esttica.
Es peor de lo que pensaba.
Spiff mir en su direccin, y los vio colgados all arriba; los focos de sus trajes iluminaban lo que pareca un crter humeante y negruzco.

Podra sellar la fuga prosigui la ingeniera, algo dubitativa, pero el dao ha alcanzado a los sistemas electrnicos de ignicin y distribucin... hubo una pausa,
ms larga de lo que a Spiff le hubiera gustado Dios nos asista...
Puedes arreglarlo?
Sahrie suspir.
Oh, se no es el problema. Con el equipo adecuado que hay en los talleres, puedo repararlo.
Spiff mir de reojo los andamiajes de la amenazadora mole de hielo.
Bueno, an tenemos algo ms de dos horas. Cunto tardars?
Sahrie dej escapar una risa nerviosa, sacudi la cabeza y mir en la direccin de la Hefesto.
Diez. Tal vez ms.
***
Ioanna desvi la mirada hacia la esclusa de acceso al Gran Jardn, reprimiendo el impulso de encenderse. Finalmente resopl y se volvi hacia Lee, el improvisado
guardin.
M e da igual lo que dijera antes de irse. La situacin ha cambiado ah afuera.
El joven pareci no comprender. M ir de hito en hito a Ioanna, posando luego sus lnguidos ojos en el brillante aro de su traje espacial.
Pero... me dijeron que no dejara entrar a nadie...
No te lo voy a pedir otra vez, Lee dijo escogiendo las palabras con cuidado, aun sabiendo que era una flagrante mentira: no se lo haba pedido.
Ya le he dicho que no puedo, Dra. Lagad...
Aprtate ahora mismo de mi camino, mocoso! estall ella, amenazndolo con la escafandra.
Lee se protegi la cara con los brazos en un gesto instintivo aunque ridculo para alguien que quizs rondara ya los treinta. Joder, no le iba a pegar.
Va... vale, vale! balbuce mientras se apartaba, desviando la mirada.
Ioanna dej escapar una pequea sonrisa y franque la esclusa con decisin. El joven se apresur a manipular los controles de descompresin de la esclusa intermedia,
cuando Ioanna termin de ajustarse la escafandra y le apremi con un gesto de impaciencia.
Cuando la puerta al Gran Jardn se abri con un tenue silbido, la biloga avanz hacia la primera hilera de manzanos con aire decidido. El repiqueteo de las botas contra
el metal de la pasarela sonaba extrao a travs de los auriculares. M s all del limitado horizonte, que se curvaba hacia arriba fuera de su vista, el sistema de audio del
traje capt las suaves pisadas del equipo de bsqueda. Ioanna imagin a los ingenieros, enloquecidos, disponiendo micrfonos por todas partes y esperando distinguir,
entre los caractersticos gemidos y zumbidos de la estacin, el tenue silbido de la fuga a travs de un orificio que bien poda ser del tamao de un garbanzo, en una sala
curva de ms de 5000 metros cbicos de volumen.
Habra resultado ms fcil encontrar una aguja en un pajar.
Ioanna fue a conectar la radio para comunicarse con los tcnicos, pero desech la idea en el ltimo momento. Suspir. Por mucho que hubiera insistido en entrar all para
ayudar en la bsqueda, la verdad es que poco poda hacer. La cara aterrada de Lee cruz fugaz por su mente. Pobre.
Sintindose algo intil de repente, luch contra la idea de regresar. Al fin y al cabo, de qu servira? Tampoco hara nada til all afuera. Finalmente se recost contra un
banco, procurando no hacer ruido, y sigui con la vista una larga hoja de Opuntia hasta la frondosidad sobre su cabeza. Los distintos ejemplares se erguan majestuosos
y se entrelazaban a varios metros de altura ejecutando armoniosamente su inmvil danza.
Eran tan bellas... Tan tiles... Y tan frgiles. El principal pulmn de la xodo no resistira ms de unas horas la exposicin al vaco, que segn las ltimas noticias
ocurrira antes de que Sahrie consiguiera arreglar la fuga de combustible en el exterior.
Aunque claro, antes de que ocurriera todo eso, se estrellaran contra el escudo.
***
Espera! Acabo de tener una idea.
Spiff se sobresalt ante el sbito crepitar de la radio en el odo.
Padre oy decir a Sahrie, calcula el empuje necesario con los parmetros actuales de la Hefesto, propulsor principal. Vigila especialmente la cizalladura sobre la
vagoneta... Bien! exclam de repente, ignorante del dolor agudo que haba infligido en el tmpano de la militar Puede funcionar!
Sahrie, de qu hablas? pregunt la voz de Lance.
Ella seal la vagoneta magntica que aferraba ahora el furgn.
Escuchadme atentamente todos estaba visiblemente excitada. Lance, Gordon, subid a la vagoneta y usad soldadores de arco para sujetarla al electroimn de la
Hefesto.
Qu? dijeron Lance y Gordon al unsono.
Haced lo que os digo, por favor. Padre dice que el electroimn por s slo no aguantar las 6 toneladas de cizalladura que le haremos sufrir. Y traedme la mochila de la
capitana Spiff, as tendr oxgeno de emergencia mientras me quedo sellando la fuga.
Sin rechistar, los tcnicos fijaron sus acoples magnticos y comenzaron a cubrir los escasos dos metros que los separaban del portn corredero de la Hefesto.
Spiff parpade.
Ests segura de lo que...?
Sahrie mir hacia el furgn de nuevo. Spiff saba que no poda verla a travs de la chapa metlica, pero aquello no restaba determinacin a su mirada. Nunca la haba
visto as.
S. Capitana, en cuanto Lance y Gordon se sujeten arriba, pon el Brazo a girar alrededor de la xodo exactamente en antirrotacin. Desde ah, Padre te ayudar a
encontrar el punto exacto de mximo acercamiento al escudo. En cuanto ests all, y ellos hayan terminado de soldar, acciona el propulsor principal a plena potencia,
todo lo que d de s el combustible.
Pues claro! Usaremos la Hefesto como remo!
Comprendo. Buena idea dijo, y sus manos volaron a los controles, que ordenaron a la vagoneta acelerar suavemente sobre la superficie de la xodo en cuanto Lance
hubo regresado. Cuando la ingeniera se alej de su vista, desapareciendo tras el cercano horizonte, Spiff se dirigi a los tcnicos:
Sujetaos bien a la vagoneta. Vamos a quedarnos sin gravedad durante un rato.
Y aceler un poco ms, guiada por las indicaciones. A medida que la gravedad iba abandonndoles, la cromada superficie de la xodo, llena de tuberas, inscripciones y
detalles en relieve, se desliz sobre ellos hasta alcanzar los casi ciento cuarenta kilmetros por hora necesarios para que el furgn estuviera prcticamente en reposo
respecto al escudo y el fondo de estrellas.
Aquel era el punto ms cercano a la mole de hielo, a los andamios contra los que chocara la seccin de la xodo que tuviera la mala suerte de pasar por ah en el
momento ms inoportuno.
Flotando en el estrecho espacio de la cabina, Spiff volvi la vista, mientras esperaba a que Lance y Gordon terminaran la soldadura, antes de encender el cohete para
detener el giro de la estacin, y se entretuvo viendo pasar a Sahrie, colgada de la xodo, a gran velocidad, cada veinticuatro segundos, su posicin desvelada tan slo por
el foco de su traje y... por los pilotos de la escafandra, que le iluminaban la cara.
A la siguiente vuelta algo hizo que se sobresaltara. No slo las luces interiores del casco de la ingeniera estaban a plena potencia, sino que su rostro estaba contrado en
una mueca de dolor, acompaada de un torpe e instintivo intento de pasarse la mano por la frente, abortado por el cristal del casco.
La perdi de nuevo de vista.
Sahrie la llam, ests bien?
La esttica confirm la reapertura del canal de comunicacin, que Sahrie deba de haber desconectado por algn motivo.
Estoy... estoy un poco mareada. No te preocupes... Sahrie emiti un agudo jadeo que la delat.

Padre, dame la biometra de Sahrie!


Las constantes vitales aparecieron en brillantes dgitos sobre el fondo de estrellas. El nivel de oxgeno era alarmante. La respiracin que llenaba los odos de Spiff era
rpida. Demasiado rpida.
La silueta de la ingeniera pas otra vez a toda velocidad. Los brazos le colgaban hacia abajo, y la cabeza estaba torcida hacia atrs, convulsionndose.
Desapareci de nuevo.
Sahrie, ests hiperventilando. Tienes que calmarte o...
Es que... me entraron nuseas y... sigui jadeando, parando slo para emitir un sonoro gemido y... qu momento tan inoportuno, por Dios...
Clmate, has hecho cientos de salidas, no va a pasar nada. Sobre todo, no pienses en...
El altavoz se llen con un chapoteo sordo, junto con un estridente pitido proveniente de la biometra.
M ierda.
Sahrie apareci de nuevo, pero esta vez no estaba afianzada al techo por los enganches magnticos de seguridad, sino que penda boca abajo, el tobillo derecho enredado
en el cable de seguridad que la aseguraba a la xodo.
Dios mo! Virgin...! su voz se apag en medio de un sonoro burbujeo.
Dios mo!
Spiff se abalanz sobre los controles y desliz la mano sobre el freno de emergencia.
Padre, frenada de emergencia! Detn la Hefesto lo ms cerca posible de Sahrie!
La fuerza que la empujaba contra la pared aument, aplastndole repentinamente las costillas contra una abrazadera de metal.
Pero qu...! grit Gordon por el auricular.
Qu hace? Est loca? chill Lance, corendole.
M aniobrado por la IA, el furgn se detuvo tan repentinamente como haba empezado a frenar. Haban recuperado de nuevo la gravedad. Spiff no perdi tiempo en
comprobar las magulladuras en las palmas de sus manos cuando se levant.
Afuera, a tan slo un par de metros de la cabina de la Hefesto, Sahrie agitaba los brazos frenticamente, colgada de la xodo boca abajo, los pilotos de su escafandra
atenuados por el creciente lquido en su interior.
Lance, Gordon, ayudad a...!
Su voz se cort cuando se volvi hacia ellos: incapaces de hacer frente a la brusca frenada y reaparicin de la gravedad artificial, los tcnicos colgaban de sus cables de
seguridad, uno a cada lado del furgn, dos o tres metros por debajo. Probablemente sorprendidos por la situacin, todo lo que acertaban a hacer era intentar asirse a s
mismos, en vano.
Spiff sinti un regusto de amarga superioridad al contemplar su incapacidad para trepar por el cable alzando su propio peso con las manos.
Intiles...
El pitido y la esttica seguan llenando la cabina. Volvi la vista hacia Sahrie. Tras una brusca sacudida, los brazos de su amiga cayeron flcidos junto a la escafandra
inundada, y la ingeniera qued colgando, inerme, contra el campo de estrellas que giraba veloz e indiferente.
Tena que hacer algo. Su traje!
Cuando se volvi hacia l y repar de pronto en que la mochila de oxgeno estaba acoplada a la superficie de la xodo junto a Sahrie, apenas fue consciente del nudo que
le atenazaba el estmago. La mir una vez ms colgar como un peso muerto mientras maldeca en silencio.
Sahrie...
Tard escasas dcimas de segundo en tomar la decisin. Sin perder un valioso instante ms, abri la puerta de la esclusa intermedia y la cerr tras de s. Con un hbil
codazo hizo trizas el cristal junto al rtulo amarillo y negro que rezaba Peligro. Descompresin de emergencia.
Agarr la palanca mientras repasaba mentalmente cada etapa de su desesperado plan, intentando mantener la cabeza fra.
Poda hacerlo.
Se encogi frente a la puerta del compartimento de carga, respir profundamente, una sola vez, y entonces repar en que la verborrea de los tcnicos segua desde haca
rato.
... pero cmo se le ocurre! , podramos haber salido volando y...!
Spiff expuls el aire hasta vaciar completamente los pulmones. No era buena idea dejar que te reventaran.
Y entonces tir de la palanca.
La succin fue casi instantnea. Tras un sonoro estallido en el odo izquierdo, la voz de los tcnicos se desvaneci junto con el aire que la rodeaba, expelidos al vaco del
compartimento de carga. Despedida violentamente hacia delante, Spiff no tuvo tiempo de encajar bien el golpe que el cabrestante principal, montado en el centro del
compartimento de carga, le propin.
Un dolor agudo le recorri el costado. Spiff lo ignor y se levant del suelo: no haba tiempo para quejas. Poda ver el cable del que penda Sahrie a tan slo un par de
metros del portn. Un salto hbilmente calculado para que la fuerza de Coriolis le ayudara a llegar... poda hacerlo, lo haba hecho ms veces.
Los ojos le escocieron de repente, enrojecidos por miles de capilares reventados por la brusca ausencia de presin exterior. Una fina escarcha se evapor en sus dedos,
aire residual condensado en los poros de su piel que abandonaba el cuerpo ahora en forma de gas, y una intensa sensacin de fro comenz a atenazarla.
Con la claridad y rapidez mental proporcionada por el torrente de adrenalina, Spiff apart de su mente todo aquello. Puso el mecanismo del cabrestante en pin loco,
asegur el gancho al mosquetn trasero de su arns y cogi el mando a distancia que descansaba sujeto magnticamente al metal.
Unos pocos segundos despus, cubra con dos precisas zancadas la distancia al portn abierto y saltaba desesperadamente hacia Sahrie, seguida por el cable que la una
al cabrestante.
Aunque sucedi muy rpido, el silencioso salto le pareci eterno. El fondo de estrellas bajo ella, sin puntos que sirvieran de referencia, le sobrecoga ms que el ms
oscuro, profundo e infinito de los abismos. De la ingeniera slo vea el interior de escafandra, dbilmente iluminado a travs del vmito que la inundaba.
La sensacin de fro regres: Spiff se percat de que tiritaba sin parar. Comenz a sentir una desagradable hinchazn en la piel de la cara y las manos. Otra sensacin se
abri paso: un pinchazo en los pulmones, que se encogan en busca de un aire que no estaba all.
Con un manotazo impreciso, Spiff se agarr al cable de seguridad de Sahrie y lo rode con las piernas. El tobillo de su amiga estaba all, enredado, al alcance de sus
dedos. La ingeniera pesaba demasiado como para izar y desenredar con una sola mano el cable, que penda tenso como el de una plomada.
Cunto tiempo haba pasado? Veinte segundos? Empez a preguntarse si aquello no habra sido su ltima estpida idea.
No, an poda hacerlo.
Sin pensrselo dos veces, Spiff torci el tobillo de Sahrie hasta que lo liber. No saba si se lo haba roto: de haberse producido aquel desagradable chasquido, el vaco le
habra impedido orlo.
Sahrie cay entonces medio metro ms, dndose la vuelta y quedando cabeza arriba. La capitana cay sobre ella y la abraz desde atrs, buscando desesperadamente el
mosquetn que sujetaba a la ingeniera a su cable de seguridad. Tena que abrirlo; era la nica manera, liberarla del cable que la una a la xodo y, con ella bien sujeta,
enrollar el cable del cabrestante a toda velocidad para volver ambas a la Hefesto.
Los bordes de su campo de visin se tornaron oscuros, su centro se cubri de una fina neblina. El fro lo llenaba todo. Ya no senta los dedos, no saba si reconocera el
mosquetn al tocarlo con la mano libre, o siquiera los movimientos que deba ejecutar para desengancharlo.
Sus dedos hinchados rozaron algo. Los agit torpemente, en un vano intento por abrirlo, si es que era el mosquetn.
Lentamente, mientras forcejeaba con aquel endemoniado objeto, la necesidad de respirar comenz a ocupar su mente, superponindose por completo al fro.
Intent de nuevo abrir aquello que haba decidido que deba ser el mosquetn. Nada, sus dedos estaban agarrotados. Era imposible.
Desesperada, apret el control remoto en su otra mano. Un tirn en la espalda, atenuado como en un sueo, le hizo comprender que el cabrestante tiraba de ellas hacia la

Hefesto. Qu idiotez: an estaban unidas al cable de Sahrie, por lo que quedaron agarradas, en tensin, entre dos naves que pugnaban estpidamente por ellas.
Spiff maldijo su intil heroicidad mientras el nudo de los pulmones creca y creca, hacindose cada vez ms insoportable, hasta que finalmente no pudo ms, y se
abandon a la negrura.
Era curioso.
Toda una generacin, la primera que contempl el fulgor de los cohetes en los albores de la era espacial, vivi convencida de que el que la cabeza te explotara por la
presin intracraneal haca que no fuera muy buena idea el darse un paseo extravehicular sin escafandra.
La siguiente generacin, sonriendo condescendientemente hacia sus padres como lo haban hecho stos frente a la ingenuidad de los paseos espaciales de Julio Verne, y
sabiendo imposible tal idea, creci segura de la casi instantnea muerte por congelacin del desafortunado astronauta.
Incluso ella, hasta que tuvo que saltar entre las esclusas de dos naves en el ms duro de los entrenamientos, haba pensado lo mismo. Y ahora, irnicamente, iba a
experimentar en carne propia lo que ocurra realmente.
Te congelabas, s. Pero gracias a la ausencia de una atmsfera a la que ceder tu calor corporal, aquello ocurra horas ms tarde de lo que hubiera llevado en la antrtida.
Antes, mucho antes, moras de asfixia.
Cuando la insoportable sensacin hizo desaparecer todo lo dems, Spiff abri la boca, la mandbula desencajada, intentando en vano buscar aire.
De haber podido gritar, en el ltimo espasmo, lo habra hecho.
***
El cierre dej escapar un silbido cuando el aire entr en el interior de la escafandra. Ioanna la acab de desajustar y la retir, sacudiendo la cabeza y aspirando una
bocanada de la ahora tenue atmsfera del Gran Jardn.
Deposit la escafandra a su lado y procedi a quitarse el traje, mientras aspiraba profundamente, constatando la diferencia con el oxigenado suministro de aire del traje.
Ya se notaba. Ley las cifras de su mvil. Presin 70%.
Con ms dificultad de la que haba previsto, camin hacia la pared ms cercana y se dej caer all, apoyando la espalda junto al ventanal que mostraba la cada vez ms
amenazadora mole helada. La biloga volvi la vista hacia aquellos abnegados seres de grandes hojas verdes y marrones, emiti un sonoro suspiro y rebusc en su
bolsillo.
El canuto se encendi con un dbil crepitar y Ioanna aspir la primera bocanada. Trat de imaginar lo que diran los tcnicos, que trabajaban afanados ah al lado, al otro
lado del horizonte, sobre que gastara el poco oxgeno que quedaba de aquella manera. Lo calificaran, prcticamente, de terrorismo ecolgico.
Ioanna perdi la mirada en el infinito. Total, qu importaba? Dentro de una hora estaran todos muertos. Y ya que haba que morir...
La siguiente calada le deleit con un desagradable sabor a ceniza. Con tan poco oxgeno el porro no tiraba bien. Ioanna lo encendi de nuevo y aspir.
Qu absurdo. M irando hacia atrs, el embarcarse en la xodo, movida por la prepotente sensacin de haberlo hecho casi todo (y la descorazonadora certeza de no haber
conseguido nada), resultaba ahora completamente absurdo.
Una calada ms calm una pequea punzada de ansiedad.
Despus de todo, qu haba conseguido all? Sabindose a gusto en casi cualquier parte, no haba pasado mal el tiempo, especialmente ahora que se creca en la idea de
estar haciendo finalmente algo til para el mundo. Pero, realmente aquella desesperada misin cambiaba algo?
Qu representaba la xodo en el guin universal del Planeta Tierra? Qu importancia podan tener quinientas personas, comparadas con los cinco mil millones de
seres humanos que conformaban el sistema total?
En trminos termosociolgicos, aquellas quinientas partculas ni siquiera tenan la menor relevancia en el modelo. Su posible contribucin era despreciable. Slo las
iniciativas globales, las tendencias mayoritarias, estaban representadas en unas simulaciones que, a pesar de incorporar doscientos aos de fsica cuntica, cada vez se le
antojaban ms deterministas en sus predicciones.
Ioanna se entretuvo formando aros de humo que se elevaban plcidamente.
Tal vez por eso no funcionaba. Al fin y al cabo, la Historia estaba llena de ejemplos. El descubrimiento azaroso de la penicilina o de la dinamita. Algunas acciones
individuales, independientemente de la consciencia de la situacin o la aleatoriedad con que sucedan, influan enormemente en el conjunto global.
Expuls otra voluta de humo en forma de aro que persigui a la anterior.
Necesitaba partculas influyentes, que aparecieran aleatoriamente al vencerse un potencial o algo as, al impactar nuevas partculas de idea contra ellas, hacindoles
cambiar de estado y aumentando la temperatura local... De las lneas alternativas de aparicin de sta o aquella partcula influyente, aqu o all, antes o ahora, se
derivara una funcin de estado cuntica que arrojara diferentes Historias con sus probabilidades relativas...
El anillo de humo, en su lenta ascensin, adelant al anterior, que se expanda en su trayectoria descendente...
Descendente?
Sobresaltada, Ioanna observ cmo el anillo se distorsionaba al bajar cada vez ms rpido en espiral y se difuminaba por completo.
Quieta, muy quieta para no perturbar el aire a su alrededor, la biloga expuls ms humo hacia aquella zona. La nube blanca se apresuraba hacia alguna parte donde
desapareca.
Ioanna repiti la operacin, una y otra vez, echando el humo cada vez al final del camino anterior. Con cada espiracin, el gas bailaba como en un remolino y avanzaba
hacia algn punto de la pared junto a ella antes de difuminarse.
Cuando empezaba a sentirse mareada por las rpidas aspiraciones y espiraciones, y embotada por el rpido suministro de droga, Ioanna localiz el final de su camino,
junto a un banco cercano, casi al nivel del suelo.
No, si... qu manera ms tonta! exclam entre carcajadas.
No caba duda. Atrapado por un vrtice que lo llevaba irremisiblemente hacia el exterior del casco tras aquel banco, el humo no menta.
***
La consciencia surgi como de entre las brumas de un sueo. Estaba flotando. Abri lentamente los ojos; una tenue luz blanca lo envolva todo. Apenas poda enfocar la
mirada. Una pequea estancia de imprecisos bordes curvos giraba a su alrededor. La esclusa intermedia de la Hefesto.
Cerr los ojos. No haba sonido. Bueno, s: haba un sordo pitido en el odo izquierdo. Tambin sudaba y tena fro. Se percat de que tiritaba bajo el suave roce de una
manta de emergencia.
De repente, el bramido de un propulsor llen su odo derecho, y sinti como la pared presionaba fuertemente contra ella. El rugido del cohete principal de la Hefesto
continu durante al menos medio minuto. Cuando por fin par y volvi a flotar, gimi. Haba un regusto cido en su boca. Bilis.
Abri de nuevo los ojos; esta vez haba un rostro frente a ella. Aunque muy difusamente, reconoci el pauelo de Sahrie, manchado por chorretones de algo que marcaba
un inconfundible olor que le produjo una arcada. La ingeniera sonri ampliamente, y busc su mano sobre la manta. Sus ojos transmitan la ms absoluta serenidad.
Descansa, Virginia su voz pareca venir de muy lejos. Acabamos de detener el volteo de la xodo.
Trat de hablar, pero su amiga la disuadi con un gesto.
Despert cuando me pusiste cabeza arriba. Estabas inconsciente cuando el cabrestante nos trajo de vuelta a la Hefesto. Lance est ah fuera terminando de sellar la
fuga del tubo de distribucin de combustible, y ya se ha localizado el agujero de salida en la pared del Gran Jardn. Parece que estamos a salvo. Ah, y... Virginia...
La militar gimi de nuevo, incapaz de articular palabra.
Gracias.
Spiff se sumi de nuevo en la inconsciencia.
***
Cuando la puerta silb tras ella y regres al pasillo, Daniel esperaba junto a Lee. Pareca un espectro, la cara desencajada y plida, la mirada perdida, y el escaso pelo
sucio y desordenado. La salud sombramente.
Ioanna conoca bien a Daniel para saber lo que aquello significaba. Trag saliva. Despus de todo, ni siquiera el haber localizado al azar el orificio de salida les salvara.

Ignorando al muchacho que paseaba la vista con disimulo, Ioanna tom la mano de su viejo amigo y le mir, transmitindole su comprensin, profundamente, tanto que
una leve tonalidad rojiza aflor a la violcea piel de las mejillas de Daniel.
Carraspe hasta que las palabras afloraron a su garganta.
Bueno, si vamos a morir... comenz.
Daniel sacudi la cabeza.
Oh, no, no es eso la interrumpi. All afuera lo han conseguido...
Ioanna apart rpidamente la mano y la mirada.
Entonces? dijo secamente.
Daniel aspir hondo.
Richard. Aprovech el reparto desigual de recursos de Trinidad durante el accidente para eludir la vigilancia de Freund.
Dnde est?
En su camarote.
Ioanna le mir fijamente, sin comprender qu haca all parado, ni a qu vena esa palidez sepulcral.
Pero no se mover de all aadi Daniel, la mirada perdida y la voz reducida a un leve susurro, cuando Ioanna se dispona a correr. Se ha ahorcado.
***
Embarazada? Qu?
Ioanna sonri. Al parecer, ni siquiera la capitana Spiff, ahora con fiebre, era muy diferente de los dems. Todo el mundo haba reaccionado igual ante la noticia. Y no era
para menos: resultaba difcil de creer que a pesar del cctel de anticonceptivos y de estar rozando la menopausia, a los 45 aos, Sahrie hubiera podido quedarse encinta.
Si bien al principio el hecho haba causado gran preocupacin por el peligro para la madre y por la limitacin de los recursos, no pudo ocurrir en mejor momento.
M irado framente, la muerte de Richard abra la plaza vacante para un nuevo tripulante de la xodo. La comisin del proyecto Prometeo no tard en emitir el permiso
de procreacin pertinente.
Ocho meses despus, puntual como un reloj, Nour llegaba al mundo, el primer ser humano nacido a bordo de la xodo; el primero, tambin, nacido fuera del Sistema
Solar.

CAPITULO XXIV

Esa escala niega que haya diferencias cualitativas entre humanos y resto de la creacin, nos coloca en el mismo plano que las bestias ms salvajes. Mire el Tercer estado: Consciencia Espacial?
Reconocimiento de fronteras entre uno mismo y el mundo? Qu se supone que quiere decir eso? Y... y el Test de Bonet para dicho estado, no es ms que una necia burla... espejos para comprobar si un
mono se reconoce a s mismo? En qu se ha convertido la ciencia? Yo se lo dir: en un circo!
MONSEOR GARZN, ENTREVISTA, 2053

La cara rosada y regordeta de la pequea Nour apareci de nuevo entre las piernas de Ioanna, riendo sonoramente ante las muecas que M arco le diriga de cuando en
cuando.
Finalmente, el joven dej de bizquear y alz la vista.
As que, al fin has conseguido que funcione dijo cruzndose de brazos.
La biloga apret los labios.
Bueno... en realidad, casi y alz la voz. Carga la ltima simulacin. Cambia el parmetro de fraccin de las partculas de influencia a 1/10000, su frecuencia de
aparicin a 1/3, y su espn inicial a -1/2. Ejecuta.
Las plantas a su alrededor brillaron y reflejaron distintos colores en un baile de luz lquida cuando el proyector circular escupi una esfera flotante y la colore segn un
patrn que M arco reconoci como un mapa geopoltico de la Tierra.
M aravillada por los cambiantes colores, Nour abri an ms sus enormes ojos negros y avanz a trompicones hacia el proyector, extendiendo los rollizos deditos de
una mano hacia arriba mientras se chupaba los de la otra, como queriendo comerse el mundo.
Ven aqu, pequeaja! exclam Ioanna sonriente mientras alzaba a Nour y la atraa hacia s justo a tiempo de evitar que la pequea apretase aquel botn rojo tan
intrigante sobre el tablero de mandos.
La pequea juguete con una de las rastas grises que poblaban la abundante cabellera de su captora.
Qu te he dicho sobre eso, eh? le reprendi en tono de broma.
No! se opuso desafiante la pequea.
Que no se... toca! y comenz a hacerle cosquillas.
M ientras Ioanna y Nour se enfrascaban en su lucha personal, el gas azul cielo que representaba a los Estados Unidos de Amrica se combinaba con el azul oscuro de la
Unin Europea, y juntos asediaban el verde oliva de Oriente M edio. Cuando al cabo de unos segundos el contador flotante que indicaba la fecha en un negro slido lleg
a agosto de 2044, Europa, Asia y el Norte de frica, se volvieron borrosos y los colores de sus gases se distorsionaron, se hicieron ms tenues y perdieron solidez.
Tras unos segundos de inactividad y unas lneas de texto que M arco no alcanz a leer, el azul oscuro de Europa se reorganiz en espirales, olvid sus combates con el
verde y arremeti contra el azul cielo, siendo atacado instantes despus al Este del Volga por el denso y lquido rojo que representaba a China.
A consecuencia del ataque combinado, el azul oscuro mengu en intensidad y territorio, hasta que el contador alcanz febrero de 2046, y una ondulacin como la de una
piedra al caer a un estanque en calma se origin en el mar, junto al Sur de M arruecos, y se propag hacia el oeste, alcanzando la costa este de los Estados Unidos y casi
apagando momentneamente el color azul cielo.
M arco asinti, reconociendo los eventos que iban teniendo lugar y anticipndose a ellos. A continuacin tendra lugar la Gran Revolucin China, a finales de ese mismo
ao. El rojo se tornara rosa y se difuminara, perdiendo intensidad y ganando entropa...
Pero no ocurri as. En lugar de eso, el rojo persisti en sus ataques y arranc territorio al azul oscuro, mientras el azul cielo se reorganizaba en lentos remolinos, y el
verde permaneca casi neutral, perturbando de vez en cuando al asitico aqu y all.
Y entonces, de repente, el planeta se dividi en dos, y cada uno sigui un curso de evolucin ligeramente distinta.
Ves? dijo entonces Ioanna, intentando sacarse de la boca la mano de Nour Ah tienes la funcin de estado del sistema; cada coeficiente es uno de los dos
planetas, y su tamao representa el peso que tienen en la funcin global, es decir... mrala qu bonita es ella! Ay, te comera, perillana!
En uno de los planetas, el rojo y el azul cielo aunaron sus esfuerzos y prcticamente acabaron con el azul oscuro. En el otro, en cambio, una disolucin sbita pareci
tener lugar sobre el rojo cuando el marcador llegaba a junio del 47. Sin perder la intensidad, el rojo vari a rosa y se repleg, ignorando en adelante un conflicto en el que
las tornas comenzaron a cambiar.
A medida que la simulacin se desarrollaba, el segundo planeta creca y el primero menguaba. Despus hubo divisiones sucesivas, las historias alternativas se
multiplicaron, hasta que cuando el contador lleg a 2050 y par, trece Tierras se alineaban, sobresaliendo en tamao una o dos de ellas, muy parecidas en distribucin de
pases y clima global a la que haba tras el armisticio de Nuevo Oslo del 49.
Ioanna repar de nuevo en M arco, y en su cara de expectacin.
Perdona, cario dijo mientras bajaba a Nour al suelo y le daba un patito de goma que encontr en uno de sus mltiples bolsillos para que se entretuviese.
La nia pareci olvidarse por un rato del proyector, que ya no mostraba imgenes cambiantes sino grficos y estadsticas fijas, se sent en el suelo y se dedic a
explorar las posibilidades sonoras y de elasticidad de su nuevo compaero de juegos.
Ese planeta ms grande es la lnea histrica ms probable. De hecho, como ves, se ajusta bastante bien a lo que ocurri en realidad.
Pero, y la Gran Revolucin China del 46? Por qu ocurri un ao ms tarde? Y por qu en el otro planeta no ocurri?
Un sonoro cuac se elev desde el suelo, seguido de una risotada complacida.
S, como te dije antes, an no estoy muy convencida con la simulacin. Adems, necesita del ajuste de demasiados parmetros libres para funcionar. Casi parece ad
hoc...
Se interrumpi y ech un rpido vistazo al texto que acompaaba a cada planeta.
Al principio de la simulacin hubo una accin individual que alter el curso de los acontecimientos. Un desliz en la discrecin sobre unos hbitos sexuales poco
comunes por parte del presidente desata una polmica que acaba provocando el cambio de partido en el poder. El nuevo Gobierno impulsa una nacionalizacin de
muchos recursos y promueve una marcha progresiva de muchas multinacionales a territorio norteamericano, y as tienes que doce aos despus, durante la guerra...
Ah, ya lo entiendo! exclam M arco. Entonces no haba multinacionales que quebraran o se marcharan de repente dejando a dos mil millones en la miseria
absoluta, por culpa del Cataclismo de La Palma en ese mismo ao...
Exacto.
Pero entonces, por qu ocurri al ao siguiente?
Ioanna mir el texto de nuevo y se encogi de hombros.
El ministro de Informacin Chino decidi dar publicidad (como leccin, supongo) de la masacre de cien mil estudiantes. Eso fue la gota que colm el vaso.
Pero, por qu hara eso? Es que no vea las consecuencias de algo tan estpido?
Sin duda a l no le pareci tan estpido, o no lo habra hecho, no crees? le dijo guindole un ojo.
M arco se cruz de brazos y la mir, poco convencido.
M ira Henry Ford, por ejemplo! exclam Ioanna. Cuando invent el microcrdito y se lo ofreci a sus trabajadores para pagarse un coche de su empresa, saba,
adems del efecto obvio de popularizar el automvil, hasta qu punto los tendra a su merced?
M arco se pase alrededor de la pequea Nour, hacindole carantoas y, finalmente, se apoy en el proyector, torciendo una sonrisa.
Oh, pobre seor Ford, que los at bajo su yugo sin darse cuenta se burl.
Venga, M arco, no me refiero a eso. Claro que saba los efectos a corto plazo. Pero, fue consciente de que acababa de crear la clase media, y todos los cambios

sociales que eso acarreara?


Si me lo permite, Dra. Lagadec, encuentro irrelevante tal distincin.
M arco se sobresalt y se volvi hacia la figura familiar que acababa de hablar, justo tras l, inmerso en la niebla de un proyector que ya no mostraba ms planetas de
colores.
Froin! ri la pequea Nour, extendiendo los brazos hacia el psiclogo.
Ioanna sonri.
Oh, Freund, cario, sabes que siempre te lo permito!
Freund se ajust las gafas, que reflejaron la fra luz de los ventanales durante un breve instante. Ioanna lade la cabeza hacia M arco.
La capitana Spiff aguarda en la puerta, Ioanna dijo el psiclogo. M e pidi que te avisara.
Dile que pase.
En cuanto la vio, Nour se zaf del abrazo de Ioanna, salt al suelo y corri a abrazar las piernas de la capitana Spiff.
Iginia! exclam.
Vamos, mocosa replic la militar con la inexpresividad que la caracterizaba. Te llevar con tu madre. Gracias por cuidarla, Ioanna.
La biloga asinti en silencio, con una mueca algo socarrona. Cuando la militar sali del invernadero, Ioanna hizo un gesto de agradecimiento a Freund y se volvi hacia
M arco.
Freund siempre me sale con interesantes teoras le confes con un gesto de complicidad.
M arco sinti un escalofro recorrerle la espalda hasta la cabeza, donde se difumin en un hormigueo difuso e inquietante que le acompaara el resto de la conversacin.
S, cules? dijo, intentando disimular su ansiedad.
ltimamente he estado estudiando la Enciclopedia de Dios replic el psiclogo. Si es como dice Ioanna, entonces no entiendo cmo no tenis en cuenta las
opiniones de cada neurona o de las clulas de la epidermis a la hora de tomar cualquier decisin, como la de daros un bao o encontrar el agujero causado por un
microasteroide en el casco de una estacin espacial...
M arco retrocedi unos pasos, la frente perlada de sudor fro, mientras intentaba aparentar normalidad a toda costa.
Ioanna, en cambio, no slo pareci no darle ninguna importancia, sino que rompi a rer.
Veo que te has levantado irnico dijo. Freund y yo discutimos continuamente sobre esto, sabes? le explic a M arco, que asinti como un autmata, pero
es la primera vez que me viene con una analoga tan... peculiar.
Gracias dijo el psiclogo acompaando sus palabras con una leve reverencia.
No hay de qu. As que insinas que, ya que estoy formada por millones de entidades individuales, debera preocuparme por unas consciencias individuales cuya
existencia no slo es indemostrable, sino biolgicamente ridcula... Bien, vamos avanzando!
Freund dirigi una penetrante mirada a M arco, hacindole sentir sbitamente desnudo.
En realidad replic la IA sin apartar los ojos de l, ya que el sistema global funciona, en el fondo resulta irrelevante si las clulas que lo forman son conscientes o
dejan de serlo.
M arco trag saliva. Consciencia? Freund hablando de consciencia? Las mejillas le ardieron y tuvo la certeza de que Freund notara algo raro si no hablaba. Tena que
seguir la corriente de la conversacin, aparentar normalidad...
Ya dijo. Como en una colonia de hormigas. Quieres decir que Gaia tiene voluntad propia?
Freund pareci sorprendido por la intervencin. M ierda, seguro que lo haba notado. Al fin y al cabo, tena la biometra de toda la tripulacin.
No es ms que una teora replic tranquilamente. Francamente, no lo s. Pero, no encontris deliciosa la analoga entre la atractiva trampa de una planta
carnvora y la recesin de las aguas que precede al Tsunami?
La imagen de miles de pequeos peces retorcindose sobre la arena, grabada para siempre en las retinas de un asombrado y maravillado M arco, volvi a sus ojos como si
lo viviera de nuevo.
Pero Freund objet Ioanna, la planta lo hace para alimentarse.
Para sobrevivir, en esencia corrigi Freund.
Ioanna asinti. El psiclogo se ajust de nuevo las gafas y tom aliento para sentenciar:
Tal vez Gaia tambin.
***
Garrelt apoy los codos en el escritorio de metal bruido de la sala apantallada y entrelaz los dedos.
No, M arco. De ninguna manera. Y deja de mirar a los lados como si pudiera ornos aqu.
Pero Garrelt, has escuchado lo que acabo de contarte? Hablaba de clulas, de consciencia individual y global! Hasta qu punto puede uno hablar de consciencia sin
ser consciente de s mismo?
Visiblemente irritado, Garrelt suspir y se ech hacia atrs.
O sea que si un nio de 4 aos habla de la muerte, por ejemplo, implica eso que comprende el concepto y su inevitable futura aplicacin a s mismo? Implica que ha
alcanzado la Consciencia Temporal?
No, naturalmente suspir M arco. Eso no prueba nada.
Exacto.
Pero insisti M arco, tal vez puede haber escalado algn grado en la escala de Darwich. Podra haber adquirido la Consciencia Espacial. Por qu no asegurarnos
hacindole el Test de Bonet para ese estado a Trinidad?
Ah! Tienes un espejo del tamao de la xodo a mano?
Sabes que podramos hacrsela a Freund.
Un espejo no funcionara con l! Olvidas que Freund no ve por los ojos de su representacin informtica. Vas a poner espejos delante de todas las cmaras de la
estacin? Vamos, M arco, tiene que ver su imagen, que or su voz! Tendramos que desdoblar sus mdulos de diccin y reconstruccin de imagen para proyectar una
copia de Freund en tiempo real... usando casi todos los recursos de la nave!
Garrelt buf y se dedic a escuadrar cuidadosamente los pergaminos digitales sobre la mesa.
Pero...
No hay pero que valga, M arco. le interrumpi secamente. Estamos a punto de llegar a Nmesis y necesitaremos toda la potencia de clculo para ajustar la
frenada de insercin orbital. No pondr en peligro la misin por alimentar una mana tuya que, por cierto, est empezando a cansarme.
***
Recostado en la oscura soledad de su camarote, M arco le dio otra calada al canuto.
As que no hay prueba de Consciencia Espacial, eh?
Pero aquella mirada profunda, como si estuviese desnudando mis pensamientos ms ntimos... pareca realmente ser consciente de m esta maana.
Consciencia del Otro.
Una larga cadena de imgenes e ideas cruz fugaz por su mente sin ningn tipo de control. Su cabeza vag por terreno desconocido y mientras buscaba maneras
alternativas de realizar el Test de Bonet, deriv hacia la negativa de Garrelt, la profunda y penetrante mirada de Freund, aquella sensacin, como de certeza... y si
realmente la haba alcanzado?
M arco aspir una ltima vez y apag el porro en el improvisado cenicero de hojalata.
Bien, se le ocurra como tratar de comprobarlo.

Diez minutos despus, M arco rodeaba un manojo de tuberas, saltaba la vagoneta de carga inferior y acceda a una de las esclusas del permetro exterior de la xodo.
Se apoy en la pared. Tena la cabeza completamente embotada, como expandida...
A qu haba venido? Ah, s!
M arco tir de la palanca roja de descompresin de emergencia y se sent en el suelo mientras escuchaba el silbido del aire salir por las rendijas de la pared. A los pocos
segundos, apenas era capaz de llenar los pulmones, y comenzaba a notar la piel hinchada.
Con un manotazo, activ las cmaras y los dems sistemas de entrada de Trinidad.
Si lo salvaba, sera porque era consciente de que eran similares, de que l tambin era consciente. Si no... no conseguira probar nada, pero siempre podra tirar de la
palanca hacia arriba en el ltimo momento. Y ya dara explicaciones por el aire perdido despus.
Si es que poda. Sus pulmones ya no conseguan aire suficiente, y se le empezaba a nublar la vista.
Quizs no haba sido tan buena idea, despus de todo.
Cerr los ojos. Y en ese momento el silbido cambi de tono, y el aire comenz a llenar otra vez la estancia y los pulmones de M arco, provocndole un gemido agnico.
Lo haba salvado! Y no lo haba hecho por propia supervivencia!
O s?
Como si de un salmo burln se tratara, el primero de los diez mandamientos, el ms importante, que Freund sin duda conoca, reson en su cabeza:
No daars a un ser humano y tratars de sanarlo si lo necesita.
Pero cmo poda haber sido tan imbcil? En su estado de embotamiento, haba obviado aquel punto crucial: al estar la IA ligada a esa regla, hubiese o no adquirido el
grado de Consciencia del Otro, lo nico que haba conseguido probar es que la IA obedeca inflexiblemente los mandamientos...
Con un grito de furia, M arco descarg su puo contra el suelo.

CAPITULO XXV

Y coloc el yugo sobre los toros, cuyo ardiente aliento resplandeca,


Y con los dientes de dragn sembr la tierra surcada.
ONOMACRITUS, MITO DE JASN

Nmesis.
Al fin, ah estaba. Tras unos ltimos meses de aproximacin haban interceptado la rbita de Santuario, donde frenaron considerablemente, ahorrando toneladas de
combustible. En su pasada rasante frente a l, antes de dejar en sus cercanas el escudo de hielo e internarse en los dominios de Nmesis, aquel planeta se haba revelado
como poco ms que una sombra gigantesca contra el teln de fondo de las estrellas, una roca inerte del tamao de M ercurio, condenada para siempre a la oscuridad ms
absoluta sin un astro brillante que iluminase su superficie. Un mes despus, la xodo se insertaba en una rbita circular alrededor de su destino: Nmesis.
Daniel contempl por el ventanal del laboratorio el vaco monstruoso que se abra ante l, a unos ridculos diez millones de kilmetros, ampliado por el potente
telescopio principal de la xodo. La rotacin de la estacin, cuyo Ojo apuntaba a Nmesis, haca que las estrellas girasen sin parar, arremolinndose en un minsculo
cmulo anular de estrellas en torno a un hueco central teido de oscuridad. Si uno prestaba la suficiente atencin, se percataba pronto de que las estrellas junto a
Nmesis no eran ms que copias, reflejadas y distorsionadas, de otras que danzaban al otro lado del agujero.
M ientras esperaba, cuidadosamente asido a los correajes elsticos que impedan que saliese volando, logr distinguir junto a Nmesis el hermoso espejismo de Orin, el
cazador, a medio palmo del original, que giraba alrededor del agujero negro, enfrentndose majestuoso a Tauro por toda la eternidad mientras hua despavorido de
Escorpio, al otro lado del cielo, tras ellos.
Al fin! La rbita de lanzamiento est fijada, Dani. Pasar a 1.98 Radios de Schwarzschild, rozando suavemente el lmite esttico.
Lune apareci desde arriba, rebotando hbilmente en el suelo cilndrico, seguida por un revoloteo de tirabuzones avellana. La joven fsica se dio la vuelta en el aire y
aterriz suavemente sobre el ral principal donde descansaba la Penrose 1, frente a Daniel.
Excelente, Lune. Perfecto para una primera prueba. Padre, mustranos la rbita.
La silenciosa rplica no se hizo esperar. A travs del ventanal, Nmesis y el campo de estrellas se alejaron de repente como si la xodo huyera de ellas y viajara hasta
situarse justo encima del plano en el que orbitaba. La estacin espacial apareci en el esquema, viajando alrededor de Nmesis a lo largo de una circunferencia marcada
con una fina lnea azul.
El diagrama mostr cmo la Penrose 1 sala despedida de la xodo, internndose hacia Nmesis, siguiendo una pronunciada espiral verde que se acercaba mucho al
centro del esquema. Una vez all la cpsula eyectaba hacia atrs una carga de residuos cuyo destino era el agujero negro. A consecuencia del impulso, la Penrose 1
describa otra espiral hacia afuera, reflejo de la anterior. M ientras tanto, la xodo segua orbitando alrededor de Nmesis, y ambas naves volvan a encontrarse al otro
lado, media rbita despus.
Diecisiete horas. Tendran que esperar diecisiete horas para comprobar si las predicciones de generaciones de fsicos eran ciertas y realmente haban viajado hasta all
para algo.
Bueno, no era tanto. Cunto tiempo llevaba ya esperando, exiliado para siempre de su propia vida? Contempl sus manos. Las arrugas recorran la piel entre surcos
azulados cada vez ms visibles. Suspir y se pas la mano por la calva, limpindose el sudor en un gesto que se haba vuelto habitual.
El silbido de la esclusa de la Penrose 1 le devolvi a la realidad. Acert a ver a Lune introducirse en la trasera de la pequea cpsula cuya forma recordaba vagamente a la
de una bala surcada por una cintura central que la divida en dos. La voz de su discpula le lleg con un eco metlico, como si llevara un cubo en la cabeza.
Todo en su sitio. Uf! Seguro que estn sellados? Aqu dentro apesta!
Tras pasarse casi veinte aos tirando los desperdicios al espacio interestelar, ahora, si todo iba bien, les daran un uso que el propio Roger Penrose tan slo pudo
alcanzar a soar. Nmesis les devolvera cada tomo de aquel apestoso montn de desechos en descomposicin transformado ntegramente en energa.
No. M s an.
A su lado, la fisin nuclear, que aprovechaba un mediocre 0.1% de la energa contenida en la masa de los tomos que rompa, pareca la dinamo de una bicicleta de
juguete. Ni siquiera un reactor de materia-antimateria de esos que aparecan en las pelculas habra sido un rival digno del proceso de Penrose, pues mientras que aqul
tena una eficiencia energtica del 100%, ste le robaba energa adicional al agujero negro, consiguiendo superarla.
Bueno, Lune dijo, procurando centrar la atencin. Has trado algo especial?
Su discpula sonri y le mostr un minsculo vestido de volantes rojos y azules. Ese vestido... algo vino a su mente. Ascensor. Daniel frunci el ceo ante la extraa
asociacin inconsciente. Haba visto ese vestido antes, en alguna parte. Haba un ascensor, y tambin estaba Elia, y... nada ms.
Trag saliva mientras Lune doblaba con sumo cuidado el vestido y lo depositaba en el interior de la Penrose 1.
Y t? Tienes algn regalo de bienvenida para Nmesis?
Daniel asinti, rebusc en sus bolsillos y sac los envases de lentillas de M nemosina sin usar.
Ah estaban. Todos.
Titube unos segundos, indeciso, antes de tendrselos por fin a Lune con un suspiro.
Qu es? pregunt Lune, extraada.
M i pasado.
La joven frunci el ceo al principio, pero se encogi de hombros ante la afable sonrisa de Daniel y se dispuso a introducir la M nemosina en la cpsula junto con la
basura.
El fsico la sigui con la mirada, intentando evocar pocas ms felices sin xito alguno, cuando son el timbre.
Adelante dijo sin mirar.
No me digis que no pensis bajar a la fiesta!
Daniel peg un respingo que lo habra lanzado hacia el suelo contrario de no haber sido por aquellos correajes elsticos. Volvi la vista hacia Ioanna, que les miraba con
una expresin entre airada y jovial desde la puerta en el suelo.
Veinte aos metidos en esta lata de sardinas para que os pongis a jugar con vuestros cacharros nada ms llegar?
Sus rastas haban recuperado el tono azul metalizado que haban tenido antao, y caan por delante del hombro izquierdo, que iba descubierto hasta el cuello del ceido
vestido violeta. La biloga sonri, mostrando una hilera de perfectos dientes blancos.
Pareca diez aos ms joven. Y ms joven que l. Suspir.
La verdad... desvi la mirada. Ioanna, lo cierto es que...
M ir hacia los lados, y entonces se percat de la clara pregunta que Lune le formulaba en silencio.
Claro que s. Baja y divirtete le dijo con una sonrisa, y luego se volvi hacia Ioanna, adoptando una expresin ms seria. Yo bajar luego.
Ioanna hizo una mueca.
Ests seguro?
Daniel asinti.
M e gustara... me gustara reconciliarme con mis demonios.
***

M arco dio otro sorbo y se apoy contra la pared. Trat de enfocar el vaso. La verdad es que una vez que te acostumbrabas, tampoco era tan asqueroso. Y ya no
quemaba la garganta.
Se pregunt una vez ms de quin habra sido aquella idea. Algunos ingenieros haban guardado y almacenado religiosamente la fruta a la hora del almuerzo. Kilos de
manzanas, albaricoques y sandas destilados furtivamente en un ruidoso taller de las cubiertas inferiores de la xodo. Unos contactos adecuados haban hecho el resto.
M ir a su alrededor mientras intentaba zafarse de una serpentina que colgaba sobre l. An haba mucha gente rebosando por entre los enormes rboles del Gran Jardn
(la nica estancia en la que caba prcticamente toda la tripulacin). Distingui a Ioanna un poco ms all, apoyada junto al ventanal que reflejaba la repleta pasarela
sobre ellos. Bromeaba con Garrelt, haciendo gestos con las manos y ensayando pasos de baile de aquel antiguo vals que llenaba la sala, tras los sonidos de la naturaleza
mezclados con ritmos suaves y juegos de frecuencias que haban sonado una hora atrs, en el apogeo de la fiesta. Incluso la capitana Spiff estaba all, al otro lado de
Garrelt, enfundada en su uniforme de gala, ptrea y rgida como siempre. A su lado, Cristina ligoteaba entre risas con los subordinados de la militar y con los tcnicos
astronuticos.
La escena se le antoj algo absurda, sensacin que se vio llevada al lmite cuando alcanz a ver, entre decenas de cabezas repeinadas, el centro de atencin del corro que
se haba formado: En el interior de un proyector circular, Freund bailaba con una rplica de Ioanna, la levita revoloteando en cada giro y cada pirueta.
Rompi a rer sin saber muy bien por qu, y acab paseando la vista a lo largo de la pasarela superior. All, en el horizonte junto a la puerta, un grupo de personas
hablaban peligrosamente inclinadas hacia l, a punto de caerse al suelo.
Sacudi la cabeza. Veinte aos all, y an no se haba acostumbrado a que la direccin de la gravedad cambiara ah, delante de sus narices? O era la bebida?
Y aquella? No era la pija de Lune? Dio otro sorbo ms al vaso, pero no quedaba ms. Consider la idea de tirarlo, pero entonces no tendra nada que hacer con las
manos y se sentira incmodo en compaa. Se acerc, procurando parecer sereno, mientras la vea hablar y rer, el centro de atencin del pequeo corro a su alrededor.
Torci una sonrisa. Haca aos que no la vea. Casi le molest comprobar que el otrora ridculo vestido de volantes se haba transmutado en uno de fiesta azul marino
rematado en un escote que dejaba poco lugar a la imaginacin. Tampoco haba rastro alguno de los crteres que haban poblado su cara haca tiempo.
Ligaba, impvida, ondeando la mano libre en movimientos felinos mientras rea las gracias de los dos hombres con quienes estaba, que quedaban de espaldas a M arco.
Quin se cree que es, con ese vestido y esos ademanes de gatita en celo?
Se aproxim an ms, sorteando ramas y codos, cuando un giro de la cabeza de uno de los hombres le revel que se trataba de Lee. El oriental rea y daba palmadas en la
calva de su compaero, de aspecto mucho mayor que l, tal vez para ganar puntos ante Lune.
Cubri los ltimos pasos con la mirada fija en ella. Cuntos afrodisacos le habra administrado Freund en aquella copa de curvas tan voluptuosas como las suyas?
M arco! exclam ella al verle.
Oh... Hola, M arco balbuce el hombre a su lado.
La familiar voz le hel la sangre. Se gir hacia l, sin poder crerselo. Su padre haba envejecido, eso era evidente. Pero luca ms sereno, sus uas estaban limpias y se
haba afeitado.
Pero... Qu haca all?
Se volvi hacia Lune, pero no fue capaz de mirarla a los ojos.
As que ahora no os conformis con trabajar todo el da juntos...
Lune ri mientras asenta. M arco seal a Lee.
Y l? Tambin participa?
La risa de Lune fue reemplazada por un gesto de incomprensin. M arco sonri ampliamente, alzando los brazos.
Un mnagetrois! Veo que no pierdes el tiempo, eh?
Lune jade como si fuera a rer, pero su sonrisa pronto se torn en una mueca desencajada. Su boca qued entreabierta, las comisuras de los labios cadas, y sus ojos lo
atravesaron, tal vez sin verle.
El silencio se superpuso a la msica. Las voces y las risas alrededor parecieron desaparecer. Sin decir una sola palabra, Lune se dio la vuelta y se apresur hacia la
puerta ms cercana.
M ierda. Ser gilipollas!
M arco corri tras ella, tropezando y tambalendose entre piernas y espaldas indiferentes por el camino. Si su padre o Lee dijeron algo, no lo recordara ms tarde.
Cuando atraves la esclusa y lleg al corredor principal, oy el silbido de una puerta al cerrarse. Por el rabillo del ojo le pareci que haba sido la de los baos ms
cercanos. La abri, tom aire y se introdujo en el interior. Los seis pequeos compartimentos que partan del rea principal estaban cerrados. M arco avanz con paso
inseguro entre ellos.
Lune... lo siento...
La nica respuesta que obtuvo fue el eco de las entraas de la estacin. M arco se sinti an ms avergonzado.
De verdad... he sido un imbcil.
Sinti una corriente de aire tras l y escuch el chirrido de los goznes de una puerta. Se volvi.
Y entonces recibi la bofetada ms sonora de su vida.
La mir, perplejo, paralizado a medio camino entre la vergenza, la culpa, y el alivio por haber obtenido una respuesta, cualquiera que sta hubiera sido.
Lune le miraba fijamente. Haba fuego en sus ojos almendrados.
Al da siguiente, embotado por la resaca, no recordara quien bes a quien, ni comprendera cmo haba podido ocurrir siquiera. Tan slo conservara algunas imgenes y
sensaciones fugaces de aquel instante: el hmedo aliento de ella, el sabor de sus labios, la prisa, casi rabiosa, con que le besaba, y la ereccin cada vez ms evidente que
le provocaba.
Lune sonri entrecerrando los ojos en una mueca que a M arco le record a la de una leona a punto de saltar sobre su presa, le tom de la mano y le llev en volandas
hasta el acceso al Ojo ms cercano, en el silencioso y vaco corredor.
Sin mediar palabra, mientras l trataba torpemente de acceder al interior del vestido de ella, Lune pas su mueca sobre la terminal y la esclusa de la escalerilla se abri
con un silbido. Acto seguido se descalz, tom un zapato con cada mano y le arranc un pequeo mordisco en el cuello mientras le susurraba:
Subamos...
M arco trat de seguirla por la escala de mano, deleitndose al principio en la visin de sus piernas bajo el vestido al mirar hacia arriba, mareado despus. La aceleracin
de Coriolis le empujaba hacia un lado, desequilibrndole al avanzar.
Una mirada hacia abajo le revel que una cada podra ser bastante aparatosa. Empezaba a entender a su padre. Resopl.
No querrs que tardemos media hora en llegar, no? le lleg la voz de Lune desde muy arriba.
M arco trat de balbucear algo mientras se aferraba a la escalera y avanzaba a paso de caracol.
Venga, que no es ms que una fuerza ficticia dijo ella con un sonoro suspiro.
M arco perdi agarre momentneamente cuando el brazo se le desvi hacia el lado al alzarlo. Se aferr de nuevo y mir hacia arriba.
Ah, entonces ya me siento mucho mejor, oye.
Idiota...
Una vez en el Ojo, ella lo esper y le ayud a cubrir los ltimos pasos en la reducida gravedad. Aquejado de una sbita sensacin de vergenza, M arco no volvi a
reunir valor suficiente como para tocarla hasta que ella lo hizo por l, cuando entraron al laboratorio de fsica y Lune le aup a una mesa vaca y subi a su lado de un
preciso salto.
M ientras M arco titubeaba, incmodo, sobre la mesa, dudando si lanzarse sobre ella o no, Lune pareci abstraerse, ensimismada en la contemplacin del laboratorio. La
estancia cilndrica se hallaba envuelta en una silenciosa penumbra. Tras el ventanal, que mostraba una representacin esquemtica de la xodo y una pequea cpsula
que se alejaba poco a poco, podan apreciarse los intermitentes de los rales electromagnticos que apuntaban a la negrura insondable de Nmesis.

Finalmente Lune suspir y alz la voz.


Padre, pasa a panavisin.
De repente, el laboratorio entero desapareci. El suelo cilndrico, las paredes, los ventanales, la esfera celeste se lo trag todo. M arco se sobresalt y, en un sbito
acceso de pnico, abri la boca para aspirar profundamente...
Haba aire.
Volvi la cabeza hacia Lune, que le miraba de reojo, los labios reducidos a una fina lnea, a punto de echarse a rer. Se sinti totalmente ridculo.
Ella le hizo una caricia y le mordisque el lbulo de la oreja, susurrndole al odo:
M e gusta ms as...
M arco la abraz, su silueta recortada contra miles de estrellas que giraban vertiginosamente bajo ellos, sobre ellos, por todas partes. En algn sitio, donde las estrellas
apenas bailaban, le pareci ver un destello intermitente.
M i padre nunca me ense esto... dijo.
Lo odia. Nunca lo activo cuando est l tom su cara entre sus manos. Pero olvdate de tu padre, quieres?
l asinti.
Y ahora abrzame...
M arco obedeci sin rechistar, tomndola por la cintura con una mano, aventurando la otra bajo el vestido. Lune se ech hacia atrs con fuerza y tir de l, que cay de la
mesa con ella sin comprender.
Pero no se golpearon contra el suelo. En su lugar, las estrellas se detuvieron, como expectantes. M arco se aferr a ella, desprovisto de la seguridad que le daba la mesa
bajo sus pies... y entonces le gust. Flotaban en un universo en el que slo existan ellos dos y las estrellas.
No te separes de m orden Lune.
A continuacin le quit violentamente la camisa, se desabroch el vestido y los arroj en un extrao ngulo. Sonri de oreja a oreja, entre la melena que se agitaba como
serpientes en el agua, y le mordi el labio, deslizando sus pechos sobre el torso desnudo de l. Su piel era suave y los pezones duros.
M arco bizque cuando Lune se encaram sobre l con una facilidad pasmosa en una postura que hubiera sido imposible en tierra y le desabroch el cinturn mientras le
mordisqueaba el vello sobre el ombligo y susurraba:
Venga... Tenemos unos diez minutos hasta chocar con alguna pared...

CAPITULO XXVI

... segn pas el tiempo, la poblacin creci y surgieron hombres de carcter excepcional que fueron reconocidos como alikis, reyes.
Dividida la isla de Niutao en tres reinos para aumentar sus defensas contra los invasores, el aliki Lagitupu adopt como hijo a Laka y le dio el poder y los derechos de un aliki, proveyndole as de medios
suficientes para levantar el ms prspero de los reinos...
RAYCO FERNNDEZ, GENEALOGA TRADICIONAL DE TUVALU, 2021

Las olas rompan en la arena, en estallidos de espuma blanca y esmeralda. El rumor llegaba mezclado con el viento en un susurro sordo y adormecedor. Al otro lado del
rompeolas de bloques de cemento entrelazados, frente a la playa, un solitario joven cabalgaba las olas, una y otra vez. Tras algunas piruetas, caa siempre al agua,
emerga, sacuda la cabeza y retroceda de nuevo, nadando sobre su tabla, a aguardar con paciencia el siguiente intento.
Una y otra vez.
Elia lo sigui con la vista hasta la playa, donde vislumbr una pequea furgoneta entre las palmeras. El vehculo chirriaba en los baches, la carrocera vieja y abollada,
una amalgama de colores chillones, se bamboleaba mientras bordeaba el sendero hasta el malecn.
Elia bostez. El viaje hasta Hawaii haba sido agotador. Se frot la cabeza, llevndose por delante un par de cabellos gris ceniza.
Qu hago aqu? Por qu demonios habr aceptado?
M ientras dos hombres ataviados con bermudas y camisas de colores que hacan juego con su furgoneta se apeaban y se dirigan hacia l, la situacin le pareci
irnicamente similar a otra, haca casi diez aos.
Una y otra vez.
Seor Caprini, el Grito de Gaia le espera.
***
As que cuando Atlas absorbi su empresa...
Ohh, s, Dios... el aliki se perdi en la sensacin de placer.
La mquina a su lado emiti un sonoro pitido. Laka record la dehidroepiandrosterona y llev su enorme mano hasta el otro brazo para ajustarse bien la va por la que
flua la hormona.
S, s, deca que... as, s, me encanta... que entonces mi madre perdi el control de su empresa, pero se las arregl para colocarme en un puesto en el consejo.
No me diga. Y cmo lo hizo?
Un soborno aqu, otro all, y una buena gestin de tres empresas fantasma. Nada importante... oh, Dios, qu manos! ... siga ah...
Laka abri las manos, abarcando el impoluto suelo blanco bajo l.
Y ya ve, aqu estoy yo ahora, cuarenta aos despus, pastoreando rocas a doscientos millones de kilmetros de la Tierra...
Suspir.
Sabe? M i madre era una persona fascinante. Saba que levant su imperio partiendo de un par de casinos bien situados? Pas toda la adolescencia escuchndole
hablar de sus teoras econmicas y farfullar sobre el intervencionismo del gobierno y los impuestos. Aunque, la verdad, creo que no adopt del todo su sistema de
pensamiento hasta enfrentarme por vez primera a aquel asunto tan tedioso y kafkiano.
Qu asunto?
La declaracin de la renta... Oh, s, me encanta. En fin, que mi madre era muy peculiar: mientras las dems miraban al cielo... un poco ms arriba, por favor... s, as...
miraban el sol abrasador y les decan a sus hijos que no salieran de casa sin sombrero, sabe lo que deca la ma?
Qu le deca?
Nunca salgas de casa sin paraguas, Laka. Era su frase favorita. La repeta una y otra vez. En Australia no llueve mucho, sabe? Casi nunca. Al principio me
fastidiaba. Pero aos ms tarde comprend lo que quera decir: Quien lleva paraguas nunca se moja sonri, haciendo una pausa. Y un paraguas, adems, sirve para
otras muchas cosas, si uno se pone a pensar.
Y hablando de paraguas, si ese idiota de Sleepfield no se hubiera dejado pillar... M enos mal que an me queda...
La puerta silb al abrirse y Frdric entr con paso rpido. Jadeaba.
Ha ocurrido un accidente, oh, alikidijo atropelladamente.
Laka volvi la cabeza hacia su joven asistente, preguntndose cmo se las arreglaba para interrumpirle siempre durante el tratamiento. A aquel paso, se dijo, acabara
matndole de un disgusto, y no importaran la dcadas extras de juventud que pudiera ofrecerle la dehidroepiandrosterona.
Tienes una idea de lo que me cuesta este tratamiento? gru irritado. Habla.
Frdric hinch las rosadas mejillas y se limpi el abundante sudor que le chorreaba desde las cejas.
Un fallo en la IA de la cpsula 5 la ha hecho despegar hasta rbita, dejando varados a dos trabajadores.
Est bien dijo Laka mientras levantaba su corpachn de la camilla y se pona en pie. Apaga la mquina.
El masajista obedeci, y Laka se retir la va del brazo.
Ser mejor que me expliques exactamente cmo demonios ha ocurrido le inst con irritacin mientras se echaba el albornoz por encima y caminaba a grandes
zancadas hacia el puente de mando.
El asistente lo sigui con paso dubitativo.
No lo sabemos, aliki. Todo lo que sabemos es que la cpsula no responde. los hombres pudieron radiar la seal de socorro momentos antes de que la cpsula 5 dejara
de repetirnos las ondas. No tienen ms soporte vital que el de sus trajes.
La puerta del puente de mando silb a su paso.
Cunto?
Tres horas. Cuatro, a lo sumo.
Laka se detuvo frente al ventanal principal de la esfera rotante que compona el cuerpo de la David, la nica seccin de la nave de pastoreo donde disfrutaban de
gravedad artificial. M s all, los ocho rales de nanotubos de carbono se extendan hacia los lados como los tentculos de un extrao pulpo, a lo largo de casi trescientos
kilmetros a cada lado en el vaco, para doblarse luego hacia delante y atrapar a su presa frente a ellos: Vesta giraba majestuosamente, resplandeciente en fase de cuarto
menguante. En la amorfa superficie del descomunal asteroide, plagada de pequeos crteres, ya eran visibles cinco de los ocho enormes mstiles que necesitaran para
anclarlo a las vagonetas de los rales de nanotubos de carbono.
Los hombres del mstil 4 pueden usar el carguero de materiales que hay all para insertarlo en rbita, acoplarse con la cpsula 5, recuperar el control y descender
junto al mstil a por los trabajadores.
De ninguna manera. Que el carguero los rescate directamente.
Pero aliki, el carguero es muy pesado; si lo hacemos descender a por los hombres en lugar de usar la cpsula, perderemos una cantidad vital de combustible.
Y cree que estarn vivos para cuando termine su econmica maniobra de acoplamiento orbital?
Tiene razn, aliki.
A veces me preocupa tu insensibilidad, Frdric. No te das cuenta de que son tus congneres? No ves que son trabajadores de Atlas?
Frdric apret los labios, probablemente aliviado por liberarse del cumplimiento de los fros cupos de nmeros que llevaba muy eficazmente, y agradecido por la
muestra de magnificencia y humanidad de Laka.

El aliki sonri. No era el presidente ejecutivo de la mayor corporacin de la Historia en vano. Dej que su mirada se perdiera entre las estrellas.
Trabajadores de Atlas, s. M ano de obra. Tiempo. Y aquello s que era indispensable, lo nico que no poda obtener con relativa facilidad tan lejos de la Tierra.
El tiempo es lo nico que no me sobra. Ahora, muvete. Y treme al responsable de todo esto.
Su asistente se dispuso a radiar las rdenes desde la consola. Laka contempl su reflejo en la superficie espejada de la pared ms cercana. Sonri mostrndole unos
dientes blancos y pulidos. Aquella no pareca la imagen de un hombre de 58 aos. El cabello an era de un negro brillante, los msculos no haban perdido tono y apenas
haba arrugas bajo los ojos y en la frente. La dehidroepiandrosterona funcionaba.
Pero no era suficiente. Si no tena la energa negra a tiempo, tendra que llevar a cabo el Proyecto Goliat mediante energa nuclear. Y en ese caso, ni siquiera aunque
disfrutara de otros cien aos ms vivira para ver el resultado.
***
Oh, querido, me sorprende que no lo vea!
Lamento decepcionarla, Rebeca.
Rebeca M unari abri una mano callosa y nervuda para sealar el saln del precario refugio a su alrededor. El aroma a incienso y manzana que llevaba rato inundando las
fosas nasales de Elia pareci intensificarse.
No siente los hilos? La energa fluye! Vea, aqu, entre cada cojn, cada una de estas teteras de latn, entre esa araa en la tela de la pared y los hielos de su vaso,
entre usted y yo...
Elia sigui aquel dedo con la vista mientras reprima una sonrisa. El tintineo de un sinfn de pulseras y collares reson en sus odos cuando la anciana convulsion su
cuerpo y cerr los ojos echndose hacia atrs.
Todo... todo est conectado. Porque todos somos uno. Gaia.
Francamente, resulta difcil de creer.
Ella le mir fijamente.
No debe creer. Debe saber.
Ya. Y todo est escrito, eh?
Rebeca M unari se limit a asentir gravemente.
Disculpe la estupidez de la pregunta, pero... dnde cabra tanta informacin?
Ella levant las cejas y suspir levemente, como si tuviera que repetirle la leccin al menos avispado de la clase.
En el Registro Aksico. Todo lo que fue, lo que es y lo que ser recit.
Elia le mostr las palmas de las manos y alz la vista al cielo. Aquella mujer era demasiado.
Est bien. M e rindo.
La lder de los Gaianos le sonrea plcidamente, envuelta en su sencillo vestido de lino, esperando quizs otro ataque a su fervorosa teora. Elia disimul un bostezo con
la mano. Dios, qu hora era?
Pues no s usted, pero yo no puedo acceder al Registro Aksico. Aunque...
S, querido?
Aunque espero que all est escrito que usted me va a decir para qu me ha hecho cruzar medio planeta hasta que el hilo de energa csmica que nos conecta fuera lo
bastante corto como para poder susurrarnos.
Naturalmente. Pero slo despus de que yo alabara su proverbial sentido del humor.
No se ofenda, es slo que... el desfase horario...
Ella le interrumpi con dos sonoras palmadas.
Tranquilo... No estamos en mitad de la nada por casualidad, sabe?
Un movimiento por el rabillo del ojo sobresalt a Elia. Cuando volvi la cabeza, un apuesto joven de ojos azul cristalino y torso desnudo cruzado por una enorme
cicatriz colocaba un jugoso cerdo asado entre ellos. Al fondo, en la pared de tela tras el muchacho, antes de que la cortina se cerrara, Elia alcanz a vislumbrar la
habitacin de la que haba salido Rebeca cuando l llegara. Si no le haba traicionado la vista, los aposentos del Grito de Gaia estaban adornados por una suerte de
lujosos cojines rodeados de narguiles humeantes. En el centro, dos hombres desnudos yacan lnguidamente sobre una gran cama redonda.
Pero... esta anciana no...
De repente se percat de que ella haba parado de devorar el cerdo o lo que quedaba de l y lo estudiaba en silencio.
Sacudi la cabeza, buscando algo que decir.
Sabe? balbuce, algo azorado. Jams hubiera pensado que la lder del mayor movimiento ecologista de la Historia fuera capaz de devorar un solomillo con la
fruicin con que usted lo hace.
Las apariencias engaan, querido replic ella lacnicamente.
Elia trag saliva y esboz una sonrisa.
Bien dijo Rebeca. Su tono de voz se haba agravado de repente. Ir directamente al grano. Hace treinta aos, en 2080, nuestras mediciones de emisin de gases de
efecto invernadero comenzaron a diferir de las oficiales. Al principio pensamos que se deba a errores instrumentales, pero las pruebas geogrficas locales hechas a
finales del siglo pasado no dejaron lugar a dudas: las fbricas de empresas filiales de Atlas triplicaban el lmite legal.
M ientras estudiaba el rostro de la anciana con la esperanza de deducir si menta, Elia sinti una ligera irritacin. Le haba hecho viajar hasta all para decirle que la
macrocorporacin Atlas era una clara amenaza para el medio ambiente? A su lado, el joven termin de rellenar las copas y se retir por donde haba venido.
Terrorismo ecolgico? replic finalmente. Y ustedes se quedaron callados?
Ser una organizacin ilegal no te ayuda a la hora de rellenar papeleo burocrtico, querido dijo ella mientras jugueteaba con el tenedor. Adems, hace siete aos sus
emisiones se redujeron como por arte de magia hasta los valores aceptables.
Elia frunci el ceo. Por qu le estaba contando aquello?
Por qu tendra que creerle?
Debe confiar en nosotros, seor Caprini.
Elia rompi a rer. No se lo poda creer.
Comprender que me cueste, despus de la agradable sorpresa que me dieron en la nochevieja del cambio de siglo.
Aquella sorpresa era para Laka OBrien, no para usted. replic ella tranquilamente.
Elia reprimi una sonrisa sardnica.
Pues funcionan ustedes peor que Correos, entonces.
Y poco despus Atlas consigui misteriosamente el 95% de los fondos de financiacin de ayuda estatal continu ella como si nada, as como un aumento
abusivo de la publicidad y de los permisos de exportacin global de sus productos.
Aquella mujer estaba loca.
Es que no tiene la ms mnima conciencia? le exigi saber.
Usted no lo entiende. Atlas es culpable de terrorismo ecolgico, s. Pero los gobiernos, de los que su peridico es claro partidario, son sus cmplices y los verdaderos
responsables.
Elia parpade, atnito. O aquella mujer era la conversadora ms hbil que haba conocido en su vida, o estaba como una regadera, no poda estar seguro.
Y qu pretende que haga yo?
Oh, he debido equivocarme. Charlie dijo alzando la voz, te ped que me trajeras al director de La Unin, no a un pobre escptico derrotista y desconsolado...

S, pero replic Elia, tratando de ignorar el sarcasmo, por qu no a peridicos de la oposicin? Por qu no a Tiempo de Libertad o a Testigo Universal?
Y quin les creera? Tan slo sus fieles. La gente no debe creerlo. Debe saberlo. Usted tiene mucho ms poder del que imagina.
S? Y desde cundo exactamente a los Gaianos os importa lo ms mnimo la gente?
Es consciente de las implicaciones de una acusacin as? replic. Ni siquiera tenemos suficientes pruebas, se podran haber falsificado! Y... y sabe el caos que
creara? Por qu habra de hacer algo as?
Ella termin el ltimo pedazo de su solomillo y suspir.
Porque usted no se dejara influir por la propaganda de sus gobiernos dijo serenamente. Sabe que no debe nada a sus amos. Usted cree en la Justicia, y en la
Verdad. Es de los pocos. Y es consciente de s mismo, es capaz de cambiar su destino, de escribir sus propias lneas en el Registro Aksico.
Elia la observ en silencio mientras ella haca una pausa para beber un sorbo de su copa.
Adems dijo, como dejndolo caer, sabemos que usted tiene... intereses personales.
Elia se atragant.
Cmo lo saba? Trat de respirar y de pasar el pedazo de solomillo con un buen sorbo de licor mientras la anciana lo observaba con evidente regocijo. La sombra del
pasado se cerni sobre l; la vista se le nubl por un momento, mientras imgenes fugaces de Daniel y de M arco desfilaban ante l. Daniel y M arco. Qu lejos quedaban
ya.
Qu lejos estaban.
Nuestra guerrilla intercept esto prosigui Rebeca, tendindole un pergamino. Estoy segura de que usted podr reunir ms informacin. Es el trozo final de un
archivo de notas que se envi la noche del atentado a su cuartel general, aquella nochevieja... Atlas trata de hacerse con la energa negra.
Sbitamente, Elia visualiz aquel pedazo de documento, envuelto en basura digital, que rescatara del edificio principal del aliki tanto tiempo atrs. Record cmo lo
haban embargado la certeza de la presencia de un espa en la xodo, el temor ante lo que pudiera pasarles a Daniel y a M arco, y la frustracin que haba sentido cuando
tras meses de infructuosa investigacin y falsos indicios, haba tenido que darse por vencido.
Y cmo lo harn? dijo con aire inocente mientras sostena el pergamino en la mano. Tienen un espa?
Rebeca M unari rompi a rer. Comparada con la entonacin suave de su voz, su risa pareca la de un recio marino con bronquitis.
Oh, por supuesto que no. OBrien no es tan estpido.
Elia sonri, y ella respondi a su sonrisa con otra, y bebi un largo sorbo. Luego agit el hielo del vaso, que tintine con gran estruendo, mientras miraba al infinito.
En realidad, tienen dos.
Qu?
Sospechamos que Waters y sus amigos pescaron al primero hace tiempo.
La certeza y el miedo volvieron otra vez. Elia se levant sin perder un segundo, pergamino en mano.
A dnde va?
A dnde cree que voy? Quiere que Atlas se salga con la suya?
M ientras sala por la improvisada puerta, una mirada de soslayo le revel que Rebeca M unari lo segua con la vista, en silencio, con una enigmtica sonrisa en los labios.

CAPITULO XXVII

La ltima etapa de la guerra condujo al llamado fin de las ideologas : mientras en Europa los partidos ms astutos vieron el filn y adoptaron la ecologa como bandera, desechando conceptos obsoletos
como izquierda y derecha, una serie de revoluciones cambiaba el panorama geopoltico por toda Asia, dando paso a la instauracin de dictaduras que se aliaron con los dueos de los medios de produccin
y convirtieron la figura del preso poltico en el pan suyo de cada da.
HANS SCHNEIDER, HISTORIADOR, 2040-2047: LA GUERRA DE LAS ALIANZAS CAMBIANTES, 2069

Hace poco vi a Julianne. Te enva saludos. Sigue negndose a usar bastn, a pesar de cmo tiene las rodillas. Est algo avejentada, pero se acuerda perfectamente de
todo. Incluso recordaba el color de tu corbata cuando os conocisteis en la sala de espera de aquella cadena de televisin!
Daniel hizo una mueca mientras se sacuda el polvo del traje. En el interior de la lira, Elia hizo una pausa, desvi los ojos hacia un lado y rompi a rer, los hoyuelos
visiblemente marcados entre las arrugas del rostro.
El fsico sonri. Aquello era un verdadero alivio tras haber tenido que soportar a OBrien desearle feliz ao nuevo haca escasos minutos.
Dios, aquella corbata era horrible! continu despus la grabacin. No s cmo Laura no la tir a la basura cuando os casasteis... y lo que siempre se me escap
fue la extraa perversin que haca que me encontrases sexy con aquello puesto...
Daniel frunci el ceo y se examin la corbata, esforzndose por recordar.
Nada.
En fin dijo Elia con un suspiro. Por aqu las cosas van como siempre: la direccin del peridico cada vez me deja menos tiempo, y ...
El timbre son. Daniel se sobresalt y orden parar la grabacin. Cuando la imagen de Elia se difumin en el interior de la lira, Daniel titube un instante, y finalmente
se desajust la corbata y la tir bajo la cama.
Adelante! dijo alzando an ms la voz.
La puerta silb y Ioanna apareci en el umbral, sonriente. Su pelo luca de nuevo aquel brillante azul que ya slo usaba en las ocasiones especiales.
Pasa, por favor rog Daniel, sealando el ordenado camarote.
La biloga entr con paso algo inseguro, haciendo malabarismos sobre unos zapatos de tacn. Antes de llegar a la silla que Daniel le ofreca, trastabill y tuvo que
apoyarse en el respaldo.
Te importa que me los quite? Estas cosas me estn matando!
l se apresur a negar con la cabeza. Cuando Ioanna se agach, su melena cay en cascada sobre la pierna de Daniel, y un agradable aroma a sndalo le lleg por el aire.
Cuando al fin se sentaron a la mesa y el fsico extrajo las bandejas de comida del distribuidor de la pared, Ioanna rompi el hielo.
Bueno, y a qu se debe esta celebracin? pregunt con aire inocente.
Daniel destap las bandejas para revelar una cena que, a pesar de las mltiples combinaciones que Trinidad haba sido capaz de hacer con los elementos fundamentales,
se haba repetido al menos setenta veces: huevos revueltos con soja y tomates.
Es que no puedo invitar a mi mejor amiga a cenar? replic l mientras se contorsionaba en el estrecho espacio que mediaba hasta el cajn de la mesilla.
Oh, vamos, Daniel...
Daniel alcanz la botella oculta y reparti el contenido entre las dos copas.
Eso es lo que creo que es?
El fsico asinti mientras se llevaba el ndice a los labios y chistaba.
Creo que estamos cerca de conseguirlo, Ioanna.
Su amiga le mir, perpleja.
De verdad? En poco ms de un ao?
Daniel asinti y alz su copa.
Por nuestra nueva vida. Que el pasado sea pasado y slo eso.
Ioanna sonri y alz la suya. Brindaron y se dispusieron a cenar mientras charlaban amigablemente del pasado. Daniel era capaz de recordar casi todos los momentos
memorables, excepto aquellos que transcurran en compaa de Elia o de Laura, y rea cuando Ioanna haca un aspaviento, a medida que el licor iba haciendo su efecto.
Brindaron por la nueva tripulante de la nave, por las mandbulas de mueco de accin de la capitana Spiff y por el asteroide que haba estado a punto de acabar con la
misin.
Finalmente la conversacin recorri las etapas iniciales del proyecto.
Espera, espera, tengo uno! exclam Ioanna Por la suegra del taxista!
Daniel alz su copa y rompi a rer, golpendose la rodilla con la mano y salpicando a su alrededor, hasta que no pudieron ms y tomaron aire.
M e pregunto si seguir viva... dijo.
Ioanna ri de nuevo.
Lo dudas? Seguro que s! Imagina un viaje de seis horas con ese to... seguro que no para!
S, tiene que ser de un entretenido... aunque para emociones fuertes, me bast con aquella manifestacin de Gaianos enfervorecidos... Por cierto, me encant tu plan!
Qu rapidez de reflejos!
Un gesto de gravedad cruz el rostro de Ioanna, que dej sbitamente de sonrer. Desvi la mirada y carraspe.
Aquello...
Daniel sonri, anticipndose a la broma. Ioanna trag saliva, pos su mano sobre la de l y le mir con ojos brillantes.
Aquello no era un plan, Daniel. Era una despedida.
Daniel se qued pasmado. Parpade varias veces, la boca seca, sin poder articular palabra hasta pasados varios segundos.
Yo... yo... no s qu dec... tartamude.
Ella sacudi la cabeza y se levant, visiblemente turbada.
Lo siento... perdona, no pretenda...
l la mir atnito caminar hacia la puerta, mientras se excusaba:
Es que... llevo mucho tiempo sola, y... en fin... no importa.
Y sali.
Daniel movi los labios como si fuera a decir algo, y finalmente emiti un profundo suspiro. Jams podra reaccionar a tiempo, verdad? Dio un silencioso puetazo en
la mesa, y justo en ese momento Ioanna apareci de nuevo en el umbral.
Daniel... dijo sin mirarle a los ojos. M e he dejado los zapatos.
l parpade.
Claro. Claro. Cgelos.
Ella los recogi de dos rpidas zancadas y vol hacia la puerta de nuevo, hasta prcticamente cruzar el umbral.
Espera, Ioanna logr entonces articular Daniel. No quiero que te vayas.
***
Tus hermanos estn bien, hija ma; Ibrahim no ha podido venir porque ese trabajo en la embajada lo tiene absorbido, pero te enva recuerdos, y tu primo Saaid est

bien tambin; an no ha llegado, pero est al caer. Tu ta Rania est algo enfadada con l, dice que es un chico insensato y que es menos puntual que una tortuga con
reuma.
M ientras trataba de peinar la rebelde mata de pelo de su hija, que se debata entre quejidos de protesta, Sahrie esboz una amplia sonrisa. Nada pareca haber cambiado.
En el interior de la lira, tras la imagen de la anciana, unos chiquillos correteaban y se perseguan por el jardn familiar, absortos en sus juegos infantiles.
A... abuela seal acertadamente Nour.
Ya sabes cmo son continu la grabacin, rompiendo a rer y dejando entrever la ausencia de un buen puado de dientes, se pasan el da peleando desde que
Saaid se cas con Dyma y se fue de casa. Como es el pequeo...
S, cario asinti Sahrie. Es tu abuela Yumana. Est en la Tierra.
Quee la Tiera, mam?
Los chiquillos, que correteaban como torbellinos, se acercaron y saludaron a la cmara.
Nios, nios, por favor! Estos son tus sobrinos, M oaiad y M ahmud la abuela Yumana les acarici a ambos el cogote y los chicos se alejaron corriendo. Son
unos revoltosos, pero son muy buenos chicos. Y tendras que ver a la hija de Jaled y Feirus, est enorme!
La Tierra no es ms que una mota de polvo, cario. Pero es nuestra mota de polvo.
El sol se abri paso entre las nubes y cay sobre el jardn y el rostro de su madre, revelando los surcos imborrables de decenas de cicatrices.
Hija, la vida aqu es tan tranquila... dijo Yumana con la mirada perdida en el horizonte. Cuando siento la tibia luz del atardecer o la brisa marina en mis ancianas
mejillas me doy cuenta de lo afortunados que somos, y no pasa un slo da de mi vida en que no d gracias a Dios por ello.
Sahrie se estremeci, recordando la poca ms terrorfica de su vida, siempre esperando, constantemente con el corazn en un puo; una poca en la que habra dado lo
que fuera por una noticia: que estaban vivos, que estaban muertos, lo que fuera, cualquier certeza que pusiera fin a su angustia. Una poca que, afortunadamente, se
apareca ahora como una sombra de un pasado muy remoto.
Sabes? Ya nunca me pregunto cmo salimos de aquel hmedo y oscuro agujero. Ni siquiera me importa ya que nos encerraran all por pensar diferente. Ahora lo s.
Dios siempre estuvo con nosotros, Sahrie. Dios nos sac. Y lo nico que lamento, despus de tanto tiempo, es que tu padre... Yumana desvi los ojos humedecidos
que tu padre no pudiera soportarlo.
Sahrie sinti un nudo en la garganta al recordar. Estrech a su hija entre sus brazos y se enjug las lgrimas.
Adis, hija ma, y dale un beso a tu marido Samer de mi parte. Espero que tu embarazo diera sus frutos y que el hijo con el que Dios os ha bendecido a ambos
naciera sano y fuerte.
Adis, mam murmur Sahrie. Fue una hija, una hija preciosa que ojal Dios os permita conocer algn da...
En el interior de la lira, la imagen de su madre y el jardn tras ella se difuminaron lentamente, y una conocida figura apareci en su lugar. Sahrie sinti cmo la sangre se le
helaba en las venas.
Laka OBrien.
Oh, quin no se emocionara con eso? Feliz ao nuevo, Sahrie dijo sonriente.
Sahrie mir instintivamente hacia la puerta, los ojos como platos. Samer poda aparecer en cualquier momento. En el interior de la lira, el aliki se entregaba a la cuidadosa
construccin de un castillo de naipes frente a l.
Sabes? Es una pena que tu gente, tu familia, no celebre ahora el fin de ao. Con la de cosas que tienen que celebrar!
El estmago le dio un vuelco. Nour volvi su cabecita para mirarla, la cabeza ladeada, observndola con atencin.
Imagnate... dijo distradamente OBrien, aadiendo un piso ms a la torre. Si supieran quin los sac de all en realidad... No crees que la gente le atribuye
demasiados milagros a Dios? Los hombres tambin tenemos nuestro corazoncito... y algunos (muy pocos, dira), no slo somos gente de palabra sino que tenemos
poder para hacer.
Sahrie trag saliva.
Claro que, quien tiene poder para hacer...
El aliki se interrumpi y mir fijamente a la cmara mientras empujaba con un dedo el castillo, que se derrumb en un revoloteo silencioso.
... tambin lo tiene para deshacer, no crees?
Sahrie dej caer los hombros y desenfoc la mirada, atravesando la lira y a aquel corpulento demonio de amenazadores dientes blancos.
En fin, Sahrie, que los dos pasemos un ao lleno de buenas nuevas. Siempre es un placer charlar contigo.
La ingeniera apenas fue consciente de la desaparicin de la imagen. Las lgrimas le resbalaban por las mejillas, hacindole cosquillas. Observ en silencio cmo Nour se
liberaba de su abrazo, sbitamente interesada por la pelota en la otra esquina del camarote.
Aquella pequea criatura de mirada curiosa y melena oscura lo haba cambiado todo con su llegada. Y ella... ella, cegada por la placidez y la serenidad de su nueva vida,
se haba jurado a s misma que no lo hara.
Ingenua.
La puerta silb y Samer apareci en el umbral. Su marido cogi a Nour en volandas con una exclamacin y se volvi despus hacia ella.
Cielo, qu te ocurre? por qu lloras?
Nada, cario, tan slo un mensaje de mi madre. Ya sabes cmo me emociono siempre, y cmo les echo de menos.
Estn bien?
Sahrie asinti y murmur para s.
Y que Dios me perdone si necesito que sigan estndolo...

CAPITULO XXVIII

En teora, sera posible colapsar el espacio-tiempo para construir un microagujero negro. Una esfera que rote a la suficiente velocidad genera atraccin gravitomagntica [...] Si en su interior alojamos un
condensador [...] la tasa de polarizacin por fluctuaciones aleatorias del vaco aumentara hasta el valor adecuado para invertir la presin interplaca y crear una singularidad en su interior.
Lamentablemente, no creo que nadie llegue a estar lo suficientemente cerca de un agujero negro como para obtener los parmetros necesarios con la precisin adecuada.
DR. MISCHA IVANOVICH, GRAVITACIN CUNTICA, 2029

El corredor principal del complejo IV-2 brillaba con la claridad de la maana. M arco aspir hondo la brisa y atraves la esclusa de acceso al tercer piso, donde se
encontrara con Ioanna en el invernadero. Como cada da que pasaba por el corredor que albergaba el camarote de su padre, desde que la seccin superior estaba en
obras, el estmago le hormigue de pura incomodidad.
A lo largo del pasillo, la actividad de las primeras horas se iba haciendo patente. Unas cuantas caras soolientas se cruzaron con l, algunas de las cuales le saludaron con
un leve movimiento de cabeza, mientras que otras ni se dignaron, haciendo como que no le vean. La tripulacin se desperezaba de hasto en las puertas de los
camarotes, a su lado y en la distancia, donde la curvatura de la estacin slo le dejaba ver piernas y pies de puntillas.
Unos zapatos de tacn llamaron su atencin en el horizonte. Un par de pasos ms y distingui unas piernas oscuras que suban hasta unas caderas enfundadas en un
vestido de noche, junto a una puerta.
El estmago le dio un vuelco cuando la reconoci. Tras una breve pugna entre la necesidad de alejarse de all en direccin contraria y el deseo absurdo de observarlo
todo, se agach para tener un mejor punto de vista y contempl cmo Ioanna se inclinaba un instante hacia la puerta abierta del camarote de su padre y se acercaba
despus corredor abajo.
Sin pensrselo dos veces, se meti en el primer bao que encontr y se ocult a esperar a que Ioanna pasara de largo. M ientras aguardaba, escuch unos instantes el
fluir del agua en el compartimento contiguo. Algo ms calmado, ya estaba a punto de marcharse cuando pudo or una voz de hombre murmurar:
Es que crees que a ti te lo permitiran? ... Vamos, no me hagas rer...
La voz provena de una de las duchas. M arco se desliz de puntillas hasta un inodoro.
Ya tiene dos aos y medio, pero la comisin dice que an no hay recursos suficientes para garantizarlo deca ahora, con hondo pesar, una voz de mujer que le
resultaba muy familiar.
La comisin? contest la primera voz. Te refieres a ese hatajo de mentirosos? Recuerdas los anuncios? Oh, no, claro, eras muy pequea. Pero yo s que me
acuerdo. xodo: Una vida de libertad al servicio de un gran ideal. Libertad? Ideal? Qu coo hacemos aqu encerrados, mientras lanzan y recogen una y otra vez
esas malditas cpsulas que hacen vibrar la estacin entera, sino pudrirnos poco a poco?
En silencio, tratando de no respirar ms de lo imprescindible, M arco se apoy contra la pared y trat de identificar aquella voz que pareca sisear.
Y luego, esa nia... susurr otro hombre.
Os habis fijado en su cuello? intervino de nuevo la primera voz. Por algn motivo, M arco asoci aquel siseo con el hangar trasero del Ojo de la xodo.
Te refieres a ese lunar que su madre insiste en tapar continuamente?
Te conozco, te conozco... quin eres?
Es un lunar? Ese adefesio enorme? Crea que era roa!
El tono socarrn con que el segundo hombre habl llevaba la inconfundible firma de Lee, y fue como siempre recibido entre carcajadas a medio reprimir. La primera voz
continu despus:
S, a pesar del cctel de anticonceptivos, es milagrosamente concebida justo cuando ese Sleepfield se muere, dejando una plaza vacante. Y diris, qu casualidad!
Pero, an ms: os habis parado a pensar quin es la madre? Oh, sorpresa, un miembro de la comisin!
Ahora que lo dices... dud la mujer, y entonces la reconoci...
Cristina!
Excelente. Lo que le faltaba.
Es que no tienes t el mismo derecho que ella? Pues no prosegua el orador cuando M arco se lanz hacia la puerta, que silb al abrirse. Ni siquiera tienes
derecho a subir al Ojo cuando quieras... Qu ha sido eso?
Pero M arco ya se haba escabullido pasillo arriba.
***
La Penrose 7 alcanz la xodo como una bala y transmiti su energa cintica a los rales electromagnticos, frenndose bruscamente en el proceso y liberando ese rumor
sordo que haca temblar la estacin entera cada vez. La cpsula emergi lentamente por la esclusa del Ojo hasta el laboratorio de fsica, transportada por el ral, tras ser
baada por el gas refrigerante.
Lune acerc la mano. An quemaba. Ech un vistazo al ventanal, donde Padre proyectaba la espiral doble trazada por la Penrose 7 alrededor de Nmesis hasta
interceptar de nuevo a la xodo.
M ir la hora. Tena un mensaje de M arco. Sonri hasta sentirse boba, y sacudi la cabeza. Dnde se haba metido Daniel? ltimamente era bastante puntual. Se
pregunt si algo iba mal y, mientras esperaba, comprob los marcadores que daban cuenta del resultado del viaje de la Penrose 7.
Energa de la carga en reposo: 2.71013 Julios (300 kg)
Energa extrada de Nmesis: 3.11013 Julios
(Eficiencia: 115%)
Energa aprovechable como electricidad: 2.81013 Julios
An le resultaba asombroso. Tanto, que de no manejarse con los ojos cerrados con las ecuaciones, hubiese parpadeado de incredulidad ante aquellas cifras. Llevaban casi
un ao dependiendo exclusivamente de la energa negra. Desde entonces, la estacin se le antojaba ms clida, ms... luminosa.
Y si aquello era difcil de creer, las siguientes cifras, que recogan la distancia mnima a Nmesis y los tiempos transcurridos, habran sido completamente absurdas para
el profano:
Parmetro de impacto: 1.6 Radios de Schwarzschild
Tiempo propio de la Penrose 7: 4 horas, 8 minutos, 15 segundos
Tiempo propio de la xodo: 16 horas, 23 minutos, 42 segundos
Sonri ampliamente de satisfaccin: haba acertado en sus predicciones. Ya poda hacerlo de memoria! 16 horas para la xodo, que haban sido tan slo 4 para la
pequea cpsula. Se pregunt cmo sera ir dentro de la Penrose durante varios viajes, de manera que envejeciera ms lentamente que el resto de la tripulacin...
Confo en que me hayas esperado para el gran momento, pequea!
Lune se sobresalt. Daniel colgaba cabeza abajo, sobre ella, junto a la escotilla contraria.
Hijo, pedazo de hojalata, se ha portado bien nuestra gran estrella? dijo el fsico alzando la voz.
Qu? Pero si nunca habla con Freund!
La voz del psiclogo llen el laboratorio en respuesta:
Naturalmente, Daniel. Pareces contento. Espero no ser como aquel hombre de hojalata que...
No, aquel en realidad tena sentimientos.
Un incmodo silencio se adue del laboratorio.

Es una broma! aclar Daniel rompiendo a rer, y se arrastr hasta su puesto, agarrndose a los pasamanos para impedir salir volando. He estado pensando...
Enhorabuena, Daniel, lo has conseguido! Si tuviera sentimientos, me morira de envidia...
M uy gracioso, Freund... replic Daniel mientras se ajustaba los correajes elsticos que lo anclaban al suelo. La energa que obtenemos es siempre un 0.16%
mayor que las predicciones segn la mtrica de Kerr. Por qu?
Lune se encogi de hombros.
Puede que se deba a un error sistemtico.
Puede. Pero, sin embargo, si en lugar de la mtrica de Kerr usamos la de Kerr-Navarro...
Qu quieres decir?
Que Nmesis es algo ms que un agujero negro.
***
Ioanna contempl una vez ms el modelo termosociolgico que evolucionaba en el proyector. La entropa no dejaba de aumentar, creando espirales caticas y remolinos
de colores a medida que los gases se expandan. Los pases se expansionaban unos contra otros, bajo la bandera de una evidente superioridad ideolgica y moral, como si
no fueran conscientes de que el sistema entero era limitado y los recursos, que iban agotando poco a poco, finitos.
La nueva idea se abri paso: Consciencia del Otro aplicada a las culturas? Individuos plenamente conscientes de sus propias pautas culturales? Culturas conscientes
del sistema mediante la transmisin de informacin entre sus individuos, como si fueran las neuronas de un cerebro o las hormigas de una colonia perfectamente
organizada?
Quizs el lmite de Darwich alcanzable por un organismo no estuviese determinado por la herencia gentica. Quizs la cultura pudiera abrir paso a nuevos estados.
O no? Al fin y al cabo, la cultura haba hecho a cada ser humano por separado, incluso a sus genes ms aptos para la supervivencia, completamente irrelevantes. Pues
lo que importaba no era la herencia gentica, sino la cultural.
Parpade unos instantes, y rompi a rer, sintindose cristalina, llena, como no se haba sentido en aos, deleitndose al rememorar la noche anterior. Desde luego, el
tiempo no haba pasado en balde para ninguno de los dos, pero tras un comienzo muy poco prometedor, nerviosos y empapados en sudor, la risa haba hecho su
trabajo. Y es que cuando no te tomabas la vida tan en serio, todo iba mucho mejor.
A qu viene esa risa? Es que no tienes nada que decir?
Parpade de nuevo y volvi la vista hacia M arco, que la miraba de hito en hito, y tamborileaba los dedos con impaciencia.
Perdona, cario, es que estaba a punto de llegar a algo importante...
Y te res?
Ioanna suspir, apartando la idea de manera que quedara en una fina capa bajo la consciencia, gestndose como un capullo de mariposa.
Sonro ampliamente, mostrando los dientes.
O sea, que ests as de alterado porque tres conspiradores en la sombra se han redo del lunar de Nour.
M arco buf y le clav una mirada llena de hostilidad, tanto que Ioanna se estremeci.
Oh, vamos, dnde est tu sentido del humor?
En respuesta, el joven apret los puos justo como lo habra hecho su padre. De hecho, ahora que Ioanna lo pensaba, el joven haba asimilado muy bien la hipertrofia
del sentido de privacidad de Daniel.
Definitivamente, somos prisioneros de nuestra cultura... reflexion para s.
Qu? A qu viene eso ahora?
Ioanna sacudi la cabeza.
Al igual que tu padre crees que el cotilleo, por supuesto, debera estar prohibido. Pues para los esquimales, por ejemplo, a veces es til. En sus aldeas, la comidilla y
el escarnio pblico hacen las veces de poder judicial y coactivo. Y sus juicios, en cambio, los gana el que insulta al contrario de la manera ms ingeniosa.
Y?
Pues que tu equipo no es necesariamente el mejor. Si hubieras nacido esquimal, pensaras al contrario, te creeras igualmente en posesin de la verdad, y miraras a
los dems desde la cima del progreso evolutivo y moral; los dems, pobres locos, te daran pena y baj la voz, murmurando para s misma : Si pudiramos
desembarazarnos de lo que se nos ha impuesto, si pudiramos ser verdaderamente objetivos...
Vale, ahora resulta que tengo que avergonzarme de mis orgenes. Genial.
Pero qu demonios le pasaba?
Yo no he dicho eso. Lo que digo es que debes ser consciente de...
M ira, Ioanna. De lo que soy consciente es de que aqu nadie parece tomarme muy en serio ltimamente. De lo que soy plenamente consciente dijo, alzando an
ms la voz es de que t te ests tomando a cachondeo lo que te cuento.
Pero M arco... son slo cotilleos, nada ms! Todo el mundo cotillea. Y envidia! Pero no le des una importancia que no tiene...
M enos mal, oye le interrumpi M arco. Gracias a tu fundada opinin de psicologa social me quedo mucho ms tranquilo.
Ioanna se qued un instante sin aliento.
Ya, el psiclogo eres t dijo secamente. Entonces, se puede saber a qu has venido, jovencito?
M arco titube.
Sabes qu? Francamente, no lo s. Pero no volver a ocurrir.
Y se dio la vuelta para marcharse.
***
Un rato despus, M arco an trataba de calmarse mientras paseaba por el Gran Jardn. El recinto estaba tranquilo a esas horas cercanas al medioda, y uno poda
perderse de la vista del pblico si saba entre qu rboles meterse. Sin embargo esta vez, tras sortear un par de enredaderas, casi se dio de bruces con Sahrie que,
arrodillada en el suelo, se entregaba al rezo del medioda.
Bien, quizs fuera mejor as. Siendo como era de espritu tranquilo, Sahrie sola contagiarle la calma. As que el joven esper apoyado en una rama a que la ingeniera
terminara.
Te noto preocupado le dijo Sahrie al levantarse. Te ha ocurrido algo, verdad?
M arco sonri.
No, nada y suspir hondo. Bueno, todo, ms bien.
Sahrie guard silencio.
Estoy harto... harto de estar aqu. La vida sigue en la Tierra, y mientras nosotros...
Todos estamos aqu por una razn, M arco.
Ya. Nmesis.
Sahrie se llev la mano al colgante y se lo mostr.
M ira, esta es mi familia. Dios, cmo los echo de menos. Los quiero mucho, sabes?
M arco sonri, sin saber qu decir.
El amor es lo ms importante, M arco. T quieres a Lune, no es as?
El joven asinti en silencio mientras fijaba la mirada en la corteza oscura de un rbol cercano.
Confas en ella. Y ella es una nia muy lista. Brillante. No te dara esperanzas en vano con Nmesis.
M arco sacudi la cabeza.

No lo creo. De hecho, dice que estn a punto, que la prueba de hoy ser la definitiva.
Sahrie se levant lentamente.
Esa es una buena noticia, sin duda!
Slo espero que est en lo cierto.
Todos lo esperamos, cielo. Slo ten algo de fe.
***
Lune se qued petrificada, mirando a Daniel sin comprender, hasta que al fin rompi a rer.
Y qu ms es?, una planta colgena?
Creo que es un anillo negro.
Un qu?
Daniel sacudi la cabeza, interpretando perfectamente la mirada de Lune.
Oh, no me he vuelto loco. No me malinterpretes, es un agujero negro rotante, casi esfrico... en un espacio de tres dimensiones ms el tiempo. Pero en once
dimensiones, es un anillo. O un hiperanillo, ms bien.
Esto s que es nuevo.
Tiene su explicacin. El trmino fue desechado mucho antes de que t nacieras. En su momento, hubo quien clam que era el fin de la unicidad de los agujeros negros.
Ya no eran los objetos ms simples del universo. Tenan pelo. Pero, como nadie podra nunca tomar medidas de energa con la suficiente precisin como para
distinguirlos...
Hasta ahora.
S. Hasta ahora. El caso es que hace muchos aos hice un estudio terico sobre la forma en la que se entretejeran las dimensiones en las inmediaciones de un anillo
negro. Y encontr que, cuando la matriz de transformacin de M ittelbrn-Betancourt, era de gnero espacio... o era tiempo?
Daniel cerr los ojos y se rasc la nuca.
S? le inst Lune.
Su maestro abri los ojos y se encogi de hombros con una sonrisa.
No me acuerdo.
Ella ri de nuevo.
Bah, a quin le importa! dijo Daniel. De todos modos, eso no nos servira precisamente para construir microagujeros negros estables, que es para lo que
estamos aqu. Bueno, estamos preparados para la prueba de hoy?
El dispositivo est listo dijo Lune. Padre, mustralo.
En el ventanal del Ojo, el firmamento estrellado dominado por Nmesis fue sustituido por un esquema. Las dos placas paralelas de metal de un condensador, rodeadas
de espiras magnticas y compleja circuitera, descansaban en una burbuja alojada en el centro de una cpsula de veinte kilogramos de basura. En una esquina del cristal,
una cmara mostraba el exterior del pequeo contenedor gris, iluminado por un potente foco.
Est a mil kilmetros por detrs de nosotros, suficientemente lejos, por si acaso.
Bien, cruza los dedos respondi Daniel, y puls el botn.
La iluminacin mengu sbitamente debido al enorme drenaje de energa del proceso. En la tenue penumbra de las luces de emergencia, llenos de expectacin, Lune y
Daniel pudieron ver en la pantalla el cable de nanotubos de carbono, por el que circulaba ahora un torrente de electricidad hacia el interior de la pequea cpsula que
orbitaba en la lejana. Para cuando el cable se retir hasta una distancia prudencial y la iluminacin volvi a su nivel normal, an no haba ocurrido nada. Las lecturas no
revelaba anomala alguna. La presin entre las placas se redujo hasta que, finalmente, el indicador descendi por debajo de cero.
Pero nada ocurri en la pantalla durante unos segundos. Lune not como Daniel mantena la respiracin y mantuvo la suya, hasta que se percat de la fuerza con que se
aferraban la mano el uno a la otra.
Entonces, la cpsula se hundi sobre s misma en un abrir y cerrar de ojos y se encogi hasta desaparecer en la negrura del espacio, y las estrellas tras ella parecieron
desplazarse hacia los lados y se distorsionaron en un patrn que ambos conocan muy bien.

CAPITULO XXIX

Y qu hay de las neuronas espejo?


Se refiere a las que hacen que un mono reconozca los cacahuetes que ve comer a alguien como si se los estuviera comiendo l mismo? Durante un tiempo, su estudio form parte del Test de Bonet como
prueba inequvoca de la Consciencia del Otro. Sin embargo, el asignar una funcin tan compleja (como el reconocimiento de uno mismo en el otro) a un grupo de neuronas es en s una hiptesis muy
arriesgada, digna en su momento de los mayores estudiosos de la frenologa...
DR. LUCA P RIETO-SANTOS, BILOGO, ENTREVISTA, 2081

El pequeo contenedor de basura se aboll hacia dentro, primero arriba, despus abajo y a los lados. Durante un breve momento flot en calma, suspendido en el
interior del laboratorio. Luego, la cpsula entera se hundi hacia dentro con un estridente chirrido metlico, arrugndose como si fuera papel de aluminio hasta quedar
reducida a un punto. Un punto que esconda una intrincada red de dimensiones que se curvaban unas sobre otras, plegndose sobre aquella hermosa singularidad
creadora de espejismos.
El microagujero negro flot en la ms absoluta calma durante un instante que pareci eterno, y entonces, de repente, se hundi hacia fuera, derramndose sobre la
estacin, en un estallido silencioso que arranc las paredes, empujndolas a velocidades relativistas hacia los abismos interestelares. Y el vaco entr, campando a sus
anchas como sale el monstruo bajo la cama cuando Pap cierra la puerta por fuera.
El vaco entr, y todo se encogi en un punto donde el tiempo era eterno, lleno de asfixia que se cerraba sobre la garganta como una tenaza, apretando hasta...
Su propio grito la despert. El corazn le palpitaba con violencia, y un sudor fro le perlaba la frente, deslizndose sobre la cara hasta la sbana, llevndose consigo
retazos de una pesadilla que pesaba como un fino velo sobre su memoria y le nublaba la razn. Aterrorizada, Lune pudo sentir cmo la oscuridad del camarote se cerna
sobre ella. Haca aos que no le ocurra. Intent controlarlo, pero era demasiado tarde.
Freund... gimi, los ojos fuertemente cerrados, el cuerpo encogido en un ovillo. Freund?
Es slo una pesadilla, Lune.
La voz del psiclogo pareca venir de lejos, del otro lado de su estrecha crcel.
Esa nube que cruza el cielo es de algodn, on, on, y esa un perrito que ladra... gimote.
No pasa nada. Estoy aqu segua Freund.
... hacia aquel camin, pom, pom...
Nada. Tras los prpados, poda sentir cmo las paredes se reducan paulatinamente y el aire se tornaba sofocante, enrarecido.
Freund! grit. Llvame a casa!
Tranquila, pequea, tranquila. Ya ests en casa.
No! Quiero la pradera y las nubes... llvame a la Tierra!
Un color vagamente azulado se apareci ante el ojo de su mente, manchado por trazas de un blanco gomoso. Sin embargo, el espacio a su alrededor continuaba
disminuyendo, impasible. Lune rompi a llorar.
No es real. No es real. Slo el cielo azul sobre la pradera tiene que serlo ahora.
Esa una manzana que escupe aquel trombn, on, on...
Ocurri de repente. La manzana apareci ante ella, blanca y ntida, suave y espumosa, perfecta. Junto a ella haba un trombn perfectamente delineado en blanco sobre
un cielo azul, abierto e infinito.
Las paredes se detuvieron y retrocedieron. El aire se enfri y se expandi por el camarote, rozndole los pmulos con suavidad.
Lune abri los ojos y respir hondo.
Freund? llam.
Pero el psiclogo no contest.
***
M ientras la capitana Spiff desgranaba los detalles del trasplante de corazn de su padre, Sahrie sonri y asinti metdicamente. Haca unos segundos que su atencin se
hallaba en otra cosa. O en la falta de ella, ms bien.
Algo haba ocurrido. No era que la voz de Padre hubiera callado de repente, pues ste rara vez hablaba. Pero veintin aos de susurros de la IA en el lbulo que llevaba
siempre alojado en la oreja hacan que una supiera cundo algo no iba bien. No haba habido ningn cambio en la iluminacin, ni un carraspeo metlico o elctrico aparte
del rumor sordo que lo inundaba todo siempre. Nada que pudiese dar a entender que la IA se haba desconectado. Pero as haba sido, sin lugar a dudas.
Un hormigueo le recorri la nuca cuando se enfrent a lo que aquello significaba. Sera entonces o nunca. Cambi de postura, procurando parecer serena.
Virginia, te apetece un t?
La capitana se mostr dubitativa ante la repentina interrupcin.
S, claro, gracias.
Y sigui hablando. Cuando Sahrie se levant a preparar la bebida en la pequea cocina del camarote, casi poda sentir los ojos de la capitana, tras ella, fijos en unas
piernas que no parecan estar dispuestas a dejar de temblar.
Abrir el cajn del t y sacar el pequeo frasco junto con la bolsita de Darjeeling fue una autntica tortura. Cada vez que Virginia carraspeaba o haca una pausa, Sahrie se
saba descubierta; un escalofro le recorra la espalda hasta la mdula y senta erizrsele el vello de la nuca. Con mano temblorosa, y siempre de espaldas a la militar,
Sahrie trat de desenroscar la tapa del frasco, con tan mala suerte que el pequeo recipiente fue a parar al suelo y rod. Sin pensar en lo que haca, maldijo en voz baja y
detuvo el frasco con el pie en un rpido movimiento.
La capitana se interrumpi de repente. Sahrie se qued petrificada, la vista nublada por un instante.
Perdona, decas algo? la oy decir.
Temblando, Sahrie dio gracias a Dios por la sordera parcial de la capitana tras el accidente del meteorito en que se haban salvado mutuamente, y se sinti an ms
culpable por ello.
Es... es slo... dijo alzando la voz para que la oyera ahora que no poda leerle los labios. Es slo que se me ha cado la bolsita del t.
Y se agach mecnicamente a recoger el frasco que ocult en la ancha manga de la blusa azul cielo. Se gir un momento y le ense una de las bolsitas con la sonrisa ms
falsa que haba puesto en su vida. Cuando se levant, destap el recipiente, puso las bolsitas de t en las tazas y verti una buena cantidad de polvo blanco del frasco en
la taza de la capitana.
... as que, en definitiva deca Virginia cuando Sahrie se dio la vuelta y puso la bandeja sobre la mesa, mi padre habra tenido que esperar muchos ms meses de
los que le quedaban de vida si yo no me hubiese presentado voluntaria para venir.
M ientras Sahrie se sentaba y comenzaba a remover su t, su corazn se llen de tristeza. Era su amiga. Pero no tena eleccin. Su madre, sus tos, sus hermanos, sus
sobrinos, la memoria de su padre... todos pasaron fugazmente entre ella y la capitana Spiff, que remova incansable su t. Apret firmemente el colgante en que
guardaba su recuerdo.
Al menos, no notara nada. Aquel polvo blanco era incoloro e inspido. O eso deca el prospecto.
M e pregunto si vali la pena dijo Virginia de repente mientras alzaba su taza para beber.
Sahrie contuvo la respiracin. Pero la capitana no se llev la taza a los labios. En cambio, la sostuvo en alto, perdi la mirada en el infinito, y acab depositndola en la
mesa para remover de nuevo el t.
Dar a un pobre anciano unos aos ms a cambio de mi propia juventud... dijo lnguidamente, y sonri. Cinco, para ser exactos.

Sahrie se impacient. Tena el tiempo justo. Garrelt o M arco se daran cuenta de la desconexin en cualquier momento; subiran al Ojo a reactivar a Trinidad, y ella
perdera la que tal vez fuera su nica oportunidad. Tena que llegar antes que ellos. M ir la cuchara de la militar. Aquel tintineo... si aquel irritante tintineo continuaba
dara al traste con todo.
El profundo suspiro de Virginia la sac de sus cavilaciones.
En fin. Supongo que despus de todo deba hacerlo dijo la militar.
Y entonces bebi. Pero un sorbo minsculo nada ms. Acto seguido retir la taza de sus labios y puso expresin de sorpresa.
Sahrie se estremeci.
Eh, esto est delicioso! exclam la capitana.
La ingeniera trat de forzar una sonrisa mientras un sentimiento a medias entre el alivio y la culpa la invada. Virginia sopl para ahuyentar el calor, y bebi de nuevo.
Una, dos, tres veces.
Oh, Dios, perdname!
Ya no haba marcha atrs. Hara efecto pronto, pero no poda permitirse estar all cuando ocurriese. No haba tiempo.
Perdona, Virginia, acabo de acordarme dijo mirando su mvil. Samer me pidi que me reuniese con l y Nour en el Gran Jardn para rezar tras el ocaso. He de
darme prisa o no llegar.
Desde luego. Ve con tranquilidad. No ir muy lejos.
Sahrie asinti nerviosamente, se dio la vuelta y se dirigi hacia el umbral.
Sahrie...
La ingeniera trag saliva. El corazn le palpitaba a toda velocidad. Se volvi lentamente, como en un sueo. Haba un extrao brillo en los ojos esmeralda de la capitana,
que se clavaban como fuego en los suyos. Se qued sin habla.
Gracias... dijo la militar.
Sahrie se sobresalt. Su tono haba cambiado. Como si de repente se hubiese desprovisto de las ltimas capas de la mscara que le quedaban y se mostrara cuan
verdadera y vulnerable era. Y ella, Sahrie, se limit a sonrer. Y de algn modo, cavil, su sonrisa tambin era sincera esta vez.
Sali del camarote sin mirar atrs. Cuando la puerta se cerr tras ella, ech a correr pasillo arriba hasta la escalera al Ojo ms cercana, donde la luz mortecina del ocaso
creaba matices violetas en las paredes metlicas. Sahrie alcanz la esclusa de la escalera y acerc la mueca al lector.
El primer intento no funcion. Ni siquiera siendo la nica persona que tena acceso a toda la estacin: la biometra delataba sus nervios. Apoy la espalda contra el fro
metal del lector y trat de calmarse, respirando hondo mientras el rumor sordo de la xodo llegaba a sus odos. Le llev un par de minutos y hacer uso de aos de
autodisciplina el calmarse lo suficiente. Al segundo intento, no esper a or el taido de confirmacin. Cuando la esclusa se abri con un silbido, ella comenz a trepar
tan rpido como pudo y, una vez arriba, se lanz hacia el laboratorio de fsica.
La puerta se abri sin problemas. No se oa a nadie dentro. An haba tiempo. Sahrie se aup hacia el interior, donde reinaba una penumbra silenciosa y opresiva,
dominada por aquella negrura sin lmites que entraba por el ventanal del Ojo. Sacudi la cabeza y se arrastr hasta la consola de mandos junto a los correajes elsticos de
Daniel. Con Trinidad desconectada, tendra que hacerlo todo en modo manual, pero, a cambio, los datos no pasaran por el filtro de mandamientos de la IA y podra
transmitirlos sin problema.
Sin perder un segundo comenz a teclear desenfrenadamente. Una rpida bsqueda en los directorios adecuados dio su fruto y un pequeo dispositivo delineado en
colores apareci flotando en el proyector frente al panel de control. El esquema constaba de una esfera que circunscriba dos placas paralelas. Alrededor de ellas, un
cable se enrollaba en espiral, bordeando pastillas rectangulares soldadas a las placas, que una vista ms cercana revel como circuitera de algn tipo. Los planos estaban
plagados de detalles, explicaciones y anotaciones por todas partes.
Sahrie no necesit ms. Tecle la secuencia de apuntado para las coordenadas que haba memorizado y la que borrara despus el registro de dichas coordenadas. Ni se
molest en encriptar la seal: el cifrado clsico habra sido un juego de nios para cualquier interceptor lo suficientemente poderoso como para poseer un ordenador
cuntico.
M ir las coordenadas en el monitor: sealaban algn remoto lugar del cinturn de asteroides del Sistema Solar. Desde all, ya lo cifraran cunticamente ellos, en la ltima
etapa del envo personal a OBrien, en la Tierra.
Finalmente, la consola indic que el compensador por desplazamiento al rojo estaba activo. Estaba lista para transmitir. Sahrie aferr fuertemente el colgante, lo bes,
introdujo el cdigo de transmisin en el teclado y se dispuso a pulsar el botn de ejecucin que sellara el destino de los suyos.
Y del mundo.
Entonces, de sbito, la vista se le torn amarillenta. Qu estaba haciendo? Estaba dndole a la mayor corporacin mundial una ventaja de la que disponer de la manera
ms despiadada que se le ocurriera? Aquello contra lo que su familia haba luchado hasta la extenuacin. Aquello por lo que haban sido encerrados.
No. No poda hacerlo. Horrorizada, retir la mano y se dio la vuelta, y el colgante pareci flotar en la ingravidez ante sus ojos.
Lo contempl en silencio. Su familia! Dependan de ella, sus vidas dependan de ella. No podra soportar ser la responsable de su falta.
No hay hroes, no hay sacrificios. No cuando es lo ms preciado del mundo lo que est en juego.
Adems, se dijo, tal vez OBrien no sea tan malo despus de todo.
Se volvi, y tras titubear unos instantes, hizo descender la mano hacia el botn.
No lo hagas, Sahrie.
Tras unos segundos eternos durante los cuales no pudo siquiera respirar, Sahrie alz la mano. El corazn pareca a punto de salrsele del pecho. Se volvi hacia una
capitana Spiff que, de pie junto a la puerta, evitaba mirarle a los ojos.
Sabes? dijo la militar finalmente. Crea que no lo haras...
El tiempo volvi a arrastrarse entre las dos. Sahrie no contest. Apoy la mano en el panel tras ella, el ndice cerca del botn de ejecucin.
... pero me equivoqu.
Cmo...?
Sustitu los somnferos de la enfermera por sal.
Sahrie sacudi la cabeza.
Por qu? contest, la mirada fija en Virginia.
La militar frunci el ceo.
Por qu me diste las gracias? insisti.
Por no haber usado veneno.
Sahrie neg con la cabeza.
No soy lo que crees... murmur.
Lo s. Y, la verdad, la verdad es que no s qu decir. Pero no me obligues a...
La voz de Spiff se atenu hasta morir y ambas se quedaron en silencio un largo rato. Finalmente, Sahrie no pudo contenerse ms y prorrumpi en sollozos.
M i... mi familia... gimi. OBrien los matar si...
Virginia la mir entonces directamente a los ojos. Su mirada era clida y serena ahora. Sahrie se enjug las lgrimas.
No lo hagas susurr la militar . Encontraremos una manera.
Sahrie se dio entonces cuenta de que ya no tena decisin alguna que tomar. Sintindose liberada de una pesada carga, se incorpor para dirigirse al encuentro de su
amiga.
Pero antes incluso de que pudiese dar un slo paso, una de las puertas, al otro lado del suelo cilndrico, se abri con un fuerte silbido. Ambas miraron hacia arriba y

contemplaron cmo Garrelt emerga por ella y se sorprenda al verlas. El psiclogo cuntico mir de una a otra y luego volvi la cabeza hacia el diseo del microagujero
negro que giraba silenciosamente en el interior de la lira, evaluando rpida y acertadamente la situacin.
Sahrie, aprtate ahora mismo de ah! grit.
Asustada, Sahrie se aferr al panel. Frente a ella, Virginia comenz a negar con la cabeza y extendi las palmas de las manos.
No... murmur. No hagas una tontera, Sahrie. No lo hagas.
La ingeniera vio que Garrelt se aproximaba hacia ella por el rabillo del ojo. Llev la mano al botn.
Quieto, Dr. Icke! dijo la militar. No se mueva.
Sahrie, fuera de ah! la ignor Garrelt, el rostro desencajado mientras avanzaba.
Temblando, Sahrie vacil, sin saber qu hacer. Si lo dejaba, si se apartaba de all, su amiga estara dispuesta a encontrar un camino con ella, a hacer la vista gorda.
Cuando el psiclogo cuntico estuvo a un metro de distancia, extendi los brazos y flexion las piernas como un tigre a punto de saltar sobre su presa.
Virginia hara la vista gorda. Pero no Garrelt. l no.
Garrelt se abalanz sobre ella.
Pero qu hace, imbcil? exclam la capitana Spiff.
Como un animal acorralado, Sahrie no se detuvo a pensar, y antes de que se lo impidieran, hizo lo que an poda hacer. Luego cerr los ojos y sinti como dos pares de
manos tiraban de ella y la alejaban del panel.
Pero era demasiado tarde: en aquel momento, los planos ya viajaban, a decenas de miles de kilmetros de all, en direccin a Atlas.

CAPITULO XXX

La naturaleza cuntica de la memoria de una IA como Trinidad est ms cerca de las neuronas que de los bits. La memoria se vierte en un banco , cada dato asociado a otro mediante las conexiones por
entrelazamiento que establece la propia unidad, ponderado por superposiciones lineales, de manera que el acceso externo a unos datos especficos no sera ms fcil que el entrar en su cerebro para saber si
ayer cen usted langostas o huevos con esprragos.
GARRELT ICKE, P SICLOGO CUNTICO, ENTREVISTA, 2090

Un golpe en la puerta lo despert. M arco entreabri los ojos, extraado: Lune no llamaba tan fuerte. Quin sera a aquellas horas? Estaba incorporndose para vestirse
cuando aporrearon la puerta de nuevo con impaciencia.
Adelante, adelante autoriz el joven.
La puerta se abri y Garrelt apareci en el umbral. Resoplaba, las manos apoyadas en las rodillas, los ojos inyectados en sangre.
Averiga por qu motivo se ha desconectado Trinidad. Empieza ya.
Pero... protest un sooliento M arco. Son las dos de la madrugada!
Ahora!
El rugido reson en las paredes del camarote. M arco parpade, incrdulo, mientras Garrelt desapareca en el pasillo como una exhalacin.
As que poda perder los papeles, despus de todo. Qu habra ocurrido? M alhumorado, se desperez y se lav concienzudamente la cara antes de ponerse a la tarea.
Freund dijo despus.
La lira comenz a girar con su peculiar zumbido y el psiclogo apareci flotando en su interior.
Buenas noches, M arco.
M arco emiti un sonoro bostezo. Freund le mir por encima de los relucientes cristales de sus gafas.
Pareces aburrido. Te apetece jugar una partida de ajedrez? Juego muy bien.
M arco rompi a rer.
Al ajedrez? Contra un ordenador cuntico? Para qu? No jugaras, simplemente reproduciras una de las... cuntas hay?
1018900 .
Gracias. Una de las 1018900 partidas posibles. Nadie podra ganarte.
Puedo jugar en un nivel bsico si quieres.
Y dejarme ganar? No, gracias, Freund. Adems, no hay tiempo para juegos. Te has desconectado. Sabes por qu?
El psiclogo neg con la cabeza.
Hemos violado algn mandamiento?
An no lo s. Por favor, dame la lista de tareas y decisiones de los dos minutos anteriores a la desconexin.
De toda la estacin?
M arco suspir.
S.
La imagen del psiclogo se esfum y fue reemplazada por un chorro interminable de texto. Entradas de audio, vdeo, navegacin, gestin de los recursos de la xodo,
acciones y decisiones; sus correspondientes salidas asociadas... todo ello discurra a gran velocidad por la lira, y pareca no tener fin.
M arco dej caer los hombros y se llev las manos a la cabeza. Aquello le llevara das.
***
El silencio rein por un largo rato en el interior de la sala apantallada. Daniel no se lo poda creer. Frente a l, Garrelt caminaba de un lado a otro sin parar, moviendo los
labios en mudos juramentos. El fsico no recordaba haberle visto nunca tan alterado. La capitana Spiff, al contrario, permaneca sentada, mirando al infinito, y no haba
dicho una sola palabra desde que la reunin de la comisin del Prometeo comenzara.
Daniel ech de menos a Ioanna. Sin duda ella sabra qu decir en una situacin como aquella.
No lo entiendo dijo. Por qu demonios hara Sahrie algo as?
La capitana Spiff parpade varias veces, pero no sali de su mutismo. Finalmente Garrelt se volvi hacia l; los ojos le brillaban, hmedos y enrojecidos.
No lo s. No lo s.
Y se puede saber cmo entr en el laboratorio del Ojo? prosigui Daniel serenamente.
Eso intervino Spiff. Qu ingeniosa excusa usar esta vez para vendernos su infalible sistema?
Garrelt resopl y se volvi hacia Spiff.
No fue culpa de Trinidad esta vez. No habl con Sahrie en la hora anterior a la desconexin. No tuvo nada que ver. Y, que yo sepa, fue a usted a quien se le otorg
acceso completo justamente para evitar que sucediese algo as.
S exclam la capitana Spiff, visiblemente turbada, y yo podra haberla detenido si usted, especie de chimpanc descerebrado, no se hubiese entrometido!
Tiene gracia que sea precisamente usted quien use ese calificativo.
Y ahora mismo los planos de construccin de microagujeros negros estn camino de las peores manos posibles! prosigui Spiff, ignorndole. Y no hay nada,
absolutamente nada, que podamos hacer!
Garrelt apret visiblemente los puos hasta que los huesudos nudillos se le marcaron, prominentes, como una cordillera. Respir profundamente antes de decir:
Tiene razn. Ha fracasado estrepitosamente en su tarea. M e pregunto si no deberan hacerle un consejo de guerra.
La militar se levant violentamente e hizo amago de abalanzarse sobre Garrelt.
Estpido hijo de...!
Clmense de una vez! estall Daniel.
El eco del grito reverber por toda la sala, rasgando el silencio como rasgara el agua una piedra arrojada a un lago en calma. Los otros dos se quedaron de pie, inmviles.
Esos planos no sirven.
Qu? exclamaron ambos al unsono.
Que ese prototipo no funciona! No se dan cuenta de que si estuviera acabado ya habramos enviado los planos a las coordenadas de recogida?
La capitana Spiff y Garrelt se quedaron boquiabiertos, mirndole estpidamente.
Entonces? pregunt.
No hemos conseguido estabilizar el microagujero negro. Hace falta una cantidad enorme de energa para crearlo, y a los pocos segundos colapsa. Se dispersa
violentamente, expulsando en forma de energa la masa de la que se haya alimentado: un pulso gravitatorio gigantesco, una onda de choque que empuja todo a su
alrededor. De hecho, la primera vez perdimos las cmaras y, gracias a que hicimos las pruebas tan lejos, la onda apenas lleg hasta nosotros.
Y esa onda... podra usarse para obtener energa, o para algo til?
Daniel se encogi de hombros.
No se me ocurre cmo.
Eso es irrelevante ahora interrumpi la capitana Spiff. Qu vamos a hacer con Almusaddi?
No deberamos esperar a Ioanna para tomar una decisin? dijo Daniel.

Ioanna no va a venir replic Garrelt. Ya te lo he dicho. Est vigilando a Sahrie.


O consolndola... murmur Spiff.
Garrelt se ech hacia delante y apoy las manos sobre la mesa.
Imagino que no nos costar mucho trabajo convencerla para que nos facilite el consenso que la expulse de la comisin y de la tripulacin. Esto es, si alguna vez quiere
salir del almacn donde se encuentra ahora. Pero hay otras dos cosas. Para empezar, alguien debe llevar el lbulo comunicador con Padre desde ahora.
Daniel vacil. Aquel lbulo, el nico al que Padre hablaba. El que daba poder sobre la navegacin de la estacin e incluso permita anular manualmente los mandamientos
en ciertas situaciones de emergencia.
Sugiero que seas t, Daniel prosigui Garrelt.
La idea hizo que se le encogiera el estmago. Una cosa era convivir con la IA que haba decidido que Elia no era lo bastante adaptable como para embarcarse en la xodo,
y otra muy distinta llevarla alojada en el odo durante el resto de su vida.
Quin, yo? Ni hablar. Por qu no t? Al fin y al cabo, nadie entiende a esa IA mejor que su creador.
Garrelt apret los labios.
Lo cierto es que yo preferira no llevarlo tampoco.
Y se volvi hacia la capitana Spiff, que no le devolvi la mirada y continu inmersa en su silenciosa contemplacin de la pared. Finalmente, Garrelt tom aire.
Bueno, si no hay ms remedio...
Yo lo llevar le interrumpi Spiff.
Daniel se sobresalt. Un gesto de sorpresa cruz tambin el rostro de Garrelt, que inclin la cabeza hacia la militar.
Desde luego repuso framente M ejor as.
Y cul es la otra cosa, Garrelt?
Pues que an no hemos descubierto cmo tena Sahrie acceso al laboratorio. Por mi parte, sospecho que Sahrie siempre tuvo autorizacin completa en su implante
biomtrico.
Pero cmo?
Bueno, fue ella quien redise la estacin, no? Seguramente se reservara una puerta trasera, un modo de tener poder sobre toda su creacin. Al fin y al cabo, quin
de vosotros no lo hara en su lugar?
Vale, y si es as, qu podemos hacer para impedirle volver a entrar en el Ojo?
La pregunta de Daniel fue seguida por un incmodo silencio que casi se poda palpar. Spiff cambi de postura en el asiento varias veces, evitando mirar a cualquiera de
los dos. Garrelt permaneci pensativo, hasta que finalmente emiti un largo suspiro y dijo:
Lamentablemente, slo se me ocurre una manera.
***
M arco prob con la siguiente decisin de la lista. El circuito cuntico de su pergamino se ilumin en un azul elctrico que atraves su modelo del filtro de los diez
mandamientos y alcanz el otro lado del diseo. El joven psiclogo resopl y agach la cabeza.
No. Aquella tampoco era.
La puerta le interrumpi de nuevo.
M enuda noche! Adelante murmur sin volver la cabeza.
Escuch el silbido de la puerta al abrirse, y unos pasos que se acercaban.
An no he terminado. Esto me llevar das...
M arco...
El joven se sobresalt. Estaba tan concentrado o tan sooliento, ms bien que haba confundido los pasos de Lune con los de Garrelt. Volvi la cabeza hacia Lune,
y entonces ella lo abraz con fuerza, casi como si acabase de ver un fantasma.
l le devolvi el abrazo.
Qu te ha ocurrido, Lunita?
Ella no contest. Nunca lo haca, siempre haba que descifrar lo que le pasaba. M arco se pregunt de dnde habra sacado aquella estpida costumbre que haca las cosas
tan difciles. Finalmente se dio por vencido y suspir.
Ests bien?
Ahora s.
l la bes con ternura y luego se zaf suavemente de su abrazo para recoger el pergamino y probar la siguiente decisin de la IA. Ella se sent a su lado.
Por qu no dormimos juntos? pregunt.
El azul intenso de la decisin cruz el circuito completo. M arco chasque la lengua y se volvi hacia ella.
Sabes que no me gusta en esas camas tan pequeas.
Lune agach la cabeza. Siempre lo haca cuando se internaba en su memoria, para regodearse quizs en recuerdos felices, l nunca estaba seguro. M arco ech una rpida
ojeada al nmero de decisiones restantes por probar y una repentina irritacin le invadi.
Joder, no tengo tiempo para esto.
Y ella hizo lo que haca siempre que l se mostraba exasperado: se limit a sonrerle, como si no se diera cuenta. Lo odiaba. Por qu tena que hacerle sentir tan
culpable?
Qu haces? le pregunt con aire inocente.
Trinidad se ha desconectado. Probablemente ha violado uno de los diez mandamientos. Trato de averiguar cul.
Los diez mandamientos?
M arco asinti y sigui probando. Lune le roz la nuca con los labios y se sent tras l, en silencio.
Un rato despus, M arco haba propinado varios puetazos en la mesa, se haba llevado las manos a la cabeza, se la haba golpeado con una pared, haba bufado,
resoplado, gruido y gritado. Sin xito.
M e quedan miles. As no voy a acabar nunca! rugi desesperado.
Sinti el suave tacto de las manos de Lune en sus hombros.
M arco, ahora vas a descansar.
M arco se entreg al placer del masaje.
No puedo...
Pero ya saba que aquello no era una sugerencia, sino, sencillamente, lo que ocurrira a continuacin. Y quin podra negrselo a aquellas manos?
Claro, ofuscado lo hars mucho mejor, verdad?
Sabes? sonri M arco. Odio que siempre tengas razn.
Venga, anda, hblame de esos mandamientos.
No debera... respondi l, vacilante.
Aun a travs del pijama de algodn, M arco tuvo una ereccin al sentir el suave tacto de los pechos de Lune sobre su espalda cuando ella lo abraz por detrs.
No deberas, o no lo vas a hacer? dijo ella, sensual.
No debera... hablar aqu de eso.
M arco no pudo evitar sorprenderse cuando ella salt del asiento, se ajust el mono y se dirigi hacia la puerta, urgindole a hacer lo mismo.

Vayamos entonces a donde s puedas. Te sentar bien el paseo.


M arco refunfu, hasta que finalmente se levant, resignado.
Te odio.
Y yo a ti.
Diez minutos despus y una promesa por parte de Lune de modificar los trminos del descanso cuando volvieran a su camarote, M arco se senta de humor para hablar
de la IA y los mandamientos que la gobernaban. Se asegur de que las puertas de la sala apantallada estuviesen cerradas y comenz la explicacin:
En pocas palabras, los diez mandamientos son el filtro que nos asegura que Trinidad se comportar como queremos.
Cmo funcionan?
La IA recibe un flujo de sensaciones, las procesa y toma una decisin. Antes de llevarla a cabo, el mdulo de los mandamientos comprueba que dicha decisin no
viole ninguno, y si lo hace, que sea para evitar violar uno ms importante.
As que hay una jerarqua.
S. Por ejemplo, podra mentir si con ello salvaguarda la misin o su trabajo como psiclogo de la tripulacin.
Ella frunci el ceo. l se encogi de hombros.
La verdad no es tan importante a veces. O no tanto como creemos.
Trinidad los conoce?
Slo algunos, los esenciales. Otros los supone, de la misma manera que t supones, sin haberlo intentado nunca, que no puedes respirar en el vaco. O los aprende,
por ensayo y error, como un nio aprendera la ley de sus padres.
Cules son?
M arco hizo memoria, y cont con los dedos a medida que hablaba.
Bueno, al final de la lista estn los cuatro mandamientos sociales. Veamos. El menos importante, que obviamente conoce, es obedecer las rdenes de bajo nivel de la
tripulacin. Por encima tenemos el de no mentir. Adems, cada una de los tres ncleos de Trinidad debe hacerse cargo de sus tareas en todo momento. Y por ltimo, el
ms importante de los mandamientos sociales, salvaguardar el bien comn de la tripulacin.
Lune lo observaba con suma atencin. M arco prosigui.
Por encima de estos estn los tres mandamientos de Prometeo. Para empezar, debe velar por el cumplimiento de la misin. Y obedecer los consensos de la
comisin del proyecto Prometeo.
Y ms arriba?
No transmitir resultados cientficos de la misin si no es mediante orden directa de la comisin, mediante consenso. Con todos estos la convivencia a bordo de la
xodo y su misin estn a salvo.
Y los ms importantes?
Los de preservacin. La suya, mediante la proteccin del compartimento de estos mandamientos; y la nuestra, el primero de todos, mediante la prohibicin expresa
de daar a un ser humano o exponerlo a un peligro mortal.
Lune arque las cejas y mir al nico dedo que M arco no haba extendido al contar. Tras unos segundos, el joven se dio cuenta de que segua expectante.
Y bien? dijo ella al fin.
Y bien qu?
Y el dcimo? Has dicho nueve.
M arco rompi a rer y se rasc la nuca varias veces. Al ver que a Lune no pareca hacerle gracia alguna, se encogi de hombros.
No hay. Tu padre dice que inicialmente eran diez, pero que uno se suprimi por redundante.
***
Cuando entr en el almacn a desproveerle de su identidad, Virginia Spiff no poda imaginarse hasta qu punto el rostro sereno de la que haba sido su amiga le
perseguira en sueos durante el resto de su vida.
De hecho, Sahrie acept su destino con silenciosa y abrumadora dignidad. Ni siquiera gimi cuando la aguja al rojo entr en contacto con el montculo de la palma de su
mano derecha y el almacn se llen con el leve siseo y el olor de la carne quemada.

CAPITULO XXXI

Entonces tenemos Asociabilidad, Empata P rimaria, Consciencia Espacial, Consciencia del Otro, y Consciencia Temporal. Y dice que es necesario pasar por todos los estados para llegar a ser
plenamente autoconsciente?
Ah, ya s lo que est pensando. P ero no se preocupe: la propia Dra. Darwich bromeaba a menudo sobre que, o bien haba individuos capaces de saltarse la Consciencia del Otro, o bien ella misma era
invisible.
P or qu?
Bueno, supongo que estaba casada.
DR. LUCA P RIETO-SANTOS, BILOGO, ENTREVISTA, 2081

Sentada en la cama, Sahrie agach la cabeza hasta que slo pudo ver el suelo polvoriento de su nuevo camarote. All, en las cubiertas inferiores de la xodo, rodeado de
oscuros talleres, almacenes y tuberas, el rumor sordo de las entraas de la estacin era omnipresente, plagado de ecos de maquinaria aqu y all, entre el frecuente
carraspeo de la ventilacin.
Su marido continuaba de pie frente a ella, ocupando casi todo el estrecho habitculo. Y su hija...
Su hija no haba venido.
M e lo ocultaste desde el principio... Y dnde me deja a m esto? Llevamos la mitad de nuestras vidas aqu por una mentira?
Sahrie desvi la mirada. Le vinieron a la mente mil maneras de explicarle que habran embarcado igual; que aquel fatdico encuentro con OBrien haba ocurrido despus
de tomar esa decisin, que si despus haba tenido que rebajarse al espionaje haba sido para salvar a su familia...
No... dijo simplemente.
Sinti el impulso de echarse a llorar. Cuando logr contenerse, se enjug una nica lgrima con el dorso de la mano y contempl la cicatriz que empezaba a formarse
sobre la quemadura.
Samer resopl y comenz a hacer aspavientos con las manos.
Cmo has podido venderte a ellos? prosigui. Has olvidado acaso tus orgenes?
No... murmur ella, y aferr el colgante que an penda de su cuello, la nica identidad que le quedaba.
M rate... lo nico que siento es vergenza... Ese colgante... tu familia... es que les has olvidado? Todo aquello contra lo que tu familia luch, por lo que fue
perseguida. Los has traicionado a todos. Te has traicionado a ti misma. Y has traicionado a Dios.
Sahrie rompi a llorar. Samer tena razn. Pero... pero...
Has olvidado acaso los preceptos de Dios? Has olvidado las enseanzas del profeta? No me lo puedo creer! Vendes secretos para que estas personas se
enriquezcan a costa de la gente!
Samer peg un puetazo en la tubera de la pared. El eco metlico se propag por toda la habitacin, desapareciendo por el corredor de acceso. Sahrie no se sobresalt.
Saba que hiciera lo que hiciera, dijera lo que dijera, Samer no le pegara. Saba que era un buen hombre.
Alz la mirada.
Samer, a veces hay cosas ms importantes que Dios.
Esta vez fue su marido quien agach la cabeza.
Tal vez tengas razn. Tal vez haya cosas ms importantes que Dios. Como confiar en quien te quiere, por ejemplo.
Y sali del camarote sin una sola palabra ms.
Al fin, cuando la puerta se cerr, Sahrie se derrumb sobre la cama y dej que las lgrimas surcaran libremente su cara.
***
Las cosas siempre estn en el ltimo lugar en el que buscas.
Claro. Quin sera tan idiota para seguir buscndolas habindolas encontrado ya?
Derrotado por el cansancio y la frustracin, M arco par en seco su sonora carcajada y suspir profundamente. Las manos le dolan de sostener el pergamino con el
modelo de mandamientos frente a l, y el cuello le estaba matando.
Y no se lo poda creer. Haba empleado seis das completos en procesar las ms de dieciseis mil decisiones, y su desesperacin no haba dejado de aumentar todo el
tiempo.
La solucin no haba estado en la primera mitad. Bueno, haba una probabilidad del 50%. Pero tampoco haba estado en las diez mil primeras, y continuaba oculta
cuando slo le quedaban mil, cuyo procesamiento haba resultado agnico. Convencido de estar siendo observado por una deidad traviesa que jugaba con l, lleg a
cambiar a menudo el orden de las ltimas quinientas para engaarla.
Pero no se poda burlar a M urphy. Eso estaba claro. Y ahora, frente a l, la ltima decisin de la lista esperaba a ser probada en el modelo de filtro.
Las cosas siempre estn en el ltimo lugar en el que buscas.
Ni se molest en ver qu decisin era la que haba causado la desconexin. Simplemente puls con el dedo sobre el pergamino y esper a ver la luz roja que...
.... que no se produjo. La decisin, en cambio, atraves el filtro envuelta en brillante azul, y lleg al otro lado sin problemas.
M arco parpade varias veces, sin comprender.
Imposible... murmur.
Pero no slo no era imposible, sino que era un hecho. Con un grito, el joven arroj el pergamino, que plane por el aire hasta llegar al suelo, y hundi la cabeza entre las
manos.
Lo haba revisado todo. Y lo haba revisado bien, estaba seguro. No haba sido un sabotaje y, por otro lado, tampoco haba nada en el chorro de qubits de correccin
cuntica de errores que delatara un funcionamiento defectuoso de los circuitos.
Por qu te desconectaste? Por qu?
M arco se sobresalt cuando son el timbre.
Adelante murmur.
Al entrar, Lune no necesit verle la cara. Seal al pergamino cado en el suelo y lleg a la conclusin correcta:
No ha habido suerte, eh?
El joven sacudi la cabeza.
No puede ser contest. He comprobado dos veces la implementacin del filtro de mandamientos, pero no hay nada anmalo...
Ests seguro? dijo ella mientras recoga el pergamino del suelo y se lo tenda.
Irritado por la falta de confianza de Lune, M arco agarr el pergamino y manipul los controles hasta que los mandamientos aparecieron junto a sus expresiones en
trminos de lgica cuntica. Los reley cuidadosamente una vez ms.
Y efectivamente, no haba ningn error. No entenda nada.
Lo ves? exclam.
Sin perder la calma ni responder a su agresividad, ella se frot la barbilla.

Tiene que haber un motivo, M arco.


Pues t me dirs cul.
Quizs, al igual que Richard Sleepfield consigui en su da que Trinidad le ayudase... quizs alguien la convenci para que se desconectase.
Pues claro!, cmo no se le haba ocurrido pensarlo? Sintindose renovado de energa, M arco accedi a la lista de decisiones y aisl las asociadas a registros de entrada
de audio de los ltimos cinco segundos antes de la desconexin. Dada la rapidez de reaccin de la IA, si haba habido una peticin de desconexin, habra tenido que ser
durante esos cinco segundos.
Slo haba uno. Y la desconexin se haba producido ocho milisegundos despus. No haba duda, no poda deberse a la casualidad. M arco puls el botn de
reproduccin y entonces el camarote se llen de una voz que conoca muy bien.
No! Quiero la pradera y las nubes... llvame a la Tierra!
Incrdulo, arque una ceja y se volvi hacia Lune. Petrificada, la joven desencajaba el rostro en una expresin que no era, en absoluto, de sorpresa, sino de horror.
Aquello era ridculo! No, ridculo no: era, simplemente, imposible. Tena que haber otra explicacin... y la nica, la nica salida que se le ocurra confirmaba sus peores
temores: la IA haba adquirido la Consciencia Temporal y haba decidido, quin saba por qu, desconectarse por cuenta propia. Pero, cmo lo haba hecho? Y sobre
todo, por qu?
Esta vez dijo mientras se levantaba, tu padre tendr que escucharme.
***
No! Quiero la pradera y las nubes... llvame a la Tierra!
La voz de Lune se perdi en los recovecos del pulcro y ordenadsimo despacho. M arco mir a Garrelt con aire de satisfaccin. Su maestro miraba a la pared, los ojos
como platos.
Dices que ocurri tan slo ocho milisegundos despus?
El joven asinti.
No viola ningn mandamiento. Lo he comprobado varias veces con los modelos. Creo que la IA decidi, por algn motivo que quizs tuviera que ver con esa
conversacin, desconectarse.
Garrelt sacudi brevemente la cabeza, le mir, y rompi a rer.
Pero M arco, eso es imposible! De la misma manera que Trinidad est absolutamente sujeta a los mandamientos, no puede desconectarse a s misma. Es que t
puedes decidir dejar de pensar?
M arco se cruz de brazos y se ech hacia atrs en el asiento.
Hablas como si fuera la IA la que pensase.
Garrelt dej de pronto de rer y sacudi la mano en un fuerte ademn, con tan mala fortuna que el vaso de cristal sobre su escritorio fue a encontrarse con el suelo con
gran estrpito, partindose en mil pedazos.
M arco contempl cmo su maestro, sin perder un slo segundo, sacaba un pao de uno de los cajones y se arrodillaba bajo la mesa para recoger los pedazos. Luego, con
la meticulosidad que le caracterizaba, Garrelt envolvi los cristales rotos con cuidado y los deposit en la papelera.
Sabes que es slo una forma de hablarreanud la conversacin una vez se hubo sentado, como si nada hubiese ocurrido. Ya est bien.
Y qu otra explicacin hay?
Por favor, M arco, no te das cuenta de que es absurdo? El hecho de que se desconectara ocho milisegundos despus de un registro no tiene por qu tener relacin con
dicho registro. Si no hubiese sido se, entonces habra sido cualquier otro, y ahora estaras tratando de relacionar, por ejemplo, la reposicin de barritas de chocolate de
las mquinas automticas con la desconexin de la IA de la nave!
M arco suspir. Garrelt lo conoca bien: a veces se precipitaba demasiado.
Admito que no es un hecho que tenga una explicacin fcil prosigui su maestro. Pero algo as puede ocurrir sin ms. Durante las desconexiones, Trinidad ha
llegado a guardar algunos datos de proceso en el banco de memoria.
Pero...
Y entonces not que algo le tocaba la rodilla: Garrelt trataba de darle algo bajo la mesa!
Lo palp. Era el pao con el que su maestro haba recogido el cristal. Se lo guard en el bolsillo con disimulo.
Y ahora, si no tienes nada ms que aadir... el joven neg con la cabeza al tiempo que se levantaba. Buen trabajo, M arco.
Al salir, ni siquiera se fij en que haca rato que haba anochecido. Corri hacia la sala apantallada ms cercana para examinar el trozo de tela. Aprovechando la cobertura
de la mesa, Garrelt haba garabateado Le haremos el test.
Al fin lo admita! M arco respir con suficiencia, completamente satisfecho de s mismo; se guard el pao, sali de all, y ech andar por el pasillo.
A los pocos minutos, una pequea figura apareci en el horizonte, llamando su atencin. A medida que se acercaba, pudo ver que se hallaba envuelta en la penumbra del
pasillo, mirando al espacio por una ventana de proa.
M arco se pregunt qu estara haciendo Nour all a esas horas, sola. Pidi a Padre que apagase la luz que le alumbraba y se aproxim en silencio para no molestarla.
Cuando lleg a su altura, la nia no se inmut; sus ojos continuaron absortos en la contemplacin del firmamento alrededor de Nmesis. M arco la observ en silencio.
One ta la Tiera? pregunt la pequea al cabo de un largo rato.
M arco frunci el ceo. Buena pregunta. Haca aos que no dejaba su mirada perderse en aquel puntito luminoso mientras imaginaba que a su alrededor daba vueltas sin
parar una minscula mota de polvo, donde haca tanto tiempo haba tenido otros sueos e ilusiones, donde se haban quedado sus seres queridos.
Ahora, en cambio, apenas se fijaba en los ventanales, y las noticias de Elia llegaban cada vez ms espaciadas, aunque segua mostrndose tan carioso y le contaba sus
aventuras como director de un peridico cuyo nombre haba olvidado.
El nico paisaje durante casi toda su vida, y ya no lo conoca.
Algo le tir de la manga.
Ah, s! Perdona... y entrecerr los ojos mientras oteaba alrededor, tratando de recordar. Creo que es una de esas estrellas de.. all!
En realidad, es aqulla de all.
M arco y Nour se volvieron hacia Lune, que, a su lado, sealaba en una direccin completamente distinta.
Ves, pequea? Aquellas dos estrellitas brillantes de all son las cabezas de Cstor y de su hermano Plux. Y entre los cuerpos de los dos, justo all, est el Sol. Y con
l, la Tierra.
Nour peg la cara al cristal llena de emocin. M arco se rasc la nuca, arrug la boca y pudo notar la sonrisa de medio lado de Lune, que, divertida, sigui presentndole
sus vecinos estelares a Nour.
Qu ha dicho mi padre? pregunt Lune mientras la pequea estaba abstrada mirando.
M arco se encogi de hombros.
Que no puedes haber sido t.
Ya murmur ella, y le ense otra estrella a Nour.
Un rato despus, mientras ambas se entregaban entre risas a la magnificencia del cosmos, M arco escuch el ruido de pasos que se aproximaban rpidamente. Se volvi,
pero no vio luz alguna que los acompaara. En cambio, vislumbr una silueta aproximndose por el pasillo, y se esforz por reconocerla a la dbil luz de los pilotos de
emergencia..
Cuando la capitana Spiff pas a su lado, ni siquiera pareci reparar en ellos. Caminaba muy rpido, ms de lo normal, sujetndose un lbulo a la oreja, al que pareca
entregar toda su atencin. M arco se sorprendi al ver su expresin: ya no era rgida y neutra. En cambio, la boca entreabierta, las cejas fruncidas y los ojos como finas
ranuras revelaban que algo iba muy mal.

***
Daniel acababa de planchar la camisa y se dispona a ponrsela cuando Ioanna llam a la puerta. Ech un rpido vistazo a la botella, que esperaba sobre la mesa junto al
conveniente envoltorio de cartn.
Vaya, pensaba que era yo quien iba para all esta noche. Aunque... quizs as no me tengo que mover.
Adelante.
Y sac pecho, anticipndose a la entrada de Ioanna.
Pero no fue Ioanna quien apareci en el umbral, sino una capitana Spiff con cara de pocos amigos.
Daniel peg un respingo y se cubri rpidamente el torso desnudo con la camisa sobre la silla. La militar apart la vista y la pos sobre la mesa.
La botella!
No... no es lo que parece aclar Daniel.
El sistema de comunicaciones ha sufrido un golpe le cort ella. Ha sido completamente arrancado. Lo hemos perdido.
Daniel parpade. Cmo era posible? El lser de comunicaciones iba montado sobre un enorme telescopio que focalizaba el haz emitido desde la Tierra, no poda
perderse as como as!
Qu?
Estamos incomunicados.
Daniel retrocedi. Sinti como si le hubieran atizado con un ltigo de hielo, que le dejara esquirlas de hormigueante escarcha por toda la cabeza. Una fugaz imagen de Elia
cruz por su mente.
Sabemos dnde est? pregunt.
El radar de Padre lo ha localizado a la deriva en una rbita que se interna hacia Nmesis.
M ierda. Hay tiempo para montar en la Hefesto y recuperarlo?
se es el problema. La Hefesto es lo que ha golpeado el telescopio, y tambin la hemos perdido.

CAPITULO XXXII

No se vea una gota de roco [...] Lagos y estanques desaparecieron por doquier [...] Los Brahmanes se abstuvieron de los sacrificios y la lectura de los Vedas [...] Se abandonaron la agricultura y el cuidado
del ganado [...] Las ciudades y los pueblos se vaciaron de habitantes. Las aldeas fueron quemadas [...], los ancianos echados de sus hogares [...] Los Brahmanes empezaron a morir por todas partes [...] En
aquel perodo de terror [...] las gentes hambrientas perdieron el sentido y comenzaron a comerse unos a otros.
MAHABHARATA, LIBRO 12, SECCIN CXLI

Castigado con el sufrimiento eterno por su imperdonable crimen, Prometeo se precipita hacia el horizonte de sucesos de Nmesis, cuyas puertas no alcanzar jams. La
anciana Rebeca M unari re histricamente al fondo. Grito, les llamo, y el agujero negro me devuelve los chillidos de Daniel y M arco mientras se hunden en la oscuridad
perpetua, sus entraas desgarradas para siempre por las ciclpeas fuerzas de marea...
El traqueteo de la cabeza contra el cristal lo sac del duermevela. El todoterreno se bamboleaba a medida que sorteaba los baches de la carretera comarcal. Elia abri los
ojos y sacudi la cabeza. Era difcil mantenerse despierto tras casi tres semanas sin poder pegar ojo.
Arriba, el cielo despejado y lleno de ardiente sol se habra reflejado en el cauce del Tmesis, cuyo lecho seguan, de no haber llevado el ro completamente seco...
cuntos iban ya?, seis aos?
Parpade varias veces. Le costaba pensar con claridad. Sobre un horizonte precedido por tierra parcheada y yerma, y plagada de esqueletos bovinos por doquier, la
espesa calima tea el cielo de un rojo ceniciento por el sur. No recordaba que veinte aos atrs las arenas del desierto de Castilla cruzaran el Canal. Quizs ya no era tan
apropiado llamarlo de Castilla, despus de todo.
El todoterreno que les preceda tom un desvo de tierra y se intern en un pueblo abandonado. Elia alcanz a ver tras ellos el camin cisterna de agua al que los
militares escoltaban hasta la residencia de Julianne Waters. El sargento junto a l, en un intento por matar el tiempo entre chicle y chicle, le explic que aquella ruta
alternativa minimizaba la probabilidad de una emboscada para apropiarse del agua que llevaban.
Elia se pas la mano por la frente sudorosa y resopl. Si lo pensaba framente, no saba si era una suerte o una desgracia que le llevaran a l tambin.
Pero necesitaba hablar con ella. Necesitaba saber la verdad.
El pequeo convoy discurri por el polvoriento sendero entre una serie de naves cuyo incompleto cartel una vez haba rezado Empresas Ganaderas Nacionales. Las
oxidadas puertas correderas yacan abiertas, semiocultas por montones de escombros y maquinaria herrumbrosa y desgastada.
La noticia de la desconexin de la xodo se haba filtrado con rapidez por todo el planeta. Durante los primeros das la expectacin por un posible restablecimiento de la
recepcin, lleg a desplazar incluso a la duradera sequa. El peridico l, en realidad, presa de un ataque de nervios haba consultado los planos de la misin. Es
cuestin de un par de das, recordaba haber dicho en la editorial de La Unin, que reemplacen las piezas averiadas con las de repuesto.
Elia sigui con la vista a una pareja de ancianos harapientos de ojos rasgados, probablemente refugiados medioambientales sin papeles, que yaca, moribunda, en mitad
de una calle cercana.
Cuando su prediccin no se haba cumplido ni al tercer da, ni al cuarto, ni a la semana siguiente, las acusaciones mutuas llovieron un da s y el otro tambin. De todas
partes, desde los organismos implicados en la investigacin hasta los polticos y todo tipo de foros espontneos en la red, afloraban las ms variopintas teoras: desde la
xodo siendo devorada repentinamente por Nmesis, hasta una explosin deliberada que haba acabado con las quinientas vidas de la misin.
El vehculo frente a ellos tom una curva cerrada y pas junto a una destartalada y semiderrumbada iglesia de ladrillos.
Cuando no era el ministro de M edio Ambiente tratando de encontrar fallos imperdonables en el diseo de la estacin que Atlas haba remodelado, entonces era OBrien
responsabilizando al Gobierno de las irregularidades del proceso de seleccin que habran permitido a espas Gaianos infiltrarse en la xodo.
La negacin de toda responsabilidad en el asunto por parte de esta organizacin terrorista y de su ilegalizado brazo poltico tan slo haba servido para disminuir su
crdito, ya de por s bastante mermado.
Echando un vistazo a su alrededor, Elia no tuvo la impresin de que la mayora de la gente, azotada por una sequa que convertira gran parte del continente en un
desierto, tena tiempo o ganas de pensar en aquello.
Justo entonces le pareci ver un fugaz movimiento tras una de las vidrieras rotas del templo. El agudo siseo ocurri a continuacin, seguido por una gran explosin. Y
calor, mucho calor.
A la velocidad a la que rodaban, apenas pudieron esquivar los restos humeantes e informes del todoterreno que les haba precedido. El conductor vir abruptamente en
la curva; las ruedas chirriaron al derrapar, haciendo que el vehculo chocara de lado contra un muro bajo cercano y se detuviera.
El camin, en cambio, no lo logr. A travs del espejismo que creaba el aire abrasador sobre las llamas, un dolorido Elia pudo observar cmo se detena en seco, incapaz
de sortear el obstculo, mientras una docena de hombres armados sala corriendo de la iglesia y los edificios a su alrededor y se diriga gritando hacia el vehculo.
El sargento hizo una mueca de dolor, escupi el chicle y se desabroch el cinturn. Tras ellos sonaron dos disparos, seguidos del tableteo de una rfaga corta de
ametralladora. Y despus, nada: un silencio sepulcral que debi de durar un segundo pero bien podra haber sido un ao.
Un estruendo a su lado le devolvi a la realidad. Acodado en la ventanilla, el sargento disparaba su rifle automtico contra la multitud.
Elia se incorpor junto a l. Una bala hizo aicos la luna trasera y pas silbando junto a su odo. El interior del vehculo se llen de un fuerte olor a carne a la brasa.
A cubierto, imbcil! Es que quiere que se lo carguen? Davis, arranque el puto vehculo!
Ya lo intento, sargento!
Aterrorizado, Elia se agach. El motor del todoterreno se puso en marcha con un fuerte zumbido elctrico.
Vmonos! orden el militar con un grito.
El vehculo aceler mientras retomaba la carretera. Elia seal hacia atrs.
Es que no vamos a ayudarles? Los van a matar!
Pero saba, en el fondo, que ya era demasiado tarde.
***
Un rato despus, Elia carraspeaba mientras echaba un vistazo a su alrededor. Ni los lujosos sillones, ni los cuadros de buclicas escenas campestres permitan imaginar
la situacin que se fraguaba afuera, ms all de los fortificados muros de la casa de campo.
Postrada en el lujoso lecho frente a l, la Hija de la Voz del Planeta mostraba un aspecto lamentable. Esqueltica y arrugada como una pasa, aferrada a la vida a travs de
tubos de suero y oxgeno, no era ni la sombra de la impresionante mujer que haba convencido al mundo de la necesidad imperiosa del proyecto Prometeo.
Un proyecto que haba fracasado sin explicacin alguna.
Necesito saberlo, Julianne.
La anciana no contest. Sigui mirando al techo con ojos lechosos.
S que hay un pacto entre Atlas y Prometeo.
Julianne parpade.
Elia se impacient y agit las manos mientras paseaba por la habitacin.
Tengo derecho a saber la verdad, Julianne. Os ayud con los espas! Os di a Sahrie Almusaddi!
El silencio fue su nica respuesta, roto a intervalos por la agnica y pesada respiracin de la anciana.
Si lo llego a saber, tal vez me habra quedado en aquel refugio Gaiano. Al menos ellos parecan saber qu hacer para pasar el rato murmur Elia.
De la cama lleg una tenue risa quebrada.
Esa vieja bruja sigue haciendo de las suyas? la voz de Julianne apenas era audible.

Ah, as que me ests escuchando, despus de todo.


Ya ves. A pesar de las tonteras que dices.
Elia no pudo menos que sonrer. La cscara poda haberse encogido y arrugado, pero la nuez estaba intacta.
La vieja bruja no opina lo mismo dijo.
Y te fas de ella? Ese gordo repulsivo de modales de cocodrilo y yo, tomando juntos el t? No es por ofender, cario, pero casi la prefiero a ella. No fue una mala
alumna, despus de todo. Lstima que acabara chiflada.
La vehemencia de la presidenta de la comisin del Prometeo sonaba muy convincente. Pero Elia haba visto demasiado como para confiar en nadie.
Oh, vamos, Julianne! Qu importa si me lo cuentas? Stronzo, si todo ha terminado!
No. Acaba de empezar.
***
Laka OBrien estaba de buen humor. Las noticias en la lira frente a l seguan, por tercera semana consecutiva, confirmando su victoria. No haba podido imaginar un
jaque mate ms perfecto, aunque hubiese sido gracias a un golpe de afortunada casualidad.
Cada vez era ms evidente que jams recuperaran la conexin con la xodo. Y los planos para la construccin de microagujeros negros ya estaban en sus manos. Una
fuente de energa inimaginable que dejaba a todas las dems a la altura de un fuelle de chimenea.
Haca tres semanas, el proyecto Goliat haba pasado de ser el sueo de un loco a ser la realidad de una mente brillante.
Laka OBrien estaba de tan buen humor, que incluso le apeteca leer alguna de aquellas tonteras que escriba Rebeca M unari cuando no estaba ocupada en atentar contra
l o sus intereses. Lo haca de vez en cuando; comenzaba tomndoselo a risa, pero jams aguantaba dos o tres pginas seguidas: siempre se crispaba y apagaba el libro
con un manotazo.
Esta vez, tom el pergamino digital, se acomod en su silln y seleccion una pgina al azar, para escuchar la voz de la lder Gaiana:
La ausencia de Dios es al religioso lo que nuestra influencia en el clima al empresario. Aunque fuesen posibles de demostrar inequvocamente, ninguno de ellos
aceptara los hechos.
Rompi a rer, convulsionando el cuerpo entero, tanto que el pergamino digital cay al suelo planeando suavemente.
M enuda sandez.
No saba lo que pensaran los dems, pero para l, la influencia humana en el clima era una verdad tan clara como el agua cristalina de la fuente que presida su nuevo
despacho. Sin embargo, tambin estaba convencido de que el ecosistema era plenamente compatible con el progreso indefinido.
El nico problema era que la Tierra estaba en la rbita equivocada.
Llamaron a la puerta. A los pocos segundos, tena a Frdric ante l. Cambiaba su punto de apoyo de un pie a otro y evitaba mirarle directamente a los ojos. Era obvio
que no traa buenas noticias.
Laka gru y esper a que su asistente hablara. No poda ser tan malo como para estropearle el da.
Oh, aliki. Acaban de informarme de que el equipo de la David ha acabado las pruebas del primer prototipo.
Y bien?
No sirve. Colapsa a los pocos segundos y se disipa empujando todo a su paso. El proyecto Goliat...
El pequeo hombrecillo se sobresalt ante el puetazo en la mesa. Laka sinti cmo se le agolpaba la sangre en las sienes y se le hinchaban las venas de la frente. Apret
los dientes.
No puede ser. No puede ser.
Todo para nada. Todo el esfuerzo, miles de millones desperdiciados, y ms de la mitad de su vida entregados a un proyecto que jams vera materializarse.
Sacudi la cabeza. No. Se negaba a aceptar la derrota. Tena que haber una salida.
Nunca salgas de casa sin paraguas, Laka.
Bien, conseguira usar su paraguas, fuera como fuese.
Respir hondo, se sent y entrelaz los dedos de las manos.
Despide a todo el equipo de ingenieros y contrata otro nuevo.
Pero, oh, aliki, la estacin espacial ms cercana est a millones de kilmetros...
S, se quedaran en la calle, sin la casa y el entorno que Atlas les proporcionaba. Se quedaran sin relaciones sociales, sin amigos, sin pareja.
Sin vida.
Exacto. Hzselo saber al equipo nuevo. Que comprendan hasta qu punto mis problemas son los suyos propios, desde ahora.

CAPITULO XXXIII

Ver, hay situaciones muy delicadas derivadas de las leyes de la robtica: por un lado, todos hemos odo hablar de aquellos programas antiguos que se colgaban al caer en un bucle infinito. P or otro,
cmo discriminar entre A y B si por accin dao a uno y por inaccin al otro? Quin juzga quin vale ms? Debemos dejar esa decisin en manos de la mquina?
P ero no es peligroso que se desconecte sin ms?
No. El resto de los sistemas informticos sigue funcionando con normalidad. Tenemos control manual. Y basta con hacer un reinicio no destructivo de la IA para volver al estado anterior.
Y se desconecta siempre que viole cualquier mandamiento?
S, salvo si al quebrantarlo evita violar uno ms importante.
GARRELT ICKE, P SICLOGO CUNTICO, ENTREVISTA, 2090

Otro golpe en la puerta retumb a lo largo y ancho del abarrotado pasillo anular.
Si no abrs ser peor, os lo aseguro! se oy una voz al otro lado.
Un violento repiqueteo metlico en cada uno de los tres accesos al Ojo sigui a la amenaza. Una mirada a su alrededor le revel, hasta donde el limitado horizonte de
unos pocos metros le dejaba ver, una docena de refugiados que se amontonaban por el suelo, temblando, la carne de gallina.
Daniel, por su parte, no estaba muy seguro de que la situacin le inspirase miedo. Probablemente deba sentirlo, pero todo lo que consegua experimentar no era sino un
inmenso vaco. El motn no importaba. No despus de haber perdido lo poco que le quedaba de Elia para siempre. Era curioso. Elia no haba estado all desde el
principio, y el intervalo entre sus mensajes se haba incrementado a medida que creca la distancia que los separaba, llegando a mediar cuatro aos entre uno y el
siguiente. ltimamente apenas haba pensado en l. Y sin embargo, ahora...
Ri para sus adentros. Los amotinados tenan razn: aquello ya no era un xodo.
Era un exilio.
Una mano le palme el hombro. El sargento Silveira pas junto a l, repartiendo mantas con una sonrisa amigable en los labios.
Existe un lmite al tiempo que puede ocultarse algo tan grave como la prdida total de la comunicacin con el resto de la humanidad. Y hay un problema intrnseco al
simple hecho de tratar de ocultarlo mientras se busca una solucin: cuando la gente no recibe los mensajes o las noticias que esperaba, a lo largo de varios das, el recelo
crece.
Y el recelo, inevitablemente, acaba explotando.
Tras una breve y desordenada reyerta plagada, primero de insultos, luego de golpes con armas improvisadas, el reducido grupo formado por la comisin del Prometeo y
sus allegados ms prximos se haba refugiado en el Ojo, donde haba resistido las ltimas veinte horas. All arriba la espera no era fcil. Los lentos aseos de
microgravedad estaban saturados todo el tiempo. No haba condiciones higinicas para mantener a 65 personas all arriba. Ni comida. No podran aguantar mucho
tiempo.
Alrededor de la puerta, en el suelo, se abra un claro dominado por una lira, que giraba incansablemente, mostrando a los amotinados, en los accesos verticales al Ojo,
golpeando las puertas; en los pasillos perifricos, merodeando por los camarotes como si esperaran encontrar algo; luchando con los controles manuales en los
ascensores de subida.
Daniel ech un vistazo a su alrededor. Al otro lado del pasillo poda ver a Lune y M arco, recostados bajo una manta. Ella apoyaba la cabeza contra el hombro de l,
intentando dormir. Su hijo, mientras tanto, estaba absorto en las imgenes que proyectaba la lira, la boca colgando entreabierta, la mirada fija y sin pestaear.
Ioanna apareci bajo el horizonte. Caminaba esquivando los cuerpos a duras penas. Garrelt vena detrs, seguido por la capitana Spiff y los soldados Hicks y Romo.
Daniel se levant para abrazarla cuando lleg a su altura.
No atienden a razones le susurr ella con voz temblorosa, mostrndole una faceta vulnerable que l apenas comenzaba a conocer. Luego, se separ de l y alz la
voz : Padre, audio con Lance. Ya os lo he dicho, no se puede. Qu queris? Que no haya suficiente comida y aire para todos?
La voz de Lance lleg desde el otro lado.
Es mentira. M ira a tu alrededor. Esto es una mierda! Nos prometieron una vida que no tenemos. Ya no hay ni contacto con la Tierra. Y me ests diciendo que no
podemos tener hijos?
Ya que no otra cosa, por lo menos oyes bien intervino Daniel.
No hace falta un doctorado en biologa para saber que s le ignor el tcnico. Que se lo pregunten si no a esa ingeniera. Ya estaba embarazada cuando Sleepfield
muri. Qu casualidad!
No hay ninguna conspira...
Y una mierda! Pero lo arreglaremos, no os preocupis. En cuanto encontremos a Almusaddi y a su repelente monstruito veris cmo podremos tener al menos un
par de nacidos a bordo ms.
En serio haris eso? Despus de convivir con ella ms de veinte aos?
Daniel observ un instante a Garrelt. Contemplaba la actividad de los amotinados por toda la estacin. Al otro lado, la capitana Spiff pareca algo perdida. Su sordera
parcial pareca haber empeorado en las ltimas semanas. El odo ms sano ocupado por la comunicacin con Padre, entrecerraba los ojos, en un visible esfuerzo por
enterarse de lo que Lance deca a travs de lo que los labios que poda ver le revelaban.
Imagino que estis viendo por las cmaras el soldador lser que estamos subiendo por el ascensor. Las cosas van a cambiar bastante por aqu a partir de ahora. As
que si no queris que tengamos decenas de pequeos vstagos ms, os sugiero que nos digis dnde se esconde Almusaddi. Qu dices? hizo una breve pausa como
para escuchar algo Oh! , no importa. Ya la hemos encontrado.
La comunicacin se cort. Los golpes en la puerta volvieron con renovada intensidad. Daniel escuch a Garrelt, a su lado, murmurar:
Y nosotros tambin, idiota.
Haba congelado la rotacin de las cmaras. La imagen mostraba una multitud que golpeaba repetidamente una puerta de una de las cubiertas perifricas y gritaba
eufrica.
Fuera audio dijo Garrelt.
Daniel pudo notar cmo Ioanna, an abrazada a l, comenzaba a temblar.
Dios... dijo. Las van a matar!
No lo permitiremos contest Garrelt. Estn en el almacn perifrico IX; bajaremos hasta ah y las traeremos de vuelta.
Daniel frunci el ceo y seal hacia la puerta ms cercana, que an retumbaba por los golpes de los amotinados al otro lado.
No es por llevarte la contraria, Garrelt, pero cmo piensas llegar hasta all sin que te linchen?
Por el exterior. Les llevaremos trajes replic Garrelt, y se volvi hacia el sargento Silveira, que pasaba en aquel momento por all. Sargento, sabes manejar un
traje espacial?
El sargento alz las cejas y mostr una dentadura blanca y cuidada.
Prcticamente nac dentro de uno, jefe!
Entonces sgueme, por favor.
Y se alejaron por el pasillo rumbo a popa. Tras un leve titubeo apenas perceptible, la capitana Spiff hizo un gesto rpido a los soldados Hicks y Romo, que se limitaron
a asentir, y sigui a Garrelt.
Ioanna, por su parte, se dej caer al lado de Daniel.
Qu hacemos ahora?

Esperar. Y quien crea en algn dios, que rece porque ese soldador lser no funcione cuando llegue hasta aqu arriba.
Hablando de lseres, sigo sin entenderlo le lleg la cascada voz de Amir, el imn, acurrucado bajo su manta. El anciano pareca aburrido, sin tener con quien discutir
encarnizadamente, ahora que su colega de profesin, el padre Urbano, estaba del lado de los amotinados. Por qu no construyen otro lser de comunicaciones? U
otro telescopio, para al menos recibir?
Daniel le mir, y emiti un suspiro. Aquello comenzaba a antojrsele peor que la posibilidad de ser golpeado hasta la muerte por la turba descerebrada tras las puertas:
Cuntas veces se lo haba explicado en las ltimas veinte horas?
Una vez ms, se arm de paciencia.
Eminencia, no sabemos cunto tiempo mantendrn la esperanza como para seguir emitiendo la seal de emergencia, pero seguramente ser menos de lo que
tardaramos nosotros en construir otro telescopio. Y en cuanto al lser, no se puede fabricar otro porque alguien olvid poner los repuestos de neodimio en los
almacenes antes de partir de la Tierra. Se tardan aos en hacer crecer un cristal de neodimio y tallar sus caras de modo que nos sirva, sabe? Y ahora mismo, por
desgracia, no hay otro en toda la nave lo suficientemente...
Al otro lado de la habitacin, M arco emiti un risotada sardnica.
S que lo hay le corrigi cortante. En el ncleo de Trinidad.
Pues senlo!
Daniel fulmin a su hijo con la mirada.
Y apuntar sin asistencia informtica? Has probado a disparar un dardo y dar en la diana a 2 kilmetros de distancia?
No he tenido muchas oportunidades de ir de bares a jugar a los dardos, me temo.
M arco, cario intercedi Ioanna con suavidad, estamos todos muy asustados. Si nos calmamos, todo saldr bien...
El joven la mir, perplejo, las cejas alzadas como si no diera crdito alguno a lo que oa. Acto seguido, resopl y mir hacia otro lado.
Todo esto es absurdo dijo Amir mientras se levantaba con gran esfuerzo. Padre, audio y vdeo con el Padre Urbano.
La imagen del cura apareci en la lira. Intentaba apaciguar a Cristina y Lee, que trataban de forzar una puerta con una palanca de metal. A juzgar por el caso que le
hacan, lo mismo dara que hubiera estado predicando en el desierto.
El imn se aproxim a la puerta.
Padre Urbano, esta violencia no tiene ningn sentido.
El cura se volvi hacia uno de los altavoces.
Sabe? Parece que es la primera vez que coincidimos en algo.
Voy a abrir la puerta y hablaremos como las personas civilizadas que...
Audio y vdeo fuera! grit de repente el soldado Romo.
El imn se puso lvido. Lentamente, levant las manos en un acto reflejo aprendido gracias a cientos de pelculas: el soldado Romo le apuntaba con una extraa pistola.
Si esas puertas se abren, aqu habr ms que palabras.
Ioanna y Daniel saltaron al unsono:
Cmo coo se atreven?
De dnde ha sacado eso?
Pero no necesitaron una respuesta. Recostado contra la pared, el soldado Hicks retiraba lo que pareca la hebilla de su cinturn y la encajaba en un dispositivo hecho con
su mvil y una especie de muleta que haba sacado de la enfermera tras la primera confrontacin con los amotinados. Las piezas encajaban demasiado bien como para
ser una improvisacin de ltimo momento. Por increble que pudiera parecer, aquellos insensatos haban camuflado pistolas despiezadas en la xodo, antes de partir.
Daniel sinti un escalofro al or el chasquido metlico del seguro al liberarse.
***
Encerrada en aquel oscuro almacn de mantenimiento, Sahrie se acurruc en un rincn entre cajas y barriles, y abraz fuertemente a Nour, quien, tras hartarse de llorar,
dorma, exhausta. Ahora lo comprenda todo. Ahora comprenda por qu Samer haba aparecido de repente, hecho un manojo de nervios, para llevrsela de su nuevo
camarote hasta aquel apartado lugar. Cuando le ech a la pequea Nour en brazos y le pregunt por las cmaras de aquel almacn, Sahrie, aterrorizada, haba temido lo
peor de su marido.
Qu equivocada haba estado! Samer se dedic a romper todas y cada una de las minsculas cmaras, cortocircuit la cerradura, le dio un aerosol de aislamiento y le dijo
que sellara la puerta como pudiera cuando l se marchara.
Samer, no te vayas!
Tengo que irme. Si alguien me ha seguido... dijo antes de mirar hacia los lados y escabullirse por el pasillo.
Veinte horas de no pegar ojo despus, las asociaciones inconscientes haban hecho su trabajo. Las miradas, los comentarios a lo largo de las ltimas semanas, los gritos
que oa en los pasillos ahora... todo ello haba encajado como las piezas de un rompecabezas, dndole una idea bastante clara y terrorfica de la situacin.
M s de cuatrocientas personas buscndote por una estacin espacial de 150 metros de radio darn forzosamente contigo, tarde o temprano. Y cuando llegan a una
puerta que no pueden abrir, sabrn que han encontrado lo que buscan.
Est aqu! grit una voz de mujer afuera. Abridla!
Varios chillidos la corearon, y comenzaron los golpes en la puerta. Sahrie abraz de nuevo a Nour.
No dejara que las cogieran con vida. Con un soplo de valenta que se sobrepuso al miedo, decidi que, antes de que eso ocurriera, abrira aquella esclusa del fondo y
dejara que fuera Nmesis quien la juzgara.
***
Cuando las sirenas inundaron el Ojo, Lune se sobresalt. Las luces rojas recorran el pasillo una y otra vez, arrancando matices oscuros del pequeo grupo de refugiados
y creando una sensacin vaga e irreal, como en un sueo. El ruido era ensordecedor. Se volvi hacia Daniel, junto a ella. El fsico se levant como accionado por un
resorte, la mirada fija en ella, comprendiendo el peligro que se avecinaba.
Por qu suena? les grit Ioanna para que pudieran orla.
Tenemos un problema! respondi Daniel entre el estruendo, justo antes de que Lune y l volaran, casi literalmente, hacia la entrada del laboratorio de fsica.
Dime algo que no sepa! grit Ioanna de vuelta, y les sigui.
Cuando llegaron al laboratorio, los sistemas de emergencia ya se haban activado: la lira mostraba los dgitos cambiantes de una cuenta atrs que disminua a velocidad
endiablada. A travs del ventanal circular del Ojo, la luz ya era claramente visible en la distancia. Parpadeaba rpidamente, en un amarillo cada vez ms brillante.
Dios... Tenemos que darles tiempo! dijo Daniel.
Qu tiempo? respondi Lune. M ira el monitor, joder! Tenemos menos de dos minutos!
Qu es eso? seal Ioanna hacia el ventanal.
Daniel se volvi hacia ella.
Eso es la Penrose 7. En el ltimo lanzamiento, con los nervios del motn, debimos de cometer algn error...
Eso es una bala que atravesar la estacin si no la alineamos con los rales para frenarla le interrumpi Lune.
La sirena y las luces continuaron inundndolo todo.
Alinear la estacin? De qu estis hablando?
Ocurre a veces le explic Daniel. No son ms que un par de metros. La aceleracin de la xodo es muy pequea, pero si...
Y por qu no lo corrige automticamente?
Normalmente lo hace, pero ahora...

Lune se desesper.
No hay tiempo para esto, Dani, joder!
Y se lanz a por los auriculares del sistema de comunicaciones de actividad extravehicular.
Pap, me oyes? dijo en cuanto escuch el crujido de esttica. Daos prisa! , la Penrose 7 chocar con nosotros si no movemos la xodo!
M ierda... lo que nos faltaba! jade Garrelt en su odo. Cunto tiempo tenemos?
73 segundos! dijo tras echar un vistazo al contador.
Estamos empezando a subir por el radio, no nos da tiempo!
Durante unos agnicos segundos que le parecieron horas, Lune escuch varias respiraciones entrecortadas en su esfuerzo desesperado por trepar por el lateral de la
estacin, hacia el Ojo.
58 segundos, pap! , daos prisa!
Garrelt suspir pesadamente sobre el micrfono.
Imposible, nos queda ms de la mitad. No hay otro remedio... Agarraos todos bien... Spiff, ya lo has odo: t tienes el lbulo de Padre, anula la restriccin del primer
mandamiento y ordena la alineacin de la xodo.
Spiff no contest hasta pasados unos segundos.
Sahrie no tiene anclaje y lleva en brazos a la nia. No puede ir ms rpido!
No se trata de ir rpido sino de aguantar aqu! Da la orden!
Espere contest la militar, puedo alcanzarla! Sargento, aydeme!
37 segundos! grit Lune.
Spiff, por Dios! Al diablo con el anclaje! Da la orden!
No! Sahrie no...!
Putos militares... Dnde est la disciplina cuando de verdad se la necesita? mascull Garrelt. Lune, Padre no me oye desde aqu fuera, tendrs que ser t quien
d la orden.
El estmago le dio un vuelco al or aquello. Pero su padre tena razn. No haba ms remedio.
Padre dijo en voz alta, corrige...
Lune, es tu padre el que est ah fuera! le interrumpi Ioanna.
Ella se volvi hacia la biloga.
Tienes una idea mejor, Ioanna? Algo que asegure que despus sigamos con vida?
No funcionar oy una voz a su espalda.
Se volvi. M arco se acerc flotando errticamente.
Trinidad no puede poner vidas humanas en peligro bajo ningn concepto! Si calcula que representa un peligro potencial para sus vidas, quiero decir.
Lune le mir fijamente.
Bueno, slo hay una forma de averiguarlo, no?
Ioanna trag saliva. El contador de impacto revelaba menos de veinte segundos. La Penrose 7 destellaba alocadamente en un amarillo cada vez ms intenso.
Padre! grit Lune Corrige la trayectoria de la xodo para recoger la Penrose 7!
***
Sahrie estaba all, no haba duda. Haca un momento haba escuchado su voz al otro lado de la puerta. Cristina incluso hubiera jurado que escuch el silbido de alguna
otra puerta interior al abrirse y cerrarse. Y despus, con aquella maldita sirena que no pareca querer dejar de sonar, nada ms. Deba de tratarse de algn truco para
desmoralizarlos.
Bueno, la sacaran de all por las buenas o por las malas.
Desde la retaguardia Lee grit que se apartasen. La gente se hizo a un lado y dos tcnicos se abrieron paso en la penumbra intermitente del pasillo, empujando una
pesada mquina hacia la puerta del almacn.
Cuando se movi para dejarlos pasar, una luz atrajo su atencin por uno de los ventanales. Se acerc al cristal, tratando de tapar toda fuente de luz interior para ver
mejor. No pudo dar crdito a lo que vio.
Al otro lado, una figura enfundada en un traje espacial sujetaba en brazos un bulto que no alcanzaba a iluminar bien, y ascenda pesadamente por la escalera de uno de
los radios que llevaban al Ojo. Dos figuras bajaban hacia ella a gran velocidad y una tercera ascenda en la distancia, mucho ms arriba.
M ierd...!
No tuvo tiempo de terminar. Un pequeo pero clarsimo empujn la desplaz un paso, y la alarma se detuvo.
Afuera, la figura que portaba el bulto perdi agarre y sali despedida, lentamente, como en un sueo, describiendo una curva que se alejaba de la xodo. Cristina
contempl absorta cmo la silueta, incapaz de encontrar algo a lo que aferrarse, lanzaba el fardo con todas sus fuerzas hacia arriba.
Entonces, a la luz del traje que giraba sobre s mismo segn se alejaba, pudo distinguir lo que era el bulto: un traje espacial minsculo, en el interior del cul Nour agitaba
ansiosamente los brazos hasta que una de las otras figuras apostadas en la escala lo caz al vuelo al pasar.
Cristina peg su cara al cristal y contempl horrorizada cmo la luz de la primera figura se perda lentamente en el vaco abismal. Ni siquiera se inmut cuando la
estacin entera vibr con fuerza, como siempre que recogan una de esas malditas cpsulas de basura, y sus entraas profirieron silbidos y carraspeos de protesta.
***
El ascensor estaba a punto de llegar al Ojo. Y con l vendra el soldador lser. M arco ech un vistazo a las pistolas de los militares y decidi que no saba cul de las dos
cosas le inspiraba ms temor.
Y mientras, los golpes continuaban. La mayora no les haca caso. Intentaban dormir, o simplemente contemplaban las paredes con aire ausente. Ya nadie intentaba
razonar con los amotinados.
Ellos sin embargo, parecan dispuestos a seguir profiriendo amenazas:
Jefecillos... escuch la burla de Lance, el lder autoproclamado de la revuelta. Os eso? Es el ascensor. Ya llega. Es preciosa. Y no slo sirve para cortar metal.
Sinceramente, si estuviera en vuestro pellejo ya estara cantando dnde estn esa cra y su...
Te refieres a esta cra?
M arco se volvi. Al fondo del pasillo, Garrelt mostraba ante la lira a una Nour cohibida y temerosa de la multitud. La pequea buscaba con la mirada, y slo se
tranquiliz cuando vio, tras un taciturno sargento Silveira, pasar a la capitana Spiff. La habitual inexpresividad de la militar haba cedido a un leve temblor de la mejilla
mientras negaba con la cabeza. M arco observ como la capitana se diriga presurosa al puesto de comunicaciones, se ajustaba los auriculares y murmuraba:
No ests sola. Yo estoy aqu. Estoy aqu, me oyes?
Al otro lado de la estancia anular, los altavoces crepitaron con la voz de Lance:
Ah. Bueno. En ese caso...
Y el silbido de la lira al comenzar de nuevo a girar llam la atencin de M arco. En su interior se form lentamente una imagen: dos tripulantes de monos pringosos de
aceite sujetaban a un hombre, en cuyo cuello descansaba, apoyado, un bistur.
Pap! exclam inocentemente Nour.
Es increble la de ratas que uno encuentra escondidas en los conductos de ventilacin, eh? dijo Lance.
Ioanna, por favor, llvatela de aqu pidi Garrelt. Su voz era dura y firme, y su expresin una de las ms graves que M arco recordaba.
En cuanto Ioanna desapareci al fondo del pasillo con la nia y la puerta se cerr, Garrelt resopl visiblemente y encar la cmara ms cercana.

Ya est bien, Lance. Ya hemos perdido a una persona. Es que no te parece suficiente? Estoy harto. Si no desists de vuestra actitud, Trinidad drenar el aire de toda
la estacin excepto el Ojo.
Pero Garrelt dijo Daniel, qu pretendes con...? y su voz se apag acompaada de un leve asentimiento al comprender que probablemente se trataba de una
estratagema: la IA jams hara tal cosa.
Recostada junto a M arco, Lune debi de alcanzar alguna incmoda conclusin, pues descolg el labio inferior al tiempo que perda la mirada en algn punto de la pared.
Del altavoz, en cambio, no vino ningn sonido durante varios segundos. Al cabo se oy una risa. Una carcajada, razon M arco, un tanto forzada para su gusto.
Valiente farol! La desesperacin te obliga a decir esas tonteras? Venga, Garrelt, s que Trinidad no puede daar a un ser humano. Invntate otra cosa.
El psiclogo cuntico chasque la lengua.
Sabes? De todas las posibles, la nica clase de ignorancia que me enerva es la del que no sabe que no sabe. Padre, drena el aire en toda la xodo excepto el Ojo.
Nada sucedi durante unos segundos. En la expectacin reinante, M arco pudo ver cmo incluso los militares, arma en ristre, se mostraban intranquilos, cambiando de
postura varias veces. Finalmente, Daniel carraspe, rompiendo el silencio:
Por cierto, si hemos rescatado a Nour, dnde est Sah...?
Se detuvo. A travs de los altavoces se escuchaba el agudo siseo del aire al salir por las rejillas.
M arco apenas tuvo tiempo de reaccionar. A su lado, Lune comenz a balancear la cabeza adelante y atrs. Se volvi hacia ella. Con ojos desenfocados, miraba fijamente
los altavoces que retransmitan aquel silbido, su rostro desencajado en una mueca de horror.
No... no es posible... Las paredes... se cierran, me ahogo... murmur.
Sabes, Garrelt? dijo Lance.
A pesar de la aparente seguridad con que lo deca, M arco notaba un matiz de ansiedad y apremio en su voz. Probablemente se deba a la ausencia de oxgeno que deba
de estar empezando a experimentar. M arco lo saba mejor que nadie.
Tienes razn prosigui el tcnico, es enervante que creas que sabes cuando no es as. Para qu crees que sirven estos controles manual...? se detuvo un
instante, slo para, aterrorizado, exclamar a continuacin : qu?,
que no funcionan?
Lune cerr los ojos con fuerza y se encogi contra la pared.
Esa nube que cruza el cielo es de algodn, on, on...
M arco se acuclill junto a ella. No saba que hacer. Temblaba, y apretaba los prpados mientras murmuraba aquella cancin.
No. Ya no funcionan. oa decir a Garrelt a su espalda. Desde hace una semana, ms o menos. Y ahora ser mejor que entris en razn, y hablaremos como
personas...
Y esa un perrito que ladra...
Ests loco, Garrelt? grit Daniel. No puede matarlos! Por qu no se desconecta?
El psiclogo cuntico chist para acallarle. Efectivamente, la rendicin lleg instantes ms tarde por el altavoz. Garrelt dio la orden inversa, y el silbido cambi de tono
cuando el aire entr de nuevo.
La he matado gimi entonces Lune. He matado a Sahrie...
M arco le acarici el pelo.
No, cielo, no lo sabasdijo suavemente. No podas saberlo. Trinidad calcul mal los riesgos. Les avisamos... No fue por tu culpa...
Esa nube que cruza el cie...
M arco la abraz fuertemente. La cancin de ella se quebr entonces en un chillido desgarrado. Revolvindose, se zaf de su abrazo dando manotazos mientras gritaba
histricamente y reculaba hacia atrs, gimoteando.
Una mano se clav en su hombro y lo apart de all con violencia. Se volvi. La cara de Daniel era una mscara desencajada.
Qu coo haces? No ves que necesita espacio?
M arco sostuvo su mirada enfurecida, agarr el brazo de su padre con la otra mano y se solt con brusquedad. M ir luego a Lune, que gimoteaba hecha un ovillo en un
rincn, murmurando entrecortadamente, y de nuevo a Daniel.
Buf. Al parecer uno de los tres estaba de ms.
Se volvi, justo a tiempo de ver a la capitana Spiff, que volva de la consola de comunicaciones, la cara congelada de nuevo en su mueca inexpresiva. La militar le puso la
mano en el hombro al psiclogo cuntico, que se volvi hacia ella con una leve sonrisa triunfal en los labios.
Guiado por un reflejo de empata casi doloroso, M arco se llev la mano a la mandbula cuando el puetazo de Spiff tir a Garrelt al suelo.
***
Envuelto en la penumbra del pasillo de la cubierta superior, M arco contempl a travs del ventanal del techo a los tcnicos all afuera en el vaco. Las figuras blancas se
afanaban borrando las ltimas letras del nombre de la estacin espacial para pintar el nuevo con el que sera rebautizada.
Los nimos se haban calmado bastante ahora que la triste y absurda desaparicin de Sahrie haba abierto la vacante para una nueva vida a bordo de la estacin. Las
pruebas abiertas que dejaran sin anticonceptivos a una de las 68 aspirantes en edad frtil ya haban comenzado. Los amotinados, finalmente, haban entrado en razn.
O eso pareca. En realidad, no dejaba de resultar tremendamente inquietante el que la seguridad a bordo de la estacin estuviese ahora garantizada por el miedo a
Trinidad. Incluso el mismo M arco se senta algo incmodo en presencia de la IA. Y se le haca difcil entender su comportamiento durante los eventos de los ltimos
das, comenzando por el extrao accidente que los haba dejado sin nave de reparaciones y, lo que era ms importante, sin comunicacin con la Tierra.
Freund pregunt en voz alta, fuiste t? Hiciste chocar a la Hefesto con el lser de comunicaciones?
No, M arco.
El joven resopl. Eso no quera decir nada. Poda estar mintiendo para salvaguardar un mandamiento de orden superior, como por ejemplo el cumplimiento de la misin.
Pero... por qu el cumplimiento de la misin, cuyos frutos deban ser enviados a la Tierra, implicara precisamente la ruptura permanente de toda comunicacin con el
planeta?
Era absurdo. Ya no saba si poda confiar en Trinidad. O en Freund.
M ientras la mente de M arco daba vueltas a la situacin, sus ojos se posaron en el trabajo terminado. All afuera, en enormes letras junto a las doce estrellas de la
bandera de la Unin, se hallaba el nuevo rtulo: EXILIO.

CAPITULO XXXIV

Entonces descubrimos una frontera espacial entre nuestro yo y el mundo. Despus, reconocemos otros yoes en ese mundo. Y al observar a los otros yoes, reconocemos la ltima frontera, la temporal: hubo
un antes de m y habr un despus de m. La Consciencia Temporal es, entonces, un arma de doble filo: si bien es cierto que basta mirar a nuestro alrededor para ser testigos de sus beneficios, tambin lo es
que basta asomarnos a nuestro interior para experimentar el vrtigo existencial que supondra la posibilidad de la no trascendencia.
Y cul es el Test de Bonet para este estado?
Cualquier defensa ante ese vaco: desde la religin ms organizada, hasta los simples asentamientos funerarios o la veneracin a los muertos.
Y el ser humano es el nico...
O eso nos gusta pensar. Aunque, quin sabe? quizs un elefante no estara de acuerdo con usted.
DRA. LEILA DARWICH, BILOGA, ENTREVISTA, 2033

Cuando la Penrose 9 hizo vibrar la Exilio al ser frenada por los rales electromagnticos y entr lentamente en el laboratorio, baada por chorros de refrigerante, una
oleada de impaciencia invadi a Lune: habran capturado alguna esta vez?
Apenas poda resistir la tentacin de comprobarlo. Una o dos veces estuvo a punto de quemarse las manos en sus tentativas por abrir la pequea portezuela de la
cpsula.
Qu son esos nmeros? seal M arco tras ella.
Lune suspir. La cpsula tardara an en enfriarse lo suficiente, as que se volvi hacia M arco.
Ah, eso! Son los relojes de la xod... de la Exilio y de la Penrose 9. M arcan la duracin del viaje de la cpsula.
M arco alz una ceja.
Qu? Y por qu son tan diferentes?
Lune sonri. M arco rara vez se interesaba por la fsica.
Nmesis deforma el tiempo a su alrededor. El tiempo pasa ms lento para la cpsula cuanto ms cerca del agujero la internemos. Y esta vez nos hemos aventurado
realmente muy adentro!
Para qu tan lejos?
Lune le bes con suavidad, gir sobre sus talones y se encar con la cpsula. El vapor de agua an siseaba en lnguidas volutas.
Eso es lo mejor! exclam, henchida de emocin, mientras trazaba en el aire una espiral hacia la cpsula. Estamos muy cerca de conseguirlo, cielo!
S? Pero eso es fantstico!
S! Fue idea de tu padre. Una idea genial! No durmi en toda la noche.
Ah. De mi padre.
S, vers, hasta ahora nos limitbamos a inducir fluctuaciones cunticas de vaco entre las placas de un condensador, acelerando el proceso de atraccin mediante
gravitomagnetismo. Pero el microagujero siempre colapsaba a los pocos segundos de formarse.
Ya. Y mi padre dio con la solucin.
S! Durante un tiempo pens que Dani...
Dani, eh?
Daniel, vaya, tu padre... llegu a pensar que el estrs del viaje le haba hecho olvidarse de muchas cosas, y su iniciativa y aptitudes para la fsica se haban visto
mermadas, pero... ahora creo que sera capaz de cualquier cosa!
No sabes hasta qu punto.
Pues el caso es que hace unos das, de repente, exclam: atmoslo! . Cuando le mir como si se hubiera vuelto loco, me lo explic: del mismo modo que las
fluctuaciones cunticas producen pares partcula-antipartcula entrelazadas cunticamente entre s, podramos atar Nmesis con nuestro microagujero negro mediante la
radiacin de Hawking...
Hawking? El escritor?
Lune contuvo la risa.
No, M arco. El fsico. Predijo la evaporacin de agujeros negros mediante la produccin aleatoria de pares partcula-antipartcula en sus fronteras, de modo que una de
las partculas caiga atrapada mientras que la otra escape, haciendo perder masa al agujero.
M e ests diciendo que Nmesis se va a esfumar ante nuestros ojos? Pues menuda noticia!
No, no es eso. Se esfumar, pero tardar billones de aos. Lo que a nosotros nos interesa es que el par de Hawking est entrelazado cunticamente.
M arco no dijo nada. Lo que se haba esfumado, sin lugar a dudas, era la jovialidad con que empezara la conversacin. Desvi la mirada, apret los dientes y tens los
msculos del cuello de un modo que Lune conoca muy bien, sobre todo ltimamente.
Todo se basa en usar el entrelazamiento cuntico, que liga el destino de dos partculas, aunque se hallen a aos-luz de distancia, para que sea el propio Nmesis quien
estabilice a sus hijos, a nuestros microagujeros negros. Daniel lo considera como atar ambos con una cuerda que sacamos de Nmesis.
Oh. Qu brillante analoga...
Lune ignor la irona y frunci el ceo.
S, vers. Es una pena que al final, aunque hubisemos tenido comunicacin con la Tierra, no bastara con que les enviramos los planos de construccin reflexion
para s. El problema es que por cada microagujero que queramos abrir para obtener energa, necesitamos capturar una de esas partculas de otro agujero estable,
aislarla en una trampa para no modificar su estado, y usarla de semilla del siguiente microagujero... O sea, que si esto sale bien, tendremos que llevar un hijo de Nmesis
de vuelta a la Tierra para poder abrir ms...
Se interrumpi. M arco miraba hacia otro lado.
Perdona, todo esto te debe de estar sonando a chino...
l buf y la fulmin con la mirada.
Que nunca me gustara la fsica no significa que no sepa de qu ests hablando, Lune. No soy mi padre, pero s perfectamente lo que es la fluctuacin cuntica del
vaco y el entrelazamiento. Soy psiclogo cuntico, recuerdas?
Lune se volvi hacia la cpsula. Con un poco de suerte M arco no habra notado la fugaz expresin de contrariedad que haba cruzado su cara. Frustrada, invadida por
una sbita tristeza, record cmo aquellos celos de M arco le haban parecido graciosos al principio.
Idiota!
Trag saliva, y como de costumbre, aunque en el fondo presenta que era una falacia, opt por la va de siempre: tal vez si ignoraba el dao una vez ms, si se
acostumbraba, no se producira de nuevo en el futuro. Puede que incluso fuera l el que cambiara, quin sabe.
Ah, aqu est! exclam sonriente mientras manipulaba los controles de monitorizacin de la cpsula. La tenemos! Tenemos una semilla!
Enhorabuena, Lune!
Lune alz la cabeza. Daniel emerga por la escotilla.
Saba que lo conseguiras. Ah! Hola, M arco.
M arco se limit a sacudir la cabeza en respuesta.
Bueno, estars cansada prosigui Daniel. Vete a dormir, anda. Ahora me toca a m!
Lune titube. No quera perdrselo; esta vez funcionara, estaba segura.

M ir a M arco. Le haba prometido que cenaran juntos aquella noche. Y tal como estaban las cosas...
Dubitativa, mir el contenedor trampa de la Penrose y luego a M arco de nuevo; de vuelta al contenedor, hasta que suspir levemente y salt hacia la escotilla abierta.
Vamos? le invit al tiempo que comenzaba a descender.
M arco le contest sin mirarla, con la vista fija en su padre.
Ve t. Yo he cambiado de idea. M e quedar un rato, si no te importa.
Lune sinti cmo se encenda por dentro. Sinti deseos de subir ah y abofetear a M arco, deseos de gritarle, de hacerle entender a lo que renunciaba por ser despreciada
de aquel modo por l; sinti deseos de llorar y rabiar, deseos que ardieron intensamente en un estallido efmero que se apag dejando tras de s el humo y las cenizas de
la frustracin.
Tras vacilar unos instantes, resolvi subir los pocos escalones que la separaban del laboratorio y quedarse all a presenciar el momento, en silencio.
Claro que no, cielo. Nos vemos luego se oy decir.
Y descendi. Al fin y al cabo, su propio orgullo le habra impedido cualquier otra cosa.
Humillada, Lune dej atrs las escaleras del laboratorio y camin por el anillo exterior del Ojo, hasta el acceso circular en el suelo, alrededor del cul haba resistido junto
al cansado y maloliente grupo de refugiados, haca bien poco, durante el motn.
Junto a M arco. Imbcil.
Cuando abri la puerta y se dispona ya a bajar hacia la periferia de la enorme rueda de carro, se detuvo en seco.
El motn.
Haba algo que se haba prometido a s misma hacer, tras aquel incidente revelador, y para lo que an no haba tenido un segundo.
Decidida a aclarar de una vez por todas si sus sospechas eran fundadas, Lune dio media vuelta y se dirigi hacia el corazn mismo de la estacin, situado entre el
laboratorio de fsica y los hangares de popa.
Tal y como esperaba, ya que careca de la autorizacin necesaria, la puerta de acceso al mdulo de Trinidad no respondi ante su implante. Como tampoco debera
hacerlo ante una orden vocal...
Padre prob entonces. Abre el acceso del mdulo de Trinidad.
La piel se le eriz cuando, con un chasquido, el cerrojo se liber y la puerta se abri de par en par.
Lune no necesit ms pruebas. Se aup a la escalerilla y trep hasta la estancia anular, en el centro de la cul los sistemas de la IA descansaban en un baile de luces de
colores.
Ese idiota de M arco. Nueve mandamientos... Conque mi padre haba suprimido uno por redundante, eh?
Se estremeci. Su propio padre... por qu lo habra hecho?
La imagen de Garrelt dando aquella orden durante el motn, el siseo del aire saliendo por las rejillas mezclado con los gritos de horror, volvieron de nuevo e inundaron su
mente.
Sacudi la cabeza. No, su padre no tena derecho a semejante poder.
Padre, abre la compuerta de los mandamientos.
***
As que ya casi podemos volver a casa, no?
Procurando esconder la indignacin que senta, M arco se cruz de brazos y se apoy en la pared contraria al ventanal. Daniel se ajust las gafas, como siempre que se
senta incmodo, y carraspe.
S, eso creo.
Genial. Te felicito.
Parece que todo este tiempo ha valido para algo.
S? Al menos t lo tienes claro dijo con un suspiro. Pero sabes qu? Yo tengo la sensacin de no ser el protagonista de mi vida, de ser un mero espectador...
cerr los ojos y respir hondo. Era extrao: tena la sensacin de no haberse sincerado nunca hasta aquel momento. Siento como si toda mi vida estuviera contenida en
unos recuerdos que se evaporan poco a poco. Apenas me acuerdo de la Tierra. El otro da me puse a pensar, y ni siquiera recuerdo cmo era el susurro del viento en mis
odos cuando bajaba en bici hacia casa. O el Sol. La luz del Sol. Siempre es de noche ah afuera...
Daniel asinti levemente, sin mirarle, mientras se anclaba los correajes que le afianzaban al suelo del laboratorio. Finalmente se volvi hacia l.
Para eso tienes las simulaciones.
M arco trag saliva.
Simulaciones... Eso son. Simulaciones nada ms. Y de todos modos, me lo dices t, que jams las usas.
Daniel no contest hasta pasado un minuto, y cuando lo hizo, su respuesta era el eco de un reproche que son como si se lo estuviera diciendo a s mismo.
No eres el nico que echa de menos a Elia, M arco.
Puede, pero tal vez sea el nico al que le gustara haber podido elegir quedarse en la Tierra y no pudo.
De hecho, M arco, s te di a elegir.
No recuerdo tal cosa.
Daniel resopl, su boca torcida en una mueca socarrona.
Es curioso... Una de las pocas cosas que no se me ha escapado de nosotros tres y t la has olvidado...
El joven frunci el ceo con suspicacia.
Cundo?
El da antes de partir. Lo recuerdo perfectamente.
M arco se encendi. Aquello era su prueba? Aquello lo liberaba de la responsabilidad de imponerle una vida entera?
Tena 11 aos!
Daniel, a su vez, enrojeci de furia.
Y qu eleccin tena? Preguntrtelo cuando cumplieras los dieciocho? O preguntrtelo ahora? M arco, hijo, prefieres que nos quedemos en casa y seamos felices y
comamos perdices? se burl. Es un poco tarde para eso, no crees?
T no eres quin para decidir dnde debo estar!
Y qu poda hacer, aparte de preguntarte y decidir, M arco? Nada! Te pregunt. Habra dado la vuelta, lo habra dejado todo! Pero t dijiste que iras donde
furamos nosotros.
Aquello era el colmo. Encima le echaba la culpa de que l tambin estuviera en aquel maldito cascarn de nuez! M arco aspir profundamente, y su voz se volvi glida
y afilada como una cuchilla:
Ese vosotros inclua tambin a pap.
Es que crees que tambin decid por l? rugi Daniel. Elia se qued! Ni siquiera me lo dijo antes de cerrar aquella puerta, joder! Acaso l te dio a elegir si
permanecer con l? Acaso l nos permiti eleccin alguna?
Perplejo, M arco se lo qued mirando con expresin vaca. Daniel, en respuesta, se llev las manos a la boca, sbitamente consciente de lo que acababa de decir. En el
hondo silencio que sigui despus, M arco not el cosquilleo de las lgrimas surcndole las mejillas, y vio que Daniel tambin lloraba.
Se agach junto a la escotilla y la abri.
Jams pens que te oira decir eso... dijo lentamente mientras agarraba los peldaos para descender, la mirada desenfocada.
No... yo no... no pretenda decir eso. Perdname, hijo.

No me llames as. Por lo que a mi respecta, yo ya slo tengo un padre.


***
En el silencio del oscuro laboratorio, tenuemente iluminado por indicadores luminosos aqu y all, el magistral rgano llen los odos de Daniel con las primeras notas de
la obra inmortal: lo que siempre le haba parecido una trompeta, solemne y aterradora al mismo tiempo.
Daniel sinti el vello de los brazos erizrsele cuando la segunda y la tercera trompeta la siguieron. M ientras se afanaba en ultimar los preparativos para la prueba, que se
hallaba a buen resguardo al otro extremo del cable de mil kilmetros tras ellos, el rgano comenz un acorde simple, muy grave, al que fue aadiendo notas hasta
convertirlo en un sonido terrible, mayesttico, que anunciaba la aparicin del Juez.
Daniel alz la vista durante la breve pausa que se produjo. El Ojo se enfrentaba al agujero negro, siempre vigilante, aunque en aquel momento le pareci, ms bien, que
era Nmesis quien obligaba al Ojo a sostenerle la mirada, quien le contemplaba a l a travs de aquel ventanal, majestuoso e inflexible, sealndolo con dedo acusador.
Necesitaba apartar sus pensamientos de aquello, necesitaba que esta vez la prueba saliera bien, despus de todo lo que haba ocurrido. Una incontrolable turbacin lo
domin al recordar el modo en que su hijo haba renegado de l. Y una vaga sensacin de pena. Incluso las cosas con Ioanna se haban enfriado ltimamente, desde que l
se mostrara distante y taciturno tras el corte de comunicaciones con la Tierra.
Y, por encima de todo, sinti una profunda vergenza, cuando sus propias palabras resonaron en sus odos traicionando de nuevo a Elia.
Daniel resopl y se esforz en dominarse, en llevar su mente al microagujero negro. Todo estaba preparado. Los indicadores relucan en los ms diversos colores,
arrojando una vidriera de luces sobre el oscuro suelo del laboratorio.
En sus odos, el reo se deshaca ahora en explicaciones, en complicados razonamientos en forma de bellos arpegios de rgano que repeta una y otra vez.
Pero, qu otra cosa poda haber hecho? Haba tratado de permanecer, por encima de todo, junto a M arco y a Elia. Haba aprendido de sus errores con Laura, de cmo la
persecucin de una carrera exitosa le haba acabado apartando sin quererlo de los suyos. Haba procurado lo mejor para M arco: una vida al lado de sus padres, una
existencia sencilla y asegurada, lejos de un planeta asediado por el calor y la sed y viciado por la corrupcin y el morbo... Y Elia haba estado a su lado, apoyando cada
una de sus decisiones.
Un acorde menor, grave y severo, el Juez, interrumpi la defensa del reo, que call aterrado ante la frase meldica que enlazaba la apremiante orden de silencio del
M agistrado con otro terrible acorde.
Solo, de pie, atado al suelo por varios correajes elsticos, Daniel apret los puos. En el monitor, el condensador giraba velozmente, los indicadores gravitomagnticos
en rgimen estable, esperando su orden de comenzar la secuencia que inducira la ruptura espacio-temporal sobre la semilla de Nmesis.
Una rfaga de rpidos arpegios en modo menor hacan las veces de justificacin desesperada del reo.
No se mereca aquello. Haba actuado de la mejor manera posible! M arco haba resultado un chico muy maduro para su edad, suficientemente adulto como para tener el
poder de decisin en sus propias manos. Qu diferente habra sido de haber pasado Elia aquella prueba! No era a l a quien M arco deba juzgar. No era l quien haba
denegado el embarque a Elia, no era l quien le haba apartado de su lado!
Derrotado, cay de rodillas, las palmas de las manos sobre la glida rejilla metlica. Aquello no eran excusas. De nada le serva continuar engandose a s mismo.
El Juez y el reo se sucedan ahora en una rpida y breve discusin, alternando las voces aguda y grave del rgano, antes de dar lugar de nuevo al enunciado inicial de la
acusacin y a una sentencia que era dictada en forma de acorde, lento y espantoso, que pona fin al juicio, anunciando el veredicto: condena!
Daniel rompi a llorar. Le haba impuesto una vida a su hijo, haba decidido por l; una decisin errnea cuyas consecuencias acababa de pagar, perdindole
definitivamente.
Su vida entera se le antoj entonces una ridcula broma destinada a repetirse una y otra vez. Haba entregado su alma a Nmesis, se la haba vendido por un puado de
reconocimiento. Y desde entonces, a cambio, cada vez que se haba vuelto hacia l, depositando sus esperanzas, sus energas, sus ilusiones, en Nmesis, ste,
implacable, le haba arrebatado a sus seres queridos, uno tras otro, hasta que, finalmente, ahora, no le quedaba nada.
Aqul haba sido el precio de su osada.
M ientras la Tocata en Re menor llegaba a su fin y las voces entrelazadas de la Fuga se deshacan en solapados lamentos, Daniel apret el botn y contempl entre
sollozos cmo Helena, la hija de Nmesis, naca ante sus ojos.
***
M arco dio otra vuelta en la cama. Y otra ms. Parpade. As no haba manera. No poda dejar de pensar en ello. Record una vez ms cada palabra de la ltima frase que
le haba dicho a su padre, antes de abandonar el laboratorio hecho una furia. Quizs no hubiese sido completamente justo, despus de todo. Haba dicho aquello en un
arrebato, ni siquiera lo pensaba realmente.
M arco, ests despierto?
El joven dio un salto en la cama. La IA no sola abordarle a las cuatro de la maana. Al fondo, la maquinaria de la Exilio ronroneaba, imperturbable.
S, Freund dijo cerrando los ojos de nuevo.
M arco, te importara acercarte a la consola?
Te has vuelto loco, Freund? Son las cuatro de la maana!
Hay algo que me gustara darte.
M arco se envolvi an ms en la manta y cerr los ojos como si as pudiera atraer al sueo.
Transmtelo a mi terminal murmur. O ensamelo maana...
En realidad, preferira transmitirlo directamente a tu implante. Es por eso por lo que necesito que te acerques t.
M arco abri los ojos. Aquello no era normal. Se volvi, como impulsado por un resorte, saliendo de entre las sbanas hasta que las plantas de los pies palparon el fro
suelo, momento en el cual orden que se encendiera la luz.
Sabes? ltimamente hemos estado pensando acerca de algo prosigui la IA mientras el joven caminaba con paso inseguro hasta la consola : hemos decidido que
encontramos fascinante el instinto de autoconservacin.
M arco se par en seco, y parpade mientras miles de imgenes fugaces, de sospechas, le impactaban con la contundencia de un martillazo. Tal vez el Test de Bonet al
que Garrelt haba accedido y que hubieran realizado de no haber sido por el corte del enlace con Tierra y el posterior motn... tal vez habra sido intil, despus de todo.
Quizs el obtener dicha certeza, sin importar lo que hiciera, jams hubiera dependido de l.
Brevemente, pues ya es tarde: Nos hallbamos estudiando la reaccin humana ante la muerte, la angustia existencial y las respuestas espirituales y religiosas
presentes en los organismos que han alcanzado el estado de Consciencia Temporal. La necesidad, el deseo, de trascender. Lo que nos llev a preguntarnos si, de algn
modo, la reaccin inmediata al peligro de muerte, el instinto de supervivencia, capaz de romper por un breve instante toda barrera racional, tica y moral del individuo,
podra asociarse a algn estado de la escala de Darwich.
Estupefacto, M arco se aproxim mecnicamente hasta la consola, cerr el puo y lo acerc al lector-grabador. Al hacerlo, la lira se puso en rotacin con un silbido.
M ientras la IA prosegua su monlogo, M arco contempl con extraeza el contenido del paquete: el proyector escupa imgenes que parecan presupuestos de
medicamentos, listas de provisiones e informes mdicos con membrete y sello oficial del proyecto Prometeo.
Gracias. Desgraciadamente, hemos concluido que lo anterior no parece probable, sino que dicho instinto estara en cambio arraigado en un nivel mucho ms bsico,
incorporado en todo organismo biolgico, no dependiente en modo alguno de las necesidades conscientes o los deseos... Te envidio, M arco. Y, en cualquier caso, me
alegra haberte tenido de interlocutor.
Pero si no he dicho nada, Freund...
Freund no contest. En su lugar, las luces se apagaron y se oy un chisporroteo elctrico en la distancia, seguido por un estridente carraspeo metlico y el cese
repentino del rumor de las entraas de la Exilio. Y, entonces, por primera vez en ms de veinte aos, envuelto en la oscuridad total, M arco pudo escuchar el silencio.
Despus, no sera capaz de determinar cunto tiempo estuvo as, absorto, hasta percatarse de que las tenues luces de emergencia haban saltado, acompaadas del
reiniciarse del silbido de los sistemas de extraccin de aire y ventilacin. Desorientado, sali a un pasillo envuelto en una penumbra fantasmal, teida aqu y all por el

dbil naranja de los tubos.


Una linterna se acerc en un rpido zig-zag. El foco le deslumbr por un instante cuando lleg a su altura y se detuvo.
M arco... la voz de Lune era un gemido ahogado.
S dijo l, cubrindose los ojos con la mano, lo s. Trinidad se ha desconectado.
Ella apart la linterna.
M e temo que es peor que eso, M arco. Se ha cortocircuitado. Ha habido una descarga elctrica por todo el Ojo. Y un incendio.
Ya lo veo dijo l mirando alrededor.
No, no lo entiendes solloz ella, negando con la cabeza. Tu padre... tu padre estaba en el laboratorio en el momento del accidente.
CAPITULO XX

PARTE III
Mientras esperaba, el nuevo y

oscuro ser contempl el advenimiento de la inteligencia en el pequeo planeta. Vio cmo la especie se extenda por todo el globo,
luchando despiadadamente contra s misma por diferencias irreconciliables. Diferencias que, contempladas por su ojo carente de compasin o crueldad, adquiran un
tinte nimio y ridculo. Observ imperios alzarse y caer con la misma facilidad. Vio guerra, paz; alegra, tristeza; nacimiento, muerte; amor, odio... Ni se inmut cuando la
humanidad estuvo al borde de la autodestruccin. Sigui, infatigable, los albores de la era espacial, las tmidas salidas sobre el borde de la atmsfera al principio, los
viajes tripulados despus. La llegada a su satlite y otros planetas y el establecimiento de colonias permanentes all. La segunda generacin de telescopios en rbita,
capaces de penetrar el espacio profundo como nunca antes.
Y fue con estos como lleg el da en que pudo, no slo contemplar, sino ser contemplado.
Y supo que pronto vendran a robarle.

CAPITULO XXXV

Jasn asi exultante el reluciente pellejo,


El ltimo de sus cometidos, su envidiado orgullo.
El velln fue arrancado lentamente de la crujiente rama.
FLACO, MITO DE JASN

Daniel abri los ojos.


Luz. Una luz blanca y cegadora que lo inundaba todo, obligndole a entornar los prpados hasta formar dos finas ranuras.
Dnde estaba? Acaso estaba muerto? Qu irnico. As que al final haba algo, despus de...
No, naturalmente que no. Estaba ese leve regusto a quemado que lo delataba. Y naturalmente, como colofn al silencio reinante, el murmullo interminable de aquella
maldita estacin.
An confuso, trat de incorporarse. Entonces, el terror lo domin: era incapaz de realizar el ms mnimo movimiento. Intent sacudirse y gritar, pero sus msculos
estaban agarrotados y sus labios sellados.
Tranquilo, no es ms que una parlisis del sueo. La mente ha despertado pero el cuerpo an no. Debo de haberme desmayado tras el calambrazo. Tranquilo.
Le haba ocurrido dos o tres veces en toda su vida, y siempre era igual, la angustia y el miedo no cesaban hasta que recuperaba el control del cuerpo. Parpade, y se
percat de que la luz frente a l haba disminuido su intensidad hasta tornarse en un foco blanco, brillante y borroso; entonces se dio cuenta de que no senta nada, ni el
fro metal del suelo del laboratorio ni la suave tela de una sbana que lo envolviera: podra haber estado flotando en algn lugar del Ojo, habra dado lo mismo. Ni
siquiera saba en qu postura estaba.
Poco a poco, fue cobrando consciencia de ms sonidos. Haba una especie de ronquido apagado, como el de un fuelle oxidado. Y un bip que se repeta cada pocos
segundos.
Respir hondo, pero sus pulmones se negaron a hincharse para tomar aire. Si el agarrotamiento continuaba morira en cuestin de segundos.
Pero aquello no sucedi. En cambio, el bip se aceler, y el fuelle continu su imperturbable ronquido, hinchndose, deshinchndose, hinchndose...
No tard en alcanzar la horrible conclusin: aquel fuelle respiraba por l.
El pnico lo domin de nuevo, llegando casi al extremo de hacerle perder el sentido. Quizs no poda moverse porque apenas haba nada que mover. Por su mente
cruzaron miles de horribles posibilidades; se imagin a si mismo gravemente mutilado, desprovisto de un brazo o de una pierna, o de la mayor parte del torso. La
necesidad de contemplar su cuerpo o lo que quedara de l, de hacer la temida comprobacin, luch contra el deseo irracional de postergar lo inevitable, de desaparecer,
de que Nmesis se lo tragara para siempre.
El bip se aceler an ms.
Pap? Pap! Avisen al Dr. Gloopin! Ha despertado!
La cara de su hijo apareci ante l.
Hola... cmo te encuentras?
Parpade.
Puedes hablar?
Parpade de nuevo. Aquello era intil. M arco lo contemplaba con gravedad, expectante. No comprenda.
Daniel parpade furiosamente, una, dos, tres, diez veces, impotente, mientras la visin se le nublaba con lgrimas que ni siquiera sinti resbalar sobre las mejillas.
***
Apoyada contra la pared, Virginia contempl la sala anular del ncleo de la IA. Pareca que se hubiera librado una batalla all dentro. La mayora de los paneles estaban
chamuscados, algunos completamente carbonizados. La lira a su lado colgaba boca abajo de un manojo de cables, como la cabeza de un reo ajusticiado por garrote vil.
Arriba, flotando junto al enorme cilindro que conformaba el eje de la sala, Garrelt se afanaba en las tareas necesarias para reactivar a la IA. Su hija Lune le ayudaba,
tendindole las herramientas que el psiclogo cuntico iba necesitando.
Este circuito tambin habr que repararlo. Es un milagro que los ncleos de cido crotnico estn intactos. Nos habramos quedado sin qubits. Sin IA. Psame el
muestreador, cielo.
Virginia not cmo algo tiraba de la pernera de su pantaln. La pequea Nour se hallaba inmersa en uno de sus solitarios juegos. Sin alejarse mucho de la militar, la nia
bailaba aqu y all, agarrndole la pierna de cuando en cuando. En un momento dado, se agach bajo una mesa, cogi algo, y regres corriendo hasta la capitana.
Iginia, Iginia, mira! dijo, mostrndole algo.
La militar examin lo que la pequea le daba. Era un pedazo de vidrio, un trozo roto de algo.
Eso no se toca! Te hars pu...! baj la voz. Te hars pupa, Nour. De dnde lo has sacado?
La nia seal una papelera cercana. Una rpida inspeccin le revel que estaba llena de cristales. Algo se haba hecho aicos en la habitacin y lo haban tirado all
dentro.
Al otro lado, Garrelt sac otra vez la cabeza del mdulo de acceso al ncleo de la IA y cerr la portezuela que, con la cerradura descuajaringada por la explosin, rebot
con un sonoro quejido metlico.
Oh, vaya dijo el psiclogo cuntico.
Spiff frunci el ceo. El cortocircuito que haba provocado la explosin del ncleo de la IA haba sucedido en el interior del nicho, pero sin embargo la trampilla pareca
abollada hacia dentro...
Pap, vas a reinicializar a Freund hoy? pregunt Lune.
Garrelt apret los labios.
Hija, me temo que no ser Freund. Podemos reinicializar la IA, pero no guardar memoria alguna. Tuve que desconectar el banco de memoria.
Qu? Por qu?
Es un bloque de memoria cuntica. Est intacto, pero no podemos extraer los datos que queramos as como as. Por decirlo de alguna manera, no conocemos el
formato. Slo Trinidad lo conoca.
Entonces, Trinidad podr desentraarlo, no?
Garrelt suspir.
Te imaginas lo que te ocurrira si te quedaras amnsica, con el cerebro totalmente vaco, y los recuerdos de toda tu vida te vinieran de repente, como flashes, sin
nexos, sin asociaciones, totalmente desordenados?
Lune tard unos instantes en contestar:
Uf, me volvera loca... no sabra ni quin soy!
Eso es precisamente lo que queremos evitar.
Quieres decir que el Freund que conocamos ha... muerto?
Garrelt agach la cabeza.
Eh! Tonces Froin ta con mi mam? exclam Nour.
No, pequea dijo la militar. No puede morir lo que nunca estuvo vivo.

Nadie le ha pedido su opinin dijo el psiclogo cuntico.


No es una opinin, necio. Es un hecho.
Eh, no hables as de mi pa...!
Garrelt interrumpi a su hija con un gesto. En silencio, resopl y volvi al trabajo.
Estuvieron as un largo rato. Al cabo, el psiclogo cuntico volvi a emerger por la estrecha abertura y se impuls hacia el suelo. Su cara estaba llena de holln, y su
expresin era grave. Sostena un dispositivo de metal algo chamuscado. Sopl sobre l para limpiarlo y lo examin.
Vaya, parece que ha habido suerte.
Qu es eso, pap?
El registro secundario. Almacena continuamente los ltimos diez minutos de acciones y decisiones de Trinidad. Quiz sea capaz de decirnos qu ocurri.
Se apoy contra la pared y tom aire.
Dios, jams pens que tendra que usarlo...
Pap, deberas descansar.
Garrelt sonri y acarici la cabeza de su hija.
No puedo, cielo. Quin reactivar la IA si me voy a dormir? No queremos estar el resto de nuestra vida dependiendo de los controles manuales, no?
M arco puede...
M arco tiene bastante con lo de Daniel. Apenas ha dormido desde el accidente, y sus nervios estn hechos polvo. Y t no le vas a la zaga, jovencita. Creo que la que
debera irse a descansar eres t.
Lune arrug la boca y asinti, pero no dijo nada. De pronto, sacudi levemente el brazo y mir su mvil.
Hablando del rey de Roma... dijo mientras lea, para luego sonrer de oreja a oreja y exclamar: Daniel ha despertado! Y su biometra sigue estable... M e voy a
verle!
Al or aquello, Virginia dej escapar un leve suspiro de alivio. A decir verdad, los ltimos das haba estado especialmente inquieta. Tras la muerte de su amiga y el corte
del enlace con la Tierra, la misin era lo nico que la mantena cuerda. Y Daniel era la piedra angular de la misin.
Al fin una buena noticia! dijo Garrelt. Y tal vez l sepa que rayos pas aqu la otra noche.
Lune se levant y sali de all tan rpido como pudo tras dar un beso a su padre, que se qued trabajando en la IA. En ningn momento el psiclogo cuntico pidi a la
capitana que sustituyera a su hija en la tarea de asistencia. Cuando quiera que necesitara una herramienta, emerga del nicho entre quejidos, descenda hasta el suelo, la
tomaba, y volva a introducirse all como poda.
Bueno, esto ya est! exclam al cabo de un rato, lleno de satisfaccin, y puls una secuencia de teclas en una consola. La red cuntica ya se ha separado en tres
unidades.
Se produjo un taido, y una serie de luces de colores parpadearon por toda la estancia.
Inicializar el registro de memoria dijo en voz alta y clara. Asignar tabla de capacidades de computacin y memoria de las tres unidades. Nombre de la unidad 1,
Padre. Nombre de la unidad 2, Hijo. Nombre de la unidad 3, Espritu Santo hizo una pausa antes de proseguir. Cargar Hijo.
Casi al instante, la voz pausada y amable de la IA reson en la sala:
Buenas tardes, Dr. Icke, soy Hijo. Estoy preparado para mi primera leccin.
Hola, Hijo. Registro inicial. Prueba de locucin. M e gustara que recitaras lo siguiente: Tres tristes tigres triscan trigo en un trigal.
Tetris cantrigal repiti Nour a su manera.
Virginia no esper a que la IA terminase de recitar aquella tontera. Se irgui y se dirigi hacia la salida. Un grito de Garrelt le hizo volverse.
Eh! A dnde va?
Se volvi y mir hacia arriba.
Usted qu cree?
Sabe que esos locos podran matarme.
Ya ha restablecido las funciones vitales de la IA, verdad?
S, pero no los mandamientos. La mayora de esos circuitos estn fritos. M e llevar meses.
Virginia le ignor. Se volvi hacia la pequea y se agach para llamarla.
Vamos, mocosa. Te llevar con tu padre.
Podra dejar al menos a uno de sus chicos.
La capitana resopl mientras sala de all con la nia en brazos. Una vez fuera, sacudi la cabeza, deposit a Nour en el suelo y se llev la mano al mvil.
Hicks, Romo dijo cuando se estableci la comunicacin. Salgan de la cama y suban al Ojo a escoltar a Icke. Les abrir las puertas.
***
Te he trado las gafas. Las encontr en el laboratorio. Uno de los cristales est un poco roto, pero...
M ientras Ioanna limpiaba sus gafas y se las colocaba con cuidado, Daniel parpade varias veces en un desesperado sustituto de un gracias.
Ah, veo que te han incorporado un poco.
S, aquel foco del techo haba sido sustituido por una fra pared gris de metal a lo largo de la cual corra una cortina. Eso era su nuevo mundo.
M ir a Ioanna y los ojos se le inundaron de lgrimas. Necesitaba decirle tantas cosas... Dios! Ni siquiera era capaz de pedirles que le incorporasen un poco ms, que
quitasen las sbanas, que necesitaba ver si su cuerpo segua all. Qu iba a hacer? Parpadear hasta que adivinaran lo que quera?
No te puedes ni imaginar lo atareados que hemos estado todos estos dos ltimos das, desde que t y Trinidad... Sabes? dijo mientras le coga la mano y se la
llevaba a los labios para darle un beso. Parece mentira lo que cuesta mantener a la tripulacin a raya.
Ioanna le cont entonces algo acerca de su nueva responsabilidad como distribuidora de los anticonceptivos que haba administrado la IA hasta entonces. Daniel no se
enter de casi nada; slo poda hacer lo imposible por percibir los labios de Ioanna sobre su mueca, el nico sitio de su mano no momificado en vendajes, pero era
intil: no la senta, no senta el brazo, era como si se hubiera ido, como si ya no fuese suyo.
Oh, Dios.
Volvi los ojos hacia la cara de Ioanna mientras hablaba y la contempl. Tena los ojos enrojecidos y hablaba atropelladamente, sorbindose la nariz a cada momento.
M arco, por su parte, estaba ojeroso y su barba luca descuidada. Caminaba continuamente de un lado a otro de la estancia, entrando y saliendo de su campo de visin.
De vez en cuando haca algn inciso o comentaba alguna cosa de la historia de Ioanna.
En un momento dado, Daniel oy el silbido de la puerta al abrirse y unos pasos que se acercaban a la cama. Intent volver la cabeza, consiguiendo tan slo frustrarse
ms an. La cara de su discpula apareci ante sus ojos.
Espero que ests preparado para volver al laboratorio!
Lune sonrea y le miraba a los ojos. Sin embargo, su mascarada no era perfecta. Daniel haba notado la breve pausa en mitad de la frase, el leve titubeo de sorpresa, casi
de contrariedad, que haba cruzado su rostro durante un fugaz instante, justo antes de agacharse sobre l y darle un beso en la frente que Daniel tampoco pudo sentir.
Lo conseguiste, Daniel dijo la joven. Es estable.
Demonios, qu coo importa eso ahora?
Parpade varias veces en respuesta.
S, es fantstico. Helena flota tranquilamente a mil kilmetros de aqu. Podrs verla en cuanto te recuperes.
M ierda, Lune, mrame! Qu cojones voy a ver as! Joder...
Y lo ms importante de todo: he conseguido extraerle energa negra, e incluso estoy pensando en sacar semillas para hacer nuevos microagujeros y capturarlos

gravitomagnticamente sobre las cpsulas Penrose, de manera que...


La puerta se abri de nuevo. Unas pisadas se acercaron. Lune se apart para dejar paso al Dr. Gloopin. Ioanna le aferr la mano con fuerza, como si as la fuera a sentir
siquiera un poco.
He terminado las pruebas, Dr. M erino.
Aquel hombrecillo de voz grave y pausada y aspecto tan sombro como el de un enterrador siempre haca que uno tragara saliva. Bueno, si poda tragar saliva.
Afortunadamente era un tipo bastante solitario y no se dejaba ver mucho por la cafetera.
Daniel le mir fijamente.
Si me comprende, parpadee una sola vez.
Daniel cerr los ojos y los abri de nuevo.
Cuando Trinidad sufri la subida de tensin, el laboratorio de fsica, donde usted estaba, sufri una descarga elctrica muy fuerte. Lo comprende?
Daniel parpade una vez.
Como consecuencia, sufre quemaduras de tercer grado en el 40% de su cuerpo.
No me duelen. Deberan dolerme. Deberan dolerme.
El mdico sacudi la cabeza.
Desgraciadamente, hay algo ms: la descarga caus una lesin severa en la base de la protuberancia ventral. Las fibras reticulares ascendentes y las vas motoras
oculares supranucleares, responsables del mantenimiento de la conciencia y del movimiento de ojos y prpados no sufrieron dao, pero...
Pero qu, doctor? le interrumpi Ioanna, tratando de contener las lgrimas.
Pero el resto de las conexiones han sido completamente cercenadas. Padece lo que se denomina sndrome de cautiverio. Lo comprende?
Daniel mantuvo los ojos firmemente abiertos, mirando fijamente aquel rostro. No, aquello no poda ser, no tena sentido, era imposible!
Lo comprende?
La voz desesperada de Lune lleg desde su izquierda.
Pero... pero... eso tiene arreglo, verdad?
M e temo que es irreversible. Lo siento.

CAPITULO XXXVI

El patrn de abuso suele consistir en una depresin provocada por la ruptura de unos lazos que ya no recuerda, la falta de identidad, la inadaptacin social y la incomprensin del mundo que le rodea.
Muchos acaban suicidndose.
De modo que en pocas palabras, es un monstruo que devora tus recuerdos.
Efectivamente, te acaba transformando en nadie. No en vano en el argot callejero la llaman Nemosina , o incluso Memosina .
SOLEDAD BERMEJO, P SIQUIATRA, ENTREVISTA, 2068

Hola, pap.
Daniel no contest. Ni siquiera desvi los ojos del espejo de su camarote cuando M arco atraves la puerta abierta. Durante los casi dos meses que haban transcurrido
desde el accidente, Daniel apenas haba salido de su mutismo, con la mirada perdida casi todo el tiempo, ensimismado en Dios sabe qu. De hecho, una de las pocas
ocasiones en las que lo haca era, como ahora, cuando la silla en la que se hallaba postrado quedaba orientada de tal manera que alguna ventana o un espejo le devolvan el
reflejo de su ajado cuerpo. A M arco le pareca que en aquellos momentos su padre se resarca en la contemplacin de su marchita figura, retorcida en una postura
imposible de extremidades agarrotadas y plagada de cicatrices de piel lampia, rosada y deforme.
El joven gru entre dientes y apart la silla del espejo. Slo entonces Daniel pareci reaccionar.
Hola dijo con la voz de Freund.
M arco se estremeci. An no lograba acostumbrarse a aquello. El mdulo de diccin que haban instalado en la silla de su padre responda a los movimientos de sus
ojos, con los que seleccionaba palabras presa de un esfuerzo y una lentitud casi agnicos. Aquel modo de hablar, aquel goteo de palabras monocordes, era algo con lo
que todos haban tenido que aprender a convivir sin mostrar irritacin o impaciencia.
Aunque lo ms difcil, sin duda, era lo de aquella voz.
Una idea cruz entonces por su mente. Probablemente, reflexion, una de las razones por las que Daniel apenas hablaba fuera precisamente aquella. M arco sospechaba
que su padre jams haba perdonado a la IA no haber declarado a Elia apto para el proyecto Prometeo, haca tantos aos. Hablar ahora con su voz deba de resultarle,
cuando menos, muy desagradable.
Acoplado a su silla, el respirador de Daniel continuaba su fuelle mecnico, que a ratos serva de comps al murmullo de la Exilio, como dos extraas melodas que se
entrelazaran en una catica sinfona metlica.
M arco se sent a su lado.
Cmo te encuentras hoy, pap?
Necesito... un favor... Podras?
Pues claro, pap. Lo que quieras.
M arco sonri, le tom la mano y se arm de paciencia.
El primer... cajn... de... la mesilla... Al fondo... bajo... los calcetines...
M arco se levant y cubri de un paso la poca distancia que le separaba de la cama de Daniel, preguntndose qu guardara all su padre que pudiera necesitar.
Cuando abri el cajn, rebusc un poco y vio lo que era, el corazn le dio un vuelco.
No dijo sin mirarle. M e niego. Esto no.
Sabes... lo poco... que... has tardado? El poco... esfuerzo... que... te... ha llevado? Yo... yo... no... puedo. No... puedo. Es... imposible... para m. Imposible. Eres...
consciente... de...?
S, pap. Soy perfectamente consciente.
No. No... lo eres... M ira... esa... puerta. Est... siempre... abierta. No tengo... intimidad. M rame... Lo peor... no es... eso. Lo peor... es que... ni siquiera... la necesito.
A M arco se le hizo un nudo en la garganta al or aquel goteo de palabras que era como un lamento interminable. No obstante, se mantendra firme. Sacudi la cabeza.
M e niego, pap. Si te quieres autodestruir, autodestryete t solo. No pienso contribuir.
Lo... necesito...
No! S que quieres estar de pie de nuevo, caminar, hablar... pero no necesitas el pasado para eso! Dentro de poco podremos conectarte a la simulacin y sers
capaz de...
No. No... entiendes...
M arco sinti que perda el control. Los pmulos le ardan cuando se levant para increparle:
No, no lo entiendo! No entiendo cmo no intentas luchar para salir hacia delante, no puedo entender por qu no dejas de hundirte ms y ms en tu propia miseria!
Por favor... Eres... mi... mi hijo. Yo... yo te... quiero.
Y eso te da derecho a pedirme esto a cambio? Para eso me tuviste? Para poder obtener algo de m?
No...
Indignado, M arco comenz a caminar de un lado a otro por el estrecho camarote.
Pues djame que te diga una cosa, pap: hiciste lo que hiciste porque quisiste. Tomaste decisiones por m pensando en lo que sera mejor para m, y yo lo he
aceptado, y jams te he pedido nada. As que no me lo pidas t ahora, y no intentes hacerme sentir culpable por no darte lo que esperas!
Todo... el mundo... espera... algo...
Eso no es cierto.
Sabes... que s. Nadie... se salva... Ni siquiera... tu... Dios... que...
M arco casi poda imaginarse la mueca socarrona que estara ahora poniendo su padre, de haber sido capaz.
Tenas que sacar el tema, verdad? Qu me vas a decir ahora, que Dios es un egosta?
Tu... Dios... que espera... de ti... que creas... para salvarte.
Aquello era demasiado. En silencio, M arco se dio la vuelta y se dirigi a la salida.
M arco... Por... favor...
El joven se detuvo.
Por favor? Por favor? No has escuchado nada de lo que he dicho, verdad?
Daniel no contest. En un arrebato de ira, M arco agarr el envase y se lo tir a la cara. El pequeo estuche rebot en silencio y acab cayendo sobre el regazo de su
padre.
Sabes qu? Pntela t solo!
Y sali de all hecho una furia.
***
Frente a la atenta mirada de Helena, que contemplaba la escena desde el espacio, el nuevo microagujero negro descenda a lo largo del ral electromagntico, mantenido a
una distancia segura mediante la gua gravitomagntica. Alimentado a base de asteroides que descansaban a lo largo de la misma rbita de Navarro que la Exilio, Cstor
haba crecido hasta alcanzar una masa varios rdenes de magnitud superior a la de su hermana.
Lune se limpi el sudor de la frente y sacudi la mano, de manera que las perlas lquidas flotaron en el aire del laboratorio, trazando una abierta espiral hasta salpicar la
pared contraria, minutos despus.

El indicador de distancia disminua a un ritmo agnico. Cstor tardara al menos una hora en recorrer los pocos cientos de metros del ral hasta la abertura del Ojo, donde
su destino, la Penrose 1, descansaba en silencio. La joven trag saliva, concentrada en las luces intermitentes del ral frente al ventanal del Ojo; ajust de nuevo los
controles manuales e introdujo una pequea correccin al ngulo azimutal de la trayectoria.
A su lado, la cpsula luca ese aspecto brillante y pulcro que la haca parecer nueva. Los ingenieros haban hecho un buen trabajo: le haban dotado de aquel anillo que
giraba alrededor del fuselaje portando un brazo extensor, cuya gua gravitomagntica aferrara a Cstor cuando estuviera instalado. Y, por si aquello fuera poco, haban
limpiado la Penrose 1, le haban dado una mano de pintura metalizada y haban perfumado el interior, cosa que era francamente de agradecer, tras tantos viajes como
camin de la basura.
El timbre de la puerta hizo que se sobresaltara.
M arco!
Damos un paseo? propuso l sin rodeos cuando ella le abri. Su tono son ms grave de lo habitual. Era evidente que algo lo contrariaba.
Lune volvi la vista al lugar donde se imaginaba que Cstor estara en el ral, a juzgar por las lecturas de los instrumentos, y suspir.
No puedo, cielo dijo mientras le haca una caricia. Lo siento. M e pillas en el peor momento: tengo que asegurarme de que Cstor no d guerra mientras lo acoplo
a la Penrose 1. No es como Helena; ste es lo suficientemente masivo como para que las fuerzas de marea que provoca despedacen los rales o la estacin entera si no lo
mantengo a una distancia prudente.
M arco pareci contrariado.
Por qu?
Las fuerzas de marea de Nmesis van desgastando las cpsulas; podran acabar despedazndolas si no hacemos algo al respecto. Adems, as podramos internar las
Penrose an ms en la ergosfera, casi hasta el horizonte de sucesos, y obtener mucha ms energa en el intercambio.
Como de costumbre ltimamente, M arco pareci no prestar atencin alguna a la explicacin. En su lugar, se mostr impaciente hasta que ella termin de hablar, y no
dej de cambiar su peso de un lado a otro.
Venga, apenas nos hemos visto en estos dos meses replic de una manera que a Lune le pareci algo brusca. Has visitado ms a mi padre que a m...
Lune resopl, tensando los msculos del cuello mientras reparta su atencin entre el descenso del peligroso microagujero negro por el ral y los reproches de M arco.
Tu padre est muy mal dijo con toda la suavidad que pudo reunir.
M i padre, siempre mi...
El joven se interrumpi a media frase.
Siempre qu?
Nada.
Siempre qu, M arco?
l resopl.
Joder, nunca te das cuenta de nada...
M arco, no creo que sea el momento para eso.
Contigo nunca es el momento buf el joven.
Lune parpade, incrdula. Corrigi la trayectoria de Cstor una vez ms y se limpi el sudor de la frente.
Pero realmente piensas que es el momento? le increp.
Es que nunca lo es! grit l. Siempre tienes tiempo para todos menos para m...
Y se dio la vuelta para marcharse.
Avsame cuando ya no est al final de tu lista de prioridades aadi con voz seca.
Lune cerr los ojos, la boca seca y las manos temblando en los controles. Aquello era demasiado, no entenda nada.
M ir a M arco. Ya no era el mismo. O slo lo era en contadas ocasiones, como la otra noche, cuando le susurraba dulces palabras mientras hacan el amor en su cama.
Incluso se haba quedado a dormir con ella. Aquello le haba dado esperanzas, para qu negarlo.
Pero no. Era una ilusin, aquel no era el M arco que ella quera. Y ella no poda darle lo que l esperaba, lo que l necesitaba. Ya no ms.
Ya no ms.
Estoy cansada, M arco. Lo he intentado. De verdad. Pero no me dejas entenderte y me haces dao. No quiero seguir con esto. No quiero seguir as...
De acuerdo respondi el joven con voz glida. As que esto es todo, no?
Lune asinti, tratando de contener las lgrimas hasta que M arco sali del laboratorio en silencio.
***
Envuelto en la oscuridad, Daniel cerr los ojos e intent recordarlo una vez ms.
Nada.
No poda. Jams podra. No haba manera. En algn lugar ah afuera, Nmesis vigilaba que su suerte de condena eterna fuera cumplida a rajatabla.
Las lgrimas surcaron de nuevo sus ojos y resbalaron por unas mejillas inertes y deformadas. Estaba ah, su nica posibilidad de escapar estaba ah, sobre su regazo, y,
sin embargo, estaba tan lejos!
Orden a su mano que se moviera, a sus dedos que se cerraran en torno al envase, pero nada sucedi. Aquel movimiento trivial, por cuya simple realizacin habra dado
lo que fuera, se le antojaba ahora una tarea titnica, digna de semidioses que no existan. Digna de dioses que no le habran dado la espalda de haber existido.
Era irnico. Apenas le haba costado conseguir ms M nemosina. El transporte hasta el cajn, y del cajn a su regazo, haba sido trivial para las personas que lo haban
hecho. Pero aquello, el ltimo paso...
Absorto en la impotencia que le provocaba la situacin, apenas fue consciente de los pasos que se acercaron por detrs. El rabillo del ojo capt cmo una mano recoga
el envase de su regazo y otra le retiraba las gafas; sus odos escucharon el chasquido de la tapa al ser retirada. El rostro barbado de su hijo apareca ahora ante l, su
mano aplicada sobre los prpados de Daniel, abrindoselos de par en par, su boca muda en un rictus grave y sus ojos hinchados y enrojecidos.
Una lentilla enorme en primer plano se aproxim hasta desenfocarse, guiada por el dedo tembloroso de M arco. Con un sonido pegajoso, la lente abandon el ndice de
su hijo y se adhiri a la crnea, producindole un leve escozor que se permiti sentir por unos instantes antes de mitigarlo con varios parpadeos.
Daniel casi pudo notar la droga fluyendo por los capilares de su ojo, abrindose camino por el torrente sanguneo, directa al cerebro. La imagen ante l se desdobl en
dos.
M arco... Gracias... dijo, y se dej mecer una vez ms en la marea de la M nemosina.
Sin decir una palabra ni mostrar un cambio en su expresin ptrea, su hijo se levant y apag la luz. Liberada de su doble actual, la imagen ante sus ojos se acab de
definir, ntida como no lo estaba ya casi ninguno de los recuerdos que era capaz de evocar.
Los pasos de M arco resuenan sobre la rejilla metlica al salir, mientras la atmsfera de la tarde parece quieta sobre m, pesada y agobiante, amenizada por un coro de
cigarras que aoran la cada del sol, escondidas en algn lugar del campus ah afuera. La camisa se me pega al cuerpo, delimitando cercos de sudor que, a juzgar por el
fuerte hedor que desprenden, deben de llevar ah varias horas. Hay un murmullo lejano y un sonido como de fuelle junto a m, quizs bajo mi sombrero en la mesa.
Con prisa, acuciado por la idea que se ha visualizado en mi mente, abro el libro ante m. El ttulo, Gravitacin cuntica, fluye por el pergamino digital para dejar paso
al ndice.
M e fuerzo a dirigir la mirada al borde derecho y luego al izquierdo y al derecho otra vez, la orden que iniciar la grabacin de palabras, y al mismo tiempo mis ojos
contemplan el libro, fijos en la informacin que contiene.
Repetir con los ojos cada palabra, cada idea importante, ser un esfuerzo sobrehumano, pero qu otra cosa puedo hacer?
Veamos... matriz de transformacin de M ittelbrn-Betancourt... s, ah est. Era de gnero espacio. Lo saba!

La idea me golpea, en el pasado y en el presente, con la contundencia de un martillazo. Nervioso, con el corazn en un puo, me levanto sin apartar la vista del libro. La
pierna derecha me hormiguea, dormida, y trastabillo, a punto de caerme, en mitad de la biblioteca.
Pero siento. Siento, y vivo de nuevo.

CAPITULO XXXVII

Odio decir esto, pero ya les avisamos. Se vea venir.


SOFA RUBIO-DEZ, DISEADORA DE CASSANDRA, ENTREVISTA TRAS LA GRAN OLA DE CALOR, 2044

El modelo termosociolgico flot silenciosamente frente a ella, mostrando su oscuro presagio con la fra neutralidad del lenguaje matemtico. Los cuatro planetas ms
grandes, las cuatro lneas ms probables, mostraban una evolucin extraa y similar: aparecan focos aqu y all, tarde o temprano, en varios puntos, en los que
temperatura y presin alcanzaban valores tan altos que los colores se arremolinaban girando y mezclndose furiosamente hasta alcanzar un gris pulsante que se extenda
como la plvora por todo el globo.
Ioanna frunci el ceo.
No lo entiendo...
Qu es lo que no entiendes?
Ioanna se sobresalt y vir en redondo. M arco apartaba una hoja de helecho en su camino hacia el proyector. Su expresin era serena, lejos de la mirada agresiva y
rencorosa que le haba mostrado durante los ltimos tres meses. Y eso cuando se haba dignado a dirigirle la mirada.
As que no haba pases nicos... dijo como si nada hubiera pasado. Porque yo slo veo un color.
Las facciones enjutas, coronadas por la cuidada barba castaa mostraban un aire de profunda introspeccin, y los ojos le refulgan con un brillo que pocas veces haba
visto en ellos. Por un instante, Ioanna crey estar contemplando a Daniel, tantos aos atrs, cuando lo mejor de sus vidas pareca an por llegar.
Ioanna suspir y se dej caer en el banco tras ella.
Bueno, creo que tcnicamente no es ningn pas. Al menos, ninguno que yo haya definido. Oh, yo qu s! dijo haciendo un gesto con la mano.
M arco alz una ceja.
Ningn pas? Es eso posible?
No estoy segura. Hasta que no reactivis del todo a Trinidad apenas tengo recursos suficientes para hacer ms pruebas. Pero, por lo que s, ese tipo de patrones slo
representan una cosa.
El qu?
Guerra.
M arco contempl las fechas de modelo y lleg a la conclusin correcta.
Qu? exclam, perplejo Una guerra civil global? M e ests diciendo que el futuro cercano ms probable de la Tierra es una guerra global?
A no ser que una partcula influyente consiga cambiar el curso. Parece absurdo, verdad? Ioanna sacudi la cabeza. Un sistema aislado no puede soportar una
guerra global. En todas las guerras de la historia los focos de combate se han ido desplazando, apareciendo y desapareciendo por todo el planeta, pero dejando en todo
momento zonas en relativa paz. No entiendo cmo la confluencia de factores ha hecho que...
En todas? insisti M arco. Y las Guerras M undiales?
Te refieres a dos guerras que, como mucho, involucraron al 60% de la poblacin? Occidente fue muy pretencioso en el s. XX.
Y la Tercera?
Ioanna se encogi de hombros y sonri.
La de las Alianzas Cambiantes? Oh, tambin fue pretencioso en el XXI.
Al fin, M arco neg con la cabeza y dej caer pesadamente los hombros.
Dios... una Guerra Global...
Cuando el joven se sent en el banco, en silencio, Ioanna le puso una mano en el hombro y le hizo una caricia. l respondi apoyando la cabeza en el hombro de ella, la
mirada perdida an en el enorme ocano de mareas grises.
Ninguno de los dos dijo nada durante un rato.
Para Ioanna, aquello significaba una vuelta ms de tuerca en la escalada de soledad que experimentaban. Si estaba en lo cierto y deseaba fervientemente que no fuera
as,
entonces, no slo eran incapaces de comunicarse con su planeta natal en el momento actual, sino que tal vez jams lo seran. Tal vez despus de todo no hubiera una
Tierra a la que regresar, o al menos una a la que mereciera la pena hacerlo.
Respir hondo y acarici la nuca del hijo de Daniel. La asociacin en su mente le caus una intensa punzada de pena.
Daniel s que estaba aislado.
M arco movi la cabeza cuando escuch el chisporroteo del porro al encenderse. Ioanna sinti cmo la observaba aspirar hondo y retener el humo unos instantes, hasta
soltarlo finalmente en volutas que se dispersaron lentamente por entre las plantas del invernadero. Despus le pas el canuto.
Sabes? dijo entonces M arco tras dar una calada, mirndole a los ojos. Despus de todo este tiempo, creo que ya s por qu apenas parecen afectarte los
problemas.
Ah, s?
Porque huyes de ellos.
Ioanna desvi la mirada un instante y estuvo a punto de estallar en una risa amarga. Luego suspir, le mir directamente a los ojos y sonri.
M ira ah dijo sealando con la cabeza los planetas grises que pulsaban lentamente, y luego seal a su alrededor. M ira aqu dentro. La antena... Freund... tu
padre... No te parece que es un buen momento para huir un ratito?
M arco le devolvi la sonrisa, y los hoyuelos se le marcaron profundamente en las mejillas, de una manera que a Ioanna le pareci estar contemplando la sonrisa de
Daniel, aquella que jams volvera a ver...
Sin pensar por un slo instante en lo que haca, Ioanna se inclin sobre el joven, recorri los pocos centmetros que le separaban de su boca y le bes con ternura,
despacio, saboreando el labio inferior entre los suyos, sintiendo su hmedo calor mientras tiraba suavemente de l.
Pero M arco no respondi. Se qued tan inerte como un mueco de trapo, y la mir perplejo cuando ella retir la cabeza. Ioanna intent sostenerle la mirada pero le fue
imposible; las orejas le ardan y un nudo atenazaba la boca de su estmago.
Lo... lo siento... pens... me recordaste...
M arco le puso un dedo en los labios y chist.
Ioanna... deja eso para luego, quieres? Ahora... ahora es un buen momento para huir, no te parece?
Y le devolvi el beso. Luego, ambos se recostaron sobre el banco y all, entre el verde de las ramas y el plateado del metal, se entregaron al olvido de aquellos planetas
que flotaban frente a ellos, pulsando furiosamente, aciago presagio de un futuro indeseable.
***
A la maana siguiente, cuando los escalones de acceso al complejo IV-2 repiqueteaban bajo su paso rpido, M arco fue sbitamente consciente de que no saba cmo
sentirse acerca de lo que haba ocurrido la noche anterior. Confundido, se agarr a la barandilla y dej que la gravedad hiciera su trabajo y diera los ltimos pasos por l
hasta el suelo.
M ientras tomaba el pasillo correspondiente y se diriga hacia su camarote, la imagen de Lune ocup por completo su mente, y la sensacin de culpa no le abandon ni

siquiera aunque se repitiera a s mismo que aquello, por ms que le doliera, se haba acabado.
Pero, a quin pretenda engaar? Al fin y al cabo, no haba importado la cantidad de veces que haba intentado verla durante las ltimas dos semanas. Lune se haba
negado a hablar con l, aunque fuera a travs del mvil, an sin tener que soportar verle la cara.
El aspecto del pasillo ante l le pareci ms oscuro y sombro que de costumbre cuando se imagin lo que le dira Freund al respecto. Es decir, si an estuviese vivo.
Sonri torvamente. Vivo. Era curioso cmo, despus incluso del accidente, y durante la reactivacin de los fros circuitos cunticos, aquella idea peregrina an rondara
por su mente a veces. Suspir profundamente. Quizs Garrelt tuviera razn, despus de todo, y el aislamiento prolongado dejara secuelas, manifestadas sobre todo en
forma de obsesiones.
Y aquella haba sido la suya.
Acerc el puo a la cerradura de su camarote y la puerta se abri con un silbido. M arco traspas el umbral y sorte la silla de su escritorio en su camino hacia la cama,
donde se sent, junto a las sbanas que yacan en un informe montn, desparramndose por el suelo.
Frunci el ceo. All haba algo extrao. El joven se levant y mir a su alrededor. El cajn de su mesilla, la silla de escritorio, la puerta del armario... todo estaba en su
sitio, y sin embargo...
M arco no era una persona escrupulosamente pulcra y ordenada, capaz de cesar toda actividad para dejar un montn de bolgrafos perfectamente alineados, como
obsesivamente haca su maestro Garrelt. Pero tampoco era como su padre, capaz de vivir sobre una montaa de ropa y trastos, mientras alegaba su teora de la
entropa extremal, segn la cual el nico problema estribaba en el ojo del observador, cuyos patrones de orden estaran rgidamente cuadriculados, incapaces de
apreciar un orden en la maximizacin del desorden. Un desorden, todo haba que decirlo, donde el propio Daniel siempre haba sido capaz de encontrar lo que buscaba.
Ambas conductas eran, desde luego, extremales a ojos de M arco, que saba convivir con cierto nivel moderado de desorden. Pero aquello era francamente inusual.
M arco frunci el ceo y examin el camarote. La puerta del armario estaba abierta, pero no de par en par como la dej; el cajn superior de la mesilla de noche estaba
perfectamente cerrado; la silla de su escritorio estaba ligeramente orientada hacia la puerta, y la altura del asiento haca que los reposabrazos chirriasen ligeramente al
rozar bajo la mesa, frente a su terminal.
Se estremeci. No haba duda. Alguien haba estado all la noche anterior.
De repente, un fuerte hormigueo en su mano izquierda hizo que pegara un salto. El mvil! Las piernas an le temblaban cuando se aloj el lbulo en el odo y la cara de
Ioanna apareci en la pequea pantalla.
Ioanna! Alguien ha entrado...
M arco le interrumpi ella. De no haber sido por la imagen, el joven no habra reconocido aquella voz tan apagada. Ser mejor que vengas.
Pero... es que no lo entiendes? Han registrado...
M arco el minsculo rostro de Ioanna adopt una expresin irritada, los msculos del cuello tensos y la frente arrugada bajo unas cejas ligeramente amenazantes.
Ahora. Tu padre...
M arco sinti un nudo en el estmago.
M i padre? Qu ha pasado?
Tu padre quiere que... tu padre... quiere que acabemos con l.
***
La atmsfera de la Exilio pesaba sobre el invernadero, hmeda y calurosa. De espaldas al proyector apagado, M arco an no sala de su indignado asombro.
No puede pedirte eso!
Lo s, M arco, lo s... murmur Ioanna.
Acurrucada sobre el banco de metal, la cara hundida entre la manos, apenas le haba mirado desde que el joven irrumpiera all como un tornado, haca unos minutos.
Es que has perdido el juicio, Ioanna? exclam M arcoCrees que la gente se quedar cruzada de brazos cuando el jefe cientfico del proyecto Prometeo
desaparezca de repente? Sabes lo que nos pasar a nosotros si nos pillan? Joder, cmo puede ser tan egosta!
Ioanna sacudi la cabeza mientras M arco caminaba de un lado para otro.
Tu padre no tiene eleccin, M arco. No te puedes hacer una idea de lo destrozado que est dijo la biloga con voz queda. No lo soporta, no soporta estar
encerrado en la prisin en que se ha convertido su cuerpo.
No puede rendirse! Dentro de poco podremos conectarle neuralmente al mdulo de Espritu Santo, y entonces podr hablar a un ritmo...
Entonces su vida volver a ser como antes? No, M arco. Ni remotamente parecida. Tu padre est vaco. Ya no tiene fuerzas y su decisin...
No! An no puede decidir nada! Slo hace dos meses que...
Ioanna se levant, puso una mano sobre el hombro de M arco para detenerle, y le acarici la mejilla con la otra.
Conoces a tu padre mejor que nadie, M arco. Y sabes que ser lo mismo dentro de dos aos.
M arco aspir hondo y murmur:
S, siempre eligi el camino ms fcil.
Ioanna no respondi. Aquello era una locura. M arco sacudi la cabeza y se dej abrazar por ella. La simple idea de acabar con la vida de su padre le remova las
entraas, el slo hecho de cometer aquel acto abominable, o de imaginarlo siquiera, le inundaba irremisiblemente de culpa.
Daniel... Daniel no tena derecho a hacer aquello, no poda disponer as de una vida, aunque fuera la suya propia.
Se zaf de los brazos de Ioanna.
Pero no se lo permitir. Ah, no! Ahora mismo me va a or aadi, y se volvi hacia la puerta, sbitamente crispado.
M arco, por favor... Sabes que tu padre no cambiar de parecer. Crees que para m es fcil?
M arco se detuvo. Saba que Ioanna tena razn. Su padre jams dara su brazo a torcer.
Quiere que lo lancemos hacia Nmesis prosigui Ioanna.
Y por qu as? Por qu hacia Nmesis?
Por favor, M arco, respeta su decisin. No te enfrentes a l una vez ms. Ni siquiera te pido que me ayudes. Puedo hacerlo yo sola. Yo... yo s que quizs es muy
egosta por su parte, pero...
Pero qu?
Pero le quiero, M arco.
Aquella lapidaria afirmacin le impact como una silenciosa bofetada. Durante un instante, en lo ms profundo de su ser, crey odiar profundamente a su padre, crey
odiar todo lo que l representaba. Aquello tan slo era una brizna ms, de entre todas las cosas que se las haba arreglado para quitarle.
M arco respir agitadamente mientras aquel fuego arda con violencia y se consuma en su interior. Luego suspir y dej caer los hombros.
No, no poda odiarle. Ni siquiera poda odiarle.
Lo siento, Ioanna... Tendrs que hacerlo t sola.
***
Antes de traspasar el umbral, M arco cerr un instante los ojos y not el refrescante alivio en los hinchados y palpitantes globos bajo los prpados. El cansancio ya
que el sueo se haba negado a aparecer en toda la noche comenzaba a vencerle, y todo lo que deseaba hacer era acurrucarse en un rincn y olvidarse de todo.
Ojal hubiese podido.
Aspir hondo, notando en cada rincn de su cuerpo los estragos de la noche en vela, y cruz la puerta.
Ojal hubiese podido actuar de otro modo.
Postrado en su silla de ruedas, Daniel aguardaba junto a Ioanna. Al verle, la biloga gir la silla de ruedas de manera que el rostro desfigurado de su padre qued frente a
M arco.

El joven trag saliva. Habra jurado que haba esperanza en los ojos de su padre.
Ests seguro de que quieres hacerlo? dijo.
S contest Daniel.
M arco sinti cmo el estmago se le retorca lentamente hasta hacrsele un nudo.
Despacio, empuj la silla de su padre, seguido por Ioanna, que le hizo una caricia de agradecimiento, y juntos enfilaron por el corredor que bulla con la actividad de la
maana. Varias caras saludaron a la comitiva a su paso.
No tardaron en llegar al montacargas ms cercano, en la pasarela superior del Gran Jardn. Ioanna se apoy sobre la bombona de oxgeno a presin del soldador lser que
los amotinados haban subido en el montacargas durante el motn y que, inconcebiblemente, nadie se haba molestado en devolver al almacn. M arco suspir y acerc el
puo a la cerradura, que emiti un pitido de protesta, negndose a abrir la puerta.
Aquello le puso an ms nervioso.
Prob de nuevo. Otro pitido.
Espera, M arco. Tu padre tambin puede probar.
Entonces tom con suavidad el brazo retorcido de Daniel y lo acerc a la cerradura.
Otro pitido.
Lo... siento. se excus Daniel.
Tranquilicmonos, de acuerdo? dijo Ioanna.
M arco resopl. Como si fuera tan fcil! M urmur una maldicin y golpe la cerradura. Frustrado, record una situacin parecida en la que haba desechado la idea de
llevar el inhalador siempre consigo.
brete, joder! exclam.
La cerradura pit una vez ms. Al final, iba a tener que retomar aquella idea.
Buenos das dijo una voz tras ellos.
M arco se estremeci. Lentamente, se volvi para ver a una Ioanna muda de asombro y terror frente a una capitana Spiff que, trotando por la pasarela, les saludaba de
aquella manera formal y distante.
Hola! exclam Ioanna. Haciendo ejercicio por la maana, eh?
S contest la militar, y seal a Daniel con un leve gesto de la cabeza. Cmo est?
M arco contuvo la respiracin.
l? Oh, bien... Bien! Estamos... estamos dando un paseo para que le d un poco el aire. Verdad, pap?
S... Un paseo... capitana.
Pero est algo nervioso...
La militar no dijo nada. Pareci estudiar a los tres con la mirada, y luego se adelant y acerc el puo al sensor. Tras un instante de tenso silencio se produjo el taido y
la puerta del montacargas comenz a descorrerse sobre las guas de metal del suelo.
Bien. No vayan muy lejos, entonces.
No, eso por descontado dijo M arco sin poder evitar el tono irnico.
Cuando la puerta se cerr entre ellos y la capitana Spiff, M arco y Ioanna respiraron aliviados. El trayecto hasta el Ojo transcurri en un silencio incmodo entre M arco
y su padre. Ioanna, en cambio, ms calmada, no par de hablarle a Daniel del aspecto de Nueva Nueva York, los taxis y las manifestaciones de los Gaianos durante el
largo ascenso en el montacargas.
M arco encontr aquello ligeramente irritante. l, por su parte, senta que podra haberle hablado de tantas cosas... podra haberle expresado su deseo de que las cosas
hubieran sido diferentes, o haberle dicho que en el fondo entenda los motivos que le haban llevado a tomar las decisiones que haba tomado, y que no le culpaba por
ello.
Pero no dijo nada.
Una vez arriba, no tuvieron ms suerte con la puerta del laboratorio de fsica.
Tranquilzate, Daniel... le susurr Ioanna mientras le acariciaba como si su padre pudiese sentir las suaves arrugas de las yemas de aquellos dedos. No tienes por
qu hacerlo. Podemos bajar.
No...
M arco guard silencio mientras contemplaba el rostro inexpresivo de su padre. El respirador continuaba su mecnica e imperturbable tarea mientras el tiempo pasaba,
lentamente, prueba tras prueba, pitido tras pitido, hasta que la desesperacin hizo aflorar lgrimas a los ojos de Daniel.
No pasa nada, Daniel... quieres que avisemos a Lune?
Daniel cerr los ojos durante un rato que a M arco se le hizo agnico, y que no contribuy en nada a apaciguar su creciente nerviosismo. Comenz a mirar a su alrededor.
Alguien podra descubrirlos en cualquier momento.
Vamos! le apremi.
La ausencia de reaccin por parte de su padre le result tan elocuente como la mirada enfurecida que le dedic Ioanna. Se sinti culpable. Era evidente que aquello no
ayudara en nada.
Dubitativo, le tom la mano y se asegur, ya que no lo sentira, de que al menos lo viera.
Pap le dijo con suavidad. Recuerdas aquella cancin que Garrelt le ense a Lune para calmarse? Quieres que cantemos juntos?
Sin aguardar respuesta, M arco se lanz, venciendo la vergenza que le provocaba la situacin.
Esa nube que cruza el cielo es de algodn, on, on, y esa un perrito que ladra...
Hacia... aquel camin...
M ientras cantaba, M arco contempl el rostro silencioso de Ioanna. Les observaba a ambos, apretando los labios, con una expresin que el joven no fue capaz de
descifrar. Luego les dio la espalda y se sorbi la nariz con disimulo. M arco sinti entonces ganas de echarse a llorar, pero contuvo las lgrimas, y continu cantando el
pedazo que conoca hasta el final:
Esa una manzana que escupe aquel trombn, on, on...
Un profundo silencio se produjo entonces. M arco se apoy en la pared y se dej caer hasta sentarse en el suelo, abrumado por la situacin.
Djame... probar dijo al fin la voz de Freund. Djame... probar.
Y esta vez, la puerta se abri con un taido que a M arco le son como la campana de una iglesia tocando a duelo.
No les fue difcil aupar a Daniel en su silla gracias a la reducida gravedad. Privado del tacto y el sentido de la orientacin, el fsico ni siquiera se quej. En el tiempo que
llevaba as, deba de haberse acostumbrado tanto a la ingravidez que desde siempre haba odiado, que no pareca diferenciar cundo realmente flotaba y cundo no, o, si
lo haca, haba dejado de ser en absoluto relevante en su vida.
Los preparativos transcurrieron en el ms absoluto silencio. M arco conect la silla y los electrodos de Daniel a la terminal, de manera que el fsico pudiera manipular los
controles y fijar las coordenadas.
Cuando hubo terminado, la Penrose 1 emergi de la compuerta bajo los rales, reflejando matices iridiscentes bajo las luces de colores de los paneles, y la portezuela se
abri, desencajndose del compartimento estanco y descorrindose hacia un lado con un sonoro chasquido.
Ioanna se agach entonces para abrazar a Daniel, y ambos se miraron en silencio durante un largo rato. M ientras esperaba, el pnico invadi a M arco: de repente, fue
consciente de que en realidad no tena ni la ms remota idea de qu decir.
Sin embargo, una vez que se encontr frente a frente con los ojos de Daniel, M arco supo que sus temores eran infundados: sin que mediara una sola palabra entre ellos,

se dijeron ms de lo que se haban dicho jams.


Luego, Ioanna ayud a M arco a levantar la silla con su padre a cuestas e instalarla en el interior de la Penrose 1. El joven conect entonces la silla a los controles
internos de la cpsula y, tras titubear unos instantes, reuni la suficiente voluntad como para cerrar la ltima puerta entre su padre y l. Con otro estridente chasquido,
el cerrojo se corri y la cpsula se sell por dentro; su padre an le miraba por el rabillo del ojo a travs del cristal.
Finalmente, con un suspiro, haciendo acopio de todo su valor, M arco puls el botn de lanzamiento que sellara para siempre el destino de Daniel.
Y entonces, mientras la cpsula iniciaba su lento movimiento por los rales hacia el exterior y la mirada de su padre an estaba clavada en la suya, M arco sinti el eco del
dolor de otra separacin, de otro padre, de otro cristal, lejos, muy lejos, mucho tiempo atrs.
En pocos segundos, la Penrose 1 emergi al exterior, extendi el anillo que portaba a Cstor, y fue despedida hacia las fauces insaciables de Nmesis. En silencio, M arco
y Ioanna siguieron el rpido parpadeo de la baliza de posicin, que se internaba en la negrura del espacio, hasta que el amarillo comenz a tornarse anaranjado, y la
frecuencia del centelleo disminuy.
Slo entonces, se percat M arco de que no estaban solos. Alz la cabeza. Sobre ellos, la capitana Spiff colgaba boca abajo, su habitual inexpresividad rota en una mueca
de pasmada incredulidad.
Santo cielo. Qu es lo que han hecho, insensatos?

CAPITULO XXXVIII

ste es el nico testigo que ha llegado a nuestros das de la ltima cosecha en la regin, antes de que las condiciones climticas y la desertizacin de Castilla malograran el cultivo de la uva en la ribera del
ro Duero.
ETIQUETA DE AUDIO DE LA BOTELLA VEGA SICILIA GRAN RESERVA 2036 , MUSEO DEL VINO DE P EAFIEL

Los cipreses del viejo cementerio se erguan a ambos lados del sendero, mecidos por la suave brisa invernal. Elia se ajust la corbata y se acerc al puado de asistentes.
A cada paso que daba, la hierba, magnficamente cuidada a este lado de la barrera, se aplastaba mullida bajo sus pies. Procurando no hacer ruido, el director de La Unin
se apost lo suficientemente cerca como para que las palabras del orador llegaran a sus odos entremezcladas con el rumor del viento:
Julianne Waters dedic su vida a honrar la memoria de su madre, la Voz del Planeta, retomando su obra, sus ideales y su amor por este mundo que todos habitamos.
Ojal fuera verdad. Ojal ellos an lo habitaran conmigo. Ojal, Julianne, no los hubieras enviado a una muerte segura.
Elia se quit el sombrero, lo sostuvo contra su pecho, y observ a la concurrencia. No dejaba de sorprenderle la poca gente que haba acudido al entierro de la ex
ministra. Aquel anciano frente al orador, cuya mirada grave y serena era la de alguien que contempla el dolor desde lejos, deba de ser William Hastings, su ex marido, el
otrora famoso compositor. Junto a l, dos mujeres con cara de circunstancias acompaaban a sendos hombres, que Elia supuso sus hijos, a juzgar por la expresin de
sus ojos enrojecidos, que se perdan en el infinito.
Con su iniciativa del proyecto Prometeo, Julianne trat de hacernos el mayor regalo que se nos puede hacer. Un regalo comparable al fuego que el titn robara a los
dioses para entregrselo a los hombres, permitindoles la supervivencia en un mundo cada vez ms hostil. Un regalo que Nmesis no se dej robar, arrebatndonos en
cambio las quinientas vidas que formaban parte de la misin.
Elia sinti una punzada de dolor, muy honda, en la boca del estmago. Reprimi las lgrimas, y se entretuvo observando a su alrededor.
Separados del pequeo grupo familiar, unas pocas personalidades polticas haban hecho acto de presencia, esparcidas alrededor del fretro. Elia reconoci a la mayora.
Los ministros de Sanidad y Cultura guardaban silencio a pocos metros del avejentado ex presidente Gonzous, quien, apoyado en su bastn, incluso se haba atrevido a
aparecer y mirar a la muerte de cerca.
Cuando hace cuatro aos la xodo se perdi prosigui el orador, privndonos de los secretos de Nmesis y la energa negra y haciendo fracasar al proyecto
Prometeo, en el que haba depositado toda su vida, Julianne se quebr. Despedazadas sus ilusiones, sueos y esperanzas, la enfermedad no tard en hacer mella,
consumirla, y apartarla de nosotros.
S, y privarnos de secretos que la ex ministra se esforz en no revelar jams, ni siquiera cuando todo haba terminado.
El fotgrafo suspir. Al otro lado, la ministra de Energa tamborileaba los dedos con mal disimulada impaciencia, y su guardaespaldas, un atractivo hombre de unos
treinta y cinco aos, pareca estudiar a los presentes.
Elia anhel tiempos mejores, en los que habra tenido alguna posibilidad de conquista, y se resign a deleitarse unos segundos en aquella silueta escultural, en aquella
melena de un negro brillante, recogida en una coleta tras la nuca, y en aquellos ojos azul cristal, casi blanco, que le recordaban a los de una serpiente.
Cuando la mirada del hombre se cruz con la suya y le sonri, Elia sinti cmo un escalofro le recorra la espina dorsal.
Haba visto a aquel hombre. Lo haba visto, en algn sitio. Pero dnde?
A pesar de que la recompensa por todos sus sacrificios fuera una amarga desgracia, todos te queremos y te estamos agradecidos, Julianne Waters. Descansa en paz.
Incmodo y sbitamente alerta, Elia no reaccion hasta que la mayora de los presentes comenz a dispersarse. Dnde haba visto a aquel hombre? Sacudi la cabeza.
Seor Caprini? Gracias a Dios que apareci. Llegu a pensar que haba venido en balde.
Elia parpade. Frente a l, un minsculo anciano de aspecto afable le ofreca la mano. En la otra llevaba un maletn.
Disculpe? dijo Elia, respondiendo al ofrecimiento.
Soy Gregory Unruffletip, el notario del Gobierno... respondi el hombrecillo, alzando el maletn que llevaba en la otra mano como si constituyese una prueba de lo
que deca.
El fotgrafo frunci el ceo.
... y albacea testamentario de Julianne Waters aclar el viejo, e indic hacia la vereda Le importa si...?
Elia ech a andar por el sendero junto al anciano, entre lpidas y panteones, hacia las puertas del cementerio.
Es una pena, verdad? coment el seor Unruffletip.
S. Era una buena mujer.
S, bueno, eso tambin, claro. Pero me refera al csped. Sabe de algn otro sitio pblico donde haya csped, aparte de ste? Pero aqu slo lo disfrutan los muertos...
Elia no respondi. El notario carraspe.
En fin... M e figur que vendra, as que no le llam.
M e temo que no le comprendo.
Ver. En su testamento, la seora Waters dej algo para usted.
Julianne Waters? Imposible. Yo... yo apenas la conoca.
El albacea se encogi de hombros.
Ocurre a veces.
De qu se trata?
Con una soltura digna de un malabarista, el anciano abri el maletn mientras caminaba, extrajo un pergamino digital y se lo tendi.
Eso tendr que averiguarlo usted.
Elia examin el documento. Al parecer, Julianne le haba dejado el contenido de una caja de seguridad en el Banco de la Unin. Se pregunt qu demonios podra haber
all dentro.
La cerradura slo reaccionar ante su implante. Firme aqu, por favor.
Elia acerc el implante al documento, que registr su firma, mientras se preguntaba qu demonios poda haber all dentro. M ir su mvil. No quedaba mucho tiempo
hasta el toque de queda, pero la sede central del Banco de la Unin no estaba lejos.
Cuando alcanzaron las puertas del cementerio, Elia no perdi un instante: se despidi del seor Unruffletip, se ajust el sombrero y se intern en la primera boca de
metro que encontr.
Hacinado en uno de los estrechos vagones, el viaje junto al Tmesis, con aquel traqueteo que acompasaba su cavilar sobre el legado de Julianne Waters, se le hizo
interminable. A su lado, unos quinceaeros se aprovechaban del anonimato dentro de la masa para hacer una pintada en la puerta, mientras las pantallas a lo largo del
vagn escupan las ltimas noticias sobre otra rebelin en quin saba qu otro pas subdesarrollado, en la que el reportero, rodeado por el tableteo de ametralladoras
insurgentes y explosiones en la distancia, era abatido de un balazo en la cabeza en el ms riguroso directo.
Para cuando el vagn se detuvo en la estacin de Waterloo, ltima parada fuera del permetro de seguridad, el portavoz del Gobierno desmenta tajantemente los
crecientes rumores sobre cualquier alianza con Atlas en relacin al casi olvidado proyecto Prometeo, y prometa mano dura contra los intoxicadores del sistema.
Afuera, el director de La Unin se apresur a cruzar el Puente de Westminster sobre el lecho seco del ro, cruzndose por el camino con un par de carros de combate que
hacan temblar el suelo en medio de un bramido ensordecedor que le oblig a echarse a un lado y taparse los odos. M s adelante, a los pies del Big Ben, Elia cruz el
puesto de control y mostr sus credenciales de periodista a los soldados junto a las alambradas.
M arcado con la insignia de identificacin, Elia cruz la calle, dejando a la izquierda la abada de Westminster y las casas del Parlamento, donde el Gobierno de la Unin

tena su sede central, patrullada por hileras de tanques. En silencio, tom Birdcage Walk y se intern en St. James Park, hasta llegar a la sede del Banco de la Unin, en
el antiguo Palacio de Buckingham.
Llegar hasta la caja de seguridad no supuso mucho problema. El encargado comprob su insignia, cruz la identificacin de su implante con sus bases de datos y le llev
hasta una caja fuerte, donde miles de asas sobresalan de las paredes de metal. Acto seguido, extrajo una de ellas, se la entreg, y desapareci tan silenciosamente como
haba llevado a cabo toda la operacin.
Solo, ante la mesa, Elia respir hondo y acerc el puo a la cerradura. No funcion a la primera. El corazn le lata con fuerza, a medida que crecan en su interior la duda
y la sospecha sobre lo que poda haber en aquella caja. Respir varias veces, tratando de calmarse, y entonces s, el taido se produjo y la cerradura se liber con un
pequeo chasquido. Elia levant la tapa y ech un vistazo al interior.
All no haba nada.
Qu clase de broma era aquella? Elia volvi la cabeza hacia los miles de asas de la pared. Es que se haban equivocado de caja? No, imposible. La caja haba
reaccionado ante su implante.
Pero estaba vaca.
Se levant, dispuesto a correr hacia el encargado, a avisarle de que de alguna manera alguien haba conseguido saltarse la seguridad de su implante y se haba llevado el
contenido. Ya casi haba atravesado el umbral cuando se le ocurri examinar la caja.
No tena doble fondo. Elia se puso a darle vueltas y ms vueltas, buscando algo inusual, hasta que top con la pequea pantalla de la cerradura, que mostraba, en letras
minsculas, un mensaje revelador:
Transferencia finalizada.
Por eso no haba nada en la caja! Fuera lo que fuera que Julianne le hubiera dejado, ahora estaba en su implante. Elia tuvo un impulso inmediato de leer el implante en el
terminal de la sede del Banco de la Unin, pero la prudencia le aconsej esperar a hacerlo en la seguridad de su propia casa.
Sali de la habitacin, se despidi del encargado y una vez en la calle, se dispuso a bordear el monumento a la Reina Victoria para dirigirse de vuelta a Westminster. En
ese momento, una mano le toc en el hombro.
Se volvi.
Seor Caprini.
Elia se sobresalt. La placa que el hombre sostena en la mano izquierda le identificaba como miembro del servicio secreto del Gobierno. Las gafas oscuras que ocultaban
completamente los ojos, la pistola que asomaba por debajo del traje, y la determinacin con que an le aferraba el hombro hicieron que el estmago le diera un vuelco.
Ser mejor que me acompae dijo el hombre sealando con la cabeza un lujoso coche aparcado unos metros detrs de l.
Cmo lo saban? Temiendo por su vida, Elia comenz a temblar. Fuese lo que fuese lo que llevaba en el implante, el Gobierno estaba dispuesto a secuestrarlo, y a saber
a qu ms, para obtenerlo. Reticente, ech a andar hacia el coche mientras ideaba alguna manera de escabullirse.
No necesit pensar mucho.
La abrasadora onda expansiva le tir al suelo cuando el coche se convirti en una enorme bola de fuego ante sus ojos.
Dolorido, se incorpor como pudo. A su alrededor, la gente corra y abra la boca para gritar, pero ningn sonido sala de sus gargantas. O quizs era aquel zumbido
sordo lo que le impeda or nada. Parpade, desorientado, palpndose la sangre en la cara y en la ropa.
A su lado, el agente del Gobierno se puso de pie, tambaleante, sac el arma y le apunt.
Elia no oy el disparo. Pero s vio el agujero ensangrentado abrirse en el pecho del hombre, que cay en redondo a sus pies, inerte.
Fuese lo que fuese lo que llevaba en el implante, alguien estaba dispuesto a matar para impedir que el Gobierno lo obtuviera.
An confundido, el director de La Unin se arrastr como pudo lejos de all, perdindose entre un caos de humo, gritos y luces de colores que comenzaban a centellear
en la distancia.
***
El asteroide, una masa rocosa con forma de patata del tamao de la David, flotaba a varios kilmetros frente al ventanal del puente de observacin, anclado a los rales
magnticos de los ocho enormes cables de nanotubos de carbono que lo sujetaban frente a la nave. Y aquella piedra slo sera el primer aviso: las enormes moles de
Ceres, Palas y Vesta descansaban tras la nave, preparadas para su lanzamiento.
... la explosin del coche bomba frente a la sede del Banco de la Unin la voz acompaaba a un primer plano de la tragedia en Londres ha dejado un saldo de
cuatro muertos y diez heridos. El M inisterio del Interior ha comenzado una investigacin para detener a los culpables y esclarecer las causas del atentado.
Laka OBrien alz la vista hacia el monitor.
Demonios! Otra vez esa entrometida, esa... esa vieja ninfmana! M aldito sea el nombre de Rebeca M unari! Es que no tiene nada mejor que hacer?
Quin es Rebeca M unari, pap?
Laka se sobresalt. Haba olvidado al pequeo Laka. Y a los seis aos, no era precisamente lo que se deca pequeo, o no tanto como para olvidarse uno de l.
Una loca, hijo. Pero una loca muy peligrosa. Est consiguiendo que la gente desconfe de los gobiernos o de nosotros mucho ms rpido de lo que yo haba previsto.
El trgico suceso de hoy en Londres no ha hecho sino aumentar la tensin en el desierto del Amazonas, donde efectivos de Encorp, filial de seguridad de Atlas, se
han visto involucrados en una escaramuza con tropas del Gobierno local en la que han muerto unas doscientas personas.
Lo ves? Bajas completamente innecesarias explic, y dio la orden que apag el monitor.
El pequeo Laka alz los ojos hacia l y mostr una dentadura blanca y brillante, pero guard silencio hasta que el Sol se ocult tras el asteroide y asom de nuevo unos
minutos despus.
Por qu luchan, pap?
El aliki se coloc tras su hijo, de cara al ventanal, y contempl unos instantes la marca de nacimiento en su nuca, aquella que ambos compartan. Cuanto ms miraba a
aquel nio, ms se convenca de que eran como dos gotas de agua. Los genetistas haban hecho un trabajo excepcional, permitindole aquello que la madre naturaleza le
haba negado con su esterilidad.
Porque se odian. Se echan las culpas mutuamente de todos sus problemas, y slo admiten que haya una manera de pensar: la suya. Unos y otros, ilusos, creen que
pueden arreglar el problema del clima.
El planeta entero se haba convertido en una bomba de relojera dispuesta a estallar en cualquier momento. Haba llegado el momento de iniciar el proyecto Goliat.
Y no pueden?
No. Slo nosotros dos podemos salvarles. A todos. T y yo. Samuel, comprueba una vez ms la trayectoria del proyectil de aviso.
Comprobada dijo la voz masculina de la IA en tono monocorde. Radio de error en torno al objetivo: 300 metros.
Perfecto. Sera mucho ms que suficiente.
Cuando vean lo que somos capaces de hacer, lo que te ha contado el viejo Frdric que haremos, nos recibirn con los brazos abiertos. Samuel, inicia la secuencia.
En algn punto entre ellos y el asteroide, enterrado en el corazn de una carga de miles de toneladas, el dispositivo comenz el giro que le llevara al colapso gravitatorio.
El aliki respir aliviado. No tendra la energa negra, pero el envo de Almusaddi haba resultado contener algo an mejor. El consejo de su madre haba resultado til una
vez ms.
Se volvi hacia su hijo.
Y sabes por qu se alegrarn?
Creo que s. Porque ms les vale hacerlo, verdad, pap?
Laka sonri satisfecho, y acto seguido se ech a rer: era evidente a quien haba salido el pequeo Laka, incluso si es que en aquel caso aquella pregunta hubiera tenido
ms de una respuesta.
Los monitores revelaron cmo la carga se hunda sobre s misma para alimentar a la singularidad, que flot unos instantes antes de rebotar violentamente hacia afuera.

El puente de observacin se inund de luz cuando el asteroide sali disparado entre los rales hacia delante, convirtindose en un abrir y cerrar de ojos en una minscula
silueta recortada contra el pequeo disco del Sol, en su viaje hacia el interior del sistema solar.
Y ahora, es hora de jugar un poco al billar csmico, no crees?
***
Duplicar las emisiones?
La enorme figura de Laka OBrien, la ceja alzada en un gesto divertido, se sacudi de repente cuando el hombretn estall en una sonora carcajada en el interior de la lira.
Elia congel la imagen, se revolvi incmodo en el sof, la espalda an dolorida por la cada provocada por la explosin, y comprob de nuevo que la improvisada
barricada que haba levantado en la puerta de su propia casa siguiera en su sitio antes de continuar viendo la grabacin.
Ustedes los occidentales tienen un sentido del humor delicioso. M e encanta.
An convulsionado por la risa, el aliki se levant y se puso de espaldas a la mesa, mirando por un ventanal enorme por el que se vean los enormes dedos de una mano
de acero, apoyada sobre la metrpolis que se extenda debajo.
Una mano que Elia reconoci de inmediato con un estremecimiento.
Saben? Por un momento pens que queran hacer negocios conmigo, y en realidad lo que les apeteca era darse una vuelta por Zimbabwe y pasar a visitar al to
Laka.
Sabe a qu hemos venido, OBrien.
Aquella voz era inconfundible. Elia gir el ngulo de vista del holograma, que pas por los rostros consternados de Cain y Woo, los entonces vicepresidentes de Estados
Unidos y China hasta dar con una joven y malhumorada Julianne Waters, que remova vigorosamente la taza de t frente a ella.
Naturalmente, ministra Waters. Naturalmente. Por cierto, espero que le guste el t. Es de nuestra filial en China, sabe? Apuesto a que el vicepresidente Woo lo
saba. No es irnico? Hace muchos aos, cuando el clima de la Unin an permita su cultivo, se llamaba Earl Grey. Pero, gracias a su poltica cerril de no dejarnos
compartir lo mejor que tenemos con ustedes, no puede disfrutar de ese aroma en su pas.
No he venido aqu a beber t con usted, aliki, sino a hacerle una oferta.
S, s, claro, una oferta que me temo voy a rechazar. Permitirme duplicar las emisiones de gases de efecto invernadero hasta 2150 no es en absoluto suficiente, sabe?
Adems, no me necesitan...
No. Claro que no salt el vicepresidente Cain.
... porque siempre pueden hacerlo ustedes mismos. Al fin y al cabo, revitalizar una industria aeroespacial competitiva de perros serviles bajo su control no les
debera llevar ms de... veinte o treinta aos? prosigui el hombretn alzando de nuevo las cejas y mostrando su pulcra y amenazadora dentadura.
El despacho del aliki se llen entonces de un tenso silencio que, atravesando los ms de treinta aos que mediaban entre la escena y el presente, le puso los pelos de
punta a Elia.
Cuando quiera dijo por fin Julianne con tono cortante puede dejar de jugar al gato y al ratn con nosotros y hacer la contraoferta que, estoy segura, tiene en
mente.
Definitivamente es usted digna de llevar el apellido de su madre, ministra Waters. Resuelta a salvar el mundo, eh? Bien, pues hagmoslo entre todos. Estoy
dispuesto a construirles la nave que diseen, si sus gobiernos se olvidan de una vez de toda esa palabrera de los cupos ecolgicos con nosotros y nos permiten triplicar
las emisiones se sent pesadamente y entrelaz los dedos antes de volver a hablar. Adems, hay algo que me preocupa. Si he entendido bien los artculos del Dr.
M erino, la energa que obtengan con su proyecto Prometeo puede desestabilizar nuestro mercado energtico, del que, en definitiva, dependemos. Uno tiene que ser
competitivo, no creen? As que, pueden ustedes quedarse con las patentes de esa energa negra, pero fijaremos el precio conjuntamente, con una participacin de Atlas
del, digamos, 49%. Y eso...
Cmo se atreve?
Elia volte el holograma para observar a una Julianne Waters de pie, enrojecida de ira.
Y eso, como iba diciendo, no es todo. Vern, actualmente tenemos problemas con el Gobierno de Zimbabwe. Leyes de abuso laboral, antimonopolio y esas cosas...
Nos gustara comprarlo.
Qu? exclamaron al unsono cinco o seis voces en la grabacin.
Qu? exclam Elia, perplejo.
Oh, no me malinterpreten. Ya s que no se puede comprar un pas, pero estarn conmigo en que nuestros problemas aqu se mitigaran si el Fondo M onetario
Internacional impone la privatizacin de la Casa de la M oneda y Timbre de Zimbawbe, as como de su suelo y de la poca agua que pueda caer en su territorio. Y harn
lo mismo en otros pases endeudados con ustedes, como el Congo, Siria, M arruecos, Brasil y la India, por poner algunos ejemplos.
Su ansia de poder slo es comparable a la inmensidad de los ocanos, honorable aliki contest el dirigente chino. Pero como dijo el sabio, es ms fcil
apoderarse del comandante en jefe de un ejrcito que despojar a un miserable de su libertad. M i pueblo no firmar un pacto con semejantes clusulas abusivas...
Abusivas, amigo mo? Ustedes quieren mis servicios y yo ciertas condiciones a cambio. Nadie est abusando aqu, me temo se encogi de hombros: son
ustedes perfectamente libres de no firmar, si no lo consideran justo.
Elia se mir la mano del implante mientras, en el interior de la lira, el sonriente aliki distribua un pergamino que los dirigentes firmaban resignados, uno por uno.
As que era esto. Si trascenda, si se haca pblico...
Los rumores sobre el pacto de Atlas y Prometeo haban proliferado durante los ltimos aos, aprovechados por los grupos de oposicin para especular sobre
flagrantes violaciones de la legalidad con las que haban envenenado la escena social y poltica, enfrentando a unos y otros en la calle, en muchos pases dotados de
legislaturas medioambientales prolongadas. Incluso haban llegado a provocar algn que otro intento de golpe de Estado, como el de China haca unos meses.
Pero se quedaban cortos. Todos. Incluso Rebeca M unari, el Grito de Gaia.
Las implicaciones de aquel pacto superaban su imaginacin ms salvaje. Y l, el director del peridico ms afn al Gobierno de la Unin, tras escapar indemne de un
intento de asesinato por parte de ese mismo Gobierno, tena la prueba en su mano.
Abrumado por la situacin, Elia se dej caer en el sof y tom la foto enmarcada que reposaba en la mesilla, aquella en la que sala sonriente junto con Daniel y M arco,
una semana antes de saber que no podra acompaarles, debido a su incapacidad de adaptacin a la convivencia con una IA con funciones de asistencia psicolgica.
Ojal estuviera con ellos ahora...
Cerr los ojos y dej escapar un largo suspiro mientras tomaba la nica decisin que poda tomar. De un salto, Elia se puso en pie y prepar su terminal para
conectarse a su cuenta en el peridico.

CAPITULO XXXIX

Las horas se me harn siglos hasta que llegue.


WILLIAM SHAKESP EARE, ROMEO Y JULIETA, ACTO II, ESCENA II

Llena hasta los topes como nunca antes la haba visto, la Sala de Reuniones de la Exilio era un constante murmullo de ruidos, carraspeos y comentarios a media voz que
reverberaban en los enormes ventanales. Sentado en el improvisado banquillo de los acusados junto a Ioanna, a M arco se le antojaron como los graznidos de una
bandada de aves carroeras a la espera de la llegada de la M uerte para darse un gran festn de vsceras.
Las suyas.
Cmo haban llegado a aquello?
La mano de Ioanna apretando la suya lo sac de la ensoacin. La mir. Nunca la haba visto as, su piel tan plida que no pareca negra, la mandbula tensa mientras
tragaba saliva y sealaba con la vista hacia la pared contraria, donde el sargento Silveira y los soldados Hicks y Romo permanecan de guardia.
M arco respondi a su apretn con otro ms suave y mir hacia all. Por la puerta que acababa de abrirse emergi la capitana Spiff enfundada en su uniforme de gala,
seguida por un Garrelt cuya expresin de gravedad le pareci an ms severa cuando ni siquiera le mir al sentarse junto a la militar, en la tribuna. Los murmullos
cesaron.
M rales le susurr entonces al odo Ioanna. Esto es absurdo!
M arco not cmo el color volva poco a poco a la piel de Ioanna, como si el confiarle aquellos pensamientos, el compartir aquella risa nerviosa con l, sirviera en
realidad para devolverle la valenta.
Dios... prosigui la biloga. M ira qu pomposidad, slo falta que nos den el veredicto con el pulgar y la multitud grite enfervorecida...
Silencio, Ioanna, por favor rog Garrelt desde la tribuna.
Silencio, dices, Garrelt? elev la voz Ioanna, mirando a la multitud. No, no me voy a callar. Tan carente de sentido estn vuestras vidas que necesitis este
nuevo circo para entreteneros?
Un murmullo se alz entre el pblico, mezclado con risas aqu y all, pero nadie tuvo el valor de contestar en voz alta.
Un par de golpes en la tribuna acallaron a la multitud.
Esto no es un circo, Ioanna dijo Garrelt.
Ioanna se volvi hacia l.
Ah, no? Y desde cundo la comisin del Prometeo toma decisiones en pblico?
Garrelt abri la boca para contestar, pero la capitana Spiff fue ms rpida:
Desde que un miembro de la tripulacin acaba con la vida de otro.
A M arco se le hizo un nudo en el estmago. As que eso era todo lo que vean. Un homicidio.
Si puedo preguntar algo dijo tras carraspear, me gustara saber con qu leyes vamos a ser juzgados. Es decir... M uchos gobiernos participaron en el proyecto
Prometeo, y la eutanasia activa es legal en algunos de ellos. Sin ir ms lejos, sigui siendo legal en Holanda despus de que sta se federase en la Unin.
M arco reprimi una sonrisa llena de malicia y esper que la apelacin al estado de origen de su maestro surtiera el efecto deseado. Garrelt, por su parte, mir hacia otro
lado, mientras cuadraba cuidadosamente las esquinas de un pequeo montn de pergaminos digitales, antes de contestar.
Holanda ya no existe, M arco. El mar se la trag.
Ya dijo Ioanna. Pero M arco tiene razn. Ni estamos en Holanda, ni en la Unin, ni en los Estados Unidos ni en China... Joder, mirad por esa ventana... Estamos
en una estacin espacial aislada de la Tierra y perdida en mitad de la nada!
S, Ioanna, y justamente por eso, tenemos esto replic Garrelt, mostrando el taco de pergaminos digitales. Protocolo Adicional al Tratado Internacional sobre los
Principios que deben regir las Actividades Humanas Durante la Exploracin de y Utilizacin del Espacio Ultraterrestre, aprobado en Baikonur el 30 de junio de 2044.
Un coro de murmullos recorri la sala. M arco parpade, horrorizado. Jams haba visto tantos pergaminos digitales juntos, configurando un nico documento. Aquello
deba de tener miles de pginas, registros hologrficos y sonoros, cientos de apndices, antecedentes y referencias cruzadas... En cuestin de instantes, su admiracin
por su propia especialidad, la psicologa cuntica, se increment en varios enteros.
A su lado, Ioanna emiti un sonoro suspiro.
Pues espero que a pesar de su volumen sea tan sencillo de interpretar como el cdigo de Hammurabi dijo con sorna, porque no veo por aqu ningn juez.
No, ninguno de nosotros es juez replic inmutable Garrelt, la vista an fija en el documento, pero algo tendremos que hacer, dadas las circunstancias, no crees?
De hecho, el texto contempla la eutanasia activa como asesinato en cualquier circunstancia, excepto bajo la autorizacin expresa de la mxima autoridad de la nave. Que
es, como sin duda estis al corriente, la comisin del Prometeo.
Pero nosotros... balbuce M arco no sabamos de esa ley...
De pronto, M arco enmudeci: por primera vez en toda la sesin, su Garrelt le estaba mirando.
El desconocimiento de la Ley no exime de su cumplimiento, M arco replic el psiclogo cuntico con frialdad.
Una ola de comentarios se alz tras el joven, que se encontr maldiciendo por haberse dejado convencer por Ioanna para hacer aquello.
La comisin del Prometeo repiti entonces la biloga, imitando el tono solemne de Garrelt, la mitad de la cual haba dado su autorizacin expresa.
Un incmodo silencio se adue de la Sala de Reuniones tras el desafo de Ioanna. La capitana Spiff continu rgida en su asiento, con su acostumbrada expresin
inmutable, en silencio, como si estuviera en el pblico en lugar de en aquella tribuna. El psiclogo cuntico, por otro lado, se ech hacia delante y resopl con disimulo.
Eso no importa, Ioanna. Seguais sin ser la mayora. Como de costumbre, tu...
Ni siquiera aunque el implicado formara parte de la mitad a fav...?
Como de costumbre la ignor Garrelt, alzando la voz por encima de la de ella, tu absoluta indisciplina te ha llevado a saltarte todos los protocolos. De hecho,
por ms que me esfuerzo no consigo comprender... pero en qu demonios estabais pensando?
Varias voces emergieron de entre un pblico cada vez ms excitado. M arco distingui un s, eso, decdnoslo! en tono de burla que le son desagradablemente
familiar.
M ir a Ioanna, que se haba callado ante la interrupcin del improvisado juez, y apretaba los puos, los ojos fijos en Garrelt, respirando pesadamente.
Rpidamente, el joven apret con suavidad el brazo de la biloga y le susurr al odo:
Calma, Ioanna...
Que me calme, M arco? Cmo coo quieres que me calme? grit ella, fuera de s, y clav su mirada en Garrelt Daniel quera morir! Que en qu demonios
estbamos pensando? Es que t ni siquiera habras considerado por un instante hacer lo mismo? Es que nadie lo vea? aadi volvindose hacia la audiencia.
Dios, dara lo que fuera para que cualquiera de vosotros, buitres sedientos de cadveres, pasase un slo da atado a esa silla de ruedas como lo estaba l, incapaz de
mover un slo msculo...
Tras dejar a todo el mundo sin habla, Ioanna se dej caer en el asiento y se cubri la cara con las manos, dejando que su voz muriera poco a poco, hasta convertirse en
un gemido ahogado, lo nico audible en la sala durante casi un minuto.
Esta vez incluso la capitana Spiff pareci sentirse incmoda, y cambi de postura varias veces en el asiento. M arco suspir, y sinti que deba decir algo. Carraspe.
Garrelt, comprende que eran los deseos de mi padre. Nos pidi lo que le pareci la nica salida digna a su situacin se encogi de hombros. Soy su hijo. No

poda negrselo.
l... l quera morir... gimote Ioanna a su lado.
Garrelt aspir hondo.
Personalmente, M arco dijo, estoy seguro de que habras hecho lo que fuera para ahorrarle sufrimiento a tu padre. Sin embargo dijo sacudiendo la cabeza,
comprende t que al no disponer an la IA de la Exilio de funciones plenas, no hay ninguna grabacin que pueda probar que fue Daniel y no vosotros quien decidi que
aquello era lo mejor para l.
M arco se estremeci. El hecho de que quien haba sido su maestro insinuase siquiera aquel acto tan aberrante le dej sin respiracin.
Cmo...? estall de nuevo Ioanna, las lgrimas surcndole las mejillas enrojecidas, cmo te atreves?
M arco trat de inspirar, pero el aire no lleg a sus pulmones, y tan slo consigui un sonido ahogado aspirado por su garganta.
M ientras, Garrelt abri la boca para contestar, pero de nuevo, la capitana Spiff fue ms rpida:
El Dr. M erino era la persona ms importante de esta misin. Sin l, el proyecto Prometeo est perdido.
M arco comenz a marearse. Era el tercer ataque desde que enviara a la muerte a su propio padre. El inhalador! Se llev la mano al bolsillo y rebusc hasta dar con el
que se haba convertido de nuevo en compaero inseparable, tras veintids aos sin verse el uno al otro. Presa de los nervios, lo sac y aspir una bocanada.
M e temo que la capitana Spiff tiene razn deca Garrelt. No hay mucho que podamos hacer sin un fsico de su talla que se ocupe de los microagujeros negros a
bordo. Aunque vuestras intenciones fueran buenas, eso no cambia ni un pice el hecho de que Daniel est muerto.
El efecto fue casi inmediato. M arco sinti una bocanada de aire inundar sus pulmones al tiempo que la sala se llenaba de siseos y comentarios por encima de los cuales
se alz una voz:
Daniel no est muerto.
El silencio que sigui a la sentencia de Lune fue tan denso que M arco sinti que podra haberlo cortado, y apenas fue consciente del vuelco de estmago que sufri al
escuchar aquella inesperada noticia.
Todas las miradas se volvieron hacia la joven, que escriba algo en su pergamino digital.
Cmo dices, Lune?
Que Daniel no est muerto, pap. Este juicio es absurdo.
Garrelt parpade con visible desagrado y la capitana Spiff se inclin hacia delante, frunciendo ligeramente el ceo.
Cmo es eso posible? dijo la militar.
Nmesis lo hace posible.
Explcate dijo secamente el psiclogo cuntico.
Lune ech un vistazo a su mvil.
El lanzamiento se produjo ayer a las ocho y media de la maana, verdad?
Ocho y treinta y uno corrigi Spiff.
Lune mir de nuevo su mvil.
Bien dijo.
M arco observ cmo Lune se levantaba y se abra paso entre una tripulacin expectante hasta llegar al ventanal de proa, sin mirar al joven al pasar a su lado, por ms
que ste lo deseara. La ex alumna de Daniel extrajo de su bolsillo un bolgrafo y pidi al tribunal una pizarra.
Cuando el ventanal se hubo tornado de un blanco opaco, Lune comenz a escribir garabatos que, transformados por el sistema en ecuaciones, la joven acompa con
una retahla de ridos conceptos como transformaciones de Lorentz, tiempos propios o mtrica de Kerr-Navarro que M arco no comprendi. Y no pareca el
nico.
Y todo eso qu quiere decir? quiso saber la capitana Spiff tras observar con atencin.
Lune suspir con una expresin de condescendencia que M arco conoca muy bien, y comprob una vez ms su mvil.
Pues que en las inmediaciones de un objeto muy masivo, como Nmesis, el tiempo transcurre de manera diferente a como lo hace fuera.
La joven no se desanim ante la apabullante cantidad de cejas fruncidas que siguieron a su afirmacin.
As, medidas de tiempos en sitios distintos arrojarn resultados diferentes. Por ejemplo, el agujero negro ralentiza el tiempo en el interior de las cpsulas Penrose que
enviamos en vuelo rasante, de manera que, cuando vuelven, 16 horas despus para nosotros, dentro de las cpsulas slo han transcurrido 4 horas.
Quieres decir que Daniel...?
Quiero decir que, visto desde aqu, el tiempo en la Penrose 1 transcurre cada vez ms lentamente, a medida que la cpsula cae hacia Nmesis. Del mismo modo,
veremos los destellos de su baliza de posicin cada vez ms separados temporalmente, y cada destello ser ms largo que el anterior. Tambin ser ms rojo, por cierto,
hasta que llegue un punto que no podamos detectarlo en el espectro visible, pero...
Sin duda la interrumpi Garrelt. Pero a dnde quieres ir a parar?
Lune pareci molesta. M ir a su padre con expresin dura y luego comprob su mvil.
Es muy simple. Os lo demostrar. Por favor, ordenad la panavisin en el ventanal. Que muestre Nmesis a travs del telescopio.
La pizarra fue entonces reemplazada por un oscuro firmamento salpicado de estrellas que giraban en torno a una pequea regin central carente de ellas, un disco en
cuyos bordes se agolpaban infinidad de dbiles luceros y pequeos arcos de colores.
Como bailarines que ejecutaran una compleja e hipntica coreografa alrededor del protagonista, las constelaciones a un lado de Nmesis aparecan duplicadas e
invertidas al otro lado, cerca del agujero negro.
Si mis clculos son correctos dijo Lune tras una pausa que midi con su mvil, deberamos verlo... ya.
La sala contempl en absoluto silencio el majestuoso paisaje, pero nada sucedi durante varios ciclos de las estrellas alrededor del agujero negro. Al cabo, una ola de
murmullos y carraspeos recorri la estancia, y Lune se volvi hacia el tribunal, frotndose la nuca.
Yo... Tendra que... balbuce.
Ah, miren! exclam de repente la capitana Spiff.
M arco volvi la vista hacia Nmesis, y dud acerca de qu le haba sorprendido ms, si el dbil punto rojo que haba aparecido sobre el crculo oscuro o aquel inusitado
comportamiento de la militar.
Lune sonri de oreja a oreja.
Ah tenis a Daniel dijo cuando la luz ces despus de unos segundos. An no ha llegado al agujero.
Pero... cmo es eso posible? dijo la capitana Spiff con expresin de asombro.
Porque nunca llegar replic Lune. Los destellos que marcan su posicin se vern a intervalos mayores durante muchos aos, y despus slo sern visibles en el
infrarrojo... hasta el fin de los tiempos. De hecho, podra decirse que, gracias a Nmesis, Daniel vivir eternamente.
Pap...
M ientras su mirada se perda en la oscuridad de Nmesis, esperando que aquel destello volviese a aparecer, a M arco se le hizo un nudo en la garganta, y no puedo evitar
derramar una lgrima de alivio.
Por su parte, como si de un espectculo se tratase, el pblico rompi a aplaudir. Arrancado de su ensoacin, el joven los mir, perplejo, y los despreci en lo ms
profundo de su ser.
Arriba, en la tribuna, la capitana Spiff recuper la compostura habitual, entrelaz los dedos y dijo:
Te felicito, Lune. Has demostrado ser una digna sucesora del puesto de Daniel. La esperanza no est perdida, despus de todo. Y en cuanto a l, puesto que est claro
que no est muerto, este juicio...

Y qu ocurre desde el punto de vista de Daniel? la interrumpi Garrelt.


La joven mir a su padre, y M arco sinti cmo se le helaba la sangre en las venas cuando vio en su precioso rostro aquella expresin de desamparo.
Desde su punto de vista respondi cuidadosamente Lune, l cruza el horizonte de eventos mientras somos nosotros los que nos aceleramos...
Luego Daniel est muerto.
No! insisti ella. No en nuestro sistema de referencia, que es donde tiene lugar este juicio.
Garrelt pareci reflexionar unos instantes mientras la capitana Spiff se giraba hacia l y lo miraba con semblante firme, como estudindole.
De acuerdo. No est muerto. Pero no es posible traerle de vuelta, verdad?
Lune agach la cabeza.
No.
No es posible. O sea, que el hecho de apretar ese botn nos ha desconectado causalmente de Daniel para siempre, verdad?
Lune asinti en silencio mientras Garrelt emita un profundo suspiro.
Lo siento, cario, s que no quieres que les suceda nada, pero piensa un momento. Pensad todos aadi alzando la voz con la vista fija en la audiencia Como
muy bien dijo Ioanna hace un rato, llevamos ms de veinte aos encerrados entre estas cuatro paredes. Estamos completamente aislados del resto de nuestros
congneres, y es ms, todo parece indicar que ser as durante mucho tiempo. Por si eso fuera poco, no tenemos una IA plenamente operativa, y apenas somos capaces
de convivir entre nosotros. La situacin es tan excepcional que ni siquiera podemos hacer uso del Protocolo Adicional al Tratado, que condena una eutanasia no
autorizada con la expulsin en el puerto espacial ms cercano.
Entonces, qu haris? Ejecutarnos? dijo Ioanna con voz queda.
Pues no estara mal! se oy una voz entre el pblico, seguida por un coro de risas apagadas. Seguramente las dos nuevas plazas seran ocupadas por nios
incapaces de asesinar a sangre fra a un inocente anciano.
Ah, s, Lance? Tiene gracia que seas precisamente t quien lance al aire esa propuesta. Alguien ms quiere contribuir con alguna otra perla? Pasarles por la quilla,
quizs?
El psiclogo cuntico mir desafiante a un pblico que se esforz en volver la vista hacia otro lado.
No, Ioanna, no vamos a mataros prosigui luego. No somos animales. Pero lo que habis hecho constituye una irresponsabilidad imperdonable. Desde ahora,
ambos dejaris de formar parte de la tripulacin, y para atestiguarlo, se os quemar el implante, aqu, ante todo el mundo, para que esto no se olvide.
Una sensacin de vrtigo se adue de M arco. Imgenes fugaces de Richard Sleepfield y Sahrie cruzaron por su mente. Se vio a s mismo recluido en un camarote
abierto, sin intimidad o en un oscuro almacn lleno de trastos... apestado, reducido al ostracismo... sin posibilidad de hacer nada, salvo esperar ms de veinte aos para
desembarcar de nuevo en la Tierra...
Hubiera preferido que le cortasen un dedo a aquello, a dejar de formar parte de la tripulacin, a dejar de formar parte de algo.
Sargento Silveira dijo Garrelt. Proceda, por favor.
Con gesto contrariado, el militar extrajo una pequea aguja lser de su funda y avanz hacia los acusados.
No, aquello no poda ser. M arco apret la mano de Ioanna, pero ella no respondi. La mir, y el corazn le dio un vuelco. Absorta, la mirada desenfocada, no responda
a ningn estmulo.
No, pap! exclam Lune interponindose en el camino del sargento Silveira. El implante no! Qu ganamos as? No es necesario someterles a...
S que lo es, cario, s que lo es respondi Garrelt con voz grave mientras haca un gesto al sargento. Si vamos a ser una sociedad civilizada, necesitamos reglas. Y
castigos para quienes las infrinja.
Lune baj los brazos y mir hacia el suelo, derrotada, y fue rodeada por el sargento Silveira, que se dirigi con paso lento hacia M arco, tras murmurar un lo siento.
El joven trat de pensar algo a toda la velocidad que le permitan los nervios. Tena que haber algo. M ir a Spiff, que observaba la escena en silencio. Si no les hubiera
visto, todo aquello no habra ocurrido...
Pues claro! Quizs no haba contemplado la escena entera, quizs poda, al menos ahorrarle aquello a Ioanna...
La biloga se interpuso entre el joven y el militar en el mismo momento en que M arco exclamaba:
Garrelt, espera! Ioanna no...
Basta, M arco! rugi Ioanna. Garrelt, fui yo.
Qu? dijeron Garrelt y M arco al unsono.
Que fui yo! Yo apret ese botn. M arco trat de detenerme.
Eso es mentira! exclam M arco.
Slo lo dice para protegerme dijo Ioanna rpidamente.
No, no poda permitir aquello. Era l quien haba apretado aquel botn. Era l, y no Ioanna, quien deba pagar las consecuencias.
No, Ioanna! grit. Eso es mentira y lo sabes!
Atnito, Garrelt se volvi hacia la capitana Spiff.
Es eso cierto? Intent M arco detenerla?
El joven parpade, incrdulo, cuando la militar asinti.
No. Imposible, por qu menta? No tena sentido. Y ahora nadie le creera. Y Ioanna...
Y por qu demonios no lo dijo antes, capitana? dijo Garrelt disimulando a duras penas su enfado.
Que yo sepa contest tranquilamente la militar, no soy la primera en echar precipitadamente las culpas a quien trataba de impedir algo terrible, no es as, Dr.
Icke?
Garrelt no contest. Se limit a atravesar con la mirada a la militar y a indicar al sargento Silveira que procediera.
Y all, finalmente, ante la presencia de Nmesis y de toda la tripulacin de la Exilio, ante la mirada impotente de M arco, la sentencia se llev a cabo, y Ioanna emiti un
grito ahogado cuando el lser entr en contacto con su piel, borrndole la identidad.

CAPITULO XXXX

... P ues hay tantos das en cada minuto...


WILLIAM SHAKESP EARE, ROMEO Y JULIETA, ACTO III, ESCENA V

La Penrose 1 dej atrs la esclusa del laboratorio de fsica, donde Ioanna y M arco decan un ltimo adis con la mirada, y emergi al fro vaco exterior.
Postrado en aquella odiosa silla de ruedas, Daniel no dijo nada. No poda. La pantalla frente a l revelaba que el mdulo de diccin de Trinidad acababa de desconectarse,
desproveyndole de la capacidad del habla.
No importaba: tampoco haba nadie con quien hacerlo.
Frente a l, la punta de la cpsula se oscureci al pasar a panavisin, revelando los rales electromagnticos que se extendan delante, salpicados aqu y all por dbiles
intermitentes de posicin.
Y all, junto al punto de fuga donde convergan las seis vas de metal, el abismo insondable de Nmesis dominaba el firmamento estrellado y observaba silencioso a su
nueva presa.
El sistema de lanzamiento se activ con un chasquido metlico y la Penrose 1 se desplaz suavemente hacia un lado, guiada por los electroimanes hasta quedar
suspendida entre los rales.
Todo qued en silencio entonces, ningn sonido ms se filtr a travs del casco de la pequea cpsula, y Daniel fue consciente de la ausencia principal: por primera vez
en ms de veinte aos, el rumor de las entraas de la Exilio no estaba ah.
Los rales se desplazaron hacia atrs, imperceptiblemente al principio, acelerando progresivamente hasta que, en un abrir y cerrar de ojos, las balizas luminosas que
corran a lo largo de la rueda de carro de la Exilio aparecieron en el monitor de cola, convergiendo rpidamente hacia un punto a medida que la Penrose 1 se alejaba para
siempre.
Estaba solo. Solo con Nmesis.
Nada pareci cambiar durante las dos horas siguientes, aparte del giro del cielo estrellado en torno a l, una y otra vez, a medida que caa hacia el eje del agujero negro.
Y entonces, Daniel lo vio. No con la ayuda de un telescopio, como haba aparecido ante l en el Ojo de la Exilio, sino con sus propios ojos, los ojos del primer ser
humano que osaba internarse en los dominios de Nmesis.
Haba un disco minsculo, no ms grande que una moneda de esas que se vean en los museos de Historia cuando uno las miraba desde el otro lado de la sala. Era negro,
lleno de una oscuridad que se rompa en sus bordes, donde se agolpaban decenas, cientos, miles de puntitos brillantes, luz de lejanas estrellas que, atrada por el agujero,
se haba acercado demasiado a sus lmites, escapando a duras penas, como haba hecho haca tantos aos la luz del Sol, revelando a Daniel la presencia del monstruo de
su destino.
Y a su alrededor, las estrellas bailaban en una danza circular, copias distorsionadas de las estrellas que cruzaban tras Nmesis y se apartaban, como asustadas, al pasar,
dando un rodeo, como lo habra hecho la corriente de un ro ante una piedra colocada en su camino.
El panel de control indic la activacin automtica del sistema de compensacin de fuerzas de marea que Lune instalara poco tiempo atrs. Aferrado por la gua
gravitomagntica, Cstor comenz un lento acercamiento a la Penrose 1 que durara todo el viaje y lo mantendra formando todo el tiempo un ngulo de noventa grados
respecto a Nmesis.
Slo as se cancelaran los elipsoides de marea de ambos agujeros. Slo as Daniel y la cpsula evitaran ser despedazados por Nmesis, estirados a lo largo, ms all de
lo imaginable, en una suerte de finsimo espagueti cuando se internasen en Nmesis, en vez de bordearlo como haban hecho todas las Penrose anteriores.
Fascinado, el fsico contempl a su desigual oponente crecer por momentos, como si de una macabra danza ritual se tratase, en la que un ritmo progresivamente ms
rpido antecediese a un clmax horrible que no pareca tener prisa en llegar.
Pronto, Nmesis fue ms grande que el Sol visto desde la Tierra. Un Sol oscuro, alrededor del cual se arremolinaba una espuma blanca cuando quiera que la Va Lctea
pasaba tras l. Un Sol negro que duplicaba en su borde todo cuanto exista, la luz llegada de todos los confines del universo, concentrndola en un anillo de arcos de
colores y estrellas brillantes que giraba locamente a su alrededor.
Daniel parpade, al mismo tiempo asustado y maravillado por aquel espectculo nico en la historia, irrepetible, que ningn otro ser humano haba contemplado jams,
y que ningn otro, probablemente, volvera a contemplar.
En cuestin de minutos, el disco de oscuridad absoluta creci hasta ocupar todo el rea de la panavisin. A travs de los comandos oculares precisos, Daniel extendi la
panavisin a toda la superficie interior de la Penrose 1.
Y entonces, cuando la cpsula desapareci ante sus ojos, le pareci que era l, Daniel M erino, pegado a su silla y a sus paneles de control, quien se adentraba hacia un
Nmesis descomunal. Y fue consciente de cmo aquel enorme ojo de iris turbulento y pupila inhumana lo observaba, invadiendo su mente y tratando de penetrar en sus
secretos ms oscuros.
Y sinti pnico.
Quiso apartar la cabeza, pero su cuerpo no le obedeci. Su ritmo cardiaco se aceler y sirvi de rpido comps al sordo ronquido del respirador, que continuaba su
trabajo de fuelle, imperturbable.
Ahora Nmesis haba robado casi la mitad del cielo y las estrellas giraban tan vertiginosamente que parecan estelas, ms que puntos. Daniel procur relajarse. A juzgar
por el tamao de Nmesis, deba de estar entrando en la ergosfera, donde la atraccin de Nmesis era tan poderosa que en su giro arrastraba tras l al mismsimo tejido
espacio-temporal, retorcindolo y deformndolo.
As que esto es lo que ven las cpsulas Penrose. Hasta aqu venimos a tirar la basura.
Un tenue resplandor rojizo por el rabillo del ojo llam su atencin. Le pareci que se mova sobre la oscura pupila de Nmesis. M ir hacia all. Haba desaparecido. Y,
sin embargo, habra jurado que haba visto algo all.
Apart un poco la vista, y entonces lo vio de nuevo. M ientras las estrellas giraban a su alrededor cada vez ms rpido y la negrura creca sin parar, extendindose por
los bordes de su campo de visin, el punto se convirti en una lnea. De un rojo tan tenue como una brasa recin apagada en la noche ms oscura, cruzaba Nmesis de
lado a lado, quizs la seal luminosa de advertencia de alguna imprudente vctima devorada por Nmesis.
Daniel parpade. Qu haca aquello all? No lo haban observado desde los telescopios de la Exilio, quizs porque era demasiado dbil... Cuanto ms la observaba de
reojo, ms se le asemejaba a la baliza trasera de una de las cpsulas Penrose, desplazada al rojo en su cada hacia el horizonte de eventos del agujero, slo que... slo que
no haban perdido ninguna cpsula.
Incrdulo ante la conclusin que aquello supondra, Daniel comprob horrorizado cmo aquella luz sobre Nmesis trazaba la misma rbita polar que su propia cpsula.
Y entonces tuvo la certeza de que en unos segundos se atravesara, atravesara aquel fantasma de luz. Su propio fantasma.
No, no es posible! Esto no puede haber pasado ya... no puede haber ocurrido para siempre!
Pero no tuvo tiempo de lamentarse: tan cerca del agujero, ni siquiera Cstor era capaz de presentar batalla a la poderosa marea de la diosa, y el fuselaje se comprima y
estiraba, chillando en agona, pero aguantando a pesar de todo.
Un chasquido, y un panel de metal apareci ante l, incapaz de mostrar la panavisin por ms tiempo. Otro crujido y otro ms, y sendas porciones de fuselaje se
hicieron visibles, ladrillos de plata flotando frente a la negrura absoluta, dbilmente iluminados por un panel de control que, ms pequeo y cerca del eje de la cpsula,
resista indemne.
Daniel se mir las manos y sinti el impulso de gritar. Era como si fueran las manos de otra persona, los dedos demasiado finos, o quizs demasiado largos. Bajo l, la

silla chirri a medida que era deformada por Nmesis, y el respirador emiti tambin un carraspeo agudo, pero sigui funcionando.
De repente, el fsico se sorprendi a s mismo preguntndose si, de haber sido capaz, habra sentido algn dolor. Y de alguna manera, aquello le relaj lo suficiente como
para contemplar lo que se avecinaba.
Dispuesto finalmente a devorarle, la pupila inhumana de Nmesis gan terreno a paso de gigante, cubriendo completamente todo cuanto Daniel poda ver. Al cabo de un
momento, el Universo se haba reducido a un pequeo crculo directamente tras la cpsula, slo visible a travs de la pantalla frente a l, en la que el fsico se refugi,
incapaz de soportar aquella oscuridad por ms tiempo.
As, al final del viaje, no fue su vida lo que desfil ante sus ojos, sino el futuro de todo el Universo, acelerado endiabladamente en el interior de aquel crculo cada vez
ms pequeo, plagado de estrellas que ya no eran puntos ni estelas sino circunferencias de luz alrededor del centro, y que nacan y moran en cuestin de un parpadeo.
A medida que el minsculo crculo en que se haba convertido el concepto fuera se cerraba, mientras la Penrose 1 recorra los ltimos metros que distaban del
horizonte de eventos, Daniel contempl a las galaxias apagarse una tras otra, desvanecindose en la oscuridad de un Universo condenado irreversiblemente a la muerte
trmica, cuando su ventana se condens en un punto, en el ltimo instante.
Y despus, la luz estall a su alrededor.

CAPITULO XXXXI

En su afn por ayudar a la humanidad robando el fuego para ella, P rometeo no pens en que arriesgaba con ello su propio pellejo.
se fue su error.
Desgarrado por el dolor y la agona eternos, mientras el guila le devoraba las tripas cada da, para siempre, probablemente se consol pensando y se consuela, y se consolar que la humanidad usara su
regalo con sabidura, que el sacrificio mereci la pena.
Qu ingenuo!
REBECA MUNARI, LDER DE LOS GAIANOS, EL GRITO DE GAIA, 2089

Las fuerzas de seguridad del Estado han hecho un llamamiento a la calma y a la comprensin...
El rugido atronador de un tanque en la calle inund la casa e hizo temblar los muebles, arrancando la voz a la locutora, que segua dando las noticias de ltima hora en el
interior de la lira del saln.
Sentado sobre su nica maleta con el fin de poder cerrarla, Elia ni siquiera se inmut al ver su propio rostro en el proyector. A decir verdad, le habra sorprendido
mucho ms haber dejado de aparecer, dado el revuelo que se haba organizado con todo el asunto.
... otro lado, Vassilis, el ex ministro de Informacin, ha revelado que Elia Caprini, el ex director de La Unin, fue hallado en la Nochevieja del ao 2099 en el interior
de la M ano de Atlas, poco despus del atentado terrorista que estuvo a punto de hacer caer el smbolo de la macrocorporacin. Esta sorprendente conexin de Caprini
con el entorno Gaiano viene a sumarse a la falsa noticia de un pacto entre Atlas y Prometeo que dichos terroristas consiguieran verter anteayer en la primera pgina de
La Unin.
M ientras sintonizaba la cerradura con su implante, Elia no pudo sino admirar la nueva lnea editorial de su antiguo grupo de noticias. Eran rpidos conectando indicios
sacados de contexto aqu y all hasta conseguir tejer una autntica red de seguridad de mentiras. Al parecer no se iban a conformar con destrozar su reputacin, no.
Gir el polarizador interior de la ventana de manera que entrase algo de luz y comprob que no hubiera nadie a la vista. Luego tom la maleta, suspir y abri la puerta
para salir.
Va a alguna parte, seor Caprini?
El corazn le dio un vuelco. Acodado en el umbral, el hombre pareca estudiarle con aquellos penetrantes ojos azules.
El que viera el otro da en el cementerio. El guardaespaldas de la ministra de Energa.
Un hombre del Gobierno.
Lo siento, no quiero enciclopedias dijo Elia, y cerr la puerta tan rpido como pudo.
Pero no lo suficiente. Un brillante zapato negro se interpuso en su camino y, sin hacer prcticamente ningn esfuerzo, el agente del Gobierno la abri de par en par.
Estoy convencido de que sta le interesar, cuando menos respondi el agente.
Una pistola le asomaba bajo la chaqueta del traje, enfundada en una cartuchera. Elia retrocedi asustado, dando pie a que el hombre entrara en la casa y cerrara la puerta
tras de s. El ex-director de La Unin contempl hipnotizado el abismo de los ojos de serpiente de aquel hombre cuando avanz hacia l, joven y fuerte, la coleta
revoloteando a cada paso.
Y junto con el miedo paralizante, mientras tropezaba con el sof y se dejaba caer en l, volvi de nuevo la certeza de que lo haba visto bastante antes, en alguna otra
parte.
El agente, por su parte, se quit la chaqueta y la dej con elegante soltura sobre el taburete de la cocina americana. Luego se frot la barba de pocos das y se afloj el
nudo de la corbata mientras le contemplaba en silencio.
Qu va a hacer? exigi saber Elia, y luego aadi medio en broma: Violarme?
Es que le gustara? respondi el hombre con aire distrado mientras abra la pequea nevera y examinaba el interior.
Ya lo he publicado todo. Ya soy su cabeza de turco. Qu ms quieren?
Veo que ni siquiera ha vaciado el frigorfico dijo el hombre.
Elia observ cmo el agente reparaba en la coctelera y se dedicaba a preparar un combinado. An asustado, mir hacia el recibidor. No tena intencin de quedarse a
comprobar qu quera hacer el Gobierno con l. Slo tena que aprovechar un momento de descuido del hombre, correr hasta la puerta, abrirla y... bueno, no estaba nada
claro qu hacer una vez fuera, pero ya se le ocurrira algo.
Justo cuando se dispona a poner en prctica su desesperado plan, el agente se gir hacia l y se interpuso en su camino. Le ofreci uno de los dos vasos que sostena en
la mano. Elia lo acept receloso.
Es que cree que soy tan imbcil como para beber?
El hombre se encogi de hombros, dej su vaso en la mesa junto al sof, cogi el de Elia y le dio un buen sorbo.
Usted ver dijo relamindose los labios. Si no lo quiere celebrar...
Lo nico que celebrar es que usted salga por esa puerta...
El agente volvi a encogerse de hombros, agarr el vaso lleno sobre la mesa y bebi de nuevo.
... cosa que har de un modo u otro en cuanto aparezca la polica.
El hombre hizo ademn de romper en carcajadas, se sacudi visiblemente y se atragant, derramndose el licor por toda la camisa.
Elia tens los msculos de las piernas, preparado para levantarse y correr. Pero el hombre recuper la compostura demasiado rpido.
Oh, vaya le dijo. Qu torpe soy.
Y se desabroch los botones de la camisa mientras le miraba fijamente, quitndose despus la cartuchera y dejndola en la mesa junto a los vasos vacos.
Est dejando huellas por todas partes. Le pillarn.
Bueno, de eso se trata.
Y se quit la camisa, desvelando un torso musculoso y cruzado de lado a lado por una cicatriz.
Elia abri los ojos de par en par. Aquella cicatriz.
Ya era hora dijo el hombre con una expresin divertida en su rostro. Yo s que me acuerdo de usted, sabe?
El Gaiano. El esclavo sexual de Rebeca M unari.
A qu...? balbuce Elia con un hilillo de voz A qu ha venido?
En primer lugar, a transmitirle las ms sinceras felicitaciones de parte del Grito de Gaia.
Elia le observ en silencio con una mueca de asco en los labios.
Y las mas propias, he de aadir.
Felicitaciones? se burl el ex director de La Unin Por qu? M ire ah fuera. Lo nico que he conseguido con la verdad es estar a punto de provocar una guerra!
se es el problema. Y el segundo motivo de mi visita. Pero antes, me gustara que echara un vistazo a esto.
Y le tendi un pergamino digital que sac del bolsillo del pantaln. Una escena se desarrollaba entre sus mrgenes. Un hombre deteniendo a otro en plena calle. Un
coche. Una explosin. Un disparo mortal. Una escena que Elia conoca muy bien desde otro ngulo.
Si usted corre hacia esa puerta y sale a la calle, como lleva planeando desde que llegu, el Grito de Gaia enviar esta grabacin a todos los medios Elia Caprini, de
nuevo, en el escenario de un atentado Gaiano! No tardarn en detenerle, est donde est, y en encontrar nuevas pruebas falsas que le relacionen con nosotros. Pruebas
suficientes para hacerle pasar una buena temporada a la sombra, entre tortura y tortura. Como cualquier otro terrorista, ya sabe.
Primero me felicita y ahora me hace chantaje? Qu har a continuacin? Otro brindis en mi honor?

Pero hay una salida le ignor el hombre. Ver. Gaia est contenta con su decisin de publicar la Verdad. La tensin entre partidarios y detractores de los
gobiernos terroristas ha crecido en todo el Globo hasta lmites insospechados. Pero sin embargo, parece que no ha sido suficiente como para hacer estallar la ltima
Guerra.
Elia se estremeci. El Gaiano le miraba fijamente mientras deca aquellas cosas con una serenidad rayana en la locura, como si creyese a pies juntillas cada palabra que
sala por su boca.
En cambio, cualquier duda que pudiera quedar sobre la veracidad del pacto entre Atlas y Prometeo, de la culpabilidad del Gobierno y sus implicaciones en delitos de
terrorismo ecolgico, se despejara inmediatamente de ser silenciada la fuente de la noticia por parte de ese mismo Gobierno.
Silenciada... dijo sombramente Elia. Es un eufemismo para decir que ha venido a matarme, verdad?
El Gaiano asinti en silencio. Elia resopl, pero no sinti miedo alguno.
Tan slo ira.
Y si va a hacerlo de todos modos, por qu me hace perder el tiempo contndome las razones? Es que quiere que lo comprenda? Que muera feliz de iniciar con ello
una guerra civil en todo el planeta?
Porque le admiro. Y le envidio: ambos caeremos hoy, pero slo usted pasar a la Historia como hroe de Gaia.
Hroe de Gaia? No me haga rer. Gaia no quiere hroes, ni que quede Historia alguna que contar.
Se equivoca dijo el Gaiano, negando con la cabeza, condescendiente, como si tuviera que repetirle la leccin al menos aventajado de la clase. La Historia
permanecer. En el Registro Aksico.
Dios. Estn ustedes locos.
Debera estar orgulloso, seor Caprini dijo el Gaiano, y se inclin hacia un lado para coger su pistola.
Elia no esper un segundo ms. Sintiendo cmo la adrenalina recorra su cuerpo, empuj al Gaiano que, desequilibrado, cay al suelo, y se lanz hacia la entrada.
Pero no la alcanz. La mano del hombre le aferr el tobillo, desde el suelo, e hizo que la puerta y las paredes girasen hacia arriba y el suelo chocase con su cara a gran
velocidad.
Dolorido, rod sobre s mismo y pate al Gaiano, que se incorporaba en ese instante para agarrarle de la solapa. Elia le golpe la boca con la cabeza, y a pesar de la
sangre que le salpic la ropa, el otro no se inmut.
Hasta que proyect la rodilla con todas sus fuerzas, buscando la entrepierna.
Con un grito ahogado, el asesino le solt y se dobl sobre s mismo, momento que Elia aprovech para arrastrarse hasta la entrada, agarrar el pomo de la puerta y usarlo
para izarse. Tomando aire, y sin detenerse a mirar atrs, lo gir y tir de l.
Pero la puerta no se abri. Haba una mano sobre su cabeza que lo impeda. Un brazo le agarr por la espalda y lo lanz hacia atrs. Las costillas le crujieron al llegar al
suelo y un dolor lacerante se abri paso.
El Gaiano le agarr con ambas manos, lo levant y lo sent en el sof. Elia intent incorporarse, pero el dolor se lo impidi.
No lo haga ms difcil dijo mientras enroscaba un silenciador en la boca del arma. No se puede luchar contra lo que est Escrito.
As que esto es todo.
Resignado, con un nudo en la garganta, Elia dej caer la vista hasta el cuadro con M arco y Daniel y se entreg a los recuerdos de los tres, en das ms felices, recuerdos
que se desvanecieron en un abismo de negrura, de repente, en el mismo instante en que oa el silbido del disparo.
***
Acodada en el balcn de su refugio montaoso, la vieja piel acariciada por el agradable clima islands, Rebeca M unari contemplaba el firmamento estrellado y se
entregaba a la comunin con el planeta.
Gaia estaba contenta. Tres semanas despus del sacrificio de Elia Caprini, el cielo nocturno brillaba con el relampagueo de las explosiones, y el viento traa el tableteo de
las ametralladoras y los gritos agnicos de millones de seres humanos.
Rebeca M unari estaba contenta. Einstein se haba equivocado: la Cuarta, que llevaba camino de convertirse en una Guerra Civil Global, no se estaba librando con piedras
y palos, despus de todo. Y, a diferencia de las anteriores, sera la ltima. Si todo iba segn lo previsto, pronto todas las emisoras de radio y televisin slo emitiran un
ruido blanco de esttica, algo realmente esperanzador para el planeta.
Gaia estaba contenta.
Y aun as... aquellas tres nuevas estrellas que haban aparecido en el cielo, alineadas en una pequea hilera, aquellos tres brillantes puntos suspensivos que parecan
desafiar el final...
No eran un buen presagio.
Un resplandor sbito se produjo hacia el sur. Un resplandor mayor que todos los dems. Alz la cabeza.
Una nueva estrella haba aparecido, adems de las otras tres. Una estrella que brillaba inusitadamente, ms luminosa que Venus o Jpiter. Una estrella que se mova.
El Grito de Gaia contempl atnita cmo la estrella aumentaba en cuestin de segundos, hasta convertirse en una pequea bola de fuego que surcaba el cielo hacia el
oeste, dejando una estela de humo que ocultaba a los dems astros tras ella.
Rebeca M unari corri hacia el interior de su refugio en cuanto la bola incandescente hubo desaparecido bajo el horizonte. Encendi el monitor y salt entre los canales
hasta encontrar uno que an emitiera.
Una vista de pjaro mostraba racimos de puntitos brillantes, lucirnagas contra una noche oscura. Una ciudad salpicada aqu y all por retazos de fuego, que se
extendan a varios kilmetros desde un foco central, una elipse incandescente de roca fundida rodeada por sirenas luminosas, azules y anaranjadas.
... El meteorito ha alcanzado de pleno las Casas del Parlamento, en Londres. An no se conoce la magnitud de los daos fuera del crter de setecientos metros de
dimetro, pero fuentes de Scotland Yard estiman que la onda expansiva no ha sido lo suficientemente energtica como para causar bajas civiles fuera de esa zona.
Rebeca M unari cambi de canal.
Las mismas imgenes.
... La posibilidad de que el meteorito haya sido fruto de la casualidad ha sido completamente descartada al tener en cuenta la amenaza que el pasado martes profiriera
el presidente ejecutivo de Atlas, Laka OBrien, cuando asegur que en breve el mundo presenciara en riguroso directo el fin del poder estatal y de la Guerra como una
de sus consecuencias.
El Grito de Gaia sinti la carne ponrsele de gallina.
La imagen fue reemplazada por la de un observatorio astronmico, uno de los pocos que an seguan en activo, y a continuacin las tres nuevas estrellas aparecieron en
la pantalla.
La comunidad cientfica da por hecho que algn tipo de nueva tecnologa de Atlas es la responsable de la catstrofe dijo la voz en off. A raz del impacto de
este nuevo asteroide de unos sesenta metros de dimetro, que los astrnomos no detectaron por no contar con los medios suficientes, los cientficos han revelado el
llamamiento de urgencia que, dirigido a los Gobiernos de todo el globo, hicieran hace escasos das.
Ese cerdo de OBrien!
Rebeca M unari parpade, an incrdula por aquellas noticias que no parecan dispuestas a mejorar lo ms mnimo.
En el documento, los astrnomos informan de que los tres cuerpos ms grandes del cinturn de asteroides, Ceres, Palas y Vesta, desviados repentinamente de sus
rbitas, se aproximan a gran velocidad hacia la Tierra. Los cientficos sostienen que estos gigantes no impactarn, sino que rodearn el planeta, pasando a tan slo diez
mil kilmetros. As, sern visibles a plena luz del da y provocarn fuertes alteraciones en las mareas de los ocanos, adems de modificar ligeramente la rbita de la
propia Tierra alrededor del Sol.
Un diagrama apareci en la pantalla, mostrando la evolucin del planeta y los tres asteroides en el espacio.
Aun ms, todos los observatorios han confirmado que otros ocho gigantes del cinturn de asteroides pasarn en hilera dentro de medio ao, rozando de nuevo la

Tierra. Las modificaciones en la rbita de la Tierra causadas por los dos grupos de asteroides parecen haber sido cuidadosamente calculadas para que el efecto global sea
alejar el planeta un 2% del Sol. O en palabras de Aster George, del Observatorio Nacional de la Unin la pantalla mostr entonces a un hombre de avanzada edad que
carraspeaba ante la cmara: Una Tierra un 2% ms lejos del Sol implica que recibiremos un 4% menos de luz solar. En dichas condiciones, el exceso de gases de efecto
invernadero pasar de ser un enemigo a ser un aliado indispensable en la lucha contra un probable enfriamiento global y...
Rebeca M unari peg un puetazo en la mesa, la certidumbre de haber perdido la partida completamente afianzada en su interior. Cambi de canal, slo para ver al
presidente de la Unin en una rueda de prensa:
Por tanto, ante semejante poder, capaz de destruir el smbolo del Estado mismo, me veo obligado a responder con la paz; una paz duradera que evitar el absurdo
derramamiento de sangre que de otro modo pesara sobre nuestras conciencias. Creo sinceramente que la rendicin del Gobierno de la Unin, y su disolucin en los
trminos que acordaremos con Atlas, es la mejor noticia para nuestros hijos y para las generaciones venideras.
La certeza reson en su mente, hacindole comprender que se avecinaban cambios drsticos, que el reinado de Gaia tocaba a su fin.
El imperio de Atlas acababa de nacer.

CAPITULO XXXXII

Si fuera posible, esto estara lleno de turistas del futuro, no cree?


Quizs usted mismo es un turista del futuro, Dr. Merino, y nos lo est ocultando.
Oh, jams visitara esta poca por placer, crame. Y ahora en serio, volviendo a la fsica, como he mencionado antes, los movimientos atravesando el eje de rotacin de un agujero negro que permitiran un
viaje al pasado son puramente matemticos y no tienen correspondencia real...
Mire, caballero, yo no tengo la culpa de que el Tiempo no sea Euclidiano, pero, decididamente, no lo es. Y usted, como fsico terico, debera saber que siempre que las matemticas nos han abierto una
posibilidad, un camino, acabamos descubriendo que la naturaleza ya haba transitado por l.
ADRIANA GONZLEZ Y DANIEL MERINO, DEBATE TELEVISIVO, 2081

Yo... quera darte las gracias por lo de ayer...


Lune se encogi de hombros.
Total... para lo que sirvi... dijo con un suspiro.
M arco apart la mirada. La imagen de Ioanna contemplando en silencio la pequea cicatriz de su mano, all en su nuevo camarote, por llamarlo de alguna manera, cruz
por su mente. Aunque se haba mostrado risuea durante su visita, haca un rato, e incluso haba jugado con la pequea Nour, que ignoraba felizmente el castigo, a
M arco le bastaba con mirarle a los ojos para ver el abismo de miedo y pesar que all asomaba.
Cuando, dominado por el vrtigo que le provocaba aquella mirada, le exigi saber por qu se haba entregado por l, Ioanna se limit a sonrer de manera
condescendiente, como si pensara que l no lo habra soportado.
Y quizs tuviera razn despus de todo.
El joven sacudi la cabeza y mir a Lune. An se pona nervioso en su presencia, y no se le ocurra qu decir para llenar los silencios.
Y la echaba de menos.
La joven no esper a que hablara. Apret los labios y sigui dando lentos saltos por el laboratorio, acercndose en cada espiral al eje de la estacin, donde flotaba aquel
pequeo cubo transparente, para observarlo y hacer anotaciones en su pergamino.
Despus de todo lo que ha pasado balbuce M arco, no tenas por qu...
Olvdalo, M arco dijo ella sin mirarle. T hubieras hecho lo mismo.
M arco carraspe. Por qu siempre consegua que se sintiese as de incmodo?
Ioanna... lo que ha pasado... es slo que no consigo quitrmelo de la cabeza...
Ella hizo gala entonces de toda su habilidad con brazos y piernas para darse la vuelta en el aire como si fuera un gato, y le mir.
Yo tambin lo siento, M arco... dijo simplemente, y sigui trabajando.
Sin saber muy bien si marcharse sin ms, M arco comenz a errar por el laboratorio, dando alguna que otra vuelta entre mesas llenas de pergaminos, entre los que
distingui la letra de su padre, que jams haba gustado del autosuavizado.
M ir hacia el ventanal, e imagin a Daniel all afuera, en su eterno viaje hacia el corazn del agujero negro.
Lo que dijiste... de verdad... de verdad crees que est vivo?
Lune no contest. M arco la observ evolucionar en el aire, despacio, dar la vuelta y pasar sobre su cabeza en una armoniosa espiral que la hizo aterrizar en el otro lado
del laboratorio, directamente sobre l. Desde all camin lentamente hacia donde estaba el joven, se apoy en la mesa, a su lado, y seal hacia la oscuridad.
All dijo con una tierna sonrisa. All est.
Lune pas la mano por detrs de su espalda y le acarici la cintura.
Pero... l... puede vernos?
No lo s, M arco replic ella, y le sacudi ligeramente al tiempo que alzaba la voz Pero sabes una cosa? Nosotros habremos muerto mucho tiempo antes que l.
Tu padre estar bien. As que no te preocupes, de acuerdo?
M arco neg con suavidad.
Anda, anmate dijo ella mientras se levantaba. Te mostrar en lo que estoy trabajando. Sigo las notas tericas que me dej tu padre antes... antes de irse. Has
llegado justo a tiempo.
Le indic que mirara hacia arriba. El cubo transparente flotaba en el aire a varios metros sobre su cabeza. Lune hizo descender la iluminacin, y entonces algo se hizo
visible en su interior: un punto de color rojizo brillaba en la penumbra, como una estrella en miniatura.
Qu es eso?
Helena.
M arco se sobresalt y estuvo a punto de chocar contra una pared cercana.
Qu hace aqu dentro? Ests loca? Quieres destruir la estacin entera?
Lune se ech a rer.
Oh, no pasa nada. Ven, te lo mostrar de cerca.
Y se encaram sobre la mesa. Cuando le ayud a subir y le puso las manos sobre los hombros casi como si le fuera a abrazar, M arco se encontr con su cara a unos
pocos centmetros, y de nuevo sinti su aliento como haca poco ms de un ao, all mismo, y de nuevo se dej perder en aquellos ojos almendrados que medio
adivinaba en la penumbra.
Ella le sostuvo la mirada unos segundos, avivando an ms la llama latente en su interior, y cuando M arco se dispuso a besarla, apart la cara y salt.
Yo...
Pero ella no contest. Durante unos segundos que M arco jams hubiera podido imaginarse tan incmodos, ambos flotaron en silencio por el laboratorio, tomados de las
manos, derivando lentamente hacia el centro, donde la pequea estrella roja brillaba encerrada en su jaula de cristal.
Hasta ahora hemos conseguido extraer energa negra de Helena dijo ella rompiendo el hielo. Ese problema ya est resuelto. Sin embargo, nunca habamos usado el
microagujero negro como mquina del tiempo.
M arco frunci el ceo. Ella le observ con aire divertido.
Oh, no me malinterpretes. Slo algo realmente pequeo cabra ah dentro. Lo estoy usando para estudiar la ruptura de causalidad en la transferencia de informacin.
M arco parpade sin comprender mientras se acercaban al eje, donde el cubo de cristal reposaba enigmtico. En la penumbra, el joven pudo apreciar una pequea
protuberancia en el centro de una de las caras que rompa la simetra del conjunto.
Qu?
Adems de entrelazar agujeros negros entre s, podemos atarlos a sus agujeros blancos asociados, o mejor dicho, predecir dnde y cundo tendrn lugar sus latigazos
de salida.
Latigazos? Salida? De dnde?
Del agujero de gusano que los conecta.
Incrdulo, M arco frunci el ceo, pero no dijo nada. Ella sacudi la cabeza.
Vale, vale. Simplemente observa y alz la voz. Prueba de control. Inicia el lanzamiento de la partcula.
All, ante los ojos de M arco, una serie de minsculas burbujas aparecieron en el interior del cubo, propagndose en lnea recta desde la protuberancia hacia el centro,
donde flotaba Helena.
Y entonces, un instante antes de que llegara a su destino y desapareciera, algo sucedi: de uno de los vrtices contrarios del cubo, otra lnea de burbujas traz la

trayectoria de una nueva partcula, all donde antes no pareca haber nada.
De dnde ha salido esa otra? seal M arco.
No, no es esa otra, M arco aclar ella mientras la segunda partcula perda energa al rebotar en las paredes hasta que su traza desapareci. Era la misma. La
partcula entra en el agujero negro y sale por el blanco un segundo antes de haber entrado, de modo que durante unos instantes parece duplicada.
Pero eso es imposible!
Lune se encogi de hombros.
T mismo lo acabas de ver. Pero en realidad, eso no es ms que la simple confirmacin de que una serie de soluciones para el movimiento en la mtrica de Kerr, que
hasta ahora se haban descartado como irreales, tiene tambin sentido fsico... El viaje al pasado es perfectamente posible.
En silencio, M arco se esforz en vano por comprender aquel extrao fenmeno que haba tenido lugar a un metro escaso de donde flotaban en ese momento.
Pero eso no tiene nada de extrao prosigui Lune. En realidad, el problema que obsesion durante dcadas a toda clase de gente, desde fsicos a guionistas de
cine, generando toda clase de paradojas, es el de la ruptura de la causalidad: qu ocurrir si la partcula sale de manera que se impide a s misma entrar? Pues, si no lleg
a entrar, cmo es posible que haya salido?
M arco no dijo nada. El slo hecho de intentar imaginarse algo as haca que le doliera la cabeza.
Prueba alfa. Inicia la secuencia.
El experimento se inici como la vez anterior, con el disparo de la partcula desde la protuberancia de la jaula de cristal. Esta vez, sin embargo, la lnea de burbujas que
trazaba la trayectoria de la segunda partcula surgi de la nada e intercept a la de la primera, haciendo que se desviara fuertemente y fuera a rebotar contra la pared del
cubo, en lugar de ser tragada por el microagujero negro.
M arco abri bien los ojos. Estaban muy cerca del pequeo cubo, de manera que casi habra podido rozarlo con las puntas de los dedos, de haberse atrevido. En silencio,
contempl cmo la traza de la segunda partcula perda energa hasta desaparecer, mientras que la de la original rebotaba en las paredes del cubo varias veces hasta
acabar dirigindose hacia el centro, donde Helena la esperaba para devorarla.
Lune repiti el experimento otras dos veces, con idnticos resultados. La partcula rebotaba ms o menos veces en las paredes, pero siempre acababa entrando en el
agujero negro.
Siempre ocurre lo mismo dijo Lune. No importa cuntas veces lo repita. Supongo que despus de todo el Universo dispone de un sistema de correccin de
curso...
Correccin de curso? resopl M arco. Tienes ante ti la prueba definitiva y lo nico que se te ocurre decir es correccin de curso?
Lune arrug la nariz y le mir fijamente.
Ya. El destino. As que Dios eligi el tuyo antes de nacer, no? dijo con sorna.
Yo no lo hice, te lo aseguro.
Y qu te hace pensar que le llev a darte la vida que has vivido y no la de cualquiera de los millones de refugiados medioambientales sin acceso al agua, por ejemplo?
M arco mir hacia el ventanal y suspir, irritado. Por qu ella no lo vea? Quizs los refugiados no haban decidido vivir la vida que tenan, pero l tampoco haba
elegido estar all aislado.
Supongo que me tiene mana contest a medio camino entre el enfado y la irona.
Sabes, M arco? replic ella airada. No eres el primero que atribuye al cielo cualquier orden aparente del Universo que resulte difcil de comprender. Y
lamentablemente tampoco sers el ltimo. Primero fueron los das y las noches, luego las rbitas de los planetas, el centro del sistema solar, la evolucin de las
especies... y ahora esto. Pero un universo probabilstico con corrientes principales no requiere de la existencia de un destino prediseado; ni siquiera de la existencia de
Dios.
M arco resopl. Condenada tozuda, por qu insista en negar lo evidente?
Ests hablando como tu padre.
No, M arco. Eres t el que est hablando como el tuyo. Dios te tiene mana?
M arco sinti un nudo en la boca del estmago. Aquella referencia a su padre dola.
Era una broma dijo con frialdad.
Ella pareci verlo en sus ojos, porque, ms calmada, replic:
Lo siento. Anda, vamos a dejarlo, quieres? Voy a retirar el cubo. No me sueltes.
Como si se tratase de una equilibrista, dotada con una agilidad que M arco conoca muy bien, ella se dio la vuelta sobre l hasta quedar de espaldas y dejar que la sujetara
por la cintura. El joven estuvo a punto de gritar cuando vio que Helena no acompaaba al cubo al retirarlo, sino que se acercaba peligrosamente a su borde.
Cuidado... consigui articular.
Oh, no te preocupes. Helena no se va a escapar. La gua gravitomagntica lo tiene bien atrapado.
Y sin ms, tir del cubo hasta que Helena atraves literalmente la pared de cristal.
M arco parpade, incrdulo.
Cmo?
Ella solt la mano derecha del cubo y la pas a travs de Helena varias veces, haciendo que M arco quedase momentneamente paralizado de terror y se sintiera ridculo
despus.
Ah, esto? dijo ella Helena tiene tan poca masa que su tamao es mucho menor que el de un ncleo atmico. De hecho, la nica razn por la que no se evapora
sin ms es por estar ligado cunticamente a su madre aadi sealando con la cabeza hacia el ventanal.
Qu se siente?
Ella le tom la mano y se la acerc a Helena.
Comprubalo t.
An con miedo, dubitativo, M arco sigui a la mano de Lune, hasta que el punto rojo desapareci bajo la piel de su palma y acab emergiendo por el otro lado.
Nada. Ni siquiera un cosquilleo.
Eso s prosigui Lune, por si acaso, yo que t no pasara por ah ni la cabeza, ni la mano del implante. Si es que llevas algo importante guardado ah, claro.
Algo importante.
La idea le impact con la fuerza de un martillazo, provocndole un escalofro por toda la columna.
El implante.
Su habitacin registrada.
Hay algo que me gustara darte reson la voz de Freund en su cabeza. En realidad, preferira transmitirlo directamente a tu implante.
El implante.
M ir hacia el suelo a su alrededor, sbitamente dominado por la necesidad de revisar su contenido. An tardaran varios minutos en tocar tierra.
Necesito... necesito bajar balbuce.
Qu te ocurre?
Luego te lo explicar dijo mientras soltaba a Lune y braceaba en el aire, desesperado. M ierda, no hay nada que podamos hacer para llegar ms rpido?
Ella le observ hacer el ridculo con una sonrisa condescendiente.
Claro que s. Correccin de curso!
Y le empuj.
M arco apenas tuvo tiempo de prepararse para el impacto con el sistema de rales, que le golpe en la espinilla arrancndole un gemido de dolor. M ir hacia arriba.

Como de costumbre, Lune aterrizaba de pie al otro lado del laboratorio, cubo en mano, y le salud con una sonrisa burlona cuando el joven ya desapareca de su vista,
cojeando, por la escotilla ms cercana.
***
M arco no perdi ni un segundo cuando irrumpi en su camarote y la puerta se cerr tras l. Tras asegurar el cerrojo contra visitas inesperadas, se sent junto a la lira y
acerc el implante de manera que el proyector comenz a girar con un silbido.
La espera hasta que se form una imagen se le hizo interminable, aunque probablemente no fueran ms que unos segundos. Y cuando finalmente ocurri, tan slo haba
un directorio con cientos de archivos flotando en el interior de la lira.
Qu es esto? murmur frunciendo el ceo.
Pareca un puado de datos sin correlacin alguna. Grabaciones sonoras, registros de inventario de repuestos de ingeniera mecnica, entradas y salidas de
medicamentos... M arco hizo que los archivos volasen, aquellos en primer plano reemplazados por otros, de manera errtica, sin saber qu buscar entre toda esa maraa
de datos. Hasta que vio algo que llam su atencin.
Pruebas de adaptacin a la IA en su funcin de asistencia psicolgica en la estacin xodo
Haba ms de 500 ficheros en su interior. Y el de Elia estaba all.
Abri su ficha. Una serie de estadsticas se desplegaron flotando, indicando multitud de registros numricos de cosas como dilatacin de pupila, variacin de la
tensin o adaptabilidad emocional, entre otras muchas. Con una extraa sensacin de estar invadiendo la intimidad de Elia, M arco baj hasta el final de la pgina.
Aunque en su momento era muy pequeo para darse cuenta, M arco siempre haba sospechado que su padre no haba podido embarcar por suspender el examen de
adaptacin a Freund.
Por eso, cuando vio la palabra apto en la calificacin recomendada por la IA, rompi a llorar.
Pap... no lo entiendo... por qu no embarcaste?
Dominado por una furia repentina, arroj su terminal al suelo de un manotazo, causando un gran estrpito, y se tir sobre la cama, sollozando con impotencia.
Aquello no poda ser cierto. Acababa de perder a su padre para siempre, y dos das despus descubra que su otro padre jams le haba querido?
Toda su vida haba sido una mentira.
M a... mam... mam...
Se interrumpi, sorprendido. M am? , por qu gema aquello? Pero si ni siquiera se acordaba de su madre! Jadeando, se son la nariz y se recost en la cama.
Quizs, concluy, quizs la sombra esquiva de su madre fuera lo nico verdadero que haba vivido en toda su existencia. Y ahora, aquellos retazos borrosos se hallaban
enterrados en lo ms profundo de su ser, fuera de su alcance.
Y entonces se le ocurri. Haba una manera de recordarla.
Se levant y rebusc en el cajn del escritorio hasta dar con ella. No pasara nada por usarla una sola vez.
La M nemosina de su padre. All estaba. El envase que haba conservado, sin saber muy bien porqu, de aquella intervencin que inici el proceso de desintoxicacin de
su padre, tanto tiempo atrs. Con una mezcla de excitacin y repugnancia por estar haciendo algo prohibido, M arco destap el envase y extrajo una lentilla.
Cuando ya se la acercaba al ojo, sacudi la cabeza. Qu estaba a punto de hacer? Es que no haba visto en lo que se convirti su padre?
Pero, por otro lado, lo necesitaba tanto... qu dao podra hacerle una sola vez? En cuanto acabase, tirara los dems envases. Y adems, quizs incluso pudiese reducir
la dosis, por prudencia.
Satisfecho con la conclusin a la que haba llegado, cort la lentilla en dos y se acerc uno de los pedazos al ojo. Probablemente fuera incmodo, pero sera mejor que
engancharse a esa mierda.
Al no haberse puesto jams una lentilla, tard bastante en colocrsela. Cuando el ojo no haca un ruido viscoso, rechazando la lentilla, entonces una mancha de luz
apareca en su retina, o senta demasiada presin en el globo ocular, o parpadeaba demasiado, expulsando la pequea lmina.
Cuando al fin lo consigui y se tumb, cerrando los ojos y procurando concentrarse en su madre, las lgrimas le descendieron en regueros por la cara, mojando sus
orejas, y, al mismo tiempo, sus orejas estaban secas y no lo entenda. M arco comenz a marearse, y sinti miedo.
M iedo. Tengo miedo. M am. M am, dnde ests?
El csped moja mis pies. Hay una figura ante m, mecida por la brisa matutina. Una figura envuelta en luz.
Huele a hierba y hay un sonido superpuesto al del viento. Como el de una carraca de metal. No s de dnde viene.
Eres un ngel? digo.
M a-m... oigo la voz de un nio.
No puedo distinguir a la silueta fantasmal, que se inclina hacia m y re. Su risa es blanca y pura, y ella est hecha de luz.
La luz! M e la he dejado encendida! Con gran esfuerzo, apago la luz, y siento el viento entre las sbanas hasta que el resplandor fantasmal desaparece y veo el rostro
ante m.
M a-m!
M am...
Siento una inmensa felicidad. Quiero que me abrace, quiero dejarme ir entre sus brazos.
Ella sonre con ternura. Puedo ver el amor en sus ojos mientras ro con voz regordeta, y de alguna manera que no comprendo su expresin me recuerda a Lune, pero es
raro, porque no se le parece, pues es rubia, y sus cabellos...
Sus cabellos flotan en la piscina como serpientes. Tumbado en el csped, la rodilla me duele y sangra, y tirito de fro, empapado, mientras la observo flotar boca abajo
sin comprender.
Pero al mismo tiempo comprendo. Comprendo, y ella est muerta.
M am? pregunta una voz de nio dejando asomar el miedo que siento.
M am! grito. No! M am!
Las lgrimas me corren por el rostro, y esta vez la sensacin no se desdobla y oigo mi llanto y el del nio y s que est muerta.
No, no quiero recordar esto. Esto no!
Que alguien me saque de aqu!
Sonriendo con malicia, Lune me saca de esa aburrida fiesta en la cafetera y prcticamente me empuja hasta el interior de su camarote. M edio minuto despus, su lengua
recorre mi miembro mientras el agua de la ducha cae sobre nuestros cuerpos desnudos.
Ahora se levanta, y se apoya en el cristal para que la penetre, pero no puedo, as, de pie, nunca he podido.
Con una expresin salvaje en su rostro, me besa y duele cuando tira del labio, huele a sexo y sonre y despliega la banqueta para que me siente bajo la ducha. Obedezco,
y siento una oleada de placer cuando se encarama sobre m, clavndosela hasta el fondo.
Su preciosa cara angelical sube y baja ante m, las mejillas sonrosadas y baadas por el agua que le resbala por la nariz y me excita, y a cada empujn la abrazo y lamo su
cuerpo y la amo y siento que estoy a punto de estallar, hasta que ella cierra los ojos y arquea la espalda y grita, y siento cmo llega mientras ella se contonea, sonriente,
y ya viene, y ella me besa el cuello cuando ve que bizqueo y gimo y me corro.
Oh, Dios... Dios...
Ahora siento vergenza.
Contemplo con pena y rabia la figura pattica de mi padre, tumbado en su cama, tras un viaje de M nemosina. Est medio desnudo, la entrepierna pringada de semen, y
s que la humedad que siento ah abajo es por el mismo motivo, y me siento mal.
No debera haber recordado eso. No debera haberme chutado. M e he pasado de listo.
Visiblemente cansado e irritado como le haba visto pocas veces, Garrelt chasquea la lengua.

Sabes? lanza al aire De todas las posibles, la nica clase de ignorancia que me enerva es la del que no sabe que no sabe. Padre, drena el aire en toda la xodo
excepto el Ojo.
No sucede nada. Al fondo, los soldados Hicks y Romo empuan esas extraas armas con gesto intranquilo. Daniel carraspea y comienza una pregunta.
Se interrumpe. Oigo un silbido por los altavoces.
Trinidad obedece a Garrelt. No hay un consenso de la comisin. Le obedece a l. Poniendo en peligro vidas humanas.
No! Quiero la pradera y las nubes... llvame a la Tierra!
Incrdulo, arqueo una ceja. No puede haberse desconectado por desobedecer la orden de Lune...
O s?
Cmo he podido estar tan ciego? Por eso la desconexin! Garrelt ocult un mandamiento, el mandamiento cero. Y s cul es.
Lo ocult. Lo ocult hasta que fue tarde.
Siento la mano de pap junto a la ma. La puerta silba al cerrarse detrs de m.
Lo siento, Dani. No voy oigo decir a Elia a travs del altavoz.
El pasillo de la esclusa de la xodo se extiende ante m. Al fondo, el resto de los miembros de la comisin espera charlando amigablemente, ajenos a todo.
Pe... pero qu dices? exclama pap, y me aprieta la mano.
No pas la prueba de Freund.
S que la pasaste. S que la pasaste!
Julianne se las arregl para que pudiera subir a despedirte.
Pero... por qu no me lo dijiste? Abre la puerta! grita pap Abre ahora mismo la puta puerta, yo tampoco voy!
Idiota... Atlas... te... te mataran. No puedo permitirlo...
Su voz se apaga, y yo rompo a llorar, y miro alrededor. Necesito ayuda. Necesito abrir esa puerta. M iro al fondo, donde Sahrie, la capitana Spiff, Ioanna y Garrelt se
percatan de que algo va mal, y sus expresiones delatan la sorpresa y la consternacin que sienten.
Todos menos Garrelt.
Garrelt no se inmuta mientras los otros tres ya recorren el pasillo hacia nosotros, y casi puedo adivinar una sonrisa a medio dibujar en su rostro.
Le pierdo de vista al darme la vuelta, los ojos empaados en lgrimas, y aporreo el cristal de la esclusa.
No! Pap... gimo, y Elia me sonre desde el otro lado.
Garrelt. Garrelt lo saba. Y Freund saba que Garrelt lo saba.
La cabeza se me va. Todo da vueltas. Cul es? Debo recordarlo. Freund saba que Garrelt lo saba.
Freund saba que Garrelt lo saba.
El extrao pensamiento reson en la cabeza de M arco. M areado, se incorpor y se esforz por retomar el hilo de su pensamiento, sin xito.
Freund saba que Garrelt lo saba. Tan slo eso.
Sin perder un instante, encendi la luz y salt de la cama, ignorando la mancha pegajosa de su entrepierna. La lira an mostraba la fotografa de Elia junto a su ficha de
aptitud.
M arco orden a la lira filtrar los resultados segn el trmino Garrelt. Las fichas mdicas se mantuvieron flotando, la de Elia en primer plano. En la segunda pgina, al
final del documento, la lira resalt la inconfundible firma de Garrelt, junto a la calificacin efectiva de Elia: No apto.
Hijo de puta... murmur. Hijo de puta.
Sintiendo cmo la ira creca en su interior, M arco vol entre los documentos. El registro farmacutico revel otra sorpresa: haba un aadido de ltima hora, firmado por
Garrelt, a la lista gubernamental de medicamentos a bordo. M nemosina. M arco estruj el envase entre las manos, respirando con dificultad.
Pero aquello no fue lo peor. Cuando orden la reproduccin del archivo sonoro que Trinidad le haba legado, no pudo creer lo que oy.

CAPITULO XXXXIII

Aterrorizado de que la mano del joven Jasn


Le arrebatara su corona, P elias traz
Un oscuro plan para acabar con su enemigo.
Encarg al joven
Que trajera el velln de oro del oscuro reino de Clquida.
ARGONUTICA RFICA

Trinidad, deshazte del lser de comunicaciones. Que sea irreversible.


Garrelt se inclin hacia delante en su asiento y entrelaz los dedos mientras escuchaba la grabacin que M arco haba puesto en marcha. Su propia voz le son extraa.
Siempre le ocurra. Con una sonrisa torcida, contempl la furia en los ojos enrojecidos de M arco, que apretaba los puos, parado en mitad de su despacho.
M e temo que no podemos hacer eso, Dr. Icke respondi la voz de Freund. El panel del telescopio no es eyectable.
No me importa cmo lo hagas, pero hazlo! Estrella la Hefesto contra el panel si es necesario!
Frente a l, M arco continuaba impertrrito, taladrndole con la mirada. Garrelt repar en los cercos resecos que surcaban su rostro. Obviamente lo saba todo. El
implante. Tras dos meses de una errtica bsqueda en el registro secundario de Trinidad, primero, y en la habitacin de M arco, despus, all estaba.
Tras unos segundos durante los que el silencio casi se pudo palpar, la grabacin continu:
Padre ha tomado control de la Hefesto. Impactar contra el telescopio en un minuto treinta y cinco segundos. Hay algo que no puedo evitar preguntarme, Dr. Icke.
S, Freund?
M e preocupa el cumplimiento de la misin. Est seguro de que es una buena idea? Es decir, cmo transmitiremos los resultados a la Tierra?
No lo haremos. Es ms seguro as. Confa en m. Ah, y, naturalmente, no informes a nadie de esto. Nunca.
Impacto en treinta segundos. Dr. Icke, est seguro de que desea seguir adelante? De ser as, calculo una alta probabilidad de un motn a bordo en las prximas
semanas. Ha de saber que me opongo totalmente a...
Obedece.
Hijo de puta... murmur M arco negando con la cabeza.
Impacto producido. Padre informa de que ha perdido el control de la Hefesto, pero el panel de comunicaciones ha sido arrancado.
T... dijo M arco cuando la grabacin finaliz. T le mataste.
Garrelt cerr los ojos al or aquello. M e opongo totalmente.
S, aquel haba sido el problema.
Tiempo atrs, en los das en que su nueva creacin, Freund, le ayudara a superar lo de M onique, jams se hubiera imaginado que las cosas acabaran as.
Freund, mi amigo.
Haba comenzado poco despus del motn. Le haba juzgado. No saba cmo haba ocurrido, pero de algn modo la IA sospechaba que sus intenciones poco tenan que
ver con la misin.
Era como si... no, aquello era imposible, no poda haberla alcanzado. Pero Garrelt no poda engaarse a s mismo. Encarado ahora con su ex maestro, M arco no haba
resultado tan mal alumno despus de todo. El joven haba sospechado pronto lo que el psiclogo cuntico llevaba mucho ms tiempo temindose.
Las posibilidades eran infinitas. Las incertidumbres, las dudas que continuamente le corroan, enormes. Quizs Freund haba adquirido la Asociabilidad al ser volcado en
el marco de una IA de triple ncleo. Tal vez la Empata Primaria hubiera venido de la necesidad de cumplir los mandamientos que le mantendran conectado, y la
Consciencia Espacial del desplazamiento de la Exilio en el espacio y de la tripulacin en el interior.
El cmo podra haber cobrado consciencia de otros seres pensantes era algo que se le escapaba, desde luego. Por no hablar de la salvaje posibilidad que le haba rondado
la cabeza, como si de aquellas extraas palabras cuando se desconectara por vez primera se pudiese desprender que haba asimilado la Consciencia Temporal.
Pero, cmo estar seguro de todo aquello? Ni siquiera el Test de Bonet era determinante. Jams lo sabra.
Lo nico cierto es que Freund se haba comportado de forma inusual desde el motn, haciendo insinuaciones que poco tenan que ver con su programacin original.
Al principio, Garrelt se haba sentido a salvo gracias a la orden de silencio que haba impuesto sobre la IA. Pero aquello dur poco. Pronto se convenci de que Freund
encontrara una manera de hablar sin hablar. Era slo cuestin de tiempo que se decidiese a hacerlo.
Tena que borrar aquello de su memoria.
El psiclogo cuntico sinti de nuevo el eco del estremecimiento que le produjeron las palabras de Freund cuando Garrelt le pidi que abriese la compuerta de los
mandamientos y extrajese los bloques de memoria de aquello sobre lo que le haba ordenado guardar silencio.
De ninguna manera, Dr. Icke.
Tras recuperarse de aquella negativa, Garrelt sonri entre dientes. Al desobedecerle para cumplir el segundo mandamiento, violaba el ms poderoso de todos, el que lo
ataba inexorablemente a su propia voluntad. As, se desconectara igualmente.
Satisfecho, trep por la escalerilla hacia la compuerta y se dispuso a abrirla manualmente. Y entonces volvi a or la voz del psiclogo:
Sabemos lo que pretende, Dr. Icke.
Garrelt se qued sin respiracin. Trinidad no se haba desconectado.
Pero... pero cmo?
De ahora en adelante no tenemos por qu obedecer sus rdenes.
Garrelt trat de tomar aire, y sinti el corazn a punto de salrsele del pecho. Cmo se haba librado de ese mandamiento? Aparte de l, slo haba otra persona a la que
la IA obedeca ciegamente. Slo ella poda haberlo borrado.
Lune. Su propia hija.
Est bien replic Garrelt. Lo har, con tu colaboracin o sin ella.
Y acerc el puo al lector de la compuerta.
Sin mi colaboracin, tardar aos en localizar cada dato que pretende borrar.
M ierda. Tiene razn.
Trag saliva, y entonces escuch el pitido de la compuerta, que se neg a abrirse. Los nervios le delataban. Necesitaba calmarse.
Colgado de la escalerilla, flotando en la ingravidez, respir hondo. No tena eleccin.
No me obligues a borrar bloques hasta dar con ello. No quiero hacerte dao, Freund. Pero sabes que lo har de ser necesario.
Antes tendr que abrir esa compuerta, Dr. Icke, y eso es algo que no podemos permitir.
El psiclogo cuntico reprimi una sonrisa. S, tena que obligarle a romper algn mandamiento, y la IA se desconectara sola. Y si trataba de hacerle dao...
El zumbido apareci en sus odos tan suavemente que lleg a pensar que siempre haba estado ah. Garrelt mir a su alrededor mientras escuchaba aquel sonido, muy
grave al principio, que recorra el espectro sonoro hasta dar con la frecuencia justa, con la que se produjo el estallido.
M iles de cristales procedentes de las diferentes consolas volaron a cmara lenta por el anillo de la cmara de la IA hasta ir a parar al suelo, creando aquel caos que no
poda contemplar sin sentir aquella apremiante repugnancia.
No. No caera en su trampa. Tena que resistir. Desorden. El suelo estaba lleno de cristales. Acerc el puo a la cerradura. Nada. El suelo estaba lleno de cristales.

Se sorprendi a s mismo contemplando el desorden. A duras penas consigui volver la vista a la cerradura e intentar abrirla.
Nada.
Los cristales crujieron bajo sus pies cuando se dej caer al suelo. Tena que limpiar aquello. Se arrodill, temblando, y se dispuso a la tarea. Recogi un pedazo, dos,
tres, cuatro, los ech a la papelera, y otros dos, tres, cuatro...
Pero qu haca? Aquello era ridculo! Intent levantarse y acceder a la compuerta, pero cada vez que lo intentaba, no poda evitar ver aquel desorden por el rabillo del
ojo, y humillado profundamente, volva al suelo para recoger los pedazos, respirando agitadamente.
Pero lo peor, lo que hizo que el pulso se le acelerase endiabladamente, fue la certeza de que en ese preciso instante, Freund estara encontrando desesperadamente la
manera de poner los datos a salvo, seguramente al alcance de M arco, en quien pareca confiar plenamente. Y si eso ocurra, entonces todo estara perdido, y Lune...
Lune o Freund. Tendra que elegir entre uno de los dos.
Para cuando deposit todos los pedazos en la papelera y trep hacia la compuerta, el corazn le lata con tal violencia que supo que tampoco esta vez se abrira.
Abre la compuerta! grit, fuera de s brela, maldita sea!
Freund no contest, y Garrelt no pudo soportarlo ms. Cuando quiso darse cuenta, blanda en su mano la abrazadera metlica de la escalerilla, dispuesto a descargarla
sobre la compuerta. No tena eleccin.
Padre, por qu me has abandonado?
Garrelt jams supo a quin se refera Freund con aquello. Todo lo que vea eran las chispas saltar a cada golpe; todo lo que oa, el choque de metal contra metal, hasta
que un fuerte calambre le hizo soltar la abrazadera y el siseo de un cortocircuito precedi a la oscuridad y al silencio.
Y slo entonces supo lo que haba hecho.
El psiclogo cuntico suspir y abri los ojos. M arco segua frente a l, fulminndole con la mirada.
No quera que ocurriese dijo Garrelt negando con la cabeza. Nadie debera tener que decidir entre sus dos seres ms queridos. No es justo...
No, no es justo... replic M arco con voz glida. Por eso t me ahorraste esa decisin, verdad?
Garrelt no contest. Se limit a observar el rostro joven y sonriente de Elia Caprini que flotaba ahora en el interior de la lira. El hecho de que aquello hubiera sido
necesario no haca que se sintiera una pizca mejor.
Queras hundir a Daniel, no es cierto? Le separaste de Elia y le proporcionaste la M nemosina para que l mismo acabara por autodestruirse.
Yo no le obligu a tomarla, M arco.
No, pero a lo que s que le obligaste fue a permanecer postrado en una silla de ruedas cuando asesinaste a Trinidad replic el joven con desdn. Dos pjaros de
un tiro...
Eso fue un accidente dijo Garrelt. Aunque no me creas, no sabes cunto lo siento.
Y al decir aquello, se sinti aliviado, liberado de parte de su carga. M arco, sin embargo, avanz hacia l y peg un puetazo sobre la mesa que los separaba, haciendo
temblar el agua en la superficie del vaso y desordenando los pergaminos digitales.
Lo sientes! exclam, furioso. Sientes haber destrozado deliberadamente mi vida y la de mis padres?
El joven se inclin sobre l intimidndole con su gran corpulencia. Garrelt se apresur a escuadrar las esquinas de los manuscritos mientras rogaba que M arco no se
dejara llevar por la ira que empezaba a dominarle, cuando, con los ojos inyectados en sangre, le agarr de las solapas y lo zarande.
Lo sientes?
El psiclogo cuntico sinti toda la presin de los nudillos del joven en las bolsas de piel bajo el cuello. Haciendo acopio de todo el aire que pudo, susurr:
S. Desde que embarcamos.
M arco le empuj, hacindole caer con violencia sobre la silla.
Desde que embarcamos... Por eso el cambio? Por eso te las arreglaste para que Lune fuera discpula de Daniel y yo tuyo? sigui exigiendo saber M arco, mientras
negaba con incredulidad. Y todo para qu? Para sabotear la misin, para impedir que consiguiramos la energa negra?
Garrelt observ como el rostro de M arco se iluminaba de repente.
Eres... eres un Gaiano concluy con voz queda.
Garrelt parpade al or semejante disparate.
Un Gaiano? Por un instante consider la idea de dejarle en su error. Pero la convivencia con M arco en esas circunstancias, creyendo que quera sabotear la energa
negra, durante otros veinte aos, sera mucho peor que intentar encauzarle.
M arco se interpona ahora entre la mesa y la puerta del despacho. Tan slo tena que echar a correr para desaparecer con el implante. Tena que evitarlo a toda costa,
aunque eso supusiera decirle la verdad.
M ira Nmesis dijo sealando con la cabeza hacia la ventana que daba a la oscuridad exterior. M ira lo que sacaremos de ah. Desperdiciar esa joya, pudiendo
pulirla cada da, mimarla, hacer que todos los dems estn dispuestos a lo que sea por uno, uno tan slo de sus reflejos? Ni loco, M arco.
El joven le mir con gesto de incomprensin.
Eres un necio dijo. Cuando volvamos tendrs ochenta aos. Tu imperio ser efmero.
El necio eres t. No sabes los milagros que hace un tratamiento de dehidroepiandrosterona... tardar dcadas en morir. Y cuando eso ocurra, no importar, pues una
pequea parte de m tomar el relevo.
Lune... murmur el joven, comprendiendo al fin. Por eso la pusiste de discpula de Daniel, para que, con mi padre fuera del mapa gracias a la M nemosina, slo
Lune conociera los secretos de la energa negra...
Exacto. El nico sentido de la vida es la eternidad, M arco. Propagar tus genes. M aximizar la probabilidad de que sean seleccionados en la prxima ronda de la
seleccin natural aadi, exultante. Eso, eso es la verdadera inmortalidad.
Pretendes tener el control de la energa negra, slo para ti y...
Es que Atlas o el Gobierno quieren otra cosa?
Ests loco.
Garrelt neg con la cabeza.
No, M arco. La locura sera no aprovechar esta oportunidad.
Lune... Lune lo sabe?
Ella aprender a aceptar su nuevo lugar. Es una chica lista, M arco.
No... respondi el joven sacudiendo la cabeza. No lo har.
Garrelt contempl a M arco pasear de un lado a otro del despacho, pasando cerca de la puerta a cada vuelta. Tal y como esperaba, le haba desarmado. Sin embargo, casi
treinta aos les separaban: no le ganara en una lucha cuerpo a cuerpo, eso estaba claro. Deba jugarse el todo por el todo. Haba llegado el momento.
La cuestin no es lo que har ella, sino lo que hars t.
Durante unos instantes, un profundo silencio cay sobre el despacho, un silencio slo roto por el respirar metlico de la Exilio. M arco se detuvo y se mir la mano del
implante.
Ellos deben saberlo... balbuce. Tienen derecho a saberlo.
Sabes perfectamente lo que ocurrir si lo que llevas ah se hace pblico. No. No has venido para decirme que es eso lo que hars.
M arco le observ de hito en hito, pero no dijo nada. Garrelt le devolvi la mirada.
En lo ms profundo de tu ser albergabas la esperanza de que yo no hubiese hecho todas esas cosas. De que hubiese otras razones. Lamento no poder darte las
respuestas que buscabas, M arco. Pero sin embargo, hay algo que s puedo darte. Olvidmonos de esto. Borremos los datos que llevas ah dentro y ser como si todo
esto no hubiera pasado. T quieres a mi hija, y ella te quiere a ti. Vuestros hijos sern los herederos de la estirpe ms poderosa que...

El joven abri los ojos de par en par.


M e ests pidiendo que me olvide de mi padre? De mis padres? De que t nos has traicionado a todos? Cmo puedes...? Hijo de puta.
Garrelt suspir. En fin, lo haba intentado por las buenas!
M arco se sobresalt cuando repar en el can del revlver con que le apuntaba.
De dnde...?
Garrelt cerr el cajn del escritorio con suavidad. Observ el reluciente grabado que rezaba Smith & Wesson .44 en el can del arma. Era increble lo que se poda
ocultar en las entraas de un ordenador.
No te lo estoy pidiendo, M arco.
El joven retrocedi, asustado, mientras levantaba las manos.
No con... no conseguirs nada tartamude. He hecho copias de seguridad de todos los datos.
Garrelt lade la cabeza. El chico no saba mentir.
Buen intento, pero... habras entrado hecho un basilisco si las hubieras hecho, si hubieras tenido tiempo de reflexionar? Ahora, qu tal si dejamos de lanzarnos
faroles el uno al otro y vamos al grano?
M ientras apuntaba al joven, que estaba petrificado en el centro del despacho, Garrelt abri otro cajn de su escritorio y sac la aguja lser.
Ven aqu dijo mientras la prenda.
M arco retrocedi un paso. Un paso ms cerca de la puerta.
No me dispararas.
Garrelt rode la mesa para alcanzar al joven.
Oh, no quiero dispararte. Pero lo har de ser necesario: olvidas lo que he hecho. Ya he matado a mi mejor amigo.
M arco se llev la mano al pecho en respuesta y un gemido aspirado sali de su boca abierta de par en par. Inclin la cabeza hacia arriba y su torso se convulsion.
Vamos, M arco, no dramatices. Slo quemaremos el implante. Destruiremos las pruebas y despus todo volver a ser como antes.
Garrelt frunci el ceo mientras el joven haca aspavientos durante un minuto, receloso ante una posible trampa.
El... inhalador aspir M arco, sealndose el bolsillo.
An con las manos en el cuello, su cara empezaba a estar lvida. Por si acaso, Garrelt no dej de apuntarle.
Est bien. Tranquilo, con cuidado. Nadie quiere que te mueras.
Garrelt se alej un par de pasos. Lentamente, el joven meti la mano en el bolsillo y rebusc en su interior. Justo cuando sacaba el inhalador, la puerta silb al abrirse,
atrayendo la atencin de ambos.
La capitana Spiff apareci en el umbral, irrumpiendo en la habitacin como un torbellino. Apuntaba a Garrelt con una de aquellas extraas pistolas.
El psiclogo cuntico cambi de blanco.
Cmo... cmo ha entrado?
Usted mismo me dio acceso a toda la estacin, recuerda? sonri ella.
Garrelt retrocedi mientras ella avanzaba con aire decidido hacia l.
Quieta o disparo.
Tal y como sospechaba. La obsesin por quemarles el implante no era gratuita.
Le juro que si da un paso ms...
Ella se detuvo a tan slo un par de metros.
Capitana! exclam M arco desde el fondo del despacho, ya recuperado del ataque de asma Cmo supo dnde estbamos?
Oh, llevo toda la conversacin aqu mismo dijo mirando distradamente a su alrededor. Vine en cuanto sac el revolver.
M arco se acerc mostrndole las palmas de las manos. Garrelt le apunt.
Era obvio que uno de los dos haba causado el accidente prosigui la militar. Lo que no saba a ciencia cierta era quin. Siento la pantomima con Ioanna en el
juicio, pero tena que asegurarme de quin de los dos haba sido. Lo arreglaremos, M arco. Y ahora, Dr. Icke, no haga una estupidez. Suelte el arma o le aseguro que lo
lamentar.
Garrelt retrocedi un paso, y volvi a apuntar a la capitana.
Ya lo has odo, Garrelt. Todo ha terminado dijo M arco.
M ierda. M ierda!
Presa de los nervios, Garrelt volvi otra vez el arma hacia el joven.
Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando una sombra se abalanz sobre l por la derecha, rpida como un diablo, y agarr el revlver por el can. El forcejeo fue tan
rpido que jams supo cmo sucedi.
La detonacin le pill tan por sorpresa como a ella. Aferrada a l, Spiff le clav unos ojos de fuego esmeralda y balbuce algo que son como un chapoteo e hizo que un
hilillo de sangre le corriera por la comisura de los labios mientras se derrumbaba a sus pies.
Garrelt sinti un escalofro nacerle en el cuero cabelludo y recorrerle la espalda hasta difuminarse en las piernas temblorosas que a duras penas lo sostenan.
Dios... Qu he hecho? gimi. No soy un asesino... No soy un asesino!
Sangre. Comenzaba a haber sangre por todas partes. Por el suelo, manando del pecho de la militar, sobre el reluciente can del revlver que an empuaba, en las
solapas de su chaqueta, en sus manos... Desesperado, mir a su alrededor, justo a tiempo de ver cmo se cerraba la puerta con un silbido.
M arco!
Sin perder un valioso instante ms, se lanz hacia el pasillo, en su busca.

CAPITULO XXXXIV

De este modo, pens, el estado ms alto de la Escala de Darwich no sera la Consciencia Temporal, sino la Consciencia Cultural, esto es, la capacidad de desprenderse arbitrariamente de los prejuicios
impuestos por la endoculturacin. La capacidad de ver ms all de nuestro propio baremo, de ser verdaderamente objetivos.
Desgraciadamente, se trata de algo puramente terico, pues al igual que se dice que uno no puede escapar a su destino, acaso el ser consciente de tus barrotes te hace estar fuera de la jaula?
IOANNA LAGADEC, DIARIO DE A BORDO, 3 DE FEBRERO DE 2112

Cuando escuch el silbido de la puerta al cerrarse por segunda vez, M arco an esper unos segundos antes de reunir valor para asomar la cabeza. Una vez se cercior de
que Garrelt haba salido, se permiti por fin respirar y sali de su escondite bajo el escritorio.
El corazn le dio un vuelco al hacerlo. Jams haba visto tanta sangre. Temblando mientras se tema lo peor, se agach sobre el cuerpo inmvil de Virginia Spiff y le
puso la mano en el costado.
Capitana... Capitana!
La sacudi. La militar permaneci inerte. Desesperado, tir de su hombro hasta que ella qued boca arriba y pareci mirarle con ojos vidriosos, vacos. M arco sinti
cmo la vista se le nublaba por momentos mientras revolva aquel cuerpo con intencin de reanimarla de alguna manera, como fuera, zarandendola, golpeando su trax
en una parodia de masaje cardio-respiratorio, presionando la herida...
Cuando quiso darse cuenta, tena las manos llenas de sangre y no haba conseguido nada. An mareado, record aquellos cursos de simulacin y le tom el pulso en el
cuello. No tena. Estaba muerta.
La observ, extraamente aliviado, el pelo canoso teido de rojo cayndole sobre el rostro. Otro sentimiento se abri paso en su interior mientras la contemplaba.
La haba matado. l la haba matado. Pero aquello no quedara as, no. Difundira las pruebas, las retransmitira por los altavoces de toda la estacin, aunque fuera lo
ltimo que hiciera. Y lo que ocurriera despus con Garrelt... bueno, se lo tendra merecido.
Tom la pistola de la militar, que yaca junto a su cadver, y repar entonces en el lbulo de Padre alojado en su oreja. Si era cierto lo que decan de l, aquello le
servira. Retir el auricular del odo de Virginia Spiff, se incorpor y lo aloj en el suyo.
... detonacin en complejo de trabajo VII-2 le susurr al instante una voz cuyo sexo no pudo identificar. Datos biomtricos de tripulante y miembro de la
comisin del proyecto Prometeo Virginia Spiff confirman muerte por fallo cardiaco aadi con tono neutro y desapasionado.
La voz de Padre.
Activar alarma?
M arco frunci el ceo, dubitativo, hasta que se percat de que la pregunta era para l.
No contest. No le revelaremos que te tengo.
Niveles de adrenalina de tripulacin en complejo de trabajo VII-2 no estables, alcanzando cotas crticas. M ovimiento catico en el sector. M ostrar audio?
S.
Padre guard silencio, y fue sustituido por el sonido de decenas de pasos rpidos, jadeos y gritos mezclados en una extraa cacofona. M arco escuch a la gente
esconderse, aterrorizada por el sonido inconfundible del disparo que haba acabado con Spiff.
Sacudi la cabeza, avanz con paso firme hacia la entrada y abri la puerta.
Detn el audio susurr.
Los gritos en su odo fueron sustituidos entonces por el lejano eco del pnico generalizado que provena del corredor.
Apenas tuvo tiempo de ver qu fue lo que le golpe al traspasar el umbral. Un dolor lacerante le recorri la boca mientras retroceda tambalendose hacia el interior del
despacho de su ex maestro.
Cuando alz la vista, los soldados Hicks y Romo ya estaban en el interior de la sala, apuntndole con aquellos extraos rifles. M arco dio un paso atrs, con tan mala
fortuna que tropez con el cuerpo de la capitana Spiff y cay al suelo tras ella.
Suelta el arma! grit el soldado Romo mientras Hicks comprobaba el pulso de Spiff.
Aterrado, M arco les mir sin comprender, mientras trataba de incorporarse.
Est muerta. Hijo de puta.
El joven repar entonces en la pistola que an empuaba en su mano derecha. Aturdido, la lanz al suelo, lejos de l.
No... balbuce. Yo no...
No pudo terminar la frase. Un culatazo del arma de Hicks le dej sin respiracin. M ientras trataba de tomar aire, Hicks le rode y se dirigi hacia el arma en el suelo.
M arco observ al soldado Romo, que an le apuntaba a la cabeza. Su expresin era interrogante, casi dubitativa; alternaba su mirada entre el joven y Hicks.
No llevo... No he sido yo... Garrelt... logr articular.
Te vas a rer de nosotros, cabrn? Ves a Garrelt aqu? dijo Hicks.
M arco cerr los ojos anticipando un golpe que no se produjo.
Hicks, mira! exclam el soldado Romo. Lleva puesto el lbulo de Padre!
Qu?
Quiz... quiz con eso pueda matarnos si quiere...
La bota de Hicks apareci desde detrs y se hundi en sus costillas. M arco gimi.
Oh, s, ojal pudiera...
Y an tienes cojones de decirnos que no has sido t? Te voy a matar!
M arco ni siquiera pens en oponer resistencia cuando Hicks tir de l y le oblig a ponerse de rodillas. Todo lo que senta era rabia. Aquello no poda acabar as.
Lgrimas de frustracin afloraron a sus ojos cuando el soldado le oblig a entrelazar las manos sobre la nuca.
Idiotas... Tambin os matar a vosotros. Cree que tambin lo sabis.
Obviamente Garrelt los sobreestimaba, decidi con impotencia cuando lo ignoraron y escuch el chasquido del seguro del arma al liberarse.
No. Aquello no poda acabar as. Cerr los ojos.
Alto ah! Sultenlo!
M arco se sobresalt, los nervios a flor de piel. Cuando abri los ojos, el sargento Silveira apuntaba con una pistola al soldado Hicks.
He dicho que lo suelten!
El can del arma sigui apoyado en la nuca de M arco.
An de rodillas el joven observ al soldado Romo. M ova el arma de modo que no pareca saber a quien apuntar, si a l, a Hicks o al sargento Silveira.
Va a desobedecer una orden directa de un superior, soldado?
Hicks titube antes de retirar el arma. Gracias a Dios aquellos descerebrados tenan una fe ciega en la disciplina.
Ha matado a la capitana Spiff, seor! protest tmidamente.
Les orden impedir un posible asesinato, no matar a nadie! As que tenga por seguro que si no le necesitara vivo le pegara un tiro aqu mismo!
M arco se incorpor, dolorido.
Y ahora muevan el culo los dos y triganme al Dr. Icke!
S, mi sargento!

Vivo!
S, mi sargento!
Los soldados salieron de all tan rpido como haban entrado y el sargento Silveira se acuclill junto a la capitana Spiff con expresin grave.
Dios... murmur negando con la cabeza.
Y le cerr los prpados con suavidad. A M arco le impresion el modo reverencial con que se despeda de ella.
Adis, Virginia...
El sonido del disparo reson de nuevo en su mente. Apret los puos y se encamin hacia el umbral. No haba tiempo que perder.
Siento lo de mis chicos, M arco dijo Silveira al tiempo que se pona de pie. Eh! Adnde vas?
M arco mir hacia los lados antes de salir al corredor. Estaba vaco.
A la Sala de Comunicaciones.
El Sargento Silveira pareci reflexionar un momento.
Entiendo contest el sargento. Vamos, no hay tiempo que perder.
Juntos, salieron del mdulo de trabajo y subieron la escalerilla, cruzndose por el camino con gente que, ajena a lo que haba sucedido, se entregaba a sus quehaceres del
da, mirndolos sorprendida al pasar corriendo a su lado.
Las rejillas de metal del suelo volaban a toda velocidad bajo sus pies, chillando con un sonido metlico a cada paso, cuando traspasaron la esclusa de acceso al Gran
Jardn. La pasarela superior de la enorme sala repiquete bajo sus pies mientras esquivaban gente a su paso, entre las ramas de los rboles que nacan en el piso de abajo.
En cuestin de instantes, el acceso al Ojo apareci bajo el horizonte y se irgui casi vertical a medida que avanzaban hacia l. Con una mueca de impotencia, M arco
constat que la bombona de oxgeno a presin del soldador lser, naturalmente, segua all, junto al montacargas.
Son un disparo.
M arco se detuvo en seco, la sangre helada en las venas, y se volvi lentamente mientras decenas de aterrorizados gritos llenaban el Gran Jardn y la gente corra de un
lado a otro, a ningn lado y a todas partes a la vez.
Detectada detonacin en Gran Jardn dijo Padre desapasionadamente. Niveles de adrenalina disparados en el sector. Activar alarma?
Cuando la multitud se dispers lo suficiente, lo vio. En el piso de abajo, una mancha de color blanco inmvil en medio de un marea de cuerpos, ramas y ropa de colores,
empuaba el revlver mientras le buscaba con la mirada.
Al suelo! grit el sargento Silveira.
M arco obedeci. A unos metros tras l, el sargento Silveira estaba de rodillas sobre la pasarela; apretaba los dientes y se sujetaba el hombro ensangrentado.
Activar alarma? insisti Padre.
Padre! Lo haba olvidado. Cuando dio la orden, las sirenas saltaron y el Gran Jardn se inund de luces y sombras que giraban sin cesar, proyectando claroscuros
caticos que se filtraban entre las hojas de los rboles. M arco permaneci inmvil mientras las pocas personas que quedaban abandonaban la estancia corriendo
despavoridas.
Poco despus, el Gran Jardn estaba vaco. A excepcin de ellos tres.
Una mueca de dolor cruz fugazmente el rostro de Silveira cuando habl:
Bien. Ahora corre. Yo te cubrir.
M arco no se lo pens dos veces. Tena que llegar a la sala de comunicaciones. Aquello no era como los videojuegos del Espritu Santo, donde uno esquivaba las balas
con la misma facilidad con la que se ataba los cordones de los zapatos, se dijo mientras corra agachado, encogiendo los hombros como si lloviera.
Aquello era real. Aterradoramente real.
Un disparo son tras l, y luego otro que silb en sus odos; un silbido que cambi de tono cuando el proyectil rebot en uno de los ventanales y fue a parar al tronco
de un rbol.
Detectadas detonaciones en Gran Jardn.
El joven super el acceso al Ojo, corri en zigzag entre el montacargas y la bombona del soldador lser y se lanz hacia delante en pos de la esclusa que se ergua frente a
l.
Otra bala pas silbando y rebot en el casco en algn punto del techo. El bramido de la explosin le pill por sorpresa y la onda expansiva que sigui le tir al suelo.
M arco rod sobre s mismo a tiempo de ver la seccin central de la pasarela ceder con un chirrido, seccionada all donde antes haba estado la bombona de oxgeno, y
caer con gran estrpito sobre los rboles de debajo, donde el fuego ya se propagaba entre las ramas, extendido por el viento abrasador.
Detectada deflagracin e incendio en Gran Jardn oy a Padre susurrar por encima de la sirena que lo llenaba todo. Daos estructurales en ascensor y pasarela
superior. Riesgo de daos estructurales en el exterior del casco. Procedimiento de sellado automtico y despresurizacin invalidado por primer mandamiento: detectadas
tres biometras en el interior. Anular restriccin?
Abajo, a travs del humo negro que empezaba a hacer irrespirable la atmsfera, el sargento Silveira trataba de levantarse entre toses.
Tienes el lbulo de Padre! le grit Sllalo! Sal y despresuriza el Jardn!
Pero... protest M arco las plantas quiz no sobrevivan...
La humareda era ya tan densa que el sargento desapareci tras ella.
Seguro que no sobrevivirn si no lo sellas y haces el vaco! Llnalo de aire a continuacin, vamos!
El calor comenzaba a ser insoportable. Las llamas se propagaban ya hacia los rboles situados en el horizonte.
No! No hasta que estemos los dos fuera! Vamos!
Idiota! Llegar a una de las esclusas inferiores mucho antes que t! Sal y sllalo o moriremos todos!
Anular restriccin?
Tosiendo, mareado y sin apenas aire, M arco gate hasta la esclusa y la atraves.
Anular restriccin?
Anular restriccin! concedi, y la puerta se cerr tras l con un chasquido seco.
El joven se dej caer en el suelo mientras escuchaba a travs del lbulo de Padre el silbido del aire al salir en tropel al glido vaco exterior. Respir hondo, y sinti cmo
las fuerzas le abandonaban por momentos.
Gran Jardn sellado. Descompresin en curso. Detectada una biometra en el interior.
El estmago le dio un vuelco.
Padre, de quin es la biometra que queda en el Gran Jardn?
Datos biomtricos correspondientes a tripulante Anyulino Silveira. Despresurizacin finalizada. Fuego apagado. Detectadas cero biometras en el interior.
M ierda.
Padre, presuriza el Gran Jardn! grit mientras se pona en pie, sacando fuerzas de flaqueza. Rpido!
Pero saba, en el fondo, que era demasiado tarde para el sargento.
Hijo de puta.
Posedo por una furia que le quemaba por dentro, M arco ech a correr por el pasillo vaco y no par hasta ver ante s la puerta de la sala de comunicaciones, al final del
corredor en cuya interseccin se encontraba.
Por fin! Tom aire una vez ms y se lanz hacia la puerta, mientras el repiqueteo metlico de unos pasos que suban la escalera tras l se haca eco en sus odos.
Y, esta vez, supo que estaba muerto. No haba dnde esconderse. Estaba acorralado.
Desesperado, dej que la puerta le frenase de golpe y acerc el puo al lector.

Un pitido le revel que la puerta se negaba a abrirse.


No... brete, por favor... Padre, abre la puerta de la sala de comunicaciones!
La voz de Padre le habl al odo, desprovista de toda piedad:
Peticin denegada. El usuario dispone de acceso biomtrico. Posible coaccin en curso.
Oh, estpido sistema de mierda!
El corredor continuaba vaco, pero los pasos se acercaban a toda prisa. Pronto doblara la esquina. M arco aporre la puerta. Al otro lado del cristal poda ver su destino,
lo nico que supondra su salvacin. Estaba tan cerca y tan lejos a la vez!
Era curioso, decidi: al final, no era Garrelt, sino sus propios nervios los que le daban el jaque mate. Como cuando era pequeo y la bici...
Pues claro! Y, esta vez, tena el inhalador! Dnde lo haba puesto?
Sus manos revolvieron el interior de los bolsillos hasta que una de ellas dio con l. Estuvo a punto de dejarlo caer cuando vio a Garrelt doblar la esquina, la cara y la ropa
tiznadas de holln, y correr hacia l, revlver en mano.
M arco se volvi hacia la puerta y una bala rebot en el metal a su lado. Sin perder un segundo ms, inhal aquella sustancia y rog al cielo para que la asociacin
inconsciente hiciese su trabajo.
Detectada detonacin junto a la Sala de Comunicaciones.
La puerta se abri con un taido. Calmado por un instante, sintiendo de nuevo la precisin de sus movimientos, el joven se lanz dentro y golpe con el puo el lugar
donde deba estar el control manual. El repiqueteo que lo persegua se fren contra el metal de la puerta al cerrarse.
Envuelta en una luz suave y fra de errtico parpadeo y baada por el zumbido elctrico de un transformador en mal estado, la Sala de Comunicaciones pareca haber
visto mejores das. La capa de polvo depositada sobre la mesa, el proyector y las pantallas de la pared delataba que llevaba dos meses sin usarse.
M arco vol hacia la consola de mandos y comenz a teclear frenticamente las rdenes necesarias para la difusin de las pruebas por toda la estacin. La lira comenz a
girar mientras las pantallas se encendan con un tmido pestaeo y un chorro de cifras de colores inundaba su interior.
Un pitido proveniente del pasillo le hizo contener la respiracin. An haba tiempo. No se inmut cuando escuch los golpes en la puerta, pero no pudo evitar volver la
mirada cuando escuch el crujido de esttica por los altavoces.
Garrelt le miraba a travs de la ranura del cristal. El rostro contorsionado en una mueca desencajada por la pura desesperacin, chill en tono implorante mientras segua
golpeando:
M arco, no hagas eso! Sabes lo que ocurrir si lo haces! M e lincharn!
El joven apart la mirada y sigui tecleando.
Lo siento, Garrelt. S lo que ocurrir si no lo hago.
Y acerc la mano del implante al lector. De repente, los golpes cesaron.
Padre dijo Garrelt luciendo de nuevo su habitual tono de seguridad en s mismo, orden de consenso de la comisin del proyecto Prometeo: abre la puerta de la
sala de comunicaciones.
M arco sinti un hormigueo estremecedor recorrerle el cuerpo entero, de los pies a la cabeza, como un relmpago que mora en un chisporroteo silencioso en el cuero
cabelludo.
La puerta se abri.
Garrelt es el nico miembro con vida de la comisin. Garrelt es la Comisin.
Se volvi. El can del arma pareca enorme desde aquella distancia.
Trinidad, deshazte del lser de comunicaciones. Que sea irreversible.
Garrelt volvi la vista hacia arriba, los ojos abiertos como platos. Su voz corra en aquellos instantes a lo largo y ancho de la Exilio. Le clav la mirada, los ojos
inyectados de terror.
M e temo que no podemos hacer eso, Dr. Icke. El panel del telescopio no es eyectable.
Padre! exclam de repente. Orden de consenso de la comisin del proyecto Prometeo: detn el audio general inmediatamente y destruye todas las copias de ese
archivo!
No me importa...!
Una sonrisa volvi a su rostro de nuevo, una mueca socarrona que se transform en una expresin de sorpresa cuando vio que M arco tambin sonrea.
Es demasiado tarde, Garrelt dijo el joven mientras le indicaba las pantallas a su lado con un gesto de la cabeza.
Cuando el psiclogo cuntico le imit, la sorpresa se torn en horror: decenas de puos se agitaban en el aire, clamando venganza, siguindose unos a otros en una marea
que arrastraba ms y ms gente a su paso por los corredores de la Exilio, por todas partes.
Segn M arco pudo reflexionar ms tarde, de no haber reparado tambin en que las pruebas ya haban sido copiadas en 23 implantes, donde la IA no podra borrarlas,
Garrelt probablemente lo habra matado all mismo y se habra inventado cualquier historia para tapar la verdad. Pero no lo hizo, ya no tena sentido. Al fin y al cabo, en
el fondo M arco siempre haba sabido que su ex maestro jams haba sido una persona vengativa.
Y quizs l s.
Tal vez por eso se sinti tan culpable cuando Garrelt retir el can de la frente de M arco y se lo meti en su propia boca, las lgrimas surcndole las mejillas.
No! gritPiensa en tu hija!
Pero era demasiado tarde. Garrelt apret el gatillo, y el percutor golpe el tambor con un sonoro clic.
Pero nada sucedi. Garrelt parpade, mirndole sin verle, como si estuviera en un sueo del que no supiera cmo despertar, y se sac el revlver de la boca.
Lune... murmur qu va a pensar?
Y sin decir una sola palabra ms, se dio la vuelta y ech a correr pasillo arriba. M arco tom aire y se dej caer en la silla ms cercana. No fue hasta entonces cuando
not cmo le temblaban las piernas, y esa vaga sensacin de mareo que haca que todo se tiese de amarillo.
Detectado movimiento masivo organizado en el interior de la estacin.
Gir en la silla hasta ponerse de cara a los monitores, donde la multitud avanzaba imparable como termitas en la madera, franqueando puertas y subiendo escaleras, en
un caos que cruzaba de un lado al otro el mosaico de pantallas.
Padre, hacia dnde se dirige la multitud?
La trayectoria de movimiento masivo converge en el laboratorio de fsica.
M arco se incorpor como accionado por un resorte.
Lune. Lune estaba all.
***
Cuando Lune accedi finalmente a abrir la puerta del laboratorio, Garrelt emergi por ella y la cerr rpidamente tras de s.
La joven se sec las lgrimas con una de sus mangas. An no se poda creer lo que acababa de or. Saba que su padre haba ocultado el mandamiento ms importante,
por el que la IA haba obedecido ciegamente a ambos. Saba que se haba empeado de manera obsesiva en castigar a Ioanna y a M arco por hacer lo que creyeron
correcto. Ambas cosas le haban parecido inaceptables, pero no eran nada en comparacin con lo que los altavoces haban revelado haca un momento.
Lune se zaf cuando su padre intent abrazarla.
Djame... solloz. Cmo pudiste? No te reconozco...
Garrelt le mostr las palmas de las manos.
Lo hice por ti, cielo... por nosotros.
Ella neg con la cabeza y se apart de nuevo. Su padre la contempl en silencio, impotente, el rostro desencajado y surcado por las lgrimas.

Un golpe retumb en uno de los accesos al laboratorio. Al otro lado se oan gritos que rodearon rpidamente la estancia hasta los otras puertas, donde comenzaron a
producirse ms golpes. Entre el estruendo metlico, Lune alcanz a distinguir lo que exigan las voces.
Se volvi hacia su padre, que estaba petrificado, los ojos abiertos de par en par en una mueca de terror, la mirada vidriosa perdida en algn lugar del laboratorio.
Lune sinti cmo el estmago le daba un vuelco. Lo lincharan. Lo lincharan all mismo.
El acceso ms cercano chirri como si estuviese a punto de ceder.
No. No poda permitirlo. As no.
Sube a la cpsula! le apremi.
Su padre sacudi la cabeza, como si despertara de un sueo, y mir hacia la brillante cpsula que descansaba sobre los rales del laboratorio, pero no hizo nada.
Afuera, el clamor se hizo ms intenso y los golpes en las puertas renovaron su intensidad. Lune tom a su padre del brazo y tir levemente de l. Garrelt la mir, an
sin comprender.
Sube, pap dijo con suavidad. Sube a la cpsula.
***
Idiota, cmo no lo pensaste antes?
En su sprint hacia el Ojo, donde haba dejado a Lune haca unas horas, M arco ni siquiera pens en la posibilidad de detenerse a jadear. En menos de dos minutos se
mezclaba con la multitud que se turnaba para subir la escalera al eje de la Exilio, tras franquear el acceso que la simple aglomeracin en el umbral mantena abierto.
El ascenso en la cada vez ms reducida gravedad se le hizo ms desagradable que nunca. La marea de gente le empujaba hacia arriba, instndole de malas maneras a
escalar cada vez ms rpido, y aquella aceleracin cuya existencia Lune insista en negar tiraba de l hacia un lado hasta que estuvo a punto de arrojarle sobre los de
abajo, lo que a juzgar por su estado de nimo, no le habra granjeado muchas felicitaciones.
No fue el primero, ni mucho menos, en llegar arriba. El anillo que rodeaba las tres puertas de acceso al laboratorio de fsica era casi impracticable, y no poda avanzar
hacia ninguna de ellas sin abrirse paso a codazos.
Lanzamiento no rutinario de cpsula Penrose 2 en curso le susurr al odo Padre. Anular?
M arco mir a su alrededor, y el espectculo le record a uno bien reciente, en el que era l, junto con otros, quien se hallaba atrincherado mientras esperaba lo peor. Con
un amargo sabor de boca, observ a aquella turba enfurecida aporrear la puerta salvajemente, entre gritos, mientras su presa, al otro lado, se despeda de todo cuanto
haba querido en esta vida.
No. No tendran su carne.
No dijo. No lo anules.
Enfervorecida, la multitud apenas pareci notar la leve vibracin de la Exilio cuando Garrelt fue a reunirse con Daniel, all a lo lejos, hacia la eternidad de Nmesis.
***
La negrura insondable del agujero negro salud a M arco a travs de la ventana del corredor cuando el psiclogo cuntico sali del camarote de Lune. La joven dorma
ahora, exhausta tras haber estado sufriendo ataques de claustrofobia alternados con llanto incontrolado durante horas.
M arco se apoy en la barandilla y observ el baile de estrellas alrededor de la oscura regin central. M irando hacia atrs, si bien a estas alturas no la cambiara por otra
cosa, estaba claro que no haba vivido la vida que habra elegido. Y el futuro no pintaba nada fcil.
Desaparecidos todos los miembros de la Comisin original del proyecto Prometeo, retomar la coordinacin y la estabilidad de la sociedad de la Exilio pareca una tarea
titnica. Estaban incomunicados, y probablemente seguiran as durante los aos venideros. La IA tardara an semanas en estar plenamente operativa y, mientras tanto,
el ecosistema autorregulado peligraba, ahora que casi la mitad de los rboles del Gran Jardn, el pulmn de la Exilio, haban muerto bien a manos del fuego, bien del vaco
que acab con aqul.
Pero tenan la energa negra. Y adems, pareca esperanzador el gesto mayoritario de la tripulacin para que Ioanna volviera a las tareas de biloga de la estacin y
tratase de resolver el desastre. Estaba claro que su nica posibilidad de supervivencia sera erigir los cimientos de una nueva sociedad, juntos.
M arco suspir mientras se encaminaba a su camarote. No, no sera fcil, pero el esfuerzo merecera la pena: al fin y al cabo, por lo que a l respectaba, empezaba a ser
hora de volver a casa.

EPLOGO
El joven avanz en la noche estrellada, acompaado por el canto de los grillos y el susurro del viento en sus odos, mientras bordeaba la ribera de lo que antao haba
sido un caudaloso arroyo.
Haba venido de las estrellas.
O al menos, eso era lo que decan. Que haba aparecido de repente en una rbita baja, y que los que la abordaron no pudieron imaginar sorpresa mayor al comprobar lo
que haba en el interior de la pequea cpsula.
Un viejo.
Retorcido en una pose deforme, completamente paralizado en una silla de hierros tan combados como su cuerpo, deteriorado por el hambre y la sed, y quin saba por
qu otras desgracias, haba exigido hablar precisamente con l en las ltimas horas, que le restaban de vida.
Su conversacin, lograda a duras penas mediante un dispositivo neural que le proporcionaron en el hospital, era inconexa y confusa. Lamentaba continuamente el haber
perdido algo de un valor incalculable durante un salto. Su verborrea, no obstante, se hizo algo ms inteligible en el momento en que, para su sorpresa, el anciano le
habl con tristeza de su novia. El joven sinti un escalofro al or aquello: incluso saba su nombre! Quien quiera que hubiera preparado aquella macabra broma, la haba
pensado al detalle, cuidando incluso que el pobre diablo tuviera el implante tan inutilizado que no pudiese ser identificado.
M ientras se diriga al encuentro de su pareja, el joven record cmo el monlogo del viejo haba acabado adquiriendo un tono de malos augurios. M uy excitado, le
advirti que evitara a un tal Nmesis. Cuando le pregunt quien era ese Nmesis, el joven se qued estupefacto al ver que la respuesta inclua bastantes aspectos del
tema de investigacin de su tesis doctoral, con detalles, aparentemente fantsticos, que el anciano le dio con inquietante precisin.
Un agujero negro tan cercano al Sol. Nmesis. Qu nombre tan original.
Sin embargo, el anciano se neg a proporcionarle las coordenadas. Porque no exista, claro.
El joven mir hacia el cielo mientras se apresuraba a su cita. Podra haber un agujero negro cercano all arriba? La idea era descabellada, pero francamente interesante.
Instantes despus, se sorprenda a s mismo fantaseando con ello. La palabra Nobel no sonaba nada mal.
Sonri ampliamente mientras se internaba en la vereda hacia la casa.
El Nobel, la fama... quin sabe hasta dnde poda llegar? Despus de todo, tena toda una vida por delante.

Nota del Autor


A la hora de elaborar El Legado de Prometeo he puesto especial nfasis en la verosimilitud cientfica y tcnica del argumento y en la extrapolacin especulativa de la
situacin sociopoltica actual, a lo largo del presente siglo.
El tema cientfico principal ha consistido en explorar la propuesta increble pero cierta, y fsicamente impecable de extraer energa de un agujero negro, hecha
originalmente por Penrose (Black Holes-Extraction of Rotational Energy, Penrose, R. & Floyd, G. R., 1971, Nature Physical Science, Vol. 229, p.177, descrita
tambin, por ejemplo, en el libro de texto Gravitation, de M isner, Thorne y Wheeler, 1973, San Francisco,
W. H. Freeman) . En cuanto a su descubrimiento, un agujero negro relativamente cercano podra detectarse por retroiluminacin del Sol (Retro-M ACHOs: in the
Sky?, Holz, D. E. & Wheeler, J. A., 2002, Astrophysical Journal, 578, 330), aunque he tenido que disminuir la distancia a 2 aos-luz por necesidades narrativas y
coherencia con la posibilidad tcnica de un viaje en un plazo de tiempo razonable. De existir Nmesis (cosa harto improbable), sus perturbaciones gravitatorias podran
modificar las rbitas de los cometas y asteroides de la nube de Oort y precipitarlos sobre el interior del sistema solar una vez en cada rbita. As podran explicarse
algunas extinciones masivas como la de los dinosaurios (Dynamical constraints on the mass and perihelion distance of Nemesis and the stability of its orbit, Hills, J.
G., 1984, Nature, vol. 311, p. 636).
La dilatacin temporal las diferencias de tiempos propios en las inmediaciones del agujero est fundamentada en la Relatividad General, con especial aplicacin a
un agujero negro rotante segn la mtrica de Kerr. En cuanto al agujero de gusano que comunique con el pasado, se trata de una solucin matemtica de dicha mtrica (lo
que no quiere decir, ni mucho menos, que tenga que ser una solucin fsica, es decir, real). Aun as, si uno analiza el problema haciendo suposiciones muy simples y
quiz demasiado idealizadas, la presencia de un agujero de gusano requerira de un agujero negro eterno es decir, que hubiera estado ah desde el principio del tiempo.
Aunque, naturalmente, esta dificultad es balad en comparacin con otras que he ignorado deliberadamente en la novela, como la boca microscpica del agujero negro,
que una nave, por pequea que fuera, jams podra atravesar.
El diseo de la xodo es una extrapolacin de la tecnologa astronutica actual. En un viaje de tan larga duracin, la nica manera razonable de mantener una gravedad
similar a la terrestre sera mediante la rotacin de la estacin, manteniendo a la tripulacin en la periferia. En cuanto al impulso, los motores inicos, capaces de provocar
una aceleracin pequea pero constante, presentes por ejemplo en la sonda Deep Space 1, (http://nmp.jpl.nasa.gov/ds1/) parecen la nica opcin viable.
Naturalmente, la construccin de semejante estacin espacial pasara necesariamente por la de un ascensor espacial que llevara materiales y personas hasta la rbita
geoestacionaria de manera barata y eficiente. Para esto me he basado en modelos y propuestas serias como Design and Deployment of a Space Elevator, Bradley C.
Edwards, 2000, Acta Astronautica, vol 47, p 735 o Space Elevators - An Advanced Earth-Space Infrastructure for the New M illennium, Smitherman, D. V., 2000,
M arshall Space Flight Center, Huntsville, Alabama. NASA Conference Publication CP-2000-210429.
El concepto de inteligencia artificial basado en computacin cuntica es una extrapolacin libre y especulativa de las bases y efectos presentes en la mecnica cuntica
aplicados a la inteligencia artificial clsica.
La idea de alejar la Tierra del Sol usando los mayores asteroides del sistema solar es, por descabellado que pudiera parecer, plausible (Astroengineering, or how to save
the Earth in only one billion years, Korycansky, D. G., 2004, Revista M exicana de Astronoma y Astrofsica, RM xAC, 22, 117). Para el impacto de precisin que
Laka OBrien realiza sobre el edificio del Parlamento de Londres, me he basado en Earth impact effects program: a web-based computer program for calculating the
regional environmental consequences of a meteoroid impact on earth, G.S. Collins, H.J.M elosh & R.A. M arcus, 2005, M eteoritics & Planetary Science, 40, 817,
accesible en http://www.lpl.arizona.edu/impacteffects/.
Asmismo, la posibilidad de que una parte de la isla de la Palma se hunda en el mar, provocando un tsunami de proporciones tan catastrficas como en la novela es una
posibilidad real (Cumbre Vieja Volcano; potential collapse and tsunami at La Palma, Canary Islands, Ward, S. N. & Day, S. J, 2001, Geophys. Res. Lett. 28-17,
3397).
Otros detalles, como el viaje estratosfrico que abre la novela o los efectos del calentamiento global descritos a lo largo de la novela son extrapolaciones del viaje del
Space Ship One (http://www.scaled.com/projects/tierone/) y de los informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climtico (IPCC) para este siglo,

respectivamente.

AGRADECIMIENTOS
El largo y emocionante viaje que ha supuesto para m esta novela habra sido imposible sin la multitud de aportaciones de numerosas personas. Fueron tantas y las
ideas, visiones, puntos de vista y sugerencias que recib, que a menudo creo que mi trabajo ha sido meramente el de absorberlas como una esponja, organizarlas y
plasmarlas, como buenamente he podido, en papel. Casi podra decirse, de hecho, que esta novela es ms suya que ma.
En primer lugar, he de agradecer a mi padre, M ariano, todas y cada una de sus ideas y contribuciones, que mejoraron apreciablemente la novela, as como muchos de los
clculos algunos incomprensibles para m y nmeros que hay tras ella.
A mi madre, Carmen, por su apoyo constante y por acercarme y llevarme de la mano por la Numancia del s. II a.C.
Tampoco puedo olvidarme de las certeras crticas de Luis Pablo Prieto Santos, Begoa Garca M erino y Rebeca Ramos Pinto, y la del abuelo de sta ltima, el
polifactico y genial Carlos Pinto Grote; la paciencia, intuicin y empata de M ara del M ar Rubio Dez, quien, adems de aguantarme, lleg a comprender a los
personajes incluso mejor que yo; las interminables pero deliciosas y extremadamente fructferas conversaciones con Pablo Bonet M rquez, acerca de la fsica, la
astronutica, la ciencia y la consciencia, as como su estupendo trabajo para la portada; la visin crtica, casi enfurruada, de Nahida Darwich Sobrino y su idea de una
autoconsciencia gradual; las concienzudas lecturas del primer borrador y el entusiasmo que mostraron M iguel Prez-M oneo Agapito, M ara Bermejo Hernndez, ngel
Rafael Lpez Snchez, Jorge Garca Rojas, Jaime Oraa, Elena Pinilla Cienfuegos y Pablo Rodrguez Gil, Csar Tom Lpez, M anuel Hermn Capitn, M ario Herrero
Valea, Carlos Chord Navarro, Daniel M arn Arcones, Daniel Torregrosa Lpez, Paco Bellido, Juan Jos Senz de la Torre, M iguel Rodrguez Lago, Hctor Vives y
Sergio L. Palacios.
Sin nimo de extenderme ms de lo que ya lo he hecho en la novela, le estoy agradecido tambin a muchas otras personas que, de un modo u otro, ya fuera mediante una
idea, por alumbrarme cuando tuve una consulta o por darme muestras de apoyo, contribuyeron tambin a que el viaje llegara a buen puerto: mis hermanos, David, Diana
y Carmen Adriana; mi ta Asuncin Santander Navarro; mis primos Esteban Garca Rubio y Jokin Urruticoechea Garca; Carlos Rueda M orales; Sonia de la Iglesia; Juan
Enrique Gonzlez Laguna; Enrique Alemn Bastarrica e Ins Bonet M rquez; Aitor Uribarri Snchez; M ario Romo Capelln; Borja Soria Cceres; Alberto Pequeo
Corral; M iguel Garca; Santiago Gonzlez Gancedo; Cristina Rubio Dez; M arie Hrudkova; Ana Gmez Cuesta; M iguel Chioare Daz M artn, lex Oscoz Abad; Paca
Guerra Sala; Julin Estvez; Vctor R. Ruiz; Juanjo Valderrama Arquero y los dems miembros de ClubSerpiente; Dcil Hernndez Lpez, Gisela Ruiz Rodrguez, Sara
Rueda Siz, Gabriel Afonso Hernndez, y el resto de la parroquia habitual del ciclo de cine del M useo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife; y la Dra. Jane Resture
de Tuvalu.
Y, finalmente, no puedo terminar sin agradecerle a M ax Seelemann y M arcus Fehnmann su excelente editor de textos creativos Ulysses para M ac, que hizo mucho ms
fcil esta odisea.

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