Notas Sobre Realismo en El Siglo XXI
Notas Sobre Realismo en El Siglo XXI
Notas Sobre Realismo en El Siglo XXI
Nadie que se preciara de estar a tono con la poca, apostaba al realismo [en los 80];
cada cual esperaba su turno para manifestar su refinado desprecio por la realidad
y el tiempo de crear pareca demasiado valioso para perderlo preguntndose
si ostentar tales nimos de moda no sera tambin un testimonio
de la realidad
Rodolfo Fogwill, prlogo a La experiencia sensible
Los cambios sociales ocurridos en las ltimas dcadas del siglo XIX haban
generado polticas culturales implementadas desde el Estado que tendan a
formar a los ciudadanos alfabetizados requeridos por el proyecto
modernizador. El xito de esta estrategia se tradujo en la aparicin de un
nuevo pblico lector que en su mayora mantuvo ajeno al espacio tradicional
de la lectura letrada, y que canaliz su recin adquirida destreza en
peridicos, folletos y folletines entre los que descollaron los vinculados con
el criollismo. Mientras este formidable proceso daba origen a un circuito de
cultura popular que prcticamente careca de antecedentes en el pasado, el
espacio de la cultura letrada, ligado al libro como objeto especfico, se
mantuvo estable y casi esttico. En los primero aos del siglo XX el mpetu
del fenmeno criollista empez a declinar, y su relevo fue tomado por los
folletines sentimentales, cuyo apogeo se sita entre 1917 y 1925.
Coexistiendo con este pasaje, muy pronto empiezan a advertirse los signos
de un desplazamiento que dar a la literatura en formas cultas un espacio
consistente donde la novela y el teatro encontraron un pblico capaz de
sostener una produccin regular. El realismo literario, en Argentina,
result inseparable de este desplazamiento.
(Gramuglio, 2002:8)
Es decir que para Mara Teresa Gramuglio, el realismo literario es no solo un conjunto
de procedimientos vinculados con la mmesis o la construccin de un verosmil, sino el
efecto de una serie de condiciones sociales, polticas y educativas.
Pero su lectura no se queda con esa arista del movimiento; ensaya otras
posibilidades y abordajes conceptuales:
ENTONCES
POR QU HABLAR DE REALISMO? POR QU INSISTIR EN ESTA
DENOMINACIN SI LOS PROCEDIMIENTOS Y LOS EFECTOS DE ESTA
NARRATIVA PARECIERAN SER, PRECISAMENTE, OTROS?
La respuesta, con otra pregunta, sera si queremos seguir entendiendo como realismo
una forma de representacin, con sus procedimientos, paradigmas y fechas de la historia
literaria,
o
si queremos leer la invencin de una forma y la forma de un deseo, si queremos leer la
invencin de un realismo que alude al deseo de un arte con prisa por llegar a lo real, a
lo real de la realidad.
Este real de la realidad, este deseo de realidad se toca con el proyecto de Juan Jos Saer,
de una narracin hecha mediante una simple yuxtaposicin de recuerdos, y que estara
destinada, justamente, a aquellos lectores que, cansados de tanto leer narraciones
realistas, aspirasen a un poco ms de realidad.
REFORMULACIN DE LA HIPTESIS:
Pero cul ambicin?, la de la obra?, la del autor? Creo que vale la pena
precisar que lo que determina a leer una voluntad realista en su literatura no es tanto, o
no es solo, la formulacin de una potica, como la insistencia con que sus relatos,
desde el comienzo, y segn las formas e intensidades ms variadas, dicen en algn
momento: nada era ms real, nada. Hay un punto en el cual la trama se encamina y
desemboca en la Accin y ese es el punto en que ha decidido tomar el rumbo a el
corazn de los real. El punto en que la realidad se hace real.
Sandra Contreras se pregunta si es posible des-oir ese deseo por precipitarse en
los real de los personajes que habitan la novela de Aira, solo porque no su literatura no
responde a parmetros consensuados o legitimados del realismo. Es decir, solo porque
no hay bsqueda del verosmil o trabajo sobre la mmesis, ese deseo de realidad debiera
ser descartado o condenado al simulacro?
En Fragmentos de un diario en los Alpes, el autor del diario, el escritor Csar
Aira, evala una teora sobre Balzac que demuestra que el gran realista es, en rigor, un
maestro de la mediacin por los signos: cuando describe un paisaje, describe un
cuadro; cuando describe un vestido, el referente es un figurn de moda; y cuando narra,
toma argumentos de los libros o los diarios pero no de la experiencia. Esa mediacin
sera la que convierte a Balzac, clsico realista del siglo XIX, en padre del realismo.
Podramos pensar cul es la mediacin por los signos en Cmo me hice monja,
cmo recorre la lengua ese yo femenino y ese t masculino que remiten al mismo
sujeto?, escritor?, cmo se habla de una autobiografa de Csar Aira en trminos de
monja o muerto.
NUEVA HIPTESIS
Podramos decir entonces, que si el desprecio de las vanguardias del siglo XX estaba
fundado en que ya no se poda confiar en el lenguaje para representar el mundo, y que la
relacin sujetos mundo se haba quebrado para siempre, y por lo tanto nuestra
comprensin y conocimientos siempre seran insuficientes; Aira elimina ese problema.
Ya no le interesa conocer, sino trazar una conexin desmesurada con lo real, un puente
por medio del salto, en el que recuperemos esa millonsima de segundos de la realidad
en estado bruto, antes de la narracin que nos exige olvidar.
Dos aos despus, en el 2006, Sandra Contreras vuelve su trabajo y lo ampla para
pensar el realismo en la narrativa argentina contempornea.
Lo primero que apunta es su extraeza, y por lo tanto relevancia, de que an en
el siglo XXI continuemos discutiendo sobre el realismo. Entonces dice: en lo que sigue
quisiera volver sobre algunas de las intervenciones de esos das, para seguir pensando
posibles preguntas e hiptesis, bsicamente en torno de los presupuestos que subyacen
en las discusiones sobre la vigencia, los lmites y las transformaciones del realismo,
hoy, en la narrativa argentina.
La definicin, alcance, lmites y vigencia del trmino es el problema del trmino, para
que este no sea excesivamente amplio o restringido.
De qu hablamos, o mejor: de qu queremos hablar o de qu queremos seguir
hablando cuando el tema es el realismo? Cunto o hasta dnde es posible trasformar
la nocin clsica a fin de ajustarla a las nuevas experimentaciones de escritura sin por
eso hacerla perder especificidad, y por lo tanto, sentido?
Una excesiva ampliacin del concepto, dice Kohan, termina volvindolo una categora
vaca y por lo tanto tericamente intil. Lo que le preocupa a Kohan es que incurramos
en el riesgo de un bautismo precipitado de nuevos realismos, cuando de lo que se trata,
en todo caso, es de variaciones no realistas, es decir no resueltas segn la esttica del
realismo, sobre los tpicos del realismo (as en El pasado de Pauls, en las novelas de
Aira, o en Boca de lobo de Chejfec), o bien, directamente, de otra cosa cuando en el
colmo de la elasticidad se pretende salvar la adscripcin al realismo mediante el solo
expediente de la adjetivacin: realismo delirante, realismo sucio. Kohan propone
entonces rescatar de Lukcs, en principio, su dogmatismo: su disposicin a ofrecer una
definicin acotada y precisa de realismo para formular, acorde con ese rigor terico,
una definicin con la que evitar los deslices del realismo equvoco o, en el peor de los
casos, crptico, y con la que apreciar, al mismo tiempo, con justeza, la significacin
actual de las cabales novelas realistas contemporneas.
Como se imaginarn, Sandra Contreras no va a estar de acuerdo con Kohan, porque para
ella se trata de desplazar la idea de realismo en el siglo XXI de un problema de
representacin a un problema de accin, y por lo tanto inventar un nuevo realismo. Con
lo cual no habra equvocos o extremas ligerezas del trmino.
Por otro lado, Contreras observa que no es correcto tomar la teora de Lukcs
por su apelacin a la representacin promedial, al tipo entendido como generalizable
(cuadro de costumbre), ya que eso es pensar la teora lukacsiana a su punto ms bajo,
menos potente, menos productivo. Esa idea de lo promedial se pierde el exceso, la
exageracin, lo embarazoso, que seal Lukcs de la obra de Balzac.
La cuestin, dice Contreas, reside en dnde queremos situar la tradicin realista
de la serie argentina, mejor dicho: su momento clsico. Si en los sistemas de
representacin fundados en trminos perceptivos y en la ambicin ingenua de imitar y
representar la realidad. O si en la invencin de formas que transforman, transfiguran, en
su naturaleza misma, el fundamento de la percepcin. Es decir: si situamos el clasicismo
realista argentino en su momento ms deprimido, bajo, o en su momento ms alto, de
mxima exigencia. Las series que resultan son bien distintas. Si elegimos la primera
opcin, el resultado es la serie del costumbrismo mimtico, nuestro boedismo, que bien
puede terminar en Olgun. Si elegimos la segunda opcin, el resultado es la tradicin
alta inaugurada por Arlt, cuya lgica serial no es la de la continuidad sino la de los
cortes y los saltos. Podramos decir: en el autntico comienzo est Arlt y despus hay
que dar un salto a ese gran realista que, en trminos de Avaro, es Salvador Benesdra,
para dar con su ms estricto heredero (un yo traductor que no gasta ni un minuto en
formatear los elementos de su universo y abstrae en cambio de ese mundo solo el mapa
de sus tensiones). O bien: en el autntico comienzo est Arlt y despus hay que dar un
gran salto para ver qu hacen con eso, con la ambicin de realismo, con el problema
del realismo, obras como las de Juan Jos Saer o Csar Aira.
La adopcin de esta perspectiva, dice Contreras, es absolutamente indispensable:
una lectura de nuevos realismos exige, hoy, justamente, dar cuenta no slo de nuevas
formas de representacin de la realidad como si la realidad pudiera concebirse
siempre del mismo modo! sino antes bien de la transformacin, en las nuevas
coyunturas histricas, de la nocin misma de real. Pero entonces, si esto es as, por
qu descartar de plano la posibilidad de pensar, por ejemplo, qu nueva definicin de lo
real implica la literatura de Aira y qu nueva forma inventa para expresarla? O no es
toda su obra no una novelita suelta sino toda la obra una insistente exploracin de lo
real? Claro que, a la vez, el verosmil siempre explota, y eso hace que, desde luego, sus
relatos no sean novelas realistas en el sentido clsico del trmino. Pero eso no obsta,
creo yo, para pensar qu hace Aira con el realismo, para leer la radical transfiguracin
(insisto: transfiguracin) del nudo formal del realismo que supone esta experimentacin.
Y si esa explosin del verosmil fuera la forma que la literatura de Aira inventa para
expresar el problema la ambicin de un salto a lo real, a lo real definido de un
modo por completo nuevo?
5. Valeria Sager: El realismo y la forma
La mayor (Fragmento)
Lo que hace Sager para salir de la oposicin paradoja vs. lgica, y de la idea de
que la paradoja se limita a lo imposible, es rever la nocin de realidad que funda esas
condiciones, y con ella la de realismo:
De cualquier modo, lo que debe ser cuestionado todava es la nocin de realidad
que est en el origen de una postulacin que seala la diferencia estricta entre la lgica,
la literatura o las paradojas borgianas y la realidad emprica.
Acaso el concepto de real, pensado mas all de este sentido de realidad emprica, ms
all de lo que designa en el texto de Sarlo, permite definir lo que la literatura hace o
puede hacer cuando su capacidad no es la de custodiar lo dado sino la de exponer a la
lengua los recursos de aparecer (Badiou Segundo manifiesto 36).
La literatura no se relaciona con la realidad como dada; si se conecta, llama, se liga a la
realidad, esa realidad es la que surge del acontecimiento que la obra literaria ha
provocado y abierto: lo que da la obra, lo que expone al pensamiento y nos afecta es
algo que no estaba antes en nosotros ni en el mundo. El concepto de realidad emprica
en el texto de Sarlo es justamente el de lo dado y el de la literatura es el de lo que
adviene (el lugar donde surge una lgica que no concuerda con la realidad).
Solo de esa forma la oposicin tajante y ya limitadamente productiva entre realismo y
antirrealismo, o su traduccin en el desacuerdo entre la realidad y las combinaciones
formales abstractas y desprendidas de lo emprico, puede desarmarse.