Lafuente Historia General de España Vol. 4
Lafuente Historia General de España Vol. 4
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HISTORIA GENERAL
DE ESPAA
HISTORIA GENERAL
DE ESPAA
DESDE LOS TIEMPOS PRIMITIVOS HASTA LA MUERTE DE FERNANDO VII
DON J U A N VALERA
TOMO CUARTO
BARCELONA
M O N T A N E R Y SIMON, EDITORES
C A L L E D E A R A G O N , N U M S . 309-311
1888
ES PROPIEDAD DE LOS EDITORES
PARTE SEGUNDA
EDAD MEDIA
L I B R O SEGUNDO
CAPITULO X I I I
gante escarmentado, apareci en las Navas con toda la grandeza del hroe,
y se elev sobre todos los prncipes cristianos y elev Castilla sobre
todas las monarquas espaolas. Ya no qued duda de que Castilla haba
de ser la base y el centro y ncleo de la gran monarqua cristiano-hispa-
na; y no es que los otros reyes contribuyeran menos que l al glorioso
triunfo: como capitanes y como peleadores sera difcil decidir quin me-
reca ser el primero: es que Alfonso V I I I tuvo la fortuna de ser el jefe de
la expedicin, como haba tenido la gloria de promoverla.
Los dos Alfonsos V I I y VIII, emperador de Espaa y conquistador de
Almera el uno, conquistador de Cuenca y triunfador de las Navas el otro,
ambos murieron en un pobre y humilde lugar. El primero en una tienda
de campaa debajo de una encina, el segundo en una oscura y casi des-
conocida aldea de Castilla. Notable contraste entre la grandeza de su
vida y la humildad de su muerte! Necesitaban de aqulla para ser gran-
des prncipes: bastbales sta para morir como cristianos. El astro que
alumbraba las prosperidades de Castilla sufri otro breve eclipse en el
pasajero y turbulento reinado del nio Enrique I para reaparecer despus
con nuevo y ms brillante esplendor bajo el influjo de un r e y santo, como
en el curso de la historia habremos de ver.
I I . Aragn no tuvo por qu arrepentirse, sino mucho por qu felici-
tarse de haber unido su princesa y su reino al conde y al condado barce-
lons. Digno era de la doble corona Ramn Berenguer IV. Merced su
hbil poltica, el emperador castellano le trata como amigo y como pa-
riente, y le alivia el feudo que desde Ramiro el Monje pesaba sobre Ara-
gn: gracias su destreza y la actitud del pueblo aragons, los maestros
y las milicias de Jerusaln hacen oportuna renuncia de la herencia del
reino, producto de una indefinible extravagancia del Batallador, y aun-
que los resultados de la pretensin hubieran sido los mismos, la esponta-
neidad de la renuncia ahorr los disgustos de la resistencia: merced su
actividad, doquiera que los orgullosos magnates se le insolentan y re-
vuelven son escarmentados, y atendiendo con desvelo prodigioso al Am-
purdn y Provenza, Navarra y Castilla, y al gobierno de Catalua
y Aragn, se encuentra casi tranquilo poseedor de un Estado sobre el que
pocos aos antes todos alegaban derechos y mantenan pretensiones.
En la conquista de Almera, que tanto ayud el conde-prncipe,
moros y cristianos vieron ya dnde rayaba el poder martimo de Catalu-
a. Vironlo tambin los republicanos de Pisa y Cnova. y ya pudieron
barruntar que no haba de concretarse la marina catalana proteger su
costa, sino que la llamaba su propio empuje derramarse por lo largo del
Mediterrneo y enseorear apartadas islas y naciones. Unido el poder
naval y el espritu emprendedor de los hijos de la antigua Marca Hispana,
al genio marcial, brioso, perseverante inflexible de los naturales de Ara-
gn, dichoso estaba que de esta amalgama haban de resultar con el tiempo
empresas grandes, atrevidas y gloriosas. Despus de la conquista de Al-
mera caen sucesivamente en poder del barcelons Tortosa, Lrida, Fraga,
los ms fuertes y antiguos baluartes de los moros en aquellas tierras.
Con tales empresas y tales triunfos ensanchbase y creca el reino uni-
do, ofrecindose cada da ocasiones nuevas para regocijarse catalanes y
O H I S T O R I A D E ESPAA
aragoneses del feliz acuerdo de haber ceido con la doble corona al conde-
prncipe que tan digno se mostraba de llevarla. Ojal no se hubiera de-
jado llevar tanto de aquel afn, antiguo en prncipes y subditos catalanes,
de dominar excntricos y apartados pases cuya posesin, despus de
consumir la fuerza y la vida del Estado, haba la postre de serles funes-
ta! Cuntos disturbios, cuntas guerras, cuntos dispendios, y cuntos
sacrificios de hombres y de caudales cost aquella Provenza. eternamen-
te disputada y nunca tranquilamente poseda, y cun subido precio
se compraron las semillas de cultura que de all se trasmitieron la pa-
tria de los Berengueres! Hasta la vida perdi el ltimo ilustre Berenguer
all en extraas regiones por ir arreglar con un emperador extranjero
una cuestin de feudo provenzal, expuesto comprometer la tranquilidad
de su propio reino si en el reino no hubiera habido tanta sensatez.
Si sensatez y cordura mostr el pueblo aragons en conformarse con
el testamento verbal del que podemos llamar ltimo conde de Barcelona,
en que designaba por sucesor del reino su hijo Eamn, dejando exclui-
da la viuda doa Petronila, reina propietaria de Aragn, no podemos
menos de admirar y aplaudir la prudente, juiciosa, noble y desinteresada
conducta de la esposa del conde cataln. Semjasenos doa Petronila de
Aragn doa Berenguela de Castilla. No es menos loable la abnegacin
de la madre de Alfonso I I que la de la madre de San Fernando. Eeinas
propietarias ambas, de Aragn la una, de Castilla la otra, las dos abdican
generosamente en sus hijos, y merced la grandeza de alma de dos ma-
dres la doble corona de Aragn y Catalua se sienta para siempre en la
cabeza de un solo soberano, el doble cetro de Len y de Castilla es empua-
do para siempre por la mano de un solo prncipe. Espaa es acaso el pas,
y otras ocasiones se ofrecern de verlo, en que ms se ha hecho sentir el
benfico influjo de sus magnnimas princesas. Y si hemos lamentado las
flaquezas y los devaneos de una Urraca y de una Teresa, bien los hacen
olvidar las virtudes y la grandeza de las Petronilas, de las Sanchas, de las
Berenguelas y de las Isabeles: y aun aquella misma Urraca di Espaa
su primer emperador, monarca grande y esclarecido; aquella misma Te-
resa di Portugal su primer rey, prncipe que mereca bien un trono: que
no estorba reconocerlo as el dolor de ver romperse la unidad nacional.
No satisfecha doa Petronila con manifestar su resignacin y confor-
midad con la exclusin de heredamiento, que envolva la disposicin
testamentaria de su esposo, convoca ella misma cortes para renunciar ex-
plcita y solemnemente en su hijo todos los derechos al reino aragons, con-
firmando en todas sus partes el testamento de su marido: gran satisfaccin
para los catalanes, quienes lisonjeaba, al propio tiempo que quitaba
toda ocasin de queja de recelo de reclamaciones y de disturbios. Pero
quiere que su hijo Ramn se llame en adelante Alfonso, nombre querido
y de gratos recuerdos para los aragoneses: admirable manera de halagar
los gustos de un pueblo, aun en aquello que parece de menos significacin.
Fuese todo virtud fuese tambin poltica, fuese talento propio fuese con-
sejo recibido, es lo cierto que doa Petronila se condujo de la manera ms
prudente, ms noble y ms propia para afianzar definitivamente la unin
de los dos reinos, sin lastimar ninguno y con ventajas de entrambos.
EDAD MEDIA 9
Alfonso I I , nombrado tambin el Casto, como el segundo Alfonso de
Asturias, ve extenderse sus dominios del otro lado del Pirineo con las
herencias y seoros de Bearne, de Pro venza, de Eoselln y de Carcasona;
por ac repuebla y fortifica Teruel, lanza los moros de las montaas, y
el emir de Valencia que le tiene cerca de sus muros se adelanta ofrecerle
su proteccin trueque de desarmarle como enemigo. En los reinados de
Eamon Berenguer IV y de Alfonso I I ntase cmo han ido desapareciendo
las antipatas entre aragoneses y castellanos engendradas por Alfonso I .
Enlzanse las familias reales, y se multiplican las confederaciones y los
pactos de amistad, que slo incidentalmente se interrumpen. El de Castilla
favorece al de Aragn obligando al rey moro de Murcia que le pague su
acostumbrado tributo: el de Aragn ayuda al de Castilla la conquista de
Cuenca, y en premio es relevado su reino del feudo que reconoca la mo-
narqua castellana. Aunque Alfonso I I no hubiera hecho otro servicio al
reino aragons que restituirle por completo su antigua independencia, hu-
biera bastado esto para ganar un gran ttulo de gloria. Pero le engrande-
ci tambin no poco y le consolid, pesar del padrastro de la Navarra.
Su hijo y sucesor Pedro I I pone al pueblo aragons en el caso de dar
por segunda vez una prueba solemne de su dignidad y de su independen-
cia. El pueblo que haba desestimado el testamento de Alfonso el Batalla-
dor, y que no haba tolerado que una monarqua fundada y sostenida con
su propia sangre pasara al dominio de unas milicias religiosas, tampoco
consinti en hacerse tributario de la Santa Sede. Celoso de su independen-
cia, de su libertad y de sus derechos, rechaza el feudo como desdoroso, y
resiste un nuevo servicio que el rey de propia autoridad le ha querido
imponer. Una voz reson por primera vez entre los puntillosos ricos-hom-
bres y las altivas ciudades aragonesas para prevenir y poner coto las
demasas de sus prncipes y los abusos de la potestad real. Esta voz fu
la de Unin; palabra que comienza dibujar la fisonoma especial y el
carcter y tendencias de aquel pueblo, que ha llegado mirarse como el
tipo de las naciones celosas de sus fueros y de sus libertades. La voz de
Unin intimid Pedro I I , busc una disculpa y un subterfugio para
quitar el valor lo que haba hecho, y retrocedi. Sus prodigalidades como
monarca, y sus extravos y disipaciones como esposo, aunque reprensi-
bles, no bastaron deslucir la fama y prez que como prncipe animoso y
como guerrero esforzado supo ganar. Hroe victorioso como auxiliador del
de Castilla en las Navas de Tolosa, capitn ms valeroso que feliz como
protector de los condes de Tolosa y de Foix en el Languedoc, los laureles
que gan blandiendo su terrible espada contra los moros fu perderlos
peleando en favor de los albigenses: llense de gloria en la guerra contra
los enemigos del cristianismo, para perecer favoreciendo los enemigos
de la fe catlica, en verdad no como fautores de la hereja, sino como
deudos y aliados. Aquellos parientes y aquellos seoros, colocados all
fuera de los naturales lmites de Espaa, eran funestos la monarqua
aragonesa-catalana. Por sostener una dominacin casi siempre nominal y
nunca tranquila ni segura gastbase all y se derramaba la vitalidad del
reino, y all acababan sus das los reyes. Tres soberanos murieron segui-
damente fuera del centro de sus naturales dominios: Ramn Berenguer IV
10 HISTORIA D E ESPAA
(1) A s llamada por u n peral silvestre, otros dicen que por los muchos perales que
c r e c a n en el terreno donde estaba la e r m i t a .
22 HISTORIA D E ESPAA
TOMO I V
30 HISTORIA D E ESPAA
CAPITULO XIV
FERNANDO III (EL SANTO) EN CASTILLA
De 1217 1252
(1) N a s c i el infante d o n Alfonso, filio del rey don Fernando rey de Castiella, etc.,
m r t e s d a de Sant Clement en X X I I I dias de noviembre. A n a l . Toled. segundos,
p g i n a . 405.
(2) E r a de M C C L I X fu puesta la p r i m e r a piedra de Santa M a r a de Burgos en
el mes de j u l i o , el d a de Santa M a r g a r i t a , p u s i r o n l a el rey d o n Fernando, el obispo
don Moriz. Chron. de C r d e n a , p. 37.
(3) Romey puede dar lugar equivocaciones c r o n o l g i c a s , pues le n o m b r a siem-
pre Fernando I I .
36 H I S T O R I A D E ESPAA
salido recibirle, y desde all, sin perder momento, como quien conoca
los peligros de la tardanza, prosiguieron juntos en direccin de los domi-
nios leoneses, llevando consigo algunos nobles y principales capitanes y
caballeros. Desde que pisaron las fronteras leonesas comenzaron algunos
.pueblos aclamar Fernando de Castilla. Al llegar Villaln salie'ronles
al encuentro comisionados de Toro, que iban rendir vasallaje al nuevo
rey, por cuya puntualidad mereci aquella ciudad que en ella fuese coro-
nado; desde all prosiguieron Mayorga y Mansilla, y en todas partes se
abran las puertas quienes tan abiertos encontraban los corazones.
Sin embargo, no todos estaban por don Fernando. Aun cuando el suyo
fuese el mayor, haba, no obstante, otros partidos en el reino. Las dos
princesas declaradas herederas por el testamento se hallaban en Castro-
Toraf encomendadas por su padre al maestre y los caballeros de San-
tiago, que las guardaban y defendan, ms por galantera y compromiso
que por desafecto Fernando. Todo fu cediendo ante la actividad de
doa Berenguela, que se hallaba ya las puertas de la capital. Por for-
tuna los prelados de Len, de Oviedo, de Astorga, de Lugo, de Mondoe-
do, de Ciudad Rodrigo y de Coria, allanaron Fernando el camino del
trono leons, adelantndose reconocer el derecho que l le asista.
De esta manera pudieron doa Berenguela y su hijo hacer su entrada en
Len sin necesidad de derramar una sola gota de sangre, y Fernando I I I
fu alzado rey de Castilla y de Len, unindose en tan digna cabeza las
dos coronas definitivamente, y para no separarse ya jams (1).
Eestaba deliberar lo que haba de hacerse con las dos princesas, doa
Sancha y doa Dulce, contra quienes el magnnimo corazn de Fernando
no consenta abusar de un triunfo fcil, ni la nobleza de doa Berenguela
permita quedasen desamparadas. En todos estos casos se vea la'discre-
cin privilegiada de la madre del rey. Apartando su hijo de la inter-
vencin en este negocio, por alejar toda sospecha de parcialidad, y por
no hacer decisin de autoridad lo que quera fuese resultado de concor-
dia y composicin amistosa, resolvi entenderse ella misma con doa
Teresa de Portugal, madre de las dos infantas, que como en otra parte
hemos dicho, viva consagrada Dios en un monasterio de aquel reino,
para que el acuerdo se celebrase pacficamente entre dos madres igual-
mente interesadas. Accedi ello la de Portugal, y dejando moment-
neamente su claustro y su retiro vino reunirse con doa Berenguela en
Valencia de Alcntara, que era el lugar destinado para la entrevista. Vi-
se, pues, en aquel sitio dos reinas, hijas de reyes, esposas que haban
sido de un mismo monarca, separadas ambas con dolor del matrimonio
por empeo y sentencia del pontfice, motivada en las mismas causas,
madres las dos, la una que haba abandonado voluntariamente el mundo
por el silencio y las privaciones de un claustro, la otra que haba cedido
espontneamente una corona que por herencia le tocaba, ambas ilustres,
piadosas y discretas, ocupadas en arbitrar amigablemente y sin alterca-
dos sobre la suerte de dos princesas nombradas reinas sin poder serlo.
El resultado de la conferencia fu, que como doa Teresa se penetrase de
que sera intil tarea intentar hacer valer para sus hijas derechos que los
prelados, los grandes y el pueblo haban decidido en favor de Fernando,
se apartara de toda reclamacin y se contentara con una pensin de
quince mil doblas de oro de por vida para cada una de sus hijas. Con-
tento Fernando con la fcil solucin de este negocio, debida la buena,
industria de su madre, sali buscar las infantas sus hermanas, que
encontr en Benavente, donde firm la escritura del pacto (11 de diciem-
bre, 1230), que aprobaron y confirmaron los prelados-y ricos-hombres
que se hallaban distancia de poder firmar. Tan feliz remate tuvo un
negocio que hubiera podido traer serios disturbios, si hubiera sido tratado
entre prncipes menos desinteresados prudentes y entre reinas menos
discretas y sensatas que doa Teresa y doa Berenguela.
Visit en seguida Fernando las poblaciones de su nuevo reino, admi-
nistrando justicia, y recibiendo en todas partes los homenajes de las ciu-
dades, y las demostraciones ms lisonjeras de afecto de sus sbditos. Y
como supiese que los moros, aprovechndose de su ausencia, haban re-
cobrado Quesada, encomend al arzobispo de Toledo la empresa de res-
catar para el cristianismo esta villa, hacindole merced y donacin de ella
y de lo dems que conquistase. El prelado Jimnez, que era tan ilustre
en las armas como en las letras, y que reuna en su persona las cualida-
des de apstol insigne y de capitn esforzado, no solamente tom Que-
sada, sino que adelantndose Cazorla la redujo tambin l a obediencia
del rey de Castilla, principio del Adelantamiento de Cazorla que gozaron
por mucho tiempo los prelados de la iglesia toledana (1), Para ayudar al
arzobispo envi luego el rey su hermano el infante don Alfonso, dndole
por capitn del ejrcito lvar Prez de Castro el Castellano, el que antes
haba servido con los moros de Jan y de Granada. Hallbanse la sazn
los musulmanes desavenidos entre s y guerrendose encarnizadamente,
en especial los reyes caudillos Abn-Hud, Giomail y Alhamar, que traan
agitada y dividida en bandos la tierra. La ocasin era oportuna, y no la
desaprovecharon los castellanos, atrevindose avanzar, ya no slo hasta
la comarca de Sevilla, sino hasta las cercanas de Jerez. Vironse all aco-
metidos por la numerosa morisma que contra ellos reuni Aben-Hud, el
ms poderoso de los musulmanes, y aunque los cristianos eran pocos, se
vieron precisados aceptar el combate, orillas de aquel mismo Guada-
lete, de tan funestos recuerdos para Espaa. Pero esta vez fueron los sa-
rracenos los que sufrieron una mortandad horriblCj cebndose en las gar-
gantas muslmicas las lanzas castellanas y contndose entre los que
perecieron al filo del acero del brioso Garci-Pe'rez de Vargas el emir de los
Gazules que de frica haba venido en auxilio de Abe'n-Hud, y quien
ste haba dado Alcal, que de esto tom el nombre de Alcal de los
Gazules. Esta derrota de Abn-Hud, fu la que desconcert su partido y
di fuerza al de su rival Alhamar, y le facilit la elevacin al trono, as
como abri los cristianos la conquista de Andaluca. Las proezas que en
este da (1233) ejecutaron los castellanos acaudillados por Alvar Prez
las celebraron despus los cantares y las leyendas. La hueste victoriosa
regres llena de botn y de alborozo y encaminse Palencia, donde se
hallaba el rey, ofrecerle los despojos'y trofeos de tan sealado triunfo (1).
Mientras el infante don Alfonso y el arzobispo don Rodrigo hacan la
guerra en Andaluca, atenciones de otro gnero haban ocupado al mo-
narca de Castilla y de Len. El rey de Jerusaln y emperador de Constan-
tinopla Juan de Brea Juan de Acre, quien la necesidad haba obligado
abandonar su reino, recorra la Europa buscando alianzas, haba logra-
do casar su hija nica con el emperador Federico I I , rey de peles y de
Sicilia, haba venido Espaa y recibido agasajos y obsequios del rey don
Jaime de Aragn, y pasaba por Castilla y Len con objeto con pretexto
de ir visitar el cuerpo del apstol Santiago. Tambin le agasaj el rey
de Castilla, y de estas cortesas y atenciones result que se concertara el
matrimonio del de Jerusaln, que era viudo, con la hermana de don Fer-
nando, llamada tambin doa Berenguela como su madre, la cual se
llev consigo Italia (2). Por otra parte don Jaime de Aragn, que desde
1221 se hallaba casado con doa Leonor de Castilla, ta del rey, se haba
Crdoba era sobrado fuerte para que los castellanos pudieran tomarla.
Encaminse, pues, la hueste muslmica hacia Valencia. Llegado que hubo
Almera, el alcaide Abderramn aloj Aben-Hud en la alcazaba y
quiso agasajarle con un banquete. Despus de haberle embriagado, aho-
gle, dice la crnica rabe, en su propia cama con cruel y brbara alevo-
sa (1). As, aade, acab este ilustre rey, prudente y esforzado, digno de
mejor fortuna. Fu su reinar una continua lucha inquietud, de gran
ruido, vanidad y pompa: pero de ello no dej los pueblos en herencia
sino peligros y perdicin, ruinas, calamidad y tristeza al estado de los
muslimes. De all adelante, dice la crnica cristiana, el seoro de los
moros de los puertos ac fu diviso en muchas partes, y nunca quisieron
conocer rey ni lo tuvieron sobre s como hasta all. Sabida la muerte de
su rey y caudillo, desbandronse los moros de la expedicin de cija, de-
jando Valencia, sin socorro y expuesta ser tomada, como as aconteci,
por el aragons; y Lorenzo Jurez con sus cristianos se vino los reales
de Castilla, cada da aumentados con banderas de los concejos, y con hi-
josdalgo, caballeros y freires dlas rdenes que all acudan.
Con esto pudo ya con desembarazo el santo rey estrechar y apretar el
bloqueo de Crdoba. La noticia de la muerte de Abn-Hud, la falta de
mantenimientos y la ninguna esperanza de ser socorridos, abatieron los
cordobeses al extremo de acordar la rendicin. No les admiti otra condi-
cin Fernando que la vida y la libertad de ir donde mejor les pareciese.
El 29 de junio de 1236, da de los santos apstoles San Pedro y San Pablo,
se plant el signo de la redencin de los cristianos en lo ms alto de la
grande aljama de Crdoba: purificse y se convirti en baslica cristiana
la soberbia mezquita de Occidente; consagrla el obispo de Osma, gran
canciller del rey (2); los prelados de Baeza, de Cuenca, de Plasencia y de
Coria, con toda la clereca all presente, despus de celebrado el sacrificio
de la misa por el de Osma, entonaron solemnemente el himno sagrado con
que celebran sus triunfos los cristianos, y las campanas de la iglesia com-
postelana que dos siglos y medio haca, llevadas por Almanzor en hom-
bros de cautivos, estaban sirviendo de lmparas en el templo de Mahoma,
hzolas restituir el piadoso rey de Castilla al templo del santo Apstol en
hombros de cautivos musulmanes: mudanza solemne, que celebrar siem-
pre la Iglesia espaola con regocijo. Los tristes muslimes, dice el histo-
riador rabe, salieron de Crdoba (restituyala Dios), y se acogieron otras
ciudades de Andaluca, y los cristianos se repartieron sus casas y hereda-
des. A voz de pregn excit el monarca de Castilla sus vasallos que fue-
sen poblar la ciudad conquistada, y tantos acudieron de todas partes,
que antes faltaban casas y haciendas que pobladores, atrados de la ferti-
lidad y amenidad del terreno. Rendida Crdoba, hicironse tributarias y
se pusieron bajo el amparo del rey Fernando, Estepa, cija, Almodvar y
otras ciudades muslmicas de Andaluca (3).
(1) Conde, p a r t . IV, cap. i v . A h o g l e en u n a alberca de agua, dice la c r n i c a
del santo rey, cap. x x v i .
(2) Que h a c a las veces del arzobispo don Rodrigo de Toledo, el cual la s a z n se
hallaba en la corte r o m a n a . C h r o n . de San Fernando, cap x x v n
(3) F u nombrado p r i m e r obispo de C r d o b a don fray Lope, monje de F i t e r o . E l
EDAD MEDIA 45
Hecha la conquista, y dejando por gobernador en lo poltico don Al-
fonso Tellez de Meneses y en lo militar don lvar Prez de Castro, vol-
vise el rey Toledo, donde le esperaba su madre doa Berenguela, que
con admirable solicitud no haba cesado en este tiempo de proveer desde
all todas las necesidades del ejrcito, enviando vituallas, y excitando
los vasallos de su hijo que ayudasen por todos los medios aquella grande
empresa. La Iglesia particip del regocijo de los espaoles, y Gregorio I X
que la sazn la gobernaba, expidi dos bulas, la una concediendo los
honores de cruzada, y facultando los obispos de Espaa para que dispen-
sasen los que con sus personas sus caudales concurrieran y cooperaran
sustentar la guerra todas las indulgencias que el concilio general con-
ceda los que visitaban los santos lugares de Roma: la otra mandando
contribuir al estado eclesistico para los gastos de aqulla con un subsidio
de veinte mil doblas de oro en cada uno de los tres aos siguientes, puesto
que la Iglesia deba concurrir al gasto, ya que suyo era el ensalzamiento.
El papa colmaba de elogios al rey de Castilla por haber rescatado del po-
der de los infieles la patria del grande Osio y del confesor Eulogio, la.
catlica Crdoba (1).
Doa Berenguela, por cuyos sabios consejos segua gobernndose el
monarca, parecindole que no estaba bien en estado de viudez, le propor-
cion un segundo enlace con una noble dama francesa llamada Juana,
hija de Simn conde de Ponthieu (2), y biznieta del rey de Francia
Luis VII. cuyas prendas elogia mucho el arzobispo don Rodrigo, y de la
cual dice el rey Sabio que era grande de cuerpo, et fermosa adems, et
guisaba en todas buenas costumbres. Celebrronse las bodas en Burgos
con gran pompa (1237), y acatronla como reina todos los prelados, gran-
des, nobles y pueblos de Len y de Castilla (3).
ter de rebelin le movi don Diego Lpez de Vizcaya, que al fin vino
ponerse merced del infante don Alfonso, quien su padre haba dejado
en Vitoria con el mando adelantamiento de la frontera.
No descuidaba Fernando las cosas del gobierno por atender la guerra
y las campaas; y entre otras notables providencias que en este tiempo
dict, fu una la traslacin de la universidad de Falencia, sea su incor-
poracin la escuela de Salamanca (1240), cuya medida nos merecer
despus particular consideracin. Su actividad y su energa se vieron por
algunos tiempos embarazadas por una enfermedad que le acometi en
Burgos. Y como en aquel estado no pudiese volver personalmente An-
daluca, dile su hijo el infante don Alfonso el cargo de defender aquella
frontera. Farti, pues, el prncipe heredero, mas al llegar Toledo encon-
trse con mensajeros del rey moro de Murcia que venan ofrecer su reino
al monarca cristiano de Castilla, trayendo ya ordenadas las condiciones
con que reconocan su seoro. Inspir esta resolucin los musulmanes
murcianos la situacin comprometida y desesperada en que se vean. Con-
quistada Valencia por don Jaime de Aragn, dueos ya de Jtiva los ara-
goneses, amenazada y hostigada por otra parte Murcia por Alhamar el de
Arjona, su enemigo, que dominaba ya en Jan y en Granada y era el ms
poderoso de todos los reyes mahometanos, fatigados ya tambin de los
bandos y discordias de sus propios alcaides, de que no sacaban, dice el
escritor arbigo, sino muertes y desolacin, antes que someterse Alha-
mar el moro, prefirieron hacerse vasallos de Fernando el cristiano. Acep-
t el infante su demanda nombre de su padre y firmronse las capitula-
ciones en Alcaraz por el rey de Murcia Mohammed ben Aly Abn-Hud (el
que los nuestros nombran Hudiel), juntamente con los alcaides de Alicante,
Elche, Orihuela, Alhama, Aledo, Cieza y Chinchilla: pero no vinieron en
este concierto ni el wal de Lorca, ni los alcaides de Cartagena y Mua.
En su virtud, y con acuerdo de su padre, pas el prncipe Alfonso Mur-
cia acompaado de varios de sus caballeros y del maestre de la orden de
Santiago en Ucls don Felayo Correa, que llev sus gentes mantenidas
su costa, y le ayud mucho, dice la crnica, en estas pleitesas. El da
que entr Alfonso en Murcia fu un da de gran fiesta: posesionse pac-
ficamente del alczar (1241), tratbanle todos como su seor, y l re-
quiri y visit la tierra como suya sin vejar los moradores (1).
Mientras el rey don Fernando, restablecido de su enfermedad, asista
la profesin religiosa de su hija doa Berenguela en las Huelgas de Bur-
gos; mientras como monarca piadoso daba un ejemplo sublime de humil-
dad y caridad sirviendo la mesa doce pobres (2); mientras como solcito
prncipe cuidaba de abastecer de mantenimientos las nuevas provincias
de Crdoba y Murcia, y como legislador creaba un Consejo de doce sabios
que le acompaasen y guiasen con sus luces para el acierto en l admi-
nistracin de justicia (3), el nuevo rey moro de Granada, el vigoroso y
(1) Conde, p a r t . I V , cap. i v .
(2) De donde vino, dicen algunas historias, la loable costumbre de nuestros reyes
de dar de comer doce pobres todos los a o s el d a de Jueves Santo.
(3) P r i n c i p i o y fundamento del i l u s t r e t r i b u n a l que m s adelante y con m s a t r i -
buciones h a b a de ser el Consejo real de Castilla.
EDAD MEDIA 49
enrgico Alhamar haba estado dando no poco que hacer en Andaluca
los caballeros de Calatrava, que al mando de su maestre Gmez Manrique
haban conquistado Alendote; haba derrotado en un encuentro don
Rodrigo Alfonso, hijo bastardo de Alfonso I X de Len y hermano del rey,
y acuchillando las tropas cristianas que la desbandada huan, haban
perecido en aquel combate el comendador de Martes don Isidro Martn
Ruiz de Argote, que se seal por su esfuerzo en la conquista de Crdoba,
y varios otros freires y caballeros. Estimul esto al santo rey marchar
otra vez Andaluca para abatir la soberbia del envalentonado Alhamar.
Esta vez llev en su compaa la reina doa Juana, quien dej en An-
djar, prosiguiendo l los campos de Arjona y de Jan, que tal y
devast. En esta expedicin cerc y rindi Arjona, tom los castillos de
Pegalajar, Bejjar y Carchena, y envi su hermano don Alfonso con los
pendones de beda, Quesada y Baeza, para que destruyese la vega de
Granada. All fu l incorporrseles en cuanto traslad la reina de An-
djar Crdoba, y lleg tiempo de escarmentar 500 jinetes de Alha-
mar que con una impetuosa salida haban puesto en desorden los cris-
tianos (1244). Don Fernando incendi aldeas, redujo pavesas las mieses
y derrib los rboles de la vega; no dej, dice la crnica, cosa enhiesta
de las puertas afuera, as huertas como torres. Una hueste de moros ga-
zules, raza valerosa de frica, que tena en grande aprieto la escasa
guarnicin de Martes, fu aventada por el prncipe don Alfonso y los frei-
res de Calatrava, y el rey don Fernando se retir Crdoba reposar
algn tiempo de tantas fatigas.
Llegle all la nueva de los triunfos que su hijo Alfonso alcanzaba en
el reino de Murcia sobre los wales de las ciudades que haban resistido
someterse su seoro, Cartagena y Lorca. Gran placer reciba el monarca
con las prosperidades de su primognito, y gozbase de contemplar cmo
recoga ya glorias el que haba de sucederle en el reino. Por otra parte la
reina doa Berenguela hzole anunciar su deseo, y aun su resolucin, de
pasar visitarle, y don Fernando, viendo su madre tan determinada
hacer un viaje que en lo avanzado de su edad no poda dejar de serle mo-
lesto, quiso corresponder su cario saliendo encontrarla la mayor
distancia posible. Parti, pues, don Fernando de Crdoba y hall ya su
venerable madre en un pueblo nombrado entonces el Pozuelo, que despus
se llam Villa-Real y hoy es Ciudad-Real. Pasados los primeros momentos
de expansin entre una madre y un hijo tan queridos, expuso doa Be-
renguela cun grave y pesada carga era ya el gobierno de tan vasto reino
para una mujer agobiada con el peso de los aos, concluyendo por supli-
car su hijo la permitiese retirarse ya un claustro otro lugar tran-
quilo para prepararse una muerte quieta y sosegada. Grandemente en-
ternecieron Fernando las palabras de aqulla madre que haba puesto
en su frente las coronas de dos reinos, pero luchando en su nimo el amor
filial con los deberes de rey, y representando su madre que en el caso de
apartarse ella de los cuidados de la gobernacin tendra que abandonar la
guerra contra los infieles en que por consejo suyo se hallaba empeado,
aquella ilustre matrona, siempre discreta, virtuosa y prudente, se resign
hacer el ltimo sacrificio de su vida en aras del bien pblico, y ofreci
50 H I S T O R I A D E ESPAA
las (1). Bien era menester que distrajeran el nimo de Fernando las aten-
ciones de la guerra para que ahondara menos en su corazn la herida que
estos golpes le causaron. Haba ya, en efecto, el santo rey dado principio
las operaciones de la guerra que haban de preparar la conquista de
Sevilla, para lo cual haba reclamado tambin el auxilio del rey moro de
Granada Alhamar con arreglo la capitulacin de Jan.
Necesario es decir quin era y lo que haba sido este rey, y cmo se
hizo el fundador del reino granadino. El verdadero nombre de Alhamar
era Mohammed Abu Abdallah ben Yussuf el Ansary. Llamsele despus
Alhamar (el Bermejo) Era hijo de unos labradores carreteros de Arjona.
Pero habiendo recibido una educacin superior su fortuna, y distingu-
dose desde su juventud por su amor las grandes empresas, lleg por su
valor inspirar temor y respeto, por su prudencia, su frugalidad, su dul-
zura y su austeridad de costumbres captarse la estimacin general.
Sirvi bajo los emires descendientes de Abdelmumn, y se seal por su
rectitud en los empleos administrativos, por su denuedo en las expedi-
ciones militares. Enemigo de los Almohades, en la decadencia del impe-
rio de aquellos africanos en Espaa, trabaj por aniquilar su poder. Kebe-
lse despus contra el mismo Abn-Hud y fu uno de sus ms terribles
rivales. Lleg tomar por asalto Jan (1232), y se apoder sucesiva-
mente de Guadix, Baeza, y otras poblaciones de Andaluca, donde se hizo
proclamar Emir Almumenn. Cuando Abn-Hud muri ahogado trai-
cin por el alcaide de Almera, creci mucho el partido de Alhamar, y
con ayuda de su wal de Jan gan los habitantes de Granada, que le
proclamaron y recibieron por rey (1238), y la cual hizo asiento de su
reino. Fu el que puso al rey de Murcia, el hijo de Abn-Hud, en el caso
desesperado de ampararse del rey de Castilla y entregarle sus dominios,
porque entraba en los planes de Alhamar promover la rebelin de sus
subditos. Para la defensa de sus fronteras destinaba caballeros, quienes
por su empleo nombraba Seghrys, de que tal vez tuvieron origen los
Zegries. De vuelta de una de sus algaras contra los cristianos, le saluda-
ron en Granada con el ttulo de ghaleb (el vencedor), lo cual l respon-
di: W l ghaleb i l Allah (no hay otro vencedor ms que Dios). Desde
los reales acompaado de don Diego Lpez de Haro. y con refuerzo con-
siderable de castellanos.
La larga duracin del sitio, que contaba ya cerca de un ao, permita
espacio y suministraba ocasiones para todo ge'nero de lances, de vicisitu-
des y alternativas, de situaciones dramticas, de aventuras caballerescas,
y de episodios heroicos. Entre las industrias empleadas para cortar la
comunicacin de los moros de Sevilla con los de Triana por el puente de
barcas del Guadalquivir, fu una y la ms notable y eficaz, la de escoger
las dos ms gruesas naves de .carga de la flota cristiana, y aparejndolas
de todo lo necesario para el caso y montando en una de ellas el mismo
Eamn Bonifaz, hacerlas navegar toda vela y cuando soplaba ms recio
el viento un buen trecho del ro hasta chocar con mpetu contra el puente
de barcas.. La primera no hizo sino quebrantarle, pero al rudo empuje de
la segunda, en que iba el almirante, rompironse las cadenas que cean
las barcas. El puente qued roto ydeshecho con gran regocijo de los cris-
tianos y no menor pesadumbre de los moros, que se vieron privados del
nico conducto por donde podan recibir socorro y mantenimientos. Era
el da de la Cruz de Mayo (1248), y atento al da y al objeto de la empresa
hizo el rey enarbolar estandartes con cruces en lo ms alto de los mstiles
de la nave victoriosa, y colocar al pie del palo mayor una bella imagen de
Mara Santsima. Al da siguiente, sin perder momento, dispuso el rey, de
acuerdo con don Ramn Bonifaz, atacar Triana por mar y por tierra.
Pero los moros del castillo arrojaban sobre los cristianos tal lluvia de dar-
dos emplumados y de piedras lanzadas con hondas, y era tal el dao y
estrago que hacan (l). que el rey hubo de mandar que se alejasen los
suyos, y encarg al infante don Alfonso que con sus hermanos don Fa-
drique y don Enrique, y el maestre de Ucls y dems caudillos, minasen
el castillo; hicironlo as. mas tropezndose con la contramina que los
moros hacan, hubieron de desistir y nada se adelant entonces contra
Triana.
Por dos veces durante el sitio recurrieron los moros la traicin,, ya
que en buena ley vean no poder conjurar la catstrofe que los amena-
zaba, enviando al campamento cristiano quien con engaos y fingidas
artes viera si poda libertar al islamismo del terrible y obstinado campen
de los cristianos. Uno de aquellos traidores fu enviado al rey don Fer-
nando, otro su hijo don Alfonso. En ambas ocasiones se hubieran visto
en peligro las dos preciosas vidas del soberano y del prncipe, si la saga-
cidad y la previsin no hubieran prevenido el engao y frustrado los
designios de la sorpresa, burlando por lo menos los alevosos, ya que no
pudo alcanzarles el castigo de la perfidia.
Al fin, despus de quince meses de asedio, cansados y desesperanzados
los moros, no muy provistos ya de vituallas, y sin fcil medio de introdu-
cirlas, determinaron darse partido y propusieron al rey la entrega de la
(1) T e n a n los moros (dice l a C r n i c a ) t a n recias ballestas, que de bien lejos ha-
c a n mortales tiros que pasaban e l caballero armado de las m s fuertes armas, y
donde iba parar el c u a d r i l l o entraba todo debajo de la t i e r r a . Cuadrillos llamaban
las saetas cuadradas y sin aletas.
EDAD MEDIA 59
ciudad y del alczar condicin de que quedasen los moros con sus ha-
ciendas, y que las rentas que perciba el emir so repartiran entre l y el
monarca cristiano por mitad. A estas proposiciones, que se hicieron al rey
por conducto de don Rodrigo lvarez, ni siquiera se dign contestar. En
su virtud ofrecironle otros partidos, llegando hasta proponerle la pose-
sin de las dos terceras partes de la ciudad, obligndose ellos levantar
su costa una muralla que dividiera los dos pueblos. Todo lo rechaz
Fernando con entereza y aun con desdn, dicindoles que no admita ms
trminos y condiciones que la de dejarle libre la ciudad y entregrsele
discrecin. Al verle tan inexorable, limitronse ya pedir que les permi-
tiera al menos salir libres con sus mujeres y sus hijos y el caudal que
consigo llevar pudiesen, lo cual accedi ya el rey. Una cosa aadan, y
era que les dejasen derribar la mezquita mayor, por lo menos derruir la
ms alta torre, obligndose ellos levantar otra no menos magnfica y
costosa. Eemitise en esto el monarca lo que determinase su hijo don
Alfonso, el cual di por respuesta que si una sola teja faltaba de la mez-
quita hara rodar las cabezas de todos los moros, y por un solo ladrillo
que se desmoronara de la torre no quedara en Sevilla moro ni mora
vida. La necesidad los forz todo, y avinironse entregar la ciudad
libre y llanamente. Firmse esta gloriosa capitulacin 23 de noviembre
de 1248, da de San Clemente.
Aunque la ciudad perteneca ya los cristianos, todava se difiri la
entrada pblica por un mes, plazo que generosamente otorg el rey los
rendidos para que en este tiempo pudieran negociar sus haciendas y ha-
beres y disponer y arreglar su partida. Ofreci adems el monarca vence-
dor que tendra aparejados por su cuenta acmilas y barcos de trasporte
para llevarlos por tierra por mar los puntos que eligiesen, y prometi
al rey Axataf que dice nuestra crnica, sea al wal Abul Hassn, que
as nombran al defensor de Sevilla los rabes (1), dejarle vivir tranquila-
mente en Sevilla en cualquier otro punto de sus dominios, dndole
rentas con que pudiese vivir decorosamente; pero el viejo wal, como buen
musulmn, no quiso sino embarcarse para frica en el momento de hacer
entrega de la ciudad. Cumplido el plazo, verificse la entrada triunfal del
ejrcito cristiano en la magnfica y populosa Sevilla Adelantse Abul
Hassn hacer formal entrega de las llaves al rey Fernando, y mientras el
musulmn prosegua tristemente en busca de la nave que haba de con-
ducirle llorar su desventura en frica, mientras por otra puerta salan
trescientos mil moros buscar un asilo, en las playas africanas, en el
Algarbe espaol, en el recinto de Granada bajo la proteccin del gene-
roso Alhamar. los cristianos entraban en procesin solemne en la insigne
ciudad de San Leandro y de San Isidoro, ms de 500 aos haca ocupada
por los hijos de Mahoma. Sublime y grandioso espectculo sera el de esta
ostentosa entrada. Era el 22 de diciembre. Delante iban los caballeros de
las rdenes militares con sus estandartes desplegados, presididos por sus
(1) D o n Sancho no se hallaba all, sino en Toledo, de donde era arzobispo electo,
como don Felipe lo era de Sevilla.
(2) A u n q u e ia santidad de este rey era p b l i c a m e n t e reconocida y aun se le daba
c u l t o como santo, no fu solemnemente canonizado hasta 1671 por el papa Cle-
mente X .
(3) C r n . del santo rey, caps, L X X V I L X X V J I I . M e m o r i a s para la v i d a de San
Fernando, p a r t . I , caps, L X X I I I y L X X I V .
66 HISTORIA D E ESPAA
CAPITULO XV
JAIME: I (EL CONQUISTADOR) EN ARAGN
De 1214 1253
Principio del reinado de don J a i m e . C m o sali del castillo de M o n z n . B a n d o s y
revueltas en el reino.Casa con d o a Leonor de Castilla.Eebeliones insolencia
de los ricos-hombres. A p u r o s de don Jaime en sus tiernos a o s . R e s o l u c i n y
anticipada prudencia del j o v e n r e y . S i t u a c i n lastimosa del r e i n o . V n s e l e some-
tiendo los infantes sus t o s : r n d e n l e obediencia los ricos-hombres: paz y sosiego
interior.Resuelve l a conquista de Mallorca.Cortes de Barcelona: prelados y
ricos-hombres que se ofrecen l a e x p e d i c i n : preparativos: armada de 155 naves:
dase l a vela en Salou.Borrasca en el m a r : serenidad del rey: arribo la i s l a .
Primeros choques con los moros: t r i u n f o de los catalanes.Sitio y r e n d i c i n de l a
ciudad de Mallorca: p r i s i n del rey m u s u l m n : r e p a r t i c i n de tierras entre los
conquistadores.Vuelve don Jaime A r a g n : alianza y pacto m u t u o de s u c e s i n
con el rey de N a v a r r a . R e e m b r c a s e el rey para las Baleares: conquista de Me-
norca: conquista de Ibiza.Regresa d o n Jaime A r a g n . R e s u e l v e la conquista
de V a l e n c i a S i t i a y t o m a B u r r i a n a . C a r c t e r y t e s n del rey.Entrega de
P e s c o l a y otras plazas.Muerte de Sancho el Fuerte de N a v a r r a : sucdele Teo-
baldo I : conducta de d o n Jaime en este asunto.Segundas nupcias del rey con
d o a V i o l a n t e de H u n g r a . P r o s i g u e l a conquista: el Puig de Cebolla: firmeza del
rey.Sitio y ataque de Valencia: peligros y serenidad de don J a i m e . E n t r g a l a el
rey Ben Z e y n : condiciones de l a r e n d i c i n : entrada t r i u n f a l del ejrcito cristiano
en Valencia.Cortes de Daroca: divide don Jaime el reino entre sus hijos.-Dife-
rencias con el infante don Alfonso de Castilla: su t r m i n o : escisiones entre el rey
de A r a g n y su hijo.Resistencia de J t i v a : se rinde.Completa don Jaime l a
conquista del reino de Valencia.
(1) Vase lo que sobre esto dijimos en el cap. xm del presente libro.
EDAD MEDIA 67
tregado el tierno hijo de Pedro I I de Aragn y de Mara de Mompeller
la guarda y tutela del matador de su padre, el conde de Montfort; sacado
de su poder por reclamaciones de los barones aragoneses y por mandato
del pontfice Inocencio I I I ; llevado Aragn la edad de poco ms de
seis aos; jurado rey en las cortes de Lrida por aragoneses y catalanes
(1214); encerrado en el castillo de Monzn con el conde de Provenza su
primo bajo la custodia del maestre del Templo don Guillen de Monredn;
pretendido el reino por sus dos tos don Sancho y don Fernando, y divi-
dido el Estado en bandos y parcialidades; estragada y alterada la tierra;
consumido el patrimonio real por los dispendios de su padre el rey don
Pedro; empeadas las rentas de la corona en poder de judos y de moros,
y careciendo el tierno monarca hasta de lo necesario para sustentarse y
subsistir, pocas veces una monarqua se ha encontrado en situacin ms
penosa y triste que la que entonces afliga al doble reino de Aragn y
Catalua. Y sin embargo bajo aquel tierno prncipe, hurfano, encerrado
y pobre, el reino aragons haba de hacerse grande, poderoso, formidable,
Aragn
lll
porque el nio rey haba de crecer en espritu y en cuerpo con las propor-
ciones de un gigante.
Su primo el joven conde de Provenza Kamn Berenguer, recluido
como l en la fortaleza de Monzn, haba logrado una noche fugarse del
castillo por secretas excitaciones que los barones y villas de su condado
le haban hecho para ello reclamando su presencia. El temor de que este
ejemplo se repitiera con don Jaime movi al maestre de los templarios
ponerle en libertad dejndole salir de su encerramiento, con la esperanza
tambin de que tal vez por este medio se aplacaran algo las turbaciones
del Estado, y las cosas se encaminaran mejor su servicio. Nueve aos
contaba aquella sazn don Jaime (1216). Cierto que por consejo del pru-
dente y anciano don Jimeno Cornel se confederaron algunos prelados y
ricos-hombres en favor del rey, prometiendo tomarle bajo su proteccin y
defensa, y jurando que nadie le sacara de poder de quien le tuviese su
cargo sin la voluntad de todos, so pena de traicin y de perjurio. Pero
don Sancho su to, que malhadadamente haba sido nombrado procura-
dor general del reino, irritse tanto cuando supo la libertad del monarca
su sobrino, que no slo aspir desembozadamente apoderarse de la mo-
narqua, sino que reuniendo su parcialidad exclam con arrogancia: De
grana entapizar yo todo el espacio de tierra que el rey y los que con l
estn se atrevan hollar en Aragn en esta parte del Cinca. Sali, pues,
don Jaime un da al amanecer de Monzn, y lo primero que le noticiaron
los ricos-hombres que en el puente le aguardaban fu que el conde don
68 H I S T O R I A D E ESPAA
la situacin del Estado en aquella sazn con los siguientes colores: Esta-
ba todo el reino (dice) por este tiempo en tanta turbacin y escndalo, que
no haba ms justicia en l de cuanto prevalecan las armas, siguiendo
unos la parte del rey y otros la del infante don Hernando, que se favore-
ca de las ciudades de Zaragoza, Huesca y Jaca. Con esta ocasin de tanta
tortura, los concejos y vecinos de Cstas ciudades hicieron entre s muy
estrecha confederacin, atendida la turbacin grande del reino, y los daos
y robos y homicidios, y otros muy grandes insultos que se cometan: y
para evitar tanto mal, porque pudiesen vivir en alguna seguridad y pac-
ficamente, trataron de unirse y confederarse en una perpetua amistad y
paz. Juntronse en Jaca los procuradores de estas ciudades, y 13 del
mes de noviembre de este ao MCCXXVI determinaron de unirse y valer-
se en todo su poder contra cualesquiera personas, salvando en todo el de-
recho y fidelidad que deban al rey y su reino, obligndose con juramentos
y homenajes, que no se pudiesen apartar de esta amistad ni absolverse de
aquella jura por ninguna causa, antes se conservase entre ellos siempre
esta concordia y unin y entre sus sucesores: y juraron de cumplir todos
los vecinos desde siete aos arriba so pena de perjuros y traidores fuero
de Aragn, declarando que no pudiesen salvar su fe en corte ni fuera de
ella. Por esto dio el rey gran priesa en poner en orden sus gentes, enten-
diendo que aquella confederacin se haca por la parte que segua al
infante, y que no slo se conjuraban para su defensa sino para poder
ofender.
Quin podra pensar que tanta turbacin y desconcierto, tan hondos
males y profundas discordias, tantas agitaciones y revueltas hubieran de
ser apaciguadas y sosegadas por aquel mismo joven prncipe contra quien
todo pareca conjurarse y que aquellos poderosos, soberbios y disidentes
infantes, prelados, ricos-hombres y caballeros haban de humillar sus fren-
tes y rendir homenaje aquel mismo monarca quien hasta entonces
tanto haban menospreciado? As fu, no obstante, para bien de la monar-
qua, y no estamos lejos de reconocer ms mrito en la manera con que
don Jaime supo en tan tierna edad desenvolverse de tantos aprietos y tan
enmaraadas complicaciones, sacando salvo su autoridad y su decoro,
que en las grandes empresas y gloriosas conquistas que ejecut despus.
Fuese la maa y tacto precoz con que acert concordar las diferencias
de algunos magnates para atraerlos su partido; fuese la entereza varonil
y la serenidad imperturbable con que se manej en los mayores peligros
y contrariedades, y hasta en los casos del mayor desamparo; fuese la bi-
zarra y la inteligencia que como guerrero despleg en aquellas luchas ci-
viles, ya para rescatar fuerza de armas las ciudades de su seoro, ya
para ganar las fortalezas de los barones cuyo bando defenda; fuese tam-
bin que el exceso mismo de los males moviera los aragoneses pensar
en el remedio y recobrar aquella sensatez natural que pareca haber
perdido, es lo cierto que se fueron agrupando en derredor del monarca
muchos ricos-hombres y magnates que le ayudaron sosegar las altera-
ciones del reino, y que sus mayores enemigos. En Guilln de Moneada y
En Pero Cornel, que el mismo infante don Fernando, el ms inquieto, el
ms tenaz, y el ms ambicioso de todos, se vieron en el caso y precisin de
someterse al servicio del rey, pedirle perdn de sus pasados yerros, y
jurar que en ningn tiempo ni con ocasin alguna moveran guerra ni
haran agravio l ni sus amigos; que las ciudades de Zaragoza, Huesca
y Jaca y sus concejos enviaron procuradores don Jaime para que hicie-
sen en su nombre y en manos de los obispos de Tarragona y Lrida y del
maestre del Templo juramento de homenaje y de fidelidad al rey (1227). De
esta manera fu como por encanto robustecindosela autoridad del joven
monarca, y recobrando el reino la tranquilidad y el sosiego de que diez y
seis aos haca se haba visto lastimosamente privado. Con esto, y con
haber tomado su mano reponer en la posesin del condado de Urgel
la condesa Aurembiaix, hija del conde Armengol, que le tena usurpado
don Geraldo, vizconde de Cabrera, en cuyo asunto se condujo don Jaime
con energa y valor, al propio tiempo que con loable galantera, adquiri
ms prestigio el monarca y se consolid ms la paz del Estado (1).
Tranquilo el reino y reconciliados al parecer entre s los ricos-hombres
(1) H i s t . de don Jaime, caps, x x x m a l XLV. - Z u r i t a , l i b . I I , caps LXXXII LXXXVI.
74 H I S T O R I A D E ESPAA
por medio del legado del papa, cardenal de Santa Sabina, que se encon-
traba all la sazn, que en lugar de emplear las fuerzas del reino en la
conquista de Mallorca las empleara en someter Valencia que estaba ms
cerca, y cuya reduccin sera ms fcil y provechosa. Contest el rey con
su acostumbrada entereza que aquello era lo que haba jurado y aquello
cumplira. Y tom de mano del cardenal legado el cordn y la cruz, que
l mismo le cosi al hombro derecho. El cardenal haba mirado al rey muy
atentamente, y al verle tan joven le dijo: Hijo mo, el pensamiento de
tan grande empresa no ha podido ser vuestro, sino inspirado por Dios: l
la conduzca al trmino feliz que vos deseis.
Toda Catalua se hallaba en movimiento desde los primeros das de
la primavera (1229): Aragn, aunque miraba la empresa con menos entu-
s i a s m l o dej de aprontar respetables contingentes: el puerto de donde
la armada haba de darse la vela era Salou: antes de mediado agosto ya
se hallaban reunidos en Tarragona el rey, los prelados, los ricos-hombres
y barones catalanes y aragoneses. La flota se compona de veinticinco
naves gruesas, de diez y ocho tridas, doce galeras y hasta cien galeones,
de modo que ascendan entre todas ciento cincuenta y cinco embarca-
ciones, entre ellas un navio de Narbona de tres puentes, sin contar una
multitud de barcos de trasporte. Iban en la armada quince mil hombres
de pie y mil quinientos caballos, y adems no pocos voluntarios geno
veses y provenzales que se les reunieron. Sealado el da y dispuesto el
orden en que haban de partir las naves, de las cuales haba de ir la pri-
mera la que guiaba Nicols Bovet y en que iba el vizconde de Bearne
Guillermo de Moneada, oda misa en la catedral de Barcelona, y despus
de haber comulgado el rey, los barones.y todo el ejrcito (piadosa prepa-
racin que jams omita el rey don Jaime), dise al viento la flota, en la
madrugada del mircoles 6 de setiembre (1229), siendo el rey el postrero
que se embarc en una galera de Mompeller, por haber esperado en Ta-
rragona recoger mil hombres ms que solicitaban incorporarse en la ex-
pedicin.
Haban navegado veinte millas cuando se levant una furiosa tempes-
tad, que movi los cmitres y pilotos aconsejar al rey se hiciese todo
lo posible por regresar al puerto de Tarragona, pues no haba medio de
poder arribar la isla. Eso no har yo por nada del mundo, contest
don Jaime: este viaje emprend confiado en Dios, y pues en su nombre
vamos, l nos guiar. Al ver la resolucin del monarca todos callaron y
siguieron. La tempestad fu arreciando y las olas cruzaban por. encima
de las naves. Calm al fin algn tanto la borrasca, y al da siguiente se
descubri la isla de Mallorca. Hubieran querido abordar al puerto de Po-
llenza, pero levantse un viento contrario, tan terrible y tempestuoso que
los oblig ganar la Palomera. Lleg all la cruzada sin haberse perdido
un solo leo, y amarrronse las naves en el escarpado islote de Pantaln,
separado de la tierra como un tiro de ballesta.
Refrescbase all el ejrcito y reposaba algn tanto de las fatigas de
tan penosa expedicin, cuando se vi un sarraceno dirigirse nado al
campo cristiano, y saliendo de las aguas y acercndose al rey, puesto ante
l de rodillas le manifest que iba informarle del estado en que aquel
EDAD MEDIA 77
preciosas vidas de los dos hermanos Moneadas, del animoso Hugo de Ma-
taplana, y de otros ocho valerosos ilustres caballeros. Amargamente
sentida fu en todo el ejrcito la muerte de los intrpidos Moneadas:
honda pena caus tambin al rey cuando se la anunciaron, mas procur
consolar de ella la afligida hueste, y despus de haber dispuesto dar
pomposa y solemne sepultura aquellos ilustres cadveres, si bien con
las convenientes precauciones para que los sarracenos no se apercibiese
de ello, colocando paos y lienzos entre las tiendas y la ciudad, procedi
poner cerco Mallorca, fuertemente amurallada entonces con robustas
torres de trecho en trecho, y poblada de ochenta mil habitantes (1).
Empleronse en el cerco todas las mquinas de batir que entonces se
conocan, y que las crnicas dan los nombres de trabucos, fundbulos,
algaradas, manganeles, gatas y otras propsito para arrasar muros y
torres, algunas con tal arte fabricadas que hacan el mismo efecto que los
tiros de artillera gruesa de nuestros tiempos. Habalas, dicen las crni-
cas, que arrojaban pelotas (piedras) de tan extrao peso y grandeza que
ninguna fuerza bastaba resistir la furia con que se batan las torres y
muros; y tenanlas tambin los moros que lanzaban las piedras con tal
mpetu que pasaban de claro cinco y seis tiendas (2). Trabajaron todos
en las obras del sitio con ardiente celo infatigable constancia: exhort-
banlos con fogosos sermones los religiosos, con su ejemplo personal el
rey: una hueste de moros que intent cortar los sitiadores las aguas de
que se surtan, fu escarmentada con prdida de ms de quinientos: al-
gunas de sus cabezas fueron arrojadas por los cristianos dentro de la ciu-
dad: su vez el monarca sarraceno hizo poner en cruces los cautivos
cristianos que en su poder tena, y colocarlos en la parte ms combatida
del muro: aquellos desgraciados exhortaban con el valor heroico de los
mrtires sus compaeros de religin que no dejaran de atacar la mu-
ralla por temor de herirlos. Algunos moros principales- de la isla hicieron
en tanto su sumisin don Jaime, y le ofrecieron sus servicios. Los tra-
bajos del sitio continuaban sin interrupcin, y no se daba descanso ni
las mquinas ni las cavas y minas, sin dejar de combatir los moros
que desde las sierras y montaas no cesaban de molestar los sitiadores.
Desconfi ya el emir de Mallorca de poder defenderse y pidi capitulacin,
ofreciendo pagar don Jaime todos los gastos de la guerra desde el da
que se haba embarcado hasta que se retirara, con tal que no dejara guar-
nicin cristiana en la isla. Desechada con altivez esta proposicin, iovi
nuevos tratos el musulmn, ofreciendo dar al rey cinco besantes (3) por
cada cabeza de los moros, hombres, mujeres y nios, y que abandonara
la ciudad siempre que le dejase naves para poder trasladarse Berbera
libremente l y los suyos. Por razonable que pareciese ya esta propuesta,
y aunque algunos prelados aconsejaron al rey que la aceptara, fu dese-
(1) C u a n d o llegamos l a casa donde se hallaba el rey (dice el mismo don Jaime),
entramos armados, y a l descubrirle vimos que estaban delante de l tres soldados con
sus azagayas. Cuando nos hallamos en su presencia se l e v a n t ; llevaba una capa blanca,
debajo de ella u n camisote, y ajustado a l cuerpo u n j u b o n c i l l o de seda t a m b i n b l a n c o .
S u H i s t o r i a , cap. LXXVIII.Lo de haberle asido por l a barba lo refieren M u n t a n e r y
Desclot, de quienes lo t o m Z u r i t a , l i b . I I I , cap. v m . A u n q u e algunos cronistas
ponen l a t o m a de Mallorca en 31 de diciembre de 1229, debe advertirse que cuentan
los a o s desde l a E n c a r n a c i n , como muchos t e n a n entonces de costumbre, y no
desde 1. de enero como ahora usamos. E n esto consiste muchas veces la discordancia
aparente de fechas que se n o t a en los autores.
E l h i j o del emir, de edad entonces de 13 a o s , se hizo cristiano d e s p u s y se l l a m
don Jaime.
(2) E l maestre del H o s p i t a l , H u g o de Folcarquer, que lleg con 15 caballeros de
l a orden d e s p u s de hecha l a conquista y l a r e p a r t i c i n , c o n s i g u i que el rey les diese
u n a a l q u e r a suya, y que se sacasen tierras d e l c o m n para 30 caballeros que se h a b a n
de establecer en l a isla.
80 HISTORIA D E ESPAA
SANCHO VI (NAVARRA)
fro remate tuvo aquella extraa concordia entablada entre el viejo mo-
narca de Navarra y el joven rey de Aragn.
Todava tuvo don Jaime que acudir por dos veces precipitadamente
la isla de Mallorca. La primera, por la voz que se difundi, y le fu dada
como cierta, de que el rey de Tnez aparejaba una grande armada contra
la isla. Con la velocidad del rayo se embarc el rey con sus ricos-hombres
en Salou, y navegando la vela y remo arrib al puerto de Soller. La ex-
pedicin del de Tnez no se haba realizado ni se vi seal de que en ello
pensara por entonces. Sirvile al rey este viaje para rescatar los castillos
que aun tenan los sarracenos de la montaa. Motivaron la tercera ida
del rey estos mismos moros montaraces, que preferan alimentarse de
hierbas y aun morir de hambre entregarse los gobernadores de la isla
ni otra persona que no fuese el rey. Don Jaime logr acabar de reducir-
los, y de paso gan la isla de Menorca, cuyos habitantes fueron ponerse
bajo su obediencia. El seoro de estas islas vino por una extraa combi-
nacin recaer en el infante don Pedro de Portugal, hijo de don Sancho I
y hermano de don Alfonso I I . Este prncipe, que por las disensiones entre
sus hermanos se haba extraado de Portugal y vivido algunos aos en
Marruecos, haba venido despue's Aragn y casdose con la condesa
Aurembiaix, aquella quien don Jaime repuso en el condado de Urgel.
Muri luego la condesa, dejando instituido heredero del condado al in-
fante su esposo. Convenale don Jaime la posesin de aquel Estado en-
clavado en su reino, y propuso al portugue's que se le cediese, dndole en
cambio el seoro feudal de Mallorca. Accedi ello don Pedro, y hacien-
do homenaje al rey en presencia del justicia de Aragn, tom posesin
de las islas, si bien goz pocos aos de su nuevo seoro, que volvi in-
corporarse la corona de Aragn en conformidad al pacto establecido,
82 HISTORIA D E ESPAA
por haber muerto sin hijos el infante de Portugal. A los dos aos de ha-
berse sometido Menorca, presentse al rey don Guillermo de Montgr,
arzobispo electo de Tarragona, exponindole que si les ceda en feudo
l y los de su linaje la isla de Ibiza, ellos tomaran sobre s la empresa
de conquistarla. No tuvo reparo el rey en condescender con la demanda
del prelado, el cual, procediendo la ejecucin de su proyecto, se embar-
c con sus gentes de armas, llevando trabuquetes, fundbulos y otras m-
quinas ing-enios, y en poco tiempo tuvieron la fortuna de vencer aque-
llos isleos, quedando Ibiza en su poder. As se complet la conquista de
las Baleares, bella agregacin que recibi la corona aragonesa, y gran pa-
drastro que haban sido para todas las naciones martimas del Mediterr-
neo en los siglos que estuvieron posedas por los sarracenos.
El mayor y ms importante suceso de los que sealaron la vuelta de
don Jaime Aragn, despus de la conquista de las Baleares, fu sin
disputa el principio de la guerra contra los moros de Valencia. Era el de-
seo constante del monarca emplear sus armas contra los infieles. Convi-
dbale la ocasin de estar el destronado emir Ceid Abu Zeyd peleando
contra el rey Ben Zeyan (1) que le haba lanzado del reino. Y acabaron
de alentarle, si algo le faltaba, el maestre del Hospital Hugo de Folcar-
quer y Blasco de Aragn, que hallndose el rey en Alcaiz, le instigaron
que acometiera aquella empresa (1232). Los primeros movimientos de
esta nueva cruzada dieron por resultado la toma de Ars y de Morella.
Kecorri don Jaime la comarca de Teruel, donde el moro Abu Zeyd le
hizo de nuevo homenaje, prometindole ser su valedor y ayudarle con su
persona y su gente contra sus adversarios, y bajando luego hacia el mar
determin poner cerco Burriana, talando primero sus frtiles campos y
abundosa vega, cuya operacin concurrieron algunos ricos-hombres de
Aragn y de Catalua, y los maestres y caballeros del Templo y del Hos-
pital, de Calatrava y de Ucls que en el reino haba. Acompabanle
tambin su to don Fernando y los obispos de Lrida, Zaragoza, Tortosa
y Segorbe, con otros eclesisticos de dignidad. Formalizse el cerco, y
comenzaron jugar las mquinas de batir. Burriana estaba grandemente
fortalecida y municionada, y los moros se defendan heroicamente. Prodi-
gios infinitos de valor hizo en este cerco don Jaime. Hirironle cuatro
saetas lanzadas del castillo sin que hiciera una sola demostracin de do-
lor. Lejos de eso, acercndose en una ocasin al muro con algunos valien-
tes que le seguan, descubrise dos veces todo el cuerpo para dar enten-
der sus caudillos y capitanes que si alguna vez se determinase alzar
el cerco no sera por temor al peligro de su persona. Aconsejaban en
efecto don Jaime as don Fernando su to como algunos ricos-hombres
que desistiera, por lo menos hasta mejor ocasin, de una empresa que
tenan por temeraria. Barones, les respondi don Jaime con su acostum-
brada entereza: mengua y deshonor sera que quien siendo menor de
edad ha ganado un reino que est sobre la mar, abandonara ahora un lu-
garcillo tan insignificante como este, y el primero que hemos puesto
sitio en este reino. Sabed que cuantas cosas emprendimos fiados en la
merced de Dios las hemos llevado buen fin. As, no slo no haremos lo
que nos aconsejis, sino que por el seoro que sobre vosotros tenemos
mandamos que nos ayudis ganar la villa, y que el consejo que nos
habis dado no volvis darlo jams. A todos impuso respuesta y resc-
lucin tan firme. El cerco prosigui: redoblronse los esfuerzos del rey y
de los suyos, y al cabo de dos meses Burriana se rindi don Jaime (ju-
lio, 1233), el cual dejando en ella el conveniente presidio al cargo de dos
de sus ms leales caballeros, hasta que llegase don Pedro Cornel quien
encomendaba su defensa, fuese Tortosa para entrar en el reino de
Aragn.
A la rendicin de Burriana sigui la entrega de Pescola, importante
fortaleza, la primera que don Jaime en otro tiempo haba intentado to-
mar, y que ahora se le entreg bajo su fe. prometiendo el rey sus habi-
tantes y defensores que les permitira vivir en el ejercicio de su ley y re-
ligin. Chivet se rindi los templarios, y Cervera los caballeros de San
Juan. Ganronse Burriol, Cuevas, Alcalaten, Almazora y otros pueblos de
la ribera del Jcar, que el rey de Aragn recorra con ciento treinta ca-
balleros de paraje y como ciento cincuenta almogvares (1234). En otro
que l hubiera parecido imprudente la resolucin con que se meti por la
vega misma de Valencia; pero l atac y rindi sucesivamente las fuertes
torres de Moneada y de los Museros, que eran, al decir del mismo, como
los ojos de la ciudad, y despus de haber cautivado los moros que las de-
fendan, volvise sin contratiempo Aragn.
Otros negocios que no eran los de la guerra ocuparon tambin al rey
en este tiempo. El anciano monarca de Navarra don Sancho el Fuerte ha-
ba fallecido (abril, 1234). Pendiente estaba, aunque fra, la concordia de
mutua sucesin que haba celebrado con el aragons. Sin embargo, los
navarros queriendo conservar la lnea de sus reyes, bien que la varonil
quedaba con don Sancho extinguida, determinaron alzar por rey su so-
brino Teobaldo, conde de Champagne. Fuese que solicitaran del rey de
Aragn los relevase del juramento y compromiso de sucesin que con l
tenan, y que don Jaime renunciara con generoso desinters su derecho,
fuese que pensara ms en ganar Valencia de los moros que en heredar
la Navarra disgusto de sus naturales, Teobaldo de Champagne se sent
en el trono que acababa de dejar el nieto de Garca el Restaurador, sin
que el aragons le reclamara para s, ni hiciera valer la concordia que don
Sancho mismo haba promovido.
Ocupado traa tambin al Conquistador en medio de su agitada vida
el asunto de su segundo matrimonio. Habase divorciado don Jaime de
su esposa doa Leonor de Castilla, por desavenencias acaso que las histo-
rias no revelan con claridad. Intervino el papa, como acostumbraba, en
este negocio, y su legado el cardenal de Santa Sabina declar la nulidad
del matrimonio, fundndose en el parentesco en grado prohibido que en-
tre los dos consortes mediaba (1229). Sin embargo, el infante don Alfonso,
hijo de don Jaime y de doa Leonor, haba sido reconocido y jurado here-
dero y legtimo sucesor del reino, como habido en matrimonio hecho de
buena fe. Caso de todo punto igual al de don Alfonso IX de Len y
ele doa Berenguela, con la legitimacin de San Fernando, y parecido al de
84 H I S T O R I A D E ESPAA
(1) N o m b r e e s p a o l i z a d o de Y l a n d .
(2) A l levantar nuestro campo ( d e l P u i g ) , dice l en su historia, vimos que u n a
golondrina h a b a construido su nido encima de nuestra t i e n d a ; por cuyo m o t i v o dimos
orden para que s t a no se quitase hasta que l a avecilla hubiese desanidado con sus
hijuelos, ya que fiada en Nos se h a b a establecido a l l . Cap. CLII. Toda esta notable
historia e s t salpicada de incidentes curiosos como s t e . Es como u n diario en que el
rey i b a anotando todo lo que h a c a y o c u r r a , y a l cual hacen m s sabroso los dilogos
llenos de sencillez y n a t u r a l i d a d de que abunda, y en que e s t n retratados a l v i v o t o -
dos los personajes.
EDAD MEDIA 85
entonces comenz mover secretos tratos con don Jaime por medio de
mensajeros que muy cautelosamente le enviaba. Las plticas se tuvieron,
con el mayor sigilo entre los dos reyes por mediacin de algn arrayaz y
de algn rico-hombre de la confianza de cada soberano. Don Jaime slo
daba participacin la reina, cuya presencia haca que se tratara todo.
Despus de varias negociaciones resolvi al fin Ben Zeyn proponer don
Jaime que hara la entrega de la ciudad siempre que los moros y moras
se les permitiese sacar todo su equipaje, sin que nadie los registrara ni
les hiciese villana, antes bien seran asegurados hasta Cullera Denia.
Aceptaron el rey y la reina la proposicin, y qued convenido que la ciu-
dad sera entregada los cinco das, en el ltimo de los cuales haban de
comenzar desocuparla los sarracenos. Hecho ya el pacto, comunicle el
rey los prelados y ricos-hombres, de entre los cuales hubo algunos que
mostraron menos contento que disgusto, acaso porque no se hubiera con-
tado con su consejo. Al tercer da comenzaron ya los moros salir de la
ciudad: verificronlo hasta cincuenta mil, siendo asegurados en confor-
midad al convenio hasta Cullera: veinte das les fueron dados para hacer
su emigracin, y otorgse Ben Zeyn una tregua de siete aos.
En 28 de setiembre de 1238, vspera de San Miguel, el rey don Jaime
de Aragn, con la reina doa Violante, los arzobispos de Tarragona y
Narbona, los obispos de Barcelona, Zaragoza, Huesca, Tarazona, Segorbe,
Tortosa y Vich, los ricos-hombres y caballeros de Aragn y Catalua, las
rdenes militares y los concejos de las ciudades y villas, hicieron su en-
trada triunfal en Valencia, en aquella hermosa ciudad que cerca de siglo
y medio haba posedo por algunos aos el Cid, ahora rescatada para no
perderla ya jams. Don Jaime hizo enarbolar el pendn de Aragn en
las almenas de la torre que despus fu llamada la torre del Templo, y las
mezquitas de Mahoma fueron convertidas para siempre en iglesias cris-
tianas. Pasados algunos das, procedise al repartimiento de las casas y
tierras entre los prelados y ricos-hombres, caballeros y comunes, segn
la gente con que cada cual haba contribuido la conquista; contndose
hasta trescientos ochenta caballeros de Aragn y Catalua, ms de los
ricos-hombres, los que fueron heredados, los cuales y sus descendien-
tes llamaron caballeros de conquista, y ellos dej encomendada la guar-
dia y defensa de la ciudad, relevndose de ciento en ciento cada cuatro
meses. As qued incorporada la rica ciudad de Valencia al reino de
Aragn (1).
Despus de la conquista de Valencia pas don Jaime Mompeller
sosegar graves turbaciones que haban ocurrido en aquella ciudad y se-
oro. Asentadas all y puestas en orden las cosas, tornse para Valencia,
cuyo reino hall tambin no poco alterado, y en armas los moros y muy
quejosos de las correras con que en su ausencia los haban molestado
JAIME I
todo lo que el rey con su gran poder alcanz recabar del alcaide Abul
Hussein Yahia en este primer cerco, fu que le entregara una de las for-
talezas de aquel territorio, nombrada Castelln, juntamente con los caba-
lleros cautivos, y que cien principales moros salieran hacer ademn de
reconocerle por seor suyo, mas nada de rendir la ciudad. Con esto pas
don Jaime otra vez Aragn (1241).
Menos prudente y discreto este monarca como poltico, que valeroso
y avisado como conquistador, comenz desenvolver en las cortes de
baroca el malhadado pensamiento que traa de dividir el reino entre sus
hijos, manantial fecundo de discordias y de perturbaciones. En aquellas
cortes declar de nuevo hizo jurar por sucesor y heredero en el reino
de Aragn, su hijo primognito don Alfonso, habido de su primera es-
posa doa Leonor de Castilla, pero reservando lo de Catalua don Pe-
dro, el mayor de los hijos de doa Violante de Hungra (1243). Juntando
luego cortes de catalanes en Barcelona, hizo la demarcacin de los lmi-
tes de Catalua y Aragn, comprendiendo en la primera todo el territorio
desde Salsas hasta el Cinca, y en el segundo desde el Cinca hasta Ari-
za (1244). Dironse los aragoneses por agraviados de esta limitacin, y el
infante don Alfonso, que era en la reparticin tan claramente perjudi-
cado, apartse del rey su padre, siendo lo peor que se afiliaron su par-
CASCO DE CARTN MUY FUERTE UE DON JAIME I EL CONQUISTADOR (CONSRVASE EN LA
ARMERA REAL DE MADRID.-COPIA DIRECTA DE UNA FOTOGRAFA
EDAD MEDIA 91
tido el infante don Fernando su to (que no dejaba de titularse abad de
Montaragn), el infante don Pedro de Portugal, el seor de Albarracn,
varios otros ricos-hombres de Aragn, y algunos lugares del reino de Va-
lencia. Aragoneses y valencianos estaban divididos y en armas, y temase
que estallara una guerra entre padre hijo, que hubiera sido ms temible
en razn hallarse entonces en Murcia el infante don Alfonso, hijo de
don Fernando I I I de Castilla, quien acababan de someterse los moros
de aquel reino, segn en el anterior captulo referimos. Acaso esto mismo
movi al rey volver Valencia: cedironle los moros de Algecira (tal
vez Alcira) las torres que fortalecan aquella villa, hicieron homenaje
al monarca cristiano, el cual les permiti vivir segn su ley; y cristianos
y sarracenos vivan, los unos en las torres, los otros en la villa, separados
por un muro sin comunicarse y tambie'n sin ofenderse (1245). Otra vez se
puso el rey sobre su codiciada Jtiva, y otra vez hubo de levantar el cer-
co. Y como el prncipe de Castilla siguiese ganando lugares en Murcia, y
'se tocasen ya las conquistas y las fronteras de Castilla y Aragn, fu me-
nester, para evitar ocasin tan prxima de guerra entre los dos prncipes
cristianos, que se tratara de concertarlos entre s y avenirlos, como se
realiz, por medio del matrimonio que entonces se hizo, y de que ya di-
mos cuenta en otro captulo, del infante don Alfonso de Castilla con doa
Violante, la hija mayor del de Aragn (1246).
Pudo con esto el aragons dedicarse ya con alguna quietud los nego-
cios de gobierno interior de su reino, y no fu ciertamente este espacio
el que con menos provecho emple don Jaime. En l demostr que no era
slo conquistar lo que saba, sino legislar tambin: puesto que convo-
cando cortes generales de aragoneses en Huesca, con acuerdo y consejo
de los prelados y ricos-hombres y de todos los que ellas concurrieron,
reform y corrigi los antiguos fueros del reino, y se refundi toda la
anterior legislacin en un volumen cdigo para que de all adelante se
juzgase por l (1247); declarando que en las cosas que no estaban dis-
puestas por fuero se siguiese la equidad y razn natural (1).
Mas todo lo que con esto ganaba el estado en unidad legislativa, per-
dalo en unidad poltica, por el empeo, cada da ms tenaz, de don Jaime
en repartir el reino entre los hijos de su segunda mujer, con perjuicio del
nico de la primera (2). Por tercera vez declar al infante don Alfonso
sucesor en el reino de Aragn, designando sus lmites desde el Cinca
hasta Ariza, y desde los puertos de Santa Cristina hasta el ro que pasa
por Alventosa, excluyendo el condado de Eibagorza. Volva sealar los
lmites de Catalua, y asignaba don Pedro, Catalua con las Baleares
Dejaba don Jaime todo el reino de Valencia: don Fernando los con-
dados de Eoselln, Conflent y Cerdaa con el seoro de Mompeller; y don
Sancho, quien destin la Iglesia, fu arcediano de Belchite, abad de
Valladolid, y despus arzobispo de Toledo. Sustitua los hijos en caso
de muerte los hijos varones de la infanta doa Violante, pero condicin
de que no hubieran de juntarse las coronas de Aragn y de Castilla. Esta
fatal disposicin que se public en Valencia en enero de 1248, y que nos
recuerda las calamitosas distribuciones de reinos de los Sanchos, Alfonsos
y Fernandos de Navarra y de Len, lejos de sosegar las alteraciones que
por esta causa se haban movido, las encendi ms, como era de presumir;
el infante don Alfonso con don Pedro de Portugal y los ricos-hombres que
seguan su voz, se valieron del rey de Castilla y comenzaron levantar
tropas y conmover las ciudades del reino (1).
As, cuando el rey de Aragn pas poner tercer sitio Jtiva, que
no perda nunca de vista, encontrse con que su yerno Alfonso de Casti-
lla haba entablado y mantena secretas inteligencias con el alcaide de
Jtiva, aspirando ganar para s aquella villa, aunque perteneciente la
conquista de Aragn. Agregse esto que la villa de Enguera, del seoro
de Jtiva, se entreg al infante castellano, que puso en ella guarnicin de
su gente. El disgusto que con esto recibi el aragons fu muy grande, y
como al propio tiempo los de su reino se apoderasen tambin de lugares
que el castellano miraba como de su conquista, la guerra entre don Jaime
de Aragn y el prncipe Alfonso de Castilla era otra vez inminente, y eso
produjo las famosas vistas que suegro y yerno celebraron en los campos
de Almizra, cada cual con sus ricos-hombres y barones, y presencia de
la reina de Aragn. Pretenda el castellano que le cediera don Jaime la
plaza de Jtiva, as por habrsela ofrecido cuando le di en matrimonio
su hija, como por creerlo justo, ya que nada haba recibido en dote cuan-
do se cas con doa Violante. Respondi el aragons que ni era cierto que
se la hubiese ofrecido, ni nada le deba en dote, puesto que cuando l se
cas con su ta doa Leonor de Castilla, ni ella llev ni l pretendi lugar
alguno de aquel reino por va de arras. Insistieron los castellanos nom-
bre de su prncipe, en que le hubiera de dar Jtiva, aadiendo que de
todos modos haba de ser suya, pues si l no se la daba el alcaide se la
entregara.Eso no, contest don Jaime indignado, ni se atrever en-
tregarla el alcaide, ni nadie ser osado tomarla; y tened entendido que
por encima de Nos habr de pasar cualquiera que intente entrar en J-
tiva. Vosotros los castellanos pensis atemorizar todos con vuestros
arrogantes retos, pero ponedlos por obra, y veris en cun poco los esti-
mamos. Y no se hable ms de tal asunto; Nos seguiremos nuestro camino,
haced vosotros lo que podis (2). Y mandando ensillar su caballo, disp-
sose resueltamente partir. Detvole la reina con lgrimas y sollozos, y
tales fueron los ruegos de doa Violante, y tanto el inters y la ternura
cesin su hijo don Jaime del seoro de las Baleares y Mompeller, hzo-
le tambin donacin del reino de Valencia, y de ello le prestaron home-
naje los ricos-hombres y caballeros, alcaides y vecinos de los castillos y
lugares del reino nuevamente conquistado, A tal extremo llevaba don
Jaime, no ya slo el desamor, sino la enemiga al primognito don Al-
fonso (1252).
Terminado, si no conveniencia del reino, satisfaccin suya este
negocio, y habiendo vuelto el rey Valencia, llegronsele dos moros de
Biar, ofrecindole que con otros de su linaje le entregaran aquel castillo,
el ms fuerte que quedaba en la frontera de Murcia, con cuyo aviso pas
de nuevo Jtiva. Los moros de Biar, lejos de estar dispuestos cumplir
el ofrecimiento de los mensajeros, opusieron seria y porfiada resistencia.
Pero resuelto ya el rey someterlo por la fuerza, rindisele al cabo de
cinco meses de cerco (febrero, 1253). Con la rendicin de Biar y la pose-
sin de Jtiva convencironse los sarracenos del pas de la imposibilidad
de sostenerse contra soberano tan poderoso, y furonsele sometiendo to-
das las villas y castillos que haba desde el Jcar hasta Murcia, y as acab
de enseorear todo el reino. Concedimos en seguida (dice l mismo en
sus Comentarios) todos los habitantes que pudiesen quedarse en el mis-
mo pas, y por este medio entonces lo dominamos todo (1).
Suspendemos aqu la narracin de los sucesos de Aragn, ya que el
complemento de la conquista de Valencia por don Jaime coincide con la
de Andaluca por Fernando I I I de Castilla y con su muerte. Y aunque el
reinado del Conquistador avanza todava ms de otros veinte aos, sus
acontecimientos se mezclan ya ms con los del reinado de Alfonso el Sa-
bio que reservamos para otro libro. Y habiendo sido las conquistas de
Valencia y Andaluca las que cambiaron la condicin de Espaa en lo
material y en lo poltico, expongamos ahora cul era el estado de la Pe-
nnsula en estos dos clebres reinados.
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EDAD MEDIA 95
CAPITULO X V I
ESPAA BAJO LOS REINADOS DE SAN FERNANDO Y DE
der otro monarca tan joven como l, y regir una monarqua agitada
por las ambiciones y perturbada por las parcialidades, teniendo que hacer
frente magnates turbulentos, codiciosos y osados, y que contrarrestar la
envidia y el enojo y resistir los ataques de un padre, poseedor entonces
de un reino ms vasto y dilatado que el suyo, comienza desplegar en su
edad juvenil aquella prudencia precoz, aquellas prendas de prncipe que
le auguraban gran soberano cuando alcanzara edad ms madura; y apla-
cando al rey de Len, sometiendo y escarmentando los soberbios Laras,
previniendo frustrando las pretensiones y tentativas de otros dscolos
indciles seores, deshace las maquinaciones, conjura las tormentas, re-
prime el espritu de rebelin y vuelve la paz y el sosiego un reino que
encontr conmovido y despedazado. Pero Fernando tena su lado un
genio bene'fico, un ngel tutelar, que le conduca y le guiaba y era su
Mentor, en los casos arduos y en las situaciones difciles. Este Mentor,
este ngel, este genio, era una mujer, era una madre, era la reina doa
Berenguela, modelo de princesas, tipo de discrecin y gloria de Cas-
tilla.
Jaime, nio de nueve aos cuando sali del estrecho encierro en un
castillo para gobernar un vasto reino, pequeo y dbil bajel lanzado sin
piloto y sin timn en medio de las agitadas olas de un mar tempestuoso,
en ocasin en que chocaban ms desencadenadamente entre s todos los
elementos y todas las fuerzas del Estado, teniendo que resistir los emba-
tes de la prepotente aristocracia aragonesa, ms poderosa y ms altiva que
la castellana, de aquellos parciales soberanos que se denominaban ricos-
hombres, nunca tanto como entonces desatentados y pretenciosos, en
guerra ellos entre s y con el monarca, quien la vez combaten sus ms
inmediatos deudos, los prncipes de su misma sangre, el to y el hermano
de su madre; desestimada casi siempre su autoridad, atropellada muchas
veces y casi cautiva su persona, soberano sin subditos en medio de sus
vasallos, sufriendo los sacudimientos y los vaivenes de todas las borras-
cas, elevndose las veces sobre las ms, encrespadas olas, las veces
pareciendo sumirse y desaparecer como navecilla que flota en agitado
pilago; slo la serenidad imperturbable del joven prncipe, su arrojo per-
sonal, su prudencia admirable por lo prematura, pueden sacarle salvo
de tantas y tan violentas oscilaciones: merced sus eminentes cualida-
des y su atinado manejo, el joven Jaime de Aragn va sobreponin-
dose todos los bandos y partidos, aplacando las tormentas y sosegando
las turbaciones: los infantes pretendientes la corona, los indmitos y
prepotentes ricos-hombres, los prelados ambiciosos, los arrogantes y bu-
lliciosos caballeros, las ciudades confederadas, todos van rindiendo ho-
menaje y jurando obediencia al legLimo monarca, los rebeldes piden ser
admitidos como subditos leales, el tierno pupilo encerrado en Monzn se
ha elevado por su propio valor soberano poderoso, y el pobre bajel lan-
zado sin piloto y sin timn en medio de las agitadas olas de un mar tem-
pestuoso aparece al cabo de catorce aos de procelosas borrascas como
un gran navio que se enseorea de un mar sereno, y en aptitud de surcar
majestuoso las aguas y navegar apartadas regiones.
Tan pronto como los dos jvenes monarcas restablecen la paz interior
EDAD MEDIA 97
(1) V a s e Lucas de T u y , y las Memorias para la vida del santo rey don Fernan-
do, caps x v i y x x x i x .
CATEDRAL DE BURGOS (COPIA DIRECTA DE UNA FOTOGRAFA)
EDAD MEDIA 103
(1) Nada puede haber en que se retrate con m s viveza, con m s sencillez y ver-
dad, el e s p r i t u de d e v o c i n , de piedad y de fe de que estaba constantemente p o s e d o y
animado don Jaime de A r a g n , que sus mismos Comentarios, sea l a H i s t o r i a escrita
por su mano. Con dificultad hay una p g i n a en que no hable de su confianza en Dios,
en que no exprese que le i m p o r t a poco el n m e r o de sus enemigos, l a dificultad de
la empresa, el desaliento y abandono de sus caudillos y soldados, con t a l que tenga
Dios de su parte. N u n c a o m i t e que para dar una batalla se preparaba recibiendo l a co-
m u n i n y haciendo las m s veces comulgar t a m b i n sus tropas. Apenas habla de las
operaciones de u n d a sin decir con n i m i a p r o l i j i d a d : a q u e l l a m a a n a , d e s p u s de oda
la m i s a . . . a q u e l d a , d e s p u s de haber asistido a l santo sacrificio... Y el m a y o r
cargo que en su escrupulosidad le o c u r r i hacer a l obispo de Z a m o r a don Pedro Abones
cuando iba en cabalgada con su gente, fu que, estando en cuaresma, p e r m i t a sus
soldados que comiesen carne. Cap. x x v m de su H i s t o r i a .
EDAD MEDIA 105
A p o s t l i g o con r a z n , con derecho, tales que deban valer, por excusarles del diez-
mo, que vala su d e r e c h o . . . Diferenciase ya este lenguaje del que usaba en los prime-
ros a o s de su reinado. E n u n privilegio favor del convento de Santo D o m i n g o el Real
de M a d r i d , a o 1228, se lee: <iFerdinandus D e i g r a t i a , rex Castelle et Toleti. Omnibus ho-
mimhus r e g n i s u i hanc cartam videntihus salutem et g r a t i a m . S p a d e s que yo recibo en m i
encomienda, y en m i defendimiento l a casa de Santo D o m i n g o de M a d r i d , las s r o -
res, los frailes que h i son, todas sus cosas: E mando firmemente, que n i n g u n o non
sea osado de les facer tuerto, n i n d e m s , n i entrar en eus casas por fuerza, n i n en n i n -
guna de sus cosas. Si n o n el que lo ficiese abrie m i i r a . E pecharmie m i l maravedis en
coto, ellos el d a o que les ficiese dargelo, he todo doblado. F a c t a carta a p a d Me-
d i n a m del Campo Regiis expensis 23 die j u l i i era 1226, anno r e g n i s u i X I . Es la
t r a n s i c i n del l a t n a l castellano que h a b a de acabar de obrarse en su reinado m i s m o .
(1) A r c h i v o de la Corona de A r a g n , Reg. n m . 1529, p. I , f o l . 54.
(2) Esta obra, que consta de 69 c a p t u l o s , y que el s e o r M o r n ( e n su H i s t o r i a
EDAD MEDIA 107
E l o u Corps Aragonez,
E la perla J u l i a n a .
Las mans cara d'Anglez,
E l o u doncel de Tuscana (1)
Catalogne p a r m i les braves Catalans et les braves Catalanes. Galanterie, merite, et va-
leur, enjouement, grace, courtoisie, esprit, savoir, honneur, beau parler, et bonne com-
pagnie, g e n e r o s i t , et amour, prudence et sociabilit t r o u v e n t secours cboisir p a r m i
les braves Catalans et les braves C a t a l a n e s .
(1) Como si dijese: de Francia me agradan los caballeros; de C a t a l u a las muje-
res; de Genova las manufacturas; de Castilla la c o r t e ; de Pro venza los cantares; de
Trevisa las danzas; de A r a g n los cuerpos; de mis queridas J u l i a n a : las manos y ros-
tros de I n g l a t e r r a : y de Toscana l a j u v e n t u d . C a p m a n y , Memor. H i s t r i c a s sobre l a
M a r i n a , Comercio y Artes de Barcelona, t . I I , A p . n m . V .
(2) Memorias histricas sobre l a M a r i n a , Comercio y Arfes de Barcelona, t . I , par-
te I I I , l i b r o I , cap. i .
(3) Loperaez, D e s c r i p c i n h i s t r i c a del obispado de Osma.
EDAD MEDIA 109
galn del rey h a b a dos nichos, para que en ellos dejasen los moros las babuchas: en lo
alto de estas piezas se v e a n las ventanas verdaderas fingidas en l n e a s de frisos, y
t e r m i n a b a n con los ricos techos artesonados. Las alfagas patios no t e n a n m s que
u n piso, porque los r a b e s h a b i t a b a n generalmente en lo bajo, ya para tener m s
mano los b a o s , ya para no s u b i r escaleras, que no usaban n i aun en los altos casti-
llos atalayas, pues en vez de gradas t e n a n rampas, como se ve en l a torre de la cate-
d r a l de Sevilla y en otros edificios: una m u l t i t u d de arcos desiguales y de varias figuras
adornan estos patios si n guardar s i m e t r a n i e u r i t m i a : las alhamias alcobas de los
r a b e s eran d o r m i t o r i o s p e q u e o s metidos en los huecos de las paredes, rodeados de
azulejos, cubiertos con b v e d a s : los techos de los grandes salones eran de lo m s mag-
nfico, por el rico alfarge artesonado de alerce (cedro), madera incorruptible, formando
con muchos arquitos en p u n t a y otros adornos delicados de oro y azul en sus fondos;
no eran menos suntuosas las hojas de las puertas t a m b i n de alerce, t a n t o por su
extraordinario t a m a o , pues c u b r a n los arcos que estaban arrimadas, como por l a
riqueza de sus menudas y entalladas labores: adornaban t a m b i n los r a b e s sus salas
con los alicares azulejos, con los cuales figuraban fajas zcalos en la parte baja de
las paredes, y alfombras en los pavimentos, a l t e r n n d o l o s con losas chicas y p u l i m e n -
tadas de barro. L a a r q u i t e c t u r a r a b e por l t i m o era tosca grosera en las casas y
habitaciones comunes, firme y duradera en los acueductos y aljibes, pesada y robusta
en los castillos y atalayas, y rica y ostentosa en los templos y m e z q u i t a s . M o r . Histo-
r i a de l a civilizacin de E s p a a , t . V .
114 H I S T O R I A D E ESPAA
patos, su bculo y su morral, vistiendo una tnica de pao burdo con una
tosca cuerda por ceidor, haciendo una vida austera, penitente y de pri-
vaciones, se rodeaba de discpulos y proslitos, e institua otra orden re-
ligiosa con el ttulo humilde de hermanos frailes menores, fundada en
la observancia de los consejos evanglicos, prohibiendo poseer cosa algu-
na como propia, y viviendo de la limosna y de la mendicidad.
Los papas Inocencio, Honorio y Gregorio expiden sus bulas de apro-
bacin y confirmacin de estas reglas institutos; protgenlos en Aragn
don Jaime, en Castilla San Fernando; y Aragn y Castilla, como Navarra
y Portugal, ven erigirse en su suelo conventos y comunidades de domi-
nicos, de mercenarios y de franciscanos mendicantes (1). Sintise muy
inmediatamente la influencia de algunas de estas nuevas milicias espiri-
tuales, llamadas ejercerla mayor en Espaa con el trascurso de los
tiempos.
Creada y establecida la Inquisicin en Francia por el papa Inocen-
cio I I I , segn en otro lugar expusimos, organizada y reglamentada en el
pontificado de Gregorio IX y en el reinado de San Luis, siendo este pon-
tfice amigo y protector de Santo Domingo y de su instituto de predica-
dores, existiendo ya en Espaa comunidades de dominicos, y habindose
infiltrado en Catalua y otros dominios del monarca de Aragn la doc-
trina hertica de los albigenses, dirigi aquel pontfice un breve (1232) al
arzobispo Aspargo de Tarragona (2), mandndole que para evitar la pro-
pagacin de la hereja inquiriese contra los fautores, defensores oculta-
dores de los herejes, valindose para ello de los obispos, y de los frailes
predicadores y otros varones idneos, procediendo con arreglo su bula
de 1231 (3). El arzobispo envi la bula al prelado de Lrida, que la puso
inmediatamente en ejecucin. Y como el papa viese que los religiosos do-
minicanos eran fieles y activos ejecutores de las ideas y de las disposicio-
nes pontificias en lo de inquirir los herejes y castigar la hertica pravedad,
encomendles muy en particular la ejecucin de su bula, y fueron sus
auxiliares de ms confianza. En 1235 envi al sucesor de Aspargo en Ta-
rragona una instruccin de inquisidores escrita por San Eaimundo de
Peafort, su penitenciario, y religioso dominico espaol, mandndole se
arreglase ella: y en 1242 en un concilio provincial de Tarragona se
LIBRO TERCERO
CAPITULO PKIMERO
' ALFONSO X ( E l , SABIO) E N C A S T I L L A . J A I M E I ( E L CONQUISTADOR) E N ARAGN
B e 1252 a 1276
ALFONSO X
plaza de Niebla, que era como la cabeza del reino.de aquel nombre,
donde se mantenan y se haban fortificado los Almohades. Enemigo
Ben Alhamar de esta raza, entraba ms en su inters y prestaba con ms
gusto su ayuda al castellano para acabar de arrojarla del suelo espaol, y
as puso disposicin de Alfonso las tribus de Mlaga para el sitio que
ste determin poner sobre Niebla. Estaba la ciudad defendida con mu-
ros y torres de piedra bien labrada, y los ataques de los cristianos res-
pondan los moros con dardos y piedras lanzadas con mquinas, y con
tiros de trueno con fuego, al decir de la crnica rabe (1). Tal resistencia
hizo durar el sitio ms de nueve meses, al cabo de los cuales, tan faltos
los sitiados de mantenimientos como de esperanza de socorro, solicit el
wal de la ciudad ( quien nuestros cronistas nombran Aben Mafod, y los
rabes Ebn Obeid) hablar con el rey Alfonso, y qued concertada la en-
trega de la ciudad, as como la rendicin de otras varias villas del Algar-
be (1257), dando en recompensa el soberano de Castilla al wal de los
Almohades la posesin de grandes dominios, entre ellos la Algaba de Se-
villa, la Huerta del rey con sus torres, y el diezmo del aceite de su alxa-
rafe que produca una cuantiosa renta (1).
Hemos anticipado estos sucesos para mostrar lo que dur y lo que
sirvi Alfonso su alianza y amistad con el rey de Granada. Pero antes,
y muy en los principios de su reinado, haba querido el nuevo soberano
de Castilla realizar el pensamiento de su padre de llevar la guerra al
frica, cuyo efecto hizo construir una suntuosa Atarazana en Sevilla
para la fabricacin de bajeles, y obtuvo un breve de aprobacin del papa
Inocencio IV aplaudiendo la empresa y exhortando los clrigos que
le acompaasen en ella y le sirviesen. De la ejecucin de este designio le
distrajo por entonces la reclamacin que con las armas hizo al rey Al-
fonso I I I de Portugal (1252) de las plazas del Algarbe, de que deca ha-
berle hecho donacin su hermano Sancho I I , llamado Capelo, en agrade-
cimiento de haberle ayudado el de Castilla, siendo prncipe, cuando
intent recobrar sus Estados de que le tena desposedo el infante don
Alfonso, conde de Bolonia, su hermano. Entablada con energa su recla-
macin, y seguidas las negociaciones, convnose el de Portugal en hacer
al castellano la entrega del Algarbe (1253), ajustndose adems el matri-
monio del monarca portugus con una hija bastarda del de Castilla lla-
mada Beatriz, habida en doa Mayor Guillen de Guzmn; enlace que
movi grave escndalo, as por el origen bastardo de la princesa, como
por estar la sazn legtimamente casado el de Portugal con Matilde,
condesa de Bolonia (2). Reina ya de Portugal doa Beatriz, y habido de
su matrimonio el infante don Dionisio, acordaron ambos esposos solicitar
de su padre y suegro el de Castilla les cediese en feudo los lugares del
Algarbe que tena ya ganados y los que le faltaba conquistar, para ellos, sus
hijos y sucesores. Alfonso X, que amaba en extremo su hija, no le neg
la merced que peda y les hizo donacin ellos y sus descendientes del
dominio y jurisdiccin del Algarbe, con sola la obligacin de que le hubie-
sen de servir con cincuenta hombres de caballo cuando les requiriese;
obligacin y feudo de que, como veremos, los relev tambin despus (1).
Terminado este negocio^ volvi otra vez Alfonso X preparar su pro-
yectada expedicin Africa, para la cual haca construir naves, no slo
en las Atarazanas de Sevilla, sino tambin en las costas de Vizcaya. El
pontfice Inocencio, quien se conoce halagaba esta empresa, expeda
nuevos breves destinando este objeto una parte de los diezmos y rentas
eclesisticas, y mandando los frailes dominicos y franciscanos que pre-
dicasen la guerra santa y excitasen la juventud espaola tomar la
cruz. Mas otro suceso vino tambin esta vez contrariar este designio.
El rey Teobaldo I de Navarra haba muerto (julio, 1253), dejando de su
tercera esposa doa Margarita dos hijos varones, Teobaldo y Enrique, el
mayor de quince aos, bajo la tutela de su madre (2). Temiendo la reina
viuda que Alfonso de Castilla renovara las antiguas pretensiones de los
monarcas castellanos sobre Navarra, acogise al amparo de Jaime de Ara-
gn, el cual acudi presurosamente Tudela, donde hizo confederacin
con la reina Margarita prometiendo ayudar su hijo y protegerle contra
todos los hombres del mundo, ser amigo de sus amigos y enemigo de sus
enemigos, no hacer paz ni tregua con nadie sin la voluntad de la reina,
y dar su hija Constanza por esposa al rey Teobaldo. si ste muriese,
su hermano Enrique, ofreciendo que nunca casara ninguna de sus hijas
con los infantes de Castilla hermanos del rey don Alfonso, pesar de ser
ya su yerno. La reina de Navarra por su parte y nombre de su hijo pro-
meti tambin ayudar al rey de Aragn contra todos los hombres del
mundo, exceptuando al rey de Francia y al emperador de Alemania, y
que no dara nunca ninguno de sus hijos en matrimonio hermanas
hijas del rey Alfonso de Castilla, sin-consentimiento del aragons, cuyo
pacto juraron los prelados y ricos-hombres de Aragn y Navarra que se
hallaban presentes, y haba de ratificar el romano pontfice (3).
fe. Un nuevo breve apostlico que impetr del papa Alejandro IV, sucesor
de Inocencio IV, concediendo indulgencias y otras gracias espirituales
los que tomaran parte en aquella expedicin (1255), qued tan sin efecto
como las cartas pontificias anteriores. Intil le fu tambin Alfonso el
patrocinio del pontfice Alejandro en la reclamacin que le hizo para que
se declarara al prncipe Conradino inhbil para poseer el ducado de Sua-
bia, en atencin estar en guerra con la Iglesia su to y su tutor Man-
fredo, y que se diese aquel ducado al rey
de Castilla en razn al derecho que l
tena por su madre doa Beatriz, hija ma-
yor del emperador Felipe que le haba po-
sedo. Las instancias y esfuerzos del papa
no alcanzaron hacer valer la pretensin
del monarca de Castilla, y el dcimo Al- ENRIQUE (HERMANO DE ALFONSO)
fonso iba teniendo la fatalidad de no ver
realizados, por diversas causas y contrariedades, tantos proyectos como
abrigaba y tan diferentes aspiraciones como en una parte y otra intenta-
ba realizar (1).
Mostrbale, no obstante, muchas veces risueo rostro la fortuna. Con
alegra suya y de todos sus pueblos comenz el ao quinto de su rei-
nado (1256), por el feliz nacimiento del primer hijo varn, el infante don
Fernando (llamado de la Cerda,, por un largo cabello con que naci en el
pecho). A tan justo motivo de regocijo, agregse el haber desaparecido
los recelos de rompimiento y de guerra que amenazaban con don Jaime
de Aragn, en unas vistas que los dos monarcas celebraron en Soria, y en
que se renovaron las alianzas y las amistades que los reyes sus anteceso-
res haban tenido entre s. Por otra parte, como en este tiempo hubiese
vacado el trono imperial de Alemania por muerte del emperador Cui-
llermo, conde de Holanda, en guerra con los frisnos, la repblica de
Pisa teniendo presente el derecho de Alfonso de Castilla al ducado de Sua-
bia, en cuya ilustre familia se haba conservado por espacio de un siglo
la corona del imperio, determin aclamarle emperador, enviando el acta
de reconocimiento Castilla por medio del embajador Bandino Lanza,
quien fu encomendada tan honrosa misin (2). Hallbase todava el rey
(1) Z u r i t a , A n a l . , l i b I I I , caps, L I y L l i . C a r t a de A l e j a n d r o I V en N p o l e s ,
2 de las nonas de febrero, a o 1." de su pontificado.-Raynald, auo 1255.Mondejar,
Memor., caps, x x x i , X X X I I y x x x v i .
(2) E s notable este documento, a s por su contenido, como por l a idea que da de
la gran r e p u t a c i n que por aquellas tierras gozaba el monarca de C a s t i l l a . P u b l i c l e
Fernando U g h e l del archivo de Florencia, donde se t r a s l a d el de Pisa. Empieza a s :
E n nombre del Padre y del H i j o , y del E s p r i t u Santo, A m n . Porque el C o m n de
Pisa, toda I t a l i a , y casi todo el m u n d o os reconoce vos el e x c e l e n t s i m o , i n v i c t s i m o y
t r i u n f a n t e s e o r Alfonso, por la gracia de Dios rey de Castilla, de Toledo, de L e n , de
Galicia, de Sevilla, de M u r c i a y de J a n , por el m s excelso sobre todos los reyes que
son fueron nunca en los tiempos dignos de memoria... y saben t a m b i n que a m i s
m s que todos la paz, la verdad, l a misericordia y l a j u s t i c i a : y que sois e l m s cris-
t i a n s i m o y fiel de todos... y sabiendo que v o s - h a b i s nacido de la sangre de los duques
de Suabia, cuya casa por privilegio de los p r n c i p e s , y por c o n c e s i n de los pontfices
de l a Iglesia r o m a n a es notorio pertenece digna y j u s t a m e n t e el imperio... e t c . Sigue
124 H I S T O R I A D E ESPAA
sealaba cada uno de los que se le adheran una renta anual de diez
mil libras tornesas. Contaba Alfonso adems con el apoyo del rey San
Luis de Francia, que entre otras razones tena la de temer el excesivo
engrandecimiento y poder de su vecino y rival el de Inglaterra, una vez
que su hermano se viese tranquilo poseedor del vasto imperio alemn.
El ingls por su parte dise tal prisa expender la opulencia con que se
haba presentado, que no tard en ver apurado su caudal, que se si-
gui la tibieza y el desvo de los que parecan sus ms decididos parcia-
les, teniendo que volverse su pas, y pereciendo su memoria, dice un
fragmento histrico alemn, luego que dej de orse el sonido de su dine-
ro. Pero ni dej de volver Alemania, ni renunci su derecho. Falt-
bale Alfonso, adems de la posesin, la confirmacin pontificia, que en
vano solicit de los diferentes papas que en aquel tiempo se sucedieron,
gastando en gestiones intiles en Italia y en Roma lo que n haba aca-
bado de consumir en Alemania. El pontfice Alejandro IV negse dar
su aprobacin al ttulo de emperador, y aun se manifest en favor de
Ricardo. No sirvi al de Castilla entablar su demanda ante Urbano IV por
medio de embajadores y agentes respetables y autorizados que al efecto
envi Roma. El pontfice difiri cuanto pudo sentenciar entre los dos
competidores, y muri antes de dar su decisin. Clemente IV lejos de
proteger en sus derechos ni de favorecer en sus reclamaciones al monarca
castellano, intent que se retirasen ambos electos, y solicit, con especia-
lidad de Alfonso, que desistiese de sus pretensiones al trono imperial.
Esta insistencia de los pontfices en esquivar su aprobacin, y aun
negarla explcitamente como luego veremos, la eleccin de Alfonso de
Castilla para emperador de Alemania y rey de romanos, no puede expli-
carse sino por la circunstancia de pertenecer Alfonso la estirpe ducal
de Suabia, cuya dinasta, principalmente desde que obtuvo el imperio
Federico Barbarroja, haba sido enemiga de Roma y estado casi siempre
en guerra con la Iglesia; y si tal vez aquellos papas no teman que el
castellano hubiera de seguir la conducta de los emperadores de su fami-
lia, aparentbanlo por lo menos en odio aquella casa, y tampoco que-
ran descontentar al rey de Inglaterra con la exclusin de su hermano.
As, sin definir entre los dos contendientes, limitbanse, cuando nom-
braban al uno y al otro, aadir: electo emperador. A lfinmuri Ricardo
asesinado en Inglaterra en 1271, despus de haber sacrificado sus tesoros
y su quietud una grandeza quimrica, y pareca que faltando Alfonso
su competidor deberan haber desaparecido todos los obstculos y contra-
riedades que su coronacin se oponan. Lejos de eso, suscitronsele otras
nuevas y ms graves. Cuando los embajadores que el rey envi por se-
gunda vez llegaron Roma, hallaron la silla pontificia vacante por muerte
de Clemente IV, y esperaron la eleccin de nuevo pontfice (1). Enta-
de las cuales perciben l a tercera parte de todos los diezmos que hasta entonces estuvo
aplicada l a f b r i c a y reparo de las iglesias. E s t e fu el p r i n c i p i o ( a a d e M a r i a n a )
que los reyes de C a s t i l l a t u v i e r o n de aprovecharse de las rentas sagradas de los
templos.
(1) Los pormenores de las negociaciones que en este asunto se siguieron, se h a l l a n
extensamente referidos en las M e m o r i a s h i s t r i c a s de don Alfonso el Sabio por el
m a r q u s de M o n d j a r , que d e d i c esta m a t e r i a los 32 c a p t u l o s de su l i b r o I I I , y en
que h a recogido todo lo que Oderico R a y n a l y los historiadores italianos y alemanes
han escrito sobre este i m p o r t a n t e episodio de Alfonso X de Castilla.
EDAD MEDIA .' 129
cien mil. los moros expulsados se diseminaron entre los Estados del de
Castilla y del de Granada (1).
Los que quedaron hicieron por espacio de tres aos una guerra san-
grienta y una resistencia desesperada. Capitanebalos el africano Al
Azark; y al decir de los historiadores aragoneses no dejaban los insurrec-
tos musulmanes de mantener inteligencias con el infante don Manuel,
hermano de Alfonso de Castilla, y las cuales no era extrao el mismo
monarca. ra,, no obstante, demasiado poderoso ya el rey de Aragn para
que ellos pudieran prolongar por largo tiempo la lucha. Don Jaime les
fu tomando sucesivamente sus castillos, y convencido Al Azark de la
inutilidad .e sus esfuerzos dise partido, consiguiendo todava que le
dejasen salir libremente del reino condicin de no volver jams \. A
pesar de la sospecha que pareca tener el de Aragn de alguna conniven-
cia entre el de Castilla y los moros rebeldes de su reino, renovse entre
los dos monarcas la alianza concertada en Soria, que se aadi la repa-
racin y enmienda de los daos que mutuamente se hubiesen causado en
sus respectivos Estados y seoros (1257).
Pas despus de esto don Jaime Mompeller, al intento de establecer
tambin paz y alianza con San Luis rey de Francia, y de terminar las
diferencias que de antiguo existan entre los reyes de Francia y los de
Aragn sobre las posesiones de uno y otro lado de los Pirineos. Los mo-
narcas aragoneses posean feudos considerables en el Medioda de la Fran-
cia, y no les faltaban pretensiones derechos que poder resucitar otros
territorios. Los monarcas franceses solan acordarse de la soberana que
en otro tiempo haban tenido en tierras del condado de Barcelona, y con-
vena quitar ocasiones y pretextos de que quisiera hacerse revivir dere-
chos caducados. Era de mutuo inters evitar para lo sucesivo motivos de
diferencias, hicironlo as, abdicando el de Francia su vano ttulo sobro
los^condados de Catalua, y renunciando el de Aragn varios seoros
del Medioda de la Francia, excepto Mompeller. Y para mayor seguridad
de esta alianza se concert el matrimonio de Isabel, hija segunda de don
Jaime de Aragn, con Felipe, hijo primognito de San Luis (1258), cedien-
do adems don Jaime la reina Margarita de Francia el derecho que tena
al condado de Provenza, antigua posesin de los condes de Catalua, y de
que se haba apoderado Carlos de Anjou, hermano de San Luis (2).
Con quien menos se avena don Jaime era con su hijo primognito
Alfonso. Y sin embargo, como todos los ricos-hombres, caballeros y univer-
sidades de Aragn se manifestasen unnimemente disgustados y sentidos
de la injusticia con que haba desheredado Alfonso de todo lo de Cata-
lua, Mallorca y Valencia, as como de los seoros de Roselln, Cerdaa
y Mompeller, vise para aquietarlos en la necesidad de cederle el reino
de Valencia unindole al de Aragn. Mas como esto lo hiciese de mal
grado, y continuase en su extrao y reprensible desamor hacia Alfonso,
difcilmente se hubiera evitado el escndalo de un rompimiento formal
entre el padre y el hijo, si la muerte inopinada de ste (1260) no hubiera
nobles hijos-dalgo fuesen juzgados slo por los otros hidalgos, de los
cuales hubiese siempre dos jueces en la corte del rey: que quitase los me-
rinos y pusiese adelantados: que deshiciese los pueblos que haba manda-
do hacer en Castilla: que suprimiese los diezmos de los puertos (derechos
de aduana).
Tambie'n satisfizo el rey algunas de estas peticiones, mas no por eso
se dieron por contentos ni por desagraviados: antes, sin deponer su acti-
tud blica, pidironle que ratificase sus respuestas en cortes del reino.
Hzolo as el monarca en las que al efecto congreg en Burgos: pero nada
poda satisfacer quienes se proponan no darse por satisfechos, y como
las exigencias crecan al comps de las concesiones, acabaron por desave-
nirse, que esto era en realidad lo que buscaban, y abandonando brusca y
repentinamente Burgos, y usando del derecho que el fuero les conceda
de despedirse los ricos-hombres del rey, sea de desnaturalizarse y pa-
sarse reinos extraos (1), salironse de Castilla saqueando incendiando
su paso iglesias y poblaciones, y furonse la corte del rey de Granada,
que les recibi con los brazos abiertos, sin que bastasen reducirlos los
ruegos y embajadas que el rey y la reina emplearon antes y despus de
llegar la corte del emir de los infieles (1272).
Aposentse el infante don Felipe en el magnfico palacio de Abu Seid
construido por los Almohades extramuros de la ciudad; los dems se alo-
jaron en casas principales. Natural era que el rey Mohammed Ben Alha-
mar se sirviese de los nuevos aliados para combatir y sujetar los tres
wales rebeldes que le tenan conmovido y debilitado el reino, y as se
verific. Hicieron los trnsfugas castellanos su primera salida contra el de
Guadix, acompaados de Mohammed, hijo y sucesor de Ben Alhamar.
Pero amenazado ste por el rey de Castilla, que no dejaba de auxiliar
los rebeldes gobernadores, y no omitiendo Alfonso gnero alguno de ne-
gociaciones y de ofertas para ver. de atraer nuevamente su servicio
sus antiguos vasallos, conoci que no poda proseguir con vigor aquella
guerra sin contar con otros elementos, y resolvise solicitar socorros del
rey de Marruecos y de Fez, Abu Yussuf, prncipe de los Beni-Merines de
frica (2). La viveza de Ben Alhamar no le permiti aguardar que vi-
niesen los africanos, y esto le arrastr su perdicin. Habiendo sabido
que los wales haban entrado en sus tierras, mont en clera y resolvi
escarmentar su insolencia saliendo combatirlos en persona y kl frente
(1) E n otro lugar hemos hablado y a de este fuero, por e l cual los ricos-hombres
p o d a n desnaturarse, entregando a l rey los castillos y honores que por merced suya te-
n a n , perdiendo sus derechos y privilegios, pero quedando libres para poder servir
quien quisiesen s i n nota de haber faltado l a obligacin del vasallaje debido su s e o r
n a t u r a l ; y puede verse a d e m s en d o n Alonso de Cartagena, D o c t r i n a l de caballeros,
que c i t a expresamente este caso.
(2) Los Merinos, como los l l a m a e l P. Mariana.Estos B e n i - M e r i n e s , que h a b a n
fundado u n nuevo i m p e r i o en esa A f r i c a de donde tantas veces h a b a venido la salva-
c i n y l a servidumbre los musulmanes e s p a o l e s , eran originarios de los zenetas dos
ginetes que dicen nuestras historias), y estaban agraviados de don Alfonso de Castilla,
porque no h a b a r e p r i m i d o los marinos de Sevilla que andaban a l corso en l a costa de
Africa.
EDAD MEDIA 139
Contrastaba esta debilidad del rey con la tenacidad de los rebeldes mag-
nates, que nada accedan mientras no fuesen satisfechos en todo. Al ver
semejante obstinacin, hovo ende el rey muy grand saa, dice la crni-
ca, y resolvise otra vez por la guerra, haciendo un llamamiento general
los de su reino y solicitando nuevamente la ayuda de su suegro el de
Aragn. Temanse, no obstante, mutuamente el soberano de Castilla y el
rey moro de Granada, teniendo aqul en su favor los wales sarracenos
disidentes, ste en el suyo los disidentes magnates castellanos, recelando
el de Granada del auxilio que poda prestar el aragons al de Castilla, y
recelando el de Castilla del socorro que al de Granada podran enviar los
Beni-Merines de Africa. Por lo mismo abrironse tratos y conferencias
entre unos y otros, primeramente por medio de la reina y del infante don
Fernando de Castilla que se hallaban en Crdoba, y concluyendo por
acordar una entrevista general de todos en Sevilla. Hallbase ya el rey
don Alfonso en esta ciudad con la reina y los prncipes, cuando se pre-
sent en ella Mohammed de Granada, acompaado del infante don Felipe,
de don Lope Daz de Haro y dems caballeros que se hallaban en su
corte. Sali recibirle don Alfonso caballo con gran squito, aposentle
en su alczar y le obsequi con fiestas, saraos y torneos. Llamaba la aten-
cin el rey Mohammed por su esbelto y gallardo continente. Entretenase
la reina de Castilla en preguntarle acerca de las costumbres de la sultana
y de sus esclavas, que satisfaca l con amabilidad y galante dulzura.
Pactronse avenencias entre los reyes, y se acord renovar y guardar el
concierto anteriormente celebrado con Ben Alhamar en Alcal la Peal
de Ben Zaide, quedando los vasallos de ambos reinos libres para comerciar
entre s y con iguales franquezas y seguridades (1274). Pidi, no obstante,
la reina de Castilla al rey moro una gracia, que l con mucha galantera
se apresur conceder antes de saber cul fuese. Djole entonces la reina
que quera se aadiese la capitulacin un ao de tregua para los v, alies
de Mlaga, Guadix y Comares. Mucho sinti Mohammed que fuese aquella
la gracia que doa Violante le peda, pero se haba anticipado conceder-
la, y con mucho disimulo y comedimiento la di por otorgada (1).
En cuanto al infante don Felipe, don uo de Lara y dems nobles
castellanos que haban hecho causa contra el rey, vise don Alfonso en la
necesidad de satisfacerles en todos sus pleitos y posturas. aprobando y
confirmando lo que ya antes sin consentimiento y aun contra su voluntad
se haban adelantado prometer en Crdoba la reina y el infante don
Fernando. As volvieron aquellos altivos y porfiados magnates al servicio
de su rey despus de haberle mortificado con disgustos y humillaciones.
Terminado el concierto, despidise y regres el rey moro Granada,
acompandole hasta Marchena los prncipes don Felipe, don Manuel y
don Enrique con lujosa servidumbre; y el rey de Castilla, que se vi un
momento desembarazado de aquella atencin, volvise Toledo dispo-
ner y aprestar su ansiado viaje Italia para reclamar del pontfice la co-
rona imperial de Alemania, viaje del que dimos ya cuenta ms arriba (2).
Apenas expir el plazo de aquella tregua con los wales, de mala gana
concedida por Mohammed, abri ste de nuevo la guerra, y para hacerla
ms viva y asegurar mejor su xito, escribi al rey de los Beni-Merines
de frica pintndole la facilidad con que entre los dos podran reducir
los wales rebeldes y restablecer el estado abatido del islamismo en An-
daluca, y para ms estimularle pona su disposicin los puertos de
Tarifa y Algeciras. Acept Yacub Abu Yussuf la invitacin y el ofreci-
miento, y el 12 de abril de 1275 desembarcaron numerosos escuadrones
africanos en las playas de Tarifa, y poco despus arrib el mismo Abu
Yussuf con poderosa hueste. La primera diligencia fu hacer que los tres
wales se sometiesen al legtimo emir, reprendindoles severamente su
conducta. Dividindose despus los dos ejrcitos aliados musulmanes en
tres cuerpos, dirigironse el uno hacia Sevilla, hacia Jan el otro, y el
tercero, en que iban los tres wales, se encarg de talar la campia de
Crdoba.
Era esto en ocasin que el rey de Castilla se hallaba ausente del reino
causa de su funesto viaje y de su malhadada entrevista con el papa.
Gobernaba la monarqua su hijo el prncipe don Fernando de la Cerda, y
defenda la frontera el conde don uo Gonzlez de Lara, el antiguo mo-
tor de la rebelin de los ricos-hombres castellanos; el cual, con noticia de
que vena por aquella parte el ejrcito del emperador de Fez y de Marrue-
cos, sali de Crdoba y le present batalla con la escasa gente que tena.
Los cristianos fueron arrollados en el combate, y en l pereci el de Lara
vctima de su temerario arrojo, con cuatrocientos escuderos que le escol-
taban. Su cabeza fu enviada por Abu Yussuf al rey Mohammed de Gra-
nada, de quien cuenta la crnica que al mirar las facciones del antiguo
amigo de su padre y suyo, apart con horror la vista, se tap la cara con
ambas manos y exclam: No mereca tal muerte mi buen amigo! As
acab aquel hombre, que despus de haberse alzado contra su rey y h-
chose aliado y amigo del emir de los infieles, muri peleando por su mo-
narca, para servir su cabeza de sangriento y horrible presente al mismo
rey moro cuya amistad haba preferido antes la de su soberano. Tan
luego como la nueva de este desastre lleg al infante don Fernando, go-
bernador del reino,, que se hallaba en Burgos, hizo llamamiento general
todos los ricos-hombres y concejos, y l mismo se apresur acudir la
defensa de la frontera; mas al llegar la Villa Real (hoy Ciudad Real) en-
ferm y sucumbi los pocos das (agosto, 1275). Este malogrado prncipe
que haba comenzado mostrar grande acierto y prudencia en la goberna-
cin del reino, previno al tiempo de fallecer al conde don Juan Nez de
Lara. hijo mayor de don uo, y rogle mucho afincadamente cuidase
de que su hijo Alfonso sucediera en el reino cuando fuesen acabados los
das del monarca su padre; circunstancia que conviene no olvidar para
los sucesos futuros de la historia.
Mas el infante don Sancho, hijo segundo del rey, tan luego como supo
el inopinado fallecimiento de su hermano primognito, antes que de suplir
su falta para guerrear contra los moros, se acord de prepararse para ha-
cerse proclamar sucesor del trono de Castilla, cuyo efecto aceler su
marcha Villa Real, y confederndose con don Lope Daz de Haro, seor
de Vizcaya, y ganando su partido los ricos-hombres y caballeros que
all haba, comenz usar en sus despachos el ttulo de hijo mayor del
rey, sucesor y heredero de estos reinos, persuadido de que hallndole su
padre admitido y seguido como tal, le reconocera y confirmara en aque-
lla prerrogativa. Y para merecerla ms con su solicitud en atender al peli-
gro en que el reino se hallaba, resolvi continuar la jornada que haba
emprendido su malogrado hermano. Prosigui, pues, Crdoba con la
gente de Castilla, y encomendando don Lope Daz de Haro la tenencia
de la frontera que haba tenido don uo Gonzlez de Lara. y atendiendo
con gran diligencia al presidio y fortificacin de las plazas, pas Sevilla
dar disposicin de que la armada de Castilla saliese los mares al ob-
jeto de impedir que de frica viniesen nuevos socorros de hombres de
bastimentos los infieles. Pero otra nueva desgracia llen de amargura
los cristianos espaoles. El otro infante don Sancho, arzobispo de Toledo
y hermano de la reina doa Violante de Castilla, llevado de un fervoroso
celo, y lastimado de ver el estrago que hacan los sarracenos en la comarca
de Jan, resolvi salir en persona castigar su orgullo. El buen prelado,
menos prudente que animoso, y con menos experiencia en las armas que
fe y buen deseo en el corazn, sin esperar que llegase don Lope Daz de'
Haro, que de orden del otro don Sancho iba con refuerzo, se adelant con
su caballera hasta la Torre del Campo, y acometiendo los moros sin
orden ni concierto, fu causa de que los africanos alancearan los caba-
lleros de su squito, y l mismo cay vivo en poder de los infieles. Dispu-
tbansele africanos y granadinos, pero el arrez Abn Nasar cort la
disputa arremetiendo con su caballo al infante arzobispo y atravesndole
con su lanza. Con inhumanidad horrible le cortaron los soldados la cabeza
y la mano derecha dividindose entre africanos y andaluces aquellos san-
grientos despojos, siendo los ltimos los que tuvieron el brbaro placer
de llevarse la mano con el sagrado anillo. El ultraje fu de algn modo
vengado al da siguiente por don Lope Daz de Haro, que llegando con la
nobleza de Castilla atac los enemigos cerca de Jan, hzolos retirar
y recobr el guin del arzobispo, de que iban haciendo burla y escarnio
los musulmanes. Comenz distinguirse en aquel da el joven Alfonso P-
rez de Guzmn, que haba de ganar ms adelante el sobrenombre de el
Bueno.
En tal estado hall don Alfonso de Castilla las cosas de su reino cuan-
do volvi Espaa de su desventurada expedicin Belcaire. Traa de
all por todo - fruto un desaire bochornoso del papa; y ac haba perdido
al adelantado don uo, su hijo primognito don Fernando, y su cu-
ado el infante arzobispo de Toledo. Lo nico que hall de favorable fue-
ron las acertadas medidas que el infante don Sancho haba tomado en la
frontera, y que haban movido al emperador Yacub replegarse sobre
Algeciras, y el socorro que su suegro el de Aragn enviaba ya Castilla.
En su vista el rey de los Beni-Merines crey deber aceptar la tregua que
el castellano le ofreca, no dndosele gran cuidado por la situacin com-
E D A D MEDIA 143
JIONEDAS ARABIGAS
Dirhem
Dmar
Dirhem
Dirhem
Dntur
Dirhem
i-uirt ffiL*l MiSSZSrZti
Dirhem.
Dirhem
Dirhem
O B J E T O S H I S T R I C O S D E V A L E N C I A Y D E S U C O N Q U I S T A D O R D . J A I M E I.
. Llave rabe de la ciudad, entregada por los moros al rendirse (existe en poder del conde de Tri
gonu). - 2 y 5. Espuela y escudo de D. Jaime. - 3. Bocado y serretn de su caballo (conairmnse en
la Catedral). - 6. Bandera sehera de Valencia. - 7. Pendn que euarbolaron los moros en seal de
rendicin. - 9. Espada de D. Jaime (consrvanse en la Casa de la Ciudad). - 4, 8, 10 y I I . Casco,
mandoble, estribos y silla de montar de D. Jaime (en la Armera Real de Madrid).
EDAD MEDIA 149
(1) E a m o n M u n t . , cap. x x v m .
(2) Este hecho que a p u n t a R a y n a l d en sus A n a l , eclesiast., y sobre el cual g u a r d
Z u r i t a u n prudente silencio, le refiere Mar i an a con alguna e x t e n s i n ( l i h . X I I I , cap. v i ) .
Parece, pues, que aquel prelado revel a l papa Inocencio I V lo que bajo el secreto de
la confesin le h a b a confiado don Jaime acerca de l a palabra de casamiento que h a b a
dado d o a Teresa G i l de V i d a u r e , con quien t r a a pleito sobre esto en Eoma. N o t i -
cioso de ello el monarca, m a n d arrancar l a lengua a l obispo, por cuyo acto de i n h u -
manidad el pontfice e x c o m u l g a l rey y puso entredicho a l reino. Mas como don Ja ime
manifestara el mayor arrepentimiento, y pidiera h u m i l d e m e n t e penitencia y absolu-
cin, exponiendo haberlo hecho en u n m o m e n t o de arrebato, el papa f a c u l t dos le-
gados para que pudieran reconciliarle con l a Iglesia; y en una j u n t a de obispos que se
celebr en L r i d a , y en l a cual se p r e s e n t el rey con muestras de sincera c o n t r i c i n ,
alzse la censura y se le a b s o l v i , d n d o l e una severa r e p r e n s i n i m p o n i n d o l e por
penitencia algunas fundaciones piadosas.
(3) T u v o en efecto d o n J ai me relaciones amorosas con varias s e o r a s ; entre ellas
fu la m s notable d o a Teresa G i l de V i d a u r e , quien, s e g n graves autores, h a b a
dado antes palabra de casamiento; mas h a b i n d o l a repudiado m o v i l e ella l i t i g i o , en
que lleg obtener sentencia favorable, si bien no logr que el rey hiciese v i d a m a r i -
150 HISTORIA D E ESPAA
de 1276 1284
Es declarado el infante don Sancho heredero del reino en perjuicio de los infantes d l a
Cerda.Fugase l a reina con los infantes A r a g n . C r u e l suplicio del infante don
Fadrique.Funesta e x p e d i c i n Algeciras: d e s t r u c c i n de l a armada castellana
por los m o r o s ; desastrosa retirada del e j r c i t o . A m e n a z a s de guerra por parte de
F r a n c i a : i n t e r p n e n s e los p o n t f i c e s . D e s g r a c i a d a c a m p a a contra el rey moro de
Granada.Vistas y tratos de los reyes de Castilla y A r a g n en el Campillo Cor-
tes de Sevilla.Desacertadas medidas que en ellas propone don Alfonso: e n a j n a s e
su p u e b l o . C o n j u r a c i n del infante don Sancho contra su padre.Alianzas de
don Sancho: infantes, nobles y pueblo abrazan su p a r t i d o : es declarado rey en las
cortes de V a l l a d o l i d . D e s h e r d a l e su padre y le m a l d i c e : e x c o m l g a l e el papa.
A p u r a d a s i t u a c i n de Alfonso X de Castilla: l l a m a en su auxilio los Beni-Merines
de frica, y e m p e a su corona.Guerra entre el padre y el h i j o . A b a n d o n a n a l i n -
fante muchos de sus parciales y se pasan a l rey.Enfermedad de don Sancho
M u e r t e de don Alfonso el Sabio: su testamento.Cualidades de este m o n a r c a : sus
obras literarias.
(1) L a C r n i c a no dice m s sino p o r q u e supo algunas cosas del infante don Pa-
drique, su h e r m a n o . . . Pero hay muchas razones para creer que el m o t i v o de aquella
t e r r i b l e ejecucin fu e l que hemos indicado, y a s opinan M o n d j a r , Z u r i t a y otros
respetables autores. L o n i c o que puede atenuar algo l a odiosidad de este hecho en u n
rey legislador es que acaso creyera necesaria la pronta ejecucin del castigo y la o m i -
s i n de toda forma para evitar los disturbios que amenazaban a l reino.
EDAD MEDIA 153
Despus de esto movieron otra vez don Alfonso y su hijo sus armas y
su gente contra Mohammed I I el de Granada. Las tropas de Castilla iban
mandadas por el infante don Sancho. La expedicin no fu tampoco feliz.
Habiendo cado los castellanos en una emboscada, cerca de tres mil fue-
ron acuchillados por los moros, entre ellos casi todos los caballeros de
Santiago, habiendo recibido el maestre de la orden, don Gonzalo Ruiz
Girn, una herida mortal, de la cual sucumbi muy poco despus. Atre-
vise, no obstante, don Sancho avanzar hasta la vega de Granada, cu-
yos campos tal, regresando luego Crdoba, donde se hallaba su padre.
Pasaron desde all Burgos celebrar los desposorios de los dos infantes
don Juan y don Pedro, del primero con Juana, hija del marqus de Mont-
ferrato, y del segundo con Margarita, hija del vizconde de Narbona (1281),
y seguidamente partieron para el lugar de Campillo, entre Agreda y Ta-
razona, punto en que haban convenido verse con don Pedro I I I de
Aragn para tratar de la alianza que don Sancho haba andado negocian-
do entre los dos monarcas y acabar de desbaratar todo concierto con el
de Francia. Acompaaron cada soberano en las conferencias de Campi-
llo los infantes sus hijos, muchos prelados y gran nmero de ricos-hom-
bres, caballeros, nobles y grandes de cada reino. Confederronse all los
dos reyes en muy estrecha amistad, hacindose pleito-homenaje y jura-
mentos de ser amigos de sus amigos, y enemigos de sus enemigos, y de
valerse y favorecerse contra todos los hombres del mundo, moros cris-
tianos, que eran las frmulas entonces usadas.
Esto de pblico; que de secreto pactaron tambin reyes y prncipes
ayudarse conquistar el reino de Navarra de que el francs se haba apo-
derado, para repartirle entre ambos reyes (27 de marzo, 1281); si bien el
infante don Sancho, conociendo cunto le interesaba tener contento al de
Aragn bajo cuya guarda estaban en Jtiva los infantes de la Cerda, re-
nunci en l la parte que le perteneciera en el reino de Navarra, si se
conquistase despus de la muerte del rey su padre (1).
Terminadas estas conferencias, volvironse los de Castilla continuar
la guerra de Granada, ansiosos de vengar el desastre del ao anterior.
Iba el rey en medio de todo el ejrcito: cada uno de los infantes sus hijos
y hermanos acaudillaba una hueste. Don Sancho, siempre arrojado y re-
suelto, acercse esta vez casi hasta las puertas de Granada; pero hallbase
Mohammed muy prevenido, y haciendo salir hasta cincuenta mil musul-
manes armados, ahuyentronse los de Castilla dejando don Sancho
casi solo, que sin embargo no perdi su serenidad y sali con honra de
todos los peligros hasta volver incorporarse con-su desordenado ejrcito,
que l solo debi no haber cado en manos de la morisma (junio, 1281).
Pero fu menester ceder el campo, y no habindose convenido los sobera-
nos cristiano y musulmn en los tratos que entablaron, volvironse los
castellanos Crdoba sin sacar provecho alguno de esta jornada (2).
con las ciudades que les dieran sus poderes. Prometiselo as don Sancho,
y pasando Crdoba, con licencia que todava el dbil monarca le otorg,
pretexto de terminar con el rey de Granada el ajuste que haba quedado
pendiente, lo que hizo fu confederarse con el prncipe de los sarracenos
contra su mismo padre. Unironsele en la misma ciudad los infantes
don Pedro y don Juan sus hermanos, y el rey vi ya conjurados contra s
y en manifiesta rebelda sus tres hijos.
Don Sancho, con aquella actividad que le era natural y que tanto
contrastaba con la irresolucin de su padre, procedi- aliarse con el rey
don Pedro I I I de Aragn su to, que siempre le haba mostrado particu-
lar afecto. Cuando el rey de Castilla record al de Aragn sus compromi-
sos y el juramento de amistad hecho en el tratado de Campillo, respon-
di el aragons que no crea que aquella concordia le obligase nada
respecto al infante su hijo. Igual alianza asent don Sancho con el rey
don Dionisio de Portugal, que pesar de ser nieto del monarca de Casti-
lla, disgustado con su abuelo porque haba tratado de avenirle con su
madre doa Beatriz, con quien andaba desacordado, le abandon tambin
por adherirse su to. de quien esperaba ms, porque haba de vivir ms
aos. De esta suerte, y estando el rey de Francia Felipe I I I en posesin
del reino navarro, no quedaba Alfonso de Castilla prncipe alguno en
Espaa quien pudiera volver los ojos. Del mismo modo que los prnci-
pes, desertbansele los grandes de su propio reino. Los maestres de San-
tiago y Calatrava se agregaron igualmente al partido de don Sancho, el
cual se reforz con los nobles que su padre tena desterrados por supo-
nerlos cmplices del infante don Fadrique y del seor de los Cameros
quienes haba hecho matar. Una vez declarado don Sancho en abierta
rebelda contra su padre, y fuerte con tan poderosos apoyos, de propia
autoridad y obrando ya como soberano convoc cortes de castellanos y
leoneses para Valladolid (1282), donde concurrieron, adems de los ricos-
hombres y procuradores de las ciudades, la misma reina doa Violante,
que con injustificable inconstancia se adhera ahora la causa del hijo
rebelde contra su propio marido, cuando poco antes haba abandonado
hijo, esposo y reino, por proteger sus nietos los infantes de la Cerda. De
modo que no quedaba al desventurado monarca de Castilla una sola per-
sona de su familia que no le fuese contraria; esposa, hijos, hermanos,
todos se pusieron de parte del rebelde prncipe.. Slo le permanecieron
fieles algunos ricos-hombres de la casa de Lara, y don Fernn Prez Pon-
ce, uno de los ms ilustres caballeros del reino y progenitor de este escla-
recido linaje (1).
que as suelen obrar los privados de los prncipes. Asegrase que don Al-
fonso recibi gran pesar cuando le lleg Ja nueva de la supuesta muerte
de su hijo pesar de las grandes pesadumbres que le haba dado. Deci-
mos de la supuesta muerte, porque don Sancho, contra los clculos de la
ciencia y contra las esperanzas de todos, recobr la salud. Quien la perdi
muy poco tiempo para no recuperarla ya ms fu su padre el rey don
Alfonso. Los pesares y amarguras le tenan ms quebrantado que los
aos (que no llegaban 62 todava), y poco que padeci el cuerpo le
abandon enflaquecido el espritu. Preparse, pues, el desventurado mo-
narca de Castilla morir como cristiano, y declarando que perdonaba
su hijo don Sancho y todos los naturales del reino que le haban se-
guido en su rebelin, di su ltimo suspiro, que recogieron el infante don
Juan y la infanta doa Beatriz reina de Portugal, con las dems infantas
sus hijas (abril, 1-284). Dironle sepultura en la iglesia de Santa Mara
cerca del rey don Fernando, su padre, segn l lo haba ordenado (1). En
su primer testamento hecho en Sevilla 8 de noviembre de 1283, decla-
raba Alfonso X herederos de sus reinos los infantes de la Cerda don
Alfonso y don Fernando sus nietos, con exclusin de todos sus hijos, que
todos entonces seguan al rebelde don Sancho, y en el caso de fenecer la
lnea de los dos infantes hijos del primognito don Fernando, llamaba
la sucesin al rey de Francia, porque viene (deca) derechamente de la
lnea derecha de donde venimos, del emperador de Espaa; y es biznieto-
del rey don Alfonso de Castilla (el Noble), ca es nieto de su hija (doa
Blanca, madre de San Luis). Este seoro damos y otorgamos de tal ma-
nera, que est ayuntado con el reino de Francia, en tal guisa que ambos
sean uno para siempre.
En el segundo, hecho tambin en Sevilla 22 de enero de 1284, cuando
ya haban vuelto su obediencia los infantes sus hijos ( excepcin de
don Sancho), ratific el orden de sucesin establecido en el primero, sin
otra alteracin que dejar los reinos de Sevilla y Badajoz al infante don
Juan, y el de Murcia don Jaime, debiendo stos reconocer feudo y ho-
menaje al que lo fuese de Castilla (2).
Aunque este monarca no cedi en devocin y piedad sus ilustres
progenitores, de que dan testimonio, entre otras muchas fundaciones, las
de las sillas catedrales de Murcia, Cartagena, Badajoz, Silves y Cdiz, las
donaciones generosas las rdenes militares de Santiago, Alcntara, Cala-
trava, el Hospital y el Templo de Jerusaln, la proteccin que dispens
los ermitaos de San Agustn, y su especialsima devocin la Virgen,
quien dedic sus poticos Loores y en cuya honra fund una orden mi-
litar con el ttulo de Santa Maria (1), lo que le distingue de todos los
reyes de Espaa es el sobrenombre de Sabio que tan merecidamente al-
canz, y el cual, aunque aplicado ya algn otro monarca espaol antes
que Alfonso el dcimo de Castilla, ni ninguno se dio con tan justo
ttulo como l, ni nadie como l goza el privilegio de ser ms conocido
por el nombre antonomstico de El Rey Sabio que por el nombre propio
y por el nmero que le correspondi en el orden de la cronologa. Apenas
se comprende en verdad, aun teniendo la certidumbre que de ello tene-
mos, cmo en medio de la vida agitada de las campaa, al travs de
tantas turbulencias, de tantas rebeliones, de tanto trfago y movilidad y
de tantas negociaciones polticas tuviera tiempo para ser legislador, l-
sofo, historiador, matemtico, astrnomo y poeta. Como legislador, esta-
blece la unidad del derecho, tan necesaria ya un Estado que haba dado
tan grandes pasos hacia la unidad material, con el Fuero Real de Espa-
a, coleccin legislativa interesante y til como obra de actualidad y de
inmediata aplicacin; y termina y acaba, y deja la nacin como un pre-
cioso regalo para el porvenir, el clebre cdigo de las Siete Partidas, la
obra ms grande y colosal de la edad media, y el monumento que nos
asombra todava al cabo del trascurso de seis siglos. Como filsofo, sup-
nenle autor del libro de El Tesoro, que contiene las tres partes de la filo-
sofa. Como historiador enriquece la lengua y la literatura castellana con
una historia general, que con el nombre de Crnica general de Espaa.
constituye una de las glorias literarias de nuestra nacin. Como matem-
tico y astrnomo, manda componer las famosas Tablas Astronmicas,
que por la parte que en su formacin tuvo el mismo monarca tomaron
el nombre de Alfonsinas. Como poeta, luce su erudicin y ostenta las
galas que admita ya el habla castellana en sus Cntigas y en sus Que-
rellas.
Como nos proponemos tratar con ms detencin de estas y otras obras
literarias del rey don Alfonso el ^abio. cuando consideremos y examine-
mos la marcha de la cultura y de la civilizacin espaola en lo relativo
la legislacin, las ciencias y la literatura en este tercer perodo de la
edad media, bstennos ahora estas indicaciones para mostrar cunto se
hizo admirar como hombre de ciencia el dcimo Alfonso de Castilla que
tan desventurado fu como hombre de gobierno.
CAPTULO I I I
PEDRO I I I ( E L GRANDE) EN ARAGN
De 1276 1285
P E D R O I I I D E ARAGN Y I I D E B A R C E L O N A
jer doa Constanza para recibir las insignias de la autoridad real. Ningn
monarca hasta entonces haba sido coronado en Zaragoza. Fueron, pues,
los primeros don Pedro I I I y doa Constanza los que recibieron en esta
ciudad el leo y la corona de manos
Barcelona
del arzobispo de Tarragona (16 de no-
viembre de 1276), con arreglo la con-
cesin hecha su abuelo don Pedro 11
por el papa Inocencio I I I . Mas porque
no se pensase que por eso aprobaba el
homenaje hecho por su abuelo la
Sede Apostlica cuando hizo su reino
tributario de Roma, tuvo cuidado de
PEDRO I I I D E ARAGN Y I I D E B A R C E L O N A
protestar antes presencia de algunas
personas principales, que se entendie-
se no reciba la corona de mano del arzobispo en nombre de la Iglesia
romana, ni por ella, ni contra ella (1). Declar igualmente en su nombre
y en el de sus sucesores que aquel acto no parara perjuicio los monar-
cas que le sucediesen, sino que pudieran ser coronados en cualquier
ciudad villa de sus reinos que eligiesen, y ungidos por mano de cual-
quier obispo de Aragn. Seguidamente fu reconocido el infante don Al-
fonso su hijo como sucesor y heredero del reino, prestndole las cortes
juramento de homenaje y fidelidad, con lo cual se volvi Valencia.
Puso el rey don Pedro todo su ahinco en domar los rebeldes moros
valencianos: as se lo haba recomendado su padre en los ltimos momen-
tos, y en ello mostraban el mayor inters los pontfices, no cesando de
exhortar los reyes de Aragn que acabaran de expulsarlos de sus tie-
rras. Habanse aqullos refugiado en Montosa en nmero de treinta mil.
otros sus hijos su voluntad. Al uno de ellos, don Jaime Prez, le llevaba
consigo, de almirante mayor do su armada.
As las cosas, estall en Sicilia la famosa y sangrienta revolucin co-
nocida con el nombre de Vsperas Sicilianas. Diremos cmo pas este
memorable acontecimiento.
Las extorsiones, las violencias, las violaciones de mujeres, ls tiranas
y vejaciones de toda especie que los franceses ejercan sobre los sicilia-
nos, tenan de tal manera exasperado el pueblo, que pesar del inmenso
podero del rey Carlos de Anjou se tema ya de un momento otro una
explosin: y las excitaciones de Juan de Prcida que haba andado reco-
rriendo el reino disfrazado de fraile franciscano no haban sido tampoco
infructuosas. Se prevea el estallido de tanto odio y por tanto tiempo con-
centrado, mas no era fcil determinar la poca en que habra de reventar.
Cuando de tal manera estn preparados los combustibles, pequeas chis-
pas bastan producir incendios espantosos. El lunes de la pascua de
Eesurreccin del ao 1282 (30 d marzo) los ciudadanos de Palermo con-
curran, segn antigua costumbre, las vsperas del da la pequea
iglesia del Espritu Santo que est fuera de la ciudad orillas del ria-
chuelo llamado Oreto. Una ordenanza real prohiba el uso de armas los
sicilianos, y el gobernador Justicier de aquel distrito Juan de San Re-
migio haba mandado hacer visitas domiciliarias. Cuando la gente de Pa-
lermo iba las vsperas del segundo da de pascua, una hermosa joven
llam la atencin de un grupo de soldados provenzales, y el ms osado sin
duda de ellos, llamado Drouet, se acerc la bella palermitana (1), y con
pretexto de sospechar que llevaba armas debajo de su vestido propasse
lo que la honestidad y el pudor no podan permitir. La joven se desma-
y. Levantse un grito de indignacin general; un joven siciliano se arroj
sobre el lascivo francs, le arranc la espada y le atraves con ella de
parte parte cayendo muerto en el acto. Ya no se oy otra voz que la
de /mueran los franceses/ mezcladas con el sonido de las campanas de
Sancti-Spiritus que seguan llamando losfieles vsperas (2). La tumul-
tuada muchedumbre se dirigi la ciudad, instantneamente toda la
poblacin de Palermo se alz en masa buscando franceses que matar. El
pueblo con rabioso frenes corra por calles y por plazas, penetraba en los
cuarteles, en las casas, en los templos y monasterios, doquiera que se hu-
bieran refugiado franceses, matando, degollando, haciendo correr la san-
gre torrentes, no ya slo de los soldados, sino de todo lo que fuera
francs, y no perdonando ni las mujeres sicilianas que hubieran tenido
comercio con ellos, llegando el furor popular al extremo horrible de abrir
tar la isla y acabar con todos sus habitantes. Luego pens en reconquistar
el reino perdido, y el que antes se contemplaba el soberano ms poderoso
de Europa y pensaba en apoderarse del imperio griego, peda ahora auxi-
lios de toda clase Roma, Francia, Pro venza, y con gente de todas
estas naciones y con las fuerzas de aples, de Lombarda y Toscana, de
Genova y Pisa, y armado de una bula del papa Martn IV en que prohi-
ba todos los prncipes y seores, eclesisticos y legos, favorecer la revo-
lucin siciliana bajo las penas temporales y espirituales ms severas,
procedi la recuperacin de Mesina presentndose con una formidable
armada y con un ejrcito de setenta mil infantes y quince mil caballos.
Asombrados los mesineses la vista de tan poderoso enemigo, enviaron
mensajes Carlos ofreciendo entregarle la ciudad siempre que les diera
seguridad -para sus personas y les prometiera olvido y perdn de lo pasa-
do. Rechaz el de Anjou con soberbia la proposicin, no respirando sino
venganza y exterminio; y por ltimo, exigi que pusieran su disposicin
ochocientas cabezas escogidas por l para que sirviesen de ejemplar cas-
tigo de la rebelin. Perdile su orgullo, pues recobrada Mesina, hubiera
podido rescatar todo el reino; pero semejante propuesta indign los
mesineses en trminos que juraron todos una voz vender caras sus vidas
y perecer hasta el ltimo habitante antes que sucumbir tan ignominiosa
demanda. Con esta resolucin, hombres y mujeres, nios y ancianos, todo
el mundo se puso trabajar de da y de noche para la defensa de la ciu-
dad, y en tres das y como por milagro se vi levantada una muralla (1).
Faltndoles armas y material de que hacerlas, pusieron fuego setenta
galeras qufi se hallaban en el puerto y que el mismo Carlos tena prepara-
das para su proyectada expedicin contra el imperio griego, y del hierro
que sacaron de entre sus cenizas fabricaron armas para su defensa. Con
esto se pusieron ya en aptitud de resistir los reiterados ataques de los
franceses
Mientras esto pasaba en Sicilia, el rey don Pedro de Aragn, despus
de despedirse de la reina y de dar la bendicin los infantes sus hijos,
hzose la vela con prspero viento (3 de junio), y haciendo escala en
Mahn, arrib con su escuadra al puerto de Alcoll en la costa de Berbera
entre Buga y Bona. Mand desde luego que las compaas de almogva-
res, de que llevaba gran nmero, se apostaran en los montes de Constan-
tina, y repartiendo aquellos soldados entre los ricos-hombres y caballeros
del ejrcito, seal los das en que alternativamente haban de hacer con
ellos sus incursiones en las tierras africanas. Muchas poblaciones las ha-
llaban yermas: conocase que haban sido reciente y apresuradamente
abandonadas, porque aun encontraban en ellas mantenimientos de que
se aprovechaban los cristianos. Supnese que un sarraceno de Consanti-
(1) J u a n V i l l a n i nos h a conservado una c a n c i n de aquel t i e m p o en que se p i n t a
la actividad con que las damas de Mesina se empleaban en los trabajos materiales de la
muralla:
D e h ! come g l i e gran pietate
Delle donne d i Messina,
Veghendole scapigliate
Portare pietra e calcina...!
TOMO I V 12
174 H I S T O R I A D E ESPAA
(1) G a s c u a de les galeres del rey d'Arago ne reraolcava h u n a dos de les galeros
de aquelles que havien preses, ab la popa p r i m e r a . E a x i remolcant entraren a l p o r t
EDAD MEDIA 177
(1) Probado e s t esto con el testimonio de los autores menos sospechosos, uno de
ellos el secretario m i s m o del papa M a r t n I V , escritor gelfo, y como t a l nada favora-
ble a l rey de A r a g n , que expresa todas las circunstancias que llevamos referidas. Saba
Malasp. c o n t i n . p g s . 399 y 4 0 0 . Y el monje Ptolomeo de L u c a dice que el rey de
Francia lleg BuT-deos con diez m i l hombres. Eomey cita sus propias palabras, en el
t o m o V I I , p g . 215.
184 H I S T O R I A D E ESPAA
hasta seis mil de entre una y otra armada, y que quedaron prisioneros ocho
mil angevinos con cuarenta y cinco de sus galeras. Sabida en peles
esta derrota^, alborotse el pueblo gritando: Muera Carlos! Viva Boger
de Lauriaf y por espacio de dos das se entreg saquear las casas de
los franceses; mas la nobleza se mostr contraria al movimiento popu-
lar, y qued e'ste por entonces sofocado. Cuando el viejo Carlos de Anjou
supo el desastre de su hijo y la actitud del pueblo napolitano, parti
furioso peles, arrib su golfo y en su ciega clera quera poner
fuego la ciudad. Un tanto templado por la intercesin de los nobles y
del delegado del papa, expidi un edicto de perdn; pero edicto de per-
dn, que no crey infringir ahorcando ms de ciento y cincuenta napo-
litanos.
De todas partes llegaban Carlos noticias funestas. Roger de Lauria
enseoreaba aquellos mares (1), y las poblaciones de ambas Calabrias se
levantaban sacudiendo la dominacin del rey de peles y enarbolando
la bandera de Sicilia. Tan repetidos desastres y disgustos traan Carlos
devorado de pesadumbre y consumido de enojo y de melancola, y pas
el resto del ao sufriendo padecimientos de cuerpo y de espritu, que al
fin le ocasionaron la muerte, sucumbiendo en Foggia los principios de
1285 (7 de enero), con tanto sentimiento de los Gelfos como satisfaccin
de los Gibelinos, la edad de G5 aos. Carlos de Anjou. gobernando con
ms equidad, hubiera podido ser el soberano ms poderoso de Europa,
seor de toda Italia, y acaso del imperio de Oriente: su tirnica domina-
cin le hizo perder la Sicilia, apenas le obedeca ya peles, y con toda
la proteccin de Roma y de Francia muri sin gloria y sin poder, desaira-
do y consumido de amargos pesares. A poco tiempo le sigui al sepulcro
(29 de marzo) su decidido patrono el papa Martn IV, el gran enemigo y
perseguidor de Pedro de Aragn. Este pontfice, perseverante en disponer
de la corona siciliana, haba nombrado regente del reino por muerte de
Carlos Roberto, conde de Artois, hasta que el prncipe de Salerno, hijo
y heredero de Carlos, prisionero en Mesina, recobrara su libertad. No
pensaban as respecto este ilustre prisionero las poblaciones sicilianas,
que todas pedan fuese condenado muerte en expiacin de la sangre de
Conradino, injustamente derramada en un cadalso por su padre. En efec-
to, Carlos el Cojo fu sentenciado pena capital, y habale sido ya inti-
mada la sentencia, que haba de ejecutarse un viernes. Pero la reina doa
Constanza de Aragn y de Sicilia, impulsada de un sentimiento generoso,
no permita Dios, dijo, que el d a que fu de clemencia y de misericordia
para el gnero humano (aludiendo la muerte del Redentor), le convier-
ta yo en d a de clera y de venganza. Hagamos ver que si Conradino
cay en manos de brbaros, el hijo de su verdugo ha cado en manos
ms cristianas: que viva este desgraciado, puesto que l no ha sido tam-
poco el culpable Suspendise, pues, la ejecucin del prncipe de Saler-
no, quien reclamaba el rey don Pedro desde Catalua; pero fu retenido
all, por temor de aventurar su persona que tanto importaba para la con-
servacin de la isla (I).
Dejamos indicado que las cosas del reino de Aragn despus del desa-
fo de Burdeos haban llevado para el rey don Pedro harto ms desfavo-
rable rumbo que las de Sicilia, y as fu. Despus de aquel suceso, el
sobrino de Carlos de Anjou, Felipe el Atrevido, rey de Francia, que do-
minaba tambin entonces en Navarra, ya no tuvo consideracin alguna
con el aragons y di orden las tropas francesas para que en unin con
los navarros entraran por las fronteras de Aragn, y en su virtud se apo-
deraron de algunos lugares y fortalezas de este reino. Era la Francia ya
una nacin poderosa, y el rey don Pedro, para conjurar esta tormenta,
busc la alianza de Eduardo de Inglaterra por medio del matrimonio de
su hijo y heredero don Alfonso con la princesa Leonor, hija del monarca
britnico. Aceptado estaba ya el consorcio y la alianza por . parte del in-
gls, cuando el papa Martn IV, enemigo irreconciliable del de Aragn,
expidi una bula oponindose enrgicamente este enlace y declarndole
ilcito y nulo por el parentesco en cuarto grado que entre, los dos prnci-
pes mediaba (julio, 1283). y el matrimonio qued suspendido. Esto no fu
sino el anuncio de las primeras adversidades que se preparaban contra el
monarca de Aragn
Para proveer las cosas de la guerra de Francia haba convocado
cortes generales de aragoneses en Tarazona. Aqu comenzaron para el rey
don Pedro las grandes borrascas que dieron nueva celebridad este rei
nado sobre la que ya le haba dado la ruidosa conquista de Sicilia. Dola-
les los aragoneses verse privados de los divinos oficios y de los sacra-
mentos y bienes de la Iglesia por las terribles censuras que por sentencia
pontificia pesaban sobre todo un reino que ninguno ceda en religiosi-
dad y en fe. Veanse amenazados de una guerra temible por parte de un
monarca vecino que tena fama de muy poderoso, y contaba con la pro-
teccin decidida de Roma y dominaba en Navarra.
Sentan ver distradas las fuerzas de mar y tierra del reino en la gue-
rra de Calabria y de Sicilia, y muchos ni halagaba ni seduca la pose-
sin de un reino lejano, que costara trabajos y sacrificios conservar, y
que por de pronto haba dado ocasin llevarles la guerra su propia
casa. Disgustbales la poltica reservada y misteriosa del rey, que por s
y secretamente acometa empresas grandes, acostumbrados como estaban
que los reyes sus mayores no emprendieran cosa ni negocio alguno sin
el consejo de sus ricos-hombres y barones. Tenan por cierto que se pensa-
ba en imponerles para las atenciones de la guerra el tributo del bovage, el
de la quinta del ganado, y otras cargas imposiciones que ya anterior-
mente se haban opuesto. Quejbanse por ltimo de agravios hechos por
el rey sus fueros, franquicias y libertades. Mostrbase en esto unnime
la opinin; y ricos-hombres, infanzones, caballeros, procuradores y pueblo
todos pensaban de la misma manera. Todas estas quejas las expusieron
en las cortes de Tarazona (1283), pidiendo que ni en la guerra con Fran-
cia ni en otra alguna se procediese sin consulta y acuerdo de los ricos-
cin de edad ni sexo pasados cuchillo, sin que les valieran los lugares
ms sagrados (25 de mayo); ejecucin horrible, que por desgracia con-
tribuyeron las exhortaciones fogosas del cardenal legado, que no cesaba
de predicar que aquellas gentes haban menospreciado las rdenes de la
santa madre Iglesia, y eran auxiliares de un hombre excomulgado
impo (1). Fuese despus de esto derramando el ejrcito por todo el con-
dado, y dudando el rey de Francia por dnde hara su entrada en Catalu-
a, resolvi al fin (4 de junio) tentar el paso por el collado de las Panizas,
montaa situada sobre el puerto de Rosas y Castelln de Ampurias.
Don Pedro de Aragn, despus de haber tomado cuantas medidas
pudo para la defensa de las fronteras de Navarra, por donde en un prin-
cipio crey iba acometer su reino el hijo mayor del monarca francs,
sabiendo luego que todo el ejrcito enemigo se encaminaba Catalua,
hizo un llamamiento general todos los barones y caballeros catalanes y
aragoneses para que acudiesen la comn defensa y fuesen al condado
de Ampurias donde le encontraran. Apel tambin en demanda de soco-
rro al rey don Sancho de Castilla, recordndole el deudo que los ligaba
y el compromiso y pacto de la amistad y alianza de Siria. Pero el caste-
llano, que ya haba sido requerido antes por el de Francia y en nombre
de la Iglesia para que no favoreciese en aquella guerra al de Aragn, ex-
cusse dando por motivo que necesitaba su gente para acudir la Anda-
luca que el rey de Marruecos tena amenazada. Los barones y ciudades
de Catalua y Aragn tampoco respondieron al llamamiento, y desampa-
rado de todo el mundo el rey don Pedro, con solos algunos barones cata-
lanes y algunas compaas del Ampurdn, sin abatirse su nimo, confiado
en Dios, en su propio valor, en la justicia de su causa, en que sus vasallos
volveran en s y le ayudaran, march resueltamente al Pirineo, decidido
disputar en las crestas de aquellas montaas y con aquel puado de
hombres el paso de su reino al ejrcito ms formidable que en aquellas
regiones desde los tiempos de Carlomagno se haba visto. Don Pedro re-
parte sus escassimas fuerzas por las cumbres ms enriscadas de las sie-
rras de Panizas y del Perts y otros vecinos cerros; manda encender
hogueras doquiera hubiese un solo montas de los suyos para que apa-
reciese que estaban todos los collados coronados de tropas; hace obstruir
con peascos y troncos de rboles la nica angosta vereda por donde po-
dan subir los hombres, y por espacio de tres semanas el rey de Aragn
casi solo defendi la entrada de su reino contra las innumerables huestes
del rey de Francia recogidas de casi todas las naciones de Europa en
nombre del jefe de la Iglesia,
Un da el legado del papa, despus de haber manifestado al monarca
francs su admiracin y su impaciencia por aquella especie de tmida in-
accin en que le vea, envi un mensaje al aragons requirindole que
dejase el paso desembarazado y entregase el seoro que la Iglesia haba
dado Carlos de Francia, rey de Aragn. Fcil cosa es, respondi muy
dignamente el rey don Pedro, dar y aceptar reinos que nada han costa-
do; mas como mis abuelos los ganaron costa de su sangre, tened enten-
dido que el que los quiera los habr de comprar al mismo precio (1).
Entretanto el infante don Alfonso trabajaba activamente en Catalua ex-
citando la gente del pas que acudiese la defensa de la tierra, y al
toque de rebato somatn concurran los catalanes armados, segn usaje,
y cada da iba el rey recibiendo socorros y refuerzos de esta gente as
allegada, con la cual y con los terribles almogvares, tan giles y tan
prcticos en la guerra de montaa, hizo no poco dao al ejrcito enemigo
hasta en sus propios reales. Cuando ocurra alguna de estas rpidas
.impetuosas acometidas, el primognito del monarca francs, que siempre
haba mirado con disgusto la investidura del reino de Aragn dada su
hermano, quien llamaba Bey del chapeo, sola decirle Carlos: Y bien,
hermano querido; ya ves cmo te tratan los habitantes de tu nuevo rei-
no: fe que te hacen una bella acogida! Y desde aquellos mismos ris-
cos y encumbrados recuestos no dejaba el rey de Aragn de atender los
negocios y necesidades de otros puntos del reino, ya dando rdenes para
la conveniente guarda de la frontera navarra, ya excitando el celo patri-
tico de los ricos-hombres, caballeros y universidades, ya mandando armar
galeras y que viniesen otras de Sicilia para proveer por mar lo que ocu-
rriese, dando el gobierno de ellas los diestros almirantes Ramn Mar-
quet y Berenguer Mayol, ya haciendo l mismo excursiones arrojadas en
que alguna vez se vi en inmediato peligro de caer en una asechanza y
perder la vida, y lo que es ms singular y extrao, bajo el pabelln de
aquel rstico campamento reciba los embajadores del rey musulmn
de Tnez Abu-Hoffs, y rmaba con ellos un tratado de comercio mutuo
por quince aos, en que adems se obligaba el sarraceno pagarle el tri-
buto que antes satisfaca los reyes de Sicilia, con todos los atrasos que
desde antes de las Vsperas Sicilianas deba Carlos de Anjou, cuyo pacto
prometi el rey de Aragn que sera ratificado por la reina su esposa y
por su hijo don Jaime, heredero del trono de Sicilia (2).
Desesperados andaban ya el monarca francs y el legado pontificio, y
descontentas y desalentadas sus tropas, sin saber unos y otros qu partido
tomar, cuando se present el abad del monasterio de Argelz, que otros
dicen de San Pedro de Rosas, enviado por el rey de Mallorca al de Fran-
cia, dndole noticia de un sitio poco defendido y guardado por los arago-
neses, y en que fcilmente se poda abrir un camino para el paso del ejr-
cito. Era el llamado Coll, Collado de la Manzana. Hzole reconocer el
francs, y enviando luego mil hombres de caballo, dos mil de pie, y
toda la gente del campamento que llevaba hachas, palas, picos y azado-
nes, trabajaron con tal ahinco bajo la direccin del abad y de otros mon-
jes sus compaeros, que en cuatro das qued abierto un camino por el
que podan pasar hasta carros cargados. Penetr, pues, el grande ejrcito
de los cruzados por este sitio en el Ampurdn (del 20 al 23 de junio). Co-
noca el rey don Pedro el mal efecto y desnimo que este suceso poda
antes haban perdido, de modo que pareca que Dios Nuestro Seor des-
cargaba sobre ellos toda la justicia del cielo; porque unos de las heridas
que llevaban, otros de epidemia, y otros de hambre, murieron tantos en
los mencionados lugares, que desde Narbona hasta Boulou todo el camino
estaba cubierto de cadveres. As pagaron los franceses los males y per-
juicios que causaron al noble rey de Aragn. De esta manera, dice un
moderno historiador francs, rindi el ltimo suspiro el hijo de San Luis,
al volver de su loca cruzada de Catalua. Ningn hecho famoso haba
sealado su vida, y muri sin gloria, huyendo de un pas que haba ido
atacar con una vana jactancia, y cuya conquista se haba lisonjeado de
hacer en menos de dos meses (1).
Regresado que hubo el rey don Pedro de las cumbres del Pirineo lo
llano del Ampurdn, furonsele rindiendo los lugares y castillos en que
haba quedado alguna guarnicin francesa; y el mismo senescal de Tolo-
sa, perdida toda esperanza de ser socorrido^ y pasados veinte das de plazo
que pidi para entregar la plaza de Gerona que tan escaso tiempo haba
estado en su poder, evacu con sus tropas la' ciudad y fuese Francia.
Echados tambin los franceses de Catalua, todo el afn del monarca ara-
gons fu tomar venganza y castigo de su hermano don Jaime de Mallor-
ca, quien no sin razn culpaba de haber sido el principal instrumento
y causa de la entrada de los enemigos, que hubiera podido impedirse si
los dos monarcas hermanos juntos y de concierto les hubieran disputado
el paso del Eoselln. Con aquel propsito di orden doscientos caballe-
ros catalanes y aragoneses para que estuviesen prontos y armados, y al
almirante Roger de Lauria para que tuviese aparejada su flota, con la
cual haba de apoderarse de las Islas Baleares qne constituan el reino de
su hermano. Pero Dios no permiti al rey de Aragn acabar esta empre-
sa y quiso que sobreviviera poco su vencido rival el de Francia. A las
cuatro leguas de Barcelona, de donde haba partido el 26 de octubre, y
camino de Tarragona, le acometi una violenta fiebre que le oblig de-
tenerse en el hospital de Cervelln, desde cuyo punto fu trasportado en
hombros con gran trabajo y fatiga Villafranca del Panads. Aqu acab
de postrarle el mal, y l mismo conoci que era peligrosa y mortal la do-
lencia. Como en tal estado hubiese acudido verle su hijo don Alfonso:
Vete, le dijo, conquistar Mallorca, que es lo ms urgente; t no eres
mdico, que puedas serme til la cabecera de mi lecho, y Dios har de
m lo que sea su voluntad. Y llamando seguidamente los prelados de
Tarragona, Valencia y Huesca con otros varones religiosos, as como
los ricos-hombres y caballeros que all haba, presencia de todos decla-
r que no haba hecho la ocupacin de Sicilia en desacato y ofensa de la
Iglesia, sino en virtud del derecho que ella tenan sus hijos, por cuya
razn el papa en sus sentencias de excomunin y privacin de reinos ha-
ba procedido contra l injustamente. Pero que reconociendo como fiel
y catlico que las sentencias de la Iglesia, justas injustas, se deban
temer, peda la absolucin de las censuras al arzobispo de Tarragona, pro-
metiendo estar lo que sobre aquel hecho determinara la Sede Apostli-
(3) T u v o el rey don Pedro, d e m s de los cuatro hijos l e g t i m o s , dos hijas, Isabel
y V i o l a n t e ; l a p r i m e r a c a s con el rey don D i o n s de Portugal, la segunda con Eoberto
de a p l e s . F u e r a de m a t r i m o n i o t u v o de una s e o r a llamada d o a M a r a , Jaime
P r e z , J u a n y Beatriz; de otra llamada d o a I n s Zapata, t u v o Fernando, Pedro,
Sancho y Teresa: algunos le d a n otra hija bastarda llamada Blanca.Bofarull, Condes,
tomo I I , p g . 246.
202 H I S T O R I A D E ESPAA
De 1284 1295
(1) Llegle mandado a l rey, dice la C r n i c a , en como este abad don G m e z Gar-
ca finara en Toledo, y p l g o l e ende m u c h o . Y a u n fu m a r a v i l l a que buscara u n
cargo m o t i v o legal para perder a l desdichado abad, porque l a manera r p i d a y brusca
con que sola d o n Sancho hacer j u s t i c i a por su p r o p i a m a n o , c o r r e s p o n d a bien a l
sobrenombre de B r a v o con que le designa su historia. Como u n d a u n caballero de
A s t u r i a s hubiese proferido su presencia palabras que o f e n d a n uno de sus merinos,
t o m el rey u n palo uno de ios monteros que con l estaban, y d e s c a r g l e con t a l
furia sobre el caballero asturiano, que le d e r r i b casi m u e r t o sus pies. A s , dice l a
C r n i c a , e s c a r m e n t a r o n en t a l manera todos, que de all adelante no If a t r e v i n i n -
guno embargar la j u s t i c i a los sus m e r i n o s . C r n . de don Sancho el Bi%vo, cap. ni.
Habiendo sabido que d o a Blanca de Molina, hermana de l a reina, trataba de casar
su hija Isabel con el rey de A r a g n , m a n d encerrar d o a Blanca en el a l c z a r de
Segovia, hasta que pusiese en su poder su hija, y pudiera l casarla dentro del reino,
para que no pasara el s e o r o de M o l i n a A r a g n . De este modo h a c a j u s t i c i a don
Sancho el Bravo. I b i d .
SEPULCRO DE PEDRO III DE ARAGN EN E L MONASTERIO DE SANTAS CREUS
(COPIA DIRECTA DE UNA FOTOGRAFA)
EDAD MEDIA 209
que muchos grandes decan haber sufrido en sus seoros y de que culpa-
ban don Lope, y la envidia con que se vea su privanza, todo esto pro-
dujo alteraciones y alzamientos de parte de los ricos-hombres y seores,
quienes alentaba y capitaneaba el infante don Juan, que desde la villa de
Valencia en el reino de Len (la cual desde entonces tom el nombre
de Valencia de don Juan que hoy conserva) se mantena en una actitud de
casi abierta hostilidad al rey. Dirigase un da don Sancho Astorga
asistir la misa nueva del prelado, cuando en el puente de Orbigo se vio
asaltado por los ricos-hombres y caballeros de Len y Galicia, acaudilla-
dos por el infante don Juan, el cual, nombre de todos, le pidi que all
mismo los desagraviase. Contestle el rey que al da siguiente se veran
en Astorga y trataran. En efecto, al otro da, que lo era de San Juan (1287),
presentronse los tumultuados la puerta de la ciudad, tan amenazado-
res y exigentes, que hallndose el rey en la iglesia, puesta la corona y las
vestiduras reales, y el obispo revestido de pontifical, fu menester que el
prelado con el mismo ropaje sagrado que vesta para la misa saliera
decir los ricos-hombres que el rey satisfara su demanda tan luego
como llegase el conde don Lope quien esperaba, y as aconteci ms
adelante, convencido don Sancho de que los desagravios que los deman-
dantes pedan eran justos.
Hzole esto al rey volver en s, y conocer los peligros del desmedido
poder que haba dado al seor de Vizcaya. En este sentido le habl tam-
bin el rey don Dions de Portugal en una entrevista que con l tuvo en
Toro para tratar cosas concernientes ambos reinos. Iguales avisos le di
el obispo de Astorga, el cual, mejor que otro alguno, haba experimentado
hasta dnde rayaba el orgullo y la osada del conde, puesto que con mo-
tivo de una cuestin en que andaban desacordes el conde y el prelado,
buscle don Lope en su propia casa, y despus de haberle dirigido todo
gnero de denuestos, maravillme, aadi, cmo no os saco el alma
estocadas. Y hubiera hecho ms con el obispo, dice la crnica, si no se
hubieran interpuesto dos ricos-hombres que con don Lope iban (1). Todo
esto hizo pensar al rey en sacudir el yugo de un vasallo tan orgulloso, y
cuyas intenciones iban tan lejos, que la misma sucesin la corona peli-
graba si siguiese adelante la prepotencia del de Haro. Pero el miedo que
el rey tena ya al mismo quien tanto haba engrandecido, hzole proce-
der con mucha cautela y disimulo, aguardando ocasin oportuna para
deshacerse del poderoso magnate, dispensndole entretanto las mismas
consideraciones que antes y las mismas demostraciones de especial y dis-
tinguido aprecio.
Las cortes celebradas en Toro aquel mismo ao (1287), y que hizo
asistiesen el infante don Juan y el conde don Lope, le abrieron el camino
para su plan ulterior. Los reyes de Aragn y de Francia, prosiguiendo en
sus antiguas querellas, solicitaban ambos la alianza de Castilla. El rey
pidi consejo los ricos-hombres y prelados de las cortes sobre cul de
las dos avenencias le convendra preferir. Don Lope y don Juan le acon-
sejaron se decidiera por el de Aragn; la reina, el arzobispo de Toledo y
^Z/owso V I I I
Alfonso I X
I8fi S8
Fernando I I I
SELLOS DE LOS REYES DE CASTILLA Y LEN
Fernando I I I
Alfonso X
vi;
g'J gocoi
vela; y aunque el intento era cercar Algeciras, el rey, por consejo de los
jefes y capitanes, decidi poner sitio Tarifa, plaza ms fronteriza de
frica, y que dominaba mejor el estrecho. Combatironla, pues, los cas-
tellanos por mar y tierra tan fuertemente, que el 21 de diciembre (1292)
cay en su poder tomada viva fuerza. Dej en ella una fuerte guarnicin,
y encomend su gobierno don Rodrigo Prez Ponce, maestre de Calatra-
va, quien se oblig pagar para los gastos del sostenimiento dos millones
de maraveds por ao, cantidad para aquel tiempo exorbitante, y l re-
gres Sevilla bastante enfermo de las fatigas que haba sufrido en el
sitio.
Sin embargo, el maestre de Calatrava slo tuvo el gobierno de Tarifa
hasta la primavera del ao siguiente, que un ilustre caballero castellano
ofreci al rey defenderla por la suma anual de seiscientos mil maraveds.
El rey acept la proposicin, y el maestre de Calatrava fu reemplazado
por Alfonso Prez de Guzmn el Bueno, seor de Niebla y de Nebrija,
que habiendo estado antes al servicio del rey de Marruecos asistindole
en las guerras contra otros prncipes africanos, segn en otra parte hemos
tenido ya ocasin de indicar, haba adquirido en Africa una inmensa for-
tuna, con la cual haba comprado en Andaluca grandes territorios, y
unido esto al seoro de Sanlcar de Barrameda, heredad de sus padres,
le haca uno de los ms opulentos y poderosos seores de la tierra.
Un ao trascurri sin guerra formal por aquella parte, en cuyo tiempo
no faltaron Sancho de Castilla asuntos graves en que ocuparse dentro
de su propio reino. Habindole encomendado el monarca francs la deli-
cada misin de procurar un concierto entre su hermano Carlos de Valois
y el rey don Jaime de Aragn, bajo la base de que si el'aragons renun-
ciaba lo de Sicilia volvindolo la Iglesia, el de Valois renunciara tam-
bin la investidura del reino de Aragn que el papa le haba dado, habl
primeramente don Sancho con su to don Jaime en Cuadalajara, y no fu
poco lograr el reducir los dos prncipes contendientes celebrar con l
una entrevista en Logroo, y tratar all personalmente entre los tres los
pleitos y diferencias que sobre derechos y posesin de reinos entre s
traan. Tvose en efecto la reunin en Logroo (1293), mas como no se
concertasen el de Francia y el de Aragn en lo relativo Sicilia, partironse
desavenidos, quedndole al castellano el sentimiento de ver frustrada su
mediacin, aunque con la satisfaccin de haber hecho lo que estaba de
su parte para traerlos trminos de concordia. Otro mayor disgusto tuvo
en este tiempo don Sancho, y fu que su hermano el infante don Juan,
quien acababa de sacar de su prisin, pero quien se conoce no agrada-
ban ni la fidelidad ni el reposo, habase alzado de nuevo contra su her-
mano, moviendo asonadas en unin con don Juan Nez el Mozo, el hijo
del otro don Juan Nez que se haba retirado Francia. Perseguidos
activamente, y acosados por el rey los dos rebeldes, el Nez implor la
indulgencia del monarca, y vinindose l le jur que le servira fielmen-
te, y as lo hizo: el infante se refugi Portugal desde donde haca su
hermano don Sancho cuanto dao poda. Con estas nuevas el inquieto
don Juan Nez el Viejo vnose otra vez de Francia Castilla, y ponin-
dose al servicio del rey emprendi, en unin con sus dos hijos don Juan
220 H I S T O R I A D E ESPAA
y don uo, una guerra viva contra el infante, cuyos pormenores y vici-
situdes es innecesario nuestro intento referir. Lo importante fu que
habiendo reclamado el rey de Castilla del de Portugal la expulsin de
sus tierras del turbulento infante en conformidad los tratados que en-
tre ellos mediaban, sali el revoltoso don Juan de aquel reino para el de
frica con el intento que vamos ver.
Tan luego como el rebelde infante castellano lleg Tnger, ofreci al
rey Yussuf de Marruecos, que se hallaba en Fez, que si pona su dispo-
sicin algunas tropas recobrara para l Tarifa, arrancndola del poder
de su hermano, El emir orden sus caudillos que le acompaaran con
cinco mil zenetas de caballera, con cuya hueste y con las tropas que de
Algeciras le dieron, puso el infante don Juan su campo delante de Tarifa,
y comenz batir sus muros con toda clase de mquinas ingenios que
entonces se usaban. Defenda la plaza con valor y con inteligencia Alfonso
Prez de Guzmn. Apurado el prncipe Juan, dice el historiador arbigo,
por no poder cumplir la palabra que haba dado al rey, acord de probar
por otra va lo que por fuerza no era posible. El recurso que apel don
Juan haba de dejar memoria perpetua en los siglos por el rasgo de gran-
deza y de patriotismo que di ocasin. Tena el infante en su poder un
tierno mancebo, hijo de don Alfonso de Guzmn, al cual coloc frente
la muralla de Tarifa, y envi decir Guzmn que si no le entregaba la
plaza poda ver desde el muro el sacrificio que estaba resuelto hacer de
su hijo. Lejos de doblegarse por eso el nimo heroico de Guzmn, antes
querr, contest, que me matis ese hijo, y otros cinco si los tuviese, que
daros una villa que tengo por el rey (1). Y arrojando desde el adarve al
campo su propio cuchillo, se retir. El infante don Juan (indigna y co-
barde accin que nos duele tener que referir de un prncipe castellano!)
degoll al tierno hijo de Alfonso con el cuchillo de su mismo padre, y
llevando ms all su ruda barbarie, hizo arrojar la cabeza la plaza con
una catapulta para que su padre la viese. Barbarie intil, puesto que
lejos de consternar Alfonso la vista de la sangrienta prenda, le anim
defender con ms bravura la plaza, tanto que al fin el prncipe cristiano
y sus auxiliares musulmanes tuvieron que abandonar el cerco y reti-
rarse vergonzosamente Algeciras (2). Este rasgo de inaudita y ruda he-
roicidad vali Alfonso el renombre con que le conoce la posteridad de
Guzmn el Bueno {12$i).
Viendo el rey de los Beni-Merines que perdida Tarifa no podra con-
servar Algeciras contra las fuerzas y el poder naval de don Sancho, pre-
firi drsela al rey de Granada por una cantidad de mitcales de oro, fin
de que no saliese del dominio de los musulmanes, y en su virtud se pose-
sion de ella Mohammed de Granada, quedando de este modo los africa-
nos sin una sola posesin en la pennsula espaola, y Abu Yacub, dice
su historia, cuid de sus cosas de frica, sin pensar ms en Andaluca.
(1) D i j o (son las palabras de l a C r n i c a ) que antes q u e r a que le matasen aquel
hijo y otros cinco s i los toviese que n o n darle l a v i l l a del rey su seor de que le hiciera
omenage. Cap. x.
(2) Los r a b e s de Conde consignan t a m b i n este hecho glorioso del c l e b r e Guz-
m n . P a r t . IV, cap. xm.
EDAD MEDIA 221
Las vicisitudes de la suerte trajeron otra vez por este tiempo Castilla
al infante don Enrique, hijo de San Fernando y to del rey, aquel prncipe
valeroso y aventurero, que despus de haber estado- en Tnez y peleado
en Sicilia en favor de Conradino, haba sido encerrado en una prisin por
Carlos de Anjou en la Pulla, y quien al cabo de veintisis aos (1) aca-
baba de poner en libertad en virtud de un tratado el rey Carlos el Cojo.
Recibilo don Sancho muy bien, y seal grandes heredades y tierras
para su mantenimiento. Este prncipe despus de tantas aventuras por
extraos reinos estaba destinado todava causar no pocas perturbacio-
nes y correr nuevos azares en Espaa. Don Sancho le llev consigo, jun-
tamente con los hijos de don Juan Nez, la ltima de sus expediciones
blicas, cuyo objeto fu acabar de expulsar de Vizcaya al rebelde don
Diego Lpez de Haro, que aun andaba revolviendo el pas.
Habasele ido agravando don Sancho la enfermedad que contrajo en
el sitio de Tarifa, y como se aproximase el invierno (1294), vnose para
Alcal de Henares, donde quiso prevenirse para el caso de muerte que
no vea lejana, otorgando su testamento ante el arzobispo de Toledo y
otros prelados, su to el infante don Enrique y muchos ricos-hombres y
maestres de las rdenes militares. En l sealaba por heredero del trono
su primognito don Fernando, y atendida su corta edad, que era de
nueve aos solamente, nombraba tutora del rey y gobernadora del reino
hasta la mayora del prncipe la reina doa Mara de Molina, seora de
gran prudencia y entendimiento. A don Juan Nez le recomend mucho
que no abandonara nunca al prncipe su hijo hasta que tuviese barbas,
segn expresin de la crnica, y l lo ofreci as bajo juramento. Hzose
luego trasladar Madrid, y de aqu fu llevado en hombros humanos
Toledo, donde al cabo de un mes (abril de 1295), recibidos con cristiana
devocin todos los sacramentos de la Iglesia, expir poco ms de la
media noche del 25 de abril los treinta y seis aos de edad no cumpli-
dos y los once de su reinado (2). Disele sepultura en la catedral de
Toledo en una tumba que l mismo se haba hecho erigir cerca de la de
Alfonso VIL
TOMO IV 15
222 HISTORIA D E ESPAA
CAPITULO V
ALFONSO I I I (EL FRANCO) EN ARAGN
De 1285 1291
nos del prncipe. Y como llegase all tal tiempo la noticia del falleci-
miento de don Pedro de Aragn su padre (1285), tom el infante don
Alfonso ttulo de rey de Aragn, de Mallorca y de Valencia, y conde de
Barcelona, segn que su padre lo dejaba ordenado en el testamento, y
segn que en las cortes del reino haba sido ya reconocido y jurado como
prncipe heredero y sucesor inmediato; con nombre, pues, de rey escribi
ya las cortes aragonesas reunidas en Zaragoza, avisando la reduccin
de la isla. Ofendi los ricos-hombres, mesnaderos y caballeros de la
Unin que se intitulase rey y procediese hacer donaciones y mercedes
antes de haber prestado el juramento de guardar los fueros, privilegios y
franquicias del reino, y acordaron (enero, 1286) enviarle un mensaje re-
quirie'ndole que viniese luego Zaragoza otorgar y jurar los fueros, usos
y costumbres de Aragn, y recibir la corona y la espada de caballero,
y que entretanto y hasta que esto se cumpliese se abstuviera de llamarse
rey de Aragn y de obrar como tal. Mas para que no tuviese por desacato
el no darle por escrito el ttulo de rey, tomaron el partido de que los
mensajeros fuesen sin cartas y le explicasen slo de palabra el objeto de
su misin.
Mientras esto se trataba, don Alfonso, sometida tambin la isla de
Ibiza y despus de haber enviado al almirante Roger de Lauria Sicilia
para asegurar su hermano don Jaime que le sostendra y valdra con
todas sus fuerzas en la posesin de aquel reino, habase embarcado ya
para el suyo de Valencia. Encontrronle en Murviedro los mensajeros de
la Unin, y expuesto all el objeto de su viaje, respondi don Alfonso con
gran mansedumbre, que si l se haba intitulado rey era porque los pre-
lados, condes, barones y ciudades de Catalua le haban nombrado as en
cartas que le dirigieron Mallorca, y no le pareci conforme razn que
cuando ellos le titulaban rey de Aragn, y cuando poda llamarse rey de
Mallorca, que acababa l mismo de conquistar, se intitulase infante de
Aragn y rey de Mallorca; mas que de todos modos tan pronto como hi-
ciese las exequias su padre en el monasterio de Santas Creus, ira
Zaragoza y cumplira lo que la Unin desaba. As lo ejecut tan luego
como hizo las honras fnebres su padre, recibiendo en Zaragoza la co-
rona de rey (9 de abril) de mano del obispo de Huesca en ausencia del
arzobispo de Tarragona, y protestando como su padre, que no era su in-
tencin recibirla en nombre de la Iglesia, ni por ella, ni menos contra
ella; y que se entendiese tambin que no reconoca el censo y tributo que
su bisabuelo el rey don Pedro I I haba concedido al papa: declaracin
importante siempre, pero mucho ms en aquellas circunstancias, en que
pesaban todava sobre el reino las terribles censuras de Roma. Seguida-
mente jur ante las cortes guardar y mantener los fueros, usos, costum-
bres, franquicias, libertades y privilegios de Aragn en todas sus partes
y en todos tiempos.
Pero esto no bastaba ya los hombres de la Unin, y pretendieron
muchos de ellos con ahinco que la casa y el consejo del rey se hubiera de
reformar y ordenar gusto de las cortes y con acuerdo y deliberacin
suya Respondi el rey esta demanda que semejante cosa ni haba sido
usada nunca con sus antecesores, ni era obligado ella por fuero ni por
226 HISTORIA D E ESPAA
ALFONSO I I I D E ARAGON Y 11 D E B A R C E L O N A
dos otra vez ms adelante (junio, 1286) los de la Unin en Zaragoza, te-
nindose por agraviados de la manera como haba salido el rey de la
ciudad, intimronle, so pretexto de ser necesaria su presencia para tratar
asuntos graves del reino, que volviese Zaragoza, donde habra de revo-
car tambin algunas donaciones y enajenaciones que haba hecho sin con-
sejo de los ricos-hombres y contra el Privilegio general. Procedieron en
seguida nombrar por s y entre s los que haban de componer el con-
sejo del rey, que fueron cuatro'ricos-hombres, cuatro mesnaderos, cuatro
caballeros y dos representantes de cada una de las ciudades. Eenovaron
la jura de la Unin, obligndose ayudarse y valerse todos entre s con
sus personas y haciendas; y por ltimo enviaron decir al rey, que si no
cumpla todas sus demandas, no solamente se apartaran de su servicio,
sino que le embargaran todas las rentas y derechos que tena en el rei-
no. A tan atrevida intimacin contest el rey que habra su acuerdo, y
que enviara los de la Unin sus mensajeros con la respuesta de lo que
deliberase.
Alfonso I I I , despus de haber celebrado cortes en Valencia, en que
confirm los valencianos sus respectivos fueros y privilegios, convoc
las de aragoneses en Huesca para tratar los asuntos de los de la Unin.
Expuso all el rey con mucha firmeza que las peticiones que le hacan
eran de calidad de no deberse otorgar ni cumplir, mxime no concurrien-
do en ellas todos los de la Unin y no estando contenidas en el Privilegio
general. La inesperada entereza del monarca desconcert los peticiona-
rios, y acab de dividir los ricos-hombres, ya harto discordes entre s.
EDAD MEDIA 227
CAPTULO V I
ESTADO SOCIAL DE ESPAA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIII
CASTILLA
De 1252 1295
(1) Pg. X L I .
240 H I S T O R I A D E ESPAA
(1) C r n i c a , p g s . 29 y 30.
242 HISTOIUA D E ESPAA
(1) L e y 5 a. t t . 15, P a r t . I T .
(2) L e y 2.a, t t . 15, Part. I I .
244 H I S T O R I A D E ESPAA
(1) T o m o I I , p g i n a 306.
EDAD MEDIA 245
negociaciones polticas del rey sabio, y la bravura blica del hijo haca
resaltar la irresolucin del padre para la guerra. En las ltimas cortes de
Sevilla acab Alfonso de descubrir sus dbiles condescendencias como
soberano, y sus errores y desaciertos como administrador, y el pueblo
que amaba ya Sancho porque era resuelto y valeroso y arrojado en .el
pelear con los infieles, abandon al monarca y proclam rey al infante.
Tales fueron nuestro juicio y segn nuestros datos histricos las cau-
sas que principalmente influyeron en que un rey del esclarecido ingenio
y de las apreciables prendas intelectuales y morales de Alfonso el Sabio
no acertara ni prevenir su propia desventura ni evitar los males que
experiment el reino. Menester es, no obstante, proclamar que ni todo
fu culpa suya, ni mereca Alfonso la situacin amarga en que lleg
verse. Mucho hubo de infortunio, y no poco tambin de ingratitud. Los
nobles, de por s turbulentos y dscolos, furonle ms ingratos cuanto de-
bieran estarle ms reconocidos. Los prncipes de su misma sangre, hijos
y hermanos, desamparronle en ocasiones sin causa justificada, y sin mo-
tivo que los abone le fueron veces rebeldes y hostiles, como en otro
tiempo le aconteci Alfonso I I I el Grande de Asturias, y no se distin-
gui ciertamente la descendencia de San Fernando ni por el amor y su-
misin los legtimos poderes, ni por los afectos de familia. Un prncipe
que as se vi por tan pocos ayudado y por tantos mal correspondido, no
es maravilla que ni se hiciese venturoso s mismo ni hiciese venturoso
el reino cometido su cuidado.
I I . A vueltas de tales adversidades Castilla iba mejorando y progre-
sando en su organizacin poltica y social, que tal es la ndole y tal el
destino providencial de las sociedades humanas. Fijbanse ya las doctri-
nas y se asentaban las bases del buen gobierno de los Estados. Se recono-
can y consignaban las leyes y principios fundamentales de una monar-
qua hereditaria, la unidad indivisibilidad del reino, la sucesin en lnea
derecha de mayor menor en el orden de primogenitura,y la de las hem-
bras falta de varones (1), la centralizacin del poder en el jefe del Esta-
do, las atribuciones y facultades propias de la soberana, as como las
obligaciones que los monarcas contraan con su pueblo. Y no es que estos
principios fuesen hasta entonces desconocidos, y que algunos ya no se
observasen en la prctica, sino que se consignaron y escribieron en cuer-
pos de leyes destinados servir de cimiento al edificio de la monarqua
castellana, y esto fu principalmente debido aquel ilustre soberano
cuyos errores prcticos, hijos de su carcter y temperamento, hemos no-
tado con dolor.
Las cortes desde Alfonso X comienzan reunirse con ms frecuencia,
y se va consolidando la institucin, si bien sufriendo aquellas alteracio-
nes y modificaciones propias de la situacin de un pueblo que se est
peticin de servicios las cortes, de que se empieza hacer uso muy fre-
cuente en el reinado de Alfonso el Sabio, sig-uio practicndose constante-
mente despue's por todos sus sucesores. La cantidad pecuniaria que con
el nombre de servicio se pagaba, debera ser generalmente muy mdica,
pues de otro modo no puede explicarse que en un mismo ao se pidiesen
y otorgasen, como aconteci en muchas ocasiones, dos, tres, cuatro, y
hasta cinco servicios.
Si bien con el ensanche de territorio y con la mayor seguridad inte-
rior haba acrecido la riqueza pblica, tambin al paso que el Estado se
organizaba crecan los gastos, las atenciones y las necesidades del gobier-
no y de la administracin, y si eran mayores los recursos tenan que au.
mentarse respectiva y gradualmente los impuestos. En el estado en que
dej la monarqua el santo rey Fernando I I I , hubiera sido imposible cu-
brir todas las obligaciones del tesoro con las antiguas caloas multas
pecuniarias, con la moneda forera, la martiniega, la fonsadera, el yantar
y las otras prestaciones que podemos llamar feudales, antes conocidas.
Con las nuevas necesidades sociales fu preciso recurrir nuevos tribu-
tos, directos indirectos, como los derechos de cancillera, los portazgos
derechos de puertas en las ciudades principales, los diezmos de los
puertos, sean derechos de aduana, la capitacin sobre los moros y ju-
dos, las tercias reales, las salinas, la alcabala (1) y los servicios votados
en cortes.
Algunas de estas imposiciones no dejaban de producir pinges rendi-
mientos. Tales eran los derechos de cancillera, que se pagaban, con su-
jecin una tarifa gradual, de uno quinientos maraveds, por todas las
gracias, ttulos, nombramientos, privilegios concesiones del rey, fuesen
de empleos de palacio de administracin, fuesen donaciones de te'rmi-
nos, licencias para ferias y mercados, exencin condonacin de pechos,
y otras cualesquiera mercedes, que en un tiempo en que tantas tenan
que dispensar diariamente los reyes constituan una renta crecida. La ca-
pitacin sobre los moros y judios, sea la renta de aljamas y juderas,
fue' un tributo que se sujet las gentes de aquellas creencias, como en
compensacin de la tranquilidad con que se lesdejaba viviry del amparo
que reciban de los reyes cristianos. El impuesto de los judos parece se
fij en 30 dineros por cabeza, como en memoria, dice un juicioso historia-
dor, de la cuota y precio en que ellos vendieron Cristo (2). Su importe
se aplicaba los gastos de la real casa. Los derechos de puertas (los por-
tazgos de entonces) y los de los puertos de mar y tierra (aduanas), eran
de los que rendan ms saneados productos. Las rentas de aduanas apre-
cibalas tanto don Alfonso el Sabio que nunca consinti en su abolicin,
y fu uno de los pocos puntos en que se mantuvo firme y en que resisti
con tesn las peticiones y reclamaciones de la nobleza en 1271.
No podemos dejar de admirar, y llamamos hacia ello con suma com-
costumbres espaolas, y dado que el rey don Alfonso tuviese todo el cau-
dal necesario de conocimientos en estas materias, era menester para su
ordenamiento y redaccin un espacio material indispensable, de que cree-
mos casi imposible pudiera disponer un principe criado desde infante en
el ejercicio de las armas, dedicado al propio tiempo al estudio de la filo-
sofa, de la astrologa y de la historia, de que adquiri conocimieritos que
pocos hombres llegan alcanzar, y de que escribi obras apreciables, en-
vuelto constantemente en guerras, metido en empresas arduas impor-
tantes, rodeado de las atenciones del gobierno, mortificado de disgustos
y de contrariedades, presidiendo y dirigiendo los trabajos astronmicos
de las clebres Tablas, precisamente cuando andaba ms solcito en sus
pretensiones al imperio alemn, si, como es lo probable, el cdigo se form
en el perodo de 1256 al 1263, siendo por lo menos inverosmil, ya que no
incompatible, que con tal conjunto de atenciones le quedase ni el vagar,
ni el gusto, ni la serenidad de nimo que obra de tanto aliento y tan graves
y largos trabajos de por s requieren. Harta gloria le cupo, y harto dignos
de admiracin y de alabanza son los prncipes que, promoviendo esta cla-
se de obras, eligiendo con tino y alentando con solicitud los sabios que
pueden formarlas, dirigie'ndolos acaso y tomando parte en sus trabajos y
elucubraciones, que es lo que opinamos hizo el rey don Alfonso, adquieren
con justicia el glorioso ttulo de legisladores de las generaciones futuras.
Lstima causa que la posteridad no haya logrado saber con certeza ni
honrar como debiera los nombres de los eminentes letrados que concurrie-
ron principalmente ta formacin de tan grande obra. Atribuyen no obs-
tante este honor con mucha probabilidad los publicistas ms autoriza-
dos al doctor Jacome Kuiz, llamado el de las Leyes, al maestre Fernando
Martnez, arcediano de Zamora y obispo electo de Oviedo, uno de los
embajadores enviados por el rey al papa Gregorio X para conferenciar
sobre sus derechos al imperio, y al maestre loldn, autor de la obra legal
conocida con el ttulo de Ordenamiento en razn de las Tafurerias {\).
Entre los sinsabores que experiment el rey Sabio debi ser uno, y no
pequeo, el de no*haber logrado ver puesto en prctica y observancia el
fruto de sus afanes y trabajos legislativos. La ignorancia y rudeza de la
poca, las preocupaciones, los hbitos: el apego de los pueblos las liber-
tades municipales, las revueltas que agitaron el reino, la oposicin anr-
quica de los bulliciosos y soberbios magnates, las rebeliones que comen-
zaron con la defeccin de un hermano y terminaron con la rebelin de
un hijo, impidieron al rey ver planteadas las grandes mejoras legales
consignadas en su celebre cdigo, y fu menester que trascurrieran tres
reinados y casi un siglo para que las revistiera del carcter y autoridad
de leyes, y eso imperfecta y parcialmente, su biznieto Alfonso el Onceno,
sirviendo solamente entretanto de libro de estudio y de consulta para los
jurisconsultos y letrados (1). Fu, pues, Alfonso el Sabio superior al siglo
en que viva, el cual era todava demasiado rudo para comprenderle; por
lo mismo fu mayor el mrito de aquel monarca, que adelantndose los
tiempos acert dejar en su cdigo la regla de lo futuro.
Mas aunque reconocemos, admiramos y aplaudimos las Partidas como
concepcin grande y sublime, como obra de literatura, de ciencia y de
legislacin, y la juzgamos digna de los ms altos elogios por su diccin
castiza, correcta, elegante, sencilla, y al mismo tiempo majestuosa, por
los vastos conocimientos cientficos que supone en sus autores, por la co-
hesin y unidad que daba al cuerpo poltico, por sus sanos principios de
moralidad religiosa y social, no seremos por eso de los que les tributen
las alabanzas exageradas que les han prodigado algunos doctos escritores
espaoles, representndolas como un trabajo perfecto y superior todo
lo que en todos los tiempos ha salido de los entendimientos de los hom-
bres (2). ISTosotros creemos que el autor autores pudieran haber conside-
rado ms las circunstancias del pas, y no haber trasplantado l leyes
extranjeras que estaban veces en contradiccin con las costumbres y
hbitos arraigados profundamente en la sociedad castellana; que deberan
haber procurado ms conciliar lo que creaban con lo que exista; y que
dando un carcter de sancin legal las doctrinas ultramontanas, defrau-
daron la nacin y al trono de prerrogativas y derechos que esencial-
mente le correspondan. La facultad atribuida al papa de conferir las
dignidades y beneficios de la Iglesia quien quisiese (3), produjo la in-
vasin de los extranjeros en los ms pinges beneficios, y di motivo
enrgicas reclamaciones que no han dejado de hacer la^ cortes y los mo-
narcas desde el siglo x i v hasta el xix. La declaracin de pertenecer al
conocimiento de la Iglesia los pleitos por razn de usura, de adulterio,
de perjurio y otros delitos (1), di ocasin usurpaciones de la autoridad
eclesistica, de que probablemente haba estado bien ajena la intencin
del autor. La influencia de la autoridad ponticia en los negocios tempo-
rales, las inmunidades y exenciones personales y reales del clero, si no
fueron innovaciones, porque muchas de ellas estaban ya en las ideas y en
las prcticas de la poca, recibieron una especie de sancin legal y de
carta de naturalizacin que hasta entonces no haban obtenido, convirtie-
ron en cetro el cayado de San Pedro, y abrieron la puerta abusos que
no han podido desarraigarse todava (2).
El no mencionar ni nombrar una sola vez las palabras cortes ni fueros
era chocar demasiado abiertamente con las costumbres pblicas, y Alfon-
so mismo pareca incurrir en un contra-principio no dejando de otorgar
fueros parciales al tiempo que trataba de uniformar la legislacin (3). En
el afn de consignar los deberes del hombre hacia Dios y hacia el rey, en
las Partidas, como observa oportunamente un ilustrado crtico, todos los
derechos estn arriba, todos los deberes abajo; diez pginas bastan para
sealar las obligaciones del monarca para con sus subditos; para definir
las de los sbditos para con el monarca han sido necesarias doscientas.
No siendo de nuestro propsito hacer un anlisis minucioso y deteni-
do de las Partidas, daremos por lo menos una idea de su orden y de las
materias que son objeto de cada una.
La primera, despus de referir y explicar el derecho natural y de gen-
tes, est consagrada al derecho eclesistico, y es como un compendio del
romano y de las decretales, en el estado que stas tenan mediados del
siglo x m .
En la segunda, se comprende el derecho poltico de Castilla, se deslin-
dan la autoridad y prerrogativas del monarca, se fijan sus obligaciones, y
se expresan y consignan las relaciones entre el soberano y el pueblo. En
ella se establecen los principios del absolutismo; pero se detesta como
cosa horrible, la tirana y se sientan mximas morales y polticas en ex-
tremo sabias, prudentes y justas, que templan grandemente la doctrina
del poder absoluto, y que observadas por los mismos reyes constituiran
un gobierno, si no el mejor, por lo menos muy aceptable (4),
C o p i a de l a p g i n a 1. d e l L I B R O D E L O S J U E G O S , m a n d a d o h a c e r
p o r D. Alfonso e l S a b i o
EDAD MEDIA 261
palo; esto es, revocar y romper tan luego como se vio monarca, las cartas
de privilegios y exenciones que haba otorgado siendo prncipe, y los
que por ello movan reclamaciones y alborotos, hacales justicia, dice la
crnica, muy cumplidamente: pero esta manera cumplida de hacer jus-
ticia la explica los pocos renglones la misma crnica diciendo: fu
contra ellos, y los unos los mat, y los otros deshered, y d los otros
ech de la tierra, y les tom qua.nto avian, en guisa que todos los sus
regnos torn asosegados.
Tal era en efecto la manera que tena don Sancho el Bravo de hacer
justicia y de sosegar su reino. Suceden en Badajoz las disensiones de los
dos partidos de portugaleses y bejarapos, proclaman estos ltimos don
Alfonso de la Cerda, .somtelos el rey ofrecindoles perdn y seguro, y el
seguro y el perdn que les cumpli fu mandar que matasen todos
aquellos que eran del linaje de los bejaranos,' y mataron (dice la crnica)
entre ornes y mugeres bien cuatro m i l y ms. Suponemos que merecan
castigo los revoltosos de Talavera, vila y Toledo, pero ajusticiar hasta
el nmero que algunos calculan de cuatrocientos nobles, parcenos un
sistema de hacer justicia y tranquilizar reinos demasiado rudo y feroz. No
ponemos en duda que el Conde don Lope Daz de Haro, quien el rey haba
tan desmedidamente honrado y tan imprudentemente engrandecido, me-
reca por su ambicin, por sus excesos y por sus insolentes aspiraciones,
ser abatido, exonerado y castigado. Mas si nos trasladamos al saln de
cortes de Alfaro, y vemos la mano de aquel poderoso magnate caer tron-
chada al suelo al golpe del machete de uo de los agentes del rey; si ve-
mos al monarca mismo golpear con su propia espada al caballero don
Diego Lpez hasta dejarle por muerto: si leemos que otro tanto hubiera
ejecutado con su hermano el infante don Juan sin la mediacin de la
reina que le salv interponiendo su propio cuerpo, tal manera de ejercer
la soberana, de castigar rebeliones y de deshacerse de vasallos quienes
se ha tenido la indiscrecin de hacer poderosos y soberbios, antjasenos
harto ruda, sangrienta y brbara. Fu desgracia de Castilla. Desde que
tuvo un rey grande y santo que la hizo nacin respetable, y un monarca
sabio y organizador que le di una legislacin uniforme y regular, los
soberanos se van haciendo' cada vez ms despreciadores de las leyes natu-
rales y escritas, se progresa de padres hijos en abuso de poder y en
crueldad, hasta llegar uno que por exceder todos los otros en san-
grientas y arbitrarias ejecuciones, adquiere el sobrenombre de Cruel, con
que le seal y con que creemos seguir conocindole la posteridad.
La posicin de don Sancho tena que ser necesariamente complicada
insegura, porque se resenta de su origen. Apropindose, ya que no di-
gamos usurpando, los derechos de sus sobrinos los infantes de la Cerda
al trono, tena que quedar, como qued, siempre enarbolada y viva una
bandera, que serva de ensea y de llamada todos sus enemigos de
dentro y fuera del reino. Los mismos descontentos de Castilla, en el hecho
de serlo, volvan naturalmente la vista Aragn, donde saban que halla-
ban siempre alzado un estandarte, que para muchos representaba la legi-
timidad, para otros era por lo menos una tentacin de invocarla. Para el
rey de Aragn y para el de Francia, en sus relaciones con el de Castilla,
264 H I S T O R I A D E ESPAA
Sabio haba dado un ejemplo de esta institucin, cuando dio los fueros
de Valderejo don Diego de Haro, seor de Vizcaya, con esta condicin:
que nunca sean partidos, nin vendidos, nin donados, nin cambiados, nin
empeados, que anden en. el mayorazgo de Vizcaya, quien heredase
Vizcaya que herede Valderejo (1). Pero don Sancho fu todava ms
explcito, cuando habindole pedido su camarero mayor, Juan Mathe,
que le' hiciese le permitiese hacer mayorazgo dft sus bienes, le otorg
en 1291 la real cdula en que se lee: E nos, habiendo voluntad de lo
honrar, de lo ennoblecer, porque su casa quede hecha siempre; su
nombre non se olvide n i n m pierda, e por le emendar muchos servicios
leales y buenos, que nos siempre fizo nos e los reyes onde nos veni-
mos, e porque se sigue ende mucha pro, e honra nos e nuestros reg-
nos que aya muchas grandes casas de grandes ornes, por ende nos, como
rey e seor natural, e de nuestro real podero, facemos mayorazgo de to-
das las casas de su morada, etc. (2). As se ve la ley de vinculacin, vir-
tualmente contenida ya en el Fuero Juzgo de los visigodos, segn en otro
lugar apuntamos (3), irse desarrollando, primero parcialmente en la prc-
tica con la posesin de seoros tcitamente hereditarios, despus por
pragmticas explcitas, y recibiendo la forma, el orden de suceder por ag-
nacin rigurosa, y el aumento y ampliacin que adelante tuvieron. Las
causas de la institucin de los mayorazgos las expresa ya don Sancho en
su citada cdula. . '
Admira ciertamente ver cmo en este tiempo haba ido creciendo el
influjo y poder del estado llano y del elemento popular en Castilla, en
medio de las aspiraciones de la inquieta y pretenciosa nobleza, y de los
esfuerzos de los soberanos para afirmar y robustecer la autoridad real.
Este mismo don Sancho, tan bravo con los prceres y magnates castella-
nos, tan sangriento vengador de los nobles de quienes se convenca que
intentaban atrepellar sus derechos, cuando se reunan en cortes los pro-
curadores de las ciudades no tena valor ni para desor y dejar de enmen-
dar sus quejas y agravios, ni para negarles sus peticiones. No hay sino
leer las cortes ele Valladolid de 1293. De las veintinueve peticiones que
en ellas le presentaron, ya sobre satisfaccin de agravios y desmanes de
los merinos, alcaldes, otros oficiales del rey, ya sobfe franquicias
exenciones, otros asuntos del gobierno interior de los pueblos, en casi
todas hallamos la concesin otorgamiento, bajo las usadas frmulas de:
<5A esto respondemos que tenemos por bien mandar que sea as guar-
dado:tenemos por bien e mandamos que se guarde as:mandamos
los nuestros merinos de Castilla que lo fagan as guardar.
No dado las letras el rey don Sancho IV, pocos adelantos poda ha-
cer en este punto durante su reinado la nacin. Haremos, no obstante,
aqu una observacin muy importante sobre el habla castellana. En tres
reinados consecutivos se ve fijarse definitivamente en Castilla el idioma
vulgar. San Fernando publicaba los documentos oficiales, algunos en
CAPTULO V I I
ESTADO SOCIAL DE ESPAA EN LA LTIMA MITAD DEL SIGLO XIII
ARAGN
De 1253 1291
Jaime menos generoso con Alfonso de Castilla que lo haba estado con
Margarita de Navarra. Cuando se alzaron simultneamente contra Alfon-
so el Sabio los moros de Murcia y los de Andaluca, no en vano reclam
el castellano los auxilios de su suegro el aragone's. Entonces don Jaime,
sin tener en cuenta el comportamiento no muy leal de Alfonso para con
l en la anterior sublevacin de los moros valencianos, arrostrando las
contrariedades, entorpecimientos y disgustos que los ricos-hombres cata-
lanes y aragoneses le suscitaron, emprende resueltamente la guerra de
Murcia, vence los moros, reconquista, sus castillos, subyuga y somete
los insurrectos, planta el estandarte de San Jorge en los alminares de la
Aljama de Murcia, provee su gobierno y seguridad, y le dice Alfonso
de Castilla: Ah tienes tu ciudad y tu reino de Murcia, consrvalo; y
regresa victorioso y satisfecho Valencia..
Posean los monarcas aragoneses territorios y feudos en el Medioda
de Francia; reclamaban de tiempo en tiempo los reyes de Francia aejos
derechos sobre dominios y . seoros de la corona de Aragn. Don Jaime
prefiere arreglar amistosamente con San Luis de Francia las diferencias
y querellas que pudieran suscitarse, gastar las armas y la sangre de su
pueblo en las guerras que pudieran sobrevenir: los dos soberanos vienen
amistosa transaccin y concierto: San Luis renuncia su soberana no-
minal y sus derechos en rigor caducados sobre los condados de Barce-
lona, Urgel, Roselln y Cerdaa; don Jaime, ms generoso, cede la Pro-
venza y otros seoros de que se hallaba en posesin. No puede darse un
conquistador menos ambicioso. El que no permita que los sarracenos
conservaran una pulgada de tierra en sus naturales dominios, mostr un
admirable desprendimiento con los reyes y Estados de Navarra, de Casti-
lla y de Francia. Es que stos eran Estados y prncipes cristianos. La mi-
sin suya era rescatar su reino del poder de los infieles. Don Jaime com-
prendi su misin mejor que otro monarca espaol alguno.
Hasta con estos mismos infieles se condujo con una generosidad poco
acostumbrada en los vencedores. Duro, fogoso, inexorable hasta vencer
los enemigos, trocbase su dureza en blandura cuando la victoria los
converta en subditos y vasallos. En las sublevaciones de los moros valen-
cianos despleg don Jaime su antiguo ardor blico, y en el conservador
de la tranquilidad de su reino resucit la severidad del conquistador:
mas si la necesidad le oblig arrancar de sus hogares doscientos mil
moros cuya permanencia era peligrosa, tambin les otorg que llevasen
consigo toda su riqueza mobiliaria, y les di seguro para que no fuesen
ni vejados ni despojados de su haber hasta traspasar las fronteras del
reino.
Sentimos no poder hallar tan digna de aplauso su poltica en las cosas
interiores del Estado. En las diversas particiones que de los reinos hizo
entre sus hijos, anduvo, adems de errado, inconstante y veleidoso, y di
ocasin rivalidades y desavenencias de familia, discordias y guerras
entre hermanos, colisiones entre padre hijos, y perturbaciones lasti-
mosas en el reino. Disponiendo don Jaime de su cudruple corona como
de un patrimonio, no habiendo aprendido en la experiencia ni escarmen-
tado en los males producidos por tan malhadado sistema en los reinos de
TOMO IV . 18
270 HISTORIA D E ESPAA
Len, Navarra y Castilla, en los siglos x i y XII, no hizo con sus funestas
combinaciones de distribucin sino excitar ms la envidia y la codicia
que harto por desgracia suelen propender naturalmente los prncipes, y
fomentar las divisiones de los partidos proporcionando nuevas banderas
los descontentos y los amigos de las agitaciones. Verdad es que se
echaba de menos en Aragn una ley de unidad y de indivisibilidad del
reino, y de sucesin por agnacin rigurosa: habase progresado ms en
este punto en Castilla, bien que se pas por encima de ella en el primer
caso que ocurri despus de escrita Pero ms que la falta de una ley de
heredamiento influyeron en estos desaciertos de don Jaime las pasiones
de su vida privada. Hablamos as por acomodarnos al uso y manera co-
mn de hablar de los hombres. Por lo dems, creemos que los soberanos
que rigen los pueblos estn condenados, cambio de otras excelencias y
goces inherentes su alta y excepcional posicin, no poder tener cos-
tumbres privadas, puesto que todas ellas ms menos directamente refle-
jan y trascienden la marcha de la gobernacin pblica del reino. El in-
dividuo que desame al hijo hijos de una primera mujer por concentrar
su amor en los de una segunda esposa, podr ser injusto y hasta criminal
en sus afectos; pero su injusticia su crimen no perturba la sociedad ni
la trastorna. El monarca quien esto sucede puede ser responsable de
graves alteraciones que d ocasin en su reino, y tal aconteci don
Jaime desamando y hasta aborreciendo y privando de la ms considera-
ble porcin de los reinos al prncipe Alfonso, hijo de su primera esposa
Leonor de Castilla, de quien se haba divorciado siendo joven, por favo-
recer y heredar sus ms predilectos, los hijos de su segunda mujer Vio-
lante de Hungra. De aqu las particiones injustas, de aqu la desmem-
bracin de la corona, de aqu la guerra entre el padre y el hijo, de aqu
las escisiones entre los hermanos, de aqu las luchas de los partidos y de
los bandos que los unos los otros se afiliaban y adheran, y que bus-
caban medrar vendiendo caro su apoyo. Fuese injusticia en el querer,
fuese deferencia una esposa exigente, de todos modos la flaqueza del
hombre no disculpa la injusticia del monarca.
Muchas complicaciones evit la prematura muerte del prncipe Alfon-
so: pero el cebo de la envidia se haba dado ya probar los dems her-
manos, y quejbase don Jaime de que se hubiera adjudicado mayor por-
cin de herencia don Pedro, y no poda sufrir don Pedro que se hubiera
reservado una parte de los dominios aragoneses don Jaime. Nuevas
fragilidades del rey conquistador fueron causa de nuevos disturbios en el
reino. Los hijos habidos en Teresa Gil de Viudaure, esposa de legitimidad
problemtica, produjeron graves reclamaciones de parte de las cortes ara-
gonesas; y las escandalosas disidencias entre el infante don Pedro y su
hermano bastardo Fernn Snchez, hijo de la Antilln, que terminaron
con un fratricidio, pusieron al reino en combustin, y en peligro la misma
corona. Convengamos en que los reyes no pueden tener pasiones privadas
sin que redunden en detrimento de la sociedad y de la cosa pblica. An-
ticipamos esta observacin, que nos ha de servir para juzgar, con ms
severidad an que don Jaime de Aragn, algunos soberanos de Casti-
lla. A lfin,la postrera particin de los reinos fu por fortuna la menos
EDAD MEDIA 271
CAPTULO V I I I
FERNANDO IV ( E L EMPLAZADO) EN CASTILLA
De 1295 1310
rifa, el que haba debido su vida y su libertad la madre del joven Fer-
nando : aquel inquieto prncipe, apoyado ahora por el rey moro de Gra-
nada, se hizo proclamar en aquella ciudad rey de Castilla y de Len, y
con el auxilio de tropas musulmanas invadi los Estados de su sobrino,
aspirando arrancarle la corona. Por otra parte don Diego de Haro, que
se hallaba en Aragn, apoderse de Vizcaya, y corra las fronteras de
Castilla. La reina, contando con la lealtad de los hermanos Laras, quie-
nes don Sancho en sus ltimos momentos haba recomendado que no
abandonaran nunca su hijo, los llam para que combatieran al conde
de Haro, y les suministr recursos para que levantaran tropas. Mas la
manera que tuvieron de corresponder la recomendacin del rey difunto
y la confianza de la reina viuda fu unirse con el rebelde quien ha-
ban de combatir, y ser dos enemigos ms del nuevo monarca y de su
madre.
Pareci haber encolerizado este proceder al viejo infante don Enrique,
el aventurero de frica y de Sicilia, quien vimos volver Castilla des-
pus de veintisis aos de prisin en Italia, y ser recibido con benevo-
lencia y distincin por su sobrino don Sancho el Bravo. Recorri aquel
prncipe las tierras de Sigenza y de Osma haciendo llamamiento los
concejos y aparentando querer favorecer al rey y la reina. Pero su con-
ducta no fu ms leal que la de los Laras, puesto que prometiendo los
pueblos aliviarles los tributos, reclam para s la tutela y la regencia del
reino. Siguironle algunos, pero opusironsele fuertemente las ciudades
de Cuenca, vila y Segovia. Eeuni un simulacro de cortes en Burgos, y
expsoles el estado miserable en que el reino se hallaba, y la necesidad
de poner remedio, disimulando poco sus ambiciosos designios. En tal
conflicto y vista de tantas defecciones, la reina doa Mara convoc
todos los concejos de Castilla cortes generales para el 24 de junio en
Valladolid (1295). Para impedirlas propag don Enrique la absurda espe-
cie de que la reina, adems de otros tributos con que intentaba gravar
los pueblos, quera imponerles uno de doce maraveds por cada varn, y
de seis por cada hembra que naciese (1). Por inverosmil que fuese la
invencin, produjo su efecto, y cuando la reina y el rey se acercaron
Valladolid con su squito de caballeros hallaron cerradas las puertas de
la ciudad. Tuvironlos all detenidos algunas horas, al cabo de las cuales
deliberaron los ciudadanos dar entrada la reina y al rey, pero sin comi-
tiva ni acompaamiento. Hablados y prevenidos los concejos por don
Enrique, logr que se le diera la apetecida regencia, pero en cuanto la
crianza y educacin del rey declar con firmeza la reina doa Mara que
no las cedera nadie y por ninguna consideracin ni ttulo. La situacin
de la reina y la tierna edad del rey inspiraban inters los concejos de
Castilla, y juraron reconocimiento y fidelidad al rey Fernando. No obra-
ron con la misma lealtad los magnates. Habiendo enviado al gran maes-
tre de Calatrava junto con otros nobles para que viesen de reducir los
(1) Q u e les queria demandar (dice l a C r n i c a de don Fernando IV) que l a mujer
que pariese hijo, que pechase a l rey doce m a r a v e d s , y que l a que pariese hija, que
pechase seis m a r a v e d s .
284 H I S T O R I A D E ESPAA
o o
FERNANDO I V
gente del reino ver de pactar alguna tregua, as con el rey don Dions
como con el infante don Juan, lo cual se logr dando al primero las ciu-
dades que reclamaba y reponiendo al segundo en sus seoros de tierra
de Len. Con esto y con haber comprado la sumisin de los Laras y de
don Diego de Haro precio de trescientos mil maraveds que les di, pa-
reca que debera haberse restablecido la tranquilidad del reino y robus-
tecido el poder del rey.
Lejos de eso, nuevas y mayores contrariedades se suscitaron. El rey
don Jaime I I de Aragn, de quien dijimos haber contrado esponsales con
la tierna infanta doa Isabel de Castilla, la devolvi su madre so pre-
texto de no haber podido obtener la dispensa pontificia. Y como subsis-
tan en Aragn los infantes de la Cerda, como una bandera perpetua y
siempre alzada para todos los descontentos de Castilla y para todos los
enemigos exteriores de este reino, formse en derredor del estandarte de
los Cerdas, por sugestiones y manejos del inquieto y bullicioso infante
don Juan, una confederacin contra el joven Fernando de Castilla, en que
entraron la reina doa Violante, abuela de don Alfonso, el emir de Gra-
nada, los reyes de Portugal y de Aragn, de Francia y de Navarra, pro-
clamando la legitimidad de don Alfonso de la Cerda. Entre ste y su to
el infante don Juan se concertaron en repartirse los reinos dependientes
de la corona de Castilla; aplicbanse don Alfonso Castilla, Toledo y
Andaluca; tomaba para s don Juan Len, Galicia y Asturias. Ceda don
Alfonso el reino de Murcia al de Aragn, en premio de la guerra que ste
consenta en hacer contra Castilla. Prometa don Juan al de Portugal
muchas plazas de la frontera. Con tan universal conjuracin no pareca
posible que Fernando IV pudiera conservar en su tierna frente la corona
castellana; pero quedbale su madre, que activa y enrgica, imperturba-
ble y prudente como la madre de San Fernando, velaba incesantemente
por su hijo y acuda con maravillosa prontitud todo. Recorriendo los
pueblos, solicitando el apoyo de los concejos y comunes, y apelando la
lealtad y al honor castellano, logr que al infante don Juan se le cerraran
las puertas de Falencia, donde pretenda celebrar cortes como rey; y Se-
govia franque las suyas la reina, pesar de lo que en contrario haba
procurado persuadir el infante los hombres ms influyentes de la
ciudad (1).
Vino, pues, el ejrcito de Aragn, mandado por el infante don Pedro,
y reunindose en Castilla con la gente de don Juan, marcharon unidos '
hacia Len, en cuya ciudad se proclam al infante rey de Len y de Gali-
cia, as como don Alfonso de la Cerda se le di en Sahagn el ttulo de
(1) L a C r n i c a de d o n Fernando el I V , casi l a n i c a fuente que tenemos para los
sucesos de este reinado, refiere los acontecimientos de que vamos dando cuenta con
una p r o l i j i d a d t a n minuciosa y fatigante, que es menester no poco estudio para entre-
sacar y r e s u m i r los hechos y resultados de alguna i m p o r t a n c i a , de entre el c m u l o
inmenso de accidentes, y l a e n m a r a a d a madeja de tratos, de p l t i c a s , de negociacio-
nes, de alianzas y r o m p i m i e n t o s , de avenencias y traiciones, de alternativas y revueltas,
entre los m u c h s i m o s personajes, reinas, reyes, infantes, nobles, ciudades y concejos,
bandos y partidos que figuraban y se m o v a n sin cesar en tantos puntos cuantos eran
los lugares del reino, y en u n estado de verdadera y completa a n a r q u a .
TOMO I V 19
286 H I S T O R I A D E ESPAA
un pas enemigo. Con mucha maa y destreza supo despus la reina ma-!
dre atraer don Dions de Portugal una entrevista, y en ella le redujo
ajustar una paz en que se estipul el matrimonio antes proyectado del
rey don Fernando con la infanta portuguesa doa Constanza, y el de doa
Beatriz de Castilla con el prncipe heredero de Portugal, entregando al
monarca portugus varias plazas, y obligndose l auxiliar al castella-
no (1297). Al ao siguiente pudo ya la reina juntar un buen ejrcito, con
que recobr Ampudia, teniendo que fugarse de noche don Juan de Lara,
que despus fu hecho prisionero por don Juan Alfonso de Haro, y puesto
otra vez en libertad por la reina. Era un continuo trfago de rebeliones,
de guerras, de sumisiones y de revueltas, ms fcil de comprender que de
describir.
Si en las cortes de Valladolid de 1300, los concejos penetrados de la
buena administracin de la reina le votaban subsidios, y el infante don
Juan juraba fidelidad y obediencia al rey don Fernando y sus hermanos
caso que subiesen al trono, el juramento duraba en l lo que tantos otros
que llevaba hechos, y lo mismo que duraban los de don Dions de Portu-
gal, los de don Enrique, los de los Laras, y los de casi todos los persona-
jes de aquella poca; y al ao siguiente (1301) se le ve hacer en unin con
don Enrique un tratado con el rey de Aragn ofreciendo entregarle el
reino de Murcia con tal que le ayudara en sus empresas. Apoderronse
en su virtud los aragoneses de Lorca, pero rescatada luego por las tropas
de doa Mara, y habiendo ocurrido disturbios en Aragn, retirse de
Murcia don Jaime I I sin haber podido conseguir que la reina de Castilla
le dejara la plaza de Alicante que l pretenda retener (1302).
Alcanz la noble doa Mara de Molina por este tiempo un triunfo
moral que le vali ms que los de las armas. Llegronle al fin letras de
Roma, en que el papa le declaraba la legitimidad de sus hijos y le otor-
gaba la dispensa matrimonial para el rey Fernando, si bien costa de
diez mil marcos de plata. Golpe fu este que desconcert los pretendien-
tes, que desalent don Alfonso de la Cerda, y di no poco pesar don
Enrique, que se consolaba con propalar que eran falsas las letras pontifi-
cias. Dos calamidades, que aadidas la de la guerra afligieron entonces
el ya harto castigado reino de Castilla, el hambre y la peste, pusieron
aquella ilustre reina en ocasin de ganar ms y ms el cario de sus
pueblos. Corriendo de ciudad en ciudad como un ngel consolador, repa-
raba los males de la guerra, socorra los enfermos, llevaba pan los
pobres, y recoga por todas partes las bendiciones del pueblo: noble ca-
rcter, exclama con razn un escritor ilustre, ideal y casta figura que
resalta sobre este fondo montono de crmenes y de infamias, y consuela
al historiador de este cuadro de miserias que se ve precisado delinear!
En aquel mismo ao se celebr el matrimonio del joven rey de Castilla
con la infanta de Portugal. Pero en medio de tan puras satisfacciones es-
taba reservado la noble reina doa Mara probar uno de los sinsabores
que deban serle ms amargos, la ingratitud de aquel mismo hijo quien
consagraba todos sus desvelos y por quien tanto se sacrificaba. Deseaban
el infante don Juan y Nez de Lara sacar al rey de la tutela y lado de
su madre, cuyo efecto comenzaron por indisponerle con ella, dicindole
288 HISTORIA D E ESPAA
que su madre no pensaba sino en seguir apoderada del gobierno sin dar-
le l participacin alguna en el poder, que mientras estuviera dirigido
por ella no tendra sino el nombre de rey, y que l era pobre mientras
ella se enriqueca, con otros discursos propios para alucinar un joven
de no precoz ni muy sutil inteligencia. Dueos por este medio del nimo
y del corazn del dbil prncipe, persuadironle fcilmente que aban-
donara su madre, y Fernando, dejndose arrastrar de sus instigaciones,
con pretexto de ir con ellos de caza, marchse con sus nuevos consejeros
por tierras de Len y de Extremadura, donde cazaba y se diverta y ha-
ca oficios de rey; pero perdiendo para con los pueblos que le iban cono-
ciendo de cerca aquel afecto mezclado de compasin que al lado de su
madre les haban inspirado sus desgracias y su corta edad. As fu, que
habiendo convocado cortes de leoneses en Medina del Campo, los procu-
radores de las villas rehusaban asistir ellas sin orden de la reina, y el
concejo de Medina ofreci doa Mara que cerrara las puertas al rey y
los infantes. Lejos de consentir en ello la noble reina, rog los conce-
jos que obedecieran la orden del rey, y llevando an ms all su abnega-
cin y su amor de madre, accediendo las instancias del hijo ingrato,
consinti en concurrir ella misma aquellas cortes para ganar sufragios
al rey: y en verdad bien le hizo falta el auxilio de su madre, porque slo
ella pudo contener los procuradores, que disgustados de ver al dbil
monarca supeditado por sus nuevos Mentores, el infante don Juan y el
de Lara, hicieron demostraciones de querer abandonar la asamblea (1).
Pretendieron estos mismos que el rey hiciera su madre presentar en
estas cortes las cuentas de su tutela y administracin, creyendo hallar
en ellas cargos graves que hacer la reina doa Mara, como que haban
esparcido la voz de que en cada uno de los cuatro aos anteriores haba
guardado para s cuatro cuentos de maraveds. No parecindole bien
Fernando mostrar as las claras tan injuriosa sospecha su madre, pro-
pusironle, y l lo acept, como si en sustancia no fuese lo mismo, pedir
las dichas cuentas al canciller de la reina, abad de Santander. El canci-
ller exhibi sus libros, en que constaba con admirable exactitud y minu-
ciosidad la inversin de todos los fondos, y examinadas y sumadas las
partidas se hall que no solamente no se haban distrado los cuatro mi-
llones de maraveds anuales que se pretenda, sino que la reina haba
hecho en servicio del rey un anticipo de dos cuentos ms, que haba pe-
SELLO DE FERNANDO IV
CAPITULO IX
JAIME I I (EL JUSTO) EN ABAGN
De 1291 1327
Tan luego como don Jaime I I vino de Sicilia y se coron como rey de
Aragn en Zaragoza, procur arreglar las largas diferencias que su her-
en 1310. Por lo que ha sido preciso para fijar bien la c r o n o l o g a apelar documentos
m s seguros y otras historias, entre las cuales ha servido mucho el C r o n i c n de don
J u a n M a n u e l , que p u b l i c F l r e z en el t . I I de l a E s p a a S a g r a d a . V a s e sobre esto
EDAD MEDIA 295
mano haba tenido con Sancho el Bravo de Castilla, vindose los dos mo-
narcas en Monteagudo y Soria, de que result aquel tratado de paz en que
se ajust el matrimonio del de Aragn con la infanta Isabel de Castilla,
y el auxilio naval que ofreci al castellano para la guerra contra el rey
de Marruecos y sitio de Tarifa: tratado que se ratific despus en Calata-
yud en medio de grandes fiestas y regocijos, pero del cual quedaron
muy disgustados los aragoneses, considerndole desventajoso para su
reino (1).
Pero la fuerza, la energa, la vitalidad de Aragn tenan que em-
plearse fuera de la pennsula espaola, ya por la puerta que el testamen-
to del tercer Alfonso dejaba abierta para nuevas complicaciones con los
Estados del Medioda de Europa, ya porque reteniendo Jaime 11 para s la
corona de Sicilia contra lo ordenado en el testamento de su hermano y
contra lo estipulado en Tarascn, quedaba expuesto las consecuencias
del enojo y mala voluntad de todos los prncipes comprendidos en aquel
asiento. As la guerra que haba estado suspensa algn tiempo se renov
en Calabria, donde por fortuna suya los aragoneses, mandados por el va-
leroso don Blasco de Alagn, y los sicilianos conducidos por el terrible
almirante Koger de Lauria. ganaron dos sealados triunfos sobre los fran-
ceses, aprisionando el primero al general enemigo, y volviendo el segun-
do Mesina con su ilota victoriosa y cargada de despojos y de naves
apresadas. Era ya, no obstante, tan general y tan vehemente el deseo de
paz y tan reconocida su necesidad por todos, que nuevamente se entabla-
ron negociaciones para ver de llegar un arreglo definitivo, por el cual
suspiraba ya todo el mundo cristiano. Repitironse, pues, las embajadas,
las proposiciones, las entrevistas de soberanos, en que intervinieron,
personalmente por representacin, el papa, los reyes de peles, de Fran-
cia, de Aragn y de Castilla, y todos los dems prncipes cuya suerte se
hallaba comprometida y pendiente del resultado de estos conciertos. Los
puntos capitales de mayor dificultad para la concordia eran, por parte del
rey de Aragn la devolucin de la Sicilia la Iglesia, lo cual se oponan
enrgicamente los sicilianos y el infante don Fadrique; por parte de Car-
los de Valis la renuncia de la investidura del reino de Aragn; estas
estaban subordinadas otras muchas cuestiones de no escaso inters im-
portancia, teniendo que atender al propio tiempo el rey de Aragn los
asuntos del vecino reino de Castilla, de los cuales y de los tratados y vis-
tas que tuvo con Sancho IV y de la suerte que entonces corrieron los hi-
jos del prncipe de Salerno, y los del infante don Fernando de la Cerda
Sicilia
apostlica, pues desdla muerte del papa Nicols IV en 1292, estuvo dos
aos sin proveerse por la profunda divisin que reinaba entre los carde-
nales, que casi siempre en conclave, no les era posible llegar entenderse
y concertarse sobre la eleccin de pontfice. A l fin,
Sicilia en julio de 1294, como por una especie de inspira-
cin se convinieron todos y sorprendieron la cris-
tiandad con la eleccin de un anciano y virtuoso
ermitao que haca una vida sencillsima y oscura
en Tierra de Labor. Este santo y humilde siervo de
Dios, que en su consagracin (29 de agosto) tom
JAIME I (DESPUS I I DE el nombre de Celestino V, con el deseo sincero de
ARAGN) ver restablecida la paz envi inmediatamente al rey
de Aragn dos legados, para que en unin con los embajadores de Fran-
cia que aqu estaban, viesen de concluir la apetecida concordia. Mas
convencido luego aquel piadoso varn de que no era propsito para
tan alta dignidad y tan difcil cargo en circunstancias tales, resign an-
tes de cuatro meses el pontificado en la ciudad de peles despojndose
de las insignias pontificias (diciembre, 1294), y dejando sus sucesores,
como dice Bernardo Guido en su historia, un ejemplo nuevo de humil
dad y de abnegacin, que todos haban de aplaudir y muy pocos haban
de imitar.
Fue entonces elevado la silla de San Pedro un personaje, que. por su
carcter y antecedentes, era el reverso de su antecesor: hbil, sagaz, acti-
vo, versado ya en los negocios del siglo y de la poltica, y en quien pare-
ca verse resucitar los das de los Gregorios sptimos, y de los Inocencios
terceros: tal era el cardenal Cayetani, quien se di el nombre pontifical
de Bonifacio VIII. Uno de sus primeros actos fu recluir en una prisin
su antecesor, so pretexto de prevenir un cisma en la Iglesia, si acaso se
arrepenta de su abdicacin, haba quien con daado intento quisiera
EDAD MEDIA 297
otra vez proclamarle (1). Haba tenido gran parte en la elevacin de Bo-
nifacio V I I I la influencia de Carlos I I de peles. Las gestiones del nuevo
pontfice en favor de la paz hallaron ya los nimos de los prncipes harto
preparados un acomodamiento, y puede
Aragn
decirse que no faltaba ya sino dar sancin
las negociaciones. La muerte de Sancho
IV de Castilla, ocurrida en 1298, no las in-
terrumpi. Cruzronse embajadas en todas
direcciones, y congregronse al fin repre-
sentantes de los diferentes soberanos en
Anagni, ciudad de los Estados pontificios,
donde se hallaban el papa y el rey Carlos
de peles.
Ajustse finalmente en Anagni la de-
seada paz general bajo las condiciones
siguientes: Jaime I I de Aragn haba de
casar con Blanca, hija de Carlos I I de
peles (2), dndole en dote cien mil mar-
cos de plata: el santo Padre anulaba y JAIME n
disolva por causa de parentesco el matrimonio antes concertado de
Jaime de Aragn con la infanta Isabel de Castilla (3): el rey de Ara-
gn restitua la Iglesia el reino de Sicilia e islas adyacentes, salvos
Barcelona
JAIME I I DE ARAGN
tades que quisieran, con tal que aceptaran el tratado de paz. El caballero
Pedro de Ansalon sali recibirle, y la proposicin del enviado pontifi-
cio contest desnudando la espada: Con sta, y no con papeles instru-
mentos se procurarn la paz los sicilianos, y os rogamos, si no queris
perecer, que salgis cuanto antes de la isla. Con toda esta arrogancia
desafiaba el pequeo reino de Sicilia el poder de todos los grandes Esta-
dos del Medioda de Europa. Hacase con esto inevitable ya la guerra. El
papa anul la eleccin de don Fadrique, y nombr don Jaime de Ara-
gn confalonier Gonfalonero de la Iglesia (1), y generalsimo de todas
las tropas de mar y tierra para la cruzada que haba de servir de pretexto
una expedicin contra Sicilia, y don Jaime por su parte llam todos
los aragoneses y catalanes que se hallaban en aquel reino; pero apenas al-
guno le obedeci, y casi todos abrazaron la noble causa de los sicilianos (2).
Fu el mismo don Fadrique el primero comenzar la guerra por la
parte de Calabria, apoderndose de Squilache, de Catanzaro y de otras
ciudades y posesiones pertenecientes al rey de peles: pero desacuerdos
ocurridos entre don Fadrique de Sicilia y el almirante Eoger de Lauria
acabaron por separar este, lo mismo que Juan de Prcida, de la causa
siciliana que tan esforzadamente haban sostenido, concluyendo por pasar
al servicio de la Iglesia y del rey de Aragn los mismos que haban pro-
movido y fomentado por tantos aos la independencia de Sicilia. La misma
reina doa Constanza con la infanta doa Violante se fueron Roma,
donde concurriendo por llamamiento del pontfice el rey don Jaime de
Aragn despus de la guerra de Murcia, se estrecharon las relaciones y
lazos entre la casa de Aragn y la de peles, de tan largo tiempo enemi-
gas, con el casamiento de la infanta doa Violante con Roberto, duque de
Calabria, hijo de Carlos I I de peles, y heredero de los reinos de Jeru-
saln, de peles y de Sicilia (1297). All di tambin el papa Bonifacio
don Jaime I I de Aragn la investidura de las islas de Crcega y Cerdea,
con arreglo la estipulacin secreta de Anagni, en feudo de la Iglesia,
la cual haba de dar dos mil marcos de plata, cien hombres de armas y
quinientos infantes, obligndose adems obrar como enemigo contra
los que lo fuesen de la Santa Sede. De este modo el rey de Aragn, des-
pus de tan largas y terribles luchas de sus predecesores con Roma, se
ligaba ahora con la silla pontificia y se comprometa guerrear por ella
contra su propio hermano. Con esto regres Catalua preparar una
expedicin contra Italia, sin que don Fadrique le sirviera ni recordarle
sus deberes fraternales ni hacerle ver el derecho con que posea la corona
de Sicilia: todo contestaba don Jaime con las obligaciones que haba
adquirido para con la corte de Roma.
Cosa bien extraa debi parecer ver arribar las costas de Italia en
agosto de 1298 una escuadra de ochenta galeras aragonesas mandadas por
FADRIQL'E I I D E SICILIA
f
de aquel mismo reino de Sicilia que obtuvo su padre, que gobern l, y
en que los sicilianos se empeaban en sostener don Fadrique. Apoderse
el rey de Aragn de varios lugares fuertes de Calabria, y trasponiendo el
Faro, fu poner sitio Siracusa.
No desalentaron por eso ni don Fa-
drique ni los sicilianos; antes en
varios reencuentros que tuvieron
con los confederados de Aragn y
de peles, la victoria se declar
por los de don Fadrique: los me-
sineses apresaron una flotilla de
diez y seiS galeras que capitaneaba FABRIQUE I I D E SICILIA
Juan de Lauria, pariente del almi-
rante Roger, cogindole l prisionero: los generales de don Fadrique
que ms se distinguieron en esta guerra fueron el aragons don Blasco
de Alagn y el cataln Conrado Lanza, ambos valerosos y esforzados ca-
pitanes. Siracusa, defendida vigorosamente por el caballero don Juan de
Claramente, resisti denodadamente los ataques de la escuadra combi-
nada por ms de cuatro meses, hasta que don Jaime de Aragn, intimidado
con la prdida de la escuadrilla de Juan de Lauria, y consternado con la
horrible baja de diez y ocho mil hombres que durante el invierno haba
sufrido su ejrcito, determin, alzar el cerco, y se retir con no poca
mengua peles para volver de all Catalua (1299), huyendo de la
armada de don Fadrique su hermano: el prisionero Juan de Lauria fu
condenado muerte, juntamente con Jaime de la Rosa, cogido con l, y
ambos fueron decapitados en la plaza de Mesina.
No acab con esto la guerra siciliana. Empeado don Jaime de Aragn
en restituir la Iglesia aquel reino, aparej una nueva flota y tom otra
vez el derrotero de Sicilia llegando con sus galeras al cabo de Orlando.
Acompabale el bravo almirante Roger de Lauria. Don Fadrique, que
durante la ausencia de su hermano haba recobrado todas las plazas
TOMO I V 20
302 H I S T O R I A D E ESPAA
garon ellos su vez los ejemplos de otras Uniones semejantes que desde
antiguos tiempos haban precedido la suya, y protestaron contra el de-
recho de las cortes para conocer en esta clase de negocios. Esforz el rey
sus razones diciendo, que si las cortes de Aragn se celebraban, como
era sabido, para enmendar los agravios que el rey y los sbditos pudieran
hacerse, ningn asunto era ms propio de sus atribuciones que aquel.
Odas enjuicio contradictorio las partes, as como el consejo de prela-
dos, ricos-hombres, mesnaderos, caballeros, infanzones y procuradores de
las villas y de otras personas sabias, fall el Justicia en favor del rey,
anulando y revocando aquella Unin y sus actos, por ser contra fuero,
condenando sus autores que estuviesen merced del rey con todos
sus bienes, si bien exceptuando las penas de muerte, mutilacin, prisin
y destierro perpetuo, que el monarca no podra imponerles. Apelaron los
de la Unin de esta^ sentencia ante el rey y las cortes, pidiendo se nom-
brase juez no sospechoso, pero el rey y el Justicia declararon no haber
lugar apelacin de sentencia dada por el Justicia de Aragn con consejo
y acuerdo de cortes generales. En su virtud los comprometidos fueron
condenados por el rey la prdida de sus feudos y caballeras, y des-
tierro por ms menos aos, segn la culpa de cada uno, con lo cual se
despidieron del rey y se fueron Castilla. Curioso proceso este, en que
se ve su vez la autoridad real y la poderosa aristocracia aragonesa,
recprocamente limitada una por otra, defender su causa como dos gran-
des litigantes ante el tribunal del Justicia y de las cortes, someterse su
sentencia y rendir homenaje las leyes del reino: ejemplo grande de la
sensatez de este pueblo, y de la solidez que en poca tan apartada haban
adquirido ya las libertades de Aragn (1).
Acaeci por este tiempo la famosa querella entre el papa Bonifacio V I I I
y el rey Felipe el Hermoso de Francia, que escandaliz y constern la
cristiandad, y que ejerci su influencia en los asuntos de Espaa. La erec-
cin de un nuevo obispado en Francia hecha por el pontfice, y la prisin
del obispo ejecutada por el rey, fueron, si no la causa, la ocasin de esta-
llar la animosidad que por motivos anteriores abrigaban contra el papa
el rey de Francia y los Colonnas de Italia. La bula pontificia para la erec-
cin del obispado de Pamirs fu interpretada y adulterada por el guar-
da-sellos Pedro Flotte; que representaba en ella al pontfice como aspiran-
do someter la Iglesia el poder temporal de los monarcas franceses: se
excitaron las pasiones populares, y el rey Felipe congreg un snodo en
Pars para resistir la Iglesia, y se declar en l que la eleccin del papa
Bonifacio haba sido anti-cannica (2). El papa por su parte excomulg
al rey de Francia y los Colonnas sus aliados, y despoj de la prpura
dos cardenales de la familia. Un profesor de derecho en Tolosa, Guillermo
Xogaret, agente del rey Felipe, tuvo el atrevimiento de fijar en Poma un
(1) Z u r i t a , A n a l . , l i b . V , cap. L I .
(2) Pedro F l o t t e llev su irreverencia al p u n t o de d i r i g i r a l papa de parte del rey
u n a carta que p r i n c i p i a b a a s : F e l i p e por l a gracia de Dios, rey de los franceses,
Bonifacio, papa i n t r u s o , poca n i n g u n a salud. Sepa vuestra g r a n d s i m a fatuidad que
nosotros no nos sometemos nadie en l o t e m p o r a l , e t c .
310 H I S T O R I A D E ESPAA
(1) V a s e el cap. V I I I .
EDAD MEDIA 313
los cinco das de haber fallecido la infanta doa Teresa de Entenza, es-
posa del infante don Alfonso. Tena entonces don Jaime I I , el Justiciero,
sesenta y seis aos, y haba reinado treinta y seis. Se enterr, conforme
l lo dej ordenado, en el monasterio de Santas Creus, al lado de su pa-
dre don Pedro el Grande y de su esposa doa Blanca (1).
Seal este reinado uno de los acontecimientos ms memorables de la
edad media, y uno de los sucesos ms ruidosos de la cristiandad. .Habla-
mos de la cada, extincin y proceso de los templarios. Esta insigne mili-
cia, que en cerca de dos siglos de existencia (2) haba hecho tantos y tan
distinguidos servicios al cristianismo, la que entre todas las rdenes de
caballera haba adquirido ms extensin, ms renombre, ms influjo, y
ms riqueza en todas las naciones de Europa y de Asia, fu objeto del
odio y de la persecucin ms implacable de parte del rey de Francia Fe-
lipe IV el Hermoso, que desde que se sent en la silla de San Pedro el
papa Clemente V, hechura suya, y quien tena como cautivo en su rei-
no, no ces de denunciar los templarios al jefe de la Iglesia y de pedir su
abolicin en todos los Estados cristianos, al propio tiempo que formaba
los de su reino un proceso inquisitorial en averiguacin de los horribles
crmenes de que se los acusaba, y que algunos de ellos mismos dicen que
haban espontneamente delatado confesado. Los crmenes que se les
imputaban eran en verdad espantosos. Que hacan los novicios, al tiem-
po de la profesin, renegar de la fe catlica, blasfemar de Dios y de la
Virgen, escupir tres veces la cruz y pisotear la imagen de Cristo; que ado-
raban como dolo una cabeza blanca con barba larga y cabellos negros
y encrespados, la cual tocaban el cngulo con que se cean despus el
cuerpo, rezando ciertas oraciones misteriosas; que daban tambin culto
un animal, que las veces era un gato; que omitan en la misa las pa-
labras de la consagracin; que se usaban recproca y lascivamente, y
hacan otras abominaciones y torpezas que no se pueden estampar (3).
cia con que se los sacrificaba (marzo, 1314). Al decir de una crnica, y
segn la constante tradicin, al tiempo de morir emplazaron al papa y al
rey para ante el tribunal de Dios dentro de un ao. Fuera no cierto este
emplazamiento, tan parecido al de Fernando IV de Castilla, el papa Cle-
mente V muri en Lyn el 20 de abril, y el rey Felipe el Hermoso en Fon-
tainebleau el 29 de noviembre del mismo ao de 1314 (1).
La persecucin de los templarios hasta su extincin pudo no ser un
negocio de inters para el rey Felipe IV de Francia con el fin de enrique-
cerse con sus bienes, agotado como tena entonces su tesoro. Mas si as
no fu, como muchos lo piensan, su conducta en este ruidoso asunto di
por lo menos ocasin que los hombres ms pensadores lo hayan credo
generalmente as. Los delitos de que fueron acusados, aun sin leer los do-
cumentos y razones con que han ilustrado esta materia los doctos Lava-
lle, Dupuy, Raynouard, Campomanes y otros escritores ilustres, no pue-
den dejar de aparecer increbles por lo absurdos, por lo opuestos al
instituto y los antecedentes de la orden, por su misma magnitud y
enormidad, y hasta por la dificultad del secreto y la no mucha posibilidad
de la ejecucin entre gente de tan extraos pases, condiciones idiomas.
Comprndese que las riquezas que amontonaron los llegaran pervertir,
y que faltando ya el objeto de su institucin se entregaran algunos de
ellos vicios y pasiones violentas y terribles. Se explica que en tal comu-
nidad, encomienda y aun provincia, llegaran usarse esos ritos misterio-
sos y extravagantes que hubiesen podido importar de Oriente. Mas no se
concibe cmo en una orden difundida por toda la cristiandad pudiera es-
tablecerse y practicarse como sistema la apostasa y el mahometismo, la
abjuracin y la blasfemia, los ritos idoltricos ms abominables y ridcu-
los, y la lascivia en sus ms repugnantes actos, prcticas y modos, y que
para esto hicieran entrar en la orden sus ms prximos parientes; no
hagamos, como dice el ilustrado Michelet, tal injuria la naturaleza hu-
mana! Sin embargo, algunos de aquellos crmenes, verdaderos inventa-
dos, eran propsito para concitarles la odiosidad del pueblo. Sbese
tambin los medios que para las informaciones emple el rey de Francia,
y pesar de todo no son tan claras las pruebas que aparecieron en el pro-
ceso (2). Y si en el concilio general de Viena fueron extinguidos y en otros
particulares de Francia condenados, no fueron pocos los concilios provin-
ciales de otras naciones en que se los declar inocentes y absueltos.
En cuanto los de Espaa, tan luego como el monarca francs verifi-
c la prisin general de los de su reino, dirigi cartas los reyes don
tres acabaron pronto sus das, y todos tres fueron deshonrados por sus
esposas. Luis el Hutn, que desde 1305 en que muri doa Juana su ma-
dre la hered en el reino de Navarra, y su padre como rey de Francia
en 1314, tuvo por esposa la clebre adltera Margarita de Borgoa,
cuya memoria ha quedado en los pueblos para infundirles espanto. No
hablaremos de su desastrosa muerte, ni de sus famosas obscenidades.
Muri Luis el Pendenciero en 1316, envenenado, dejando de su segunda
mujer Clemencia una sola hija llamada tambin Juana como su abuela.
Luis el Hutin fu el primer monarca que proclam la libertad natural del
(1) A g u i r r e , y los d e m s coleccionistas de concilios.
(2) M a r i a n a las enumera, aunque imperfectamente, en el l i b . X V , cap. x de su
H i s t o r i a . M a r i a n a los condena p o r las bulas plomadas del papa C l e m e n t e , aunque
antes a l referir sus acusaciones ha dicho: Por v e n t u r a no parecen estos cargos i m -
puestos y semejables consejas que cuentan las viejas? Pero no aconsejamos nues-
t r o s lectores que lean estos cargos por M a r i a n a , que parece no h a l l expresiones con
que ocultar lo que ofende a l pudor.
(3) Hemos tenido presente para l a sucinta r e l a c i n que hemos hecho de este
c l e b r e suceso, l a copia a u t n t i c a del proceso de los de F r a n c i a y el original de los de
A r a g n , que se halla en el archivo general de este reino, y consta de 381 folios, las
bulas del papa Clemente V , l a Coleccin de concilios de A g u i r r e , l a vida de Clemente V
por Bernardo Guido, y por J u a n , c a n n i g o de San V c t o r , a l italiano J u a n V i l l a n i , las
historias ilustraciones de los franceses L a v a l l e , Raynouard, Chateaubriand, y Miche-
let, las Disertaciones h i s t r i c a s del i l u s t r e e s p a o l Campomanes, Z u r i t a en los Indices
latinos y en los libros V y V I de los Anales, y otros muchos autores y documentos que
fuera largo enumerar.
EDAD MEDIA 321
hombre. Por derecho natural todo hombre debe nacer libre, dijo en su
declaracin real de 3 de julio de 1315.
Heredle su hermano Felipe V llamado el Largo por su elevada esta-
tura, el cual, sin consideracin los derechos de su sobrina la princesa
Juana la corona de Navarra, tom simultneamente las riendas del go-
bierno de ambos reinos, como si fuesen uno solo, sin que los navarros
reclamasen por entonces en favor de la lnea de sus reyes. Una asamblea
de obispos, de seores y de vecinos de Pars declar que en el reino de
Francia la mujer no sucede. Fu la primera vez que se habl de la ley
slica y se hizo su aplicacin. Felipe amaba las letras y protega los lite-
ratos, y l mismo compuso poesas en lengua provenzal. Era naturalmente
dulce y humano. Muri los veintiocho aos de edad y seis de reina-
do (1322), y el advenimiento de su hermano Carlos el Hermoso al trono
confirm por segunda vez el principio de la pretendida ley slica.
Otros seis aos rein en Francia y en Navarra Carlos el Hermoso, no
table slo por la revolucin que sigui su muerte (1328). El nuevo rey
de Francia, no hallndose en tan oportuna posicin como sus antecesores
para rechazar el derecho de doa Juana, casada ya con Felipe, conde de
Evreux, al reino de Navarra, se resign renunciar en favor de esta prin-
cesa y de su marido el que pudiera tener aquel reino, y renunciando
stos su vez al que pudiesen alegar la corona de Francia, vinieron
Navarra recibir el juramento de fidelidad de sus subditos. De esta ma-
nera volvi el trono de Navarra ser ocupado por una princesa descen-
diente de la lnea de sus antiguos reyes propietarios.
CAPITULO X
ALFONSO IV (EL BENIGNO) EN ARAGN
De 1327 1336
ALFONSO IV DE ARAGN
rra contra los infieles. No pudo el de Aragn sino enviar los caballeros
de las rdenes militares y algunas galeras para hostilizar por la costa,
impidindole ir personalmente, segn estaba tratado, los disturbios que
en Cerdea ocurrieron. Obligado el rey de Granada reconocerse vasallo
del de Castilla, aprovecharon los moros granadinos la tregua en que que-
daron para hacer algunas incursiones al Sur del reino de Valencia, donde
lograron apoderarse de algunos castillos, pero merced las enrgicas me-
didas que tom el aragons tuvieron que retirarse sin ulterior resultado
(de 1329 31).
La Cerdea, en efecto, se hallaba en revolucin, y empezaba, como era
de esperar, costar cara al reino de Aragn, como todas las conquistas y
posesiones de fuera de la Pennsula. Los genoveses haban logrado suble-
var los de Sssari (1) con ayuda de la poderosa familia de los Orias y
otras principales. El almirante Carroz desterr los rebeldes y les confis-
tan urbanas protestas estaban las medidas que aun antes de la muerte de
su padre haba tomado para que se devolviesen la corona y quedaran sin
efecto las disputadas donaciones. Con esto y con habe'rsele entregado el
importante castillo de Jtiva que estaba por la reina, qued el nuevo rey
de Aragn en posesin plena de sus dominios.
Tal fu el breve y pasajero reinado de Alfonso IV, quien por su bon-
dad y por el amor que mostr sus subditos apellidaron el Benigno. En
su juventud haba dado muestras de grande nimo y valor, y muy prin-
cipalmente en la empresa de Cerdea. Pero despus que ci la corona y
cas segunda vez, vivi muy enfermo, y acaso esta fu la causa de haber
tomado sobre l tanto ascendiente la reina, y de haber tenido esta seora
en la gobernacin del reino ms mano de la que en aquellos tiempos se
acostumbraba (1). El reinado de Alfonso IV, que no se seal en el exte-
rior sino por una encarnizada guerra martima en los mares de Levante,
y en el interior por los disturbios y pleitos entre los miembros de la real
familia, se oscurece y eclipsa ms por la circunstancia de haber mediado
entre los dos grandes importantsimos reinados de don Jaime I I el Jus-
to, su padre, y de don Pedro IV el Ceremonioso su hijo (2).
CAPITULO X I
ALFONSO X I (EL JUSTICIERO) EN CASTILLA
Be 1312 1350
ran. Durante estas cortes muri don Juan Nez de Lara, que era ma-
yordomo de la casa real, cuyo cargo se dio don Alfonso, hijo del infante
don Juan.
No impedan estos conciertos y avenencias para que Castilla ardiera
en guerras parciales entre los dos infantes y los grandes seores del
reino, guerras que bastaban para turbar el sosiego pblico y causar estra-
gos en las poblaciones, pero reducidas particulares reyertas, hijas de la
ALFONSO X I
brada recorri todo el pas de Jan hasta tres leguas de Granada, incen-
di y saque algunas poblaciones y tom varias fortalezas. Vea con celos
su to don Juan en Castilla la fama y autoridad que daban don Pedro
sus esclarecidas hazaas en la guerra, y mortificbale la estimacin y el
influjo que su compaero de regencia iba ganando. Tena don Juan le-
vantada mucha gente en Castilla la Vieja: cualquiera que fuera el destino
que pensara darle, la reina doa Mara tuvo maa para hacer que don
Juan llevara tambin aquellas tropas pelear con los moros granadinos,
conviniendo en que los dos infantes acometeran los sarracenos por dos
lados. Hicironlo as; cercaron castillos, devastaron pueblos y, por ltimo,
aparecieron reunidos en la vega de Granada. Ismail habl sus caudillos
y les represent la mengua que estaban sufriendo. Armse toda la juven-
tud granadina y se uni la guardia del rey. Aaden algunos que Ismail
haba tomado el partido desesperado de comprar el auxilio del rey de
Fez, al precio de entregarle Algeciras y otras cinco plazas. Los escritores
rabes que hemos visto no lo dicen. Lo que se sabe es que un da sali
Ismail de Granada con una hueste numerosa y decidida, y que habiendo
encontrado los cristianos, inferiores en nmero, los acometieron y aco-
saron con tanto furor que los dos esforzados prncipes de Castilla (dice
la crnica musulmana) murieron all peleando como bravos leones: ambos
cayeron en lo ms recio y ardiente del combate (1319). El ejrcito caste-
llano huy en desorden: el cadver del infante don Juan qued en poder
de los infieles: reclamado despus por su hijo don Juan el Tuerto, le fu
devuelto por el emir en un fretro forrado de pao de oro. El vencedor
Ismail no slo recobr las fortalezas que le haban tomado los infantes en
el pas granadino, sino que destac un cuerpo de moros, para que se apo-
derara de algunas plazas de la frontera de Murcia Los castellanos, de re-
sultas de la catstrofe de los infantes, pidieron una tregua, Ismail se la
otorg por tres aos (1).
Con la muerte de los infantes, y en conformidad al acuerdo de las
cortes de Burgos, quedaba la reina doa Mara de Molina nica tutora del
rey su nieto, en cuya virtud despach cartas todas las ciudades anun-
ciando lo acontecido, recordndoles la lealtad que le deban, y exhortn-
dolas que no se dejaran seducir de nadie en menoscabo de sus derechos.
Mas no era cosa fcil, y menos en tales circunstancias, poner freno
ambiciones personales. Faltaron dos tutores, y se multiplicaron los preten-
dientes la tutora. Eran entre stos los principales los infantes don Juan
Manuel y don Felipe, que guerrearon entre s, y si bien no se atrevieron
darse combate formal, vengbanse mutuamente en estragar las villas y
comarcas pertenecientes cada uno, las que respectivamente los haban
(1) C r n i c a del rey d o n Alfonso el Onceno, cap. XVII.Conde, p. IV, cap. xvm.
E l historiador r a b e afirma, como vemos, que los dos infantes castellanos m u r i e r o n en
lo m s recio del combate peleando como bravos leones: l a c r n i c a cristiana dice que
m u r i e r o n desmayados del calor y de l a fatiga y pesadumbre, sin herida de nadie, per-
diendo el e n t e n d i m i e n t o et l a fabla. Nos parece poco v e r o s m i l que a s muriesen
p r n c i p e s t a n esforzados y en t a n c r t i c o trance, y creemos m s probable lo que cuenta
el historiador a r b i g o .
EDAD MEDIA 337
los otros, tanto porque avian catar manera como saliesen del poder de
aquel tutor, et tomasen otro, porque fuesen desfechos et destroidos sus
contrarios. Et algunas villas que non tomaron tutores, los que avian el
poder tomaron las rentas del rey, et apremiaban los que poco podian, et
echaban pechos desaforados Et en nenguna parte del regno non se facia
justicia con derecho; et llegaron la tierra tal estado, que non osaban
andar los omes por los caminos sinon armados, et muchos en una compa-
a, porque se pediesen defender de los robadores. Et en los logares que
non eran cercados non morabii nenguno; et en los logares que eran cerca-
dos mantenanse los mas dellos de los robos et furtos que facan; et en
esso tan bien avenan muchos de las villas, et de los que eran labradores,
como los fijos-dalgo: et tanto era el. mal que se facian en la tierra, que
aunque fallasen los omes muertos por los caminos, non lo avian por ex-
trao. Nin otros avian por extrao los furtos, et robos, et daos, et males
que se facian en las villas, nin en los caminos. Et dems desto los tutores
echaban muchos pechos desaforados, et servicios en la tierra de cada ao,
et por estas razones veno granel hermamiento en las villas del regno, et
en muchos otros logares de los ricos-omes et de los caballeros. Et quando
el rey ovo salir de la tutora, fall el regno muy despoblado, et muchos
logares yermos: ca con estas maneras muchas de las gentes del regno des-
amparaban heredades, et los logares en que vivan, et fueron poblar
regnos de Aragn et de Portugal (1).
Tal era la situacin del reino cuando don Alfonso lleg los catorce
aos (1325). Urgale tomar por s mismo las riendas del gobierno para ver
de poner te'rmino tan deplorable anarqua y tan lastimoso desorden.
As lo manifest los del concejo de Valladolid, que en lo de cuidar de
su guarda haban sido fieles cumplidores de la misin que les haba enco-
mendado la reina doa Mara. Con esto despach cartas con su sello los
tutores, y otras los prelados, ricos-hombres y concejos para que concu-
rriesen las cortes que determin celebrar en aquella ciudad. Los infan-
tes tutores don Felipe, don Juan Manuel y don Juan el Tuerto, acudieron
al llamamiento hicieron renuncia solemne de la tutora, reconociendo
por seor nico al rey, que comenz gobernar y proveer por s los em-
pleos de su casa, dando la principal cabida en ellos y en su consejo dos
caballeros de su privanza, Garcilaso de la Vega y Alvar Nez de Oso-
rio (2). Y habiendo igualmente concurrido las cortes los prelados, ricos-
hombres y procuradores de las ciudades, se declar en ellas la mayor edad
del rey, se le otorgaron cinco servicios y una moneda, considerable subsi-
dio atendida la penuria en que haba quedado el pas, y el rey por su
parte les confirm los fueros, privilegios, franquezas y libertades que te-
nan sus predecesores.
Pero la sumisin de los tutores dur bien poco. Acostumbrados los
prncipes reinar ellos bajo el nombre de un rey menor, los infantes don
Juan Manuel y clon Juan el Tuerto se desabrieron luego con el monarca,
y se salieron de Valladolid conjurados contra l. Para estrechar esta con-
federacin acord don Juan Manuel dar don Juan el Tuerto la mano de
su hija Constanza que se hallaba la sazn viuda. Dispuesto el rey des-
hacer cualquier precio esta liga y amistad que podra serle muy peligro-
sa, discurri halagar don Juan Manuel pidindole para s la mano de su
hija. El infante vi en ello un partido ms ventajoso y no vacil en otor-
grsela, siquiera desairase y enojase su asociado en la conjuracin. El
casamiento se firm y realiz dando don Juan Manuel en reheneSi hasta
que el rey tuviese sucesin, el alczar de Cuenca y los castillos de Huete
y de Lorca, nombrndole adems adelantado de la frontera (noviem-
bre, 1325). Mas en cuanto al matrimonio, no se consum entonces en razn
la tierna edad de la infanta, encomendando su crianza al cuidado de
una aya nombrada doa Teresa, ni el rey us nunca con ella los derechos
de esposo, de modo que no lleg doa Constanza ver confirmado el t-
tulo de reina de Castilla por las discordias que luego sobrevinieron.
Don Juan el Tuerto se tuvo, y no sin razn, por ultrajado, y buscando
cmo vengarse del rey pretendi y obtuvo la mano de doa Blanca, hija
de don Pedro de Castilla (el que muri con don Juan su padre en la vega de
Granada), la cual se hallaba en Aragn con su madre doa Mara, hija
de don Jaime I I . Separado as del servicio de Alfonso de Castilla, aliado
y amigo del aragons, teniendo la madre de su esposa grandes dominios
en Castilla y en Vizcaya y fronteras de Aragn, y poseyendo l mismo ms
de ochenta entre castillos y lugares, era para el nuevo monarca castella-
no, y ms en la situacin en que el reino se hallaba, un formidable ene-
migo. Alfonso X I por su parte haba comenzado recorrer y visitar el
reino, desplegando una severidad que no poda esperarse en sus cortos
aos, fin de restablecer el orden, difundiendo un terror saludable los
malhechores y dscolos, empezando por tomar y arrasar el castillo de Val-
denebro, guarida de bandidos de la clase noble, y hacindolos ejecutar
con inexorable rigor. En las cortes de Medina del Campo (1326) revoc
algunas de las concesiones hechas en el ao anterior en las de Valladolid,
y continu su visita rodeado de un aparato imponente para el castigo de
los delitos. Llegado que hubo Toro, y noticioso de que don Juan el
Tuerto trataba de ganar contra l los reyes de Aragn y Portugal, en-
vile llamar so pretexto de tratar con l de la guerra de Granada y de
otros importantes negocios, encargando los mensajeros le ofreciesen
grandes mercedes en su nombre, y que no le negara ni aun la mano de
su hermana doa Leonor si se la pidiese. Contest don Juan que no ira
mientras tuviese el rey en su casa Garcilaso de la Vega, de quien rece-
laba mucho. Tambin le prometi el rey que no le encontrara ya en pa-
lacio cuando viniese. Consinti, pues, don Juan fuerza de instancias y
de ofertas en pasar Toro, envindole adems el monarca un salvocon-
ducto en toda forma. Salile recibir Alfonso con mucho agasajo y corte-
340 HISTORIA D E ESPAA
Fuente Aguinaldo las bodas de don Alfonso de Castilla con doa Mara
de Portugal, y del prncipe portugus don Pedro con doa Blanca de Cas-
tilla (1328), pactndose alianza y amistad entre los monarcas de ambos
reinos. El de Castilla solicit del papa Juan X X I I (segundo de los que re-
sidieron en Avin) la dispensa del parentesco inmediato con su nueva
esposa, y el pontfice la otorg sin dificultad. Faltbales al portugus y al
castellano apartar al de Aragn de la alianza con don Juan Manuel: lo-
graron este objeto proponiendo Alfonso IV de Aragn el casamiento con
la infanta doa Leonor, hermana del de Castilla, proposicin que acept
el aragons, verificndose el enlace en Tarazona (1329) con asistencia de
brillante cortejo de ambas cortes y con la solemnidad que hablando de
aquel reinado dejamos en el captulo precedente referido. No se hicieron
estas bodas sin que intercediera el de Aragn en favor de don Juan Ma-
nuel, quien no solamente devolvi el castellano su hija Constanza, pri-
sionera en Toro, y por tres aos reina nominal de Castilla, sino tambin
sus seoros, con una gran suma de dinero, para que le sirviese por la
parte de Murcia en la guerra que proyectaba contra los moros. La avenen-
cia que con este motivo accedi don Juan Manuel fu como impuesta
y aceptada por la necesidad: el infante tom los dineros, pero dej tran-
quilos por su parte los moros, y no renunci la amistad con el de
Granada (1).
Arreglados estos enlaces, pens Alfonso de Castilla en llevar otra vez
la guerra al reino granadino. Vise con'su suegro el de Portugal, que le
auxili con quinientos jinetes, y dirigise Crdoba, punto de reunin
para el ejrcito. Algunos encuentros felices con los musulmanes y la con-
quista de Teva, fueron el resultado de esta campaa, aunque el principal
y ms importante fu que cansado de guerra el emir acab por recono-
cerse tributario y vasallo del de Castilla. Con esto y con haber el infante
don Alfonso de la Cerda hecho renuncia de sus derechos al trono caste-
llano cambio de algunos ricos dominios, iba quedando Alfonso X I libre
de muchos de los elementos de turbacin que haban agitado el reino
durante su menora.
Mas precisamente este tiempo fu cuando prendi en Alfonso de
Castilla el fuego de aquella clebre pasin amorosa, que vino ser fecun-
do manantial inagotable fuente de disturbios y calamidades para el
reino. Haba en Sevilla una noble dama, notable por su hermosura, muy
fija-dalgo, dice la crnica, et en fermosura la mas apuesta muger que
avia en el regno. Vila Alfonso y qued prendado de ella, y desde aquel
(1) Notemos una coincidencia bien singular. Esta princesa d o a Leonor de Castilla
h a b a estado casada con el infante don Jaime de A r a g n , heredero de aquel trono y
hermano mayor de Alfonso VI. A q u e l infante e n t r en religin sin consumar el m a t r i -
monio, y la princesa volvi virgen Castilla: ahora va ser reina de A r a g n como es-
posa del hermano de su p r i m e r m a r i d o : mientras d o a Constanza M a n u e l , reina de
Castilla, era a l propio t i e m p o devuelta virgen su padre, para casar m s adelante
(en 1340) con el infante don Pedro de Portugal, hermano de la segunda esposa de su
p r i m e r marido, y ser d e s p u s reina de Portugal. E x t r a a suerte la de estas dos p r i n -
cesas, casadas y v r g e n e s , para ser o t r a vez casadas y reinas dentro de las familias de
sus primeros esposos.
EDAD MEDIA 343
(1) C r n i c a , cap. c u .
344 H I S T O R I A D E ESPAA
taleza por mar y tierra, y sus galeras cruzaban sin cesar el Estrecho y no
dejaban llegar vituallas. Sabiendo Mohammed el granadino el apuro de
los cercados de Gibraltar, alleg sus caballeros y march darles auxilio.
Entre Algeciras y Gibraltar pele victoriosamente con los cristianos, y los
venci y oblig levantar el cerco, Pero haciendo, como joven, impru-
dente alarde de su triunfo, diciendo los caudillos de frica que los cris-
tianos, como buenos caballeros que eran, no haban querido pelear con
ellos, porque todos los andaluces tenan mengua guerrear con africanos,
gente hambrienta y mezquina, irritaron de tal manera estas picantes gra-
cias los de frica, que desde entonces concibieron el pensamiento aleve
de asesinarle. As lo hicieron en la primera ocasin que se les depar; es-
pironle los pasos y le cogieron subiendo un monte por una spera an-
gostura, y all le acometieron y pasaron lanzadas, donde ni l poda re-
volver su caballo ni sus guardias defenderle. El cuerpo de Mohammed
estuvo abandonado y desnudo en el monte, hecho el escarnio de los sol-
dados de frica, quienes acababa de salvar. Cun ingrata y descono-
cida es la barbarie! exclama aqu el escritor arbigo. Grandemente llo-
rada fu por los granadinos la infausta nueva de su muerte. Los wazires'
y jeques proclamaron rey su hermano Yussuf Abul Hagiag, mancebo
de hermoso cuerpo, de trato dulce, erudito, buen poeta y docto en dife-
rentes ciencias y facultades, pero ms dado la paz que al ejercicio de
las armas. As no tard en enviar cartas y mensajeros Sevilla para ne-
gociar paces con los cristianos (1333), y se ajust una tregua de cuatro
aos con el rey don Alfonso con buenas condiciones (1).
En las cosas del gobierno interior del reino desplegaba Alfonso una
energa y una severidad, que hubieran sido muy provechosas y muy loa-
bles, atendido el desorden de los aos pasados, si en los castigos no
(1) Quien desee saber los pormenores de estas largas contiendas civiles puede
verlos en la C r n i c a de don Alfonso el Onceno, donde los h a l l a r referidos con m i n u -
ciosa, pero con fatigante p r o l i j i d a d .
EDAD MEDIA 347
con el ejemplo del de Haro y del de Lara (1). Envi, en efecto, el arago-
ns al castellano con este fin al obispo de Burgos, canciller mayor de la
reina de Aragn, y esto sin duda se debi la paz que se ajust entre
Alfonso X I y don Juan Manuel, si bien ste no lleg entonces verse
con el rey. Intimronse tambin las relaciones de don Juan Manuel con
Alfonso IV de Portugal (2), por el matrimonio que esta sazn se pact
entre doa Constanza, la hija de don Juan Manuel, reina de Castilla al-
gn tiempo, y el prncipe heredero de Portugal don Pedro, que aunque
desposado con doa Blanca de Castilla, vino quedar libre por el estado
de parlisis y de demencia que sta haba venido y que la inhabilitaba
para el matrimonio. Sin embargo, las bodas con doa Constanza no se
efectuaron hasta 1340.
A la muerte del rey de Aragn, ocurrida en 1335, apresurse don
Juan Manuel renovar su alianza con el nuevo monarca aragons don
Pedro IV, el cual le confirm el ttulo de prncipe de Villena. Mas te-
miendo que el de Castilla quisiera despojarle de sus Estados, parecile ser
de necesidad hacer un acomodamiento ms formal y sobre bases ms sli-
das que el precedente. Efectuse ste en Madrid por mediacin de doa
Juana, madre de don Juan Nez, reconociendo don Juan Manuel la
soberana de Alfonso sobre su villa y castillo de Escalona, sobre la ciudad
y castillo de Cartagena, y sobre uno de los castillos de Peafiel, de modo
que si. faltase al servicio del monarca pasaran ser propiedad de ste,
no slo aquellos castillos, sino adems otros tres que podra elegir de
entre los del seoro de don Juan Manuel con facultad de demolerlos y
arrasarlos. Esta vez llev el infante su condescendencia y sumisin hasta
ir besar la mano al rey que se hallaba en Cuenca, acompaando al so-
metido infante la reina viuda de Aragn, doa Juana de Lara, don Juan
Nez y su esposa, los cuales todos y cada uno de por s salieron fiadores
de la buena fe de los contratantes. Fu, pues, don Juan Manuel el nico de
los tres rebeldes Alfonso X I que sali bien librado. La concordia, no
obstante, pesar de todas aquellas fianzas haba de durar bien poco.
Seguan con general escndalo las intimidades del rey de Castilla con
doa Leonor de Gluzmn, la cual favor de sus amores adulterinos y del
ascendiente que ejerca sobre el obcecado monarca tena desairada y ver-
gonzosamente postergada la reina legtima. No poda el rey de Portu-
gal ver con fra indiferencia la humillante y desdorosa situacin de su
hija, as como don Pedro de Aragn tena presentes los disgustos que
siendo infante le haba causado su madrastra, fiada en la proteccin de
su hermano Alfonso de Castilla (3).
Con tales disposiciones atrevise el de Portugal intimar Alfonso X I
de Castilla, cuando tena cercado don Juan Nez de Lara en Lerma,
(1) Z u r i t a inserta l a copia del reconocimiento que por esto le hizo el infante, fecho
en Castelfabib, 7 de marzo de l a era 1372.Anal, de A r a g n , l i b . V I I , cap. x x i .
(2) Dos Alfonsos cuartos reinaban s i m u l t n e a m e n t e , el uno en Portugal, el o t r o
en A r a g n , y tres Pedros eran los herederos de los tronos de P o r t u g a l , A r a g n y Cas-
tilla.
(3) E e c e r d e s e lo que sobre esto referimos en nuestro cap. x .
EDAD MEDIA 349
(1) C r n i c a , cap. o c m .
(2) Conde, p a r t . IV, cap. XXI.
352 H I S T O R I A D E ESPAA
que guiaba el prior de San Juan rtiz Caldern: mas toda su alegra se
convirti en pesadumbre y llanto al ver desaparecer la flota impulsos
de una furiosa y deshecha borrasca que hizo perecer casi todas las naves,
excepto unas pocas que la tempestad arroj las costas de Cartagena y
de Valencia. Los musulmanes pregonaban que Dios y los elementos esta-
ban por ellos, y el rey Alfonso que se hallaba en Sevilla se contrist, pero
no se abati con aquel fatal contratiempo.
Inmediatamente y sobre la marcha convoc los prelados, ricos-hom-
bres; maestres de las rdenes y otros caballeros hijosdalgo para consul-
tar si se haba de socorrer Tarifa. Alfonso los dej discutir; eran varios
los pareceres; hasta que el rey entr en la sala de la asamblea y dijo re-
sueltamente: Tarifa ser socorrida. Qued, pues, deliberado socorrer
los infelices sitiados, costara lo que quisiera. Hizo que la reina doa Mara
escribiera de nuevo su padre el rey de Portugal excitndole que vi-
niera en persona en ayuda de su marido. Alfonso IV lo prometi as; pero
impaciente el de Castilla, parti l mismo Portugal, habl con su suegro
en Jurumea (Alentejo), y volvi Sevilla con la seguridad de que ven-
dra reunrsele pronto el portugus. Mucha era la inquietud del castella-
no mientras aqul llegaba. Entretanto no haca sino despachar mensajes
los de Tarifa, afirmndoles que de un da otro ira socorrerlos con
el rey de Portugal, y previnindoles que se mantuvieran firmes y no hi-
cieran salidas que los pudieran comprometer. Lleg al fin el de Portugal
con una bien corta pero escogida hueste de los principales hidalgos de su
reino, y partieron los dos Alfonsos de Sevilla el 20 de octubre en direc-
cin de Tarifa, haciendo muy cortas jornadas con objeto de proveerse de
vveres ir recogiendo la gente que se les iba allegando. Ocho das em-
plearon en la travesa, al cabo de los cuales acamparon las tropas confe-
deradas en un lugar dos leguas de Tarifa llamado la Pea del Ciervo. A l
propio tiempo se dejaban ver en el Estrecho las velas de Aragn, que
costeadas por el rey de Castilla guiaba el almirante don Eamn de Mon-
eada, as como tres galeras y doce naves que comandaba el prior de San
Juan.
A la aproximacin de los ejrcitos cristianos levantaron los musulma-
nes el cerco, y asentaron los de frica y los de Granada separadamente
su campo para esperarlos. El plan de batalla de los cristianos fu que el
rey de Castilla atacara al de Marruecos, el de Portugal al de Granada. De
parte de los moros estaba la ventaja del nmero, por lo menos tres cua-
tro veces mayor que el de los fieles (1). Favoreca stos el ir todos ani-
mados del fuego patrio y del valor del martirio, como que de la derrota
del triunfo pendan no slo sus vidas, sino la suerte de su patria, de su re-
ligin, de sus familias y de sus hogares. Acompaaban al rey de Castilla
los prelados de Toledo, de Santiago, de Sevilla, de Palencia, de Mondoe-
A tal sazn pas el ro Salado el rey don Alfonso con los de su mesna-
da, metindose con ellos en un valle donde estaba el grueso de la moris-
ma con Abul Hassn. Cargaron sobre ellos de tropel los africanos, lanzando
saetas, una de las cuales se clav en el arzn de la silla del caballo del
rey. Feridlos. exclam entonces Alfonso alentando los suyos, feridlos,
que yo soy el rey don Alfonso de Castiella et de Len, ca el dia de hoy ver
yo qules son mis vasallos, et vern ellos quien soy yo. Y espoleando su
caballo quiso meterse en lo ms recio de la pelea. Pero el arzobispo de
Toledo don Gil de Albornoz, teniendo acaso presente en aquellos momen-
tos el ejemplo de su ilustre predecesor don Rodrigo Jimnez, y lo que hizo
con Alfonso el Noble en las Navas de Tolosa, Seor, exclam imitacin
de aqul, estad quedo, et non pongades en aventura Castiella et Len,
ca los moros son vencidos, etfio en Dios que vos ser edes hoy vencedor .lias
palabras del rey inflamaron los suyos, y como quiera que stos fuesen
muy pocos, pero como todos eran caballeros y escuderos suyos, gente
criada en su casa y su merced, todos omes de buenos corazones et en
quien habia vergenza, cumplieron su deber como buenos, y algunos
por su especial arrojo los premi en el acto. Bajando al propio tiempo de
aquellos recuestos y colinas los que haban tomado el pabelln del emir
de frica, matando y degollando cuantos encontraban, acabaron de tur-
barse los marroques, desordenronse huyendo hacia Algeciras, dbales
caza el rey Alfonso con su gente, el campo se cubra de cadveres, y el ro
Salado no pareca ya ro de agua, sino de sangre.
Simultneamente por otro lado el rey de Portugal envolva al de Gra-
nada, cuya resistencia haba sido ms floja, siendo el triunfo de los por-
tugueses sobre los granadinos, si no ms decisivo y completo, ms fcil
todava y ms breve. Los dos monarcas se juntaron persiguiendo los fu-
gitivos las mrgenes del Guadalmes. Quin puede saber el nmero
cierto de los musulmanes que perecieron en esta memorable batalla?
Nuestros cronistas, en su entusiasmo patrio, los hacen subir doscientos
mil, sin contar otra muchedumbre de prisioneros, y para que la similitud
de la victoria del Salado con la de las Navas de Tolosa sea ms completa,
suponen que de los cristianos murieron quince veinte y no ms (1). No
hay nada imposible cuando se recurre y apela al milagro: mas como los
mismos rabes confiesen su derrota, llamando da infausto, batalla cruel
y matanza memorable la que sufrieron, y sea indudable que el nmero
de musulmanes muertos y cautivos subi una cifra prodigiosa, repeti-
mos aqu lo que dijimos de Covadonga, de Calataazor y de las Navas,
que harto prodigio fu el triunfo de tan pocos cristianos contra tantos
infieles, y que si signos visibles hay de la especial proteccin con que la
Providencia favorece algunas causas y algunos pueblos, harto visibles se-
ales de providencial favor eran estos triunfos portentosos sobre el isla-
mismo, con que de tiempo en tiempo favoreca los espaoles, como
(1) L a C r n i c a del rey (cap. CCLIV) dice m u y formalmente, que cuando el rey A l -
bohacen p a s allende l a m a r hizo recontar los nombres de los que h a b a n venido .
E s p a a , y que por aquella cuenta, f a l l a r o n que de l a gente que paso aquende que men-
guaban quatrocientas veces m i l i personan.
EDAD MEDIA 359
(1) A s le n o m b r a la C r n i c a : probablemente se l l a m a r a A b u A h m e r .
(2) C r n i c a de don Alfonso, caps, CCLI CCLV. Z n i g a , Anales de Sevilla, l i b . V .
Conde, p a r t . I V , cap. x x i Ben A l k a t i b , en Cassiri, t . I I . A y a l a , H i s t . de G i b r a l -
tar, l i b . I I . - B l e d a , Coron., l i b . I V . - Argote de M o l i n a , Nobleza de A n d a l u c a , l i b . I I .
L a batalla del Salado es la que los r a b e s nombran batalla de Wadalecito.
(3) E t t a n t o fu el aver que fu levado fuera del regno, que en Paris, et A v i g n o n ,
et en Valencia, et en Barcelona, et en Pamplo-na. et en E s t e l l a , en todos estos logares
baj el oro et l a plata la sesma parte menos de como vali, v C r n i c a , cap. CCLVI.
360 H I S T O R I A D E ESPAA
castellana, all mismo supo ahora que las flotas confederadas de Genova,
Castilla y Portugal haban derrotado completamente la escuadra grana-
dina y marroqu, fuerte de ochenta galeras y otros navios de guerra,
apresando incendiando al enemigo hasta el nmero de veintisis, dis-
persando las dems, de las cuales algunas se refugiaron en Ceuta. Gran
contento causaban al rey estas noticias, feliz presagio de la empresa que
iba acometer.
Despus de este triunfo el almirante de Portugal pidi permiso Al-
fonso para retirarse con su flota, puesto que sta haba venido pagada por
solos dos meses, los cuales eran ya cumplidos. Mucha pena caus esta
determinacin al de Castilla, mas para su consuelo no tard en arribar
una armada de Aragn, la cual haba tenido la fortuna de derrotar al
paso en Estepona trece galeras musulmanas que andaban por all disper-
sas y sin rumbo.
Con tan prsperos y lisonjeros preliminares se movi Alfonso de Jerez
para Tarifa y Algeciras. Bien hubiera querido emprender desde luego el
cerco de esta ltima plaza, aprovechando el desaliento en que tena los
musulmanes su derrota naval; pero siendo su hueste corta, y escasos los
vveres con que contaba, hubo de contentarse al pronto con hacerla blo-
quear por los dos almirantes. Las circunstancias mismas le hicieron ver
que era ms peligroso para l y para los suyos estar tan apartados de la
ciudad, y le obligaron aproximarse ocupando una altura, cuya falda
mand hacer un profundo foso entre la plaza y su campamento. Un suce-
so inesperado vino afligir, ya que no desalentar los sitiadores. La
flota aragonesa fu llamada por el rey de Aragn para atender con ella
las necesidades de su reino, y el almirante Kamn de Moneada abandon
con sus naves las aguas de Algeciras. Resuelto, sin embargo, Alfonso
no levantar el cerco, escribi al aragons recordndole la obligacin en
que estaba de ayudarle con arreglo anteriores pactos; dirigise al de
Portugal rogndole le volviese enviar sus galeras, con ms dos millones
de maraveds sobre la hipoteca de algunas plazas y villas que le designa-
ba; al rey de Francia le pidi un emprstito ofrecindole en prenda y
garanta su corona real y sus mejores joyas; y despach letras al papa
encarecindole los bienes que la cristiandad resultaran de la conquista
de Algeciras, y pidindole las gracias de cruzada y los diezmos de la Igle-
sia. El de Aragn le envi diez galeras, que no dejaron de serle tiles: el
de Portugal le acudi con otras diez, pero no con el emprstito, y el pon-
tfice y el rey de Francia contestaron con el silencio las instancias del
monarca castellano.
El sitio se prolongaba, dando lugar incidentes de todo gnero. Mu-
ri el gran maestre de Santiago, y como los caballeros de la orden no
pudieran ponerse de acuerdo para la eleccin de sucesor, determinaron
ofrecer al rey aquella dignidad para su hijo don Fadrique, sin reparar ni
en que fuese menor de edad, ni en su calidad de bastardo, como hijo de
la Guzmn. Todo se remediaba con la dispensa del papa que l solicit y
obtuvo fcilmente, y don Fadrique qued hecho gran maestre de Santia-
go. Los moros de Algeciras. cuya guarnicin consista en ochocientos j i -
netes y doce mil infantes, enviaron ms de una vez al campo cristiano
EDAD MEDIA 363
(1) E t fueron tantas estas aguas que maguer que el rey fizo de aquel otero casa
de madera cobierta de teja, n o n avia en su posada u n logar en que non lloviese. E t
algunas noches acaesci que fuese t a n t a el agua que e n t r en l a cama do el rey y a c a ,
que se ovo de levantar de l a cama, et estar en p i l a noche fasta que era de d i a . C r -
nica cap. CCLXXVI.
(2) L a m e n c i n que en diversos c a p t u l o s hace l a C r n i c a de estas pellas de fierro
lanzadas con truenos, que v e n a n ardiendo como fuego, de que los polvos con que las
lanzaban eran de t a l manera, que cualquier l l a g a que ficiesen luego era muerto el orne,
y el hablar t o d a v a m s adelante ( c a p t u l o c c c x x x v n ) de barcos que llegaron los moros
cargados de p l v o r a con que lanzaban los truenos, es lo que ha i n d u c i d o la general
creencia y p e r s u a s i n de que los moros hicieron por p r i m e r a vez uso de la p l v o r a y do
la a r t i l l e r a en este sitio de Algeciras. Pero y a hemos probado con los mismos h i s t o r i a -
dores r a b e s que antes l a h a b a n usado ya en los sitios de Baza y de Tarifa.
Y a u n podemos con fundamento traer el conocimiento, uso y empleo de l a a r t i l l e r a
entre los r a b e s de m u c h o m s antiguo, de cerca de u n siglo a t r s , de 1257, en e l sitio
que Alfonso el Sabio puso l a plaza de Niebla, s e g n observamos en la n o t a segunda
a l cap. i de este l i b r o copiando aquellas palabras del h i s t o r i a d o r r a b e , en Conde,
p a r t . I V , cap. v n : Y lanzaban piedras y dardos con m q u i n a s , y tiros de trueno con
364 H I S T O R I A D E ESPAA
sin que bastaran razones ni ruegos detenerle, por mejor decir, intent
volver, que no pudo pasar de Sevilla, donde adoleci y sucumbi. El
maestre de Alcntara muri tambie'n con muchos caballeros de la orden,
ahogados y llevados por las aguas al atravesar el ro Guadarranque, con
cuyo vado no atinaron por la oscuridad de la noche. El rey de Navarra
parti muy enfermo del campamento (setiembre 1343), y fin igualmente
al llegar Jerez. Los vveres escaseaban; faltaba cebada para los caballos
y pan para los hombres. Valales los cristianos las presas que de tiempo
en tiempo solan hacer de algunas galeras cargadas de mantenimiento de
las que el rey Abul Hassn enviaba para abastecer los sitiados, con lo
cual si en el campo haba escasez, era an mayor la necesidad que los de
la plaza padecan. A pesar de todo no cesaban los combates por mar y
tierra: y como se aproximaba ya otro invierno, as las naves espaolas
como las africanas sufrieron temporales terribles y borrascas tempestuo-
sas en aquellos agitados mares. La armada de frica arrib por fin la
playa y campo de Gibraltar, con el prncipe Al, hijo del rey Abul Has-
sn, y muchos principales Beni-Merines. Entre africanos y granadinos
componan cuarenta mil infantes y doce mil caballos. Sus flotas reunidas
ms de ciento cuarenta velas.
Necesitbase un corazn de hierro, una constancia de he'roe y una pa-
ciencia de mrtir para sufrir sin desmayar tantas privaciones y fatigas,
tantos desvelos y cuidados, tan continua incesante pelea, tantos perso-
nales peligros, tantas mortificaciones y contrariedades, as por parte de
los elementos como de los hombres, as por parte de los enemigos y ex-
traos como de los aliados y amigos. Tambin los genoveses quisieron
abandonar al rey Alfonso de Castilla por la queja perpetua de la falta de
pagas. Eecelaba Alfonso que aquellos mercenarios proyectaran ir servir
los moros en razn haberles ofrecido Abul Hassn cuantas doblas qui-
siesen si se apartaban de la ayuda y amistad del rey de Castilla, y para
mantenerlos en su servicio fu menester que el rey, y su ejemplo los
prelados y ricos-ornes y los oficiales de su casa, se deshiciesen de cuan-
ta plata tenan, y que con esto y con algn dinero que tom prestado les
completase las pagas que les deba. No tard el almirante de la flota ara-
gonesa en manifestar igual resolucin de retirarse con sus veinte galeras
por la propia causa de atraso en las pagas. Para contener al de Aragn
tuvo Alfonso que tomar prestado de mercaderes catalanes y genoveses
con el correspondiente inters y fianza lo necesario para pagar por dos
meses las veinte galeras. Con esto creca la escasez y la miseria en el ejr-
cito castellano: los caballos y acmilas se moran por falta de manteni-
miento, y los hombres sufran con cristiana y admirable resignacin la
privacin de las cosas ms necesarias la vida.
Intent en una ocasin el rey incendiar la ilota enemiga que estaba
en la baha de Gibraltar, cuyo efecto un da que soplaba viento oeste
hizo que sus naves llevando grandes barcas cargadas de lea seca fuesen
buscar las de los moros, y poniendo fuego aquellas maderas y empu-
jando las barcas procuraban que las llamas se comunicasen ayudadas por
el viento las galeras sarracenas. Pero apercibidos los moros, cubriendo
las delanteras de sus naves con mantas empapadas en agua, con otros
TOMO IV 24
366 HISTORIA D E ESPAA
tad de un solo hombre, teniendo que luchar la vez contra los elementos
y contra la falta de dineros, de vveres, de aliados y de recursos (y con-
tra poderosos prncipes y soldados valerosos y aguerridos, pudo aadir)
La Espaa se personifica aqu en Alfonso XI, digno representante de ese
pueblo en que el genio es raro, pero en que le suple la paciencia, en que
se encuentran menos grandes talentos que grandes caracteres (L). El pia-
doso monarca anunci al Santo Padre la conquista de Algeciras, conquis-
ta cuya inmensa importancia no comprendi la cristiandad. El rey de
Marruecos qued conmovido y admirado de la generosidad y grandeza
de alma del rey de Castilla al ver que le devolva sin rescate alguno sus
hijas cautivas en la batalla de el Salado. El de Granada se dedic em-
bellecer su ciudad y hacer reinar el orden y fomentar las letras, la cultu-
ra, la industria, la prosperidad interior en su pequeo Estado (2).
Las revueltas que luego sobrevinieron en frica, y el resultado de
ellas, que fu apoderarse del trono y del reino un hijo de Abul Hassn,
que los nuestros nombran Abohanen y entre los africanos fu conocido
por Almotwakil (3), hacindose por consecuencia dueo de sus posesiones
en Espaa, fueron circunstancias que excitaron Alfonso pensar en
nuevas conquistas. Dolale ver Gibraltar en poder de los infieles, no es-
taba tranquilo mientras viera los sarracenos poseedores de un puado
de tierra en la Pennsula, y crease desobligado, y as se lo persuadan
muchos, de guardar con el hijo la tregua concertada y jurada con el pa-
dre. Expuso este pensamiento y solicit recursos para su ejecucin en las
cortes de Alcal de Henares de 1348.
Clebres fueron estas cortes de Alcal, y forman poca en la historia
poltica y civil de Castilla, as por su generalidad, y por la famosa disputa
de preferencia entre dos ciudades, como por las leyes importantes que en
ellas se establecieron. Diez y siete ciudades enviaron sus diputados estas
cortes: Burgos, Soria, Segovia, vila y Valladolid, de Castilla la Vieja;
Len, Salamanca, Zamora y Toro, del reino de Len; Toledo, Cuenca,
Ouadalajara, Madrid, de Castilla la Nueva; y de Andaluca y Murcia, Se-
villa, Crdoba, Murcia y Jan. De stas, Burgos, Len, Sevilla, Crdoba,
Murcia, Jan y Toledo, como cabezas de reinos, tenan sus asientos y lu-
gares sealados para votar. Las dems se sentaban y votaban sin orden
fijo, y segn que acaeca colocarse en el principio de cada asamblea. Mo-
vise en estas cortes una disputa, que se hizo famosa, sobre preferencia
de lugar entre las ciudades de Burgos y de Toledo, alegando cada cual
sus privilegios y antiguas glorias. Los grandes andaban en esta competen-
cia divididos: favoreca Burgos don Juan Nez de Lara, Toledo el
infante don Juan Manuel; as los dems. El rey, designado por juez en
esta cuestin, la resolvi prudentemente, dejando Burgos el primer lu-
(1) Es u n escritor e x t r a o el que habla,
(2) L a C r n i c a de don Alfonso el Onceno dedica la relacin del sitio de Algeci-
ras 69 c a p t u l o s y 130 p g i n a s en 4. m a y o r . E n los r a b e s de Conde ocupa poco m s
de una p g i n a .
(3) C r n i c a de don Alfonso X I , cap. CCCXLI.Conde, p a r t . I V , cap. xxn.Antes
b a b a i n t e n t a d o lo mismo o t r o de sus hijos llamado A b d e r r a m n , al cual m a n d s u
padre decapitar.
370 HISTORIA D E ESPAA
gar y voto que hasta entonces haba tenido, y dando los diputados de
Toledo un asiento aparte enfrente del rey, diciendo ste adems: Hable
Burgos, que yo hablar por Toledo; 6 en otros trminos: Yo hablo por
Toledo, y har lo que le mandare: hable Burgos, Con este expediente se
dieron ambas ciudades por satisfechas, y esta frmula sigui observn-
dose mucho tiempo en las cortes de Castilla. Di particular importancia
y celebridad estas cortes la gran reforma que se hizo en la legislacin
castellana, ya con el cuerpo de leyes conocido con el nombre de Ordena-
miento de Alcal, ya con la gran novedad de haberse declarado ley del
reino y comenzado obligar peticin de Alfonso X I el cdigo de las
Siete Partidas de su bisabuelo don Alfonso el Sabio, que hasta entonces
no se haba aprobado en cortes ni puesto en prctica (1).
En cuanto al subsidio que Alfonso solicitaba para proseguir la guerra
contra los moros, las cortes de Alcal, habida consideracin al objeto y
atendido lo menguado que se hallaba el real tesoro, otorgaron, aunque
con repugnancia, la continuacin de la alcabala, cuyos inconvenientes se
adivinaban ya, pero que se aceptaba como un remedio del momento. Con
esto se apercibi el rey para emprender su nueva campaa; junt y abas-
teci las huestes, movise con el ejrcito Andaluca, y asent sus reales
delante de Gibraltar (1349). Quem y tal las huertas y casas de recreo
de la campia; combati la plaza con ingenios y mquinas; pero como
ms de ser aqulla fuerte de suyo, contara con una guarnicin numerosa
y bien bastecida, tuvo bien Alfonso suspender los ataques intiles y
convertir el sitio en bloqueo esperando reducirla por hambre. Engase
tambin en esta esperanza el castellano, y el refuerzo de cuatrocientos
ballesteros y algunas galeras que le envi el aragons (agosto, 1349), arre-
gladas las diferencias que causa de la reina doa Leonor y de sus hijos
entre s traan, tampoco fu bastante eficaz auxilio para la conquista de
la plaza. Molestaban por otra parte los cristianos los moros granadinos
con continuos rebatos y celadas. Mas todo esto hubiera sido insuficiente
para quebrantar la constancia de Alfonso y de sus valientes castellanos,
si por desventura no se hubiera desarrollado en el campamento una mor-
tfera epidemia, que antes haba ya hecho estragos en Italia, en Inglate-
rra, en Francia, y an en Espaa en las partes de Extremadura y Len.
El infante don Fernando de Aragn, sobrino del rey, hijo de doa Leonor
su hermana, don Juan Nez de Lara, don Juan Alfonso de Alburquer-
que, don Fernando seor de Villena, hijo del infante don Juan Manuel
(que esta sazn haba ya muerto), junto con otros seores, prelados y
ricos-hombres, aconsejaban al rey que desistiera de aquel empeo, aten-
dida la gran mortandad que el ejrcito sufra. Tena Alfonso por mengua y
baldn para Castilla abandonar una empresa por temor la muerte, y su
obstinacin y temeridad fueron fatales al monarca y la monarqua. Al-
(1) M a r i a n a no dice una sola palabra, n i siquiera por i n d i c a c i n , de esta innova-
cin i m p o r t a n t s i m a en l a legislacin e s p a o l a , n i de estos dos c l e b r e s cdigos de
leyes. Nosotros nos reservamos examinar su n d o l e y el influjo que ejercieron en l a
c o n d i c i n p o l t i c a y c i v i l del pueblo, cuando expongamos e l estado social de E s p a a en
la p r i m e r a m i t a d del siglo x i v , y consideremos Alfonso X I como legislador, s e g n
que l o hicimos con Alfonso d c i m o .
EDAD MEDIA 371
F I N D E L TOMO C U A R T O
APNDICES
PERTENECIENTES A L T O M O CUARTO
( D e l A r c h i v o general de la Corona de A r a g n )
Kegi, neto regs Lupi et filio de Modef, quod vos et omnes mauri, tam viri
quam mulieres, qui exire voluerint de Valenta, vadant et exeant salvi et
securi cum sus arms et cum tota sua ropa movli quam ducere voluerint
et portare secum, in nostra de et in nostro guidatico, et ab hac die pre-
sent quod snt extra civtatem usque ad vgnt dies elapsos continu.
Preterea volumus et concedimus, quod omnes illi mauri qui remanere
voluerint in termino Valentie remaneant in nostra de salvi et securi, et
quod componant cum dominis qui hereditates tenuerint. Item assecura-
mus et damus vobisfirmastreugas per nos et omnes nostros vasallos, quod
hinc ad septem annos dampnum malum vel guerram non faciamus per
terram nec per mare nec fieri permitamus in Deniam nec in Cuileram
nec in suis terminis; et si faceret forte aliquis de vassallis et hominibus
nostris, faciemus illud emendan integre secundum quantitatem eius-
dem maleficii. Et pro hiis mnibus firmiter atendendis, complendis et ob-
servandis. Nos in propria persona juramus et facimus jurare domnum
Ferrandum, infantem Aragonum, patruum nostrum; et domnum Nuno-
nem Sancii, consanguineum nostrum; et domnum P. Cornelii, maiorem
domus Aragonum; et domnum P. Ferrandi de Acagra, et domnum Gar-
ciam Eomei, et domnum Rodericum de Lizana, et domnum Artallum de
Luna, et domnum Berengarium de Entenza, et G. Dentenza. et domnum
Atorella, et domnum Assalitum de Gudar, et domnum Furtuni Aznariz,
et domnum Blascum Maza, et Rogerium, comitem Pallariensem; et Gui-
llelmum de Montecatano, et R. Berengarium de Ager, et G. de Cervilione,
et Berengarium de Eril, et R. G. de Odena, et Petrum de Queralt, et
Guillelmum de Sancto Vincentio. Item Nos P., Dei gratia, Narbonensis,
et P., Terrachonensis, archiepiscopi et Nos Berengarius, Barchinonensis,
P., Cesaraugustanus, V., Oscensis, G., Tirasonensis, Ex., Sogobricensis,
P., Dertusensis, et V., Vicensis, episcopi, promitimus quod hec omnia
supradicta faciemus atendi et atendemus, quantum in nobis fuerit et po-
terimus, bona fide. Et ego Zayen, rex predictus, promito vobis Jacobo,
Dei gratia, regi Aragonum, quod tradam et reddam vobis omnia castra et
villas que sunt et tenent citra Xuchar, infra predictos, scilicet, viginti
dies, abstractis et retentis michi illis duobus castris, Denia, scilicet, et
Cuilera. Data in Rozafa in obsidione Valentie, IV kalendas octobris, era
M.a CO LXX sexta Signum Guillelmi, scribe, qui mandato domini regis,
pro domino Berengario, Barchinonensi episcopo, cancelario suo, hanc car-
tam scripsit, loco, die et era prefixis.
III
G O B I E R N O Y F U E R O Q U E DI SAN F E R N A N D O L A C I U D A D D E S E V I L L A
C U A N D O L A CONQUIST
cancas en gros, detal^ varas, que todas cosas que quieran comprar
vender en sus casas que lo puedan facer, y que hayan hi pellejeros, e
alfayates, as como en Toledo, que puedan tener camios en sus casas: e
otros facrnosles esta merced dems de que no sean temidos de guardar
nuestro alczar, ni el alcaycera de Pebato, ni de otra cosa, ans como no
son temidos los del barrio de Francos en Toledo. Otros les otorgamos que
no sean temidos de darnos emprestido ni pedido por fuerza, e drnosles
que hayan honra de caballeros segn fuero de Toledo, e ellos hannos de
facer hueste como los caballeros de Toledo. Otros damos, otorgamos
los de la mar por merced que les facemos que hayan su alcalde que les
judgue toda cosa de mar, fuera ende homecillos, y caloas, y andamien-
tos, deudas y empeamientos, e todas las otras cosas que pertenecen
fuero de tierra; estas cosas que pertenecen fuero de tierra, non son
de mar, hanlas de judgar los alcaldes de Sevilla por fuero de Sevilla que
les nos damos de Toledo, y este alcalde debemos le nos poner, los que
reynaren despus de nos; y si alguno no se pagare del juicio de este alcal-
de, que el alcalde cate seis omes bonos que sean sabidores del fuero de la
mar, que lo acuerden con ellos que muestren al querelloso lo que l y
aquellos seis omes bonos tienen por derecho; si el querelloso non se pa-
gare del juicio que acordare el alcalde con aquellos seis omes bonos, que
se alce nos, los que reynaren despus de nos. E damos otorgamos
que podis comprar vender en vuestras casas paos y otras mercaderas
en gros, y detal, como quisiredes; damos vos veinte carpinteros que
labren vuestros navios en vuestro barrio, y damos vos tres forreros y tres
alfaxemes, y damos vos honra de caballeros segn fuero de Toledo, vos
havedes nos de facer huestes tres meses cada ao por mar nuestra costa
y nuestra mincion con vuestros cuerpos, con vuestras armas, con
vuestro conduto dando vos navios; de los tres meses adelante si quisi-
remos que nos sirvades, habemos vos dar por qu. Por esta hueste que
nos habedes de facer por mar, escusamos vos nos de facer hueste por
tierra con el otro concejo de la villa, fuera cuando iciere el otro concejo
hueste en cosas que fuesen en trmino de la villa, de la pro de la villa,
y en tal hueste como esta habedes de ayudar al concejo, de ir con ellos.
E otros damos vos carnecera en vuestro barrio, que den nos nuestro
derecho; mandamos comunalmente todos los que fueren vecinos
moradores en Sevilla, tambin caballeros, como mercaderes, como
los de la mar, como todos los otros vecinos de la villa, que nos dn diez-
mo del alxarafe y del figueral; y si alguno vos demandare dems de este
diezmo que nos haveres de dar al alxarafe y del figueral, que nos sea-
mos tonudos de defender vos, y de amparar vos contra quien quiera que
vos lo demande, ca esto del alxarafe y del figueral, del almojarifazgo es
del nuestro derecho. E mandamos que de pan, de vino, de ganado,
de todas las otras cosas que dedes vuestro derecho la iglesia, as como
en Toledo; este fuero de Toledo, estas franquezas vos damos y vos otor-
gamos por fuero de Sevilla por mucho servicio que nos ficistes en la con-
quista de Sevilla, si Dios quisiere; y mandamos, y defendemos, que ninguno
non sea osado venir contra este fuero, nin contra estas franquezas que
iqu son escritas en este privilegio, que son dadas por fuero de Sevilla,
APNDICES 377
nin menguarlas en ninguna cosa, ca aquel que lo ficiere habrie nuestra
ira, la de Dios, pechar ha en coto nos, y quien reynare despus de
nos cien marcos de oro.
Facta carta apud Si villam Regiis expensis, xv. junii, era M. CO. LXXX VIII.
annos. Et nos prenominatus rex Ferdinandus regnans in Castella, Legio-
ne, Galletia, Sivilla, Corduba, Murcia, Jaeno, Baetia, hoc privillegium
quod fieri iussi, approbo, et manu propria roboro, et confirmo.
In Dei nomine. Conescuda cosa sea a todos los qui son et son por ve-
nir que lo don Jacme per la gracia de Dios rey de Aragn desafillo ad
todo omne et afilio a vos don Sancho rey de Navarra de todos mios reg-
378 H I S T O R I A D E ESPAA
nos et de mias trras et de todos mios sennorios: que ovi ni e ni debo aver
et de castiellos et de villas et de todos mios sennorios: et si por aventura de-
viniesse de mi rey de Aragn antes que de vos rey de Navarra vos rey de
Navarra que herededes todo lo mi asi como desuso es scripto sines con-
tradizimiento ni contraria de nul omne del mundo. Et por mayor firmeza
de est feito et de esta avinencia quiero et mando que todos mios ricos
omes et mios vasallos et mios pueblos juren vos sennoria rey de Navar-
ra que vos atiendan lealment como scripto es desuso et si non lo ficiesen
que fincassen por traidores et que non pudiesen salvar en ningn logar.
Et yo rey de Aragn vos prometo et vos convengo lealment que vos faga
atender et vos atienda luego asi como desuso es scripto et si non lo ficie-
sen que fosse traidor por ello. Et si por aventura enbargo yo ave ninguno
de part de Roma o aviere io rey de Aragn so tonudo por conveniencia
por defferlo ad todo mi poder: et si nuil omne del sieglo vos quisiesse fer
mal por est pleito ni por est paramiento que io et vos femos que io que
vos aiude lealment contra todo omne del mundo. Adunde mas que nos
aiudemos contra el rey de Castiella todava por fe sines enganno. Et io
don Sancho, rey de Navarra por la gracia de Dios por estas palabras et
por estas conveniencias desafillo a todo omne et afilio a vos don Jacme
rey de Aragn de todo el regno de Navarra et de aquello qui al regno de
Navarra pertanne et quiero et mando que todos mios ricos omes et mios
concellos que juren a vos sennoria que vos atiendan esto con Navarra
et con los castiellos et con las villas si por aventura deviniesse antes de
mi que de vos et si non lo fiziesen que fossen traidores asi como scripto
es desuso. Et ambos ensemble femos paramiento et conveniencia que si
por aventura io en mia trra camiasse ricos omens o alcaydes o otros quales
quisier en mios castiellos aquellos a aqui io los diere castiellos o castiello
quiero et mando que aquel que los receba por mi que vienga a vos et vos
faga homenage que vos atienda esto asi como sobre scripto es. Et vos rey
de Aragn que lo fagades complir a mi de esta gisa misma et por estas
palabras en vestra trra: et vos rey de Aragn atendindome esto io don
Sancho rey de Navarra por la gracia de Dios vos prometo a buena fe que
vos atienda esto asi como scripto est en esta carta et si non lo fiziese
que fosse traidor por ello vos rey de Aragn atendindome esto asi cmo
sobre scripto es en esta carta. Et sepan todos aquellos qui esta carta vern
que io don Jacme por la gracia de Dios rey de Aragn e io don Sancho
por la gracia de Dios rey de Navarra amigamos entre nos por fe sines
enganno et faziemos homenage el uno al otro de boca et de manos et ju-
ramos sobre quatro evangelios que asi lo atendamos. Et son testimonios
de este feito et de est paramiento que fizieron el rey de Aragn et el rey
de Navarra et del afillamiento asi como scripto es en estas cartas don
Ato Fozes maiordomo del rey de Aragn et don Rodrigo Lizana et don
Guillem de Moneada et don Blasquo Maza et don Pedro Sanz notario et
repostero del rey de Aragn et fraire Andreu abbat de Oliva et Exemeno
Oliver monge et Pedro Snchez de Bariellas et Pedro Exemenez de Valo-
ra et Aznar de Vilava et don Martin do Miraglo et don Griiillen justicia
de Tudela et don Arnalt alcaide de Sangesa et io Domingo scribano del
rey de Navarra qui las cartas scrivi. Facta carta domingo segundo dia de
APNDICES 379
LOS D O C E SABIOS Y S U L I B R O D E L A N O B L E Z A Y L E A L T A D
zon. El quinto sabio dixo: Cobdicia es camino de dolor, es rbol sin fruto,
e casa sin cimiento. El sexto sabio dixo: Cobdicia es dolencia sin meleci-
na. El seteno sabio dixo: Cobdicia es voluntat non saciable, pozo de
abismo. El octavo sabio dixo: Cobdicia es fallescimiento de seso, juicio
corrompido, rama seca. El noveno sabio dixo: Cobdicia es fuente sin
agua, e rio sin vado. El de'cimo sabio dixo: Cobdicia es compannia del
diablo, e raiz de todas maldades. El onceno sabio dixo: Cobdicia es cami-
no de desesperacin, cercana de la muerte. El dozeno sabio dixo: Cob-
dicia es sennora flaca, placer con pesar, vida con muerte, amor sin espe-
ranza, espejo sin lumbre, fuego de pajas, cama de tristeza, rebatamiento
de voluntad, deseo prolongado, aborrecimiento de los sabios.
CAPITULO I I I
CAPITULO XIV
Que el rey debe seer amigo de los buenos, leales, verdaderos que andan
siguen carrera derecha.
CAPITULO X X I I
De como el rey debe seer gracioso, e' palanciano, de buena palabra d los
que d l vinieren.
Sennor, cumple que seas gracioso, e palanciano, con buena palabra,
gesto alegre rescibas los que ante t vinieren, faz gasajado los bue-
nos, los comunales, que mucho trae la voluntat de las gentes el buen
rescibimiento, la buena razn del sennor. las veces vale mas que
muchos haberes.
CAPITULO X X I I I
Que fabla de los cobdiciosos mozos viejos, que perseveran en otras ma-
las doctrinas.
A los que vieres que son mucho cobdiciosos mozos viejos, perse-
veraren en otras malas doctrinas, non los esperes emendar, fulle dellos,
e de su conversacin, e non tomes su consejo, non fies dellos por ricos
que sean, que mas ayna cometern yerro traicin con la desordenada
cobdicia, que otros que no tengan nada
CAPITULO XXVI
De como el rey debe primer amiente conquistar ordenar lo suyo,
asennorearse dello.
Sennor conquistador, si quieres ganar otras tierras, comarcas, e las
conquistar tu deseo, es amochiguar la ley de Dios, le seguir, facer pla-
cer, e dexar al mundo alguna buena memoria nombrada. Primeramiente
conquista, e sojuzga, e ordena lo tuyo, e asennrate dello, sojuzga los
altos, poderosos, e la tu voz empavoresca el tu pueblo, sea el tu nom-
bre temido, e con esto empavorescern los tus enemigos, la meitad de
tu conquista tienes fecha, tu entencion ayna se acabar: que si t bien
non corriges sojuzgas lo tuyo, cmo sojuzgars aquello en que non has
poder; non te ternia provecho lo que conquistases, e muy ligero peres-
ceria eso, e lo al; que fallars que de los que conquistaron mucho, as Ale-
xandre como todos los otros, mas conquist su voz su temor, que los
golpes de sus espadas.
CAPITULO XXVII
De como el rey debe primeramiente catar los fines de sus guerras,
ordenar bien sus fechos.
Otros, t conquistador, que deseas facer todo bien, e traer muchas
TOMO IV 25
382 H I S T O R I A D E ESPAA
CAPITULO XXXV
En que el rey ordene porque el sueldo sea bien pagado sus compaas.
dotada los simples, como los letrados, los chicos como los podero-
sos. Et rescibe todos los dichos de los que vinieren t, que mientra que
mas se echan en el saco, mas so finche.
CAPITULO XXXVII
Faz mucha onrra los buenos, que primeramente probares; que mu-
chas veces suena en el pueblo el contrario de la verdat: mientra pudie-
res, non olvides los tuyos en los ayudar, e bien facer, en les dar de tus
oficios: en esto fars dos tesoros, el uno de gent, el otro de dinero.. .
CAPITULO X L I
CAPITULO X L I I I
Que el rey mas sea temida la su voz por pena que por sangre.
Mas por pena que por sangre sea temida la tu voz, el tu nombre,
que la muerte desespera, pone grand miedo en los corazones, et cruel
enemistad: como quier que las veces la sangre trae seguranza de pue-
blo, es corregimiento de los malos, que mejor es cortar el mal rbol,
que dexarlo crecer en ramas: que dixo el filsofo Cesarlo: del mal rbol
nin rama nin foja.
CAPITULO XLIV
CAPITULO LIV
CAPITULO LV
Que el rey non tarde los fechos sobre lo que oviere vido determinacin
consejo.
Non tardes los fechos que ovieres vido determinacin, consejo, que
muchas veces queda caido el consejo bueno por fallescimiento del tiempo.
CAPITULO L V I
Que el rey non crea los lobos que andan en vestiduras de ovejas.
Non creas los lobos que andan con vestiduras de ovejas, de que los
vieres seguir la corte, como los bollicies mundanales ' que se renuevan,
el obrar della non sea salvamiento de sus almas, que cada uno es do-
tado su oficio: al religioso su ermita, al caballero las armas, asi por
consiguientes todos los otros.
CAPITULO LVII
Que el rey non espere de facer amigo del que se face su enemigo
sin causa.
Non esperes facer amigo del que se face tu enemigo sin causa, e por
desordenada voluntat, nin esperes enmienda del que te errare muchas
veces.
CAPITULO LVIII
Que el rey debe apartar de si los necios ornes sin dscricion.
Puye de los necios, de los omes sin dscricion, que peor es el necio
que el traidor, mas tardinero en l enmienda,
CAPITULO LIX
Non des lugar los malos, nin consientas en el tu tiempo seer forza-
dores los poderosos, e abaxa los soberbios todo tu poder.
APNDICES 385
CAPITULO LX
CAPITULO L X I
Que el rey non crea de ligero, que por el yerro non olvide el servicio.
Non creas de ligero, nyn por el primero yerro olvides el servicio; que
las veces la vergenza del yerro face mejor servidor.
CAPITULO L X I I
CAPITULO L X I I I
Que quando el rey se viere en mayor podero, que entonces sea su mayor
humildat.
Quando te vieres en mayor podero entonces sea en t mayor humil-
<iat, como Dios ensalza los humildes, abaxa los soberbios.
CAPITULO LXIV
CAPITULO LXV
Que el rey en los grandes fechos, peligros non fie su consejo sino
en los suyos.
Como quier que tu demandes muchos consejo por escoger, tomar
lo mejor, lo que tu voluntat te determinare en los grandes fechos, peli-
gros, seate seso ascendido, que lo nonfiessalvo de aquellos que son tuyos
verdaderamente, que muchos ay que jugan al escoger.
INDICE
DE LOS LIBROS Y CAPTULOS DEL TOMO CUARTO
EDAD MEDIA.-LIBRO S E G U N D O
CAPITULO XIII
De 1137 1217
PGINAS.
I . J u i c i o c r t i c o sobre los sucesos de este p e r o d o . Consecuencias y males de
haberse segregado N a v a r r a de A r a g n . - Reflexiones sobre la e m a n c i p a c i n
de P o r t u g a l . Comparaciones entre los reinados de Alfonso V I y Alfonso V I I .
E n t r e los Alfonsos V I I y V I I I de Castilla. J u i c i o de Fernando I I de
L e n . - I d . de Alfonso el Noble. Sobre l a batalla de las Navas. - I I . R e s e a
c r t i c a de los reinados de R a m n Berenguer I V , Alfonso I I y Pedro I I de
A r a g n . Paralelo entre d o a P e t r o n i l a de A r a g n y d o a Berenguela de
Castilla. - I I I . Ordenes militares de c a b a l l e r a . Templarios y hospitalarios
de San J u a n de J e r u s a l n , en C a t a l u a , A r a g n , Castilla, L e n , Portugal y
N a v a r r a . r d e n e s m i l i t a r e s e s p a o l a s : Santiago, Calatrava, A l c n t a r a : su
i n s t i t u t o , su c a r c t e r , sus progresos, sus servicios. - Influencia de la a u t o r i -
dad pontificia en E s p a a : su i n t e r v e n c i n en los m a t r i m o n i o s de los reyes:
censuras e c l e s i s t i c a s . I V . Progresos de l a legislacin en Castilla. Fueros:
el de N j e r a : Fuero de los Hijosdalgo: el de Cuenca: los de seoros. Cortes:
las que se celebraron en este t i e m p o : c u n d o c o m e n z concurrir ellas el
estado l l a n o . V . L e g i s l a c i n de A r a g n . Reforma que sufri en t i e m p o de
don Pedro I I : documento notable. Ricos-hombres, caballeros, estado llano.
E l Justicia. Sobre el j u r a m e n t o de los reyee. C o m p a r a c i n entre A r a -
g n y Castilla, V I . Estado de l a l i t e r a t u r a . Historias. Otras ciencias
P r i m e r a universidad. N a c i m i e n t o de la p o e s a castellana. Poema del Cid.
Gonzalo de Berceo. C m o se fu formando el habla castellana. Primeros
documentos p b l i c o s en romance. Causas que produjeron el cambio de i d i o -
ma..
CAPITULO X I V
De 1217 1252
PGS.
CAPITULO X V
De 1214 1253
CAPITULO X V I
LIBRO TERCERO
CAPITULO PRIMERO
Be 1252 1276
PGS.
CAPITULO I I
de 1276 1284
Es declarado el infante don Sancho heredero del reino en perjuicio de los infan-
tes de la C e r d a . F g a s e l a reina con los infantes A r a g n . C r u e l suplicio
del infante don Fadrique.Funesta e x p e d i c i n A l g e c i r a s : d e s t r u c c i n de
la armada castellana por los m o r o s ; desastrosa retirada del ejercito.-Ame-
nazas de guerra por parte de F r a n c i a : i n t e r p n e n s e los p o n t f i c e s . D e s g r a -
ciada c a m p a a contra el rey moro de Granada.Vistas y tratos de los reyes
de Castilla y A r a g n en el Campillo.Cortes de Sevilla.Desacertadas me-
didas que en ellas propone don Alfonso: e n a j n a s e su p u e b l o . C o n j u r a c i n
del infante don Sancho contra su padre.Alianzas de don Sancho: infantes,
nobles y pueblo abrazan su p a r t i d o : es declarado rey en las cortes de Valla-
d o l i d . D e s h e r d a l e su padre y le maldice: e x c o m l g a l e el papa.-Apurada
s i t u a c i n de Alfonso X de Castilla: l l a m a en su auxilio los Beni-Merines
de Africa, y e m p e a su corona.Guerra entre el padre y el hijo.Abandonan
al infante muchos de sus parciales y se pasan a l rey.Enfermedad de don
Sancho.Muerte de don Alfonso el Sabio : su testamento.Cualidades de
este m o n a r c a : sus obras literarias 150
CAPITULO I I I
De 1276 1285
CAPITULO IV
De 1284 1295
CAPITULO V
De 1285 1291
CAPITULO V I
CASTILLA
De 1252 1295
CAPITULO V I I
ARAGN
De 1253 1291
CAPITULO VIII
De 1295 1310
CAPITULO IX
De 1291 1327
CAPITULO X
Be 1327 1336
CAPITULO X I
Be 1312 1350
PAGINAS