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"...

Todo es ahora luz desvanecida,


tibieza, soledad, ltimo amor..."

"Diego y yo"

Frida Kahlo

Resea biogrfica
Poeta, escritor y periodista mexicano nacido en Tlalpan en 1895.
Estudi Jurisprudencia en la Universidad Nacional de Mxico.
Colaboro en peridicos y revistas culturales escribiendo poesa, cuentos y crnicas. En 1935,
apoyado por la Secretara de Hacienda, viaj a Pars donde se dedic a perfeccionar su estilo
literario entablando amistad con varios escritores surrealistas.
Entre sus principales obras poticas se encuentran El aula en 1929, Algunos poemas
deliberadamente romnticos y un prlogo en cierto modo innecesario en 1933, Breve glosa al
Libro de Buen Amor en 1939, Desde Pars en 1942, XV fabulillas de animales, nios y
espantos en 1957 y Catorce poemas burocrticos y un corrido reaccionario, para solaz y
esparcimiento de las clases econmicamente dbiles en 1963.
Muri en Ciudad de Mxico en 1986.
Alusin a los cabellos castaos

Aqu se habla del tiempo perdido que como dice el dicho, los santos lo lloran

Aqu se transcribe la copla que mis odos oyeron

Dedicatoria

gloga IV

Estrofas en torno de un amor menguante

Ineludible poema del adis

Intil divagacin sobre el retorno

La conversin

La esquina

Moraleja de todo esto o sase la manera como, a juicio del autor,


ha de estarse el hombre de buen vivir y savoir faire...

Otra cancin de otoo

Romance del emigrante

Temas

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ALUSIN A LOS CABELLOS CASTAOS

As como fui yo, as como eras t,


en la penumbra inocua de nuestra juventud
as quisiera ser,
mas ya no puede ser.

Como ya no seremos como fuimos entonces,


cuando lmpida el alma trasmutaba en pecado
al ms leve placer,
Cuando el mundo y t eran sonrosaba sorpresa.
Cuando hablaba yo solo dialogando contigo,
es decir, con tu sombra,
por las calles desiertas,
y la luna bermeja era dulce incentivo
para idilios de gatos, fechoras de ladrones
y soar de poetas.

Cuando el orbe rodaba sin que yo lo sintiera,


cuando yo te adoraba sin que t lo supieras
-aunque siempre lo sabes, aunque siempre lo sepas-
y el invierno era un tropo y eras t primavera
y el romntico otoo corretear de hojas secas.

T que nunca cuidaste del rigor de los aos


ni supiste el castigo de un marchito ropaje;
t que siempre tuviste los cabellos castaos
y la tersa epidermis, satinado follaje.

Tus cabellos castaos, tus castaos cabellos


por volver a besarlos con el viejo fervor,
vendra yo la ciencia que compr con dolor
y la tela de araa que tej en sueos.
As como fui yo, as como eras t,
en la inconciencia trrida de nuestra juventud,
as quisiera ser,
mas ya no puede ser...

De "Algunos poemas deliberadamente romnticos


y un prlogo en cierto modo innecesario" 1933

AQU SE HABLA DEL TIEMPO PERDIDO


QUE COMO DICE EL DICHO, LOS SANTOS LO LLORAN

Sabia virtud de conocer el tiempo;


a tiempo amar y desatarse a tiempo;
como dice el refrn: dar tiempo al tiempo...
que de amor y dolor alivia el tiempo.

Aquel amor a quien am a destiempo


martirizme tanto y tanto tiempo
que no sent jams correr el tiempo,
tan acremente como en ese tiempo.

Amar queriendo como en otro tiempo


-ignoraba yo an que el tiempo es oro-
cunto tiempo perd -ay- cunto tiempo.

Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,


amor de aquellos tiempos, cmo aoro
la dicha inicua de perder el tiempo...

De "Breve glosa al Libro de buen amor" 1939


AQU SE TRANSCRIBE LA COPLA QUE MIS ODOS OYERON

Acre sabor de las tardes


en que fuimos
bizarramente cobardes.
Primer amor... la quisimos?...
Tiempo de ensueos opimos
y de alardes.

Tiempo de aplicar el llanto


como lubricante, as
como el aceite del ajonjol
a las muchachas plidas de espanto,
al patriotismo, al arte, al desencanto
exacerbados hasta el frenes.

Cansancio de haber nacido


cuando ya todo est hecho,
dicho, mirado y odo;
la semilla en el barbecho
y el sentimiento rado
que lleva el hombre en el pecho.

Cansancio de todas esas


cosas:
de las lunas, los azules y las rosas
y de las blondas cabezas.
Hondo anhelo de asperezas
ominosas.

Cansancio de haber nacido


en este
gran siglo empequeecido,
sin pasin torva o celeste.
Cueste, oh Dios, lo que cueste
mrtir mejor, o bandido.

Vivir con la vista fija


en algo
que fijeza rauda exija:
la locura de un hidalgo,
la reputacin de una hija
o la carrera de un galgo.

Vivir consagrado a una


gran pasin;
no caer en tentacin,
pintar de verde la luna,
desbancar a la fortuna
o querer sin corazn.

Quisiera yo que siquiera


al final
el arduo camino fuera
para bien o para mal,
rbol no de ciencia artera,
s, pecado original.

De "Breve glosa al Libro de buen amor" 1939

DEDICATORIA

Cada da ms, del mundo exorbitado,


en solitario claustro pulo el verso
que he de ofrecerte.
Eludo la estridente paradoja
y la luz inhumana de los cohetes
-digo- tropos que pueden ofenderte.

Que tus tersas pestaas no se abajen


a luz ninguna;
que si lgrimas viertes, las recoja .
pauelo gris, el pao de la bruma.

Cada da ms, del mundo exorbitado,


te doy mi vida en cada verso mo.
Al verte dije: Parceme ya tiempo
de ser romntico...
Y a la sazn callaron las alondras
del huerto consabido,
y en el sucio corral de mi convento
un gallo ilustre profiri su grito.

Calzo la espuela y me armo caballero


deliberadamente;
porque pie a tierra he pretendido en vano
usufructuar el predio
que va desde tus pies hasta tu frente.

Naciste en la planicie donde una


nube plateada te sirvi de cuna,
qu tienes t que ver con pedreras
y figuras retricas?

Beata virtud: permteme que aluda


al ncar de tu carne.
Qu tienes t que ver con pedreras?
Beata virtud,
mejor vestida cuanto ms desnuda...

De "Algunos poemas deliberadamente romnticos


y un prlogo en cierto modo innecesario" 1933
GLOGA IV

Muchacha: Ya son el despertador.


Parece
que amanece.
Tu marido no tardar en llegar
y si me encuentra...

Ya -terrones de azcar- las estrellas


disulvense en la leche matinal;
ya renace la vida pueblerina;
ya los gallos comienzan a cantar...

Oigo mugir un buey en la barranca.

Muchacha, tu marido
no tardar en llegar...

De "El aula" 1929

ESTROFAS EN TORNO DE UN AMOR MENGUANTE

Luna impoluta que mir de nio


rodar entre el verdor de la arboleda;
verso primero escrito sin alio
amor primero del que nada queda.

Sueos de gloria y esperanza incierta,


viajes absurdos de la fantasa
y penetrar al cielo por la puerta
estrecha del dolor, sin alegra.

Confn violceo del venusto monte,


fogata temblorosa que agoniza,
neblina que confiere al horizonte,
grises de perla o grises de ceniza.

Turbia serenidad que otrora tuve,


perdida ya para fortuna ma.
Desgarradora condicin de nube
ardida al rojo blanco, pero fra.

Marino afn de corregir el rumbo


que Dios imprime a la perdida barca,
y quedar a merced de viento y tumbo
sobre la inmensa superficie zarca.

Cndida confesin que no hice nunca,


amor buscado y nunca conseguido,
poema nunca escrito, vida trunca,
vuelo en el acto de arrancar, fallido.

Discreta como usted, como usted blonda,


la media luz de los atardeceres.
Menguante amor prendido de la honda
noche con diamantinos almeres.

Todo el candor que nos quit la vida,


toda la fuerza que nos dio el dolor,
todo es ahora luz desvanecida,
tibieza, soledad, ltimo amor...

De "Algunos poemas deliberadamente romnticos


y un prlogo en cierto modo innecesario" 1933

INELUDIBLE POEMA DEL ADIS

Slo un occiduo sol que disemina


en tintas jaldes la silueta tuya,
extraviada en los riesgos de una esquina,
sin quien a mi fervor la restituya.

Blanco pauelo
que tremolaste con enhiesto brazo,
signo ser de adis y desconsuelo
cuando se vuelva a presentar el caso.

Rueda la noche y en la noche el tren,


el uno y la otra por distinta va;
alguien habr que en el desierto andn
consigne fardos de melancola.

Difano cielo
con un errante corazn de plata;
cuntas muchachas llorarn en celo.
Oh, gemebundo amor de gato y gata.

El agrio viento que en Paris y en otros


turbios pases torna la veleta,
por falta de veleta entre nosotros
a transportar suspiros se concreta.

Luces, fugaces luces


de una casa perdida en la llanura;
cuntas doncellas bebern de bruces
sueos, que el sol amargo desfigura.

Viento del mar que con hinchado aliento


al viento avienta iridiscente espuma;
al cruzar tu recuerdo amarillento,
olor de viaje y de marisco exhuma.

Estos gajos lunticos de luna


saben a menta;
cuntas muchachas llorarn a una
dicha, perdida por error de imprenta.

Brumoso viento que nos cuenta el cuento


del viejo Valdemar
y sus hijas, que en modo truculento
sucumbieron, cansadas de esperar.

A viajero veloz, senda florida.


Oh, muchachas de amable contextura,
hay que decir adis porque la vida
es menos dura cuanto menos dura.

Estrella, estrella
que contemplas cien mundos a la vez,
dnde est, di, la postrimer doncella?
dnde est, pues...

De "Algunos poemas deliberadamente romnticos


y un prlogo en cierto modo innecesario" 1933

INTIL DIVAGACIN SOBRE EL RETORNO

Ms adoradas cuanto ms nos hieren


van rodando las horas,
van rodando las horas porque quieren.

Yo vivo de lo poco que an me queda de usted,


su perfume, su acento,
una lgrima suya que mitig mi sed.

El oro del presente cambi por el de ayer,


la espuma... el humo... el viento...
Angustia de las cosas que son para no ser.

Vivo de una sonrisa que usted no supo cundo


me don. Vivo de su presencia
que ya se va borrando.

Ahora tiendo los brazos al invisible azar;


ahora buscan mis ojos con spera vehemencia
un prfugo contorno que nunca he de alcanzar.

Su perfume, su acento,
una lgrima suya que mitig mi sed.
Oh, si el humo fincara, si retornara el viento,
si usted, una vez ms, volviera a ser usted!

De "Algunos poemas deliberadamente romnticos


y un prlogo en cierto modo innecesario" 1933
LA CONVERSIN

Prlogo

Pensamos que ya era tiempo de ser romnticos,


y entonces
confeccionamos un paisaje ad-hoc,
saturado del ms puro idealismo,
y barnizamos la luna
de melanclico color.

Adquirimos tambin
una patria y un dios
para los usos puramente externos
del culto y del honor.

(Vertimos por la patria


medio litro de sangre;
comulgamos con ruedas de molino
por el amor de Dios.)

Ah!... y tenamos una dama


propia para el corazn.
Usaba las manos blancas,
un albo cuello de cisne
y los ojos insolubles
a la temperatura del alcohol.
Era una dama Capuleta,
hbil para charlar en el balcn.

Naturalmente, Chopin
y algunas otras cosas similares,
nos hicieron llorar ms de una vez,
pero justificamos nuestro llanto
con el capcioso: Quin que es, no es?

Y otras veces
llorbamos tambin por la exquisita
banalidad de nuestra vida
ida.
Cuando
vicios, virtudes y personas notables
bailoteaban
sobre la cuerda de nuestra irona,
como muchachos locos, en la escuela,
o como tiples en la pasarela.

Y al fin fuimos cristianos


por esnobismo.
Necesitbamos precisamente
algn egregio sembrador de dudas
y en un baile de mscaras
la rubia Magdalena nos present a Jess.

Y sucedi, porque al atardecer


las pasiones jocundas acallaron
su estentreo fulgor de dinamita.
ramos mansos de corazn
y la carne del Cosmos era de una
estupenda belleza hermanfrodita.
De "Algunos poemas deliberadamente romnticos
y un prlogo en cierto modo innecesario" 1933

LA ESQUINA

Cunto tiempo esper contra la esquina


de mi perplejidad un grande amor;
cunto tiempo esper y cuando lleg
apenas pude caminar tras l.

La pantalla platnica -la esquina-


nos arroja la sombra torturada
de las cosas
que la razn glacial estratifica.

El silbato de trnsito es un geiser


glutinoso.
El amor se bifurca en esperanzas
que alambique cerleo cristaliza,
y esa mujer que va pasando deja
glaucas estalactitas de sonrisa.

Dramtica figura del que espera


un aleatorio amor en cada esquina.
Blanco de las potencias enemigas;
de los perros que orinan,
de los dioses acuticos
y del camin fecundo en tropelas.
Triste figura ma
que abjuraste de todo movimiento
esperando en la esquina
cosas como el amor, tardas, ambiguas.

De "Algunos poemas deliberadamente romnticos


y un prlogo en cierto modo innecesario" 1933

MORALEJA DE TODO ESTO O SASE LA MANERA


COMO, A JUICIO DEL AUTOR, HA DE ESTARSE EL HOMBRE
DE BUEN VIVIR Y SAVOIR FAIRE...

Como el seor,
como el seor del Buen Despacho que era
un amigable y buen componedor
en los tumultos de la primavera.

Como el cine que afoca


a los novios penumbra placentera
mientras chicle permutan boca a boca
y les tiemblan las piernas, en tijera.

Como la dulce, la plateada luna


que perdi sus virtudes de planeta
una por una
en abyectos oficios de alcahueta.

Como la madre de la bailarina


que da a prcer rufin pblica y quieta
posesin; y da la esquina
al insolvente amor de hija coqueta.

Como aquellos que salga lo que salga


quieren a todas luces explicar
la condicin sedea de una nalga,
de Dios la esencia y el color del mar...

Vender la vida en ms de lo que valga


polvo de oro...? colmillos de elefantes...?
y la rada indumentaria hidalga
vender cuanto antes...

Como el seor honrado, aunque cabrn


que por haber merced o cualquier cosa,
dona al patrn
el usufructo de la casta esposa.

Como el seor de convicciones que


al triunfador en ortodoxo posa,
y va -olvidadizo de lo que antes fue-
de flor en flor, como la mariposa.

Como el joven altivo pero bajo


cuya bifronte idiosincrasia estriba
en darle por detrs a los de abajo
y ofrecer el trasero a los de arriba.

O como el jubiloso campanero


que con igual fervor mueve el badajo
en la boda, el bautizo y el postrero
instante en que nos vamos al carajo.

Un ojo al gato y otro al garabato


armado el brinco y las pisadas lentas
cuando nos llegue el doloroso rato
de hacer las cuentas...

Pues el que canta sin firmar contrato


ay de l...
y, ay del que tiene que vender barato
la tibia leche y la dorada miel...

De "Breve glosa al Libro de buen amor" 1939


OTRA CANCIN DE OTOO

Todos cantan a tiempo su canto postrimero.


Con la barba en la mano o de otro modo,
al llegar el invierno,
todos modulan su cancin de otoo.

Cuando llora la carne,


cuando el aire es tan puro que nos ahoga,
y es tan lcido el cielo que nos deslumbra,
descendemos cantando de las montaas
a beber agua turbia de la laguna.

Cuando llora la carne:


eres aquella misma que contemplamos
desnuda bajo el triunfo de un da de sol.
Eres aquella misma, con la cabeza
cenicienta y vejada por el dolor.

Con la barba en la mano o de otro modo,


todos modulan su cancin de otoo.
Dispendiosa elegancia de los crepsculos.
Dispendiosa elegancia de las maanas,
muy de maana.

Ya nos pesa en el alma la formidable


castidad -roca y nieve- de la montaa,
y aceptamos tan slo la luz de Vsper
porque tiembla y cintila como una lgrima.

Todos cantan a tiempo su canto postrimero,


muy pocos en verano, muy muchos en invierno.

La severa prestancia de los cipreses,


coloridos de sepia crepuscular,
edifica el cansancio de nuestra casa
y exornamos de rojo nuestra tristeza,
y seguimos cantando, que todo pasa.

Y en la margen fangosa de la laguna


hndese sollozando la carne infausta,
trunca y convaleciente como la luna.

De "Algunos poemas deliberadamente romnticos


y un prlogo en cierto modo innecesario" 1933

ROMANCE DEL EMIGRANTE

Nublado sol de estas horas


en que no te puedo ver.
Sol azul como tus ojos,
el de ayer.
Postes... alambres... alambres
hasta el infinito y ms.
Postes, alambres y pjaros
fatigados de volar.

Luz amarilla del sol,


sesgando sobre un trigal
-tu cabello y las ventanas
abiertas de par en par-

Postes... alambres... amor


vislumbrado al transitar:

furia de macho cabro,


candidez de recental
y un pobre muchacho absorto
ante el milagro carnal.

De "Algunos poemas deliberadamente romnticos


y un prlogo en cierto modo innecesario" 1933

TEMAS

Prembulo inevitable a
"Algunos poemas deliberadamente romnticos"

Para Mario Mariscal

No haremos obra perdurable. No


tenemos de la mosca la voluntad tenaz.

Mientras haya vigor


pasaremos revista
a cuanta nia vista
y calce regular...

Como Nern, emperador


y mrtir de moralistas cursis,
coronados de rosas
o cualquier otra flor de la estacin,
miraremos las cosas
detrs de una esmeralda de ilusin...

Va pasando de moda meditar.


Oh, sabios, aprended un oficio.
Los temas trascendentes han quedado,
como Dios, retirados de servicio.
La ciencia... los salarios...
el arte... la mujer...
Problemas didasclicos, se tratan
cuando ms, a la hora del cocktail.

Y el dolor?, y la muerte ineluctable?...


Asuntos de farmacia y notara.
Una noche -la noche es ms propicia-
vendrn con aspavientos de pariente,
pero ya nuestra trmula vejez
encongerse de hombros, y si acaso,
murmurar cristianamente...

Pues...

De "Algunos poemas deliberadamente romnticos


y un prlogo en cierto modo innecesario" 1933

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