MUERTE La Mayor Ficción - OSHO
MUERTE La Mayor Ficción - OSHO
LA MAYOR FICCION
El padre de mi madre cayó enfermo de repente. No era
su hora de morir. No tendría más de cincuenta años,
quizá menos, incluso puede que más joven de lo que yo
soy ahora. Mi abuela tenía justo 50 años, estaba en la
cúspide de su juventud y belleza.
Una extraña compañía, y Nana (*) estaba en mi regazo. Fui un niño de siete
años al lado de la muerte, no sólo por unos pocos segundos, sino
continuamente durante veinticuatro horas. No había carretera y era difícil
llegar a la ciudad de mi padre. El avance era muy lento. Permanecimos con el
cadáver durante veinticuatro horas... y él murió lentamente, poco a poco. Sentí
como le llegaba la muerte y pude contemplar su gran silencio.
Tuve también suerte de que mi Nani (*) estuviera presente. Sin ella quizás no
hubiese podido conocer la belleza de la muerte, porque el amor y la muerte
son muy similares; tal vez lo mismo. Ella me amaba. Derramaba su amor
sobre mí y la muerte estaba allí, llegando lentamente.
Sabía de la muerte de otras personas, pero sólo de oídas. No las había visto, e
incluso si las había visto, no habían tenido sentido para mí. A menos que ames
a alguien y dicha persona muera, no puedes realmente enfrentarte a la muerte.
Que quede claro: La muerte sólo puede ser encarada cuando un ser amado
muere.
Amé a ese hombre porque él amó mi libertad. Sólo puedo amar si mi libertad
es respetada. Si tengo que negociar y obtener amor
(*) N. del T.- «Nana» y «Nani» son los nombres con los que Osho se refiere a
su abuelo y a su abuela.
pagando con mi libertad, entonces ese amor no es para mí. Entonces es para
mortales de segunda fila, no es para los que saben.
«Mi Señor, esta vida que tú me has dado, te la entrego de nuevo con mi
agradecimiento». Estas fueron las palabras finales de mi abuelo, aunque nunca
creyó en Dios y no era hindú.
Antes de morir, entre otras cosas, repitió una cosa una y otra vez: «Detén la
rueda»... Mi abuelo se estaba muriendo y nos pedía que detuviéramos la
rueda. ¡Qué tontería! ¿Cómo puedo detener la rueda? Teníamos que llegar al
hospital y sin la rueda nos hubiéramos perdido en el bosque.
Mi abuelo dijo: «Detén la rueda. ¿Rajah, puedes oírme? Si puedo oír la risa de
tu abuela, tú debes ser capaz de oírme».
Le pregunté al oído: «Nana, ¿tienes algo que decirme antes de partir? ¿Unas
últimas palabras? ¿O quieres darme algo para recordarte siempre?»
Con lágrimas en los ojos dijo: «No tengo nada más para darte pues todo lo que
tengo también a ti te será quitado, del mismo modo como me lo han
arrebatado a mí. Sólo puedo darte mi amor por aquél que se ha conocido a sí
mismo».
Todos esperamos que dijera algo más, pero eso fue todo. Sus ojos se cerraron
y murió.
Ella dijo «Es normal. No tienes que preocuparte. Ha vivido suficiente, no hay
necesidad de pedir más».
También me dijo: «Recuerda, porque estos son los momentos que no deben
olvidarse; nunca pidas más. Lo que hay, es suficiente».
Todavía recuerdo ese silencio. La carreta pasaba a través del lecho de un río.
Recuerdo exactamente cada detalle. No dije nada, pues no quería molestar a
mi abuela. Ella no dijo nada. Pasaron unos instantes, entonces me preocupé
por ella y le dije: «Di algo; no estés tan quieta, es inaguantable».
Puedes creerlo. ¡Cantó una canción! Así es como aprendí que la muerte debe
celebrarse. Cantó la misma canción que había cantado cuando se enamoró de
mi abuelo por primera vez.