Para abordar el tema de la interpretación constitucional, es preciso partir de una
premisa fundamental, que sin lugar a dudas tiene el reconocimiento del valor normativo que posee una Constitución, o lo que es lo mismo, el papel que esta última cumple en cuanto norma jurídica'. En efecto, no tendría ningún sentido que se postule una tarea interpretativa de parte de los operadores del Derecho, si previamente no se define el valor y los caracteres que se aparejan respecto de aquel instrumento, que precisamente se desea interpretar.
Esta norma suele estar tamizada de solemnidad y convencionalismo, pero es
oportuno precisar, porque así lo impone el Derecho Constitucional, las razones del porque se invoca tan especial como significativa característica.
1.1. Fundamentos del Valor Normativo de una Constitución.
Como se sabe, la Constitución es ante todo una norma, porque su contenido
vincula o pretende vincular jurídicamente tanto a los detentados del poder estatal como a los destinatarios del mismo. Tiene por consiguiente, una orientación eminentemente bilateral, como por lo demás lo suelen proclamar, todos o la mayor parte de manuales de Derecho Constitucional. La razón de ese valor normativo, tiene, sin embargo, variantes que están más allá de la simple articulación formal del ordenamiento jurídico, pues la supremacía que con ordinaria frecuencia se predica de la Constitución, solo se justifica si se repara tanto en su origen y contenido, como en el papel o rol que le corresponde cumplir en el mundo del Derecho. Por el primero de estos factores, es decir, por el relativo a su origen, una Constitución es distinta de cualquier otra, en la medida en que aquella es producto o resultado no de la voluntad de los poderes constituidos u ordinarios, sino de la voluntad del Poder Constituyente creador por excelencia y único, extraordinario e ilimitado por naturaleza. En la medida en que la Constitución es resultado de la intención popular, depositada en el poder soberano que la representa, su significado es mucho más relevante que el de cualquier otra expresión jurídica. Ninguna otra norma por consiguiente, puede equiparársele. Por el segundo de los factores enunciados, es distinta una Constitución, porque su contenido, a diferencia del correspondiente a cualquier otro tipo de norma, pretende la regulación del poder en cuanto elemento fundamental del Estado. Bajo dicho supuesto, tal ordenación, se suele traducir en tres aspectos: Organización, limitación y justificación. Mientras que la idea de organización se refiere a la configuración funcional de los órganos entre los cuales se distribuye el Estado y la de limitación al reconocimiento de derechos fundamentales como esferas de libertad reconocidas sobre los individuos y respecto de las cuales el poder no puede penetrar o cometer excesos, la de justificación, por su parte, se vincula a los objetivos que el poder se traza como obligaciones o programas a cumplir. Cualquier norma fundamental, estructura pues su contenido bajo esa configuración trialista y es difícil, por lo menos hoy en día prescindir de cualquiera de los elementos de la mismas. El último factor que permite justificar la razón de supremacía que acompaña a una norma fundamental y la consecuencia de su carácter normativo, es el del papel o rol que le corresponde cumplir. A ese nivel, la Constitución se identifica como la primera de las fuentes del Derecho, y fuente no solo en términos formales sino también materiales. Se dice que es fuente formal en la medida en que establece el modus operandi en la creación del derecho o el modo como nacen o se generan las diversas expresiones normativas. Quiere decir, que la Constitución señala, en términos generales, quienes son los órganos legitimados para crear derecho (Congreso, Poder Ejecutivo, Poder Judicial, etc.), la estructura que poseen (unicameral para el caso del Congreso, bilateral para el caso del órgano ejecutivo, plural para el caso del Organo judicial y sus instancias, etc.), la competencia que se les reconoce (leyes para el Órgano Legislativo, decretos para el Órgano Ejecutivo, jurisprudencia para el Órgano Judicial, etc.) y el procedimiento específico en la elaboración del derecho (votaciones por mayorías simples, absolutas o calificadas en el caso del Congreso, decisiones o acuerdos en el caso del ejecutivo, debido proceso formal en el caso de la judicatura, etc.) Empero se dice que es también, fuente material, en la medida en que la Constitución, no obstante habilitar la creación del derecho en todas las direcciones, representa a su vez, el parámetro de validez jurídica del resto de normas integrantes del ordenamiento, de modo tal, que ninguna otra expresión normativa, ninguna otra manifestación jurídica, podrá sustraerse del contexto marcado por la norma fundamental y, por el contrario, sólo será válida una norma o cualquier otra expresión del derecho, en la medida en que no se salga de los cauces marcados por la Constitución. Como lo ha dicho Carlos Sánchez Viamonte, "el círculo máximo trazado por el poder constituyente con el nombre de Constitución, traza la órbita de la juridicidad, cuyo ordenamiento debe abstenerse dentro de dicha órbita y condicionada por ella". "La sola existencia de una Constitución basta para afirmar, que el Estado de derecho creado por ella, excluye todo el Derecho que no nazca de ella explícita o implícitamente, porque ninguna manifestación de voluntad colectiva o personal, de autoridad o de libertad es apta para crear Derecho que, de una o de otra manera, no tenga su origen en la voluntad constituyente expresada a través de la Constitución'''. Son en consecuencia, estas razones de origen, contenido y función, y no argumentaciones meramente formalistas, las que han permitido edificar la teoría de la supremacía constitucional, y por consiguiente, la correlativa necesidad de predicar su carácter indiscutiblemente normativo al interior del mundo jurídico. Ahora lo invitamos a ampliar su información con la Lectura I: "La Constitución como Fuente del Derecho" de Francisco Rubio Llorente, que se encuentra en anexo del material. Posteriormente en la autoevaluación del capítulo, encontrará algunas preguntas que absolver con relación a la lectura.
1.2. Manifestaciones del Carácter Normativo de una Constitución.
La primera y elemental manifestación del carácter normativo de la
Constitución, viene representada, sin lugar a dudas, por el hecho de su aplicabilidad. En la medida en que una Constitución se aplica, puede predicarse de ella su valor normativo como premisa fundamental'. Tal es pues la regla general, con la que se suele operar en el mundo constitucional y a la que por supuesto, los operadores del derecho le deben escrupulosa observación. Sin embargo, esto que a primera vista resulta incontrovertible, requiere ciertas precisiones adicionales, pues aunque nadie niega tal postulado, debe reconocerse, que la consabida normatividad de la Constitución, no supone tampoco que la aplicabilidad que le acompaña como consecuencia elemental, opere o se manifieste de modo inmediato en todos los casos y en todas las circunstancias. Dicho de otro modo, el que se predique la aplicación de una norma fundamental, no sugiere que tal condición funcione inmediatamente y de manera uniforme en todas las hipótesis. Con alguna razón se ha postulado desde hace buen tiempo que a toda Constitución le acompañan peculiaridades especiales". Mientras que unas se manifiestan hacia afuera, es decir, frente a otras normas jurídicas y en ese sentido se habla de peculiaridades "de" la norma constitucional, otras, por el contrario, se manifiestan al interior de los mismos dispositivos que la integran, hablándose en tal sentido de peculiaridades "en" las normas constitucionales. Pues bien, cuando hablamos de estas últimas, justamente nos estamos refiriendo al problema anteriormente descrito. Todas las normas constitucionales se aplican, pero no todas ellas de la misma forma. Así las cosas, un dispositivo que por ejemplo tiene que ver con el reconocimiento de una libertad individual no es aplicado de manera semejante a uno que, en cambio, tenga que ver con el principio de pluralismo económico. Si bien el carácter normativo de ambos, no puede ser colocado en tela de juicio, sus alcances operacionales, difieren notoria o sustancialmente. Justamente porque no todas las normas constitucionales son semejantes, la doctrina, postula la existencia de dos géneros principales al interior de la Constitución: Unas normas operativas y unas normas programáticas. Mientras que para las primeras, el nivel de aplicación es directo o inmediato, en las segundas, varía el mismo en función de determinados supuestos, siendo por tanto semidirecto o mediato. Las normas operativas suelen asociarse a los derechos de tipo individual y político y a la mayor parte de los dispositivos concernientes con el funcionamiento orgánico del Estado, mientras que las normas programáticas suelen referirse a los derechos sociales, económicos y culturales así como al conjunto de obligaciones cuya responsabilidad queda sujeta al cumplimiento del Estado y sus órganos de poder.
En esa medida y si para las primeras no existe dificultad de aplicación, pues
su cumplimiento, solo depende de la voluntad de los titulares de dichas normas sin que pueda anteponerse ningún tipo de requisito previo, con las segundas el grado de aplicación se encuentra condicionado desde que para su puesta en ejecución, se hace necesario, preliminarmente, la creación de ciertas condiciones, las que por otra parte, o pueden ser técnicas (legislativas por ejemplo, cuando se trata de desarrollar un precepto, o administrativas cuando se trata de reglamentar o ejecutar un mandato, etc.) o pueden ser, eminentemente políticas o discrecionales (cuando de lo que se trata es de crear contextos materiales o socioeconómicos que habiliten la operatividad de una norma considerada programática). Como quiera que con las normas operativas, no existe mayor problema normativo, pues por principio, se aplican íntegramente o en su totalidad y como se dijo, de modo directo, conviene precisar que con las normas programáticas, los niveles de aplicación, pueden operar hasta en cuatro variantes: a) En la medida en que una norma programática se encuentra contenida en la Constitución y goza por ende de la supremacía innata que a ésta le acompaña, puede anteponerse, y en ese sentido aplicarse, sobre normas de inferior jerarquía que la desconozcan o vulneren. b) En la medida en que una norma programática puede ser ejercitada por específicos titulares en específicos casos (lo que acontece por ejemplo respecto del derecho al trabajo, y el goce que del mismo atributo pueden tener algunas personas en particular) frente a la hipótesis de su transgresión —mediante actos u omisiones- cabe la tutela y por tanto, la aplicación de la misma. c) En la medida en que la norma programática forma parte del contenido material de la Constitución, su contenido sirve como parámetro interpretativo de toda decisión jurisdiccional, y en ese sentido también es aplicable. d) En la medida en que no todas las normas programáticas son iguales, prescindiendo de aquellas de naturaleza eminentemente política o discrecional, las que sólo requieren de condiciones técnicas, si pueden resultar exigibles y en tal sentido aplicable, ante los órganos que conocen de la jurisdicción constitucional.
El valor normativo de la Constitución se da por el reconocimiento que
es una norma jurídica fundamental, proveniente de la intención popular, a través del poder constituyente. Es una de las primeras expresiones jurídicas normativas que busca vincular al Estado con los ciudadanos, para regular el poder del mismo. La Constitución es considerada como la primera fuente de Derecho, cuyas normas son aplicables, pero no todas de la misma forma
II. Proceso de constitucionalización
La constitucionalización del ordenamiento jurídico se da como resultado de
un largo proceso de transformación del Estado Legal de Derecho al Estado Constitucional de Derecho. En la actualidad es inconcebible comprender al ordenamiento jurídico a espaldas de la Constitución, como veremos, el texto constitucional condiciona la validez del ordenamiento jurídico en diversos aspectos. En el Estado Constitucional de Derecho –a diferencia del Estado Legal de Derecho– la Constitución es norma jurídica suprema, tanto como lex legis (jerarquía formal), así como norma normarum (jerarquía material), en razón a que fundamenta la validez de la creación y aplicación de las normas jurídicas integrantes del ordenamiento jurídico. La Constitución es la principal fuente del Derecho.
Constitucionalización del ordenamiento jurídico se puede entender en dos
sentidos. El primero se refiere a la introducción de una Constitución formal al ordenamiento jurídico que antes no la tenía. Es pertinente señalar que éste sentido no es el idóneo para nuestro propósito de estudio, en la medida que afirma que únicamente existe proceso de constitucionalización en los ordenamientos jurídicos que tienen una Constitución formal, olvidándose que el proceso de constitucionalización del ordenamiento jurídico también se puede dar en base a una Constitución material, tal como fundamentaremos en los siguientes párrafos. Y el segundo tiene que ver con el resultado del efecto irradiador que tiene la Constitución del Estado Constitucional en el ordenamiento jurídico. En este escrito tomaré como referencia al último.
El ordenamiento jurídico producto de su constitucionalización resulta
impregnado por normas constitucionales (expresas e implícitas). En ese sentido, un ordenamiento jurídico constitucionalizado se caracterizará por tener un texto constitucional que vincula a todo poder público y privado. Ésta Constitución es capaz de condicionar la validez de toda acción pública y privada (que atente contra los principios del Estado Constitucional de Derecho), tales como: legislación, jurisprudencia, doctrina, actividad de los actores políticos y privados, entre otros.
¿Cómo determinamos si un ordenamiento jurídico está o no
constitucionalizado?
Se dirá que un ordenamiento jurídico se encuentra constitucionalizado –o en
proceso de constitucionalización– en la medida que satisfaga algunas de las condiciones formales y materiales de constitucionalización. Las condiciones formales de constitucionalización son: Constitución rígida
1. La garantía jurisdiccional de los derechos fundamentales
2. La fuerza vinculante de la Constitución 3. Aplicación directa de las normas constitucionales 4. La interpretación del ordenamiento jurídico conforme a la Constitución; 5. La influencia de la Constitución en las relaciones políticas y privadas (siempre en cuando dichos actos transgredan principios del nuestro Estado Constitucional de Derecho). Las condiciones materiales de constitucionalización del ordenamiento jurídico tienen que ver con criterios de corrección moral y exigencias de justicia.
Al respecto, el profesor Riccardo Guastini al momento de señalar algunas de
las condiciones de constitucionalización del ordenamiento jurídico, sólo hace referencia a condiciones formales de constitucionalización, no menciona a las condiciones materiales. Medir el grado de constitucionalización de un ordenamiento jurídico en base a condiciones formales es desconocer el valor innato de los derechos fundamentales, pues tácitamente se afirma que los derechos fundamentales son creados por el constituyente, y no que éste únicamente se limita a reconocerlos en los textos constitucionales. Reitero, el proceso de constitucionalización del ordenamiento jurídico no se mide – exclusivamente– con condiciones formales de constitucionalización, también es importante satisfacer las condiciones materiales. De lo contrario estaremos ante un ordenamiento jurídico constitucionalizado en sentido formal que es derrotable por ser insuficiente y no garantista. Lo formal siempre es derrotable por lo material. Lo ideal es el ordenamiento jurídico constitucionalizado en sentido formal y material. Entonces, se dirá que un ordenamiento jurídico está constitucionalizado en la medida que cumpla con ambas condiciones de constitucionalización.
Es pertinente señalar que el catálogo de las condiciones de
constitucionalización que expresé párrafos arriba es el punto de partida, se podrán agregar algunos más, siempre que haga del proceso de constitucionalización del ordenamiento jurídico más respetuoso de los derechos fundamentales y de los principios del Estado Constitucional de Derecho. Además, se debe tener en consideración que el concepto de constitucionalización no es una cuestión absoluta, sino de grado. Es decir, que a un ordenamiento jurídico se le puede calificar de más o menos constitucionalizado. Todo dependerá de cuántas de las condiciones (formales y materiales) de constitucionalización se han cumplido. En los próximos artículos analizaré cada una de las condiciones que hemos señalado en casos en concreto.
La constitucionalización de las distintas áreas del Derecho es un fenómeno
cada vez más arraigado en nuestra cultura y contexto jurídicos. Tal vez la forma más evidente en que se haya manifestado sea el creciente protagonismo del Tribunal Constitucional (TC), supremo intérprete de la Constitución, en la significación y resignificación de conceptos, derechos y principios jurídicos que, a través de sus sentencias, han afectado desde el derecho tributario hasta los derechos humanos. Pero, ¿cuál es el contenido de dicho fenómeno?, ¿cuáles las características que lo definen? Mucha es la doctrina que al respecto se ha desarrollado, tal vez la principal coincidencia sea considerar que la piedra angular del mismo es la revaloración de la Constitución como norma suprema, continente de los valores jurídicos supremos expresados a través de los derechos fundamentales y la organización democrática de los poderes públicos. En efecto, a la Constitución se le ha reconocido una supremacía jurídica, tanto como lex legis (jerarquía formal) dentro de la jerarquía normativa clásica, así como norma normarum (jerarquía material), en tanto fundamenta la validez de la creación y aplicación del resto de normas, es decir, como principal fuente de Derecho. Es de aquí precisamente que deriva la importancia que ha adquirido el TC y su jurisprudencia, que en buena cuenta no es más que un ejercicio de control constitucional. Ejercicio que, desde luego, no se limita a una mera verificación de que un hecho se ajuste o no al texto de una norma, sino que se expresa en un proceso de interpretación y argumentación jurisprudencial. Así, la fuerza normativa de la Constitución se ve dotada de una eficacia real y de una dimensión objetiva que garantiza la protección activa de los derechos fundamentales por parte del Estado. Los principios constitucionales articulan y guían una comunidad jurídica y política, por ello es que requieren ser interpretados en cada caso concreto en donde se suscite un conflicto que los cuestione o confronte. No obstante, debe considerarse que este fenómeno puede generar un problema de “sobreconstitucionalización” del Derecho y la afectación, no tanto del principio de legalidad y fuerza de ley, sino de la seguridad y predictibilidad jurídica. Esto hace necesario establecer límites al ejercicio jurisprudencial constitucional, a partir del análisis de sus aportes y excesos en materia de derechos reglados por ley.