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2 Fuego y Pasión - Milán - N. S. Luna PDF
2 Fuego y Pasión - Milán - N. S. Luna PDF
Que lo disfruten…
Booktrailer:
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Capítulo 1
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Imposible.
El día se me había hecho eterno.
Cada cinco minutos me encontraba a mi
mismo, mirando hacia el escritorio
vacío de Angie, preguntándome dónde
estaría.
En su edificio, ya me conocían los
dos porteros, y ya me habían dicho
también unas mil veces, que ella no
estaba. Cosa que podía ser una petición
por su parte para que no me dejaran
ingresar. No me extrañaba.
Eso mismo había hecho yo cuando
Lola se había puesto pesada, pensé.
Y ahora ese era yo. El pesado que
no se iba y se la pasaba como un
acosador, merodeando los alrededores a
la espera de verla. Con su celular, me
había dado por vencido. Estaba seguro
de que me había bloqueado, así que ya
no intentaba llamarla.
No sabía su número fijo, por lo
tanto esa no era una opción. Y no era la
única que no me atendía. Cansada de mi
insistencia, Nicole tampoco quería
hablar conmigo. Mi amiga decía que no
quería problemas con Gala, y que no
pensaba meterse en el medio. Podía
notar en su tono, que sabía algo que no
me estaba diciendo. Ya no estaba en el
medio, había tomado partido… y
evidentemente se había puesto del lado
de su novia.
¿Qué le habría dicho Angie a Gala?
Apreté los ojos con fuerza y me tapé
el rostro con ambas manos… Le habría
dicho lo que vio esa mañana cuando fue
a verme.
Maldije y tuve unas ganas
irrefrenables de patear algo.
Después de haberme ido así del
desfile ya había decidido hablar con ella
y dejar las cosas claras. De hecho, a
pesar de amanecer acompañado, seguía
pensando en deshacerme rápido de
Martina para poder ir a su casa y verla.
Ni siquiera recordaba la noche que
había pasado con la chica en cuestión,
pero para ser sincero, no sería la
primera vez que me ocurría…
Todo me había salido al revés, y en
el fondo, me lo merecía.
Desde que aquel viaje a Nueva
York, no había estado con ninguna otra
que no fuera Angie. Ni siquiera podía
estar con Lola, aunque si es cierto que la
había usado para darle celos…
No teníamos ninguna relación, y no
es que sintiera que debía serle fiel a
alguien. Esos conceptos todos en una
misma frase todavía me ponen nervioso.
Nada de eso.
Es que después de estar con ella, las
otras mujeres me parecían más de lo
mismo.
Ninguna me atraía de la misma
manera, ninguna me interesaba.
Habían sido semanas en las que me
había vuelto loco buscándole una
explicación a aquello. Había estado más
nervioso que de costumbre, y
posiblemente también más irritable.
Todo para llegar siempre a la misma
conclusión.
Mi compañera me gustaba, y ella
estaba empezando a tener sentimientos
por mí. Tenía que alejarme antes de
arruinarlo.
Y finalmente eso fue lo que terminé
haciendo.
Arruinándolo todo.
No me podía quejar.
La estábamos pasando muy bien.
En todos esos días, Gino, había
mantenido distancia, y no me había
insinuado ni una vez que pasara la noche
con él, ni nada parecido. Ni un beso nos
habíamos dado. Y no es que yo lo
estuviera deseando. Más bien todo lo
contrario. Era lo último en mi mente…
Pero conociéndolo, llegó a extrañarme.
Y aunque al principio pensaba que se
debía a lo que le había dicho de
Rodrigo, al quinto día ya me dio
curiosidad y algo le tuve que decir.
—Vos conociste a alguien. – lo
señalé entornando los ojos en un gesto
especulativo.
Solo sonrió y se puso un poco
colorado. No necesitaba confirmármelo
con más palabras. El, con su
personalidad tímida, muy a su manera
acababa de hacerlo.
—Es una compañera del elenco. –
admitió. —Se llama Lucía, y nos
estamos conociendo.
—Lucía, ¿eh? – dije conteniendo la
risa mientras subía y bajaba las cejas
para ponerlo nervioso.
Puso los ojos en blanco y siguió
contándome.
—Nos gustamos desde que nos
vimos, pero hace algunas semanas que
empezamos algo. – desvió la mirada y
mi corazón se llenó de ternura. Esta
chica le gustaba de verdad.
—Me alegro. – dije con sinceridad.
—Te veo bien. – le sonreí. —Quiero
conocerla.
Le brillaron los ojos y más
emocionado que antes, propuso.
—Bueno, antes de que vinieras,
pensaba irme unos días a Barcelona. A
donde vive ahora mi hermana. – aclaró.
—Y Lucía está visitando a sus abuelos
allá porque no tiene que grabar escenas
hasta dentro de cuatro días. Íbamos a
vernos el fin de semana…
Y yo había llegado caída de la nada,
y le había arruinado todos los planes.
Me sentía terrible.
—¿Por qué no me dijiste? – chillé.
Se encogió de hombros. Porque era
un buen amigo, por eso no me había
dicho.
—Porque hace meses que no te veo,
y venías de vacaciones… – explicó. —
No te hagas problema.
—No, Gino. – lo interrumpí. —
Tenés que ir a Barcelona.
—No, Angie. – se negó, pero yo no
lo dejé.
—Vas a ir y no se diga más. –
sonrió.
—Bueno, y vos te venís conmigo. –
dijo de repente.
—¿Yo? No, ¿Qué voy a hacer allá?
– me reí.
—Tomar sol, estar en la playa…
conocer a mi hermana, conocer a
Lucía… – enumeró como si tuviera toda
la lógica del mundo.
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Angie
Rodrigo
Mierda.
Capítulo 8
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Tal vez fuera una cuestión de
Karma, pero esas últimas palabras de
Angie, me habían sonado bastante a las
que yo le había dicho a Lola…
Mierda, que derechazo tenía mi
compañera.
Me sobé el rostro, que escocía y
empezaba a inflamarse.
No podía culpar al Karma por lo
idiota que estaba siendo, esto era solo
mi culpa. Me había pasado otra vez.
¿Cómo había sido capaz de decirle una
cosa así? Era un bruto. Y no había
podido evitarlo.
Estaba tan molesto con la parejita
nueva, que había querido vengarme. Me
jodía como pocas cosas ver como
nuestro jefe se le acercaba como un
baboso, y le daba todo lo que ella quería
para seducirla. Me daba asco. Y aunque
la acusara de hacerlo, sabía que Angie
no era el tipo de mujer que se
aprovechaba de esas cosas, y esos tratos
especiales.
La conocía.
Pero estaba tan envenenado, que se
me soltó la lengua y fui a decir lo
primero que pensé.
Lo del rotulador, fue una pavada,
sonreí. Quería hacerle una maldad para
que reaccionara y dejara de ser esa
versión fría de ella misma que me tenía
histérico. Quería además volver a ser el
mismo de siempre. El que le hacía las
peores cosas y me reía después de sus
caras, y enojos. Y había dado resultado.
El brillo había vuelto a esos ojos de
muñeca que tenía y su boca se había
fruncido en ese gesto tan adorable que
siempre hacía cuando estaba molesta.
Era preciosa cuando estaba enfadada.
Había sido lo mejor de toda la
semana. No podía quitármela de la
cabeza. Sentía ese impulso que antes nos
llevaba a encerrarnos en algún lugar
alejado para desahogarnos
arrancándonos la ropa a tirones.
El recuerdo de su boca,
mordiéndome el cuello con violencia,
mientras mis manos la cargaban por sus
muslos hasta aplastarla contra la pared
más cercana, era el responsable de que
ahora no pudiera concentrarme en nada.
Quería besar esa boca que hacía
poco me había insultado, hasta quitarle
el aliento. Tomar esas manos que me
habían pegado y sujetarlas sobre su
cabeza mientras la tenía a mi merced.
Mirar esos ojos que me veían con tanto
reproche, y perderme en ese azul tan
raro hasta que los dos nos dejáramos
llevar y no pudiéramos más.
Mi cuerpo ardía ante ese pequeño
contacto que habíamos tenido, y sin
dudas, podía empezar a pensar que era
un poco masoquista. Porque no me
arrepentía en lo más mínimo.
En todo caso, ya estaba pensando en
qué otra cosa podía hacerle para tenerla
así otra vez…
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Desde que había llegado a la
empresa, podía verlo por el rabillo del
ojo. Rodrigo quería llamar mi atención
de cualquier manera, pero yo aguantaba,
y seguía ignorándolo. Todavía no
lograba quitarme el sabor amargo que
me habían dejado mis sueños, y cada
vez que pensaba en su rostro, lo
asociaba con esa sonrisa socarrona con
la que se había burlado de mí y de mis
sentimientos.
Cansada, me levanté para tomarme
un café en la cocina. Algo de azúcar me
haría sentir mejor sin dudas.
—Angie. – dijo mi jefe apareciendo
de la nada, medio metro antes de que
llegara a mi destino. Se metió conmigo a
la pequeña salita, guiándome desde la
cintura con su mano. —¿Nos tomamos
un café?
—Si, claro. – respondí medio
atontada por su proximidad y por ese
perfume tan masculino que siempre
llevaba. Ese día estaba si era posible,
más guapo que de costumbre. Sus labios
rellenos se curvaban con picardía
mientras servía las tazas.
—Ese color te queda precioso. –
dijo señalando mi vestido.
—Gracias. – contesté estirándome
para tomar la el café que me estaba
alcanzando. —Sos divino siempre
conmigo. – dije con una sonrisa, que
claro, me devolvió encantado.
—Bueno, te lo mereces. – se acercó
un poco más muy despacio y casi
quedamos pegados. —Mira, Angie. –
empezó a decir. —Me gustas, y me
siento muy cómodo contigo. Me dije que
iba a ir despacio, pero…
—Ah… – creo que me escuché
decir. Después de eso, todo se puso
borroso. Su mano colocó un mechón de
mi cabello por detrás de mi oreja y se
inclinó hacia delante, hasta que su
aliento me hizo cosquillas. No podía ni
pensar.
¿Qué estaba sucediendo? Miguel iba
a besarme y a mí me estaba costando
procesar si estaba de acuerdo o no con
ese hecho.
Sus labios se apoyaron suavemente
en los míos casi por un segundo, y yo ni
siquiera había cerrado los ojos aun.
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Entramos a su departamento y
millones de escenas de un pasado no
muy lejano me atacaron con violencia.
Olía exactamente como lo recordaba.
Estaba ordenado, aunque sabía
perfectamente que si caminaba por el
pasillo y abría la puerta de su atelier, me
encontraría con el lío de siempre.
Dibujos y telas por todas partes, y sus
paneles llenos de ideas.
Exactamente igual a mi taller.
Nunca se me había pasado por la
cabeza pensar lo parecidos que éramos
en más de un sentido.
Me miró incómoda mientras se
sacaba su abrigo y dejaba la cartera
tirada en un sillón. ¿En qué estaría
pensando? ¿Sería para ella tan raro
tenerme allí, como lo era para mí?
—¿Algo para tomar? – me ofreció.
—Para comer no tengo nada, pero
podemos pedir algo más tarde.
—Agua está bien. – acepté porque
tenía la boca seca.
Asintió y sacó dos botellitas de su
refrigerador y me tendió una, sin
mirarme mucho. Con un solo gesto me
dio a entender que la siguiera, y sin
muchas ceremonias me guio a la
habitación que había convertido en su
estudio y me tendió sus dibujos.
Ok.
Nos poníamos a trabajar, entonces.
No es que esperara que quisiera
charlar antes, o algo así, pero hasta
comparado con las veces en que había
estado allí al principio, nunca había sido
tan brusca.
Se quería sacar el tema de encima y
se notaba.
Angie
Angie
Rodrigo
La quería matar.
¿Era estúpida o se hacía? Si hubiese
sido por mi, la echaba a patadas antes
de que siguiera metiendo la nariz en
donde no tenía que meterla. Maldita
costumbre. ¿Qué le habría dicho a Angie
mientras yo no estaba? Mierda.
Cuando por fin se fue, lo hizo
sonriendo como una idiota y solo le faltó
darme un codazo. Era de todo menos
disimulada.
Algo incómodo, le sonreí a mi
compañera y la ayudé a servir la cena.
—Gracias por la comida. – dijo por
llenar el silencio.
—Sabía que teníamos que pedir y
ahorré tiempo. – le quité importancia.
Sonrió, y como hacíamos siempre,
nos llevamos las cajas de comida a su
atelier para comer mientras
empezábamos a organizarnos.
Observé que apenas entramos, puso
música de fondo y supuse que era para
hacer más liviano el ambiente y no tener
que caer en ninguna conversación
incómoda innecesaria.
Comimos tranquilos, y aunque no
hacía falta, si charlamos.
De los diseños sobre todo, pero era
algo agradable. Si estaba enojada por la
pequeña escena de celos que había
tenido lugar en la reunión con Miguel
hoy, no se notó.
No me hacía sentir orgulloso, la
verdad, todo lo contrario.
Sé que le había parecido un tonto,
pero no había podido evitarlo. Ese
gallego me buscaba constantemente, y si
seguía haciéndolo, iba a encontrarme.
Lo malo es que Angie había estado
presente para vernos, eso si. Porque
solo me restaba puntos.
—Podemos mostrar algunos
prototipos que hicimos por separado. –
sugirió sacándome de mis pensamientos
por un instante. —Si nos apuramos,
podemos modificar por lo menos dos.
—Ehm, si. – contesté. —Me parece
bien.
—Yo me traje unas telas, porque
sabía que si tenía tiempo iba a adelantar
algunas prendas. – empezó a contarme,
pero entonces le sonó el celular. Un
mensaje. Sonrió y contestó rápido.
Eran más de las diez de la noche
¿Quién le escribiría?
Me alcanzó el material y se
acomodó en una de las máquinas de
coser, mientras seguía hablando, pero
estaba distraída. Su maldito celular
sonaba cada cinco segundos, y cada
cinco segundos, se interrumpía, leía y
respondía.
Apreté las mandíbulas. ¿Con quién
mierda estaba hablando?
Seguían pasando los minutos, y cada
vez la sentía más lejos. Me estaba
ignorando olímpicamente, y no me
gustaba para nada.
Terminé con una camisa, y con la
excusa de ver qué hacía, me acerqué
para dejarla en los percheros. Estaba
mandándose mensajes con alguien por
Whatsapp. ¿Serían sus amigas?
Angie
Rodrigo
Me estiré en la silla admirando mi
trabajo desde arriba. A esta hora,
sinceramente, ya no podía distinguir
entre puntadas. Era todo lo mismo.
Estaba muerto.
Me froté los ojos y colgué las
prendas restantes en los percheros.
Tendría que llevarme algunos, porque
por la mañana, Angie no podría con
todo.
Me giré para decírselo, y la
encontré inclinada sobre la mesa,
apoyada sobre sus brazos, totalmente
dormida. El vestido que había estado
arreglando estaba listo, así que con
mucho cuidado de no despertarla, lo
estiré y lo colgué también.
Tenía que admitirlo… la chica si
que diseñaba bien.
La caída, la confección, todo… era
impresionante.
Me agaché para quitarle los
anteojos para que no se hiciera daño, y
no pude evitar quedarme mirándola por
un largo rato. Sus párpados se movían
apenas, y suspiraba tranquila, como si
estuviera soñando algo agradable.
Mi mano se movió sola, y se apoyó
en su mejilla en una caricia suave de la
que había sido apenas consciente.
Extrañaba tocarla, y ahora sabía que no
tenía ningún derecho de hacerlo.
Eso me hizo sentir terrible. Si
llegaba a despertarse, mínimo me
golpearía y después me echaría de su
casa a patadas. Esto estaba mal. Muy
mal.
Tal vez por un reflejo, sonrió y me
congelé.
Demasiada tentación.
Me tenía que ir de ahí cuanto antes.
Me puse de pie y cuando estaba por
irme lo pensé mejor.
No podía dejar que se durmiera
toda la noche así.
—Angie. – susurré, tocando su
hombro. —Angie, ya me voy.
Nada. Estaba desmayada. Cerré los
ojos, apretándolos, preguntándome
seriamente por qué me pasaban estas
cosas a mí, justo cuando estaba
queriendo portarme bien.
Oh Dios.
Indeciso, tomé sus brazos, y con
mucho cuidado, los envolví a mi cuello
rogándole al cielo que no se fuera a
despertar de repente.
Esperé un segundo, y como no
reaccionaba, la tomé en brazos
delicadamente y la levanté de su asiento
sin esfuerzo. Estaba más delgada, me
daba cuenta. Pero su cuerpo seguía
sintiéndose igual. Cálido y perfecto.
Mierda.
No, no era el momento de pensar en
su cuerpo. Aun cuando de la manera en
que la tenía agarrada sus pechos se
presionaban contra mi torso, y mis
manos, por debajo de sus piernas,
picaban por seguir camino hasta sus
muslos.
Caminé con ella a cuestas hasta
llegar a su habitación, y sin necesidad
de encender la luz, encontré su cama y
muy despacio la acosté allí en medio. El
lugar se veía exactamente como lo había
hecho meses antes.
No había cambiado nada.
Bueno, excepto las circunstancias.
Meses antes, yo habría estado
acostado a su lado.
Ignorando ese pensamiento amargo,
y las ganas que tenía de ella, acomodé
una de sus mantas para taparla, y la
arropé.
Me acerqué y sabiendo que estaba
pésimo, pero que no había manera de
detener ese impulso, le di un beso en la
mejilla, y me fui.
Sabía perfectamente que esa noche
no podría dormir ni aunque quisiera.
Angie
Llegué a la empresa y mi
compañero ya me estaba esperando.
Su camisa celeste se ajustaba a sus
brazos y dejaba adivinar cada uno de
sus músculos en tensión cada vez que se
movía. Peinado hacia atrás, estaba más
guapo que nunca.
—Los socios todavía no llegaron. –
dijo después de saludarme. —Pero
Miguel ya estaba cuando yo subí, y
parecía nervioso.
—Es la primera reunión de
colección. – me encogí de hombros. —
Debe ser eso.
—Está seguro de que yo no hice
nada, y que lo voy a dejar mal parado
con los inversionistas. – se rio entre
dientes, pero antes de que pudiera
discutirle, agregó. —Da igual, hice
copias de los diseños para todos. – me
señaló su mesa. —Ahora tenemos que
esperar a que nos llamen.
Hasta en eso había pensado…
Asentí balanceándome sobre mis
talones.
—Rodrigo. – dije casi en un susurro
y me miró. —Gra-gracias por lo de
anoche. – se quedó muy quieto sin
entender. —Estaba tan cansada que me
quedé dormida. – reí con nerviosismo y
sentí que las mejillas se me calentaban.
—No pasa nada. – masculló entre
dientes y esquivó mi mirada, girándose
para buscar las copias.
Si no lo hubiera conocido, hubiera
dicho que estaba tan sonrojado como yo
en ese mismo momento.
Mis labios se curvaron en una
sonrisa y me los tuve que morder para
que no se notara.
—Aquí estáis. – dijo Miguel
llamando nuestra atención. —Perfecto.
Pasad a la sala de juntas y preparad
todo.
Rodrigo
Me había acorralado.
No quería ser mala, ni
desagradable, porque Miguel siempre
había sido bueno conmigo… pero la
verdad es que no tenía nada de ganas de
tener una cita con él.
Sentía que si aceptaba, estaba
alentando sus avances, y por el
momento, solo lo veía como un amigo.
No me dio tiempo de pensar una
excusa, y lo que fue peor, Rodrigo
estaba cerca y escuchando. Por eso es
que me distraje, y no me quedó otra que
decirle que si.
La cena había sido tranquila
después de todo.
Habíamos conversado de manera
tranquila y sin sobresaltos. En ningún
momento se me había insinuado ni nada
parecido. Incluso se había relajado y me
había contado montones de cosas de su
vida en España. Sus amistades, que
mayormente era gente del entorno de la
moda, era lo que más extrañaba, y
aunque me nombró a un par más que al
resto porque eran sus más cercanos,
Miguel era una persona muy social.
Compartimos el postre, que era una
enorme porción de tiramisú, porque los
dos estábamos llenos y ni siquiera eso
me pareció un intento de romanticismo.
Más bien lo que hubiera hecho con Sofi
o Gala si hubiéramos salido a comer.
La noche estaba agradable, y era
aun temprano cuando terminamos, así
que me sugirió ir por una copa antes de
acompañarme a mi casa.
—Necesito sacudirme del cuerpo el
estrés de esta mañana. – dijo para
convencerme.
Sonreí incapaz de darle una
respuesta negativa, y menos sabiendo lo
nervioso que había estado antes de la
reunión aunque estaba agotada y lo
único que quería era irme a dormir.
Rodrigo.
Angie
Rodrigo
Angie
Angie
Rodrigo
Angie
Ese lunes, en la empresa, Rodrigo
se acercó y me dio un beso en la mejilla,
sonriéndome con cariño. No había nadie
más en el piso, y aunque podría haber
aprovechado para darme uno de sus
besos, no lo hizo. Estaba siendo
considerado, y respetándome como me
había dicho. No me presionaba. Y
aunque eso debería haberme alegrado,
no podía evitar sentirme un pelín
decepcionada. Habían pasado dos días,
y yo ya extrañaba sus besos.
Por Dios, ¿Qué estábamos
haciendo?
Silencio.
No volaba una mosca en todo el
piso. Nada. Solo escuchaba el latido de
mi corazón desbocado.
Un bip de mi celular, notificó la
llegada de un mensaje.
“¿Qué amigo?” Era Rodrigo que lo
había escuchado todo.
Lo miré y lo vi con los ojos fijos en
su teléfono. Mierda.
Contesté rápido y lo volví a mirar.
“Gino”.
Suspiró con fuerza, pasándose
ambas manos por el rostro y después por
el cabello. Oh, oh. Cuando vi que se
ponía de pie y que caminaba hacia mi
escritorio, me preparé para los gritos.
Lo conocía, y sabía que si un coqueteo
inocente con mi jefe lo desquiciaba, el
hecho de que hubiera pasado las
vacaciones con otro hombre, no lo haría
precisamente feliz.
—No es lo que te imagi… – me
interrumpió levantando una mano.
—No quiero saber nada, no me
cuentes. – se apuró en decir. —No tenés
por qué explicarme… lo que pasó antes
de este viernes, ya no importa.
Me quedé congelada en mi lugar.
¿Qué? ¿Quién era este que tenía delante?
Esperaba verlo acusándome de ...bueno
de todo lo que siempre me acusaba
cuando se ponía un poco celoso.
—Entonces vas a pasar el fin de
semana con el jefe, ¿No? – apretó los
dientes hasta que el músculo de su
mandíbula se movió en su mejilla.
—Es trabajo. – expliqué. —El
evento es la presentación de mi vestido,
y después me invitó a un desfile de la
semana de la moda de Buenos Aires.
Asintió pensativo, volvió a su
escritorio y en lo que quedó del día no
volvimos a hablar. Esa tarde no
teníamos que juntarnos a trabajar porque
esa semana no habría reunión. Los
inversionistas y socios estarían
presentes en desfiles importantes, y nos
dejarían descansar hasta el próximo
viernes.
Sin embargo esa noche, antes de
dormirme recibí un mensaje suyo.
“Odio que te vayas con él”
No respondí, pero el corazón se me
llenó de ternura, imaginándomelo
acostado y pensando en mí.
Estaba cambiando, y tenía que ser
muy terca para no verlo.
Capítulo 24
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Oh, oh.
Capítulo 26
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Apenas llegamos a la empresa, nos
pusimos a preparar la reunión mientras
esperábamos que llegaran los socios y
Miguel a la sala de juntas.
Como no habíamos tenido tiempo de
desayunar, fui a la cocina a buscar café,
y le alcancé uno a Angie que agradecida,
me dio un beso ruidoso en la mejilla.
Justo en el puto momento en que
nuestro jefe entraba y nos ponía mala
cara antes de saludarnos entre dientes.
Genial.
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
El tiempo seguía pasando, y estaba
tan enfocado en terminar de una vez con
la maldita colección, que por suerte no
había tenido ocasión de pensar en nada
más.
Con Enzo, seguíamos mal.. No
podía creer que hubiera sido capaz de
hacerme daño a propósito. Todavía no
podía entenderlo.
Su traición me había dejado fuera
de juego.
Era una de las personas en las que
más confiaba, era mi hermano…
Estaba tan dolido que no quería ni
verle la cara.
A Angie, en cambio, tenía que verle
la cara todos los días, y todos los días
me lastimaba un poco más. Y no es que
no pudiera perdonarle lo que había
hecho y empezar de cero como ella
quería… es que directamente se me
hacía imposible hablarle.
Mirarla a los ojos y no
imaginármela en brazos de Enzo.
Desnuda, en la cama …con Enzo.
Era una tortura con la que tenía que
vivir a diario. Hasta en mis sueños.
La noche anterior había soñado que
entraba a mi casa y me encontraba a mi
hermano en mi cama como aquella
mañana, pero ahora era Angie quien
estaba con él, y no la rubia desconocida.
Los dos me miraban desde allí y se
reían, mientras a mi me faltaba el aire, y
luchaba por despertarme.
Y cuando lo hice, tampoco me sentí
mejor. Porque aunque sabía que había
sido una pesadilla, había algo en ella de
realidad, y no estaba seguro de poder
superarlo algún día.
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Extrañaba a Angie…
Rodrigo
Entonces, un pensamiento me
inquieto y me llenó de miedo.
¿Ella sería capaz de perdonarme a
mí? ¿Podría ella superar el hecho de que
hubiera querido empezar una relación
con otra persona?
Yo sabía en carne propia lo difícil
que eso podía llegar a ser.
Sacudí la cabeza.
Ahora no era momento de pensar en
eso. Ahora yo no interesaba, solo ella lo
hacía. Y Angie me necesitaba.
Apenas me desperté, fui consciente
de dos cosas.
La primera es que, aunque me había
prometido no hacerlo, finalmente me
había quedado dormido en su cama.
Mierda.
Y la segunda, es que era la primera
noche en que no tenía pesadillas. Eso de
alguna manera terminó de confirmarme
todo aquello que había estado pensando
antes de dormirme.
La besé en la frente, cerrando los
ojos y respirando por última vez su
perfume antes de tener que regresar a la
sala, sin que notara que habíamos
dormido juntos.
Solo me quedaba esperar que
cuando se despertara, siguiera
queriéndome allí.
Angie
Rodrigo
Apenas terminamos de desayunar,
llamé a Miguel para pedirle unos días
más, y de paso avisarle que Angie
también los necesitaba. Por suerte, no
había discutido. Todo lo contrario.
Entre colecciones los diseñadores
no teníamos mucho que hacer en las
oficinas, así que disponíamos de
semanas hasta que realmente nuestra
labor fuera requerida.
Angie a su vez, llamó a sus amigas
para contarles de nuestro viaje, y pude
escuchar –sin querer– que no estaban
muy de acuerdo. Aunque me hubieran
dejado pasando la noche con ella,
todavía no se fiaban mucho de mí, y mis
intenciones para con su amiga.
Las entendía, claro que las
entendía… pero era lo que Angie quería,
y no hubo quien pudiera convencerla de
lo contrario.
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Sabía que nos habíamos ido a
dormir muy tarde, aunque no me había
fijado la hora.
Entre su deliciosa comida, el vino y
la larga caminata de ese día, me había
bastado con apoyar la cabeza en la
almohada, para caer rendida.
Pero desafortunadamente, horas
después, me desperté de golpe y con el
corazón acelerado, por un trueno tan
fuerte que parecía haber partido la tierra
a la mitad.
¿Truenos? ¿De donde había salido
la tormenta, si horas antes estaba
despejado? Estaba pronosticado, pero
igual era extraño.
Ya me había olvidado de cómo se
sentía un chaparrón en mi antiguo hogar.
El techo resonaba con violencia y el
viento parecía estar a punto de tumbar
las paredes.
Aterrada, me tapé la cabeza con la
sábana, pero fue en vano. Los rayos
iluminaban todo y medio segundo
después otro trueno irrumpía
haciéndome pegar un salto.
Rodrigo
Angie
Lloré.
Lloré toda esa tarde hasta que el sol
cayó, en brazos de Rodrigo que en
silencio, respetaba que no me hicieran
falta palabras. Solo eso. Que me
sostuviera como lo hacía hasta que ya no
me doliera tanto todo.
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Angie
Angie
Después de una rápida ducha, nos
habíamos calzado ropa cómoda para
pasarnos el día caminando.
Fuera, hacía un calor bochornoso,
pero las calles eran tan bellas, que uno a
veces se olvidaba.
Para terminar el paseo que
habíamos comenzado el día anterior con
el guía en la Gallería Vittorino,
recorrimos lo que quedaba del
cuadrilátero de Oro de la Moda, que
quedaba delimitado por cuatro calles
emblemáticas, Vía Monte
Napoleone, Vía Alessandro
Manzoni, Vía della Spiga y Corso
Venecia.
Las mejores tiendas, en un solo
lugar en el mundo. Resultaba un sueño
hecho realidad para alguien como yo,
que había visto lo que estaba expuesto
en esas vidrieras, en las fotos y videos
de los desfiles de la Semana de la
Moda.
Lujosos autos de marcas que
aparecen solo en películas, se
amontonaban estacionado a las puertas
de los locales, seguramente mientras sus
dueños gastaban miles de euros de sus
tarjetas sin sentir ningún remordimiento.
Yo no había podido resistirme, ya se
sabe de mi capacidad por decir que no,
y había comprado algunas cosas,
arriesgándome a pasarme el mes
siguiente a pan y agua. Pero es que…
¿Cuándo iba a volver a tener esta
oportunidad? ¿Ah?
Eso, Angie, si justificarte deja
tranquila tu consciencia… – pensé. Ya
tenía otras cuestiones por las que
sentirme dudosa ¿no?
Rodrigo se paseaba a mi lado,
tomando mi mano como si fuera el gesto
más normal, y besándome cada vez que
podía. Estaba cariñoso, y se notaba que
quería hacer buena letra.
Sabía lo que le había costado
levantarse de la cama, con las ganas que
tenía… pero aun así, me había dado el
gusto de salir a caminar.
Rodrigo
Angie
Rodrigo
Y así fue.
Al menos al principio.
Angie
Y hablando de eso.
Bianca Baci, la modelo italiana,
morena de ojos azules, había llegado al
país y ya se había puesto en contacto con
Rodrigo. Y yo, había tenido la buena
suerte de escucharlo, porque estaba en
su casa.
—Hola, Bianca. – había dicho
mirándome alerta a mis reacciones,
mientras yo fingía ignorarlo, y seguir
comiendo de mi plato. —Si, claro. Me
parece bien.
Pausa, silencios, y su mirada
nerviosa.
Apostaba cualquier cosa a que si en
ese momento le quitaba la camiseta que
llevaba puesta, notaría que estaba
bañado en sudor.
—¿Te parece? – preguntó
mordiéndose una pielcita del labio. —
Podemos reunirnos en la empresa
directamente, así no te robo tiempo y…
– la voz de la modelo traspasaba el
auricular. No quería. Ella quería
reunirse con él a solas.
Clavé el tenedor en el pedazo de
tortilla, destrozándolo, pero no lo miré,
para que no viera cómo me descomponía
toda la situación.
—Es que la verdad, estamos cerca
de la colección y a mi jefe no le va a
caer bien que me tome tanto tiempo –
otra vez lo interrumpía. —Ok, ok.
Quedamos así.
Cortó su teléfono tras una breve
despedida y se quedó mirándome.
—Quiere que almorcemos. – me
contó. Sentía sus ojos clavados en mi
rostro, pero yo seguía mirando mi plato.
—Le dije que prefería en la empresa,
pero ella insistió…
—Es una comida de trabajo. – dije
queriendo quitarle importancia.
—Que cae en un momento de
mierda. – dijo acercándose y tomando
mi barbilla para que lo mirara. —Justo
cuando estoy queriendo demostrarte que
podes confiar en mí.
—Bueno, entonces tengo que
confiar. ¿No? – pregunté con una
sonrisa. —Es solamente una clienta.
—¿Querés venir ese día? – ofreció
con cautela.
—No, no. – contesté segura. —No
corresponde.
Lo vi debatirse un largo rato,
seguramente pensando qué era lo que
más le convenía. La oportunidad de
vestir a una modelo de su categoría era
importante. Yo lo sabía, porque lo había
vivido, y no podía negárselo. No podía
ser una traba para él. Era un gran
diseñador y se merecía ese
reconocimiento. Me tocaba retribuirle
con confianza, tanto cambio por su parte.
—Estamos bien. – le aseguré
besando la mano que ahora me apoyaba
en la mejilla. —Nos está yendo bien,
llevamos un mes …hermoso. – su media
sonrisa se abría paso en su rostro, muy
de a poco. —Esa Bianca, no va a
arruinarlo.
Asintió y se inclinó más hacia mí
para besarme.
Rodrigo
Angie
París: Adelanto
Miguel
Un golpeteo en el parabrisas me
sobresaltó, poniéndome alerta dispuesto
a atacar si era necesario.
Al ver que se trataba justamente de
mi secretaria y no de un asaltante, lo
bajé aclarando mi garganta.
Disimulando el susto y componiendo mi
pose, ante todo.
—Licenciado. – me llamó
aguantando la risa, porque seguramente
había visto el brinco que había dado en
el asiento. —Lo llamó la señorita
Samantha. Dice que no puede
comunicarse, pero que está en Buenos
Aires y lo espera esta noche en su
departamento. – agregó levantando una
ceja.
Bueno, no podría comunicarse
porque tenía su número bloqueado. Era
una modelo que trabajaba también como
periodista, con la que me había acostado
una vez tras un evento al que habíamos
coincidido.
Y …que no había dejado de
acosarme una semana después de
aquello.
—En su departamento, ¿Eh? – pensé
en voz alta. Quedaba cerca del mío, así
que podía irme cuando quisiera. Y si,
además la chica estaba muy bien…
Curvas impresionantes, y tan
predispuesta en la cama. Con mi
historial y experiencia, siempre
apreciaba la creatividad. Eso si.
—Me dejó su teléfono por si usted
lo había perdido. – interrumpió mis
pensamientos con fastidio, porque me
había quedado pensando sin
responderle. —Pero me imagino que no
es el caso. – dijo con un tonito que no
me gustó, y me tendió un papelito.
—Gracias, guapa. – contesté. —Ya
veo si la llamo o no. Es una de las que
hice que apuntaras en mi lista negra. –
aquellas con las que nunca, pero nunca
bajo ninguna circunstancia, tenía que
pasarme si llamaban.
—Si, pero no quería hablar con
usted. – respondió arrugando la nariz. —
Solo dejó un mensaje. ¿Necesita algo
más, licenciado?
—Está muy bien. – dije sin ánimos
de discutir. —Y no. No necesito nada
más.
La vi caminar hacia la salida con
paso airado y murmurando un
“hombres” con cara de asco, que pensó
que yo no había llegado a oír.
Y ahora lo entendía.
Como mi asistente personal, llevaba
todos mis teléfonos, concertaba mis
citas y digamos que se enteraba de cosas
que nadie más sabía de mí.
Sabía a la perfección de mis
artimañas para hacerme negar, todas las
mentiras que me inventaba con las
mujeres, y las terribles conversaciones
con mi amigo Raúl.
En definitiva, por lo que conocía de
mí, debía pensar que era un capullo.
N. S. LUNA
Otras obras de la Autora:
1 – ESCAPANDOME – N. S. Luna
2 – ENCONTRANDOTE – N. S. Luna
3 – ENCONTRANDONOS – N. S. Luna
Después de la Trilogía Escapándome,
la historia de Mirco.
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Y su relato Divino
Trilogía Fuego y Pasión: Disponible en
Wattpad y en Amazon