Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 10

Poemas de Alfredo Espino.

1. El Nido
“Es porque un pajarito de la montaña ha hecho,
en el hueco de un árbol, su nido matinal,
que el árbol amanece con música en el pecho,
como que si tuviera corazón musical”.

Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma,


para beber rocío, para beber aroma,
el árbol de la sierra me da la sensación
de que se le ha salido, cantando, el corazón.

pág. 1
2. Ascensión
“¡Dos alas!… ¿Quién tuviera dos alas para el vuelo?
Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido.
Desde aquí veo el mar, tan azul, tan dormido,
que si no fuera un mar, ¡Bien sería otro cielo!…”
Cumbres, divinas cumbres, excelsos miradores...
¡Que pequeños los hombres! No llegan los rumores
de allá abajo, del cieno; ni el grito horripilante
con que aúlla el deseo, ni el clamor desbordante
de las malas pasiones... Lo rastrero no sube:
ésta cumbre es el reino del pájaro y la nube...

Aquí he visto una cosa muy dulce y extraña,


como es la de haber visto llorando una montaña...
el agua brota lenta, y en su remanso brilla la luz;
un ternerito viene, y luego se arrodilla
al borde del estanque, y al doblar la testuz,
por beber agua limpia, bebe agua y bebe luz...

Y luego se oye un ruido por lomas y floresta,


como si una tormenta rodara por la cuesta:
animales que vienen con una fiebre extraña
a beberse las lágrimas que llora la montaña.

Va llegando la noche. Ya no se mira el mar.


Y que asco y que tristeza comenzar a bajar...

(¡Quién tuviera dos alas, dos alas para un vuelo!


Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido,
con el loco deseo de haberlas extendido
¡Sobre aquél mar dormido que parecía un cielo!)

Un río entre verdores se pierde a mis espaldas,


como un hilo de plata que enhebrara esmeraldas...
pág. 2
3-Cañal en flor
Eran mares los cañales
que yo contemplaba un día
(mi barca de fantasía
bogaba sobre esos mares).

El cañal no se enguirnalda
como los mares, de espumas;
sus flores más bien son plumas
sobre espadas de esmeralda...

Los vientos-niños perversos-


bajan desde las montañas,
y se oyen entre las cañas
como deshojando versos...

Mientras el hombre es infiel,


tan buenos son los cañales,
porque teniendo puñales,
se dejan robar la miel...

Y que triste la molienda


aunque vuela por la hacienda
de la alegría el tropel,
porque destrozan entrañas
los trapiches y las cañas...
¡Vierten lagrimas de miel!

pág. 3
1-Una paloma blanca
Una paloma blanca,
que del cielo bajó,
con tu carta en el pico
y en la carta una flor.

Caminitos de aire,
caminitos de sol;
como un ángel pequeño
la paloma de Dios.

En mi casa esperaba
una fecha de amor
una niña morena
de fino corazón.

Palomita, palomita,
si la niña te dió
un beso entre las alas,
¡vuelve al fiel amador!

Si entregó la sortija
y el pañuelo entregó,
mensajera discreta,
¿quieres otro favor?

Cuando Mayo regrese


al naranjal de hoy,
subirá, todo blanco,
hasta el altar mayor.

La campana más joven


--que se llama Asunción--
en ese nuevo Mayo
ha de cantarle a dos.

Por eso, como un ángel


la paloma bajó,
con tu carta en el pico
y en la carta una flor.

pág. 4
2-La casa de vidrio.

Puerta de cristal el día,


pared de cristal el aire,
techo de cristal el cielo...
¡Dios hizo mi casa grande!

Ventanas de maravilla
sobre escondidos lugares:
el sendero de las hadas
y el camino de los ángeles.

Cuelgan las enredaderas


sus cortinas de volantes;
la hierba fina es alfombra
de mariposas fugaces.

El agua clara del río


cuaja un puente de diamante;
hay libélulas de nácar
y pececillos de esmalte.

Risa y canto se persiguen


en giros de juego y baile.
¡Columpio del alborozo
entre los gajos fragantes!

Palabra limpia y sencilla


como la flor del lenguaje;
regazo de ternura
donde las lágrimas caen.

Trigo de la espiga nueva


para harinas celestiales;
amor que leche se vuelve
en el pecho de la madre.

¡Mi casa es casa bendita,


todo en ella vive y cabe,
y puedo mirar a Dios
a través de sus cristales!

pág. 5
3-La pajara Pinta.

Estaba la pájara pinta


sentada en el verde limón;
está la campánula blanca
mirando la cara del sol.

La nube recoge en su juego


soldados, castillo y dragón; el agua, en su cauce de berros,
tres lirios y un pez de color.

De anís las cabriolas del aire


de plumas su vivo listón;
les digo que el aire del mundo
jamás fue tan buen bailador.

Me da la calandria su pico,
su rama me ofrece el gorrión,
en lunes tan nuevo y tan fino,
¿de qué servirá el reloj?

Abejas con sueños de azúcar


ya buscan un campo de olor;
hormigas de rudas faenas
va salen de cada terrón.

armiña y Carmela en su risa


que es risa de-siempre-las-dos:
Carmela y Carmiña en su canto
alzado de su corazón.

Invierno nos habla, sin lluvias,


por mil semillitas de -amor:
verano se ha puesto en las hojas
a ser más alegre que yo.

La oveja descubre retoños


que casi le piden perdón;
la oveja ha olvidado su casa,
la casa del joven pastor.

Oíd la campana que dice:


¡no habrá, esta mañana lección!
Oíd a la pájara pinta
cantando en el verde limón.

pág. 6
4-Barrilete.

Alta flor de las nubes


-lo mejor del verano-
con su tallo de música
en mi mano sembrado.

Regalo de noviembre,
nuevo todos los años:
para adornar el día,
para jugar un rato.

Banderola de fiesta
que se escapa, volando...

Pandereta que agitan


remolinos lejanos.

Pececillo del aire


obstinado en el salto;
pájaro que se enreda
en su cola de trapo.

Luna de mediodía
con cara de payaso;
señor del equilibrio,
bailarín del espacio.

Ala que inventa el niño


y se anuda a los brazos.
Mensaje a lo celeste.
Corazón del verano.

pág. 7
5- Cara y cruz
Alta visión de un sueño sin espina,
honda visión en realidad clavada;
ansia de vuelo en recta que se empina,
miedo del paso en curva accidentada.
Rosa de sombra, rosa matutina,
una caída y otra levantada;
ángeles invisibles en la esquina
donde el presente cambia de jornada.
Marca el momento signo de la altura:
brote de carne limpia y sangre pura
en renovado campo de infinito…
Y en promesa inefable y verdadera
-Gabriel de anunciaciones y de espera-
un mundo sin cadenas y sin grito.

pág. 8
Poema Un rancho y un lucero
Un día ?¡primero Dios!?
has de quererme un poquito.
Yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.

¿Que más pedir? Con tu amor,


mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor...

Y entre aroma de saúcos,


un zenzontle que cantará
y una poza que copiará
pajaritos y bejucos.

Lo que los pobres queremos,


lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos...

Con sólo eso, vida mía;


con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría...

Porque no hay nada mejor


que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un "Te quiero"
y huele a sendas en flor...

pág. 9
Poema Las manos de mi madre

Manos las de mi madre, tan acariciadoras,


tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.
¡Sólo ellas son las santas, sólo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!

Para el ardor ingrato de recónditas penas,


no hay como la frescura de esas dos azucenas.
¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias
son dos milagros blancos apaciguando angustias!
Y cuando del destino me acosan las maldades,
son dos alas de paz sobre mis tempestades.

Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,


porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.
Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;
¡Son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).

Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,


cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡Las manos maternales aquí en mi pecho son
como dos alas quietas sobre mi corazón!
¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas!
¡Las manos de mi madre perfuman con terneza!

pág. 10

También podría gustarte