Cadaveres Chiquititos - Antologia - Vidal, ARG PDF
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chiquititos
Antología Fantástica
ARG Vidal
Cadáveres Chiquititos
Diseño de portada: P. S.
1. TRIGUERO
2. EL DIA DE SUS DIFUNTOS
3. MAMMA ROSSA
4. CRÓNICAS CELESTIALES
5. PUBLICIDAD ENGAÑOSA
6. APOCATARSIS
7. LA SONRISA DE LUCI
8. EL VIENTO
9. LA PETICIÓN
10. A LAS CINCO EN CANARIAS
11. SINIESTRO TOTAL
12. EL POSTRE
13. BICHO RARO
14. BITÁCORA DE DIOSES
MUERTOS
TRIGUERO
En un instante en el que no se
esperaba nada, oyó el inconfundible
ruido de un zippo al abrirse y
cerrarse de nuevo: clic-clic. Luego
una bota pisando la grava y unas
pisadas acercándose. Se le había
ido la mano con la hierba, o tal vez
esa semilla, con nombre celestial, no
era de un cruce muy bueno. En
cualquier caso el pánico que sintió al
verle a la luz resplandeciente del día
le hizo tambalearse y caer de
rodillas sobre el duro suelo.
A la mamma italiana le
encantaban los niños. Los
achuchaba con sus grandes pechos
hasta ahogarlos.
Se anunciaban hombrecillos
verdes con aletas de una estatura
de 3 centímetros. Estaban metidos
en peceras cuadradas en lotes de
tres. Hembra-macho-hembra.
Mandaban a contra reembolso y se
servían a cincuenta céntimos la
unidad. Pero mamá me decía que
aquello era publicidad engañosa y
esos productos no existían.
Tampoco las gafas de ver a oscuras
ni los depredadores de 7
centímetros.
-¡Ahora! –Gritó.
Los niños comenzaron a cantar
tapándose los oídos la canción de la
Ovejita Negra, y el ruido se alejó.
La madre salió del coche y miró
a lo largo de la angosta carretera. El
pálido asfalto humeaba una especie
de cosa amarilla, como si la tierra
llorara meado de rata. A lo ancho y
largo no había señales de vida, no la
había habido desde que llegaron al
pueblo.
Recortándose contra el cielo de
la ventana, la pequeña María veía
su atrapasueños meciéndose contra
la noche estival. Un cielo sin
estrellas, frío como un mar de hielo.
Más cerca que el cielo, hacia la
ventana, su padre estaba de pie
sobre el césped y su madre con la
mano levantada en el porche.
Cuajados en el acto de andar, se
habían quedado petrificados contra
la noche sin luna. Tenían los ojos
blancos y la boca abierta, ansiosa,
con una espantosa mueca de vacío
tras las caras blancas. Dos fósiles
arcaicos cubiertos de diminutas
telarañas, tejiendo redes entre sus
dientes y sus párpados, como
pequeñas babas de caracol.
El coche pasó como un
relámpago frente a ella y se detuvo
con un ruido sordo. Había una niña
rubia señalando por la ventanilla del
automóvil en dirección a su ventana.
El vehículo dio marcha atrás y entró
brincando sobre la hierba por el
pequeño cercado de la casa.
Entonces la niña bajó exaltada del
taburete y echó a correr por el
pasillo despidiéndose para siempre
del pequeño atrapasueños, la
cortina de estrellas y las paredes
azules.
Así fue como la encontraron.
Cada vez, a la voz de ¡Ahora!, se
unía el canto de María entonando la
balada de la Ovejita Negra. Y así
recorrieron kilómetros y kilómetros
hasta llegar al puerto. Al tercer día,
los niños se quedaron afónicos y ya
no pudieron ahuyentar el ruido.
LA SONRISA DE LUCI
Y se relamió grotescamente.
BICHO RARO