Adorno Frente A Benjamin
Adorno Frente A Benjamin
He exagerado lo sombrío,
Theodor W. Adorno
No han sido pocas las discusiones suscitadas por el enfrentamiento de posturas entre
Benjamin y Adorno; las controversias han atravesado con fuerza la segunda mitad del
siglo XX, creciendo en matices que mantienen vigentes las disputas filosóficas abiertas
por estos dos pensadores hasta estos albores del siglo XXI. De todos los debates
germinados en la tensión Benjamín-Adorno quizá los más polémicos sean los de orden
estético y político. Así pues, es en este punto de enlace donde la discusión mantenida por
este par de filósofos judeo-alemanes parece ser más rica en tonalidades. La problemática
común es innegable, por ello no es extraño que la mayoría de los enfrentamientos entre
estos autores y la polarización de sus posturas ocurran dentro del marco de una discusión
política.
tardía, aquella que ya ha visto el levantamiento de los totalitarismos producidos por una
razón que no es otra cosa sino perversión, esto es: conocimiento sistematizado aplicado
con obvios motivos de dominio y violencia cultural. Sin embargo, el diagnóstico de cada
uno decanta en diferentes posturas frente a lo que puede ocurrir a partir de la toma de
poco ortodoxo, que sin embargo, como todo buen marxismo no deja de atacar a una
alcanza y lo somete todo. Tanto para Adorno como para Benjamin el capitalismo bárbaro
es ese nuevo orden mundial que se levanta con engañoso esplendor en los inicios de la
las cosas ocurren por mandato del omnipresente sistema capitalista. Desde este enfoque
en tal caso su postura sería sumamente comprensible. Tanto él como la mayoría de los
Quizá desde esta primera aproximación puede hacerse evidente que el optimismo de
A grandes rasgos podemos decir que Adorno centra sus críticas a algunas tesis de La
Dialéctica de la Ilustración: “La industria cultural”. No está de más enfatizar que las
En este texto Adorno toma distancia del pensamiento del que en otro momento fuera uno
Adorno sea un discípulo fiel de Benjamin, sino sólo que una gran parte de su
pensamiento se vio influenciado por la figura de Benjamin1, justo por ello puede tener
lugar la discusión en la cual la problemática central es abierta en gran medida por los
descubrimientos de Benjamín.
redentor de una época regida por la razón como Ilustración, sin darse cuenta que esta
misma razón ilustrada lleva en sus orígenes su propia destrucción y los gérmenes de la
A pesar de esto, o justo por ello, Benjamin se afianza en un marxismo crítico que quiere
pensar que la masificación de la técnica, y con ella de la obra de arte post-aurática, puede
1
Enzo Traverso señala en Cosmópolis: Figuras del exilio judeo-alemán que es demasiado aventurado
afirmar que Adorno sea un discípulo de Benjamin, no obstante, la influencia de éste último en la vida y el
pensamiento de Adorno fue significativa y cobró mayor importancia con el paso del tiempo. Sin embargo,
Traverso también apunta que es difícil ubicar una correspondencia en dirección opuesta, no sólo Benjamin
no reconoce alguna influencia de Adorno, sino que es casi nula la relevancia del pensamiento de Adorno
para Benjamin, quien lo ve sobretodo como un puente o interlocutor entre él y la beca de la que depende
económicamente: el Instituto de Investigaciones Sociales dirigido por Horkheimer.
2
Cf. Dialéctica de la Ilustración. Los primeros tres capítulos se justifican en una exposición de cómo la
razón occidental en tanto Ilustración apunta desde sus inicios al irracionalismo de los totalitarismos y a la
barbarie.
Adorno asume su herencia benjaminiana dentro del paradigma del apogeo de la
tecnología, el arte se transforma en algo diferente de lo que hasta entonces había sido, ya
misma del arte, y la noción misma de arte. Esta herencia benjaminiana en Adorno
marxista, de aquellos que están más próximos a una suerte de sociología que a la
punto Adorno repite una observación que Benjamín le había hecho en su correspondencia
alrededor de los primeros meses de 1939: En el capitalismo el dinero pagado para tributar
una obra -por ejemplo un concierto o bien una obra de teatro- implica un tributo al mismo
monto pagado por el evento; más allá del ámbito de el evento en cuestión, en la cantidad,
particulares y específicos del arte. Aquí, en la cultura aparecida como industria, el valor
existencia cotidiana, sino industria de lo cultural, industria del arte pues. Sin embargo,
Adorno no cree que el cine pueda dar el paso a la revolución tal como la entiende
Benjamín -al menos no el cine aparecido hasta ese momento, …y quizá tampoco el que le
relaciones sociales, sino también en las relaciones epistémico-estéticas, de ahí que todo
A esta tesis benjaminiana Adorno se le opone no por puro contradecir, sino haciendo uso
Posiblemente esta afirmación sea demasiado aventurada, pero tiene lugar. Quizá por ello
clases. Y con esto, Adorno también parece insinuar que los logros a que aspira el arte
político, es decir, la politización del arte sugerida por Benjamín al final de La obra de
arte…, no son posibles mientras la industria cultural siga dictando el paso que han de
llevar tanto el arte de la industria cultural: el arte de masas; así como también el arte
sus prohibiciones, su propio lenguaje, con su sintaxis y su vocabulario […] Todo lo que
aparece está tan profundamente marcado con un sello, que al final nada puede darse que no
lleve por anticipado la huella de la jerga y que no demuestre ser, a primera vista, aprobado y
reconocido”.3
En esta medida, Adorno señala que uno y otro, tanto el arte de la industria cultural como
están previamente configuradas y estipuladas por la jerga propia del medio en el que
tienen que desenvolverse, así tampoco hay posibilidad de nuevas formas de experiencias.
Los supuestos nuevos efectos permanecen ligados al viejo esquema -al que
Aquello que señala Susan Buck-Morss en ¿Qué es arte político? tiene mucho sentido: el
arte político consiste en una crítica aguda al sistema dominante o bien a alguna de las
partes que lo conforma y mantiene el sistema de domino. Por ello, para Buck-Morss, la
interpretación del arte político no puede ser disociada del tiempo y el lugar desde el cual
arte de vanguardia del que no lo es, a partir de esta comprensión histórica inherente al
arte político, parece ubicar el meollo de su esencia en la irrupción violenta y crítica que
lo caracteriza frente a un sistema bárbaro que violenta a todos los individuos que lo
conforman.
Y sin embargo, señala Adorno, aún ese discurso de vanguardia puede ser apropiado por
la industria cultural, puede ser depurado de sus elementos críticos o peligrosos para el
sistema totalitarista del capitalismo. Es importante no dejar de lado esta doble advertencia
3
Adorno, T. W. y M. Horkheimer, Dialéctica de la Ilustración. “La industria cultural. Ilustración como
engaño de masas”. Traducción de Juan José Sánchez, Editorial Trotta, Madrid, 2004. p. 173.
de Adorno en torno al exorcismo que la industria cultural realiza del arte político o de
vanguardia: por un lado, el arte de vanguardia puede ser comprendido por la masa
porque él mismo se da dentro de un marco interpretativo que puede ser descifrado por la
masa, no importa que tan hermético parezca ser este arte vanguardista. He ahí el primer
sentido de domesticación y dominación del arte por parte de la industria cultural; por el
otro lado, los contenidos radicalmente nuevos o violentos que atentan contra el mismo
contestatarios.
La industria cultural puede transformar en fetiche cualquier discurso por crítico que
parezca. Ejemplos de ello sobran, para muestra un botón: la crítica del dadaísmo contra la
institución del museo como legitimador del arte es neutralizada en tanto que el dadaísmo
se legitima como arte desde la autoridad del museo, Duchamp y su Fuente son el ejemplo
Buck- Morss, más cercana a la postura de Benjamin que a la de Adorno, apunta también
que irrumpe en un orden establecido para desquebrajarlo desde sus adentros y de acuerdo
a su propio vocabulario. Una toma de los medios tal como la entiende Benjamin. Pero por
otro lado también critica el círculo vicioso entre intelectuales críticos del arte y la cultura
y las propuestas críticas de los propios artistas. Unos y otros se limitan a una discusión
cerrada que excluye al público, a las masas pues, y con ello delimitan también los
Como añade la misma Buck- Morss, siguiendo a Christopher Knight, el arte político es
devastador, ya que simultáneamente evidencia los poderes admirables del arte, como su
destrucción.
Quizá por ello la posición tan reacia de Adorno a la generalidad del arte del siglo XX.
Porque sigue identificando esta época con la de la extinción del arte, pues este se ha
homogenización radical que, para Adorno, destruye toda auténtica individualidad, toda
mediatizado por la Industria cultural, ella dicta, como el dictador que es, la supuesta
en la absoluta diferencia”4.
Adorno ve en Benjamin, así como en las masas proletarias en general. Aquello que desde
Bolívar Echeverría alude en las primeras notas de Arte y Utopía: para Adorno, Benjamin
padece una suerte de “anarquismo” en su idea de “arte democrático”, por ello lo acusa de
un romanticismo que tabuiza a la inversa la tan temida barbarie, idealizando esta misma
violencia si es de origen proletario.5 Según Adorno, lo que haría este arte democrático es
“El pato Donald en los dibujos animados, como los desdichados en la realidad, reciben sus
4
T. Adorno, y M. Horkheimer. Op. Cit., p. 190.
5
Cf. B. Echeverría, “Arte y Utopía”. en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica.
Traducción de Andrés E. Wiekert, Itaca, México D. F., 2003.
6
T. Adorno y M. Horkheimer. Op. Cit. p. 183.
Sin embargo, no hay que dejarse engañar respecto a la postura de Adorno. Su posición es
diagnóstico deja de ser aún más acertado que la voz profética de Benjamin. Tal como
señala Bolívar Echeverría respecto de la crítica de Adorno a Benjamín, esta tiene lugar
porque “la revolución, que debía llegar a completar el ensayo de Benjamín, no sólo no
Adorno a Benjamin -tal vez porque parte de presupuestos heredados del pensamiento
critica por criticar, sino porque busca el verdadero avance del pensamiento, y no
7
B. Echeverría, “Arte y Utopía”. en La obra de arte... p. 25.