Imagenes de La Malinche en El Teatro Mex PDF
Imagenes de La Malinche en El Teatro Mex PDF
This Issue:
Editor - Polly J. Hodge
ENSAYOS 13
Andrés Pérez-Simón
Introducción a ―La teoría teatral de la Escuela de Praga‖
de Jiří Veltruský 15
Jiří Veltruský
La teoría teatral de la Escuela de Praga 19
Francesc Massip
La puesta en escena hodierna del teatro medieval: Algunas
experiencias hispánicas 37
Arthur Horowitz
The Verges Dance of Death Procession: Twenty-First Century
Catalonia Reenacts Golden Age Religious Drama 63
Albert David Hitchcock
Flesh versus Fantasy: The Image of the Living Doll in Two
Plays by Ernesto Caballero 75
Beatriz Aracil Varón
Imágenes de la Malinche en el teatro mexicano contemporáneo 93
Joanna L. Mitchell
Teatro Luna: Bodies that Matter on the Chicago Stage 115
TEXTO 129
Lola Proaño-Gómez
Cristina Escofet: pensadora y dramaturga feminista 130
Cristina Escofet
La Roca 135
Más que una hazaña bélica, la conquista de México fue ante todo el re-
sultado de una estrategia: la de un capitán español que supo mantener a
Moctezuma en el fatídico error de creer que el dios Quetzalcóatl volvía para
ocupar su trono, y que, al mismo tiempo, logró reunir bajo su mando a los
pueblos sometidos al imperio azteca, estableciendo una política de alianzas
que permitió el asedio y la derrota de la gran México-Tenochtitlán. Pero tal
vez fue también, como apuntó en alguna ocasión Georges Baudot, ―el resul-
tado de una venganza de mujer, de una mujer que así recupera su señorío, su
lugar privilegiado en el orden social de su mundo.‖ (―Malintzin…‖ 76). En
efecto, desconocemos si la estrategia de Hernán Cortés habría sido posible
sin la intervención de una joven esclava que le fue entregada como regalo
por los caciques de Tabasco el 15 de marzo de 1519 y que llegó a convertir-
se en intérprete, aliada y amante del conquistador en los años en los que se
llevó a cabo la toma del imperio de Moctezuma.
Malintzin, como había sido llamada en náhuatl de acuerdo al signo ne-
fasto ce-malinalli de su nacimiento, se bautizó cristianamente como doña
Marina, y así se refirieron a ella los cronistas españoles, pero pronto fue co-
nocida a su vez como Malinche, la versión deformada con la que los solda-
dos habían pronunciado su verdadero nombre y con la que los indígenas
designaron metonímicamente a Cortés, por hablarles a través de ella. Fue
con este último apelativo, la Malinche, con el que esta mujer a un tiempo
noble y esclava, azteca y rebelde a Moctezuma, ingresó de forma absoluta-
mente controvertida en el espacio histórico y mítico mexicano.
1
Una primera versión de este trabajo, que forma parte de los proyectos de la
unidad de investigación ―Recuperaciones del mundo precolombino y colo-
nial en el siglo XX latinoamericano,‖ fue presentada en el VI Coloquio In-
ternacional Teatro e Historia, celebrado en Perpignan en octubre de 2004.
93
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¿Quién era doña Marina? ¿Por qué ayudó a los españoles? ¿Qué papel
jugó realmente en ese período fundamental para la historia de México que
va de marzo de 1519 a agosto de 1521? Los datos son escasos y algo confu-
sos.2 Las discretas alusiones del propio Cortés en sus Cartas a ―la lengua
que yo tengo‖ o ―nuestra lengua,‖ a quien no llama por su nombre, Marina,
hasta la Quinta relación,3 han hecho sospechar a algunos críticos cierto te-
mor a que la presencia de esta mujer pudiera disgustar al destinatario de los
textos, el emperador Carlos V, o disminuir ante este sus propios méritos
como conquistador.4 Bernal Díaz del Castillo, por el contrario, ofrece, la
información más amplia que conocemos en torno a esta singular mujer, a
quien dedica, además de varios pasajes, todo un capítulo de su Historia ver-
dadera de la conquista de la Nueva España (102-103). Por él descubrimos
que era ―hija de grandes caciques y señora de vasallos‖ (99), pero que,
muerto su padre, su madre había vuelto a casarse y había decidido con su
nuevo marido entregar a Malintzin a unos mercaderes de esclavos de Xica-
2
Dichos datos han sido recopilados en buena medida por Georges Baudot
Cf. asimismo el trabajo monográfico de González Hernández.
3
Se trata del pasaje en el que Cortés dice haber pedido al cacique de la pro-
vincia de Taiça ―que se informase de aquella lengua que con él hablaba -que
es Marina, la que yo conmigo siempre he traído- porque allí me la habían
dado con otras veinte mujeres. Y ella le habló y le certificó dello y cómo yo
había ganado a México, y le dijo todas las tierras que yo tengo sujetas y pues-
tas debajo del imperio de Vuestra Majestad‖ (575, la cursiva es mía).
4
Véase Baudot, ―Malintzin, imagen…‖ 61-62.
Aracil Varón. Imágenes de la Malinche 95
lango sólo con el fin de que su hermanastro pudiera heredar sin problemas el
cacicazgo. ―De buen parecer, entremetida y desenvuelta‖ (Díaz del Castillo
99), cuando fue regalada a los españoles Cortés se la entregó primero a
Alonso Hernández de Puertocarrero, pero pronto cambio de opinión y
mandó a este a Castilla para tenerla libremente ―a su servicio.‖
Conocedora del náhuatl como lengua materna y del maya por haber con-
vivido primero con los indios de Xicalango y luego con los de Tabasco, la
muchacha resultó ser de gran utilidad en un momento en el que los españo-
les empezaban a entrar en territorio náhuatl. Marina sirvió primero como
traductora de esta lengua para Jerónimo de Aguilar, quien, a su vez, trasla-
daba sus palabras en maya al castellano. Pronto, sin embargo, aprendió tam-
bién el idioma de los conquistadores convirtiéndose en la única ―lengua‖ de
Cortés, de manera que, según explica Bernal, ―como doña Marina en todas
las guerras de Nueva-España, Tlascala y México fue tan excelente mujer y
buena lengua (..). a esta causa la traía siempre Cortés consigo‖ (102).
Ahora bien, este esencial papel de Malintzin en los hechos históricos (y
en la vida de Hernán Cortés) fue necesariamente efímero, ya que finalizó
con la conquista del imperio azteca: aunque en la primavera de 1522 nace
Martín, el hijo de ambos, a quien Cortés no sólo da sus apellidos sino tam-
bién el nombre de su padre,5 Bernal cuenta cómo un par de años más tarde, a
fines de 1524, el conquistador la entrega en matrimonio al soldado Juan Ja-
ramillo durante la expedición a las Hibueras en la que, de forma significati-
va, se cierra definitivamente el capítulo de la conquista, ya que el vencido
jefe de los aztecas, Cuauhtémoc, es acusado de rebelión y ahorcado.
Malintzin/Malinche, la esclava indígena convertida en instrumento de la
conquista, ingresó en la Historia, como no podía ser de otro modo, de una
forma controvertida ya desde las mismas crónicas de sus coetáneos. A pesar
del valor documental de la Historia verdadera de Bernal Díaz, en la que el
autor no oculta una visión admirada de esta mujer (a la que parece otorgar
un papel que va más allá del de la comunicación entre ambos bandos y unas
5
Cortés llamó también Martín al hijo legítimo de su matrimonio con Juana
Ramírez de Arellano, y, aunque fue este último el que heredó el marquesa-
do, si creemos sus propias palabras, el conquistador quiso igual a su hijo
mestizo; a este respecto, Baudot (―Malintzin, imagen…‖) cita una carta de
1533 en la decía sobre él: ―no le quiero menos que al que Dios me ha dado
en la Marquesa‖ (63).
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6
cualidades equiparables a las de los más valerosos soldados españoles),
son, como ha señalado Claudia Leitner,
...las fuentes de procedencia indígena (...). las que más atestiguan la im-
portancia de Malintzin: nos presentan escenas dramáticas en las que es
Malintzin la que convoca, manda, interroga, reclama, negocia, la que fija
medidas y condiciones, la que está en el centro de los discursos, dotada
de insignias y atributos importantes (234).
Ahora bien, como era de suponer, los códices de los enemigos de Cortés
y los de sus aliados difieren notablemente en la valoración moral que hacen
de ella. Las diversas apariciones de Malintzin en las pinturas y el texto de
los informantes de fray Bernardino de Sahagún que conforman el Códice
Florentino (de mediados del siglo XVI), estudiadas minuciosamente por
Brotherston (2001), no dejan lugar a dudas sobre el desprecio que les provo-
ca esta mujer; en el códice, Moctezuma se sorprende de su traición (―le
entró a Moctezuma al corazón: esa mujer de entre los nuestros les trajo, in-
terpretó para ellos‖ Brotherston 23) y, tras el relato de la última batalla, se le
acusa incluso de robar a sus compatriotas (―[las doscientas piezas de oro] tal
vez alguna mujercita las metió debajo de su falda,‖ 23). En cambio, en la
Historia de Tlaxcala, que debió escribir a fines del XVI, Muñoz Camargo se
refiere a Malintzin como ―una india de mucho ser y valor, y buen entendi-
miento‖ (178) y llega a afirmar que ―fue tenida por diosa en grado superlati-
vo‖ (177); las pinturas del Lienzo de Tlaxcala confirman su papel esencial
en la conquista y, curiosamente, en esta línea de identificación con la divini-
dad, el volcán cercano a Tlaxcala que en la época prehispánica se llamaba
Matlalcueye (la diosa indígena del agua y la fertilidad) pasó a llamarse la
Malinche, que es como ahora se le conoce.7
La polémica en torno a la Malinche se abrió, pues, en el mismo siglo
XVI y en el seno de su propio pueblo, pero, dado que las crónicas indígenas
6
A propósito de las cuales explica Bernal: ―digamos cómo doña Marina,
con ser mujer de la tierra, qué esfuerzo tan varonil tenía, que con oír cada
día que nos habían de matar y comer nuestras carnes (..)., jamás vimos fla-
queza en ella, sino muy mayor esfuerzo que de mujer‖ (182).
7
Sobre esta asociación véase Leitner (234-239).
Aracil Varón. Imágenes de la Malinche 97
8
Véase León-Portilla.
9
Apuntemos solamente que este ideólogo antihispanista y defensor de los
derechos de los indígenas fue, además de periodista y político, autor de más
de veinticinco obras teatrales.
10
En la obra de Ramírez (Sten, Dramas románticos… 65-82), a pesar de que
Marina justifique su actuación con razonables motivaciones personales (co-
mo el amor y el agradecimiento a Cortés o su deseo de no volver a ser es-
clava), el autor pone en boca de Cuitláhuac una dura crítica hacia el perso-
naje, al que se acusa de ―prostituta infame‖ (73), para introducir a continua-
ción la maldición del Dios Tezcatlipoca a esta ―enemiga‖ de su patria (74).
11
Cf. a este respecto Bartra.
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a su vez, como señala Monsiváis, ―a quienes, en todo y sin motivos que los
justifiquen, prefieren a los extranjeros, los sobrevalúan, los consideran natu-
ralmente superiores, se ‗amanceban‘ con ellos‖ (190-191). Este sentimiento
de inferioridad que lleva a despreciar lo propio es el que en 1942 Rubén
Salazar Mallén definía como el ―complejo de la Malinche‖ caracterizador
del mundo indígena y, por extensión ahora, del mexicano moderno (Leitner
226).
En este contexto polémico de definición del mito propio de la primera
mitad del siglo XX, la publicación en 1950 de El laberinto de la soledad de
Octavio Paz supone sin duda un momento clave. Aunque superados sus
planteamientos, el libro de Paz es aún hoy una referencia necesaria para todo
aquel que quiera acercarse al problema de la identidad en México y, en con-
creto, a este mito de la Malinche, que, en un breve pero significativo capítu-
lo, su autor reinterpreta y enriquece con nuevas connotaciones, ya que inte-
gra la problemática creada en torno al personaje en una reflexión amplia
sobre el ser mexicano desde una concepción filosófica e, incluso, psicoanalí-
tica. Para Paz, el mexicano se siente huérfano, su historia es ―la del hombre
que busca su filiación, su origen‖ (18), pero que al mismo tiempo se siente
incapaz de identificarse con ese origen. Es en este contexto en el que el poe-
ta mexicano, asumiendo, entre otros, los planteamientos citados de Salazar
Mallén, vincula, además, de forma clara los conceptos de traición y sexo que
se han ido forjando en torno a la Malinche para identificar a ésta con la
Chingada (la ―violada‖) y oponerla definitivamente a la Guadalupe. Inte-
grando dos caras distintas del personaje, Octavio Paz define a la Malinche
como el símbolo a un tiempo del atropello cometido contra el pueblo indí-
gena y de la traición a los valores autóctonos, de la abdicación ante el ex-
tranjero. Por ello escribe:
12
Texto que él mismo define con el subtítulo ―Primer esquema para una
tragedia antihistórica americana‖ y en el que, por cierto, encontramos una
Malinche ambivalente, a un tiempo traidora y madre del pueblo mexicano,
que debe mucho a los planteamientos de Octavio Paz.
13
Como ocurre en la obra ya citada La Noche Triste, de Ramírez, o, de ma-
nera más acusada, en Xóchitl, de Alfredo Chavero, donde el amor, converti-
do en pasión desenfrenada, provoca el tormento de los celos y, con él, la
actuación cruel y vengativa de este personaje de verdadera complejidad
dramática (cf. las reflexiones de Sten sobre la Malinche de Chavero en
Dramas románticos… 26-27; la obra se edita en 97-140).
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14
Así lo vemos en el primer acto: ―CORTÉS: No somos dioses. Somos
hombres de carne y hueso igual que los mexicanos. / MALINCHE (desean-
do que sea así): ¿Me dejas tocarte? (..). (Le toma la cara con ambas manos
y lo ve a los ojos muy de cerca. Decepcionada se aparta). Yo sé que eres un
dios. Los de Tabasco no quisieron creerlo (..).. Pero Moctezuma no será
igual, porque él sí sabe que los españoles son dioses‖ (452).
Aracil Varón. Imágenes de la Malinche 101
15
Cf., sin embargo, la crítica de Messinger a la ideología patriarcal que sub-
yace a la obra (261-265).
16
Idea que queda claramente reflejada en la acotación que explica el primer
encuentro entre Malinche y Cortés: ―No es solamente el flechazo entre un
hombre y una mujer, sino el impacto de dos mundos predestinados el uno
para el otro, que se encuentran por primera vez‖ (Gorostiza 447).
Aracil Varón. Imágenes de la Malinche 103
17
Recordemos que, en esa fecha, las fuerzas armadas del gobierno de Gus-
tavo Díaz Ordaz sofocaron brutalmente la manifestación estudiantil en con-
tra del PRI causando un gran número de muertos.
18
Véase Fuentes, ―La épica vacilante…‖ 71-94. La crónica de Bernal resulta
básica asimismo para la composición de un libro de la misma época, El na-
ranjo (1993), y en especial del primero de los relatos que lo componen, titu-
lado ―Las dos orillas‖ y dedicado a la figura de Jerónimo de Aguilar. Al aná-
lisis de esta evolución respecto a la presencia de Bernal Díaz en la obra del
escritor mexicano he dedicado otro estudio (Aracil).
19
En cualquier caso, es necesario advertir que ya Fuentes había realizado
algunas variaciones a la primera versión de la obra en un libro publicado en
España un año más tarde, Los reinos originarios (teatro hispano-mexicano),
que incluía Todos los gatos son pardos y El tuerto es rey. Algunas de esas
variaciones las abordo en el trabajo ya citado.
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MARINA: Oh, sal ya, hijo mío, sal, sal, sal entre mis piernas... Sal, hijo
de la traición...; sal, hijo de puta... sal, hijo de la chingada... adorado
hijo mío, sal ya...; cae sobre la tierra que ya no es mía ni de tu padre,
sino tuya... (..). sal a odiar a tu padre y a insultar a tu madre (..).;
tendrás que hacerte reconocer en la orfandad sin más apoyo que las
manos de espina de tu chingada madre (..).. Defiéndete, hijito mío;
embárrate bien de tierra el cuerpo, hasta que la tierra sea tu máscara y
los señores no puedan distinguir, detrás de ella, ni tus sueños, ni tu
amor, ni tu rebelión, ni tu muerte (..).; tú deberás ser la serpiente em-
plumada, la tierra con alas, el ave de barro, el cabrón y encabronado
hijo de México y España: tú eres mi única herencia, la herencia de
Malintzin, la diosa, de Marina, la puta, de Malinche, la madre. (109-
110)
20
Véase Fuentes, ―Los cinco soles…” 81-82.
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21
Deuda que es subrayada, además, en la primera versión de la obra a través
de esa parodia trágica del Ave María que recita a continuación el Coro de
augures (eliminada en Ceremonias del alba) con la que el autor insiste en la
contraposición, también destacada en El laberinto de la soledad, entre la
Malinche y la Guadalupe: ―Madre nuestra putísima... en el pecado concebi-
da...‖ (Fuentes, ―Todos los gatos…” 175).
22
Recordemos, además, que ya en su monólogo el personaje ha vinculado el
amor y el sueño cuando dice a su hijo: .‖..te rebelarás para amar y amarás
para soñar‖ (110).
23
Véase sobre este aspecto Chrzanowski.
24
Por lo que respecta a esa dimensión política, resultan de gran interés in-
terpretaciones como la de Olivier (en especial 137-138) o la de Sten, ―La
Aracil Varón. Imágenes de la Malinche 107
reflexión más amplia sobre la memoria y sobre ese ―encuentro de dos mun-
dos‖ que, en palabras de Miguel León-Portilla, supuso el descubrimiento y
conquista de América, reflexión que, por los años en que se publica Cere-
monias del alba, estaba además claramente determinada por la cercana
conmemoración del V Centenario.
Precisamente en esa fecha clave del 92, en torno a la cual surgen intere-
santes propuestas teatrales que, a un lado y otro del Atlántico, abordan el
hecho histórico de la conquista (entre las que podríamos citar La noche de
Hernán Cortés, de Vicente Leñero (83),25 Águila real de Hugo Argüelles,
Lo que cala son los filos, de Mauricio Jiménez, Casa de comedias, de Artu-
ro Sastré o Hernán Cortés, del español Jorge Márquez), e incluso de forma
concreta la figura de la Malinche (como el trabajo del también español Jeró-
nimo López Mozo Yo, maldita india, que debe mucho, a su vez, a los textos
de Gorostiza y Fuentes), se celebra en México el coloquio ―La Malinche,
sus padres y sus hijos,‖ en el que, según explica Margo Glantz,26 se pretende
revisar (y descifrar) la forma en que ―Malinche es sujeto de la historia y ob-
jeto de una mitificación‖ (13). Los trabajos presentados en este coloquio
plantean la posibilidad de criticar textos ya consagrados sobre el mito como
El laberinto de la soledad (que Carlos Monsiváis valora en su dimensión
histórica como un ―libro hermoso y seminal,‖ pero cuya interpretación de la
Malinche considera errónea en algunos aspectos y, sobre todo, superada
incluso ya en los años en los que fue escrito, 191-192), pero también abor-
dan su papel histórico de traductora desde perspectivas rigurosas e innova-
27
Que dedica a este tema trabajos tan significativos como ―La Malinche: la
lengua en la mano,‖ donde analiza el papel de la Malinche como mediadora
entre el discurso del conquistador y el del indígena a partir de los nombres
que se le atribuyen (―lengua‖ y ―faraute‖) y de los que ella misma traslada a
otros (como ocurre con el apelativo ―Malinche‖ que los indígenas dan a
Cortés), o ―Doña Marina y el capitán Malinche,‖ en el que, a partir del con-
cepto de ―cuerpo‖ en Bernal Díaz, Glantz analiza cómo Malinche rompe con
su doble rol de india y de mujer a través del papel de traductora que se le
atribuye y que llega a confundirla con Cortés.
Aracil Varón. Imágenes de la Malinche 109
28
Sobre las fuentes utilizadas por el autor para su obra puede consultarse la
referencia a los capítulos respectivos y el apartado final sobre ―Fuentes,
fragmentos y citas‖ en 145-147.
29
Así se lo propone el autor al iniciar su escritura (159-160).
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30
Incluso el propio Rascón Banda daba cuenta de los problemas que surgie-
ron entre él y el director durante los ensayos ante la procacidad o la violen-
cia que habían adquirido en los tablados determinadas escenas (véase, a mo-
do de ejemplo, 193-5, 203, 225 ó 240).
31
Rascón Banda habla en su ―Bitácora‖ de esta recepción controvertida de
la obra e incluye algunas de las críticas favorables o desfavorables que reci-
bió (273-275). Al parecer, la polémica ayudó a que las representaciones en
la capital estuvieran abarrotadas de público hasta el mismo día de la clausu-
ra de la temporada teatral; sin embargo, la obra no se ofreció la temporada
siguiente, decisión que las autoridades del INBA justificaron aludiendo pro-
blemas de presupuesto (Rascón Banda 271-272 y 277-282).
Aracil Varón. Imágenes de la Malinche 111
Bibliografía
Albónico, Aldo. ―Una refundición de Carlos Fuentes: Todos los gatos son
pardos y Ceremonias del alba.‖ Teatro, Público, Sociedad. Eds. Daniel
Meyran, Alejandro Ortiz y Francis Sureda. Perpignan: Presses Universi-
taires de Perpignan, 1998. 401-412.
Aracil Varón, Beatriz. ―De la intuición a la significación de Bernal Díaz del
Castillo en la obra dramática de Carlos Fuentes.‖ Tema y variaciones de
Literatura 32 (2009): 195-217.
Bartra, Roger. ―Los hijos de la Malinche.‖ La Malinche, sus padres y sus
hijos. Comp. M. Glantz. México: Taurus, 2001. 195-199.
Baudot, Georges. ―Política y discurso en la conquista de México: Malintzin
y el diálogo con Hernán Cortés.‖ VV.AA. Hernán Cortés y su tiempo.
Mérida: Editora regional de Extremadura, 1987. 625-631.
____. ―Malintzin, imagen y discurso de mujer en el primer México virrei-
nal.‖ La Malinche, sus padres y sus hijos. Comp. M. Glantz. México:
Taurus, 2001. 55-89.
Brotherston, Gordon. ―La Malintzin de los códices.‖ La Malinche, sus pa-
dres y sus hijos. Comp. M. Glantz. México: Taurus, 2001. 19-37.
Chrzanowski, Joseph A. ―Consideraciones temáticas-estéticas en torno a
Todos los gatos son pardos.‖ Latin American Theatre Review, 9:1
(1975): 11-17.
32
Cit. en Rascón Banda: 280. (Este artículo, publicado por la revista Equis,
es recogido casi completo en 280-282).
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