Aproximación Cartoon
Aproximación Cartoon
1
Una breve aproximación al cartoon. Tex Avery Apuntes/ Juan Antonio Castillo Triguero
diendo con la incorporación de la imprenta en color, pronto algunas de estas viñetas humorísti-
cas empezaron a desprenderse de su contenido político o crítico para basarlo en la pura comi-
cidad, al tiempo que aparecían personajes más o menos habituales que pronto se hicieron re-
conocibles para los lectores. En 1896, el dibujante R. F. Outcault creó The Yellow Kid, primera
serie de viñetas con un personaje fijo y que utilizaba el diálogo escrito en los mencionados glo-
bos. A medida que las viñetas se fueron utilizando para contar, de forma secuencia, una histo-
ria, el término gag cartoon fue abandonado y esta nueva forma de expresión mediante dibujos y
textos empezó a ser conocida como comic strip (“tira cómica”) para el público norteamericano,
aunque en el Reino Unido arraigó más el término cartoon strip (“tira de caricaturas”). No obs-
tante, el término cartoon siguió siendo utilizado para cualquier tipo de dibujo caricaturesco y
los dibujantes especializados en caricaturas, chistes o tiras cómicas recibieron la denominación
de cartoonists.
Fueron precisamente los cartoonists los que, por aquella misma época, comenzaron a hacer
sus primeros experimentos dentro del terreno de la animación, coincidiendo con la reciente
aparición del cinematógrafo. Pioneros de la animación estadounidense como James Stuart
Blanckton, Winsor McCay o John Randolph Bray, por citar solo a algunos, habían iniciado su
trayectoria artística dibujando cartoons en los periódicos, y al intentar dotarlos de movimiento
y llevarlos a la pantalla cinematográfica, era lógico que estos acabaran siendo conocidos como
animated cartoons y que este término terminara utilizándose para definir cualquier tipo de di-
bujos animados. A medida que las caricaturas e historietas publicadas en los diarios iban sien-
do cada vez más frecuentemente asociadas al término comic strip, o simplemente comics, ya
mecionado, el cartoon (en muchas ocasiones ya sin el adjetivo animated) quedó indisoluble-
mente ligado a las películas de animación.
Mientras los dibujos animados fueron inicialmente una atracción de feria para posterior-
mente convertirse en un mero complemento a las películas de imagen real en los cines, el tér-
mino cartoon perecía adecuarse sin problemas a un producto que se caracterizaba por su con-
tenido intrascendente y dirigido a un amplio espectro de público que lo consumía sin reparar
en sus posibles cualidades artísticas. Sin embargo, cuando el cine de animación dejó de ser una
novedad desde el punto de vista técnico y su proceso de realización se normalizó, surgieron
nuevos creadores en Estados Unidos que comenzaron a considerar el medio más un vehículo
expresivo desde puntos de vista tanto formales como temáticos, que exclusivamente una popu-
lar forma de puro y simple entretenimiento.
Por un lado, Walt Disney, productor de cartoons desde 1923, marcó una clara distancia con
sus competidores acometiendo la producción de ambiciosos largometrajes de dibujos anima-
dos, empezando por Blancanieves y los siete enanitos, estrenado con espectacular éxito en 1937,
y siguiendo con una brillante sucesión de títulos que, tanto por su calidad técnica y pretensio-
nes estéticas como por su repercusión comercial, hacían difícil considerarlos dentro del mismo
apartado de los cortometrajes animados concebidos para servir de complemento en una pro-
yección cinematográfica. Por otro lado, progresivamente fue surgiendo una tendencia alterna-
tiva dentro de la animación norteamericana, al margen de los grandes estudios y sin la tutela de
las grandes compañías cinematográficas hollywoodienses, que no buscaba necesariamente la
comercialidad ni llegar a todos los públicos, que proponía un cine de animación libre de atadu-
ras argumentales o estéticas y que experimentaba con todo tipo de técnicas que fuera más allá
de la predominancia hasta ese momento de los dibujos animados. Aunque estas experiencias ya
llevaban desarrollándose en Europa desde casi los comienzos del cine, en Estados Unidos tuvie-
ron un desarrollo más lento y no fue hasta la década de los años cincuenta del pasado siglo, con
las innovaciones introducidas por el estudio UPA (United Productions of America), cuando se
2
Una breve aproximación al cartoon. Tex Avery Apuntes/ Juan Antonio Castillo Triguero
Durante varias décadas hubo una barrera esnobista que evitó que el cartoon de Hollywood recibiera
una atención seria. Surgió una maliciosa distinción entre “cartoon” y “film de animación”, este último
connotando un esfuerzo independiente y fuera de un estudio, que ganó respetabilidad en museos, escue-
las y publicaciones porque era “artístico”.
Llegados a este punto, podemos preguntarnos qué es exactamente un cartoon. Vamos a esta-
blecer una serie de características que hacen que un film de dibujos animados pueda encua-
drarse dentro de esta modalidad, tan popular como escasamente analizada:
• Podemos entender como cartoon aquel cortometraje de dibujos animados de una duración
media de siete minutos (aunque en los primeros tiempos se acercara a los diez), filmado en
soporte cinematográfico (35 mm.)
• Estaba destinado originalmente a su proyección en salas cinematográficas, habitualmente
formando parte del complemento que precedía a una película de largometraje de imagen
real. Este complemento solía constar también de un noticiario, de un cortometraje también
de imagen real (habitualmente una comedia) y en ocasiones de la actuación filmada de un
cantante u orquesta conocidos, amén de diversos trailers o promocionales de futuros estre-
nos, spots publicitarios, avisos de la propia sala de exhibición, etc.
• Por formar parte del mencionado complemento, un cartoon iba, en principio, dirigido a un
público heterogéneo, supuestamente familiar pero no necesariamente infantil (como en mu-
chas ocasiones ha sido catalogado). De ahí que sus contenidos estuvieran con frecuencia más
pensados para un público adulto (números musicales con temas conocidos, humor con doble
sentido, referencias a personajes populares, tratamiento cómico de la violencia, erotismo
más o menos soterrado, etc.) que para los espectadores menores de edad, aunque estos pu-
dieran disfrutarlos por otras razones.
• Los argumentos que abordaban, dada su reducida duración, eran simples y directos. Aunque
inicialmente los cartoons apenas contaban historias sino que eran una sucesión de situacio-
nes cómicas, con frecuencia aderezadas con música y coreografías, en torno a un tema o es-
cenario concreto, poco a poco se fueron estructurando unas leves tramas argumentales que,
con frecuencia, se inspiraban en cuentos clásicos, fábulas o leyendas, o incluso a veces en al-
guna famosa película (habitualmente con fines paródicos).
• Las bandas sonoras de los cartoons clásicos siempre se caracterizaron por un predominio de
la música en detrimento del diálogo (incluso en el período mudo era muy escaso el uso de
rótulos explicativos). Esto fomentó un humor basado en la mímica y la pantomima y un sen-
tido de la narrativa eminentemente visual, circunstancia que facilitó su acceso a los merca-
dos internacionales, por encima de idiomas y culturas. Solo en su etapa de declive, y motiva-
3
Una breve aproximación al cartoon. Tex Avery Apuntes/ Juan Antonio Castillo Triguero
4
Una breve aproximación al cartoon. Tex Avery Apuntes/ Juan Antonio Castillo Triguero
ne de imagen real: los primeros directores de cine se limitaban a filmar meras representaciones
teatrales, con una muy restringida variedad de encuadres, y hubieron de pasar varios años (y la
incorporación al medio de nuevos creadores) para que comenzaran a explotarse todas las posi-
bilidades que el cine ofrecía tanto desde el punto de vista expresivo como narrativo. En ocasio-
nes, estas posibilidades fueron detectadas por los cineastas de animación que provenían de una
extensa actividad en el cómic antes que por sus homólogos en la imagen real, como bien señala-
ron Javier Coma y Román Gubern en su investigación del tema:
Los cambios del punto de vista de una escena en viñetas consecutivas de muchos cómics anteriores a
1908 (fecha de debut de Griffith) demostraron, en suma, una superior agilidad expositiva por parte de
los dibujantes que por parte de los cineastas, sin duda a causa de los primeros no estaban condicionados
por una tecnología pesada (ausencia de cámara tomavistas), a causa de la rica tradición de la pintura,
la ilustración y el dibujo, y a causa de que la obligada fragmentación de un episodio en viñetas–
obligación que no era imperativa para los planos en las cintas primitivas- invitaba al cambio de punto
de vista e incluso de la escala de representación.
Esta capacidad narrativa heredada de la historieta por los animadores tendría su plasmación
más clara en la incorporación del storyboard o guión gráfico al proceso de producción de una
película de animación (y que luego, con el tiempo, sería adoptado también por el cine de ima-
gen real, como útil herramienta no solo para la planificación sino también para evaluar gastos
de producción). Esta sucesión de bocetos para contar una historia no es exactamente compara-
ble a un cómic, pero sí comparte muchas de sus características formales expresivas.
5
Una breve aproximación al cartoon. Tex Avery Apuntes/ Juan Antonio Castillo Triguero
zación de algunos comportamientos sociales, etc. Todos esto hizo que, sin ir más lejos, persona-
jes como Felix the Cat o Mickey Mouse fueran en sus comienzos trasuntos animados nada disi-
mulados (algo incluso reconocido por sus creadores) de la personalidad de Charles Chaplin.
Tex Avery, preguntado por su estilo cómico, reconoció también esta influencia en su filmo-
grafía:
Mucho (del estilo) procedía de aquellas viejas comedias de golpetazos. Chaplin, supongo que todo el
mundo le copiaba (…). Descubrimos pronto que si hacías alguna cosa con un personaje, ya fuera animal,
humano u objeto, que posiblemente no se pudiera improvisar en imagen real, entonces tenías una risa
garantizada. Si un humano puede hacerlo, muchas veces no es gracioso en animación. O incluso aunque
sea gracioso, un humano puede hacerlo aún más gracioso (…). Pero si puedes tener a un tipo y hacer
que le den un golpe en la cabeza y que después se haga añicos como una porcelana, ¡entonces sabes que
tienes una risa! ¡Porque ellos no pueden hacerlo en la realidad!