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Pacheco Ciudad Violencia
Pacheco Ciudad Violencia
Desde su primer libro Los elementos de la noche (1963) José Emilio Pacheco (México,
1939) ha venido escribiendo una obra sólida y coherente. En este libro se manifestaban algunos
de los temas fundamentales de su obra poética: el transcurso irremediable del tiempo, una visión
crítica de la historia de México, el lenguaje (la reflexión sobre la poesía, su tradición y forma), y
las ciudades, cuya visión apocalíptica se encuentra expresada a lo largo de toda su obra. En Los
elementos de la noche se observa la preocupación del poeta por el lenguaje y su relación con la
tradición de la poesía española. En esta edición figuran cuantro sonetos tradicionales, una
“Égloga octava”, “Estancias”, y dos poemas en prosa. La preocupación por el paso del tiempo se
seguramente no estaré ya a tu lado/ en otro tiempo que nació arrasado”. Esta angustia por el
devenir del tiempo se concentra en un lenguaje contenido y moderado, que es una de las
En El reposo del fuego (1966) se continúa presentando como tema el paso del tiempo. El tiempo
y la ciudad son temas centrales en este libro conjuntamente con una visión crítica de la historia
de México. Aquí se presiente un futuro lleno de muerte, y el tiempo aparece avanzando hacia su
ocaso final, devorado por un fuego que todo lo destruye. Esto lo vemos más claramente cuando
el hablante dice: “Contempla tu dominio: este es tu reino,/ una triste ciudad de agua y aceite que
sin unirse flotan”. La ciudad arquetípica de Pacheco es inhabitable, triste, un lugar donde el
progreso acaba con el aire y deja como herencia un aceite inútil. Por otro lado, el fuego como
pasa el tiempo (1969) el tema del tiempo y de la historia son recurrentes. El pasado y el presente
se confunden en un mismo caos, el poeta es testigo de la historia y del tiempo que vive. Por
Pacheco llama a este texto “poema colectivo”, ya que según declara a pie de página fue “hecho
con frases entresacadas de las narraciones orales y, en menor medida, de las noticias
temprano 66). A pesar de su protesta contra los estragos del progreso, de su rechazo de la
hablar estrictamente de un “poeta social” – pues no hay un programa de denuncia y acción – sino
de un poeta que es testigo de su tiempo, como lo fueron antes, en ciertas circunstancias, Vallejo
ciudad. En Irás y no volverás (1973), encontramos poemas como “Tres poemas canadienses”,
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descripción con recuerdos de la historia de los aztecas, tratándose de establecer un paralelo entre
un paisaje del presente que el poeta está mirando, con otro del pasado que reaparece en la
JEP es un poeta que reflexiona sobre el poema y su práctica sonora, y la ve como una
miseria que va a terminar en las bibliotecas donde nadie se molestará en leerla para despertarla.
El poeta cree que la poesía “es la sombra de la memoria” y la percibe como algo que sí
estremece pero solamente por un instante, para luego volverse “brizna/ polvo”. Esto se puede
corroborar en los poemas “Miseria de la poesía, “Al terminar la clase” y “Escribo con tinta roja”.
En Desde entonces (1980) hay una sección de poemas en prosa donde se vuelven a presentar las
mismas preocupaciones del poeta por el tiempo, la miseria de la poesía, y la ciudad vista como
logro si se considera a la narratividad –que generalmente emplea el verso largo de gran aliento–
como uno de los peligros donde el poeta puede caer vencido ante los excesos del lenguaje, sobre
todo en el abuso de los adjetivos y los a veces interminables encabalgamientos. Pacheco controla
este tipo de poemas el punto seguido es usado constantemente para evitar la sobreabundancia de
palabras.
poesía de Pacheco. El poeta reflexiona sobre cómo la ciudad contemporánea y sus habitantes
Costras
pesadas cicatrices de un desastre
Sólo montañas de aridez
arrugas
de una tierra antiquísima
volcanes
Muerta hoguera
tu tierra es de ceniza. ( Tarde o temprano 165)
Esta mirada no delinea las calles, los puentes o los edificios, no se deleita en los prodigios del
urbanismo, sino que muestra la ciudad como un cuerpo estragado. Otro poema de Pacheco que
población:
Esta imagen representa un ambiente desolador en el cual la basura funciona como símbolo del
desgaste y derroche que propicia el consumo descontrolado. Ni el porvenir del país ni los niños
son vistos por los consumidores, que persiguen un ideal imposible. Los niños, en cambio, están
en lo real, en lo básico: la comida que acaso no se encuentra. La basura, por lo tanto, es aquí un
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ambiente totalizador que ocupa el presente y el futuro de la ciudad. El poeta inscribe el costo
José Emilio Pacheco escribe sobre los desheredados del progreso y sus sueños
incumplidos. En sus poemas urbanos se visualiza un devenir sin mayor esperanza para la
humanidad. Pacheco se convierte en un poeta visionario debido a que trata de prevenir al mundo
sobre lo que podría ser la destrucción de su tiempo y de su espacio. C.G Jung habla de la
Pacheco es este vidente jungiano que recoge lo tácito que flota en la época que le ha tocado
vivir, y lo registra en sus poemas. De esta manera trata de encontrar alguna salida a la
complejo que va camino a la barbarie: para el poeta la ciudad se vuelve la cumbre y el abismo
de la civilización actual. En esta ciudad encontramos flores y asfalto, voces que penan y se
alegran en las calles en medio del humo y la confusión de la muchedumbre. La voz poética
encuentra en el poema y su lenguaje, el lugar apacible para calmar sus miedos y premoniciones.
Su visión está centralizada en la Ciudad de México, la cual recorre con la mirada crítica del
Este texto podría ser el punto de partida de la poética urbana de Pacheco. La violencia es el eje
central del poema, la cual se remonta hasta los orígenes del hombre y su afán por sobrevivir ante
la naturaleza. Este ser humano tiene que destruir para construir. Entre los textos más notables
que tratan este tema de la destrucción y la muerte destaca el extenso poema “Alturas de Machu
Picchu” de Pablo Neruda: “La ciudad como un vaso se levantó en las manos/ de todos, vivos,
muertos, callados, sostenidos/ de tanta muerte, un muro, de tanta vida un golpe/ de pétalos de
piedra: la rosa permanente, la morada: / este arrecife andino de las colonias glaciales” (337).
Aquí el poeta alude a una fuerza incontenible, llena de furia: una piedra que viene de la piedra y
ciudad de Machu Picchu, construida sobre un banco de rocas entre una espesa ceja de selva. Es
una ciudad levantada con una mezcla de fuerzas, para construir los “pétalos de piedra” en lo alto
de un arrecife andino. El poeta nos habla de un viraje entre la vida y la muerte: vivos y muertos,
todas las fuerzas y las sangres unidas en una sola empresa: levantar una ciudad de piedra en
medio de una naturaleza hostil. La ciudad surge como prolongación de la naturaleza – es piedra
y flor – pero es también resultado de la labor humana que envuelve dominación y violencia.
Walter Benjamin ha escrito que “violence is a product of nature, as it were a raw material, the
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use of which is in no way problematical, unless force is misused for injust ends” (278). El uso
de elementos naturales como la madera, el agua, las pieles de los animales y su carne, requieren
creado desde el lado oscuro de la violencia. Neruda, en cambio, se refiere a un caso específico:
Machu Picchu y su museo de piedras estelares. Aun cuando ambos textos hablan de la
destrucción y la muerte, en el poema de Neruda se puede ver la labor solidaria entre los seres
humanos para construir su rosa permanente, su morada de piedra. También Neruda trata de
transmitir el sufrimiento de los oprimidos en esa ciudad, de los esclavos y los olvidos enterrados:
Estas asociaciones entre el rojo del carbón y la sangre muestran el sufrimiento que
experimentaron muchos hombres para levantar la ciudad. Hernán Loyola ha escrito que “la
estructura de piedra acusa ante la sensibilidad de Neruda la presencia aguda del hombre que
anuncia “el crimen de hermano contra hermano”. El poeta elige para fundar la genealogía de la
ciudad la línea de Caín contra Abel, hermano contra hermano, y no la de Freud en “Totem and
Taboo” en donde la cultura se funda en la destrucción del padre. Freud se remonta a las
costumbres de algunas tribus primitivas de Australia para probar su tesis. Estas tribus poseen
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leyes estrictas que castigan severamente a los que las desobedecen. Por ejemplo, los que
pertenecen a un “totem” determinado (un animal específico de los antepasados de esta raza) no
pueden tener relaciones sexuales con miembros de la misma familia, ya que son considerados
través de relaciones incestuosas) “[he] is hunted down and killed by his clansmen” (810). Es
también curioso, por otro lado, que Freud, en el mismo artículo descubre que estos mismos
aborígenes australianos “do not build houses or permanent huts. They do not cultivate the soil or
keep any domestic animals except dogs; and they do not even know the art of pottery. They live
exclusively on the flesh of all sorts of animals which they kill in the chase, and on the roots
which they dig” (807). Esto nos muestra los distintos niveles de violencia y destrucción en el
hombre primitivo. Algunas tribus no emplean el lodo ni la madera destruyendo los bosques y
sus árboles. La violencia se manifiesta a través de la caza de animales para sobrevivir. Por otro
lado, el tipo de violencia que nos presenta Pacheco de hermano contra hermano es castigada por
Dios al decirle a Caín que “aunque trabajes la tierra, no volverá a darte frutos. Andarás vagando
por el mundo, sin poder descansar jamás” (Génesis 5). Caín emprende un viaje por el mundo y,
posteriormente, “Caín se unió con su mujer, y ella quedó embarazada y dio a luz a Enoc. Luego
Caín fundó una ciudad, a la que pudo por nombre Enoc, como a su hijo” (Génesis 6). Esta
ciudad, la primera fundada en la tierra, tuvo como antecedente la violencia y el crimen. Caín y
sus descendientes tuvieron que trabajar la tierra, cazar y talar los bosques para poder sobrevivir.
Este tópico es tratado nuevamente en otro poema de Pacheco titulado “Caín” (City of Memory
180): “Su nombre es testimonio de la Caída . / Caín el can de la corrupción, / el perro rabioso/
que la tribu mata a pedradas . . . Caín, nuestro padre./ El fundador de las ciudades.” (184). En
civilización se erige sobre las ruinas de la naturaleza. El ser humano, como ser social, nace de
un encuentro, de una cooperación, tanto como de una violencia. Estos poemas de Pacheco, con
hermano” y “Caín, nuestro padre./ El Fundador de las ciudades”, nos da una idea profunda de lo
Desde sus primeros poemas José Emilio Pacheco avizora el desastre. En El reposo del
fuego (1963) se lee: “Pero los ritmos, imperiosos ritmos, los latidos secretos del desastre,/ arden
para simbolizar la aparente tranquilidad de sus horas, y para enmarcar la oscuridad en las esferas
de la desolación. Según José Miguel Oviedo, “Pacheco estaba dando un testimonio desgarrado
de su preocupación humana e intelectual por la crisis del México moderno . . . Esa inquietud y
esa convicción de que la urbe moderna es, en sí misma, una ruina” (Verani 29). Esta imagen de
la urbe como ruina va a servir de apoyatura a la serie de propuestas que Pacheco desarrolla en
sus poemas. Octavio Paz se ha referido a esta incidencia diciendo que la poesía de Pacheco “se
sombra” (Verani 13). Esta ruina y esta sombra adquieren una señal premonitoria en sus versos:
el aniquilamiento parece indetenible, y su signo de destrucción está en las entrañas de una ciudad
sin salida. En “A las puertas del Metro” (Tarde o temprano 221), se muestra un cuadro patético
los que duermen bajo techo. En este texto se describe a un hombre que se encuentra tirado sin
conocimiento, tal vez por el excesivo consumo de drogas o alcohol. Este ser lleva puesta una
camiseta con la inscripcción “Have a Pepsi”, aludiendo a uno de los anuncios más populares en
los Estados Unidos, cuyo mensaje es que el que beba “Pepsi” siempre se sentirá bien en la vida.
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Mientras tanto esta persona yace sin sentido en las puertas del Metro de la ciudad de México.
Estas imágenes descubren una profunda división de clases sociales: por un lado están “las
señoras de bolso y los señores de traje, que casi no se ven por el Metro”, y por el otro están los
pobres representados por este sujeto que también representa “cuatro siglos de hambre, violencia
y opresión; pero también el genio que construyó las pirámides e hizo posibles Macchu Picchu, el
calendario maya, los códices nahuas...”. Este poema no reduce su tema a lo personal, sino que
señalado que “la esencia de la obra de arte [del poema] no consiste en hallarse preñada de
particularidades personales . . . sino en elevarse por encima de lo personal y en hablar por y para
alto grado” (10). De esta manera, el poeta rescata lo tácito de su época, la conciencia que flota y
En poemas como “México: vista aérea” (165) la mirada viene desde un avión en pleno
“México: vista aérea” deja ver “las montañas de aridez” que es la visión de la ciudad desde la
altura, una hoguera recubierta de ceniza. La actitud contemplativa –en este caso – es mayor que
la multitud y es parte de su flujo. La ciudad a pesar de haber sido contemplada desde lo alto, es
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percibida como un caos. Este caos se manifiesta con menos detalles descriptivos, pero
La poesía de Pacheco ofrece una variedad de temas que no se reducen obviamente sólo al
en su poesía. El paso del tiempo, el amor y la muerte son la sombra de la ciudad que se
pero el poeta mantiene una actitud interrogante desde la cual manifiesta su existencia desafiante
Hay otros textos donde la ciudad es vista desde otras perspectivas. Estos son: “El alba
de Montevideo”, “Amanecer en Buenos Aires”, y “La lluvia en Copacabana”. En ellos late una
mirada fugitiva que se maravilla con algunos tonos (cielo celeste, luces, agua limpia) de algunas
ciudades sudamericanas, al contrario de los textos escritos sobre su ciudad natal donde el tema
central es el horror y la muerte. Estos poemas son postales que proponen un recorrido
cinemático, donde el poeta es el centro rector de todas las imágenes. En “Alba de Montevideo”
se lee: “la noche lentamente se deshace ante la luna/ que avanza llena de eternidad” (135). En
este caso, la luna vence a la noche (oscuridad, temor) y avanza dando en su movimiento
“Rompe la luz el azul celeste/ Amanece en la Plaza San Martín” (135). Aquí los colores claros
(luz, claridad, azul celeste) del cielo se complementan con elementos naturales de la tierra (la
flor), para luego crear una unión permanente entre ambos hemisferios. Y en “La lluvia de
Copacabana”: “Como cae la lluvia sobre el mar/ al ritmo aunque sin pausa se desploma/ así
vamos fluyendo hacia la muerte” (135). El agua y el mar forman otro contexto en las
descripciones: hay ecos de Jorge Manrique, pero en este caso es la lluvia (y no los ríos) la que
nos lleva hacia la muerte. Así, se reformula el descenso hacia la muerte desde una imagen aérea
representada por la lluvia. En estos breves poemas el paisaje del cielo predomina sobre la noche
que pudiera representar la desesperanza. José Emilio Pacheco casi no intercala natura y cultura
en un solo poema –como lo hacía Baudelaire – en cambio desarrolla estos elementos en poemas
muchedumbre caminando por las calles, ni tampoco sentimos aquel horror por el aire
contaminado que trae la invasión incontenible del tránsito urbano. El poeta parece encontrar,
pesimismo con relación a las grandes urbes como el Distrito Federal. Pero la mayoría de los
poemas urbanos están relacionados con la capital mexicana, la cual emite señales apocalípticas.
La palabra del poeta se convierte en una voz visionaria al someter a juicio las fallas de una urbe
en constante crecimiento, y anticipando las más funestas consecuencias. Sirva otra vez como
ejemplo el poema “Shopping Center” donde se descubre el cuadro de confusión de las autopistas
El ambiente que se describe está contaminado. La carretera está unida, como vía de acceso, a los
centros comerciales donde se satisface una necesidad psicológica, un modo de vida falso, tal vez
consecuencia del lavado de cerebro de los medios masivos de comunicación. Aquí lo falso son
los espejismos que produce el acelerado consumo de productos y que no satisfacen necesidades
vitales. Así se comprueba que desde Los elementos de la noche (1963), su primer libro de
poemas, Pacheco ha venido escribiendo una obra coherente donde destaca esta visión
como habíamos señalado anteriormente. Sus poemas acechan el desastre en medio de una
naturaleza perpleja, la cual trata de sobrevivir ante el desconcierto de la destrucción urbana. Hay
dos poemas donde se concentran independientemente estos elementos de natura y cultura: “La
gota” y “La bola de hierro” forman parte de un libro más reciente: El silencio de la luna
(México, 1994). El primer texto dice: “La gota es un modelo de concisión:/ todo el universo/
encerrado en un punto de agua . . . La gota estuvo allí en el principio del mundo./ Es el espejo, el
abismo,/ la casa de la vida y la fluidez de la muerte” (86). La gota, como partícula esférica
representa en su cristalinidad, el orígen del mundo, y también el retorno al orígen del mundo, al
primer universo, la casa, donde habita la muerte. La gota es la concisión del lenguaje y la
transparencia por la que el poeta rememora frente a su espejo. En “La bola de hierro” la imagen
que sugiere es la de una gota rellena de hierro (gota metálica), la cual destruye o es empleada
para destruir edificios antiguos y levantar lo que será el inicio de la post-ciudad, una nueva masa
“saludable” destrucción de los antiguos cimientos. La bola de hierro dice: “Como un rayo
redondo/ o un perdigón de Dios acabo con todo” (87). La fuerza que impera en esta bola está
relacionada con la dureza de la naturaleza, en este caso representada por el rayo. Aquí la furia
también puede ser enviada desde los cielos: una altura inalcanzable, un castigo que arrasa con la
tierra. El modelo circular une geométricamente las columnas del poema, dando como resultado
intensidades dispares. Estas fuerzas secretas son las que rigen la mejor poesía de José Emilio
Hay una luz que matiza los contornos de los objetos observados: esta luz permanece en casi
todos sus poemas; de alguna manera, los textos son globos de luz, lluvia de sílabas que caen a
tierra para volar entre la vida y la muerte. “La gota es un modelo de concisión” se me ha
quedado en la memoria. Esta concisión le viene desde sus primeras publicaciones, en las cuales
dice que Pacheco “está fundamentalmente preocupado por el papel del poeta y el significado de
sido un poeta muy autoconsciente: abundan las alusiones al arte del poeta o su presencia en el
poema” (Verani 94). Esta miseria fértil es la que ha venido acechando a Pacheco desde sus
inicios. Los resultados son óptimos para el poeta y sus lectores. Desde su ventana de neblina y
cielo celeste ha penetrado la selva del lenguaje y la ciudad. Estos viajes han sido continuos y
practicados hasta el hastazgo: viajes interiores de la razón, viajes al aire libre, viajes donde el
hablante vuela y mira hacia abajo sorprendido por las luces que no ve: viajes de la duda y el
reencuentro con la memoria del presente. Dante fue acaso el primer poeta que viajó por esa
selva, dudando y reconstruyendo, tentado por la metáfora del infierno. Sin embargo, la poesía
de José Emilio Pacheco continúa –en un texto urbano distinto – la huella dejada por Charles
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Baudelaire. Pacheco, continuando con esta tradición, retoma en “Shopping Center”, uno de los
tópicos de Baudelaire: el de la pobreza de los niños. Baudelaire escribe sobre una memoria
pertinaz, sobre la experiencia pasada de un contacto con la naturaleza que pervive radiante en la
memoria. Su voz se llena de júbilo al describir los aspectos naturales de la tierra: el sol y el cielo,
siempre presentes –como un gran ojo abierto en la memoria – con su calor y su luminosidad.
no sólo por el caos y la multitud, sino por el caos que ocasiona un movimiento telúrico que todo
lo destruye. Justamente en el poema “Las ruinas de México (Elegía del retorno)” emplea el
polvo: “El día se vuelve noche./ el polvo es el sol/ y el estruendo lo llena todo” (104). Todo el
El polvo es el símbolo del sacrificio de los caídos, la muerte danzando bajo los escombros de los
edificios, es el sol derretido en el aire. Al final del desastre el triunfo pertenece a la naturaleza:
ella reverdecerá en la primavera, de manera natural, pero la ciudad ya no volverá a vestir sus
antiguas formas de rascacielos infinitos: “Lo que ayer fue jardín es hoy tumulto de hojas. . . La
De tal manera, José Emilio Pacheco encuentra su poética visionaria en el viaje por el
desciende al infierno en medio de una naturaleza que se resiste a sucumbir en la hoguera de las
ciudades. Sus poemas no nos cuentan una historia ni tratan de reconstruir la historia de México,
valiéndose de datos, fechas o acordes bibliográficos. Por el contrario, esta voz se comunica a
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del mundo y su santuario de promesas incumplidas. Sus textos son la caja de resonancia de
ciudades decapitadas que deambulan por el planeta: voces, gritos, calamidades, deseos, aire
negro, luz y cuerpos que sobreviven al fuego en su viaje por la luz y la ceniza. En medio de este
caos y confusión urbanos, el poeta se da tiempo para observar y transmitir su encuentro con la
naturaleza del cuerpo femenino que se confunde con la luz del mundo, creando con su encuentro
una nueva fuerza, una luz que nos sobrecoge: “La luz nació para que el resplandor de este
cuerpo/ le diera vida. / Un día más/ sobrevive la tierra gracias a ella/ que sin saberlo/ es el sol/
La naturaleza es un segmento esencial en su poética, aparece como la luz que sube y baja
en el paisaje, y que abre la comunicación entre lo “alto” y lo “bajo” (cielo, aire, niebla, tierra,
frondas de hierba), creando una fusión determinante con los elementos urbanos que se describen.
El breve poema “Bogotá” ratifica esta afirmación: “Dura ciudad entre las dos montañas./ La
niebla/ hace más real lo que sucede aquí abajo”. (City of Memory 20). Aun cuando es difícil
delimitar la poesía de Pacheco a una sola temática, su mirada visionaria relacionada con los
Natura y cultura sobreviven ante un lenguaje que se niega a sucumbir en las cenizas del
tiempo. La ciudad y su aire negro se estremecen con las frondas de hierba, mientras tanto el
Obras citadas
1978. 277-300.
Económica, 1943.
1974. 190-99.
Neruda, Pablo. Obras completas. Buenos Aires: Editorial Lozada, S.A., 1973.
Económica, 1980.
City Lights Books, 1997. [Esta edición bilingüe contiene Ciudad de la memoria y Miro
la tierra, publicados anteriormente en español por Ediciones Era, México, en 1986 y 1989
respectivamente].
Pike, Burton. The image of the City in Modern Literature. Princeton, New Jersey:
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Verani, Hugo. José Emilio Pacheco ante la crítica. México: Universidad Autónoma
Metropolitana, 1987.
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