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v/ s g J* H

lïï'T Z a
c. Z

ELEAZAR LEON

CUARTETAS
BIBUOIECA NACIONAL
CARACAS - VENEZUELA

FUNDARTE
ALCALDÍA DE CARACAS
Caracas, 1993
CUARTETAS
Eleazar León

Colección “Cuadernos de Difusión" Ng 208


Diseño Portada: Dieter Grossberg
Textos: Enedé C.A.
Corrección: Maruja Orrequia
Impresión: Gráficas Integral
ISBN: 980-253-180-4
Fondo Editorial Fundarte, 1993

FUNDARTE /Alcaldía de Caracas


Dirección de Publicaciones
Edificio Tajamar (Pent-House)
Parque Central, Av, Lecuna
Caracas, Venezuela.

Apartado Postal 17.559


Caracas 1015-A
A Malena y Gerardo
la travesía de hojas verdes
y agua desnuda
que buscan estos versos.
Lo demás es mío.
LIMINAR

Atraer (intentar atraer) la poesía hacia una breve casa


de cuatro muros con una pequeña ventana libre (los cua­
tro versos de la cuarteta), es faena de altanería en un espa­
cio de aptitud estrecha y con la única ventaja de la intimi­
dad. De suyo, el vuelo es aire abierto. Es un riesgo (y una
esperanza) buscar el cielo arriba a través de un resquicio
de mesurada respiración.
La cuarteta procede del Oriente. Su invención se le atri­
buye, en principio, a Bashshar ibn Burd, del siglo ocho de
nuestra era, poeta a la vez árabe y persa y que sufrió tor­
mento y muerte por haber escrito unos versos heréticos
de acuerdo a la ortodoxia del Islam. Los versos dicen: “La
tierra es oscura y el fuego brillante; por eso se adora el
fuego desde que existe”, sentencia que contradice el Co­
rán, pues Satanás, hecho de fuego, debía venerar a Adán,
hecho de barro, y no a la inversa. El califa El Mahdi, fiel a
la divergencia del poeta, le otorgó un lento infierno para
que tuviera, en el suplicio, la visión del Unico y Misericor­
dioso y abjurara su irreverencia.
Según otra leyenda, el poeta persa Rudaki, un siglo des­
pués, mientras paseaba en un día de fiesta, vio a unos
muchachos que jugaban lanzándose nueces y uno de ellos
decía: “Rueda, rueda, corre hasta el final del callejón”. Re­
petida por la voz lúdrica, la línea sugirió a Rudaki la estrofa
de rima recurrente que, en el último verso, suele fugarse
por atajos del sentido hacia la fuente de otra distancia.
Lo cierto es que en el siglo nueve la cuarteta ya es po­
pular y preferida en Persia y Arabia.
Por su forma, es una estrofa semejante a la estanza de
cuatro líneas de China, al fugaz haikú japonés y alpantum
de Malasia, vínculos que agrandan y rarifican aún más su
origen.
En Persia, en lengua farsí, la cuarteta se llama rubaiy su
plural es rubaiyat, nombre familiar a occidente pues con
él introdujo el escritor Inglés Edward Fitzgerald (del S.XIX)
los poemas de Ornar Khayyam (del S. XI). La versión de
Fitzgerald (más bien adaptación) prodigó un Khayyam (o
mejor, Jaiam) escéptico, sensual y tributario hechizado del
vino. Versiones más recientes han, con fidelidad al origi­
nal, menguado las abundantes copas y el aire sibarita del
astrónomo de Nishapur.
La adaptación de Fitzgerald, sin embargo, no cambió la
estrofa: cuatro versos (que, en castellano, suenan a deca­
sílabos o endecasílabos) y rima consonante del primero,
segundo y cuarto verso, el tercero libre. La penúltima de
las ciento diez cuartetas dice:

But see! the rising Moon of Heav’n again


Looks for us, Sweet-heart, through the
quivering plañe:
How oft hereafter rising will she look
Among those leaves -for one of us in vain.

Uno de los primeros traductores castellanos de las cuar­


tetas Khayyam-Fitzgerald, Joaquín V. González, hizo esta
versión en 1926:

Mas la luna del cielo, al subir en Creciente,


Nos mira, oh dulce amada, tras el trémulo llano:
¡Cuántas veces, más tarde, me buscará impaciente,
Entre esas mismas hojas, y vana, vanamente!

González vuelve alejandrinos los más ceñidos versos


de Fitzgerald y cambia el verso sin rima del tercer al segun­
do verso, alterando, sin duda, uno de los atractivos forma­
les de la cuarteta, que es la reiteración, tras la libertad del
tercer verso, de la misma rima en el cuarto.
Jorge Luis Borges, en 1969, recupera la luna, el jardín y
la prefiguración de la propia ausencia en un poema hecho
de cuartetas en homenaje a Khayyam. Próximo a Fitzge­
rald, Borges emplea el endecasílabo y las rimas del mode­
lo. En su poema, Borges es tan sobrio y diáfanamente
reflexivo como parece haber sido el poeta persa. El resul­
tado es espléndido. He aquí tres estrofas:

Tome a mi voz la métrica del persa


A recordar que el tiempo es la diversa
Trama de sueños ávidos que somos
Y que el secreto soñador dispersa.

Tome a afirmar que el fuego es la ceniza,

8
La came el polvo, el río la huidiza
Imagen de tu vida y de mi vida
Que lentamente se nos va de prisa.

Tome la luna al verso que tu mano


Escribe como toma en el temprano
Azul de tu jardín. La misma luna
De ese jardín te ha de buscar en vano.

Intentar, pues, cuartetas ( rubaiyat) en castellano supo­


ne, en principio vérselas con el pasado fabuloso de la es­
trofa. Pero hay algo más decisivo: a pesar de su origen
Oriental, escribirlas en castellano vuelve preponderante
el espíritu del idioma, su plenitud, su tradición. Vista así,
la cuarteta es una estrofa de cuatro versos endecasílabos,
es decir, el verso que introdujeron en castellano Boscán y
Garcilaso en el S.XVI, es decir, el verso también de San
Juan de la Cruz, Lope de Vega, Quevedo, Góngora, es
decir, el verso de Rubén Darío. Entonces, escribir cuarte­
tas en castellano es así mismo labor temeraria, dada tanta
gloria de música verbal, tanta raigambre sabia, tanta belle­
za de siglos ensayados y tanta delicadeza de claridades
obtenidas. Sólo la devoción disculpa el atrevimiento.
¿Para qué cuartetas al final del segundo milenio, luego
de cien años de solturas de la forma y destrucciones artís­
ticas, en una época, además, pródiga en naderías y gene­
rosa como una estrella mesquina?
Por nada, por soñar, por abandono de novedades que
han extenuado las palabras, por evocación de armonías
perdidas, por añoranza de diafanidades, por afición a la
línea nítida y el dibujo despojado, por homenaje a una
lengua que no pasa con uno aunque uno termine de pa­
sar, por deleite de voces de mucha sombra, por goce de
silencios de mucha luz, por decir “sosiego, destino, ma­
nantial”, por ofrecerle cuarenta y cuatro sílabas a la sangre
y a su distancia y a su hondura, por mor del universo que
gira y se renueva y muere y vuelve a vivir, por fe, por es­
cepticismo, por rabia, por desafío, por extender el sueño
que llamamos vigilia, en fin, por recorrer a tientas la exten­
sión de nuestras verdades, que caben todas en una mano.
E. L.
Agosto 1991 -Mayo 1992

9
1

Te doy un tallo de hojas frescas. Bebe


su sol temprano, su caricia leve
y la clara promesa de su entrega
que tan fácil de viento se conmueve.

Me tientan cotidianas maravillas:


la calidez, las hojas amarillas
y el sol de marzo por tu piel. Me llevan
las manos de la sed a tus orillas.

10
3

Abre la puerta y sígueme. ¿Te importa


la ruta por venir? Si larga o corta
no mudará de soles la fortuna
del claro amor que todo lo soporta.

Me miras con la boca: suave pliegue


de belleza y peligro. Mientras ruegue
tendré cielos propicios, aunque viva
con los suplicios que tu amor me entregue.

11
5

Brillan al sol las hojas. Sus destellos


llenan de claridades tus cabellos
de señora silvestre. Ven, permíteme
cubrirte y coronarte como ellos.

Si por pensar en ti me dieran flores


tendría mil jardines. Tus amores
son más y más y más, un universo
y un éxtasis callado de esplendores.

12
7

Cuando inclinas el rostro para verte


las líneas de la mano y ofrecerte
a los enigmas adivinos, pienso:
qué fácil vaticinio el de quererte.

Dame a beber el vino de tus manos


como a un cachorro del amor. Son vanos
los monumentos de la edad que pasa
con su agua, su fuego y sus arcanos.

13
9

Abrazarte en el alba me procura


la intimidad más fresca. Qué ventura
que el sueño se haga tacto melodioso
y el cuerpo de soñar, música pura.

10

La madrugada de tu piel me toca


con su reciente calidez. Tu boca
dibuja su deseo. Te despiertas
bella, desnuda, enamorada, loca.

14
11

Nos tenemos los dos. ¿Qué pertenencia


nos llenaría más con su presencia
que tú a mi lado, soñadora de agua,
y yo soñando tu honda transparencia?

12

Sabes tener la fiesta silenciosa


de tus ojos rientes. Si la rosa
mirara más de un día con tal gracia,
qué cara de soñar la rosa hermosa.

15
13

Te adiviné al rozar la muchedumbre


espesa de la fiesta. Había tal lumbre
alrededor ciñéndote la frente
que me perdió tan mansa dulcedumbre.

14

Aires del mundo, qué mañana leve


llega despacio y fluye mientras mueve
sus hondas claridades. Te desborda
el desnudo esplendor del día breve.

16
15

Me deleita buscarte en la penumbra


temprana del deseo. No me alumbra
nada como tu piel, cuerpo de cielo
que se abre, gime y rápido relumbra.

16

Nos parecemos en la bienvenida


y en la nube que viaja y en la vida
de la fuente que mana su corriente
y en la llama de sueño prometida.

17
17

Ninguna sed como tu boca, bebo


hasta la luz del alba que de nuevo
nos llenará como a una copa, vino
derramado y creciente al que me debo.

18

Amanecer será promesa vana


si no viene contigo la mañana
y con el brillo lento de sus hojas
tu susurrante calidez temprana.

18
19

Nos amamos por todos los amantes


que tuvieron su lecho mucho antes
de nuestra noche compartida, solos
y muchos, como pétalos fragantes.

20

Al amor lo decide un breve fuego


robado a la ceniza. Yo le ruego
a tus manos de amparo peregrino
que resguarden la llama que te entrego.

19
21

Así como el fantasma de una rosa


respira en la memoria, así se posa
tu fragancia en mi cuerpo, como en mayo
va por la luz la suave mariposa.

22

Acariciar tu larga cabellera


me hace olvidar las lunas de la espera
que padecí soñándote. De nadie
quise querer que tanto me quisiera.

20
23

Te hablo con el mirar de más estrellas


del constelado corazón, aquellas
de arrobada delicia silenciosa
por la delicadeza que destellas.

24

Llegas con flores en los brazos. Tienes


dos latidos de plumas en las sienes
y en el abrazo un cauce y en el talle
el secreto esplendor de donde vienes.

21
25

Como la flor del vientre, com o el roce


del deseo desnudo, com o el goce
que te doy al tocarte con delicia
y el arrebato que tu piel conoce.

26

En las tardes de sol y aves marinas


te traigo en mí, secreta. Me adivinas
tan lejos de horizonte, piel adentro,
que si me oculto siempre me iluminas.

22
27

Me dejas ocupar íntimamente


tus dominios desnudos. Se te siente
no menos imperial en tus entregas
que cuando reinas delicadamente.

28

Hoy estás de susurro y confidencia


con el gesto de oculta transparencia
que revela su hondura. Estás de cielo
y amparas toda luz con tu presencia.

23
29

Humo tangible eres, y eres aire


que se hace cuerpo así, como al desgaire
de dos párpados lentos de suplicio
que se cierran y abren con donaire.

30

Me miras fijo y tocas en la hondura


sin respirar, tari suave la figura
en el dejarte ir conmigo dentro
que tocamos el agua que perdura.

24
31

Tu cuerpo va delante de tu paso


cuando danzas. El aire es un abrazo
que te busca, te ciñe y te libera
como a suave esplendor que va de paso.

32

Si te veo me hieres de belleza


y sobrevivo poco a la tibieza
de tus claras mejillas, pero siento
que allí donde te hallas todo empieza.

25
33

Si cadencias, tu cuerpo. Si esplendores,


el antes y después de los fervores
y el entretanto, el mientras y el gemido
y el desfallecimiento en los amores.

34

Quiero para tu vida un viento fuerte


pero que sea yo. Si por quererte
debo bramar lejanas soledades
seré una tempestad hasta tenerte.

26
35

Quiero hablarte de reinos sin memoria,


de banderas perdidas, de la historia
de una fogata para dos, penumbras
donde la intimidad tuvo su gloria.

36

Nada más aclarar y tu partida


va con leve pisada presentida
que se demora en el sendero, absorta
en la reciente noche ya perdida.

27
37

Una cita en la fuente. Es una hora


tan tuya de jazmín, que una demora
me mataría en un minuto, tanto
pesa una ñor de tiempo a quien añora.

38

Me cubro con tu cuerpo. No hay abrigo


mejor para las noches donde sigo
en el sueño mi errancia. La distancia
no cesa de avanzar siempre conmigo.

28
39

Daría el sol para que no tuvieras


ni un pequeño dolor. Y si quisieras
mi vida gota a gota la daría
hasta el último día que vivieras.

40

Amame para siempre. La mañana


le regala a la luz su flor liviana
pero pronto es la noche y esa estrella
¿por cuánto nos dará su luz temprana?

29
41

Estrechém onos fuerte. Deja el viento


gemir afuera su resentimiento
pues nada lo retiene ni lo abriga
com o a los dos el claro sentimiento.

42

Tu danza, delicada bailarina,


muy sosegadam ente me ilumina
de una verdad a media luz del mundo
y el claro paraíso que fascina.

30
43

Me redimes apenas al mirarme


cálida de piedad. Voy a quedarme
soñando así bajo tus ojos puros
mientras la rara luz venga a buscarme.

44

¿Tenemos una hora para vernos?


Suficiente ocasión para querernos
en instantes robados a la llama
que quiere con cenizas someternos.

31
45

Muy de mañana vi pasar la presa


sosegeda en la luz. Su ligereza
me sometió el mirar con tal hechizo
que me dejó cautivo de belleza.

46

Te he dado lo que tengo sin medida


porque no sé qué tengo, si una herida
o un clavel por costado vagabundo
que se vuelve jardín para tu vida.

32
47

Me dejas reclinar en tu regazo


porque vengo perdido. Mi fracaso
ha sido interrogar altas estrellas
y no la dicha cálida que abrazo.

48

Niño tan niño del amor amado,


hijo de la caricia y lo soñado,
ven que te diga la reciente estrella
que te guíe los pasos y el cuidado.

33
49

¿Qué te oprime en el pecho tan adentro


que te desmayas como flor? Yo entro
suave a tu corazón para curarlo
pero no evito herirlo hasta su centro.

50

El orgullo nos aparta y nos hiere


con su torre vacia. Nadie quiere
la soledad alrededor del llanto
pero edifica un muro hasta que muere.

34
51

Así vivo soñándote. ¿No eres


la que me faltas toda entre los seres
y los astros callados y los mundos?
¿Por qué me das ausencia si me hieres?

52

Como la sed al agua te persigo


y si no estás, no estoy jamás conmigo,
y me pierden las bruscas soledades
y en la fatalidad me contradigo.

35
53

Por más que pongo días de por medio


y caminos distantes, el asedio
de tu recuerdo es fiel, tigre de lluvia
que devora mis noches sin remedio.

54

Mírame, tengo sed y soy errante.


No me apartes el sorbo que anhelante
busco por soledades sin arribo
y sigo más allá, por ser amante.

36
55

Esta agonía dura tan quemante


para no distraerme un solo instante
de la caída honda en que ando vivo
y durando y deseando muy amante.

56

Sé de mí pero en ti. Tú me revelas


y te ocultas y huyes. Las estelas
de tu paso de espumas me atormentan
y no sé a pleamar guardar mis velas.

37
57

No soy si tú no eres. Nada eres


si yo no soy en ti. Pues si me quieres
guardaremos los dos la semejanza
de ser uno y no dos los pareceres.

58

Malo viento de octubre, mala luna


que no trajo la gracia de ninguna
de tus hondas caricias. Seré malo
y estrujaré las rosas una a una.

38
59

Escuchar muy nocturno en el costado


los latidos de amor encadenado
me lleva largo a padecer el día
que sin llegar es un temor deseado.

60

Si fuera suficiente el hondo fuego


del deseo, la súplica y el ruego
y el ramo de fragancias y el latido
y la consagración con que me entrego.

39
61

No te diré: Perdóname. Si callo


es por decirte, amor, donde me hallo
con los labios más mudos del suplicio
que ya perdí la guerra que batallo.

62

Acumulamos sueños y fatigas


con el puro vivir. No contradigas
mi deseo, mi reino, tú, gloriosa,
pues tan solo te pido que me sigas.

40
63

Andar así, tan hondo de penumbras


preguntando por ti, que ya no alumbras
el costado de amor más duradero
y con todo m e llenas y deslumbras.

64

Vive conmigo el día del sediento.


No hace tregua en la noche. Cómo siento
rodar los soles del amor más vivo
sin amparo ni paz del sentimiento.

41
65

B ajo la parra brillan los racimos


y a su sombra las copas que bebim os
sorbo a sorbo de amor. No ha)' nadie ahora
y yo sufro las horas que vivimos.

66

Soy prisionero de un am or furtivo


que me quema la boca. Siempre vivo
a su merced, y apuro en esta copa
un fuego más mortal del que recibo.

42
67

En ese instante lento de la duda


que te aleja de mí, en esa muda
oscilación de miedo de tu entrega
vivo un infierno y ni el amor me escuda.

68

Solías inclinarte en el espejo


claro del agua. En su reflejo
no veías mis ojos al mirarte
ni mi arrobado corazón perplejo.

43
69

Eres la que se sabe tan esquiva


por delicada en el amor, flor viva
que no soporta una caricia fuerte
ni del viento que pasa cielo arriba.

70

Este silencio entre los dos me hiere


como un mar entre islas. Se me muere
con cada breve' flor el sentimiento
y mi vida no sabe lo que quiere.
71

El arcoiris toma sus colores


del cielo de la lluvia. Mis dolores
toman su variedad ensimismada
de vivir la horfandad de tus amores.

72

Al evocar tu talle un solo instante


vivo la desazón del astro errante
que gira y gira sin hallar sosiego
pues lo pierde otro cielo más quemante.

45
73

Me falta el aire si no estás, respiro


como en altas montañas, y si miro
hacia el lecho poblado por tu ausencia
se me va todo el mundo en un suspiro.

74

Hundo la cara entre las blancas flores


para ignorar que ya no estás. ¿Amores?,
los del sueño y la niebla, campos frescos
que vuelven levedades los dolores.

46
75

Hace falta el amor para este duelo.


Hay el rosal, el agua, el alto vuelo
y la nube y la luz, pero hace falta,
hace falta el amor bajo este cielo.

76

Si soy hijo del sol, ¿por qué la luna


persigue mis vigilias una a una
sin olvidar aquella porque muero?
Sus cambios amenazan mi fortuna.

47
77

Las rosas de tu cuerpo se deshojan


al recordar. Tus lágrimas arrojan
un suspirar tan fresco de agonía
que hasta las altas aves se acongojan.

78

Si sumaran los granos de la arena


no darían los días de mi pena
esperando por ti. Qué gran tumulto
mi corazón bajo la luna llena.

48
79

B ebo agua de lluvia. La frescura


del aire libre, la caricia pura
sacian largo mi sed, pero mi alma
quiere otra fuente que la desventura.

80

Renunciaré a la música del mundo


entre tantas estrellas, y al profundo
fluir del agua, y a la tierra toda
pues ya por el amor soy moribundo.

49
81

La vid luce en el sol, pero la sombra


es su fuente nutricia. ¿No te asombra
el prodigio de noches que te lleva
el hondo corazón que ahora te nombra?

82

En el emblema ciego de la llama


debe reconocerse quien te ama
nocturna tú, distancia malherida,
pues consumes la voz de quien te llama.

50
83

Como caída lenta de la arena


es mi pena que cae, negra pena
volviéndose montaña grano a grano
bajo la lumbre de la luna llena.

84

N'o por bella la luz es más lejana


ni por eso cercana la mañana
toda sol y hojas verdes, toda cielo
que se deja llevar alta y liviana.

51
85

La tierra mansa, fresca de verdores,


vive del sol, la lluvia, los rigores
que le imponen los días y los vientos
y no por eso cesan sus amores.

86

No has venido a sufrir en esta tierra


por el enigma de vivir, que encierra
sueños, suspiros, lágrimas y olvido
y el cautiverio de una larga guerra.

52
87

Tengo contigo un diálogo invisible


sobre mundos lejanos, lo imposible
y lo real en el amor, el llanto
y este fuego del día irrepetible.

88

Yo que pensé burlarme del destino


evadiendo su juego, y en mi sino
ha estado el sueño, el goce, el desencanto
y esta emboscada ciega del camino.

53
89

Agua nocturna mana tu quebranto


y es un caer de lluvia y es un llanto
que hace temblar la madrugada sola
por tanto de dolor, amor, por tanto.

90

Caminaré algún día por la playa


donde perdí tus pasos. Donde vaya
te llevaré como una rosa ardiente
que me quema en el pecho, grita, calla.
91

Te tengo menos cuando más sostengo


tu imagen en mi alma. Voy y vengo
por la parcela herida que te guarda
y es una hechura de aire lo que tengo.

92

Ah corazón de soledad, qué dura


la memoria sin sueño, qué locura
evocarla y desearla y no tenerla,
sus ojos lentos, su sonrisa pura.

55
93

La medialuna sobre el mar te ofrece


un duelo íntimo sin voz. Merece
tu sentimiento una caricia plena
y no fulgor que a medias resplandece.

94

Si cambian los colores de las hojas


con las aguas de octubre y te acongojas
por la terca mudanza de los años,
¿qué dirán del amor las nubes rojas?

56
95

No miraré tus ojos. Si perderme


en promesa tan suave y someterme
me ha de dar tanta guerra en el costado,
no iré por voluntad, que soy inerme.

96

Desesperado hasta la empuñadura


quiero la paz y el goce y la ventura
y la belleza y el amor y el sueño
por no perder la sed del agua pura.

57
97

En esta soledad de mar abierto


bu sco el sol de las islas. Vaga incierto
el corazón de noche la distancia
y esa estrella m e dice que no ha muerto.

98

Q ué no sabré del viento en la tormenta.


Pasa girando, vuelve, se acrecienta,
se arremolina y sigue, sopla, llama
y nadie en el desierto lo lamenta.
99

Este niño dolor, crecido tanto


que apenas reconozco, ¿con qué canto
arrullarle los ojos del desvelo
y ofrecerle la gracia del encanto?

100

Vamos a vernos en la despedida


pero que abunden rosas. Tu partida
tenga un adiós de vino muy fragante
y esa danza descalza y desprendida.

59
101

Este desasosiego moribundo


que nace del deseo, en quien confundo
magia y celada y desazón y goce
y que no cam biaré por todo el mundo.

102

Intenté retener, no la belleza


que deleita en tu cuerpo, la promesa
de un goce tal y amor, sino la gloria
del aire tuyo en mí, su ligereza.

60
103

El fresco bosque al pie de la montaña


lleva un cielo de estrellas. Cómo baña
con lenta intimidad. No pesa el tiempo
pero si tu memoria, luna extraña.

104

La moneda que doy, la que recibo,


duran p oco en mi mano. Siempre esquivo
la posesión de nada, porque nada
me sostendrá com o el amor que vivo.

61
105

Tanto errar por los años con em peño


más grande que los días. En el leño
consum ido en minutos de ceniza
reconoces la estela de tu sueño.

106

Y qué quieres, mortal, ¿vivir el sueño


del deseo infinito, ser el dueño
de tus días, tus noches y tus años
y no reconocerte tan pequeño?

62
107

No hay m odo ni manera duradera


de quedar en los dias. En espera
de las revelaciones fugitivas
pasa también el alma prisionera.

108

Perdemos al alcance de la mano


secretos paraísos. Lo lejano
nos tienta con sus luces prometidas
pues el fuego que sueña es más cercano.

63
109

El corazón se ahoga en su mentira


y sueña y sueña más, no se retira
de la invención de nubes del desierto
hasta que un sol de adiós le dice: ¡Mira!

110

M ucho antes del alba me despierto


y espero el clarear. En este incierto
paso de noche a día está mi alma
sonám bula de luna en el desierto.

64
111

Contar a la penumbra de la luna


las estrellas muy solas, una a una,
es un soñar de penas que se pierden
sin agotar la causa de ninguna.

112

Me iré, me iré, me lo dice en su vuelo


el pájaro de luz que cruza el cielo
y se pierde con sueño en la distancia.
No m e sigue otro sol que mi desvelo.

65
113

Prisioneros del fuego de la vida


ardem os un instante, y en su huida
la llama nos consum e sin alivio
llevándose la flor, la luz, la herida.

114

Si la tierra guardara la memoria


del jardín de la vida. Toda historia
es una breve nube que una tarde
lleva un jirón de sol por toda gloria.

66
115

Queridos muertos míos, se llevaron


en desgarrones vivos lo que amaron
y tardan en partir del sentimiento
y en la casa del alma se quedaron.

1 16

Interrogo la noche y los caminos


que nunca dejan de pasar, destinos
propicios com o astros muy oscuros
a pesar de sus fuegos adivinos.

67
117

Paseo por la tierra mi deseo


de cielos altos, nubes. Lo que creo
se m e pierde en jirones peregrinos
y mis ojos no entienden lo que veo.

1 18

Se disipa la nube, pasa el viento


y el río pasa con su sueño lento
y a pesar de los años peregrinos
no cam bia el corazón de sentimiento.

68
119

Poseer la belleza es privilegio


de la rosa y la luz. El viento, regio,
la contempla al pasar. ¿Y qué nos queda
de tal goce de sueño y sortilegio?

120

Me aturden esta noche las estrellas


del sabio cazador. Perdí mis huellas
en un volar de tal altanería
que ya no tengo paz con mis querellas.

69
121

Vem os así la sombra sobre el muro


agrandar nuestro cuerpo. Es un oscuro
m ensaje de la luz, m ágico espejo
que sorprende siluetas del futuro.

122

El horizonte lleno de viajeros


que regresan o van. Sus derroteros
tienen la misma soledad, ya busquen
rutas de mar o cumbres o senderos.

70
123

¿Adonde van estas aguas oscuras


que manan desde adentro? ¿Por qué honduras
me conducen cegándome y dejándome
en las entrañas sus desgarraduras?

124

Tengo la luz de un día. Bien, que sea


navegante y lejano en la marea
y más allá, de mano de las islas,
vaya con las espumas donde sea.

71
125

La tarde se hizo luna. Pasó el canto


del pájaro del trébol, pasó el manto
de luces derramadas y maduras
y es el alba en tus ojos, y es el llanto.

126

Años y años de soñar la vida


y el río está pasando, y la partida
es el adiós hacia otras playas, lejos
y este dolor de música perdida.

72
127

Cada quien en su ley, y mi destino


ha sido descifrar en el cam ino
arduo de las estrellas, mar arriba
y darle al corazón sueños de vino.

128

No creo ni en la sombra de mi sombra.


Ronco de mar, a ese árbol no le asombra
dada la plenitud de su agonía
que m e queme la llama que m e nombra.

73
129

Los extremos se pagan con extrem os


y de toda la dicha que querem os
una parte es raíz, sombra y vigilia,
la otra un girasol en el que ardemos.

130

¿Cuánto vive una rosa? Tantas horas


com o tantos latidos. D onde moras
es techum bre también, y el cielo frágil
y el universo todo y lo que imploras.

74
Los días se nos vuelven amenazas
con solo respirar, y lo que trazas
en el dibujo de tu paso es humo,
un caminar descalzo sobre brasas.

132

Ah, miserable, tú, sentimental


que mezclas a tu copa todo el mal
y la inocencia de la tierra, sabio
en venenos y flores, tú, total.
133

No tengas nada, no atesores nada


ni una hoja de hierba regalada
por el agua y la luz, ni amor o pena
pues todo va a una fuente sosegada.

134

¿Saber? Y o sé del día y su presencia


p oco a poco cam biando la apariencia
frágil de todo con su rueda, tanto
miran mis viejos ojos la inclemencia.

76
135

Pertenezco a este viento y a esa nube


y a este m udo temblor que de mí sube
y trepa las estrellas, brilla, estalla
y dispersa con sueño lo que tuve.

136

Nada, nada, soñar, ver en el cielo


las nubes desgarradas, y en el vuelo
más alto de las aves un presagio
que alguna vez ha de correr el velo.

77
(

137
i

Como una llama que se desvanece


quem ándonos los dedos, amanece
con su fulgor el viejo sol, pasando
mientras los ojos ven cóm o anochece.

138

¿Que qué quiero de ti, sol de los mundos?


Q ue ilumines los cielos más profundos
con alguna verdad, siquiera pobre,
y no estos días ciegos, moribundos.

78
139

M e reconcilio con \a ñor, pues quiero


un minuto y un día. Sólo espero
que co n tan breve claridad de fiesta
pueda soñar la luz por la que muero.

140

Nada nos retendrá. Ni este paisaje


de hojas de luz, calor, nubes de viaje
ni los abrazos del amor, ni el viento
que estrem ece la flor con su celaje.

79
141

Se acumulan las nubes a lo lejos


para traer sus aguas. Qué berm ejos
los pájaros al sol. Y o sigo pálido,
viejos los ojos de soñar, perplejos.

142

Al camino, viajeros, ya despierta


la luz del horizonte con su incierta
promesa errante. Cálida, la noche,
ya cerró tras de sí la última puerta.

80
143

Viejas estrellas, qué cam ino largo


y qué poca la luz y el vino amargo
para tan alta cantidad de cielo.
Vi florecer las rosas, sin embargo.

144

Una hoja seca te habla más del viento


que toda una tormenta. El sentimiento
vive de lo perdido, aunque se aleje
de lo que por sentir le da tormento.

«buotíca n a o o h a l I
CAHAGA8 -VENEajaA /

81
145

Respiré con la mar la noche entera


y amanecí lejano. Si pudiera
seguiría vagando con la espuma
para estar con la estrella que m e espera.

146

Esta música leve me señala


la gracia de los días. Bajo el ala
de su vuelo sin peso voy ligero
por toda esa extensión que me regala.

82
I

147

Mañanas con olor a tierra fresca


de lluvias madrugadas. Q ue amanezca
siempre liviano el aire de las aguas
y que su transparencia no anochezca.

148

¿Para quién lleva flores esta luna


por el cam ino que ilumina? Una
consagración de instantes derramados
me alcanza las estrellas una a una.

83
149

Octubre es una O, voz amarilla


que canta con las hojas, maravilla
susurrando desnuda y repitiendo
su mansedumbre de agua sin orilla,

150

Un agua que no fluye no consuela


los ojos em pozados. Se desvela
tam bién el cielo, y más la nube arriba
sin viaje, sin destino, sin estela.

84
I

151

La manera del agua me sosiega


no sé por qué. Será porque se entrega
bajo el sol y los astros a una suerte
que será su soñar mientras navega.

152

La piedra m e ha mostrado una dureza


que no aprendí, y el viento ligereza,
y la mar una hondura con espum as
y por nada retuve su entereza.

85
153

Honda es el agua de beber la vida


y a veces es tan clara que em bebida
se arroba el alma. Pero un mal la ciega
y es turbia el agua com o el alma herida.

154

Los días se revelan por llamadas


lentas de blanca luz. Las alboradas
llevan la insinuación de las prom esas
que si engañan son siempre sosegadas.

86
!
i

155

Me abatirá, te abatirá la sombra


con su garra callada, y lo que asombra
no es el adiós del mundo mientras gira
sino la desnudez con que te nombra.

156

Vas en la suave tarde hacia el oscuro


peregrinar de noche, oficio duro
este prefigurar tanto en la sombra
y dando por pasado lo futuro.

87
Ser un rey sin un reino, ser errante
com o un mago de suerte suplicante
por las arduas quimeras, ser mendigo
a la súbita puerta de un instante.

158

Mis posesiones: cielos, aguas, vientos


y los senderos y cam inos lentos
que arriban p oco a donde sea y siguen
errabundos de sol los pensam ientos.

88
159

En esta intensidad de ojos abiertos


e\ des&\e pevdido, e\ posvenw, inciertos
los pasos de vivir continuamente
\a duermeve\a de soñar despiertos.

160

Mido en tiem pos iguales la constancia


de aprender a esperar. La resonancia
de turbulencias por venir me asedian
y me cam bia los pasos la distancia.

89
161

Aprendí de memoria el fingimiento


que destruye mis noches. Con el viento
le doy vueltas de luna a los cam inos
y ninguno sosiega lo que siento.

162

Crees vivir y vives la certeza


de un día y otro día. La entereza
que te sostiene sobre cuatro huesos
es por ahora un viento que no cesa.

90
163

Tener, pero tener a ciencia cierta


es un ala fantasma, una desierta
figuración de soplos del sentido
que vive de soñar y no despierta.

164

Mentiría si digo: me sosiega


la luz que cae, la nube que navega
y el horizonte roto de los montes. Tengo
más bien una premura que se entrega.

91
165

Un minuto se va y otro m e sigue


y entre los dos quién sabe qué persigue
el día con mi cuerpo mientras dura
y me hace padecer lo que prosigue.

166

Vuelvo la red al agua aunque amanezca


y no tenga ya nada que merezca
la recom pensa de la vida entera
de agua y de red, de sed, así anochezca.

92
167

¿Esto es así, vivir, buscar un giro


por el revés de ser, y mientras miro
la parte oculta del fulgor viviente
se m e deshace en sombras lo que admiro?

168

Si pulso un son de cuerdas, desafino.


Se m e enredan los astros y el destino
y en el tejer y destejer de acordes
voy buscando mi paso peregrino.

93
169

Sombras queridas, desaparecidas


y siempre tan presentes, tantas vidas
me dieron y me dan con su presencia
que m e duelen por ser, no por perdidas.

170

La hora de la tarde en los ramajes


dice su adiós de sol. En los celajes
verdelumbre fugaz de sus destellos
no soy m enos adiós que en mis parajes.

94
171

T o co a la puerta de los días, largo


y a grandes voces de viajero. Cargo
sobre los hom bros el cam ino. Busco
un cielo de soñar m enos amargo.

172

B ajo el inm enso día no defiendo


el ansia de quedarme. Voy viviendo
pasajero de sol con mis latidos
en largo adiós, pues siempre m e estoy yendo.

95
173

La boca consumida de mentiras


no puede hablarte, noche, mientras giras
con tus enorm es luces, que no engañan
desde los esplendores con que miras.

174

La levedad del día me conm ueve


con su clara mañana que se atreve
a fluir tan arriba con las nubes
y le pido a su viento que me lleve.

96
175

Pozo lento la vida, pozo oscuro


donde la sed es siempre, donde duro
es trabajar el agua, el sol, la fuente
de la corriente y más, el sueño puro.

176

Se me quedan a ciegas las verdades


y no doy con las lentas claridades
que requieren mis noches de minero
que no sabe guardar sus horfandades.

97
177

Este rincón me pertenece entero


con su algo de viento y sol viajero
y cielo peregrino, poca cosa
pero liviana al fin, de pasajero.

178

Consumidas las horas de la espera


me doy a la distancia, la viajera
de tem pestades y de soles, honda
para ir y perderme donde quiera.

98
179

Este andar sin saber, este destino


que me pierde las vueltas del cam ino
hacia el mismo lugar y el mismo cielo
con su siempre horizonte peregrino.

180

D e las enorm es redes consteladas


cayó un astro fugaz. Como hechizadas
fueron las manos a seguir su vuelo
y quedaron en sombras muy calladas.
181

Voy a tener, pero ese bien m e huye.


Voy a saber, pero me disminuye
la certidumbre de un saber tenido
que con tanta certeza me destruye.

182

Hojas claras de lluvia, solariegas


y enorm es de callar en sus entregas
al sol de la mañana, y tú que buscas
las duras soledades andariegas.

100
183

Busqué vivir y un sol meditabundo


me señaló el cam ino vagabundo
hacia ninguna parte. Ya he llegado
y me sobra la sed, me falta el mundo.

184

No tardo en ir, octubre. No me pesa


que recibas con lluvia la promesa
de días altos bajo el sol. Ya tuve
mí bocanada de aire y su tibieza.
185

No retengo la flor, sólo la miro


y la dejo en el aire y el respiro
del suave día, el único que tiene
y que por vida tal tanto la admiro.

186

La llovizna de junio te saluda


con distancia en la voz, música muda
que resuena descalza en la memoria,
ingrima de ofrecer agua desnuda.

102
187

Hola, tiempo, me vives regalando


la vastedad del día, y despojando
de la flor del instante que se queda
sin despertar, pues siempre está soñando.

188

Voy a moldear en barro la esperanza.


Que dure hasta las lluvias. No me alcanza
para más en el día prisionero
que hace su porvenir de la tardanza.

103
189

Un suave lirio de fulgor callado


busca lento la luz, enamorado
en solitario amar de su persona
y por estar de amor acompañado.

190

Tantos soles de viaje, tanto cielo


muy lejos de los ojos, y el desvelo
que te quema la boca de preguntas
y la falta de cum bres para el vuelo.
191

Si bebí de la fuente conocida


y hallé un fondo de barro, si vencida
tengo la voz del grito, ¿con qué nom bre
podré llamar la luz desconocida?

192

No es el cam ino nunca: el caminante.


Nunca la estrella sino el vuelo errante.
Nunca el rigor de hierro del destino
sino la quemadura del instante.
193

Al descam pado del fulgor nocturno


conté mil esperanzas. Taciturno
h e guardado la suerte de un puñado
que arrojo al aire. Ráfaga, es tu tumo.

194

¿Dónde anda el destino que te falta?


¿Irá por mares que la luz exalta
o por callejas ebrias, roto el puño
de la espera que el tiempo sobresalta?

106
195

Aves y aves, nubes, voladuras


de aires abiertos. Si procuras
un cielo más allá de la mirada
muy clara naufragar son las honduras.

196

En el tiempo sagrado del hechizo


claro del mundo, el vivo paraíso
respira aquí, prosigue aquí, desgarra
y es una eternidad de lo huidizo.

107
197

Por pretender más alto que la flecha


se fue ciega tu alma, fue derecha
tras la nube dorada, que era humo,
y quedó su esperanza muy deshecha.

198

Fuente de claridades, sé mi fuente


y déjam e alcanzar en tu corriente
la orilla opuesta de mi sed oscura
y m e cubran tus aguas de repente.

108
199

En la noche de fuegos esparcidos


muy altos y girantes, em bebidos
tienen los ojos de soñar un viaje
en íntima amistad con tus latidos.

200

Las islas siderales se derraman


en espumas de luces que te llaman
a travesías por parajes claros
entre soles que sueñan lo que aman.

109
201

Altos cam pos de flores. Quién dijera


qué cercana la nube pasajera
de nuestro sueño de frescura, leves
los aires y el deseo de la espera.

202

Cuánta estrategia suave para herirme


tienen los girasoles. Quiero irme
de la vida y la luz a cielo abierto
y poder com o ellos despedirme.
IN D ICE

Liminar.......................................................................................... 7

C u a rte ta s................................................................................. 10

I
ESTE LIBRO SE TERMINO DE IMPRIMIR
EN LOS TALLERES DE
INDUSTRIA GRAFICA INTEGRAL, C.A.
EN EL MES DE NOVIEMBRE DE 1993
! ■ ■ ■ ■ ■ !

Eleazar León troca la transgresión en pa-


paradoja pues, al recurrir a formas clá­
sicas poéticas, cuestiona el abuso de las
modas, de las novedades que han exte­
nuado la palabra, en un gesto radical de
abierto desafío a cualquier realidad que
no sea la del idioma,sin hacer concesio­
nes, ni de forma, ni de fondo.
La evocación de armonías perdidas, la
vuelta a los antiguos orígenes de las e-
legantes y estilizadas cuartetas, orien­
tan esta búsqueda cuyo extremo anacro­
nismo es también su extrema lucidez.
Eleazar León (Caracas, 1946), profesor
de la UCV, es autor de una vasta y re­
conocida obra poética entre la que se
destaca Palabras del actor en el café de
la noche (1982) y Reverencial (1991).

FONDO EDITORIAL FU
CO EC C D N CUADERNOS DE DIFU

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