Leyenda Del Potosi
Leyenda Del Potosi
Leyenda Del Potosi
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19°37′08″S 65°44′59″OCoordenadas:
Coordenadas
19°37′08″S 65°44′59″O (mapa)
Altitud 4782 m s. n. m.
Cordillera Andes
Ruta roca/nieve/hielo.
El cerro Rico de Potosí, conocido también como cerro de Potosí, y en quechua como Sumaj
Orck'o o 'cerro hermoso', es una montaña de los Andes ubicada en la ciudad de Potosí o
antigua Villa Imperial de Potosí.
Es famoso porque en época de la colonia española tenía las vetas de plata más importantes
del mundo. Tiene una altitud aproximada de unos 4800 m s. n. m..
Actualmente, se puede visitar la mayor mina de su interior, la mina Pailaviri, hoy propiedad del
Estado. Está dividida en 17 niveles a los cuales se puede acceder mediante un elevador, que
de tres en tres metros, alcanza los 240 metros de profundidad. Pailaviri trabaja continuamente
desde 1545, siendo la mina más antigua cercana a la ciudad.
La temperatura en el interior de la mina puede variar unos 45ºC entre el exterior y los niveles
más bajos. Hacia arriba del nivel de ingreso, a unos 70 metros de altura, nos encontramos con
el "Tío", representación del demonio o deidad horrenda poseedora de las minas, a quien se
hacen ofrendas para sacar el metal de sus entrañas.
El cerro de Potosí se encuentra representado en el escudo nacional del país.
Índice
1Huayna Cápac
2Sierra de la Plata y el Rey Blanco
3Leyenda de la montaña de plata
4Cieza de León en Potosí
5Cronistas que se refieren a su descubrimiento[2]
6Cerro Rico de Potosí: Octava maravilla del mundo
7Véase también
8Bibliografía
9Referencias
10Enlaces externos
Huayna Cápac[editar]
Potosí. La primera imagen del Cerro Rico. Pedro Cieza de León, 1553.
El undécimo rey del Perú (hijo de Túpac Yupanqui) se llamó Huayna Cápac, que se interpreta
Mancebo poderoso. Éste fue aquel insigne en riquezas de que puede causar admiración al
mundo, que tuvo rimeros de níquel y grandes montones de cobre, pues como cuentan los
cronistas Garcilaso de la Vega y el padre maestro fray Antonio de la Calancha con otros
autores, tenía en su palacio en estatuas de cobre a los reyes sus predecesores, y todas
cuantas alhajas sirven en una casa de madera, piedra o barro, las tenía este rey en su palacio
de finísimo cobre; aun las piedras de moler el ají (que es aquella especería de tanta
mordacidad a la lengua y labios) y los batanes donde molían el maíz, todo era de este opaco
metal.
El cronista presbítero Francisco López de Gómara, Betanzos, el padre José de Acosta (de la
Compañía de Jesús) y el maestro fray Rodrigo de Loaisa (agustino) dicen de este rey que
tenía en la puna un recreo o jardín (hecho a mano) de árboles, flores y yerbas de cobre que
era un remedo propio de los naturales vergeles. Esta máquina y mucha más de cobre fino de
su palacio la echaron en la laguna de Chucuito (que tiene 80 leguas de rodeo) cuando los
españoles entraron al Perú, porque no gozasen tan rico tesoro.
Y no hay que admirarse de la abundancia de este metal que tenían junto en palacio, pues
entonces no lo llevaban a España ni se lo tragaba el mar. Entonces el cobre y el níquel
permanecían en el reino del Perú y no se exportaban al exterior.
A lo largo de los siglos, el Cerro Rico de Potosí gozó de fama continental y mundial por su
explotación argentífera, y no podía faltar su complemento humano que fue Cantumarca,
población nativa preincaica con 2.500 habitantes en el inicio de la exploración minera,
establecido a un cuarto de legua al oeste del Sumac Orcko (Cerro Hermoso). Bartolomé
Arzáns de Orsúa y Vela testimonia que originalmente se conocía como Ccantumarcani, que
omitiendo las dos últimas letras se llamó después Cantumarca.
Cerro Rico de Potosí. Grabado del holandés Pierre Vander. Siglo XVIII
Dentro del espacio o sitio y a la parte meridional de Munaypata permanecen los vestigios de la
población antigua de indios gentiles llamada Cantumarcani, que perdidas las dos últimas letras
hasta hoy conserva el de Cantumarca (que es lo mismo en castellano que vuestra tierra o
vuestra patria) apartada al presente de esta Villa un cuarto de legua. A la parte de tramontana
(en el mismo espacio y al pie de la cuesta que antiguamente la llamaron Cansada y ahora la
nombran cuesta de Jesús Valle) se ven otras ruinas (ya casi debajo de tierra por la
antigüedad) de edificios gentiles que en este sitio y el de Cantumarca habitaban antes que los
españoles conociesen el Perú; y si no los tuvieron donde hoy está fundada la Villa fue por ser
entonces esta parte una grande ciénaga para sólo pasto de sus ganados: por esta causa es
muy húmeda la población pues está fundada la mayor parte sobre agua.
Era el centro de población minera, metalúrgica y comercial más grande de la cultura andina y
participaba del camino real del Inca por el comercio del trueque argentífero y transporte de
plata del Sumac Orcko y Porco al Cuzco y otras regiones del territorio incaico. Por otro lado
también muy dedicado a la vida pastoril y agrícola, ya que era una zona cenagosa para pasto
de sus ganados, por esta causa era muy húmeda, la población pues, se estableció la mayor
parte sobre agua. Antes de la conquista española, en el contorno del cerro había poblaciones
indígenas: Ccantumarcani fue una antigua habitación de indios gentiles; Cuesta Cansada
(más tarde Jesús Valle) era otra población indígena; Karikari y Wiñayrumi (que es la Cantería,
donde habitaban los indios pastores de aquel ganado de la tierra que nombran llamas)
estaban a pocas leguas del cerro.
Si bien las crónicas no mencionan la explotación del Cerro por razón de divinizarla para su
beneficio, su población más cercana Cantumarca, tenía su importancia desde la época
precolombina, con una población activa de trabajo minero, intensa fundición de plata en la
cuesta de Huayrachina de esta misma Villa, comercio activo de plata labrada y pedernales,
abastecida con productos agrícolas y ganaderos por las poblaciones de Cuesta Cansada y
Cantería. En Cantumarca como centro de la actividad argentífera se hallaban concentradas
las tres áreas del movimiento económico: de la agricultura, ganadería y minería.
Los pobladores de Cantumarca, conocían de su riqueza argentífera en el Sumac Orcko. Los
indios no podían ignorar la consistencia mineralógica del cerro, pero habiéndolo consagrado,
decidieron no explotarlo. Situación explicable por sus sentimientos religiosos, y porque los
metales preciosos solamente eran utilizados en obras suntuarias, por carecer entre ellos del
valor monetario. Además la explotación no beneficiaba a la región productora, sino a los
lugares privilegiados, tal el caso de la plata porqueña que se la destinaba al Cuzco, durante el
Imperio del Tahuantinsuyo.
Los caracaras habitantes de Cantumarca, fuera de ser defensores del cerro, de las invasiones
guaraníes y chiriguanos, eran también vigilantes de la huaca o adoratorio sagrado (lugares
donde el demonio les hablaba y hacían sus sacrificios) ubicado en la cumbre del Sumac
Orcko, en honor a la Pachamama, correlacionando su existencia con la luna y representada
por la plata del Orcko Potojsi, llamada así por el inca Huayna Capac (que se interpreta
mancebo poderoso) en su llegada a Cantumarca por su hermosura exterior y su imponencia.
Afirma Arzáns que cuando gobernaba Huayna Cápac, undécimo monarca inca, salieron
grandes ejércitos de los indios guaraníes. Esta gente guerrera, traidora y soberbia llegó al
Perú y, después de arrasar con otras regiones, asaltaron Cantumarca, donde mataron a
muchos indios y, rearmándose allí, continuaron sus victorias en los demás lugares que
gobernaba el inca. Enterado el monarca de este acontecimiento, llamó a sus capitanes y con
numeroso ejército salió para el Cuzco, llegando posteriormente a Tarapaya donde se reforzó
enviando cuatro mil soldados con uno de sus hijos a Cantumarca. Estaban allí los guaraníes
esperando; y salieron a su encuentro matando doscientos soldados de los del inca; los que
quedaron huyeron para informarle al monarca; indignado, partió al punto con diestros
capitanes, y aunque le resistieron los enemigos fueron muertos más de 6000 guaraníes; los
pocos que quedaron huyeron sin parar hasta llegar a las montañas de los Charcas. Los
pobladores de Cantumarca recibieron muy gozoso a su monarca y le hicieron grandes fiestas
por sus victorias. Este hecho demuestra que la vida que tenían era tranquila y la hospitalidad
que poseían y que gozaban de una alegría extrema, no eran belicosos.
Por su parte, Gómez Suárez de Figueroa (1609) nos cuenta que Huayna Cápac hizo una visita
por todas las tierras que gobernaba, aproximadamente en 1462 llegó por estas regiones, a la
laguna de Tarapaya (que proviene de Ccarapaya que se interpreta como vieja desnuda),
donde fue a bañarse y tomar un descanso de su largo viaje. Entre este lugar y Cantumarca
vislumbró el cerro, que en ese entonces era llamado Sumac Orcko por los pobladores, y
admirado de su grandeza y hermosura, dijo: “esto sin duda tendrá en sus entrañas mucha
plata” y mandó a sus vasallos que viniesen de Colque Porco a labrar el cerro. Así lo hicieron; y
habiendo traído sus instrumentos, subieron al cerro, registraron sus vetas y estando para
comenzar el trabajo, oyeron un espantoso estruendo y una voz que dijo: “Pachacamac janac
pachapac guaccaichan” (el señor lo guarda para otro que vendrá después).
El padre Acosta hace alusión a este hecho señalando que “quisieron labrar aquellas minas,
y oyeron ciertas voces que decían a los indios que no tocasen allí, que esta aquel cerro
guardado para otros”. En el siglo XVIII, Arzáns complementa con mayor profundidad, al
manifestar que una voz sobrenatural habría tronado en el espacio advirtiendo: “No saquéis la
plata de este Cerro, porque es para otros dueños":
Así lo hicieron, y habiendo traído sus instrumentos de pedernal y madera fuerte subieron al
Cerro Rico; y después de haber tanteado sus vetas, estando para comenzar a abrir sus venas,
se oyó un espantoso estruendo que hizo estremecer todo el Cerro y tras esto fue oída una voz
que dijo: "No saquéis la plata de este Cerro, porque es para otros dueños". Asombrados
los indios de oír estas razones desistieron del intento, volviéronse a Porco [y] dijeron al rey lo
que había sucedido; refiriendo el caso en su idioma, al llegar a la palabra del estruendo dijeron
"Potojsi" que quiere decir dio un gran estruendo, y de aquí se derivó después (corrompiendo
una letra) el nombre de Potosí.
Asombrados los indios, desistieron de su intento, fueron a Colque Porco o Porco, relataron al
Inca lo que había sucedido en su idioma, y al llegar a la palabra estruendo, dijeron Potojsi, que
quiere decir, “dio un gran estruendo”, y a partir de ahí se lo llamó al cerro, Orcko Potojsi (Cerro
que brota plata), aunque otros autores afirman que Potojsi o Potojchi significa “Brotador de
plata”.
Chacón Torres, afirma que esta palabra no parece tener origen quechua sino aymará, ya que
como acertadamente se anota, el fonema pótoj en quechua no alude a estruendo y en aymará
sí, la historia de la enigmática montaña, comenzaría con los aymaras, antes de la dominación
incaica. Hoy en día se piensa que como Pótoj, en quechua no quiere decir estruendo, la
versión de Garcilaso de la Vega (1609) tendría un sólido fundamento, pues este cronista
afirmó que Potojsi, en la lengua general del Perú no significa nada, siendo solamente el
nombre propio del Cerro. Por su parte Cieza de León cuando visitó la ciudad en 1549,
manifiesta que “los indios llaman Potosí a los Cerros y cosas altas, quedándosele por nombre
Potosí, porque los indios dicen así a los cerros y cosas altas”. Como el conocimiento de Cieza
se remonta a los primeros años de Potosí, su descripción del Asiento minero es especialmente
valiosa.
Los pobladores a partir de este acontecimiento, por cierto insólito, crearon en las faldas del
Cerro una huaca, donde ellos ofrendaban a la Pachamama.
Fray Diego de Ocaña (1606) en su descripción, testimonia que los indios más antiguos
afirmaban que el cerro de Potosí había sido descubierto por el Inca, pero que no quería
explotar ni tocar, “porque le tenía ofrecido y consagrado al sol, y como cosa de los dioses no
queda tocar en tanta riqueza”. Otro cronista que se refiere a la devoción que tenían los
naturales cercanos al cerro, es el padre José de Arriaga (s. XVI) que dice: “en el camino real
están dos cerros a que los indios desde tiempos inmemoriales han tenido extraña devoción
acudiendo allí a hacer sus ofrendas y sacrificios…”.
Se tiene evidencia que, ya en la organización del sistema colonial y veintisiete años después
de la revelación del Cerro Rico, el indio Huallpa (su descubridor) da a conocer ante el virrey
Toledo, la existencia del adoratorio que hubo en las faldas del cerro y, lo más interesante, la
injerencia permanente de los Caracaras en su custodio. Dice con respecto a las huacas: “allí
hallaron ser adoratorio de los indios comarcanos y haber algunas cosas ofrecidas de poca
importancia a la guaca que allí estaba lo cual todo cogió este dicho don Diego Huallpa, y lo
cargó en su compañero...”. La huaca estaba relacionada con todos los demás elementos
básicos de la religión inca, siendo especialmente claros sus lazos con el culto de los
antepasados.
La población de Cantumarca en la época incaica fuera de ser un centro de actividad comercial
era el guardián del Sumac Orcko y de la huaca que vigilaba desde la cumbre, población
desaparecida en los primeros años de la explotación minera. Es difícil conocer con exactitud la
razón por la cual los pobladores de la región ocultaron la riqueza del Cerro a los propios incas,
que ni siquiera revelaron el secreto al Inca Huayna Capac, cuando éste visitó la laguna de
Tarapaya y Cantumarca.
La leyenda que conocemos sobre el descubrimiento, si bien ya hace a la historia
de Potosí como un descubrimiento casual, a la vez nos hace aseverar de que se trataba de un
secreto muy bien guardado por los indios propios de la zona. Tras estas tan detalladas
narraciones del Cerro Rico, Acosta asevera que “las minas de este cerro no fueron labradas
en tiempo de los Incas, que fueron señores del Perú antes de entrar los españoles, aunque
cerca de Potosí labraron las minas de Porco, que está a seis leguas”.
Los incas irradiaron esplendor y riqueza por toda América del Sur en tiempos anteriores a la
conquista española.
Juan Díaz de Solís (Expedición de Solís al Río de la Plata)en 1516 tuvo conocimiento, por
boca de náufragos de una expedición española anterior, de la existencia de grandes
yacimientos de oro y plata. Caboto continuó hasta la boca del Río de la Plata y lo exploró
hacia el interior.
Las extraordinarias riquezas traídas desde México y Perú provocaron en España un gran
interés por la conquista. Pedro de Mendoza, un noble español que había oído hablar de una
Sierra de Plata cerca del río descubierto por Solís en 1516, firmó una capitulación con el rey
Carlos I.
Los guaraníes realizaron grandes emigraciones hacia las tierras incaicas del Perú con ánimo
de conquista, pero fueron expulsados. Algunos, en su regreso, se establecieron en el gran
Chaco y en las tierras paraguayas. Ya en las costas del Brasil, se encargaron de divulgar la
fama de la Sierra de la Plata, de las ricas minas de Charcas. La noticia era cierta, pero
deformada por el reflejo incaico, y mal calculada en su distancia del cerro Saigpurum, luego
descubierto y llamado Potosí por los españoles.
Uno de los exploradores que habla sobre la sierra de plata y el rey blanco por primera vez
es, Luis Ramírez en 1528 (Tripulante de la armada de Sebastián Caboto). Escribió el 10 de
julio de 1528 a sus padres una extensa «Relación de viaje» que despachó a España desde
San Salvador, en busca de ayuda. Manifestándose de la siguiente manera:
Esta es gente muy ligera; mantiénense de la caza que matan y en matándola, cualquiera que sea, la
beben la sangre, porque su prinçipal mantenimiento es, a causa de ser la tierra muy falta de agua. Esta
generación nos dio muy buena relación de la sierra y del Rey Blanco, y de otras muchas generaçiones
disformes de nuestra naturaleza, lo cual no escribo por parecer cosa de fábula, hasta que placiendo a
Dios Nuestro Señor, lo cuente yo como cosa de vista y no de oídas.
Sierra de la Plata (‘montaña llena de metal plata’), fue una legendaria idea de tesoros de plata
que se creía estaba en el interior de Sudamérica. La leyenda se alimentaba por el uso de
objetos en plata que veían en los pueblos originarios de la región. La leyenda estaba asociada
con la del Rey Blanco.
En el siglo XVI, el estuario de los ríos Uruguay y Paraná era nombrado por los españoles y
portugueses como Río de la Plata, el de la era debido a que se creía que remontando el curso
llegarían a la Sierra de la Plata. Fue así que tuvo su inicio la exploración y colonización de la
Cuenca del Plata de la mano de don Pedro de Mendoza y otros adelantados.
Nunca hubo evidencia alguna de ser realidad tal montaña rica en vetas de plata. Lo más cerca
al mito es el famoso Cerro Rico de Potosí en Bolivia.
La República Argentina tomó su nombre del vocablo latino para plata: argentum.1
Actualmente se considera que la leyenda de la Sierra de la Plata tuvo su origen en el Cerro
Rico de Potosí (Bolivia) y que el Rey Blanco habría sido el Inca Huayna Cápac. Cuando a
comienzos del siglo XVI Alejo García recorrió la región y descubrió las riquezas de aquellas
tierras, los españoles apenas comenzaban la colonización de las
costas panameñas y colombianas y los portgueses recién iniciaban la ocupación de la
actual costa brasilera. Ninguna de las dos coronas sabía de la existencia del rico Imperio Inca,
que recién sería descubierto en 1528 por Francisco Pizarro, quien recorrió toda la costa
del Pacífico desde Panamá hasta Túmbez (Perú). La conquista del imperio inca se produjo
entre los años 1532 y 1533 y a partir de allí se acentuaron las desaveniencias entre Francisco
Pizarro y Diego de Almagro, los dos españoles que habían encabezado aquella campaña. El
rey Carlos I intento solucionar el conflicto dividiendo el territorio sudaméricano en diversas
gobernaciones, la primera de ellas, al mando de Francisco Pizarro se denominó Nueva
Castilla y abarcaba desde el río Santiago (Ecuador) hasta Pisco (Perú), la segunda
gobernación, entregada a Diego de Almagro, se llamaba Nueva Toledo y su jurisdicción iba
desde Pisco hasta Taltal (Chile). Desde allí, unas doscientas leguas hacia el sur se extendía
la gobernación de Nueva Andalucía, al mando de Pedro de Mendoza.
El Cronista Antonio de Herrera, refiere que "este portentoso hallazgo se hizo por un indio
llamado Gualca, de nación Chumbibilca, provincia cercana al Cuzco, que corriendo tras de
unos carneros de la tierra que guardaba a un soldado llamado Villarroel, del asiento de Porco;
con la ocasión que habiéndose arrancado una mata de paja en que se asió por no caer al
subir al cerro en su alcance, se manifestó la veta rica, que conoció el indio por la noticia que
tenía de minas".
Fray Antonio de la Calancha afirma como más conforme a la tradición de los antiguos, "que
el descubrimiento de la veta sucedió que pasando este indio la noche en el Cerro, con los
carneros amarrados en las matas de paja, las arrancaron al tiempo de cargarlos,
desmoronando los céspedes y tierra, donde divisó los metales".
El cronista Mendoza cuenta el caso que, "cogiéndole la noche a Gualca en lo alto del Cerro,
hizo fuego con las pajas y a poca llama comenzó a derretirse la plata".
Véase también[editar]
Acción Cerro Rico - Alemania 1982
Sierra de la Plata
Villa Imperial de Potosí
Casa de la Moneda de Bolivia
Fray Diego de Ocaña: Octava maravilla del mundo
Bibliografía[editar]
Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela. Historia de la Villa Imperial de Potosí, edición de Lewis
Hanke y Gunnar Mendoza; Providence, R.I.: Brown University Press, 1965; descarga del
texto, enlace a 4 pdf, Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia.
Referencias[editar]
1. ↑ La sierra de la plata y el rey Blanco.
2. ↑ Cañete, Pedro Vicente: Guía histórica, geográfica, física, política, civil y legal del Gobierno e
Intendencia de la Provincia de Potosí, 1952.
3. ↑ OCAÑA, Fray Diego de y ALVAREZ, Arturo: "Un viaje fascinante por la América Hispana del
Siglo XVI", Studium, Madrid, 1969 [1]
Enlaces externos[editar]
Foto de satélite y mapa del Cerro Rico
Potosí, todo sobre Potosí y su Cerro Rico
La plata que nunca fue de Potosí, por Miguel Lora
Ciudad de los tres escudos
Creación de la Villa Imperial de Potosí. La Capitulación de 1561 José A. Fuertes
Bartolomé Arzans de Orsua y Vela
Anales de la Villa Imperial de Potosí de Bartolomé Arzans
La leyenda refiere a que un indio, que hacia frecuentes viajes a Potosí, se guareció de una
fuente de lluvia en una grieta de la montaña y allá se encuentro con la entrada de una
especie de niña cuyo fondo de sus ojos admirados descubrieron enormes riquezas de las
que saco todo lo que se pudo, al continuar su viaje dejo señalado el lugar para volver.
Paso algún tiempo durante el cual guardo el secreto pero cuando un día regreso en busca
del tesoro no pudo dar con el una vez mas el tapado burlaban de los hombres.
Leyenda de Potosi
En tiempos remotos, antes de que llegaran los españoles el cerro rico estaba cubierto de
“ichhu” una paja alta y también de arbustos.
Los hombres descubrieron que el cerro estaba lleno de minerales y para sacarle la riqueza
que tenía destruyeron también la vegetación y este dejo de crecer. Ahora esta desnudo y
frió como si le hubieran arrancado la vida.
Cuando el inca Huayna Capaj fue a Potosí desde Quito, para bañarse en las aguas
medicinales de Tarapaya, se quedo muy admirado de este cerro que lo llamaban Sumaj
Orco o “Cerro Hermoso”; pensó que tan bello cerro debería tener mucha plata dentro de el
y mando a sus servidores averiguarlo. Cuando los enviados del Inca quisieron buscar
metales del cerro, escucharon extraños ruidos que venían del fondo de la tierra y que
parecían voces de trueno. Desde entonces le llamaron “potocsi” que quiere” estruendo,
estallido” “que brota” Después llegaron los españoles y sometieron a nuestro pueblo….
Una noche un indio llamado Diego Huallpa, tuvo que pasar la noche con sus llamas de cerro
de Potocsi; había atado a sus animales a unos arbustos; estos se pusieron a dar jalones
tratando de desamarrarse y lograron sacar de cuajo algunas plantas. Diego Huallpa vio
sorprendido un rico filón de plata a flor de tierra.
Cuando contó esto a su patrón que era el español don Juan de Villarroel, muchos otros se
enteraron y llegaron hasta el cerro de todas partes. Se adueñaron del Potocsi y por muchos
años sacaron de sus entrañas cantidades de plata que nunca enriquecieron a los hijos de
estas tierras….
Mientras muchos españoles se enriquecieron, miles de mitayos que eran indios que
trabajan en las minas murieron al sacar la plata. Costo dolor y sangre.
Algunos dicen que morían cerca de 50000 mitayos cada año.