Comentario Literario
Comentario Literario
Este texto literario perteneciente al género lírico se caracteriza como tal por su
manifestación tácita en el intento de transmitir belleza, buscando en su creación un fin
estético a través del uso de la palabra (función poética). Con ello se intenta expresar y
transmitir una serie de emociones y sentimientos cargados de subjetividad (personalismo)
usando para ello la herramienta del “yo lírico” (voz poética), siendo éste un elemento de la
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Antonio Lare Fernández ISBN: 978-84-608-9867-2
ficcionalidad que se crea en el texto, dotando a este de un campo intrínseco que obedece a
la expresión intrasujeto que se nos expone mediante el “yo lírico”, marcado todo ello por el
principio de brevedad (economía del lenguaje).
Si nos centramos en la temática que sirve de eje vertebrador del texto y como
elemento motivador expresivo, esta gira en torno a la Muerte. Es así como el “yo lírico “
expresa aquí sus pensamientos y emociones frente a la muerte de manera específica
(búscame, pues que te sigo). La peculiaridad que se nos presenta en este texto no es la
temática en sí, donde la muerte venía siendo elemento vertebrador de algunas modalidades
compositivas de siglos anteriores (como ocurría con las populares composiciones de Las
Danzas de la Muerte), sino que lo interesante de este texto está en la manera como se
dirige a la Muerte, la cual no es un ente etéreo e inmaterial sino que ésta se presenta como
un ente tangible, perceptible y casi “humano” a la que se dirige el “yo lírico” cara a cara
sin mostrar ningún tipo de temor, hecho que puede ser constatado partiendo del hecho de
que se personifica al personaje de la muerte desde el comienzo del poeta colocándole la
mayúscula “M” en su nombre, convirtiendo así a la Muerte en persona del mundo de los
vivos (personificación). De esta manera se dota al texto de un carácter dialogado
unidireccional donde el único interlocutor es el “yo lírico” dirigiendo su decurso hacia la
figura de la Muerte; esta no interviene de viva voz pero, atenta, interioriza, cual ente
pensante, todo aquello que se vierte contra ella.
Por lo tanto, en este poema el “Yo lírico” se dirige a un “Tú lírico”, la muerte, la
cual aparece personificada (No tardes, Muerte, que muero). Se establece así un paralelismo
entre el “Yo poético” y el “Tú poético”, como observamos en el uso de pronombres y
verbos en primera y segunda persona (que con tu venida espero) como si el poeta tratara de
establecer un diálogo con ella. Al ser personificada, a la muerte se le atribuyen rasgos
humanos. El uso de este recurso retórico responde a la intencionalidad del autor de hacer
que el receptor la considere como parte natural de la vida humana, es decir, Manrique trata
de presentarnos la muerte eliminando el halo de temor que existe alrededor de ella, con el
objetivo de que la entendamos como un elemento más de nuestra existencia. La intención
de Manrique es conseguir que el receptor mire a la muerte como él mismo la percibe:
cercana, tangible, real y desmitificada, haciéndola partícipe de la propia vida en la que el
ser humano se encuentra inmersa, pasando, así, de una muerte a la que temer, perteneciente
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al mundo de lo inmaterial, a una muerte cercana que acecha en el devenir del día a día para
arrastrar al ser humano a su mundo.
b- Ilativa, pues la relación que se establece entre las partes que configuran el texto no es
flexible, es decir, no se nos presenta una información aleatoria en su distribución sino que
esta se presenta bajo un orden lógico (La muerte como entidad de deseo, la Muerte como
sinónimo de salvación y, por último, el “yo lírico” solicita dicha salvación que representa).
d- Conclusiva, pues el “yo lírico” termina el texto con una conclusión clara: el deseo de
huir de su mundo tangible, caracterizado por el sufrimiento en el devenir de la propia vida
y, llega a la conclusión de que la Muerte es la única que lo puede librar de las ataduras que
lo anclan al mundo de los vivos y, con ello, al poder del dolor.
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la muerte porque ya ha vivido y conoce la vida, necesita conocerla para acabar con el
sufrimiento que le provoca el desconocimiento del sentido vital.
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métrica castellana, que consiste en cinco versos de ocho sílabas o menores con dos rimas
consonantes (-ero/-igo/-ida-edio) distribuidas según el principio de que no pueden tener la
misma rima tres versos seguidos, ni acabar en pareado ni quedar alguno suelto o sin rima.
Esta forma de composición es típica de la lírica cancioneril del Siglo XV pero Manrique la
dota de carácter propio aunando en la segunda parte de su poema dos quintillas también
llamadas copla real. Una vez analizado su cómputo silábico, vemos que se combinan los
troqueos y los dáctilos pero el ritmo predominante es dactílico (No/ tar/des/ muer/te/ que/
mue/ro: óoo óoo óo) lo cual dota fónicamente de valor y significado al poema
manteniendo un tono solemne y pausado que se relaciona con la profundidad con el que se
enfrenta el “Yo lírico” a la muerte. En cuanto al acento estrófico, vemos que todas las
palabras a final de verso son llanas, por lo que el poeta aplica la normativa del uso de la
lengua en castellano. Esto responde a la simetría que rige el poema y el estilo del poeta. La
fuerte tendencia a la pausa versal produce un encabalgamiento significativo y se marca a
través del signo de puntuación (:) dejando al receptor en expectativa (búscame, pues que te
sigo: / quiéreme, pues que te quiero). La pausa estrófica se marca con puntos y ofrece un
cambio de perspectiva en la voz poética ya explicada anteriormente.
En lo referente al estudio de los recursos literarios que usa el autor para dotar al
texto de ese carácter literario e impregnar así su genio creador en el mismo, vamos a seguir
a Dámaso Alonso en lo que afirma en su obra Poesía española, donde el crítico y poeta
analiza el significado que adquieren las vocales como entidad individual dentro del texto
lírico. En este sentido podemos apreciar como en el texto predomina la vocal semiabierta
“e”, vocal que aparece en todos los versos a lo largo de la composición (tardes-muerte-
que-muero// quiéreme, pues que te quiero/) en un porcentaje superior al resto de las
vocales, en torno al 50% (hay 42 “e” frente a, por ejemplo, 20 “i”). Esta vocal, de acuerdo
con las teorías de Dámaso Alonso, es la más apta para expresar sentimientos profundos y
expresivos, muy relacionado con elementos experienciales del “yo lírico”, algo que se
puede apreciar en el texto, pues ha sido creado para transmitir al receptor la honda
inquietud que siente el autor frente a la muerte al tratar de comprender que forma parte de
la vida misma. Es interesante resaltar el efecto que se produce desde este uso de la “e”
respecto al uso de la “o, sobre todo, en la primera estrofa donde la “o” compite en
protagonismo con la vocal “e”. En este sentido, podemos afirmar que la “o” en esta
primera parte, junto al uso de la “M” mayúscula para personificar a la Muerte, son dos
elementos que usa el autor para ofrecer la tangibilidad de la Muerte, es decir, la “o”
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asociado a sentimientos y emociones más negativas para el ser humano se unifica con la
personificación del uso de la “M” para enfatizar a la figura de la propia muerte, la cual, sin
dejar de pertenecer al mundo de los muertos, al mundo de lo desconocido, de lo oculto,
ahora se encuentra presente ante el “yo lírico”, el cual casi puede rozarla con sus manos.
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Muerte queda así entre dos estructuras casi bimembres sonde hay dos acciones llevadas a
cabo por el Tú y el Yo líricos. Desde el plano morfológico mediante un homeóptoton,
utilizando varias palabras con los mismos morfemas flexivos (“quiéreme-quiero”) se
refuerza la misma idea. Manrique enfatiza pues desde todos los niveles de la lengua,
recurriendo a recursos formales, el mensaje que quiere transmitir al receptor.
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circular), Manrique crea este poema en forma de canción, don destaca a madurez
compositiva y estilística del poeta, la cual se refleja a través uso de figuras retóricas en los
diferentes niveles de la lengua dotando de significación al texto. Este autor es, pues, uno de
los poetas más representativos de las letras prerrenacentistas de la literatura española,
recordamos a Lope de Vega quien llegó a decir, que las Coplas de Manrique «merecían
estar escritas en letras de oro».
-NAVARRO TOMÁS, Tomás, Arte del verso, México, Visor Libros, 2004.