Ella Era Fea 2 PDF
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Era Fea 2
Por
Isavela Robles
Cuando Santiago salió del edificio se encontró con Tomás que estaba
saliendo del parqueadero.
—¿Qué pasó?, ¿está muy enojada? —le preguntó Tomás. Santiago respiró
hondo y después le dio un puñetazo en la cara que envió a Tomás al suelo.
—Por ser tan imbécil —Santiago se alejó rumbo al parqueadero.
Tomás comenzó a levantarse del piso, con su lengua tocaba la herida en el
labio superior, para que Santiago reaccionara de esa manera significaba que
las cosas estaban bastante mal. Sintió que el tiempo que duró en el ascensor
fue eterno.
Abrió la puerta del apartamento y sus ojos se abrieron en gran manera al
ver aquella decoración, solo pudo dar dos pasos cuando Gera salió del cuarto.
—¿Qué haces aquí? —inquirió con bastante enojo.
—Gera yo… Lo siento, de verdad, perdón —empezó a suplicar.
—¡Lárgate! ¡No quiero verte nunca más en mi vida! —gritó con fuerza,
Gera empezó a tirar copas, platos, varias cosas en dirección a Tomás— ¡NO
QUIERO VOLVER A VERTE EN MI VIDA!
—Cálmate, por favor —en eso sintió que algo golpeó su cabeza, lo que
había sido lo hizo sangrar y en ese momento se dio cuenta que debía irse de
allí.
Salió del departamento y escuchó un fuerte grito, sabía que no debía
dejarla sola, así que llamó al único que podría calmarla.
—Gabriel, por favor, ven urgente al apartamento de tu hermana, creo que
va a cometer una locura, ven lo más rápido que puedas, ¿dónde estás? —dijo
bastante asustado.
—¿Qué?, ¿pero ¿qué pasó?, ¿por qué no la detienes? —inquirió Gabriel
asustándose, él iba en el auto, por suerte, estaba cerca de allí.
—Es que no me deja entrar, si lo hago empieza a lanzarme cosas, ven
rápido —explicó Tomás.
Caminaba de un lado a otro en el pasillo, en eso escuchó como si algo se
partiera y golpes bastante fuertes.
—Ay no… ¿Qué está haciendo? —llevó sus manos a su cabeza asustado.
Gabriel llegó corriendo, miró a Tomás quien tenía una línea de sangre en
su frente y el labio partido, pero no tuvo tiempo de preguntar, los sonidos que
había en el departamento avisaban que había un gran problema. Entró
corriendo y observó a su hermana tirando cosas a las paredes mientras lloraba.
—¡Basta, cálmate, ya, ya, tranquila! —la abrazó por la espalda y los dos
cayeron de rodillas al suelo. Gera soltó un fuerte grito, se volteó para poder
dejar su rostro sobre el pecho del muchacho—, tranquila, yo estoy contigo —
empezó a acariciarle la cabeza con mucha suavidad, podía sentir como las
manos de la joven apretaban con fuerza su camisa.
Con solo divisar el lugar entendía lo que sucedía, todo fue ocasionado por
Tomás. Sabía que aquella relación era una bomba de tiempo, de cierta forma
sintió que era culpable, nunca debió dejar que ella tuviera una relación con
alguien como él, con solo observarlo supo que no la quería, al menos para
poder hacerla feliz. Ahora tenía a su pobre hermana llorando
desconsoladamente, quería hacerla sentir bien, pero solo podía reducirse a un
abrazo hasta que ella se calmara.
*
—Es cierto, con esos malestares no era bueno que fueras al lanzamiento de
la película, aunque si fuera tú me hubiera puesto triste, estabas esperando ese
día todo este tiempo y que cuando llegara no pudieras ir… —dijo Alejandra.
—Creo que prefiero ahora estar así, con la tranquilidad de mi casa, no estar
rodeada de personas. Lo importante es que la película ya fue lanzada y eso
ayudará mucho en mi carrera, toda esa bomba de mi desmayo fue apagada y
dijeron que todo fue estrés, así que no iría al lanzamiento. Lo bueno es que
estoy recibiendo mensajes donde quieren que me mejore, eso es muy tierno,
no hace mucho vi una foto de una niña que sostenía una hoja donde decía que
estaba orando por mi recuperación, eso es hermoso —Keidys soltó una
pequeña risita.
—Aw… Eso es lo bueno de ser famoso —soltó Claudia.
—Oye, Josef llega hoy ¿no? —dijo Alejandra.
—Ah… sí —Keidys empezó a sentirse incómoda con el momento.
—¿Le vas a decir sobre el bebé? —preguntó Mateo.
—No lo sé —Keidys dejó salir un respiro profundo. La sala cayó en un
gran silencio. En aquel momento se escuchó la puerta abrirse, todos voltearon
a ver, era Santiago con un rostro de pocos amigos.
—¿Qué sucedió? —preguntó Mateo.
—El idiota de Tomás se le olvidó el aniversario y Gera se volvió loca, la
dejé llorando en el cuarto, pero llamé a Tomás y él llegó cuando me iba a ir, le
partí la cara para que deje de ser tan imbécil —explicó. Todos se asustaron.
—No puede ser, voy a llamar a Gabriel, debe ir urgente allá, seguramente
Gera debe de estar destrozando todo, puede cometer una locura —Alejandra se
levantó del mueble y salió de la sala.
Santiago se sentó al lado de su hermana y llevó sus manos al rostro, se
notaba lo estresado que estaba.
—Ya, cálmate, ese no es asunto tuyo, todos sabíamos que esa relación no
iba a durar mucho, es lo mejor para la pobre de Gera, Tomás… es un idiota
completo, mejor ve a bañarte, estás muy sudado —Keidys puso una mano en
el hombro de su hermano y cuando él la observó, ella mostró una sonrisa
tranquila.
—Sí, huelo a de todo —Santiago se levantó del mueble y salió de la sala.
—Está bueno que Santiago le pegara a Tomás, me hubiera gustado ver eso,
lo más seguro es que yo molería a Tomás a golpes allí, hasta verlo sangrar —
dijo Mateo.
—Cállate ya —regañó Claudia fulminando a Mateo con una mirada.
En ese momento tocaron la puerta con un poco de desespero, Mateo fue
quien abrió la puerta un tanto dudoso, al ver que era Tomás con sangre en el
rostro, se asustó.
—Madre mía, pero en verdad te fue muy mal —soltó Mateo conteniendo
una risa de burla.
—¿Josef está aquí?, ¿no ha llegado aún? —inquirió Tomás con un rostro
muy preocupado.
—No… ¿Por qué? —Mateo puso el rostro más serio que tenía.
—Lo llamé antes y me dijo que vio la película de Keidys y que ella salió
desnuda allí, que… estaba demasiado decepcionado con ella, además que se
escuchaba bastante estresado, me habló antes sobre algo de la empresa, no le
entendí mucho, se escuchaba bastante enojado y dijo que iba a venir a acabar
todo con Keidys, que no quería verla nunca más, en serio, cuando dijo eso se
escuchó bastante enfadado —lo último Tomás lo dijo casi a susurro al notar
que Keidys hablaba en la sala de lo más tranquila con sus amigas, hasta
escuchó una carcajada y eso lo entristeció mucho.
—Qué mierda… ¿Y ahora?, ¿qué vamos a hacer? — inquirió Mateo
mientras llevaba una mano a su boca, sus corazones empezaron a palpitar con
mucha fuerza.
—A mí lo que me preocupa es que ella está embarazada y Keidys cuando
se enoja se pone como loca. ¿Aquí está Santiago? —Tomás miró a todos
lados.
—Se está bañando —contestó Mateo.
—Menos mal, me ve y empieza a matarme —Tomás pasó su lengua por la
herida en su labio.
—¡Tomás ¿no vas a venir para recibir tu castigo?! —gritó Claudia.
—Acabé de hablar con Gabriel, la pobre Gera está destrozada —Alejandra
caminó hasta el marco de la puerta y jaló el cabello de Tomás.
—¡Ah…! ¡Alejandra, basta! —empezó a suplicar.
—¡Golpéalo por mí, se lo merece por idiota! —gritó Keidys.
—¿Sabes cuánto le costó a ella hacer todo eso?, tú no tienes corazón, en
serio, te mereces tener esa cara así de demacrada. Vas a terminar solo y ella se
va a conseguir a un buen hombre que la va a amar mucho y ojalá te lo
restriegue en la cara, me encantaría estar ahí para reírme de tu mal y darte un
buen golpe en esas malditas bolas hasta que quedes estéril —mientras
Alejandra hablaba iba apretando más su agarre en el cabello de Tomás y él
poco a poco se agachaba mientras gritaba del dolor.
—Sí, sí, sí, pero por favor, suéltame, por favor —suplicaba Tomás.
Alejandra lo soltó y sacudió sus manos—. No vales nada, ella es mucha carne
para tan poco perro. A todas estas, ¿qué haces aquí?, ¿no sabes que aquí está
Santiago y podría volver a golpearte? Yo no te lo voy a quitar de encima.
—No es hora de echarme sermones —Tomás empezó a reincorporarse,
estaba sudado y con moretones en todo su cuerpo, tragó saliva para poder
aguantar la sed que tenía en ese momento—. Josef viene para acá y está
enojado, vio la película de Keidys y dijo que allí ella sale en una parte
totalmente desnuda y eso lo enfadó bastante, va a terminar todo con ella, pero
conociendo a Josef y Keidys sé que va a ser de la peor manera posible, de
seguro eso será una discusión horrible, sabes que ella está embarazada y eso es
muy peligroso.
Alejandra tapó su boca con las manos mientras empezaba a asustarse.
—¿Qué vamos a hacer? —inquirió Alejandra—, si tan solo él supiera del
estado de ella…
En ese momento vieron un carro negro que se estaba estacionado frente a
la casa.
—Ay no… ¿Y ahora? —preguntó Mateo un tanto nervioso al ver a Josef
bajando del auto bastante enfadado.
—Josef, oye, espera, cálmate —pidió Tomás cerrando el paso de su amigo.
—Déjame Tomás, esto no te incumbe y tampoco a ustedes —regañó Josef
con la voz muy severa.
Keidys se levantó del mueble al escuchar las voces que no sonaban naba
bien. Se acercó con Claudia a la entrada.
—¿Qué está sucediendo? —inquirió ella, quedó observando el rostro de
Josef que se veía bastante enojado.
—Necesito hablar contigo —informó Josef entrando a la sala—. Pero a
solas —miró a todos.
—Lo siento, pero yo no me voy a ir de aquí —replicó Tomás cruzándose
de brazos.
—Por favor, yo también necesito hablar con él —pidió Keidys.
Sus amigos accedieron y se fueron al patio a la espera de cualquier ruido
extraño para entrar corriendo. Keidys se miró fijamente con Josef, el silencio
era atemorizante.
—Acabé de ver tu película y ¡oh, sorpresa!, veo a mi novia mostrando todo
su cuerpo en la maldita película que el mundo entero dentro de poco verá, qué
hermoso recibimiento tengo, ¿sabes cómo te viste?, como una completa
regalada, riéndote mientras muestras todo a una puta cámara —dijo Josef.
—¿Es en serio? —Keidys se cruzó de brazos—, Josef, solo es una película
¿en serio te vas a poner así por eso?
—¡¿Cómo quieres que me ponga?! Si veo a mi novia mostrando todo en
una maldita película y hay un montón de pervertidos comentando como te
gustarían ponerte si te estuvieran follando —la observó con impotencia y
Keidys empezó a asustarse, no lo reconocía—. Pero, al parecer te gusta que los
hombres te deseen de esa manera, por eso es que lo haces, esa es tu forma de
ganarte esa fama ¿verdad?
—No puedo creerlo, así que esa es la idea que tienes de mí —a Keidys se
le empezó a inundar la mirada.
—¿Y qué idea más voy a tener? ¡Si eso es lo que me estás demostrando!,
es por eso que mi abuelo no te quiere ver conmigo, es la verdad, ¡eres una
maldita regalada que le gusta que todo el mundo la vea desnuda, porque así es
como quieres ganarte la fama! —Josef tiró un florero que estaba sobre una
mesita pequeña que estaba recostada a la pared, aquel sonido llenó de
impotencia a Keidys.
—¡ERES UN MALDITO DESGRACIADO! —le dio un empujón sin
importarle que el piso estaba lleno de agua y vidrios— ¡LÁRGATE, NO TE
QUIERO VOLVER A VERTE EN MI VDA, ESTÚPIDO, POCO HOMBRE,
NO VENGAS A MI CASA A TRATARME ASÍ, IMBÉCIL! —Josef quedó
arrinconado en la pared y Keidys le dio varias bofetadas.
—¡YO TAMPOCO TE QUIERO VER EN MI VIDA! ¡NUNCA! —Josef
la empujó para poder hacer espacio, aunque fue de una manera bastante seca y
un tanto violenta. Abrió la puerta y se fue dando un gran portazo.
Tomás, Alejandra, Claudia y Mateo habían quedado pasmados viendo
aquella escena, esa forma en que la pareja se trató los dejó sin saber qué hacer;
nunca imaginaron que ellos serían capaces de llegar a ese nivel. Keidys quedó
respirando bastante agitado, después soltó el llanto mientras se agachaba.
Santiago bajó mientras terminaba de ponerse una camisa y quedó
observando a todos confundido:
—¿Qué pasó? —su mirada bajó hasta el piso lleno de vidrios—, Keidys,
ten cuidado, no te muevas de allí. ¿Por qué estás llorando?, escuché gritos y
parecían ser de Josef —volvió a mirar a todos— ¡que alguien me explique!
Escuchó un motor de carro afuera de la casa, en un impulso salió e impidió
el paso del auto, le dio un manotazo.
—¡¿Qué le hiciste a mi hermana?! —gritó.
Los chicos salieron de la casa:
—Santiago, cálmate —pidió Mateo.
—Basta Santiago, cálmate —pidió Tomás.
—¡No me pidan que me calme, este estúpido cree que puede llegar y tratar
mal a mi hermana, la hiciste llorar, nadie hace llorar a mi hermana e irse sin
que yo lo muela a golpes, si eres tan macho baja, sal, cobarde! —se acercó y le
dio una palmada al vidrio de la ventana. Josef bajó del carro y le dio un
empujón.
—¡¿Qué es lo que quieres Santiago?! Esos son asuntos de Keidys y mío,
no te metas.
—¡Claro que me meto, es mi hermana, si yo llegara e hiciera llorar a tu
hermana ¿cómo te sentirías, idiota?! ¡Hasta en el maldito cuarto se escucharon
los gritos y partiste un florero!, ¿estás loco? ¡Pudo haberse hecho daño! —le
dio un empujón al pecho de Josef.
—¡Cálmate Santiago! —Tomás se metió en el medio de los dos. Miró a
Josef— ¡Lárgate! ¡Ya tú no tienes nada que hacer aquí! —Josef y su mejor
amigo cruzaron miradas— ¡Que te largues te dije! —gritó con fuerza.
Josef entró al carro y los muchachos tomaron de los brazos a Santiago, lo
arrastraron para que le hiciera paso al auto. Cuando Josef empezó a salir de la
casa Santiago intentaba soltar el agarre.
—¡TE TENGO QUE ENCONTRAR MALDITO, TE VOY A PARTIR LA
PUTA CARA, A ESTA CASA NO VUELVES! —gritaba con mucha fuerza.
Keidys escuchaba aquello mientras estaba sentada en el mueble, soltaba
gritos descontroladamente, Alejandra y Claudia estaban muy preocupadas por
su amiga:
—Ay, amiga, debes calmarte, puedes hacerle daño al bebé, debes ser
fuerte. Josef no te merece, no pienses más en él, recuerda que estás
embarazada y que si sigues tomando estas emociones tan fuertes podrías
perderlo, ¿quieres eso? —dijo Claudia. Keidys abrazó su vientre y empezó a
calmarse.
—Sí amiga, debes de calmarte, voy a hacerte una aromática para esos
nervios, ay, hasta yo me siento mal —Alejandra peinó su cabello— ¡Y esos
otros estúpidos parecen gallos de pelea allá afuera! —gritó enojada mientras
observaba la puerta de la casa.
En ese momento ellos entraron.
—¡¿Tú estás loco o qué?! ¿Cómo se te ocurre salir a provocar a Josef
sabiendo que eso pone más nerviosa a Keidys y ella podría perder el bebé?,
hasta yo estoy mal —Claudia le dio una bofetada a Santiago.
—Lo siento, no me acordaba —se disculpó Santiago, miró a su hermana
que estaba casi temblando sentada en el mueble—, perdón —se sentó al lado
de ella y la abrazó.
Tomás tocó varias veces el timbre de la casa de Josef, en vista de que nadie
habría, empezó a hacerlo desesperadamente. Sofía, la hermana de Josef (quien
ya era toda una señorita), abrió el portón bastante fastidiada.
—¿Qué tienes, por qué tocas así? Mis amigos están en la casa, no vayas a
hacer ninguna locura con Josef —dijo la muchacha.
—¿Dónde está Josef? —preguntó Tomás entrando a la casa.
—Acabó de llegar, dijo que no quiere que lo molesten, pero sé que vas a
entrar, ¿verdad? —la muchacha lo siguió cuando él subía las escaleras.
Tomás entró al cuarto con un paso bastante enfadado.
—¡Josef! —gritó.
El muchacho se levantó de la cama de un golpe, sabía lo que se avecinaba.
Tomás entró a la habitación y se abalanzó a su amigo dándole un puñetazo en
la cara. Sofía al ver aquella escena empezó a gritar.
Tomás tomó del cuello de la camisa a Josef y lo tiró al piso, volvió a darle
otro puñetazo:
—¡¿Cómo se te ocurre tratar a Keidys así?! ¡Debí dejar que Santiago te
partiera la cara para que dejes de ser idiota! —gritaba mientras lo estremecía.
—¡Ayuda, Tomás va a matar a Josef! —gritaba Sofía mientras corría por el
pasillo.
—¡Déjame, no me interesa nada que tenga que ver con ella! —dijo Josef
mientras forcejeaba con Tomás, la sangre ya empezaba a salir de su nariz y
tenía el labio superior con una pequeña cortada.
—¡Deja de ser tan idiota! —volvió a darle otro puñetazo.
—¡Mátame, sigue golpeándome! —soltó Josef. Su boca empezó a llenarse
de sangre y Tomás se detuvo.
—No, no lo voy a hacer, no te dejaré el camino tan fácil. Debes hacerte
responsable de tus malditas acciones —refutó Tomás mientras se levantaba del
piso.
Josef quedó tendido mientras trataba de tomar aire. Al cuarto entró
corriendo Mateo asustado, más atrás estaba Sofía temblando del miedo junto
con dos amigos.
—¿Ya se calmaron? —inquirió la muchacha.
—Tranquila, solo estaban platicando —contestó Mateo.
—¿Qué? Pero si estaba encima de mi hermano dándole golpes en la cara
—replicó la muchacha.
—Sí, lo sé. Nosotros hablamos así —Mateo volteó a ver a los jóvenes que
miraban petrificados—. Bueno, ya se acabó el espectáculo —cerró la puerta.
Mateo observó cuando Josef empezaba a levantarse del piso mientras
escupía la sangre que tenía en su boca. Después, con un poco de dolor, intentó
caminar para sentarse en la cama.
— Keidys está embarazada —soltó Mateo de golpe.
*
En el cuarto solo se escuchaba el sonido de las manecillas del reloj,
Santiago acariciaba el cabello de Keidys para que la joven pudiera fundirse en
el profundo sueño. Él estaba muy preocupado por lo que sucedía en ese
momento, Alejandra le había dicho que ella resolvería aquel problema, pero
no sabía qué tan bueno serían los frutos de aquella conversación.
—Ella no lo sabía, nunca imaginó que esto sucedería, pero ya que está aquí
Keidys… lo va a tener. Entiendo que ustedes no están de acuerdo y mucho
menos con lo que acabó de suceder con el padre del bebé, yo también quedé
muy sorprendida, no conocía esa faceta de Josef, pero deben entender que si
ustedes se sienten impotentes con esto… Keidys está peor, ella fue la que pasó
seis años de su vida al lado de él, lo ama y sin embargo, él en una noche dañó
todo con su trato. Pero aun así Keidys no quiere matar la vida que lleva en su
vientre, es su primer hijo y ella decidió tenerlo, se hará cargo de él sola, eso ya
es un peso muy grande que debe de tener, ustedes como padres traten de
ponerse en su lugar ¿qué harían si se enteran que tendrán un hijo, pero no es el
momento indicado y tienen un problema con su pareja?, porque así es como
está Keidys ahora, lo menos que necesita es que ustedes no la apoyen, al
contrario, es cuando más deben de estar a su lado —explicó Alejandra a los
señores Gonzales.
La madre de Keidys tenía los ojos inundados, llevó su mirada a señor
quien se veía bastante serio y dejó salir un resoplido.
—Ese Josef… —soltó.
—Keidys decidió no contarle nada a él, dice que Josef no merece estar
cerca del bebé. Ella antes de dormirse dijo que se iría a vivir con su tía,
Santiago decidió acompañarla, ustedes ahora deben decidir si irse con ellos o
no —informó Alejandra.
—Cla-claro que yo me iré con ellos —dijo la señora, tragó en seco—.
Nunca me imaginé que mi primer nieto vendría con todos estos problemas,
pero ya que mi hija tomó esta decisión yo la voy a apoyar —miró a su esposo
—. Me imagino que también harás lo mismo, no creo que tengas el corazón
tan frío como para no reconocer a tu primer nieto.
—¿Qué dices mujer?, claro que voy a reconocer a mi nieto. Mi hija tomó
la mejor decisión, que ese tipejo no se entere que tiene un hijo, ese poco
hombre, venir y maltratar a mi niña, no lo quiero volver a ver más en mi vida.
Nos mudaremos, Keidys puede comenzar a trabajar en la empresa y dedicarse
a cuidar a su hijo, nosotros la ayudaremos a estabilizarse.
Alejandra dejó salir un suspiro, todo salió muy bien, al menos para Keidys.
En esos momentos imaginó el rostro de Josef si se enterara de todo lo que
estaba pasando. Él nunca llegaría a conocer a su primogénito.
El rostro de Josef palideció, su cuerpo se erizó por completo y su mirada se
paseaba por los ojos de sus dos amigos.
—Es una broma ¿verdad? —fue lo único que alcanzó a decir.
—¿Crees que yo bromearía con algo así? —inquirió Mateo mientras se
sentaba en la cama.
—Keidys al parecer te iba a decir cuando tú llegaste a la casa, pero con lo
que dijiste lo más seguro es que por ella nunca te enterarías que vas a ser papá
—contó Tomás.
—No… Eso no puede ser cierto —dijo Josef sentándose en la cama.
—Además… Los padres de Keidys acabaron de llegar a la casa de ella y se
enteraron de todo, cuando digo todo hablo de la decisión de Keidys —empezó
a contar Mateo. Josef lo miró fijamente—. Ella… se va a ir del país con toda
su familia, lo van a registrar con sus apellidos, no vas a tener ningún derecho
sobre el niño, además, para Keidys tú nunca sabrás que tuvieron un hijo, ella
no quiere volver a verte nunca más en su vida, cuando le bebé crezca creerá
que su padre murió en un accidente que ellos tuvieron. Toda su familia está de
acuerdo con ello, bueno, por lo que escuché cuando estaba en la casa, Santiago
dijo que mientras él esté vivo ese niño no iba a saber la verdad.
Los ojos de Josef se llenaron de lágrimas que pronto salieron rodando
rápidamente y se mesclaron con la sangre que Josef tenía en su rostro.
—¡No, eso no puede ser cierto! —gritó Josef con fuerza mientras llevaba
sus manos a la cabeza— ¡es mi hijo, yo tengo derecho sobre él, soy su papá!
—Pero Josef, tú trataste muy mal a Keidys, solo te faltó pegarle cuando
estabas en su casa, lo peor es que lo hiciste estando ella embarazada, pudo
haber perdido al bebé —explicó Tomás.
—Es cierto Josef, Keidys está en todo su derecho, además… Ella sabe que
tu familia no está de acuerdo con su relación, se lo gritaste en su cara, eso es
horrible. Resígnate, ya lo hecho, hecho está —dijo Mateo.
—¡¿Qué?! ¡Estás hablando de mi primer hijo! —gritó Josef, se levantó de
la cama y empezó a caminar por el cuarto— no… Yo no puedo permitir esto,
¡yo no sabía que ella estaba embarazada! ¡¿por qué me pasa esto a mí?! —
Josef soltó un fuerte grito mientras empezaba a llorar.
En ese momento entró el abuelo de Josef junto con la mamá del muchacho.
—¡Hijo! ¡Por Dios… ¿qué te pasó?! — la señora se acercó al muchacho
que empezaba a caer de rodillas al piso.
—Mamá, lo perdí todo, soy un idiota, la perdí mamá y a mi hijo también,
¡no…! ¡Esto no me puede estar pasando, es mi hijo mamá, se va a ir lejos! —
decía Josef.
—¿Cuál hijo, acaso tú tienes hijos? —preguntó su abuelo.
—¿De qué hablas amor? —preguntó su mamá asustada— ¿Por qué tienes
el rostro lleno de sangre? —miró a los muchachos enfadada— ¿qué le hicieron
a mi hijo?
—Señora, él acabó de tratar mal a Keidys, solo le faltó pegarle y pues…
está recibiendo su escarmiento. Keidys está embarazada y ahora ella se va a
mudar con toda su familia y no le van a permitir tener algún derecho sobre el
niño —explicó Mateo—, yo lo entiendo a él, yo también voy a ser papá,
pero… él no supo hacer las cosas, llegó como loco a la casa de Keidys y uff…
La trató súper feo, pero claro, él no sabía que estaba embarazada, ah… y tiene
la cara así porque Tomás acabó de golpearlo, pero Santiago lo iba a golpear
peor, así que se salvó de esa golpiza.
—Sí, salió bien librado —agregó Tomás haciendo pequeños sí con su
cabeza.
La señora Tatiana quedó con la boca abierta mientras asimilaba aquella
noticia que le acababan de dar.
—Keidys embarazaba… —se tapó la boca con las manos, volvió a mirar a
su hijo— ¡Josef, Keidys está embarazada!
—Lo sé, pero no vas a poder conocer tu nieto porque ella se va a ir lejos
mamá, se va a ir, se llevará a mi hijo lejos de mí, no podré verlo nunca en mi
vida, ¡no…! —Josef abrazó con fuerza a su madre.
—Pero hijo, tú puedes impedirlo, ruégale su perdón… ¿Por qué la trataste
mal? ¿Qué te hizo? ¡Tú no eres así…! —explicaba la señora.
—¡Porque soy un idiota…! ¡No sabía lo que hacía!
—¿Qué hubieras hecho si vieras que un hombre me trata mal?, hijo, a las
mujeres no se les grita, no se maltratan, mira cómo te dejó Tomás porque
hiciste eso. Yo quiero conocer a mi nieto, convéncela de que se quede a tu
lado.
El señor Sandoval solo observaba aquella situación, al parecer la noticia
del embarazo de Keidys no le daba mucha emoción:
—Josef, levántate del piso, recuerda que no puedes estar recibiendo
emociones fuertes. Ustedes, dejen de mortificar a mi nieto, acabó de salir de la
clínica, podría morirse si sigue en esta situación —dijo con voz fuerte.
—¿Qué? —inquirió la señora Tatiana bastante asustada.
—¿Cómo así que estaba en la clínica? —preguntó Tomás palideciendo por
completo.
—Sí, y ahora ustedes vinieron a dañar todo. Voy a llamar al doctor, sé que
Josef se pondrá mal en cualquier momento —sacó el celular del bolsillo del
pantalón.
—Yo no sabía nada señor, se lo juro —dijo Mateo.
—¡No importa!, si Keidys se iba a ir lejos con el bebé ¿por qué se lo
dijeron? ¿No se supone que ella no quiere que él se entere?, ¿qué hacen
contándole a Josef si él no puede hacer nada? Con esos amigos que tiene mi
nieto… —el señor Sandoval empezó a marcar el número del doctor en su
celular.
—¡Josef! —gritó la señora Tatiana cuando vio que su hijo se desmayó.
—¡Josef! —gritó el señor Sandoval—, doctor, Josef volvió a desmayarse,
por favor, venga con una ambulancia rápido, ¡pero ya…! Sí, se estresó mucho
con una noticia que le acabaron de dar, además, le dieron una golpiza. Sí, pero
que sea rápido doctor, entiendo, bueno.
Los muchachos se levantaron de la cama y corrieron a ver a Josef que
estaba entre los brazos de Tatiana.
—¡Hijo, hijo…! —gritaba la señora entre sollozos.
*
Gabriel terminó de limpiar el desorden que había formado su hermana,
Gera ya estaba completamente dormida, era obvio, quedó desgastada con todo
lo que sucedió esa noche. El muchacho botó toda la decoración y los detalles
que ella compró para Tomás. No quería ver nada que tuviera que ver con esa
relación.
Después de media hora se acostó al lado de Gera y la abrazó, así que
durmió acurrucado con ella. Tenía años que no dormían de esta manera, por un
momento le pareció ver que estaba despertando, por lo mismo comenzó a
cantar la canción que a ella le gustaba y la tranquilizaba.
*
Keidys se despertó y Santiago la abrazó.
—No quiero estar aquí —dijo Keidys.
—¿A dónde quieres ir? —preguntó su hermano.
—¿Te acuerdas de la cabaña que está en la playa? —inquirió la joven.
—Claro, ¿quieres ir allá?
—Sí, ahora, quiero amanecer allí.
—Bueno, solo debemos empacar e irnos —Santiago le dio un beso en la
frente—, ¿digo que empaquen tus cosas?
—Sí.
—Bueno, quédate descansando mientras empacamos. Voy a pedir que te
preparen un poco de aromática.
—Gracias.
Santiago salió del cuarto, lo único que iluminaba el lugar era una pequeña
lamparita que estaba en la mesita de noche de la derecha. Keidys se acomodó
entre las sábanas y almohadas para así quedar más cómoda.
Santiago bajó y les comunicó a sus padres lo que Keidys había pedido.
—Pero nosotros no podemos irnos de un día para otro. Ve con ella hijo –
dijo la señora, miró a Alejandra que estaba al lado de Claudia— ¿podrían
acompañarla?
—Claro, yo voy, aunque Claudia no puede ir, tiene obligaciones —dijo
Alejandra.
—Sí… Pero me estás comunicando, ¿sí? —respondió Claudia.
Ellas ayudaron a Santiago a empacar algunas cosas en las maletas, después
la llevaron al auto. La señora Gonzales preparó la aromática y se la llevó a
Keidys. Después, se quedaron conversando en el cuarto de Keidys.
—Viajaré para hablar con tu tía e informarle sobre la conversación, cuando
vuelvan de la playa terminas de empacar lo que falta y nos mudamos, haremos
todo como lo planeaste —dijo la señora mientras acariciaba la cabeza de su
hija.
—Gracias mamá —Keidys le mostró una sonrisa.
Claudia y Alejandra al escuchar lo que la señora dijo se miraron los
rostros, después Alejandra le informó a Keidys que todo estaba listo. Así fue
como se fueron de la ciudad para que la joven despejara la mente, sin saber los
problemas que dejaban atrás.
Josef se despertó con un fuerte dolor de cabeza, abrió lentamente los ojos y
vio a Tomás sentado en un sillón frente a él.
—¿Has hablado con Keidys? —preguntó Josef. Se quitó la cánula de
oxígeno que tenía puesta y se sentó en la cama.
—Quédate quieto, ayer te complicaste mucho, Josef —pidió Tomás con
una voz triste y un tanto melancólica.
—No… Tengo que buscarla, pedirle perdón —dijo Josef empezando a
alterarse.
—Ella no está en la ciudad, pero va a volver, cuando lo haga la buscarás,
mientras… debes recuperarte. Yo te ayudaré a convencerla, todos lo haremos,
pero por ahora enfócate en descansar —Tomás reparó el rostro golpeado de
Josef y sus grandes ojeras.
—¿A dónde se fue? —inquirió Josef mientras se acomodaba para así estar
mejor.
—Solo fue a la cabaña para despejar la mente —Tomás se levantó del
sillón.
—¿Cuándo vuelve? —Josef quería levantarse de la cama.
—Quédate quieto, debes dormir y recuperarte, ayer casi mueres ¿no lo
entiendes?, no estás bien Josef, estás demasiado estresado y nosotros ayer casi
te matamos; estábamos enojados contigo, no sabíamos por los tantos
problemas que estás pasando… Si le cuentas todo a Keidys tal vez ella
entienda y te perdone.
—Claro que no, yo no quiero que me tengan lástima. Solo deseo que ella
me perdone, pero no porque me tiene lástima, quiero arreglar todo lo malo que
hice; por eso debo salir de aquí —Josef trató de quitarse todo lo que tenía
puesto en su cuerpo.
—Oye, Josef, no puedes salir, al menos por una semana donde descanses y
comas adecuadamente, tu chica no va a volver por unas dos semanas, así que
será en vano el que te vayas —explicó el doctor entrando al cuarto—, tuviste
un estrés postraumático, eso es algo grave, estás vivo de milagro, si quieres
estar al lado de Keidys trata de mejorarte.
—Doctor, usted fue quien la atendió aquella vez, sabía que estaba
esperando un hijo mío, ¿por qué no lo informó ese día? —Josef volvía a
empalidecer y comenzar a estresarse como la noche anterior.
—Ella no lo quiso, yo solo respeté su decisión. Josef, te puedo dar un 90%
que ella no se va a apartar de ti, claro, si le demuestras que estás totalmente
arrepentido por lo que hiciste, lo que me contaron fue muy grave, las mujeres
fueron creadas para ser amadas, no maltratadas —el doctor le hizo señas para
que se volviera a acomodar en la cama.
—¿Qué pasa con el diez por ciento faltante? —preguntó Josef.
—Roguemos a Dios para que no pase lo que hay allí en ese 10% —dijo el
doctor.
—Sé que la traté muy mal, fui un completo bruto al no darme cuenta que
ella ahora es cuando más me necesita —soltó Josef mientras inclinaba su
mirada y la dejaba concentrada en sus manos.
—El hombre solo aprende de los golpes que la vida le da, ya tuviste tu
lección, ojalá no vuelvas a repetirlo —el doctor le dio dos golpes en el hombro
del muchacho.
—No, claro que no, si vuelvo a tenerla a mi lado le puedo jurar que haré
todo lo que esté en mis manos para hacerla feliz a ella y a mi hijo —las
palabras de Josef sonaron muy convencidas.
Tomás salió del cuarto y caminó bastante pensante por el pasillo, en la sala
de espera estaba Claudia hablando con Gabriel quien había acabado de llegar.
—Me acabé de enterar cuando Mateo me llamó para decirme lo sucedido,
—dijo Gabriel— ¿cómo es posible que pasara tantas cosas en una sola noche?
—¿Y Gera, cómo está? —preguntó Claudia.
—Está en la cafetería desayunando, le dije que la llamaría para que pasara
a ver a Josef, claro, si dejan recibir visitas —explicó Gabriel.
—Sí, pero no se ha despertado aún —contestó Claudia.
—Me imagino, Mateo me contó que anoche estaba bastante delicado de
salud.
Tomás pasó de largo, ellos no lo vieron, eso fue bueno, no quería hablar
con Gabriel, sabía que solo recibiría un golpe por parte de su amigo. Llegó a la
cafetería en busca de Gera, la vio al fondo, al lado de una ventana que dejaba
ver una hermosa vista a un jardín, la muchacha estaba desayunando
tranquilamente mientras miraba su celular y soltaba algunas pequeñas risitas
“seguramente está viendo vídeos de risa” pensó Tomás mientras retenía una
pequeña carcajada.
Tomás se sentó en una mesa a esperar que la muchacha terminara de
desayunar, no la dejaba de observar, se sentía muy mal por lo sucedido
anoche. Lo que vivió con Josef lo hizo entrar en razón, darse cuenta que no
supo valorar lo que tenía frente a él y no le importó jugar con los sentimientos
tan puros de aquella muchacha.
Gera sintió que se sentaron frente a ella, alzó su mirada al creer que era su
hermano, pero su mañana se dañó al ver que se trataba de Tomás.
—Hola —saludó el joven.
—¿Qué quieres? —inquirió la muchacha con tono cortante— ¿qué parte de
no quiero volver a verte no entendiste?, lárgate.
—Gera… Perdón, no sabes cuan arrepentido estoy por haber sido tan
idiota contigo y no haberte valorado, siempre fuiste tan amable y amorosa
conmigo, yo no supe ver eso. Perdón, en serio, estoy tan arrepentido —dijo
Tomás mientras sus ojos se inundaban de lágrimas.
—Te arrepentiste demasiado tarde, yo no voy a volver contigo, ni ahora ni
nunca —una lágrima corrió por la mejilla derecha de Gera, pero sus palabras
sonaban bastante rudas.
—Yo lo entiendo perfectamente ¿quién querría volver con una persona que
solo te trató mal por todo un año?, no, más de cinco años, eso es mucho
tiempo —la voz de Tomás se quebró al final, tuvo que detenerse para que sus
lágrimas no rodaran por sus mejillas—. Las mujeres existen para ser amadas,
no maltratadas.
—Exacto, tú lo has dicho, pero yo nunca recibí de tu lado un lindo gesto,
siempre fueron desplantes, rechazos, me quedaba esperando en las citas hasta
que se hacía media noche con la esperanza de que llegaras, con frío, llorando.
Nunca te lo dije porque tenía miedo de perderte y me decía “él va a cambiar,
algún día se va a enamorar de mí”, llegó nuestro aniversario y tú ni te
acordaste, Tomás, yo fui quien te dijo que fuéramos novios. No lo puedo creer,
fui tan idiota, me humillé tanto por ti… —Gera dejó salir una pequeña risita,
aunque sus ojos no dejaban de llorar— ¿sabes que acabas de dañar mi
desayuno?, hasta ganas de vomitar me han dado con solo recordar lo tonta que
fui en estos años. Pero no más, esto se acabó, espero que si en verdad te
sientes arrepentido no me vuelvas a buscar.
—Gera… Perdón, perdóname —suplicó Tomás. La muchacha se levantó
de la silla, tomó un vaso lleno de jugo de naranja y lo arrojó en el rostro del
joven.
—Vete al infierno Tomás —dijo antes de irse.
Las personas que estaban a su alrededor quedaron concentradas en lo que
sucedía entre los muchachos. Tomás no soportó más y soltó el llanto allí
mientras veía a Gera marcharse, el cargo de conciencia que tenía era grande.
*
Keidys se despertó y sus ojos se posaron en el mar azul que estaba frente a
ella, el olor salado se impregnó en su nariz. Algunas gaviotas se escuchaban
mescladas con el ruido de las olas. Se sentó en la cama mientras esperaba que
su alma descansara al ver aquel paraíso tropical.
Alejandra estaba en el pasillo hablando con Gabriel por celular:
—¿Entonces está en la clínica?, ¿qué? ¿Cómo es eso que se enteró de
todo? —interrogaba bastante asustada.
—Sabes que ellos le iban a contar todo, me dijeron que Josef antes ya
había estado internado en el hospital por un fuerte estrés que tuvo, al parecer
algo anda mal con las empresas y por eso es que está viajando todo el tiempo,
el llegar, discutir con Keidys y después enterarse que ella estaba embarazada,
todo esto lo puso muy mal y casi se muere anoche —explicó Gabriel por
medio de la llamada.
—No puede ser… Qué mal… ¿Y ahora?
—No sé, creo que lo más recomendable es que Keidys hable con Josef y
lleguen a un acuerdo porque si esto sigue así lo más seguro es que Josef
terminará de agravarse y podría morir, el doctor lo advirtió —explicó Gabriel.
—Ay no… Qué peligro, pero ella no quiere verlo —explicó Alejandra. En
ese momento la chica vio que Keidys salió del cuarto y se recostó en el marco
de la puerta—. Amor, te hablo después, ¿sí?
—¿Keidys está allí? —inquirió Gabriel.
—Sí, entonces hablamos más tarde —Alejandra colgó la llamada y le
mostró una sonrisa a Keidys—. ¿Quieres desayunar?
*
Alejandra y Santiago estaban en la cocina preparando el desayuno.
—Pica mejor esas verduras, están demasiado gruesas —pidió Santiago.
Alejandra estaba incómoda preparando comida, por un momento dejó salir
un resoplido:
—¡Ay no…! —gritó dejando a un lado el cuchillo y se cruzó de brazos.
—¿Qué sucede? —inquirió el muchacho.
—Yo no sirvo para cocinar, has eso tú —se recostó a la isla de la cocina.
—No sabes cocinar, tampoco te llama la atención… —Santiago quedó un
tanto pensativo—, ¿entonces, cómo es eso que te metiste a vivir con Gabriel?,
¿acaso tú no haces nada en el apartamento? ¿Él llega y no encuentra algo
preparado?
Alejandra tragó en seco e hizo un puchero:
—¿Acaso soy su sirvienta? —preguntó con un poco de sarcasmo—, soy su
mujer, pero eso no quiere decir que debo estar atendiéndolo.
—Tú lo has dicho, eres su mujer, cuando estás viviendo con una persona
tratas de hacerlo feliz, eso se logra con atención, no eres su sirvienta si cuando
llega le tienes preparado un plato de comida porque te preocupa que no se
haya alimentado adecuadamente en el trabajo, o que él encuentre una cama
arreglada donde puede descansar a tu lado —explicó Santiago—. Si yo tuviera
una novia y viviera con ella… intentaría que se sintiera a gusto a mi lado, los
pequeños gestos hacen que el amor en el hogar no se apague.
—Él no hace eso por mí, siempre que llega al apartamento está de mal
humor —refutó Alejandra.
—O sea que ustedes no están bien. Ya era muy raro en ti que no estuvieras
envuelta en algún problema —Santiago dejó salir una pequeña carcajada
mientras revolvía una salsa, después la probó—. Está delicioso.
—Lo sé, para serte franca… no me siento a gusto viviendo a su lado, creo
que me precipité —las manos de Alejandra empezaron a jugar entre sí—.
Gabriel está muy ausente, para él su trabajo es más importante, es raro porque
en todos estos años nuestro mayor sueño era estar juntos y ahora no sé qué
pasa… Yo a él lo amo y él dice que a mí también, pero ha cambiado tanto y
ahora no sé qué pensar —Alejandra hablaba rápido y después hizo un
momento de silencio cuando escuchó su voz quebrarse, tragó en seco—.
¿Crees que yo soy una mala persona por pensar todo esto?, le encontré fotos
con una modelo en su computador, ellos son muy… Muy… apegados, tal vez
esa sea la razón por la que esté tanto tiempo por fuera, bueno, yo sé que es por
su trabajo, lo entiendo, pero todas las noches en las que tengo que dormir sola
en ese enorme departamento me siento tan miserable…
Santiago terminó de servir el desayuno en los platos, sus oídos escuchaban
atentamente todo lo que la muchacha hablaba, le pasó dos platos a Alejandra
para que los llevara al comedor.
—Gabriel dice que no me engaña, que nunca sería capaz de hacer algo
así… Pero una cosa es decirlo, otra muy diferente son sus acciones, me hace
dudar mucho, ahora está haciendo ejercicio, nunca me contó algo respecto a
eso, ¿puedes creerlo?, me está ocultando cosas. Yo ahora estoy gorda, ya no
tengo el cuerpo de cuando tenía diecisiete, del que él se enamoró, ahora no
faltan muchos años para que cumpla treinta y me he convertido en una
escritora gorda que solo sabe tomar gaseosa con pizza frente a su computador
y que a veces se le olvida bañarse —Alejandra se sentó en la mesa. Keidys se
sentó frente a ella y Santiago al lado de la muchacha—. Lo más seguro es que
Gabriel ya no me ve como antes, siempre estamos discutiendo.
—Aléjate de él —soltó Santiago. Hubo un momento de silencio en la
mesa.
—¿Qué? —inquirió Alejandra.
—¿Piensas vivir tu vida al lado de un hombre que te hace desconfiar
tanto?, te estás destruyendo como persona, solo escucha como te tratas —
explicó Santiago mientras comía de lo más normal.
—No puedo hacer eso, todos estos años añoré estar con Gabriel, lo amo…
¿No crees que eso sería peor? —los ojos de Alejandra se inundaron de
lágrimas.
—Si tanto lo amas como dices ¿por qué desconfías de él y vives
discutiendo cuando lo tienes frente a ti? —preguntó Santiago. Alejandra no
supo responder, humedeció sus labios mientras su mente rebuscaba la
respuesta para tal pregunta.
Pasada dos horas, Alejandra estaba sentada debajo de una palmera en la
playa, tenía apoyados sus brazos en sus rodillas mientras los dedos de sus
manos jugaban entre sí, dejó salir algunas lágrimas mientras meditaba su
situación. Las olas del mar eran la única música que sus oídos escuchaban.
Recordó la primera vez que habló con Gabriel, era un día como aquel,
frente al mar, él le tomó una foto mientras ella lloraba, cuando hablaron no le
prestó mucha atención, aunque Gabriel sabía todo sobre su vida. Ahora
aquellos recuerdos de su adolescencia eran tan tristes, se había jurado que
atesoraría en gran manera aquella relación, quería envejecer a su lado, que un
día se despertara con su piel arrugada y él estuviera junto a ella, prepararan un
café y se sentaran en el patio de la casa debajo de un árbol mientras veían a
sus nietos jugar, tener una conversación con sus hijos ya mayores y en la
noche ver su programa favorito al lado de él hasta que quedaran dormidos
abrazos en la cama.
Pero en este momento las cosas estaban bastante mal y eso que apenas
estaba comenzando su historia juntos, no era como se lo había imaginado; veía
a Mateo y Claudia que estaban tan felices con la espera de su primer hijo, ellos
se amaban tanto… y eso le daba envidia.
*
—Eso no es cierto… Siempre me cuidé, no soy tan tan loca para quedar
embarazada a estas alturas de la vida, estoy demasiado joven —dijo Gera
mientras llenaba su copa de vino, desplegó una sonrisa y empezó a beberla.
Claudia la quedó mirando de arriba abajo, estaba tan bien arreglada y con
un maquillaje que resaltaba sus ojos verdes azulados.
—¿Y no se supone que estabas mal por lo que sucedió con Tomás? —
preguntó Claudia.
—Claro… Me duele lo que sucedió, pero eso no quiere decir que ahora me
voy a morir, al contrario, no voy a derramar lágrimas por un patán como ese.
Hay tantos hombres en este mundo que desearían estar conmigo como para
que yo me ponga en esas —Gera se acomodó en el sillón del restaurante—.
Estuve todo el día pensando en qué voy a hacer, quiero irme de viaje, pero
para eso debo esperar a que mis padres vuelvan para dejarlos al mando de la
editorial, voy a disfrutar lo que me queda de juventud, estuve tantos años
detrás de ese idiota que perdí mi esencia, así que voy a recuperarla —Gera
dejó salir una risa maliciosa.
—Me acuerdo cuando te conocí, eras una loca descabezada, cuando
empezaste a estar al lado de Tomás no lo fuiste más, él te cambió por completo
—dijo Claudia.
Gera quedó mirando por la ventana que estaba a su lado, desde allí se
podía apreciar un parque donde una pareja estaba sentada en una banca.
—¿Crees que no he estado pensando en eso?, él llegó a pedirme disculpas
por lo que pasó —decía Gera mientras miraba por la ventana—, yo lo observé
tan detenidamente, era las mismas palabras que utiliza siempre, pesé… “ahí
está otra vez, el mismo discurso de siempre, dice que está arrepentido y
después lo vuelve a hacer, la misma historia que se repetirá una y otra y otra
vez”, me di cuenta que nosotras somos así, dejamos que esos tipos nos
dominen, somos tan sumisas —volvió su mirada a Claudia—. ¿No te das
cuenta que hemos sido sumisas con ellos?, siempre estamos mal por las
acciones de ellos, nos tratan horrible, tú lo estuviste un tiempo con Mateo, te
trató tan mal… pero lo perdonaste y se volvieron novios, ahora le vas a dar un
hijo, bueno… tuviste la dicha de que él cambiara y ahora te trata como una
reina, pero mira a Keidys. Josef, todo este tiempo ha tenido que soportar su
mal genio y a él solo le faltó golpearla, qué patán. La verdad, yo no pienso
consentir eso. Alejandra, siempre con su inseguridad discutiendo con mi
hermano, esa es una relación tan tóxica, él no le presta nada de atención y
siempre está con esa tipa, lo más seguro es que a él le gusta esa Marisol, lo
peor es que Alejandra está sufriendo con todo lo que le está pasando y aun así
lo va a perdonar y seguirá al lado de Gabriel. Yo… por eso ahora solo trataré
de disfrutar mi vida, me follaré los tipos que yo quiera como la buena zorra
que soy y viajaré, iré a fiestas y me emborracharé como la gran loca que soy,
ya lo sabes, esa es mi esencia, así que disfrutaré esa hermosa personalidad que
tengo —Gera terminó de beber la copa de vino.
—Es cierto, estás soltera, eres hermosa y joven, disfruta, para ser feliz no
hay que tener un hombre al lado. Has tomado una buena decisión —dijo
Claudia, después quedó un tanto pensante— ¿quién es Marisol?
—Es una fotógrafa de la agencia en la que trabaja Gabriel y siempre están
juntos, ella viaja a su lado y se nota que está loquita por mi hermano —
respondió Gera—. Pobre de Alejandra como llegue a enterarse de eso.
Sin final
Corazón frío
Paso en falso
Quiéreme despacito
Me llora el cielo
¡Quiéreme!
Sombra de la muerte
La muerte detrás de ti
Todos salieron de la casa con mucho miedo a ver qué era lo que había
explotado, la policía estaba rodeando un parqueadero donde se encontraba un
auto prendido en llamas y había partes de éste tirados alrededor del lugar.
Josef quedó petrificado observando la magnitud de su situación, todo lo
que su familia estaba creando y cuántas personas podían morir por su culpa,
era una locura. Sus ojos recorrieron su alrededor mientras su piel comenzaba a
erizarse y su mente se fundía en un ahogo total, como alguien que quiere
llegar a la superficie de un profundo océano, sin embargo, no puede y pronto
su cuerpo se hunde lentamente.
Lo que había sucedido con aquel auto bomba era que se había explotado
antes de tiempo, la idea era ponerlo frente a la casa de Josef y que la explosión
consumiera a todos los que allí se encontraban, o sea que, si el plan hubiera
funcionado toda la familia del joven y los más allegados a él habrían muerto,
fue muy peligroso que se encontraran todos en un mismo sitio. Contaron con
la dicha de que el auto se explotara mientras lo estaban llevando al lugar, solo
murieron dos hombres en el acto, los trabajadores del Escurridizo.
Las personas se aglomeraban en el lugar para poder mirar el panorama y la
prensa comenzaba a informar sobre el suceso, todos querían saber qué era lo
que estaba pasando, ¿por qué la ciudad se sentía tan tensionada?
*
Keidys y Josef se encontraban en el cuarto con una pequeña luz tenue que
solo les alcanzaba a distinguir sus rostros. Había mucha tensión en el ambiente
y era de esperarse al haber acabado de presenciar la muerte en persona.
—Te vas mañana mismo —ordenó Josef a Keidys.
—No… Pero ¿por qué? Habíamos quedado que me iría la otra semana, no
he organizado nada —replicó Keidys.
—¡¿Es que no viste lo que sucedió?! ¡Casi nos matan a todos con un carro
bomba! ¡Hubiera sido una masacre! —se exasperó Josef. No sabía qué hacer,
se sentía aturdido.
—¡Por eso es que tú también te tienes que ir Josef! ¡Te van a matar si te
quedas! —pidió Keidys, caminó rápidamente a él y lo tomó de la camisa—.
¡Yo no me voy a ir si tú no te vas! ¡Deja de ser tan terco!
—¡Si me voy matarán a todos, él se saldrá con la suya! —gritó Josef.
—¡Prefiero que se salga con la suya antes de que te mate! ¡¿No te das
cuenta que quiere acabar con toda tu familia?! —Keidys se apartó de Josef
mientras sus lágrimas corrían por sus mejillas—. Él te matará si te quedas, a ti
y a tu abuelo, solo por una estúpida pelea de dinero.
—Eso es lo que ha construido mi familia por décadas, ¡es lo único que
tenemos!, toda mi familia siempre ha dado su vida a esas empresas, no vamos
a dejar que un malandro como él venga a robarnos todo lo que tenemos.
—¿Así que no importa si te mata? ¡¿Qué haces con ganarle y no poder
vivir?! ¡No vas a conocer a tu hijo y él tendrá que llevar la misma vida
miserable que tú has tenido! ¡Y todo por la avaricia! —gritó Keidys llena de
mucha impotencia.
La joven salió del cuarto dejando a Josef petrificado y a punto de soltar el
llanto. Se sentó en un bordillo de la cama y llevó sus manos a su cabeza
mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. Esas últimas palabras
de Keidys fueron puñales clavados directos en su corazón.
Alejandra vio cuando Keidys salió del cuarto ahogada en llanto, se acercó
a ella muy preocupada:
—¿Qué sucedió amiga? —preguntó. Keidys solo se limitó a abrazarla y así
poder desahogarse.
Tomás estaba con Santiago de pie divisando el horrible panorama que
mostraba la situación, los dos se encontraban con los brazos cruzados
declarando con sus rostros que, por su mente las salidas que tenían no eran
muy buenas.
—Perdón, estaba enojado contigo cuando me enteré que te habías vuelto
novio de Gera. Pensaba que me habías traicionado al fijarte en la ex de uno de
tus mejores amigos —dijo de la nada Tomás. Esas palabras sorprendieron a
Santiago quien rodó rápidamente su mirada al joven.
—¿En serio? Pensaba que no me hablabas porque había criticado tu estilo
de vida la vez que fuimos a comer pizza y pediste una vegetariana —soltó
Santiago y los dos dejaron salir una carcajada, pero después esfumaron las
sonrisas, la situación no ameritaba el buen ánimo.
—¿Crees que me voy a enojar por algo así?, qué tiempos aquellos —
Tomás dejó salir un suspiro y después clavó su mirada al gran portón y los
muchos policías que pasaban de un lado a otro.
—¿Crees que saldremos vivos de ésta? —inquirió Santiago.
—Debes hacerlo, me gustaría que te casaras con Gera, que la hicieras feliz,
has lo que yo nunca hice —respondió Tomás.
—No te trates así Tomás —Santiago sumergió sus manos en los bolcillos
de su pantalón—. Tengo la esperanza de verte con una buena mujer y que la
sepas valorar. Te aseguro que sin darte cuenta conseguirás a una chica que te
haga cambiar, seguramente la tienes a tu lado y no te has dado cuenta que está
allí. Además, con lo inmortal que eres sé que saldrás vivo de esta.
—Gracias —Tomás desplegó una sonrisa, en aquel momento Gabriel llegó
hasta donde estaban ellos.
—¿Por qué esas caras? —preguntó Gabriel—. ¿Se están despidiendo o
qué?
—Bueno… —Tomás tenía un nudo en la garganta y al mirarse las caras se
dieron cuenta que estaban pensando en lo mismo.
—La verdad es que no pienso morir ahora, quiero casarme con Alejandra y
tener hijos. No voy a dejar que un tipo como ese me quite todo por lo que he
luchado en mi vida —soltó Gabriel.
—Le estaba diciendo a Tomás que él tampoco iba a morir, antes estuvo a
punto, ya se volvió inmortal —chistó Santiago.
—Pero esta es diferente, acabas de ver que nos salvamos de una explosión
por los pelos del gato —recalcó Tomás.
—¿Estás diciendo que crees que El escurridizo te va a matar? —preguntó
Gabriel.
—Esto no se lo he dicho a nadie, pero… Años atrás me habían amenazado
cuando todo comenzó, no sé si esta vez me salvaré —contó Tomás.
—Claro que no… Deja tu pesimismo, no eres el Tomás que yo conozco –
regañó Gabriel.
—Mira, hagamos algo, si tú sobrevives a este problemón que hay, quiero
que consigas una mujer y te ajuicies, cuando lo hagas yo le pido matrimonio a
Gera y hacemos una sola boda, las dos parejas, ¿qué te parece? —propuso
Santiago.
—¡¿Qué?! —Tomás soltó una carcajada.
—Hablo en serio —aclaró Santiago.
—Esa es buena idea, yo me apunto —se animó Gabriel—. Así que tienes
que permanecer vivo y comenzar a buscar una buena mujer, Tomás, tienes que
hacerlo pronto porque estoy ansioso por pedirle matrimonio a Alejandra.
—Está bien, lo haré —aceptó Tomás.
La forma en la que los amigos alientan a una persona a seguir viviendo,
una promesa, tres vidas y muchos proyectos de vida. Todo un mar de
problemas y la muerte caminando alegremente por las calles. Era
impresionante, aquellos rostros jóvenes que anhelaban tener más años en este
planeta para poder ver su vida realizada con las personas que más amaban, no
solo hablo de parejas, también deben de incluirse a los familiares y amigos de
toda la vida.
—Yo no me voy a ir, pienso quedarme a cuidar a Josef —expresó Tomás.
—¿Quién habló de irse? Si huyo y matan a Josef tendré la conciencia
manchada para toda la vida por no haber cuidado a ese loco y ver a mi
hermana llorando todos los días, ¡Dios, no quiero eso! —dijo Santiago con una
sonrisa desplegada.
—Yo tampoco me voy, acabamos de hacer una promesa ¿no?, yo quiero
casarme —agregó Gabriel.
*
Claudia estaba empacando sus cosas en una maleta y Mateo la ayudaba en
el acto.
—Solo estaré por fuera una semana, cuida bien del restaurante —le dijo a
su esposo mientras desplegaba una sonrisa.
—Y tú de mi hijo —Mateo le dio un beso en la boca y después uno en la
frente de la joven.
Los padres de Claudia la habían ido a buscar después de haber visto las
noticias, estaban muy asustados por lo que sucedía, su papá era policía y los
rumores ya estaban más que esparcidos por la problemática. De hecho, ya en
las calles se murmuraba un poco de lo que sucedía, sabían que por algunas
semanas habría mucho peligro y eso aterraba.
—¿Te vas a quedar en la ciudad? —le preguntó su suegro.
—Sí, alguien debe hacerse cargo del restaurante —respondió Mateo.
—¡Eres muy terco, sabes lo peligroso que es ese narco! —regañó el señor
mientras tomaba una de las maletas de su hija del piso—. Solo… —miró
fijamente al joven— no te vayas a morir, no quiero una hija viuda.
—Mala hierba nunca muere —chistó Mateo.
El joven pudo ver el carro perderse en la larga carretera, a su lado estaba
uno de los guardaespaldas del señor Sandoval.
—¿Cómo estará Josef? —se preguntó.
—Siguen en la casa, la señora Keidys partirá a las cinco de la mañana con
su familia y la del señor Sandoval fuera del país —informó el guardaespaldas
casi a susurro.
—Ah… Ya, así que adelantaron la fecha —balbuceó Mateo.
*
Alejandra estaba casi pasmada por la notica, puso sus manos en su boca
mientras trataba de ahogar el llanto.
—¿Sabes lo que estás haciendo? —le preguntó a Gabriel. Se encontraban
en uno de los balcones de la casa de Josef.
—Es lo mejor amor —trataba de explicar Gabriel.
—¡Claro que no! ¡Es una locura! ¡Mira lo que acabó de pasar! —gritó
Alejandra— ¿por qué quieres morir tan pendejamente?
—No quiero dejar que mis amigos mueran —soltó Gabriel—. Sé que si a
Keidys se le diera por quedarse en la ciudad tú también lo harías, es tu mejor
amiga y está embarazada, querrías protegerla.
—Pero, Gabriel, con quedarte aquí no vas a resolver nada. ¿No te das
cuenta que tengo suficiente con la desesperación de que maten a Josef? Ahora
tú… —Alejandra soltó el llanto y abrazó al joven—, no… No quiero perderte.
—No voy a morir —dijo Gabriel.
—No me dejes sola, por favor —sollozó Alejandra.
—Amor, tranquila, no te dejaré sola, nunca. Sabes que debemos estar
juntos, siempre, ¿no? —le susurró al oído.
—Es una promesa —dijo la joven mirando al muchacho fijamente a
aquellos ojos verdes azulados.
—Una promesa —le dio un beso en los labios.
*
—Pero si quieres te puedes quedar —le dijo Gera a Keidys.
—A ti tampoco te dejan quedarte ¿no? —soltó Keidys mientras se limpiaba
las lágrimas sentada frente a la piscina.
—Bueno, tienes razón —Gera arrugó el ceño—. Imagínate que ahorita que
Santiago me llamó era para decirme que se va a quedar con Josef en la ciudad,
también se quedarán Gabriel y Tomás. ¿Por qué ellos pueden quedarse y
nosotras no?, al final, si nos vamos a morir lo haremos en cualquier lugar.
Keidys se quedó observando el agua de la piscina mientras su mente
reflexionaba sobre aquella situación tan angustiante. ¿Ella soportaría estar
cada segundo, angustiada, esa horrible incertidumbre por lo que le pudiera
suceder a Josef?
—Yo no me pienso ir, no… No lo soportaría, quiero estar al lado de Josef y
de mi hermano —soltó el llanto y puso sus manos en su cabeza.
—Keidys, cálmate, por favor —pidió Gera—. Si no te quieres ir, no debes
hacerlo.
Aquellas palabras hicieron que la mente de Keidys se despejara, dejó de
llorar y miró fijamente a su amiga.
—Tienes razón, ¿por qué debemos de hacerles caso si ellos tampoco nos
obedecen? —preguntó Keidys, pero sonó más a respuesta.
—¿Qué piensas hacer? —Gera la conocía, sabía lo impulsiva que era.
De pronto, Gera se vio subiendo las escaleras con nerviosismo en busca del
bolso de Keidys, la idea era salir por una puerta que había en la parte de atrás
de la casa que daba al parqueadero de la casa y allí salir huyendo a algún lugar
donde esconderse hasta que pasara la hora donde el avión partiría, si todo salía
bien, se quedarían en la ciudad. Pero había un gran riesgo en salir las dos
solas, en la noche, sabiendo que afuera estaban muchos ojos observando quien
entraba y salía de aquella casa para así poder dar uno de sus golpes.
Gera llegó al lugar de encuentro donde ejecutarían su plan, Keidys pudo
ver que su amiga caminaba con paso afanado trayendo consigo el bolso donde
se encontraban las llaves de algunos de los autos guardados en el parqueadero
de la casa.
—Lo más recomendable es que nos vayamos en el gris, ese muy poco lo
utiliza Josef, así que podemos correr con la suerte de que no lo reconozcan —
explicó Keidys.
—Bueno… Nadie me vio salir con el bolso, así que no se darán cuenta que
nos fuimos —dijo Gera.
Abrieron la puerta que estaba cerrada con muchas cerraduras, se notaba
que no querían que nadie entrara por allí.
Entraron a uno de los autos y Keidys decidió manejar, Gera se encontraba
llena de mucho miedo, salir sin alguien que las protegiera, era como tirársele a
un tren. Muy pronto salieron de la cuadra, pasaron por el parqueadero donde
estaban los policías revisando la explosión que había sucedido en el lugar,
después, entre más se alejaban, la carretera se volvía bastante sola.
Josef salió del cuarto en busca de Keidys, comenzaba a sentir un mal
presentimiento. Se encontró con Alejandra, quien algo dudosa lo acompañó
hasta la parte trasera de la casa, los dos pensaron lo mismo, se miraron las
caras. Corrieron a buscar por toda la casa a Keidys, pero su pensamiento era
acertado, se había ido.
Josef corrió a buscar al comandante para dar la noticia. Pero Keidys ya
estaba bastante alejada de la casa, manejaba a gran velocidad mientras pensaba
en dónde podría refugiarse para que no la encontraran.
—Keidys, por favor, baja la velocidad —pidió Gera.
Santiago notó que no podía ver a Gera en la casa, le preguntó a Gabriel por
su hermana.
—¿Se habrán ido juntas? —inquirió Gabriel comenzando a pensar lo más
horrible.
—¡No…! ¡No! —a Santiago se le erizó la piel.
Keidys se detuvo en un semáforo en rojo, volteó a ver a Gera quien tenía el
rostro de mil colores.
—¿Habremos hecho lo correcto? —inquirió Gera.
—No lo sé, pero ellos tampoco están haciendo bien —respondió Keidys.
Josef comenzó a marcar al número de Keidys, pero ella no contestaba. Su
peor miedo lo estaba torturando en aquel momento, ¿por qué ella le hacía
eso?, ¿acaso no se daba cuenta que solo intentaba protegerla y a su futuro
hijo?
Comenzaron a buscar el carro en el cual se había fugado Keidys, según el
comandante de la policía, ella no debía de estar muy lejos. El peligro era que
los trabajadores del Escurridizo reconocieran el auto antes que ellos y mataran
a Keidys junto con su compañera.
Keidys vio que un auto negro comenzó a pasar por el carril contrario, se le
hizo muy conocido, lo quedó mirando fijamente mientras su mente buscaba
los recuerdos exactos de dónde lo había visto.
—¿Qué sucede? —preguntó Gera.
—Ese auto… —soltó Keidys.
—¿Qué sucede con él? —inquirió Gera bastante asustada.
—Me parece que ya lo conozco —respondió Keidys, al pasar el auto cerca
de ellas su mente lo reconoció, era el mismo que ese día llegó a su casa—
¡oh… no, es, es el mismo que llegó a mi casa! —a Keidys las piernas
comenzaron a temblarle.
—¡Maneja, rápido, antes que te reconozcan! —pidió Gera. Keidys así lo
hizo. Sus corazones palpitaban muy rápido.
—¿A dónde irán? —preguntó Gera.
—No lo sé, pero creo que lo más seguro es que están vigilando la casa, nos
hemos salvado por poco —contestó la joven.
—¿Y si salen a buscarnos? ¿No crees que sería peligroso? —Gera llevó sus
manos a su boca, comenzaba a desesperarse.
*
—No… yo no puedo quedarme aquí sin saber a dónde fue mi hermana —
soltó Santiago—. Además, está con Gera, yo no soporto estar aquí sin hacer
nada.
Santiago comenzó a salir de la casa y Josef lo vio salir.
—¡Santiago, ¿a dónde vas?! —preguntó mientras comenzaba a seguirlo.
—No voy a quedarme aquí, necesito ir a buscarlas —respondió Santiago
montándose en su auto.
—Pero es muy peligroso, no debemos de salir —pidió Josef
posicionándose frente al auto.
—¡Claro que no! ¡Es mi hermana y mi novia las que se fueron y están
corriendo peligro! —gritó Santiago.
Sus amigos salieron fuera de la casa para poder ver lo que estaba pasando.
Josef quedó mirando por un momento a Santiago, él tampoco soportaba esa
horrible situación.
—Yo también voy —Josef comenzó a subirse al auto.
—¡Josef, no! ¡Oigan, no se vayan! —gritó Tomás comenzando a caminar
con pasos afanosos hacia el auto, pero fue muy tarde, Santiago comenzó a
manejar a gran velocidad.
Todos quedaron mirando cómo el auto se perdía en la carretera.
—Mierda, presiento que algo va a suceder —soltó Gabriel mientras
comenzaba a imaginarse lo peor.
*
Keidys y Gera hicieron lo más estúpido en su vida, comenzaron a seguir el
auto negro para saber a dónde se dirigía, es que sintieron una corazonada que
les decía que si no lo seguían se arrepentirían toda su vida. Y tenían razón,
ellos se dirigían al restaurante de Mateo, tal vez se enteraron que estaría solo,
él era el único del grupo que estaba desprotegido, solo había tenido un
guardaespaldas hasta hace unas horas, ya era media noche, así que lo más
seguro era que estaba durmiendo en su cuarto completamente solo, una presa
fácil para el Escurridizo y que haría flaquear a Josef y a su abuelo muy fácil.
Mateo era el amigo de la infancia de Josef y uno de los jóvenes que
prácticamente crio el señor Sandoval, el primer chico del grupo que sería
padre muy pronto, a cualquiera le dolería aquella muerte y mucho.
—Keidys, se dirigen a la casa de Mateo, él está solo ahora, ¡Dios mío, no
puede ser! ¡Lo van a matar, van a matar a Mateo, no…! —gritó Gera muy
asustada.
—Rápido, llámalo y avísale, ¡rápido Gera! —pidió Keidys muy
desesperada.
Gera sacó el celular del bolso y con mucho temblor lo sacó, pero sus
manos temblaban tanto que se le cayó al piso del auto, rápidamente comenzó a
recogerlo, ni le importó golpearse la cabeza cuando Keidys desvió su ruta para
tomar un atajo que la llevaría a la casa de Mateo.
El inocente joven sí se encontraba durmiendo en su casa, tenía todas las
ventanas con las cortinas corridas y las dos puertas principales de la vivienda
con seguro (la que daba a la calle y la del patio), según él eso lo salvaría de
algún atentado. Por suerte, tenía el celular con la carga completa y en sonido,
no quería perder ninguna llamada. Se despertó al escuchar la llamada que
estaba entrando en su celular, tenía que cruzar el cuarto para llegar a la mesa
redonda de cristal que estaba en una esquina. El sueño lo tenía un poco
atrapado aún, había tenido un día muy pesado y estaba bastante cansado,
además, era una persona muy relajada.
—¿Qué pasó Keidys? —preguntó Mateo mientras se frotaba los ojos con
las manos (Gera estaba llamando desde el celular de Keidys).
—¡Sal de tu casa ahora, te van a matar, corre, vete por la parte de atrás de
la casa, te esperamos en la esquina, cerca del parque! —dijo rápidamente
Gera.
—¡¿Ah?! —Mateo sintió que su cabeza se puso grande.
—¡Sí…! ¡Rápido, ni se te ocurra salir por la entrada principal, ellos
cogieron esa ruta, sal, corre! ¡No te queda mucho tiempo! —prácticamente
Gera estaba gritando.
—¿Por el patio? —preguntó Mateo, ¿cómo escaparía por el patio?
Mateo, no pensó en nada, ni siquiera colgó la llamada, bajó las escaleras
del segundo piso y corrió hasta la cocina para buscar las llaves. Todo estaba a
oscuras, eso le dificultaba la búsqueda de las ahora importantes llaves, pudo
reconocerlas en la oscuridad, ahí estaban, colgadas en la pared como si nada,
Mateo las tomó rápidamente y corrió hacia la derecha donde estaba la puerta,
comenzó a quitar los seguros de la puerta, al salir escuchó que un carro se
comenzaba a parquear frente a su casa.
Mateo cerró la puerta lentamente para no hacer nada de ruido. Después,
comenzó a buscar en el patio algo por el cual pudiera escapar, vio una pequeña
silla al lado de una mesa, por ahí podría montarse para saltar la paredilla que
dividía su casa con la de atrás. Sus vecinos se iban a asustar al escuchar que
alguien estaba tocando la puerta trasera y más a esas horas de la noche. Se
subió a la silla y comenzó a subir la paredilla, le sorprendió ver por una
ventana de la cocina de la casa vecina que la luz estaba encendida, saltó la
pared y comenzó a caminar con mucho sigilo.
—Gera, ¿estás ahí? —preguntó Mateo por medio de la llamada.
—Sí, aquí estoy, ¿cómo estás? —respondió la joven casi en un chillido.
—Estoy en la casa de atrás de la mía, voy a decirle que me deje salir a la
calle, espérenme en esa esquina, ¿saben cuál es?
—Sí, sí, estamos aquí, por favor, no dejes que te maten —dijo Gera. Por la
llamada se podía escuchar que Keidys le decía algo a Gera con tono muy
preocupado.
Los hombres del Escurridizo observaron la casa desde la ventanilla del
auto.
—Parece que el tipo no está en su casa —dijo uno de ellos quien estaba al
volante.
—Sí está, lo estuve vigilando por un buen rato, el tonto está dormido
creyendo que podrá ver el amanecer —replicó su compañero.
—Bueno, ¿qué esperas para entrar? —gruñó el que iba frente al volante.
El otro hombre se bajó del auto y trató de mirar por la ventana. Mientras,
Mateo comenzó a tocar la puerta de su vecino quien con algo de temor se
asomó y al ver a Mateo se extrañó, ya lo reconocía, varias veces habían
cruzado palabra por la calle y le iba a comprar comida al restaurante.
—Hermano, ¿qué pasó? —preguntó el señor al abrir la puerta y
encontrarlo en pijama y descalzo.
—Necesito que me ayude, debo salir por su calle, es urgente. Después le
explico el por qué —pidió Mateo.
—Claro —accedió el hombre al ver que en realidad Mateo se encontraba
en un aprieto, lo conocía, sabía que era una buena persona y eso hacía que le
quisiera preguntar la razón, pero no era el momento.
Caminaron con rapidez hasta la entrada y el señor abrió la puerta y en
cuestión de segundos, Mateo comenzó a correr, para aquel muchacho el huir
hasta poder divisar el auto y a sus adentros a Gera y Keidys gritándole que
corriera más rápido hizo que se diera cuenta de que era cierto, estaba a punto
de morir. Había un gran peligro al Mateo correr por esa calle, podía hacer que
los hombres que fueron a quitarle la vida lo vieran y lo mataran de un disparo.
Nada pasó, Mateo llegó al auto que ya se encontraba con la puerta del
pasajero abierta para que el joven entrara, al hacerlo, Keidys arrancó a gran
velocidad. Todo había pasado muy rápido.
La respiración de Mateo estaba muy agitada, Keidys manejaba muy rápido,
claro, era cuestión de segundos para que los matones se dieran cuenta que
Mateo había escapado y comenzaran a buscarlo, así que ellas también estaban
en peligro en ese momento.
—¿Cómo se dieron cuenta que ellos venían por mí? —preguntó Mateo ya
pasado unos segundos.
—Los seguimos —respondió Gera.
—¿Qué? —inquirió Mateo. Después se dio cuenta que la puerta del auto
estaba abierta, así que la cerró.
—Nos escapamos de la casa, menos mal lo hicimos, de lo contrario,
estarías muerto ahora —explicó Keidys.
*
El hombre que iría a asesinar a Mateo subió las escaleras sigilosamente y
comenzó a revisar en los cuartos y se llevó la gran sorpresa de que no había
nadie en la casa. Rápidamente corrió hasta la entrada.
—¡Se escapó, se escapó! —informó mientras se montaba en el carro.
—¡Te dije que el maldito auto que venía detrás de nosotros nos estaba
siguiendo! —gritó su compañero dándole un golpe al volante.
—¡Rápido, no deben de estar lejos! —le dijo mientras cerraba la puerta del
copiloto— ve al desvío, los alcanzaremos por ahí.
Josef iba bastante desesperado mientras miraba por la ventana del auto
algún carro que se le pareciese al auto que manejaba Keidys, cuando
encontraba alguno comenzaba a leerle la placa. Pero no habían encontrado la
dicha de encontrar el que era, pensaba que si podían hacerlo solo la regañaría,
pero al final terminaría con un fuerte abrazo, nada más, solo quería tenerla
entre sus brazos y darse cuenta que estaba bien; si ella moría él no sabría qué
hacer con su vida.
—¿No te contesta las llamadas? —preguntó Santiago.
—No, acabó de apagar el celular, ¿a dónde habrán ido? —respondió Josef
sin dejar de mirar por la ventana.
—Lo peor es que nadie nos llama para darnos información de ellas —soltó
Santiago.
Keidys comenzaba a dirigirse a la avenida principal, al llegar allí haría un
pequeño desvío y tomaría un atajo para poder volver a la casa de Josef. Quería
informarles a todos que era mejor no separase y quedarse en una casa grande a
las afueras de la ciudad, era muy peligroso quedarse allí. En momentos como
aquellos quería correr hacia Josef y abrazarlo, también decirle a su hermano
mayor que le agradecía todos los regaños que le había dado, tener en frente a
sus padres y decirles que los amaba, nunca se los había dicho, se acostumbró a
estar separada de su familia y siempre llevarle la contraria a Josef, debía estar
en momentos como esos para darse cuenta que tenía una vida tan perfecta,
todo lo que siempre quiso tener estaba ahí, pero solo faltaba un pequeño paso
en falso para morir. Detrás de ella se encontraba la muerte abriendo su enorme
boca para tragársela, no quería morir, no en momentos como esos, deseaba
conocer a su hijo, abrazar a Josef y pasar un día en familia, también poder ver
a sus amigos casarse, tomarse una foto con todas las personas que amaba y
tener una vida tranquila. ¿Morir sin pedirle a Josef perdón por esa última
discusión? ¡No lo quería!
Josef contestó una llamada de Gabriel.
—Tranquilo, estamos bien, vamos por la avenida principal, sí, cuando
terminemos el recorrido regresamos. Sí, por favor, dile a mi madre que estoy
bien —dijo Josef.
Keidys cada vez aceleraba más.
—¿A dónde vamos? —preguntó Mateo.
—A la casa de Josef —contestó Gera mientras miraba por la ventana, en
aquel momento se escuchó un trueno.
—Keidys, con cuidado, está comenzando a llover —advirtió la joven.
—¡Sí, lo sé! —aceptó Keidys.
—¡Chicas, nos están siguiendo! —informó Mateo comenzando a alterarse.
—¡Ya lo sé, no me mortifiques, no querrás que nos estrellemos! —se alteró
Keidys. Comenzó a subir más la velocidad.
A Gera no le gustaba mucho la situación en la que se encontraban, Keidys
cada vez manejaba más rápido y al parecer sus perseguidores también estaban
propuestos a seguirles el paso.
—¡Dios mío! —gritó Gera al ver que Keidys se pasó un semáforo en rojo y
un auto les pitó mientras frenaba en seco. Pero, salieron ilesos.
—¡Keidys, no vuelvas a hacer eso, es peligroso! —regañó Mateo quien
sentía que no saldría vivo de allí.
—¡¿Qué quieren que haga?! ¡Nos están persiguiendo para matarnos! —
gritó Keidys.
Tenían que pasar por un cruce donde se encontraban cuatro esquinas, el
semáforo estaba en rojo y Keidys no le hizo caso al aviso. Todo pasó muy
rápido, Gera solo vio un carro que también venía a gran velocidad y sus luces
la cegaron mientras el chillido que hicieron las llantas con el pavimento
retumbó en sus oídos. El auto donde venían sus perseguidores al intentar
desviar para no chocarse con el carro de Keidys terminó estrellado en un poste
y los hombres en él con el rostro lleno de sangre. Mientras, todos los que iban
en el auto de Keidys terminaron inconscientes incluyéndola a ella.
—Es lo mejor para ti Camilo, sabes todo lo que está pasando y el peligro
que corres por estar conmigo. Mi mamá ya habló con el director del colegio,
podrás terminar allá, lo bueno… es que has subido tus notas y pasarás el año
—explicó Alejandra.
—No, harás lo mismo que hacen mis padres, cuando tienen un problema
me mandan a otro lado para deshacerse de mí —hizo un minuto de silencio
mientras reflexionaba—, entiendo, lo que sucede es que… yo soy el problema.
Alejandra al escuchar estas palabras se impresionó en gran manera. Camilo
se levantó del mueble de la sala y comenzó a caminar a la salida del
apartamento.
—Eso no es cierto, ¡Camilo! ¡Espera! —comenzó a decir. Pero el joven se
hizo de los oídos sordos.
Alejandra se levantó del mueble y corrió a la puerta para alcanzar a su
hermano.
—¡Camilo, espera, no salgas, es peligroso! —gritaba.
*
—¡Camilo! —se emocionó Sofía al escuchar la voz del joven desde el
celular, miró a su lado donde estaba la señora Tatiana dormida en un sillón de
la clínica—. Claro, tengo tiempo, ¿dónde nos vemos?, perfecto, estaré ahí.
Claro que no hay ningún peligro, nadie se dará cuenta que estamos por fuera.
*
Alejandra comenzó a marcar el número de Josef, debía contarle lo que
estaba pasando, sentía un mal presentimiento, por suerte Josef contestó.
—Hola, Josef, tengo un problema, Camilo salió del apartamento muy
enojado, no sé para dónde cogió, pero lo más seguro es que se verá con Sofía.
Por favor, ve a la clínica y revisa que los dos estén allí —Alejandra tenía la
voz temblorosa, estaba desesperada y su corazón lo sabía, palpitaba con gran
fuerza y esto hacía que las piernas y manos de la muchacha comenzaran a
temblar. Estaba dentro del ascensor y el tiempo allí le pareció eterno.
—Claro, ahora que termine aquí voy a la clínica —respondió el joven.
—¡No, no, no…! Esto es urgente Josef, es mi hermano, salió y no sé a
dónde se dirige, lo más seguro es que si él le dice algo a Sofía, ella es capaz de
seguirle los pasos, estarán en gran riesgo si salen los dos solos —explicó
Alejandra.
—Tranquila Alejandra, allá está mi mamá cuidándola, no dejará que se
vaya a ningún lado, lo más seguro es que Camilo se dirige a la clínica para
hablar con ella. No creo que ellos sean tan tontos de salir sin guardaespaldas
sabiendo como están las cosas —calmó Josef.
—Si me estoy asustando es porque conozco a mi familia y sé que Camilo
sí es tonto de salir sin guardaespaldas. ¡Por favor, ayúdame con esto, son
nuestros hermanos, Josef, ¿cómo es posible que no lo comprendas?!
Alejandra colgó la llamada, se sentía muy mortificada, lo podía presentir,
iba a pasar algo muy malo con su hermano y todo era por su culpa.
*
Sofía estaba caminando por el pasillo de la clínica con el celular en su
mano izquierda, vio a lo lejos a un guardaespaldas, rápidamente corrió a
esconderse detrás de una pared. Soltó una pequeña carcajada y después revisó
que el lugar estuviera despejado de personas que no la fueran a dejar salir.
Caminó con pasos afanados por el parqueadero, no era la más experta
conduciendo, pero, se defendía, el único problema es que la detuviera un
policía de tránsito (no tenía licencia de conducir), pero, ya este tipo de cosas
las había hecho antes.
Así fue como se aventuró a una locura bastante peligrosa. En momentos
como ese es donde la mente se le nubla a la persona, no se entiende el por qué
se actúa de esa manera, simplemente se está ahí, haciendo todo mal.
Alejandra llegó a la clínica y comenzó a buscar a Camilo y a Sofía en todas
partes. Le preguntó a los guardaespaldas encargados de vigilar a Sofía, ellos
llevaron a la joven hasta el cuarto donde se encontraba Keidys durmiendo y a
su lado estaba la señora Tatiana en los brazos de Morfeo. Ver aquella situación
fue como un balde de agua fría sobre su cabeza. Los hombres detrás de la
joven comenzaron a correr en busca de la chica, empezaron a informar sobre
la desaparición a la policía y demás escuadrones de vigilancia.
Josef apenas estaba llegando a la clínica, había estado hablando con los
detectives sobre la búsqueda del Escurridizo. No creía que las cosas se iban a
poner boca abajo nuevamente, no, las cosas ya estaban de esta manera, la
desaparición de su hermana solo sería el postre para aquella dulce cena.
—¿Qué? —inquirió Josef palideciendo frente a Alejandra.
—¡Te lo dije, Camilo iba a incitar a tu hermana a escaparse!, ¡pudimos
haberlos alcanzado!, ninguno de ellos me responde las llamadas, quién sabe
dónde estarán, si corren peligro… —Alejandra llevó las manos a su cabeza y
peinó su cabello de una manera desesperada mientras comenzaba a mirar a
todas partes.
Josef se recostó a una pared, no podía más, ¿por qué pasaba esto?, sentía
que sus fuerzas lo dejaban. Veía como su amiga lo regañaba mientras
comenzaba a llorar.
Sofía llegó a un restaurante frente a la playa, vio a lo lejos a Camilo que le
hacía señas con una mano. La joven caminó con una gran sonrisa desplegada
en su rostro hacia el muchacho.
—Hola… —lo saludó con un beso en los labios.
—¿No te da miedo estar por fuera? —preguntó Camilo.
—Ya lo he hecho antes, no creo que yo le importe mucho a ese mafioso —
respondió Sofía.
—Vaya, qué valiente —elogió Camilo.
—Bueno, ¿qué fue lo que sucedió? —preguntó Sofía.
—Lo que pasa es que… Alejandra me va a mandar con mis padres —
explicó el muchacho.
—¿Qué? ¡No!, no, no… Camilo, ¡dijiste que nos íbamos a graduar juntos!
—soltó Sofía con la voz temblorosa.
Un mesero les llevó unas malteadas que dejó sobre la mesa.
—Lo sé, pero no puedo hacer nada, es la decisión de mi hermana, como
siempre, ya no saben a dónde mandarme —explicó Camilo con un rostro
bastante serio.
—¡Pero esto es injusto! ¡No deben de hacerte esto! —se enojó Sofía.
*
Santiago observaba fijamente el cuerpo de Gera que estaba entubado a las
máquinas que eran las responsables de mantenerla con vida. Sus ojos se
llenaron de lágrimas, ¿cómo es posible que un día la tenía entre sus brazos y
otro ella estaba ahí, casi inerte peleando por vivir?
El muchacho salió de la habitación con las esperanzas en el piso, caminó
lentamente por el pasillo sintiéndose burlado por la vida. En momentos como
ese era cuando corría a los brazos de su hermana menor, pero ella también
estaba en estado crítico, claro, no como el de Gera, pero no había recobrado la
conciencia; quería morirse, sentía que era imposible salir de esa situación que
los iban a matar a todos. El Escurridizo era una persona muy peligrosa, con
mucho poder.
Tomás vio a lo lejos a Santiago que estaba sentado una banca del pasillo
con los codos sobre sus rodillas.
—Santiago, ¿viste a Gera? ¿Cómo está? —Preguntó el joven sentándose a
su lado, pero al ver el semblante de su amigo tuvo la respuesta, nada había
mejorado— oye, tranquilo, Gera es muy fuerte, saldrá bien de esta.
—¿Y que tal que nos maten a todos? ¿En realidad crees que ese mafioso
nos va a dejar vivos? Esto solo es el comienzo, él no se va a detener —gruñó
Santiago—. Entiende, esto no es ningún juego que pueda ganar personas tan
inútiles como nosotros, es un mafioso que tiene ojos en todas partes, nos
puede matar cuando él quiera, solo juega con nosotros.
—Oye… Él no es Dios, no nos va a matar, claro, lo hará si le tenemos
miedo, eso es lo que quiere, que le temamos. Ya verás, todo va a salir bien.
Recuérdalo, él no es Dios, es alguien como tú y como yo —Tomás hizo un
momento de silencio—. ¿Recuerdas que hace tres años hicimos el curso de
defensa personal? —Santiago rodó su mirada a su amigo, desplegó una
sonrisa, Tomás como siempre, dispuesto a alzarle el ánimo a cualquiera—.
Bueno… Acabo de comprar algunas cosas que se las regalaré a ustedes, la idea
es mantenernos vivos ¿no?
—Pero yo ese curso… Solo asistí como a siete clases, no lo terminé —
soltó Santiago.
—Bueno, es hora de que lo retomes. De lo contrario, cuando te encuentres
con uno de los trabajadores del Escurridizo te dejarán como papilla —chistó
Tomás.
*
Gabriel estaba haciendo una sesión de fotos, frente a él estaba una modelo
de curvas perfectas, sonriendo con el ego por las nubes. Alta, de cabello rubio,
ojos grises, posando con gran elegancia, su nombre, o bueno, el apodo con el
que todos la llamaban era Rossy.
Rossy le gustaba revisar sus fotos al terminarse la sesión para subirse más
el ego. Aunque fuera muy engreída, se llevaba bien con Gabriel, muchas veces
conversaban sobre sus vidas.
—Hoy mi novio me va a llevar a cenar al nuevo restaurante chino, tan
lindo, siempre complaciéndome en todo —dijo Rossy.
—Ah… El viejo —soltó Gabriel, no estaba de ánimos para escuchar sus
historias.
—Ay, sí, me llevará a Miami la otra semana, aunque me aburre, quería
pasar mis vacaciones en Dubái, pero él dijo que viajaremos allí después, o sea,
cuando pasemos dos semanas en Miami.
Gabriel dejó salir un suspiro, ¿cuánto más debía soportar su historia de los
viajes que hacía? Quería terminar el trabajo e ir a revisar el estado de su
hermana.
—En fin, hoy iré a su hacienda a las salidas de la ciudad porque me tiene
un regalo, ojalá no sea otro de esos autos, porque ya no tengo espacio para uno
más en mi casa, si me da otra casa sí le recibo el auto —Rossy comenzó a
organizar su cabello mientras revisaba las fotos.
—¿Tu novio en qué trabaja? —preguntó Gabriel.
—Bueno… ¿No te lo había contado Gabi? —inquirió ella mientras
desplegaba una sonrisa.
—No.
—Es porque no lo puedo contar, es un tema difícil y más con las cosas que
hace ese viejo rebelde en estos momentos —soltó una carcajada.
—¿Está metido en cosas malas?
—¿Él?, ¡por favor!, supuestamente es un viejo al que todos le temen, pero
es porque no lo conocen de verdad, es tan fácil hacer que se lo lleve la muerte.
Esas últimas palabras confundieron a Gabriel, ¿de qué hablaba esa chica?,
bueno, no le importaba mucho las cosas locas con la que salía Rossy en aquel
momento.
Rossy salió de la agencia con su gran paso engalanado, en la salida había
un auto negro con dos guardaespaldas esperándola. Ella los saludó muy
amablemente, se subió al carro y ellos la llevaron hasta lo último de la ciudad,
un gran trayecto en el que conversaba con los hombres sobre lo que hacía en la
agencia, o sea, cuántas fotos se tomó. Algo que los aburría en gran manera.
Rossy llegó a una hacienda enorme que tenía mucha vigilancia, pero ella
hacía que no observaba nada de lo que pasaba a su alrededor. Llegó hasta una
piscina donde se encontraba un viejo bastante gordo tirado en una silla muy
gorda debajo de un árbol de mango.
—¡Amorcito! —gritó ella mientras corría hasta él, se sentó sobre sus
piernas y comenzó a besarlo— ¡te extrañé mucho!
Los hombres del Escurridizo comenzaron a hacer gestos de desagrado, en
momentos como ese es donde uno dice que la chica solo lo quiere por dinero,
pero… ¿soportarlo por siete años? Tal vez estaba esperando a que muriera de
un infarto, pero él tenía más vidas que un gato, aunque… pensaban que Rossy
era muy bruta para que se le pasara por la mente matar al gordo y quedarse
con toda su fortuna, por eso era que el Escurridizo confiaba tanto en ella.
Bueno, era porque estaba con la chica desde que tenía catorce años.
—¿Sabes que fecha es hoy? —preguntó Rossy al viejo gordo.
—Claro que sí —soltó el hombre comenzándose a levantar de la silla, se le
hacía difícil, su grasa pesaba mucho a esas alturas de la vida.
—Bueno, te tengo un regalo para celebrar estos diez años juntos —soltó
ella emocionada mientras comenzaba a buscar algo en su bolso.
El Escurridizo se puso una camisa blanca y se sentó en una silla frente a
una mesa, un mesero comenzó a servir varios platillos en ella. Rossy le pasó
una cajita negra de tamaño mediano, el hombre la abrió con un rostro un tanto
cansado, ella nunca le daba regalos buenos.
—Un portarretratos y una cadena de oro —dijo el Escurridizo.
—¡Sí!, así cuando estemos lejos siempre me vas a recordar —soltó ella con
un tono emocionado.
—Muchas gracias, es muy bonito de tu parte —soltó él mostrando una
sonrisa forzada.
—¿No te gustó? —Rossy borró la sonrisa.
—No, claro que sí, es muy tierno, muy bonito —soltó él, después comenzó
a ponerse la cadena—. ¿Cómo se me ve?
—¡Hermoso mi amor! —ella corrió a abrazarlo— ¡Te amo!
—Yo también mi amor, por eso te tengo el mejor de los regalos —soltó él
emocionado.
—Sé que te gusta mucho Dubái, por eso te acabo de comprar una casa,
todo a tu nombre, además, quiero hacerte una propuesta.
Rossy tapó su boca con sus manos, se levantó de las piernas del gordo al
ver que unos empleados trajeron varias cajas, bolsas, y un sobre pequeño (que
era el que le interesaba a la muchacha, eran las escrituras de la casa), abrió el
sobre y gritando de la emoción comenzó a saltar y llenarle el rostro al gordo
con besos sin importarle lo sudado que estaba.
—¡Te amo mi amor, gracias! —gritó.
—Espera, no he terminado —él se levantó de la silla y sacó de su bolsillo
una cajita roja—, ¿quieres casarte conmigo?
Rossy con los ojos llorosos volvió a taparse la boca, pero era el impacto de
ver aquel anillo, ese enorme diamante que la envolvía en su brillo.
—¡SÍ, CLARO QUE SÍ! —ella se abalanzó a él, sus brazos no alcanzaban
para rodearle todo el cuerpo.
*
Sofía conversaba con Camilo sobre un plan en el cual él pudiera quedarse
en la ciudad, de pronto, vieron que desde hace algunos minutos había un auto
parqueado frente al restaurante. Eso les daba un mal presentimiento, Sofía
comenzó a llenarse de miedo.
—Camilo… —musitó.
—Lo sé, yo también lo he visto. No te asustes, mira, levantémonos
lentamente y hagamos que no hemos visto nada, salgamos y comencemos a
caminar hasta la quinta avenida, ahí nos mesclaremos con la gente. Vamos, no
tengas miedo —explicó Camilo mientras comenzaba a levantarse de la silla.
Caminaron como si no hubieran visto nada, pero por dentro el corazón de
la joven palpitaba con gran fuerza. Sim embargo, para su mala suerte, el carro
comenzó a avanzar y les tocó correr. La bahía estaba llena de personas que
comenzaron a ver la persecución, todo se llenó de desorden cuando se
escucharon disparos, los gritos no dejaban de retumbar las calles.
Sofía no sabía a dónde la llevaban sus pies, solo estaba tomada de la mano
de Camilo, esperando que la muerte no los alcanzara; cruzaron en una esquina
donde había una estatua de un indígena saludando, no se habían percatado que
estaban en medio de la carretera, un auto frenó en seco. Volvieron a escuchar
disparos, siguieron corriendo hasta llegar a una esquina bastante grande (era la
misma donde Keidys tuvo el accidente), las personas corrían de un lado a otro
al escuchar los disparos, era un enorme desastre.
La policía llegó en aquel momento y comenzó a perseguir el auto que se
escapó en las estrechas calles del antiguo lugar. Pronto solo se escuchaban los
murmullos de las personas que comenzaron a rodear a los chicos mientras que
gritaban a todos lados “¡una ambulancia!”. Sofía quedó reparando a Camilo
quien estaba herido en su brazo derecho mientras permanecía arrodillado
jadeando.
—¡Camilo, mírame! —gritaba Sofía mientras se arrodillaba frente a él—,
¡debemos de irnos, tienes que levantarte! —pero el chico estaba lleno de tanto
miedo que no sabía qué hacer.
Algunos de la multitud filmaban lo que estaba sucediendo. Pronto el
detective Henrique se acercó hasta ellos y los sacó de la multitud. Debían de
escapar antes de que llegara la prensa.
*
Josef le vio una gran bofetada a Sofía:
—¿Estás loca? —le preguntó en un gruñido. Comenzó a estremecerla—
¡Casi te matan!
Sofía soltó el llanto mientras se abrazaba a sí misma, el cuarto de estudio
cayó en un silencio absoluto.
—Mi mamá casi le da algo cuando se enteró que te habías escapado. Mira
como quedó Camilo, Alejandra estaba muriéndose de los nervios mientras lo
buscaba por toda la ciudad. ¡¿En qué estaban pensando?! ¡Sabes que estamos
en grave peligro ¿y se te ocurre hacer una de tus bobadas?!, ¡ahora hablan de
nosotros en los noticieros! —Josef estaba muy furioso.
La nariz del joven comenzó a sangrar, eso asustó a la chica.
—Josef, cálmate —pidió su hermana.
—¡Lárgate! —gruñó el joven.
Sofía salió del cuarto de estudio, corrió a buscar a su abuela que estaba en
la cocina:
—A Josef le está sangrando la nariz, llama al doctor, por favor —pidió.
—¡Anda, mi niño! —soltó la señora corriendo a ver a Josef.
*
—Casi me da algo cuando te fuiste, ¡¿por qué hiciste esa locura?! —dijo
Alejandra frente a Camilo quien tenía un brazo vendado y estaba sentado en
una camilla.
—A nadie le importo, no era para tanto —respondió el joven con la mirada
cabizbaja.
—¡Eso no es cierto! ¡Si te mueres yo no sé qué voy a hacer con mi vida!
¡Entiéndelo! —Alejandra soltó el llanto y llevó una mano a su boca.
Camilo alzó la mirada impresionado de escuchar las palabras de su
hermana mayor, tragó en seco, Alejandra estaba temblorosa y se veía muy
preocupada, alguien que ya no podía más con la situación.
—Deja de llorar, por favor —le pidió.
—No puedo creer que quieras morir, ¿por qué no lo entiendes? A mi madre
le daría algo si se entera que te hirieron, yo no sabría qué hacer con mi vida si
te mueres. Necesito que sigas vivo –Alejandra lo abrazó—. Sí tienes personas
que te quieren, yo te amo Camilo, eres mi único hermano.
—¿Entonces por qué te quieres deshacer de mí? —inquirió el joven en un
hilo de voz. Alejandra lo miró fijamente a los ojos.
—No me quiero deshacer de ti, entiéndelo, solo quiero protegerte, que
sigas vivo. Si quieres puedes quedarte, así nos cuidamos entre los dos, pero
por favor, no vuelvas a irte de esa manera —hubo un minuto de silencio,
después los ojos de Camilo se inundaron de lágrimas.
—Está bien, no lo volveré a hacer, perdón por asustarte de esa manera —se
disculpó. Alejandra limpio sus lágrimas y después desplegó una sonrisa.
—Eres una caspa —soltó comenzándose a calmar.
La prensa estaba frente al hospital donde se encontraba interna Keidys, ya
habían confirmado que los videos del grave accidente que circulaban en las
redes sociales se trataban de ella y sus amigos. Pero lo que tenía revolucionada
a toda la comunidad eran los sucesos que giraban en torno a la familia de la
muchacha, y eso amaba la prensa, el poder revolver más el avispero. En las
redes sociales circulaba una noticia donde decían que querían exterminar al
grupo de amigos de Keidys por problemas con el narcotráfico y muchas cosas
más.
El señor Sandoval trataba de pasar por la multitud de reporteros que lo
agobiaban con muchas preguntas, sus guardaespaldas apartaban a los
reporteros junto con los policías para que así dejaran pasar al hombre. “¡Señor
Sandoval, por favor, responda, ¿tiene problemas con el narcotraficante…!”
preguntaban en todas partes.
Keidys despertó, frente a ella estaba sus padres que corrieron al verla abrir
los ojos:
—Hija… —sollozó su mamá.
—Mi bebé, ¿cómo está? —preguntó muy asustada.
—Tranquila, está bien, sigue en tu vientre —respondió el señor.
Keidys dejó salir un suspiro mientras comenzaba a tranquilizarse. En aquel
momento entró Josef al cuarto y desplegó una sonrisa al verla despertar.
—Amor… —soltó mientras caminaba hacia ella.
—Josef —soltó Keidys en un hilo de voz, trató de sentarse en la cama,
pero un gran dolor invadió su cuerpo.
Josef tomó una de las manos de la muchacha.
—No te muevas, estás bastante delicada —pidió Josef.
—¿Cómo están todos? —preguntó la joven.
—Están bien, no te preocupes —respondió su mamá.
—Tenía mucho miedo, nos chocamos y no supe más nada. Nos estaban
persiguiendo, casi nos matan. Iban por Mateo, si no hubiéramos estado allí —
Keidys soltó el llanto—, tengo mucho miedo, casi pierdo a mi bebé.
Josef la abrazó, la pobre comenzaba a temblar.
—Josef, esto está peor de lo que pensaba, nos van a matar a todos. Nos
vigilan todo el tiempo, no quiero que nadie muera, no… —sollozaba mientras
escondía su rostro en el pecho de su esposo.
—Tranquila, estamos bien, nadie ha muerto —susurró Josef. Rodó la
mirada a sus suegros quienes entendieron el mensaje. Keidys estaba teniendo
una crisis nerviosa.
*
—Keidys está bastante mal, a cada momento pregunta por mí, debo de
estar siempre cerca de ella —le dijo Josef a Santiago quien estaba sentado a su
lado en una banca del hospital.
—Debes de entenderla, acabó de sufrir un accidente, ahora… Si antes
sabía que este problema era muy grande, ahora que lo experimentó en carne
propia sabe las magnitudes de él. Pobrecita mi hermana, ella es bastante
nerviosa por naturaleza y con esto… debe de estar sufriendo mucho —
Santiago rodó la mirada a su cuñado—. Lo siento mucho Josef, pero es la
verdad, me preocupa la salud de mi hermana, es la única que tengo —las
últimas palabras sonaron quebradas, era un nudo en la garganta que se estaba
formando en Santiago.
—Lo sé, estoy claramente consiente del sufrimiento que ella está
padeciendo y me siento impotente por no poder resolverlo pronto. Sé que en
cualquier momento esto empeorará más y… Yo no quiero perder a Keidys,
claro que no, sé que este problema es mi culpa —hubo un momento de
silencio—. Yo le había prometido que no dejaría que le hicieran daño, pero no
pude cumplirlo.
Santiago se sitió culpable por haberle dicho aquellas palabras a Josef, fue
muy imprudente.
—Josef… Disculpa, no quería decirte eso, sé que tú tratas de hacer todo lo
posible por resolverlo. Mira… —trató de resolver las cosas.
—Santiago, sé que te sientes impotente por lo que está pasando, es tu única
hermana y ahora su salud peligra. Te prometo que haré todo lo posible por
protegerla.
—Gracias Josef —se miraron fijamente. Sabían que todo su alrededor
estaba hecho un desastre, que una simple promesa no podría resolverlo, pero,
esas palabras ayudaban a calmar el alma.
Uno de los empleados del Escurridizo se despertó, se vio esposado a la
cama y frente a él el detective Henrique.
—Sí, irás a la cárcel, y es mejor que nos digas todo lo que sabes, así tu
condena no será tan alta. Hazlo por las buenas —dijo el hombre.
—Sí, sí, tranquilo, yo voy a contar todo lo que sé, pero por favor, que nadie
se entere que soy yo, el Escurridizo mata a todos sus hombres que entran a la
cárcel, no dejen que me mate. Les contaré absolutamente todo —suplicó el
hombre.
—Eso está muy bien… —el detective desplegó una sonrisa.
Cuando se es confiado
Así fue como la policía supo un poco sobre los puntos donde se escondían
más trabajadores del narcotraficante, les hicieron una emboscada y así
comenzaron a caer poco a poco. Algunos hablaron, pero lo hacían al enterarse
que sus compañeros también hablaban y les daban protección. Así dieron con
los lugares donde el escurridizo se escondía, pero al tratar de capturarlo él ya
no estaba allí. Las amenazas seguían para Josef, recibía llamadas, panfletos,
hasta quemaron uno de sus autos. Era una gran guerra entre dos bandos. El
ganador sería el que mejor moviera las fichas.
—Ya no se encuentra en la ciudad, tiene pensado salir del país el martes,
no debemos permitirlo, es ahora o nunca —le dijo el señor Sandoval a Josef.
—No creo que se vaya a ir así, nada más, con todo lo que nos ha hecho
hasta ahora, seguramente tiene pensado hacer algo bastante grande antes de
huir —Josef se cruzó de brazos frente a la pared de vidrio donde se veía toda
la ciudad en la espesa noche.
—Hijo, debo de confesarte que me siento cansado, no puedo dormir, los
trabajadores están renunciando desde que en las noticias no dejan de hablar de
nosotros y que explotaran ese auto frente a la empresa. Todo se viene abajo —
soltó el señor Sandoval.
—Lo sé, yo también me siento así. Pero tranquilo abuelo, nosotros también
lo tenemos acorralado, míralo, huyó de la ciudad, ahora se irá del país, y se
suponía que seríamos nosotros los que lo íbamos a hacer. Pronto lo vamos a
capturar y le haré pagar todo lo que nos ha hecho —Josef sumergió sus manos
en los bolsillos de su pantalón.
Todos los amigos de Josef, junto con su familia, se habían desplazado a las
afueras de la ciudad en una finca adentrada a más de cuatro horas de camino,
allí tenían una alta seguridad que los vigilaba las veinticuatro horas.
Lo tomaban como unas pequeñas vacaciones no planeadas. Mateo ya le
habían dado de alta en la clínica y a Keidys también, ella debía de estar en
reposo absoluto ya que tenía riesgos de perder el bebé, por lo mismo le
contrataron a una enfermera.
—¿Te acuerdas cuando estábamos en el colegio y nos conocimos por
primera vez? —le preguntó Alejandra a su mejor amiga.
—Cómo olvidarlo, si te desagradé a la primera. ¿Quién iba a creer que
seríamos mejores amigas? —Keidys desplegó una sonrisa, se acomodó en la
cama, Alejandra estaba a su lado con las piernas cruzadas.
—En estos días recuerdo mucho esos tiempos, eran tan tranquilos. Los
viernes íbamos al restaurante y comíamos hasta que no podíamos más —
recordó Alejandra.
—Cuando hacíamos las pijamadas y terminabas borracha, siempre tenía
que quedarme contigo al día siguiente hasta que se te pasara la resaca —
Keidys soltó una pequeña risita.
—Me acuerdo bien que a Gabriel se le daba por quedarse y a mí me daba
una vergüenza que me viera en la mañana, yo con esos cabellos de punta y sin
haberme lavado la boca —las dos soltaron una gran carcajada—. ¡Amiga, qué
pena! —hubo un momento de silencio—. Qué bonitos recuerdos, cómo me
gustaría que todo siguiera igual, que podamos reunirnos en un restaurante
todos y nos divirtiéramos como esos días.
—¿Sabes?, en estos días me he dado cuenta que nunca he estado muy
cerca de Josef, que nuestra vida se resumió a una relación a distancia. Ahora
que nos casamos seguimos lejos y… No quiero seguir así, quiero que esté a mi
lado y nunca más se vaya —a Keidys se le inundaron los ojos de lágrimas—.
Quiero que todo esto acabe y que podamos estar juntos.
—Ay amiga —a Alejandra se le llenaron los ojos de lágrimas—, ya verás,
todo va a salir muy bien y podrán estar juntos. Ya verás —Alejandra abrazó a
su mejor amiga.
Tomás no quiso quedarse en la finca, quería seguir su vida normal en la
ciudad cuidando su pequeña empresa y así no tener que estar pensando a cada
momento lo que sucedía a su alrededor.
—Digamos que me quedo solo, debes de lidiarme para siempre en tu casa
—dijo Tomás a Josef recostado al mesón mientras tomaba una copa de vino.
—Claro que no te voy a soportar, tengo que lidiar con las discusiones de
Keidys y los llantos del futuro bebé, ¿cómo crees? —Josef soltó una carcajada
mientras terminaba de picar unas manzanas y las mesclaba con el resto de su
ensalada de fruta—. Debes de organizar tu vida Tomás, no puedes andar como
picaflor de un lado a otro, sé que no quieres quedarte solo, anhelas tener una
buena esposa y unos hijos. Ahorita toda tu belleza se irá y quedarás solo, sé
que no te gusta la soledad.
—Creo que… no tengo buena suerte en el amor, siempre que creo haber
conseguido a una buena mujer termino haciéndole daño y después, cuando me
doy cuenta, ella ya está con otro hombre, uno que sí la sabe valorar y se
terminan enamorando perdidamente —Tomás quedó observando su copa de
vino mientras que el silencio se apoderaba del departamento.
Josef miró detenidamente a su amigo, le echó miel a su ensalada de frutas
mientras pensaba en las palabras clave para darle un buen consejo.
—¿Lo dices por lo que pasó hace años con Alejandra?, cuando te diste
cuenta que la amabas ella ya tenía a Gabriel y no tuviste más remedio que
ayudarlos a que estuvieran juntos. Después te hiciste novio de Gera y la hiciste
sufrir, cuando quisiste recuperarla ella ya estaba con Santiago —dijo Josef
mientras caminaba con su taza llena de picadas de frutas hacia una mesa de
cristal que estaba a unos metros de él.
—No me lo recuerdes —pidió Tomás mientras se sentaba frente a él.
—Es que eso es lo que pasa, te haces de los oídos sordos frente a tu vida
amorosa, por eso estás con una y con otra, tienes una vida sentimental
inestable porque quieres olvidarlo todo, hacer que nada ha pasado —regañó
Josef.
—¡¿Y qué quieras que haga?! —se enojó Tomás— yo no soy como tú, que
puede expresar sus sentimientos a la primera cuando los siente. No soy como
ninguno del grupo, siempre he tenido esa maldita mala fama de hombre
mujeriego que juega con cualquiera que se le atraviesa en el camino y es
verdad, así soy. Así que no me pidan tener una vida estable con una bella
familia y una vida rutinaria con noches en familia porque no lo puedo hacer,
no soy capaz, soy un maldito hombre que no sabe lo que quiere en su vida —
Tomás comenzó a revolver su cabello con mucho estrés.
—Pero si no te gusta la vida que estás llevando solo debes de cambiarla.
—Eso suena tan fácil, ¿crees que no lo he intentado? ¡Lo hice!, pero
terminé con el rostro reventado por los golpes cuando ustedes se enteraron lo
que pasó con Gera, después me enteré que ella se estaba revolcando con
Santiago cuando no llevábamos ni un mes de separados, ¿qué lindo no?
—Oye… Lo de Gera, ¿no se supone que ya lo superaste? —inquirió Josef
curioso.
—Claro que sí, ella… —Tomás tragó en seco al recordar el estado en el
que seguía la joven.
—Mira… Debes de darte un tiempo Tomás, piensa mejor las cosas y así
sabrás si quieres quedarte solo o deseas formar una familia. Pero que esta vez
sea cierto, y si quieres tener una pareja, cuando elijas a la indicada recuerda
todos los días que debes de tratarla como el ser más especial para ti. Cambia tu
personalidad en ese aspecto —aconsejó Josef.
Esas palabras retumbaron en la mente de Tomás, “debes de tratarla como el
ser más especial para ti”. Eso era, tenía que reconocer a esa chica y comenzar
a tratarla de la mejor manera, así conseguiría que ella se quedara a su lado.
Josef estaba viviendo con Tomás en su departamento, así se cuidaban
mutuamente. Para no llamar la atención, los guardaespaldas de Josef vigilaban
la entrada del edificio, les molestaba estar viendo a una persona vigilarlos todo
el tiempo, aunque, eso era bastante riesgoso.
—Josef, escuché un ruido en la sala —soltó Tomás al despertarse
precipitadamente, las palomitas de maíz se regaron en la cama cuando el joven
hizo aquel movimiento en la cama.
Josef se despertó con los pelos de punta:
—¿En serio? —Josef comenzó a rodar su mirada por el cuarto
completamente desordenado con CD de películas sobre la cama.
Tomás tomó el arma que reposaba sobre la mesa de noche que estaba a su
lado. Sintieron un ruido de pasos que se dirigían al cuarto. La cabeza de Josef
se puso grande al ver que su mejor amigo le estaba poniendo el silenciador a la
pistola.
— Tomás… —soltó Josef.
—No debemos de asustar a los vecinos, ellos ya tienen un mal concepto de
mí —explicó el joven.
Se levantaron de la cama y caminaron hasta el closet donde se escondieron.
Pronto, la puerta del cuarto se abrió y un hombre corpulento entró y cerró la
puerta, aunque, quedó dudoso al ver que no había nadie. Comenzó a buscar
debajo de la cama. En aquel momento, sigilosamente, Tomás comenzó a abrir
el closet y al hombre rodar su mirada hacia donde se encontraban los jóvenes,
Tomás le disparó en el pecho y el hombre cayó inconsciente al piso.
—Lo mataste —soltó Josef.
—Él venía a matarnos, ¿qué preferías? —dijo Tomás.
Josef quedó aturdido al ver aquella escena, escucharon otro ruido en la
sala. Caminaron lentamente hacia la sala y se escondieron detrás de una mesa,
había una empleada de servicio escribiendo algo en el piso.
Josef y Tomás se abalanzaron a ella, comenzaron a forcejear y se escuchó
un disparo, pero nadie salió herido, aunque, una puerta de cristal de una
estantería se rompió haciendo que muchos pedazos de vidrio quedaran regados
en el piso y Josef se cortó su brazo izquierdo.
En aquel momento entraron los guardaespaldas, uno de ellos tenía un brazo
bañado en sangre, en aquel momento se escuchó una explosión y los vecinos
comenzaron a salir de sus apartamentos.
—¡Quieta! —gritó uno de los guardaespaldas a la empleada de servicio.
Josef le quitó la peluca y se dio cuenta que era un disfraz, así fue como
engañaron a los guardaespaldas, era un hombre.
—¡¿Qué rayos?! —soltó uno de los guardias al entrar al apartamento.
La policía entró y revisó el lugar, el atacante que se encontraba tirado en el
piso herido fue atendido y al otro lo obligaron a confesar todo, por suerte, él se
ofreció a confesar el punto exacto donde se encontraba el Escurridizo en aquel
momento.
Afuera, el auto de Josef había explotado en el parqueadero, o sea, si Josef
hubiera intentado escapar iba a morir al montarse en su auto, o si se salvaba
del atentado podía morir al utilizar el automóvil. Por suerte, nada de eso
sucedió, solo quedaron varios autos quemados que al joven le tocaba pagar a
sus vecinos.
Josef estaba sentado en una banca afuera del apartamento mientras contaba
lo sucedido a un agente de policía. Las personas miraban curiosas el lugar de
los hechos. Mientras, al Escurridizo se le avecinaba una emboscada en la
cabaña antes de que se fuera del país.
*
—Maldito Josef, lo voy a matar y a todo lo que tiene a su alrededor —el
Escurridizo tiró su cigarro al piso. Ya se había enterado que le harían una
emboscada.
—Amor, ¿qué sucede? —preguntó Rossy saliendo de la cama.
—Alista todo, nos vamos para Miami —ordenó.
—¿Ahora? —inquirió ella con algo de miedo.
—¡Estos tipos que tengo no sirven para un carajo, todo lo hacen mal! Y
encima, vienen a abrir la boca, son unos sapos, pero ya verán —el gordo
comenzó a sudar mientras recogía sus pantalones del piso y comenzaba a
vestirse, miró a la joven— ¡Que te vistas, ¿no ves que nos atraparon?!
Así fue como toda la cabaña entró en un desorden total, los carros
comenzaban a salir de ella para después encontrarse acorralados entre
disparos. Rossy soltó un fuerte grito al ver que el auto frenó en seco y después
se vio obligada a agacharse para que no la fuera a atrapar una bala. Sus ojos se
abrieron en gran manera al ver que un hombre que iba adelante estaba lleno de
sangre, pero a ellos no les importó; siguieron su ruta. Parecía imposible salir
de aquella emboscada, tenían a un helicóptero alumbrándoles por los aires y
patrullas prendiéndoles fuego por tierra.
Llegaron a una zona llena de muchos árboles, el Escurridizo se bajó del
auto al ver que no podría huir de la policía, hizo que su mujer también bajara,
se adentraron al bosque y corrieron río arriba.
—¡NOS VAN A MATAR! —gritó Rossy llena de agua, descalza, con
algunos rasguños en su cuerpo al verse escondida detrás de un matorral.
—¡Cállate y sube por aquí! —gritó el gordo, miraba a todos lados, se
escuchaban las pisadas de los soldados correr por el bosque buscándolos.
—Pero no veo nada —soltó la joven.
—Es una cuerda, nos están esperando arriba —explicó El escurridizo.
Así fue, se escaparon de la emboscada, pero, perdió prácticamente a sus
hombres. Ya tenían todas sus movidas y fechorías descubiertas y la ley
prácticamente estaba esperando a que se entregara, era cuestión de tiempo para
que lo capturaran.
Josef, al ver los primeros rayos de sol reparó el panorama del último
atentado que le hizo El Escurridizo, no solo había sido en el apartamento, no,
en la empresa principal había muchos panfletos regados, en la casa de su
abuelo llevaron partes de animal muerto y un carro bomba cerca a la finca
donde estaba su familia refugiada.
Keidys estaba muy asustada, esa noche no pudo dormir, no fue hasta que
vio a Josef que pudo calmarse.
—¿Qué te sucedió en el brazo? —preguntó asustada.
—Nada, tranquila, mírame, estoy bien —tranquilizó Josef.
En las noticias no se hablaba de otra cosa que no fuera aquel suceso en la
ciudad y mostraban un video del Escurridizo corriendo hacia el bosque para
poder escaparse.
—¿Crees que él pueda escaparse y volver a hacernos daño? —preguntó
Claudia a Josef.
—No lo creo, ahora está muy débil y ya saben dónde está —explicó Josef.
Apagó la televisión—. Ya verás, sé que esto se acabó. Por ahora, quédate
tranquila, vamos a estar todos aquí hasta que nos digan cuando salir, lo
importante es que todos estamos bien y Mateo está a tu lado.
*
Rossy estaba en el cuarto viendo como El escurridizo se curaba los
rasguños en sus brazos mientras celebraba su huida.
—¿Viste amor? Nos escapamos, esos tontos creen que pueden capturarme,
pero ya verán, los voy a matar a todos y me quedaré con su fortuna. Esta vez
no se van a salvar —decía, guardó las cosas en el botiquín.
—Tienes toda la razón mi amor, ahora, vamos a celebrar, ¿qué te parece si
nos bañamos en la playa? —sugirió Rossy muy sonriente. El gordo miró
detenidamente a la muchacha.
—Tú tan linda, siempre has estado a mi lado, ¿sabes? Estoy tan feliz de
haber encontrado a una mujer como tú, te amo, te amo mucho. Por eso seguiré
vivo, para poder estar contigo —le dijo el hombre mostrando una sonrisa llena
de mucho orgullo.
—Gracias amor, esas palabras son tan hermosas, yo también siempre estaré
contigo, para apoyarte, estar a tu lado y ser una muy buena mujer —Rossy se
le acercó y lo abrazó—. Por eso, ahora que estamos a salvo vamos a celebrar
en la playa, hay un hermoso atardecer.
—Sí, olvidemos todo esto por ahora y solo seamos tú y yo —El escurridizo
se levantó de la cama con un poco de torpeza y salió de la cabaña.
Había una hermosa vista en la paya con un atardecer colorado, la brisa
soplaba lentamente. Era una playa privada que le pertenecía, seguían en
Colombia, pero tenían pensado al caer la noche viajar a Miami. Al menos eso
creía él, era ese momento en que uno pierde la partida por confiado, eso le
pasó al Escurridizo.
Rossy comenzó a nadar hacia lo profundo y el gordo trataba de seguirla,
pero se le hizo imposible y comenzó a ahogarse.
—¡A-Amor! Ayu-ayame, ah… Ayuda, ¡ayuda! —comenzó a gritar
desesperado.
—¿Te estás ahogando? —inquirió Rossy—, adelante, sálvate de esta,
maldito gordo, ya muérete de una vez por todas.
Rossy comenzó a nadar hacia la orilla, dejando al gordo ahogándose en la
profundidad y después, no se escuchó nada más. Ella entró a la cabaña y se
hizo la dormida. Al despertarse hizo un show al ver el cuerpo de su “futuro
esposo” en la orilla tratando de ser atendido por sus empleados. El luto de
Rossy acabó al darse cuenta que El escurridizo dejó una gran suma de dinero
en su cuenta bancaria. ¿Cuándo él pensó morir de esa manera? Fue tan boba su
muerte que seguramente se revolcaba en su tumba por la vergüenza.
Rossy le colaboró a la policía contando todo lo que sabía, todo con tal de
no ir a la cárcel y es que no sería justo, ella no hizo nada, explicó que él la
tenía amenazada y era una víctima más. Que nunca supo cómo murió, solo lo
vio tirado en la orilla de la playa cuando se despertó. Tuvo que huir del país al
recibir amenazas de los cómplices del Escurridizo, pero aquella red cayó
cuando se comenzaron a señalarse unos a otros y declarar todo lo que sabían.
Así fue como las noticias no dejaban de hablar sobre las capturas y por
varios meses el país tuvo un buen entretenimiento. Pero para Josef y sus
amigos aquella muerte fue una celebración, no importaba cómo murió o quién
lo mató, por fin la paz había vuelto a ellos. El escurridizo los marcó para
siempre, tenían a una persona debatiéndose entre la vida y la muerte, al
parecer ella no quería regresar con ellos.
Gabriel veía una foto en el apartamento de Gera, allí estaban ellos de
pequeños abrazados sonrientes, ¿cuándo fue que sucedió algo así? Nunca
pensó que estuviera a punto de perder a su hermana gemela, aquella caspa que
le daba tanto dolor de cabeza.
Santiago estaba frente a Gera quien cada vez se veía más pálida y débil:
—Amor, por favor, no me dejes, me prometiste que te quedarías a mi lado
siempre, que viviríamos juntos el resto de nuestra vida. Se supone que eres
alguien que cumple sus promesas —se hizo un nudo en la garganta del
muchacho y una lágrima rodó por su mejilla derecha—. Todos te extrañamos.
Santiago se encontró con Gabriel al salir:
—¿Estabas llorando? ¿Se ve muy mal? —inquirió Gabriel.
—Lo siento Gabriel —Santiago siguió su camino, no estaba de muy buen
ánimo como para conversar.
Gabriel sintió un nudo en la garganta, entró a la habitación donde tenían a
Gera, se le acercó y después soltó el llanto:
—Por favor, abre los ojos, hermanita, no me dejes, no quiero que te
mueras, debes de ser fuerte; lucha por tu vida, no puedes dejarnos ahora —
tapó su boca con sus manos, no quería seguir viendo a su hermana en ese
estado.
Salió de la habitación y comenzó a caminar sin rumbo fijo, después se
recostó a una pared blanca y dejó caer su cuerpo lentamente mientras soltaba
el llanto. Alejandra lo vio a lo lejos y corrió hasta él muy asustada:
—¿Qué sucede? —se agachó hasta poder mirarlo directamente a los ojos.
Gabriel la abrazó con fuerza:
—No quiero que muera, no sé qué haría si no la tengo conmigo, ya no
soporto más —sollozó Gabriel.
—Amor —Alejandra no sabía qué decirle, se veía muy mal.
Gera se vio en aquel accidente, sentía que siempre había estado ahí, que
nadie la ayudó, estaba sola, atrapada en ese accidente, la lluvia caía muy fuerte
y su alrededor se veía horrible, destrozado y parecía que ese sería su final, su
respiración comenzaba a faltar y su rostro se llenaba de sangre. Hasta el
momento siempre fue así, se repetía todo una y otra vez, pero aquel día
escuchó unas palabras de alguien que lloraba, después vio a su hermano
llorando frente a ella, por último, le pareció ver a Santiago gritando fuera del
carro, con ganas de romper el vidrio, pero no podía. “¡Gera, no te mueras!
¡Geraldine!” le gritaba.
Gera tomó una gran bocanada de aire, eso le asustó al enfermero que la
estaba revisando, pero después se asustó al ver que abrió los ojos en gran
manera. De hecho, llamó al doctor que pasaba por allí, pero no, estaba bien, al
parecer tenía una pesadilla.
Después de ese día, Gera comenzó a recuperarse, aunque, seguía en estado
crítico. Pero había esperanzas de que más adelante la joven volviera a reunirse
con todos en una tarde de verano.
Parecía que todo lo malo dejaba sus vidas. Aunque las empresas de Josef
quedaron casi en la quiebra por lo que tuvieron que pasar, él y su abuelo
comenzaron un plan para poder sacarlas adelante, y con mucho juicio y
sacrificio pudieron comenzar a ver los resultados.
Por muchos días Keidys recibía cartas de sus fans donde le daban ánimos
para que se recuperara.
*
—No sabes lo horrible que me sentí mientras estabas inconsciente, pensaba
que ibas a morir —dijo Santiago cuando pudo hablar con Gera. Ella desplegó
una sonrisa, se veía bastante débil y respiraba con ayuda de una cánula de
oxígeno.
— Es que quería asustarte, imagina que era una prueba para ver si me
querías en serio —chistó ella.
—Por favor, no juegues con ese tipo de cosas, todos sufrimos por lo que te
sucedió. Keidys casi le da algo cuando le contaron toda la verdad y que
estabas a punto de morir —regañó Santiago.
—¿Ya todo acabó? —inquirió Gera.
—Sí, ya ese hombre está donde siempre debió estar.
—¿Dónde?
—En el infierno, murió y nadie sabe cómo pasó, solo lo encontraron
ahogado en la orilla del mar después que la policía le hizo una emboscada,
ahora todos sus cómplices están en la cárcel y otros muertos. A mí me tocó
aprender defensa personal en esos días para seguir vivo y Tomás me regalo un
arma, nos tocó aprender a usarlas, menos mal nunca tuve que hacerlo —contó
Santiago mientras tenía una de sus manos entrelazada con una de la chica.
Gera dejó salir una pequeña carcajada.
—Eres un cobarde de primera —se burló.
—Gera, no quiero estar separado de ti, estos días en los que estuviste tan
mal me di cuenta de cuánto te amo. Yo… Por favor, necesito que sigas
viviendo, no sabría qué hacer si no te tengo —los ojos de Santiago se llenaron
de lágrimas. Aquellas palabras impresionaron a la muchacha, sonaron tan
profundas.
—Tranquilo, estaré aquí por mucho tiempo. ¿Sabes?, soñé que estabas en
el accidente y que tratabas de romper el vidrio para salvarme, yo pensaba que
eras muy débil para hacerlo, pero me gustaba el ver que tenía a alguien que se
preocupaba por mí.
—La verdad es que sí traté de romper el vidrio de la ventana, y no, no pude
hacerlo, necesito hacer más ejercicio —Santiago soltó una pequeña carcajada
que acompañó Gera—. Fue horrible verte allí, no quiero recordar eso.
—Tranquilo, no volverá a suceder, ya estoy bien —dijo Gera. Santiago le
dio un beso en los labios.
Tiempo después:
Claudia estaba caminando de un lado a otro totalmente desesperada.
Keidys la veía asustada, ¿y cómo no? Si su bebé ya venía en camino y ella
sabía que pronto estaría igual. Rodó su mirada a Josef que estaba a su lado, al
parecer pensaban lo mismo.
—Tranquila, ya te vamos a llevar a la clínica —calmó Keidys.
—Es que cada vez es peor —soltó Claudia y después dejó salir un grito
que asustó a la muchacha. —Creo que ya va a venir el bebé.
En aquel momento llegó Tomás con unas bolsas en sus manos:
—Ya te traje las paletas —se sentó en un mueble que estaba al lado de
Claudia y comenzó a destapar una de las bolsas—. Esta es de limón, tu
favorita.
Claudia soltó un gran grito y agarró con fuerza el cabello de Tomás, el
muchacho empezó a gritar por lo fuerte que la joven tenía su agarre. Mateo
bajó corriendo al escuchar los gritos, tenía sus brazos llenos de bolsas con
pañales y demás cosas. Quedó totalmente aterrado al ver el desorden que había
en la sala.
Keidys y Josef no sabían ni qué hacer, necesitaban a alguien con
experiencia que controlara la situación. Solo se les ocurrió llevar a Claudia a la
clínica, mientras llamaban a la mamá de la muchacha y otras mujeres con
experiencia.
Mientras iban hacia la clínica Claudia no dejaba de gritar y atemorizar a
Josef quien era el que iba conduciendo. Al llegar y Claudia bajar del carro
¡rompió fuente!
Tomás corrió hasta los adentros en busca de alguien que les ayudara,
prácticamente trajo a un médico a rastras para que la ayudara. Eso fue un
completo espectáculo, los pobres no tenían ni idea de qué hacer en momentos
como esos.
Por suerte, nada salió mal, Claudia pudo traer a Cristian al mundo, se
parecía mucho al…
—Papá, se parece al papá, qué feo, debió parecerse a la mamá para que
saliera más bonito —refunfuñó Tomás.
Gabriel soltó una carcajada:
—Bueno, esperemos que el bebé de Keidys se parezca a ella —dijo
Gabriel.
—¡Ay no, ella cuando era pequeña era muy fea, ojalá se parezca a Josef,
porque de lo contrario, ¡pobrecito! —soltó Tomás.
Keidys le dio un golpe a la cabeza de Tomás:
—¡Déjame y te aclaro Tomás!, mi Luis Ángel va a ser ¡hermoso!, ¡un ser
divino y se va a parecer a mí y tus hijos le van a tener envidia a mi hijo! —
Keidys se cruzó de brazos y enarcó una ceja.
Tomás al ver aquella actitud de la joven no supo ni qué decir, es que él no
creía que fuera a tener hijos, era por eso. Keidys pudo divisar aquella
respuesta en los ojos del joven, eso la impresionó. Solo quería divertirse con el
muchacho, pero… se sintió mal por él y a la vez culpable, no sabía el por qué,
pero… así se sintió por su amigo.
¿Y si me enamoro de ti?
—Así que ustedes también van a salir —le dijo Keidys a Josef cuando lo
vio empacar una maleta emocionado.
—Sí, prácticamente lo hicimos por Tomás, nos preocupaba mucho —
explicó Josef.
—¿Y a dónde irán? —interrogó Keidys curiosa.
—Es un secreto de grupo —dijo Josef, Keidys hizo mala cara, eran las
mismas palabras que ella había utilizado cuando él le preguntó sobre el plan
de las chicas.
—Perfecto, yo también me voy —Keidys soltó una pequeña carcajada y
tomó su maleta.
—Oye. Solo no vayan a hacer tantas locuras —pidió Josef.
—No, al contrario, cuando te cuente lo que hicimos te vas a emocionar y
me vas a amar más de lo que lo haces ahora —dijo la joven y Josef quedó muy
curioso.
—Los planes de ustedes me asustan, la verdad, siempre les salen mal —
chistó Josef.
—Bobo —Keidys le dio un puño en el pecho del joven quien soltó una
carcajada y después abrazó a su esposa.
—Te quiero —le susurró muy cerca del rostro.
—Yo te quiero más —respondió Keidys.
Así fue como Keidys y su grupo salió primero que el grupo de Josef, todos
inocentes de que se dirigían al mismo lugar.
—La idea era esa, no contarles en dónde vamos a estar, después se nos
iban a meter allá y no, la idea es estar solo mujeres —le dijo Keidys a Marisol.
—Oye, ¿desde cuándo te pintaste el cabello de ese color? —preguntó
Alejandra a Marisol.
—Hace ya unos meses —respondió.
—Te queda muy bien, te ves muy hermosa, la verdad —elogio Marcela.
—Gracias.
Iban en una camioneta blanca escuchando música y comiendo papitas, para
ellas la fiesta ya había comenzado.
Mientras, los chicos estaban terminando de comprar algunas cosas que
iban a llevar a la cabaña. Ellos casi se llevan todo el licor que encontraron,
querían quedar totalmente inconscientes. Trataron de hacer una buena lista
para que no les faltara nada, pero a cada momento se detenían en el camino
porque se acordaban de cosas que no habían comprado, así que se les hacía
eterno el camino.
Keidys y las chicas llegaron a la cabaña. Se emocionaron a desempacar
todo mientras limpiaban el polvo, pusieron algo de música mientras que
Claudia preparaba algunas picadas. Gera y Alejandra llevaron a Marisol a
conocer el lugar.
—Lo recuerdo, Keidys se casó aquí, pero no recorrí el lugar, todo estaba
muy enredado —dijo Marisol.
—Sí, ese día fue una locura. Nos gusta mucho este lugar por lo grande que
es y la hermosa vista que tiene —explicó Alejandra mientras caminaban por
los pasillos de los dormitorios.
—Hay cinco cuatros, todos tienen balcón, puedes elegir el cuarto que
quieras y dejar tus cosas ahí, bueno, vi que no trajiste muchas —dijo Gera.
—Sí, mañana en la mañana me voy —explicó Marisol.
—Bueno, no te preocupes. Escoge el dormitorio que quieras, en el baño lo
más seguro es que ya tiene algunas cosas como jabones, crema dental y otras
cosas que trajimos en meses anteriores, las dejamos porque sabemos que
estamos viniendo aquí constantemente. Pero si necesitas algo solo nos dices,
compramos todo siempre —explicó Alejandra con tono muy amable.
Marisol entró a un cuarto y al entrar se impresionó por la hermosa vista
que había del atardecer en la playa, se veía muy hermoso, aquel sonido de las
olas y el viento salado la llenaron de mucha tranquilidad.
—Ella se va a quedar todo el fin de semana, ya verás —dijo Gera con los
brazos cruzados recostada en el marco de la puerta.
—Lo sé, mi plan es que se quede en la ciudad, no puede irse sin antes ver a
Tomás —soltó Alejandra con una sonrisa desplegada.
—Sí, pero por ahora enfoquémonos en que se haga amiga nuestra. No
mencionemos a Tomás por ahora, ese nombre es prohibido este fin de semana.
Bajaron al comedor donde Claudia con un poco de ayuda de Keidys (solo
miró y pasó recipientes) preparó la cena. Todas comenzaron a comer y planear
lo que harían esa noche.
—Veamos películas, o no, mejor, vamos a hacer una fogata en la playa,
comemos malvaviscos —sugirió Gera.
—Sí, muy buena idea, hagamos eso. Compitamos en quién se demora más
en irse a dormir, ¿recuerdan? —aceptó Keidys.
—Oh… Sí, ese juego que siempre hacíamos cuando estábamos en el
colegio. Como siempre, yo siempre ganaba —se emocionó Claudia.
—¿Vas a embriagarte con nosotras? —preguntó Alejandra a Marisol.
—Oh… No, mañana debo de adelantar algunas cosas —explicó la joven.
—Está bien, no te preocupes —aceptó Keidys.
En aquel momento escucharon un ruido en la entrada. Josef y los demás
quedaron confundidos al ver la camioneta blanca en la entrada.
—Qué idiotas, ¡obviamente ellas iban a coger para acá! —soltó Josef
bastante aburrido.
—Bueno, vámonos a otro lado, la idea es estar solos —le dijo Tomás a
Josef quien estaba a su lado.
—Sí, vámonos antes de que salgan y nos echen a patadas de aquí —le dijo
Mateo a Josef.
—Pero se está haciendo de noche, ¿a dónde vamos a ir? ¿A la finca? Está a
cinco horas de aquí, no aguanta. Digámosle que nos quedamos esta noche aquí
y mañana a las cinco nos vamos —explicó Santiago.
—Sí, yo ya tengo hambre, lo más seguro es que Claudia hizo la cena —
dijo Mateo.
—Es cierto, tengo hambre y no compramos nada para comer en el camino
—aceptó Tomás.
—Con eso de que Mateo iba a preparar la comida no compramos nada
preparado —refunfuñó Gabriel.
—Yo qué iba a saber que ellas iban a venir a la cabaña, se suponía que esta
es la que está más cerca de la ciudad —explicó Mateo.
—¡Por eso ellas la iban a elegir primero! —discutió Josef. Todos hicieron
silencio.
—Ya qué, bajemos y expliquémosle —soltó Tomás.
Así fue como entraron a la cabaña, las chicas estaban asustadas mirándose
las caras cuando escucharon que habían llegado los chicos.
—¿Serán ellos? —preguntó Keidys a Alejandra.
—Esos idiotas —se enojó Gera.
—¿Qué? ¿Quiénes llegaron? —inquirió Marisol.
—No salgas del comedor, vamos a decirles que se vayan. Ellos no sabían
que íbamos a estar aquí, por eso se les ocurrió quedarse aquí, pero no los
vamos a dejar —explicó Keidys.
Las cuatro chicas salieron del comedor dejando a Marisol con sus
pensamientos de que seguramente Tomás estaba con los chicos.
—¿Qué hacen aquí? —inquirió Marcela a los chicos al verlos entrar a la
cabaña.
—No sabíamos que estarían aquí —explicó Josef.
—Bueno, ya saben, fuera de aquí —dijo Keidys cruzándose de brazos.
—Es de noche, no vamos a irnos a esta hora, dejen que nos quedemos por
esta noche y ya mañana partimos en la madrugada —pidió Gabriel.
—Claro que no, la idea era estar solo mujeres y ustedes tienen pene, así
que fuera —refutó Gera.
—Oigan, esta también es nuestra cabaña, quién las manda a no decir dónde
van a estar. Así que ya que, estamos aquí y no nos vamos a ir —se opuso
Mateo, se cruzó de brazos y después sus amigos lo siguieron.
—Es cierto, esta también es nuestra cabaña, así que nos quedaremos esta
noche aquí —dijo Josef.
Las chicas no sabían qué hacer ahora, tenían a Marisol escondida en el
comedor, tarde o temprano la iban a ver y eso incomodaría mucho a la chica,
además, estando Tomás allí, no veían buenos aires para esa noche.
—Están haciendo carne frita —soltó Mateo emocionado.
—Aquí la cuestión es de hambre, por el tonto este no compramos nada.
Vamos, no sean malas, seguramente hicieron bastante —dijo Tomás
emocionado. Ellas se impresionaron al ver que se comportaba como el mismo
alegre de siempre.
—No, esperen —soltó Keidys al ver que los chicos se encaminaron a la
cocina a buscar comida y lo peor, el grupo lo encabezaba Tomás.
Así fue como Tomás al pasar por el comedor se detuvo en seco al ver a
Marisol sentada muy tranquila tomando un vaso con gaseosa. Ella casi se
atraganta al verlo ahí.
—Marisol —soltó Tomás impactado.
—¡Hola…! ¿Qué haces aquí? —saludó Mateo como si nada. Quería que
no se formara un momento incómodo entre el grupo.
Las chicas entraron al comedor, vieron como Tomás miraba fijamente a
Marisol.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Josef a Marisol, después miró al grupo
de chicas— Oigan, ¿por qué no dijeron que Marisol vino con ustedes?
—¿Por qué debíamos de decirles? Mejor váyanse de aquí —pidió Keidys
haciéndole señas a Josef, pero él no entendía lo que decía.
—Marisol, ¿desde cuándo estás aquí? —preguntó Gabriel acercándose a
ella, se sentó a su lado—. ¿Cambiaste de número? Te he llamado mil veces en
estos meses.
Tomás salió del comedor hacia la salida de la cabaña. Tenía los
sentimientos revueltos al verla, estaba tan bella, tan cambiada, pero un cambio
que le sentaba muy bien. El grupo hizo silencio cuando vio a Tomás salir,
sabían que estaba mal.
Marisol se levantó de la silla sin decir nada, rápidamente subió a los
dormitorios a buscar sus cosas, no se quedaría ahí, no con todo ese grupo
reunido y, además, estaba Tomás con ellos.
—¡Marisol espera! —gritó Keidys corriendo detrás de ella.
—Lo siento, yo no me voy a quedar aquí. Seguramente su plan desde un
principio era que me volviera a encontrar con Tomás. Debí de imaginarlo,
ustedes siempre actúan de la misma manera —gruñó Marisol tomando su
bolso del cuarto.
—No, te lo juro, nosotras nunca pensamos que ellos iban a venir, por eso
les estamos diciendo que se vayan. Mi plan nunca fue que te encontraras con
Tomás, viste su reacción, no tenía ni la más mínima idea de que estarías aquí,
no le dije ni a Josef. Por favor, perdona esto, nosotras solo queríamos volver a
hablar contigo y que nos perdonaras por como te tratamos antes —explicó
Keidys muy preocupada por lo que fuera a pasar.
—Está bien, acepto que su idea no fue que él viniera, pero no voy a estar
un minuto más aquí. Me tengo que ir —Marisol salió del cuarto, pero en el
pasillo estaban las chicas que comenzaron a hablar a la vez para explicar su
versión de los hechos. Era un desorden total.
Todo se empeoró cuando trató de bajar las escaleras y se encontró con
Mateo y Santiago.
—No te vayas, ya estás aquí, se verá muy mal que le huyas a Tomás —dijo
Santiago con los brazos cruzados.
—Me dijiste que nadie se enteraría que estaría en la ciudad —gruñó la
chica. Al parecer Santiago estaba al pendiente de todo.
—Y lo hice, otra cosa es que estas chicas te hayan encontrado y, además,
aceptaste venir aquí, nosotros nunca imaginamos que estarías en nuestra
cabaña —explicó Santiago.
—Es cierto Marisol —dijo Mateo.
—Ya que, quédate, es de noche. Tomás no parece tener ánimos de
molestarte la noche, mañana yo te llevo a la ciudad —recomendó Santiago.
Mientras, Josef fue a buscar a Tomás a la playa, lo encontró sentado en la
arena muy pensativo, se sentó a su lado.
—Quién iba a creer que la encontraríamos aquí —dijo Josef.
—Santiago dijo que solo sería esta semana, después va a volver. Al parecer
solo trabajará con ellos este año y después se mudará, no se sabe a dónde, así
que ya no sabremos más de ella —explicó Tomás.
—¿Cómo sabes todo eso?
—Le pregunté ayer por ella, sabía que estaba en la ciudad, pero nunca creí
que la encontraría aquí —explicó Tomás.
—¿Y qué piensas hacer? —inquirió Josef.
—Ella no me quiere ver, así que no la incomodaré. Creo que lo mejor es
que me vaya, es lo mejor, quédense con las chicas, ya están aquí. Dame las
llaves —explicó Tomás.
—Está bien amigo, te entiendo y creo que es lo mejor —Josef se levantó y
Tomás lo siguió, después Josef le pasó las llaves del auto.
Minutos después todos en la sala vieron a Josef entrar con las bolsas de la
compra que ellos habían hecho.
—¿Qué haces? —preguntó Santiago.
—Tomás se va a llevar el auto, la condición es esta, él se va, nosotros nos
quedamos aquí. Así se resuelve este problema —respondió Josef dejando las
bolsas en el piso.
—No… ¿Por qué? Nosotros planeamos todo esto por él, ese chico no
despeja la mente para nada, siempre está metido en su trabajo. Cuando por fin
lo sacamos para que se divirtiera un rato, ahora se va a ir por esta pendejada.
Lo siento, pero me parece injusto —se enojó Mateo.
Se escuchó que se encendió el motor de la camioneta. Todos hicieron
silencio.
—Tomás no quiere incomodar a Marisol, por eso decidió irse para que ella
pudiera disfrutar la estadía aquí —explicó Santiago al grupo.
—No… ¿Cuál incomodar? Si ella se va a ir mañana temprano porque debe
de ir a trabajar, dile que se quede. El pobre de Tomás no sale ni nada, ahora
irse por esa carretera oscura y sola, qué peligro —dijo Gera, no le parecía justo
lo que estaba haciendo Marisol.
—Dile que se quede, es cierto, yo me voy mañana temprano. Estaré arriba,
así que no incomodará a nadie —aceptó Marisol levantándose del mueble.
—Ya que, ese ya no se baja de la camioneta, dejen que se vaya —Josef
miró a Marisol—, creo que el que no quiere ver al otro es Tomás; no es que
esté muy contento con haberte visto.
Eso confundió a Marisol y se le notó en el rostro.
—Te estuvo buscando todo este tiempo, a mí también me parece injusto
que te hayas enojado con él cuando no te hizo nada y todo este revuelo por no
estar cerca de él lo ofendió —explicó Josef. Él para decir las cosas no lo
pensaba dos veces.
Tomás ya estaba a punto de irse cuando salió Keidys corriendo de la
cabaña y se interpuso en su camino, tuvo que frenar en seco para que no
atropellarla.
—¿Estás loca? —inquirió él asustado.
—No te vayas, debes de quedarte —dijo Keidys.
—Claro que no, déjame quieto —pidió Tomás.
—Ella quiere hablar contigo, hablen —explicó Keidys. Tomás quedó
confundido.
El joven estaba esperando en la playa sentado mirando las olas a que
llegara Marisol para ver qué tenía que decirle, a decir verdad, no estaba
asustado, su duda era más grande. Marisol se sentó al lado de Tomás, había
mucho silencio en el ambiente y eso lo volvía incómodo.
—Disculpa —soltó la muchacha—, por lo de ahora y lo de aquella vez, no
debí de gritarte y después irme sin decirte nada. Pero tenía mucho miedo
aquella noche, nunca había tenido un problema así de grande. Me cansé de que
las personas eligieran por mí y quise comenzar de cero; no me arrepiento de
haberme ido, cambié mucho todos estos meses y me ha ido muy bien.
Tomás no sabía ni qué decir, solo sabía escucharla. Pero Marisol rogaba
por saber qué estaba pensando.
—Tomás, sé que todo lo que pasó te enojó, también estuviste en medio y
trataste de resolverlo lo mejor posible, pero, olvidemos eso ¿sí?, sigamos
nuestras vidas como las llevamos hasta ahora, no quiero quedar enojada con
nadie, por eso acepté venir con ellas, para así perdonar todo. Lo de ahorita, es
que me había impresionado al verte y me abatieron con preguntas, obviamente
quería salir volando de aquí —siguió explicando la muchacha. Pero parecía
que Tomás no estaba muy contento con lo que escuchaba—. Di algo, por
favor.
—¿Qué quieres que te diga? —volvió a verle—, sé muy bien que decidiste
seguir tu vida, cambiar y todo eso, estoy feliz que hayas logrado darle un giro
a tu vida. No te tengo rencor, tranquila, sigue tu vida que yo lo estoy haciendo
con la mía —se reincorporó, ella también hizo lo mismo—. Espero que las
cosas te sigan saliendo así de bien y algún día encuentres a un buen hombre
para tu vida y seas muy feliz.
Marisol desplegó una sonrisa amable.
—Muchas gracias, también espero que puedas encontrar a alguien que te
haga feliz. Eres un muy buen hombre —ella le mostró una mano, Tomás se la
estrechó, pero después le dio un abrazo.
Tomás después de eso se fue de la cabaña, todos quedaron con la boca
abierta, no lo podían creer, ¿qué había hecho esa chica?
—Nunca había visto a una persona tan tonta, dejar ir semejante lotería. Esa
se va a arrepentir después, ya verás —le dijo Keidys a Alejandra.
—Bueno, lo importante es que nosotras hicimos lo nuestro, esa fue la
elección de ella. Te apuesto a que ella tiene a otro donde vive, porque dejar ir a
Tomás —Alejandra no dejaba de ver cómo la camioneta se hacía pequeña en
la gran carretera.
—Ni idea.
Josef y Santiago se miraron las caras:
—¿Crees que fue bueno dejarlo ir? Debe de estar destrozado con lo que
hizo Marisol —dijo Santiago.
—Por algo se fue ¿no crees? —respondió Josef cruzándose de brazos.
*
—¿Estás segura de lo que hiciste? —le preguntó Claudia a Marisol cuando
estaban enceradas en el cuarto.
—Claro que sí, no quiero dejar ningún compromiso en esta ciudad. Sé muy
bien lo que quiero —explicó la muchacha.
—Pero Tomás, ¿no sientes que fuiste egoísta con él? Ese chico ha sufrido
mucho por ti en todos estos meses, cambió su actitud por completo por no
tenerte. Nunca en mi vida lo había visto así, por eso hicimos todo lo posible
para que él volviera a ser el mismo de antes y te hablamos fue para ver si
podíamos darle una solución a su problema.
—Y lo hicieron, muchas gracias, porque así pude cerrar ese ciclo, ya me
puedo ir tranquila y él seguirá su vida —explicó Marisol.
—Bueno, solo espero que no te vayas a arrepentir más adelante, porque
Tomás no te va a aceptar, ya tú le diste tu respuesta y él la respetó.
*
El fin de semana se dañó por completo, al hacerse de día todos se fueron,
bueno, los chicos, ellas sí se quedaron a disfrutar su fin de semana. Marisol
volvió a la ciudad, tenía trabajo por hacer y solo tenía una semana.
—Tomás me dijo que hoy se mudará a su nuevo apartamento, por fin —le
dijo Josef a Mateo.
—Vamos a ayudarlo, es mejor que no esté solo —sugirió Mateo a los
demás.
—Sí, vamos a estar con él. El pobre ha sido de mala suerte en el amor —
aceptó Santiago. Todos se levantaron del mueble.
Marisol llegó a su apartamento, el día anterior lo había limpiado y ahora se
encontraba como lo recordaba, bueno, un tanto vacío, pero seguía siendo su
viejo hogar.
Mientras, Tomás estaba terminando de empacar sus cosas, en esos meses
no había tenido tiempo de mudarse, pero ese sería el día en que lo haría.
Comenzó a sacar las cajas al pasillo, vio que Marisol abrió la puerta para
curiosear.
—Buenos días —saludó la muchacha.
—Hola —Tomás entró al apartamento, estaba muy ocupado. Volvió a salir
con otras cajas.
—Pensaba que ya te habías mudado —dijo la muchacha.
—No —soltó.
Era muy obvio, si estaba sacando las cajas era porque apenas iba a
mudarse. Marisol tenía ganas de hablar con él un rato, pero sabía que no era
buena idea, quería tener un impulso y entrar al apartamento para dejar al
muchacho en paz de una vez por todas. Cuando vio a los amigos del
muchacho llegar le mandaron una cara de pocos amigos para que así ella
dejara de estar allí.
Así pasó el fin de semana, Tomás comenzaba a cerrar ese siclo en su vida,
pero se sentía muy mal, era desgarrador el hacerlo. Decidió hacer una
ciclorruta para poder despejar la mente, Alejandra bastante preocupada por su
situación lo acompañó.
—Me encanta este lugar, es hermoso ¿verdad? —le dijo cuando subieron a
su lugar favorito—, me acuerdo bien del día que vinimos, querías subirme el
ánimo, no puedo creer que yo sea la que quiera hacerlo ahora —lo reparó de
pies a cabeza—. Vamos, ella no es la única que existe en este mundo.
—Lo sé, pero entiende, no es fácil para mí.
—Vamos, déjalo salir, no es bueno retenerlo por tanto tiempo —pidió la
muchacha, sabía que Tomás necesitaba desahogarse—. ¿La querías mucho?
—Estaba dispuesto a esperarla el tiempo que fuera necesario para arreglar
todo y seguir con ella. Yo quería pasar el resto de mi vida a su lado —
respondió Tomás mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—¿Y no se lo dijiste?
—¿Cómo querías que se lo dijera después de haberme dicho que
siguiéramos nuestras vidas por separado? Según ella está muy bien así. Me
demostró que nunca se tomó lo nuestro en serio, solo llegó el primer problema
y se separó de mí, se fue sin decir una palabra, solo llegó para sentirse bien
consigo misma, no tener cargo de conciencia por lo que hizo, como decir
“ah… él siguió su vida, así que no hay problema, no hice nada malo”, me hizo
sentir como mierda escuchar esas palabras. Todo este tiempo pensé que yo fui
el malo, que me había equivocado como siempre lo he hecho —Tomás se
levantó de la banca y se acercó a las barandas del mirador, soltó un fuerte grito
de enojo mientras sus lágrimas corrían por sus mejillas.
A Alejandra le destrozó ver cómo le destrozaron el corazón a su amigo,
comenzaba a odiar a Marisol, quería decirle las verdades a esa chica. Pero
sabía que Tomás se enojaría si lo hacía, al final, era la chica de la cual estaba
enamorado.
Para Tomás esa semana fue muy desastrosa, se había deprimido por
completo, no podía dejar de pensar en lo sucedido, aunque, fue de mucha
ayuda las visitas de sus amigos y las salidas. ¿Cómo se debe de cerrar un ciclo
en nuestra vida? Y más si hablamos de este tipo de casos, ¿es posible que no
lleguemos a tenerle rencor a esa persona a la cual nos entregamos por
completo?, Tomás lo meditó por muchos días, para el otro fin de semana se
había resignado por completo.
—Tomás —llamó Keidys.
—¿Qué sucede? —inquirió el muchacho.
—Te estoy diciendo, para tu cumpleaños, quiero que sea neón —dijo
Keidys.
—Pero es mi cumpleaños, debo de ser yo el que elija la temática —explicó
el joven desplegando una sonrisa.
—Ay, por favor, sabes que me encanta planear este tipo de cosas. Deja que
yo te impresione este año —insistió la joven—. Oye, adivina quién volvió.
—Lo sé, apenas Noelia llegó me llamó y me hizo que fuera a buscarla al
aeropuerto. Claro que la voy a invitar al cumpleaños.
—Perfecto, esa noticia me encanta, Noelia es un amor, me encanta esa
chica —dijo Keidys mientras revisaba las invitaciones que tenía en sus manos.
—Ay ya… Deja de ser cupido, no te queda. Todo lo que planeas te sale
mal —chistó Tomás.
—Bueno, esta vez saldrá muy bien —Keidys dejó salir una risita traviesa.
Tú y yo
El día de la boda llegó, no está de más decir que todos estaban más que
nerviosos. Pero era emocionante el poder verse a punto de casarse. Los padres
de Alejandra estaban allí, la señora le daba consejos mientras le acomodaba el
velo. Todas las chicas se tomaron una foto antes de partir a la boda. Mientras
que, los hombres contaban chistes para vencer el miedo ya listos para
comenzar la boda.
Al momento de llegar las mujeres todos hicieron silencio y la clásica
música que anunciaba la llegada comenzó, todo transcurrió normal, hasta el
momento en que Gera debía de decir sus botos matrimoniales, soltó una
carcajada que hizo reír a todos.
Al momento de la recepción Josef quiso dar unas palabras.
—Buenas noches a todos, hoy quiero felicitar a mis amigos por haber dado
este paso importante en su vida. Una noche como esta mi mejor amigo Tomás
estaba hablando en mi boda, hoy me toca a mí. Quiero decirle a él y a mis
otros amigos que han encontrado a las mujeres perfectas con las que estarán el
resto de su vida, chicas, por favor, les pido que les tengan paciencia; sé que a
veces son un poco lentos y no las van a entender del todo, pero, a pesar de los
inconvenientes que tendrán en el futuro me gustaría que los amaran, son mis
amigos de toda la vida y sé que ellos las eligieron por una razón, se mueren
por ustedes; tratarán de hacerlas felices de ahora en adelante porque son las
futuras madres de sus hijos. No me queda más que desearles una larga y feliz
vida, muchas gracias —todos comenzaron a aplaudir de la emoción.
En una gran pared comenzó a aparecer un video de ellos, se mostraban en
sus salidas y cuando les propusieron matrimonio a las chicas y los momentos
más graciosos. En ese video estaba plasmada la gran amistad que se tenían,
aquella que comenzó desde muy jóvenes, aparecían fotos de cuando estaban
pequeños, en el colegio y en la universidad, su primer trabajo, los primeros
pasos de los bebés que ya estaban en este mundo, toda una gama de sucesos.
Al final apareció un bello mensaje que les llegó al corazón “esto solo es el
comienzo de una larga amistad”.
Era cierto, su amistad comenzó desde que estaban muy jóvenes y
perduraría hasta que estuvieran en sus últimos días de vejez. Keidys rodó la
mirada por todos sus amigos. Nunca creyó que aquel primer día de clases
donde reparó a los jóvenes que se encontraban en el salón serían los que la
acompañarían para el resto de su vida y mucho menos que aquel chico nerd
que se encontraba a su lado sería el padre de sus hijos.
—Josef —llamó la muchacha a su esposo.
—¿Qué sucede? —le preguntó.
—¿No te parece que hemos tenido una vida hermosa?
—Claro que sí. Y el futuro será mucho mejor —Josef desplegó una
sonrisa.
La fiesta acabó, la mañana llegó y los recién casados se marcharon a su
luna de miel. En ellas Tomás hizo que Marisol se lanzara de un helicóptero,
ella quería caer en paracaídas, bueno, pudo hacerlo y fue ahí donde supo que
las alturas no eran lo suyo. Se compraron un par de camisas iguales y ella tuvo
la sesión de fotos que siempre quiso tener, la hicieron frente a una playa y
Tomás estaba incluido en ella. Aunque, Marisol al final fue muy estricta con
los fotógrafos, muchas de las fotos no le gustaron.
Gabriel y Alejandra por su lado prefirieron tener una luna de miel más
tranquila recorriendo las calles de París. Por su lado, Gera y Santiago se
fueron a explorar el mar como siempre desearon, así poder aprender sobre
especies marinas que tanto le llamaban la atención a la muchacha.
No les contaré a fondo lo que hicieron estas parejas en sus vacaciones,
tendría que escribir un libro hot para eso. Solo me resumiré a decir que Gera y
Santiago regresaron con la noticia de que serían padres, al pasar de los nueve
meses tuvieron un lindo niño al que llamaron Eduar un nombre que detestó
Gabriel. Dos meses de la llegada del niño Alejandra quedó embarazada y tuvo
un niño que llamó Elián, él heredó los mismos ojos gateados de su padre. En
ese tiempo Camilo, el hermano de Alejandra decidió ir a estudiar gastronomía
fuera del país y con él se llevó a Sofía.
Al año siguiente Keidys volvió a quedar embarazada y tuvo una niña a la
cual llamó Neyret, así pudo conformar a la pareja que tanto quiso tener, ella y
Josef decidieron mudarse a una casa más grande cerca al Liceo donde se
graduaron del bachillerato para que sus hijos en un futuro estudiaran allí,
además, les gustaba aquel lugar por lo tranquilo que era. En ese mismo año
Marisol quedó embarazada de una niña que llamó Sandrid, también en ese
tiempo Tomás decidió comprar la casa de al lado donde vivía Josef y le hizo
una remodelación antes de mudarse, prácticamente la volvió a construir, solo
quería el terreno porque estaba al lado de la casa de su mejor amigo, así
podían seguir siendo esos amigos inseparables de toda la vida.
Al año siguiente Gabriel se muda a la casa de sus padres, ellos la iban a
vender y Gabriel, para no perder aquella casa que le gustaba tanto decide
comprársela a sus padres y empezar a vivir allí con Alejandra, algo que le
gustó mucho a la chica ya que estaba cerca de la casa de sus padres y tíos. En
ese mismo tiempo Claudia queda embarazada de su siguiente bebé que nació
siendo niña y Tomás la llamó Camila.
Como Josef había dicho años atrás a Keidys una noche, Luis Ángel nació
siendo un niño muy inteligente y bastante avanzado para su edad, aprendió a
caminar muy rápido y le gustó mucho la lectura, hablaba muy poco y
detestaba el dulce. En cambio, su hermana Neyret fue muy apegada a su mamá
y le encantaba correr por todos lados, una vez asustó a sus padres cuando salió
corriendo detrás del viejo gato de su mamá llamado Niango y accidentalmente
se cayó en la piscina. Neyret a medida que crecía se volvió bastante apegada a
su hermano, pero él siempre la rechazaba; no tenía muy buena relación con
ella.
Todo lo opuesto a los hijos de Claudia y Mateo, Cristian fue un bebé muy
normal, amaba el dulce y era un niño que se reía de cualquier cosa, dejaba que
todos los adultos lo cargaran, sus padres le compraron un perro del cual fue
muy apegado, cuando nació su hermana Camila la protegió mucho y nunca se
apartaba de ella. Camila desde pequeña le encantó la comida y creció siendo
bastante gordita.
Algo bastante curioso que sucedía cuando las familias se reunían era que
Camila, la hija de Claudia y Mateo le gustaba llamar la atención de Luis
Ángel, pero él nunca le prestaba atención.
En total habían pasado cinco años desde que las parejas se habían casado.
Había llegado el primer día de clases para Luis Ángel, sus padres habían
querido darle clases en su casa y no ponerlo a estudiar a tan corta edad,
preferían que su hijo disfrutara de su niñez. Ese mismo año Cristian también
tenía su primer año de clases, los niños no eran muy amigos, por lo mismo los
padres de Cristian le pidieron que tratara de ser amable con Luis Ángel.
—¿Tienes miedo? —le preguntó Keidys a Luis Ángel.
—No, ¿debo estarlo? –preguntó el niño.
—Oye, es normal tener miedo, yo lo estaba mi primer día de clases —dijo
Josef con una sonrisa en su rostro.
Luis Ángel rodó la mirada a su hermana que estaba tomada de la mano de
su madre, la pequeña le mostró una sonrisa bastante grande que dejó relucir
sus pequeños dientes. El niño con un rostro bastante neutral no le devolvió la
sonrisa y ella le sacó la lengua enojada.
—¿Cuándo estés en el salón qué vas a hacer? —preguntó Josef a su hijo.
—Ser amable con mis compañeros —respondió Luis Ángel.
—Perfecto —Josef le dio un beso en la frente del niño.
Luis Ángel rodó su mirada a Cristian que estaba abrazando a su hermana
menor que después se despedía de él con una mano. Cristian mientras
caminaba alejándose de su familia comenzó retener las lágrimas, se acercó a
Luis Ángel quien iba bastante neutral hacia los adentros del colegio.
—¿Por qué Luis Ángel se comporta de esa manera? —preguntó Mateo a
Josef.
—Ni idea, el psicólogo nos dijo que no tiene ningún problema, que solo es
bastante maduro para su edad. Me imagino que a medida que vaya creciendo
mejorará su actitud. Nos recomendaron inscribirlo en una escuela para niños
superdotados como él, pero sé que no será saludable, quiero que tenga una
niñez normal y aprenda a divertirse —Josef apretó con fuerza la mano de su
esposa quien volteó a verlo, le mostró una sonrisa.
—Luis Ángel está bien, sé que lo estará —dijo Keidys.
Todos quedaron viendo que Neyret y Camila comenzaron a jugar mientras
soltaban carcajadas. Al parecer serían muy buenas amigas.
Ese fin de semana todos se reunieron en una parrillada, estaban en la casa
de Keidys que tenía un patio bastante amplio por lo que era compartido por el
de Tomás, había música, carcajadas, un ambiente muy familiar y una deliciosa
gelatina que aguaba la boca de los pequeños.
—¿Y cómo te fue en tu primera semana de clase Luis Ángel? —preguntó
Tomás a su ahijado mientras cuidaba que no se quemara la carne en la parrilla.
—Todo lo que enseñaron ya lo sabía —respondió el niño sentado en una
silla mirando… creo que podría decir a la nada.
—¿Hiciste nuevos amigos?
—Cristian no se apartaba de mi lado.
—Es porque te conoce, es tu amigo ¿no?
—No lo considero mi amigo, es muy bruto, no entiende nada —respondió
el niño.
—Tú no eres muy inteligente, aburrido —dijo Cristian detrás de Luis
Ángel.
Gera había escuchado lo que le dijo Cristian a Luis Ángel antes de salir
corriendo rumbo a la piscina. Tomás comenzó a aconsejar a Luis Ángel para
que no tratara a los demás de esa manera. El niño le explicó que no se sentía
muy a gusto con los de su edad, que prefería estar solo.
—Oye, si quieres puedes aprender algún deporte en tus tiempos libres y así
no aburrirte tanto —le sugirió Gera acercándose al pequeño.
—Esa es buena idea, no todo es leer libros. ¿Qué te gustaría aprender? —
dijo Tomás.
—No sé, no me gusta nada de eso —soltó Luis Ángel.
Después se vio frente a una piscina donde estaban algunos niños de su
edad aprendiendo a nadar, entre ellos, Cristian, quien lo llamó muy alegre para
que se sumergiera en el agua. Tomás era el que dictaba aquella clase de
natación, por lo mismo Luis Ángel aceptó, le agradaba estar cerca de su
padrino. Puedo asegurar que desde ese día el niño comenzó a divertirse al
nadar y a medida que pasaban los meses se volvía muy amigo de Cristian,
tanto, que se volvieron inseparables al transcurrir de los años. De esa manera
Luis Ángel comenzó a comportarse más alegre y sociable, Cristian tuvo
mucha ayuda al no entender las clases de matemáticas que tanto detestaba y
gracias a eso era que no reprobaba los años escolares.
Keidys y Josef pudieron tener esa vida tranquila que tanto anhelaron un
día, aunque, claro, siempre tenían algunos problemas a medida que crecían sus
hijos; no es fácil ser padres, pero hacían lo mejor posible.
Tomás y Marisol podían comprender a Josef y Keidys, su hija a medida
que crecía era muy inquieta, se metía en muchos problemas y solía ser
bastante impulsiva. Trataban de mantenerla ocupada en cursos, deportes, pero
la niña al ser hija única se volvió muy caprichosa y algo rebelde.
—Tío, cuéntanos una historia —pidió Cristian cuando todos los niños
estaban reunidos en la sala una noche de diciembre.
—Está bien, ¿ya les conté la historia de cuando estaba en el colegio y debía
de cantar en público? —preguntó Josef a los niños que escuchaban atentos
sentados en el piso.
—No —respondió Camila bastante concentrada en él.
—Bueno, un día la profesora… —comenzó a relatar Josef animado. Todos
sus amigos estaban sentados en los muebles un tanto aburridos por la misma
historia de siempre.
—Cuenta algo nuevo Josef —pidió Tomás.
—Los niños no la saben, así que has silencio —regaño Josef.
La vida lleva una gran carrera, nos acostumbramos tanto a ella que no nos
damos cuenta de que los años nos han caído encima, un día éramos
adolescentes que tenían miedo de graduarse y al otro momento tenemos una
casa llena de cuadro que muestran aquellos años que tenemos encima, esos
que nos enseñaron a ser más fuertes, vivir la vida al máximo y estar con
quienes más queremos.
Aquel grupo no podía quejarse, vivieron esa etapa de la flor de la vida
hasta el más mínimo segundo, ahora debían de disfrutar de los frutos de
aquellos años, sus hijos, ayudarlos a que pudieran disfrutar ellos de esa etapa y
ser felices. Al final la vida solo se vive una vez y aquel trozo de tela que nos
brinda el tiempo debemos de vivirlo al máximo para en un futuro no muy
lejano no tener que arrepentirnos del pasado. Poder vivir la vida con sus
amores, desamores, triunfos, derrotas y al final, poder encontrar el amor de
nuestra vida y darle gracias a la vida por habernos enseñado que la felicidad y
el amor van tomados de la mano.
FIN