BROITMAN e ITZCOVICH. Geometría en Los Primeros Años
BROITMAN e ITZCOVICH. Geometría en Los Primeros Años
1. INTRODUCCIÓN
En este trabajo plantearemos algunas líneas generales acerca de qué entendemos por
geometría y por hacer geometría en la escuela. Mencionaremos algunos debates acerca de
la finalidad de su enseñanza retomando y analizando críticamente ciertas ideas que han
circulado en los últimos años en la literatura didáctica y que tienen fuerte incidencia en las
prácticas docentes actuales. Plantearemos asimismo algunos problemas didácticos de la
enseñanza de la geometría en general y del primer ciclo en particular. Por último,
presentaremos un análisis didáctico de algunos problemas geométricos para los primeros
grados de la escuela primaria.
También nos sirve de marco referencial nuestra propia experiencia de trabajo con alumnos
de estos grados, con docentes en cursos de capacitación o instancias de actualización en
didáctica de la matemática y en el trabajo en asesoramiento técnico didáctico y desarrollo
curricular llevado a cabo en los últimos años (Sadovsky, Parra, Itzcovich y Broitman, 1998;
Broitman, Itzcovich 2001).
Como concepción de aprendizaje adoptamos las tesis piagetianas que explican el pasaje de
un estado de menor conocimiento a un estado de mayor conocimiento. Desde esta
perspectiva, se considera la necesidad de que los alumnos se confronten a situaciones
problemáticas nuevas, frente a las cuales pongan en juego sus “viejos” conocimientos; y si
ellos no les son suficientes para alcanzar una solución eficaz, puedan construir una nueva
respuesta en un proceso interactivo de equilibrios y desequilibrios. Se trata de un complejo
proceso de reorganización de sus conocimientos en dirección a los saberes propios de la
disciplina. A partir de estas ideas resulta necesario aceptar y prever la provisoriedad y el
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Extraído del artículo: “Geometría en los primeros años de la EGB: problemas de su enseñanza, problemas para su
enseñanza” de Broitman-Itzcovich en Enseñar matemática en el Nivel Inicial y el Primer Ciclo de la EGB, Panizza, M. (comp.)
largo plazo en los procesos de construcción de conceptos matemáticos en la escuela por
parte de los alumnos.
Hay aquí algunos supuestos interesantes para analizar. Por un lado, hay una “discusión”
acerca del objeto de estudio de la geometría: ¿es la geometría una ciencia que estudia el
espacio físico? En segundo lugar, subyace a las ideas anteriormente mencionadas una
cierta concepción sobre el proceso de adquisición de saberes geométricos: ¿se aprende
geometría a través de la interacción con el espacio físico?
Gálvez (1994) alude a este proceso mostrando cómo el espacio físico de aquella primera
geometría empírica, deviene en “espacio puro, formal”. Un hito en esta transformación está
dado por la aparición de “Los Elementos” de Euclides, momento culminante en el desarrollo
de la geometría en tanto rama de las matemáticas que marca el inicio en la separación de
los conceptos geométricos de lo sensible. Babini (1967) se refiere a dicho hito mostrando
cómo Euclides le confirió a la geometría “el sentido de seguridad y de certeza” de los
resultados que se van produciendo más allá de la intuición y de la verificación empírica. Las
verdades geométricas a las que se arriba son “anexactas, abstractas, necesarias y sin
referencia a la realidad” (Gálvez, 1994)
2
La propiedad de la suma de los ángulos de un triángulo es un objeto teórico que precisa ser demostrado por
medio de argumentaciones. Han sido analizadas críticamente aquellas propuestas de enseñanza que tratan a esta
propiedad de manera empírica. Evidentemente por los errores del trazado y de la medición difícilmente la suma
de ángulos interiores de un triángulo medidos con transportador sea 180º (Balacheff, 1987).
Esta primera geometría puede ser denominada “geometría empírica”, “geometría intuitiva” o
“geometría de la observación” y aquella geometría ya desprendida del espacio sensible
sería la “geometría de las matemáticas” o “geometría de la demostración”. Las relaciones
entre una y otra son aún hoy objeto de reflexión y de investigación.
Hemos señalado que los conocimientos geométricos constituyen espacios teóricos ideales.
Esta característica exige que la validación de los resultados obtenidos sólo pueda ser
racional y argumentativa. En cambio, los conocimientos espaciales permiten resolver
problemas del espacio físico y el modo de determinar la validez de los resultados
encontrados no necesita respetar las reglas del trabajo geométrico, sino que es, en la mayor
parte de los problemas, de naturaleza empírica. He aquí otra distinción entre el estudio de lo
espacial y el estudio de la geometría referida ahora al modo de validación de resultados y
conocimientos (Berthelot y Salin, 1994).
Por otra parte, sabemos de ciertas diferencias entre los procesos constructivos de los
conocimientos geométricos y de algunos conocimientos espaciales. Los niños utilizan el
espacio y construyen conocimientos prácticos que les permiten dominar sus
desplazamientos y construir sistemas de referencias. En el uso “real” del espacio (cuando un
niño va de su cuarto al baño, cuando patea una pelota hacia un arco, etc.) no
necesariamente pone en juego conocimientos matemáticos. Estos conocimientos espaciales
son adquisiciones espontáneas, independientes del pasaje de los niños por la escuela
(Berthelot y Salin,1994; Broitman, 2000; Castro, 2000; Saiz, 1987). La construcción de estas
nociones espaciales ha sido estudiada por Piaget3.
Tal vez sea fértil retomar aquí la distinción entre conocimiento y saber:
"Los conocimientos son los medios, a menudo implícitos, de la acción, del procesamiento de
la información o del razonamiento, por oposición a los saberes que son los objetos visibles
de las transacciones didácticas…” (Brousseau, 1994). “… El saber es el producto cultural de
una institución que tiene por objeto observar, analizar y organizar los conocimientos a fin de
facilitar su comunicación..." (Brousseau y Centeno, 1991)
A partir del análisis precedente es posible distinguir tipos de problemas según los
conocimientos involucrados y el proceso de adquisición de los mismos.
Otros problemas son aquellos que también involucran conocimientos espaciales, y de los
que no sabemos aún cómo se da su proceso de adquisición. Son, de alguna manera, muy
similares a los anteriores, pero una diferencia la constituye el hecho de que no son producto
del desarrollo espontáneo. Un ejemplo es la orientación en espacios de “grandes”
dimensiones. Sabemos que hay adultos que tienen importantes dificultades para orientarse
en dichos espacios, tal vez por ello, podría justificarse la necesidad de una enseñanza
sistemática. Brousseau (1983, citado en Vergnaud, 1997) analiza que en los problemas
espaciales una variable didáctica6 está dada por el tamaño del espacio - si se trata del
4
El término “relevo” es utilizado en el original en francés en el sentido de “cambio de status”.
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Esta distinción no es dicotómica. Los conocimientos de un grupo escolar podrían considerarse saberes para esa
“comunidad”.
6
Se podrá encontrar una definición de este concepto elaborado por Brousseau en Bartolomé y Fregona, Capítulo
microespacio, el mesoespacio o el macroespacio7 -. En la comparación entre este tipo de
problemas y el anterior, podría considerarse el tamaño del espacio como variable. La
magnitud del espacio físico en el que se debe desenvolver el sujeto, modifica
sustancialmente el problema y los medios de resolución. De ahí la diferencia entre los
problemas de desplazamiento al interior de una vivienda (que exigen conocimientos cuya
adquisición es espontánea), de los problemas de desplazamiento en una ciudad (que exigen
conocimientos cuya adquisición involucra niveles más complejos de conceptualización,
representación y anticipación) 8.
Podríamos considerar que existe una tercera clase de problemas similares a los anteriores -
en tanto se resuelven con conocimientos espaciales cuya adquisición tampoco es
espontánea -, pero en los ya sabemos que es posible intervenir didácticamente para
favorecer su adquisición. Se trata de los problemas de producción e interpretación de
representaciones planas y comunicación de la posición de objetos y desplazamientos en el
espacio (Colinvaux, Dibar Ure, 1989; Gálvez 1985; Saiz, capítulo IV de este mismo libro). Si
bien son problemas vinculados a la orientación espacial en grandes dimensiones, exigen
conocimientos más específicos, como por ejemplo acerca de las figuras (éstas pueden
utilizarse para producir representaciones planas) o informaciones y convenciones (para
interpretar y producir representaciones). Muchos autores (Berthelot y Salin, 1994; Saiz,
1987) coinciden en señalar la necesidad de que este tipo de problemas forme parte de la
currícula escolar. Hay experiencias didácticas al respecto que muestran la continuidad de las
dificultades que encuentran los alumnos al trabajar con representaciones de espacios físicos
cuando no han abordado sistemáticamente este objeto de estudio. Por otra parte, también
es posible observar la evolución de sus representaciones cuando se generan condiciones
didácticas para que los alumnos tengan oportunidades de mediar con problemas diversos de
producción e interpretación de planos (Broitman, 2000).
Y por último tenemos aquellos problemas que se resuelven con conocimientos geométricos
que “viven” en la disciplina y que indudablemente precisan de un trabajo sistemático para su
apropiación. Se trata de todos aquellos problemas geométricos “puros”, que no tienen su
Muchas propuestas didácticas también plantean desde sus fundamentos la idea de que
enseñar matemática debe servir para la vida cotidiana o para aprender a desenvolverse
mejor en el espacio físico. Dichas ideas ponen en juego el debate acerca de la finalidad de
la enseñanza de la geometría. Adoptan, desde nuestra perspectiva, una concepción
instrumentalista de la enseñanza de la matemática: se le exige que sea “útil”, o que deba
“servir” para algo externo.
He aquí dos problemas. Uno refiere a la finalidad externa, y el otro a sus relaciones con el
espacio físico.
Con respecto a la segunda cuestión acerca de las relaciones del estudio de la geometría de
las matemáticas con el espacio físico, hay, en diversos ámbitos educativos, una cierta
“voluntad de establecer relaciones naturales entre lo sensible y lo inteligible” (Laborde,
1990), entre lo perceptivo y lo teórico. Hemos mostrado anteriormente la compleja relación
entre los conocimientos espaciales y los geométricos. Y si bien hemos señalado que hay
conocimientos geométricos que permiten resolver problemas espaciales, no hay, al menos
por ahora, evidencias concluyentes de que estudiar geometría de las matemáticas en los
primeros años de la escolaridad permita un mayor dominio del espacio físico real. En este
sentido, Brousseau (1994) señala “no es cierto que la geometría se refiera a las relaciones
con el espacio”.
Tal vez muchos conocimientos geométricos que forman parte de la currícula escolar no
“sirvan” para la vida cotidiana, y tampoco necesariamente abonen a la conceptualización
sobre el espacio físico. ¿Cuál será entonces la finalidad de la enseñanza de la “geometría
de las matemáticas”, geometría casi alejada de lo real, de lo sensible, de lo empírico, de lo
intuitivo, de lo útil?
Y en relación con la utilidad que se le asigna a la geometría para el dominio del espacio
físico adoptamos la reflexión de Laborde: “…la geometría de las matemáticas no es el
estudio del espacio y de nuestras relaciones con el espacio, sino el lugar en que se ejercita
una racionalidad llevada a su excelencia máxima” (Laborde, 1984 citado en Gálvez, 1994)10.
Una de las razones principales por las cuales es importante la enseñanza de la geometría
es porque la escuela es también un lugar de creación y transmisión de la cultura. Y la
geometría forma parte de la misma.
Como señala Artigue (1986): “...lo que se propone la enseñanza de las matemáticas no es
simplemente la transmisión de conocimientos matemáticos, sino, más globalmente, la
transmisión de una cultura. Se trata de que los alumnos entren en el juego matemático”. La
geometría no constituye solamente un conjunto de saberes formalizados a lo largo de la
historia, sino que es asimismo un modelo de razonamiento y deducción muy importante para
la formación cultural de los sujetos.
Entre las diversas geometrías existentes, es posible considerar que la geometría euclideana
involucra un nivel de complejidad posible de ser accesible a los alumnos de este nivel de
escolaridad, a diferencia de lo que sucede con la geometría proyectiva o la geometría de los
fractales. También es posible pensar que la geometría euclideana es una “vía regia” para el
inicio en el estudio de un modo de pensar geométrico, también sobre la base de sus niveles
de complejidad. Otra buena razón - al menos por ahora - para considerar a las propiedades
de las figuras y de los cuerpos geométricos como principales objetos de estudio en la
escuela primaria, es que se trata de objetos que “viven” allí desde hace muchos años. Esto
no significa que la supervivencia sea razón suficiente para su permanencia. Sin embargo, no
hay - por ahora - razones para “echarlos”. Seguramente en el futuro nuevas investigaciones
didácticas, abonen a un proceso de re-selección de recortes aún dentro de la misma
geometría; o tal vez se consideren objetos de enseñanza a saberes geométricos de otras
geometrías existentes.
Nuestro primer objetivo mencionado, - el estudio de las propiedades de las figuras y los
cuerpos - es posible de ser abordado desde el primer ciclo. Es importante hacer una nueva
aclaración. Las propiedades geométricas de las figuras y cuerpos forman parte, sin duda,
del conjunto de saberes geométricos. Evidentemente los niños - retomamos para ello la
distinción entre conocimiento y saber anteriormente mencionada - pondrán en juego ciertos
conocimientos sobre las figuras que aún distan mucho de las propiedades enunciadas por el
saber, así como sucede con otros objetos matemáticos. Las características que los niños
podrán utilizar o formular, son aquellas versiones provisorias “privadas” de las propiedades
“públicas” del saber sabio13. El pasaje de unas a otras será parte de un proceso que excede
el trabajo en el primer ciclo. Más adelante, abordaremos el análisis de algunos problemas
que permiten poner en juego el estudio de dichas características.
Otro problema didáctico del primer ciclo es el tratamiento aparentemente inevitable de los
“dibujos” de las figuras geométricas y de las representaciones tridimensionales de los
cuerpos. Ha sido suficientemente estudiada la distinción entre dibujo y figura (Arsac 1989;
Laborde 1990; Fregona, 1995). Las figuras son objetos teóricos, matemáticos e ideales que
sólo tienen existencia en el interior de la geometría de las matemáticas. No son objetos
tangibles de existencia empírica. Los dibujos, en cambio, son representaciones materiales
de dichos objetos que no “muestran” las propiedades que definen a las figuras. Las
conceptualizaciones de los sujetos acerca de los objetos geométricos son las que
determinan qué propiedades pueden “verse” en los dibujos.
Aique.
12
De hecho, se ha intentado enseñar nociones topológicas en el Nivel Inicial y primer ciclo de la
escuela primaria de la mano de la Reforma de la Matemática Moderna y apoyados en la evolución
espontánea de los conocimientos espaciales de los niños estudiada por Piaget. Ha sido
suficientemente analizada la confusión entre Psicología y Didáctica y el aplicacionismo directo de
resultados de indagaciones psicogenéticas a la enseñanza (Brun, 1980; Coll, 1983; Castorina,
Coll, 1998, etc.)
13
Evidentemente también el saber sabio tiene carácter de provisoriedad.
Ha sido estudiado cómo la enseñanza de la geometría estuvo organizada en la presentación
ostensiva14 de dibujos como así también algunas consecuencias de dicha forma de “hacer
vivir” las figuras en las aulas: los alumnos tienden a transferir ciertas propiedades de los
dibujos a las figuras (la posición en la hoja, restricciones a figuras que no las poseen, etc.).
Un ejemplo de cómo se “amalgaman” propiedades a las figuras puede analizarse cuando,
frente al pedido de construir un rombo, los alumnos tienden a construir un rombo cuadrado;
o, frente al pedido de construcción de un cuadrilátero, tienden a construir un rectángulo. Las
dificultades para comprender la generalidad y la particularidad de las figuras también se
refuerza didácticamente por la presentación casi exclusiva de “figuras típicas” (Berthelot y
Salin 1994, Fregona, 1995, etc.).
Ahora bien, muchas de las propuestas didácticas que intentan subsanar esta relación casi
“natural” o identificación entre objetos geométricos y dibujos que los representan, están
dirigidas al segundo o tercer ciclo. No encontramos por ahora, formas de abordar en el
primer ciclo el estudio de las figuras geométricas sin considerar como punto de partida los
dibujos con los que las representamos.
Volvamos al segundo objetivo planteado: el inicio en un modo de pensar propio del saber
geométrico. Este “modo de pensar” supone poder apoyarse en propiedades de los objetos
geométricos para poder anticipar relaciones no conocidas o inferir nuevas propiedades. Es
decir, realizar un proceso de anticipación sobre los resultados a obtener sin necesidad de
realizar acciones empíricas y sin apoyarse exclusivamente en la percepción. El modo de
pensar geométrico implica demostrar la validez de una afirmación a través de argumentos,
los que, incluso en algunos casos, se oponen a la percepción o a la medida 16. Estos
aspectos del estudio de la geometría se inician en los primeros años de la escuela primaria,
pero son más propios del segundo y tercer ciclo. En los problemas que a continuación se
analizan se mostrará dicho juego anticipatorio.
Destacamos aquí la importancia de ofrecer condiciones para que todos los alumnos se
apropien de este particular modo de pensar, tan diferente al de otras áreas del conocimiento,
a veces casi opuesto a la racionalidad cotidiana. Forma parte del conjunto de conocimientos
que la escuela tiene la obligación de socializar, ya que, si no se aprenden en la escuela,
difícilmente se aprendan. “Creemos que hay un modo de estudiar geometría que permite
que los alumnos desarrollen un modo de pensar, propio de la matemática, que sólo existe si
la escuela lo provoca y al que creemos que todos los alumnos tienen derecho a acceder. Es
la relación con el saber la que está en juego” (Sadovsky y otros, 1998).
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Berthelot y Salin (1994) caracterizan a la enseñanza ostensiva como aquella en la que las figuras
son “mostradas”. Analizan críticamente el supuesto psicológico y didáctico de que los alumnos podrán
identificar propiedades de las figuras a través de la percepción.
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Cuando los niños conocen los dibujos pueden distinguir el dibujo de un cuadrado entre otros dibujos
de otras figuras. Pero el conocimiento de las propiedades de los cuadrados les permitirá a los
alumnos resolver una gama más amplia de problemas que no involucran exclusivamente el terreno de
la percepción. Por ejemplo, podrán construirlos, comunicar a otros alumnos sus características,
formular preguntas para adivinar de cuál figura se trata, etc.
16
Por ejemplo, la construcción de un triángulo cuyos lados midan 10, 5 y 5, podría admitir una
“resolución empírica”, aunque dicho triángulo no existe.
Señalamos entonces un “riesgo”: considerar a la matemática “útil” como necesaria “para
todos”, y a la matemática en tanto “modo de pensar” como lujo accesible exclusivamente
“para unos pocos” permite justificar prácticas de enseñanza discriminatorias. Subyace al
presente debate didáctico una cuestión ideológica: si fomentar o no el acceso de todos los
niños al “modo de pensar” geométrico, sin duda “porción” de la cultura.