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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

PLANTEL DEL VALLE

ALUMNA: Angélica María Toribio Morales

MATRÍCULA: 18-004-0201

LICENCIATURA: Creación Literaria

GRUPO: 402

“LENGUAJE Y PENSAMIENTO 1”

PORTAFOLIO

Fecha de entrega:

DOCENTE: Elena Lozanova


ÍNDICE

I. ¿Cuál es la normatividad Jurídica Federal que existe en México, enfocada en la


violencia de la mujer? -------------------------------------------------------------------------- 3
II. Denominaciones de parentesco de la lengua Maya, originaria de México
*Reflexión sobre la estructura. --------------------------------------------------------------- 4
III. Exposición: “Los 1001 años de la lengua española” ANTONIO ALATORRE
*TEMA 2. LENGUAS IBÉRICAS PRERROMANAS.
*TEMA 3. LA LENGUA DE LOS ROMANOS.
IV. Comparativa de los fragmentos: “Nuevo amor y otras poesías”; “La pareja humana: su
vida, su muerte, su estructura”; “El enamoramiento y el mal de amores”; los tres libros
localizados en el libro; “Cómo leer. La Ciencia para Todos” de MARGARITA ALEGRÍA.

V. Reseña crítica del libro “Los 1 001 años de la lengua española” de ANTONIO
ALATORRE.
RESEÑA CRÍTICA DEL LIBRO

“Los 1 001 años de la lengua española”, del autor ANTONIO ALATORRE

El autor Antonio Alatorre hace mención de la familia indoeuropea y pone como ejemplo el de la
familia ascendente y descendiente de Juana Ramírez, mejor conocida como sor Juana Inés de la
Cruz, su árbol genealógico cubriendo cuatro siglos aproximadamente, los individuos capaces de
exhibir una historia continua de su familia de tanto tiempo son muy pocos. Sin embargo es muy
frecuente en las instituciones sociales como: el derecho, las religiones, las costumbres, las artes, y
lo relacionado a los fenómenos culturales, y de estos fenómenos, los que tienen la más larga
historia continua son las lenguas del mundo.

1. Anatolio. Su variedad más conocida es el hitita. Dueños de toda la Anatolia hacia el año
1400 a.C. parece que fueron los primeros en escribir una lengua indoeuropea, pero las
lenguas como el licio y el lidio, no vivieron mucho tiempo.
2. Greco-armenio-indo-iranio. Primer ramal que salió de los límites de Anatolia, en el tercer
milenio se dividió en dos: el greco-armenio y el indo-iranio. Una de las lenguas índicas no
vive en la India, vaga por el mundo: es el romaní, es el idioma de los gitanos.
3. Celto-ítalo-tocario. Los tocarios, que se separaron de los celto-ítalos, avanzaron hacia el
oriente, donde su lengua se extinguió, dejando como recuerdo unas pocas inscripciones de
lo que es hoy Turkestán chino. Derramándose por Europa por oleadas desde finales del
tercer milenio antes de Cristo.
4. Balto-eslavo-germánico. El germánico se separó primero, más tarde el báltico y el eslávico.

La tabla genealógica mostrará, la prole de las cuatro familias-madres marcando el parentesco,


cercano o lejano de lenguas europeas, algunas muertas hace milenios. Es tan importante esta
tabla

TABLA

Las lenguas indoeuropeas son habladas por media humanidad. El español conserva las raíces ES-
y ST’A- en sus verbos ser y estar, el francés no tiene verbo estar. Donde se encuentra la mayor
concentración de raíces indoeuropeas es en el sánscrito, porque gracias a la escritura, el sánscrito
quedó sacralizado, o sea inmovilizado, a diferencia del prácrito, que su variante es hablada.

Lo impresionante es una serie de palabras que no solamente significan hoy exactamente lo mismo
que hace 6 000 o 7 000 años, sino que sobreviven en todas las lenguas indoeuropeas que son los
números del 2 al 10, el 1 tiene diferentes nombres. Está primero el tronco original el reconstruido
por los indo europeístas, siguiendo 12 de sus descendientes, según las investigaciones de Alatorre
comenzando con el sánscrito y el helénico, las formas del cuatro son las usadas en el griego ático
desde hace 2, 500 años.

El ramal itálico se representa por el latín clásico y el francés.

El céltico, por el irlandés antiguo y por el galés.

El germánico, por el gótico (lengua muerta) y por el alemán y el inglés.

El báltico, por el lituano.

El eslávico, por el eslavo antiguo (o “eslavo eclesiástico”) y por el polaco.

Al final se añadieron cinco lenguas no indoeuropeas: húngaro, turco, náhuatl, vascuence y japonés.

CUADRO

No es descabellada la idea que el origen del lenguaje tiene muchísimo más de 100 000 años, en
un principio, música y lenguaje fueron materialmente una. Esta idea, no es probable, sino
improbable o sea indemostrable, con los medios de investigación de la actualidad, pero pueden
surgir los medios en el futuro, sin embargo tiene la fuerza suficiente para dejarnos totalmente
convencidos de ellas, comenta Alatorre.

-Los historiadores de la lengua española necesitan remontarse al latín: si no lo hicieran, su historia


sería incomprensible. Los hispanohablantes de hoy seguimos empleando palabras usadas ya por
los distintos pueblos prerromanos, con rasgos característicos del castellano, como la presencia de
la h- donde el italiano y las demás lenguas hermanas tienen f- por ejemplo: herir, hacer, hoja,
humo, etc., y no ferir, facer, fojar, fumar, etc.

Para un francés, un inglés y un europeo nórdico de nuestros días, España es un país no muy
europeo, y si un país con mucho de africano. __MAPA

Los iberos permitieron las influencias helénicas como lo muestran sus reliquias arqueológicas:
monedas, objetos de metal, algunas figurillas y varias esculturas notables, la más hermosa la
Dama de Elche, y más aún, los iberos poseían el arte de la escritura.
Se inventó en Francia a mediados del siglo XIX el término “Latino-américa” o “América Latina”
designando así a todas las regiones americanas donde se hablan lenguas hijas del latín: no solo
los países de origen español, también Brasil, Haití y el Canadá francés. La palabra iberorromance
designa, a todos los descendientes que el latín dejó en la península, como el portugués, castellano
y catalán, con todos sus dialectos y todas sus variedades.

El vocabulario es lo más visible de todo. En la segunda mitad del siglo X el español estaba ya de
este lado: muchísimo más cerca del hoy, 1 001 años más tarde, que del ayer Ciceroniano, 1 001
años atrás, comenta Alatorre.

En Hispania nacieron dos de los sucesores de Augusto, famosos por la prosperidad que dieron al
imperio a finales del siglo 1 y comienzos del ll d.C., Trajano y Adriano. Así como hubo Césares
nacidos en Hispania, también hubo un papa español san Dámaso quién comisionó a san Jerónimo,
editar la Biblia en la lengua de Roma.

Nuestros padres, maestros y nosotros, que hasta ahora han o hemos impedido que yo cabo y yo
cupé se generalicen, estamos atentando contra la realidad lingüística en nombre de otra cosa, que
llamamos educación. En otras palabras no hubo un latín vulgar, sino muchos. LA ESPAÑA
VISIGÓTICA

La soberbia del imperio romano fue tomada y saqueada el año 410 por Alarico, rey de los
visigodos, el cual había ocupado en años anteriores gran parte de los Balcanes y de la península
itálica. Los primeros germanos que entraron a España, fueron los vándalos. A ellos siguieron, poco
tiempo después, los alanos y los suevos. Los vándalos llegaron hasta Andalucía (en cuyo nombre
árabe, al-Andalus, se trasluce la palabra Vándalus).

A finales del siglo III, cuando se hallaban en la zona del Danubio y en los Balcanes, los visigodos
habían abrazado el cristianismo, y a mediados del siglo siguiente su obispo Úlfilas tradujo la Biblia
al idioma gótico. He aquí cómo los cuenta el monje que en el siglo XIII escribió el Poema de Fernán
González:

Fueron de Sancti Spíritus los godos espirados:

Los malos argumentos todos fueron fullados;

Conoscieron que eran los ydolos pecados:

Quantos creían por ellos eran mal engañados.

Demandaron maestros por ser fer entender

En la fe de Don Christo que avían de creer;


Los maestros, sepades, fueron muy volunter,

Fiziéronles la fe toda bien entender…

San Isidoro no dice nada acerca de la pronunciación, pero, por documentos escritos en un latín
menos gramatical que el suyo y por otras fuentes, se puede asegurar que en el siglo VII el latín
Hispano había llegado a formas como éstas: iglesia (<ecclesia), buono (<bonum), famne(<fáminem
‘hambre’), ollo (< oclu ‘ojo’), nohte, pronunciado NOJTE (<noctem ‘noche’), fahtu, y luego faito
(<factum ‘hecho’), potsone, que dio pozón, transformado más tarde en ponzoña(<potionem
‘poción’), caltsa, que dio calza (<calcea), lluna (<luna), llingua(<lingua). Los rasgos que muestran
todas esas formas se deben a tendencias evolutivas normales y no alterando la forma de pensar
gótico. La palabra godo acabó por significar ‘altanero’, todavía en los siglos XVI y XVII se decía
“hacerse de los godos” o sea ‘creerse la gran cosa’.

Tras la derrota de Rodrigo, el último rey godo, novelada y llorada en los siguientes siglos, ocurrió
en la batalla de Guadalete en el año 711. Tarik al frente de un ejército de más de 7000 moros,
desembarcando en lo que después sería Gibraltar (moros, nombre que se le dio en España a los
invasores, eran árabes y bereberes. La designación les convenía propiamente a los bereberes:
Maurus, de donde viene moro, era en latín el habitante de Mauritania; pero los moros, en español,
vino a significar musulmanes, infieles, señalados sin un origen geográfico. La caída de Hispania
había sido el nacimiento y el auge del Islam. Mahoma (570-632), llamado el profeta existió al
mismo tiempo que san Isidoro de Sevilla.

España en manos de los “perros cristianos”, un Cervantes, un Góngora, un Lope de Vega, sin dejar
de ser cristianos y españoles, vieron siempre a los moros con un cariño que jamás se tuvo para los
godos. Y ese cariño se refería a cosas muy concretas de la civilización islámica, que fue la
fecundadora de la ciencia y la filosofía medievales y el gusto por las cosas buenas de la vida, la
rica comida, trajes hermosos, la música y las diversiones.

Una manera de comprender la historia de la España árabe es verla en su imagen lingüística,


estudiando la significación de los 4,000 arabismos que existen en nuestra lengua.

MULADÍEZ, MOZÁRABES, MUDÉJARES

El vocabulario español de origen árabe nos deja una primera imagen doble: de tolerancia y
apertura por parte de los musulmanes, de admiración y seducción por parte de quienes tuvieron un
contacta humano con ellos. La palabra muladí: desde un punto de vista de los cristianos es palabra
vil, pues los muladíes eran los renegados; aunque del punto de vista de los árabes es palabra
humana y generosa: los muwalladín son los adoptados. Los mártires cristianos del siglo IX no
murieron por su fe en Cristo (a quien los musulmanes siempre respetaron) sino por trastornar la
estabilidad pública.

Durante algún tiempo del siglo XI al XIII, se constituían comunidades numerosas particularmente
en Aragón, Toledo y Andalucía, manteniendo su religión y su lengua. Son los siglos de “la España
de las tres religiones” porque a la de los moros y los cristianos se añadía la de los judíos, sí en la
Córdoba musulmana coexistían pacíficamente iglesias, mezquitas y sinagogas. Lo mismo ocurrió
en la Toledo cristiana. Pero la suerte de los domesticados no fue muy buena a diferencia de los
mozárabes, que acabaron por ser parte del mundo árabe, ellos nunca fueron plenamente parte del
mundo cristiano. Todos fueron desposeídos de sus tierras, y a partir del siglo XIV se acabó la
tolerancia religiosa, muchos aprendieron el idioma de los cristianos: eran los moros latiníes o
ladinos. Se conservan obras literarias compuestas por ellos en lengua romance (escritura
aljamiada, por extensión, los textos romances escritos en letras hebreas) por ejemplo el poema de
Yúcuf, que cuenta la leyenda bíblica de José el de Egipto, tan gustada por los árabes, judíos y
cristianos.

Los 4,000 arabismos de nuestra lengua, corresponden a 4,000 objetos o conceptos cuya adopción
era inevitable: el añil, el carmesí, el escarlata y el azul vienen del árabe así como golosinas como
jarabe, alcorza, almíbar, etc., las palabras almaizal y acetre, designan objetos propios de la liturgia
católica, son arabismos, de esta manera se sabe que los cristianos españoles admiraron y
aprendieron ese arte de los árabes, pero además los árabes fueron horticultores, molineros,
carpinteros, alfayates (‘sastres’), talabarteros, almocrebes (‘arrieros’), alfajemes (‘barberos’),
panaderos, cocineros, gastrónomos, marineros, pescadores, agricultores, expertos en equitación,
cultura del aceite, en medicina y farmacia, en pesas y medidas, grandes constructores,
decoradores, albéitares (’veterinarios’), alatares (‘perfumistas’), tejedores de telas y de alfombras.
Son sustantivos, en su gran mayoría, los nahuatlismos del español de México, es lo normal en toda
historia de préstamos lingüísticos.

 En cuanto a la pronunciación, la huella del árabe es nula. A finales del siglo XV Nebrija
creía que tres sonidos del español, la h de herir (JERIR), la X de dexar (DESHAR) y la c de
fuerca (FUERTSA), sonidos inexistentes en latín, eran herencia de los moros, y en
nuestros días se oye decir que la j española de ajo de juerga, inexistente en francés e
italiano, se nos pegó de árabe. No es verdad. A esos cuatro sonidos se llegó por una
evolución plenamente románica, y su parecido con fonemas árabes es sólo coincidencia.
EL NACIMENTO DEL CASTELLANO
La información ha sido tan importante y tan útil, la sencillez de las líneas escritas en este
maravilloso libro, de los 1001 años de la lengua española me ha permitido comprender
como
De acuerdo a las investigaciones de Alatorre, los historiadores de la lengua española
necesitan remontarse al latín: si no lo hicieran, su historia sería incomprensible. Ciertos
colonos romanos llevaron a Hispania rasgos de la lengua de los oscos, “tía” o “prima” del
latín. Los hispanohablantes de hoy seguimos empleando palabras usadas ya por los
distintos pueblos prerromanos, con rasgos característicos del castellano, como la
presencia de la h- donde el italiano y las demás lenguas hermanas tienen f- por ejemplo:
herir, hacer, hoja, humo, etc., y no ferir, facer, fojar, etc.Para un francés, un inglés y un
europeo nórdico de nuestros días, España es un país no muy europeo, y si un país con
mucho de africano, España fue el extremo último occidental.

El griego Estrabón nos ofrece en su famosa Geografía o descripción de la tierra, escrita a


comienzos de nuestra era, los nombres de algunos pueblos diversos y su localización aproximada.

MAPA

Cinco siglos antes de Estrabón, el padre de la historia, Heródoto de Halicarnaso, había


hablado ya de Iberia, la región del rio Iber (el Ebro actual) donde habitó ese pueblo, uno de los
más avanzados o civilizados de la España prerromana. Los iberos permitieron las influencias
helénicas como lo muestran sus reliquias arqueológicas: monedas, objetos de metal, algunas
figurillas y varias esculturas notables, la más hermosa la Dama de Elche, y más aún, los iberos
poseían el arte de la escritura.

Los celtas dejaron en España una fuerte huella lingüística, más marcada tal vez en Portugal y
en Galicia, algunos gallegos modernos que se sienten auténticos continuadores del espíritu
céltico. No tenían alfabeto propio: las inscripciones que nos dejaron están en caracteres
latinos, salvo una, sobre plomo, que curiosamente utiliza el alfabético ibérico. De las regiones
habitadas por celtas, ya había tomado el latín entre otras muchas, las palabras de donde
vienen abedul, alondra, brío, caballo, cabaña, camino, camisa, carro, cerveza, lengua, pieza y
salmón que el español ha compartido siempre con casi todos los idiomas romances. Al griego
se remontan bodega y botica, cítara y cristal, historia y poesía, ángel y diablo, paraíso (no
infierno) etc.

Se inventó en Francia a mediados del siglo XIX el término “Latino-américa” o “América Latina”
designando así a todas las regiones americanas donde se hablan lenguas hijas del latín: no
solo los países de origen español, también Brasil, Haití y el Canadá francés.

La palabra iberorromance designa, a todos los descendientes que el latín dejó en la península,
como el portugués, castellano y catalán, con todos sus dialectos y todas sus variedades.

El vocabulario es lo más visible de todo. Ejemplo de voces “ibéricas”.


Abarca braga galápago losa sabandija

ardilla breña gándara manteca sapo

arroyo bruja garrapata moño sarna

ascua carrasca gazapo morcilla tarugo

balsa cencerro gordo muñeca toca

barda chamorro gorra nava tranca

barranco chaparro greña páramo urraca

barro conejo izquierdo perro vega

becerro coscojo lanza pizarra zamarra

beleño cueto légamo ráfaga zurra

Científicamente la población ibérica tenía predilección por el sufijo –rro (-rra) a las palabras
pan, macho y búho se les añadió ese sufijo y se obtuvo panarra, machorro y buharro. De
manera análoga, galápago, gándara, légamo, ráfaga y páramo tienen una terminación
esdrújula muy “ibérica”. Algo del prehistórico ibérico persiste misteriosamente en nosotros
asegura Alatorre, que nos impulsa a pronunciar (“incorrectamente”) fárrago y plumbago.
Recordemos la –z de muchísimos apellidos, como López, Pérez y Martínez cuya sustancia
viene del latín: Lupus, Petrus, Martinus. Algunos creen que esta –z (presente también en
Muñiz, Muñoz y Ferruz) es de origen lígur. Es probable, menciona Alatorre. Lo seguro es que
mejoró o se desarrolló en Iberia.

Lo curioso es que en el siglo X hacía ya mucho que el latín de Cicerón y el de San Agustín y el
de sus innumerables continuadores era una lengua muerta. Ya en ningún lugar se hablaba ese
latín. Las “glosas” españolas que alguien puso hace 1001 años en el sermón atribuido a san
Agustín son el testimonio del paso de una lengua a otra. Reconociéndose como una lengua
“vulgar”, desnuda de tradición escrita, sin prestigio del latín, pero con la ventaja de ser la
lengua hablada, de un grupo humano.

En la segunda mitad del siglo X el español estaba ya de este lado: muchísimo más cerca del
hoy, 1001 años más tarde, que del ayer Ciceroniano, 1001 años atrás, comenta Alatorre.
Cuando el destino del imperio quedó en manos de Augusto, los romanos no habían ocupado la
zona de ástures y los cántabros en el norte de Hispania. Para someter o “domesticar” a esos
pueblos Augusto ordenó en 19 a.C. que la séptima región del ejército quedara acuartelada en
una zona estratégica, el mapa de Hispania se llenó de topónimos latinos.
En 169 a.C. se había otorgado a Córdoba el título de “ciudad patricia”. En Hispania nacieron
dos de los sucesores de Augusto, famosos por la prosperidad que dieron al imperio a fines del
siglo 1 y comienzos del ll d.C., Trajano y Adriano. El latín de Hispania estuvo marcado, desde
el principio, por esa influencia de las lenguas prerromanas que los lingüistas, con una metáfora
geológica, en la que cualquier hispano de Coimbra una ciudad de Portugal, Cordoba o de
Terragona podía recorrer todo el imperio y hacerse entender, que puede tener hoy un mexicano
en Venezuela o un chileno en España.

El salto de una religión a otra estaba ya dado, en lugar de los templos paganos, comenzaron a
levantarse los del nuevo Dios y de sus santos, divisiones administrativas se fueron creando
obispados y otras demarcaciones eclesiásticas.

Así como hubo Césares nacidos en Hispania, también hubo un papa español san Dámaso
quién comisionó a san Jerónimo, editar la Biblia en la lengua de Roma. La literatura latina
muestra a grandes escritores en la edad de oro, exclusivamente italiana, como el poeta Virgilio
y Horacio y prosistas como Cicerón y Tito Livio. Pero si en la formal “edad de plata”, los dos
retóricos más antiguos o maestros de elocuencia, Porcio Latrón y Séneca el Viejo y un
tratadista de mitología, Higino, bibliotecario de Augusto. Juvenco y Prudencio, el segundo de
los cuales, en obras muy leídas desde sus tiempos hasta el Renacimiento, cantó a los mártires
del cristianismo y celebró las virtudes de la nueva religión.

La lengua literaria y la lengua hablada, pueden estar muy cerca o muy lejos la una de la otra,
más el de la poesía que el de la prosa, en el cuál se dicen cosas que no se han dicho en el
idioma común y corriente. Así como la poesía de Rubén Darío y la prosa de Martí no dan una
idea muy precisa del español hablado en Nicaragua y en Cuba, así la obra de Osio y prudencio
no sirve para saber, cómo se hablaba en la España cristiana, ni la del filósofo Séneca para
tener una idea precisa del latín que se oía en las calles de Córdoba ni la de Cicerón y Virgilio
para darnos una imagen exacta de la lengua del pueblo romano (o italiano) de esos tiempos.

La literatura latina estuvo, desde sus comienzos, especialmente divorciada de la lengua


hablada por el común de la gente. También la lengua del pueblo romano (e italiano) tomo del
griego muchas voces elementales de cultura inexistente hasta entonces, como:

Cámara ‘habitación’ bálneum ‘baño’ áncora ‘ancla’

Chorda ‘cuerda’.

Cítara y ámphora y púrpura (porphyra en griego).

Lo que importa es reconocer una realidad, un hecho de enorme importancia para el desarrollo
del español y de las demás lenguas romances, en efecto no proceden del latín empleado por
los supremos que hicieron o inventaron el lenguaje, sino del latín de la gente corriente, el latín
hablado en las casas, calles, campos, talleres etc., (El latín vulgar es al latín clásico lo que el
prácrito al sánscrito) prácrito: lenguas que se hablaban en la antigua India, sanscrito: idioma
culto utilizado en los rituales religiosos como el jainismo o el budismo.

Reconocimiento a esos gramáticos y letrados latinos y latinizantes que nos transmitieron la ola
de los clásicos latinos (Y lástima que se hayan quedado cortos) dice Alatorre, ellos lograron
que Terencio y Virgilio siguieran teniendo lectores. Lo que no lograron fue acabar con las
incorrecciones, que iban acumulándose en el habla de la gente.

Para ayudar a los alumnos, varios profesores tomaron de manera práctica unos apéndices del
manual de Elio Donato. Dentro de los apéndices uno muy notable, llamado Appendix Probi
porque se atribuyó – falsamente a un erudito de la época clásica, Valerio Probo, (El Appendix
es anónimo) al parecer fue hecho en el siglo VI menciona Alatorre, y por comodidad le sigue
llamando Probo al autor.

“No digas así, di de esta otra manera, que es la manera correcta” (son las del archiconocido
latín literario), lo que ha hecho la fama del “Apéndice” de Probo es lo otro, lo incorrecto, vulgar
y grosero, lo que está censurando. No hay que olvidar, que todos los hablantes llevamos un
Probo en potencia cuando decimos “No digas yo cabo, se dice yo quepo” “No digas cuando
vuélvamos, se dice cuando volvamos”.

La ciencia lingüística moderna nació en el momento en que los filósofos y dialectólogos del
siglo XIX, en vez de profesionalizar un horror tan primario y elemental, profesionalizaron la
voluntad de no horrorizarse de nada, o sea la voluntad de entender. El latín vulgar se puede
llamar protorromance.

La reconstrucción del indoeuropeo ha sido lenta; la del latín vulgar no lo ha sido tanto. Ya en
Plauto, nacido a mediados del siglo III a.C. aparecen formas típicas del latín vulgar, como
caldus y ardus en vez de las formas “cultas” cálidus y áridus, nuestro caldo se remonta al
caldus de Plauto; ahora es sustantivo, pero en español antiguo era adjetivo y significaba
caliente, como en italiano.

Es muy importante tener una idea de ciertos aspectos fonéticos (sonidos físicos) y léxicos
(conjunto de palabras de una lengua) del latín vulgar. Alatorre elabora una tabla que servirá de
apoyo para entender. Cada ejemplo lleva, a la izquierda, la forma correcta o literaria ( la del
latín clásico), y a la derecha el resultado español, en algunos casos del resultado español
arcaico (palabras entre paréntesis). Son tres columnas de palabras o expresiones; la
importante es la central, que va en orden alfabético y en cursiva, para que el lector, pueda
localizar cómodamente los ejemplos. Alatorre pone acentos gráficos para ayuda del lector,
pues, ni en latín clásico, ni en latín vulgar, ni siquiera en latín medieval se escribían acentos.

En latín vulgar se expresaron mediante preposiciones, y así la función del caso ”genitivo” –ae
quedó a cargo de la preposición de. De los seis casos del latín clásico no sobrevivió sino el
“acusativo”, que originalmente sólo servía para indicar objeto directo; desapareció así el
“nominativo”, que indicaba el sujeto de la oración: mujer y pared no vienen de los nominativos
clásicos mulier y paries (esdrújulos: mú-li-er, pá-ri-es), sino de los acusativos vulgares
*muliére(m) y *pariéte(m). Por eso muchas palabras de la lista están en acusativo, reconocible
por la –m final: álacrem, agnum, etc. Esta –m va entre paréntesis en la columna central porque
no se pronunciaba. El sistema del latín clásico (vocativo, ablativo, genitivo, dativo, para
terminar en la única oposición nominativo-acusativo).

En el latín clásico había diez vocales, cinco largas y cinco cortas. El latín vulgar es una lengua
“acentual”. Mantuvo la distinción entre vocales abiertas y vocales cerradas, particularmente en
el caso de la o y de la e. La i breve de dóminum desapareció, mientras que la o, no sólo se
mantuvo por ser la acentuada, sino que “acentuó” su apertura hasta el grado de convertirse en
diptongo.

El apoyo de esos sufijos prerromanos debe haber impedido que palabras como cántharus,
órphanus y vípera dejaran de ser esdrújulas en el latín vulgar hispano: sus descendientes son
cántaro, huérfano y víbora.

El nombre de Cicerón, Ciceronem, pronunciado KIKERÓNEM en latín clásico, en latín vulgar


TSITSERONE, con un sonido ts parecido al de FORTSIA, en otros lugares el resultado fue
CHICHERONE, con ese sonido CH tampoco conocido antes en latín. En el norte de España,
en Bolivia y otras regiones sudamericanas –distinguen aún entre cayo y callo, entre haya y alla.

El verbo extóllere desapareció, pero la doble ele de callum y callem se convirtió en la elle de
callo y calle. La entrada de la ñ, otro sonido inventado por el latín vulgar. Así como cabal-lu se
pronunció caballo, así *nin-un se pronunció niñu.

Al lado de las palabras del latín clásico, decimos que todas las sílabas ce/ci y ge/gi, cambiaron
de pronunciación en el vulgar, o que la t se hizo d, en casos como mutare y patrem (*mudare,
padre). Al principio *fabulare ‘era decir boberías o patrañas’, ‘parlotear’ *caballus era el ‘penco’,
el ‘matalote’; y *rostrum era ‘el pico’ de un ave, ‘el hocico’ de un cerdo.

El tripalium era un instrumento de castigo para esclavos insumisos, hecho de tres palos, como
su nombre lo indica, y *tripaliare era ‘padecer el tormento del tripalium. Y así tripaliare acabó
por significar lo que en latín clásico era laborare: ‘trabajar’. El latín vulgar eliminó mucha de esa
superabundancia y simplificó enormente la maquinaria del verbo.

Los niños tienen razón. Sus padres y maestros que hasta ahora hemos impedido que yo cabo
y yo cupé se generalicen, estamos atentando contra la realidad lingüística en nombre de otra
cosa, que llamamos educación. Uno de los rasgos característicos del latín vulgar es su
tendencia a decir analíticamente (en dos o más palabras) lo que el latín clásico decía
sintéticamente (en una sola).

Roma fue haciéndose cada vez más impotente para afirmar su dominio en zonas ya ocupadas
por los pueblos del norte, y la “norma” del latín hablado en la Urbe fue alejándose cada vez
más de los usos de las Galias, de Panonia, de África, de Hispania, etc., en otras palabras no
hubo un latín vulgar, sino muchos.

No hay que olvidar, que la regla de san Benito es un texto culto. Los materiales de la
construcción no están tomados de los labios de la gente italiana del siglo XI sino de la tradición
escrita, el latín de san Benito es muchísimo más artificial que el lenguaje jurídico de hoy en
comparación con el español común y corriente. La regla de san Benito, fundador del
monasticismo occidental, la división entre cultura “superior” y cultura popular, que en el siglo III
equivalía de manera burda a la separación entre patricios paganos y plebeyos cristianos (el
cristianismo, “religión de esclavos”).

Más de un siglo antes de san Benito, una mujer llamada Egeria o Eteria, quizá española,
escribió un relato del viaje que hizo a los santos lugares de Palestina, comenta Alatorre, en una
lengua que retrata infinitamente mejor que la de san Benito, la realidad de su tiempo.

El cristianismo; el judaísmo y el islamismo más tarde, fueron de una “religión del libro”: en el,
los textos escritos tuvieron un peso incalculablemente mayor que en la religión grecorromana,
en la que nunca tuvo credos, ni catecismos a la fuerza, frenadora de lo gramatical, se añadió la
fuerza inmovilizadora de lo sagrado, fuera de las escuelas monásticas y catedralicias la gente
hablaba una lengua cada vez más diversa, la fuerza paralizadora de lo jurídico también tuvo
sus consecuencias, otra de las zonas de conservación o estancamiento del latín son los
documentos notariales de la edad media.

Nuevamente el latín cristiano recibió nuevas voces del griego: evangélium, ángelus, propheta,
apóstolus, mártir, epíscopus, diáconus, ecclesia, basílica, baptizare, etc., el pueblo hacía por
adaptarlas a los moldes del latín, del latín cotidiano (muchas de ellas son esdrújulas, y en el
latín vulgar, desaparecen las vocales o sílabas penúltimas de los esdrújulos. Un buen ejemplo
es la palabra monasterium (esdrújula: monastéri-um). Se puede pensar que monasterium no
ofrecía dificultad de asimilación, pues existía una palabra casi igual, además de ser cien por
ciento latina, ministerium, que significaba ‘oficio’ u ‘obligación’.

La palabra monasterio y ministerio son cultismos, simples adaptaciones de las voces latino –
eclesiásticas.Cultivo y vulgarismo: La expresión lingüística milenaria entre arte/naturaleza,
entre artificio y naturalidad, lo que hace el arte es imponerse a la vida bruta, refinar al hombre,
civilizarlo. Lo que hace la naturaleza es reafirmar una y otra vez la superioridad de la vida.

Desde los tiempos del latín vulgar o protorromance hasta el día de hoy, en efecto, los cultismos
de origen latino clásico han sido un injerto constante, de no haber sido por los injertos
latinizantes, serían hoy incomprensibles para un hispanohablante. Por tal motivo queda claro
que cualquier lector, sin necesidad de haber aprendido latín, puede entender la mayor parte de
ellas, ejemplo: frígido, íntegro, aurícula, fragmento, interrogar, estrépito, laborar, nupcias,
cultismos adoptados en época moderna, a partir del siglo XVI.

El cultismo se generalizó y vino a formar una especie de duplicado con el vulgarismo: su


doblete culto, nos enseña mucho acerca de algo tan esencial en la historia de nuestra lengua,
de como es su relación con el latín, en la siguiente lista, entre paréntesis va la respectiva
palabra latina y su descendiente auténtico, o sea el vulgarismo, la voz madurada dentro de la
lengua española a lo largo del tiempo.

En atónito lo que cuenta es el tronido: tonare significa ‘tronar’ (Júpiter tonante es el que lanza
los truenos); el prefijo ad- (adtonare = attonare) añade la idea de cercanía: quien oye a unos
metros al rayo se queda attónitus, aturdido.

Finalmente están estas palabras que se quedaron a medio camino se les llama “semicultismo”,
o “semivulgarismos”. Existen cultismos que no son dobletes de vulgarismos, sino de
semicultismos ejemplo: tóxico/ tósigo, secular/seglar, capítulo/cabildo. Y hay semicultismos que
son dobletes de vulgarismos: temblar, por ejemplo, se romanceó de lleno (tremulare > tremlar >
tremblar > temblar).

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