Pablo Edgardo CORONA, Paul Ricoeur: Lenguaje, Texto y Realidad (Reseña)
Pablo Edgardo CORONA, Paul Ricoeur: Lenguaje, Texto y Realidad (Reseña)
Pablo Edgardo CORONA, Paul Ricoeur: Lenguaje, Texto y Realidad (Reseña)
RESEÑA
Pablo Edgardo CORONA, Paul Ricoeur: lenguaje, texto y realidad, prólogo de
Marie-France Begué, Buenos Aires, Editorial Biblos, col. Fenomenología y
hermenéutica, 2005, 220 pp.
Ante el estructuralismo, como ante otros ‘ismos’, parecen posibles tres actitudes:
1) adoptarlo como punto de partida y desarrollar consecuencias a partir de sus
principios; 2) rechazarlo y desplegar argumentos que prueban la falsedad de su punto de
vista; 3) hacer epojé –fenomenológicamente- de sus pretensiones de validez, a fin de
determinar su sentido y alcance y, de este modo, integrar en un planteo más abarcativo
de carácter filosófico los saberes adquiridos mediante su proceder metódico. Esta última
actitud es la que adopta Pablo Corona a través de Paul Ricoeur, procurando comprender
la reflexión estructural sobre el lenguaje a la luz de una hermenéutica cifrada en las
claves de los símbolos inherentes al sentido de hombre y mundo.
La necesidad de pensar a la lingüística como ciencia estricta, o sea, dotada de un
objeto de estudio definido, homogéneo y accesible a los métodos empíricos, es la razón
por la que F. de Saussure enfoca la lingüística en la estructura virtual del lenguaje, y no
en el acto de habla. Con la guía de Ricoeur, Corona repasa los rasgos centrales que
presenta el estructuralismo, bosquejando lo que podríamos llamar su “matriz doctrinal”,
centrada en la clausura de los signos y la decisión de estudiar las relaciones entre ellos
exclusivamente como relaciones sincrónicas de oposición. Tras esta presentación, el
autor procede a examinar los aspectos del todo del lenguaje que estas decisiones
metodológicas excluyen. Tales aspectos conciernen fundamentalmente a la capacidad de
innovación semántica inherente al lenguaje, a la igualmente esencial conexión entre los
sentidos que portan los signos y las realidades que son, en términos de Frege, sus
referencias, a su conexión con la subjetividad que en cada caso habla, y a la
temporalidad de su historia. Esta crítica permite no solamente trazar los límites internos
del estructuralismo, sino también fijar sus límites externos, cuestionando la
absolutización que resulta de considerar al análisis estructural como único medio de
acceso racional al lenguaje. Es preciso, pues, mostrar que los aspectos del lenguaje que
el estructuralismo desatiende son susceptibles de tematización racional. Corona avanza
sobre las indicaciones de Ricoeur y, situado en la perspectiva de una superación
dialéctica de la antinomia entre estructura y acontecimiento, explora sus dimensiones
sintáctica y semántica. En cuanto a la primera, pondera, por un lado, los aportes de la
gramática generativa de Chomsky, que enfatiza el aspecto creador del lenguaje, es decir,
de producción de enunciados inéditos con sentidos nuevos, transforma la distinción
lengua-habla en una diferencia dinámica entre competencia y actuación lingüística, y
reinterpreta la noción estática de lengua remitiéndose a W. von Humboldt y a su noción
de forma del lenguaje como enérgeia (Corona, p. 44). Por el otro lado, atiende a la
teoría de los sistemas morfológicos enunciada por el lingüista francés Gustave
Guillaume. Este autor parte de la idea, cara también a Wittgenstein aunque por otras
razones, de que la palabra adquiere referencia únicamente “en posición de frase”, es
decir, en posición de nombre o verbo, de donde la sintaxis, en definitiva y contra
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vista tanto Husserl, cuando hablaba del Lebenswelt, como Heidegger, cuando
caracterizaba el In-der-Welt-Sein del Dasein (Du texte à l’áction, 24; Corona, 99).
En suma, pues, la metáfora abre mundo, y puesto que su inclusión en la frase la
inserta a la vez en el discurso, es claro que el análisis puede continuarse con las formas
donde el discurso presenta no sólo rasgos del mundo sino acciones humanas sobre su
telón de fondo, esto es, en los relatos. Ahora bien, el relato y, en particular, el texto,
reconoce dos especies, histórico o de ficción. Corona los investiga, respectivamente, en
los capítulos II y III, titulados con acierto “Texto y narración” I y II.
“Texto y narración I” se ocupa sucesivamente de la concepción de la
hermenéutica histórica, tal como Gadamer la presenta en la segunda parte de Verdad y
método, de la comprensión como metodología de las ciencias del espíritu como la traza
Dilthey y Gadamer discute en la obra mencionada, y por último de la conexión con el
estructuralismo. Con respecto a Gadamer, parte de la antinomia que queda planteada
entre el distanciamiento alienante (Verfremdung) y la pertenencia, es decir, entre la
distancia objetivadora que la ciencia toma con respecto a lo humano cuando lo convierte
en objeto de su saber, y que reclama como exigencia metodológica, y la igualmente
inevitable pertenencia del investigador qua ser histórico a su época y al contexto
específico de su existencia. Corona advierte la disyuntiva aquí planteada entre verdad o
método (Corona, 102, nota 2) y ensaya su superación recurriendo a las nociones
gadamerianas de conciencia expuesta a los efectos de la historia (Wirkungsgeschichte) y
de fusión de horizontes. Mediante la primera se revela la imposibilidad metodológica de
sustraerse al horizonte temporal de pertenencia. Mediante la segunda se puede
comprender el modo como los supuestos horizontes de lejanía y cercanía se aproximan
y entran en una relación dialéctica que Gadamer compara con el diálogo viviente.
Corona ensaya a continuación la aplicación de estas ideas al campo del texto en general,
definido como “discurso fijado por la escritura” (Corona, 112), delimita el campo del
texto frente al ámbito viviente del diálogo, y sienta la tesis fundamental según la cual el
sentido de un texto es independiente de las intenciones de sus autores. Preserva con ello
la distancia del texto al intérprete, invita a centrarse en lo que Gadamer llama la “cosa”
misma de la que habla el texto y, a un mismo tiempo, critica el proceder gadameriano
según el cual interpretar el texto es reconstruir las preguntas que lo originaron, pues esto
pone al texto en un terreno que lo sustrae a la objetivación. (La tesis gadameriana será
recuperada en otra instancia del análisis, la de la lectura.) Contra esto, la toma de
distancia con respecto a la situación de origen del texto hace posible establecer un
“nivel” de objetivación donde puede cumplir el análisis estructural su papel específico.
Es preciso ahora fijar más claramente la noción de “mundo del texto” (Corona, 122),
por la que se ha de entender la referencia propia del sentido textual una vez que se
independiza de la referencia ostensiva que acontece en el verdadero diálogo, el
intercambio viviente entre interlocutores, donde el sentido muere en la referencia, y ésta
en la mostración. Y como se trata aquí en primer lugar del relato histórico, es ineludible
el diálogo con Dilthey a propósito de su dicotomía entre explicar y comprender. El
ensayo diltheyano de delimitar metodológicamente la frontera entre ciencias naturales y
humanas culmina en una subordinación de la interpretación de los textos (o más bien del
mundo histórico devenido “texto” para el investigador), a la comprensión psicológica de
sus autores. Habría quizás que añadir, para hacer justicia a Dilthey, que en sus últimos
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Lejos ya de los agitados debates propios de los tiempos de apogeo del “giro lingüístico”
y del “estructuralismo”, Paul Ricoeur: lenguaje, texto y realidad cumple con seriedad,
claridad y sobriedad su propósito de identificar el lugar del estructuralismo en el
proyecto hermenéutico de Ricoeur. Para ello ha debido explorar cuestiones propias de la
semiología y la lingüística, pero sin abandonar el plano de la interrogación propiamente
filosófica. Ha dejado así preparado el camino para un examen más hondo de ciertos
interrogantes fundamentales que se manifiestan o se vislumbran a lo largo del libro.
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