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ANÁLISIS DEL NARRADOR Y EL PUNTO DE VISTA EN EL FIN DE LA LOCURA DE

JORGE VOLPI

La novela ha experimentado un desarrollo considerable del s. XIX a nuestros días. El

aspecto que nos interesa destacar de ella en este estudio consiste en el narrador y el

punto de vista. En el s. XIX predominaba lo que se ha dado en llamar narrador

omnisciente y el punto de vista era consecuentemente ubicuo.

Las características de este tipo de narrador son las siguientes: sabe más que

cualquiera de los personajes e incluso más que todos los personajes juntos, es decir,

emite juicios como el siguiente, muy conocido: ‘la novela es un espejo que se pasea a

lo largo del camino.’ Que desbordan las funciones propias del narrador, las cuales son

específicamente las de contar. Por esta razón, este tipo de discurso es atribuido a un

autor implícito e incluso directamente se les llama intrusión del autor. De aquí se

desprende que el narrador omnisciente penetra en la conciencia de los personajes, es

decir que sabe y refiere cuáles son sus pensamientos o sentimientos. Este narrador es

ubicuo, lo encontramos tanto en la consciencia de la señora Renal o en la de cualquier

otro de los personajes de Rojo y negro de Stendhal, Julián incluido, o también en

eventos simultáneos.

Aquí cabe hacer la consideración de que el concepto de narrador no puede ser

desprendido del de punto de vista: no son exactamente lo mismo, en cambio tienen

mucho en común. Aunque en el “realismo” predominó dicho narrador omnisciente y

ubicuo, éste de hecho es poco “realista” ya que sabemos que como humanos tenemos

ciertas limitaciones, no podemos penetrar en la conciencia de las personas y no

podemos ubicarnos en varios lugares al mismo tiempo.


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Algunos autores, a fines del s. XIX y principios del XX, como Henry James, James

Joyce y otros también anglosajones introdujeron una forma distinta de narrar.

Adoptando una solución que permite que el narrador no tenga que estar dotado de

poderes sobrenaturales. En otras palabras, una forma más “realista” o mejor dicho

más verosímil. A lo largo del s. XX se produjeron grandes novelas, con esta forma de

narrar llevada a su extremo, por ejemplo El sonido y la furia de William Faulkner.

La narración entonces se produce en un ambiente donde el narrador no “sabe”

todo lo que en conjunto saben sus personajes. Sabe, únicamente lo que naturalmente

podemos saber de los eventos en los que participa o de aquellos en los que es testigo.

Así se generaliza el uso de narradores protagonistas, participantes o testigos. Cuando

tienen que narrar un episodio en el cual es evidente que no estuvieron, entonces se

valen de evidenciales como “me contó fulano” o simplemente “dicen”, o en un estilo

coloquial mexicano “dizque”. O bien se valen de otros medios, por ejemplo: una carta,

escuchar una conversación, o serles referido el hecho por alguien que sí estuvo en el

lugar de los acontecimientos o que de algún medio, explícito en la narración, han

noticia de ello.

Una forma de narrar que parece muy extendida entre los novelistas mexicanos

del s. XX, consiste en la narración en tercera persona con el punto de vista focalizado

en la conciencia de alguno de los personajes. El ejemplo más sobresaliente es el de

Sergio Pitol. Ha sido muy consistente con esta forma de narrar. Además, añade la

modalidad de que usa con frecuencia el copretérito de indicativo, en largas tiradas y

continuidad de tópico. Esto produce el efecto de que el relato está siendo contado en

primera persona, ya que es la misma forma verbal para la primera como para la

tercera de singular; solo ocasionalmente aparece algún ‘se’ para desambiguar el texto.
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Uno de los principales apoyos teóricos a las teorías del narrador consiste en los

conceptos relacionados, de Benveniste, de sujeto del enunciado y sujeto de la

enunciación. Lo cual nos permite reconocer que el texto, el discurso, contiene de

manera inherente la presencia del enunciatario o sujeto de la enunciación, la voz que

enuncia, que narra y describe. Independientemente de que dicho texto sea la creación

de un autor de carne y hueso, el aserto de Benveniste nos ilumina sobre el hecho de

que, en nuestro caso, existe un contador de historias que no está hecho más que de

palabras, o como dice Oscar Tacca, el narrador y los personajes son seres de papel.

Entonces, por lo dicho hasta aquí, se puede deducir que la aproximación al texto

de Volpi se hará por medio del aspecto formal. Ya que ofrece, el texto, mucha materia

de donde analizar lo que hemos denominado ‘fragmentación y dispersión del narrador

y el punto de vista’. Específicamente, en la novela: El fin de la locura (2003) de Jorge

Volpi. Por una parte, manifiesta muchos recursos narrativos propios de la modernidad

e incluso de la posmodernidad; por la otra, la polifonía textual, la riqueza de puntos de

vista y de recursos por medio de los cuales se relata. Pero estos elementos no obstan

para que Volpi asuma modalidades narrativas arbitrarias, subjetivas, más propias de

un narrador omnisciente del s. XIX; es decir que no tenga escrúpulos en desacatar las

convenciones narrativas en uso, por lo menos, de manera cada vez más consiente

desde el florecimiento del estructuralismo.

La obra comienza con una carta fechada el 10 de noviembre de 1989, algo así

como veinte años después de que dan inicio los acontecimientos referidos en la

novela, veinte años después del principio del relato. Además, se puede decir que dicha

carta excede los límites de la obra de arte como dice Lotman, ya que se encuentra

bajo el rubro de uno de los paratextos poco comunes en una novela: Prólogo. El cual
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no contiene más que la referida carta. Empieza el relato ubicado en el año de 1968, en

París. Introducido por un narrador en primera persona, que es el mismo que firma la

carta: Aníbal Quevedo. Se establece en estas primeras páginas un extrañamiento del

propio narrador protagonista al enunciar, él mismo, que no sabe por qué se encuentra

en aquel lugar y no sabe cómo o de dónde llegó allí. Además se autodemerita con

palabras como estas: “Nuestro caso resulta tan trágico e ilusorio, banal y esperpéntico

como el propio siglo XX”. (p. 12).

Con el objeto de crear el clima intelectual propicio, en el que quiere que se

desenvuelva su personaje, Volpi, comienza este apartado con un epígrafe de Lacan.

“me conduce a mis orígenes: de pronto soy un recién nacido.” [Enseguida describe la

situación en la que se encuentra el infante y se expresa desde el punto de vista de

dicho recién nacido] p. 32. A continuación viene un cambio no de narrador, pero sí de

punto de vista: “Es joven, guapo, inteligente, arrebatador.” p. 37 [ aquí empieza a

describir y a narrar sobre Lacan, como narrador omnisciente, en tercera persona, más

bien desde fuera que desde el punto de mira del personaje “supo que había

encontrado a la única persona capaz de ayudarlo” p. 40; planea por encima de su

personaje, y esporádicamente penetra en su conciencia, en sus pensamientos íntimos:

“Frente a él no descubre un rostro humano, sino el rostro de la psicosis, el rostro que

demostrará sus teorías, el rostro que le otorgará el poder que necesita” p. 40)].

Quevedo conoce a Claire, la mujer a la que se dirige la carta del principio de la

novela. La cual se convierte en objeto de un detallado análisis clínico: “no quería que

nadie le hiciese preguntas por temor a suscitar escarnio o compasión. Su fantasía era

pasar inadvertida” p. 63. Dice un narrador cuasiomnisciente [conoce los pensamientos

de Claire, pero el punto de vista es ubicuo, también conoce los pensamientos de la


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mamá y el papá de Claire “Aunque Louise era una mujer recia, acostumbrada a ser

obedecida, se sentía traicionada por un mundo que no respetaba sus privilegios” p. 61;

“Al principio al joven ingeniero no le pareció mala idea: la casa era amplia y él no

poseía capital suficiente para proponer otra alternativa.” (...) “se creía capaz de

compensar la infelicidad que lo oprimía en tierra” p. 61].

Aníbal Quevedo, en su faceta de regresión a la infancia en algún supuesto

análisis lacaniano, dice: “Apartado de la seguridad del útero, al menos tenía el

consuelo de que mi madre siempre estaría dispuesta a satisfacer mis deseos: su

presencia constituía mi única certeza.” Sin embargo LACAN insiste en que ella

también se apresta a traicionarme. [en su Discurso del ‘bebé’] p. 75.

Por otra parte narra, sobre el síndrome de Claire:

Con el paso del tiempo, la enfermedad evolucionó como un parásito que se

amolda poco a poco al cuerpo de su víctima. (...) hasta que un día Claire se dio

cuenta de que algo había cambiado: los sonidos que la invadían se

transformaron en un violento griterío. p. 63

Pero más adelante, el narrador en primera persona, justifica la fuente de la

información anteriormente referida, pero no retoma el tono didáctico con el que se

narró la enfermedad de Claire. “Sería la hora del alba cuando Claire concluyó esta

porción de su relato” p. 64. “Durante mi primer año de vida ni siquiera soy humano”. p.

85 [el ‘bebé’ ejemplifica los estadios de desarrollo según LACAN] Si las palabras son

las únicas armas que le otorgan realidad a los objetos, uno no existe antes de sus

primeros balbuceos. p. 85 [paráfrasis de la teoría lacaniana, la cual utiliza términos

lingüísticos].

El diálogo es una parte importante en el estilo narrativo de Volpi:


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-¿Adónde vamos?

-Quiero que conozcas a unos amigos.

-¿Otros revoltosos como tú? –la provoqué.

-Exactamente.

-¿Y al menos podrías decirme por qué protestan? P. 72

La relación entre el narrador protagonista Aníbal Quevedo y Claire se mantiene

a lo largo de la novela con diferentes altibajos, ausencias y reencuentros.

Generalmente se desarrolla en el contexto del trato con Lacan y las actividades

‘revolucionarias’ de ella. Quien, de sus relaciones con Lacan, el narrador comenta,

como si hubiera estado ahí:

Por fortuna el viejo aun poseía la suficiente habilidad como para conducirla a un

rápido orgasmo. En cambio, él todavía tardó un buen rato en alcanzar su propio

clímax;

Incluso, refiere de Claire que: “En ese mínimo instante de quietud se cifraba el amor

que Claire sentía por él” (Lacan).

En el periodo de tiempo referido de la vida de Aníbal Quevedo, este personaje,

narrador protagonista en primera persona, pero posee una mayor cantidad de

“ciencia”, de la que puede tener según la naturaleza humana. Es decir, conoce las

intimidades de Lacan y de Claire, como si pudiera penetrar en su conciencia. Además

de interactuar con Lacan, Quevedo, lo hace con otros personajes, algunos tan

conocidos como Althusser o Barthes y otros de menor prestigio. Es el caso de un

Didier Anzieu, quien es hijo de la primera paciente de Lacan sobre la cual elaboró su

tesis doctoral; Anzieu se proclama contra el estructuralismo y particularmente contra


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Lacan, forma parte del medio intelectual en el que florece el movimiento francés de

1968. El narrador, cuasiomnisciente, dice que:

Los jóvenes que ahora se lanzan contra el poder se le parecen mucho (a

Anzieu): también se rebelan contra sus padres y maestros, también luchan

contra ese destino que los rebasa, intentando escapar del ominoso no-del-padre

que Lacan encarna y resucita. p. 81

También el narrador asume que para Didier Anzieu: “mayo de 1968 representa

el acta de defunción del estructuralismo”. p. 81 Por medio de Claire conoce a

personajes del movimiento estudiantil y al propio Lacan, a quien le pide que lo admita

en análisis. Participa en una manifestación que es reprimida por la policía y allí conoce

a Josefa, a partir de entonces, inseparable de Aníbal. Quien dice de ella al conocerla:

“pese a su derroche de energía, en su rostro no había ninguna nobleza, sino unas

facciones torvas” p. 106 En esta parte de la novela a la par que relata anécdotas sobre

Lacan, dice sobre sí mismo: “Entonces recordé. Como si los golpes sufridos a lo largo

de esas semanas hubiesen activado mi memoria, de pronto contemplé mi último día de

cordura”. p. 113

Con respecto a Althusser, parece también conocer sus más recónditas intenciones:

“Aunque lo niega, su objetivo es recuperar su condición de gurú revolucionario”. p. 136

Más adelante sabremos que Quevedo, analizará al propio autor de Lire le capital.

En escena también aparece Foucault, el narrador habla de él tanto personalmente

como de sus teorías, incluso cita entre comillas: < (...) la locura está llamada a

juzgarse a sí misma. Además, es juzgada a cada instante (...) por una especie de

tribunal que constantemente está en audiencia> p. 143


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En cambio, el narrador protagonista se toma la molestia de detallar complicadas

maniobras mediante las cuales pueda tener acceso a los secretos de Josefa, quien se

había vuelto una especie de su asistente. Con Claire ha pasado lo mismo, desde su

regreso de un viaje o ausencia de algunos años, el protagonista narrador ya no accede

más que al conocimiento de eventos que ella le relata; entre otras probables razones,

está la de que Claire vive con un agitador maoísta y la distancia entre ella y Aníbal se

hace patente por el extrañamiento y enrarecimiento que se da en su relación.

Un cambio de narrador y punto de vista se da cuando la información nos llega por

medio de cartas a Josefa escritas por Althusser, y que Quevedo lee a escondidas de

ella, a quien el filósofo marxista presuntamente le dice: “querida jos, mi añorada

estrella mexicana” p. 176. El acercamiento con Althusser se produce a instancias de

Lacan quien encarga a Quevedo que lo observe clínicamente. Cuando Quevedo rinde

su informe, le entrega a Lacan las cartas de Louis a Josefa y remarca el hecho de

carecer de información de las respuestas o el punto de vista de ella sobre las

relaciones entre ellos. Dice Quevedo:

Era una lástima tener que conformarse con poseer la mitad del relato, pero a fin

de cuentas al psicoanalista le importaban muy poco los sentimientos de mi

secretaria: p. 188

Respetando la convención de justificar el origen o la fuente de la ‘ciencia’ del narrador,

al señalar su procedencia y conocimiento en las cartas que Quevedo le ha robado a

Josefa.

Apercibido por parte de Lacan que ‘su’ Claire se encuentra en Cuba, parte

inmediatamente hacia la isla. Inexplicablemente, gente que supuestamente lo conoce,

lo recibe en el aeropuerto y lo llevan a su hotel (en su declaración ante inmigración a


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su llegada al país, Quevedo se había reportado como escritor); por tanto, lo primero

que hacen es llevarlo a La Casa de las Américas, que el narrador menciona solo

como: la Casa: “Ángel me depositó en el malecón a las puertas de la Casa,” p. 194 El

lector no sabe, porque el narrador no lo aclara, el origen del trato privilegiado que le

ofrecen a Aníbal; incluso, lo nombran jurado del premio literario que la “Casa” concede

anualmente. El narrador protagonista asume algunas actitudes críticas con respecto al

medio intelectual en el que le toca desenvolverse como jurado: “-Hay que admitir que

el arte no hace mejores a las personas”. Además de la crítica sobre la actitud

supuestamente dogmática que hace del director de la “Casa”: “Este año no podemos

permitirnos un error y premiar la obra de un contrarrevolucionario.” p. 203 También el

narrador pone en boca del director las siguientes palabras:

-estarás de acuerdo en que la respuesta, en todos los casos, es no –su voz me

penetraba como un cuchillo-. No se puede ser intelectual sin ser revolucionario...

p. 197

Una vez concluido el certamen, y sin haber dejado de preguntar por Claire,1 agentes

de seguridad lo conducen a una finca más o menos rústica, en donde, Quevedo se da

cuenta que lo han llevado para que psicoanalice nada menos que al mismo Fidel

Castro; aunque en el texto sólo se le nombra, en voz del narrador protagonista: “Hasta

mañana, comandante.” p. 212 A lo largo del ‘tratamiento psicoanalítico’, Quevedo se

entera de la propia boca del comandante de una serie de acontecimientos importantes

en su vida, y en ocasiones importantes históricamente, ya que su analizado pasó a

formar parte de la historia cuando derrocó al régimen de Batista. En su encuentro con

1 El director le informa que Claire está en la sierra haciendo trabajo revolucionario y que podrá verla a su debido
tiempo.
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Claire en Sierra Maestra, Quevedo comprueba que ella está cada vez más

comprometida con el socialismo y las actividades revolucionarias:

Este dato le bastó a Claire para rechazar mis argumentos, convencida de que

Padilla2 era un traidor. (En boca del narrador protagonista) Aquellas semanas

de entrenamiento la habían vuelto aún más intransigente; p. 224

La novela es muy extensa y presenta innumerables casos de intercambio de

narradores y puntos de vista, pero para un trabajo de esta extensión que no es posible

abundar en mayores detalles, solo enunciaré brevemente otra de las peripecias más

importantes: el viaje que hace Quevedo acompañando a Castro y con la misma Claire,

a Chile, durante la época del triunfo de la Unidad Popular y la presidencia de Allende.

Aquí termina la primera parte del libro y sólo nos resta esbozar algunas

conclusiones. En primer lugar, que el punto de vista literario no es ajeno al punto de

vista ideológico y que las huellas ideológicas se asocian a las entidades narrativas en

cada caso. En segundo lugar, que “La ideología es una manera decisiva en la que el

sujeto humano se esfuerza por <suturar> las contradicciones que anidan en su mismo

ser, que lo constituyen de manera nuclear”. p. 90. En tercer lugar, también en palabras

de Eagleton, que: “la novela puede ser descrita como una “autoironización cínica e

infinitamente regresiva de una época posmoderna.” p. 90.

2
Poeta cubano sometido a prisión
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BIBLIOGRAFÍA

BARTHES, Roland et al., Análisis estructural del relato. Premià, México, 1986, 223 pp.
BRUSHWOOD, J. S. México en su novela. FCE, México, 1992, 436 pp.
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Buenos Aires, 1975, 142 pp.
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-----------y Tzvetan Todorov, Op. Cit. S. XXI, México, 1985.
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HUTCHEON, Linda “Teorizando lo postmoderno: Hacia una poética. En Conjuntos, Teorías y
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VOLPI, Jorge, El fin de la locura. Seix Barral, Barcelona, 2003, 475 pp.

RICARDO RODRÍGUEZ RUIZ


Lic. En LITERATURA HISPANOAMERICANA
EST. DE MAESTRÍA EN LINGÜÍSTICA HISPÁNICA
EN LA UNAM, FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
MAESTRÍA EN CULTURA E INVESTIGACIÓN LITERARIA
PROFESOR INVESTIGADOR DEL PROGRAMA DE
LITERATURA, EN ICSA, UACJ
Desde 1997

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