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Los sintetizo en dichos ejes –que integran diversos aspectos- porque desde mi
mirada dan cuenta de las problemáticas actuales que nos desafían a volver a
mirarnos de forma crítica y reflexiva para lograr avanzar en los caminos que se
nos abren, los enfoques que nos sostienen, la historia que nos define, los
cambios que queremos alcanzar… pensando y accionando por y para nuestras
infancias, sus familias, y los sentidos educativos que defendemos, que
queremos y debemos sostener, como parte del sistema y desde nuestras
particularidades como nivel. .
“En el momento actual que vivimos como sociedad, como escuela, como
educadores, necesitamos detenernos para volver a pensar en aquello que
estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo. Sabemos que muchas de las
situaciones que se vivencian cotidianamente en la Educación Inicial distan de
ser aquellas que soñamos para nuestras instituciones y nuestros niños.
Observamos en demasiadas oportunidades niños aburridos, educadores
cansados y enojados, propuestas que no convocan, espacios escolares poco
aprovechados y disfrutados...
…
... Sabemos de la complejidad de la tarea docente con los niños pequeños,
pero también de sus fortalezas y de la responsabilidad que tenemos como
adultos de realizarla con respeto y calidad.
1
. MeirieuPhilippe, “La Opción de educar” Ed. Octaedro. Barcelona. 2001.
2
MeirieuPhilippe, “Frankestein Educador”. Ed. Alertes. Barcelona. 1998.
3
Pitluk, Laura. (2012). “Las practicas actuales en la Educación Inicial”. Homo Sapiens. Rosario.
1- La situación actual de la Educación Inicial que, según mi punto de
vista y el de muchos otros, conserva actualmente dos aspectos a lo
largo de nuestro país, a modo de común denominador de lo que nos
sucede:
- la falta de disfrute
- la pérdida de sentidos.
Está muy claro que se han modificado los modos de relacionarse, que
docentes y directivos, así como supervisores/inspectores, establecen entre sí
vínculos más flexibles y serenos que en otras épocas, lo cual implica el
extremo cuidado de asumir relaciones de confianza y trabajo compartido sin
olvidase de respetar las asimetrías que establecen los espacios de autoridad y
responsabilidad de cada uno. Con las familias sucede algo semejante pero más
complejo, en las comunicaciones los educadores debemos ser cuidadosos de
los roles de cada uno, afectivos pero sosteniendo los límites que establecen
necesariamente las funciones y tareas diferenciadas, aceptando las
particularidades que puede asumir cada situación, pero poniendo de manifiesto
la respetuosa asimetría de roles que se manifiesta en cada actitud, cada
comunicación y cada acción. Los modos de establecer las relaciones y
contactos ponen en juego la claridad o no en estos aspectos fundamentales,
que se revelan en el tipo de lenguaje, la información que se brinda y los modos
que asumen los mensajes.
Han cambiado, como dijimos, los modelos y los modos, incluso las
concepciones acerca de la/las infancia/s (si no remitimos a tiempos más
alejados de la actualidad), pero no han cambiado (o al menos no debieran
hacerlo) los aspectos ideológicos que centran nuestras miradas en los
niños/alumnos como sujetos de derecho, como el centro de nuestras acciones
educativas y como el eje que guía nuestras propuestas y decisiones. Asombra
aun escuchar en algunos espacios que pensar en los niños pequeños como
alumnos no es igual que considerarlos sujetos de derecho y hablar de docentes
o educadores responsables de la educación y la enseñanza implica dejar de
lado el cuidado y lo vincular (aspectos de hecho primordiales sin ninguna
posibilidad de discusión al respecto). En tantas oportunidades y hace tantos
años me pregunto de donde obtenemos la idea de oponer aspectos que se
necesitan mutuamente, de confrontar en lugar de complementar las diversas
opciones, de dejarnos llevar por las competencias y las luchas de poder que en
definitiva logran alejarnos de lo central por ocupar los preciados tiempos
educativos en discutir sobre denominaciones o ingresar algunas nuevas que no
agregan prácticamente nada, casi sin darnos cuenta del peso que eso le
imprime a las prácticas cotidianas y a quienes están en la complejidad de las
tareas de todos los días.
Es decir…
¿Por qué nos preocupa el movimiento de los niños pequeños a los cuales
destinamos nuestra profesión? ¿Cómo y cuándo nos olvidamos que la
participación intensa e interesada implica ruido, contacto, interacción,
exploración...y que todo esto implica movimiento y es una muestra del interés
por las propuestas y el deseo de ser parte de ellas?
Quiero aclarar muy fuertemente que lo recién escrito no significa, en absoluto,
ni ponderar ni favorecer el desborde, que (al igual que el orden estricto y
estructurado) no posibilita ni la participación ni el disfrute, ni la enseñanza ni los
aprendizajes; mucho menos y bajo ninguna justificación admitir el maltrato de
los niños entre sí o entre los docentes y los niños. Maltrato que se puede poner
en juego a través del grito o el descuido, pero así mismo puede hacerse
presente de formas más sutiles, como la ausencia de mirada en los niños, los
modos despectivos de dirigirse a ellos, el exceso o la falta de palabras, la falta
o el exceso de propuestas e intervenciones, la desidia en las acciones, el
abandono en los cuidados, la dejadez en el desarrollo de las funciones
educativas, la desgana en la coordinación, la pereza, la apatía, la inercia…
Está claro que los niños pequeños construyen paulatinamente el respeto por
los unos y los otros, la comprensión de las normas que nos permiten convivir y
accionar con respeto por todos, así como la posibilidad de incluirse en los
encuadres escolares y sociales, y que esto lo pueden ir incorporando solo
sostenidos por adultos significativos que los ponen de manifiesto en su
accionar cotidiano.
- ¿Es adecuado comentar adelante de los niños que uno “no puede dejar
de pegar” y que el otro “no sabe defenderse”? ¿Puede considerarse que
un niño “es agresivo” y el otro “es tímido” otorgándoles características
estancas de “ser” en lugar de “estar”?
¿Por qué y para qué decido trabajar este aspecto o estos contenidos?
¿Para qué en esta etapa y de esta forma?
4
Pitluk, Laura.(2012). “Las prácticas actuales en la Educación Inicial”. Homo Sapiens. Rosario.
curricular de la Ciudad de Buenos Aires en 1989) como hipótesis a confrontar
en la realidad y no como cambios en las conductas observables; es verdad que
la formulación de las metas como propósitos aliviana y que si un Diseño
Curricular así lo prescribe debemos considerarlo, pero lo que no tiene sentido y
casi linda con lo ridículo es considerar que si incluyo objetivos en lugar de
propósitos es porque no acuerdo con ese lineamiento curricular. Es el enfoque
educativo, el modelo didáctico, los estilos de planificación, desarrollo y
evaluación de las propuestas, las que determinan las diferencias, no siendo
ellas -por otra parte- motivo de confrontación.
Siempre utilizo una anécdota que considero clara y contundente para abordar
la relación entre deberes y derechos, que tantas veces perdemos de vista,
dificultando la real apropiación del ser “sujetos de derecho” que forman parte
del entramado social junto a los otros. Los niños son sujeto de derecho y por lo
tanto sujeto de deber y es bueno considerarlo en su formación, por supuesto,
pensando en deberes acordes a los niños como sujetos de derecho.
Una niña de 4 años participa de una actividad sobre “los derechos de los niños”
en la cual se les pregunta si conocen sus derechos. La niña responde “sí, yo
tengo derecho a jugar”, ante esta idea el coordinador de la propuesta le
contesta “muy bien” y vuelve a preguntar si alguien conoce otro de sus
derechos. La misma niña expresa “tengo derecho a ordenar”. Frente a esta
respuesta el coordinador le dice “¡no! Ese no es un derecho” y la niña con esa
sabiduría de la infancia le responde “¡Sí! Es un derecho de mi mama, yo tengo
derecho a jugar y ella tiene derecho a que yo ordene”
6
Skliar y Larrosa. (comp). (2009). “Experiencias y alteridad en educación”. Homo Sapiens. Rosario.
único que enmarca la responsabilidad pedagógica de las instituciones
educativas, cuya función es enseñar y favorecer los aprendizajes.
A modo de cierre
Para cerrar este artículo, quiero retomar algunas ideas que le escuche al
querido e interesante Juan Carlos Tedesco en una conferencia
desarrollada en el ISPEI “S. C. de Eccleston” (perteneciente a la Dirección
de Formación Docente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) en el
marco del ciclo “Conversando con…” desde el cual convocamos
personalidades educativas reconocidas. En aquella “conferencia-
conversación” me conmovieron muchos de sus planteos, y retomo la
referencia a algunos de ellos, a riesgo de no ser totalmente fiel a sus
interesantes palabras:
7
Skliar y Larrosa. (comp). (2009). “Experiencias y alteridad en educación”. Homo Sapiens. Rosario.
- El logro de sostener el compromiso docente con los valores y no
con los antivalores.
Ingreso a una sala de 5 años y encuentro a los niños realizando dibujos con
lápices negros. La maestra les propone escribir su nombre en el dibujo.
Observo que una niña no está trabajando y me acerco a preguntarle que le
sucede. En tono de voz muy bajo y mostrando mucha timidez me contesta que
no puede porque su lápiz no tiene punta. La ayudo a decírselo a la docente
quien rápidamente lo resuelve. Sin embargo, la niña sigue sin escribir su
nombre. Me acerco nuevamente y le pregunto por qué. La niña me contesta
que no sabe escribirlo asique retomo lo dicho recientemente por la maestra que
hizo mención a que los niños que no saben hacerlo pueden acceder (a modo
de ayuda) a los carteles con su nombre colocados en el panel al inicio de la
jornada. La niña me responde que ese día la maestra se olvidó de poner su
cartel.