Szalay Ione - La Kabalah - Historia de Una Iniciacion
Szalay Ione - La Kabalah - Historia de Una Iniciacion
El contenido de este texto está signado por otro hecho inusual: Ione es un
Maestro de Cábala. Sus páginas representan la síntesis de años de oralidad con
Maestros que lo han iniciado luego de mucho tiempo de aprendizaje. Por eso «La
Kabalah, historia de una Iniciación» es una invalorable introducción en ese camino sin
espejismos que implica la búsqueda de lo verdadero.
Darío Bermúdez[1]
Palabras Preliminares
Toda acción que realizamos, desde el corazón, forma parte de una trama tan
sutil como profunda e infinita, de las que pocas veces nos enteramos por qué
propósito oculto se ha llevado a cabo y, que espontáneamente, se desenvuelve
junto con otras piezas que van manifestándose solas, en su tiempo justo, hasta
formar un todo coherente y unificado. Esta es la historia del libro que usted
comienza a leer. Nació libre y naturalmente; la fuerza de la vida y del destino así lo
quiso.
A su vez, nos trae lo que poco figura en otros textos de Kabalah, es decir, la
enseñanza práctica que sólo se transmitió de Maestro a discípulo, oralmente, a
través de los tiempos.
Entre 1985 y 1993, conservó en un diario íntimo iniciático las vivencias más
sagradas en su camino hacia la sabiduría. Eran cuatro grandes cuadernos, escritos
día tras día, fruto de experiencias maravillosas.
Miguel G. Klimis
Aclaración
Por esto, para acceder a los conocimientos profundos hace falta un guía,
pero sólo encontraremos el camino si ese guía despierta en nosotros nuestro propio
Maestro interior.
Por ser la Kabalah tan sutil para transmitir, su enseñanza se relaciona con la
Alquimia, es una transmutación e implica lo mágico. Al respecto se dice que en el
silencio del Maestro aprende el discípulo, y esto literalmente es así. De esta manera
ambos, Maestro y Discípulo, encierran un misterio.
Este silencio que une a Maestro y Discípulo es una fusión a un nivel superior
de consciencia y en otros términos es amor, y aquí hay un gran secreto. Pues según
la Kabalah el amor conduce al conocimiento y el conocimiento conduce al amor.
De esta manera, esta obra es una historia de amor. Esta historia de amor
iniciática conforma el vínculo esencial que conduce al conocimiento esotérico,
representada en el libro por el Maestro y el Discípulo, a modo de novela mística.
Esta obra intenta responder estos interrogantes, evocando para ello las
enseñanzas místicas y esotéricas de un Maestro y guía de la milenaria Sabiduría
iniciática.
Hay una antigua frase que dice: «Busca un Maestro», como si fuese
imprescindible para comprender ciertas esencias y misterios, tener un guía
espiritual, y así es.
¿Dónde le enseñan a vivir, y a saber por qué y para qué existe? ¿Dónde le
enseñan al hombre a concebir a la existencia de una manera integral, unificada y
eterna?
Pero aún más graves son todavía las agrupaciones sectarias destructivas y
los líderes seudomísticos, que predican la espiritualidad como una máscara de la
ambición de poder y de un enorme desenfreno mental, evidenciando de esta
manera la falta total de sensibilidad espiritual, humanismo y cordura.
Por esto, corazón y conciencia, fe y razón, saber y poder, son los polos en
que se fundamenta la enseñanza.
Hay una frase que dice: «Para ser un gran Maestro antes tienes que ser un
gran Discípulo…», y es así. Pues un Maestro en el sentido estricto del término sólo
lo es legítimamente cuando otro Maestro superior, después de años de enseñanza,
lo nombre y ordene Maestro.
Una luz que guía el camino hacia nuestro propio encuentro, es tener un
Maestro. Pero esta luz, para que sea beneficiosa debe iluminar a su debido tiempo,
a fin de que no enceguezca al aprendiz sino que le brinde claridad. De esta manera,
el alumno podrá absorber y asimilar la luz y refractarla en su propia vida y
acciones.
Por supuesto que esta luz llega profundamente a quien quiere realmente
recibirla. Está dicho: «Al que abra sólo su mente le serán dadas sólo las preguntas,
mientras que al que abra su mente con su corazón le serán otorgadas las preguntas
y las respuestas…». Pues es sencillamente imposible marginar los sentimientos en
el aprendizaje de la sabiduría. Sólo aquel que siente las enseñanzas en lo profundo
de su ser, es el que está verdaderamente aprendiendo.
Con este propósito, los invito a abrir sus corazones en las páginas de LA
KABALAH, HISTORIA DE UNA INICIACIÓN. ¿Quizás esta historia sea también
tu historia?
Ione Szalay
Agradecido, frente a la divinidad, estaba el Maestro, pues sentía que su vida era
una bendición.
Él había hallado la felicidad dentro de sí, junto a una certeza de cuál era su misión
en la vida. En fin, se había encontrado a sí mismo, y a través de este encuentro propio había
hallado también al Creador, transformándose así en una suerte de socio de D’os.
El Maestro era conocido y respetado donde vivía, como un gran sabio; ayudaba a los
necesitados y por esa razón también era muy querido.
Un día mientras caminaba, como era su costumbre, vio cómo un muchacho sentado
en la vereda de una calle gris, estaba triste y confundido. Se acercó a él; lo miró
atentamente y comprendió que el joven tenía una maravillosa esencia espiritual pero que
todavía no había encontrado el camino, su oriente, su luz. Intuitivamente, supo a través de
su mirada todo lo que sentía aquel muchacho y lo sintió en el silencio.
En esa mirada había un profundo sentido, un llamado, una reunión del destino.
El Maestro lo vio entrar en la sala y sintió una gran alegría porque había llegado el
momento.
Y comenzó a enseñar. Los que lo escuchaban sentían una gran paz y asombro en sus
palabras.
El Maestro era un gran orador y vibraba su corazón junto a cada sonido que
emanaba de sus labios.
Así, el corazón le salía en el aliento y ese aliento hecho palabra, llegaba a lo más
profundo de los que estaban allí.
Por momentos hacía grandes silencios, en los cuales miraba profundamente a las
personas que allí se encontraban. Luego, como un viento huracanado, esparcía conceptos
con una fuerza tal que vibraban los asientos de ese pequeño salón.
Un gran entusiasmo le embargó el alma y sintió profunda admiración por ese ser.
En su vida, él había transitado por varias escuelas esotéricas, había leído muchos
libros al respecto, pero nunca había conocido un Maestro de verdad, de carne y hueso. Así
se dispuso a saludar al Maestro, que estaba rodeado de gente que, como él, quería estar más
cerca y conocerlo.
Al fin pudo acercarse y al encontrarse frente a frente, el Maestro lo miró a los ojos
profundamente. El joven le tendió su mano, la cual estrechó el Maestro y puso a su vez una
mano sobre sus hombros.
Estaba realmente emocionado y sentía una gran seguridad, calor y misterio en este
primer contacto.
M: —Lugares sobran.
M: —Dentro de una luna ven a mi casa, que te recibiré con gusto. Esta es mi
dirección, te espero.
D: —Allí estaré.
¿Serían diez peldaños, como los diez mandamientos? ¿Serán siete peldaños, como
los siete cielos? ¿Cuántos serán, cuántos?
Así, el joven estuvo días enteros pensando en esta respuesta. Hasta que llegó el día
fijado y se dispuso a visitar al Maestro.
Vistió sus mejores ropas, y partió hacia ese momento tan esperado.
Al llegar dio tres golpes en la puerta. Ahí estaba el Maestro, quien lo recibió
afectuosamente y lo hizo pasar.
M: —Me alegro de que hayas venido a visitarme, por lo que veo has
reflexionado mucho.
D: —Que los peldaños que unen al hombre con D’os son infinitos, pues D’os
es infinito.
M: —Te felicito. Es una muy buena respuesta, pero creo que te falta la mitad,
pues esa escalera mística está dentro del ser humano, por lo tanto, no hay ningún
peldaño para llegar a D’os, Él, ya está.
Así, ambos comenzaron un diálogo místico, hasta que el Maestro despidió al joven
alumno; las horas habían transcurrido fugazmente.
Así, de la noche a la mañana comenzó una relación espiritual entre estos dos
hombres, y de aquí en más los diálogos entre ellos fueron sembrando sus corazones.
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M: —Un único D’os para todos, un D’os invisible, un D’os más allá del
tiempo y del espacio, un D’os sin nombre.
M: —Amando y no sólo con palabras. Pues las palabras van y vienen y los
idiomas, así como nos ayudan a entendernos, también a veces confunden la esencia
de la comunicación. La palabra es puente y abismo al mismo tiempo.
D: —¿Y mis ideas, cuando pienso y hablo en voz baja conmigo mismo?
M: —También cuando las ideas son sin sentimiento son como nubes
pasajeras.
Los iluminados desde hace tiempo han enseñado que el hombre dentro de sí
porta un alma y que sin ella es imposible acceder y comprender los misterios de la
creación. Te contaré una historia.
«Un joven había heredado de su padre muerto, un gran palacio. Este palacio
se encontraba a mucha distancia de donde el joven egipcio vivía. El escriba de la
familia, le leyó el testamento, legalizó la herencia y le dio la llave del palacio.
También le dio sus bendiciones, puesto que debía navegar muchos días para llegar
al legado de su padre.
El sol salía y se ponía, la luna visitaba al huésped del río sagrado y los días
iban pasando. En un momento, una brava corriente dominó a la embarcación, que
fue a chocar contra unas rocas y sufrió una seria avería.
Así transcurrieron los días, hasta que llegó al puerto esperado. Corrió desde
la orilla del río, atravesó espesas vegetaciones, luego zonas de grandes rocas y
piedras y por fin vislumbró a lo lejos del gran palacio.
Pasó horas interminables buscando esa llave del palacio de su felicidad. Pero
he aquí que la había olvidado, en aquel punto de partida, en aquel puerto distante
donde alguna vez comenzó a navegar».
D: —¿Pero entonces?
M: —Mi buen amigo: ¿Quién se imagina que D’os está tan cerca de
nosotros? Tan cerca.
Has visto cómo han llegado a tu corazón estas enseñanzas. Pues de las
ventanas de tu alma florecen lágrimas de una alegría mística y un gran asombro.
D: —Comprendo Maestro.
M: —¿Pero almorzaste?
D: —¿Dónde me siento?
M: —A mi derecha.
M: —Sí, tú sabes que en la profundidad del sueño el cuerpo, por estar más
concentrado en sí mismo trabaja con más intensidad. Nuestros pensamientos se
nutren del encantamiento de lo onírico y sus travesías sin límites, pero con un gran
sentido simbólico.
Y el alma, mientras dormimos, se eleva hacia las moradas del más allá.
D: —¡Salud!
M: —Hijo, hay una costumbre muy antigua acerca de que nunca se come
todo lo que hay en el plato. Siempre se deja el último bocado, simbólicamente,
pensando en los que no tienen para comer. A su vez, es bueno para la salud
quedarse siempre con un poco de apetito.
Así terminaron de almorzar, pero ya sin cruzar una palabra. El Discípulo también
dejó el último bocado en el plato.
Luego, pasaron al living sencillo y mientras tomaban un café con miel, el Discípulo
le preguntó al Maestro.
D: —Por lo que he aprendido, los primeros dioses del niño son sus padres.
M: —Y ¿de adolescente?
M: —¿Y en la ancianidad?
D: —Un D’os que lo portará en sus brazos hacia la morada del más allá.
M: —Entonces, hijo, así como hay tantos dioses en la vida de un ser humano,
así los hay en la historia de la humanidad. Puesto que cada ser, en su crecimiento
repite la evolución de la historia del hombre sobre la tierra. La historia tiene esta
doble significación.
M: —Tal como las nubes tapan al sol por momentos pero sin embargo el sol
siempre está, análogamente es la existencia del hombre. Él vive una vida de
evolución y cambio, pero hay cosas que nunca cambian y son eternas.
Por supuesto que estas cosas que no cambian permanecen porque son
verdades y la verdad no puede desaparecer, pues toda verdad parte de D’os. Se
puede disfrazar, transformar, alejar o acercar, mas en esencia es la misma: estuvo,
está y estará.
¿Por qué no nos dejó D’os en el sin tiempo y espacio, donde todo es uno,
donde todo es armonía?
Y he aquí la gran prueba y misión del ser humano, encontrarse con D’os,
encontrar la verdad y encontrase a sí mismo. Trascender el mundo del cambio, de
la polaridad, es ir hacia la verdad, la unidad.
Por otro lado, fíjate: ¿qué diferencia existe entre un niño y un anciano? Pues
se dice que el principio y el fin se unen, conformando así el gran círculo de la vida.
Se dice que nacer es comenzar a morir pero poco a poco, pues ese cuerpo se
va desintegrando e integrando al mismo tiempo. Crece, evoluciona, se expande y
se contrae hasta que muere, igual que en el principio.
Es como decían los antiguos iniciados egipcios: el sol, fuente de vida, se está
desintegrando lentamente, se muere a cada instante y por eso da vida. Y así es el
ser humano: un pequeño sol en potencia.
Hijo, debes poner en tu corazón estas palabras y enseñanzas. Así podrás
vivirlas y comprenderlas, porque detrás de cada teoría se encuentra una acción.
Luego de estas enseñanzas tan profundas, un silencio se hizo entre estas dos almas,
lo absoluto abrazó a lo relativo, hasta que el discípulo dijo.
M: —Sí.
M: —Sí, pero la muerte es sólo corporal o física, y la vida del alma, eterna.
Por eso se dice: «Que el cuerpo no sea la tumba de tu alma». O si tomamos como
ejemplo lo que hemos aprendido ayer diríamos: «Que las transformaciones no sean
la tumba de lo absoluto».
Tanto el dolor como la incertidumbre que nacen del conocimiento son para que el
hombre aprenda a ser humilde.
El Maestro siempre decía: «El saber que no es transmitido con humildad deja de ser
aprovechable», y la humildad conduce al hombre a formularse nuevas preguntas. Sólo el
humilde es exaltado.
Así, el Discípulo seguía preguntando. Y para el que pregunta hay respuestas. El que
busca encuentra.
M: —No sólo responderé a tu pregunta, sino que iremos más profundo aún.
Y de lo profundo llegaremos a lo oculto.
Ambas enseñanzas de las dos grandes religiones que han formado gran
parte de nuestra cultura, provienen de más atrás en el tiempo, ya que los antiguos
egipcios las pronunciaban en tus templos y Casas de la Vida.
Pero para los habitantes de las riberas del río Nilo había una frase que los
identificaba aún más y esta era: «Da a los demás, lo que te gustaría que te den a ti».
Estos tres pensamientos de las grandes corrientes religiosas tienen en esencia el
mismo significado, o como diríamos místicamente, tienen la misma alma. Y lo
común de estos pensamientos es que se considera al ser humano y a la pluralidad
de almas como una gran unidad, donde el «Yo» se funde con el «Tú» y el «Tú» en
el «Yo».
Esto significa que todos los «Yo» son una «Nada», pero concibiendo la nada
como la profundidad, lo oculto, origen y esencia de la existencia.
Este acto creativo por supuesto tiene por finalidad retornar a la unidad
original, pero a través de la voluntad y evolución de los diferentes «yo» o almas.
Así paso a paso, letra a letra, el discípulo fue escribiendo en su libro de la iniciación,
hasta que un día, impulsado por ciertos descubrimientos de guematría o numerología
kabalista le preguntó al Maestro.
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D: —Encantado.
El Discípulo se sentía feliz de estar y caminar al lado de ese gran sabio. A su vez,
sabía que las mejores clases el Maestro las daba cuando caminaba. Pues al caminar era
como si lo invadiera un trance místico que lo inspiraba intensamente.
M: —Sabes, querido amigo, que una vez estaba aprendiendo con un Maestro
el concepto de alma, y en un momento determinado el Maestro llamó a una señora
que estaba presente y le preguntó: Señora, ¿usted me podría decir cuál es su edad?
Así es, repuso el Maestro, pues nuestra concepción del ser y de la existencia
sólo toma en cuenta el cuerpo y la fisicalidad, dejando de lado el alma, cuando es
ella en realidad la esencia de nuestro ser, y es allí donde se encuentra nuestra
verdadera edad e historia. Quise contarte esta anécdota, pues me parece que es un
claro e ilustrativo ejemplo de la forma en que el ser humano está acostumbrado a
pensar.
Tú sabes, querido hermano, que el hombre está compuesto por tres partes
fundamentales y que son el Alma, la Mente y el Cuerpo. Por supuesto, estas tres
partes están unidas entre sí. Sin embargo, es la Mente con sus pensamientos,
razonamientos, sentimientos y demás la que conecta y hace de mediadora entre
nuestra Alma espiritual y nuestro Cuerpo.
Sin embargo, no cabe ninguna duda de que esta manera de pensar es muy
superficial y es casi una ilusión.
Por otro lado, cuando tú observas una estrella que cae en el espacio, en
realidad lo que estás viendo es la huella de luz de esa estrella, pues la estrella
misma cayó hace miles de años y el ojo humano la ve después.
También si nosotros, por ejemplo, tapamos los ojos de una persona con una
venda y le hacemos tocar con sus manos hielo seco, lo más seguro es que dirá que
está tocando un objeto que está muy caliente y quema.
M: —No es tan así. Pues todos los seres humanos tienen alma y por lo tanto,
tenemos un derecho natural y una misma oportunidad para conectarnos con ella.
Además creo firmemente que todos y cada uno de los seres humanos
pueden llegar a un nivel superior de elevación.
Existe por un lado un destino marcado para los iluminados, pero también,
para llegar a la iluminación, se debe aprender, trabajar y crecer. Es en este sentido
que se llama a la Kabalah un «Don Merecido».
Por otro lado, en parte, depende de cada uno de nosotros lo que queremos
ser en la vida.
Hubo un Maestro que vivió en el siglo XVI y que dijo una enseñanza muy
hermosa: «Allí donde tú te encuentres, allí están todas las dimensiones».
Esta es una frase muy importante en el camino del místico, pues concibe el
alma como portadora de todos los conocimientos. Pues el alma es una chispa de
D’os. Un átomo espiritual de lo absoluto.
O sea que, para conocer nuestra alma, en principio debemos hacer una
introspección, una mirada hacia adentro, un ir hacia nosotros mismos. Y luego a
partir de aquí, nuestra mirada mística se expande a través de todas las direcciones
en busca del alma de las cosas. El alma de la creación, y esa contracción y
expansión de conciencia, en síntesis es el encuentro místico del hombre con la
inteligencia divina que habita todo lo creado. Un encuentro con D’os y con uno
mismo, al mismo tiempo.
Son muy importantes las enseñanzas de la Kabalah sobre la nada, pues D’os
creó a partir de esa nada y en ella se encuentra el «pensamiento» de D’os en estado
puro.
M: —Muy bien. Sabes que toda la creación está compuesta por esta LUZ o
ENERGÍA SIN FIN. Por supuesto que en principio es una luz metafísica. Pero que
a diferentes velocidades va formando todo lo que existe. Desde la nada hasta lo
manifestado. Puesto que lo material es un proceso también de la energía y la
energía nunca muere, sino que se transforma constantemente. Siendo así un flujo
de ENERGÍA ETERNA Y METAFÍSICA.
M: —No. Si bien D’os está en todas las cosas pues Él las creó, el concepto
verdadero de D’os es inconcebible en el plano y nivel de existencia en que nosotros
estamos.
Aparte, Él creó esa luz sin fin, o sea que si D’os la creó es porque Él está más
allá de ella.
Ahora, querido amigo, quiero que me contestes esta pregunta: ¿Cuál es para
ti la edad del alma?
Recién hemos dicho que la edad del alma es el infinito ¿pero qué sucede con
la reencarnación?
O sea ¿el principio del alma es cuando D’os la concibió, o cuando ella
encarnó por primera vez?
M: —Es que la edad del alma de la que hemos hablado recién, el sin fin,
pertenece al nivel más elevado, donde todas las almas conforman una gran alma,
con una misma esencia en común. Pero el alma, a su vez se desenvuelve en varios
niveles que van desde el más elevado al más inferior. Estas partes o niveles del
alma son tres en principio, y luego hay dos niveles más pero que son tan
profundos, que se puede hablar muy poco o casi nada de estos dos niveles
superiores del alma.
O sea que hay tres niveles de alma por un lado y dos más, conformando
cinco grados de evolución y cada nivel o grado tiene su nombre y su significado. Te
explicaré este concepto más detalladamente para que lo puedas comprender y
luego te contestaré específicamente tu pregunta sobre la reencarnación. Estos cinco
niveles del alma se corresponden y se manifiestan a su vez en cinco dimensiones
diferentes y se les llamó «Orot» o luces.
Debes comprender que, a pesar de los grados y dimensiones del alma, esto
no se refiere a un plano histórico ni geográfico, sino a estados de conciencia. Todos
los planos, recuerda, están aquí y ahora. O sea que los cinco planos del alma son
procesos simultáneos o multidimensionales unificados.
Este cuerpo físico se encuentra sujeto a las leyes físicas del tiempo y del
espacio y por esto se interpreta como el mundo de la acción o del movimiento. O
sea que no es en la dimensión de la acción cuando nace el alma, sino cuando se
manifiesta por primera vez. Con esto creo haber respondido a tu pregunta.
M: —En principio, un alma reencarna para cumplir una misión. Hay almas
que deben superarse y purificarse y es a través de la reencarnación como lo logran.
Pero también hay almas que reencarnan y sin embargo en otras vidas han
alcanzado un nivel elevado espiritual y se han purificado ya.
M: —No es tan así, pues «el destino impulsa pero no obliga». Por otro lado,
existe un libre albedrío y una libre elección en el hombre.
Además, ojalá todos los seres humanos pudieran vivir su destino, pues esto
quiere decir que se han encontrado a sí mismos. El destino se da cuando existe un
diálogo con el alma y un reencuentro con uno mismo. Porque es el alma lo que
recuerda otras vidas y por ende es ella la que nos enseña a vivir en una concepción
de continuidad y eternidad y no con una conciencia fragmentada y escindida de la
existencia.
Pero para cumplir este tikun hacen falta muchas vidas y varias lecciones
hasta alcanzar la verdadera sabiduría.
D: —Creo que voy a necesitar muchos años para comprender todos estos
conceptos.
D: —¿Qué es la sabiduría?
D: —Y ¿qué es la moral?
M: —La verdadera moral está unida a la sabiduría, pues moral significa ley,
y sabiduría es saber las leyes esenciales de la existencia, del cosmos y de la
realidad. Ya que el ser humano es un microcosmos dentro de un gran
macrocosmos. La iniciación no concibe una moral sin saber el porqué de ella.
¿Sabes, hijo, que los Kabalistas tienen una frase que dice así: «La costumbre del
Kabalista es la ley», y la ley es la moral, y la moral es el amor, y el amor conduce a
D’os?
M: —No sólo eso, sino que el egoísta es aquel que no quiere compartir.
M: —Así es, puesto que el ser humano debe ser un canal, un instrumento,
capaz de recibir y dar. De esta manera, el hombre —en un sentido metafísico— es
un flujo de energía.
D: —Y ¿qué es el mal?
M: —Primero se debe saber cuáles son esas leyes o fuerzas, cuántas son,
cómo actúan, y más…
Está dicho que el acierto más grande está en saber dónde uno se equivocó. A
su vez, no te olvides que por más que volemos con los ángeles seguimos siendo
seres humanos. Pues el hombre no está ni en el cielo ni en la profundidad de la
tierra, está en el medio. No es un ángel ni tampoco es un demonio, pero tiene la
facultad de elegir.
En este momento llegaron a la casa del Maestro y ambos se despidieron, llevando
cada uno dentro de sí una parte del otro.
Esto literalmente era así, pues el discípulo luego de despedirse del Maestro y al
caminar de regreso a su hogar solo, mentalmente estaba todavía escuchando las palabras de
ese gran sabio y guía. Caminaba por la calle como cualquier persona, pero por dentro sentía
tal elevación y entusiasmo místico que daba la impresión de que sus pies no tocaban el piso.
El también, después de caminar con su Maestro, comprendió que había un secreto muy
grande en el caminar meditando.
Diálogo Tercero
¿Quizás le resultaba difícil definir en concretas palabras, qué era o cómo se les
llamaba a los que estudiaban lo que él estaba aprendiendo?
Por eso, el iniciado no debe estar cerrado a aprender. Él debe abrir su mente
también a otras escuelas iniciáticas. De esta manera, como vimos, todo tiene una
esencia y fin en común. Además D’os es el mismo aunque se llegue a El de setenta
maneras diferentes, y esta es una gran razón para unimos, para que entre todos los
seres humanos hagamos más fuerza a fin de traer a D’os un poco más cerca del ser
humano.
M: —Sí.
M: —Exactamente.
D: —Esto significa que el iniciado es aquel que busca a D’os en todas las
cosas.
Sin este saber el ser humano anda a ciegas en la vida, sin un propósito, sin
una finalidad. De esta manera, la vida es oscuridad e ignorancia. Ahora bien, la
comprobación o certeza de esta búsqueda espiritual se da en el interior del
iniciado, de modo que no es transferible a cualquiera que no esté dispuesto a
escuchar. Y esta es una de las razones por la cual la ciencia no coincide con lo
esotérico. Puesto que una verdad, para la ciencia, debe ser demostrable
empíricamente.
No creas, hijo, que mi intención es ser aceptado por la ciencia. Pues el saber
esotérico sólo se dimensiona por la experiencia, es otro camino, es personal,
enfrenta al hombre con el hombre. Al fin y al cabo, lo importante de todo
conocimiento es saber adónde conduce.
Incluso muchas veces, el Maestro hacía gráficos y cuadros sinópticos para enseñarle
un concepto. En otras ocasiones, recurría a ejemplos con cosas cotidianas de la vida pero
refiriéndose a planos muy elevados.
Por lo tanto, los diálogos entre ellos eran cada vez más sutiles.
El Discípulo entendía a esta altura, los símbolos del lenguaje esotérico y esto
facilitaba la transmisión.
A su vez tenía una gran responsabilidad y honestidad para con este saber; sin esta
virtud hubiera sido imposible mantenerse en pie frente a las revelaciones de la Kabalah
Sagrada.
Diálogo Cuarto
D: —¿Quién soy yo? ¿Por qué existo? ¿Cuál es mi función en este mundo y
en estos tiempos? ¿Mi vida es la que vivo o hay otra vida marcada para mí? ¿Es el
destino o es una libertad azarosa la que rige mi existencia? ¿Amo lo nuevo, como si
mis sentimientos nacieran de la nada en un instante, o estaré amando lo que ya
amé? ¿Estaré realmente caminando mi propia huella espiritual o fecundo con mis
pasos la nueva y virgen vida mía? ¿Cuándo es el verdadero principio de los
sentimientos, cuando los percibo y los vivo o mucho antes, alojados en un silencio
interior como un gran secreto? ¿Estaré efectivamente aprendiendo a recordar los
senderos antiguos de mi alma, o sólo la fisicalidad es lo que cuenta? ¿Cuál es la
verdad? ¿Dónde está la clave para encontrarla? ¿Deberé escuchar a los sabios del
ayer con su reencarnación? ¿A los científicos con sus teorías genéticas? ¿A los
psicólogos de hoy con sus arquetipos? ¿A los insensatos de siempre con su
escepticismo limitado y vacío, sin respuesta alguna? O ¿deberé escuchar a mi
corazón, como enseñó el Maestro?
El Discípulo sabía que hasta no superar esta prueba no podría acceder a ciertos
conocimientos y misterios más profundos.
Cuando tomó conciencia de lo que había sucedido, comprendió que aún no estaba
preparado para cruzar ese túnel azul y traspasar la luz blanca brillante. Todavía había
miedos e inseguridades en él. No había alcanzado aún la espiritualidad suficiente para
poder desprenderse de sí mismo, aunque fuera por unos instantes, pero totalmente.
¿Quizás en las palabras del Maestro esté la respuesta? Él dijo: «El miedo es
un obstáculo para la fe». Cuánta verdad que ahora comprendo por propia
experiencia.
Al otro día, luego de esa noche llena de misterio, el Discípulo visitó a su Maestro, y
así fue como mientras tomaban un té de jazmín, surgió una clase llena de mensajes y
enseñanzas, porque esto es realmente transmisión.
El Discípulo le contó paso a paso al Maestro la experiencia vivida ayer por la noche
y su abrupto desenlace.
D: —¿La fe?
D: —Que ambos tienen casi las mismas letras, sin embargo la palabra
conocimiento «DAAT» tiene una letra más, que es una «A».
Al respecto, la Kabalah dice que: «la finalidad del místico es mirar a través
del ojo de la razón del corazón».
D: —Pero mi corazón está más cálido que nunca con sus enseñanzas.
Las miradas se cruzaban entre ambos, en esa pequeña, pero infinita habitación. Era
como si en ese templo de la sabiduría se hubiese revelado el más sublime secreto.
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Luego el Maestro encendió una vela blanca que estaba apoyada en su escritorio. A
partir de ese momento, toda la habitación se inundó de claridad. Después de encender la
luminaria, la observó durante unos minutos fijamente, cerró sus ojos y al volver a abrirlos,
miró al Discípulo y le habló.
M: —Así es, y este es el resumen de toda esta enseñanza. Pues paz es unión
y unidad.
A su vez, mirar una vela te ayudará en todos los planos de tu vida, pues uno
de los grandes problemas del hombre son la dispersión y la falta de concentración.
La dispersión hace que el ser humano no viva plena e intensamente las cosas, pues
separa o dispersa la mente, del cuerpo y del alma, cuando debería unir estas tres
instancias para evolucionar. Esta es la primera práctica para aprender a meditar.
Luego la meditación te conducirá a conectarte con tu verdadero yo. ¿Sabes querido
Discípulo, que hubo una vez un filósofo muy sabio que dijo: «No se puede conocer
a D’os sin comprometerse con él»? Y esto mismo piensa el iniciado, este
compromiso se realiza con esta conciencia cósmica o divina, pues para el místico el
templo del hombre debe ser su propia conciencia.
El Discípulo se había quedado sin palabras. Sentía una profunda alegría y gran
asombro por lo que había aprendido. Deseaba agradecer y gratificar lo que estaba
recibiendo, pero sabía que al Maestro no le gustaban los agradecimientos, pues él decía que
lo que se daba con amor, no había por qué agradecerlo. El Discípulo sabía en su interior que
la mejor manera de agradecer lo aprendido era dedicarse a sus estudios y practicar la
enseñanza.
Para esto, el Discípulo tuvo que formar una disciplina personal en cuanto al estudio
y las prácticas de ejercicios espirituales ya que sin un orden y constancia era difícil lograr
tan altos objetivos.
La Sabiduría era una revelación ganada a través del esfuerzo y de un puro corazón.
Las charlas, clases, diálogos y demás se sucedían unos a otros, hasta que se tomaba
inconmensurable la cantidad de enseñanza recibida.
Por otro lado, el Maestro siempre decía «crecer es trabajar», pues la manera de
alcanzar un alto grado de conocimiento es el estudio y la práctica, y a su vez había
expresado que «la clave del éxito es la voluntad». Así, el Maestro y el Discípulo
continuaron aprendiendo juntos.
D: —Porque quisiera comprender mejor las palabras que dicen, que «la
voluntad es la clave del éxito».
D: —¿Una motivación?
Respecto de este ejemplo, hay un cuento muy ilustrativo que dice así: «Una
vez un Maestro fue a una feria de comercio y vio cómo un hombre corría de un
puesto a otro y de una punta a la otra de la feria. Después de varias horas de
observar a este hombre, el Maestro lo llamó y le preguntó: “Señor, ¿hacia dónde
corre usted?”. El hombre fatigado le respondió: “Corro tras mi sustento”. A lo cual
el maestro repuso: “¿Y si su sustento estuviera detrás de usted, no se estaría
escapando?”».
Luego, con el paso del tiempo, los hijos se van del hogar, crean sus propias
familias, hacen su vida, también la muerte toca como un destino irrefrenable a uno
de los integrantes de esa pareja, y finalmente esa persona queda sumida en un
sentimiento de soledad, sin sueños ni motivaciones en la vida. Por esto es muy
importante la enseñanza de este Maestro, pues llenaría el hueco espiritual y
afectivo en el ser humano, ya que todo cambia, todo nace y muere, menos el amor,
el alma y D’os. Ahora el camino que ofrece la Kabalah al ser humano es situar la
voluntad junto a la fe, pero una fe inteligente. De esta manera se comprendería la
verdadera motivación existencial del hombre, al tomar conciencia de que nuestra
existencia tiene una finalidad superior y sagrada. Así, la voluntad humana como
deseo o fuerza, se fundiría con la voluntad divina como propósito y finalidad de la
creación.
M: —Así es.
El Discípulo sabía que no bastaba solamente con recibir clases y enseñanzas sino
que, además, él debía procesar la información, pensarla, sentirla y hacerla suya. Informarse,
formarse y transformarse.
Él sentía una gran fe en que su misión en la vida tenía una relación directa con lo
que estaba aprendiendo, y creía que no era casualidad que los mistemos iniciáticos le fueran
revelados.
Al otro día, Maestro y Discípulo se encontraban otra vez juntos, pero este
encuentro, a esta altura, ya no era con el único fin de estudiar, pues había un gran cariño y
comprensión entre ellos y estos sentimientos posibilitaban una profundidad aún mayor en
sus diálogos. Sólo con la mirada ya aprendían.
M: —Sabes, querido amigo, que hace mucho tiempo atrás estaba estudiando
con mi Maestro el concepto del árbol y el hombre, o sea el «Árbol de la Vida», y en
un momento determinado, luego de penetrar en las diez esferas o Sefirot, él me
dijo: «El hombre es un Árbol de Luz». Yo me quedé meditando, pues sentía que
detrás de esta frase había una gran profundidad, y así era. Pues la luz alude a la
más esencial de las vibraciones, o sea la energía original y metafísica, que es el
concepto del que hemos hablado anteriormente: del «HOR EIN SOF» o «LUZ SIN
FIN» o «LUZ INFINITA».
Esta es la sustancia con la cual fue creado el universo, pues todo es energía.
O sea que el concepto del Árbol de Luz alude a los canales y senderos que
recorre esta energía primigenia desde el principio de la creación, hasta su
manifestación concreta y física en el mundo de la acción.
Semilla, raíces, tronco, ramas, frutos y otra vez la semilla, estableciendo así
un proceso de transformación, un ciclo.
Te mencionaré otras zonas del cuerpo en relación con los Sefirot que son
también centros de energía, por ejemplo los parietales, el occipucio, la garganta,
también el plexo solar, el ombligo, los genitales, los pies y la espalda. Ahora, no es
que la energía transita sólo por estos lugares, pues todo el ser humano es energía,
sólo es que hay zonas de jerarquización, organización y administración de esta
energía. Estos centros de energía son diez en total, igual que las esferas del Árbol
de la Vida, aunque se resumen en 7 (siete) centros mayores. Mira, hijo, todo lo que
aprendí de una frase de mi Maestro. Imagínate todos los años que estuve junto a él.
No me alcanzaría la vida para transmitir y enseñar lo que recibí. Por la raíz
gramatical de la palabra Kabalah es Kibel, recibir, ya que la verdad está ahí, pronta
para ser bienvenida.
El árbol con sus raíces insertas en la madre tierra y sus ramas elevadas hacia
los cielos es comparable al hombre, pues también él tiene los pies sobre la tierra y
eleva sus brazos hacia lo alto.
En la Biblia, el Libro del Génesis, nos dice que cuando el hombre y la mujer
comieron del Arbol del Conocimiento del Bien y del Mal —que les estaba
prohibido— fueron echados del Paraíso. Este pasaje bíblico encierra muchas
interpretaciones: más que un pecado, como se lo suele interpretar, representa el
proceso de evolución de la conciencia del ser humano.
Tanto es así que en el Antiguo Egipto hay un friso de tres mil quinientos
años de antigüedad en el cual un faraón es amamantado por el árbol sagrado que
otorga conocimiento.
D: —¿Esto es la telepatía?
M: —Podríamos decir que sí, pero en esencia es que todos los árboles están
conectados por sus raíces con la Madre Tierra entre sí, y en este sentido, el árbol es
un canal de comunicación.
M: —El proceso al cual aluden las Sefirot o esferas del Árbol de la Vida tiene
relación con ciertos estadios del proceso creativo.
Según la Kabalah, D’os sólo se puede conocer a través de sus atributos o sea
que el D’os que podemos comprender es el D’os creador. Son las obras de D’os las
que nos hablan de Él.
M: —Así es, por ejemplo Keter es la Sefirá más elevada y significa corona,
mientras que Maljut es la más inferior y significa reino. En este sentido, coronar o
iluminar nuestro reino o vida es unir a Keter con Maljut o a lo superior con lo
inferior, lo oculto y lo manifestado.
M: —Sí. Son diez esferas de manifestación divina en las que D’os emerge de
su morada oculta. Es, sin embargo un universo unificado o mundo de la unión.
M: —En la metáfora o símbolo del Arbol, el Ein Sof es la Raíz de las Raíces y
también la Savia. Cada uno de los atributos o ramas existe por virtud del Ein Sof.
Al otro día, la mesa estaba servida. La esposa del Maestro se había encargado de
todos los detalles, pues ella conocía el arte de alimentarse.
En ella se advertía una personalidad por un lado servil y bondadosa y por otro
rebelde y audaz en el mejor sentido.
Un mantel rojo cubría la mesa de dura madera, y no era una casualidad que fuese
así, pues todo lo que había en esa mesa tenía una razón, ya que el color rojo favorece la
acción de los jugos gástricos, ayudando así al metabolismo digestivo.
También en el centro de la mesa había dos velas, una más pequeña que la otra, y
representaban el más acá y el más allá.
A un costado había una vasija de agua para lavarse las manos en un acto de higiene
y purificación antes de comer. Todo tenía un porqué, como si fuera la vida misma sobre un
mantel.
Los 12 panecillos eran de harina integral y los habían dispuesto en dos hileras de
seis cada uno. Como los 12 signos zodiacales.
Había un vaso delante de cada plato, pero llamaba la atención otro vaso que era de
cobre y que estaba en el centro de la mesa junto a las luminarias. Este era un vaso espiritual
pues los humanos podían servirlo, mas no se podía beber de él.
Era un día domingo y en este día se decía que todo lo que uno ingiriera influiría y
sería asimilado por la glándula endocrina hipófisis. Pues el domingo era el día del sol, por lo
tanto la comida era especial para ese día. Remolacha hervida con miel, repollo hervido con
miel y pasas de uva, pan de carne con azúcar negra y cocido sin leche, huevos rellenos y de
postre pastelillos de naranja en forma triangular.
Antes de comenzar a comer todos hicieron una meditación para asimilar la energía
de los alimentos, luego se brindó y se repartió el pan, finalmente se dispusieron a comenzar
a comer esos deliciosos manjares.
D: —Permítame, Maestro.
M: —Adelante.
D: —¿Por qué usted cada vez que nos vemos, habla siempre de temas tan
diversos?
Pero ningún músico compone sus obras comenzando por el tono «do», y
siguiendo exactamente el orden de la escala musical.
Mira, hijo, no te preocupes tanto por lo que hoy no entiendes, pues lo más
importante son tus acciones. ¿Sabes?, hay una sabiduría muy hermosa en la
simpleza.
Te voy a contar una historia: «Hace varios siglos atrás había un campesino
muy ignorante, pero con un gran corazón para D’os y para los demás.
Este hombre con sus ropas desgarradas se paraba en el medio del campo y
oraba así: “D’os, si tú necesitas alguien que cultive tu huerto, cuenta conmigo,
sembraré tus hortalizas y tus legumbres”.
Se dice que un día pasó por ese lugar un hombre, que era muy estudioso y al
ver cómo rezaba este campesino, lo reprendió y se enojó mucho con él.
El campesino se sintió triste y con culpa, y este hombre le enseñó cómo tenía
que rezar adecuadamente. Pero como el campesino era muy ignorante no
comprendió. En cuanto se retiró el estudioso, como el campesino ya no podía
rezar, no era lo mismo para él.
Por ejemplo, hay personas que siempre leen y estudian, van a conferencias y
hacen infinidad de cursos, pero realmente nunca saben bien nada. Puesto que
cuando la vida los interroga se quedan atónitos, sin respuesta alguna. Es como te
mencioné en otra oportunidad: la sabiduría se encuentra en el corazón, en la mente
y en las manos.
M: —Adelante.
D: —¿Por qué generalmente usted compara sus enseñanzas con las de otras
líneas diferentes?
Por esto, como Maestro siempre quiero encontrar un lazo místico y fraternal
entre todas las doctrinas esotéricas e iniciáticas. Así, cuando D’os pasee su mirada
por la tierra en que vivimos, al observamos se alegre, ya que por fin los seres
humanos se han unido en su búsqueda.
Su Maestro siempre le decía «la iniciación no debe ser nunca un escape o un refugio
de la realidad, ni tampoco en nombre de ella debes descuidar tus cosas. Pues una Iniciación
que te aísle y te margine no es la iniciación en el verdadero sentido, sino que es una
máscara o un disfraz para las propias carencias o debilidades. Por esto recuerda (le decía
siempre el Maestro al Discípulo), pon la iniciación en una mano y en la otra mano pon tu
vida, tus cosas. Si lo haces así no sólo serás un iniciado sino que además serás una buena
persona, un buen padre, un buen hijo, un buen hermano y amigo, también un gran esposo;
en fin, tendrás un equilibrio positivo en la vida».
De esta manera el Discípulo vivía en armonía con D’os, consigo mismo y con sus
semejantes, sin dejar de ser auténtico y espontáneo.
Él, no dependía de su Maestro y tampoco volaba con sus alas, sino que su Maestro
era su guía espiritual en el sendero hacia lo infinito. Un camino místico e iniciático, y una
iniciación que, por sobre todas las cosas, sueña con un mundo mejor tanto para D’os como
para los hombres.
Se dice «que había un Maestro que tenía todas las llaves del universo». Y
¿sabes por qué las tenía? Porque no las quería para sí mismo, sino para abrirles el
cielo a los demás.
Es como nos enseña la Biblia en la parte en que «D’os le dice al rey Salomón,
si quiere riquezas o sabiduría; y el rey Salomón elige la sabiduría para guiar mejor
a su pueblo. Entonces D’os le contesta, que por haber pedido la sabiduría y no las
riquezas, tendrá ambas cosas».
Estos tres caminos se desprenden del Arbol de la Vida, de las Sefirot Jesed,
Geburah y Tiferet.
Este mismo concepto se encuentra en la milenaria civilización egipcia, pues
la palabra «Nefer», significa al mismo tiempo Belleza, Justicia y Bondad como
también perfección y armonía.
Los iniciados egipcios consideraban que una acción era sagrada cuando
emanaba una belleza interior, con intención de una plena bondad y a su vez
fundamentada en una razón justa de ser.
Recuerda, hijo, por tres caminos se salvará el mundo, pero primero, para
empezar debes caminar tú mismo estos tres senderos.
5
Por eso que el místico medita al respecto y busca así abrir un poco más su
corazón para sentir. Creo que si la gente se sensibilizara frente a las necesidades
humanas, habría menos problemas en la tierra y existiría más comprensión y
fraternalidad en el mundo. No es la solución final pero es un buen comienzo.
Dar sin pedir, dar sin mirar a quién, y no dar sólo lo que a uno le sobra, o lo
que ya no necesita, sino dar con altura, con corazón y además, como te expliqué
anteriormente, saber dar.
En relación a esto hay una historia muy hermosa y representativa, que dice
así: «Existió un Maestro de gran sabiduría y humanismo. Sus Discípulos decían
que este Maestro todas las noches, a la medianoche, cuando se retiraba a sus
aposentos, iba al cielo y hablaba con D’os. Pero había un grupo de personas que no
creían en esto. Entonces un hombre de este grupo les dijo a sus compañeros que
iba a espiar a este Maestro, a ver si realmente era cierto que iba al cielo todas las
noches como se decía.
Esa misma noche, esta persona se escondió en los aposentos del Maestro.
Llegada la medianoche el Maestro entró en su habitación y comenzó a cambiarse
su vestimenta. El hombre escondido pensaba: ¿para qué se cambia de ropa, para ir
al cielo?
Grande fue la sorpresa de este hombre, al ver la buena acción que estaba
realizando el Maestro, disfrazado de campesino.
Luego el Maestro fue a otra humilde casa en donde había una mujer
paralítica por un accidente, y también le dejó alimentos, la hoguera encendida y
sus bendiciones.
Otra vez el Maestro fue a otra casa donde había un hombre que lo había
perdido todo y lo ayudó en su desgracia, le dio ánimos y también le dejó
alimentos, calor y sus bendiciones. Hasta que ya no tenía nada más en la bolsa y
era casi de día.
El Discípulo sentía que la enseñanza del Maestro aunaba la sabiduría más profunda
con el humanismo más puro, y así era.
6
Practica, hijo, medita, haz este ejercicio espiritual con la naturaleza. Detrás
de cada astro hay una fuerza superior que lo anima. No están allí por casualidad.
Como dice el kabalista: «D’os guarda silencio y sostiene la Creación».
Diálogo Sexto
Cuenta una historia egipcia iniciática que: «Había una sacerdotisa que estaba
a orillas del río Nilo, mirando su rostro reflejado en el agua, y de repente sintió una
voz que la llamaba. Esta voz que ella escuchaba en el silencio de su corazón le
decía:
Esta sacerdotisa comenzó a caminar por la ribera del río, y cerró sus ojos
como si quisiera ver el sendero con los ojos de su alma.
Caminó y caminó hasta que llegó junto a un sacerdote, quien era el que la
había llamado, en el silencio del corazón».
Los egipcios conocían muy bien estos secretos y los enseñaban en las
escuelas iniciáticas de los misterios.
En principio, esa voz que la sacerdotisa pudo percibir en el silencio tiene que
ver con el amor, puesto que el amor es la gran fuerza que posee el ser humano para
unificarse con el alma de las cosas.
Esto nos enseña que la meditación es un sentimiento puro, pero que a su vez
está unido a una conciencia de cómo darle una meta o dirección a este sentimiento.
Por otro lado, el amor alude a la sensibilidad del ser humano, y es esto lo
que nos conecta con nuestra alma y su lenguaje.
M: —Sí.
D: —O sea que D’os, alma y amor, son una misma cosa en esencia.
Por otro lado, se dice que cuando dos almas se aman, allí está D’os.
Los egipcios decían que los escarabajos sentían más allá de los sentidos
físicos y se unían a través del amor.
Si esto es así, significa que el ser humano también puede hacer lo mismo.
Pues en la iniciación se considera que todo lo que rodea al hombre, la naturaleza,
es un libro abierto escrito con el dedo de D’os para que el ser humano aprenda. Por
otro lado, el iniciado considera que la naturaleza es el testimonio presente de la
evolución histórica del hombre, desde sus orígenes —una simple célula— hasta
hoy en día como ser humano.
Pues los escarabajos conocen el amor, superan las distancias y se unen entre
sí.
M: —Sí, pues en principio todo lo que existe tiene alma, pues todo forma
parte de D’os y D’os está en todas las cosas, aunque permanece en una unidad al
mismo tiempo.
D: —Pero entonces, si con amor uno llega al amor, ¿esto significa que uno
está o debe estar en la misma frecuencia o resonancia armónica de aquello a lo que
quiere llegar?
Era costumbre del Maestro hacer pausas en la enseñanza, de modo que cuando
concluía una frase o idea, miraba a los ojos del Discípulo sin decir nada, por unos
momentos, hasta que luego retomaba la palabra.
Ahora todo lenguaje está compuesto por palabras y estas palabras por letras
y estas letras por sonidos o vibraciones y se toman estas letras o vibraciones
esenciales como los fundamentos metafísicos del ser humano y de la creación.
Estas palabras soh verbos sagrados porque están compuestos por las letras o
vibraciones esenciales con las cuales fue creado el universo y son verbos pues
aluden a la acción.
Hasta se dice que D’os mismo creó a través de estas palabras. Por ejemplo:
dice el Antiguo Testamento en el libro del Génesis, Capítulo 1, versículo 3: «Y dijo
D’os, sea la luz y fue la luz» o sea que en el decir de D’os se crea la luz.
También en el Nuevo Testamento San Juan nos dice: «En principio era el
verbo y el verbo era con D’os y el verbo era D’os».
En este sentido es como el iniciado medita, siendo así una imagen fiel del
creador, pues el hombre es también a semejanza de D’os un creador.
M: —En principio porque D’os creó con la palabra; además el verbo es una
palabra que indica una acción, un trabajo creativo.
Ahora veamos cómo está compuesto este idioma o lenguaje del alma.
El Discípulo sentía que a medida que el Maestro hablaba se formaba un halo de luz a
su alrededor. Era tanta la atención que tenía el Discípulo en lo que estaba aprendiendo que
a veces perdía la noción del tiempo y del espacio; como si entrase en un trance místico al
escuchara su Maestro, pues sus palabras eran muy sabias y embriagadoras.
2
Estas fuerzas son veintidós en total, pero hay además, diez Sefirot o
emanaciones que pertenecen al Arbol de la Vida: conformando en total treinta y
dos senderos misteriosos de sabiduría con los que D’os creó. Estos treinta y dos
senderos tienen una analogía con las treinta y dos estructuras y formas básicas de
los cristales.
Estas veintidós fuerzas se relacionan con las veintidós letras del alefato
(alfabeto) hebreo-Kabalista que, a su vez, se remonta al idioma arameo-caldeo,
fenicio semita y tiene una relación con los jeroglíificos egipcios. Estas veintidós
esencias universales son el código genético espiritual de la creación: son el ADN
metafísico.
Estas siete energías están representadas en la creación, por los siete colores
del arco iris, los siete tonos musicales, las siete glándulas endocrinas, los siete días
de la semana, los siete orificios de la cabeza, etcétera.
Estas doce letras aluden a los doce signos del zodíaco a los doce meses del
año, a las doce tribus de Israel. Y es lo que la física moderna ha comprendido bajo
el concepto de energía pura, que son los Leptones y Quarks, que en total suman
doce. Estas son las partículas básicas que constituyen los bloques de construcción
del universo.
Para resumir, hay «tres letras madres», «siete dobles» y «doce elementales»
que en total suman veintidós.
Por otro lado, no sólo debes concentrarte sino que tienes que sentir esas
palabras y reconocerlas a su vez como parte de un todo y comprender que tú eres
parte de ese todo. Por ende debes vaciarte de ti mismo.
No basta pronunciar mentalmente estas letras, sino que tu alma debe vibrar
con ellas y en ellas.
Los grandes Maestros han enseñado que para meditar profundamente, las
imágenes exteriores o físicas no evocan siempre adecuada y completamente lo
abstracto.
D: —Recuerdo lo que usted habló, pero siento que es muy complejo el tema.
Ahora te explicaré una parte más de esta enseñanza, así podrás meditar con
mayor conciencia y profundidad.
4
Este ojo egipcio representaba a su vez el tercer ojo o la glándula pineal del
sistema endocrino, ya que se decía que allí se encuentra el alma, o mejor dicho su
parte más representativa en el cuerpo humano.
También el ojo egipcio representó el ojo de D’os que siempre mira. Es el ojo
de la conciencia divina en lo humano, que observa y guía al hombre y más
específicamente al iniciado. Me refiero al «Utjat» al ojo de Horus o de la visión
justa.
D: —¿O sea que aparte de conocer los verbos sagrados para meditar, el
hombre debe tener una conciencia pura y cristalina para acceder a ese ojo divino?
M: —Muy bien.
Ambos tocaron el cielo con sus palabras. Había una sonrisa en sus rostros, y un
profundo sentimiento los unía.
Cuánta verdad hay en lo que dijo el Maestro: «El amor conduce al conocimiento y el
conocimiento verdadero conduce al amor…».
Diálogo Séptimo
Era un día sábado, y el sol estaba recostado en el horizonte, la noche estaba por
comenzar, ya se divisaba en el cielo la estrella que anunciaba la retirada del sol.
Algún día cuando tú seas un Maestro, vas a comprender con tus propias
vivencias mis palabras y mis sentimientos.
D: —Maestro, usted tiene mucho por hacer en este mundo y sus días serán
prolongados en esta vida.
Sabes hijo, muchas veces cuando estoy solo y meditando, siento cerca de mí
la presencia espiritual de mis Maestros y también de otros Maestros, pues para
ellos la muerte no es un descanso. Cuando uno ama lo que hace no existe el
cansancio; y estos Maestros espirituales, cuando vivieron en este mundo han
amado más su misión que a su propia vida, por lo tanto nunca muere su misión ni
fallecen sus ideales. Vivos o muertos siempre los iniciados siguen existiendo, ya
que no puede morir el alma ni el amor, pues ambas son partes del Gran Creador,
de D’os. ¿Comprendes, hijo?
D: —Comprendo, Maestro.
M: —Hijo, no te preocupes por mí, todavía voy a vivir varios años más,
quédate tranquilo.
Pero por otro lado, el Discípulo pensó: Si el Maestro puede captar mis pensamientos
sin que yo los pronuncie en voz alta, luego cuando parta de esta vida, siendo ya un espíritu,
¿también podrá captar mis pensamientos y estar cerca de mí?
M: —Así es, querido Discípulo, pues hay una íntima relación entre la
telepatía que surge entre dos seres que se sienten, con la comunicación con los
espíritus.
Recuerda, hijo lo que hemos hablado de la meditación cuando dijimos que
era el idioma del alma.
Por lo tanto, los vivos, como los muertos, ambos tienen alma, y meditando
podemos hablar ese idioma místico que supera el tiempo, las distancias y hasta la
propia muerte.
D: —El Alef.
No es coincidencia que el libro más leído del mundo sea la Biblia, y esta fue
escrita en su original en hebreo. Además, las traducciones de la Biblia muchas
veces omiten o desvirtúan conceptos y ciertas palabras claves.
Tú sabes que hubo un físico sueco que experimentó y estudió las vibraciones
básicas de la energía y sus formas. Una vez que codificó sus descubrimientos los
comparó con todos los idiomas y encontró una asombrosa relación de estas formas
de energía básica con las formas de la letras hebreas y sus energías.
El Ruaj es el espíritu, una de las cinco partes del alma, también es como un
soplo, un viento y un aliento divino en lo humano.
El Maestro tomó una Biblia en castellano y otra en su original hebreo. Colocó ambos
libros sobre la mesa y abrió sus páginas.
M: —En el capítulo tres, versículo ocho del libro del Génesis, luego de que
ADAM y EVA comieron el fruto del Árbol «prohibido», dice: «Oyeron luego el
ruido de los pasos de D’os (Yaveh) que se paseaba por el jardín a la hora de la
brisa».
D: —No.
M: —«RUAJ».
Ahora, luego de hacer juntos el RUAJ, separémonos y que cada uno haga su
propio vuelo.
RUAJ RUAJ.
Así, Maestro y Discípulo volaron juntos. Vaya uno a saber a qué lugar fueron y en
qué caminos estarán sus almas.
Estos corazones alados que aspiran a lo infinito cubren el cielo, como las estrellas en
el firmamento.
El Ruaj para el kabalista representó el contacto entre el alma sutil y el cuerpo denso.
Es la frontera entre lo infinito y lo finito, y en esta experiencia ambos habían conectado el
arriba con el abajo, lo espiritual con lo material.
Diálogo Octavo
A esta altura, los conceptos y enseñanzas ya habían tomado vida dentro del
Discípulo, pues la sabiduría es un saber sentido y experimentado.
Dentro del Discípulo se había operado un cambio, una alquimia, a pesar de que
formalmente no era un iniciado, este momento estaba cada vez más cerca, mucho más cerca.
Hay una historia que data del siglo XVIII y que dice así: «Una vez estaba un
gran Maestro con su Discípulo estudiando y de repente, mágicamente, aparecieron
ambos en una isla desierta, desconocida para ellos.
Pero he aquí que el Maestro se había olvidado todo lo que sabía y no podía
recordar nada de su inmensa sabiduría y poder.
En este momento el Maestro comienza a cantar estas cuatro letras con gran
éxtasis, y así envueltos en ellas, logran regresar a la casa de estudios».
Esta hermosa historia, entre otras cosas hace referencia a que todo el saber se
encuentra sintetizado en estas primeras cuatro letras o energías de la creación.
M: —Sí, pero fíjate que en el cuatro también está implícito el número diez,
pues si tú sumas 1 + 2 + 3 + 4, te dará el número 10. O sea que en los cuatro
primeros números ya está contenida la esencia de los siguientes.
2
Por ejemplo: hay cuatro fases de evolución en la vida del ser humano, que
son lá infancia, la juventud, la madurez y la vejez.
Por otro lado, estos cuatro ciclos y ritmos se adentran en otros conceptos,
por ejemplo, para la astrología, los doce signos del zodíaco se subdividen en cuatro
partes de tres signos cada uno.
También hay cuatro divisiones en las diez Sefirot o esferas del Arbol de la
Vida. En relación con esto último, hay cuatro caminos para llegar al alma, y están
representados por los cuatro ríos del Paraíso, que nacen al pie de dicho árbol.
Y así podríamos citar cientos de ejemplos más, pues en casi todas las
religiones se encuentra el número cuatro.
M: —Así es.
M: —Sí. Por ejemplo, se dice que a D’os se lo reconoce por su obra. En este
sentido se interpreta a toda la creación manifestada materialmente como un gran
velo que cubre lo interior y etéreo, o sea que la materia es un velo de lo espiritual.
M: —En esencia, lo que quiero transmitirte es que todo lo que existe a nivel
manifestado, a su vez revela lo metafísico y oculto de esa existencia.
A esto mismo se refieren las Sefirot del Arbol de la Vida kabalista, como a un
proceso de evolución progresivo de la energía primordial y metafísica hasta lo
físico. Pero en la fisicalidad sigue estando contenida en esencia lo metafísico.
Por hoy, hijo, hemos concluido, te espero en la fecha indicada. Hasta pronto.
Ambos se retiraron, pero una vela blanca seguía encendida y continuaba brillando
en ese lugar que hacía unos instantes albergó a estas dos almas.
Esta luminaria iluminaba el escritorio del Maestro; más que sólo un escritorio era
un templo del saber, donde se rendía honor al conocimiento y al amor.
3
En la fecha indicada, Maestro y Discípulo estaban otra vez juntos, como siempre
recorriendo el místico sendero de la sabiduría iniciática.
M: —Muy bien, sabes que el ayuno es muy bueno para el organismo porque
aumenta las defensas, es positivo para la mente porque disminuye las culpas y con
respecto al alma, es aconsejable pues hace propicio el contacto con ella.
M: —El agua tiene ciertas propiedades ocultas para el alma, que si sabemos
cuáles son y cómo utilizarlas, ella nos transportará hacia planos elevados y
profundos.
Este ejercicio espiritual, de mirar el agua con la luz de una vela blanca
encendida, es una apertura del canal de la transvisión.
Mira y con tu mirada trata de traspasar lo físico, y cuando sientas una pura
espiritualidad, concentra tu corazón en estas palabras que te transportarán hacia
otra dimensión.
SHA-MAIM SHA-MAIM.
De repente lo envolvió una brisa suave y divisó una pequeña luz búllante en el
inteúor del recipiente.
A partir de allí, sintió que estaba cruzando el umbral de lo físico hacia una
dimensión totalmente espiritual.
D: —Veo mi vida como una película, pasan por mi mente situaciones vividas
en el pasado.
M: —¿Cómo te sientes?
D: —Solo.
M: —¿Por qué?
El Maestro sabía muy bien que el aprendizaje esotérico debía llevar al Discípulo a
comprender su destino y la lección que debía aprender y para la cual reencarnó.
Por esto, en esta oportunidad le transmitió el secreto de las cuatro puertas para
llegar al alma. Un sendero que sólo será revelado a quien lo viva y practique. A esto se
refiere el abrir la puerta, o sea, abrir la conciencia.
Son cuatro puertas que el místico debe abrir y transitar por sus senderos
para así llegar a la sabiduría. La primera puerta es el sentimiento de la
«Humildad». Es aquí donde el místico comprende que D’os, el Creador, no hizo
dos veces lo mismo y que cada uno de nosotros fue creado único e irrepetible, y si
esto es así es porque en cada uno de nosotros hay una misión y un destino que nos
es propio, particular y específico.
Aquel que se compare con los demás y el que sufre de soberbia y orgullo
nunca podrá alcanzar la plenitud de su ser, pues el orgullo y el egoísmo lo debilita
y lo desubica.
Hijo, la humildad del sabio es considerar todo lo que nos rodea como una
unidad en D’os y a su vez como una gran multiplicidad donde cada parte contiene
también a lo divino.
Esta es la primera puerta que debes abrir. Recuérdalo, pon estas enseñanzas
en la memoria de tu corazón-conciencia, practícalas y sé tú mismo.
2
Tus intenciones deben ser puras para que así tus acciones también lo sean.
Los grandes Maestros han enseñado que la meditación es una flecha mística
disparada hacia lo alto con un arco de CAVANAH o intención, es como si fuese la
concentración del alma hacia una dirección.
Pues como nos enseña la Kabalah «la satisfacción total del deseo existencial
se encuentra en la causa del deseo y no en su consecuencia» y esta debe ser tu gran
intención como místico y humanista.
Piensa en esto, medita, busca, comulga con esta enseñanza y encontrarás así
una gran fuerza para comprender y vivir tu destino más trascendente.
3
Debemos sentir el servicio en todas las cosas para santificar y sacralizar así
nuestra vida.
Se dice, hijo, que el que da está del lado de la gracia, mientras que el que
recibe está del lado del juicio. También se dijo que el corazón del sabio está en su
mano derecha, la mano de dar.
Por otro lado, no existe alegría más profunda que la de haber hecho feliz a
otra persona y servir a D’os.
Por eso, en el servicio también vive una intención y una pura humildad.
Pero recuerda que debes saber servir, pues debes comprender que existe una
justicia divina, un ojo divino que mira al hombre.
Por lo tanto, el servicio debe estar en armonía tanto con los hombres como
con D’os, para que sea verdadero y valedero. Además debe aprender a servir y ser
servido o sea, a dar y recibir.
4
Al respecto hay una enseñanza muy hermosa que dice así: «Si un hombre ha
cumplido todos los mandamientos, mas no ha conocido la alegría, irá al paraíso
cuando muera, pero no disfrutará de las delicias del más allá».
Hasta se dice que «cuando el hombre muere va a ser juzgado por todo
aquello que rehusó a alegrarse habiendo podido hacerlo».
Quien se encuentra en un instante de pura alegría, está más allá del tiempo y
del espacio, más allá del pensamiento, domina la vida.
Recuérdalo, recuérdalo…
Cuando las transites y entres en ellas, sentirás a su vez una gran plenitud,
integridad, autenticidad y profundidad en tu vida.
Al respecto, un gran sabio kabalista del siglo XIII enseñaba que hay cuatro pasos en
el aprendizaje de la Kabalah.
El Maestro ya había envejecido: «el tiempo no espera» decía, con una sonrisa en sus
labios. Pero su alma era joven y fresca, pues era un idealista.
El Discípulo había crecido mucho espiritualmente, a su vez tenía una gran bondad,
vocación de servir y un profundo conocimiento místico de la sabiduría iniciática.
Pues a pesar de todo era muy difícil saber lo que el Maestro pensaba, ya que los
iluminados están por encima de la comprensión de los hombres, aunque a veces hay secretos
compartidos en el silencio, que no se hablan pero se saben.
El tiempo pasa —decía el Maestro— y nosotros los ancianos iniciados como yo,
vemos el futuro en nuestros discípulos, pues ellos son el eslabón que nos continúa, ellos son
nuestra herencia.
Hay algo que nunca te he dicho y que dicen que un Maestro no le puede
decir a sus discípulos, pero yo te lo diré igual, quebraré la ley pero obedeceré a mi
corazón.
Hijo, te aprecio mucho. En este tiempo en que estuvimos juntos te he
aprendido a sentir y sé muy bien que tú también me aprecias, y es a través de
nuestro mutuo sentimiento que pudimos tocar el cielo y sentir un destino en
común que nos unía siempre.
Como tú bien sabes, en otras vidas pasadas también estuvimos juntos, y hoy
igual que ayer nos volvimos a encontrar. El amor nos ha vuelto a reunir, pues es el
amor la magia más grande.
M: —Te voy a contar una historia que la escuché de mi Maestro y fue para
mí una de las enseñanzas más importantes o que más me impactó.
«Había una vez un Maestro que era muy sabio y decía la gente que hacía
milagros. Una vez, la aldea en que él vivía fue atacada por una gran cantidad de
soldados enemigos que se proponían devastar y aniquilar a la gente que habitaba
ese lugar.
Este Maestro corrió frente al enemigo, y cuando lo tuvo cerca, cara a cara,
levantó los brazos hacia lo alto y comenzó a meditar con tal fuerza que los
soldados enemigos sintieron gran temor y huyeron.
Pero el Maestro no reveló a ninguno su secreto, sino que les dijo que más
adelante lo iba a enseñar.
Así pasaron los años, y un día el Maestro estaba por morir pues ya era muy
anciano.
Y el Maestro le preguntó:
—Hijo, no revelé el secreto a ese extranjero, lo dije así porque quería saber
quién realmente iba a estar conmigo en mis últimos momentos.
Estas son las palabras que sentí, con gran fuerza, cuando huyeron los
enemigos con gran temor: “FIDELIDAD Y FE”».
Este es el gran poder del iniciado, su fe, pero una fe unida a la inteligencia y
a la razón para saber así qué hacer con esa fe en beneficio del bien.
Sabes, querido Discípulo, que hubo un Maestro que dijo: «¡D’os! No me
interesa ni el cielo ni el infierno, te quiero a ti».
Por eso lo importante es que ambos nos hemos sentido y hay una gran
fidelidad entre nosotros.
Y sucedió que…
El Discípulo, con una pura humildad, un deseo de servir, una buena intención y un
gran entusiasmo, se propuso a través de la meditación, penetrar en las esferas del más allá,
pues era allí de donde provenía esa voz cálida y misteriosa.
Se recostó sobre su lecho, con ropas suaves y blancas y con los brazos al costado del
cuerpo.
Allí estaban otra vez, como hace tiempo atrás, el túnel azul y la luz blanca búllante.
Tomó fe y coraje, y en ese mismo instante todo se tomó blanco y brillante; había atravesado
el túnel azul. Sentía el Discípulo una gran paz y libertad, vio toda su vida en un instante y
comprendió su destino y el porqué de su existencia. Pero de repente percibió a su costado
espiritual una silueta que estaba de espaldas y le decía «Ven, acércate». Era la misma voz
que percibió antes de comenzar la expeúencia mística.
Esa voz que emanaba de la silueta difusa continuó diciéndole: «Hijo, eres ya un
iniciado».
En ese instante el Maestro puso sus manos sobre la cabeza del Discípulo y le dijo:
«A partir de ahora eres un iniciado, eres un eslabón más de esta cadena eterna.
Por tus méritos lo has conseguido, por tu amor y fe lo has logrado. Ahora estarás
unido para siempre con el más allá, que es adonde se encuentra la esencia de la existencia.
Pero tu misión se encuentra en la tierra, con los hombres, haciendo así un pacto con la
tierra y con el cielo: tu camino continúa en la tierra, yo partiré, ha llegado mi momento,
pero siempre que me recuerdes con amor estaré junto a ti».
En ese momento, el Maestro presionó sus manos sobre la cabeza espiritual del
Discípulo, y luego las retiró y se fue alejando poco a poco, desvaneciéndose en el horizonte
de lo infinito.
Ya era un Iniciado.
Ione Szalay (Buenos Aires, Argentina 1966 - 2014). Escritor y místico
contemporáneo. Se inició desde temprana edad en la Kabalah abrazando las
fuentes hebreas y otras tradiciones espirituales. Profundizó conocimientos sobre
meditación, técnicas psico-corporales y el idioma hebreo antiguo, a la vez que
perfeccionó estudios en psicología (Universidad de Buenos Aires), psicología
social, filosofía, historia de las religiones y arte. Fue premiado en varias
oportunidades por entidades públicas e instituciones y sus encuentros fueron
declarados de interés cultural. Codirigió la revista «Búsqueda», y es autor de
varios libros en editorial Kier: «la Kabaláh - Historia de una iniciación», «Enfermar
también es sanar» y «Kabaláh, una sabiduría esencial para el mundo de hoy», entre
otros.
[1]
Escritor y ensayista. Es uno de los fundadores de la revista «Búsqueda»,
dedicada al libre pensamiento filosófico-espiritual y al arte. <<