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Marian Rojas Estapé: "Hemos sustituido el sentido de la vida por

pantallas, porno y alcohol"


MARIAN ROJAS ESTAPÉ. Madrid, 1983.Psiquiatra. Escribió Cómo hacer que te pasen cosas buenas para
utilizarlo como apoyo en sus terapias, pero se ha convertido en el libro más vendido en España en lo que va de 2019.
Medicina o autoayuda, ésa es la cuestión.
¿Qué dice de España que el libro más vendido de lo que va de año sea uno titulado 'Cómo hacer que te pasen
cosas buenas'?
En el fondo me preocupa. Nunca jamás me lo imaginé. Me gustaría mandar el mensaje optimista de que no
estamos tan mal como sociedad, pero la realidad es que hay un vacío. La felicidad depende del sentido que
cada uno le da la vida, de tener un proyecto vital, un propósito por el que vivir, lo que los japoneses llaman
el ikigai. Somos una sociedad que ha perdido el sentido de la vida. Lo hemos sustituido por otras cosas:
sensaciones, redes sociales, pantallas, pornografía, alcohol... Ese es el problema y es un problema grave.
Sobrevivimos, pero no vivimos. Hemos dejado de hacernos preguntas.
¿Cuál es tu pregunta más habitual a los pacientes?
Si hay vida después de la muerte. Hay que hacerse esa pregunta porque la muerte es la puerta de la
filosofía.
¿Sirve realmente para algo un libro así?
Todos los días recibo agradecimientos de lectores diciéndome que sí, que tras leerlo su vida es mejor. Eso
me emociona, porque mi objetivo como médico es ayudar a los demás y he descubierto que puedo hacerlo a
través de un libro, que es algo que nunca imaginé. Mi finalidad era que me sirviese de apoyo para terapias y
conferencias, nada más. Cuando se publicó, acababa de dar a luz y no pude hacer promoción y, de repente,
se empezó a vender y vender y vender... No sabíamos a qué se debía. La única explicación es el boca a boca
y yo soy la primera sorprendida. La clave del éxito de este libro es que la gente se siente muy identificada y
porque les habla sobre sus errores de forma muy delicada y sin juzgar al lector. Todos hemos pasado
momentos en nuestra vida de los que no nos sentimos orgullosos o lo hemos pasado muy mal y no hemos
entendido por qué. Ese es el quid del libro: entiende tu cerebro, gestiona tus emociones, mejora tu vida. Yo
no quería hacer un libro de autoayuda de sonríe y ser feliz, sino un libro de neurociencia que explique cómo
funciona tu cerebro ante determinados estímulos y cómo manejarlo. Manda un mensaje optimista cogido de
Ramón y Cajal: "Todos podemos ser escultores de nuestro cerebro".
¿Todo esto es medicina o pseudociencia?
Tu cerebro y tus emociones te enferman y te curan; y si conoces cómo funcionan, tú eres capaz de curarte o
enfermarte. El poder de la mente es brutal. Uno de los problemas de la medicina occidental, que no tiene la
medicina oriental, es que no estudia el interior de las personas, desprecia la meditación... En la medicina
occidental estamos acostumbrados a tratar el síntoma y no a la persona; eso es poner parches. Hay que
buscar el origen. Yo no vengo a negar el dolor y el sufrimiento, porque existen y son ingredientes de la vida
que bien integrados en ella nos hacen ser mejores, pero sí a intentar explicar cómo gestionarlos.
¿Crees en eso que se ha dado en llamar terapias alternativas?
No. Son peligrosísimas. Lo que sucede es que es muy complicado marcar una línea entre lo que es
medicina y lo que no lo es, porque al final todos estamos deseando que nos den la receta fácil para ponernos
bien y no sufrir. Da igual que te digan que son unas gotas o unos rituales. Nuestro cerebro es capaz de
engancharse a lo que sea con tal de pensar que no va a sufrir y eso está dando lugar a casos dramáticos de
gente que decide no tratarse enfermedades muy graves pese a que la medicina podría ayudarle. Eso es un
riesgo y un error, pero es cierto que el cuerpo nos va mandando señales de alerta antes de enfermar
gravemente y eso también hay que estudiarlo. Cuando una persona lleva enferma dos años, encadenando
diferentes síntomas, el cuerpo le está avisando de algo grave. La ansiedad es a la mente lo que la fiebre es al
cuerpo. Ambas te avisan de que algo no va bien. ¿Qué sucede? Que cuando ya tienes tu enfermedad
gravísima y tu diagnóstico terrible, te tienes que poner en manos de los médicos y dejarte de tonterías. Pero
en todo ese recorrido previo, hay muchos momentos en que te pueden ayudar desde otras perspectivas, a
veces, menos convencionales. El problema de la sociedad occidental es que nos cuesta mucho parar y
conectar con nuestro interior.
¿Y a qué lo achacas?
Todo en nuestra sociedad actual se enfoca a solucionar problemas rápidamente, resolver conflictos, las
pantallas, las redes sociales... Cuando paras, tu organismo se siente mal. La cronopatía, que es la
incapacidad de frenar, es una de las actitudes que nos enferman hoy en día. Llegas al fin de semana
deseando que sea lunes, porque no sabes qué hacer con el tiempo libre. Hemos perdido el equilibrio entre el
modo supervivencia y el modo calma, que deben compensarse. Y no estamos diseñados para vivir
constantemente en ese modo supervivencia, eso te enferma. Hay una hormona, el cortisol, que se activa
para afrontar el estrés, la alarma o la supervivencia. Pone en marcha el mecanismo de lucha o huida. Y si en
vez de actuar en casos excepcionales, lo estamos generando permanentemente, como sucede hoy en día, la
mente y el cuerpo acaban por no diferenciar los problemas reales de los imaginarios. El 90 por ciento de las
cosan que nos preocupan jamás suceden, pero nuestro cuerpo y nuestra mente las viven como si fueran
reales. Sentimos que todo es una amenaza. Te pasas todo el día alerta y el sistema inmunológico está tan
pendiente de eso que no presta la atención que requieren otras partes del cuerpo. Y se paga.

¿Qué nos ha convertido en esos seres permanentemente preocupados?


Lo achaco a cuatro factores. La cronopatía, de la que ya hemos hablado. Luego, la necesidad patológica de
controlarlo todo, incluido el futuro, lo que es imposible. La felicidad consiste en vivir instalado en el
presente habiendo superado las heridas del pasado y mirando con ilusión al futuro. Si vives enganchado al
pasado, eres depresivo. Si vives angustiado por el futuro, eres un ansioso. La felicidad consiste en conectar
con el presente y eso requiere saber que la felicidad no es lo que te pasa, sino cómo lo interpretas. La
tercera es el perfeccionismo, la sociedad occidental está obsesionada con una perfección que no existe y te
condena a la insatisfacción. Y la cuarta es la pantalla, que te envía alertas permanentes. Los programadores
han buscado nuestro punto más vulnerable, que es la validación social, y lo han atacado.
¿Es posible la felicidad real en el mundo virtual?
No, es imposible. El mundo virtual genera gratificación instantánea, chispazos de dopamina que te dan
instantes de placer, pero provocan un bajón, un síndrome de abstinencia. La felicidad está en conectar con
las personas en el tú a tú, en la vida real.
¿No es la felicidad un lujo burgués, un anhelo de quien ya tiene lo básico cubierto?
Totalmente. Todo el mundo quiere ser feliz y me parece bien, es una buena aspiración. Pero tienes que
saber que es un estado que no se alcanza de un modo permanente, que requiere un equilibrio entre tus
aspiraciones y lo que has logrado, y esas expectativas deben ser moderadas. La felicidad consiste en
disfrutar los instantes buenos que tienen todos los días sabiendo que no van a evitar los momentos malos.
Yo aprendí mucho haciendo labor social en Camboya, en el Bronx... Ahí ves que el sufrimiento tiene un
valor. Cuando todo te va bien, te olvidas de la gente que sufre. Necesitas haber sufrido para empatizar con
quien los demás. La sociedad actual quiere fingir que el sufrimiento no existe, no queremos que nadie nos
cuente penas porque es muy exigente acompañar a una persona que sufre. Eso es la compasión: te entiendo
y te ayudo. Es un grado superior a la empatía y es muy cansada, es de seres superiores. Pero hoy vivimos
tan rápido que fingimos que empatizamos, pero sólo hasta un punto en que no nos exija nada.
¿Un mundo feliz sería un mundo mejor?
No, sería peor. El dolor es necesario y ha sido un motor artístico, filosófico y emocional de la humanidad.
Lo que pasa es que depende de cómo definas la felicidad: si es ausencia de dolor y una vida perfecta, eso no
existe en la Tierra. Además, la gente tiende a olvidarse de los demás cuando todo le va bien. Es una pena,
porque el mundo sí sería mejor si nuestra felicidad nos hiciera más compasivos, pero no es lo habitual.
En el libro acabas por proponer el amor como solución para todo. ¿Eres una romántica en tiempos cínicos?
Lo que marca la vida es el amor a las personas, no sólo a las parejas. Es lo más importante en esta vida y el
único antídoto para el sufrimiento. Es la respuesta a todo. No hay nada en la historia que sane y proteja
tanto como el amor. Hay un estudio importantísimo de Harvard que demuestra que el parámetro que más
condiciona que le gente envejezca sana y feliz es el amor. La soledad mata, sentirse solo mata a la altura del
tabaco. No es que yo te diga que el amor sana como una cosa del Romanticismo del siglo XVIII, te estoy
hablando de que está científicamente demostrado que es así. Me da pena que a las cosas básicas que
sabemos haya que darles una base científica para que la gente se las crea. Pero sí, hay que volver al amor. Y
esto es medicina, no pseudociencia. Lo que pasa es que vivimos en una sociedad en la que lo que se rompe
lo tiramos, en vez de arreglarlo. También el amor. En eso tendríamos mucho que aprender de la sociedad de
nuestros padres y abuelos.
¿Te parecen un problema las redes sociales para ligar?
El amor de usar y tirar está haciendo muchísimo daño a la gente. En España se separa una pareja cada
cuatro minutos. Y quitando la muerte, por lo que más sufre uno en esta vida es por amor. Hay que volver a
querer, no hay nada como sentirse querido. Yo ahora trabajo principalmente con adolescentes y la gente
joven hoy en día conecta mejor con una pantalla que con una persona. No le pidas a un chaval que se lleve
a una chica a tomar unas tapas y ligar con ella en un bar porque no sabe hacerlo. Se agobia, de hecho.
Tengo un paciente que veía inaudito invitar a salir a una chica porque no podía saber cómo iba a acabar la
cosa. Sólo entienden ir a tiro hecho, se ha perdido la posibilidad del rechazo.
Convertir el móvil en el enemigo parece una batalla anacrónica... y perdida.
El problema es que cogemos el dispositivo en dos momentos: cuando te aburres y cuando estás estresado.
Tu cerebro se va modulando a medida que vas haciendo cosas con él. Si te pones ahora a tocar el piano, en
un par de semanas tu cerebro ha aumentado su grosor en las zonas de los dedos y de la música. Si lo dejas,
vuelve a como estaba. Esto es clave: el cerebro se adapta a tus hábitos. Y si tú, ante el aburrimiento o el
estrés, coges el teléfono, no generas mecanismos para hacerles frente. Y eso provoca un drama que estamos
viendo actualmente en la juventud: la cero tolerancia a la frustración. Es un componente clave de la vida
que no se desarrolla debido a las pantallas. Planteas tu identidad adolescente respecto a las redes sociales,
creemos que la gente te quiere o no por unos likes... La búsqueda de la identidad, que se desarrolla en la
adolescencia, queda completamente en manos ajenas e invisibles, eres vulnerable. La vida virtual genera
felicidad a golpe de clics, pero no felicidad estructural. Es todo un bluff y tu cerebro lo sabe, pero es
adictivo. De hecho, la medicación para tratar la adicción a las redes sociales es muy similar a la de la
cocaína. Es terrible.
Marian Rojas, psiquiatra: «Un 'coach' no puede cerrar las heridas de
nuestro pasado»

La especialista en salud mental presenta hoy en Oletvm su libro 'Cómo hacer que te pasen cosas
buenas

En diferentes ámbitos de la vida, desde el mundo empresarial a los distintos sistemas de cuidado mental, proliferan
libros de autoayuda, charlas motivacionales, conferencias en torno a la felicidad y 'coaches' expertos en salud
emocional y bienestar interior que brindan mensajes que invitan a actuar a corto plazo, destinados a que las personas
encajen, sin sufrir, en el exigente ritmo de vida que el siglo XXI conlleva. El espíritu que la psiquiatra Marian Rojas
Estapé presenta hoy en Oletvm con su libro 'Cómo hacer que te pasen cosas buenas' (Editorial Espasa) planta cara a
esta corriente predominante, mediante herramientas como la ciencia, el cuestionamiento a los méritos que imperan en
el nuevo milenio, la vuelta a los valores tradicionales o la necesidad de conocer nuestras respuestas, orgánicas y
emocionales, a los reveses de la vida... para aprender de ellos y ser, eventualmente, felices.

–¿La felicidad no se encontraba ya en los libros de autoayuda?

– Esto es mucho más complejo que un 'Aprende a quererte en diez minutos', o cualquier otro mensaje que prometa
atajos rápidos a la felicidad. Sí que creo que la ciencia ha avanzado lo suficiente para ayudarnos a entender cómo
funcionan nuestro cuerpo y nuestras emociones: la felicidad es lo que interpretamos, no lo que nos pasa, y la
capacidad de verla con ojos nuevos y educar nuestra mirada resulta clave para que seamos felices.

–¿Está en la mano de un 'coach' que consigamos la felicidad?

–Como digo varias veces a lo largo del libro, la felicidad es la capacidad de vivir instalado de forma sana y
equilibrada en el presente, con las heridas superadas en el pasado y mirando con ilusión hacia el futuro. Para que una
persona pueda avanzar, el psicólogo y el psiquiatra van trabajando sus cicatrices del pasado, y luego le impulsan al
futuro. Un 'coach' ayuda solo en el presente, y a veces toca teclas de la personalidad sin cuidado, de modo que abre
unas heridas que no está capacitado para cerrar. Hay que tener cuidado con quien confiamos nuestras emociones para
seguir siendo capaces de avanzar.
A golpe de click
–¿Cuál es la receta, entonces, para llegar a ser feliz?

–Desde luego, ninguna fácil. Aprendiendo a entender el cerebro y a gestionar las emociones mejoramos la vida. Pero
hoy estamos a una felicidad a golpe de click, instantánea; en lugar de apostar por una felicidad estructural real a base
de amor, familia y trabajo, que requiere tiempo y esfuerzo, posponer la recompensa. Por desgracia nuestras mentes
ahora están educadas para consumir todo lo que nos rodea rápidamente, sin reflexionar sobre ello: noticias, redes
sociales... Para mí, la persona de éxito es quien filtra la información y se queda con lo mejor, lo más productivo.

–¿Cuáles son las consecuencias de este estilo de vida?

–Nuestros sentidos reciben información constantemente; cada uno actualiza su perfil de redes sociales o su portal de
noticias a los diez minutos; con la presión de encontrar algo nuevo. En la corteza prefrontal del cerebro residen la
atención y el control de impulsos; dos cualidades que nos hacen completamente evolucionados, y la pantalla nos las
anula. Por otro lado, hoy también sabemos que se segrega la misma dopamina cuando ves un Like que cuando se
tienen relaciones o se consumen drogas; a diferentes niveles, pero el efecto es el mismo.

–¿Y esto puede tener derivar en algo real, físico?

–Las emociones, entendidas como respuestas a las diferentes circunstancias de la vida, alteran la fisiología y tienen
repercusiones. Es como imaginar chupar un limón. El cortisol es una de las hormonas de mayor influencia; la del
estrés, la amenaza y el miedo: puede ser un incendio o un pensamiento negativo de algo que puede suceder. La mente
y el organismo no distinguen lo real de lo imaginario. Por eso es importante educar la voz interior, ser dueño de ella
nos tiene que servir para apoyarnos y no hacernos autoboicot.

–¿Quién sale ganando con todo esto?

–Esto da mucho dinero, es negocio. Lo que de verdad mueve la economía mundial son estas coyunturas, y no el
petróleo. Si se nos ha enseñado así es porque lo que vende es estar constantemente hiperestimulados, tener
enganchada a la gente a la pantalla, a las redes sociales y a los vídeos. Estamos inmersos en una crisis de atención
brutal, nos encontramos absortos constantemente. Esto pasa cada día con más fuerza y, de verdad, nadie con un
smartphone ha mejorado en habilidades de concentración, atención o memoria.

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