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Jorge Amós

Martínez Ayala*
A N T R O P O L O G Í A

Danza y memoria
histórica. Los pukes
de Tiríndaro, Michoacán

T iríndaro es una pequeña comunidad p’urhépecha de La Ciénega de


Zacapu, que limita con la antigua hacienda de El Cortijo (luego fusiona-
da con la de Bellas Fuentes), cerca del pueblo de Comanja, sede durante
los primeros años del periodo colonial de la extensa encomienda de Juan
Infante. El día en que se celebra la fiesta patronal a la virgen del Rosario,
el 8 de octubre, aparecen los jóvenes adolescentes, no casados, caracteriza-
dos con una máscara de piel con cuernos de venado, para bailar una danza
que se extendía por el norte de Michoacán y que prácticamente ha desa-
parecido: los p’ukiecha, los pumas, o pukes, como se les conoce ahora que
ya no se habla p’urhpécha en los pueblos de la región.
Se trata de una danza casi “pugilística”, parecida a la de “tecuanes” de
Zitlala, Guerrero.1 Aunque pudo ser parte de un antiguo ritual mesoa-
mericano, la danza actual fue reconstituida en la época colonial y resig-
nificada en cada momento performativo. Nuestra propuesta es que para
acercarnos a la comprensión del texto coreográfico se necesita recons-
truir el contexto de reconstitución de la comunidad indígena después de
la conquista; entonces podremos percatarnos de que la danza se con-
vierte en un instrumento de la memoria colectiva local, una lección per-
formativa de historia que apunta a impresionar en espectadores y
danzantes en el nivel afectivo y simbólico más que en el racional y cons-
ciente. La danza le permite a los habitantes de Tiríndaro aproximarse a
la “experiencia” de sus ancestros coloniales; les habla con música y movi-
miento, durante la fiesta, de un pasado lejano y les sirve de guía para
enfrentar el presente.2
El texto busca encontrar una relación entre los esclavos africanos que
Juan Infante, primero, y luego los dueños españoles de las haciendas de la

*
Doctor en Historia por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
1
Danzas de Guerrero, México, CNCA-URCP, s/a.
2
Jorge Amós Martínez Ayala, ¡Ese negro ni necesita máscara! Danzas de “negritos” en cua-
tro pueblos de Michoacán. Historia, tradición y corporalidad, Morelia, Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2011.

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Ciénega, usaron como intermediarios con los pueblos para evitar las heridas, pues las astas de venado son afi-
indígenas vecinos.3 Los abusos cometidos por los en- ladas a propósito para herir a los demás danzantes. En
comenderos españoles a través de sus “negros” fueron la cabeza se colocan toallas para amortiguar los golpes.
rechazados, incluso mediante la violencia, por las co- La máscara es amarrada fuertemente con hilo de pita
munidades indígenas, hay registros de asesinatos y grueso, así los choques entre las astas no la aflojan. Los
peleas entre ambos grupos sometidos; sin embargo, huecos de los ojos se rellenan con papel periódico en el
también hubo un intercambio genético y cultural entre interior, se acolchona para evitar que un cuerno se lleve
ellos, lo que trajo el desarrollo de una población híbrida, un ojo.
mulata, en la región y una cultura colonial distinta a la Según la Relación de Michoacán, el principal docu-
indígena prehispánica, a la africana y europea, una cul- mento para conocer el pasado prehispánico del antiguo
tura llamada tarasca en el periodo virreinal y ahora de- Michoacán, la piel del tsitsispuki (jaguar) era un sím-
signada como p’urhépecha. bolo del poder, como también lo era la piel de venado,
Aunque parecieran distintos campos del quehacer sólo la usaban los nobles; la carne del venado es sacri-
humano, danza e historia se complementan en la fies- ficial, se hacían figuras de “bledos” (amaranto) y con su
ta tradicional p’urhépecha; una y otra se refieren al pa- piel envolvían a Curicaveri, dios supremo, representa-
sado desde el presente, usan distintos lenguajes con un do por la obsidiana.5 Incluso un héroe deificado, Cu-
fin común, recrear en el presente experiencias del pasa- panzieeri, sacrificado por el dios Achuri Hirepe luego de
do para que la memoria de los pueblos se fortalezca un juego de pelota, tomó la forma de un venado: “Y
y, con ello, su identidad, posibilitando así su perma- tornóse venado el padre y tenía crines en la cerviz,
nencia. como dicen que tienen esos que traen esas gentes, y su
cola larga, y fuese hacia la mano derecha [el norte],
Vestidos como p’ukiecha quizá con los que vienen a estas tierras”.6
La región de la Ciénega de Zacapu, y en particular
Los jóvenes danzan portando una máscara confeccio- Naranja, pueblo vecino y muy próximo a Tiríndaro,
nada con la piel y la cornamenta de “venado”, a la cual fueron los lugares donde se asentaron por primera vez
se le cosen crines de caballo en la barbilla, aspecto que los nómadas chichimecas, que dieron origen a la pobla-
le da semejanza con las máscaras de “diablos” de la ción tarasca; la Relación de Michoacán inicia la historia
Costa Chica; no parecen “pumas” (p’ukiecha), aunque de los antiguos michoacanos precisamente cuando
llevan un traje hecho con un género de cuadros negros intentan asentarse en el “mal país”7 de Zacapu: “Ya nos
y blancos, para caracterizar la piel leonada.4 Muy pocos habemos juntado aquí en uno, donde nuestro dios
son los que usan el traje completo, o mantienen su Tirépenie Curicaueri se quiere quejar de vosotros y ha
identidad oculta; cuando a un danzante se le cayó la lástima de sí. Él empezó su señorío donde llegó al
máscara sus acompañantes gritaron: ¡Tápenlo, tápenlo! monte llamado Virúguarapexo, monte cerca del pueblo
Una sola máscara es compartida por un grupo de mu- de Zacapo tacánendan. Pues pasándose algunos días,
chachos, quienes se visten y bailan por turnos. Los jó-
venes visten chamarras de mezclilla y guantes de gamuza 5
Brigitte Faugére-Kalfon, “Venados y hogares sagrados en la
Relación de Michoacán: reivindicación nórdica y construcción del
3
Sobre el manejo que hacía de su encomienda Juan Infante, Estado en los pueblos tarascos”, en Véronique Darras (coord.),
véase J. Benedict Warren, La administración de los negocios de un Génesis, culturas y espacios en Michoacán, México, CEMCA, 1998,
encomendero en Michoacán, Morelia, SEP/Universidad Michoacana pp. 89-99.
de San Nicolás de Hidalgo, 1984. 6
Jerónimo de Alcalá, La Relación de Michoacán, Zamora, El
4
Observación realizada el 5 de octubre de 2002, en Tiríndaro, Colegio de Michoacán, 2008.
municipio de Zacapu, Michoacán. Normalmente se hace el día 7, 7
Brigitte Faugére-Kalfon, op. cit., pp. 13-34; Gérald Migeon,
día de la Virgen del Rosario, pero esa vez las cargueras eran maes- “El poblamiento del malpaís de Zacapu y sus alrededores del
tras y por eso se hizo el fin de semana. Normalmente comienzan a Clásico al Posclásico”, en Véronique Darras (coord.), op. cit., pp. 35-
bailar tres semanas antes, todos los viernes y el día de la función. 45.

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como llegó aquel monte, supiéronlo los señores llama- beneficiados por el Porfiriato.10 Ahí se arregla un altar
dos Zizanvanachan. Estos que aquí nombro eran seño- provisional para la misa, bajo una gran cruz de cemen-
res en un pueblo llamado Naranjan”.8 to. En la parte trasera de este pequeño valle, entre los
En Naranja, Coeneo y Azajo también hay danzas de nopales y huizaches, en las ruinas arqueológicas del
pukes o tigres que siguen patrones semejantes y que Tiríndaro prehispánico, se visten los “pukes”, como les
sería interesante comparar. En Tiríndaro la fiesta con el dicen los jóvenes que ya no hablan p’urhépecha, sólo
adorno del arco que se coloca frente a la puerta de la algunos entienden un poco lo que dicen los mayores;
iglesia, lleno de flores amarillas de “santamaría”, “nu- se caracterizan sin que nadie los vea y mientras esperan
bes” blancas y moradas, y en la clave un ramo de gla- el final del servicio religioso toman cerveza. Al termi-
diolas rojas. nar la misa, inicia la danza de los pukes, que es la más
La figura de la Virgen del Rosario mide unos 20 esperada.
centímetros; se coloca en una urna de madera y cristal Como sucede en otros lugares del p’urhepeecherio (el
que tiene unas andas para llevarla en procesión, la cual territorio habitado por los p’urhépecha), la danza de los
adornan con flores y frutas, principalmente naranjas y pukes se realiza asociada con otra danza, en este caso a la
plátanos. La urna está colocada al lado derecho del al- del “monarca”, o “de los monarcos”, como le llaman los
tar con ceras profusamente adornadas; espera el mo- de Tiríndaro, una representación que vincula al perso-
mento en que las cargueras, vestidas como “vaqueras”, naje con las “guananchas” (que en otros lugares son lla-
con sombrero y pañuelos en las manos, y las jóvenes madas “malinches”), representadas por niñas que visten
“uananchas”, que llevan en sus manos unos cuernos de vestidos blancos y capas azules. No se trata de un caso
toro adornados, llegan junto con la banda de viento único, pues en Michoacán hay otras danzas que involu-
que toca “toritos”.9 Así, mientras las jovencitas guanan- cran a “negritos”, vinculadas con danzas de “monarcas”
chas fingen ser “toros” que cornean a las cargueras, ves- que bailan con niñas, como en Acuitzio, Cherán, Jiquil-
tidas de vaqueras, se inicia una procesión hasta el atrio, pan y Totolán, o bien con una danza infantil como la de
donde las esperan la danza de los “monarcos”; salen “soldaditos” en Uruapan. En este estudio de caso no cen-
para recorrer el pueblo en sentido contrario a las mane- traremos nuestra atención en la danza de los “monar-
cillas del reloj, haciendo “posas”, donde depositan a la cos”; sin embargo, será necesario hablar más adelante
virgen y le danzan los “monarcos”, en cuatro esquinas sobre la relación que existe entre las danzas que com-
que marcan los límites del pueblo y de nuevo en el parten un espacio coreográfico y musical, aun cuando
atrio, para luego subir al cerro, donde están las “yáca- en apariencia no interaccionan entre sí.
tas”, como se les llama en Michoacán a los basamentos Mientras la danza de los “monarcos” tiene una core-
piramidales de los templos prehispánicos. ografía definida, con una serie de evoluciones entrecru-
El “cerro” se encuentra en la ceja sur, desde donde se zadas propias de las “contradanzas”, la danza de los
mira el asentamiento colonial de Tiríndaro y el llano pukes es bastante libre en su coreografía, salvo algunos
extenso que quedó al ser desecada La Ciénega en el movimientos usados para el desplazamiento y el entre-
siglo XX por los Navarrete, unos hacendados españoles choque de los cuernos de venado, que tienen las más-
caras, en momentos prestablecidos.
8
Jerónimo de Alcalá, op. cit., p. 16. Los pukes van abrazados en grupos de tres o más,
9
“Los toritos son piezas cortas de aproximadamente veinte com- brincando y dando vueltas, hasta que en determinado
pases o menos, y por tanto poseen también un número muy limita-
momento la música de la banda de viento les indica
do de frases que se escuchan con insistente redundancia. Algunos de
los toritos que se tocan en las bandas suelen incluir duelos de trom- que tienen que “pelear”, entonces se toman de los bra-
petas o sonidos imitativos de la brama de un toro. Otra característi- zos en parejas y mientras brincan, con su cabeza entre-
ca musical es el énfasis marcado en los bajeos y en el compás de 6/8,
como también sucede con los abajeños”. Arturo Chamorro, Sones de 10
Cayetano Reyes, “El sistema nativo y las transformaciones
la guerra. Rivalidad y emoción en la práctica de la música p’urhépecha, coloniales”, en Paisajes rurales en el norte de Michoacán, México, El
Zamora, El Colegio de Michoacán, 1994, p. 156. Colegio de Michoacán / CEMCA, 1991, p. 24.

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chocan los cuernos de venado; en ese momento, un Durante este breve periodo de caos, el “negro”, que
personaje llamado el “negrito”, cuya máscara es negra, había recorrido los grupos de pukes que se desplazaban
los golpea con una vara hasta que se ordenan y conti- en el espacio coreográfico sosteniendo una vara entre
núan bailando. Los pukes traen entre sus manos un los hombros y sus brazos sin interactuar con ellos,
mecate, el cual extienden frente a ellos para evitar los comienza a castigarlos, dándoles de varazos en las pier-
varazos del “negrito”. nas a diestra y siniestra, sin que las parejas de pukes
La música la proporciona una banda de viento p’ur- dejen de golpearse entre sí ni responder a la acción;
hépecha local, en este caso Banda Alegría de Antonio luego de un breve periodo el momento climático cesa
Gutiérrez. Consta de dos frases bien identificadas: una y la música regresa a la parte A, indicando con ello un
parte A que se subdivide en dos: un inicio que permi- nuevo periodo de orden; “monarcos” y “uananchas”
te a los danzantes entender que inicia la danza y que regresan a una nueva evolución en contradanza, mien-
cae en una segunda parte con ritornelo que permite a tras los pukes se abrazan y se desplazan por la periferia,
la danza de los “monarcos” hacer las evoluciones que separando al público de los pequeños danzantes, en
entretejen dos filas de “uananchas”, la contradanza, tanto el negro descansa sus brazos en la vara que toma
con un “monarco” que las guía; la banda de viento toca sobre sus hombros al desplazarse entre los pukes.
el ritornelo mientras “uananchas” y “monarcos” bailan
una larga contradanza, apoyados rítmicamente en sus La violencia
sonajas de hoja de lata.
En tanto se desarrollan las evoluciones de “monar- Los golpes se incrementan durante el trayecto al pue-
cos” y “uanachas”, los pukes se desplazan “libremente” blo, el alcohol desinhibe y las acciones son cada vez
por el contorno del espacio coreográfico central, que más caóticas, aunque se supone que deben comportar-
ocupan los niños y niñas. Al igual que las danzas de se más agresivos en el cerro. Los choques en el períme-
“negros” de La Sierra, otra región p’urhépecha, su tro coreográfico aumentan, así como la fuerza en los
danza permite separar al espectador del danzante; sus varazos del “negro” que intenta imponer el orden. Se
movimientos “libres” establecen un perímetro que per- suscitan conatos de pelea constantemente. Al terminar
mite a los niños bailar, función que en algunas danzas la procesión danzante varios jóvenes están borrachos y
ocupan personajes como: el “viejo” o los “viejos” en las sangrantes. Los viejos recuerdan tiempos en los que los
“pastorelas” de la Costa, “el apache” en las danzas de pukes se “comportaban mejor”; sin embargo, parece ser
“toro de petate” del Bajío, y el diablo y la muerte en la más una justificación ante el visitante preguntón, pues
danza de “Santiagos” en la Tierra Caliente. las “travesuras” y la violencia eran peores en el pasado,
Es a partir del “miedo” a recibir un golpe como cas- según cuenta José Corona Núñez al recordar lo que vio
tigo, establecido por los movimientos de los pukes, que en su niñez en Cuitzeo y Jéruco.11 Aunque suene poco
el espectador se separa del danzante. El espacio coreo- lógico, pareciera que sangrar es un objetivo, pues al lle-
gráfico es establecido continuamente a partir de escu- gar al atrio de la iglesia un músico dijo: “Ora si hasta
char la parte B, que ejecuta la banda de viento al ver que corra la sangre”.
que “uananchas” y “monarcos” terminaron los movi- Durante la danza los amigos cuidan que el que
mientos de una contradanza; la música marca una pre- danza no sea golpeado por atrás, ni que se excedan en
paración a los pukes, quienes se colocan en parejas y la riña ritual. Se ocupan de separar a los que “andan
entrelazan sus manos y brazos frente a frente, entonces mal” e incluso de llevarlos fuera del espacio dancístico
se acentúa un momento climático mediante el uso de para que se calmen; aunque ahora la policía municipal
las percusiones al unísono: tambora, tarola y platillos se también participa.
unen al final de un remate para indicarles a los pukes
que deben pelear entre sí, saltando y entrechocando los 11
José Corona Núñez, Cuitzeo, Monografías municipales,
cuernos que porta su máscara. Morelia, Gobierno de Michoacán, 1979, pp. 115-116.

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Es claro que la danza es una catarsis colectiva, que se le entregaran los que pudiera demostrar que eran de
permite a una generación liberarse del control social su propiedad.13
por un momento en el marco instituido por la cultura A partir de la hacienda de El Cortijo de San Juan de
local. Los jóvenes se violentan entre sí el día de la fies- la Vega, la familia Infante Samaniego aglutinó una gran
ta; caen en el caos y luego regresan a la vida cotidiana; cantidad de tierras, alrededor de la ciénega de Zacapu,
esperan con ansia la fiesta hasta que un día se casan y destinadas a la ganadería y con ella llegaron vaqueros
se les prohíbe seguir en el caos, ahora deben ordenar su negros y mulatos para trabajar en las estancias de gana-
vida de acuerdo con las normas sociales locales, aceptar do mayor, en tanto los indígenas se ocupaban de las
sus responsabilidades y ser esposos, comuneros, padri- ovejas o ganado menor.14 La población de origen afri-
nos, cargueros. cano se ocupaba de organizar el trabajo en las hacien-
El sentido de la danza no puede expresarse sólo das heredadas por doña Francisca Infante Samaniego,
como un espacio catártico que la cultura p’urhépecha nieta del encomendero. En 1596 en la hacienda del
otorga a los jóvenes; para entender las metáforas más Cortijo había cría de yeguas, huerta y molino, residía
amplias de lo que implica se necesita conocer un poco en ella Bernabé, negro, y María, negra, esposa de Juan
de la historia local. Extender la búsqueda del origen de Grande de la hacienda de Cuiyacuero; en la hacienda
la violencia, presente en la danza, nos permitirá com- de Pacimo, en la que había bueyes y novillos, estaba
prender que no atañe sólo a los jóvenes sino a la comu- Manuel, negro, casado; en la hacienda de Quentzeo en
nidad entera. la que había cría de puercos, había un negro casado
llamado Luis; en la hacienda de Cuiyacuero, también
Los afrodescendientes en La Ciénega de puercos, vivía Juan Grande, negro; en la estancia de
Janamueto vivían dos negros jóvenes, Gaspar y Diego,
Llegaron con los encomenderos; Juan Infante los trajo el negro Juan y el mulatillo Diego de dos años de edad,
a Comanja, desde donde controlaba el trabajo de los con dos negras: Magdalena y Úrsula, y sus hijos.15
pueblos p’urhépecha bajo su jurisdicción; y fueron el Manuel, el africano casado que se ocupaba de Paci-
origen principal de la población mulata que para fines mo, cambió de dominio entre los hermanos Pedro In-
del periodo colonial estaba presente en toda la meseta fante Samaniego, vecino de la ciudad de Michoacán,
tarasca. Juan Infante fue un hábil embustero que, pero residente en El Cortijo de San Juan de la Vega, a
mediante documentos falsos, se hizo de una enco- Juan de Sandoval de Samaniego, residente en México,
mienda en Comanja y luego incrementó los pueblos en en 1577; sin embargo, tal cambio de amo no significó
ella enumerados, aprovechando los homónimos, el abandonar el latifundio de los Infante.16
traslado, aparición y desaparición de comunidades al
finalizar la conquista de Michoacán; Infante llegó a 13
René Becerril Patlán e Igor Cerda Farías, Catálogo de docu-
tener más de 50 pueblos bajo su control.12 En 1538 mentos históricos coloniales de Michoacán. Expedientes microfilmados
Juan Infante se quejaba ante el rey que muchos escla- y reproducidos, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás
vos se le habían escapado de sus tierras y estaban en de Hidalgo, 2005, p. 56; Archivo General de Indias, Audiencia de
México, leg. 1088, libro 1 de oficios y partes, ficha 158,
los alrededores de Cholula y Cuautla, entre los pueblos Valladolid, 6 de septiembre de 1538, ff. 180v-181.
indígenas, con lo cual obtuvo una real cédula para que 14
M. Iraís Piñón Flores, “La tenencia de la tierra en la región
de Tlazazalca-Zacapu-Huaniqueo”, en VV.AA., Michoacán en el siglo
XVI, ed. cit., pp. 118, 131; Documento 13 del apéndice “Lista de
haciendas de doña Francisca Infante Samaniego y reglas que el
12
Carlos Paredes Martínez, “El tributo indígena en la región mayordomo de ellas debía guardar” del Archivo AMP, Protocolos
del lago de Pátzcuaro”, en VV.AA., Michoacán en el siglo XVI, Mo- 60-A, pp. 404-405. Documento 7 del apéndice “Sobre que se le
relia, Fimax, 1984; Wakako Yokoyama, “La familia Infante: los den a Juan Infante indios para su ganado”, INAH, Serie Michoacán,
primeros colonizadores y la formación de la sociedad criolla novo- rollo 3, p. 389.
15
hispana”, en Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, núm. 19, ene- M. Iraís Piñón Flores, op. cit., pp. 134-135.
16
ro-junio, 1994, pp. 43-62. Rodrigo Martínez Baracs y Lidia Espinosa Morales, La vida

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Los afrodescendientes eran los encargados de las ello doña Francisca Infante Samaniego los acusa de
haciendas y coordinaban el trabajo de los indígenas; “indios revoltosos y pleitistas”.22 Así, la población afro-
así, doña Francisca Infante Samaniego recomendó al descendiente estuvo presente en los imaginarios de la
mayordomo que administraba sus haciendas del Bajío: población indígena de la región de la Ciénega desde
“Yten eres advertido que Bernabé negro, que reside en mediados del siglo XVI.
las dichas haciendas, es la persona que más noticia En apariencia el pueblo de Tiríndaro estaba poblado
tiene de todas ellas por haberse criado allí, de lo cual os por “sólo indios”; sin embargo, en 1619 tenía cuarenta
ha de informar de todo para tener luz. Y a este negro se familias de indígenas viviendo en él, y en la hacienda
le haga buen tratamiento ocupándole en el negocio que de El Cortijo y estancias de los alrededores habitaban
mejor supiere”.17 Igual trato recomendó para sus escla- seis vecinos españoles y cuarenta personas de servicio
vos de la hacienda de El Cortijo.18 “indios, negros y mulatos”.23 En 1668 tenía Tiríndaro a
Los esclavos africanos de los encomenderos y sus cria- varios afrodescendientes residiendo en él, como Andrés
dos mulatos fueron los encargados de expoliar a las Moreno, Diego Baquero y Juan Mulato;24 pero tam-
comunidades indígenas, por ello cometieron abusos en bién en los pueblos de alrededor, como Tarejero, Coe-
nombre de los españoles: metían ganado en los cultivos neo y no se diga en las estancias de El Cortijo y Bellas
de los indígenas, robaban sus mujeres, los maltrataban y Fuentes, donde coexistían afrodescendientes con
los robaban; incluso varios cimarrones (esclavos fugados) miembros de otras castas novohispanas:
se convirtieron en problema para indios y españoles.19
Las relaciones entre las comunidades indígenas de la Estancia de Bellas Fuentes del Lic. Lorenzo Anguiano,
Ciénega con los encomenderos y sus intermediarios [cura] beneficiado de Uaniqueo
afrodescendientes no fueron buenas; incluso mataron
un esclavo del encomendero español.20 Además de Francisco López Anguiano, su mujer mestiza
atender un mesón en Comanja y otro en Zipiajo, los Doña Jerónima de la Cueva, españoles
indígenas de La Ciénega debía acudir a las minas de Diego Mexía mulato su mujer Juana Hernández
Pedro Juan indio su mujer Michaela Ma.
Guanajuato, donde otros afrodescendientes los dirigí-
Pedro González, mestizo, su mujer Ana Contreras
an en las labores de las minas.21 A la muerte de Juan
Pedro Lorenzo, indio, su mujer Isabel María
Infante, Tiríndaro, Zipiajo, Azajo y Coeneo querían
Marcos Juan su mujer Ana María
sustraerse a la sujeción de su cabecera, Comanja, por Juan de los Santos, mulato soltero
Josepa Mexía, soltera
michoacana en el siglo XVI. Catálogo de los documentos del siglo XVI Grabiela Mexía, soltera
del Archivo Histórico de la Ciudad de Pátzcuaro, México, INAH,
María Mexía, soltera
1999, p. 121. 18 de julio de 1577, Ciudad de Michoacán, ficha
259. Augustina Mexía, soltera
17
Documento 13 del apéndice, en M. Iraís Piñón Flores, op. Thomas Mexía, soltero
cit., p. 405. Pedro Francisco, soltero
18
Ibidem, p. 407. Diego Francisco Soltero25
19
Ibidem, p. 158; María Trinidad Pulido Solís, “El trabajo indí-
gena en la región de Zinapécuaro-Taximaroa-Maravatío”, en
VV.AA., Michoacán en el siglo XVI, ed. cit., pp. 310-311, 323.
20
J. Benedict Warren, op. cit. 22
Mandamiento de Luis de Velasco, 20 de marzo de 1592, ibi-
21
Mandamiento de Luis de Velasco para que los naturales del dem.
pueblo de Comanja no sean obligados a dar a las minas de 23
Alberto Carrillo Cázares, Partidos y padrones del obispado de
Guanajuato más de cuatro por ciento de indios de servicios cada Michoacán 1680-1685, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1996,
semana, 20 de junio de 1592, en Carlos Paredes Martínez (ed.), Y p. 108.
por mí visto... Mandamientos, ordenanzas, licencias y otras disposi- 24
Archivo Histórico Manuel Castañeda Ramírez, Parroquial/
ciones virreinales sobre Michoacán en el siglo XVI, México, Disciplinar/Padrones/Asientos, caja 9, exp. 4, “Padrón deste parti-
UMSNH/CIESAS, 1994, p. 482. do de Tiríndaro este año de 1668”, ff. 1-4.
25
Ibidem, f. 6v.

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La primera persona nombrada era probablemente el intermediación de los sirvientes afrodescendientes,


administrador español, seguramente emparentado con quienes los compelían al trabajo en la hacienda o en el
el cura de Guaniqueo; casado con una mestiza y acom- pueblo. La representación imaginada del afrodescendien-
pañado de una mujer española con el título de “doña”, te entre la población indígena nos presenta al “negro”
es decir, hidalga, tal vez familiar de los Anguiano. En como “violento”, “flojo”, “golpeador”, que “se aprovecha”
seguida aparece enlistada una pareja de mulatos, quizá del “indio”, visto como “amable” y “trabajador”.
padres de un numeroso grupo de solteros apellidados
Mexía; luego varias parejas de indios y una de mestizos. Para finalizar una interpretación
Juana Hernández, la esposa del mulato Diego Mexía,
podría estar emparentada con Simón Hernández, ne- La danza se convierte en el reflejo de una situación
gro, casado con Lucía Rosa y padre de Antonio Her- que hunde su sentido en el tiempo, y recrea, kinética-
nández, muchacho “de confesión”, quienes vivían en la mente, la historia de la comunidad; hay una memoria
estancia de El Cortijo.26 de una situación de libertad y caos que es interrumpi-
La fuerte integración e intercambios genéticos y cul- da por el nuevo orden mediante la violencia.
turales se incrementó en el siglo XVIII. Pueblos que Los pukiecha representan, en su indumentaria, a
ahora tienen una población “mestiza”, como Zirahuén, hombres en parte venado (axunï) y en parte puma (pu-
Santa Clara de los Cobres, Tingambato, Nahuatzen, ki), son metáforas de los habitantes antiguos de Michoa-
Erongarícuaro, Uruapan, eran en 1765 fundamental- cán; tienen momentos de paz y tensión entre sí, en un
mente indígenas con una fuerte presencia de los afro- alegre caos aparente que es ordenado mediante la vio-
descendientes; igual sucedía con las ciudades de lencia ejercida por la figura simbólica de ese hombre
Pátzcuaro y Tzintzuntzan; incluso pueblos que ahora “negro”, representante de la población no indígena que
imaginamos como habitados sólo por indígenas p’ur- llegó a La Ciénega de Zacapu en el siglo XVI. Turhisï era
hépecha, aunque ya han cambiado de lengua materna, la palabra para designar al negro de Guinea en la época
tenían a mediados del siglo XVIII habitantes afrodes- colonial; se usaba también turimbengnari (narigón); en
cendientes, como Capacuaro, Zirosto, Zacán, Corupo, la actualidad designa al mestizo y la que se utiliza para
Paracho, Purenchécuaro.27 el color negro como adjetivo es turhipiti .29 Al pregun-
A principios del siglo XIX los habitantes de Tiríndaro tar si el personaje es de piel negra, la respuesta de los
eran 170 familias que vivían bastante bien: “se ocupan espectadores de Tiríndaro es: “No, es de ‘alma’ negra,
en la cría de ganado, curtir cueros, hacer zapatos y sem- por eso tiene los ojos azules”; reinterpretan la anécdota
brar maíz y trigo de temporal, y logran vivir con desa- presente en la danza, o mejor dicho, la contextualizan
hogo y son dóciles e industriosos pero poco ladinos”.28 históricamente; ahora ya no hay “negros” en la región,
Tenían una cofradía con 107 reses adultas, 20 ovejas y así que para la gente de Tiríndaro el representado en la
27 caballos, que paseaban en tierras de la hacienda de danza es el mestizo.
Bellas Fuentes, las cuales también arrendaban a cambio La danza recrea el drama de la colonización europea,
de trabajar 90 individuos por un periodo de 10 días tan pero también actualiza en las interpretaciones contempo-
sólo por la comida. ráneas las metáforas presentes en los personajes; los
Las comunidades indígenas fueron expoliadas en p’urhépecha son los pukiecha y el negro o turhisï es
lo económico por los españoles y criollos mediante la ahora el mestizo. La situación se repite en circunstan-
cias distintas.
26
Ibidem.
29
27
“Relación de Pátzcuaro de 1754”, en Isabel González Traducción tomada de Fray Maturino Gilberti, Vocabulario
Sánchez, El obispado de Michoacán en 1765, Morelia, Gobierno de en lengua de Michuacan, Zamora, El Colegio de Michoacán /
Michoacán, 1985, pp. 277-296. Fondo Teixidor, 1997; transcripción a la grafía actual del p´urhe-
28
Inspección ocular en Michoacán. Regiones central y sudoeste (intro- pecha: Juan Velázquez Pahuamba et al., Vocabulario práctico bilin-
ducción y notas de José Bravo Ugarte), México, Jus, 1960, p. 51. güe p´urhepecha-español, Morelia, INEA-Michoacán, 1997.

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