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Richard Tarnas - Cosmos y Psique PDF
Richard Tarnas - Cosmos y Psique PDF
COSMOS Y PSIQUE
INDICIOS PARA UNA NUEVA
VISIÓN DEL MUNDO
ATALANTA
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MEMORIA MUNDI
ATALANTA
23
RICHARD TARNAS
COSMOS Y PSIQUE
INDICIOS PARA UNA NUEVA
VISIÓN DEL MUNDO
TRADUCCIÓN
MARCO AURELIO GALMARINI
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ATALANTA
2017
En cubierta: Tránsito lunar (cortesía de NASA/ESA)
Tercera edición
PREFACIO
17
La búsqueda interior
81
El cosmos arquetípico
107
A TRAVÉS DEL TELESCOPIO ARQUETÍPICO
123
La tradición evoluciona
125
Causalidad y correlación
130
Principios arquetípicos
135
Arquetipos planetarios
142
Los planetas
147
Formas de correspondencia
167
Ciclos y aspectos
172
ÉPOCAS DE REVOLUCIÓN
225
De la Revolución Francesa
a los años sesenta del siglo XX
227
Socialismo radical
248
Despertares de lo dionisíaco
264
La liberación de la naturaleza
272
Lo individual y lo colectivo
306
Auge conservador
347
El malestar en la cultura
374
Escenarios apocalípticos
384
La guerra entre el hombre y la naturaleza
387
La dinámica de la tragedia
42 4
De Copérnico a Darwin
465
La revolución científica
465
Prometeo y Nietzsche
497
Nacimientos ocultos
516
Utopías sociales
55 2
Revelaciones de lo numinoso
583
Ciencia y tecnología
629
Las artes
637
Psicología
643
Abrirse al cosmos
696
EPÍLOGO
706
NOTA S
708
FUENTES
786
ÍNDICE ONOMÁSTICO
804
Cosmos y Psique
Estrella vespertina, tú traes todo
Lo que dispersó la brillante Aurora.
Safo
PREFACIO
18
situación «occidental», centrada en Europa y Estados Unidos,
pero que hoy en día afecta de distintas maneras y en profun
didad a toda la comunidad humana, distinguimos tres factores
particularmente importantes.
En primer lugar, la gran desorientación y carencia de fun
damento que, desde el punto de vista metafísico, impregna la
experiencia humana contemporánea: la ausencia, ampliamen
te sentida, de un orden más vasto, adecuado y públicamente
accesible, de finalidad y de significado, una metanarración
orientativa que trascienda las diferentes culturas y subcultu
ras, y un modelo general de sentido capaz de proporcionar a
la existencia humana colectiva el necesario alimento de cohe
rencia e inteligibilidad.
En segundo lugar, el profundo sentido de alienación que
afecta al yo moderno: me refiero no sólo al aislamiento perso
nal del individuo en la moderna sociedad de masas, sino tam
bién al extrañamiento espiritual de la psique moderna en un
universo desencantado, así como, en el nivel de la especie, a la
escisión subjetiva que separa al ser humano moderno del resto
de la naturaleza y el cosmos.
Y en tercer lugar, la necesidad crítica, tanto por parte de los
individuos como de las sociedades, de una visión más profun
da de esas fuerzas y tendencias inconscientes, creativas y des
tructivas, que tan poderoso papel desempeñan en la confor
mación de la vida humana, la historia y la vida del planeta.
Estas condiciones, todas ellas en intrincada interconexión
e interpenetración, rodean e impregnan nuestra conciencia
contemporánea como la atmósfera en la que vivimos y respi
ramos. Consideradas con mayor perspectiva histórica, consti
tuyen el precioso poso de muchos siglos de extraordinario
desarrollo intelectual y psicológico. La inquietante paradoja
de este largo desarrollo es que estas problemáticas condicio
nes parecen haber surgido de las cualidades y logros más pro
gresistas, liberadores y admirados de nuestra civilización y
estar sutilmente entretejidas con ellas. Este complejo drama
histórico es lo que exploré en mi primer libro, La pasión de la
mente occidental, una historia narrativa del pensamiento occi
dental que se ocupó de seguir los cambios más importantes de
la cosmovisión de nuestra civilización, de los griegos y los
hebreos antiguos a la era posmoderna. En ese libro, editado en
1991, examiné e intenté comprender las grandes ideas y movi
mientos filosóficos, religiosos y científicos que, a lo largo de
los siglos, alumbraron el mundo y la visión del mundo en que
vivimos y luchamos hoy en día. Como ocurre con muchas de
las obras que parecen apoderarse de su autor mientras no
están terminadas, hubo más razones que me movieron a escri
bir aquel libro que las que capté con claridad al comienzo de
los diez años de trabajo que llevó su redacción. Pero mi moti
vo principal desde el primer instante fue ofrecer a mis lecto
res, y proporcionarme a mí mismo, un fundamento prelimi
nar para este libro que ahora presento. En efecto, mientras
que La pasión de la mente occidental examinaba la historia que
condujo a nuestra situación actual, Cosmos y Psique aborda
más precisamente la crisis del yo y la cosmovisión modernos,
para introducir luego un corpus de evidencias, un método de
investigación y una perspectiva cosmológica emergente que,
creo, podría ayudarnos a abordar creativamente esa crisis, y
nuestra historia misma, con un nuevo horizonte de posibilida
des. Confío en que este libro contribuya a una mayor com
prensión de nuestro universo en evolución y de nuestro papel
en él, que sigue desplegándose.
R.T.
20
LA TRANSFORMACIÓN DEL COSMOS
En toda época del mundo que se caracterice por una gran activi
dad se encontrará, en su culminación y entre los agentes que a ella
conducen, una profunda perspectiva cosmológica, implícitamente
aceptada, que imprime su sello a las fuentes de acción del momento.
C. G.Jung
Recuerdos, sueños, pensamientos
EL NACIMIENTO DEL YO MODERNO
23
La Naturaleza y sus leyes yacían ocultas en la noche.
Dios dijo: ¡Hágase Newton! Y todo fue Luz.
26
ra y significado se habían transfigurado al máximo: semejante
revelación tiene que haber llenado el pensamiento y el espíri
tu de un asombro rara vez conocido en la historia humana.
Sin embargo, hoy no sólo se nos escapa la verdadera mag
nitud de la revelación copernicana. También tendemos a olvi
dar, y las historias convencionales de la Revolución Científica
tienden a pasarlo completamente por alto, hasta qué punto el
descubrimiento original estuvo cargado de intenso significado
espiritual. Los científicos revolucionarios originarios sintie
ron que sus descubrimientos eran iluminaciones divinas, des
pertares espirituales a la verdadera grandeza estructural y
belleza intelectual del orden cósmico. No se trataba simple
mente de innovaciones conceptuales abstractas ni de hallazgos
empíricos de interés meramente teórico. No eran, como no lo
habían sido en la astronomía desde la antigüedad clásica,
construcciones matemáticas meramente instrumentales, ela
boraciones epicíclicas ingeniosamente diseñadas con el pro
pósito de incrementar marginalmente el rigor predictivo. Los
nuevos descubrimientos eran realizaciones triunfales de una
búsqueda sagrada. Durante miles de años, se había considera
do el ámbito celeste y el terrestre como realidades inalterable
mente separadas, tan inconmensurables como lo divino en
relación con lo humano. Se pensaba que, debido a su extrema
da complejidad, la verdadera naturaleza de los movimientos
planetarios estaba fundamentalmente fuera de las posibilida
des de comprensión del intelecto humano. En lo tocante a
cuestiones celestes y divinas, parecía que sólo la Biblia podía
desvelar la verdad: la astronomía humana no podía producir
nada más que construcciones artificiales. Pero finalmente se
revelaba la auténtica realidad del cosmos divinamente ordena
do. De pronto, los profundos misterios del universo se desve
laban a la mente pasmada de los nuevos científicos a través de
la gracia de una Deidad soberana cuya gloria se mostraba
ahora de modo dramático. Las asombrosas armonías mate
máticas y la perfección estética del nuevo cosmos ponían en
evidencia las obras de una inteligencia trascendente de inima
ginable poder y esplendor. En esta verdadera epifanía, la inte
ligencia humana capaz de comprender semejantes obras que
daba ella misma profundamente elevada y potenciada.
El descubrimiento heliocéntrico se convirtió así en fuente
e impulso de una confianza extraordinariamente magnificada
en la razón humana. Revelaba la divina capacidad del ser
humano para el conocimiento directo y riguroso del mundo
en el más amplio nivel macroscópico, algo hasta entonces des
conocido en toda la historia de la astronomía occidental. Fue
específicamente esta aspiración a la verdad cosmológica sin
precedentes, esta aspiración a representar la realidad objetiva
del gran universo y no tan sólo una ficción instrumental del
mismo, lo que dio a la revolución copernicana su carácter tan
revolucionario, tan emancipador, en tanto que modelo del
nuevo poder de autodefinición e iluminación cósmica de la
humanidad moderna a través de la razón.
Además, contrariamente a la pérdida de centralidad del
hombre que luego se dedujo del giro copernicano, todos los
grandes copernicanos, de Copérnico a Newton, estaban con
vencidos de que el orden cósmico había sido expresamente
creado para que la inteligencia humana lo conociera y lo
admirara. Aquí y ahora, tras milenios de oscura ignorancia en
un exilio tanto espiritual como intelectual, la mente humana
lograba finalmente establecer contacto directo con el verdade
ro orden cósmico tal como tanto tiempo antes lo había dise
ñado la mente divina. Sólo así se puede entender la plena exal
tación de Kepler, la figura central de la revolución copernica
na, cuando anunció su descubrimiento de la tercera ley del
movimiento de los planetas, que completaba el fundamento
matemático de la teoría heliocéntrica:
29
preciaron incluso los pensadores más avanzados e innovado
res del momento. Hace tiempo que los manuales de historia
nos han hecho saber que las principales autoridades religiosas
de la época, primero protestantes y luego católicas, se opusie
ron con toda vehemencia a la teoría de Copérnico. Se dice que
Lutero, incluso antes de la edición de De Revolutionibus, de
claró: «La gente prestó oído a un astrólogo advenedizo que se
esforzaba por mostrar que lo que se mueve es la Tierra, no los
cielos o el firmamento, el Sol y la Luna... Este loco quiere
invertir toda la ciencia de la astronomía; pero la Sagrada
Escritura nos dice que Josué mandó detenerse al Sol, no a la
Tierra». Y en su Comentario sobre el Génesis, escribe Calvino:
«¿Quién osaría poner la autoridad de Copérnico por encima
de la del Espíritu Santo?». Pero los intelectuales seglares eran
igualmente despreciativos: «Nadie que esté en sus cabales
-dijo el influyente filósofo liberalJean Bodin- o que tenga un
mínimo conocimiento de física pensará jamás que la Tierra,
maciza y difícil de mover a causa de su peso y su masa, gira
torpemente sobre su centro y alrededor del Sol; pues a la más
ligera sacudida de la Tierra veríamos desmoronarse ciudades y
fortalezas, pueblos y montañas».
La nueva teoría no sólo entraba en conflicto con el senti
do común, y no sólo con interpretaciones literales de ciertos
pasajes de la Biblia, sino también con los principios más con
vincentes y anti guos de la física y la cosmología. La mayoría
de los científicos más destacados del momento pensaron que
se trataba de una idea tan poco plausible que no requería exa
men serio. Contundentes argumentos científicos (por ejem
plo, relativos a la caída de los cuerpos) y rigurosas observacio
nes astronómicas (como la ausencia de paralaje estelar anual)
contradecían vigorosamente la hipótesis heliocéntrica. A la luz
de los presupuestos científicos por entonces comunes, la nue
va idea parecía completamente irracional. Los argumentos
que hoy encontramos convincentes no lo eran entonces. Sin
un marco cosmológico absolutamente nuevo y nuevos princi
pios de interpretación para analizar los datos, todos los argu
mentos y evidencias a favor de una Tierra en movimiento
carecían de fuerza. Tanto física como filosóficamente, la nueva
teoría era «imposible». Aunque en parte dependía de avances
30
conceptuales costosamente desarrollados por los escolásticos
y las universidades medievales, sus implicaciones desafiaban
radicalmente la cosmovisión medieval. Hoy podemos perder
fácilmente de vista que lo que sostenía la creencia de estos
revolucionarios en su nuevo mundo era un osado, casi teme
rario, acto de fe. Esta creencia, sin duda, no estaba empírica
mente «probada». Apenas puede asombrar que para reforzar
su débil hipótesis y animarse a sí mismos, los primeros coper
nicanos mencionaran una y otra vez los nombres de toda
autoridad antigua que podían -Aristarco, los pitagóricos, He
ráclides- como precursores de su opinión.
Los factores decisivos que persuadieron a los primeros
revolucionarios copernicanos de continuar con la hipótesis
heliocéntrica y desarrollarla, no eran consideraciones primor
dialmente empíricas ni, en el estricto sentido moderno del tér
mino, «racionales». Para semejante cambio, éstas eran condi
ciones necesarias, pero no suficientes. Estaban motivados,
sobre todo, por poderosas predisposiciones intelectuales de
carácter espiritual e incluso estético. Y fueron esas predispo
siciones -influidas por el humanismo renacentista y el neopla
tonismo, el esoterismo hermético y el misticismo cristiano,
todo lo cual servía de apoyo a una muy expandida cosmolo
gía místico-matemática- lo que transformó efectivamente el
significado de los factores racionales y empíricos. Para conce
bir y proponer la nueva visión del cosmos se necesitaba una
nueva confianza humanista en el poder del ser humano y su
función en el completamiento del mundo y su autorrealiza
ción, en su capacidad para captar y enunciar las formas verda
deras del universo creado por Dios. Para sentirse atraído por
la concepción heliocéntrica también hacía falta la convicción
platónico-pitagórica de que el Creador del universo expresa
ba la inteligencia divina a través de formas matemáticas y
armonías geométricas de una naturaleza eterna, trascendente,
y de que el problema de los movimientos planetarios visibles,
de tan tremenda complejidad, ocultaba una verdad más simple
y elegante. Era necesaria además una concepción neoplatóni
ca del Sol como reflejo visible de la divinidad, como metáfora
viva del divino principio creador, cuya luminosa radiación y
gloria lo convertía en el cuerpo celeste más apropiado para
31
ocupar el centro cósmico. En aquellas décadas iniciales, adop
tar la idea copernicana implicaba sobre todo una pasión arro
lladora por una cierta clase de belleza y precisión intelectuales
y una sensibilidad que valorara la elegancia, la armonía, la sen
cillez y la coherencia como cualidades intrínsecas del cielo di
vino, hasta el punto de ignorar la evidencia de los sentidos y
los argumentos de los físicos contemporáneos contra el movi
miento de la Tierra, confiando en que, con el tiempo, se en
contrarían las explicaciones adecuadas.
Los primeros copernicanos habían experimentado una
especie de conversión interior. Su epifanía era a la vez intelec
tual y espiritual, psicológica y cosmológica, y todas sus in
vestigaciones y la totalidad de su pensamiento se hallaban al
servicio de la nueva visión, de la que estaban felizmente pose
ídos. Su intuición se adelantó mucho a todos los trabajos teó
ricos y empíricos que tendrían que realizarse antes de que la
nueva teoría pudiera justificarse y fundamentarse por comple
to. Incluso un siglo después de Copérnico, en el Diálogo sobre
los dos principales sistemas del mundo, Galileo subraya este
aspecto:
32
Para que la hipótesis copernicana resultara razonable, era
menester forjar un nuevo concepto de «razón», esto es, nue
vas maneras de decidir lo que se tiene por verdadero, nuevas
maneras de reconocer modelos, nuevas formas de evidencia,
nuevas categorías de interpretación, una nueva comprensión
de la causalidad. Era preciso dejar definitivamente atrás reglas
de metodología científica de larga tradición y formular una
epistemología y una ontología completamente nuevas. La na
turaleza de la revolución copernicana era tan fundamental que
no sólo había que volver a pensar las teorías científicas con
vencionales, sino todo el orden establecido en relación con el
lugar de la humanidad en el esquema universal de las cosas: su
relación con el resto de la naturaleza y el cosmos, su relación
con lo divino, la base de su moral, su capacidad para el cono
cimiento y su autocomprensión histórica.
Una transformación tan radical no podía producirse de la
noche a la mañana. Para que el pensamiento y la psique cultu
ral le prestaran su adhesión tuvieron que pasar generaciones
enteras, incluso el fallecimiento de muchas autoridades inte
lectuales incapaces de liberarse del dominio del paradigma rei
nante. El cambio que se requería no era únicamente físico,
sino también metafísico: había que revisar el mundo entero.
Por último, tan vasto era el alcance de las implicaciones del
gran cambio -cosmológicas, religiosas, morales, epistemoló
gicas, psicológicas, existenciales-, que para desarrollarlas e
incluso para tomar conciencia de ellas se necesitaron siglos.
Poco a poco, el paso del tiempo y los heroicos esfuerzos
contra poderosos adversarios y posiciones arraigadas produ
jeron el triunfo completo del giro copernicano. Sin embargo,
a medida que la edad moderna progresaba, de una manera que
ahora parece inexorable se produjo una sucesión de nuevas
consecuencias y elaboraciones a partir de la profunda matriz
de la revolución copernicana que difícilmente habrían podido
ser más paradójicas, con implicaciones a menudo completa
mente antitéticas respecto de la visión cosmológica de sus fun
dadores. Su significado más amplio se ha ido modificando de
una época a otra y sigue desplegándose todavía hoy.
33
DOS PARADIGMAS DE LA HISTORIA
34
Pero al mismo tiempo, si tratamos de percibir una realidad
más amplia más allá de la narración heroica tradicional, no
podemos dejar de reconocer la sombra de esta gran luminosi
dad. La misma tradición cultural y la misma trayectoria histó
rica que produjo esos nobles logros ha sido también causa de
inmenso sufrimiento y muerte para muchas otras culturas y
pueblos, para muchas personas en el seno de la propia cultura
occidental y para muchas otras formas de vida sobre la Tierra.
Además, Occidente ha desempeñado el papel central en la pro
ducción de una crisis que crece de manera sutil y que parece
inexorable: una crisis de complejidad multidimensional que
afecta a todos los aspectos de la vida, del ecológico y econó
mico al psicológico y espiritual. Decir que nuestra civilización
global se está haciendo disfuncional apenas da a entender la
gravedad de la situación. Para muchas formas de vida en la Tie
rra, la catástrofe ya ha comenzado, pues nuestro planeta expe
rimenta la mayor extinción de especies desde la desaparición
de los dinosaurios. ¿ Cómo podemos dar sentido a esta tre
menda paradoja del carácter y el sentido de Occidente?
Si examinamos los principales debates de la cultura intelec
tual postradicional de nuestro tiempo, podemos ver detrás de
muchos de ellos dos paradigmas fundamentales, dos grandes
mitos, de naturaleza diametralmente opuesta, en relación con
la historia humana y la evolución de la conciencia humana.
Como auténticos mitos, estos paradigmas subyacentes no
sólo representan creencias meramente ilusorias o arbitrarias
fantasías colectivas, ingenuas ilusiones contrarias a los hechos,
sino más bien las estructuras arquetípicas de significado que
influyen en nuestra psique cultural y dan forma a nuestras
creencias hasta el punto de que constituyen los verdaderos
medios con los que construimos algo como un hecho. De
modo invisible constelan nuestra visión. Filtran y desvelan
nuestros datos, estructuran nuestra imaginación, impregnan
nuestras maneras de conocer y de actuar.
El primer paradigma, con el que estamos familiarizados a
través de nuestra educación, describe la historia como la evo
lución de la conciencia humana en un relato épico del progre
so humano, un largo y heroico viaje desde el mundo primiti
vo de oscura ignorancia, sufrimiento y limitación, a un mundo
35
moderno y más brillante de conoc1m1ento en crec1m1ento
continuo, libertad y bienestar. Se considera que esta gran tra
yectoria de progreso ha sido posible gracias al desarrollo sos
tenido de la razón humana y, sobre todo, al surgimiento de la
mente moderna. Este punto de vista informa mucho, tal vez la
mayor parte, de lo que vemos y oímos sobre el tema y es fácil
de reconocer cada vez que topamos con un libro o un progra
ma que lleven por título La evolución del hombre, Los descu
bridores, La conquista del espacio, o algo semejante. Se perci
be que la dirección de la historia es hacia delante y hacia arri
ba. La humanidad se personifica típicamente en el «hombre»
(anthropos, horno, l'uomo, l'homme, man, chelovek, der
Mensch) y se visualiza, al menos implícitamente, como un hé
roe masculino que se eleva por encima de las limitaciones de
la naturaleza y la tradición, explora el gran cosmos, domina su
medio y determina su propio destino, incansable, audaz y bri
llantemente innovador, que puja incesantemente hacia delante
con su inteligencia y su voluntad, hace estallar las estructuras
y los límites del pasado, asciende a niveles cada vez más altos
de desarrollo en busca permanente de mayor libertad y nue
vos horizontes y descubre ámbitos cada vez más amplios para
su autorrealización. Desde este punto de vista, el apogeo de
los logros humanos comenzó con el surgimiento de la ciencia
moderna y el individualismo democrático en los siglos inme
diatamente posteriores al Renacimiento. La historia se ve
como un proceso progresivo de emancipación y de aumento
de poder. Esta manera de ver la historia surge plenamente en
el curso de la Ilustración europea de los siglos XVII y XVIII,
aunque sus raíces son tan antiguas como la propia civilización
occidental.
Como sucede con todo mito poderoso, hemos sido in
conscientes, y muchos siguen siéndolo, del dominio de este
paradigma histórico sobre nuestra imaginación colectiva. Ani
ma la inmensa mayoría de los libros y ensayos contemporá
neos, columnas editoriales, recensiones de libros, artículos
científicos, ponencias de investigación y documentales de te
levisión, así como los programas políticos, sociales y econó
micos. Tan familiar nos resulta, tan próximo a nuestra percep
ción, que en muchos aspectos se ha convertido en nuestro
sentido común, en la forma y el fundamento de la imagen que
tenemos de nosotros mismos en tanto que seres humanos
modernos. Durante tanto tiempo nos hemos identificado con
esta manera progresista de entender el proyecto humano y en
particular el moderno proyecto occidental, que únicamente en
las últimas décadas hemos comenzado a ser capaces de perci
birlo como un paradigma, es decir, de poder verlo, al menos
en parte, desde fuera de su esfera de influencia.
La otra gran visión nos habla de una historia muy diferen
te. Desde este punto de vista, la historia humana y la evolu
ción de la conciencia humana son un relato predominante
mente problemático, e incluso trágico, de la gradual pero radi
cal caída y separación de la humanidad respecto de un estado
original de unidad con la naturaleza y una integradora dimen
sión espiritual del ser. En su condición primordial, la humani
dad había poseído un conocimiento instintivo de la profunda
unidad e interconexión sagradas del mundo, pero bajo la in
fluencia de la mentalidad occidental, sobre todo en su ex
presión moderna, el curso de la historia produjo una profun
da escisión entre la humanidad y la naturaleza, así como una
desacralización del mundo. Este desarrollo coincidió con una
creciente explotación destructiva de la naturaleza, la devasta
ción de las culturas tradicionales indígenas, la pérdida de fe en
las realidades espirituales y un estado cada vez más desdicha
do del alma humana, que se siente cada vez más aislada, super
ficial e irrealizada. Desde este punto de vista, se considera que
tanto la humanidad como la naturaleza han sufrido gravemen
te bajo una prolongada visión explotadora y dualista del mun
do, cuyas peores consecuencias se han debido a la opresiva
hegemonía de las sociedades industriales modernas, potencia
das por la ciencia y la tecnología occidentales. El nadir de esta
caída es el actual momento de turbulencia planetaria, crisis
ecológica y miseria espiritual, que se conciben como la conse
cuencia directa de la hybris humana, encarnada sobre todo en
el espíritu y la estructura de la mente y el ego del Occidente
moderno. Esta perspectiva histórica pone de relieve un empo
brecimiento progresivo de la vida y el espíritu humanos, una
fragmentación de unidades originales y una ruinosa destruc
ción de la sagrada comunidad del ser.
37
Se advierte hasta qué punto estas dos interpretaciones de la
historia, que aquí, con el propósito de facilitar su reconoci
miento, hemos descrito mediante contrastes tan tajantes,
influyen en gran parte de los problemas más específicos de
nuestra era. Representan dos mitos antitéticos básicos de la
autocomprensión histórica: el mito del Progreso y lo que en
sus primeras manifestaciones se denominó el mito de la Caída.
Estos dos paradigmas históricos se muestran hoy en muchas
variaciones, combinaciones y alianzas. Subyacen a discusiones
-y en ellas influyen- sobre la crisis medioambiental, la globa
lización, el multiculturalismo, el fundamentalismo, el feminis
mo y el patriarcado, la evolución y la historia. Se podría decir
que estos mitos opuestos constituyen el argumento subyacen
te de nuestro tiempo: ¿Hacia dónde va la humanidad? ¿Hacia
arriba o hacia abajo? ¿Cómo debemos considerar la civiliza
ción occidental, la tradición intelectual de Occidente, su
canon de grandes obras? ¿Cómo debemos considerar la cien
cia moderna, la racionalidad moderna, la modernidad misma?
¿Cómo tenemos que considerar al «hombre»? ¿Es la historia
al fin y al cabo un relato de progreso o de tragedia?
John Stuart Mill hizo una aguda y sabia observación acer
ca de la naturaleza de la mayoría de los debates filosóficos. En
su espléndido ensayo sobre Coleridge, señaló que ambos
lados de las controversias intelectuales tendían a ser «acerta
das en lo que afirmaban, pero erróneas en lo que negaban». La
intuición de Mill en lo tocante a la naturaleza del discurso in
telectual arroja claridad sobre muchos desacuerdos. Ya se tra
te de conservadores que debaten con progresistas, de padres
que discuten con sus hijos, de una pelea entre amantes, casi
siempre hay algo que se oculta con el fin de defender el punto
de vista propio. Pero su percepción parece aplicarse particu
larmente bien al conflicto de los paradigmas históricos que
acabamos de describir. Creo que ambas partes de esa disputa
han captado un aspecto esencial de nuestra historia, que
ambos puntos de vista, cada uno con argumentos convincen
tes en el seno de su propio marco de referencia, son correctos
en un sentido, pero también que ambos son muy parciales,
como resultado de lo cual los dos se equivocan en su lectura a
más largo plazo.
No se trata simplemente de que cada perspectiva posea
una parte significativa de verdad, sino más bien de que ambos
paradigmas históricos son plenamente válidos y, al mismo
tiempo, aspectos parciales de un marco más amplio de refe
rencia, de un metarrelato en el cual las dos interpretaciones
opuestas se entretejen precisamente para formar un todo
complejo e integrado. Los dos dramas históricos se constitu
yen mutuamente. No sólo son simultáneamente verdaderos,
sino que cada uno de ellos se engarza en la verdad del otro. Se
subrayan, se influyen, se implican recíprocamente y ninguno
de los dos sería posible sin el otro. La manera en que ambas
perspectivas se funden mientras parecen excluirse podría com
pararse con las ilustraciones de la psicología gestáltica que
pueden percibirse de dos maneras diferentes, ambas igual
mente convincentes, como aquella figura ambigua que puede
verse como un florero blanco o como la silueta de dos perfi
les negros. Mediante un giro gestáltico en la percepción, el
observador puede pasar repetida e indistintamente de una a
otra imagen, aunque la figura misma, el conjunto original de
datos, no registre ningún cambio.
A esta altura uno recuerda el axioma de Niels Bohr en físi
ca cuántica, según el cual «lo contrario de una verdad profun
da puede muy bien ser otra verdad profunda», o el de Osear
Wilde que afirma que «en arte, una verdad es aquello cuya
contradicción también es verdadera». Lo difícil, por supuesto,
es ver al mismo tiempo dos imágenes, dos verdades, es decir,
no eliminar nada, permanecer abierto a la paradoja, mantener
la tensión de los opuestos. Con frecuencia la sabiduría, lo
mismo que la compasión, parece exigirnos tener en la con
ciencia múltiples realidades a la vez. Puede que ésta sea la tarea
que debamos comenzar a abordar si queremos obtener una
comprensión más profunda de la evolución de la conciencia
humana y de la historia de la mentalidad occidental en parti
cular: la de considerar que el largo viaje intelectual y espiritual
que ha pasado por fases de creciente diferenciación y comple
jidad ha llevado al ascenso progresivo hacia la autonomía y, al
mismo tiempo, a la caída trágica desde la unidad -y, tal vez, ha
preparado el camino a una síntesis en un nuevo nivel-. Desde
esta perspectiva, los dos paradigmas reflejan aspectos opues-
39
tos, pero igualmente esenciales, de un inmenso proceso dia
léctico, un drama de la evolución que se ha ido desplegando
durante miles de años y que en este momento parece alcanzar
un momento crítico, tal vez culminante, de transformación.
Ahora bien, en este debate hay otra posición importante,
otra visión de la historia humana, una visión que en vez de
integrar las dos perspectivas históricas opuestas en una más
amplia y más compleja, parece refutar por completo a ambas.
Este tercer punto de vista, que en nuestros días se expresa con
frecuencia y sofisticación cada vez mayores, sostiene que en
realidad no hay modelo coherente en la historia o la evolución
humana, al menos ninguno que sea independiente de la inter
pretación humana. Si hay en la historia un modelo general
visible, ese modelo ha sido proyectado sobre la historia por la
mente humana bajo la influencia de diversos factores no empí
ricos: culturales, políticos, económicos, sociales, sociobiológi
cos y psicológicos. Para este enfoque, el modelo -mito o rela
to- reside en última instancia en el sujeto humano, no en el
objeto histórico. Es imposible percibir el objeto como si no
estuviera selectivamente conformado por un marco interpre
tativo, él mismo modelado y construido por fuerzas que lo
trascienden y que trascienden la conciencia del sujeto que
interpreta. El conocimiento de la historia, como el de cual
quier otra cosa, es siempre cambiante, libre, y carece de fun
damento en una realidad objetiva. Más que reconocidos en los
fenómenos, los modelos son leídos en ellos. La historia, al fin
y al cabo, es sólo una construcción conceptual.
Por un lado, este vigoroso escepticismo que impregna gran
parte de nuestro pensamiento posmoderno no dista mucho de
la necesaria perspectiva crítica que nos permite analizar para
digmas, realizar comparaciones y emitir juicios acerca de es
tructuras conceptuales subyacentes como las que hemos pre
sentado ya. Su reconocimiento del factor radicalmente inter
pretativo en toda experiencia y conocimiento humano -su
comprensión de que constantemente vemos a través de mitos
y teorías, de que nuestra experiencia y nuestro conocimiento
están siempre constituidos por diversas estructuras de sentido
cambiantes por definición y en general inconscientes, es esen
cial a la totalidad del ejercicio que hemos estado persiguiendo.
Por otro lado, este relativismo aparentemente libre de pa
radigmas, según el cual no hay en historia modelo o sentido
alguno que no sea una construcción conceptual que la mente
humana proyecta sobre la historia, es sin duda otro paradig
ma. Reconoce que siempre vemos a través de mitos y catego
rías interpretativas, pero su debilidad estriba en no aplicarse
coherentemente ese principio a sí mismo. Sabe «desenmasca
rar» muy bien, pero tal vez no ha desenmascarado lo suficien
te. En cierto sentido, esta forma de la visión posmoderna pue
de entenderse mejor como extensión directa, y posiblemente
inevitable, de la moderna mentalidad progresista en su refle
xión crítica cada vez más profunda, que cuestiona, sospecha y
se esfuerza por emanciparse por medio de la conciencia críti
ca, y alcanza aquí, en su desarrollo más extremo, lo que en
esencia es una fase de autodeconstrucción avanzada. Sin em
bargo, esta perspectiva también puede entenderse como con
secuencia natural del hecho de que la Ilustración comenzara a
descubrir su propia sombra -el relato oscuro y problemático
del paradigma histórico opuesto y fuera desafiada y remode
lada po este encuentro. Justamente por esa razón, la perspec
tiva deconstructivista posmoderna puede representar un ele
mento decisivo en el despliegue de una comprensión nueva y
más general. Esta manera de pensar contiene una profunda
verdad, aunque también ésta puede ser una verdad profunda
mente parcial, un aspecto esencial de otra visión mas amplia,
más abarcadora y aún más compleja. Quizá se pueda ver a la
larga que la mentalidad posmoderna ha constituido una nece
saria fase de transición entre épocas, un período de disolución
y apertura entre paradigmas culturales más amplios.
Para empezar a explorar cómo es posible todo esto y a
comprender mejor el contexto histórico y filosófico de la
perspectiva que se introduce en este libro, observemos con
más precisión la naturaleza básica de la cosmovisión moderna.
41
FORJA DEL YO, DESENCANTAMIENTO
DEL MUNDO
42
esa división decisiva, no la reconoce, mientras que la mente
moderna no sólo la sostiene, sino que sobre ella se constituye
en lo esencial.
El ser humano primordial percibe el mundo natural que lo
rodea como impregnado de sentido, sentido cuyo significado
es al mismo tiempo humano y cósmico. En el bosque se ven
espíritus; en el viento y en el océano, el río y la montaña, se
perciben presencias. Se reconoce un sentido en el vuelo de dos
águilas que cruzan el horizonte, en la conjunción de dos pla
netas en el cielo, en los ciclos de la Luna y el Sol. El mundo
primordial es un mundo animado. Comunica y tiene propósi
tos. Está lleno de signos y de símbolos, de implicaciones e
intenciones. El mundo está animado por las mismas realidades
de resonancia psicológica que los seres humanos experimen
tan en sí mismos. Hay continuidad entre el mundo interior
del hombre y el mundo exterior. En la experiencia primordial,
lo que llamaríamos mundo «exterior» posee un aspecto inte
rior ligado a la subjetividad humana. Por doquier se encuen
tra inteligencia creadora y sensible, espíritu y alma, sentido y
finalidad. El ser humano es un microcosmos dentro del ma
crocosmos del mundo, que participa de la realidad interior de
éste y está unido al todo por vías tangibles e invisibles.
Esta experiencia tiene lugar, por así decir, en un alma del
mundo, un anima mundi, una matriz viva de sentido encarna
do. La psique humana está engastada en la psique del mundo,
de la que participa de una manera compleja y que constante
mente la define. Las operaciones del anima mundi, en todo su
flujo y toda su diversidad, se expresan en un lenguaje de índo
le mítica y numinosa. Precisamente porque se supone que el
mundo habla un lenguaje simbólico es posible la trasmisión
directa del sentido y la finalidad del mundo al hombre. Las
múltiples circunstancias del mundo empírico están dotadas de
significado simbólico, arquetípico, y ese significado fluye entre
el interior y el exterior, entre el yo y el mundo. En este estado
de conciencia relativamente indiferenciado, los seres humanos
se perciben en participación y comunicación directas -emocio
nal, mística y cotidianamente-con la vida interior del mundo
natural y del cosmos. Para decirlo con más precisión, esta par
ticipación mística implica un complejo sentido de participación
43
interior directa de los seres humanos no sólo en el mundo, sino
también en los poderes divinos, mediante el ritual, y de los
poderes divinos en el mundo, en virtud de su presencia inma
nente y transformadora. La participación es multidireccional y
multidimensional, penetrante e integradora.
En contraste, la mente moderna experimenta una división
fundamental entre un yo humano subjetivo y un mundo exte
rior objetivo. Al cosmos, escindido del ser humano, se lo con
sidera completamente impersonal e inconsciente. No obstan
te la belleza y el valor que los seres humanos puedan percibir
en el universo, éste es en sí mismo mera materia en movimien
to, mecánico y desprovisto de finalidad, gobernado por el azar
y la necesidad. Es completamente indiferente a la conciencia y
los valores de los hombres. El mundo exterior a los seres
humanos carece de inteligencia consciente, de interioridad, de
sentido y finalidad intrínseca. Pues todas estas cosas son rea
lidades humanas, y la mente moderna cree que proyectar lo
humano sobre lo no humano es una falacia epistemológica. El
mundo está desprovisto de cualquier sentido que no derive en
última instancia de la conciencia humana. Desde la perspecti
va moderna, la personalidad primitiva mezcla y confunde lo
interior y lo exterior y de esa manera vive en un estado de
continua ilusión mágica, en un mundo antropomórficamente
distorsionado, un mundo atractiva y engañosamente lleno del
sentido subjetivo de la propia psique humana. Para la mente
moderna, la única fuente de sentido del universo es la con
ciencia humana.
Otra manera de describir esta situación es decir que la
mente moderna aborda el mundo desde una estructura expe
riencia! implícita en la que el sujeto está separado del objeto,
que es, en cierto sentido, su opuesto. El mundo moderno está
lleno de objetos con los que el sujeto humano se enfrenta y
sobre los cuales actúa desde su original posición de autonomía
consciente. En contraste con esto, la mente primordial aborda
el mundo más como un sujeto que participa en un mundo de
sujetos, sin límites absolutos entre ellos. De acuerdo con la
perspectiva primordial, el mundo está lleno de sujetos. El
mundo primordial está saturado de subjetividad, interioridad,
sentidos y finalidades intrínsecas.
44
Desde el punto de vista moderno, si considero que el mun
do me comunica sentidos humanamente pertinentes con in
tencionalidad e inteligencia, que está cargado de símbolos ple
nos de sentido -que es, por así decirlo, un texto sagrado que
hay que interpretar-, estoy proyectando realidades humanas
sobre el mundo no humano. La mente moderna piensa que
esa actitud ante el mundo refleja un estado epistemológica
mente ingenuo de conciencia: intelectualmente inmaduro,
indiferenciado, infantil, autocomplaciente, que debe ser supe
rado y corregido con el desarrollo de una razón crítica madu
ra. O, peor aún, es una señal de enfermedad mental, de pensa
miento mágico primitivo con engañosas ilusiones autorrefe
renciales, una condición que es preciso tratar con medicación
adecuada.
Podemos ilustrar la diferencia básica entre la experiencia
primordial y la experiencia moderna con un diagrama sencillo
(Figura 1), cuyo círculo interior, que representa el yo primor-
0
...•········· .
¡. YO · )
·•..... .. ......··
MUNDO MUNDO
45
dial, tiene unos límites porosos, lo cual sugiere su radical per
meabilidad e integración en el mundo, mientras que el círculo
interior que representa el yo moderno está formado por una
línea continua, lo que sugiere la experiencia moderna de una
tajante distinción y dicotomía entre sujeto y objeto, entre lo in
terior y lo exterior. En la mente primordial, el área sombreada,
que representa la presencia de inteligencia consciente e inte
rioridad, la fuente de sentido y finalidad, pasa sin distinción a
través de la totalidad del complejo yo/mundo. En la mente
moderna, el área sombreada se localiza exclusivamente dentro
de los límites del yo.
El reconocimiento sistemático de que la fuente exclusiva
de sentido y de finalidad en el mundo es la mente humana y
que proyectar lo humano sobre lo no humano es una falacia
fundamental, constituye uno de los supuestos más básicos -tal
vez el supuesto básico- del moderno método científico. La
ciencia moderna busca con rigor obsesivo «desantropomorfi
zar» la cognición. Los hechos están allí, fuera; el sentido que
vemos en ellos viene de nuestro interior. Lo fáctico se consi
dera sencillo, sin elaboración, objetivo, no embellecido por lo
humano y lo subjetivo, no distorsionado por valores y aspira
ciones. Vemos con toda evidencia este impulso en el surgi
miento de la mente moderna, a partir de Bacon y Descartes.
Para comprender adecuadamente el objeto, el sujeto debe
observar y analizar ese objeto con el máximo cuidado a fin de
inhibir la ingenua tendencia humana a investir el objeto de
características que en rigor sólo se pueden atribuir al sujeto
humano. Para que tenga lugar la cognición auténtica y válida,
el mundo objetivo -naturaleza, cosmos- debe verse como
algo fundamentalmente desprovisto de todas las cualidades
subjetivas, interiormente presentes en la mente humana y
constitutivas de su propio ser: conciencia e inteligencia, senti
do de finalidad e intención, capacidad para significar y comu
nicar, imaginación moral y espiritual. Percibir estas cualidades
como si existieran intrínsecamente en el mundo es «contami
nar» el acto de conocimiento con lo que no son otra cosa que
proyecciones humanas.
Hoy es fácil para nosotros, que nos hallamos todavía bajo
la influencia de la visión moderna que reifica la experiencia y
los supuestos modernos como absolutos, creer que entende
mos verdaderamente la visión primordial cuando la conside
ramos simplemente la consecuencia ingenua de los temores,
deseos y proyecciones primitivos. Pero para discernir de
modo más imparcial la diferencia entre estas dos visiones del
mundo, hemos de captar el hecho pertinaz de que la experien
cia del cosmos primordial fue universalmente vivida durante
incontables milenios como algo tangible y de presencia y vita
lidad evidentes -penetrantemente intencional y sensible, in
formada por presencias espirituales ubicuas, animada en todo
por fuerzas arquetípicas y sentidos inteligibles-, de una mane
ra que la percepción moderna no reconoce y tal vez no pueda
reconocer.
Por supuesto, esta diferencia fundamental entre lo primor
dial y lo moderno no surgió en forma instantánea en el si
glo XVII, sino que evolucionó a lo largo de miles de años, en
muchas formas y a través de múltiples desarrollos culturales.
No sólo la modernidad, sino la totalidad del proyecto huma
no puede considerarse un camino hacia la gradual diferencia
ción entre el yo y el mundo. Una distinción emergente entre
sujeto y objeto parece haber estado presente ya en el naci
miento mismo del Homo sapiens, con su novedosa capacidad
de planificar y actuar conscientemente antes que de manera
automática o por instinto, de confiar en las habilidades y la
voluntad propias para abrirse camino en el mundo, de mani
pular y controlar la naturaleza antes que permanecer inserto
en ella como sujeto pasivo. Tan pronto como nuestra especie
desarrolló la simbolización lingüística, empezamos a diferen
ciarnos cada vez más del mundo, a objetivar nuestra experien
cia de tal manera que pudiera abarcar la acción del mundo
sobre nosotros y nuestra acción sobre el universo. Tan pron
to como comenzamos a utilizar una herramienta, empezamos
a actuar como sujeto frente a un objeto. Todos los grandes
avances en la evolución humana -el bipedalismo y la postura
erecta, el cerebro más grande y más complejo, la producción
de herramientas, el control del fuego, el desarrollo de las
sociedades de cazadores-recolectores, la división del trabajo,
la domesticación de plantas y animales, la formación de co
munidades sedentarias y luego de grandes centros urbanos, la
47
organización social, cada vez más compleja y jerárquica, la
evolución de las capacidades para la simbolización lingüística,
religiosa y artística, el surgimiento de las primeras formas de
ciencia y filosofía- reflejaban y al mismo tiempo impulsaban
nuevos estadios en la progresiva diferenciación del yo huma
no respecto del mundo que lo rodeaba.
La imagen memorable del comienzo de 2001: Una odisea
del espacio, la película de Kubrick, capta un aspecto de esta
coherencia más amplia en la dirección de la épica humana. En
la secuencia inicial, titulada «El amanecer del hombre», un
primate protohumano acaba de realizar el descubrimiento del
uso de una herramienta por primera vez al emplear un gran
hueso como arma en una lucha a vida o muerte. En el éxtasis
de ese descubrimiento, golpea incansablemente el hueso con
tra una roca hasta que termina rompiéndose y, remontándose
a gran altura, se metamorfosea con lento movimiento en una
nave espacial de inicios del siglo XXI. En este simple montaje
vemos toda la trayectoria prometeica, el alfa y omega del
esfuerzo prometeico por liberar al hombre de los límites de la
naturaleza mediante la inteligencia y la voluntad humanas,
por ascender y trascender, por obtener el control del ámbito
del cual el ser humano intentaba emerger. Esta búsqueda cul
mina en la modernidad, sobre todo en la ciencia moderna, en
la que la meta dominante del conocimiento es la predicción y
el control crecientes de un mundo natural externo al que se
considera radicalmente «otro»: mecánico, impersonal, incons
ciente, objeto de nuestro poderoso conocimiento.
Desde la época de Bacon y Descartes, Hobbes y Locke, y
de modo más incisivo después de la Ilustración, poco a poco
la comprensión moderna se transforma de tal manera que el
mundo deja de verse como lugar de sentidos y finalidades
dados de antemano, como había ocurrido no sólo en la inme
morial visión primordial, sino también entre los griegos anti
guos, los escolásticos medievales y los humanistas del
Renacimiento. Con el pleno ascenso de la mente moderna, el
mundo deja de estar influido por poderes numinosos, dioses
y diosas, Ideas arquetípicas o fines sagrados. Ya no hay un
orden cósmico de sentidos y finalidades con los que el yo
humano trata de armonizarse. Por el contrario, se ve el mundo
como un ámbito neutral de hechos contingentes y de medios
e instrumentos para nuestros fines seculares. Para emplear el
famoso término de Max Weber a comienzos del siglo xx, que
desarrollaba un siglo después la intuición de Schiller, el
mundo moderno está «desencantado» (entzaubert): se ha
vaciado de toda dimensión espiritual, simbólica o expresiva
que proporcione un orden cósmico en el que la existencia
humana tenga sentido y finalidad. En cambio, se lo ve por
entero en términos de hechos neutrales, cuya comprensión
racional distanciada dará al ser humano una capacidad sin pre
cedentes para el cálculo, el control y la manipulación del
mundo.
Sin embargo, un cambio tan grande en la comprensión
acarrea también una consecuencia de no menor importancia
para el yo moderno. El desencantamiento, la negación del sen
tido y la finalidad intrínsecos, cosifica esencialmente el mundo
y por tanto le niega subjetividad. La objetivación niega al
mundo la capacidad de abrigar intencionalidad, de significar
de modo inteligente, de expresar su sentido, de encarnar y
comunicar finalidades y valores relevantes para nosotros. Ob
jetivar el mundo es despojarlo de todas las categorías subjeti
vas, como el sentido y la finalidad, percibiéndolas como pro
yecciones de quienes se consideran únicos sujetos verdaderos,
los seres humanos. Esto a su vez magnifica y potencia enor
memente la subjetividad humana: la capacidad interior que el
ser humano siente para autodefinirse, autorrevisarse, autode
terminarse, para ser exteriormente modelador del mundo e
interiormente consecuencia! y autónomo. Hace posible libe
rarse de los significados y ordenamientos impuestos desde
fuera, que antes se habían considerado parte del cosmos y
habían sido institucionalizados en estructuras tradicionales de
autoridad cultural, ya fuera religiosa, social o política. Charles
Taylor ha descrito acertadamente las consecuencias de este
profundo cambio en el yo moderno:
49
sación de entusiasmo y de poder, pues el sujeto ya no necesita acudir
a un orden exterior para definir su perfección o su vicio, su equilibrio
o su falta de armonía. Con la forja de esta subjetividad moderna se
genera una nueva noción de libertad, y se atribuye a la libertad un
nuevo papel fundamental que parece haberse demostrado definitivo
e irreversible.
50
Si volvemos a observar la comparación (Figura 2) entre la
experiencia primordial de participation mystique y la expe
riencia moderna de dicotomía sujeto-objeto, podemos ver de
inmediato qué ha sucedido en el paso de la cosmovisión des
crita a la izquierda, a la descrita a la derecha. En la larga evo
lución de la conciencia primordial a la conciencia moderna ha
tenido lugar un doble proceso complejamente entretejido e
interrelacionado: por un lado, una gradual diferenciación del
yo con respecto al mundo, del ser humano con respecto a la
naturaleza, del individuo con respecto a la matriz general del
ser; por otro lado, un gradual desencantamiento del mundo,
que produce una radical relocalización del sentido y la inteli
gencia consciente, que se trasladan del mundo como un todo
al yo humano en exclusividad. Lo que otrora impregnaba el
mundo como anima mundi se considera ahora como propie
dad exclusiva de la conciencia humana. El yo humano moder
no ha absorbido esencialmente todo el sentido y la finalidad
............... .
i YO l
·• ..... ..........
MUNDO MUNDO
Figura 2
en su ser interior, vaciando el cosmos primordial de lo que en
otro tiempo constituyera su naturaleza esencial.
Pero no entenderíamos este proceso evolutivo si lo consi
deráramos únicamente en los términos seculares con que lo
hemos tendido a analizar hasta ahora. La diferenciación mo
derna del yo humano autónomo y el desencantamiento del
cosmos empírico también sufrieron la profunda influencia y
el estímulo de la evolución histórica de la religión, en particu
lar, una vez más, en el contexto occidental (antiguo, medieval
y moderno temprano). Desde sus comienzos, el yo occidental
estuvo marcado por la revelación de la especial relación de la
humanidad con una realidad divina trascendental, un ser su
premo monoteísta que era al mismo tiempo el creador del
mundo y el lugar último de significado y valor: «El hombre
fue hecho a imagen de Dios». De esa suerte, la unicidad, la
separación y la superioridad absolutas de Dios con respecto al
mundo secular, de finitud mortal y naturaleza irredenta, for
talecían profundamente la sensación de unicidad, separación y
superioridad del ser humano en relación con el resto de la
naturaleza y el universo creado.
Si, en concordancia con esto, modificamos nuestro diagra
ma, podemos reconocer la decisiva fase intermedia que intro
duce este inmenso desarrollo religioso en el paso de la cosmo
visión primordial a la moderna. Con la revelación de un ser
divino trascendente como fundamento último de sentido y de
valor, separado del mundo empírico de la naturaleza y en un
nivel superior a éste, combinada con la asociación única del
ser humano con esa divinidad trascendente, se da un enorme
paso intelectual y psicológico hacia la elevación y separación
del ser humano con respecto a un universo cada vez más vacío
de significado intrínseco. En la revelación monoteísta, un
Sujeto divino autosubsistente creó el mundo como Objeto, en
cuyo seno se despliega el sujeto humano especial y su historia
dispuesta por la divinidad. Como sugiere el diagrama de la
Figura 3 (y como afirman los cuidadosos argumentos de Des
cartes a favor de la existencia de Dios, en el nacimiento de la
filosofía moderna), lo que termina por convertirse en el yo
moderno recibe su estatus ontológico único de su privilegiada
asociación con la realidad divina trascendente que está por
DIVINIDAD TRASCENDENTE
MUNDO
Figura 3
53
mundo y Dios adquirió fuerza especial y fue objeto de una
nueva definición. Durante la Reforma, la militante desacrali
zación del mundo al servicio de la alianza exclusiva del ser
humano con la majestad soberana del Creador aumentó deci
didamente aquella diferenciación y, en cierto sentido, la abso
lutizó. Por último, tras la Revolución Científica y la Ilus
tración, esa posición privilegiada de lo humano frente al resto
de la creación se asumió y expandió en términos completa
mente seculares -en parte, también en este caso, como resul
tado de fuerzas desencadenadas por el legado religioso occi
dental- a medida que el yo moderno progresaba en su de
sarrollo sin precedentes de autonomía y autodefinición.
Tal vez fuera útil analizar una multitud de complicaciones
y excepciones, ambigüedades y matices significativos en este
largo y complejo desarrollo histórico.' Pero en términos muy
generales podemos decir que a medida que el yo humano,
guiado por sus simbolizaciones culturales, religiosas, filosófi
cas y científicas en evolución, ha ido ganando sustancialidad y
distinción con respecto al mundo, también se ha ido apro
piando de toda inteligencia y toda alma, todo sentido y toda
finalidad que antes percibía en el mundo, de manera que ha
acabado por localizar estas realidades exclusivamente en su
interior.
A la inversa, mientras el ser humano se apropiaba de toda
inteligencia y toda alma, de todo sentido y toda finalidad que
antes percibía en el mundo, iba también ganando sustanciali
dad y distinción con respecto al mundo, además de una cre
ciente autonomía, dado que esos sentidos y finalidades pare
cen cada vez más maleables por la voluntad y la inteligencia
humanas. Ambos procesos -la forja del yo y la apropiación
del anima mundi- se han apoyado y reforzado mutuamente.
Pero su consecuencia común ha sido el vacío cada vez mayor
de todo sentido y finalidad intrínseca del mundo exterior. En
el período moderno tardío, el cosmos se ha metamorfoseado
en un vacío sin mente, sin alma, en cuyo interior el ser huma
no es paradójicamente autoconsciente. El anima mundi se ha
disuelto y ha desaparecido; ahora todas las cualidades psico
lógicas y espirituales se localizan de manera exclusiva en la
mente y la psique humanas.
54
Este proceso evolutivo ha estimulado el surgimiento de un
yo autónomo que ocupa el centro. Es un yo decididamente
separado del mundo, vaciado de todas aquellas cualidades con
las que el ser humano se identifica de modo exclusivo, y a la
vez dinámicamente comprometido con él. La forja del yo y el
desencantamiento del mundo, la diferenciación de lo humano
y apropiación de sentido son aspectos del mismo desarrollo.
En efecto, para resumir un proceso verdaderamente comple
jo, el logro de la autonomía humana se ha pagado con la expe
riencia de la alienación humana. Todo lo que aquél tiene de
valioso, lo tiene ésta de doloroso. Lo que podría considerarse
la estrategia epistemológica fundamental de la mente humana
en evolución -la sistemática separación de sujeto y objeto-, y
que la mente moderna ha llevado a sus consecuencias extre
mas, ha demostrado tener una poderosa eficacia y ser verda
deramente liberadora. Sin embargo, muchas de las consecuen
cias a largo plazo de esta estrategia también han demostrado
ser enormemente problemáticas.
55
LA SITUACIÓN COSMOLÓGICA
EN EL PRESENTE
57
so a la reintegración, por un deseo ampliamente compartido
de superar la fragmentación y la alienación de la mente tardo
moderna. Por debajo de la variedad de sus expresiones, el
rasgo más distintivo de esta nueva visión ha sido su afán de
reconciliación filosófica y psicológica de muchas escisiones
persistentes: ser humano y naturaleza, yo y mundo, espíritu y
materia, mente y cuerpo, lo consciente y lo inconsciente, lo
personal y lo transpersonal, lo secular y lo sagrado, intelecto
y alma, ciencia y humanidades, ciencia y religión.
Durante un tiempo me pareció, como a muchos otros, que
este consenso emergente de convicciones y aspiraciones cons
tituía el desarrollo intelectual más interesante y prometedor
de nuestra era y, tal vez, uno de los que con más probabilidad
producirían un sucesor viable de la visión moderna del mun
do, hoy en rápido proceso de deterioro. Sin embargo, desde
su inicio mismo, esta nueva visión o nuevo paradigma ha to
pado con un problema aparentemente insuperable. Difícil
mente podría la presente situación del mundo estar más
madura para un cambio importante de paradigma, y muchos
observadores atentos han llegado a la conclusión de que, cuan
do se produzca, ese cambio debería basarse, y probablemente
así sea, en principios semejantes a los que acabamos de men
cionar. Pero a este nuevo enfoque le ha faltado un elemento
esencial para llegar a convertirse efectivamente en una visión
cultural arraigada o incluso para lograr la realización de su
propio programa implícito de integración psicológica e inte
lectual, un elemento imprescindible en cualquier visión del
mundo auténticamente general y con solidez interna: una cos
mología coherente.
Mirando hacia atrás, resulta evidente que el punto clave de
inflexión intelectual de la civilización occidental fue la revolu
ción copernicana, entendida en su sentido más amplio. Nada
otorgó tanta confianza en la suprema capacidad de la razón
humana. Nada afirmó con tanto énfasis ni de modo tan gene
ral la superioridad del pensamiento occidental moderno sobre
todos los otros, es decir, sobre todas las otras visiones del
mundo, todas las otras épocas, culturas y modos de cognición.
Nada emancipó con mayor profundidad o más espectacular
mente al yo moderno de un cosmos de significados preesta-
blecidos. Es imposible concebir la mente moderna sin la revo
lución copernicana.
Sin embargo, la luminosidad de esa gran revolución ha
arrojado una sombra extraordinaria. El radical desplazamien
to de la Tierra y la humanidad del centro cósmico absoluto, la
asombrosa transferencia del orden cósmico de lo observado al
observador, y el inexorable desencantamiento del universo
material, fueron aspectos clave de la mente moderna. Hoy
resumen el sentido subyacente de desorientación y alienación.
Cuando el cielo dejó de ser un reino divino y la Tierra dejó de
estar engastada en un orden celestial de esferas y poderes pla
netarios, la humanidad se vio al mismo tiempo liberada y
expulsada del vientre cósmico antiguo-medieval. La naturale
za esencial de la realidad experimentó un inmenso giro para la
mente occidental, que en ese momento se abría a un mundo de
dimensiones, estructuras y explicaciones e implicaciones exis
tenciales completamente nuevas.
Pese a toda la exaltada numinosidad del nacimiento coper
nicano, el nuevo universo que finalmente veía la luz era una
vastedad espiritualmente vacía, impersonal, neutral, indife
rente a las inquietudes humanas, gobernada por procesos aza
rosos, sin finalidad ni sentido alguno. En un nivel profundo,
la conciencia humana resultaba, por tanto, radicalmente extra
ña y descentrada. Ya no tenía la sensación de ser expresión
esencial y foco de un universo intrínsecamente significativo.
«Antes de la revolución copernicana -escribió Bertrand
Russell-, era natural suponer que los fines de Dios estaban
especialmente relacionados con la Tierra, pero esto se ha con
vertido en una hipótesis inverosímil»; ahora la humanidad ha
de ser concebida como un «curioso accidente». La revolución
copernicana fue el acto de deconstrucción prototípico de la
mente moderna. Produjo un nacimiento y una muerte. Fue el
cataclismo primordial de la edad moderna, un enorme aconte
cimiento que destruyó todo un mundo y constituyó uno
nuevo.
No sólo la evolución posterior de la cosmología moderna,
de Newton y Laplace a Einstein y Hubble, apoyó y enalteció
la visión primordial de Copérnico; también lo hizo práctica
mente toda la trayectoria intelectual moderna, con figuras
59
como Descartes, Locke, Hume, Kant, Schopenhauer, Darwin,
Marx, Nietzsche, Weber, Freud, Wittgenstein, Russell, Hei
degger, Sartre, Camus. Del racionalismo y el empirismo del
siglo XVII al existencialismo y la astrofísica del siglo XX, la
conciencia humana se ha descubierto cada vez más emancipa
da, aunque también cada vez más relativizada, desarraigada,
interiormente aislada del mundo espiritualmente opaco que
trata de comprender. En el cosmos moderno, el alma no tiene
hogar. El estatus del ser humano en su ubicación cósmica es
fundamentalmente problemático: solitario, accidental, efíme
ro, inexplicable. La orgullosa originalidad y autonomía del
«hombre» han costado demasiado caro. El hombre es una
brizna insignificante arrojada en medio de un inmenso cos
mos sin finalidad, un extraño en tierra extraña. La autocon
ciencia humana no encuentra su fundamento en el mundo
empírico. Lo interior y lo exterior, la psique y el cosmos, son
radicalmente discontinuos, mutuamente incoherentes. Como
dice el famoso resumen de la cosmología moderna de Steven
Weinberg, «cuanto más comprensible parece el universo,
tanto menos sentido parece tener». En un cosmos inmenso e
indiferente al sentido humano, con un sujeto humano descen
trado y accidental como fuente última de todo significado, un
mundo con sentido nunca puede ser otra cosa que una intré
pida proyección humana. De esta manera, la revolución co
pernicana establece la matriz esencial para el mundo moder
no, con todas sus ramificaciones desencantadoras. El más
celebrado de los logros intelectuales modernos es a la vez el
momento decisivo de la alienación, el gran símbolo del extra
ñamiento cósmico de la humanidad.
Aquí nos topamos con el núcleo de nuestra crisis contem
poránea. Pues este contexto cosmológico poscopernicano
continúa enmarcando el esfuerzo actual por forjar un nuevo
paradigma de la realidad, pese a que ese contexto está comple
tamente en desacuerdo con las profundas transformaciones
que hoy se requieren. Aunque muchas de las ramificaciones
poscopernicanas (cartesianas, kantianas, darwinianas, freu
dianas) han sido objeto de disputa y de crítica y, en una u otra
medida, replanteadas, el gran punto de partida de toda la tra
yectoria de la conciencia moderna permanece intacto. La me-
60
taestructura cosmológica que implica todo el resto está toda
vía tan sólidamente establecida que es incuestionable. Las cien
cias físicas de los últimos cien años han abierto una am
plia ventana a la naturaleza de la realidad al disolver todos los
viejos absolutos, pero la Tierra todavía se mueve, aunque
ahora junto con todo lo demás, en una explosión posmoder
na de flujo sin centro. Se ha trascendido a Newton, pero no a
Copérnico, que más bien se ha extendido en todas las dimen
s10nes.
A pesar de los extraordinarios esfuerzos realizados para
deconstruir la mentalidad moderna y marchar hacia una
nueva visión, ya sea en ciencia, filosofía o religión, nada ha lle
gado a cuestionar la gran revolución copernicana en sí misma,
primer principio y fundamento de la mentalidad moderna.
Hoy la mera idea de hacerlo es tan inconcebible como lo era
antes de 1500 la idea de que la Tierra se moviera. Esta funda
mentalísima revolución moderna, junto con sus más profun
das consecuencias existenciales, sigue predominando y deter
minando, sutil aunque globalmente, el carácter de la mentali
dad contemporánea. La realidad continuamente implacable de
un cosmos sin propósito coloca una barrera invisible, pero
eficaz, a todos los intentos por reconstruir o atemperar las
diversas consecuencias alienantes poscopernicanas, desde el
dualismo sujeto-objeto de Descartes a la evolución ciega de
Darwin. Una línea recta de desencantamiento va de la astro
nomía y la biología a la filosofía y la religión, como en la
conocida sinopsis de la condición humana que enunció
Jacques Monod en el siglo XX: «El antiguo pacto se ha hecho
trizas: el hombre sabe por fin que está solo en la inmensidad
insensible del universo, de la que surgió únicamente por
casualidad».
Desde el punto de vista cosmológico, los diversos movi
mientos que hoy en día aspiran a un mundo humanamente
significativo y con resonancias espirituales han tenido lugar
en un vacío atomista. En ausencia de algún desarrollo verda
deramente novedoso que rebase el marco existencial definido
por la revolución copernicana, estas iniciativas nunca pueden
ser más que audaces ejercicios de interpretación en un medio
cósmico que les es ajeno. Ninguna revisión de la filosofía ni de
61
la psicología, de la ciencia ni de la religión, es suficiente para
forjar una nueva visión del mundo si no se da un giro radical
en el nivel cosmológico. Tal como está en este momento,
nuestro contexto cósmico no sustenta la anhelada transforma
ción de nuestra visión del mundo. No parece posible ninguna
auténtica síntesis. Esta enorme contradicción que invisible
mente rodea al paradigma emergente es lo que le impide
alcanzar una visión coherente y efectiva del mundo.
Como ha reconocido una larga línea de pensadores, de
Pascal a Nietzsche, los vastos espacios cósmicos sin sentido
que rodean el mundo humano se oponen silenciosamente a él
y subvierten su significado. En semejante contexto, es fácil
considerar toda la imaginación humana, toda experiencia reli
giosa y todos los valores morales y espirituales como idiosin
crásicas construcciones humanas. A pesar de los muchos, pro
fundos e indispensables cambios que se han producido en la
mente occidental contemporánea, nuestro contexto cosmoló
gico sigue sosteniendo y reforzando el doble vínculo básico
de la conciencia moderna: nuestras más profundas aspiracio
nes espirituales y psicológicas son fundamentalmente incohe
rentes con la verdadera naturaleza del cosmos tal como lo
revela la mente moderna. «No sólo no estamos en el centro
del cosmos -dice Primo Levi-, sino que somos ajenos al
mismo: somos una singularidad. El universo nos es extraño y
nosotros somos extraños en el universo. »
El pathos y la paradoja característicos de nuestra situación
cosmológica reflejan una profunda escisión en el seno de la
cultura y la sensibilidad modernas. Pues la experiencia moder
na de una separación radical entre lo interior y lo exterior -de
una conciencia subjetiva, personal y con propósito, incohe
rentemente inserta en el universo objetivo, inconsciente y sin
propósito a partir del cual ella misma ha evolucionado- se
expresa en la polaridad y la tensión entre el Romanticismo y
la Ilustración en nuestra historia cultural. De un lado de esta
escisión, nuestro yo interior considera preciosas nuestras
intuiciones espirituales, nuestra sensibilidad estética y moral,
nuestra devoción por el amor y la belleza, el poder de la ima
ginación creadora, nuestra música y nuestra poesía, nuestras
reflexiones metafísicas y experiencias religiosas, nuestros via-
jes visionarios, nuestros atisbos de una naturaleza dotada de
alma, nuestra íntima convicción de que en nosotros mismos
podemos encontrar la verdad más profunda. En la cultura
moderna, ese impulso interior ha sido transmitido por el Ro
manticismo, en el sentido más amplio del término, de Rous
seau a Goethe, Wordsworth y Emerson hasta su renacimien
to, democratizado y globalizado, en la contracultura a partir
de los años sesenta. En el impulso y en la tradición del Ro
manticismo encontró el alma moderna una profunda expre
sión psicológica y espiritual.
Del otro lado de la escisión, esa alma ha habitado en un
universo cuya naturaleza esencial estaba plenamente determi
nada y definida por la Revolución Científica y la Ilustración.
En efecto, el mundo objetivo ha estado regido por la Ilus
tración; el mundo subjetivo, por el Romanticismo. Juntos han
constituido la visión moderna del mundo y la compleja sensi
bilidad moderna. Se puede decir que lo que sostiene al alma
moderna es la fidelidad al Romanticismo, mientras que el pen
samiento moderno debe su lealtad más profunda a la Ilus
tración. Una y otro viven en nosotros, plena aunque antitéti
camente. Por eso, en las profundidades de la sensibilidad
moderna hay una insoportable tensión de opuestos. De aquí
el pathos desgarrado que subyace a la situación moderna. La
biografía del alma moderna se ha dado por entero en el inte
rior del cosmos desencantado de la Ilustración, desde el cual
se percibe toda la vida y la lucha del alma moderna como
«meramente subjetiva». Nuestro ser espiritual, nuestra psico
logía, se ve contradicha por nuestra cosmología. Nuestro Ro
manticismo se ve contradicho por nuestra Ilustración; nuestro
interior, por nuestro exterior.
Por detrás de la división Ilustración/Romanticismo en la
alta cultura (reflejada en el mundo académico por las «dos cul
turas» de la ciencia y las humanidades) asoma la escisión cul
tural más profunda y antigua entre ciencia y religión. Tras la
Revolución Científica, muchos individuos de sensibilidad
espiritual han encontrado recursos que les han ayudado a
abordar la condición humana en el contexto cosmológico
moderno en forma que, en mayor o menor medida, respon
dían a sus anhelos religiosos y necesidades existenciales. Para-
dójicamente, parece ser que es precisamente este contexto,
con su supresión absoluta de todos los órdenes heredados de
significado cósmico, el que ha contribuido en nuestro tiempo
a hacer posibles una libertad, una diversidad y una autentici
dad de respuestas religiosas sin precedentes. Estas respuestas
han adoptado una multitud de formas: la búsqueda del viaje
espiritual individual inspirado en diversas fuentes, el salto
personal a la fe, la vida de servicio ético y compasión humani
taria, el giro hacia el interior (meditación, plegaria, retiro mo
nástico), el compromiso con las grandes tradiciones místicas y
prácticas orientales (hindú, budista, taoísta, sufí) o proceden
tes de culturas indígenas y chamánicas (norteamericanas, cen
troamericanas, sudamericanas, africanas, australianas, poline
sias, europeas antiguas), la recuperación de diversas visiones y
prácticas gnósticas y esotéricas, la búsqueda de la exploración
psicodélica y enteogénica, la devoción por la expresión artís
tica creadora como senda espiritual, o el compromiso renova
do con formas revitalizadas de tradiciones, creencias y prácti
cas judías y cristianas.
Pero todos estos compromisos se han producido en un
cosmos cuyos parámetros básicos han sido definidos por la
epistemología y la ontología decididamente no espirituales de
la ciencia moderna. Debido a la soberanía de la ciencia sobre
el aspecto exterior de la cosmovisión moderna, estos nobles
viajes espirituales se realizan en un universo al que, conscien
te o inconscientemente, se le atribuye una naturaleza esencial
por completo indiferente a esas búsquedas. Esas múltiples
sendas espirituales pueden proporcionar, y de hecho propor
cionan, profundo sentido, consuelo y apoyo, pero no han
resuelto la escisión fundamental de la cosmovisión moderna.
No pueden remediar la honda división latente en toda psique
moderna. La naturaleza misma del universo objetivo convier
te cualquier fe o ideal espiritual en valerosos actos de subjeti
vidad, siempre vulnerables a la negación intelectual.
Sólo manteniendo tenazmente entre paréntesis la realidad
de esa contradicción y, por tanto, asumiendo un compromiso
con lo que en esencia es una forma de compartimentación y
negación psicológica, puede el yo moderno encontrar algo
que se parezca a la totalidad. En esas circunstancias, una vi-
sión del mundo integrada, que es la aspiración natural de toda
psique, resulta inalcanzable. Una conciencia incipiente de esto
subyace a la reacción de los fundamentalistas religiosos ante la
modernidad, su rígido rechazo a unirse a la aventura espiritual
aparentemente imposible de la era moderna. Pero para la sen
sibilidad contemporánea más plenamente receptiva y reflexiva,
con sus múltiples compromisos y su atención a la dialéctica
más amplia de las realidades de nuestro tiempo, es imposible
ignorar tan fácilmente el conflicto.
El problema de esta condición disociativa no estriba úni
camente en la disonancia cognitiva o en el desasosiego inte
rior. Ni es solamente la «privatización de la espiritualidad»,
tan característica de nuestro tiempo. Dado que el contexto
cosmológico general en el que tiene lugar toda actividad hu
mana ha eliminado cualquier fundamento duradero de valores
trascendentes -espirituales, morales o estéticos-, el vacío
resultante ha potenciado los valores reductores del mercado y
los medios de comunicación de masas hasta colonizar la ima
ginación humana colectiva y quitarle toda profundidad. Si la
cosmología está desencantada, el mundo tiende a verse lógica
mente de modo utilitario, y la mentalidad utilitaria comienza
a configurar toda motivación humana a nivel colectivo. Lo
que eran medios para fines más amplios se convierten irremi
siblemente en fines en sí mismos. El impulso a obtener cada
vez mayores beneficios económicos, poder político y capaci
dad tecnológica se convierte en el impulso dominante que
moviliza a los individuos y a las sociedades hasta que estos
valores, pese a las reivindicaciones en sentido contrario, des
plazan a todas las demás aspiraciones.
El cosmos desencantado empobrece la psique colectiva
globalmente y pervierte su imaginación espiritual y moral. En
semejante contexto, todo puede ser objeto de apropiación.
Nada es inmune. Los majestuosos paisajes naturales, las gran
des obras de arte, la música venerada, el lenguaje elocuente, la
belleza del cuerpo humano, países y culturas distantes, los
momentos extraordinarios de la historia, el despertar de una
profunda emoción humana, todo se convierte en instrumento
de publicidad para manipular la respuesta del consumidor.
Porque en un cosmos desencantado no hay literalmente nada
sagrado. El alma del mundo se ha extinguido. Por tanto, los
anti guos árboles y bosques pueden verse nada más que como
madera en potencia; las montañas, tan sólo como depósitos de
minerales; las costas y los desiertos, como reservas de petró
leo; los lagos y los ríos, como herramientas de ingeniería. Los
animales se perciben como mercancías cosechables, las tribus
indígenas como molestas reliquias de un pasado definitiva
mente muerto, las mentes infantiles como blancos de merca
dotecnia. En todos los niveles cosmológicos importantes se ha
negado por completo la dimensión espiritual del universo
empírico, y con ella, cualquier fundamento general pública
mente sostenible de sabiduría y freno moral. El plazo breve y
la cuenta de resultados manda sobre todas las cosas. Ya sea en
política, en el mundo de los negocios o en el de los medios de
comunicación, el mínimo común denominador gobierna cada
vez más el discurso y los valores del todo. Con su obsesión
miope por metas mezquinas e identidades estrechas, los pode
rosos terminan ciegos ante los sufrimientos y las crisis más
generales de la comunidad global.
En un mundo en el que el sujeto se siente vivir en -y con
tra- un mundo de objetos, es más fácil que los otros pueblos
y culturas se perciban simplemente como otros objetos, infe
riores en valor a uno mismo, objetos a ignorar o explotar en
beneficio de nuestros fines personales; y lo mismo con respec
to a otras formas de vida, biosistemas o el planeta en su con
junto. Además, la angustia y la desorientación subyacentes
que impregnan las sociedades modernas ante un cosmos sin
sentido crean un adormecimiento colectivo y una desesperada
hambre espiritual, que conducen a una insaciable y adictiva
búsqueda de más bienes materiales para llenar el vacío interior
y producir un tecnoconsumismo maníaco que canibaliza el
planeta. De la desencantada visión moderna del mundo se
desprenden consecuencias terriblemente prácticas.
En cierto sentido, la ambición de emanciparnos como
sujetos autónomos mediante la objetivación del mundo se ha
vuelto completamente contra nosotros y nos obsesiona al
convertir también el yo humano en objeto, efímero efecto
colateral de un universo azaroso, átomo aislado en la sociedad
de masas, dato de una estadística, presa pasiva de las deman-
66
das del mercado, prisionero de la moderna «jaula de hierro»
autoconstruida. De ahí la famosa profecía de Weber:
68
YO
o
MUNDO MUNDO
Figura 4
71
aquí nos obligan a explorar más profundamente la naturaleza
del yo que trata de comprender el mundo. Nos urgen a distin
guir más claramente aún cómo nuestra subjetividad, ese peri
férico islote de sentido en la vastedad cósmica, participa sutil
mente en la configuración y constelación del universo que
percibimos y conocemos. Nos impulsan a examinar ese lugar
misterioso en que sujeto y objeto se entrecruzan de modo tan
intrincado y preñado de consecuencias: el decisivo punto de
encuentro de la cosmología, la epistemología y la psicología.
72
EN BUSCA DE UN ORDEN MÁS PROFUNDO
William Shakespeare
Hamlet, acto I, escena V
DOS PRETENDIENTES: UNA PARÁBOLA
75
¿ O te abrirías más franca y profundamente, tú, cosmos, al
pretendiente que te considerara al menos un ser tan inteligen
te y noble, tan valioso, impregnado de mente y alma, imbui
do de aspiración y finalidad moral y tan dotado de profun
didad espiritual y misterio como él mismo? Este pretendiente
no trataría de conocerte para explotarte mejor, sino más bien
para unirse a ti y dar a luz algo nuevo, una síntesis creadora
que emergiera de vuestras respectivas profundidades. Desea
ría liberar lo que ha quedado oculto por la escisión entre el
conocedor y lo conocido. Su meta última de conocimiento no
estribaría en incrementar el dominio, la predicción y el con
trol, sino en la participación, más sensible y con mayores
potencialidades, en el despliegue cocreador de nuevas realida
des. Buscaría una realización intelectual íntimamente ligada a
la visión imaginativa, la transformación moral, la compren
sión empática y el deleite estético. Su acto de conocimiento
sería en esencia un acto que combinara amor e inteligencia, un
acto de admiración tanto como de discernimiento, de apertu
ra a un proceso de descubrimiento mutuo. ¿A quién preferi
rías desvelar tus verdades más profundas?
Esto no quiere decir que tú, el universo, no revelaras nada
al primer pretendiente, bajo la coacción de su enfoque objeti
vador y desencantador. Es indudable que este pretendiente
obtendría, filtraría y concretaría una cierta «realidad», que él,
naturalmente, tendría por auténtico conocimiento del univer
so real: el conocimiento objetivo, «los hechos», a diferencia de
las meras ilusiones subjetivas del enfoque de cualquier otro.
Pero hemos de permitirnos poner en duda el calado de la ver
dad que este enfoque sería capaz de ofrecer, así como la auten
ticidad con que pudiera reflejar la realidad más profunda del
universo. Ese conocimiento podría ser profundamente enga
ñoso. Y si esta visión desencantada se elevara a la condición de
única visión legítima del cosmos en toda una civilización, ¡qué
incalculable pérdida, qué empobrecimiento, qué trágica de
formación, qué tristeza, en última instancia, tanto para el co
nocedor como para lo conocido!
Creo que el desencantamiento del universo moderno es
consecuencia directa de una epistemología simplista y de una
postura moral extraordinariamente inadecuada a las profundi-
dades, complejidades y grandeza del cosmos. Suponer a prio
ri que todo el universo es en última instancia un vacío inani
mado en el que nuestra conciencia multidimensional es un
accidente anómalo, y que la finalidad, el sentido, la conciencia
inteligente, la aspiración moral y la profundidad espiritual son
atributos exclusivos del ser humano, refleja una soberbia del
yo moderno que, durante mucho tiempo, se ha mantenido
oculta. Como en la tragedia griega, la hybris heroica sigue
estando indisolublemente unida a la caída heroica.
La mente posmoderna ha llegado a reconocer, con una
perspicacia crítica a la vez turbadora y liberadora, la multipli
cidad de maneras en que ciertos supuestos y estructuras de
nuestra subjetividad, a menudo ocultos, moldean y producen
la realidad que tratamos de comprender. Si algo hemos apren
dido de la multitud de disciplinas que han contribuido al pen
samiento posmoderno, es que lo que tenemos por nuestro
conocimiento objetivo del mundo está radicalmente afectado,
e incluso constituido, por una compleja multitud de factores
subjetivos, la mayoría de los cuales son completamente in
conscientes. Ni siquiera esto es del todo riguroso, pues ahora
debemos reconocer que el sujeto y el objeto, lo interno y lo
externo, se constituyen mutuamente y a tal profundidad, que
la mera estructura de un «sujeto» que conoce un «objeto»
resulta problemática. Semejante reconocimiento -obtenido
con gran esfuerzo y que la mayoría de nosotros vamos asimi
lando poco a poco- puede producir en un principio una sen
sación de desorientación intelectual, de incertidumbre o
incluso de desesperación. Cada una de estas respuestas tiene
su momento y su lugar. Pero, en última instancia, este recono
cimiento puede generar en nosotros una fortificante y feliz
sensación de corresponsabilidad con relación al mundo que
obtenemos con el poder creador de las estrategias interpreta
tivas y las cosmovisiones con las que escogemos explorar y
evolucionar.
¿Cuál es el remedio para la visión fundada en la hybris? Tal
vez el remedio esté en escuchar, en escuchar más sutil, recep
tiva y profundamente. Puede que nuestro futuro dependa de
la precisa medida en que estemos dispuestos a ensanchar nues
tras vías de conocimiento. Necesitamos un empirismo y un
77
racionalismo más amplios, más autenttcos. Las estrategias
epistemológicas de la mente moderna, establecidas hace ya
mucho tiempo, han ido constantemente limitando y a la vez
«construyendo» un mundo acerca del cual terminaron por
concluir que es objetivo. El racionalismo y el empirisimo as
céticos y objetivantes que surgieron durante la Ilustración
cumplieron la función de disciplinas liberadoras para la
naciente razón moderna, pero aún hoy dominan la corriente
principal de la ciencia y del pensamiento con una inmadura
rigidez. Con su miopía simplista y unilateral, limitan grave
mente todo nuestro espectro de percepción y de comprensión.
Se puede decir que la estrategia de desencantamiento pres
tó buenos servicios a los propósitos de su época: diferencia
ción del yo, potenciación del sujeto humano, liberación de la
experiencia humana del mundo en relación con estructuras
previas de sentido y finalidad y no cuestionadas, heredadas de
la tradición e impuestas por una autoridad externa. Propor
cionó una nueva y poderosa base de crítica y desconfianza
respecto del sistema establecido de creencias, que tan a menu
do había inhibido la autonomía humana. Además, consiguió
en parte disciplinar la tendencia humana a proyectar en el
mundo necesidades y deseos subjetivos. Pero la diferenciación
y la potenciación del ser humano se impulsaron con tanto
ahínco que se han vuelto hipertróficas, patológicamente exa
geradas. En su austero reduccionismo universal, la actitud
cosificante de la mente moderna se ha convertido en una suer
te de déspota. El conocimiento que ofrece es literalmente es
trecho de miras. Es un conocimiento extremadamente pode
roso y, al mismo tiempo, profundamente deficiente. Puede
que un conocimiento escaso sea peligroso, pero no cabe duda
de que un gran volumen de conocimientos basados en supues
tos limitados y estrechos de miras puede ser peligrosísimo.
Es menester conservar la notable capacidad moderna de
diferenciación y discernimiento, que tanto esfuerzo costó for
jar, pero nuestro desafío actual consiste en desarrollar y sub
sumir esa disciplina en un compromiso intelectual y espiritual
más amplio y generoso con el misterio del universo. Este
compromiso sólo puede darse si nos abrimos a una gama de
epistemologías que proporcionen al conocimiento un alcance
perceptivo más multidimensional. Para descubrir las profun
didades y la rica complejidad del cosmos se necesitan vías de
conocimiento que integren plenamente la imaginación, la sen
sibilidad estética, la intuición moral y espiritual, la experien
cia de revelación, la percepción simbólica, las modalidades
somática y sensorial del entendimiento y el conocimiento em
pático. Pero, por encima de todo, debemos reaccionar a -y
superar- la gran proyección antropomórfica oculta que ha
sido prácticamente la definición de la mente moderna, a saber,
la proyección de ausencia de alma en el cosmos, debida a la vo
luntad de poder del yo moderno.
La objetivación del mundo ha dotado al yo moderno de un
poder pragmático y un dinamismo realmente inmensos, pero
a expensas de su capacidad para registrar y responder a las
potenciales profundidades de sentido y de finalidad del mun
do. Contrariamente a la fría y distanciada imagen que la razón
moderna tiene de sí misma, las necesidades y los deseos sub
jetivos han impregnado inconscientemente la visión desen
cantada y han reforzado sus supuestos. Un mundo de objetos
y de procesos aleatorios sin propósito ha servido como eficaz
base y justificación para el autoengrandecimiento humano y
la explotación de un mundo al que no se considera merecedor
de atención moral. El cosmos desencantado es la sombra de la
mente moderna en todo su brillo, poder y vanidad.
En la medida en que asimilamos las intuiciones cada vez
más profundas de nuestro tiempo en lo tocante a la naturale
za del conocimiento humano, y en la medida en que discerni
mos con mayor lucidez la intrincada implicación recíproca de
sujeto y objeto, yo y mundo, tenemos que preguntarnos si, al
fin y al cabo, esta cosmología radicalmente desencantada es
factible. Tal vez no sea tan verdaderamente neutral y objetiva
como suponemos, sino, en realidad, reflejo de imperativos
evolutivos y necesidades inconscientes, lo mismo que cual
quier otra cosmología de la historia de la humanidad. Tal vez
el desencantamiento no sea en sí mismo más que otra forma
de encantamiento, otra modalidad de la experiencia, de gran
poder de convicción, que ha hechizado la mente humana y de
sempeñado un papel en la evolución, pero que ahora no sólo
limita nuestra comprensión cosmológica, sino que además es
79
insostenible para nuestra existencia. Tal vez haya llegado el
momento de adoptar, como hipótesis y punto de partida
potencialmente más fructífero, el enfoque del segundo preten
diente acerca de la naturaleza del cosmos.
De la gran cantidad de disciplinas que han comenzado a
desafiar el predominio del universo desencantado, hay en par
ticular un campo cuyo desarrollo durante el siglo pasado ha
producido una serie de intuiciones, conceptos y datos inespe
radamente pertinentes ante la crisis cosmológica que acabo de
esbozar. A esta disciplina y su evolución histórica, estrecha
mente entretejida con la historia más amplia del yo moderno,
dirigiremos ahora la atención.
80
LA BÚSQUEDA INTERIOR
81
de este peligroso viaje aparecen pequeñas señales e inespera
das anomalías que desafían y desestabilizan el confiado cono
cimiento del yo antiguo, pero que finalmente señalan el cami
no hacia el umbral de otro mundo.
En la dramática evolución de la psique occidental, que tan
tas y tan importantes consecuencias ha tenido para el planeta,
los perdurables modelos arquetípicos, visibles en los mitos del
héroe, también parecen funcionar con extraordinaria potencia
en el nivel de la historia y de la psique cultural colectiva. Pero,
aun siendo así, el cambio de contexto, del mito por la historia
y de la persona individual por una civilización, ha implicado
un sorprendente cambio en términos de narración. En efecto,
en la historia del pensamiento y la cultura occidentales, la co
munidad, el todo más amplio del cual el yo heroico quedó
separado, no fue simplemente la matriz tribal o familiar local,
sino más bien la comunidad entera del ser, la Tierra, el cosmos
mismo. Las diferentes etapas de esa separación, descenso y
transformación tuvieron lugar en las distintas grandes épocas
de la historia cultural de Occidente a lo largo de un proceso
que, retrospectivamente considerado, no parece diferenciarse
demasiado de un vasto rito de paso evolutivo en el escenario
de la historia y el cosmos y que hoy está llegando a un
momento crítico particularmente delicado.
Vemos ese modelo en la antigüedad tardía, contra el telón
de fondo de la ruinosa decadencia de la civilización clásica,
cuando la antigua visión cosmológica alcanzaba finalmente
una frontera opaca en el seno de la estructura dominante del
universo geocéntrico ptolemaico-aristotélico. La complejidad
de los movimientos celestes era cada vez más inescrutable, y el
poder de las esferas planetarias sobre la vida humana parecía
cada vez más determinante. Bajo ese conjunto de supuestos, la
psique cultural no podía ir más allá y, en consecuencia, se vio
obligada a volverse hacia dentro, a penetrar más profunda
mente en el mundo interior del alma y el espíritu. Así produ
jo una nueva forma de ser. En ese momento, tras las intensas
luchas y epifanías del judaísmo bíblico tardío y el cristianismo
primitivo, el gnosticismo y las religiones mistéricas, en plena
crisis escéptica y religiosa de finales de la era clásica, se produ
jo el gran viaje interior de San Agustín y, más tarde, de todo el
Occidente medieval, que este filósofo anticipó y sobre el que
tanta influencia ejerció.
Lo mismo sucedió en el mundo moderno, pero en una
nueva escala y con una separación más radical. Cuando, en el
curso de la era moderna, fueron surgiendo gradualmente las
principales implicaciones de la revolución copernicana, las im
penetrables fronteras de la cosmovisión desencantada comen
zaron a empujar otra vez la psique cultural hacia dentro.
Pascal fue uno de los primeros en afrontar las oscuras impli
caciones de la nueva realidad cosmológica: «El silencio eterno
de estos espacios infinitos me aterra». Kant, aunque embarga
do de veneración por esos mismos espacios, luchó denodada
mente para superar la severa disyunción entre «el cielo estre
llado sobre mí y la ley moral dentro de mí», entre el dominio
de la ciencia y el dominio de la religión. Finalmente, Nietz
sche, al reconocer plenamente la dificultad del yo moderno
en el cosmos científicamente revelado, en el que se sentía
«extraviado como en una nada infinita», comenzó su paradig
mático descenso a las profundidades interiores. De esa mane
ra presagió la psicología profunda que, inmediatamente des
pués de ese descenso, fue concebida y desarrollada por Freud
y Jung en Europa y, de otro modo, pero estrechamente rela
cionado, por William James en Estados Unidos. Sobre el
fondo histórico de las grandes crisis, tanto la interna como la
externa, que se apoderaron de la civilización moderna, el si
glo XX se convirtió, en palabras de Peter Homans, en «el siglo
psicológico».
Freud fue el primero en reconocer la profunda afinidad y
continuidad entre la revolución copernicana y la revolución
de la psicología profunda. Mientras que el primer aconteci
miento transformó irrevocablemente el cosmos exterior, el
segundo transformó irrevocablemente el cosmos interior, y en
ambos casos se subvirtió radicalmente la ingenua convicción
de la humanidad acerca de su centralidad, precio a pagar por
la ampliación radical de su visión. Así como los copernicanos
habían desplazado a la Tierra del centro del universo para
revelar un cosmos mucho más amplio y desconocido en el que
la Tierra no era ya más que un pequeño fragmento periférico,
los freudianos desplazaron el yo consciente del centro del uni-
verso interior para revelar el dominio mucho más amplio y
desconocido del inconsciente. El yo moderno tuvo que reco
nocer que no era el señor de su propia casa, como implicaba
el confiado cogito cartesiano, sino que era más bien un epife
nómeno periférico de procesos mucho más poderosos que,
insondables, operaban allende los límites de su conciencia.
Ambas revoluciones, la cosmológica y la psicológica, fue
ron al mismo tiempo causa de descentración y de emancipa
ción. Pero mientras que el advenimiento de Copérnico se pro
dujo cuando el yo moderno empezaba su gran ascenso, con
Leonardo y Colón, Lutero y Montaigne, Bacon y Galileo,
Descartes y Newton, Freud hizo su aparición en el otro extre
mo de la trayectoria, cuando el yo moderno empezaba su gran
descenso, con Nietzsche y Weber, Kafka y Picasso, Heidegger
y Wittgenstein, Woolf y Beauvoir, Camus y Beckett. Una y
otra revolución anunciaban respectivamente, por así decir, el
alba y el ocaso del viaje solar del yo moderno: mientras que la
revolución copernicana impulsó y simbolizó el ascenso hacia
fuera y la construcción del yo moderno que comenzó en el
Renacimiento y produjo la Ilustración, la revolución de la psi
cología profunda reflejó el descenso hacia dentro y la decons
trucción del yo, que dio comienzo a finales del siglo xrx y
produjo la era posmoderna.
Esa simetría a modo de arco se puso también de manifies
to en otro aspecto importante. Cada una de las dos revolucio
nes tuvo efectos de desencantamiento y al mismo tiempo de
renovación espiritual. Pero mientras que el despertar coperni
cano del ascenso hacia fuera empezó en un clima de exaltación
espiritual y luego se fue desplazando, gradual pero inexora
blemente, hacia el aleatorio universo mecanicista de la visión
moderna posterior del mundo, el descenso hacia dentro de la
revolución de la psicología profunda desencadenó más bien
la secuencia inversa.
Freud, tanto por temperamento como por compromiso
intelectual, cargó desde el primer momento el énfasis en las
implicaciones de desencantamiento del despertar psicológico:
toda la motivación psíquica hundía sus raíces en el instinto
biológico inconsciente; toda experiencia y aspiración humana,
por elevada o sublime que fuese, se reducía en última instan-
cia al impulso mecanicista. Sin embargo, incluso Freud, en la
proyección poética y mística de su visión y su perdurable com
promiso emocional con la numinosidad arcaica (mitología
clásica, interpretación de los sueños, antiguos iconos religio
sos, secretos de culto), dejó traslucir señales de una ambiva
lencia subyacente. James y Jung, sin embargo, con diferentes
sensibilidades, señalaron decisivamente, en los nuevos descu
brimientos, potenciales de mayor expansión espiritual y, final
mente, un universo interior más vasto y más misterioso que el
que Freud había sido capaz de reconocer. Como la revolución
copernicana, la psicología profunda fue resultado de la extra
ordinaria convergencia de una multiplicidad de corrientes
intelectuales y culturales y demostró, en el desarrollo de su
visión, ser tan creadora y paradójica como aquélla.
86
mente moderna, a partir de James y Jung, a asimilar dimensio
nes de conciencia y principios del universo subjetivo que ya
no encajaban fácilmente con lo que James llamó el «universo
cerrado» de la creencia científica convencional.
Así como la psicología profunda subvirtió las ortodoxias
ingenuas de la mentalidad científica a la vez que extendió el
ámbito de la investigación científica, así subvirtió también las
ortodoxias ingenuas de la religión tradicional al mismo tiem
po que extendía el ámbito de la investigación espiritual. La
relación de la psicología profunda con la religión fue comple
ja. Las direcciones que inauguraron tanto James como Jung,
contrariamente a los supuestos seculares de gran parte del
pensamiento moderno, apuntaban a la universalidad humana
de la aspiración espiritual y proporcionaban nuevos funda
mentos a la afirmación de que la dimensión religiosa de la vida
era esencial a la salud y la plenitud psicológica. La captación
de las estructuras transculturales arquetípicas subyacentes a
las religiones del mundo ofreció nuevas formas de compren
sión a la búsqueda humana de sentido espiritual. Esa com
prensión demostró ser a la vez enriquecedora y relativizado
ra. Por una parte, socavaba las aspiraciones absolutistas de
diversas religiones a considerarse la única autoridad espiritual,
lo que liberó a muchos individuos de sus cadenas dogmáticas
sin dejar de respetar sus búsquedas espirituales. Por otro lado,
las nuevas perspectivas también hicieron posible para muchos
una inesperada renovación y profundización espiritual de su
relación con los símbolos principales de esas mismas tradicio
nes, que ahora se veían y se entendían de una manera más
amplia, menos literal, más directamente significativa y anima
da de vivacidad experiencial.
Especialmente afectado se vio el gran número de personas
con inquietudes espirituales cuya experiencia de lo sagrado
dejó de acomodarse a las estructuras de la tradición religiosa
heredada, fenómeno cada vez más amplio a finales de la era
moderna y en la posmodernidad. A estas personas, la psicolo
gía profunda les proporcionó nuevas maneras de articular su
encuentro con lo numinoso y afirmó la multitud de fructífe
ras fuentes de revelación espiritual en las que podía inspirarse
la psique humana, más allá de las sancionadas por una tradi-
ción particular, como los estados extraordinarios de concien
cia, la creatividad, los sueños, las relaciones íntimas, la sexua
lidad y el cuerpo, la naturaleza, las tradiciones sagradas y las
prácticas transformadoras de otras épocas y otras culturas. Al
igual que la ciencia, la religión poseía sus propias tendencias a
reificar una interpretación prematuramente cerrada del uni
verso. La psicología profunda ofrecía un marco de referencia
evolutivo que abría el horizonte de la auténtica experiencia re
ligiosa al compromiso con los misterios de la existencia huma
na, más allá de las limitaciones y los mutuos antagonismos ca
racterísticos de las tradiciones religiosas del mundo entero.
Dadas las radicales escisiones de la mente moderna entre el
yo y el mundo y entre lo consciente y lo inconsciente, la
importancia central de la psicología profunda en el pensa
miento del siglo XX puede considerarse, en cierto sentido, ine
vitable. Pues el radiante surgimiento del yo racional moderno
-la conciencia cartesiana focalizada, centrada, potenciada, se
parada, objetivante, autorreflexiva y autoidentificadora- pro
dujo efectivamente un «inconsciente», tal como la luz crea la
sombra, que luego requirió elaboración teórica, exploración y
cuidadosa asimilación. El descubrimiento del inconsciente,
por tanto, fue significativo en muchos frentes, con múltiples
implicaciones que es menester tomar en cuenta no sólo psico
lógicas y terapéuticas, sino también históricas, filosóficas y
políticas, existenciales y espirituales. Jung describió esta signi
ficación con la mayor contundencia: «No hemos entendido
todavía que el descubrimiento del inconsciente significa una
enorme tarea espiritual, tarea que es preciso realizar si quere
mos preservar nuestra civilización».
88
mación espiritual. Pero, puesto que la más amplia visión cul
tural del mundo en la que la psicología profunda estaba inser
ta continuó sosteniendo la básica escisión entre el yo humano
y el mundo desencantado, la reintegración y la curación de la
psique moderna no pudo llegar más lejos. El problema se re
flejaba indirectamente en la crítica procedente de las discipli
nas científicas indiferentes o contrarias al proyecto romántico,
que acusaban a la psicología profunda de falta de objetividad
y de resultados empíricamente mensurables. Estas críticas
científicas fueron eficazmente refutadas por los psicólogos,
pero también por filósofos como Jürgen Habermas, quien
confirmó el potencial emancipador de la psicología profunda
gracias a la profundización de la autocomprensión que permi
tía. En contraste con las ciencias físicas, su foco esencial se
centraba en los significados, que jamás pueden ser cuantifica
dos. Sin embargo, la disciplina continuó limitada por un pro
blema más grave: aparentemente, sus intuiciones sólo eran
pertinentes a la psique, al aspecto subjetivo de las cosas, no al
mundo en sí mismo. Tales intuiciones no podían cambiar el
contexto cósmico más amplio en el que el ser humano busca
ba integridad psicológica y realización espiritual. Esa ruptura
primigenia permanecía intacta, y sin curar.
Dentro de la estructura establecida de la cosmovisión mo
derna, con independencia de lo convincente que, desde el
punto de vista subjetivo, fuera la evidencia psicológica de una
dimensión espiritual trascendente, un dominio arquetípico,
un anima mundi, un impuso religioso universal o la existencia
de Dios, los descubrimientos de la psicología no podían reve
lar nada con certeza acerca de la auténtica constitución de la
realidad. Las experiencias y el conocimiento interior que ex
ploraba la psicología profunda sólo podían considerarse una
expresión de la psique humana y de sus estructuras intrínse
cas. En efecto, la espiritualidad y la religión humanas estaban
todavía confinadas al universo subjetivo. Era imposible decir
qué había detrás de esto. Tal vez la psicología profunda había
ofrecido al alma moderna un mundo interior más profundo y
más rico, pero el universo objetivo conocido de la ciencia
natural seguía siendo materialista, opaco y desprovisto de fi
nalidad. Con la escisión que se daba en la cosmovisión moder-
na entre, por un lado, la interioridad religiosa, romántica y
psicoanalítica y, por otro lado, la descripción mecanicista del
mundo propia de las ciencias físicas, no parecía haber posibi
lidad alguna de un auténtico puente o mediación entre el yo y
el mundo, entre sujeto y objeto, entre psique y cosmos. En su
núcleo y su esencia, la modernidad había creado una tensión
de opuestos aparentemente irresoluble, una fundamental antí
tesis entre cosmología objetivista y psicología subjetivista.
Al parecer, el gran descenso del yo moderno ha llegado a
un auténtico callejón sin salida. Y esta situación metafísica y
epistemológica particularmente difícil, al penetrar e impreg
nar de una u otra forma todos los aspectos de la experiencia
humana, ha afectado prácticamente a todos los pensadores
importantes del siglo XX, en el curso del cual ha habido valien
tes respuestas a este dilema generalizado, algunas resignadas a
su inevitabilidad y otras, en cambio, anticipatorias de su trans
formación. Entre éstas, desde el interior del campo de la pro
pia psicología profunda, el estudio de una provocadora cate
goría especial de fenómenos ha sugerido de un modo particu
larmente directo que la abismal división entre yo interior y
mundo objetivo podría no ser absoluta.
LA SINCRONICIDAD Y SUS IMPLICACIONES
91
to humano en busca de sentido y el mundo objetivo vacío de
sentido. Desde el primer momento, este principio ha ocupado
una posición única en los análisis contemporáneos, pues los
físicos lo han descrito como un reto capital a los fundamentos
filosóficos de la ciencia moderna y, al mismo tiempo, los estu
diosos de la religión han visto en él profundas implicaciones
para la psicología de la religión. La cantidad de libros y la
atención que, tanto entre eruditos como entre el público en
general, se dedicaron al concepto y al fenómeno ha ido au
mentando de una década a otra.'
Al comienzo,Jung se interesó particularmente por las coin
cidencias significativas debido, sin duda, a que la frecuencia
con que ocurrían había ejercido una considerable influen
cia en su propia experiencia vital. También observó que, en el
proceso terapéutico de sus pacientes, esos acontecimientos
desempeñaban repetidamente un papel a veces poderoso, so
bre todo en períodos de crisis y transformación. La especta
cular coincidencia de significado entre un estado interior y un
acontecimiento exterior simultáneo parecía producir en el
individuo un movimiento sanador orientado a la plenitud psi
cológica y mediado por la inesperada integración de realida
des internas y externas. A menudo estos acontecimientos
daban lugar a un nuevo sentido de orientación personal en un
mundo al que, en la nueva situación, se consideraba capaz de
encarnar finalidades y significados más allá de las meras pro
yecciones de la subjetividad humana. De pronto, el caos alea
torio de la vida parecía encubrir un orden más profundo. Se
había dado, por así decir, un signo sutil, un color inesperado
en el pálido vacío de significado, un indicio, en palabras de
William James, de «algo más».
Junto con las apariciones más profundas de la sincronici
dad se daba la naciente intuición, que a veces se veía como un
despertar espiritual, de que el individuo, hombre o mujer, no
sólo estaba inserto en un fundamento más amplio de sentido
y finalidad, sino que, en cierta manera, era también un foco
del mismo. Este descubrimiento, que a menudo emergía des
pués de un prolongado período de oscuridad o de crisis espi
ritual, tendía a ir acompañado de la apertura a nuevas poten
cialidades y responsabilidades existenciales. Tanto a causa de
92
este significado personal directamente vivido, como de sus
asombrosas implicaciones, semejante sincronicidad era porta
dora de una cierta numinosidad, una carga espiritual dinámi
ca con consecuencias transformadoras para la persona que la
experimentaba. A este respecto, el fenómeno parecía funcio
nar, en términos religiosos, como algo parecido a una inter
vención de la gracia. Jung observó que con frecuencia estas
sincronicidades se guardaban en secreto o con reserva, para
evitar la posibilidad del ridículo que acecha a un aconteci
miento de tan relevante significado personal.
El ejemplo clásico de una experiencia crucial de sincroni
cidad es la conocida descripción de Jung del caso del «escara
bajo de oro». Hela aquí:
93
momento se pudo proseguir el tratamiento con resultados satisfac
torios.
94
inmensa expansión del cielo en todas las direcciones. James
Hillman refiere así el acontecimiento:
95
También aquí, la emoción de Agustín en el jardín de Milán
marcó el despertar de su vocación personal y proclamó a la
vez la nueva actitud de la naciente era cristiana. Mil años des
pués, las propias palabras de Agustín encontradas al azar pro
porcionaron a Petrarca una fuerza catalizadora sorprendente
mente similar en el Mont Ventoux. Esta vez, la epifanía sin
crónica se desplegó en una nueva dirección y con diferentes
consecuencias: una revelación se produjo en el jardín y apun
tó al cristianismo y la Edad Media; la otra ocurrió en la mon
taña y apuntó al Renacimiento y la modernidad. 1
97
presencia de dos factores: en primer lugar, una desarrollada
capacidad para pensar y percibir simbólicamente, una sensibi
lidad cultivada para configuraciones metafóricas y analógicas
que conectan y por tanto iluminan diversos fenómenos; y en
segundo lugar, una apertura epistemológica a la posibilidad de
que ese significado pudiera ser vehiculado tanto por el mundo
exterior como por el interior, por toda la naturaleza y el me
dio que nos rodea, y no sólo por la psique humana.
Sin embargo, el reconocimiento de esas sincronicidades
requiere sutiles juicios realizados en circunstancias usualmen
te impregnadas de ambigüedad y abiertas a múltiples interpre
taciones. La sugerencia de la configuración y la tantas veces
delicada precisión en los detalles de esas coincidencias escapa
sin ninguna duda a la red de evaluaciones objetivas y pruebas
experimentales. Las sincronicidades parecen constituir una
realidad vivida cuya experiencia depende profundamente de la
percepción sensible del contexto y el matiz. Pues las sincro
nicidades tienen un lado sombrío, como ocurre en la exagera
ción de lo trivial para descubrir un significado de autoexal
tación. Otra forma que puede adoptar ese lado oscuro es la
reducida y mórbida interpretación paranoica de las coinciden
cias en términos de conspiraciones malignas de otras personas
astutamente dirigidas al yo, o de psicóticos delirios de auto
rreferencia. Estas interpretaciones, tal como Jung lo sugirió
una vez, son egocéntricas, precopernicanas. Centran ingenua
mente el mundo del significado en el viejo y estrecho yo, mag
nifican o persiguen el ego separado, eludiendo de ese modo el
surgimiento más complejo y a menudo difícil del yo indivi
dualizado que dialoga con el todo.
Ese surgimiento requiere que se preste atención a las de
mandas y las comunicaciones del amplio cosmos del in
consciente. Es preciso emprender un minucioso cultivo del
autoconocimiento para no quedar bajo el dominio de la mera
proyección. La discriminación de estos acontecimientos
requiere una conciencia autocrítica de las tendencias incons
cientes a la distorsión narcisista, en virtud de la cual se está
constantemente transformando acontecimientos aleatorios o
periféricos en signos de un universo egocéntrico. No menos
decisivo es el desarrollo y la equilibrada interacción de múlti-
ples facultades cognitivas: empírica, racional, emocional, rela
cional, intuitiva, simbólica. La capacidad para un agudo pero
equilibrado discernimiento no debe forjarse únicamente sobre
la base de la atención a la configuración significativa, sino
también sobre la de una disciplinada dedicación al todo más
amplio en cuyo seno el yo individual busca orientación.
Hoy, medio siglo después de la formulación original jun
guiana del principio de sincronicidad y ya ampliamente reco
nocidos el concepto y el fenómeno, es posible discernir una
secuencia y una progresión típicas en la naturaleza de aconte
cimientos y respuestas sincrónicos. La primera fase está en
general marcada por la experiencia de diversas coincidencias y
configuraciones ambiguamente sugestivas que podrían pare
cer más o menos extraordinarias, curiosas o incluso vagamen
te misteriosas, pero que también pueden tomarse como sim
plemente fortuitas o subjetivas y, por tanto, ser ignoradas u
olvidadas. Más adelante, pueden darse una o más sincronici
dades especialmente poderosas, libres de ambigüedad en la
fuerza de su coincidencia y en la precisión de su estructura,
que tengan un efecto revelador con respecto al individuo y
marquen un umbral decisivo en su desarrollo psicológico y es
piritual. No es raro que este tipo de sincronicidades se den en
asociación con nacimientos, defunciones, crisis y otros puntos
de inflexión importantes en la vida. A veces puede producirse
una súbita convergencia de muchas de estas sincronicidades
en intrincada interconexión, muy cercanas unas de otras o en
rápida sucesión, desencadenando una poderosísima epifanía
de un nuevo sentido y una nueva finalidad en la vida del in
dividuo.
Sin embargo, con el tiempo, una vez superado este umbral,
suele aparecer una nueva actitud ante las sincronicidades, en la
medida en que su frecuencia y su carácter llegan a dar la im
presión de formar parte de la penetrante inteligencia y maes
tría de la vida, de ser menos la revelación puntual de un nuevo
orden de la realidad que una fuente continuada de sentido y
orientación que nos hace participar en la vida con mayor sen
sibilidad e inteligencia. Empieza así a desarrollarse, como as
pecto esencial del hecho de vivir una vida más consciente, una
disciplinada atención a la estructura significativa, tanto en el
99
mundo exterior como en el interior. Se considera que la apa
rición de sincronicidades permite un diálogo continuo con el
inconsciente y el todo más amplio de la vida, a la vez que esti
mula una apreciación estética y espiritual de los poderes vita
les de compleja configuración simbólica.
Aunque en su monografía principal sobre la sincronicidad
Jung no describe explícitamente esta última fase, es evidente,
por muchos pasajes de sus escritos y por los recuerdos y
memorias de otros, que la manera en que orientó su vida y su
práctica clínica llevaba implícita una constante atención a
acontecimientos sincrónicos potencialmente significativos
que darían forma a su modo de entender las cosas y a sus
acciones. Jung veía la naturaleza y el medio que rodea a cada
uno como una matriz viviente de sentido potencialmente sin
crónico capaz de iluminar la esfera humana. Prestaba atención
a los inesperados o insólitos movimientos o apariciones de
animales y las bandadas de aves, el viento, las tormentas, el re
pentino aumento de intensidad del batir del lago tras la venta
na de su consultorio y fenómenos similares, por si pudieran
tener una relevancia simbólica paralela al despliegue de reali
dades psicológicas interiores. Para la mujer que había soñado
con el escarabajo de oro, la visita sincrónica del día siguiente
a través de la ventana tuvo un carácter impresionantemente
transformador, mientras que, para Jung, el mismo aconteci
miento representó un ejemplo asombroso, pero no extraño,
de la configuración significativa de acontecimientos internos
y externos a la que ya hacía mucho tiempo había aprendido a
prestar atención.
En agudo contraste con la cosmovisión moderna, Jung
dejó de considerar el mundo exterior como fondo puramente
neutral sobre el cual la psique humana persigue su aislada bús
queda intrasubjetiva de sentido y finalidad. Más bien, todos
los acontecimientos, internos y externos, ya emanaran del
inconsciente humano, ya de la matriz más amplia del mundo,
eran reconocidos como fuentes de potencial significado psico
lógico y espiritual. Desde esta perspectiva, no sólo la psique
individual, y no sólo el inconsciente colectivo de la humani
dad, sino la naturaleza entera, sostenían e impulsaban la psi
que humana hacia una mayor conciencia de la finalidad y el
100
significado.• Cada momento del tiempo poseía un cierto ca
rácter o cualidad tangibles que impregnaban los diversos
acontecimientos que tenían lugar en ese momento.
101
górico-platónica, y formas sagradas tradicionales como el
mandala, el círculo y la cruz. A todos estos principios se les
reconocía un carácter primordial, mítico y numinoso, funda
do en las capas más profundas de la psique, y se los veía como
expresiones de un inconsciente colectivo compartido por
todos los seres humanos.
Durante la mayor parte de su carrera, Jung trabajó y escri
bió en el moderno marco filosófico cartesiano-kantiano de
una división básica entre el sujeto humano y el mundo objeti
vo, de modo que tendió a restringir los arquetipos al mundo
interior de la psique humana. Su visión de los arquetipos en
los períodos temprano y medio de su carrera era en general
equivalente a la noción de formas y categorías a priori de
Kant: estructuras o disposiciones psicológicas heredadas que
precedían y modelaban la naturaleza de la experiencia huma
na, pero de las que no se podía decir que trascendieran la psi
que humana. Sin embargo, en su obra posterior, y más explí
citamente en el contexto de su análisis de las sincronicidades,
Jung se inclinó a favor de una concepción de los arquetipos
como patrones autónomos de significado que configuran
tanto la psique como la materia y proporcionan un puente
entre lo interior y lo exterior: «La sincronicidad postula un
significado a priori en relación con la conciencia humana y
que, al parecer, existe fuera del hombre». De esta manera, la
obra tardía de Jung conecta profundamente con la antigua
comprensión de un mundo dotado de alma, un anima mundi
de la que la psique humana participa y con la que comparte los
mismos principios de significado y orden. Jung observaba
paralelismos entre los fenómenos sincrónicos y la compren
sión china del Tao, la antigua concepción griega de la simpatía
cósmica de todas las cosas, la doctrina hermética del micro
cosmos y el macrocosmos, la teoría medieval y renacentista de
las correspondencias y el concepto medieval de la preexisten
te unidad última de toda la existencia, el unus mundus (el
mundo unitario). 6
En todos los casos de sincronicidad, Jung distinguió una
subyacente coherencia de los arquetipos, coherencia que vin
culaba acontecimientos de otro modo inconexos, informaba el
campo más amplio de significado e infundía una cualidad es-
102
pecífica fundamental al momento en que tenía lugar la sincro
nicidad. Por ejemplo, en el primero de los casos anteriormen
te citados, la imagen del escarabajo de oro, de tanta carga sim
bólica, expresaba el principio arquetípico del renacimiento y
la renovación, visible en el mito egipcio del Dios Sol, que, en
el otro mundo, durante el viaje marítimo nocturno, se trasmu
taba en un escarabajo y luego se montaba a la gabarra para
volver a aparecer al alba, renacido, en el cielo matutino. En la
religión egipcia, el viaje mítico del Sol mediaba el viaje espiri
tual del alma y proporcionaba así al individuo un modelo sim
bólico transformador de descenso y renovación, muerte y
renacimiento.
Por el contrario, el caso del reloj parado estaba penetran
temente informado por el complejo arquetipo de Saturno
Cronos, el principio del senex, símbolo y figura básicos en la
tradición cultural de Occidente, desde los griegos antiguos y
la era helenística hasta la Edad Media y el Renacimiento/ En
esta sincronicidad, el arquetipo de Saturno no sólo aparecía en
todos los pormenores concretos que implicaban el tiempo,
sino también en los temas intrincadamente interrelacionados
de detención y estancamiento (tanto de la mente como del
reloj), de oposición y rechazo, error, falta, corrección, juicio y
autocrítica, el superego. Cada elemento y etapa del aconteci
miento sugería una dimensión del espectro polivalente de sig
nificados del principio de Saturno: el tiempo preciso del en
cuentro, la tarea a realizar, el problema a resolver, el enunciado
de juicios, el antagonismo de la discrepancia, el intento de
concluir la tarea, el cuidadoso acto de negación y crítica diri
gido en primer lugar hacia fuera, a los otros, y luego hacia
dentro, hacia el yo, la autocorrección seguida de repetición y
nuevo tratamiento del problema para intentar, esta vez, abor
darlo correctamente. Por último, los temas más generales,
como decidir el destino del manuscrito, juzgar el legado del
fallecido, la muerte como detención del tiempo, eran todos
expresiones características de Saturno y del senex discernible
en el momento del encuentro.
Puesto que las sincronicidades parecían reflejar y encarnar
las mismas formas arquetípicas que Jung y muchos otros lle
garon a tener por principios básicos subyacentes de la psique
103
humana, el que esas coincidencias significativas ocurrieran
realmente y que como tales se las reconociera imprimió una
nueva y decisiva dimensión a la perspectiva de los arquetipos.
La conformidad empírica entre el acontecimiento que tenía
lugar en el mundo exterior y la cualidad arquetípica del esta
do interior de conciencia sugería que el arquetipo activo no
podía localizarse como una realidad intrapsíquica exclusiva
mente subjetiva. Más bien al contrario, tanto la psique como
el mundo, lo interior como lo exterior, estaban informados
por el patrón arquetípico y, en consecuencia, unidos por la
correlación. Fue específicamente la potencia experiencia! de
esta espontánea resonancia arquetípica lo que pareció actuar
como solvente curativo sobre las encallecidas polaridades en
tre el yo y el mundo, el sujeto y el objeto, lo consciente y lo
inconsciente de la persona que pasaba por una experiencia de
sincronicidad.
104
ha en esencia el círculo sagrado de la psique humana. Sin
embargo, al final, los largos años que Jung dedicó a estudiar
las sincronicidades lo impulsaron a reconocer este compromi
so como algo que se hace real en el más amplio círculo sagra
do de la naturaleza como un todo. Desde ese punto de vista,
el despliegue de la espiritualidad humana y la lucha de cada
persona por su individuación no sólo se apoyan en las profun
didades interiores de la psique humana, sino también en las
profundidades de la naturaleza misma. 8
El reconocimiento de las potenciales implicaciones metafí
sicas de las sincronicidades no sólo sugería una transforma
ción en la psicología de la religión, sino que también represen
taba un paso decisivo hacia la superación de la escisión entre
religión y ciencia en la era moderna, que durante tanto tiem
po se había expresado en la diferencia abismal y aparentemen
te insuperable entre psique y mundo. Como ha escrito el físi
co Victor Mansfield, hablando por muchos: «He encontrado
demasiadas experiencias sincrónicas, tanto en mi vida perso
nal como en la de otros, como para ignorarlas. Sin embargo,
estas experiencias sorprendentemente comunes plantean tre
mendos desafíos psicológicos y filosóficos a nuestra visión del
mundo. Para mí, como físico formado en la cultura del mate
rialismo científico, son experiencias particularmente turbado
ras». Con estas implicaciones en mente, tanto filosóficas como
psicológicas, Marie Louise von Franz, estudiosa de Jung y
estrechamente asociada a él, afirmó, en una entrevista a finales
de su vida, que «el trabajo que queda ahora por hacer es ela
borar el concepto de sincronicidad. No sé quiénes continua
rán este trabajo. Han de existir, pero no sé dónde están».
A pesar de lo enigmático de su naturaleza y de ser a menu
do desechadas sin más, las sincronicidades fueron los humil
des indicios con los que Jung empezó a abrir la posibilidad de
una redefinición fundamental tanto de la situación religiosa
moderna como de la moderna descripción científica del
mundo, más allá del universo cerrado de una psique con aspi
raciones espirituales rodeada de un mundo desencantado.
Recordando el diagrama que ilustraba la visión moderna del
mundo, la existencia de sincronicidades implicó que el gran
círculo exterior que representaba el mundo ya no podía verse
105
como un vacío definitivamente carente de sentido. La relación
dinámica entre diferentes dimensiones del ser, tanto entre el
yo humano y el mundo que lo rodea como entre la conciencia
y el inconsciente, había de ser repensada. Al parecer, fue el
creciente reconocimiento de la importancia que estas implica
ciones tenían para la visión moderna del mundo lo que impul
só aJung a trabajar con tanto denuedo, con tanto valor inclu
so, para incorporar la conciencia crítica del fenómeno de la
sincronicidad al discurso intelectual del siglo XX.9
Ahora, la búsqueda psicológica y espiritual del yo moder
no se extendía más allá de un horizonte exclusivamente subje
tivo, intrapsíquico, pues esa búsqueda tenía lugar en el marco
de un mundo que poseía una evidente capacidad intrínseca
para expresar y servir de soporte al sentido y la finalidad.
Tenue, sutilmente, el contexto más amplio en el que la psique
moderna perseguía su búsqueda de totalidad comenzó a cam
biar.
106
EL COSMOS ARQUETÍPICO
Bruno Schulz
107
configuraciones arquetípicas resultaran más universalmente
discernibles y se dieran más ampliamente asociadas a la expe
riencia colectiva y el mundo en general, en lugar de hacerlo
esporádicamente y en casos aislados especiales-, la sugerencia
de un orden más profundo podría encontrar una corrobora
ción efectiva que le permitiera influir en la visión cultural del
mundo.
Sin embargo, un tipo muy controvertido de sincronicida
des parecía acercarse a esta descripción. En el curso de su
carrera, Jung se sintió cada vez más atraído por la antigua
perspectiva cosmológica de la astrología, que postulaba una
correspondencia simbólica sistemática entre las posiciones
planetarias y los acontecimientos de la existencia humana. Allí
estaba la tesis, ampliamente aceptada en la mayoría de las
otras culturas, así como en épocas anteriores de Occidente, de
que el orden del universo es tal que los movimientos y las
configuraciones del cielo están sincrónicamente correlaciona
dos con los movimientos y las configuraciones de los asuntos
humanos, de un modo que los hace inteligibles y significati
vos para la mente humana. Jung empezó a examinar la astro
logía no más tarde de 1911, cuando mencionó sus investiga
ciones en una carta a Freud. («Tengo las noches muy ocupa
das por la astrología. Hago cálculos de horóscopos con el fin
de encontrar una pista que conduzca al corazón de la verdad
psicológica. Han sucedido algunas cosas extraordinarias...» )
Poco a poco el interés se fue convirtiendo en foco importante
de investigación, hasta que en sus últimos años Jung se dedi
có con considerable pasión a la investigación astrológica. «La
astrología -afirm- representa la suma de todo el conocimien
to psicológico de la antigüedad.» Aunque sus escritos pu
blicados presentan opiniones diversas y a veces ambiguas en
torno a este tema en el curso de su vida, es evidente que las
intuiciones que tienen origen en sus estudios astrológicos
influyeron en muchas de sus formulaciones teóricas más
importantes de la fase final, y extraordinariamente fructífera,
de su obra {teoría de los arquetipos, sincronicidad, filosofía de
la historia). También está claro, de acuerdo con los informes
de su familia y de otras personas cercanas a él, que en sus últi
mas décadas llegó a emplear el análisis de las cartas natales y
I08
los tránsitos planetarios como un aspecto habitual e integral
de su trabajo clínico con pacientes en análisis.'º
Por supuesto, durante la mayor parte de la era moderna,
debido a una variedad de convincentes razones, la astrología
no ha gozado de gran estima. Ciertamente, es difícil que sus
expresiones populares inspiren confianza en tal empresa. En
un plano más fundamental, era imposible conciliar la astrolo
gía con la descripción del mundo que surgió de las ciencias
naturales de los siglos XVII y XVIII, en cuyo marco todos los
fenómenos naturales, desde el movimiento de los planetas a la
evolución de las especies, se entendían en términos de sustan
cias materiales y principios mecanicistas que funcionaban sin
finalidad o propósito. Ni podía hacer frente a la tendencia de
la mente moderna, instaurada durante la Ilustración, a ensal
zar su autonomía racional y desvalorizar los sistemas de pen
samiento anteriores, que parecían apoyar cualquier forma de
participation mystique primitiva entre la psique humana y un
mundo dotado de estructuras de sentido dadas de antemano.
Es comprensible la reticencia de Jung a dar a conocer más
abiertamente la extensión de su empleo de la astrología. En el
contexto de las creencias del siglo XX y el dominio del pensa
miento científico, ya había llevado lo más lejos posible las
fronteras del discurso intelectual sobre el tema.
Como la mayoría de los hijos de la educación moderna, yo
mismo consideré durante mucho tiempo con automático
escepticismo cualquier forma de astrología. Sin embargo, más
tarde, no sólo por influencia del ejemplo de Jung, sino tam
bién de numerosos colegas en cuyo buen juicio intelectual
tenía razones para confiar, llegué a pensar que tal vez había en
la tesis astrológica cierta esencia que merecía la pena investi
gar. Varios factores contribuyeron a mi interés. Una vez que
dejé atrás el menosprecio habitual por las versiones conven
cionales, advertí que la historia de la astrología contenía algu
nos rasgos notables. Me pareció curioso que los períodos his
tóricos de florecimiento de la astrología en Occidente -la
Antigüedad clásica griega y romana, la era helenística en Ale
jandría, la Baja Edad Media, el Renacimiento italiano, la era
isabelina en Inglaterra, el siglo XVI y comienzos del XVII en
Europa en general-, fueran todas épocas de creatividad inte-
109
lectual y cultural inusualmente luminosa. Lo mismo podría
decirse de la preeminencia de la astrología durante los siglos
en que la ciencia y la cultura se hallaban en su apogeo en el
mundo islámico, y también en India. Pensé que también era
extraño que la astrología proporcionara el fundamento prin
cipal al primitivo desarrollo de la ciencia misma en las anti
guas civilizaciones de Mesopotamia, y que su íntima relación
con la astronomía haya desempeñado un papel importante en
la evolución de la cosmología occidental a lo largo de dos mil
años, desde sus orígenes griegos hasta el período de inflexión
de la revolución copernicana. Me impresionó además la eleva
da categoría intelectual de aquellos filósofos, científicos y
escritores que en una u otra forma habían dado su apoyo a la
tesis astrológica, entre quienes, para mi sorpresa, estaban
muchas de las figuras más importantes del pensamiento occi
dental: Platón y Aristóteles, Hiparco y Ptolomeo, Plotino y
Proclo, Alberto Magno y Tomás de Aquino, Dante, Ficino,
Kepler, Goethe, Yeats y Jung."
Más allá de estos diversos factores históricos, también me
impresionó un buen número de características comunes entre
el sistema de pensamiento antiguo y la nueva concepción de la
realidad hoy emergente en muchos campos a partir de la ma
triz posmoderna: la afirmación de la naturaleza multidimen
sional de la realidad, la compleja comprensión holística de la
parte y el conjunto en todos los fenómenos, el reconocimien
to de una «ecología de la mente» en la naturaleza, la nueva dis
tinción de sutiles dimensiones de ordenamiento en procesos
naturales aparentemente aleatorios, la apertura a fuentes de
conocimiento y a tradiciones de pensamiento no reconocidas
por la racionalidad moderna convencional, el reconocimiento
de la dimensión espiritual de la existencia, la apreciación del
papel del significado simbólico, mítico y arquetípico en la ex
periencia humana. A diferencia de su predecesor mecanicista
moderno, el paradigma emergente proporcionaba un marco
conceptual general que en muchos aspectos no era intrínseca
mente incompatible con la perspectiva astrológica.
Pero lo que me estimuló especialmente y, al final, me im
pulsó a la reconsideración de la astrología fueron, como en el
caso de Jung, los inesperados resultados de la investigación
IIO
que decidí emprender por mi cuenta. Ahora creo que este en
cuentro directo con los datos empíricos que uno ha obtenido
en su investigación personal es lo único que puede contribuir
de un modo efectivo a la superación de la extremada resisten
cia que, al principio, experimenta ante la astrología práctica
mente toda persona educada en el contexto moderno. Pese a
los paralelismos con otras teorías y perspectivas emergentes
que se acaba de mencionar, y pese a la probable nobleza y anti
güedad de su linaje, la astrología ha sido durante demasiado
tiempo la antítesis absoluta del pensamiento y de la cosmolo
gía modernos como para que pueda ser distinta la actitud con
que hoy la abordan la mayoría de los individuos cultos.
De todas las perspectivas y teorías del «nuevo paradigma»,
la astrología es la que traspasa de modo más incómodo la línea
fronteriza del paradigma predominante, la que más probable
mente evoca el desdén y la burla, la más idónea para que se la
conozca más por su caricatura en los medios de comunicación
populares que por las investigaciones, revistas y estudios de
probada seriedad. Por encima de todo, la astrología es el pun
to de vista que más directamente contradice la tan arraigada
cosmología desencantada y descentrada que abarca práctica
mente toda la experiencia moderna y posmoderna. Postula un
cosmos intrínsecamente impregnado de sentido que, en cierto
modo, tiene su foco, como nexo de ese sentido, en la Tierra e
incluso en el ser humano individual. Semejante concepción
del universo se contrapone radicalmente a los supuestos más
fundamentales de la mente moderna.
Precisamente por esta razón, la astrología ha tenido duran
te mucho tiempo la oposición intransigente, y a menudo ve
hemente, de la mayoría de los científicos contemporáneos.
Como ellos mismos señalan con frecuencia, si la astrología
fuera válida en algún sentido, habría que cuestionar los funda
mentos mismos de la cosmovisión moderna. Su intrínseco
absurdo ha quedado tan patente que no admite siquiera discu
sión. La astrología es el último vestigio aún subsistente del
animismo primitivo, afrenta de extraña perduración a la racio
nalidad objetiva de la mente moderna.
Se trata de enormes obstáculos para cualquiera que piense
adoptar esta perspectiva y este método de investigación. Sin
III
embargo, el conocimiento humano evoluciona y cambia cons
tantemente, a veces de maneras inesperadas. Lo que en una
época se rechaza sin la más mínima duda puede ser vigorosa
mente reivindicado en otra, como ocurrió con la antigua hipó�
tesis heliocéntrica de Aristarco, que durante mucho tiempo las
autoridades científicas habían ignorado por inútil y absurda,
cuando fue recuperada y reivindicada por Copérnico, Kepler
y Galileo. Nunca la convicción general de un momento, aun
cuando fuese universal, ha sido indicio seguro de la verdad o la
falsedad de una idea. En lo que a mí respecta, no podía descar
tar dogmáticamente la posibilidad de que en la astrología hu
biera mucho más de lo que la mente moderna había supuesto.
Tras aprender los elementos básicos para calcular una carta
astral, dirigí la atención a un curioso fenómeno acerca del cual
sabía que circulaban informaciones, entre profesionales del
campo de la salud mental, que corroboraban una observación
que Jung también había hecho. Las informaciones se referían
a los «tránsitos» planetarios, que son alineamientos que se
forman entre las posiciones actuales de los planetas en órbita
y las posiciones planetarias en el momento del nacimiento de
un individuo. Comencé con una pequeña muestra, que fui
ampliando constantemente, y encontré, para mi gran asom
bro, que individuos involucrados en una variedad de formas
de psicoterapia y de prácticas transformacionales mostraban
una coherente tendencia a experimentar progresos psicológi
cos y transformaciones curativas en coincidencia con una
cierta categoría de tránsitos planetarios en sus cartas natales,
mientras que los períodos de sostenida dificultad psicológica
tendían a coincidir con una categoría distinta de tránsitos, que
implicaban otros planetas. La coherencia y la precisión de esas
correlaciones iniciales entre estados psicológicos claramente
definibles y alineamientos en tránsito coincidentes parecían
demasiado significativos como para explicarlos por el azar. Sin
embargo, dadas las visiones hoy aceptadas del universo, esas
correlaciones simplemente no deberían darse. Lo que me
llamó particularmente la atención fue el hecho inexplicable de
que el carácter de los estados psicológicos observados corres
pondiera tan estrechamente a los significados atribuidos a los
pertinentes planetas en tránsito y natales, tal como los descri-
112
ben los textos corrientes de astrología. Pues ya era desconcer
tante que hubiera cualquier correlación coherente; pero que,
además, las correlaciones correspondieran a los sentidos tra
dicionales de los planetas era sencillamente pasmoso.
Con el progreso de la investigación, pronto se me hizo evi
dente que la naturaleza de las correlaciones planetarias era
más compleja de lo que me habían hecho creer mis observa
ciones iniciales relativas a una simple dicotomía entre estados
psicológicos positivos y negativos. Una comprensión más
profunda de los principios astrológicos, en combinación con
avances teóricos recientes en la psicología profunda, en parti
cular desde la escuela arquetípica y la transpersonal, me per
mitió vislumbrar una gama mucho mayor de correlaciones
entre los movimientos planetarios y la experiencia humana.
Estos hallazgos me impulsaron a dar un paso atrás y abordar
la tarea de investigación de una manera mucho más preparada
y sistemática. Decidí examinar seriamente la historia y los
principios de la astrología leyendo cuidadosamente el canon
de importantes obras de astrología, del compendio de
Ptolomeo de la astrología clásica, el Tetrabiblos, y Sobre los
fundamentos más seguros de la astrología, de Kepler, a los tex
tos modernos de Leo, Rudhyar, Carter, Ebertin, Addey,
Harvey, Hand, Greene y Arroyo." Estudié las efemérides pla
netarias -tablas astronómicas que enumeran las posiciones del
Sol, la Luna y los planetas para una día y un año cualesquiera
en términos de grados y minutos de longitud celeste tal como
se miden a lo largo del Zodíaco- hasta que pude descifrar con
cierta facilidad las cambiantes configuraciones y alineamien
tos planetarios. Como esto ocurrió antes de la aparición de los
ordenadores personales, aprendí a realizar con gran rapidez
los múltiples cálculos necesarios para la elaboración de rigu
rosas cartas natales, que mostraban las posiciones exactas de
los planetas en el momento del nacimiento de una persona, y
para determinar otros indicadores astrológicos básicos, como
los tránsitos. Las matemáticas necesarias para estas operacio
nes -descubrí entonces- son relativamente sencillas. Lo que
encontré más importante, y más revelador, fue que los princi
pios simbólicos asociados a los planetas en el corazón de la tra
dición astrológica resultaban inesperadamente fáciles de asi-
113
milar, dada su asombrosa semejanza con los arquetipos de la
psicología profunda moderna -en lo esencial, eran idénticos-,
ya familiares desde la obra de Freud, Jung y sus sucesores en
la psicología arquetipal y en la transpersonal.
Así equipado, examiné intensivamente en primer lugar mi
propia carta natal y las de cuarenta o cincuenta personas a las
que conocía bien, con la intención de averiguar si había algu
na correlación significativa entre, por un lado, las posiciones
planetarias en el momento de su nacimiento y, por otro lado,
su carácter y su biografía personal. Aunque sin perder de vista
el factor de sugestión inherente a ese tipo de evaluaciones, me
impresionó profundamente la amplitud y la compleja preci
sión de las correspondencias empíricas. Era como si un psicó
logo del inconsciente particularmente dotado, tras larga fami
liarización con mi vida y mi personalidad, o con las de otro
individuo, hubiera determinado la dinámica arquetípica que
operaba en la biografía de esta persona y luego hubiese cons
truido un diagrama planetario adecuado para reproducirla,
aunque en realidad este diagrama representara las posiciones
reales de los planetas en el momento del nacimiento de la per
sona en cuestión.
Esto habría sido sin duda asombroso por sí mismo, pero
más extraordinarias aún eran las correlaciones entre tránsitos
específicos y el momento en que tenían lugar importantes
acontecimientos y condiciones psicológicas. Al extender mis
observaciones iniciales, observé que los planetas en constante
movimiento, tal como figuraban en las tablas astronómicas,
parecían cruzar coherentemente, o transitar, las posiciones
planetarias de la carta natal en coincidencia con momentos de
la vida de una persona que, en términos arquetípicos, resulta
ban misteriosamente apropiados. En cada ejemplo, el sentido
y el carácter particular de experiencias vitales significativas
guardaban estrecha correspondencia con el sentido atribuido
a los tránsitos planetarios que tenían lugar en ese momento.
Cuanto más sistemáticamente examinaba los dos conjuntos de
variables -posiciones planetarias y acontecimientos biográfi
cos-, más impresionantes eran las correspondencias.
Sin embargo, también había problemas y discrepancias.
Una parte considerable de la tradición astrológica era dema-
siado vaga, puntillosa o irrelevante como para obtener corre
laciones útiles. Llegué a sospechar que una cantidad de prin
cipios astrológicos convencionales no eran más que heredadas
fórmulas ad hoc que se habían ido solidificando hasta formar
una doctrina establecida, elaborada y transmitida de genera
ción en generación durante siglos, de modo muy parecido a
las acreciones epicíclicas de la astronomía medieval. Cierta
mente, gran parte de la teoría y la práctica astrológicas care
cían por completo de rigor crítico. Me pareció que muchas
enseñanzas y consultas astrológicas encerraban un considera
ble volumen de material desechable, desorientador y hasta
perjudicial.
No obstante, cierto núcleo de tradición astrológica, sobre
todo las correspondencias planetarias con principios arquetí
picos específicos, y la importancia de significativos alinea
mientos geométricos entre los planetas parecía tener un sus
tancial fundamento empírico. A medida que pasaba el tiempo,
apliqué la misma modalidad de análisis a la vida de un núme
ro creciente de personas en un círculo de investigación cada
vez más amplio y obtuve los mismos esperanzadores resulta
dos. Cuanto más exactos eran los datos disponibles y cuanto
más profunda era mi familiaridad con la persona o el aconte
cimiento, más convincentes eran las correspondencias. Tanto
la cantidad como la calidad de las correlaciones positivas
hicieron difícil de sostener mi escepticismo inicial. La coinci
dencia entre las posiciones planetarias y los fenómenos bio
gráficos y psicológicos era en general tan precisa y coherente
que me resultaba imposible considerar la intrincada configu
ración como mero producto del azar.
Debo aclarar que esta investigación no se centró en la
astrología de los adivinos ni de las secciones periodísticas. No
tenía nada que ver con las predicciones de los horóscopos de
signo zodiacal. Contrariamente a mi mal informada impresión
anterior sobre el tema, descubrí que la modalidad de investi
gación que iba surgiendo poco a poco era un método de aná
lisis intelectualmente exigente, matemáticamente preciso e
incluso elegante, que empleaba todos los planetas y sus cam
biantes alineamientos geométricos recíprocos, a la vez que
requería una constante interacción entre la intuición arquetí-
115
pica y el rigor empírico. Además, una característica esencial de
este análisis era que no predecía acontecimientos específicos o
rasgos de personalidad. Más bien al contrario, presentaba la
dinámica arquetípica más profunda de la que los aconteci
mientos y los rasgos eran la expresión concreta. Y parecía
hacerlo con asombrosa precisión y sutileza.
En comparación con la mayor rigidez del determinismo y
la literalidad que caracterizaba gran parte de la tradición
astrológica, la evidencia que encontré apuntaba más bien a
otra manera de entender la «influencia» astrológica en los
asuntos humanos. Esta renovada comprensión reconocía
mejor el significado crítico tanto del contexto particular como
del papel participativo del hombre y desafiaba la posibilidad y
la adecuación de una específica predicción concreta. Me per
caté de que una clave de esta perspectiva emergente era el con
cepto de arquetipo tal como lo había desarrollado Jung, que
no sólo tenía en cuenta su complejo trasfondo platónico, kan
tiano y freudiano, sino también su más reciente evolución en
la psicología profunda a través de la obra de James Hillman,
Stanislav Grof y otros. Sólo cuando me di cuenta más plena
mente de la naturaleza multidimensional y polivalente de los
arquetipos -su coherencia y consistencia formal, que podía
dar nacimiento a una pluralidad de sentidos y de posibles
manifestaciones- empecé a distinguir la naturaleza precisa de
las correlaciones astrológicas.
Los arquetipos asociados a alineamientos planetarios espe
cíficos podían expresarse por igual en la vida interior de la psi
que que en el mundo exterior de acontecimientos concretos, y
a menudo ambas cosas a la vez. Además, cualquier manifesta
ción particular de un arquetipo dado podía ser «positiva» o
«negativa», benigna o destructiva, admirable o innoble, pro
funda o trivial. En coincidencia con la misma configuración
planetaria podían expresarse polaridades íntimamente relacio
nadas, aunque por completo opuestas, contenidas en el mismo
complejo arquetípico. Individuos con el mismo alineamiento
podían estar tanto en el extremo activo como en el extremo
receptivo de la misma estructura arquetípica, aunque con con
secuencias experienciales absolutamente distintas. Cuál de
todas las posibilidades polivalentes relacionadas se haría reali-
116
dad parecía depender en gran parte de circunstancias contin
gentes y de la respuesta individual, antes que de nada obser
vable en la carta natal o en los alineamientos planetarios. Mi
conclusión final fue que los principios arquetípicos operativos
en estas correlaciones eran poderosos, pero de naturaleza ra
dicalmente participativa. Es decir, aunque representaran for
mas perdurables y estructuralmente decisivas o esencias de
significado complejo, y aunque fueran claramente discernibles
bajo el flujo y la diversidad de los fenómenos observados,
estos principios estaban también fundamentalmente influidos
por muchos factores circunstanciales pertinentes, y cocreati
vamente modulados y puestos en acción a través de la volun
tad y la inteligencia humanas.
Debido a esta particular combinación de dinámica poliva
lencia arquetípica, sensibilidad a las condiciones particulares y
participación humana, llegué poco a poco a reconocer que,
contrariamente a su reputación y uso tradicionales, este tipo
de astrología no es concretamente predictiva, sino más bien
arquetípicamente predictiva. Comparada, por ejemplo, con los
objetivos y el modus operandi de diversas formas de adivina
ción intuitiva y de clarividencia, a las que en épocas anteriores
la astrología aparecía con frecuencia sistemáticamente unida, la
estructura esencial de este paradigma astrológico emergente
no parecía centrarse en la predicción de resultados concretos
específicos, sino más bien en la distinción precisa de la diná
mica arquetípica y su complejo despliegue en el tiempo.' 3 Esta
manera de entender la astrología me aclaró enormemente
muchos problemas que la rodeaban desde hacía mucho tiem
po, como la cuestión de la oposición entre destino y libre
albedrío, el problema de las configuraciones planetarias idén
ticas que coinciden con fenómenos concretamente distintos,
aunque arquetípicamente paralelos, y la fundamental inade
cuación de pruebas estadísticas para la detección del máximo
número posible de correlaciones astrológicas.
En esencia, la astrología parecía ofrecer un tipo singular
mente útil de comprensión de la actividad dinámica de los ar
quetipos en la experiencia humana, pues indicaba cuáles eran
más operativos en un ejemplo específico, en qué combinacio
nes, durante qué períodos de tiempo y como parte de qué
117
configuraciones mayores. Al proporcionar semejante pers
pectiva, este desarrollo emergente de la tradición astrológica
puede considerarse esencialmente continuación y profundiza
ción del proyecto de la psicología profunda, a saber, hacer
consciente lo inconsciente, ayudar a que el yo consciente se
libere de su condición de marioneta de las fuerzas inconscien
tes (como en el acting out, la proyección, o la identificación
megalómana, la transformación de lo reprimido o inconscien
te en una suerte de «destino», etcétera). Esta astrología pare
cía poseer una capacidad única para mediar en un nivel más
elevado de comunicación y coordinación entre conciencia e
inconsciente, nivel en el que «el inconsciente» sugiere dimen
siones mucho mayores que las concebidas en su origen, me
nos exclusivamente personales, menos subjetivas, más insertas
en el cosmos. Sin embargo, no proporcionaba esa dimensión
mediante enunciados literalmente predictivos, sino desvelan
do configuraciones inteligibles de significado cuya propia
naturaleza y complejidad -polivalencia, indeterminación, sen
sibilidad al contexto, participación y una creatividad aparen
temente improvisada- era precisamente lo que hacía posible
un papel dinámicamente cocreativo del agente humano en
interacción participativa con las fuerzas y los principios ar
quetípicos involucrados.
Como la evidencia apuntaba en esa dirección, terminé por
extender mi investigación para abarcar varias categorías de
fenómenos históricos y culturales. En comparación con los
datos psicoterapéuticos y el material biográfico concerniente
a individuos corrientes sobre los cuales me había centrado en
un comienzo, el momento y el carácter de los acontecimien
tos históricamente significativos, por un lado, y los datos bio
gráficos de figuras culturales importantes, por otro, presenta
ban la ventaja de ser públicamente verificables, de modo que
las correspondencias planetarias estaban más abiertas a una
evaluación rigurosa. Más allá de esta preocupación metodoló
gica, parecía particularmente digna de investigación la posibi
lidad de que procesos históricos de dimensiones más amplias
pudieran poseer algún orden intrínseco relacionado con los
ciclos planetarios y los arquetipos universales. No cabía duda
de que la evidencia de ese orden tendría serias implicaciones
II8
en muchos campos: historia, cosmología, filosofía, psicología,
ética y religión. En consecuencia, apliqué los principios bási
cos de mis anteriores correlaciones a un estudio sistemático en
este dominio más amplio de investigación.
Junto con muchos colegas y alumnos, he proseguido con
firmeza esta investigación durante tres décadas. Lo que en
contré superó con mucho mis expectativas. Parte de ello es y
seguirá siendo un misterio, pero después de la investigación
y la evaluación crítica más rigurosa de que soy capaz, he lle
gado al convencimiento de que existe en realidad una corres
pondencia enormemente significativa -y omniabarcante- en
tre los movimientos planetarios y los asuntos humanos, y de
que la suposición moderna en sentido contrario era errónea.
Las pruebas no sugieren que los planetas sean por sí mismos
causas de diversos acontecimientos o de rasgos de carácter,
sino más bien que existe una correspondencia empírica cohe
rentemente significativa entre los dos conjuntos de fenóme
nos, el astronómico y el humano, y que lo más fructífero es
abordar el principio de conexión entre ellos como cierta
forma de sincronicidad a través de arquetipos.
En los próximos capítulos estableceré varias de las princi
pales pruebas en las que he me he involucrado personalmen
te, y analizaré sus implicaciones más amplias. Me he esforza
do por presentar este material a los lectores nuevos en este
campo de manera que resulte fácil e inmediatamente com
prensible, de un volumen abarcable y representativo de la to
talidad, aun cuando los indicios acumulados de la que se ha
extraído la presente muestra contiene muchos miles de corre
laciones meticulosamente analizadas. Gran parte de la investi
gación ha sido tema de muchos cursos y seminarios que he
impartido la última década en programas de posgrado en psi
cología, filosofía e historia cultural. Un tratamiento sistemáti
co de esta investigación requeriría más que un simple libro.
Sin embargo, parecía conveniente exponer primero un pano
rama preliminar de evidencias que dieran al lector interesado
una impresión general de la naturaleza de las corresponden
cias observadas.
Por supuesto, el proyecto entero de este libro será objeto
de muchas críticas. Todo lo que sea astrológico, dirán, tiene
119
que ser tan simplista como absurdo. Puesto que yo mismo he
pensado así alguna vez, hoy creo que ese rechazo indiscrimi
nado se basa prácticamente siempre en un prejuicio personal
y cultural más que en una pregunta responsable. Puedo enten
der ese prejuicio y valoro su trasfondo. Sin embargo, en lo que
a mí respecta, lo decisivo ha sido un examen ininterrumpido
de las pruebas. Creo que el lector de mentalidad abierta al que
le interese sinceramente descubrir la legitimidad y el valor
potenciales de esta perspectiva y este método de análisis y que
examine cuidadosamente las pruebas -sobre todo las pruebas
pertenecientes a su vida y su campo personal de conocimien
tos, que esa persona estará en especiales condiciones de eva
luar-, quedará tan impresionado como yo sigo estándolo ante
el carácter y la precisión de las correlaciones, sin duda sor
prendentes. El método de análisis descrito en los capítulos
siguientes es muy democrático: no es distinto de lo que suce
día con el telescopio en la época de Galileo, con el que cual
quier persona interesada podía observar el nuevo cuerpo de
pruebas sobre el que se apoyaba la hipótesis copernicana.
Todo lector con un modesto nivel de preparación puede to
mar los principios que se proponen en este libro, centrarse en
las experiencias y los acontecimientos de mayor significado
personal en su vida y determinar si la comprensión astrológi
ca de los arquetipos ofrece una perspectiva más amplia, arro
ja alguna luz, aporta un sentido más profundo o proporciona
mayor inteligibilidad.
Una de las principales finalidades de este libro es ayudar al
lector a hacerse un juicio informado acerca de estas cuestio
nes. Por tanto, en los capítulos siguientes presento el conoci
miento técnico básico necesario para empezar la exploración
y los ejemplos ilustrativos de las correlaciones en la historia y
en la vida de figuras culturales importantes. Estos ejemplos se
presentan como una información que tal vez sea interesante e
instructiva por sí misma, pero también como contribución al
desarrollo, o al despertar, de lo que Hillman ha llamado «ojo
arquetípico»: esa forma de inteligencia imaginativa implícita y
potencial en todos nosotros, que es capaz de reconocer y dis
criminar la rica multiplicidad de configuraciones arquetípicas
en el microcosmos íntimo de la propia vida personal, así como
120
en los grandes acontecimientos de la historia y la cultura. Des
pués de este panorama de pruebas, abordaré brevemente sus
implicaciones y sugeriré un marco filosófico y cosmológico
en el que puedan integrarse del modo más convincente.
121
A TRAVÉS DEL TELESCOPIO ARQUETÍPICO
Dante
Infierno, canto XXXIV
LA TRADICIÓN EVOLUCIONA
125
integral de una concepción clásica del mundo profundamente
influida por el pensamiento pitagórico y platónico. Tenía sus
raíces en las observaciones del cielo de la antigua Mesopota
mia, que se remontaban por lo menos a comienzos del segun
do milenio a.C., y tomó forma bajo antiguas influencias cul
turales babilónicas, egipcias y persas. La primera carta natal u
horóscopo que se conoce data de alrededor de 400 a.C. (la
época de Sócrates y Platón). El enfoque y el método astroló
gicos que hicieron su aparición en los siglos siguientes estu
vieron estrechamente unidos a las disciplinas científicas de
la astronomía, las matemáticas y la medicina griegas, a las
corrientes esotéricas de pensamiento que confluían en las reli
giones mistéricas y en la literatura hermética de la Antigüedad
clásica, y también a importantes movimientos filosóficos y
religiosos, como el neoplatonismo, el aristotelismo, el estoi
cismo y el gnosticismo. Con su visión de conjunto y de la
posición cósmica del ser humano, la astrología ejerció su in
fluencia en todos los ámbitos de la era clásica, trascendien
do los límites de la ciencia, la religión y la filosofía.' Poste
riormente ejerció su influencia en el pensamiento cristiano,
islámico y judío y desempeñó un papel fundamental en el arte,
la literatura y el ethos cultural de la Baja Edad Media y el
Renacimiento. Debido a la extraordinaria diversidad de sus
orígenes y de sus sucesivos entornos posteriores, la astrología
fue constantemente repensada de acuerdo con los diferentes
contextos intelectuales y culturales en los que floreció.
Sin embargo, puede decirse que, en el corazón mismo de
esas diversas inflexiones, sin excepción, la metaestructura cos
mológica implícita en la que se desarrolló la tradición astroló
gica occidental es esencialmente pitagórico-platónica: es decir,
se considera que el conjunto del cosmos está configurado e
integrado a través de la presencia activa de un principio orde
nador universal, al mismo tiempo matemático y arquetípico
en su manifestación, por lo cual los cuerpos celestes y sus con
figuraciones cíclicas poseen un significado simbólico que se
refleja de modo inteligible en la esfera humana. Con los siglos,
surgieron diversas escuelas, interpretaciones y marcos de refe
rencia que remodelaban y transformaban esta perspectiva
subyacente y postulaban diferentes puntos de vista en rela-
126
ción con la naturaleza y la extensión de la influencia cósmica,
el equilibrio relativo entre la presión celeste y la libertad
humana, la cuestión de si los planetas son signos o causas, y,
en el caso del influyente modelo aristotélico-ptolemaico, la
posibilidad de un determinismo de mayor causalidad física
dependiente de las esferas celestes.
Desde sus orígenes mesopotámicos y egipcios hasta su
posterior síntesis helenística en la era clásica, puede conside
rarse que, en términos generales, la historia de la astrología
occidental pasó de una fluida adivinación astral (centrada en
intuir la voluntad de los dioses celestiales y responder a esta
percepción con una acción adecuada, un ritual y una súplica
del favor divino) a un énfasis cada vez mayor en la observa
ción sistemática de las regularidades geométricas de los movi
mientos astronómicos, la aplicación de principios universales
de interpretación y, finalmente, la formulación de elaboradas
reglas de predicción concreta. Este proceso gradual de «racio
nalización» (en el sentido de Weber) se combinó, en la Anti
güedad tardía y en el período medieval, con una visión cada
vez más mecanicista de la causalidad celeste, que terminó a su
vez por vincularse con un determinismo más rígido. Una evo
2
127
rrespondientes al período antiguo y medieval. En general, era
más individualista y psicológica, pues ponía más énfasis en la
realidad interna que en la externa, en la autocomprensión
antes que en la predicción de acontecimientos concretos, en la
interpretación simbólica por encima de la literal y en el com
promiso participativo por encima del fatalismo pasivo. Junto
con este cambio de carácter, poco a poco ha ido naciendo en
la comunidad astrológica un discurso de reflexión filosófica
crítica y de cuestionamiento de muchos supuestos y princi
pios tradicionales.
Muchos factores han desempeñado su papel en esta ten
dencia reciente. El creciente acceso a datos astronómicos pre
cisos y el descubrimiento de los planetas exteriores han afecta
do la práctica y la teoría astrológica. Idéntico efecto ha tenido
el gigantesco crecimiento del volumen de datos disponibles,
con un número incomparablemente mayor de cartas natales,
biografías y períodos históricos, que han dado pie a un desa
rrollo cooperativo de principios aceptados de interpretación.
No menos importantes han sido los cambios culturales de ma
yor alcance que han afectado los presupuestos intelectuales
generales y el moderno carácter psicológico. Estos cambios
incluyen un mayor compromiso con la autonomía individual
y mayor experiencia de ella, un sentido más profundo de la
interioridad y del valor de la reflexión psicológica, una capta
ción más compleja de la cognición simbólica y la polivalencia
interpretativa, una mayor comprensión crítica de la implica
ción mutua de la realidad interior y la exterior y un reconoci
miento más profundo de la naturaleza participativa de la expe
riencia humana. En asociación con este cambio cabe destacar
también una mayor conciencia de la índole multidimensional
y multicausal de todos los fenómenos, combinado con una
apreciación de la irreductible indeterminación del despliegue
de la vida.
El surgimiento, en la segunda mitad del siglo XX, con Jung
y Dane Rudhyar como figuras clave, de una astrología psico
lógicamente sofisticada, representa la tendencia histórica do
minante, pero a esa misma época corresponde también un im
portante desarrollo periférico, a saber, el nuevo interés, desde
fuera de la astrología, por las comprobaciones estadísticas de
128
hipótesis astrológicas. Lo más significativo aquí fueron los es
tudios a gran escala que realizaron los estadísticos franceses
Michel y Frarn;:oise Gauquelin durante un período de cuaren
ta años a partir de la década de los cincuenta. El tan discutido
«efecto Marte», que los Gauquelin observaron por primera
vez y que desde entonces fue replicado por otros grupos de
investigadores, demostró una correlación estadística notable
mente significativa entre la localización de Marte en el hori
zonte oriental o en el cenit y el nacimiento de atletas promi
nentes. Análogas correlaciones con posiciones planetarias se
encontraron a propósito del nacimiento de eminentes líderes
en otros campos: Saturno para los científicos, Júpiter para los
políticos y la Luna para los escritores, todo lo cual se corres
pondía perfectamente con los principios astrológicos tra
dicionales y los rasgos de carácter asociados a estos cuerpos
celestes. 3 En 1982, después de un exhaustivo examen de la
investigación de los Gauquelin, Hans Eysenck, un destacado
psicólogo académico que no simpatizaba con la astrología (y
famoso por su crítica al psicoanálisis por falta de soporte esta
dístico), publicó, en colaboración con David Nías, un resu
men de sus conclusiones:
Nos sentimos obligados a admitir que hay aquí algo que requie
re explicación. Por mucho que les disguste, otros científicos que se
tomen el trabajo de examinar la evidencia pueden verse forzados a
una conclusión semejante. Los hallazgos son inexplicables, pero se
trata de hechos, y como tales no se puede seguir ignorándolos; no
podemos hacer como si no existieran simplemente porque no sean
del agrado de las leyes de la ciencia de hoy o no concuerden con
ellas ... Tal vez haya llegado el momento de afirmar de manera com
pletamente inequívoca que está naciendo una nueva ciencia.
129
referencia arquetípico básico de la tradición astrológica. El
resurgimiento más amplio de la astrología durante estas déca
das si guió siendo más bien cualitativo que cuantitativo, tanto
en la práctica como en la investigación, reflejo de que sus
fuentes residen más en la tradición astrológica occidental y en
la psicología profunda contemporánea que en la ciencia expe
rimental y el conductismo. Sin embargo, ambos enfoques han
recibido en el último medio siglo, tanto desde dentro como
desde fuera de la disciplina astrológica, un impulso de fondo
que ha llevado la astrología a un compromiso más directo con
la corriente principal de la visión moderna del mundo.•
Causalidad y correlación
130
hacían vulnerable a una crítica reduccionista, tras el rechazo de
la antigua cosmología ptolemaico-aristotélica y su sustitución
por la ciencia newtoniana.S Pero, por encima de todo, el des
precio moderno por la astrología reflejaba la convicción prác
ticamente universal de que el cosmos estaba desencantado.
Dada la naturaleza de la evidencia hoy conocida, es difícil
imaginar ningún factor físico que pueda servir como fuente
última o como intermediario de las correlaciones astrológicas
observadas. Al menos sobre la base de las principales catego
rías de datos que he examinado, me parece muy poco proba
ble que los planetas produzcan emanaciones físicas, como la
radiación electromagnética, que influyan de modo causal y
mecanicista en los acontecimientos de la vida humana como
para producir las correlaciones observadas. El abanico de co
rrespondencias entre posiciones planetarias y existencia hu
mana es demasiado vasto y multidimensional, demasiado
manifiestamente ordenado por estructuras de significado, de
masiado sugerente de inteligencia creadora, demasiado anima
do por configuraciones estéticas, demasiado metafóricamente
polivalente, demasiado complejo y matizado desde el punto
de vista experiencial y demasiado sensible a la inflexión parti
cipativa humana, como para poder explicarlo únicamente
mediante factores directamente materiales. Dada además la
coherencia de las correlaciones del Sol, la Luna y todos los
planetas del sistema solar, de Mercurio y Venus a Neptuno y
Plutón, con independencia de su tamaño o su distancia de la
Tierra, igualmente improbable parece cualquier factor causal
semejante a la influencia gravitatoria.
Creo que una explicación más plausible y más integradora
de la evidencia disponible residiría en la concepción del uni
verso como un todo unitario e irreductiblemente interconec
tado, dotado de una inteligencia creadora e impregnado de con
figuraciones de significado y orden, que se extienden a todos
los niveles y que se expresan a través de una constante corres
pondencia entre acontecimientos astronómicos y aconteci
mientos humanos. Esta perspectiva se refleja de manera con
cisa en el axioma hermético que reza «como es arriba, o aba
jo», y que describe un universo cuyas partes y dimensiones
están sin excepción integradas en un todo inteligible. Desde el
131
punto de vista que sugiero aquí, reflejo de la tendencia domi
nante en la teoría astrológica contemporánea, los planetas no
son «causas» específicas de los acontecimientos en mayor
medida en que las manecillas de un reloj son la «causa» de una
hora específica. Más bien, las posiciones planetarias son indi
cativas del estado cósmico de la dinámica arquetípica en ese
momento. Las palabras de Plotino, el filósofo más influyente
de los últimos tiempos de la antigüedad clásica, defienden di
rectamente esta visión del mundo:
132
Libre albedrío y determinismo
133
cimiento de los propios arquetipos produce mayor autocon
ciencia y, por tanto, mayor autonomía personal. Una vez más,
estamos ante la justificación racional de la psicología profun
da, de Freud y Jung en adelante: liberarse de la constricción de
la acción ciega y de la experiencia inconscientemente motiva
da, reconocer y explorar las fuerzas más profundas de la psi
que humana y, en consecuencia, modularlas y transformarlas.
A nivel individual, la astrología se valora por su capacidad
para expresar qué arquetipos son esenciales a cada persona,
cómo interactúan entre sí y cuándo, en el curso de la vida, es
más probable que ejerzan su influencia sobre uno.
Pero, además de la evolución psicológica del yo moderno
con su reforzado sentido de autonomía dinámica e interioridad
introspectiva, tal vez el factor más importante de la naciente
comprensión emancipadora de la astrología sea la profundiza
ción en la naturaleza de los propios principios arquetípicos,
tema al que nos referiremos a continuación.
1 34
PRINCIPIOS ARQUETÍPICOS
1 35
de lo divino. Este aspecto fue claramente expresado por W. K.
C. Guthrie, quien se inspiró en una valiosa distinción origina
riamente formulada por el estudioso alemán Wilamowitz
Moellendorff:
137
algo puede ser conocido, su esencia reconocida, su carácter
universal diferenciado de su materialización particular.
La idea de formas arquetípicas o universales sufrió luego
una serie de desarrollos importantes en el período clásico tar
dío, en el Medioevo y en el Renacimiento. Se convirtió en el
6
138
Sólo al entrar en el siglo xx, el concepto de arquetipos,
presagiado por la visión nietzscheana de la modelación de la
cultura por los principios dionisíaco y apolíneo, experimentó
un inesperado renacimiento. La matriz inmediata de este re
nacimiento fueron los descubrimientos empíricos de la psico
logía profunda, primero con las formulaciones de Freud del
complejo de Edipo, Eros y Tánatos, el yo, el ello y el supere
go ( «poderosa mitología», dijo Wittgenstein a propósito del
psicoanálisis), y más tarde en un forma expandida y plena
mente articulada con la obra de Jung y la psicología arqueti
pal. Jung, como hemos visto, inspirado en la epistemología
crítica de Kant y la teoría de los instintos de Freud, fue más
allá de uno y otro al describir los arquetipos como formas
autónomas primordiales en la psique, que estructuran e impe
len toda la experiencia y la conducta humanas. En sus últimas
formulaciones, influido por su investigación sobre las sincro
nicidades, Jung llegó a considerar los arquetipos no sólo ex
presiones de un inconsciente colectivo compartido por todos
los seres humanos, sino también de una matriz más amplia de
existencia y significado que configura y abarca tanto el mundo
físico como la psique humana.
Por último, desarrollos posteriores de la perspectiva ar
quetípica emergieron en el período posmoderno, no sólo en la
psicología posjunguiana, sino también en terrenos como la an
tropología, la mitología, los estudios de religión, la filosofía de
la ciencia, el análisis lingüístico, la fenomenología, la filosofía
del proceso y los estudios feministas. Los avances en la com
prensión del papel de los paradigmas, los símbolos y las metá
foras en la formación de la experiencia y la cognición huma
nas aportaron nuevas dimensiones a la comprensión de los
arquetipos. En el crisol del pensamiento posmoderno se ela
boró y criticó el concepto de arquetipos, se refinó por medio
de la deconstrucción de «falsos universales» y estereotipos
culturales rígidamente esencialistas y se enriqueció con una
incrementada conciencia de su naturaleza fluida, evolutiva,
polivalente y participativa. Reflejando muchas de las influen
cias que se acaban de mencionar, James Hillman resume la
perspectiva arquetípica en la psicología profunda con estas
palabras:
139
Imaginemos, pues, los arquetipos como los esquemas más pro
fundos del funcionamiento psíquico: las raíces del alma que condicio
nan nuestra visión de nosotros mismos y del mundo. Son las imáge
nes axiomáticas y evidentes a las que siempre regresa nuestra vida
psíquica y nuestras teorías sobre ella. [ ... ] Hay muchas más metáfo
ras para describirlos: potencialidades inmateriales de estructura,
como invisibles cristales en solución o formas latentes en plantas que
brotan súbitamente bajo determinadas condiciones; modelos de con
ducta instintiva como los que guían a los animales por sendas inmu
tables; los géneros y lugares de la literatura; los prototipos recurren
tes de la historia; los síndromes básicos en psiquiatría; los modelos
paradigmáticos de pensamiento en la ciencia; las figuras universales,
los rituales y las relaciones de parentesco en antropología.
Pero hay una cosa absolutamente esencial para la noción de
arquetipo: su efecto posesivo emocional, su deslumbramiento de la
conciencia, que le impide ver su propia actitud. Al crear un universo
que tiende a dominar todo lo que hacemos, vemos y decimos en el
ámbito de su cosmos, un arquetipo es más comparable con un dios.
Y los dioses, dicen a veces las religiones, son menos accesibles a los
sentidos y al intelecto que a la visión imaginativa y a la emoción del
alma.
Arquetipos planetarios
143
cipio universal de significado. Con la integración de estos dos
puntos de vista (que es en gran parte lo que Jung comenzó a
hacer en sus últimos años bajo la influencia de las sincronici
dades), la astrología contemporánea sugiere que los arqueti
pos poseen una realidad al mismo tiempo objetiva y subjetiva,
que informa tanto el cosmos exterior como la psique humana
interior, «como es arriba, o abajo».
En efecto, se considera que los arquetipos planetarios, por
su naturaleza, son tanto «junguianos» (psicológicos) como
«platónicos» (metafísicos), esto es, esencias o formas univer
sales intrínsecas a la mente humana y a la vez independientes
de ella, que no sólo perduran como universales intemporales,
sino que además son manifestados y moldeados de manera
cocreadora por la participación humana. Y se considera que,
en cierto modo, funcionan en una suerte de escenario cósmi
co pitagórico-platónico, es decir, en un cosmos completamen
te cohesionado por las operaciones de una inteligencia univer
sal y un principio creador. Lo que distingue el punto de vista
astrológico contemporáneo es el factor adicional de participa
ción humana cocreadora en la expresión concreta de este prin
cipio creador, y el reconocimiento del ser humano como en
carnación potencialmente autónoma del cosmos y de su poder
e inteligencia creadores.
En términos junguianos, la evidencia astrológica sugiere
que el inconsciente colectivo está en última instancia insertado
en el macrocosmos, y que los movimientos planetarios son un
reflejo sincrónico del despliegue de la dinámica arquetípica de
la experiencia humana. En términos platónicos, la astrología
afirma la existencia de un anima mundi que informa el cosmos,
un alma del mundo de la que la psique humana participa como
un microcosmos de la totalidad. Por último, la manera de en
tender los arquetipos que tienen Platón, Jung y la astrología
guarda complejas relaciones, tanto histórica como conceptual
mente, con las arquetípicas estructuras, narraciones y figuras
del mito antiguo. De ahí el famoso aforismo de Campbell:
1 44
Y también esta afirmación de Jung: «Sostengo que Kerényi
está absolutamente en lo cierto cuando dice que en el símbo
lo habla el mundo mismo». 8
Por tanto, en honor a la claridad conceptual, cuando, en
los capítulos siguientes, hablemos del significado y del carác
ter de cada arquetipo planetario, será útil entender estos prin
cipios en tres sentidos diferentes: en sentido homérico, como
deidad primordial y figura mítica; en sentido platónico, co
mo principio cósmico y metafísico; y en sentido junguiano,
como principio psicológico (con su trasfondo kantiano y
freudiano), todos ellos asociados a un planeta específico. Por
ejemplo, el arquetipo de Venus puede enfocarse en el registro
homérico como la figura mítica griega de Afrodita, la diosa de
la belleza y el amor, la mesopotámica Ishtar, la romana Venus.
En el registro platónico, Venus puede entenderse en términos
del principio metafísico de Eros y lo Bello. Y en el junguiano,
Venus puede verse como la tendencia psicológica a percibir,
desear, crear o tener cualquier otra experiencia de la belleza y
el amor, atraer y ser atraído, buscar la armonía y el placer esté
tico o sensual, embarcarse en la actividad artística y en relacio
nes románticas y sociales. Estos diferentes niveles o sentidos
son aquí objeto de distinción sólo para sugerir la complejidad
inherente a los arquetipos, que no deben formularse como
entidades susceptibles de definición literal concreta, sino co
mo potencialidades dinámicas y esencias de significado impo
sible de localizar o de restringir a una dimensión específica.
Por último, junto con esta esencial multidimensionalidad
de los arquetipos, encontramos su igualmente esencial poliva
lencia. El arquetipo de Saturno puede expresarse como juicio,
pero también como vejez; como tradición, pero también como
opresión; como tiempo, pero también como mortalidad;
como depresión, pero también como disciplina; como grave
dad en el sentido de peso, pero también en el sentido de serie
dad y dignidad. En palabras de Jung:
1 45
en lo esencial, pues ante todo podemos asegurar que lo único cohe
rente con su naturaleza es su multiplicidad de significados, su casi ili
mitada riqueza de referencias, lo que hace imposible cualquier for
mulación unilateral.
C. G.Jung
1 47
pio Platón o por algún discípulo cercano), el Epinomis afirma
ba la divinidad de los planetas y luego introducía el nombre
griego específico de cada uno de acuerdo con la deidad a la
que se entendía que ese planeta estaba «consagrado»: Hermes,
Afrodita, Ares, Zeus, Cronos. Estos dioses griegos eran pre
sentados como correspondientes a las equivalentes deidades
mesopotámicas cuyos nombres, hacía ya mucho tiempo, la
antigua tradición astrológica heredada de Babilonia había aso
ciado a los planetas. A su vez, en los siglos posteriores estos
planetas fueron conocidos en Europa y el Occidente moder
no con los nombres de sus equivalentes romanos: Mercurio,
Venus, Marte, Júpiter y Saturno.
Será útil aquí, como estudio preliminar, exponer los signi
ficados y las cualidades arquetípicas específicas que se asocia
ban a cada planeta. Sin embargo, como reconoció Jung, los
significados de los arquetipos no pueden reducirse a simples
definiciones como si se tratara de entes concretos y literales
cuya esencia básica pudiera agotarse de una vez para siempre
con un limpia fórmula algebraica:
1 49
Luna: la matriz del ser, el fundamento psicosomático del
yo, vientre y base de la vida; el cuerpo y el alma, lo que sien
te e intuye, la naturaleza sensible; el impulso y la capacidad
para gestar y producir, para recibir y reflejar, para interrela
cionar y responder, para necesitar y cuidar, para criar y ser
criado, la condición de dependencia y de interdependencia; la
conciencia difusa y lo inconsciente, el anima, lo inmanente, lo
centrípeto, el hogar, la fuente y la tierra fértiles; el ciclo de
manifestación, lo creciente y lo menguante, el eterno circuito;
la rectora del cielo nocturno, de lo difusamente visible y lo
invisible, las fuentes múltiples de luminosidad dentro de la
oscuridad general, lo policéntrico; yin; el todo que contiene
la parte in potentia; la Luna y todas las deidades lunares, la
Gran Diosa Madre y aspectos de la Doncella (puella, puer),
que constituyen la matriz relacional de la vida.
1 53
en este descubrimiento el último clavo en el ataúd de una
astrología cuya caída había causado la Revolución Científica
y había proclamado la Ilustración.
Los astrónomos barajaron varios nombres para el nuevo
planeta. Herschel propuso primero el nombre de Georgium
Sidus en honor a su mecenas soberano,Jorge 111 de Inglaterra.
Los franceses, sin duda nada entusiastas con la deificación pla
netaria del monarca inglés, lo bautizaron Herschel. Final
mente, en concordancia con los planetas conocidos por los
antiguos, se apeló al panteón de la mitología clásica. El astró
nomo alemán Johann Ebert Bode había sugerido llamarle
Urano en el año de su descubrimiento, y éste fue por fin el
nombre que obtuvo la aceptación internacional. La lógica en
la elección de Urano como nombre del planeta parece haber
sido directa: el Ouranos mitológico era el padre de Cronos
(Saturno) y, por tanto, correspondía a la localización del
nuevo planeta en el cielo allende Saturno, de la misma mane
ra en que Saturno era a la vez el padre de Júpiter en la mitolo
gía y el nombre del primer planeta en el cielo allende Júpiter.
Ouranos era también el dios del «cielo estrellado», como lo
llamó Hesíodo, con lo que demostraba ser un nombre parti
cularmente idóneo para el nuevo planeta. Los astrólogos tam
bién adoptaron el nombre Urano, pero el significado que
finalmente se atribuyó al nuevo planeta tuvo en general otro
carácter que el del Ouranos de la mitología.
Desde por lo menos el comienzo del siglo XX hay consen
so unánime entre los astrólogos en que el planeta Urano se
asocia empíricamente al principio de cambio, rebelión, liber
tad, liberación, reforma y revolución, así como a la inespera
da quiebra de estructuras; a sorpresas repentinas, revelaciones
y despertares, relámpagos de intuición, la aceleración del pen
samiento y los acontecimientos; al nacimiento y nuevos
comienzos de todas las cosas; y al brillo intelectual, la innova
ción cultural, la invención tecnológica, el experimento, la crea
tividad y la originalidad. Además de su asociación a rupturas
repentinas y acontecimientos liberadores, los tránsitos de
Urano van ligados a cambios impredecibles y rompedores,
razón por la que a menudo se hace referencia a este planeta
como al «truhán cósmico». Otro grupo de temas asociado a
1 54
Urano tiene que ver con lo celeste y lo cósmico, la astronomía
y la astrología, la ciencia y el conocimiento esotérico, los via
jes espaciales y la aviación. En cuanto al carácter personal, se
considera que Urano representa al rebelde, el innovador, el
que despierta, el individualista, el disidente, el excéntrico, el in
quieto y el díscolo. A tal punto se ha observado el predomi
nio de estas diversas cualidades en personas nacidas con un
Urano prominente y a tal punto se ha comprobado su desta
cada influencia en la vida personal durante tránsitos de Urano
que, al menos durante el siglo pasado, no parece haber habido
desacuerdos significativos entre las autoridades astrológicas
acerca de que éstas son las características que reflejan la natu
raleza arquetípica del planeta Urano.
Sin embargo, la mayoría de estas cualidades observadas no
son específicamente pertinentes a la figura mítica griega de
Ouranos. Nada hay en el carácter del Ouranos mitológico
que sugiera la capacidad para impulsar el cambio, la rebelión,
la liberación, el despertar o la inventiva. La atmósfera del mito
es completamente otra: Ouranos es el dios primordial del
cielo, presente en muchas mitologías, cuya relación con la
diosa Tierra, Gea, forma parte del mito griego de la creación.
El papel de Ouranos en este mito no es el de iniciar la rebe
lión y el cambio, sino el de resistir una y otro. Mientras que el
Ouranos mitológico sufrió una rebelión de sus descendientes
y fue destronado, al Urano astrológico se lo considera todo lo
contrario: el que se rebela y destrona. La mayoría de las otras
cualidades que los astrólogos creen asociadas al planeta Urano
-libertad, impredecibilidad, aparición repentina, velocidad,
excitación, estimulación, inquietud, experimento, brillantez,
originalidad, individualismo, etcétera-, no tienen paralelos
verosímiles en el mito de Ouranos. La importante excepción
entre las cualidades y temas atribuidos a Urano es el interés
por lo cósmico y lo celeste, el espacio y los viajes espaciales, la
astronomía y la astrología, todo lo cual se acomoda perfecta
mente a Ouranos en tanto dios del «cielo estrellado». Sin
embargo, aparte de este decisivo paralelismo, y a diferencia de
los planetas que conocían los antiguos, el planeta Urano no
presenta estrecha correspondencia entre su nombre mitológi
co y el abanico más amplio de significados astrológicos obser-
1 55
vados. En la mayoría de los aspectos, la elección del nombre
parece deberse a la lógica convencional de los astrónomos de
finales del siglo XVIII y no, como la tradición supone que ha
ocurrido en el caso de los antiguos planetas, a la intuitiva
comprensión de los arquetipos correspondientes.
Sin embargo, llama la atención que todas las cualidades
arquetípicas asociadas al nuevo planeta se acomoden con
extraordinaria precisión a otra figura de la mitología griega:
Prometeo, el Titán que se rebeló contra los dioses, ayudó a
Zeus a expulsar al tiránico Cronos y luego engañó a la nueva
autoridad de Zeus y robó el fuego del cielo para liberar a la
humanidad del poder de los dioses. Prometeo fue tenido por
el más sabio de su raza y enseñó a la humanidad todas las artes
y las ciencias; según una tradición posterior, Prometeo fue el
creador de la humanidad y, por tanto, mantuvo desde el prin
cipio una relación especial con el destino de ésta. Cualquier
tema y cualidad importante que los astrólogos asocian al pla
neta Urano parece reflejarse con asombrosa exactitud poética
en el mito de Prometeo: la iniciación del cambio radical, la
pasión por la libertad, el desafío a la autoridad, el acto de
rebelión cósmica contra una estructura universal para liberar
de la esclavitud a la humanidad, la necesidad interior de tras
cender la limitación, el impulso creador, el brillo y el genio
intelectual, el elemento de emoción y de riesgo. Lo mismo
ocurre con el estilo de Prometeo para superar a los dioses en
astucia, cuando utiliza sutiles estratagemas y un inespera
do sentido del tiempo para subvertir el orden establecido.
También a él se lo consideraba el truhán de la trama cósmica.
El símbolo resonante del fuego de Prometeo es al mismo
tiempo portador de un rico ramillete de significados: la chis
pa creadora, el catalizador de lo nuevo, el progreso cultural y
tecnológico, el brillo y la innovación, el incremento de la
autonomía humana, la repentina inspiración desde arriba, el
don liberador recibido del cielo, el fuego y la luz solares,
el rayo y la electricidad, tanto en sentido literal como en el
metafórico, la velocidad y la instantaneidad, la incandescen
cia, la iluminación repentina, el despertar intelectual y espiri
tual, todo lo cual los astrólogos asocian específicamente al
planeta Urano.
Incluso el importante tema del Urano astrológico, que, sin
duda, era pertinente al Ouranos mitológico -la asociación con
el cielo, lo cósmico, lo astronómico y lo astrológico, «el cielo
estrellado»-, puede reconocerse como esencial en el mito de
Prometeo, visible en el papel de éste como maestro de astro
nomía y ciencia para la humanidad, su intención de robar el
fuego del cielo y su preocupación por la premonición, la pre
dicción y la comprensión esotérica a despecho del orden esta
blecido. El mismo tema es evidente en el esencial impulso
prometeico a ascender y liberar de todas las restricciones y del
peso y la lentitud de la gravedad, así como, más en general, de
llevar a la humanidad a adoptar una posición cósmica funda
mentalmente distinta en relación con los dioses.
La literatura astrológica existente no revela la base precisa
que se utilizó originariamente para determinar el significado
astrológico de Urano en el curso del siglo XIX, en que los as
trólogos eran pocos y los textos escaseaban. Los textos de
comienzos del siglo XX dan a entender que ese consenso sobre
temas y cualidades básicas ya se había logrado cierto tiempo
antes. Es posible que el carácter único (y, en verdad, prome
teico) del descubrimiento del planeta haya sugerido la natura
leza del principio implicado: la repentina irrupción desde el
cielo, la índole inesperada y sin precedentes del acontecimien
to, la decisiva implicación de un invento tecnológico (el teles
copio), el radical quebrantamiento de la tradición astronó
mica y astrológica, la superación de límites y estructuras del
pasado. No obstante, los primeros textos del siglo XIX que
analizaban detalladamente a Urano se referían sobre todo a
determinadas cualidades de personas que habían nacido en
coincidencia con una posición prominente de Urano (inventi
va, independencia, excentricidad, proclividad a los cambios
bruscos e inesperados), lo que implica que el estudio de las
cartas natales había sido básico en el logro de una definición.
Fuentes astrológicas más recientes sugirieron que el perío
do histórico en que se descubrió el planeta, en el siglo XVIII, se
correspondía con el significado arquetípico, sobre la base de
que, en cierto sentido, el descubrimiento del planeta físico
constituyó la aparición, en la percepción consciente de la psi
que colectiva, del arquetipo correspondiente al planeta. Desde
1 57
este punto de vista, los paralelismos con el significado astro
lógico de Urano estaban clarísimos. El descubrimiento del
planeta, en 1781, tuvo lugar en el momento culminante de la
Ilustración, en esa época extraordinaria que produjo la Revo
lución Norteamericana y la Francesa, la Revolución Industrial
y el comienzo del Romanticismo. En todos estos fenómenos
históricos coincidentes, la figura de Prometeo también salta
de inmediato a la vista: la defensa de la libertad humana y de
la autodeterminación individual, el desafío a las creencias y
costumbres tradicionales, las fervientes revueltas contra la
realeza y la aristocracia, la religión establecida, el privilegio
social y la opresión política; la Declaración de la Indepen
dencia y la Declaración de los Derechos del Hombre, liberté
y egalité; los comienzos del feminismo, el amplio interés por
las ideas radicales, la rapidez del cambio, la adopción de lo
nuevo, la celebración del progreso humano, la multitud de
inventos y progresos tecnológicos, las revoluciones en arte y
en literatura, la exaltación de la libre imaginación humana y de
la voluntad creadora, toda una plétora de genios y héroes cul
turales. Aquí también encontramos a los poetas románticos
con sus grandes apologías de Prometeo. Si hubiera que asig
nar una caracterización arquetípica a la era del descubrimien
to de Urano, nada parecería más adecuado que la de «Prome
teo Desencadenado».
La razón por la que he dedicado aquí más tiempo a expli
car el caso de Urano en medio de estos breves resúmenes ini
ciales de los significados de los planetas es que mi estudio
temprano de este planeta y las importantes discordancias en
tre el nombre mitológico que se le dio y sus asociaciones ar
quetípicas posteriormente observadas fue lo que puso en mar
cha muchas de las aclaraciones conceptuales y orientaciones
de investigación que constituyeron el trasfondo de este libro."
Los paralelismos con la figura mítica de Prometeo resultaban
tan sugerentes que comencé un examen sistemático de Urano
en las cartas natales, tránsitos y ciclos históricos para compro
bar si esa identificación o asociación arquetípica profundiza
ba mi comprensión de los fenómenos pertinentes. Los parale
lismos también me sugirieron la importancia de reflexionar
cuidadosamente acerca de la relación entre los planetas y los
arquetipos, entre los nombres mitológicos dados y los signifi
cados astrológicos observados y, más en general, entre la evi
dencia empírica de las correlaciones sincrónicas y una dimen
sión arquetípica del ente al que las correlaciones parecían
apuntar.
1 59
ideales o las ideologías; al encantamiento, tanto en sentido
positivo como negativo.
El principio arquetípico vinculado a Neptuno gobierna
todos los estados no ordinarios de la conciencia, así como el
torrente de la conciencia y las profundidades oceánicas del
inconsciente. Las metáforas características de su dominio in
cluyen el mar infinito de la imaginación, el océano de concien
cia divina y el manantial arquetípico de la vida. Es, en cierto
sentido, el arquetipo de la propia dimensión arquetípica, el
anima mundi, el Pleroma gnóstico, el reino platónico de las
Ideas trascendentes, el dominio de los dioses, los Inmortales.
En términos míticos y religiosos, se asocia al vientre omnia
barcante de la Diosa y a las deidades de unión mística, al amor
universal y la belleza trascendente; al Cristo místico, el omni
compasivo Buda, la unión Atman-Brahman, la unión de Shiva
y Shakti, el hieros gamos o matrimonio sagrado, la coniunctio
oppositorum; el soñador Vishnu, maya y lila, el Narciso que se
refleja a sí mismo, lo divino absorto en su propio reflejo;
Orfeo, dios de la inspiración artística, las Musas; la Sophia
cósmica cuya belleza y sabiduría espiritual todo lo penetran.
Considerados un todo, estos temas, cualidades y figuras
sugieren que el nombre Neptuno es al mismo tiempo adecua
do e inadecuado como figura mitológica para encarnar el prin
cipio arquetípico correspondiente al planeta. Por un lado,
algo básico en las características observadas es una subyacen
te asociación simbólica con el agua, el mar, el océano, las
corrientes y los ríos, las niebla y las brumas, la liquidez y la
disolución, lo amniótico y lo prenatal, lo permeable e indife
renciado. A este respecto, uno piensa en la multitud de metá
foras oceánicas y de agua que se han utilizado para describir
la experiencia mística, el omnienvolvente océano de concien
cia divina del que nuestro yo no es más que una gota momen
táneamente separada, el incesante fluir del Tao que todo lo
permea y cuya fluidez acuosa escapa a cualquier definición, la
primordial participation mystique de la conciencia indiferen
ciada, las brumas de la prehistoria, el estado amniótico fetal e
infantil de fusión primaria, los dominios oceánicos de la ima
ginación, la fluida naturaleza de la vida psíquica en general: el
flujo y el torrente de la conciencia, la afluencia de la inspira-
160
ción, la niebla de la confusión, que se ahoga en las traicione
ras aguas profundas de la psique inconsciente, se desliza en la
locura o la adicción, se rinde al flujo de la experiencia, se di
suelve en la unión divina, las limpias aguas de la pureza y la
curación, el éxtasis sin fronteras, etcétera. Y también piensa
uno en la referencia de Freud al «sentimiento oceánico»: «una
sensación de "eternidad", un sentimiento de algo ilimitado,
sin ataduras, por así decir, "oceánico"... es el sentimiento
de un vínculo indisoluble, de ser uno con el mundo exterior
como un todo». Igualmente pertinente es la imagen de Wil
liam James de una trascendental «madremar» de conciencia
con la que la conciencia individual no tiene discontinuidad y
a la cual el cerebro sirve en esencia como tamiz o filtro.13
0 SOL
11- JÚPITER
)) LUNA
ñ. SATURNO
)t(
MERCURIO URANO
�
i VENUS
\f NEPTUNO
d MARTE
\f PLUTÓN
Símbolos planetarios
Figura 5
166
FORMAS DE CORRESPONDENCIA
Suzanne K. Langer
Philosophy in a New Key
168
to o aparición, así como despliegue creativo de esa dinámica
en el curso de su vida. En palabras de Jung: «Nacemos en un
momento dado y en un lugar determinado y, como los vinos
de añadas famosas, tenemos las mismas cualidades del año
y de la estación que nos vio nacer».
Una carta natal (horóscopo) es un retrato geométrico del
cielo desde la perspectiva de la Tierra en el momento en que
un individuo nace. El Sol, la Luna y los planetas se posicionan
en la carta de tal modo que reflejan sus posiciones en torno a
la Tierra cuando esa persona ha nacido. Por ejemplo, el lugar
en que el símbolo del Sol se localiza en la carta refleja el
momento del día en que la persona nació. Si uno ha nacido al
amanecer, el Sol se muestra naciente del lado izquierdo de la
carta, cerca del horizonte oriental, llamado Ascendente; si uno
ha nacido al mediodía, el Sol está en la parte superior de la
carta, llamada Medio Cielo o MC (Medium Coeli). Un naci
miento en el ocaso, con el Sol en el horizonte occidental, se
muestra con el Sol al lado derecho de la carta, en el Des
cendente; un nacimiento a medianoche, se muestra con el Sol
en la base de la carta, el IC (lmum Coeli).
Así, la carta natal de una persona nacida al amanecer, en el
momento de plenilunio, muestra el sol en el Ascendente, a la
izquierda, y la Luna en el Descendente, a la derecha, reflejan
do la salida del Sol en el este y la puesta de la Luna en el oeste,
como en la Figura 6. Si Júpiter ha estado en la vertical en el
momento del nacimiento, se lo muestra cerca del Medio Cielo.
La principal diferencia entre una carta natal y la realidad
astronómica que describe es que aquélla tiene dos dimensio
nes, no tres, y no refleja las distancias variables del Sol, la
Luna y los planetas en relación con la Tierra. En su condición
de esquemático diagrama simplificado, su principal finalidad
es transmitir fielmente la configuración exacta de las relacio
nes angulares existentes en un momento dado entre los cuer
pos celestes y la Tierra en el medio cósmico.
Los tránsitos personales con respecto a la carta natal pue
den describirse colocando fuera del círculo de la carta las posi
ciones de los planetas en tránsito en el cielo en un momento
dado, a fin de esclarecer sus alineamientos geométricos con
las posiciones planetarias natales que se muestran dentro del
0 ))
Figura 6
Ciclos y aspectos
Conjunción (oº )
Oposición (180º)
Trígono (120º )
Cuadratura (90º)
Sextil (60º)
La conjunción y la oposición -los alineamientos «axiales»
representan los dos clímax de todo ciclo planetario. Por ejem
plo, la Luna Nueva de cada mes está formada por la conjun
ción de la Luna con el Sol; la Luna Llena, por su oposición al
Sol. Los otros aspectos mayores representan puntos significa
tivos intermedios en el despliegue del ciclo. En términos gene
rales, la conjunción, la oposición y las dos cuadraturas -que
juntos constituyen los aspectos «cuadráticos»- se consideran
indicativos de una interacción más dinámica y potencialmen
te crítica («dura») entre dos arquetipos planetarios. Los dos
trígonos y los dos sextiles que se dan durante cada ciclo se ven
como reflejos de una interacción más intrínsecamente armo
niosa y confluyente («blanda»).
La formación de un aspecto mayor entre dos planetas se ve
cómo coincide con una significativa activación mutua de los
dos arquetipos correspondientes, y la naturaleza o vector de
esa interacción refleja qué aspecto específico se ha formado.
Tanto la tradición astrológica como la investigación contem
poránea sugieren que los alineamientos cuadráticos de aspec
to duro en cualquier ciclo dado (conjunción, oposición, cua
dratura) coinciden en especial con tendencias arquetípicas de
elevado dinamismo y acontecimientos concretos decisivos que
reflejan ese dinamismo. Por el contrario, se considera que los
aspectos blandos (trígonos y sextiles) reflejan estados armo
niosos y potencialmente generadores en los que estos prin
cipios están plenamente presentes y se activan mutuamente,
pero de una manera en general menos desafiante, menos di
námicamente evidente y con menos probabilidad de tener
correlación con acontecimientos concretos tensamente cons
telados.
Mientras los planetas se acercan y luego se alejan de los ali
neamientos exactos, se observa que la expresión arquetípica
concreta del aspecto se intensifica gradualmente hasta alcan
zar la exactitud, para disminuir luego, también gradualmente,
en un continuo en forma de onda, semejante a una curva de
Gauss. Para considerarlos «en aspecto», dos planetas deben
posicionarse dentro de un determinado margen de grados con
respecto a la exactitud. Se denomina orbe a este margen de
grados dentro del cual, a cada lado de la exactitud, se conside-
1 73
ra que un alineamiento es arquetípicamente operativo. El orbe
específico varía de acuerdo con el aspecto (una conjunción
tiene un orbe más amplio que un sextil) y de acuerdo con la
forma de correspondencia implicada (en las cartas natales y
los tránsitos mundiales los aspectos tienen orbes más amplios
que en los tránsitos personales).
En términos generales, en el marco teórico que aquí se
esboza, los factores astronómicos que más importa conocer
son: qué planetas están en un aspecto mayor, qué aspectos
están implicados y cuál es la proximidad de los alineamientos
en relación con la posición exacta.
oº
conjunción
180º
oposición
Figura 7
1 74
comprensión cada vez más profunda de los significados espe
cíficos de los diez arquetipos planetarios- constituyeron la
estructura teórica esencial de la investigación a la que se pasa
revista en este libro. Aunque muchos otros factores, como los
doce signos zodiacales (de Aries a Piscis) y los doce sectores
diurnos de la carta llamados casas, desempeñan un papel im
portante tanto en la práctica astrológica tradicional como en
la contemporánea, he encontrado de modo sistemático que las
correlaciones que implican los aspectos planetarios más im
portantes en las cartas natales, los tránsitos personales y los
tránsitos mundiales son lo que parece representar el núcleo
fundamental de la perspectiva astrológica, y ofrecen el cami
no de acceso más convincente y clarificador a este campo de
estudio.' 4
Sin embargo, más allá de los principios específicos que se
acaban de esbozar, tal vez el elemento más esencial del para
digma de investigación fue la naturaleza básica de mi manera
de abordar los datos y la posibilidad de descubrir correlacio
nes significativas. Esta manera de abordar la evidencia no se
me presentó antes de mi encuentro con una auténtica masa
crítica de correlaciones de ese tipo, lo que produjo en mi
orientación intelectual básica un cambio de Gestalt o de para
digma, como acertadamente dice Kuhn; en este caso, se trata
ba de un cambio fundamental del supuesto de partida, el azar,
por el supuesto de un orden potencial subyacente. Las corre
laciones con las que me había encontrado en mi investigación
anterior eran ya lo bastante convincentes por sí mismas como
para inducirme a dejar provisionalmente atrás mi inicial des
precio escéptico por la astrología y embarcarme en una inves
tigación más a fondo. Pero sin el cambio epistemológico más
profundo del supuesto de un mundo fundamentalmente alea
torio y sin sentido por el supuesto de un sutil orden potencial,
nunca habría vislumbrado la mayor parte de las evidencias
que expondré en los capítulos siguientes. No es probable que
alguien descubra lo que está seguro de que no existe. El físico
David Bohm reconoció precisamente esta fatal limitación del
paradigma moderno: «Se supone que ... el azar es un rasgo
fundamental, pero inexplicable e inanalizable, de la naturale
za y, en última instancia, de toda la existencia». Sin embargo,
1 75
lo que en un contexto es azar puede revelarse en otro contexto
más amplio como simples órdenes de necesidad ... Por tanto, debo
ser claro acerca de la importancia de mantenerse abierto a nociones
fundamentalmente nuevas de orden general si no se quiere que la
ciencia resulte ciega a órdenes de gran importancia, pero complejos
y sutiles, que escapan a la grosera malla de la «red» de las actuales
maneras de pensar.
177
Despertares, rebeliones, rupturas innovadoras:
el ciclo de Urano
179
el mismo tránsito de Urano que tuvo René Descartes en 1637,
cuando publicó el Discurso del método, manifiesto de la razón
moderna y obra fundamental de la filosofía moderna. Y, ade
más, era también el mismo tránsito que tuvo Isaac Newton en
1687 cuando publicó los Principia, la obra fundamental de la
ciencia moderna.
En los tres casos, el tránsito que coincidió con estos perío
dos cruciales fue el de Urano en el punto medio exacto, 1 Soº,
de su ciclo completo alrededor de la carta natal, es decir, el
punto de oposición al grado de longitud celeste que ocupaba
Urano en el momento del nacimiento del sujeto de la carta. Se
denomina «Urano en tránsito opuesto a Urano natal» (o, sim
plemente, «Urano en oposición a Urano»). Se lo puede pensar
como la «Luna Llena» del ciclo personal del tránsito de Ura
no. Es el único momento en la vida de una persona en que
Urano alcanza el punto medio de su órbita de ochenta y cua
tro años desde el nacimiento de la persona. La duración de
este tránsito es aproximadamente de tres años, lo que repre
senta el período durante el cual Urano en tránsito está a
menos de 5 º de oposición exacta con respecto a su propia
posición natal, margen u orbe usual dentro del cual he obser
vado correlaciones arquetípicas en tránsitos personales de
aspectos duros de los planetas exteriores.''
Cuando examiné cuidadosamente los datos históricos y
biográficos, encontré notable lo preciso de la distribución
temporal en estos diversos casos. Se puede rastrear el desarro
llo y el apogeo de importantes logros creativos, grandes des
cubrimientos personales o repentinos cambios de vida de cada
biografía en relación con las posiciones de tránsito planetario
correspondientes a varios meses y años a cada lado del tránsi
to exacto, lo que, mientras el tránsito se mueve hacia la exac
titud y luego se aleja de ella, da como resultado una curva de
enorme semejanza con la campana de Gauss. Galileo, Des
cartes y Newton, por ejemplo, realizaron sus obras revolucio
narias cuando el tránsito se hallaba en su cúspide matemática,
en el margen de 1 ° a 2 º del alineamiento exacto, lo que para
este tránsito ocurre durante unos doce meses en el curso de
toda una vida.
180
Posición de Urano en el nacimiento de Descartes
3 r de marzo de r 596
'6' --
\,J Posición de Urano en tránsito
8 de junio de 1637
Figura 8
181
Descubrí también que este mismo tránsito está presente
con regularidad en momentos comparables de hallazgo, rup
tura, innovación, rebelión y cambio radical, todos ellos repen
tinos, en la vida de otras importantes figuras culturales. Por
ejemplo, Freud tuvo este mismo tránsito en 1895-1897, los
años en que se produjo en su pensamiento la súbita ola de des
cubrimientos que dio nacimiento al psicoanálisis, comenzó su
autoanálisis sistemático e inició la redacción de La interpreta
ción de los sueños, es decir, el período al que luego él mismo se
referiría con estas palabras: «Semejante penetración intuitiva
sólo se da una vez en la vida de una persona».
Un examen detallado de este período de la vida de J:reud
muestra la rápida intensificación de creatividad intelectual que
tuvo lugar durante los años específicos de este tránsito. Urano
pasó por la fase de oposición de su ciclo de tránsito, a menos
de 5º del alineamiento exacto con la posición que tenía cuan
do nació Freud, entre noviembre de 1 894 y septiembre de
1897, y en el período 1895-1896 entró en la franja más estre
cha en torno a la alineación exacta. En la primavera de 1895,
Freud y su. colega Josef Breuer publicaron Estudios sobre la
histeria, cuyo último capítulo sobre psicoterapia, escrito por
Freud, es lo que se acostumbra a tomar como fecha de naci
miento del psicoanálisis. El 24 de julio de 1895 Freud realizó
por primera vez el análisis completo de uno de sus sueños, el
de «la inyección de lrma». Bautizada por Ernest Jones como
«ocasión histórica», esta fecha fue luego recordada por Freud
como el momento en que se le «reveló el secreto de los sue
ños». En el verano de 1895, Breuer escribió: «El intelecto de
Freud vuela a su máxima altura. Yo lo sigo con la mirada
como lo hace una gallina con un halcón».
Durante este período, Freud postuló la latente función de
realización de deseos que tienen los sueños, formuló la distin
ción entre procesos mentales primarios y secundarios y de
sarrolló sus puntos de vista sobre la etiología sexual de la neu
rosis, la existencia del erotismo infantil y la naturaleza del yo
consciente con su resistencia a los instintos. Estos años tam
bién produjeron la primera mención de conceptos tan funda
mentales como la formación de compromiso, la sobredetermi
nación, el retorno de lo reprimido y las zonas erógenas. Según
Jones, «Freud se hallaba en su estadio más revolucionario,
tanto desde el punto de vista intelectual como emocional». La
interpretación de los sueños, obra fundacional del psicoanálisis
sobre la cual trabajó el resto de la década, estaba, en palabras
de Freud, «terminada, en todo lo esencial, a comienzos de
1896». El término «psicoanálisis» se usó por primera vez en
un artículo terminado el 5 de febrero de r 896. En la primave
ra de 1897, Freud empezó a desarrollar su idea del complejo
de Edipo. En el verano de 1897, incentivado por su propia
inquietud psicológica, así como por su emergente compren
sión de la psique, Freud empezó su autoanálisis, que en gene
ral se considera el punto de inflexión decisivo de su evolución
intelectual y psicológica.
En el caso de Jung, el mismo tránsito tuvo lugar en coinci
dencia con la famosa crisis de 1914-1917, que también provo
có el mayor giro personal e intelectual en su vida. Fueron los
años del autoanálisis más intenso y sistemático de Jung, pe
ríodo de transformación y ruptura psicológicas paralelo al de
Freud, del que salió con sus conceptos fundamentales del
inconsciente colectivo, el sí mismo, el proceso de individua
ción, la función trascendente y la objetividad interna de la rea
lidad psíquica. Cerca del final de su vida, en Recuerdos, sue
ños, pensamientos, Jung se refirió a este período como el más
importante de su carrera, fuente prácticamente de todos sus
posteriores puntos de vista científicos y psicológicos.
186
desarrollar activamente o bien oponerse a ellos denodadamen
te y reprimirlos. Ninguna forma específica de acontecimiento
o respuesta parecía predeterminada. Lo consistente fue la cua
lidad arquetípica subyacente de cambio significativo repenti
no o rápido, novedad desde dentro y desde fuera, experimen
to, incertidumbre y cambios inesperados en las circunstancias
vitales o en la visión personal. El denominador común parecía
ser la constelación de una situación existencial en la que el
dominio personal de experiencia se veía repentinamente pre
sionado, más allá del statu quo, hacia nuevos horizontes, con
independencia de que se viera en la condición previa una fuen
te de seguridad estable o de limitación opresiva.
Es ilustrativo el caso de Betty Friedan durante este tránsi
to, en la medida en que implica tanto dimensiones personales
como colectivas íntimamente entretejidas. Por un lado, como
ejemplo de un aspecto del patrón arquetípico, La mística
femenina representaba una importante ruptura creadora -per
sonal y social, intelectual y psicológica-, puente hacia un súbi
to cambio de perspectiva y nuevas posibilidades existenciales.
Por otro lado, el libro se ceptraba en problemas cuya apari
ción en la vida individual coincidía de manera regular con ese
tránsito, pero que en este caso se abordaban a una escala social
más amplia: «el problema sin nombre», la creciente inquietud
de las mujeres modernas que se sentían confinadas en las es
tructuras patriarcales tradicionales. El libro daba voz a un de
seo que ayudaba a catalizar, y del que las mujeres acababan de
tomar conciencia: liberarse de los papeles sociales estableci
dos, para explorar un espectro más amplio de actividades y
caminos de autorrealización. De esta manera, tanto la condi
ción de inquietud que Friedan abordaba y diagnosticaba en
La mística femenina, como la ruptura creadora que ella repre
sentaba con la redacción del libro, ilustran dos de los rasgos
más característicos que he observado en este tránsito.
Considerada en sí misma, al margen de las otras correla
ciones, la coincidencia entre esta fase de transición o transfor
mación en la vida de muchos individuos y el tránsito en opo
sición de Urano habría sido sugerente, pero no decisiva, por
supuesto. Lo que la hacía más convincente era su inserción en
una más amplia configuración de correlaciones que implica-
ban al mismo planeta y el mismo principio arquetípico. Por
ejemplo, antes del punto de oposición del ciclo de Urano en
la vida de cada individuo, hay un período previo en el que
Urano alcanza el primer alineamiento cuadrático, o aspecto
dinámico fuerte, de su ciclo (cuadratura de 90º, que se produ
ce a mitad de camino entre el nacimiento y la oposición de
180º que se acaba de analizar). Este tránsito Urano-cuadratu
ra-Urano coincide con un período de tres años al final de la
adolescencia y comienzos de la veintena, en que la rebelión
juvenil y la lucha por la independencia se hallan típicamente
en una fase de culminación. Una vez más, lo mismo que en el
punto de oposición del mismo ciclo, parece que durante estos
años se cataliza un impulso de emancipación radicalmente
exaltado, que empuja a la juventud a realizar su primer corte
fundamental con las estructuras establecidas o aceptadas por
la generación anterior. La lucha incansable por la autonomía
ilimitada, cuyo vigor aumenta en la adolescencia, tal como se
expresa en actos de rebelión social e impredecibles cambios de
comportamiento, es plenamente catalizada y potenciada y
llega a su punto culminante durante este período. Tanto el
encuentro con nuevas formas de experiencia, nuevas perspec
tivas, nuevas relaciones y nuevos campos de acción, como el
impulso a experimentar con ellos, se ven rápidamente acelera
dos e intensificados.
Que la mayoría de los estudiantes universitarios y del últi
mo curso de bachillerato estuvieran pasando este tránsito era,
al menos desde el punto de vista arquetípico, congruente con
el hecho de que tan a menudo las universidades y los institu
tos hicieran las veces de semilleros de conductas e ideas rebel
des, liberadoras, creadoras, impulsivas y subversivas. Lo mis
mo ocurría con los jóvenes de la misma edad en las calles (o,
de manera creciente, en Estados Unidos, en las cárceles).
Igualmente sugerentes eran las conexiones, a menudo espon
táneas, que muchas veces establecían los psicólogos y los
sociólogos entre estos dos períodos de la vida -la cuadratura
y la oposición en el ciclo de Urano- y sus frecuentes referen
cias al período de crisis de los cuarenta como una «segunda
adolescencia». En ambos períodos, los individuos parecían
sentirse impulsados a romper con las estructuras convencio-
188
nales impuestas por la sociedad, la familia o su propia psique,
a experimentar y explorar, buscar mayor libertad, expresión
creativa de la propia personalidad, nuevas ideas y nuevos ho
rizontes. Además, en coincidencia con estos acontecimientos
de iniciación autónoma e impulsos de reciente aparición, se
daba en ambos períodos una tendencia igualmente destacada
a que ocurrieran acontecimientos impredecibles, desestabili
zadores y turbulentos.
En individuos particularmente creativos, muchas veces es
posible reconocer conexiones de desarrollo muy específicas
entre ambos períodos. Por ejemplo, en el caso de Newton, los
puntos de cuadratura y de oposición del ciclo de Urano coin
cidieron exactamente con los dos famosos períodos de su vida
en los que se produjeron sus logros científicos más importan
tes. De enero de 1664 a diciembre de 1666, Urano estuvo en la
zona correspondiente a los 90º de su ciclo, en la franja de los
5 º en torno al alineamiento exacto. Fue precisamente durante
esos años de 1664 a 1666, en los comienzos de la veintena,
cuando Newton echó prácticamente todas las bases de su obra
posterior: el desarrollo del teorema del binomio y el cálculo
infinitesimal, la investigación avanzada en óptica y la deduc
ción de la relación inversa al cuadrado de la distancia para la
atracción planetaria. Fue el período en el que, de acuerdo con
el relato del propio Newton, se produjo el incidente de la
caída de la manzana. Como observa el historiador de la cien
cia D. T. Whiteside: «En dos breves años, del verano de 1664
a octubre de 1666, nació el matemático Newton y, en cierto
sentido, el resto de su vida creativa fue en gran parte la elabo
ración, tanto en el cálculo como en el pensamiento matemáti
co en general, de la masa de florecientes ideas que brotaron en
su mente en el umbral de la madurez intelectual». El propio
Newton escribió lo siguiente acerca de este período: «Estaba
yo en la mejor edad para la invención y me ocupaba de mate
máticas y de filosofía más que en ningún otro momento a par
tir de entonces».
De esta suerte, en la trayectoria más amplia de la vida de
Newton se observa una perfecta configuración simétrica:
estos descubrimientos tempranos, precursores necesarios de
los Principia, se produjeron cuando Urano se había desplaza-
do 90º desde la posición que ocupaba cuando nació Newton,
mientras que los Principia mismos, que contenían la formula
ción de las tres leyes del movimiento y la ley de la gravitación
universal, se publicaron cuando Urano se había desplazado
exactamente otros 90º, para formar la oposición de 180º.
Éstas y muchas otras correlaciones del mismo tipo me
sugirieron la posibilidad de que existiera en cada vida una
conexión y una continuidad arquetípica significativa entre los
acontecimientos que coincidían con los sucesivos alineamien
tos importantes del ciclo de tránsito de Urano. La naturaleza
de la evidencia parecía indicar la existencia de una correlación
constante entre los tránsitos de Urano y las activaciones de un
principio arquetípico con el carácter de Prometeo -emanci
patorio, rebelde, inventivo, impredecible, mediador del cam
bio brusco y nuevas realidades-, visible en la cualidad y el rit
mo de aparición específicos de estos diversos acontecimientos
y descubrimientos. Muchos otros factores, como qué planetas
formaban aspectos con Urano en la carta natal y la presencia
de otros tránsitos concurrentes, eran también pertinentes en la
evaluación del carácter exacto y el tiempo de aparición de
estas correlaciones. Además del ciclo Urano-Urano, muchos
acontecimientos comparables, con estas mismas cualidades,
coincidieron con tránsitos en los que Urano pasaba por otro
punto importante de la carta natal (por ejemplo, Urano tran
sitando en conjunción con el Sol natal, como cuando James
Joyce escribió Ulises, a comienzos de 1914), o en los que otro
planeta exterior transitaba el Urano natal (por ejemplo, Plu
tón transitando en conjunción con Urano natal, como cuando
Thomas Jefferson redactó la Declaración de la Independencia,
en junio de 1776).' 8 Sin embargo, el ciclo de tránsito Urano
Urano en sus propios términos parecía representar una confi
guración cíclica particularmente significativa para lo que pare
cía ser el despliegue de un impulso prometeico.
Dado que el ciclo completo de 360º de Urano dura ochen
ta y cuatro años, la trayectoria vital de muchos individuos no
ofrece la posibilidad de analizar el período en que Urano tran
sita en conjunción con su posición original en el momento del
nacimiento de la persona (un tránsito conocido como «retor
no de Urano»). Sin embargo, entre los ya citados, Freud al-
canzó a vivir hasta los ochenta y cuatro años, y precisamente
en el momento en que Urano llegaba al punto de conjunción,
en el verano de 1938, se vio repentinamente obligado, por la en
trada de los nazis en Austria, a mudarse a Londres durante lo
que resultaron ser los últimos meses de su vida y escribió su
resumen brillante y definitivo de la teoría del psicoanálisis: el
Esquema del psicoanálisis. Su último libro, el famoso Esque
ma, era efectivamente una sinopsis de la obra de su vida.
Además, en ese mismo período terminó y publicó su Moisés y
el monoteísmo, también obra de compendio personal, tanto
por el tiempo tan prolongado que ocupó como porque anali
zaba la figura cultural revolucionaria con la que él mismo se
había identificado a lo largo de la vida.
Análogamente, Jung vivió hasta los ochenta y cinco años.
Cuando el ciclo de Urano en su vida llegó a completar los
360º, con Urano transitando en conjunción con su posición
natal, de 1957 a 1960, Jung compuso el famoso resumen de su
vida, Recuerdos, sueños, pensamientos. De manera que tanto
Freud como Jung escribieron recapitulaciones de la obra
revolucionaria de su vida precisamente durante el período que
coincidía con la conjunción de Urano consigo mismo, al final
de su ciclo.
En consecuencia, en ambos casos se advierte un claro
patrón secuencial: en la vida de Freud, el punto a mitad de
camino de 180º del ciclo de Urano que tuvo lugar en 1895-
1897 coincidió con su período de mayor innovación -el
comienzo de su autoanálisis, su formulación de los conceptos
básicos del psicoanálisis y el inicio de la redacción de su obra
fundacional, La interpretación de los sueños-, mientras que el
punto de 360º que cerraba el ciclo coincidió con sus compen
dios de la obra de toda una vida, el Esquema del psicoanálisis
y Moisés y el monoteísmo. En la vida de Jung se aprecia el
mismo patrón simétrico; el punto medio del ciclo de Urano
durante el período de 1914-1917 coincide con el giro germinal
de su vida, tanto intelectual como psicológicamente (como
luego describiría él mismo en Recuerdos, sueños, pensamien
tos), mientras que la finalización del ciclo coincide con la re
dacción de Recuerdos, sueños, pensamientos, el compendio de
su vida.' 9
Patrones análogamente sugerentes del ciclo completo re
sultaron evidentes en el nivel colectivo. Por ejemplo, si se con
sidera el 4 de julio de 1776, día de la firma de la Declaración
de Independencia, corno la fecha de nacimiento de los Estados
Unidos, el ciclo completo de Urano culminó ochenta y cuatro
años más tarde, cuando comenzaba la Guerra Civil, en abril
de 1861, a 1º del alineamiento exacto. Este período dramático
en la historia de Estados Unidos trajo lo que Abraharn Lin
coln llamó «nuevo nacimiento de la libertad» a una nación
concebida en libertad, pero hasta entonces profundamente
oprimida, comprometida y corrompida por la institución de
la esclavitud. Análogamente, en la vida de Estados Unidos, el
siguiente ciclo de Urano culminó a mediados de los años cua
renta del siglo XX. Este retorno de Urano llegó a su alinea
miento exacto una semana antes del Día D, en junio de 1944,
cuando los Aliados empezaron la liberación de Europa de los
nazis, y continuó en 1945, en coincidencia con el final de la
Segunda Guerra Mundial, el surgimiento de Estados Unidos
corno potencia dominante en el mundo y la fundación de las
Naciones Unidas.
193
la juventud con los impulsos estructurantes, estabilizadores y
disciplinantes propios de la madurez.
En cualquier caso, la diferencia, a menudo observada y tan
fácil de reconocer, entre los individuos que han pasado los
treinta años y los que aún no han llegado a esa edad parecía
asociada a la decisiva emergencia, precisamente en estos años,
de las cualidades personales y las circunstancias vitales cuyas
características comunes resultaban comprensibles en términos
de una poderosa constelación del arquetipo de Saturno en ese
momento." La siguiente descripción de Gertrude Stein, perte
neciente a su obra temprana Fernhurst, presenta un acertado
retrato de una forma característica de transición vital que
coincide con el período de retorno de Saturno.
194
durante el primer retorno de Saturno, entre los veintiocho y
los treinta años. Se compone una primera sinfonía y tiene
lugar el primer concierto público (Beethoven); se establece
una importante asociación profesional (Shakespeare se con
vierte en miembro de la compañía de teatro Globe y en su
principal dramaturgo); se recibe el trabajo fundamental de la
carrera (Ficino como director de la Academia Platónica de
Florencia, Lutero como maestro de teología bíblica en Wit
tenberg, Kepler como matemático imperial en Praga, Galileo
como profesor de matemáticas en Padua, WilliamJames como
profesor de ciencia en Harvard); tiene lugar el primer logro
significativo (Marie Curie descubre el radio y el polonio,
Niels Bohr formula su teoría de la estructura atómica); se pro
duce el primer reconocimiento público importante (Newton
es elegido para la Royal Society; Georgia O'Keeffe presenta su
primera exposición en la galería Alfred Stieglitz; Duke Elling
ton inicia su contrato de cinco años en el Cotton Club); tiene
lugar el primer acto público importante que define la carrera
posterior (el primer discurso importante de Demóstenes ante
la Asamblea ateniense, la participación y el arresto de Martín
Luther King en una protesta contra la segregación racial en
Atlanta.)
Otros patrones biográficos de carácter arquetípico compa
rable resultaron evidentes durante esos años del retorno de
Saturno, de los veintiocho a los treinta de edad, como, por
ejemplo, la tendencia a asumir un nuevo nivel de responsabi
lidad y lograr un nuevo grado de independencia personal
(Margaret Fuller asume la jefatura de redacción del periódico
trascendentalista The Dial; Abigail Adams, cuyo maridoJohn
estuvo más de una década fuera de casa, en el servicio civil, se
ocupa de su familia y dirige su casa, la granja y la empresa casi
en solitario a partir de los veintinueve años, construye su pro
pia sensibilidad independiente y encuentra su voz personal en
la redacción de sus cartas). O se abandonan los vagabundeos
de la juventud para seguir una vocación de madurez ( «Los
días irresponsables de mi juventud han quedado atrás», escri
bió Tennessee Williams en referencia al momento en que, a los
veintinueve años, recibió en México un telegrama del Theatre
Guild en el que se le pedía que regresara a Nueva York para
1 95
su primera producción en Broadway). Se dirige el primer film
(Los cuatrocientos golpes de Truffaut, Sin aliento de Godard,
Luces de variedades de Fellini, Un perro andaluz de Buñuel);
se produce la primera obra de madurez (Kafka escribe El pro
ceso y La metamorfosis; F. Scott Fitzgerald, El Gran Gatsby;
Camus, El mito de Sísifo y El extranjero; Saul Below, Hombre
en suspenso; Allen Ginsberg, Aullido); se establece la persona
lidad pública (Aurore Dupin utiliza el seudónimo George
Sand y publica su primera novela, Indiana; Samuel Clemens
publica su primera obra literaria, La famosa rana saltarina del
condado de Calaveras, bajo el seudónimo de Mark Twain). O
se produce el encuentro con el mentor o el modelo para el pos
terior desarrollo personal (Agustín se encuentra con el obispo
Ambrosio, Melville hace amistad con Hawthorne, Freud es
tudia con Charcot, Jung inicia su correspondencia con Freud,
Pablo Neruda conoce a Federico García Lorca). O hay una
mudanza al lugar y el medio cultural en el que comenzará
a desarrollarse el trabajo de toda la vida (Leonardo se muda a
Milán para trabajar en la corte del duque Ludovico Sforza,
Rousseau va a vivir a París y se encuentra con Diderot y los
enciclopedistas, Gertrude Stein se instala en París y establece
su salón en el número 27 de la calle Fleurus).
El tránsito de retorno de Saturno coincidía en general con
lo que podría llamarse período de cristalización biográfica,
visible no sólo en acontecimientos externos, como los que se
acaban de mencionar, sino también en una cierta consolida
ción de la constitución psíquica del individuo y en el estable
cimiento de la estructura básica de la personalidad. William
James creía que después de los treinta años de edad el carácter
de una persona «quedaba enyesado». En función de la res
puesta específica del individuo a las presiones y las circunstan
cias de estos años críticos, esta maduración y solidificación
podía acarrear en realidad un nuevo nivel de autonomía per
sonal y autoconfianza, que no se había logrado en los años
inmediatamente anteriores, una nueva seguridad basada en el
conocimiento de uno mismo y la sensación de haber encon
trado dirección y finalidad propias. Muchos factores parecían
pertinentes a la comprensión de la variedad de experiencias de
los distintos individuos durante este período, incluidos los
diferentes modos de vida de cada persona antes del tránsito y
las diferencias en sus cartas natales.
Ocasionalmente, el logro de independencia e individua
ción connaturales a la madurez parecía inhibir o limitar las
fuentes de creatividad accesibles en la juventud, como si la
afluencia espontánea de una especie de manantial de creativi
dad no pudiera sobrevivir la transición a la madurez. En el
caso de determinados artistas jóvenes notablemente creado
res, el resultado de la cristalización de la personalidad y las
presiones de la madurez, propias del período de retorno de
Saturno, fue el apogeo de la individuación y, al mismo tiem
po, el fin de la creatividad libremente experimental de la vein
tena (una creatividad que comenzaba típicamente durante el
tránsito de Urano en cuadratura a Urano, a finales de la ado
lescencia y los primeros años de la veintena). Un ejemplo lla
mativo de este modelo es el caso de los cuatro Beatles: John
Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr.
Después del período de brillante creatividad grupal, que tuvo
lugar en la veintena, de 1962 a 1969, los cuatro músicos se
separaron definitivamente en el curso de sus tránsitos de re
torno de Saturno, prefirieron la composición individual de
canciones, produjeron sus primeros álbumes en solitario y
establecieron relaciones matrimoniales que impedían el estre
cho vínculo creador de los años anteriores. El trabajo que los
cuatro hombres produjeron durante sus respectivos períodos
de retorno de Saturno, entre los veintiocho y los treinta años,
que comenzaron en 1968 y se extendieron hasta los primeros
setenta, marcó el apogeo de sus vidas creadoras, como ha que
dado materializado en sus extraordinarios álbumes finales
como los Beatles (el doble White A/bum, Let lt Be, Abbey
Road) y los primeros álbumes en solitario que produjo cada
uno de ellos. Después de los treinta, sus esfuerzos individua
les raramente alcanzaron el brillo creador de su juventud,
como si esa forma particular de creatividad hubiera florecido
mejor como influencia colectiva espontánea en la mente gru
pal de los Beatles jóvenes y hubiera dejado de prosperar tras
la asimilación del principio saturniano de madurez, separa
ción, autoconfianza y serio compromiso con las realidades de
la vida individual durante el retorno de Saturno.
197
Descubrí que las variaciones individuales en las experiencias
relativas a este período también correspondían estrechamente a
los tránsitos de otros planetas exteriores que en ese momento
coincidían con el retomo de Saturno, tránsitos que variaban de
una persona a otra según la configuración original de su carta
natal. (El tránsito de un planeta con su posición natal es el único
que tiene lugar para todos aproximadamente a la misma edad,
como ocurre con los ciclos mencionados de Urano en tránsito
con el Urano natal y de Saturno en tránsito con el Saturno
natal.) La cualidad específica de los acontecimientos y las res
puestas que tenían lugar durante un retomo de Saturno parecía
afectada por el carácter distintivo de los principios arquetípicos
asociados a estos otros tránsitos planetarios.
Un caso de este tipo queda ejemplificado con toda claridad
en la vida de William James, cuyo retomo de Saturno coinci
dió con el tránsito de Urano en oposición al Sol natal, que
sólo se da una vez en la vida y que, según he observado, coin
cide sistemáticamente con períodos de repentina emancipa
ción personal y ruptura creativa, acompañados de una sen
sación de despertar a uno mismo o de autoliberación. Cuando
James tenía veintinueve años, sufrió una crisis de depresión y
ansiedad de tal intensidad que estuvo al borde del suicidio.
Esta crisis emocional estaba muy ligada con su continua lucha
filosófica con la naturaleza del libre albedrío y el determinis
mo, lucha al mismo tiempo científica y teológica y que vivió
personalmente como sensación general de opresiva limitación
existencial e impotencia moral. Un día, mientras leía la obra
del filósofo francés Charles Renouvier sobre el libre albedrío,
James vio de pronto con toda claridad su camino a la supera
ción de la crisis y decidió que «mi primer acto de libre albe
drío será creer en el libre albedrío». En este momento decisi
vo puede datarse el inicio de todo el desarrollo posterior de la
vida y el pensamiento de James, con su particular compromi
so permanente con la libertad humana, la autonomía indivi
dual, la impredecibilidad creativa y la flexibilidad pragmática
en respuesta a un universo abierto e indeterminado.
199
profesional, relaciones importantes y actitudes existenciales
básicas. Una vez más, era típico un encuentro profundo con
los límites y la realidad mortal de la existencia humana ( como
lo expresa, por ejemplo, la gran novela de Tolstoi La muerte
de /van Illich, escrita durante su segundo retorno de Saturno).
Un agudo despertar a la conciencia de que se estaba más cerca
del final de la vida que del comienzo intensificó las preocu
paciones existenciales por lo que se había realizado en vida, a
qué valores se había servido, y si los compromisos presentes
reflejaban o no la finitud del tiempo restante. Era como si
todo el espectro de motivos y tendencias asociados al arqueti
po de Urano se hubieran constelado otra vez en ese momen
to de la vida y en coincidencia con la compleción de la órbita
de Saturno: edad, mortalidad, seriedad del interés, autocrítica,
deber, estatus en el mundo, obra y valor, el final de las cosas,
el paso de una época, umbral decisivo en el proceso de madu
ración.
En general, el acercamiento a los sesenta años de edad
parecía marcar un momento fundamental de transformación
biográfica, con una evocadora cualidad de compleción cíclica,
de revisión de la vida y de reconfiguración estructural que en
ciertos aspectos no se diferenciaba del primer retorno de
Saturno. Pero en este período, la compleción y reconfigura
ción tenía lugar después, en el otro extremo del ciclo de trein
ta años de actividad y responsabilidad adulta en el mundo.
Mediaba la transición a lo que, en las sociedades tradicionales,
se llamaba estatus de ancianidad, ya fuera que esta transición
connotara simplemente edad y las consecuencias del tiempo y
del desgaste de la vida, ya que aludiera a un nivel notablemen
te nuevo de responsabilidad social, de bien ganado respeto, de
seriedad personal o de sabiduría fundada en la larga experien
cia. A menudo el carácter de este período sugería la cosecha de
lo que se había sembrado, para bien o para mal. Comenzaba
una nueva etapa de la vida, más vieja y, sin embargo, a veces,
también más ligera, como tras el cumplimiento de una tarea o
la liberación de una carga o una obligación. Los dos períodos
de retorno de Saturno parecían funcionar como una suerte de
estrecho canal de nacimiento que engendraba la fase siguiente
de la vida.
200
Antes y después de estos períodos de conjunción del ciclo
de Saturno, en las proximidades de los treinta y los sesenta
años, hay otro patrón de correlaciones, digno de ser tenido en
cuenta: los alineamientos cuadráticos en el ciclo de Saturno
después del nacimiento y después de cada conjunción: la cua
dratura, la oposición y la siguiente cuadratura, seguida de otra
conjunción. Estos aspectos cuadráticos tienen lugar con inter
valos de aproximadamente siete años o siete años y medio, y
se prolongan más o menos un año cada uno. El primer tránsi
to Saturno-cuadratura-Saturno tiene lugar cerca de los siete
años de edad; el tránsito de oposición tiene lugar alrededor
de los catorce o quince años; la cuadratura siguiente se da
entre los veintiuno y los veintitrés años. Después del primer
retorno de Saturno, a los veintiocho-treinta años, el ciclo
comienza de nuevo y continúa con intervalos de aproximada
mente siete años durante toda la vida.
He comprobado que estos tránsitos marcan con una regu
laridad casi de reloj períodos de transformación crítica, crisis
de madurez, decisiones fundamentales y varios tipos de con
tracciones y tensiones biográficas. Eran muy característicos
los encuentros transformadores con la autoridad, con limita
ciones, con la mortalidad y con las consecuencias de las accio
nes del pasado. A menudo se producían también diferentes
formas de separación de la matriz parental, familiar o social
-lo que requería un nuevo nivel de autoconfianza existencial,
autoridad interior, madurez y competencia, individuación,
concentración de energías y consolidación de recursos-, a la
vez que una reorientación fundamental de la propia vida y el
carácter. Muchas veces se advertían claros signos de conexión
entre un período de alineamiento cuadrático de Saturno y
otro, siete, catorce-quince o veintiocho-treinta años después.
En el curso de mi investigación, no he encontrado prácti
camente ninguna biografía en la que dispusiera de registros
suficientemente detallados de acontecimientos importantes,
tanto interiores como externos, que no mostrara con toda cla
ridad la estructura que acabo de mencionar. Lo que hacía para
mí impresionantes estas correlaciones era la precisión con la
que se correspondían con el principio arquetípico al que se ha
asociado siempre el planeta Saturno en la tradición astrológi-
201
ca. Igualmente asombrosa fue la sistematicidad con que las
cualidades adicionales de cada caso único se correspondían con
los otros planetas específicamente en tránsito durante esos
períodos particulares. En cada ejemplo, las cualidades y los
acontecimientos arquetípicamente saturnianos de los perío
dos de alineamiento de Saturno parecían adquirir inflexiones
específicas y matices cualitativos en estrecha correspondencia
con los otros principios arquetípicos planetarios constelados
en ese momento.
202
COHERENCIA ARQUETÍPICA
Y DIVERSIDAD CONCRETA
203
Percy Bysshe Shelley, por ejemplo, nació bajo una conjun
ción de Urano con el Sol. Durante toda su vida, Shelley encar
nó y expresó personalmente un impulso dominante hacia la
libertad, el cambio radical y la autonomía personal irrestricta.
Se identificaba con las fuerzas de la revolución social y clama
ba por el nacimiento de una nueva era que liberara a la huma
nidad de toda fuente de opresión. Su vida y su obra estuvie
ron marcadas por la originalidad creativa y una tendencia
innata hacia el individualismo heroico. Sus relaciones y su tra
yectoria vital se caracterizaron por gran número de cambios
repentinos y rupturas inesperadas, así como por un desprecio
casi compulsivo de las convenciones sociales y una inconstan
cia en el compromiso que dejó no pocas víctimas detrás de sí.
La afinidad empática de su identidad y su imagen de sí mismo
con el impulso prometeico son patentes en el hecho de que
Shelley escribía el drama poético Prometeo desencadenado, la
egregia obra de la literatura moderna dedicada a la figura de
Prometeo.
A modo de simple contraste, podemos comparar a Shelley
con su contemporáneo Arthur Schopenhauer, que nació bajo
una conjunción de Saturno con el Sol. La visión filosófica de
Schopenhauer estaba dominada por un sentido profundo
de las limitaciones de la vida, el sufrimiento y la mortalidad.
Para él, la humanidad estaba encerrada en un mundo de lucha
incesante, dolor y derrota final. Mientras que la vida y la obra
de Shelley pueden considerarse dedicadas a la liberación del
yo, Schopenhauer clamaba por una confrontación más adusta
con las difíciles realidades de la vida y una ascética negación
del yo que permitiera trascender la dolorosa lucha de la exis
tencia. Mientras que la personalidad y la biografía de Shelley
se caracterizaban por una constante búsqueda de lo nuevo y
lo no explorado, por una lucha por nuevos horizontes de
experiencia, ya fuera a través de las formas de expresión, ya en
las relaciones o en la búsqueda de un futuro de libertad huma
na, la personalidad y la biografía de Schopenhauer se caracte
rizaron más bien por una soledad ensimismada, el miedo per
manente a lo inesperado y una suerte de radiante pesimismo.
Los tránsitos de ambos hombres son igualmente sugeren
tes. La obra más importante d Schopenhauer, El mundo como
204
voluntad y representación, fue escrita y publicada durante su
primer retorno de Saturno. «Difícilmente un hombre llega a la
madurez de su capacidad de razonamiento y de sus facultades
mentales antes de los veintiocho años», escribió Schopen
hauer muchos años después. Shelley escribió Prometeo desen
cadenado en 1818-1819, durante la veintena, en exacta coinci
dencia con su tránsito Urano-trígono-Urano. Nunca pasó por
la experiencia del tránsito de Urano en oposición a Urano,
pues murió ahogado a los veintinueve años, durante su retor
no de Saturno.
La vida de Schopenhauer también encarnó otro rasgo de
personalidad que se encuentra de manera regular en los naci
dos con aspectos entre el Sol y Saturno, a saber, una tendencia
a experimentar el reconocimiento personal y un sentido de
autorrealización individual (correspondientes al Sol) sólo ha
cia el final de la vida, tras el paso del tiempo, al llegar a una
edad más madura y tras haber sufrido experiencias de recha
zo y prolongada soledad (correspondientes a Saturno). Cuan
do Schopenhauer publicó su obra maestra, El mundo como
voluntad y representación, a los treinta años, el libro fue igno
rado casi por completo; en cuanto a sus clases en la Uni
versidad de Berlín, que programó adrede en el mismo horario
que las que dictaba Hegel, su adversario filosófico y mucho
más famoso, apenas tuvieron audiencia. Resentido, Schopen
hauer se retiró a una vida solitaria. A comienzos de la sesen
tena, tras años de nuevos escritos y publicaciones, es cuando
produjo su colección más accesible de ensayos y aforismos,
Parerga y Paralipomena, y a partir de ese momento su nom
bre pasó a ser ampliamente conocido en toda Europa y sus
ideas empezaron a ejercer una decisiva influencia en la cultu
ra. Durante la última década de su vida, hasta su muerte a los
setenta y dos años, gozó de considerable fama y reconoci
miento. En cierto sentido, Schopenhauer parecía contemplar
todo en la vida a través de la lente del complejo arquetípico
Sol-Saturno y generalizó su experiencia para convertirla en
principio universal: «Cuanto más noble y perfecta es una cosa,
más tarde y más lentamente llega a la madurez».
Por el contrario, el despliegue creador de Shelley y el reco
nocimiento de sus pares se produjo desde edad temprana y
205
aumentó muy rápidamente a lo largo de su breve vida. A los
dieciocho años, cuando todavía estaba en Oxford, ya había
escrito La necesidad del ateísmo, por lo que no tardó en ser
expulsado, en exacta coincidencia con su tránsito de Urano en
cuadratura con Urano. Así empezó su última década de vida
esta estrella fugaz de precoz creatividad literaria, cambio ince
sante, vida intensamente inconformista y pensamiento de es
píritu libre. Shelley parecía identificarse con un principio de
libertad creadora que desafiaba los límites y transcendía la
muerte: «Cambio, pero no puedo morir».
Pese a lo instructivo del agudo contraste que se desprende
de la comparación entre Shelley y Schopenhauer, debo subra
yar que cualquier complejo arquetípico que coincida con un
alineamiento natal o tránsito personal específico podría encar
narse de una extraordinaria diversidad de maneras que, no
obstante, serían claramente reconocibles como manifestacio
nes de los mismos principios subyacentes. No todas las per
sonas nacidas con una conjunción del Sol con Urano son
como Shelley, ni todas las que han nacido bajo conjunciones
del Sol con Saturno son como Schopenhauer. En muchos
otros individuos nacidos con una u otra de estas dos configu
raciones he comprobado que, en realidad, su vida y su perso
nalidad reflejaban claramente el complejo arquetípico corres
pondiente, pero de una manera única en cada caso. Un aspec
to natal Sol-Urano podría encontrarse en la carta natal de una
importante pionera feminista o de un irresponsable padre
ausente, de un importante innovador científico o de un excén
trico inofensivo, de un famoso libertador cultural o de un
delincuente juvenil de por vida (y a veces ambas cosas a la
vez). Un aspecto natal Sol-Saturno podría encontrarse tanto
en una persona notable por su madurez de juicio, disciplina,
confianza en sí misma y aceptación gustosa de la soledad,
como en una persona proclive a la depresión, la soledad y la
rigidez. La evidencia sugería que cada individuo expresaba
diferentes y a menudo múltiples elementos del complejo ar
quetípico de acuerdo con las distintas circunstancias cultura
les y biográficas de cada caso. Muchos eran los factores que
parecían influir en estas diferentes expresiones del mismo
complejo, incluso lo que parecía ser la única e impredecible
206
respuesta creativa de cada individuo a la asimilación de este
complejo particular. Esta diversidad en la manifestación ca
racterística era observable en todas las categorías de aspecto
natal o tránsito personal que estudié."
Que un aspecto natal dado coincida con la expresión de un
complejo arquetípico específico en una variedad prácticamen
te ilimitada de formas no es sólo, creo, característico de todas
las correspondencias astrológicas, sino también esencial a ellas.
Una vez más, por debajo de esta observación parece estar el
principio de que los patrones astrológicos no son predictivos
concretamente, sino arquetípicamente. Aunque comprobé
que un alineamiento planetario dado tendía a coincidir con
una activación visible del correspondiente complejo arquetí
pico, el carácter específico del resultado final no parecía estar
predeterminado de ninguna manera por la existencia de ese
aspecto. Dos personas distintas podían haber nacido con el
mismo alineamiento planetario, pero para una de ellas el po
der y la cualidad intrínsecos del estímulo arquetípico podía
ser considerablemente mayor o más profundo que para la
otra, y esa diferencia no era necesariamente discernible en
la carta natal. O bien el arquetipo podía expresarse de una ma
nera u otra (como rebeldía compulsiva, por ejemplo, antes que
como genio innovador), siendo ambas igualmente apropiadas
al arquetipo en cuestión. Desde esta perspectiva, la investiga
ción de las principales figuras culturales no resultaba útil por
que fueran las únicas personas que habían nacido con los
aspectos en cuestión, pues no era ése el caso, ni porque su par
ticular logro cultural representara el resultado probable de un
aspecto natal determinado, sino más bien porque sus respec
tivas vidas y caracteres expresaban determinados rasgos ar
quetípicos de una manera particularmente notable y pública
mente evaluable.
La combinación entre la coherencia arquetípica y la diver
sidad concreta de la evidencia parecía fundamental e irreduc
tible. Impedía los intentos de confirmación o refutación esta
dística al mismo tiempo que permitía un campo de auténtica
autonomía humana. En el seno de estas estructuras más pro
fundas de despliegue del significado arquetípico parecía ex
presarse un tipo de autonomía cósmica, tanto en respuesta a
actos y decisiones autónomos del individuo como a través de
ellos (de modo muy parecido a como William James presen
taba la libertad humana, como expresión y reflejo a la vez de
la investigación del universo). La carta natal parecía indicar
algo así como las subyacentes estructuras tonales de la vida,
mientras que los tránsitos sugerían el tempo y la estructura rít
mica de su desarrollo. Lo que no estaba indicado era la melo
día singular, la manera específica de realización creativa que la
vida individual ponía finalmente en acción dentro y por me
dio de las estructuras arquetípicas.
208
Lincoln y Darwin habían nacido con una configuración
relativamente rara de cinco planetas, en la que Mercurio forma
ba distintos aspectos mayores con los cuatro planetas más
remotos: Saturno, Urano, Neptuno y Plutón. Considerados
por separado, cada uno de estos aspectos específicos se daba re
gularmente en las cartas natales de individuos con una conste
lación distintiva de cualidades y tendencias personales. Estas
cualidades y tendencias parecían encarnar diferentes inflexio
nes del principio arquetípico asociado a Mercurio, que abarca
todo lo que concierne a la mente, el pensamiento, la informa
ción, la comunicación, la expresión, el lenguaje, el aprendizaje,
el estudio, el análisis, etcétera. Aunque la forma concreta que
adoptaba cada uno de estos diversos complejos arquetípicos
era muy variable en el gran número de individuos que compar
tían un aspecto particular, cada ejemplo expresaba, aunque de
distinta manera, los mismos principios arquetípicos.
En Lincoln y en Darwin, ambos nacidos con una configu
ración que implicaba los cinco planetas, estos diversos com
plejos arquetípicos eran todos visibles al mismo tiempo, a
menudo en sutil interacción recíproca. En otro lugar explora
ré las especificidades técnicas; por ahora basta con observar
que entre los rasgos y las circunstancias biográficas que he en
contrado regularmente asociados a estos aspectos, merecen ser
especialmente destacados los siguientes: circunstancias edu
cacionales restrictivas, inadecuadas o desalentadoras (Mercu
rio-Saturno); rigor intelectual autocrítico combinado con una
insólita economía y claridad de expresión y una tendencia a
permanecer mucho tiempo en silencio (Mercurio-Saturno);
cierto empecinamiento o tenacidad sopesando problemas en
apariencia intratables, sin prisa y a lo largo de períodos muy
prolongados (Mercurio-Saturno); una tendencia a pensar con
aguda y penetrante intensidad que, en casos excepcionales, re
flejaba la posesión de un intelecto poderoso y motivado (Mer
curio-Plutón); una inhabitual capacidad para el pensamiento
estratégico y el análisis sagaz de las motivaciones subyacentes
u ocultas (Mercurio-Plutón), con frecuencia combinados con
una detallada capacidad de observación (Mercurio-Saturno);
un deseo de traspasar los niveles superficiales de entendimien
to para captar principios y fuerzas operativas más profundas
209
(Mercurio-Plutón); un impulso de cultivar la comunicación
efectiva y persuasiva, escrita u oral, con la intención de influir
y transformar las opiniones ajenas (Mercurio-Plutón); ten
dencia a un pensamiento disolvente de estructuras y límites
establecidos, y a intuir, en general después de largos períodos
de confusión mental y amorfa ensoñación diurna, unidades
mayores que subyacen a fenómenos en apariencia separados y
divergentes (Mercurio-Neptuno); y un intensificado estímulo
de concebir o asumir ideas y proyectos que desafían puntos de
vista y supuestos convencionales (Mercurio-Urano), lo que a
menudo produce juicios negativos, críticas y ataques sarcásti
cos muy intensos (Mercurio-Saturno con Mercurio-Plutón).
Darwin y Lincoln también nacieron bajo una conjunción
Júpiter-Plutón, aspecto que se encuentra en las cartas natales
de individuos que poseen un impulso o capacidad superiores
a lo normal para el liderazgo personal o la influencia cultural,
ya sea intelectual, moral o política. Además, nacieron cuando
Urano estaba en trígono con Plutón, lo que regularmente
coincide con un significativo interés por la participación acti
va en importantes movimientos revolucionarios o emancipa
dores de algún tipo.
Finalmente, ambos nacieron bajo una conjunción de Sa
turno y Neptuno, que con frecuencia he comprobado que se
asocia a una aguda sensibilidad al sufrimiento y el dolor de la
vida, ya sea los padecidos personalmente, ya los padecidos por
otros; una preocupación extraordinaria por la muerte y sus
implicaciones espirituales; y tendencias potenciales a una per
sistente melancolía o depresión, insomnio o síntomas psicoso
máticos crónicos y de difícil diagnóstico. A menudo, estos
individuos respondían de manera persistente a una pérdida
emocional de algún tipo y se sentían permanentemente ob
sesionados por la culpa o la responsabilidad por aconteci
mientos trágicos. Este mismo aspecto se asociaba también a
individuos cuya perspectiva filosófica mostraba una empática
tendencia al realismo escéptico, cuyo carácter iba del agnosti
cismo o el ateísmo a una actitud crítica respecto de la creencia
religiosa convencional, en combinación con una seria y a
veces sombría visión espiritual de la vida, de índole enorme
mente pragmática y terrenal.
210
Está bien documentado que las biografías de Lincoln y de
Darwin muestran de un modo notable todas y cada una de es
tas características. Sin embargo, lo hacen en contextos comple
tamente distintos, con diferentes inflexiones y con conse
cuencias históricas absolutamente distintas. En ambos casos,
la misma dinámica arquetípica parece manifestarse con gran
poder y especificidad, pero en formas y circunstancias diver
gentes. Las limitaciones educacionales, los hábitos mentales, el
poder intelectual, los silencios y las largas reflexiones, la serie
dad de pensamiento y expresión, la capacidad e inclinación a
pensar al margen de las estructuras de creencia convenciona
les, los dones esforzadamente desarrollados para la escritura y
la comunicación persuasiva eran en esencia asombrosamente
similares. Lo mismo ocurría con su compartido escepticismo
acerca de la vida personal después de la muerte y su tendencia
a la depresión y la desesperación. Ambos perdieron trágica
mente a su madre en la infancia (Darwin a los ocho años,
Lincoln a los nueve), pérdidas que en los dos casos se vieron
agravadas por la incapacidad paterna para confortar espiritual
mente a sus desconsolados hijos. Ambos sufrieron la pérdida
igualmente trágica de hijos jóvenes cuando les tocó a ellos ser
padres. Ambos se sentían perseguidos por un sentimiento de
responsabilidad por la muerte de otros, ambos estaban dota
dos de insólita sensibilidad al sufrimiento y la muerte de otros
(en los dos casos incluyendo a los animales) y ambos odiaban
la esclavitud. La compartida seriedad de sus respectivas visio
nes morales, su enfoque terrenal y su sombrío realismo, su
impulso hacia el liderazgo cultural, su participación activa en
importantes acontecimientos revolucionarios y emancipado
res: cada una de estas cualidades particulares, evidentes en su
vida y su personalidad, parecían la encarnación concreta de un
campo más amplio de potencialidades y tendencias cualitati
vas, que a su vez eran inteligibles en términos de complejos
arquetípicos más fundamentales, modificados por y a través de
contextos biográficos e históricos particulares.
También habría que poner aquí de relieve que esas cartas
natales no parecían entrañar ningún vector moral preestable
cido -en una carta natal no había configuraciones planetarias
ni ningún otro factor que guardara correlación alguna con el
211
hecho de que un individuo llegue a ser buena o mala persona,
noble o innoble-. Charlie Chaplin y Adolf Hitler tenían car
tas natales muy semejantes, ya que nacieron con sólo cuatro
días de diferencia, en abril de 1889, y muchas de sus principa
les configuraciones planetarias, aunque no todas, mantuvie
ron el mismo alineamiento durante el breve período que abar
ca sus respectivos nacimientos. Compartían una combinación
particular de diversos aspectos planetarios, cada uno de los
cuales, según pude comprobar, estaba coherentemente asocia
do a un complejo arquetípico y un campo de potencialidades
cualitativas específicas. Una vez más, la forma concreta que
estos diversos complejos adoptaban en casos individuales
mostraba una considerable diversidad, aunque sin dejar de
traslucir la existencia de patrones arquetípicos subyacentes.
Sin entrar en todos los alineamientos planetarios en las
cartas natales de Chaplin y de Hitler, señalemos brevemente
que las expresiones de los complejos arquetípicos asociados a
esos aspectos incluían habilidades de comunicación idiosin
crásicas, y a veces sobresalientes, proclividad a la agitación
nerviosa, duras experiencias vitales, como la pobreza y el ais
lamiento prolongados, propensión a los ataques de cólera, re
laciones problemáticas con la autoridad en combinación con
tendencias al control dictatorial, una fuerte inclinación hacia la
excentricidad personal; acusados impulsos o intereses artís
ticos, extraordinario ardor libidinal o romántico en combina
ción con una tendencia a experimentar rechazo o frustración;
inclinación a las relaciones eróticas con parejas en general
jóvenes o emocionalmente inmaduras, y un impulso a expe
rimentar o crear ilusiones dramáticas capaces de conmover
poderosamente a los espectadores. Una vez más, ambos en
carnaban todas estas características particulares con conside
rable especificidad (incluso al punto de que, en El gran dicta
dor, Chaplin encarnó a Hitler con brillante perspicacia y para
irritación de éste), pero, ¡con qué diferencia de vectores mora
les y de consecuencias en uno y otro caso!
Sea cual fuere la relación entre el carácter moral y la di
mensión arquetípica -y, como Jung, creo que se trata de una
relación compleja y profunda-, el vector de ese carácter no
parece estar en absoluto prefigurado en la carta natal. Muchos
212
factores distintos parecen desempeñar papeles determinantes
en la manera en que un complejo arquetípico se encarna con
cretamente: culturales, históricos, ancestrales, familiares y cir
cunstanciales. Y a éstos habría que agregar factores tales como
la elección individual y el grado de autoconciencia, además, tal
vez, del karma, la gracia, la suerte y otros imponderables. El
género parece desempeñar un considerable papel. Al reflejar
una complicada interacción de factores biológicos y cultura
les, un complejo arquetípico particular expresado en la vida y
la personalidad de una mujer parecía a menudo estar influido
y representado de distinta manera que el mismo arquetipo en
la vida y la personalidad de un hombre que hubiera nacido en
el mismo momento. Al menos algunas de esas diferencias
parecen verse intensificadas en proporción directa a la medida
en que las estructuras patriarcales dominan la sociedad en la
que el individuo ha nacido. Las posibilidades de expresión y
materialización de tendencias arquetípicas de una mujer que
vive en Afganistán o Nigeria en nuestros días son muy distin
tas de las que tiene una mujer que vive en Escandinavia o en
California. El contexto es decisivo.
213
asociado a una configuración planetaria, surge la pregunta:
¿ Con semejante diversidad, hasta qué punto son genuinas las
categorías arquetípicas? Esto evoca, por supuesto, una cues
tión crucial que ha dominado la historia de la filosofía oc
cidental: el problema de los universales. Sobre su resultado
descansan grandes apuestas, no sólo epistemológicas, sino
también cosmológicas. ¿ Hunden las categorías arquetípicas
sus raíces en algo que trascienda nuestras proyecciones loca
les? ¿O son meras construcciones arbitrarias de la mente cate
gorizadora? ¿O serán acaso nada más que ficciones de la ima
ginación metafórica?
Sólo un amplio espectro de datos y una investigación pro
funda acorde con la profundidad de estos temas pueden
proporcionar la posibilidad de resolverlos, de modo que en
los próximos capítulos expondré una revisión inicial de datos
empíricos que, creo, contribuirán a ello. Anticipemos que, des
pués de intensos análisis de un extenso conjunto de eviden
cias obtenidas durante los últimos treinta años, estoy com
pletamente convencido de que estas categorías arquetípicas
no son meras construcciones, sino que en cierto sentido son
de naturaleza psicológica y cosmológica. Proporcionan una
estructura conceptual gracias a la cual las complejidades de la
experiencia humana adquieren una inteligibilidad imposible
de lograr con ningún otro enfoque que yo haya conocido. La
existencia de inflexiones permanentemente diversas de los
mismos principios arquetípicos parece reflejar una indeter
minación dinámica de configuraciones formales en la natura
leza de las cosas, que es lo que permite la coexistencia de co
herencia de significado e impredecibilidad creativa en la vida
humana.
En las categorías de datos que se han analizado anterior
mente, por ejemplo, he encontrado que un tránsito específico
por el que pasa un individuo, como el de Urano en oposición
a Urano natal o un retorno de Saturno, no predetermina en
absoluto qué acontecimientos externos o cambios internos
podrían desplegarse en ese momento de la vida del sujeto afec
tado. Ni el hecho de haber nacido bajo un aspecto planetario
particular, como el Sol en conjunción con Urano o Mercurio
en cuadratura con Saturno, implica predeterminación alguna
214
de la forma concreta que las diversas cualidades o tendencias
pertinentes habrán de adoptar en la vida y la constitución psí
quica de esa persona. Sin embargo, en cada caso los principios
arquetípicos asociados a los planetas proporcionan una lumi
nosa perspectiva de configuración, orden y coherencia para
comprender la múltiple complejidad de las características per
sonales y el despliegue biográfico del individuo. Parecían
igualmente posibles encarnaciones radicalmente diferentes de
un complejo arquetípico dado, así como múltiples potenciali
dades y «tendencias a existir» (para usar la frase habitual en fí
sica cuántica), aunque, de manera subyacente, se mantenían
fieles a los principios implicados más profundos.
Sin embargo, en términos filosóficos, ¿ cómo puede un
principio ser tan polivalente y al mismo tiempo mantener su
identidad subyacente en todas sus expresiones? Esta pregunta
nos orienta al verdadero corazón de la perspectiva arquetí
pica, con sus raíces en las Formas platónicas de la filosofía clá
sica y en los dioses de la imaginación mítica antigua. En par
ticular, nos obliga a comprometernos con lo que el filósofo J.
N. Findlay ha llamado capacidad intrínseca de las Formas ar
quetípicas para la «identidad variable y elástica», la «iridiscen
te variación de aspecto» y la «diferenciación sin diferencia».
Su verdadera esencia reside en esta multiforme potencialidad,
de la que se desprende la particularidad única y creativamen
te actualizada en la vida en curso. Desde este punto de vista,
cada ser individual es un lugar de confluencia de muchas for
mas y fuerzas arquetípicas que se interpenetran, cada una de
las cuales impregna e influye el todo de manera tal que cada
presencia arquetípica afecta de un modo característico a todo
el resto. Cada individuo, movido por incontables factores
interactivos, expresa y representa creativamente una inflexión
y una encarnación únicas de los muchos principios arquetípi
cos que informan su ser. Tampoco se trata de una situación
estática, pues un campo arquetípico particular puede estar
más vigorosamente constelado en determinados períodos de
la vida de una persona, en coincidencia con tránsitos a los
correspondientes aspectos natales. También puede verse afec
tado por la presencia de otros factores arquetípicos importan
tes que se han activado a la vez. Como método para distinguir
215
y aclarar estas múltiples complejidades, me pareció que la
perspectiva astrológica era capaz de proporcionar una visión
singularmente precisa de qué arquetipos tenían más probabi
lidades de ser dominantes en la vida de una persona, en qué
combinaciones arquetípicas y en qué momentos de la vida.
216
LA EVALUACIÓN DE LOS PATRONES
DE CORRELACIÓN
217
todos los tránsitos mayores en la vida individual, por ejemplo,
o todos los aspectos mayores de la carta natal, y todo ello en
relación con los mismos tránsitos y los mismos aspectos nata
les correspondientes a muchos otros individuos. Sin embargo,
aunque lo que en última instancia se requiere para evaluar
cualquier correlación singular es el conjunto más amplio de
datos, en la práctica sólo es posible examinar y señalar una
correlación cada vez y construir poco a poco un fundamento
y un contexto de mayor amplitud para evaluar cada nuevo
caso particular. Es un desafío que no se diferencia mucho del
que afrontó Darwin en El origen de las especies: tuvo que pre
sentar uno por uno los ejemplos de pruebas de selección na
tural que había observado en las tres décadas anteriores, nin
guno de los cuales era probatorio por sí mismo, y esa tarea
resultaba mucho más imponente aún debido a que las impli
caciones de su evidencia parecían contradecir los supuestos
firmemente establecidos de su época.
En nuestra situación, antes de poder reconocer o evaluar
una correlación debemos tener un conocimiento funcional de
los arquetipos planetarios que forman nuestro lente interpre
tativo. Para ello no sólo necesitamos una comprensión básica
del complejo de significados específicos de cada arquetipo
planetario en sus propios términos; también necesitamos ser
capaces de reconocer la manera en que esos significados se
combinan e influyen mutuamente cuando dos de esos arque
tipos están vinculados, en correspondencia con un alinea
miento entre dos planetas. La naturaleza de los datos cultura
les, históricos, biográficos, existenciales, estéticos, es tal, que
no puede evaluarse con simples métodos cuantitativos de aná
lisis, insertos en un protocolo estadístico y mecánicamente
cuantificados. El significado de los datos debe juzgarse tanto
individualmente como en su totalidad, con todas nuestras sen
sibilidades culturales y psicológicas integradas en la ecuación.
Lo que se requiere especialmente es sobre todo habilidad
para reconocer configuraciones arquetípicas polivalentes y
coherencias subyacentes en un amplio espectro de personali
dades y biografías, acontecimientos históricos y épocas cultu
rales muy diferentes. La capacidad para ese discernimiento es
una habilidad humana, una modalidad de visión y de com-
218
prensión cultivada, que no se puede reducir a un algoritmo
informático ni desplegarse de forma impersonal en un estudio
con controles de doble ciego. Como ha destacado Hillman,
incluso un enfoque psicológico puramente clínico resulta ina
decuado: «Es difícil adquirir un ojo arquetípico ... centrando
la atención en personas y casos. Este ojo necesita entrenarse
en la apreciación profunda de la historia y la biografía, las
artes, las ideas y la cultura». El método empleado en esa inves
tigación es, en esencia, una ciencia y un arte, al mismo tiempo
matemático e interpretativo, racional y estético, en intrincada
síntesis.' 1
A lo largo de muchos años de investigación he examinado
detalladamente las biografías de un considerable espectro de
individuos culturalmente significativos: Nietzsche y Jung, Vir
ginia Woolf y Mary Shelley, Beethoven y Wagner, Dos
toievski, Tolstoi, Einstein, Picasso, Churchill, Gandhi, Martin
Luther King, Rachel Carson, Harriet Beecher Stowe, Byron,
Goethe y centenares más. Sólo con esa sustancial base de
datos podía llevarse a cabo de modo efectivo una investiga
ción de este tipo. El trabajo con esas emblemáticas figuras cul
turales aportó dos grandes ventajas suplementarias. En primer
lugar, sus respectivas biografías y características personales
eran bien conocidas y estaban bien documentadas. En segun
do lugar, y no menos importante, los individuos que han rea
lizado contribuciones culturales destacadas o han ejercido una
influencia histórica decisiva son, en cierto sentido, paradigmá
ticos. La forma y la fuerza de su vida y su carácter, los marca
dos contornos y el vector decisivo de sus biografías, hacen
más discernibles sus cualidades esenciales. Estos individuos
son encarnaciones más visibles de tendencias arquetípicas pre
sentes en diverso grado en todo el mundo, y por tanto resul
ta más fácil juzgar las correlaciones potenciales.
En gran medida, el análisis de las biografías pertenece a las
dos primeras formas de correspondencia astrológica que he
mencionado anteriormente en el capítulo sobre las formas de
correspondencia: cartas natales y tránsitos personales. No
obstante, cuando, en los capítulos siguientes, empecemos a
explorar las correlaciones planetarias con los patrones de ex
periencia humana, será útil examinar una categoría de datos
219
asociada más ampliamente a la experiencia colectiva y al mun
do en general, a saber, los tránsitos mundiales. Histórica
mente, los tránsitos mundiales representaron la forma más
primitiva de observación astrológica. Mientras que la astrolo
gía moderna, al reflejar el individualismo humanista de la era
moderna, se ha interesado principalmente por el análisis de las
cartas natales individuales y los tránsitos personales, las for
mas más antiguas de astrología se basaban más bien en el estu
dio de las correspondencias astronómicas con acontecimien
tos de significación colectiva. Para mi gran sorpresa, descubrí
que con esta categoría de correlaciones -alineamientos cícli
cos de los planetas exteriores entre sí y en coincidencia con
acontecimientos históricos importantes y fenómenos cultura
les muy extendidos- era posible evaluar la presencia y el sig
nificado relativo de las correlaciones tan fácilmente como en
el análisis de la carta natal y el tránsito personal de individuos
famosos, pero con ventajas específicas añadidas.
Al estudiar las cartas natales individuales uno puede siem
pre preguntarse cómo, a pesar de la impresionante concordan
cia entre las posiciones planetarias y la vida y la personalidad
de un individuo, ese mismo aspecto natal o ese mismo tránsi
to personal guardan correlación con la vida de otros inconta
bles individuos que nacieron bajo la misma constelación pla
netaria. Diez, veinte, incluso miles de convincentes ejemplos
sólo serían una gota en el océano de la vasta clase de indivi
duos nacidos con ese aspecto o que pasaron por ese tránsito.
Pero cuando miramos también los tránsitos mundiales, pode
mos examinar la cronología de la comunidad humana, su bio
grafía colectiva, por así decir. En un estudio de ese tipo, a la
hora de evaluar correlaciones con los alineamientos planeta
rios concurrentes, uno puede centrarse en épocas culturales
enteras y en la experiencia colectiva de muchos individuos a la
vez, lo que abarca una distribución más amplia de fenómenos
en un momento particular. Los años y las décadas específi
cas en cuestión implican muchos acontecimientos y muchas
vidas que se funden en el marco de un cierto Zeitgeist general,
lo que se presta más fácilmente a evaluaciones críticas y com
paraciones históricas. En contraste con los detalles de las bio
grafías individuales, el carácter y el significado cultural de im-
220
portantes épocas históricas tienden a ser más ampliamente co
nocidos, a estar mejor documentados y más abiertos a la eva
luación directa. Obviamente, o bien se adaptan a los significa
dos arquetípicos postulados para los alineamientos planetarios
presentes, o bien no se adaptan.
Por tanto, en las cuatro secciones siguientes expongo un
examen inicial de cuatro ciclos diferentes de tránsitos mundia
les que implican combinaciones específicas de los planetas
exteriores, cada uno con su propio carácter arquetípico distin
tivo y con su longitud y frecuencias específicas. En términos
de los principales alineamientos que en estos ciclos forman los
planetas, he limitado esta exposición al examen exclusivo de
los aspectos dinámicos mayores: primero las conjunciones y
las oposiciones (los dos alineamientos axiales), y luego las
cuadraturas a mitad de camino entre aquéllas. Creo que, cen
trándonos únicamente en los aspectos dinámicos mayores de
cuatro ciclos de tránsito mundial de los planetas exteriores, en
relación con la cronología de la historia, podemos acceder más
rápida y más profundamente a la naturaleza de la perspectiva
astrológica arquetípica y aquilatar mas fácilmente su validez.
En los capítulos siguientes me he centrado principalmente
en la historia y las figuras de la tradición cultural occidental,
pues ésta es la que conozco lo suficiente como para formular
juicios históricos con cierto grado de confianza. También ocu
rre que se trata de una tradición cultural inusualmente vasta,
diversa y compleja, de la que se dispone de datos históricos
precisos de gran extensión y fácil acceso. No obstante, donde
era posible y pertinente, he mencionado acontecimientos sig
nificativos en las historias de culturas no occidentales, espe
cialmente en períodos más recientes, y confío en la colabora
ción futura con estudiosos de esas tradiciones con el fin de
realizar análisis más detallados de ese material más amplio.
221
lidad motivos para que la mente moderna se alejara de la pers
pectiva astrológica. Los elaborados y complicados principios
de interpretación y, a menudo, la misteriosa terminología que
se emplea en la mayoría de los análisis astrológicos convencio
nales, en combinación con la subjetividad y la sugestibilidad
de los receptores de los análisis, sobre todo en las fases tem
pranas de la investigación, han contribuido a crear una situa
ción en la que miles de personas creen en privado que la astro
logía podría «funcionar», pero no saben cómo evaluar por sí
mismos esa posibilidad. No ven cómo lograr que ese enfoque
resulte coherente con la cosmovisión científica dominante ni
cómo comunicar sus intuiciones de una manera que los demás
encuentren aceptable.
Durante toda la era moderna, el cosmos arquetípico ha
quedado oculto tras una poderosa combinación de diversos
factores: la desencantada cosmología de la era moderna; las
sospechosas afirmaciones que aparecen en las columnas de
horóscopos de los diarios; la resistencia blindada de los escép
ticos, que no examinan en profundidad lo que con tanto celo
rechazan; la jerga barroca de muchos discursos astrológicos;
las perspectivas ingenuamente acríticas y las prácticas predic
tivas, a menudo perjudiciales, de muchos astrólogos contem
poráneos, y una vaga incomodidad acerca de las implicaciones
aparentemente deterministas y fatalistas de un universo
gobernado por la astrología. Sin embargo, he llegado a la con
vicción de que, debido a los importantes avances teóricos y
tecnológicos que en nuestro tiempo se han producido en este
campo, un cuidadoso examen de las correlaciones históricas
con los ciclos de los planetas exteriores puede permitir a la
mente moderna explorar y evaluar la perspectiva astrológica
con un rigor y una profundidad que antes no eran posibles.
Dicho esto, creo, con todo, que un individuo que desee
realizar una evaluación auténticamente rigurosa de la posible
legitimidad de la astrología debe tener un conocimiento sufi
ciente como para ser capaz de reconocer las estructuras de sig
nificado más importantes en una carta natal, así como de cal
cular e interpretar tránsitos personales. No se trata de habili
dades difíciles de adquirir, y no hay sustituto adecuado para
un encuentro directo con la profundidad y la consistencia de
222
estas configuraciones arquetípicas, en particular sobre la base
de un examen sostenido de correlaciones natales y de tránsito
en el contexto de la propia historia biográfica y la experiencia
en curso de la vida. A modo de preparación para ese estudio,
creo que una exposición de los principales ciclos planetarios
en el contexto de la historia y la cultura puede proporcionar
un extraordinario comienzo del viaje de exploración del lec
tor en este campo excepcional.
223
ÉPOCAS DE REVOLUCIÓN
Friedrich Nietzsche
Así habló Zaratustra
DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
A LOS AÑOS SESENTA DEL SIGLO XX
227
astronómicas, la situación de hoy proporciona una base radi
calmente distinta y de mucho mayor alcance para la investiga
ción en el campo de las correspondencias históricas colectivas.
El descubrimiento de los tres planetas más remotos mediante
el telescopio, en el período moderno, en combinación con el
consenso gradual, pero finalmente universal, de la comunidad
astrológica sobre la correlación empírica entre esos planetas y
principios arquetípicos específicos, ha abierto espectacular
mente nuevos horizontes a la investigación y la comprensión.
No menos importantes son el desarrollo de la tecnología y la
programación informática, así como los continuos progresos
del conocimiento histórico, todo lo cual ha aumentado extra
ordinariamente la precisión y la extensión tanto de los datos
astronómicos como de los históricos. Todos estos factores han
producido un contexto muy distinto. Correlaciones que en
épocas anteriores eran absolutamente imposibles de examinar
y hasta de imaginar, se han vuelto de pronto visibles y abier
tas a la evaluación crítica.
Los significados arquetípicos de los tres planetas exterio
res parecen haber derivado sobre todo de correlaciones obser
vadas en el estudio de cartas natales individuales y tránsitos
personales, así como en los fenómenos históricos sincrónicos
de las épocas en que estos planetas fueron descubiertos.
Cuando apliqué esos significados a esta categoría completa
mente distinta de fenómenos -el análisis de períodos de la his
toria en que los planetas exteriores formaban en el cielo aline
amientos mayores y en los que, por tanto, en teoría, los arque
tipos correspondientes llegaban a su máxima activación en la
psique colectiva-, las correlaciones empíricas que encontré me
impresionaron enormemente. Estos alineamientos tan am
plios de los planetas exteriores parecían coincidir de un modo
sistemático con prolongados períodos históricos en los que
un complejo arquetípico particular resultaba claramente hege
mónico en la psique colectiva y definía, por así decirlo, el
Zeitgeist de ese momento cultural. El complejo arquetípico
dominante estaba siempre claramente compuesto por los
principios que se asociaban a los planetas alineados, como si
esos arquetipos interactuaran, se fundieran y se influyeran
mutuamente.
228
Uno de los primeros ejemplos de ese tipo fue la década de
los sesenta del siglo XX. Desde todo punto de vista, esos años
fueron una época extraordinaria. Intensa, problemática y ger
minal, toda la década parece haber estado animada por un
espíritu particularmente vivo y persuasivo -algo «en el aire»-,
por una fuerza elemental que, aunque evidente para todos en
aquel momento, no se presenta de modo tan palpable ni en la
década anterior ni en la posterior, y que, considerada retros
pectivamente, todavía hoy se destaca como fenómeno único
en la memoria reciente. Apenas comenzada mi investigación,
advertí que durante el transcurso íntegro de esta década, espe
cíficamente de 1960 a 1972, se produjo la conjunción de dos
planetas exteriores, Urano y Plutón, lo que es relativamente
raro. Efectivamente, fue la única conjunción de esos planetas
en todo el siglo XX.
Dada la gran distancia que separa a ambos planetas del Sol
y la Tierra, el ciclo de Urano-Plutón es uno de los ciclos pla
netarios más largos y, debido a la excentricidad de la órbita de
Plutón, de duración variable. Las conjunciones y las oposicio
nes entre Urano y Plutón, los dos alineamientos axiales, sólo
tienen lugar una vez por siglo, con una duración de aproxima
damente doce años para cada alineamiento con exactitud no
inferior a 1 5 º.' Recapitulemos brevemente la naturaleza de los
principios arquetípicos asociados a estos dos planetas. El pla
neta Urano parece estar correlacionado con acontecimientos
y fenómenos biográficos que sugieren un principio arquetípi
co de carácter esencialmente prometeico: emancipador, rebel
de, progresista e innovador, incitante, inquietante y desestabi
lizador, impredecible, útil para catalizar nuevos comienzos y
cambios bruscos e inesperados. El planeta Plutón, por el con
trario, se asocia a un principio arquetípico de carácter dioni
síaco: elemental, instintivo, poderosamente apremiante, extre
mo en su intensidad, que surge de las profundidades, al mismo
tiempo libidinal y destructivo, abrumador y transformador,
siempre en evolución. En el nivel colectivo, el principio ar
quetípico asociado a Plutón se considera poseedor de una
dimensión prodigiosa, titánica, que transmite potencia, inten
sidad y urgencia a todo lo que afecta en escala masiva.
229
Cuando apliqué estos significados arquetípicos específicos
a un examen de los períodos históricos que coincidían con la
secuencia de alineamientos mayores del ciclo de Urano-Plu
tón, no sólo fue evidente de inmediato que estos dos princi
pios arquetípicos eran manifiestamente activos, cada uno por
separado, en la psique colectiva durante esos períodos, sino
también que, en cierto sentido, combinaban sus respectivas
Figura 9
230
influencias, actuaban el uno sobre el otro, se modificaban mu
tuamente y se fusionaban sinérgicamente. El complejo arque
típico que de ello resultaba parecía expresarse con todo dra
matismo durante las épocas históricas específicas en que Ura
no y Plutón estaban en alineamiento axial, como ponían en
evidencia fenómenos tales como la extendida y radical trans
formación social y política y, a menudo, la insurrección des
tructiva, la potenciación masiva de impulsos revolucionarios
y rebeldes, la intensificación de la creatividad artística e inte
lectual. Otros rasgos distintivos de estos períodos históricos
fueron el avance tecnológico de inusitada rapidez, un subya
cente e incansable espíritu de experimentación, impulso de
innovación, necesidad de libertad en muchos campos, revuel
ta contra la opresión, adhesión a filosofías políticas radicales e
intensificada voluntad colectiva de dar nacimiento a un nuevo
mundo. Estos impulsos y acontecimientos se mezclaban de un
modo típico con masivos cambios demográficos y un ambien
te general de ferviente y a veces violenta intensidad, junto con
la emoción de ponerse rápidamente en marcha hacia nuevos
horizontes.
Por ejemplo, Urano y Plutón no sólo estuvieron alineados
durante toda la década de los sesenta, sino también durante to
da la década de la Revolución Francesa, de 1787 a 1798, en con
junción y en oposición, respectivamente. Por supuesto, se trata
de una era cuyo carácter presenta notables semejanzas con
la de los sesenta, con la que tantas veces se la ha comparado.
Una vez más, si sólo se hubiera tratado de que los mismos
planetas, Urano y Plutón, formaran tan precisos alineamien
tos mayores durante esos períodos particulares, y que nunca
lo hicieran durante épocas de relativo equilibro social y cultu
ral, la coincidencia habría sido, en el mejor de los casos, inte
resante y curiosa. Lo que me llamó la atención fue el hecho de
que el carácter histórico de estos períodos correspondía exac
tamente, profundamente incluso, a los significados arquetípi
cos de estos dos planetas de acuerdo con el consenso de tex
tos astrológicos establecidos, pese a que esos significados de
rivaban de fuentes por completo distintas de las que en ese
momento estaba yo estudiando. Igualmente notable fue la
correlación ulterior de los alineamientos del ciclo de Urano-
231
Plutón con períodos históricos comparables de grandes insu
rrecciones revolucionarias, liberación social y radical cambio
cultural en cada uno de los siglos que he examinado remon
tándome en el pasado.
No hay duda de que, a primera vista, no parecería haber
dos épocas más semejantes por su carácter tumultuoso y pro
longado como las décadas de los sesenta del siglo XX y de la
Revolución Francesa. Un omnipresente espíritu de rebelión
dominó ambos períodos: en un caso contra el Establishment;
en el otro, contra el Ancien Régime. Lo mismo que en los años
sesenta, también en la época de la Revolución Francesa se dio
la agresiva afirmación de nuevas libertades en todos los cam
pos. En ambas décadas, toda una generación se vio arrastrada
por las pasiones del momento, que no se limitaban a un país,
sino que surgían simultánea e independientemente en muchos
lugares a uno y otro lado del Atlántico en una suerte de marea
de revueltas y revoluciones, marchas, manifestaciones, huel
gas, motines, insurrecciones, luchas callejeras y barricadas,
movimientos de protesta, movimientos de independencia, mo
vimientos de liberación y llamamientos a la transformación
radical. La extendida sensación de despertar a una nueva con
ciencia de libertad, de dar nacimiento a una nueva era, fue casi
idéntica en ambas épocas y se expresó una y otra vez en tér
minos que transmitían con toda elocuencia el drama histórico
que tuvo lugar en esas décadas!
Con el sentido actual de cambio repentino, radical y ava
sallador que da nacimiento a una situación fundamentalmen
te nueva, la palabra «revolución», que tanto se oía en los años
sesenta y que tan emblemática era de su espíritu, se usó am
pliamente por primera vez en la década de 1790. 3 Explícitas o
no, son innumerables las alusiones que en la prensa y en la cul
tura popular de los sesenta conectaban directamente el espíri
tu y los impulsos revolucionarios de esa época con los de la
Revolución Francesa, como en los versos de Street Fighting
Man, de los Rolling Stones:
232
La aparición masiva del impulso revolucionario durante
estas dos épocas no fue sólo, ni principalmente, un fenómeno
político, pues se expresaba en todos los aspectos de la vida
cultural: en la música que se oía, los libros que se leían, las
ideas que se discutían, los ideales que se abrazaban, las imáge
nes que se producían, la evolución del lenguaje y la moda, los
cambios radicales en las costumbres sociales y sexuales. Era
evidente en el desafío incesante a las creencias establecidas y la
adhesión general a nuevas perspectivas, en los movimientos de
radical reforma teológica y eclesiástica y en la revuelta antirre
ligiosa, en el impulso a la innovación y la experimentación que
afectó a todas las artes, en el repentino poder alcanzado por la
juventud o en el papel central de las comunidades universita
rias en el rápido cambio cultural. Y era patente sobre todo en
el prodigio de energía y activismo de ambas épocas, en el
impulso general a los extremos y la «radicalización» en tantas
áreas y en la voluntad súbitamente intensificada de construir
un nuevo mundo.
Sin embargo, en un contexto histórico más amplio, la se
mejanza de estos dos períodos no era excepcional, y al pro
fundizar mi análisis de las tablas planetarias descubrí muy
pronto que la coincidencia precisa de este ciclo tanto con los
años sesenta como con la época de la Revolución Francesa era
en realidad parte de un patrón mucho más general. Pues suce
día que los alineamientos cíclicos de Urano y Plutón -especí
ficamente la conjunción y la oposición (los dos axiales, equi
valentes a los alineamientos de Luna Nueva y de Luna Llena
del Sol y la Luna en el ciclo lunar, pero a escala mucho mayor
y mucho más prolongada)- se daban en estrecha coincidencia
con períodos de siglos anteriores marcados por agitaciones
sociales y radical cambio cultural, igualmente extensos e in
tensos, de una manera aparentemente sistemática que se re
montaba en todo el tiempo cubierto por registros históricos
adecuados.
Por ejemplo, después de la Revolución Francesa sólo hubo
otros dos períodos en que Urano y Plutón formaron alinea
mientos de conjunción o de oposición. Ambos períodos fue
ron épocas claramente definidas por acontecimientos históri
cos y tendencias culturales que llevaban el mismo intenso
sello de cambio masivo y revolución, innovación y agitación.
El primero de esos alineamientos tuvo lugar a mediados del
siglo XIX, de 184 5 a 18 56. Coincidió con la ola de levantamien
tos revolucionarios que tuvo lugar en casi todas las capita
les de Europa en 1848-1849: París, Berlín, Viena, Budapest,
Dresde, Baden, Praga, Roma, Milán. Una vez más, se ve la
súbita aparición de un impulso revolucionario colectivo que
afecta a todo un continente con insurrecciones masivas, el sur
gimiento de movimientos políticos y sociales radicales, re
vueltas nacionalistas por la independencia, así como el abrup
to derrocamiento de gobiernos en toda Europa. Como han
dicho muchos historiadores, fue en realidad el clímax de los
impulsos revolucionarios que la Revolución Francesa puso en
movimiento. Durante los años que duró este alineamiento
también se produjo una asombrosa convergencia de otros
acontecimientos arquetípicamente pertinentes. Entre los mu
chos que se podrían mencionar, recordemos que Karl Marx y
Friedrich Engels escribieron El manifiesto comunista, Henry
David Thoreau escribió Sobre el deber de desobediencia civil,
Frederick Douglass y Harriet Tubman encabezaron acciones
antiesclavistas en Estados Unidos, y Elizabeth Cady Stanton
y Susan B. Anthony daban origen al movimiento por los dere
chos de las mujeres.
En toda Europa, durante los años de esta conjunción,
importantes artistas e intelectuales se embarcaron en activida
des revolucionarias e ideas radicales. En 1 84 5 Dostoievski se
incorporó a círculos revolucionarios en San Petersburgo, pri
mero junto al crítico radical Belinski y luego, en 1848, adhi
riéndose al círculo Petrashevski, utópico y antizarista. Mijail
Bakunin participó sucesivamente en las agitaciones revolucio
narias de 1848 en Alemania, Austria y Francia y desarrolló su
teoría del anarquismo revolucionario. Wagner, influido por
Bakunin, formó parte de la revolución de 1849 en Dresde y
luego, en su exilio en Suiza, escribió Arte y revolución.
Además, en ese mismo período se produjeron agitaciones
comparables en China (las rebeliones casi simultáneas de
Taiping y Nian), Japón (el desmantelamiento revolucionario
del antiguo orden social Tokugawa y la forzada apertura a
Occidente), India (las mcurs10nes británicas intensivas que
2 34
llevaron al motín de Sepoy), y el Imperio otomano (cataliza
das por la Guerra de Crimea): un notable racimo de aconteci
mientos en menos de una década, en que repentinas «revuel
tas, tanto desde arriba como desde abajo -en palabras del his
toriador William McNeill- simbolizaron el irremediable hun
dimiento del orden tradicional de cada una de las principales
civilizaciones asiáticas» y transformaron de modo permanen
te la ecúmene global. McNeill resume de esta manera «las
notables coincidencias que canalizaron en menos de diez años
un cambio tan grande en la historia del mundo»:
2 35
el comienzo del comumsmo moderno, todo entre 1903 y
1905.
También fue un período decisivo para la formación tanto
del movimiento de las mujeres como del movimiento por los
derechos civiles de los negros, con la fundación de la Women's
Social and Political Union en 1903, la lnternational Woman
Suffrage Alliance en 1904 y el Niagara Movement en 1905. En
Francia, todo el período comprendido entre 1896 y 1907 estu
vo dominado por la prolongada agitación en torno al caso
Dreyfus, que convulsionó a la nación de un modo muy seme
jante a las conmociones que sacudieron Francia durante los
otros tres alineamientos de Urano y Plutón ya mencionados
(con un continuo desencadenamiento de pasiones violentas,
conflictos en torno a reformas y desafíos a la autoridad esta
blecida, como en el famoso ]'accuse de Émile Zola, carta
abierta al presidente de Francia) y que culminó en la unifica
ción y potenciación de los movimientos de izquierda en la
política francesa. Y también en Estados Unidos, un número
extraordinario de líderes y de defensores en el área de la trans
formación social progresista y radical surgieron y florecieron
durante ese período, desde los reformistas progresistas de la
corriente dominante, como Theodore Roosevelt y William
Jennings Bryan a figuras más radicales, como Eugene Debs,
Emma Goldman, Rosa Luxemburgo, Beatrice y Sydney
Webb, George Bernard Shaw y otros fabianos, H. G. Wells,
Emmeline Pankhurst, Jane Addams, Upton Sinclair, Ida
Tarbell, Lincoln Steffens, W. E. B. Du Bois, Theodor Herzl y
Georges Sorel, entre muchos otros. De los derechos civiles
y el feminismo al periodismo y la reforma económica, los
escritos y las acciones de esta ola de reformadores y líderes
radicales ejercieron en esta época una influencia decisiva en la
vida social y política del siglo XX.
Lo mismo que en otros períodos axiales de Urano-Plutón,
durante este mismo intervalo de años se produjeron aconteci
mientos trascendentales comparables en todo el mundo: la
rebelión de los bóxer en China en 1898-1900 y el rápido auge
de los movimientos nacionalistas revolucionarios chinos; el
motín del Potemkin y la revolución rusa de 1905-1906, co
mienzo de una serie de violentos alzamientos que culminaron
236
doce años después con el derrocamiento del zar; una ola de re
vueltas nacionalistas en India, Turquía, Persia y el Imperio
austrohúngaro; el inicio del prolongado movimiento de deso
bediencia civil de los indios en Sudáfrica, encabezado por
Gandhi, y la fundación de otros influyentes movimientos na
cionalistas de independencia, como la Organización Sionista
Mundial en 1897 y el partido irlandés del Sinn Fein en 1902.
Era como si una inmensa ola de energía revolucionaria
barriera el mundo con la entrada del siglo XX, produciendo
en muchas naciones y en muchas esferas una profusión de
movimientos que luchaban por la libertad, el cambio y las
reformas. Considerados en conjunto, esos y muchos otros
acontecimientos de carácter similar fueron decisivos para la
aparición del progresismo moderno, el radicalismo, los movi
mientos por la igualdad de derechos y la independencia, de
importantes consecuencias para el siglo en ciernes, muchas de
las cuales llegaron a su apogeo en la década de los sesenta,
durante la siguiente conjunción de Urano y Plutón.
En el curso de mi examen de millares de acontecimientos
históricos y fenómenos culturales a lo largo de los años, des
cubrí que los acontecimientos arquetípicamente pertinentes
empezaban en coincidencia con la entrada de los planetas
exteriores en la franja de aproximadamente 20º previa a sus
conjunciones y oposiciones exactas, aumentaban poco a poco
en frecuencia e intensidad y luego, una vez alcanzado el aline
amiento de o º, decrecían al modo de un continuo en forma de
onda. Desde el momento en que los planetas llegaban a los 1 5 º
del alineamiento exacto, el complejo arquetípico parecía estar
en plena actividad, con frecuencia e intensidad particularmen
te fuertes en las correlaciones observadas. En honor a la sim
plicidad y la claridad, en la revisión detallada de evidencias
que se presenta en estos capítulos, los años que en cada pe
ríodo he especificado reflejan un orbe de menos de 1 5 º . Sin
embargo, más allá de este punto hay un margen de penumbra,
hasta más o menos los 20º, durante el cual es posible observar
de manera regular correlaciones que mencionaré y especifica
ré como tales cuando sean pertinentes.
También debería aclarar que los períodos coincidentes con
estos alineamientos no marcaban años en que los aconteci-
2 37
mientas históricos y las tendencias culturales que los caracte
rizaban aparecieran y desaparecieran de repente, como si fue
ran accionados por un interruptor eléctrico. Más bien, los
períodos en cuestión parecían representar momentos en que
tendencias continuadas, y a veces de largo desarrollo, llegaban
al punto de ebullición, por así decir, esto es, al punto en que
cierto estímulo o determinada realización desencadenan fenó
menos culturales sobresalientes, haciendo surgir de manera
explícita y espectacular esas tendencias en la conciencia colec
tiva. A partir de ese punto decisivo de origen o clímax, esas
tendencias culturales continúan luego desplegándose de dis
tintas maneras en los años y las décadas siguientes, una vez
transcurrido el alineamiento.
En general, las correlaciones observadas sugerían modelos
cuánticos de ondas en fluida interpenetración, antes que aisla
dos acontecimientos atomistas newtonianos. La dinámica pa
recía ser compleja, holística y probabilística antes que simple,
lineal y reductivamente determinista. Las correlaciones eran
mucho más inteligibles si no se las consideraba desde el punto
de vista de la causalidad mecánica, sino como multidimensio
nalmente arquetípicas y sincrónicas.
PATRONES SINCRÓNICOS Y DIACRÓNICOS
EN LA HISTORIA
2 39
pero cíclicamente «puntuada». Estos patrones diacrónicos se
mostraban en clara correlación con los alineamientos de Ura
no y Plutón de los últimos siglos en un gran número de cam
pos de la historia cultural moderna, como el feminismo y el
movimiento de las mujeres, los movimientos abolicionistas y
por los derechos civiles o las filosofías de revolución política
y de cambio social radical, entre otros.
2 43
mostrará cuando nuestro estudio aborde los otros ciclos pla
netarios.
2 44
electrificante prédica de Sojourner Truth contra la esclavitud
en nombre de los derechos de las mujeres, la publicación de su
autobiografía (1850), el gran número de conferencias públicas
de Emerson contra la esclavitud, levantamientos populares
tanto de negros como de blancos en el norte contra la Ley de
Esclavos Fugitivos (1850-1854), la publicación de La cabaña
del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe (1852), libro que ejer
ció una gran influencia, y la actividad militante antiesclavista
de John Brown y sus seguidores (a partir de 1855). Este
mismo período también presenció la fundación de los parti
dos Tierra Libre (Free Soil, 1848) y Republicano (1854), al
segundo de los cuales se unió Lincoln, que introdujeron las
ideas abolicionistas en la política norteamericana y finalmen
te desencadenaron la Guerra Civil.• También durante este
período, Liberia fue la primera colonia africana que proclamó
su independencia (1847).
Esta secuencia cíclica continuó durante la siguiente oposi
ción de Urano y Plutón, la de 1896-1907, primero con el auge
de Booker T. Washington y su llamamiento a la reforma social
y educacional para los negros, y luego con la primera apari
ción en Estados Unidos de la protesta negra organizada, bajo
el liderazgo de W. E. B. Du Bois, cuya seña distintiva fue la
creación del Movimiento Niágara en 1905, obra del mismo
Du Bois y otros veintinueve intelectuales negros, que reclamó
plenos derechos políticos, sociales y civiles para todos los
afroamericanos. Du Bois publicó en esta época su influyente
libro titulado Las almas del pueblo negro (1903), que dio
comienzo a la revuelta intelectual contra la actitud de acepta
ción resignada. Durante este mismo período tuvo lugar en
Londres la primera Conferencia Panafricana (1900), que dio
su apoyo a la lucha por la libertad de todos los pueblos de
ascendencia africana, y la fundación por Edmund Morel en
Inglaterra de la Asociación para la Reforma del Congo, que
contó con la adhesión de importantes figuras culturales, como
Arthur Conan Doyle, Mark Twain y Booker T. Washington,
para protestar contra las atrocidades colonialistas perpetradas
en el Congo Belga (1904).
Y por fin, naturalmente, el período de 1960 a 1972, el de la
más reciente conjunción de Urano y Plutón, produjo la cul-
245
minación del movimiento por los derechos civiles de los ne
gros con las actividades de Martin Luther KingJr., Malcolm X
y Bayard Rustin, entre muchos otros líderes; organizaciones
tales como la Asociación Nacional para el Progreso de la
Gente de Color (que surgió directamente del Movimiento
Niágara del alineamiento anterior) y el Comité No-violento
de Coordinación Estudiantil; los llamados Freedom Riders y
la gran cantidad de sit-ins, manifestaciones y marchas; la apro
bación de las leyes de derechos civiles de 196 5 y 1968; el auge
del movimiento del poder negro y la fundación de los Pan
teras Negras; los escritos y los discursos de James Badlwin,
Stokeley Carmichael, Angela Davis y Eldridge Cleaver; y
otro enorme cúmulo de acontecimientos, acciones y escritos
que reflejaban la culminación que los años sesenta representa
ron para este movimiento. Fenómenos comparables tuvieron
lugar en esta misma época en todo el continente africano,
desde las dramáticas actividades de resistencia de Nelson
Mandela y el Congreso Nacional Africano en Sudáfrica hasta
las insurrecciones, los movimientos de independencia y la
toma del control de las colonias por los africanos autóctonos,
que se produjo en la mayoría de las naciones del África sub
sahariana durante esta década.
Tal vez el hecho paradigmático de este poderoso impulso
colectivo durante los años sesenta fue el histórico discurso de
Martín Luther King ante el Lincoln Memorial con ocasión de
la Marcha sobre Washington de 1963, donde King dio voz
profética a la larga y profunda lucha (Plutón) por la libera
ción, el despertar y la libertad (Urano):
2 47
emplearon Martin Luther King y otros en los movimientos
por los derechos civiles y contra la guerra en los años sesenta,
se inspiraban ante todo en el ejemplo de Gandhi. Durante
la oposición de Urano y Plutón inmediatamente anterior a la
conjunción de los años sesenta, Gandhi desarrolló y empleó
por primera vez su filosofía de desobediencia civil y satyagra
ha ( «la fuerza de la verdad» o «adhesión a la verdad») en la
lucha por los derechos de los indios en Sudáfrica en 1906,
como respuesta a su expulsión de un vagón de tren «exclusi
vo para blancos».
Gandhi, lo mismo que luego King, recibió la influencia de
los escritos políticos de León Tolstoi, cuyo ascendiente so
bre los movimientos revolucionarios y de reforma radical en
la sociedad rusa y cuya rebeldía personal contra el Estado y
la Iglesia de Rusia se hallaban en su apogeo en esos mismos
años de 1896 a 1907. Este patrón cíclico se remonta más aún
en el tiempo, pues fue durante la conjunción de Urano y Plu
tón anterior a ésta (1845-1856) cuando Thoreau escribió y pu
blicó, en 1849, su influyente ensayo Sobre el deber de la deso
bediencia civil, que describía su breve encarcelamiento por
negarse, por motivos antiesclavistas, a pagar un impuesto que
el gobierno de los Estados Unidos recaudaba para sostener su
guerra contra México. El ensayo de Thoreau tuvo su efecto
directo, primero en Tolstoi, luego en Gandhi y después en
King. Esta línea de descendencia en materia de desobediencia
civil -Thoreau, Tolstoi, Gandhi, King-es bien conocida. Lo
sorprendente -y lo que no sería de esperar que ocurriera de
modo tan sistemático- es la correlación precisa con el ciclo
de Urano-Plutón, correlación que, por lo demás, se reprodu
ce en muchos otros fenómenos históricos y culturales arque
típicamente relacionados.
Socialism o radical
2 49
nario de la clase obrera, concepto fundamental de la teoría
marxista de la revolución que vio la luz durante la conjunción
siguiente de Urano y Plutón, la de 1845-1856. Análogamente,
las ideas anarquistas y libertarias radicales de Proudhon,
Bakunin y Herzen -todas formuladas precisamente durante el
período de esta última conjunción- habían sido anticipadas
principalmente por Investigación sobre la justicia política, de
William Godwin. La famosa obra de Godwin se publicó en
1793, durante el alineamiento de la Revolución Francesa; en
su lúcido y apasionado resumen de las creencias radicales que
habían contribuido a la Revolución y las que surgían de ella,
el libro ejerció una inmensa influencia en la vida intelectual de
la época y del siglo XIX, en especial durante los alineamientos
siguientes de Urano y Plutón.
250
tal. Una vez más, encontramos la potenciación colectiva de un
impulso multifacético a modificar el mundo de maneras radi
calmente nuevas, con el repentino surgimiento de muchos
grupos revolucionarios y facciones disidentes -puritanos ra
dicales, independientes, cabezas redondas, niveladores, cava
dores, cuáqueros, hombres de la quinta monarquía, adamistas,
entre muchas sectas radicales que florecieron precisamente en
esos años-, cuyo resultado, tal como lo describe el título de la
conocida historia de Christopher Hill, fue «el mundo trastor
nado». También aquí se produjo el llamamiento a derrocar la
tiranía real y provocar la abdicación forzada y la ejecución del
rey, Carlos I, quien durante este alineamiento de Urano y
Plutón de la década de 1640 sufrió el mismo destino que
durante la siguiente oposición, la de la década de 1790, espe
raría a Luis XVI (y, excepto la ejecución, a Luis Felipe duran
te la siguiente conjunción, en la década de 1840).
Fue en los años de este alineamiento, 1643-1654, cuando
se asistió al fecundo llamamiento a ideas característicamente
emancipadoras, como las de soberanía del pueblo, gobierno
representativo, derechos naturales, una constitución escri
ta, igualdad de representación, libertad de prensa, tolerancia
religiosa, y superioridad del debate racional sobre el dogma
teológico y la tradición histórica para la toma de decisiones
políticas, todo lo cual produjo, en palabras de Hill, «una revo
lución intelectual tan grande que nos resulta difícil imaginar
cómo pensaban los hombres antes de ella». Por supuesto, ésas
fueron las ideas que anticiparon directamente los ideales revo
lucionarios que durante la siguiente oposición de Urano y
Plutón, la de 1787-1798, un ciclo más tarde, se institucionali
zarían en la Constitución de los Estados Unidos (1787-1788)
y, en Francia, en la Declaración de los Derechos del Hombre y
el Ciudadano (1789). Esos mismos principios informarían a su
vez los ideales y los movimientos que vieron la luz, con nueva
fuerza y en nuevos contextos, precisamente durante los tres
alineamientos siguientes de Urano y Plutón: el período revo
lucionario de 1845-1856, la entrada del siglo xx y los años
sesenta del mismo.
Además, como muchas veces han observado los historia
dores, casi con el mismo asombro y desconcierto con que
contemplaron períodos posteriores de revoluciones simultá
neas y generalizadas que se dieron en forma independiente en
muchas naciones (asombro y desconcierto que en sus comedi
dos y sobrios análisis históricos se expresan constantemente
en frases como «sorprendente», «prácticamente increíble»,
«absolutamente desconcertante»), lo que ocurrió en Inglaterra
entre 1643 y 1654 coincidía curiosamente con una ola de rebe
liones y levantamientos que barrieron el resto de Europa y
Asia precisamente durante esos mimos años.6 En Francia, una
vez más, hubo otro período sostenido de revueltas y disturbios
políticos -los cinco años de motines de la Fronda, protagoni
zados por los parlamentos y la nobleza, que se produjeron
entre 1648 y 1653-, la rebelión más importante contra la sobe
ranía del rey en Francia hasta que Urano y Plutón estuvieron
otra vez en oposición durante la Revolución Francesa. Una
vez más, se levantaron barricadas en París, en medio de distur
bios masivos y luchas en las calles, como parte de un patrón
cíclico más amplio -en exacta coincidencia con alineamientos
de Urano y Plutón- de comparables insurrecciones callejeras
masivas en París en 1789, febrero de 1848 y mayo de 1968.
En Rusia, durante esos mismos años de las revueltas de la
Fronda, hubo cinco años de alzamientos masivos de siervos
(1648-1653), mientras que, también durante este alineamiento,
los cosacos se rebelaron en un intento de independizar Ucra
nia de Polonia, los irlandeses se rebelaron contra Inglaterra,
Portugal se rebeló contra España y la larga e influyente lucha
de los Países Bajos por la libertad política dio fruto en el
Tratado de Münster (1648). En todo el continente europeo,
«la rebelión estaba en el aire por doquier». Pero esas agitacio
nes no se limitaban a Europa; en Asia, durante este mismo
período, rebeliones masivas y sostenidas produjeron en China
el hundimiento de la dinastía Ming (1644) y el encumbramien
to de la dinastía Manchú. Ésta comenzaría su caída dos siglos
después, con la rebelión Taiping, durante la conjunción de
Urano y Plutón del período 1845-1856.
Una vez más, a medida que se retrocede en la historia, se
encuentran períodos plenamente comparables de extraordina
ria agitación social, rebelión y transformación política, en
coincidencia con el ciclo de Urano-Plutón. Por ejemplo, la
oposición anterior a la que se acaba de mencionar tuvo lugar
entre los años 1 533 y 1 545, el período más tumultuoso y radi
cal de la Reforma, que conmovió a Europa entera: insurrec
ciones armadas, revuelta anarquista de los anabaptistas en
Münster y su establecimiento militante de un «estado comu
nista» bajo Juan de Leiden, el gran cisma de Enrique VIII que
separó Inglaterra de Roma y de la Iglesia católica, y la adop
ción de la Reforma en Ginebra, Würtemberg, Brandemburgo,
Sajonia, Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia.
Y para mencionar aquí tan sólo dos ejemplos de la antigüe
dad clásica, de la masiva rebelión de esclavos y desposeídos
encabezada por Espartaco contra el Estado romano en 73-
71 a.C., que fue la insurrección de mayor alcance y la más pro
longada de la historia antigua, tuvo lugar durante la conjun
ción de Urano y Plutón de 74-65, el mismo momento en que
Julio César inició su ascenso al poder. E incluso antes, la con
junción de 328-318 a.C. coincidió con el período de profunda
agitación cultural y política que transformó el mundo anti
guo, de Grecia y Egipto a Persia e India, tras las conquistas de
Alejandro Magno y en el comienzo de la era helenística.
2 53
REVOLUCIONES CIENTÍFICAS
Y REVOLUCIONES TECNOLÓGICAS
2 54
vista, los diversos fenómenos reflejan una potenciación colec
tiva (Plutón) del impulso prometeico (Urano), una energía
evolutiva y dinámica que empuja, tanto a los individuos como
a las sociedades, hacia el cambio radical, la libertad y la inno
vación en muchos niveles simultáneamente.
En el área del progreso tecnológico, el período más recien
te de conjunción de Urano y Plutón, el de 1960-1972, produ
jo un logro tecnológico particularmente notable: el programa
espacial norteamericano y ruso, que culminaron en 1969 con
el alunizaje del Apolo 11. Todo este arco de trascendentales
vuelos espaciales, desde las primeras expediciones de Yuri
Gagarin y Alan Shepard en 1961 hasta el último alunizaje de
1972, se produjo precisamente dentro de la franja de 1 5 º de la
conjunción de Urano y Plutón. Allí estaba la titánica poten
ciación del genio tecnológico prometeico, la incansable bús
queda de nuevos horizontes, el desafío de la gravedad, la tras
cendental superación de antiguos límites, la penetración en el
espacio celeste, «el robo del fuego del cielo».
Esta correlación con los trascendentales avances en la tec
nología de los vuelos humanos formaba parte en realidad de
un patrón más amplio, pues el desarrollo inicial del avión tuvo
lugar exactamente durante la oposición inmediatamente ante
rior de Urano y Plutón, en 1896-1907, cuando los hermanos
Wright consiguieron realizar con éxito su primer vuelo con
motor cerca de Kitty Hawk, Carolina del Norte, en 1903. En
coincidencia con esto, en el terreno de la aviación con motor
se produjeron durante esa misma oposición otros experimen
tos independientes y casi simultáneos en distintos lugares del
mundo, incluso el invento de la primera aeronave rígida, el
zepelín, en 1900. Wilbur y Orville Wright fueron quienes
consiguieron, en los cautelosos términos empleados por los
historiadores de la aviación, «la primera máquina de motor
más pesada que el aire en la que unos seres humanos realiza
ron un vuelo libre, controlado e ininterrumpido».
Tampoco estos logros diacrónicos en aviación y vuelos es
paciales eran avances tecnológicos aislados en sus respectivas
épocas, pues ambos períodos, el de 1960-1972 y el de 1896-
1907, tuvieron el marchamo general de una extraordinaria
aceleración de desarrollos tecnológicos en muchos campos al
2 55
mismo tiempo. La entrada en el siglo XX fue testigo de impre
sionantes avances no sólo en el desarrollo de la tecnología de
la aviación, sino también en las del automóvil, la radio y el
cine, la cromatografía, el tubo de rayos catódicos y la célula
fotoeléctrica, entre muchas otras innovaciones tecnológicas; y
en los años sesenta se produjo una cantidad comparable de
avances en la tecnología informática, la microelectrónica, la
bioquímica, la agricultura, la tecnología industrial y médica,
la aviación a reacción y la tecnología de los satélites espaciales,
todo lo cual tuvo consecuencias profundamente transforma
doras para la vida del siglo XX.
Una vez más, también esto formaba parte de patrones cí
clicos mucho más prolongados, en los cuales los alineamientos
de Urano y Plutón en siglos anteriores coincidían exactamente
con períodos de importante y sostenido progreso y transfor
mación en tecnología. Efectivamente, durante el período de
conjunción de Urano y Plutón de 1845-1856, en que la con
ciencia colectiva de un progreso tecnológico sin precedentes se
puso de manifiesto en la famosa Gran Exposición del Palacio de
Cristal de Londres en 1851 y en la Exposición Internacional
de París en 1854, tenemos el rápido desarrollo y la proliferación
mundial del telégrafo, el ferrocarril y la navegación de vapor.
Los dos alineamientos inmediatamente anteriores de Ura
no y Plutón presentaron análoga pauta de progresos e hitos
tecnológicos de consecuencias históricas. En el período de la
Revolución Francesa, 1787-1798, el invento de Eli Whitney
de la desmotadora de algodón en 1793, las técnicas pioneras de
producción en masa, la automatización de la molienda de gra
nos y la mecanización generalizada de la industria textil pro
vocaron una transformación radical de la economía norteame
ricana y de la británica, a la vez que aceleraron la expansión de
la Revolución Industrial. El auténtico comienzo de la Re
volución Industrial puede rastrearse precisamente hasta la con
junción inmediatamente anterior de 1705-1716, cuando la com
binación del invento de Thomas Newcomen de la primera
máquina útil de vapor, en 1705-1711, y el descubrimiento de
Abraham Darby de la utilidad del carbón en los hornos
de fundición del hierro, en 1709, dieron comienzo a la era del
vapor, el carbón y el hierro.
Por último, retrocediendo a la primera conjunción de Ura
no y Plutón del período moderno, la de 1450-1461, adverti
mos que fueron ésos los años de desarrollo de la imprenta de
tipos móviles de Gutenberg, precondición necesaria de la Re
forma, la Revolución Científica y la Ilustración. Esa misma
conjunción coincidió con la caída de Constantinopla (1453) y
la consiguiente emigración masiva a Occidente de eruditos
que abandonaban el agonizante Imperio bizantino y desem
peñaron un papel decisivo en la aceleración del Renacimiento.
La historia de revolución y progreso en la ciencia muestra
el mismo patrón de estrechas correlaciones con el ciclo de
Urano-Plutón. El De Revolutionibus, de Copérnico, trascen
dental punto de partida de la Revolución Científica, se publi
có en 1543, durante la misma oposición de Urano y Plutón
que coincidió con la Reforma radical de 1533-1545, preci
samente los años correspondientes al alineamiento inmediata
mente posterior al del mencionado del invento de Gutenberg.
Vemos con igual claridad aquí la naturaleza sincrónica de estas
correlaciones, no sólo en el dominio sociopolítico, sino tam
bién en el de la ciencia. Los historiadores de la ciencia han
hecho notar muchas veces la coincidencia de que De humani
corporis fabrica, de Vesalio, que sentaba las bases de la anato
mía moderna e iniciaba una revolución en biología y en medi
cina tal como Copérnico lo hacía en astronomía, se publicara
en 1543, el mismo año que De Revolutionibus.
También aquí vemos claramente el patrón diacrónico. Los
historiadores de la ciencia han observado con frecuencia que,
después de 1543, no hubo prácticamente ningún progreso sig
nificativo en la revolución copernicana durante casi medio
siglo, hasta que Kepler y Galileo adoptaron la hipótesis helio
céntrica, lo que ocurrió en exacta coincidencia con la primera
conjunción de Urano y Plutón posterior a la publicación de
De Revolutionibus, la de 1592-1602. Durante este período,
toda la revolución científica recibió un decisivo impulso cuan
do Galileo empezó sus revolucionarios estudios sobre las le
yes del movimiento (a partir de 1592). Kepler tuvo una súbi
ta iluminación inicial relativa a las armonías geométricas de las
órbitas planetarias (1595) que le llevó a escribir su obra más
famosa, Mysterium Cosmographicum (1595-1596), primer tra-
2 57
tado plenamente comprometido con la visión copernicana del
mundo desde De Revolutionibus, que desarrolló los argumen
tos matemáticos a favor de la teoría heliocéntrica. Luego
Kepler se trasladó a Praga y dio comienzo a su trascendental
trabajo con las observaciones astronómicas de Tycho de Bra
he, de un rigor sin precedentes proporcionando a la teoría
heliocéntrica su base empírica esencial (1600). William Gilbert
publicó su revolucionario De Magnete (1600), que a su vez
influyó en las teorías de Kepler sobre la dinámica física del sis
tema solar. Finalmente, Francis Bacon empezó su larga e in
fluyente serie de escritos que propugnaban la necesidad de
una filosofía radicalmente nueva para una nueva era -empíri
ca, pragmática, científica, no ya limitada por la estéril venera
ción a las autoridades del pasado-, serie que se iniciaba con
Temporis partus masculus («El nacimiento masculino del tiem
po», 1602-1603), y seguía con El avance del conocimiento
(1605).
Por supuesto que los avances importantes en el pensa
miento científico no se han dado exclusivamente durante esos
períodos; los patrones eran mucho más complejos y matiza
dos y también aquí, lo mismo que ocurría con los otros fenó
menos que hemos analizado hasta ahora, el ciclo de Urano
Plutón no era el único pertinente. (Como veremos más ade
lante, el ciclo mucho más breve y frecuente de Júpiter-Urano,
por ejemplo, coincidía con extraordinaria regularidad con un
patrón cíclico de grandes descubrimientos científicos o
importantes acontecimientos de orden intelectual y cultural,
que se desplegaba tanto entre dos alineamientos de Urano y
Plutón como en coincidencia con ellos.) Pero, sin dejar de
tener esto presente, era innegable una inequívoca tendencia
de estos alineamientos largos y relativamente raros de Urano
y Plutón a coincidir con avances científicos continuos y par
ticularmente revolucionarios.
Por ejemplo, después de los dos alineamientos menciona
dos, la oposición inmediatamente posterior de 1643-16 5 4, que
coincidió con la Revolución Inglesa, también coincidió estre
chamente con la revolución mecanicista cartesiana que a me
diados del siglo XVII transformó radicalmente el pensamiento
científico. Estuvo marcada por la publicación de los Principios
de filosofía de Descartes, en 1644-1647, a la vez que por el
comienzo de la obra de Hobbes, Boyle, Pascal y otros, que
acabaron definitivamente con el marco aristotélico y sentaron
las bases necesarias para la síntesis newtoniana.
Del mismo modo, la oposición inmediatamente posterior
de Urano y Plutón, un ciclo entero después, que coincidió con
la Revolución Francesa, también coincidió con la revolución
de la química moderna, marcada por la publicación, en 1789,
del Tratado elemental de química de Lavoisier, y por la revo
lución de la geología moderna, marcada por la publicación, en
1795, de Una teoría de la Tierra, de James Hutton.
El próximo alineamiento de este tipo, la conjunción de
1845-1856, que coincidió con la ola de revoluciones y agita
ciones en toda Europa y Asia que hemos analizado más arri
ba, también coincidió con el período en que Charles Darwin,
después de trabajar durante años en la teoría, empezó final
mente a escribir, en 1855, su libro sobre la selección natural,
en el que describe su teoría de la evolución. Como examinare
mos más adelante, no hizo pública esta teoría hasta 1858
(justo cuando Júpiter estaba en conjunción con Urano en el
cielo), año en que recibió la famosa carta de Alfred Russel
Wallace con la formulación independiente de la misma teoría,
que había desarrollado durante sus años de investigación en
Sudamérica y Borneo a partir de 1848.
Es notable que durante la oposición inmediatamente ante
rior de Urano y Plutón, la de los años noventa del siglo XVIII,
Erasmo Darwin, el abuelo de Darwin, en Inglaterra (1794),
Goethe en Alemania (1794-1795) y Geoffroy Saint-Hilaire en
Francia (1795) desarrollaran en forma independiente teorías
sobre el origen de las especies que constituyeron los prece
dentes inmediatos de la de Darwin y Wallace. El propio Dar
win advirtió esa coincidencia en El origen de las especies:
«Ejemplo singular de la manera en que ideas semejantes sur
gen en aproximadamente el mismo momento, es el que Goe
the en Alemania, el Dr. Darwin en Inglaterra y Geoffroy
Sant-Hilaire en Francia, llegaran a la misma conclusión sobre
el origen de las especies en los años 1794-1795». Además, tam
bién en Francia, Lamarck comenzó a desarrollar su propia
teoría evolucionista un poco después, entre 1794 y 1802. Por
2 59
último, también durante el alineamiento de la última década
del XVIII, en 1798, Malthus escribió y publicó su Ensayo sobre
el principio de la población, en el exponía su teoría de la rela
ción necesaria entre el crecimiento de la población humana y
la provisión de alimentos y en cuya lectura encontró Darwin,
varias décadas después, la idea clave que necesitaba para esta
blecer el mecanismo de la selección natural.
Volviendo a la conjunción de 1845-1856, ahora en física
y no en biología, durante el mismo período que se acaba de
mencionar a propósito de Darwin, en 1847, Hermann von
Helmholtz formuló el principio de la conservación de la ener
gía. El análisis de Helmholtz demostró que el trabajo mecáni
co, el calor y la electricidad eran formas diferentes del mismo
sustrato físico, conclusión que muchos científicos considera
ron el descubrimiento más importante de la física en todo el
siglo XIX. Durante esta misma conjunción, William Kelvin y
Rudolf Clausius formularon en 1850-1851 la segunda ley de la
termodinámica, y en 1854 Clausius formuló el concepto de en
tropía, a partir del cual extrapoló la famosa conclusión de que
el universo se encamina hacia la aniquilación térmica. Tam
bién durante este mismo período, James Clerk Maxwell inició
su trabajo sobre campos electromagnéticos que transformó la
física moderna. Un hito en ésta es el primero de sus artículos
sobre el tema, titulado «Sobre las líneas de fuerza de Faraday»
(1855), que tuvo como germen un artículo de Michael Fara
day, «Pensamientos sobre vibraciones de rayos» (1846), edita
do en los inicios del mismo alineamiento.
El período del alineamiento siguiente de Urano y Plutón,
a la entrada del siglo XX, 1896-1907, produjo las dos grandes
revoluciones de la física moderna: la mecánica cuántica, inicia
da por la obra de Max Planck (1900), y la teoría de la relativi
dad, iniciada por Albert Einstein (1905). Durante este mismo
período comenzó Freud una revolución comparable en psico
logía con la creación del psicoanálisis y la publicación de La
interpretación de los sueños (1899-1900). Este período extra
ordinario, que presenció el surgimiento de la multitud de
sublevaciones y movimientos políticos radicales y de emanci
pación a los que hemos hecho ya referencia, así como la in
vención del avión y otros avances tecnológicos, también pro-
dujo el descubrimiento del electrón por J. J. Thomson, el de
la radiactividad por Becquerel y los Curie, y la aparición de la
ciencia de la genética por obra de William Bateson y otros,
entre el gran número de importantes avances científicos de ese
momento.
Por último, la conjunción más reciente de Urano y Plutón,
la de 1960-1972, coincidió con otra notable oleada de desarro
llos científicos revolucionarios: la revolución de la tectónica
de placas en geología, iniciada por el influyente artículo de
Harry Hess sobre la expansión del suelo marino (1962); el in
vento de Benoit Mandelbrot de las imágenes fractales (1962);
el primer e influyente artículo de Edward Lorenz sobre la teo
ría del caos (1963); la aceptación de la cosmología del big bang
gracias al descubrimiento de Penzias y Wilson de la radiación
cósmica de fondo, primera evidencia sólida de la expansión
del universo a partir de un estado primordial más caliente y
más denso (1964-1965); el descubrimiento de los quarks por
Gell-Mann y Zweig (1964); la formulación del teorema de
Bell sobre la no-localidad (1964); el surgimiento de la teoría
de sistemas, compendiada en Teoría general de sistemas de
von Bertalanffy (1968); y la formulación de la hipótesis Gaia
de James Lovelock (1968) y la teoría endosimbiótica de Lynn
Margulis (1969). Durante este mismo período hizo su apari
ción lo que se conocería como «segunda revolución darwinia
na» en biología, la unión de genetistas y naturalistas para for
jar una síntesis evolucionista en combinación con la teoría de
equilibrios puntuados de StephenJay Gould y Niles Eldredge
(1972). Este período también produjo el rápido desarrollo del
pensamiento ecológico, que empezó con la trascendental Pri
mavera silenciosa, de Rachel Carson, seguida de la obra de
Gregory Bateson, Ame Naess y muchos otros. Además, en
filosofía de la ciencia, el concepto de «revolución científica»
fue objeto de una formulación radicalmente nueva y un análi
sis muy influyente en la obra maestra de Thomas Kuhn, de
1962, La estructura de las revoluciones científicas, que fue en
sí misma el comienzo de un revolucionario cambio de para
digma en el pensamiento del siglo XX.
Una vez más, no parecería haber relación necesaria alguna
entre la revolución sociopolítica y la revolución científico-
tecnológica y, por tanto, ninguna razón para que coincidieran
de modo tan regular exactamente en los mismos períodos his
tóricos.7 Sin embargo, desde un punto de vista arquetípico,
una clara coherencia subyacente conecta ambas categorías de
fenómenos, una coherencia de significado, de causalidad for
mal antes que de causalidad eficiente. Por supuesto, lo que en
el contexto de los actuales supuestos cosmológicos constitu
ye el mayor desafío intelectual es la posibilidad de que esta
coherencia arquetípica sincrónica en los fenómenos históricos
tenga también una correspondencia sistemática con los movi
mientos planetarios.
Ciertamente, consideradas una por una, ninguna de las mu
chas correlaciones que hemos examinado hasta ahora repre
senta un reto significativo. Es más bien su carácter acumulati
vo, así como su precisión arquetípica, lo que resulta difícil
pasar por alto. He podido identificar fácilmente patrones dia
crónicos y sincrónicos prácticamente idénticos y en estrecha
coincidencia con la secuencia de períodos de alineamiento de
Urano y Plutón en otras categorías importantes de fenómenos
históricos y culturales. Los historiadores y especialistas en las
disciplinas correspondientes reconocerán asombrosas correla
ciones entre los períodos específicos de estos alineamientos y
las épocas marcadas por desarrollos tan arquetípicamente per
tinentes como la insólita rapidez de la modernización y la
secularización de la sociedad; cambios trascendentales en el
surgimiento y caída de potencias y dinastías imperiales y en
los puntos de inflexión en la historia mundial que marcan
cambios tectónicos en el equilibrio global del poder; períodos
que producen el surgimiento del nacionalismo en distintos
países y continentes al mismo tiempo; épocas de inmigracio
nes en masa y cambios demográficos; y períodos con grandes
desarrollos históricos en los medios de comunicación de
masas, repentinos aumentos en el poder de la prensa y luchas
por la libertad de prensa, todas ellas correlaciones que sugie
ren patrones cíclicos comparables a los que hemos estado ana
lizando. 8
Otras épocas arquetípicamente pertinentes que coinciden
con alineamientos cíclicos de Urano y Plutón son los perío
dos históricos que produjeron la súbita irrupción y potencia-
ción de contraculturas y culturas juveniles; las épocas marca
das por la emergencia y el florecimiento de distritos, comuni
dades y mundillos bohemios y contraculturales históricamen
te significativos (Rive Gauche, Bloomsbury, Soho, Greenwich
Village, Haight-Ashbury, Berkeley, Harvard Square); épocas
que tuvieron decisivo efecto formativo en jóvenes que más
tarde produjeron nuevos desarrollos de los impulsos asocia
dos a ese período (por ejemplo, la influencia de los escritos de
Schiller y de los ideales de la Revolución Francesa sobre el jo
ven Beethoven en Austria en los años noventa del siglo XVIII,
o el impacto que esa misma época tuvo en los jóvenes
Wordsworth y Coleridge en Inglaterra,9 y también en los
jóvenes Hegel, Schelling y Holderlin en Alemania, en todos
los casos con importantes consecuencias para desarrollos pos
teriores de la cultura moderna); períodos que trajeron consi
go el rápido surgimiento y la proliferación de diversos tipos
de movimientos ecologistas, medioambientalistas y orienta
dos a la naturaleza; y épocas marcadas por tendencias y movi
mientos culturales que defendían la revolución sexual y la
emancipación erótica en la sociedad y en las artes.
EL CICLO DE URANO-PLUTÓN
266
Hubo intentos de eliminarlo e intentos de mantenerlo indefi
nidamente. Dominó la experiencia de la gente en ese momen
to, de la misma manera en que domina hoy la visión retros
pectiva de esa época. En cierto sentido, los años sesenta pare
cían desencadenar un gran impulso edípico colectivo que
catalizó una inmensa ola de rebelión de motivación erótica
contra las estructuras represivas de la autoridad establecida.
La fuerza impulsiva de gran parte de las actividades y los sen
timientos más característicos de la época parece haber sido el
intento de acabar con todas las limitaciones impuestas a la
satisfacción libidinal, ya fueran sociales o políticas, artísticas,
intelectuales, psicológicas o somáticas. Una vez más, si tras
cendemos la inflexión masculina de estos resonantes símbolos
helénicos para comprenderlos en su nivel más general, trans
genérico, es posible reconocer esencialmente el impulso y el
complejo de Edipo como una manifestación de dos arqueti
pos distintos -el rebelde prometeico y el erótico dionisíaco
que actúan en estrecha conjunción y se activan mutuamente.
Pero la liberación de lo dionisíaco en los años sesenta no
se limitó a ese aspecto erótico y libidinal del arquetipo, pues
esa misma década se caracterizó por la erupción igualmente
poderosa de las volcánicas, violentas y destructivas energías
elementales asociadas al principio dionisíaco-plutónico-káli
co. Además, durante todo este período, la expresión de estas
energías estuvo sistemática y directamente ligada a la causa
prometeica de cambio revolucionario y liberación política.
Allí estaba la tremenda violencia masiva desencadenada por
la Revolución Cultural China, la repetida irrupción de vio
lencia y feroz destrucción en las comunidades afroamericanas
de las ciudades del interior de los Estados Unidos, la oleada de
asesinatos, la década entera de destrucción de una intensidad
sin precedentes en Vietnam, la autoinmolación de contestata
rios en Praga y Saigón, el incremento hasta entonces desco
nocido de la violencia en el cine -Bonnie and Clyde, Grupo
salvaje, La naranja mecánica-, los extremos de disturbio y
violencia que se mostraban diariamente en los telediarios, el
persistente impulso hacia la furiosa violencia de ambos lados
en las manifestaciones contra la guerra, el penetrante «calor»
del período.
Comprobé que abordar la década de los sesenta como ma
nifestación colectiva de una síntesis arquetípica de Prometeo
y Dioniso ofrecía una perspectiva no sólo históricamente
rigurosa y precisa, sino también polivalente y omniabarcante.
Suministraba una profunda comprensión, tanto a través de la
multitud de significados de los dos arquetipos como a través
de la dinámica reciprocidad de su interacción. En la compleja
interacción de esos dos principios arquetípicos, el carácter
histórico y el permeante espíritu de los años sesenta parecían
expresarse en una suerte de concisa y profunda claridad.
También me encontré con una profundización similar en
la comprensión del período de la Revolución Francesa, el de
1787-1798. Hasta aquí hemos analizado esa época predomi
nantemente como el arquetipo prometeico de liberación y
cambio radical, intensamente compelido y potenciado por el
principio plutónico-dionisíaco. Pero si reorganizamos nues
tro enfoque con el fin de tener en cuenta el lado inverso de
esta dinámica arquetípica -es decir, el súbito despertar y la
repentina liberación de las energías elementales de lo plutóni
co-dionisíaco por el principio prometeico-, se hace inteligible
una dimensión completamente diferente, aunque igualmente
fundamental del período de la Revolución Francesa: su sínte
sis espectacular de innovación emancipadora y violencia masi
va. También aquí, como en el período 1960-1972, vemos el
elemento específicamente destructivo del arquetipo dionisía
co, pero lo vemos inextricablemente unido a los temas prome
teicos de libertad y rebelión (la multitud de insurrecciones
masivas que convulsionaron París y gran parte de Francia du
rante la década, las repetidas masacres, el regicidio, los milla
res de ejecuciones en la guillotina, el Reino del Terror, el
derramamiento de sangre y la furia, la desatada rabia irracio
nal de los radicales que intentaban rehacer el mundo, las cabe
zas de decapitados clavadas en el extremo de picas y al frente
de alegres turbamultas, el caos social y la agitación política
incontenible.
Lo mismo que en los sesenta, también aquí se tuvo la expe
riencia de una repentina y duradera conmoción de magnitu
des cataclísmicas, un despertar de fuerzas volcánicas que pre
cipitaban el hundimiento del orden establecido. Una vez más,
se levantó una repentina ola colectiva de desinhibición y
retorno de lo reprimido que desató fuerzas destructivas pri
mordiales en estrecha asociación con impulsos liberadores y
rebeldes. La orgía apocalíptica de muerte de las masacres de
septiembre de 1792 y el Régimen de Terror de 1793-1794
tuvieron en la década de 1960 sus correlatos en las incontables
atrocidades de la Revolución Cultural China, la tremenda
destrucción del Tíbet, Vietnam, Camboya, Laos, Indonesia, la
masacre de My Lai, los asesinatos de Manson, Altamont, los
Angeles del Infierno. Los diversos grupos extremistas de la
Francia revolucionaria, como los jacobinos, los indulgentes o
los enragés, tenían sus correlatos en muchas fracciones radica
les similares de los sesenta, como los Guardias Rojos, los
Panteras Negras y los SDS Weathermen, con sus propios Días
de Cólera.
Estas dos décadas presididas por Urano-Plutón produje
ron repetidas explosiones de emoción masiva de gran intensi
dad. Fuera violento o libidinoso, el complejo arquetípico do
minante en cada uno de esos períodos parecía constelar repe
tidas y continuadas explosiones de intensidad emocional y
potencia elemental, que moldearon la actividad y la experien
cia humana a gran escala. Tampoco esta irrupción de renova
da emoción masiva de la época de la Revolución Francesa se
limitó a la violencia y la agresión, pues también era evidente
una elemental erupción de fraternité, el tercero de la trinidad
soberana de valores de la Revolución Francesa. La poderosa
ola de sentimiento que embargó la Asamblea Legislativa en
julio de 1792, en el apogeo del período democrático de la
Revolución, cuando los diputados depusieron de repente sus
antagonismos y comenzaron a abrazarse y besarse entre lágri
mas de profunda emoción, y que se extendió por todo París
en 1792, tuvo su correlato en acontecimientos como el del
Verano del Amor de San Francisco en 1967 o el festival de
música de Woodstock en 1969.
Lo mismo ocurrió con la irrupción de erotismo y sensua
lidad en ambas épocas. La liberación sexual de los años sesen
ta tuvo sus correlatos en los noventa del siglo XVIII en la nueva
poesía erótica de Goethe, la adopción redentora del deseo
sexual y el éxtasis sensual unidos al poder creador divino y la
libertad imaginativa de Blake, los pechos desnudos y las túni
cas traslúcidas de las mujeres en París, las memorias de intrigas
y hazañas amorosas de Casanova, la desatada violencia sexual
de las novelas del marqués de Sade. Casi idénticos fenómenos
culturales se destacaron de manera muy llamativa en la década
de 1960 -y a menudo implicaron el redescubrimiento, la apro
piación y el desarrollo creativo de sucesos ocurridos en la últi
ma década del XVIII, como fue el caso de la famosa y contro
vertida Marat/Sade, pieza teatral y película, en la que el impul
so a la revolución violenta (personificado por Jean-Paul Marat)
y el impulso al erotismo violento (personificado por el mar
qués de Sade) se descargan en un tenso diálogo dramático.'º
El mismo redescubrimiento y la misma reapropiación del
ambiente cultural de la década de los noventa del siglo XVIII
los vemos durante los años sesenta del siglo pasado en el
retorno entusiasta a Blake, con su titánica exaltación de la
«Energía» -erótica, creativa, emancipadora- en rebelión con
tra los grilletes de la Iglesia y el Estado, el comercio y la in
dustria, el materialismo mecanicista y el empirismo positivis
ta. Muchos aforismos de El matrimonio del Cielo y el Infierno
reflejan el ethos común a ambos períodos de Urano-Plutón,
las décadas de r 790 y r 960, a la vez prometeicas y dionisíacas,
que celebraban la pasión sin ligaduras y desafiaban todos los
límites arbitrarios impuestos a la exuberancia creadora de la
vida:
Exuberancia es belleza.
2 73
movió la creciente concepción científica de la naturaleza pro
pia de la mentalidad moderna, sino también, en palabras de
Jacques Barzun, «la tremenda exposición de hechos y de pro
paganda que recorrió toda Europa enseñando lo que son o
deberían ser la "razón", los "derechos", la "autoridad", el
"gobierno", la "libertad", la "igualdad" y los principios socia
les relacionados». Y, lo mismo que en el caso de Rousseau,
precisamente cuando el ciclo de Urano-Plutón alcanzó su
siguiente alineamiento axial, durante la Revolución Francesa,
en 1787-1798, fue cuando la gran empresa didáctica de Dide
rot fructificó espectacularmente en las revoluciones sociopo
líticas y científico-tecnológicas de esa década. Rousseau y
Diderot representan en esencia dos polos del complejo arque
típico que estamos examinando, ambos emancipadores y re
volucionarios, pero con distinto énfasis y consecuencias (Ma
rat y Sade también representan dos polos de este mismo com
plejo, aunque en tonos más oscuros).
Es así como los dos períodos de alineamiento de Urano y
Plutón que hemos examinado, el de la época de la Revolución
Francesa y el de la década de 1960, fueron notables por la visi
ble presencia en ellos de fenómenos al mismo tiempo prome
teicos y dionisíacos, y no sólo unos u otros: llamamiento a la
libertad, pero también revelación de la naturaleza; despertar
intelectual, pero también irrupción de sentimientos e instin
tos; cambio radical, pero también exaltación del eros; innova
ción creadora y experimento, pero también destrucción y agi
tación. Especialmente sugerente me pareció la evidencia rela
tiva a la compleja interacción de ambos arquetipos, su síntesis
inextricable: libertad autónoma con afirmación de la naturale
za, liberación con sexualidad, rebelión con violencia, innova
ción y cambio con intensidad sobrecogedora, todo a escala
masiva. Por supuesto, lo particularmente sugerente y desa
fiante era la coincidencia de que estos dos principios fueran
los arquetipos planetarios específicos asociados a los dos pla
netas que durante esas épocas particulares se presentaban ali
neados.
Cuando tuve en cuenta los principales acontecimientos
que se produjeron durante el período de la Revolución Fran
cesa fuera del contexto europeo, reconocí el funcionamiento
274
de una dinámica arquetípica sorprendentemente semejante en
otros lugares del mundo. Así, por ejemplo, en Tahití y otras
islas del Pacífico Sur, muchos marineros británicos y otros via
jeros europeos experimentaron durante el período 1787-1798
una repentina liberación y un despertar de lo dionisíaco al
tener por primera vez el revelador contacto con el erotismo
polinesio y costumbres sexuales más libres que las permitidas
por los usos europeos y las pautas de inhibición sexual cristia
na, de tan antigua datación. (En realidad, había sido Diderot,
nacido durante la conjunción anterior, quien había ensalzado
notablemente la libertad sexual del pueblo polinesio, que a su
juicio era lo que los hacía física y espiritualmente más sanos
que los europeos sometidos a las antinaturales restricciones
sexuales de su sociedad.) A la inversa, durante este mismo pe
ríodo, los pueblos indígenas de las islas del Pacífico, desde
Tahití hasta Hawái, lo mismo que de Australia y Nueva Ze
landa, sufrieron una tremenda conmoción cultural y el inicio
de la destrucción de sus sociedades, como consecuencia de la
continua penetración de su mundo por europeos, que dio
comienzo en esa época.
Si observamos los dos alineamientos axiales de Urano y
Plutón intermedios entre la época de la Revolución Francesa
y los años sesenta del siglo xx, advertimos el funcionamiento
de dinámicas arquetípicas notablemente semejantes. En los
inicios del siglo xx, durante la oposición de Urano y Plutón
de 1896-1907, vemos otra vez la súbita aparición de amplios
movimientos a favor de la emancipación sexual en muchos
centros de Europa y de Estados Unidos: el surgimiento de
comunidades bohemias de Montmartre a Greenwich Village;
la naturaleza neopagana, el amor libre y los movimientos
juveniles en Alemania y Suiza; la influencia de bohemios eu-
ropeos en California y el comienzo de la contracultura en la
Costa Oeste; los movimientos de emancipación de las muje
res, que llamaron a la expansión de los métodos anticoncep
tivos y la libertad sexual; la nueva celebración artística de lo
primitivo y lo primordial, como en la pintura de Picasso; la
nueva libertad de expresión física, como en las electrizantes
actuaciones de la joven bailarina norteamericana Isadora
Duncan, que dieron nacimiento a la danza moderna. La in-
2 75
fluencia de Duncan en esa época fue inmensa, no sólo en el
mundo de la danza, el ballet y el teatro, sino también en la cul
tura y la sociedad en general, pues su ausencia de convencio
nalismos en la vida y su originalidad artística galvanizaron
tanto los públicos europeos como los norteamericanos. Para
decirlo con palabras de Max Eastman:
2 77
Una vez más, el papel central del complejo de Edipo en la
vida y la obra de Freud, que él mismo reconoció en 1897, du
rante esta oposición, puede entenderse como una síntesis pre
cisa de los dos principios arquetípicos, el prometeico y el dio
nisiaco la rebelión contra la autoridad tiránica y el impulso a
la plena satisfacción erótica que operaban en ese momento en
muchos fenómenos culturales. Es significativo que el propio
Freud naciera a finales de la conjunción anterior de Urano
y Plutón, la de 1845-1856, con su Sol ubicado entre Urano y
Plutón." En otra asombrosa configuración cíclica, fue Wil
helm Reich, discípulo de Freud, quien llevó apasionadamente
adelante el dionisíaco proyecto de liberación que consistía en
rescatar las energías orgásmicas encerradas en las estructuras
psicosomáticas de la coraza muscular y caracterológica, blo
queos que a juicio de Reich contribuían directamente a la con
solidación de la psicología autoritaria del fascismo y el totali
tarismo. Reich nació en 1897, el mismo año en que Freud des
cubrió el complejo de Edipo. Fue durante la conjunción si
guiente de Urano y Plutón, la de la década de 1960, cuando la
obra de Reich llegó a ejercer una gran influencia y cuando el
proyecto reichiano de liberación sexual se puso en práctica a
escala colectiva.
Si retrocedemos a la conjunción anterior de Urano y Plu
tón, la de 1845-1856, cuando nació Freud, volvemos a en
contrarnos con la misma asombrosa constelación de fenóme
nos culturales que sugieren la irrupción y el despertar colecti
vo del principio dionisíaco de un modo muy extendido. En
medio de la violenta confusión y de los grandes movimientos
revolucionarios de esta época -socialista radical, de indepen
dencia, anarquista, abolicionista, sufragista, de desobediencia
civil-, encontramos también y simultáneamente el estallido y
la liberación de lo elemental y lo erótico. Este fenómeno se
hizo patente en esos años en el surgimiento, en Estados Uni
dos, de comunidades de voluntarios que combinaban la hete
rodoxia religiosa con el experimento sexual. Y se mostró con
análoga evidencia en la poderosa música dionisíaca de Wagner
y Liszt, en la irrupción del eros oscuro y el submundo urbano
de Las flores del mal, de Baudelaire, cuya composición data de
ese momento, y en la exploración realista del adulterio y el
matrimonio burgués que realizó Flaubert en Madame Bovary
(tras su publicación en 1857, tanto Las flores del mal como
Madame Bovary fueron procesadas por inmoralidad ante el
mismo juez de París). Lo vemos en la revelación del erotismo
polinesio y la libertad sexual que Typee, la primera novela de
Herman Melville, presentó por entonces ante azorados lecto
res norteamericanos y británicos. Fue el mismo período en que
el explorador y lingüista Richard Burton penetró profunda
mente en las culturas y los submundos sexuales de India y
Oriente Próximo, lo que le proporcionó la base para sus tra
ducciones del Kamasutra y de Las mil y una noches. Recono
cemos todo el complejo de temas prometeicos y dionisíacos en
la poesía de Walt Whitman -la alegre emancipación erótica y
democrática, la confiada aceptación del futuro, el individuo
liberado que encarna la multifacética masa de la humanidad
entera-, temas que se entretejen y se estimulan recíprocamente:
2 79
Pero todo faltaría si faltase el sexo...
El sexo contiene todas las cosas: cuerpos, almas,
Ideas, pruebas, purezas, delicadezas, resultados...
Todas las esperanzas, favores y dones, todas las pasiones, amores,
bellezas, deleites del mundo...
280
compleja de los dos principios arquetípicos parecía desplegar
se en muchos niveles al mismo tiempo.
Además, en estrecha relación con lo anterior, durante esta
misma conjunción se produjo un cambio fundamental en la
historia del pensamiento europeo, con la amplia difusión, des
pués de 1 8 p, de la filosofía de Schopenhauer sobre la volun
tad primordial que impulsa las fuerzas de la naturaleza y
modela toda la motivación humana desde las profundidades.
Esta visión, en gran medida correlato filosófico de la teoría
científica de Darwin, inspiró a su vez a Nietzsche y Freud,
cuyas formulaciones de la voluntad de poder y el principio
dionisíaco, en el primer caso, y del inconsciente instintivo y el
ello, en el segundo, tenían la voluntad schopenhaueriana como
decisivo antecedente. Schopenhauer había nacido al comienzo
de la oposición anterior de Urano y Plutón, correspondien
te al período de la Revolución Francesa.'' Nietzsche nació a
principios de esta conjunción de Urano y Plutón; Freud, al
final.•• A su vez, mirando ahora hacia delante, tanto las teorí
as de Nietzsche como las de Freud empezaron a ser objeto de
atención cultural durante la oposición inmediatamente poste
rior, la de 1896-1907.
La filosofía de Schopenhauer también ejerció profunda
influencia en Wagner y en Mahler por su concepción de la
música y del genio artístico como lo único capaz de expresar
directamente las fuerzas primordiales de la naturaleza. Esta
influencia se puso claramente de manifiesto en la música que
emanó de estos compositores durante las dos épocas consecu
tivas del ciclo de Urano-Plutón: Tristán e /solda y El anillo del
Nibelungo de Wagner a mediados del siglo XIX, y la Tercera
Sinfonía de Mahler y sus obras siguientes durante el período
1896-1907.
Todo el período de la conjunción fue decisivo tanto para el
desarrollo musical de Wagner como para su influencia cultu
ral, cuando sus controvertidas óperas se abrieron camino en
Europa, sus polémicos escritos fueron objeto de amplio deba
te y se reconoció su genio. Durante la primera mitad de esta
conjunción, de 1844 a 1848, Wagner compuso Tannhauser,
con su orgiástica bacanal y su descripción sonora de las abru
madoras fuerzas instintivas, y Lohengrin. Después de su par-
ticipación en las revoluciones políticas de 1848-1849, dedicó
los años siguientes a una profunda reflexión acerca de todo el
proceso de creación por el cual la música, el mito y el drama
narrativo podían integrarse en una poderosa expresión artísti
ca, que se inspiraba en la tragedia griega como el instante más
logrado de una forma artística completa. A partir de este cri
sol, en los años cincuenta comenzó a trabajar en el ciclo épico
del Anillo, que interrumpió en 185 7 para componer Tristán,
su obra maestra de insaciable pasión erótica. Estas obras cons
tituyeron tanto una revolución en la historia de la música
como una viva expresión de la voluntad schopenhaueriana.
Durante la oposición inmediatamente posterior de Urano
y Plutón, la de 1896-1907, Isadora Duncan, invitada por
Cósima, la viuda de Wagner, realizó en Bayreuth su famosa
interpretación de la bacanal de Tannhduser. A menudo la pro
pia Duncan proclamó que sus fuentes de inspiración artística
eran específicamente Wagner, Nietzsche, Whitman y, en últi
ma instancia, el poder y las formas de la naturaleza misma.
Al comienzo de este mismo alineamiento de Urano y Plu
tón, en 1896, Mahler describió en una carta la composición de
su Tercera Sinfonía expresando su experiencia de la apremian
te intensidad de una voluntad que, arraigada en las profundi
dades de la naturaleza, impulsa la creatividad artística:
286
campos. Para limitarnos ahora a los alineamientos axiales:
como hemos analizado ya, la Revolución Industrial impulsa
da por el vapor y el carbón presentó una rápida aceleración
inicial en la última década del siglo XVIII y luego, con mayor
potencia y universalidad, en el período 1845-1856, con la pro
liferación de los ferrocarriles y los buques de vapor, así como
con la amplia mecanización de la industria. A su vez, la opo
sición de 1896-1907 coincidió con la multiplicación de los
automóviles (cuya producción en Estados Unidos pasó de
veinticinco en 1896 a veinticinco mil en 1905), autobuses, mo
tocicletas, camiones, plantas eléctricas y los primeros aviones,
todo ello con el petróleo como combustible. En el mismo
período se produjo el descubrimiento de vastos depósitos de
petróleo en Texas y el comienzo de la exploración petrolera
de Oriente Próximo, ambos en 1901. Por último, el período
más reciente de conjunción, el de la década de los sesenta, asis
tió a la rápida proliferación de plantas de energía nuclear en
todo el mundo, el surgimiento de los aviones a reacción y el
despliegue de la titánica energía que se necesita para los viajes
espaciales, todo ello gracias a los descubrimientos tecnológi
cos realizados durante los alineamientos anteriores de Urano
y Plutón.' 1
Nos hallamos ante los mismos desarrollos que ya hemos
analizado anteriormente en términos de trascendentales revo
luciones científicas y tecnológicas, entendidas como la poten
ciación plutónica del principio prometeico de eclosión intelec
tual y cambio radical (Plutón-Urano). Y ahora percibimos
también la dinámica arquetípica inversa, por la cual la innova
ción tecnológica prometeica y el ingenio humano desencade
nan las fuerzas plutónicas de la naturaleza (Urano-Plutón).
Todos estos fenómenos representan la materialización con
creta de la máxima de Bacon según la cual «saber es poder»,
otra manifestación de Prometeo liberado y potenciado. El
propio Bacon, como recordaremos, empezó a redactar sus
escritos filosóficos inspirados en el imperativo «saber es po
der» bajo la conjunción de Urano y Plutón de 1592-1602. Du
rante esta misma conjunción tuvo lugar el nacimiento de
Descartes, el otro importante progenitor filosófico de la mo
derna voluntad de poder científico-tecnológico.
REBELIÓN RELIGIOSA
Y EMANCIPACIÓN ERÓTICA
288
nizó en el altar mayor, se la coronó como Deidad y fue ado
rada por todos los presentes. Dos semanas después, la Con
vención, instigada por las manifestaciones, proscribió la Biblia
y toda expresión de religión cristiana, so pena de muerte. Las
iglesias parroquiales se reabrieron como Templos de la Verdad
y la Razón y se sustituyó el cristianismo por la «religión natu
ral». En este período, el matrimonio dejó de depender de la
autoridad eclesiástica y se legalizó el divorcio. El sistemático
intento de la Revolución por descristianizar la sociedad fran
cesa y establecer una nueva religión de la Razón y la Huma
nidad se prolongó por más de tres años, hasta que en 1797 se
instituyó la libertad religiosa, aunque se siguió considerando
el papado romano como enemigo de la Revolución. En 1798,
cerca del final del período de oposición, los militares franceses
expulsaron de Roma al papa Pío VI y lo metieron en la cárcel,
donde murió. Esto quiere decir que, en el período histórico
correspondiente a este alineamiento, el inicial anticlericalismo
de la Revolución se fue secularizando hasta desembocar en el
ateísmo estricto, parar terminar legalizando la libertad religio
sa, en combinación con un ataque al papado romano, todo
ello al servicio de una nueva religión de la libertad, la razón y
la naturaleza.
En la conjunción siguiente, la de mediados del siglo XIX,
volvemos a encontrar el mismo motivo de rebelión contra la
ortodoxia religiosa, esta vez en el nivel filosófico de la cultura
refinada. En medio de las revoluciones sociales y políticas del
período (en que los revolucionarios obligaron en 1848 a otro
papa Pío, esta vez el IX, a marcharse de Roma), un poderoso
impulso emancipador en el contexto religioso se expresó en la
ola de escepticismo religioso que barrió el mundo intelectual
europeo en las décadas de 1840 y 18 50 tras la estela de las ideas
de Schopenhauer, Marx y Engels, David Friedrich Strauss,
Ludwig Feuerbach y George Eliot, entre otros. A su vez, este
giro en la visión filosófica de la cultura influyó en Darwin y
luego en Nietzsche. Análogamente, durante el siguiente aline
amiento axial de Urano y Plutón, en 1896-1907, se registró en
la cultura occidental otra ola comparable de duda religiosa,
innovación filosófica e impulsos secularistas de renovada in
tensidad, en asociación con los enormes cambios sociopolíti-
cos, tecnológicos, científicos y artísticos que marcaron esos
años de cambio de siglo. También en China, Japón, Rusia
y Oriente Próximo se produjeron movimientos, presiones y
disturbios semejantes durante los dos períodos mencionados,
y nuevamente en la década de los 60, en clara secuencia dia
crónica.
Sin embargo, en todos estos períodos y en muchos de los
fenómenos claramente prometeicos que se acaban de citar,
estaba implicado también el elemento dionisíaco. En cada una
de las épocas presididas por Urano-Plutón advertimos una
explosiva síntesis en la cual la rebelión contra la autoridad y el
dogma religiosos se da en estrecha vinculación con un impul
so colectivo a la emancipación erótica, que ha despertado
súbitamente. Semejante síntesis de ambos motivos, el erótico
y el religioso, fue particularmente notable en la Fiesta de la
Razón de la Revolución Francesa, cuando, tras las ceremonias
en la catedral de Notre Dame, la multitud enardecida bailó
salvajemente en el santuario catedralicio, las mujeres dejaron
sus pechos al aire y los hombres se desvistieron, mientras que
en la sacristía las parejas copulaban libremente. Todo el desfi
le por las calles, con su ambiente de carnivale y las multitudes
alegres y rebeldes aplaudiendo y vitoreando al magnífico
carruaje que transportaba a la Diosa a la catedral, evoca de una
manera asombrosa la antigua procesión ceremonial del carro
dionisíaco.
En el mismo momento en que estos extraordinarios acon
tecimientos se producían en Francia, Blake proclamaba en
Inglaterra una combinación notablemente similar de rebe
lión religiosa y libertad erótica. La declaración inaugural de El
matrimonio del Cielo y el Infierno, obra escrita el mismo año
1793, anuncia esa síntesis con la típica seguridad apodíctica de
Blake:
Las prisiones son edificadas con piedras de Ley; los burdeles, con
ladrillos de Religión...
El orgullo del pavo real es la gloria de Dios.
Lujuria del chivo, generosidad de Dios.
La ira del león es la sabiduría de Dios.
La desnudez de la mujer en obra de Dios.
2 93
vez, el uso de métodos anticonceptivos dio a las mujeres una
nueva libertad de elección entre la dedicación a una carrera o
el matrimonio, estimuló la postergación de éste, tanto en los
hombres como en las mujeres -pues ya no era necesario casar
se para satisfacer los deseos sexuales- y aumentó de modo
espectacular la frecuencia de las relaciones sexuales, tanto pre
matrimoniales como extramatrimoniales, con el consiguiente
incremento en la cantidad de divorcios.
A su vez, todas estas tendencias sostuvieron y fortalecie
ron la autonomía personal en el comportamiento y la moral
sociales. Fueron también origen de cambios y trastornos im
portantes en el tejido social, lo que resulta evidente en el ex
tendido desafío de los jóvenes a la tradicional autoridad pater
na y de la sociedad, junto con la aparición de un «abismo
generacional» intensamente polarizado, que también se dio en
la esfera política. Cabe destacar sobre todo la exaltación de la
expresión sexual que impregnó e impulsó progresivamente
la música rock de la época, la manifestación artística más
emblemática y al mismo tiempo más formativa del Zeitgeist
contracultura! emergente. La síntesis de impulsos prometei
cos y dionisíacos de la música rock-potenciada a una inaudi
ta escala masiva gracias a los adelantos técnicos, ya por la
amplificación electrónica, ya por la radio y las grabaciones
discográficas, que permitieron su difusión prácticamente
mundial- se expresó a su vez en una oleada de conciertos y
festivales multitudinarios de música y danza que constituían
enormes rituales de arte, eros y transformación.
Como hemos dicho ya en el contexto católico, la expresión
sin restricciones de los impulsos sexuales también fomentó
una nueva irrespetuosidad para con las inveteradas prohibi
ciones religiosas, que a su vez reforzó el movimiento princi
pal de la época hacia el experimento religioso y el rechazo de
la creencia ortodoxa. El nuevo individualismo y la nueva
libertad respecto de la limitación religiosa reforzó la tenden
cia más amplia a la independencia intelectual y moral de todo
tipo y aceleró el desmantelamiento de un dilatado espectro de
estructuras internas y externas de restricción social, con mu
chas consecuencias imprevistas que se desplegarían en las dé
cadas siguientes.
2 94
Sin duda, esta presentación de la secuencia en cascada de
causas y efectos simplifica la realidad. La innovación tecnoló
gica de índole prometeica que hizo posible la píldora anticon
ceptiva no fue por sí misma la causa de la desinhibición libidi
nal en la cultura, de la que ya había señales evidentes desde
comienzos de la década, antes de la adopción general de la píl
dora, en muchos fenómenos culturales como el cine, la músi
ca y la literatura populares. A mi juicio, la innovación tecno
lógica debería considerarse más bien un factor sincrónico y
poderosamente sinérgico en un proceso histórico mucho ma
yor y más complejo, en el que los dos principios, el prometei
co y el dionisíaco, interactúan poderosamente y se catalizan
uno al otro en muchos niveles, lo que produce y acelera la
proliferación de causas y efectos.
2 95
LA SECUENCIA CÍCLICA COMPLETA
297
independencia en rápida sucesión a Argentina (1816), Chile
(1817), Colombia (1819), México, Venezuela, Costa Rica, El
Salvador, Guatemala, Honduras, Panamá, Santo Domingo
(todas en 1821, cuando el alineamiento estaba en su punto
exacto), Brasil y Ecuador (1822), y Perú (1824). Una vez más
resulta claramente discernible la campana de Gauss que adop
ta la configuración del patrón arquetípico de un principio
prometeico repentinamente potenciado y que se expresa en
una ola de actividad humana colectiva y acontecimientos his
tóricos, en este caso inequívocamente centrados en r 820-
1821.
Además, durante este mismo período hubo en Europa una
ola de revoluciones y revueltas en España, Portugal, Italia y
Francia, una intensa agitación contra el Imperio Habsburgo
en toda Europa Central y Oriental, y el comienzo de la larga
guerra para independizar a Grecia de los turcos. Lord Byron,
que murió en el transcurso de este período, en 1824, mientras
apoyaba la lucha por la independencia griega, había nacido en
1788, en el inicio de la oposición de Urano y Plutón inmedia
tamente anterior, la correspondiente a la Revolución Francesa
(con el Sol alineado con Urano y Plutón, y Venus en conjun
ción casi exacta con Plutón). La vida de Byron y su emblemá
tica encarnación de la emancipación erótica y, en la etapa final,
su lucha a favor de la libertad política, sugiere con gran viva
cidad la presencia del impulso prometeico y el dionisíaco en
estrecha interacción. Su carismática encarnación de esta com
binación arquetípica ejerció una larga influencia cultural, que
se reafirmó una y otra vez durante los alineamientos posterio
res de Urano y Plutón en un amplio abanico de manifestacio
nes, desde los líderes de las luchas nacionalistas de las décadas
de 1840 y 18 50, como Mazzini y Mickiewicz, hasta figuras
culturales como Baudelaire y Osear Wilde, para reaparecer
finalmente con la década de los sesenta y Mick Jagger. ' 6
Lo mismo sucedió en el caso de Percy Bysshe Shelley, que
produjo toda su obra de madurez en los años correspondien
tes a la cuadratura de Urano y Plutón, entre 1816 y 1822, año
en que se ahogó durante una tormenta frente a la costa de
Italia, un mes antes de cumplir los treinta años. Al igual que
Byron, Shelley había nacido durante la oposición correspon-
diente a la Revolución Francesa, en 1792 (con el Sol y Venus
en estrecho alineamiento con Urano y Plutón), en el mismo
verano en que se produjo la ola de éxtasis fraternal que inva
dió repentinamente el cuerpo legislativo francés y la pobla
ción de París. La constelación de compromisos que inspiró a
Shelley durante toda la vida -con la justicia social y la revolu
ción política, la libertad individual, la libertad y el poder crea
tivo del poeta, la rebelión contra la limitación inherente a la
ortodoxia religiosa, y la libertad romántica y la emancipación
erótica- refleja los temas característicos del complejo prome
teico-dionisíaco. Muchos de estos temas están particularmen
te representados en su obra poética maestra, Prometeo desen
cadenado, escrita en 1820, cuando la cuadratura de Urano y
Plutón alcanzaba su punto exacto. ' 7
A su vez, figuras decisivas de los períodos posteriores de
Urano-Plutón nacieron bajo esta cuadratura de 1816-1824.
Frederick Douglass, Harriet Tubman y Susan B. Anthony
nacieron durante esta cuadratura y produjeron su acción libe
radora en coincidencia con la conjunción inmediatamente
posterior, la de 1845-1856. Especialmente paradigmático es el
ejemplo de Karl Marx, que nació en 1818, durante la cuadra-
EL CICLO DE URANO-PLUTÓN
Cuadraturas intermedias
2 99
tura de Urano y Plutón, y dedicó con una intensidad cuasi
elemental toda su vida y su obra a la causa de la revolución y
la emancipación de las masas, que surgieron con toda su fuer
za coincidiendo con la conjunción de 1845-1856. («Prometeo
es el santo y mártir más noble del calendario de la filosofía»,
escribió Marx en su tesis doctoral.) Una vez mas, la cuadratu
ra de Urano y Plutón que coincidió con el nacimiento de
Marx y de Engels, y también con la ola revolucionaria en
Latinoamérica y Europa, fue el alineamiento a mitad de cami
no entre la oposición de Urano y Plutón de la Revolución
Francesa y la conjunción de las revoluciones de 1848, dos
períodos cuyas conexiones Marx desentrañó en profundidad.
Esta secuencia de los tres alineamientos cuadráticos entre
la Revolución Francesa y mediados del siglo XIX forma a su
vez parte del ciclo más amplio de Urano y Plutón que produ
jo posteriores oleadas de movimientos y acontecimientos re
volucionarios, socialistas radicales y marxistas, como hemos
visto y explorado ya en estos capítulos: el surgimiento de
Lenin y Trotsky, la fundación del Partido Bolchevique y los
principales partidos socialistas, y el comienzo de la época
revolucionaria rusa durante la oposición siguiente, la de 1896-
1907, así como la ola mundial de movimientos socialistas radi
cales, marxistas e independentistas, durante la conjunción de
los años sesenta. La única cuadratura de Urano y Plutón del
siglo XX tuvo lugar a mitad de camino entre los alineamientos
que se acaban de mencionar, a lo largo de la mayor parte de los
tumultuosos años treinta (dentro del orbe de 10º entre 1928 y
1937). Este alineamiento coincidió con un período de crecien
te tensión, violencia y lucha, en cuyo transcurso el auge de los
movimientos marxistas y socialistas radicales alcanzó especial
fuerza y carácter internacional, tanto entre las masas como en
las élites culturales.
Característicos de esta tendencia fueron los acontecimien
tos que se produjeron en España en los años treinta, desde la
victoria del Partido Socialista y sus políticas anticlericales has
ta el surgimiento del Frente Popular y el inicio de la Guerra
Civil Española. En Estados Unidos, una ola de importantes
huelgas obreras, como la histórica de los trabajadores de la in
dustria automotriz en Flint en 1936-1937, culminó con el for-
300
talecimiento de los sindicatos en todo el país. En el terreno re
ligioso, en los años treinta floreció el movimiento de reforma
radical encabezado por Dorothy Day y el Catholic Worker,
con un espíritu análogo al movimiento de la teología de la libe
ración que vería la luz en los años sesenta, durante la conjun
ción. Y también podemos reconocer la precisa configuración
diacrónica en coincidencia con la secuencia de alineamientos
de Urano y Plutón del siglo XX en el despertar cíclico, tan a
menudo observado, del progresismo y la reforma sociopo
lítica en Estados Unidos, estimulados tanto desde abajo como
desde arriba, en la primera década del siglo bajo el mandato de
Theodore Roosevelt, en los años treinta bajo la presidencia
de Franklin Roosevelt, y en los años sesenta bajo la presiden
cia de Kennedy y de Johnson.
En efecto, en los años treinta podemos reconocer en mu
chos ámbitos las típicas transformaciones radicales y los cam
bios de paradigma que hemos encontrado durante los alinea
mientos anteriores de Urano y Plutón. En la esfera intelectual,
las conmociones económicas en todo el mundo durante estos
años dieron nacimiento a teorías económicas revolucionarias,
sobre todo las de John Maynard Keynes, enunciadas en su
Teoría general del empleo, el interés y el dinero, que transfor
maron la toma de decisiones económicas para el resto del si
glo XX. En filosofía, el auge del existencialismo, con su interés
en la libertad humana, su escepticismo metafísico y su apoyo
a la emancipación social, también empezó durante los años
treinta, en especial con la obra de Jean Paul Sartre y Simone
de Beauvoir, cuya prolongada relación personal, lo mismo que
su enseñanza y sus respectivas carreras de escritores, se inicia
ron durante este alineamiento. En el feminismo, el período
correspondiente a esta cuadratura de Urano y Plutón no sólo
coincidió con la aparición de Beauvoir en Francia, sino tam
bién con la publicación en Inglaterra de Un cuarto propio, el
influyente hito feminista de Virginia Woolf. En la historia de
la canción de protesta, fue precisamente en la década de los
treinta cuando Woodie Guthrie, viajando en trenes de carga o
en las carreteras junto con la emigración masiva de los refugia
dos del Dust Bowl, inició su carrera de compositor e intérpre
te de canciones folk de protesta contra la injusticia social, que
301
a su vez inspiraron a Bob Dylan y a la música de protesta de
los años sesenta.
Muchos otros fenómenos culturales del siglo XX mostra
ron análoga progresión secuencial en coincidencia con los tres
alineamientos dinámicos de Urano y Plutón de ese siglo,
como el despertar cíclico de un impulso prometeico-dionisía
co que se expresaba en una creatividad cultural y un dinamis
mo libidinal enormemente intensificados. En la cultura popu
lar, por ejemplo, durante la década en torno a 1900, con su
oposición de Urano y Plutón, asistimos al nacimiento del jazz
en Nueva Orleans a partir de la interacción del ragtime, el
blues, las canciones folk, la música de iglesia y las marching
bands (este período también vio nacer la primera generación
de gigantes del jazz, como Louis Armstrong y Duke Elling
ton). A su vez, la cuadratura de Urano y Plutón de la década
de los treinta coincidió con la oleada de energía surgida de la
cultura popular, cuando el swing y las big bands recorrieron el
país desde Harlem hasta Los Ángeles y produjeron una ines
perada eclosión de actividad física, potencia rítmica y libertad
de improvisación en música y danza, así como nuevas deman
das sociales a favor de la integración racial. Y a esto le siguió
la eclosión dionisíaco-prometeica correspondiente a la con
junción de la década de los sesenta, que estalló en el jazz, el
rock y el baile de la cultura popular de la época. Un patrón
comparable puede hallarse en la historia del psicoanálisis, con
su despertar al poder del ello y los instintos sexuales: su apa
rición inicial en los textos de Freud y sus primeros seguidores
durante la oposición de Urano y Plutón en torno al cambio de
siglo, su rápida y general adopción por los intelectuales du
rante la cuadratura de los años treinta, y su masiva difusión y
radicalización durante la conjunción de los sesenta.
También el desencadenamiento de fuerzas elementales y la
violenta aparición de movimientos de masas y acciones colec
tivas de distinto tipo que tuvieron lugar en los años treinta -el
fascismo, el comunismo, el socialismo, los mítines masivos de
Nuremberg, la película El triunfo de la voluntad, las Juven
tudes Hitlerianas, el auge del neopaganismo ario, el poder del
submundo criminal y el gangsterismo, las huelgas y manifes
taciones masivas, el gran número de emigraciones masivas
302
forzosas y de disturbios culturales en todo el mundo en esa
época- sugieren esta misma combinación arquetípica. Obras
muy leídas como El malestar en la cultura, de Freud, y La
rebelión de las masas, de Ortega y Gasset, ambas de 1930,
reflejaban estas preocupaciones y estos acontecimientos. Lo
mismo hacía el famoso ensayo de Jung titulado Wotan, que
diagnosticaba el auge de Hitler y la toma de Alemania por el
nazismo, considerado la erupción de una fuerza arcaica en
el interior de la psique alemana, personificada por la antigua
figura mitológica de Wotan, «un dios de tormenta y frenesí, el
desencadenador de pasiones y de la lujuria de la batalla... Un
dios se ha apoderado de los alemanes, y su casa está ahora
llena de un "viento fuerte y avasallador"». En este peligroso
estado, la nación alemana era como un «loco furioso que trata
de liberarse de sus ataduras. Un huracán se ha desatado en
Alemania cuando seguimos creyendo que hace buen tiempo».
El desencadenamiento de fuerzas elementales de la natura
leza durante la cuadratura de Urano y Plutón de la década de
los treinta también fue evidente en otras manifestaciones, y
también en estrecha relación arquetípica diacrónica con la
precedente oposición del período de 1896-1907. En estos años
los físicos consiguieron la primera fisión nuclear (Enrico
Fermi, en 1934), propusieron la creación de una reacción en
cadena que conduciría a la «liberación de energía nuclear para
la producción de electricidad y otras finalidades, por medio de
la "trasmutación" nuclear» (Leo Szilard, 1934), y dieron co
mienzo a la investigación que desembocaría en armas de des
trucción masiva. En 1903, durante la oposición anterior de
Urano y Plutón, el físico Ernest Rutherford sugirió profética
mente «como en broma que si se hallara un detonador adecua
do, sería concebible poner en movimiento una onda de desin
tegración atómica a través de la materia, que haría humo de
este viejo mundo». Veintinueve años después, durante la cua
dratura de Urano-Plutón, en 1932, usando un acelerador line
al construido en el propio Laboratorio Cavendish de Ruther
ford, Cockcroft y Walton dividieron el átomo.
A veces, los patrones diacrónicos relacionados con la cua
dratura de Urano y Plutón se extienden varios siglos hacia
atrás. Por ejemplo, el Che Guevara, que luchó en movimien-
3o3
tos revolucionarios en Latinoamérica, nació durante la cua
dratura de Urano y Plutón del período 1928-1937, exacta
mente un ciclo entero después de la gran oleada de movimien
tos revolucionarios latinoamericanos de liberación durante la
cuadratura de Urano y Plutón de 1816-1824. En el fondo de
esa época de revoluciones contra España y Portugal, y como
reflejo de un motivo diferente del mismo complejo arquetípi
co, el «descubrimiento» inicial de América por Cristóbal Co
lón al servicio de la corona española coincidió con la cuadra
tura de Urano-Plutón de la década de 1490. Lo cierto es que
los cuatro viajes de Colón al Nuevo Mundo, la firma del Tra
tado de Tordesillas (1494), que dividió entre España y
Portugal las tierras recién descubiertas, la llegada de Juan Ca
boto a América de Norte (1497), la llegada de Vasco da Gama
a la India (1498) y la llegada de Pedro Cabral a Brasil (1500)
tuvieron lugar durante la larga cuadratura de Urano y Plutón
que empezó en 1498 y terminó en 1507 (insólitamente larga a
causa de la velocidad de Plutón durante esos años en compa
ración con la de Urano). Este trascendental despertar de la
mente europea a la existencia de nuevos mundos, en combina
ción con el impulso centrífugo sin precedentes del poder
europeo allende su continente, dio comienzo a la inmensa
conmoción que, como un huracán de siglos de duración, se
extendió y arrolló a las poblaciones, la flora y la fauna autóc
tonas de tantas tierras.
La súbita aparición de una colectiva voluntad de poder
durante las épocas presididas por Urano-Plutón también
puede concentrarse y encarnarse en una sola figura poderosa,
un conquistador o un tirano político-militar de la historia
mundial que parece impulsado por una fuerza de la naturale
za: una de las secuencias diacrónicas más impresionantes de
este ciclo es la coincidencia de los alineamientos de Urano y
Plutón con la aparición de ese tipo de figuras: Alejandro Mag
no en la conjunción de 328-318 a.C., Julio César en la con
junción de 74-65 a.C., Carlomagno en la oposición de 766-
782, Genghis Khan en la conjunción 1196-1206, Tamerlán en
la oposición de 1390-1400, Pedro el Grande en la conjunción
de 1705-1712, Napoleón en la oposición de 1787-1798, Hitler,
Mussolini, Stalin y Mao durante la cuadratura de la década de
los treinta, y el apogeo de este último y el culto a su persona
lidad durante la conjunción de los años sesenta. Muchas otras
figuras de menor poder, pero con características e impulsos
similares -dictadores, conquistadores, tiranos, hombres fuer
tes- surgieron a lo largo de los siglos durante períodos regi
dos por alineamientos de Urano y Plutón.
LO INDIVIDUAL Y LO COLECTIVO
306
pecie de mecanismo de relojería arquetípico. Los cuatro alinea
mientos marcan una sucesión precisa de figuras prometeicas
históricamente decisivas, que nacieron bajo uno de ellos y
cuya contribución cultural llegó a su apogeo en estrecha coin
cidencia con los siguientes. Así, Rousseau y Diderot nacieron
bajo la conjunción y florecieron precisamente bajo la cuadra
tura siguiente; Blake, Wollstonecraft, Godwin, Robespierre y
Danton nacieron bajo la cuadratura y tuvieron su apogeo bajo
la oposición siguiente, que coincidió con en el período de la
Revolución Francesa, momento en que también las ideas de
Rousseau y de Diderot llegaron a ejercer una poderosa in
fluencia. Entonces nacieron Byron, Shelley y Schopenhauer,
quienes recogieron esa energía y alcanzaron su plenitud crea
dora durante la cuadratura siguiente, que a su vez coincidió
con el nacimiento de Marx, Engels, Frederick Douglass,
Harriet Tubman, George Eliot, Whitman, Baudelaire, Dos
toievski y Melville. Ese ciclo terminó con la conjunción de
mediados del siglo XIX y el nacimiento de Nietzsche y Freud,
así como de una serie de otras figuras capitales de la rebelión
cultural, la revolución artística, el individualismo heroico y la
emancipación erótica, tales como Rimbaud, Osear Wilde, Van
Gogh y Gauguin, junto con otras encarnaciones del arqueti
po prometeico potenciado, como los paradigmáticos invento
res y experimentadores Edison y Tesla.
Análogamente, con respecto a otros temas prometeicos, la
conjunción de 1705-1716, que coincidió con el nacimiento de
Rousseau y de Diderot, coincidió también con el de David
Hume y Benjamín Franklin, figuras igualmente prometeicas
del siglo XVIII: Hume, el filósofo británico más radical del si
glo y avatar del proyecto de emancipación intelectual propio
de la Ilustración; Franklin, otra figura emblemática de ese mo
mento histórico, cuya vida dedicada a la actividad científica,
tecnológica y política habla de la presencia permanente de un
potenciado impulso prometeico, como de manera concisa su
girió Turgot en su famoso epigrama: «Arrebató el relámpago
a los cielos y el cetro a los tiranos».''
Este linaje de figuras prometeicas continúa a medida que
remontamos los alineamientos cíclicos. A comienzos de la
oposición inmediatamente anterior de Urano y Plutón, que
coincidió con la época revolucionaria inglesa, se produjo el
nacimiento de Newton, la figura cumbre de la Revolución
Científica, en 1643. La conjunción inmediatamente anterior es
la de 1592-1602, en cuyo corazón mismo, 1596, tuvo lugar el
nacimiento de Descartes. Lo que épocas enteras de revolución
intelectual y cultural hicieron en los siglos posteriores -al des
truir grandes superestructuras de pensamiento y tradición
establecidos-, empezó a hacerlo Descartes en el crisol de su
mente y en sus obras. Como reza la famosa observación del
historiador Jules Michelet: «La Revolución de 1789 había
comenzado con el Discurso del Método».
El nacimiento de Descartes se produjo bajo la misma con
junción que presenció la ola de descubrimientos científicos de
Galileo, Kepler, Tycho Brahe y Gilbert, ya mencionados. Esta
conjunción de 1592-1602 coincidió también precisamente con
el gran período de brillante creatividad de la época isabelina,
que vio la aparición casi simultánea de Shakespeare, Bacon,
Spenser, Marlowe y Jonson.'' Si nos centramos en Shakes
peare, en la repentina eclosión de poder creativo e intensidad
dramática de la primera década de su carrera, en la que produ
jo un promedio de una nueva obra cada seis meses y que
empezó exactamente cuando se iniciaba la conjunción, encon
tramos los temas y las cualidades típicas de Urano-Plutón.
Tan acostumbrados estamos a la apariencia de intemporalidad
que recubre la obra entera de Shakespeare, que cuesta trabajo
poner este asombroso torrente de creatividad en perspectiva
histórica. De la pluma de Shakespeare salía una obra comple
ta y compleja cada seis meses, dos por año, cuatro cada dos
años, ocho en cuatro años. Esta tremenda potenciación del
impulso creador y la constante intensidad creativa representa
el vector arquetípico de Plutón-Urano. Simultáneamente, los
temas narrativos y las cualidades particulares en estas obras
muestran los motivos característicos de Urano-Plutón: la libe
ración y la expresión creativa de las profundas fuerzas de eros
y del instinto; todos los admirables dramas de la voluntad
humana en lucha violenta y pasiones desatadas, desde Ricardo
III y las otras piezas históricas a julio César y Hamlet; el ero
tismo libre de convencionalismos de La fierecilla domada
y Sueño de una noche de verano; la gran figura rabelaisiana
de Falstaff (llama la atención que Rabelais escribiera su obra
maestra, Gargantúa y Pantagruel, en coincidencia con la
oposición anterior de Urano y Plutón, la de 1533-1545). Lo
mismo vale para los poemas shakespeareanos de pasión y sen
sualidad, empezando por su primer poema publicado, e in
mensamente popular, Venus y Adonis (durante el retorno de
Saturno del autor), con seis ediciones en nueve años, en exac
ta coincidencia con los años de esta conjunción.
Más en general, con su presentación sin precedentes de
personalidades independientes y reflexivas que abarcan el es
pectro completo de tensiones dramáticas y crisis vitales, ve
mos en las obras de Shakespeare la irrupción creadora del yo
moderno, no menos influyente y liberador y, en aspectos de
cisivos, incomparablemente más complejo y pleno que la
forma extremadamente poderosa del yo moderno mediatiza
do por Descartes, que nació exactamente cuando la carrera de
Shakespeare estaba en pleno apogeo, en los años 1595-1596.
El propio Shakespeare había nacido durante la cuadratura
precedente de Urano y Plutón, en abril de 1564. Dos meses
antes, durante la misma cuadratura, en febrero de 1564, había
nacido Galileo, otro titán del temprano yo moderno y pode
roso agente del despertar cultural y de la desafiante lucha con
tra la creencia ortodoxa y la autoridad tradicional.
Si retrocedemos un ciclo más, la oposición del primer ciclo
de Urano-Plutón de la era moderna, el alineamiento de 1533-
1545, coincidió con la publicación del De Revolutionibus, de
Copérnico, la obra que dio comienzo al despertar prometeico
de la Revolución Científica y la Ilustración. Por último, si
retrocedemos aún más, hasta el comienzo de dicho ciclo, en la
aurora de la era moderna, la conjunción de 1450-1461, junto
al trascendental desarrollo de la imprenta de Gutenberg, el
gran trasvase cultural de Bizancio a la Italia del Renacimiento
y el nacimiento de Colón, descubrimos que la misma conjun
ción también coincidió con el nacimiento de Leonardo da
Vinci, en 1452. Una vez más podemos reconocer aquí muchos
de los motivos característicos que se asocian a este ciclo pla
netario: el poderoso impulso a la innovación creadora, el ince
sante interés en la experimentación y la exploración, en el des
cubrimiento de lo nuevo y en la liberación del ser humano de
los límites previamente establecidos. Vemos la expresión de los
signos distintivos de este complejo arquetípico en el extraor
dinario individualismo de Leonardo, su afirmación de la vo
luntad autónoma en una amplísima variedad de dominios, su
insaciable apetito de investigación científica, su interés perma
nente por las fuerzas de la naturaleza y por la geología, la bio
logía, la fisiología, la hidrodinámica, la aeronáutica, la ingenie
ría y la mecánica. También se manifiesta en su profética anti
cipación de múltiples avances tecnológicos del futuro, se ha
yan usado para bien o para mal, desde los aviones y los viajes
espaciales hasta las armas de destrucción masiva. Pero donde
sobre todo reconocemos ese complejo arquetípico es en la
trascendental encarnación histórica del repentino y radical
progreso evolutivo de la especie que se da en la propia perso
na de Leonardo. En Leonardo y a través de él se produce una
suerte de liberación de lo titánico, evidente tanto en su imagi
nación tecnológica como en su impulso creador cuasi sobre
humano.
Como hemos visto a lo largo de esta exposición, todos
estos temas, evidentes en la vida y la obra de Leonardo, vol
vieron a estar presentes, de manera notoria y con intensidad
dramática, en cada una de las épocas que coincidían con alinea
mientos de Urano y Plutón. En un individuo como Leonardo,
todo ocurre como si el conjunto de los poderes creativos y
fuerzas evolutivas de la naturaleza se concretaran temporal
mente en una persona -como, en cierto sentido, ocurrió en
todos los casos de ese gran número de fecundas figuras que
hemos analizado en estos capítulos- para imponer e impulsar
la renovadora transformación colectiva. Semejante impulso,
una vez más, parece reflejar inequívocamente los principios
prometeicos y dionisíacos en una síntesis dinámica.
Si volvemos a prestar atención a la larga secuencia de épo
cas presididas por Urano-Plutón, comprobamos que, además
de todos los temas e impulsos que hemos observado ya -revo
luciones sociales y políticas, emancipación sexual, revolucio
nes científicas y tecnológicas-, es posible reconocer la corre
lación de este ciclo con los períodos históricos de creatividad
tremendamente exaltada que afectaron de manera similar a
todos los campos de la actividad humana e hicieron en reali-
dad posible la gran cantidad de manifestaciones y motivos que
acabamos de mencionar. Una vez más, esto parece reflejar el
vector dinámico del arquetipo plutónico que impulsa y po
tencia al prometeico: Plutón-Urano. Lo mismo que sucedió
con la espectacular explosión de creatividad e influencia cul
tural que entre 1962 y 1970 mantuvieron sin interrupción los
Beatles y Dylan, junto con decenas de músicos repentinamen
te dotados de gran creatividad, era como si todas las artes y las
ciencias de los años sesenta hubieran recibido un gran impul
so de shakti creativa paralelo a la titánica explosión tecnológi
ca, social y política de la década, un poder creativo capaz de
lanzar a los seres humanos alrededor de la Tierra y al espacio,
tanto exterior como interior. Es lo que ocurrió también en la
oposición precedente, a la entrada del siglo XX, con su gran
eclosión de rupturas creadoras en las artes y las ciencias -Eins
tein y Planck, Freud y Jung, Mahler y Stravinsky, Cézanne y
Picasso, Mann y Rilke, William y Henry James, Isadora Dun
can, entre muchos otros-, y una vez más en estrecha armonía
con los cambios revolucionarios y los movimientos de eman
cipación que se produjeron entonces en todo el mundo, tanto
en el orden social como en el político y el tecnológico. Y
todos levantando vuelo, por así decir, junto con los hermanos
Wright.1º
Incluso en la vida cultural de un país se puede reconocer la
potencia de esta configuración arquetípica. La conjunción de
Urano y Plutón de 1845-1856 coincidió precisamente con el
momento de máxima intensidad creativa de la cultura nortea
mericana del siglo XIX, en el cual Emerson, en su plenitud, via
jaba por todo el país a bordo de trenes -por entonces los
ferrocarriles proliferaban- y, en las más de ochenta conferen
cias que pronunciaba por año -luego convertidas en los ensa
yos Hombres representativos y El sentido de la vida-, entre
gaba su mensaje de emancipación en el que celebraba el poder
creador y la nobleza heroica del individuo seguro de sí mismo
e inserto en un universo de significados profundos. Durante
ese período, Thoreau estaba en Walden, Melville y Haw
thorne producían sus obras maestras, Whitman escribía Hojas
de Hierba y Margaret Fuller escribía su influyente crítica, lla
maba al reconocimiento de la igualdad de las mujeres y de su
311
derecho a la realización personal y se unía a la lucha por la
libertad en Italia. En esos mismos años cuarenta y cincuenta
se produjo en Europa una ola igualmente brillante de creati
vidad: veía la luz un nuevo espíritu cultural, con la aparición
de las figuras de Wagner, Baudelaire, Flaubert, las hermanas
Bronte, Dostoievski, Tolstoi, muchas de ellas involucradas
también en las ideas y los movimientos revolucionarios que se
daban a la sazón.
Otro ejemplo no menos impresionante de este patrón ar
quetípico es la extraordinaria época de creatividad correspon
diente a la oposición precedente de Urano y Plutón, la de la
última década del siglo XVIII y la Revolución Francesa, visible
sobre todo en la gran eclosión romántica en literatura y en las
artes, la filosofía y la ciencia de ese momento: Blake,
Wordsworth y Coleridge, Goethe y Schiller, Holderlin y No
valis, el Kant de sus críticas postreras, Hegel y su decisivo
período de formación, Fichte, Schelling, los Schlegel, Mozart
y Haydn en su mejor momento, la dramática llegada de Bee
thoven a Viena con sus ejecuciones pianísticas de una energía
y una libertad de improvisación sin precedentes, acaso el equi
valente decimonónico del electrificante poder de las ejecucio
nes del joven Hendrix cuando llegó a Londres durante la con
junción de 1960.
Si retrocedemos en la historia directamente hasta la anti
güedad clásica en busca de correlaciones comparables -to
mando nota de la conjunción de la era isabelina y la repentina
y brillante aparición de Shakespeare, Bacon, Spenser, Mar
lowe y el resto-, nos encontramos con que el período de con
junción de Urano y Plutón de la época clásica griega (un ciclo
antes de la conjunción que coincidió con las conquistas de
Alejandro Magno y el nacimiento de la edad helenística) tuvo
lugar entre 443 y 430 a.C. Éstos fueron precisamente los años
de apogeo del siglo de Pericles en Atenas, en que, de 443 a 429,
este rey sin corona presionó a favor de reformas democráticas
radicales y presidió la era intelectual y culturalmente más crea
tiva del siglo, testigo de la construcción del Partenón, de 447
a 432, del comienzo de la larga carrera de Sócrates (entre los
veintisiete y los cuarenta años de edad), la llegada de los sofis
tas a Atenas con su liberador pensamiento crítico secularista
312
y el nacimiento de la educación humanista, la paideia, así como
el florecimiento de Sófocles, Eurípides, Anaxágoras, Demó
crito, Leucipo e Hipócrates.
En esta extraordinaria letanía de eclosiones secuenciales de
creatividad y despertar cultural, podemos reconocer que una
de las características clave en todos estos individuos, épocas y
fenómenos culturales es un cierto desencadenamiento o des
pertar de la cualidad titánica. Ya sea que nos detengamos en
los individuos paradigmáticos nacidos en los períodos presi
didos por Urano-Plutón, como Leonardo y Galileo, Blake y
Byron, Wollstonecraft y Douglass, Marx y Nietzsche, ya que
prestemos atención a expresiones culturales de estas épocas,
como la poesía de Whitman y las canciones de Dylan, la músi
ca de Wagner y de los Rolling Stones, los escritos y las teorías
de Rousseau y Schopenhauer, Darwin y Freud, o que contem
plemos en las épocas mismas, tales como el siglo de Pericles y
la era isabelina, la Revolución Francesa y la década de 1960, en
todos esos períodos, figuras y fenómenos culturales es fácil
distinguir claras cualidades titánicas -titánico el impulso trans
formador, titánicas la intensidad y la creatividad, titánica la
lucha y titánico el desafío-, tan adecuadas a la síntesis arque
típica del principio prometeico y el dionisíaco. Estas épocas y
figuras parecen ser los recipientes idóneos para el surgimien
to repentino, desde las profundidades de la naturaleza, de
fuerzas creativas elementales que catalizan y aceleran la trans
formación evolutiva de la vida humana.
Me parece notable cuántas de las grandes obras literarias
que encarnan especialmente esta tendencia al poder creador,
profundidades titánicas y fuerzas violentas -el teatro de Sha
kespeare, la poesía y las profecías de Blake, las novelas de
Dostoievski, M oby Dick de Melville, o la profética Respuesta
a Job de Jung, por nombrar tan sólo algunas de las más nota
bles- fueron escritas por individuos que nacieron durante
períodos regidos por Urano-Plutón y muy a menudo fueron
creadas durante el alineamiento cuadrático siguiente de estos
mismos planetas. Es como si esas obras de la imaginación crea
dora reflejaran el desencadenamiento de una enorme energía
elemental muy parecida a sus respectivas épocas, globalmente
consideradas. Personajes como Ahab, Lear o los Karamazov
313
trascienden el libro o el escenario, para atraer irresistiblemen
te nuestra atención visceral, como si ante nuestros ojos se
encarnara una fuerza volcánica emanada de las profundidades
del espíritu humano.
Es interesante que el nacimiento de los cinco autores que
acabamos de mencionar se haya producido durante las cua
draturas de Urano y Plutón, pues la cuadratura en particular
parece correlacionarse con una gran tensión provocada por la
combinación de principios arquetípicos -el prometeico y el
dionisíaco-, que enfatiza el extremo discordante de las fuerzas
dinámicas activadas. Esta tensión realzada parece exigir de
modo particular un cierto tipo de encarnación y de expresión
dramáticas. Empuja intensamente y con urgencia hacia la
posibilidad de una resolución más amplia. Vemos esta misma
profundidad y tensión dramática en las novelas y la poesía de
Mano y Rilke: ambos nacieron el mismo año que Jung, 1875,
bajo la misma cuadratura Urano y Plutón, y en ambos casos
sus obras, lo mismo que las de Jung, surgieron por primera
vez en coincidencia con la oposición siguiente, la de I 896-
1907. También lsadora Duncan, que nació durante la misma
cuadratura que Jung, Mano y Rilke, produjo su revolución
durante la misma oposición, a caballo entre ambos siglos.
Estas mismas cualidades son muy evidentes también en obras
históricamente tan decisivas como Vindicación de los derechos
de la mujer, de Mary Wollstonecraft, de 1792, y la Auto
biografía de Frederick Douglass, de I 845. Tanto Wollstone
craft como Douglass nacieron bajo cuadraturas de Urano y
Plutón y sus grandes obras se publicaron durante los siguien
tes alineamientos axiales de esos planetas.
Lo mismo que en esta gran cantidad de expresiones emble
máticas de la voluntad y la imaginación individuales, también
en la vida colectiva y en los acontecimientos históricos de las
épocas presididas por Urano-Plutón que hemos examinado,
se destacan sistemáticamente el mismo poder y el mismo
drama intelectual, emocional y elemental. En nuestra propia
vida y nuestro propio tiempo, tengamos veinte o setenta años
de edad, el período de conjunción más reciente de Urano y
Plutón, la década de 1960, continúa ejerciendo sus titánicos
efectos emancipadores, revolucionarios, violentos, creativos,
eróticos, perturbadores, desestabilizadores, que impulsan ine
xorablemente al futuro y despiertan a lo nuevo.
Sin embargo, como tan agudamente exploraron Dostoi
evski y Melville, Shakespeare y Jung, el despertar de este
impulso es también peligroso por su intensidad y por la po
tencial destructividad de sus energías desatadas, así como por
su potencial autodestructividad. Aquí encontramos uno de los
desafíos y ambigüedades de mayor calado de este complejo
arquetípico. Cuando consideramos muchas de estas figuras y
épocas prometeicas titánicas, resulta evidente que la combina
ción del principio prometeico y el dionisíaco, a menudo pare
cen expresarse no sólo mediante la intensificación, la poten
ciación y la irrupción violenta de lo prometeico, sino también
a través de la destrucción de lo prometeico, que arde en las lla
mas de su propia intensidad, en las exigencias de su propio
drama arquetípico. Este resultado potencial refleja la profun
da ambigüedad del principio dionisíaco-plutónico-kálico, que
al mismo tiempo refuerza e intensifica, es violento y destruc
tivo, transformador y regenerativo.
Pensando en Byron y en Shelley, por ejemplo, o en muchas
figuras comparables de los años 60, no podemos dejar de ad
vertir que uno de1 los rasgos más llamativos de las épocas pre
sididas por Urano-Plutón es la frecuencia de la muerte prema
tura, a menudo violenta o por accidente, de muchas jóvenes
figuras prometeicas en el momento clave de su drama vital.
Los años sesenta no sólo trajeron la decidida potenciación de
muchas figuras e impulsos de signo prometeico, sino también
su destrucción: figuras políticas paradigmáticas como el Che
Guevara, Malcolm X, Martín Luther King y los Kennedy, así
como importantes artistas contraculturales, como Jimi Hen
drix, Janis Joplin y Jim Morrison. Análogo patrón también es
evidente en la época de la Revolución Francesa: allí están las
muertes violentas de Marat, Danton, Robespierre y Saint-Just,
la mayoría de ellos antes de cumplir los cuarenta o incluso los
treinta años. A veces, este drama arquetípico tuvo lugar de un
modo más interior y psicológico, o en compleja interacción
con el mundo exterior, como en la vida de Rousseau, Nietz
sche, Wilde, Rimbaud y Van Gogh, todos los cuales nacieron
durante conjunciones de Urano y Plutón.
Dado este distintivo patrón arquetípico, es notable que
Esquilo, el titánico creador de la tragedia clásica y autor del
drama prototípico del reto titánico, Prometeo encadenado,
naciera durante un alineamiento de Urano y Plutón, en la
oposición inmediatamente anterior a la conjunción del siglo
de Pericles. Como Esquilo y Jung sabían, en la compleja rela
ción entre la humanidad y los dioses todo está en juego.
Pues el verdadero drama que vemos desplegarse en todos
estos individuos prometeicos, lo vemos también en épocas
prometeicas enteras. La explosiva intensidad emancipadora y
el extremismo de los tiempos de la Revolución Francesa, de la
Revolución Inglesa -antes- o de las revoluciones de 1848 y la
década de los sesenta -después- produjo en todos los casos,
de algún modo, una especie de autoinmolación de la época
entera. Las fuerzas desatadas de destrucción y de autodestruc
ción y las fuerzas desatadas de la violenta reacción conserva
dora, comprometieron y complicaron los impulsos emancipa
dores y creativos de todas esas épocas, incluso cuando esos
impulsos continuaran viviendo y desarrollándose en las déca
das siguientes. No menos problemático fue, precisamente en
esas épocas, el enérgico desencadenamiento de la violencia de
los ya poderosos: Estados Unidos en Vietnam, Atenas en la
Guerra del Peloponeso, la Revolución Francesa con la explo
sión napoleónica, la propia civilización moderna con su in
menso poder tecnológico y su destructividad.
Todas estas observaciones sugieren la inmensa responsabi
lidad histórica e individual que estas poderosas fuerzas pre
sentan a la psique colectiva y a nosotros mismos. Pues lo que
ha ocurrido en el pasado no es pasado; sigue vivo en nosotros.
UNA PERSPECTIVA MÁS AMPLIA
DE LOS AÑOS SESENTA
318
haya nacido después de la década de los sesenta hubiera vivi
do realmente, de una u otra manera, en los años sesenta. Lle
van dentro los efectos de esa época, conocen sus conflictos y
sus luchas, sus verdades y sus revelaciones. En cierto sentido,
este conocimiento vive subconscientemente dentro de ellos.
Entran en nuevas eras con todos esos impulsos y fuerzas de
poderosa existencia en su interior, tanto las trascendentales
resoluciones heredadas de la época anterior como lo que ha
quedado profundamente sin resolver. Lo mismo hacemos to
dos con respecto a todos los siglos anteriores de alineamientos
y experiencia humana.
Todas estas reflexiones, por supuesto, han sido anticipadas
por la concepción junguiana del inconsciente colectivo, pero
las pruebas expuestas en este libro introduce en esa perspecti
va una cierta especificidad, y tal vez un fundamento cósmico
más explícito." Indica con nitidez y con gran detalle los des
pertares cíclicos y las activaciones reales de un impulso arque
típico particular en los asuntos humanos, al mostrar su conti
nuidad dinámica y su ritmo específico de aparición a lo largo
de los siglos. Permite un nuevo potencial de autoconciencia
histórica y participación arquetípica consciente. Todo esto es
posible gracias a la hipótesis, o a la comprensión, de que los
movimientos planetarios tienen significado, es decir, que se
corresponden de manera inteligible con principios arquetípi
cos particulares, y que sus patrones cíclicos de despliegue es
tán estrechamente asociados con los patrones cíclicos de des
pliegue de los asuntos humanos.
Así como todo lo sucedido en los años sesenta dependía de
todo lo que había sucedido en las épocas anteriores presididas
por Urano-Plutón -y lo llevaba en sí-, lo mismo sucede con
la continua presencia dinámica de «los años sesenta» en épo
cas posteriores, hasta el día de hoy. El gran despertar mundial
del feminismo y el movimiento de liberación de la mujer -que
hizo su aparición en los sesenta, se expandió en los años si
guientes y continúa hoy creciendo y ganando vigor- dependía
por completo de aquello por lo que habían luchado y que
habían conseguido las sufragistas militantes de la primera
década del siglo XX, las pioneras de los derechos de las muje
res de 1848 y Mary Wollstonecraft y las mujeres de la Revo-
lución Francesa de la última década del siglo XVIII. Cuando
Dylan cantó con su lengua de fuego en los años sesenta, se ins
piraba en todos los cantantes y poetas que habían clamado por
la libertad y los cambios sociales antes que él, y el poder de su
profética voz en esos años continuó dando forma al ethos cul
tural de cada década posterior. Lo mismo ocurrió con Martín
Luther King y el movimiento por los derechos civiles, Rachel
Carson y el movimiento ecologista, los movimientos políticos
progresistas, los avances científicos y tecnológicos, la evolu
ción de la literatura y las otras artes.
Y lo mismo ocurrió con las desatadas fuerzas titánicas de
la naturaleza: del poder tecnológico, de la libertad instintiva y
libidinal y de la rebelión radical, ya en forma de violencia
revolucionaria, ya como voluntad de poder sublimada que
produce una transformación más profunda e integrada de la
sociedad y el yo.
Naturalmente, gran parte de esto que digo cuenta ya con
amplia aceptación o es a veces incluso una obviedad, pero, una
vez más, las evidencias que hemos examinado hasta ahora
proporciona una cierta especificidad detallada de conexiones
dinámicas, tanto históricas como arquetípicas, y también una
especificidad detallada del ritmo de aparición y del carácter
arquetípico de estos procesos, que de otra manera nos resul
tarían inaccesibles. Creo que esta especificidad de detalle y
esta configuración cíclica refuerzan radicalmente nuestra com
prensión de la evolución cultural como vasto desarrollo histó
rico modelado por fuerzas dinámicas arquetípicas, poderes
que actúan en el interior de una psique colectiva que a su vez
refleja y expresa un fundamento cósmico.
Durante el mismo alineamiento de Urano y Plutón del
siglo V a.C. que coincidió con el nacimiento de Esquilo -el
trágico prometeico-, uno de lo primeros filósofos griegos,
Jenófanes, expresó por vez primera la idea de un progreso
subyacente de los asuntos humanos que dependía de la bús
queda de la verdad y del despliegue del tiempo: «Los dioses
no nos desvelaron todas las cosas desde el principio; pero con
el paso del tiempo, buscando, los seres humanos encuentran
lo mejor...»."
320
Fue por consiguiente esta inesperada combinación de tan
tos factores -el encaje tan asombroso entre los fenómenos his
tóricos y los principios arquetípicos correspondientes, el rit
mo preciso de aparición, la inexplicable simultaneidad de tales
fenómenos en lugares extremadamente dispersos, y la cohe
rente coincidencia de importantes figuras y acontecimientos
arquetípicos relacionados con los alineamientos cíclicos a lo
largo de prolongados períodos- lo que, en su conjunto, me
pareció que merecía una nueva evaluación de la antigua visión
astrológica del universo, mucho más allá de lo que las explica
ciones convencionales modernas eran capaces de proporcio
nar. Encontré convincente la sutileza y globalidad del método
astrológico arquetípico, que permitía integrar e iluminar fenó
menos de diferentes categorías y aparentemente sin relación
entre sí.
Volvamos ahora la atención a las correlaciones históricas
de un ciclo distinto de planetas exteriores, más breve en dura
ción y más frecuente que el ciclo de Urano-Plutón, pero no
menos asombroso en sus configuraciones arquetípicas. Des
cubrí que a medida que ampliaba mi investigación para abar
car un espectro mayor de fenómenos de diferentes temas y
cualidades, y a medida que surgía una imagen más amplia de
los múltiples ciclos planetarios en curso -secuenciales, entre
lazados y mutuamente solapados-, los complejos patrones
arquetípicos de la historia humana resultaban más claros y su
comprensión ganaba en riqueza.
321
CICLOS DE CRISIS Y CONTRACCIÓN
W.H.Auden
1 de septiembre de 1939
LAS GUERRAS MUNDIALES, LA GUERRA FRÍA
Y EL ONCE DE SEPTIEMBRE
329
ción, y sólo en las últimas secciones me detuve en el alinea
miento cuadrático. Ahora incluiremos desde el comienzo la
secuencia completa de los cuatro alineamientos cuadráticos de
Saturno y Plutón. Una vez más, estos alineamientos son la
conjunción (oº), la oposición (1 80º) y las dos cuadraturas in
termedias (90º), conocidas en conjunto como «aspectos duros
mayores». Sus equivalentes en el ciclo lunar son la Luna
nueva, la luna llena y las dos posiciones intermedias, el cuarto
creciente y el cuarto menguante. En estos capítulos, el orbe de
las conjunciones y oposiciones de los tránsitos de los planetas
exteriores es de aproximadamente 1 5 º, con un margen de pe
numbra de hasta 20º, mientras que el orbe de las cuadraturas
intermedias es un poco más pequeño, de aproximadamente
10º, con un margen de penumbra proporcionalmente menor.
33º
zo de la hambruna impuesta a más de siete millones de ucra
manos.
Por último, la cuadratura que cerró el ciclo coincidió pre
cisamente con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial en
1939-1941: en agosto y septiembre de 1939, cuando Alemania
invadía Polonia, se situaba a 1º del alineamiento exacto. Este
alineamiento continuó a lo largo del período más oscuro de la
dominación nazi en Europa, la Blitzkrieg, la caída de Francia
y de la mayoría de las naciones de Europa Occidental y del
Norte, la horrenda batalla de Gran Bretaña, la masiva invasión
alemana de la Unión Soviética, la formulación de la solución
final por parte de Hitler y el comienzo del Holocausto.
Fue también en este período -agosto de 1939, con el pri
mer alineamiento exacto- cuando Einstein, temeroso de la in
vestigación nuclear alemana, firmó la fatídica carta a Roo
sevelt en la que urgía al gobierno de los Estados Unidos a
desarrollar una bomba atómica (lo que más tarde él mismo
calificó como «el mayor error» de su vida). El Manhattan
Project dio comienzo en los meses siguientes, durante este ali
neamiento.
Este patrón cíclico de acontecimientos históricos del
mismo carácter arquetípico y diacrónicamente relacionados
recomenzó con la conjunción inmediatamente posterior de
estos dos planetas, en 1946-1948, en precisa coincidencia con
el inicio de la Guerra Fría, la instauración del Telón de Acero
y la dominación de Europa Oriental por la Unión Soviética.
Ambas expresiones -«Guerra Fría» y «Telón de Acero»
hicieron su aparición en esta época y son características del
complejo arquetípico asociado al ciclo de Saturno-Plutón: la
frontera rígida e impenetrable que separaba enemigos irrecon
ciliables, el estado blindado de hostilidad permanente, la
implacable frialdad del clima geopolítico, la atmósfera de os
curidad y gravedad históricas, la permanente condición global
en que el temor a la aniquilación mutua equilibraba y mante
nía bajo control el catastrófico poder destructivo.'
El período correspondiente a esta conjunción produjo una
oleada de acontecimientos que evocan ese complejo arquetípi
co: el comienzo de la carrera armamentística nuclear mundial,
el inicio de las pruebas atómicas de Estados Unidos en el Pa-
331
cífico Sur, la escalada de espionaje sistemático de la Guerra
Fría y el contrabando de secretos atómicos a la Unión So
viética, la sucesión de ocupaciones comunistas y el estable
cimiento de gobiernos totalitarios en Albania, Yugoslavia,
Bulgaria, Hungría, Rumania y Checoslovaquia, la crisis del
bloqueo de Berlín, que enfrentaba con indeclinable intensidad
a la Unión Soviética y los aliados occidentales, el rápido as
censo del comunismo bajo Mao en China, la ocupación de
Corea del Norte por los comunistas, la fundación de la
OTAN, el establecimiento de la CIA y el auge de la mentali
dad anticomunista de la Guerra Fría en Estados Unidos. Fue
durante esta conjunción, en 1948, cuando se instituyó el
apartheid en Sudáfrica con el ascenso al poder del ala derecha
del Partido Nacional de los afrikaner.
Las conjunciones cíclicas sucesivas de estos dos planetas
tienen lugar con intervalos que varían entre treinta y uno y
treinta y siete años, según la posición orbital y la velocidad de
Plutón. En la secuencia de alineamientos de Saturno y Plutón
del siglo xx, podemos observar que las tres conjunciones
sucesivas coincidieron con hechos y decisiones que desenca
denaron, a lo largo de varias décadas, otros acontecimientos
causalmente relacionados. En términos generales, la primera
conjunción del siglo XX, que coincidió con el comienzo de la
Primera Guerra Mundial, en 1914, marcó esencialmente el ini
cio de la «Guerra de los Treinta Años» del siglo XX, que se
apoderó primero de Europa y luego, al extenderse de modo
decisivo en la Segunda Guerra Mundial, del globo entero, en
estrecha asociación con los aspectos cuadráticos sucesivos de
esos dos planteas durante esas tres décadas (1914-1945).
A su vez, la segunda conjunción de Saturno y Plutón del
siglo coincidió precisamente con el inicio de la Guerra Fría, en
1946-1948, que se desplegó de manera similar y en estricta
correlación con los sucesivos alineamientos cuadráticos del
siglo. La cuadratura siguiente, la de 1955-1957, coincidió con
la nueva ocupación de Hungría, el aplastamiento de la disi
dencia en Polonia por la Unión Soviética y el recrudecimien
to de las amenazas de Krushev a Occidente ( «La historia está
de nuestro lado. ¡Os enterraremos!»). El punto medio de este
ciclo, la oposición de 1964-1967, coincidió con el comienzo de
332
la guerra de Estados Unidos en Vietnam y su rápida escalada.
La cuadratura siguiente, de 1973-1975, trajo consigo la derro
ta de Estados Unidos en Vietnam y la toma de Vietnam del
Sur, Laos y Camboya por regímenes comunistas.
El alineamiento final de este ciclo, la última conjunción de
Saturno y Plutón del siglo XX, empezó a finales de 1980 y se
extendió de 1981 a cerca de finales de 1984. En esa época, la
carrera mundial de armamento nuclear, la escalada de antago
nismo de la Guerra Fría y el difundido miedo al Apocalipsis
nuclear llegó a su apogeo durante el primer gobierno de
Reagan y los últimos años de la Unión Soviética anteriores a
Gorbachev, bajo Brezhnev, Andropov y Chernenko. Durante
a esta conjunción, la situación global se caracterizó por el au
mento masivo del blindaje defensivo, el rígido establecimien-
EL CICLO DE SATURNO-PLUTÓN
333
to de fronteras, la separación hostil, la satanización recíproca
(por ejemplo, la calificación que Reagan hizo de la Unión So
viética como «imperio maligno» y «foco del mal en el mundo
moderno»), las intensas concentraciones de fuerzas militares,
la acción militar represiva y el terrorismo de Estado en mu
chos lugares del mundo, entre los cuales América Central y
Sudamérica, Oriente Próximo y Afganistán. Entre los aconte
cimientos típicos de estos años destacan las actividades de los
escuadrones de la muerte en El Salvador y Guatemala, la in
tensificación del apartheid en Sudáfrica, el incremento de la
militancia de los extremistas islámicos en Asia Central y el
incremento, con apoyo occidental, de la agresión militar de
Saddam Hussein a Irán.
Este mismo ciclo es también claramente reconocible en las
crisis de Oriente Próximo y las guerras araboisraelíes, con las
que guarda estrecha correlación, que empezaron con el perío
do de guerra y terrorismo en Oriente Medio en 1946-1948 y
desembocaron en la fundación del moderno Israel en Pa
lestina al comienzo de la Guerra Fría, durante la conjunción
de Saturno y Plutón. A esto le siguió, poco menos que con
precisión de relojería, una secuencia de guerras en Oriente
Próximo: la Guerra de Suez en 1956 (cuadratura), la Guerra
de los Seis Días en 1967 (oposición), la Guerra de Yom
Kippur en 1973 (cuadratura), y la invasión del Líbano por
Israel en 1982 (conjunción). Este último alineamiento, la con
junción de 1981-1984, coincidió también con la masiva ma
tanza de la guerra entre Irán e Irak, la Guerra de las Malvinas
entre Gran Bretaña y Argentina y el abismo de la guerra
soviética en Afganistán, que condujo al surgimiento del movi
miento de la yihad islámica, alimentado por el apoyo clandes
tino de Estados Unidos. Toda la secuencia de guerras de
Oriente Próximo que acabamos de mencionar tuvo lugar en
asombrosa coincidencia con la secuencia de alineamientos
cuadráticos entre Saturno y Plutón. Este patrón se ha mante
nido incólume durante la oposición más reciente de estos pla
netas, tanto en la Guerra de Irak de 2003, liderada por Estados
Unidos, como en la crisis permanente de Israel y Palestina
entre 2000 y 2004, con su traumático ciclo de atentados suici
das y la represión como venganza.
334
En relación con el mismo ciclo y durante el mismo perío
do es evidente un patrón paralelo para el caso de India y Pa
kistán, empezando por la independencia y la partición de In
dia en 1947-1948 y la destrucción masiva que se produjo en
esa época, el asesinato de Gandhi por un extremista hindú y la
muerte de millones de personas tras el desencadenamiento de
la violencia sectaria. Las correlaciones cuadráticas continua
ron hasta la oposición más reciente de Saturno y Plutón, que
coincidió con la crisis de Cachemira, la mutua neutralización
nuclear y los repetidos actos de violencia masiva y de vengan
za entre hindúes y musulmanes en 2000-2004.
Por tanto, el primer ciclo de Saturno-Plutón del siglo XX
guardó estrecha relación con las guerras mundiales, mientras
que el segundo hizo lo propio con la Guerra Fría. En cuanto
al tercero, aunque todavía nos hallamos en él, los aconteci
mientos coincidentes con sus sucesivos aspectos cuadráticos
guardan estrecha correspondencia, hasta ahora, con el fenó
meno del terrorismo internacional y la consiguiente guerra
contra el terror. La conjunción de 1981-1984 que hemos ana
lizado en relación con la Guerra Fría y las guerras de Oriente
Medio, también coincide con los iniciales atentados terroris
tas a la embajada de Estados Unidos en Beirut y los cuarteles
norteamericanos y franceses en Líbano (que se han calificado
como los actos terroristas de mayores consecuencias antes del
ataque al World Trade Center, que se produjo bajo la opo
sición siguiente). Esta misma conjunción de 1981-1984 tam
bién coincidió con una repentina oleada de otros graves actos
terroristas (en Irlanda del Norte, Francia, Irán, Filipinas,
América Central), asesinatos (Anwar Sadat en Egipto, Indira
Gandhi en India, Benigno Aquino en Filipinas) e intentos de
asesinato (al papa Juan Pablo II, a Ronald Reagan) en muchos
lugares del mundo. A su vez, la cuadratura siguiente de Sa
turno y Plutón, la de 1992-1994, coincidió exactamente con el
primer ataque al World Trade Center, el primer llamamiento
de Osama Bin Laden a una yihad contra Estados Unidos y la
llegada al poder de los talibanes en Afganistán.
Por último, la oposición más reciente coincidió con el ple
no surgimiento del terrorismo internacional y la guerra con
tra el terror, con los acontecimientos del 1 1 de septiembre de
335
2001 y la infinidad de medidas de represión, venganza y vio
lencia con apoyo gubernamental y nuevos actos de respuesta
terrorista que se produjeron tras su estela. 1 El alineamiento
fue exacto por primera vez en agosto-septiembre de 2001, en
coincidencia con la destrucción del World Trade Center y el
ataque al Pentágono, seguidos de la invasión de Estados
Unidos a Afganistán, y salió de la franja de los 3º en marzo de
2003, en coincidencia con la invasión de Irak y la táctica de
destrucción rápida y demoledora conocida como shock and
awe, «conmoción y pavor». El largo período de violencia y
terror en lrak que siguió a la invasión, con vejación y tortura
de los prisioneros iraquíes por militares y personal paramili
tar de Estados Unidos y horribles decapitaciones y ataques
suicidas de parte de los islamistas y las fuerzas iraquíes de
resistencia, empezó en coincidencia con las etapas posteriores
de la oposición de Saturno y Plutón de 2003-2004. Esta fase
del tránsito incluye el atentado terrorista de Madrid y el
escándalo de ultrajes y torturas de Abu Ghraib, que se produ
jeron cuando el alineamiento se acercaba al término de la fran
ja de 1 5 º. Junto con los más vastos despliegues cíclicos de
estructuras geopolíticas y acontecimientos de consecuencias
históricas trascendentales, en la invasión norteamericana de
lrak se vio el final del orden mundial de la posguerra, basado
en la alianza multilateral de Europa Occidental y Estados
Unidos y su apoyo fundamental a Naciones Unidas. Demos
traciones paralelas de terror, venganza, opresión y auge con
servador tuvieron lugar en estos mismos años en la Rusia de
Putin, donde el conflicto permanente con los insurgentes
de Chechenia sirvió como pretexto de una neoestalinización
generalizada de la vida política rusa.
Cabe destacar que en general se sitúa el comienzo de la era
del terrorismo moderno en 1946, con el atentado de los sio
nistas radicales al King David Hotel, en coincidencia con la
conjunción de Saturno y Plutón de 1946-1948, que también
coincidió con el inicio de la Guerra Fría. En siglos anteriores
hubo ciclos de Saturno-Plutón igualmente decisivos desde el
punto de vista histórico, como la conjunción que tuvo lugar
en 1618, al comienzo de la Guerra de los Treinta Años, que
estalló en aquel año y pronto se expandió por toda Europa. El
continente entero fue asolado durante treinta años por un
estado de guerra brutal, casi ininterrumpido y previamente
desconocido, hasta 1648, precisamente en coincidencia con la
siguiente conjunción de Saturno y Plutón, un ciclo entero
después, tal como volvió a ocurrir en el período de treinta
años que abarcó la Primera y la Segunda Guerra Mundial en
el siglo xx.
Otra de estas conjunciones decisivas fue la de 1348-1351,
que coincidió con la brusca aparición y propagación de la
peste negra, que devastó Europa y puso en marcha cambios
culturales y económicos que transformarían para siempre la
vida europea a finales de la era medieval. La peste negra, o
peste bubónica, que empezó en China en 1333 en coinciden
cia con la oposición anterior de Saturno y Plutón, alcanzó su
punto culminante en Europa durante el período de 1348-
1351, bajo la conjunción de estos planetas. Un patrón compa
rable puede reconocerse en la epidemia de sida, cuya amplia
irrupción e identificación se produjo durante la conjunción de
Saturno y Plutón de 1981-1984, y alcanzó dimensiones pan
démicas mundiales, sobre todo en África, durante la oposi
ción siguiente de los mismos planetas, la de 2000-2004.
Siempre que he dispuesto de registros históricos suficien
tes he podido comprobar la coincidencia de una multiplicidad
simultánea de categorías de acontecimientos diversos, pero
arquetípicamente conectados, con alineamientos de Saturno y
Plutón. Veamos un ejemplo de esta onda sincrónica. La pri
mera conjunción de Saturno y Plutón del siglo XIII tuvo lugar
en los años 1210-1213. De modo muy parecido a lo que ocu
rrió en el siglo XX entre 1914 y 1916, las guerras y la violencia
generalizada se apoderaron de gran parte de Europa en este
alineamiento, impulsadas por conflictos entre la Iglesia católi
ca romana y el Sacro Imperio Romano Germánico y por los
esfuerzos del papa Inocencio III por extirpar a herejes e infie
les y sojuzgar a los enemigos políticos de la Iglesia. En esos
mismos años, los cátaros del sur de Francia, amantes de la paz,
fueron perseguidos y quemados en la hoguera como parte de
la cruzada contra los albigenses. En Asia, durante esa misma
conjunción, en 12u-1212, el conquistador mongol Gengis
Jan comenzó su masiva invasión de China.
337
Llama la atención la correlación del ciclo de Saturno-Plu
tón con el genocidio, el etnocidio y las matanzas en masa. En
el siglo pasado, tenemos las matanzas masivas de armenios
por los turcos otomanos durante la conjunción de 1914-1915,
la muerte de millones de kulaks bajo Stalin, que comenzó
durante la oposición de 1930-1933, la concepción por parte de
Hitler de la solución final y la eliminación masiva de judíos
que se inició durante la cuadratura de 1939-1941, la matanza
de cerca de un millón de indonesios por el régimen militar
derechista en 1965-1966, el asesinato de más un millón de cam
boyanos por los Jemeres Rojos, que empezó durante la cua
dratura de 1973-1975, los escuadrones de la muerte en El Sal
vador y Guatemala durante la conjunción de 1981-1984, los
asesinatos masivos en Bosnia y en Ruanda durante la cuadra
tura de 1992-1994 y, más recientemente, las muertes decente
nares de miles de sudaneses en la región de Darfur a manos de
su propio gobierno, durante la conjunción de 2000-2004.
338
TENSIONES Y CONTRASTES HISTÓRICOS
339
católica romana bajo el papa Juan Pablo II y el ascenso de la
organización del Opus Dei al poder en el Vaticano, en fuerte
contraste con Juan XXIII, el papa reformista radical que pre
sidió el Concilio Vaticano II durante la conjunción de Urano
y Plutón de los años sesenta. En términos más generales, el
período correspondiente a la conjunción de Saturno y Plutón
de comienzos de la década de los ochenta se dio junto con la
emergencia decisiva y la potenciación del fundamentalismo
religioso en todo el mundo, fuera cristiano ( tanto católico
como protestante), judío, islámico o hindú. Una vez más, cada
una de estas fuertes influencias conservadoras o reaccionarias
tenía un carácter propio que la distinguía claramente de las
demás, cada una se definía en radical oposición a las otras, y
sin embargo era evidente el paralelismo arquetípico subyacen
te a todas ellas. Lo mismo que en el ciclo de Urano-Plutón
analizado en los capítulos anteriores, esta notable combina
ción de polivalencia y coherencia arquetípicas durante el mis
mo alineamiento planetario -en este caso, formas muy distin
tas del impulso conservador y reaccionario- era típica de los
patrones sincrónicos de los ciclos de planetas exteriores.
Si contrastamos el período correspondiente a la conjun
ción más reciente de Saturno y Plutón, de 198 1 a 1984, y el
correspondiente a la conjunción más reciente de Urano y Plu
tón, de 1960 a 1972, reconocemos fácilmente la diferencia
entre el espíritu subyacente a dichos períodos históricos, en
coincidencia con estos ciclos planetarios. Mientras que la
década de los sesenta había traído consigo una amplia y deci
siva potenciación del impulso emancipador, innovador, deses
tabilizador, revolucionario, que produjo la reforma liberal y
el cambio radical en prácticamente todos los terrenos de la ac
tividad humana -religión, política, sexualidad, derechos civi
les, derechos humanos, feminismo, ecología, artes-, la de los
ochenta llegó acompañada de una potenciación igualmente
decisiva del impulso conservador, reaccionario o represivo
en esos mismos terrenos. En Estados Unidos fue evidente du
rante esos años una sistemática reacción contra los diversos
movimientos dominantes en la década de los sesenta. Fue
derrotada la Enmienda de Igualdad de Derechos a favor de las
mujeres. El gobierno de Reagan impuso nuevas políticas fede-
34 º
rales en oposición a la discriminación positiva. Se iniciaron y
autorizaron políticas medioambientales que entregaban los
bosques nacionales a la tala y las tierras federales a la excava
ción petrolera, a la vez que se derogaron las limitaciones pre
viamente establecidas en materia de contaminación industrial.
Idénticas tendencias se hicieron evidentes durante esos mis
mos años en Gran Bretaña bajo el gobierno de Thatcher y en
muchos otros países de todo el mundo. Una vez más, en la
primera mitad de la década de los ochenta, el principio pluto
niano de intensificación y potenciación parece haberse unido
vigorosamente al principio arquetípico de contracción y con
servadurismo asociado a Saturno, tal como había hecho en los
años sesenta con el principio arquetípico de emancipación e
innovación asociado a Urano.
Mientras que el complejo arquetípico asociado a los ali
neamientos de Urano y Plutón se expresaba coherentemente
en la forma de radicales impulsos liberadores y revoluciona
rios, los alineamientos de Saturno y Plutón tendían a coinci
dir con el surgimiento del «conservadurismo radical». El fac
tor común a ambas tendencias, el componente radical, parece
reflejar la cualidad y la orientación características que la pre
sencia del arquetipo de Plutón imprime a cualquier complejo.
La naturaleza del principio plutoniano-dionisíaco consiste en
presionar a favor de una mayor intensidad, de llegar al extre
mo, de ser convincente, profundo, radical, en el sentido de
radix, raíz, esto es, con fundamento en las profundidades, en
el poder del inframundo, capacidad para transmitir una fuer
za arrolladora a todo lo que se toca y posesión de una poten
cialidad compulsiva, destructiva e incluso autodestructiva.
Pero ¿qué sucede cuando dos ciclos planetarios asociados
a complejos arquetípicos tan diferentes coinciden o se super
ponen durante el mismo período? He comprobado que cuan
do los alineamientos más breves del ciclo de Saturno-Plutón
(entre tres y cuatro años de duración) coinciden con los alinea
mientos más prolongados del ciclo de Urano-Plutón (entre
doce y trece años), como ha ocurrido a mitad de la década de
los sesenta del siglo XX y en el período correspondiente a la
Revolución Francesa, se ponen claramente en evidencia com
plicadas tensiones arquetípicas. Una prolongada configura-
ción triplanetaria de este tipo, con Saturno en oposición a la
conjunción de Urano y Plutón, tuvo lugar durante el período
crítico de 1964-1967 (que se extendió a una parte de 1968).
Estos años no sólo coincidieron con el estallido y la escalada
de la Guerra de Vietnam, bajo la presidencia de Lindon John
son, sino también con extensos disturbios urbanos y violentas
conmociones sociales en Estados Unidos (Los Ángeles, De
troit, Newark y otras ciento veinte ciudades) y la Revolución
Cultural en China conducida por los Guardias Rojos, entre
otros muchos fenómenos similares en todo el mundo en esos
años críticos, desde Centro y Sudamérica hasta África e Indo
nesia.
En esos períodos parece haberse constelado una tensión
dinámica, dialéctica, una síntesis de los tres diferentes comple
jos arquetípicos: el impulso más revolucionario, rebelde e in
novador, asociado a Urano, en diversas combinaciones con el
impulso asociado a Saturno, más ligado a las limitaciones, la
contracción y el control, y ambos potenciados e intensifica
dos, a menudo con violencia, por el principio asociado a Plu
tón. Los alineamientos de estos tres planetas en aspecto duro
estuvieron sistemáticamente correlacionados con períodos de
reforzada actividad emancipadora y revolucionaria, así como
redoblados esfuerzos de orden, control, reacción conservado
ra y represión, la combinación de todo lo cual produce un
estado de extrema tensión y de crisis. Las divisiones -genera
cional, política, cultural- tendieron a ser exacerbadas no sólo
en la sociedad, sino también en el mundo, como ocurrió con
el «abismo generacional» que se produjo durante este período
en los años sesenta (véase Mi generación, de The Who: «Es
pero morir antes de hacerme viejo»). En términos más gene
rales, fue en esos años cuando emergieron las «guerras cultu
rales», todavía hoy causa de tensas divisiones en el seno del
cuerpo social y político de los Estados Unidos.
En tales épocas fue especialmente problemática la intensi
ficación de la sublevación revolucionaria y la represión auto
ritaria, en férrea dialéctica de activación recíproca. A veces,
estos impulsos opuestos estaban presentes simultáneamente
en el mismo movimiento político o fenómeno histórico, a
menudo con catastróficas consecuencias, como en el caso de
34 2
los Guardias Rojos de Mao durante la Revolución Cultural
China, que barrieron las regiones rurales dominados por un
frenesí destructivo de actividad represiva «revolucionaria».
Durante la Revolución Francesa, cuando estos dos mismos
ciclos se superpusieron para formar otro alineamiento multi
planetario de Saturno, Urano y Plutón, esta configuración se
produjo entre 1793 y 1796, en coincidencia con el Reino del
Terror. También aquí se trató de una época intensamente
revolucionaria y al mismo tiempo intensamente represiva,
como se advierte en los poderes dictatoriales que se arrogó el
Comité de Salud Pública encabezado por Danton y luego por
Robespierre, con su «puritanismo revolucionario». Se intentó
entonces ejercer un control de rigidez sin precedentes sobre la
nación mediante la implantación de un régimen de conformis
mo y temor. Se presionaba a los vecinos y a los miembros de
una misma familia para que se denunciaran unos a otros, se
realizaban apresurados juicios contra los que eran considera
dos culpables. Se reprimió las sociedades de mujeres y se
encarceló y luego guillotinó a las figuras femeninas más im
portantes de la revolución, como Olympe de Gouges. En
menos de un año, entre septiembre de 1793 y julio de 1794, se
decapitó en guillotinas montadas en plazas públicas a más de
.2 5 .ooo sospechosos de ser enemigos, incluidos, finalmente, los
propios Danton y Robespierre. Todo el período de triple ali
neamiento estuvo marcado por torbellinos sociales de una
magnitud casi imposible de imaginar, orgías de violencia de
senfrenada y la muerte de centenares de miles de franceses a
manos de su propio ejército revolucionario. La fase tardía de
este mismo período de alineamiento triplanetario produjo la
reacción conservadora de Termidor, que, como rechazo al
Terror, dio marcha atrás a muchas de las reformas democráti
cas de la primera parte de la Revolución e inició un período de
venganza contra los radicales. También aquí se advierte otra
expresión de las dos tendencias opuestas, la revolucionaria y
la conservadora, en tensa combinación.
Además de la configuración de mediados de los años
sesenta, hubo en la historia del siglo XX otro período en que
estos tres planetas -Saturno, Urano y Plutón- formaron un
alineamiento constituido exclusivamente por aspectos duros.
343
Fue de finales de 1929 a 1933 cuando la cuadratura más larga
de Urano y Plutón, que se prolongó durante la mayor parte de
los años treinta, se unió a Saturno desde el comienzo mismo,
en lo que se conoce como formación cuadrática en T (dos pla
netas en oposición de 180º y un tercero en alineamiento cua
drático de 90º con ambos). Los tres planetas entraron en el
punto medio exacto de la configuración -Urano a mitad de ca
mino entre Saturno y Plutón a menos de 1 º-, a finales de oc
tubre de 1929, en total coincidencia con el hundimiento de la
bolsa de valores de Wall Street, el 29 de octubre, «el día más
nefasto en la historia de la bolsa de valores», que precipitó la
primera fase de la Gran Depresión y contribuyó a poner en
movimiento las tumultuosas agitaciones políticas de la década
siguiente.• La cuadratura más larga de Urano y Plutón conti
nuó durante los años treinta, en coincidencia con la conmo
ción social y política que catalizó movimientos de masas y el
nacimiento de filosofías y partidos políticos radicales, agravó
el malestar de los trabajadores, las huelgas y las manifestacio
nes estudiantiles y desató la violencia multitudinaria y las in
m1grac10nes en masa.
La convergencia de los tres planetas en aspecto duro du
rante el período 1929-1933 parece correlacionarse con aconte
cimientos históricos que reflejan los temas característicos de
los tres ciclos planetarios implicados: el ciclo de Saturno-Plu
tón, con su intensificación de los impulsos autoritarios y tota
litarios, dificultades generales, quiebra económica y los otros
fenómenos que se analizan en la presente sección; el ciclo de
Urano-Plutón, con su permanente inquietud social y política,
movimientos de masas, auge de programas políticos radicales
y cambios demográficos a gran escala, que hemos observado
en los capítulos precedentes, y un ciclo que todavía no hemos
estudiado, el de Saturno-Urano.
Los períodos históricos en que Saturno y U rano entran en
aspecto dinámico están marcados por temas fáciles de com
prender en función de los principios arquetípicos asociados a
esos dos planetas: la exacerbación de tensiones entre autori
dad y rebelión, orden y libertad, estructura y cambio. A me
nudo, ambos principios arquetípicos se combinan e interpe
netran contradictoriamente: revolución represiva, autoridad
344
errática e impredecible, etcétera, como fue sin duda el caso
durante el Terror en la Francia revolucionaria y la Revolución
Cultural china, como se acaba de exponer. Particularmente
frecuentes son en este ciclo las crisis y repentinos hundimien
tos de estructuras, choques y accidentes, súbitos fracasos y
quiebras, tanto en el campo político como en el económico o
el psicológico.
Esos fenómenos coinciden regularmente con alineamien
tos de aspecto duro del ciclo de Saturno-Urano; con la pre
sencia adicional de Plutón en la configuración de tres plane
tas, es típico que se constele una dimensión particularmente
masiva, abrumadora e incluso catastrófica. En el período de
1929-1933, las desestabilizaciones políticas y económicas (Sa
turno-Urano) catalizaron repentinamente todo un abanico de
fenómenos característicos de Saturno-Plutón: colapso econó
mico, pobreza y traumáticas dificultades personales a gran
escala en todo el mundo, además del rápido ascenso de fuer
zas autoritarias y totalitarias en Alemania, el fortalecimiento
de Hitler y sus políticas antisemitas tras la caída del liberalis
mo alemán y la República de Weimar; en la Unión Soviética,
el agravamiento de la represión de Stalin y el tremendo desas
tre que supuso para Ucrania la imposición de sus políticas de
colectivización forzada, hambrunas generalizadas, el sistema
de gulag, el exilio y el desplazamiento obligado de millones de
personas; la agresiva afirmación del militarismo fascista en
Italia y Japón y el ascenso de los movimientos políticos fascis
ta y comunista, que pujaban por tomar el poder en muchos
otros países. Los economistas aún no han podido explicar
adecuadamente la repentina recesión de 1929-1933, que sa
cudió los fundamentos de las estructuras mundiales y tuvo
consecuencias a muy largo plazo. También en este período fue
cuando se produjo la división del átomo, en el Cavendish
Laboratory, en 1932, lo que, con la repentina liberación de
una energía titánica, representa otra forma de quiebra estruc
tural, también con consecuencias futuras de enorme alcance.
Fue la única cuadratura en T de Saturno, Urano y Plutón del
siglo XX.
He comprobado que los individuos nacidos bajo esta con
figuración en 1929-1933, y también los nacidos bajo el alinea-
345
miento triplanetario de 1964-1967, parecen experimentar con
especial sensibilidad los desafíos y las tensiones de esas fuer
zas dinámicamente interactivas en el curso de su vida. En una
extremada variedad de modalidades, las circunstancias de su
vida parecen exigirles mantener la tensión y negociar un cho
que de opuestos enormemente complejo, a veces (como en el
caso de Mijail Gorbachev y Boris Yeltsin, nacidos ambos en
1931, cuando la cuadratura en T se hallaba casi en su punto
exacto) a gran escala y con consecuencias duraderas.
Es notable comprobar que el propio Karl Marx nació en
un momento en que Saturno, Urano y Plutón formaban as
pectos duros entre sí. Este complejo arquetípico triple se ob
serva también en la acusada tensión, a menudo inconsciente,
que se dio en la personalidad y el pensamiento de Marx entre
el impulso uraniano a la rebelión, la innovación y la emanci
pación, y el impulso saturniano al control, la rigidez, la es
tructura, la represión y la autoridad, principios que se entre
mezclan de maneras contradictorias y problemáticas, ambos
forzados y potenciados con una intensidad titánica de índole
plutoniana. En consecuencia, Marx nació bajo un tipo de con
figuración que coincidía con los distintos períodos que hemos
examinado en los párrafos previos: la época del Terror y del
Comité de Salvación Pública de la Revolución Francesa de
mediados de la última década del siglo XVIII, el tumultuoso
período de ruptura y crisis política y económica de 1929-1933
y la época de la Revolución Cultural china bajo Mao, que
empezó a mediados de los años sesenta del siglo XX, todas
ellas etapas históricas en que se pusieron en práctica, a gigan
tesca escala colectiva, los temas e impulsos contradictorios
característicos del pensamiento de Marx.
AUGE CONSERVADOR
347
vidades Antinorteamericanas del Congreso (HUAC) y que
desembocó en el macartismo, el establecimiento de la lista
negra de Hollywood y la amplia caza de brujas anticomunis
ta, entre muchos otros fenómenos comparables que expresa
ban ese complejo arquetípico.
Es digno de destacar que George Orwell escribiera su
sombría visión de la opresión y el control totalitario, 1984,
durante la conjunción de Saturno y Plutón de 1946-1948, y
que la situara precisamente en 1984, año que coincide con la
conjunción siguiente de Saturno y Plutón, un ciclo entero más
tarde. Lo que movió a Orwell a escribir el libro fue su crecien
te temor y su convicción de que no sólo había empezado una
Guerra Fría (la expresión es suya) contra el totalitarismo, sino
que en ese período crítico de finales de la década de los cua
renta, durante la conjunción, las democracias occidentales la
estaban perdiendo.
Estos dos períodos -el de 1946-1948 y el de 1981-1984-,
que coincidieron con dos conjunciones sucesivas de Saturno y
Plutón, están histórica y arquetípicamente relacionados con el
período de oposición intermedio de esos mismos planetas, en
1964-1967. En Estados Unidos, por ejemplo, en 1964, Barry
Goldwater -contra la tendencia general de la década- inició el
gradual ascenso de las bases populares de la derecha republi
cana, que culminó en la conjunción siguiente de Saturno y
Plutón con la elección de Reagan. Durante la misma oposi
ción, en 1966, Reagan inició su ascenso político al ganar las
elecciones de California por aplastante mayoría e inmediata
mente después entró en acción para reprimir las protestas
estudiantiles y el movimiento por la libertad de expresión en
la Universidad de California en Berkeley. Igualmente repre
sentativo del giro a la derecha de este período de 1964-1967
fue el auge de una extendida «reacción blanca» contra las con
quistas obtenidas por los negros en materia de derechos civi
les. También el gobierno de Johnson se inclinó a la derecha,
como lo muestra su decisión de intensificar la Guerra de
Vietnam a partir de 1964-1965. En la Unión Soviética, Krus
hev, más liberal, fue sustituido en 1964 por Brezhnev, más
conservador, cuyo régimen se mantuvo precisamente hasta la
conjunción siguiente de Saturno y Plutón, la de 1982.
Este patrón cíclico de auge conservador en Estados Uni
dos llega hasta el alineamiento más reciente de Saturno y Plu
tón, la oposición de 2000-2004. Este alineamiento empezó
con la discutida elección presidencial y la decisión del Tri
bunal Supremo que dio el poder a Bush hijo y a la derecha
exactamente cuando la oposición entraba por primera vez en
la franja de 1 5 º, en el otoño de 2000. El posterior aumento de
poder del gobierno de Bush y la derecha republicana tras los
sucesos del 11 de septiembre de 2001, junto con la sistemática
intensificación de sus esfuerzos en nombre de un programa
conservador extremo, coincidió precisamente con el momen
to en que la oposición de Saturno y Plutón alcanzó la exacti
tud. El período de mayor auge conservador, incluida la inva
sión norteamericana de Irak de marzo de 2003, coincidió con
la oposición de Saturno y Plutón durante los dos años si
guientes. El propio George W. Bush nació bajo la conjunción
de Saturno y Plutón de 1946.
Durante todos los períodos regidos por Saturno-Plutón
que hemos examinado hasta ahora, como el de 1981-1984 o el
de 2000-2004, última conjunción y última oposición de estos
planetas, respectivamente, podemos observar la coherencia
con que, con amplio apoyo social y político, estas épocas dan
lugar a una vigorosa determinación al restablecimiento de los
«valores tradicionales». Tienden entonces a surgir diversos
movimientos consagrados a «restaurar un sólido fundamento
moral», a reafirmar «la mayoría moral», a «recuperar los valo
res de la familia». Por ejemplo, en Estados Unidos, mientras
que la década de los sesenta, durante la conjunción de Urano y
Plutón, exaltó a los pensadores progresistas, radicales y revo
lucionarios, el período de 1981-1984 y el más reciente de 2000-
2004, durante los alineamientos de Saturno y Plutón, dieron
alas a una serie de pensadores conservadores y neoconservado
res. Mientras que los años sesenta trajeron consigo una oleada
de rebelión contra las estructuras y los valores establecidos,
rebelión que una gran parte de la población hizo suya, los pe
ríodos de 1981-1984 y 2000-2004 llegaron acompañados de un
movimiento conservador que exigía ley y orden y que contó
con una adhesión tan amplia como aquélla. Toda la década de
los sesenta y su ethos dominante se convirtieron con frecuen-
349
cia en blanco de la condena moral de las personalidades más
destacadas de los años 1981-1984, como cuando Margareth
Thatcher, siendo primera ministra, rechazó el espíritu de los
años sesenta en 1982: «Las teorías a la moda y las charlatane
rías permisivas prepararon una sociedad en la que se ultrajaron
los viejos valores de disciplina y contención».
Durante los períodos dominados por Saturno-Plutón, co
mo los de 1981-1984 o 2000-2004, la potenciación de la ten
dencia conservadora se expresó también en restricciones
sociales y legales y juicios (Saturno) contra la sexualidad (Plu
tón), tales como los intentos de limitar el uso de medios anti
conceptivos y el derecho al aborto, las relaciones sexuales pre
matrimoniales y el matrimonio homosexual. Durante ambos
períodos se recortó la financiación gubernamental de la inves
tigación científica y de los programas internacionales de salud
pública, que los conservadores consideraban un estímulo a la
irresponsabilidad sexual. Se defendió la abstinencia sexual y
la monogamia como ideales sociales y religiosos. La naturale
za misma pareció conspirar a favor del cambio arquetípi
co que se produjo entre los años sesenta y comienzos de los
ochenta, cuando la aparición de la epidemia de sida, en coin
cidencia con la conjunción de Saturno y Plutón de 1981-1984,
produjo lo que en su momento se bautizó como «el fin de la
revolución sexual» y de la era de experimentación y libertad
sexual, que había predominado durante la conjunción de
Urano y Plutón y el despertar dionisíaco de la década de los
sesenta. Temas tan típicos de Saturno-Plutón como el sufri
miento, la enfermedad, la muerte y el temor generalizados se
presentaron esta vez en relación con la sexualidad, tal como
hizo la transformación conservadora de las costumbres socia
les con el establecimiento de nuevas estructuras de inhibición
y control, tanto internas como externas.
Otro importante conjunto de temas típicos de Saturno
Plutón se puso de manifiesto en la psique colectiva de esta
época en el gran número de interpretaciones fundamentalistas
de la epidemia y en la denuncia moral de la misma como justo
castigo de Dios por el pecado y el libertinaje. Este fenómeno
se parecía mucho al del amplio surgimiento de opiniones que
en la Europa medieval, durante la conjunción de Saturno y
35º
Plutón de 1348-1350, consideraron evidente que la peste ne
gra o bubónica era la encarnación de la ira con que Dios casti
gaba a los hombres.
Interpretaciones análogas de acontecimientos de la histo
ria contemporánea reaparecieron durante la conjunción de Sa
turno y Plutón correspondiente al período 2000-2004, como
las afirmaciones fundamentalistas cristianas acerca de la ver
dadera causa del ataque al World Trade Center de Nueva York
el II de septiembre. Líderes religiosos como Jerry Falwell y
Pat Robertson sostuvieron que los atentados eran el justo cas
tigo divino por la corrupción moral y el libertinaje de la ciu
dad atacada, que simbolizaba los pecados cometidos por la
América secular, los liberales, los homosexuales y las feminis
tas. En cierto sentido, estos juicios eran casi idénticos, tanto
en terminología como en carácter arquetípico, a las ideas de
los fundamentalistas islámicos, incluidas las que inspiraban
a los terroristas de la yihad. En otros períodos de la historia se
produjeron fenómenos comparables, como las antiguas inter
pretaciones, tanto paganas como cristianas, del saqueo de
Roma por los bárbaros como expresión de la cólera punitiva
de los dioses o de Dios contra un pueblo sin fe.
El contraste arquetípico entre la época uranoplutionana de
los años sesenta del siglo XX y los dos períodos dominados
por Saturno-Plutón de comienzos de los ochenta y los prime
ros años del siglo XXI resulta igualmente claro si observamos
las actitudes populares predominantes en esas épocas en lo to
cante al patriotismo. En Estados Unidos, por ejemplo, mien
tras que en los sesenta hubo una amplia y ferviente resisten
cia ciudadana al gobierno de la nación durante toda la década,
en los períodos 1981-1984 y 2000-2004, por el contrario, se
advierte un resurgir igualmente amplio y ferviente del patrio
tismo tradicional norteamericano, visible por doquier en la
exhibición de banderas, la realización de ceremonias y la ex
presión de actitudes populares. A menudo, un impulso pa
triótico y un impulso conservador favorable a la ley y el orden,
ambos intensificados, se fundieron estrechamente, como ocu
rrió con la Patriot Act del período de 2001-2004. Aprobada
de urgencia por el Congreso de los Estados Unidos inmedia
tamente después del atentado del 11 de septiembre y con la
351
supervisión de John Ashcroft al frente del ministerio fiscal, la
ley establecía como «medidas vitales de seguridad» un ámbito
de jurisdicción gubernamental en el que muchos observadores
vieron la conculcación de las libertades civiles, tan discutible
que se hicieron amplias y repetidas referencias a 1984, de Or
well, y a la sombra del control del Gran Hermano Estado
sobre la vida privada y la libertad de los ciudadanos. La ten
dencia a la hipervigilancia y las fronteras blindadas que se aso
cia al complejo arquetípico de Saturno-Plutón fue evidente en
la experiencia colectiva del período 2001-2004, como en la
extremada intensificación de la seguridad de los viajes aéreos,
las constantes advertencias de máxima alerta ante amenazas de
catástrofes y la gran popularidad de vehículos todoterreno
agresivamente superdimensionados, cuasi militares. (El pro
pio tanque acorazado se inventó y se fabricó por primera vez
durante la conjunción de Saturno y Plutón de 1914-1915.)
Los alineamientos cuadráticos del ciclo muestran más
señales de ese mismo patrón. Por ejemplo, en el contexto polí
tico norteamericano, el alineamiento cuadrático más reciente
de Saturno y Plutón se produjo en 1992-1994 (a mitad de
camino entre la conjunción de principios de los ochenta, con
la primera presidencia de Reagan, y la oposición de 2000-
2004, con la primera presidencia de Bush hijo). Ese período
coincidió con el ascenso intermedio del conservadurismo,
materializado en el Congreso de mayoría republicana que se
eligió en 1994, con Newt Gingrich como portavoz y el «Con
tract with America» como su manifiesto. La misma cuadra
tura de Saturno y Plutón coincidió con una inequívoca oleada
de acontecimientos en Estados Unidos y en todo el mundo
que reflejaban los patrones característicos de este complejo
arquetípico, como el apocalíptico sitio en Waco (Texas), al
grupo fundamentalista de los Branch Davidians; el juicio por
apaleamiento a Rodney King y los posteriores disturbios en
Los Ángeles; la emboscada a soldados norteamericanos en Mo
gadiscio por señores de la guerra de Somalía, el combate más
desastroso para los Estados Unidos desde Vietnam; la crisis
bosnia y la limpieza étnica en Yugoslavia, con los primeros
campos de concentración en Europa desde la Segunda Guerra
Mundial, más el comienzo de la crisis y las masacres de Ruan-
35 2
da. Todos estos acontecimientos se produjeron durante el mis
mo alineamiento de Saturno y Plutón de 1991-1994, en coin
cidencia con los diversos acontecimientos ya mencionados en
relación con este período y el terrorismo internacional, a
saber, la llegada al poder de los talibanes fundamentalistas en
Afganistán, el llamamiento de Bin Laden a la yihad contra los
Estados Unidos y el atentado contra el World Trade Center.
Como es típico de estos aspectos duros de Saturno y Plutón,
por doquier se palpaba el ambiente general de contracción en
los asuntos humanos.
Durante todos estos alineamientos se destacaron muchos
otros temas relacionados con este complejo arquetípico: cada
vez más llamamientos al rigor moral y las restricciones socia
les, la censura y la represión, los modelos puritanos de con
ducta, severos juicios punitivos (como el uso creciente de las
duras leyes de la sharia en el mundo islámico, o la imposición
de la pena de muerte en Estados Unidos), y las guerras contra
enemigos percibidos como malignos. Llama la atención la
notable correlación de muchos de estos períodos de alinea
mientos cuadráticos con depresiones, recesiones y dificultades
económicas en el mundo entero (1921-1923, 1929-1933, 1946-
1948, 1973-1975, 1981-1984, 2000-2004). En términos más ge
nerales, este patrón cíclico parece coincidir con una extendida
sensación, tanto individual como colectiva, de estar severa
mente constreñido o amenazado por fuerzas superiores, por
poderes hostiles, por la pobreza o la falta de recursos, por la
herencia y los errores el pasado, así como por los juicios puni
tivos y el poder opresivo de la autoridad.
Igualmente notable durante los alineamientos de Saturno y
Plutón es el despliegue de acontecimientos con un claro mar
chamo de grave delito, escándalo moral y político, culpa y hu
millación pública, proceso y sentencia judicial, crimen y casti
go. Los juicios de Nuremberg a los criminales de guerra nazis
durante la conjunción de Saturno y Plutón en 1946-1948 fue
ron un ejemplo de consecuencias históricas característico de
esta tendencia. El famoso ]'accuse, de Émile Zola, carta abier
ta al presidente de Francia que denunciaba el antisemitismo del
departamento de guerra en el caso Dreyfus y que obligó a cele
brar un nuevo juicio y a poner en conocimiento público el
353
gran alcance de la corrupción militar y gubernamental, fue es
crito durante la oposición de Saturno y Plutón de 1898-1899.
El alineamiento más reciente de Saturno y Plutón, el de
2000-2004, coincidió con la oleada de escándalos en la Iglesia
católica romana, cuya jerarquía fue acusada de encubrir siste
máticamente los delitos de abuso sexual que cometían sus sa
cerdotes. Esta crisis produjo una crítica generalizada del as
pecto sombrío de las restricciones impuestas por la jerarquía
en lo relativo a la sexualidad humana, el celibato obligatorio
de los sacerdotes, la dominación masculina de la jerarquía y la
situación de subordinación religiosa de las mujeres. El gran
número de iglesias que cerraron o que se declararon en quie
bra tras la estela de escándalos y juicios refleja de modo muy
semejante el mismo campo arquetípico. En el mismo período
tuvieron lugar importantes escándalos empresariales y finan
cieros con prácticas delictivas sistemáticas de administradores
y ejecutivos de Enron, Halliburton, WorldCom, Vivendi,
Harken Energy y la Bolsa de Nueva York, entre muchos otros
en Estados Unidos, aparte de episodios similares en Rusia,
Italia, Francia, México o Naciones Unidas. Estos fenómenos
reflejaban el tema, característico de Saturno-Plutón, del cri
men y el castigo, del juicio saturniano por transgresiones plu
tonianas, ya fueran de codicia, de poder, de sexualidad o de
corrupción política. 1
El escándalo más espectacular en la historia política de los
Estados Unidos, el Watergate, las audiencias senatoriales y la
dimisión forzosa de Nixon, coincidieron con la cuadratura de
Saturno y Plutón de 1973-1975. Fue éste el alineamiento cua
drático inmediatamente posterior a la oposición del comienzo
de la Guerra de Vietnam. Es significativo que este mismo ali
neamiento coincidiera en 1973-1975 con la derrota de Estados
Unidos en Vietnam (que los norteamericanos percibieron en
general como humillante y traumática, cualidades característi
cas del complejo arquetípico de Saturno-Plutón) y con el em
bargo de petróleo de la OPEP y la crisis energética mundial,
que culminó en una recesión económica global y tuvo impor
tantes ramificaciones geopolíticas, que se pusieron de mani
fiesto en los años siguientes.
Además, otros acontecimientos muy característicos del
354
ciclo y del complejo arquetípico de Saturno-Plutón durante
este mismo período fueron el golpe de Estado del ala derecha
del Ejército en Chile, la invasión de Chipre por la junta mili
tar griega, la devastadora hambruna en Etiopía, la primera
prueba de arma nuclear en India, la Guerra de Yom Kippur en
Oriente Próximo, el permanente bombardeo de Estados Uni
dos sobre civiles en Camboya y el comienzo de la destrucción
genocida que practicaron los Jemeres Rojos bajo el régimen
dictatorial de Poi Pot. Una vez más, durante el período co
rrespondiente a este alineamiento fue tangible una muy difun
dida sensación de profunda contracción y crisis histórica.
Lo mismo que en el caso de George W. Bush a comienzos
del período 2000-2004, es típico de estas épocas que los indi
viduos nacidos bajo alineamientos de Saturno y Plutón --como
Henry Kissinger, que nació bajo la cuadratura de 1923- ten
gan particulares aptitudes para la política y desempeñen pape
les importantes en acontecimientos históricos de esa época,
como hizo Kissinger en muchos de los acontecimientos que
acabamos de mencionar: Vietnam, Camboya, Oriente Pró
ximo, Chile. Análogamente, Donald Rumsfeld y Dick Che
ney, los dos hombres que ejercieron las funciones de mayor
responsabilidad en la política exterior de Bush que se inició
durante la oposición de Saturno y Plutón de 2000-2004, nacie
ron bajo los alineamientos cuadráticos que tuvieron lugar
entre el nacimiento de Kissinger y el de Bush (Rumsfeld en la
oposición de 1932 y Cheney durante la cuadratura de 1941,
ambos con su Sol alineado con la configuración de Saturno y
Plutón).
En la notable secuencia diacrónica siguiente podemos ver
a la vez la acusación pública de conducta inmoral, solemne pro
ceso y juicio, denuncia fundamentalista, prohibición y rotun
da afirmación de autoridad conservadora o reaccionaria con
consecuencias fuertemente inhibidoras y represivas. El proce
so por herejía y la ejecución de Giordano Bruno por la Inqui
sición romana coincidió con la oposición de Saturno y Plutón
de 1600. Durante la conjunción inmediatamente posterior de
estos mismos planetas, la de 1616, el Vaticano declaró «falsa y
errónea» la teoría de Copérnico e incluyó De Revolutionibus
en la lista de libros prohibidos a todos los católicos romanos,
355
el lndex Librorum Prohibitorum. El alineamiento axial inme
diatamente posterior de Saturno y Plutón, la oposición de
1632-1633, coincidió con el requerimiento, proceso y conde
na de Galileo y la inclusión del Diálogo sobre los dos principa
les sistemas del mundo en el lndex de libros prohibidos. Estos
tres trascendentales acontecimientos en que están involucra
dos la Inquisición, los procesos eclesiásticos por herejía, la
censura y la condena, coincidieron con la secuencia de alinea
mientos axiales de Saturno y Plutón de 1600, 1616 y 1632-
1633, que en esos años específicos eran exactos.
Durante un alineamiento anterior de Saturno y Plutón, el
de 1543 (el año en que se publicó De Revolutionibus y en que
murió Copérnico ), la Inquisición española quemó por prime
ra vez a protestantes en la hoguera y el papa Pablo 111 insti
tuyó en Roma el lndex Librorum Prohibitorum. Este tema,
distintivo del complejo arquetípico de Saturno-Plutón, afecta
ba tanto a católicos como a protestantes: durante la oposición
inmediatamente anterior de Saturno y Plutón de 1534-1536,
Enrique VIII encarceló en Inglaterra a Tomás Moro, su docto
amigo y lord chancellor, por negarse a reconocerlo como ca
beza de la Iglesia inglesa (1534), y un año después lo decapitó
(1 535).
Fue durante este mismo alineamiento cuando Calvino -que
había nacido bajo la primera cuadratura de Saturno y Plutón
del siglo- publicó La institución de la religión cristiana, con
sus doctrinas sobre la depravación innata de la humanidad
después de la Caída, la predestinación a la condena eterna para
la mayor parte de la humanidad y, por tanto, la necesidad de
severas restricciones al pensamiento y la acción humanos,
para asegurar la rectitud moral y la corrección dogmática.
Durante ese mismo período, bajo la influencia de Calvino, los
reformadores protestantes se apoderaron del gobierno de Gi
nebra: se encarceló entonces a los sacerdotes católicos, se arra
saron los altares y se destruyeron las imágenes sagradas, se
multó a los ciudadanos por no asistir a los sermones y dio co
mienzo a un régimen de estricta censura moral. Durante la
conjunción inmediatamente posterior de Saturno y Plutón,
la de I 553, el médico, astrólogo y teólogo aragonés Miguel
Servet -que había criticado la Institución de Calvino y se
había opuesto a las doctrinas del pecado original y la deprava
ción humana innata y sostenido en cambio la presencia de
Dios en toda la creación- fue arrestado en Ginebra por here
jía, a requerimiento de Calvino, y quemado en la hoguera. La
repulsa a la ejecución de Servet contribuyó a catalizar el naci
miento de la tolerancia religiosa en Europa.
Es notable que Saturno y Plutón también estuvieran en
oposición del 28 al 31 d.C., los años en que muchos historia
dores bíblicos ubican el juicio a Jesús y su crucifixión. Tam
bién se encuentran claramente temas característicos del ciclo
de Saturno-Plutón en el espíritu de profunda perentoriedad,
gravedad y enjuiciamiento moral, llamadas al arrepentimiento
y apocalípticas expectativas del fin de los tiempos que impreg
nan los relatos del Nuevo Testamento sobre las enseñanzas
tanto de Jesús de Nazaret como de Juan el Bautista, cuyo
ministerio comenzó el 28-29, «en el año quince de Tiberio
César».
Si miramos a un pasado aún más lejano, encontramos que
Saturno y Plutón también formaban un aspecto duro en 399
a.C., el año del juicio contra Sócrates y su muerte en Atenas,
condenado por «impiedad y corrupción de la juventud» por
sus enseñanzas filosóficas. Aquí, una vez más, al igual que en
el juicio a Giordano Bruno y su quema en la hoguera en 1600,
la condena del copernicanismo por la Iglesia en 1616 y el jui
cio a Galileo por la Inquisición en 1633, observamos la coin
cidencia del ciclo de Saturno-Plutón con acontecimientos de
gran calado histórico que reflejan el motivo del proceso, el
juicio, la condena y la afirmación punitiva de la autoridad
conservadora o reaccionaria.
357
ESCISIÓN, MAL Y TERROR
359
Muchas veces, durante estos alineamientos se da una fuer
te identificación, ya con un líder, ya con un grupo o una na
ción, ya con un Dios de recta venganza e implacable justicia,
cuya voluntad y juicio están al margen de cualquier cuestio
namiento. Se afirma una postura de absolutismo moral con la
convicción de que las propias motivaciones personales están
sin ninguna duda del lado de las fuerzas del bien en el mundo.
Durante los alineamientos de Saturno y Plutón, cuando la psi
que colectiva empieza a estar atrapada por estas percepcio
nes y sombríos impulsos arquetípicos, tienden a aparecer los
líderes que los expresan al mismo tiempo que los exacerban y
que, a veces, catalizan de manera devastadora los exaltados
impulsos de naciones enteras. Símbolos religiosos íntimamen
te entretejidos con impulsos autoritarios manipulan podero
samente la opinión pública. Es típico de estos períodos el lla
mamiento a cruzadas, yihads y guerras santas contra el perver
so enemigo.
Por ejemplo, la Primera Cruzada, la de los cristianos de
Europa contra los musulmanes de Oriente Próximo, coin
cidió precisamente con la oposición de Saturno y Plutón de
1097-rn99, cuyo clímax fue la infame masacre de Jerusalén
de julio de rn99, cuando estos planetas alcanzaban el alinea
miento exacto. Percepciones, afirmaciones y acciones análo
gas fueron evidentes en ambos bandos de la guerra contra el
terror durante la oposición más reciente de Saturno y Plutón,
la de 2000-2004, con referencias de los líderes a cruzadas y
yihads (Bush, Bin Laden), y repetidas proclamas que se arro
gaban la representación de la autoridad divina en la batalla
contra el vil y despiadado enemigo -una «guerra de funda
mentalismos opuestos»-. Similar constelación de demoniza
ción recíproca y justiciera venganza fue evidente en el conflic
to israelopalestino de los mismos años, con su incesante ciclo
de atentados suicidas y letales contraataques y represión.
Formas particularmente virulentas de este complejo son
evidentes en el surgimiento de los movimientos racistas de
supremacía blanca y aria durante los alineamientos del ciclo
de Saturno-Plutón. Estos planetas estaban en oposición en
1865-1867, justo en el momento en que se fundaron el Ku
Klux Klan y los Caballeros de la Camelia Blanca -grupos su-
premacistas, camuflados bajo la convicción religiosa, que pos
tulaban la superioridad racial blanca y la insidiosa amenaza de
la potenciación política y sexual de los negros-, que sembra
ron el terror y practicó el linchamiento de negros en todo el
sur de Estados Unidos durante muchas décadas tras la Guerra
Civil. Hitler y los nazis concibieron la solución final de exter
minar a los judíos y comenzaron a ejecutarla durante la cua
dratura de Saturno y Plutón de 1939-1941.
Por tanto, esta Gestalt arquetípica parece reflejar una inte
racción epistemológicamente ambigua de los dos principios
polivalentes asociados a Saturno y Plutón. Por un lado, está la
percepción, la proyección o la irrupción de amenazadores ele
mentos subversivos: infieles, herejes, terroristas, salvajes, ra
zas inferiores, bárbaros, criminales, perversos, malvados. A
todos ellos se los puede considerar representantes del «infra
mundo» plutoniano arquetípico en varios sentidos: instintivo,
psicológico, sociológico y teológico. Por otro lado, esta per
cepción de terrible amenaza es igualada por un auge compen
satorio de fuerzas conservadoras, represivas o reaccionarias en
compleja combinación. Semejante auge produce muchas veces
la aplicación de métodos y actividades (guerra, tortura, escla
vitud, asesinato legalizado, exterminio, armas de destrucción
masiva, manipulación mediante engaño y propaganda) que en
otros contextos o en manos de otros actores se habrían consi
derado moralmente condenables y se habrían prohibido.
La psicodinámica subyacente a esta interacción fue aguda
mente descrita por Freud en su concepción de la compleja
relación entre superego y el ello. El superego, en tanto princi
pio interno de la conciencia, el juicio moral y la limitación ins
tintiva, lleva en su naturaleza misma el temor de la reacción
punitiva de la autoridad parental introyectada. Freud recono
ció que el superego no era sólo una instancia represiva y puni
tiva contra los impulsos instintivos del ello, pues, desde el
punto de vista energético, el propio ello le daba impulso (in
conscientemente, desde abajo, por así decir). A veces la con
secuencia psicológica podía adoptar la forma de tendencias
obsesivo-compulsivas, o bien crueles y sádicas, dirigidas ya
hacia adentro, contra uno mismo, ya hacia fuera, contra otros,
y a menudo ambas cosas. Esta concepción del superego (ar-
quetípicamente asociado a Saturno) y del ello (a Plutón) fue
formulada por Freud precisamente durante una cuadratura de
estos dos planetas, en su libro El «yo» y el «ello», publicado en
1923.
En términos psicoanalíticos, la intensificada dialéctica en
el plano colectivo entre la represión del ello y el «retorno de
lo reprimido», a menudo en forma encubierta, fue típica de los
períodos históricos presididos por Saturno-Plutón. Los perío
dos correspondientes a tales alineamientos parecen coincidir
con una tendencia particularmente acentuada a la «escisión»
psicológica, como, por ejemplo, la tendencia a identificarse
con el bien e identificar al otro con el mal, ambas cosas de ma
nera absoluta. En estrecha asociación con este mecanismo de
defensa existe otra tendencia, tan fuerte como la anterior, a la
intensa objetivación de otros sujetos. Esta objetivación, cuan
do se combina con la proyección o la experiencia del mal y la
negatividad, tiende a promover emociones como la suspicacia
violenta, el terror, el odio, la venganza, el fanatismo y la cruel
dad asesina.
Semejantes impulsos parecen posibles debido al estableci
miento o la experiencia de una frontera absoluta (Saturno)
entre el yo y el otro. Entonces se percibe al otro -ya se lo defi
na en función de la nacionalidad, la religión, la raza, la clase,
la casta, el género, la orientación sexual, el sistema de creen
cias o de cualquier otra categoría- como radicalmente separa
do y ajeno. Durante estos alineamientos de Saturno-Plutón
son frecuentes las referencias a bestias abominables, animales
depredadores, el cerdo, la suciedad, demonios, diablos, el cán
cer, virus, alimañas, roedores, topos, reptiles, víboras, ciéna -
gas, guaridas, persecución de animales hasta darles caza o ahu
yentarlos, exterminación de una pestilencia, etcétera, todo lo
cual refleja temas plutonianos.
La intuición freudiana de la doble relación oculta del supe
rego con el ello puede profundizarse mediante la perspectiva
de Jung, según la cual la sombra, que posee al ego pero que es
proyectado en el otro, pone en acción su crueldad contra el
objeto de su cólera con toda la insidiosa destructividad que
percibe en el otro y niega en sí mismo. En términos teológi
cos, el mal se apropia sutilmente de las motivaciones del alma,
que, puesto que se identifica exclusivamente con Dios y el
bien, ejecuta sus acciones perversas engañándose a sí misma,
pero con absoluta confianza en que está moralmente obligada
a actuar de esa manera contra un mal tan evidente. Es así como
el padre temeroso de Dios castiga al hijo rebelde con crueldad,
pero «por su bien». El inquisidor tortura y quema en la ho
guera a una persona cuyas creencias percibe como peligro
samente distintas de las suyas. El comité de seguridad, el de
partamento de actividades secretas, reúnen su información,
entrenan a sus escuadrones de la muerte, sabotean las eleccio
nes, fomentan y asesinan, todo para asegurar el predominio
del bien en el mundo.
A menudo el complejo saturnoplutoniano constela una
compulsión a la persecución obsesiva, como la de Ahab, de un
mal que es imperioso desarraigar a cualquier precio. Es nota
ble que Henry Melville, quien exploró este complejo con tan
reveladora profundidad, haya nacido durante la primera con
junción de Saturno y Plutón del siglo XIX (1819), y escribiera
Moby Dick precisamente un ciclo más tarde, durante la con
junción inmediatamente siguiente de estos planetas ( 1850-
18 p ).
Desde ese encuentro casi fatal Ahab alimentó una terrible nece
sidad de venganza contra la ballena, que cada vez se exacerbó más en
él, pues en su insensata obsesión llegó a identificar con Moby Dick
no sólo todos sus males físicos, sino todas sus exasperaciones intelec
tuales y espirituales. La Ballena Blanca nadaba frente a él como la
encarnación monomaníaca de todas esas fuerzas perversas por las
cuales algunos hombres profundos se sienten devorados en su inte
rior, hasta que quedan reducidos a vivir con medio corazón y medio
pulmón. Ante esa maldad intangible que existe desde el origen de
todas las cosas, a cuyo dominio los cristianos modernos adscriben la
mitad de los mundos y que los antiguos ofitas de Oriente reverencia
ban en su estatua del mal, Ahab no caía de rodillas, como aquéllos; al
contrario, identificando en su delirio esa imagen del mal con la de la
aborrecida ballena, se arrojaba contra ella, mutilado como estaba.
Todo lo que atormenta y enloquece más la razón humana; todo lo
que trastrueca las cosas; toda verdad contaminada de malicia; todo
lo que enturbia la mente; todo el sutil demonismo de la vida y del
pensamiento; todo el mal estaba encarnado en Moby Dick para el
enloquecido Ahab y, por lo tanto, en ella le era posible atacarlo.
Sobre la blanca giba de la ballena, Ahab acumulaba la suma de todo
el furor y el odio sentidos por su raza desde Adán; y como si su
pecho hubiera sido un mortero, en él hacía estallar la bomba de su ar
diente corazón.
366
acabando el libro, en agosto de 1851, con la conjunción de Sa
turno y Plutón a menos de 4º del alineamiento exacto, el balle
nero Ann Alexander fue embestido y hundido por un cacha
lote enfurecido al que había estado persiguiendo en las mis
mas aguas en que, más de treinta años antes, el Essex había
sufrido el mismo destino, los dos únicos casos bien documen
tados de semejante acontecimiento hasta el día de hoy. Ente
rarse de esa gran coincidencia produjo en Melville un profun
do impacto.
Como cabe recordar, la publicación de Moby Dick y el
naufragio del Ann Alexander no sólo coincidieron con la con
junción de Saturno y Plutón, sino también con la de Urano y
Plutón de 1845-1856, a la que ya hemos hecho mención, es
decir, con la triple conjunción de estos planetas, la única de los
últimos doscientos años. El poder extraordinariamente ele
mental de Moby Dick, su repentina liberación de lo sombrío
y lo volcánico, el desencadenamiento de las fuerzas de la natu
raleza tanto en la ballena como en la imaginación creadora
humana, se apoderaron por completo de Melville mientras
trabajó en la novela. Escribiendo hora tras hora durante todo
el día, sin detenerse ni para comer, alternativamente inflama
do de energía y desanimado a causa del inmenso desgaste,
exclamó:
37 1
lo mismo ocurría con la de Franz Kafka, que nació en 1882
durante la conjunción de Saturno y Plutón inmediatamente
posterior a la aparición de Moby Dick, y que escribió sus
paradigmáticas obras El proceso y En la colonia penitenciaria
en 1914, exactamente un ciclo después, durante la siguiente
conjunción de Saturno y Plutón. Es asombroso que estas cua
tro conjunciones consecutivas de Saturno y Plutón coincidan
de forma tan precisa con la sucesión de nacimientos y obras
capitales de estos dos maestros de la literatura y la psicología,
profundos exploradores del complejo arquetípico al que tan
consistentemente se asocia este ciclo planetario. Con preci
sión surrealista, Kafka describió los motivos característicos de
Saturno-Plutón acerca del juicio y la culpa, la crueldad del
castigo, la burocracia claustrofóbica y el confinamiento tota
litario. Obra tras obra, en cuentos, novelas y su propio diario,
retrató el implacable cautiverio de la conciencia que se produ
ce tanto en el corazón del tirano como en el de la víctima,
tanto en el perseguidor como en el perseguido, que a veces
coinciden en el mismo individuo.
Particularmente pertinente es aquí uno de los últimos rela
tos que escribió Kafka, La madriguera, en el que un topo, uti
lizando su cabeza como almádena, dedica todo el tiempo que
está despierto a cavar y fortificar obsesivamente un complica
do laberinto de túneles y defensas para protegerse de la bestia
depredadora que, está seguro, lo espera fuera de su fortaleza
subterránea. Todos los poderes de una razón privilegiada es
tán al servicio de esa tarea, mientras ni por un instante deja de
imaginar las incontables maneras en que, en cualquier mo
mento, su enemigo podrá sorprenderlo y matarlo. La madri
guera, brillante parábola del incesante temor del yo con res
pecto a un mundo peligroso por doquier, un mundo cuyo
constante peligro estriba tanto en las profundidades de la pro
pia psique y el miedo a la muerte como en el medio exterior,
fue escrito en 192 3, muy poco antes de la muerte de Kafka,
durante la misma cuadratura de Saturno y Plutón en la que
Freud escribió El «yo» y el «ello».
En el plano colectivo, es típico que las tendencias caracte
rísticas del complejo de Saturno-Plutón a percibir y constelar
peligro, amenaza subversiva y oscuros elementos maléficos en
37 2
una visión del mundo rígidamente polarizada, vayan acompa
ñadas de una creciente percepción de lo inevitable del conflic
to y la guerra, ya se exprese en el ámbito de la psicología de
masas o en un elaborado análisis racional. La convicción sub
yacente de la inexorabilidad del conflicto y la guerra encontró
expresión filosófica en obras tan paradigmáticas del pensa
miento político como el Leviatán, de Thomas Hobbes, con su
visión de la condición natural de la humanidad como «guerra
de todos contra todos», o, más recientemente, en El choque de
civilizaciones, de Samucl Huntington, para quien el futuro
geopolítico del mundo será ineluctablemente modelado por la
enemistad históricamente determinada entre bloques de la hu
manidad definidos religiosa y culturalmente, como, por ejem
plo, entre el mundo islámico y Occidente. Estos dos libros
fueron escritos en coincidencia precisa con alineamientos de
Saturno y Plutón (la conjunción de 1648-1650 y la última cua
dratura, la de 1992-1994, respectivamente). A su vez, estas
obras volvieron a ser relevantes, ampliamente mencionadas e
instauradas como fuente de autoridad en períodos correspon
dientes a alineamientos posteriores de Saturno y Plutón, como
en el tiempo que siguió al 11 de septiembre de 2001. Afín a
esta misma Gestalt arquetípica es la percepción de una deca
dencia inevitable de la civilización o la historia, como en La
decadencia de Occidente, de Spengler, obra escrita en gran
parte durante la conjunción de Saturno y Plutón de la Primera
Guerra Mundial.•
Un tema dominante de este complejo arquetípico es el
firme realismo y la gravedad de la perspectiva ligada a una
visión de la inexorabilidad del conflicto o la decadencia, ya sea
auténtica y empíricamente justificada, ya subjetivamente dis
torsionada. Por ejemplo, el término realpolitik, de origen ale
mán, comenzó a usarse en la lengua inglesa durante la conjun
ción de Saturno y Plutón de 1914. Muchos de los temas men
cionados se observan en la filosofía política, las decisiones en
materia de política exterior y las actividades secretas de Henry
Kissinger, quien nació en 1923, durante la cuadratura inme
diatamente posterior de Saturno y Plutón, que coincidió tam
bién con La madriguera, de Kafka. Típica de la perspectiva y
el ethos de la realpolitik, inspirada en Saturno-Plutón, es la
373
respuesta que Kissinger dio al Congreso cuando se le criticó
que la CIA hubiese fomentado activamente la resistencia de
los kurdos contra Saddam Hussein en 1975 (durante otra cua
dratura de Saturno y Plutón), para abandonarlos repentina
mente luego, cuando decidió cambiar de estrategia diplo
mática, lo que tuvo como consecuencia la matanza de millares
de kurdos: «No hay que confundir las actividades secretas con
obras misioneras». Acciones y juicios de ese tipo, que reflejan
la perspectiva de la realpolitik, podrían mencionarse a propó
sito de Donald Rumsfeld y Dick Cheney, a menudo en refe
rencia a los mismos personajes y a las mismas zonas geográfi
cas, y, una vez más, en coincidencia con el ciclo de Saturno
Plutón.'
El malestar en la cultura
374
toda la voluntad que pueda movilizarse en una tarea de tan
metafísica e histórica urgencia.
Toda la obra de Marx estuvo al servicio de un marco gene
ral de revolución en nombre de una causa emancipadora, lo
que corresponde a su marcada cuadratura natal de Urano y
Plutón. Sin embargo, en ese marco, la visión filosófica de
Marx estaba claramente dominada por ciertos temas típicos
del complejo de Saturno-Plutón, como el determinismo abso
luto y lo inevitable, la rígida polarización del conflicto, la
opresión y la dictadura. Por otra parte, en su penetrante aná
lisis del aspecto sombrío del capitalismo del siglo XIX y en su
sensibilidad al mismo, a la extrema injusticia social y la aliena
ción humana inherentes a los sistemas económicos y las socie
dades de su tiempo, vemos el lado positivo del mencionado
complejo. Esa sensibilidad aparece intensificada en su análisis
de la relación del amo y el esclavo, su reconocimiento de la
continua reaparición de estructuras de opresión en toda la his
toria, su visión de la aplastante inhumanidad de la prisión en
la que permanecen encerradas tantas vidas humanas, la escla
vización y el empobrecimiento de los trabajadores bajo el
capitalismo y el ubicuo poder del opresor sobre el oprimido.
El espectro más amplio de temas propios de Saturno-Plu
tón se concreta y elabora en doctrinas marxistas tales como el
determinismo último de todas las estructuras sociales e ideo
lógicas en función de factores económicos y materiales, las
inextirpables contradicciones de las relaciones sociales bur
guesas, la necesidad del conflicto y la lucha de clases, el inevi
table despliegue de la dialéctica de la historia y la necesidad de
una dictadura intermedia del proletariado para destruir por
completo todo resto de sociedad burguesa. En términos más
generales, el complejo es evidente en una cierta rigidez autori
taria y dogmática de la filosofía y la sensibilidad marxista,
impulsada por una especie de titánica fuerza de voluntad.
Sin embargo, comenzamos a apreciar el extraordinario
abanico de polivalencias arquetípicas de las correlaciones de
Saturno y Plutón cuando comparamos la expresión marxiana
y acusadamente atea de la historia con una visión teológica de
la misma, igualmente paradigmática. Pues muchos de estos
mismos temas arquetípicos -determinismo y sobrepotencia-
375
ción de las fuerzas que gobiernan y constriñen la vida huma
na, conflicto rígidamente polarizado, juicio moral enorme
mente negativo sobre la condición presente de la humanidad,
necesidad de voluntad inflexible para contrarrestar y reprimir
las fuerzas oscuras-, aunque en formas y con intenciones
completamente distintas, se expresan también con toda vehe
mencia en las ideas religiosas y los influyentes legados de San
Agustín y Calvino.
Agustín y Calvino son, respectivamente, los teólogos más
influyentes del catolicismo y el protestantismo, ambos naci
dos bajo alineamientos cuadráticos de Saturno y Plutón. En
ambos casos, sus concepciones personales acerca del destino
humano rígidamente polarizado adoptaron la forma de grave
juicio moral, moldeado por una intensa sensación de profun
da corrupción de la humanidad, del poder del mal en el mun
do y de la culpa innata del alma humana. Otros temas que
reflejan con precisión este complejo arquetípico son el énfasis
que ambos teólogos pusieron toda su vida en la condenación
eterna que amenaza por doquier, la necesidad de reprimir
rigurosamente la sexualidad y el instinto no regenerado espi
ritualmente, la abrumadora e implacable omnipotencia de
Dios y la certeza teológica de la predestinación.
Los motivos arquetípicos que dominan la vida y la obra de
un individuo parecen hallar paradigmática expresión en mo
mentos de alineamiento planetario arquetípicamente conso
nante con esos temas específicos, cuando los acontecimientos
exteriores correspondientes dan forma tanto al punto de vista
individual como al Zeitgeist de la época. Muchos de los temas
mencionados se expresan, con enorme influencia sobre la ima
ginación religiosa occidental, en La ciudad de Dios, la monu
mental obra de Agustín. Allí expuso su visión de la historia
como una dramática batalla entre dos sociedades invisibles, la
de los elegidos y la de los condenados, la ciudad de Dios y
la ciudad del mundo, que culmina en el Juicio Final. La pode
rosa visión de La ciudad de Dios parece especialmente inspi
rada y permeada por el complejo arquetípico asociado al ciclo
de Saturno-Plutón: la percepción de la existencia humana
determinada e impulsada por fuerzas arrolladoras, la gravedad
moral y mortal de la condición humana, el dualismo cósmico
maniqueo, el permanente poder del mal y la subversión satá
nica, la expectativa de la finalidad escatológica y el juicio final,
el infierno y la condenación. Agustín concibió y comenzó a
escribir La ciudad de Dios durante la primera conjunción de
Saturno y Plutón del siglo V, en 410-412. Era la misma con
junción que coincidió con las incursiones bárbaras en masa y
el saqueo de Roma por Alarico y los visigodos, la conciencia
de todo lo cual modeló profundamente la manera de entender
la historia de Agustín y la visión que se expone en La ciudad
de Dios.
En consecuencia, volvemos a reconocer aquí tanto la con
figuración diacrónica como la sincrónica. Desde el punto de
vista diacrónico, como hemos visto ya en los casos de Kafka y
de Melville, Agustín nació durante un alineamiento de Sa
turno y Plutón, y escribió la obra que refleja de modo parti
cular ese complejo durante un alineamiento posterior de los
mismos planetas. Desde el punto de vista sincrónico, el pe
ríodo que produjo ese trabajo se caracterizó por aconteci
mientos históricos con el mismo carácter arquetípico que la
obra de Agustín.
Pero esta correlación es más compleja aún, pues el propio
Agustín nació no sólo bajo un aspecto duro de Saturno y
Plutón, sino también de Urano y Plutón -como Marx y Mel
ville-, con el característico conflicto titánico y la violenta in
tensidad interna y externa que coinciden con esta configura
ción triplanetaria. Además, estos tres planetas formaban otra
vez un aspecto duro en 410-412 (la conjunción de Saturno y
Plutón de esos años, que se produce cerca del final de la cua
dratura de Urano y Plutón, más larga, de 406-413), años de
grandes agitaciones en las postrimerías del Imperio romano,
producidas por las incursiones bárbaras y el saqueo de Roma,
cuando Agustín daba comienzo a La ciudad de Dios. Tanto el
drama de la vida y el carácter de Agustín como estas conmo
ciones y traumas históricos reflejan las fuerzas arquetípicas de
los dos ciclos planetarios que hemos examinado hasta ahora,
Urano-Plutón y Saturno-Plutón, en interacción tensa y,
muchas veces, violentamente desestabilizadora.
Más de un milenio después, observamos una configura
ción muy semejante en el primer hito moderno de la filosofía
377
política, el Leviatán, de Hobbes, con su análoga obsesión por
el violento desorden social, su visión de la naturaleza como
estado de guerra perpetua y la consecuente necesidad de con
trol autoritario absoluto por parte de un gobernante soberano
(el llamamiento de Hobbes a la monarquía absoluta sustituía
al de Agustín a la autoridad soberana de la Iglesia). El Levia
tán fue escrito en 1648-1650, bajo el impacto de la Guerra de
los Treinta Años, recién terminada, y la ejecución de rey Car
los I durante el torbellino político de la Guerra Civil Inglesa.
Esto coincidió tanto con la conjunción de Saturno y Plutón de
1647-1650 como con la oposición más larga de Urano y Plu
tón de 1643-1655, correspondiente a los años de revolución en
Inglaterra, que ya hemos analizado.
Por tanto, lo mismo que el de La ciudad de Dios de Agus
tín, el período que produjo la influyente visión histórica de
Hobbes -como el de las incursiones bárbaras y el saqueo
de Roma de 410-412, el Reino del Terror en 1793-1795, el pe
ríodo de crisis económica y política mundial y de poten
ciación fascista de 1929-1933 y el de 1964-1967, de violenta
insurrección revolucionaria, opresión y agitación en todo el
mundo- tenía a Saturno, Urano y Plutón en alineamientos de
aspecto duro entre sí. Todos estos períodos estuvieron marca
dos por un choque extraordinariamente intenso, violento, in
cluso cataclísmico, de fuerzas opuestas.
Hay otra obra importante cuya visión histórica es asom
brosamente similar a las del Leviatán y La ciudad de Dios,
tanto por su influencia cultural como por su carácter arquetí
pico: El malestar en la cultura, la última obra de Freud, publi
cada en 1930, cuando Saturno y Plutón se hallaban en oposi
ción. De toda la obra de Freud, los dos títulos mencionados
en este capítulo, El «yo» y el «ello» y El malestar en la cultu
ra, son los que muestran el mayor predominio de la particular
dinámica arquetípica asociada al complejo de Saturno-Plutón
-uno en el nivel individual, el otro en el colectivo-, y ambos
coinciden precisamente con los aspectos duros de Saturno
Plutón inmediatamente posteriores a la conjunción de la Pri
mera Guerra Mundial. En ambas obras, Freud pone de relie
ve el intenso conflicto y la intrincada interacción entre el ello
y el superego, entre Plutón y Saturno, ya sea en el campo de
3 78
batalla del ego y la vida individual, ya en el de la cultura y la
historia.
Una vez más, lo mismo que en La ciudad e Dios y el Le
viatán, la perspectiva histórica que se expone muestra la vida
inexorablemente dominada por el conflicto, la lucha y el po
der abrumador de fuerzas impersonales. Además, esta obra, al
igual que las anteriores de Agustín y de Hobbes, coincide no
sólo con el ciclo de Saturno-Plutón, sino también con el de
Urano-Plutón, en uno de esos raros momentos en que los tres
planetas forman aspectos duros entre sí. El libro de Freud
estaba profundamente influido por el terrible impacto de la
Primera Guerra Mundial, que coincidió con la conjunción de
Saturno y Plutón, y fue escrito y publicado, con el rápido
ascenso del nazismo como telón de fondo, bajo la oposición
de ese mismo ciclo, el período de 1929-1933, en el que Urano
se hallaba en cuadratura con Saturno y con Plutón. Del
mismo modo en que La ciudad de Dios se asocia a las invasio
nes bárbaras y al saqueo de Roma y el Leviatán a la Guerra de
los Treinta Años y las agitaciones de la Guerra Civil Inglesa,
El malestar en la cultura recibe su impronta de los traumáti
cos acontecimientos que coinciden con el ciclo de Saturno
Plutón, más la intensidad y la conflictividad añadidas que
aportan los impulsos de emancipación y la liberación de fuer
zas titánicas del ciclo de Urano-Plutón.
El complejo arquetípico asociado a esta combinación tri
planetaria corresponde estrechamente tanto al espíritu filosó
fico de estas tres obras como a las épocas en las que vieron la
luz: conmoción revolucionaria, amenaza de catastrófico hun
dimiento de las estructuras establecidas, violenta imprevisibi
lidad de la vida, inevitabilidad del conflicto entre fuerzas de
desestabilización y fuerzas de orden y, por tanto, necesidad
de un control firme -absoluto, incluso- del instinto y de los
elementos de rebeldía, para que la civilización no se pierda en
el libertinaje, la guerra y el caos. Con estas tres visiones para
digmáticas ante nosotros, tal vez reconozcamos el aire de fa
milia entre obras producidas en épocas muy diferentes y per
tenecientes a géneros completamente distintos, pero todas
nacidas bajo idénticos alineamientos planetarios y todas re
presentativas de idénticas dinámicas arquetípicas. Por un lado,
379
El malestar en la cultura de Freud es un análisis que se sitúa
explícitamente en la tradición de Hobbes, con su visión de la
condición natural de la humanidad en estado instintivamente
violento de anarquía y de guerra, y por tanto, la necesidad de
imponer estrictas limitaciones sociales para impedir una catás
trofe sin fin. Por otro lado, en un nivel más profundo de la
imaginación arquetípica, la obra refleja la tradición de Agus
tín, con la visión maniquea de la vida como batalla eterna
entre la luz y las tinieblas, aunque expresada en los términos
freudianos de batalla entre Eros y Tánatos, amor y odio, im
pulso de vida e impulso de muerte y destrucción.
En la visión freudiana, este conflicto eterno se entreteje y
se complica con la batalla perpetua entre la cultura y los ins
tintos naturales que impulsan la sociedad humana y a la vez la
amenazan. Todo instinto y deseo (Plutón), sea libidinal o
agresivo, está necesariamente limitado y frustrado por las ne
cesidades de la civilización y el superego cultural (Saturno), de
lo cual deriva el destino peligrosamente incierto de la Huma
nidad (muy al estilo de la visión agustiniana, aunque en cier
tos aspectos desde una perspectiva completamente opuesta).
Para Freud, la supervivencia de la humanidad depende de la
represión de la pasión erótica y la agresión destructiva por
la cultura, coerción nunca lograda del todo y que desemboca
en una incurable infelicidad. La condición humana presenta,
pues, un problema insoluble.
En la cultura popular, el análisis de la frustración de los
instintos libidinales por las coerciones de la cultura que expo
ne Freud en El malestar en la cultura tuvo una encarnación
emblemática en (I Can't Get No) Satisfaction, de los Rolling
Stones, que se grabó a principios de 1965 y fue incesantemen
te escuchado por millones de personas durante la oposición de
Saturno y Plutón de 1965-1967. Aquí, el impulso prometeico
dionisíaco a la liberación sexual, dominante de los años sesen
ta, se expresa como desafío a la convención, pero está, al
mismo tiempo y con igual fuerza, bajo el control del principio
saturniano. Los motivos característicos de Saturno se mani
fiestan en distintos aspectos de la canción: en las repetidas
experiencias de rechazo sexual, en los idiotizantes anuncios
comerciales y en la sociedad conformista que ellos represen-
tan, y en la regularidad simplista de la propia música bass
heavy. Los dos complejos arquetípicos opuestos, el de Ura
no-Plutón y el de Saturno-Plutón, se neutralizan en tensa
confrontación, en la que ora permanecen en equilibrio, ora se
descargan rítmicamente en la machacona repetición de la la
mentación dionisíaca. El éxito popular de Satisfaction podría
deberse en parte a la expresión tan directa y enfática de un
conflicto arquetípico en el preciso momento en que la psique
colectiva experimentaba un aumento de tensión entre esas
fuerzas opuestas.
Es notable que El malestar en la cultura, de 1930, y
Satisfaction, de 1965, coincidieran con los dos únicos momen
tos del siglo XX en que los tres planetas pertinentes -Saturno,
Urano y Plutón- formaron entre sí alineamientos triples de
aspecto duro. Ambas obras famosas, cada una a su propia y
elocuente manera, encarnan precisamente el impulso dioni
síaco-prometeico de liberación sexual, permanentemente
inhibido por el superego y las rígidas coerciones del comple
jo de Saturno-Plutón.
Además de Agustín, Hobbes y Freud, hay una cuarta figu
ra importante cuya obra más influyente, semejante en temas y
en carácter, implica idéntica secuencia de correlaciones con los
dos ciclos que estamos estudiando. Mientras que en el tras
fondo de la visión histórica de Freud se advierten los ecos de
Hobbes y Agustín, su marco de referencia más inmediato es
la idea schopenhaueriana de una ciega voluntad o energía que
domina la vida e impulsa todos los deseos e instintos huma
nos. Schopenhauer nació en 1788, en el inicio de la oposición
de Urano y Plutón correspondiente a la Revolución Francesa,
como ya hemos visto, y al final de la conjunción de Saturno
y Plutón de 1785-1788 (años de severa depresión económica y
gran hambruna que contribuyeron a precipitar la revolución).
Su obra capital, El mundo como voluntad y representación,
apareció en 1818, durante la conjunción inmediatamente pos
terior de Saturno y Plutón -la que coincidió con el nacimien
to de Marx y Melville-, que coincidió además con el siguien
te alineamiento cuadrático de Urano y Plutón.
La filosofía de Schopenhauer refleja con toda vivacidad
tanto el complejo arquetípico de Urano-Plutón como el de
Saturno-Plutón, no como dos temas separados, sino integra
dos en una poderosa síntesis. Para Schopenhauer, la voluntad
universal de vivir, incesantemente en tensión, es un impulso
irresistible que se apodera de la existencia humana y produce
lucha, competición y deseos imposibles de satisfacer, cuya
inevitable frustración da lugar a un permanente sufrimiento.
La voluntad trata constantemente de perpetuarse a través de
nosotros, utilizando nuestros deseos e impulsos insaciables,
sin que nos demos cuenta: somos meros mecanismos y estra
tegias para su propósito de propagación y autopreservación.
Se trata, en ciertos aspectos, de la anticipación filosófica deci
monónica de la sociobiología, fundada durante la cuadratura
de Saturno y Plutón de 1973-1975 con la publicación de Socio
biología, de Edward O. Wilson (el alineamiento de Saturno y
Plutón que coincidió con el caso Watergate y el apogeo de la
actividad geopolítica de Kissinger, entre muchos otros fenó
menos arquetípicos ya mencionados).
Desde el punto de vista de Schopenhauer, la voluntad pri
mordial (plutoniana) moldea y reifica por doquier nuestras
percepciones, nuestras ideas, nuestro mundo. La dimensión
saturniana se manifiesta aquí claramente en la doctrina de la
«negación de la voluntad». Pues, según Schopenhauer, sólo a
través de la ascética negación de esta voluntad de vivir que
todo lo consume, limitando su poder a través del autoconoci
miento o trascendiéndola a través del arte, es posible buscar
cierto equilibrio en medio del permanente dolor de la existen
cia. Todos estos temas son impulsados por la convicción,
reflejo fiel del complejo de Saturno-Plutón, de que ninguna
filosofía ni religión que omita afrontar la naturaleza sombría,
auténticamente malvada, del mundo tal como se presenta en la
experiencia real de los seres vivos, puede aspirar a la adecua
ción ni a la validez. Schopenhauer, de un modo desconocido
hasta entonces, impulsó la mente europea a reconocer el sufri
miento de toda vida, no sólo de la humana, sino también de la
animal, y de lo animal que hay en lo humano. Criticó brillan
temente la crueldad de la creencia cristiana en un Dios puniti
vo que crea un mundo en el que sólo se salvará una ínfima
minoría, mientras que la inmensa mayoría será condenada al
sufrimiento eterno, y la comparó con el verdadero infierno de
la vida en la Tierra y la crueldad de los seres humanos hacia
otros seres humanos y hacia los animales. Exigió incansable
mente afrontar el lado sombrío de la existencia y comprome
terse con las profundidades del propio ser -instintivas, irra
cionales, salvajes, ciegas, abrumadoras- en contraste con el
ingenuo optimismo del racionalismo de la Ilustración, las ver
siones superficiales del idealismo romántico o el cristianismo
convencional.'
He observado que esas perspectivas que ponen de relieve
los aspectos oscuramente problemáticos de la existencia -lu
cha intensa, sufrimiento y muerte, implacable tensión entre
fuerzas opuestas y, en general, el poder abrumador de fuerzas
impersonales que determinan la vida humana-, al igual que las
visiones filosóficas y religiosas de carácter pronunciadamente
dualista o apocalíptico, surgen regularmente durante los aline
amientos de Saturno y Plutón. Dadas las connotaciones ma
niqueas de las obras de Freud y Agustín, llama la atención que
Saturno y Plutón estuvieran en conjunción entre los años 24 3
y 245 d.C., cuando Mani, el fundador del maniqueísmo en la
antigua Persia, proclamó por primera vez su ascética religión
de dualismo cósmico, para la cual toda existencia está deter
minada por una batalla universal entre las fuerzas buenas de la
Luz y las malignas y caóticas de la Oscuridad, batalla en que
la Luz se identifica con Dios, y la Oscuridad, con la materia
y la encarnación.
Análogamente, el ascenso al poder del apasionado predica
dor fundamentalista Savonarola, en Florencia, donde denun
ció la vanidad y la corrupción de la cultura del Renacimiento
e inició una estricta reforma moral bajo la amenaza de conde
nación eterna y apocalipsis inminente, empezó durante la cua
dratura de Saturno y Plutón de 1490-1492. Una vez más, la
naturaleza sincrónica y polivalente de esas correlaciones resul
ta asombrosamente clara. Pues se trata aquí del mismo alinea
miento de Saturno y Plutón que coincidió con el comienzo de
lo que en muchos sentidos iba a ser la transformación apoca
líptica de las Américas, que empezó con la llegada de Colón a
las Bahamas el 12 de octubre de 1492. Este acontecimiento
coincidió con la cuadratura de Saturno y Plutón y con la cua
dratura de Urano y Plutón, más larga, de la década de 1490, ya
mencionada en relación con la época de penetración europea
en el Oeste y en la India que llevaron a cabo los navegantes y
exploradores españoles y portugueses.
Además, también en 1492, el rey Fernando conquistó Gra
nada y expulsó a los moros, completando la larga cruzada
contra el islam en Europa, e inmediatamente después la In
quisición española expulsó de España a los judíos. Se ordenó
a más de cincuenta mil familias judías abandonar el país en el
plazo de cuatro meses a partir de la promulgación del edicto,
«para el honor y la gloria de Dios», lo que obligó a una vasta
migración de refugiados judíos que no fue muy distinta de la
que empezaría durante otra configuración similar de Saturno,
Urano y Plutón, en los años treinta del siglo XX.
Escenarios apocalípticos
39º
alegato que expresaba temas completamente distintos del
complejo de Saturno-Plutón. Strategic Master Plan 2004 and
Beyond, de la mencionada Autoridad, declaraba su misión de
lograr la máxima ventaja bélica y el dominio militar mundial
gracias a la «posesión» del espacio, que proporcionaría la
capacidad para lanzar un ataque instantáneo contra cualquier
punto de la Tierra: «Una viable capacidad de ataque global
rápido, nuclear o no, permitirá a Estados Unidos atacar, sin
posibilidad de ser alcanzado por el enemigo, blancos funda
mentales de difícil acceso y producir el efecto deseado». Pero,
advertía el Master Plan, «no podemos explotar por completo
el espacio mientras no lo controlemos» (la cursiva es del origi
nal).
Tal como sucede con todos los complejos arquetípicos,
parece que ambos lados de la Gestalt de Saturno-Plutón se
dan siempre en interacción dinámica, como elementos polares
que se implican mutuamente y que en conjunto constituyen el
complejo en su totalidad. Ello es un elemento clave del poten
cial múltiple de los arquetipos -y corolario de la libertad y la
responsabilidad humanas-, esencial en la perspectiva y las
correlaciones que se presentan en este libro. Aquí uno piensa
en el realismo moral que, con el sello de Saturno-Plutón, se
expresa en esta imagen que Melville pone en boca del viejo
cocinero negro del Pequod: « ... pero si domináis al tiburón
que hay en vosotros, entonces seréis ángeles. Porque los ánge
les no son otra cosa que tiburones dominados».
39 1
VALOR MORAL Y TENSIÓN DE LOS OPUESTOS
39 2
lar en los Estados Unidos, un poder sin precedentes y comen
zaban a imponer su política. La oposición a esas políticas, que
requería hacer frente a obstáculos y resistencias aparentemen
te insuperables -como la perseverancia de Sísifo, contra toda
esperanza, para empujar la enorme piedra cuesta arriba-, pa
rece acercarse al corazón del complejo arquetípico de Sa
turno-Plutón.
Por oscura y problemática que fuera su sombría proyec
ción, este complejo arquetípico parecía mantener la misma
capacidad para constelar acciones, transformaciones y conse
cuencias sociopolíticas que implican extraordinaria determi
nación moral, así como gran esfuerzo físico y de voluntad.
Para bien o para mal, esos períodos parecen coincidir con una
sensación colectiva de determinación, de galvanización de la
voluntad contra poderosísimos obstáculos, de dura resolución
ante un peligro extremo. Son típicos los actos de abnega
ción personal y social, el trabajo duro y tenaz, el compromi
so perseverante con una tarea difícil y la profundización radi
cal de la seriedad en la psique colectiva."
Un tema frecuente relacionado con este ciclo es la movili
zación permanente de la voluntad y los recursos colectivos
para satisfacer una emergencia de vida o muerte, como fue
palpable en la catástrofe del r r de septiembre. Otro ejemplo
paradigmático fue el puente aéreo que establecieron Estados
Unidos y Gran Bretaña en respuesta al bloqueo soviético de
Berlín occidental, durante la conjunción de Saturno y Plutón
de 1948, en que miles de aviones volaron con 4.500 toneladas
diarias de alimento y otros suministros durante más de un año
para evitar que dos millones de residentes de Berlín Occi
dental sucumbieran por hambre o cayeran bajo la ocupación
soviética. Cada uno de estos temas -por un lado, la permanen
te fortaleza, la organización disciplinada y el despliegue de
recursos masivos y, por otro lado, la amenaza de hambruna
y de opresión en una sombría atmósfera de peligro mortal y
graves consecuencias geopolíticas- refleja una dimensión dife
rente del complejo de Saturno-Plutón.
Igualmente característica de este complejo arquetípico es
la tarea de reconstruir a partir de escombros, como sucedió
con el Plan Marshall y la reconstrucción de Europa tras la Se-
393
gunda Guerra Mundial, durante la conjunción de 1946-1948.
Una expresión más reciente de este mismo tema fue la hercú
lea labor de desescombro y limpieza en la Zona Cero, el lugar
de Manhattan donde otrora se levantara el World Trade Cen
ter, así como la restauración de las estructuras y la estabiliza
ción de los cimientos y contenciones destruidos o dañados.
Muchas versiones menos dramáticas y menos extremas de
estas mismas tendencias, en escala más reducida y en circuns
tancias más personales y con menos intensidad gráfica, fueron
evidentes durante estos mismos alineamientos en otros con
textos: la reconstrucción a partir de las cenizas, la necesidad de
afrontar problemas aparentemente insuperables, la moviliza
ción incesante de recursos y voluntades en situaciones de cri
sis mortal, y la valiente confrontación del peligro, el mal, la
muerte o el intenso sufrimiento.
Durante los alineamientos de Saturno y Plutón se advierte
un notable incremento de la tendencia colectiva a mirar de
frente el lado oscuro de la humanidad. Esto fue evidente, por
ejemplo, durante la conjunción de 1946-1948, cuando el mun
do afrontó por primera vez la verdadera magnitud del horror
y la maldad del Holocausto gracias a los juicios de Nurem
berg a los criminales de guerra nazis, la exhibición de pelícu
las relativas a los campos de concentración filmadas al final
de la guerra, y la publicación de los primeros libros acerca de
esos campos. La atmósfera de gravedad moral y jurídica de es
tos procesos, de confrontación con la espantosa maldad e «in
humanidad del hombre para con el hombre», es típica de esta
Gestalt arquetípica.
La misma conjunción de Saturno y Plutón coincidió tam
bién con la amplia reflexión acerca del lanzamiento de bom
bas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki por Estados Uni
dos, como se expresa, por ejemplo, en el poderoso relato de
John Hersey de 1946, Hiroshima." En una conferencia pro
nunciada en el Massachussetts lnstitute of Technology duran
te esta conjunción, en 1947, Robert Oppenheimer, principal
figura del Manhattan Project que produjo la bomba, expresa
ba esta sombría conciencia emergente en una confesión, al
estilo agustiniano, de la responsabilidad y la caída moral co
lectivas: «En un sentido de crudeza tal que ninguna vulgari-
394
dad, humor ni exageración borrarán del todo, los físicos han
conocido el pecado; jamás podrán liberarse de ese conoci
miento». Juntos, el Holocausto y los bombardeos atómicos
produjeron una ola de intensa reflexión moral sobre la oscura
realidad de la crueldad y la violencia humanas, el horror de la
muerte y el sufrimiento en masa y la responsabilidad indivi
dual y colectiva ante tales acontecimientos. Este mismo fenó
meno fue otra vez evidente tras el 11 de septiembre de 2001,
en la extraordinaria profusión de reflexión moral sobre la
capacidad humana para el mal y la violencia y sobre el lado
oscuro de los fundamentalismos religiosos y del triunfalismo
económico occidental.
Otra oleada de reflexión moral sobre estos temas y sobre
la guerra y el violento despliegue de poder unilateral en un
mundo interdependiente, se produjo en el período inmediata
mente anterior y posterior a la decisión del gobierno de Bush
de invadir Irak, en marzo de 2003, durante la misma oposi
ción de Saturno y Plutón. Durante la oposición inmediata
mente anterior, la de 1964-1967, correspondiente a la escalada
de la guerra de Estados Unidos en Vietnam, tuvo lugar un bro
te análogo de condena moral colectiva de las políticas belicis
tas del gobierno de Johnson y de la agresión militar que recaía
sobre multitud de personas inocentes. En ambos casos, du
rante estas dos oposiciones consecutivas de Saturno y Plutón,
las acciones que adoptaron quienes ostentaban el poder, con
motivaciones y tácticas muy representativas de este complejo
arquetípico, dieron comienzo a un largo y caótico ciclo de
violencia que ellos mismos no habían previsto.
Durante la oposición de 2000-2004 también tuvieron lugar
importantes procesos judiciales ante el Tribunal Internacional
de La Haya, al estilo de los de Nuremberg, por crímenes de
guerra que se habían cometido en Bosnia y en Ruanda duran
te la cuadratura anterior de Saturno y Plutón, en 1992-1994.
Este período también coincidió con el rechazo internacional
de la tortura y la humillación sexual de prisioneros por Esta
dos Unidos en Irak, lo que produjo llamamientos muy am
plios a la reprobación y el enjuiciamiento de los culpables. La
misma dinámica fue evidente en la autorización del gobierno
de Bush al trato cruelmente vejatorio que se da a los prisione-
395
ros en Guantánamo, despreciando las normas internacionales
de derechos humanos establecidas por la Convención de
Ginebra, y el traslado clandestino de sospechosos a otros paí
ses para ser allí interrogados y torturados.
La dinámica arquetípica que opera en estos fenómenos
-del nazismo y los procesos de Nuremberg a la Guerra de
Vietnam, el r r de septiembre y la guerra de lrak- es comple
ja. Los dos principios se combinan de múltiples maneras en el
mismo fenómeno: el complejo de Saturno-Plutón es a la vez
la tiranía ejercida por el terrorismo (dirección Plutón-Satur
no) y el denodado e incansable esfuerzo para oponerse a él y
exterminarlo (dirección Saturno-Plutón). También es la tira
nía de una sociedad presa de sus temores, sus controles y sus
rigideces antiterroristas, de modo semejante al topo de La
madriguera de Kafka. Son condiciones perfectas para lanzar
se a asesinar a millares de inocentes para cumplir el implaca
ble propósito de exterminar al malvado enemigo. A menudo
la movilización de las estructuras de poder contra el mal
somete a los agentes de ese poder, poseídos por su lado oscu
ro, a las mismas fuerzas que perciben en los demás.
En cierto sentido, los principios negativos de Saturno y
Plutón se combinan sinérgicamente en los diversos aconteci
mientos: el trauma y la crisis de la guerra, la eficiente organi
zación de la violencia y de un despliegue de inmenso poder
destructivo, la victimización de los que carecen de poder, la
muerte masiva y el fin de la inocencia. También vemos que el
principio negativo de Saturno actúa contra un principio plu
toniano proyectado, pero al mismo tiempo es impelido por
impulsos plutonianos internos, como en el superego sádico de
Freud: el despliegue de violencia y terror bajo el manto de la
rectitud moral, una causa justa, la voluntad de Dios, la seguri
dad nacional o la ley y el orde, la dura represión gubernamen
tal, la objetivación del otro, la escisión radical entre el buen yo
y el enemigo maligno.
Sin embargo, en otro sentido, en el drama subsiguiente de
reflexión moral, vemos que la conciencia saturniana se yergue
para juzgar las fuerzas plutonianas de la guerra y los instintos
desatados, lo que refleja una expresión positiva del superyó en
su tarea de oponerse y juzgar al ello: haciendo frente y dando
nombre a la crueldad inhumana, la maldad bestial, el horror
del Holocausto y el horror nuclear, la limpieza étnica, el im
perialismo depredador. Por último, el arquetipo de Plutón da
intensidad y profundidad al juicio de Saturno, da hondura a
su evaluación moral. Potencia el impulso necesario para pene
trar en una dura verdad subyacente, para una confrontación
moral consigo mismo o con el otro, a veces a escala masiva.
Las manifestaciones positivas y negativas del mismo comple
jo están inextricablemente entrelazadas. Todas estas dimen
siones de la dialéctica arquetípica, todas estas encarnaciones
distintas de dirección Saturno-Plutón y de dirección Plutón
Saturno operan simultáneamente en este fenómeno. ' 3
397
en el cielo -lo mismo que el día de su nacimiento, justo un
ciclo entero antes-, a menos de 2 º del alineamiento exacto. La
naturaleza de la famosa experiencia de conversión de Agustín,
tal como él mismo la describió posteriormente en las Con
fesiones, desde el agudo sufrimiento físico producido por el
carácter extremo de su conflicto interior hasta el mensaje
específico que le transmitieron las palabras de la epístola de
Pablo a los romanos, desencadenantes de su transformación
religiosa, contiene signos inequívocos de un complejo enor
memente activado de Saturno-Plutón.
Cuando la terrible experiencia de ese dramático día llegó al
máximo de intensidad, Agustín gimió y anduvo agitadamente
de un lado a otro, presa de un agónico frenesí espiritual, tirán
dose de los pelos y golpeándose la frente. Se sentía prisionero
de sus bajos instintos y frustrado más allá de toda expresión
posible por su incapacidad para orientar su voluntad en la pu
reza de la dirección espiritual que deseaba. Finalmente, des
pués de oír una voz infantil que le repetía misteriosamente
«Tolle, lege, tolle, lege» («Toma y lee, toma y lee»), cogió de
sesperado el libro de las epístolas de Pablo que tenía al lado,
lo abrió al azar y leyó en silencio el primer pasaje sobre el que
cayeron sus ojos: «nada de comilonas y borracheras; nada de
lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Reves
tíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la
carne para satisfacer sus concupiscencias» (Romanos, 13: 13-
14). Con esas palabras que el destino le servía en bandeja, no
quiso «leer más, ni tampoco era menester, porque luego que
acabé de leer esta sentencia, como si se me hubiera infundido
en el corazón un rayo de luz clarísima, se disiparon entera
mente todas las tinieblas de mis dudas».
El pasaje bíblico que abrió el camino al ulterior despliegue
de la vida espiritual de Agustín -y la de los millones de cató
licos y protestantes que serían modelados por su experiencia
en los quince siglos siguientes- parecía enunciar un juicio
decisivo contra la futilidad pecaminosa de su vida anterior y
llamarlo a dejar atrás su sumisión al libertinaje para entregar
se a la trascendente pureza absoluta de la voluntad de Dios. La
lucha frustrada de Agustín con su propia voluntad e instintos,
su sensación de ser esclavo de deseos físicos, el tremendo tra-
bajo de parto que suponía el frenesí de su prueba interior:
todas estas expresiones clásicas del complejo arquetípico de
Saturno-Plutón quedaron repentinamente resueltas gracias a
una poderosa experiencia de naturaleza numinosa.
Agustín también se hallaba en esos días bajo el tránsito
personal, único en la vida, de Neptuno en exacta conjunción
con su Plutón natal. Como veremos más tarde cuando nos re
firamos a Dostoievski, se trata de un tránsito que suele coinci
dir con intensas experiencias imaginativas y espirituales (Plu
tón-Neptuno), marcadas en casos excepcionales por una so
brecogedora numinosidad. A menudo estas experiencias cons
tituyen una dialéctica entre lo biológico-instintivo (Plutón) y
las dimensiones espirituales e imaginales (Neptuno) de la exis
tencia, entre la naturaleza y el espíritu, interpenetrados en una
experiencia a la vez visceral y numinosa.
La fuerza de la resolución espiritual que aquel día alcanzó
su dolorosa prueba interior acompañó a Agustín para siem
pre. Los términos de esa resolución estaban impregnados de
la irresistible sensación de una luz divina de bondad en diame
tral oposición a sus pasiones corporales. La negación de sus
instintos eróticos, la caracterización de la sexualidad como
una forma de esclavitud, la afirmación de una moral superior
basada en una vida de contención sexual, la presencia constan
te de remordimiento y culpa en su vida interior, todo eso
sugiere que este complejo dominante de Saturno-Plutón en la
psique y la biografía de Agustín estaba vigorosamente conste
lado, pero ahora con toda la fuerza de una irresistible trans
formación espiritual.
A lo largo de su tormentoso viaje interior, Agustín había
sido atraído por posiciones religiosas y filosóficas, como el
platonismo y el maniqueísmo, marcadas por un desprecio
dualista del cuerpo físico y el mundo natural en beneficio de
una pureza espiritual trascendente. Agustín, sin duda la per
sona de mayor complejidad introspectiva de su época, parece
haber experimentado esta profunda polaridad, tan caracterís
tica de muchas de las religiones de la era axial en gran parte
del mundo antiguo, como tensión especialmente aguda de
impulsos opuestos en su interior. Cuando su crisis espiritual
llegó por fin al punto de ruptura, la resolución que experi-
399
mentó fue la decisiva afirmación de un lado de la polaridad y
la negación enfática del otro. La multitud de implicaciones de
esta negación -sus puntos de vista teológicos sobre el cuerpo,
la naturaleza, la sexualidad, las mujeres, la concepción y el
nacimiento, su comprensión del mal, la culpa, el pecado ori
ginal, el infierno, la condenación y la predestinación, su com
promiso con la autoridad absoluta de la Iglesia, su visión dua
lista de la historia, su imagen de Dios y de la redención-,
parecía reflejar su resolución personal de conflictos y temas
profundamente asociados al complejo arquetípico de Satur
no-Plutón.
El poder espiritual y el potente dualismo de la conversión
de Agustín produjo una estructura autoritaria de creencias
religiosas y actitud psicológica que impregnó la evolución
posterior del espíritu occidental. El conflicto interior entre
impulsos opuestos que precipitó su experiencia de conversión
pasó directamente a las generaciones futuras de esforzados
cristianos en forma de una tensión constante e intolerable
entre la búsqueda espiritual y los instintos sexuales. Subya
cente a este legado se hallaba la tensión más amplia que Agus
tín experimentó entre la trascendencia divina y el ser humano
encarnado, con la lucha interior, la culpa y la polarización
moralista de los sexos que esta tensión implicaba.
400
cer la propia culpa y la propia maldad, y nada ganamos con
apartar la vista de la sombra propia ... Sin culpa, desgraciada
mente, no puede haber maduración psíquica ni ampliación del
horizonte espiritual». Para Jung, incluso el cambiante Dios de
la tradición bíblica se ha visto obligado a afrontar y asimilar
su propia sombra en el curso de su relación con el yo huma
no. En Respuesta a Job, su obra más incisiva y de mayor re
percusión desde el punto de vista histórico, escrita en los últi
mos años de su vida, Jung luchaba con el Yaveh de severa
omnipotencia y violenta vindicación apocalíptica -al igual que
Agustín y Calvino, Melville y el propio Job- como si hubiera
un linaje histórico de poderosos y proféticos encuentros con
la dimensión de lo divino afín a Saturno-Plutón.
La noción misma de sombra, tal como Jung la concebía,
representa una complicada síntesis de los dos principios pla
netarios: de Saturno, los motivos de juicio, culpa y vergüenza,
represión y eliminación, escisión y separación, negación, lo
inferior, lo que se lamenta y se niega; y de Plutón, los aspec
tos del yo que constituyen su «inframundo», los instintos, las
oscuras profundidades de la personalidad, el aspecto animal,
los impulsos tantas veces crueles y repugnantes al servicio del
poder, la dominación, la lujuria y otros impulsos que repre
sentan también la saludable vida instintiva de la cual puede
derivar en última instancia la curación, la totalización y final
mente una conciencia superior.
El tono de intensa urgencia moral y seriedad histórica tan
frecuente en los escritos de Jung es muy característico de este
complejo arquetípico, lo mismo que su tendencia a la severi
dad de juicio. Y también lo es su constante énfasis en el poder
determinante del inconsciente arquetípico sobre la vida y la
historia humanas, más allá de cualquier supuesto control del
yo racional, cuando no se le presta atención, no se lo recono
ce, no se lo expresa ni se toma conciencia de él. A veces, la sen
sibilidad de Jung a este poder de las fuerzas arquetípicas para
dar forma a la vida humana y dominarla desde las profun
didades del inconsciente colectivo, junto con su conciencia de
las poderosas tendencias apocalípticas activas en la historia del
siglo XX, estuvo a punto de imponerse a su creencia en la ca
pacidad del yo individual para ser el «contrapeso que incli-
401
na la balanza», «esa unidad infinitesimal de la que depende el
mundo».
Muchos de los temas que enJung implican gravedad moral
y juicio histórico, culpa y responsabilidad, poder del desti
no y determinismo, omnipotencia divina y existencia del mal,
pueden reconocerse también en otras figuras estudiadas en
estos capítulos sobre el complejo de Saturno-Plutón, desde
Agustín hasta Calvino y Schopenhauer, quien ejerció sobre
Jung una profunda influencia en sus años de formación.'• Pero
en Jung estos temas adoptan una nueva forma de reflexión
psicológicamente compleja, con nuevas posibilidades de de
sarrollo evolutivo, tanto moral como histórico. Especialmente
adecuado a este nuevo potencial psicológico es el reconoci
miento junguiano de que la sombra contiene fuentes de ener
gía vital cuya represión en el inconsciente contribuye a acre
centar su índole destructiva, distorsionante y degenerativa,
mientras que su integración permite la liberación del potencial
regenerador y creativo que le es propio.
Hubo en la vida y el pensamiento de Jung otro motivo
central que expresaba claramente el complejo arquetípico de
Saturno-Plutón, de una manera diferente pero en última ins
tancia muy adecuada a esta tarea. Nos referimos a la impor
tancia que dio Jung al compromiso total con el conflicto ine
vitable de las fuerzas opuestas en la vida, al mantenimiento de
la tensión a menudo insoportable de opuestos en la psique,
incluso al extremo de sentirla como una crucifixión. Vemos
aquí el principio saturniano de tensión, polaridad, contradic
ción y conflicto intensificado hasta proporciones titánicas por
el principio plutoniano, a veces con la constelación de una an
gustiosa experiencia de dolor, ya psicológico, ya físico, como
hemos visto en Agustín. Lo que parece explicar que esta ten
sión de opuestos fuera tan dominante y estuviera tan cargada
de intolerable complejidad es el factor adicional, evidente en
toda la obra de Jung, del impulso prometeico a la emancipa
ción y el cambio (Urano) capturado por este inexorable con
flicto de fuerzas opuestas (Saturno-Plutón), pero también
actuando a través y por medio de él.
Lo mismo que Agustín, Schopenhauer, Marx y Melville,
Jung nació cuando tanto Saturno como Urano formaban as-
pectos duros con Plutón (en el caso de Jung, un aspecto cua
drático en T, con Saturno y Urano en oposición y Plutón en
cuadratura con ambos). Una vez más, en la vida de estos indi
viduos que nacieron bajo aspectos duros de los tres planetas,
y también en los períodos históricos correspondientes a esos
alineamientos triplanetarios, esta combinación astral se asocia
a una dinámica arquetípica especialmente desafiante en la que
toda la gama de conflictos que caracteriza la dialéctica entre el
principio prometeico y el saturniano -entre cambio y resis
tencia al cambio, futuro y pasado, imprevisibilidad creativa y
orden ineluctable, libertad y opresión, desorganización y es
tabilidad, innovación y tradición, lo puer y lo senex-tienden a
intensificarse al máximo. El período central de la década de
los sesenta, la última vez que estos tres planetas formaron un
aspecto duro entre sí (Saturno en oposición a la conjunción de
Urano y Plutón), nos proporciona un ejemplo reciente de esta
complicada dialéctica arquetípica, con la extraordinaria agita
ción social y política de la época y con los profundos cismas
que surgieron en esos años y que continúan influyendo en la
sociedad norteamericana y mundial.
En Jung, como en otros individuos o épocas con este ali
neamiento, he descubierto que la presencia del principio pro
meteico como tercer factor en el complejo de Saturno-Plutón,
parecía proporcionar no sólo una mayor dimensión proble
mática al conflicto, que ve incrementado su reto ya en apa
riencia intolerable, sino también una nueva posibilidad de
resolución creativa de polaridades antagónicas. Por un lado,
produce una situación en la que se activa al mismo tiempo el
impulso al cambio y la libertad, si bien encadenado por
el complejo de Saturno-Plutón y preso de éste en un estado de
«Prometeo encadenado»: Saturno/Plutón-Urano. Por otro
lado, coherente con su naturaleza arquetípica, el principio
prometeico también parece proporcionar un potencial de
inesperada liberación por medio y a través del conflicto titáni
camente intensificado e ineluctable: Urano-Saturno/Plutón.
Es notable que Shelley escribiera Prometeo desencadenado
-donde, en el dramático despliegue de esa dialéctica arquetí
pica, Prometeo es finalmente liberado- en 1820, justo en el
momento en que se producía esta configuración, el mismo ali-
neamiento triple de Saturno, U rano y Plutón que coincidió
con el nacimiento de Melville y de Marx, cuyas respectivas
obras mantienen un compromiso muy semejante con esta dia
léctica.
La resolución más profunda de esta tensión arquetípica de
opuestos no parece darse por medio de una identificación uni
lateral con uno de los polos, que de alguna manera termina
por imponerse al otro, como ocurrió, por ejemplo, con Marx
y Agustín ( el trabajo vence al capital, el espíritu vence a la
materia), sino más bien -como tan a menudo destacó Jung
sosteniendo la tensión que implacablemente tira de los dos
lados. Gracias al agotador mantenimiento de la fidelidad a
cada uno de los principios opuestos -conciencia e instinto, su
perego y ello, individuo y comunidad, tradición e innovación,
masculino y femenino, consciente e inconsciente, destino y
voluntad, o cualquier otra polaridad presente- pueden surgir,
aunque sin certeza sobre el momento y el modo en que lo
harán, la repentina resolución de la tensión y una profunda
transformación estructural.
Jung y Agustín nacieron bajo configuraciones casi idénti
cas de los tres planetas que hemos estado estudiando, y ope
raron en su vida y su pensamiento con dinámicas y tensiones
arquetípicas muy similares. Como Jung llegó en una fase
mucho más tardía del desarrollo histórico de la psique y el es
píritu occidental que Agustín conoció en sus comienzos, estu
vo en condiciones de aprovechar todo lo que durante los
siglos intermedios se había sufrido, descubierto y forjado.
Este largo desarrollo comprendía el creciente movimiento de
encarnación en el mundo natural y el cuerpo representado en
la tradición espiritual occidental, de maneras distintas y a
veces conflictivas, por figuras como Rousseau, Goethe, Scho
penhauer, Darwin, Nietzsche, Freud y muchos otros. En esa
tarea Jung también se benefició de la decisiva influencia de las
mujeres extraordinarias en su vida, sobre todo Emma Jung y
Toni Wolff.
Apoyado e impulsado por este enorme desarrollo históri
co, así como por estas duraderas relaciones personales, Jung
fue capaz de abordar y reelaborar muchas de las polaridades
que le presentaban tanto la tradición cristiana como la mente
moderna, y mirar de frente, en la medida de sus posibilidades,
la sombra del cristianismo, de la mente moderna y de sí mis
mo. Con gran valor y fortaleza, intentó también mantener la
tensión de los opuestos en la condición humana en general y
alumbrar una nueva resolución de las demandas espirituales
de la era moderna. De ahí los inmensos esfuerzos y las luchas
titánicas de Jung con los grandes cismas culturales de su tiem
po y del nuestro, para integrar los opuestos de ciencia y reli
gión, espíritu y naturaleza. interior y exterior, femenino y
masculino.
Cuando tenía setenta años, Jung expresó este drama y esta
dinámica arquetípicos en una carta a una mujer que se sentía
atrapada entre las conflictivas exigencias de la profesión y la
familia:
410
ra con exquisita precisión y una elocuencia de sublime oscu
ridad toda la dimensión de la eterna agonía física y espiritual
del infierno. El solemne retrato del horror que despliega es un
compendio de todos los sermones sobre el infierno que se
hayan podido pronunciar desde los tiempos antiguos y me
dievales hasta esta versión de Joyce:
411
Y todavía lo que he dicho referente a la fuerza, cualidad e ilimi
tación de este fuego, no es nada si se compara con su intensidad, una
intensidad que ha sido el instrumento escogido por designio divino
para castigo del alma y del cuerpo a la par. Es un fuego que procede
directamente de la ira de Dios, y que no obra por propia actividad,
sino como un instrumento de la divina venganza. Como las aguas del
bautismo purifican el alma y el cuerpo al mismo tiempo, así el fuego
del castigo tortura el espíritu y la carne. Todos los sentidos de la
carne sufren tortura y todas las facultades del alma al mismo tiempo.
Los ojos, la impenetrable y absoluta oscuridad; la nariz, los pestilen
tes olores; el oído, los alaridos, bramidos e imprecaciones; el gusto,
las materias corrompidas, el estiércol sofocante e indescriptible; el
tacto, las punzadas de las candentes aguijadas y púas y los crueles
lamidos de las lenguas de fuego. Y a través de los múltiples tormen
tos de los sentidos, el alma inmortal se ve torturada eternamente en
su íntima esencia entre leguas y leguas de llamas ardientes inflamadas
en los abismos por la majestad ofendida del omnipotente Dios y ali
mentadas con una furia perdurable y cada vez más intensa por el
soplo de la cólera de la divinidad ...''
412
El característico auge del conservadurismo religioso que
coincide con los alineamientos de Saturno y Plutón se mani
fiesta a menudo en libros y filmes que expresan aspectos de la
tradición cristiana como el sufrimiento y la crucifixión de
Cristo, la oscuridad del mundo, la culpa y el juicio. Una de las
películas de gran éxito y objeto de las más intensas discusio
nes durante la oposición más reciente de Saturno y Plutón es
La Pasión de Cristo, producida y dirigida por Mel Gibson, él
mismo nacido bajo un aspecto duro de Saturno y Plutón. ' 8
Muchos motivos característicos de este complejo arquetípico
son evidentes tanto en la película como en su amplia reper
cusión cultural: el brutal realismo, el hecho de afrontar la
muerte, la tortura, el sufrimiento insoportable, el juicio y eje
cución, la crucifixión, la oscuridad moral y el odio, el constan
te peso del pasado, la sensibilidad religiosa conservadora que la
película expresa, la escisión entre judíos y cristianos que dejó
como estela, la atmósfera de acusación grave tanto en el film
como contra él.
En ocasiones, una obra de arte presenta con tal fuerza las
características y las motivaciones de un personaje, que éste ter
mina por convertirse en una especie de arquetipo con el que
serán comparados los individuos reales con cualidades seme
jantes. Victor Hugo, por ejemplo, que nació bajo una oposi
ción de Saturno y Plutón, creó en Los miserables una versión
épica de muchos temas característicos de Saturno-Plutón
-enormes sufrimientos y esfuerzos humanos, crimen y casti
go, prisión y trampas en un sistema de insoportable injusticia
social- y un personaje que representa la implacable obsesión
persecutoria, el inspector Javert. Más de un siglo después,
muchas veces se comparó al fiscal Kenneth Starr con el ins
pector Javert por su obsesión igualmente implacable por la
trasgresión sexual de Bill Clinton. El propio Starr nació bajo
una conjunción de Saturno y Plutón (en una cuádruple con
junción con el Sol y Mercurio).
Es característico de artistas nacidos durante alineamientos
de Saturno y Plutón que, obra tras obra, expresen facetas dis
tintas del complejo arquetípico, como compelidos a explorar
nuevas modalidades posibles, hasta ahora no representadas ni
encarnadas. Por ejemplo, Alfred Hitchcock, que nació en
1899 durante una oposición de Saturno y Plutón, produjo una
extraordinaria sucesión de películas meticulosamente realiza
das -39 escalones, Sabotaje, Recuerda, Encadenados, Yo con
fieso, Crimen perfecto, La ventana indiscreta, Vértigo, Con la
muerte en los talones, Psicosis, Los pájaros- que abordan un
abanico de motivos íntegramente asociados al complejo de
Saturno-Plutón: peligro mortal, miedo extremo, asesinato,
culpa, las ocultas y oscuras profundidades de la existencia
humana, siniestras intrigas, celadas a las que es imposible esca
par, horror y terror. ' 9
La misma oposición de Saturno y Plutón que coincidió
con el nacimiento de Hitchcock, coincidió también con el
nacimiento de Ernest Hemingway, cuyas numerosas novelas
y relatos fueron igualmente emblemáticos de este complejo,
aunque adoptaran un espectro algo diferente de modalidades.
La preocupación (y la atracción) que Hemingway experimen
tó toda su vida por la guerra, la muerte, la matanza, la som
bría brutalidad de la vida y el impertérrito realismo ante la
muerte y la dureza de la vida sugiere una Gestalt arquetípica
de Saturno-Plutón. Sin embargo, en su última novela He
mingway, El viejo y el mar, se expresa con toda claridad otro
aspecto del mismo complejo a través de la valiente e inflexible
determinación del viejo pescador, a pesar de la extrema difi
cultad de un largo combate con los tiburones, la naturaleza y
la muerte. También aquí se halla el típico tema de Saturno
Plutón, notable también en Camus, de la inevitabilidad de la
derrota humana en un universo indiferente, y también, como
en Sísifo, la dignidad de la resistencia estoica ante esa oscura
verdad.
En escritores y artistas nacidos durante alineamientos de
Saturno y Plutón, como Hemingway y Hitchcock, he com
probado que la obra creativa, la personalidad y la vida en su
conjunto tendían a reflejar los motivos arquetípicos pertinen
tes de una manera reconocible de inmediato, aunque, como
siempre, en una polivalente diversidad de formas. Un ejemplo
particularmente impresionante es el de Franz Kafka, que na
ció en 1883 durante la conjunción inmediatamente anterior a
la oposición que vio nacer a Hitchcock y Hemingway. La
imaginación creadora de Kafka parecía servir de escenario
sobre el que los motivos característicos de su complejo arque
típico se representaron de una manera extrema a lo largo de su
vida, y no sólo en las obras ya mencionadas, como El proceso,
En la colonia penitenciaria y La madriguera, sino también en
La condena, La metamorfosis, El castillo y Un artista del ham
bre, entre muchas otras. Los propios títulos evocan temas de
Saturno-Plutón -proceso, condena, castigo, prisión, tortura,
privación, culpa que todo lo abarca-, lúcidamente presenta
dos. Detrás de sus versiones particulares asoma un penetrante
sentido de la futilidad de la condición humana ante la incom
prensibilidad de Dios: «El estado en el que nos encontramos
es pecaminoso, con total independencia de la culpa ... Sólo
nuestro concepto de tiempo nos permite hablar del Día del
Juicio Final: en realidad se trata de un tribunal sumario en se
sión permanente».
Sabemos que las circunstancias externas de la vida de Kaf
ka reflejaban también de un modo notable esos motivos: su
padre, crítico tiránico y punitivo, las agobiantes restricciones
que la burocracia gubernamental imponía a su obra, el opresi
vo confinamiento de la vida judía en Praga. Estos motivos
corren a su vez paralelos al drama y el tono de la vida y la per
sonalidad del propio Kafka, conmovedoramente descritas en
sus diarios: el infierno privado de su despiadada autocríti
ca, sus sentimientos de intolerable humillación e impotencia,
su sensación de desamparo ante la asfixiante dominación pa
triarcal de su padre. Al contemplar en su conjunto la Gestalt
de la vida y la obra de Kafka, resulta difícil imaginar un prin
cipio general de orden y sentido más idóneo que el complejo
arquetípico de Saturno-Plutón para reunir en una unidad
coherente los diversos motivos que reconocemos como de la
quintaesencia del universo de Kafka, lo «kafkiano». Ya descri
biera los procedimientos de una burocracia totalitaria, con su
absurda carencia de sentido y la diabólica frustración que pro
ducen, o se refiriera a una prisión interior de persistente ver
güenza y autodesprecio, su mundo imaginativo posee una
consistencia penetrante y que el lector capta fácilmente. Está
saturado de un ambiente y un espíritu particulares que se
manifiestan de manera múltiple y coherente, con la claridad y
la intensidad de las pesadillas.'°
Aunque es en su obra más que en las circunstancias exter
nas de la vida de Kafka donde aparece una multitud de temas
arquetípicamente decisivos en toda su profundidad, una vez
más se presenta aquí la ambigüedad entre las realidades inte
riores y las exteriores. Pues la visión imaginativa de Kafka an
ticipó proféticamente, desarrollos históricos demasiado reales
como el totalitarismo y el Holocausto, asociados al mismo
complejo arquetípico y al mismo ciclo planetario. A menudo
se ha puesto de relieve esta dimensión profética y anticipado
ra del arte (como la famosa sentencia de Osear Wilde, que con
tanta penetración anticipaba su propia vida: «La vida imita al
arte en mucho mayor medida que el arte imita a la vida»). Sin
embargo, la sistemática coincidencia de las obras de arte y los
acontecimientos que prefiguran con diferentes alineamientos
del mismo ciclo planetario, presenta una nueva dimensión a
los misterios de la imaginación creadora.
W. H. Auden, por ejemplo, que nació en 1907, bajo Sa
turno en cuadratura con Plutón, escribió 1 de septiembre de
1939, poema al que, con asombro por su profética pertinencia,
se dio amplia difusión a partir del día de los atentados contra
el World Trade Center. El poema mismo fue escrito durante
una cuadratura de Saturno y Plutón, exactamente un ciclo
entero después del nacimiento de Auden. Saturno y Plutón
estaban a menos de rº del alineamiento exacto el día que se
conmemora en el título del poema, cuando la Alemania nazi
invadió Polonia, tal como ambos planetas volvieron a estar
alineados casi con exactitud el rr de septiembre de 2001.
420
cia del complejo de Saturno-Plutón, aunque sin dejar de reco
nocer su lado sombrío de éste y enfrentarse a él.
Durante la misma conjunción de Saturno y Plutón fue es
crita y publicada Moby Dick. También ésta fue modelada por
la sensibilidad puritana, que con tanta penetración exploró
Melville no sólo en el personaje de Ahab, sino también en el
drama que la novela despliega desde el sermón inicial hasta su
apocalíptica culminación. Tanto Stowe como Melville na
cieron bajo Saturno y Plutón en aspecto duro (en 1811 y 1819,
respectivamente, durante la cuadratura y la conjunción inme
diatamente posterior), y tanto Moby Dick y La cabaña del tío
Tom como sus autores reflejan la profunda complejidad ar
quetípica de la Gestalt de Saturno-Plutón y del puritanismo y
las religiones bíblicas en general. La letra escarlata, otra ex
ploración paradigmática de la sensibilidad puritana que se
publicó en coincidencia con la misma conjunción de Saturno
y Plutón (1850-1852) completa esta trinidad de obras maes
tras de la literatura norteamericana del siglo XIX inspiradas en
el complejo de Saturno-Plutón.
En sus personajes, sus argumentos y su visión moral, estas
tres novelas exactamente sincrónicas ejemplifican las múlti
ples maneras en que el complejo de Saturno-Plutón puede
presentarse en un único fenómeno. Con Stowe, ese complejo
era al mismo tiempo visible, en primer lugar, en su retrato de
Simon Legree, el supervisor déspota y sádico; en segundo
lugar, en el lado opuesto de la Gestalt, en su versión del cruel
sufrimiento impuesto a los esclavos; y en tercer lugar, en la
intensidad de su propia pasión, repulsión y juicio moral. De
modo similar, en la novela de Melville, el mismo complejo se
difracta y se encarna de distintas maneras en el personaje
extraordinario de Ahab, en la figura de la ballena, a la vez víc
tima y verdugo, y en la propia penetración de la intuición
moral y psicológica de Melville. Y lo mismo ocurre en La letra
escarlata, en la que el mismo complejo se encarna simultánea
mente en el personaje obsesivamente persecutorio de Roger
Chillingworth, en la experiencia de Hester Prynne como mar
ginado moral y como víctima indefensa, y en la profundidad
de la visión moral y psicológica del propio Hawthorne.
Las manifestaciones polarizadas de un único complejo ar-
421
quetípico durante el mismo alineamiento también se advierten
en el contexto histórico inmediato de la decisión de Stowe de
escribir La cabaña del tío Tom. Lo que más la impulsó a
emprender esa tarea fue la aprobación en el Congreso de la
Ley sobre Esclavos Fugitivos, en 18 50, durante la misma con
junción de Saturno y Plutón. La ley declaraba delito la ayuda
que los ciudadanos de estados sin esclavitud brindaran a escla
vos que habían escapado de estados esclavistas. La Ley sobre
Esclavos Fugitivos despertó un amplio debate moral en el
Norte sobre el reconocimiento que otorgaba al «derecho» de
los propietarios de esclavos a hacer arrestar a los esclavos fugi
tivos y devolverlos al Sur para castigarlos y mantenerlos en la
esclavitud: s La legalización de la opresión, la compulsiva
expresión artística de esa opresión desde ambos lados de la
experiencia de la esclavitud, el intenso impacto de ese retrato
y la abrumadora respuesta ante él y, finalmente, el profundo
juicio moral contra el mal y la crueldad de la esclavitud, son
expresiones diferentes, pero intrínsecamente interconectadas,
de la Gestalt de Saturno-Plutón.
Un ejemplo comparable de esta constelación de temas, eco
de La letra escarlata, de Hawthorne, fue evidente durante la
última oposición de Saturno y Plutón, la de 2002-2004, en la
decisión de un tribunal nigeriano regido por la sharia que con
denó a una joven a morir lapidada por adulterio, en el recha
zo de esa decisión y esa práctica judicial en todo el mundo y
en la presión colectiva que se ejerció sobre el gobierno nige
riano para salvar la vida de la mujer.
Ya se trate de La cabaña del tío Tom de Stowe y la Ley
sobre Esclavos Fugitivos, ya de La letra escarlata de Haw
thorne y los juicios por adulterio bajo la sharia (o, en otra
categoría, del Moby Dick de Melville y el hundimiento de bu
ques balleneros por ballenas), la evidencia sugiere que amplias
constelaciones arquetípicas se dan en la psique colectiva en
coincidencia con alineamientos planetarios específicos, y que
éstos son visibles, sincrónica y diacrónicamente, tanto en
expresiones artísticas y filosóficas como en acontecimientos
históricos concretos. A menudo, las dos categorías están ínti
mamente relacionadas. Hemos observado el mismo patrón en
muchos otros casos, como en La ciudad de Dios de Agustín,
422
El corazón de las tinieblas de Conrad, El malestar en la cultu
ra de Freud y 1 de septiembre de 1939 de Auden.
La solución final de Hitler fue concebida y comenzó a
ponerse en práctica durante la cuadratura de Saturno y Plutón
de 1939-1941. El rodaje y el estreno de las películas de mayor
influencia cultural sobre el Holocausto coincidieron con ali
neamientos posteriores del ciclo de Saturno-Plutón. La se
cuencia se inició durante la conjunción de Saturno y Plutón de
1946-1948 con la exhibición de las tomas originales de un
documental sobre los campos de concentración nazis, que
junto con los procesos de Nuremberg de ese mismo período,
dio a conocer al mundo entero la plena realidad del horror del
Holocausto. A éste le siguieron, en las décadas posteriores,
Noche y niebla, el clásico documental de Resnais, El presta
mista de Lumet, La decisión de Sophie de Pakula, Shoah de
Lanzmann y La lista de Schindler de Spielberg, filmes cuya
producción, sin excepción, coincidió con alineamientos de
Saturno y Plutón.'' El más reciente de estos alineamientos, la
oposición de Saturno y Plutón, coincidió con el rodaje y el es
treno en 2002 de la más reciente película sobre el Holocausto,
El pianista, de Polanski.
El espíritu y la estética característicos del complejo de Sa
turno-Plutón, así como la clara relación diacrónica con acon
tecimientos históricos anteriores correspondientes al mismo
ciclo, se encarnan poderosamente en el Monumento Con
memorativo de la Guerra de Vietnam de Washington, proyec
tado por Maya Lin en 1981 e inaugurado en 1982, en coinci
dencia con la conjunción de Saturno y Plutón de 1981-1984,
durante la primera presidencia de Reagan. También aquí se
manifiesta claramente el patrón diacrónico: la Guerra de Viet
nam empezó -con las fatales decisiones que se adoptaron en
Washington- durante la oposición de Saturno y Plutón inme
diatamente anterior, la de 1964-1967. El monumento, con su
inmensa solemnidad y sombría gravedad, su mudo juicio
sobre la guerra y sobre todas las guerras, su meticulosa con
memoración de la muerte y el sufrimiento -57.692 nombres
de norteamericanos muertos o desaparecidos en acción du
rante esa guerra, grabados en granito negro- es en sí mismo
un elocuente e imperecedero emblema de los múltiples temas
históricos y arquetípicos a los que nos hemos referido en las
páginas precedentes.
Esta configuración cíclica continuó durante la oposición
de Saturno y Plutón más reciente, cuando en 2002, al mismo
tiempo que se daban los primeros pasos en el proyecto del
Monumento Conmemorativo del World Trade Center y
mientras se construía en Berlín el Monumento Conmemo
rativo del Holocausto, Maya Lin comienza a trabajar en un
gran monumento en honor de las especies extinguidas del
mundo.
La dinámica de la t ragedia
43 º
mente la estrecha visión del pecado y la condenación eterna de
la religión de su infancia para asumir, con la misma seriedad
moral, su vocación artística:
Amén. Así sea. Bien llegada, ¡oh, vida! Salgo a buscar por millo
nésima vez la realidad de la experiencia y a forjar en la fragua de mi
espíritu la conciencia increada de mi raza ... Antepasado mío, antiguo
artífice, ampárame ahora y siempre con tu ayuda.
43 1
La historia se rige por movimientos generales que dan forma y
significado a la vida al vincular la aventura humana con los más
amplios destinos del universo. La creación de ese movimiento podría
considerarse como la Gran Obra de un pueblo ... Ahora, cuando
entramos en un nuevo milenio, la Gran Obra consiste en promover
la transición de un período de devastación de la Tierra a un período
en que la relación de los seres humanos con ésta sea mutuamente
beneficiosa.
La Gran Obra que tenemos por delante ... no es un papel que
hayamos elegido. Es un papel que nos es dado ... Somos arrojados a
la existencia, por así decirlo, con un desafío y una misión que tras
ciende cualquier elección personal. No hemos escogido. Fuimos ele
gidos para esta tarea histórica por un poder que nos trasciende. La
nobleza de nuestra vida, sin embargo, depende de cómo lleguemos a
entender y desempeñar la función que se nos ha asignado.
432
dencias polares se reflejan con especial claridad en Dioniso, en
el panteón griego, y en Kali y Shiva, en el indio, deidades so
beranas del misterio de la muerte y el renacimiento. En el ci
clo de Saturno-Plutón, la combinación de este poderoso
arquetipo plutoniano con el principio saturniano de contrac
ción, finales críticos, mortalidad y cambios difíciles, señala lo
que a menudo parecen ser espasmos mortales de la historia.
Sin embargo, en otro nivel menos evidente, este complejo
también parece catalizar las esforzadas contracciones del naci
miento de la historia: las angustias y los esfuerzos de transfor
mación profunda, la destrucción de un orden antiguo y la
forja de lo que se convertirá en fundamento de un nuevo desa
rrollo evolutivo.
Algo parecido a este proceso más profundo se puede ob
servar en él más reciente de estos alineamientos, cuando en el
invierno de 2002-2003 la oposición de Saturno y Plutón, más
larga, coincidió con los alineamientos sucesivos y más cortos
de Júpiter con Urano y con Neptuno, ciclos asociados a un
espíritu muy diferente, más expansivamente rebelde e idea
lista. En febrero de 2003, la ola mundial sin precedentes
de manifestaciones contra la política del gobierno de Bush de
guerra preventiva en Irak, con la coordinación espontánea
de decenas de millones de manifestantes en Australia, Nueva
Zelanda, Asia, Europa y América del Norte, representó un
juicio moral prácticamente universal contra la guerra no pro
vocada. La histórica confrontación de valores y voluntades
diametralmente opuestos, la gente desarmada en las calles del
mundo contra un superpoder militar que presionaba a favor
de la guerra, produjo un choque de fuerzas de inmenso poder,
«como el choque de icebergs gigantescos en el Atlántico Nor
te». Con independencia de su resultado a corto plazo, esta
enorme declaración no violenta de resistencia democrática
contra el uso destructivo del poder fue indicio de una impor
tante evolución moral en el seno de la psique colectiva: la forja
gradual de una conciencia colectiva contra la oscuridad moral
de una autoridad poderosa. No podría ser más impactante la
diferencia entre la respuesta pública internacional al llama
miento a la guerra en 2003 y la que se produjo en 1914. La
gran cantidad de manifestaciones en todo el planeta parecía
433
reflejar una especie de proceso colectivo de individuación en
la psique global, del que tanto Jung como Gandhi se habrían
sentido orgullosos, así como Thoreau, Tolstoi y King (figuras
cuyas palabras e ideales se citaron repetidamente en el perío
do que desembocó en aquellas marchas). A pesar de la vasta
destrucción y el sufrimiento que se desencadenaron sólo unas
semanas después con la estrategia shock and awe, la estructu
ra moral más profunda de la conciencia colectiva que esas
manifestaciones reflejaban no se destruyó, sino que ha segui
do expresándose una y otra vez, puesto que no se limita a un
individuo o un grupo de individuos a los que se pudiera aca
llar, encarcelar o matar. La forja se ha ido desarrollando lenta
y gradualmente en otro nivel del espíritu humano en evolu
ción, y va a perdurar.
Creo que podremos comprender mejor estos y muchos
otros desarrollos, incluido nuestro momento histórico, si exa
minamos ahora las correlaciones y el carácter arquetípico de
los otros dos ciclos planetarios mencionados.
434
CICLOS DE CREATIVIDAD Y EXPANSIÓN
Friedrich Nietzsche
Así habló Zaratustra
LA APERTURA DE NUEVOS HORIZONTES
437
viduos y en diferentes épocas, parece profundamente afectada
por los complejos arquetípicos más activos en cada una de
ellas. Ya sea en religión, en arte, en biografías personales o en
grandes acontecimientos y épocas de la historia, lo que da a la
vida su significado profundo y lo que inspira el cambio de
perfil de su drama en curso es esta dimensión arquetípica de la
experiencia. Sin embargo, precisamente en este sutil poder
para configurar o reforzar nuestras percepciones y creencias
conscientes es donde reside el peligro.
Este poder no consiste meramente en distorsiones internas
y en percepciones selectivas que producen diferentes estados
existenciales. La absoluta diferencia de espíritu y de actitud
entre La importancia de llamarse Ernesto de Osear Wilde y su
De Profundis, escrito tres años después, no se debió única
mente a una transformación interior, a un cambio de humor.
Como tampoco fue esa la razón del cambio de actitud de Es
tados Unidos en materia de seguridad nacional después del r r
de septiembre de 2001. Hubo acontecimientos exteriores de
cisivos que pusieron en marcha el complejo arquetípico. Pero
aun cuando los factores causales no sean evidentes, los acon
tecimientos externos y las actitudes internas tienden a reflejar
se mutuamente. Este reflejo recíproco de lo interior y lo exte
rior, que todos nosotros hemos observado en el curso de la
vida, parece expresar la coherencia subyacente a dos manifes
taciones interrelacionadas de una realidad de mayor alcance.
En cierto sentido, el mundo se hace cómplice de nuestros
estados internos, y a la inversa. El «destino» colabora con
fenómenos sincrónicos absolutamente adecuados que afectan
y al mismo tiempo reflejan el estado de conciencia. Rara vez
se trata de puras imaginaciones.
Ésa es la gran ambigüedad que impregna muchos de los
fenómenos que aquí estamos estudiando. Las percepciones del
mundo que responden a arquetipos pueden ser «realistas» y a
la vez tan parciales y posesivas como para cegar cada vez más
al sujeto ante otras realidades y potencialidades. Estas percep
ciones conducen a supuestos y convicciones que nos llevan
sutilmente a actuar de cierta forma y producen nuevas confir
maciones de la percepción inicial. Pronto, en compleja interac
ción dinámica con el medio, el sujeto instaura una estructura
estable de la realidad que determina poderosamente el futuro,
por ejemplo un estado de «guerra contra el terror» que se basa
en el uso del terror, un ciclo perpetuo de violencia y represión,
bombardeos y venganzas, temor y hostilidad. O, como ocurrió
durante la Guerra Fría, un estado de peligro nuclear mundial
en el seno de una división maniquea cada vez más profunda,
impulsada por la demonización recíproca y la hostilidad a esca
la global. O en religión: un estado de temor y juicio metafísi
cos, pecado y culpa, herejes e inquisiciones, expectativas de
apocalipsis, condena eterna, predestinación del alma en manos
de un Dios colérico, inconciliable división del mundo entre los
renacidos y los irredentos, entre el bien y el mal, con todas las
consecuencias sociales y psicológicas de tales creencias. O in
cluso en ciencia: un estado de desencanto cósmico empírica
mente refrendado, en el que el ser humano, genéticamente pro
gramado y existencialmente aislado en un universo sin sentido,
es un síntoma solitario de inteligencia y aspiración espiritual en
un vasto cosmos de procesos aleatorios sin ninguna finalidad.
Así, la presencia de un complejo arquetípico en nosotros
puede servir como ventana al universo, como puerta y sendero,
pero también como muro que cierra, como frontera y barrera
infranqueable que limita nuestro universo. Sólo una conciencia
crítica de esa limitación y un acto de imaginación para transcen
derla pueden abrir nuestro horizonte. A tal fin es muy útil reco
nocer los complejos arquetípicos y la dinámica predominantes
en una época dada, ya sea en el caso de un individuo, ya en el
de toda una civilización, y ello se ve extraordinariamente real
zado por el conocimiento de qué planetas están alineados en
cada momento y por cuánto tiempo, así como por la compren
sión de cuál de ellos es el que puede proporcionar una perspec
tiva decisiva sobre la cambiante dinámica arquetípica.
En este sentido, incluso cuando las correlaciones observa
das afecten a las cuestiones más graves y oscuras, la perspecti
va arquetípica abre la posibilidad de una inesperada liberación
de limitaciones que de lo contrario podrían resultar insupera
bles. Este potencial emancipador tiene tres elementos distin
tos pero interrelacionados.
En primer lugar, al proporcionar una visión matizada, clari
ficadora, de cuáles son los complejos arquetípicos con mayor
439
probabilidad de constelarse en un individuo o en una sociedad,
y cuándo, semejante perspectiva puede abrir un nuevo potencial
de reflexión crítica y autoconciencia, una nueva posibilidad de
trascender la inmersión inconsciente en el presente y, por tanto,
un grado decisivo de autonomía en relación con las poderosas
fuerzas que operan en la psique individual y colectiva.
En segundo lugar, esa intuición permite percibir la relati
vidad de toda situación existencial en que uno se encuentre, ya
sea un estado mental, una fase de la vida o una época históri
ca: «También esto pasará», tanto lo penoso como lo agradable;
por convincente que parezca la Gestalt arquetípica actual, en
ella no se agota la historia.
Por último, más allá de las particularidades de la configu
ración planetaria y arquetípica, el mero reconocimiento de
que tales correlaciones se dan con tan extraordinaria consis
tencia y elegante complejidad, permite una profunda concien
cia de la condición humana como inserción y participación cre
ativa en un cosmos vivo, de significado y finalidad en continuo
desarrollo.
44º
Al igual que los otros planetas conocidos por los antiguos,
parece ser que el significado arquetípico de Júpiter se estable
ció en los orígenes mismos de la tradición astrológica clásica.
Ligado a las cualidades específicas de la figura mítica corres
pondiente -la deidad griega Zeus, rey de los dioses del Olim
po, el Marduk de Babilonia, el Júpiter romano-, ha sido tam
bién objeto de ampliaciones simbólicas derivadas de distintas
tradiciones: platónica, hermética, árabe, medieval y rena
centista. En este desarrollo histórico, Júpiter ha sido asociado
al principio de expansión y grandeza, providencia y plenitud,
liberalidad, elevación y ascenso, así como a la tendencia a
experimentar crecimiento y progreso, éxito, honor, buena for
tuna, abundancia, engrandecimiento, prodigalidad, exceso y
vanidad. También se asocia con frecuencia al ámbito y las
aspiraciones de la cultura, sobre todo la alta cultura: principio
de excelencia, estudios superiores, amplitud de conocimiento,
educación liberal, erudición culta, una perspectiva amplia y
envolvente. En general, parece impulsar un movimiento que
tiende a abarcar totalidades de mayor alcance, ampliar el
mundo personal y abrazar principios de orden más elevado,
órdenes superiores de magnitud y más dilatados horizontes
de experiencia.
Cuando Júpiter y otro planeta entran en alineamiento cí
clico, los acontecimientos coincidentes sugieren que la in
fluencia arquetípica de Júpiter magnifica y aporta al segundo
arquetipo planetario una cualidad de expansión y elevación
-«lo corona», por así decir-, garantizando su éxito, honrán
dolo, haciéndolo fructificar, mediando en favor de su desplie
gue positivo, su crecimiento, su realización, su enriquecimien
to, su ascenso cultural, con un potencial asimismo para el
exceso y la vanidad.
En el ciclo de Júpiter-Urano, todas estas tendencias pare
cen interactuar de manera intensa con el principio asociado a
Urano, esto es, el complejo arquetípico que implica cambio
radical y repentino, rupturas creativas, rebelión contra las
limitaciones y el statu quo, el impulso a la libertad y a lo nue
vo, aperturas y despertares repentinos, una tendencia a cons
telar lo imprevisto y lo perturbador, etcétera. La naturaleza
específica de estos dos principios planetarios es tal que su in-
44 1
teracción arquetípica parece tener un efecto mutuamente esti
mulante y de enorme capacidad sinérgica. Estas épocas se
caracterizan por una expansiva y alegre cualidad, que a menu
do da lugar a cierto brillo creativo y al entusiasmo que acom
paña a la experiencia de horizontes expandidos.
En los tránsitos mundiales, los alineamientos cíclicos de
Júpiter y Urano se dan en correlación con oleadas de célebres
hitos de actividad creadora o emancipadora en múltiples cam
pos. La conjunción de estos dos planetas se produce aproxi
madamente cada catorce años. Durante cada conjunción, así
como durante las oposiciones intermedias, parecen presentar
se, en un breve lapso y con gran sincronicidad, decisivas cres
tas de movimientos de ruptura e innovación en muchos terre
nos de la actividad humana. Las pruebas sugieren que los de
sarrollos culturales a largo plazo asociados al ciclo más largo
de Urano-Plutón (y a otros ciclos más largos de los planetas
exteriores que aún no hemos examinado, como el de Urano
Neptuno) tienen florecimientos cíclicos más frecuentes en
coincidencia con los alineamientos de Júpiter y Urano. Estas
ondas cíclicas de actividad cultural creativa y emancipadora
tienen lugar como crestas intermedias entre los alineamientos
más largos y menos frecuentes de Urano y Plutón, o bien
como momentos de apogeo durante o inmediatamente des
pués del alineamiento más largo.
Tal como ocurre con los tránsitos personales de Urano ya
mencionados, también aquí he podido rastrear la frecuencia y
la calidad de importantes descubrimientos, logros y nuevos
comienzos en la cultura sobre el fondo de las posiciones pla
netarias que durante meses y años se producen a uno y otro
lado del alineamiento exacto, y en cuyo transcurso el acerca
miento de Júpiter y Urano a la zona de exactitud y su poste
rior alejamiento trazan una curva semejante a una campana.
No sólo era evidente la estrecha correlación que con este ciclo
planetario presentaban las configuraciones sincrónicas de ex
presiones de creatividad, rebelión y despertares culturales, sino
también la que mostraban los patrones diacrónicos de aconte
cimientos estrechamente relacionados a lo largo de alinea
mientos consecutivos.
442
CONVERGENCIA DE AVANCES CIENTÍFICOS
443
la «increíble cantidad» de estrellas distintas que forman parte
de la Vía Láctea, los cráteres de la Luna, las manchas del Sol,
los cuatro satélites de Júpiter, las fases de Venus y otros fenó
menos celestes que daban apoyo a la hipótesis copernicana; el
12 de marzo de 1610 publicó Sidereus Nuncius (El mensajero
de los astros), la revolucionaria exposición de sus observacio
nes. (Todo este período coincidió también con un tránsito
personal de Galileo: la ya mencionada oposición de Urano a
su Urano natal.) La combinación de ambos acontecimientos
-la publicación de los hallazgos matemáticos de Kepler y los
descubrimientos de Galileo con el telescopio- brindó al mun
do científico una impresionante confluencia de evidencias que
daban solidez a la teoría heliocéntrica, llamaban la atención
pública sobre ella y sentaban las bases del éxito de la revo
lución copernicana. En el momento en que aparecieron ambas
publicaciones, Júpiter y Urano se hallaban en estrecha con
junción, a menos de 5 °.
Júpiter y Urano estuvieron nuevamente en conjunción du
rante el período de catorce meses de noviembre de 1899 a
diciembre de 1900. Muchas veces se ha señalado este momen
to de entrada en el siglo XX como el del comienzo simultáneo
de dos de las revoluciones intelectuales más importantes del
siglo, el psicoanálisis y la teoría cuántica. El psicoanálisis salió
a la luz gracias a la publicación en Viena de La interpretación
de los sueños de Freud (editado en noviembre de 1899 con
fecha de 1900); por otro lado, durante el otoño de 1900, Max
Planck presentó en dos reuniones de la Sociedad Alemana de
Física en Berlín su innovadora hipótesis de que la energía
radiada es emitida o absorbida en cuantos discretos, lo que dio
comienzo a la revolución de la física cuántica.
Como corresponde a esta teoría, la física cuántica no ha
progresado de manera continua, sino más bien en dos grandes
saltos cuánticos, uno en el momento de su nacimiento, en
1900 con Planck, y otro al llegar a la madurez, en 1927, cuan
do Júpiter y Urano estaban otra vez en conjunción, durante el
extraordinario período de catorce meses comprendido entre
marzo de 1927 y abril de 1928 en que Niels Bohr, Werner
Heisenberg y sus colegas culminaron la revolución de la físi
ca cuántica, primero por separado y luego en interacción en el
444
histórico Congreso Solvay, celebrado en Bruselas en octubre
de 1927. Se ha dicho que en 1927 el ritmo de los descubri
mientos realizados en física teórica fue tal vez el más vertigi
noso en toda la historia de la ciencia. En palabras de Bohr, el
intelectual más destacado del congreso, la síntesis final fue
resultado de «una cooperación particularmente fructífera de
toda una generación de físicos», entre los que figuraban Schro
dinger, Born, de Broglie, Pauli, Dirac, Planck y Heisenberg.
Durante el tiempo que duró esta conjunción, de marzo de
1927 a abril de 1928, se formularon y se hicieron públicos los
dos axiomas fundamentales de la mecánica cuántica. Además,
esta misma conjunción coincidió en 1927 con uno de los hitos
más importantes de la cosmología moderna: el astrofísico
belga Georges Lemaitre propuso la primera teoría del univer
so en expansión y formuló la superestructura matemática de
lo que luego sería la teoría del Big Bang. Durante el mismo
alineamiento, Alfred North Whitehead pronunció las Gifford
Lectures en 1927-1928, base de Proceso y realidad y de la filo
sofía del proceso, último sistema metafísico importante de la
filosofía moderna.
Júpiter y Urano también estaban en conjunción en el mo
mento en que se produjo la famosa serie de acontecimientos
que condujo al primer anuncio público de la teoría de la evo
lución por Darwin y Alfred Russel Wallace, en julio de 1858.
Aunque ya en septiembre de 1838 (cuando Urano en tránsito
se hallaba a menos de 1º del trígono exacto con su Urano
natal), Darwin había formulado en privado la teoría de la evo
lución en su cuaderno de notas, durante casi veinte años no
hizo públicos sus hallazgos; en ese lapso fue acumulando evi
dencias y desarrollando la teoría relativamente en solitario. El
18 de junio de 1858 recibió inesperadamente una carta de
Wallace, quien por entonces se hallaba en el archipiélago Ma
layo, con el enunciado de una teoría de la evolución casi idén
tica, a la que Wallace había llegado de manera independiente.
A consecuencia de esta carta y de las presiones de los colegas
de Darwin, el I de julio de 1 858 se leyó en la Linnean Socie
ty de Londres un documento conjunto de ambos científicos,
en el que anunciaban la teoría. Inmediatamente después, en el
curso de la misma conjunción, Darwin comenzó a escribir su
445
magna obra, El origen de las especies, el libro fundacional de
la biología moderna.
Estas diversas convergencias de descubrimientos científi
cos que llegaron al dominio público bajo conjunciones de Jú
piter y Urano -la de Kepler y Galileo en 1609-1610, la de
Darwin y Wallace en 1858, la de Freud y Planck en 1900, la
de Bohr, Heisenberg, Lemaitre, Whitehead y demás en 1927-
me sugirieron la existencia de patrones de mayor alcance. En
este momento inicial de mi investigación, sólo habría tomado
nota de estas correlaciones en lo que respecta a la combina
ción de su conocido carácter de puntos de inflexión en la his
toria de la ciencia y su asombrosa adecuación a los significa
dos arquetípicos de Júpiter y Urano: el éxito y la elevación
cultural Qúpiter) en una inesperada irrupción del impulso a la
ruptura creativa y el cambio radical (Urano). En todos estos
casos era como si, de pronto, el principio prometeico de la
psique colectiva recibiera un gran impulso de expansión y de
realización, así como una inesperada afirmación e influencia
cultural.
Esta impresión inicial se vio considerablemente realzada
cuando reparé en otra categoría de los fenómenos históricos
prometeicos, esto es, en la esfera social y política. Pronto vi
que en coincidencia con el ciclo de Júpiter-Urano había eclo
siones súbitas, y con frecuencia brillantemente triunfales y
objeto de amplias celebraciones posteriores, de un impulso
colectivo de emancipación social y política, innovación y re
belión.
EL CICLO DE JÚPITER-URANO
447
REBELIONES Y DESPERTARES SOCIALES
Y POLÍTICOS
449
Bastilla en julio y de la Declaración de los Derechos del
Hombre y el Ciudadano en agosto, en septiembre la Asam
blea comenzó a diseñar el nuevo gobierno. Finalmente, cuan
do la conjunción se aproximaba a los 1 5º posteriores a su
punto exacto, a principios de octubre de 1789, durante las agi
taciones y manifestaciones masivas de los Días de Octubre el
rey y la familia real fueron obligados a trasladarse de Versalles
a París, donde se los podía tener vigilados; la Asamblea se
trasladó a París y dio comienzo a la fase más radical, justo
cuando Urano y Plutón se aproximaban a la oposición. La
larga época revolucionaria se desarrolló a partir de entonces
en exacta correlación con el alineamiento de Urano y Plutón
durante la mayor parte de los años noventa, como ya hemos
visto.
En comparación con la revolución más local de las colo
nias americanas durante la conjunción de Júpiter y Urano de
1775-1776, la tumultuosa era de la Revolución Francesa fue
prácticamente de alcance mundial. Los acontecimientos que
se acaban de mencionar a propósito de la conjunción de Jú
piter y Urano de 1788-1789 catalizaron una prolongada época
de violencia revolucionaria e impulsos de emancipación.
Así como los alineamientos axiales del ciclo de Urano
Plutón -conjunciones y oposiciones- coinciden de manera
sistemática con fenómenos históricos y culturales arquetípica
mente significativos, así ocurre también con el ciclo de Júpi
ter-Urano. En efecto, los alineamientos axiales consecutivos
de estos planetas muestran configuraciones en las que los
acontecimientos correspondientes a una conjunción se asocian
a los correspondientes a la oposición y a la conjunción si
guientes que completan el ciclo. Esta configuración diacróni
ca es fácilmente visible, por ejemplo, en el ciclo completo de
alineamientos de Júpiter y Urano que se desplegaron en las
décadas de 1770 y 1780. La Revolución Norteamericana, que
empezó en coincidencia con la conjunción de Júpiter y Urano
de 1775-1776, culminó con la independencia de la nueva na
ción, formalmente ratificada con la firma del Tratado de París
siete años después, durante la oposición inmediatamente pos
terior de Júpiter y Urano de 1782-1783.' La plena consecución
de la anhelada independencia, la alegría del éxito emancipador,
450
la expansiva victoria de la rebelión, todo ello se ajusta muy
bien al complejo arquetípico característico asociado a Júpiter
y Urano.
A su vez, fue precisamente durante los catorce meses de la
conjunción inmediatamente posterior de Júpiter y Urano, en
1788-1789, cuando el nuevo gobierno norteamericano empe
zó su gestión, se ratificó y se puso en vigor la Constitución, se
celebraron las primeras elecciones nacionales, George Wa
shington asumió su cargo como primer presidente y se pre
sentó en el Congreso la Carta de Derechos, todo ello en exac
ta coincidencia con el comienzo de la Revolución Francesa y
la toma de la Bastilla. Las estrechas conexiones históricas y los
recíprocos factores causales que unen las revoluciones Nor
teamericana y Francesa son una sugerente evidencia de la con
figuración diacrónica que vincula alineamientos sucesivos.
La naturaleza sincrónica de las correlaciones con el ciclo de
Júpiter-Urano es tan sorprendente como la diacrónica. Por
ejemplo, durante la misma primavera de 1789 en que se pro
dujo la primera eclosión revolucionaria en toda la campiña
francesa, tuvo lugar en el Pacífico Sur, el 28 de abril, el famo
so motín del Bounty encabezado por Fletcher Christian con
tra el capitán William Bligh durante el viaje de regreso de
Tahití. Por tanto, la misma conjunción de Júpiter y Urano que
coincidió con la caída de la Bastilla, coincidió también con el
motín del Bounty, revueltas que se produjeron con pocas
semanas de diferencia una de otra, en lugares opuestos de la
Tierra.
Muchas de las actividades revolucionarias en Europa y
otros lugares a partir de la conjunción de Júpiter y Urano de
1789 -la revolución belga, las revueltas de esclavos de las In
dias Occidentales, la revolución polaca, la rebelión irlandesa,
la ola de pensamiento radical en Inglaterra y en Alemania
pueden atribuirse a la influencia directa de los acontecimien
tos de Francia. Pero el Bounty zarpó de Inglaterra hacia el
Pacífico Sur a finales de 1787, muchos meses antes del estalli
do de la Revolución Francesa, y cuando se produjo el motín
llevaba un año y medio sin contacto con Europa. Que el ejem
plo más famoso de rebelión de la historia marítima, el motín
del Bounty, se produjera al mismo tiempo que el ejemplo más
4 51
famoso de rebelión de la historia política -la toma de la Bas
tilla, que dio comienzo a la Revolución Francesa-, pese a los
miles y miles de kilómetros que los separaban y sin comuni
cación posible entre sus protagonistas, encaja con el concepto
junguiano de que en la psique colectiva una poderosa Gestalt
arquetípica puede influir en asuntos humanos que no tengan
ninguna conexión causal convencional. La coincidencia añadi
da de estos acontecimientos arquetípicamente ligados con
la conjunción de Júpiter y Urano -el mismo alineamiento que
coincide sistemáticamente con otros hitos de carácter prome
teico y triunfante- sugiere una correlación entre configura
ción arquetípica y ciclo planetario.
Cuando estos alineamientos más cortos del ciclo de Jú
piter-Urano coinciden con los más largos del ciclo de Ura
no-Plutón -es decir, cuando los tres planetas, Júpiter, Urano y
Plutón, entran en alineamiento recíproco, como en el momen
to de la toma de la Bastilla-, los acontecimientos concurrentes
tienden a ser especialmente dramáticos y cargados de conse
cuencias. En poco más de cincuenta días de julio y agosto de
1789, en coincidencia con este alineamiento múltiple, el An
cien Régime francés, aparentemente indestructible, se hundió
casi por completo. Era como si la típica explosión de dinamis
mo rebelde, expansiva innovación cultural, emancipación y
despertar, que tiende a coincidir con los alineamientos breves
de Júpiter y Urano, catalizara aquí el impulso revolucionario
más enérgico asociado al alineamiento de Urano y Plutón, que
empezaba en ese momento y proseguiría durante la mayor
parte de la década de los noventa.
Un despliegue notablemente paralelo de acontecimientos
se produjo en el motín del Bounty. Hasta el día de hoy sigue
siendo un misterio qué emociones y motivos, sin duda pode
rosos, impulsaron repentinamente a Fletcher Christian y a los
otros marineros a rebelarse. El éxito de esa revuelta dio lugar
en la isla de Pitcairn, en la década de 1790, al drama prolonga
do, intenso y de carga erótica asesina que se apoderó de los
amotinados y de las mujeres y los hombres tahitianos que
los acompañaban, todo ello en una isla completamente apar
tada del resto del mundo, muy lejos de Europa y de la violen
ta insurrección que se estaba desarrollando allí precisamente
452
al mismo tiempo, durante el largo alineamiento de Urano y
Plutón. El resultado fue como un caso de laboratorio de la
sincronicidad entre acontecimientos paralelos y totalmen
te aislados entre sí que reflejan los mismos complejos arquetí
picos.'
En el siglo pasado hubo un momento en que Júpiter,
Urano y Plutón estuvieron en triple conjunción: fue en 1968-
1969. Durante todo este período de dos años, los tres planetas
estuvieron más cerca uno de otro que en ningún otro momen
to del siglo xx.1 Fue, naturalmente, el extraordinario momento
de apogeo de los años sesenta, una explosión de rebeliones,
manifestaciones y huelgas sin precedentes en todo el mundo.
El movimiento de protesta norteamericano se hallaba enton
ces en su punto culminante; las revueltas estudiantiles altera
ron la vida normal de multitud de centros de enseñanza y uni
versidades, como las de Columbia, Harvard o San Francisco
State, entre muchas otras. El período comprendido por esta
triple conjunción vio los fecundos acontecimientos del Mayo
de París, la poderosa insurgencia del Tet en Vietnam, las
tumultuosas protestas de Chicago en la Convención Nacional
Demócrata, el consiguiente proceso a los Ocho de Chicago,
los Días de Furia de los Weathermen, los disturbios del Peo
ple's Park en Berkeley, los atletas afroamericanos negros en los
Juegos Olímpicos de México en el podio con sus puños en
alto cubiertos con guantes negros en apoyo de los derechos
civiles y del Poder Negro, la fundación del American Indian
Movement y los disturbios de Stonewall en Nueva York,
entre muchos otros acontecimientos comparables. La «con
tracultura» -el término se inventó precisamente durante esos
meses- entraba en su fase más exuberante. Tuvo lugar el festi
val de música de Woodstock, uno más de una oleada de fes
tivales masivos celebrados en esos meses al impulso de una
irrupción extraordinariamente rica de creatividad, tanto en
música como en otras artes. En muchos ámbitos se discutían
ideas radicales y se actuaba de acuerdo con ellas, como si de
pronto se hubiera alcanzado un punto de ebullición en el tor
bellino creativo de la década.
En realidad, este período de triple conjunción de 1968-
1969 coincidió con una ola de innovaciones culturales, tecno-
453
lógicas y científicas, indicativas de que también en muchos
otros aspectos históricamente relevantes estaba emergiendo
algo poderoso y arquetípico. Particularmente espectacular fue,
en julio de 1969, la culminación del programa de vuelos espa
ciales de los sesenta con el alunizaje del Apolo 11. Después de
una década en la que se había invertido más de quince mil
millones de horas de trabajo en el proyecto y tras haber re
corrido en tres días por el espacio cuatrocientos millones de
kilómetros con un peligroso momento final en el que Neil
Armstrong se vio obligado a utilizar el control manual del
módulo de aterrizaje, los astronautas pusieron pie en la Luna
con combustible para sólo veinte segundos más. Era la prime
ra vez en la historia que los seres humanos se liberaban del
campo de gravitación de la Tierra y descendían a otro cuerpo
celeste: «Houston. Aquí Tranquillity Base. El Eagle ha aluni
zado». Es notable que en el día del alunizaje, precisamente la
Luna se había unido al alineamiento de Júpiter, Urano y
Plutón, creando una conjunción cuádruple.
Muchos otros acontecimientos, nuevos movimientos y
nuevas ideas vieron la luz durante aquel período de triple con
junción que todavía ejerce su influencia en la sociedad y el
pensamiento de hoy. La famosa conferencia de Douglas En
gelhart, del Stanford Research lnstitute, en diciembre de 1968
en San Francisco («todavía hoy la exhibición más notable de
tecnología informática de todos los tiempos»), ante un públi
co electrizado formado por miles de científicos e ingenieros
informáticos, mostró el primer modelo operativo de la com
putación personal: la posibilidad de compartir información
digital de manera instantánea y a larga distancia, la edición por
ordenador y el procesador de textos, el ratón, el cursor, las
ventanas, el enlace de hipertextos, el correo electrónico, las vi
deoconferencias con pantalla compartida y la filosofía subya
cente de utilizar los ordenadores para potenciar radicalmente
la inteligencia humana individual y colectiva. Nueve meses
más tarde tuvo lugar en la Universidad de California en Los
Ángeles la primera transmisión exitosa del prototipo de In
ternet. Durante este mismo período de triple conjunción se
produjo la presentación pública de lo que hoy se conoce como
hipótesis Gaia -a cargo de James Lovelock en una reunión de
454
la American Astronautical Society- y de la famosa fotografía
conocida como Earthrise, tomada por los astronautas del
Apollo 8 desde la Luna la víspera de Navidad de 1968 («la
fotografía medioambiental de mayor repercusión que se haya
tomado nunca»), además de la fundación del proyecto Día de
la Tierra para catalizar la conciencia ecologista mundial y el
comienzo de la ecología radical con la publicación de Desert
Solitaire de Edward Abbey.
Este período también produjo el comienzo de la liberación
gay con la revuelta de Stonewall, así como el surgimiento del
Figura 10
455
feminismo radical, con la fundación de Mujeres Radicales de
Nueva York. Durante el mismo período se produjo la prime
ra conferencia nacional de liberación de las mujeres en Chi
cago, la fundación del grupo feminista radical Redstockings
(que introdujo los eslóganes «La hermandad de mujeres es
poderosa» y «Lo personal es político») y la fundación del
Colectivo de Salud de las Mujeres de Boston, que publicó
Nuestros cuerpos, nuestras vidas, obra capital del feminismo.
Sobre la muerte y los moribundos, de Elisabeth Kübler-Ross,
dio comienzo a la revolución en el cuidado de los moribundos
y contribuyó a establecer el movimiento de la medicina palia
tiva. Richard Alpert, a poco de regresar de la India con el
nuevo nombre de Ram Dass, comenzó su carrera de maestro
espiritual y pronunció conferencias públicas que se convirtie
ron en la base de Be Here Now, libro clásico de la contracul
tura. Stanislav Grof y Abraham Maslow fundaron la psicolo
gía transpersonal en Estados U nidos, y James Hillman y su
círculo crearon la psicología arquetipal en Suiza.
Por último, este mismo período fue testigo de la publica
ción de una oleada de libros que reflejaban y al mismo tiem
po catalizaban los impulsos culturales y contraculturales de la
época: Nacimiento de una contracultura (que dio origen al vo
cablo), de Theodore Roszak; Política sexual, de Kate Millett;
Los ejércitos de la noche, de Norman Mailer; Alma encade
nada, de Eldridge Cleaver; Las enseñanzas de Don Juan, de
Carlos Castaneda; Gaseosa de ácido eléctrico, de Tom Wolfe;
Operating Manual far Spaceship Earth, de Buckminster
Fuller; Un ensayo sobre liberación, de Herbert Marcuse; Ma
tadero 5, de Kurt Vonnegut; Sueños y existencia, de Fritz Peris;
Conocimiento e interés, de Jürgen Habermas, y The Whole
Earth Catalog, de Stewart Brand, entre muchos otros. Son
pocos los campos de la actividad humana que no se vieron
afectados por la atmósfera arquetípica de la época, y pocos los
individuos que, al mirar hacia atrás, no consideren ese perío
do un poderoso punto de inflexión en su vida.
En el pasado reciente hubo otra convergencia multiplane
taria poco habitual en la que el ciclo de Júpiter y Urano no
coincidió con Plutón, sino con Neptuno. Fue la última oposi
ción de Júpiter y Urano del siglo XX: el asombroso período de
catorce meses de junio de 1989 a julio de 1990 que vio la ines
perada oleada de manifestaciones de centenares de miles de
personas en Europa del Este pidiendo libertad, lo que apresu
ró el hundimiento del comunismo en Europa y la caída del Te
lón de Acero. Preparada a lo largo de décadas por valientes
actos de disidencia y movimientos clandestinos de emancipa
ción, la oleada liberadora surgió en unas pocas semanas, pri
mero en Polonia y los países bálticos y luego, en rápida ex
pansión, en Alemania Oriental, Checoslovaquia, Hungría,
Bulgaria y Rumanía, lo que trajo consigo la caída del Muro de
Berlín, la Revolución de Terciopelo de Praga y la elección
de Václac Havel. Esos mismos meses vieron también la libera
ción de Nelson Mandela y el momento clave de la lucha con
tra el apartheid en Sudáfrica.
El sentimiento casi universal de la época -la repentina,
inesperada y eufórica liberación- es característico del comple
jo arquetípico de Júpiter-Urano. No sólo los millones de indi
viduos de las naciones en las que ese cambio revolucionario,
rápido y asombrosamente pacífico tenía lugar sentían dicha
emoción y liberación, sino también los miles de millones que
en todo el mundo percibían el final de la Guerra Fría y del
opresivo estado de tensión nuclear y peligro mundial que pla
neaba sobre toda la comunidad humana. El alineamiento de
Júpiter y Urano se produjo en la primera parte de la conjun
ción más larga de Urano y Neptuno de 1985-2001. Como
veremos más adelante, la presencia en esta configuración múl
tiple de Neptuno en vez de Plutón -como había ocurrido en
1968-1969 y 1788-1789- guarda estrecha relación con la dis
tinta inflexión arquetípica en este caso más reciente.
457
SALTOS CUÁNTICOS
Y EXPERIENCIAS CUMBRE
459
exactamente la de un drama griego » , escribiría Whitehead más ade
lante. «Éramos el coro que comentaba el decreto del destino, desve
lado en el desarrollo de un incidente supremo. La cualidad dramáti
ca se hallaba ya en la simple puesta en escena: la ceremonia tradicio
nal, con el retrato de Newton al fondo para recordarnos que la más
grandiosa de las generalizaciones científicas estaba a punto de recibir
su primera modificación tras más de dos siglos. El interés personal
no se vio frustrado: una gran aventura del pensamiento llegaba por
fin a puerto sana y salva.»
B. Franklin
La revolución científica
47 1
MÚSICA Y LITERATURA
47 2
Luego, cuando los dos planetas originales vuelven a entrar
en un alineamiento cíclico, se produce otra notable activación
del complejo arquetípico correspondiente, con fenómenos
culturales y religiosos claramente relacionados con períodos
anteriores del mismo ciclo. Pero esa nueva activación tiene
lugar de tal manera que todo lo que se ha desplegado desde el
último alineamiento cíclico ha sido absorbido y ahora el nue
vo ciclo lo integra. Hemos visto indicaciones de ese proceso,
por ejemplo, con el ciclo de Urano-Plutón y los grandes
movimientos de emancipación y despertares dionisíacos que
se presentan de manera cíclica en la era moderna. Lo hemos
visto también con el ciclo de Saturno-Plutón y sus correlacio
nes con las guerras mundiales y la Guerra Fría, y a propósi
to de las confrontaciones morales colectivas con el lado som
brío de la existencia. Y también es evidente en los desarrollos
históricos aquí mencionados, de la liberación social y política
a las revoluciones y la creación artística.
Cualquiera que sea el campo de la actividad humana al que
dirijamos la atención, una vez captado el modelo propio del
ciclo de Júpiter-Urano, los patrones coincidentes de rupturas
creativas e hitos culturales resultan sorprendentemente claros.
En el campo de la música, por ejemplo, examiné el caso de la
Heroica de Beethoven, su Tercera Sinfonía, tal vez la obra más
explícita y expansivamente prometeica de la historia de la
música clásica, tan revolucionaria en espíritu como en concep
ción y en impacto histórico. Comprobé que Beethoven com
puso la Heroica durante la conjunción de Júpiter y Urano de
1803. Fue la primera conjunción después de la de 1788-1789 y
el desencadenamiento de la Revolución Francesa, en cuyos
ideales se inspiró directamente esa gran sinfonía. A su vez,
Beethoven empezó la composición de la Novena Sinfonía, tan
grandiosamente expansiva y llena de exaltación, durante la
conjunción inmediatamente posterior, catorce años después,
en 1817.
Cuando miré hacia atrás en busca de la obra que más ple
namente anticipaba la Heroica -la última sinfonía de Mozart,
la acertadamente denominada]úpiter, en do mayor (K. 551)-,
comprobé que había sido compuesta durante la conjunción de
Júpiter y Urano de 1788-1789, exactamente un ciclo entero
473
antes que la Heroica. Además, durante esta misma conjunción
Haydn había compuesto su Sinfonía Oxford (nº 92, en sol
mayor), a la que se ha llamado la «Heroica» de Haydn debido
a la nueva libertad creativa a la que daba curso, allende las
limitaciones clásicas de las sinfonías anteriores. La Oxford
inauguraba una nueva fase en la evolución musical de Haydn,
que se desarrollaría en los años noventa con su serie de sin
fonías londinenses, que, junto con las tres últimas de Mozart,
constituyen la cumbre de la composición para orquesta antes
de la Heroica.
El patrón diacrónico de estas dos conjunciones consecuti
vas (1788-1789 y 1803) que conectan a Mozart y Haydn con
Beethoven es indicativo del cuadro más complejo de evolu
ción arquetípica que acabo de describir. Estas dos conjuncio
nes de Júpiter y Urano son las mismas que tuvieron lugar en
el comienzo y en el final del período de la Revolución Fran
cesa. Se podría decir que lo que separa a las últimas sinfonías
de Mozart y Haydn de la Heroica de Beethoven y sus suceso
ras es la oposición de Urano y Plutón de la década de 1790 y
todo lo que ella representó. En términos arquetípicos, lo que
marcó la evolución dramática de Mozart y Haydn a Bee
thoven fue precisamente la radical intensificación de las cuali
dades prometeicas y dionisíacas en interacción dinámica -el
exaltado impulso emancipador, la titánica voluntad de libertad
creadora, la intensidad del torbellino y los cambios repentinos
e impredecibles, el arrollador movimiento masivo de las ener
gías, el poder de transformación-, esto es, las mismas cualida
des que marcaron toda la época de la Revolución Francesa.
Como más tarde diría Wagner, Beethoven fue «un titán en
lucha con los dioses».
Al prestar atención a la composición posterior a la Heroica
que ejerció una influencia revolucionaria en la música clásica
de la segunda mitad del siglo XIX -el Tristán e /solda de Wag
ner-, comprobé que también esta obra fecunda fue compues
ta precisamente durante una conjunción de Júpiter y Urano
(la misma conjunción, exacta en 18 5 8, que coincidió con el
anuncio de Darwin-Wallace de la teoría de la evolución y con
la redacción de El origen de las especies, de Darwin). 9 De
hecho, en notable paralelismo con la Heroica, Tristán e /solda
474
coincidió con la conjunción de Júpiter y Urano inmediatamen
te posterior a la conjunción de Urano y Plutón de 1845-1856,
primer alineamiento axial de estos planetas después de Bee
thoven y del período de la Revolución Francesa.
Una vez más, al igual que la Heroica, el extraordinario
poder primordial de Tristán e /solda parece encarnar y trans
mitir la combinación de las energías arquetípicas de Prometeo
y Dioniso -a la vez titánicas y emancipadoras, instintivas y re
volucionarias- que, previamente catalizadas durante los años
del período de Urano-Plutón, influyeron en el desarrollo in
terior y las aspiraciones musicales de Wagner exactamente
como había ocurrido con Beethoven durante el alineamiento
de Urano y Plutón de los años noventa del siglo anterior.
Además, en el mismo año en que Wagner empezó a componer
Tristán e /solda, Baudelaire publicó Las flores de mal, su libro
igualmente revolucionario. Ya ha habido quienes destacaran la
coincidencia: «Que Wagner, con su manejo de la armonía, ini
ció una nueva era es un lugar común en la historia de la músi
ca; algunos historiadores incluso se inclinan a considerar el
Tristán como el inicio de la música moderna, de la misma
manera que Las flores del mal de Baudelaire marcó el inicio de
la literatura moderna. La coincidencia de fechas es sorpren
dente».'º
Un patrón semejante se descubre a propósito de La consa
gración de la primavera de Stravinsky, cuyo famoso estreno
en París tuvo lugar en 1913, cuando la conjunción de Júpiter
y Urano entraba en la franja de 20º . Nuevamente, era la pri
mera vez que se daba esa conjunción después de la oposición
de Urano y Plutón de principios del siglo XX (el primer aline
amiento axial posterior al ya mencionado a propósito de
Wagner) y, una vez más, el despertar revolucionario de ener
gía dionisíaca encarnaba con gran intensidad el tema de Ura
no-Plutón. La brillantez creativa de La consagración de la pri
mavera (y la respuesta del público en el estreno) era tanto una
nueva expresión de las desatadas fuerzas orgiásticas y ctónicas
de la naturaleza (Urano-Plutón) como la anticipación de la
devastadora destrucción y el histórico trauma de la inminente
guerra mundial (en coincidencia con la conjunción de Saturno
y Plutón, que por entonces también comenzaba, exactamen-
475
te un ciclo después de la correspondiente al nacumento de
Stravinsky).
Como sugieren estos ejemplos, tanto el ritmo exacto como
el carácter arquetípico de las correlaciones de estos hitos en la
historia de la música clásica son notablemente más complejos
de lo que se resume en la simple correspondencia con el ciclo
de Júpiter y Urano. No sólo hay coherencia en la multiplici
dad de ciclos presentes y superpuestos de los tránsitos mun
diales, sino que también son pertinentes los tránsitos persona
les de los compositores. Por ejemplo, Stravinsky vivió su trán
sito personal de Plutón en conjunción con su Sol natal, único
en la vida, entre 1909 y 1913, período en el que compuso La
consagración de la primavera y otras dos obras igualmente
dionisíacas: El pájaro de fuego (1910) y Petrushka (1911). Tras
este período de intensidad primordial, la obra de Stravinsky
adoptó un carácter decididamente más contenido a medida que
entraba en sus fases neoclásica y serial. Nunca volvió a com
poner con la misma inspirada y violenta eclosión de potencia
que caracteriza las obras de su fase primordial de creación.
Un factor importante para evaluar todas esas correlaciones
concierne a la cualidad y el espíritu mismos de las obras musi
cales en cuestión. Es cierto que el ciclo de Júpiter-Urano coin
cide con extraordinaria regularidad con rupturas creativas e
hitos en la historia de la música, al igual que en muchos otros
campos. Pero no es menos cierto que las obras compuestas y
estrenadas bajo estos alineamientos relativamente breves tien
den a reflejar, como ethos cultural general del momento, cua
lidades particularmente expresivas del complejo arquetípico
de Júpiter y Urano, por ejemplo un espíritu creador de inspi
ración particularmente elevada, exuberante y festiva. Así, los
Conciertos de Brandeburgo de Bach, con su exultante vir
tuosismo y su vigor, coronación de la era barroca, fueron
compuestos durante la conjunción de Júpiter y Urano de
1720-1721. Ésta tuvo lugar inmediatamente después de una
conjunción más larga de Urano y Plutón, que a su vez antece
dió a la oposición correspondiente a la Revolución Francesa,
de manera que forma una secuencia cíclica perfecta con las
correlaciones mencionadas a propósito de Mozart y Haydn,
Beethoven, Wagner y Stravinsky.
Si pasamos ahora a la historia de la literatura, el período de
1720-1721 de la conjunción de Júpiter y Urano que produjo
los Conciertos de Brandeburgo también coincidió con el co
mienzo de la gran sátira de Jonathan Swift, Los viajes de Gu
lliver. Los alineamientos del ciclo de Júpiter-Urano coinciden
regularmente con obras creativas que destacan por su magni
tud impactante o por una sorprendente expansión de los lími
tes convencionales, lo que puede entenderse como expresión
de la dirección dinámica Urano-Júpiter, con la súbita libera
ción del impulso a la grandeza y la expansión y su encarnación
creadora por vías sorprendentes. La Heroica de Beethoven es,
por supuesto, un ejemplo clásico en el campo musical, que por
la expansión sin precedentes de la magnitud de la orquesta, la
longitud de cada movimiento y de la sinfonía entera -por no
hablar de la magnitud del sonido mismo-, trascendía con mu
cho los límites establecidos por Mozart y Haydn. Una moda
lidad distinta de este mismo tema de las magnitudes creadoras
asombrosas la encontramos en Los viajes de Gulliver, tanto en
la experiencia del repentino encuentro de los liliputienses con
el portentoso gigantismo de Gulliver como, a la inversa, en
la sobrecogedora experiencia de Gulliver en Brobdingnag, la
tierra de los gigantes.
En la historia de la literatura, que tiene tantos autores y
obras importantes y constituye una amplísima base de datos,
el modelo sincrónico y el diacrónico son particularmente ri
cos y ramificados. Cada alineamiento axial de Júpiter y Urano
coincidió sistemáticamente con una insólita multiplicidad de
hitos creativos en la literatura, y los alineamientos posteriores
de esos mismos planetas coinciden con olas similares de crea
tividad literaria cuya estrecha conexión arquetípica e histórica
sugiere con gran fuerza la existencia de patrones cíclicos.
Por ejemplo, cuando investigué una época literaria bien
conocida por su carácter revolucionario, las dos primeras
décadas del siglo XX, examiné las posibles correlaciones con el
ciclo de Júpiter-Urano de diversos escritores que, en conjun
to, habían producido la transformación radical de la literatura
moderna en ese momento: Joyce, Proust, Kafka, Pound, Eliot,
Stein, Lawrence y Woolf. La conjunción de Júpiter y Urano
que corresponde a ese período general se hallaba a menos de
477
15º de la posición exacta en los catorce meses en torno a 1914:
de diciembre de 1913 a enero de 1915.
Cuando revisé las biografías correspondientes a este breve
período, muy pronto tuve claro que estos catorce meses espe
cíficos fueron cruciales prácticamente para todos esos escrito
res y que vieron nacer un extraordinario número de obras
fundamentales de la literatura del siglo XX. Tras años de escri
tura y desarrollo artístico en solitario, Joyce publicó durante
esos meses sus dos primeras obras, Dublineses y Retrato del
artista adolescente; durante esta misma época empezó su obra
maestra, Ulises (que terminó siete años después, bajo la opo
sición siguiente de Júpiter y Urano). En ese momento, en un
giro radical en su carrera, T. S. Eliot se trasladó de Estados
Unidos a Inglaterra y empezó su fértil asociación con Ezra
Pound. Éste, que descubrió e inició ese año la publicación por
entregas de Retrato del artista adolescente y descubrió tam
bién el primer poema importante de Eliot, «Canción de amor
de J. Alfred Prufrock», publicó ese mismo año de 1914 la pri
mera antología de poesía imaginista, Des Imagistes, y, con
Wyndham Lewis, dio comienzo a la revista vorticista Blast.
En el mismo año, William Butler Yeats publicó su Respon
sabilidades y otros poemas, que reflejaba análogamente la
nueva estética modernista, mientras que Gertrude Stein publi
caba su volumen de poemas más explícitamente «cubistas»,
Brotes tiernos. Wallace Stevens publicó ese año sus primeros
poemas, mientras que Robert Frost publicó Al norte de Bos
ton, que contenía muchos de sus poemas más conocidos, como
«Mending Wall» y «The death of the Hired Man». D. H. Law
rence publicó su primer volumen de cuentos, El oficial prusia
no y otros relatos, mientras escribía también en esos meses la
primera de sus mayores novelas, El arco iris. Y en esos mismos
meses, Franz Kafka escribía El proceso, su primera novela
importante. En el mes inmediatamente anterior a la entrada de
la conjunción en el orbe de 15º, en noviembre de 1913, Marcel
Proust había publicado a sus expensas el primer volumen de
su obra maestra, En busca del tiempo perdido.
El asombroso patrón sincrónico puede reconocerse como
parte del patrón diacrónico más largo relacionado con este
ciclo. Por ejemplo, con respecto al desarrollo de la novela mo-
dernista, durante la conjunción inmediatamente anterior de
Júpiter y Urano de 1900 (en coincidencia con La interpreta
ción de los sueños y el descubrimiento de la física cuántica),
Henry James escribía Los embajadores (que había comenzado
en el verano de 1900 y terminó en la primavera siguiente). Ese
libro y los dos que le siguieron, Las alas de la paloma y La
copa dorada, anticipaban las innovaciones formales y temáti
cas de la narrativa del siglo XX que pronto serían exploradas a
fondo en la obra de Joyce y Proust, y más tarde en la de
Virginia Woolf y William Faulkner.
Durante la conjunción inmediatamente posterior a las dos
que acabamos de mencionar, la de 1927-1928 (que coincidió
con la síntesis de la física cuántica de Bohr-Heisenberg y la
teoría del universo en expansión de Lemaitre), Virginia Woolf
publicó Al faro, su principal novela, mientras en esos mismos
meses William Faulkner iniciaba su extraordinaria sucesión de
grandes obras con la redacción de Sartoris, la primera de su
larga serie de novelas del condado de Yoknapatawpha, y más
tarde, siempre dentro de esta misma conjunción, de El ruido y
la furia, la primera de sus obras maestras y tal vez su novela
capital.
La historia de la novela modernista sugiere, pues, un pa
trón diacrónico de desarrollo en estrecha correlación con las
tres primeras conjunciones de Júpiter y Urano del siglo XX,
que, con perspectiva histórica, pueden considerarse en coinci
dencia con el inicio o la publicación de los libros más signifi
cativos y decisivos de la revolución literaria: Los embajadores,
de James, como la gran precursora; En busca del tiempo per
dido, de Proust, Ulises, de Joyce (y, en una línea distinta del
modernismo, El proceso, de Kafka), como las obras plenamen
te logradas en la primera generación, y Al faro, de Woolf, y El
ruido y la furia, de Faulkner, en la generación siguiente.
En cualquier época literaria estudiada se encuentran patro
nes comparables. Por ejemplo, los hitos más importantes de la
literatura inglesa de Spenser a Milton tuvieron lugar en preci
sa coincidencia con los principales hitos de la Revolución
Científica ya mencionados, que implican a Kepler, Galileo,
Descartes y Newton. Durante la conjunción de 1595-1596,
Edmund Spenser publicó su obra maestra, La reina de las ha-
479
das; en la conjunción siguiente, la de 1609-1610, se produjo la
primera edición de los Sonetos de William Shakespeare; en la
conjunción de 1623-1624 tuvo lugar la primera edición, cono
cida como First Folio, de las piezas teatrales de Shakespeare;
durante la conjunción siguiente, la de 1637-1638, se publicó
Lycidas, de John Milton, uno de los poemas más importantes
de la lengua inglesa; y durante la conjunción de 1665-1666,
Milton terminó su obra maestra, El paraíso perdido. Para
seguir la secuencia, en la oposición siguiente, la de 1671-1672,
se publicó El paraíso recuperado y su última gran obra, Sam
son Agonistes.
Lo mismo ocurrió con el comienzo de la novela inglesa en
el siglo XVIII. Cuando busqué las fechas de publicación de los
trabajos pioneros de Henry Fielding, Samuel Richardson y
Tobias Smollett, descubrí que los dos primeros habían publi
cado sus novelas más importantes -Tom ]ones y Clarissa, res
pectivamente-, y el tercero, su primera novela, Las aventuras
de Roderick Random, en el mismo período de catorce meses,
entre enero de 1748 y febrero de 1749, en el que Júpiter y
Urano estuvieron en conjunción. Durante la oposición inme
diatamente anterior, exacta en 1741, tanto Richardson como
Fielding habían publicado sus primeras novelas, Pamela y
Joseph Andrews, respectivamente.
Una vez más, es importante tener en cuenta el carácter y el
espíritu subyacentes a las obras en cuestión y no sólo su esta
tus de icono cultural de innovación o de logro. En Tom ]ones,
por ejemplo, lo mismo que en muchas otras obras artísticas y
fenómenos culturales que coinciden con el ciclo de Júpiter
Urano (como la Heroica, que celebraba los despertares revo
lucionarios de 1775-1776 y 1789, el florecimiento contracul
tura! de 1968-1969, o la eufórica caída del comunismo en
Europa Oriental en 1989), es fácil advertir, tanto en el héroe
como en la narración, el espíritu característicamente pródigo
del complejo arquetípico de Júpiter-Urano, esto es, intrépida
mente aventurero, sin trabas, entusiasta, generoso, excesivo y
al mismo tiempo de admirables principios, alegremente trans
gresor y permanentemente abierto a nuevos horizontes. Ese
espíritu refleja una dimensión esencial de este complejo sub
yacente, cuyo surgimiento en la vida colectiva de la cultura
durante dichos alineamientos parece constelar una cierta vita
lidad aventurera y realzar la inspiración creadora, que a su vez
produce estas oleadas de obras innovadoras.
El cuadro general de la historia de la literatura presenta un
panorama en el que los alineamientos axiales del ciclo de Jú
piter-Urano coinciden de manera sistemática con hitos concu
rrentes de innovación creadora. En efecto, en la historia de la
literatura occidental desde el Renacimiento hasta nuestros
días son evidentes los asombrosos patrones diacrónicos en
coincidencia con el ciclo de Júpiter y Urano. Pero no se trata,
una vez más, de que tales acontecimientos ocurran repentina
y exclusivamente durante estos alineamientos, sin conexión
con los acontecimientos y las actividades de los años interme
dios. Por el contrario, es como si en la actividad literaria y la
creatividad cultural se produjese una suerte de cresta de ola en
correlación con esos alineamientos. Estas crestas son percep
tibles en multitud de publicaciones o inicios de obras impor
tantes y revolucionarias que tienen lugar durante esos alinea
mientos, así como en las diversas concentraciones que se pro
ducen en muchas categorías de acontecimientos, como la
puesta en marcha de movimientos de gran influencia, nuevos
géneros o asociaciones creadoras de grandes figuras literarias.
Todo el conjunto de correlaciones parece formar un patrón
inteligible de fenómenos culturales cíclicamente relacionados
y portadores de las cualidades arquetípicas asociadas a Júpi
ter y Urano.
A menudo, un período particular de la conjunción de Jú
piter y Urano produce una obra que marca el comienzo de
una serie de obras del mismo tipo de un gran autor, que adop
tarán el carácter básico de la que había aparecido en coinci
dencia con la conjunción. Un ejemplo es Faulkner, quien dio
comienzo a la larga serie de novelas del condado de Yok
napatawpha durante la conjunción de Júpiter y Urano de
1927-1928, con Sartoris y El ruido y la furia, primeras de la
serie de obras maestras que vinieron a continuación (Mientras
agonizo, Santuario, Luz de agosto y las demás). Otro caso es
el de Thomas Hardy, que empezó su larga serie de novelas de
Wessex con Bajo el árbol, durante la conjunción de 1871-
1872, para continuar con Lejos del mundanal ruido, El regre-
so del nativo, El alcalde de Casterbridge, Tess la de los D'Ur
bervilles y sus otras novelas centradas en el pueblo y el paisa
je del sudeste de Inglaterra.
Durante la misma conjunción de 1871-1872, Émile Zola
inició su experimento de veinte novelas naturalistas, el ciclo
de novelas de los Rougon-Macquart, que documentaba la vida
en el Segundo Imperio Francés, con la publicación de La for
tuna de los Rougon. Análogamente, Colette publicó la prime
ra de su serie de novelas durante la conjunción de 1900. Du
rante la misma conjunción, como ya se indicó, Henry James
entraba en la fase final y la más compleja de su obra, con Los
embajadores, a la que siguieron Las alas de la paloma y La
copa dorada, tres novelas que forman un todo formal filosófi
camente coherente. La conjunción siguiente de 1913-1914
produjo el primero de los varios volúmenes que componen
En busca del tiempo perdido, de Proust (el último se publicó
en 1927, en coincidencia con la conjunción siguiente).
Durante la única conjunción de Júpiter y Urano que omití
en la secuencia que acabo de mencionar, se inició otra memo
rable serie de obras de ficción, la de Arthur Connan Doyle,
quien escribió el primer relato de Sherlock Holmes, Estudio
en escarlata, en marzo y abril de 1886." Además, en el ciclo
inmediatamente anterior, Lewis Carroll publicó Alicia en el
País de las Maravillas y su secuela, Alicia a través del espejo,
en exacta correlación con los alineamientos sucesivos de 1865
y 1872. Tras décadas de escritura, Tolkien comenzó la publi
cación de su trilogía de El Señor de los Anillos durante la con
junción de 1954-1955, los tres libros en esos dos años.
Durante la misma conjunción, J. D. Salinger empezó su últi
ma fase de la familia Glass con la publicación de Franny en
The New Yorker's en enero de 1955, seguida de Zooey;
Levantad, carpinteros, la viga del tejado; Seymour: una intro
ducción y Hapworth, 16, 1924, títulos íntegramente publica
dos a lo largo de la década siguiente y que también constitu
yen un todo de gran coherencia artística y filosófica." Duran
te la conjunción inmediatamente posterior, la de 1968-1969,
Patrick O'Brian publicó Capitán de mar y guerra, la primera
de su serie de veinte volúmenes de novelas históricas ambien
tadas en la era napoleónica. Durante la misma conjunción,
aunque en un género diferente, comenzó la serie de libros de
Don Juan, de Carlos Castaneda, con Las enseñanzas de Don
Juan. Podrían darse muchos otros ejemplos comparables. Du
rante la conjunción más reciente de Júpiter y Urano, la de 1997,
J. K. Rowling publicó el primer libro de la serie de Harry Pot
ter, Harry Potter y la piedra filosofal.
El denominador común de muchos de estos patrones de
creatividad literaria es la correlación precisa del ciclo de Jú
piter y Urano con diversos tipos de nuevos comienzos: la
publicación de la primera obra de un autor importante, la pri
mera de una serie importante de libros esencialmente relacio
nados, la primera de un nuevo género, y así sucesivamen
te. Dostoievski, Tolstoi, Melville, por ejemplo, escribieron y
publicaron sus primera obra o su primera novela en coinci
dencia con conjunciones u oposiciones de Júpiter y Urano, lo
mismo que Jane Austen, Mary Shelley, Dickens, Thackeray,
Gogol, Mark Twain, George Eliot, Henry James, Zola, Co
lette, Conrad, London, Dreiser, Mano, Kafka, Joyce, Thomas
Wolfe, Evelyn Waugh, Jorge Luis Borges y Gabriel García
Márquez, así como Fielding, Richardson y Smollett. Lo mismo
vale para la primera obra de poetas: Blake, Keats, Baudelaire,
Auden, García Lorca, Wallace Stevens, Dylan Thomas, Derek
Walcott, Allen Ginsberg. Durante la conjunción de Júpiter y
Urano de 18 5 8, Emily Dickinson empezó a reunir sus poemas
en fascículos encuadernados, única forma más o menos pare
cida a una edición que conoció su poesía en vida de la autora.
MOMENTOS EMBLEMA TICOS
E HITOS CULTURALES
49°
culturales. Puede tratarse de una expansión en sentido literal a
la vez que intelectual, como cuando Galileo, al dirigir su teles
copio al cielo durante la conjunción de 1610, descubrió un
universo nuevo e inmenso. Lo mismo ocurrió durante la con
junción de 1513, cuando Vasco Núñez de Balboa se convirtió
en el primer europeo que cruzaba el istmo de Panamá y, desde
las alturas de la serranía de Darién, contempló la magnífica
vista del Océano Pacífico. Este momento fue conmemorado
por Keats en su primer gran soneto, «Al leer por vez primera
el Homero de Chapman», que se publicó durante otra con
junción de Júpiter y Urano, la de 1816-1817: 16
49 1
conjunc10n siguiente. O la permanencia de Voltaire en In
glaterra durante la oposición de Júpiter y Urano de 1726-
1727, que afectó profundamente su visión intelectual y lo mo
vió a llevar al Continente las aspiraciones liberadoras de la
Ilustración. Sus Cartas filosóficas, que contenían estas ideas y
que tanta influencia ejercieron, se publicaron durante la con
junción inmediatamente posterior, la de 1734.
Con frecuencia, los horizontes súbitamente expandidos
adoptan la forma de un encuentro transformador con un indi
viduo o una institución en el extranjero, como ocurrió en la
decisiva permanencia de Freud en París en el curso de la con
junción de 1885-1886, durante la cual estudió en la Salpetriere
con el neurólogo Jean-Martin Charcot, lo que le impulsó a
cambiar la orientación de su vida profesional para dedicarse al
estudio de la psicopatología y el inconsciente. Lo mismo suce
dió con el iluminador viaje de Joseph Campbell durante la
conjunción de 1927-1928 para estudiar en París y Munich,
donde descubrió la obra de Freud, Jung, Joyce, Mano y Pi
casso y concibió su idea de los fundamentos míticos de la
experiencia humana. La peregrinación igualmente transfor
madora que el mismo Campbell realizó durante todo un año
a la India, el sudeste de Asia y Japón, tuvo lugar precisamen
te en el período de catorce meses correspondiente a otra con
junción de Júpiter y Urano, en 1954-1955. El importante giro
vital de James Hillman se produjo durante la conjunción de
Júpiter y Urano inmediatamente posterior, la de abril de 1969,
en Londres, en el Warburg Institute, donde su revelador en
cuentro con una tradición de imágenes politeístas clásicas y
con el núcleo de la imaginación cultural catalizaría el naci
miento de la psicología arquetipal.
A veces, la repentina apertura de nuevos horizontes se
produce a través de un libro descubierto por casualidad, como
cuando Nietzsche, durante la oposición de Júpiter y Urano de
1865, dio en una librería de Leipzig con El mundo como vo
luntad y representación, de Schopenhauer, que resultó ser un
punto de inflexión decisivo en su vida intelectual. En otras
ocasiones, el cambio de lugar de residencia y la expansión de
horizontes es física y al mismo tiempo intelectual, como en el
caso del propio Nietzsche durante la oposición inmediata-
49 2
mente posterior de 1879, catorce años más tarde, cuando dejó
su carrera docente universitaria y comenzó su gran década
creadora de escritor itinerante en Suiza, Francia e Italia.''
493
del que se disponga de registros históricos lo suficientemente
precisos y extensos. A medida que se retrocede en la historia,
la densidad de los datos culturales decrece poco a poco, y
cuando uno se adentra en los siglos y los milenios anteriores a
1500, dichos datos desaparecen casi por completo. Por tanto,
resulta particularmente interesante el estudio de la primera
conjunción posterior a 15oo, exacta en 1513 (en realidad, los
planetas entraron por primera vez en el orbe de 1 5º en junio
de 1512, salieron y volvieron a entrar en él durante el resto de
1512 y 1513 y lo abandonaron definitivamente en febrero de
1514, lapso insólitamente prolongado para una conjunción
de Júpiter y Urano). Este período coincidió con una ola extra
ordinaria de acontecimientos que, en muchos sentidos, pare
cían marcar el punto culminante del Renacimiento italiano.
En octubre-noviembre de 1512 Miguel Ángel terminó de
pintar la Capilla Sixtina y su trabajo fue dado a conocer. A
comienzos de 1 5 1 3 empezó a esculpir el Moisés para la tumba
del papa Julio II. Durante el mismo período, Rafael dio fin al
gran ciclo de pinturas para la Stanza della Segnatura y la
Stanza di Eliodoro, que incluía La escuela de Atenas, Parnaso
y El triunfo de la Iglesia. Era, en efecto, el período culminan
te del papado de Julio II, el mayor mecenas del Renacimiento,
él mismo nacido durante una conjunción de Júpiter y Urano
cinco ciclos antes y que supervisaba las realizaciones de Mi
guel Ángel y Rafael en la Capilla Sixtina y las estancias del
Vaticano, respectivamente. (El otro gran legado de Julio fue la
Basílica de San Pedro, cuya construcción, por entonces en
curso, comenzó bajo Bramante, durante la oposición inme
diatamente anterior de Júpiter y Urano, siete años antes, y
cuya piedra fundacional había sido colocada en abril de 1506.)
En Venecia, durante esta conjunción, Tiziano, que a la sazón
se hallaba en los comienzos de su larga carrera, pintó su famo
sa alegoría neoplatónica, Amor sagrado y amor profano. En
Alemania, en ese mismo momento, Alberto Durero grababa
un conjunto de tres piezas maestras: San Jerónimo en su estu
dio; El caballero, la muerte y el diablo, y Melancolía/, todas
en 1513-1514.
Pero esta onda creativa no se limitaba a las artes visuales.
Entre la primavera y el otoño de 1513, Maquiavelo empezó a
494
trabajar en sus dos obras maestras, El príncipe y los Discursos,
obras fundacionales de la teoría política moderna. En el mis
mo año, Castiglione comenzaba su obra renacentista por ex
celencia, El cortesano, que, tras catorce años de difusión y
pulido, fue enviada al editor a comienzos de 1527, durante la
conjunción inmediatamente posterior de Júpiter y Urano.
La conjunción de 1513 fue también importante para la teo
logía y la religión. Durante estos meses, Martín Lutero dio
comienzo en Wittenberg a su famosa serie de conferencias so
bre los Salmos y la Epístola a los Romanos, de Pablo, que esta
blecieron su nueva manera de entender la salvación, única
mente a través de la fe en la gracia de Dios, y la consiguiente
instauración de las bases teológicas de la Reforma.
Los historiadores de la ciencia consideran que este perío
do coincidió con la redacción y la distribución privada del
Commentariolus de Copérnico, el breve manuscrito que con
tenía la primera descripción de su teoría heliocéntrica, que
hizo circular entre amigos y colegas. El primer dato que tene
mos de la existencia de este texto es su registro, a principios de
1514, en el inventario de la biblioteca de un erudito, sólo dos
meses después de que la conjunción dejara atrás los 1 5º. Los
estudiosos de Copérnico piensan que lo más probable es que
haya sido escrito en 1512-1513.
Es como si, hace cinco siglos, una fuerza arquetípica im
pulsara el nacimiento del yo moderno -en arte, religión, cien
cia, el Renacimiento, la Reforma, la Revolución Científica- y
este breve período representara una suerte de umbral de un
fenómeno más amplio. Incluso en el campo de la exploración
mundial, fue en estos mismos meses extraordinarios, en sep
tiembre de 1513, cuando Balboa divisó por primera vez el
Océano Pacífico, forma literal, geográfica, de un despertar
inesperado y de la expansión a nuevos horizontes. Además,
junto a todos estos acontecimientos y fenómenos culturales
sincrónicos se advierte también la presencia de configuracio
nes diacrónicas en la exploración mundial: durante la opo
sición inmediatamente posterior, la de octubre y noviembre
de 1520, Magallanes atravesó por primera vez el estrecho que
conecta el Atlántico y el Pacífico (y bautizó a éste como
Pacifica) durante la histórica expedición que por vez primera
495
circunnavegó el globo. Exactamente dos ciclos antes, durante
la oposición de Júpiter y Urano de 1492, Cristóbal Colón
zarpó en el viaje que lo llevaría por primera vez al Nuevo
Mundo.
PROMETEO Y NIETZSCHE
497
la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano
que se proclamó en Francia durante la conjunción de 1789 y
la Carta de Derechos que se presentó ese mismo año en el
Congreso de los Estados Unidos durante la misma conjun
ción. Análogamente,Júpiter y Urano se hallaban en oposición
el 1 de agosto de 1838, día en que fueron liberados todos los
esclavos del Imperio británico, auténtica culminación del mo
vimiento abolicionista que William Clarkson había iniciado
más de cincuenta años antes. En 1865, cuando la Decimo
tercera Enmienda de la Constitución prohibió la esclavitud en
Estados Unidos,Júpiter y Urano volvían a estar en oposición;
lo mismo ocurría en 1893, cuando Nueva Zelanda se convir
tió en el primer país que daba carta de naturaleza al voto fe
menino, y otra vez en 1920, cuando el prolongado impulso en
favor del sufragio femenino en Estados Unidos desembocó
en la ratificación de la Decimonovena Enmienda.
Podrían agregarse otros acontecimientos análogamente pa
radigmáticos. En Inglaterra, durante la misma oposición de
1865 que coincidió con el final de la esclavitud en Estados
Unidos, John Stuart Mill presentó en el Parlamento el primer
proyecto de ley de la historia inglesa en defensa del voto
femenino. La misma oposición que en 1920 coincidió con el
sufragio femenino en Estados Unidos coincidió también con
la fundación de la Unión Americana por las Libertades Ci
viles. La Declaración Universal de los Derechos Humanos se
ratificó en Naciones Unidas durante la oposición de Júpiter y
Urano de 1948. Los Acuerdos de Helsinki sobre Derechos
Humanos se firmaron durante la oposición de Júpiter y Ura
no de 1975-1976 y sirvieron de estímulo a los disidentes de la
Unión Soviética y Europa del Este en los años previos al hun
dimiento del Telón de Acero, que ocurrió un ciclo después,
durante la oposición inmediatamente posterior de Júpiter y
Urano en 1989.
Una vez más, estas correlaciones con el ciclo de Júpiter
Urano, tanto en política y en derechos humanos como en las
artes y las ciencias, parecen expresar en sus múltiples formas
la síntesis arquetípica de Júpiter y Prometeo: la expansión, el
crecimiento y el triunfal predominio del principio de libertad,
revolución e innovación creadora. En esos acontecimientos
Júpiter parece elevar y coronar de éxito a Prometeo. Sin em
bargo, cabe pensar que la interacción arquetípica durante los
alineamientos de Júpiter y Urano no consiste tan sólo en el
efecto que cada uno de los principios produce en el otro, sino
también en la impregnación recíproca de ambos principios y
en su completa integración, al punto de manifestarse como
un único principio compuesto, como si las dos iguras
míticas, Prometeo y Júpiter, se unieran en una y la
misma figura. Hemos observado un fenómeno semejante
durante los alineamientos de Urano y Plutón, como el de la
década de 1960 o el de la Revolución Francesa, momentos en
que parecía haberse constelado colectivamente una figura
arquetípica compuesta de Prometeo-Dioniso. En el caso de
los alineamientos de Júpiter y Urano, es como si en estas
diversas rupturas creativas y revolucionarias, el propio
Prometeo se convirtiera en el Júpiter soberano del Olimpo y
recibiera la corona de rey. La misma imagen de Prometeo
coronado podría verse en el triunfal alunizaje del Apolo. En
cierto sentido, toda ruptura creativa, todo momento de
rebelión exitosa, toda expansión inesperada o feliz despertar
puede considerarse una expresión de esta síntesis arquetípica.
Aunque en las correlaciones que hemos examinado el
triunfo de Prometeo se expresa en un amplio abanico de for
mas, a veces se expresa de forma rotunda, como en el caso de
la Estatua de la Libertad, emblemática encarnación del com
plejo arquetípico de Júpiter y Urano en forma integrada: una
estatua en que se sintetizan perfectamente los dos símbolos
distintivos de dichos dioses, esto es, la corona enaltecedora de
Júpiter y el fuego liberador de Prometeo. Tanto en su doble
simbolismo integrado como en su impresionante tamaño, la
Estatua de la Libertad es tal vez el monumento esencialmente
jupiteriano al arquetipo prometeico.
El hecho de que este gran símbolo de libertad fuera erigi
do y dedicado en el puerto de Nueva York precisamente
durante el período de catorce meses de la conjunción de Jú
piter y Urano de 1885-1886 parece tener un especial significa
do cósmico, pues era un regalo de Francia a Estados Unidos
con motivo de la conmemoración de la Revolución Nor
teamericana y de la Revolución Francesa de un siglo atrás, que
499
empezaron en coincidencia con las conjunciones de Júpiter y
Urano consecutivas de 1775-1776 y 1788-1789.''
Es instructivo el agudo contraste arquetípico entre la Esta
tua de la Libertad, erigida durante una conjunción de Júpiter
y Urano, y el Monumento Conmemorativo de la Guerra de
Vietnam, realizado durante una conjunción de Saturno y Plu
tón. En diversos aspectos -su forma y su apariencia, el es
píritu y el carácter de su estética, sus significados simbólicos y
los acontecimientos históricos y las épocas que conmemo
ran-, ambos monumentos son expresiones paradigmáticas de
los ciclos planetarios con los que coinciden y de los principios
arquetípicos correspondientes.
A la vista de esta comparación y de las correlaciones simi
lares mencionadas en los capítulos dedicados a estos dos ciclos,
se podría decir que la combinación arquetípica de Saturno
y Plutón sugiere una cualidad dominante de sombría grave
dad, una dirección de profundidad descendente, de fuerte
contracción, de siniestra realidad, muerte y pérdida, el lastre
del pasado; mientras que los alineamientos de Júpiter y Urano
parecen coincidir con una orientación más luminosa, ascen
dente y expansiva, a saber, el avance hacia el futuro, el ascen
so a brillantes alturas, la libertad repentina, la expansión a
mundos nuevos e inesperados, todo ello con alegría creadora.
A la inversa, mientras que los acontecimientos del ciclo de
Saturno-Plutón producen estructuras duraderas, gravedad
moral, profundidad de experiencia, solemnidad y solidez,
antigua tradición y raíces profundas, la costosa sabiduría de la
madurez y la potenciación del principio del senex, la tenden
cia de Júpiter-Urano es a menudo ingenuamente optimista e
ilimitada, el puer eternus, el niño eterno, engreído y sin trabas,
en un vuelo que, al modo de Ícaro, no conoce límites en su
ascenso. En efecto, a los alineamientos de Júpiter y Urano se
asocia la celebración acrítica del progreso científico y tecnoló
gico, la jubilosa quiebra de reglas y superación de límites, la
pródiga falta de control de la rebelión contracultura), los exce
sos carnavalescos, la efímera euforia de los recién liberados,
las indulgencias excesivas y la vistosa riqueza del nuevo rico,
la ostentación y el deslumbramiento de la fama, el inventor
fanático que no puede dejar de seguir innovando.
500
Todo complejo arquetípico tiene su sombra, y en el caso
del complejo de Júpiter-Urano es fácil poner de manifiesto la
sombra de tan feliz superabundancia. Como dijo Mae West,
que nació bajo una oposición de Júpiter y Urano, «el exceso
de lo bueno es maravilloso». Así habla el irreprimible y son
riente Truhán en defensa de la plenitud desmesurada, propia
de Júpiter, libre de preocupaciones inhibidoras y con un im
previsto toque de humor para celebrar las virtudes del exceso
y los buenos momentos sin límites. En el universo del com
plejo arquetípico de Júpiter-Urano no se ven las sombras.
Pero el mundo no está gobernado por ningún complejo ar
quetípico en solitario. Los dioses, dijo Schiller, nunca aparecen
solos.
A veces el despliegue de los dos ciclos planetarios que
hemos comparado hasta ahora, el de Saturno-Plutón y el de
Júpiter-Urano, se produce de tal manera que en un momento
particular de la historia se solapan. Entonces podemos obser
var cómo los fenómenos coincidentes reflejan la influencia
conjunta de los dos complejos arquetípicos. Por ejemplo, en
1914, la primera conjunción de Saturno y Plutón del siglo XX
coincidió exactamente con la conjunción de Júpiter y Urano
de ese año. Ambos pares de planetas estaban en conjunción en
el verano y el otoño de 1914, durante aquellos fatídicos meses
en que prácticamente toda Europa se lanzó entusiasmada a la
guerra. Dirigentes nacionales llenos de exaltación y una ju
ventud voluntariosa y apasionada, inspirados por un optimis
mo sin límites y motivados por ambiciones patrióticas y per
sonales, pusieron en marcha el matadero más horrible que el
mundo había conocido hasta entonces y dieron así oscuro fin
a la era de ascenso de la civilización europea. En los treinta
años posteriores del conflicto mundial se perdieron dos gene
raciones de potencial creativo.
Una dinámica semejante se puede reconocer también en el
desarrollo de una vida individual. Napoleón nació durante
una oposición de Júpiter y Urano (ambos formaban un preci
so aspecto mayor con Marte, planeta que se asocia al princi
pio arquetípico de la autoafirmación, la agresión y el guerre
ro). Tras una serie casi ininterrumpida de éxitos militares,
entre 1808 y 18n, Napoleón se hallaba en la cumbre de su
poder mientras Urano en tránsito entraba en conjunción con
su Júpiter natal y en oposición a su Urano natal (los mismos
tránsitos que tuvo Einstein cuando se corroboró su teoría de
la relatividad y se lo aclamó como el mayor genio de todos los
tiempos). El genio militar surgido de la época de la Revo
lución Francesa no sólo era Emperador de Francia, autocoro
nado en la catedral de Notre Dame, sino el hombre más pode
roso de Europa. Había ascendido de la oscuridad corsa a las
alturas de la grandeur imperial. Como un conquistador anti
guo, había cruzado el Mediterráneo para invadir y conquistar
Egipto en la batalla de las Pirámides. Su imperio incluía los
Países Bajos, Toscana, partes de Alemania y las provincias ili
rias. Los reinos de España, Italia, Wesftalia y Nápoles eran
estados vasallos gobernados por parientes suyos. Se casó con
la hija del emperador austríaco y su hijo recién nacido era rey
de Roma. Se consideró heredero de Alejandro y de Carlomag
no. Ningún obstáculo a la posterior expansión de su asom
broso éxito parecía insuperable.
El año siguiente, Napoleón invadió Rusia y en el duro
invierno ruso de 181.2-1813, cuando Saturno en tránsito entra
ba en conjunción exacta con su Plutón natal, la fortuna le dio
la espalda. En una serie fatídica de errores de cálculo, exceso
de despliegues militares y extralimitación imperial, el imperio
napoleónico inició su caída. En junio de 181 5, precisamente
cuando Saturno en tránsito entraba en cuadratura con su ali
neamiento natal de Júpiter y Urano, Napoleón fue derrotado
en Waterloo: la súbita caída del estado de gracia, el hundi
miento de la grandeza.
Hay dramas personales que tienen lugar en el escenario
público de la historia, que son presenciados y vividos por
multitudes. Otros, en cambio, se desarrollan en la soledad de
una vida y pasan en gran medida inadvertidos por sus contem
poráneos, en una batalla interior, pero no por eso son menos
arquetípicos en intensidad y en magnitud. Tal vez ninguna
figura del pensamiento occidental haya expresado de manera
más poderosa el impulso de ilimitada liberación prometeica
que Friedrich Nietzsche, que nació en 1844, bajo Júpiter y
Urano en conjunción. Este mismo alineamiento coincidió con
la composición de Tannhauser, de Wagner, el comienzo de la
colaboración de Marx y Engels y sus primeras obras impor
tantes, la primera exposición que Darwin hizo de su revolu
cionaria teoría y la construcción de Thoreau de su cabaña en
Walden Pond. Todos esos acontecimientos y la conjunción de
Júpiter y Urano tuvieron lugar durante las primeras fases
de la conjunción de Urano y Plutón de mediados del siglo XIX;
otra versión de la inusual conjunción triplanetaria alcanzó ma
yor exactitud en 1968-1969.' 9
A lo largo de su vida, Nietzsche se rebeló contra las creen
cias culturales y filosóficas establecidas, las criticó brillante
mente y se liberó de todas ellas, una otras otra. Cuando, en
1879, Júpiter y Urano entraban en oposición, dejó la vida de
profesor universitario decimonónico, para la que tan bien se
había educado pero a la que tan mal se adaptaba, y comenzó
sus años itinerantes.
\
\
\
\
- --
ñ
\.
Figura II
510
en enero de 1883, la tensión que se había ido acumulando
durante tanto tiempo se quebró de repente «tras diez días de
enero absolutamente frescos y alegres». Una explosión de po
der creador se apoderó de él. Y entonces, en una avalancha de
inspirada claridad, pathos y belleza, manó a raudales Así habló
Zaratustra. Nietzsche describiría más tarde el estado de inspi
ración que le había embargado, reflejando otra vez los dos
complejos arquetípicos en síntesis.
511
tón) que aparece en el seno de una exuberancia de luz y de
felicidad Uúpiter-Urano), no como su antítesis, sino como su
condición necesaria. Como escribió Nietzsche después de aca
bar el Zaratustra:
512
y con el valor suficiente para superarse a sí mismo, gracias a
'este tipo de persona, la Voluntad universal en toda su podero
sa y fatal inevitabilidad se convierte en auténtico instrumento
de libertad y da nacimiento a una nueva forma de ser: la del
creador alegre que afirma la vida incondicionalmente y que,
convertido en su propia ley, descubre en sí mismo el sentido
de la Tierra.
Y por último:
514
zos de la oposición siguiente de los mismos planetas, en 1896,
reflejan, en una secuencia cíclica, el tema de la lucha titánica y
la liberación.
Por último, durante la conjunción de Urano y Plutón
siguiente, cuando Júpiter y Urano también estaban en conjun
ción en el momento de la triple conjunción de 1968-1969
-único alineamiento de este tipo del siglo XX que reunió los
tres planetas que en el siglo anterior formaban una conjunción
cuando nació Nietzsche-, este poderoso pasaje inicial del Así
habló Zaratustra de Strauss fue por primera vez objeto de una
amplia difusión cuando se convirtió en banda sonora del
arranque del épico film de Stanley Kubrick 2001: Una odisea
del espacio. Con su peculiar expresión de temas como la re
pentina innovación evolutiva y tecnológica, «La aurora del
hombre», la inesperada expansión radical de la conciencia, la
grandeza cósmica y la profecía del futuro nacimiento de una
nueva forma del ser humano, la película encarnaba perfecta
mente el simbolismo arquetípico de la triple conjunción. Era
el mismo alineamiento de 1968-1969 que coincidió con el alu
nizaje del Apolo 11, la hipótesis Gaia, la fotografía «Eanh
rise», el apogeo de la contracultura de los años sesenta y su
exuberante celebración de la libenad creadora, así como el rá
pido surgimiento de la convicción, sentida en todo el mundo
y discernible en los movimientos sociales, la música, la litera
tura y muchos otros fenómenos culturales, de que una nueva
era estaba asomando.
NACIMIENTOS OCULTOS
516
chos acontecimientos que coincidieron con alineamientos del
tránsito mundial de Júpiter y Urano no fue advertido en el
momento en que ocurrieron, ni en los años inmediatamente
posteriores. Es cierto que en muchos de los ejemplos que
hemos expuesto, el significado era evidente y ampliamente
reconocido, como el alunizaje, la toma de la Bastilla o la caída
del Muro de Berlín. Pero en 18 5 8, cuando Darwin y Wallace
presentaron conjuntamente ante la Linnean Society su artícu
lo sobre la teoría de la evolución, pocas personas advirtieron
el significado del mismo. En su momento, este anuncio sólo
recibió el silencio por respuesta, y cuando publicó en las actas
de la sociedad, la reacción fue en general crítica. Varios meses
después, cuando el presidente de la sociedad resumió los
acontecimientos del año anterior, se lamentó:
5 17
res. En 1927, el modesto sacerdote jesuita Lemaitre y su hi
pótesis de la expansión del universo fueron marginados e ig
norados por todos los distinguidos físicos presentes en el fa
moso Congreso Solvay, incluido Einstein. En 1962, nadie
advirtió que Betty Friedan acababa de escribir un libro que
catalizaría una revolución social. Pocos habrían podido pre
decir que, en ese mismo año, Rache! Carson había inaugura
do una nueva era en la conciencia ecológica y un movimiento
de grandes consecuencias planetarias.
Aunque los alineamientos de Júpiter y Urano coinciden
con comienzos creativos y de emancipación, con el nacimien
to de obras, movimientos e ideas importantes, estos comien
zos son a menudo como nacimientos en un establo, humildes
y alejados de los centros del poder y la atención mundiales,
esto es, en privado y en solitario, en un estudio silencioso, en
una pequeña reunión, en un cuaderno de notas, en la soledad
de un sendero montañoso, junto a una charca, en una mente
individual, en el castillo interior. Con frecuencia fueron igno
rados por el público general de su época, y a veces no tuvie
ron el reconocimiento de nadie, ni siquiera de sus protagonis
tas. Sólo con posterioridad el acontecimiento o su importan
cia se hicieron visibles; a veces mucho más tarde, bajo un ali
neamiento posterior de Júpiter y Urano, como sucedió con
los descubrimientos genéticos de Mendel, por mucho tiempo
ignorados.
Durante la oposición de Júpiter y Urano de 1976 nadie se
enteró de que en un garaje de California dos jóvenes habían
dado comienzo a la revolución del ordenador personal.
Durante la conjunción siguiente de Júpiter y Urano, la de
198 3, nadie reconoció que se había puesto en marcha la peres
troika cuando Mijail Gorbachev, en calidad de jefe de los
expertos agrícolas de la Unión Soviética, realizó ese año su
decisiva visita a Canadá, donde se encontró con la eficiencia y
la productividad de la agricultura norteamericana y la apertu
ra del estilo político de Occidente y empezó su fundamental
asociación con Alexander Jakolev, a la sazón embajador sovié
tico en Canadá, que se convirtió en el principal teórico de la
perestroika y la glasnost. Esas correlaciones sólo se hicieron
visibles con el tiempo.
518
A juzgar por las pruebas recogidad en los alineamientos
previos de Júpiter y Urano, es prácticamente seguro que aún
no conocemos la mayoría de los acontecimientos de natura
leza prometeica más importantes en coincidencia con los ali
neamientos recientes, hecho que hay que tener siempre pre
sente a propósito de la oposición de Júpiter y Urano que em
pezó en el otoño de 2002 y se prolongó hasta el verano de 2004.
Muchos fenómenos característicos de Júpiter-Urano de este
período son fácilmente visibles, como la oleada de avances en
astronomía y en exploración espacial, las ya mencionadas ma
nifestaciones mundiales contra la invasión de Irak, el repenti
no entusiasmo por los documentales antisistema y la intensa
transformación de Internet en medio para el activismo pro
gresista y la difusión de noticias y opinión disidentes.'º Pero,
lo mismo que ocurrió con la mayoría de las correlaciones
estudiadas en estos capítulos sobre del ciclo de Júpiter-Urano,
desde el Discurso del método y el cogito cartesianos, en 1637,
hasta el nacimiento del rock and rol/ en 19 54- 19 5 5, muchos de
los principales fenómenos culturales arquetípicamente perti
nentes al alineamiento de 2002-2004, tal vez la mayoría, resul
tarán visibles y se abrirán a la evaluación histórica con el paso
del tiempo, a medida que se adquiera suficiente perspectiva
respecto del momento en que vivimos.
Tal vez sea adecuado terminar esta sección sobre el ciclo de
Júpiter-Urano con la aclaración de que el Discurso sobre la
dignidad del hombre, de Pico della Mirandola, con el que em
pezamos este libro, fue escrito durante la conjunción de Jú
piter y Urano de 1486, cuando alboreaba la culminación del
Renacimiento. La coincidencia es representativa de este ciclo.
El manifiesto de Pico, que los estudiosos modernos conside
ran unánimemente como iniciador de una nueva época, ape
nas fue conocido en el año de su redacción, pues el Vaticano
prohibió la celebración de la reunión de filósofos para la que
había sido escrito como discurso de apertura. Sin embargo,
con su conmovedora declaración de libertad humana y de ili
mitadas posibilidades en la aventura cósmica, con su optimis
mo y su creatividad, así como con su éxito cultural final y su
legendario estatus histórico, ilustra con intensidad los temas
centrales del ciclo Júpiter-Urano y el triunfo de Prometeo:
519
Tú, no coartado por límite alguno, en concordancia con tu pro
pio libre albedrío, en cuyas manos te hemos puesto, ordenarás por ti
mismo los límites de tu naturaleza ... No te hemos hecho celestial ni
terrenal, mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y
soberano artífice de ti mismo, puedas darte la forma que prefieras.
520
DESPERTARES DEL ESPÍRITU Y EL ALMA
William James
Las variedades de la experiencia religiosa
CAMBIOS TRASCENDENTALES
DE VISIÓN CULTURAL
524
Neptuno. Los períodos correspondientes a alineamientos de
Urano y Neptuno se caracterizan no tanto por grandes cam
bios políticos u otros cambios materialmente tangibles, como
por transformaciones de la visión subyacente a una cultura:
amplios despertares espirituales, el nacimiento de nuevos mo
vimientos religiosos, renacimientos culturales, el surgimiento
de nuevas perspectivas filosóficas, el retorno del idealismo,
cambios repentinos en la visión cosmológica y metafísica de
una cultura, rápidas transformaciones colectivas en la com
prensión psicológica y la sensibilidad interior, ciertas formas
de cambio de paradigma científico, nuevas ideas y movimien
tos sociales, así como cambios fundamentales en la imagina
ción artística de una cultura.
Estos alineamientos tienden también a coincidir con pe
ríodos de amplia confusión y desorientación espiritual y filo
sófica, asociados a la rápida disolución de estructuras estable
cidas de creencias y certezas, así como a una cierta suscepti
bilidad a distintos tipos de trance de masas. Lo mismo que
ocurre con otras configuraciones en las que interviene Urano,
hay una permanente cualidad de despertar estimulante y libe
rador, acompañada de una espontánea innovación creadora, o
bien una cualidad desestabilizadora producida por inesperados
y repentinos cambios radicales. Pero ambas cualidades se ex
presan de modo característico mediante la imaginación colec
tiva y la visión cultural -espiritual, artística, científica, cosmo
lógica, filosófica, social- con una tendencia a lo ideal, lo poé
tico, lo esotérico y lo místico, a menudo en compañía de un
incansable impulso de trascendencia e iluminación espiritual.
525
siguiente del platonismo o, en realidad, de toda la tradición
filosófica occidental, cuya fuente originaria reside precisa
mente en Sócrates y Platón. La visión filosófica que surge en
este período contiene ya con claridad muchos rasgos caracte
rísticos de alineamientos posteriores, como la afirmación de
una realidad espiritual trascendente, la visión de las Ideas
arquetípicas, la creencia de que la muerte es una vía de acceso
a una vida más valiosa y la revelación de un dominio superior
de la existencia que inspira la vida humana y la impregna de
sentido y finalidad.
En lo concerniente a despertares espirituales y el nacimien
to de nuevas religiones, Urano y Neptuno estuvieron en opo
sición de 32 a 13 a.C., período que en general los historia
dores consideran que abarca la vida adulta y el ministerio de
Jesús, su muerte y el nacimiento de la religión cristiana. Como
veremos en el curso de la exposición, es posible reconocer
aquí la esencia de muchos rasgos característicos de otros ali
neamientos de Urano y Neptuno: la influencia carismática de
un maestro espiritual inspirado por un despertar místico, la
revelación de un nuevo orden espiritual y de una nueva rela
ción con lo divino, la creencia en que una realidad divina su
perior ha entrado inesperadamente en los asuntos humanos
con consecuencias liberadoras, la afluencia pentecostal de nue
vos poderes espirituales y la comunión extática con la divi
nidad.
Así como los ciclos de Urano-Plutón de la década de 1960,
la Revolución Francesa y otros períodos comparables, como
el de la enorme rebelión de Espartaco en la Antigüedad ro
mana, coinciden con activaciones colectivas de un Prometeo
de poder titánico, el ciclo de Urano-Neptuno parece coincidir
con la activación colectiva de un Prometeo más espiritual. La
imagen de Jesucristo que surge de este período es portadora
de muchos de los motivos prometeicos, aunque en manifesta
ción marcadamente espiritual: el rebelde divino contra el viejo
orden, el liberador eterno de la humanidad que trae el fuego
de la gracia divina del cielo para emancipar a la humanidad de
su dependencia de la muerte y el pecado y reabrir las puertas
del paraíso. Como veremos, en esta era resultan evidentes
muchos otros temas que posteriormente caracterizarán los
526
períodos de alineamiento de Urano y Neptuno: el énfasis en
fenómenos milagrosos y sobrenaturales, curas repentinas
tanto de naturaleza física como espiritual, la preocupación por
la redención y el renacimiento espiritual, la creencia colectiva
en una realidad radicalmente diferente que repentinamente
reemplazará el orden actual del mundo, la disolución de anti
guas estructuras coercitivas, el inesperado despertar a una vida
inmortal, el llamamiento a una ética de compasión universal y
la unidad espiritual de la humanidad.
En lo que respecta a renacimientos culturales, Urano y
Neptuno estuvieron en conjunción de 1472 a 1486, el corazón
del Quattrocento italiano, que vio la resurrección de la Aca
demia Platónica en Florencia y su apogeo durante el reinado
de Lorenzo el Magnífico; a su amparo Marsilio Ficino escri
bió la Teología platónica, su obra magna en dieciocho volúme
nes, desarrolló su influyente concepción del amor platónico,
difundió las ideas de la tradición hermética y otras tradiciones
esotéricas y místicas y publicó la primera traducción comple
ta de Platón en Occidente. Este mismo período fue testigo del
comienzo de la carrera artística de Leonardo da Vinci con La
adoración de los Magos, mientras que Botticelli pintó la Pri
mavera y El nacimiento de Venus, obra que simboliza la re
surrección renacentista de la belleza arquetípica. Fue también
el período de formación de Erasmo, el paradigmático huma
nista cristiano del Renacimiento.
Cuando la conjunción de Urano y Neptuno entraba en su
último año, Pico della Mirandola compuso su Discurso sobre
la dignidad el hombre. En ese momento, en 1486, había una
triple conjunción de Júpiter, Urano y Neptuno. Hemos anali
zado ya los elementos del Discurso que reflejaban el impulso
arquetípico de Júpiter-Urano. En el contexto del ciclo que
ahora nos ocupa, podemos reconocer varios temas caracterís
ticos del complejo arquetípico de Urano-Neptuno, como la
revelación numinosa de una renovada forma autónoma del ser
humano, el fluido sincretismo e interpenetración de muchas
tradiciones espirituales y filosóficas, a menudo de carácter
esotérico, la renovación de la antigüedad clásica y la imagina
ción antigua, la revisión creativa de mitos antiguos y de textos
bíblicos, y la celebración de una imagen del ser humano al
527
mismo tiempo prometeica y espiritual, divinamente inspirada
para cumplir con su papel cósmico único.
Como hemos observado en otros ciclos planetarios, los
alineamientos mayores de los planetas exteriores no sólo
coinciden con fenómenos culturales arquetípicamente perti
nentes, sino también con el nacimiento de individuos cuya
vida y obra posterior encarnarán y transmitirán al futuro
dichos impulsos arquetípicos. Durante el alineamiento de Ura
no y Neptuno de 1472-1486 nacieron Rafael y Miguel Ángel,
encarnaciones paradigmáticas del ideal artístico del Rena
cimiento, ambos inspirados por una síntesis del misticismo
neoplatónico y cristiano. Este alineamiento también coincidió
con el nacimiento de Copérnico y de Lutero, las figuras que
iniciaron los grandes cambios de paradigma -cosmológico y
religioso, respectivamente- que serían el punto de partida de
la era moderna.
Durante este alineamiento en el centro mismo del Re
nacimiento podemos reconocer fenómenos arquetípicos que
se dan simultáneamente en diversas categorías de la experien
cia cultural y la imaginación: las artes, la filosofía, la religión,
la ciencia. También vemos la tendencia característica de estos
períodos a unir distintos ámbitos, como en Leonardo (arte y
ciencia), Ficino y Pico (filosofía y religión, erudición y gno
sis), y Botticelli y Rafael (arte y filosofía). En el pasado recien
te, un ejemplo muy claro de esta interacción sincrónica nos lo
ofrece la más reciente oposición de Urano y Neptuno, que
tuvo lugar a comienzos del siglo XX.
En los fenómenos y acontecimientos culturales que se pro
dujeron en coincidencia con el alineamiento de 1899-1918, los
temas característicos de la combinación arquetípica de Urano
y Neptuno pueden observarse en numerosas categorías. En
relación con un gran cambio cultural en la visión artística, en
pintura y artes visuales, es el período decisivo para Picasso,
Braque, Matisse, Mondrian, Duchamp, Kandinsky y Klee, así
como el de la influyente obra tardía de Cézanne y Rodin. En
literatura, es el período de experimentación y cambio radical
para Joyce, Proust, Mann, Rilke, Kafka, Yeats, Pound, T. S.
Eliot, D. H. Lawrence, Gertrude Stein, Robert Frost y Wal
lace Stevens. En la música lo es para Stravinsky, Schonberg y
Scriabin, y en la danza, para lsadora Duncan, Nijinsky y Dia
ghilev. El alineamiento de Urano y Neptuno de este período
abarca el multifacético nacimiento del modernismo en la cul
tura europea y norteamericana.
Esta oposición de Urano y Neptuno se superpuso signifi
cativamente a la de Urano y Plutón de 1896-1907, cuya mul
titud de acontecimientos y tendencias de índole revoluciona
ria ya hemos analizado. Cuando se producen estas superpo
siciones de alineamientos planetarios pueden observarse expre
siones y síntesis de ambos complejos arquetípicos. En este
caso, con dos alineamientos tan largos, una superposición tan
sostenida y un mismo planeta (Urano) presente en ambos ci
clos, a veces las distinciones pueden ser sutiles, pero no por ello
menos discernibles cuando se las observa a la luz de patrones
históricos más amplios.
Esos elementos y temas compartidos por los dos ciclos
-aumento de la creatividad, cambios repentinos y rupturas
radicales, transformaciones para emanciparse de estructuras
establecidas, despertares repentinos, innovación artística y
científica- se asocian al planeta Urano. Por poner la ciencia
como ejemplo, el ciclo de Urano-Plutón coincidió sistemáti
camente con importantes revoluciones científicas, asociadas a
una intensificación del impulso a la innovación intelectual y el
poder tecnológico que en el período 1896-1907 supuso el na
cimiento de la era nuclear -el descubrimiento de la radiac
tividad del uranio, el aislamiento del radio y del polonio y la
fórmula einsteiniana de la equivalencia entre masa y energía-,
así como el desarrollo de la aviación, el automóvil y muchos
otros avances tecnológicos. Por el contrario, el ciclo de Ura
no-Neptuno tiende a coincidir con cambios radicales en la
imaginación científica colectiva, pero de dimensión o episte
mológica más intangible, que disuelven a tal punto las creen
cias establecidas en lo tocante a la naturaleza de la realidad,
que a menudo trascienden el campo científico en el que habían
tenido origen.
Así, el período en que, a principios del siglo XX, se solapa
ron la oposición de Urano y Plutón y la de Urano y Neptuno,
coincidió con el comienzo de las grandes revoluciones simul
táneas de la física moderna: la teoría de la relatividad y la físi-
529
ca cuántica. En conjunto, las dos revoluciones constituyeron
un cambio trascendental que acabó influyendo en todas las
ciencias y modeló vigorosamente la imaginación cultural del
siglo XX. Como han señalado muchos historiadores de la cul
tura, hubo notables paralelismos entre, por un lado, la revolu
ción artística de Cézanne, Picasso, Braque, Matisse, Joyce,
Proust, Stravinsky y Schonberg, y, por otro lado, la revolu
ción científica de Einstein, Planck, Bohr y otros. En ambas re
soluciones advertimos otro conjunto de temas característicos
de Urano-Neptuno: la disolución de las estructuras estableci
das de la realidad, con frecuencia de una manera desorienta
dora que introduce una pluralidad de realidades y perspecti
vas simultáneas o entrelazadas, y que pone en tela de juicio
supuestos fundamentales acerca de la subjetividad y la objeti
vidad, lo relativo y lo absoluto, el tiempo y el espacio, la sus
tancia y el proceso.
A menudo, los alineamientos de Urano y Neptuno coinci
den con cambios de visión cosmológica, ya catalizados por
nuevos datos astronómicos o por saltos importantes de la
imaginación científica que introducen un marco conceptual
radicalmente nuevo. Toda la secuencia de acontecimientos
implicada en la transformación einsteiniana de la visión cos
mológica moderna tuvo lugar en coincidencia exacta con la
oposición de Urano y Neptuno, y es ilustrativo indicar su
despliegue sincrónico. También podemos reconocer aquí el
característico tema de Urano-Neptuno de la subversión de las
estructuras establecidas de la realidad, asociadas con Saturno:
tiempo absoluto, materia sólida, gravedad y realidad consen
sual. La revolución comenzó con Urano en oposición a
Neptuno y a Plutón, durante el solapamiento de los ciclos,
cuando en 1905 Einstein escribió y publicó los cuatro artícu
los que contenían la teoría especial de la relatividad, la equiva
lencia entre masa y energía, la teoría del movimiento brownia
no y la teoría fotónica de la luz. En los años siguientes, cuan
do la oposición de Urano y Plutón tocaba a su fin y la oposi
ción de Urano y Neptuno se acercaba a su punto exacto
( 1906-191o), la teoría de la relatividad, al comienzo amplia
mente ignorada, comenzó a atraer gradualmente la atención
de Planck, Max Born y otros físicos que luego dieron confe-
53º
rencias y publicaron artículos para dar a conocer la teoría y
sus aplicaciones. En 1907, Einstein escribió un trabajo exhaus
tivo sobre la teoría de la relatividad, que incluía el resultado
general E = me'. Entre 1907 y 1910, en una serie de con
ferencias y artículos, el ex profesor de matemáticas de Eins
tein, Hermann Minkowski, introdujo el espacio-tiempo de
cuatro dimensiones, reformuló las matemáticas de la teoría
y observó que, a la luz de la relatividad, la teoría newtoniana
de la gravedad resultaba inadecuada. En 1911, Paul Lange
vin pronunció la famosa conferencia que presentó la «parado
ja de los gemelos», según la cual, en sensacional desafío al
tiempo absoluto, una persona que viaje a la velocidad de la luz
a una estrella y regrese habrá invertido dos años en su viaje,
mientras que en la Tierra, donde se queda su hermano geme
lo, habrán pasado dos siglos. En 1912, el asistente de Planck,
Max von Laue, escribió el primer libro de texto sobre relati
vidad.
Entretanto, en 1907, cuando la oposición de Urano y
Neptuno alcanzaba por primera vez el alineamiento exacto,
Einstein tuvo la idea decisiva de poner en marcha la teoría
general de la relatividad, al darse cuenta de que si una perso
na cayera en caída libre, no sentiría su peso. (Vemos aquí un
prometeico «desafío a la gravedad», pero expresado en el
plano imaginativo-cosmológico típico de Urano-Plutón, en
comparación con el desafío más literal y tecnológico que los
hermanos Wright hicieran poco antes con el desarrollo del
avión, bajo la oposición de Urano y Plutón, o en comparación
con los vuelos espaciales de la conjunción de Urano y Plutón
de los años sesenta.) Einstein continuó trabajando los años
siguientes, durante el alineamiento de Urano y Neptuno,
hasta que en 1915 estuvo en condiciones de presentar plena
mente desarrollada la teoría general, seguida de la publicación
de una «versión autorizada» de la teoría en 1916, que trans
mutaba radicalmente las fuerzas gravitatorias newtonianas en
aspectos de la curvatura del espacio-tiempo de cuatro dimen
siones. En 1917, antes de que el alineamiento tocara a su fin,
Einstein escribió el artículo «Consideraciones cosmológicas
sobre la teoría general de la relatividad», que introducía la
constante cosmológica, hoy confirmada, y abría de modo más
53 1
general el campo de la cosmología, que hasta entonces era
prácticamente una rama de la metafísica, a los nuevos datos y
las nuevas teorías de la física y la astronomía física. En el
mismo año, el astrónomo norteamericano Vesta Slipher daba
a conocer en un artículo la primera prueba observacional de
que el universo se expandía.
Por último, en 191 8, cuando el alineamiento de Urano y
Neptuno llegó al orbe de 15 º, Arthur Eddington, el principal
partidario de la ideas de Einstein, escribió su autorizado e
influyente resumen Informe sobre la teoría relativista de la
gravitación. En 1919, al finalizar la guerra, Eddington organi
zó la famosa expedición del eclipse para comprobar la predic
ción de la teoría de que el Sol curvaba la luz de las estrellas. En
noviembre de ese mismo año, justo cuando Júpiter entraba en
oposición a Urano-Neptuno (por entonces a 16º), se celebró
la reunión conjunta de la Royal Society y la Royal Astronomy
Society en la que se anunció que las mediciones confirmaban
la teoría de Einstein. Como ya hemos visto, casi de la noche
a la mañana y con intensidad creciente durante todo el alinea
miento de Júpiter y Urano de 1920-1921, la fama de Einstein
y la de la asombrosa revolución cosmológica, desafío a la
estructura misma de la realidad tanto para científicos como
para legos, se desplegaron en innumerables artículos periodís
ticos, editoriales y discusiones públicas. Esta última fase de la
revolución relativista se produjo cuando Urano y Neptuno se
hallaban en las últimas etapas del alineamiento, entre los 1 5 º y
los 20º posteriores a la posición exacta. De modo parecido a
lo que hemos comprobado en ejemplos relativos a otros ciclos
planetarios, puede considerarse que los desarrollos arquetípi
cos acumulativos que se produjeron en el curso de la oposi
ción de Urano y Neptuno de comienzos del siglo XX se apro
ximaban al clímax a medida que el alineamiento se acercaba al
orbe de 20º . La cualidad frecuentemente intensificada de los
acontecimientos y las experiencias que se dan cerca del fin de
un largo período de alineamiento es indicativa de un ocaso,
con la mayor profundidad de la luz y la plena saturación de
los colores características de la puesta de sol cuando el viaje
diurno llega a su término. El ingreso de Júpiter en el alinea
miento, en el caso de producirse en esta fase, coincide en gene-
53 2
ral con una cualidad adicional de expansión, optimismo y éxi
to en los acontecimientos pertinentes.
En relación con los cambios trascendentales en la com
prensión psicológica y la sensibilidad interior, este mismo pe
ríodo de superposición de alineamientos mayores de planetas
exteriores coincidió con el surgimiento de la psicología pro
funda. Abarca desde la publicación de La interpretación de los
sueños de Freud, en 1899-1900, a la de Símbolos de transfor
mación de Jung, en 1911-1912, así como los posteriores pro
gresos críticos realizados por ambos en los años inmediata
mente siguientes. Es notable que justamente cuando Urano y
Plutón se hallaban en el alineamiento más preciso (1896-
1907), la orientación predominantemente instintiva y bioló
gica de la psicología de Freud recibió su impulso más impor
tante, adecuado al complejo arquetípico dionisiaco-pluto
niano (elocuentemente expresado en el epígrafe de Virgilio
que Freud escogió para La interpretación de los sueños: «Si no
puedo persuadir a los dioses del cielo, moveré a los del in
fierno»). Por el contrario, la psicología de Jung, de orientación
más transpersonal, mítica, simbólica y espiritual, incluidos sus
estudios tempranos en astrología y tradiciones esotéricas, así
como sus fecundas intuiciones acerca de la coniunctio opposi
torum (conjunción de opuestos) y la función trascendente,
recibió su impulso más significativo cuando Urano se halla
ba en alineamiento preciso únicamente con Neptuno (1908-
1918).
La correlación del ciclo de Urano y Neptuno con el surgi
miento de nuevas filosofías que disolvían los supuestos y las
creencias establecidas, y en las que la dimensión espiritual,
idealista o psicológica era central, fue muy clara en la obra
de muchos filósofos y psicólogos durante el alineamiento de
1899-1918. Entre ellos, cabe mencionar a William James en
Estados Unidos (La variedades de la experiencia religiosa, Un
místico pluralista), Henri Bergson en Francia (metafísica in
tuicionista, evolución creadora), Alfred North Whitehead en
Inglaterra (filosofía de las matemáticas en la tradición platóni
co-pitagórica y filosofía de la ciencia alternativa al materialis
mo), Edmund Husserl en Alemania (fenomenología), Bene
detto Croce en Italia (estética idealista), Josiah Royce en Esta-
533
dos Unidos (idealismo ético, la «comunidad amada» de toda
la humanidad como objeto de lealtad y fuente última de valo
res éticos), Richard Bucke en Canadá (Conciencia cósmica), y
Frederick Myers en Inglaterra (Personalidad humana y su
supervivencia a la muerte del cuerpo), cuyo concepto del yo
subliminal influiría a su vez en William James.
En el campo de la filosofía esotérica y la espiritualidad mís
tica, Rudolf Steiner dio comienzo en esta época a la presenta
ción pública de su obra esotérica en una serie de conferencias
y libros: Misticismo y el alba de la era moderna, El cristianis
mo como hecho místico, ¿ Cómo se alcanza el conocimiento de
los mundos superiores?, Teosofía y Esbozo de ciencia esotérica.
En r 9 r 3 fundó una nueva forma de teosofía que denominó
antroposofía -«una senda de conocimiento que conduce la es
piritualidad del ser humano a la espiritualidad del universo»-,
que pone el énfasis en la evolución de la conciencia, el signifi
cado cósmico del ser humano, la libertad moral y espiritual, la
unión del esoterismo cristiano con las corrientes místicas hin
dúes y budistas y la necesidad de forjar una «ciencia espiri
tual» para la era moderna.
534
gore dio a conocer Gitanjali, su obra más famosa de poesía
mística. En todas estas corrientes culturales -pragmatismo nor
teamericano, esoterismo e idealismo europeo, espiritualidad
judía, misticismo hindú- surgió durante este alineamiento de
Urano y Neptuno en 1899-1918 un impulso filosófico creati
vo y espiritualmente inspirado que muy pronto ejercería una
profunda influencia en el desarrollo intelectual, artístico y
religioso del siglo XX.
En el desarrollo de la satyagraha de Gandhi, que se inició
en 1906, encontramos bajo la misma configuración el tema del
activismo político de inspiración espiritual. Tanto la filosofía de
la resistencia política de Gandhi como el compromiso de ins
piración espiritual con lo político representado por Tolstoi a
partir del cambio de siglo, al que ya nos hemos referido en el
contexto del ciclo de Urano-Plutón, son característicos de las
influencias arquetípicas combinadas de estos dos ciclos, que a
la sazón se solapaban. La famosa correspondencia entre Tols
toi y Gandhi sobre religión y resistencia no violenta tuvo lu
gar en los años 1909-1910, inmediatamente antes de la muerte
de Tolstoi. Si nos centramos exclusivamente en el ciclo de
Urano-Neptuno, podemos distinguir fácilmente los dos prin
cipios arquetípicos asociados a estos dos planetas: a Urano,
libertad, rebelión, desafío a las estructuras legales y políticas,
resistencia a la opresión, actividad inconformista creativa e
impredecible; a Neptuno, idealismo social y espiritual, entre
ga al servicio de una realidad superior, compasión univer
sal. Tanto Tolstoi como Thoreau, las dos figuras clave del si
glo XIX en el desarrollo de la resistencia no violenta, habían na
cido durante la conjunción anterior de Urano y Neptuno, la
de 1814-1829, y Gandhi lo hizo en 1869, durante la cuadratu
ra intermedia de Urano y Neptuno, a mitad de camino hacia
la oposición de comienzos del siglo XX. Estas tres figuras afir
maron inspirarse en el idealismo ético que se expresa en las
enseñanzas y las acciones de Jesús, que floreció durante el ali
neamiento de Urano y Neptuno de 16-32.
La secuencia de estos dos ciclos mayores, el de Urano
Neptuno y el de Urano-Plutón, a comienzos del siglo XX,
coincide con un cambio en los intereses y las actividades de
importantes figuras culturales en esa época. Así como el cam-
535
EL CICLO DE URANO-NEPTUNO
bio de énfasis que se dio entre Freud y Jung en las etapas ini
ciales de la psicología profunda coincidió casi exactamente
con el paso de la oposición de Urano y Plutón a la de Urano
y Neptuno, así ocurrió también con cambios paralelos en la
vida y la obra de muchos de sus contemporáneos. Cada uno
de estos cambios reflejaba a su manera los motivos caracterís
ticos de los dos complejos arquetípicos. Por ejemplo, Sri
Aurobindo fue un líder activo del movimiento político revo
lucionario nacionalista contra el imperialismo británico en la
India durante la oposición de Urano y Plutón de 1896-1907.
Arrestado en 1908, entre este año y el siguiente, mientras se
hallaba en la cárcel, pasó por una serie de experiencias místi
cas transformadoras en coincidencia con la oposición de
Urano y Neptuno. Durante el resto del alineamiento, que con
tinuó durante la década siguiente, Aurobindo estableció en
1910 el ashram de Pondicherry y allí dio comienzo a sus obras
más importantes de filosofía mística, La vida divina y La sín
tesis del yoga, que se publicaron por entregas a partir de 1914.
Análogamente, durante el período regido por Urano-Plu
tón, Martín Buber compartía activismo con Theodor Herzl
en el movimiento sionista en Viena, de cuyo órgano oficial,
Die Welt, asumió en 1901 la jefatura de redacción. El período
presidido por Urano-Neptuno coincidió con la posterior
dedicación de Buber al estudio intensivo del hasidismo, que
comenzó a finales de 1903 y continuó en la publicación de sus
primeros libros hasídicos en 1906-1909 y sus influyentes con
ferencias de Praga sobre judaísmo en 1909-1911. En 1916 dio
comienzo a la redacción de su obra maestra, Yo y tú.
Por último, en lo que concierne a nuevas formas de arte y
nuevos medios de expresión de la imaginación cultural, y apar
te de los movimientos y figuras artísticas revolucionarios ya
mencionados (Picasso, Stravinsky, Joyce y otros), este alinea
miento de 1899-1918 presenció también el surgimiento del
cine como forma de creación artística de amplia influencia
cultural. El cine necesitaba progresos tecnológicos en lo rela
tivo a la producción, la proyección y la difusión (Urano) de
sus imágenes, que tienen algo de maya (Neptuno). A partir de
este momento, la influencia cultural del cine fue, por un lado,
emancipadora, innovadora y rompedora de las relaciones so
ciales y los modos de expresión establecidos (Urano) y, por
otro lado, estímulo de la imaginación, hipnótica, a menudo
537
fuente de evasión, y disolvente de las estructuras convencio
nales de identidad y realidad (Neptuno).
La llamativa fusión de todos estos acontecimientos y todas
estas tendencias -en las artes, las ciencias, la filosofía, la psico
logía, la política y la espiritualidad- que se dio bajo este ali
neamiento de 1899-1918 precipitó una compleja transforma
ción de la experiencia cultural en muchos frentes, y sembró las
semillas de importantes cambios futuros en la psique colecti
va, cuyos efectos se perciben aún hoy.
EPIFANÍAS ESPIRITUALES Y EL
SURGIMIENTO DE NUEVAS RELIGIONES
539
degard von Bingen en 1141 e inició su liderazgo espiritual, su
creatividad artística y la redacción de sus influyentes escritos
sobre medicina, historia natural y teología:
54º
Este mismo alineamiento de Urano y Neptuno coincidió
con el nacimiento de Tomás de Aquino (1225), que represen
ta el punto culminante de este despertar en la Baja Edad Me
dia y cuya síntesis creadora del evangelio cristiano y la filoso
fía griega, de fe y razón -en un primer momento condenada
por la Iglesia debido a sus innovaciones, pero finalmente con
sagrada como canónica- fue decisiva para la evolución poste
rior del pensamiento occidental. Podemos aquí reconocer los
temas del complejo arquetípico de Urano-Neptuno en diver
sos niveles: una vez más, la integración inesperadamente crea
tiva de ámbitos que hasta entonces la autoridad ortodoxa
había mantenido rígidamente separados (religión y racionali
dad, pensamiento pagano y creencia cristiana, espíritu y natu
raleza); la eclosión filosófica de inspiración idealista, metafísi
ca y espiritual, pero bajo una forma nueva, liberadora, que
afirmaba el valor del mundo natural y de esta vida; la renova
ción y la reformulación creativa de la tradición platónica,
enriquecida por su encuentro con Aristóteles, y la rebelión
contra la autoridad religiosa conservadora o reaccionaria, al
servicio de una nueva autonomía espiritual. Incluso la moda
lidad de la argumentación filosófica de Tomás de Aquino da
muestras de una nueva y liberadora confianza en sí mismo y
de independencia respecto a la autoridad del pasado: «La au
toridad es la fuente de prueba más débil», escribe Tomás en la
Suma teológica, anticipándose al espíritu de la Ilustración.
El complejo arquetípico de Urano-Neptuno es visible
sobre todo en la afirmación tomasiana de la autonomía huma
na (Urano) dentro de un universo ordenado e impregnado de
divinidad y espíritu (Neptuno). Esta síntesis se logró al for
mular Aquino lo que era en esencia el principio místico de
participación, según el cual la lucha humana por la libertad, el
desarrollo intelectual autónomo y la autorrealización existen
cial no es una amenaza a la soberanía de un Dios separado y
distante, sino afirmación y expresión de la voluntad divina
misma, con la participación del ser humano finito en el ser
divino infinito, del cual la humanidad recibe sus capacidades
y su esencia extraordinarias. Mientras que la disolución de
fronteras y la cualidad mística de esta visión reflejan el arque
tipo neptuniano, los elementos de creativa innovación filosó-
5 41
fica, lucha por la libertad humana y apertura a la novedad en
el orden universal expresan la presencia del principio prome
teico asociado a Urano. Esta revolución teológica que Tomás
de Aquino produjo en la Baja Edad Media estableció el fun
damento histórico necesario para el surgimiento del yo de la
era moderna: el alumbramiento de la modernidad que se había
gestado en el vientre medieval, logrado en virtud de una refor
ma y síntesis de las fuentes griegas y cristianas del legado occi
dental.
La conjunción siguiente de Urano y Neptuno, la de 1301-
1314, coincidió con la gran oleada de fervor místico que ba
rrió Renania y Europa central a principios del siglo XIV como
reflejo de las enseñanzas de Meister Eckhart. La manera en
que Eckhart entendía la inmanencia divina en la experiencia
humana quedó resumida en su famoso enunciado: «El ojo con
el que veo a Dios es el mismo ojo con el que Dios me ve: mi
ojo y el de Dios son uno y el mismo ojo, único en la visión,
único en el conocimiento, único en el amor». Muchos de estos
enunciados, con su repetida afirmación de que el nacimiento
de Cristo tiene lugar en el presente y en el alma individual de
la misma manera en que lo hizo en la historia y lo hace en la
eternidad, transmiten con fuerza una síntesis del impulso mís
tico, asociado a Neptuno, y la liberadora subversión contra las
estructuras ortodoxas, asociada a Urano.
54 2
ca, astronomía y astrología medievales, épica clásica y poesía
trovadoresca, todo ello impregnado de su propia gnosis místi
ca, Dante compuso los cien cantos que culminan en el Paraíso
con la Visión Beatífica del Absoluto. Una vez más podemos
observar la correlación característica de Urano-Neptuno: ex
periencia e iluminación religiosa directa en combinación con
rebelión contra las estructuras ortodoxas de la Iglesia (como
en el encuentro de Dante con siete papas a lo largo de su viaje
por el infierno). También aquí observamos el tema de la músi
ca platónico-pitagórica de las esferas celestes (que volveremos
a encontrar en Kepler), cuyos movimientos cósmicos son la
expresión de la creatividad y de la belleza divinas. Y vemos
cómo el complejo de Urano-Neptuno asocia la creatividad
divina y la libertad de la voluntad humana.
543
atado con amor en un volumen,
lo que en el mundo se desencuaderna:
sustancias y accidentes casi atados
junto a sus cualidades, de tal modo
que es sólo débil luz esto que digo.
Creo que vi la forma universal
de este nudo, pues siento, mientras hablo,
que más largo se me hace mi deleite ...
Así mi mente, toda suspendida,
miraba fijamente, atenta, inmóvil,
y siempre de mirar sentía anhelo.
544
profeta del Renacimiento italiano, cuya expresión de epifanía
poética de inspiración espiritual y despertar cultural ejerció
enorme influencia. En Petrarca se reconocen varios temas
muy característicos del complejo de Urano-Neptuno. Lo ve
mos en su desazón con respecto a las definiciones tradiciona
les de la vida religiosa y su impulso irrefrenable por tener un
nuevo tipo de experiencia de lo espiritual y lo sagrado. Ello
expresa en su renovación de la cultura mediante el reconoci
miento de los ideales y los logros clásicos de la antigüedad, así
como a través de su recuperación de la tradición platónica.
Esta combinación arquetípica también se aprecia en la inven
ción de nuevas formas literarias que realiza Petrarca, su culti
vo de la imaginación creadora a lo largo de toda la vida, su
idealización espiritual del amor romántico y su anuncio de
una nueva época cultural definida por nuevos valores imagi
nativos y espirituales.
Cuando seguimos la secuencia de alineamientos axiales de
Urano y Neptuno volvemos a encontrar desarrollos diacróni
cos en acontecimientos y nacimientos coincidentes con la opo
sición siguiente, la de 138 5-1402, en diversos ámbitos: desper
tar y rebelión en ámbitos religiosos, renacimiento cultural,
creatividad artística y literaria con implicación de elementos
espirituales y religiosos. En este momento se inicia la prédica
del reformador bohemio Jan Hus, precursor decisivo de la
Reforma, mientras en 1388 se edita en Inglaterra la primera
Biblia en lengua inglesa, punto de partida de las traducciones
de la Biblia en lengua vernácula, que tan democratizadora
influencia ejercerían en la espiritualidad europea durante los
siglos siguientes. Geoffrey Chaucer, tal como había ocurrido
en el caso de Dante y La divina comedia durante la conjun
ción anterior, pasó prácticamente todo ese alineamiento escri
biendo Los cuentos de Canterbury. Además, en coincidencia
con este alineamiento nacieron muchas figuras clave del Rena
cimiento italiano del siglo XV: Donatello, Masaccio, Alberti,
Nicolás de Cusa, Cosimo de Medici.
La conjunción siguiente de Urano y Neptuno, ya mencio
nada, se produjo entre 1472 y 1486, en el corazón del Quat
trocento italiano. Una vez más, vemos el tema de la rebelión
y el despertar religioso durante el mismo alineamiento, con el
545
nacimiento de Martín Lutero y de Zwinglio, que encabezó la
reforma protestante en Suiza. En las artes, este período trajo
el nacimiento de Rafael y de Miguel Ángel, que no sólo se dis
tinguieron por su creatividad artística y capacidad de revela
ción, sino también por su elevada luminosidad espiritual e ins
piración neoplatónica. El tema esotérico se advierte en la
coincidencia de esta conjunción con las obras de Ficino y
Pico, que recuperaron y renovaron las tradiciones e ideas eso
téricas antiguas, y también con el nacimiento de Agrippa von
Nettesheim, el autor del tratado De occulta philosophia, que
ejerció una gran influencia en el pensamiento esotérico rena
centista.
La primera oposición de Urano y Neptuno que siguió a
esta conjunción tuvo lugar entre 1556 y 1574, el extraordina
rio período de la historia del misticismo español, en el que
santa Teresa de Ávila y san Juan de la Cruz experimentaron
sus respectivas epifanías transformadoras. Teresa escribió y
publicó una exposición detallada de sus experiencias místicas
en su autobiografía (1562-1565), fundó la orden espiritual de
las Carmelitas Descalzas (1562) y comenzó su asociación con
san Juan de la Cruz, quien puso en marcha la misma orden
reformada para monjes (1568). En el mismo período, John
Knox, inspirado en su experiencia de la teocracia reformada
de Ginebra-«la escuela de Cristo más perfecta que haya habi
do en la Tierra desde los tiempos de los Apóstoles»- inició en
Escocia el movimiento religioso presbiteriano. En el ámbito
del esoterismo judío, ese mismo alineamiento coincidió con
los años en que Isaac ben Solomon Luria profesó en Jerusalén
su revolucionaria enseñanza de la Cábala, enseñanza que lue
go serviría de base a los estudios cabalísticos. En esta misma
época, el mago y científico isabelino John Dee escribió su
principal obra esotérica, Monas hieroglyphica, cuya filosofía
cabalística y hermética mostraba la naturaleza como Libro de
escritura divina, cuyo lenguaje y profundos misterios están al
alcance del estudioso iniciado.
El movimiento axial siguiente fue la conjunción de Urano
y Neptuno de mediados del siglo XVII, de 1643 a 1658, que
coincidió con la conversión religiosa de Blaise Pascal, que
tanta influencia ejercería, así como con la fundación de los
cuáqueros (la Sociedad Religiosa de Amigos), cuyo origen fue
la epifanía espiritual de George Fox en esa misma época.
Durante ese mismo año se produjo en Inglaterra una enérgica
oleada particularmente activa de movimientos religiosos mís
ticos, «entusiastas» y milenaristas. Recordemos que fue tam
bién ésta la oposición de Urano y Plutón (1643-1654) que
coincidió con el período de gran agitación social, rebelión vio
lenta y radicalismo político conocidos indistintamente como
Revolución Inglesa o Revolución Puritana, Guerras Civiles o
Gran Rebelión ( «el mundo patas arriba»). La combinación de
los temas asociados a estos dos ciclos planetarios -el desper
tar espiritual, el entusiasmo religioso y las tendencias esotéri
comístico-utópicas del ciclo de Urano-Neptuno, y la revolu
ción política violenta, el radicalismo filosófico y la agitación
social del ciclo de Urano-Plutón- era evidente en los dramá
ticos acontecimientos y tendencias históricas de la época. La
multitud de grupos nuevos o renovados que hicieron su apa
rición en este período -puritanos radicales, niveladores, cuá
queros, cavadores, ranters, muggletonianos, hombres de la
quinta monarquía y adamistas, entre otros- se destacaba pre
cisamente por su poderosa combinación de convicciones polí
ticas radicales y creencias religiosas emancipadoras. Flore
cieron justamente en los años de solapamiento de estos dos
ciclos.
La oposición siguiente de Urano y Neptuno, de 1728 a
1746, coincidió con el nacimiento del metodismo en Ingla
terra bajo John Wesley y el simultáneo Gran Despertar que
se extendió por las colonias norteamericanas tras la chispa de
resurrección religiosa que encendió Jonathan Edwards en
1734 y la gira evangélica de George Whitefield, en 1740-1742.
(Estas dos explosiones de renacimiento religioso coincidieron
exactamente con la conjunción y la oposición de Júpiter y
Urano de 1734 y 1740-1741, respectivamente). El título de la
obra de Edwards de 1736 (Relato fiel de la sorprendente obra
de Dios) en la que defendía la autenticidad de las conversiones
religiosas espontáneas y las asombrosas conductas que deriva
ron de ellas, transmite bien los dos principios arquetípicos
asociados a la combinación de Urano y Neptuno: lo inespera
do combinado con lo divino, lo truhanesco combinado con lo
547
sagrado. Podemos contrastar también el despertar cultural de
este alineamiento de Urano y Neptuno en 1728-1746 con la
cuadratura más breve de Saturno y Plutón que tuvo lugar en
su transcurso, coincidiendo con el famoso sermón de Ed
wards de 1741 «Pecadores en manos de un Dios colérico».
Muchos otros temas pertinentes al complejo arquetípico
de Urano-Neptuno son discernibles en los impulsos sociales,
psicológicos y religiosos activos en las colonias norteamerica
nas durante el Gran Despertar de los años treinta y cuarenta
del siglo XVIII: el debilitamiento generalizado de los vínculos
entre la iglesia y el gobierno civil, la nueva libertad individual
para escoger y combinar confesiones diversas, la afirmación
religiosa de independencia respecto de la autoridad paterna y
la tradición. La sensación de optimismo espiritual y cohesión
de la generación del Gran Despertar tuvo particulares conse
cuencias en las colonias norteamericanas, con la convicción de
que esa joven cultura estaba imbuida de una condición espi
ritual y una gloria especiales, cual nuevo Israel que habría de
conducir el mundo a una transformación milenaria cuya pron
ta llegada se esperaba ansiosamente.
Simultáneamente, en Europa, este período comprendido
entre 1728 y 1746 produjo el hasidismo y las enseñanzas de
Ba'al Shem Tov, su fundador, que dio un nuevo impulso reli
gioso al judaísmo europeo. Aquí es evidente un patrón dia
crónico de Urano-Neptuno, pues en lo esencial el hasidismo
recogía la visión de la cábala mística que se había manifestado
durante los alineamientos anteriores y le daba amplia expre
sión social. Luego, en coincidencia con la oposición de Urano
y Neptuno de comienzos del siglo XX, un ciclo más tarde, el
hasidismo recibiría una nueva expresión creativa en la obra de
Buber. Además, este mismo alineamiento del siglo XVIII que
coincidió con el Gran Despertar en América, el nacimiento
del metodismo en Inglaterra y el nacimiento del hasidismo en
Polonia, también coincidió con la importante epifanía espiri
tual de Emanuel Swedenborg en Suecia, base de sus escritos
teosóficos, cuya influencia se haría sentir ampliamente en las
generaciones sucesivas.'
Esta notable secuencia continuó con la conjunción siguien
te de Urano y Neptuno, la de 1814-1829, que coincidió con la
fundación de otro nuevo gran movimiento religioso, el mor
monismo, por parte de Joseph Smith. Coincidió también con
el nacimiento de dos fundadores de nuevas religiones, Ba
há'u'lláh, líder de la fe bahá'í, y Mary Baker Eddy, fundadora
de la ciencia cristiana. Esta época fue también la del apogeo
del Segundo Gran Despertar, marcado por la rápida expan
sión del evangelicalismo revivalista por toda la nueva nación
americana gracias a los predicadores itinerantes baptistas y
metodistas. Este movimiento religioso puso nuevo énfasis en
las conmociones íntimas del corazón, la relación emocional
del individuo con lo divino y la confianza en Jesús como sal
vador personal y ejemplo moral. Este activismo evangélico, en
crecimiento ininterrumpido desde la revolucionaria década
final de siglo xvm y la oposición de Urano y Plutón, reforzó
los impulsos populares hacia la libertad religiosa y una diná
mica democratización de la espiritualidad.
El auge de diversos grupos religiosos locales y de predica
dores carismáticos durante el Segundo Gran Despertar pro
dujo un movimiento centrífugo de autoridad religiosa que se
apartó de las iglesias establecidas y sus doctrinas teológicas,
para desembocar finalmente en un movimiento de liberación
en todas las iglesias protestantes norteamericanas. También
aquí reconocemos una síntesis de dos principios arquetípicos
asociados a Neptuno y Urano: uno, espiritual; el otro, eman
cipador. Las doctrinas más severas del calvinismo -predesti
nación, depravación innata, dependencia de la salvación res
pecto de la voluntad arbitraria de un Dios riguroso- se despla
zaban cada vez más en favor de una nueva creencia en la posi
bilidad universal de salvación y regeneración mediante la fe
interior, la práctica de la devoción y el ejercicio moral del libre
albedrío. Este cambio también reflejaba las influencias libera
lizadoras de la Ilustración, con su afirmación de la libertad
humana y sus concepciones más benignas tanto de la natura
leza como de la Deidad. Estas tendencias también se vieron
estimuladas por la movilidad y el individualismo optimista de
la nueva nación norteamericana, que contribuyó a una nueva
conciencia religiosa centrada en una combinación de salvación
personal y reforma social. Cuando el Segundo Gran Des
pertar llegó a su plena madurez, a finales de los años veinte y
549
siguientes del siglo XIX, dio lugar en Nueva Inglaterra, con
Emerson y los trascendentalistas, a una forma intelectualmen
te más desarrollada y universalista.
Por último, la oposición siguiente de Urano y Neptuno a
comienzos del siglo XX, de 1899 a 1918, que hemos examina
do ya en función del nacimiento del modernismo y los múl
tiples y radicales cambios artísticos, científicos y filosóficos
de esa época, coincidió no sólo con la obra de James, Jung,
Buber, Gandhi y Aurobindo, sino también con despertares
espirituales de otras figuras que desempeñaron un papel
transformador en la vida religiosa del siglo XX, como Yoga
nanda, Meher Baba y Krishnamurti. Fue al comienzo de este
alineamiento, a finales de 1899, cuando Rudolf Steiner experi
mentó su apertura mística, que culminaría en su «estar en pre
sencia espiritual del Misterio del Gólgota en el más profundo
y solemne festival de conocimiento», después de lo cual
comenzó su vida de maestro esotérico. Este mismo alinea
miento coincidió también en 1906 con el nacimiento de otra
nueva religión, el pentecostalismo, que junto con el islam y el
mormonismo es una de las religiones que más crecen hoy en
el mundo. El acontecimiento pentecostal originario coincidió
con otro alineamiento de Urano y Neptuno diecinueve siglos
antes: el del nacimiento del cristianismo.
La descripción de Pentecostés en los Hechos de los Após
toles, en Nuevo Testamento, contiene muchos de los temas y
características distintivos del complejo arquetípico de Urano
Neptuno: el repentino despertar espiritual colectivo, las visio
nes y profecías, las sanaciones por la fe y otros sorprendentes
fenómenos carismáticos y el descenso del fuego prometeico
del Espíritu Santo. Acontecimientos notablemente similares
parecen haberse constelado una y otra vez en estrecha coinci
dencia con el despliegue secuencial de los alineamientos de
Urano y Neptuno de siglos posteriores.
551
UTOPÍAS SOCIALES
552
carácter paradójico típicamente neptunianos, se inspira en raí
ces griegas para dar a entender al mismo tiempo «buen lugar»
(eu-topos) y «no lugar» (ou-topos), y es un mundo a la vez
ideal e imaginario, dos aspectos distintos del principio neptu
niano condensados en una palabra ambivalente. La secuencia
de alineamientos axiales del ciclo Urano-Neptuno guarda
estrecha relación con los nacimientos de individuos que pro
dujeron obras y visiones utópicas de gran influencia, como el
nacimiento de Tomás Moro en 1478, durante una conjunción
casi exacta de Urano y Neptuno. Fue la conjunción que tuvo
lugar entre 1472 y 1486, el período de la Academia Platónica
Florentina y el neoplatonismo, de Ficino, Pico, Botticelli y
Leonardo, y que coincidió también con el nacimiento de re
formadores visionarios radicales como Lutero y Copérnico.
Este patrón continúa en la oposición siguiente, de 1 556-
1574, que coincidió con el nacimiento de Francis Bacon, cuya
La nueva Atlántida, obra explícitamente utópica, junto con
sus otros libros importantes -como El avance del saber y No
vum Organum- instauraron la visión de una luminosa socie
dad futura en la que ciencia, tecnología y progreso contribui
rían a que la humanidad reconquistase el paraíso perdido en la
Caída. En lo esencial, Bacon integró el espíritu optimista y
progresista de la revolución científica con una esperanza mile
narista renovada por la Reforma protestante. Sobre esta base,
profetizó una civilización científica en la que la mejora de las
condiciones materiales de la humanidad coincidiría con la lle
gada del milenio cristiano. Aquí se combinaba el aspecto reli
gioso, redentor, idealista y visionario (Neptuno) con el cientí
fico, tecnológico, inventivo y emancipador (Urano).
Durante los siglos posteriores a Bacon, estos diversos te
mas utópicos, que reunían el idealismo visionario y la inspira
ción espiritual con la emancipación sociopolítica y el avance
filosófico-científico, se presentaron repetidamente en estrecha
coincidencia con la continuación del ciclo de Urano y Nep
tuno. Este patrón era claramente visible en la oleada de obras
y movimientos utópicos que florecieron en el período corres
pondiente a la conjunción siguiente, la de 1643 a 1658, duran
te la Gran Rebelión Inglesa o Revolución puritana, y luego en
los escritos y nacimientos de famosos utopistas de la tradición
553
occidental -Condorcet, Fourier, Owen, Saint Simon, Marx,
Engels, Thoreau y Tolstoi- que tuvieron lugar a lo largo de la
secuencia de alineamientos de los siglos XVIII y XIX. La oposi
ción más reciente de Urano y Neptuno, la de comienzos del
siglo XX, coincidió con Una utopía moderna, de H. G. Wells;
Herland, la utopía feminista de Charlotte Perkins Gilman, y
el nacimiento, en 1904, del psicólogo conductista B. F. Skin
ner, autor de la utopía reciente más ampliamente difundida,
Walden 11, que vuelve a combinar ciencia y tecnología con
idealismo y fantasía utópicos.
Muchas de las visiones y experimentos utópicos más
importantes se inspiraron en ideales y fuentes religiosos. Par
ticularmente compleja fue la influencia de fuentes judías y
cristianas sobre la imaginación utópica, pues si bien la insis
tencia bíblica en la necesidad de la intervención divina y la
pobre capacidad de la humanidad para mejorarse a sí misma
operaba contra el utopismo, en otros aspectos esta herencia
prestó un sólido apoyo al impulso utópico con imágenes con
cretas de armonía universal y una creencia subyacente en el
movimiento de la historia humana hacia una edad futura de
bienaventuranza, inscrito en la voluntad divina. Una fuente
de inspiración especialmente importante fueron las enseñan
zas de Jesús sobre el Reino de los Cielos, en el Nuevo Tes
tamento, y la descripción de un estado de unidad y amor tras
cendente que, según los Hechos de los Apóstoles, surge de
pronto entre los primeros cristianos apenas pasado Pente
costés:
554
Es llamativo constatar hasta qué punto una cualidad de
esperanza visionaria e idealismo de luminosidad prácticamen
te mística puede impregnar los escritos filosóficos y la con
ciencia de un individuo nacido bajo un alineamiento de Urano
y Neptuno y completamente comprometido con un secularis
mo antirreligioso. La fe utópica de un filósofo no creyente de
la Ilustración puede asemejarse a la convicción redentora de un
antiguo mártir cristiano bajo la persecución romana.
Un testimonio elocuente de ello es el marqués de Con
dorcet, que nació en 1743, bajo la oposición de Urano y Nep
tuno que coincidió con el Gran Despertar. A los cincuenta
años, Condorcet escribió la declaración más integradora y
apasionada de la Ilustración acerca de la de la filosofía progre
sista de la historia, el Bosquejo de un cuadro histórico de los
progresos del espíritu humano, «testamento filosófico del siglo
XVIII» legado al siglo XIX. En 1793, mientras se ocultaba del
Comité de Salud Pública de los jacobinos, que había ofrecido
una recompensa por su detención, y sólo unos meses antes de
morir en la cárcel, Condorcet escribió su gran obra. Esto ocu
rrió durante el Terror y los momentos más oscuros de la Re
volución Francesa, a la que él había dado su apoyo tan abier
tamente y con tanto idealismo. En el Bosquejo, Condorcet
describió el largo viaje de la humanidad en su progreso a tra
vés de diversas etapas, liberándose poco a poco de la oscura
opresión y superstición del pasado, avanzando a través del
poder de la razón y con ayuda del progreso tecnológico, todo
lo cual desembocará finalmente en la perfección de la vida hu
mana en un futuro glorioso de libertad, conocimiento, ama
bilidad, armonía y felicidad.
En el pasaje final del Bosquejo, que reproducimos a conti
nuación, y guiados por lo que hemos aprendido en nuestro
estudio de los diversos ciclos planetarios, podemos reconocer
las influencias simultáneas del complejo arquetípico de Ura
no-Plutón (constelados a lo largo de la última década del si
glo XVIII y la Revolución Francesa), el de Saturno-Plutón (de
1793-1794, período del Terror) y el de Urano-Neptuno (la
conjunción correspondiente al nacimiento de Condorcet en
1743), inextricablemente fundidas en un único y apasionado
discurso.
555
¡Este retrato de la humanidad, que libre de estas cadenas y de los
enemigos del progreso avanza con paso seguro por la senda de la ver
dad, la virtud y la felicidad, presenta al filósofo una visión que lo
consuela de los errores, los crímenes y las injusticias que aún manci
llan la tierra y de los que a menudo es él mismo víctima. La contem
plación de este retrato es la recompensa por sus esfuerzos a favor del
progreso de la razón y la defensa de la libertad. Luego se atreve a unir
estos esfuerzos a la cadena del destino humano: allí encuentra la ver
dadera recompensa de las virtudes, el placer de haber creado un bien
duradero, que el destino ya no destruirá trayendo de nuevo el prejui
cio y la esclavitud. Esta contemplación es para él un refugio en el cual
ya no perdura el recuerdo de sus persecuciones; en el que, viviendo
en el pensamiento, con una humanidad que ha recuperado los dere
chos y la dignidad de su naturaleza, olvida al corrupto y al atormen
tado por la codicia, el miedo, la envidia; es allí donde existe en reali
dad con quienes se le asemejan, en un Elíseo que su razón sabe cómo
crear y que su amor a la humanidad ha adornado con los goces más
puros.
557
ROMANTICISMO, GENIO IMAGINATIVO
Y EPIFANÍA CÓSMICA
559
En la categoría de nuevas formas de arte y nuevos medios
técnicos que expresan la imaginación cultural e influyen en
ella, durante esta conjunción se inventó la fotografía, que
arrancó en 1826 con Niepce y Daguerre. (Este desarrollo tiene
una relación diacrónica con el rápido desarrollo del cine du
rante la oposición siguiente de Urano y Neptuno, a comien
zos del siglo XX.) En la fotografía resultan evidentes los temas
superpuestos de revelación inesperada e innovación tecnoló
gica: nuevas imágenes y nuevas percepciones de la realidad,
nuevos modos de relación con la memoria, nuevas modalida
des de expresión artística y cambio radical de las formas artís
ticas tradicionales (influencia de la fotografía en la pintura).
«Al leer por vez primera el Homero de Chapman», de
Keats, su primer gran poema e inicio de su vocación poética,
fue escrito y publicado en 1816-1817, momento particular
mente fértil del despertar del romanticismo, cuando Júpiter se
unió a Urano y Neptuno para formar una conjunción triple. 3
Con su sublime representación del despertar del poeta a la
dimensión mítica de la realidad, el poema describe y plasma
en sí mismo varios de los temas más destacados del complejo
arquetípico de Urano-Neptuno:
57 1
mo, casi se decuplicaban en aquellos instantes fugaces como el relám
pago. Una claridad extraordinaria iluminaba su espíritu y su cora
zón. Todas las agitaciones se calmaban, todas las dudas y perplejida
des se resolvían a la vez en una armonía suprema, en una tranquili
dad serena y alegre, plenamente racional y justificada. Pero estos
momentos radiantes no eran sino el preludio del instante final, tras el
que sobrevenía siempre el paroxismo. Aquel instante final era inex
presable. Cuando más tarde, vuelto a la razón, el príncipe reflexiona
ba sobre lo sucedido, se decía que aquellos instantes fugaces, donde
se manifestaba la más alta e intensa vida, no eran debidos más que a
la enfermedad, a la ruptura de las condiciones normales y, siendo así,
no equivalían a una vida superior, sino a una vida inferior, del orden
más mezquino. Ello, no obstante, no le impedía llegar a esta extrema
damente paradójica conclusión: «¿ Y qué, si esto es enfermedad? ¿ Qué
importa que se trate de una tensión anormal si su resultado, tal como
lo considero y analizo cuando vuelvo a mi estado corriente, contiene
armonía y belleza en el máximo grado, y si en ese minuto experimen
to una sensación inaudita, insospechada hasta entonces, de plenitud,
de ritmo, de paz, de éxtasis devoto que me funde en la más alta sínte
sis de la vida?» Tan vagas expresiones parecíanle perfectamente com
prensibles, aunque poco definidoras. Que allí existía, en efecto, «ar
monía y belleza», que aquello era realmente «la más alta síntesis de la
vida», era cosa de la que no admitía la menor posibilidad de duda.
57 2
Los aspectos planetarios natales de Dostoievski arrojan
luz sobre otro patrón arquetípico de sus obras. En sus nove
las más importantes un elemento esencial de la intriga es el
papel del principal personaje femenino en relación con el pro
tagonista masculino, de quien es al mismo tiempo compañera
sentimental y espejo espiritual, como en Crimen y castigo,
donde cada paso de la transformación moral y espiritual de
Raskolnikov está mediado por la santidad de la joven Sonia.
Me parece extraordinario no sólo que Dostoievski hubiera
nacido cuando los tres planetas exteriores, Urano, Neptuno y
Plutón, formaban una especial configuración de aspectos
dinámicos, sino también que el día de su nacimiento el plane
ta Venus estuviera en conjunción exacta con este alineamien
to. (Venus estaba precisamente entre Urano y Neptuno, ellos
mismos a menos de 0,5 º entre sí, y los tres en estrecha cua
dratura con Plutón.) Debido a la asociación arquetípica de
Venus con el amor romántico, la belleza y el compañero
amado, me parece asombroso que prácticamente todos los
personajes masculinos de las principales novelas de Dos
toievski tengan una implicación romántica con mujeres que
reflejan exactamente sus actitudes existenciales más profun
das, correspondiente a los arquetipos de los tres planetas
exteriores. Análogamente, cada una de estas mujeres desem
peña un papel decisivo en la agitación extrema (Urano-Plu
tón) o en los despertares espirituales (Urano-Neptuno) que
pautan la vida de los protagonistas, como sucedió también en
la vida del propio Dostoievski, tal como se advierte con toda
claridad en la secuencia de sus tres relaciones más importan
tes con mujeres.
También son prominentes en cada una de sus principales
novelas temas tales como el súbito despertar del amor román
tico y la percepción inesperada de la belleza, uno y otra de
efectos liberadores, inquietantes y, a menudo, asociados a
acciones rebeldes contra las convenciones sociales (Venus
Urano), el poder espiritualmente redentor del amor y la belle
za espiritual del amor compasivo (Venus-Neptuno), y por
último la irresistible intensidad del amor erótico pasional
con su potencial de violencia instintiva y emocional (Venus
Plutón).
573
Es notable que la única otra gran figura literaria cuyo na
cimiento he visto que coincide con esta misma configuración
de cuatro planetas -Venus en estrecha alineación con Urano,
Neptuno y Plutón, todos en alineamiento de aspecto duro- es
Shakespeare, quien, según la mayoría de los estudiosos de su
vida y su obra, nació el 23 de abril de 1564, con un error máxi
mo de tres días (fue bautizado el 26 de abril). Los temas ar
quetípicos que, como acabamos de ver, se expresan en la vida
y la obra de Dostoievski son también evidentes, con la misma
intensidad y riqueza de matices, prácticamente en la totalidad
de las piezas teatrales y los poemas de Shakespeare. El extre
mo de la pasión, la potencial violencia instintiva y emocional
del amor romántico y erótico, la rebelión de los amantes con
tra la autoridad coercitiva de las estructuras de origen social o
familiar, el súbito despertar del amor romántico, la repentina
apertura al amor compasivo y misericordioso, los encanta
mientos y los desengaños de la fascinación, la espiritualidad
transformadora y el poder redentor del amor y la belleza, el
inesperado poder de la belleza para cambiar el alma humana,
el papel decisivo de las muchachas, las mujeres y las amantes
en la forja del drama de la vida humana a través de la belleza
y el amor, y finalmente la oportunidad de renacimiento es
piritual, todo ello se expresa en la obra de Shakespeare con tal
precisión de detalle que difícilmente podría tener más vita
lidad.
Incluso en un contexto absolutamente cómico, como en
Sueño de una noche de verano, Shakespeare trasmite con pre
cisión este amplísimo complejo arquetípico en su elocuente
yuxtaposición de amor y locura, reconociendo a ambos como
afines a su capacidad imaginativa para dar cuerpo a una nueva
realidad:
574
de cosas ignotas, la pluma las modela y da a la aérea nada un lugar
donde hospedarse y un nombre.
575
del yo y el intelecto (Sol-Mercurio-Plutón) en el contexto de
un cambio radical de cosmovisión cultural (Urano-Neptuno)
en el que las fuerzas en oposición eran la ciencia y la religión.
En esta oposición de fuerzas culturales, un lado ejercía una
influencia emancipadora y subversiva (Urano), mientras que
el otro afirmaba una dimensión trascendente de la existencia
(Neptuno). Este impulso religioso, sin embargo, se daba fatal
mente unido a las estructuras autoritarias y las creencias dog
máticas de una jerarquía eclesiástica temerosa, acorazada y
punitiva, tal como hemos descrito ya respecto a las prohibi
ciones del Vaticano y los juicios de la Inquisición en coinci
dencia con el ciclo de Saturno-Plutón. No obstante, el surgi
miento de la visión científica tiene su propia numinosidad
cósmica (Urano-Neptuno), cuyo poder inspiró en los revolu
cionarios copernicanos cierta convicción espiritual.
Podría decirse que, en la historia de la civilización occiden
tal, el significado épico del drama galileano reside en cómo
plasmó la verdadera naturaleza de la realidad para el mundo
moderno. También modeló la naturaleza del conocimiento
humano y determinó qué autoridad cultural podía configurar
esa realidad. La importancia cultural e histórica de esta lucha
parece corresponderse con la tensión dinámica constelada por
los grandes principios asociados a los planetas exteriores: Ura
no, Neptuno y Plutón. Es decir, el pensamiento y la escritura
de Galileo (Mercurio), su compromiso esencial con el intelec
to revitalizado (Mercurio-Plutón), la aguda penetración de su
mente, sus palabras y su personalidad intensamente polémi
cas, su actitud extraordinariamente dinámica y a veces des
tructiva (Sol-Plutón) y, por cierto, su poderosa elevación del
Sol a la centralidad del universo, todo ello se convirtió en cen
tro de atención histórico alrededor del cual giró esta titánica
transformación, como si estuviera representando su propio
drama shakespeareano en el escenario de la historia del
mundo. Pero, mientras que el excelso altar de Shakespeare se
consagraba a la diosa de la belleza, el arte y el amor, el de
Galileo estaba dedicado a la mente autosuficiente.
Ya la epifanía adopte la forma de los descubrimientos te
lescópicos de Galileo o de las revelaciones dramáticas de Sha
kespeare, la visión beatífica de Dante en La divina comedia o
la epifanía de Petrarca en la cumbre del Mont Ventoux, el des
pertar filosófico de Platón a las Ideas trascendentes tras la
muerte de Sócrates o el despertar pentecostal del Espíritu tras
la muerte de Jesús, en cualquier caso el tema arquetípico del
desvelamiento epifánico coincide, con luminosa coherencia,
con los alineamientos del ciclo de Urano-Neptuno.
Si seguimos el ciclo de Urano-Neptuno posterior a la épo
ca de Keats y de los Shelley, Coleridge y Emerson, Beethoven
y Goethe, el idealismo y el romanticismo, podemos reconocer
un desarrollo diacrónico del desvelamiento epifánico, el genio
imaginativo y el papel sagrado del individuo en esas revelacio
nes. En efecto, durante la era romántica correspondiente a esta
conjunción de Urano y Neptuno se tomó plena conciencia de
los conceptos gemelos de la imaginación creativa y el papel
sagrado del artista en la creación de nuevas realidades. Estas
mismas ideas y aspiraciones, aunque de distinta manera, co
braron otra vez actualidad en la vida y las obras de las princi
pales figuras creadoras nacidas en esa época: Wagner y Dic
kens en su primera etapa, luego las hermanas Bronte, Melville,
Whitman, George Eliot, Dostoievski, Flaubert, Baudelaire,
Tolstoi, Dickinson. Este impulso recibió una formulación de
cisivamente nueva en el modernismo -continuación y a la vez
ruptura respecto de la posición romántica-, durante la oposi
ción inmediatamente posterior de 1899-1918: empezando por
la obra de Cézanne, Mahler y Henry James, y más tarde Rilke
y Yeats, Picasso y Matisse, Joyce y Proust, Pound y Eliot,
Stravinsky, Schonberg, Diaghilev, Duncan, Nijinsky, Kan
dinsky, Mann, Lawrence, Stein, Frost y Stevens.'
En el ámbito de la ciencia, es imposible imaginar una epi
fanía más dramática que la que en esta época produjo Einstein
con las teorías especial y general de la relatividad y la súbita
apertura de un cosmos radicalmente nuevo a la imaginación
moderna. Esencial a esta epifanía, y al surgimiento simultáneo
de la física cuántica, era la repentina disolución de estructuras
y fronteras previamente establecidas: entre materia y energía,
tiempo y espacio, sujeto y objeto, onda y partícula, ser y no ser.
577
La propia palabra epifanía recibió nueva definición y sig
nificado en virtud de los escritos de James Joyce en esa época.
La usó ya en 1907, en su temprana novela inédita, Stephen
Hero, en la que la palabra significaba la revelación súbita de la
naturaleza o significado esencial de una cosa, una persona o
una situación, ese momento en que «el alma del objeto más
común ... se nos aparece radiante». La palabra epifanía con
tiene precisamente la combinación del impulso prometeico
asociado a Urano -lo repentino, inesperado, lo que ilumina,
revela, despierta, libera- y el elemento neptuniano de la ima
ginación estética y espiritual, lo poético y lo numinoso, el sig
nificado interior, la realidad más profunda, el alma radiante de
las cosas.
A su vez, muchas figuras decisivas que posteriormente
participaron en los despertares espirituales, filosóficos e ima
ginativos del siglo XX nacieron en los años de esta oposición
de Urano y Neptuno de comienzos del siglo y representaron,
cada uno a su manera, distintas categorías de este complejo
arquetípico: poetas que abrían nuevos horizontes, como Pa
blo Neruda y Dylan Thomas; místicos e innovadores religio
sos de gran influencia, como Thomas Merton, Simone Weil,
Karl Rahner y Bede Griffiths; importantes investigadores en
temas de mitología y religión, como Joseph Campbell, Mircea
Eliade, Erich Neumann, Henry Corbin, Paul Ricoeur, Jean
Gebser y Marie-Louise von Franz; grandes innovadores en
filosofía matemática, como Kurt Godel, Alan Turing y John
von Neumann, que sirvieron a la vez a la esfera platónico
pitagórica de las formas matemáticas y al desarrollo de la teo
ría de los conjuntos, la teoría de los juegos, la teoría de la in
formación y el diseño de ordenadores; pioneros en el desper
tar a una visión del mundo más integradora y holística que
refleja la interdependencia de la realidad, como Gregory Ba
teson, David Bohm, Rache! Carson, Ame Naess y Thomas
Berry; y destacadas personalidades de la contracultura espiri
tual, como Alan Watts, Albert Hofmann, Abraham Maslow y
J. D. Salinger.
Tal vez una de las epifanías más ampliamente valoradas de
la literatura norteamericana moderna sea aquella con la que
Salinger honró a sus lectores en Franny y Zooey, escrita y
publicada por primera vez en exacta coincidencia con la cua
dratura más reciente de Urano y Neptuno, que tuvo lugar en
los años cincuenta y cubrió casi toda la década. Este alinea
miento coincidió con una ola de impulsos culturales y espiri
tuales que se abrieron paso en la conservadora psique colecti
va de la época. Esta ola resultó particularmente visible en el
rápido aumento del interés occidental por el budismo, el hin
duismo y otras formas de misticismo asiático, con las influ
yentes conferencias de D. T. Suzuki sobre zen, Erich Fromm,
el viaje de Joseph Campbell a Asia y el comienzo de su traba
jo enciclopédico sobre la mitología mundial, Las máscaras
de Dios, la publicación de El camino del zen de Alan Watts y
la aparición del movimiento beat (de beatific) con Allen
Ginsberg, Jack Kerouac y Neal Cassady ( «hipsters con cabe
zas de ángel ardiendo por la antigua conexión con el cielo»,
Aullido).
El descubridor del LSD, Albert Hofmann, había nacido
durante la anterior oposición de Urano y Neptuno y también
podemos reconocer los temas característicos del complejo de
Urano-Neptuno en la experimentación psicodélica como
camino de cambio psicológico y epifanía espiritual, como se
reflejaba en Las puertas de la percepción de Aldous Huxley, de
1954, la acuñación del término psicodélico por Humphrey
Osmond en una carta a Huxley en 1956, el encuentro de
Gordon Wasson con la curandera mejicana María Sabina y la
publicación en 1957 de su influyente artículo sobre el hongo
sagrado psilocibina, así como el comienzo en Praga de la
investigación de Stanislav Grof con el LSD, integrando el psi
coanálisis con una apertura a la experiencia mística transfor
madora. Como reflejo de diversos temas que combinan el
principio prometeico y el neptuniano, Huxley comenzó en
ese momento a escribir La isla, novela utópica que describe
una sociedad de compasión social y libertad individual cuyo
fundamento religioso está influido por la ingestión ritual de
una droga psicodélica. Al igual que Huxley y Grof, durante
este alineamiento de Urano y Neptuno de los años cincuenta
comenzaron sus experimentos psicodélicos Alan Watts, Allen
Ginsberg y Ken Kesey. Estas exploraciones pioneras contri
buyeron al movimiento contracultural de rebelión social y
579
emancipación de la conjunción de Urano y Plutón de los años
sesenta.
El alineamiento de Urano y Neptuno de los años cincuen
ta también coincidió con la decisiva apertura religiosa de Mar
tin Luther King -su «experiencia de la cocina», en enero de
1956- en los primeros meses del movimiento por los derechos
civiles en Montgomery, Alabama (cuando también Saturno
estaba en cuadratura con Plutón). Una noche, ya muy tarde y
después de haber recibido una serie de llamadas telefónicas
amenazantes, cuando había llegado a tocar el oscuro fondo del
miedo y el desaliento, tuvo de pronto la experiencia de Dios
ya no como «categoría metafísica», sino como poderosa pre
sencia divina que le daba el valor moral y espiritual necesario
para arriesgar la vida liderando el nuevo movimiento y sir
viendo al «nacimiento del ideal de libertad en los Estados
Unidos» y al «nacimiento de una Nueva Era» (Urano en
arquetípica asociación con el nacimiento, la libertad, el des
pertar y lo nuevo; Neptuno, con los ideales, la inspiración
espiritual y la experiencia de lo numinoso): «He experimenta
do la presencia de lo Divino como nunca antes». Poco des
pués, bajo la influencia de Bayard Rustin, King adoptó la
estrategia de Gandhi de resistencia no violenta como princi
pio moral y a la vez como fuerza eficaz de cambio. (Gandhi
nació durante la cuadratura anterior de Urano y Neptuno;
Thoreau y Tolstoi, durante la conjunción inmediatamente
anterior.) Durante este mismo alineamiento se produjo el
reviva/ protestante y las cruzadas de Nuevo Evangelismo
lideradas por el carismático predicador Billy Graham; en 1957
Graham invitó al joven King a que, en su condición de líder
de una «gran revolución social», condujera la plegaria de la
multitud.
Podemos añadir la oleada de otras obras que surgieron
durante esta cuadratura más reciente de los años cincuenta y
que tanta influencia ejercieron en el desarrollo espiritual de la
segunda mitad del siglo XX: El fenómeno humano y El medio
divino, de Teilhard de Chardin (1955 y 1957, respectivamen
te), con su disolución de la frontera entre ciencia y religión en
una visión mística de la evolución; El valor de ser (1952) y Di
námica de la fe (1957), de Paul Tillich, con su apasionado
compromiso cristiano con las tensiones filosóficas y existen
ciales de una era secular; Saving the Appearances (1957), de
Owen Barfield, con su influyente exposición de la evolución
de la conciencia, adelantada ya por Rudolf Steiner durante la
oposición anterior; y La religión gnóstica (1958), de Hans
Jonas, que introdujo a los lectores modernos en el gnosticis
mo. En filosofía, se puede mencionar aquí la publicación en
1953 de dos textos fundacionales de lo que llegaría a ser la
visión filosófica posmoderna: las Investigaciones filosóficas de
Wittgenstein, y la Introducción a la metafísica de Heidegger,
seguida de otras obras que expresaban la poética filosofía tar
día de Heidegger, centrada en el misterio del Ser!
Este alineamiento de Urano y Neptuno coincidió también
con las extraordinarias últimas obras de Jung: Sincronicidad,
Respuesta a Job, Aion, Mysterium Coniunctionis, El yo oculto
y Recuerdos, sueños, pensamientos. Estas obras reflejan un
cambio radical en la psicología religiosa, la epistemología y la
filosofía de la historia que se ha convertido en la contribución
más radical y tal vez más fecunda de Jung. Imbuidas de temas
característicos del complejo arquetípico de Urano-Neptuno,
se las puede considerar inesperados avances creativos en el
pensamiento de Jung y culminación de la transformación inte
lectual y psicoespiritual de Jung iniciada durante la oposición
precedente de Urano y Neptuno, en 1913-1918, exactamente
90º antes.
A todos estos fenómenos culturales que sugieren la activa
ción del complejo de Urano y Neptuno deberíamos añadir la
repentina serie de películas espiritualmente reveladoras de
Ingmar Bergman y Federico Fellini -El séptimo sello, Fresas
salvajes, La Strada, Las noches de Cabiria- que aparecieron
en los años cincuenta, atrajeron la atención internacional y
dieron comienzo, junto con la Nouvelle Vague francesa, el
Free Cinema británico, Akira Kurosawa en Japón y Satyajit
Ray en India, a una revolución creativa en el cine que impreg
naría la experiencia cultural de los años sesenta y más allá.
Al mismo tiempo, la evolución del jazz durante la cuadra
tura de Urano y Neptuno experimentó la influencia mística de
la famosa epifanía espiritual de John Coltrane en 1957. En un
intento de describir el aura de sacralidad y divinidad que
impregnó los conciertos posteriores de este músico, su mujer,
Alice Coltrane, declaró:
Qué señorío tiene un alma, que el Señor llega aquí, que lo mire,
todo sin estar enredada en ello! ¡Qué corrida está del tiempo que lo
estuvo! ¡Qué espantada de su ceguedad! ¡Qué lastimada de los que
están en ella! ... Fatígase del tiempo en que miró puntos de honra, y
en el engaño que traía de creer, que era honra lo que el mundo llama
honra ... Ríese de sí, del tiempo que tenía en algo los dineros, y codi
cia dellos ... ¡Oh todos diesen en tenerlos por tierra sin provecho,
qué concertado andaría el mundo, qué sin tráfagos, con qué amistad
se tratarían todos, si faltase interese de honra, y dineros! Tengo para
mí se remediaría todo.
59º
entonces qué es de verdad rezar: volver de la soledad de la individua
ción a la conciencia de unidad con todo lo que es, arrodillarse como
un ser efímero e incorporarse como imperecedero. La tierra, el cielo
y el mar resonaron como partes de una vasta armonía que envolvía el
mundo. Era como si estuviera rodeada del coro formado por toda
gran persona que hubiera vivido alguna vez. Me sentí una sola cosa
con ellas, me parecía oír que me saludaban: «Tú también estás entre
los vencedores».
59 1
aun cuando no puedan proporcionar fórmulas, y abrir una región aun
cuando no puedan suministrar un mapa de ella. En cualquier caso,
impiden saldar prematuramente nuestras cuentas con la realidad.
59 2
EL GRAN DESPERTAR DE LA ERA AXIAL
593
el nacimiento de Confucio, contemporáneo más joven de Lao
Zi. Esta misma época coincidió con la repentina oleada de
profetas del Israel antiguo -Jeremías, Ezequiel y el Segundo
Isaías- a través de los cuales se forjó una profunda transfor
mación en la imagen judía de lo divino y en la comprensión de
la historia humana. En esta misma época se compilaron y
redactaron por primera vez las escrituras hebreas. En cuanto
a la datación tradicional de Zoroastro y el surgimiento del
zoroastrismo en Persia, con su inmensa influencia histórica,
hace ya mucho tiempo que se fija en el siglo VI, pese a que
todavía no puede precisarse.
En Grecia, el período de la triple conjunción coincidió
exactamente con el nacimiento de la filosofía griega, pues
entre los años ochenta y sesenta del siglo VI tuvieron su apo
geo los primeros filósofos griegos, Tales y Anaximandro, y
nació Pitágoras, figura clave de la historia de la filosofía y la
ciencia occidental. En la religión griega emergía el orfismo y
el oráculo de Delfos se hallaba en su momento de máxima
influencia. Durante el mismo período floreció la gran poetisa
lírica de la cultura occidental, Safo, cuya creatividad y domi
nio del arte fueron objeto de tal admiración que los autores
clásicos la llamaron la décima Musa. En el mismo período
nació Tespis, el padre de la tragedia griega, cuya decisiva inno
vación de poner en boca de actores individuales versos del
diálogo que hasta entonces sólo pronunciaba el coro tradicio
nal se considera el punto de partida del drama.
En otro orden de cosas, estas mismas décadas trajeron las
revolucionarias reformas legales y económicas del estadista
poeta Solón en Atenas, que prepararon el camino al desarro
llo de la democracia, en coherencia con el ciclo de Urano
Plutón: períodos de cambio radical, reforma política liberal
y un renovado impulso hacia el progreso social y cultural. (El
Siglo de Pericles ateniense coincidió con la conjunción si
guiente de Urano y Plutón, un siglo y medio más tarde, en
443-430.) Durante este período, Solón estableció reglas para la
recitación pública de la épica homérica, que llegó a ser la base
de la educación griega y la imaginación clásica, reflejando un
tema que se repetiría de modo sistemático bajo alineamientos
posteriores de Urano y Neptuno, como los de la Antigüedad
594
Romana (Cicerón, Virgilio), el Renacimiento y el Roman
ticismo.
Las grandes figuras y los importantes acontecimientos,
ideas, movimientos, despertares y transformaciones de la con
ciencia colectiva que se produjeron durante esta época prodi
giosa han permeado la evolución posterior de la humanidad.
Me parece asombroso que la época que se reconoce universal
mente como la más significativa en toda la evolución filosófi
ca y espiritual del mundo coincidiera con la única conjunción
triple de Urano, Neptuno y Plutón, los mismos planetas
cuyos alineamientos han estado asociados a significados ar
quetípicos propios de una época de despertar espiritual y
transformación cultural tan universales. Después de pasar
toda una vida estudiando estos ciclos planetarios, comprobé
que las asombrosas coincidencias de esta época con la conjun
ción triple de los tres planetas más alejados posee en sí misma
una cierta numinosidad.
Desde el punto de vista astronómico, fue la única época de
la historia documentada en que los ciclos de Urano-Neptuno,
Urano-Plutón y Neptuno-Plutón coincidieron en una con
junción triple tan estrecha. Los tres planetas estaban a menos
de 2º del alineamiento exacto a mediados del período, es decir,
en 577-576 a.C. Contemplados, por así decirlo, con un gran
angular telescópico, los fenómenos históricos y culturales
coincidentes parecen haber formado una inmensa onda arque
típica en el medio siglo comprendido entre 600 y 550, que
abarcó casi exactamente el período en que Neptuno y Plutón
estuvieron a menos de 30º de su conjunción (602-552). Como
ya he observado al analizar otras conjunciones triples de pla
netas exteriores, como la notable conjunción de Júpiter, Ura
no y Plutón de 1968-1969, la presencia de tres planetas en se
mejante configuración parece coincidir con una importante
ampliación del orbe en el que se dan acontecimientos arquetí
picamente pertinentes. En la conjunción de la primera mitad
del siglo VI a.C., los tres ciclos planetarios formaron una serie
de alineamientos exactamente concéntricos en el interior de
este período más largo; su superposición es tan ajustada que el
intervalo entre sus conjunciones se fue estrechando durante
los años noventa y ochenta, hasta alcanzar el alineamiento
595
más preciso en los años 578-575 y luego separarse gradual
mente durante los años sesenta y cincuenta."
Aquí encontramos los temas característicos del ciclo de
Urano-Neptuno que hemos expuesto en los capítulos ante
riores, pero, como corresponde a la triple conjunción con Plu
tón, expresados con espectacular fecundidad, de manera masi
va y profunda, hondamente evolutiva y transformadora en
gran escala, tanto temporal como geográficamente. El tema
básico de los despertares espirituales y el nacimiento de nuevas
religiones durante esta época y las décadas siguientes es, por
supuesto, el más llamativo de estos motivos característicos de
Urano-Neptuno: las grandes revoluciones religiosas del bu
dismo, el taoísmo, el confucianismo, el jainismo, etc. Desde la
perspectiva de la historia de la religión occidental, en las reve
laciones proféticas del judaísmo de esta época vemos ejempli
ficado el tema esencial de Urano-Neptuno de radical transfor
mación de la imagen de Dios y una nueva y revolucionaria
comprensión de la voluntad divina actuando en la historia,
particularmente adecuada a la presencia de Plutón, con su re
lación arquetípica con la evolución, y a la voluntad universal.
Con respecto al tema del nacimiento de nuevas filosofías,
característico de Urano-Neptuno, nos encontramos aquí con
el nacimiento mismo de la filosofía occidental, visible en Ta
les, Anaximandro y Pitágoras, todos los cuales ejercieron una
nueva capacidad de la razón crítica para descubrir los arkhái
fundamentales, las causas unitivas originarias que subyacen al
flujo y la diversidad del mundo. Otro tema de Urano-Nep
tuno, el surgimiento de filosofías de carácter específicamente
idealista, es evidente en la concepción pitagórica de las formas
matemáticas trascendentes y la inteligencia universal que
gobiernan el cosmos. Es notable que la conjunción siguiente
de Urano y Neptuno, exactamente un ciclo más tarde, coinci
diera con el nacimiento del platonismo, profundamente
influido por Pitágoras.
El motivo astronómico del ciclo de Urano-Neptuno que
hemos visto en la secuencia de Copérnico, Kepler, Galileo y
Newton es evidente aquí en el nacimiento de la astronomía
misma, a través de la obra de Tales, Anaximandro y Pitágoras.
Este comienzo históricamente trascendental está dominado
por las primeras especulaciones astronómicas de Tales (inclui
da su famosa predicción de un eclipse en 5 8 5 ); la postulación
de Anaximandro de la primera cosmología científica, que con
sideraba a la Tierra suspendida libremente en el centro de un
universo esférico; y la postulación de Pitágoras de una Tierra
esférica encerrada en la esfera rotatoria de las estrellas fijas,
mientras que los planetas rotaban en la dirección contraria.
(Otro patrón diacrónico: Eudoxio, el primer astrónomo grie
go que propuso una cosmología detallada que explicaba los
distintos movimientos planetarios, nació durante la conjun
ción siguiente de Urano y Neptuno, al comienzo del siglo IV.)
Entre el gran número de innovaciones intelectuales y nue
vos comienzos de la Era Axial está el primer mapa de la Tie
rra, obra de Anaximandro, quien además postuló la primera
teoría de la evolución que se conozca, de acuerdo con la cual
la vida surgió del mar y los primeros seres humanos eran
semejantes a peces. Se trata de una correlación muy interesan
te en vista de la asociación de Plutón con la evolución bioló
gica y la coincidencia de los alineamientos de Urano-Plutón
con el surgimiento de las teorías de la evolución (la de Darwin
y Wallace durante la conjunción de los años cuarenta y cin
cuenta del siglo XIX, las de Erasmus Darwin, Geoffroy Saint
Hilaire, Goethe y Lamarck durante la oposición anterior de
los años noventa del siglo XVIII y las de la «segunda revolución
darwinista» durante la conjunción más reciente de los años
sesenta del siglo xx.) El hecho de que esa conjunción particu
lar de Urano y Plutón incluyera a Neptuno en el alineamien
to sugiere el motivo oceánico dominante de la teoría de la evo
lución de Anaximandro, y el extraordinario salto imaginativo
e intuitivo que se requería para tal conjetura en aquella época.
El tema de la epifanía cósmica de Urano-Neptuno, que
desvela una dimensión espiritual del universo, se expresa
espléndidamente en la revelación pitagórica de la armonía
trascendente de las esferas que une astronomía y música en un
todo de ordenación divina. También se expresa en el uso pita
górico de la palabra kosmos para describir un universo vivo
impregnado de inteligencia espiritual, belleza y perfección
estructural. En Pitágoras vemos también la unidad de ciencia
y religión, la ausencia absoluta de fronteras categoriales, que
597
representa otro motivo frecuente de Urano-Neptuno. En lo
que atañe al surgimiento creativo de tradiciones esotéricas que
hemos observado en coincidencia con alineamientos posterio
res de Urano-Neptuno, la fundación de la hermandad y la
filosofía pitagóricas es fuente de inspiración de muchas tradi
ciones esotéricas occidentales que han visto en Pitágoras su
origen y su reverenciada autoridad carismática.
Otro motivo característico de Urano-Neptuno evidente
durante esta época fue el nacimiento de nuevas formas de
expresión artística, visible en el inicio del drama trágico y el
papel del actor introducido por Tespis. Una vez más, encon
tramos un patrón diacrónico: el primer gran trágico, Esquilo,
surgió durante la oposición siguiente de Urano y Neptuno: en
48 5 a.C. ganó el primero de los muchos premios que obtuvo
en el festival anual de Atenas, y continuó escribiendo hasta
totalizar noventa piezas en el curso de su larga vida. Shakes
peare, su heredero renacentista, nació durante una oposición
de Urano y Neptuno, dos mil años más tarde.
El surgimiento de nuevas formas artísticas y genio creati
vo también queda maravillosamente encarnado durante el pe
ríodo de la triple conjunción en la luminosa figura de Safo,
quien tuvo su apogeo a partir de los años ochenta del siglo VI.
Lo mismo que a Pitágoras, se atribuye a Safo un carisma espi
ritual como gran sacerdotisa de la isla de Lesbos, donde presi
día un culto femenino del amor, la belleza y la poesía. Incluso
en los escasos fragmentos que han llegado hasta nosotros es
evidente, muchos siglos después, que su obra representó no
sólo una ruptura creativa respecto de la imaginación poética,
sino también un profundo cambio psicológico en la actitud
del artista. Safo produjo una nueva forma de desvelamiento
poético personal e íntimamente emocional. Transformó crea
tivamente la poesía lírica tanto en la técnica como en el estilo,
pues abandonó la tradición de la poesía escrita desde la pers
pectiva de los dioses y las musas y adoptó un enfoque que
expresaba el punto de vista personal del individuo. Al escribir
en primera persona, al describir el amor y su pérdida tal como
la afectaban personalmente, parece haber servido con su arte
al progreso en el impulso a la individuación que por entonces
asomaba en la psique griega.
También podemos reconocer en Safo dos temas importan
tes de Urano-Plutón que ya hemos visto correlacionados con
este ciclo en épocas posteriores, como durante los años se
senta del siglo xx, de 1896 a 1907, de 1845 a 1856 y la última
década del siglo XVIII: la potenciación social de las mujeres y el
despertar dionisíaco y la liberación erótica. La presencia del
complejo asociado a los tres planetas en combinación puede
percibirse en la profundidad del sentimiento y la intensidad
de la expresión lírica que distingue la obra de Safo, una reve
lación del eros irresistible en su potencia visceral e instintiva
(Urano-Plutón) e inextricablemente ligada con las dimensio
nes poética, romántica e imaginativa de su arte (Urano-Nep
tuno).
599
corto lapso y en coincidencia exacta con la conjunción de
Urano, Neptuno y Plutón, también se refleja en la arquitectó
nica de la Babilonia de Nabucodonosor. El reinado de Nabu
codonosor en Babilonia, que se extendió de 605 a 562 a.C.,
coincidió de modo casi preciso con toda esta época. Durante
dicho período, Nabucodonosor hizo restaurar prácticamente
todos los templos de su imperio. Babilonia era una gran ciu
dad de grandeza palaciega, de monumentales edificios públi
cos con fachadas de azulejos esmaltados con brillantes colo
res, canales, amplias avenidas, calles sinuosas y los Jardines
Colgantes, llenos de flora exótica que se regaban con agua lle
vada del Éufrates.
Esta Babilonia fue el crisol de la gran metamorfosis del
judaísmo que tuvo lugar en esta época. La destrucción de
Jerusalén en 586 por Nabucodonosor y la deportación de la
mayor parte de la población judía al cautiverio babilónico se
produjo en exacta coincidencia con el tránsito mundial de
Saturno en cuadratura con Plutón y Neptuno (inmediatamen
te antes de que Urano entrara en estrecha conjunción con
estos dos planetas). En las décadas siguientes, la profunda res
puesta de los profetas judíos a esos catastróficos aconteci
mientos políticos y espirituales desencadenó la transforma
ción del judaísmo en una religión caracterizada por el univer
salismo monoteísta y el individualismo ético. Los escritos de
Jeremías y Ezequiel durante esta era expresaban un énfasis
radicalmente nuevo en la relación del individuo con Dios. Los
del Segundo lsaías, nacido bajo la triple conjunción, aporta
ron la poderosa declaración de un Dios soberano y lleno de
amor que reina sobre toda la historia y toda la humanidad,
inspirando en las generaciones venideras una visión esperan
zada en el advenimiento del reino de Dios, que liberaría a su
pueblo de los sufrimientos y las injusticias del presente." La
metamorfosis de la imaginación profética en esa época se con
virtió en fuente de inspiración para incontables figuras y
movimientos religiosos de siglos posteriores, incluidas mu
chas visiones utópicas y milenaristas que surgieron una y otra
vez durante los alineamientos posteriores del ciclo de Urano
Neptuno, desde el período del Nuevo Testamento al movi
miento del siglo XX por los derechos civiles:
600
Así dice el Dios Yahvé, el que crea los cielos y los extiende, el que
hace firme la tierra y lo que en ella brota, el que da aliento al pueblo
que hay en ella, y espíritu a los que por ella andan. Yo, Yahvé, te he
llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser
alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, para
sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas.
601
arquetípicamente vinculados que se desplegaron durante ali
neamientos posteriores, como los nacimientos del platonismo
y el cristianismo, podemos reconocer que muchas de las gran
des religiones y epifanías filosóficas del Despertar Axial se
centraban en una transformación profunda y duradera de la
experiencia de lo numinoso. Esta transformación adoptó for
mas radicalmente diversas en las distintas civilizaciones y
tradiciones -budista, taoísta, confuciana, jainista, zoroastrista,
judía, griega-, que se desarrollaron con orientaciones diver
gentes de acuerdo con sus respectivas tradiciones. Lo común
a estas distintas transformaciones es una nueva y poderosa
distinción, que a menudo se convertiría en una dicotomía
radicalmente polarizada, entre una realidad espiritual radical
mente superior y una realidad percibida como intrínseca o
provisionalmente inferior. Ambas realidades se distinguían y
se definían en muchos niveles, a menudo solapadas: el mundo
divino de eternidad y el mundo humano de flujo y finitud, el
ontológicamente primordial y el derivado, el trascendente y
el inmanente, espíritu y materia, bueno y malo, luz y oscuri
dad, arriba y abajo, perfecto e imperfecto, uno y múltiple, rea
lidad e ilusión, Brahman y maya, nirvana y samsara, el Tao y
el mundo convencional, el reino de Dios y el mundo secular, el
futuro redimido y el presente pecador, salvación/iluminación
y oscura cárcel de la condición humana ordinaria, el filósofo
profeta-místico-sabio y el no iluminado.
Toda tradición religiosa desarrolló estas diferenciaciones y
luchó de diversas formas por superarlas, con resultados espi
rituales y filosóficos completamente distintos en Asia y en
Occidente. Sobre estas polaridades se estableció el fundamen
to espiritual e intelectual de una parte de la evolución históri
ca de la conciencia humana que ha tenido lugar desde enton
ces, sobre todo en Occidente, donde estas dicotomías han sido
particularmente pronunciadas y han tenido consecuencias
importantes. Desde un punto de vista hegeliano y junguiano,
se podría decir que esta revelación de opuestos metafísicos
dinámicamente relacionados en la experiencia humana, de
tanta trascendencia histórica, inició un gran proceso evolutivo
de tensiones y síntesis dialécticas en el que aún hoy vive nues
tra época.
602
El gran Despertar Axial del período de la triple conjunción
fue un fenómeno extremadamente complejo, un fons et origo
con múltiples corrientes. Desde el momento de su aparición,
todas las religiones y filosofías que nacieron o se transforma
ron durante esta época tenían una complejidad interna que se
desarrolló y se diferenció creativamente en los siglos siguien
tes. Cada corriente fue objeto de múltiples ramificaciones,
divisiones internas y nuevas divergencias. La nueva autono
mía del individuo, la nueva capacidad para una conciencia ple
namente reflexiva, la nueva voluntad de poner en tela de jui
cio lo recibido y lo dado, los retos a las creencias establecidas,
la rebeldía profética y filosófica contra los poderes seculares y
los valores convencionales, el nuevo papel de místicos y sa
bios, las nuevas modalidades de expresión artística que sirven
de apoyo a una mayor individualidad y a una crítica reflexiva
acerca de la condición humana, el emergente impulso general
a alejarse de lo local y lo tradicional y acercarse a lo univer
sal y lo nuevo, y por último, aunque no menos importante, el
despertar a una realidad trascendente que busca un nuevo tipo
de encarnación en el mundo de la historia humana: todas estas
características decisivas de la época axial pusieron en movi
miento procesos que se desarrollaron dialécticamente en los
siglos y milenios posteriores.
Por un lado, podemos reconocer la dinámica arquetípica
de la conjunción triple como expresión de un titánico poder de
evolución: profundidad e intensidad del principio plutoniano
que impulsa y potencia los fenómenos arquetípicos del ciclo
de Urano-Neptuno, cuyos alineamientos coinciden de modo
sistemático con los nacimientos de nuevas religiones, desper
tares místicos, renacimientos culturales, revelaciones artísti
cas, nuevas filosofías, visiones utópicas y epifanías cósmicas
(Plutón-Urano-Neptuno). Según este enfoque, los fenómenos
básicos de la Era Axial durante la conjunción triple son los
que hemos visto como característicos del ciclo de Urano
Neptuno, pero imbuidos de una intensidad trascendental por
la presencia de Plutón.
Por otro lado, podemos describir la dirección arquetípica
durante el período de conjunción triple como aquella en que
el principio de Neptuno espiritualiza y da forma religiosa, me-
tafísica e imaginativa a los fenómenos -característicos del ciclo
de Urano-Plutón- de súbito cambio radical y agitación revo
lucionaria, amplia potenciación de la creatividad y un inten
sificado impulso colectivo hacia la innovación progresista y la
lucha por nuevos horizontes (Neptuno-Urano-Plutón).
Por último, podemos abordar el complejo arquetípico tri
planetario durante este período del Despertar Axial como
expresión del principio prometeico de Urano en la medida en
que libera, despierta y cataliza de manera súbita e imprevista
los fenómenos característicos asociados al ciclo de Neptuno
Plutón (Urano-Neptuno-Plutón).
El ciclo de Neptuno-Plutón, que implica a los dos plane
tas más lejanos, es el más largo de los ciclos planetarios y sus
fenómenos históricos y culturales sincrónicos son, en ciertos
aspectos, los más profundos y de mayores consecuencias. Se
extiende aproximadamente por espacio de cinco siglos y las
oposiciones intermedias tienen lugar unos dos siglos y medio
después de cada conjunción. El período de cada uno de tales
alineamientos de Neptuno y Plutón, dentro del orbe de 15º,
dura por sí mismo de veinticinco a treinta años, aproximada
mente, y dentro del orbe más amplio de 20º, más de un tercio
de siglo.
Para limitarnos ahora a la historia cultural de Occidente,
podemos seguir brevemente la secuencia de los alineamientos
cíclicos de Neptuno y Plutón y la extraordinaria regularidad
de su coincidencia con los comienzos y finales de grandes
épocas históricas de enorme dimensión cultural. Como acaba
mos de ver, la triple conjunción del siglo VI a.C. no sólo coin
cidió con el corazón de la Era Axial mundial, sino también
con el auge de Grecia y su pronta conversión en civilización
histórica mundial. La oposición siguiente de Neptuno y Plu
tón de 345-3 I 5 a.C. coincidió exactamente con el clímax del
período clásico griego y el inicio de la era helenística, marca
da por la inmensa transformación que produjo Alejandro
Magno en el mundo mediterráneo y en Asia occidental.
La conjunción siguiente de Neptuno y Plutón coincidió
con el pleno auge de Roma en la época de Julio César y
Augusto (siglo I a.C.); la siguiente, con la caída del Imperio
romano de Occidente y el comienzo de la Edad Media (si-
glo V d.C.); la siguiente, con el comienzo de la Baja Edad
Media (siglo x), y la posterior con el final de la Edad Media y
el inicio del Renacimiento (finales del siglo XIV y principios
del xv). En el punto medio de los quinientos años del perío
do moderno, la oposición de Neptuno y Plutón coincidió con
el momento culminante de la Revolución Científica, a media
dos del siglo XVII. Por último, la conjunción más reciente de
Neptuno y Plutón coincidió con la gran época de fin de siecle,
últimas décadas del siglo XIX y primeros años del siglo XX
(1880-1905), que dio comienzo al ciclo de quinientos años en
el que nos hallamos.
El ciclo de Neptuno-Plutón, con su correspondiente com
plejo arquetípico, exige por sí mismo un estudio y análisis
detallados que expondré en otro lugar. Lo que aquí puede
mencionarse brevemente es que, además de las grandes épocas
que marcan el comienzo y la caída de civilizaciones, que aca
bamos de sugerir, los alineamientos mayores del ciclo de
Neptuno-Plutón parecen haber coincidido con transforma
ciones especialmente profundas de la visión cultural y la expe
riencia colectiva de la realidad, que a menudo se produjeron
muy por debajo de la superficie de la conciencia colectiva.
Podemos reconocer algunos de sus temas característicos en el
gran crisol de destrucción y regeneración metafísicas por las
que pasó la cultura occidental durante la última conjunción de
Neptuno y Plutón de finales del sigo XIX, ese final de una
época y umbral transformador simbolizado por la transvalo
ración nietzscheana de todos los valores, la agonía de los dio
ses que habían regido el espíritu occidental durante más de
dos milenios, la disolución subterránea de la creencia cristia
na convencional y de los presupuestos de la Ilustración, el
poderoso surgimiento del «inconsciente» en muchos sentidos
(incluida su primera conceptualización), la interpenetración
global de las tradiciones religiosas y culturales y la apari
ción en la cultura occidental de un abanico de fenómenos cul
turales e impulsos arquetípicos reprimidos y de largo desarro
llo, que condujeron al mundo intensamente dinámico del si
glo xx.
Tales transformaciones subyacentes de las eras de Nep
tuno-Plutón tienden a emerger en la superficie de la vida cul-
tural en forma más explícita durante los alineamientos poste
riores de Urano y Plutón y de Urano y Neptuno, a menudo
como rupturas creativas y súbitos despertares. Hemos visto
una oleada de acontecimientos y figuras de este tipo en los
cambios revolucionarios y las epifanías culturales que tuvie
ron lugar durante las oposiciones superpuestas de Urano y
Plutón y de Urano y Neptuno, a comienzos del siglo XX.
Estos inmensos impulsos transformadores en la psique colec
tiva profunda produjeron otra eclosión cíclica de creatividad
e intenso cambio cultural acentuado durante la conjunción si
guiente de Urano y Plutón, en los años sesenta del siglo pasa
do. Esto nos lleva a la conjunción de Urano y Neptuno más
reciente.
EL CICLO DE NEPTUNO-PLUTÓN
606
EL FINAL DEL SIGLO XX
Y EL CAMBIO DE MILENIO
608
cultural de la civilización occidental en general, y al mismo
tiempo socavó y liberó la mente occidental desde dentro y
desde fuera.
Un rasgo esencial de esta época, y reflejo precisamente de
la Gestalt arquetípica de Urano-Neptuno, fue la sensación ge
neralizada de que la conciencia colectiva occidental había en
trado en un estado liminal entre paradigmas, con una variabi
lidad, incertidumbre, libertad y confusión epistemológica y
metafísica sin precedentes, pero, en virtud de su flexibilidad
radicalmente plural, abierto a posibilidades y realidades veda
das en el discurso colectivo convencional de las generaciones
anteriores.
Una expresión de este complejo arquetípico que tuvo con
secuencias profundas en el escenario político internacional fue
el surgimiento de la perestroika y la glasnost durante la época
de Gorbachev en la Unión Soviética, en exacta coincidencia
con el inicio de la conjunción de Urano y Neptuno de media
dos de los años ochenta. A partir de ese momento, en la socie
dad que hasta entonces había sido tal vez la más estrictamen
te cerrada y blindada del planeta, se produjo un movimiento
hacia una mayor apertura política y una innovación más flexi
ble. Otra señal del mismo complejo arquetípico que se dio en
estos mismos años fue el despertar extraordinariamente am
plio y vigoroso, en ambos bandos de la Guerra Fría y en la
comunidad internacional en general, a un impulso de unidad
y paz mundial. En Europa, todo el alineamiento de Urano
Neptuno estuvo dominado por el movimiento político y eco
nómico que tendía al establecimiento de la Comunidad Euro
pea, que disuelve las antiguas fronteras nacionales en favor
de una amplia comunidad continental con libre circulación de
personas, ideas y bienes. En todos estos contextos, el impulso
a la unificación y la paz estaba estrechamente asociado a la
creciente disolución de las barreras globales (Neptuno) en vir
tud de la rápida expansión de las tecnologías de la comunica
ción (Urano).
Los nuevos impulsos y desarrollos de la Unión Soviética y
Europa Oriental durante la segunda mitad de los años ochen
ta, característicos del complejo de Urano-Neptuno -emanci
pador, unificador, innovador- provocaron considerable resis-
tencia y lucha. Precisamente en esos años, de 1985 a 1991, Sa
turno formaba una conjunción triple poco común con Urano
y Neptuno, la única del siglo xx. Las tensiones entre el orden
antiguo y el nuevo, la quiebra de estructuras y las desestabili
zaciones, junto con la creciente pérdida de fe en el sueño
comunista (cambio colectivo de conciencia ampliamente cata
lizado por emisiones televisivas que cruzaban las fronteras y
daban a conocer la realidad de la vida detrás del Telón de
Acero), todo ello reflejaba temas típicos de estos complejos
planetarios en intrincada y tensa interacción.
Precisamente cuando Júpiter entraba en estrecha oposi
ción a esta triple conjunción de Saturno, Urano y Neptuno,
del verano de 1989 al verano de 1990, se produjeron las revo
luciones de Europa del Este, la liberación de Nelson Mandela
y el comienzo del final del apartheid en Sudáfrica. El clima de
euforia colectiva en presencia de un cambio radical aparente
mente milagroso y repentino, exento casi por completo de
violencia, acompañada de una dimensión espiritual (como la
expresó Václav Havel, por ejemplo), reflejaba elocuentemen
te los temas arquetípicos característicos que se asocian a la
combinación de Júpiter, Urano y Neptuno. La caída del otro
ra impenetrable Muro de Berlín y el desmantelamiento de la
larga barrera que dividía Alemania Oriental y Alemania Occi
dental fueron tan vertiginosos que los periodistas y los fotó
grafos tuvieron que correr frenéticamente para dejarlos regis
trados. Como informó Associated Press: «Por dondequiera
que el dique se derrumbaba, ríos de alemanes lo atravesaban
llorando y gritando de alegría». Vemos aquí típicas metáforas
neptunianas -ríos de gente llorando- en combinación con el
motivo característico de Saturno-Urano del hundimiento
repentino de estructuras, en medio de temas de euforia, cam
bios de rapidez deslumbrante y súbita victoria de la libertad,
propios de Júpiter-Urano.
No sólo la liberación de millones de personas de la opre
sión del comunismo soviético coincidió exactamente con este
alineamiento multiplanetario, sino también la liberación de la
conciencia colectiva internacional de la prisión de la Guerra
Fría y su constante amenaza de apocalipsis nuclear. De la mis
ma manera, la propagación del ideal democrático por todo el
610
mundo durante los años de la conjunción fue coherente con el
complejo de Urano-Neptuno. La síntesis del impulso eman
cipador prometeico y un idealismo de expresión mítica quedó
claramente ilustrada en la primavera de 1989 por la aparición
de la estatua de la Diosa de la Libertad, construida por los
estudiantes chinos insurrectos, en la Plaza de Tiananmen.' 3
611
Internet, cables de fibra óptica de gran velocidad (en gran
parte submarinos) y la tecnología sin hilos, potencialmente
capaz de conectar cualquier nódulo de conciencia individual
con otro cualquiera del planeta, refleja claramente el comple
jo arquetípico de Urano-Neptuno. También podemos reco
nocer los signos distintivos de esta combinación planetaria en
las aspiraciones utópicas, incluso místicas, que surgieron en co
nexión directa con las nuevas tecnologías.
En estos mismos años fueron evidentes muchos temas
característicos de Urano-Neptuno en el ámbito de las cien
cias. La aparición de teorías del hiperespacio, realidades alter
nativas, partículas virtuales, materia oscura invisible y energía
oscura, junto con la teoría multidimensional de las cuerdas
(según la cual el universo está compuesto por cuerdas «tan
pequeñas que una observación directa equivaldría a leer el tex
to de esta página desde una distancia de cien años luz»), sugie
re esta Gestalt arquetípica. De manera similar refleja el com
plejo de Urano-Neptuno la teoría del «multiverso», según la
cual nuestro universo no es más que uno entre incontables
universos que existen en otras dimensiones, con nuevos uni
versos reproduciéndose a partir de agujeros negros y big
bangs como burbujas a partir de un mar infinito de burbujas.
Vemos aquí el ascenso espontáneo de una mentalidad científi
ca de metáforas y características neptunianas (mar, burbujas,
infinito, dimensiones invisibles de la realidad, imaginación
especulativa sin trabas) en combinación con temas uranianos
(ciencia astronómica, realidades nuevas y sorprendentes, crea
tividad cósmica incesante y nuevos comienzos).
En términos más generales, el ciclo de Urano-Neptuno
también se puede asociar con el auge de la propia cosmología
y la catalización de creativas conjeturas cosmológicas. Tales
conjeturas y progresos teóricos se vieron muy acelerados
durante estos años por nuevos datos obtenidos gracias a la
mayor calidad tecnológica del telescopio, el procesamiento
informático de imágenes, los satélites y las sondas (de modo
muy parecido a como el telescopio de Galileo estimuló nue
vas maneras de comprender el sistema solar y el cosmos). Es
notable que al inicio de la conjunción de Urano y Neptuno el
Voyager II enviara a la Tierra las primeras imágenes de estos
612
dos planetas, en 1986 y 1989, respectivamente. La existencia
de planetas exteriores a nuestro sistema solar quedó demos
trada por una serie de descubrimientos que se iniciaron en
1989; al final del alineamiento se habían registrado más de cien
planetas extrasolares. El descubrimiento de fluctuaciones pri
mordiales en el cosmos, que datan de trescientos mil años des
pués del Big Bang, realizado por el satélite Cosmic Back
ground Explorer (COBE) y anunciado en 1992, ofreció una
información precisa y sin precedentes en lo tocante a paráme
tros cosmológicos tan decisivos como la estructura profunda,
la geometría y la tasa de expansión del universo. Sin embargo,
la fuente más espectacular de revelaciones fue el telescopio
espacial Hubble, «el instrumento más importante que se haya
construido jamás en astronomía».
Lanzado durante el alineamiento de Júpiter, Urano y Nep
tuno de 1989-1990, que también coincidió con la caída del
Muro de Berlín y la Revolución de Terciopelo, el Hubble
transmitió durante esta conjunción, año tras año, imágenes
que hicieron posible una serie extraordinaria de avances astro
nómicos. El telescopio espacial, que con sus cuatrocientos mil
componentes tal vez fuera el instrumento más complejo que
se había construido hasta entonces, permitió a los astrónomos
calcular la edad y la tasa de expansión del universo y abrió la
visión y la imaginación humanas a las realidades cósmicas a
través de enormes distancias espaciales y temporales. Durante
este alineamiento se anunciaron incontables descubrimientos.
Cuando, en 2004, se aproximaba el final de la conjunción de
Urano y Neptuno (y en coincidencia con la oposición de Jú
piter-Urano que tuvo lugar un ciclo entero y catorce años des
pués de su lanzamiento), el Hubble hizo posible la visión
telescópica más profunda del universo que hasta ese momen
to había obtenido la humanidad. Entre las diez mil nuevas
galaxias que reveló se hallaban las que resultaron ser galaxias
bebés, formadas durante los primeros quinientos millones de
años después del Big Bang, en las «edades oscuras» anteriores
a la posibilidad misma de la formación de estrellas.'◄ La época
de la conjunción de Urano y Neptuno fue una y otra vez acla
mada por científicos y periodistas como la que produjo una
«edad de oro» y un «renacimiento» en astronomía.
Sin embargo, gran parte del discurso y de la teoría cientí
fica de este período sugiere otras expresiones del mismo com
plejo arquetípico. Es el caso, por ejemplo, de la creciente in
fluencia de la teoría de sistemas, la teoría de la complejidad y
la teoría del caos, todas ellas centradas en redes de relación
siempre cambiantes, dinámicas no lineales y la compleja inter
dependencia de los sistemas vivos. También se podría mencio
nar aquí la amplia popularidad de las perspectivas científicas
holísticas y participativas, como las de David Bohm (totalidad
y orden implicado en física), Ilya Prigogine (teoría de las es
tructuras disipativas y de no equilibrio en química), Rupert
Sheldrake (teoría del campo mórfico en biología), Barbara
McClintock ( «sensibilidad para el organismo» en investiga
ción biológica y genética), Edgar Morin (holismo complejo y
transdisciplinario en ciencias sociales y naturales), Stuart
Kauffman y el Santa Fe Institute (autoorganización y comple
jidad en biología), Humberto Maturana y Francisco Varela
(teoría de la autopoiesis y la cocreación enactiva de la realidad
en neurociencia cognitiva) y Ervin Laszlo (hipótesis de un
«campo psi» que actúa como pleno cósmico subyacente o mar
de energía superfluida que conserva toda la información y
transmite modelos de coherencia), entre muchos otros.
Varios motivos superpuestos de Urano-Neptuno son a
menudo visibles en una única teoría, como en la hipótesis del
«Hypersea» de Mark y Dianna McMenamin en geología y
biología evolucionista, en la que el tema que se examina, las
metáforas que se utilizan y los principios que se postulan
reflejan este campo arquetípico (mar y océano, interconectivi
dad fluida, simbiosis, todas las formas de vida terrestre, en su
extraordinaria diversidad, como una única forma de vida e
intrincadamente anidada y unida por su mar interior de flui
dos corporales portadores de nutrientes). Otros temas de este
complejo arquetípico son sugeridos por el trabajo de Terrence
Deacon sobre las consecuencias evolutivas de la cognición
simbólica (The Symbolic Species), y la exploración de George
Lakoff y Mark Johnson sobre la naturaleza metafórica de la
percepción y la comprensión humanas (Metáforas de la vida
cotidiana). El súbito auge del interés en una multidisciplinaria
«ciencia de la conciencia» durante los años noventa, expresa-
do en numerosas conferencias, revistas y programas académi
cos, es otra manifestación característica del complejo de Ura
no-Neptuno.
Un reflejo particularmente ilustrativo de este campo ar
quetípico es el acercamiento entre, por un lado, la ciencia, y,
por otro, la religión, la teología y la espiritualidad, visible en
multitud de libros y simposios dedicados a esos temas duran
te los años noventa. Los diálogos entre científicos occidenta
les y el Dalai Lama, de amplia difusión, así como el proyecto
de investigación sobre la biología y la neurociencia de la medi
tación, en cooperación con el Dalai Lama y monjes budistas,
que se inició en 1992, son expresiones típicas del complejo de
Urano-Neptuno constelado en la psique colectiva de esta
época. La «neurología de la experiencia religiosa» se convirtió
en un notable tema de investigación científica y discusión
pública. Igualmente característica de este impulso arquetípico
fue la amplia aspiración de reconciliar las perspectivas religio
sas y las teorías evolucionistas, ya fuera mediante síntesis de
antiguas ideas místicas asiáticas y la ciencia occidental con
temporánea, con teorías de diseño inteligente de acuerdo con
principios bíblicos, o mediante el desarrollo de elaboradas
concepciones filosóficas y cosmológicas influidas por pensa
dores como Teilhard de Chardin y Alfred North Whitehead.
620
políticas, docudramas, infoanuncios, reality shows, rumores
en Internet, relatos de noticias inventadas y periodismo frau
dulento, trabajos de erudición o escolares plagiados, la difu
sión electrónicamente acelerada de lo insustancial y lo espu
rio- y la continua exhibición de relativismo posmoderno vul
gar que infecta sutilmente a la cultura popular, son expresión
cabal de este complejo. Todo esto sugiere el aspecto sombrío
de Neptuno (ilusión, disolución desconcertante de fronteras,
confusión y mezcla, engaño y autoengaño, fantasía, imagen,
pasividad hipnotizada) catalizado por Urano (tecnología elec
trónica de alta velocidad, innovación, sed de excitación y esti
mulación, lo novedoso, lo que está en cambio constante).
Estos temas se resumieron en la estética dominante de los
vídeos de MTV (canal de música internacional), cuya influen
cia masiva fue aumentando durante este alineamiento, desde
mediados de los ochenta hasta el final del siglo. El cambio
rápido de yuxtaposiciones disyuntivas de imágenes impulsa
das por ritmos musicales repetitivos produce una forma de
entretenimiento hipnótico de masas que contribuye a la diso
lución de las estructuras de racionalidad narrativa e identidad
personal. Estas tendencias culturales se combinan a su vez con
una amplia susceptibilidad a la obsesión por toda clase de
adicciones -drogas, alcohol, consumismo, televisión, zapeo
mecánico, cobertura mediática de personajes famosos, video
juegos, pornografía, Internet-, todo lo cual sugiere el aspecto
problemático del principio arquetípico de Neptuno: adictivo,
evasivo, narcisista, ilusorio, hipnótico. Estas y otras formas de
maya intensificado de la cultura global ponían en peligro el
potencial positivo de los otros fenómenos característicos de
Urano-Neptuno, como los multimedia electrónicos interacti
vos, la inteligencia artificial, el desarrollo de efectos especiales
espectacularmente creativos en el cine y la realidad virtual.
Como hemos visto en repetidas ocasiones, es frecuente
esta combinación de manifestaciones positivas y problemáti
cas del mismo complejo arquetípico durante un alineamiento
planetario. Sin embargo, es en los alineamientos en que se
halla involucrado Neptuno donde más parece destacarse una
cualidad de irresoluble ambigüedad, fluidez y confusión epis
temológica. ¿Dónde se traza la línea divisoria entre lo positi-
621
vo y lo problemático en muchos de los fenómenos que hemos
mencionado? ¿Quién debe trazarla? La perspectiva arquetípi
ca sugiere aquí una especie de metaperspectiva, pues la natu
raleza relativa de todos los juicios refleja una posición filosó
fica -podría llamársela reflexividad posmodcrna- que expresa
en sí misma precisamente el complejo arquetípico de Urano
Neptuno. Este modo de conciencia se hizo dominante duran
te los años de conjunción de Urano-Neptuno, con multitud
de consecuencias que han sido al mismo tiempo liberadoras y
desconcertantes. Finalmente, como en alineamientos anterio
res de este ciclo planetario, el resultado fue el surgimiento de
una radical fluidez creativa y flexibilidad metafísica en la con
ciencia colectiva de nuestro tiempo.
Muchos de los desarrollos más controvertidos y desa
fiantes de esta época pueden considerarse expresiones de una
orientación característica del complejo de Urano-Neptuno
-la disolución de fronteras mediante la tecnología y el cambio,
que, en su forma negativa, se traduce en la pérdida de tradicio
nes culturales, lenguas, religiones y comunidades a través de
los medios de comunicación de masas, la globalización, la
inmigración y la asimilación, la difusión y la apropiación, con
las consiguientes tensiones y reacciones defensivas-. Es posi
ble reconocer una dinámica similar en las artes y la propiedad
intelectual como consecuencia de la digitalización de la infor
mación y el acceso libre, espontáneo y potencialmente univer
sal a la descarga de música, películas, imágenes y textos desde
la web. Todas estas cosas son susceptibles de revisiones tecno
lógicas con resultados cuya naturaleza cubre tanto lo creativo
y divertido como lo distorsionante y fraudulento. Incluso el
modo característico de rebelión sociópata adolescente duran
te este período -la diseminación de virus informáticos en la
World Wide Web- reflejan otro aspecto del complejo de Ura
no-Neptuno.
El auge extraordinario del teléfono móvil, con su multitud
de complejas implicaciones sociológicas y psicológicas en los
años noventa, es un síntoma particularmente elocuente de la
Gestalt de Urano-Neptuno. Al final de la conjunción de Ura
no y Neptuno, su uso no sólo había disuelto de manera nove
dosa las fronteras entre los individuos y los lugares, sino que
622
también abría las fronteras entre los usuarios de móviles y sus
vecinos físicos -en restaurantes, metros, aeropuertos, aceras-,
que no pueden dejar de oír la conversación y asimilar la reali
dad privada del otro. El amplio uso de teléfonos móviles pro
dujo también una experiencia sin precedentes de muchas rea
lidades al mismo tiempo: los individuos hablan por teléfono a
la vez que participan de reuniones o fiestas, hacen los deberes
escolares, conducen en medio del tráfico urbano o caminan
por la calle, de manera que están continuamente comprometi
dos, a veces de modo intenso, con otro mundo. Este tipo de
situaciones, repetidas incontables veces a lo largo del día en
todo el mundo, contribuye también a la creciente aparición de
«comunidades virtuales» de rela,ción y diálogo, muchas veces
en combinación con la desaparición virtual del contexto físico
inmediato. Puede haber varias personas físicamente presentes
en el mismo lugar y, sin embargo, a fines prácticos, son invisi
bles entre sí mientras se enfrascan en conversaciones con per
sonas que no están presentes.
La movilidad de los teléfonos no sólo proporciona un
grado de accesibilidad sin precedentes, sino también una fre
cuente confusión y desorientación (a veces engaño delibera
do) acerca de dónde se halla en ese momento la persona que
habla por el móvil, que tanto puede estar detrás de la puerta
como al otro lado del planeta. La interacción a través de diver
sas zonas horarias se ha convertido en experiencia cotidiana.
Esta condición de «no localidad» ha tenido su paralelo en el
mundo del ciberespacio y en Internet, en donde se combina
con el fenómeno de la adopción de muchas identidades virtua
les por el mismo usuario en salas de chat y otros foros de
Internet. U na forma muy característica de no localidad que ha
hecho su aparición en esta época ha sido la experiencia de mu
chos individuos que, a través del ciberespacio y la televisión
global, terminan por conocer más a fondo el estado del mun
do y de regiones lejanas del planeta que su propia vecindad.
Todas estas experiencias de reciente aparición en la psique
colectiva -disolución de fronteras, accesibilidad sin límites, no
localidad, realidades múltiples, realidades virtuales, identida
des virtuales múltiples, desorientación, confusión, ilusión, in
terconexión y unidad globales, todo ello mediado por las nue-
vas tecnologías- refleja con toda elocuencia diversas expresio
nes del complejo arquetípico de Urano-Neptuno.
De la misma manera en que los años sesenta, con su con
junción de Urano y Plutón, desplegaron un poderoso dina
mismo creativo y emancipador y liberaron destructivas ener
gías instintivas en casi todas las áreas de la actividad humana,
el período de la conjunción más reciente de Urano y Neptuno
mostró una expresión claramente ambivalente de los respecti
vos impulsos arquetípicos, divididos casi por igual entre lo
admirable y lo problemático. Sin embargo, adoptaran formas
positivas o negativas, durante ambas conjunciones estos fenó
menos reflejaron los principios arquetípicos asociados a
dichos planetas. En esta indeterminación yace tanto la poten
cial libertad creativa como la responsabilidad moral del indi
viduo y la comunidad humana para abrazar y encauzar estas
fuerzas arquetípicas de la manera más ennoblecedora y vital.
Ciencia y tecnología
Las artes
Psicología
651
historia. Al mismo tiempo, esa historia, para la humanidad y
la comunidad de la Tierra, ha alcanzado una fase de crisis y de
peligro que se está acelerando.
Como han afirmado innumerables observadores atentos,
el futuro depende de cómo afronte la humanidad este momen
to de desafío y elección sin precedentes, de cómo administre
las tensiones entre unidad y multiplicidad en las naciones y las
religiones del mundo, de cómo resuelva la polaridad entre
espíritu y naturaleza en la conciencia de una especie humana
con un poder tecnológico enormemente acrecentado. La pri
mera Era Axial trajo a la espiritualidad humana una fase deci
siva de diferenciación y de individuación: del recién emergido
yo individual respecto de lo colectivo, de las nuevas tradicio
nes religiosas históricas con sus nuevas orientaciones respecto
de las religiones arcaicas y chamánicas primordiales, y de la
nueva conciencia humana respecto de la matriz primordial de
la naturaleza, la Tierra y el cosmos. Nuestra época parece
representar un momento crítico en el que los desarrollos evo
lutivos que se pusieron en marcha en aquel momento, hace
dos milenios y medio, se acercan a un clímax y tal vez a una
nueva etapa de evolución cultural de mayor complejidad dia
lógica y participativa en todos los aspectos.
652
HACIA UN NUEVO CIELO
Y UNA NUEVA TIERRA
C. G. Jung
El yo oculto
Václav Havel
Las raíces espirituales de la democracia
COMPRENDER EL PASADO,
CREAR EL FUTURO
660
constituía una barrera extraordinariamente eficaz contra un
nuevo conocimiento. Y también lo era la aceptación acrítica
de muchas doctrinas astrológicas convencionales. Encontrar el
sendero intermedio entre estos dos obstáculos se convirtió en
un factor esencial para desbrozar el camino del descubrimien
to que, de otro modo, no se habría presentado por sí mismo.
Al continuar la investigación de esta manera y con este
espíritu, la inteligibilidad del registro histórico se fue desple
gando año tras año. Tal vez en los capítulos anteriores el lec
tor haya observado un proceso similar. Tanto para el investi
gador como para el lector, el éxito de ese despliegue parece
requerir una combinación plástica de cuestionamiento crítico,
liberación del escepticismo cerrado y paciencia.
661
cia de planetas exteriores y sus correspondientes principios
arquetípicos, el conocimiento retrospectivo de las correla
ciones históricas y el conocimiento de alineamientos planeta
rios futuros.
Inicié mi investigación astrológica sistemática a mediados
de los años setenta. En unos cuantos años, el marco básico de
comprensión que subyace a este libro surgió con bastante
rapidez. Por tanto, en aquel momento, buen número de los
alineamientos planetarios más recientes que he analizado en
los capítulos previos todavía pertenecían al futuro. Cuando,
por ejemplo, vi que entre 1981 y 1984 se produciría una con
junción de Saturno y Plutón o que entre mediados de los años
ochenta y hasta el final del siglo tendría lugar una conjunción
mucho más larga de Urano y Neptuno, anticipé provisional
mente que la experiencia colectiva de la humanidad en esas
épocas estaría marcada por un carácter arquetípico semejante
al que había observado en tantos ejemplos anteriores de las
mismas configuraciones. En ocasiones, tenía una intuición es
pecífica de los tipos de acontecimientos concretos que po
drían ocurrir durante un alineamiento particular. Desde la
perspectiva de finales de los años setenta, no era difícil supo
ner que la inminente conjunción de Saturno y Plutón de 1981-
1984 podía muy bien coincidir con un período de amplio auge
conservador, un fuerte incremento en las tensiones de la Gue
rra Fría y una crisis en Oriente Próximo, dado que era el tipo
de fenómenos que se había producido durante cada cuadratu
ra previa del ciclo de Saturno-Plutón desde la conjunción pre
cedente de 1946-1948, cuando comenzó la Guerra Fría y se
fundó el estado de Israel. Análogamente, durante la conjun
ción de Urano y Neptuno de finales de los años ochenta hasta
el cambio de milenio, la probabilidad de una época de amplio
despertar espiritual, exaltación de la creencia religiosa y un
nuevo interés en los horizontes esotéricos, místicos y holísti
cos me parecía, dados los registros históricos, una prospec
ción sencilla.
Aunque estas anticipaciones del futuro demostraron estar
bien fundadas, hubo en esos períodos muchos acontecimien
tos y tendencias específicos que no había previsto. No preví
que durante la conjunción de Urano y Neptuno de los años
662
noventa ocurriría algo así como la revolución de Internet y el
impacto globalizador de la Word Wide Web, y lo mismo vale
para gran número de fenómenos culturales de esa época, que
hemos analizado en el capítulo anterior y que hoy puedo re
conocer fácilmente como reflejo del complejo arquetípico de
Urano-Neptuno. A la inversa, otras posibilidades que yo te
mía para estos períodos no se concretaron. En la conjunción
de Saturno-Plutón de 1981-1984, cuando tantas circunstancias
geopolíticas guardaban tanta semejanza son las de la conjun
ción de Saturno y Plutón de 1914-1916, dos ciclos antes, que
habían coincidido con la repentina catalización de una guerra
mundial entre todas las potencias y alianzas europeas, mucho
me temía, durante la primera presidencia de Reagan, que el
mundo no lograra pasar esa conjunción sin un conflicto direc
to y quizá catastrófico entre las superpotencias nucleares, mu
tuamente demonizantes, de la Guerra Fría, lo que también
temían muchos expertos de la época, a menudo con referen
cias explícitas a la situación europea de 1914. Semejante resul
tado parecía tanto más verosímil en la medida en que la situa
ción mundial de 1981-1984 parecía tender a un clímax de la
Guerra Fría, cuyo comienzo había coincidido con la conjun
ción de 1946-1948, exactamente un ciclo de Saturno-Plutón
antes. Parecía clara la presencia de un patrón cíclico: la cues
tión principal era cómo terminaría. Sin embargo, en lugar de
un conflicto catastrófico, lo que ocurrió fue una intensifica
ción tan grande de las tensiones y peligros globales, junto a
multitud de guerras locales, que desencadenó la crítica pública
a gran escala y graves dificultades económicas, lo que a su vez
terminó por producir otro resultado: el esfuerzo mutuo de
ambas superpotencias, en la segunda mitad de los años ochen
ta, durante la conjunción de Urano y Neptuno, por establecer
el control de las armas nucleares e incrementar el entendi
miento diplomático, culminando con el fin de la Guerra Fría
en 1989-1990, cuando Júpiter entraba en este alineamiento.
Más recientemente, en el caso de la oposición de Saturno y
Plutón de 2000-2004, sobre la base de las correlaciones pasa
das, me pareció que se podía anticipar otro período de auge
conservador o reaccionario, crisis y contracción histórica y un
gran aumento de la hostilidad y la violencia masiva en el mun-
do. También se presentaba la posibilidad de otra oleada de
actividad terrorista, tal como había sucedido durante las cua
draturas anteriores de Saturno y Plutón del actual ciclo, en
1981-1984 y 1992-1994. Como ya he expuesto, los astrólogos
sabían que la oposición de Saturno y Plutón alcanzaría por
primera vez la exactitud en agosto de 2001, mientras que en
septiembre entraba en una gran configuración en cruz y espe
cialmente desafiante con el Sol y la Luna. Cuando se produje
ron los hechos del 11 de septiembre, probablemente mi res
puesta fue similar a la de la gran mayoría de investigadores
astrológicos de todo el mundo: de inmediato supimos qué ali
neamiento planetario era pertinente y qué complejo arquetí
pico se había constelado tan trágica y devastadoramente. Pero
la comprensión astrológica de los detalles específicos de los
hechos, aunque prácticamente inmediata, fue arquetípica y
retrospectiva, no concretamente predictiva.'
En la gran mayoría de los casos en los que he contempla
do la probabilidad de acontecimientos coincidentes con ali
neamientos futuros, ya fuera en mi vida personal, en la de otros
individuos o en la vida de la comunidad humana, me he visto
sorprendido por la multitud de maneras en que los complejos
arquetípicos pertinentes se manifestaban realmente, más allá
de lo que yo había imaginado, y también por las maneras en
que no se manifestaban como hubiera podido pensar o temer.
En cambio, en incontables ejemplos, recibí una nueva lección
en la creatividad infinita del cosmos, que desplegaba de modo
imprevisible sus procesos y acontecimientos en correlación
arquetípicamente configurada y de extraordinaria coherencia
con los movimientos planetarios.
Por tanto, me interesa mucho más emplear la lente astro
lógica arquetípica para entender mejor el presente y el pasado
que para predecir el futuro. Es una lente verdaderamente
poderosa, con un campo que ahora abarca los planetas transa
turnianos y una profundidad que hoy registra más plenamen
te el carácter multidimensional de los principios arquetípicos
implicados. En cierto sentido, al mismo tiempo que hemos
desarrollado telescopios espaciales extraordinariamente pode
rosos para captar el inmenso cosmos físico, nos ha sido dado
un poderoso telescopio arquetipal para un vasto cosmos ar-
quetípico. Ambos tipos de instrumentos, cada uno a su mane
ra, expanden inmensamente nuestro universo. Pero aunque
permiten una comprensión sin precedentes del presente y del
pasado, su valor para entender el futuro es considerablemen
te más limitado y sutil. La verdadera naturaleza de esta forma
de comprensión arquetípica en relación con las particularida
des concretas de la vida requiere un conocimiento de tales
particularidades concretas y también de los alineamientos pla
netarios pertinentes para que las dos categorías se expliquen
recíprocamente. Lo particular es iluminado por lo arque
típico en el mismo momento en que éste se encarna en lo par
ticular. Antes de ese momento, lo arquetípico es una poten
cialidad estructural, una campana de Gauss de probabilidades,
un recipiente de posibilidades a la espera de realización.
No sólo el conocimiento de lo arquetípico ilumina lo par
ticular (arquetípico-particular), sino que, a la inversa, el co
nocimiento de lo particular puede arrojar nueva luz sobre lo
arquetípico (particular-arquetípico), como cuando nuestro
examen de acontecimientos y de figuras históricos y cultura
les nos proporciona una comprensión más profunda de los
principios arquetípicos que ellos encarnan y ejemplifican. Ad
quirimos una nueva comprensión de Prometeo y de Dioniso
mediante el reconocimiento de la naturaleza precisa de su pre
sencia e interacción en los años sesenta del siglo XX. Enten
demos mejor el complejo de Saturno-Plutón cuando hemos
estudiado las particularidades de su expresión en la vida y la
obra de Kafka, Melville, Marx, Calvino y Agustín, o en la pin
tura de Frida Kahlo, el Monumento Conmemorativo de Viet
nam de Maya Lin, las tragedias de Shakespeare, la Inquisición,
los acontecimientos del 11 de septiembre y sus secuelas. Cada
particularidad concreta nos da un nuevo conocimiento del
modo de manifestarse del complejo arquetípico dado. Cada
acontecimiento, personaje u obra de arte profundiza nuestra
comprensión de las costumbres de esos dioses del panteón
planetario. Por el contrario, si conocemos los alineamien
tos planetarios, pero no la encarnación particular, sólo tene
mos una información general a un nivel muy alto de abstrac
ción: la campana de Gauss arquetípica antes de ser realizada
concretamente, particularizada, modificada y creativamente re-
presentada. Por tanto, las percepciones de los patrones diná
micos de la experiencia humana que la astrología arquetipal
hace retrospectivamente posibles pueden ser precisas, matiza
das y mucho más reveladoras que los intentos siempre proble
máticos y a menudo ineptos de predicción concreta por parte
de una astrología literalista orientada al futuro.
El mismo contraste es cierto con respecto a las pruebas es
tadísticas de astrología predictiva. Mientras que tal investiga
ción es indudablemente útil a corto plazo para estimular el
diálogo científico sobre astrología, incluso los resultados po
sitivos más importantes desde el punto de vista estadístico,
como el efecto Marte u otras correlaciones de los experimen
tos de los Gauquelin, han arrojado escaso conocimiento para
mejorar la comprensión de las complejidades de la experien
cia humana. Han proporcionado un motivo de discusión sin
límites a los escépticos y los científicos desconcertados por
la existencia de datos anómalos tan asombrosamente incompa
tibles con sus creencias cosmológicas. Sin embargo, en com
paración con el enfoque arquetipal, la metodología de la in
vestigación estadística, obstaculizada por supuestos epistemo
lógicos simplistas inherentes a ese modo de investigación,
parece fundamentalmente inadecuada para el examen del al
cance y la complejidad reales de las correlaciones astrológicas.
Tales pruebas son incapaces de registrar la polivalencia arque
típica y resultan ciegas a la necesidad de compromiso pleno y
participativo en el acto de cognición. Lo que es cierto de las
sincronicidades en general es cierto también de las correlacio
nes astrológicas; la evaluación de tales coincidencias depende
profundamente de una percepción sensible al contexto, al ma
tiz y a múltiples niveles del significado. La configuración su
gerente y la precisión sutil del detalle, características de tales
fenómenos, escapan sin duda a la red de experimentos cuanti
tativos y evaluaciones objetivables. Es una tarea más apropia
da para Sherlock Holmes que para Scotland Yard.
La convicción de que la investigación estadística debe ser
el árbitro último de todo conocimiento positivo del mundo se
apoya en el supuesto, ya insostenible, de que en última instan
cia sólo se puede conocer el mundo como un objeto aislado,
mecanicista y cuantificable, y no como un campo relacional
666
multidimensional que se despliega de manera compleja y en el
que participamos con todas nuestras facultades humanas. Esta
presunción de que es posible dominar el mundo mediante el
cálculo fue precisamente lo que Weber definió como la esen
cia del desencantamiento. Es evidente que la estadística puede
tener un valor inestimable en determinados ámbitos de in
vestigación, como en la comprobación de la eficacia de un fár
maco para un objetivo médico particular. Pero la astrología
representa una realidad mucho más compleja: presenta un de
safío epistemológico que trasciende la competencia de la com
probación cuantitativa. Varias décadas de experimentos esta
dísticos en astrología, a pesar del servicio que puedan prestar
como elementos de perturbación de los supuestos científicos,
han contribuido muy poco al progreso hacia una profunda
comprensión histórica, cultural o psicológica. Dada la dispa
ridad entre el modo de investigación y los fenómenos investi
gados, no es probable que esa situación se modifique.
Sin embargo, todo esto deja sin respuesta la cuestión del
análisis astrológico de alineamientos planetarios futuros. Vivi
mos en una era excepcionalmente precaria de la historia del
mundo, en la que los problemas de la comunidad terrestre se
profundizan y se aceleran. En tales circunstancias, nos senti
mos naturalmente inclinados a consultar cualquier fuente de
información y de percepción capaz de incrementar nuestra
autocomprensión y la efectividad de nuestras estrategias ac
tuales. En este contexto y con esta motivación, el conocimien
to de los principales alineamientos futuros de los planetas
exteriores y sus correspondientes complejos arquetípicos po
drían ser realmente útiles, de la misma manera en que lo es el
conocimiento del parte meteorológico antes de salir a practi
car surf sobre grandes olas con vientos de muchas direcciones.
Nuestro desafío, en consecuencia, estriba en mantener una
vigilancia permanente para evitar las múltiples y generalizadas
trampas en este tipo de análisis, principalmente la proyección
de temores o deseos, la extracción de conclusiones definitivas
sobre la base de datos limitados y el afán de controlar la vida
antes que de participar en ella.
Hay otra cuestión que cabe mencionar en relación con el
valor y la limitación de este tipo de estudios. Todo individuo
tiene su carta natal con su conjunto particular de configura
ciones planetarias y sus tránsitos personales, con el despliegue
de un único drama específico a esa persona y sólo a ella. Las
generalizaciones acerca de épocas históricas y ciclos planeta
rios deben ser siempre consideradas en relación con las parti
cularidades infinitamente variadas de las vidas individuales.
No obstante, también podemos reconocer que el drama de la
vida individual siempre tiene lugar en el marco del drama
mayor de la comunidad humana, de la misma manera en que
nuestra psique y nuestro inconsciente personales están siem
pre insertos en la psique y el inconsciente colectivos. Con
estos matices y prevenciones, los principales alineamientos de
tránsito mundial de los ciclos de planetas exteriores son, a mi
juicio, los datos principales que hoy poseemos para compren
der la dinámica arquetípica de los próximos años. La medida
en que seamos conscientes de esa dinámica y participemos
consciente y valientemente en su despliegue podría desempe
ñar un papel sustancial en el futuro que estamos a punto de
crear.
668
OBSERVACIONES ACERCA DE FUTUROS
ALINEAMIENTOS PLANETARIOS
680
confianza y desilusión, pero también la forja de una fe más
profunda ante realidades duras o trágicas. Esta segunda res
puesta puede adoptar muchas formas: búsqueda de un funda
mento de esperanza en una realidad más amplia aunque toda
vía invisible, retiro del mundo y toma de contacto con recur
sos e ideales espirituales interiores, fortalecimiento del com
promiso con la religión tradicional, orientación a la disciplina
y la práctica espirituales, el ritual, la oración y la meditación.
El mismo complejo arquetípico puede encarnarse también en
un impulso individual o colectivo a relacionarse con el mundo
de un modo espiritual y a la vez pragmático, a dedicarse a su
perar la disparidad entre lo ideal y lo real mediante el servicio
y la acción de inspiración espiritual. Aquí la síntesis de Sa
turno y Neptuno se expresa a través del agotador esfuerzo por
plasmar valores espirituales e ideales de compasión en realida
des concretas. Se siente un fuerte llamamiento al servicio y al
sacrificio.
El Dalai Lama, que nació con Saturno y Neptuno en opo
sición, es un ejemplo paradigmático de ello. Con frecuencia,
padecer el sufrimiento o ser testigo del mismo sirve para
disolver fronteras rígidas y enemistades del pasado y para
convocar impulsos sanadores de unión y compasión (como se
pudo comprobar en muchos casos en Sri Lanka, por ejemplo,
tras la estela del tsunami).
No obstante, lo mismo que ocurre en la multitud de aspec
tos duros de Saturno y Plutón que hemos analizado, los ali
neamientos de Saturno y Neptuno presentan en general un
importante desafío al espíritu colectivo de una época. Son fre
cuentes la anomia social y el malestar espiritual, a veces inten
sificados al extremo de una profunda alienación. (Salman
Rushdie en 2005: «La guerra fría se ha acabado, pero ha co
menzado una guerra extraña. Tal vez la alienación no haya es
tado nunca tan extendida».) En su expresión más suave, estas
tendencias pueden adoptar la forma de un subyacente estado
anímico de confusión, duda, incertidumbre y ambivalencia.
Muchos síntomas psicológicos tienden a ser más evidentes:
vaga ansiedad, narcisismo, inercia apática, escapismo y nega
ción, aturdimiento psíquico, disociación, introversión autista,
tendencia a diversos tipos de adicción y de dependencia, in-
681
somnio y perturbaciones del sueño, cansancio físico y espiri
tual, hastío del mundo, desgana y debilidad de la voluntad,
preocupación por enfermedades crónicas y debilitantes, como
gripe, malaria u otras enfermedades infecciosas, virus y vacu
nas, estrés postraumático, «enfermedades fantasma» y estados
mentales y físicos difíciles de diagnosticar (como en el caso del
síndrome de fatiga crónica y el síndrome de la Guerra del Gol
fo, que se presentaron durante la última conjunción de Sa
turno y Neptuno en 1987-1991).
También podríamos mencionar aquí efectos secundarios y
abusos de drogas de todo tipo, con o sin prescripción médica,
y mayor conciencia pública de estos problemas, a menudo
como resultado de nuevos datos que desvelan una oscura rea
lidad oculta detrás de una imagen cuidadosamente manipula
da, como en la tergiversación empresarial de los protocolos de
pruebas y la supresión de datos negativos. Este motivo fue
evidente durante el primer año de la oposición de Saturno y
Neptuno, en 2004-2005, en fenómenos tales como la epidemia
de metanfetamina (en un patrón diacrónico con la epidemia de
crack de la conjunción precedente y la de heroína durante éste
y anteriores alineamientos); la oleada de escándalos relaciona
dos con el uso de drogas entre los atletas profesionales, con el
empleo de esteroides y otras sustancias que mejoran el rendi
miento; y la concurrente oleada de empresas farmacéuticas
que se vieron forzadas a retirar del mercado o publicar adver
tencias acerca de medicamentos otrora prestigiosos (por ej.,
Vioxx, Plavix, Bextra, Celebrex) debido al descubrimiento de
efectos secundarios y otros peligros derivados de su uso.
El tema del envenenamiento, la contaminación, los efectos
químicos tóxicos y la sutil intoxicación de la opinión pública
o el medio político, propio de Saturno-Neptuno, puede adop
tar una notable variedad de formas: en sentido literal, como el
envenenamiento por dioxina del candidato a presidente de
Ucrania, Viktor Yushchenko, o, en sentido menos literal pero
con efectos igualmente tóxicos, como la maquiavélica publici
dad política, deliberadamente engañosa, del «Swift Boat
Veterans for Truth» de la campaña presidencial de Bush, te
mas que, en ambos casos, se hicieron evidentes en coinciden
cia con los primeros meses de la oposición de 2004 de Saturno
y Neptuno. (El propio Maquiavelo nació con Saturno y
Neptuno en estrecha oposición.) El original anuncio publici
tario de «Willie Horton» que sirvió de modelo a esta forma
política de engaño vio la luz precisamente en coincidencia con
la conjunción de Saturno y Neptuno de 1988, durante la cam
paña presidencial de Bush padre. Tanto en 1988 como en
2004, los anuncios engañosos, ampliamente difundidos, con
sus imágenes oscuras e inductoras de miedo, desempeñaron un
papel decisivo en la derrota del otro candidato presidencial.
En su constelación negativa, este complejo no sólo tiene
una expresión característica en el engaño, sino también en el
autoengaño. El engaño acerca de la propia situación real en
el mundo se mantiene cuidadosamente filtrando y negando
toda información que pueda poner en duda la validez del sis
tema personal de creencias rígidamente protegido, lo que crea
un cerrado bucle de retroalimentación. Tales tendencias abar
can desde un estado individual de enfermedad mental que
requiere tratamiento, hasta un engaño colectivo más invasor,
como cuando el grupo que dirige una nación se encapsula en
una burbuja impenetrable de negación y autoafirmación, a
menudo teñida de temas religiosos y fantasías, absolutamente
reñidas con la realidad que percibe el resto del mundo. Evitar
la reflexión crítica, junto con el apoyo de seguidores ingenuos
u oportunistas, contribuye a impedir, al menos por un tiem
po, la intrusión de realidades que pudieran perturbar la ilu
sión tan minuciosamente protegida.
Sin embargo, el mismo complejo arquetípico fomenta tam
bién un fuerte impulso a desenmascarar el engaño, a revelar la
ilusión, a superar la negación, a afrontar la realidad que se
oculta tras la imagen superficial. Una visión más penetrante de
la sombra tiende a desarrollarse en la visión cultural colectiva,
para culminar en una sensación más aguda de ironía (a veces
de una ironía más amarga, como en el caso de Jonathan Swift
y Mark Twain, ambos nacidos con Saturno y Neptuno en
aspecto duro), con renovadas tendencias al distanciamiento
irónico y el escepticismo ante a la retórica política, las creen
cias convencionales, la ingenuidad, la hipocresía y el engaño.
La constatación pública, que en 2004-2005 creció espectacu
larmente, del engaño sistemático del gobierno de Bush al
comienzo de la Guerra de Irak, con la falsedad de sus afirma
ciones sobre la existencia de «armas de destrucción masiva» y
su vinculación con el atentado del 11 de septiembre, que se
produjo paralelamente a las revelaciones en torno a los atletas
y las drogas, la industria farmacéutica, las patrañas de los
periodistas en los medios de información más importantes y
la manipulación fraudulenta con la que el gobierno de Bush
publicaba informes científicos sobre el cambio climático y
otras cuestiones medioambientales, es característico del pa
trón de Saturno-Neptuno de verdad e ilusión, engaño y de
senmascaramiento del engaño.
Por debajo de muchas de las tendencias que se acaban
de mencionar, y como nexo unificador de todas ellas, se halla
el tema central del desencantamiento y el desengaño, tanto en el
sentido negativo como en el positivo y en el conjunto de sig
nificados de estos términos. Entre ellos no sólo están la pérdi
da de fe, el desaliento, la alienación social y la sensación de
carencia de significado existencial, sino también el nuevo po
der que emerge del hecho de desprenderse de una fe que ya no
es viable, despertar como de un sueño, reconocer con lucidez
una locura compartida, mostrar como falsa la versión de la
realidad que nos ha sido dada, como ocurrió con la desilusión
colectiva con el comunismo que se difundió rápidamente por
los pueblos de Europa Oriental y la Unión Soviética durante
la conjunción de Saturno y Neptuno de 1987-1991, en triple
conjunción con Urano. Una sutil disolución de estructuras de
opresión puede tener lugar a muchos niveles y afectar a es
tructuras de creencia tanto como a institucionales.
Sin embargo, otra forma importante que puede adoptar
este motivo es la dicotomía entre reduccionismo materialista
(Saturno) y visión imaginativa (Neptuno), entre materia y es
píritu, y entre desencantamiento cósmico y universo con
alma. Aquí resulta particularmente relevante la cuestión de
juzgar qué es verdad y qué es ilusión, característica de Satur
no-Neptuno, pues cada lado considera que el otro está atrapa
do en una ilusión. La posibilidad de que el desencantamiento
moderno, en el sentido weberiano, sea a nivel más profundo
una nueva forma de encantamiento ilusorio, un estado cerra
do de conciencia alienada ciega a las dimensiones espirituales
de la existencia, ofrece una nueva amplificación de estos temas
característicos de Saturno-Neptuno. El propio Weber, el gran
teórico del desencantamiento, nació bajo la oposición de Sa
turno y Neptuno de 1864 y acuñó el concepto de desencanta
miento en su conferencia «La ciencia como vocación», duran
te la conjunción de Saturno y Neptuno de 1919.
En líneas generales, la dicotomía entre el eje imaginativo
espiritual-religioso de Neptuno y el eje literalista-escéptico
científico de Saturno, característica de épocas e individuos in
fluidos por este complejo, puede adoptar tres formas distin
tas. En primer lugar, encontramos una fuerte tendencia al
escepticismo metafísico: un impulso a dudar de la existencia
de realidades trascendentes o espirituales y a considerar la
imaginación como fuente de distorsión subjetiva. Las dimen
siones metafísica, espiritual, mística e imaginativa de la exis
tencia son firmemente negadas en favor de un severo raciona
lismo crítico comprometido con el mundo empírico concreto.
Esta negación adopta a menudo la forma de un fuerte impul
so a mostrar las creencias religiosas como causa principal de
opresión y de ilusión en la vida humana. Aquí encontramos
figuras nacidas bajo aspectos de Saturno-Neptuno como Da
vid Hume, el escéptico paradigmático y agudo crítico de la
religión (Sobre los milagros, Diálogos sobre religión natural);
Bertrand Russell, que desempeñó el mismo papel en la filoso
fía del siglo XX (Por qué no soy cristiano); y Freud, para quien
toda religión era un residuo psicológico de necesidades y pro
yecciones infantiles de omnipotencia paterna (El porvenir de
una ilusión).
La segunda forma posible de esta dicotomía refleja una
tendencia exactamente contraria, en la que un firme compro
miso con la superioridad de la imaginación poética y espiritual
se opone directamente a las limitaciones distorsionantes de la
percepción convencional y el materialismo científico. William
Blake, que nació bajo Saturno y Neptuno en estrecha oposi
ción, es aquí una figura paradigmática:
686
lógico y espiritual, así como las que con más probabilidad
convocan la auténtica nobleza de espíritu y profundidad de
visión. Pueden engendrar un modelo más oscuro para la ima
ginación, pero también una espiritualidad más realista. Tal vez
en su forma más admirable, el complejo de Saturno-Neptuno
parece asociarse al valor para afrontar una realidad difícil, y a
menudo trágica, sin vanas ilusiones y manteniendo no obstan
te la fidelidad a los ideales y sueños de un mundo mejor. En
lugar de provocar desesperación o pasividad, la penosa brecha
entre el ideal y la realidad empuja a emprender todas las accio
nes necesarias para transformar las estructuras del mundo
(políticas, económicas, religiosas, filosóficas) al servicio de las
más altas intuiciones espirituales.
Robert Kennedy, que nació con la cuadratura de Saturno y
Neptuno directamente sobre su Sol natal, refleja precisamen
te esta expresión del complejo arquetípico. Embargado por el
dolor del asesinato de su hermano en 1963 (cuando Saturno y
Neptuno se hallaban nuevamente en cuadratura), Kennedy
sufrió una crisis espiritual y emocional que lo mantuvo prác
ticamente paralizado durante los meses y años siguientes,
mientras luchaba por asimilar la tragedia y afrontar la destrui
da imagen del buen Dios que había heredado de la fe católica
de su infancia. Transformado por este sufrimiento, y con la
ayuda de largas meditaciones sobre obras de poetas como el
elegíaco Alfred Tennyson (que nació con Saturno y Neptuno
en conjunción), Kennedy regresó poco a poco a la vida públi
ca con los ideales y las actitudes con que hoy se le identifica,
y que reflejan una resolución interna de la dialéctica arquetí
pica asociada al complejo de Saturno y Plutón, es decir, una fe
espiritual más profunda, mediada por el encuentro con la
muerte y el sufrimiento, la esperanza que trasciende la trage
dia, la acción compasiva en beneficio de los pobres y los opri
midos, el compromiso con una vida de servicio y sacrificio a
favor de la comunidad humana y la fe en la posibilidad de un
mundo mejor, como se expresa en su frecuente cita de estas
palabras de Tennyson: «Venid, amigos míos, no es demasiado
tarde para buscar un mundo nuevo».
Por último, una personalidad histórica paradigmática a
este respecto es la de Abraham Lincoln, que nació en r 809,
con Saturno y Neptuno en conjunción. La intensidad de la
depresión y la tristeza que le afligió toda la vida, los numero
sos fallecimientos y pérdidas trágicas que marcaron su exis
tencia, su lucha espiritual con lo irreversible de la muerte, su
escepticismo respecto de las creencias religiosas ortodoxas,
su profundo sentido de la resignación y su pronunciada capa
cidad de ironía, todo ello refleja claramente esta combinación
arquetípica. Lo mismo ocurre con su compromiso compasivo
con los oprimidos, los heridos, las viudas y los huérfanos, su
respeto a los muertos, su perdón del enemigo, su vacilación y
humildad espirituales. Lincoln fue, esencial y conmovedora
mente, un «hombre de tristeza y de reconciliación» (tristeza
como expresión de Saturno, reconciliación como expresión
de Neptuno). Podemos reconocer esta síntesis arquetípica en
la capacidad de Lincoln para percibir, en el sufrimiento y la
muerte de tantas personas -incluido él mismo- sacrificadas en
aras de un ideal superior, el misterioso funcionamiento de un
propósito espiritual que actúa en las luchas mortales de la his
toria humana y a través de ellas.
Esto está muy cerca del núcleo del complejo de Saturno y
Neptuno y su potencial coniunctio oppositorum: el reconoci
miento del espíritu en la materia, de lo universal en lo particu
lar, de lo arquetípico en lo concreto, el brillo redentor del al
ma eterna en el cuerpo mortal del mundo empírico. Tal como
se refleja de manera icónica en la Pieta de Miguel Ángel
(1499), los tránsitos de Saturno-Neptuno tienden a coincidir
con períodos de profunda pérdida y contracción espiritual, en
los numerosos sentidos ya sugeridos, pero también con perío
dos de profunda creación espiritual, de forja del alma, de ma
terialización redentora del espíritu, que reflejan la lucha y la
síntesis superior de la encarnación.
688
multitud de alineamientos planetarios que se solapan mutua
mente, con la correspondiente interacción de múltiples fuer
zas arquetípicas. A menudo estas diferentes combinaciones
arquetípicas son de naturaleza divergente, influyen en el clima
cultural de modos muy distintos y, a veces, se interpene
tran con consecuencias extraordinariamente imprevistas. Por
ejemplo, difícilmente las cualidades asociadas al alineamiento
de Urano y Plutón que se ha iniciado recientemente podrían
diferenciarse más de las asociadas a la oposición de Saturno y
Neptuno. Únicamente una «teoría de la complejidad» adecua
da a interacciones arquetípicas tan intrincadas podría servir
nos para evaluar el despliegue del continuum de la historia.
Huelga decir que toda la perspectiva que aquí se expresa tiene
como base el reconocimiento fundamental de la indetermina
ción y la impredecibilidad.
Con esta advertencia en mente, adentrémonos un poco en
los alineamientos futuros. Si podemos juzgar sobre la base de
la experiencia del pasado, la configuración más significativa y
potencialmente más dramática del horizonte cercano es la
convergencia de tres ciclos planetarios que dará lugar a un
estrecho alineamiento de cuadratura en T de Saturno, Urano
y Plutón entre 2008 y 2011. La última vez que estos tres pla
netas estuvieron al mismo tiempo en aspecto duro fue de 1964
a principios de 1968, cuando Saturno se opuso a la conjunción
más amplia de Urano y Plutón de los años sesenta y cuando
tanto el impulso revolucionario como el reaccionario se cons
telaron e interpenetraron intensamente en la psique colectiva.
Fue el período de mayores tensiones y convulsiones de esa
década tumultuosa, en la que se produjo un acelerado cambio
cultural y un desarrollo particularmente tenso. La configura
ción de aspecto duro anterior que implicó a estos tres plane
tas fue la cuadratura en T que tuvo lugar entre 1929 y 1933, al
comienzo de la larga cuadratura de Urano y Plutón que se
prolongó toda la década de los años treinta. Hemos observa
do otros períodos de este tipo en los siglos anteriores.
Históricamente, como hemos visto, la dinámica arquetípi
ca de épocas en las que estos tres planetas estuvieron en seme
jante configuración fue particularmente poderosa y transfor
madora. Las fuerzas implicadas parecen exigir, y al mismo
tiempo posibilitar, una capacidad más profunda para la reso
lución creativa de tensiones entre fuerzas intensamente
opuestas: lo viejo y lo nuevo, el pasado y el futuro, el orden y
el cambio, la tradición y la innovación, la estabilidad y la li
bertad. Es típica una atmósfera general de lucha por el poder.
Tienden a exacerbarse las tensiones subyacentes entre autori
dad social establecida e impulsos contraculturales de reciente
cuño. Lo mismo ocurre con las tensiones generacionales entre
viejos y jóvenes y las políticas entre conservadores y progre
sistas. En la psique colectiva suele darse una maduración ace
lerada. Los supuestos y expectativas arraigados se enfrentan
con lo imprevisible y lo subversivo. Que el resultado sea un
choque destructivo entre fuerzas de cambio revolucionario y
rígidas fuerzas reaccionarias o una síntesis pragmática de in
novación creativa y firme disciplina depende de factores que
escapan a nuestro enfoque. Tales períodos han sido marcados
en general por acontecimientos y fenómenos culturales que
culminan y catalizan procesos a más largo plazo. Las tensio
nes internacionales y las divisiones geopolíticas pueden inten
sificarse, de modo que para resolver antiguos antagonismos y
conflictos de valores se requieren enfoques radicalmente nue
vos. Los problemas que rodean las imprevistas consecuencias
del desarrollo tecnológico tienden a hacerse presentes en la
conciencia pública.
En la actual situación global, parece probable que en este
período, con una urgencia mayor por resolver problemas que
implican el reparto y la conservación de los recursos naturales
del mundo, se vean afectadas las estructuras ecológicas, polí
ticas y sociales a gran escala.
Sin embargo, todo dependerá en gran parte de los pasos
que se den en los próximos años y de la actitud, colectiva e
individual, con que se aborden los desafíos con los que hoy se
enfrenta la comunidad humana. Como he señalado enfática
mente a lo largo de este libro, para cada uno de esos alinea
mientos es posible un espectro extremadamente amplio de
«escenarios» arquetípicos pertinentes, que reflejan diferentes
modalidades potenciales de las fuerzas arquetípicas en juego.
Estos distintos escenarios y modalidades reflejan a su vez la
irreductible indeterminación polivalente que reside en la na-
turaleza misma de los arquetipos. Tal vez haya quienes consi
deren que la regularidad observada en la correlación entre
patrones de experiencia humana y movimientos planetarios es
una demostración de que la historia, en cierto sentido esencial,
está predeterminada en sus líneas básicas, cuando no en todos
sus detalles. Una conclusión de ese tipo refleja, creo, supues
tos simplistas acerca de la causalidad y el determinismo que
hemos heredado de la mentalidad moderna (y premoderna).
También es posible que refleje profundas tendencias psicoló
gicas, colectivas y personales, arraigadas en sentimientos in
conscientes de desamparo. Sin embargo, más que reforzar la
sensación de estar atados a un destino definitivo, el conoci
miento de los tránsitos futuros, como el conocimiento de los
tránsitos personales y la carta natal, puede abrirnos la posibi
lidad de una respuesta mejor informada y más creativa a las
fuerzas operantes en cualquier momento dado. Son muchos e
imprevisibles los factores que constituirán conjuntamente los
acontecimientos del futuro: las tendencias históricas de de
sarrollo a largo plazo, y todavía cambiantes y flexibles, las res
puestas sociales y políticas espontáneas a las condiciones que
vayan surgiendo, el estado de conciencia moral colectiva, la
medida en que las energías consteladas determinen incons
ciente y ciegamente las acciones humanas o bien sean asimila
das conscientemente, además, sin duda, de muchos otros fac
tores transempíricos fuera de nuestro alcance, como, tal vez,
el karma y la gracia.
Incluso en términos astrológicos, la indeterminación y la
impredictibilidad creativa son manifestaciones esenciales del
principio de Urano-Prometeo. Todos los períodos que impli
can alineamientos mayores de Urano tienden a constelar estos
temas en acontecimientos concretos, cada ciclo de maneras
diferentes según cuál sea el segundo planeta implicado. La
conjunción de Júpiter y Urano de 2010 y comienzos de 2011
se producirá al mismo tiempo que la cuadratura en T alcance
su punto culminante, y es probable que coincida con nuevos
e inesperados comienzos, impulsos expansivos y rupturas
creativas en muchos ámbitos, algunos inmediatamente visibles
para la conciencia pública y otras de naturaleza más recóndi
ta, que se manifestarán más adelante.
Durante los años de la cuadratura en T y los siguientes
desempeñará un papel decisivo la llegada al poder de la gene
ración nacida durante la conjunción de Urano y Plutón de los
años sesenta. Lo mismo ocurrirá con la llegada a la mayoría
de edad de la generación de niños nacidos durante la conjun
ción de Urano y Neptuno que acaba de terminar. Además, la
prolongada influencia en la psique colectiva de los impulsos
culturales idealistas, las visiones creativas y los despertares es
pirituales que hicieron su aparición durante la larga era de
Urano-Neptuno seguirá desplegando sus consecuencias por
muchos años todavía, a menudo en formas nuevas que no po
demos predecir. Sin embargo, el mero conocimiento de la po
derosa dinámica arquetípica implicada -el conocimiento anti
cipado de los alineamientos planetarios, su ritmo y su signifi
cado potencial- puede proporcionarnos un importante nivel
adicional de comprensión y autoconciencia que nos permita
atravesar mejor esta transición crítica en la historia mundial.
Nada es seguro, o por lo menos de nada puede decirse que
sea seguro. Sin embargo, dada la coherencia del patrón de
correlaciones que implicó en el pasado a estos planetas, pare
ce razonable prepararse para la posibilidad de que los años de
la futura cuadratura en T de Saturno, Urano y Plutón presen
ten a la comunidad humana una convergencia de importantes
desafíos en muchos frentes. La cuadratura de Urano y Plutón
(que continuará hasta 2020) podría presentar algo así como
una combinación de los años treinta y los sesenta en un con
texto del siglo XXI: un período de grandes cambios históri
cos que apele a nuevos recursos y capacidades que, en última
instancia, podrían resultar profundamente liberadoras. Sea
cual fuere la forma que adopte el futuro próximo, creo que las
grandes transformaciones globales y los movimientos de
emancipación que han coincidido con la larga secuencia de ali
neamientos axiales de Urano, Neptuno y Plutón que hemos
examinado en este libro, así como el profundo sufrimiento
humano y la evolución moral que tuvo lugar durante los ali
neamientos de Saturno y Plutón y de Saturno y Neptuno,
entre otros, han preparado al mundo para traspasar este um
bral decisivo con una conciencia colectiva que tendrá una gran
responsabilidad.
Es preciso mencionar un último alineamiento planetario.
Hemos analizado los alineamientos de aspecto duro de los
ciclos de los planetas exteriores. Nos quedan aún los trígonos
y los sextiles de estos ciclos. De ellos, el más importante es
indiscutiblemente el sextil de Neptuno y Plutón de un siglo de
duración, que comenzó a mediados del siglo XX y continuará
hasta cerca de mediados del XXI. Este largo sextil tiene lugar
una vez cada quinientos años en el ciclo de Neptuno-Plutón
y se inicia alrededor de medio siglo después de la conjunción.
Su insólita duración es consecuencia de la órbita excéntrica de
248 años de Plutón, que por dos veces en cada ciclo de Nep
tuno-Plutón se acerca mucho a la órbita de Neptuno y, bre
vemente, incluso entra en ella, la primera vez como sextil y la
segunda como trígono.
Históricamente, tales alineamientos prolongados de sextil
o de trígono de Neptuno y Plutón han coincidido con largos
períodos en los que una cierta evolución profunda de la con
ciencia parece impulsada y sostenida en un despliegue gradual
y armonioso, que se mueve por debajo y a través de las fluc
tuaciones y crisis que pudieran ocurrir en un nivel empírico
más inmediato. El gran trígono de Urano, Neptuno y Plutón
de los años sesenta y setenta del siglo XVIII mencionado en el
capítulo anterior, que coincidió con el apogeo de la Ilus
tración, el nacimiento del Romanticismo y el comienzo de la
Revolución Norteamericana, tuvo lugar como parte del trígo
no más reciente y mucho más prolongado de Neptuno y
Plutón de ese siglo. Estas épocas de un siglo de duración pare
cen en general promover la experiencia colectiva de una rela
ción más convergente entre naturaleza y espíritu, las fuerzas
evolutivas e instintivas (Plutón) y los recursos espirituales y
las aspiraciones idealistas que impregnan la visión cultural
(Neptuno). Esta dinámica arquetípica proporciona un perma
nente impulso estabilizador en un nivel casi subterráneo de la
psique colectiva.•
Esta categoría particular de alineamiento tiene un signifi
cado especial: en primer lugar, porque implica a Neptuno y
Plutón, los dos planetas más lejanos; en segundo lugar, porque
es más prolongada que cualquier otro alineamiento planeta
rio. El sextil actual también es históricamente notable a causa
de su papel en los movimientos cíclicos de los tres planetas
más lejanos, puesto que ha coincidido con las primeras con
junciones de Urano y Plutón y de Urano y Neptuno poste
riores a la conjunción de Neptuno y Plutón de 1880-1905. Por
tanto, desde una perspectiva histórica a largo plazo, ahora
mismo estamos en el momento en que estos tres ciclos plane
tarios, los más amplios que conocemos, acaban de completar
sus conjunciones sucesivas, marcando la plena iniciación de la
dinámica arquetípica correspondiente a los próximos siglos.
En consecuencia, si contemplamos el despliegue de los
ciclos de los tres planetas más lejanos -teniendo en cuenta el
actual alineamiento entre Neptuno y Plutón, el número de
años desde la conjunción más reciente de estos planetas, un
siglo atrás, y la conclusión de las conjunciones posteriores de
Urano y Plutón y de Urano y Neptuno de los años sesenta y
noventa, respectivamente-, el momento presente de la histo
ria es extraordinariamente comparable, desde el punto de vista
astronómico, al período de hace exactamente quinientos años
con el que iniciamos este libro: la era que produjo el naci
miento del yo moderno, durante las décadas anteriores y pos
teriores al año 1500. Ésta fue también una época de extraordi
naria turbulencia e incertidumbre, así como de gran creativi
dad y dinamismo cultural. Fue la culminación del Rena
cimiento de Leonardo y Miguel Ángel, de Erasmo y Tomás
Moro, inmediatamente después de la nueva visión de la posi
bilidad humana que expusieron Pico della Mirandola en el
Discurso y la Academia Platónica de Ficino en Florencia: un
período modelado por la rápida expansión de un poderoso
medio de comunicación universal, el libro impreso; las prime
ras expediciones a un inmenso mundo nuevo que, a un eleva
dísimo precio humano y ecológico, condujo a la apertura de
la comunidad global a sí misma; y las enormes transformacio
nes espirituales y cosmológicas, aún en desarrollo, representa
das por el inicio de la Reforma por Lutero y de la hipótesis
heliocéntrica por Copérnico.
Nuestra era posmoderna de flujo incesante y complejidad
irresoluble, a pesar de su desorientación metafísica y el hechi
zo colectivo producido por los medios de comunicación de
masas y la mercadotecnia de las grandes empresas, ha creado
nuevas condiciones y posibilidades que tal vez resulten de
inestimable valor para nuestro futuro. Como resultado de los
múltiples y extraordinarios cambios -culturales, psicológicos,
espirituales- que han tenido lugar en el último siglo, la psique
colectiva ha experimentado una transformación general y en
ciertos aspectos profundamente favorable, difícil de medir, sin
duda, pero que, no obstante su sutileza, no menos influyente
ni de menor significación histórica. La rápida difusión que en
esta era han tenido nuevas aperturas a las perspectivas y reali
dades de distintas culturas, épocas, religiones, razas, clases,
géneros, orientaciones sexuales, grupos de edad e incluso dife
rentes especies y formas de vida, ha sido una característica
especial de nuestro tiempo. Tal vez no sea exagerado decir que,
en esta primera década del nuevo milenio, la humanidad ha
accedido a una situación en que, hasta cierto punto, está más
globalmente unida e interconectada, más sensibilizada a las
experiencias y el sufrimiento de los otros, más despierta desde
el punto de vista espiritual, es más consciente de las posi
bilidades e ideales alternativos futuros, más capaz de sanación
y compasión colectivas y, con de los avances tecnológicos en
los medios de comunicación, se halla en mejores condiciones
que nunca hasta ahora para pensar, sentir y responder conjun
tamente y con maduración espiritual a las realidades mundia
les en rápida transformación.
ABRIRSE AL COSMOS
700
bién hacia abajo y en profundidad. Nuestra visión del mundo
y del cosmos, que define el contexto de todo lo demás, se verá
profundamente afectada por el grado en que todas nuestras
facultades -intelectuales, imaginativas, estéticas, morales, emo
cionales, somáticas, espirituales, relacionales- se integren en el
proceso de nuestro conocer. La manera en que abordemos al
«otro» y en que nos relacionemos unos con otros moldeará
todo, incluso nuestra propia evolución personal y el cosmos en
el que participamos. No sólo nuestra vida personal, sino la
naturaleza misma del universo puede que nos exija ahora una
nueva capacidad de autotrascendencia, tanto intelectual como
moral, a fin de poder vivir la experiencia de una nueva dimen
sión de la belleza y la inteligencia en el mundo, que no sea ya
una proyección de nuestro deseo de belleza y de dominio inte
lectual, sino un encuentro con la belleza y la inteligencia del
todo, que se despliegan de modo imprevisible. Creo que nues
tra búsqueda intelectual de la verdad nunca puede separarse
del cultivo de nuestra imaginación moral y estética.
Como reconoció Goethe, a menudo las facultades que ne
cesitamos para el conocimiento sólo pueden desarrollarse a
través de nuestra actitud receptiva con lo que deseamos apre
hender, que nos transforma en el proceso mismo de nuestra
búsqueda. Así, el estudio de las formas arquetípicas abre la
visión arquetípica. Y así el encuentro abierto con la realidad
potencial de un anima mundi hace posible su reconocimiento.
Desde este punto de vista, sólo seremos capaces de compren
der si nos abrimos a la posibilidad de que lo que tratamos de
entender nos transforme y nos expanda. Semejante cambio
implica abrir gradualmente la conciencia a una dimensión de
la realidad que, aunque de profundo significado potencial,
puede parecer a primera vista apenas perceptible: los sutiles
«patrones que conectan», patrones de significado interno y
externo, lo delicado y lo evasivo, lo reprimido y lo negado, lo
oscurecido por nuestras certezas, lo que más bien sugiere e
insinúa que ordena y demuestra. Semejante transformación en
nuestro enfoque de la vida requiere, como vio Jung, una nueva
apertura a nuestro propio «otro», nuestro otro interior: nues
tro inconsciente, en toda su plenitud de formas. Pues tal vez
allí comencemos a encontrar el misterio interior del cosmos.
701
FUENTES DEL ORDEN DEL MUNDO
Nietzsche
Así habló Zaratustra
Sin embargo, tal vez esas estrellas hayan estado allí todo el
tiempo, ocultas por la brillante aurora de nuestra modernidad.
Y nuestro Ulises sólo despierte a un cosmos muy antiguo
cuya inmensa inteligencia, belleza y misterio nos hemos ido
preparando lentamente para conocer.
No cesaremos de explorar
y el fin de nuestra exploración
será llegar adonde comenzamos,
conocer el lugar por vez primera.
NOTAS
710
Confesiones es importante para el arte de la memoria. Habla de la facultad
imaginativa del alma. «Grande es esta fuerza de la memoria [imaginación],
verdaderamente prodigiosa, Dios mío. Un inmenso e infinito santuario.
¿Quién puede llegar a su fondo? Es una potencia de mi alma que pertenece
a mi naturaleza. Ni yo mismo alcanzo a comprender lo que soy. Significa
entonces que el alma es demasiado estrecha para contenerse a sí misma. »
Estas frases preceden inmediatamente al pasaje que Petrarca leyó en el
monte. En ellas, Agustín se enfrenta a los problemas clásicos, que comien
zan con Heráclito, acerca de la inconmensurable profundidad del alma, y
del lugar, tamaño, propiedad y origen de las imágenes de la memoria (el
inconsciente arquetípico, si lo prefieren). Fue el milagro contenido en la
estela de este pensamiento lo que impresionó a Petrarca; el milagro de la
personalidad interior, que está dentro del hombre y al mismo tiempo es
mucho más grande que el hombre. [...] La revelación en la cima del Mont
Ventoux abrió los ojos de Petrarca a la complejidad y el misterio de la rela
ción hombre-psique, y lo llevó a escribir sobre la maravilla del alma.[ ...] La
psicología renacentista comienza con una revelación de la realidad indepen
diente del alma. [ ...) No es el regreso de la naturaleza al hombre lo que
marca el comienzo del Renadmiento, sino el regreso al alma. (Hillman, Re
imaginar la psicología, pp. 383-384, traducción de Fernando Borrajo,
Madrid, Siruela, 1999; Agustín, Confesiones, X, 8, 1 5 ).
7II
sensibilidad religiosa clásica, estos desarrollos adoptaron formas
radicalmente nuevas, con nuevas consecuencias.
3. Mientras que Agustín interpretaba su lectura sincrónica de
las palabras de San Pablo como fundamento para la superación de
un intenso conflicto interior y la reorientación permanente de su
vida de acuerdo con su revelación, la lectura de Petrarca de las pala
bras de Agustín parece haber producido un resultado más comple
jo, un resultado apropiado al yo moderno del que él fue un impor
tante precursor.
Durante los dos últimos siglos, muchos prominentes estudiosos
interpretaron el ascenso de Petrarca al Mont Ventoux en 1336 como
un acontecimiento extraordinariamente importante de la época,
que anunciaba el nuevo espíritu del Renacimiento y de la moderni
dad, aunque lo interpretaron de maneras notablemente distintas y
a veces completamente opuestas. Jacob Burckhardt, el historiador
del siglo XIX, veía en el ascenso de Petrarca un gran hito en el des
cubrimiento moderno de la belleza de la naturaleza y el paisaje (La
cultura del Renacimiento en Italia, Parte Cuarta, «El descubri
miento del mundo y del hombre»). Jean Gebser declaró que el
ascenso significaba «el primer despertar de una conciencia del espa
cio que dio lugar a un cambio fundamental en la actitud del hom
bre europeo en el mundo y ante el mundo ... una extensión sin pre
cedentes de la imagen que el hombre tenía del mundo», lo cual
«inaugura» proféticamente «una nueva manera realista, individua
lista y racional de entender la naturaleza» (The Ever-Present
Origin, ed. rev., Athens., Ohio University Press, 1991, pp. 12-15).
Morris Bishop, biógrafo de Petrarca, le llamó el primer alpinista
moderno, cuya novedosa motivación fue escalar el pico por el mero
hecho de escalarlo (Petrarch and his World, Bloomington, Indiana
University Press, 1963, pp. 103-104).
Como representante de la corriente principal de los estudiosos
del siglo XX, Paul O. Kristeller sostuvo que la respuesta de Petrarca
a la lectura de Agustín en la montaña y en general la obra de su
vida, «expresa por primera vez ese énfasis en el hombre que habría
de ser objeto de elocuentes desarrollos en los tratados de los huma
nistas posteriores y habría de hallar fundamentación metafísica y
cosmológica en las obras de Ficino y Pico. Por esta razón, los
humanistas adoptaron el término "humanidades»"(studia humani
tatis) para designar sus estudios» (The Encyclopaedia of Philosophy,
voz «Petrarca», vol. 6, ed. a cargo de P. Edwards, Nueva York, Mac
millan and Free Press, 1967, 1972, p. 127; véase también «Augusti
ne and the Early Renaissance», Studies in Renaissance Thought,
Roma, Storia e Letteratura, 1969, pp. 361-362).
712
En contraste con esta última posición, James Hillman no ha
visto lo auténticamente emblemático del Renacimiento en el nuevo
«énfasis en el hombre», sino más bien en un «retorno al alma».
Según la interpretación de Hillman, la atención de Petrarca al ilimi
tado misterio de la interioridad, su cuidado de la imaginación inte
lectual, su devoción por los autores clásicos, su pasión por la escri
tura y la excelencia del estilo y su perdurable apego a la imagen de
Laura, todo ello representaba un cultivo del alma no sólo en opo
sición al «retorno al hombre», sino también, en última instancia,
como un alejamiento de la senda espiritual que representaba
Agustín. «La experiencia de Petrarca se conoce como el Ascenso al
Mont Ventoux. Pero el fenómeno crucial es el descenso, el retorno
al valle del alma» (Re-imaginar la psicología, pp. 384-385).
Sin embargo, el propio Petrarca, en su famosa carta en la que
describe detalladamente la experiencia a su amigo y confesor, pre
senta el acontecimiento, ante todo, como una poderosa metáfora
del arduo ascenso espiritual a Dios, y describe la lectura de las pala
bras de Agustín como llamada dramática, incluso en tono de repro
che, a abrazar el más importante de los compromisos. Aunque, sor
prendentemente, en los importantes comentarios e interpretaciones
que se acaban de mencionar, esta perspectiva del acontecimiento
falta por completo, e incluso ha sido eliminada, no cabe duda de
que es la dimensión más convincente de la experiencia del propio
Petrarca. Después de mencionar la sincronicidad implícita en la
experiencia de conversión de Agustín, Petrarca recuerda otro ejem
plo de ese tipo de coincidencia y sus consecuencias transformado
ras, para dar luego comienzo a una más extensa meditación sobre el
desafío espiritual de la vida:
720
trabajos tempranos de James Hillman, «On Senex Consciousness»,
Spring: An Annual of Archetypal Psychology and ]unguian
Thought, 1970, pp. 146-165; y su artículo de 1967 para Eranos, titu
lado «Senex and Puer: An Aspect of the Historical and Psy
chological Present», en J. Hillman, ed., Puer Papers, Dallas, Spring
Publications, 1991, pp. 3-53.
8. Esta manera de entender la evolución de Jung es fundamen
tal en el análisis de Aziz: «En 1937, cuando Jung exhortó a su
público de Yale a que trascendiera los límites de la religión estable
cida y aceptara el desafío de la "experiencia religiosa inmediata", lo
que pretendía era que entraran conscientemente en contacto direc
to con el inconsciente. Para quienes los rituales de la religión con
vencional habían perdido eficacia, lo que Jung ofrecía como alter
nativa era un ritual intrapsíquico que, si se practicaba adecuada
mente, llevaría al surgimiento de una plenitud espiritual enorme
mente personalizada. Por tanto, lo que Jung tenía en mente en 1937
era un ritual que debía cumplirse en el círculo sagrado de la psi
que ... Sin embargo, esta inicial noción junguiana de ritual religioso
había sufrido una notable transformación por obra del concepto de
sincronicidad, hasta tal punto que ahora podemos decir que la
noción de Jung de "experiencia religiosa inmediata" no sólo podía
haber servido de referencia para un encuentro intrapsíquico, sino
para un encuentro directo con la naturaleza en su integridad. El
ritual junguiano, para decirlo simplemente, es ahora un ritual que
debe cumplirse en el seno del círculo sagrado de la naturaleza como
totalidad ... Para Jung, lo "sagrado" se encuentra tanto en el exte
rior, en la organización sincrónica de los acontecimientos, como en
el interior. De acuerdo con esto, al individuo en busca de "expe
riencia religiosa inmediata" se le pide ahora que, con la misma
seriedad religiosa con la que dirige la atención a las "imágenes de
plenitud que ofrece el inconsciente", preste atención a las imágenes
compensatorias con las que la naturaleza se le presenta... La nece
sidad religiosa, como dice Jung, anhela la plenitud, y aquí la totali
dad a la que uno debe abrirse es una totalidad que no sólo se trans
mite de manera intrapsíquica, sino que se transmite al individuo a
través de la organización sincrónica de acontecimientos en el medio
que lo rodea» (Aziz, pp. 167-168).
9. Cf. R. Main, «Religion, Science, and Synchronicity», Harvest
]ournal for ]ungian Studies 46, nº 2, 2000, pp. 89-107. «En una carta
de 1955 dirigida a R. F. C. Hull, Jung informaba: "El último co
mentario sobre 'Synchronicity' es que no se puede aceptar porque
pone en peligro la seguridad de nuestros fundamentos científicos,
como si no fuera exactamente eso lo que me propongo ...". El mis-
721
mo día escribió a Michael Fordham para referirse al "impacto de la
sincronicidad sobre la fanática unilateralidad de la filosofía científi
ca". Específicamente, Jung pensaba que este trabajo sobre la sincro
nicidad demostraba la necesidad de expandir la concepción actual
de la ciencia para incluir, además de los conceptos clásicos de tiem
po, espacio y causalidad, un principio de conexión acausal a través
del significado. Esto, concluía, introduciría el factor psíquico de
significado en nuestra descripción científica del mundo, ayudaría a
liberar "la inconmensurabilidad entre lo observado y el observa
dor" y haría posible un "juicio completo", esto es, un juicio que ten
ga en consideración tanto factores psicológicos como físicos.
Puesto que para Jung lo psicológico media entre lo físico y lo espi
ritual, conectar de esta manera lo físico y lo psicológico implica
tender un puente potencial entre lo físico y lo espiritual, y, por
tanto, entre ciencia y religión. Estas atrevidas conclusiones e impli
caciones de la obra de Jung sobre la sincronicidad tienen resonan
cias en muchos intentos posteriores de desarrollar modelos cientí
ficos más holísticos, algunos de los cuales exploraron directamente
las sugerencias de Jung, como, por ejemplo, los de David Peat y
Victor Mansfield, mientras que otros trabajaron independiente
mente, pero conscientes de la contribución de Jung y posiblemente
influidos por él o inspirados en él, como, por ejemplo, los de David
Bohm y Rupert Sheldrake».
10. Véase, por ejemplo, la conferencia de la hija de Jung, Gret
Baumann-Jung, «Sorne Reflections on the Horoscope of C. G.
Jung», en Spring: An Annual of Archetypal Psychology and ]ungían
Thought, 1975, pp. 35-55. Véase también la carta de Jung a B. V.
Raman, 6 de septiembre de 1947: «En casos de diagnósticos psico
lógicos difíciles suelo valerme de un horóscopo para disponer de un
punto de vista completamente distinto. Debo decir que con mucha
frecuencia he encontrado que los datos astrológicos me esclarecie
ron ciertos aspectos que de otra manera habría sido incapaz de
comprender» Qung, Letters, 1, p. 475).
11. A esa lista habría que agregar a Galileo y Francis Bacon. La
larga práctica de la astrología por parte de Galileo, y no sólo para
sus mecenas, como los Medici, los grandes duques de Toscana, sino
también para su familia, ha sido documentada por N. Kollerstrom
y otros en un número de Culture and Cosmos íntegramente dedi
cado a este tema (Galileo's Astrology, vol. 7, nº 1, 2003), y por
Darrel Rutkin en «Galileo Astrologer: Astrology and Mathema
tical Practice in the Late-Sixteenth and Early-Seventeenth
Centuries», Galileana 2, 2005, pp. 107-143. Bacon expuso una de
tallada argumentación a favor de una reforma de la astrología sobre
722
la base de princ1p1os empmcos en El avance del conocimiento
(1605). Véase Rutkin, «Astrology, Natural Philosophy and the His
tory of Science, c. 1250-1700: Studies toward an Interpretation of
Giovanni Pico della Mirandola's Disputationes adversus Astro
logiam Divinatricem», tesis doctoral, Indiana University, 2002.
En cuanto a los orígenes griegos de la astrología occidental, en
general los historiadores modernos, o bien hacen caso omiso de
ella, o bien consideran que la astrología es una aberración inexpli
cable del pensamiento griego, una poco común sumisión a irracio
nales influencias no griegas. Pero, como observó S. J. Tester en su
estudio A History of Western Astrology, Suffolk, England Boydell,
1987:
73º
Venus, Marte, Júpiter y Saturno, sino también al Sol y la Luna, es
decir, a todos lo cuerpos celestes visibles que, a diferencia de las
estrellas fijas, se desplazaban por el cielo con un movimiento dis
tinto del simple, único y de eterna regularidad hacia occidente.
Aunque suele distinguirse entre planetas y luminarias, la tradición
astrológica ha retenido en general el significado original más
amplio al referirse al Sol y la Luna como planetas. También se
encuentra este uso en la tradición literaria europea, como en Troilo
y Cressida, de Shakespeare: «y por eso el esplendoroso planeta Sol,
reina en el seno de su esfera con una noble eminencia». La ambigua
definición de planeta continúa en otra forma en la astronomía de
hoy, con el reciente descubrimiento de objetos con la apariencia de
Plutón en el Cinturón de Kuiper.
10. Véase la traducción de A. E. Taylor de Plato's Philebus and
Epinomis, con introducción de R. Klibansky, Londres, Thomas
Nelson, 1956.
11. Analicé por primera vez el significado arquetípico de Urano
en una monografía titulada «Prometheus the Awakener», escrita en
1978-1979 y que circuló en forma privada entre colegas. Era un aná
lisis preliminar destinado sobre todo a la comunidad de psicología
arquetipal junguiana y la astrológica, que luego se publicó en
National Council of Geocosmic Research Monographs, 1981, y,
apenas un poco ampliado, bajo el título de «Uranus and Prome
theus», en James Hillman, ed., Spring: An Annual of Archetypal
Psychology and fungían Thought, 1983. Una u otra versión se pu
blicaron en otras revistas astrológicas de Europa y Estados Unidos
durante la década siguiente. Más tarde, la monografía se publicó
como librito en una versión actualizada con el título Prometheus the
Awakener, primero en Inglaterra, Oxford, Auriel Press, 1993, des
pués en Estados Unidos, Woodstock, Conn., Spring Publications,
1995. Otros estudios de los paralelismos entre el Urano astrológico
y el Prometeo mitológico pueden encontrarse en Stephen Arroyo,
Astrology, Karma, and Transformation, 1978, p. 40, primera men
ción de la correspondencia, que yo sepa, y en Liz Greene, the Art of
Stealing Eire, Londres, CPA Press, 1996, tratado más reciente y
voluminoso que en parte se inspira en mi monografía.
12. Galle y su asistente Heinrich d' Arrest descubrieron el nuevo
planeta a menos de 1º de la posición que había predicho LeVerrier,
el 2 3 de septiembre de 1846, durante la primera hora de búsqueda
en el Observatorio de Berlín, tras recibir la carta de éste con la pre
dicción. Un año antes, el matemático inglés John Couch Adams
había formulado la hipótesis de la existencia y posición del nuevo
planeta en virtud de las perturbaciones observadas en Urano, pero
73 1
sus esfuerzos por persuadir a los astrónomos ingleses de que lleva
ran a cabo una investigación resultaron infructuosos y su estimación
de la posición del nuevo planeta era un poco menos exacta que la de
LeVerrier. Para un análisis de la prueba recientemente descubierta
en relación con el ambiguo papel de Adams en el descubrimiento,
véase Nick Kollerstrom, «Neptune's Discovery: T he British Case
for Co-Predicition», en Science and Technology Studies, University
College London, www.ucl.ac.uk/sts/nk/neptune /index.htm y W.
Sheehan, N. Kollerstrom y C. Waff, The Case of the Pilfered Pla
net», Scientific American, diciembre de 2004.
Neptuno fue observado por primera vez por Galileo en 1612,
cuando lo registró como estrella de octava magnitud y no como
nuevo planeta. Parecida es la historia en lo tocante a Urano, varias
veces observado, pero nunca identificado como planeta antes de su
descubrimiento por Herschel; el primer registro es el que realizó
John Flamsteed en 1690.
13. William James: «En casos de conversión, guías providencia
les, curas mentales repentinas, etc., los propios sujetos de la expe
riencia parecen tener la sensación de que un poder exterior, com
pletamente distinto de la acción común de los sentidos o de la
mente guiada por éstos, entrara en su vida, como si de pronto ésta
se abriera a una vida de mayor alcance, en la que tiene su fuente. La
palabra "influjo" (influx), empleada en los círculos swedenborguia
nos, describe acertadamente esta impresión de nueva visión, de
nueva voluntad, que nos invade como una marea ... Sólo necesita
mos suponer la continuidad entre nuestra conciencia y una madre
mar para permitir que ocasionalmente unas olas excepcionales des
borden la represa» ( «Human lmmortality; Two Supposed Objec
tions to the Doctrine», 1898, en Essays on Religion and Morality,
Cambridge, Harvard University Press, 1982, pp. 93-94).
14. Descubrí que los factores más importantes en las correlacio
nes entre la carta natal y el tránsito, además de los planetas y sus
aspectos mayores, eran, en primer lugar, los alineamientos planeta
rios con el eje Ascendente-Descendente (horizontal) y el eje MC-IC
(vertical); en segundo lugar, los «puntos medios» planetarios, confi
guraciones en las que un planeta se posiciona precisamente a mitad
de camino entre otros dos planetas, o en un aspecto cercano a ese
punto, y en tercer lugar, otros alineamientos planetarios, a los que a
veces se llama «aspectos menores», como los aspectos de 45º y de
135º (semicuadratura y sesquicuadratura), y el de 150º (quincunx).
Además de los signos y las casas, hay otros factores significati
vos de interpretación tanto en la práctica astrológica tradicional
como en la contemporánea, tales como los elementos (aire, agua,
73 2
fuego, tierra), las cualidades (cardinal, fijo, mutable), los regentes,
las progresiones y las direcciones, los retornos e ingresos, otros
cuerpos celestes como las estrellas fijas y los planetas menores, car
tas de localidad, cartas de relación, los armónicos, etc. De cara a la
simplicidad y la claridad, en este libro no he incorporado estos fac
tores adicionales en la presentación de datos empíricos; por el con
trario, he limitado el análisis a las correlaciones que implican aspec
tos planetarios mayores en tránsitos mundiales, tránsitos persona
les y cartas natales. Puesto que este programa de investigación no
utiliza los signos zodiacales como factores de interpretación, no se
ve afectado por el complejo problema de los dos zodíacos, el side
ral y el tropical, cuyas diferencias dependen de la precesión de los
equmocc1os.
15. Los datos astronómicos que se emplean en este libro para
los cálculos se basan en la Swiss Ephemeris, que a su vez se basa en
las más recientes efemérides lunares y planetarias desarrolladas por
el Jet Propulsión Laboratory de la NASA, DE405/406. Todos los
cálculos fueron realizados con el programa Solar Fire 5.o, que
emplea los cálculos realizados por la Swiss Ephemeris y el JPL.
16. En términos generales, las correlaciones arquetípicas fueron
evidentes para los tránsitos personales cuando el planeta en tránsi
to estaba entre 3 º y 5º antes y después de un aspecto mayor exacto
con respecto al planeta natal. La figura más pequeña representa el
ámbito de mayor intensidad y frecuencia de las correlaciones ob
servadas, mientras que la figura más grande representa un abanico
de penumbra en el que las correlaciones todavía se observan, pero
con intensidad decreciente. En los tránsitos personales, las correla
ciones tienden a darse con mayor frecuencia e intensidad dentro de
un gran margen de grados antes del alineamiento exacto y a dismi
nuir dentro de un margen más reducido después del alineamiento
exacto. La concurrencia o el solapamiento parcial de otros tránsitos
afectan el margen de este orbe operativo, pues el carácter arquetípi
co de los acontecimientos coincidentes muestra complejidades e
inflexiones según cuáles sean los planetas implicados en otros trán
sitos.
Debido a variaciones provocadas por el aparente movimiento
retrógrado de los planetas (que en el caso de Urano se debe a que
éste, de movimiento más lento, es visto desde la Tierra, que se mueve
más rápido, mientras ambos planetas orbitan alrededor del Sol), un
planeta en tránsito puede entrar y salir más de una vez en ese mar
gen en el curso de un solo tránsito. Aunque tendían a darse en un
continuo en forma de ola y en coincidencia con el grado de exacti
tud del tránsito, las correlaciones arquetípicas se ponían en general
733
en evidencia desde la primera vez que los planetas se movían en el
margen de 3º-5º hasta la última vez que se movían fuera de él.
El orbe de los tránsitos personales también se veía afectado
según cuáles fueran el planeta y el aspecto implicados. Por ejemplo,
las correlaciones con los tránsitos de Marte tendían coherentemen
te a comenzar un poco antes que con los de otros planetas, mien
tras que las correlaciones con los tránsitos de Saturno tendían cohe
rentemente a continuar mucho tiempo después de alcanzado el ali
neamiento exacto. Para todos los planetas, los alineamientos cua
dráticos de aspecto duro, tendían a tener orbes mayores que los de
aspecto blando: las conjunciones y luego las oposiciones tenían los
más grandes (4 º-5º); los sextiles, los más pequeños (2º -3º ). Un caso
especial es el de las conjunciones en tránsito de un planeta exterior
cuando regresa a su posición natal propia al final de su ciclo com
pleto de 360º; aquí, el orbe operativo parece ser particularmente
extenso. Como veremos en el capítulo siguiente, esto fue sobre
todo evidente en el caso del retorno de Saturno al final de su ciclo
de veintinueve años y medio.
17. En el caso de Einstein, Urano alcanzó el punto de oposición
de 180º de su ciclo durante los años 1918-1921. En noviembre de
1919, la Royal Society anunció en Londres que su expedición cien
tífica a Isla Príncipe, que se había organizado con el propósito de
fotografiar un eclipse solar en una fecha anterior de ese mismo año,
había completado los cálculos que demostraban una deflexión de la
luz en el aro solar, lo que aportaba un impresionante apoyo a la teo
ría general de la relatividad de Einstein. De inmediato se proclamó
a Einstein como un genio sin precedentes y, por primera vez, tanto
la comunidad científica como el público en general reconocieron la
teoría de la relatividad. Sin embargo, la inicial y gran ruptura en
la vida de Einstein tuvo lugar en el verano y el otoño de 1905, cuan
do publicó en la revista científica Annalen der Physik los cuatro
artículos que modificaron la física moderna; estos artículos conte
nían la teoría especial de la relatividad, la equivalencia de masa y
energía, la teoría del movimiento browniano y la teoría fotónica de
la luz. En los años 1904-1906, Urano se hallaba exactamente en el
trígono de 120º de su ciclo, y el trígono es el aspecto mayor del
ciclo del tránsito de Urano que precede a la oposición en aproxima
damente catorce años. El día en que Annalen der Physik recibió los
artículos de Einstein sobre la relatividad especial, que marcarían
una época -30 de junio de 1905-, Urano estaba a menos de 1º del
alineamiento exacto con su posición en el nacimiento de Einstein.
Esta exactitud de alineamiento se produce durante un período de
menos de seis meses.
734
La misma correlación se produjo en el caso de Darwin. Urano
había alcanzado el punto de oposición de 1 80º de su ciclo en vida
de Darwin durante los años 1852-1854. En ese momento la Royal
Society reconoció por primera vez la obra de Darwin como biólo
go, otorgándole la Medalla Real en 1 85 3 por su investigación sobre
los arrecifes corales y sobre los percebes. Este trabajo resultó deci
sivo, tanto para su comprensión más profunda de la transmutación
de las especies, como para su credibilidad ante los científicos cuan
do, más adelante, publicó su teoría. Sin embargo, el cambio concep
tual más importante en la vida de Darwin, la primera formulación
de la teoría de la evolución en su cuaderno de notas privado, se pro
dujo en un momento anterior, cuando Urano estaba en el trígono
de 120º de su ciclo, entre febrero de 18 3 7 y diciembre de 18 39. En
183 7, poco después de su regreso de la expedición del Beagle a
América del Sur y las Islas Galápago, Darwin se dio cuenta de que
muchas de sus observaciones sólo podían entenderse si las especies
cambiaban con el tiempo y evolucionaban en diferentes direcciones
a partir de un antepasado común. La teoría careció de un mecanis
mo que explicara cómo se producía la evolución hasta que, el 28 de
septiembre de 1838, Darwin leyó el Ensayo sobre el principio de la
población, de Malthus, con su teoría de la relación necesaria entre
el desarrollo de la población humana y la provisión de alimentos.
Extrapolando a partir de la idea de Malthus, Darwin advirtió que la
naturaleza realizaba su selección de especies eliminando las varia
ciones que no podían adaptarse a los nichos ecológicos disponibles
y favoreciendo a las que podían hacerlo. Ese día, Darwin redactó en
su «Cuaderno sobre la transmutación de las especies» la nota en la
que demostraba que había resuelto el problema de la selección
natural. Ese día, Urano en tránsito estaba a menos de 1 º del alinea
miento exacto con respecto a su posición en el nacimiento de
Darwin; de nuevo, un tránsito que mantiene menos de seis meses
ese margen de exactitud.
18. Descubrí que para estas dos formas de tránsito de Urano (ya
como planeta en tránsito, ya como planeta natal transitado por otro
planeta) era igualmente probable su coincidencia con fenómenos
prometeicos, tales como importantes rupturas creadoras. Por ejem
plo, en su descubrimiento conjunto de la estructura del ADN en
1953, que se anunció en la edición del 25 de abril de la revista Nature,
James D. Watson tenía a Urano en tránsito con su Sol natal, mientras
que Francis Crick tenía a Plutón en tránsito con su Urano natal.
19. Un ejemplo más reciente de este mismo patrón es el de
Joseph Campbell, quien, como sus mentores Freud y Jung, vivió
más de ochenta años. La obra fundamental de Campbell, la obra con
735
la que siempre se le identificará, es Las máscaras de Dios, en la que
exploró la mitología del héroe liberador que se enfrenta a un ines
perado cambio radical, interior y exterior, para acceder a un nuevo
mundo de sentido y finalidad del que luego él o ella son mediado
res para otros. Este libro fue terminado en 1948 y se publicó en
1949, en exacta coincidencia con el tránsito de Urano en oposición
al Urano natal de Campbell, con el planeta en la zona de oposi
ción de 180º de su ciclo entre mediados de 1947 y mediados de
1950. Campbell llegó a los ochenta y tres años y murió en octubre
de 1987 en pleno retorno de Urano, exactamente cuando el planeta
alcanzaba la zona de conjunción de 360º de su ciclo. Antes de mo
rir, grabó la famosa serie de entrevistas con Bill Moyers, cuya emi
sión por televisión durante los meses restantes del tránsito de retor
no de Urano, después de su muerte, despertó una atención pública
sin precedentes a sus ideas y su obra.
En realidad, ya Jung había observado el acaecimiento de tales
correlaciones póstumas. En una conferencia que Gret Baumann
Jung, hija de Jung, pronunció en Zurich sobre la carta natal de su
padre, mencionó la siguiente anécdota: «Muy poco antes de su muer
te, en un momento en que hablaba de horóscopos, mi padre obser
vó: "Lo divertido es que este maldito asunto sigue operando des
pués de la muerte"» (G. Baumann-Jung, «Sorne Reflections on the
Horoscope of C. G. Jung», Spring: An Annual of Archetypal Psy
chology and]ungian Thought, 1975, p. 55).
20, En tránsitos personales que implicaban el retorno de un pla
neta exterior como Saturno o Urano a su posición natal (el retorno
de Saturno o el de Urano), ya a 20º o más del alineamiento exacto
comenzaron a producirse acontecimientos y cambios psicológicos
característicos del arquetipo, y a menudo continuaron otros tantos
grados después de pasar ese punto. En el caso del primer retorno de
Saturno, los acontecimientos y cambios psicológicos pertinentes
empezaron típicamente a presentarse a los veintiocho años (a veces
a los veintisiete) y fueron muy evidentes hasta los treinta. El segun
do retorno de Saturno coincidió con una ola análogamente extensa
de esos acontecimientos un ciclo más tarde, a finales de la cincuen
tena y hasta los sesenta años.
21. La activación intensificada del arquetipo de Saturno duran
te el primer de retorno de Saturno, entre los veintiocho y los trein
ta años, refleja lo que en la psicología de Jung se conoce como la
constelación e integración potencial del principio del senex, vincu
lada a una transformación rápida o incluso eliminación del princi
pio del puer, o arquetipo infantil, con el que el senex mantiene una
tensión dialéctica. (Véase nota 7 de la Parte 11, supra.)
736
22. Además de tener en cuenta el contexto cultural y biográfi
co, he podido comprobar que sólo es posible entender un alinea
miento planetario particular de la carta natal en rotación con los
otros alineamientos planetarios presentes cuando se produjo el
nacimiento del individuo. Las tendencias arquetípicas que coinci
den de modo característico con una conjunción Sol-Urano o con
cualquier otro alineamiento planetario natal adoptan formas dife
rentes según qué otros planetas estén en un aspecto próximo a ese
alineamiento al nacer la persona, formando una configuración mul
tiplanetaria más amplia. Otra vez Shelley nos proporciona un ejem
plo muy ilustrativo. Shelley no sólo nació en el marco de una con
junción Sol-Urano, sino también con el Sol y Urano en estrecha tri
ple conjunción con Venus. Esta realidad astronómica parecía ele
gantemente reflejada por el carácter y la búsqueda del Prometeo
desencadenado de Shelley, cuya liberación de la humanidad llevó
específicamente al mundo a un nuevo reino, no sólo de libertad,
sino de amor y belleza.
Considerada en sí misma, la conjunción Sol-Urano de Shelley
puede verse como su poderosa autoidentificación (Sol) con el
impulso de libertad y rebelión (Urano) de Prometeo, al punto de
que colocó al propio Prometeo como el centro heroico de su logro
literario más destacado. A su vez, la triple conjunción con Venus
puede reconocerse en la particular inflexión que Shelley imprimió
al mito prometeico, en el que el amor y la belleza -cualidades ar
quetípicas de Venus- quedaban esencialmente ligadas a la libertad,
la rebelión y la manifestación heroica del sí mismo. Similares carac
terísticas de la combinación planetaria Venus-Urano fueron la ten
dencia de por vida de Shelley a la libertad y la impredictibilidad
romántica, súbitos despertares de nueva atracción amorosa y eróti
ca, actos impulsivos de rebelión al servicio del amor y la belleza, y
repetidas situaciones amorosas que desafiaban las limitaciones y las
estructuras convencionales, como relaciones prematrimoniales y
extramatrimoniales y otras relaciones condenadas por la opinión
social o la autoridad parental.
Será útil citar aquí otro ejemplo de esta misma correspondencia
arquetípica que implica una configuración Sol-Venus-Urano. Ri
chard Wagner, como Shelley, nació con el Sol y Venus en estrecho
alineamiento con Urano (una oposición). En la vida y en la perso
nalidad de Wagner, así como en los principales argumentos y per
sonajes heroicos de sus óperas, es fácil reconocer temas arquetípi
cos e impulsos prácticamente idénticos a los que se acaba de citar a
propósito de Shelley: la estrecha asociación de la creatividad artís
tica con la libertad, la rebelión y la impredictibilidad románticas;
737
súbitos despertares de nueva atracción amorosa y erótica; repetidas
situaciones en las que la impulsiva persecución de esas relaciones se
libera de compromisos anteriores, subvierte las convenciones
sociales y desorganiza las estructuras vitales establecidas.
Igualmente ilustrativo es el ritmo de los tránsitos de Wagner que
implican esa misma configuración natal. Urano en tránsito se opuso
al Urano natal de Wagner (el mismo tránsito que los mencionados
en el capítulo anterior a propósito de Galileo, Descartes, Freud,
Jung, Friedan, etc.) y se unió a la conjunción natal Sol-Venus en
1857-1859. Éstos fueron los tres años durante los cuales Wagner
compuso Tristán e /solda, su obra musical más revolucionaria, que
marcó un umbral creador decisivo en su evolución artística. Tanto
en su carácter musical, radicalmente innovador, como en su argu
mento, un repentino despertar de amor romántico y erótico que
desafía las estructuras sociales establecidas, Tristán e /solda refleja
precisamente el complejo arquetípico constituido por los princi
pios de Prometeo y Venus en síntesis dinámica. Además, fue justa
mente durante esos años cuando Wagner, que estaba casado, se ena
moró repentinamente de Mathilde Wesendonck, la joven mujer de
un mecenas, lo que produjo la ruptura de ambos matrimonios. El
drama romántico personal de Wagner y su composición de Tristán
e /solda, que reflejan precisamente el complejo arquetípico Venus
Urano, estaban tan interconectados que los biógrafos y los musicó
logos siguen discutiendo cuál de ellos fue causa y cuál efecto.
A menudo dos individuos nacen con dos alineamientos muy
distintos que implican el Sol, como son la conjunción Sol-Urano de
Shelley y la conjunción Sol-Saturno de Schopenhauer, con rasgos
de personalidad y tendencias biográficas en correspondiente con
traste, pero tienen en común otra combinación planetaria y com
parten claramente en su vida los temas arquetípicos correspondien
tes. Por ejemplo, Schopenhauer y Shelley nacieron con Venus y
Urano en aspecto mayor (un trígono, en el caso de Schopenhauer).
Podemos reconocer en el pensamiento filosófico de Schopenhauer
un sugerente paralelismo con ese alineamiento, pues en el contexto
más amplio de su filosofía pesimista, profundamente saturniana,
Schopenhauer también enseñó, como una de sus doctrinas más
importantes, que el arte y la contemplación estética (Venus) eran lo
que mejor permitía al ser humano elevarse repentinamente y libe
rarse (Urano) de la esclavitud de la existencia ordinaria.
A su vez, fue específicamente este elemento del pensamiento de
Schopenhauer el que influyó en Wagner -no el pesimismo general,
sino la doctrina de la emancipación a través del arte y el papel espe
cial del genio artístico como mediador de esa transfiguración (y lo
que estos hombres tenían en común era la combinación planetaria
Venus-Urano)-. En otros aspectos, la personalidad de Wagner se
parecía más a la espontánea y heroica personalidad de índole pro
meteica de Shelley -en verdad, su yo prometeico era más extrema
do que el de éste- que a la personalidad y la postura espiritual de
Schopenhauer, mucho más saturnianas. Una vez más, esta semejan
za subyacente en la personalidad y la expresión de Wagner y
Shelley tiene su paralelo en su compartido alineamiento natal Sol
Urano, en contraste con el de Sol-Saturno de Schopenhauer.
23. En términos epistemológicos, el papel activo, interpretativo
y participativo en la cognición arquetípica es comparable al con
cepto de intelecto activo, nous poietikós, que anticipara ya Aris
tóteles. El intelecto activo es la facultad de la mente que permite
reconocer los universales en los fenómenos, de manera muy seme
jante a como la luz permite que la existencia potencial de los colo
res se actualice en las cosas. (Véase W. D. Ross, Aristotle: A Com
plete Exposition of His Works and Thought, 5ª ed., Nueva York,
Medirian, 1959, pp. 146-149.) El texto original sobre este concepto
se halla en el De Anima, y la perspectiva ha sido luego desarrollada
por Tomás de Aquino, Goethe, Rudolf Steiner y Owen Barfied.
ÉPOCAS DE REVOLUCIÓN
739
la trascendental transformación que una generación revolucionaria
se siente llamada a realizar:
Por todas partes oigo el ruido de pies que marchan a la carga ...
porque el verano está aquí y es el momento de luchar en la calle ...
creo que es el momento para una revolución en el palacio ...
pero ¿qué puedo hacer yo, un pobre chico, salvo cantar en una banda de
rock?
74º
período 1845-1856 llevó a la Guerra Civil, que comenzó cuando
Saturno entraba en alineamiento cuadrático con Urano, en 186 I.
Análoga estructura fue visible en el surgimiento ininterrumpido de
impulsos y actividades radicales en la vida política rusa durante la
oposición de Urano y Plutón de 1896-1907 (incluida la creación de
Partido Bolchevique por Lenin y Trotsky y la Revolución de 1905-
1906), que llevó a la Revolución Bolchevique cuando Saturno entra
ba en oposición con Urano, en 1917.
6. «Un buen número de historiadores -entre ellos Roger B.
Merriman (1938), H. R. Trevor-Roper (1959), E. Hobsbawm (1954)
y J. M. Goulemot (1975)- han llamado la atención sobre la aparición
casi simultánea de revueltas, sublevaciones o revoluciones en dife
rentes lugares de Europa a mediados del siglo XVII: en Inglaterra,
Francia, Países Bajos, Cataluña, Portugal, Nápoles y otros sitios.
Fue, sin duda, una época de crisis e inestabilidad y hasta se podría
tener la impresión de estar ante una revolución general, de la que los
acontecimientos geográficamente aislados eran tan sólo manifesta
ciones individuales» (Cohen, Revolution in Science, p. 77).
7. Después de observar que los cambios revolucionarios en la
ciencia tenían lugar en la misma época general que los amplios acon
tecimientos políticos revolucionarios de mediados del siglo XVII,
Cohen agrega: «Pero, por lo que sé, nadie ha relacionado la revolu
ción científica con las otras revoluciones que se produjeron en el
mismo siglo, ni ha especulado acerca de que el espíritu revoluciona
rio que agitó el campo de la política pudiera haber sido el mismo
que provocó conmociones en las ciencias» (Revolution in Science, p.
78). Los lectores de la meticulosa obra de Cohen notarán de inme
diato la extraordinaria consistencia de la relación entre, por un lado,
las grandes épocas revolucionarias y los acontecimientos que él re
conoce paradigmáticos, tanto en el ámbito intelectual como en el
político, y, por otro lado, la secuencia cíclica de conjunciones y
oposiciones de Urano y Plutón que aquí se ha analizado: la Revo
lución Inglesa, la Revolución Francesa, las revoluciones de 1848, la
de 1960; Copérnico y Vesalio; Kepler, Galileo y Gilbert; Descartes
y Boyle; Lavoisier y Hutton; Faraday y Maxwell; Marx y Engels;
Darwin y Wallace; Planck, Einstein y Freud; la tectónica de placas
y Kuhn; etcétera. En la sección dedicada al ciclo de Júpiter-Urano
se estudiarán más correlaciones significativas temporalmente preci
sas con respecto a Newton, Darwin, Einstein y otros.
8. Se puede esbozar rápidamente la secuencia diacrónica de
correlaciones entre el ciclo de Urano-Plutón e importantes evolu
ciones históricas en el poder de la prensa, la lucha por la libertad de
prensa y el surgimiento de los medios de comunicación de masas.
74 1
La conjunción de 1960-1972 coincidió con un florecimiento hasta
entonces completamente desconocido de la prensa contracultura!,
pues en ese momento aparecieron repentinamente centenares de
semanarios alternativos en ciudades de todo Estados Unidos y
Europa, la influyente publicación de los Pentagon Papers por The
New York Times y The Washington Post, la nueva difusión y el nue
vo poder de los medios de comunicación de masas en general, y,
más específicamente, la influencia sin precedentes de estos medios
como reflejo de la opinión generalizada contra la Guerra de Viet
nam, sobre la que a su vez influía. La oposición anterior de Urano
y Plutón de 1896-1907 coincidió con el nuevo poder del periodis
mo progresista-reformista, la prensa sensacionalista y amarilla, en
especial bajo Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst, que afec
tó las políticas y decisiones nacionales e internacionales en esos
años y los posteriores. La conjunción de 1845-1856 coincidió no
sólo con la proliferación de las publicaciones revolucionarias y
socialistas en asociación con las revoluciones de 1848-1849 y El
manifiesto comunista de Marx y Engels, sino también con el papel
del nuevo telégrafo en la aceleración de la comunicación de masas
en todo el mundo, el invento de la prensa rotativa, que permitió la
impresión en gran escala, la fundación de los servicios de Asso
ciated Press y Reuters, el comienzo de la publicación del London
Daily News como primer periódico barato de Gran Bretaña (edita
do por Charles Dickens), y el inicio de la publicación del Daily
Telegraph en Londres, Le Figaro en París, The New York Times y
The Chicago Tribune, el primer periódico importante sobre los
derechos de las mujeres (Lily, editado por Amelia Bloomer), y la
rápida proliferación y expansión de la influencia de la prensa diaria
en los Estados Unidos en general en esos años.
La oposición precedente de 1787-1798, la correspondiente a la
Revolución Francesa, coincidió con el establecimiento de la liber
tad de prensa en Estados Unidos mediante la ratificación de la
Carta de Derechos en 1789, así como con los múltiples aconteci
mientos que en este campo se asociaban en Francia a la Revolución,
como la edición de la primera publicación socialista, Le Tribun du
Peuple, a cargo de Babeuf. La conjunción de 1705-1716 coincidió
con el rápido desarrollo de la prensa y el periodismo político y cul
tural en Inglaterra. Entre las publicaciones, Review de Daniel De
foe, The Examiner de Jonathan Swift, y The Tatler y The Spectator
de Addison y Steele. La oposición anterior, la del período de 1643-
1654, coincidió con una pujanza similar de la prensa disidente en
Inglaterra, y con el fecundo manifiesto de John Milton a favor de la
libertad de prensa en 1644, conocido como Areopagítica. La oposi-
742
ción anterior, durante la Reforma radical, coincidió con la influyen
te publicación de Lutero de su Biblia Alemana en 1 534, el mismo
año en que Enrique VIII rechazó el control papal en Inglaterra. Fi
namente, la primera conjunción del período de la era moderna,
1450-1461, coincidió con el desarrollo de Gutenberg de la prensa
tipográfica, que hizo posible toda la secuencia de posteriores evo
luciones cíclicas que acabamos de mencionar.
9. Así, los famosos versos de Wordsworth en The French
Revolution As It Appeared to Enthusiasts at Its Commencement:
743
la conjunción exacta con Plutón (con el Sol a 4º de Urano y a 12 º
de Plutón). He comprobado con regularidad que estas configura
ciones, cuando el Sol se halla entre otros dos planetas, se correla
cionan con expresiones particularmente intensas de los principios
arquetípicos pertinentes en interacción compleja.
13. En vida de Schopenhauer se produjeron tres alineamientos
cuadráticos del ciclo de Urano-Plutón: la oposición correspondien
te a la época de la Revolución Francesa, cuando nació; la cuadratu
ra siguiente, cuando escribió y publicó El mundo como voluntad y
representación, en 1818-1819; y, finalmente, la conjunción de fina
les del ciclo, durante el período 1845-1856, cuando su filosofía fue
por primera vez objeto de amplia lectura y empezó a ejercer in
fluencia cultural, lo que ocurrió después de la publicación, en 1851,
de su volumen de ensayos y aforismos titulado Parerga y Para
lipomena.
14. Nietzsche nació en octubre de 1844, cuando Urano se había
desplazado a 19º de la conjunción exacta con Plutón. Como vere
mos más adelante, al mismo tiempo Júpiter estaba en estrecha con
junción con Urano (7º) al comienzo de una amplia triple conjun
ción con Plutón. Nietzsche también nació con el Sol y Plutón en
exacta oposición, comparable a la conjunción del Sol y Plutón en el
caso de Freud, aunque considerablemente más exacta, lo que a
menudo se asocia a una vigorosa identificación personal con el
principio dionisíaco.
15. El abrupto aumento del número de plantas de energía
nuclear encargadas a partir de la década de 1960 queda bien refleja
do en el gráfico del Instituto de Energía Nuclear que muestra el
«ascenso y la caída de la energía nuclear», en http://www.pbs.org/
wgbh/pages/frontline/shows/reaction/maps/chart2.html. El ascen
so empieza en el momento de la conjunción exacta de Urano y
Plutón de 1965-1966 y se extiende hasta 1974, cuando la conjun
ción alcanza los 20º de separación, tras lo cual se produce un brus
co descenso. La curva temporal, en estrecha correlación con el ali
neamiento de Urano y Plutón, se parece enormemente a las trayec
torias de otros fenómenos arquetípicamente pertinentes durante
esos mismos años, como la cantidad de expediciones espaciales tri
puladas en el programa lunar o el número anual de rebeliones estu
diantiles, manifestaciones contra la guerra, marchas por los dere
chos civiles, manifestaciones del poder negro y disturbios urbanos.
Otros fenómenos pertinentes muestran un rápido incremento que,
aunque comienza también en este período, no decae con posterio
ridad, como muestra la estadística que mide los cambios sociológi
cos en las costumbres sexuales, el divorcio, el número de partos de
744
mujeres solteras, la cantidad de instituciones pornográficas (de 9 en
Nueva York City en 1965 a 245 en 1977), etcétera.
16. En su juventud, Nietzsche utilizó la palabra Übermensch
para referirse a Byron; en su obra de madurez, el término adquirió
un significado completamente distinto. Elvis Presley, que encarnó y
anticipó el explosivo despertar y la erupción de lo dionisíaco que
irrumpió de lleno en el nivel colectivo durante la década de los se
senta, nació durante la cuadratura de Urano y Plutón de los años
treinta (en estrecho alineamiento con Venus y el Sol).
17. La íntima relación entre, por un lado, la vida y la obra de
Shelley y, por otro, el período de la Revolución Francesa, uno y otra
nacidos durante la oposición de Urano y Plutón, se expresa en mul
titud de formas. Sobre el significado de la Revolución Francesa,
Shelley escribió penetrantes ensayos, pero también apasionada poe
sía. La orientación de sus convicciones políticas estaba profunda
mente influida por la Investigación referente a la justicia política y
su influencia en la virtud general y la felicidad, que William Godwin
estaba escribiendo precisamente cuando nació Shelley (y que se pu
blicó en 1793). Por último, Shelley se fugó y luego se casó con Mary
Godwin, hija de William Godwin y Mary Wollstonecraft, los dos
promotores del pensamiento radical inglés de la década de los no
venta del siglo XVIII, cuya obra fue tan emblemática de la época y
tanta influencia ejerció en los períodos posteriores presididos por
Urano-Plutón; estas dos figuras habían nacido durante la cuadratu
ra anterior de Urano y Plutón.
18. La estrecha asociación del ciclo de Urano-Plutón con los
avances tecnológicos, el impulso al progreso y la tendencia a la in
vención y el experimento no viene sugerido únicamente por la gran
cantidad de hitos de la historia de la tecnología ya mencionados en
el capítulo, sino también por la frecuente correlación de este ciclo
con el nacimiento de individuos cuya vida y trabajo reflejaron estos
temas de maneras específicamente significativas. Tanto los descu
brimientos pioneros de Benjamín Franklin acerca de la naturaleza
de la electricidad y el rayo como la abundancia de sus inventos
prácticos (la estufa de hierro, el pararrayos, las gafas bifocales) son
representativos de esa tendencia. También es evidente aquí la aso
ciación arquetípica del Urano astrológico y el Prometeo mítico con
la electricidad (el fuego robado a los cielos).
Franklin nació en 1706, bajo la conjunción de Urano y Plutón
de comienzos del siglo XVIII, y durante la oposición inmediatamen
te siguiente, en 1791, nació Michael Faraday, el gran científico ex
perimental que descubrió el electromagnetismo e inventó el motor
eléctrico, el generador y el transformador y que, finalmente, pro-
745
dujo la sustitución de la energía de vapor por la electricidad en la
Revolución Industrial. La conjunción inmediatamente posterior de
Urano y Plutón, la de mediados del siglo XIX, coincidió con el naci
miento de Edison (1847) y de Tesla (1856). Muchos individuos de
la generación que vino al mundo durante los años sesenta, bajo la
conjunción más reciente, notablemente cómodos con la alta tecno
logía, han desempeñado papeles fundamentales en el avance y la
difusión de la revolución informática que dio comienzo en los años
de su nacimiento.
19. Muchos otros temas característicos del ciclo de Urano
Plutón son evidentes durante el período de conjunción de 1592-
1602, además de los hitos de la Revolución Científica, la renovada
intensidad creativa del período isabelino, y la lucha titánica y los
instintos desatados de las piezas de Shakespeare, mencionados en
el texto. En esa época, el exaltado impulso a la exploración de nue
vos horizontes y a la afirmación del poder vuelve a expresarse en
el rápido avance de la exploración mundial europea y del comercio
mundial: la Compañía Holandesa y la Compañía Británica de las
Indias Orientales se fundaron, organizaron viajes y empezaron la
colonización durante este alineamiento; Inglaterra y Francia pene
traron en América del Norte (en una expedición ballenera, John
Smith exploró y dio nombre a Nueva Inglaterra, mientras que los
franceses construyeron asentamientos en la región del río San
Lorenzo); el navegante vasco-español Vizcaíno bordeó la costa de
California hacia el norte y llegó a la que bautizó como bahía de
Monterrey. La ininterrumpida rebelión irlandesa, encabezada por
Hugh O'Neill, conde de Tyrone, se produjo durante este período
y derrotó una y otra vez a los ejércitos británicos enviados por Isa
bel para sofocarla. En la historia de la libertad religiosa, un jalón
de gran importancia es el Edicto de Nantes (1598), que garantizó
la libertad religiosa de los hugonotes (protestantes) en Francia.
Una forma interesante del tema del desencadenamiento de fuerzas
del poder de la naturaleza puede reconocerse en el comienzo,
durante esta década, del encierro de los sanfermines de Pamplona,
España.
.20. Lo mismo que en otras ocasiones en estos capítulos, me
refiero aquí a los mismos fenómenos que ya he examinado, pero
desde un punto de vista diferente. Aunque muchas veces los temas
anteriores -revolución científica y tecnológica, por ejemplo, o libe
ración sexual- se solapaban con la categoría a la que ahora nos refe
rimos, mi interés específico se centra aquí en la creatividad cultural
por sí misma. El fenómeno de la creatividad parece estar asociado a
los tres arquetipos planetarios exteriores, cada uno de ellos con una
inflexión diferente. En una sección posterior examinaremos corre
laciones con Neptuno y sus cualidades y motivos distintivos. En el
ciclo de Urano-Plutón que aquí analizamos, el principio de Pro
meteo asociado a Urano comprende los aspectos de la creatividad
que implican inventiva, repentinos e imprevistos despertares y sal
tos espectaculares, el excitante impulso a producir lo nuevo, cam
bios bruscos en el despliegue de la realidad, brillantes y asombro
sos descubrimientos y avances, así como la necesidad urgente de
liberar a los seres humanos de limitaciones y cargas. En contraste,
el principio plutónico-dionisíaco concierne más al aspecto elemen
tal de la creatividad -desde las profundidades, desde los manantia
les evolutivos de la naturaleza y desde las profundidades del
inconsciente, lo ctónico y lo libidinal-, es decir, la creatividad como
complemento polar y compensación del aspecto destructivo del
mismo arquetipo de Plutón, fundamentalmente ambiguo.
Así, la síntesis dinámica de estos dos principios, el prometeico
y el dionisíaco, que tiende a darse durante alineamientos del ciclo
de Urano-Plutón, es especialmente sinérgica en la constelación de
creatividad. Shakti, la suprema diosa india y principio del poder
creativo divino, es por muchas razones una síntesis de estos dos
principios (y también en combinación con Neptuno). Los períodos
presididos por Urano-Plutón pueden considerarse épocas marca
das por el despertar particularmente vivaz y poderoso de Shakti en
la psique colectiva, como se expresa en continuas y amplias mani
festaciones de creatividad cultural y eros.
11. Análoga comparación podría realizarse con la filosofía del
proceso de Whitehead, en la que los conceptos de eficacia causal y
concrescencia sugieren la continuada herencia y presencia del pasa
do entero en cada actualidad presente.
22. Sobre este fragmento de Jenófanes, véase W. K. C. Guthrie:
«El énfasis en la búsqueda personal y en la necesidad de tiempo
hace de esta frase la primera afirmación conservada en la literatura
griega de la idea de progreso en las artes y las ciencias, progreso que
depende del esfuerzo humano y no -o al menos no ptimordialmen
te- de la revelación divina» (A History of Greek Philosophy, vol. 1,
The Earlier Presocratics and the Pythagoreans, Cambridge, Cam
bridge University Press, 1962, pp. 399-400).
747
análisis de Roben Zoller, analizado en Luke Andrews, «Prediction
and r rth September 2001», new-library.com/zoller/ features/.
2. La conjunción de Saturno y Plutón de 1946-1948, que coin
cidió con el comienzo de la Guerra Fría y la carrera armamentista
nuclear, entró en la zona de penumbra de los 20º en agosto de 1945.
El lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Naga
saki tuvo lugar el 6 y el 9 de agosto de 1945, cuando Saturno y
Plutón se hallaban a 2 rº del alineamiento exacto. En ese momento,
el Sol estaba en conjunción con Plutón, a 4º del alineamiento exac
to. (Cf. la invocación del arquetipo de Plutón en la Bhagavad Gita,
como la recordó J. Robert Oppenheimer cuando fue testigo de la
primera explosión atómica: «Ahora me he convertido en Muerte, en
el destructor de mundos».)
3. El despertar de la actividad terrorista de la segunda mitad del
siglo XX fue más notable durante la conjunción de Urano y Plutón
de los años sesenta: los asesinatos, el terrorismo y la disidencia vio
lenta impregnaron toda la década. Como se analizó en la sección
correspondiente, los alineamientos anteriores de Urano y Plutón,
como los de la Revolución Francesa, los sucesos de r 848 y la entra
da en el siglo XX, coincidieron con oleadas similares de asesinatos,
terrorismo y aparición de filosofías que propugnaban la anarquía y
la revolución violenta. Creo que esto se puede entender como el
perturbador despertar o liberación (Urano) de violentos instintos y
agitaciones sociales (Plutón) en asociación con impulsos y progra
mas revolucionarios o de emancipación (Urano). Los alineamientos
cuadráticos subsecuentes o superpuestos de Saturno y Plutón pare
cen coincidir sistemáticamente con importantes crisis de terror y
represión; a menudo, las dos caras del conflicto expresan en com
pleja síntesis ambas caras de la Gestalt arquetípica.
4. Después de los aspectos mayores, una de las categorías con
correlaciones arquetípicas más sistemáticas en la investigación his
tórica y biográfica es la de los puntos planetarios medios. Cuando
un planeta forma un aspecto muy preciso (de 2º a 3 º), sobre todo la
conjunción, con el punto medio exacto de otros dos planetas, los
tres arquetipos planetarios correspondientes parecen entrar en
compleja interacción. En octubre de 1929, justo antes de producir
se la cuadratura en T de Saturno, Urano y Plutón, estos planetas
formaron una configuración exacta de punto medio. Urano alcan
zó el punto medio exacto de Saturno y Plutón, mientras estos dos
planetas se acercaban por primera vez a su oposición. El 29 de octu
bre de 1929, Urano estaba exactamente -a menos de oº ro'- del
punto medio de Saturno/Plutón. Luego los tres planetas entraron
en una cuadratura en T cada vez más exacta, que se prolongó desde
1930 hasta 1933. Tras la salida de Saturno de este alineamiento,
Urano y Plutón continuaron en una cuadratura de 90º dentro del
orbe de roº hasta 1937 y del de 15º hasta 1939. Justo cuando el ali
neamiento de Urano y Plutón tocaba a su fin, en 1939, Saturno en
traba en cuadratura con Plutón, en coincidencia con el comienzo de
la Segunda Guerra Mundial.
5. Además de los graves escándalos asociados a la jerarquía de
la Iglesia Católica y a compañías como Enron, la oposición de Sa
turno y Plutón de 2000-2004 coincidió con acusaciones contra el
gobierno de Bush por complicidad en los acontecimientos del 11 de
Septiembre, sobre todo por parte del filósofo y teólogo David Ray
Griffin en The New Pearl Harbar, lnterlink, 2004. Muchos otros
hicieron referencia a Watergate en esos años, incluso John Dean,
figura central de las revelaciones que provocaron la dimisión de
Nixon durante la cuadratura de Saturno y Plutón de 1973-1975
Qohn W. Dean, Worse Than Watergate: The Secret Presidency of
George W Bush, Boston, Little, Brown, 2004).
Podrían mencionarse muchos otros escándalos históricos simi
lares a Watergate y al caso Dreyfus que coincidieron con el ciclo de
Saturno-Plutón, como la serie de escándalos alrededor de la Agencia
de Protección Medioambiental durante el primer gobierno de
Reagan, en 1981-1984, o el escándalo del Teapot Dome durante el
gobierno de Harding, que comenzó en 1921, durante la cuadratura
de Saturno y Plutón.
En Francia, el famoso caso del collar de diamantes y el conse
cuente juicio ante el Parlamento que implicó al cardenal de Rohan,
María Antonieta y la corte de Luis XVI, tuvo lugar durante la con
junción de Saturno y Plutón de 1785-1787, inmediatamente antes de
la Revolución Francesa. Otros innumerables escándalos, sin la
misma trascendencia histórica, pero importantes en sus respectivos
ámbitos, coincidieron con alineamientos de este ciclo, como el que
ocurrió en el Centro Zen de San Francisco durante la última conjun
ción de Saturno y Plutón, la de 1983.
El mismo patrón es evidente en los tránsitos personales de car
tas natales individuales: tanto Clarence Thomas como Bill Clinton
nacieron bajo la conjunción de Saturno y Plutón de 1946-1948 y
experimentaban tránsitos personales mayores de Saturno o de
Plutón por las respectivas conjunciones natales de estos planetas en
el momento en que estallaron los escándalos con acusaciones de
mala conducta sexual contra ellos, en 1991 y 1998, respectivamen
te. En ambos casos vemos temas tan característicos del complejo de
Saturno-Plutón como proceso judicial y sentencia sobre activida
des sexuales, profunda humillación pública y, en el caso de Thomas,
749
la incisiva metáfora con la que atacó a los jueces: «Esto es un lin
chamiento de alta tecnología».
6. La civilización de Occidente, de William McNeill, que fue es
crito en parte como respuesta y contrapunto a La decadencia de
Occidente, de Spengler, se publicó durante la conjunción de Urano
y Plutón de 1963 y reflejaba el Zeitgeist de esa época, de progreso
evolutivo en muchos campos -político, social, tecnológico, intelec
tual-, a diferencia del complejo de Saturno-Plutón más evidente en
la visión histórica de Spengler.
7. Como expresión de un motivo de Saturno-Plutón relaciona
do, el modus operandi característico de Cheney después del r r de
Septiembre de 2001 -trabajaba en un bunker subterráneo secreto
desde el cual ejercía el control de la política exterior y las activida
des de seguridad interior- se asemeja asombrosamente a las estrate
gias y la psicología del topo subterráneo que se describen en La
madriguera, de Kafka.
8. Es instructivo el paralelismo biográfico con la secuencia de
conjunciones de Saturno y Plutón en la vida de Schopenhauer.
Hubo en su vida tres conjunciones de Saturno y Plutón. La prime
ra coincidió con su nacimiento, en 1788. La segunda, con la publi
cación de El mundo como voluntad y representación, en 1818,
momento en que el libro fue ignorado casi por completo. Esta
situación no cambió hasta que, muchos años después, Schopen
hauer publicó su colección más accesible de ensayos y aforismos
titulada Parerga y Paralipomena, lo que ocurrió en r 851, durante la
conjunción siguiente de Saturno y Plutón, que coincidió con la
publicación de Moby Dick. Fue también la conjunción correspon
diente al período revolucionario de 1845- r 856, época marcada por
muchos acontecimientos y movimientos en la psique colectiva indi
cativos de la liberación del ello, la lucha de la naturaleza por la
supervivencia y una apertura al profundo fundamento instintivo de
la vida. Sólo a partir del momento en que Urano y Plutón volvie
ron a entrar en conjunción -en triple conjunción con Saturno en el
momento de la publicación de Parerga y Paralipomena-, las ideas
de Schopenhauer comenzaron a ejercer su profunda influencia en el
pensamiento y la cultura europeos, de Wagner y Nietzsche a Freud
y Jung.
9. Muchos de estos mismos temas volvieron a presentarse en
nuevas formas y con fuerza renovada durante la oposición de
Saturno y Plutón de 2000-2004. Un reflejo característico de la nueva
constelación de este complejo arquetípico en este período es el
sumario de acontecimientos mundiales y tendencias geopolíticas
contenido en un artículo ampliamente comentado de Walter Russell
75°
Mead, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores, titulado «lt's
the Dawning Age of the Apocalypse ... » (The Washington Post, 2 de
febrero de 2003). Los diversos motivos, realidades presentes y cre
cientes temores que se mencionaban en ese breve ensayo, escrito
cuando el alineamiento estaba muy cerca de su punto exacto, repre
sentaban una compacta letanía de temas característicos de Saturno
Plutón y referencias históricas: terrorismo masivo; 11 de Septiem
bre; armas de destrucción masiva en manos de naciones del Eje del
Mal; temor generalizado de atentado terrorista nuclear con armas
nucleares canallas; amenazas de Corea del Norte según las cuales
«los Estados U nidos corren el riesgo de caer en la tumba que ellos
mismos han cavado» y, si tal cosa ocurre, «no sobrevivirán»; amena
zas nucleares de Pakistán contra India y a la inversa; referencias a la
Primera y a la Segunda Guerra Mundial, al Holocausto y a Hi
roshima; el reloj del Día del Juicio Final en la cubierta del Bulletin
of the Atomic Scientists, que mostraba el inminente peligro de ani
quilación en que se halla el mundo; aplicación por el gobierno fede
ral de medidas de seguridad del tipo del Gran Hermano; drástica y
permanente caída de la bolsa de valores y extendida depresión eco
nómica; temor de que la tecnología, en manos enemigas, se convir
tiera en un monstruoso Frankenstein para sus creadores; difusión
mundial de las epidemias de sida y malaria; creencia de la mayoría
de los norteamericanos, según una encuesta de Time/CBS, en que el
Apocalipsis bíblico se hará realidad, y del 17 por ciento en que el fin
del mundo se producirá antes de su muerte; creencia de los cristia
nos fundamentalistas en que la victoria de Israel en la Guerra de los
Seis Días de 1967 y su anexión del Muro Occidental significaba la
intervención de Dios en la historia; respuesta fundamentalista isla
mista a la influencia de Occidente en Oriente Próximo; escalada de
acciones y reacciones fanáticas en el conflicto israelopalestino y
apoyo de los cristianos fundamentalistas a Israel, que podría condu
cir a la autorrealización de la profecía de Armagedón, todo lo cual
ha creado un «aquelarre de locura y de agitación». Mead llega a la
conclusión de que «la angustia del Apocalipsis se ha trasladado a
la corriente principal de la política y la cultura de los Estados Uni
dos ... Se ha cruzado una línea ... La Era del Progreso ha quedado
atrás y estamos en la Era de Shiva, destructor de mundos».
10. Cf. la observación del periodista Bill Moyers acerca de la
derecha republicana y el gobierno de Bush de 2001-2004 en el artí
culo de la New York Review of Books titulado «Bienvenida al día
del juicio final»: «Hay muchas cosas con las cuales muchos artífi
ces de esta alianza no están de acuerdo, pero todos forman piña en
torno al plan maestro del presidente Bush para dar marcha atrás a
751
las medidas de protección medioambiental. Una poderosa corrien
te vincula los compinches de las corporaciones multinacionales en
la administración, que consideran que el medio ambiente está listo
para la cosecha, con un núcleo duro de fundamentalistas para quie
nes el medio ambiente es combustible para el incendio que se apro
xima» (24 de marzo de 2005, p. 10).
11. La radical profundización de la gravedad que tiende a sur
gir en la psique colectiva durante los alineamientos de Saturno y
Plutón queda bien expresada en un ensayo de Charlene Spretnak,
escrito menos de un mes después de los hechos del 11 de septiem
bre de 2001:
7 52
puede apreciarse en el carácter y el legado distintivos de la Cons
titución de los Estados Unidos, que vio la luz durante la conjunción
de estos planetas en 1785-1788. Redactada en la Convención Cons
tituyente de 1787 en Filadelfia, analizada y defendida en The Fede
ralist Papers y sucesivamente ratificada, estado por estado, en 1787-
1788, la Constitución fue por entero forjada y legalmente implan
tada bajo esta conjunción. (Como expresión de otros temas carac
terísticos del complejo de Saturno-Plutón, esta misma conjunción
coincidió con el período de severa depresión económica y extendi
da hambruna que afectó a tantos lugares del mundo y que en Fran
cia creó las condiciones sociales críticas que condujeron de inme
diato a la Revolución Francesa, que comenzó el año siguiente,
cuando Júpiter y Urano entraban en conjunción.)
En la Constitución de Estados Unidos es posible reconocer
diversos motivos que sugieren la síntesis positiva de los dos princi
pios asociados a Saturno y Plutón: la estructura de poder duradera
y firmemente establecida, legalmente vinculante y consagrada por
la tradición, la historia y la antigüedad, que proporcionaba una
organización estable (Saturno) de poder (Plutón) en un sistema
complejo de controles y equilibrios que sostenían cuidadosamente
la tensión y la interacción de fuerzas e impulsos políticos en con
flicto. Todas estas cualidades representan precisamente la dinámica
característica del complejo arquetípico de Saturno-Plutón.
Como reflejo de un patrón cíclico diacrónico, el propio James
Madison, principal arquitecto de la Constitución, había nacido en
1751, bajo la conjunción anterior de Saturno y Plutón, exactamen
te un ciclo entero y treinta y seis años antes del nacimiento de la
Constitución que él diseñó. La permanente efectividad del inmen
so poder de control estructural de la Constitución, su contención
estable de la tensión de fuerzas opuestas y su naturaleza de pode
rosa e ininterrumpida autoridad, todo ello debe mucho a la menta
lidad y el carácter de Madison. Él mismo se inspiró en los escritos
sobre separación y equilibrio de poderes de John Locke, quien
había nacido bajo la oposición exacta de Saturno y Plutón de un
siglo antes (en 1632, el mismo alineamiento que coincidió con el
proceso a Galileo).
Podemos reconocer el espíritu y el ambiente característicos de
este complejo tanto en la seriedad y la gravedad de las entonaciones
que acompañan a casi todos los pronunciamientos públicos sobre
la Constitución, como, por ejemplo, «la gran sabiduría de nuestra
Constitución Americana» o «lo que nuestros Padres Fundadores
establecieron liace más de dos siglos». Lo mismo vale para la grave
acusación de que algo «es inconstitucional» o para la terrible adver-
753
tencia de que «nuestra nación está en crisis constitucional», como
ocurrió en la época de Watergate y también después de la elección
presidencial del año 2000. Ambas crisis coincidieron exactamente
con alineamientos de Saturno y Plutón. También vemos los temas
pertinentes en la autoridad prácticamente inexpugnable de la
Constitución, que en ciertos aspectos sugiere una estructura de ley
religiosa a la que se ha investido de la legitimidad de la sabiduría
omnisciente y de incuestionable autoridad divina.
A estas alturas podemos empezar a observar el lado sombrío de
ese mismo complejo arquetípico, pues el vigor y las virtudes de la
Constitución están ligadas a sus profundos defectos. Por ejemplo,
su extremada resistencia a la modificación, aun en el caso de que la
reforma sea decisiva para salvar sus principios democráticos y dese
ada por la mayoría de los ciudadanos. Particularmente expresiva de
las dimensiones sombrías del complejo de Saturno-Plutón, pese a las
mejores intenciones de sus principales arquitectos, fue la aprobación
constitucional de la esclavitud, cuidadosamente incorporada en su
estructura original porque así lo requerían los estados esclavistas del
sur como moneda de cambio para su ratificación.
El legado de lo que se ha llamado «pecado original» de la nación,
permitió y sustentó el inmenso padecimiento de una infinidad de
hombres, mujeres y niños, así como la inconmensurable corrupción
y el endurecimiento del alma de los amos esclavistas, que llevó a la
catastrófica purificación de la Guerra Civil. Su herencia se prolongó
en el gran número de leyes, como la de Jim Crow y los poli taxes
-impuesto uniforme por persona cuya satisfacción era requisito
para votar-, con el fin de privar de derechos a los negros y segregar
los, que se puso en práctica y se extendió prácticamente sin excep
ciones en coincidencia con los posteriores alineamientos de Saturno
y Plutón. Ese legado continuó asimismo en los pertinaces efectos
del racismo que impregnó y laceró la sociedad norteamericana, lo
que resultó particularmente claro durante alineamientos de Saturno
y Plutón tales como la oposición de 1964-1967, o, una vez más,
durante la cuadratura más reciente de 1992-1994, cuando los distur
bios urbanos provocados por la injusticia racial sacudieron a la
nación entera.
Además, como la nación descubrió en la elección presidencial
de 2000, al comienzo de la oposición de Saturno y Plutón más
reciente, las distorsiones que la Constitución y el Colegio Electoral
producían en la estructura de las elecciones presidenciales conti
nuaron hasta culminar en la elección de ese año, con la consagra
ción presidencial de un candidato que había obtenido medio millón
de votos menos que su adversario. El significativo papel que
754
desempeñaron en esta elección los millares de casos confirmados de
afroamericanos sistemáticamente privados del derecho a votar y,
finalmente, el papel decisivo que representó el Tribunal Supremo,
también constituyen expresiones típicas del complejo arquetípico
asociado a los alineamientos de Saturno y Plutón. La faz victimista
del complejo de Saturno-Plutón quedó vivamente reflejada en la
sensación de fraude a los valores democráticos que muchas perso
nas experimentaron tras la decisión del Tribunal.
El propio Tribunal Supremo, que la Constitución estableció du
rante la misma conjunción de Saturno y Plutón de 1787-1788, ha
sido durante mucho tiempo portador de la misma capa de solemne
autoridad: la oscura gravitas de sus túnicas negras, sus sacrosantas
salas de sesión, la solidez granítico-marmórea de su templo, la auto
ridad patriarcal de sus muy sopesados pronunciamientos, su respe
to reverencial por los Padres Fundadores, su constitución -abruma
doramente dominada por jueces varones y de edad avanzada-, sus
prolongadas y lentas deliberaciones y su penetrante discusión de
profundos problemas y conflictos judiciales, sus sentencias solem
nes e indiscutibles.
También vemos el complejo de Saturno y Plutón en la persisten
te preocupación del Tribunal por «la intención originaria» de los
Padres Fundadores y el tremendo poder de los juicios del pasado en
sus debates y tomas de decisióm. Y lo reconocemos en las tenden
cias marcadamente conservadoras del Tribunal (con significativas
excepciones, como la del activismo liberal del Tribunal Warren
durante la conjunción de Urano y Plutón de los años sesenta del
siglo xx). Finalmente, en su condición de última instancia de apela
ción, en sus decisiones imbuidas de autoridad y en sus sentencias
finales, sobre todo las condenas a muerte y las ejecuciones, se
advierte otro tema arquetípico del complejo de Saturno-Plutón: el
del Juicio Final. La instalación en el vestíbulo del Tribunal Supremo
del Estado de Alabama de un monumento de granito de 2.395 kilo
gramos que lleva inscritos los diez mandamientos, ordenada por el
presidente de ese tribunal entre 2001 y 2003, durante el alineamien
to más reciente de Saturno y Plutón, sugiere la estrecha asociación
arquetípica en la conciencia norteamericana entre la Constitución de
los Estados Unidos y la autoridad bíblica.
14. En Recuerdos, sueños, pensamientos, Jung habla de Scho
penhauer como «el gran hallazgo»:
Fue el primero que habló del sufrimiento del mundo ... y de la confu
sión, la pasión, el mal... Por fin aparecía un filósofo que tenía el valor de
opinar que el fundamento del mundo no se hallaba en lo mejor. No habla-
755
ba ni de una providencia de la creación, sapientísima e infinitamente buena,
ni de la armonía de lo creado, sino que decía claramente que el doloroso
curso de la historia de la humanidad y la crueldad de la naturaleza se basan
en un defecto, a saber, la ceguera de la voluntad creadora del mundo.
La última tortura, la que sirve de remate a todas las otras del infierno,
es su eternidad. ¡Eternidad! ¡Oh, tremenda y espantosa palabra! ¿Qué
mente humana podrá comprenderla? Y tened presente que se trata de una
eternidad de sufrimiento. Aunque las penas del infierno no fueran tan terri
bles como son, se harían infinitas sólo por estar destinadas a durar para
siempre. Pero al mismo tiempo que son eternas, son también, como sabéis,
insufriblemente intensas, intolerablemente extensas. Sufrir aunque fuera
sólo la picadura de un insecto por toda la eternidad, sería un tormento
espantoso. ¿Qué será, pues, el sufrir para siempre las múltiples torturas del
infierno? ¡Para siempre! ¡Por toda la eternidad! No por un año, ni por un
siglo, ni por una era, sino para siempre. Tratad de representaros la horrible
significación de estas palabras. Vosotros habréis visto frecuentemente las
arenas de una playa. ¡Qué diminutos son los granillos de la arena! ¡Y cuán
tos de estos granillos hacen falta para formar el puñadito que un niño abar
ca con la mano en el juego! Pues imaginad ahora una montaña de esta arena
de más de un millón de millas de altura, que alcanzara desde la tierra hasta
los cielos empíreos, de más de un millón de millas de ancho, tal que se
extendiera hasta el espacio más remoto, y de más de un millón de millas de
espesor; e imaginad esta enorme masa de innumerables partículas de arena,
multiplicada tantas veces como hojas hay en el bosque, gotas de agua en el
enorme océano, plumas en los pájaros, escamas en el pez, pelos en los ani
males y átomos en la vasta extensión de los aires. E imaginad que al cabo de
un millón de años viniera una avecilla a la montaña y se llevara en el pico un
solo granillo de arena. ¿Cuántos millones de millones de centurias transcu-
757
rrirían antes que la avecilla hubiese transportado ni tan siquiera un pie cua
drado de la arena de la montaña, y cuántos siglos de siglos de edades tendrí
an que transcurrir antes de que la hubiese transportado toda? Y sin embar
go, al final de tan enorme período de tiempo ni aun siquiera un solo instan
te de la eternidad podría decirse que había transcurrido. Al fin de todos esos
billones y trillones de años, la eternidad apenas si habría empezado. Y si esta
montaña volviera a levantarse tan pronto como el pajarillo hubiera termina
do de transportarla, y el pájaro volviera y la comenzara a transportar de
nuevo, grano a grano, y así se volviera a levantar y a ser transportada tantas
veces como estrellas hay en el cielo, átomos en el aire, gotas de agua en el
mar, hojas en los árboles, plumas en los pájaros, escamas en el pez, pelos en
los animales, -al fin de todas estas innumerables formaciones y desaparicio
nes de aquella montaña inmensurablemente grande, no se podría decir ni
que un solo instante de la eternidad había transcurrido; aun entonces, al fin
de aquel enorme período, que sólo el imaginarlo hace girar nuestro cerebro
vertiginosamente, aun entonces, la eternidad apenas si habría comenzado.
Un bienaventurado santo (y me parece que era uno de nuestros padres)
fue favorecido una vez con una visión del infierno. Le pareció encontrarse
en un grande y oscuro vestíbulo, sumido en un profundo silencio, turbado
sólo por el tictac de un gran reloj. El tictac seguía incesantemente. Y le pare
ció al santo aquel que el sonido del tictac era la incesante repetición de las
palabras siempre, jamás, siempre, jamás. Siempre, estar en el infierno; jamás,
estar en el cielo; siempre, estar privado de la presencia de Dios; jamás, gozar
de la visión beatífica. Siempre, ser comido por las llamas, roído por la gusa
nera, pinchado con púas; jamás, verse libre de estas penas. Siempre, tener la
conciencia atormentada, la memoria exasperada, la mente llena de oscuridad
y desesperación; jamás, escapar de estos tormentos. Siempre, maldecir y
denostar a los horrendos demonios que se gozan e,1 contemplar la miseria
de las víctimas de sus engaños; nunca, contemplar los brillantes ropajes de
los santos espíritus; siempre, clamar a Dios, desde los abismos del fuego,
por un instante, un solo instante de tregua a la horrible agonía, y nunca,
recibir, ni aun por un instante, el perdón de Dios. Siempre sufrir, nunca
gozar; siempre estar condenado, y nunca obtener salvación; siempre, nunca;
siempre, nunca. ¡Oh, cuán horrendo castigo! Una eternidad de inacabable
agonía, de inacabable tormento espiritual y corporal, sin un rayo de espe
ranza, sin un momento de descanso. Una eternidad de agonía ilimitada en
intensidad, de tormento infinitamente variado, de tortura, que alimenta
eternamente aquello que eternamente devora, de angustia, que perdurable
mente oprime el espíritu mientras despedaza la carne, una eternidad, cada
instante de la cual es ya de por sí una eternidad de dolor. Tal es el terrible
tormento decretado, para aquellos que mueren en pecado mortal, por un
Dios justo y todopoderoso. (Trad. de Dámaso Alonso, Madrid, Alianza
Editorial, 2004, pp. 149-r 52.)
18. Mel Gibson nació cuando la cuadratura de Saturno y Plutón
de 1956 se hallaba a menos de r º del alineamiento exacto (y Marte
también formaba parte de la configuración). Fue el mismo año y el
mismo alineamiento de Saturno y Plutón durante el cual Cecil B.
DeMille dirigió y produjo Los diez mandamientos, otra película de
gran influencia cultural con tema bíblico y motivos similares: el
severo autoritarismo religioso de Moisés, el tonante poder de Yaveh
cuando dicta los mandamientos divinos, el despiadado castigo del
mal, etcétera. La película tuvo como protagonista a Charlton Hes
ton, que nació durante la cuadratura de Saturno y Plutón de 1923, y
llegó a ser otra importante figura conservadora de Hollywood. El
propio DeMille había nacido durante la conjunción de Saturno y
Plutón de 1881. Realizó dos versiones de Los diez mandamientos: la
primera durante la cuadratura de 1923 de esos planetas (bajo la que
nació Heston) y la segunda durante la cuadratura de 1956 (bajo la
que nació Gibson). Muchas de las otras películas de DeMille repre
sentaban el tema típico del complejo de Saturno-Plutón: El signo de
la cruz, Las Cruzadas, Sansón y Dalila, El fruto prohibido,
Madame Satán, La olvidada de Dios, Tentación.
19. Estas correlaciones eran evidentes incluso en la comedia
musical, género en el que tan poco probable es encontrar expresio
nes de temas arquetípicos de Saturno-Plutón. El musical Chicago,
producido y exhibido ante públicos muy vastos durante la oposi
ción más reciente de Saturno y Plutón, la de 2002-2003, estaba satu
rado de motivos propios de este arquetipo: asesinato y venganza,
ambición despiadada, corrupción, submundo criminal y sexual,
prisión y corredor de la muerte, procesos, juicios, culpa, ejecucio
nes, una visión de la motivación humana dominada por un egoísmo
despiadado, y una penetrante estética de negrura y de sombras,
calabozos y revólveres. La obra original fue concebida y producida
durante la cuadratura de Saturno y Plutón de 1973-1975.
20. En muchos de los relatos de Kafka, el protagonista es un
animal atrapado, a menudo un roedor o un insecto, presa de la vida,
como en La madriguera, La metamorfosis y Josefina la cantora o el
pueblo de los ratones. El mismo motivo es brillantemente explota
do por Art Spiegelman, el artista del cómic, en su novela gráfica en
dos partes, publicadas como Maus: A Survivor's Tale y Maus JI:
From Mauschwitz to the Catskills, respectivamente. Basadas en las
experiencias de sus padres como supervivientes de los campos de
concentración nazis, Maus representaba a los judíos como ratones
y a los alemanes nazis como gatos depredadores ( «Katzies» ). Spie
gelman nació durante la conjunción de posguerra de Saturno y
Urano, la de 1946-1948. Los temas de sus obras principales reflejan
759
sistemáticamente el complejo de Saturno-Plutón: al tema central del
Holocausto en Maus le siguió su obra de 2004 In the Shadow of No
Towers, que abordaba la destrucción de las Torres Gemelas del 11 de
septiembre de 2001 y sus devastadoras secuelas psicológicas.
21. El poema 1 de septiembre de 1939 explora muchos temas de
Saturno-Plutón relacionados con los acontecimientos del 11 de
septiembre de 2001: el oscuro final de una época, el mal que come
ten aquellos a quienes se inflige el mal, ciegos rascacielos de acero
y hormigón y el frío y pujante poder del imperialismo, un dios psi
cópata que tiene a su servicio un enemigo que ha enloquecido. Tal
vez lo más pertinente sea su intuición de la humillación y la violen
cia: «El poema -señaló Joseph Brodsky en una ocasión- versa en
realidad sobre la vergüenza, sobre cómo las culturas están contami
nadas de abrumadores sentimientos de vergüenza, sobre su "dolor
creador de hábitos", sobre el intento de huir de esos sentimientos
mediante la violencia. Lo que enloquece a los hombres -lo que los
conduce a dioses psicópatas- es el insoportable sentimiento de ha
ber sido humillados» (Adam Gopnik, The New Yorker, 1 de octu
bre de 2001).
22. Uno de los patrones más sorprendentes que he encontrado
fue una sistemática relación entre los alineamientos de los ciclos de
planetas exteriores (Saturno-Plutón, Júpiter-U rano, Saturno
Neptuno, etcétera) y la simultánea redacción y publicación de gran
cantidad de libros acerca de acontecimientos históricos y temas ya
dominantes durante alineamientos anteriores de los mismos plane
tas. Es fácil evaluar un cuerpo exhaustivo de esta evidencia median
te un examen sistemático de las recensiones de libros, tanto de fic
ción como de no ficción, de cualquier importante revista semanal
de libros, por ejemplo la New York Times Book Review, u otras
publicaciones de este tipo, como la New York Review of Books, la
London Review of Books o el Times Literary Supplement.
La psique colectiva parece modelada y espontáneamente atraí
da por motivos y fenómenos particulares que reflejan estrechamen
te las cualidades arquetípicas de los alineamientos planetarios pre
sentes, cualidades que a su vez fueron dominantes en los aconteci
mientos y el espíritu de épocas anteriores bajo los mismos alinea
mientos. Las cualidades arquetípicas relevantes son así visibles con
regularidad no sólo en la escritura y publicación de libros centra
dos en expresiones contemporáneas de esos temas, sino también en
las obras que exploran manifestaciones históricas previas. Conse
cuencia de ello es la acrecentada conciencia pública, que tiene lugar
en esos períodos, de los motivos arquetípicos correspondientes y
de sus encarnaciones históricas más notables: por ejemplo, durante
los alineamientos de Saturno y Plutón, la publicación de obras,
tanto de ficción como de no ficción, sobre el Holocausto y los cam
pos de concentración, el gulag, las guerras mundiales y la guerra fría,
el terrorismo y el fundamentalismo de otras épocas, la dominación
imperialista, los escándalos y pecados en la historia de la Iglesia, la
caza de brujas, el escándalo de Watergate, la historia de la esclavitud,
etcétera.
23. Edmund More!, el periodista de investigación británico y
fundador de la Congo Reform Association, vio una completa sino
nimia entre el título de la obra de Conrad y la horrible realidad de
la crueldad europea y el sufrimiento africano en el Congo, y califi
có a Leopoldo II de «gran genio del mal». Leopoldo había nacido
con su Sol en estrecha conjunción con la oposición de Saturno y
Plutón (y los tres planetas en estrecha alineación cuadrática con
Marte).
24. Una vez terminada la Respuesta a Job, Jung escribió a un
amigo: «He capturado la gran ballena». Jung, que había nacido bajo
Saturno en cuadratura con Plutón, escribió Respuesta a Job duran
te una enfermedad, en estado de exaltada posesión arquetípica, en
1951-1952, la única vez en su vida que Plutón en tránsito pasó so
bre su configuración natal (Plutón en oposición a Saturno y en cua
dratura consigo mismo).
25. La cabaña del tío Tom, de Stowe, la carta de su amiga y la
protesta pública contra la Ley sobre Esclavos Fugitivos reflejan
también el generalizado despertar del sentimiento antiesclavista y
los fuertes impulsos de emancipación que se dieron durante el perí
odo correspondiente a la larga conjunción de Urano y Plutón de
1845-1856, del que nos hemos ocupado en el capítulo anterior, perí
odo en que las actividades abolicionistas de Frederick Douglass,
Harriet Tubman, John Brown y muchos otros llegaron a su máxima
intensidad antes de la Guerra Civil. La conjunción de Saturno y
Plutón de 1850-1853 tuvo lugar más o menos a mediados de este
período, en el momento de mayor exactitud de la conjunción de
Urano y Plutón, cuando los tres planetas formaban una muy ajusta
da triple conjunción. El destacable fenómeno de La cabaña del tío
Tom -el hecho de que Stowe escribiera la novela, las circunstancias
catalizadoras y la inmensa respuesta popular a su publicación-,
puede entenderse como la constelación simultánea, y con insólita
potencia, del complejo de Saturno-Plutón y del de Urano-Plutón.
26. Noche y niebla 1955 (Cuadratura de Saturno y Plutón), El
prestamista (1965, oposición), La decisión de Sophie (1982, conjun
ción), Shoah (entrevistas documentales, 1981-1985, conjunción) y
La lista de Schindler (1993, cuadratura). Es posible reconocer un
patrón similar en la novela de Philip Roth La conjura contra Amé
rica, escrita durante un período presidido por Saturno-Plutón
(2001-2004) y en la que se recrea otro período presidido por los
mismos planetas, centrado en el año 1940. La novela está plagada de
temas y acontecimientos típicos de Saturno-Plutón, como el auge
de la represión conservadora, el prejuicio y la hostilidad antisemi
ta, una atmósfera impregnada de amenaza y temor, el Holocausto,
la guerra mundial y la impotencia ante oscuras y avasalladoras fuer
zas históricas.
27. Como Wilde había nacido bajo una precisa oposición natal
de Mercurio y Urano, Urano en tránsito se hallaba en conjunción
exacta con su Mercurio natal, aspecto natal y tránsito que a menu
do he encontrado correlacionados con una gran facilidad lingüísti
ca, ingenio brillante y a menudo irreverente, proclividad a las agu
dezas, las bromas, los giros de sentido imprevisto, juegos de pala
bras e irreverencia verbal (como en su ocurrencia «Puedo resistirlo
todo, excepto la tentación», o su famosa declaración al funcionario
de aduana cuando entró en Estados Unidos: «No tengo nada que
declarar, salvo mi genio»).
28. Es importante no olvidar que las correlaciones de tránsitos
personales, tales como las mencionadas a propósito de Shakespeare,
tienen siempre lugar dentro de un contexto más amplio y más com
plejo de tránsitos mundiales y de ciclos de los planetas exteriores.
Por ejemplo, el tránsito mundial de la oposición de Saturno y
Plutón de 1598-1601 (el que coincidió con el proceso y la condena
de Giordano Bruno por la Inquisición) se produjo en exacta coinci
dencia con el comienzo del período trágico de Shakespeare (Julio
César en 1599-1600, Hamlet en 1601), como si el Zeitgeist colecti
vo iniciara lo que luego sería el tránsito shakespeareano de Plutón
por su propio Saturno natal. Comprobé que eso es típico de la
coincidencia «sobredeterminante» de tránsitos personales y mun
diales simultáneos en tales correlaciones.
Cualquier análisis de los tránsitos posibles de Shakespeare im
plica forzosamente la cuestión de la autoría de las obras a él atribui
das. Es posible que el carácter de la carta natal y las relaciones
arquetípicas asociados a tránsitos personales contribuyan a esclare
cer esta cuestión.
29. Citado en Robert Hollander, Dante: A Life in Works, New
Haven, Yale University Press, 2001, p. 91. De acuerdo con lo que
él mismo dice en La divina comedia, Dante nació entre el 1 8 de
mayo y el 17 de junio de 1265. Por tanto, podemos indicar sin duda
la posición de su Saturno natal con un margen de error inferior a 2º.
CICLOS DE CREATIVIDAD Y DE EXPANSIÓN
771
estas dos oposiciones, en r872, Nietzsche publicó su primer libro,
El nacimiento de la tragedia. Durante la conjunción siguiente, en
1886, escribió su compendio filosófico Más allá del bien y del mal.
18. La Estatua de la Libertad fue concebida y propuesta duran
te la oposición de Júpiter y Urano de r865 por el francés Edouard
Laboulaye, presidente de la sociedad antiesclavista francesa, inspi
rado en la muerte de Lincoln y la emancipación de los esclavos al
final de la Guerra Civil. Frédéric-Auguste Bartholdi, el escultor de
la estatua, estuvo presente en la cena en que Laboulaye formuló su
propuesta.
19. Hubo dos momentos en que Júpiter, Urano y Plutón entra
ron en conjunción triple en el siglo XIX, aunque en ninguno de ellos
fue tan exacta como la de 1968-1969. Estos alineamientos se produ
jeron en el inicio y en el final de la conjunción de Urano y Plutón
de mediados del siglo XIX. La primera vez fue en 1844-1845, cuan
do los tres planetas entraron en la franja de 22º del alineamiento
exacto, con aproximaciones de hasta r5º. La segunda vez, que se ha
analizado ya en las notas ro y rr de esta misma parte, se produjo en
1857-1858, al final de la misma conjunción de Urano y Plutón, con
los tres planetas a 21 º del alineamiento exacto.
La coincidencia del primero de estos períodos, r844-r845, con el
comienzo de la colaboración de Marx y Engels, la primera exposi
ción de Darwin de su teoría de la evolución, el período de Thoreau
en Walden Pond, el Tannhauser de Wagner y el nacimiento de Nietz
sche, es indicativa de este complejo arquetípico triplanetario. El
período posterior de r857-r858, que se extendió hasta la primavera
de r859, cuando Júpiter y Urano estaban todavía dentro del orbe de
r5º, coincidió con los diversos hitos que hemos expuesto en la nota
rr de esta parte.
A mitad de camino entre estos dos períodos, en 1850-1852, tuvo
lugar el alineamiento axial más preciso de Júpiter, Urano y Plutón
del siglo XIX, cuando Júpiter entró en oposición a la conjunción casi
exacta de Urano y Plutón. Esta larga oposición (que cruzó la franja
de 15º entre noviembre de 1850 y octubre de 1852) coincidió con la
conjunción de Saturno y Plutón de 1850-1853, ampliamente anali
zada ya en los capítulos anteriores. La potencia de Moby Dick, de
Melville, en r8p; el discurso de Sojourner Truth «¿Es que no soy
mujer?», pronunciado ante la Convención por los derechos de las
mujeres en Akron en 185r; el impacto emancipador y transforma
dor de La cabaña del tío Tom en 1852; la reacción cultural contra la
ortodoxia religiosa bajo la influencia de la filosofía de Schopenhauer
tras la publicación de sus ensayos en r8p; y la enorme exhibición
de progreso tecnológico y científico en la Exposición Universal en
772
el Palacio de Cristal de Londres en 18 51, todo ello sugiere esta com
binación más amplia de múltiples influencias arquetípicas (]úpiter
Urano-Plutón y Saturno-Urano-Plutón).
La triple conjunción de Saturno, Urano y Plutón, que empezó
en 18 50 y terminó en 18 5 3, se reflejó también en el duro retroceso
conservador de las potencias europeas tras los acontecimientos de
1848 y el sinnúmero de medidas que se adoptaron durante ese perí
odo para reprimir los movimientos políticos radicales y revolucio
narios. Por supuesto, 1848 fue el año de mayor eclosión de la agi
tación política y social bajo la conjunción de Urano y Plutón del
siglo XIX -y en efecto la mayor de todo el siglo-, oleada de insu
rrección revolucionaria que coincidió precisamente con el breve
período en que Júpiter estuvo en estrecho alineamiento cuadrático
tanto con Urano como con Plutón, cuando Saturno no había entra
do aún en la configuración.
20. En el campo de la astronomía y la exploración espacial,
durante la oposición de Júpiter y Urano de 2002-2004 se produjo el
primer vuelo espacial tripulado chino; el primer vuelo espacial pri
vado con éxito (SpaceShipOne); el lanzamiento del telescopio espa
cial Spitzer y sus primeros descubrimientos importantes de la tem
prana formación de estrellas y del planeta más joven jamás obser
vado (en relación diacrónica con el lanzamiento del telescopio
espacial Hubble durante la oposición inmediatamente anterior de
Júpiter y Urano, la de 1989-1990); la exitosa sonda a Marte que
envió imágenes procedentes de los exploradores robóticos Spirit y
Opportunity; la llegada del Cassini a Saturno, y el lanzamiento de
la sonda espacial Stanford para poner a prueba la teoría general de
la relatividad de Einstein (formando un patrón diacrónico con el
anuncio de los resultados de la expedición a Isla Príncipe durante la
oposición de 1919-1920. En ese momento también se producía con
éxito la primera teleportación cuántica (lograda de manera inde
pendiente y simultánea en Austria y Estados Unidos).
En el área de los fenómenos prometeicos de índole social y polí
tica, además de las manifestaciones mundiales contra la guerra de
Irak, entre los acontecimientos típicos de Júpiter-Urano cabe citar la
oleada de matrimonios homosexuales que se celebraron en Nueva
Inglaterra y en la Costa Oeste tras la estela de la sentencia del tribu
nal de Massachussets (formando un patrón diacrónico con los dis
turbios de Stonewall durante la conjunción de 1968-1969), y el éxito
sin precedentes de documentales de oposición al sistema como
Bowling for Colombine y Fahrenheit 9/11, de Michael Moore, o The
Fog of War, The Corporation, Outfoxed, Uncovered: The Whole
Truth About the lrak War y The Yes Man.
773
También característica del complejo de Júpiter-Urano fue la re
volución en la industria de la grabación musical producida por la rá
pida difusión de iTunes durante el mismo período (de modo muy
parecido a la revolución que produjeron los discos compactos du
rante la conjunción de Júpiter y Urano de 1983). Entre otros fenó
menos culturales de carácter prometeico cabe mencionar la rápida
transformación de Internet en vehículo de la disidencia política y la
independencia intelectual (sobre el telón de fondo del auge conser
vador durante la oposición de Saturno y Plutón de esos mismos
años), evidente en la amplia influencia de las organizaciones activis
tas progresistas, como MoveOn.org, y el auge de popularidad de
blogs y otros sitios de la web que propagan noticias y opiniones al
margen de la corriente principal de los medios de comunicación.
774
kenstein: un Prometeo moderno. Byron terminó su gran poema au
tobiográfico Las peregrinaciones de Childe Harold y escribió
Manfredo, su primer drama poético, mientras Coleridge publicaba
Biografía literaria, su fértil obra de filosofía romántica. De 1817 son
también muchas otros hitos del Romanticismo, como el comienzo
de la composición de la Novena Sinfonía de Beethoven y la publi
cación de la Enciclopedia de Hegel. Era también la rara configura
ción Qúpiter, Urano y Neptuno en triple conjunción) que tuvo
lugar en el momento en que Dante empezaba a escribir La divina
comedia (1306) y en que Pico escribió el Discurso sobre la dignidad
del hombre (1486).
4. De acuerdo con el calendario juliano que se usaba por enton
ces en Inglaterra, el nacimiento de Newton se produjo el 25 de
diciembre de 1642, que con la introducción del calendario gregoria
no se convirtió en 4 de enero de 1643.
Algunos estudiosos han especulado que el nacimiento de New
ton en Navidad, combinado con la ausencia de padre terrenal (que
murió cuando Newton estaba en el útero) en una especie de eco del
nacimiento de otro redentor del mundo, influyó en la imagen que
Newton tenía de sí mismo, en sus inclinaciones místicas y en sus
obsesiones bíblicas.
5. Durante los años decisivos del comienzo de la composición de
La divina comedia, 1304-1307, Dante vivió los tránsitos personales
de Urano en oposición al Urano natal, Neptuno en oposición a
Urano, Urano en cuadratura con Neptuno y Neptuno en cuadratu
ra con Neptuno. Esta combinación de tránsitos es esencialmente
idéntica a la que vivió Jung entre 1913 y 1918 cuando experimentó
su propio período de transformación psicoespiritual y despertar
creativo en su edad madura (véase nota 11).
6. Charles Dickens, que nació en 1812, cuando la conjunción de
Urano y Neptuno de la época romántica entraba en la franja de los
20º, es un buen ejemplo de cómo determinados individuos nacidos
en esos momentos de penumbra, parecen convertirse en emisarios
de los impulsos arquetípicos surgidos en aquella época. En Dickens
(cuyo Sol y cuya Luna se hallaban en aspecto mayor con Urano y
Neptuno, respectivamente), la clara presencia de la Gestalt de Ura
no-Neptuno es evidente en la revelación imaginativa que infundió a
la novela del siglo XIX con su genio creador comparable con el de
Shakespeare o con el de sus contemporáneos Dostoievski y Tolstoi.
También es visible en sus repetidas versiones de temas uranoneptu
nianos muy característicos, como la súbita epifanía espiritual con
que culmina Canción de Navidad: apariciones sobrenaturales y
visiones reveladoras, inesperada influencia de la gracia divina, cam-
775
bios radicales de conciencia, la experiencia de resurrección y renaci
miento y el despertar de la compasión universal. También es propio
de esta Gestalt el decisivo papel de Dickens en el despertar de la
conciencia colectiva de la era victoriana a una nueva empatía con los
pobres y desamparados de la humanidad.
7. Véase Taylor, Sources of the Sel[, pp. 430-432.
8. La compleja relación entre romanticismo y modernismo, en
la que éste es a la vez desarrollo y antítesis de aquél, es explorada
por Taylor en Sources of the Self, «Epiphanies of Modernism», pp.
456-493.
9. A esto podrían agregarse dos obras de filosofía de enorme
influencia desde dos puntos de vista radicalmente distintos, que die
ron forma al pensamiento posmoderno: Dos dogmas del empirismo
(1951), de Quine, a comienzos del alineamiento, y Verdad y método
(1960), de Gadamer, al final.
10. Como se ha analizado en el capítulo «Ciclos de tránsito per
sonal», el período decisivo para la formación de la psicología de Jung
fue el comprendido entre 1913 y 1918. Este período empezó con la
ruptura con Freud, la serie de intensos sueños proféticos apenas
antes de la Primera Guerra Mundial y su repentina confrontación
con el inconsciente arquetípico, y se prolongó durante los años de
ebullición psicológica e intelectual de los que surgió la concepción
junguiana de la psique y de los procesos de individuación. Todo este
período coincidió con el tránsito mundial de Urano y Neptuno en
oposición. Coincidió también con una extraordinaria convergencia
de tránsitos personales únicos para Jung, tanto de Urano como de
Neptuno en aspecto duro con su Urano y Neptuno natales. Jung
había nacido con Neptuno en cuadratura exacta con el Sol (menos de
1 º) y con Urano en cuadratura exacta con la Luna (menos de 1 ).
º
777
como Dios en el mundo: presente por doquier, pero invisible.
16. Los grandes accidentes espaciales y de aviación, como el
desastre del Apolo I de 1967 y la explosión del Challenger en 1986,
han tendido a coincidir con aspectos duros de Saturno-Urano. Estos
accidentes contrastan con la correlación de exitosos vuelos pioneros
en coincidencia con alineamientos de Júpiter y Saturno: así, los pri
meros vuelos espaciales tripulados por Gagarin, Shepard y Glenn en
1961-1962, la llegada del hombre a la Luna en 1969, la conexión
lograda del Apolo y la Soyuz en el espacio y la primera exploración
exitosa de Marte por el Viking I en 1975-1976, la sonda espacial
Galileo a Júpiter, el Cosmic Background Explorer (COBE) y el te
lescopio espacial Hubble, todos lanzados en 1989-1990, y el primer
vuelo espacial tripulado chino en 2003.
Vemos, por ejemplo, el aterrizaje exitoso del Sojourner Rover en
Marte durante la conjunción de Júpiter y Urano en 1997, seguido
del fracaso del Mars Polar Lander durante la cuadratura de Saturno
y Urano en 1999. Más recientemente, se produjeron los dos aterri
zajes exitosos en Marte del Spirity y el Opportunity en 2004, duran
te la oposición siguiente de Júpiter y Urano. (Una excepción fue el
accidente de la lanzadera espacial Columbia sobre Texas en febrero
de 2003, durante la oposición de Saturno y Plutón, a 3º de la posi
ción exacta, un mes antes de la invasión de Irak por Estados Unidos;
Júpiter y Urano se acercaban entonces a una nueva oposición, a 15º
de la posición exacta.)
En algunos casos, Júpiter y Saturno se alinean con Urano, como
durante el lanzamiento del Hubble en 1990, que en un primer
momento no pudo suministrar imágenes claras debido a un defecto
microscópico en el espejo principal del telescopio. Al mismo tiem
po, Saturno se hallaba en una triple conjunción con Urano y Nep
tuno, coherente con el error técnico que dio como resultado unas
imágenes irremediablemente borrosas y la abrumadora decepción
de los astrónomos. El fallo fue reparado en diciembre de 1993 por
los astronautas durante cinco dramáticos paseos espaciales precisa
mente cuando la conjunción de Urano y Neptuno llegaba al punto
exacto. Después de esto comenzó a llegar un torrente de imágenes
espectaculares y así continuó durante el resto de esa conjunción.
17. Un examen perspicaz de muchos fenómenos relevantes en
esta categoría durante los años noventa se encuentra en Eric Davis,
TechGnosis: Myth, Magic, and Mysticism in the Age of Information,
Nueva York, Three Rivers, 1998, «una historia secreta de los impul
sos místicos que continúan encendiendo y sosteniendo la obsesión
del mundo occidental por la tecnología y en especial por sus tecno
logías de la comunicación» (p. 2). En su introducción, Davis descri-
be el medio actual con metáforas muy gráficas, todas saturadas de
motivos arquetípicos de la combinación entre Neptuno y Urano:
779
sa promulgan terapias de la New Age, mientras distintas variedades de
budismo científico o en tecnicolor se infiltran en la intelligentsia y la mitad
de los invitados al programa Oprah se presentan con pins de ángeles en la
ropa. El despertar del interés por la medicina alternativa trae prácticas espi
rituales no occidentales y ad hoc, mientras los ecologistas profundos reavi
van el fuego del misticismo de la naturaleza que desde hace mucho tiempo se
cuece lentamente en el alma norteamericana. Esta rica confusión es más evi
dente aún en nuestra impetuosa cultura popular, en la que las películas de
ciencia-ficción, los medios digitales y las tribus urbanas están reconfiguran
do viejos arquetipos e imaginarios en el marco vivo del cómic. De
Expediente X a juegos ocultistas de ordenador, de Xena: la princesa guerre
ra a los juegos de cartas de Magic: The Gathering, lo pagano y lo paranor
mal han colonizado las zonas crepusculares de los medios de comunicación
populares.
Estas señales no sólo son evidencia de una cultura mediática que explo
ta el crudo poder de lo irracional, sino también del hecho de que en todas
las frecuencias del espectro socioeconómico hay personas que intentan
alcanzar algunas de la herramientas de navegación más antiguas que conoce
la humanidad: el ritual sagrado y la especulación metafísica, el régimen espi
ritual y el hechizo de lo natural. Ciertos consumidores espirituales superfi
ciales encuentran en esto respuestas prefabricadas para las cuestiones espi
nosas de la vida; pero en muchos otros casos, la búsqueda de significado y
conexión ha llevado a individuos y a comunidades enteras a construir mar
cos significativos de referencia para su vida, visiones del mundo que pro
fundizan realmente su voluntad y capacidad de afrontar lo extraño de nues
tros días. (pp. r-2).
24: «todo fue luz»: Alexander Pope, Epitaph: /ntended far Sir Isaac
Newton (1730).
24: «te des la forma que prefieras»: Pico della Mirandola, «On the
Dignity of Man» [Discurso sobre la dignidad del hombre] (1486),
en E. Cassirer, P. O. Kristeller y J. H. Randall, Jr., comps., The
Renaissance Philosophy of Man, Chicago, University of Chicago
Press, 1948, pp. 224-225.
28: «seis mil años un testigo»: Johannes Kepler, The Harmonies of the
World [Las armonías del mundo], V (1619), en Dictionary of
Scientific Biography, Nueva York, Charles Scribner's Sons, 1970,
vol. 7, voz «Kepler, Johannes».
29: «obtenidos con esfuerzo»: Nicolás Copérnico, De Revolutionibus
Orbium Caelestium (1543). Citado en Thomas S. Kuhn, The
Copernican Revolution: Planetary Astronomy in the Develop
ment of Western Thought, Cambridge, Mass., Harvard Univer
sity Press, 1957.
30: «no a la Tierra»: Martín Lutero, Tischenrede (1539), citado en
Kuhn, p. 192.
30: «por encima de la del Espíritu Santo», Calvino, Comentario sobre
el génesis (1554), citado en Kuhn, 192.
30: «pueblos y montañas»: Jean Bodin, Universae Naturae Theatrum
(1597), citado en Kuhn, p. 190.
32: «se adueñó de su credulidad»: Galileo Galilei, Dialogue Con-
ceming the Two Chief World Systems-Ptolemaic and Copemican
[Diálogo sobre los dos principales sistemas del mundo], Berkeley,
University of California Press, 1967, p. 328.
38: «en lo que negaban»: John Stuart Mili, «Coleridge» (1840), en
Gertrude Himmelfarb, comp., Essays in Politics and Culture,
Nueva York, Doubleday, 1962, p. 136.
39: «también es verdadera»: Osear Wilde, «The Truth of Masks»
(1899), en Richard Ellman, comp., The Artist as Critic: Critica/
Writings of Osear Wilde, Chicago, University of Chicago Press,
1998, p. 432·
49. «desencantado»: ( «el conocimiento o la creencia de que ... en prin
cipio, es posible dominar todas las cosas mediante el cálculo»):
Max Weber, «Science as a Vocation» (1919), From Max Weber:
Essays on Sociology, Nueva York, Oxford University Press, 1946,
p. 139.
50: «definitivo e irreversible»: Charles Taylor, Hegel, Cambridge,
Cambridge University Press, 1975, pp. 8-9 y pp. 3-11.
57: «con la realidad misma»: Robert Bellah, «Between Religion and
Social Science» (1969), en Beyond Belief- Essays on Religion in a
Post-Traditional World, Nueva York, Harper & Row, 1970, Ber
keley, University of California, 1991, p. 246.
59: «curioso accidente»: Bertrand Russell, Religion and Science (1935),
Oxford, Oxford University Press, 1961, pp. 23 y 222
60: «menos sentido parece tener»: Steven Weinberg, The First Three
Minutes: A Modem Vie w of the Origin of the Universe, 1977,
Nueva York, Basic Books, 1993, p. 154.
61: «únicamente por casualidad»: Jacques Monod, Chance and
Necessity: An Essay on the Natural Philosophy of Modem
Biology(1970), Nueva York, Knopf, 1971, p. 180.
62: «somos extraños en el universo»:Primo Levi, Other People's
Trades, «The New Sky» (1959), Nueva York, Summit Books,
1989, p. 22.
67: «jamás conocido hasta entonces»: Max Weber, The Protestant
Ethic and the Spirit of Capitalism [La ética protestante y el espí
ritu del capitalismo] (1905), Nueva York, Charles Scribner's
Sons, 1958, p. 182.
68 «constantemente la noche, y cada vez más noche»: Friedrich
Nietzsche, La gaya ciencia (1882), trad. de Charo Greco y Ger
Groot, Madrid, Akal, 2001, § 125, p.161.
70: «en el espacio vacío»: Paul Feyerabend (1978), Science in a Free
Society, Londres, Verso,1982, p. 70.
79º
de la astrología] (1602), en Kepler's Astrology: Excerpts, p. 13.
173: «en última instancia, de toda la existencia», David Bohm y Da
vid Peat, Science, Order, and Creativity, Nueva York, Bantam,
1987, p. 134.
174: «actuales maneras de pensar»: Bohm y Peat, pp. 133, 136.
180: «en la vida de una persona»: Freud, The Interpretation of
Dreams [La interpretación de los sueños], prefacio a la tercera
edición inglesa, en The Basic Writings of Sigmund Freud, Nueva
York, Modern Library, 1938, p. 181.
180: «reveló el secreto de los sueños»: Ernest Jones, The Life and
Work of Sigmund Freud, 3 vols., Nueva York, Basic Books, 1953-
1957, vol. 1, PP· 323 Y 354·
180: «una gallina con un halcón»: Jones, Freud, p. 242.
181: «tanto desde el punto de vista intelectual como emocional»:
Jones, Freud, p. 351.
181: «del trabajo de toda una vida»: Jung, Memories, Dreams,
Reflections [Recuerdos, sueños, pensamientos], Nueva York, Vin
tage, 1965, p. 199.
182: «su propio cielo o infierno»: Betty Friedan, The Feminine
Mystique [La mística femenina], Prefacio, julio de 1962, 1° ed. de
1963, Nueva York, Norton, 2001, p. 12.
187: «umbral de la madurez intelectual»: D. T. Whiteside, citado en
Dictionary of Scientific Biography, vol. 10, p. 48.
187: «a partir de entonces»: Isaac Newton, citado en Dictionary of
Scientific Biography, vol. 10, p. 50.
192: «nuestro trabajo continuado»: Gertrude Stein, Fernhurst,
(1904-1905), en Fernhurst, Q. E. D. and Other Early Writings,
Nueva York, Norton, 1971, pp. 29-30, citado en Stephen Arroyo,
Astrology, Karma, and Transformation, Davis, Calif., CRCS
Publications, 1978, p. 84.
193: «de mi juventud han quedado atrás», Tennessee Williams,
«Amore Perdida » , Michigan Quarterly Review, 42, verano de
2003, p 545. «La antigua vida parecía superada. La nueva aún no
había comenzado. Era un tiempo intermedio. »
197: «sólo son hábitos más arraigados»: W. J. Earle, que resume la
filosofía de la naturaleza de James como resultado de sus intui
ciones psicológicas primarias, en «William James » , Encylopedia
of Philosophy, Nueva York, Macmillan, 1967, vol. 4, p. 248.
203: «antes de los veintiocho años»: Arthur Schopenhauer, «Of
79 1
Women», Parerga and Paralipomena (1851), Nueva York, A. L.
Burt, s. f., p. 436.
203: «lentamente llega a la madurez»: Schopenhauer, Parerga and
Paralipomena: Short Philosophical Essays (1851), vol. 2, Oxford,
Oxford University Press, 1974, p. 615.
204: «Cambio, pero no puedo morir»: Percy Bysshe Shelley, «The
Cloud» [«La nube»] (1819), en A. Allison y otros, The Norton
Anthology of Poetry, Nueva York, Norton, 1975, p. 672.
213: «diferenciación sin diferencia»: N. J. Findlay, «The Logical
Peculiarities of Neoplatonism», en The Structure of Being: A
Neoplatonic Approach, Albany, N. Y., State University of New
York, 1982, p. r.
217: «las ideas y la cultura»: James Hillman, «Why "Archetypal"
Psychology?», en Loase Ends, Zurich, Spring Publications, 1975,
p. 1 39·
ÉPOCAS DE REVOLUCIÓN
792
Revolution», en Columbia History of the World, Nueva York,
Harper & Row,1972,p. 730.
253: «vuelo libre, controlado e ininterrumpido»: John Noble
Wilford, «How the Wright Brothers Did What No One Else
Could»,New York Times, 9 de diciembre de 2003.
257: «en los años 1794-1795»: Charles Darwin, The Origin of Spe
cies, 1st edition with An Historical Sketch (1859), Nueva York,
Avene!,1979,p. 55.
259: «segunda revolución darwiniana»: l. Bernard Cohen,
Revolution in Science, Cambridge, Harvard University Press,
1985,p. 297.
269: «Exuberancia es belleza»: William Blake, «El matrimonio del
Cielo y el Infierno» (1793),en William Blake,Antología bilingüe,
trad. Enrique Caracciolo Trejo, Madrid, Alianza, 2005, pp. 133-
145·
272: «y los principios sociales relacionados»: Jacques Barzun,
«Society and Politics»,en Columbia History of the World, p. 699.
274: «en la historia de la vida»: Max Eastman, citado en Robert
Gottlieb, recensión de Isadora: A Sensational Lije, de Peter
Kurth,New York Times Book Review,30 de diciembre,2001.
278: «Dadme el diluvio de mis pasiones»: Walt Whitman, Hojas de
hierba (1855),pp. 186,83,II5,199,201 y 209.
280: «no haber sido yo quien creó aquello»: carta de Mahler a su
amiga y colega,la soprano Anna Bahr-Mildenburg,18 de julio de
1896, citada en Edward Downes, Guide to Symphonic Music,
Nueva York,Walker,1976,pp. 535-536.
282: «en las ciencias geológicas en este siglo»: William Glen, The
Road to Jaramillo: Critica/ Years of the Revolution in Earth
Science, Stanford,Stanford University Press,1982,p. 271,citado
en Cohen,Revolution in Science, p. 463.
283: «está la preservación del mundo»: Henry David Thoreau,de su
ensayo «Walking», inicialmente una conferencia, «The Wild»,
que pronunció en el Concord Lyceum el 2 3 de abril de 18 p y
repitió muchas veces durante la década entera,hasta que la con
virtió en un ensayo que apareció en 1862 como edición póstuma
en Atlantic Monthly.
289: «la noción de que el hombre tiene un cuerpo distinto de su alma
será abolida»: Blake,«El matrimonio del Cielo y el Infierno»,óp.
cit, pp. 131-149.
793
301: «creyendo que hace buen tiempo» Jung, «Wotan» (1936), en
Civüization in Transition, Collected Works, vol. 10, § 375, p. 182,
§ 389, p. 186.
301: «por medio de la "trasmutación" nuclear»: Leo Szilard, 1934,
citado en Nuclear Age Timeline, Nuclearfiles.org: A Project of
the Nuclear Age Peace Foundation, http:// www.nuclearfiles.
org/hitimeline/193os.html.
301: «haría humo de este viejo mundo»: Ernest Rutherford, citado
en R. W. Clark, Einstein: The Life and Times, Nueva York, Avon,
1971, p. 661.
305: «el cetro a los tiranos»: Anne-Robert-Jacques Turgot, citado en
Encyclopaedia Britannica, 15ª ed., voz «Franklin, Benjamin».
306: «con el Discurso del Método»: Jules Michelet, citado en Paul
Schrecker, «Revolution as a Problem in the Philosophy of
History», Nomos, 1967, 8:34-53.
794
citado en Encyclopaedia Britannica, 15ª ed., voz «Marx, Karl».
386: «las almas que esos demonios atormentan»: Arthur Schopen
hauer, «The Christian System» (1851), en Religión: A Dialogue
and Other Essays, Nueva York, Macmillan, 1891, pp. 105-117.
389: «mientras no lo controlemos»: United States Air Force Space
Command, Strategic Master Plan FY04 and Beyond, Peterson
AFB, Colorado, 5 de noviembre de 2002, pp. 4-5.
389: «no son otra cosa que tiburones dominados»: Melville, Moby
Dick, p. 375.
393: «jamás podrán liberarse de ese conocimiento»: J. Robert
Oppenheimer, «Physics in the Contemporary World», Bulletin
of the Atomic Scientists IV, 3, marzo de 1948, p. 66.
396: «para satisfacer sus concupiscencias»: San Pablo, Carta a los
Romanos, 13:13-14, Biblia de Jerusalén.
396: «todas las tinieblas de mis dudas»: Agustín, Confesiones, VIII,
traducción de Eugenio Cevallos, Colección Austral, Biblioteca
Virtual Miguel de Cervantes, p. 172.
399: «ni ampliación del horizonte espiritual»: Jung, «After the Ca
tastrophe» (1945), en Civilization in Transition, Collected Works,
vol.io, § 240, pp. 215-216.
400: «de la que depende el mundo»: Jung, «The Undiscovered Self»
(1957), Collected Works, vol. 10, §§ 587-588.
404: «quiere el dios en el hombre estar aconsejado»: Rainer Maria
Rilke, «Pues el alado arrobo te llevaba» (1924), Nueva antología
poética, trad. de Jaime Ferreiro Alemparte, Pozuelo de Alarcón
(Madrid), Espasa Calpe, Colección Austral, 2005, p. 373.
410: «el soplo de la cólera de la divinidad»: James Joyce, Retrato del
artista adolescente, trad. Dámaso Alonso, Madrid, Alianza Edi
torial, 2004, pp. 135-139.
413: «tribunal sumario en sesión permanente»: Franz Kafka, citado a
partir de sus cuadernos de notas, Nueva York, Random House,
1952, p. x.
414: «que el arte imita a la vida»: Osear Wilde, «The Decay of
Lying» [«La decadencia de la mentira»] (1885), en Richard Ell
man, comp., Chie[ Modern Poets of England and America, Chi
cago, University of Chicago Press, 1998, p. 307.
415: «nuestro mundo yace estupefacto»: W. H. Auden, «1 de sep
tiembre de 1939», en W. H. Auden, Canción de cuna y otros poe
mas, trad. Eduardo Iriarte, Barcelona, Lumen, 2006. p. 171.
795
416: «que se haya escrito jamás sobre el tema»: Edmund Dene
More!, fundador de la Congo Reform Association, citado en J.
Zwick, comp., Reforming de Heart of Darkness: The Congo
Reform Movement in England and the United States, www.
boondocksnet.com/congo/congo_heart.
418: «nuestro país, querido pero culpable»: tomado de A. Carroll,
comp., Letters of a Nation, Nueva York, Kodansha Inter
national, 1997, pp. 103-104.
425: «Ahora sólo me resta la absoluta humildad»: Osear Wilde: Epis
tola: In Carcere et Vinculis («De Profundis») (escrito en 1897,
primera edición póstuma, de 1905), trad. Emilio Pacheco, Bar
celona, Seix Barral, 1981, pp. 103-105.
429: «ampárame ahora y siempre con tu ayuda»: ]oyce, Retrato del
artista adolescente, ed. cit., p. 293.
430: «la función que se nos ha asignado»: Thomas Berry, The Great
Work: Our Way into de Future, Nueva York, Bell Tower, 1999,
pp. 1, 3 Y 7·
431: «gigantescos en el Atlántico Norte»: Williams Rives Pitt, «Of
Gods and Mortals and Empire», Truthout, Perspective, 21 de fe
brero de 2003, http://truthout.org/ docs_o2/022203A.htm. ( «Era
como el choque de dos icebergs gigantescos en el Atlántico
Norte, pero para oírlo había que tener el tipo de oído idóneo ... »)
797
505 «¡Sé lo que eres!»: Nietzsche, Así habló Zaratustra, p. 239.
506: «conozco ambas cosas, las soy yo mismo»: Nietzsche, Ecce hamo,
trad. Ovejero y Maury, Buenos Aires, Aguilar, 1967, p. 660.
506: «no sabe obedecerse a sí mismo»: Nietzsche, Así habló Zaratus
tra, p. 119.
507: «de la fría soledad del éter»: Nietzsche, Así habló Zaratustra,
p. 70.
507: «cae constantemente la noche, y cada vez más noche?»: Nietz
sche, La gaya ciencia, § 125, p. 161.
509: «absolutamente frescos y alegres»: Nietzsche, citado en la intro
ducción de Hollingdale a la edición de Penguin de Thus Spoke
Zarathustra, p. 22.
509: «ésta es también la mía»: Nietzsche, Ecce Hamo, p. 660.
po: «bajo la disciplina del gran sufrimiento»: Nietzsche, Más allá
del bien y del mal, trad. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza Edito
rial, 1985, pp. 171-172.
51 1: «¿ cómo pretender renovar tu ser?»: Nietzsche, Así habló Zara-
tustra, p. 71.
511: «el espíritu de la pesantez»: óp. cit., p. 50.
p1: «una santa afirmación: óp. cit. p., 38.
p1: «ahora baila un dios en mí»: óp. cit., pp. 50-p.
p1: «jugando con el aguijón de la libertad», óp. cit., p. 198.
512: «¡Resérvame para una gran victoria!»: óp. cit., pp. 216-217.
5 r 2: «Así habló Zaratustra»: óp. cit., p. 5 3.
5 r 5: «el campo científico al que pertenecen»: Thomas Bell, 24 de ma
yo de 1859, citado en M. White y J. Gribbin: Darwin: A Life in
Science, Nueva York, Dutton, 1995, p. 210.
799
citado en Timothy Ferris, Coming of Age in the Milky Way,
Nueva York, Anchor Books, 1989, p. 71.
561: «en relación con el libro de la naturaleza»: Kepler, carta a Jo
hann Herwart, 16 de marzo de 1598,J. B. Ross y M. M. NcLau
ghlin, comps., The Portable Renaissance Reader, Nueva York,
Penguin, 1977, p. 603.
561: «Copérnico oficia ante el gran altar»: Kepler, carta a Johann
Herwart, The Portable Renaissance Reader, p. 604.
562: «si perseveraba hasta el final»: J. M: Keynes, «Newton the
Man», The Royal Society Newton Tercentenary Celebrations 15-
19 ju/y 1946, Londres, Royal Society, 1947, Nueva York, Basic
Books, 1966, p. 96.
563: «el mago de un ritual gnóstico, hermético»: Ted Hughes,
Shakespeare and the Goddess of Complete Being, Londres, Faber
and Faber, 1992, p. 331.
565: «lo hará en la persona de Shakespeare... »: Melville, carta a
Evert Duyckinck, 24 de febrero de 1849, enJ. Leyda, comp., The
Me/vil/e Log: A Documentary Life of Herman Me/vil/e, 1819-
1891, Nueva York, Gordian, 1969, pp. 288-289.
570: «no admitía la menor posibilidad de duda»: Fyodor Dostoiev
ski, El idiota, (1868), trad. Sergio Zaitsev y Juan G. de Luaces,
Barcelona, Iberia, 1972, pp. 263-264.
570: «lo sentía en cada fibra de mi ser»: Dostoievski, tal como lo pre
sentan Nikolai Strajov, Biografiya, y Sofya Kovalevskaya, Me
moirs, citado enJoseph Frank, Dostoievski: The Years of Ordeal,
1850-1859, Princeton, N.J., Princeton University Press, 1990,
pp. 196-197.
576: «se nos aparece radiante»: JamesJoyce, Stephen Hero, citado en
William Rose Benét, The Reader's Encyclopedia, Nueva York,
Crowell, 1965, voz «epiphany», p. JI8.
578: «como nunca la había tenido»: Martin Luther King,Jr., esta cita
y la anterior de King están tomadas de la introducción a Clay
borne Carson y otros, comps., The Papers of Martín Luther
King, fr., Volume III; Birth of a New Age (Dec.1955-Dec. 1956),
Berkeley, University of California, 1997.
580: «resultaba casi palpable»: Alice Coltrane, citado en J. C. Tho
mas, Chasin' the Trane: The Music and Mystique of ]ohn Col
trane, Nueva York, Doubleday, 1975, p. 126.
582: «una nueva era en religión y en filosofía»: WilliamJames,Ap/u-
800
ralistic Universe l Un universo plural], en The Works of William
James, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1977, p. 142.
585: «otorga a sus experiencias»: William James, The Varieties of
Religious Experience [Las variedades de la experiencia religiosa]
(1902), Nueva York, Simon & Schuster, 1997, p. 300.
585: «sentido de autoridad para el futuro»: James, The Varieties,
p. 300.
585: «de las horas de sobriedad»: óp. cit., p. 304.
586: «la tuviera cogida y bajo su dominio»: óp. cit., p. 300.
586: «metiéndose en las venas de la ciencia de amor...», san Juan de
la Cruz, «Noche oscura», en Vida y obras de San Juan de la Cruz,
Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1964, pp. 559-600.
586: «la experta entre expertos en describir esas condiciones»: James,
óp. cit., p. 321.
587: «el entendimiento no lo debe alcanzar»: Teresa de Ávila, Vida
de la Santa Madre Teresa de Jesús, edición digital basada en la
de Madrid, Imp. Lit. de D. Nicolás de Castro Palomino, 1851,
LX,7.
587: «no diría yo que es unión de toda el alma con Dios»: Teresa de
Ávila, Las Moradas, Morada 5ª, cap. 1, 9-11, edición digital basa
da en la 3ª ed., Argentina, Espasa-Calpe, 1943.
587: «Tengo para mí se remediaría todo»: Teresa de Ávila, Vida de la
Santa Madre Teresa de Jesús, ed. citada, XX, 17.
588: «Y que el amor es el sostén de la creación...»: Walt Whitman,
Hojas de hierba, ed. cit., pp. 117-118.
588: «el mero optimismo sólo explica la superficie»: Whitman, Spe
cimen Days and Collect (1882), citado en James, Varieties, p. 311.
589: «T ú también estás entre los vencedores»: Malwida von
Meysenbug, Memorien einer Idealistin (la primera edición tuvo
lugar en 1868, durante la cuadratura de Urano y Neptuno), cita
do en James, Varieties, p. 311. Fue en la casa de Malwida, en
Roma, donde Nietzsche conoció a Lou Salomé.
589: «repentina comprensión de la presencia inmediata de Dios»;
James, Varieties, p. 389.
589: «esta marea que lo inundaba»: R. W. Trine, In Tune with the
Infinite (1899), p. 137, citado en James, Varieties, p. 309.
590: «nuestras cuentas con la realidad»: James, Varieties, p. 305.
590: «Quienes tienen oídos para oír, que oigan»: James, Varieties,
pp. 305-306.
801
597: «No falta -me parece- mucho para estar muerta». Safo, «La
pasión», en Safo. Poemas y testimonios, edición de Aurora
Luque, Barcelona, Acantilado, 2004, p. 29.
606. «La realidad no es lo que acostumbraba a ser»: Walter Truett.
Reality Jsn't What It Used to Be: Theatrical Politics, Ready-to
Wear Religion, Global Myths, Primitive Chic, and Other Won
ders of the Postmodern World, Nueva York, Harper Collins,
1990.
608: «ríos de alemanes lo atravesaban llorando y gritando de ale
gría»: Marcus Eliason, Associated Press, «Ten Years Later, Iron
Curtain Is Vanished, Unmourned But Not Forgotten», Turkish
Daily News, 23 de octubre de 1999.
610: «una distancia de cien años luz»: Brian Geene, The Fabric of the
Cosmos: Space, Time, and the Texture of Reality, Londres, Peng
um, 2004, p. 352.
6n: «que se haya construido jamás en astronomía»: Sandra Faber,
University of California at Santa Cruz, citado en New York Ti
mes, 27 de julio de 2003.
612: «sensibilidad para el organismo»: Evelyn Fox Keller, A Feeling
for the Organism: The Life and Work of Barbara McClintock,
10th Anniversary Edition, Nueva York, Times Books, 1984,
p. 101.
636: «que había tenido anteriormente la religión organizada»: entre
vista con Ray Castle, «teólogo del trance», citado en Graham St.
John, comp., Rave Ascension: Youth, Techno Culture and Reli
gión (en prensa).
648: «vasta ecología o estética de interacción cósmica»: Gregory
Bateson, Steps to an Ecology of Mind, Nueva York, Ballantine,
1972, p. 306.
648: «sensibilidad a las pautas que conectan»: Gregory Bateson,
Mind and Nature: A Necessary Unity, Nueva York, Dutton,
1979, p. 8.
649: «Segundo Período Axial»: Ewert H. Cousins, Christ of the 2 ISt
Century, Rockport, Mass., Element Press, 1992, p. 7.
802
1993·
679: « Tal vez la alienación no haya estado nunca tan extendida»:
Salman Rushdie, New York Times Book Review, 17 de abril de
2005.
683: «las grietas estrechas de su caverna», William Blake, «El matri
monio del Cielo y el Infierno» (1793), Antología bilingüe, trad.
Enrique Caracciolo Trejo, Madrid, Alianza Editorial, 2005, pp.
1 49- 1 51·
EPÍLOGO
Abbey,Edward,455
Adams,Abigail,195
Adams,John,449
Addams,Jane, 2 36
Addey,John,724
Adler,Alfred,277
Agrippa de Nettesheim,546
Agustín,53,82,95-96,196,383,387,397-402,431,665
Alberti, Leon Battista,545
Alberto Magno,110
Alpert,Richard,456
Altman,Robert,680
Allen,Woody,485
Allman,hermanos,487
Anaximandro,594,596-597
Anderson, Lindsay,485
Anthony,Susan B.,234,241-242,299
Antonioni,Michelangelo,485
Aquino,Tomás de,110,540-542
Ardrey,Robert,284,632
Aristarco, JI-32,II2
Aristóteles, uo,137
Armstrong,Louis,302,486
Armstrong,Neil,489
Arroyo, Stephen,113
Auden,W. H.,323,416,483
Aurobindo, Sri,537
Austen,Jane,483
Babe Ruth,489
Babeuf,Frarn;:ois-Noel, 249
Bach,Johann Sebastian,476,639
Bacon,Francis,48,68,84,258,287,553,557
Bakunin,Michael,234, 250
Balboa,Vasco Núñez de,491,495
Barber, Samuel,686
Barfield, Owen,58 1
Barrow,John,631
Barzun,Jacques, 274
Bateson, Gregory, 261,578,650
Bateson,William, 261,471,635
Baudelaire,Charles,298,307,312,483,568,577
Beatles,Los,197,3II,486-487
Beauvoir, Simone de,84,301
Beck,Jeff,487
Beckett,Samuel,84
Becquerel,Henri, 261
Beethoven,Ludwig van,195,219,263,312,477,517,558,577,
639,657
Bellah,Robert,57
Bellini,Vincenzo,493
Bergman, Ingmar,410,485,581
Bergson,Henri,533
Berlioz,Hector,493,559
Bernardo de Claraval,540
Berry, Chuck,486
Berry,Thomas,431,578,631
Bertalanffy, Ludwig von, 26 1
Bertolucci,Bernardo,485
Big Brother and the Holding Company (grupo de rock), 487
Blake,William,141,244,266,270-271,273,290-292,307,312-
313,483,558
Blind Faith (grupo de rock), 487
Bloom,Harold,575
Bloomer,Amelía,241
Bloomsbury,grupo de,242
Bly,Robert,648
Bode,Johann Elert,154
Bodin,Jean,30
Boehme,Jakob,588
Boff, Leonardo,249
Bogdanovich,Peter,485
Bohm,David,578,614
Bohr,Niels,39,195,444-446,459,462,479,49°,53º
Borges,Jorge Luis,483
Born,Max,445,530
Botticelli,Sandro,527-528,553
Boyle,Robert,259,635
Brahe,Tycho de,258,562
Brand,Stewart,456
Brando Marlon,488
Braque,Georges,528,530
Bresson,Robert,485
Breuer,Josef,182
Bridgman,P. W.,702
Broglie,Louis de,445
Bronte,hermanas,312,568,577
Brown,John,245
Brown,Norman O.,266,645
Bruno , Giordano,26,355
Bryan,WilliamJennings,236
Buber. Martín,534,537,548,583
Bucke,Richard,534,583
Buñuel, Luis,196,485
Burroughs,Nannie Helen,242
Burroughs,William,488
Burton,Richard,279
Bush, George W., 349,355, 359-360, 386-387, 433,672, 677-
679,682-683
Byron,Lord,219,298,307,313,315,489,558
806
Caboto,Juan,304
Cabral,Pedro,304
Caldicott,Helen,385
Calvino,Juan,30,356-357,376,387,401-402,665
Campbell,Joseph,81,144,492,578,617
Camus,Albert,60,84,196,408
Carmichael, Stokeley,246
Carroll,Lewis,482
Cars (grupo de rock), 488
Carson,Rachel,219,261,284,320,518,578
Carter,Charles E. O.,113
Casanova, 2 70
Cassady,Neal,579
Castaneda, Carlos,456,483
Castiglione,Baldassare,495
Castro,Fidel,249
Catt,Carrie Chapman,241
Cézanne,Paul,311,528,530,577
Chabrol,Claude,485
Champollion,Jean-Fran�ois,649
Chaplin,Charlie,212
Charcot,Jean Martin,196,492,580
Charles, Ray,486
Chaucer, Geoffrey,545
Che Guevara,303, JI 5
Cheney,Richard,374
Chopin,Frederic,490,493,559
Christian, Charlie,486
Churchill,Winston,219,392
Clapton, Eric,487
Clarke, Kenny,486
Clarkson,T homas,244
Clarkson,William,498
Clash (grupo de rock), 488
Clausius,Rudolf,260
Cleaver,Eldridge,246,456
Cohen,Leonard,487
Coleridge, Samuel Taylor, 263, 273, 312, 490, 558, 577, 648,
657
Colette,482
Colón,Cristóbal,23,25,84,304,309
Coltrane,John,582
Condorcet,marqués de,554-557
Conrad,Joseph,408,418,423,483
Cook,James,491
Copérnico, Nicolás, 23, 28-34, 58-61, 68-69, 71, 83-85, 112,
257,309,355,495,528,553,56 i-563,596,694,7II
Corbin, Henry,578
Cosimo de Medici,545
Count Basie,486
Cousins,Ewert,651
Cream (grupo de rock), 266
Creedence Clearwater (grupo de rock), 487
Crick,Francis,635,649,735
Crimson, King,487
Croce,Benedetto,533
Crosby Stills and Nash (grupo de rock), 487
Curie,Marie,195,242
808
De Waal,Frans, 632
Deacon,Terrence,614
Dean,James,488
Debs, Eugene,236
Dee,John, 6 49
Demóstenes,195
Descartes,René 23,46,48,52,60- 61,6 8,84,93,102,130,179,
180-181,184,259,287,308-309,4 65-4 6 8,479
Diaghilev, Sergei,529,577
Diamond,Jared,390
Dickens, Charles,1 62,483,5 6 8,577
Dickinson, Emily,483,5 68,577
Diddley, Bo,486
Diderot,Denis,196,273-275,297,307,4 68
Digges,Thomas,2 6
DiMaggio,Joe,489
Dirac, Paul,445
Donatello,545
Dostoievski, Fyodor, 1 62, 219, 234, 307, 312, 313, 315, 399,
408-409,483,5 67-574,577, 601
Douglass Frederick, 244,299,307,313-314
Doyle,Arthur Conan,245,482
Dreiser,Theodore,483
Du Bois,W. E. B.,23 6,245
Duchamp,Marcel,528
Duncan Isadora,275-276,282,311,314,529,534,577
y Wagner,282
Durero,Alberto,412,494
Dylan, Bob,302,311-313,320,409-410,48 6-487, 68 6
Dyson, Frank,459
Eastman,Max, 2 7 6
Ebertin,Reinhold,113
Eddington,Arthur,459,532
Edinger,Edward, 648
Edison,Thomas,489
Edwards,Jonathan,547-548
Einstein,Albert,59,91,183,219,2 60,28 6,311,331,459-4 60,
489-490,502,530,531-532,577, 649
Eldredge,Niles,261,284
Eliade,Mircea,578
Eliot, George,289,307,483,568,577
Eliot,T. S.,408,478,490,493,528
Ellington,Duke,195,302,486
Ellis,Albert,644
Emerson,Ralph Waldo,63,85,3u,489-490,559,577
Engelhart, Douglas, 454
Engels,Friedrich,234,248,289,300,307,469,490,503,554
Enrique VIII (rey de Inglaterra),356
Erasmo, 694
Esquilo, 316,403,598
Estes,Clarissa,648
Eysenck,Hans,129
810
Franz,Marie-Louise von,105,578
Frazer, Sir James,708
Freud, Sigmund, 60, 69, 83-86, 101, 114, 134, 139, 161, 163,
182-186, 191, 196, 260, 277-278, 303, 307, 311-313, 361-
362, 372-378, 404, 423, 425, 444, 446, 479, 492, 517, 533,
585,685
y Jung,primer encuentro,490
Friedan,Betty,184-187,242,518
Fromm,Erich,579
Frost,Robert,478,527,577
Fuller,Buckminster,456
Fuller, Margaret,195,241,311
Gagarin,Yuri, 2 55
Galileo Galilei,23,26,32,84,112,120,180,181,184-186,195,
257, 313, 356, 357, 466-467, 479, 489-491, 561-565, 575-
577,596,601
Galle,Johann,159
Gandhi,Mohandas,219,237,248,434,535,550,580
García Lorca,Federico,196,483
García Márquez, Gabriel,483
García,Jerry,638
Gardner, Howard,659
Gauguin,Paul,197,307,490,493
Gauquelin,Fran�oise,129
Gauquelin,Michel,129
Gebser,Jean,578
Genesis (grupo de rock), 487
Gibbon,Edward,468-469
Gibson,Mel,413
Giese,Tiedemann,26
Gilbert,William, 2 58
Gilman, Charlotte Perkins,242,554
Gillespie,Dizzy,486
Ginsberg,Allen,196,483,488,579
Glass,Philip,640
Godard,Jean-Luc,200,485,640
Godel, Kurt,578
Godwin,William,250,297,307
8II
Goethe,Johann Wolfgang von,63,85,110,219,259,269,283,
312,4o4,412,49o,493,558,577,599,657,701
Gogol Nikolai,483,490
Goldman, Emma,236,241
Goldwater,Barry,348
Goodall,Jane,632
Goodman,Benny,486
Gorbachev, Mijail,333, p8
Gouges,Olympe de,240,343
Gould, Stephen Jay,261,284
Graham,Billy,580
Grateful Dead (grupo de rock), 487,638
Greer, Germaine,242,266
Greene,Liz, 1 1 3
Griffin,David Ray,63 1
Griffith,D. W.,484
Griffiths, Bede,578
Grof, Stanislav,116,456,579,630,648- 650
Grube, G. M. A.,136
Guevara, Che,249
Gutenberg, imprenta de, 2 57
Guthrie,W. K. C.,136
Guthrie,Woodie,301
Gutiérrez, Gustavo,249
Habermas,Jürgen,89,456
Handel, Georg Friedrich,639
Haley,Bill,486
Hand,Roben,113
Harding,Esther,94
Hardy,Thomas,48 1
Harrison, George,197
Harvey, Charles, 1 1 3
Havel,Václav,6 rn,653
Hawthorne, Nathaniel,196,311,408,421-422
Haydn,Joseph,312,474,476
Hegel,Georg Wilhelm Friedrich,205,263,273,283,312,559,
602,657
Heidegger,Martin,60,69,84
812
Heisenberg,Werner,444-446,459,462,479
Helmholtz,Hermano von,260
Heller, Joseph,488
Hemingway,Ernest,388,414,418
Hendrix, Jimi,266,312,487
Henry, Patrick,448,489
Heráclides,3 1
Herder, Johann Gottfried von,657
Herschel, William, 1 53
Hersey, John,394
Herzen, Alexander, 250
Herzl,Theodor,236,537
Herzog, Werner,485
Hess,Harry,261,284
Heston, Charles,388
Hildegard von Bingen,539-540
Hillman,James,95, n6,120,139,219,437,456,492,617,630,
648
Hiparco,110
Hitchcock, Alfred,412-414,418
Hitler,Adolf,212,303-304,345,361
Chaplin-Hitler,comparación arquetípica de,212
Ho Chi Minh,249
Hobbes, Thomas,48,259, 378-381, 387,466
Hofmann,Albert,578-579
Holderlin, Friedrich,263,273,312,657
Holiday, Billie,486
Holst, Gustav,409
Holly, Buddy,486
Homans, Peter,83
Homero,145,560-561
Hovhaness, Alan,640
Hubble, Edwin,59
Hughes,Ted,565
Hugo,Victor,413,559
Hume,David,60,68,307,468,685
Huntington, Samuel,373
Hus,Jan, 545
Hussein, Saddam,374
Husserl,Edmund,141,533
Hutton,James,259,283
Huxley,Aldous,579
Jagger,Mick,266,298
Jakolev,Alexander,518
James, Henry,311,412,479,482,577-578
James,William,83,85,86-87,195-196,198,208,311,521,533,
55o,583,584-586,590
Janov,Arthur,644
Jaspers, Karl,53
Jefferson,Thomas,448,656
Jenófanes,320
Jesús de Nazaret,357,413, 526,577,620
Jethro Tull (grupo de rock), 487
Jobs, Steven,461
Johnson,Mark,614
Jolson,Al,484
Jonas,Hans, 581
Jones, Ernest,182-183
Joplin,Janis,266,315,487
Joyce, James, 410-411, 478-479, 483, 492, 528, 530, 577-578,
648
Juan el Bautista,357
Juan de la Cruz,546,588,639
Juan Pablo 11 (papa),315
Juan XXIII (papa),288,340
Julio 11 (papa),494
Jung, Carl Gustav, 21, 85-88, 93-94, 100-104, 107-121, 128,
138, 141, 144, 147-149, 183-186, 191, 219, 277, 303, 311,
313-314, 316, 368, 400-403, 404-406, 431, 434, 492, 581,
583-586,602,648,653
Henry Fierz y,96
y Freud,primer encuentro,492
Jung,Emma,404
Kafka, Franz, 84, 196, 372-373, 377, 396, 414-416, 478-479,
483,528,665
Kahlo,Frida,412,665
Kandinsky,Wasily,534
Kant, lmmanuel, 60, 68, 83, 86, 102, u6, 138, 139, 145, 183,
312
Kauffman, Stuart,614
Keats,John,483,490-491,558,560,577,648
Kelvin,William, 260
Keller,Evelyn Fox,630
Kennan, George,347
Kennedy,John F.,315,463
Kennedy,Robert, F.,315,687
Kepler, Johannes, 26-27, 28-29, 110-112, 195, 257, 444, 446,
465-466,479,517,561-563,596,649
Kerényi, Karl,145
Kerouac,Jack,488,579
Kesey, Ken,579
Keynes,John Maynard,301
King Crimson (grupo de rock), 487
King,Martin Luther,Jr.,195,219,246-248,315,320,580
Kissinger,Henry,355,373-374
Klee,Paul,528
Knox,John,546
Koresh,David,386
Krishnamurti,550
Ku Klux Klan,360
Kübler-Ross, Elisabeth,456
Kubrick,Stanley,48,5 1 5
Kuhn,Thomas,69,141,175,261,630,658
Kurosawa,Akira,58 1
L'Ouverture,Toussaint,244
Laing, R. D.,644
Lakoff, George,614
Lamarck,Jean-Baptiste,259,283,597
Lamartine,Alphonse de,559
Langer, Suzanne K.,167
Langevin,Paul,53 1
Laplace, Pierre-Simon,59,388
Laszlo,Ervin,614
Laue,Max von,531
Lavoisier,Antoine Laurent,469,635
Led Zeppelin (grupo de rock), 266,487
Leiden,Juan de,253
Lemaitre, Georges,445-446,518
Lenin,V. l.,249,276,300
Lennon,John,197,680
Leo,Alan,113
Lessing,Doris,242
LeVerrier,Urbain,159
Levi, Primo,62
Lewis,Wyndham,478
Lin,Maya,423-424,465
Lincoln,Abraham,208-211,245,470,657
Lincoln-Darwin, comparación arquetípica de, 209-211,
688
Lindbergh, Charles,462,489
Liszt,Franz,278,490,493,559
Locke,John,48,60
London,Jack,389,483
Lorenz,Edward,261
Lorenz, Konrad,632
Lovelock,James,261,284,631
Lowell,Percival,162
Lumet,Sidney,423
Lutero,Martín,23-25,30,84,195,495,528,546,553,694
Luxemburgo, Rosa,236
Maestlin,Michael,26
Mahler, Gustav,276,281-282,3n,577
Mailer,Norman,456
Malcolm X,246,315
Malthus,Thomas,260
Mandela,Nelson,246,457
Mandelbrot,Benoit,261
Mann,Thomas,311,314,483,492,528,577
Mansfield,Victor,1o5
Mao Zedong,249
Maquiavelo, Nicolás,494,683
Marat,Jean-Paul,249,270,315
Marcos, Ferdinand,339
Marcuse, Herbert,249,266,456,644
Margulis,Lynn,261
Marx, Karl,60,68,234,248,289,299,300,307,313,346,374-
377,381,402-404,431,469,490,506,554,557,644,665
Masaccio,545
Maslow,Abraham,456,458,578
Matisse, Henri,528,530,577
Matthews, Drummond, 284
Maturana, Humberto,614
Maxwell,James Clerk,260,470
Mayall,John,487
Mazursky,Paul,485
McCartney,Paul,197
véase también Beatles,Los
McClintock,Barbara,614
McLuhan,Marshall,642
McMenamin,Dianna,614
McMenamin,Mark,614
McNeill,William,235
Meister Eckhart,542,544,588
Melville, Herman,196,279,307,3u, 313, 315, 363-369, 371,
374, 377, 381, 391, 402-406, 408, 421, 483, 566, 567, 568,
665
Mendel, Gregor,470,518, 635
Mendelssohn, Felix,493
Méricourt,Théroigne de,240
Merton,Thomas,578
Metzner,Ralph,630
Meysenbug,Malwida von,590
Michelet,Jules,308
Michelson-11orley,experimento de,107
Miguel Ángel,4,494,528,546,566
Mili,John Stuart,38,468,498
Miller,Arthur,408,412
Millett, Kate,242,456
Milton,John,292,480
Minkowski,Hermann,53 1
Mitchell,Joni,487,686
Mondrian,Piet,528,534
Monk,Thelonius,486
Monod,Jacques,61
Montaigne,Michel de,23,84
Montesquieu, Charles Louis de Secondat,barón de,468
Montgolfier,hermanos,461
Monty Python,486
Moore,Thomas,648
Morel,Edmund,245
Morin,Edgar,614
Moro,Tomás,356,552,557,694
Morris,Desmond,284
Morrison,Jim,266,315,409
Morrison,Van,487
Morse,Samuel,489
Mott, Lucretia,241
Mozart,Wolfgang Amadeus,312,477
Myers,Frederic,534
Nabucodonosor,600
Naess,Arne,261,285,578
Napoleón Bonaparte,304,501-502,657
Neruda,Pablo,196,578
Neumann,Erich,578
Neumann,John von,578
Newcomen,Thomas,256
Newman,Paul,485
Newton, Isaac, 23, 28, 59-61, 84-85, 107, 130-131, 180, 184,
189,259,308,459-460,466,479,561-563,594,649
Nias,David,129
Nicolás de Cusa,545
Nichols,Mike,485
Niepce,Nicephore,560,642
Nietzsche,Friedrich,60,62,67-68,83-86,139,141,163,219,
225, 289, 3o7, 313, 404, 436, 493, 5o4-5o7, 585, 590, 6o6,
644
Nightingale,Florence,162
Nijinsky,Vaslav,529,577
Nirvana (grupo de rock), 488
Noriega,Manuel,339
Novalis,312,657
O'Brian, Patrick,482
O'Keeffe, Georgia,195
Ortega y Gasset,303
Orwell, George,348,352
Osmond, Humphrey,579
Otto,Rudolf,584-585
Owen,Robert,554
Rafael,25,494,528,546,566
Rafelson,Bob,485
Rahner,Karl,578
Ram Dass,456
Ramones (grupo de rock), 488
Rank, Otto,277
Ray,Satyajit,581
Reagan,Ronald,386
Reich,Wilhelm,266,278
Reisz,Karel,485
Renouvier,Charles,198
Resnais,Alain,423
Rheticus, George Joachim,26
Ricoeur,Paul,578
Richardson,Samuel,480,483
Richardson,Tony,485
Rilke,Rainer Maria,311,314,406,528,577,648
Rimbaud,Arthur,307,490
Robespierre,Maximilien,249,297,307,315,343
Rodin,Auguste,528
Rohmer,Eric,485
Roland,Madame,240
Rolf,Ida,644
820
Rolling Stones,232,266,313,380,487
Roosevelt,Franklin Delano,301
Roosevelt,Theodore,236,301,388
Rossellini,Roberto,485
Roszak,Theodore,456,630
Rousseau, Jean-Jacques,63, 196, 271-280, 307, 313,315,404,
468
Rowling,J. K.,483,617
Royce,Josiah,533,583
Rudhyar,Dane,113,128
Rumi,618
Rumsfeld,Donald,355
Rushdie,Salman,427,681
Russell,Bertrand,59,685
Rustin,Bayard,246,580
Sabina,María,579
Sade,marqués de,270
Safo,16,594,598-599
Sagan, Carl,384
Saint-Hilaire,Geoffroy,259,283,597
Saint-Just,Louis,249,315
Salinger,J. D.,482,578
Salomé,Lou,5 1 o
Sand,George,196
Sandage,Allan,63 1
Santana,487
Sartre,Jean-Paul,60,249,301
Savonarola,Girolamo,386
Scriabin,Alexander,529,640
Schell,Jonathan,385
Schelling,Joseph von,263,273,283,312,657
Schiller,Friedrich von,49,263,273,312,490
Schlegel,August Wilhelm,312,657
Schlegel,Friedrich,312,657
Schleiermacher,Friedrich,584
Schonberg,Arnold,528,530,577
Schopenhauer, Arthur, 60, 141, 204-206, 289, 307, 381, 402-
404,492,585
821
Schrodingcr, Erwin,445
Schubert,Franz,558,639
Schulz,Bruno,107
Schumann,Robert,559
Schutz,Will,644
Servct,Miguel,356
Seurat, Gcorges,493
Sex Pistols (grupo de rock), 488
Sforza, Ludovico,196
Shakespeare, William, 23, 195, 308-309, 312, 427-428, 480,
564-567,574-577,600,601,641
Shaw, George Bernard,236,276
Sheldrake,Robert,614
Shelley,Mary,219,407,483
Shelley, Percy Bysshe, 204-206, 298-299, 307,315,490, 558-
559,577
Shepard, Alan, 2 55
Sinclair,Upton, 2 36
Singer,Peter,389
Sinn Fein,Partido del,237
Skinner,B. F.,554,557
Slipher,Vesta,532
Smith,Adam,468
Smith,Joseph,579
Smith,Patti,488
Smollett,Tobías,480,483
Sócrates,126,136,312,357,525,566,577
Sojourner Truth,241,245
Solomon Luria, Isaac ben,546
Sorel, Georges,236,276
Spengler,Oswald,373
Spenser,Edmund,479
Spielberg,Steven,423,485
Spirit (grupo de rock), 487
Stanton,Elizabeth Cady,241
Starr,Kenneth,413
Starr,Ringo,197
Steffens,Lincoln,2 36
Stein, Charlotte von,490
Stein, Gertrude,194-196,478,528,577
Steinbeck,John,408
Steinem, Gloria,242
Steiner,Rudolf,534,55o,581,583
Stendhal,559
Stevens, Wallace, 478,483,528,577
Stieglitz,Alfred,195
Stone, Lucy,241
Stowe,Harriet Beecher,162,219,245,418-422,431
Strauss,David Friedrich,289
Strauss,Richard,276,514
Stravinsky, Igor,311,476,528,530,537,577
Suzuki,D. T.,579
Swedenborg,Emanuel,548
Swift,Jonathan,477,682
Swimme,Brian,63 1
Tagore,Rabindranath,534-535
Tales de Mileto,596
Talking Heads (grupo de rock), 488
Tallis,Thomas,639
Tarbell,Ida,236
Tati,Jacques,485
Tavener,John,640
Taylor,Charles,49,568
Taylor,Harriet,241
Taylor,James,487
Teilhard de Chardin,Pierre,580,615,651
Tennyson,Alfred,687
Teresa de Ávila,546,588,639
Tespis,599
Thackeray,William Makepeace,483
Thatcher,Margaret,339-341,350
The Band (grupo de rock), 487
The Doors (grupo de rock), 266,409
The lncredible String Band,487
The Who (grupo de rock), 266,342,487
Thomas,Dylan,483,578
Thomson,J. J., 261
Thoreau,Henry David,248,285,311,434,489-491,503,554,
580
Tillich, Paul,5 So
Tippler,Frank,631
Tiziano,494
Tocqueville,Alexis,469,491
Tolkien,J. R. R.,482
Tolstoi, Leo, 162,200,219, 248,312,434,483, 535, 568, 577,
580
Tombaugh, Clyde,162
Toulousc-Lautrcc, Henri,493
Toussaint l'Ouverture,244
Truffaut, Frarn;ois,196,485
Tschermak, Erich von,471
Tubman,Harriet,244,307
Turgot,Anne-Robert-Jacques,307
Turguéniev,lván,568
Turing,Alan,578
Turner,Nat,489
Twain,Mark,196,245,483,683
Wagner,Richard,219,278,281,312,474-476,502,577,590
Wajda,Andrzej,485
Walcott,Derek,483
Wallace,Alfred Russel,259,445-446,517,597
Washington,Booker T.,245
Washington, George, 656
Wasson, Gordon,579
Watson,James,635,649
Watt,James,386
Watts, Alan, 578-579
Waugh, Evelyn,483
Webb,Beatrice,236
Webb, Sydney,236
Weber,Max,49,60,67,68,84,583,667,685
Wegener,Alfred,284
Weil,Simone,578
Weinberg, Steven,60
Welles,Orson,484
Wells,H. G.,236,554
Wesley,John,547
West,Mae,501
Whitefield, George,547
Whitehead, Alfred North,21,141,445-446,533,615
Whiteside, D. T.,189
Whitman,Walt,241,279-282,307,311,568,577,588,589,599
Whitney, Eli,256
Wilamowitz-Moellendorff, 136
Wilde, Osear,39,298,307,315,416,426-428,438
Wilson, Edward O.,284
Williams,Ralph Vaughan,640
Williams,Tennessee,195
Wittgenstein, Ludwig,60,69,84,139,141,581
Wittig,Monique,266
Wolfe,Thomas,483
Wolfe,Tom,456
Wolff,Toni,404
Wollstonecraft,Mary,240,297,307,313-314,319,674
Woodman,Marion,648
Woods,Tiger,489
Woolf,Virginia,84,219,242,477-479
Wordsworth,William,63,263,273,312,490,657
Wozniak, Steve,461
Wright, hermanos,255,311,462
Zola, Émile,236,353,482
Zwinglio,Ulrich,546
ESTA TERCERA EDICIÓN DE COSMOS Y PSIQUE,
DE RICHARD TARNAS,
SE ACABÓ DE IMPRIMIR EN SABADELL,
EN LA IMPRENTA ROTOCAYFO
(IMPRESIA IBÉRICA)
EN JUNIO DE
2017