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Revista de Filología Española, vol. LXXIII, n.

º 3/4 (1993)

EL DISCURSO SOBRE LA LENGUA CASTELLANA


DE AMBROSIO DE MORALES

PEDRO RUJZ PÉREZ.


Universidad de Córdoba.

El debate sobre las lenguas romances, la afi rmación de su dignidad y su


confinnación como lengua literaria culta constituyeron algunos de los ejes
más importantes que ordenaron no sólo la labor de los humanistas en lengua
vulgar, sino también una gran parte de la creación literaria, condicionada
por estos parámetros y en numerosas ocasiones centrada en la discusión en
tomo a los mismos 1, E stas grandes lineas servían para dibujar esenciaJmen-
te el paisaje cultural con que debía contar cualquier empresa lingüística o
poética que pretendiera desenvolverse en el marco delimitado por el inicio del
reinado de Carlos V y la década de los ochenta del siglo XVI . Tales son las
fronteras entre las que se desenvuelve la elaboración del DisCllrso sobre la
lengua castellana, de Ambrosio ue Morales, incluyendo el momento de redac·
ción de la obra que lo motiva )' a la que servirá de prólogo cuando ésta ro·
nozea la suerte de la imprenta.
Cuando Fernán Pérez de Oliva muere en 1531 , la pieza más importante
de su producción literaria, el Diálogo de la dignidad del hombre, permanece
inédito y, sin duda, debió pasar con el resto de los papeles del humanista a
manos de su sobrino y discípulo, el joven Ambrosio de Morales 2, quien no

1 En P. Ruiz Pérez, "Sobre el debate de la lengua vulgar en el Renacimiento ", Cf'i·


titó,., 38, 1987, págs. 15-44, analizo las líneas principales de desarrollo de estas ideas
lingüísticas. Un panorama má~ amplio lo ofrece Lore Terracini, Lingu(I come ,,",oblenta
nella lettemtuf'tJ spagnola. Torino. Stampatori, 1979. Para 10 referente a la lengua lite·
raria, cfr. Domingo Ynduráin. "La invención de una lengua clásica (Literatura vulgar
y Renacimiento en España)", Edad de Oro, 1, 1982, págs. 13·3-4 .
.2 Cfr. M . de los D. Satazar, .. Ambrosio de Morales, heredero de Fernán Pérez de
Oliva", RBN. IV, 1943, págs. 381·384. Para la biografía del hwnanista hay que seguir
recurriendo a P. Bernabé Cobo Sampedro, Ambrosio de Morales. A;WrtUs biográficos,
Córdoba, 1879 (dr. Obras. BAE, XCI·XCII); y Enrique Redel, Ambrosio de Morales .
Estudio bio~áJic o. Córdoba, 1908.

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habria de ser, sin embargo, el responsable de dar por primera vez a la estam·
pa esta pieza representativa del Humanismo español. Fue el cu rioso publi -
cista Cervantes de Sala za r 1 el artífice de la primera edición del Diálogo, pu-
blicada en 1546, a nombre del responsable de la impresión, como era frecuen-
te·. En ella Amhrosio de Morales incluye como prólogo a la obra de su tio
el que alcanzaría el titulo definit ivo de Discurso sobre la le"glro castellana, en
una versión que habrá de corregi r y aumentar años más tarde, cuando en
1S86 lo coloque de nuevo como prólogo al Diálogo en la edición de Las Obras
del Maestro Fernán P ére:: de Oliva, salidas de las prensas cordobesas de
Gabriel Ramos Bejarano s,
De este modo se funden en una trayectoria conjunta los textos de los dos
humanistas, en la que Ambrosio de Morales añadió a su actuación como edi -
tor la de autor de uno de los mas importantes textos teóricos sobre la consi -
deración de la lengua literari a castellana a lo largo del siglo XVI. La doble
redacción de este discurso prologal , con sus huellas de los cambios acaecidos
en cuatro rlécadas tra sce ndente ~, 10 convierten además en uno de los más sig-
nificativos de la serie ' . Como ocurriera con los textos (le los dos humanistas
cordobeses a lo largo de esa centuria, ambas facetas de Morales resultan in -
separables, por cuanto el Discurso, además de inspirarse en el texto de Oliva
al que precede y al que toma como objeto de su consideración , es pieza clave
en la labor editorial del huma nista, al plasmar la valoración cTÍtica y la con-

I Los datos más accuiblu de este autor pueden encontrarse en Vicente Gaos, " Cer-
vantes de Sainar como humanista", Tn1Ias )J problrmas d~ lo literatura ~spo;¡ olo, Ma-
drid, Guadarrama, 1959, págs. 35-91.
, El volumen llevaba como título Obras qu~ Froll cisto dr SOÚl::ar ha huno, glauo-
do y tradN=iJo (A lcalá de H enaru, por Juan de Brocar, 1546), e incluía junto al texto
de Oliva el A;61ago dr la ociosidad y ti trabaja , de Luis Mexía, con glosas y morali-
zación del ed itor, y la ¡"'rodu,,ión )J camino para la .1CJbiduría, traducido con adicioncs
de la obra de Vives. La ambigüedad de la de1lominaci6n está más motivada en esta edi-
ci6n que en otras semejantes, por cuanto Cervantes de Saluar man ipul6 ampliamente
los textos originales, añadiendo al Diálogo de Oliva un pasaje con el que pretendía ce-
rrar el final tan abierto del original.
s Analizo el desarrollo de esta edición, el papel de Morales y la orientación que le
dio a la misma en P . Ruiz Pérez. Ftr'nán Pért:: dI! O lioo y la crisis dtl R~"acimitNto,
Universidad de C6rdoba. 1987, Por 10 que se refi~re a la suerte del Discurso, tras la
edici6n de 1586, y retenida esta por la I nquisición, vuelve a ver la luz de la imprenta
al reeditar Cerdá y Rico en 1712 el volul'nen de Cervantes de Salazar. En su reedici6n
el erudito dieciochesco recoge las variantes entre las edieioflt:s de 1546 y 1586. señalán-
dolas tipográficamente o remitiéndolas a notas a pie de página. junto con otras anota-
ciones propi31.
• Para la noticia de estos textos, además de los estudios r~señados en la nota 1.
cfr. M. Romera-Navar ro, "La defensa de la lengua española en el siglo XVI" , Bvllttin
HisponiqlH, XXXI, 1929, págs. 204-255 , Los más destacados se encuentran recogidos en
José F. Pastor, lAs apologías dt la l~ngva casttllana tn d Siglo de Oro, Madrid, Clá-
sicos Olvidados, 1929; y Germán Bleiberg (ed.), Apología d~ dogl'os de la ItngtUJ tspa-
"ola, Madrid, Cultura H ispánica, 195 1. Más amplia y detallada es la recopilación del
Conde de la Viñau, Bibliotua histórica d~ la filología casullana, Madrid, 1893.

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sideración oe la obra de Oliva de fonna expresa', por la que el autor del


Diálogo de la dignidad del hombre es propuesto como modelo de perfección
en el uso de la lengua castellana y digno de la ¡mitotio, en un momento de
replanteamiento y reconsideración de la naturaleza de la lengua poética.
En este proceso de escritura y sucesivas ediciones del texto de Oliva po-
demos seguir el desarrollo de las ideas lingüisticas y de poética del trascen-
dental período renacentista. Si el primer momento de esta secuencia corres-
ponde en exclusiva a Fernán Pérez de Oliva, la resolución final de la misma,
la que le otorga su configuración definitiva, muestra un evidente protagonis-
mo de su sobrino, marcando el tránsito de la creación artística a la reflexión
crítica y teórica. Como en una imagen emblemática de la sucesión habida en-
tre el primer)' el segundo Renacimiento, entre la irrupción creativa de las
nuevas formas y su amaneramiento y conclusión, pasando por su recopilación
y codificación, la obra de Oli va sigLle en manos de Morales una trayectoria
que va desde su nacimiento como un vivo)' actuante fruto de su tiempo hasta
su tratamiento. algo m.as de medio siglo después. como una obra clá sica, to-
mada como ejemplo e ilustración de unas teorías lingüísticas y unas normas
estilísticas. Y en el cent ro de este proceso, en tanto que la obra fundamental
de Oliva es agrupada con textos de otros autores en la colección de un hu-
manista menos creativo, Morales sitúa la primera redacción de lo que, sal-
vando el anacronismo, podríamos considerar como el manifiesto de su actitud
no sólo ante la obra ele Oliva, sino ante la lengua y la literatura castellanas
en general. Cuando en 1546 Morales pone su prólogo "Al lector" al frente
del Diálogo de su tío, establece, con la unión de la teoría crítica a la práctica
anterior, el inicio de uno de los episodios más importantes y esclarecedores
de la rica y compleja reflexión sobre la lengua y la poesía españolas del si -
glo XVI.

La trayectoria del Discurso.

El que habría de ser conocido definitivamente como Discurso sobre la


lengua castellano. y adquirir una plena autonomía, hasta convertirse en una
de las piezas esenciales del pensamiento lingüístico y la poética de la centu-
ria, nace en ] 546 como una nota preliminar y casi marginal. en el contexto
de la batalla por la defensa de la dignidad de la lengua castellana y su uso

, La misma consideración se refleja en la dispositio que como editor da a las obras


de su tío en el volumen de 1586. que abre con los textos latinos del humanista (los Ti-
"di para los Generales de Salamanca y el DioJoglU hispano-latino), tras los que sitúa el
Diálogo dr lo dignidad del homb,.r y ti Disct4,.so dr las potfflcias drl almo, las tres pie-
%aS dramáticas, dos razonamientos y los tres poemas. Tras las obras de Oliva apare~
otras del propio Morales y del licenciado Pedro de Vallés.

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literario. Cuarenta años despues. en la misma posición y {unción preliminar,


vuelve a aparecer, esta vez con el título con que hoy lo conocemos y con al·
gunas correcciones e importantes y significativas adiciones.
Dejando aparte algunas citas traídas como ilustración de sus afirmacio-
nes, como el ejemplo de San Agustín y su comentario acerca de la música "
tres son las innovaciones sustanciales que aporta la revisión del que Morales
presenta en la edición de 1586. Todas ellas responden a la adaptación a los
cambios operados en el transcurso de esos cuarenta años. Sin seguir el orden
en que aparecen en el texto, podemos señalar, en primer lugar, la ampliación
de las citas de las obras y autores que han enriquecido el panorama de las
letras españolas. alterando la primitiva afinnación acerca del descuido en el
cultivo de la lengua castellana (pags. 56-57) y originando modificaciones en
el planteamiento de su defensa. La incorporación a la nómina de la historia
literaria de las obras de fray Luis de Granada, de la traducción de la Conso-
lacw" de la filosofía de Boecio y del propio volumen recopilatorio de Cer -
vantes de Salazar, considerados por Morales como modelos -yen todos los
casos valiosas aportaciones a la prosa literaria castellana-, constituye por si
misma un decisivo argumento en defensa de la elevación alcanzada por nues-
tras letras, haciendo innecesario el desarrollo de otro tipo de argumentos tó-
picos. De otra parte, la confinnación de la dignidad de la lengua castellana
que estas obras proporcionan permite desviar el eje de la polémica que se
produce en todo el panorama de las letras españolas, desde la confrontación
con el latín en constante emulación, hacia la reflexión sobre la naturaleza y
el valor intrínsecos de la lengua vernacula y el desarrollo de sus posibilidades
expresivas. A ello atiende Morales en la extensa interpolación que conside-
ramos en segundo lugar.
En ella el humanista, señalandolos como defectos, se aparta de los dos
rasgos que componían la norma estilística del Renacimiento, la naturalidad y
la sencillez nacida del buen gusto. Para el Morales de la década de los ochen-
ta ya es un error considerar que la naturaleza es la única maestra de la len-
gua y que ésta no es susceptible de perfección mediante el estudio y el cuida-
do de la expresión . Afirmando la necesidad del arte y la posibilidad de la

• Como se adelantaba en la nota 5, Cerdi editó el Disctl,.so anotando las variantes


entre sus dos redacciones. Cuando se trataba de correcciones, el editor se basó en su
juicio para escoger la que le parece más acertada y dar cuenta de la otra en el aparato
crítico. En el caso de las interpolaciones de cierto significado y extensión, Cerdá las in-
corpora directamente al cuerpo del tex.to, sdialándolas mediante comillas. As! el texto
impN:so por Sancha en 1172 ofrece la primera lectura completa y cotejada del Discu,.so.
:asta e. la que recoge Bldlxrg en la Antología citada, por la que citari, indicando en el
texto, entre paréntesis, el número de página. No obstante, teniendo a la vista las edicio·
nel de 1586 y la de 1112, preservo algunas formas ortográficas de pertinencia fonética
y fonológica, además de selíalar en nota alguna variante significativa. El pasaje agusti-
niano se recoge en la página 51.

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lengua castellana para alcanzar un grado de elocuencia semejante al de la


latina. saliéndose del uso común sin caer en la afectación, Morales está esbo-
zando un nuevo modelo estilistico, que rompe con el del primer Renacimien-
to y apunta ya hacia el del Barroco, un modelo en Que no "será superfluo
todo su cuidado, toda su doctrina y trabajo" (pág. 52). La distancia con los
planteamientos iniciales, correspondientes a los que se encontraban en vigor
a mediados de la centuria, se muestra en el Discurso de 1586 en la propuesta
estilística que Morales formula de manera muy cercana a la que en fecha
próxima, en 1585. hacia fray Luis de León en la "Dedicatoria" del libro 111
de su obra De los nombres de Cristo, verdadero punto de transición entre
las dos grandes etapas del siglo XVI:

Yo no digo -afirma Morales- que afeites nuestra lengua Castellana, sino


que le laves la cara. No le pintes el rostro, mas quitale la suciedad; no la
vistas de bordados. ni recamos, mas no le niegues un buen atavío de vestido,
que aderece con gravedad (pág. 53).

No sólo estamos ya ante el criterio de selección que defendía el fraile


agustino y una insinuación de cierto ornato o "atavío", que apunta hada el
cercano predominio de la "invención ". sino que también nos encontramos
ya con la palabra <Iue definiría tanto el estilo literario como la actitud gene-
ral del hombre del Barroco, la "gravedad" '. Evidentemente, ni estas formu -
laciones ni los ideales estéticos que les subyacen podían haber aparecido en
la versión inicial del Discurso, en 1546, sino Que obedecen plena y exclusi-
vamente al estado del debate que se desarrollaba en los momentos finales del
Quinientos. En esta situación hay Que incardinar tambien el elogio - junto a
la propia edición- de la obra de Oliva, que supone la tercera adición que
vamos a considerar.
Como es natural, los comentarios elogiosos a la obra de Oliva aparecían
ya en la primera versión del Discurso, pues este propósito laudatorio era su
intención formal. Sin embargo, el planteamiento difiere notablemente cuando
Morales enfrenta su revisión, no sólo en un grado cuantitativo. sino sobre
todo en la orientación misma de esos elogios. La recopi lación de todos los
textos de su tío obligaba a la lógica extensión del comentario, pero también

• Para las bases sociocultural~s que motivaron el cambio, v~ase Bernardo Blanco-
González, DtI cortesano al discreto . Esome,. de uno decadencia , Madrid. Gredas, 1962,
en el único tomo aparecido. Las bases conceptual~s det arquetipo renacentista son anali-
zadas por Margherita Morreale, CasJiglioll¡> y Boscán : el ideal co,tesano e,. ti RttJQci-
miento upañol. Madrid, RAE, 1959. En las I~tras ~spaf'iolas puede seguirse la evolución
del modelo renacentista al barroco a partir de la traducción de 1I Co,.legm1lo por Bos-
cán (1534), en El Scholástica de Villalón, El GalaIco tS~o l (c. 1586) de Lucas Gra-
cián Dantisco, El hlro¡> (1637) y El discr¡>to (1646) de Gracián, como hitos más desta-
cados.

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al cambio de enfoque empleado y de la línea de argumentación, pues en ella


tienen ya cabida las referencias textuales al dominio de la lengua latina, a los
textos traducidos o al Testo de la obra compuesta en castellano. Pero lo real -
mente interesante es el desvío del planteamiento inicial , limitado al reconoci-
miento del apoyo que el Diálogo de la djg"idad del hombre prestaba a la de-
fensa e ilustración de la lengua castellana, hasta su conversión en ejemplo del
modelo estilístico propuesto en el Discurso, tal como éste se infería de las in-
terpolaciones señaladas, Así, el énfasis ya no recae en que Oliva "no quiso
sino escribir siemp.e en lenguaje Castellano", sino en que lo hizo "empleán-
dolo en cosas muy graves con propósito de enriquecerlo Con lo más excelente
que en todo género de doctrina se halla" (pág. 63), donde vuelven a aparecer
claras referencias textuales a los nuevos ideales de "riqueza" y "gravedad".
~stos han sido desarrollados a 10 largo de la primera parte del Disrl/rso, si-
tuando Morales al final del mismo la obra de su tia, en la cúspide de esta
categorización, con el doble y fuertemente interrelacionado propósito de en-
salzar los méritos de Oliva y convertirlo en valedor y bandera del modelo
est ilístico propuesto.

Las ideos lingüísticas del Discurso.

Tanto en el nivel de su estructura general como en cada uno de los apar-


tados concretos en que se articula, el DiSCllrso de Morales ofrece, al par que
una extraordinaria coherencia 10, un enorme rigor argumental y expositivo,
situándose con ello en las fronteras en las que el ensayo se emparenta con el
tratado científico. Con recurso oratorio, el humani sta reproduce un esquema
en el que se funden lo especulativo y 10 retórico, al segui r en su razonamien-
to expositivo sobre los niveles de la lengua y las nomlas de su uso literario
la línea trazada por la evolución de las ideas generales a lo largo de todo el
siglo. Así, el Discurso se inicia con la consideración de las ideas de raíz pla-
tónica sobre la lengua y los aspectos que éstas destacan, para acabar con los
planteamientos de base aristotélica que anuncian el paso al Manierismo y el
Barroco. Los presupuestos anteriores, sin embargo, no se excluyen totalmen-
te, quedando integrados en una amplia teoría sobre la lengua, en la que hace
corresponder las distintas ideas lingüísticas con los diferentes niveles de la
propia lengua. Intentaremos a continuación analizar y desarrollar en esta
línea apuntada el sistema de ideas y argumentos articulado por Morales en
el Discurso.

ID Cfr. Val~ria Scorpioni, .. 11 Disnwso sobu lo 1~ltgtItJ casttllano di Ambrosio d~


Morales : un problema di cocr~nza '., Stwdi lspcmici, X, 1977, pAr'. 177-194.

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Se abre éste con una auténtica declaración de principios naturalista, ade·


lantada ex obmPlo : .. U na buena parte de la prudencia en los hombres es
saber bien el lenguaje en Que nacieron" (pág, 47), Con dio el autOr engarza
su DisCltrsO con la primera etapa de afinnación renacentista de la lengua vul·
gar materna frente al latí n, pero retomando la actitud filosófica de corte p la·
tónico Que la sustentaba no para mantener una acti tud de abierta polémica,
que, sobre todo a partir de la segunda edición del texto, puede considerarse
prácticamente superada , sino para integrarla en una línea de razonamiento
que ha de conducir hasta las consideraciones finales ... asta es la primera cosa
----continúa razonando Morales- a que el entendimiento se aplica en la vida,
y en ella tenemos por maestro a la misma naturaleza " (pág, 47), Al carácter
natural de la lengua materna pueden añadirse otras razones para justificar
su uso (literario). en las que Morales puede sintetizar las corrientes de de·
fensa de la lengua vulgar más vivas y actuantes en la primer·a mitad de la
centuria :

y el principal ornamento con que el hombre sabio ha de arrear su persona, y


en que debe señalarse entre los otros, es en el hablar ordinario, que todos en·
tienden y todos se sirven de é l para manifestar lo que sienten. gozando asimis·
mo todo 10 que en él se les comunica (pág. 47).

En tan breve fragmen to resuenan como acompasados ecos las ideas de


Castiglione sobre las virtudes del cortesano y su defensa de la lengua vulgar
como una de las principales virtuues de este modelo de hombre renacentista.
A la defensa de Castiglione se une la de Pietro Bembo, autor en el que se
detendrá más adelante, La actitud platónica y naturalista del legado pontificio
en España es la que se continuará en nuestra lengua a través de figuras como
Valdés o Villalón, discípulo de O liva. en paralelo al Morales de 1546. Sufi-
cientemente conocida es la actitud del autor del Diálogo de la lengua y no me·
nos explícita es la defensa del uso del romance sostenida po r Villalón en El
Scholástico, y aún habría de continuarse esta línea ha sta culminar en fray
Luis de León, pasando por figura s tan destacadas como fray Al onso de Oroz-
co, Alej o Venegas del Busto y Huarte de Sa n Juan 11 .
La apelación a la extensión del romance "que todos entienden" y las po-
sibili dades de comunicación derivadas de ello recuerdan los planteamientos
erasmistas, que supusieron también un importante impulso en la defensa de
las lenguas vernáculas n, pues no en balde impulsos conectados con el eras-

u Viase Romera. Navarro. ob. cit., pág, 117; y Aubrey F , G, Bell, El R~lI(Jci,"i~,,­
fo t spañol, Zaragoza, Ebro, 1944. págs. 128·129. En su amplio estudio El ; tnsamie"IO de
CtrtJO,Jtu (Barcelona, Noguer. 1972, p;ig. 186). Américo Castro descubre en el autor de
El Q Nijot~ ciertas vetas que lo entroncan directamente con la línea apuntada.
lJ Cfr. Luisa López Grigera . .. Estela del erasmismo en las teorías de la lengua y el

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mismo alentaban en los propios Valdés y Villalón, y a estos impulsos hay que
atribuir la labor gramatical y de defensa del castellano de autores como Juan
Martín Cordero, Pedro Simón Abril, Francisco Thámara, Vergara, Palmi -
reno o el propio Venegas del Busto, asimismo autor de un prólogo a las obras
de Mexía, Vives y Oliva que Cervantes de Salazar recopiló en el volumen en
el que vio por primera vez la luz el Disc"rso de Ambrosio de Morales Il, La
difusión de estas ideas contribuyó de manera efectiva a la primacía de la efi-
cacia comunicativa, junto con determinadas condiciones materiales, a la hora
de escoger la lengua utilizada, como señala Domingo Ynduráin, recogiendo
entre otros testimonios las lamentaciones de Francisco López de VilIalobos
acerca de las dificultades qu~ ~ncuentra para imprimir una obra en latín ¡'.
En estas circunstancias, que no cabe ver como m~ram~nt~ anecdóticas o
aisladas y que confonnan la situación lingüística de mediados de la centuria,
inscribe Morales su defensa de la lengua castellana, más que con argumentos
polémicos, con aquellos que le permiten situar su razonamiento en una co ~
rriente gen~ral de preocupación por lo propio y natural , de la que luego trae·
rá los ejemplos de griegos, latinos e italianos. Comentando el carácter plató ~
nico de la defensa renacentista de la lengua vulgar, Américo Castro señala:

El Renacimiento dignifica el refrán por ~r expresi6n de la naturaleza y


mística sabiduría insita en la conciencia : avalora Jos roman<:es que canta el
vulgo por tradici6n ( ... ) en los que se veía quién sabe qué místicos eros de la
belleza natural ; en fin, el Renacimiento ha de dignificar la lengua hablada, la
vulgar y usadera, c:onsiderándola romo el más inmediato instrumento de ex·
presi6n, en contacto directo con ese fondo misterioso de 10 humano, fuente del
espíritu. El principio metafísico se aliaba <:on el impulso vital . que iba afano-
samente tras de cuanto era vida y energía ; el lenguaje hablado fue en~guida
objeto de amor para los más egregios de los renacentistas. Además, la con·
ciencia naeional husc:::6 un punto de apoyo en la. h:ablu locales, frente al latin,
abstractamente internacional¡'.

Desde un punto de vista no específicamente lingüístico, el historiador deja


traslucir, de forma implícita, el fenómeno de contaminación de los iniciales
valores platónicos, al hac~r referencia al uso y a la vida del lenguaje hablado,
que lleva a la polémica entre naturaleza y uso como criterios de perfección
de la lengua, configurando una segunda etapa en la trayectoria de las ideas
lingüísticas de la centuria, y que Morales recoge en su Disclfrsu inmediata-
mente después de la inicial afirmación de 10 natural:

estilo en la Espafla del siglo XVI", El ~.f'a.rmi.sm o en España, ed. M . Revuelta Sañudo y
C. Mor6n Arroyo, Santander, Sodedad Menéndez Pelayo, 1986, págs. 491·500.
1S Referenc::ias a uta n6mina de erasmistas relacionados con la defensa del vulgar
~ encuentran en A. Ca.stro. ob. cit., pi.gs. 187-188.
1. Cfr. D. Ynduráin, ob. cit., págs. 2h-Z}.
II A. Castro. ob. cit., págs. 185· 186.

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la cual (naturaleza) poco después de nacido el hombre, juntamente con el mo-


vimiento del cuerpo, a que luego lo acostumbra, le muestra tambien a moverse
con el alma y dar señal de ella con hablar en su lenguaje. Pasados algunos
años, cuando ya naturaleza nos ha enseñado lo que basta para formar bien las
voces y pronunciar enteramente y sin fealdad las palabras, entonces sucede en
su lugar el uso, de quien aprendemos la propiedad de nuestra lengua natu-
ral (pag. 47).

A esta matización inicial de la dicotomia de naturaleza y uso, que no re-


presenta una radical contraposición entre ambos conceptos, añade irunedia-
tamente una distinción que sí resulta pertinente y productiva en el desarrollo
de las ideas lingüísticas del Renacimiento. La propiedad, que es fruto de la
naturaleza y el uso y satisface las necesidades de comunicación y corrección,
representa un nivel diferente del de la "elocuencia", que Morales introduce
a continuación, respondiendo al ideal de elegancia representado por la norma
cortesana, tal como ya fuera definida por el mismo Castiglione y se desarro-
llara en España a partir del modelo garcilasiano. Si la propiedad, como naci-
da de la naturaleza y el común uso, se encuentra en el pueblo, y se ilustra
esta sentencia con la reconvención que la anciana ateniense hizo a Teofrasto
(pág. 48), sólo el cultivo de la lengua pennite acceder a su perfección, que
"no es común, sino negocio de particular juyzio" 16. Morales va más alla, así,
de posturas como la valdesiana, radicalmente platónica, que sitúa la perfec-
ción modélica en las manifestaciones mas específicas de la lengua popular, los
refranes, siguiendo el modelo de la idea clásica de que la pureza de la lengua
latina residía en las matronas romanas.
Cuando el humani sta cordobés se autoriza con el testimonio de los poetas
y oradores latinos, como Valerio Máximo o Cicerón, que perfeccionaron su
lengua cultivandola con intensa dedicación, en lugar de emplear la griega, la
defensa del uso de la lengua vernácula no está ya hecha con intenciones rei-
vindicativas del castellano frente al latín como casi por las mismas fechas
mantiene Venegas en su Agonía del tránsito de la muerte (1538) o, más ade-
lante, persiste aún en Malón de Chaide y Huarte de San Juan, sino que se
presenta en función del continuo esfuerzo de perfeccionamiento con que hay
que emplear la lengua, el cual sólo puede ser alcanzado mediante el ejercicio
y el arte:

La grande afición 11 con que los Romanos amaron la Ie:ngua de su tierra. se


vee manife:stada en la dilige:ncia con que: procuraron el bien hablar, aprendién-
dolo por arte muy larga y continuo ejercicio (pág. 49) .

l' Fray Luis de León, .. Dedicatoria" del libro 111, De los nombrts de Cristo,
e:d. C. Cuevas, Madrid, Cátedra, 1980, pág. 497.
11 Bleiberg:" La gran afici6n"; 1586: .. La grande afficion". Cerdá y Rico: "La
grande afec:ión". 17.

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J66 PEDRO RC IZ PiRU RFE, LXXIII , 199J

El ejemplo se aproxima al caso castellano a través de la lengua toscana,


en la que Morales repasa la contribución a la defensa y desarrollo del vulgar
hecha por autores como Boccaccio, Petrarca y Castiglione, hasta detenerse
en la figura de Pietro Bembo, en cuyas Prose della volgar lingua, "libro par·
ticular de la propriedad della" (pág. 51), concreta uno de los sentidos del con·
cepto "aMe" al que se refería en el fragmento citado anterionnente. Se trata
de las regale dell'artc, a las que Nebrija había intentado someter la lengua
castellana medio siglo antes de que Morales compusiera su Discurso. Sin em -
bargo, Morales parece olvidar la obra gramatical del sevillano, al que ni si-
quiera menciona. Ya éste había recibido la oposición frontal de Juan de Yal-
dés, pero no sólo por la cuestión más superficial de la contraposición de la
norma toledana frente a la sevillana, sino, sobre todo, por la mucho más pro-
funda diferencia de las concepciones de la lengua, que se proyectan en el acer-
camiento a su estudio a través de un diálogo de corte platónico-ciceroniano o
un tratado científico de rigor aristotélico. Por esta misma razón es por la que
Yaldés desdeñaba la sistematización del Bembo, de la que "séos dezir -afir-
ma por med io del personaje que lleva su nombre en el Diálogo de la lengua-
que a muchos he oído dezir que fué cosa inútil aquel su trabajo" 1'.
Esta omisión ele Morales sustenta su queja por el descuido que ha venido
sufriendo la lengua castellana:

Por esto me duelo yo siempre de la mala suerte de nuestra lengua Caste-


llana, que siendo igual que todas las buenas en abundancia, en propriedad, va-
riedad y lindeza, y haciendo en algo desto a muchas ventaja, por culpa o ne-
gligencia de nuestros naturales está tan olvidada y tenida en poco, que ha per-
dido mucho de su valor (pág. 51) .

Recoge así, apoyado en el caso italiano ~puesto anteriormente, una línea


de lamentos por la situación de la lengua castellana de autores estrechamente
vinculados con las letras italianas, como una derivación de la significativa
influencia de éstas en la defensa de la lengua castellana. Tal es el caso, por
ejemplo, de Juan de Valdés, el cual, aunque tiene a la lengua castellana por
"tan elegante y gentil como la toscana", confiesa que "también la tengo por
más vulgar, porque veo que la toscana está ilustrada y enriquecida por un
Boccaccio y un Petrarca" 1', autores Que, como luego hará Morales, echa en
falta en las letras castellanas. Y lo mismo confesará el propio Garcilaso en el
conocido pasaje de su epístola preliminar a la traducción que Boscán había
hecho de la obra de Castiglione: "yo no sé qué desventura ha sido siempre
la nuestra, que apenas ha nadie escrito en nuestra lengua sino que pudiera

11 Juan de Valdés, Di4logo de la Itn9UO, ed. C. Barbolan;, Madrid, Cátedra, 1982,


pág. 122.
JI Juan de Valdés, oh. cit., pág. 123.

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RFE., LXXIII. 1993 EL CDI SCURSO SOBRE U. LENG UA CASn:uJ.NAJo 367

muy bien escusar" 21). En cualquier caso, ni las quejas de estos autores ni las
de Morales debieron surtir mucho efecto, pues años después volvemos a en-
contrar los mismos lamentos y en términos muy similares en Herrera, quien
sigue denunciando "el descuido de los nuestros i la poca afeción que tienen
a honrar la (lengua) suya", en sus Anotaciones a la obra de Garcilaso 21,
mientras a su voz unen las suyas Francisco de Medina y fray Luis de León.
Vuelve en este punto el Discurso a la situación de los compases iniciales
de la lucha del castellano por afirmar su dignidad en abierta emulación del
prestigio del latin, una situación que de forma esporadica salpica toda la cues-
tión lingüística a lo largo de la centuria, como aparece en sus años finales,
motivando la respuesta de fray Luis en la "Dedicatoria" del libro III de su
diálogo De los nombres de Cristo. Cuando los ecos mayores de la polémica
parecían haberse diluido, él recoge este sentimiento de desprecio por la len-
gua castellana, al que se viene a superponer, agravandolo, el descuido de su
ejercicio :

y aún pudiera esto sufrir o disimular, sino hobiera venido en tanto menos-
precio, que basta ser un libro escrito en Castellano para no ser tenido en
nada (págs. 51-52).

En la primera redacción del Discurso Morales propone directamente,


como solución a este estado de postración derivado del descuido y del des-
precio de la lengua, su cultivo y ejercicio, ya que, en manos de buenos auto-
res, el castellano puede alcanzar el mismo alto grado de elocuencia que la
lengua latina o la toscana. Esta solución ideal corresponde plenamente a las
ideas y actitudes renacentistas, regidas por la nonna de la naturalidad y el
uso, que llevaba --como en Valdés o Pérez de Oliva- a sustituir el tratado
por la elaboración de un modelo de lengua a través de la práctica y a su ex·
posición en una forma como el diálogo, plena de remini scencia platónica y
actitud vital. Sin embargo, cuando Morales revisa el texto cuarenta años des-
pués, el inquieto humanista vuelve a mostrarse abierto al pulso de las teorías
de su momento sobre la lengua y la literatura, y añade una interpolación de
considerable extensión recogiendo la idea que, al compás del racionalismo
aristotélico de la época barroca que se aproximaba, estaba alterando el pano-
rama de las teorías sobre la perfección del lenguaje. Es decir, la nueva con-
sideración del arte en el establecimiento y conservación del mod elo lingüístico.
El proceso de sustitución del uso por el arte como norma del canon esti-
lístico, en el que ahora se impone el modelo de la lengua nacional sobre la
norma cortesana, fomenta la proliferación de gramáticas en la segunda mitad

111 Véase el comentario a estas quejas en Romera-Navarro, ob. cit., págs. 214-215.
11 Obras de Garcilaso d, la Vega co" Ano/aciones de Fernand o de Herrera, Sevilla,
1580 (ed. facsimil por A. Gallego Morell, Madrid, CSIC, 1973), pág. 74.

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368 PEDRO RUlZ PiRU RFE, LXXIII, 199J

del siglo x VI, al tiempo que conduce hasta posturas extremas en la aprecia-
ción de la lengua, derivadas de una consideración teórica de la misma. Mien-
tras que en 1546 Morales se encuentra con una tradición gramatical que ape-
nas sobrepasa las Introduc tiones grammalicae (1533) de Bernab¿ Bustos, en
el momento de la versión definitiva del Discurso puede conocer ya la gran
floración de obras de este tipo que ofrece la segunda mitad de la centuria, a
partir de la S uma y erudición de Gramnuítica (1550) del bachiller Francisco
Thámara o la Gramática castelloPla (1558) de Villalón, hasta los Principios
de gramática (1583) de Luis de Pastrana, sin olvidar la aplicación de los
mismos principios del arte a la retórica y a la poética, como hiciera Miguel
Sánchez de Lima en su Arte poético en romance castellano (1580) u.
No hemos hecho alusión a la auroral Gramático de Nebrija, porque el
propio Morales ni siquiera la menciona, pero sobre todo porque se aleja dia-
metialmente de sus postulados. De una paite, el periodo de tiempo transcu-
rrido, casi un siglo entre 1492 y 1586, no ha pasado en balde, y las posicio-
nes del Humani smo renacentista que sustentaban la piopuesta nehiicense es-
tán piácticamente olvidadas en la nueva edad. De otra parte, la concepción
que justificaba paia Nebiija la necesidad de los estudios gramaticales, y ésta
es la raíz fundamental de la tiansformación opeiada, difeiÍa notablemente de
la que servía de base a la posición de Morales, hasta el punto de convert ir su
diveigencia en oposición.
El enfoque del sevillano es historicista y de un esencial pesimismo, pues,
"más se puede temei el decendimiento della (de la lengua castellana) que es-
perar su subida", COmo afiima en la dedicatoria de la ob ra. Maicado por la
visión histórica con que nace la filología renacentista, Neb¡jja diiige su mi -
iada hacia atiás y busca su modelo en estadios anteriOies de la lengua, res-
pecto a los cuales contempla una amenazante c.lecadencia, influido también en
esto poi la platonizante idea de lo natural, que sitúa en 10 primitivo, poi más
cerCo'mo a la naturaleza, la perfección. La lengua castellana, unida por defi-
nición al contexto político, se sitúa en los umbiales de la nueva era imperial
con la perlección de lo primero ; de ahí que ante ella sólo se abia la perspec-
tiva de la decadencia, si no se somete a las reglas del arte. El arte se concibe,
así, como un método de fijación y de detención de la marcha evolutiva del
idioma.. Como señaló Green, esta teoría decadentista se halla enonnemente

:u Véase el apartado dedicado a los estudios gramaticales en Romera-Navarro.


ob. cit., pigs. 232-235, con datos y comentarios sobre las obras mencionadas. Mayor am-
plitud posee la recopilación y el análisis de estos textos en la Bibfioltca his/Órica tk fa
filología castellOlla del Conde de la Vifiaza, ed. cit., t. I. Para los tratados de poética y
retórica, véan~ la recopilación de Elena Casas, La retórica en España, Madrid. Editora
Nacional, 1980. asi como el capitulo de A. Vilanova dedicado a los" Preceptistas espa-
ñoles de los siglos xv y XVI", en la Hisloria General de las Literaturas Hispánicas,
t. II, Barcelona, Vergara, 1963.

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RFE, LXXJ1I, 1993 EL CDISCURSO SOBRE LA LENG t.: ... CASTELUN .... J69

extendida, fom'lando parle de la propia naturaleza del Renacimiento a traves


de sus conce¡x:iones platónicas y de la teoria de las edades que servía de base
a su propia definición como época 13. Si la aplicación de esta misma idea a
las artes constituyó la ba se del principio de imitación. tuvo su gran desarrollo
en las ideas lingüísticas, donde negó a alcanzar sus actitudes más extremas,
que puede representar perfectamente en España el criterio gramatical del
Brocense. Con ello, la exacerbación de los principios de la filología humanista
conducía a su propia negación, apuntando a la moderna concepción del latín
como lengua muerta.
Como es lógico, la actitud ele Morales tenia que ser radicalmente distinta,
opuesta, ya que el no estaba tratando con una lengua muerta ni amenazada
de decadencia, sino plena y juvenilmente viva, notablemente afianzada entre
el esperanzador 1546 )' el maduro 1586. Por ello, no <Iuería garantizarle la
quietud, sino el dinamismo de la vida, con todo lo que ella comporta. Y la
vida de una lengua es su uso coloquial y su cultivo literario. Esta visión in·
vierte la de Nebrija y, en lugar de mirar al pasado con nostalgia)' al futuro
con aprensión, se dirige únicamente hacia el futuro y lo hace con el optimis·
Ola de quien espera un continuo perfeccionamiento de la lengua o, al menos,
cree en su posibilidad. Por ello. la pretensión de Morales no es fijar la lengua
en un estado deternlinado, sino, por el contrario, impulsar su constante re·
novación al servicio de la má s alta elocuencia. Nada más opuesto, pues, a la
prohibición del Brocense que la insistencia del cordobés en la necesidad del
ejercicio de la lengua, en el que el arte sólo proporciona las reglas para su
desarrollo, sentando las bases de su renovación . Como señalamos más arriba,
la naturaleza, sustentadora de la norma cortesana. ha perdido al demediar el
siglo su hegemonia como criterio de perfección en favor del arte 14, 10 que
permite la creación de una nueva lengua literaria , que ya no esté atada por
las cadenas de la lengua común nacida de la naturalidad:

Mas antes que pase más adelante en esta mi querella, quiero mostrar dos
errores muy comunes de nuestros Españoles, que son como fuentes de do mana
todo este descuido y como disfamia de nuestro lenguaje. Piensan sin duda vul·
garmente nuestros Espal'ioles primero que naturaleza enseña perfectamente
nuestro lenguaje y que como es maestra de la habla, así lo es de la perfecci6n

u Cfr. Otis H. Green. España y lo trodid6n occidental. Madrid, Gredas, 1969,


t.111, págs. 289-291.
:M Cfr. Werner Bahner, La lingiUstica espa;¡ola del Siglo de Oro. A/lortocü",es a
lo COllcirncio lingüística en la Es¡,oño de los siglos XVI y XVII, Madrid, Ciencia Nue·
va, 1966 : las páginas sobre los cambios de criterios y gustos estéticos consiguientes en
Amado Alonso, Castellmw, esl'añol, idioma nocional: historia tspiritual de tres nombres,
Buenos Aires, Losada, 1942; Manuel Garda Blanco, La lengua española en. la ¿/loca de
Carlas V, Santander, UIMP, 1958; Rafael Lapesa, Historio de la lengua española, Ma·
drid, Gredos, 1980; y P . Ruiz Pérez, "Sobre el debate de la lengua vulgar en el Rena·
cimiento", ed. cit.

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370 PEDRO Jl l ' lZ ptU:.z RFE, LXXIII, 1993

de elta, sin que haya aventajarse uno de otro en esto, porque naturaleza en-
seña a todos todo lo que en la lengua natural hay que saber. De aqul nace el
otro error tambi¿n muy grande de tener por vicioso y afectado todo 10 que sale
de 10 común y ordinario (~g. 52).

La clave de esta dura acusación se encuentra en la distinción que Mora-


les establece claramente entre el "habla" y la " perfección " de ella. Si la pri-
mera sólo se rige por la propiedad y ésta nace de la naturaleza y el uso, la
segunda es la que detennina la elocuencia, que requiere necesariamente el
arte. Sin embargo, Morales no está pensando en el arte abstractamente gra-
matical de los tratadistas, sino en las reglas surgidas de "la elocuencia y el
estudio y el cuidado de bien decir" de los autores, es decir, en el ejercicio de
la lengua. Y ya no se trata del ejercicio oral, que se convirtió en la norma
del platónico primer Renacimiento, formulada en el principio de "escribo
como hablo", sino los modelos escritos, cuya ausencia es la <Iue lamenta Mo·
rales en su inicial queja por el descuido de la lengua castellana:

piensan que todo lo que es t:locuencia y estudio y cuidado de bien decir cs para
la lengua Latina o Griega, sin que tenga que ver con la nuestra, donde será
superfluo todo su cuidado. toda su doctrina y trabajo (pág. 52) .

La distinción entre los dos niveles de lengua, la oral y la escrita, permite


el establecimiento de dos modelos estilísticos diferentes, por los que la lengua
escrita, literaria, puede di stanciarse de la común hablada, basándose en esos
principios de cuidado, doctrina y trabajo, sin caer por e1l0 en el vicio de afec·
tación, considerado el pecado capital por el principio de buen gusto que regía
la norma cortesana 25. Y es un error, según Morales, considerar afectado
"todo lo que sale de lo común y ordinari o", pero, eliminado el principio rec·
tal' de escribir como se habla, se hace ahora más precisa, para evitar la afee·
tación, la abundancia de buenos modelos. Lamentando su falta, son reclama·
dos insistentemente en la primera redacción del Discurso, para sustentar las
reglas del arte de la elocuencia, tal como la concibe el nuevo ideal, que viene
a imponerse sobre el de Castiglione y Valdés:

Sin tales exemplos -insiste Morales hablando del latín y del griego-
no se podía perfeccionar el uso de la lengua en aquella parte, y que a faltar lo
que proveían. faltaría el bien que deseaban; y 10 mismo es en las formas y
maneras particulares de hablar, que llaman 'phrasis', y en todas las otras par·
tes del lenguaje, donde ayudada naturalen con el mejor uso saca más ventaja
y perfección (pág. 53).

u Sigue teniendo utilidad el sintético panor-ama trazado por Men¿ndez Pidal, .. El


lenguaje del siglo XVI", en Lo lengua de Crislóbal Colón, Madrid, Espasa-Calpe, 1978,
págs. 47-84, donde estudia los conceptos de " afectación", ".selección ", "norma cortesa-
na", etc.

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RFE, LXXlIl, 1993 EL CDISCURSO SOBRE u. LENe !;.... CA STELl.ANA ) 371

La superación del naturalismo platónico se hace completamente evidente


cuando , abandonando la idea valdesiana de que la perfección del castellano
se encontraba en los refranes populares, Morales reconoce la superioridad
sobre el " hombre criado desde su niñez entre rusticos " del "que se crió en
una gran ciudad" (pág. 52). No obstante, Morales no se va al extremo que
inclina completamente la balanza del lado de la invención, como muy poco
después harán los cultistas, sino que conserva aún el criterio de selección, a
la manera lui siana :

Yo no digo que afeites nuestra lengua Castellana, sino que le laves la cara.
No le pintes el rostro, mas quítale la suciedad ; no la vistas de bordados, ni
recamos, mas no le niegues un buen atavío de vestido (pág. 53).

Por esto será tan importante la existencia de buenos ejemplos, para renovar
y dignificar la lengua sobre el principio de aucloritas 216.
El tono didáctico heredado del primer Humani smo se continuó hasta la
última parte de la centuria en posturas como la de Malón de Chaide, cuando
afirma en el prólogo a La conve,.sión de la Magdalena (1588), siguiendo a
San Agustín, " huelgo que me reprenda el gramático, a trueque de que todos
me enti endan " , actitud que sustentaba el empleo del romance en detrimento
del latín. Frente a este componente, Morales establece con claridad que el
modelo de elocuencia se aparta de la afectación, pero también del habla co·
mún . como también hacia por esas fechas fray Luís de León. La idea es cla·
ra y generalizada. Se trata de hablar en una lengua vulgar. en romance, pero
no de seguir una tradición vulgar. El proyecto es la renovación y dignifica·
ción de la lengua por el esfuerzo personal , a través del ejercicio y el cultivo,
siguiendo el arte de los buenos modelos. El ejemplo de Cicerón, el mismo
inspirador del estilo más aceptado durante el primer Renacimiento, ilustra
perfectamente el ideal estilístico mantenido por Morales a partir de la forja
de las ideas anteriores, girando alrededor de la separación del habla común:

Las mismas palabras con que TuJio decía una cosa son las que usaba cual·
quier ciudadano de Roma, mas él con su gran juicio, ayudado del arte y del
mucho uso que tenia en el decir. hace que sea muy diferente su habla; no en
los vocablos y propiedades de la lengua Latina. que todos son unos, sino en
saberlos escoger y juntarlos con más gracia en el orden y en la composición,
en la variedad de las figuras. en el buen aire de las cláusulas, en la convenien·
te juntura de sus partes, en la melodía y dul:r:ura con que suenan las palabras
mezcladas blandamente sin aspereza ... (pág. 54) .

,. Cfr. Lore Terracini, "Tradi:r:ione iIIust.re e lingua letteraria nella Spagna del
Rinascimento", en Studi dI! Ll!tltratura Spag1f.Ola, 1, 1964. págs. 61·98; 11, 1965. págs. 9·
94. Se recoge como .. Tradi:r:ione ilIustre e Iingua leteraria, problema del Rinascimento
spagnolo (da Nebrija a Morales)", en Lingua comt problnna "' , ob. cit.

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J72 PEORO k UI Z P F: II.EZ RFE, LXXIII , I99J

Más adelante vuelve a insistir en este ideal estilístico, que conserva del mo-
delo anterior el papel fundamental de la selección, pero poniendo un énfasis
especial en la dispo.ritio de esos mi smos materiales -el principio de combi -
nación- , pues es en esta composición donde radica la perfección de la elo-
cuencia:

tomemos sólo lo que loca a l lenguaj e y a l primor y a la gracia que cabe en el,
que llaman 'elocución' los Rhetóricos Latinos, y tooa se ocupa en degír las
palabras y mezdarlas con tal concierto en lo que se dice, que se les añada
mucho de eficacia, asl para representar las cosas que quieren darse a entender,
como para que con mayor deleite se escuchen (pág. 55).

La composición ha de resultar, así. "estremada, natural, llena, copiosa,


bien dispuesta y situada " (pág. 55), pero todo ello sin caer en la afectación.
~stas son las mi smas ideas que, expresadas en términos casi idénticos, se en-
cuentran en las definiciones de sus ideales estilísticos dadas por Malón de
Chaide, Francisco de Medin;¡ , Fernando de Herrera o fray Lui s de León . El
DiSCl(rso muestra en este aspecto su gran sintonia con el espiritu vigente en
torno a 1580 y la recepti vidad de su autOr no sólo a los fenómenos que se
están produciendo en este momento, sino incluso a aquellos que apenas se
están apuntando, pues los fragmentos entresacados en las últimas citas per-
tenecen a la redacción primitiva de 1546, cuando Morales sólo disponía en el
campo de los modelos estilí sticos de los propuestos por Garcilaso, habida
cuenta de la lenta difusión del texto valdesiano; y en ambos casos a la base
se encontraban los pr incipios de naturalidad y selección 27. Por enci ma de
dio, el humani sta cordobés dispuso de una ampli a y fecunda tradición, que
supo recoger y actualizar, adaptándola a las lluevas ideas lingüísticas. Ya
Amado Alonso señaló ha ce c-así cincuenta años la tradición latina en la Que
se inscribe él , pues autores como Morales "tienen el mayor empeño en reco-
ger fielmente la tradición de los retóricos latinos. Toda la armazón argumen-
tal del ( ... ) puede re<:omponerse con las ideas de Cicerón y Quintiliano espe-
cialmente " a.
Ya se ha afirmado la existencia de una voluntad de superar aun en len-
gua romance toda tradición vulgar, en tanto el latín -y, con él, las ideas
lingüísticas latinas- sigue siendo el de<:hado de perfección en el que se ponen
las miras de todos aquellos que pretenden renovar y digni ficar la lengua cas-
tellana. Los ejemplos latinos se repiten a lo largo del Discurso, y a través de
estas breves citas, que parecen traídas como meras ilustraciones, se filtran
las ideas esenciales de la poética latina, que engloba tanto a los autores c1á-

u Cfr. R. Menéndez Pidal, "El lenguaje del siglo X VI " , ob. cit., págs. 67-73.
11A. Alonso, Casullano. upañol, iditmltl ,",ciollDl: hi.rtON6 espiritual de tres nom-
bru, ed. cit., pág. 81.

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kPE, LXXIII, I99J 1.1. C IlISClkSO SOBIIE 1•.\ I..ENGl·A l ·ASTf.lU.NA ~ JlJ

sicos -Quintil iano, Suetonio Tranquilo, Cornelio Tacho-- cuma a los Pa-
dres de la Iglesia )' a los tratadistas cristianos -Lactancia, San Cipriano,
San Jerónimo--, en un mismo conjunto de modelos de bien decir. En este
contexto de la tradición clas;ca es en el que podemos explicar los ecos hora-
cianos que se perciben en la incipiente distinciÓn de las funciones del lenguaje
que plantea el Discurso, trabadas en estrecha relación con la dicotomía pTe-
\'iamente establecida entre la propiedad y la elocuencia:

Las palabras con que uno se contentara decir alguna cosa de manera que lo
entendieRn, (1 (Cicerón) hado con quitarles y añadirles, con trocarlas y revol·
verlas. y ata viarias con todo ader(,lO ()(' elocuencia, que demás de dar a en-
tender lo que se prctende. las cojan los oídos con más suavidad y enRfíen al
entendimiento más sabrosamente y con más gusto (pág. 54) .

Sin duda alguna estamos ante una nueva formulaciÓn del IdiJe et dulce
de Horacio, en la que junto a la estricta función de comunicación se encuen-
tra la de expresar)' mover, nrovere el detectare. La relación de los terminas
contrapuestos es clara y precisa. La lengua hablada puede alcanzar por la na-
turaleza y el uso la propiedad, y con ella puede comunicar las ideas. Pero es
sólo cuando a la naturaleza y al uso se suma el arte en la lengua escrita, cuan-
do se alcanza la suma elocuencia , que es la que proporciona, adttnás del efec-
to conativo sobre el receptor, el placer estético, un factor en progresiva valo-
rizacíón según la literatura va desprendiéndose del predominio del compo-
nente uti litario adherido durante la Edad Media y preservado por una im-
portante corriente del Humanismo renacentista 29,
Con este planteamiento, cuya base es la misma que la de la defensa de la
lengua liter·aria alejada del habla común, Morales se aparta ya en 1546 de
los ideales estilísticos del Renacimiento mas temprano. en busca de una am-
pliación de las posibilidades expresivas y esteticas, que rebasa sobradamente
los limites impuestos por la preceptiva sencillez renacentista de Valdés y del
propio Garcilaso. Ello implica, naturalmente, una propuesta de transforma-
ción de la lengua poética recibida del periodo anterior, una transformación
que sólo se puede llevar a cabo siguiendo las reglas del arte:

:18 Frente al modelo medieval del raronamiento escolástico, que persigue la verdad
y la certeza, el Humanismo, que desplau la lógica por la retórica, se orienta hada la
persuasión y la probabilidad. Cfr. Vicente M uñoz Delgado, .. Nominalismo, lógica y Hu-
manismo", en El era.smi..rmo esPOiiol, ob. dt., págs. 109-174. }oscph Pérez plantea otra
perspectiva de estas relaciones en "Renacimiento y escolastica", en Litera/ura ffl lo ;po-
ca dl'l Emperador. Acadt"lflio Littrario ReMun/ista. V , Universidad de Salamanca, 1988,
págs, 9-20. Para. la. formación y consolidación de los tópicos horacianos, vtase Antonio
Garcia Berrio, .. La form ación del 'patrón' renacentista de Horacio y 105 tópicos teórico-
literarios del Siglo de Oro espafiol", en Actas dtl l V Congreso In/#!t'"tUUialtal tI#! Hispa-
nistos, Universidad de Salamanca, 1982, p6gs. 573-589.

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PEDRO RVll Pt;Rf2 RFE, LXXIlI, 1993

La causa verdadera de no acC'rtar a decir bien, ni diferenciar lo bjC'fl dicho


en el Castellano, está principalmente en no aplicarle el arte de la elocuencia,
en lo que ella enseña mejorar la habla, no para propriedad, que ésta el uso la
muestra, sino para la elegancia y la fineza , donde no llega el uso y el arte
puede mucho suplir el defecto (pág. 56).

Se mantiene aquí de manera clara y efectiva la distinción de los dos niveles


antes señalados, el de la prOI}iedad Y el de la elegancia, como características
respectivas de la lengua oral y la escrita, rompiendo la identificación rena-
centi sta , que se apoyaba en la sola determinación de la naturaleza y el uso.
Para Morales estos dos principios resultan ya insuficientes si no son re-
gulados por el arte y, junto al arte, los ejemplos, el modelo de los auelares,
seguido de un concepto ele imitación que parte del renacentista, para adap-
tarse a los nuevos ideales estéticos. El uso de los ejemplos resultaba ya fun-
damental para el modelo estilístico del primer Renacimiento, tal como reco-
nocía Valdés en el Diálogo de la lengua., al resaltar el papel decisivo de Pe-
trarea y Bocca.ccio en el desarrollo de la lengua toscana, un papel más im-
portante incluso que el de la obra gramatical del Bembo, ya que es en los
modelos donde se: puede operar el principio básico de la selección, tan ligado
al concepto de i",ilatio. Morales retoma los pasos de Valdés y otros andados
por la poesía latina , junto con la lamentación por la distinta suerte de la len-
gua castellana, en la que no encuentra en 1546 los ejemplos que pueden ser-
vir de modelos satisfactorios:

Junto con ~sto (el arte) faltan en nuestra lengua buenos exemplos d~1 bien
hablar en los libros, QU~ es la mayor ayuda que puede haber para pt'rf~ccio ­
narse un I~nguaje: y donde falta el arte la imitaci6n con los buenos dechados
alcanza mucho (pág. 56).

Destaca en este fragmento el earácter rotundamente explicito con que Mo-


rales sitúa los posibles "buenos exemplos de bien hablar en los libros ", seña-
lando la consagración de la superioridad de la lengua literaria escrita sobre
la lengua hablada, idea que ya había aparecido en Pietro Bembo y que en
España alcanza su culminación en las Anotaciones de Herrera y la contro-
versia que despertaron, donde el sevillano mantuvo que reside "en la lite-
raria la verdadera dignidad del idioma" JO. Como señala Werner Bahner,
Bembo, que es el primero que intenta someter la lengua toscana a las reglas
del arte, marca el inicio de un nuevo período en la historia de la lingüística y
de las lenguas vulgares, al tratar la lengua romance como lo había sido el

• Cfr. A. Alonso, ob. cit., pago 73. Juan Montero (La "Controversia" sobre las
.. AlWtacioMs" herreriana.r, Ayuntamiento de Sevilla, 1987) da cu~nta de las "aprecia-
ciones literarias " d~1 sevillano (págs. 68-70).

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latín clásico, pues para él no se puede hablar de la existencia de una lengua,


si no es en función de sus obras literarias, por lo que, con una actitud que el
historiador califica de conservadora y ari stocrática, lleva a la lengua vulgar
el concepto latino de imitaNo JI .
E s en esta línea, mucho más Que en la marcada por Nebrija , en la que se
incardina Morales y en la Que, a partir de la nueva valoración del arte en la
lengua, repite las consecuencias de este principio siguiendo a los preceptistas
italianos en la busca de buenos Quctores. En opinión del cordobés. "destos
ya ha habido algunos en nuestro tiempo, que con escrebir en Castellano cosas
ele buena doctrina, adornándolas con el cuidado de bien decir. han abierto la
puerta a todos los Españoles doctos, para que tle aquí adelante estimando
en mucho nuestra lengua, que veen ya mejor inclinada y capaz de todo ade-
rezo de elocuencia, todos sin miedo se le entreguen, y en breve llegue a ser
tan copiosa y tan galana como, si no le faltan sus naturales, puede" (pág. 58).
Con estas palabras Morales matiza significativamente su apasionada que-
ja anterior sobre la falta de autores en lengua castellana, ofreciendo a conti-
nuación una nómina que parece traída expresamente para contradecir tan ro-
tunda negación. Pero Me.xía, Florián de Ocampo, Hernando del Pulgar, Bos-
cán, Garcilaso, Alejo Venegas, Cervantes de Salazar y fray Luis de Granada
desfilan con sus obras por las páginas del Discurso entre elogios y encendi-
das apreciaciones. La aparente paradoja se resuelve al descubrir que Morales
culmina la elogiosa relación con la alabanza de su tío. Pérez de Oliva, "uno
de los más señalados y admirables ingenios que España ha tenido" (págs. 62-
63). Tal afirmación no cabe entenderla simplemente en el conjunto de la tó-
pica laudatoria habitual en los prólogos al uso, sino que debemos situarla en
el contexto de la intención de Morales de establecer un modelo literario vá-
lido, a partir de cuya imitación se pueda alcanzar la renovación de la lengua
poética castellana según las reglas del arte. La negación de una tradición lite-
raria en este aspecto, además de venir ligada al rechazo de la norma estilísti -
ca anterior, basada en el habla, supone la novedad del intento dignificador
del autor del Diálogo de la dignidad del hombre, que tampoco puede presen -
tarse como una iniciativa totalmente aislada, perdida en su propia individua-
lidad, sino en el seno de un reducido conj unto de auto res de prestigio ya con-
solidado en los comedios de la centuria y que sirven de aval a los cánones
estilísticos de la obra de O liva reivindicados por Morales.
Su alabanza no se limita, pues, a un deseo de dar lu stre a la obra de su
tia, sino a la voluntad de encontrar quien confirme. como el repetidamente
citado Cicerón hiciera en las letras latinas, la posibilidad de la lengua caste-
llana de alcanzar la más alta dignidad y el más alto grado de perfección y

Sl Werncr Bahnt:r, La li"giHsticIJ upa;¡ola d~1 Siglo de 0,.0, ed. cit.. pág. 66.

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". ...: 0110 MUIZ ptREZ RFE , LXXIlI, 1993

elocuencia, inspirando así los intentos de otros autores. Este planteamiento


queda expuesto con claridad cuando Morales continúa la alabanza de Oliva:

Principalmente pues los mismos que le conocieron por estremado en todo


género de disciplinas y por hombre prudentísimo y muy virtuoso saben cuánto
se pulió en su lengua, cuanto le fue aficionado y cómo estaba todo puesto en
dar a entcTl<kr el mucho fruto que podía producir su fertilidad , siendo bien
cultivada (pág. 63).

Cuando el Discurso se utiende. para figurar en la edición de las Obras


de Oliva, abarcando un conjunto mucho mayor de las mismas que el recogido
por Cervantes de SaJazar, Morales amplió sustancialmente estas considera-
ciones, introduciendo los criterios que en el último tercio del siglo estaban
sustentando la gran innovación poética de Herrera o de fray Luis de León.
Por ello, la obra. de Oliva. no aparece sólo como una invitación al cultivo de
la lengua castellana, sino a desarrollarla en una precisa tradición culta y llena
de " gravedad ", el signo de la nueva etapa:

No ~ puede dar del todo a entender cuán grande fue el amor que tuvo a
nuestra lengua, mas entiénde~ mucho cuando se: considera cómo un hombre
que tan aventa;adamente podía escribir en Latín y hacer mucho más estimadas
sus obras, por estar en aquella lengua, haciendo lo que los hombres doc:tos (:O.
múnmente hacen, no quiso sino escribir siempre en lenguaje Castellano, em·
pld.ndolo en cosas muy graves, con propósito de enriquecerlo con lo más ex-
celente que en todo género de doc:trina se halla (pág. 63).

Es posible matizar esta idea de "gravedad " hasta su exacta significación,


si tomamos en consideración algo ya apuntado : la distinción entre lengua
vulgar y tradición vulgar, junto al desarrollo teórico que de estas ideas hacia
fray Luis en la citada " Dedicatoria", auténtico compendio de las ideas lin·
güísticas y poéticas más avanzadas del momento. Como afirma Romera-
Navarro, para el agustino "tener por fácil y de poca estima lo que se escribe
en castellano es engaño y vicio común: empleada la lengua en cosas sin sus-
tancia en el pasado, no la creen capaz de más altos empeños" n, en lo que el
poeta de las odas coincide con la opinión de Morales. Tal como éste postula
implícitamente en sus elogios de Oliva, fray Luis distingue con claridad el
estilo de la lengua en que se escribe:

las palabras no son graves por ser latinas, sino por ser dichas como a la gra-
vedad le conviene, o sean espafiolas o sean francesas; que si porque a nuestra
lengua la llamamos vulgar se imaginan que no podemos escrivir en ella sino
vulgar y baxamente. es grandísimo error u .

D M. Romera-Navarro, ob. cit., pág. 242.


P Fray Luis de León, De lfU raombres de Cristo, oo. cit., págs. 495-496.

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RFE, LXXIII , 1993 EL "OISCURSO SOBRE LA LEf\1GI.:A CA STEU_ANA . 377

Cri stóbal Cuevas, moderno editor del diálogo luisiano, sintetiza perfectamen -
te la opinión del autor:

Lo que hace falta es escribir 'como a la gravedad le conviene', en lo cual


está muy descuidada la lengua castellana en comparación con ' las mejores' de
Europa - italiana y francesa-, a las cuales, no obstante, 'vence ella en otras
muchas virtudes' at .

La intención que Morales reivindica en la obra de su tío es sustancial -


mente la mi sma. Se trata de escribir en una lengua vulgar, pero no en una
tradición vulgar, sino en una tradición culta, con arreglo a la s normas del
arte. Para ello el autor busca una materia de dignidad elevada, esas "cosas
muy graves" que señala el Discurso, con la que probar y afinnar la dignidad
de la lengua, llevándola con arte a un estilo elevado, a un estilo grave. El mo-
delo conceptual operante en este diseño retórico es, evidentemente, el de la
teoría de los estilos codificada por los precepti stas medievales en la tópica
rota virgiliana, en la que se hace corresponder en estrecha relación la materia
y el estilo de la poesía. Dicho modelo ha operado en las más significadas re-
voluciones estilísticas de los Siglos de Oro, tomando uno u otro sentido de la
relación mutua de lengua y materia. Mientras que el experimento gongorino
de las Soledades sería interpretado como un proceso de ennoblecimiento de
una materia común a través de un estilo elevado y culto, Morales señala en
la obra de Oliva la actitud inversa, la de elegi r materias elevadas para per-
mitir la dignificación del estilo y la lengua castellana, Con ello el cronista de
Felipe II sitúa la obra de su tío a la cabeza de los intentos de renovación de
la lengua castellana para mejorar la consideración <.le su uso, tal como, entre
las dos redacciones del Discurso, defiende el propio Morales en el prólogo
de su primer tomo de la Crónica », en el que justifica su quehacer historio-
gráfico y su empleo del castellano por ausencia de trabajos de esta índole en
lengua romance. E l criterio es esencialmente el mismo que le llevaba a negar
la existencia de ejemplos útiles para el arte de la elocuencia con anterioridad
a la obra de Oliva, que adquiere, en el contraste, la dimensión de modelo es-
tilístico que Morales pretendía.
En realidad , la vía renacentista de renovación del idioma mediante la
creación de una lengua poética basada en la imitación de las materias de los
modelos clásicos, para llevar el castellano hasta el mismo ni vel de expresión

a6 Idem, pág. 60.


» MTodavía - señala el cronista- se tuvo también algún cuidado en que nuestra
lengua castellana tuviese aquí algo de la mucha dignidad y g randeu que en ella y en su
perfección cabe (... ). Tanto más de~ cuanto más entiendo que es nuestra lengua muy
excelente y capaz de mucha lindeu, que con gravedad puede levantar las cosas y ensal-
zarlas mucho" ("Prólogo" a Coronic" General d~ España que contillua Ambrosio dI'
Morales, Alcalá de Henares, por Juan Iñíguez de Le:querica, 1574, s. p.).

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378 PEDRO R UU PiRU RFE, LXXIII. 1993

y elocuencia, no resulta privativo de O liva, sino que, pasando por el propio


Garcilaso, se con sagra como el cauce más fecundo de las letras renacentistas
españolas, ratificado no sólo por el Discurso sobre la lengua castellana, sino
a lo largo de toda esa línea de desarrollo teórico y práctico de la lengua poé.
tica que T(Ca ne el siglo XVI. Cinco a ños antes de la publicación del Diálogo
de la dignidad del hombre de Oliva con el prólogo que nos ocupa, otro cro-
nista, en este caso imperial, el sevillano Pero Mexía, justi ficaba su recopila-
toria Silva de varia lección (1541 ) formulando expresamente el mismo prin-
cipio que animaba la obra de Oliva tal como nos lo presenta su sobrino y he-
redero, esto es, el intento de proporcionar a las letras españolas asuntos ele-
vados, en los que pueda fraguar su depuración estilística:

y pues la lengua castellana no tiene, si bien se considera, por qué: reco-


nozca ventaja a otra ninguna, no sé por qué no osaremos en ella tomar las
invenciones que en las otras y tratar materias grandes, como los italianos y
otras naciones lo hacen en las suyas, pues no faltan en Espal'ia agudos y altos
ingenios " ,

Nos volvttnos a encontrar con la acusación del descuido sufrido por nues-
tras letras, pues "agudos y altos ingenios" no faltan; y, junto a ella, la mi -
rada al modelo italiano, la misma mirada y el mismo lamento que dirigiera
Garcilaso cuando enviaba a doña Gerónima la traducción de II Cortegiollo
por su amigo Boscán, otra muestra de la generalizada corriente aquí comen-
tada. En ella Morales, además de preservar la obra de su tío y fijar una ima-
gen critica de la misma, plantea. el modelo teórico de la nueva norma estilís-
tica. E l que para ello utilice bases teóricas extendidas -aun dejando al mar-
gen toda cuestión de prioridades e influencias--- no desmerece el valor de su
Discurso, sino que lo resalta, pues en lugar de una originalidad nunca perse-
guida por los humanistas, encontramos en él las claves que lo convierten en
si ntomático reflejo de un debate trascendente en las modernas letras españo-
las y una de las posiciones más claras y avanzadas en la resolución del mismo.

" P . Mexía, Silva dr varia lución, ed. A. Castro, Madrid, Cátedra, 1989, págs. 162-
163. Cfr. la situación de este pasaje en el contexto de las mencionadas polémicas sobre
la lengua romance en M. Garda Blanco, La lfflguo tspa;¡ola tft la ¡/loca dt Carlos V,
ed. cit .. pá¡. 37.

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