Vommaro, Juventudes y Políticas
Vommaro, Juventudes y Políticas
JUVENTUDES Y POLÍTICAS
EN LA ARGENTINA Y EN AMÉRICA LATINA
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Este libro se enmarca en el trabajo del autor en diferentes proyectos de investigación y
espacios institucionales. Entre ellos, se destacan el Equipo de Estudios de Políticas y
Juventudes (EPoJu, Instituto Gino Germani de la UBA); PICT 2012-1251 “Activismo y
compromiso político juvenil: un estudio sociohistórico de sus experiencias políticas y
militantes (1969-2011)”; PICT 2012-2751 “Juventud, política y nación: un estudio sobre
sentidos, disposiciones y experiencias en torno a la política y el proyecto común"; y
UBACyT 20020130200085BA “Jóvenes militantes y espacios juveniles en agrupaciones
político partidarias: una aproximación a las formas de compromiso juvenil luego de la
crisis de 2001”. A los miembros de estos equipos –y de otros en los cuales trabajo-
agradezco por sus generosos aportes, y desde ya, los eximo de cualquier error o falencia
que pudiera tener esta obra.
que viven, a la vez que son emergentes de los conflictos urbanos de la
actualidad.
La importancia creciente de las juventudes en las sociedades
actuales, sobre todo en relación con los procesos políticos, puede ser
pensada en base a cinco elementos que se destacan. En primer lugar,
la capacidad organizativa y de movilización que demuestran la mayoría
de los colectivos juveniles. En segundo término, la gran visibilidad
pública de sus acciones, escenificadas en el espacio público y
amplificadas por los medios de comunicación, sobre todo digitales y
electrónicos. Tercero, la expansión de las políticas públicas de
juventud, que desde hace dos décadas forman parte de la gran mayoría
de los planes de gobierno y ocupan espacios en aumento en las
estructuras estatales. En cuarto lugar, las renovadas formas de
participación política y compromiso público que las grupalidades
juveniles producen en sus prácticas cotidianas. Por último, los
elementos anteriores generaron un interés mediático, político y
académico cada vez mayor, que contribuyó a colocar a las juventudes
en el centro de las agendas públicas.
Además, este protagonismo político, social y cultural de las
juventudes en el mundo contemporáneo y el lugar de creciente
importancia de lo juvenil en la dinámica política es parte de un proceso
más general que podemos identificar, junto a otros autores, como
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juvenilización y que abarca distintas esferas de la vida social . Esto
puede verse tanto en aspectos políticos, como en las dimensiones
culturales, en las pautas de consumo, modos y estilos de vida, en la
fuerza de trabajo y en otros ámbitos como las sexualidades o las
migraciones.
La contracara de este lugar de creciente importancia que las
juventudes han ganado en las sociedades del presente son los
procesos de desigualdades y segregaciones que los jóvenes están
viviendo. Así, según diversos informes, situaciones como el desempleo
o la pobreza se duplican o triplican entre los jóvenes; que no sólo
atraviesan desigualdades materiales, sino también étnicas, sexuales y
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de género, territoriales, culturales, políticas y religiosas, entre otras . De
esta manera, diversidades y desigualdades son dos de los principales
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Siguiendo diferentes trabajos, podemos pensar que la juvenilización junto a la
feminización son dos de los procesos que singularizan la dinámica social de las últimas
décadas, si miramos dimensiones diversas como la fuerza de trabajo, la esfera del
consumo y la dinámica política, entre otras.
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Esta situación de desigualdad y segregación que viven las juventudes latinoamericanas
en distintos planos ha sido abordada en diversos informes de organismos y agencias
internacionales, al menos desde el año 2010. Por ejemplo, en el Panorama Social de
América Latina que publica CEPAL anualmente; en informes del PNUD y la OIT; en
trabajos de OIJ o UNESCO y en un informe elaborado por CLACSO y UNESCO en 2013.
rasgos que pueden caracterizar a las juventudes en la actualidad.
Volveremos sobre esto a lo largo del libro.
Podríamos historizar lo dicho hasta aquí abordando el proceso por
el cual las juventudes adquieren el protagonismo mencionado, a la vez
que el propio término juventud cobra un sentido positivo, movilizador,
atrayente y productor de adhesiones y simpatías. Si asumimos que la
consideración de la juventud como sujeto o actor social es un producto
del capitalismo y la modernidad, podemos decir que los jóvenes (en
tanto término que define un momento o etapa de la vida) existen hace
siglos con diversas resignificaciones, pero que la juventud (en tanto
expresión de esos jóvenes como grupo social con características más o
menos singulares) es algo más contemporáneo, propio de los siglos
XIX y XX.
El dispositivo escolar, en su doble dimensión de contenedor de
niños y jóvenes y de instancia propedéutica para el mundo del trabajo y
la política ciudadana, fue el espacio que el sistema de dominación
construyó para los jóvenes (Balardini, 2000). Aunque, como dijimos, su
estudio genealógico podría llevarnos a épocas anteriores, fue a partir
de la segunda posguerra cuando comenzó a considerarse en los países
occidentales este período como un momento específico y diferenciado
de la vida, con estilos y modos de vida singulares. Así, para analizar las
relaciones entre juventudes y políticas en el presente es importante
rastrear las características del protagonismo juvenil a partir de los años
sesenta y setenta del siglo pasado, haciendo también hincapié en las
expresiones juveniles de los años ochenta y noventa. Sin duda, las
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denominadas revueltas juveniles de los sesenta impusieron el análisis
de esta noción como parte de las interpretaciones del proceso político y
social que se vivía en aquellos años.
El despliegue de las prácticas juveniles, que ya no sólo pugnaban
por un lugar en el mundo dominado por los adultos sino que marcaban
el curso de los acontecimientos, llevó a que en los años noventa se
comenzase a hablar del estallido de la juventud, en base a las
crecientes diversidades que caracterizaban a las juventudes en ese
momento. Este espacio en expansión que ocupaban los jóvenes en la
vida social, económica, política y cultural de muchos países generó un
renovado interés en el mundo científico y académico, a la vez que en
las políticas públicas impulsadas por los estados y también por distintos
organismos internacionales. Así, surgieron diferentes
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Nos referimos con este término tanto a los sucesos conocidos como Mayo Francés, los
acontecimientos de Tlatelolco en México o el Cordobazo en la Argentina, como a
movimientos como el organizado contra la Guerra de Vietnam, las diversas expresiones
estudiantiles y obreras, los movimientos de descolonización y liberación nacional y social
(vinculados a la lucha armada en muchos casos), y a otros de carácter más cultural como
el de los hippies norteamericanos.
conceptualizaciones para intentar comprender o interpretar las
dinámicas juveniles, alejándose de los abordajes meramente
biologicistas o demográficos que habían predominado en décadas
anteriores. Se reactualizó entonces la noción de generación, que
habían trabajado autores como Mannheim y Ortega y Gasset en los
años veinte y treinta del siglo XX. Este es el enfoque que tomaremos en
este libro y que desarrollaremos en el primer capítulo.
A la vez que las transformaciones ocurridas a nivel mundial (sobre
todo en Occidente) luego de la segunda posguerra, y más
marcadamente después de los años sesenta y setenta, llevaron a una
diversificación y expansión del lugar de las juventudes en la sociedad;
también la política experimentó cambios. El principal que abordaremos
en este libro es el proceso de ampliación de sus fronteras, por el cual
se extendió su campo de acción a esferas que previamente no podían
considerarse como políticas. Es decir, la política se despliega en otras
dimensiones como la social y reproductiva, vinculada con espacios
privados e íntimos. Denominamos a este proceso de ampliación de las
fronteras de la política (que puede llevarnos a discutir también las
distinciones entre la política y lo político que hemos analizado en otros
5
trabajos ) como politización, remarcando una concepción dinámica y
socio-histórico-cultural de esta noción. A su vez, esta politización de la
vida social y cultural genera una transformación en las relaciones entre
la política y el espacio en el cual es producida. Así, el espacio
socialmente producido, concebido como un entramado de relaciones
sociales, deviene territorio. Política y espacio establecen, entonces, un
vínculo recíproco por el cual la política puede interpretarse como una
producción territorial y el territorio como una producción política. Este
proceso de territorialización de la política y de politización del territorio
también será abordado en el Capítulo 1.
Una vez presentados los enfoques y perspectivas desde las cuales
trabajamos, y que serán en parte compartidos por los otros libros de
esta colección, nos centraremos en desarrollar como estos elementos
se desplegaron en la Argentina en los últimos treinta años, es decir,
desde la restauración democrática hasta la actualidad. Aquí cruzaremos
las prácticas políticas producidas desde las juventudes, con los
discursos y disputas públicas generadas a partir de las mismas. Este
será el contenido del segundo capítulo.
Para profundizar los análisis acerca de las relaciones entre
juventudes y políticas, enfocando en las tendencias, conflictos y
desafíos presentes y futuros, consideramos necesario incorporar a
nuestro trabajo una dimensión regional y continental. Por eso en el
Capítulo 3 abordaremos los procesos de organización y movilización
5
Por ejemplo, en Vommaro, 2010 y 2014a.
que las juventudes protagonizaron en América Latina en la última
década, tomando algunos países como Brasil, Chile, Colombia y
México en tanto expresiones del mismo.
Finalizando nuestro recorrido, plantearemos una hipótesis que se
presenta fructífera para analizar las relaciones entre políticas y
juventudes en la actualidad. Pensamos que el enfoque generacional es
una vía de ingreso muy estimulante para comprender las formas de la
política en las sociedades contemporáneas. Así, en el lugar de las
palabras finales del libro, presentaremos algunos rasgos de lo que
denominamos configuraciones generacionales de la política,
construidas a partir de los casos y experiencias estudiadas.
Sobre estos problemas trata este libro, pensado como una
contribución al conocimiento de las configuraciones generacionales de
la política en la actualidad, en el camino a aportar a la construcción de
relaciones intergeneracionales significativas y mejores condiciones de
vida para todos. La intención es alimentar la comprensión de las
dinámicas políticas en la actualidad y realizar un aporte a la producción
de prácticas más potentes y efectivas para la transformación de nuestra
sociedad.
CAPÍTULO I
HACIA EL ENFOQUE GENERACIONAL
La noción de juventudes es fructífera pero problemática, y ello se
evidencia principalmente cuando su caracterización se presenta como
“acumulación de adjetivos” (Pérez Islas, 2000). Las prácticas de los
jóvenes han desafiado –y continúan desafiando- al mundo académico
en cuanto a su conceptualización, cuestionando tanto la mirada acerca
de la juventud como etapa transicional o de preparación para un
momento maduro de la vida; como la concepción que la asocia a un
ciclo de vida con rasgos específicos e inherentes, con atributos que
serían esenciales a la condición juvenil. El ejemplo más notorio de esta
última mirada son los estudios que conciben a la juventud como
rebelde, con potencialidad transformadora y disruptivas; o bien quienes
la analizan como apática, desinteresada y poco participativa. En ambos
casos se trata de adjetivos que invisibilizan y esencializan una
construcción sociohistórica y cultural que siempre es múltiple y situada.
Pensamos entonces, junto con otros autores, que la juventud es
una noción dinámica, sociohistórica y culturalmente construida, que es
siempre situada y relacional.
Así, a partir de la perspectiva que tomamos en este libro centrada
en las relaciones entre las juventudes y las formas de la política,
consideramos a la juventud como experiencia vital y noción socio-
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histórica definida en clave relacional, más que etaria o biológica . De
acuerdo con Perez Islas (2000), esta noción se ha ido configurando en
el proceso de interrelación entre dos fuerzas: las del mundo adulto y
sus instituciones de control, y la resistencia de los “recién llegados” a
tomar el lugar que la situación dominante les tenía asignado. Siguiendo
al mismo autor, entendemos que el sujeto joven -al ser relacional-, no
puede comprenderse ni en sí mismo ni por sí mismo. “Este conflicto
está articulado a la confrontación general que se produce en la
sociedad y, por lo tanto, asume las determinaciones históricas que se
desarrollan a su alrededor. En este marco, la representación social
juventud se encuentra inmersa en el proceso de producción de sentido
que tiene que ver tanto con condiciones objetivas de una estructura
social específica, como con las relaciones simbólicas que la sustentan”
(Perez Islas, 2000: 47). En el mismo sentido, Mariana Chaves sostiene
que la juventud es una noción que cobra significado únicamente cuando
6
A pesar de nuestro énfasis en las dimensiones histórico-social y relacional, no
desconocemos el anclaje etario de la noción de juventud, aun en su clave generacional.
Al respecto, numerosos estudios, citados por ejemplo en Ghiardo (2004), definen los
límites biológicos de la juventud entre los 14 y 29 años, aunque otros los restringen entre
los 18 y los 29 años (Ghiardo, 2004: 18).
podemos enmarcarla en el tiempo y en el espacio, es decir, reconocerla
como categoría situada en el mundo social (Chaves, 2006).
Si acordamos con estos planteos, podemos concluir que el sujeto
joven está constituido en y por una trama material y simbólica en el
marco de correlaciones de fuerzas -también materiales y simbólicas-,
en el seno de formaciones sociales concretas. Por ende, no existe un
sujeto joven sino una multiplicidad de posibilidades de constitución,
aparición y presentación de ese sujeto en el mundo social. Así, cuando
se piensa a la juventud como portadora de una misión determinada,
rebelde, apática o bien como período preparatorio para la vida adulta,
se hace referencia a uno de los modos específicos en que se produce
juventud (Martín Criado, 1998) y no a un ser joven unívoco y
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homogéneo (mirada “esencialista”) . Hay otras juventudes, otras tramas
materiales y simbólicas que las constituyen. De este modo, en este libro
hablamos de juventudes en plural.
Entonces, nuestra perspectiva busca confrontar con la idea de que
los jóvenes, en cuanto tales, tienen mayor predisposición ya sea a la
acción y a la participación o al desencanto con la política y a la
retracción de los compromisos públicos. Siguiendo a Marcelo Urresti,
para comprender a los jóvenes es preciso “más que pedirles o juzgarlos
por aquello que hacen o no hacen respecto de los jóvenes de
generaciones anteriores, comprenderlos en su relación con la situación
histórica y social que les toca vivir” (2000: 178).
Antes de avanzar, nos interesa hacer una propuesta más para
abordar las relaciones entre juventudes y políticas. Pensamos que
reactualizar la noción de generación es muy fructífero para realizar este
tipo de análisis. La generación no puede ser considerada como una
mera cohorte, puesto que -como ya lo había señalado Mannheim (1993
[1928])- la sola contemporaneidad cronológica no es suficiente para
definir una generación. Por el contrario, la idea de generación, antes
que a la coincidencia en la época de nacimiento, “remite a la historia, al
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Las miradas esencialistas de la juventud, suelen ser tributarias de determinadas
perspectivas instaladas como hegemónicas. Al respecto, luego de una revisión exhaustiva
y crítica acerca de las perspectivas desde donde se ha pensado –y enunciado- a la
juventud en América Latina, Chaves (2010) concluye que “las miradas hegemónicas
sobre la juventud latinoamericana responden a los modelos jurídico y represivo del poder
(…) están signadas por el gran NO: es negada (modelo jurídico) o negativizada (modelo
represivo), se le niega la existencia como sujeto total (en transición, incompleto, ni niño ni
adulto) o se negativizan sus prácticas (juventud problema, juventud gris, joven desviado,
tribu juvenil, ser rebelde, delincuente)”. Así, esta autora coincide con la perspectiva
general de Perez Islas (2000) cuando menciona que “lo joven adquiere desde la
institución, un estatus de indefinición y de subordinación; a los jóvenes se les prepara, se
les forma, se les recluye, se les castiga y, pocas veces, se les reconoce como otro. En el
mejor de los casos, se les concibe como sujetos sujetados, con posibilidades de tomar
algunas decisiones, pero no todas; con capacidad de consumir pero no de producir, con
potencialidades para el futuro pero no para el presente” (Chaves, 2010).
momento histórico en el que se ha sido socializado” (Margulis y Urresti,
1996: 26). Sin embargo, una generación tampoco puede comprenderse
sólo a partir de la coexistencia en un tiempo histórico común, sino que –
para ser tal- debe poner en juego de una u otra forma, criterios de
8
identificación común entre sujetos que comparten un problema .
Entonces, el vínculo generacional aparece y se constituye como
efecto de un proceso de subjetivación, ligado con una vivencia común
en torno a una experiencia de ruptura, a partir de la cual se crean
mecanismos de identificación y reconocimiento en tanto parte
constitutiva de un nosotros (Lewkowicz, 2004). Este autor argentino
propone definir una generación no como aquello ligado directamente a
la edad de los individuos, o a la proximidad en las fechas de
nacimiento. Una generación se configura cuando se tienen problemas
en común que se expresan en una experiencia alteradora, y en ese
sentido, las generaciones se caracterizan, también, por sus
movimientos de ruptura:
“una generación se constituye cuando el patrimonio legado se disuelve
ante el embate de las circunstancias. Un saber transmitido se revela
insolvente. Tenemos un problema: de esto no se sabe. Si nos
constituimos subjetivamente como agentes de lo problemático del
problema, advenimos como generación” (Lewkowicz, 2004).
8
Para ampliar este punto ver Bonvillani, Palermo, Vázquez y Vommaro (2010).
mayor implicación juvenil, como hacia la retracción de su compromiso
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político . En definitiva, nos alejamos de las posturas que remarcan tanto
la apatía y el desinterés, como el compromiso y la rebeldía como
rasgos distintivos de las juventudes actuales.
En los años noventa, algunas visiones proponían que la
denominada crisis de representación se traducía, especialmente entre
los jóvenes, en la ausencia de toda forma de organización y acción
colectiva. Desde esta óptica, la crisis de la política -entendida como
sistema de representación institucional y liberal- expresaba, al mismo
tiempo, la crisis de la participación política juvenil (Sidicaro y Tenti
Fanfani, 1998). Sin embargo, a partir de las investigaciones en las que
se basa este libro, decimos que las nociones de apatía, desinterés o
desencanto aludían a la falta de legitimidad y de compromiso entre los
jóvenes hacia determinadas formas de la política; es decir, no significó
el rechazo a la política como tal, entendida como discurso y como
práctica relacionados con la construcción social de lo común. Entonces,
el desinterés, la apatía o desencanto no tienen por qué traducirse en la
idea de que las nuevas generaciones no valoraban las cuestiones
públicas o, en otras palabras, que se trataba de generaciones
despolitizadas.
Por el contrario, los diagnósticos sobre el alejamiento y el
descompromiso podrían permitirnos dar cuenta del modo en que se
produjo un distanciamiento de los jóvenes de la política entendida en
términos representativos e institucionales. Esto es, la disminución de la
participación en prácticas políticas que podemos denominar clásicas,
así como el alejamiento y la desconfianza hacia las instituciones y
actividades convencionales de implicación en la esfera pública. En el
mismo sentido, podemos analizar los modos en los que la politización
se produjo a través de otro tipo de prácticas o a través de otros canales
que se alejaron relativamente de las vías institucionales conocidas de la
política.
Es así como la consideración de los jóvenes como generación, nos
permite aprehender un conjunto de relaciones sociales y políticas en las
cuales éstos se encuentran inmersos, así como también los procesos
socio-históricos que constituyen la dinámica del cambio social. La
generación incluye así, el contexto de socialización -más amplio- en el
cual una determinada cohorte se apropia, y al mismo tiempo resignifica,
las prácticas sociales y políticas del mundo en el que habita. Es este
proceso de apropiación y modificación lo que posibilita la ruptura y la
innovación características de muchas experiencias políticas juveniles.
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Por ejemplo, Margulis y Urresti (1996) realizan una crítica a los análisis de la juventud
desde las categorías de cesantía, aplazamiento o moratoria vital, caracterizándolos como
problemáticos y poco productivos para los casos latinoamericanos y más aún si se trabaja
con jóvenes de los sectores populares.
Los procesos de politización