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República de Colombia

Tribunal Superior de
Bogotá D. C.
Sala Civil

TRIBUNAL SUPERIOR DE BOGOTÁ


SALA CIVIL

Magistrado Ponente:
MARCO ANTONIO ÁLVAREZ GÓMEZ

Bogotá D.C., veintisiete (27) de julio de dos mil once (2011)

Ref: Proceso ejecutivo de Guillermo Ruiz Sánchez contra Martha Ligia Solarte
Nieto.

(Discutido y aprobado en sesión de 28 de junio de 2011).

Se ocupa la Sala de resolver el recurso de apelación interpuesto


por la parte demandante contra la sentencia de 29 de octubre de
2010, proferida por el Juzgado 7° Civil del Circuito de
Descongestión de esta ciudad dentro del proceso de la referencia,
que cursa en el Juzgado 36 Civil del Circuito de Bogotá.

ANTECEDENTES

1. El señor Guillermo Ruiz Sánchez demandó a Martha Ligia


Solarte, con el fin de obtener el pago de dos pagarés por
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$100’000.000,oo y $20’000.000.oo, junto con los intereses de


mora liquidados desde el 4 de enero de 2006, hasta que se
solucione la deuda.

2. El mandamiento ejecutivo que se libró por auto de 21 de


mayo de 2008, fue notificado a la ejecutada, quien propuso las
excepciones que denominó “inexistencia de la obligación”; “cobro
de lo no debido”; “carencia de causa”; “exceso en el cobro de
intereses” y “enriquecimiento sin causa”, fincadas, en lo
fundamental, en que la deuda contraída con el señor Gustavo
Bedoya, primer beneficiario de los títulos y endosante, le fue
pagada en su totalidad.

LA SENTENCIA APELADA

El juzgador de primer grado declaró probadas las excepciones de


“inexistencia de la obligación”; “cobro de lo no debido” y “carencia
de causa”, por lo que declaró terminado el proceso.

Para arribar a esa conclusión, el juez precisó, en forma liminar,


que como el endoso de los pagarés se hizo con posterioridad al
vencimiento del título, surtía los mismos efectos de la cesión
ordinaria (C.Co., art. 660), razón por la cual las excepciones
planteadas podían hacerse valer contra el demandante. A renglón
seguido analizó el conjunto de las defensas esgrimidas, para
afirmar, con fundamento en las pruebas documentales aportadas,
que la ejecutada había efectuado abonos a la obligación
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reconocidos por el endosante Gustavo Bedoya Nordman en su


declaración.

En ese orden de ideas, señaló luego que aunque era cierto que
los cheques mediante los cuales se pretendió hacer algunos
pagos no fueron cobrados ni consignados, no lo era menos que el
demandante no hizo efectiva la condición resolutoria del pago,
prevista en el artículo 882 del Código de Comercio, por cuanto se
abstuvo de devolver los títulos, circunstancia que imponía tenerlos
en cuenta como pagos parciales, en cuantía de $153’750.000,oo.

Con soporte en estos hechos, el juzgador realizó la liquidación del


crédito, con imputación de los abonos efectuados por la
ejecutada, de la que obtuvo un saldo a favor de la señora Solarte,
que lo llevó a concluir que pese a que la obligación se encontraba
cancelada, por la naturaleza de este asunto, en el que no cabe la
reconvención, no era necesario determinar el monto exacto de
dicho saldo.

EL RECURSO DE APELACIÓN

El ejecutante solicitó revocar el fallo, porque los títulos aportados


cumplían con los requisitos previstos en los artículos 621 y 709
del Código de Comercio, en consonancia con el articulo 488 del
Código de Procedimiento Civil, por lo que el demandante, en su
condición de endosatario, estaba legitimado para ejercer la acción
cambiaria, sin que los abonos alegados puedan ser tenidos en
cuenta, toda vez que no constan en el cuerpo de los pagarés,
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máxime si la demandada tiene a su alcance las acciones legales


respectivas contra el endosante.

Añadió que los atributos de literalidad y autonomía de los títulos-


valores impedían la formulación de excepciones personales, para
que la persona que los adquiera mediante endoso obtenga “un
derecho nuevo y autónomo”, pese a lo cual la sentencia “versa
contra un ‘tercero’ endosante” y no se refiere “al –endosatario-
demandante”, e incluso, en ella el juzgador elaboró una
liquidación del crédito en la que tuvo en cuenta abonos “que ni
siquiera se habían cancelado” (fl. 6, cdno. 4).

Afirmó el apelante que “nuestro sistema no autoriza al juez para


valorar arbitrariamente las pruebas”; por el contrario, le exige que
“funde sus sentencias o proveídos, expresando las razones por la
cuales concede o no eficacia probatoria a una prueba”, lo que no
se dio en este caso, pues el juzgador no tuvo en cuenta el
testimonio de Gustavo Bedoya, quien aseguró que entre el
acreedor originario y la ejecutada existieron con anterioridad otras
obligaciones y que a la deuda que aquí se ejecuta no se efectuó
abono alguno. A ello agregó que el juez tampoco valoró la prueba
documental, en la que la demandada hizo una propuesta de pago
y reconoció la deuda, la que, además, ratificó en su interrogatorio
de parte.

De otro lado, el impugnante fustigó la sentencia por haberse


realizado en ella la liquidación del crédito, “por fuera de la técnica
legal…, pues ésta le corresponde en principio a las partes” o, “en
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su defecto, a la secretaría”, circunstancia con la que le limitó la


posibilidad de objetarla, porque en ella “se incluyen valores y/o
factores que… nada tienen que ver con la obligación aquí
perseguida”, e igualmente se descontaron “cheques que nunca
fueron cobrados” (fl. 7. cdno. 4), los cuales tampoco fueron
girados a favor del cesionario endosatario, sino a nombre de un
tercero.

Resaltó que contra el demandante no se propusieron


excepciones, por lo que “lo normal y lógico” era haberlas negado.
Finalmente, señaló que uno de los testigos fue tachado de
sospechoso, sin que mediara decisión al respecto.

CONSIDERACIONES

1. Está fuera de discusión que los títulos-valores incorporan un


derecho autónomo, por lo que, de una parte, su tenedor legítimo
goza de un derecho originario y no derivado, y de la otra, las
circunstancias que invaliden la obligación de uno de los
signatarios, no afectan la prestación cambiaria de los demás
(Código de Comercio, art. 619, 627 y 631).

Sobre ese principio, la Corte Suprema de Justicia ha puntualizado


que:

“Como ya quedara asentado, quien posea un título conforme a su ley


de circulación queda legitimado para ejercer el derecho cartular, aun
cuando quien se lo transmita no sea propietario del mismo, aserto este
último que se funda en el principio de la autonomía, en virtud de la
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cual cada adquirente del título consolida sobre él un derecho


independiente, propio, no derivado de los que le anteceden y distinto
de ellos. Síguese de lo expuesto, que puede suceder que quien
transmita no sea un poseedor legítimo, pero si quien lo recibe actúa
de buena fe exenta de culpa, habrá de adquirir un mejor derecho del
que no era titular su antecesor, consolidándose, consecuentemente,
como un poseedor, legitimado para ejercitar válidamente el derecho
cartular. De ahí que sea acertado recalcar que en la materia no tiene
cabida la regla “nemo plus juris transferre potest quam ipse habet”,
pues es palpable que un poseedor de buena fe exenta de culpa pueda
adquirir un mejor derecho que aquél que le transfirió su antecesor y
tan acrisolado, por cierto, para el ordenamiento que este lo asimila al
derecho de propiedad sobre el título, por supuesto que, como ya
quedara advertido, no procede en su contra la acción reivindicatoria, ni
podrá prosperar la de cancelación y reposición del título adelantada
por el tenedor a quien se le ha extraviado o le ha sido hurtado, si
aquél se opone exhibiéndolo. Pero, además, por razón del anotado
principio de la autonomía, ese poseedor de buena fe exenta de culpa
queda a salvo de las excepciones personales que el deudor hubiese
podido oponerle a sus antecesores (numerales 11 y 12 del artículo 784
del Código de Comercio).

“Por consiguiente, como el artículo 662 del Código de Comercio le


prohibe al deudor, en todos los casos, exigir la prueba de la
autenticidad de los endosos, no puede éste sustraerse al
cumplimiento de su obligación frente a quien, en calidad de poseedor
legítimo y de buena fe exenta de culpa, le exhiba el título, ello,
inclusive, cuando sepa que cualquiera de sus antecesores fuera un
poseedor ilegítimo o fraudulento, pues, reitérase aun a riesgo de
fatigar, el tercero tenedor de buena fe exenta de culpa consolida en su
favor un derecho autónomo y desligado del que le precede, de tan
acentuada estima que suele equipararse al de propiedad sobre el
título, amén que en cuanto poseedor conforme a la ley de circulación
del título, se encuentra legitimado para ejercer el derecho en él
incorporado. De ahí que, conforme a la regla contenida en el numeral
12 del artículo 784 ejusdem, no puedan oponérsele las excepciones
derivadas de los vicios de transferencia del título, motivo por el cual, el
pago en esas condiciones realizado, es lícito, liberatorio e ineludible
para el obligado.

“Quiérese poner de presente, entonces, que no puede enrostrársele


culpa al obligado que paga a un poseedor legitimado cuya buena fe
exenta de culpa no ha sido desvirtuada, a pesar de haber sido
noticiado del hurto o extravío del título no imputables a ese tenedor;
desde luego que de evadir el pago, será demandado, en ejercicio de
la acción cambiaria, en un juicio ejecutivo en el cual no podrá
proponer ninguna excepción al demandante, relativa a su ausencia de
legitimación, por lo que habrá de salir derrotado. Luego no es posible
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exigírsele que asuma el riesgo de ese proceso ejecutivo, con todas las
consecuencias que el mismo apareja, a sabiendas que no podrá
plantear ninguna excepción encaminada a disputarle la legitimación al
demandante poseedor de buena fe exenta de culpa .

“En otros términos, el conocimiento que el deudor tenga de cualquier


irregularidad en el traspaso del título, o de que alguno de los
endosantes lo transmitió fraudulentamente, no lo releva de la
obligación de pagar a un tercero que lo posea de buena fe exenta de
culpa y conforme a su ley de circulación, cabalmente, porque el
obligado carece de cualquier excepción contra ese tenedor, relativa a
la ilegitimidad de alguno de sus antecesores. Lo anterior no apareja,
empero, que no deba preocuparse por establecer una eventual mala
fe del tenedor, pues si bien se presume la buena fe exenta de culpa,
gravita sobre él el deber de cerciorarse de la existencia de aquella,
siendo responsable por tener como de buena fe a quien, con la
diligencia propia de su profesión o, en su caso, con la que es propia
de un buen padre de familia, podía descalificarse como tal” 1.

Pero también es pacífico que la aplicación del principio de


autonomía presupone (a) que el título haya circulado; (b) que esa
circulación hubiere respetado las formas cambiarias de
transferencia del derecho cartular; (c) que el endosatario sea
tenedor de buena fe exenta de culpa, (d) que el título no haya
vencido, y (e) que no se trate de las partes ligadas por la relación
subyacente respectiva, entre otras exigencias.

Por consiguiente, el principio de autonomía no puede ser


invocado por el demandante que haya sido parte en la relación
fundamental o causal, más concretamente en “la operación
jurídica que origina la emisión o la transferencia del título” o “entre
las partes inmediatamente vinculadas (endosatario y su
endosante; girador y beneficiario; girador y aceptante)” 2; tampoco
cuando el título se ha transferido –sin consentimiento del creador-
1
Cas. Civ. de 14 de junio de 2000.
2
Peña Castrillón, Gilberto, De Los Títulos-Valores en General y de la Letra de
Cambio en Particular. Panorama Latinoamericano, Temis, 1981, 2ª Ed., Pag. 22.
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con alteración de su forma de circulación (C. Co., art. 630), o, en


el caso de los títulos a la orden, cuando esa transferencia se hizo
por medio diverso del endoso (evento que genera subrogación
legal; art. 652, ib.); menos aún cuando el tenedor carece de buena
fe probidad, cuando no ha sido diligente y, con mayor razón,
cuando es de mala fe, pues el de autonomía no es un principio
que pueda enarbolarse para amparar un derecho contaminado
(art. 784, nums. 11 y 12) y, por supuesto, no podría blandirse por
el endosatario a quien se le ha transferido con posterioridad al
vencimiento, dado que en esa hipótesis produce efectos de una
cesión ordinaria (art. 660, inc. 2°, ib.), lo que significa que al
endosatario (cesionario) le son oponibles las excepciones que el
respectivo obligado hubiere podido plantear contra el endosante
(cedente), habida cuenta que aquél no habrá recibido un derecho
originario sino derivado, como que se trata, simplemente, de un
sucesor de los derechos de éste.

2. Desde esa perspectiva, es claro que el demandante no


puede prevalerse del principio de autonomía para que fueran
desestimadas las excepciones propuestas por la demandada,
toda vez que el endoso que le hizo el señor Gustavo Bedoya
Nordman (hoy cesionario de los derechos litigiosos de aquel; fl.
154, cdno. 1) fue posterior al vencimiento de los dos pagarés,
razón por la cual produjo los efectos de una típica cesión
ordinaria, según lo previsto en el artículo 660 del Código de
Comercio.

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En efecto, amén de que el propio Guillermo Ruíz Sánchez señaló


en su declaración de parte que la fecha cierta del endoso fue “la
presentación de la demanda” (30 de abril de 2008; fl. 61, cdno. 1),
de suyo ulterior al día en que vencieron los dos pagarés (3 de
enero de 2007), no puede perderse de vista que el primer
beneficiario de los títulos y endosante, el señor Gustavo Bedoya,
refirió en su testimonio que “los pagarés fueron endosados en el
mes de mayo del año 2008” (hay aquí cierta imprecisión que no
afecta la conclusión; fls. 120 y 121, ib.), lo que necesariamente
traduce que la transferencia del título se hizo tiempo después del
vencimiento de los aludidos instrumentos negociables.

Por eso, entonces, los pagos que Martha Ligia Solarte le hizo al
señor Bedoya o a las personas autorizadas por él para recibir en
su nombre, le son oponibles al señor Ruíz, quien más que
endosatario es, para tales efectos, un mero cesionario, máxime si
se considera –ello es medular- que el endosante refirió que en el
momento del endoso “se le informó al señor Guillermo Ruíz de
algunos abonos” (fls. 120 y 121, cdno. 1), desmintiendo de esta
manera al demandante, quien extrañamente manifestó en su
interrogatorio de parte que “al momento de endosar los títulos-
valores base de la presente ejecución, el señor Bedoya informó al
suscrito que la señora Martha Ligia Solarte, respecto a los dos
pagarés que se ventilan en este proceso, no había abonado
ningún capital ni intereses” (fl. 61, ib.). Tamaña contradicción y
comportamiento, no sólo debe producir el efecto sustancial que le
es propio, sino que debe ser considerado probatoriamente como

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un indicio en contra del ejecutante, según lo previsto en el artículo


249 del Código de Procedimiento Civil.

Luego carece de razón el recurrente cuando afirma que las


excepciones no podían ser apreciadas so pretexto del principio de
autonomía, el cual, por las razones expuestas, no tenía aplicación
en este caso. Por tanto, se insiste, los pagos efectuados al
endosante le son oponibles al endosatario demandante.

3. Ahora bien, el señor Gustavo Bedoya Nordman manifestó en


su declaración que “sí se recibieron abonos tanto en efectivo
como en consignaciones a las cuentas de Juan Pablo Bedoya y
Gustavo Bedoya de Conavi hoy Bancolombia, abonos a capital y
a intereses por valor de $40’259.538,oo, dentro de un periodo
comprendido entre enero de 2006 [los dos títulos fueron creados
el 3 de enero de ese año] a febrero de 2007 y se autorizó
solamente para dineros que no ascendían más de cincuenta mil
pesos diarios aproximadamente a dos personas que laboraban en
su época conmigo y que hoy en día ya no lo están”. Y al ser
cuestionado sobre las 146 consignaciones efectuadas en su
cuenta y en la del señor Juan Pablo Bedoya, contestó que “todos
los montos si conservan su respectivo soporte fueron consignados
en dichas cuentas como abono a capital e intereses”. Mas aún, al
preguntársele por los abonos en efectivo recibidos por sus
dependientes, contestó que “algunos dineros efectivamente
fueron recibidos por estas dos personas”, a lo que agregó que “se

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recibieron abonos solamente hasta el primer trimestre del año


2007” (fls. 118 a 121, cdno. 1).

De esta declaración se colige, sin duda alguna, que la ejecutada


sí efectuó pagos a las obligaciones incorporadas en los pagarés
que soportan la ejecución, hecho que, además, encuentra
respaldo en todos los comprobantes obrantes en los cuadernos 3
y 4. Incluso, la comunicación de 5 de enero de 2007 suscrita por
ambas partes, que constituye un verdadero –aunque frustrado-
acuerdo de pago aceptado por el acreedor, permite concluir que,
cuando menos, los intereses habían sido cancelados hasta enero
de 2007, pues no de otra manera se explica que sólo se refiera a
la causación de intereses a partir de esa fecha. Pero de ese
testimonio también se colige que el señor Bedoya autorizó a otras
personas para recibir en su nombre los pagos que la deudora le
hiciera a la obligación, más concretamente a Juan Pablo Bedoya y
a otras dos personas que por esa época laboraban con él.

Por tanto, para establecer si la señora Solarte pagó total o


parcialmente la obligación, como lo adujo en sus varias
excepciones, no sólo deben verificarse los abonos que se le
hicieron directamente al señor Bedoya, sino también aquellos que
se verificaron a través de terceras personas autorizadas (C.C., art.
1634).

Precisamente por esto y por su importancia en la definición de


este caso, es necesario resaltar que el señor Bedoya recibió de la
señora Solarte y a propósito de las obligaciones incorporadas en
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los dos pagarés por $100’000.000,oo y $20’000.000,oo, los


cheques Nos. K7342450, K7342448 y K7342449, por
$40’000.000,oo, $43’000.000,oo y $42’000.000,oo,
respectivamente, los cuales aparecen girados a nombre del señor
Juan Pablo Bedoya (como se dijo, persona autorizada para
recibir), sin que hubieren sido devueltos a su libradora ni
aportados al expediente, al que tan sólo se allegaron copias
simples (fl. 39, cdno.1).

De su entrega por la demandada y de su recepción por el señor


Bedoya dan cuenta el escrito por el cual se descorrió el traslado
de las excepciones (fls. 42 a 46, cdno.1), la propia declaración de
ese primer beneficiario de los pagarés y los testimonios de María
Dora Briceño y Jacqueline Orozco Vásquez (cuya concordancia
con el dicho de aquel descarta la tacha por sospecha; fls. 89, 90,
94 y 95, ib.), pruebas todas de las que también se deduce que los
cheques en cuestión “no fueron cobrados ni pagados”, como lo
refirió el señor Bedoya, por lo que “no se tuvieron en cuenta”,
según manifestación de los otros testigos. Mas aún, que esos
cheques no fueron presentados por su beneficiario ante el banco
librado para ser descargados, también lo evidencian la
comunicación remitida por el Banco de Bogotá, de fecha 14 de
septiembre de 2009 (fl. 109, ib.), y los extractos visibles a folios
147 a 219 del cuaderno 2.

Empero, la Sala no puede desconocer que según el artículo 882


del Código de Comercio, “la entrega de letras, cheques, pagarés y
demás títulos-valores de contenido crediticio, por una obligación
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anterior, valdrá como pago de esta si no se estipula otra cosa;


pero llevará implícita la condición resolutoria del pago, en caso de
que el instrumento sea rechazado o no sea descargado de
cualquier manera”, evento en el cual, esto es, “cumplida la
condición resolutoria”, el acreedor podrá hacer efectivo el pago de
la obligación originaria o fundamental, devolviendo el instrumento
o dando caución, a satisfacción del juez, de indemnizar al deudor
los perjuicios que pueda causarle la no devolución del mismo.”.

Con otras palabras, como los cheques aludidos fueron entregados


por la deudora por cuenta de las obligaciones incorporadas en los
dos pagarés que soportan esta ejecución, esa entrega vale como
pago de estos títulos-valores. Y aunque no fueron presentados
para su cobro ni descargados, si el señor Bedoya –o el
endosatario posterior al vencimiento- quería hacer efectivos los
pagarés, tenía que devolver esos cheques o prestar caución
suficiente; sólo así, acreditando que operó la condición resolutoria
del pago, podía ejercer la acción cambiaria derivada de esos
títulos.

Sobre este particular puntualizó la Sala en sentencia de 19 de


febrero de 2010, que

“…se impone recordar que según el artículo 882 del C. de Co., la


entrega de títulos-valores de contenido crediticio, por una obligación
anterior, vale como pago de esta si no se estipula otra cosa. Por eso,
entonces, como los cheques Nos. 3684244 y 8160243 fueron
girados para cancelar la referida factura, según lo precisa el
“acuerdo de pago” suscrito entre las partes el 10 de diciembre de
2007 –que si bien no aparece suscrito por el representante legal de
la demandada, fue aceptado expresamente por ella en su escrito de
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excepciones (fl. 48 a 50)-, bien podía el acreedor, frente al hecho de


no haberse descargado los títulos, prescindir del pago de la
obligación originaria y optar por el ejercicio de la acción cambiaria
derivada de los cheques, que fue lo que, en últimas, se hizo en la
demanda y se quiso concretar en la frustrada reforma (fls. 13 a 15 y
20 a 22, ib.).

“Luego no tiene razón la recurrente cuando afirma, que “el cobro y el


mandamiento se debió (sic) librar sólo por la factura” (fl. 6, cdno. 7),
no sólo porque en la demanda no se evidenció el vínculo que existía
entre ella y los cheques, sino también porque, se insiste, el artículo
882 del estatuto mercantil autoriza al tenedor legítimo para ejercer,
bien la acción causal –evento para el cual debe devolver los títulos-,
bien la acción cambiaria con fundamento en estos, siendo claro que
la escogencia de una u otra opción le corresponde al acreedor, no al
deudor.”3

4. Puestas de este modo las cosas, si con los pagos


aceptados por el señor Bedoya y de las demás pruebas obrantes
en el proceso se desprende que la señora Solarte había hecho
abonos “hasta el primer trimestre del año 2007” (fl. 121, cdno. 1),
y si en diciembre de 2006 le fueron entregados a aquél tres
cheques –girados a persona autorizada para recibir- por
valor de $125’000.000,oo, fuerza colegir que por virtud de esos
pagos se extinguió totalmente la obligación. Al fin y al cabo, si el
documento suscrito por las partes el 5 de enero de 2007 da
cuenta de que para esa fecha sólo se adeudaba el capital, es
claro que el importe de esos cheques satisfacía íntegramente la
deuda.

Y no se diga que este último documento impide otorgarle efectos


a los cheques mencionados, pues simplemente traduce un
reconocimiento de la deuda, pero no permite excusar el

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Exp.: 04200700280 01
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cumplimiento del requisito previsto en el inciso 2° del artículo 882


del Estatuto Mercantil

5. Así las cosas, se confirmará la sentencia apelada, puesto


que, se reitera, los pagos que se le hicieron al endosante, son
oponibles al demandante endosatario.

DECISION

Por el mérito de lo expuesto, el Tribunal Superior del Distrito


Judicial de Bogotá D.C., en Sala Civil de Decisión, administrando
justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,
CONFIRMA la sentencia de 29 de octubre de 2010, proferida por
el Juzgado 7° Civil del Circuito de Descongestión de la ciudad
dentro del proceso de la referencia.

Costas de la segunda instancia a cargo de la parte recurrente. El


Magistrado Sustanciador fija como agencias en derecho para esta
sede la suma de $2’000.000,oo.

NOTIFIQUESE

MARCO ANTONIO ÁLVAREZ GÓMEZ


Magistrado

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NANCY ESTHER ANGULO QUIROZ


Magistrada

RODOLFO ARCINIEGAS CUADROS


Magistrado

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