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  • Monólogos ROMEO y Julieta

    Cargado por

    Eduardo Jara Díaz
    569 vistas2 páginas
    Romeo ve a Julieta en la ventana y queda prendado de su belleza, comparándola con el sol y diciendo que sus ojos brillan como estrellas. Julieta también se enamora de Romeo pero lamenta que sean de familias enemistadas, los Montesco y los Capuleto. Le pide a Romeo que renuncie a su nombre y apellido para poder estar juntos, diciendo que el amor que sienten el uno por el otro es más importante que sus nombres.

    Descripción original:

    Monólogos breves para practicar teatro

    Título original

    monólogos ROMEO y julieta

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    Romeo ve a Julieta en la ventana y queda prendado de su belleza, comparándola con el sol y diciendo que sus ojos brillan como estrellas. Julieta también se enamora de Romeo pero lamenta que sean de familias enemistadas, los Montesco y los Capuleto. Le pide a Romeo que renuncie a su nombre y apellido para poder estar juntos, diciendo que el amor que sienten el uno por el otro es más importante que sus nombres.

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    Monólogos ROMEO y Julieta

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    Eduardo Jara Díaz
    Romeo ve a Julieta en la ventana y queda prendado de su belleza, comparándola con el sol y diciendo que sus ojos brillan como estrellas. Julieta también se enamora de Romeo pero lamenta que sean de familias enemistadas, los Montesco y los Capuleto. Le pide a Romeo que renuncie a su nombre y apellido para poder estar juntos, diciendo que el amor que sienten el uno por el otro es más importante que sus nombres.

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    ROMEO: ¡Se burla aquel que nunca ha sido herido de nuestras

    cicatrices!

    (Julieta aparece en una ventana, arriba, sin darse cuenta de la


    presencia de Romeo).

    ¡Silencio! ¿Qué ilumina desde aquella ventana las tinieblas?

    ¡Es Julieta, es el sol en el oriente! Surge, espléndido sol, y con


    tus rayos mata a la luna enferma y envidiosa, porque tú, su
    doncella, eres más clara.

    No sirvas a la luna que te envidia. ¡Su manto de vestal es verde y


    triste, ninguna virgen ya lo lleva, arrójalo!

    ¡Es ella en la ventana! ¡Es la que amo! ¡Oh, cuánto diera porque lo
    supiese!

    Habla, aunque nada dice, no me importa, me hablan sus ojos, les


    respondo a ellos.

    ¡Qué idea loca! ¡No es a mí a quien hablan!

    Dos estrellas magníficas del cielo ocupadas en algo allá en la


    altura le piden a sus ojos que relumbren.

    ¿No estarán en su rostro las estrellas y sus ojos girando por el


    cielo?

    El fulgor de su rostro empañaría la luz de las estrellas, como el


    sol apaga las antorchas.

    Si sus ojos viajaran por el cielo brillarían haciendo que los


    pájaros cantaran como si fuera el día y no la noche.

    ¡Ved como su mejilla está en su mano!

    ¡Ay, si yo fuera el guante de esa mano y pudiera tocar esa mejilla!


    JULIETA: ¡Ay de mí!

    Oh, Romeo, ¿Por qué eres tú Romeo?

    ¡Reniega de tu padre y de tu nombre!

    Si no quieres hacerlo, pero, en cambio,

    tú me juras tu amor, eso me basta,

    dejaré de llamarme Capuleto.

    ¡Solamente tu nombre es mi enemigo!

    Seas Montesco o no, tú eres el mismo.

    ¿Qué es Montesco? No es un pie, ni una mano, no es un rostro, ni


    un brazo, no es ninguna parte del hombre.

    ¡Cambia de apellido!

    Porque, ¿qué puede haber dentro de un nombre?

    Si otro título damos a la rosa,

    con otro nombre nos dará su aroma.

    Romeo, aunque Romeo no se llame,

    su perfección amada mantendría sin ese nombre.

    Quítate ese nombre y por tu nombre que no es parte tuya

    tómame a mí, Romeo, toda entera.

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