Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Rhapsodic - Laura Thalassa PDF
Rhapsodic - Laura Thalassa PDF
lectoras como tú. Está hecho sin ningún ánimo de lucro por lo
cual queda totalmente PROHIBIDA su venta en cualquier
plataforma.
En caso de que lo hayas comprado, estarás incurriendo en un delito contra la
ley de propiedad intelectual y los derechos de autor en cuyo caso se podrían
tomar medidas legales contra el vendedor y el comprador.
3lik@ Maria97Lour
AlyssaV Mary Rhysand
Candy27 Rimed
Krispipe Rose_Poison1324
Liliana Vale
Mais Wan_TT18
Manati5b YoshiB
Traductoras Freelance
Feyrod Raenys
Recopilación y Revisión
Mais & Mew
Diseño
Mew Rincone
Índice
Sinopsis Capítulo 17
Prólogo Capítulo 18
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Capítulo 23
Capítulo 6 Capítulo 24
Capítulo 7 Capítulo 25
Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27
Capítulo 10 Capítulo 28
Capítulo 11 Capítulo 29
Capítulo 12 Capítulo 30
Capítulo 13 Glosario
Capítulo 14 Próximamente
Capítulo 15 Sobre la autora
Capítulo 16
Sinopsis
C
allypso Lillis es una sirena con un gran problema, uno que se
extiende por su brazo y se adentra en su pasado. Durante los
últimos siete años ha estado recolectando un brazalete de perlas
negras en su muñeca, pagarés mágicos por los favores que ha
recibido. Solo la muerte o el pago cumplirán las obligaciones. Solo entonces
desaparecerán las perlas.
Pero para uno de sus clientes, nunca ha pedido el pago. No hasta ahora.
Cuando Callie encuentra al rey fae de la noche en su habitación, por la sonrisa
en sus labios y el brillo en sus ojos, sabe que las cosas están a punto de cambiar.
Al principio es solo un beso casto… el valor de una sola perla, y la promesa de
más.
No debo sentir alivio. Eso lo sé. Sé que la gente debe llorar la pérdida
de la vida. Pero yo no puedo. No por él, de todos modos. Tal vez eso me
haga mala. Todo lo que sé es que esta noche enfrenté el miedo y sobreviví.
Hacen falta sólo unos pocos segundos más para que la realización de
ello me golpee.
Oh Dios. Está muerto.
Mierda.
Voy al cajón de los trastos pero tengo problemas para abrirlo por mis
temblorosas manos. Una vez que lo hago, es un trabajo corto. Encuentro
la tarjeta de visita y leo sobre la peculiar información de contacto. Hay una
sola frase escrita en ella, todo lo que tengo que hacer es decirlo en voz
alta.
Presente
U na carpeta de ficheros cae sobre el escritorio frente a mí.
Ya, una euforia familiar hace que mi piel empiece a brillar. Esta es la
oportunidad de ayudar potencialmente a una vieja dama y castigar al peor
tipo de criminal: uno que se alimenta de su propia familia.
Sacude la cabeza.
Suelta un resoplido.
Revisa su teléfono.
—Lo siento Temper, pero estará fuera otra semana. —Me relajo un
poco mientras digo las palabras.
Eso está mal, ¿verdad? ¿Disfrutar del hecho de que tu novio se haya
ido y tengas tiempo a solas?
~
Entro al estiloso restaurante a las ocho de la tarde. Tiene una baja
iluminación y nítida, las velas parpadean débilmente de cada una de las
mesas de dos plazas. Flamencos es claramente un lugar donde la gente
rica viene cortejarse.
Casi como si fueran uno, los invitados se ponen de pie con los ojos
vidriosos.
—La noche fue genial —les digo mientras pasan—. A todos les
gustaría hacer esto en el futuro. Oh… y nunca estuve aquí.
—Tú no.
Echo un ojo al hombre que está a mi lado. Ese traje a medida que
usa oculta la panza de su vientre. En su muñeca lleva un Rolex. El
expediente decía que era contable. Sé que tienen un sueldo decente, sobre
todo aquí en Los Ángeles, pero no hacen tanto dinero así.
Él abre su boca…
—Desde este momento hasta el final de nuestra entrevista, dirás la
verdad —ordeno, las palabras entonando en mi lengua.
—No lo sé.
—A-ahora —tartamudea.
—¿Cuánto dinero?
Doce mil dólares. Ha vaciado las arcas de su madre y aquí vive como
un rey. Pero detrás de esta fachada, el hombre solo tiene doce mil dólares
a mano. Y apuesto a que ese dinero lo liquidará pronto también. Este tipo
de hombres tienen dedos de mantequilla; el dinero se desliza a través de
ellos.
—Ha desaparecido.
Toco su solapa.
—Y-yo voy a…
El Negociador.
Eso me espabila.
—¿Qué? —No puede estar vivo. El miedo que atraviesa mis venas es
una cosa viva y respirando.
Ni mucho menos.
Me evalúa.
—No.
— ¿No, qué?
Se detiene para mirar mi brazo. Algo pasa por sus ojos, algo más
salvaje que la sorpresa, algo más indomable que la emoción. La habitación
a su alrededor parece oscurecerse, y a su espalda, juro que veo algo
grande y sinuoso.
— ¿Qué eres?
Mi mano cae.
— ¿Quién es él?
Yo trago.
—¿Se lo merecía?
Mira hacia otro lado haciendo una mueca. El hombre frota una
mano sobre su boca, da dos pasos antes de volverse hacia mí.
—Bien —dice en tono áspero—. Te voy a ayudar… —Más crujidos de
dientes y otra mirada escudriñadora deteniéndose en la lágrima en mi
mejilla—, sin costo. —Prácticamente se ahoga con las palabras—. Solo esta
vez, considérala mi buena acción del siglo.
Abro la boca para darle las gracias, pero levanta la mano, con los
ojos cerrados.
—No lo hagas.
Cuando abre los ojos, recorre con ellos la habitación. Siento el pulso
mágico salir de él. Sé sobre este lado de nuestro mundo, el lado
sobrenatural. Mi padrastro construyó su imperio sobre su habilidad
mágica.
Sin embargo, nunca he visto este tipo de magia en acción; magia que
puede hacer que ocurran cosas inexplicables. Jadeo mientras la sangre se
disuelve del suelo, y luego de la encimera, y luego de mi ropa, y cabello y
manos.
Maldice de nuevo.
—A menos que —agrega—, prefieras que te deje aquí con este lío.
Oh Dios.
—¡No… por favor, quédate!
P
oder.
Pero eso fue hace mucho tiempo. Y ahora soy la formidable fuerza.
—Jódete.
Alcanzo mi bolso.
—Vas a pagar cada centavo que le robaste con el diez por ciento de
interés.
—Eso es lo que pensé. Ahora, voy a darte diez minutos para ojear el
documento, y luego lo vas a firmar.
Paso los diez minutos probando el vino y la comida que los invitados
de Micky han dejado, alzando mis talones hacia arriba porque, ugh,
tacones de aguja.
—Vas a corregir tus errores. Nunca vas a hacer esto de nuevo, y vas
a pasar el resto de tu vida trabajando para ser una mejor persona y
ganarte el perdón de tu madre.
Agarro mi bolso.
—Sé un buen hijo. Si oigo que no lo has estado siendo, si oigo algo
que refleje maldad en ti, me volverás a ver, y no quieres eso.
Ahógate.
Ahógate.
Tengo mis propias razones para querer estar sola en este momento,
razones que no tienen nada que ver con Eli, y todo que ver con mi pasado.
Esa pequeña maldición que todas las sirenas tienen colgado sobre sus
cabezas podría anular incluso mi magia.
Han pasado cinco meses desde esa fatídica noche. Cinco meses. Un
tiempo demasiado corto para disfrutar de mi libertad, pero demasiado
tiempo para parecer inocente ante las autoridades.
Tal y como lo veo, tengo tres opciones. Una, puedo huir y renunciar
a la vida que he hecho por mí misma. Dos, puedo devolver la llamada al
oficial, acudir al interrogatorio y esperar lo mejor.
O tres, puedo contactar con el Negociador y hacer que solucione
esto. Solo que esta vez le debería una deuda.
Donde una vez fui débil, ahora soy poderosa. Una sirena que puede
doblar la voluntad de una persona. Romperla si lo deseo. Ese conocimiento
es una especie de armadura que me pongo cada mañana que me
despierto. Solo desaparece en la noche cuando mis recuerdos sacan lo
mejor de mí.
M
e congelo en la puerta.
Siete años. Siete largos años han pasado desde que salió de mi vida.
Y ahora está aquí, descansando en mi cama como como si casi una década
no se interpusiera entre nosotros. Y no tengo ni puta idea de
supuestamente cómo debo reaccionar.
Estoy bastante segura de que soy una de las pocas personas que lo
saben, y esa información lo hace vulnerable. Y ahora mismo, mientras
estoy en nada más que mi lencería y asimilando el hecho de que el
Negociador está en mi habitación, lo necesito vulnerable.
—No sabía que querías esparcir secretos esta noche, Callypso Lillis
—dice.
Siete años.
Son sus ojos los que más me han cautivado. Son todos los tonos de
plata, más oscuros en sus bordes donde una gruesa banda de gris carbón
los rodea y más ligera cerca de sus centros. El color de sombras y rayos de
luna.
Exhalo.
2
Siglas de “I Own You” que en español significa “Me perteneces”.
—Reto, pues —dice alegremente, llenando mi silencio por mí.
Me aclaro la garganta.
—¿Cuál es el reto?
Envuelvo una mano alrededor del brazo que me acuna la cabeza. Mis
dedos presionan contra la cálida piel de su muñeca. Debajo, puedo sentir
el músculo inflexible de Desmond.
Los ojos del Negociador brillan, llenos de emociones que pasé un año
memorizando, y luego siete años intentando olvidar.
Me apoyo en mi mostrador.
—Sí —ladra.
Su gruñido se intensifica.
—Mi casa.
—Dime qué pasó. —A juzgar por la forma en que la voz de Eli está
retumbando, dudo que vaya a mantener la conversación telefónica por
mucho más tiempo.
Solo dilo.
Cierro los ojos contra la angustia que oigo por la línea; es un sonido
doloroso y roto, y coincide con su voz.
Es mejor así.
¿Voy a dejar a Eli por qué? Memorias y polvo. El hombre que rompió
mi corazón hace mucho tiempo, me hará hacer cosas a su pedido, y todo el
tiempo tendré que recordar que traje esto sobre mí.
Hace mucho tiempo, pensé que era mi salvador, y como una tonta
compré favor tras favor de él, decidida a mantenerlo en mi vida, al mismo
tiempo enamorándome de él.
—No sé qué me pedirá esta noche, pero sea lo que sea, tengo que
hacerlo. Lo siento mucho —le digo—. Nunca quise que esto sucediera.
Oigo algo como un gemido desde el otro lado del receptor. Eli todavía
no ha hablado, y tengo la impresión de que es porque no puede.
—No creo que tengas que preocuparte de lastimar a nadie —dice Eli
con voz amenazadora—. El bastardo tiene algo más para ti.
Capítulo 4
Traducido por Raenys/Corregido por krispipe
Me enderezo.
Ya he perdido su atención.
—Pero por una sirena... oh, haría una excepción. Cualquier cosa que
quiera tendrás que dármela. Dime, querubín, ¿podrías darme cualquier
cosa que quiera?
— ¿Podrías matar por mí? —pregunta con voz baja. Sus labios
cepillan mi oreja—. ¿Podrías darme tu cuerpo?
El aire brilla.
Tiempos desesperados.
T
engo que decir, dormir no te sienta bien.
—¿Qué era tan importante que tenías que cargarte mi puerta para
decírmelo? —pregunto, cruzando los brazos sobre mi pecho.
—Vete —digo.
—No.
—Ni yo.
No se va a ir.
Siete años de silencio. Y pensar que este hombre y yo fuimos una vez
casi inseparables...
Des me mira, sus ojos plateados se suavizan solo un poco. Tal vez
también está recordando las otras veces cuando su piel presionaba contra
la mía.
Los ojos del Negociador se mueven hacia las botas que descansan
junto a la puerta corredera de cristal de mi habitación. Cuando miro, se
levantan del suelo y flotan hacia mí. Las atrapo en el aire.
Por solo una fracción de segundo, sus pasos vacilan. Frunce el ceño
mientras me mira, sus cejas fruncidas. Y luego vuelve a caminar.
—Verdad.
Solo he visto las alas de Desmond una vez antes, y entonces fue
porque perdió el control de su magia. Esto no parece espontáneo; parece
deliberado. No puedo imaginar por qué ahora de todos los tiempos decidió
desvelarlas, y para mí, de todas las personas.
—Son hermosas —digo. Quería decirle esto hace mucho tiempo; solo
que nunca tuve la oportunidad.
Los ojos del Negociador recorren mi rostro hacia mis labios. Los mira
fijamente por un momento.
—Me alegra que te gusten. Vas a mirarlas un poco esta noche.
Capítulo 5
Traducido por Raenys/Corregido por krispipe
—Mi magia todavía se mantiene fuerte —dice— así que, ¿ qué más
necesitarías de mí?
Tiempo de soltarlo.
—Yo, uh…
— ¿Disculpa, qué?
—Sería solo por una noche —le digo, observándolo mientras recoge
distraídamente una botella de perfume de encima de mi tocador y lo huele.
Hace una mueca ante el olor, poniéndola apresuradamente donde lo
encontró.
¿Pero cómo convencerlo? La última vez que usé glamour con él, solo
sirvió para enojarlo. No creo que la lógica le influya, y además, no hay
lógica en esto. Más bien lo contrario, querer pasar una noche con él es una
locura.
La primera vez que lo había convencido de que me ayudara, ¿qué
había hecho?
— ¿Por favor?
Cuando sus ojos plateados buscan de nuevo los míos, juro que hay
algo tortuoso en ellos.
—Des, no…
Justo como temía, estar tan cerca de él me recuerda todas esas otras
veces que me abrazó.
De ningún modo.
Su boca se contrae.
Este favor está muy lejos del beso de anoche. Entonces no sentí la
magia. Pero tal vez solo siento el tirón cuando me resisto. El pensamiento
me hace disgustarme conmigo misma. Anoche debí haber peleado más
contra ese beso.
Me muevo por los pasillos, buscando los muebles más feos que
puedo encontrar. Mi pequeño acto de rebelión. Esto es lo que sucede
cuando no das buenas instrucciones.
Todo el tiempo los ojos del Negociador están en mí. Sé que lo está
disfrutando. Bastardo.
—Ahora mismo, parece que solo tenemos una cama con dosel, una
araña de hierro forjado, un sofá y un espejo dorado. —Suena
desesperadamente confundida.
—Pero señora...
Hace una mueca y sacude la cabeza, pero hace lo que le pido. Pasa
un minuto agonizante mientras repasa los métodos de entrega y los
tiempos de envío, pero luego pasa la tarjeta a través del sistema.
Voy a matarlo.
— ¿No te gustó mucho esa tarea? —pregunta, su voz baja. Sus ojos
brillan a la luz de la luna.
¿Verdad?
—¿Verdad o reto?
Mi respiración se atora.
—Verdad.
Los ojos del Negociador buscan los míos, la plata en ellos brillando a
la luz de la luna. No puedo leer su expresión, pero hace que mi estómago
se apriete incómodo.
Sus ojos parpadean cuando gira para mirarme, con una mano en mi
puerta de cristal.
Se suponía que era una noche. Pero como una adicta, volví
directamente a él por más. Más noches, más compañerismo. No sé cuál es
la historia del Negociador. No tiene ninguna razón para complacerme, y sin
embargo lo hace...
Justo cuando pienso que va a burlarse de mí, los ojos del Negociador
se mueven por mi habitación. Mi mirada sigue la suya, deslizándose sobre
el estante de mi joyería barata y la bolsa de maquillaje encima de mi
tocador. Los carteles colgados en mi pared, uno de los Beatles, otro en
blanco y negro de la torre Eiffel, y el cartel Keep Calm and Read On. Mis
libros de texto se apilan en mi escritorio, junto a mi taza y latas de bolsitas
de té.
—Ya no.
No gracias.
—Coge un abrigo.
—¿Por qué?
Y las líneas de despedida del Negociador. Aprieto los ojos. Algo que
dijo se me quedó en la cabeza.
Me froto la cara.
En este momento, más que nunca, creo que odio al Negociador. Odio
que haya irrumpido en mi vida cuando realmente estaba haciendo algo con
ella. Odio haber tenido que romper por teléfono con Eli porque no sabía
qué tareas me pediría Des. Pero sobre todo, lo odio porque es más fácil de
odiar que a mí misma.
—Nop, traigo un poco de fruta. Pensé que hoy sería un buen día
para empezar a trabajar en la operación bikini —digo, dejando caer la caja
de rosquillas sobre una mesa en nuestra sala de espera, una pequeña
nube de polvo flotando alrededor.
Carraspea.
Estas son las mismas oficinas a las que nos mudamos hace cinco
años cuando, en la noche de graduación, empacamos todo y huimos de la
Academia Peel, nuestro internado, para algo mejor. Nuestro espacio de
oficinas todavía tiene ese mismo sentimiento de emoción y desesperación
que tenía entonces, cuando las dos estábamos huyendo —yo de mi
pasado, y Temper, de su destino—, y estábamos ansiosas por hacer algo
nuevo por nosotras mismas.
Mierda.
La lista llega hasta cien, pero los diez criminales más buscados
están al frente y al centro, sus fotos justo al lado de sus nombres.
Somos tan cercanas como pueden ser los amigos, y hemos sido así
desde el último año de la escuela secundaria. Y en el núcleo de nuestra
amistad tenemos un pacto de este tipo: nada va a arrastrarla hacia el
futuro que no quiere, y nada va a arrastrarme a mí de vuelta al pasado que
he trabajado para olvidar.
Nada.
—No —dice—. Estoy feliz que te haya crecido una vagina y hayas
roto con él. Se merece algo mejor.
Exhalo.
Lo sigo a mi cocina.
—¿Negociador?
—Necesito irme.
¿Se va? ¿Por qué me siento tan desolada con ese pensamiento
cuando hace solo un momento deseaba lo opuesto?
—Desmond Flynn.
—Mi nombre.
Me resisto a eso.
—¿De verdad?
No significa nada.
Puedo sentir los ojos de Des sobre mí, observando cada una de mis
reacciones.
Me encanta tu casa.
—¿Polvo de hadas?
—Esta noche quiero una verdad tuya —dice, sus ojos brillando con
travesura—. Dime, querubín, ¿qué has estado haciendo los últimos siete
años?
Juro que lo veo reaccionar incluso a ese pequeño detalle. Una vez él
ocupó la posición de mi mejor amigo, equipo extraño el que éramos.
—Me ayudó superar el año pasado. —No necesito elaborar nada para
que entienda que lo que estaba superando era a él.
—¿Lo conoces?
Me suelta la mano.
Juro que parece que realmente le importa. Todo esto proviene del
tercer hombre más buscado en el mundo sobrenatural.
— ¿Qué me he saltado?
—No decidí al azar esto, Callie. Esto fue muy, muy deliberado —dice
esto como si las palabras fueran pesadas.
Busco su rostro.
—Hay algo que está sucediendo en Otro Mundo —explica—, algo que
ni siquiera mis secretos pueden descubrir.
—¿Mueren?
—Como tú, puedo obligar a la gente. Pero hay una diferencia clave
entre nuestras dos habilidades.
Sus ojos iluminados por la luna son tan misteriosos como siempre.
Tomando algún tipo de decisión, rodea la barra y, agarrando otro taburete,
lo acerca.
—Las cosas en el Otro Mundo están... mal. —Su voz es más suave,
como si tuviera que suavizar las palabras—. Mi reino está inquieto, al igual
que los demás. Ha habido desapariciones; muchas, muchas,
desapariciones. Soldados desapareciendo sin dejar rastro. Solo las
mujeres... han regresado. Necesito saber lo que les ha pasado.
—¿Están muertas?
Sacude la cabeza.
—Así que quieres llevarme a tu mundo —le digo—. Y quieres que use
glamour en tus esclavos...
Continúo:
—¿No has pensado alguna vez que si el Rey de la Noche, con todos
sus trucos y promesas no hace que estas personas hablen, debemos
dejarlas en paz?
—No nos pueden oír, ya sabes —dice Des, sin levantar la vista de su
trabajo.
Pero entonces recuerdo que puedo pasar el rato con él por no más de
cuatro horas de su día. Vivo por esas cuatro horas, pero, ¿qué pasa con él?
Probablemente sea su equivalente a unas vacaciones pagadas.
El Otro Mundo.
Lo miro fijamente.
El Otro Mundo.
Santa mierda, este tipo es un hada. No, no solo un hada, un rey fae.
Un líder de una de las razas de seres más despiadados que existe.
—Un poco.
3
Es un juego en el que se dicen tres nombres de personas (puede ser alguien que
conozcas o famosos), y tienes que elegir con cuál te acostarías, con cuál te casarías y a
cuál matarías.
Pues que me jodan, no me había dado cuenta.
Ahí me ha pillado.
—Lejos.
Sobriedad.
—Hora de irse.
—¡Bájame, imbécil!
Da un bufido despectivo.
—Eso es debatible.
Santa Mierda.
—¿Eso es…?
—Sí. Es un niño.
Miro el dibujo.
Infante. Bebé.
Sostenido en los brazos de una mujer que bien podría estar muerta.
—Oh no. —La forma en que Des lo dice me hace girar para mirar
hacia él.
Me siento en su sofá.
—Debajo de ellos están los cuatro reinos más grandes. Tus libros de
historia pueden referirse a ellos por su nombre tradicional, cortes.
Miro a Des mientras mira fijamente a la gente que dibuja, y noto algo
en su cara. ¿Envidia? ¿Lamento? ¿Anhelo?
Una vez más, siento un extraño dolor, esta vez por este hombre.
—El Reino de Flora está gobernado por Mara, Reina de Todo lo que
Crece, y su rey consorte, el Green Man. Gobierna toda la vida vegetal. —
Escribe sus nombres en la hoja de papel—. Y por último, está el Reino de
Fauna, gobernado por Karnon, Amo de los Animales, Señor de Corazones
Salvajes, Rey de Garras y Uñas. También conocido en ciertas partes como
el rey loco por sus tendencias ermitañas y sus... excentricidades. Mientras
estás en mi reino, debes seguir las reglas de mi tierra. Cuando estés en el
Reino Diurno, debes seguir las suyas, incluso yo, un rey, debo cumplir sus
reglas.
—¿De quién son esos niños? —pregunto. Las hadas tienen el mal
hábito de tomar hijos que no son los suyos.
—¿Qué es esto?
Mi pequeña sirena.
Una vez que aparta la bebida, hace remolinos del líquido ambarino
dentro de su botella.
Mi sirena se revuelve.
Nunca antes había sido así conmigo. Solo ahora estoy aprendiendo
que luchó contra su más innata naturaleza para ser apropiado conmigo.
Incluso cuando le lancé todas las señales, podría pensar.
Me aclaro la garganta.
—Ah, sí, la razón oficial, Los deberes que tengo en mi reino todavía
me dejan con mucho tiempo para trabajar en relaciones internacionales…
inter-mundanas realmente. Como el Negociador, eso es lo que estoy
haciendo. Me mezclo con los sobrenaturales aquí, uso mi magia para
concederles pequeños favores… —Favores como los míos—, y colecciono
reembolsos con interés. Estas cosas hacen que mi reino sea más rico, más
seguro.
Me mira fijamente durante un largo rato, con los ojos cada vez más
lejanos.
El eterno errante.
Sus ojos se mueven sobre su sala de estar, su mirada todavía
desenfocada. Donde quiera que haya ido su mente, no es aquí.
—¿Todavía lo hacen?
—¿El qué?
—Desconcertarte.
Todavía molesto.
Le saco la lengua.
El Negociador silba.
—Según lo que escuché, casi todos los puestos para las clases del
próximo año estaban llenas. Tendría que tirar de un montón de hilos…
—Sabes que soy bueno para eso —dice el hombre.
Asiente a mi brazalete.
—Un día tendrás que pagarme todo. ¿Tienes miedo ahora?
Un poco.
Pero cuando miro los ojos de Desmond, tengo la clara impresión que
no quiere que tenga miedo. Que a pesar de intentar asustarme, no quiere
alejarme.
Me coge la mano.
—No es de buenos modales burlarse de un hada. Tenemos una piel
notoriamente delgada. —A pesar de la amenaza, sus ojos chispean de
excitación.
—¿Y podemos pasar por una de esas tiendas de regalos para poder
conseguir una máscara?
También me gustaría un poco de gelato —y tal vez una botella de
vidrio soplado—pero no voy a a empujar mi suerte demasiado lejos.
Gruñe.
—¿Nunca has escuchado la expresión “No mezcles negocios con
placer”?
Realmente lo está.
—¿Des?
Ahora mismo me siento extrañamente vulnerable con él. Tal vez sea
la honestidad de sus palabras; Des siempre ha tenido cuidado de enterrar
sus sentimientos bajo sentido común y astucia. Tal vez es que sentí ese
mismo miedo cuando vi a Eli lanzándose por él. Y quizás es simplemente
estando en sus brazos después de elegir esta vida, y no la que deje atrás
en mi casa.
—Te visitó durante uno de los Siete Sacros —dice Des—. Pensó en ti
como su compañera, y a sabiendas que te ponía en peligro. —Ahora sus
alas se agolpan alrededor de él, aleteando con enojo, esas garras de su
apariencia particularmente afilada. Des me libera—. No en un verdadero
compañero si piensa hacer eso.
Una vez que estuviera de nuevo en su sano juicio, podría poner una
orden de arresto contra mí. Incluso si decidiera no presentar cargos, haría
algo para castigarme por encantarlo, despreciarlo, humillarlo. El alfa en él
no demandaría nada menos.
Sabe exactamente dónde vivo, y antes dejó más que claro que una
puerta cerrada no le impediría entrar.
—¿Haces esto por todos tus clientes? ¿Forzarlos a romper los lazos
con sus novios? ¿Proporcionar una habitación en tu casa solo para ellos?
Me coge el rostro.
—¿Te parece que estoy corriendo, Callie? ¿Parece que estoy tratando
de dejar tu lado?
T
odavía estoy recuperándome cuando vuelve a aparecer
nuestro entorno.
Me quedo sin aliento cuando miro alrededor.
Des y yo estamos parados entre las ruinas, el mármol blanco brilla a
la luz de la luna. Las enredaderas florecen alrededor de los arcos gastados
y las estatuas derrumbadas.
El Otro Mundo.
El sonido del agua corriendo nos rodea por todos lados al igual que
la neblina que se derrama sobre mi piel. Giro en un círculo,
tambaleándome al ver la cascada gigante que se estrella contra el extremo
opuesto del afloramiento en el que estamos parados, con columnas de
niebla elevándose a su alrededor.
—¿Qué es este lugar? —pregunto, curiosidad entrando en mi voz.
—El Templo de la Madre Inmortal, uno de los primeros dioses a los
que adoraba mi pueblo.
Una vez más, Des me abraza.
—Agárrate.
Mis brazos se deslizan alrededor de su cintura mientras sus alas se
despliegan. Se tensa, sus alas comienzan a batir, la fuerza de cada golpe
me alborota el cabello. Entonces los dos nos elevamos, y puedo ver mejor
las ruinas. Se asientan en una pequeña isla rocosa que sobresale del
centro de una caída gigante. Hasta que mi mirada se encuentra con la del
Negociador, me ha estado observando con esos ojos fascinantes, su cara
suave.
Cuanto más tiempo sostengo su mirada, más rápido mi pulso se
acelera y vuelve el viejo anhelo. Quiero mirar hacia otro lado, pero no
puedo.
Una sonrisa comienza a extenderse a lo largo de sus labios, y es muy
diferente a la de sus expresiones habituales.
—¿A dónde vamos? —grito sobre el viento, solo para romper el
momento.
Su agarre se aprieta.
—Mi palacio.
El lugar donde Des reina. A pesar de que mi recelo al estar aquí,
estoy emocionada de verlo. Ni siquiera puedo contar cuántas veces me
pregunté qué aspecto tendría.
Nos elevamos más y más en el aire de la noche, pasando a través de
una nube ondeante y después de otra.
Un grupo de diminutas hadas deslumbrantes —¿pixies? —pasan a
nuestro lado y rodean a Des, chillando emocionados.
—Por supuesto que he vuelto —dice a modo de saludo—. No, no traje
ningún dulce, y sí, es bonita.
Siento un suave tirón en mi cabello y escucho el sonido de una risa
aguda. Cuando miro por encima de mi hombro, veo a varias de las
pequeñas hadas zambulléndose en mi cabello, jugando lo que parece ser
las escondidas. Uno de ellos se ha enganchado en un mechón, que se
agita en la brisa, chillando de emoción.
Hum... de acuerdo.
—Esta es Callypso —continúa Des—. Callypso, estos son los pixies
del viento del oeste.
—Hola —digo por encima de mi hombro, tratando de no enloquecer
por el hecho de que personas pequeñas están usando mi cabello como un
parque de juegos.
—Las hadas creen que es una bendición ser tocado por pixies —dice
Des en voz baja.
—Oh. —Y ahora sonrío.
Uno de ellos revolotea y acaricia mi mejilla, hablando en voz baja.
—Ella dice que tienes ojos amables.
Puedo escuchar la voz del pixie chirriando cerca de mi oreja mientras
el resto de ellos trepan por mi cabello y se posan en la coronilla de mi
cabeza.
Lo que sea que ella dice a continuación borra la expresión de Des.
—¿Qué sucede? —pregunto.
—Nada de importancia.
Chillidos enojados.
—Fin de la discusión —le dice al pequeño pixie, su tono ya no es
indulgente—. Adelante, dile al palacio que estamos llegando.
Con un bufido, los pixies se dispersan en el cielo, revolviendo mi
cabello a medida que avanzan. Los veo volar hasta que las nubes de la
tarde se los tragan.
—Eran dulces —digo.
—Mmm —dice, luciendo distraído.
—¿En qué piensas? —pregunto.
—En nada, querubín.
Eso es obviamente una mentira, pero no lo presiono.
Nos elevamos por encima de otra capa de nubes, y luego el cielo se
despeja. Un océano de estrellas llena el cielo nocturno, más brillante que
cualquier otro que haya visto en la tierra. Son tan prominentes que siento
que casi podría extender la mano y tocarlos.
Y entonces veo el palacio de Desmond Flynn, y todos los
pensamientos sobre las estrellas se desvanecen.
Levantándose sobre las nubes, es un castillo hecho de la piedra
blanca más pálida. A la luz de la luna, brilla intensamente, llamando la
atención sobre las agujas altas y el laberinto de puentes y murallas que los
conectan. Bajando por todos lados hay una ciudad amurallada, cada
edificio hecho de la misma piedra blanca como la leche.
Con la forma en que las nubes se extienden alrededor de la base de
la ciudad, parece flotar sobre plumas esponjosas. Pero a medida que nos
acercamos y la capa de nubes se disipa, puedo ver el fondo de la montaña
gris pizarra en la que está construida la ciudad.
Una isla en el cielo. Imposible, y sin embargo aquí en el Otro Mundo,
existe.
Incluso la base de la isla flotante parece haber sido cortada,
cincelada y facetada para parecer más edificios. Observo las columnas y
balcones, escaleras en espiral y luz parpadeante en ventanas de vidrio
tallado.
—Caray —exhalo.
Fuera de mi vista, puedo sentir la mirada de Des sobre mí otra vez,
pero por una vez, estoy demasiado distraída para mirarlo.
Más pixies circulan a nuestro alrededor cuando comenzamos a
descender. Pronto puedo distinguir las calles que corren entre edificios, y
luego noto las hadas.
La mayoría ser detiene para ver nuestra entrada. Siento cada uno de
esos ojos extraños y depredadores sobre mí, y estoy dolorosamente
consciente de que soy un humano en una tierra que esclaviza a los de mi
especie. También sé que el Negociador me está manteniendo más cerca de
lo necesario, y está haciendo una entrada pública, como si estuviera
orgulloso de mostrar al humano en sus brazos. O simplemente no le
importa una mierda.
Conociendo a Des, de hecho estoy apostando por lo último.
Él bate sus alas más rápido cuando el patio de piedra blanca, frente
a su palacio, se acerca cada vez más. Una elaborada puerta de bronce
rodea el palacio. Más allá, se juntan hombres y mujeres con orejas
puntiagudas, sus curiosos ojos puestos en nosotros. Varios guardias fae,
vestidos de blanco y plata, los mantienen atrás. Parecen estar curiosos
sobre nosotros como yo sobre ellos.
Des y yo aterrizamos suavemente, su cabeza inclinada sobre la mía.
Salgo de su agarre, pero no intento alejarme del brazo que mantiene
enrollado alrededor de mi cintura.
La multitud reunida a nuestro alrededor está en silencio. Entonces,
uno por uno, comienzan a aplaudir y animar.
Los observo fijamente, elevando mis cejas. A mi lado, las alas de Des
están extendidas, la extensión de ellas nos empequeñece. Si soy sincera,
me gustaría acurrucarme en una de ellas y esconderme.
—¿Por qué están aplaudiendo? —le susurro.
—Hay mucho que no sabes sobre el Reino Nocturno. —Con esa
respuesta enigmática, asiente con la cabeza a nuestra audiencia y luego
me lleva hacia el castillo.
Hay docenas de personas reunidas en el vestíbulo de la entrada —lo
que solo puedo adivinar son sus soldados, oficiales y ayudantes—, pero
ninguno se acerca a nosotros, y Des no se detiene a hablar con ellos,
aunque sí los reconoce con una inclinación de su cabeza.
Mis ojos se mueven por todas partes, porque en todas partes hay
algo fascinante que ver, ya sea la gran araña de bronce sobre nuestras
cabezas, cuyas llamas escupen y centellean como bengalas, o el techo que
está hecho para parecerse al cielo. Es todo tan increíblemente encantador.
Des se inclina hacia mí.
—He querido mostrarte este lugar durante mucho, mucho tiempo —
admite.
Aparto mi mirada de mí alrededor para mirarlo.
—¿Lo has hecho? —No sé qué pensar de eso.
—Quería aún más que te gustara —admite.
Mis ojos se mueven sobre su rostro antes de ver el simple aro de
bronce tocar la cabeza del rey fae.
Su corona.
Toco su sencilla corona.
—¿Cuándo te la pusiste?
—Cuando aterrizamos.
No la estaba llevando con él, lo que significaba... magia.
—Te queda bien. —Realmente lo hacía.
—Lo odio —confiesa en voz baja mientras me lleva por uno de los
pasillos.
—¿Por qué? —pregunto.
—Nunca me he sentido particularmente rey.
Me doy cuenta entonces, mientras me guía a través de su palacio por
el centro de su reino, que un rey es exactamente lo que es Des. No es solo
un título bonito, es todo esto. Cualquier parte de él que obtuve hace tantos
años cuando me visitó; esas partes eran otra cosa.
En aquel entonces, solo había visto su lado perverso, sus malas
acciones. Nunca había visto su lado honesto.
Este es un lado de él que no conocía. Y creo que podría ser su mejor
lado.
Su corona no es el único objeto que usa. Tres bandas de bronce
rodean su bíceps.
Sigue mi mirada.
—Abrazaderas de guerra —explica—. Por valor.
Un rey guerrero. Y mis partes de chica están teniendo problemas al
estar alrededor de él. Ahora soy oficialmente una causa perdida.
Des me lleva a través del palacio, asintiendo con la cabeza a las
personas que pasamos a medida que avanza. Sus ojos se detienen en mí, y
la mayoría bajan la cabeza.
Estiro el cuello para observar a una mujer fae detenerse y hacer una
reverencia. No solo al rey, sino también a mí.
¿Qué en el mundo? ¿Les dijo a todos que estoy aquí para arreglar
sus problemas? Porque tengo serias dudas de que obtendré algo de estos
humanos que Des no podría.
—¿A dónde vamos? —pregunto distraídamente.
—A los cuartos de los sirvientes. Hoy te reunirás con una niñera
fuera de servicio.
No tiene sentido perder el tiempo, supongo. La idea de hechizar a
estos humanos hace que mis palmas suden.
—¿Todos los reinos dejaron de tomar changelings? —pregunto.
Des niega con la cabeza.
—Solo el Reino Nocturno. El Reino Diruno lo ha considerado, pero ni
los Reinos de Fauna ni Flora lo harán.
Lo que significa que los humanos todavía están siendo robados de la
tierra.
—¿Y los tuyos son voluntarios? ¿No hay esclavos aquí? —pregunto.
—Ninguno, querubín.
Asiento para mí misma, limpiando mis palmas sudadas en el
vestido.
Los cuartos de los sirvientes están ubicados en un edificio auxiliar
en el lado del palacio. Salimos de la parte trasera del castillo y pasamos
por un jardín iluminado por la luna antes de entrar al edificio. En el
interior, el espacio está un poco menos adornado que en el palacio en sí y
los pasillos son un poco más estrechos. Nos detenemos en una puerta de
madera oscura.
—¿Memorizaste las preguntas? —pregunta Des.
Le fulmino con la mirada.
—Acepté hacer esto. Estoy bien, soy buena con las palabras.
—Lo tomo como un sí —dice, escudriñando mi rostro.
Es un sí
Des golpea sus nudillos en la puerta. Un momento después se abre
por sí sola. En el interior, una mujer humana está sola sentada en un
escritorio, su pluma suspendida sobre una carta.
Por el aspecto de la vivienda —y los varios pares de botas de
diferentes tamaños que descansan justo al lado de la entrada—, debe
compartir el espacio con compañeros de cuarto. Pero en este momento,
está sola.
Tan pronto como se da cuenta de Des, se pone de pie, inclinándose
profundamente.
—Mi Rey, es un honor —murmura.
El Negociador se gira hacia mí, dándome una mirada pesada.
—Tu pago comienza ahora —dice.
Inmediatamente su magia me atrapa, picando mi piel, empujando a
la sirena.
—Odio cuando haces eso —murmuro.
—No hagas tratos con hombres malos, querubín —dice, apoyándose
contra la pared y cruzando los brazos.
Los ojos de la mujer se mueven hacia mí. Lo primero que noto sobre
ella son los moretones. Le salpican el cuello y el pecho, y continúan bajo el
escote curvado de su vestido. Hay círculos de ellos, algunos obviamente
más nuevos que otros.
Cuando me ve mirarlos, conscientemente cubre las marcas, pero hay
otro moretón alrededor de su muñeca. Casi puedo distinguir la pequeña
huella de la mano que la debe haber estrujado allí.
—¿C-cómo puedo ayudarle? —pregunta, sus ojos se mueven de mí
hacia Des.
—¿Sabes por qué estoy aquí? —pregunto, dando algunos pasos
tentativos hacia ella.
Niega con la cabeza, su mirada persiste en mi piel brillante.
—Estoy aquí para hacerte algunas preguntas sobre la desaparición
de hadas en tu reino —le explico.
Toma aliento, su rostro visiblemente pálido. Ahora, ahora tiene una
idea. Comienza a negar con la cabeza, retrocediendo y chocando contra la
silla detrás de ella.
—Por favor. —Pone una mano sobre los moretones en su pecho una
vez más—. Yo-yo no puedo.
Al ver su miedo, esperaría que se hiciera la tonta. Pero quizás ambas
sepamos que no sirve de nada.
Sus ojos comienzan a dar vueltas, buscando un escape. Se aleja de
mí, golpeando torpemente las cosas a su paso.
—No hay ningún lugar adonde ir —le digo—. Ambas sabemos eso.
A pesar de mi advertencia, trata de pasarme, engañándonos al mirar
a la izquierda antes de correr, como si fuera a tratar de abordarla.
Desafortunadamente para esta mujer, estoy acostumbrada a los
objetivos que huyen de mí.
—Detente —ordeno, mi voz sobrenatural.
Inmediatamente su cuerpo se detiene, sus hombros tiemblan.
Cuando me mira, una lágrima silenciosa se desliza por su mejilla. La vista
de eso me rompe el corazón.
—Por favor, no tiene ni idea de lo que él me hará si hablo —suplica.
¿Él?
—Sentémonos —sugiero, mi voz tranquilizadora a pesar del glamour.
Robóticamente, se mueve al pequeño sofá, más lágrimas después de
la primera. Cuando me mira, puedo ver la resistencia en sus ojos pero no
puede hacer absolutamente nada al respecto.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunto, sentándome junto a ella y
tomando su mano. Están húmedas de sudor.
Mira sus manos en su regazo.
—Gaelia.
Una mujer humana con un nombre fae.
—¿Naciste aquí? —pregunto.
Tomando un aliento tembloroso, asiente.
—¿Qué haces en el palacio? —pregunto, ya sabiendo la respuesta.
Mira por encima de Des, que todavía está inclinado en la entrada de
la habitación, antes de volver su atención a su regazo.
—Trabajo en la guardería real.
Mis ojos vuelven al moretón en su muñeca. De nuevo, la impresión
que deja en su piel hace que parezca como si una pequeña mano lo
hubiera apretado demasiado. La mano de un niño...
Fuerzo mi mirada hacia ella.
—¿Por qué cree tu rey que sabes algo sobre las desapariciones? —
pregunto.
Su expresión se derrumba, sus ojos y su boca apretados mientras
llora.
—Por favor —suplica nuevamente.
Gaelia me mira con agonía, y puedo decir que este es su último
esfuerzo para evitar que el resto de la conversación se desarrolle. Está
suplicando por mi humanidad con sus ojos, pero no sabe que no tengo
más control de la situación que ella.
Presiono mis propios labios, mis ojos pican. No quiero hacerle esto.
Ella no es una criminal, solo la última en una línea de humanos que una
vez fueron esclavos en este mundo. Es una víctima, una que tuvo la mala
suerte de trabajar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Y
gracias a mí, probablemente sufrirá por su confesión forzada.
Mis ojos se agitan cuando repito:
—Respóndeme —la sirena es pesada en mi voz.
Ella toma un profundo y entrecortado aliento.
—Algunos de los bebés en la guardería real son los hijos de los
guerreros durmientes.
—¿Las mujeres en los cofres de vidrio? —pregunto.
Ella asiente.
—No se parecen a los otros niños que están bajo nuestro cuidado —
continúa—. Son... peculiares.
Los Faes en general eran peculiares. No me puedo imaginar a una
rareza entre los fae.
—¿Peculiares cómo?
Gaelia comienza a llorar abiertamente mientras contesta:
—Son apáticos, a veces casi catatónicos. No duermen, simplemente
se acuestan en sus cunas y sus ojos se centran en el techo. La única vez
que hacen algo es cuando, es cuando... —Toca los moretones en su
pecho—, se alimentan.
Sus dedos se curvan alrededor del escote de su blusa, y tira del
borde del material. Me inclino para ver mejor. Debajo del material,
extensos moretones cubren su pecho. Entre toda la decoloración oscura
hay cortes curvos y extraños.
Marcas de mordidas.
Retrocedo al verlo. Ahora que estoy mirando, veo las pequeñas
marcas de perforación donde sus dientes separan la carne de Gaelia.
—Y cuando se alimentan… —agrega—, profetizan.
Profecía. Incluso en la tierra tienen seres sobrenaturales que pueden
profetizar... ¿Pero niños profetizando? Esto es peculiar. Sin mencionar el
hecho de que dichos niños están mordiendo a los humanos.
—¿Qué edad tienen estos niños? —pregunto.
Gaelia está empezando a balancearse en su asiento, sosteniendo sus
brazos cerca de ella.
—Los más viejos tiene ocho. —Sus labios tiemblan sobre cada
palabra—. El más joven tiene menos de tres meses.
—¿Y cuáles profetizan?
Sus ojos se enfocan en algo en el piso.
—Todos ellos.
¿Todos ellos?
—¿Incluso el bebé de tres meses? —pregunto escépticamente.
Gaelia asiente.
—Ella habla y se alimenta como el resto de ellos. Me dijo que tú y el
rey vendrían. Dijo: “No les des ningún secreto, no les digas ninguna verdad,
o el dolor y el terror serán tus compañeros de cama, y la muerte será el
menor de tus miedos”. —Suelta un suspiro tembloroso—. No le creí. Ni
siquiera había recordado su advertencia hasta que mencionaste que
querías hacerme algunas preguntas. —Sus brazos se tensan alrededor de
sí misma—. Todos me muestran tantas cosas, tantas cosas horribles...
—¿Es eso normal? —indago—. ¿Que un niño tan joven incluso esté
hablando?
Más lágrimas.
—No, mi señora. Nada de esto es normal. —Los temblores de Gaelia,
que se habían calmado un poco, comienzan de nuevo.
—No entiendo, ¿qué tiene de terrible decirme esto? —pregunto.
Ella duda.
—Tendrás que decirme, de una forma u otra —le digo—. Podría ser
en tus propios términos.
Se cubre la boca con la mano, sus sollozos comienzan de nuevo. La
escucho susurrar para sí misma: “Perdóname. Perdóname”. Su balanceo
ha aumentado.
—Gaelia.
Lentamente sus ojos se mueven hacia los míos, y suelta su mano de
su boca.
—Él no quiere que lo encuentren —susurra—. Los niños me dicen
que está haciendo muchos planes. Que desconfía de nuestro rey, el
Emperador de las Estrellas Vespertinas —dice, y sus ojos se mueven hacia
Desmond—. Pero que no le tiene miedo a los demás.
Des viene ahora, colocando una mano en mi hombro. Gaelia lo nota.
—Todavía necesita más tiempo —continúa, envolviendo sus brazos
alrededor de sí misma una vez más—. No es imparable todavía.
—¿Por qué te diría esto? —dice Des.
Ella no responde, pero sus dedos se comprimen en la carne de sus
antebrazos.
—Contéstale —digo en voz baja, mi glamour forzándola a responder.
Aun así, pelea las palabras por otro segundo o dos, hasta que se
fuerzan de todos modos.
—Los niños dicen lo que sea que tengan en mente. Incluso estos. En
este aspecto, no son tan diferentes de los niños comunes.
—¿Por qué les crees? —pregunto.
Sus labios tiemblan.
—¿Además de las profecías? Porque durante años las enfermeras de
turno han estado quejándose de una figura que se inclina sobre las cunas
de estos niños. Y últimamente, comencé a verlo también.
La parte de atrás de mi cuello pica. El Otro Mundo está lleno de
fanáticos, y esto suena exactamente como uno de ellos.
—¿Qué aspecto tiene él? —pregunto, saliendo del guión. Hasta
ahora, había logrado meter las preguntas de Des en el flujo natural de la
conversación, pero ahora las abandono por completo.
Gaelia niega con la cabeza.
—Es solo una sombra... solo una sombra.
—¿Dónde está él? —pregunta Des.
Ella se estremece, sin siquiera molestarse en luchar contra nuestras
preguntas.
—En todos lados.
Sus palabras me levantan la piel de gallina.
—¿Conoces su nombre? —pregunto.
—Ladrón de Almas —murmura—. Ladrón de Almas.
—¿Qué quiere? —gruñe el Negociador.
Sus ojos se encuentran con los nuestros.
—Todo.
Cpítulo 13
Traducido por Liliana
Bajo la suave iluminación del café, sus ojos brillan con anticipación.
D
es y yo estamos callados cuando salimos de los aposentos
de los sirvientes.
Él inclina la cabeza.
—¿Por qué deseas verlos? —pregunta.
Des suspira.
—Tengo un juramento en contra de usar magias en niños, y a falta
de eso… he estado en la guardería mil veces, y mil veces he tratado de
hablar con ellos. Ni una sola vez ha funcionado.
Cada vez que cierro los ojos, veo la suplicante mirada de Gaelia y su
desesperanza. Parece que no puedo simplemente dejarlo.
—¿T-tuyos? —repito.
Dios, me alegro que seamos las únicas dos personas caminando por
este particular pasillo. Es bastante embarazoso admitir esto a Des sin
tener ninguna audiencia adicional.
La magia no se detiene.
—Siiiiií —siseo.
Hadas.
Muy incómodo.
—Estamos aquí para ver a los niños del ataúd —dice Des
bruscamente.
¿Detecto malestar?
Ahora que los dos estamos solos con todos estos extraños niños,
estoy asustada, cada instinto gritándome salir de la habitación.
Me congelo al verlos.
¿No me digas?
Camina delante de mí, usando su cuerpo para bloquear el mío, y no
voy a mentir, ahora estoy ridículamente agradecida por mi escudo
humano.
¿Qué había dicho Gaelia? Aunque fueran extraños, estos eran solo
niños.
Solo niños.
De repente, los ojos de los niños se mueven hacia mí, algunos de sus
gritos con un poco de hipo mientras comienzo a brillar, la melodía que
comencé tiene un toque mágico.
Tato de no estremecerme.
Trato de no retroceder.
—Ya está aquí —dice una niño con el cabello negro cuervo.
—¿Puedo conocerlo?
—Él te encontrará…
Oh Dios, no,
—Levántate —gruñe.
Maneja secretos.
—No entiendes…
—Sí —dice él—. Eso es lo que quiero ver. Tu ira, tu lucha. —Suaviza
el tono—. No te estoy pidiendo que no te sientas triste, Callie, te estoy
pidiendo que peles. Siempre lucha. Puedes hacer eso, ¿verdad?
Me da una sonrisa.
—Bueno. Ahora vístete. Nos conseguiré el desayuno antes de que
tengas que ir a clase.
—Estás despierta.
Salgo de su cama.
—Des, me mostraron cosas —digo.
Él te encontrará.
Ya empezó la cacería.
Pero ahora… como Gaelia, sentía en mis huesos que las palabras de
los niños no eran vacías. Eso, por irracional que sea, acababa de llamar la
atención de cualquier cosa que Des haya estado cazado.
Una emoción corre por mis brazos por esa sedosa suave voz.
Disgustado.
—No vas a regresas a sus casas. —No es una orden, solo una
declaración de hecho.
Lo que sea.
—¿Y si te dijera que no puedes irte? —dice con voz hipnótica—. ¿Que
quiero que te quedaras y usaras más de mis cuentas?
—Des…
—Reto —inhala.
¡Qué daría por eso! Saber exactamente cómo se siente por mí. Casi
caigo en ello, igual como tengo todo lo demás acerca de este hombre. Estoy
a punto de comenzar a asentir, cuando recuerdo.
Me hice una promesa después de que Des dejó mi vida, una promesa
de ser independiente. No permitir que los hombres como él destruyan mi
mundo. Y ahora el hombre quien me obligó a hacer esa promesa quiere
abrirse camino bajo mi piel y en mi corazón una vez más.
—No te vayas —dice. Aunque parece loco, sus palabras son suaves.
Espero. Y espero.
Eso no debería doler, nada de esto debería doler. Pero todo lo hace.
No quiero que se vaya. Mi corazón quiere quedarse con él incluso si mi
mente lo sabe mejor.
Me suelta bruscamente.
—Si quieres verme por alguna razón antes de mañana, sabes cómo
conseguirme. —Retrocede—. Estaré esperando.
Y entonces se ha ido.
Capítulo 15
Traducido por Rose_Poison1324 & Rimed
C
uéntame de tu madre —dice Des en frente de mí.
—¿Me veo como el tipo que sigue las reglas? —Con sus pantalones
de cuero y su brazo entintado a la vista, definitivamente no lo parece.
—¿Mi madre? —digo ahora mientras Des reparte una nueva mano.
Tres dieces. Por una vez tengo la oportunidad de ganar una ronda.
—Hiciste trampa.
Mi madre es uno de esos temas de los que nunca hablo. ¿Para qué?
Es solo una triste historia más; mi vida tiene suficientes de ellas.
—No recuerdo mucho de ella —le digo—. Murió cuando yo tenía ocho
años.
—¿Cómo murió?
—Su muerte fue por lo que él bebía. —Y su forma de beber fue lo por
qué...
Reprimo mi estremecimiento.
—En casa con una niñera. Les gustaba irse de vacaciones sin niños.
Sé cómo suena mi vida. Frío y quebradizo. Y esa era la verdad.
Técnicamente, tuve todo, apariencia y dinero para acompañarlo.
Y entonces…
Me encojo de hombros.
Tal vez era por eso que tenía la tarjeta de contacto del Negociador en
el cajón de su cocina. Un hombre como mi padrastro caminaba con un
blanco en su espalda.
No sé lo que está pensando, solo puedo hacerme una idea: que mis
padres suenan como personas de mierda. Mi madre, que estaba interesada
en darme una buena vida, pero no quería tener mucho que ver con eso; mi
padre, cuya mayor contribución fue su esperma; y mi padrastro, quien
protagonizó todas mis pesadillas más vívidas.
Des se inclina hacia atrás y me mira con los ojos entrecerrados, una
lenta sonrisa curvándose en sus labios. No puedo dejar de mirarlo.
Mis cejas se levantan ante sus palabras. ¿Un rey fae que comparte
algo en común con su obra de caridad humana?
Se pone de pie.
Debí haberle pedido a Des que mandara lejos este desastre con
magia.
Por otro lado, había sido tan sombrío; no había querido presionar mi
suerte.
Des. Han pasado menos de dos horas desde que se fue, y ya estoy
inquieta por volver a verlo. Extraño su casa, sus macarrones, sus sábanas
acolchonadas para invitados. Extraño su olor y su toque. Lo extraño e él.
Se necesita estar de vuelta en mi casa vacía para recordar lo sola que
estoy. Había olvidado esto mientras estaba con Des.
Una vez que limpio la mayor parte del desastre, dirijo mi atención a
mi teléfono celular agrietado, mordiendo el interior de mi mejilla
nerviosamente. He estado aplazando esta parte, pero no puedo más.
—Estoy en casa.
—¿Casa? ¿Casa? —su voz se eleva. —Tu casa fue registrada, hay
una recompensa por tu captura, ¿y estás en casa?
—Tengo tiempo.
Suspiro.
—Chica, ¿qué pasó? —repite. Puedo decir que está caminando por el
sutil tintineo de sus joyas—. Quiero decir, el mejor escenario posible que
podría imaginar era que tuvieras un poco de sexo desenfrenado con Eli y
que oh-mi-dios probablemente se convirtió en una bestia contigo y eso es
tan jodidamente desagradable. —Todo sale de prisa—. Y sí. Te hizo
pedazos en el proceso.
—Mi chica.
—Soy toda oídos. —Deja sus cosas y luego se deja caer en mi sofá.
Una pelusa de algodón revolotea en el aire cuando lo hace.
Me froto la cara.
Me aclaro la garganta.
—No es tan sencillo. No puedo usar glamour en este tipo. Y las estoy
pagando. Es por eso que me he ido.
Ahora me observa.
—¿Quién es el tipo?
—Espera, ¿El Negociador? ¿El mismo Negociador que casi mató a ese
maestro hace una década? ¿El mismo tipo que ha sido relacionado con
más de veinte desapariciones? ¿El mismo tipo que siempre está en la lista
de los más buscados de la Politia porque ese mismo tipo siempre está
armando líos?
Resopla.
—Es complicado.
—Es un tipo malo, Callie. Y esta soy yo con la que estás hablando.
Crecí en Oakland. Me gustan malos. Pero incluso creo que es demasiado
travieso para ligar.
B
ueno, mierda.
De mal en peor. Eso es todo lo que puedo pensar en el vuelo
a Isla Catalina.
Aterrizamos frente a la vergonzosamente impresionante casa de Des,
y salgo de sus brazos sin decir una palabra. Puedo sentir en mi espalda
cómo me evalúa su mirada. El desgraciado está tratando seguramente de
encontrar la mejor manera de acercarse a mí.
Va a tener que seguir confundido acerca de eso. Incluso no estoy
segura de cómo acercarme mejor ahora porque no tengo idea de lo que
estoy sintiendo exactamente.
Molesta, definitivamente. Mi correa acaba de endurecerse. La ira —e
incredulidad—, de que El Negociador realmente me obligó a mudarme con
él para un futuro no muy lejano. Dependiendo de lo lento que me haga
pagar mi deuda, podría vivir bajo su techo por el resto de mi vida. Ignoro la
chispa de entusiasmo que viene con ese pensamiento; mi corazón
obviamente es un idiota.
Debajo de todas estas emociones frustradas, hay alivio. Alivio de no
tener que ceder a mi ego y permanecer dentro de una casa que se sentía
insegura, o tragar mi orgullo y rogar a este hombre para que quedarme
con él de nuevo tan pronto después de mi partida.
—No me arrepiento, sabes —dice detrás de mí, con su voz firme
cruzando el patio.
Ignorándolo, subo los escalones de piedra y entro en su palacio.
—Desayuno y café —digo—. No puedo ser civilizada contigo hasta
que tome el desayuno y el café.
Siento una mano en mi espalda cuando El Negociador se materializa
junto a mí.
—Entonces le daremos a la dama lo que quiere. Tengo justo lo que
buscas...
El jodido Douglas Café. Eso es lo que estaba insinuando antes.
—Han pasado... años —digo, mirando el familiar café. El lugar se ve
sin cambios, desde las mesas de madera pulida hasta las fotos
enmarcadas del puerto, hasta la vitrina llena de pasteles.
Cuando Des me condujo a su habitación del portal, estaba más que
un poco reacia a aventurarme bajo una de sus líneas ley otra vez. Pero
cuando salimos de la línea y llegamos a la Isla de Man, mi opinión cambió
totalmente.
Fuera del café, el cielo está oscuro. Podría ser la tarde en el sur de
California, pero ya es de noche aquí en las Islas Británicas.
Des está inclinado en su asiento, revolviendo su café
despreocupadamente. Algo muy parecido a la nostalgia me aprieta la
garganta. Des solía traerme aquí siempre que se aburría de sentarse
alrededor de mi dormitorio.
Su mirada sigue la mía a cada detalle del café.
—¿Echas de menos este lugar? —pregunta.
—No tanto como la compañía —admito.
Se ve casi dolido por eso.
—¿Por qué te fuiste, Des? —susurro. Vamos a tener que repasar
todo esto en algún momento si estamos viviendo bajo el mismo techo.
Su expresión se vuelve sombría.
—Esa es una conversación para otra ocasión.
Casi gruño de frustración.
—Ha pasado tanto tiempo, ¿qué importa?
Soy una maldita mentirosa. Todavía importa. Desmond Flynn es una
herida que nunca se curó.
—Importa —es todo lo que dice, haciendo eco de mis pensamientos.
Hermoso y frustrante hombre. Me mira como un animal acorralado.
Eso nunca es una buena posición para poner a un sobrenatural,
especialmente un rey fae.
Sé todo esto, y sin embargo no puedo dejar que el tema se vaya.
—Dime —insisto.
Se frota los ojos, exhalando un suspiro.
—No está en mi naturaleza decirte. Nada de esto está en mi maldita
naturaleza. Lo explicaré todo cuando sea el momento adecuado.
Todas mis esperanzas se desploman en eso.
—Des, han pasado siete años. ¿Cuánto tiempo tengo que esperar a
que sea el momento adecuado?
El ambiente en nuestra pequeña mesa se oscurece.
— ¿Conoces siquiera el significado de esperar?
Me tambaleo ante lo mordaz de sus palabras.
Apoya sus antebrazos sobre la mesa, un mechón de su cabello
blanco escapando de la correa de cuero que sujetó de nuevo.
—Siete años, Callie, y, ¿cuántos de ellos pasaste soltera? —Parece
que tiene un arrebato de emoción en su voz.
—¿Qué? —Me vuelvo, mirándolo—. ¿Qué tiene que ver eso con algo?
—Todo.
¿Está Des... celoso?
—Dime —repite, las sombras se profundizan en la habitación—.
¿Cuántos de esos años estuviste soltera?
Todavía lo estoy mirando, atónita. De todos las millones de maneras
que podía pasar mi día, no me hubiera imaginado que esta sería una de
ellas.
Des coge mi muñeca, agarrando una perla.
—Respóndeme.
Las palabras son arrancadas de mi garganta.
—Ninguno.
Ugh. Maldita magia. Y recaudadores de deudas fae.
—Ninguno —repite el Negociador, enojado pero satisfecho. Me suelta
la muñeca.
Lo fulmino con la mirada.
— ¿Y supongo entonces que te guardaste tus manos para ti mismo?
—He oído suficientes historias sobre el Rey de la Noche y su puerta
giratoria de mujeres—. Idiota. Me dejaste. Me rompiste el corazón y me
dejaste. No tienes por qué estar celoso de lo que vino después de eso.
Se inclina hacia delante, su rostro amenazador.
—No te dejé, Callie.
Ahora estoy enojada.
—Huiste de mi habitación esa noche después del baile. Dime ahora
como eso no es dejarme.
—No sabes nada.
—Entonces ilumíname.
Nos miramos el uno al otro. Las sombras se acumulan alrededor de
nosotros a medida que las emociones de Des lo superan.
Los otros clientes no se dan cuenta, gracias a la tenue iluminación y el
cielo nocturno afuera, pero yo sí.
Solo verlo así debería de ser satisfactorio, pero bajo mi enojo estoy
desconcertada. Se fue todos esos años, y ahora insiste en que no lo hizo. Y
ha sido tanto tiempo que me estoy preguntando si estoy recordando
incorrectamente.
Pero no, esa noche en particular está quemada en mi cerebro.
Espero a que se explique, pero como de costumbre, no lo hace.
Empujo mi bebida y lo último de mi croissant, perdiendo mi apetito.
Sus ojos se detienen en la acción.
—Querubín, ¿qué pasó anoche?
—Vas a tener que tomar una perla si quieres respuestas —me burlo
molesta. Si va a pelear tratando de explicarse, entonces yo también lo
haré.
Un poco de la rabia muere en sus ojos grises, reemplazada por esa
sonrisa torcida. Esto le gusta. Mi bravura, mi compromiso.
Envuelve su mano alrededor de mi brazalete, y brevemente mi
mirada se fija en su elaborada manga de tatuajes.
—Dime qué pasó anoche —repite, y esta vez hay magia detrás de sus
palabras.
Me estremezco mientras se apodera de mí, y al instante me
arrepiento de haberlo provocado.
—Nada.
Empiezo a sentir presión contra mi tráquea.
—Mi magia parece estar en desacuerdo —dice el Negociador.
Quiero gruñir.
—¿Qué más quieres que te diga? Después de que te fuiste, limpié mi
casa, salí con mi amiga durante unas horas, y me acosté temprano.
Cuando me desperté, encontré mi habitación exactamente como lo viste.
Des vuelve a remover su café.
—Mi magia no te libera, así que puedes intentar pensar un poco
más.
Estrecho mis ojos hacia él. Él levanta una ceja.
—O puedes sofocarte lentamente. Tú decides.
—No sé qué es lo que quieres que diga —digo sin aliento—. Miré
televisión, me fui a dormir, y me desperté en una cama destrozada.
Todavía no hay alivio. Y ahora me siento como otro de los clientes del
Negociador, retorciéndose bajo su poder.
Él toma un sorbo de su café.
—¿Qué pasó en el tiempo entre que te fuiste a la cama y te
despertaste?
Le doy una mirada desconcertada.
—Dormí.
La magia presiona mi pecho.
—¿Profundamente? ¿Cómodamente? —Me examina—. ¿Tuviste
pesadillas?
Recuerdo la tormenta que sacudió la casa y el viento que me invadió
en mi sueño.
—Soñé —le digo.
¿Hay un poco menos de presión en mi pecho?
—¿Sobre qué? —pregunta Des.
Trato de recordar. Pero no lo logro.
—¿Desde cuándo interpretas sueños? —digo.
—Desde siempre. Soy el Rey de la Noche. Domino todo lo que
abarca, incluyendo los sueños.
Eso tenía algún tipo de sentido.
Tomo mi bebida y lo miro fijamente, sacudiendo mi cabeza.
—No lo sé. Esos niños que conocí, estaban allí, me sujetaban. Y
había una voz... una voz masculina. —¿Qué había dicho?
Déjame entrar, sirena; Te daré tus alas para volar. Solo abre tu puerta
y separa tus lindos muslos.
Mis mejillas se calientan.
Jesús.
—¿Qué dijo la voz? —pregunta Des.
—No voy a repetir eso en público.
El rey fae parece intrigado.
Ahora que recuerdo el sueño, la magia se intensifica como si supiera
que voluntariamente retengo la información.
Cuando todavía no respondo, sus ojos se mueven sobre mí.
—¿Realmente vas a aguantar, nena?
No por mucho tiempo: la magia está exprimiendo la vida fuera de
mí.
—No en público. —Estoy casi mendigando.
El Negociador me estudia un momento más. Chasquea sus dedos, y
el ruido que nos rodea baja, quedando sordo.
—Esta es toda la privacidad que vas a conseguir.
Es suficiente. Bueno, para ser honesta, no es suficiente. No quiero
admitir exactamente el contenido de mis sueños a Des, pero ya he
admitido que quiero sus bebés, así que realmente no queda nada de mi
orgullo para proteger.
Miro fijamente a mi bebida.
—Dijo: “Déjame entrar, sirena; Te daré tus alas para volar. Solo abre
tu puerta y separa tus lindos muslos”.
La presión deja mi pecho.
Finalmente.
A nuestro alrededor, el ruido se eleva una vez más.
A mi lado, las sombras de Des están de vuelta. Hombre
temperamental.
—¿Nunca viste quién habló? —pregunta.
Sacudo la cabeza y tomo un sorbo de mi bebida. Dejo la taza con
cuidado.
—¿De verdad estás tomando en serio mi sueño? —pregunto.
Des pasa un pulgar sobre su labio inferior.
—Quizás —dice distraídamente—. En el Otro Mundo, los sueños
nunca son solo sueños. Son otra clase de realidad.
Empiezo a asimilar la información.
—¿Tú... crees que algo del Otro Mundo me visitó anoche?
—No lo sé.
M
i padrastro está vivo.
Lo miro fijamente con horror mientras levanta su
sangriento cuerpo del suelo, la herida de su cuello
todavía borbotea.
Lo supe. Supe que volvería. Hugh Anders era demasiado grande,
demasiado terrible, demasiado poderoso para ser asesinado.
Me tropiezo hacia atrás mientras sus ojos se enfocan en mí, y hay
tanta rabia en ellos. Nunca me miró así cuando estuvo vivo. Entonces
había un tipo de enfermedad en su mirada.
Pero ahora que le había matado, las cosas eran diferentes.
—No —exhalo. Estoy cubierta con su sangre y todavía me alejo
lentamente de él. Mi tacón se desliza en un charco de ello, y pierdo mi
punto de apoyo.
Mi codo golpea primero el suelo, el impacto hace que mis dientes
entrechocaran.
El monstruo está vivo. No ha acabado. Nunca va a acabar. Me había
estado matando lentamente desde que tenía doce. Simplemente está aquí
para terminar el trabajo.
Camina de forma acechante hacia mí, la sangre sigue vertiéndose de
la herida de su cuello.
Gateo hacia atrás mientras continua viniendo hacia mí.
—¿Pensaste que podrías matarme? —dice—. ¿A mí?
Oh Dios, Oh Dios, Oh Dios.
Va a ponerme la mano encima. No voy a escapar de esta casa,
jamás.
Hay un redoble de tambores en el fondo. O a lo mejor es mi pulso.
Estira la mano hacia mí.
El sonido trepa rápidamente a mi alrededor. Más alto, más alto, más
alto. Es todo lo que oigo.
Y después se rompe.
—Callie, Callie, Callie —dice—. Callie, Callie, Callie…
—Callie, ¡despierta!
Jadeo, mis ojos abriéndose de golpe.
Mirándome fijamente hacia mí, el Negociador parecía medio
enfadado, su mandíbula imposiblemente apretada y sus cejas marrones
asentándose pesadamente por encima de sus ojos salvajes. Su pelo pálido
cuelga suelto alrededor de su cara.
Aspiro fuertemente, limpiando la humedad de mis mejillas.
Una pesadilla. No era más que una pesadilla.
Las manos de Des aprietan mis antebrazos, y ahora estiro mi brazo y
aprieto su duro antebrazo, solo para asegurarme de que es real.
Estoy respirando pesadamente, y ahora cada uno buscamos los ojos
del otro. Está viendo todo en los míos, todas las pequeñas piezas oscuras
de mí que encierro profundamente durante el día. Profundamente en la
noche, estaban desnudos.
Odio que vea lo asustada que estoy de mi pasado.
Pero yo también estoy viendo cosas que no debería ver en su
expresión. Como miedo, preocupación. Es todo bordes crudos ahora
mismo.
—Se ha ido, Callie —dice el Negociador—. Se ha ido y no volverá.
No me molesto en preguntarle cómo sabe algo de esto. Simplemente
asiento. Es la cosa de la que él y yo no hablamos.
Después el conocimiento se profundiza. Des está mayormente en mi
cama, y nuestras manos están alrededor del otro. Si fuera alguien más, su
presencia me quitaría la vida del susto.
Pero Des es… Des es mi luz de luna.
Una fresca brisa me pone los vellos de punta, y miro más allá de él,
hacia la ventana por encima de mi escritorio. Solo unas cuantas piezas
dentadas de cristal todavía se alojan en el marco. El resto de la hoja de la
ventana está dispersa en trozos en mi suelo.
Parpadeo un par de veces, después me vuelvo hacia el Negociador.
Levanta una mano hacia el desastre y los trozos de vidrio se elevan
en el aire. Pieza a pieza se juntan hasta que el panel de cristal está entero
una vez más.
—Usé la ventana.
—¿Volaste? —pregunto, escéptica y un poco curiosa. Seguía sin
haber visto cómo lucían sus alas.
Me da un ligero asentimiento.
—No te despertabas —dice, y escucho un toque de preocupación en
su voz.
Normalmente no me despierto. No cuando estoy tan profundo bajo el
tirón de mis pesadillas. Tengo que dejarlas desarrollarse.
—¿Cómo lo supiste? —pregunto—. Lo de las pesadillas, quiero decir.
Continua escrutando mi cara, como si intentara asegurarse de que
estoy bien.
—No importa. —Libera mis brazos—. Acércate.
Lo hago, y se instala a mi lado, su espalda descansando contra mi
cabecero.
—El tipo era un completo imbécil, ¿no?
Sabía que se refería a mi padre. Aprieto la mandíbula, después
asiento.
Juro que las sombras en la habitación se profundizan, y recuerdo de
nuevo quien estaba sentado a mi lado, acaparando toda la habitación en el
colchón. Por varios segundos ambos estamos en silencio mientras la
oscuridad se extiende por mi dormitorio.
Mi pulso está golpeando, en parte por el regusto de mis sueños, y en
parte por la aparición desde ninguna parte de Des como algún tipo de
oscuro salvador. Y ahora está a un pelo de… algo. Ira, locura, venganza,
seguía sin poder leer apenas al hombre.
—Descansa tranquila, querubín —dice. Después, más suave—: No
dejaré que nadie más te haga daño. —La violencia que envuelve su voz…
es otro recuerdo de cuan fiero puede ser y como de bien merecida es su
reputación.
—¿Te… quedas? —digo, cepillando algunos mechones sudorosos
lejos de mi pelo.
Fue bastante estricto sobre no dormir juntos hace un par de
semanas.
Se queda callado por tanto tiempo que asumo que no va a
responderme.
—Sí —dice eventualmente—. Lo voy a hacer.
Presente
—Algo que debes saber sobre los fae —dice por encima de su
hombro—, la única vez que salen nuestras alas es cuando queremos pelear
o follar.
Pero no Des, al parecer. Nunca he visto sus alas. Ni una vez. Las
buenas noticias: hasta ahora no ha querido matarme. Las malas noticias:
tampoco ha querido sacudir mi mundo.
Maldita sea.
Lo alcanzo.
—Unas bebidas, ¿eh? —le digo, quitando el polvo a las migajas que
se escurren por mi pecho.
Des levanta una bota y patea la puerta para sacarla de sus bisagras,
la fuerza hace que el metal cruja.
4
Breaking and Entering; que significa allanamiento de morada.
—Presumido —digo, el comienzo de una sonrisa formándose en mis
labios.
Por segunda vez esta noche, los ojos del Negociador se dirigen a mi
boca.
—Llaves —exige.
—Entra. Ahora.
Más sollozos.
Oh, mierda.
Stan llora más fuerte, y cuando lo miro por encima del hombro, se
ha formado una burbuja de moco en una de sus fosas nasales.
—Por favor —suplica, más suave—, por favor. Tengo... tengo una
familia. Yo tengo…
¿El glamour?
Aún no lo entiendo.
No lo sé.
Jesús.
Los ojos de Des buscan los míos, y poco a poco su enojo se evapora.
Me atrae hacia él, envolviendo sus brazos a mí alrededor.
Me pongo rígida debajo de él. Tan jodido como suena, me gusta venir
con él.
Presente
D
mi cintura.
espierto cerca del anochecer. Una larga pierna ha sido
arrojada sobre la mía y un brazo está envuelto alrededor de
Des.
Aun llevo mi ropa, al igual que él, y sin embargo algo sobre esto se
siente increíblemente íntimo.
Su boca se tuerce.
Se inclina cerca.
Espero.
—Lo eres. —Sus ojos caen a mi boca, sus dedos presionando mi piel.
—Dilo de nuevo.
—¿Amor?
Me aparto de su boca.
Me inclino cerca.
—Callie…
Pero una gran parte de mí quiere ver esto hasta el final. Este hombre
que me dejó, pero agonizó por ello. Este amor que parecía celoso de mis ex.
Este rey usualmente pulido va a venirse en sus pantalones porque quiero
que se desmorone bajo mi toque.
Lo miro con asombro, mis párpados flojos. Sus altos pómulos son
aún más agudos en este ángulo, sus astutos ojos se centran en mi rostro
mientras sus manos me aprietan los muslos.
Me inclino y lo beso mientras se viene contra mí, una y otra vez. Sus
dedos tensándose contra mi carne, tratando de acercarme más.
Salimos de las nubes, y una vez más logro pescar un vistazo de esa
magnífica cuidad suya.
—¿Cómo se llama? —pregunto, asintiendo hacia la ciudad flotante
del Negociador.
—Sí.
—Quiero verlas.
Estoy ansiosa por liberar mi mano, solo para que paren de mirarme.
Des, por su parte, no se inmuta por nada de eso.
Una vez más estoy impactada por cuan mágica, cuan imposible, es
este lugar. La cuidad de sueños y muertes pequeñas luce como algo salido
de un sueño. Algo que estoy segura de lo que me despertaré.
Ambos entramos a otra torre, dejando el cielo nocturno una vez más.
Des nos lleva por varios pasillos más hasta que, finalmente, nos
detenemos frente a una puerta de bronce martillado, con la parte superior
curvada como un arco marroquí, y me hace entrar.
Tan pronto como doy un paso dentro, me doy cuenta dónde estamos.
Los aposentos del Rey.
Debería haber sabido solo por la puerta que nos dirigíamos hacia
allí, pero supuse erróneamente que el Negociador me estaba llevando
directo a ver a las mujeres dormidas.
Una sala de espera adicional se expande ante mí, y más allá de ella,
un largo balcón. A la izquierda vislumbro los muebles del dormitorio. A la
derecha hay algo así como un comedor. Lámparas de bronce cubren las
paredes, esos mismos destellos de luz que vi la última visita flotando
dentro de cada caja de vidrio.
Cuando me giro para mirar a Des, las sombras se han curvado más
cerca de él. Detrás de sus hombros, sus alas dobladas se mueven
inquietas, como si no pudieran acomodarse. Han estado fuera desde que
aterrizamos.
… y yo también.
—Reto.
E
sto no puede durar.
Orejas fae.
—A veces —acepta.
—Gracias —murmuro.
—Por todo.
Miro alrededor lo que debe ser uno de los niveles más bajos de la
ciudad. Hace frío aquí, más frío que el aire libre.
—¿Qué es este lugar?
Así que la gente no vive aquí per se. Eso es un alivio. Comparado con
el resto de la ciudad, esta zona es un plomazo. Quiero decir, es hermoso,
de una manera espeluznante, pero no es un lugar en el que me gustaría
quedarme.
Hay cientos de ellos, tal vez miles. Filas y filas de ataúdes de vidrio.
Mis ojos se extienden sobre ellos.
—Tantos —exhalo.
Des asiente.
—Pero más que eso, ha habido un aumento abrupto en el
infanticidio en los últimos años.
Inhalo.
—¿Matan a los niños?
Ve mi expresión horrorizada.
—¿Estás realmente tan sorprendida, querubín? Incluso en la tierra
tenemos una reputación de ser despiadados.
Está tan quieta, tan serena, y sin embargo una parte de mí espera
que abra los ojos y use esa espada para liberarse del ataúd.
Ésta tiene pelo que parece hilo de plata y está claramente cortado
justo pasado su barbilla. A pesar de su cabello plateado, se ve joven, su
piel suave tensa sobre sus altos pómulos y mandíbula cuadrada. Esta
mujer es toda una soldado; incluso en reposo puedo decir que su
personalidad es completamente recia. Pero ni siquiera eso la salvó.
Agarrado bajo sus manos hay un arco, y junto a sus pies hay una aljaba
llena de flechas.
Otra guerrera. Pero no solo una guerrera. Esta tiene una banda de
plata en su brazo. Una guerrera galardonada.
Levántate de tu pesadez,
Abre tu boca,
—Esclava…
Hago una pausa a mitad de camino, mis ojos se abren de par en par
cuando se encuentran con los de Des. Él coloca un dedo en los labios. Una
fracción de segundo después se evapora en humo.
¿O tienes miedo?
Miro los ataúdes mientras paso fila tras fila de ellos, esperando que
en cualquier segundo estas mujeres me ataquen.
Des.
Las alas del Negociador se extienden amenazadoramente, y su cara
es ilegible, lo que significa que Des el asesino ha salido a jugar.
Sujetados a mis paredes, entre mis baratijas, están los bocetos del
Negociador. Un par de ellos son de mí, pero una vez que me di cuenta de
que yo era un tema recurrente en su arte, le pregunté si podía dibujarme
imágenes del Otro Mundo. Originalmente, mi intención había sido
minimizar los retratos de mí, pero una vez que comenzó a dibujar
imágenes de su mundo, estuve atrapada por ellas.
Vacila.
—Si te preguntara algo en este instante, ¿me responderías
honestamente?
Pero cuando me encuentro con sus ojos, que me miran con tanta
paciencia y afecto, digo algo completamente diferente.
Soy una cosa sucia y dañada, y si no podía ver eso antes, ahora lo
hará.
El Ladrón de Almas.
El rey fae me observa desde una silla lateral, sus dedos se acercan a
su boca.
—No.
—A veces, las criaturas de las que necesito favores les doy de comer
a mis enemigos —dice—. A veces dejo que los asesinos reales practiquen
sus habilidades en ellos. A veces dejo que mis enemigos piensen que han
escapado de mis garras solo para reconquistarlos y hacerlos sufrir, y cómo
sufren. La oscuridad cubre muchas, muchas acciones.
Los próximos días, Des los pasa en el Otro Mundo, haciendo sus
deberes reales mientras yo me quedo en su casa de Catalina. Me ha
invitado, pero em, sip, estoy bien en este lado de la línea ley por ahora.
Mientras tanto, he leído algunas de las notas del caso de Des, que en
gran medida se refieren a lo que ya me ha dicho. Menciona a las sirvientes
humanas con sus magulladuras y ojos embrujados, las hadas que caen en
ese profundo sueño después de cuidar a esos niños extraños, y las
personas que eligieron la muerte antes que responder las preguntas de
Des. Todo el misterio es una historia de destrucción triste y perturbadora.
He estado curiosa del por qué Des no quería que viera esta
habitación cuando al principio me dio un recorrido por la casa. No hay
mucho aquí.
Es de... mí.
Sonrío un poco mientras leo eso. Palabras poderosas, pero Des había
al menos parcialmente cedido a mi petición; me dibujó todo tipo de
paisajes y criaturas del Otro Mundo además de los retratos de mí a los que
era tan aficionado.
Esta podría haber sido una de las muchas noches en las que me
dormí acurrucada contra él, pero algo sobre la imagen... algo sobre ella me
hace pensar que fue una de las noches malas, las noches donde Des se
quedaba para ahuyentar mis pesadillas. Puedo sentir un eco de ese viejo
dolor incluso ahora.
Y una vez más, siento una esperanza tan intensa que es casi
dolorosa.
Soy yo.
Capítulo 21
Traducido por Wan_TT18
Me encojo de hombros.
—Pensé que era tu trabajo comprender los motivos de las personas.
Comienza a sonreír.
—Callypso Lillis, ¿quieres llevarme al Baile del Primero de Mayo?
Presente
—Lo siento —dice, con tono genuino. Viniendo de un alfa como él,
una disculpa es algo raro.
—Lo que hice fue incorrecto, pero lo que está haciendo este tipo, eso
es peor. Te está quitando tu libre voluntad —dice—. El Negociador es un
hombre buscado. Solo dilo y entraré allí y me ocuparé del problema.
—Cuando tenía casi dieciséis años, vino hacia mí, y luché contra él
con una botella rota. Corté una arteria. —Toda esa sangre—. Murió en
cuestión de minutos.
Miro manos.
—Maté a un hombre. Ni siquiera era adulta. Pensé que mi vida había
terminado antes de que comenzara, todo porque finalmente luché contra la
persona que abusaba de mí. —Mi voz cae—. Era un vidente tan poderoso.
Si hubiera hecho las cosas de la manera legal, simplemente... no sé si
hubiera terminado bien para mí.
Ahora, sabiendo lo que hice con las hadas, los verdaderos favores
eran un gran problema. El fae vivía para aprovechar la situación.
Eli parece entender esto también. El hombre lobo levanta las cejas.
—Fue más tarde que lo volví a llamar. Una. Y otra vez. Se me ocurrió
todo tipo de favores solo para que pudiera quedarse por un tiempo. —
Porque estaba intrigada por él. Debido a que estaba enamorada de él.
Porque quería un amigo que no se asustara por mi oscuridad, y Des no lo
estuvo.
—Nunca debió haber hecho esos tratos contigo —gruñe Eli.
Se frota la cara.
—Ojalá me hubieras dicho todas estas cosas hace mucho tiempo.
Me doy la vuelta justo a tiempo para ver a Des salir de su casa con
sus alas a plena vista. Sus ojos tormentosos se dirigen a Eli, que todavía
está cerca de mí, y veo un destello de posesividad en ellos.
Es plena luz del día aquí, lo que no es precisamente la hora del día
favorita de Des. Se suponía que debía estar en el Otro Mundo por varias
horas más. Claramente, algo cambió.
Eli mira fijamente las alas de Des por un largo momento, viéndose
atónito. Finalmente, aparta la mirada.
—No lo sabía —dice.
—Callie me contó lo que hiciste por ella cuando era niña —dice Eli—
. Gracias por ayudarla —continúa—. No hay más mala sangre entre
nosotros, ¿de acuerdo? No sabía sobre la situación, nada de ello.
Eso es lo que Eli estaba mirando con tanta sorpresa. Las alas del rey
fae. Las mismas alas que Des escondió diligentemente de mí en el pasado.
—Hoy, cuando Eli vio las alas del Negociador, retrocedió. Fue
realmente extraño, y solo quería saber...
—No es que esto sea nuevo —digo—. Eli las vio antes, cuando vino a
mi casa alrededor de la luna llena.
Quizás fue por todo lo que le dije. Quizás estaba ladrando al árbol
equivocado.
Más silencio.
Finalmente:
—¿El Negociador te mostró sus alas? —Temper suena... extraña—.
Fuera de las situaciones en las que se necesitan, o cuando está bajo
ataque. ¿Acaso él, ya sabes, caminó con las alas fuera? ¿Y las iluminó
como si fueran su último hielo?
—...sí —digo despacio, con el estómago apretado—. ¿Por qué?
Ella exhala.
—Niña.
—¿Qué?
E
sto no puede ser real.
El Negociador se ríe.
—Lo que sea que digas... Callypsie.
Excepto ahora.
Probablemente lo haga.
Traer a Des aquí podría haber sido una muy mala idea.
No tengo idea de qué hacer con mis manos. Ninguna maldita pista.
El Negociador se inclina.
—Pon tus brazos alrededor de mi cuello —dice.
Tentativamente lo hago.
—¿Qué pasa?
5
Es una canción de 1962 hecha por Bobby “Boris” Pickett acerca de un monstruo y su
dueño, un loco científico.
Presente
M
e quedo mirando el teléfono mucho después de colgar con
Temper.
.Cómo se atreve.
Se detiene.
—¿Qué es verdad?
Casi me sorprende que no sepa de qué hablé con Temper. Tanto por
ser el Maestro de los Secretos, o cualquiera que sea su título.
—Acerca de tus alas —le digo—. ¿Es cierto que las has estado
mostrando para que todos sepan que no deben tocarme? ¿Que te
pertenezco?
—¿Con que?
Frunzo el ceño.
—Necesitabas mi ayuda —le digo. El misterio, las mujeres
desaparecidas. Había sido muy claro acerca de eso.
Des no responde, pero siento sus ojos en mí. Esos ojos perversos y
calculadores.
Me mira y casi retrocedo. Por una vez Des es el que muestra sus
emociones, y me mira como si hubiera estado esperándome toda su vida.
—Dame una buena razón por la que no debería llevarte lejos de aquí
esta noche. Ahora mismo.
Comienza a rodearme.
Entrelaza sus dedos por los míos, sosteniendo nuestras manos entre
nosotros.
—Desmond Flynn, lo que sea que esté pasando, necesito que salgas
de eso.
Lo hace.
Me levanto de puntillas.
—Callie…
Lo corto con un beso. Es un poco indulgente llamarlo un beso. Mis
labios rozan los de él, y allí se quedan.
¿Nada de esto?
Rota.
—Inocente.
Espera.
Su voz cae.
—No llores.
—No tienes que irte —le digo—. Todo puede volver a ser como era
antes. Podemos... pretender que esta noche nunca sucedió.
Cuando se aleja, veo algo en sus ojos, algo que me hace pensar que
los sentimientos del Negociador son más profundos de lo que suponía. Eso
solo me confunde más.
— ¿Qué pasa con mis deudas? —Las 322 de ellas. Son un salvavidas
de repente.
—No importan.
Nunca antes las había visto. La única vez que el inquebrantable Des
decayó estaba conmigo.
Eso tiene que valer algo, ¿verdad? Algo por lo que vale la pena
luchar.
—Un último deseo. —Mi voz es más dura de lo que imaginaba. Más
firme.
Inclina la cabeza.
Cierro los ojos y las palabras de un viejo libro fluyen de mis labios.
Abro los ojos, y los dos nos miramos el uno al otro. Nunca he visto
horror y maravilla juntos en la cara de alguien, pero se las arregla para
usar ambos. Y luego se desvanece en una voluta de humo.
Presente
Dejo de respirar.
—¿Que estoy enamorado de ti? ¿Qué lo he estado desde que eras esa
adolescente obstinada con demasiado coraje? ¿Que eres mi alma gemela y
que soy tuyo? Dioses sálvame, sí, lo estoy.
Almas gemelas.
—Lo hice —dice, con los ojos tristes—. Pero nunca quise estar lejos.
Se pasa una mano por el pelo, mira hacia otro lado, luego respira
hondo y su mirada vuelve hacia mí.
—Eras tan malditamente joven —dice en voz baja, sus ojos buscando
mi rostro—. Y habías sido abusada. Mi corazón te eligió a ti. Lo sentí esa
primera noche, pero no lo creí, no hasta que el sentimiento creció y no
pude ignorarlo. No podía estar lejos, apenas podía resistirme, pero no
quería empujarte hacia algo. No cuando acababas de escapar de un
hombre que tomaba y tomaba. No quería que pensaras que eso era lo
único que buscaban los hombres.
—Ese deseo final tuyo —continúa—, fue más grande que cualquiera
de los dos. Me querías, yo estaba enamorándome de ti, y no era adecuado,
Callie. Sabía que no era correcto. No cuando tenías dieciséis. Pero podía
ser paciente. Por mi pequeña sirena, mi compañera, podía hacerlo.
Me lanza una sonrisa suave, sus ojos brillando con alguna emoción
profunda.
Y me siento ligera como el aire. Esto es todo lo que quería escuchar
hace tantos años. Y ahora me está haciendo llorar más fuerte. Pensé que
mi corazón con cicatrices se había enamorado del único hombre que no
podía amarme de vuelta.
—El último. En la noche del baile: “De la llama a las cenizas, del
amanecer al anochecer, por el resto de nuestras vidas, sé mío siempre,
Desmond Flynn” —dice, citando el verso vinculante del que hablé hace
mucho tiempo.
Mi cara se calienta.
Miro a mi brazalete.
Oh Dios.
Todo ese tiempo que había intentado y no había podido seguir, todo
el tiempo que resentía al Negociador, todo había sido parte del deseo.
Des me acerca.
Mi sonrisa se ensancha.
—Lo quiero.
Lo quería hace siete años, y todo ese tiempo desde entonces seguí
deseándolo, incluso cuando sabía que era imposible. Incluso cuando lo
odiaba, lo quería. Lo quería ayer, lo quiero hoy, lo quiero mañana y al día
siguiente. Lo quiero por el resto de mi vida.
Siempre lo haré.
Des sonríe tan brillante que llega a cada rincón de su rostro. Estoy
casi boquiabierta por eso.
P
arpadeo varias veces una vez que Des termina de hablar.
—Eso fue…
—La versión de un voto de mi tierra. —Todavía no ha
dejado caer sus manos de donde acunan mi cara—. He querido decirte
esas palabras durante años. —Apoya su frente contra la mía—. Los
humanos no son los únicos con votos de amantes arcaicos.
Un beso para terminar con todos los besos. El amor es otro tipo de
magia sutil. Puede unir a las personas y dividir vidas. Puede lavar la
tristeza, puede perdonar.
Puede redimir.
—Verdad —digo.
—¿Me amas? —pregunta. Juro que una vez que pregunta, contiene
la respiración. Pero tal vez estoy imaginando cosas.
—Desmond.
Sus ojos se mueven hacia mis labios, y muy lentamente, baja su
cabeza. Lo encuentro a mitad de camino, nuestras bocas chocan. Ambas
manos se mueven a cada lado de mi cara, enredándose en mi cabello.
Almas gemelas.
—Quítamelos —exhalo.
Perfección.
Un escalofrío golpea su cuerpo cuando está completamente colocado
en mí.
—Quiero quedarme aquí... para siempre.
Soy su compañera.
Él es mío.
Mis manos se deslizan por su espalda encorvada, luego corren a lo
largo de sus brazos, bebiendo cada uno de sus músculos esculpidos.
—Me gusta esta mirada en ti, querubín —dice—. Y saber que soy
responsable de ella.
Me mira, con una expresión maravillosa. Sus ojos están felices, tan
insoportablemente felices.
—Mi sirena —dice—. Mi compañera. Los años que he esperado por
ti.
No puedo detener la sonrisa que se extiende a lo largo de mi cara
yaciendo en los brazos del Negociador. Por primera vez en mi vida, mi
mundo se ha sentido inequívocamente correcto.
Me acerca más.
—Ah, daría mi reino solo por esa sonrisa.
Sonríe irónicamente.
—Semántica. Vigilábamos las calles cuando el Reino Nocturno
estaba... bajo un liderazgo diferente. —Mira su manga, frunciendo el
ceño—. Fue hace mucho tiempo.
—Soy un rey.
Caigo dormida con una banda sonora de los secretos más íntimos
del Negociador.
Ya palpito por las dos veces previas que me despertó esta noche.
Pero a pesar de mí misma, sonrío como un gato que ha lamido toda la
crema, completamente satisfecha.
Cómo satisfacerme.
Des levanta una ceja arrogante ante eso. Ni siquiera necesita decir
nada para que ambos sepamos que dulce y pequeño son las últimas cosas
que él es.
—Voy a darte todos tus deseos más perversos —susurro, la sirena
marcada en mi voz.
Comienzo a arrastrar besos por su pecho, moviéndome más abajo,
más abajo.
—Uno… a… la… vez...
—Dioses —maldice.
Des suelta mi cabello todo de una vez, solo para pellizcar mis
pezones un momento después.
Él es mi alma gemela.
Su magia sí.
Todo a acerca de la situación se siente mal, mal, mal, pero estoy muy
sorprendida al momento de reaccionar.
Me paro abruptamente.
—¿Cómo entraste aquí? —exijo, mi voz es etérea.
Esto es todo lo que puedo decir. No, vete a la mierda de esta
propiedad. No, voy a llamar a la policía. No, ¡DES!
Se acerca más.
—Te lo dije, te he estado buscando.
Lo que significa…
Hada.
Mierda. La única otra criatura del Otro Mundo que conozco que me
busca es el Ladrón de almas.
¿Es... él?
Va a agarrarme.
Abro mi boca
—¡DE…!
Agarro mi garganta.
—¿Qué es lo que...? —Podría estar articulando las palabras, mis
cuerdas vocales ya no producen ningún sonido.
—Su colega, Srta. Darling, dijo que estaba ocupada, pero parece que
no está ocupada.
—Suficiente —exhala.
M
is ojos se abren y me masajeo la cabeza, mi mente está
atontada. Sobre mí hay un áspero techo rocoso. Me siento y
echo un vistazo a mi cuerpo. Ya no estoy llevando la ropa
de esta mañana. En cambio estoy enfundada en un áspero vestido cobrizo,
con los márgenes bordados con intrincados estampados relucientes.
No recuerdo haberme cambiado…
Tiemblo. Tengo frío. Mucho, mucho frío.
Miro alrededor. Tres paredes de roca me rodean. Y la cuarta…
La cuarta es una pared de barras de hierro.
Encarcelada. ¿Pero dónde? ¿Por qué?
Hago rodar el catre en el que me he despertado. En la esquina de la
habitación, hay lo que indulgentemente habría llamado un inodoro. Más
parecido a un cuenco cavado en el suelo.
Rascadas en la pared más cercana a mí hay marcas de conteo.
Docenas y docenas de ellas. Ninguna está tachada, y no puedo decidir si
es porque el último prisionero contó intencionadamente los días de esta
forma… o si muchos prisioneros separados empezaron a contar y nunca
pasaron de cuatro.
Me doy cuenta de que el bastardo que me secuestró no se ve por
ninguna parte. ¿Fue el Ladrón de Almas, o alguien completamente
diferente? Ni siquiera intentó explicarse o sus motivos.
Me dirijo hacia el frente de mi celda, ignorando el sabor agrio en la
parte posterior de mi garganta; el sabor de la magia residual. Mis ojos
están fijos en lo que hay enfrente de mí.
Una caverna con celdas de prisión excavadas en la piedra. Hilera
tras hilera, nivel tras nivel. Se extiende hasta donde puedo ver en todas las
direcciones: arriba, abajo, izquierda, derecha.
Dentro de cada uno hay una mujer vestida de una forma similar a la
mía.
Se me pone toda la piel de gallina.
Es justo como en mi visión.
¿Son estas las mujeres desaparecidas?
Si así es, estoy totalmente jodida. Des aún no ha descubierto el
misterio y ha estado en curso durante casi una década. No espero que esto
cambie solo porque yo esté aquí.
¿Dónde está Des? ¿Qué debe de estar pensando?
—¿Hola? —grito.
Nadie responde.
En la distancia oigo silenciosos murmullos, y el suave sonido de
zapatos a lo largo de los pasadizos fuera de las celdas, que deben de
pertenecer a los guardias de la prisión. Hago una mueca. Si ese es el caso,
entonces hay al menos un puñado de personas que saben lo que le ha
pasado a las mujeres guerreras que desaparecido del Otro Mundo. Y lo
están facilitando.
Aparte de esos pocos sonidos, las celdas están espeluznantemente
silenciosas.
Este es el lugar donde la esperanza viene a morir.
Y entonces, un pensamiento me golpea, uno que me da valor.
—Negociador —me apresuro a decir—, me gustaría hacer un trato.
Espero a que el aire brille y el largo cuerpo de Des aparezca en mi
celda.
Pasa un segundo. Luego otro. Y otro.
La celda queda exactamente como la encontré.
—Negociador, me gustaría hacer un trato —repito.
Él siempre ha venido. Siempre. Y después de anoche, sé que vendrá
por mí ahora que nuestros siete años han terminado.
Vuelvo a esperar otra vez.
No ocurre nada. Mi habitación sigue vacía. Horriblemente vacía.
Y ahora tengo que aceptar que Des no puede llegar a mí, ya sea
porque ha sido incapacitado —una idea que rechazo con cada fibra de mi
ser—o algo se lo está impidiendo.
Algo como la magia.
Algo tan poderoso que un rey fae no puede superar inmediatamente.
Con eso es con lo que tengo que lidiar ahora. Y si quiero salir de aquí
viva, necesitaré encontrar una forma de superarlo.
A
sfixiándome. Asfixiándome con magia. Está martilleando
detrás de mi frente, tensando mis músculos, apretando mi
interior.
Me despierto con un grito, el sonido resuena por el bloque de celdas.
En alguna parte en la distancia un guardia gruñe una advertencia.
Me siento jadeante y pongo una sudorosa mano en la columna de mi
garganta.
Solo un sueño. La agobiante y sofocante oscuridad, la magia
corrupta, Karnon…
Solo que no lo fue, me doy cuenta mientras finalmente recupero el
aliento. Aún puedo sentir su fuerte agarre en mí, sus labios en mi boca, la
pérfida oscuridad que se filtra por mis venas.
Mi cara está cubierta de sudor, y mi estómago está agitándose…
Apenas llego al baño a tiempo de vomitar. Paso las próximas horas
así. Ya sea temblando en mi catre, o purgando mi estómago de cualquier
último ápice de su contenido.
En algún punto, los guardias deslizan una comida a través de la
escotilla en la base de la pared de barras. La comida se queda sin tocar en
el borde de mi celda.
Eventualmente, la enfermedad desaparece. No del todo, pero lo
suficiente como para funcionar. Con el estómago gruñendo, me arrastro
fuera de la cama, hacia el tazón de estaño. Un vistazo a las gachas y
decido que pasar hambre es mejor que pasarme más horas con mi cabeza
en el baño de la prisión.
Apoyo mi sudorosa frente contra las barras y miro fijamente fuera de
mi celda a que un guardia se acerque. Le observo mientras pasa, dándome
cuenta de la cola de león que da latigazos detrás de él.
¿Todos los habitantes de Fauna comparten el aspecto con bestias?
El guardia se ralentiza, lanzándome una fría mirada.
—No me mires fijamente, esclava.
Ya estoy tan jodidamente asqueada de este mundo.
—Bonita cola, estúpido —murmuro.
Eso le detiene en su recorrido, y soy lo suficientemente idiota como
para sonreír con suficiencia al hecho de que le he molestado.
Él golpea sus manos enguantadas contra las barras.
—Considérate afortunada de que el rey quiera poner su pene en
cualquier sitio cerca de ti —gruñe.
Mi sonrisa crece, haciéndose malvada. Entonces lanzo mi tazón
contra las barras, las gachas le salpican la cara.
—Que te jodan, cerdo.
Nunca lo habría adivinado de antemano, pero no soy una buena
prisionera.
Por un segundo, el guardia no hace nada, su cara está en shock. Y
entonces deja salir una rugido de león, corriendo hacia las barras.
Hago girar mis pies, ignorando la ola de mareo que corre a través de
mí, justo cuando intenta agarrarme. Su mano se cierra en nada más que
aire.
— ¡Sucia y vil esclava! —ruge—. ¡Podría matarte ahora mismo!
¡Justo donde estás ahora!
Una pequeña onda de luz cruza mi piel mientras mi sirena sale al
exterior.
—¿Podrías matarme? —digo, mi musical voz burlona—. ¿Por qué no
entras y lo averiguamos?
Ruge otra vez. Porque obviamente no puede poner ni un dedo sobre
mí. No sobre la única moneda de cambio que Karnon cree que tiene sobre
Des.
—¿Estás asustado? —Me apoyo sobre una de las paredes de
piedra—. El león que está asustado de la pequeña mujer.
Gruñe, golpeando contra las paredes hasta que otro soldado —uno
con orejas de caballo—lo empuja, lanzándome una mirada que se suponía
que tenía que asustarme. Pero nada es más aterrador que el destino que
ya me espera.
Le observo alejarse, contenta por una vez de que mi sirena no le
tema a nada ni a nadie. Los animales pueden oler ese tipo de cosas, y eso
es lo que esos guardias son, medio animales. No tan diferentes de Eli
cuando baja para comer.
Me deslizo por la pared al suelo, apoyando la parte posterior de mi
cabeza contra ella. Estoy exhausta, ¿y cuánto ha pasado? ¿Un día?
Este lugar nos rompe rápido.
—Psst, humana —La una voz de mujer me llama desde la celda
junto a la mía una vez que las voces de los guardias han desaparecido—.
¿Estás bien?
—Sí —le respondo débilmente. Mi piel ha dejado de brillar, y todo la
fuerza que viene con la sirena ha huido, dejándome exhausta.
—Eso que hiciste fue valiente. Impulsivo, incluso estúpido, pero
también valiente.
Logro una risa. No sé mucho sobre faes, pero convertir un insulto en
un cumplido parece algo que ellos harían.
Apoyo mi cabeza contra la pared.
— ¿Cómo te llamas? —le pregunto.
—Aetherial —dice—. ¿Y tú?
—Callypso.
—¿Eres nueva aquí, eh? —pregunta.
—Sí —suspiro, mis ojos moviéndose hacia esas marcas de conteo.
—¿Cuántas veces te has reunido con el Rey de Fauna? —pregunta
después de un latido de silencio.
Aparentemente no era la única que tenía visitas especiales con él. Ya
lo suponía.
—Solo una vez.
—Oh, la diversión solo está empezando para ti —dice.
Eso me hace esbozar una sonrisa. Mis compañeras presas son
guerreras fae. Estas mujeres son las más fuertes entre los fuertes. En
alguna parte a lo largo del camino, había olvidado eso. Solo las había
asociado con las mujeres dormidas atrapadas dentro de esos ataúdes de
cristal. No había pensado que deben de haber luchado contra su destino
tanto como yo he estado planeándolo. Pero ahora mismo, escuchando a
Aetherial restándole importancia a nuestra terrible situación, lo recuerdo.
—¿Cuántas veces te has reunido con él? —pregunto.
—Cuatro —dice—. He perdido movimiento en mis brazos y piernas.
Es lo primero que te quita. No quiere que sus mujeres sean difíciles.
—¿Eso es lo que fue ese beso? —digo, sorprendida. Esto, después de
todo, fue la única vez que Karnon utilizó su magia conmigo—. ¿Una
manera de inmovilizarnos? —Meneo mis dedos de las manos y los pies
mientras hablo. No he perdido ningún uso de mis extremidades.
—Entre otras cosas —dice oscuramente.
Un escalofrío recorre mi columna.
—¿Qué significa eso? —pregunto.
Ella se detiene.
—Dime que no lo sientes, ese malestar haciéndose una casa en tus
huesos.
Lo sentí cuando me desperté, pero después de vomitar hasta las
tripas, la sensación se fue. Ahora solo me siento débil. Increíblemente
débil.
—Y después por supuesto, está todo el asunto de nosotras
quedándonos embarazadas —añade—. ¿Sabes algo sobre eso?
—Sí. Siento arruinar la sorpresa —digo—. Aún tengo la esperanza de
que la concepción inmaculada está envuelta en todo ese proceso —añado,
sin bromear realmente.
—¿Concepción inmaculada? —repite Aetherial, divertida—. Ahora,
eso debería ser algo. Todas nos estamos quedando simplemente
embarazadas mágicamente. —Se ríe entre dientes para sí misma—. Me
gustas, humana —dice.
—Soy una sirena. —No estoy segura porque he hecho esa aclaración.
Tal vez para que no parezca tan indefensa entre todos estos fuertes
guerreros.
—¿Una sirena? —Silba—. Y yo estaba aquí esperando que Karnon
no te tocara, por ser un ser humana y todo eso. Sin ofender —añade—. Me
he entretenido con muchas mujeres humanas en mi tiempo, pero es algo
asqueroso para algunos faes.
Recuerdo las palabras de Karnon de antes.
—Eso he oído.
Nos quedamos en silencia durante un momento, las dos
reflexionando sobre nuestro destino.
—¿De qué reino eres? —pregunto finalmente.
—Diurno —exhala—. Un guardia real convertida en prisionera. Eso
es ironía para ti.
Todo hace daño. Oír su historia, saber su destino, saber el mío.
—Así que dime —continúa ella—. ¿Cómo una humana llega a ser
atrapada en este antro con el resto de nosotras?
—Tengo una extraña mala suerte —bromeo, incluso mientras hago
una mueca hacia mis manos.
Oigo una risa áspera.
—Aparentemente ese tipo de cosa es contagiosa por aquí.
Otra pequeña sonrisa se extiende a través de mi cara. Quien iba a
pensar que me convertiría en amiga rápidamente de una guerrera fae
encarcelada.
Distraídamente, observo a los guardias patrullar la hilera de celdas
enfrente de mí. La mayoría tienen algunos rasgos obvios de animales,
como bigotes, o colas, o pezuñas. Pero luego hay algunos que caminan por
estos pasillos que no tienen estas características obvias.
¿Podrían ser fae de otro reino? ¿Humanos?
Mi corazón late con fuerza por esa última posibilidad.
—Oye, Aetherial, ¿puedes hacerme un favor? —pregunto, mis ojos
estudiando a un cocinero uniformado entregando bandeja tras bandeja de
las comidas de las prisioneras. Parece completamente humano desde aquí,
pero estoy muy lejos por lo que es difícil de decir.
—¿Qué te gustaría, sirena?
Miro al hombre uniformado mientras baja a una celda.
—¿Puedes distinguir a un humano de un fae a primera vista? —
pregunto.
—Casi siempre —dice—. ¿Por qué?
No puedo evitar el pinchazo de ilusión que siento.
—¿Has visto algún humano aquí desde que te raptaron?
—Hmmm, no que recuerde. Aunque tampoco los estaba buscando.
Sigo mirando fijamente al cocinero mientras se mueve por el bloque
de celdas. Por mi vida que no puedo decir lo que es.
—Si ves alguno —digo distraídamente—, ¿me avisarías?
Si puedo conseguir que un humano se doble a mi voluntad… las
posibilidades son infinitas.
Estoy tentada de probar mis poderes justo ahora, pero una
saludable dosis de miedo me mantiene quieta. Tengo miedo de que si uso
glamour en uno de esos tíos antes de tiempo y no funciona, los guardias
evitaran que tenga otra oportunidad.
—Mi visión está bastante limitada en este momento, pero sí, te
avisaré. —Hay silencio durante un momento—. Es cierto entonces, ¿lo que
dicen de la voz de una sirena?
Mi boca forma una desagradable sonrisa.
—Es cierto.
—Tu idea probablemente te mate.
Me sale una carcajada.
—¿Prefieres la alternativa?
Oigo la ronca risa de Aetherial.
—Tenía razón sobre ti. Estúpida y valiente.
Ninguna de las dos habla otra vez hasta que una serie de guardias
se aproximan a una celda en el camino, uno de ellos cargando dos largas
varas sobre su hombro. En la parte de atrás de la celda, una mujer fae con
un llameante pelo rojo está tumbada sin fuerzas en su catre.
Las barras de su celda se abren, el metal araña los carriles.
Los guardias entran en la celda, y el guardia que llevaba las varas
las abre bruscamente. Ahí es cuando me doy cuenta de que no estoy
mirando unas varas en sí, sino una tosca camilla. Un manchado trozo de
tela está estirado entre las dos varas.
Dejan la camilla en el suelo, luego cogen a la mujer, dejando su
cuerpo en el delgado material.
Entonces, a la vez, los dos carceleros levantan la camilla y la llevan
fuera. Los observo hasta que quedan fuera de mi vista.
—Se deshacen de los muertos —dice Aetherial desde la celda,
claramente mirando igual que yo.
Están paralizando a las mujeres.
—Quédate aquí el tiempo suficiente —continúa Aetherial—, y eso te
ocurrirá a ti también.
Frunzo el ceño, incluso aunque ella no puede verlo.
Todas esas mujeres dormidas en el reino de Des, todos las
paralizadas aquí… no puede ser una coincidencia.
Lo que significa…
Creo que sé quién es el Ladrón de Almas.
Karnon.
M
e estoy muriendo, mi cuerpo pudriéndose de dentro hacia
fuera.
Creo que han pasado un día o dos desde mi última visita
a Karnon, pero no puedo asegurarlo. Todo lo que sé es que mi vida
consiste en temblar, vomitar y dormir.
El guardia que he apodado como Cola de León camina junto a mi
celda de vez en cuando, golpeando las barras de hiero con sus manos
enguantadas, burlándose de mí. Débilmente logro sacarle el dedo, pero no
tengo idea de si enseñarle el dedo a alguien es incluso ofensivo en el Otro
Mundo. Todo lo que sé es que Cola de León no se molesta al verlo como
esperaba.
—Hola, Callypso… —dice Aetherial.
Mi cabeza gira débilmente hacia su voz.
—¡Sirena!
—¿Sí? —grazno débilmente.
—Arrastra tu cama hacia aquí —dice.
—No sé si puedo —murmuro.
—Puedes, lo sé. —Ni siquiera parece arrepentida, su voz dominante.
Débil, pero dominante.
Uf, los guerreros fae son demasiado duros.
Me lleva un tiempo embarazosamente largo mover mi camastro, pero
finalmente lo logro.
—¿Cómo estás, sirena? ¿Todavía tienes suficiente movimiento en tus
extremidades?
—¿Me haces arrastrar mi cama hasta aquí y ahora me preguntas
eso?
Suelta una risa sibilante.
—Estoy hablando cortésmente. No lo cuestiones.
Mis labios se curvan ligeramente.
Las dos nos callamos de nuevo, y mi mente va a la deriva.
—Los grilletes… —digo finalmente—. No me imagino lo dolorosos que
deben de ser.
—He soportado cosas peores.
Jesús.
Después de un momento, agrega:
—Envolvemos tela de araña alrededor de los puños; la barrera
detiene la mayor parte del dolor.
Pero no todo.
Mientras la escucho, me doy cuenta de que su voz está arrastrada,
su discurso mucho más lento, como si estuviera eligiendo sus palabras
cuidadosamente.
Perdiendo la habilidad de mover la boca.
—¿Estás bien, Aetherial?
No habla por mucho tiempo.
Finalmente, dice:
—Todo va. Incluso mi mente se siente confundida.
Por lo poco que sé de ella, puedo decir que Aetherial es una criatura
demasiado orgullosa para decir que no está bien.
Suspira.
—Sabes, lo peor de esto es que mi esposa va a tener que verme así.
No me molesto en comentar. ¿Qué haría Des cuando—si— yo volvía
en un ataúd?
—Ella va a acoger a ese espeluznante monstruo al que voy a dar a
luz. Sé que lo hará, esa mujer dulce y tonta.
—¿También los has visto? —pregunto.
—Fui mordida por una de esas criaturas.
Me estremezco al recordar que Des me había dicho que esos niños
habían estado cerca de morderme también.
Des. Solo la idea de él me consume. No sé si alguna vez lo veré de
nuevo, lo abrazaré de nuevo, hablaré con él de nuevo.
—¿Estás casada? —pregunto, cambiando de tema y alejando mi
mente de la única cosa que me hará suavizarme. Porque no hay suavidad
en este lugar. Y si quiero aguantar le mayor tiempo posible, tengo que ser
todo lo dura que he aprendido a ser en la ausencia de Des.
Escucho a Aetherial exhalar cansadamente.
—Sí —dice. Después de un momento, agrega—: Nos casamos en el
Reino Nocturno. Técnicamente, nuestro matrimonio no es reconocido en el
Reino Diurno; las relaciones con humanos no son en único tabú aquí. Pero
técnicamente, me importa una mierda.
Sonrío ante eso.
—Por cierto, Callypso… —dice.
—Callie —corrijo.
—Callie —repite—, solo un apunte: no he visto a un humano en la
prisión; aparte de ti, por supuesto.
Mi corazón cae en picado. He estado aquí días, y me estoy volviendo
más débil con cada uno. Estoy perdiendo mi ventana de oportunidad.
Miro mi brazalete, girándolo alrededor de mi muñeca. No toda la
esperanza está perdida. Si entendí a Karnon correctamente, Des podría
ser capaz de rastrear mi magia. Pero si pudiera, ¿no habría aparecido ya?
—¿Callie? —Aetherial interrumpe mis pensamientos.
—¿Sí?
—Nadie se embaraza mágicamente aquí.
Su significado no se registra al principio, pero cuando lo hace…
Mis ojos se cierran ante eso. Ante lo que no está diciendo. La fuerte
Aetherial inmovilizada, impotente para detener lo que le sucedió.
—¿Fue Karnon?
—El diablo mismo —afirma.
No tengo palabras. Me ha pasado antes, podría muy bien pasarme
de nuevo, y en algún lugar entre todo esto, uno pensaría que tendría algo
que decir, pero yo no. No para la valiente Aetherial.
Se aclara la garganta lo mejor que puede.
—Solo pensé que deberías saberlo.
Trago.
—Gracias por advertirme —susurro, mi voz ronca.
Pero no estoy segura de estar mejor sabiendo lo que le sucedió, lo
que me espera.
A veces el conocimiento es solo otro tipo de infierno.
No está funcionado.
Sea cual sea el veneno con el que Karlon está tratando de
alimentarme no está funcionando.
Me acurruco en la esquina de mi jaula, mi cuerpo cubierto con un
brillo de sudor. Todo mi cuerpo tiembla violentamente. Desde mi mejor
suposición, ha pasado casi una semana desde que he llegado. He pasado
por dos más de las atenciones del Rey de Fauna, y cada vez que mi cuerpo
rechaza su magia envenenada, él se frustra más y más.
No me ha tocado todavía. Quizá al monstruo no le gustan las
víctimas que se defienden. Aunque dudo mucho que en este punto
presente un gran desafío para Karnon; estoy demasiado débil para hacer
mucho por mi cuenta. A pesar de mi lamentable estado, no estoy siendo
arrastrada bajo su magia, no como las otras mujeres aquí.
Un horrible malestar se está instalando en mis huesos. Se siente
como si o bien la magia consigue la voluntad de Karnon, o dejaré de
existir. Y hasta ahora, no está consiguiendo la voluntad de Karnon.
Supuse que toda la magia fae funcionaba en humanos. Después de
todo, el Negociador podía usar su magia en mí. Pero tal vez mis
suposiciones estaban equivocadas. Tal vez hay algunos límistes a la magia
fae. Tal vez ser humana justo ahora es algo bueno. Aunque es difícil llamar
al estado en el que estoy algo bueno. Me acuesto indiferente en el
camastro, mi vestido colgando flojo sobre mí. Ahora los guardas
simplemente me llevan a las habitaciones de Karnon sin pelea. No hay más
charla.
Si soy recibida por la versión malvada de Karnon, se pone a trabajar.
Si me encuentro con su versión más amable y loca, me mece contra él,
murmurando tonterías sobre alas y branquias, garras y escamas.
—¿Aetherial? —digo en voz alta.
Silencio. Ha sido así durante los últimos días.
Comienzo a hablar con ella de todos modos, por si acaso todavía
puede oírme, contándole cualquier cosa que cruza por mi mente. Pero ni
una vez menciono la cosa que más pesa en mi mente…
Voy a morir aquí.
Capítulo 28
Traducido por krispipe
A
nte la vista de ellas, exhalo de nuevo. Este debía de ser un
mal sueño.
Garras y escamas y alas. Ahora soy más una bestia que
mujer.
—¿Cómo te gustan? —pregunta Karnon, sus palabras un reto.
Ruedo mi frente contra el suelo de mármol sangriento.
No puedo soportar la vista.
Muy detrás de mí, alguien golpea la puerta que da el ingreso, la
madera temblando contra la fuerza de los golpes. Si tuviera más energía,
hubiese saltado contra el sonido.
En su lugar, solo me quedo aquí.
Las puertas siguen sonando. Y sonando.
Karnon suelta mis alas, y con un golpe húmedo se mueven a mis
lados. Sus pisadas se retraen.
¡BOOM!
Las puertas de metal se abren de golpe, la madera astillándose en
cada camino. Las masivas puertas dobles golpean el suelo de la habitación
del trono, su impacto haciendo temblar las paredes de la habitación.
Lo siento antes de escuchar su grito agonizante.
Des.
Me ha encontrado. Una débil amenaza de felicidad se empuja a
través de mi cansancio.
Sombras giran a mi alrededor como humo. Miro cansada hacia
estas.
—Así que tu compañero te encontró después de todo —dice
Karnon—. Le tomó mucho tiempo.
El aire se mueve y un momento después, Des está agachado a mi
lado.
Siento su mano deslizarse sobre la carne sensible de mis alas.
—Lo siento mucho, querubín —susurra, su voz rompiéndose—. Por
todo. Él lo pagará.
Empiezo a temblar.
—Dime, ¿cuánto te gusta tu compañera ahora? —dice Karnon,
burlándose—. ¿Ha mejorado, verdad?
Atrapo otro vistazo de mí… mi brillo dorado de escamas, mis uñas
filosas… mis alas.
De pronto, no puedo ver a Des.
Soy un monstruo. No una mujer, ya no.
Las manos de Des me dejan. Se pone de pie y la atmósfera de la
habitación de pronto se siente siniestra. Giro mi cabeza justo a tiempo
para ver al Negociador acercarse a Karnon.
—Sabes que implica romper la más sagrada ley de hospitalidad el
atacar a un rey en su propio castillo —dice Karnon, retrocediendo.
El Negociador no se molesta en responder. Es la encarnación de la
ira. Puedo verlo formándose debajo de su piel, quemando en sus ojos. Un
abismo sin fondo de ello.
Me recuerda de la mirada fría de Karnon…
Pero mi compañero está tan calmado. Toda esa furia está contenida
en él mientras se mueve, y solo sirve para hacerlo parecer más
amenazante.
—Nunca imaginé que irías por una esclava. Pero el débil atrae al
débil… —se burla Karnon, tratando de molestar a Des incluso mientras
empieza a retroceder.
La reacción nunca llega. El Negociador sigue caminando hacia
Karnon con la misma estable y caliente ira que antes, su rostro en línea no
comprometidas.
—Aunque sí disfruté sus gemidos…
Y aun así, Des no reacciona.
Karnon gruñe, claramente volviéndose impaciente. De pronto, y sin
advertencia, ondea su mano a través del aire. Siento la magia rozarme, y
demasiado tarde dejo salir un pequeño llanto, recordando los guardias que
desentrañó Karnon hace días atrás.
Des ni siquiera intenta bloquear el ataque. Veo ropa y piel romperse
en cuatro marcas de garras a través de su estómago, y su sangre empieza
a salpicar.
—No —digo, con voz ronca y débil, empezando a arrastrarme por el
suelo.
El rostro del Negociador es todavía una máscara de enojo. Y
mientras observo, veo sus heridas empezar a cicatrizarse solas. Siento su
magia construyéndose y creciendo; espesa el aire mientras llena la
habitación.
Des es toda oscuridad. Lo rodea, atenuando la habitación. Poco a
poco, las sombras salen de las luces. Su rostro es tan siniestro como
jamás lo había visto. Incluso Karnon se ve un poco inseguro en este punto,
retrocediendo un paso, tambaleante.
Las sombras ondean en la habitación, cubriéndome a mí y a todo lo
demás en la habitación hasta que está de un completo negro.
—¿Crees que no puedo ver en la oscuridad? —dice el Rey de Fauna.
Silencio. Luego…
—Yo soy la oscuridad.
El poder de Des detona, explotando a través de la habitación,
haciendo volar hacia atrás mi cabello.
¿Había pensado que Karnon era asombroso? No es nada —nada—,
al lado de la furia y total fuerza de la magia que se mueve a través de mí.
Líquido caliente se explaye contra mí, salpicado contra mi cabello, mi
rostro. Pruebo el sabor cobrizo de este en mis labios.
Sangre.
¿De quién?
Con un sonido agudo, las paredes y el techo explotan, pedazos de
mármol y yeso son lanzados hacia los cuatro vientos, el edificio
esencialmente vaporizado.
Y entonces termina.
La oscuridad retrocede, y cuando lo hace, lo primero que veo debajo
del tenue cielo crepuscular es… carne. Carne y pedazos de hueso a través
de la habitación.
Eso es todo lo que queda de Karnon.
Arrodillado detrás de él está Des, que no tiene ni una mancha de
sangre en su ropa, ni un mechón de cabello blanco-rubio fuera de lugar.
Más allá de los bordes sangrientos y rotos de su ropa, se ve completamente
intocable.
Miro alrededor de nosotros. Este debe haber sido alguna vez un gran
castillo, pero ahora todo lo que puedo ver de este es su base y pedazos de
muebles que no fueron completamente destrozados en la explosión.
Más allá de las paredes del castillo, los árboles de un verde oscuro
que lo rodean están completamente intocables.
Des hizo todo esto. Me estremezco ante la vista de todo ello.
El Negociador levanta su cabeza, sus ojos enfocados en los míos.
—Ya no hay Rey de Fauna.
Des viene hacia mí, sus manos deslizándose debajo de mi cuerpo
mientras me levanta.
Suelto un pequeño y doloroso sonido. Todo duele, mi cuero
cabelludo, mis dientes, mis huesos, mis dedos del pie, mi corazón.
Especialmente el último.
—Todo está bien, querubín, todo está bien.
Hago un sonido ahogado y giro mi cabeza hacia su pecho.
No está nada bien. Puedo sentir las puntas de mis alas
arrastrándose por el suelo. Un tenue empolvo de mis escamas cubre mis
brazos y tengo garras.
Monstruo. Tan monstruosa como mis secuestradores. Y ahora
siempre cargaré el recordatorio.
Lo único que controla mi repulsión es mi disposición. Estoy
luchando por mantenerme consciente.
Des sigue enviando miradas de preocupación hacia mí.
—Quédate conmigo, amor.
Fuerzo a mis ojos a permanecer abiertos.
—Buena chica —dice, acariciando hacia atrás mi cabello—. Nos
vamos a casa. —Su expresión está llena de agonía.
Es doloroso para él incluso verme.
Tal vez era mejor cuando simplemente estaba fuera de mi vida.
Entonces era un simple soplo con el que tenía que lidiar. Verlo mirarme
así una y otra vez, cada momento es una daga contra mis tripas. En
respuesta a mi ansiedad, mis alas se tensan, listas para levantarse.
—Quédate tranquila, amor —dice Des.
Lentamente, me fuerzo a relajar mi espalda, mis alas volviéndose
inertes de nuevo.
Se pone de rodillas, tensándose. Un momento después, nos
lanzamos hacia el cielo.
Miro fijamente las estrellas, las hermosas y desoladas estrellas, mi
cuerpo al final de su cuerda. Mis párpados se cierran.
—Callie…
Pero ni siquiera la voz de Des me devuelve de la oscuridad.
Capítulo 30
Traducido por Mais
M
e despierto ante la sensación de una mano palmeando mi
espalda.
Cuidadosamente abro mis ojos. No reconozco
inmediatamente mis alrededores. No hasta que noto los bollos dorados de
pared y un arco Marroco.
La habitación de Des. Estoy recostada en mi estómago en mitad de
su cama, acurrucada entre sus sábanas.
¿Por qué estoy contra mi estómago? Nunca duermo así.
—Querubín, estás despierta. —La voz suave del Negociador levanta
piel de gallina a través de mi piel.
Empiezo a sonreír, todavía confundida, cuando lo recuerdo.
La prisión, Karnon, mi metamorfosis.
Mi metamorfosis.
Busco detrás de mi espalda. Cuando mis dedos rozan las plumas,
dejo salir un llanto ahogado.
No era un sueño.
—Son… hermosas —dice Des. Su mano se mueve a través de ellas.
Bajo su toque, se mueven, mis plumas hacen un sonido suave de susurro
mientras se rozan entre sí.
Aprieto con fuerza mis ojos.
—No —digo, mi voz ronca.
No quiero escuchar lo hermosas que son. Fueron forzadas en mí por
un loco. Por un psicópata que se hubiese reído si la transformación me
hubiese matado. El mismo monstruo que violó a cientos de mujeres.
Estaba lista para morir. Incluso estaba lista para vivir en un estado
de animación suspendida.
No estaba lista para esto.
Y sé que no es el peor destino, pero se siente así. Porque ahora me
veo como todos esos fauna fae. Mis secuestradores. Mis atormentadores.
Era una cosa soportar los castigos, otra mirarme a mí misma y verlo a
ellos.
—¿No qué? —dice Des—. ¿No te toque? ¿No te adule?
—Todo ello —digo, abriendo mis ojos. Soy horrible de ver.
Mis brazos se sacuden mientras empiezo a empujarme para ponerme
en posición sentada. Atrapo un vistazo de aquellas escamas doradas que
corren por mis antebrazos como armadura plateada.
Tengo unas ganas de arrancarlas de mi piel, una por una.
Apenas empiezo a sentarme, siento presión en mi espalda. Mis alas
pesadas son demasiado grandes, los huesos muy delicados.
No puedo sentarme en la cama.
Siento una lágrima de frustración derramarse mientras caigo de
nuevo de estómago.
Tan débil.
Un momento después, Des me levanta. Mis alas enredadas detrás de
mí, las puntas arrastrándose a través del suelo. Las plumas son
completamente negras, pero debajo de la luz, tienen un brillo iridiscente.
Son hermosas, y las odio más por eso.
Mientras me carga, mi rey fae me mira como si fuera el que se
estuviera ahogando.
Me atrapa mirándolo.
—Lograremos sobrevivir a esto —jura—, así como lo hicimos la
última vez. Hemos hecho esto antes. Podemos hacerlo de nuevo.
—No sé si pueda. —Mi voz se quiebra.
Des me coloca a mis pies, en frente de un espejo completamente
largo en sus aposentos.
—Dime lo que ves —dice.
Frunzo el ceño, primero a él, luego —a regañadientes—, a mi reflejo.
Ni siquiera quiero mirar. No quiero ver si soy más monstruo que humano.
Pero cuando lo hago, veo mi rostro, y no ha cambiado por completo.
Olvidando que Des está de pie a mi lado, toco mi mejilla. Pensé que tal
vez… que tal vez no me reconocería en el espejo. Que realmente sería una
bestia. Pero no lo soy.
Mis ojos se mueven a mi mano. Por un largo momento miro
fijamente las garras filosas, y luego mi mirada se mueve a mis dedos.
Todavía son humanos. De hecho, bajo mis garras, más que el color negro
de mis uñas, se verían como manos regulares.
Mis antebrazos tienen un delicado brillo de escamas, que brillan bajo
la luz. Empiezan en mi muñeca y terminan antes que mi codo, y unas
cuantas filas de estas se enrollan en mi antebrazo antes de desvanecerse
de vuelta en mi carne normal. No continúan por mi cuello o pecho o rostro.
Levanto la falda de mi vestido para mirar mis piernas. Estas también están
libres de escamas. Se ven como siempre. Y mis pies todavía son humanos,
sin garras adornando mis dedos.
Y cuando mi mirada se mueve de vuelta a mi reflejo, todavía tengo
las mismas proporciones. Soy la misma mujer que siempre he sido, solo
con unas cuantas adiciones. Y mientras esas pocas adiciones —garras,
escamas y alas—son dolorosas de ver, no soy el monstruo que pensé que
sería.
De hecho, me veo un poco fae.
—¿Qué ves? —pregunta de nuevo Des.
Trago saliva.
—Veo a Callie.
—Como yo. —Entierra su boca cerca de mi oreja—. Querubín, la
gente como nosotros no son víctimas. Somos la pesadilla de alguien.
No soy una víctima.
No voy una víctima.
¿Cómo es que me olvidé de ello? Porque, en algún lugar del camino,
me había olvidado. Y casi me rompió.
No soy una víctima.
Aquí en el Otro Mundo, he perdido mi más poderosa arma: mi
glamour. Pero he ganado garras y alas.
Mis ojos se mueven hacia Des.
—Enséñame de nuevo cómo ser la pesadilla de alguien.
Necesito sentirme peligrosa, poderosa, rasgos que he perdido en
algún lugar en el camino.
Un destello de su sonrisa perversa aparece, y oculta en sus sombras,
es amenazante.
—Será un placer, compañera.
Fae: Término que denota a todas las criaturas nativas del Otro
Mundo.
Líneas ley: Caminos mágicos dentro y entre mundos que pueden ser
manipulados por ciertas criaturas sobrenaturales.
Reino de Fauna: Reino del Otro Mundo que preside a todas los
animales; reino estacionario.
Reino de Flora: Reino del Otro Mundo que preside toda la vida
vegetal; reino estacionario.
Reino de Mar: Reino del Otro Mundo que preside todas las cosas
que residen dentro de las masas de agua; reino estacionario.
Reino Diurno: Reino del Otro Mundo que preside todas las cosas
pertenecientes al día; reino transitorio; viaja por el Otro Mundo,
arrastrando el día con él; situado enfrente del Reino Nocturno; las once
islas flotantes dentro de ella son las únicas masas terrestres que pueden
reclamar residencia permanente dentro del Reino Diurno.
Reino Nocturno: Reino del Otro Mundo que preside todas las cosas
pertenecientes a la noche; reino transitorio; viaja por el Otro Mundo,
arrastrando la noche con él; situado enfrente del Reino Diurno; las seis
islas flotantes dentro de ella son las únicas masas terrestres que pueden
reclamar residencia permanente dentro del Reino Nocturno.
Pero el Reino de Flora tiene sus propios secretos, desde árboles que
sangran hasta esclavos de marca y guardias que desaparecen. Algo está
girando en la tierra donde todo crece, y si Callie no es cuidadosa,
reclamará todo y a todos los que ama, junto con ella.
Sobre la autora
Laura Thalassa nació y creció en
Fresno, California, donde pasó su
niñez leyendo y creando cuentos de
fantasía. Ahora pasa sus días
componiendo todo; desde romance
paranormal de jóvenes adultos a
novelas distópicas para new-adult.
Thalassa vive con su esposo y
compañero en crimen, Dan Rix, en
Oakhurst, California.