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Universidad Tecnológica de

Honduras.

CLASE:
Calidad Total
TRABAJO:
Ensayo

CATEDRATICA:

Lic. IRIS KARINA GOMEZ ROMERO

ALUMNO:

Danny Kareliniquer Bardales Mejía


Cuenta:202010010909
Introducción

El presente ensayo nos propone un análisis profundo, sobre el octavo habito de


la efectividad a la grandeza, el cual, es el estudio del libro escrito por Stephen R.
Covey, el cual, habla sobre encontrar su propia voz y ayudar a otros a encontrar
la suya. Cuando se refiere a la vos, nos referimos a la importancia personal única
que cada ser humano posee y puede aportar a los demás. Todos los seres
humanos tenemos la oportunidad de elegir entre tener una vida mediocre o todos
podemos tomar la decisión de luchar por la excelencia, en el cual, nunca es tarde
para cambiar de rumbo y tomar esa decisión. El encontrar esa voz, significa
encontrar el potencial innato en el ser humano para poder ejecutarlo.
Contenido
I. ENSAYO....................................................................................................................3
A. El octavo hábito. De la efectividad a la grandeza...............................................3
II. Conclusión..............................................................................................................9
III. Bibliografía.............................................................................................................9
I. ENSAYO

A. El octavo hábito. De la efectividad a la grandeza.

Un hábito es una acción repetida de forma constante o periódica por parte de una
persona, ya sea consciente o inconscientemente. Los hábitos más que ninguna
otra cosa nos definen como personas, es decir, la persona que eres actualmente
es producto directo de tus hábitos actuales. Los hábitos son individuales y
normalmente cambian, se agregan unos y se desechan otros, durante la vida de
una persona.
El octavo habito supone escuchar nuestra propia “voz interna” y enseñar a los
demás a identificar la suya propia. Se trata de enseñarle a los demás el arte de
sacarle provecho a lo que es propio de cada individuo; de modo que cada
persona se vuelva indispensable en la organización en virtud de sus capacidades
irrepetibles.[ CITATION Ste04 \l 18442 ]
Es importante saber que de acuerdo a las capacidades que podamos expresar en
una organización, nos volveremos indispensables, aunque sabemos que los
paradigmas son muy poderosos. El viejo paradigma de la Era Industrial sostenía
que la gente no era más que un insumo, parecido a ciertas materias primas como
el acero o la energía. Por tanto, las personas eran tratadas como cosas, y no
como individuos integrales dotados de corazón, mente, cuerpo y espíritu; eran
como objetos que debían ser controlados y de los cuales se debía desconfiar.
Pero, si bien las circunstancias han cambiado desde entonces, el paradigma
básico continua entre nosotros. Los trabajadores son objetos que deben ser
controlados para que se desempeñen efectivamente.
Esta es una visión realmente disfuncional en la Era de la Información y el
Conocimiento. En el antiguo paradigma, los trabajadores estaban sometidos a
mucho dolor y frustración independientemente de si eran exitosos o no.
Afortunadamente, el paradigma laboral está cambiando hoy en día, y el “octavo
hábito” es una expresión de tal cambio.
El octavo hábito no significa añadir otro hábito a los siete que habían sido
planteados con anterioridad. Significa aplicarle una “nueva dimensión” a los
Siete hábitos de la gente altamente exitosa, que mejora el desempeño de cada
uno de ellos.
El octavo hábito supone “encontrar nuestra voz y ayudar a los demás a encontrar
la de ellos”. En este contexto, “voz” se refiere al valor intrínseco de cada persona
en el ámbito laboral.

Encontrar nuestra voz supone cumplir con nuestro potencial interior. Es decir,
encontrar aquel trabajo que verdaderamente aproveche nuestro talento y
alimente nuestra pasión.
El mayor don que recibimos al nacer es la capacidad de decidir si
desarrollaremos o no nuestro potencial. Esta es una elección que podemos hacer
entre acción y acción. Es preciso reflexionar y determinar cuál será́ nuestra
reacción.
La capacidad para entender nuestra libertad para elegir nos abre la puerta a
cuatro habilidades o inteligencias:

 Mente: IQ es la inteligencia mental: mucha gente la considera la


inteligencia por excelencia. Sin embargo, es una opinión muy limitante.

 Cuerpo: PQ es la inteligencia corporal: este tipo de inteligencia es


normalmente descartado, pues no tiene relación con la conciencia. No es
necesario pensar para respirar o para que nuestro corazón lata. Sin
embargo, esta inteligencia responde constantemente al ambiente para
mantenernos saludables, libres de infecciones, etc.

 Corazón: EQ es la inteligencia emocional: para poder comunicarnos


bien con los demás, es preciso que seamos diligentes, sensibles y
empáticos. Una persona con un EQ alto sabe qué decir y cuándo decirlo;
cómo sentirse y cómo expresar dichos sentimientos. Según ciertos
estudios, el EQ es un factor que influye más en nuestro éxito que el IQ.

 Espíritu o Alma: SQ es la inteligencia espiritual: esta es la inteligencia


más importante, pues dirige las actividades de las otras tres. Nuestro
interés por darle sentido a las cosas y por fijarnos objetivos desarrolla
nuestro SQ.

Para encontrar nuestra voz, es preciso entrar en contacto con los cuatro
elementos que forman a una persona: mente, cuerpo, corazón y espíritu.
Normalmente, las personas exitosas logran elevar cada una de dichas
inteligencias a su mayor expresión:

1. Mente = Visión: cuando la mente está completamente desarrollada,


logramos visión, es decir, la habilidad de identificar el mayor potencial
de cada persona, de las instituciones y de las empresas. La gente que no
ejercita la capacidad mental de crear, o que la desaconseja, carece de
visión. Son incapaces de ver las maravillosas posibilidades que se abren
en circunstancias adversas. Cuando alguien carece de visión, termina
haciendo el papel de víctima.
2. Cuerpo = Disciplina: para poder convertir la visión en realidad, es
preciso ser disciplinado. La disciplina es el hijo de la visión y el
compromiso. Es preciso tener ambos.

3. Corazón = Pasión: quienes desarrollan un corazón sabio sienten la


ardorosa pasión de la convicción, la llama que sostiene la disciplina
necesaria para alcanzar la visión. La pasión fluye desde el encuentro y
uso de nuestra voz hasta el logro de grandes cosas.

4. Espíritu = Conciencia: desarrollar nuestra identidad mental nos permitirá́


elegir el camino adecuado.
A medida que conozca, respete y equilibre estas manifestaciones de sí mismo, se
crea una sinergia entre ellas. Entonces uno comienza a comprender qué somos
capaces de lograr, y eso nos energiza.
La voz humana es única y significante, ya que se encuentra en la intersección de
sus únicos:
Talentos: sus fortalezas y habilidades naturales. Pasiones: aquello que le
emociona y entusiasma. Necesidades Conciencia: la pequeña voz interior que
discrimina lo que es correcto de lo que no.
liderazgo
El liderazgo es la habilidad de propiciar que los demás entiendan su propio valor
y potencial, y que sean capaces de vivir en concordancia con ellos. La visión
laboral de la Era Industrial fracasó porque no cultivó la confianza, puso al jefe
en el centro de toda actividad, restó poder a toda la gente y desalineó los
intereses individuales y los de la organización. Una alternativa es poner en
práctica el octavo habito y los siete que lo parece- den. Comience por desarrollar
sus cuatro inteligencias, identificar su propia voz y expresarse a través de ella.
Para ser un líder, pruébese a usted mismo que usted es confiable. La mayoría de
los lideres deben su fracaso a una pobre personalidad. Los líderes deben
demostrarle a los demás su compromiso con ciertos valores: mantener las
promesas, ser honesto, integro, etc.

Estimular
¿Por qué́ debemos estimular a los demás para que encuentren su propia voz?
Consideremos las alternativas. Es posible mantener un férreo control sobre los
demás, pero eso no suele ser muy fructífero. Por el contrario, podemos darles
responsa- vialidades a los demás, y permitirles hacer lo que quieran. Pero eso
tampoco es muy prudente.
La solución es dar a los demás una “autonomía dirigida”, es decir, trabajar con
los demás para establecer sus objetivos y, luego, darles la autonomía necesaria
para lograrlos.
Un acuerdo ganar-ganar no es un contrato legal ni una descripción de cargo. Es
un contrato psicológico y social escrito en el corazón y la mente de la gente. Este
tipo de acuerdos propicia que los colegas se comprometan con los más altos
objetivos de la compañía.

Inspirar a los demás


Para que una organización haga algo equivalente a expresar la voz, sus líderes
deben cumplir cuatro roles fundamentales:
 Dar el ejemplo: dé el ejemplo con sus acciones, no despierte falsas
expectativas. Escuche a los demás y compórtese de un modo
irreprochable.
 Encontrar el camino: propicie un sentido de dirección y orden en la
organización.
 Alinear: ayude a su organización a ser coherente con el espíritu de
confianza y estimulo.
 Estimular: acepte y acoja los cuatro elementos constituyentes de la
naturaleza de una persona: corazón, mente, cuerpo y espíritu. Confié en
que los demás serán capaces de hacer elecciones por sí mismos.
Para ayudar a la organización a encontrar su propia voz y alcanzar la grandeza,
estos roles deben ser orientados a:
Proveer enfoque: incluye los roles de “dar el ejemplo” y “encontrar el camino”.
Para lograrlo:
 Expanda su radio de influencia.
 Sea digno de confianza.
 Construya relaciones fuertes y confiables.
 Desarrolle alternativas que combinen las voces de todos.
 Construya una visión común.

Ejecutar mejor: incluye los roles de “alinear” y “estimular”. Para lograrlo debe:
Alinear los objetivos y los sistemas. Darle poder a los demás.

Tendiendo puentes
Es preciso superar seis brechas para que el estímulo sea algo más que palabras:
 Falta de claridad: el viejo paradigma de la Era Industrial suponía que
cuando se anunciaba un programa a la fuerza laboral, esta debía
entenderlo y acatarlo sin más. La Misión de la compañía era el resultado
de la iniciativa de los expertos. Fijar la misión y visión era meramente un
asunto de relaciones públicas. Los trabajadores debían esperar siempre a
ver qué pasaba. Pero en la Era de las Comunicaciones, es preciso que los
trabajadores tengan iniciativa y se involucren en el negocio.
 Falta de compromiso: en vez de “venderle” nuevas ideas a la fuerza de
trabajo, el octavo habito respeta a las personas como un todo. Las
organizaciones que han asumido el paradigma de la Era de las
Comunicaciones toman en cuenta el bienestar de la mente, el cuerpo, el
corazón y el espíritu.

 Falta de acción: los objetivos deben traducirse en hechos. Para los


trabajadores de la Era de las Comunicaciones, esto se logra no tanto
cumpliendo con la descripción del cargo, sino alineando objetivos e
incentivos con el fin de obtener los resultados esperados.

 Falta de libertad: en la Era Industrial se pensaba que la gente era un gasto


y las herramientas una inversión. Una mejor idea es establecer una tabla
en la que sean comparados objetivos con las capacidades individuales de
cada trabajador. Esto permitirá́ que los ellos entiendan la estructura de la
compañía y como serán logrados los objetivos.
 Falta de sinergia: para lograr sinergia, los gerentes deben entender la
“tercera alternativa”: cuando hay dos ideas o posiciones en conflicto, los
gerentes pueden llegar (escuchando y pensando creativamente) a una
tercera posibilidad que sea aceptable para ambas partes.
 Falta de controles mutuos: es preciso que haya un control mutuo y una
comparación abierta del progreso alcanzado.

Ayudar a los demás


El mejor modo de utilizar los ocho hábitos es ayudar a los demás. La razón
última por la que establecemos organizaciones es para ayudar a los demás. La
noción de brindar servicio más allá́ de uno mismo, nos da la autoridad moral
necesaria para ser un gran líder.
El problema no es: “¿Qué hay para mí?”; sino: “¿Qué hay en mí que pueda
brindar a los demás?” Tras emprender el viaje de encontrar nuestra propia voz,
debemos también ayudar a los demás a encontrar su propia voz.
Cada persona tiene un valor intrínseco. Una organización no tiene límites
cuando el liderazgo deja de ser un cargo y se convierte en una opción. Escoger
ayudar a los demás se vuelve así́ en él habito más ilustrado de todos.
II. Conclusión

El octavo hábito, de la efectividad a la grandeza escrito por Stephen R. Covey,


está orientado a las personas para que encuentren esa voz interna que permite
desarrollar los talentos, satisfacer las necesidades, a través de la puesta en
práctica de valores éticos, esa inteligencia espiritual que orienta al ser humano
con una pasión donde la emocionalidad constituye una puerta para que otros
puedan encontrar su propia voz, es de suma y vital importancia saber que lo más
importante es ayudar a los demás.

III. Bibliografía
Covey, S. R. (2004). El Octavo Hábito De la efectividad a la grandeza. PAIDOS
IBERICA.

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