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Al cierre del Bicentenario, dos modelos de país en disputa.

Por Alejandro Rofman y Juan Manuel Vázquez Blanco

1. Introducción.

La conmemoración de los doscientos años de la Revolución de Mayo de 1810, constituye


una ocasión inigualable para pensar y reflexionar sobre la construcción de la Nación Argentina
como sociedad. Es necesario, sin lugar a dudas, hacerlo con una mirada económica, política y
social, a fin de entender nuestro presente y de encontrar los senderos que, de cara al futuro,
permitan hacer realidad el sueño de un país más justo, democrático e igualitario; en el que sus
habitantes aspiren a satisfacer todas sus necesidades básicas de modo pleno y el proyecto
nacional posibilite a cada uno de sus integrantes el desarrollo de todas sus capacidades.

Al mirar hacia atrás no se puede sino permanecer perplejo al ver cómo un país dotado de
unas condiciones naturales privilegiadas, con grandes extensiones de tierra, diversos y muy
propicios climas para el hábitat y una cuantía importante de variados recursos naturales que
proveen un escenario inmejorable para la realización de actividades productivas, el desarrollo de
su economía y su sociedad, no pudo, a diferencia de otros, accionar los lineamientos políticos
que pusieran en marcha los instrumentos necesarios para alcanzar el tan anhelado sueño.

Pues bien, en este sentido, el devenir de los acontecimientos sociopolíticos vividos en la


Argentina en los últimos años, ha logrado resucitar vigorosamente el debate acerca de los dos
modelos económico-sociales que han convivido en disputa a lo largo de estos dos siglos de
historia. Para expresarlo sucintamente, estos dos modelos alternativos pueden describirse de la
siguiente manera: uno de carácter conservador o de Sociedad de Mercado, de corte
económico neoliberal, donde la fuerza del mercado funciona como la principal ordenadora
social. El otro, de índole popular y redistribucionista, basado en la Sociedad de Trabajo,
guiado por la concepción que la economía, para crecer y desarrollarse a fin de satisfacer la meta
de una digna calidad de vida para todos los habitantes del país, debe basarse en el trabajo como
único generador de valor, en la activa participación del Estado para respaldar a los que menos
poder tienen y en una justa distribución de la riqueza y el ingreso nacional.

De este modo, en la actualidad, se torna imprescindible profundizar la discusión política e


ideológica para afirmar el proyecto de Sociedad de Trabajo que ha desplazado a aquel otro
basado en la especulación financiera, y que actualmente avanza con creciente respaldo popular.
Es preciso entonces, sustentar este proyecto de Sociedad de Trabajo con todas las estrategias
necesarias para extenderlo y ampliarlo en el futuro. El presente escrito intenta ser un aporte en
pos de este objetivo.

2. El origen y las etapas históricas de los dos modelos en puja: síntesis de los aspectos
socioeconómicos y de las interrelaciones locales y mundiales.

A pesar de los cambios y las transformaciones estructurales y de los disímiles contextos y


coyunturas por los que ha atravesado la economía argentina durante estos dos siglos, se pueden
encontrar, en el análisis histórico, los lineamientos esenciales que dieron origen a los dos
modelos económicos que hoy se encuentran en pugna. Esto se debe, principalmente, a que
muchas de las causas básicas generadoras de esta lucha por la prevalencia de uno u otro modelo,
permanecen aún intactas, a lo cual se suma el hecho de que la evolución de la economía
argentina no es independiente de la del sistema capitalista mundial, cuyas fuerzas e intereses
influyen e impactan en las cuestiones económicas y políticas locales. De este modo, puede
parecer sorprendente que, a pesar del paso del tiempo y la cambiante presencia de los distintos
actores socioeconómicos relevantes, muchos procesos en torno a esta problemática – en especial
el eje ideológico- no han perdido actualidad.

2.1. Una rápida mirada retrospectiva

2.1.1. La incipiente economía nacional y la revolución industrial en Europa.

En el contexto de la formación económico-social de la Nación, a partir de la


independencia, primero, pero más específicamente, del inicio de la integración nacional a la
División Internacional del Trabajo (segunda mitad del siglo XIX) es que nuestro país comienza
a adquirir las características estructurales de su economía. Una de ellas, quizás la más relevante,
está constituida por el régimen de propiedad de la tierra, el cual condicionaría hacia el futuro
toda su historia. Inversamente a lo acontecido en las costas de América del Norte, donde la
tierra se distribuyó en explotaciones pequeñas de carácter familiar, permitiendo su acceso a los
inmigrantes, en esta parte del continente la apropiación de tierras lograda a través de numerosas
campañas militares y distribuidas desde el Estado, quedó en manos de unos pocos grupos
familiares. Estos, erigidos como terratenientes, devinieron al compás del contexto internacional,
en un núcleo social con un privilegiado poder, el cual supieron usar como un tamiz por el cual
debían pasar todas las políticas de Estado, y donde se atascaba, lógicamente, cualquier idea o
pensamiento que fuera en contra de sus intereses particulares. Así, los dueños de la tierra
desplegaron una estrategia de producción de bienes-alimento destinados a satisfacer la creciente
demanda europea, a partir del acentuado proceso de urbanización generado por la Revolución
Industrial. La clase propietaria latifundista vinculó sus intereses, actividades y acciones
económicas hacia la metrópoli británica, cortando de raíz a cualquier precio, toda política que
pusiera en riesgo el “status quo“. Así, estimuló las inversiones externas para agilizar su
integración al comercio exportador de alimentos y, a la vez, abrió las fronteras para la
importación de bienes manufacturados europeos, especialmente desde Gran Bretaña.

Entretanto, del otro lado del océano Atlántico, profundos cambios socioeconómicos
continuaban sucediéndose en el continente europeo. El capital comercial sufría paulatinamente
una profunda metamorfosis para dar paso al desarrollo y predominio del capital industrial.

Ya a mediados del siglo XVIII se fortalecen las bases de la nueva sociedad, fundada
sobre principios opuestos a su antecesora 1. Durante los próximos cien años se consolida la
Revolución Industrial, transformando por completo la sociedad. En este contexto, aparecen los
principales exponentes teóricos de la Economía Política, ciencia que se ocuparía del análisis del
capitalismo como sistema social de producción. Es Adam Smith, en su famoso libro “La riqueza
de las Naciones” (1776), quién da los primeros pasos en exponer la viabilidad del

1
Al dejar el producto del trabajo de ser directamente social y sólo lograrlo mediante un rodeo en el
mercado, una vez efectuada la compra-venta de la mercancía. Tales cambio, cuya esencia son los
productores privados independientes se vieron prontamente Así, el ordenamiento social basado en los
pilares de la tradición, los vínculos personales y las jerarquías que prevaleció durante más de 500 años
culminaba remplazado por el frío lenguaje de la mercancía.
funcionamiento de una sociedad basada en una economía de mercado, argumentando
esencialmente que el individualismo humano redundaría en un beneficio para toda la sociedad,
apelando como ejemplo a la metáfora de la “mano invisible”. Avanzada la Revolución
Industrial, ya en la época donde predominaba la fábrica tradicional y el capitalismo no era una
realidad teórica sino una con antagonismos concretos de clases sociales entre burguesía y
proletariado, David Ricardo con su obra “Principios de Economía Política y Tributación” (1817)
expondría en forma más acabada el funcionamiento y las reglas básicas bajo las cuales se
llevaba a cabo la producción capitalista, y el proceso de intercambio de bienes industriales por
materias primas. De esta manera, se fundamentaría la supremacía británica en los albores del
capitalismo.

Las teorías expuestas por ambos estudiosos, generadoras del régimen económico del
ideario defensor del capitalismo, sostenían que a un país que contaba con una mayor
productividad del trabajo en las manufacturas industriales que el resto, y con escasez de
materias primas, le convenía instaurar un comercio libre y sin restricciones, dado que sus
productos serían competitivos en los términos del mercado y conseguiría sus importaciones a
precios más bajos. El éxito de las políticas económicas implementadas (la disputa y victoria
sobre la Ley de granos en Inglaterra es un ejemplo) condujo finalmente a Gran Bretaña a
constituirse en la gran fábrica del mundo, que se consolidó en el tiempo ratificando la teoría de
la ventajas comparativas.

Con el crecimiento y la expansión de la Revolución Industrial, hacia el final del siglo


XIX, la economía argentina se inserta en el contexto de la economía global como proveedora de
productos primarios agrícola-ganaderos 2 a bajo costo, de acuerdo a los lineamientos dictados
por la división internacional del trabajo, hacia los países centrales, de los cuales, a su vez, se
abastece de productos industrializados –relativamente más baratos- y de capitales reales y
financieros, canalizados generalmente hacia todo proyecto que reforzara de una u otra manera
sus propios intereses. Por ejemplo, los ferrocarriles. Este esquema productivo rigiendo las
economías locales, comúnmente denominado como “Modelo Agroexportador”, permitió
integrar los distintos procesos económicos y formar un sistema unificado 3. Si desde el plano
mundial los factores mencionados contribuyeron a explicar este esquema, a nivel local – más
allá de las condiciones naturales de la productividad de estas tierras- lo hizo la consolidación
política del proyecto nacional inspirado por la “Generación del ‘80”. Los conflictos internos
existentes entre la provincia de Buenos Aires, el Litoral y el interior se resuelven a favor del
federalismo que, paradójicamente, al imponer el libre comercio, termina condenando a las
economías regionales al estancamiento y subdesarrollo, por estar imposibilitadas de competir
con los productos importados que ahora circulaban libremente. A partir de ese momento, se
concretó un fuerte vínculo económico-político del país con Gran Bretaña 4, en una relación

2
Luego del dinamismo que evidenciara la producción y las exportaciones de cuero, sebo y tasajo durante
el período de transición que va de 1810-1860, comenzaron a exportarse productos agropecuarios,
principalmente lanas y, ya entrado el siglo XX carnes enfriadas, donde empiezan a formarse como grupos
económicos los distintos sectores de la cadena de valor, destacándose los frigoríficos ligados a capitales
ingleses. Este esquema no implica la total inexistencia de industrias locales, sino que las pocas que se
desarrollaron lo hicieron vinculadas al sector exportador y al necesariamente mercado interno que
también se desarrollaba (Ferrer 1967).
3
Se consolida en el marco del esquema mundial de relaciones económicas y políticas entre países
conocido como centro-periferia.
4
El vínculo con Gran Bretaña en particular y con Europa en general, excede lo puramente económico al
tener connotaciones culturales muy fuertes, observadas, por ejemplo, en los gustos locales por los bienes
mutuamente beneficiosa para la potencia insular y las elites locales comerciantes y propietarias
de las tierras más productivas, que se vinculaban en las cadenas de valor de los distintos
procesos productivos más destacados, orientados hacia el mercado externo. De este modo, el
liberalismo económico y sus teóricos beneficios quedaron instaurados como una verdad
incuestionable y cuasi-natural, promovida y difundida por los centros de poder hacia el resto de
la sociedad, a la cual, en un principio, muy pocos actores políticos se atrevieron a cuestionar.

Al adoptar semejante postura, con el paso del tiempo, Argentina quedó condenada a ser
un país con características de periferia subdesarrollada con un núcleo o sector muy pequeño con
grandes ingresos (los dueños de las actividades económicas más rentables dentro del modelo) y
el resto de la población distribuido entre población criolla desplazada y empobrecida y sectores
medios de ingresos inferiores a los países que supieron industrializar su estructura productiva.
En las condiciones de productividad dadas, la industria local, relativamente más cara y de peor
calidad, nunca pudo competir con aquellos países que llevaban años desarrollándola. Así,
Argentina quedó circunscripta a la venta de productos primarios, sin mucho valor agregado.
Asimismo, al ser una porción de la sociedad muy pequeña la que recibía los ingresos
provenientes de la exportación, que a su vez consumía en mercancías provenientes de los países
centrales, los supuestos beneficios económicos quedaban acotados y no se derramaban a toda la
sociedad, con la consiguiente polarización social.

La inmigración europea, sin embargo, comenzó a cambiar el cuadro económico-social, en


especial al momento de la celebración del Primer Centenario de la patria. Se fue conformando
un mercado interno en expansión, con un proceso de urbanización de creciente importancia. De
allí surgieron los primeros esbozos de una estrategia de industrialización acotada y limitada por
el esquema ya expuesto de libre importación de bienes manufacturados desde Europa. La
Primera Guerra Mundial vigorizó este proceso e incorporó clases medias urbanas a la actividad
productiva y a los trabajadores respectivos como fuente de consumo en expansión, dado el
cierre de las fronteras por el conflicto bélico. En el sector agrario, los inmigrantes productores
de los bienes alimenticios, en especial cereales, se fueron constituyendo en una masa dinámica y
protagónica, con inusitada rebeldía social.

2.1.2. La industrialización sustitutiva y las bases para un nuevo modelo de


acumulación

Finalizada la primera guerra mundial, habría que esperar hasta la Crisis mundial de 1930 5
para que, el país en particular y el sistema económico en general, dieran cuenta de las
limitaciones que el liberalismo económico poseía. La gran crisis del ’30 significó para
Argentina un punto de inflexión en su historia, al resquebrajar las bases sobre las que se sostenía
el modelo agroexportador. Los países centrales respondieron a la coyuntura cerrando sus
importaciones para proteger a sus mercados internos y repatriando capital. Gran Bretaña
particularmente, se encaminó a cerrar filas con sus colonias. Lo que ocurrió fue un descenso
abrupto del comercio mundial y una brusca caída de los términos de intercambio en detrimento
de los productos que Argentina vendía, por lo cual el impacto fue profundo. Nuestro país
respondió en el plano económico con un buen número de medidas económicas que atinaron a
paliar la precaria situación y se encaminó, con el gobierno conservador de dicha década a
aceptar, por primera vez, una activa intervención del Estado para regular aspectos esenciales de

de consumo importados.
5
Para ese entonces el ascenso de los EE.UU. como potencia mundial era indiscutido, en gran parte debido
al proteccionismo a sus industrias debidamente adoptado.
la vida económica. Tal regulación hizo concluir la etapa más vigorosa del modelo
agroexportador, aunque no intentó descartarla cuando se reestablecieran las relaciones
económicas, financieras y comerciales que la crisis había interrumpido.

En términos de los dos modelos a los que aquí se hace, el período de la década del 30 y el
que transcurre cuando los efectos de la Segunda Guerra Mundial reducen los flujos comerciales
externos, permiten una intensificación singular del proceso de sustitución de importaciones. En
ello influye, sin duda, la presencia crecientemente activa del Estado para sostenerlo. Al mismo
tiempo, sobre todo durante los 30 y el inicio de los 40, la estrategia agroexportadora no pretende
rendirse y de la mano de los fuertes intereses concentrados en torno a la oligarquía terrateniente
(pacto Roca-Runciman), intenta sobrevivir.

Esta situación de indefinición, que se va saldando por la mera acumulación de recursos,


capital y fuerza de trabajo en torno a los grandes centros industriales abastecidos por una
migración interna muy vigorosa, va marcando la evolución de la sociedad de mercado pleno a
un modelo basado en la valorización productiva y del trabajo.

Las fuerzas económicas y sociales internas se consolidan progresivamente en torno a la


industrialización, viabilizando la emergencia de un nuevo proyecto político, el peronismo, que
se asienta sobre la alianza de los emergentes sectores populares urbanos, un sector organizado
del Ejército y la naciente burguesía industrial.

Hacer la historia de la vigencia plena del modelo de Sociedad de Trabajo, en el plano


económico-social, llevaría una extensa cobertura, que no es posible desarrollar en este
documento. Remitimos a la abundante literatura académica y política que se refiere al periodo
1944-1955. Pero sin duda, el impulso a la presencia del Estado como protagonista central para
el desarrollo de un proceso de acumulación de capital basado en el consumo interno, la
organización de los trabajadores como motor de respaldo a dicho modelo de crecimiento y la
presencia de sectores empresariales pequeños y medianos que acompañan el proyecto, son los
aspectos más destacados de la nueva estrategia. Pleno empleo, elevación sustancial del salario
real, empresas estatales proveedoras de bienes públicos a la sociedad y de insumos al aparato
productivo, legislación social de acompañamiento al fortalecimiento del ingreso de los
consumidores urbanos y rurales, etc. marcan la presencia de una clara demostración de la
vigencia de gran parte de los postulados de la sociedad de trabajo. Es un proyecto de país
claramente contrapuesto al modelo agroexportador. En el mismo, la consolidación de una
transformación social de magnitud, basada en una acelerada industrialización, tanto en la
industria liviana como pesada y semi-pesada, es respaldada por la mayoría del movimiento
obrero organizado y otras fuerzas sociales afines. Las dificultades económicas que surgieron e
impidieron consolidar el modelo, las contradicciones que, en el último tramo del período,
comenzaron a surgir dentro de la citada alianza y las notorias insuficiencias en una necesaria
apertura del marco político para ensanchar el espacio que pudiera reforzar la continuidad del
proyecto e incorporar a los sectores medios, fueron caldo de cultivo para que se produjese el
alzamiento militar de septiembre de 1966.

Producido el derrocamiento de la citada experiencia por un Golpe Militar, el proceso de


sustitución de importaciones no se detiene pese a las notorias restricciones a la presencia de los
trabajadores en el disfrute de la sustancial parte del Ingreso Nacional que habían obtenido en la
etapa política anterior.
Otra vez, pero en camino inverso, se producen situaciones institucionales que dan origen
a gobiernos surgidos tanto de elecciones como de asonadas militares que, si bien, se orientan
hacia el retorno a una sociedad de mercado, el mismo nunca se completa y la disputa social
mantiene abierta la incógnita de la orientación final del régimen de acumulación imperante.

Sin embargo, los intereses y actores que son el sustento del reestablecimiento de la
orientación hacia una sociedad de mercado o dicho de otro modo, que con la Revolución
libertadora intentan reestablecer el modelo de acumulación en Argentina con sustento en las
ventajas comparativas de la división internacional del trabajo liderada por las grandes potencias
industriales, no van a descansar en el período siguiente.

Desde 1955 a 1976, la característica es la permanente inestabilidad política, los cambios


de rumbo en torno al régimen social de acumulación, la presencia creciente del capital
extranjero en el proceso de desarrollo industrial y la concentración creciente de la tierra y del
capital productivo.

Pese a todas estas variaciones singulares del perfil económico-social que subyace, en
general, por debajo de la contienda política que en algunos tramos lleva a situaciones de
violencia incontrolada desde el mismo aparato del Estado, sigue predominando un modelo
económico-social que detenta aspectos combinados de los dos esquemas dominantes en el
devenir histórico.

Así, mientras la participación del trabajo en el ingreso nacional tiende a reducirse


paulatinamente, la protección aduanera no cesa y permite que el desarrollo industrial, dominado
de modo ininterrumpido por grandes empresas de capital nacional y extranjero, siga
constituyéndose en la locomotora del crecimiento económico. También, y se debe hacer notar,
el conjunto de las empresas de servicios públicos y de producción de insumos intermedios
fundamentales permanece en manos del Estado.

Sólo en tres años, el período que media entre 1955 -caída del peronismo- y 1976- la
emergencia de la Dictadura Militar genocida- se intenta, sin éxito y con un final trágico,
restaurar a pleno la sociedad de trabajo. Fue en la presidencia del Dr. Illia. Pero la debilidad
política del gobierno sumada a la proscripción y los conflictos internos en el peronismo 6 ponían
a los sectores populares en un escenario de fragmentación e intereses encontrados que favoreció
sin dudas a los sectores y actores representantes de los intereses más concentrados quienes, con
una coalición de intereses que incluyen desde la Sociedad Rural, hasta los grandes inversores
nacionales y extranjeros y los medios de comunicación, logran el control de la situación política
con un nuevo golpe.

El período que se abría no iba a ser fácil tampoco para el nuevo elenco que inauguraba un
nuevo período de facto. La resistencia iniciada apenas llegado el nuevo gobierno, se fue
transformando en una acción de repulsa y movilización que pasó por el Cordobazo y la Hora del
pueblo sumado a otras importantes movilizaciones y a la acción de los sectores democráticos
que poco a poco se irían consolidando, a pesar de sus contradicciones. Este proceso fue

6
El peronismo, había sido suprimido como expresión política durante un largo período de proscripción.
Sin embargo, es Illia quien levanta a inicios de 1964 la proscripción y los sindicatos lideran una
reorganización del Partido Justicialista –la nueva denominación del Partido Peronista-. Con un intento de
regreso de Perón, que fue finalmente frustrado, nuevamente era proscripto el Partido Justicialista en
marzo del 65, aunque igual se presenta a elecciones parlamentarias como Unión Popular, logrando un
importante triunfo con 36% de votos.
gestándose desde el inicio del gobierno de Ongania pasando por Levingston y Lanusse hasta
llegar a la presidencia de Campora quien expresaba al Peronismo por mandato explícito de
Perón, preparando el terreno para su regreso.

Tras la muy breve primavera “Camporista”, que insinúa un intento de cambiar el


escenario político para entrar en un régimen de acumulación basado en una sociedad de trabajo
con perfiles organizativos e institucionales muy radicalizado, el ciclo democrático es
interrumpido nuevamente y la iniciativa fracasa. Una nueva irrupción del Poder Económico
concentrado y antiestatista apoyado por las Fuerzas Armadas y dispuesto a silenciar a sangre y
fuego el conflicto social instala una férrea Dictadura Militar dispuesta a instaurar a plenitud, con
los perfiles propios de la contemporánea situación nacional e internacional, una sociedad de
mercado.

2.1.3. Desde la Dictadura hasta la crisis del 2001.

Desde el golpe de Estado de 1976 hasta la implosión de la Convertibilidad cambiaria


hacia fines del año 2001, el país soportó por casi tres décadas los embates del modelo
neoliberal, modalidad que adopta el capitalismo a escala mundial y local a través de un proyecto
en donde el trabajo es definitivamente desplazado del eje del modelo de regulación social.

Se instaura, así, como razón última de la acumulación capitalista la valorización


financiera del capital, la ruptura de los contratos entre capital y trabajo para la distribución
consensuada del producto social y la ausencia del Estado como protagonista del proceso de
regulación de las relaciones sociales al interior de la sociedad.

El golpe de Estado de 1976 impone en la Argentina un nuevo patrón de acumulación


del capital que con diferentes grados y con un avance insoslayable durante los 90´, aún hoy
continúa obstaculizando los avances en la política económica en dirección al otro modelo
que se orienta hacia el impulso del sistema productivo con énfasis en el trabajo.
La lógica de acumulación y distribución del ingreso de la industria sustitutiva, que
rigió hasta 1976, fue reemplazada a través de la gestión política de la Dictadura por una
lógica sustentada en la valorización financiera. Es decir, una estrategia centrada en la renta
financiera como pilar fundamental de la acumulación de capital en manos de los grandes
inversores.
La dictadura basó su política económica en la liberalización generalizada de los
mercados y la apertura indiscriminada de la economía al exterior, produciendo una inédita
reestructuración del sector industrial, en la cual miles de establecimientos desaparecen 7 a la
vez que se consolidan algunas ramas de la industria en forma selectiva con un claro
predominio de los grandes grupos del capital nacional e internacional.
Si analizamos el fenómeno más detenidamente, podemos afirmar que la apertura no
fue “indiscriminada”, sino “discriminatoria y asimétrica”. "Se protegió de las
importaciones a las ramas con ventajas comparativas, a las intensivas en recursos
naturales, a las oligopólicas y a las productoras de bienes no diferenciados. A la vez, se
redujo brusca y profundamente la protección a los sectores más intensivos en mano de obra
calificada, en conocimientos tecnológicos y en ingeniería, a los menos oligopolizados y a
los productores de bienes más diferenciados. En síntesis, se protegió al capital concentrado

7
En especial los de menor tamaño, fueron desapareciendo transfiriendo la capacidad de la generación del
excedente económico a las múltiples operaciones especulativas.
y se desarticularon las ramas vinculadas al capital menos concentrado y a los
profesionales y a los obreros calificados, todos ellos importantes en las alianzas
económico-sociales que sustentaron el proceso económico y social de la posguerra"
(Azpiazu y Nochteff, 1998).
En el modelo de acumulación que se consolida en esta etapa se produce una masiva
transferencia de ingresos del trabajo al capital. A su vez, la puja distributiva al interior del
capital, se resuelve a favor de los grupos económicos concentrados en detrimento de las
pequeñas y medianas empresas independientes y de las especializadas.
El balance de este proceso se expresa en la profunda regresividad distributiva y en la
“novedosa” y creciente exclusión social producto de la desestructuración del trabajo
asalariado con altísimos niveles de desempleo, subempleo y la drástica caída del salario
real.
En el epílogo de tal período, que se pretendió modificar con la experiencia “alfonsinista”
en la restauración democrática, intento que fracasó a poco de formularse, una nueva sociedad
quedo perfilada como resultado de las transformaciones iniciadas sólo unos años atrás.

Las transformaciones en la estructura económica y social de la Argentina, impuestas a


sangre y fuego por la dictadura militar, continuaron su proceso de consolidación con el
inicio de la democracia. Esta etapa se identifica con la crisis de la deuda. La economía se
debate entre el estancamiento y la crisis, “...se consolida estructuralmente la valorización
financiera...el proceso económico es conducido por los grupos económicos locales, los
conglomerados extranjeros y la banca acreedora” (Basualdo, 2001).
Hacia 1990, luego del impacto del proyecto militar y el fracaso del gobierno
“alfonsinista”, la Nación se encontró con un entramado social degradado y un aparato
productivo altamente dañado, efecto de una política económica y social que intentó borrar
cualquier vestigio del período sustitutivo de importaciones. Se destruyó así, el esfuerzo político
y el anhelo de las mayorías populares por transformar la matriz productiva nacional.

El contraste entre el país post-dictadura frente al que surgió en 1945 y perduró, con
fuertes altibajos, hasta 1976, es innegable8.

La década de la Convertibilidad apuntó a consolidar este proceso de destrucción y a


profundizar la conversión de una sociedad que sabía de experiencias transformadoras que
tendían a la igualdad social y el progreso colectivo en torno a un modelo de afirmación del
trabajo nacional, hacia un esquema que privilegió la especulación financiera y la apertura
indiscriminada de las relaciones económicas internacionales.

8
La crítica no debe permanecer solo en las palabras. Si se observa la evolución o tendencia de cualquier
indicador económico o social básico de las estadísticas nacionales de las últimas tres décadas, por
heterogéneo que sea, como por ejemplo: crecimiento del PBI per cápita, nivel de endeudamiento del
Sector Público, deuda externa, cuenta corriente del Balance de Pagos, producción industrial (EMI) y su
participación en el PBI, inversión pública y privada, empresas estatales, distribución del ingreso (entre
capital y trabajo), inflación, Índice Salarial, concentración y extranjerización de las industrias nacionales,
producción de las economías regionales, tasa de desocupación, pobreza e indigencia, IDH, etc., ninguno
presenta valores favorables, sino profundas y generalizadas caídas. Evidencia concreta que el modelo
impuesto – a sangre y fuego- se trató de un atentado económico y social sin precedentes históricos.
El derrumbe provocado por esta experiencia dejó un balance claro expresado en una
radiografía de la sociedad argentina con perfiles altamente regresivos, de descomposición social
y de retraso singular de la evolución del aparato productivo.

El comienzo del siglo XXI mostró, como nunca antes, las miserias y calamidades sociales
que pudo inferir al tejido socioproductivo nacional la experiencia argentina del Consenso de
Washington.

Lo que se percibía a inicios de este siglo eran los resultados de la política económica
del gobierno que asume en 1989 y es reelegido en 1995 junto al mandato incompleto que se
inicia en 1999 y finaliza dramáticamente en 2001.
En los inicios, luego de sucesivos intentos de reconstruir el poder necesario para
lograr una salida exitosa de la crisis de la hiperinflación de 1989, se consolida una alianza
entre la clase política y los sectores del capital en pugna en el período anterior que logra el
afianzamiento y la profundización del modelo de acumulación iniciado en el 76 durante
toda la década del 90.
Dicho patrón de acumulación, se expresa a través de estrategias como la amplia
apertura externa, el tipo de cambio fijo y extremadamente bajo, la elevada tasa de interés
pasiva y activa, la ausencia de control en el ingreso de capitales de corto plazo, etc.
La creciente desindustrialización del país se produce en el contexto de una estrategia
de los grandes grupos locales y extranjeros de concentrarse en actividades en las cuales el
país cuenta con ventajas comparativas 9, generando un proceso de primarización 10 del
aparato productivo. El capital más concentrado se centra así en las actividades más
competitivas de la economía, profundizando la redistribución de los ingresos de la industria
en su favor. Dicha concentración sería complementada en una segunda etapa por una
creciente centralización del capital, especialmente en manos extranjeras 11, configurando el
proceso de extranjerización de la economía.
La mencionada primarización del aparato productivo implicó la desarticulación de un
otrora denso entramado productivo, generando una creciente expulsión de trabajadores por
parte de los sectores perjudicados por el modelo. Se evidencia entonces un alza del
desempleo, factor que pasaría a ser estructural, constituyendo el principal medio de
disciplinamiento de la clase trabajadora. Los inéditos niveles de desempleo generan un
cambio en los reclamos por parte de los trabajadores, se dejan de lado los históricos
reclamos salariales, y se pasa a la defensa de los puestos de trabajo. A la vez que el modelo
logra quebrar y fragmentar a las organizaciones sindicales 12, surgen movimientos populares
con movilizaciones masivas que llevan la disputa social a rutas y calles de todo el país.
La flexibilización de las condiciones de trabajo, producida de hecho durante los ’90, y
legitimada por una polémica ley a finales de la década, se da en el marco de un cambio en la
visión del salario, eliminándose su rol de motor de la demanda, de modo que pasa a ser,

9
Ya sea esta natural o consecuencia de regímenes de protección como el caso de la industria automotriz.
10
Schorr, M. 2004.
11
Brinner, Schorr, 2002.
12
Los cuales se fracturan principalmente en el momento más crítico en 3 organizaciones (la CGT, el
MTA y la CTA.
solamente, un costo a reducir. En ese proceso, que se extiende en todo el período, prolifera
el empleo no registrado y caen sensiblemente los salarios.

2.1.4. Del retraso cambiario y social hacia un nuevo modelo de acumulación.

Sin embargo, nuestro país ha sabido recuperarse de esa realidad. Luego de un breve
período transicional desde el crack del 2001 13, a partir del 2003 con la presidencia de Néstor
Kirchner, primero, y Cristina Fernández después, la Argentina volvió a encontrarse en
condiciones de redireccionar la historia nacional al aprovechar las condiciones políticas
existentes e implementar paulatinamente, con las especificidades temporales pertinentes, un
modelo económico transformador. El objetivo es diversificar e integrar una estructura
productiva en la cual puedan crecer, integrarse y desarrollarse todos los sectores de la economía
nacional, de manera tal de contrarrestar definitivamente la opción primaria y rentística a la que
nos condena el neoliberalismo en cualquiera de sus variantes.

Desde hace siete años se ha puesto, en fase fundacional primero, y de consolidación


después, un modelo de acumulación con claros objetivos de reconstruir y relanzar una sociedad
de trabajo, en la cual la diversificación productiva de bienes y servicios contrarresta la
preeminencia de un modelo sostenido en la especulación financiera y la economía primario
exportadora como motor del crecimiento14,

¿Cuáles han sido los pilares sobre los que se sostiene el actual modelo?

Sin duda alguna, la recomposición de la autoridad y legitimidad del Estado como actor
preponderante de la vida económica y política del país, conjuntamente con el retorno de la
deliberación política como instrumento rector de las acciones públicas, juegan un papel
excluyente. Desde este lugar preponderantemente democrático se construye el resto del
andamiaje político y económico que forma el nuevo modelo.

La convicción ideológica de los actores sociales erigidos como impulsores del cambio se
ve plasmada en el conjunto de la política económica que desde el Estado realiza el Gobierno
desde el 2003. Cuáles son las principales acciones y los beneficiarios de dichas políticas,
muchas de ellas en plena marcha y otras en gestación?

Para explicitarlo hemos preparado una sintética tabla- basada en la experiencia de la


Argentina contemporánea- en donde se cotejan los componentes básicos de una estrategia de

13
Este constituye un punto de discusión muy importante, ya que desde diversos sectores políticos se pone
en tela de juicio la postura de que el actual modelo representa un quiebre definitivo al neoliberalismo de
las últimas décadas, para afirmar que lo fundamental del actual período es haber terminado con la
convertibilidad cambiaria. Desde nuestra perspectiva, se trata de una apreciación injustificada. En
principio porque el grueso de las políticas económicas que sostienen y caracterizan el modelo actual son
mayoritariamente contrarías a los postulados neoliberales y, por otra parte, quienes toman semejante
postura, no ponderan como debiesen las circunstancias y acontecimientos históricos y contemporáneos
nacionales y mundiales, en términos políticos y sociales, que funcionan como un verdadero freno a la
profundización de las actuales políticas transformadoras. En fin, el período que quebró la convertibilidad
pero no el neoliberalismo fue este período transitorio. La posición política respecto de la situación actual
del país de los distintos protagonistas del gobierno de aquellos años, no hace otra cosa que confirmarlo.
14
Países como Australia o Canadá, los cuales comúnmente se comparan en condiciones con Argentina,
poseen una economía diversificada e integrada en donde conviven los sectores primarios, industriales y de
servicios.
sociedad de trabajo, donde priman los principios de creciente equidad y justicia distributiva
contrapuestos a los elementos de una sociedad de mercado, de perfil social excluyente y de neto
carácter regresivo. Lo que básicamente distingue los dos modelos es que, en el primero, el poder
descansa en las manos de una coalición popular con eje en los sectores del trabajo organizado y
el conjunto de las franjas sociales incluyendo a los de menor ingreso y riqueza. El segundo, en
cambio, articula una estructura de poder altamente concentrada, con lazos internos y externos
con el capitalismo financiero especulativo y los sectores de la sociedad altamente regresivos.

Tabla 1: Componentes esenciales de una estrategia de desarrollo basada en Modelos de


sociedad contrapuestos.

Modelo económico inclusivo y Modelo económico de exclusión


Dimensiones o
de justicia distributiva o de social y de distribución regresiva o
Procesos
Sociedad de Trabajo de Sociedad de Mercado

Sostenida por la deliberación Se convierte en el dominio de


Economía
política los técnicos

Actor principal en la Marco jurídico para la


economía de un país, fijando realización y protección de los
Estado
prioridades productivas con el negocios de las corporaciones
conjunto de la sociedad.

Mercado sometido a los Mercado sin controles


controles estatales. Aliento estatales ; economía sometida a la
Mercado especial a los procesos ley de la oferta y la demanda
solidarios basados en la dominada por los grandes grupos
Economía Social económicos

Actividad productiva Actividad tendiente a la


basada en procesos social y consolidación de una economía
ambientalmente sustentables agroexportadora basada en procesos
.Aliento de la agricultura rentísticos-financieros. Agricultura
Agro
familiar destinada a lograr la sin agricultores.
plena soberanía alimentaria
nacional. Agricultura con
agricultores

Depende del desarrollo El consumo de productos


del mercado interno y de la industriales depende de la
limitación de la importación: importación: des-industrialización
Industria industrialización para sostener
el empleo urbano y crear valor
agregado.

Organización del El país se desarrolla a Países especializados en


mercado mundial través de tramas productivas determinadas producciones en
diversificadas, con reparto términos de ventajas comparativas
equitativo de excedentes entre estáticas abandonando otras a la
los agentes económicos importación. Argentina como país
involucrados, integrándose al agrícolo-ganadero.
comercio internacional a través
de acuerdos regionales

Organización de acuerdos Globalización como única


regionales (MERCOSUR, lógica del capitalismo para todas las
Mundialización UNASUR) que se insertan con regiones por igual que beneficia a los
sus características al países centrales.
capitalismo global

Redistribución: Acumulación: Teoría del


Distribuida por el Estado que derrame: primero acumular y
supone la democratización del después distribuir. La distribución
Riqueza acceso al crédito, al capital, a la depende de las relaciones de poder
tecnología, al conocimiento y al dentro de la Sociedad, que
excedente económico determinan un dominio acentuado
del sector más concentrado.

Mercado interno como El dinamismo de una


instrumento de integración economía se logra por el desarrollo
nacional. Esto supone la del mercado externo por eso se
desconexión de los precios supone la necesidad de salarios bajos
internos de los externos para hacer más competitivas las
Crecimiento
mediante el cobro de los exportaciones
derechos de aduana de la
exportación por parte del Estado
y la limitación de
importaciones.

Debe expandirse a Disminución del crédito barato


empresas y personas. La obra y endeudamiento externo del país
pública financiada por los para la realización de obras públicas
Crédito
créditos locales o de banca
pública regional (BANCO DEL
SUR)

Superávit mellizos (el Compensada con el


Balanza
fiscal y el de comercio exterior) endeudamiento externo.
comercial / fiscal

Tipo de cambio Tipo de cambio alto y Tipo de cambio libre,


competitivo que garantice la preferentemente bajo para permitir la
salida exportadora creciente, importación de bienes del exterior
torne los productos cada vez provenientes de las grandes
más competitivos y amortigüe multinacionales (maquinarias, bienes
la competencia externa de los de consumo, productos intermedios,
productos importados etc.) Posibilidad de entrar y salir
libremente con capitales a tipo de
cambio prefijado para negocios
financieros de cortísimo plazo

Intenta fortalecer el Intenta fortalecer la ganancia


empleo formal en las del capital concentrado, con políticas
aglomeraciones urbanas y del de ajuste y flexibilización del
área rural a través del trabajo.
Empleo incremento de la actividad
productiva con la agregación
de valor y de los servicios
asociados a ella, estimulando el
incremento del empleo.

Salarios como Salarios bajos para hacer más


determinantes del desarrollo del competitivos los productos porque el
mercado interno. A mayor salario se considera como la mayor
salario mayor gasto; a mayor incidencia en el valor final del
Salarios
gasto más crecimiento de las producto. Para esto hace falta una
industrias y mayor empleo masa de desempleados de modo de
hacer que sea menor la demanda de
trabajo que la oferta.

Sobre los beneficios y la Bajo sobre la riqueza,


riqueza acumulada, sobre la alentando la supuesta capitalización
Impuestos
exportación de bienes con alto de los más ricos y bajos porcentuales
contenido de renta de la tierra sobre las ganancias.

Aliento a tasas de interés Total libertad del sistema


activas iguales o menores que la financiero para fijarlos sin
tasa de inflación y otorgadas prioridades ni beneficios selectivos
Tipo de interés con criterios selectivos según
grupo social y destino
productivo, con subsidios para
bajarlos lo máximo posible.

Aspectos fundamentales de la política económica del modelo de sociedad del trabajo o de


inclusión social con equidad distributiva.

A lo largo de todo este último período se destacan una serie de medidas encuadradas
tanto en la micro, meso, y macroeconomía, sin las cuales el modelo de Sociedad de Trabajo
resultaría inviable. Analizaremos un poco más en profundidad cuáles son los fundamentos
teóricos en materia económica que existen detrás de ellas.

 Tipo de cambio y retenciones a las exportaciones agrícolo-ganadera.

El modo de producción capitalista funda la actividad económica sistémica en base a la


obtención de ganancias de las empresas privadas que lo integran. Los costos y los precios de
venta de los bienes producidos (donde el tipo de cambio externo repercute automáticamente),
son variables deterministas de las distintas rentabilidades sectoriales, sobre las cuales se
establece el destino de las inversiones de los capitales que buscan una mayor tasa de ganancia.
Este movimiento constituye un estímulo al crecimiento de esa esfera de la economía.

Pasado el tiempo necesario, si el resto de las condiciones económicas lo permiten, el


crecimiento coyuntural del sector termina por consolidarse, dando forma a la estructura
económica de un país o región. Por esto se entiende que, desde una perspectiva más abarcativa,
las actividades económicas más rentables, al definir donde se producirá la acumulación
capitalista, terminan delineando la estructura social. Desde esta posición resaltamos la
importancia para el país de optar por uno de los dos modelos económicos en disputa.

Se debe tener siempre presente que los lineamentos de la política económica, sea por
acción o por omisión, se diseñan a fin de repercutir de una determinada manera y con un
objetivo específico, impactando finalmente en toda la sociedad.

La particularidad de la estructura económica de nuestro país, caracterizada por los


desequilibrios, implica la existencia de un sector o esfera dentro de la economía nacional con
una productividad superlativa. Aquí, el sector agrícola-ganadero de la Pampa Húmeda, por sus
cualidades naturales, es el que posee esas características.

En materia económica, si se libera el comercio exterior, el patrón de precios relativos que


define las rentabilidades de los distintos sectores, llegaría desde afuera. Al contar Argentina con
un sector fuertemente competitivo, del intercambio comercial externo, resultaría un tipo de
cambio de equilibrio tal, que solamente las actividades que cuentan con esa ventaja comparativa
podrían sobrevivir a la competencia internacional. El resto de los bienes en el mercado interno –
de origen industrial – serían importados, sencillamente porque, dada la mayor productividad con
que cuentan los países industrializados, serían más baratos que los de producción nacional. Así,
las condiciones para el crecimiento de la industria desaparecerían. Optar por este modelo es, en
definitiva, apostar la economía nacional a un solo sector, con el consecuente impacto en la
sociedad.15 Esta fue la experiencia de los 90.

Para corregir este problema (el de adoptar el patrón de precios internacional) el gobierno
puede, mediante instrumentos de política económica, establecer un tipo de cambio diferenciado,
a fin de modificar las rentabilidades de las distintas esferas de la economía. Esto implica tener
un tipo de cambio competitivo conjuntamente con un impuesto a las exportaciones de los bienes
primarios (lo que se conoce como retenciones). Es importante remarcar que, para garantizar la
efectividad de las medidas, necesariamente se debe aplicar esa combinación de instrumentos
entre tipo de cambio competitivo y retenciones, porque si solo existiese un tipo de cambio
competitivo (tener un dólar caro) los precios de los productos agrícolas internos se equipararían
con los internacionales, desencadenando un aumento de salarios para compensar la suba de los
precios de los bienes que forman parte de la canasta básica alimentaria. El aumento de los
salarios repercutiría en los costos del sector industrial, diluyendo su competitividad, e
impidiendo finalmente su crecimiento. En este sentido, el efecto de este esquema
macroeconómico, se vuelve crucial en todo modelo que tenga como meta diversificar la
estructura de la economía. Sin embargo, muchos sectores políticos-económicos fijan sus críticas

15
Recordemos que toda la cadena agroalimentaria del país emplea solamente un tercio de la fuerza de
trabajo, de acuerdo a Ferrer, Las oportunidades que emergen: Soja y retenciones para una Argentina
“góndola del mundo” en Diario Tiempo Argentino (22/10/2010).
resaltando solamente el aspecto recaudatorio para las arcas públicas que tienen las retenciones o
discuten el supuesto carácter confiscatorio sobre esa renta extraordinaria 16.

Algunas acciones paradigmáticas de la política económica y social dentro del modelo de


sociedad de trabajo pueden ilustrar el perfil de la política económica de la etapa actual, que
apunta a consolidar un mercado interno sólido, dotar de recursos financieros a los sectores de
menor nivel de concentración del capital y garantizar la solvencia financiera del Estado. En
varios de ellos, además, prima la prioridad de que se constituyan en la afirmación permanente
de un modelo de sociedad con elevada inclusión social y amplia justicia distributiva.

Citamos, como ejemplo, tales acciones paradigmáticas:

 El plan de desendeudamiento del Estado, mediante el uso de reservas, a fin de


mejorar la posición financiera del país y ganar independencia, que comenzó en la muy exitosa
reestructuración de la Deuda Pública- la más importante de la historia financiera mundial-,
prosiguió con la amortización de la deuda con el FMI. y culminó con la reciente segunda etapa
definitiva de la reestructuración del endeudamiento del Estado.

 El retorno al ámbito estatal del sistema previsional, que dota al Estado de


importantes fondos públicos para afrontar contingencias desfavorables y estimular el
crecimiento económico-social. Aumento de la jubilación mínima que duplica la tasa de inflación
desde 2003 y la incorporación de dos millones de jubilados nuevos, en especial aquellos que
nunca se hubieran jubilado por la carencia de documentación pertinente.

 El sistema vigente de subsidios al consumo (transporte, energía, etc.), a fin de


atender las necesidades de los sectores más vulnerables, herencia del modelo económico del
pasado.

 La política de protección industrial, en el marco de los lineamientos de la


OMC, para evitar daños de la competencia desleal externa.

 La implementación de créditos blandos, a tasas subsidiadas gestadas desde


los más diversos instrumentos de políticas públicas para micro-emprendimientos y
PYMES, orientadas hacia la formación de capital de trabajo y bienes de inversión.

 La estatización de empresas privatizadas que fracasaron en la provisión social


de los servicios públicos.

 La asignación universal por hijo.

Las acciones mencionadas son buenos ejemplos que dan cuenta de la orientación mayoritaria en
la economía política actual. Sin embargo, nos parece pertinente agregar un último capítulo
destacado de la política económica y social que muchas veces pasa desapercibido en la
discusión de las tendencias observadas en el régimen de acumulación en los años recientes. Se
trata de la promoción y el fortalecimiento de la Economía Social y Solidaria como parte de la
construcción de una sociedad más justa e igualitaria.

16
Por uno u otro motivo, el país nunca pudo centrar el debate en el ámbito de la opinión pública, del
rechazado proyecto de Ley de Retenciones Móviles, conocido como la 125, hacia esos fundamentos.
2.1.5. La Economía Social y Solidaria, base fundamental para una sociedad inclusiva.

La Economía Solidaria encuentra su identidad en el esfuerzo de cooperación entre seres


humanos empeñados en ofrecer otras formas de gestión alternativas de la actividad productiva,
que reconozca como eje fundamental la cooperación, la solidaridad en toda la cadena de valor,
el cuidado y respeto por el planeta. Comprende todas las expresiones productivas de bienes y
servicios que se rigen por el principio fundante de asegurar la mejora en la calidad de vida de
las sociedades; contraponiéndose a los objetivos hegemónicos del sistema capitalista, que
privilegia el lucro, la competencia y la obtención de la máxima tasa de ganancia individual.
En la Economía Solidaria sobresale, como rasgo básico, la fusión en una misma figura del
trabajador/a y el propietario/a de los medios de producción.
Las primeras manifestaciones de economía solidaria se conformaron en la Inglaterra de fines del
siglo XVIII y principio del XIX, simultáneamente a la emergencia de la revolución industrial,
como reacción espontánea de ciudadanas y ciudadanos que sentaron las bases del
cooperativismo, en asociación libre, democrática y de autogestión.
Desde entonces, estos principios que tuvieran su expresión inicial con el surgimiento del
cooperativismo y el mutualismo, se extendieron universalmente.
En la Argentina, tales formas organizativas democráticas y altamente participativas se
conocieron a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, traídas como experiencia y práctica
política por los inmigrantes europeos.
Sin embargo, desde la prehistoria, los seres humanos solían reunirse para cazar, pescar y realizar
otras actividades productivas para sostener y reproducir la vida, utilizando herramientas e
instrumentos de propiedad común y organizada en torno a un jefe o líder elegido por ellos
mismos.
A partir del Siglo V, Europa muestra experiencias productivas de naturaleza cooperativa,
muchas de las cuales se han mantenido hasta épocas recientes, entre las que se destacan: en el
territorio actual de Francia y otros países, los “frutieres” o queserías cooperativas, semejantes a
las actuales cooperativas agrarias de colocación de producción; en la historia de los pueblos
eslavos, la “zadruga” y el “mir”, similares a las cooperativas de colonización, y el “artel” que,
en el mismo sentido, se asemeja a las actuales cooperativas de trabajo; en la experiencia de los
pueblos germánicos, se observan diversas asociaciones de agricultores que se asocian para
concretar obras de riego, diques y explotación de bosques, entre otras.
Por su parte en América, los pueblos originarios desarrollaron formas organizativas
cooperativas de producción hasta la colonización española. Se destacan los “Calpulli“ o
“Calpullalli” de los aztecas17, en el actual territorio de Perú, por un lado, y los Incas que
asignaban anualmente a cada comunidad, en usufructo, una determinada extensión de tierra
según el número de sus miembros. Otra estrategia de organización colectivista esta representada
por los “Tupambaé”18, con fuerte influencia guaranítica, los cuales fueron aprovechados por las
misiones jesuíticas y trascendieron hasta influir a las “ligas campesinas”. Ya avanzada la

17
Castillo Farreras, Víctor M. (1972). Estructura económica de la sociedad mexicana: según las fuentes
documentales. México, UNAM.
18
CADOGAN, León (1992). Ayvu Rapyta. Textos míticos de los Mbyá-Guaraní del Guairá. Biblioteca
Paraguaya de Antropología, Vol. XVI, CEADUC/CEPAG, Asunción.
CARBONELL DE MASY, Rafael (1992). Estrategias de desarrollo rural en los pueblos guaraníes (1609-
1767). Antoni Bosch Editor, Barcelona.
colonización española, las colonias hispanoamericanas intentaron mantener algunos de estos
rasgos de organización social y económica. Las “cajas de comunidades indígenas”, los “pósitos”
y las “alhóndigas” ó los “ejidos”, entre otras, son buenos ejemplos de ello 19.
Sin embargo, fue el movimiento cooperativo europeo de fines del siglo XVIII y primera mitad
del Siglo XIX, surgido a partir de la 1º revolución industrial, el que el adquirió mayor
expansión global y relevancia. Las condiciones de vida infrahumanas y de trabajo que
soportaban los obreros y trabajadores así como los abusos hacia los pequeños y medianos
productores independientes, agricultores y artesanos, favorecieron la emergencia de lo que hoy
se conoce como “Economía Social de primera generación” que apareció como respuesta a la
omisión que dicho paradigma que estaba surgiendo con procesos de producción y reproducción
económicos dominantes, hacían de la cuestión social.
Los precursores del cooperativismo moderno en Gran Bretaña se reconocen en Robert Owen y
Guillermo King, mientras que en Francia son Carlos Fourier, Felipe Buchez y Luis Blanc.
Todos ellos orientaron su acción teórica y política a mejorar las condiciones de trabajo de los
asalariados, a difundir las ideas del asociativismo y la cooperación en escritos, libros y
periódicos, a distribuir los excedentes de organizaciones cooperativas en partes igualitarias y a
consolidar las experiencias. Entre las iniciativas precursoras se destaca la llamada “Sociedad de
los Probos Pioneros de Rochdale”, como primera cooperativa de consumo fundada en 1844,
cuyo impulso fue de tal magnitud que dos décadas después existía un número cercano a 500
similares en Gran Bretaña. Federico Raiffeisen y Hermann Schultze promovieron la creación de
cooperativas de crédito rurales y de crédito urbanas -“cajas de crédito” o “cajas populares”-
respectivamente. Las primeras “cooperativas obreras de producción” en Francia constituyeron el
antecedente más inmediato a las cooperativas de trabajo. A mediados del siglo XX, se resalta el
desarrollo de un verdadero entramado de cooperativas en la zona de Mondragón (España),
conformando un sistema regional integrado también por otros tipos de cooperativas agrupadas
en torno a una “Caja Laboral Popular” que hace las veces de banco 20.
El concepto Economía Social comienza a ser utilizado a mediados del siglo XIX en Francia.
Dunoyer, en 1830, publica el “Nuevo Tratado de economía social”, al cual se suman los escritos
de los socialistas Pecqueuer, Vidal y Malon con la publicación del “Tratado de economía
social” en 1883.
En la Argentina, las primeras experiencias cooperativas de fines del siglo XIX fueron rurales,
originadas por el impulso de inmigrantes europeos. Se destacan la “Compañía Mercantil de
Chubut” (1885) y la Sociedad Cooperativa de Seguros Agrícolas y Anexos Ltda, “El Progreso
Agrícola” en Pigüe (1898). Esta última es la cooperativa más antigua que continúa
funcionando21.
Otro antecedente insoslayable fueron y son las mutuales, empresas sociales de servicios que
comparten antecedentes históricos con las cooperativas y que marcaron a la memoria social
argentina con valores de solidaridad, autoayuda, ayuda mutua y participación social.

19
Hennessey Cummins, Victoria (1988). The Church and Business Practices in Late Sixteenth Century
Mexico. Academy of American Franciscan History.
20
MORENO RUIZ, Rafael (2000).La génesis del Mutualismo moderno en Europa. REVESCO. Revista
de Estudios Cooperativos, número 72, Pág. 199. Disp. en Internet en:
http://dialnet.unirioja.es/servlet/fichero_articulo?articulo=1119320&orden=50671
21
Ernesto Olivier en su trabajo “Cooperativas y pseudocooperativas”, cuenta 56 cooperativas en el país
hasta 1900.
Desde los antecedentes más lejanos en los pueblos de Babilonia con organizaciones de ayudar a
agricultores y artesanos, pasando por las experiencias de asociativismo de agricultores para
protegerse de las inundaciones del río Nilo en el antiguo Egipto 22, las interesantes formas de
“cobertura” que desarrollaron los pueblos palestinos para resguardo de los bienes que eran
transportados, los valiosos antecedentes de los romanos –aún antes de la expansión del Imperio-
con los “colegios” basados en principios de confraternidad y ayuda recíproca entre los
trabajadores, o las medievales “guildas” que en Italia asistían a las viudas y a los discapacitados,
entre muchas otras experiencias, constituyen los antecedentes históricos de las mutuales.
También se encuentran rasgos del mutualismo en los burgos, en el marco de actividades de
intercambio de mercancías y el atesoramiento de dinero típico de la modernidad. Su misión era
colaborar en la asistencia de necesidades indispensables, como fueron las “cofradías” y
“montepíos” en España23. Existen innumerables experiencias más recientes en Alemania, Italia,
España, Inglaterra, Francia y Portugal con asociaciones en las que participaban los trabajadores
de menores recursos con formas organizativas muy similares a las mutuales actuales y
procurando siempre la ayuda frente a la adversidad o a las necesidades extremas. Muchas de
estas asociaciones fueron la semilla de posteriores organizaciones más complejas como
cooperativas y sindicatos.
En la experiencia de Argentina, el mutualismo estuvo fuertemente vinculado a los sectores del
trabajo y específicamente a la inmigración que introdujo la influencia de muchas de las
prácticas que se mencionaron, durante todo el siglo XIX en Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba,
Entre Ríos y Tucumán, destacándose las vinculadas al seguro, atención de sepelios, salud y
otras formas de ayuda económica y social.
Este valioso conjunto de experiencias, las Cooperativas y Mutuales, con orígenes comunes, son
expresión de una misma concepción del ser humano, que mediante la adhesión voluntaria 24 y la
organización democrática promueven su desarrollo como ser social, revalorizando los principios
de la educación, la promoción y la integración.
Se pueden sumar cientos de experiencias que verifican la permanencia y expansión de los
principios y valores comunes que han consolidado un espacio fértil para las prácticas solidarias
en el mundo y en la región y un campo de estudio e investigación hoy insoslayable.
Efectivamente, desde aquellas primeras experiencias, la Economía Social se ha conformado
como espacio en la dinámica económica y social de la mayoría de los países occidentales. El
estudio de Anheir y Benner (1997) que abarca a 8 países – USA, Japón, Reino Unido, Francia,
Alemania, Italia Suecia y Hungría- señala que para 1990, el tercer sector 25 ocupaba a casi 12

22
FARRES CAVAGNARO, Juan B.; FARRES, Pablo (1996). Mutuales: Ley 20.321 comentada, anotada
y concordada, con apéndice legislativo y complementario, de modelos y resoluciones del INAM,
ordenado temáticamente. Ediciones Jurídicas Cuyo.CASTELLI BLAS, José (1985). "Mutualismo y
mutualidades" Edit. Intercoop. Argentina.
23
MORENO RUIZ, Rafael (2000).La génesis del Mutualismo moderno en Europa. REVESCO. Revista
de Estudios Cooperativos, número 72, Pág. 199. Disp. en Internet
en:http://dialnet.unirioja.es/servlet/fichero_articulo?articulo=1119320&orden=50671
24
Alexis de Tocqueville identificó la asociación voluntaria con el cimiento de la convivencia civilizada y
de la democracia.
25
Aquí no pretendemos simplificar en el uso de la denominación “tercer sector” en reemplazo a la
“economía social y solidaria” pero para los casos de países reseñados se dispone sólo de estadísticas para
dicho sector, lo cual puede ser indicativo de la potencialidad que podría abarcar a la economía social y
solidaria. Dicha diferencia de términos, doctrinas y teorías que los sustentan exceden el alcance del
millones de personas a tiempo completo, equivalente al 3,3% del empleo total para los
mencionados países26. Un estudio para Francia, coordinado por Édith Archambault (Universidad
de París), concluye que el sector no lucrativo francés, incluidas las congregaciones religiosas,
empleaba en 1995 a 975.000 trabajadores equivalentes a jornada completa representando cerca
del 5% del empleo total y una contribución del 6,3% al PBI.
Por su parte el proyecto de la Universidad Johns Hopkins dirigido por Lester M. Salamon y
Helmut K. Anheier, concluye que para 1999 en 22 países relevados, el tercer sector incluye
(entre los que se cuenta la Argentina) movilizaría 1,1billón de dólares estadounidenses y
ocuparía a 19 millones de personas27.
En la Argentina, según la base de datos del INAES (Instituto Nacional del Asociativismo y
Economía Social) resultado del Re - empadronamiento Nacional y el Censo Nacional Sectorial
de Cooperativas y Mutuales (INAES, Noviembre de 2008) las cooperativas y mutuales reúnen a
cerca de 15 millones de asociados. Estimaciones realizadas sobre la misma base, advierten que
participan con más del 12% en el PBI. Es decir que aproximadamente un 38% de la población
de nuestro país, participa de una institución de la Economía Social registrada.
El 60% de establecimientos rurales en la Argentina contaba en 2005 con energía eléctrica
(198.098 usuarios en 15 provincias) y el 58% de las conexiones era provisto por Cooperativas 28.
Existían para ese año, 597 cooperativas que prestaban el servicio de distribución de energía
eléctrica al 17% de los usuarios de los cuales el 5,5% corresponde al área rural 29
El estudio de referencia contabiliza más de 1200 cooperativas de servicios públicos, un número
similar de cooperativas de vivienda y más de 1000 de consumo. Es interesante observar la
dimensión e importancia que va adquiriendo este tipo de organizaciones en cuestiones
esenciales de la vida de las y los argentinos.
A partir de la crisis del 2001, con la profundización de la desigualdad y el aumento de la
pobreza en Argentina, emerge y crece de manera sostenida la asociatividad y los
emprendimientos solidarios en una nueva fase de su desarrollo.

presente artículo.
26
Citado en “SALMINIS, Javier. 2004. "Significados, alcances y perspectivas del sector de la economía
social" Ministerio de Desarrollo Social. Secretaría de políticas sociales. Primer Encuentro Foro Federal de
Investigadores y Docentes. La Universidad y la Economía Social en el Desarrollo Local. Buenos Aires. p
60”
27
MARABOTTO, E. (2000). “Otras Cartas de Ciudadanía”. En: Diario Clarín 30/01/00, Clarín digital
disp. en Internet: www.clarín.com Citado en SALMINIS.
28
De acuerdo al informe del sector eléctrico del año 2005 de la Dirección Nacional de Prospectiva de la
Secretaría de Energía (Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios de la Nación), la
distribución de la energía (medidos en MWh) se reparte de manera siguiente, 64% corresponde a entes
provinciales, 26% a grandes usuarios del mercado eléctrico mayorista. , -10% a organizaciones
Cooperativas. Por otra parte, del Censo Nacional Agropecuario (2002) verificamos que existen 332.057
explotaciones agropecuarias, distribuidas en más de 172 millones de hectáreas con una distribución
poblacional de cerca de 11 personas cada 100.
29
De la información anterior se observa como ese porcentual fue avanzando entre los años 1997, 2002 y
2005, desde 15%, 16 y 17% respectivamente. Marcelo Gallo “Beneficio social de la electrificación rural
a cambio de Rentabilidad” presentado en la XXI Conferencia Latinoamericana de Electrificación Rural
realizada en Julio de 2007 en República Dominicana
Información reciente ayuda a confirmar lo anterior: (i) Las experiencias promovidas por el
Estado que abarcan desde los programas e iniciativas de microcréditos hasta los
emprendimientos productivos en distintos rubros se cuentan en un número mayor a 100.000, por
citar sólo los que responden a políticas públicas vinculadas a la Comisión Nacional de
Microcréditos, FONCAP y Fuerza Solidaria, los cuales conforman un espacio de multiplicación
y enriquecimiento de experiencias asociativas de pequeña a mediana escala; (ii) las Empresas
Recuperadas por los Trabajadores permitieron poner en actividad más de 12.000 puestos de
trabajo. Sólo en la Ciudad de Buenos Aires, en los últimos años, se reactivaron 20 de ellas; (iii)
el Plan de Desarrollo Local y Economía Social “Manos a la Obra” ha contribuido a desarrollar y
consolidar miles de emprendimientos productivos asociativos con cadenas de agregación de
valor y servicios de apoyo a la producción, además de haber aportado a poner en el centro de la
escena a la “Economía Social” como estrategia de reconstrucción del trabajo y redes sociales en
el país.
En resumen, las iniciativas con formas de organización del trabajo no capitalista, tal como se ha
reseñado, se han ido multiplicando a través de esfuerzos crecientes de mujeres y hombres
agredidos por los sucesivos desajustes, crisis y desaparición masiva de fuentes laborales. Estas
experiencias, de tipo familiar, asociativo o comunitario adoptan en la actualidad diferentes
formas jurídicas -principalmente las cooperativas de trabajo- aunque predominan los
emprendimientos informales.
También es cierto que la sustentabilidad económica y social de dichos emprendimientos (por
ende también las posibilidades de asegurar una buena vida para sus integrantes) es de naturaleza
variable y recorre un amplio arco de situaciones: desde emprendimientos de infra-subsistencia,
que no alcanzan a cubrir las necesidades básicas de una familia, pasando por los que alcanzan a
cubrir la subsistencia familiar, hasta los que transitan procesos de reproducción ampliada de la
vida de sus miembros y del capital de sus unidades productivas. En este arco, se incluye a la
agricultura familiar, emprendimientos productivos de las comunidades indígenas -ambas de
larga data-, los pequeños emprendimientos urbanos en diferentes rubros, comedores o huertas
comunitarias, las empresas recuperadas por sus trabajadores, las redes de comercio justo y
consumo responsable, las ferias francas de la agricultura familiar, cooperativas de crédito,
servicios y trabajo, los emprendimientos familiares que comparten asistencia técnica, formas de
producir y/o canales de comercialización, a productores/as tomadores solidarios (recepción y
devolución) de microcrédito que forman parte de “bancos” populares o sociales, entre muchas
otras alternativas.

3. Hacia adelante
Pensando en el presente, en una perspectiva dinámica de acuerdo a lo que se ha reseñado, se
puede afirmar que las modalidades de Economía social y/o solidaria incluyendo a as
organizaciones cooperativas y mutuales consolidadas, constituyen el punto de partida para la
observación y el análisis de formas alternativas de relaciones sociales en torno al trabajo y la
producción. Esto implica el fortalecimiento de un campo académico de investigación y gestión
que está en franco crecimiento y que convoca el interés de los especialistas y de las políticas
públicas en los diferentes niveles para la búsqueda de respuestas más sensibles con la
sustentabilidad de la vida en el planeta en el marco de la justicia social.
La revisión que hemos realizado en este trabajo, retoma el esfuerzo de
generaciones de mujeres y hombres que se actualiza con nuevas
iniciativas (registradas o no) y conforma una excelente demostración de
experiencias contra hegemónicas en la sociedad argentina actual,
corroborando y dando cuenta de expresiones palpables contrarias al
modelo neoliberal como paradigma de un único mundo posible, “el
mundo de la desigualdad”30.
En el contexto de las tendencias recientes en materia de políticas
publicas que han venido reforzando la orientación hacia un nuevo
modelo de acumulación con énfasis en la inclusión y en la sociedad del
trabajo, la Economía Social y Solidaria se constituye, indudablemente, en
un lugar privilegiado para la reestructuración social y económica de la
Argentina tal como lo demuestra la evolución favorable de los principales
indicadores.
El crecimiento y la consolidación del sector que estructura a la Economía
Social y Solidaria como sustento de un nuevo modelo de acumulación
dependen, no sólo de su estructuración y fortalecimiento ,sino también
del afianzamiento de un modelo de desarrollo que, al igual que la
sociedad del trabajo, la defienda y la incluya.
Al cumplirse casi una década del intento por torcer el rumbo de la historia hacia la sociedad de
trabajo, la propuesta del modelo que apoyamos está más clara que nunca.
Naturalmente los sectores dominantes, cuyos privilegios e intereses se ven afectados, intentarán
volver al pasado.
A pesar del fracaso de las políticas “neoliberales”, la mayoría de los embates del arco político
opositor en contra del actual modelo, lo tengan como objetivo o no, favorecen la restauración de
la opción primaria y rentista de la economía.
Dichos aspectos se evidencian en las críticas, las ideas y los proyectos que son propuestos de
manera alternativa a la actual política económica 31.
Se hace preciso, entonces, difundir los argumentos y las propuestas y multiplicar los debates, a
fin de poner en el escenario político y de la sociedad una discusión profunda, democrática y
sólidamente argumentada, sobre el país posible al que sus habitantes deben apostar.

30
En Radiografía de la Economía Social en Argentina de Arturo Ravina y Natalia Mariana Ravina, p. 39,
en Economía Social e Iberoamérica: La construcción de un espacio común por José Mª Pérez de Uralde
(coord.), FUNDIBES, Madrid, 2006.
31
Como ejemplo puede citarse la critica al manejo del gasto público que se viene realizando con el objeto
de contrarrestar los ciclos económicos y mantener el trabajo y el nivel de actividad; y las permanentes
propuestas monetaristas de enfriamiento de la economía para frenar el alza de precios, con sus conocidas
consecuencias sobre el salario, consumo y bienestar de los sectores populares.

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