Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 2

Análisis del poema “torcaza”, de Jorge Eliecer Ordoñez

Jorge Eliecer Ordoñez, novelista y poeta, nació Cali, en 1951. Desde pequeño descubrió el
espléndido mundo de la poesía, publicando con doce años de edad, su poema “mentira”, que
Se editó en la revista de la Universidad del Cauca. En 1970, al tiempo que escribía poesía, se
graduó en filología Hispania en la Universidad de los Andes, en Bogotá, en donde vivió por casi
treinta años. Ha publicado seis libros de poesía, entre los que se destacan vuelta de campana,
1975; sonido derramado, 1989; anochece en el sol, 1996; cae la luna, 2003. Muchos de sus
poemas están cargados de imágenes esplendidas y descripciones hermosas, como el que
dedica al rinoceronte: me llaman el fósil cuaternario/tanque de guerra/bestia gris de las
praderas. También de las lavanderas escribe: vienen de los ranchos con un fardo en la cabeza/
otro en el vientre, botón de pobreza.
Desde 2001 imparte clases de literatura en la universidad de Cartagena, donde es decano de
la facultad de comunicación y periodismo. Actualmente, está casado con Eliana Jaramillo, con
quien tiene dos hijos, Alberto y Felipe.

En poema que procederé a analizar, lo público Ordoñez en su libro, cae la luna, un libro de no
más de cuarenta páginas. También en el 2017, en un homenaje que está haciendo la
universidad externado de Colombia a los poetas de todas las regiones, se publicó una
antología, raíz del viento, prepara por el mismo Ordoñez y cuyo primer poema es torcaza.

Explicación

El poema inicia en el momento exacto en el que un pájaro se desprende de la rama para iniciar
el vuelo. Dicha rama, la huella de la torcaza y tiene la forma de la misma. El ave, en cuanto se
posa sobre algo, le imprime su fulgor, depositando sus huellas, las cuales son la vivida imagen
del animal. También el aire juega un papel importante, pues es en donde vuela el ave, y que
tiene en este caso el color de la torcaza:

Esta rama sin proponerse nada


Ya tiene una forma y un color en el aire…

Nunca había salido es sol de esa manera. El cielo, antes gris, opaco, con el cuerpo cansado,
luce en toda su esbeltez ese fulgor dorado que lo hace inmortal ante cualquier intento de nube
negra o lluvia sucia. El profesor de la Universidad Central, Camilo Rojas, publico un artículo en
el periódico El Semanal en el que afirma la veracidad del hecho: “al momento de salir de mi
casa, y extrañado porque el rayo del sol me hirió los ojos, levante la cara. El sol se mostraba
con cuerpo entero, con todas sus iluminaciones, brillante a fuerza de solo serlo”. Era verdad.
Quien quiera, puede elevar sus ojos al cielo. El sol no lo quemara, por el contrario, lo iluminará,
dejándolo en un trance que, algunos testigos, denominan ímpetu místico. Otro académico, que
también dijo, con palabras someras y algo sobras, su visión mística del sol, fue don Guillermo
Hoyos Cano, que no publico ninguna columna matutina, pero si una entrevista de radio, en la
que dijo “
La noche en la que han salido todos los luceros.

A don Pedro Garfias

Quizá, pedrito, como usted sabrá, ayer me visito Lucio llanos, por quien siento una
profundísima admiración, no solo como poeta, sino también por su humana calor, que siempre
me ha brindado, y seguramente, me brindará. Pues bien, a eso de las ocho de la noche llego.
Yo estaba, como siempre, fumando un cigarrillo y viendo la película “la rueda”, de Antonio
Guerra. El timbre sonó seco, despertando de repente a mi madre, que dormía a mi lado. Por el
modo de timbrar (una sola vez, y muy rápido), pude concluir de quien se trataba. Le abrí de
inmediato. Al verme, Antonio se echó a reír, pues mi rostro reflejaba tristeza y desolación. Lo
único que hice fue llorar. El, que se notaba tranquilo, seguro, decidido, me abrazo. En ese
instante pensé en la muerte, a la que nunca le hace falta nada para llevárselo todo. “maldita
muerte”-pensé- déjame seguir palpando estos brazos, seguir observando estos ojos, continuar
llorando con su rostro a mi lado”.

Pedrito, si estas líneas te escribo, es para que me visites, porque Antonio, que vive muy lejos
de aquí, se fue sin decirme nada, ni siquiera un palabra de perdón salió de su boca. Ahora te
despido, yo, que tengo todos los recuerdos de cuantos ha pisado este sufrir a tientas.

Te espera, pues te necesita, tu amigo,

Johan Ochoa.

Chicago, 20 de enero de 1924.

También podría gustarte