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Conceptismo Culteranismo Agudeza
Conceptismo Culteranismo Agudeza
culteranismo,
agudeza *
MAXIME CHEVALIER
* <<Conceptisme,
culteranisme, agudezm,, Rezme XVII Siecle, XL, 1988, n." 160, Julio-Septiem-
bre, pp. 281-287.
Quevedo e s t h muy lejos de su valia. Se ha preferido tratar a 10s tres g r a d e s
escritores en 10s siguientes analisis, corriendo el peligro de insistir demasiado
en aquellos rasgos de sus obras que pueden definir un estilo.
Hablemos en primer lugar del culteranismo. Acepto el termino porque es
lo que me he propuesto definir, y porque 10s excelentes conocedores de la len-
gua y la literatura del Siglo de Oro espafiol lo han fijado de este modo. Sin em-
bargo, esta palabra tiene el inconveniente de estar tefiida de polemica: fue
creada hacia 1620 por un maestro de retorica a quien apenas le gustaba la poe-
sia gongorina, y estk edificada muy posiblemente sobre el modelo del lutera-
nismo, queriendo significar que el culteranimo es una herejia literaria. Voces
autorizadas han propuesto, y aim hoy proponen, sustituirla por el termino cul-
tismo sugerencia seductora porque la poesia culterana es efectivarnente culta
(es decir, ccadornada)),ccrica en figuras~).
Personalmente creo que esta segunda
denominaci6n es preferible, aunque no desconozco 10s riesgos de confusion a
que dan lugar 10s carnbios en el vocabulario critico.
La poesia culterana (el culteranismo se expresa m& a menudo en verso)
es la cumbre y la desembocadura de la poesia espaiiola del siglo xm. El anda-
luz Herrera (1534-1597)habia claramente afirmado -y realizado- su pro-
yecto de crear una lengua pktica autbnoma, enriquecida con neologismos to-
mados del latin, adornada con construcciones nuevas (y con hiperbatos
audaces), una lengua, en definitiva, alejada del habla cotidiana que permitiera
dibujar o describir un universo de belleza. Por todo ello, aceptaba el riesgo de
la dificultad y de la oscuridad: "ninguno -escribe- puede merecer la esti-
maci6n de noble poeta, que fuese facil a todos" '. Gongora (1561-1627),andaluz
como Herrera, opinaba lo rnismo.
Gongora construye una poesia del esplendor por su virtuosismo en el arte
de la methfora: maneja las metAforas antiguas con una facilidad suprema, sabe
unir las metiiforas conocidas -Galatea cco p m u r a nevada o nieve rojan- y so-
bresale en la creacion de meworas nuevas --el pajaro, cccampanilla de pluma
sonoran; el tronco que arde, ccmariposa que se deshace en cenizas,. Tarnbikn es
la poesia del esplendor por el empleo de una paleta colorista de m a brillantez
fuera de lo comun; por una musicalidad del verso y de la estrofa sin equiva-
lente todavia conocido en toda la poesia espaiiola; toda caligrafia barroca, decia
Eugerio D'Ors, tiende a la rnusica. Se podria decir sobre esto aun mucho m h ,
per0 lo que importa en este momento -tares modesta- es definir un estilo.
Este estilo tiene las siguientes caracteristicas:
- En el nivel del lexico G6ngora admite una serie de neologismos Iatini-
zantes e inventa otros nuevos. Los elige con un sentido tan seguro de la lengua
que el espafiol 10s admitira casi siempre, y con un gusto tan exquisite que su
' Respuesta a Prete Jacopin, p. 86. Ver Adolfo Coster, F a a n d o de H e n e r a , 1908, p. 298. nota
(N.del T.).
sonoridad embellece sus versos. (Sin embargo, la lengua espaola no aceptara
siempre 10s cultismos semimticos que propone el poeta).
- En el nivel de la sintaxis Gongora calca una serie de construcciones del
modelo latino: elirninacion del articulo, hiperbatos audaces (a 10s que el poeta
sabra dar un valor estetico), acusativo griego, ablativo absoluto, etc. Crea ade-
m h formulas estilisticas originales, en particular ((A,si no BD.Ejemplo: Acis
estaba, en un dia de mucho calor, con cchumeadas centellas, si no ardientes al-
jofares, sudando~(Polifemo) '.
- En cuanto a la constmccion de versos y estrofas, Gdngora recurre a 10s
versos bimembres y a la correlacion.
Teniendo en cuenta que Gongora no desprecia la erudicion poetica, se
comprende que sus versos no Sean siempre accesibles en una primera lectura.
El poeta acept6 ese riesgo y se vanaglori6 de ello: ((tengoel honor de hacerme
oscuro a 10s ignorantesn. Cualesquiera que fueran 10s deseos profundos de
Gongora, lo cierto es que la poesia e s p ~ o l de
a este siglo alcanz6 un alto grado
de complejidad. El relisoso Jeronimo de San Jose tenia toda la razbn cuando
escribio en 1651: ((laelegancia de Garcilaso, que ayer se tuvo por osadia poe-
tics, hoy es prosa vulgar, 3.
Miis que la novedad de 10s procedimientos, que en m h de un caso no eran
orisnales, lo que sorprendio en 1613 a 10s lectores de 10s grandes poemas gon-
gorinos fue la repetition de algunos de ellos y la concentracion a la que se llega
en el Polifemo y en las Soledades. En unos (Lope de Vega) causo una perple-
jidad que oscilaba entre la admiracion y el rechazo. En otros (Quevedo) pro-
voco una desestimacion que iba acompaiiada de una fuerte polemica. Final-
mente, otros sintieron por esa nueva poesia un puro entusiasmo: el Polifemo y
las Soledades, y mis generalmente 10s versos del maestro cordobes, ademis de
suscitar comentarios apasionados, tendrim mucha fama en Espda, en Portu-
gal y en America, fama que, por otra parte, se prolongara hasta el siglo XWII 4.
Son, pues, tenidas por culteranas las obras poeticas con profusion de cul-
tismos, que recurren a hiperbatos audaces y a las formulas estilisticas definidas
por Gongora, que otorgan un lugar importante a la metAfora y emplean a me-
nudo el verso bimembe. Estos poemas son frecuentemente de naturaleza des-
Ver G6ngora y el <<Polifemon de D. Alonso (Madrid, Gredos, 1967), tom0 111, p. 21 (N. del T.).
G a i o de la Historia (Vitoria, El Carmen, 1957, 4."ed.), pp. 304-305 (N. del T.).
Para la obra poetica de Mngora, me remito a 10s excelentes trabajos de D h a s o Alonso a 10s
que 10s aiios no han empaiiado su brillantez. Su edicidn comentada del Polifemo (Madrid, Gredos,
7." ed.) es sin duda la mejor lectura introductoria a la poesia gongorina. Se pueden consultar dos
obras igualmente valiosas: Historia de la lengua espaiiola de Rafael Lapesa (Madrid, Gredos,
9." ed.) y la reciente Historia y M-itica de la literatura espa.llola dirigda por Francisco Rico (Bar-
celona, Critica); para el tema que nos ocupa ver el vol. 111, Siglos de Oro: Banoco. Espero que se
perrnita a1 autor, antiguo estudiante de filologia clkica, recordar que el espaiiol de la edicion y de
la critica no es una lengua inaccesible para un romanista, y que la poesia de las Soledades y del
Polifemo es tan accesible para un latinista como para un hispanista.
criptiva. Tarnbien se consideran culteranus la prosa artificiosa de Los Cigarra-
les de Toledo (1621) de Tirso de Molina y la obra dramatica de Calderon,
caracterizada por su aficion a la metsora rebuscada y su apego a las diversas
formas de correlaci6n.
Pasemos ahora al conceptismo. El concepto, segfm Gracih, consiste en un
ccacto de entendimiento que expresa la correspondencia que se halla ("que se
descubre") entre 10s objetosn 5. (Prefiero esta traducion a la que se emplea nor-
malmente: ccla correspondencia que existe entre 10s objetosa). Es decir, que, la
antitesis, la metiifora y la hiperbole son conceptos. 0 sea que, en un sentido
amplio, el conceptismo englobaria todas las figuras del Siglo de Oro. La pro-
duccibn pobtica del siglo XVI, tan proclive a la antitesis, y la del siglo XVII, tan
rica en metiiforas, serian plenarnente conceptistas. Por lo tanto, toda la poesia
-y gran parte de la prosa- del Siglo de Oro deberia considerarse conceptista.
La idea no tiene nada de absurda. Pero este punto de vista tiene el inconve-
niente de diluir la nocion de conceptismo hasta hacerla inmaterial e impercep-
tible: el conceptismo se convertiria, desde esta perspectiva, en un circulo cuyo
centro estaria en todas partes y la circunferencia en ninguna.
La frase de Gracih sugiere que se debe definir el conceptismo como un
entrarnado de relaciones, y ciertarnente la escritura conceptista descansa en un
conjunto de correspondencias. El punto Algido de esta tendencia estZi represen-
tado por las autenticas alegorias que crea Alonso de Ledesma en sus Conceptos
Espirituales (1600): ccA la Circuncision. En m e a o r a de sangria)),ccA la huida a
Egipto. En metiifora de una buena aventura dicha por una gitana,, ccAl Santi-
simo Sacramento. En metkfora de banquete~6 . Pero, por muy rapido que fuera
el exit0 conseguido por la obra de ccel divine, Ledesma en 10s primeros dece-
nios del siglo xv11, seria dar una imagen estrecha y pobre del conceptismo el
reducirlo a las alegorias de 10s Conceptos Espirituales.
De hecho se define como plenamente conceptista (aparte de la obra del
propio Ledesma y de sus imitadores) una doble familia de obras. La primera
comprende 10s textos cuyos autores practican lo que Graci5n llama agudeza
conceptual. Estos escritores saben escapar de la banalidad de las figuras de la
retorica y darles un relieve m& seductor -ese relieve es lo que constituye la
agudeza. Saben crear figuras ccapuntadas)),en particular antitesis sutiles, me-
Moras originales e hiperboles inesperadas. Un ejemplo nos permitira captar
inmediatamente la diferencia entre retorica y agudeza: el ejemplo de la ima-
gen. La imagen, que pertenece al campo de la retorica, puede elevarse al nivel
de la agudeza, y esto por diversos medios. Citaremos dos. En primer lugar, la
duplicacion: ccnosotros nos parecemos, tu y yo, al roble, -escribi6 el poeta a su
Agudeza y a& de ingenio,ed. de O b Completas (Madrid, Aguilar, 1967), p. 242a (N. del T.).
' Madrid, CSIC, 1969, torno I, pp. 82,95 y 162.
amada-: tu, en la dureza; yo, en la firmeza)).En segundo lugar, el razona-
miento conditional: Apolo, reprochando la huida de Dafne, exclarna:
El escritor franc& del siglo XVII que, a mi juicio, se aproxima mAs a la idea
del conceptismo, es finalmente Charles Sore1 en su Histoire comique de Fran-
cion, obra cuyos juegos de palabras recuerdan m6s de una vez 10s de Quevedo,
paralelismo tanto mas instructive cuanto que la cronologia impide interpretar
De la fabula de Quevedo titulada .De Dafne y Apolor, ver Agudeza y arte de ingaio (ed. cit.),
p. 282a (N. del T.).
La jacara es un romance que celebra 10s amores y las hazaiias de 10s rufianes.
Se califica igualmente de conceptista el estilo conciso que manejan Quevedo y Gracih en la
mayoria de sus obras. Algunas veces, ese estilo parece m& caracteristico de las tendencias defini-
das anteriormente que del conceptismo del siglo XVII.
'O O b a s completas, Madrid, Aguilar, 1945, p. 1338 (N. del T.).
estas coincidencias como imitaciones. Pero entre Quevedo y Sorel existe una
diferencia importante en el orden de la densidad. La agudeza de Sorel pare-
cera banal a cualquier lector del Buscon.
El arte de Quevedo (1580-1645)combina una prodigiosa riqueza de l6xico
(que va desde el cultismo latinizante hasta la jerga de 10s picaros y las creacio-
nes burlescas), el uso de un vocabulario fuertemente expresivo (prefiere decir
ccchupar~a ((beber~), el empleo de una grarnatica atormentada (emplea el sus-
tantivo como adjetivo, el verbo y el adverbio como sustantivos, etc.) y el re-
curso constante a muchas figuras caracteristicas;la irnagen brutal, la hipGrbole,
el equivoco, el apodo (o comparacion degradante), la paranomasia ", etc. Este
arte triunfa en la caricatura: entre 10s ejemplos accesibles a1 lector en fiances
citaremos el retrato del licenciado Cabra, que podemos leer en la traduccion
del Buscon de Maurice Molho y J. F. Reille 12, y 10s de la (cmuchacha con ver-
dugadon o 10s del viejo coquet0 en La hora de t o h s :
Salia de su casa una buscona piramidal, habiendo hecho sudar la gota tan gorda a
su portada, dando paso a un inmenso contorno de faldas, y tan abultadas, que pu-
diera ir por debajo rellena de ganapanes, como la tarasca. Arrempujaba con el
ruedo las dos aceras de una plazuela. Cogiola LA HORA, y, volvikndose al rev&
las faldas del guardainfante y arboladas, la sorbieron en campaiia con facciones
de tolva l3 [...I AhogArase en la catewa que concurri6 si no sucediera que, viniendo
por la calle rebosando narcisos uno con pantarrillas postizas y tres dientes, y dos
tefiidos, tres calvos con sus cabelleras, 10s cogio LA HORA de pies, a cabeza, y el
de las pantorrillas empezo a desangrarse de lula, y sintiendo mal acostadas, por
falta de 10s colchones, las canillas, y queriendo decir: ~;Quienme despierna?,, se
le desempedro la boca al primer bullicio de la lengua. Los teiiidos quedaron con
requesones por barbas, y no se conocian unos a otros. A 10s calvos se les huyeron
las cabelleras con 10s sombreros en gurpa, y quedaron melones con bigotes, con
una cortesia de memento homo. l4
Quedan al margen de esta definition las obras liricas, morales y politicas de Quevedo.
l2 R m w picaresqua espagnols, Bibliothhue de la Plkiade.
l 3 Q L hora
~ de todos* vuelve a poner a las personas y a las cosas en el lugar que deberian ocu-
par si el mundo fuera como debiera ser.
Francisco de Quevedo. La hora de todos y la Fortuna con seso, ed. Jean Bourg, Pierre Du-
pont et Pierre Geneste, Paris, Aubier, 1890, X [Obras compbtas, I, Madrid, Agu~lar,1968, pp. 233-
2341. Para un anSisis de la caricatura en Quevedo y de sus procedirnientos me remito a la tesis del
ya ausente y recordado AmM& Mas, La caricuature de la femme,du mariage et de l'amour dans
l'oeuure de Queuedo, Paris, Ediciones hspano-americanas,1957.
'' Qwkn por otra parte no es el primer0 en condenar las uagudezasn. ;Es precis0 volver a citar
a Montaigne?: rSe& veo, 10s buenos y antiguos poetas evitaron la afectacion y lo rebuscado, no
so10 alejiindose de 1% fantiisticas elevaciones espaiiolas y petrarquistas, sino incluso de 10s por-
De hecho, el conceptismo espaflol estaba minado internamente desde el
siglo xvrI como lo muestra una simple lectura de la Agudeza. El teorico y crea-
dor de la agudeza, Gracih (1601-1658), tiene sus reservas sobre las diversas
figuras denominadas agudas. Se da cuenta de que el equivoco es m& propio
de 10s generos satiricos y burlescos que de las obras consideradas serias. Selec-
ciona con un gusto exquisito 10s apodos de sus tratados, un gusto tan exquisito
que al lector acostumbrado a la fuerza de 10s epigramas espaiioles del siglo xvr
le cuesta mucho reconocer como legitimos 10s apodos coloristas que recoge
Gracih. CaMca la paranomasia de agudeza (<popular>. Es decir, que no tiene
mucha estima a la agudeza verbal.
;Por que? Porque la agudeza verbal ha sido constantemente calificada
desde Gracih, Boileau y otros de (<popular,,<(trivial)) o ugrosera,. Despu6s de
todo, estos juegos de palabras que se tienen por execrables hacia mediados de
siglo y un poco despues, han sido practicados durante decenios, y con ardor,
por 10s gentilhombres espaiioles y franceses: rernito a 10s incr6dulos a la Flo-
resta espaiiola (1574) de Melchor de Santa Cruz y a las Historiettes de Talle-
mant. El doctor Cottard hubiese pasado por ser un hombre de ingenio en la
corte de 10s Valois y en la de 10s prirneros Habsburgos de Espaiia. iPor que esa
condena tan repentina como brusca?, ide d6nde proviene esa maldici6n que
pesa hasta nuestros dias sobre el juego de palabras? No conozco una justifica-
cion anterior a 1692. En ese aiio, Francois de Callieres, de la ~ c a d e m i aFran-
cesa, lo explica: ~ L ojuegos
s de palabras consisten en algo similar a 10s sonidos
que, aunque se traduzcan, no se encuentran ya en otras lenguas, y como el oido
participa en mayor medida que el ingenio en su descubrimiento, un hombre de
buen gusto no debe confundirlos con las buenas palabras,, 16. <<El oido participa
en mayor medicla...)). Es decir, que 10s juegos de ingenio no deben dirigme a
10s sentidos, sino al intelecto. La frase resume el espiritu del siglo XVIII, tal y
como Voltaire lo entiende: <<El deseo de brillar (...) ha producido 10s juegos de
palabras en todas las lenguas; un fatso ingenio de la peor especie, 17.
Gracib suscribi6 tambi6n la primera parte de la frase de CalliGres: <(Tie-
nen esta infelicidad 10s conceptos por equivoco: que no se pueden pasar a otra
lengua; porque como todo el artificio consiste en la palabra de dos significacio-
nesy en la otra lengua ya es dlferente, y asi no tiene aquella ventaja, (Agudeza
XXXIII). No obstante, no suscribio la segunda. Se detiene a medio camino,
quiz& por ser consciente del hecho de que 10s juegos de palabras son frecuen-
tes en 10s textos sagrados.
En este aspecto, la obra de Gracih represents un eslabon entre el pasado
y el futuro. Es a la vez exaltacidn del conceptismo (Agudeza), ilustracibn del
conceptismo (Criticon) y critica del conceptismo (Agudeza).Gracih, por otra
parte, evita ciertas fonnas conceptistas como las de Cervantes (1547-1616),Cal-
deron (1600-1681) y Moreto (1618-1669). Estos autores emprenden una revi-
menores dulces y alambicados que son ornament0 de todas las cosas @ticas de 10s siguientesm
(Ensayos, 11, X [Madrid, Orbis, 1985, p. 731).
Des b m mots et des bons contes. Paris. Claude Barbin, 1692, p. 8.
" Encycbptklie, articulo titulado &Esprit*.
sion de lo que era la agudeza verbal, primero de forma selectiva, y mAs tarde,
a mod0 de exclusion. Este tip0 de agudeza se consideraba inadecuada para
ciertas obras serias, la juzgaban indigna de entrar en 10s textos escritos.
El texto escrito... Estas son sin duda las palabras claves. El denominador
c o m h de las figuras sobre las que Graci6n tiene sus reservas es que pertene-
cen a la lengua oral. Cuando Quevedo las multiplica con una inagotable facun-
dia en sus versos y su prosa, hacia mucho tiempo que el apodo y el equivoco
florecian en las conversaciones de 10s espafioles, determinando la agudeza que
entonces ya apreciaba Pontano y Castiglione, que maravillo al portugues Pin-
heiro da Veiga en las calles de Valladolid en 1605. '' La fuerza de estas figuras
se halla en vinculacion a la oralidad y su entorno: ;quien no sabe que el equi-
voco gusta de ir acompafiado por un guiiio, por un gesto o por la inflexion de
la voz? Pero esta fuerza se debilita desde el momento en que cornienzan a sen-
tirse 10s efectos de la imprenta, bien por el prestigio que el libro lleva consigo,
o bien porque el texto impreso aumenta el descredito de las formas orales, cua-
lesquiera que sean. Porque el descriulito que conocio la agudeza oral a mediados
del siglo ~ ~ (momento
I I I en que quien usa en su habla equivocos, no hace mu-
cho tan adrmrado, se convierte en bufon) no es sin0 un caso particular de un
fen6meno m& general. La rnisma suerte corre en esa 6poca el proverbio y el
cuento traditional (arnbos tarnbien orales). Una sene de formas orales s e r h en
lo sucesivo despreciadas, desterradas del texto escrito en el que penetraban de
forma natural y confinadas al lenguaje oral: todavia se consideran indignas de
una conversation entre personas decentes. El archgel que derriba al demonio
del conceptismo no es Boileau, sin0 Gutenberg. Nuestras investigaciones, sin
embargo, no han agotado a h las consecuencias de la aparicion de la imprenta.
ES para seftalar este vinculo por lo que prefiero, en este estudio y en otros, las palabras equi-
voco y apodo frente a otros tCrminos m L emditos, y quid m L precisos.
rito de insistir en el trabajo de seleccion que opera en el siglo XWI, un trabajo
constante y constantemente mas exigente, y en el culto a la perfeccion que
anima a 10s escritores de esa 6poca. Desde este punto de vista, por diferentes
que fueran sus destinos, la literatura espafiola y la literatura francesa del
siglo XVII son comparables. No se puede decir que marchan a un mismo paso,
per0 parece legitimo afirmar que toman la misma direcci6n.