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llá de ellos. Estos definen el concepto de conocimiento.

Sin
:mbargo, no son absolutos sino dev~nidos.' al igual que l~ fun-
Notas marginales sobre teoría y praxis
ción cognoscitiva. No es del tO,do imposible que se extingan
eventualmente. Predicar su caracter absolu~o supondr.la. abso-
(Dedicado a Ulrich Sonnesmann.)
luta la función cognoscitiva, absoluto el SUjeto. Relativizarlos
abrogaría la función cognoscitiva. dogmática~ente . .En c.ontta
se alega que el argumento implica este neCIO s?cIOlogIs.mo:
1
Dios ha creado la sociedad y esta al hombre y a DIOS a su rma-
gen. Pero la tesis de la prioridad solamente es ~?sur~ ~
cuanto es hipostasiado el individuo o su preformacIOn. biológi- Hasta qué punto la cuestión relativa a teoría y praxis depende
ca. Desde el punto de vista de la historia de la evolución, más de la relativa a sujeto y objeto, 10 prueba una simple reflexión
bien cabe presumir la prioridad temporal o, por lo menos, la histórica. Al mismo tiempo que la doctrina cartesiana de las
dos sustancias ratificaba la dicotomía de sujeto y objeto, por
contemporaneidad de la especie. El que «e~». hom?re de~a de
haber sido antes que la especie, o es remInISCenCIa.bíb~ca ° primera vez la praxis era presentada, ~n la poesía, c~~o pro-
blemática en virtud de su desavenencia con la reflexión. Tan
platonismo puro. La naturalez~, ?e.sde sus gr~dos inferiores,
está llena de organismos no indíviduados. SI en efecto los privada de objeto es la razón pura práctica para cualquier rea-
hombres, según la tesis de algunos biólogos ~?dernos, nacen lismo celoso como descualificado es el mundo para la manu-
factura y la 'industria, que 10 reducen a material de elabora-
mucho menos pertrechados que otros ser~s VIVIentes, n~ pue-
-den conservar su existencia sino por medio de un trabajo so- ción la cual a su vez no puede legitimarse más que en el mer- ••
cado. Mientras que la praxis promete sacar a los hombres de
cial rudimentario, es decir, asociados; el principiu:n ind~v~d~,a-
tionis les es secundario; hipotéticamente, una espeCIe.de división su encierro dentro de sí mismos, ella ha sido, es y será siempre
del trabajo biológica. Es inverosími~ que al prm~lplO descolla- cerrada· de ahí el carácter distante, inabordable de los prácti-
se arquetípicamente un hombre particular cualquiera, La o;een- cos, pu~s la referencia al objeto está s~cavada a p~iori p?r. la
praxis. Hasta sería lícito preguntarse SI toda praxrs, <!.efmlda
cia en ello proyecta míticamente ?ac.ia. el ~asa~?, o ?ac!a el
mundo eterno de las ideas, el prtnctptum zndtvzduatto~zs. y.a hasta hoy por el dominio de la naturaleza no ña sú:10sle~ re
en su m 1 erenCla rente a o Jeto, praXiS usorIa. u caracter
plenamente constituido en la historia. ~a especi: Pl!~o m~;'I-
ilUSOrIOse transmIte tamblen a todas las acciones que, sin solu-
duarse por mutación, para luego, a traves de esa l?div~duaclOn,
ción de continuidad, toman de la praxis el viejo y violento
reproducirse en individuos apoyándose en lo bIOlógl~a~ente
singular. El hombre es resultado, no dl\a<;. El conocimrento gesto. Desde el principio, se ha reprochado con razón al p~ag-
matismo norteamericano que, en cuanto proclama como ente-
de Hegel y Marx hunde sus raíces ~n 1.0,más profund? de los
problemas, así llamados, de la constitucron. La ontología «del» rio de conocimiento la utilidad práctica de este, presta acata-
miento a la situación existente; pues de ningún otro modo
hombre -modelo de la construcción del sujeto trascenden-
puede demostrarse el efecto práctico, útil, del con~cimi.ento.
tal- se orienta según el individuo desarro~lado, como lo .~-
Pero, finalmente, a la teoría, respecto de la cual esta en Juego
dica gramaticalrncnte el equívoco que enCIerra. la. ~xpreslon
«el», la cual designa tanto la especie como el individuo, En todo, si es que no ha de ser vana, en cuante;>deba estar atada
este sentido el norninalismo conserva, en contra de la ontolo- a su efecto útil aquí y ahora, sucédele lo mismo, aunque crea
gía, mucho mejor que ella el primado de la especie, de la so- escapar a la inmanencia del sistema. Para arrancarse de ~l, la
ciedad. Pero ella desconoce también la especie, tal vez porque teoría necesita desprenderse de las cadenas. del pragmausm?,
sugiere animalidad; ambos coinciden: la ontología, en cuanto sin que interese la modalidad que este revista, «Toda teoría
eleva al individuo a la forma de la unidad, y, respecto de la es gris», hace decir Goethe a Mefist?feles en su serI?oneo ~l
pluralidad, a ser-en-sí; el nominalismo, en cuanto irreflexiva- estudiante, a quien lleva por la nanz: la frase fue ideología
mente define al individuo, según el modelo del hombre par- ya desde el principio; fue también engaño, puest~ q~e no es
ticular, como el verdadero ente. En los conceptos, este niega tan verde el árbol de la vida plantado por los prácticos, que
la sociedad, reduciéndo1a a una abreviatura del individuo. el diablo compara en el mismo verso con el oro; 10 gris de la

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teoría, por su parte, está en función del carácter descualifica- medida que sí misma. Tan antinómicamente como la sociedad
do de la vida. Nada que no se deje empuñar debe ser; no debe que lo sustenta, el espíritu burgués reúne la autonomía y la
ser, claro está, el pensamiento. El sujeto retraído sobre sí aversión pragmatista por la teoría. El mundo, que la razón
separado de lo otro que él por un abismo, es incapaz de actuar: subjetiva tendencialmente se limita ya a reacondicionar (nach-
Hamlet constituye tanto la prehistoria del individuo en la re- konstruieren), debe ser transformado, sí, de continuo, confor-
flexión subjetiva de este, como el drama de aquel a quien esa me a su tendencia a la expansión económica, pero todo para
reflexión paraliza. El abandono de sí del individuo a lo que no que permanezca como es. El pensar es amputado de acuerdo
es él mismo, siéntelo este como impropio de él, y ello lo in- con ello: sobre todo la teoría, la cual requiere algo más que
hibe para realizarlo. Algo más tarde, la novela describe ya reacondicionamiento. Debería crearse una conciencia de teo-
cómo reacciona el individuo ante esa situación mal designada ría y praxis que ni separase ambas de modo que la teoría fuese
con la palabra alienación o extrañamiento (como si en la fase impotente y la praxis arbitraria, ni destruyese la teoría me-
p.rein~~i?u.al hubiese exi~tido proximidad, que, por el contra- diante el primado de la razón práctica, propio de los primeros
rIO, difícilmente es experimentada por quienes no están indi- tiempos de la burguesía y proclamado por Kant y Fichte. Pen-
viduados: según el dicho de Borchardt los animales son «co- sar es un hacer, teoría una forma de praxis; únicamente la
~unidades solitarias»); reacciona, decimos, con la pseudoacti- ideología de la pureza del pensamiento engaña sobre este pun-
vidad. Las locuras de Don Quijote son intentos de compen- to. El pensar reviste un doble carácter: está inmanentemente
sar lo otro que se escapa; expresado en lenguaje psiquiátrico determinado y es coherente y obligatorio en sí mismo, pero
son fenómenos de restitución. Lo que desde entonces figura al mismo tiempo es un modo de comportamiento irrecusable-
como el problema de la praxis y ,hoy vuelve a agudizarse como mente real en medio de la realidad. En la medida en que el
problema de la relación entre teoría y praxis coincide con la sujeto, la sustancia pensante de los filósofos, es objeto; en la
pérdida de experiencia ocasionada por la racionalidad de lo medida en que incide en el objeto, en esa medida es él de ante-
siempre igual. Cuando la experiencia es bloqueada o simple- mano también práctico. La irracionalidad siempre de nuevo
mente ya no existe, es herida la praxis y por tanto añorada emergente de la praxis -su prototipo estético son las accio-
caricaturizada, desesperadamente sobrevalorada. Así es com~ nes repentinas con las que Hamlet realiza lo planeado y en
el llamado problema de la praxis se entrelaza con el del cono- esa realización fracasa-e- anima incansablemente la ilusión de
cimiento. La subjetividad abstracta, término del proceso de una separación absoluta de sujeto y objeto. Cuando se simula
racion.alización, no puede, en sentido estricto, «hacer» nada, que el objeto es absolutamente inconmensurable respecto del
del mismo modo como no puede esperarse del sujeto trascen- sujeto, un ciego destino se apodera de la comunicación entre
dental aquello que lo certifica como tal: la espontaneidad. A ambos.
partir de la doctrina cartesiana de la certeza indubitable del
sujeto -y la filosofía que la describió no hizo sino codificar
alg.ohistóricamente consumado, una constelación de sujeto y
objeto ~n la que, de acuerdo con el antiguo topos, sólo 10 2
desemejante puede conocer lo desemejante- la praxis reviste
CIerto carácter de apariencia, como si no franquease el foso. Incurriría en una simplificación quien, en obsequio de la cons-
Palabras como «industriosidad» o «diligencia» muestran níti- trucción histórico-filosófica, datase la divergencia entre teoría
damente ese matiz. Las realidades ilusorias de muchos movi- y praxis en una época tantardía como el Renacimiento. Sim-
mientos de masas «prácticos» del siglo xx, que llegaron a ser plemente se reflexionó entonces por primera vez en ella, des-
crudelísima realidad y sin embargo están acechados por lo no moronado ya aquel ardo que se jactaba de señalar su corres-
enteramente real, el delirio, nacieron solo cuando fue cues- pondiente lugar jerárquico tanto a las buenas obras como a la
tior;ada l~ a~ción. Mientras el pensamiento se restringe a la verdad. Experimentóse la crisis de la praxis en esta forma: no
razon subjetiva, susceptible de aplicación práctica, correlativa- saber 10 -que debe hacerse. Junto con la jerarquía medieval,
men~e 10 otro, aquello que se le escapa, es asignado a una a la que iba unida una casuística minuciosa, se desvanecieron
praxis cada vez más vacía de concepto y que no conoce otra las referencias prácticas que en esa época, y a pesar de toda su

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problematicidad, parecían por lo menos adecuadas a la estruc- animal; esa se desvanece cuando el ingenio de la praxis se
tura social. En el formalismo tantas veces fustigado de la éti- emancipa: es 10 que Schiller quiso significar en su teoría del
ca kantiana culmina un movimiento cuya arrolladora marcha juego. La mayoría de los activistas carecen de humor en for-
comenzó con la emancipación de la razón autónoma y con el ma no menos inquietante que el humor de risa prestada que
derecho a la crítica. La incapacidad para la praxis fue, prifua- caracteriza a los demás. La falta de autorreflexión no deriva
riamente, la conciencia de la falta de un orden normativo, de- de su psicología solamente. Ella marca la praxis no bien esta
bilidad ya originaria; de ahí derivan la vacilación, hermanada se erige a sí misma como un fetiche, afirmándose en contra de
con la razón entendida como contemplación, y la inhibición de su fin. He aquí una .dialéctica desesperada: del anatema que
la praxis. El carácter formal de la razón pura práctica constitu- la praxis impone a Ios :hombres no es posible escapar sino a
yó el defecto de esta ante la praxis; sin embargo, suscitó tam- través de la praxis, .mientras que, al mismo tiempo, ella -in-
bién la autorreflexión que lleva a superar el concepto defi- sensible, estrechav.carente de espíritu- contribuye como tal
ciente de praxis. Si la praxis autárquica posee desde tiempos a reforzar ese anatema. La novísima aversión a la teoría, que
inmemoriales características maníacas y violentas, la autorre- inerva esto, hace .de ello un programa. Pero el fin práctico,
flexión significa, en contraste con ellas, suspender la acción que incluye la liberación de todo 10 estrecho, no es indiferen-
ciega, que tiene sus fines fuera de sí, y abandonar la ingenui- te _a los medios que pretenden alcanzarlo; de otro modo la
dad, como pasaje hacia lo humano. Quien no quiera caer en dialéctica degenera -en vulgar jesuitismo. El diputado imbécil
una idealización romántica de la Edad Media debe retrotraer de la caricatura de Doré, que sé gloria: «Señores, yo soy ante
la divergencia de teoría y praxis hasta la antiquísima distin- todo práctico», revela ser -un pobre diablo incapaz de ver más
ción de trabajo físico y mental, probablemente hasta la nias allá de los problemas que 10 acosan y que sin embargo se cree
oscura prehistoria. La praxis nació del trabajo. Alcanzó su importante; su gesto denuncia al espíritu de la praxis, como
concepto cuando el trabajo no se redujo a reproducir directa- tal, de falta de espíritu. La teoría representa 10 no estrecho.
mente la vida sino que pretendió producir las condiciones de A pesar de su propia esclavitud ella es, en un mundo no libre,
esta: ello chocaba con las condiciones ya existentes. El hecho paladín de la libertad.
de que proceda del trabajo gravita pesadamente sobre toda
praxis. Hasta hoy la acompaña el momento de esclavitud que
arrastrara consigo: la necesidad de actuar en contra del prin-
cipio del placer a fin de conservar la propia existencia; empe- 3
ro, de ningún modo sería ya preciso que el trabajo, reducido
al mínimo, siguiese imponiendo tal renunciamiento. El activis- Hoy se abusa otra vez de la antítesis entre teoría y praxis
mo de nuestros días pretende suprimir el hecho de que la año- para acusar a la teoría. Cierto estudiante fue atacado por pre-
ranza de libertad se emparienta estrechamente con la aversión ferir el trabajo al activismo; luego de destrozarle la habitación,
hacia la praxis. Esta fue el reflejo de las penurias de la vida, sus agresores escribieron esta leyenda en la pared: «El que se
lo cual, a su vez, la deforma aun allí donde intenta abolir tales ocupa de la teoría sin pasar a la acción práctica es un traidor 1
penurias. En esa medida, el arte es la crítica de la praxis como al socialismo». Y no solo con respecto a él se transformó la
esclavitud; extrae de ello su verdad. El aborrecimiento de la praxis en pretexto ideológico de la coacción moral. Es eviden-
praxis, tan en boga hoy en día, está inspirado en el que pro- te que el pensamiento, al que difaman, fatiga indebidamente
ducen ciertos fenómenos de la historia natural, como las cons-
trucciones de los castores, la laboriosidad de las hormigas y 1 El concepto de traidor proviene de la traici6n eterna d.e la represión
abejas, o el grotesco y penoso esfuerzo del escarabajo que colectiva, no importa de qué color. La ley de las com~dades conspi-
arrastra una pajuela. Lo novísimo se da las manos en las pra- rativas es la inapelabilidad; por eso les place a los. conspiradores .desen-
terrar el concepto mítico del juramento. El que tiene otra opinión no
xis con algo antiquísimo; la praxis se convierte otra vez en el solo es expulsado sino que se ve expuesto a las más duras sanciones
animal sagrado, así como en otros tiempos pudo parecer delito morales. El concepto de moral reclama autonomía, pero los que tienen
no entregarse en cuerpo y alma a la empresa de la autocon- en la boca la palabra «moral» no toleran la autonomía. Si alguien merece
servación de la especie. La fisonomía de la praxis es seriedad ser llamado traidor es el que delinque contra la propia autonomía.

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a los prácticos: él ocasiona mucho trabajo, es demasiado prác- burguesa de la praxis. Ambas, como polos opuestos de 10 par-
tico. El que piensa opone resistencia; más cómodo es seguir ticular y 10 universal, que aquella conciencia escinde con vio-
la corriente, por mucho que quien lo hace se declare contra la lencia, son también falsas; ambas se mantendrán enfrentadas
corriente. Entregándose a una forma regresiva y deformada por tanto tiempo cuanto no se descubra en la realidad una
del principio del placer, todo resulta más fácil, todo marcha figura de la praxis, figura posible, más elevada; su descubri-
sin esfuerzo, yse tiene por añadidura el derecho de esperar miento necesita de la reflexión teórica. Es indudable -y nadie
una recompensa moral de los correligionarios. El supery6 co- discute- que el análisis racional de la situación constituye el
lectivo, sustituto, manda en brutal inversión lo que el viejo supuesto, por lo menos, de la praxis política: aun en la esfera
supery6 desaprobaba: la cesi6n de sí cualifica como hombres militar, el ámbito de la supremacía de la praxis por antono-
mejores a quienes se muestran dis uestos masia, se procede de ese modo. El análisis de la situación no /
se es pl e. am I n para ant a praxis, en sentido fuerte, se agota en el adecuarse a esta. Reflexionando sobre ella, el
consistía en la buena voluntad; pero esta equivalía para él a análisis pone de relieve momentos que pueden conducir más
razón autónoma. Un concepto de praxis que no sea estrecho allá de los constreñimientos de la situación. Esto reviste in-
ya únicamente puede referirse, entretanto, a la política, a calculable importancia para la relación entre teoría y praxis.
aquella situación de la sociedad que condena a la irrelevancia Por su diferencia respecto de esta, es decir, de la acción inme-
la praxis de cualquier individuo. Tal es el lugar de la diferen- diata, ligada a la situación, y en consecuencia mediante su in-
cia entre la ética kantiana y las concepciones de Hegel, el cual, dependización, ill..teoría se convierte en fuerza productiva prá-c-
como Kierkegaard 10 viera, ignora ya propiamente la ética en- tica, transformadora. SIempre que acierta en algo Importante,
tendida en el sentido tradicional. Los escritos filosófico-mora- el pensamiento produce un impulso práctico, por mucho que
les de Kant, conforme al estado de ilustración del siglo die- 10 ignore. Sólo piensa quien no se limita a aceptar pasivamen-
ciocho, a pesar de todo su antipsicologismo, de todo su es- te en cada caso lo dado; desde el primitivo que recapacita de
fuerzo por obtener principios imperativos y universales de qué modo podrá proteger de la lluvia su fog6n o guarecerse
validez absoluta, fueron individualista s en cuanto se dirigían cuando se acerca el temporal, hasta el pensador que imagina
al individuo como sustrato de la acción justa, que, para Kant, cómo la humanidad, por el interés de su autoconservaci6n,
es radicalmente racional. Todos los ejemplos de Kant provie- puede salir de la minoridad de que ella misma es culpable.
nen de la esfera privada y de los negocios; ello condiciona el Motivos de esa índole están siempre presentes, quizá con ma-
concepto de la ética de la intención, cuyo sujeto necesariamen- yor fuerza cuando la determinación práctica no es un objetivo
te ha de ser el individuo singular. En Hegel se anuncia por deliberado. No hay pensamiento, por cierto si este es algo más
primera vez la experiencia de que la conducta del individuo, que un ordenamiento de datos y un elemento de la técnica,
aun cuando se trate de su voluntad pura, no afecta a una rea- que no tenga su 'tÉAO¡; práctico. Cualquier meditación sobre la
lidad que, precisamente, prescribe al individuo las condiciones libertad se prolonga en la concepción de su producción posi-
de su acción, limitándola. Al ampliar a lo político el concepto ble, con tal de que esa meditación no esté sujeta por el freno
de lo moral, Hegel disuelve este. Desde entonces, ninguna re- de lo práctico ni cortada a la medida de resultados prescrip-
flexi6n no política sobre la praxis es concluyente. Pero nadie tos. En efecto, así como la separación de sujeto y objeto no
se llame a engaño: precisamente en la ampliación política del es revocable por la decisión soberana del pensamiento, del
concepto de praxis es puesta, al mismo tiempo, la represión mismo modo tampoco existe unidad inmediata de teoría y
del individuo por 10 universal. La humanidad, que no es sin praxis: ella imitó la falsa identidad de sujeto y objeto, y per-
individuación, es virtualmente abrogada por la expeditiva li- petuó el principio del sojuzgamiento, instaurador de la iden-
quidaci6n de esta. Pero desvalorizar la acción del individuo, y tidad, combatir el cual incumbe a la verdadera praxis. El con-
por tanto de todos los individuos, es paralizar también lo co- tenido de verdad de las afirmaciones acerca de la unidad de
lectivo. La espontaneidad, frente a la preponderancia de he- teoría y praxis estuvo ligado a condiciones históricas. En pun-
cho de las condiciones objetivas, aparece de antemano CalDO tos nada les del desarrollo, de ruptura cualitativa, pueden re-
nula. La filosofía moral de Kant y la filosofía del derecho de flexi6n y acción comportarse recíprocamente como detonantes;
Hegel representan dos grados dialécticos de la autoconciencia pero ni aun entonces son uno.

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rno reprimida: la serena negativa de atravesar el Rubicón -a
4 punto de secarse- entre razón y locura. El paso a la praxis
L~ primacf~ de~ objeto debe ser. respetada por la praxis; la sin teoría es motivado por la impotencia objetiva de la teoría,
cnnca del idealista Hegel a la ética kantiana de la conciencia y multiplica esa impotencia mediante el aislamiento y fetichi-
moral hizo notar esto por primera vez. Sólo se comprende bien zación del momento subjetivo del movimiento histórico: la
la praxis, si el sujeto, por su parte, es algo mediado, a saber: espontaneidad. Tal deformación se produce a modo de reac-
si es a9uello qu~ quiere al objeto; la praxis responde al estado ción frente al mundo regimentado. Pero la praxis, en cuanto
car~ncIal del sujeto. Pero no por adaptación del sujeto, adap- cierra espasmódicamente los ojos ante la totalidad de ese mo-
ración que meramente fijase la objetividad heterónoma. La vimiento, comportándose como si aquel momento fuese
carenc~adel obje~o, que el ~ujeto experimenta, es mediada por algo inmediato en los hombres, se subordina a la tendencia
el conJun~odel SIstema social; de ahí que sólo sea críticamen- objetiva de la deshumanízación en marcha, incluidas sus prac-
t~ ~~term!nable por. la teoría. La praxis sin teoría, bajo la con- ticas. La espontaneidad, que inervó el estado de carencia res-
di,clOnmas progresiva ~el conoc!miento, debe fracasar, y se- pecto del objeto, debía insertarse en los puntos de acceso
gun su con~epto la praxis lo .~ebIera realizar. Una falsa praxis de la realidad endurecida, en aquellos puntos en que se abren
no es praxis. La desesperación que (porque encuentra blo- hacia el exterior las grietas provocadas por la presión del en-
queadas las salidas) se encierra irreflexivamente dentro de sí durecimiento; no rondar perpleja, abstractamente, sin mira-
v.a,unida, aun :t; el caso de !a voluntad más pura, con la perdi~ mientos por el contenido de aquello que con frecuencia solo
cron. ~a ~yersI0n ~ l~ teoría, característica de nuestra época, es impugnado por razones de propaganda.
~u eX~InCl~m de nmgun modo casual, su proscripción por la
rmpaciencia que pretende transformar el mundo sin interpre-
tarlo, mI~ntras que, en su contexto, esa tesis quiso significar
que l?s filósofos hasta entonces se habían reducido meramen- 5
te a interpretarlo ... semejante aversión a la teoría constitu-
ye la debilidad de la. praxis. El que la teoría deba plegarse a Si, por sobre las diferencias históricas de que se nutren los
ella disipa el contemdo. de verdad de la teoría y condena la conceptos de teoría y praxis, arriesgásemos por vía de excep-
praxis a la .locura; por CIerto, enunciar esto es hoy algo prácti- ción una gran perspectiva, como suele decirse, comprobaríamos
co. E~~ pizca de l?c~ra proporciona su siniestro poder de el carácter inmensamente progresivo de la separación entre
~traccI0n a los movímientos colectivos, sin que por lo pronto teoría y praxis, lamentada por el romanticismo y difamada
Importe, claro est~, su co~te~i?o. Por la vía de SI¡ integración . a imitación de este, por muchos socialistas, aunque no por
en la l?,cura colectiva los individuos acaban en la propia desin- Marx en su época madura. Sin duda que es ilusoria la dis-
tegraCI?n; de acuerdo con la concepción de Ernst Simmel, la pensa del espíritu respecto del trabajo material, pues el es-
paranoia colectiva prepara la paranoia privada. En el momen- píritu supone este para su propia existencia. Pero no solo
to se.ma?Iflesta ~nte todo como incapacidad para asumir en la es ilusión, no está al servicio sólo de la represión. Tal sepa-
conclencl~, mediante la reflexión, contradicciones objetivas, ración marca las etapas de un proceso que conduce a superar
que el SUjetono puede resolver de manera armónica. La uní- el ciego predominio de la praxis material, potencialmente en
d~d . ódicamente admitida sin discusión encubre laDró- el sentido de la libertad. El hecho de que algunos vivan
-tIa, mcontrastable ·vlslOn. a ocura sancionada ispensa e sin ocuparse del trabajo material y, como el Zaratustra de
a p~eba de reaTidad, que necesariamente lleva a la conciencia Nietzsche, gocen de su espíritu, ese injusto privilegio, implica
que tal cosa sería posible para todos; en especial, dado el
debilitada antagonismos insoportables, como los de la nece-
slda? subjetiva y la falta objetiva. Servidor insidiosamente nivel alcanzado por las fuerzas productivas técnicas, que per-
maltgn? del principio del placer, el momento de la locura se mite vislumbrar la dispensa universal del trabajo material, su
conta~la con una enfermedad que a través de la ilusión de la reducción a un valor límite. Revocar esa separaci6n por un
segur~da?.am~naza mortalmente al yo. El recelo respecto de acto de decisión soberana parece idealista y es regresivo. El
ella sígnííícaría la autoconservación más simple, por eso mis- espíritu entregado a la praxis sin reservas pasaría a ser un

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concretismo. Se confundiría con la tendencia tecnocrático-po- producido. Esperarla del futuro, después de Aus~hwitz e .Hí-
sitivista a la que cree oponerse y con la que guarda (también roshima obedece al pobre consuelo de que todavía es posible
por lo demás en ciertos partidos) mayor afinidad que la que algo pe~r. La humanidad, que practica lo malo y lo soporta
se imagina. Con la separación de teoría y praxis emerge hu- resignadamente, ratifica de ese modo 10 peor: bast~ con escu-
manidad; esta es ajena a aquella indiferenciación que, en ver- char los desatinos que se dicen acerca de los peligros de la
dad, se pliega al primado de la praxis. Los animales, al igual distensión. Una praxis oportuna sería única~;nte el es~uer~o
que los enfermos regresivos que padecen lesiones cerebrales; por salir de la barbarie. Esta, con la ac~lerac1Onde la historia
solo conocen objetos de acción: percepción, ardid, alimento a velocidades arrasadoras se ha extendido tanto que no hay
son lo mismo bajo la coacción, que gravita más sobre los que nada que se resista a su contagio. A muchos les suena plau-
no son sujetos que sobre los sujetos. El ardid debe de haberse sible la proposición de que contra la tot~lidad.bárbara ya s~lo
independizado para que los individuos cobrasen esa distancia surten efecto los métodos bárbaros. La violencia, que hace cm-
respecto del alimento, cuyo .ÉAO~ sería el fin del dominio en cuenta años pudo parecer todavía justa, y 'para un breve pe-
el que se perpetúa la historia natural. Lo suave, benigno, ríodo, ante la esperanza demasiado abstracta.e il~soria de una
tierno, también lo condescendiente que hay en la praxis toman transformación total, después de la expenenc~a de~ terror
por modelo al espíritu, un producto de la separación cuya re- nacionalsocialista y stalinista, y frente a la persistencia de la
vocación es emprendida por la reflexión demasiado poco re- represión totalitaria, se. ;ncuentra ~extri~ablemente unida a
flexiva. La desublimación, a la que, de todos modos, apenas aquello mismo que debió ser camb1ado: S1 la trama, de culpa
si se necesita recomendar expresamente en nuestros días, per- de la sociedad, y, con ella, la perspectiva de la catastrofe se
petuó el tenebroso estado que sus portavoces quisieron escla- han vuelto de veras totales -y nada permite dudar de ello--,
recer. El que Aristóteles estableciese como supremas las virtu- lo único que es posible contraponerles es aquello que denun-
des dianoéticas tuvo sin duda su parte de ideología: la resig- cia esa trama de no-conciencia (Verblendtlngsztlsammenhang),
nación del hombre privado helenista, que por miedo debe en lugar de participar en ella c?n las pr?pias .fuerzas. O ~a
abstenerse de influir en la cosa pública y trata de hallar una humanidad renuncia alojo por OJO de la violencia, o la praxis
justificación de ello. Pero su tratado de las virtudes abrió tam- política presuntament~. radical re?ue~a el viej:> horror. Igno-
bién el horizonte de la meditación dichosa; dichosa, porque miniosamente se verifica la sabiduría pequenoburguesa, se-
se veía libre del ejercicio y la pasión de la autoridad. La po- gún la cual el fascismo y el comunismo son lo mismo, o más
lítica aristotélica es tanto más humana que el Estado plató- modernamente, la de que la APO colabora con el NPD: el
nico cuanto una conciencia cuasi burguesa es más humana mundo burgués ha terminado por ser tal como los burgueses
que otra restaurativa, la cual, a fuer de investirse de autoridad se lo representan. El que rehúsa co!aborar <:nel recurso. a la
en un mundo ya ilustrado, da un vuelco repentino a lo tota- fuerza bruta e irracional se ve empujado hacia ese reformismo
litario. El objetivo de una praxis justa sería su propia abo- que, a su vez, es también culpable de !a persistencia d:l todo
lición. malo. Pero ningún fácil expediente sirve, y ~o qu~ sirve se
encuentra recubierto por un velo espeso. La, d!aléctlca se ~!-
vierte en sofística tan pronto como pragmatísncamente se fija
en el paso más próximo, que el conocimiento del curso total
6 hace tiempo traspasara.
Marx en su famosa carta a Kugelmann previno contra la re-
caída en la barbarie, ya visible por entonces. Nada habría
expresado mejor la afinidad electiva de conservadorismo y 7
revolución. Esta apareció ya ante Marx como la ultima ratio
para conjurar el derrumbe por él pronosticado. Pero ese te- Lo falso del primado de la praxis, hoy proclam~do, se mani-
mor, que por cierto no fue el menos importante de los mo- fiesta en la prioridad de la táctica sobre cualquier otra cosa.
tivos de Marx, se ha cumplido con creces. La recaída se ha Los medios se han independizado hasta el extremo. En cuanto

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sirven irreflexivamente los objetivos, se han alienado de estos. miento tanto más diligentemente cuanto más pierde el coa-
Así es como por todas partes se reclama discusión, ante todo tacto con el objeto y el sentido de las proporciones, es pro-
seguramente por un impulso antiautoritario. Pero la táctica ducto de las condiciones sociales objetivas. Ella está, en ver-
ha aniquilado por completo la discusión, una categoría por lo dad, adaptada: a la situación del huís clos. El gesto pseudo-
demás absolutamente burguesa, como la de publicidad. El revolucionario es complementario de aquella imposibilidad
acuerdo en un nivel de objetividad más elevado, fruto posi- debida a la técnica militar, de que estalle una revolucló~
ble de las discusiones, en cuanto intenciones y argumentos se espontánea, imposibilidad a la que se refirió hace años ya
ayudan y se compenetran mutuamente, no interesa a quienes jürgen van Kernpski. Contra quienes manejan bombas son
de manera automática, aun en situaciones enteramente inade- ridículas las barricadas; de ahí que se juegue a las barricadas,
cuadas, exigen discusión. Las camarillas que dominan en cada y que los amos toleren temporariamente a quienes se entre-
caso tienen ya preparados los resultados que procuran ob- gan a ello. No parece ocurrir lo mismo con las técnicas de gue-
tener. La discusión sirve a la manipulación. Cada argumento rrilla del Tercer Mundo; en el mundo regimentado nada fun-
obedece a una intención, sin que nada importe su solidez. ciona sin rupturas. De aquí que en los países industrializados
Apenas se escucha 10 que dice el contrincante; y si se 10 hace, se tome por modelos a los subdesarrollados. Pero estos son
es para replicar al punto con fórmulas estereotipadas. Nada tan impotentes como el culto de la persona de un caudillo
de experiencias, si es que aún se es capaz de tenerlas. El ad- que fue asesinado ignominiosamente, cuando se encontraba
versario de la discusión está en función del respectivo plan: indefenso. Modelos que no resultaron correctos ni siquiera en
cosificado por la conciencia cosificada malgré lui méme. O la selva boliviana no pueden trasladarse. /
se pretende empujarlo, mediante las técnicas de la discusión La pseudoactividad es provocada por el estado de las fuerzas ~
y la fuerza de la solidaridad, para servirse de él, o se lo desa- productivas técnicas, estado que al mismo tiempo la condena
credita ante los asistentes; o bien simplemente los contendores a la ilusión. Así como la personalización es un falso consuelo
hablan para las tribunas, en busca de una publicidad de la que frente al hecho de que el individuo carece de importancia en
son prisioneros: la pseudoactividad puede mantenerse en vida el mecanismo anónimo, del mismo modo la pseudoactividad
únicamente a fuerza de continua propaganda. Si el contrin- contituye un engaño respecto del efectivo enervamiento de
cante no cede, se 10 descalifica y se 10 acusa de carecer de una praxis que supone un actor libre y autónomo, que no
las aptitudes que serían prerrequisito de cualquier discusión. existe. Es significativo también para la actividad política que
Pero el concepto de esta es deformado con tan singular habi- los astronautas, para la circunnavegación de la Luna, no pu-
lidad que, según eso, el otro tendría la obligación de dejarse diesen orientarse solo por su instrumental de a bordo, síno
convencer; así, la discusión es rebajada al nivel de la farsa. que necesitasen obedecer minuciosas órdenes del centro espa-
Esas técnicas están presididas por un principio autoritario: el cial. Los rasgos individuales y el carácter social de Colón y
que disiente debe aceptar la opinión del grupo. Gente into- Borman difieren por completo. Como reflejo del mundo re-
lerante proyecta su propia intolerancia en quienes no quieren gimentado, la pseudoactividad lo retoma dentro de sí misma.
dejarse aterrorizar. Con todo esto el activismo se inserta en Los cabecillas de la protesta son virtuosos de las reglamenta-
la misma tendencia a la que cree o presume combatir: el ins- ciones y los procedimientos formales. Los enemigos jurados
trumentalismo burgués, que fetichiza los medios porque la re- de las instituciones exigen con fruición que se institucionalice
flexión sobre los objetivos resulta intolerable para el tipo de esto o aquello, casi siempre peticiones de gremios constituidos
praxis que le es propio. al acaso; no importa de qué hablen: ha de ser «obligatorio» a
toda costa. Subjetivamente todo esto es favorecido por el fe-
nómeno antropolégíco del gadgeteering, de la catectización
afectiva de la técnica, que sobrepasa tOdi razón y se extiende
8 a tOdos los terrenos de la vida. Irónicamente -he ahí el más
completo envilecimiento de la civilización- tiene razón Me-
La pseudoactívídad, .la praxis que se tiene por tanto más im- Luhan: the medium is message. La sustitución de los fIneS
portante y que se impermeabiliza contra la teoría y el conocí- por los medios reemplaza las propiedades en los hombres

170 171
mismos. «Interiorización» sería la palabra falsa para designar necesidades anímicas y a la obtención secundaria de placer que
esto, porque aquel mecanismo no deja que se forme una sub- proporciona el ocuparse de la propia persona, el hecho de que
jetividad firme; la instrumentalizaci6n usurpa su lugar. En la el momento subjetivo se ponga de manifiesto en sus contrin-
pseudoactividad así como en la revoluci6n ficticia, la tenden- cantes provoca en ellos un maligno sentimiento de ira. Puede
cia objetiva de la sociedad se liga sin fisuras con la involución comprobarse aquí, ante todo, la tesis freudiana de Psicología
subjetiva. Periódicamente, la historia universal produce otra de las masas y análisis del yo, según la cual las imágenes pro-
vez los tipos de hombre de que necesita. pias de la autoridad poseen subjetivamente el carácter de la
falta de amor y de relaci6n con los demás, el carácter de la
frialdad. Así como en los antiautoritarios madura la autoridad,
del mismo modo exornan ellos sus imágenes negativamente
9 catectizadas con las cualidades tradicionales del jefe, y se
inquietan tan pronto como estas no responden a lo fJ.ue las
La teoría objetiva de la sociedad, como algo independizado anti-autoridades secretamente anhelan ver en las autoridades,
con respecto a los individuos vivientes, retiene el primado Quienes más violentamente protestan se parecen a los caracte-
sobre la psicología, la cual no atañe a lo que es decisivo. Por res autoritarios en el rechazo de la introspección; allí donde
cierto, en esa concepción repercutió a menudo, desde Hegel, se ocupan de sí mismos, lo hacen de manera acrítica, y se
el rencor contra el individuo y su libertad (aun la más ín- orientan en bloque, agresivamente, hacia el exterior. Sobres-
tima, sobre todo contra el instinto). Ella se adosó al subjetivis- timan la propia importancia de modo narcisista, sin suficiente
mo burgués, y fue al final su mala conciencia. Pero tampoco sentido de las proporciones. Erigen directamente sus necesi-
es sostenible objetivamente la ascesis contra la psicología. dades subjetivas (por ejemplo, bajo la consigna de «proceso
Desde que la economía de mercado se halla desquiciada, y se de aprendizaje») como medida de la praxis; para la categoría
la remienda con medidas provisionales, sus leyes por sí solas dialéctica de la aliel1ación ha quedado hasta el momento poco
no constituyen una explicación suficiente. No siendo median- espacio. Cosifican su propia psicología y esperan de quienes
te la psicología, a través de la cual se interiorizan sin cesar les hacen frente una conciencia cosificada. Propiamente hacen
las coacciones objetivas, no sería posible comprender que los de la experiencia un tabú, y se vuelven alérgicos tan pronto
hombres admitan pasivamente una irracionalidad siempre des- como algo la recuerda. Esta se rebaja al nivel de ellos, se re-
tructiva, ni que se alisten en movimientos cuya contradicci6n duce a lo que llaman «adelanto de la información», sin adver-
con sus intereses resulta fácilmente perceptible. Con esto se tir que los conceptos (acuñados por ellos) de información y
enlaza la función de los determinantes psicológicos en los es- comunicación están tomados de la industria monopólica de la
tudiantes. En relación con el poder real, al que apenas si con- cultura y de la ciencia plegada a ella. Objetivamente contribu-
mueve, el activismo es irracional. Los más prudentes tienen yen a la transformaci6n regresiva de lo que aún queda del
conciencia de su esterilidad, otros con dificultad se engañan a sujeto en señales de conditioned rejlexes.
sí mismos. Como no es fácil que grandes grupos de personas
se dispongan al martirio, hay que recurrir a los resortes psico-
lógicos; por 10 demás, los Intereses directamente económicos
cuentan menos que lo que pretende hacer creer la cháchara 10
sobre la sociedad opulenta: ahora como antes, muchos estu-
diantes vegetan en el límite del hambre. Es verdad que la En el plano de la ciencia, la separación de teoría y praxis en
c~mstrucción de una realidad ilusoria es impuesta, en definí- la época moderna, y por cierto en la sociología, para la cual
tiva, por las barreras objetivas; ella es mediada psicológica- debiera ser temática, se halla estampada de manera' irreflexiva
mente, y la supresión del pensamiento está condicionada por y extrema en la doctrina de Max Weber sobre la neutralidad
la dinámica pulsional. Aquí se manifiesta una contradicción. frente a los valores. Formulada hace ya setenta años, sigue in-
Mientras que los activistas muestran un marcado interés libi- fluyendo en la más moderna sociología positivista. Las críticas
dinoso por ellos mismos, en cuanto a la satisfacción de sus que recibió ejercieron escasa influencia sobre la ciencia esta-

172 173
blecida. La doctrina que constituyó el opuesto abstracto de ción de racionalidad e irracionalidad. Pero, por contragolpe,
aquella, más o menos expr~so, la ética m~teria~ d.e los ~alores, la racionalidad medios-fines se invierte en él dialécticamente.
que debía orientar la praxis con una evidencia inmediata, se La burocracia, la· forma más pura de poder racional, que se
desacreditó a causa de su arbitrariedad restauradora. En We- ha desarrollado hasta convertir la sociedad en un sistema de
ber la neutralidad frente a los valores se ligaba estrechamente engranajes, proceso -este profetizado por Weber c~n horr~r
con' su concepto de racionalidad. Falta saber cuál de ambas manifiesto, es irracional. Expresiones como engranaje, estabi-
categorías sustenta a la otra en la versión weberiana. Lomo .es lización, independización del mecanismo y sus sinónimos in-
sabido, la racionalidad, centro de toda la obra de Weber, sig- dican que los medios designados .por ellas se ~onv~erten en
nifica básicamente racionalidad con arreglo a fines. Es definida fines autónomos en lugar de satisfacer su racionalidad me-
como la relación entre los medios adecuados y los fines. Estos, dios-fines. Pero esto no es un fenómeno de degeneración, como
según Weber, por principio están fuera de la racionalidad; quiere creerlo la conciencia burguesa. Weber comprendió ca-
quedan librados a una especie de decisión, cuyas tenebrosas balmente, aunque no lo asumiera de manera conse.cuente.e!l su
connotaciones, que Weber no quiso, no tardaron en manifes- concepción, que esa irracionalidad, a la v~z descrita Y, disimu-
tarse después de su. muerte. Pero semejante exclusión de los lada por él, es la consecuencia de caracterizar a la razon como
fines del campo de la ratio, exclusión a la que Weber impuso medio, de proscribirla de la consideración de los ~ines ty de
restricciones, pero que, entretanto, innegablemente configuró la conciencia crítica de estos. La racionalidad defeccionante de
el tenor de su doctrina de la ciencia y hasta de su estrategia Weber se hace irracional precisamente en cuanto que, como
científica, no es menos arbitaria que la fijación dogmática de Weber lo postula en furiosa identificación con el agresor, los
los valores. Es imposible separar simplemente la racionalidad fines permanecen irracionales para su ascesis. Sin sostén en
de la autoconservación, así como lo es separar de esta la 10 determinado de los objetos, la ratio deserta de sí misma:
instancia subjetiva, servidora de la racionalidad: el yo; por su principio se convierte en una mala infinitud. La aparente
lo demás, tampoco el Weber sociólogo -que rechazaba la desideologización de la ciencia,.l1evad~ a cabo por W~~e.r, en
psicología pero se orientaba en sentido subjetivo- intentó realidad fue conceb'tda como ideología contra el análisis de
semejante cosa. La ratio se ha originado como instrumento de Marx. Pero se desenmascara como inconsciente y contradicto-
autoconservación, de comprobación de realidad. La universa- ria en sí en su indiferencia frente al sinsentido manifiesto.
lidad de la ratio, rasgo este que permitió a Weber eliminar La ratio ~o puede ser menos que autoconservación, a saber,
la psicología, la ha extendido más allá de su portador inmedia- la de la especie, de la que literalmente de~ende la superviven-
to, el hombre individual. Esto la emancipó -desde que ella cia de cada individuo. Por supuesto, mediante la autoconser-
existe, por supuesto- de la contingencia de la posición indi- vación, ella logra el potencial de aquella au!~conciencia que
vidual de fines. El sujeto auto subsistente de la ratio es, en alguna vez podría trascender la autoconservacicn, a la que fue
su universalidad espiritual, inmanente, algo realmente univer- reducida por su limitación al nivel de medio.
sal: la sociedad, o, en último análisis, la humanidad. La sub-
sistencia de esta exige racionalidad: en efecto, fin de la huma-
nidad es un ordenamiento social racional, pues de lo contra-
rio acallaría ella misma autoritariamente su propio movimien- 11
to. La humanidad únicamente está ordenada de modo racional
en la medida en que conserva a los sujetos socializados según El activismo es' regresivo. Cautivo por aquella positividad q.u~
su potencialidad libre de cadenas. Irracional y delirante sería, desde hace tiempo cumple el papel de apoyatura para la debili-
por el contrario -y el ejemplo es algo más que un ejemplo-, dad del yo, se resiste a tomar. conciencia ~e su propia impo-
afirmar que, por una parte, la adecuación de los medios de tencia. Los que no cesa? de gritar: <~Dema~ladoab~tra~t?», se
destrucción al fin de la destrucción es racional, mientras que, empeñan en un concrensmo, en una .mmediatez no lus~t~lcados
por otra, el fin de la paz y de la superación de los antagonis- por los medios teóricos de que se dispone. Ello beneficia a la
mos que lo relegan ad calendas graecas es irracional. Weber, praxis ilusoria. Los especialmente avisados dicen -de manera
como fiel exponente de su clase, ha puesto de cabeza la rela- tan sumaria como juzgan acerca del arte- que la teoría es'

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represiva; pero qué actividad, en medio del statu qua, no lo por su parte, emplean las torturas a la manera china. El que
sería a su modo. Empero, la acción directa, que siempre re- se imagine que él, producto de esta sociedad, está libre de la
cuerda al portazo, está incomparablemente más próxima de la frialdad burguesa, abriga ilusiones sobre sí mismo y sobre el
represión que el pensamiento, ya que este implica un tiempo mundo; sin esa frialdad nadie podría sobrevivir. La capacidad
de reflexión. El punto de Arquímedes, a saber, de qué modo de identificación con el dolor ajeno es escasa en todos los
es posible una praxis no represiva, de qué modo se podrá hombres sin excepción. Decir que simplemente no se pudo
sortear la alter.nativa. entre espontaneidad y organización, no resistir su visión, que ningún hombre de buena voluntad pue-
puede descubr:r~e, SI de veras es posible hacerlo, por vías de seguir resistiéndola, constituye la racionalización de una
que no sean teóricas. Cuando se desestima el concepto, apare- compulsión moral. Posible y digna de admiración fue aquella
cen rasgos como la solidaridad unilateral, que degenera en te- actitud al borde del terror extremo, tal como 10 experimenta-
rror. Con ello se impone irremediablemente la supremacía ron los conjurados del 20 de julio, que prefirieron caer atroz-
b~rgu~sa de los medios sobre los fines, esto es, eso mismo que mente exterminados antes que permanecer inactivos. Preten-
dicen Impugnar las declaraciones programáticas. La reforma der desde la distancia que se siente 10 mismo que ellos signi-
tecnocrática de la universidad, a la que tal vez incluso bona fide fica confundir la fuerza de la imaginación con el poder de la
se quiere conjurar, no es sólo el contragolpe asestado a la pro- circunstancia inmediata. La pura autodefensa impide en el
testa: esta la promueve desde sí misma. La libertad de cáte- ausente (en el que actuó) la imaginación de 10 peor, sobre todo
dra es envilecida para halagar a la clientela estudiantil y debe cuando se trata de acciones que a él mismo lo exponen a 10
sujetarse a controles. ' peor. Pero el que conoce los hechos a la distancia tiene que
reconocer los límites (que le son objetivamente impuestos) de
una identificación que choca con su exigencié de autoconser-
vación y felicidad, y no comportarse como quien ya fuese un
12 hombre de aquel tipo que, quizá, sólo ha de realizarse en un
estado de libertad, es decir, en un estado carente de angustia.
Entre los argumentos de que dispone el activismo, hay uno Del mundo, tal como es, nadie puede aterrarse suficientemen-
que por cierto está muy lejos de la estrategia política (aunque te. Si alguien no sólo sacrifica su inteligencia, sino que también
muchos se precien de ella), pero por ello mismo posee una se sacrifica a sí mismo, nadie se 10 puede impedir aunque ese
fuerza de sugestión tanto mayor: es reciso optar or el mo- martirio sea objetivamente falso. Hacer del sacrificio un man-
vimiento de rotesta recisamente or ue s dato pertenece al repertorio fascista. La solidaridad con algo
posibilida es o jetlvas e exlto; y ello, siguiendo el ejemplo cuyo inevitable fracaso es patente puede arrojar una exquisita
de Marx durante la Comuna de París, o bien de la entrada del ganancia narcisista; sí, ella es tan ilusoria como la praxis de la
Partido Comunista en el soviet anarco-socialista de 1919 en cual cómodamente se espera una aprobación que quizá sea re-
Munich. Así como esas conductas estuvieron dictadas por la vocada en el momento siguiente, pues no hay sacrificio de la
desesperación, del mismo modo quienes desesperan de su posi- inteligencia que satisfaga a las insaciables exigencias de la falta
bilidad de éxito deberían apoyar una acción estéril. Según afir- de espíritu. Brecht, quien, conforme a la situación de enton-
man, la inevitable derrota hará que, por razones morales, de- ces, aún tuvo que ver con la política -no con su sucedáneo-,
b~n mostrarse solidarios aun quienes, habiendo previsto la ea- dijo en cierta ocasión que, para ser absolutamente sincero con-
tastrofe, no se hubiesen plegado al dictado de una solidaridad sigo mismo, debía confesar que au fond el teatro le interesaba
unilateral. ~ero la apelación al heroísmo no hace más que re- más que la transformación del mundo," Tal conciencia sería
penr e~e.dlctado; quien no se haya dejado aturdir, no dejará el mejor correctivo de un teatro que hoy se confunde con la
de percibir el ton~ hueco de tales voces. En la segura América, realidad, así como los bappennings que los activistas escenífi-
el emlg~ante podía sobrellevar las noticias que llegaban de can de vez en cuando orillan la apariencia estética y la realidad.
Auschwítz: nadie creerá fácilmente a quien dice que Viet- Quien no quiera quedarse atrás respecto de la confesión va-
nam le roba el sueño, aparte de que todo adversario de las
guerras coloniales está obligado a reconocer que los vietcong, 2 Walter Benjamín, Versuche über Brecbt, Francfort, 1966, pág. 118.

176 177
liente y espontánea de Brecht, condenará casi toda la praxis 14
actual como falta de talento.
Si teoría y praxis no son inmediatamente uno, ni absolutamen-
te distintas, entonces su relación es una relación de disconti-
nuidad. No hay una senda continua que conduzca de la praxis
13
a la teoría (eso es 10 que entendemos por «momento espon-
táneo» en las consideraciones que siguen). Pero la teoría per-
El practicismo actual se apoya en un momento que la horrible tenece a la trama de la sociedad y es autónoma al mismo tiem-
jerga de la sociología del conocimiento ha bautizado con el po. A pesar de esto, ni la praxis transcurre independientemen~e
nombre de «sospecha de ideología» (Ideologieverdacht) como de la teoría, ni esta es independiente de aquella. Si la praxis
s~el .motor para la crítica de las ideologías fuese, no 1; expe- fuese el criterio de la teoría, se convertiría, por amor del tbema
rIe~cIa de s~ false~ad, si~? el menosprecio pequeñoburgués probandum, en la patraña denunciada P?r Ma.r~, y por tant.o
hacia cualq~Ier m~IfestacIon ~el espíritu, de la cual se presu- no podría alcanzar lo que pretende; SI se ngrese la praxis
~e que esta condicionada por intereses, que el escéptico, él sí simplemente por las indicaciones de la teoría, se endurecería
interesado, proyec~a sobre el espíritu. Pero cuando la praxis doctrinariamente y además falsearía la teoría. La prueba más
e.ncubre con el OpIOde lo colectivo su propia, real imposibi- famosa de ello, aunque de ningún modo la única, sería la apli-
hd..ad,.es ella la 5{uese vuelve ideología. Existe al respecto una cación que hicieron Robespierre y Saint-just de la volonté géné-
senal inconfundible. el recurso automático a la pregunta «qué rale rousseauniana, a la que de todos modos no le faltaba la
hac~r», pregunta que se esgrime en contra de cualquier pen- característica represiva. El dogma de la unidad de teoría y
samiento crítrco, aun antes de que haya sido expresado y no praxis, en contraste con la doctrina que invoca, es-adialécticc:
diga~os seguido. En ninguna parte es tan flagrante el oscu- aprehende simple identidad allí donde únicamente la contra-
rantrsmo de la moderna aversión a la teoría. Recuerda al gesto dicción puede ser fructífera. La teoría, en cambio, aunque no
de la petición de pasaporte. Inexpreso, pero tanto más potente puede ser arrancada del conjunto del proceso social, tiene ade-
es el mandato: debes obedecer. El individuo debe prosternar- más, dentro de este, independencia; no es solamente medio del
se al~telo colectivo; como recompensa por el acto de saltar al todo sino también momento; de otro modo no sería capaz de ,/
melttn~ pot se le promete la gracia de la pertenencia al grupo. resistir al hechizo del todo. La relación de teoría y praxis, una
Los débiles, los angustiados se sienten fuertes cuando corren vez distanciadas la una de la otra, es la del salto cualitativo,
con las manos enlazadas. He ahí la real transición al irracio- no la del traspaso ni la subordinación. Están entre sí en rela-
nalísmo. Con mil sofismas se defiende con infinitos medios de ción de polaridad. Precisamente las teorías que no fueron con-
presión moral se inculca a los adeptos: que mediante la renun- cebidas con miras a su aplicación son las que tienen mayor
CIaa la propia razón y al propio juicio se hacen partícipes de probabilidad de ser fructíferas en la práctica, tal como, por
una ra~ón sUl?erior, ~ole.ctiva; para conocer la verdad, por el ejemplo, sucedió en la física entre la teoría del átomo y la
~on.tr~rlo, es ImprescIndIble aquella razón incondicionalmente separación del núcleo; lo común, la referencia a una praxis po-
m~vIduada, acerca de la cual se repite, con monotonía, que sible estaba contenido, en sí, dentro de la razón orientada en
est~ su~era?a y que, si acaso transmite algo, tiempo ha que la sentido tecnológico, y no porque esta tuviera en vista la apli-
sabiduría SIempre superior de los camaradas lo ha refutado y cación. Marx formuló la tesis de la unidad acuciado por el pre-
despachado. Se ~ecae en aquella actitud disciplinaria que en sentimiento de que era preciso actuar ahora mismo, pues de
otro tIempo tuvieron los comunistas. En los revolucionarios 10 contrario se corría el riesgo de hacerlo demasiado tarde.
aparentes se repite como comedia, de acuerdo con un dicho En esa medida fue también práctica; pero faltaban a la teoría
de ~arx, lo que ur;a vez se presentó como una tragedia de propiamente acabada, a la crítica de la economía política, todas
~rnbles consecuencIas, cuando la situación aún estaba abierta. las transiciones concretas hacia aquella praxis que, según las
n vez de enfrentar argumentos se choca con frases estereoti- once tesis sobre Feuerbach, debía constituir su raison d'étre.
padas que manifiestamente provienen de los jefes y sus se- El horror de Marx por las recetas teóricas para la praxis ape-
cuaces.
nas si fue menor que su negativa a describir positivamente una

178 179
sociedad sin clases. El capital de Marx contiene un sinnúmero Indice general
de invectivas, en su mayoría dirigidas contra economistas y
filosófos, pero ningún programa de acción; cualquier orador
de la APO que haya asimilado el vocabulario de su organiza-
ción debería tachar el libro de abstracto. De la teoría de la
plusvalía no se podía deducir de qué modo se ha de hacer la
revolución; el antifilosófico Marx apenas si fue más allá, en
relación con la praxis en general -no en los problemas polí-
ticos concretos-, del filosofema según el cual la emancipación 7 Prefacio
del proletariado ha de ser obra del propio proletariado. En 9 Observaciones sobre el pensamiento filosófico
los últimos decenios, los Estudios sobre autoridad y familia, 18 Razón y revelación
La personalidad autoritaria y hasta la teoría del poder, heie- 27 Progreso '.
rodoxa en muchos aspectos, expuesta en Dialéctica del Ilumi- 48 Glosa sobre personalidad
nismo fueron escritos sin intención práctica y, sin embargo, 54 Tiempo libre
tuvieron alguna influencia de esa índole. Esta se debió, entre 64 Tabúes relativos a la profesión de enseñar
otras razones, a que, en un mundo en que hasta las ideas se 80 La educación después de Auschwitz
han convertido en mercancía y provocan sale's resistance, le- 96 Sobre la pregunta «¿Qué es alemán?»
yendo esos volúmenes a nadie podía ocurrírsele que se le es- 107 Experiencias científicas en Estados Unidos
taba vendiendo algo, que se lo estaba engatusando. Todas las
veces que he intervenido en sentido estricto de manera direc- 141 Epilegómenos dialécticos
ta, con visible influencia práctica, ello sucedió a través de la
teoría: en la polémica contra el movimiento musical juvenil 143 Sobre sujeto y objeto
y sus seguidores, en la crítica a la jerga de la autenticidad, que 159 Notas marginales sobre teoría y praxis
estropeó la fiesta a una ideología muy virulenta de la nueva
Alemania, desmenuzándola y llevándola a su propio concepto.
Si, en efecto, esas ideologías constituyen una falsa conciencia,
su disolución (que en los ambientes intelectuales alcanzó vas-
tas proporciones) inaugura un cierto movimiento hacia la ma-
yoridad; desde luego que ella es práctica. El retruécano de
Marx sobre la «crítica crítica», esa agudeza sin gracia, pleo-
nástica, según la cual la teoría destruye la teoría por ser teoría,
lo único que hace es ocultar la inseguridad de su transposición
directa a la praxis. Aun después, a despecho de la Internacio-
nal, con la que se peleó, Marx no se abandonó nunca a
merced de la praxis. La praxis es fuente de donde la teoría
extrae fuerzas, pero nunca es servida por esta. En la teoría
aparece ella únicamente, y por cierto que de manera necesa-
ria, como punto ciego, como obsesión por 10 criticado; cual-
quier teoría crítica desarrollada hasta considerar aspectos par-
ticulares sobrestimaría lo particular; ahora bien, sin la parti-
cularidad sería nula. Mientras tanto, el ingrediente de ilu-
sión que ello implica previene en contra de las transgresiones
en que lo particular de continuo toma incremento.

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