Costura 1
Costura 1
Técnicas de Indumentaria I
Titular D.Ind. Barretto
Siglo XX : Por qué debe considerarse la máquina de coser como el mayor adelanto
entre las invenciones mecánicas surgidas durante éste siglo ?.
De todas las invenciones para facilitar el trabajo de la mujer en las labores domésticas y en las
fábricas fue , ciertamente, la máquina de coser, el ejemplo más sorprendente y que significó una
maravillosa adaptación de dispositivos mecánicos para sustituir el trabajo manual. Esta tiene
sólo por objeto la función, al parecer insignificante, de unir una pieza de tela a otra; pero su
influencia, atendiendo a las necesidades de la raza humana, ha sido tan marcada que debe
considerarse como la invención más importante de todas las épocas.
En la antigüedad se vestía muy sencillamente,
porque los medios con que se contaba para tejer
las telas eran lentos y la operación relativamente
difícil, y había que economizar el material
necesario para los trajes. Los ricos se
diferenciaban más que por las telas que
llevaban, por los adornos de sus vestidos. Había
muy pocas costureras, y el hacer los vestidos no
precisaba de mujeres con un oficio especial para
coserlos. Pero en los siglos XIII y XIV el
comercio creó grandes riquezas en Italia, y esto
trajo un nuevo lujo en el vestir. En esto fueron los
italianos los primeros, y la ciudad de Milán daba
la moda, no sólo a Italia , sino también al norte y
este de Europa. Con el lujo de los trajes aumentó
extraordinariamente la costura, y cuando, dos o tres siglos después, la máquina de vapor puso en
movimiento los telares y la fabricación de tejidos comenzó a extenderse en gran escala,
disminuyendo el coste, el pueblo empezó a usar dos o tres veces más tela que antes, y la costura
dio empleo a millares de mujeres y muchachas de una clase especial en todas las grandes
ciudades. Esta ocupación, que desde los tiempos más antiguos parecía peculiar de las mujeres,
llegó a ser tan general y los jornales se hicieron tan bajos, que dio lugar a la miseria y sufrimiento
de las que a ella se dedicaban.
En 1843, Tomás Hood publicó su famoso "Canto de la Camisa", para lamentarse de esta clase de
mujeres que vivían de la aguja ; y es un hecho curioso e interesante que, hacia esa misma época,
se perfeccionó en Estados Unidos de América la máquina de coser, viniendo a relevar a estas
pobres mujeres del durísimo trabajo que por largo tiempo las había estado esclavizando.
A pesar de estas condiciones y el interés que en un principio despertó su aparición, la máquina de
coser no fue bien recibida por las mujeres. Había el gran temor de que la máquina no pudiera
ejecutar el trabajo con la limpieza, seguridad y perfección con que lo realizaban los dedos
femeninos. Los siglos de práctica, con la aguja en la mano, habían creado prejuicios y oposición a
todo lo que no fuese trabajo manual, el cual rehusaba ser suplantado en un solo día. El único
cambio que se notaba en la forma de coser, desde las edades primitivas hasta principio del siglo
XIX , era que se utilizaba una aguja de acero, en lugar de las de hueso o madera.
Fue la industria, representada por las fábricas, la que demostró la posibilidad de éxito de las
máquinas de coser y la que forzó su entrada en las casas particulares. Los fabricantes de
adornos, tejidos y otros artículos, cuya producción dependía hasta entonces de la práctica y
destreza de los dedos humanos, reconocieron las muchas ventajas de las máquinas de coser.
Esta no sólo reducía el coste de la producción, sino que la aumentaba a un grado nunca previsto,
reduciendo considerablemente el número de obreros. Utilizando así esta nueva invención, se
extendieron los innumerables grandes almacenes especializados en la fabricación de ropas
hechas para ambos sexos, que en aquellos tiempos permitieron a todos vestir mejor y a un coste
mucho menor del que pagaban nuestros menos afortunados antecesores.
Aunque la invención de la máquina de coser se atribuye a Elías Howe cuyo aparato, patentado en
1846, contenía la mayor parte de los dispositivos de la máquina actual, no fue sino el resultado de
numerosos ensayos realizados un siglo o más tiempo antes de dicha fecha. La idea original fue
de un inglés, Charles F. Weisenthal, que obtuvo una patente en 1755 para un aparato que
facilitaba el procedimiento de bordar, y para perfeccionarlo se hicieron muchas pruebas en
Inglaterra, antes que los inventores americanos dirigiesen su atención a este objeto, ocurriendo
en este caso lo mismo que en el de otras invenciones mecánicas, que son el resultado de los
esfuerzos de muchos inventores, alcanzando el éxito los que se aprovechan de él, mientras que
permanecen generalmente ignorados los que más eficazmente cooperaron al triunfo.
La invención de Weisenthal nunca llegó a aplicarse mucho, porque consistía en el empleo de una
aguja de dos puntas con el ojo en el centro, moviéndose de atrás a delante, por medio de dientes
colocados a los lados.
Tomás Saint patentó, en 1790, una máquina para costura fuerte. Era de madera en su mayor
parte, con un brazo saliente, en el cual se colocaba una aguja vertical y una lesna, que hacía los
agujeros antes. En la parte superior del brazo tenía una canilla o carrete que suministraba el hilo
continuamente. La puntada era igual a la del aparato de Weisenthal, llamándosela de "tambor" o
de "cadeneta". Se formaba una presilla, empujando la aguja a través de la tela o del cuero; un
segundo empuje pasaba los hilos por esta presilla, formando otra segunda, a través de la cual se
empujaba nuevamente la aguja para formar una tercera, apretando la primera en el tercer
impulso. Esta clase de puntada se empleó durante muchos años para facilitar el trabajo de
costuras fuertes. Parece ser que Saint no consideró práctico su sistema para sustituir en general
la costura a mano. A ésta siguieron, en este sentido, otras invenciones de menor importancia,
pero ninguna máquina llamó la atención.
Como todas las invenciones para economizar la mano de obra, la máquina de coser se encontró
con gran oposición. Los obreros se alarmaron a su introducción en los oficios en que se
trabajaban pieles y cueros, luchando contra ella con todas sus fuerzas. Un sastre francés ,
Bartolomé Thimmonnier, ideó una máquina de coser, también del tipo de puntada de cadeneta,
que se empleó extensamente en la fabricación de uniformes para el ejército. La máquina de
Thimmonnier es notable por llevar sólo una aguja con punta para atravesar la tela, estando
provista de una entalladura en la que se aloja el hilo. La presilla o puntada se formaba por el hilo
envuelto alrededor de la aguja, que le llevaba a través del material. Este se movía hacía adelante
una cierta distancia, para permitir a la aguja descender nuevamente. En esta disposición, las
presillas formando la cadeneta de puntadas se hacían en la parte superior del material.
Tan bien impresionados quedaron los amigos del inventor con esta máquina, que adelantaron el
dinero preciso para establecer una fábrica, y la empresa tuvo tanto éxito que algunos años más
tarde trabajaban ochenta máquinas pero las costureras y los sastres no vieron el asunto con tanto
entusiasmo. Como ocurrió cuando Hargreave construyó sus telares, creyeron que las máquinas
perjudicaban a sus medios de vivir y procuraron destruir al enemigo común; y fue en aquella
ocasión, en la luminosa Francia, donde una multitud descontenta de obreros manuales destruyó
las máquinas de la fábrica de Thimmonnier Sin desmayar ante esta manifestación de
antagonismo violento de la multitud, el inventor continuó sus esfuerzos y construyó máquinas
perfeccionadas, pero no encontró apoyo financiero entre sus amigos, que, evidentemente,
temían otro motín entre los obreros, si se trataba de restablecer los mecanismos para coser. El
inventor, desalentado, abandonó sus trabajos.
Ingeniosos inventores en Estados Unidos de América habían comenzado por aquella época a
tratar de resolver los problemas de la máquina de coser. Las ideas de la aguja con el agujero en la
punta y, el empleo del doble hilo son completamente americanas de origen, y esta combinación
fue concebida primeramente por Walter Hunt, de Nueva York , hacia el año 1835. Los defectos de
la puntada de cadeneta y ésta constituyó la característica más saliente de las máquinas
anteriores, fueron reconocidos bien pronto. La rotura de las presillas, en uno y otro punto, hacía
que el hilo se soltase, deshaciéndose la costura con gran facilidad., buscándose la forma de
combinar otra puntada libre de este defecto. Esto sólo podía conseguirse haciendo que cada
puntada quedase firme por un nudo. En otras palabras, era necesario cerrar la puntada, y la
imitaciones de esta máquina de coser, que se vendieron con buenos beneficios, apreciándose
las posibilidades de introducir innovaciones. Se discutieron los derechos de Howe, pero los
pleitos que se siguieron no dejaron respecto a aquellos ninguna duda. Por eso comenzó a
cobrarlos, incluso durante el pleito seguido contra Singer, cuya sentencia se dio en 1854; pero el
valor en dinero de esta invención fue completamente aparente. En 1863 sus derechos llegaban a
4.000 dólares por día, y se calcula que alcanzaron en total la cifra de 2.000.000 de dólares. En la
serie de la enorme cantidad de pleitos a que dio lugar el negocio comercial de máquinas de coser,
las sentencias afirmaban, una y otra vez, que no se había construido máquina de esta clase que
no tuviera alguno de los dispositivos esenciales de la patentada. por Howe.
Había quedado demostrada la utilidad práctica de la máquina de coser, y a la primitiva se le
fueron introduciendo mejoras, algunas muy originales y de éxito. Uno de los más ingeniosos
inventores, y el segundo únicamente después de Howe en esta especialidad, fue Allen B. Wilson.
En 1849 ideó el sistema de enganche rotativo, combinado con la bobina (sistema de bobina
central), que constituyó la especial característica de la máquina Wheeler y Wilson. Su patente de
1850 incluía la invención de una barra móvil , provista de unos dientes que, saliendo por una
ranura de la placa sobre que se coloca la tela, combinaba con otra barra de presión situada
encima, marchando la tela interpuesta entre las dos, merced a los movimientos sucesivos de
avance que imprimía la primera. En 1851 y 1852 solicitó patentes para una mejora en este
dispositivo, conocido por "avance en cuatro tiempos" para mover la tela, así como para el
enganchador rotativo, haciendo pasar el hilo superior alrededor de una bobina que contiene el
inferior. Con ello señaló el mayor progreso en la costura a máquina, que desde entonces puede
hacerse en líneas curvas siendo también notable por su maravillosa sencillez y perfección
mecánica, su sistema de bobina central.
Los principios esenciales de sus invenciones se emplean en todas las máquinas actuales de
enganche rotatorio .
El avance a cuatro tiempos constituye una de las principales mejoras introducidas en las
máquinas de coser, desde que Saint demostró que la costura a máquina era posible, siendo un
dispositivo que figura hoy en toda máquina de coser. Bajo la placa de presión o prensa-telas y a
los lados del orificio por donde la aguja atraviesa la placa, encima de la que corre la tela, hay una o
dos pequeñas superficies con dientes inclinados oblicuamente .Cuando se ha formado la
puntada, esos dientes se levantan uno o dos milímetros y , enganchando la tela , avanzan
apoyando ésta sobre la superficie inferior y lisa del prensa-telas, haciendo avanzar también a
En 1851, William O. Grover, sastre en Boston, patentó una disposición para coser con doble
cadeneta, que sirvió de base para la construcción de máquinas conocidas con el nombre de
Grover y Baker. También en 1865, Jaime A. E. Gibbs, labrador en Virginia, ideó un mecanismo
para coser en cadeneta con un solo hilo, lo que caracteriza a las máquinas Gibbs y Baker,
mejoradas después por Willcox y, conocidas por WilIcox y Gibbs.
Todavía , y a pesar de la actividad de todos estos inventores, entre los años 1830 Y 1851, la
máquina de coser no había alcanzado el favor completo del público. Siendo esto debido a la
cantidad de invenciones imperfectas que aparecieron en el mercado, y que dieron tan mal
resultado que levantaron una arraigada sospecha contra los aparatos mecánicos de coser:
intención de engañar.
Este prejuicio, tan largo tiempo extendido, no podía desaparecer fácilmente, necesitándose
muchos años de esfuerzos constantes de los fabricantes para convencer al público escéptico,
cada vez que pretendían demostrar que cada modelo perfeccionado, no era otra nueva máquina
lanzada al fracaso, y que no existía ninguna intención de engañar.
Las máquinas Singer son notables por el hecho de que, desde que aparecieron, siempre dieron
buen resultado, cosiendo perfectamente. Como hemos visto, las bases fundamentales
mecánicas de la máquina de coser eran ya conocidas antes de que Singer se ocupase del
problema a resolver. Entonces era ya demasiado tarde para conseguir patentes originales; pero
su clara percepción del trabajo realizado por sus antecesores, y su capacidad para adaptar a la
práctica y utilizar, no sólo sus propias iniciativas, sino las de los demás, le colocó a la cabeza de
los fabricantes en esta rama de la industria. Tan pronto como se vio que la máquina Singer tenía
éxito, los propietarios tuvieron que defenderse contra las reclamaciones de Elías Howe. Singer
pasa el. hilo superior, lo mismo cuando se trata de lanzadera alternativa que cuando se emplea el
enganche oscilante o rotativo con la bobina para el hilo inferior.
Una de las aplicaciones de la máquina de coser que ha hecho verdadera revolución, ha sido la
relacionada con la industria de la zapatería. La máquina McKay se inventó en 1858 por Lyman R.
Blake, y sus numerosos perfeccionamientos han sido notables, según reconoce el propio
inventor. Fue construida por McKay después de varios años de paciente labor y de gastar más de
130.000 dólares, hasta alcanzar resultados prácticos. Esta maquina se empleó extensamente en
los Estados Unidos y en Europa, pero tenía el inconveniente de que a los zapatos cosidos con
ella no podían coserles nuevas suelas, teniendo que ser éstas clavadas o pegadas, lo que les
hacia perder flexibilidad. En la máquina ribeteadora Goodyear, que fue patentada por primera
vez en 1871, se hacía un ribete en el material, que luego se sujetaba a la suela por una costura
exterior.
Los zapatos hechos de esta manera eran mucho más flexibles y podían ser reformados por el
zapatero, poniéndoles suelas nuevas por el procedimiento manual ordinario. Esta notable
máquina, fue, desde un principio, aplicada a la fabricación de botas y zapatos, y, al presente, se
aplica a la confección de las clases más finas.
En 1842, J. J. Greenough, patentó una máquina para coser cueros y otros materiales duros, pero
no se generalizó. Al siguiente año, Jorge H. Corliss, el inventor de la máquina de vapor Corliss,
patentó una máquina semejante, que tenía dos agujas con el ojo cerca de la punta, y trabajaba
horizontalmente, aunque los agujeros se hacían previamente con leznas. Los movimientos se
producían por una excéntrica y el avance era automático. Las máquinas para coser pieles y
cueros se emplean ahora en todas las ramas de esta industria, en la confección de la parte
superior de los zapatos, y las diferentes costuras que se precisan en la confección de guantes, en
guarnicionería y en talabartería.
una lámpara de mediana intensidad. Con esto se consigue una mayor velocidad media, que llega
a 800 puntadas por minuto, en lugar de las 200 a 400 que se alcanzan con el uso del pedal. La
velocidad de la costura se regula de una manera muy ingeniosa, actuando, sencillamente, por
presión sobre el mismo pedal.
El número mayor de máquinas de coser vendidas corresponde a las fabricadas para uso
doméstico, y la mayoría de ellas las adquieren gentes sin capital, que no pueden pagarlas al
contado; pero con objeto de facilitar la colocación de estas máquinas, la Compañía Singer ideó,
en 1856, el sistema de venderlas a plazos, y esta forma se extendió por el mundo con gran éxito.
Por este medio, el comprador paga su máquina por pequeñas cantidades semanales o
mensuales y, con frecuencia, gana con ellas lo suficiente para costear el importe de la compra
eventual.
Desde el principio fue muy bien acogida la idea por el público. Se establecieron oficinas y
depósitos en todas las ciudades importantes de los Estados Unidos, y las poblaciones de su
proximidad, de tal suerte, que hasta las aldeas entraron en la organización. Fue un nuevo método
de hacer los negocios, encontrando en él los consumidores las ventajas de la compra directa,
además de poder hacerla a plazos, y la comodidad de poder surtirse fácilmente de accesorios y
piezas de recambio, y cuando cualquier mejora importante se introducía en el sistema de las
máquinas, se establecían condiciones ventajosas para adquirir los nuevos modelos,
cambiándolos por los antiguos.
La factoría primitiva estaba en Elizabeth, Nueva Jersey, pero luego fue superada en importancia
por otra de la misma compañía en Clydebank, Escocia, que fue la mayor del mundo hacia los
inicios del siglo XX dedicada a máquinas de coser. En tiempos normales daba empleo a más de
14.000 personas. La compañía era , también, propietaria de grandes bosques en Estados Unidos
de América, donde cortaba la madera necesaria para las cajas y ebanistería de las máquinas
Singer., siendo enorme el consumo anual de hierro, acero y otros metales.