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Oratoria

Sitio: USAL Campus Virtual


Curso: Escuela de mandos medios en la red
Libro: Oratoria
Imprimido por: Invitado
Día: martes, 30 de abril de 2019, 22:35

Tabla de contenidos
Tabla de contenidos
1 Definición
2 Elocuencia
3 Para una adecuada oratoria
4 Los cuatro elementos de la persuación
5 Cualidades generales del orador
6 Elementos claves para la oratoria
7 Tips sobre lo que puede o no realizar un orador
1 Definición
1 Definición
Definición

Los pilares de una adecuada técnica vocal son, sin duda, la claridad e inteligibilidad de las palabras, la correspondencia del volumen con la situación en la
que se habla, una velocidad de emisión que permita al interlocutor seguir la conversación sin que de su cabeza salga humo, la adecuación entre el lenguaje
corporal y el verbal y, finalmente, la riqueza de tonos y de léxico.

El hablar es siempre un arte. A pesar de que algunas personas posean esta habilidad de forma natural, para la mayoría requiere el aprendizaje de una técnica básica.
Aprender es complejo, pero siempre posible, y requiere método y práctica constante. Por ello, animamos a considerar el arte de hablar como una tarea inconclusa,
cuyas mejores herramientas son la observación y la praxis. Anotar cualquier ocurrencia, cualquier experiencia propia o ajena, cualquier reflexión... resulta muy
enriquecedor.

La palabra es el atributo que distingue al hombre de los demás seres que pueblan la tierra, y justo será que se esfuerce en llevar al más alto grado de perfección
posible el don que se le ha concedido por esta singular prerrogativa. Es el lazo invisible del amor y de la benevolencia, es el eco fiel que repite a los demás lo que pasa
dentro de nosotros, es el nuncio de nuestra felicidad o de nuestros dolores, es para decirlo de una vez, la vida; porque la vida circula con ella, y por eso no se le encuentra
entre los mudos y obscuros sepulcros. Porque la palabra en su origen viene de Dios, su desarrollo, su espontaneidad y la improvisación en que se ostentan se deben
exclusivamente al hombre.

Qué es Oratoria

La oratoria es una forma particular del fenómeno social de la comunicación, es la ciencia de la persuasión oral, dicho de otra manera, es el arte de comunicar y
persuadir a los demás por medio de la palabra.

La oratoria no es sólo el arte del bien decir, sino también el arte de la demostración en donde el orador domina las voluntades y abre luz al criterio
valiéndose de la ciencia, de la poesía, de la dialéctica y del inmenso poder de la elocuencia.

2 Elocuencia
2 Elocuencia
Etimológicamente la palabra Elocuencia deriva del verbo latín: elocuor, que significa hablar claro y distintamente, como decía Quintiliano: “Manifestar
nuestros pensamientos con claridad por medio del lenguaje.”
Históricamente la elocuencia precedió a la oratoria con la cual solía ser confundida, considerándolas parte de una misma figura, sin embargo, a lo largo de los
años se han hecho estudios que han demostrado la diferencia de ambas, pues, la oratoria tiene un sentido más general y retórico, en cambio la
elocuencia, no es sólo una elocución pública. La buena elocuencia pide equilibrio y calidad de las palabras; extensión de las cláusulas, sin el exceso,
porque hay que saber usar unas veces la espada y otras el puñal.
Cuando se habla, a parte del mensaje especifico que se quiere comunicar, se está transmitiendo mucho más. El tono de voz, la imagen personal, los
movimientos, el perfume, las manos y sus movimientos. El público va más allá del mensaje verbal estricto y se forma una imagen mental más amplia. Tras una
intervención oral de una hora, el público sólo recuerda un 30% del mensaje total y guarda en su mente una imagen global, idealizada, de lo que ha visto y
escuchado.
La elocuencia tiene dos características diferentes o más bien opuestas; como son: la calma y la impetuosidad; y bien desde este punto de vista
podemos compararla con el mar. El mar en su hora inefable de serenidad y de calma suspira dulcemente como un niño; parece dormido sobre el lecho de sus
arenas; su superficie refleja como un espejo los astros del infinito. Más en sus horas de turbulencias, se revuelven las aguas, se amontonan las olas, escupen
sus espumas a las nubes como si quisiera con ellas apagar los rayos que lanzan, y en aquellos momentos la vista de este espectáculo imponente, inspira al
mortal que lo contempla profundos y variados sentimientos de terror; de espanto y de sorpresa indefinible. Así la elocuencia es dulce, tranquila y armoniosa
cuando representa objetos agradables; es el arpa melodiosa que halaga nuestros oídos para dominar dulcemente nuestro corazón. Pero llega el momento
solemne en que el orador se agita en las tempestades del pensamiento; es un torrente desbordado; es un atleta formidable e invencible, es un hombre o mejor
un semidiós, que por medio de grandes imágenes produce en nosotros grandes emociones, que se hace dueño de nuestra sensibilidad, de nuestra cabeza,
de nuestro corazón y que se apodera de nuestro ser por asalto y sin dejar lugar alguno a la duda ni a la resistencia.
La Fuerza Mágica de la Elocuencia:

¡Pero que ventaja y qué superioridad da al hombre la elocuencia! ¡Qué corona le ciñe! ¡Qué triunfos le proporciona! ¡Que brillante reputación le forma!
El orador con placer indefinible, en su boca las ideas toman otra vida, otras formas, otra fisonomía y otra expresión; ve que la palabra rebelde para tantos otros
le obedece sumisa presentándose cuando él le llama y de la manera que él le ordena; ve que del mismo instrumento de que los demás no pueden sacar sino
sonidos confusos, él hace salir ecos misteriosos e inmortales que se derraman por el espacio, acogidos por el entusiasmo y aplauso universal, para subir a los
cielos. Es el huracán que todo lo conmueve y todo lo agita; es el brazo poderoso e invencible que derriba y postra cuanto se le opone o le resiste. Millares de
hombres obedecen aquellos acentos que cruzan por el espacio como un meteoro inflamado y que penetran en el corazón como dardos que no es posible ni
huir ni arrancar; y al mandato de aquella palabra omnipotente, el pueblo se postra, se levanta, se irrita, se calma, grita, enmudece, provoca o perdona, según le
señala la voz que sigue ansioso y embriagado, en todos sus rumbos y trasformaciones.

3 Para una adecuada oratoria


3 Para una adecuada oratoria
Para que nuestra oratoria sea más eficaz y que los interlocutores logren captarla adecuadamente es necesario tomar en cuenta los siguientes requisitos:

· Claridad:
En términos generales significa pensamiento diáfano, conceptos bien definidos, exposición coherente, es decir, una sintaxis correcta y un vocabulario al
alcance de la mayoría. En otras palabras, un estilo es claro cuando el pensamiento del que emite el mensaje penetra sin esfuerzo en la mente del
receptor.

· Concisión:
Significa que se deben de emplear únicamente palabras significativas, indispensables para expresar lo que se quiere decir. La concisión es
enemiga de la verborrea, la redundancia y el titubeo, elementos que obstruyen la comunicación; el mensaje no llega adecuadamente y en muchos casos ni
siquiera llega.

· Coherencia:
Las relaciones entre las ideas expuestas deben de ser lógicas y las contradicciones evitadas. Cuando el emisor, orador o conferenciante esté
expresando puntos de vista personales y puntos de vista de otra persona, debe de prevenir a quienes lo escuchan, porque de lo contrario provocara
incomprensión y distorsión en lo que está diciendo. Además, emplear un vocabulario que se adapte al nivel de los oyentes, es requisito importante
para la claridad de la exposición.

· Sencillez:
Es una cualidad necesaria para la expresión oral y la oratoria. La sencillez es para Martín Vivaldi “huir de lo enrevesado, de lo artificioso, de lo complicado, de
lo barroco”. Ser sencillo no es tan fácil, porque cuando nos situamos ante un público que está pendiente de nuestras palabras, hay un
sentimiento natural que nos lleva a tratar de hablar mejor.

· Naturalidad:
El orador se sirve de su propio vocabulario, de su habitual modo expresivo. La naturalidad no está reñida con la elegancia. El orador debe conjugar lo
natural con lo preciso, procurando aunar la sencillez y la exactitud. Ser uno mismo, sin artificios, no disfrazar la voz, ni emplear palabras ni frases
rebuscadas.

4 Los cuatro elementos de la persuación


4 Los cuatro elementos de la persuación

· El instruir y el convencer:
El orador está obligado al conocimiento claro y determinado de los medios que habrá de emplear, el discurso oratorio debe ser fruto de una meditación
profunda, del cálculo y de la reflexión; por cuyo motivo además del cúmulo de conocimientos reunidos, estudiará el arte de hacerlos penetrar en la mente de los
que ignoran, dudan o niegan.
Todo discurso tiende a probar una verdad, para esto se debe instruir al auditorio, analizando frente a ellos, experimentando, juzgando, abstrayendo, calculando,
es decir que la instrucción se vuelve el alma de la oración. Aristóteles pedía al mismo disertante defendiera y atacará el mismo tema.
Para instruir, los expositores se valen de dos métodos: la deducción y la inducción. En el primer caso se parte de principios ciertos o refutados como tales, por
las personas a quienes tratamos de convencer, se emplea la suposición con aparentes visos de realidad, y en el segundo fundándose en la analogía de los
hechos individuales, con memoria, pruebas y testimonios, se producen conclusiones tajantes. Frecuentemente ambos métodos se combinan.

· El agradar y el conmover:
Si el orador es virtuoso, causa virtuosa es la que con su verbo defiende. La primera condición para conmover a los demás es “estar conmovido”. Si exageras
haces el ridículo.
En el discurso, no solamente es lícito concitar las pasiones, sino que así debe hacerse siempre que el asunto lo permita, porque este es el medio más seguro
de hacerle interesante y de manejar la voluntad de los oyentes. Las pasiones, en la oratoria, producen el mismo placer estético que en el drama, y esa emoción
enérgica persuade con más fuerza que las mejores razones. Pero la primera condición para conmover a los demás es” estar conmovido”. Un auditorio se
presta fácilmente a oír la verdad y las razones en que se funda, pero no siempre se halla en estado de compartir las pasiones con que intenta enardecerlo el
orador; la sensibilidad es en extremo caprichosa y variable, y el orador, que se guía por la razón, debe obedecer las leyes de la dialéctica.
Una forma de interesar al auditorio y conseguir su voluntad es… el respeto, la consideración que el orador le demuestra; que no trata de herir
sus sentimientos; que participa de su alegría o de su dolor. A estos miramientos se les llama PRECAUCIONES ORATORIAS. La prudencia y el tacto
piden al orador respeto a las instituciones veneradas; respeto a la vejez, a la dignidad, al saber y a la virtud. No debes insistir obstinadamente en los
efectos sublimes, ardientes e impetuosos, porque toda insistencia desgasta y cansa; si el entusiasmo se hace rutina, deja de impresionar; si la insistencia
atosiga cierra los conductos de la emoción y como aquí hablamos de agradar y conmover, recordemos la palabra transición. Los autores en el teatro usan la
transición para interesar y hacer descansar el cerebro. Transición es pasar de un estado a otro, cambiar de tema o ambiente sin olvidar donde estuvimos. Si
manejamos esto, podemos llegar a manejar el mundo.

5 Cualidades generales del orador


5 Cualidades generales del orador
Las cualidades oratorias se estudian como ideal a alcanzar, pero sin significar que, para ser orador, se haya de poseer todas en igual grado, que es lo
excepcional. Ha habido célebres oradores, que carecían de algunas de las cualidades indicadas y a pesar de ello alcanzaron fama, por poseer otras de modo
relevante
Integridad: El romano Quintiliano insistía en que un buen orador debe ser, ante todo, un hombre bueno, luego aclara que los oyentes no separan aquello
que se dice de la persona que lo dice y la impresión causada por el orador influye en ellos tanto como la exhortación que éste puede dirigirles.
Sinceridad: La virtud propia del orador consiste en el acuerdo perfecto entre el pensamiento y la palabra y dentro de lo posible, entre la palabra y los
actos. No diga nunca nada que no crea; no adelante nada de lo que no esté seguro; no afecte una actitud exterior que no esté de acuerdo con lo interior.
Que la elocuencia tome fuerza de la energía de tu convicción. Aunque hable con torpeza, un orador sincero despierta la emoción de aquellos que lo
escuchan, ya que la sinceridad profunda es casi tangible.
Conocimiento: El conocimiento profundo del tema, es decir, el dominio del tema confiere a la palabra una fuerza expresiva que a veces se vuelve
contagiosa, que procura una buena conciencia al que habla y ayuda a aumentar el aplomo.
Seguridad en sí mismo: Esta seguridad debe de ser tanto intelectual como psicológica, ya que guardan una estrecha relación entre sí. Mientras esta
confianza no se logra, existe el temor de hablar, temor que se agudiza sobre todo en los instantes mismos de comenzar a hablar. La confianza en sí mismo
es la principal acción de sostén para hablar en público.
Voluntad firme y decidida: Para dominar la oratoria como cualquier otra disciplina, hay que aplicar sin desmayo la voluntad con toda su intensidad;
voluntad y perseverancia durante el periodo de estudio y preparación. Aunque parezca que el estudio es lento, que no progresamos, no hay que darse por
vencidos; el estudio de la oratoria no es cosa de un instante sino de toda la vida.
Destrezas: El orador experto se caracteriza por la facilidad de palabras, equilibrio y control de la voz y la coordinación de los movimientos corporales.
Dicho de otra manera, consiste en la habilidad para encontrar palabras apropiadas, organizarlas en frases correctas y disponerlas, enlazándolas unas con
otras, en un cierto modo o estilo personal, con el fin de comunicar ideas y sentimientos. Estas cualidades junto con la integridad, conocimiento y confianza
en sí mismo, realza la eficacia del orador y le permite comunicar sus ideas en forma clara y atractiva. Esta facilidad de expresión se adquiere leyendo y
haciendo ejercicios, como si se pronunciara un discurso, aun estando solo.
Claridad de ideas: Las ideas deben de ser fácilmente entendible por los oyentes. Por lo tanto, se deben de articular las ideas de una manera lógica y
coherente. Los que hablan de manera oscura, incomprensible y esotérica es simplemente porque no tienen ideas claras.
Memoria: Una excelente memoria ayuda a la oratoria, pues asegura en cualquier momento un manantial de ideas, a las que se puede recurrir en un
discurso. Cicerón llama a la memoria “tesoro de todas las cosas,” pues la consideraba como una de las facultades que más favorece al orador puesto que
la buena memoria permite evocar en cualquier instante todos los pormenores del asunto. La memoria lenta y perezosa, que exige grandes esfuerzos de
concentración y que busca con frecuencia el auxilio de los apuntes, distrae y enfría la atención y la emoción del auditorio.
Sensibilidad: Un orador razonador y frío que pronuncia un discurso puramente intelectual es seco y deshumanizado y deja indiferentes a los oyentes. La
sensibilidad es la capacidad de conmover ante el espectáculo de la vida y de los hombres, de experimentar emociones y pasiones en relación con las
cosas, de comunicarnos mediante el corazón. Todo orador ha de saber que los hombres se relacionan más por el corazón que por el cerebro. Un discurso
sin emoción no conmueve.

6 Elementos claves para la oratoria


6 Elementos claves para la oratoria
Algunas recomendaciones que puedo dar desde mi corta experiencia en algunos concursos de oratoria y que van más dirigidos al momento de la práctica que
a la teoría de la oratoria, que muy pocas veces se encuentra en la literatura son: la Postura, respiración, y el objetivo o intención de comunicar.

Postura

Ello comienza por percatarse de cómo se están apoyando los pies en el piso; si el apoyo es firme y equilibrado, hay más probabilidad de dar un discurso fluido
y coherente, con la energía y el ritmo adecuados. He visto muchos oradores en desequilibrio, jugando con los pies o moviéndose de un lado a otro sin sentido.
Generalmente cuando participo en los concursos practico el discurso de pie en un sólo sitio, con un apoyo firme de ambos pies en el piso; posteriormente
trabajo con desplazamientos en el espacio cuidando que no sean movimientos continuos tanto que cansen al público.
Todos estos aspectos están estrechamente vinculados con la respiración.

Respiración
Desde mi perspectiva, que el orador tenga conciencia de su patrón de respiración es vital. Algunos elementos que tengo siempre en consideración son:
Ritmo de la respiración: hay respiraciones rápidas y entrecortadas, otras caóticas, que se producen debido al nervio de estar en público lo más
recomendable es controlarse y buscar cómo recuperar la respiración normal.
Algunos usan muy poco aire y acumulan un exceso de tensión en la garganta, otros por el contrario suenan como si tuviesen “fuga de aire”, lo
que quiere decir que sueltan más aire del que necesitan para hablar. Algunos se cansan al hablar y eso se hace evidente por la forma de respirar.
Lo más importante que he aprendido desde mi vivencia, es no forzar ningún cambio en estos aspectos, por eso en un primer nivel de trabajo se solicita
únicamente observar estos patrones. Es probable que ocurra que ellos vayan variando naturalmente cuando el orador toma conciencia de ellos, es decir, de
cómo es su funcionamiento.
Además de estos aspectos relativos al funcionamiento corporal en la situación de comunicación presencial o física, es de suma importancia tener un objetivo o
intención de comunicación.

Objetivo

Quien da un discurso debe tener claridad sobre su propósito específico, el cual siempre está vinculado al efecto que desea causar en su audiencia; por otro
lado, ese objetivo debe constituir una necesidad genuina de comprometer al presentador.
La existencia de este compromiso constituye ya una energía que corrige o compensa naturalmente las fallas que, en su ejecución discursiva, puede tener
cualquier orador. El deseo de comunicarle al público nuestras ideas, nos llena de emoción y esto permite darnos mayor confianza, con respecto a
lo que diremos, hay que buscar temas actuales, los temas controversiales ayudan a mantener el interés del público, hay que evitar los temas
monótonos y desactualizados.

Estos tres elementos (postura, respiración y objetivo) son el núcleo del trabajo sobre la comunicación oral. A partir de ellos se pueden aprender y desarrollar
los otros aspectos técnicos del arte de hablar en público. Pero lo más importante que he aprendido es que la oratoria es un músculo que hay que
entrenarlo y ejercitarlo siempre.

7 Tips sobre lo que puede o no realizar un orador


7 Tips sobre lo que puede o no realizar un orador
Si
Lee los textos de personas que han tenido una gran capacidad de comunicación. Enriquece el vocabulario, pudiendo para esto recurrir al diccionario y buscar sinónimos y
antónimos de los términos a utilizar.
Ejercítate en la correcta pronunciación de las letras y silabas mediante la lectura en voz alta, dando entonación a la voz de acuerdo con los sentimientos que exprese la frase.
Prepara muy bien el comienzo de tu discurso porque es cuando normalmente atacan los nervios de manera morbosa.
Utiliza ejemplos y casos concretos ya que esto convence.
Es bueno que repitas, pero bajo formas diferentes.
Escoge palabras dotadas de fuerza que despierten interés.
Usa comparaciones porque a la impresión auditiva se añade la impresión visual, sin embargo, no abuses.
Relata algunas anécdotas e historias y evoca hechos conocidos por el auditorio.
Haz uso del humor y la ironía de forma prudente.
No te creas obligado a entretener al público con chistes burdos o vulgares.
En una charla íntima tu estilo debes ser simple y familiar; en una conferencia ante un público de 50 a 200 personas tu estilo permanecerá simple, pero se hará más sostenido; y en el
discurso debes ser más solemne.
Dirígete al público, interrógalo y contesta por él.
Prevé sus objeciones, expónelas, refútalas por adelantado. Por ejemplo: “ustedes me dirán”.
Haz con ellos examen de conciencia y en este caso habla de “nosotros los pecadores”. Apela a sus buenos sentimientos, a su fe, generosidad, a su espíritu, etc.
Cambia de tono en un discurso que pasa de cierta duración. Sube el tono, por ejemplo, cuando quieras recalcar una afirmación; baja, cuando quieras hacer una especie de
confidencia al público.
Mira a las personas de la cuarta o quinta fila, así cada uno creerá que le miras de forma personal y exclusiva.
Sonríe y formula frases con tono positivo. Muestra alegría de vivir. Demuestra que te interesas por los demás, que conoces a cada uno, que te interesas por su suerte y su
bienestar.
Mantén el contacto visual. Analiza y utiliza la mirada que te llevará a dominar con más efectividad el arte de la comunicación.
Usa el lenguaje prudente de las manos en la oratoria
Tu vestuario debe estar acorde con el contexto de tu intervención y evita tanto estar por encima como por debajo de las circunstancias. Ejemplos: hablar de la miseria en el tercer
mundo y portar joyas con suprema elegancia, o hablar de la defensa de la naturaleza portando pieles
Utilizar un lenguaje vulgar o chabacano ira en detrimento de su imagen. Procura caminar con la parte delantera del pie, sin dar taconazos en el suelo. Pero tampoco “de puntillas”,
como una bailarina.
Prepara tu discurso en función del público, pues uno habla para ser comprendido.
Procura agradecer la atención del auditorio.
NO
No pierdas ninguna ocasión de oír a los mejores oradores y conferenciantes, pon en juego tu espíritu crítico y pregúntate que te agrada de ellos.
No te confíes de los estimulantes como pastillas o licores, café o cigarrillos. Esto más bien puede ser contraproducente y disminuirá tu prestigio. Mejor toma el reto siendo del todo
natural.
No uses palabras rebuscadas, expresiones técnicas, jerga obrera o profesional, salvo que la índole de la conferencia así lo exija. Si la usa parecerá pedante.
No sea rebuscado ni cursi, si tiene que decir por ejemplo “culo” porque desea hacer referencia a esa parte concreta del cuerpo, no diga “pompis”, ni “pandero”, ni “culito”, ni otras
lindezas por el estilo. Cuida la puntuación, no omita las comas, puntos y otros. Evita frases sin contenido.
No lleves los bolsillos del pantalón llenos. Dan mal aspecto y deforman el traje. Los perfumes u esencias demasiadas penetrantes son empalagosas y de muy mal gusto. Libérate de
manías que son vicios de dicción (muletillas), como: bueno, pues, ah, eh, um, etc.
No es recomendable hacer uso del micrófono ni aun a los que no tienen el necesario tono de voz ya que limita los dotes del movimiento corporal.
No grites jamás, ni caigas en el exceso contrario. Habla más bien en voz baja durante unos minutos a fin de obligar a tu auditorio a concentrar su atención, este es un viejo truco
conocido por los profesores. Puedes pronunciar bastante fuerte tus primeras palabras.
No hagas referencia en tus temas acerca de ideas políticas, estados sociales, comentarios racistas, equipos deportivos, sentimientos personales íntimos, conductas sexuales y
estados civiles, etc.
No seamos quejosos, pesimistas ni fatalistas en el discurso. y su oratoria.

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