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¿Enseñó E.J. Waggoner el arrianismo?

LB, 8 octubre 2018

En la sección del libro ‘Cristo y su justicia’ que Waggoner titula ‘¿Es Cristo un ser
creado?’, emplea estas palabras: “unigénito” (only begotten) o “engendrado” (begotten)
y “salido”. Especifica categóricamente que no significa en ningún caso “creado”. Rechaza
esa idea como siendo el error de los errores. Es bíblicamente consistente, como intento
señalar en los textos que seguirán. Pero Waggoner no explicó ni intentó explicar el
significado de “engendrado”, “salido” o “unigénito” (en contraste con creado), como
tampoco lo hace la Biblia. Probablemente es así, debido a que no se nos puede explicar,
o más bien a que no lo podemos entender, lo mismo que tantos asuntos referidos a la
divinidad y a la eternidad.
Esta es la sección donde habla de Cristo como habiendo sido engendrado:
“Las Escrituras declaran que Cristo es “el unigénito Hijo de Dios”. Es “unigénito” —o
engendrado—; no creado. En referencia a cuándo, no nos corresponde a nosotros el
inquirir, ni podrían nuestras mentes comprenderlo aun si se nos explicara. El profeta
Miqueas nos dice todo cuanto podemos saber acerca de ello en estas palabras: “Tú
Belén Efrata, pequeña entre los millares de Judá, de ti saldrá el que será Señor en Israel.
Sus orígenes son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). Hubo
un tiempo cuando Cristo procedió y vino de Dios, del seno del Padre (Juan 8:42; 1:18),
pero fue tan atrás en los días de la eternidad que para el entendimiento finito significa
sin comienzo” (E.J. Waggoner, Cristo y su justicia, 22).
Compárese lo anterior con esto otro, escrito por Ellen White:
“‘De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito’. —No Hijo
por creación tal como lo fueron los ángeles, ni Hijo por adopción tal como lo es el
pecador perdonado, sino un Hijo engendrado en la misma imagen de la Persona
del Padre, y en todo el brillo de su majestad y gloria, alguien igual a Dios en
autoridad, dignidad y divina perfección. En él moraba toda la plenitud de la
Divinidad corporalmente” (Ellen White, Signs of the Times, 30 mayo 1895, par. 3)
{“God so loved the world, that he gave his only-begotten Son,”—not a son by
creation, as were the angels, nor a son by adoption, as is the forgiven sinner, but
a Son begotten in the express image of the Father’s person, and in all the
brightness of his majesty and glory, one equal with God in authority, dignity, and
divine perfection. In him dwelt all the fullness of the Godhead bodily}.
1. “Unigénito”: Juan 3:16 y 18; 1 Juan 4:9
2. “Salido” de Dios: Juan 8:42 (RV 1909, 1960, 1995)
Si vuestro padre fuera Dios, entonces me amaríais, porque yo de Dios he salido y he
venido, pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió.

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“Salido”:

Es una palabra distinta a “venido”:

3. “Engendrado”: Prov 8:1 y 12, 24-25 (RV 1909, 1960, 1995).


En el primer volumen de Mensajes selectos, leemos:
“El Señor Jesucristo, el divino Hijo de Dios, existió desde la eternidad como una
persona distinta, y sin embargo era uno con el Padre. Era la excelsa gloria del cielo.
Era el Comandante de las inteligencias celestiales, y el homenaje de adoración de
los ángeles era recibido por él con todo derecho. Esto no era robar a Dios. Declara:
‘Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente
tuve el principado, desde el principio, antes de la tierra. Antes de los abismos fui
engendrada; antes que fuesen las fuentes de las muchas aguas. Antes que los
montes fuesen formados, antes de los collados, ya había sido yo engendrada; no
había aún hecho la tierra, ni los campos, ni el principio del polvo del mundo.
Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba el círculo sobre la faz del
abismo’. Proverbios 8:22-27”* (1 MS, 291.1).
* “Nota a pie de página: El género femenino de este pasaje bíblico se debe
a que la sabiduría habla como si fuera una persona. La Hna. White la
identifica con Cristo. —Nota del traductor” (esta es la nota que aparece en
el CD de los escritos de Ellen White, ahí no soy yo el traductor).
En Patriarcas y profetas, página 12 y 15 (14 en el CD), Ellen White emplea “unigénito”,
equivalente a “engendrado” (only begotten) en relación con Dios Hijo, y el contexto no
se refiere a su encarnación, sino “al inicio de los tiempos, a los días de la eternidad”.
“Y el Hijo de Dios, hablando de sí mismo, declara: ‘Jehová me poseía en el
principio, ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve la primacía, [...]
cuando establecía los fundamentos de la tierra, con él estaba yo ordenándolo

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todo. Yo era su delicia cada día y me recreaba delante de él en todo tiempo’.
Proverbios 8:22-30” (PP, 12.2).
Entre los versículos citados (22-30), se encuentran el 24 y 25, que contienen la palabra
“engendrado”. Recuérdese que es una personificación del “Hijo de Dios, hablando de sí
mismo”:
“Fui engendrada antes que los abismos, antes que existieran las fuentes de las
muchas aguas. Antes que los montes fueran formados, antes que los collados, ya
había sido yo engendrada” (Prov 8:24-25).
También aparece en Heb 1:5 y en Sal 2:7:
Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: “Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy”.

“Engendré”:

Lucas aplica el Salmo 2:7 a la resurrección de Cristo.


“Os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual
Dios nos ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús; como está escrito
también en el salmo segundo: ‘Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy’” (Hechos
13:43-33).
Desconozco si se trata de una aplicación parcial, o bien plena y excluyente.
Desconozco si “engendrado” hace referencia a la resurrección de Cristo, a su
encarnación, o a algún otro momento precedente en el que Cristo “salió” del Padre,
signifique eso lo que signifique.
Tampoco sé si se refiere al mismo momento en todas las ocasiones en que aparece esa
palabra en la Biblia. Me gustaría saberlo, si es que se puede, pero no pasa para mí de ser
una curiosidad entre muchas otras, en el reconocimiento de que Dios nos ha dado en su

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Palabra toda la información que necesitamos para poder ser redimidos y restaurados,
honrándolo de esa forma.
Creo que es importante que no extrapolemos literalmente el título de “Hijo” aplicado a
Cristo, como si hubiera de significar exactamente lo mismo que en el caso de la raza
humana, que es puesta como ilustración o figura, pero no necesariamente como
equivalencia exacta. Desde luego, el concepto de deidad lleva implícito el de eternidad.
A ese respecto se debe destacar que cuando Waggoner hizo esas declaraciones negando
categóricamente que Cristo fuera un ser creado, fue:
1. En contra de un contexto arriano o semiarriano (James White, Uriah Smith, JH
Waggoner —su padre— y un largo etcétera entre los pioneros adventistas).
2. Sin el beneficio de disponer del grueso de las citas más explícitas de Ellen White,
como esta: “En Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra” (DTG,
489), que vendría después (El Deseado se escribió entre 1890 y 1898).
3. Por lo tanto, en lo que respecta a la naturaleza divina de Cristo, Waggoner fue
pionero en la articulación de una verdad que hoy reconocemos en el adventismo:
la eterna y plena deidad de Cristo.
Reproduzco las páginas 292 a 303 del libro El retorno de la lluvia tardía (Ron Duffield),
que tiene que ver con la divinidad de Cristo en los escritos de E.J. Waggoner:
Antes de prestar atención a los puntos de vista de Jones y Waggoner sobre la divinidad
de Cristo, hemos de comprender cuál era la posición de gran parte de los fundadores de
la Iglesia hasta aquel tiempo. Dos de los principales fundadores de la Iglesia adventista
del séptimo día, Joseph Bates y James White, eran previamente miembros de Christian
Connexion, que rechazaba la doctrina de la trinidad. James White era un pastor
ordenado en aquella Iglesia. Cuando él y Bates se unieron al movimiento adventista,
continuaron manteniendo su postura anti-trinitaria que habían tomado de la Iglesia
Christian Connexion. Pero James White y Joseph Bates no eran los únicos: “Otros
adventistas prominentes que hablaron contra la trinidad, fueron: J. N. Loughborough, R.
F. Cottrell, J. N. Andrews, y Uriah Smith” (Gerhard Pfandl, “The Doctrine of the Trinity
Among Adventists”, Silver Spring, MD: Biblical Research Institute, 1999, 1). Muchos de
esos hombres mantenían posiciones arrianas o semiarrianas sobre Cristo. Estas son las
definiciones clásicas de dichos conceptos:
Arrianismo: Enseñanza aparecida en Alejandría en el siglo cuarto D.C. Su nombre
deriva de su representante más prominente: Arrio, un presbítero de Alejandría.
Negaba que Jesucristo fuese de la misma substancia (en griego: homoousios) que
el Padre, y reducía al Hijo al rango de criatura, si bien existiendo antes que el
mundo. El arrianismo se condenó en el concilio de Nicea (325 D.C.).
Semiarrianismo: Sobre la naturaleza de Cristo, los semiarrianos intentaron buscar
un compromiso entre la posición ortodoxa y la arriana. Rechazaron la postura
arriana según la cual Cristo habría sido creado y poseería una naturaleza diferente
a la de Dios (anomoisos —distinta), pero tampoco aceptaron el credo salido de
Nicea, que afirmaba que Cristo era “de una substancia (homoousios) con el Padre”.

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Los semiarrianos sostenían que Cristo es similar (homoios) al Padre, o de una
substancia similar (homoiousios), pero estando subordinado a él (Gerhard Pfandl,
“The Doctrine of the Trinity Among Adventists”, Silver Spring, MD: Biblical
Research Institute, 1999, 1).
Uriah Smith es quizá uno de los defensores más conocidos de una postura arriana sobre
Cristo. En 1865, por ejemplo, escribió que Cristo fue “el primer ser creado,
remontándose su existencia a mucho más atrás que cualquier otro ser o cosa creada”
(Uriah Smith, Thoughts on Revelation, Battle Creek, MI: Review and Herald, 1865, 59). Si
bien las ideas de Smith y las de muchos otros fundadores se irían moviendo hacia una
comprensión más ortodoxa de la Deidad en la década tardía de 1890, la suya fue una
postura prominente en su tiempo y en el entorno en el que se movió Waggoner.
Poco después de su vislumbre de la cruz de Cristo de 1882, Waggoner comenzó a valorar
el significado de comprender a Cristo como siendo Uno igual a Dios. Comprendió que
una apreciación correcta de Cristo tenía importancia crucial, no sólo en la comprensión
sobre la Deidad, sino también en la comprensión del plan de la salvación y de la justicia
de Cristo que el hombre ha de obtener por la fe:
“Considerar a Cristo continua e inteligentemente tal como él es, lo transformará a
uno en un cristiano perfecto, puesto que ‘contemplando somos transformados’ …
Ese ‘levantar’ a Jesús, si bien hace referencia primariamente a su crucifixión,
abarca más que el mero hecho histórico; significa que Cristo debe ser ‘levantado’
por todos los que crean en él como el Redentor crucificado, cuya gracia y gloria
son capaces de suplir toda necesidad humana. Significa que debe ser ‘levantado’
en toda su inmensa hermosura y poder como ‘Dios con nosotros’, para que su
atractivo divino pueda entonces llevarnos a él (Juan 12:32) … Nuestro objetivo en
esta investigación es establecer la posición de legítima igualdad entre Cristo y el
Padre, a fin de que se pueda apreciar mejor su poder para redimir” (E.J. Waggoner,
Cristo y su justicia, 5 y 19).
Ellen White expresó pensamientos similares en relación con una comprensión correcta
de la divinidad de Cristo. En el volumen 4 de Spirit of Prophecy (1884), expandido
posteriormente como El conflicto de los siglos (edición de 1888), Ellen White refirió los
peligros de negar la divinidad de Cristo, así como sus efectos en la comprensión del plan
de la salvación:
“Otro error peligroso es la doctrina que niega la divinidad de Cristo, pretendiendo
que no tenía existencia antes de su venida a este mundo … No es posible
sostenerla sin tergiversar de la forma más injustificada las Escrituras. No
solamente rebaja las concepciones del hombre sobre la obra de la redención, sino
que socava la fe en la Biblia como revelación de Dios … Nadie que sostenga ese
error puede tener una verdadera concepción del carácter o la misión de Cristo, o
del gran plan de Dios para la redención del hombre” (CS Ed 1888, 524).
En 1884 y 1885 Waggoner mencionó en varios de sus artículos en Signs of the Times la
posición exaltada de Cristo por ser Dios. Urgió a reconocer que Cristo merece igual
reverencia, y que comparte los atributos del Padre —incluida la posesión de la vida en
él mismo—, y que se lo denomina con toda justicia “Señor”. Puesto que tanto se ha
hablado de la posición de Waggoner sobre Cristo, veamos algunas de sus declaraciones
al respecto:

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“Si hay solamente uno bueno, que es Dios, y Cristo es bueno, entonces Cristo ha
de ser Dios. Y eso concuerda con lo que el profeta dijo de Cristo: “Porque un niño
nos ha nacido, hijo nos ha sido dado, y el principado sobre su hombro. Se llamará
su nombre ‘Admirable consejero’, ‘Dios fuerte’, ‘Padre eterno’, ‘Príncipe de paz’”
Isa 9:6 … El Padre y el Hijo son uno. Juan 10:30. Ambos son dignos de adoración …
No se nos llama a que expliquemos el misterio de la divinidad, ni se espera que lo
comprendamos, pero Cristo nos ha aclarado que él y el Padre son uno … Esa
unidad, por consiguiente, es la de dos individuos distintos que tienen los mismos
pensamientos, los mismos propósitos y los mismos atributos. El Padre y el Hijo
fueron uno al crear la tierra, y uno al trazar y llevar a cabo el plan de la salvación”
(E.J. Waggoner, “An Important Question”, Signs of the Times, 19 junio 1884, 377).
“Sólo Dios posee la inmortalidad … Solamente Dios posee ese atributo. ‘Pero’,
dirá alguien: ‘¿No es acaso Cristo inmortal? ¿Y no leemos acerca de los ángeles
que no pueden morir?’ Sí, y en Juan 5:26 leemos las palabras de Cristo: ‘Como el
Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí
mismo’. Por lo tanto, Cristo, siendo el unigénito Hijo de Dios, participa de sus
atributos y posee vida en sí mismo. Por lo tanto, tiene la capacidad de impartir
vida a otros” (E.J. Waggoner, “Immortality”, Signs of the Times, 4 septiembre
1884, 538).
“En nuestra investigación subsiguiente de este tema veremos cómo el término
‘Señor’ se aplica tanto al Padre como al Hijo, y aunque lo veamos en algunos
lugares aplicado específicamente a uno de ellos, el acto atribuido a uno de ellos es
también el del otro … Aprendemos de Juan 5:23 ‘que todos honren al Hijo como
honran al Padre’. En consecuencia, allá donde veamos que el Padre dispone que
se realice un acto, podemos saber que su realización honra igualmente al Hijo, y
la negligencia en llevarlo a cabo es tanto un insulto al Hijo como al Padre. La
desobediencia al Padre deshonra a Cristo” (E.J. Waggoner, “The Lord’s Day”, Signs
of the Times, 27 noviembre 1884, 713).
“¿Qué aprendemos de ese versículo? [se cita Juan 3:16]. Que el amor de Dios por
el mundo fue tan grande como para llevarlo a dar su Hijo en rescate. Podemos
juzgar algo del amor de Dios por su Hijo, al recordar que Cristo era el resplandor
de la gloria del Padre, ‘la imagen misma de su sustancia’, era ‘heredero de todo’,
aquel por quien fueron creados todos los mundos (Heb 1:2-3); y que ‘en él habita
corporalmente toda la plenitud de la divinidad’. Col 2:9. Dios es infinito en todos
sus atributos, por consiguiente, su amor hacia su Hijo fue infinito. Y puesto que
dio a su Hijo al mundo, sabemos cuán grande fue su amor por el mundo: fue
infinito” (E.J. Waggoner, “Which is Evangelical?”, Signs of the Times, 12 noviembre
1885, 681).
No es sorprendente que Waggoner incluyera esos mismos conceptos en sus
presentaciones de la justicia por la fe en Minneapolis. En un artículo en Review anterior
a la asamblea de 1888, incluyó la “divinidad de Cristo” como uno de los “temas
propuestos para consideración” (“The General Conference Institute”, Review and
Herald, 16 octubre 1888, 684). El interés de Waggoner por ese asunto fue creciente, y
era un tema habitual en sus charlas o escritos. W.C. White registró una de las
presentaciones de Waggoner en la que declaró abiertamente: “Creemos en la divinidad
de Cristo. Fue él quien creó todas las cosas en el cielo y en la tierra” (W.C. White, “Notes

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Made at the Minneapolis Meetings 1888, 15 octubre 1888; en Manuscripts and
Memories, 421).
Waggoner continuó proclamando la divinidad de Cristo en los años siguientes al
congreso de Minneapolis. En una serie en seis partes que escribió en Signs se refirió
específicamente a la divinidad de Cristo en respuesta a un libro que los metodistas
habían escrito sobre el asunto del sábado. Antes de responder a las cuestiones
planteadas acerca del sábado, Waggoner se refirió a “una línea de pensamiento sugerida
por una frase en el prefacio. Hablando de quienes observan el séptimo día como el
sábado … el doctor [M. C. Briggs] dice: ‘Uno solamente lamenta … su … negación de la
divinidad de Cristo’”. Waggoner dedicó seis artículos enteros —que citaremos sólo en
parte— a demostrar la falsedad de tal acusación:
“Pero cuando el Doctor [M.C. Briggs] afirma que los adventistas del séptimo día
niegan la divinidad de Cristo, sabemos que escribe irresponsablemente. Estamos
totalmente persuadidos de que él sabe que no es así; pero sea como fuere, la
acusación ha sido formulada tan a menudo por quienes se supone que conocían
el tema del que estaban hablando, que muchos han llegado a creerla; y para
beneficio de ellos, tanto como para el de quienes puedan estar pensando ahora
en el asunto, nos proponemos aclarar la verdad. No tenemos una particular teoría
que defender, de forma que en lugar de expresar propuestas, citaremos
simplemente de la palabra de Dios y aceptaremos lo que dice … Juan 1:1 … De ahí
aprendemos que Cristo es Dios. Ese solo texto, si es que no dispusiéramos de otro,
bastaría para establecer la divinidad de Cristo, puesto que el término ‘divinidad’
significa ‘naturaleza o esencia de Dios’. Creemos en la divinidad de Cristo debido a
que la Biblia afirma que Cristo es Dios … El autor de la epístola a los hebreos,
refiriéndose a la superioridad de Cristo respecto a los ángeles, dice que es debida
a que ‘heredó más excelente nombre que ellos’. Heb 1:4. ¿Cuál es el nombre que
tiene por herencia? ‘Dios poderoso’. Como unigénito Hijo de Dios, posee ese
nombre por derecho” (E.J. Waggoner, “The Divinity of Christ”, Signs of the Times,
25 marzo 1889, 182).
“Así, ¿qué quiso decir al preguntar ‘por qué me llamas bueno; no hay bueno más
que uno, que es Dios?’ Quería impresionar en la mente del joven el hecho de que
aquel a quien se estaba dirigiendo como Maestro no era un simple hombre como
otro más entre los rabinos, sino que era Dios. Reclamaba para sí la bondad
absoluta, y puesto que no hay nadie bueno fuera de Dios, se identificó a sí mismo
como Dios. Y podemos relacionar eso con la declaración del apóstol Pablo: ‘En él
habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad’. Col 2:9 … ‘El año en que
murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime … Entonces
dije: “¡Ay de mí que soy muerto!, porque siendo hombre inmundo de labios y
habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al
Rey, Jehová de los ejércitos”. Isa 6:1-5. No podríamos saber a quién se refiere el
texto si no es porque el propio Salvador, en Juan 12:40-41 citó las palabras de
Isaías en el versículo 10 de ese mismo capítulo, aplicándoselas a sí mismo. En
dichos versículos encontramos, no sólo la prueba de que los autores inspirados
llamaban a Jesús el divino Hijo de Dios, sino de que el propio Jesús afirmaba ser
Dios” (E.J. Waggoner, “The Divinity of Christ”, Signs of the Times, 1 abril 1889, 196).

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“Como Hijo de Dios que es, ha de participar de la naturaleza de Dios. “Como el
Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí
mismo”. Juan 5:26. Se imparte vida e inmortalidad a los fieles seguidores de Dios,
pero sólo Cristo comparte con el Padre el poder para impartir vida. Tiene “vida en
sí mismo”, es decir, es capaz de perpetuar su propia existencia … Que Cristo es
divino, lo muestra el hecho de que recibió adoración. Los ángeles siempre han
rehusado recibir adoración, pero leemos del Padre que “cuando introduce al
Primogénito en el mundo, dice: ‘Adórenlo todos los ángeles de Dios’”. Heb 1:6 …
Si Cristo no fuera Dios, entonces se trataría de idolatría. … No importa cuál sea la
posición de la criatura, trátese de un animal, de un hombre o de un ángel, adorarlo
está estrictamente prohibido. Sólo Dios puede ser adorado, y dado que Cristo
puede ser adorado, Cristo es Dios. Tal afirma la Escritura verdadera … Al discutir la
perfecta igualdad del Padre y el Hijo, y el hecho de que Cristo es Dios en su propia
naturaleza. … Es de la substancia del Padre, de forma que es Dios en la misma
naturaleza; y puesto que eso es así, “al Padre agradó que en él habitara toda la
plenitud. Col 1:19” (E.J. Waggoner, “The Divinity of Christ”, Signs of the Times, 8
abril 1889, 214).
“Observamos algunas de las obras que Cristo efectúa como Dios, y en ello
encontraremos una prueba adicional de su divinidad … La primera forma en que
Dios se nos revela en demanda de ser honrado, es como Creador … Ahora, puesto
que todos deben honrar a Cristo de la forma en que honran al Padre, se deduce
que el Hijo ha de recibir honra como Creador; por lo tanto, y de acuerdo a lo dicho
por Pablo en Romanos, la creación visible es prueba de la “eterna potencia y
divinidad” de Cristo … Col 1:15-17 … A partir de las palabras: “El primogénito de
toda criatura”, algunos han argumentado que el propio Cristo es un ser creado.
Pero esa no es sólo una conclusión precipitada, sino directamente opuesta al
propio texto. … En Él tuvo sus orígenes la creación, tal como se lee en Apoc 3:14.
La creación existía en Él en embrión, por así decirlo; “porque al Padre agradó que
en él habitara toda la plenitud”. Col 1:19. Ningún lenguaje podría describir más
perfectamente la prexistencia y el poder creador de Cristo, que el empleado en
Colosenses 1:15-17 … Nadie diga, por lo tanto, que al exaltar a Cristo corremos el
peligro de rebajar nuestras ideas acerca de Dios. Es imposible tal cosa, pues cuanto
más exaltadas sean las ideas que tenemos acerca de Cristo, más lo serán las que
tengamos sobre el Padre” (E.J. Waggoner, “The Divinity of Christ”, Signs of the
Times, 15 abril 1889, 230).
Puesto que todos deben honrar al Hijo como honran al Padre, deben honrarlo no
sólo como Creador sino también como Dador de la ley … Sólo el poder que crea las
leyes puede proveer para su ejecución. Vamos ahora a demostrar que fue Cristo
quien dio la ley, tanto como da su justicia … Cristo fue el dirigente de los hijos de
Israel desde Egipto a Canaán … En 1 Cor 10:9 Pablo especifica claramente contra
quién estaban murmurando. Dice: ‘Ni tentemos al Señor, como también algunos
de ellos lo tentaron, y perecieron por las serpientes’. Por consiguiente, fue Cristo
quien, con nombre de Dios, estaba dirigiendo a Israel, y fue contra él que
murmuraron. Heb 3:5-11 enseña muy claramente eso mismo. Basta con leerlo de
forma cuidadosa para apercibirnos de que es Cristo aquel contra cuya voz el
Espíritu Santo nos advierte a no rechazar tal como hicieron los padres, quienes lo

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tentaron durante cuarenta años en el desierto … Puesto que Cristo era el dirigente
del antiguo Israel desde Egipto a Canaán, se deduce que Cristo era el Ángel del
Señor que apareció a Moisés en la zarza ardiente, y dijo: ‘Yo soy el Dios de tu padre,
el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su
rostro…’ Éxodo 3:6-8. Si alguien objetara a esa conclusión tan lógica, debido a que
quien habla se presenta como ‘YO SOY EL QUE SOY’, como el que existe por él mismo
—Jehová—, bastará con recordarle que el Padre ha dado al Hijo que tenga vida
por sí mismo (Juan 5:26), que Cristo afirmó eso mismo acerca de él cuando
proclamó: ‘Antes que Abraham fuese, YO SOY’ (Juan 8:58), supuesta blasfemia por
la que los judíos procuraron apedrearlo; y el profeta le llama Jehová en el siguiente
pasaje: ‘Vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará
como Rey, el cual será dichoso y actuará conforme al derecho y la justicia en la
tierra. En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre
con el cual lo llamarán: “Jehová, justicia nuestra”. Jer 23:5-6 … Éxodo 20:1-3. Esa
escritura identifica positivamente al dirigente de los hijos de Israel desde Egipto
como al Dador de la ley en Sinaí. Si alguien aduce que en la transacción no
podemos separar al Padre del Hijo, respondemos que eso es precisamente lo que
queremos destacar: Al Padre y al Hijo no se los puede separar en ninguna
transacción, pues son uno. Pero de igual forma en que el Hijo es aquel mediante
el cual todas las cosas fueron creadas, también es él quien declaró al pueblo la ley
de Jehová. Por lo tanto, él es el Verbo divino. El Hijo declara la voluntad del Padre,
que coincide con su propia voluntad” (E.J. Waggoner, “The Divinity of Christ”, Signs
of the Times, 22 abril 1889, 247).
“Así, hemos demostrado de forma general y de forma particular que Cristo es el
Dador de la ley para toda la raza humana. Por lo tanto, debemos honrarlo como
Creador, como Dador de la ley, y, por último, como Redentor. Y en ello llegamos a
la parte más animadora y reconfortante de todo lo precedente … Nuestro
Redentor es nuestro Dios. ¡Qué seguridad nos da eso de la fidelidad de las
“preciosas y grandísimas promesas” del evangelio! Los habitantes de este
pequeño planeta quebrantaron la gran ley del universo, y el Dador de la ley se dio
a sí mismo para redimir a esos rebeldes … Y si el Dador de la ley se dio a sí mismo
por nosotros para redimirnos de la transgresión de su propia ley, ¿qué mayor
seguridad podríamos pedir de que va a salvar hasta lo sumo a todo el que viene a
él?” (E.J. Waggoner, “The Divinity of Christ”, Signs of the Times, 9 mayo 1889, 262).
En 1890, Waggoner expandió esos artículos y los publicó en forma de libro en Cristo y su
justicia. A lo largo de varios capítulos, lo mismo que en sus artículos de 1889, trató
específicamente de la divinidad de Cristo. Su propósito explícito era claro: “Nuestra
intención en esta investigación es establecer la posición de Cristo en igualdad de pleno
derecho con el Padre, a fin de que su poder para redimir pueda ser mejor apreciado”
(página 19). Destacaremos aquí sólo unos pocos párrafos:
“A Cristo se le otorga la más alta prerrogativa: la de juzgar. Ha de recibir el mismo
honor debido a Dios, por la razón de que es Dios. El discípulo amado da este
testimonio: ‘En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era
Dios’. Juan 1:1. El versículo 14 demuestra que ese Verbo divino no es otro que
Jesucristo: ‘El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de
verdad; y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre’” (página 9).

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“A Cristo se lo llama Dios en muchos lugares de la Biblia. Dice el salmista: ‘El Dios
de dioses, Jehová, ha hablado y ha convocado la tierra desde el nacimiento del sol
hasta donde se pone … Los cielos declararán su justicia, porque Dios es el juez’. Sal
50:1-6. Se puede saber que el pasaje se refiere a Cristo: 1) por el hecho ya
mencionado de que todo el juicio le ha sido encomendado al Hijo, y 2) por el hecho
de que es en la segunda venida de Cristo cuando envía a sus ángeles para reunir a
sus escogidos desde los cuatro vientos. Mat 24:31” (página 11).
“Cuando venga, lo hará como el “Dios fuerte” … Esas no son meramente las
palabras de Isaías, sino las del Espíritu de Dios … Ese nombre no le fue dado a
Cristo en razón de algún gran logro, sino que le pertenece por derecho de
herencia. Hablando del poder y la grandeza de Cristo, el escritor de Hebreos afirma
que es hecho tanto mejor que los ángeles, por cuanto ‘heredó más excelente
nombre que ellos’. Heb 1:4 … Cristo es la ‘imagen expresa’ de la persona del Padre.
Heb 1:3. Como Hijo del Dios que existe por sí mismo, tiene por naturaleza todos
los atributos de la Deidad” (página 11-12).
“Y finalmente tenemos las palabras inspiradas del apóstol Pablo refiriéndose a
Jesucristo: ‘Al Padre agradó que en él habitara toda la plenitud’. Col 1:19. En el
siguiente capítulo se nos da a conocer en qué consiste esa plenitud que habita en
Cristo: ‘En él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad’. Col 2:9. Ese es
el testimonio más absoluto e inequívoco del hecho de que Cristo posee por
naturaleza todos los atributos de la Divinidad. La divinidad de Cristo vendrá a ser
un hecho prominente a medida que procedamos a considerar a Cristo como el
Creador” (página 15).
“Heb 1:8-10. Aquí encontramos al Padre dirigiéndose al Hijo como Dios, y
diciéndole: ‘Tú, Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus
manos’. Cuando el propio Padre atribuye ese honor a su Hijo, ¿quién es el hombre
para negarlo? Con esto podemos cerrar el testimonio directo concerniente a la
divinidad de Cristo, y al hecho de que es el Creador de todas las cosas” (página 18).
“¿Es Cristo un Ser creado? Antes de pasar a algunas de las lecciones prácticas que
se deben aprender a partir de esas verdades, hemos de prestar atención por un
momento a una opinión que sostienen en total sinceridad muchos que de forma
alguna quisieran deshonrar a Cristo, pero que mediante esa opinión, de hecho,
niegan su divinidad. Consiste en la idea de que Cristo es un ser creado que por
voluntad divina fue elevado a su actual posición encumbrada. Nadie que albergue
una idea tal puede tener un concepto adecuado de la exaltada posición que
realmente ocupa Cristo. Esa postura se construye sobre una comprensión
defectuosa de un solo texto: Apocalipsis 3:14 … Así, la afirmación de qué él es el
principio o cabeza de la creación de Dios, significa que en él tuvo la creación su
principio; que, como él mismo asevera, él es el Alfa y la Omega, el principio y el
fin, el primero y el último” (página 21).
“Cristo ‘está en el seno del Padre’, siendo por naturaleza de la misma substancia
de Dios y teniendo vida en él mismo. Se lo llama con propiedad Jehová, el que
existe por sí mismo, y así aparece en Jeremías 23:5-6, donde se dice que el
Renuevo justo, que hará juicio y justicia en la tierra, será conocido así: Jehová-
tsidekenu, que es JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA” (página 23-24).28

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Es posible que algún lector opine que hemos sido demasiado exhaustivos al presentar
los conceptos de Waggoner sobre la divinidad de Cristo, pero dado que se lo ha acusado
de ser arriano y de creer que “Cristo fue un ser creado”, hemos querido dejar ese tema
absolutamente claro. No es preciso mayor comentario. Los escritos de Waggoner hablan
por sí mismos.

Respuesta de Ellen White


En una carta escrita a Jones y Waggoner un año y medio antes del encuentro de
Minneapolis, Ellen White expresó la necesidad que tenía la iglesia de reconocer la gran
humillación de Cristo al comprender, no sólo la profundidad hasta la que llegó —en
semejanza de carne de pecado—, sino también la altura desde la que descendió —la
posición de Dios Creador—. En los tres años que siguieron, expresaría vez tras vez esas
ideas en el contexto del mensaje preciosísimo que entonces estaba siendo dado:
“‘Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús’. Llenad
vuestra mente con la gran humillación de Jesús, y contemplad entonces su
carácter divino, su majestad y gloria de lo Alto, y su despojarse de ellos para vestir
su divinidad con humanidad. Entonces podemos apreciar una negación del yo, un
sacrificio de sí mismo que maravilló a los ángeles … Mirad entonces más allá del
disfraz, y ¿a quién vemos? —Vemos a la Divinidad, vemos al eterno Hijo de Dios,
tan poderoso, tan infinitamente dotado con todos los recursos del poder, y se
encontró en la condición como hombre” (Ellen G. White a E.J. Waggoner y A.T.
Jones, Carta 37, 18 febrero 1887; en The Ellen G. White 1888 Materials, 28-29).
“Cristo condescendió en tomar la naturaleza humana, pero los poderes atrofiados
del hombre fueron incapaces, debido a la ignorancia, de comprender o distinguir
lo divino. A Jesús no se lo eximió de la necesidad de definir y defender su
naturaleza divina, debido a que las mentes de los hombres eran de tal forma
humanas, que no podían distinguir lo divino más allá de la asunción de humanidad.
Para dar vida a sus lecciones se vio obligado, cuando tales impresiones eran un
obstáculo para su utilidad, a referirse a su carácter misterioso y divino, llevando
las mentes de ellos a una línea de pensamiento favorable al poder transformador
de la verdad” (Ellen G. White, Manuscrito 16, “The Discernment of Truth”, enero
1889; en The Ellen G. White 1888 Materials, 260).
“Necesitamos que venga ahora sobre nosotros un poder y nos estimule a la
diligencia y a la fe ferviente. Entonces, bautizados con el Espíritu Santo, tendremos
a Cristo formado en nosotros, la esperanza de gloria. Entonces revelaremos a
Cristo como al divino objeto de nuestra fe y amor. Hablaremos de Cristo, oraremos
a Cristo y acerca de Cristo. Alabaremos su santo nombre. Presentaremos ante la
gente sus milagros, su negación del yo, el sacrificio de sí mismo, sus sufrimientos,
su crucifixión, su resurrección y su ascensión triunfante. Esos son los temas
inspiradores del evangelio para despertar amor y un celo intenso en todo corazón”
(Ellen G. White, Manuscrito 27, “Counsel to Ministers”, enero 1889; en The Ellen
G. White 1888 Materials, 432).
“Las doctrinas populares de este tiempo no pueden representar correctamente a
Jesús. Nuestro Salvador representaba al Padre. Él despejó las densas tinieblas del

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trono de Dios, la sombra infernal que Satanás había arrojado para ocultar a Dios
de la vista y el conocimiento. Cristo revela el trono de Dios y revela al mundo al
Padre como luz y amor. El hecho de que vistiera su divinidad con humanidad
evidencia con claridad ese amor en una luz que la humanidad puede comprender
… ¿por qué no aferrarnos por la fe a la naturaleza divina? Es nuestro privilegio. Se
hará cualquier cosa en favor de aquel que cree” (Ellen G. White, Manuscrito 10,
“The Excellence of Christ”, octubre 1889; en The Ellen G. White 1888 Materials,
448-449).
“En Cristo se combinaban la divinidad y la humanidad. La divinidad no se degradó
en la humanidad; la divinidad conservó su lugar, pero la humanidad, estando unida
a la divinidad, resistió la más fiera prueba de la tentación en el desierto. … El
hombre puede ser hecho participante de la naturaleza divina; no hay ni una sola
alma viviente que no pueda evocar la ayuda del Cielo en la tentación y la prueba.
Cristo vino a revelar la fuente de su poder, a fin de que el hombre no se apoyara
jamás en sus capacidades humanas desprovisto de ayuda” (Ellen G. White, “Charla
matinal, 29 enero 1890”, Review and Herald, 18 febrero 1890, 97; en The Ellen G.
White 1888 Materials, 533).
Cuando Ellen White oyó la proclamación del mensaje de Cristo, no pudo más que
alegrarse. En 1890, hablando del corazón mismo del mensaje que Jones y Waggoner
estaban compartiendo, Ellen White afirmó que “se ha presentado al pueblo de Dios el
mensaje que lleva las credenciales divinas … se ha presentado con encanto y belleza la
plenitud de la Deidad en Jesucristo” (Ellen G. White, “Living Chanels of Light”, Review
and Herald, 27 mayo 1890, 321; en The Ellen G. White 1888 Materials, 673). Varios años
después, resumiendo el mensaje de 1888 que envió el Señor, escribió acerca de ese
mismo tema como siendo una de las partes esenciales de aquel precioso mensaje:
“En su gran misericordia el Señor envió un preciosísimo mensaje a su pueblo por
medio de los pastores Waggoner y Jones … Muchos habían perdido de vista a
Jesús. Necesitaban dirigir sus ojos a su divina persona, a sus méritos, a su amor
inalterable por la familia humana. Todo el poder es colocado en sus manos, y él
puede dispensar ricos dones a los hombres, impartiendo el inapreciable don de su
propia justicia al desvalido agente humano. Este es el mensaje que Dios ordenó
que fuera dado al mundo. Es el mensaje del tercer ángel, que ha de ser proclamado
en alta voz y acompañado por el abundante derramamiento de su Espíritu” (Ellen
G. White a O.A. Olsen, Carta 57, 1 mayo 1895, en The Ellen G. White 1888
Materials, 1336).

El Hijo unigénito
A medida que Waggoner avanzaba más allá de la comprensión común de la Iglesia sobre
la naturaleza divina de Cristo —por entonces todavía sosteniendo puntos de vista
arrianos y semiarrianos—, hubo unas pocas ocasiones en las que expresó sus
pensamientos en términos menos avanzados que en años posteriores, cuando las
declaraciones clarificadoras de Ellen White jugarían un papel más importante. Una tal
declaración de parte de Waggoner se encuentra en la serie que escribió en 1889 para
Signs, y la otra en su expansión del mismo tema en forma de libro, en Christ and His
Righteousness, publicado a principios de 1890. Waggoner nunca reiteró en esos

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términos tales puntos de vista sobre la existencia de Cristo en libros o artículos
posteriores:
“Algunos tienen dificultad en reconciliar la declaración de Cristo de Juan 14:28:
‘Mi Padre mayor es que yo’, con la idea de que él es Dios, y es digno de adoración.
Algunos consideran aisladamente ese texto como si fuera suficiente para derribar
la idea de la divinidad de Cristo; pero de ser así, lo único que probaría es una
contradicción en la Biblia e incluso en las palabras de Cristo, ya que se afirma de
la forma más positiva, tal como hemos visto, que Cristo es divino. Hay dos hechos
que son ampliamente suficientes para explicar la afirmación de Cristo registrada
en Juan 14:28. Uno es que Cristo es el Hijo de Dios. Si bien ambos son de la misma
naturaleza, el Padre lo antecede en el tiempo. Es también mayor por no haber
tenido principio, mientras que la personalidad de Cristo tuvo un principio. La
declaración es también enfáticamente verdadera al considerar la posición que
Cristo había asumido. ‘Se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo
semejante a los hombres’. Fil 2:7. ‘Fue hecho un poco menor que los ángeles … a
causa del padecimiento de la muerte’. Heb 2:9. A fin de redimir al hombre, tenía
que descender hasta donde este estaba. No depuso su divinidad, pero depuso su
gloria y veló su divinidad con humanidad. Por lo tanto, su declaración ‘mi Padre
mayor es que yo’, es perfectamente consistente con la afirmación hecha por él
mismo, y también por todos los que escribieron sobre él, al propósito de que era
y es Dios” (E.J. Waggoner, “The Divinity of Christ”, Signs of the Times, 8 abril 1889,
214. A partir de esos artículos se hicieron otros escritos, que se imprimieron en
Bible Echo de Australia el 1 de octubre de 1889 y en Present Truth de Inglaterra el
18 de diciembre de 1890, pero Waggoner nunca escribió esas ideas en nuevos
artículos o libros).
“Las Escrituras declaran que Cristo es “el unigénito Hijo de Dios”. Es “unigénito”
—o engendrado—; no creado. En referencia a cuándo, no nos corresponde a
nosotros el inquirir, ni podrían nuestras mentes comprenderlo aun si se nos
explicara. El profeta Miqueas nos dice todo cuanto podemos saber acerca de ello
en estas palabras: ‘Tú Belén Efrata, pequeña entre los millares de Judá, de ti saldrá
el que será Señor en Israel. Sus orígenes son desde el principio, desde los días de
la eternidad’ (Miqueas 5:2). Hubo un tiempo cuando Cristo procedió y vino de
Dios, del seno del Padre (Juan 8:42; 1:18), pero fue tan atrás en los días de la
eternidad que para el entendimiento finito significa sin comienzo” (E.J. Waggoner,
Cristo y su justicia, 22).
Ninguna de esas dos declaraciones mereció un reproche de parte de Ellen White. ¿Y por
qué debería merecerlo? Según la definición clásica, Waggoner no estaba expresando
conceptos arrianos ni semiarrianos.
Eric Webster observa apropiadamente: “Para Waggoner, Cristo fue divino y
preexistente, pero —al menos según su postura en 1889— no totalmente eterno. Sólo
en ese sentido Waggoner mostró afinidad con la posición semiarriana … Waggoner tiene
un elevado concepto de la deidad de Cristo. Aporta evidencia bíblica del hecho de que
Cristo es Dios … Para Waggoner, Cristo no fue un ser creado, sino engendrado por el
Padre. Hace una clara distinción entre ser creado y ser engendrado … Afirma que Cristo
es ‘de la misma substancia y naturaleza de Dios’, y que ‘posee inmortalidad por derecho

13
propio, pudiéndola conceder a otros’” (Crosscurrents in Adventist Christology, 177-179,
original sin cursivas).
Waggoner había avanzado ya en los conceptos sobre la Deidad más allá de lo que
muchos de los fundadores de la Iglesia habían hecho, y lo hizo sin la ayuda de las
declaraciones clarificadoras que sólo posteriormente escribiría Ellen White. Obsérvese
el reconocimiento de ese hecho por parte de autores contemporáneos:
“Por consiguiente, la de Waggoner fue la primera tentativa competente de
abordar la visión más amplia de Cristo en la plenitud de la divinidad, como base y
provisión suficiente para la justicia por la fe en favor nuestro.
Desafortunadamente para el Dr. Waggoner, por aquel tiempo Ellen White todavía
no había hecho la mayor parte de sus declaraciones más categóricas sobre la
prexistencia y completa deidad de Cristo. En 1888 Waggoner fue pionero, sin el
beneficio de las muchas declaraciones que hizo [Ellen White] posteriormente”
(LeRoy E. Froom, Movement of Destiny, 296).
“La cuestión de la divinidad de Jesús estaba en la agenda del congreso de 1888. En
aquella ocasión … Ellet J. Waggoner refutó los últimos argumentos semiarrianos
que aún persistían en la Iglesia, y en definitiva puso el fundamento bíblico
necesario para establecer la plena y completa divinidad de Jesucristo … Ambos
[Jones y Waggoner] dejaron su impronta en la historia de la Iglesia adventista con
sus presentaciones sobre la justificación por la fe. Para Waggoner, ese tema sólo
se podía entender a través de las gafas de la cristología … Por aquel tiempo
diversos líderes de la Iglesia albergaban conceptos semiarrianos o adopcionistas
sobre la naturaleza divina de Cristo; de ahí la importancia de la cuestión suscitada
por Waggoner cuando abordó el problema: ‘¿Es Cristo Dios?’ La insistencia de
Waggoner en que Cristo era por naturaleza de la misma substancia de Dios y
poseía vida por sí mismo, fue sin duda una novedad ante los ojos de algunos de
los delegados en el congreso de Minneapolis. Su posición sobre la naturaleza
divina de Cristo fue probablemente parte del motivo para la oposición a su
mensaje de justificación por la fe, de parte de muchos de los delegados. La
contribución de Waggoner en ese particular, así como en lo relativo a la naturaleza
humana de Cristo, fue decisiva. Froom lo reconoce sin dudar: ‘En 1888 Waggoner
fue pionero, sin el beneficio de las muchas declaraciones que hizo [Ellen White]
posteriormente, no sólo acerca de la eterna prexistencia de Cristo, sino de su
existencia propia individual y de su infinitud, igualdad y omnipotencia’. La propia
Ellen White lo expresó así tras haber oído a Waggoner: ‘La plenitud de la divinidad
en Jesucristo ha quedado establecida entre nosotros con gracia y belleza’. Para
ella, eso demostraba que Dios estaba obrando en medio de ellos. La interpretación
de Waggoner era, en su mayor parte, la demostración teológica de lo que ella
siempre había creído y afirmado en sus escritos hasta aquel momento” (J.R.
Zurcher, Touched With Our Feelings, 34-37).
Hacia la primavera de 1890, Waggoner parece haber avanzado incluso más en relación
a sus conceptos precedentes, al afirmar:
“A través de la mediación y expiación de Jesucristo, siendo Dios desde la eternidad,
se encarnó, y mediante su muerte en la cruz se convirtió en el sacrificio por el
pecado, hizo expiación por él, y habiendo resucitado de la tumba, ascendió al cielo,

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donde se sentó a la diestra del Padre para hacer intercesión por su pueblo. El
completo carácter y valor de una religión tal consiste en que es, tal como pretende
ser, un plan sobrenatural para la salvación del pecado” (E.J. Waggoner, “A
Movement to Unite Church and State”, American Sentinel, 27 marzo 1890, 100).
Pasarían otros ocho años antes que Ellen White hiciese su célebre declaración: “En Cristo
hay vida original, que no proviene ni deriva de otra. ‘El que tiene al Hijo, tiene la vida’. 1
Juan 5:12. La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna”
(El Deseado, 489). Qué lamentable es que algunos hayan tergiversado hoy
completamente a Waggoner en ese tema.
Nota 44 del libro El retorno de la lluvia tardía, de Ron Duffield, páginas 322-323:
Woodrow Whidden ha llegado muy lejos malinterpretando a Waggoner sobre el tema
de la divinidad de Cristo. Afirma:
“No se cuestiona el apoyo manifiesto de Ellen White a Jones y Waggoner. El asunto
clave, no obstante, parece ser si ese vigoroso apoyo significó apoyo total para cada
una de las posiciones teológicas de ellos. Por ejemplo: ¿apoyó [Ellen White] su
posición de que Cristo fue un ser creado (arrianismo)?” (Woodrow Whidden, Ellen
White on Salvation, 90).
Whidden llevó esa misma posición al Primacy of the Gospel Committee (un comité
constituido por Robert Folkenberg en 1994, mientras era presidente de la Asociación
General, con el propósito de profundizar en la doctrina de la justicia por la fe):
“Al iniciarse nuestro comité, el Dr. Whidden intentaba forzarme [Robert Wieland]
a que confesara que E.J. Waggoner fue arriano. Arriano es quien no cree que Cristo
sea eterno, divino, [cree que] fue creado. Respondí: ‘No puedo afirmar tal cosa’.
[Whidden dijo]: ‘Hermano Wieland, todos creen eso’. [Wieland dijo] ‘Siento no
poder estar de acuerdo con eso’. [Whidden] me presionó con fuerza: ‘¿Está
queriendo decir que es usted el único aquí que va a afirmar que Waggoner no fue
arriano?’ Dije: ‘No puedo estar de acuerdo con eso’’” (Robert J. Wieland, “Third
Angel’s Message & Corporate Repentance”, 24 marzo 1996).
George Knight tergiversa asimismo la historia al intentar forzar a Waggoner a una
postura arriana —bajo una etiqueta semiarriana—:
“No todo lo que Waggoner, Jones y Prescott enseñaron sobre Jesús era diáfano,
incluso en el período inmediatamente posterior a Minneapolis … en Christ and His
Righteousness (1890) [Waggoner] expresó visiones semiarrianas de Cristo al
escribir que ‘hubo un tiempo cuando Cristo procedió y vino de Dios’. Ese
semiarrianismo que enseñaba que Cristo no era igual a Dios, había sido
prominente en la teología adventista desde sus comienzos en la década de 1840.
El que Waggoner enseñara tales puntos de vista a finales de la década de 1880 y
principios de la de 1890, no obstante, no los convirtió en verdad. Ellen White y la
mayoría de la Iglesia rechazaría ambos puntos de vista junto a otros, durante la
década de 1890” (George Knight, From 1888 to Apostasy, 132-133, original sin
cursivas).

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Pero Waggoner no dijo ni en una sola ocasión que Cristo no fuera igual a Dios.
Por último, David McMahon tergiversa también a Waggoner al afirmar:
“Waggoner intentó confesar valientemente la divinidad de Cristo. Negó que Cristo
fuera un ser creado. Dijo que Cristo es Dios, tanto Creador como Dador de la ley …
sin embargo, Waggoner siguió siendo arriano en el sentido clásico” (Ellet Joseph
Waggoner: The Myth and the Man, 102, original sin cursivas).
¿Por qué ese esfuerzo combinado, esa agenda para tergiversar a Waggoner sobre la
divinidad de Cristo? En sus críticas biográficas que a menudo bordean el cinismo, Knight
y Whidden calumnian a Jones y Waggoner al mismo tiempo que promueven su propia
teología afín a la de Desmond Ford: una teología que busca promover el punto de vista
evangélico sobre la naturaleza humana de Cristo que ha popularizado Questions on
Doctrine (Preguntas sobre doctrina) y el propio Desmond Ford.
El asunto, por lo tanto, no es realmente la divinidad de Cristo. Knight y Whidden crean
un falso conflicto sobre la divinidad de Cristo, para pasar a continuación a la naturaleza
humana de Cristo. Ese es un ejemplo de la táctica del cebo-anzuelo que es tan antigua
como el propio pecado. Esta es su implicación: si Waggoner fue nada menos que un
arriano en sus puntos de vista acerca de la naturaleza divina de Cristo —Jesús fue un
dios creado—, ¿qué credibilidad se le puede dar en sus puntos de vista sobre la
naturaleza humana de Cristo? Pero ese planteamiento sólo se puede sustentar
violentando los hechos históricos.

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