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EL SÍMBOLO, CAMINO DE COMPRENSIÓN


DEL MUNDO BÍBLICO
Gonzalo M. de la Torre Guerrero

1. LA SILENCIOSA Y FUNDAMENTAL
PRESENCIA DEL SÍMBOLO
EN LA BIBLIA
Siempre que tengamos delante de nosotros un texto bíblico, pense-
mos que él es el resultado de un proceso profundamente humano, que
él no cayó del cielo, sino que es el producto de un esfuerzo personal o
comunitario que trata de comunicar, a partir de acontecimientos, lo
que el escritor o la comunidad piensa de Dios, del ser humano, del
mundo, de la historia, enrolando o comprometiendo en todo ello su fe
en un determinado modelo de Dios. Por lo mismo, cuando en la Biblia
se nos habla de estas verdades fundamentales (Dios -ser humano-
mundo), no pensamos en la realidad de las cosas en sí, sino en la rea-
lidad que la mente tiene asimilada acerca de todas ellas. Es aquí don-
de el símbolo tiene la última palabra.

1.1 APROXIMACIÓN A LA ESENCIA DEL SÍMBOLO

Esto significa que todo texto bíblico nos está revelando, a través de las palabras
(del universo literario externo), la realidad interna de quien o de quienes lo cono-
cen (el universo literario interno). Por consiguiente, si ya desde este comienzo qui-
siéramos definir qué es símbolo literario, tendríamos una buena aproximación al
mismo, al decir que es el acontecimiento literario que permite unir dos campos: el
de las palabras del relato y el de la interioridad de quien emplea dichas palabras.

Esto nos conduce inmediatamente a pensar cómo en el símbolo literario partimos


de las palabras abiertas, al mundo interior secreto; de lo decible o narrable por las
palabras, a lo indecible o inenarrable que está en la interioridad humana; de lo lite-
ral que se palpa, a lo figurado impalpable; del mundo abierto de las palabras, al
universo cerrado de la interioridad. Lo cierto del proceso simbólico literario es que
las palabras se convierten en vehículo de revelación o, en camino hacia un mundo
diferente. Aquí las palabras se muestran siempre como una estructura de doble
sentido: el sentido exterior remite a un sentido interior más profundo, y el sentido
profundo interior sólo queda manifiesto a partir de lo interior; más aún, el sentido
exterior limitado siempre estará remitiendo a un sentido interior mucho más enri-
quecido.
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1.2 LA BIBLIA, CAMPO SIMBÓLICO DE PERMANENTES INTERROGANTES

La Biblia está llena de ejemplos que confirman todo lo anterior. Desde el comienzo
(en el libro del Génesis) abundan los casos. Queremos ponérselos al lector en
forma de interrogantes, no en forma de soluciones, para que él mismo se dé cuen-
ta de la limitación del mismo texto bíblico y se vea obligado a pensar en que las
palabras del texto, en su forma literal, no son suficientes: hay que convertirlas, por
la fuerza del símbolo que las posee o inhabita, en un camino hacia unas verdades
más profundas.

Por lo mismo, preguntémonos, buscando una verdad mayor: ¿A qué realidad con-
duce la afirmación de que Elohim “creó al ser humano a imagen suya, a imagen de
Elohím, macho y hembra los creó” (Gn 1,27)? ¿Qué realidad está oculta cuando
se afirma que “Yahvéh Elohím formó al hombre del polvo del suelo y le insufló en
sus narices aliento de vida, quedando constituido el ser humano como un espíritu
viviente” (Gn 2,7)? ¿Qué verdad mayor se está afirmando al decir que “Yahvéh
Elohím transformó en mujer la costilla que había sacado del varón” (Gn 2,22)? etc.
etc. ¿Se pueden y se deben tomar al pie de la letra las expresiones “el ser huma-
no es imagen y semejanza de Dios”, o “el hombre fue hecho de barro”, o “la mujer
fue hecha de una costilla”? ¿No nos indican algo más estas otras expresiones de
Lucas: “Y descendió sobre Jesús el Espíritu Santo en figura corporal como de una
paloma y sonó una voz del cielo: tú eres mi Hijo Amado” (Lc 3,22)? ¿A qué reali-
dad alude Lucas cuando envuelve a Pablo en resplandores, lo tumba al suelo y lo
hace oír voces del cielo” (Hch 9,4)? ¿Y qué hondo significado puede tener, frente
a una mujer que va a ser la madre de un niño que no es sólo hombre sino Dios, el
hecho de que ella diga “yo no conozco varón”, o el hecho de que es un ángel
quien le dice que “el Espíritu Santo vendrá sobre ti” (Lc 1,34-35)? ¿No hay detrás
de todas estas palabras otra realidad más honda, más profunda, que la que da el
simple significado de las palabras?

1.3 LA NECESIDAD DE LA HERMENÉUTICA ES LA MEJOR PRUEBA DE LA


PRESENCIA DEL SÍMBOLO

Frente al desafío que nos plantean estas preguntas, cabe hacernos otra: ¿No es
cierto que para poder responder los interrogantes hechos, necesitamos algún tipo
de hermenéutica? Recordemos que siempre que se necesite hermenéutica es
porque palpamos la necesidad de ir más allá de las palabras, en busca de otra
realidad, ciertamente conectada con ellas, pero más honda que ellas. La mejor
prueba, pues, de que en el texto bíblico nos encontramos con relatos simbólicos
es que él vive necesitado siempre de una hermenéutica, aunque no de cualquier
hermenéutica.
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2. LOS CUATRO ELEMENTOS QUE CONFORMAN LO


SIMBÓLICO EN UN RELATO BÍBLICO
En nuestro lenguaje ordinario no sabemos cómo emplear la palabra
“símbolo”. Esta apalabra se la aplicamos equivocadamente a uno de
estos cuatro elementos que constituyen el símbolo y que iremos ex-
plicando detalladamente: 1) A los acontecimientos que generan el pro-
ceso simbólico; 2) o las estructuras mentales que interpretan dichos
acontecimientos; 3) o a nuestro mundo interior consciente e incons-
ciente donde se deposita dicha interpretación; y 4) o finalmente al rela-
to o a alguna expresión simbólica con que las estructuras de la mente
tratan de responder al acumulado de sentimientos que bullen en su in-
terior. Lo cierto es que ninguno de estos cuatro elementos aislados
define el símbolo, por la sencilla razón de que el símbolo está consti-
tuido por los cuatro y de que los cuatro participan en todo proceso
simbólico ordinario.

Un relato bíblico es el fruto de un proceso. Hay que tener en cuenta


cada paso de este proceso, a fin de percibir toda la riqueza del símbo-
lo. No nos podemos quedar sólo con la exterioridad del símbolo (el re-
lato o la frase bien lograda), sino que debemos tener presente su glo-
balidad, los elementos que él agrupa y que nos llevarían muchas ve-
ces a abismarnos totalmente no tanto en el acontecimiento exterior,
como en el rico contenido interior del mismo.

2.1 PARTAMOS DE UN EJEMPLO BÍBLICO

Tenemos como ejemplo de un proceso simbólico bíblico esta frase, en la que está
el meollo del relato simbólico de la encarnación de Dios, según Juan: “y la Palabra
de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros”; después de leerla detenidamente y
repasar su contexto, nos damos cuenta que detrás de ella hay un proceso que es
propio de todos los relatos simbólicos y que podemos sintetizar así:

a) Un hecho histórico: la aparición de un ser humano con características divi-


nas.
b) Unas estructuras mentales de una comunidad o un escritor que frente a
Jesús se encontraba con dos elementos que lo definen: su humanidad (su
“carne”, su condición de debilidad); y su divinidad (o el hecho de ser “Pala-
bra de Dios”, o expresión de un proyecto divino por siglos esperado).
c) Un inconsciente comunitario y personal que capta la presencia de Dios en la
tierra como “un proyecto divino (una “Palabra”), que se concretiza en la his-
toria (“se hace carne”)... Notamos enseguida que toda la fuerza del relato
está en la síntesis que quiere presentar de Jesús: de su plena divinidad y
de su plena humanidad. En esto se centra la fuerza simbólica que le da a
cada término, que debe ir a buscar, como punto central su respectivo polo
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de atracción: La divinidad o la humanidad del personaje en cuestión. Las


circunstancias o mediaciones históricas que acompañan a Jesús (su padre,
su madre, su nacimiento), están en el texto sólo de una manera refleja, indi-
recta. Aunque no se niegan -¡imposible hacerlo!- no están en el interés pri-
mario del relator.

d) Una expresión literaria, que es simbólica, porque es capaz de recoger los


tres elementos o procesos anteriores: “y la Palabra de Dios se hizo carne y
habitó entre nosotros”. No llama a Jesús por su nombre humano, ni lo cuali-
fica de divino. Suple estas dos necesidades por la expresión “Palabra de
Dios” (divinidad), que “se hace carne” (humanidad). A nosotros nos tocaría
seguir ahondado exegéticamente (hermenéuticamente) en lo que significa
cada término: ser plenamente divino y ser al mismo tiempo plenamente
humano.

Este relato simbólico de la Encarnación de Dios compuesto por Juan (Jn 1,1-14),
si lo comparamos con el de Lucas (Lc 1,26-35) y Mateo (1,18-25) nos demuestra
cómo es posible que se digan las mismas cosas de modos tan diferentes. Aquí se
trata de relatos simbólicos que responden a diferentes conciencias (consciente -
inconsciente) con intereses o preocupaciones tan diferentes.

2.2. REPASO GENERAL A LOS CUATROS ELEMENTOS QUE CONSTITUYEN


EL SÍMBOLO

Aunque vamos a ampliar cada uno de los cuatro elementos anteriormente indica-
dos, es bueno darles ahora un vistazo general que nos facilite su comprensión.

a) No olvidar que el símbolo parte de un suceso de la vida (exterior o


interior

Estos cuatro elementos que hemos subrayado son los que están presentes en to-
do proceso simbólico. Insistimos en ello, porque generalmente nos obnubilan las
formas externas atrayentes de los relatos literarios (su permanente uso de signos
metafóricos), descuidando el acontecimiento humano histórico al cual quiere dar
respuesta el símbolo. En toda forma literaria, por abstracta que sea, yace un inten-
to -exitoso o fallido- de dar respuesta a los acontecimientos que configuran la
propia existencia, o a la propia historia. Esto hay que aplicarlo siempre a todos los
relatos bíblicos, por muy simbólicos que ellos sean. Todo relato tiene la capacidad
de llevarnos al acontecimiento que lo generó.

Ocurre asimismo que frente a la fascinación de las expresiones literarias, desapa-


recen además de la historia, otros dos elementos importantes en la conformación
del acontecimiento simbólico, a saber: las estructuras mentales y el inconsciente.

b) Reconocer el papel recreador que hacen las estructuras histórico-


culturales de la mente
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Las estructuras mentales son las encargadas de leer el acontecimiento, de acuer-


do a los propios intereses y necesidades de quien es testigo del mismo; y, ya leído
el acontecimiento y en cierta forma transformado, las estructuras mentales lo de-
positan en el inconsciente para, en un momento oportuno, volverlo a utilizar. Aun
cuando el acontecimiento no traiga explícitamente personajes, diálogos, voces,
mandatos, prohibiciones y otras circunstancias, las estructuras de la mente las in-
tuyen, las recrean, no porque quieran inventárselas, sino porque perciben que
están ahí, detrás de lo acontecido.

c) Valorar el rico acumulado del interior (inconsciente - consciente)


personal y colectivo

El inconsciente, por su parte, es esa especie de depósito oscuro donde quedan


depositadas las experiencias más hondas que el ser humano tiene frente a los su-
cesos que lo golpean. En el inconsciente no sólo duermen los recuerdos e impre-
siones, sino que allí también ellos maduran, como en un proceso de gestación. Lo
aquí depositado por los esquemas mentales no reposan para siempre; buscan su
momento de salida, esa especie de alumbramiento que deberá efectuarse con la
aparición de la expresión literaria final que los libera del inconsciente para conver-
tirlos no sólo en acto de sanación del interior, sino en don que también saneará el
interior de muchos otros.

d) Saber ver en el relato simbólico el final de un proceso, no un hecho


aislado e independiente

El relato hablado o escrito, es, pues, una criatura que, para nacer, activa de nue-
vo las estructuras de la mente, para dar lo mejor de sí, en palabras apropiadas y
precisas, en metáforas e imágenes, en sobriedad y elegancia, en simplicidad y cla-
ridad, buscando que el relato simbólico demuestre estas cuatro cosas: que el es-
critor, utilizando sus esquemas mentales, tuvo capacidad recreativa frente a lo
acontecido... que su inconsciente tuvo capacidad acumulativa y capacidad de ma-
duración y de espera... que las estructuras lectoras de la mente tuvieron capaci-
dad de ver a fondo y de enriquecer el acontecimiento... y que se puede llegar al
suceso original, del cual el relato simbólico nunca logra desprenderse del todo.

Vamos hacer, a partir de este momento, una ampliación de cada uno de los cua-
tros elementos que configurarán el símbolo. Ahondar en cada uno de ellos desde
el mundo bíblico, nos demostrará su inmenso valor para los procesos hermenéuti-
cos.
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3. EL ACONTECIMIENTO ORIGINAL, PUNTO DE


PARTIDA DEL SÍMBOLO

La gran tentación que tenemos frente a los relatos simbólicos es la de


desligarlos de la historia, la de pensar que símbolo e historia se opo-
nen, como lo suelen hacer la fantasía y la realidad. Todo lo contrario:
símbolo y realidad no son opuestos, ya que el símbolo es el resultado
de un proceso que parte de un suceso concreto, que nunca llega a
desaparecer del todo, aunque la mente lo enriquezca y cause la impre-
sión de que lo transforma. Pero, cuando la mente hace esto, no es
porque quiera desfigurar el acontecimiento original, sino porque saca
a la luz lo que éste tiene implícito, lo que sólo le revela a quien tiene
mirada simbólica para leer los acontecimientos de la historia.

3.1 PARTAMOS DE UN EJEMPLO BÍBLICO

Todo relato bíblico simbólico tiene, como punto de partida, algún acontecimiento.
A veces se trata de un acontecimiento considerado extraordinario, como darle ali-
mento a miles de personas, lo cual generó en los evangelios el relato simbólico del
milagro de la multiplicación de los panes (cf. Mc 6,30-44 y par.). Otras veces se
trata de un acontecimiento bien ordinario, como la sanación de unas fiebres co-
munes, lo cual genera en el evangelio de Marcos el relato simbólico de la curación
de la suegra de Pedro (cf. Mc 1,29-31). El acontecimiento que puso en marcha el
relato simbólico no desaparece del relato, de tal manera que el lector lo debe y lo
puede reconstruir sirviéndose de los mismos elementos que le aporta el relato
simbólico. Por ejemplo, los exegetas que reconstruyen el acontecimiento que está
detrás del relato de la multiplicación de los panes, se sirven de estos datos: de la
pregunta de Jesús “¿cuántos panes tienen ustedes?” (Mc 6,38); del hecho de or-
ganizarlos por grupos, para que pudieran compartir (6,39-40); y de la frase “irles
dando pan bendecido a sus discípulos, para que lo repartieran” (6,41). Todos ellos
son datos que ayudan a pensar, sin quitarle el valor al milagro, en que en el suce-
so original se trató de una invitación inicial a compartir que desencadenó el resto
del suceso.

3.2 LO “MARAVILLOSO” DEL SUCESO ORIGINAL

Al escritor realmente no le importa que el acontecimiento original sea en sí mismo


significativo o no, ya que es él quien lo va a convertir en algo simbólicamente sig-
nificativo, puesto que él tiene la capacidad de modificar el acontecimiento original,
al reinterpretarlo y reconstruirlo, añadiéndole, quitándole o matizándolo de acuer-
do a lo que quiere expresar con el mismo. Es obvio que si el acontecimiento es
en sí mismo significativo, facilita la narración del suceso, pues quienes fueron tes-
tigos del mismo ya ponen en él ese detalle de tratarse de “algo llamativo, que cau-
sa admiración” (esta es la etimología obvia de milagro); la carga sobrenatural del
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mismo es papel de la teología dogmática.

Recordemos que en los procesos simbólicos la tendencia normal es la de recrear


el acontecimiento. Esto es debido a que, para el narrador o escritor, lo que más
vale en un acontecimiento no es el hecho que aparece a primera vista, sino la in-
terpretación que del mismo hacen sus testigos. Eso que le añade la cultura, la fe o
los esquemas mentales es lo que principalmente va a ser narrado. ¿Significa esto
que hay que prescindir del acontecimiento original? De ninguna manera.

Lo que esto significa es que en el acontecimiento original van a aparecer matices,


sucesos y hasta personajes que van a sacar a la luz lo que una mirada superficial
no descubrió o no supo ver en el acontecimiento. Es necesario insistir en esto, ya
que en el lenguaje popular se habla ordinariamente de símbolo (y de mito), como
de algo totalmente carente de realidad. La verdad más bien es que alguien, desde
sus propias circunstancias socio-religiosas y, por lo mismo, con otro tipo de mira-
da, ha visto más cosas en el suceso que las miradas ordinarias, desinteresadas
del mismo. El interés en el suceso y el personaje al que se liga el mismo es lo que
hace descubrir más y más cosas en lo acontecido.

4. EL PAPEL DE LAS ESTRUCTURAS HISTÓRICO-CULTURALES


DE LA MENTE, TANTO PERSONALES COMO COMUNITARIAS

Todo ser humano y toda comunidad humana tienen su propio esque-


ma mental que le sirve para leer y releer los acontecimientos, descu-
brir en ellos toda la riqueza que tienen. Estos esquemas mentales
hacen el papel de filtros activos que no sólo dejan pasar el aconteci-
miento para que se deposite en la conciencia, sino que lo recrean al
pasar y lo depositan en la conciencia, ya enriquecido. Estos filtros, o
esquemas, o estructuras mentales son siempre frutos no sólo de la
historia y la cultura heredadas, sino también de la historia y la cultura
que se están viviendo, en ese momento, como también son fruto de la
propia libertad y del trabajo de la presencia amorosa de la Divinidad en
la conciencia.

4.1 EL EJEMPLO DE LAS TRADICIONES TEOLÓGICAS DE ISRAEL

Esto es exactamente lo que en el Antiguo Testamento ocurre con las tradiciones


teológicas, cada una de ellas fruto de unas circunstancias históricas que las cons-
tituyeron en filtros mentales teológicos que leían de determinada manera los suce-
sos vividos por el pueblo. Esto lo encontramos palpable en las cuatro corrientes o
tradiciones teológicas ya tan estudiadas en Israel: la tradición Yahvista, la Elohista,
la Sacerdotal y la Deuteronomista. Mientras la mentalidad Yahvista filtra sus expe-
riencias de Dios y las llena de cercanía y ternura: Dios alfarero (Gn 2,7.19); Dios
jardinero (Gn 2,8); Dios cirujano (Gn 2,21), etc. etc.... La tradición Elohista llena a
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Dios de fuego que arde (Ex 3,1 ss), o de montañas, relámpagos, truenos y nubes
(Ex 19,16-18)... Por su parte la tradición Sacerdotal llena la imagen de Dios de cul-
to, de templo, de utensilios sagrados, de sitios restringidos, de víctimas inmoladas,
de ornamentos sacerdotales (cf. las tradiciones cultuales del Éxodo en los capítu-
los 25-31)... Y finalmente la tradición deuteronomista reviste a Dios de justicia,
presentándolo como quien quiere un año sabático de igualdad entre los israelitas
(Dt 15,1-2), como el que está de parte de los débiles (Dt 15,7-8), como el que
quiere darle a la justicia la primacía sobre todo (Dt 15,20), como el que tiene com-
pasión de las viudas y los huérfanos (Dt 24,19-21) etc.

4.2 LA CAPACIDAD HUMANA DE DESCUBRIR LAS


DIFERENTES VERDADES DE LAS COSAS

Vemos, pues, cómo cuatro esquemas mentales leen a Dios de una manera dife-
rente, a partir del momento socio-religioso que están viviendo. Esta variedad de
opiniones que vemos en relación a un mismo Dios, la palpamos también en rela-
ción a cualquier otro sujeto, o en relación a cualquier acontecimiento. Esto obede-
ce a esa capacidad que tiene el ser humano de “conmoverse” ante un aconteci-
miento, de interpretar aquello de lo que ha sido testigo y de llegar a recrearlo, si es
necesario. Y todo ello de tal forma que la verdad de las cosas ya no es sólo la que
los sucesos traen, sino principalmente las que el ser humano les pone. Él tiene la
capacidad de decir las verdades más hondas de las cosas y lo que la apariencia
de las mismas no revela. Se puede decir que la honda verdad de las cosas ya no
está en ellas, sino en las estructuras mentales humanas. Si aplicamos todo esto a
los autores de la Biblia, encontramos en parte y desde el mundo simbólico, la ex-
plicación de por qué ellos nos dan definiciones e ideas tan propias y originales de
Dios, del mundo, del ser humano, de sí mismos. Sus esquemas mentales, a partir
de su propia historia y cultura y de las circunstancias que estaban viviendo, los lle-
varon a eso.

4.3 LOS CREADORES Y RESPONSABLES DE NUESTROS ESQUEMAS MEN-


TALES, COMO PUNTO DE PARTIDA

¿De dónde, pues, nacen estos esquemas mentales de tanta importancia en la vida
de todo ser humano? Como punto de partida, los especialistas nos dicen que
nuestros esquemas mentales simbólicos son en parte heredados y en parte adqui-
ridos. Ellos empiezan a formarse desde el seno materno y se afianzan y desarro-
llan en el proceso de socialización.

a) El papel del grupo humano que nos cobija

En este sentido, son responsables de nuestros esquemas mentales: el grupo


humano en el que estamos insertos, la nación, la región, la ciudad, el barrio, la ca-
lle, el edificio, la familia a la que pertenecemos... lo mismo que las instituciones
que confrontan nuestra vida y nuestra conciencia: la familia, la escuela, el colegio,
la universidad, la iglesia o religión, el partido político...
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b) El papel de las estructuras sociales

Son igualmente responsables de nuestras estructuras interiores simbólicas las es-


tructuras sociales que nos rodean: las económicas, las políticas, las ideológicas,
las militares, la clase social a la que pertenecemos... Todo esto se da en unas
condiciones ecológicas y ambientales que crean en cada ser humano estructuras
que influyen en su pensamiento...

c) El papel de la libertad y la gracia

Y si a todo esto le sumamos dos realidades definitivas en nuestra vida como es la


de nuestra propia libertad y la de la acción amorosa de Dios en nuestro interior,
tendríamos un cuadro inmensamente grande y rico, pero al mismo tiempo compli-
cado y casi inexplicable de los esquemas mentales que configuran la cosmovisión
humana, o la forma como cada grupo percibe y reacciona frente a cada aconteci-
miento con el que nos llegamos a encontrar.

c) El papel de la Historia y la Cultura

Hay dos palabras que son resumen de todo lo anterior, sea porque pueden ser un
punto de partida, o porque pueden ser consecuencia. Estas dos palabras son “His-
toria y Cultura”. En ellas se resume toda la capacidad y la actitud simbólica huma-
na. La historia y la cultura influyen en nuestro modo de ver y valorar los aconteci-
mientos, pero al mismo tiempo este modo de ver y valorar recrea permanente la
historia y la cultura. Nunca valoraremos suficientemente el hecho de haber sido los
israelitas un pueblo fuertemente influenciado por Mesopotamia y Egipto, con sus
códigos morales y con su sabiduría... con una gran raigambre en las tribus del de-
sierto de donde asumieron esos cuadros de purezas e impurezas, de circuncisio-
nes, bautismos y purificaciones que los van a atormentar toda la vida...

4.4 LAS ESTRUCTURAS HISTÓRICO-CULTURALES DE LA MENTE A VECES


CREAN REALIDADES (RELATOS) ÉTICO-SIMBÓLICOS OPUESTOS

a) Las imágenes opuestas de Dios

En todo este complejo proceso de historia y de cultura, llega un momento en que


el mismo ser humano se da cuenta de que es él quien reviste a Dios de unos atri-
butos que, aunque la divinidad no ha reivindicado directamente para sí, él cree
conveniente asignárselos, ya que corresponden a los valores éticos, históricos y
culturales que él ha descubierto, bajo la guía interior de la misma Divinidad. Aquí
se cumple perfectamente el axioma de que Dios existe, pero el ser humano lo re-
viste.

Todo lo anterior lo palpamos en la Biblia. El Dios que Israel nos va presentando no


es tanto un Dios en sí mismo, sino un Dios que él va descubriendo en su historia y
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va haciendo actuar y hablar, y mandar y prohibir, ya que se da cuenta en su con-


ciencia de que este Dios que él palpa vivo en su historia necesita de sus ideas y
palabras para irse revelando lentamente... Esta es la razón por la cual Dios va
cambiando de imagen y de conceptos, de apreciaciones y de mandamientos. A
nadie extraña que el Dios Yahvéh que comenzó siendo en Israel un Dios violento
que ordena matar, un Dios de la guerra, un Dios masculino, un Dios de los ejérci-
tos (cf. Jos 6,17.21.24.26; 8,8.22.24-26.28-29 etc. etc.), termine siendo un Dios de
la paz, de la no violencia, de la ternura, del diálogo, o como el Dios de Jesús, un
Dios padre-madre (cf. Gn 18,23-32; Dt 32,9-14; 2,21-25; Is 66,13-14; 63,16; 49,15-
16; 43,4-8; Jn 3,16; 1 Jn 4,8 etc. etc.).

b) Las imágenes opuestas de la ética

Aunque todos los humanos tenemos nuestras propias estructuras mentales, éstas
no funcionan de la misma manera en todos los individuos. Así como es un deter-
minado contexto (histórico-cultural, económico, político, ideológico etc.) el que nos
las forma, así también es un determinado contexto histórico-cultural (que varía
permanentemente) quien nos las vive activando, haciendo que tomen determinada
posición, frente a los desafíos éticos que se les presentan.

Un ejemplo de esto puede ser la diferente posición que vemos en la Biblia frente a
la disolución del vínculo matrimonial. Así, mientras los esquemas mentales de una
corriente deuteronomista aceptan el divorcio, flexibilizando o aumentando las cau-
sales del mismo (Dt 24,1-4), los esquemas mentales de Jesús rechazan el divorcio
(Mc 10,1-12), al rechazar la explotación del varón sobre la mujer que la posición
del Deuteronomio sostiene; y mientras los esquemas mentales de Mateo encuen-
tran una causa ética que justifica el divorcio, la “porneia” (¿prostitución, adulte-
rio?), los esquemas mentales de Pablo encuentran una causa religiosa, la de la fe,
también para aceptar el divorcio (1 Cor 7,10-16). Son, pues, los diversos contextos
los que influyen en los esquemas mentales para hacerlos aceptar o rechazar de-
terminada práctica ética.

4.5 LAS ESTRUCTURAS HISTÓRICO-CULTURALES DE LA MENTE NOS


DESCUBREN LO MARAVILLOSO QUE TIENE OCULTO TODO MILAGRO

a) Cuando un suceso milagroso nos revela su interioridad

Un ejemplo bíblico, muy diciente por cierto, de la actividad que desarrollan los es-
quemas mentales de quien ve o examina un suceso, es el de los milagros. Toda
acción milagrosa en la Biblia -sin excepción- tiene siempre un doble aspecto: a) el
del hecho exterior maravilloso ocurrido, y b) el del hecho interior, escondido bajo la
caparazón de lo maravilloso. Esta realidad oculta del milagro es captada por la fe
de quien lo ha visto o lo narra. Sus esquemas mentales le añaden al suceso ma-
ravilloso exterior los datos necesarios para que el oyente o el lector capten lo ocul-
to maravilloso del mismo y descubran así la transformación interna que se ha
obrado en la persona o personas objeto del hecho milagroso.
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Esta es la razón por la cual la curación de una enfermedad exterior se convierte en


signo de una curación o cambio interior mucho más significativo, que es donde re-
almente se concentra toda la fuerza del milagro. Por ejemplo, en la curación exter-
na de la mujer que es sanada de un flujo de sangre irregular (Mc 5,25-34), el autor
del relato señala cómo Jesús quiere curar a todos los testigos de la misma, del le-
galismo que condena a la mujer y a su medio ambiente a ser impuros legalmente.
Para esto añade los detalles siguientes: que Jesús hizo parar la comitiva, que
buscó con sus ojos a la mujer que lo había tocado, que obligó a la mujer a confe-
sar lo sucedido en ella y que ella lo hizo temerosa y temblorosa porque sabía que
había hecho algo que según la Ley merecía castigo: tocar a alguien en estado de
impureza.

¿Qué buscaba Jesús o el relator con todo esto? Desmontar otra impureza legal,
purificar las conciencias del legalismo que se aprovechaba de todo para oprimir
las conciencias. Este relato aún hoy nos libera y purifica de todo culto innecesario
a la ley. Es precisamente la capacidad que tiene el relato de descubrir lo oculto del
suceso lo que lo constituye en “relato simbólico”. Esta cualidad acompaña a todos
los relatos milagrosos de la Biblia. De nosotros, mejor, del tipo de hermenéutica
que utilicemos depende que sepamos descubrir ese otro milagro hondo que se
oculta debajo de cada acontecimiento maravilloso.

b) Cuando un suceso milagroso interior se reviste de exterioridad

También puede haber relatos milagrosos que tienen otra cualidad: la de sacar a la
luz acontecimientos ocurridos en el secreto del interior humano, considerados por
el testigo de los mismos como verdaderos sucesos extraordinarios que necesitan
ser conocidos. Es entonces cuando el relato o escrito le da cuerpo a este misterio-
so suceso de la interioridad y lo dramatiza, lo convierte en relato, para que toda su
riqueza pueda ser captada por el oyente o por el lector. Hay quienes sostienen
que esto es lo que ocurre con los milagros más espectaculares del evangelio de
Juan y de la obra Lucana. De ninguna manera se niega su realidad (esto no lo
hace nunca el símbolo), sino que se le da otro orden: se quiere salvar y sacar a la
luz una realidad escondida a los ojos de la carne. Esta es la razón por qué Juan le
da este modesto pero hondo nombre de “signo” (gr. “semeia”) y no de “milagro” a
las maravillas que narra.

¿Cómo hacer para que entendamos que la Ley y el legalismo perdieron ya toda
fuerza y que llega el momento de la alegría mesiánica que nos libera? Respuesta:
aparece el relato de las inmensas tinajas de purificación vacías, que son llenas de
un vino exquisito (Jn 2,6-11)... ¿Cómo hacer para que nos convenzamos para que
la fe en Jesús es vida y que quien cree en él no muere para siempre? Respuesta:
aparece el relato de la resurrección de Lázaro (Jn 11,1-44), en el que Jesús insiste
en que “yo soy la resurrección, el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (11,25)...
Todos los milagros de Jesús en el evangelio de Juan responden a un propósito
claro: reconstruir la interioridad del ser humano, acercarlo al hombre original, com-
pleto, (que es Jesús), todo él capacitado para entregarse al amor de Dios y del
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hermano. Los milagros, uno a uno, van liberando y reconstruyendo a este ser...

El lector perdonará que nos hayamos alargado en este apartado, en el que hemos
tratado de descubrir un poco el papel de las estructuras histórico-culturales de la
mente en la creación de relatos simbólicos. Esto se debe al papel tan trascenden-
tal, muchas veces desconocido o intencionalmente ocultado, de la mente humana
en la creación de los conceptos teológicos. Con esto nos quedan más despejados
los dos campos que nos faltan para completar el panorama del símbolo: el papel
del inconsciente y el papel del relato simbólico final, lo cual veremos a continua-
ción.

5. EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN LA CONSTRUCCIÓN


DEL SÍMBOLO

Ya sabemos que el trabajo realizado por las estructuras histórico-


culturales de la mente, el esquema mental que leen y analizan el suce-
so y que perciben hasta los matices más sutiles del mismo, no se
pierden. Todo ello es depositado tanto en la memoria consciente como
en la inconsciente, convirtiéndose esta última en un acumulado latente
de procesos y de contenidos síquicos que, desde su aparente silencio,
van a estar influyendo e inquietando la conciencia.

5.1 EL INCONSCIENTE, EL SECTOR MÁS ÍNTIMO DE LA CONCIENCIA

a) Todo acontecimiento enriquece el inconsciente

Por lo tanto, el inconsciente es ese sector íntimo y secreto de la conciencia, aún


no organizado y ordenado por la misma, fruto de todos los sentimientos que el
acontecimiento le ha sugerido a los esquemas histórico-culturales de quien lo ob-
servó. De esta forma, muchos de los elementos del acontecimiento quedan en el
inconsciente convertidos en forma de “pulsiones” que tratarán de aflorar, en una u
otra forma, hacia el consciente. Lo harán o en forma de utopías, o en forma de re-
presiones, o en una mezcla de ambas. La conciencia, pues, en gran parte se ali-
menta del inconsciente, cuando logra darle salida al mismo. Siempre que lo consi-
gue sanea al inconsciente que, en su pugna por salir y por hacerse sentir, inquieta
permanentemente a las personas y a veces llega hasta enfermarlas.

b) Un rico depósito, siempre disponible

Por lo dicho hasta aquí, vemos cómo el inconsciente se constituye en el gran de-
pósito de sentimientos positivos y negativos, emanados de los hechos y captados
y asimilados de una manera inconsciente por los esquemas mentales propios de
cada persona, esquemas que le dan las características de positivos o negativos,
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de placenteros o dolorosos y de sanadores o enfermizos... De esta forma, cuando


alguien quiere dar a conocer su propia experiencia sobre algo que ya aconteció,
no tiene otro recurso que acudir a su inconsciente, lugar donde se encuentran es-
condidas las visiones o lecturas más profundas, más hondamente humanas y más
personales del acontecimiento. Por algo se nos ha definido el inconsciente como
el conjunto de procesos y de contenidos psíquicos que se mantienen latentes y
que y que influyen sobre la vida consciente, a pesar de que, en general, suelen
escapar a la reflexión.

5.2 UNA COMPROBACIÓN BÍBLICA: GN 1—11

La Biblia está jalonada de relatos simbólicos que revelan el inconsciente del pue-
blo, tan inmensamente rico, debido al sinnúmero de experiencias vividas. Se pue-
de hacer un recorrido en cualquiera de los libros, para comprobarlo. Dado que
aquí sólo disponemos de un espacio muy reducido, sólo por vía de ejemplo fije-
mos la atención en los once primeros capítulos del Génesis, llenos de relatos
simbólico-míticos.

a) El acumulado psíquico que dejó la crisis del s. 6º aec.

Los especialistas en Biblia nos han enseñado que el Pentateuco terminó de redac-
tarse en torno al s. 5º (tiempo del postexilio), como fruto del esfuerzo de la Escuela
Deuteronomista, para reconstruir la esperanza del pueblo, después de la gran
catástrofe de la destrucción del Reino de Judá y de sus instituciones (año 587
aec.), en medio de la gran crisis de desesperanza y de indignidad provocada por
tan gran humillación. El acumulado de dolor y de muerte, de indignación y de rabia
reprimida, de fracaso y de culpabilidad, de limitación e impotencia era inmenso,
pues se trataba de la literal destrucción de la monarquía y en particular de la di-
nastía davídica, objeto de las promesas divinas.

b) El peligro de enfermarse espiritualmente

Frente a Jerusalén incendiada y su templo destruido, frente a sus líderes llevados


al destierro con sus mujeres y niños, frente a sus jóvenes asesinados y sus muje-
res violadas, frente a sus ancianos y ancianas deambulando famélicos por las ca-
lles, frente a la sed y el hambre que cundían, no nos cuesta mucho imaginarnos
cómo se encontraba el inconsciente de las personas y del pueblo... El acumulado
de utopías destruidas y de rabias y represiones activadas allí en la conciencia, de-
bió ser inmensa. Todo este mundo inconsciente enloquecía, enfermaba, quitaba
ganas de vivir.

c) Cómo sanear el mundo interior

¿Cómo sanear este mundo interior, cómo darle salida, para que no terminara de
enfermar y enloquecer al pueblo, y de quitarle todas las ganas de vivir? La solu-
ción de los sabios de Israel fue acertada, a saber: convertir toda esta fuente in-
consciente de pesares y desafíos en relatos que aleccionaran a Israel, le devolvie-
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ran la esperanza y los deseos de seguir viviendo, pero aleccionados por la histo-
ria, a fin de que no se repitiera la ignominia vivida. Y así, uno tras otro, fueron sa-
liendo relatos que saneaban dicho inconsciente:

- Israel necesitaba dar salida al acumulado de resentimientos inconscientes, de


sentirse abandonados de Dios en un mundo que se les había tornado hostil,
que parecía esencialmente malo... La salida fue la aparición del hermoso relato
de un mundo bueno que Dios le había entregado al ser humano y que éste por
su culpa había pervertido. Por siete veces se repite que este mundo es “bueno”
(Gn 1,4.10.12.18.21.25.31).

- Israel necesitaba dar salida al acumulado de salvajismo mostrado por el ser


humano en la conquista y destrucción del Reino del Sur y de Jerusalén... La
salida fue explicar cómo el ser humano comparte una herencia común con el
animal, herencia que debe ser orientada por el Espíritu recibido, hacia la
humanización de todas sus tendencias (Gn 2,19; cf. 2,7 y 1,27).

- Israel necesitaba dar salida al acumulado de tanto abuso de poder de parte


del ser humano, que trata de decidir de acuerdo a sus intereses (“vio que el
árbol era bueno para comer”...), haciendo caso omiso del mandato de Dios
(“Dios nos prohibió comer o tocar... el fruto del árbol”)... La salida fue dar a co-
nocer que la raíz de toda explotación está en el deseo de imponer su propia
decisión sobre el dictamen de la propia conciencia. Es decir, el valor simbólico
del relato de la tentación y de la caída está en tratar de explicar la tendencia
humana de saltarse toda prescripción y demostrar su autonomía frente a toda
ley superior que lesione sus intereses (cf. Gn 3,1-19).

- Israel necesitaba dar salida al acumulado de opresión, muerte y dolor que ge-
neraron los grupos de poder (amos de la violencia, del dinero, de las armas, de
la venganza, de la cultura comprada, de mujeres silenciadas, del machismo
dominante etc.)... La salida fue el relato de Caín y de sus hijos, todo bajo el
signo de la maldición, por fratricidas (Gn 4,1-26).

- Israel necesitaba dar salida al acumulado de irresponsabilidad que lo acusaba


ante la Historia y que merecía un castigo por no haber mantenido suficiente fi-
delidad a la vocación recibida en favor de la vida... La salida fue el relato del di-
luvio (Gn 6,5-8.13), confesión del propio fracaso y aceptación del castigo con-
ferido por la historia: un diluvio de sangre...

- Israel necesitaba dar salida a tanta humillación causada por los Imperios que la
habían sometido, humillado y destruido, a tanto poder conquistador de nacio-
nes poderosas que a lo largo de la historia habían aniquilado a los pueblos pe-
queños... La salida fue el relato de la clasificación de las naciones de acuerdo
al poder destructor que habían demostrado (Gn 10,6-20).

- Finalmente, Israel necesitaba dar salida a los sentimientos de indignación que


siempre le habían provocado el maridaje entre el poder político dominador y la
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religión vendida... La salida fue el relato de la Torre de Babel (Gn 11,1-9), en el


que el mismo Dios desbarató este maridaje que había bendecido al poder polí-
tico y había contribuido a prolongar el dolor en la historia.

Todo lo anterior debe llamarnos, una vez más, la atención hacia el papel que jue-
ga el acumulado simbólico en el inconsciente humano y que es capaz de crear re-
latos trágicos y al mismo tiempo esperanzadores, que sin disimular la tragedia vi-
vida, saben reconstruir el interior del ser humano, canalizando el torrente de histo-
ria trágica vivida. Tales son los relatos bíblicos.

Una llamada de atención: la mejor forma para descubrir el acumulado inconsciente


de cada uno de los relatos simbólicos de la Biblia es tener presente el contexto en
que sucedió el acontecimiento que se narra y el contexto que está viviendo el es-
critor cuando lo escribe.

6. EL PAPEL DEL RELATO COMO EXPRESIÓN FINAL


DEL PROCESO SIMBÓLICO

Según todo lo anterior, ¿qué es un relato simbólico-bíblico? Es la res-


puesta literaria consciente (en forma de narración, de poesía, de con-
junto de leyes, de principios de sabiduría, etc. etc.), que los esquemas
mentales crean, respondiendo así a los sentimientos que el aconteci-
miento original inspiró y que habían quedado grabados en el incons-
ciente. Dichos sentimientos del inconsciente son recogidos, ya de una
manera consciente, por las estructuras culturales de la mente y con-
vertidos en un relato que trata de comunicar lo que suscitó el aconte-
cimiento, revelando eso escondido que el testigo tenía acumulado,
atrapado, encerrado. Es por eso que todo relato simbólico es un acto
de revelación; y también por eso siempre tendremos la tendencia -
incorrecta, desde luego- de pensar que el relato literario es igual al
símbolo, cuando en realidad es sólo la parte final del mismo.

6.1 EL RELATO, UNA VERDADERA VÁLVULA DE ESCAPE

Como punto de partida, hagamos esta pregunta que nos introduce a las últimas re-
flexiones acerca de los componentes del símbolo: ¿Qué fue lo que llevó a Israel a
darle a su acumulado histórico negativo una forma liberadora en los relatos simbó-
licos de tan extraordinaria factura literaria? Sin duda alguna que fue la necesidad
que sintió el pueblo de sobrevivir en medio de circunstancias de muerte. Por eso,
a su compleja historia vivida, a los acontecimientos de vida y de muerte experi-
mentados, pero releídos una y otra vez y, por lo mismo, recargados y reelabora-
dos, Israel quiso darle salida, para sacar lecciones de la historia vivida y no llegar
a repetirla de nuevo. Fue entonces cuando apareció la necesidad del relato simbó-
lico como salida a tanto acumulado histórico que agobiaba la conciencia del pue-
blo.
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6.2 EL RELATO SIMBÓLICO DESBORDA EL ACONTECIMIENTO ORIGINAL,


SIN ANULARLO DEL TODO

El relato simbólico no es una repetición del acontecimiento, es decir, no es una


crónica; es algo más: es una lectura o interpretación del suceso. Aquí nos unimos
con el punto de partida de este artículo: ¿cómo definimos entonces a la Biblia?
Exactamente como definimos ahora al relato simbólico: como la interpretación que
hizo Israel de su historia, partiendo de su fe en Yahvéh, Dios liberador. La última
parte de esta definición (“partiendo de su fe en Yahvéh, Dios liberador”) está signi-
ficando y resumiendo uno de los principales esquemas simbólicos religiosos pro-
pios de Israel, a través de los cuales éste leía su historia. Esta es la razón por la
cual cada relato bíblico es también una auténtica confesión de fe.

El relato simbólico, pues, en cierta forma transforma el acontecimiento original,


pues le añade al mismo toda la carga del inconsciente y todo el análisis de los es-
quemas simbólicos culturales del testigo, o del narrador o escritor. Pero entenda-
mos también que, a pesar de toda la carga añadida (interpretación socio-cultural y
socio-religiosa), en cada relato se puede llegar a descubrir algún núcleo histórico,
así sea él muy pequeño o insignificante.

6.3 TODO LECTOR, DE ACUERDO A LA HERMENÉUTICA QUE EMPLEE,


PUEDE DESCUBRIR NUEVAS COSAS EN UN RELATO SIMBÓLICO

Todo relato simbólico tiene también otra particularidad: a pesar de toda la carga
que las estructuras de la mente le añaden al acontecimiento original, el aconteci-
miento no queda agotado. Son muchas más las cosas que se podrían decir del
mismo y que sin embargo, quedan todavía silenciadas: o porque la mente del que
lo vio no supo descubrirlas, o porque quedaron guardadas todavía para decirlas
más tarde, o porque el interesado da por cancelada una mayor información, es
decir, por algún motivo no quiere hablar más del asunto... El lector, desde su pro-
pia hermenéutica, al confrontarse de nuevo con el acontecimiento original, puede
intuir y sacar a la luz todas esas cosas silenciadas.

6.4 EN UN RELATO SIMBÓLICO SE PUEDEN CONCENTRAR


MUCHAS CARGAS INTERPRETATIVAS

En los relatos bíblicos, precisamente por ser simbólicos, acontece otra particulari-
dad. Todos sabemos que entre el acontecimiento original y su redacción escrita,
medió siempre un tiempo largo. A veces fueron siglos. Mientras tanto el aconteci-
miento era transmitido de generación en generación y cada generación lo releía de
acuerdo a su situación vital. Ya nos podemos imaginar cómo es posible entonces
que, además de la carga interpretativa del primer testigo, el acontecimiento haya
podido recibir muchas cargas interpretativas de las generaciones que los transmi-
tieron oralmente, hasta que finalmente quedó fijado en una redacción escrita.
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6.5 LAS PARÁBOLAS, EJEMPLOS DE RELATOS SIMBÓLICOS

Ejemplos de todo esto abundan en la Sagrada Escritura. Refirámonos solamente a


las parábolas de Jesús, perfectos relatos simbólicos en cuanto nos presentan en
general, con las debidas excepciones y matices, la acción transformadora que el
Padre Celestial fue obrando en la conciencia de Jesús, acción que fue leída por el
mismo Jesús y entregada a sus discípulos y discípulas como el mayor secreto de
su conciencia. Cuando uno se coloca con seriedad y profundidad frente a las
parábolas, se da cuenta cómo ellas son el final de un proceso en el que Jesús re-
vela lo más secreto de su propia conciencia.

Las parábolas realmente son un medio extraordinario de decir las cosas más du-
ras y más bellas, las más críticas y las más avanzadas, las más espirituales y más
escandalosas, porque en ellas palpamos la misma conciencia de Jesús y entra-
mos en contacto con sus esquemas y estructuras mentales que son lo más sagra-
do de su interior: ahí están todas las claves secretas de su vida, porque ahí está el
modo como él leyó la acción de Dios en su conciencia. Por eso no nos deben es-
candalizar sus confesiones, ya que esto son precisamente las parábolas, por ser
relatos simbólicos, casi de primera mano.

6.6 TAMBIÉN LAS PARÁBOLAS FUERON LA EXPRESIÓN FINAL


DE UN PROCESO

Las parábolas, como expresión simbólica, son el final de un proceso que podría-
mos resumir así:

a) El acontecimiento que las originó fue la acción de Dios Padre en la conciencia


de Jesús, acción que Jesús iba experimentando a medida que se iba dejando
absorber de las exigencias del Reino de Dios en su propia conciencia y en la
de la sociedad que lo rodeaba.

b) Esta acción de Dios fue leída por las estructuras histórico-culturales de la men-
te de Jesús, que lo llevaron a ver a la Divinidad como un Padre en vez de un
Dios; a ver a la humanidad como hermana y no como súbdita; a la creación
como parte del propio ser, y no como cosa destruible; a la religión y al templo
como algo secundario frente al ser humano explotado y oprimido; a la Ley co-
mo algo relativo frente a la necesidad humana; a la autoridad como una com-
pañera y no como una juez que siempre termina condenando; a la mujer como
un ser con dignidad y con derechos, que también revela a Dios y al Reino, y no
es sólo sexo o tentación; a las mediaciones sacramentales como energía viva y
no como estructuras momificadas por el tiempo y los rituales trasnochados; a
las mediaciones explotadoras (monarquía y religión vendida) como seres que
no son eternos en el tiempo y a quienes la Historia juzgará en su momento,
etc. etc.
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c) A cada una de las experiencias de Dios que Jesús iba experimentando, las leía
desde su propia visión, les descubría lo que sólo sus ojos eran capaces de
hacer y así, cargadas con su propia lectura, las dejaba como depósito en su in-
consciente, para de allí tomar y retomar en los momentos oportunos.

d) Finalmente, llegados esos momentos oportunos, Jesús creaba o recreaba los


relatos, de la forma más extraordinariamente sencilla, para expresar lo que
sentía en su interior. En los evangelios se notan cuatro momentos importantes
que llevaron a Jesús a construir sus relatos parabólicos simbólicos. He aquí es-
tos cuatro momentos: 1) Cuando él quiso expresar la novedad del Reino, to-
talmente contrario a lo que el poder quiere ofrecer como novedad... 2) O cuan-
do él trató de demostrar en qué consistía la esencia de Dios: amor y misericor-
dia para todos, pero principalmente para aquellos rechazados por las institu-
ciones oficiales, socio-políticas, socio-religiosas... 3) O cuando él nos quiso de-
cir cómo quería que fueran sus seguidores, hombres y mujeres: llenos de
perdón, de creatividad, libres de ataduras legales, convencidos de la causa del
Reino y de la justicia... 4) O cuando él se vio forzado a demostrar que aquellos
a quienes su anuncio del Reino no convencía, los ponía en crisis, pues queda-
ba descubierta su maldad... Es decir, cada contexto de la vida de Jesús, lo
llevó a explicitar en relatos, lo que bullía en su conciencia.

Este recorrido que hemos hecho con las parábolas de Jesús también lo podríamos
hacer con los milagros, tanto con los del Antiguo, como con los del Nuevo Testa-
mento, lo mismo que con las polémicas de Jesús, o con los mitos de creación o
recreación del A. T., o con los oráculos y pleitos proféticos, o con los relatos sa-
pienciales, etc. etc. Siempre que se realice este ejercicio simbólico, los resultados
exegéticos son excelentes: se les descubren nuevos contenidos a los relatos y,
por lo mismo, se renueva la interpretación.

7. CONCLUSIÓN

A fin de poder sacar con lógica algunas conclusiones finales, recordemos qué es
un relato simbólico. Un relato simbólico es el relato oral o escrito que es capaz de
revelar la lectura que el ser humano hace de un acontecimiento significativo para
él, al cual carga con nuevos contenidos de acuerdo a las estructuras histórico-
culturales de su mente, y a la riqueza de su inconsciente, tratando así de respon-
der, por medio de alguna técnica literaria, a las preguntas que le hace su contexto
social y religioso.

Por lo tanto, el símbolo viene a ser la vivencia global de esos cuatro elementos
que revelan y unen el mundo exterior y el mundo interior de un sujeto, a través de
estructuras de doble sentido, que logran que lo decible se vuelva decible; lo inena-
rrable, narrable; lo secreto, manifiesto; lo inalcanzable, alcanzable; lo incorpóreo,
tangible; los sentimientos, palabras...
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Como se puede ver, en el símbolo el autor trata de interpretar un suceso, no de


hacer una crónica del mismo; y, al interpretar, hace que el suceso tome una nueva
forma que, como es apenas lógico, desborda la forma original, puesto que la enri-
quece.

 De esta manera, al divulgar el suceso, el relato se convierte en vehículo del


mensaje que el testigo quiere dar acerca de lo acontecido. Esta es la razón por
qué en los relatos simbólicos (parábolas, milagros, polémicas, etc.) el mensaje
es lo más importante.

 Cuando la conciencia de quien crea el relato simbólico está apasionada por la


verdad descubierta, fácilmente recurre a Dios, para ponerlo como testigo de di-
cha verdad. Es entonces cuando Dios aparece mandando, prohibiendo, acon-
sejando... El problema de Dios es siempre problema de la conciencia.

 Al afirmar que es la conciencia humana la que pone a Dios como respaldo de


sus conquistas y afirmaciones, no estamos negando la acción de Dios, sino re-
ubicándola correctamente. Al interpretar el relato en clave simbólica, nos da-
mos cuenta de que la acción de Dios queda mejor ubicada si Dios actúa en el
interior de la conciencia, lo cual es el modo de actuar de un Dios que respeta
las leyes que Él mismo le impuso al universo y al ser humano, en cuanto crea-
tura dotada de libertad.

 Cuantas veces pongamos a Dios a actuar desde fuera de su creación (nuestro


concepto tradicional de milagro) y desde fuera de la conciencia (nuestro con-
cepto ordinario de revelación), destruimos la forma permanente que Él tiene de
actuar desde dentro de sus criaturas y desde dentro del ser humano, lo cual
en sí mismo constituye el milagro permanente de la creación y de la revelación,
no siempre percibidos y reconocidos como tales por el ser humano.

 Un relato simbólico, por ser la interpretación de un acontecimiento, es siempre


un canal de doble vía o doble sentido: las palabras exteriores que pone el autor
llevan al interior de su mente, en busca de lo que él quiso decir con cada una
de ellas. Y lo que él trató de decir está ahí, en la interioridad de las palabras,
las cuales siempre dicen algo más que lo que la exterioridad literal de las mis-
mas indica.

 El significado literal queda desbordado por ese otro significado que está sub-
yacente, que está diciendo algo más, siempre y cuando el lector sepa descu-
brirlo, llegar hasta el interior de quien escribe, en busca de su gran mensaje...
¿Qué hay “de más” cuando se le dice a Dios “Padre, Yahvéh, Elohím, Yahvéh
Sebaót, Adonai, Liberador o Goel? ¿Qué hay “de más” cuando se le dice a Is-
rael “esposa, prostituta, virgen”? ¿Qué hay “de más” cuando al ser humano
(hombre y mujer) se le llama “imagen de Dios” (Gn 1,26), o cuando a él se le
llama “Adán, macho”, o a ella “Eva, hembra (Gn 1,27) carne de la carne del
varón, hueso de los huesos del varón” (Gn 2,23)? ¿Qué hay “de más”, cuando
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se le dice a María “la plenamente amada, la virgen”?

 Ese “más” que hay detrás del significado literal de las palabras es lo que la ge-
nuina hermenéutica debe buscar. Esto es lo único que nos lleva a superar el
fundamentalismo bíblico que tanto daño le ha hecho a la teología y al dogma, y
que ha victimizado a tantos sinceros hermeneutas y teólogos, cuando la Gran
Institución olvida que la Biblia es esencialmente simbólica.

 Y ya, para terminar, una palabra sobre el papel que desempeña el lector frente
a los relatos bíblicos simbólicos que caen en sus manos. El lector, cuando lee
con atención, detención, espontaneidad, profundidad y criticidad, filtra el texto a
través de sus propias estructuras mentales, que no son las mismas -ni en el
tiempo ni en el espacio- que las del autor original. Y, al hacer esta filtración, le
añade al texto sus propios sentimientos, sus propias aplicaciones y su propio
contexto.

 Y esto reposa ahí en su inconsciente, hasta que lo explicita en su propio co-


mentario, en su propia exégesis, que puede llegar a decir cosas nuevas, con
nuevos matices, con nuevas honduras que hacen que la Palabra se convierta
en una verdadera Buena Nueva para su propio tiempo.

Nuestra vocación de lectores de la Palabra de Dios en la Palabra del Hombre, es


una vocación de hermeneutas y exégetas. No le temamos a esta vocación. En ella
reposa nuestra misma esencia cristiana.

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