La Crisis Del Estado
La Crisis Del Estado
Separata XXIV.
Desde las guerras de independencia, en la segunda mitad del siglo XIX, y, especialmente, tras la
Primera Guerra Mundial, las jóvenes repúblicas americanas intentaron configurar una política
económica y social que estructurara la economía y sociedad de cada ex-colonia.
Fue en esta etapa histórica cuando se iniciaron tres procesos mutuamente condicionados, cuya
peculiar combinación y evolución hasta la actualidad caracterizan el estilo de crecimiento
adoptado e ilustran el grado de (sub)desarrollo económico y de (des)vertebración social
alcanzado en América Latina, por encima de las necesarias precisiones nacionales del caso.
Asimismo, el grado de dependencia económica y política a la coyuntura y exigencias de la
economía internacional también se vinculan a estos tres procesos que indicaremos brevemente:
c) El tercer proceso, hace referencia a las relaciones externas del continente, con el resto del
mundo y los cambios que sufren estas relaciones, hasta la década de los 50. Como típica región
colonial, América Latina vinculó su grado de industrialización al comportamiento de los enclaves
de exportación (productos básicos y materias primas). Con el estancamiento del comercio
internacional, en los años 30, la industrialización fue impulsada no tanto por una voluntad
política endógena propia, sino por la necesidad de sustitución de aquellas importaciones
tradicionales, ya que los problemas de balanza de pagos a lo largo de la Gran Depresión, se
manifestaron en una drástica reducción de los ingresos de exportación y en una ausencia casi
total de financiación externa, que limitaba el poder de importar bienes y servicios que ahora
deberían producirse en el interior. Esta etapa, denominada de "crecimiento hacia dentro",
originó un empuje adicional en el proceso de industrialización, pero solamente en aquellas
producciones ligeras (tejidos, alimentación, electrodomésticos no sofisticados...) que no se podían
importar, pero sin alcanzar a manufacturas y bienes de equipo, cuyo ciclo de transformación
fuera amplio o implicara un añadido tecnológico de importancia.
Con la crisis del Estado oligárquico, se quiebra también una peculiar relación de dominación en
la estructura de clases. La oligarquía exportadora que lidera las fracciones de la burguesía local,
no es capaz de mantener la alianza implícita entre los intereses sociales del agro (terratenientes
y estancieros, cuya función principal era el de la expoliación extensiva e intensiva de productos
básicos de exportación, con fuerza de trabajo sobre-explotada y relaciones de servidumbre cuasi
pre-capitalistas) y los intereses de la minoría capitalina, que monopoliza el sector exportador y
lanza al mercado mundial producciones, cuya competitividad no se fundamenta en incrementos
de productividad sino en congelación de costos.
24.2 El Estado Reformista y los proyectos políticos-económicos de los
países de América Latina vía el ideario de la CEPAL.
No obstante, el proyecto reformista contiene cuatro rasgos generales y comunes, que se refieren
a los valores básicos del modelo y trascienden las especificidades nacionales. Es necesario
subrayar, también, que la misma ambigüedad para nominar a un fenómeno histórico complejo,
impregnó al significado impreciso de algunos aspectos de dichos valores, referentes a dos
interrogantes de gran relevancia: ¿cómo se articulan los componentes esenciales de un programa
reformista en un modelo de política económica concreto? y ¿cuáles son los grupos sociales más
adecuados, no sólo para servir de soporte al proyecto reformista sino, también, llevarlo a la
práctica?
En el plano político-económico, este valor básico desempeñó un estímulo adicional para el logro
de fines ineludibles, para la consolidación del capitalismo en América Latina.
En tercer lugar, afirmar la identidad nacional y consolidar cada mercado interno, tanto en el plano
económico como en el de la profundización de los canales representativos y participativos de la
democracia liberal.
c) Estatismo. El tercer valor básico del proyecto reformista consiste, en otorgar al Estado un papel
decisivo en la formulación y ejecución de la estrategia de transformación del viejo y peri-clitado
Estado oligárquico. En esencia, frente a la condicionalidad, de los centros económicos y políticos
metropolitanos y a los ambiciosos objetivos fijados por el reformismo de postguerra, los agentes
sociales internos que apoyaban dicha estrategia, constituían un frente debilitado por la
heterogeneidad de los intereses que se sustentaban.
Por ello, estas fracciones de clase que comandaban el proyecto reformista, se volvieron a las
instancias estatales como las únicas posibles que organizaran, en términos gramscianos, la
hegemonía política y orientaran los intereses económicos internos, ante los núcleos de poder
internacional, privados o transnacionales.
Con las debidas diferencias y especifidades de cada país, estos valores penetraron en todos los
proyectos reformistas surgidos de la crisis oligárquica: el aprismo (Perú), el varguismo (Brasil), el
peronismo (Argentina), el batllismo (Uruguay), el alessandrismo (Chile)... Sin embargo, existe una
considerable distancia entre las propuestas ilustradas de estos valores y su materialización en la
práctica político-económica. Así lo confirma la necesaria sistematización de la experiencia
histórica, de los diversos proyectos nacionales y de sus resultados socio-económicos.
El ideario cepalino. Este esfuerzo de síntesis teórica y de balance político-económico fue llevado a
cabo por la Comisión Económica para América Latina, hasta el punto en que las ideas de la
institución, plasmadas en numerosas publicaciones cruciales en las ciencias sociales en
Latinoamérica, constituyeron un verdadero manifiesto de la región sobre la viabilidad del
proyecto reformista y de defensa de los valores anteriormente señalados.
En primer término, la CEPAL brindó un examen crítico sobre la naturaleza y funcionamiento del
patrón de desarrollo "hacia afuera", basado exclusivamente en la dinámica exportadora de
productos primarios, con la serie de limitaciones que dicha estrategia suponía para el logro de esa
anhelada modernización económica, social y política de América Latina. La re-interpretación
cepalina de los fenómenos aludidos, permitió refutar académicamente las teorías ortodoxas
dominantes y ofreció una sólida argumentación a economistas y representantes políticos del
populismo, que intentaban pragmáticamente, encontrar una vía desarrollista alternativa.
En segundo término, la CEPAL diseñó las líneas maestras de un programa de política económica
genérico, que en el plano teórico, permitía superar la situación periférica subordinada del
continente, lo cual suponía -según afirmaba la institución- atacar la raíz principal del atraso
económico de América Latina.
Esta función doctrinaria no sólo asume todos los valores de referencia (modernización,
nacionalismo y estatismo) sino que, también, señala medidas específicas de carácter sectorial
(industrialización vertical, dinamismo del sector externo, aportes tecnológicos, reforma agraria,
acumulación de capital) y se pronuncia sobre, el marco político-institucional más idóneo para
llevar a cabo las propuestas de política económica fundamentales, relativas a la racionalidad del
proceso, como la dotación de infraestructura física, las inversiones sociales, expansión y reforma
de los aparatos productivos y redistributivos del Estado, el control nacional de las riquezas
básicas, etc.
Los contra-ataques neoliberales, en los años 70, se debieron, en consecuencia, tanto al intento
de recuperar la estrategia de extroversión económica, de apertura irrestricta, consustancial con
el modelo oligárquico, como a la pretensión de subsanar los defectos estructurales provocados
por la práctica de dicho ideario.
Si observamos los datos del Statistical Abstract of the USA, correspondiente a 1961, se constata
que las exportaciones totales de Estados Unidos (medidas en millones de dólares corrientes)
fueron de 3.167 (1936-1940) y de 11.675 (1946-1950), hasta alcanzar la cifra de 19.019 (1956-
1960). En la composición de estas exportaciones destaca, a nuestros efectos, el valor creciente
que adquieren las exportaciones norte-americanas de granos, aceites y grasas vegetales, semillas
oleaginosas, productos de granja y algodón que representaban, en las tres etapas, los siguientes
porcentajes, 13.4,19.5 y 15.4.
No cabe duda que esta expansión tan acentuada de las exportaciones agrícolas norteamericanas,
en especial a lo largo de la última postguerra, se debió a los subsidios de producción y
exportación, como a la salida de productos agrícolas por canales no comerciales, al amparo de la
conocida ley 480, de 1954. Mediante este mecanismo, como pieza de la política exterior de
Estados Unidos, se exportaron excedentes agrícolas como ayuda a los países aliados,
tradicionalmente servidos por la exportación latinoamericana, lo que deprimió el precio
internacional de algunos productos básicos.
Siguiendo la misma fuente estadística, observaremos que, en las etapas 1954-1958 y 1959-1961,
los subsidios a la producción y exportación de productos agrícolas alcanzó un valor equivalente
al 85%, de los ingresos de las exportaciones totales norte-americanas de productos agrícolas
(33.590 millones de dólares), de las que el 29% se canalizaron por la vía de la ayuda estratégica
amparada en la Ley 480, de 1954.
Las exportaciones de América Latina por una competitividad subsidiada en trigo, arroz, algodón
o maíz, sino que, como primer importador de ciertos productos básicos, Estados Unidos articuló
rígidas barreras arancelarias y prácticas proteccionistas que aseguraron su mercado interno a los
productores nacionales o a las importaciones originarias en países aliados o de alto interés
geopolítico. En este sentido, es preciso subrayar dos casos presentes a lo largo de la década de
los sesenta, que ilustran lo afirmado con anterioridad. La política de aislamiento al régimen
castrista en Cuba, promovió que en Estados Unidos, se aplicaran duras restricciones cuantitativas
a las importaciones de azúcar y se ofrecieran precios subsidiados, que compensaran los altos
costos de producción interna.
De esta forma, Estados Unidos aseguró el abastecimiento del 60-70% al mercado interno, en
perjuicio de un producto básico de exportación de varios países latinoamericanos del área
caribeña. El caso de las carnes rojas es muy significativo. Mediante consideraciones sanitarias no
especificadas claramente, Estados Unidos discriminó la exportación argentina y uruguaya de
carnes de bovino en la misma medida en que aumentó sus importaciones provenientes de
Australia y Nueva Zelandia, en un desvío de comercio internacional planeado por el Reino Unido
como contrapartida al apoyo de la política exterior norteamericana en diversos foros
internacionales en lo que se cuestiona la hegemonía de una potencia implicada en la guerra de
Vietnam.
Como consecuencia, la participación de Estados Unidos en el comercio mundial de productos
agrícolas, aumentó considerablemente en exportaciones de ciertos productos que constituyeron
el tradicional monocultivo de América Latina, mientras que la participación latinoamericana fue
disminuyendo progresivamente:
Trigo 36 62 24 6
Cebada 15 50 14 4
Maíz 8 53 65 20
Algodón 1 67 12 6____
Sin embargo, las limitaciones político-económicas y los altibajos cíclicos de la economía norte-
americana, no impidieron que Estados "Unidos perdiese su rol de principal agente del
intercambio comercial latino-americano pues, aproximadamente, un 30-35% de las
exportaciones regionales se dirigen hacia ese mercado, lo que representa un 12-15% de las
importaciones norteamericanas. Asimismo, un tercio de las importaciones latinoamericanas
provienen de Estados Unidos.
Pero existen elementos tras ese aparente equilibrio comercial que podríamos destacar: primero,
América Latina sufre un persistente déficit en el saldo corriente con Estados Unidos ; segundo, la
participación de los combustibles (petróleo y derivados) crece continuamente en la estructura de
las exportaciones latinoamericanas, hasta representar un 50% de dicho flujo en detrimento de
los productos básicos agrícolas y manufacturas que, en 1980, lograron un modesto 18% de las
exportaciones destinadas hacia Estados Unidos; y, tercero, en cambio, aproximadamente el 75%
de las importaciones latino-americanas provenientes de Estados Unidos correspondían a
productos manufacturados.
La tradicional asimetría, por tanto, de la estructura del comercio bilateral es manifiesta y con
tendencia a intensificarse en lo concerniente al comercio del petróleo y derivados. Y ello es
negativo por lo que significa la esquilmación de un recurso energético limitado, cuya producción y
comercialización internacional está controlada por empresas transnacionales, de matriz norte-
americana y con precios fijados a la sombra inestable de la OPEP; un recurso, por lo demás, que
su exportación intensiva no significa reinversión productiva ni vitalización del ciclo productivo
interno de los países exportadores latino-americanos.
A pesar de la naturaleza excepcional del instrumento legal, éste fue utilizado con profusión en
períodos electorales o como represalia política. La actuación de la administración Reagan, desde
1981, recrudeció el proteccionismo larvado en la última administración demócrata y la ley de
1979 se reforzó con la superposición de la Ley de Comercio y de Aranceles de Aduana de 1984,
de la que resulta un entramado de medidas proteccionistas, que amplía el poder político de la
Casa Blanca, para imponer la salida del sistema de preferencias de Estados Unidos a todos los
países miembros de la OPEP, en una primera etapa, y de los países considerados "de dominación
por parte del comunismo internacional".
En segundo término, a medio plazo, el reciclaje tecnológico de los países centrales promovido por
la crisis energética y por los avances de la industria de armamentos, que puedan redundar en el
proceso productivo, podrían provocar, indirectamente, la aceleración de procesos de ahorro y
sustitución, de ciertas materias primas de exportación latinoamericana (petróleo, hierro, caucho,
cobre...), sin que dichos procesos tengan contrapartidas similares (diversificación productiva,
industrialización local...) en América Latina. Conforme lo sustenta José Ramón García Menéndez,
en su trabajo de investigación denominado “Estilos de Crecimiento Económico Periférico e
Inserción de América Latina en el Mercado Mundial”.