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1.

UNA NOCHE INCREÍBLE


Nos veíamos a diario, nos mirábamos siempre. Yo tan joven y él tan casado. Era imposible
pero no podía evitar desearle.

Era alto, una espalda ancha, unos brazos fuertes, sonrisa traviesa, unas manos que
deseaba que tocasen mi culo de una vez. Cuántas veces me masturbé con esa imagen.

Me lo encontré una noche de copas. Sí, típico. Lo divisé al fondo del bar con dos amigos.
Hice todo lo posible para que me viera, llevaba un vestido muy corto, negro, de tiras y unos
tacones que hacen justicia. Me miró como hacía siempre.

No sé cómo pero en cuestión de minutos estábamos hablando, en el reservado de una


discoteca a la que nos habíamos ido. Estábamos en un sofá muy apartados, solo nosotros,
el eco de la música de fondo y todo oscuro con luces de neón. Empezamos a hablar muy
pegados, yo sentía el corazón en mi vagina como un compás que no hace otra cosa que
mojarme. Me puso la mano en el muslo mientras me hablaba y me miraba. Subió y al llegar
a la ingle se paró. Yo no llevaba sujetador aunque mis pechos son bastante grandes.

Miró hacia todas partes para confirmar que seguíamos solos. Me bajó un tirante del vestido,
me besó la clavícula dejando mis grandes pechos desnudos. Los miró y me los comió.
Succionó mis pezones y los lamió. Yo le acariciaba el pelo mientras jugaba con ellos, eso le
apasionaba y yo estaba a punto de explotar. Notaba lo dura que la tenía solo con mirar. Se
puso de rodillas frente a mí y me subió el vestido hasta el abdomen, me quitó las bragas y
no dejaba que me abriese de piernas. Me besó el coño, lo disfrutaba, y yo estaba que me
iba a dar algo, solo quería abrirme. Y me abrí. Me levantó las piernas, me puso los pies
sobre sus hombros y empezó a comer hasta que me corrí y empezó a temblarme hasta el
alma. Le senté de golpe y me subí encima, quería tenerlo dentro, estaba muy dilatada y
mojada. Me la metí y noté como si volviese a explotar; follamos mientras sus manos por fin
agarraban mi enorme culo, todo suyo, hasta que se corrió.

Fue una noche increíble.


2. IMPURA
Me gusta mirarle a los ojos y sentir cómo se pone nervioso. Me encanta pensar que cuando
llegue a casa se masturbará mientras me desea; encontrarme en sus sueños más húmedos
y perversos. Que la próxima vez que me vea se acuerde de cuando se corrió con la idea de
follarme.

No me gusta ser directa, prefiero insinuar. Que hable mientras mis dedos juegan con mis
labios y mi pelo. Dejar mi cuello al descubierto y que no pueda resistir mirar con deseo.
Sentarme encima o acercar mi mano a su entrepierna. Que parezca que no busco nada,
aunque mi ropa interior diga lo contrario. Sentir cómo se empalma y se le hace la boca
agua.

Que no soporte más y coloque sus manos en mi cuello y mi clítoris. Que ambos sonriamos
perversamente. Sujetar sus manos apasionadamente y rogarle que me haga correrme. Que
me folle duro y me pegue. Que me tire del pelo y me asfixie. Que me mire a los ojos
mientras me sujeta la cara bruscamente. Que se corra en mis labios y mi lengua se divierta
con su semen.

Dulce e inocente. Perversa y caliente.


3. AMOR DE VERANO

8 a.m. y sigo despierto, noche de locura y Arehúcas. La playa está ahí y me pide estar
desnudo. Agua cristalina del sur de Maxorata, fría. Piel gallina, el alcohol equilibra la
temperatura y ya puedo notar cómo olas pequeñas pero intensas rompen contra mi pelvis.

Una serie de olas tras otra, sigo creyendo que soy yo quien las rompe, como si estuviera
follando con el mar. Miro al cielo y no hay nubes. Me dejo caer boca arriba y noto la arena
fina que raspa mi espalda. Tengo los huevos flotando y el resto arrugado por el agua y el
frío.

Es orgásmico. Toda la vida cerca de ella y hoy, por fin, naturaleza y yo, hemos follado. No
pudo ser mejor. Dos gritos de libertad que desgarran mi garganta y se pierden en dirección
a África.

Kilómetros de arena, un pequeño barranco y algún madrugador; únicos testigos de


semejante polvazo.
4. MEJOR AMIGO
¿Cuándo repetimos, mejor amigo?

Nunca pensé que ocurriría pero ahí estábamos, acostados en el mismo colchón,
acurrucados en posición fetal, tu respiración en mi nuca y mis latidos a mil por hora. Sentía
cómo te mojabas los labios, saboreándome sin haberme probado, sentía cómo me
deseabas... Y también comencé a sentir tu erección rozando mi trasero.

Yo tampoco soy ninguna santa. Te deseaba mucho, no sabía si era por culpa de todo el
alcohol que habíamos estado tomando o de lo que me producías cuando me tocabas por
encima de mis calzas. Lo que sí sabía era que quería más.

Comenzaste a darme besos en el cuello de una forma tan sensual que sentí cómo me
mojaba y calentaba cada vez más; solo quería que me hicieras tuya. El único problema era
que no estábamos solos, nuestros amigos dormían justo al lado nuestro, pero de espaldas,
por lo cual... Podíamos intentar hacer algo.

Tímida pero ansiosamente metí tu mano por debajo de mi ropa interior, para que
comprobaras por tí mismo lo que estabas provocando en mí. En ese momento sonreíste
maliciosamente y me tocaste sin miedo, estábamos completamente tapados así que no
había problema en que alguien se diera cuenta lo que estaba sucediendo debajo de esas
sábanas. Pero yo no me conformaba. Quería más. Quería sentirte dentro.

Retiré lentamente tu mano y me di vuelta, quedando enfrentada a ti. Las ganas que tenía de
besarte eran demasiadas pero aún así quería aguantarme un poco más (y hacerte
desearme), así era aún más excitante.

Después de comprobar que nuestros amigos estaban profundamente dormidos me subí


cautelosamente encima tuyo y te comencé a besar el cuello lenta y apasionadamente, bajé
tus pantalones y tu bóxer, mientras tú bajabas mis calzas y mis bragas, y finalmente
comenzamos a follar. Joder, me follabas como los dioses. Mi antiguo novio nunca logró
hacerme correr y tú me causaste cinco orgasmos. Lo más excitante de todo era que lo
hacíamos lento y silencioso para no despertar a nadie, de modo que para evitar gemir
mordía tu lóbulo y tu cuello, que me di cuenta que te ponía mucho, y a mí también.

Seguimos follando con cada vez más ganas de no parar nunca, hasta que acabamos
ambos y me volví a recostar al lado tuyo. Nuestras respiraciones estaban muy agitadas aún
pero definitivamente estábamos satisfechos.

Nos miramos unos instantes, acabábamos de tener el mejor sexo de nuestras vidas. Te
observé de arriba a abajo mientras me relamía, y lo único que alcancé a decir fue:

-¿Cuándo repetimos, mejor amigo?


5. UN AÑO
Estoy tumbada en la cama, mirando al techo esperando que pasen los minutos para nuestro
segundo encuentro. He decidido que recibirle con mi mejor lencería, medias y liguero a
conjunto le gustará lo suficiente para notar su erección lo más pronto posible.

A la cabeza me vienen los recuerdos de aquella noche de verano en su apartamento


después de unas copas y una larga conversación sobre su colección de vinilos que nos
sirvió como excusa para lo que ambos teníamos ganas de hacer desde el momento en el
que me recogió en la estación de tren.

Ahora, mientras mis pies juegan con las sabanas, recuerdo perfectamente cómo me besó
aquella noche, cómo me desnudó y admiró mi imperfecta belleza con ganas de no terminar
nunca, cómo sus ojos verdes me admiraban mientras se acercaba delicada y
decididamente a mis pechos, cómo nuestros cuerpos jugaban juntos y sin saber que no
volveríamos a vernos hasta pasado un año.

El timbre suena. Por el interfono escucho su profunda voz y las piernas me tiemblan
pensando en sus besos, sus caricias, su determinación en todo momento. Me suelto el pelo,
rizado y despeinado, salvaje, y me miro una última vez al espejo antes de abrir la puerta.

El Sr. D tiene diez años más que yo y unas incipientes canas en su cuidada barba, sus ojos
me examinan de arriba abajo tras cerrar la puerta y una media sonrisa aparece en su cara
antes de empujarme bruscamente contra la pared y empezar a besar mi cuello y mis
pechos como si de un oasis en el desierto se tratase. Mi respiración se agita, mi cuerpo es
atraído como un imán hacia el suyo y noto su erección, dura, caliente e imponente.
Deseosa de liberación.

Sé que le gusta mandar, pero esta vez no va a jugar él solo. Le empujo contra la pared de
enfrente y comienzo a ser yo la que besa su musculoso cuerpo deshaciéndome de la ropa
apresuradamente. Me pongo de rodillas y desabrocho su pantalón para comprobar que me
espera con ganas. Comienzo a lamer lentamente de abajo arriba y deteniéndome un poco
más en la punta para observar sus ojos verdes mientras me agarra del pelo. Se nota que lo
está disfrutando pero, aun así, el Sr. D disfruta más dando placer. Me lleva a la cama y me
quita la ropa interior sin darme cuenta, dejando las medias y lamiendo mis pies por encimas
de ellas. Un escalofrío recorre mi cuerpo y decido que es demasiado bueno como para
volver a tomar el control de la situación; el Sr. D vuelve a dominar y me encanta. Su lengua
sube lentamente por la pierna y se acerca despacio a la entrepierna, la humedad de su
lengua se junta con la mía y no puedo evitar soltar un gemido al notar su calor y sus
movimientos. Una de sus manos continúa recorriendo mi cuerpo hasta llegar a mi pezón
derecho, rozándolo primero y apretándolo después. Mi cuerpo se estremece y mi cadera se
eleva buscando su boca deseosa de mí.

Con bastante agilidad, me da la vuelta dejándome bocabajo en la cama y lamiéndome


mientras sus dedos se agitan para provocarme y hacer que gima aún más. Se desnuda del
todo por fin y puedo admirar su cuerpo, sus tatuajes y su apetecible erección que me deja
probar acercándose a mi boca. Me coge, me sienta encima suyo y es entonces cuando nos
unimos y le noto muy dentro de mí, caliente y completo mientras saborea y muerde mis
pezones. Llevo un año esperando este momento, esperando que nuestros cuerpos se
vuelvan a unir y notar su deseo. Me azota y me coge del cuello con firmeza, como a mí me
gusta, y yo voy moviendo mis caderas, sintiéndole muy adentro y rozándome a la vez,
observando su cara de placer al besarle y morderle, comiéndonos, aflojando y acelerando el
ritmo para hacer el momento más largo. Me agarra del culo y nos levantamos aún con
nuestros cuerpos unidos para tumbarme de espaldas en la cama y dejarme a merced de
sus movimientos, cada vez más continuos y bruscos, mordiendo mis pechos y agarrándome
en cada sacudida hasta que llegamos al clímax entre gemidos entrecortados que no
volveremos a compartir hasta dentro de un año.
6. LUCÍA
Eran como eso de las tres de la tarde, terminaba mi rutina cotidiana en el gym cuando ella,
esa mujer morena, estatura media, pechos pequeños y ojos de un intenso color café,
llamada Lucía que tanto me gustaba y con la que mi mente fantaseaba de vez en cuando,
me saluda. Le sonrío y me sonríe, estoy sudando, me acerco, le doy un beso en la mejilla y
la impregno de mi sudor, me mira y siento que me traspasa, que no puedo más… La deseo,
y este deseo me excita; Dios, cómo quiero llevármela a la cama… Ella tontea conmigo,
siempre lo hace, aunque tiene novio.

La historia se repite casi todos los días durante más o menos un mes y no me atrevo a
hablarle de cómo me siento, de cómo mi sexo se humedece cuando la veo, cuando la
pienso, no me atrevo a quedar así, vulnerable. Hasta que una noche me la encuentro en un
bar, está de copas con sus amigas, la saludo sin más y se acerca para abrazarme, me
paralizo, me consumo, me prendo…

La veo irse al baño, le sigo, le espero mientras finjo lavarme las manos; ella sale, me mira
por el espejo, se sonríe, le divierte la escena; se pone muy cerca de mi boca y me dice:

Ella: ¿Quieres besarme verdad?

Yo (nerviosa): ¡Sí…! Quiero.

Ella: ¿Desde hace cuánto?

Yo: Desde hace mucho...

Se ríe y dice: A qué esperas…

Me acerco a ella y la beso torpemente… Se aparta, sonríe, me mira la boca y me besa, me


aprieta junto a ella y dice: ¿tu casa o la mía?.

Nos vamos en taxi, no hablamos en el camino, solo me mira, se ríe y se muerde los labios...

Llegamos a su casa, soy un manojo de nervios. Cierra la puerta y me lleva a la cocina,


tomamos un trago, allí me besa intensamente. Me toma del rostro para apartarlo cada vez
que intento volver a besarla, en una especie de juego que me incomoda un poco, así que la
muerdo para que pare y me mira con sorpresa. La vuelvo a besar, la apoyo contra la pared
del refrigerador y comienzo a desvestirla, noto su respiración, cómo se excita cuando la
toco, esto me calienta, le chupo los senos que son como miel en mi lengua, ella jadea, se
moja los labios, paso mis manos por su boca y ella pone dos de mis dedos dentro, siento su
saliva; estoy muy caliente… ¡cómeme el coño dice! Me deslizo rápidamente a ese cálido
lugar entre su entrepierna, va a medio depilar. Muerdo mis labios y me preparo para tomar
la sagrada comunión, le beso los labios mayores, mi lengua poco a poco va danzando al
rededor de su clítoris, es mi primera vez, así que me siento casi bendecida en la viscosidad
de su fluido. Me toma del cabello, haciendo un gesto para que suba hasta su boca, me
besa, abre la nevera y saca un suquini. Nos vamos a la cama, quiere que lo use, lo caliento
un poco entre mis manos y se lo introduzco lentamente, le pregunto si está bien así y dice:
¡no pares! Así que continuo mientras veo cómo su cuerpo tiembla, cómo gime, cómo su
respiración se hace cada vez más rápida, más azorada. Le toco el clítoris mientras sigo con
el suquini, se retuerce, está por venirse, me mira, se muerde los labios, estoy empapada
disfrutando de su placer, se viene y es mi turno. Pone su boca en mi coño y empieza a
comérselo mientras me aprieta los glúteos, me penetra un par de veces con su lengua, me
vengo muy rápido…

Nos quedamos en silencio tumbadas en la cama por un rato… más tarde me voy.

A Lucía no la volví a ver, una semana más tarde me dejó muy claro que todo fue producto
de las copas (según ella) y que tenía novio, incluso se cambió de gym.
7. TU VINO
Derramo el vino sobre tu cuerpo desnudo

Arqueado, insinuando perfectamente tu forma perfecta

Abierto de par en par

El vino cae sobre ti como una cascada granate

Cubre toda tu piel

Parece espeso, como una fina tela ajustada a la forma de tus senos

Como esculpida tu silueta

Palpitas cual boca roja caliente

Estás viva bajo ese vestido tinto

Te arqueas aún más para sentirlo en toda tu juventud

Salpican gotas sobre mis labios tentando mi lujuria

Mi lengua sale de su hueco y acaricia toda esa excitante y agitada lluvia púrpura

Me zambullo en ese mar de vino y sexo

Ese vino tuyo, dulce

Sigo el curso de los ríos tintos que recorren toda la geografía de tu cuerpo

Bebo de tu vino
8. MARCOS
Marcos, mi juguete y yo. Primer asalto

El otro día le pedí el teléfono al cajero de esa tienda que tanto me gusta. Su voz tan
penetrante me llamó la atención desde antes de darme cuenta que además estaba de muy
buen ver y la química entre nosotros se palpaba en el aire. La tensión mientras me
cobraba… Aún me recorre todo el cuerpo hasta la entre pierna cuando lo recuerdo.

Así que aquí estoy, esperando a que llegue a mi casa. Llevamos un par de días hablando
por chat y para qué nos vamos a andar con rodeos. Los dos sabíamos desde un principio
cómo iba a acabar esto, en sexo, y yo no puedo aguantar más lo excitada que estoy.

Llaman al timbre y voy embalada hacia la puerta. Correo. No puede ser. Mi última
adquisición se ha adelantado un par de días. Me sube aun más la calentura cuando por fin
cierro la puerta y abro esa caja desesperadamente. Este juguetito promete darme los
mejores orgasmos de mi vida, es un estimulador de clítoris. ¿Qué más se puede pedir en
esta vida? Que le den a Marcos, yo no espero más. Busco unas pilas y me aseguro de
saber exactamente qué botones tocar. Tras lavarlo bien no espero ni un segundo más. Miro
a mi alrededor, creo que debería tumbarme… Al sofá. Me pongo cómoda, lo enciendo y me
lo coloco directamente en el clítoris, dicen que con esto no hacen falta preliminares…
Mmmm… Me gusta la sensación pero es muy flojo. Voy subiendo rápidamente hasta la
velocidad máxima y empiezo a sentir cómo mi clítoris aumenta su tamaño. OH DIOS MÍO.
En cuestión de segundos estoy en el clímax, pero esta sensación no para, siento tanto
placer que tengo que volver a bajarle las revoluciones. Sigo, probando velocidades,
posturas, posición del juguete, me muevo, me quedo quieta y dejo que la vibración me
invada entera… Para cuando vuelve a sonar el timbre ese señorito y yo ya somos íntimos.

Entonces, un segundo de lucidez. Vuelvo a la tierra. MARCOS. Mierda. Me levanto


corriendo y me fallan las piernas. Apenas puedo andar, el placer sigue recorriendo todo mi
cuerpo. Con mi amiguito en la mano me dispongo a abrir la puerta y al darme cuenta, lo
escondo en la manga de mi jersey holgado verde. Ni siquiera he tenido que quitarme ni una
pieza de ropa. Le abro. Mi estado de excitación debe ser muy evidente en mi cara. Me mira
risueño y le hago pasar.

- Está el ambiente un poco cargado, ¿no? – me dice . No tiene pelos en la lengua… Aunque
puede que al salir de aquí tenga alguno.

- Sí, bueno… - respondo sin saber qué decir y haciendo aspavientos con los brazos, aún no
tengo el cerebro enchufado.

- ¿Qué es eso? – me coge el juguete.

- Ups… - se lo cojo. Ahora sí que no tengo palabras.

Le explico lo que estaba haciendo antes de que llegará él y se pone a cien. Yo ya estaba
lista, así que me arranca las mallas llevándose el tanga detrás y hace lo mismo con su
pantalón vaquero. No sé cómo ha llegado ese condón a su mano, pero se lo pone, me
agarra por debajo del culo y me coloca a la altura de su miembro penetrándome
bruscamente. Yo estoy tan húmeda que esto es exactamente lo que necesito. Enrollo mis
piernas en su cintura y los dos acompasamos el ritmo. Él me mueve con los brazos al
tiempo que mueve la cadera y yo le doy más intensidad a la mía. Jadeamos, sudamos,
reímos… Y me lleva al sofá. Allí nos acordamos de mi querido (y ahora íntimo) amiguito que
sigue en mi mano.

- ¿Me quieres hacer una demostración? – me pregunta divertido.

Él sigue penetrándome mientras yo enciendo el aparato y me lo coloco. Su mirada


desprende aún más lujuria. No sé si me da más placer esa mirada, su verga accionando mi
punto G, o el bendito aparato haciendo vibrar mi clítoris. La mezcla es explosiva. Y exploto.
Empiezo a gemir a todo volumen, dentro del orgasmo más largo e intenso que jamás he
experimentado.

Apago el juguete y le pido a Marcos que saque su polla. Necesito un respiro.


9. JONATHAN
Lo veo salir de la ducha cubierto solo por una toalla, el pecho desnudo y mojado. Jadeo un
poco e intento esquivar la mirada. No puedo. Es hermoso, la piel tan blanca, el vello en el
pecho, la espalda esbelta, el cabello libre, la sonrisa pícara y encantadora. Me muero de
deseo. Sé que él es heterosexual, pero no puedo evitarlo. Sólo de verlo siento que me suda
la frente y que la sangre se me acumula en el sexo. Cómo quisiera que me empujara contra
la pared y me follara…

Me muerdo el labio.

—¿Qué miras, maricón? — me dice de repente, con más cariño que desdén. Doy un
respingo. Tengo cero en disimulo. De qué vale mentir a estas alturas del asunto…

—Y… a vos, guapo, ¿a quién más? —respondo riendo. Probablemente lo tome en chiste.
Se ríe, un poco soberbio. Parece halagarle gustarles hasta a los hombres.

—Todo el mundo dice que vos me tienes ganas — suelta de repente. Me tenso un poco,
nervioso. Finjo no oírlo, y al segundo él agrega — ¿Será verdad…?

—Estás muy creído, Johnny — suelto queriendo aparentar desinterés. Pero tengo la piel de
gallina y la polla dura. Eso tiene que notarse. Suspiro —. De todos modos, qué te puede
importar, total eres hetero. Tranquilo que no te voy a saltar encima —agrego
sarcásticamente, porque yo tengo menos masa muscular que un gato, nada que represente
una amenaza para nadie. Él se ríe más fuerte.

—Tranquilo, que no te tengo miedo —. Hace una pausa—. En realidad… me excita un poco
la idea de que me tengas ganas.

Lo miro sorprendido. Siento mi sexo latir. ¿Se estará burlando de mí?

Me mira fijamente y sonriendo lleva la mano hacia abajo, acariciando su vientre, como si
fuera a sacarse la toalla. Abro mucho los ojos, incapaz de apartar la mirada. Tengo la boca
entreabierta y se me escapa el aliento. Él se ríe aun más.

—¿Te gustaría? —sugiere, alzando una ceja. Lo miro confundido.

—¿Qué…? —inquiero. Me mira pícaro. Sin decir palabra, empieza a desatársela, pero muy
lentamente, dándome tiempo de detenerlo. Presiono los labios y respiro agitado. Vuelve a
mirarme interrogante, y sin saber lo que hago, asiento.

Deja caer la toalla y lo observo desnudo. Me late mucho el corazón. Está aun más bueno de
lo que pensaba, tiene la polla más linda que haya visto nunca. Esbelta, fuerte, deliciosa,
rodeada de vello púbico. Trago saliva.

—¿Quieres comérmela? —pregunta de repente. No doy fe a mis oídos, pero me urge tanto
hacer precisamente eso que no le doy tiempo a cambiar de opinión. Me acerco a él y me
agacho en frente suyo. Él sonríe sorprendido por mi repentina determinación, y siento que
su pulso se acelera por la expectación. Su pene se endurece y yo me muero de deseo.
Nunca hice esto antes, pero no lo pienso dos veces. Lo tomo en mis manos con delicadeza,
abrazo el tronco con firmeza y me llevo el glande a la boca.
Lo oigo gemir en el instante en que lo toco, y eso me pone aun más. Quiero que se sacuda
de placer dentro de mi boca, quiero darle un orgasmo al chico más sexy de la escuela.

Empiezo a subir y bajar por el pene, con cuidado, jugando con el prepucio, lamiendo el
glande. Siento cómo se endurece cada vez más y saboreo sus fluídos con deleite. Presiono
el glande con los labios, succiono con suavidad, sorbo a la par que presiono el tronco con
mis manos y acaricio un poco sus testículos y sus muslos. Su respiración se acelera y yo
aumento la velocidad. Hundo más la boca y su polla me roza la garganta. Siento mucho
morbo, y presiono cada vez más.

Entonces él me sujeta la cabeza con las manos, me aprieta con fuerza y empieza a
embestirme, a follarme la boca. Me siento sometido a su poder y eso me excita cada vez
más. Él está muy caliente y parece haberse olvidado de mí o de las circunstancias, sólo me
penetra la boca con fuerza, con necesidad de correrse. Lo dejo hacer, siento cómo me
presiona más a cada vez, cómo se hunde en mi garganta. Apenas puedo respirar, y siento
mi polla muy, muy dura. Hago fuerza con los labios para darle más placer y empiezo a
tocarme el sexo con las manos. Jadeo, no puedo tolerarlo más. Cómo desearía que me
tocara él a mí, que me poseyera todo el cuerpo. Lo imagino follándome contra la pared,
embistiendo contra mi culo como lo hace con mi boca, y a más me excito más fuerte me
toco y siento el éxtasis crecer.

Con un último y profundo gemido alcanza él el clímax, y siento cómo su semen se dispara
en mi boca. Lo siento tieso, invadido por el orgasmo, intentando contener las sacudidas.
Aparto un poco la boca para poder lamerle un poco más el glande y dejo que su corrida
bañe mi cara y resbale por mi cuello. Quiero succionar cada milímetro de ese semen, quiero
bañarme en sus fluídos. Trago, y lo lamo un poco más, sin dejar de tocarme.

No es suficiente. Estoy súper cachondo y él se aparta, sin comprender lo que acaba de


pasar. Huye hacia uno de los cambiadores, pero yo ya estoy más allá. Me dejo caer contra
una pared, y me masturbo con ansias, cada vez más fuerte, sintiendo el resto de su semen
sobre mí y repitiendo en mi mente la imagen de su cuerpo corriéndose, desbordado de
placer. Esa ola me inunda y pronto alcanzo mi propio orgasmo. Jadeo y me acaricio el
glande, embadurnándome en mi propio semen, mezclándolo con el suyo que aún moja mi
cuello. Sonrío, aún jadeando, sacudido por temblores mientras mi cuerpo vuelve a encontrar
la paz.
10. UNA NOCHE
Una noche en una de mis salidas con mi novio, que de hecho iba a ser la última (yo tenía
que mudarme lejos al día siguiente por la mañana), salimos para pasarla juntos y
despedirnos.

Fuimos a un jardín que normalmente está solo, íbamos con frecuencia a ese lugar, era muy
tranquilo. Mientras conversábamos nos acariciábamos y besábamos con gran amor y
tristeza, estábamos en una de esas casitas de juego para niños, yo estaba arriba sentada y
él estaba parado frente a mí mirándome y acariciándome mis piernas frías; nos besábamos
lentamente mientras seguía tocándome el cuerpo, pasaba sus manos casi rozándome los
pechos, y luego se iba al cuello para terminar entre mis cabellos. Con sus dos manos tomó
mis piernas por debajo y las levantó dejando mi pelvis elevada y mi vagina a la altura de su
miembro. Nuestros cuerpos se juntaron y se calentaron más, él se inclinaba más hacia mí,
haciendo que su miembro hiciera presión en mi vagina. Después de un rato pegados,
desvió la vista para revisar si alguien venía y al no ver a nadie descubrió mis pechos jalando
mi playera hacia abajo. Inmediatamente mis pezones se pusieron duros por el frío y la
excitación que me invadía. Él procedió a lamer mis pezones lentamente, me encantaba la
ternura con que lo hacía, tomaba el otro con su mano caliente, apretándolo y haciendo
presión en mi pezón mientras seguía besando el otro; tenía tantas ganas de cogérmelo en
aquella casita, de que me ahorcara y penetrara hasta el fondo.

Me adentré más a la casita de juego quedando sentada en un pequeño escalón con los
pechos descubiertos, él se metió también y empezó a besarme bruscamente. Recostó su
cabeza en mis piernas con la vista hacia mis calzones, traía una falda, estoy segura que
pudo notar lo húmeda que estaba. Empezó a acariciar con sus dedos mis labios vaginales
lentamente, mientras los miraba con ternura, como si le estuviera hablando a mi vagina,
como despidiéndose de ella también. Siguió un rato así, hasta que me recomendó que me
quitara los calzones para apreciar mejor el panorama (o comerme). Me los quité y él volvió
a pegar la vista en mi vagina, la descubrió un poco recorriendo mi falda hacia atrás; empezó
a besar mi clítoris, a lamerlo lentamente, yo acariciaba su cabello largo mientras lo miraba
hacerlo.

Aceleraba más el ritmo de su lengua en mi clítoris, yo estaba ida en ese momento, a punto
de llegar al orgasmo. Mis manos se empezaron a entumir de lo excitada que me sentía,
estaba muy mojada, podía sentirlo entre mis glúteos, en ese momento solo pude pensar en
él y en mi cuerpo, en mi propio cuerpo que tiembla y temblaba. Lamía mis labios y los
mordía mientras lo veía comiéndomela toda, apretaba mis pechos y mis pezones con fuerza
tratando de reprimir mis gemidos fuertes limitándolos a suspiros con miedo de que alguien
escuchara. Me vine unas dos veces en sus labios, y él no se cansaba de besar y de lamer,
parecía sediento de mis fluídos. Cuando no pude más de tanta vibración en mi clítoris y
orgasmos eternos, lo detuve. Respiraba agitada y contenta de tan placentero momento. Lo
miré y lo besé lentamente, compartiendo saliva y mis fluidos nos despedimos de nuestras
noches de lujuria.
11. LO QUE MÁS QUIERO EN MI VIDA
¿Qué sentido tiene la vida? Me preguntaba mientras observaba a mi mujer, la persona a la
cual amo intensamente, masturbarse frente a mí. Los dos sobre la cama, completamente
desnudos uno al frente del otro, piernas abiertas, viéndonos masturbar mutuamente. Los
dos utilizamos el mismo lubricante para hacer disfrutar nuestros cuerpos. Siempre nos ha
encantado hacer esto, desde que empezamos nuestra relación de pareja. Nos encanta
estudiar al otro mientras lo hace. Recuerdo que después de estudiar nuestras materias de
la universidad, nos gustaba estudiarnos frente a frente, haciéndolo, realizando algo que a
los dos siempre nos gustó desde adolescentes que es el masturbarnos.

A ella le gusta ver cómo estrujo con fuerza mi pene duro y cómo mis testículos danzan al
compás de mi “sube y baja”. A mí me gusta ver su vulva húmeda y dilatada, mientras frota
su clítoris. Los dos nos sonreímos al ver que esto es maravilloso. He aprendido mucho de
ella al verla masturbarse. Cuando uno de los dos se acerca al otro, es nuestra forma
recurrente de decirnos sin palabras, simplemente, que ya deseamos jugar a dos. Desde
aquellos años de universidad hasta la fecha, no me canso de verla disfrutar de ella misma,
como lo estoy haciendo ahora.

La veo jadear de placer, mientras toca su clítoris y mira mi pene, el cual siento cómo
bombea más y más sangre a cada gemido de ella. Veo su boca entre abierta y su mirada
que demuestra tal placer, veo su vulva tan deslumbrante, tan exquisita, que deseo ya
penetrarla. Ella nota cómo me acerco sutilmente mientras no paro de masajear mi glande, la
miro a los ojos y ella sonríe, como diciéndome “ya no aguantas más”, a lo cual suelto una
leve risa. Ella retira sus manos y las deja apoyadas en la cama, veo entonces toda su bella
vulva, húmeda, dilatada, tan brillante por el lubricante que había usado. Ella me mira y
levanta las cejas, como diciendo “¿a qué esperas?”. Fue entonces la cogí de los muslos y
empecé a acariciar sus labios vaginales y clítoris con el glande de mi pene. La veo disfrutar,
y levantando sus piernas y abriéndolas más, le meto suavemente mi pene en su vagina,
poco a poco, hasta introducirlo todo, llegando a chocar mis testículos con su vulva. ¡Cómo
me excita mi mujer, Dios! Empiezo rápidamente a mover mis caderas, ya todo entraba
fácilmente, la lubricación y la dilatación de mi mujer estaban perfectas. Pronto la invité a que
se levantara para quedar los dos arrodillados, ella sentada sobre mis piernas y acercando
con mis manos su cuerpo para disfrutar de sus bellas tetas, empecé a lamer sus pezones
con mucha sed de ellas. Ahí tenía todo el esplendor de la mujer que amo, de repente la
escucho gemir más y deseé tapar sus gemidos con mis besos.

Sentía toda su agitada respiración sobre mi rostro mientras no perdía la concentración de


mis movimientos que golpeaban con ímpetu su suelo pélvico. Bruscamente la tendí en la
cama y le di con más intensidad mis embestidas, profundizando más y más en el interior de
su vulva, mientras apoyé mis brazos alrededor de su rostro, y sus piernas rodeaban mi
cintura, apretándome, como invitándome a que entrara más y más en ella. La miré a los
ojos y mientras jadeábamos de placer, le repetí una y otra vez: “ te amo… te amo… te
amo”, y la besaba. Ella, entre el placer, me respondió: “y yo a ti mi amor, ¡te amo!”, mientras
se escuchaba de fondo cómo nuestros húmedos genitales luchaban entre sí para darnos el
mayor placer posible.

¡De esto se trata la vida, pensé! De ser capaz de amar a otro con toda nuestra energía, con
todo nuestro aguante, con todo nuestro ímpetu, y con todo lo que tenemos entre las
piernas, porque amar realmente nos satisface.
12. MENTA FRESCA
Anoche tuve un sueño. Soñé que tenía un encuentro con un hombre al que no conocía.
Entré en un piso, pasé a la cocina y el estaba allí. No sabía quién era, solo sabía que lo
deseaba.

Me besó lentamente, acariciando mis labios con su lengua, saboreándome, haciendo que
me humedeciera… ¿Quien era él y por qué tenia esa sensación de necesitar notarlo dentro
de mi? Mezclamos saliva y humo, me dejé llevar, notaba a cada beso más tensión en su
pantalón, cada pasada de su lengua por mi cuello lo hacia endurecerse más. Empujaba,
crecía, me hacía perder el sentido. Perdida en mi propio deseo, me llevó por un pasillo y me
encontré delante d una cama. Se acercó a mi oído y en un susurro me pidió que me
estirarse, que me iba a comer. Se desnudó y m empujó a la cama, yo abrí mis piernas y
todo mi sexo quedó expuesto a su mirada, lo recorrió desde mi culo hasta el principio de
mis labios de una pasada con su lengua mojada.

Arrastró mi placer de un extremo al otro haciendo que me abriese más para él. No quería
esperar, quería que me penetrase pero se hizo esperar. Quería que me perdiese aún más
en su locura, mordió mi clítoris, lo curó con su saliva lamiéndolo. Yo pedía que entrase en
mí, no podía esperar y cuando vi su sexo grande, duro, latiendo, arqueé mi cuerpo
acercándome, ofreciéndome. Empujé para que entrase pero era demasiado grande para mí.
Rozó mis paredes haciéndome gemir pero lo quería más adentro, quería que tocase ese
punto final, esa cuerda que cuando la tocas vibra y te hace gritar de placer. Salió y me hizo
pedírselo.

- ¿Dónde la quieres?.

- En el fondo de mí.

Empujó hasta hacer que me sacudiese entera en una oleada d placer. Perdí el sentido, su
locura se convirtió en la mía y me llevó hasta el máximo placer gimiendo, sudando.
Palpitando, todo mi cuerpo convulsionó hasta llegar a un orgasmo largo e intenso.

No quería dejar de sentir, no quería despertar, solo quería que me follase como un animal y
lo hizo. Me dejó sin aliento haciendo que m corriese una y otra vez.

Hasta que me pidió que me girase...


13. MENTA FRESA PARTE 2
¿Girarme? Miré sus ojos y supe que quería. “Sí”, me dijo. Asintió y suavemente me hizo
girar. Pasó su capullo por mi culo buscando su entrada, esa entrada virgen y estrecha.
“Quiero llenarte de placer por todas partes”, dijo. Y lentamente empujaba y entraba
desgarrando todo mi cuerpo por donde nunca nadie lo había hecho. Una mezcla de gusto y
dolor, de frío y calor me llenó, me invadió esa parte oculta en mí hasta hacer que me
corriese de una manera nueva.

Primero me poseía con cuidado y cuando dilató lo suficiente, lo hizo como un animal
entrando y saliendo. Metió su dedos en mi coño haciendo que gritase, me tapó la boca para
ahogarme en un intenso orgasmo que me hacia temblar. Me llenó con su leche dejándome
aturdida por tanto placer. Sin salir de mí, acercó mi espalda a su pecho, me beso el cuello y
al final el cansancio hizo que nos quedásemos dormidos.
14. MENTA FRESCA PARTE 3
Desperté confundida, ¿estaba en mi cama? ¿Qué había pasado? Los rastros del placer se
amontonaban en mi mente, mi cuerpo tenía resaca de las convulsiones del orgasmo, pero…
¿Había sido todo un sueño?

Pasé el día trabajando y cuando llegué a casa mi marido salía, es lo que tiene tener turnos
cambiados. Cené algo y me fui a la cama con mi libro pero no podía dejar de pensar en
aquel hombre y en lo que me había hecho sentir. Intenté recomponer en mi mente todo lo
vivido en aquel sueño, noté cómo mi pecho se endurecía al recordarlo, mis piernas se
abrían pidiendo sexo. Empecé a acariciarme, apreté mis pezones y bordeé todo el contorno
de mis labios. Mi apertura estaba deseando notar algo dentro, rodeé con mis dedos esa
entrada y hundí mi dedo en ella, pero necesitaba más. Abrí el cajón de mi mesilla y saqué
mi vibrador. Lo metí en mi boca para mojarlo, acaricié ese glande con mis labios recordando
a aquel hombre y lo clavé en mí. Quería más. Me puse boca abajo apoyándolo en el
colchón, cerré los ojos y me imaginé encima de él moviendo mi pelvis, metiéndolo y
sacándolo de mi cuerpo fuerte, rápido… Una y otra vez como un animal, corriéndome del
gusto que me estaba dando. Nunca me había masturbado así, me tumbé sin sacarlo de mí
e intentando recobrar el ritmo de mi respiración. Necesitaba encontrar a ese hombre o me
volvería loca de deseo…
15. COCHEX
Mi novio y yo tenemos una empresa juntos y debido a esto pasamos la semana entera
viajando entre ciudades que nos pillan a unas 3 o 4 horas de camino. Normalmente, para
compensar gastos ponemos nuestro vehículo en una App para compartir el coche desde
nuestro punto de partida hasta el destino, sale bastante rentable porque ocupamos todas
las plazas.

La última vez no tuvimos tanta suerte por el tema económico, ya que nos fallaron dos de los
tres que iban a subir,. En fin, no hay mal que por bien no venga… El chico que no nos falló
era de los más simpáticos que habíamos subido antes, tenía más o menos nuestra edad y
le gustaban las mismas cosas que a nosotros. 4 horas de camino dieron para mucho, salió
el tema del amor libre, los tríos, la educación sexual… saqué de mi Drive algunos relatos
eróticos y me puse a leerlos, mi novio me miraba un poco avergonzado por si el otro chico
se sentía incómodo pero total, que más daba, solo lo veríamos esta vez, me daba igual lo
que pensara de mí, me gustaba bastante hablar de estos temas abiertamente.

Cada vez que me giraba para hacer algún comentario, pillaba al chico mirando a mi novio
por el retrovisor y mordiéndose el labio, no me extraña porque tiene unos ojazos y una
mirada que te hacen temblar. Esta situación, junto con los relatos que estaba leyendo y el
ambiente que se estaba creando, me estaba poniendo húmeda,. Luché contra mi pudor e
inicié el juego. Mientras mi novio conducía, empecé a acariciarle con amor el cuello y la
nuca, paseaba mis dedos entre los suyos puestos en el cambio de marchas, lo miraba
fijamente y acabé acercándome a su entrepierna con la mano. Miraba con descaro al chico
que habíamos subido, parecía que quisiera esquivar mi mirada, pero no pudo evitar
empalmarse viendo cómo le acariciaba. A mí me estaba produciendo mucha excitación
darme cuenta de cómo se sentía caliente por lo que estaba presenciando y la cara de
desconcierto de mi novio por verme capaz de hacer esto delante de otra persona.

- ¿Te gusta lo que estás viendo?

- Bueno… eh… no sé…

Levanté mi ceja izquierda y con una sonrisa valiente le dije:

- He visto cómo le mirabas y sé que te gustaría ser tú quien paseara las manos por él.

- Mira, sí. La verdad que esta situación me está poniendo muy cachondo y me gustaría
abalanzarme sobre vosotros.

Seguimos hablando sobre sexualidad, esta vez de manera más explícita. Llegamos a
nuestra ciudad y le invité a subir a casa para pedir algo de cena juntos. Nos había caído
bastante bien. Fui al aseo y cuando volví, el chico estaba besando a mi novio, quien se
mostraba algo más cohibido, pero disfrutando, así que me acerqué a él y le dije:

-Mi amor, tranquilo, estoy aquí. Siéntete libre.

Cogí su mano mientras el chico tocaba su cuerpo e iba bajando a su sexo, y le hice
acariciar mi vulva hinchada, palpitante y húmeda. Con esto, acrecentó la excitación de mi
novio y los tres nos sumergimos en un clima de aliento lleno de ardor, ganas y fantasía. Me
llenaba de placer ver cómo el chico del coche sentía más atracción por mi novio que por mí
mientras se centraba en sus genitales. Mi novio me puso a cuatro patas, tal y como me
gusta, en nuestra posición cómplice para masturbarme, donde mejor siento el bombeo de
mi sexo y sus manos calientes. Entre besos, alientos y corridas, disfrutamos del primer trio
de nuestra vida.
16. MAR Y PIEL
Empezamos. Respiro. La venda me deja entrever mucho menos de lo que imaginaba. Me
arrodillo y comienzo a gatear. Me sobresalta una mano que se encuentra con mi rodilla
izquierda. ¡Joder, estoy temblando! La mano empieza a trepar por mi muslo mientras, a
unos pasos a mi derecha, puedo oír los primeros gemidos. Los dedos juegan con mi vello,
acariciándolo y perdiéndose dentro de él. Siento la tentación de quitarme la venda para
conocer la cara que hay al otro lado cuando, de repente, noto la presencia de un segundo
cuerpo delante de mí.

Está de pie mientras yo exhalo un aliento cálido en sus piernas. Ya me he olvidado de la


venda; los dedos que curioseaban entre mis piernas son ya imparables y yo sólo quiero
subir con mi boca y buscar el sabor salado del sudor. Sigo a cuatro partas sobre el suelo, y
mi mano derecha da con otra mano; no sé a quién pertenece, pero mis dedos se entrelazan
con los suyos mientras mi boca, ahora ocupada, no deja de mojarse. Los quejidos de placer
se han vuelto más intensos y se han convertido en una orquesta confusa que llena la
habitación. Mis propios gemidos hacen vibrar la piel con la que juega mi lengua. Alguien
muerde el tatuaje en mi hombro. Siento que ya no puedo más, y mi cuerpo empieza a
sacudirse; una sensación de calor empieza a correr desde mi entrepierna hacia atrás, y
justo en este momento noto como algo muy mojado se me mete entre las nalgas. Ya no sé
si es un dedo, una polla o una lengua, pero me da igual. No queda un centímetro de mi piel
que no esté en contacto con otro cuerpo húmedo: manos, piernas, tetas, bocas, pelo… y los
gritos desquiciados en el aire.

El cuerpo que me penetraba está tumbado ahora abrazando y acariciando mi pierna.


Comienzo a sentir el cansancio. Recogiendo con mis manos la mezcla de fluidos que me
empapa la boca, recorro el cuerpo que he estado chupando y lo cubro de caricias mojadas.
Acaricio su espalda mientras la mano que había empezado conmigo me regala unos últimos
estertores. Tengo sueño. Me dejo caer sobre un mar de piel. No veo nada.
17. MI AMIGA MARIA
María es una de esas amigas que no puedes parar de mirar. Su pelo rizado y rubio, sus ojos
azules o su culo respingón. Es la típica chica preciosa que siempre se liga a los tíos más
buenos. Bueno, y tías, por supuesto.

Yo sin embargo… Era yo. Sin más. La típica chica con gafas que siempre lleva coleta y
pasa desapercibida allá por donde vaya. Mis ligues habían sido nefastos y por lo tanto, mi
experiencia sexual era horrorosa. Sin embargo, no sé por qué María me llamaba
especialmente la atención. Habíamos sido amigas toda la vida, sí, aquellas que siempre van
juntas desde la guardería hasta la universidad. Hemos compartido muchísimas locuras y
conocíamos todos nuestros secretos. O al menos, la gran mayoría. Nunca le llegué a contar
mi curiosidad y mi atracción fatal con las mujeres. Me masturbaba todos los días viendo
porno lésbico y me encantaba ver cómo se comían los coños. Fantaseaba todas las noches
con hacérselo a María mientras enterraba mis dedos en fluidos.

Un día María me dijo de ir a su casa para arreglarnos y salir de fiesta a darlo todo. Hemos
acabado los exámenes e independientemente de la nota, ¡íbamos a petar la noche! Ella se
ha comprado un vestido increíble en color rojo que contrasta con su pelo rubio y combina
con sus labios. Tiene un escote muy pronunciado y se adapta a su cuerpo curvado y
esbelto. Es de tirantes y deja a la vista sus axilas sin depilar pero perfectamente peinadas.
Eso me encanta.

María insiste en vestirme con su ropa y yo, accedo. Me pone un vestido negro de encaje,
muy corto y muy pegado. “Joder, ¿dónde tenías todo eso guardado?”, me dice. Su mirada
cambia por un instante y hay un silencio un poco incómodo que sabemos romper
tomándonos unos chupitos de tequila. Y otro. Y bueno, otro más.

Fuimos a nuestra discoteca favorita y perreamos como nunca. Bailamos tanto que nos suda
la espalda y se nos notan las gotitas chorreando por el escote. María, como siempre, se
pega a mí y nuestras tetas chocan sin parar. Nos reímos. La verdad es que vamos un poco
pedos. El tequila, joder, maldita sea. Es la última vez que bebo. De pronto, me coge de la
mano y me lleva al baño. Entramos las dos juntas así le puedo coger el bolso.

María cierra la puerta con pestillo y me mira de una forma un poco extraña. Se escucha la
música de fondo. De golpe se abalanza sobre mí y se empieza a reír. “¿Sabes que te quiero
mucho, verdad?”, me susurra. Mi piel se eriza. Y mi coño, bueno, se empapa. Se separa un
poco y me empieza a tocar las tetas mientras me mira y se vuelve a reír. Parece que todo lo
esconde con carcajadas. Yo me quedo quieta porque no sé muy bien qué está pasando. De
repente me besa. No es la primera vez que noto sus labios pero esta es diferente. Su
lengua recorre toda mi boca y empezamos a suspirar y a jadear. Nos apoyamos en la pared
y seguimos dando rienda suelta a nuestro calentón. María me saca las tetas del vestido y
me las come. Sube por mi cuello, lame mi oreja y seguimos besándonos. Yo estoy un poco
sin moverme porque no puedo pensar demasiado. Ella mete su mano en mi entrepierna y
nota la humedad. Joder.

Empieza a hacer movimientos circulares con sus dedos encima de mi clítoris. Siente mi flujo
y me mete un dedo. Baja inmediatamente. Me abre las piernas y lame mi coño por encima
del tanga. Yo ya no puedo más. Necesito follármela. María separa mi tanga y empotra su
lengua contra mi clítoris. Me empieza a comer el coño de la forma más espectacular
posible. Primero lento mientras me mira. Luego más rápido, absorbiendo mi flujo con la
lengua. Da largas pasadas que recorren toda la zona y no para de comer y comer. La miro.
Se está volviendo loca y no puedo evitar acordarme de esas películas porno que tantas
noches me han acompañado. Me mete un dedo y sigue lamiendo. Mueve la lengua rápido y
me sonríe. No paro de gemir y seguro que nos están escuchando. Me daría morbo que
alguien nos viese.

María sigue y sigue y siento el orgasmo cada vez más cerca. Le aviso de que me voy a
correr. Aumenta la presión y la velocidad. Me mete otro dedo y yo, no aguanto más. Siento
cómo mi coño está gordo y toda mi sangre bombea mi clítoris. María sigue comiéndome y
me empiezo a correr. Una explosión de placer que me hace gemir como una loca mientras
cojo su pelo y la empotro contra mi coño.

Tras el clímax la cojo, le bajo las bragas y me arrodillo para lamerla. Ella ya está mojadísima
y no tarda demasiado en correrse también. Su coño es tan precioso que no puedo parar de
lamer y lamer. Parece que todo lo que he visto en el porno ha valido la pena. Se corre en mi
boca y grita como una loca. La música suena de fondo.

Nos quedamos mirando y nos besamos. De repente nos damos cuenta de que nuestra
amistad ha cambiado para siempre. Y sí, de hecho, fue el inicio de orgasmos, tijeritas y
comidas de coño.
18. CARLOS, EL PADRE DE MI MEJOR AMIGA
Aurora es mi mejor amiga. Llevamos siendo colegas desde la infancia y, aunque todo el
mundo decía que éramos novios, lo cierto es que hemos acabado saliendo del armario los
dos: ella, lesbiana, y yo, gay perdido.

Siempre me ha puesto muchísimo su padre, Carlos. Es un tipo de unos 50 años pero el


típico viejoven buenorro con el pelo blanco y musculado. Alguna vez me lo he encontrado
en la cocina haciéndose uno de esos batidos verdes que saben a mierda y que me los tomo
para no defraudar. ¿Algún día sabrá lo que hago por amor? Quién sabe.

Lo cierto es que, una noche me quedo en casa del padre de Aurora con ella, obviamente. Y
de repente, drama nocturno. Aurora hablando durante horas con su novia sin parar de
discutir.

- Oye, Carlos… me voy a ir a casa de Miriam a dormir. Necesito solucionar esto. - me dice.

Lo entiendo, por supuesto. Aunque tienen una relación de lo más tóxica y, por más que se lo
digo, siempre acaba haciendo lo mismo. En fin. Aurora se va y me aburro infinitamente.
Carlos se ha puesto una peli. ¿Los Vengadores? Joder, es una de mis favoritas.

Bajo las escaleras y voy al salón. Le pregunto si le importa que la vea con él porque me
siento solo. Me sonríe. Cómo me gustaría meterle mi polla en esa boca de tío madurito,
coño.

- El Capitán América está tremendo, ¿verdad? - me suelta.


- Bueno, a mí me pone más Iron Man. Más madurito - le contesto.
- Así que te gustan maduritos, ¿eh? Vaya, vaya - se ríe.
- Claro. Saben follar mejor.

Carlos me mira y se queda callado. Mierda, la he liado. Seguimos viendo la película y noto
como cada vez más se acerca a mí. Me roza con su pierna musculada. Con su mano. Y yo
cojo un cojín porque llevo un empalme de cojones. Se me queda mirando nuevamente y me
dice que siempre le han gustado los chicos como yo. No sé a qué se refiere pero cuando
quiero darme cuenta ya me está comiendo la polla. Así de rápido. Su boca es jodidamente
perfecta y se nota que no es la primera que se come. Sabe exactamente cómo lamer el
glande y subir por todo el cuerpo. Yo me quedo mirando al Capitán América en la televisión
sintiendo el mayor placer del mundo.

Le como la polla también y nos ponemos a hacer un delicioso 69. Cómo me encanta comer
mientras me comen a mí. La temperatura empieza a subir y siento cómo me mete un dedo
por el culo. Lo tienes fácil, querido. Mi culo está muy dilatado. Carlos se levanta y coge un
condón. Me mira mientras se lo pone. Su polla es preciosa y me encanta el vello púbico que
asoma. Coge el lubricante que estaba en el cajón de la mesita y cuidadosamente lo pone en
mi ano. Tengo tantas ganas de que me la meta que no puedo aguantar más. Noto cómo va
con mucho cuidado pero le empujo para notarlo más. Se sorprende de mi capacidad rectal.

Me folla como un loco mientras gemimos. Sus manos grandes azotan mi culo y me coge de
las caderas sin parar de bombear. Somos como una película de Noel Alejandro ahora
mismo. Es todo perfecto. Me pajeo mientras estoy a cuatro patas. Le aviso que no
aguantaré demasiado más. Me empiezo a correr como un loco en el sofá mientras el me
folla más fuerte. Escucho su polla palpitando en mi ano. Me la saca, se quita el condón y
sigue pajeándose en mi cara. Se la chupo como una puta loca y se vuelve a correr. Esta vez
en mi boca.

Carlos me mira y observa la mancha del sofá. Ups. La intentamos limpiar pero es casi
imposible. Nos quedamos charlando un rato y nos vamos a dormir, cada uno por su lado.

Al día siguiente, Aurora me pregunta qué tal fue la noche mientras se sienta justo encima de
esa mancha blanquecina del sofá. Y yo, bueno, sonrío sin más.
19. LA LUJURIA
Me pones entre la parte y tú. Me besas sin dejarme respirar, bajo la mano y me percato de
algo caliente, duro, gordo y sin dudarlo meto la mano.

La punta mojada me encuentro. Estiro del tejano hasta el suelo y me escupo en la mano. Te
la paso por el capullo mientras me muerdes el cuello. Retiró la piel con suavidad y veo caer
una gota. Esta húmeda y sin pensarlo me agacho delante tuyo.

Siento que es enorme y mi mano la agarra para metérmela en la boca. Me llena y hace que
me atragante. La chupo con fuerza. La noto hasta mi cuello, como entra y sale.
Cogiéndome del pelo la presionas y me follas la boca con fuerza, hasta la garganta y mi
baba se escurre. Mi boca se llena y jadeo.

Agarrándome aún por el pelo me levantas. Me pones contra el lavamanos. Me abres las
piernas y siento tus dedos deslizarse entre los labios mojados. Introduces el pulgar y me
contraigo. Lo sacas poco a poco entre mi respiración acelerada y lo vuelves a meter
rápidamente.

Y otra vez

Y más rápido

Y más fuerte

Mis gemidos crecen

Mi corrida chorrea

El ambiente es brutal

Tus ganas de empotrarme son inigualables y el calor me empieza a agobiar. De pronto noto
algo más grande, algo más caliente que hace presión en mi agujero. Entra, ardiendo, dura,
gorda. Chillo y me sujetas del pelo de nuevo. Se siente tan bien, entra y sale que da gusto.
Mi coño está tan abierto que resbalan las corridas. Tu polla firme y tu cachondo con unas
ganas de correrte.

Te encanta oírme gemir, el sudor de mi espalda y el choque de mi culo contra ti.


Cogiéndome del cuello me das más duro. Me falta el aire y siento que me ahogo pero eso
es lo mejor de todo. Mis piernas tiemblan y sabes que lo estás haciendo bien. No puedo
parar de chillar y tú me azotas y me azotas. Con las manos me agarro a lo que puedo. Tus
ansias son brutales. Tu polla me hace disfrutar. Entra y sale, entra y sale... Dios, es
demasiado... la sacas entera y me das un respiro, pero ni inhalar me dejas antes de volverla
a tener dentro. Veo tu cara en el espejo. Estás muy perro, tus ganas de correrte te pueden y
te pregunto mirándote al espejo…

¿Dónde quieres correrte?


20. EL PLACER
Despertarme y sentir la brisa del mar recorriendo mi piel. Esa corriente subiendo por mis
piernas y rozando mi figura desnuda en la cama. Abrí los ojos y contemplé entre sábanas
blancas mi bonito cuerpo moreno y delgado. Sentirme sola una mañana de verano, en una
casa tan grande y recién empezado el día. Algo en mi interior exigió amor, caricias y mimos.

Toqué mi tripa, estaba muy suave y caliente, me acaricié poco a poco subiendo por mis
senos pequeños pero redondos. Las caderas se me movían despacio hacia adelante y
hacia atrás, con unos gestos que me recordaban a cuando se siente el maravilloso placer
del sexo.

Empecé a bajar mis manos por la cintura llegando a las caderas, las piernas se abrían poco
a poco para dejar paso y mis ganas empezaban a ser notables. Dirigí mi mano cerca del
coño. Desprendía un agradable calor y sentía todo húmedo.

Comencé a acariciar mis labios superiores y intenté profundizar hasta llegar a mi clítoris,
que se notaba agrandado. Froté la la punta del dedo y aprecié un gran gusto. Saqué la
lengua y la resbalé por mis labios dejándolos mojados.

Mis dedos ejercieron presión y mi cuerpo se tensó, me estaba poniendo muy cachonda,
tenía ganas de gozar, así que los dedos se acercaron a mi vagina que parecía arder. Mi
dedo índice quedó parado en el agujero de entrada, nada más para apreciar mis ansias de
dicha. Me lo fui metiendo poco a poco, mi corazón se acelera, las pulsaciones y mi
satisfacción fue plena.

El placer llegó cuando este dedo fue acompañado de un segundo. Mis piernas rígidas.
Sentía cómo entraban y salían lentamente. Todo estaba empapado. Mi deleite se trasladó al
clítoris por un momento, que con la mano izquierda sujetaba mis labios y con mis dedos
llenos de lubricante, masajeaba para contentar mi zona externa que también me pedía
caricias.

Mis ganas iban a más y ya los dedos me sabían a poco, cuando vi lo que me haría llegar al
orgasmo ese día...

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