Neurodiversidad

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El retorno a la aldea. Neurodiversidad, autismo y electronalidad. (Segunda


edición)

Book · April 2019

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1 author:

Ernesto Reaño
Eita Peru
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Electronality, neurodiversity and autism View project

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N DA
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ED
El Retorno a la Aldea
Neurodiversidad,
autismo y electronalidad

Ernesto Reaño
El Retorno a la Aldea. Neurodiversidad, autismo y
eletronalidad.

© Ernesto Reaño, 2019

Diseño de portada: Andrea Gagó


Diagramación: Sebastián Marallano
Editor de proyecto: André Mere

Lima, Perú. 2019

2da Edición

Derechos reservados. Prohibida la reproducción de este libro


por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso del autor
y los editores
Índice

Prólogo 10
Introducción 18
Capítulo I
A propósito de las “realidades” que deberíamos per-
cibir 22
Capitulo II
Sistemas culturales y autismo: del nomadismo, la nor-
malidad y lo “neurodivergente” 30
Capítulo III
La mente autista 45
Capítulo IV
Oralidad - escribalidad - electronalidad: producciones
del sentido y neurodiversidad 63
Capítulo V
La palabra electrónica y la narrativa de la neurodiver-
sidad 94
Postfacio 99
Referencias 103
A Isabela Reaño
El Retorno a la Aldea

Prólogo

“Ser uno mismo en un mundo que no cesa, día y noche, de


forzarnos a ser como los demás hace que sea necesario luchar
con todas nuestras fuerzas, la batalla más difícil que una
persona pueda enfrentar y jamás dejar de lucharla”.
E.E. Cummings
“El retorno a la aldea” podría ser considerado como la
alianza perfecta entre la información empírica, la ciencia, la lin-
güística, la comunicación, la filosofía, la ética y, por supuesto,
la electronalidad. Fuerza al lector a repensar más de un tema,
como por ejemplo lo que conocemos como el desarrollo y el
pensamiento neurotípico, e incluso acerca de otros paradigmas
de la sociedad, la historia y la vida misma. Es un libro que nos
presenta una visión de forma convincente, que ha sido escrito
apoyándose en conocimientos, con respeto y entusiasmo. Obli-
gando al lector a reflexionar acerca de temas importantes.
Es bastante innovador hablar acerca de la Neurodiversidad
hacienda el link con las tecnologías como un importante su-
jeto de investigación y práctica. Ernesto Reaño es extremada-
mente bueno para explicar el vínculo entre el cerebro autístico
y la electronalidad. El pensamiento en detalle, el pensamiento
divergente, la sistematización… son explicados al lector como
habilidades y no como discapacidades.
Los diferentes sistemas de percepción nos ofrecen una ri-
queza increíble al darnos una decodificación e interpretación
diferentes de la realidad.
El hecho de leer este libro – en cierto modo – me hizo salir
un poco de mis propios pensamientos unos años atrás, cuando
me pidieron que escriba un artículo acerca del primer capítulo
de “La Carta de Derechos” para personas con Autismo. Una de

10
Ernesto Reaño

las consideraciones más grandes que hice fue acerca del con-
cepto de “tener derechos”, de “inclusión” y todo lo que ello im-
plica. Escribí que no me gustaba la palabra inclusión, porque
no entendía quiénes éramos “nosotros” (o “ellos”). O sea, ¿los
“normales” o neurotípicos tienen el derecho de “incluir” a los
demás? Léase: Darle a otra persona el derecho de “entrar”, de
“unirse a nosotros”… ¡Todos los seres humanos han nacido
para pertenecer! La diversidad es parte de la humanidad. Creo
que la verdadera cuestión es acerca del vivir en comunidad.1
Me parece que está bastante claro – y también es algo que
se menciona en el libro de Ernesto Reaño – que el autismo no
es una enfermedad, ni un desorden, sino una condición atípica
del desarrollo neuronal del ser humano y, por lo tanto, no existe
cura alguna para ello.
Los neurotípicos tienden a querer encontrar una cura para
todo aquello que se desvía de “la normal”. Y, cuando no tienen
éxito en esta empresa, entonces tratan de hacer que las per-
sonas diferentes se acerquen lo más posible a esta “noma”. Pero,
¿quién decide cuál es la “norma”? ¿Y qué piensan las personas
con autismo acerca de esto?
“Si pudiese chasquear mis dedos y ser no-autista, no lo haría,
porque entonces dejaría de ser yo”, le dijo a Sacks. “El autismo
es parte de lo que soy.” (Temple Grandin en Sacks, 1997)
Aquellas son solo algunas de las razones por las que este
libro me gusta tanto…
Hay muchísimo detrás del título de este libro y detrás de los
tan estudiados temas de la Neurodiversidad y la electronalidad.
Se trata de una oda a la Neurodiversidad, escrita con mucho res-
pecto y obligando al lector a reflexionar acerca de la humanidad.
El autor comparte con nosotros muchas ideas e introspec-
ciones en diferentes evoluciones históricas, en una sección que
llama “Del nomadismo a la cultura del autismo”, “El occidente
1 De Clercq, H. (2012), EL DERECHO de las personas con autismo de vivir vidas inde-
pendientes y satisfactorias, hasta el límite de su potencial. En Carta de los derechos
de las personas con autismo. “Reflexiones y Experiencias Personales”. Dublin: Original
Writing Ltd. / Una Publicación de la Organización Mundial del Autismo.

11
El Retorno a la Aldea

y el nacimiento de la normalidad” y “De la cultura de disca-


pacidad a nuestra era electronal”, citando algunos autores im-
portantes en el campo de estudio, como Armstrong (2020) y Sil-
berman (2015), describiéndonos una base fundamental real para
la explicación que da más adelante acerca de la electronalidad.
Cuando doy conferencias, muchas veces me preguntan si
hoy en día podemos hablar de una “epidemia” de autismo…
Ahora es mi turno de citar a estos autores tan importantes. La
historia de nuestro ADN nos prueba, según Silberman (2015),
que el autismo se remonta a nuestros orígenes. Los genes de
autismo siempre han estado presentes en la población general.
Sería extraño pensar que el autismo existe desde que se inventó
la palabra “autismo” y desde que comenzó a ser descrito en la
literatura.
Por otro lado, en el autismo encontramos a lo que nos re-
ferimos como “emparejamiento selectivo” (Baron-Cohen, 2008):
los individuos con autismo encuentran entornos en los que son
capaces de encontrar pares (por ejemplo, Silicon Valley) y des-
crito por Silberman (2015), como la “atracción entre dos per-
sonas que poseen rasgos genéticos similares”. Pareciera que en
los lugares en donde hay una concentración importante de la
industria de la tecnología, también hubiese una concentración
más grande de personas con autismo o de personas con rasgos
autistas, así como, también, más nacimientos de personas con
autismo.
¡La electronalidad es favorable para la vida autística!
Si es algo favorable para la vida autística, entonces debemos
de seguir los pasos de Armstrong (2001) y tratar de crear “ni-
chos” para las personas con autismo. Él explica que, nacer con
una “discapacidad” o “regalo”, muchas veces depende del lugar
(y de la época) en la que lleguemos al mundo. En el libro de
Ernesto Reaño, la Neurodiversidad claramente es considerada
como una diferencia, y no como un déficit.
En “Pensando en imágenes”, Temple Grandin contemplaba
su autismo como “diferente, no menos”.

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Ernesto Reaño

Es tarea de los neurotípicos el intentar comprender estas


diferencias.
En el autismo, la manera de “entender” el mundo es dife-
rente, pero “soportar” el mundo también es difícil, tomando en
consideración que la percepción, así como el procesamiento sen-
sorial, se dan de manera distinta que en el cerebro neurotípico.
“Era como tener un cerebro sin tamiz…” (Donna Williams).
Durante muchos años, a menudo las personas con autismo
han sido descritas como gente de otra “cultura”.
Si seguimos esta idea y reflexionamos acerca de lo que sig-
nifica a mayor profundidad, podríamos decir que una cultura
diferente tendría, también, un sistema cultural diferente y es por
eso que debemos de leer el libro de Ernesto Reaño: le explica y
muestra al lector que la “electronalidad ha hecho que los usua-
rios le den sentido a la realidad de forma distinta”.
Ayuda a los neurotípicos a tratar de cambiar el switch hacia
una mente de tipo autista. La era electronal nos fuerza a hacer
que nuestra mente opere de modo similar al que se utiliza en el
procesamiento neurodiverso.
En una sección sumamente interesante acerca de la comuni-
cación, el autor explica que en el cerebro autista no podemos en-
contrar la emergencia de una escena completa de atención con-
junta, la base de lo que conocemos como la “teoría de la mente”.
Se refiere al trabajo de Tomasello (1997) y utiliza la palabra “re-
volución cognitiva”. Cabe mencionar que también se hablar de
las bases de la comunicación social en este apartado.
Pero luego, de modo respetuoso, llega a la conclusión de que
es la sociedad – léase los neurotípicos – los que consideran que
estas capacidades socio-comunicativas son necesarias para tener
una vida digna de ser vivida.
Hagámonos el cuestionamiento siguiente:
¿Acaso la “atención conjunta y/o las interacciones sociales”
son fundamentales para todas las mentes, o también podemos

13
El Retorno a la Aldea

hablar de “conectividad y/o interconectividad”? La segunda no


necesariamente implica interacción social… ¡La electronalidad
pone a los pensadores neurodivergentes en una posición mu-
chísimo más cómoda!
Ha llegado la hora de que (re)pensemos el concepto de ca-
lidad de vida y consideremos que puede que sea diferente para
cada individuo.
Lo que nos explica el autor queda más claro que el agua: Las
personas con autismo sistematizan porque esta es la forma en
la que sus cerebros trabajan. Un cerebro neurotípico categoriza
y conceptualiza, pero si uno piensa en detalles, entonces el con-
cepto se vuelve un sistema en sí mismo. Donde el cerebro neu-
rotípico ve similitudes, el cerebro con autismo hace listas y ve
diferencias, yendo desde las partes hacia el todo.
“Me di cuenta de que mi manera de pensar era diferente
cuando le pedí a otras personas que pensasen acerca de los cam-
panarios en las iglesias. La mayor parte de la gente ve en su
imaginación un campanario estándar y generalizado. Yo solo
veo imágenes específicas de los campanarios que he observado.
Aparecen en mi memoria como una serie de imágenes fijas que
podríamos ver en Google”. (Temple Grandin).
Temple Grandin explica que todos sus pensamientos uti-
lizan ejemplos específicos para crear conceptos, lo cual ella
llama “Pensamiento de abajo hacia arriba” y no “Pensamiento
de arriba hacia abajo”.
“Aprendí TODOS los conceptos utilizando ejemplos especí-
ficos que integré en categorías” (Temple Grandin).
Si el cerebro busca las diferencias y no las similitudes, en-
tonces la mente asocia detalle por detalle…
Por cierto, olvidaba comentarle al lector que leí este libro
en mi MacBook Air y que estoy escribiendo este prólogo en
mi Asus. El hecho de que esta información sea juzgada como
importante, o no, dependerá de la forma en la que funcione su
cerebro.

14
Ernesto Reaño

¿Por qué pensamos que las personas con autismo entienden


el lenguaje de modo muy “estrecho”? Deberíamos de decir exac-
tamente lo opuesto: ellos entienden las cosas de modo mucho
más preciso. Es lógico que tomen más tiempo para hacerlo…
pero podría ser considerado como un talento.
Visto desde una perspectiva positiva: la mente autista privi-
legia la capacidad a la sistematización sobre la capacidad para
empatizar. Y algo incluso más positivo: la mente que sistema-
tiza es mencionada y conectada directamente con la palabra
“talento”.
Las diferentes formas de electronalidad favorizan la diver-
sidad. Las personas con autismo procesan desde las partes hacia
el todo (procesamiento en detalles) “procesamiento por cer-
canía” (Reaño).
El sentido se produce de manera cognitiva en la palabra elec-
tronal, cuando escribimos un texto con acrónimos, omitimos
vocales y cuando utilizamos emoji para agregar los elementos
extra-lingüísticos y para verbales que faltaban. La emergencia
de un lenguaje de emociones ayuda a las personas con autismo
a superar los problemas que aparecen en la interacción y en la
comunicación neurotípica. No hace falta decirlo, pero es extre-
madamente importante mencionar que la electronalidad favo-
riza, además, la producción de significado y la expresión de las
personas con autismo no verbal.
“El retorno a la aldea” es un libro muy interesante y no sólo
en términos de su contenido, sino también porque representa
una señal de esperanza. Esperanza de una mejor calidad de vida
para todo el mundo: para las personas neurodiversas, sus padres,
sus familias, redes y para los profesionales. Y también para los
neurotípicos, una vez que dejen de tratar de “normalizar” todo
y comiencen a ver la riqueza que yace en la Neurodiversidad.
“Si por obra de magia el autismo fuese erradicado de la faz
de la Tierra, entonces los hombres seguirían socializando frente
al fuego de una fogata, en la entrada de una cueva” (Temple
Grandin).

15
El Retorno a la Aldea

Las personas neurodiversas no deben de ser consideradas


como extra-terrestres y tampoco deberían de sentirse exiliadas
de nuestro planeta, sino como personas que piensan diferente y
para quienes muchas cosas han cambiado y podrían seguir cam-
biando de forma positiva en el futuro gracias al mundo digital,
electrónico y cibernético.
Este libro es excelente, imperdible para cualquier persona in-
teresada en la humanidad y, también, en la antropología… ¡HA
LLEGADO LA HORA DE LA REPATRIACIÓN!
Lic. Hilde De Clercq1

1 Licenciada en Filología Germánica: Universidad de Ghent (Departamento de Fi-


losofía y Literatura, Master), Bélgica. Afiliación - TEACCH (Universidad de Carolina del
Norte, Chapel Hill). Padre y Profesional (y Padre profesional), directora del Centro para
el Entrenamiento del Autismo, Bélgica, Antwerp. Autora de libros y artículos sobre el
autismo, con énfasis en el pensamiento a detalle en el autismo: “Mamá, ¿ese ser hu-
mano es un animal?”, y “El autismo desde adentro”, con traducciones en diferentes
idiomas. Miembro de la Asociación Internacional de Editores de “Buenas Prácticas de
Autismo”. Actualmente, trabaja como entrenadora independiente de autismo y como
consultora y coach en el campo del autismo.

16
El Retorno a la Aldea

Introducción.

A Theo Peeters, in memoriam.

Por estas fechas, hace catorce años, un niño de seis años con
dificultades pragmáticas de la comunicación me preguntaba si
“sería su nombre” en una peculiar escritura que me alcanzó en
un papel: “-¿yo sere mi nombre¿ Carlos-“.
Entonces yo era un practicante de psicología clínica en una
escuela que trabajaba con chicos con dificultades específicas del
lenguaje y no sabía que -de la mano de Patricia Servat, mi super-
visora- encontraría que esa pregunta me llevaría a elegir no sólo
mi vocación sino que se volvería en el mensaje cifrado, día a día,
en mi convivencia con las personas autistas.
¿Cómo uno llega a ser uno su nombre? ¿Cómo encuentra
uno su aldea?
Hay una larga tradición semiótica que trata de agrupar
los signos que habitamos (y nos habitan) dependiendo de las
tecnologías humanas a través de las cuales producimos sentido y
damos orden a esa gramática que creemos adivinar en el mundo.
Así, Avendaño y Miretti (2006), no recuerdan que:
"Un gran número de autores analiza los cambios
tecnológicos a lo largo de la historia y coincide en distinguir
tres etapas o estadios sucesivos en la historia del conocimiento.
Para Pierre Lévy son: Oralidad, Escritura y Cibercultura.
Para Régis Débray son: Escritura (Logósfera), Grafósfera (Imprenta),
Videósfera (audiovisual).
Para Mark Poster son; Comunicación cara a cara,
Intercambios escritos, intercambios mediados  electrónicamente.
Para Simone (2001) Escritura, Imprenta y Audiovisual (radio,

18
Ernesto Reaño

televisión, internet)."
Nosotros hablaremos de electronalidad, refiriéndonos al
sistema cultural actual, el cual gira alrededor de las tecnologías
hijas de la electrónica y de la cibernética y que, después de la
aparición de la Internet, han supuesto que los usuarios otorguen
sentido a la realidad de manera distinta a las etapas anteriores:
escribalidad y oralidad.
Esta opción parte de la observación de los hechos del len-
guaje y de los actos de comunicación desde la neurodiversidad:
descubrimos que esta era electronal hace que nuestras mentes
operen de una manera similar al procesamiento que se da en
el tipo de mente autista. Las nuevas tecnologías no sólo han
difuminado el hiato que supuso la palabra escrita e impresa
para re-descubrirnos ante la tecnología de la palabra hablada,
de la cultura oral: un retorno a la aldea, una habitada por la
diversidad.
La mente autista, la capacidad de sistematizar inherente a
ella, haría que el humano pudiese sobrevivir en antiguas épocas
y, a la par, crease allí donde este tipo de mentes diferenciaban
diversos frutos para domesticarlos, guardaban las constela-
ciones y sus rumbos, tarareaban las rítmicas creadas para recitar
la creación del cosmos y de milenios de gestas. Esas mentes que
sufrieron del destierro de la época homogeneizante de la pa-
labra impresa, de la medida del “semejante”, de la instauración
de la “normalidad”.
Aquí, la vuelta a un mundo al que la electronalidad nos re-
torna, que el tipo de mente autista, como veremos, ha devuelto
para nosotros: esa aldea, morada neurodiversa, tierra litoral.
Recorrámosla.
Quiero agradecer a Patricia Servat, culpable de que dedique
mi vida al campo del autismo; a Luis Jaime Cisneros, quien no
permitió que fuese “sólo un psicólogo que de psicología sólo
sabe”; a Anne Salazar Orvig, por la paciencia de su enseñanza
en los años franceses; a los lectores de este manuscrito: Carlos
Molina y sus certeras críticas y comentarios y a Nila Vigil, mi

19
El Retorno a la Aldea

primacha, que con amor me animó siempre a terminar este


texto; a mis alumnos de los cursos de comunicación y lenguaje
dictado en varios sitios a lo largo de estos años; a Eduardo Díaz,
mi hermano, que tanto hiciera para la presentación de este texto
en México; a Hilde De Clercq, maestra y amiga y, sobre todo, a
Carlos (a quien le cambiase el nombre para este texto pero que
bien lo sé y sé que es su nombre):

Lima, Agosto del 2017.


Ernesto Reaño
Psicólogo
Lingüista
www.eita.pe

20
El Retorno a la Aldea

Capítulo I
A propósito de las “realidades” que
deberíamos percibir

Las astillas de una lanza, las más diminutas, se pierden entre


la polvareda, fuera para siempre del alcance, sin ser ya más per-
cibidas. Nuestra atención sobrevolará entre el relincho de un
temeroso caballo, unas aspas que sin inmutarse continúan su
labor de ayudar a moler el grano; bajo ellas, un viejo tratando
de recuperar el sentido y el movimiento. Estamos en el capítulo
VIII de la primera parte del Quijote y el sabio Frestón, ladrón de
su aposento y de sus libros, acaba de convertir a los feroces gi-
gantes en molinos. Depende de la perspectiva, de la percepción,
antes y después del acto.
Al convocar el término percepción, no podemos dejar de
pensar en que esta no es una actividad pasiva sino que está es-
trechamente ligada a los parámetros cognitivo-sociales que ins-
taura una comunidad y a la específica vivencia de estos en el
individuo. Más allá de ello, como señalaba William Blake en Ma-
trimonio entre el cielo y el infierno: “Si las puertas de la percepción
se depurasen, todo aparecería a los hombres como realmente es:
infinito. Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver
todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna”.
Veremos de qué manera las puertas de la percepción terminan
sobrepasando el concepto de lo que llamamos “real”.
Existen hechos para los cuales nuestro sistema perceptivo
está adecuado de una manera predeterminada, preprogramada.
Muestra de ello son las numerosas experiencias y demostra-
ciones de los teóricos de la Gestalt.2
2 “Gestalt” en alemán significa “forma”, “figura”, “configuración”, “estructura” o
“creación”. Como escuela psicológica en su variante teórica nace a principios del siglo
XX estudiando, esencialmente, los procesos que se encuentran a la base de nuestra

22
Ernesto Reaño

La decodificación visual que hace nuestro sentido óptico y


el posterior análisis perceptivo de la lámina anterior hacen que
nuestra mente alterne en su interpretación, entre la figura y el
fondo, dos perfiles que se tocan y un florero. Esta alternancia
y el hecho de que no podamos ver ambas figuras en el mismo
plano de modo fijo se da porque nuestro cerebro funciona así,
simplemente. Debemos acostumbrarnos a que hay respuestas,
como veremos más adelante al analizar el funcionamiento
de la mente autista, que se resuelven con el principio de par-
simonia (es decir, la explicación más sencilla suele ser la más
probable): funciona así, sin buscarle complicadas ni vertiginosas
explicaciones.
¿Cómo conceptualizamos aquello que solemos llamar rea-
lidad? Hay un antiguo cuento zen que formula la siguiente
pregunta: si un árbol cae en medio del bosque y no hay nadie
allí para escucharlo, ¿produce ruido? Nuestra intuición se verá
tentada a señalar que el ruido (el sonido) ocurre independien-
temente de quien lo escucha. Pero no se trata de una pregunta
ociosa. Sirve, por ejemplo, para salir del terreno de las posi-
bilidades y centrarnos en lo que sí está al alcance de nuestra
comprensión. ¿Alguien podría negar, en principio, que en Um-
briel -una de las lunas de Urano- no está habiendo una fiesta
animada en el momento en que usted lee estas líneas? ¿Puede
caer en el bosque el primer árbol insonoro? La respuesta será,
al menos para las líneas que siguen, que es probable pero en
ausencia de un observador no nos interesa esa probabilidad.
percepción del mundo, a través de una serie de principios y de leyes.

23
El Retorno a la Aldea

George Berkeley, obispo de Canterbury, en el siglo dieciocho


señalaba: esse est percipi (“existir quiere decir ser percibido”).
Este modelo enmarcado en el idealismo, el cual postula, a
grandes rasgos, que en mundo está en la mente. Así, aquello
que no percibimos no existe o, al menos, no tiene relevan-
cia.3 La existencia que aparece ante nuestros sentidos no es
menos “real”, lo veremos, para quienes tienen mecanismos
perceptuales diferentes como en el autismo, por ejemplo.
Siguiendo esta línea de pensamiento podemos hablar, en la ac-
tualidad, de una visión conceptualista en el estudio de la rela-
ción mente-mundo que, en la actualidad, Jackendoff (2002) re-
toma desde la siguiente perspectiva:
Un hablante H de una lengua L juzga la frase F, enunciada en el
contexto C, como referida a una entidad E en [el mundo tal como es
conceptualizado por H].

Fuente: Jackendoff, R. 2002

Según este esquema, podemos decir que el mundo está com-


puesto de objetos y de ruidos y su existencia depende del sujeto
que los percibe. De la mente del sujeto que la percibe. Porque,
recordemos, no existe el mundo fuera de la mente que lo per-
cibe. El mundo está en la mente.
La visión conceptualista asume que esa mente está regida
3 Esto en cuanto a la teoría del conocimiento, no para las artes, por ejemplo. Ellas se
enmarcan en aquella frase de Valéry “¿Qué sería, pues, de nosotros, sin la ayuda de lo
que no existe?” en su “Breve epístola sobre el mito”.

24
Ernesto Reaño

por ciertas reglas, innatas, que permiten que podamos pensar.


A la par, nuestros sistemas perceptuales pueden decodificar
de entre los ruidos que conforman el mundo, cuáles pertenecen
a nuestro lenguaje; cuáles son los diversos tipos de objetos y qué
acciones podemos efectuar sobre ellos: de la manipulación y cla-
sificación de los objetos y de su incorporación a los signos de
nuestro lenguaje creamos categorías. Todo ello unido a nuestro
saber acerca del entorno. El mundo como entidad abstracta sin
un observador no nos interesa. Una alucinación, por ejemplo,
es una manera no menos correcta de conceptualizar el mundo.
Pero antes de entrar a esta idea, detengámonos un poco.
Bogdashina (2003, 2010) señala que las personas autistas
tienen una percepción del mundo diferente de la neurotípica4.
La sensibilidad puede ser de tipo híper- (más intensa) o hipo-
(menos intensa) que la de los parámetros estándares que en-
contramos en la población general. Decimos que se trata de
hipersensibilidad cuando el canal sensitivo es más propenso a
la estimulación, por lo cual el cerebro recibe demasiada infor-
mación a ser procesada e interpretada. La hiposensibilidad, en
cambio, ocurre cuando el canal sensitivo es menos propenso a
la estimulación y el cerebro la recibe en cantidades insuficientes
para su interpretación.

Fuente: Bogdashina, O. 2003

Así, por cada persona autista podemos encontrar perfiles


sensoriales distintos de la media: en lo visual, en lo táctil, en lo

4 El término “neurotípico”, es decir, “neurológicamente típico” es utilizado por las per-


sonas autistas para designar a aquellas personas que tienen un procesamiento típico
(“normal”) de la realidad.

25
El Retorno a la Aldea

auditivo, en lo olfativo, en lo gustativo, en lo propioceptivo5 y


en lo vestibular6.
De esto podemos afirmar, entonces, que sistemas
perceptuales diferentes otorgan una decodificación
e interpretación distinta de lo que llamamos realidad.
Desde el autismo, una visión interesante de Mottron et al. (2006)
sobre los principios de la percepción en el autismo es el mo-
delo “Enhanced Perceptual Functioning” (EPF) (Percepción
Perceptual Mejorada), que fue propuesto como una alternativa
al llamado modelo de la “Coherencia Central Débil”7. Lo cen-
tral en esta teoría es que el procesamiento en detalle (función
de procesamiento por cercanía, como veremos en nuestra teoría
de la electronalidad aplicada al autismo) logra rendimientos su-
periores al momento de comprender los sistemas y los objetos
que lo constituyen. Esto se relaciona, como iremos viendo, con
el hecho de que, mientras la Gestalt neurotípica está adaptada
para procesar del todo a las partes, la autista privilegia el pro-
ceso que va de las partes al todo.

De la realidad a las realidades


El mundo que llamamos “real” difiere de una especie a otra.
De esta misma forma, podemos afirmar que en la percepción
humana hay diferencias que dependen no tanto de la expe-
riencia individual sino de la conformación de las características
cerebrales de un grupo específico, en este caso el autista. “Pon
el mundo en la mente” es la consigna de Jackendoff (2002) en su
actualización de la versión berkeliana de “existir quiere decir ser
percibido”. Así, el mundo existe —nos interesa— en tanto que
existe en una mente que lo interpreta.
Un ejemplo clásico es el de la visión de los colores. Estos no
existen en el mundo, sino que nuestra retina se ha adaptado
5 Según la RAE: “percepción inconsciente de los movimientos y de la posición del
cuerpo, independiente de la visión.
6 Es decir, todo aquello relacionado con el equilibrio y el control espacial.
7 Sobre este tema, Wendy Lawson (2011) dedica un interesante capítulo en su texto
“The passionate mind”.

26
Ernesto Reaño

para procesarlos, a través de células especiales denominadas


conos y bastones, fotorreceptores que reciben la luz y convierten
la energía de la luz que recibe el ojo en potenciales eléctricos
procesados en otras células de la retina. Los bastones nos per-
miten ver el blanco y el negro (brillo y luminosidad) y los conos
el color. Comenzamos a “ver” en la retina —que es un “trozo
de cerebro en el ojo”, en feliz expresión de Morgado (2012) — y
la información viaja hasta llegar el quiasma óptico, en la base
del cerebro, que es donde empieza la interpretación de lo visto.
Esto es una simple pincelada de toda la complejidad de la tríada
estímulo-sensación-percepción visual, pero sirve para hacer la
siguiente aseveración:
Los colores no están en el mundo sino en el cerebro (y, por
extensión, en la mente) y su existencia nos interesa en tanto que
X perciba que ‘r’ es rojo.
Baste saber que en la acromatopsia, una lesión hace que
la persona pierda la capacidad de percibir los colores y vea el
mundo en blanco, negro y escalas de grises8.
Y si el mundo está en la mente, ¿qué ocurre con lo que Jean-
Étienne Esquirol en 1830 denominaba “aparición” y que luego
conoceríamos como “alucinación”?

Alucinación: El procesamiento interno del cerebro es suficiente para producir una


experiencia visual la cual es de tipo identico a la experiencia visual producida por
estimulos externos. La experiencia visual tiene el mismo contenido intencional que la
experiencia verdadera, pero sin el objeto de la experiencia visual

8 Al respecto hay un apasionante y tormentoso relato: “El caso del pintor ciego al
color”, en el libro Un antropólogo en Marte, de Oliver Sacks (1997). Para un análisis de
las relaciones entre la visión-cerebro-mente-percepción del mundo recomendamos
la revisión de las obras La isla de los ciegos al color y Los ojos de la mente, del mismo
autor.

27
El Retorno a la Aldea

Searle (2015) señala que la intencionalidad, en el sentido en


que la postula, supone las condiciones de satisfacción de un
deseo o de una creencia. Por ejemplo, el contenido de la creencia
“está lloviendo” se verá satisfecho solo si llueve.
Cuando uno ve un objeto en el mundo, esto causa una ex-
periencia visual (del mundo hacia la mente), la intencionalidad
sigue el camino de la mente hacia el mundo, buscando satisfacer
nuestro deseo de X o nuestra creencia X.
En el gráfico de la izquierda, Searle (2005) explica la situación
que ocurre en el fenómeno de la alucinación: el proceso interno
del cerebro es suficiente para producir una experiencia visual
idéntica a la que produciría un estímulo externo. Es el caso de la
foto de la derecha: el contenido de la creencia (o del deseo) del
hombre de camisa celeste se satisface al ver a aquel de polo rojo.
Oliver Sacks (2012) cita a William James al respecto: “Una
alucinación es una forma de conciencia estrictamente sensitiva,
tan buena y cierta como si fuera un objeto real que tuviéramos
delante. Solo que el objeto no está ahí, eso es todo”.
Ahora bien, ¿nos importa realmente el objeto en sí o lo que
la mente percibe? Esta es una pregunta capital, pues nos lleva
a que lo importante no es solo lo que una comunidad establece
como la representación compartida de un objeto al cual denomi-
nará vía el lenguaje: “Esto es un árbol”. Para muchas culturas,
como señala Sacks (2012), el proceso alucinatorio era (y es)
todo menos sinónimo de locura, más bien de conocimiento. Por
ello, a través de la historia, el papel de las drogas alucinógenas
ha sido señalar el destino a oráculos y chamanes. Las formas
geométricas que se ven durante los fuertes episodios de migraña

28
Ernesto Reaño

tienen un parecido sorprendente con lo que denominamos arte


primitivo. Los mitos universales suelen nombrar a gigantes y
enanos, y hay un tipo de alucinación llamada micropsia que nos
hace ver las cosas y seres mucho más pequeños y una llamada
macropsia que, a la inversa, nos hace percibirlas más grandes de
lo que son. Las pesadillas, a fin de cuentas, ¿no son un fenómeno
alucinatorio? La “aureola” sobre los objetos que experimentan
los místicos, ¿no es similar a aquella previa que se ve antes de
un ataque epiléptico?
No es descabellado decir que la alucinación es parte de
nuestro procesamiento cognitivo y no una degradación de aquel.
Es más: la alucinación puede ser un modelo en sí para nuestra
cognición en tanto que nos interesa lo que está en nuestra mente,
no necesariamente lo que ocurre o no al exterior.
Si consideramos que existen sistemas sensoriales distintos en
el autismo y que estos traducen los datos de manera diferente
de la neurorotípica ocasionando que la percepción y la interpre-
tación del mundo sean diferentes, que la condición de existencia
de algo reside en su percepción y que nuestra mente se satis-
face en la ocurrencia de la percepción de una creencia o deseo
—incluso esta sea una alucinación—, podemos postular que
cerebros-mentes cableados de manera distinta crean mundos
donde la realidad es lo menos importante frente a las realidades
percibidas. Si consideramos todo esto como probable, estamos
preparados para hablar de neurodiversidad.

29
El Retorno a la Aldea

Capitulo II
Sistemas culturales y autismo: del
nomadismo, la normalidad y lo
“neurodivergente”

En su texto de 1992, Breakpoint and beyond, George Land y


Beth Jarman hablan de los puntos de ruptura y cambio en la
civilización teniendo en cuenta la etapa actual —para ellos el
futuro actual—, donde, gracias a la capacidad de conectividad
de las tecnologías nacidas de la cibernética, se pueden no sólo
mejorar las herramientas en uso sino crear cosas que no habrían
existido; realizar profundas y poderosas conexiones interdepen-
dientes con el otro sin excluir a las personas en razón de dife-
rencias o separando funciones; ser atraído a un nuevo tipo de
futuro sin ser empujado por el pasado.
Estos serían los beneficios de un mundo hiperconectado, ter-
cera etapa de la civilización (espiritual, lógica y creativa) que
los autores llaman de cosmovisión creativa y que nosotros llama-
remos electronalidad.
Años después, Zapata y Biondi (2006) hablaron de sistemas
culturales que producen sentido en torno a una tecnología de-
terminada. Así, el mundo ha pasado, según la tecnología domi-
nante, por:
• La oralidad: la producción de sentido en torno a la palabra
hablada.
• La escribalidad: la tecnología productora de sentido es la pa-
labra escrita.
• La electronalidad: las tecnologías nacidas de la cibernética
hacen producir sentido en torno a la palabra electrónica, el

30
Ernesto Reaño

internet y las interfaces de realidad virtual y aumentada (no


consideradas, estas últimas, por los autores mencionados).
Veremos, entonces, cómo el autismo atraviesa por estos sis-
temas culturales en sus transformaciones, pero también en sus
cambios y rupturas.

Neurodiversidad: del nomadismo a


la “cultura” del autismo
Hubo una época en que el humano transitó por el mundo
sin dejar registro de su paso. Época nómade donde se descubre
el fuego, se recolectan, luego, frutos. El cerebro crea el lenguaje
y éste la mente, si tratamos de encontrar un orden en medio de
nuestra evolución desenfrenada respecto del entorno natural.
Doscientos mil años de evolución continua que traían, tras de sí,
seis millones de años de preparación del germen de lo que nos
define como propiamente humanos y donde la diversidad, la
neurodiversidad, era parte integrada de los grupos sociales en
los que se empezaba a crear cultura. Acumularla para la gene-
ración posterior.
Podemos vislumbrarlo con un poco de imaginación. No fue,
ciertamente, parafraseando la ironía de Grandin (2014), un sa-
piens sociable quien descubriese el fuego sino uno que, repeti-
damente, golpease, obsesivamente, con intrincada decisión, dos
piedras. ¿Quién con un tipo de mente que en la actualidad cali-
ficaríamos de “normal” podría habérsele ocurrido no sólo este
acto sino la sucesión de los mismos hasta lograr tal resultado?
La recolección de frutos no hubiese podido hacerse, salvo riesgo
de extinción, sin cerebros sistematizadores que, como aventura
Armstrong (2010), señalasen cuáles eran venenosos y cuáles co-
mestibles, allí donde otros veían dos iguales.
Esta etapa (Land y Jarman, 1992), desde sus inicios nómades
de caza y pesca hasta el sedentario agrícola, está dominada por:

31
El Retorno a la Aldea

• Espíritus específicos controlan el mundo. Los seres humanos


invocan a estas fuerzas para satisfacer sus necesidades.
• La distinción entre pasado, presente y futuro es muy ligera.
• Animales, plantas, la tierra, el cielo, el agua e incluso los hu-
manos forman parte de la naturaleza.
¿Ya existía el autismo? ¿Desde cuándo existe el autismo? La
respuesta evidente sería que desde que existe la palabra “au-
tismo” como algo aproximado a los estándares diagnósticos que
tenemos en la actualidad, es decir, desde que Hans Asperger la
empleara por primera vez, en el sentido que nos ocupa, en 19349.
Sin embargo, la historia de nuestro ADN, como señala Sil-
berman (2015), remonta a nuestros orígenes al autismo. Los
genes del autismo han estado desde siempre distribuidos en la
población en general y concentrados de manera más precisa en
ciertas familias que en otras.
Los genes del autismo están cifrados junto con aquellos del
talento y que serían los mismos que hemos necesitado como es-
pecie para desarrollar cultura. Recientes investigaciones de la
universidad de Edimburgo confirman que los genes de lo que
llamamos talento, inteligencia o habilidades cognitivas están
fuertemente relacionados con la genética del autismo (Clarke
et al., 2016): los individuos sin autismo que poseen genes aso-
ciados puntúan mejor en habilidad cognitiva general (g), me-
moria lógica e inteligencia verbal.
De modo similar, Best et al. (2015) hacen hincapié en la pa-
radoja de que, por un lado, las personas autistas (o con muchos
rasgos, lo que solemos llamar “fenotipo autista ampliado10”) po-
9 Si bien el término “autismo” es utilizado en 1911 por Bleuler, este uso tiene que ver
con la definición de uno de los síntomas, para él, de la esquizofrenia. Para nuestros
intereses, tal como se señala en Fenstein (2010), la hija de Asperger, Dr. Maria Asper-
ger Felder señala que en una carta datada el 14 de abril de 1934, su padre discute
sobre las dificultades diagnósticas de un caso y sugiere el uso del término “autismo”.
Posteriormente, como veremos, Asperger utiliza públicamente este término en una
conferencia en el Hospital de Viena en 1938 y se ve impreso en 1944 en el marco de la
publicación de su tesis doctoral.
10 El Fenotipo Autista Ampliado, hace referencia a personas que presentan rasgos de
alguna Condición del Espectro Autista en formas “leves”. Dentro de una variación en

32
Ernesto Reaño

seen un estilo cognitivo que conduce a la creatividad a pesar de


que su estilo conductual sea rígido y su flexibilidad cognitiva
baja. Un componente importante de lo que conocemos como
creatividad es el llamado “pensamiento divergente”. Si bien la
aparición de respuestas inusuales en tareas de pensamiento di-
vergente, aquellas que tienen que ver con la creatividad, parecen
ser menores en personas autistas, las estrategias específicas en
el nivel ejecutivo, la asociación por telles y cercanía, producen
respuestas inusualmente creativas en un nivel muchas veces
superior que en los neurotípicos: la concentración en detalles
que pasan desapercibidos para otro tipo de grupos hace que en-
cuentren soluciones novedosas para problemas específicos. Un
buen sistematizador, como lo es el autista, se interesa en las dife-
rencias más que en las semejanzas de los objetos pertenecientes
a un conjunto, por tanto son más eficaces al momento de descu-
brir qué es lo que tiene X1 que le falta a X2 para ser mejorado e
innovado.
Entonces, siendo el autismo una condición del neurodesa-
rrollo en la cual las capacidades de la sistematización priman
por sobre las de la empatía, esto significaría que la posibilidad
reproductiva de estas personas es menor. ¿Cómo es que esta
condición sea tan fuertemente heredable y que no haya desa-
parecido en el proceso de selección natural si, como venimos
señalando, el autismo ha estado presente desde siempre en la
evolución humana?
Ploeger y Galis (2011) dan una sugerente respuesta a este
hecho. Por un lado está lo que hemos visto: la asociación de ha-
bilidades cognitivas y de lo que llamamos inteligencia (donde la
capacidad de poder sistematizar por sobre la población media
ya es un signo evidente de destreza) y la genética del autismo.
Al ser el autismo una condición poligenética, los genes que le
corresponden están distribuidos no solo en las personas con
esta condición sino en aquellos que presentan talentos y des-
trezas superiores a la media dentro de una variación general de
la población. Por otro lado, en el autismo se da lo que se llama
espectro, es natural que encontremos personas que se alejan hacia unos extremos del
mismo, exhibiendo algunos pero no todos los rasgos que configuran la necesidad de
dar un diagnostico tipificable.

33
El Retorno a la Aldea

el “emparejamiento selectivo” (Baron-Cohen, 2008): los indi-


viduos autistas suelen encontrar entornos donde se hallan sus
pares. Esto es notable en Silicon Valley o en Holanda (Roelfsema
et al., 2012) y, de modo general, en aquellos lugares donde se
concentre la industria de la tecnología: se dará una mayor pro-
porción de personas autistas o con rasgos dentro del espectro
y de nacimientos. Justamente este es uno de los ejemplos que
explican por qué el mundo electronal favorece el desarrollo de
la vida autista, o es el tipo de mente autista la que ha creado el
sistema electronal.
Justamente en los sistemas orales cada persona neurodiversa,
cada tipo de procesamiento diferente, encuentra su lugar en la
comunidad. Si en mi entorno geográfico el tener la habilidad de
desentrañar —como señala Armstrong (2011) — sistemas que
tengan que ver con la naturaleza, uno desearía estar rodeado de
personas que supiesen hacer herramientas de caza, que tuviesen
la noción de cuál es el fruto correcto a recolectar, qué huellas
de animales seguir y de cuáles alejarse. Un chamán tendrá que
tener, por necesidad, características o rasgos neurodiversos —
por qué no— similares a los de una persona Asperger: el chamán
es el que conoce el ciclo de las estrellas, las tradiciones sobre los
orígenes, las plantas para sanar y su combinación, etc., todo al-
macenado en una formidable memoria que sabe, además, los
rituales con los que se debe hacer cada ceremonia, cada petición,
cada inicio de siembra y agradecimiento por la cosecha. Incluso
aquellas formas mal llamadas “severas” del autismo tendrían
un lado beneficioso para el desarrollo cultural en este contexto.
Armstrong (2011) recoge una comunicación personal de Stuart
Sjanker, quien le narra que en el Congo había visto a una per-
sona que tenía todos los signos “clásicos” del autismo, fijado
ritualistamente a los patrones y detalles, aquellos que en occi-
dente podemos ver como problemáticos. Este sujeto era un indi-
viduo talentoso: era un maestro tejedor. La pasión de su mente
autista encontraba un canal, un nicho donde expresarse. Ambos,
chamán y tejedor, extrapolados a nuestro mundo occidental
neurotípico, serían vistos como personas a las que habría que
incluir laboralmente, apelar a sistemas de cuotas, medicarlos en

34
Ernesto Reaño

la medida de lo posible y preocuparse seriamente por su calidad


de vida: la noción de “discapacidad” o “don” depende del lugar
(y de la época) en la que se ha nacido.

Occidente y el nacimiento de la
“normalidad”
Del nomadismo y los primeros asentamientos sedentarios
agrícolas, los seres humanos se van conglomerando en ciudades.
Hacia el 6000 a.C. tenemos ya a tres mil personas viviendo entre
los muros de Jericó. Esto marca el nacimiento de la “civiliza-
ción”, como la solemos entender en términos occidentales. La
cantidad de pobladores trae consigo, como señalan Land y
Jarman (1992), la emergencia de normas y de patrones centrados
en una autoridad: se impone un control y una lógica que pueda
subordinar las élites de los individuos gobernados. El espíritu
libre del nómade no es ya tolerable, como tampoco tendencia a
la coordinación presente en la oralidad.
Las características de este período son:
• Los humanos controlan su destino a través de la manipula-
ción lógica y control de la naturaleza.
• El establecimiento de una autoridad centralizada, espiritual
y temporal incluye una estructura jerárquica de poder, un
sistema social rígido basado en relaciones desiguales; reglas,
regulaciones y estándares; poder físico coercitivo; defensa y
guerra.
• División entre las cosas: especialización funcional, depen-
dencia del tiempo y de calendarios; propiedad y herencia;
registros e intercambio, producción mecanizada, y la separa-
ción de lo humano de la naturaleza.
• Pensamiento dualista: correcto e incorrecto, bien y mal, negro
y blanco, masculino y femenino.
• Escasez y límites de los recursos disponibles para compartir
y el poder para determinar con quiénes se comparte.
• Este era el terreno propicio para que la invención de una
nueva tecnología terminase de dar forma y cimentase este

35
El Retorno a la Aldea

período: la escritura. Siglos de saber cultural acumulado y


trasmitido oralmente pudieron ser codificados y almace-
nados, ya no en la memoria sino físicamente.
La escritura propiamente dicha nace en Mesopotamia hacia
el 3500 a.C.: la llamada escritura cuneiforme (5 500 años de exis-
tencia contra los seis millones de años desde el inicio de la evo-
lución y 200 000 de Homo sapiens, es decir, de la realización de un
sistema netamente oral de transmisión cultural acumulativa).
Existen dos formas de escritura: la ideográfica, que representa
conceptos, y la alfabética, que representa sonidos. La nuestra,
basada en el alfabeto griego (y este en el fenicio) es el ejemplo
paradigmático, donde un grafema es siempre el mismo, equivale
a sí mismo. La letra A es la letra A en la misma medida en que
un euro equivale a un euro. No es gratuito que el refinamiento
del alfabeto fenicio por los griegos se diera, justamente, en un
contexto de grandes intercambios mercantiles y comerciales. La
letra y la moneda tienen un valor regulado por un sistema com-
binatorio de reglas implícitas.
Dejaremos para después (cuando toquemos lo relativo a los
emojis) los tipos de escritura ideográfica.
Durante aproximadamente cinco mil años, la escritura con-
vive con los modos de la tradición oral. La fabricación de libros
en papiro, tela, cuero, etc., suponía un alto costo. Al necesitarse
de copistas, su fabricación se encarecía y demoraba el proceso,
razón por la cual el libro estaba reservado a pocos, ya sea de la
aristocracia o de las castas sacerdotales y de la Iglesia católica,
en los monasterios, después.
Advino una herramienta complementaria: la imprenta, la
cual selló el cambio por los siguientes siglos, para bien o para
mal. Porque el libro, primer objeto en serie, logró que la herencia
cultural del ser humano fuese tan importante como la biológica,
destruyendo la otrora diversidad. No es ocioso recordar que el
primer libro impreso por Gutenberg fue El misal de Constanza y
luego la Biblia. Nace la semejanza como ideal: del objeto que era
idéntico a otros y que contenía la palabra divina. Se sacralizó

36
Ernesto Reaño

que aquello que contuviesen los libros no solo era la verdad sino
la medida de las cosas, la descripción de la realidad misma.
La diversidad, el diferente, no tenía ya cabida en este mundo
escribal. De esta etapa nacen las instituciones asilares, lugares
de destierro para quien no fuese el prójimo, el semejante, cons-
truido “a imagen y semejanza” de la divinidad. Un nuevo orden
semiótico parecía repetir en lo humano el soplo de la divinidad
de la imprenta.
Lo que dio en llamarse en occidente como normalidad había
empezado con el avance de la cristiandad: el antiguo daimon que
poseyera a los poetas en la Grecia antigua y que fuese signo de
la inspiración regalada por los dioses se troca en el demonio que
posee y que hay que exorcizar del cuerpo usurpado por el ma-
ligno. Los justos y pecadores, los normales y anormales; aquellos
que son nuestros semejantes y los que se condenarán; nuestros
semejantes y los que hay que apartar, excluir, recluir, en vista de
sus defectos, de su inacabado símil con la creación: los anormales.
El Malleus maleficarum, manual que reúne las prácticas del
exorcismo, data de 1488; asimismo, como señala Foucault (1999)
antes del siglo XVI (1516, primera mención) no existen los con-
fesionarios; la imprenta es creada por Gutenberg entre 1449 (El
misal de Constanza) y 1452 (la Biblia).
Estas fechas no son coincidencia y nos revelan la sacralización
la palabra escrita, impresa, del primer objeto en serie, parámetro
de la semejanza, contenedor de la palabra y verdad divinas. Esta
palabra se vuelve texto para expulsar demonios, los enunciados
se vuelven oraciones rituales que convocan la confesión que ab-
solverá por el poder y la gloria de esta palabra escrita.
Del catálogo de demonios y de rezos para expulsarlos del Ma-
lleus maleficarum a los textos que reúnen lo grotesco, lo anormal,
de todos aquellos que deben ser clasificados para confinarse en
el destierro asilar, de ellos nacen los manuales de psiquiatría del
siglo XX que, menguantes, bajo la electronalidad, llegan hasta
nuestros días.
No hay azar entre el valor de la letra del alfabeto y la mo-

37
El Retorno a la Aldea

neda, tampoco entre la imprenta y el carácter sagrado de lo im-


preso. La escribalidad nos demuestra cómo el uso de una tecno-
logía, en este caso la escritura, puede cambiar estructuralmente
la forma de cómo los seres adscritos a ella otorgan sentido al
mundo.
En sus escritos sobre la llamada defectología, Vigotsky
(1929/1993) advertía: “Probablemente la noción de lo que lla-
mamos enfermedades emocionales, insania mental, jamás ha-
brían sido concebidos si primero se hubiese hecho un intento
de resumir todos los defectos de los valores y motivaciones que
se encuentran entre la gente normal. Luego, es posible que se
hubiese descubierto que cada individuo tiene su propia locura”.
Bien sabía Vigotsky que no existen, a niveles cerebro-men-
tales, defectos: por cada “descompensación”, la persona obtendrá
una que equipare sus dificultades, por ejemplo, el mayor desa-
rrollo del sentido del tacto y audición en la ceguera. Bajo esta
concepción, extendible a las condiciones mentales, este autor
fue un pionero en lo que habríamos de llamar, luego, neurodiver-
sidad, concepto que nacería, precisamente, en la época del inicio
del auge del internet: 1998.

De la cultura de la discapacidad
hacia nuestra era electronal
La Asociación Psiquiátrica Americana publicó en 1952 la pri-
mera edición de su manual diagnóstico, el DSM (Diagnostic and
Statistical Manual). En él listaba 106 trastornos (según la termi-
nología usada).

38
Ernesto Reaño

• En 1968, el DSM II contenía 182 trastornos.


• En 1980 el DSM III fichaba 265 trastornos (recién eliminó la
homosexualidad como trastorno psiquiátrico).
• En 1987 el DSM III - R aumentaba a 292 trastornos.
• En 1994 el DSM IV listaba 297 trastornos.
• En 2000 el DSM IV - R no mostró cambios.
• En 2013 el DSM V estrenaba quince nuevos trastornos, 312
ahora.
En menos de cincuenta años tenemos más del triple de tras-
tornos reportados. ¿Han sido los cambios en la humanidad tan
devastadores que justifiquen esta alza en las también llamadas
enfermedades mentales?
Con motivo de la salida al público del nuevo manual de diag-
nóstico de la Asociación Psiquiátrica Americana, el DSM V, en
el año 2013, el Instituto de Salud Mental de los Estados Unidos
anunció que se desmarcaba de esta clasificación diagnóstica. El
doctor Timimi y un importante número de psiquiatras enviaron
al Colegio de Psiquiatras de Reino Unido una petición formal
para que sean abolidos los sistemas de clasificación DSM y CIE.
Los encargados de elaborar los criterios diagnósticos son psi-
quiatras “especialistas” en el tema y deciden cuáles son aquéllos
válidos y cuáles no.
No es difícil constatar que, a la par con el crecimiento de la
industria de los psicofármacos, los psiquiatras han dejado de
buscar las causas para centrarse en los efectos. Las causas, la
investigación científica (como en neurociencia y genética), han
sido dejadas de lado al elaborar estos criterios. No existe, en-
tonces, relación entre categorías diagnósticas y sus causas
(etiología).
Como bien señala Silberman (2015), en el futuro probable-
mente no se hable de “diagnósticos” sino de “sistemas opera-
tivos humanos”: no es un problema ser Windows, iOs, Linux…
la cuestión es querer que una Mac o una PC operen con un sis-
tema que no les es compatible, o pretender obligarlas a ello. El
verdadero sufrimiento de las personas neurodiversas viene pre-

39
El Retorno a la Aldea

cisamente de allí: de tratar que encajen donde no podrán ha-


cerlo; el afán normalizador de que todos operen bajo un mismo
concepto, que produzcan los mismos sentidos, semejantes: la
divisa de la época escribal.
Recordemos el mito de aquel posadero del Ática, Procusto,
de quien se cuenta solía dar albergue y lecho a quienes siendo
ya de noche se encontrasen por su casa. Una vez que el huésped
se había dormido, Procusto lo amarraba al lecho: si no calzaba
exactamente en él cortaba parte de los pies y de la cabeza para
que encajase; si sobraba espacio, lo estiraba hasta que cupiese.
Esto resume buena parte de nuestros sistemas educativos escri-
bales pensados en la estandarización del conocimiento y que
fijaron la escuela bajo el modelo de la fábrica de la revolución
industrial. Resume, en líneas generales todas aquellas insti-
tuciones físicas o del imaginario (la llamada “inclusión”, por
ejemplo) destinadas a normalizar utilizando los prototipos de
semejanza propios de la escribalidad.
Navegando, nómadamente, por la internet, podemos encon-
trar una página que se remonta a la década de 1990: “Instituto
para el Estudio del Neurotípico” (IENT). Esta página, hecha
por personas autistas, es un antecedente del movimiento por
la neurodiversidad creado por Judy Singer y Harvey Blume. El
concepto empieza a ser usado por Judy Singer —socióloga aus-
traliana madre de una niña autista y ella misma dentro del es-
pectro— como parte del naciente Movimiento por los Derechos
del Autismo, de quien fuese también una pieza clave Jim Sinc-
lair, creador de la “Red Autista Internacional” (Autism Network
International).

40
Ernesto Reaño

No sería sino hasta 1998 cuando el periodista Harvey Blume


hiciese conocido el término en un artículo llamado “Neurodi-
versity, on the neurological underpinning of Geekdom” publi-
cado en The Atlantic11. En él resalta a la parodia, asazmente real,
del IENT, donde ante la pregunta “¿Qué es un neurotípico?”
responde: “El síndrome neurotípico es un trastorno neurobio-
lógico caracterizado por preocupaciones por intereses sociales,
delusiones de superioridad y obsesión con la conformidad”. Te-
nemos, así, una clara parodia a la tríada de Wing con la que se
describe al autismo. La idea sería que, si ellos llaman a un grupo
X como “autista”, este grupo X bien puede llamarlos a ellos
“neurotípicos”: neurológicamente típicos (los antiguos normales
de la escribalidad) reivindicando, así, su atipicidad neurológica.
Nace, entonces, la idea de neurodiversidad.
El punto clave del texto de Blume es el siguiente: “La neuro-
diversidad puede ser la clave crucial para la raza humana, como
lo es la biodiversidad para la vida en general. ¿Quién podría
decir qué forma de ‘cableado’ es la mejor en un momento dado?
La cibernética y la cultura de la computación, por ejemplo,
pueden favorecer a alguien con un tipo de mente autista”.
Para Thomas Armstrong (2010) la neurodiversidad se rige
11 https://www.theatlantic.com/magazine/archive/1998/09/neurodiversity/305909/

41
El Retorno a la Aldea

por los siguientes principios:


1. El cerebro funciona más como un ecosistema que como una
máquina.
2. Los seres humanos y los cerebros humanos se expresan a
través de un amplio espectro de competencias y habilidades.
3. La competencia del ser se define a partir de los valores de la
cultura a la que pertenece.
4. El hecho de ser considerado discapacitado o dotado de-
pende, en gran medida, de cuándo y dónde has nacido.
5. El éxito en la vida se basa en la adaptación del cerebro a las
necesidades del entorno.
6. El éxito en la vida también depende de la modificación de tu
entorno para ajustarlo a las necesidades de tu cerebro único.
7. La adaptación del entorno (construcción de nichos) incluye
elecciones profesionales y de estilo de vida, tecnologías de
asistencia, recursos humanos y otras estrategias que me-
joran la vida y se adaptan a las necesidades específicas del
individuo neurodiverso.
8. La construcción positiva de nichos modifica directamente el
cerebro, que, a su vez, refuerza su capacidad para adaptarse
al entorno.
9. Son las capacidades que empiezan a ser reconocidas en una
era donde se privilegia la creatividad basada en la diver-
sidad, como apuntaban Land y Jarman (1992).

Del nacimiento de la neurodiversidad se abren dos puntos


muy importantes:
1. El reconocimiento de que las formas neurológicamente atí-
picas deben de ser respetadas no solo en cuanto diferentes
sino por la riqueza con la que contribuyen a nuestra bio-
logía. El Simposio Nacional sobre Neurodiversidad cele-
brado en 2011 en la universidad de Siracuse lo define como:
“Un concepto en el que las diferencias neurológicas deben
ser reconocidas y respetadas como cualquier otra variación
humana. Estas diferencias pueden incluir aquellas deno-
minadas como dispraxia, dislexia, trastorno de déficit de
atención con hiperactividad, discalculia, espectro autista,

42
Ernesto Reaño

síndrome de Tourette y otras”. Más aún, se señala que la


neurodiversidad debe ser reconocida como una categoría
social, a la par del “género”, “etnicidad”, “orientación se-
xual” o “discapacidad física”. Es de esta manera que, en la
actualidad, los activistas por los derechos del autismo piden
que esta condición sea reconocida como una minoría: una
minoría que procesa (merced a su atipicidad neurológica) el
mundo de manera diferente.
2. El nacimiento de la era electronal: las nuevas tecnologías na-
cidas de la cibernética y el internet han favorecido la acep-
tación y promoción de la diversidad en detrimento de la ho-
mogeneidad, de lo establecido. En nuestros días tenemos no
solo la figura del consumidor de contenidos sino también la
del prosumidor: cualquiera puede expresar, por ejemplo en
la redes, su punto de vista por sobre la verdad. Así, nuestra
representación del mundo ya no persigue verdades obje-
tivas sino perspectivas del yo. El reino de la semejanza, de
lo homogéneo, de la normalidad, cede ante la diversidad
de las opiniones, de las cercanías que privilegian la convi-
vencia y no la exclusión.
Pero es la neurodiversidad —y este es el punto radical de
nuestra tesis– la que da nacimiento a la electronalidad, sobre
todo la capacidad de sistematización del autismo. El tipo de
mente autista, como anunciaba Blume y como veremos, fun-
ciona en perspectiva hacia sus intereses, su pensamiento basado
en detalles privilegia las asociaciones por cercanía, su manera de
conceptualizar el mundo tiende a sistematizar el saber y los ob-
jetos, coordinándolos. Y esto se asemeja a la antigua época oral.
Nuevamente, se produce sentido sobre la base de la diferencia.
Consideremos un punto previo al internet: la creación de
las computadoras y, en especial, el papel de Alan Turing. Si
bien nunca ha sido nuestra intención hacer diagnósticos post-
mortem y no hemos de plegarnos a la moda que lo certifica
como una persona Asperger, pero sí revisando detenidamente
su biografía, podemos apreciar que era una persona neurodi-
versa, no un neurotípico, un “normal”.
El punto central es reconocer el papel de las personas neuro-

43
El Retorno a la Aldea

diversas en el pasado —y presente— de la cibernética (cuando


esta corría paralelamente con la escribalidad) y de la internet
(que desplazó a la escribalidad instaurando, propiamente, la so-
ciedad electronal). Como hemos mencionado antes, la mitad de
quienes trabajan en Silicon Valley tienen alguna forma de au-
tismo, y en general, en las zonas donde hay un conglomerado de
empresas que trabajan en el campo tecnológico. Ya Blume (1998)
destacaba que de la mano del florecimiento de la neurodiver-
sidad venía la cultura de lo geeks12: refiriéndose a las empresas
de tecnología, Temple Grandin (2016) señala: “No existe una
línea divisoria blanco-negro entre los nerds computacionales o
geeks o Aspergers o autistas de alto funcionamiento”.
La interacción en línea no ha hecho sino reconectar a todos
aquellos “nómades” autistas y Aspergers creando un campo
cultural virtual, una tierra litoral. Pareciera que la escribalidad
ha sido solo un hito en la historia de la humanidad, donde la di-
versidad fue expulsada y la antigua oralidad emerge, renovada,
de los pacientes esfuerzos de miles de cerebros sistematizadores
por recobrar ese mundo perdido y diverso.

12 Término utilizado para referirse a la persona interesada especialmente por la


tecnología y la informática.

44
Ernesto Reaño

Capítulo III
La mente13 autista

Desde que Hans Asperger escribiese, por primera vez, la


palabra “autismo”, en 193814, a propósito de las personas que
hoy llamamos “autistas”, mucho nos hemos preguntado por
su estructura cerebral y la genética. Poco sobre cómo emerge la
mente autista como parte esencial de la evolución humana, y de
su papel en el desarrollo de nuestra cultura basada en las tecno-
logías electrónicas, nuestro mundo electronal.
Las relaciones entre cerebro y mente siempre han sido com-
plejas desde un punto de vista epistemológico, no porque no
sepamos que uno esté implicado en el otro sino por la forma en
que la mente se manifiesta.
Después del giro cognitivo de la década de 1960, las co-
rrientes oscilan entre un monismo ontológico: el cerebro y la
mente son una unidad en sí misma, y un dualismo metodológico:
la mente y el cerebro se hallan imbricados entre sí pero podemos
crear discursos distintos para, procedimentalmente, estudiar
cada campo.
Una tercera opción es la del emergentismo, como postula
Searle (1997) al señalar que la mente es una propiedad emergente
13 Sabrán excusar que en este acápite no hablemos, directamente, del cerebro autista
y lo que la neurociencia nos ha mostrado en las últimas décadas. La razón para ello es
que los hallazgos en este campo son tan heterogéneos y preliminares que utilizare-
mos, a lo largo de la obra, aquellos que puedan ser traducibles al campo mentalista,
que es el que nos convoca. Para una revisión actualizada de dicha cuestión, el lector
podría remitirse a Waterhouse, L., London & Gillberg. ASD Validity. J Autism Dev
Disord (2016) 3: 302.
14 La hija de Hasns Asperger, Dra. Maria Asperger Felder, señala que en una carta da-
tada el 14 de abril de 1934 su padre discute sobre las dificultades diagnósticas de un
caso y sugiere el uso del término “autismo”. Posteriormente, como veremos, Asperger
utiliza públicamente este término en una conferencia en el Hospital de Viena en 1938
y se ve impreso en 1944 en el marco de la publicación de su tesis doctoral.

45
El Retorno a la Aldea

del cerebro. Esto quiere decir que el cerebro es un sistema com-


plejo que puede dar lugar a tipos de estructuras con nuevas pro-
piedades que no existían en el punto de partida. Según Searle
(1997): “La conducta de las moléculas de H2O explica la liquidez,
pero las moléculas individuales no son líquidas”. Una metáfora
que va en esta línea es la que utiliza Gazzaniga (2011): para com-
prender la emergencia, debemos entender que existen distintos
niveles de organización; así, señala que si observamos una parte
aislada de un automóvil —por ejemplo el capote—, no podemos
predecir un fenómeno como el tráfico, no podemos analizar este
fenómeno desde las piezas del automóvil.

Una imagen que puede graficar de manera ge-


neral la idea de emergentismo está líneas arriba.
El hecho de que diferentes estructuras arquitectónicas sean si-
milares en diversas partes del mundo sin contacto entre sí re-
vela que las estructuras están motivadas por la función. Esto quiere
decir que de la necesidad frente a algo emergerá, con el tiempo,
una estructura que sea funcional a las satisfacciones de dicha
necesidad.
De manera similar ocurre, por ejemplo, con los mitos de las
sociedades orales y las nociones de religiosidad. Enfrentado a
interrogantes sobre la creación del universo o la muerte irre-
mediable, el ser humano crea historias y explicaciones de ultra-
tumba. Si uno hace una comparación entre los diversos mitos
de diferentes zonas geográficas, encontrará gran cantidad de
similitudes, tal como las halló Campbell (1949) en sus trabajos.
Antes de enfrentarnos a teorías que explicarían estas situaciones
lejos de nuestro mundo o a inconscientes colectivos, podríamos,
de manera más simple, explicarnos que, confrontado a hechos

46
Ernesto Reaño

similares, a necesidades comunes, emergieron en el ser humano


estructuras capaces de lidiar con estos aspectos impuestos a la
condición humana.
Es de esta forma como la mente humana es una propiedad
del cerebro que emerge como parte de la interacción social, en la
ontogénesis (es decir, en el desarrollo vital de cada individuo),
sin objetar las bases preprogramadas con las que el humano
viene al mundo.
Esta interacción conoce su momento “revolucionario” (To-
masello, 1999) a los nueve meses. Los niños entre los nueve y los
quince meses empiezan a implicarse en una serie de comporta-
mientos que muestran que el aprendizaje cultural se ha iniciado
y marcan su entrada al universo social:

Tomasello, M. 2010

Esto tiene que ver con la puesta en marcha de la escena de


atención conjunta, la cual, en resumen, consiste en la capacidad
del infante para seguir la mirada del adulto. En este momento
fundacional, emerge en el niño la noción de intencionalidad: hay
una razón por la cual el adulto focaliza su atención en algo y por
ello sigo su mirada hacia ese foco. El hecho de comprender que
el otro es un agente intencional es uno de los pilares de nuestra
cognición social. Podríamos decir que lo que llamamos mente,
en su nexo con el pensar15 parte de esta “revolución cognitiva”.

15 Estaría compuesto por la capacidad para representar, realizar inferencia y automo-


nitorear los procesos (Tomasello, 2014).

47
El Retorno a la Aldea

En este período, como vieron Carpenter, Akhtar y Toma-


sello (1998), también emerge el universo de los símbolos, pro-
piamente los lingüísticos, junto con la comprensión del otro
como un ser intencional y otras habilidades sociocognitivas y de
aprendizaje cultural16.
Llegados a este punto, la pregunta sería: ¿qué ocurre en el
cerebro-mente autista en este período en el cual debe irrumpir
la emergencia fundacional de la atención conjunta?
Justamente, alrededor de los nueve meses y del año, las
primeras señales del autismo empiezan a ser percibidas17. De
hecho, solemos ver como una muestra de señal de alerta que
hacia los dieciocho meses no emerja, de manera completa, una
escena de atención conjunta, base para la llamada “teoría de la
mente”, es decir, nuestra capacidad para atribuir intenciones a
la conducta de los demás.
La capacidad de ver al otro como un ser intencional es una de
las aristas en juego en el autismo. Se trata del pasaje de un yo a
un tú para formar una concepción representativa de un nosotros.
En el autismo/Asperger esto se trunca en diversas gradientes.
Eminentemente, se llegará a la concepción de un tú bajo una
premisa no tanto comunicativa como de conectividad (como
la necesidad actual de mantenerse en contacto intermitente en
los individuos neurotípicos en las redes sociales, por ejemplo)
acorde con los intereses particulares del yo autista.

16 Como el aprendizaje por imitación, la capacidad para señalar y los gestos comuni-
cativos asociados a la mímica.
17 Decimos “percibidas” porque no es que no existiesen antes. Adelantándonos a uno
de nuestros objetivos, señalamos que el autismo no es una enfermedad, ni siquiera un
trastorno: es una condición atípica del neurodesarrollo humano con la cual se nace,
por ende no existe ninguna cura y se lleva como forma de percibir e interactuar en el
entorno hasta el final de los días.

48
Ernesto Reaño

La irrupción del lenguaje


El lenguaje emerge en paralelo una serie de fundamentos so-
ciocognitivos, a saber:

a. Poder tomar una perspectiva (lo que hemos llamado


“atención conjunta”).
b. La capacidad de atribuir estados mentales a los demás.
c. La motivación para compartir dichos estados mentales.
Sin estos “pilares fundacionales”, lo que conocemos como
lenguaje —a saber, un sistema convencional de signos compar-
tidos por una comunidad y que, articulados, pueden producir
un discurso, un intercambio dialógico— no aparecerá.
Conviene hacer una distinción entre comunicación y lenguaje.
La comunicación alude, de la manera más vasta, a la transmisión
de señales entre un emisor y un receptor a través de un código
común, cualquiera que este sea. Según lo señalado, el lenguaje
es una forma más de comunicación, y a la inversa, el lenguaje no
es la única forma de comunicarse. Puede parecernos preferible,
porque estamos cognitivamente predispuestos para acceder al
lenguaje y tomamos como una desgracia cuando esto no se da.
Nuestra cultura, especialmente desde la aparición de la im-
prenta, sacralizó la palabra escrita, haciendo que los hechos de
la escritura fuesen más importantes que los del habla. Ya no solo
era necesario saber hablar, sino también leer y escribir para ac-
ceder al acervo, a esa “herencia cultural acumulativa”, usando
un término tomaselliano, que empezó a ser almacenada en los
libros.
No hablar —es decir, no actualizar, no utilizar los recursos
disponibles en la lengua, ese sistema compartido y que se en-
cuentra en la mente de cada hablante de una comunidad— no
significa quedar excluido de las diversas maneras de comuni-
carse. Lo sabemos desde el autismo, donde muchos no adqui-

49
El Retorno a la Aldea

rirán este sistema, pero pueden adquirir otros. Sabemos que el


autismo es un espectro de condiciones del neurodesarrollo. Sin
embargo, se ha tendido a clasificar, basándonos en conceptos
panlingüísticos, como severos a aquellos que no desarrollan un
tipo de comunicación verbal, y leves a quienes sí la adquieren. La
neurodiversidad y la electronalidad nos ayudan a comprender
mejor esto.
Desde la neurodiversidad, antes de hablar de severo o leve,
lo que nos importa es hablar de mayores o menores apoyos que
la persona necesitará en relación con el entorno donde viva.
Desde la electronalidad, sabemos que un sistema alternativo de
comunicación, sobre todo aquellos basados en las nuevas tec-
nologías, favorece la producción de sentido y de expresión de
aquellas personas autistas no verbales que pueden comunicar y
aprender tanto o más que una persona verbal.
Tendremos que señalar, entonces, que la evolución de los ele-
mentos sociocognitivos sobre los que se asienta la emergencia
del lenguaje se dan de manera diferente (como en el Asperger) o
no se dan (como en el autismo no verbal).

El lenguaje y sus usos


Muchos colegas hablan de “pragmática” para referirse no a
lo que ocurre en el campo del uso del lenguaje sino, también, a
estas primicias sociocomunicativas sobre las que se asentará su
estructura. Por ello es necesaria la siguiente digresión.
El lenguaje está compuesto de una serie de niveles. Somera-
mente podemos señalar que son:
• Fonológico: el que corresponde a la combinación de las repre-
sentaciones mentales de los sonidos de una lengua y su eje-
cución: /p/ /e/ /r/ /o/
• Morfológico: el nivel de la construcción de morfemas, poder
enunciar ‘perr-a’ / ‘perr-o’, según elección del hablante.
• Sintáctico: poder crear una frase: ‘el perro de Juan’.
Hasta aquí, se ha privilegiado, generalmente, según una mi-

50
Ernesto Reaño

rada chomskyana, el estudio del lenguaje.


Sin embargo, como bien viera Benveniste (1966), las uni-
dades de la lengua tienen una forma y un sentido, y el sentido,
aquí, constituye aquel elemento significante que permite que
los hablantes de una lengua puedan reconocer sus unidades, y
cómo pueden “constituir una unidad distintiva, opositiva, deli-
mitada por otras unidades e identificable por los locutores na-
tivos, para quienes esta es la lengua” (Benveniste, 1966: 127). El
sentido es, entonces, inherente a la lengua, al servicio interno de
la lengua y a sus niveles.
Sin embargo, la lengua como frase, como actualización en el
habla, es infinita; los fonemas, los morfemas, las palabras, son
finitas. En la frase se encuentra “la creación indefinida, la va-
riedad sin límite, la vida misma del lenguaje en acción” (Benve-
niste, 1966). Nuestro decir, entonces, se vuelca hacia el mundo
de los objetos y de los seres, hace referencia a ellos a través, tam-
bién, de un sentido externo, referencial, que nos permite crear
diálogos, discursos, y es aquí donde podemos postular un nivel:

• Semántico: al usar una palabra, el compartir referentes co-


munes, poder hablar de ellos gracias a una condición inten-
cional, es decir, los significados, los prototipos que sobre las
cosas tenemos en nuestra mente socializada, en nuestra cog-
nición social.
Y otro:

• Pragmático: El uso que una comunidad da a las frases, según


el contexto, a su situación de enunciación y que varía el
sentido de la frase: “El perro de Juan” puede aludir a una
mascota o a Juan mismo, dependiendo de dónde se enuncie.
Sobre las diferencias entre significado y sentido volveremos
en otro capítulo.
En este último nivel, el cual presenta peculiaridades en el
autismo verbal en general y en el llamado trastorno pragmático
del lenguaje en particular, es donde se producen diferencias de
enfoque.

51
El Retorno a la Aldea

Como señalábamos, dentro de la práctica clínica de la prag-


mática, autores como Cummings (2009) la reservan exclusiva-
mente al terreno del lenguaje: “La pragmática trata sobre el
conocimiento que lleva al hablante a emplear un enunciado
para lograr cierto efecto comunicativo” (Cummings, 2009: 7).
En cierto sentido debemos estar de acuerdo en que equiparar
los fundamentos sociocognitivos del lenguaje a una pragmática
más extensa puede traer problemas en la localización del campo
de acción y de estudio. Por ejemplo, cuando se llega a equiparar
comunicación con pragmática.
Pero no es menos importante para nuestros fines señalar el
carácter de uso que existe bajo cualquier intento comunicativo
que busca atraer la atención de un otro. Así, el uso de un sistema
de comunicación aumentativa alternativa —por ejemplo, para el
autismo no verbal— supondrá, también, sus peculiares caracte-
rísticas pragmáticas de uso en el establecimiento de la comuni-
cación. Convengamos, entonces, en que la pragmática, al estar
signada por el uso cultural, el conocimiento del contexto, la ca-
pacidad de atribuir sentidos, es el área del lenguaje donde los
elementos de la cognición social, del saber acerca del mundo de
una comunidad, se concentran. Y si de algo está impregnado el
lenguaje es de elementos culturales: desde las áreas sociocomu-
nicativas sobre las que se asienta hasta el significado que cada
hablante nativo conoce sobre sus niveles de estructuración y en
el uso dado al transformarse en enunciado en el discurso.
En resumen, son dos las formas bajo las cuales se adquieren
las futuras funciones del lenguaje, los fundamentos sociocomu-
nicativos, y que son el germen del lenguaje (el cual, como hemos
visto, no puede entenderse únicamente como sintaxis, o estruc-
tura, separado de los niveles semántico y pragmático), tal como
señala Tomasello (2010): el señalar y la mímica.

52
Ernesto Reaño

Como vemos, hacia los nueve meses —momento al que


hemos llamado “revolución cognitiva”— el niño empieza a
comprender intenciones para luego compartirlas en lo que lla-
mamos la atención conjunta. Aparece, entonces, la capacidad de
señalar según:

• Aquellas que tienen que ver con pedir una acción: son las que
aparecen primero y que son el germen del señalamiento para
pedir ayuda, imperativo (germen posterior de las formas im-
perativas en el lenguaje).
• Aquellas que tienen que ver con compartir emociones: tienen que
ver con el señalamiento posterior para compartir actitudes
y donde se asentarán las funciones expresivas del lenguaje.
• Aquellas que tienen que ver con señalar para ofrecer ayuda: donde
se asentarán las funciones informativas del lenguaje, los de-
mostrativos y deícticos, por ejemplo.
Por otro lado, la mímica temprana —sobre todo en el uso de

53
El Retorno a la Aldea

gestos convencionales e icónicos— sirve para complementar los


señalamientos e implican que tras esos gestos el receptor ima-
gine “algo parecido a X”.
Los gestos icónicos convencionales aparecen en los niños,
según Iverson, Capirci y Caselli (1994), durante su segundo año
de vida, gestos deícticos casi enteramente convencionales. Por
ejemplo: ladear la cabeza para expresar “no”, agitar la mano
para decir “adiós”, levantar las palmas para indicar “no está”,
levantar los brazos para mostrar que algo es alto, soplar para
señalar que algo está caliente, agitar los brazos para imitar a un
pajarito o jadear para hacerlo como un perro.
Sin embargo, como apuntan Danon-Boileau, L., Hudelot, C.
y Salazar Orvig, A. (2002) y Tomasello (2010), desde los trece
meses podemos encontrar gestos que tienen, con seguridad,
valor icónico y que responden a una situación diádica, dialó-
gica, entre el niño y el cuidador. Dos ejemplos pone Tomasello
(2010):
“Ejemplo 22: a los trece meses de edad, X hace la mímica de
morder para indicar una acción que supuestamente no debería
realizar con un objeto. Glosa: observa mi acción de morder: eso
es lo que haré con este objeto.
"Ejemplo 23: A los catorce meses, X inclina la cabeza hacia un
costado para indicar a su mamá qué debe hacer para librarse de
un recipiente colocado en su cabeza. Glosa: mira lo que hago y
hazlo tú”
Lo central, desde la perspectiva que venimos manejando, es
lo siguiente:
1. El señalamiento cooperativo humano se traduce en el len-
guaje en los demostrativos y deícticos.
2. Los gestos icónicos humanos son el germen de las palabras
del lenguaje con sentido: sustantivos y verbos.
Ahora bien, como hemos adelantado, para la mente autista,
en lo que se refiere a la comunicación y el lenguaje, los caminos
son distintos.

54
Ernesto Reaño

La emergencia de la escena de atención conjunta y de los


fundamentos sociocomunicativos puede seguir los siguientes
caminos:

a. No emerge la escena de atención conjunta ni los funda-


mentos sociocomunicativos: en este caso no habrá una
emergencia del lenguaje y aquellos deben ser trabajados
para estimular la comunicación, siempre basada en los in-
tereses primigenios de cada niño particular. La atención
conjunta deberá ser enseñada a través de los intereses es-
pecíficos. El objetivo será enseñar alguna forma ad hoc de
comunicación aumentativa alternativa.
b. Hay un retraso en la emergencia de la escena de aten-
ción conjunta y de los fundamentos sociocomunicativos:
el asentamiento del lenguaje comprenderá un amplio es-
pectro que irá desde una aparición de una estructura lin-
güística enteramente funcional (desde la función apelativa,
señalar, pedir; mas no desde el polo emotivo del lenguaje,
dificultad en la expresión de los estados de ánimo) hasta
una adquisición de la sintaxis completa —como en el As-
perger—, pero desprovista del nivel pragmático. He aquí
que las capacidades sociocomunicativas fundamentales
(que devienen en lo pragmático) han de ser enseñadas.

Esto tiene relación con otra capacidad de descodificación de


la intencionalidad. Sabemos de la íntima relación entre la emer-
gencia de la escena de atención conjunta y la llamada “teoría de
la mente” (Cummings, 2009; Saxe yBaron-Cohen, 2007).
Cuando hablamos de “teoría de la mente”, nos basamos en
la llamada “psicología de las creencias” (tomar algo por cierto) y
de los deseos (querer) que forman parte de nuestra “psicología
popular” (folk psychology): asumimos que los deseos y creencias
existen. Por tanto:
Teoría de la mente: las personas tienen una mente que es la
suma de sus creencias, deseos, emociones e intenciones. Sobre
esta base, uno explica por qué los sujetos actúan como lo hacen
y predice qué harán.

55
El Retorno a la Aldea

Un individuo tiene una “teoría de la mente” si puede atri-


buirle estados mentales a otro.
El desarrollo de la “teoría de la mente” tiene un nexo estrecho
con el lenguaje a posteriori: la adquisición, justamente, de los lla-
mados verbos epistémicos; aquellos que nos permiten atribuir
estados mentales a los demás, como ‘saber’, ‘creer’, ‘suponer’,
etc., son decisivos en la comprensión de la intencionalidad entre
los cuatro y seis años (y difíciles de comprender y de usar en
niños autistas verbales). Sin embargo, como señalamos, el nexo
primigenio se da en la llamada escena de atención conjunta, y
más precisamente, en la capacidad de sistematización que pri-
vilegia la mente autista por sobre la capacidad de empatizar.
Examinemos este punto.

El cerebro sistematizado
En el año 2003, en su libro La gran diferencia, Simon Ba-
ron-Cohen habló por primera vez de la diferencia entre el ce-
rebro masculino y el femenino y sus relaciones con el autismo.
Resumiendo, a través de una serie de investigaciones, este autor
llega a la conclusión de que el cerebro de tipo masculino tiene
una mayor inclinación hacia la sistematización y que el de tipo
femenino una mayor hacia la empatía. Evidentemente, ser
hombre o mujer no determina si uno tiene un cerebro masculino
o femenino de por sí. Esto quiere decir que el género está en la
mente.
La incidencia del autismo en mujeres, hace unos años, era
dada por una ratio de cinco hombres por mujer. Un artículo de
Meng-Chuan, Baron-Cohen y Buxbaum (2015) muestra que la
proporción ha aumentado: actualmente es de tres hombres por
mujer. No ha aumentado el número de mujeres con autismo:
ahora se diagnostican más, sobre todo en el grupo de quienes
son Asperger.
Un experimento pionero de Conneland y Ba’tky (Ba-
ron-Cohen, 2003) mostró lo siguiente a cien niños y niñas de un

56
Ernesto Reaño

día de nacidos en una maternidad:

El rostro y el móvil presentado a los recién nacidos.

Baron-Cohen, S. 2003

Por un lado, el rostro de una de las investigadoras sonriendo


y moviéndose de manera natural frente a ellos, y luego, un
móvil hecho con una pelota del tamaño de la cabeza de la in-
vestigadora, donde los componentes del rostro eran disímiles y
con añadidos metálicos. Los investigadores no sabían el sexo del
infante y solo después, a través de las grabaciones, se supo. El
resultado fue que la mayoría de las niñas prestaba una mayor
atención sostenida al rostro y la mayoría de niños al móvil. Unas
privilegian la empatía, otros la sistematización.

57
El Retorno a la Aldea

Basándose en una aserción de Hans Asperger (1944), quien


describiese la personalidad autista como una variante ex-
trema de la inteligencia masculina, Baron-Cohen (2002) y Ba-
ron-Cohen, Lutchmaya y Knickmeyer (2004) determinaron, a
través del estudio de la teoría de la “testosterona prenatal” y
amplios estudios que denominan “cocientes de empatía”, “es-
calas de sistematización”, que el cerebro autista es una versión
extrema del cerebro masculino en cuanto a su capacidad de sis-

58
Ernesto Reaño

tematizar. En el gráfico, el “extremo tipo S”.


Definiendo esquemáticamente los conceptos que venimos
usando:
• Sistematizar implica buscar las reglas por las que se rige un
sistema para poder predecir cómo evolucionará (donde lo
más importante es lo que diferencia a los sistemas entre sí,
por ejemplo, los celulares: ninguno es igual a otro aunque,
por procesos de categorización, la población en general, los
asuma como perteneciente a una misma clase).
a. La empatía cognitiva (la lectura de los gestos asociados a
determinada emoción).
b. La empatía afectiva (el ajuste a los sentimientos del otro).

Las dificultades en el autismo no están en no sentir con el


otro sino en decodificar dichas emociones.
Por ello, si la tarea que deba realizar la persona autista/As-
perger se encuentra asociada a la capacidad de sistematizar, po-
demos encontrar talento dentro del área específica del sistema
de su interés.
Si la tarea supone que deban ponerse en marcha los meca-
nismos de la cognición social que implican el lado cognitivo de
la empatía, encontramos dificultades (sociales).

La mente sistematizadora y el
talento
Así como una araña no puede evitar tejer sus telas (es lo que
se supone deben hacer por naturaleza), la persona con autismo o
Síndrome de Asperger tiene que sistematizarlo todo porque su cerebro
funciona así. De hecho, que se interesen obsesivamente por ciertos
temas demuestra el fuerte impulso que sienten de sistematizarlo todo
(Baron-Cohen, 2008).
Desde los trabajos de Temple Grandin (1995) e Hilde De
Clercq (1999/2006) sabemos que el cerebro autista, la mente au-

59
El Retorno a la Aldea

tista, posee una excelente atención a los detalles que forman un


objeto o sistema. Esto tiene que ver, por un lado (volveremos a
este punto) con que las leyes de la Gestalt (sobre todo aquella de
la totalidad) suelen operar de manera inversa en el autismo: no
del todo a las partes sino de las partes al todo. Además, por co-
nexión con la hipersensibilidad (auditiva, olfativa, visual, táctil)
que se presenta en el autismo, la persona privilegiará detalles
a través de los sentidos que la persona neurotípica no puede
registrar.

El terreno de la sistematización es el del talento para la per-


sona autista (Baron-Cohen, 2010). Se sistematiza en torno a re-
gularidades (o estructuras) y reglas siguiendo el modelo lógico:
si p, entonces, q (p ——- q), que, además, es el modelo na-
tural que usamos en la vida cotidiana: si es viernes, entonces,
comemos pescado; si multiplico 3 por sí mismo, entonces, ob-
tengo 9; si presiono el interruptor hacia abajo, entonces, la luz
se apaga…).
Siguiendo a este autor, una secuencia de movimientos pro-
ducidos en pasos si p entonces q, si el cubo rojo con el lado verde
es posicionado en la capa superior sobre el lado derecho y roto
la capa superior en sentido inverso a las manecillas del reloj en
90 grados, entonces esto completará la capa superior de un solo
color.
El cubo de Rubik tiene 21 cubos movibles en su versión de 3
x 3 x 3.
En términos de input-operación-output: si el input = 3, y la
operación = “cubear”, luego el output = 27. Así, el input = (el cubo
rojo con el lado verde es posicionado en la capa superior sobre

60
Ernesto Reaño

el lado derecho), la operación = (roto la capa superior en sen-


tido inverso a las manecillas del reloj en 90 grados) y el output
= (esto completará la capa superior de un solo color) en 22 mo-
vimientos, como descubrió un chico autista (Baron-Cohen, As-
hwin, Ashwin, Tavassoli y Chackrabarti, 2010).
Para una mente prefigurada para pensar en detalles y de esos
detalles elaborar conceptos, el concepto es un sistema en sí.
Como veremos, la mente neurotípica categoriza así. Bajo la
categoría ave se concentrará una serie de ejemplares que man-
tengan una semejanza con el prototipo que de esta tengamos
(un gorrión, por ejemplo). La mente que sistematiza, que opera
bajo detalles, que se centra en las diferencias entre estos más que
en las semejanzas. No categoriza, sino que arma listados de los
ejemplares posibles de ave. Tal como si pusiésemos en Google
“ave” y diéramos clic en imágenes: se encuentran enlazadas
entre sí (en el link) por su cercanía, no por su semejanza.
Para este tipo de mente, también, la empatía cognitiva, el
reconocer los gestos asociados a las emociones, supone un
problema no como discapacidad, sino como ralentizador de la
maquinaria sistematizadora en sí. La mente autista, en su función
primordial de sistematizar, tiene la capacidad de hiperfocalizar
la atención según sus intereses particulares, construir a partir de
detalles, conservar la información en un tipo de memoria a largo
plazo que es superior a la neurotípica.

61
El Retorno a la Aldea

Para que este sistema funcione se necesita de la obsesividad


dirigida, de la pasión por los detalles. Todo aquello que se funda
en desarrollar las capacidades sociocomunicativas y aquello que
de la cognición social tiene el comprender la gestualidad solo
retrasa el funcionamiento de este tipo de mente en particular.
Lo entorpece, pero en pro de un beneficio cultural: la dificultad
para la adquisición de una teoría de la mente, de la lectura de
los gestos asociados con emociones, está puesta al servicio de
los beneficios de una mente que tenderá a volverse experta en
sus temas de interés. No se logran los grandes descubrimientos
si no es por la persistencia de quien trabaja sistemáticamente en
su objeto de estudio y que no deja su observación en pro de la
actividad social.
Desde el nacimiento, la mente autista es sistematizadora, por
ello no emerge (o tarda y nunca de modo completo) la escena
de atención conjunta, base, como hemos visto, para el universo
social neurotípico.
Y si no emerge (o lo hace de manera incompleta) es porque
no es necesaria para este tipo de mente. Y si hemos de enseñar
atención conjunta y las capacidades sociocomunicativas que la
acompañan es porque la sociedad —que mayoritariamente se
considera neurotípica— las considera necesarias para la calidad
de vida que depara, justamente, lo que se concibe como vivir.
En la mente autista emergen las destrezas propias al análisis
detallado de los sistemas, no los de la cognición social.
La electronalidad ha venido para acabar, en parte, con este
mundo y con sus prerrequisitos y para permitir que este tipo de
mente fluya sin impostaciones. Veremos por qué 😮.

62
Ernesto Reaño

Capítulo IV
Oralidad - escribalidad -
electronalidad: producciones del
sentido y neurodiversidad

Muchos niños autistas se sienten más cómodos con los iconos que
con el lenguaje. Presionan un icono en la pantalla y el iPad hablará
por ellos. Es un ejemplo de cómo puede mejorar la calidad de vida de
las personas brindándoles nuevas vías de comunicación.
Steve Silberman
Imaginemos las siguientes situaciones:
01. Le preguntan oralmente a Pedro si desea ir a pasear y él
responde: “Está lloviendo”.
02. Pedro ve el pronóstico del tiempo, el cual señala que llo-
verá, y deja una nota en el escritorio de un colega: “Va a
llover”.
03. Pedro recibe un mensaje en su WhatsApp: “¿Vamos a pa-
sear?” Textea: “Está lloviendo”, pero siente que su mensa-
je es muy parco y decide añadirle “☹️”.
En los casos 1 y 3 notamos que el vínculo entre Pedro y su
interlocutor se encuentra cargado de expresividad, de la nece-
sidad subjetiva que supone la relación que existe entre un yo y
un tú.
En (1), Pedro apela a las capacidades de su interlocutor para
extraer las inferencias, merced al principio de relevancia, que le
permiten interpretar su negativa al paseo.
Confrontado frente a la “frialdad” de la frase (cuando se le
separa de su situación de enunciación), en (3) vemos a Pedro
añadiendo un emoji que trata de rescatar la gestualidad y la pro-

63
El Retorno a la Aldea

sodia perdidas… perdidas para siempre como en (2), pues lo


que está escrito allí carece de ellas y solo remite a lo que la frase
“va a llover” significa: tiene significado, mas no sentido. El sig-
nificado de la frase alude directamente, en este caso, a un fenó-
meno meteorológico. Por ello, Ducrot (1985) nos enseñó que la
frase solo tiene instrucciones para buscar dónde fue dicha y así
recuperar su sentido; en este caso, en (1), no solamente dicho fe-
nómeno sino la negativa a pasear. En (2) y (3) Pedro emplea este
código, una invención (la frase) que busca hacer permanente el
enunciado, lo dicho, lo oral. Pero solo en (3) se activa su nece-
sidad expresiva de hacer que su texto se acerque lo más posible
a lo oral.
Preguntémonos el porqué.
Siguiendo lo estudiado por Biondi y Zapata (2006), sabemos
que podemos reconocer tres sistemas culturales (condicionados
a determinadas tecnologías de la información) que han acompa-
ñado al hombre en su decir: la oralidad (como en el caso de 1), la
escribalidad (como en 2) y la electronalidad (el ejemplo 3).
Debemos hacer las siguientes salvedades:
• Oralidad no implica simplemente hablar.
• Escribalidad no supone el mero acto de escribir.
• Electronalidad no tiene que ver con la simple digitación en un
medio informático.
Durante dos años hemos trabajado, a través de diferentes
ensayos, para comprender cómo la electronalidad, la etapa que
privilegia la producción de sentido merced a las nuevas tecnolo-
gías, favorece la expresión de un tipo de mente autista.
Habiendo tomado como partida la teoría de Zapata/Biondi,
es hora de precisarla y afinarla para el tema que nos compete.
Por ello, por razones de claridad en la exposición y para poder
operacionalizar los términos usados, proponemos los siguientes
cambios:
En cada uno de estos tres sistemas encontramos las siguientes
funciones de producción de sentido:

64
Ernesto Reaño

a. Representación objetivada / representación en perspectiva.


b. Asociaciones por semejanza (metáfora) / asociaciones por
cercanía (metonimia).
c. Lógica subordinada / lógica coordinada (yuxtapuesta).
Mientras que el sistema adscrito a la escribalidad tuvo en la
imprenta una forma de difusión nunca antes vista (sobre todo
para los parámetros de alcance de sistemas basados en la palabra
como tecnología de información) supuso la creación en serie de
un primer objeto —el libro—, y con ello la homogenización de
una forma de perspectiva: aquella de la verdad, la que remite al
libro: depositario de la verdad y del saber, lo que objetivamos
en las definiciones que poseen un referente ya marcado, aquel
que se señale en el texto propicio es la representación objetivada
de la realidad.

Esto tiene que ver con lo que Buhler (1934/2009) llamaba fun-
ción representativa: el camino que lleva del emisor al receptor,
del yo al tú, en la comunicación está mediado, mediante el uso
de signos, por la representación compartida que tenemos sobre
aquello a lo que nos referimos.
Si el mensaje enfatiza en la exteriorización de sentimientos y
pensar del yo, hablamos de función expresiva. Por ejemplo: “Qui-
siera salir a pasear”.
Si se centra en el tú nuestra demanda hacia este, nos refe-
rimos a la función apelativa. Por ejemplo: “¡Salgamos a pasear!”
Al salir de estas dos últimas funciones, la representativa, la
realidad (objetos y estado de cosas), tiende a “objetivarse” en el

65
El Retorno a la Aldea

sistema escribal.
Durante la época escribal, los debates (científicos, por
ejemplo) suponían espacios delimitados, textos referenciales
sobre los cuales establecer la línea argumentativa.
Los que estaban ajenos al lugar físico del debate, ya sea epis-
tolarmente (revistas) o al sitio del encuentro debían, forzosa-
mente, enterarse a destiempo y acaso con la imposibilidad de
participar.
Hoy, cualquier persona con acceso a internet puede abrir un
blog, una web, usar las redes para expresar su opinión respecto
de X. Surge la figura del prosumidor (el creador de contenidos y
no mero consumidor), productor y consumidor de signos.
El camino hacia la representación toma en cuenta, entonces,
mi perspectiva X frente a la definición canónica (objetivada de
la realidad) de la era escribal. Frente a la homogenización, las
formas de la electronalidad favorecen la diversidad. La repre-
sentación deviene, entonces, en perspectiva.
Para los fines que nos ocupan —los modos en que produ-
cimos sentido—, los signos de nuestro lenguaje se estruc-
turan, siguiendo a Jakobson (1956), según la facultad de:
A) selección (sustitución): por ejemplo, en la frase: “los girasoles
de María” puedo sustituir la unidad ‘girasoles’ por ‘geranios’; y
B) combinación (entre unidades que coexisten en la misma frase):
en la misma frase cada elemento tiene un orden gramatical para
tener sentido, por ejemplo, combinar los elementos de la si-
guiente manera: “de girasoles María los” afecta la construcción
de sentido.

66
Ernesto Reaño

De esta forma, el sentido de una palabra es determinado tanto


por la influencia de las que están a su alrededor (contexto) en el
discurso y por aquellas que podrían haber tomado su lugar18.
Nuestro lenguaje está formado de signos que se organizan en
sintagma y paradigma y, como veremos, esta verticalidad (el pa-
radigma) y horizontalidad (sintagma) crean patrones no solo en
el uso de nuestra lengua sino de nuestra cognición: son padrones
culturales: los elementos del paradigma subordinan, vertica-
lizan; los del sintagma coordinan, yuxtaponen, horizontalizan.
Es en las dificultades del lenguaje donde Jakobson (1956)
halla la prueba de que ambos mecanismos son independientes.
Esto lo lleva a señalar: “El desarrollo de un discurso puede ha-
cerse a lo largo de dos líneas semánticas diferentes: un tema (tópico)
puede llevar a otro sea por semejanza, sea por contigüidad. Lo
mejor sería, sin duda, hablar de proceso metafórico en el primer
caso y de proceso metonímico en el segundo, ya que encuentra
su expresión más condensada uno en la metáfora, el otro en la
metonimia”. Dos líneas semánticas a través de las que produ-
cimos sentido: las que privilegian la asociación por semejanza
(metáfora) y las que lo hacen por cercanía (metonimia)
De manera general, sabemos que la metáfora es una figura
retórica donde se traslada el sentido usual de las palabras a otro
figurado, gracias a una semejanza tácita: el otoño de la virtud.
La metonimia es una figura retórica donde se designa algo
con el nombre de otra cosa, tal como señala la RAE: “tomando
el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo
por la cosa significada, etc.; p. ej., las canas por la vejez; leer a
Virgilio, por leer las obras de Virgilio; el laurel por la gloria, etc.”.
Entonces, para Jakobson, si en la metáfora un objeto es desig-
nado por el nombre de un objeto semejante, esto es similar a lo
que ocurre en el eje paradigmático. Si en la metonimia un objeto
es designado por el nombre de un objeto que le es asociado en
18 Basándose en sus observaciones sobre la afasia, Jakobson (1956) remarca que
cuando esta ocurre sobre A se afectan las operaciones metalingüísticas, y cuando
ocurre en B, la capacidad de mantener la jerarquía de las unidades lingüísticas. En A
quedarían suprimidas las relaciones de semejanza y en B las de contigüidad (cercanía).
En A la dificultad se asocia con el eje paradigmático, y en B con el sintagmático.

67
El Retorno a la Aldea

la experiencia, sería asimilable al eje sintagmático. La idea es


ver, semióticamente, a estas figuras no solo en su sentido retó-
rico sino como patrones culturales, como hemos apuntado en
el capítulo anterior: verticalidades y horizontalidades que tras-
cienden el lenguaje para instalarse en nuestro imaginario social
compartido.
La escribalidad privilegia las asociaciones por semejanza
(metáfora) en su intento de objetivar la realidad sobre el texto,
la representación por semejanza de aquello que ha de reprodu-
cirse como norma según el texto: el mundo se sustituye sobre la
base de lo similar (lo paradigmático). La oralidad y la electro-
nalidad privilegian asociaciones por cercanía (metonimia) dado
que el discurso que se genera del yo al tú conoce un discurrir
que puede ir de un tema a otro sin tener que quedar fijado y se
asocian vivamente a la experiencia inmediata: usan la capacidad
de combinación y de contexto y el resultado lo es en tanto un ele-
mento se define en su relación con otro por encontrarse próximo
a él. Por ello encuentra mayor cabida el terreno de la diversidad.
Y la cercanía, la asociación por contigüidad, lleva a cons-
trucciones asociadas, no solo lingüísticamente, a formas coordi-
nadas, yuxtapuestas. El discurso oral y electronal lleva a un dis-
currir que no tiene fin más que en las posiciones y perspectivas
de un tú y de un yo donde no es necesario marcar jerarquías,
sino la fluidez. Lo mismo a modo de patrones culturales: la ló-
gica yuxtapuesta como patrón cultural a la juntura, a la aglome-
ración, como veremos más adelante.
En modo diferente, las subordinadas imperan en la escriba-
lidad. Y las estructuras lingüísticas que privilegian no quedan
en el trazo del lenguaje (escrito/impreso) sino que componen
toda una lógica que abarca el universo entero, como en el caso
anterior, de nuestro uso y construcción de tsignos en general.
Resumiendo, la representación paradigmática hace que un
elemento represente a otro en ausencia, principio de la metá-
fora, de lo que predomina en lo escribal: allí donde el rey re-
presenta al pueblo podría ir un presidente. Estos dos conceptos
son abstracciones. Aquí corresponde la lógica subordinada: pa-

68
Ernesto Reaño

radigma-semejanza-metáfora-construcción subordinada.
En la oralidad y en la electronalidad las representaciones son
sintagmáticas: se dan por cercanía, en presencia, principio de la
metonimia: el cacique del pueblo es parte de él por su cercanía
con el resto de pobladores, no es una abstracción que represente
a la colectividad. Importa la cercanía, lo contextual, como ocurre
en nuestro mundo electronal el poder hacer links para dar sen-
tido al (ciber)espacio. Sintagma-contigüidad-metonimia-cons-
trucción coordinada.
Veamos cada una de estas funciones de producción de
sentido.

Función 1.
Representación objetiva /
Representación en perspectiva
En el sistema oral se da una representación subjetiva, en pers-
pectiva, del mundo. Como hemos visto en el capítulo anterior,
esto ocurre en un sistema que tiene como tecnología principal
a la palabra hablada. Los mitos, las tradiciones orales, que tratan
de explicar diversas situaciones de los orígenes o de la vida co-
tidiana, no buscan un contraste objetivo: no está en su lógica el
proponérselo. Un mito, un relato, puede diferir entre regiones
cercanas, pueden contar, en esencia lo mismo, pero con varia-
ciones, sin que exista un canon al cual acudir para verificar su
autenticidad: la precisión como parámetro, en estos casos, no se
considera.
Toda sociedad oral conoce, sí, determinadas rimas o formas
mnemotécnicas que les permiten recitar largos cantos o historias.
Y este es un asunto de asociación por cercanía, por contigüidad.
En el sistema escribal se privilegia una representación objetiva
del mundo merced a la palabra escrita / impresa. Es el mundo de
las definiciones, de la verdad, como hemos visto, tal como se
configura y se ordena desde los textos al mundo. Es el universo
regido por fórmulas:

69
El Retorno a la Aldea

Estas fórmulas no solo son las de las matemáticas, ni las que


pretenden explicar la mecánica del Cosmos. Es el mundo de los
códigos, leyes, recitaciones, donde la memoria juega un papel
importante para contestar exactamente a lo que las cosas son.
Es el mundo de los antiguos catecismos, por ejemplo. Un libro
objetiva la realidad.
En el sistema electronal, la palabra electrónica, sea tipeada, tex-
teada o a través de emojis, configura un privilegiamiento que
retorna a las representaciones subjetivas. Hemos hablado ya de
la figura del prosumidor: importa la perspectiva que dé a los he-
chos, cómo los narre, el azaroso mundo de la posverdad: la ob-
jetividad tiene menor peso o valor que las funciones que apelan
a la emoción del individuo o grupo.
Esto se ve reflejado en los hechos del lenguaje corriente: in-
tente que un millenial defina algo a la antigua usanza canónica
y verá no se aproxima por un concepto retenido en la memoria
sino por una serie de demarcadores (Zapata y Biondi, 2006) que
tratarán de contornear una representación ajustada a la pers-
pectiva particular: “es como si…”; “o sea…”; “por ejemplo…”;
“entonces…”.

70
Ernesto Reaño

Función 2.
Asociaciones por semejanza /
Asociaciones por cercanía

En las ilustraciones, la primera sería un ejemplo de asocia-


ción por semejanza: los pétalos de girasol que asemejan al fuego
(en una publicidad de aceite de girasol) descubren el valor de
una a otra porque es preciso convocar la similitud de algunos
elementos en una imagen mental: así se produce el sentido. La
segunda, un ejemplo de asociación por cercanía: a primera vista
es un cono de helado, que en un segundo momento debo des-
componer en dos elementos que lo integran: la tierra derritién-
dose y el cono en sí y que adquiere sentido por la asociación
de dos elementos que en cercanía crean un nuevo signo con un
significado independiente a la suma de sus partes.
En el sistema oral, la palabra hablada hace que prime el
privilegio de las asociaciones por cercanía en la producción
del sentido. El lenguaje de la épica, de las tradiciones orales,
contempla el uso preferente de la metonimia: de las partes
hacia el todo, asociaciones por cercanía, por contigüidad.
La figura del narrador de historias que es un uno que se di-
rige a todos es un ejemplo de metonimia en su estricto sen-
tido de significación imaginaria de la sociedad (Folley, 1988).
La escribalidad, y la semejanza impuesta por la palabra impresa,
privilegia las asociaciones metafóricas.
En la electronalidad se retorna al privilegio de las asociaciones
por cercanía. Un ejemplo de esto son los hechos del lenguaje

71
El Retorno a la Aldea

que encontramos, como hemos anotado, en el uso de demarca-


dores que tienden a lo subjetivo cuando se trata de definir algo.
Por otro lado, la palabra electrónica en las redes tiene mucho de
ejecución de sentido por cercanía: piénsese en un estatus de Fa-
cebook donde alguien comenta y luego se torna una “sábana”
donde el último opinante acaso si lee los dos comentarios ante-
riores de la discusión, generándose verdaderos cadáveres exqui-
sitos sin objeto expreso.
La palabra electrónica, a través del texto con el uso de acró-
nimos (YOLO), supresión de vocales al redactar y uso de emojis,
favorece también asociaciones por cercanía: el más rápido la
creación de una frase metonímica que dé una metafórica en 140
caracteres, del Twitter, por ejemplo.

Función 3.
Lógica subordinada / Lógica
coordinada
Whorf (1939) enseñó que la gramática, la sintaxis de nuestra
lengua tiene una estrecha relación con nuestro pensamiento. Es
decir, cuando usamos el lenguaje nuestra cognición se acomoda
a un filtro de realidad encauzado por las estructuras de nuestra
gramática.

Hemos visto, con Jakobson, que hay dos directrices en el


privilegio de la creación de sentido: aquella que tiene que ver
con las formas de la semejanza (metáfora) y de la cercanía-con-

72
Ernesto Reaño

tigüidad (metonimia). Las primeras llevan de manera “natural”


a las construcciones sintácticas de tipo subordinado y las se-
gundas a las de tipo coordinado. Que un sistema cultural pri-
vilegie una de estas dos construcciones tiene que ver no solo
con los usos del lenguaje sino con la cosmovisión propia que
atraviesa a esa sociedad en particular.
Recordemos que una subordinada tiene la forma:
“Voy al cine
porque
me gusta
que
me lleven”.
Como vemos, las frases se subordinan, dependen unas de
otras, en virtud de los nexos subordinantes “porque” y “que’”,
en este caso en torno a una principal: “Voy al cine”.
En el caso de las coordinadas encontramos formas como:
“Voy al cine, después a comer y a mi casa”.
En este caso lo que prima es la unión de componente gracias
a nexos conjuntivos (“después”, “comer”) coordinados, donde
cada frase tiende a ser independiente.
Un sistema oral, tenderá al predominio de las formas coordi-
nadas en la construcción de los usos del lenguaje y, también, de
sus formas de concebir el orden con el que se establece sentido
al mundo: el ejemplo más notable es la arquitectura:

Una choza, un iglú, cualquier vivienda creada en sociedades

73
El Retorno a la Aldea

basadas en la oralidad, tenderán a estar compuestas de un solo


espacio sin divisiones al cual irán, por su función (no determi-
nada de manera previa), incorporándose elementos que se su-
marán unos a otros, de manera conjuntiva, coordinada, emer-
gente, el espacio que se habita. Ninguna de estas construcciones
señala dónde debe ir el lecho, donde el carbón y la marmita,
dónde las provisiones, en qué lugar se guardan los utensilios
o la ropa. La distribución del espacio se da en función de las
necesidades situacionales del usuario, siguiendo la estructura,
justamente, de la frase coordinada donde un elemento se yuxta-
pone con otro.
“Voy al cine, después a comer y a mi casa”. Como anotá-
bamos, un territorio sintagmático donde una frase cobra sentido
con otra gracias a su cercanía (metonimia), de la misma manera
que la arquitectura en estas sociedades. La estructura cognitiva
de las sociedades basadas en la palabra hablada, en la oralidad,
tenderá a privilegiar una cosmovisión coordinada del mundo.
En el sistema escribal, con la invención de la escritura, apa-
rece también el predominio de la forma subordinante, al menos,
en principio, en las clases dirigentes. En Grecia llega a su apogeo
una forma arquitectónica con predominio subordinante (como
va apareciendo en las sociedades que hacen de la escritura eje de
la conservación de su acervo): la columna.

74
Ernesto Reaño

“Voy al cine
porque
me gusta
que
me lleven”.
Tal como la estructura paradigmática de la subordinación,
donde un elemento depende de otro y que es común cuando se
privilegia la semejanza (metáfora) en el escribir, las columnas
empiezan a ser usuales en templos, palacios, etc. Es más, las
viviendas de las clases dirigentes empiezan a tener comparti-
mentos prefigurados al uso: un espacio para las comidas, otro
para los baños, otro para dormir. Es decir, una subordinación
de las funciones de la vivienda donde un elemento depende de
otro en relación con su relevancia.
La llegada de la imprenta, de la palabra impresa, forjaría más
la visión subordinante del mundo: la planificación de las ciu-
dades, de las casas. Recordemos la típica casa de la clase media
escribal de los mediados del siglo XX:

Apreciamos que cada espacio se subordina a otro en fun-


ciones de jerarquías: la habitación principal sobre las otras
habitaciones, por ejemplo; la entrada, la escalera que separa
determinados cuadros de otros. Privilegio de cómo la cogni-
ción en sociedades escribales se orienta es, entonces, la lógica
subordinante.

75
El Retorno a la Aldea

En la electronalidad, hemos anotado, se marca un cierto re-


torno a las funciones de producción de sentido que se privile-
giaban en la oralidad, sobre todo en lo referente a la primacía
de la representación subjetiva (que por cierto solo podía ser de
esta manera en lYa oralidad, en la etapa electronal conviven las
representaciones subjetivas con las objetivas; empero, el privi-
legio de la perspectiva personas o grupal es marca de la etapa
electronal) y de las asociaciones por cercanía. Un ejemplo de la
vida cotidiana arquitectónica de las empresas constructoras ac-
tual son los llamados flats, apreciados mucho por los llamados
millennials:

Notamos que, al igual que en la choza o el iglú, el flat es una


gran área rectangular donde el usuario irá colocando, coordina-
damente aquellos elementos según las necesidades funcionales
(y decorativas) del espacio que desee estructurar. Así, la electro-
nalidad privilegia una coordinación (que puede ser “aglomera-
ción”, incluso) en la forma en que cognitivamente es producido
el sentido en la etapa de la palabra electrónica.
Hemos querido utilizar el ejemplo de las formas arquitectó-
nicas porque son el más representativo, en sentido estricto, de la
manera de habitar el mundo: es lo que flota en el verso de Eliot
al hablar del destino de los hombres: “que lo recuerde su aldea”.

76
Ernesto Reaño

Las funciones de producción de


sentido en el autismo/Asperger
Es necesario e imperativo aclarar bajo qué tipo de sistema y
bajo qué funciones de producción del sentido podemos ubicar el
tipo de funcionamiento de la mente autista.
Ya Von Wartburg (1958/1993) hablaba del “impulso expre-
sivo” (prelingüístico) y podemos notar que a las personas au-
tistas/Asperger, en estas etapas (con sus diferencias, como se-
ñalamos, en lo que atañe a la atención conjunta, a la capacidad
de reconocimiento del otro como agente intencional), no se les
suma necesariamente una inexistencia de la intención comuni-
cativa o, más bien, de conectividad: estar enlazado en relación con
sus intereses.
La personas autistas/Asperger pueden tener esa necesidad
de conectividad durante el período oral, pero no saben cómo
hacerlo (no de la manera esperada con las categorías de habi-
lidades sociales neurotípicas). Sus competencias para leer emo-
ciones e intenciones (“teoría de la mente”) en los demás también
suelen ser un impedimento.
La escuela y los psicólogos escribales —desde la neurotipi-
cidad— pretenden que sea el lenguaje (concebido desde la pro-
pedéutica occidental escribal) aquello que los vincule con los
demás y que no solo lo hablen sino que, además, lo escriban.
Olvidamos así que no toda comunicación es lenguaje ni todo
pensamiento está adscrito a lo verbal. Esto habrá de llevarnos,
en el futuro, a borrar la barrera entre lo que se llama autismo de
bajo funcionamiento vs. Autismo de alto funcionamiento y entre au-
tismo verbal y autismo no verbal. Suele creerse, para los primeros
casos, que la ausencia de lenguaje va en relación con un bajo
coeficiente y, a veces, con la discapacidad intelectual.
En realidad, lo que ocurre en el primer grupo es que no se

77
El Retorno a la Aldea

elaboran, por los profesionales de la salud, medios de comuni-


cación alternativa que permitan el fluir del pensamiento (cog-
nición). Y deben ser adecuados a los tres tipos en el autismo/
Asperger, tal como los describe Grandin (2013):

• Pensadores visuales: tipo de pensamiento en secuencias de


imágenes. Buenos para la geometría y trigonometría, pero
no para el álgebra, por ejemplo.

• Pensadores en patrones: tipo de pensamiento matemático y


musical, supone una mayor abstracción del pensamiento vi-
sual: patrones numéricos, musicales.

78
Ernesto Reaño

• Pensadores verbales (Word-fact thinkers): gran memoria para


listados de hechos descriptivos vía el lenguaje (nombre de
todas las constelaciones, por ejemplo). No suelen ser buenos
dibujantes y no poseen destrezas propias del pensamiento
visual.

Podemos enlazar esto con lo señalado por Arnheim (1972)


sobre el pensamiento visual, cuando, prejuiciosamente, se cree
que solo se razona verbal o matemáticamente. Se cree que es así
porque mediante el lenguaje se aseguraría la “abstracción” y el
acceso a categorías deductivas.

79
El Retorno a la Aldea

A este propósito, Arnheim nos habla sobre Einstein: “[…]


Albert Einstein alguna vez describió su pensamiento como un
‘juego combinatorio’ de ‘ciertos signos e imágenes más o menos
claras’ incluso visuales o musculares, cuyos resultados tenían
que ser laboriosamente trasladados en palabras u otros tipos de
signos luego”.
Frente a un tipo de pensamiento oroelectronal, basado, prin-
cipalmente en pensamiento visual y en patrones fijos al detalle,
no podemos continuar diagnosticando y percibiendo la mente autista
desde una perspectiva escribal, creada para que los neurotípicos
tengan la falsa impresión de que, mediante semejanzas, pueden
aproximarse a lo que se cree es una versión alterna (dañada) de
su procesamiento mental.
Esta, sin embargo, no es la realidad. Si la actualidad confi-
gura y privilegia un tipo de pensamiento (cognición) adscrita al
sistema electronal, no es, subrayémoslo, que el procesamiento
de la mente autista se asemeje al sistema de pensamiento de los
electronales neurotípicos. Más bien en el tipo de mente autista,
neurodiversa, privilegia de un sistema electronal que es con-
secuencia, como hemos señalado, del desarrollo de este tipo de
mente, donde, según las funciones de producción de sentido,
tenemos:

Así, para el caso del autismo/Asperger, las funciones expre-


siva, apelativa y representativa no son mediadas, necesaria-
mente, por los signos del lenguaje, sino por los intereses especí-
ficos del sujeto.

80
Ernesto Reaño

Por tanto, para las funciones de producción de sentido:


1. Primera función: desde la representación subjetiva: lo que se ha
dado en llamar “dificultades en la comunicación” (desde la
perspectiva neurotípica) deberán asumirse como parte de
una manera peculiar de la vinculación del yo (emisor) con
el tú (receptor), donde lo que existe es una primacía de la
función apelativa (la demanda hacia el otro) mediada por
los “intereses privilegiados” del yo, lo cual hace que:
a. El yo se dirija, naturalmente —bajo el punto de vista parti-
cular de la persona autista/Asperger— a su propia repre-
sentación (subjetiva, en perspectiva) que se hace de los ob-
jetos y estados de cosas del mundo, gracias a la capacidad
de hiperfocalizarse en una tarea.
a.1 El yo pasa por los signos hacia la representación para re-
ferir al tú en el neurotípico.
a.2 El yo pasa por los intereses (vinculados con la representa-
ción, sea vía el lenguaje, la comunicación o la conectividad)
para referirse al tú en el autista/Asperger.

b. Las dificultades de comunicación no son tales: no se es-


tablece comunicación en tanto el tú no sea poseedor de
una representación (saber) que recaiga dentro del campo
de interés particular del yo. Se puede buscar una conecti-
vidad, el estar enlazado para obtener información precisa,
sin buscar comunicarse bajo todos los mecanismos coope-
rativos y recíprocos que se asumen para una comunica-
ción estándar.

81
El Retorno a la Aldea

c. Las llamadas dificultades en las relaciones sociales no son


tales: la electronalidad también genera una zona de con-
fort favorable a la mente autista. El deseo de relacionarse
puede ser, también, mera conectividad, y esto coincide con
el dato del desarrollo atípico de la escena de atención con-
junta y del distinto procesamiento de la empatía cognitiva.
c.1 La función representativa, la representación de los ob-
jetos y estados de cosas del mundo, no busca ser compar-
tida. Así, no hay función referencial: no se busca tener una
representación dual para hablar de algo. De esta forma,
no sería del todo necesaria la adquisición de los elemen-
tos centrales de la cognición social, sobre todo, la atención
conjunta, los principios de cooperación, los de la teoría de
la mente, y de la función fática (saludos, marcas de corte-
sía, etc.).
2. Segunda función: privilegio de las asociaciones por cercanía: pri-
macía, en el autismo/Asperger, del pensamiento y proce-
samiento en detalle y por cercanía, base fundamental de la
capacidad de sistematización. Énfasis en lo que es diferente,
no en lo que es semejante (a la inversa del sistema escribal).
En el uso del lenguaje esto ocurre en el uso de la metonimia.

Este privilegio de asociaciones no es exclusivo del lenguaje,


sino que puede explicar funcionamientos cognitivos generales;
forma patrones culturales, como hemos visto. Esto es lo que
hemos encontrado en el autismo/Asperger:

a. Procesamiento por cercanía asociado al “pensamiento en deta-


lles”: las personas autistas/Asperger procesan de las partes
al todo, no como los neurotípicos, que procesan del todo
a las partes.
b. Procesamiento en cercanía de los intereses predilectos: listados
antes que categorías.
En el autismo/Asperger es difícil arribar al proceso de
categorización, porque su estilo cognitivo opera sistemati-
zando en línea, por cercanía, aquello que diferencia a los

82
Ernesto Reaño

elementos que los neurotípicos ven como similares.


Para un neurotípico, la categoría celular engloba a
todos los smartphones actuales. Para una mente autista
esto es impensable: un iPhone 6 no es igual a un iPhone 6S
ni a un Samsung S6 porque, justamente, sistematizan en
torno a lo que hace diferentes a estos objetos: es su manera
de asociarlos.
Por eso tienen listados casi interminables de objetos
antes que agrupados en una categoría que lo que busca es
similitudes.

c. Procesamiento en cercanía y velocidad de procesamiento:


un buen sistematizador, alguien cuyo cerebro busca dife-
rencias y no similitudes, tomará más tiempo en procesar
una información porque la mente opera asociando detalle
por detalle.
Se dice que el tipo de procesamiento autista es más
lento que el neurotípico, lo cual no es exacto: la informa-
ción, al ser extraída y procesada de manera más delgada,
en cercanía, tarda más y es más precisa.
Los autitos en hileras, por ejemplo, no son colocados
porque sean autos simplemente, van uno al lado del otro
para saber, visualmente, qué diferencia a uno de otro y
así... sin cesar.

3. Tercera función: lógica coordinada: Gestalt de tipo inverso


al neurotípico: de las partes al todo. Esto tiene que ver
con el tipo de pensamiento sistematizador, pero tam-
bién con los procesos sensoriales “cableados” de manera
diferente y que dan patrones perceptuales diferentes.
Esto genera que el procesamiento autista enfatice en deta-

83
El Retorno a la Aldea

lles: es su agrupación la que les permite formar un objeto,


de manera inversa a los neurotípicos:

- Neurotípicos: su procesamiento de los objetos, del mundo,


va del todo a las partes: justamente esto es lo que permite que
categoricen. Frente a un estímulo X, responderán qué es una
computadora, por ejemplo. Luego, si es relevante, dirán su mo-
delo o su marca.
- Autismo/Asperger: su procesamiento de los objetos, del
mundo, va de las partes al todo. Esto hace que su mente no esté
diseñada para categorizar (en principio) sino para agrupar en
listados abiertos. Frente a un estímulo X responderán que es una
‘Mac’ (‘de mesa’, ‘iMac’, ‘Macbook Pro’, ‘Macbook Air’...), una
Toshiba X1, X2, X3, etc... Antes que decir ‘computadora’. Este
tipo de procesamiento, evidentemente, toma más tiempo.
No es que sean más lentos sino que son más precisos (frente a
sus temas de interés particular, esencialmente).
Entonces, la lógica en el autismo supone un análisis de las
diferencias (a la inversa de la Gestalt neurotípica), en el descu-
brimiento de las diferencias más que de las semejanzas al inte-
rior de un sistema. Por ello precisan de la coordinación de ele-
mentos. Son quienes comprenden qué es lo diferente, lo que sale
de las regularidades focalizadas, dentro de los sistemas, quienes
pueden innovarlos. Y esto es lo que tiene que ver con el talento
esencial del autismo.
Esto hace, como señalábamos en el capítulo 1 que las per-
sonas Asperger/autistas no categoricen el mundo a la manera
neurotípica, sino bajo la forma de listado (abierto) o asociaciones
donde lo que prima es el fuerte interés de la cercanía basada en
la diferencia (no son incapaces de notar la similitud pero no es
su tipo de procesamiento):

84
Ernesto Reaño

Adicionalmente, el proceso sensorial en el autismo/Asperger


hace que tengan, por así decirlo, todos los estímulos en un
mismo plano. Deben, entonces, coordinar un estímulo con otro
antes que priorizar uno sobre otro, que subordinar uno sobre
otro. Es más fácil coordinar un sonido a un efecto visual, para
ellos, en el mismo momento, que poner de fondo lo visual y en-
focar lo auditivo, o viceversa.

Los detalles son focalizados en vez del todo en la Gestalt

85
El Retorno a la Aldea

Nuestra concepción actual del autismo/Asperger y sus crite-


rios diagnósticos carecen de las funciones de las producciones
de sentido 2 y 3. Sin su incorporación a la reflexión y al diagnós-
tico no podremos garantizar la empatía con estas personas sino
que, además, todo intento de intervención, sobre todo en comu-
nicación facilitada, tenderá al fracaso. No se trata únicamente de
vivir inmerso en las nuevas tecnologías sino buscar el sustrato
de sentido en el cual estas favorecen, más bien, la diversidad (la
neurodiversidad).
Un punto importante, parafraseando a Blume (1998), su-
pone que la cibernética justamente está diseñada para un tipo
de mente cableada de forma autista, no solo en el uso de apps y
de sistemas de comunicación alternativa que se encuentran en
mayor expansión desde que inició nuestra era electronal. La per-
sona autista puede remontar las distancias y las incomodidades
de la interacción neurotípica a través no solo de las redes, sino
también de los juegos en línea. Estos juegos simultáneos hacen
que la persona autista/Asperger pueda tener equipo de amigos
virtuales alrededor del mundo unidos en un mismo propósito,
que es el que marca el juego. Si bien no toda conectividad im-
plica una interacción social, a eso se apunta en el uso de robots
en el desarrollo de la atención conjunta y la emergencia de las
habilidades sociales para interactuar en nuestra sociedad. A me-
nudo la persona autista muestra mucha mayor predisposición
por sus intereses en perspectiva a interactuar con un robot que
con un humano (recordemos la preferencia por los objetos me-
tálicos por sobre los rostros humanos descrito en el capítulo 419).
19 Actualmente existen varios trabajos ligados al llamado eye tracking que desarrollan
esta idea de Baron-Cohen, sobre todo los liderados por el equipo de Ami Klin. Esta
técnica está siendo utilizada para realizar diagnósticos tempranos y poder intervenir
de manera más rápida en infantes. Sin soslayar la importancia del doctor Klin y de
sus estudios, uno de los temas “polémicos”, por así decirlo, es su aseveración de que,
gracias a la intervención temprana, algunos chicos pueden ser “recuperados” del

86
Ernesto Reaño

Ham, Cujipers y Cabibihan (2015) mostraron que los ro-


bots sociales ayudan al desarrollo de habilidades cognitivas,
motrices, sensoriales y sociales: “Pueden enseñar a los niños
a iniciar un saludo, esperar su turno para lanzar la pelota,
mostrar la ruta hasta un objeto del interés de los chicos y rea-
lizar movimientos que luego serán copiados por los niños”.

Por ejemplo vemos aquí la interacción con un robot huma-


noide para las tareas descritas antes.
Podemos ir más allá y conocer a Milo, la estrella de robot-
s4autism. Este tipo de robots habla y, sobre todo, tiene expre-
siones faciales, lo cual ayuda mucho a las personas con autismo
a aprender técnicas de atención conjunta y gestos asociados con
la emoción. A diferencia de los humanos, el robot no se frustra ni
cansa y está a disposición total del niño, el cual va aprendiendo
determinadas destrezas, como ajustar sus emociones, expresar
mayor empatía, dirigirse mejor en situaciones sociales, sentirse
motivado, y lo más importante, los estudios demuestran que
puede generalizar estos aprendizajes a la población humana.
Es importante subrayar que estos robots tienen una función
específica y que no reemplazan a los cuidadores o terapeutas.
Deben ser vistos como una herramienta valiosa que calza con el
tipo de procesamiento de la mente autista y le sirven como un
asistente electronal, principalmente.
autismo, lo cual no solo va en contra de las ideas de la neurodiversidad sino de los
hallazgos genéticos y cerebrales. Parece ser, más bien, que este énfasis está dado por
el apoyo que el equipo recibe de Autism Speaks, asociación interesada en encontrar
una “cura” para el autismo.

87
El Retorno a la Aldea

La palabra electrónica

La electronalidad bosqueja un sistema cultural donde po-


demos reflexionar nuevamente en la idea de Benveniste (2012)
a propósito de la palabra electrónica: “En todo tiempo y lugar
la escritura fue el instrumento que permitió a la lengua semio-

88
Ernesto Reaño

tizarse a sí misma”. Es decir, de la función instrumental de la


lengua se pasa a una representativa. ¿Qué pasa, entonces, en
nuestros días con la escritura del texteo, de los 140 caracteres en
Twitter, pero sobre todo, de los emojis?
Los emojis representan acaso un tipo nuevo de escritura
en ciernes, pictográfica (eso significa, literalmente, ‘emoji’ en
japonés: ‘pictografía’) que buscaría iconizar los referentes del
mundo, expresar directamente conceptos sin tener que recurrir
a la grafía, buscando determinada economía situacional gene-
rada, sobre todo, por las redes sociales, que incluyen chats y
para las que los emojis dejan de ser simples marcas paralingüís-
ticas (acompañantes que reemplazan la emocionalidad asociada
al enunciado cara a cara; en esto vemos, también, otra marca
del retorno de la palabra electronal a la palabra hablada) para
convertirse, por momentos, en el texto mismo.
Los emojis fueron creados por Shigetaka Kurita entre 1990
y 1995 (coincidentemente, en pleno estallido del movimiento
por la neurodiversidad) para, principalmente, el sistema de bee-
pers. Luego, paulatinamente, vendría el salto a los teclados de
los smartphones hasta hacerlos ubicuos hoy en día. De hecho,
el lingüista Vyv Evans (2017), estudioso del tema, en su libro el
libro The emoji code, señala que en un estudio realizado en 2015,
en la universidad de Bangor20, de la cual es docente, que el 80%
de encuestados usa regularmente emojis. El 62% los usa ahora
más que hace un año. Otro dato: cuatro de cada diez sostienen
que muchas veces envían mensajes solo compuestos por emojis.
Lo más interesante: 72% de menores de 25 años sostuvo que pre-
ferían de los emojis para expresar sus emociones antes que las
palabras.
Esto hace que Evans afirme que el emoji es el lenguaje que
crece a mayor velocidad en la actualidad y que lo lleva a afirmar:
“Como lenguaje visual, el emoji ya ha eclipsado a los jeroglíficos,
su antiguo precursor egipcio que tardó siglos en desarrollarse”.
Evans21 sugiere que el 70% del significado dentro de una
20 http://www.vyvevans.net/talktalk-mobile
21 http://www.vyvevans.net/how-do-emojis-mean

89
El Retorno a la Aldea

comunicación en un contexto social proviene de las señales no


verbales. Con ello nos hace recordar la antigua fórmula de Al-
bert Mehrabian (1967), quien afirmaba que cuando uno habla de
sus emociones en un contexto conversacional el significado está
compuesto de: 7% = lenguaje verbal, 38% = tono de voz, 55%
lenguaje corporal. Con ello, una persona autista verbal, dado el
tipo de procesamiento que hemos descrito antes, a niveles de
empatía cognitiva en cuanto a asociar gestos a emociones con-
vencionales, se quedaría en el nivel del contenido estrictamente
gramatical del enunciado.
Sin embargo, es lo que viene pasando en nuestras conver-
saciones electronales, si bien hemos hablado de las similitudes
entre las funciones de producción de sentido entre la oralidad y
electronalidad22.
No es inusual que, como hemos visto, al “textear” en What-
sApp respondiendo a un amigo que nos pregunta si, de todas
maneras, nos veremos hoy como habíamos quedado, pero a no-
sotros nos ha surgido un imprevisto X y no podremos asistir, así
que en la pantalla ponemos el siguiente texto:

He tenido un problema, no voy a poder ir

En ese momento, antes de enviar el mensaje, por un mo-


mento juzgamos que “suena” demasiado duro y decidimos
darle un énfasis sobre nuestra emoción o sobre lo que debería
de entenderse por ella:

He tenido un problema, no voy a poder ir

22 Tanto es así que podemos hablar, en la actualidad, de sociedades oroelectrona-


les, como por ejemplo muchas zonas de tradición oral en la India o, aquí, en el Perú,
donde el acceso a la palabra electrónica se hace a través de un trasvase de un sistema
a otro sin tener que pasar necesariamente por la palabra escrita ni por un estadio
pseudo escribal. Muchos de los problemas de la escuela en la actualidad consisten
en tratar de retener a personas electronales en un paradigma escribal o, en términos
de conexión al mundo, querer hacer que muchos pueblos originarios pasen primero
por el sistema escrito en lugar de insertarse al electronal, donde podrían encontrar
mayores sentidos gracias a la similaridad en la manera en que la cognición se expresa
en estos sistemas.

90
Ernesto Reaño

Con lo cual añadimos los elementos extralingüísticos fal-


tantes: la entonación y el gesto que la frase por sí sola no contenía.
Tenemos una gran cantidad de emojis dispuestos en los
teclados de diversos smartphones, pero no usamos, ni remo-
tamente, todos. Los más utilizados tienen que ver con los que
representan estados emocionales o situaciones sociales que in-
cluyen comida, bebida, salidas a pasear. Son los usuarios los
que, como en todo lenguaje, depurarán determinados emojis en
razón de la economía y funcionalidad de cada uno.
Los emojis se inspiran en los kanjis japoneses y estos ex-
presan conceptos. Lo fonético tiene una importancia muy infe-
rior (por eso vemos que, aun existiendo emojis en los que se
mezcla el pictograma con ciertos fonemas, no son los de mayor
uso, pues en el sistema de emojis, de conceptos, interfieren, más
bien, en la cadena significante).
Si el 72% de los usuarios electronales dice expresar sus emo-
ciones mejor gracias a los emojis, ¿cómo será este proceso en los
Asperger/autistas electronales o en los que vienen de una época
escribal y han sido asimilados a esta?

91
El Retorno a la Aldea

En la “Lección de anatomía” de Rembrandt, cámbiense las


expresiones faciales del original por emojis que se acerquen a
las emociones puestas en el lienzo. Salvado el momento de in-
terpretar esto como una broma, por relevancia, pensemos más
allá: pongamos ambas láminas a personas con autismo/As-
perger. ¿Dónde decodificarán mejor las emociones? Es cierto
que nuestra neurotipicidad se resistirá a perder las sutilezas y
matices que impiden, muchas veces, decir con cabalidad qué ex-
presión estamos tratando de decodificar. Pero en pro de un uni-
verso donde parece primar la claridad de una subjetividad que
busca representar las cosas de tal manera que la mayor cantidad
de personas lo comprendan, tendremos que admitir que es-
tamos ante el surgimiento de un verdadero lenguaje de las emo-
ciones que evolucionará de manera acelerada en tanto nuestros
sistemas electrónicos necesiten mayores elementos paraverbales
que reemplacen los que se encuentran en la oralidad. Porque si
bien tenemos sistemas que nos permiten comunicarnos vía cá-
mara, como Skype o FaceTime, los usuarios prefieren este tipo
de interacción más rápida, directa y estandarizada que, incluso,
como en la escritura ideográfica, podrá hacer que los usuarios
tengan la potestad de aumentar elementos a los emojis para
crear nuevos significados en comunidad y de suprimir aquellos
de menor uso, siguiendo los mecanismos de la economía del
lenguaje.

92
Ernesto Reaño

Estas nuevas formas de comunicación se están volviendo tan


familiares y cotidianos que la palabra electrónica sirve ya para
encontrar en las profundidades de nuestra lengua formas de in-
tentar atajar la muerte inevitable y potencialidades de vida y
de creatividad para aquellas personas neurodiversas sin acceso
no solo a algún tipo de lenguaje, sino a la comunicación de sus
emociones y deseos. La neurodiversidad creó lo electronal para
servirle de nueva aldea, de tierra litoral.

93
El Retorno a la Aldea

Capítulo V
La palabra electrónica y la narrativa de
la neurodiversidad

“Cuando Turing una vez utilizó la frase: ‘Veo a dónde quiere


ir a parar’, Wittgenstein reaccionó enérgicamente: ‘Yo no quiero
ir a parar a ninguna parte’”.
Monk, Ray, Ludwig Wittgenstein
Al empezar este ensayo, nuestra idea conductora era la si-
guiente: el autismo siempre ha estado presente, desde los al-
bores de la evolución humana, formando parte de la diversidad
cultural y ayudando al progreso humano, de manera continua,
hasta que el occidente escribal proscribió lo que era anormal.
De manera silente e individual, los grandes avances de nuestra
herencia cultural acumulativa han sido realizados, principal-
mente, por personas neurodiversas (cerebros altamente sistema-
tizadores y menos desarrollados para la empatía), pero siempre
bajo un sistema de exclusión. La llegada de la cibernética se
acopla a un tipo de mente autista porque es este tipo de mente
la de los artífices (las investigaciones de Baron-Cohen sobre los
rasgos autistas en matemáticos e ingenieros son elocuentes)
de las computadoras, de la mayoría de quienes trabajan en los
grandes enclaves tecnológicos: la que está detrás de la lógica de
las redes sociales y la hacedora de nuestra nueva forma de co-
municarnos, tan beneficiosa a ella y que hace que nuestro uso de
la comunicación neurotípica haya mutado. Una conquista silen-
ciosa a través de las nuevas tecnologías que favorece la vuelta
a la diversidad: un retorno a la aldea, no alrededor del fuego
sino a través de diversas pantallas. “El medio es el mensaje”
decía McLuhan (1964): el ciberespacio es el medio y el mensaje
se busca en la interconectividad como antes en los cielos, por las

94
Ernesto Reaño

noches, los pueblos orales lo hacían en las estrellas: muertas en


su origen, vivas para el poder de la semiosis humana.
Esto arribó a lo que hemos dado en llamar etapa electronal
(como se ha venido explicando), pues la ciencia de la electrónica
depende en gran parte de los procesos de producción eléctrica y
de esa partícula llamada electrón, origen y razón de la evolución
que nos rodea, como bien recuerdan Huertas et al. (2015). Esta
ciencia lleva ya casi un siglo de vigencia, pero no ha sido sino
hasta mediados de la década de 1970, con la aparición de Micro-
soft y Apple con su apuesta por las computadoras personales,
cuando empieza a surgir la palabra electrónica y el nuevo sistema
cultural en el que nos encontramos inmersos.
James Thickett de Ofcom, en Inglaterra, en 2012 concluía
que, para la telefonía celular, al amparo de los cada vez más
poderosos smartphones, el hablar cara a cara o por teléfono no
seguía siendo la forma más común de interactuar con el otro. El
96% de los jóvenes entre 16 a 24 usan comunicaciones por men-
saje (no orales) en sus teléfonos. Solo el 63% del total de usuarios
afirmaba tener comunicación cara a cara con amigos o familiares
a diario. Este año, 2017, el Pew Research Center concluyó que el
97% de los usuarios de smartphones los usa para enviar men-
sajes (no orales) todas las semanas y que el 91% de los usuarios
prefieren el uso de mensajes (no orales) antes que llamar o dejar
un mensaje de voz.
A nuestro entender, aún estamos en una etapa de transición,
en el final de la escribalidad y el asentamiento de lo electronal,
como para poder medir las dimensiones totales del fenómeno.
Por otro lado, parte del quehacer de los que nos dedicamos al
estudio de los cambios en los procesos comunicacionales es des-
cribir los hechos, no juzgarlos.
Lo que nos parece relevante es lo que hemos descrito como
las funciones de producción de sentido: representación en pers-
pectiva, privilegio de las asociaciones por cercanía, tipo de ló-
gica coordinada, dan cuenta de cómo se produce el sentido en
el sistema electronal, cómo es el proceso de cambio cognitivo, y
también cómo las formas de interacción de los autistas electro-

95
El Retorno a la Aldea

nales, de los neurodiversos electronales y de los neurotípicos


electronales tienden a encontrar en la palabra electrónica una
lengua franca.
Alguna vez Turing coincidió en el seminario de Wittgenstein.
El uno amaba la forma de la lógica matemática, el otro deseaba
socavarla. Ambos neurodiversos conocerían la exclusión final
de la escribalidad neurotípica.
Tomémoslos de ejemplo. Muchas veces nos topamos con lis-
tados de personalidades que, en el pasado, se sospecha fueron
autistas/Asperger. Otras, con detalles de quienes en tiempos ac-
tuales podrían serlo.
Hemos dicho, ya, que hacer diagnósticos post-mortem siempre
es una tarea arriesgada.
Un antiguo método es la llamada psicobiografía: la recopi-
lación de datos y testimonios sobre determinado personaje que
suponemos fue neurodiverso.
Un caso que muestra el privilegio de la asociación por cer-
canía, por contigüidad, del pensar puede encontrarse en los es-
critos de Wittgenstein, justamente.
Un texto, tal como se concibe en la lógica subordinante es-
cribal, se presenta como una estructura cuyos elementos de-
penden unos de otros, en jerarquía. Sus textos, en cambio, for-
mados de aforismos, pueden dar la apariencia de un análisis
lógico cuando lo son, solo, por contigüidad de las ideas.
Como en otras personas neurodiversas, su vida fue una
lucha contra el férreo sistema escribal; en su caso, contra los re-
truécanos filosóficos, contra la sospecha frente a su aspecto des-
garbado, su timbre de voz inusual, su hablar solo, su alteración
de humor frente a lo que consideraba equivocado y su inflexibi-
lidad radical, lucha permanente y demencial por encontrar un
lenguaje que, primero, describiese sin ambigüedades el mundo;
luego, su interés decidido ya no en el porqué de la palabra sino
en cómo la usamos, base de su tesis sobre los juegos del lenguaje.
Si uno ausculta bien las preguntas que sobre el uso del len-

96
Ernesto Reaño

guaje Wittgenstein se plantea, descubrirá que no son muy dife-


rentes de las que se hace cualquier persona Asperger en relación
con el uso neurotípico, tratando de desentrañar las reglas, las
formas inferenciales que le permitan “jugar” en nuestro sis-
temas de signos y ganar, si es posible.
“El sujeto que piensa, que tiene representaciones, no existe.
Si escribiese un libro que tuviera por título El mundo tal como lo
encontré, tendría que informar en él sobre mi cuerpo y decir qué
miembros estaban a mi voluntad y cuáles no, etc.” —señala en
el Tractatus.
A través de la escritura en fragmentos que buscan conti-
güidad, de comprender las reglas que posibilitan el entramado
de la comunicación lingüística, entender ese halo metafórico
que tendía a comprender de modo literal, he allí que nace la
genialidad neurodiversa: solo quien conoce a profundidad un
sistema puede encontrar en qué se diferencia de otro, y con
ello, en qué difieren para buscar qué habría que cambiar para
que fluya mejor. Así nace parte de los descubrimientos, de los
inventos, de las grandes creaciones. Y hace que la perspectiva
neurodiversa, cuando se le ha permitido crear, sea plena. Y en el
caso del autismo, la fijación en los detalles, a este procesamiento
por cercanía, tiende a borrar el recuerdo de los infortunios coti-
dianos. Un detalle brilla por sobre el todo ingobernable: “Diles
que mi vida ha sido maravillosa” fue la ficha que Wittgenstein
colocó en el escaque final.
Quizá lo previo a la palabra electrónica, el código binario, era
el lenguaje (justamente coordinado, contiguo, metonímico) que
Wittgenstein buscaba y que Turing y otros encontraron (tras la
“belleza de las matemáticas” que Wittgenstein detestaba como
concepto por conducir a cierta metafísica) para programar aque-
llas máquinas electrónicas que acabarían con el texto escribal y
su asfixiante subordinación.
El tipo de mente autista funciona en perspectiva hacia sus
intereses, su pensamiento basado en detalles privilegia las aso-
ciaciones por cercanía, su manera de conceptualizar el mundo
tiende a sistematizar el saber y los objetos, coordinándolos.

97
El Retorno a la Aldea

La identidad de cada ser es, esencialmente, como nos mostró


Ricoeur, una identidad narrativa. Somos la historia que con-
tamos sobre nosotros. Somos lo que ya decimos en la palabra
electrónica. Lo que se narrará.
Ya no para ser incluido sino para convivir. El hombre vuelve,
entonces, a ser medida de todas las cosas. La electronalidad, la
neurodiversidad, signan un nuevo humanismo.

98
Ernesto Reaño

Postfacio

Si un árbol cae en medio del bosque y no hay nadie allí para


escucharlo ¿produce ruido? Con esta sugerente pregunta co-
mienza la lectura de la obra de Reaño, que nos adentra en un
sinfín de reflexiones acerca de la percepción, la comunicación y
el estilo de interacción de las personas que se encuentran dentro
del Espectro del Autismo. Es solo el comienzo de un libro que
va desarrollando una serie de postulados que enfrentan al lector
a un interesante reto: cambiar ideas preconcebidas y explorar
nuevas alternativas en la interpretación de la conducta y comu-
nicación y relación autistas.
Ernesto pone de relieve rápidamente que existen diferencias
perceptivas que, obviamente darán lugar a distintas interpreta-
ciones del entorno ¿son menos válidas por ser menos comunes?
Sin duda la respuesta es negativa y obliga a cambiar los para-
digmas tradicionales para abrazar el concepto de neurodiver-
sidad. Bajo este paraguas conceptual, comienza el desarrollo de
distintas teorías que se encuentran unidas en torno a algunos
planteamientos comunes, que impregnan cada página y que es
necesario destacar.
El estilo cognitivo de las personas con autismo difiere del
neurotípico, pero puede interpretarse en base a sus fortalezas
y cambiar la visión de las clásicamente consideradas debili-
dades para realizar un análisis más profundo de su realidad.
Nos encontramos ante personas que elaboran desde el detalle y
sistematizan la información, pudiendo llegar a desarrollar ideas
muy potentes fruto de este amplio análisis previo. Desde esta
premisa, la lentitud, considerada como un déficit, pasaría a ser
una justificación del esfuerzo en analizar mayor cantidad de
datos y las inferencias externas relacionadas con la empatía y lo
social, no serían sino distractores o elementos confusos dentro

99
El Retorno a la Aldea

de los procedimientos cognitivos.


El autor es capaz de plasmar muy bien en el libro este cambio
de interpretación que se basa en las competencias y los aspectos
positivos, ofreciendo una visión fresca y renovada del espectro
del autismo que, sin duda, contribuye mucho a las tendencias
existentes en pro del respeto por la diferencia y de la acepta-
ción de la diversidad, que está suponiendo todo un reto en la
sociedad actual por parte de numerosos colectivos. Hace tan
solo unas semanas, un estudiante de bachillerato me entrevis-
taba para la realización de un trabajo escolar y me lanzó una
interesante pregunta: ¿crees que el movimiento autista será el
próximo LGTBI en cuanto a visibilidad, aceptación y derechos?
Sin duda esta pregunta aporta esperanza a un futuro en el que
se pueda llegar a considerar el autismo no como una discapa-
cidad sino como una condición de la persona que, dentro de la
diferencia, puede llegar a ser un ciudadano pleno, aceptado e
incluido, sin perjuicio de ninguno de sus derechos.
Entrando ya en el contenido, resulta muy interesante cómo
las clásicas teorías explicativas como la Teoría de la Mente o la
Coherencia Central Débil, toman forma en torno a los distintos
sistemas culturales que se exponen: oralidad, escribalidad y
electronalidad, y cómo se definen en ellos algunas caracterís-
ticas importantes para la comprensión del pensamiento como
el tipo de asociaciones que se realizan, más centradas en la cer-
canía que en la semejanza o la manera de organizar la informa-
ción basándose en lo que diferencia antes de en lo que asemeja.
Todo ello ofrece muchas pistas para comprender mejor lo que
la mente autista percibe y procesa, y el porqué de su cercanía al
sistema cultural electronal frente a su predecesor en el tiempo.
Electronalidad, tecnología, computación… distintos tér-
minos que hablan de lo mismo: su relación con el mundo del
autismo, sus similitudes, sus posibilidades, su potencial. Y por
qué no, también su poder para derribar barreras previamente
establecidas. La era electronal ofrece a cualquier persona (con o
sin autismo) la posibilidad de acceder a un amplio número de
posibilidades, bien sea como consumidor de contenidos, bien

100
Ernesto Reaño

sea como prosumidor o productor, no solo de contenidos sino


también de recursos tecnológicos propiamente dichos, a través
de la programación y codificación. Las estructuras, sistemas y
normas que rigen los procesos tecnológicos, comparten muchos
puntos en común con el estilo cognitivo de las personas que se
encuentran dentro de espectro, generando un entorno adecuado
para demostrar esas fortalezas y capacidades que, en otros sec-
tores, pueden pasar desapercibidas o incluso ser consideradas
como déficits.
Por otro lado, la tecnología se está convirtiendo en un am-
plificador de las capacidades de las personas con autismo, fa-
cilitando su acceso a distintos entornos, contextos y situaciones
que antes estaban más limitados. El potencial de la tecnología
como apoyo personal, como herramienta de aprendizaje o como
soporte comunicativo, es incuestionable y muestra de ello es el
incremento de publicaciones científicas en torno a esta temática
que se ha producido en la última década, la demanda de forma-
ción por parte de los profesionales y el interés de la propia per-
sona en dispositivos y aplicaciones. Nos encontramos ante un
punto de encuentro que está estableciendo puentes comunica-
tivos, de comprensión y de acercamiento entre personas neuro-
diversas permitiendo sortear muchos obstáculos de manera sen-
cilla. Para lograr ese encuentro de manera eficaz, es necesario
todavía desterrar algunos clichés y aceptar nuevas estructuras
que soporten todo tipo de pensamiento y forma comunicativa.
Solo así se completará esta transición entre lo escribal y lo elec-
tronal a la que Reaño hace repetidas referencias en los distintos
capítulos.
Siempre se han destacado, por ejemplo, las dificultades
para la comunicación cara a cara cuando los dos interlocutores
tienen diferentes estilos cognitivos, caracterizados por diferen-
cias en cuanto a empatía, interpretación de estados mentales o
aspectos pragmáticos. La rapidez de estas conversaciones y la
decodificación de la comunicación no verbal, son dos aspectos
que la tecnología puede resolver de manera eficaz mediante el
uso de sistemas de comunicación asíncronos y el uso de imá-
genes, emojis o vídeos para amplificar la información ofrecida.

101
El Retorno a la Aldea

De este modo las dificultades previas pasarían a un segundo


plano, permitiendo la coexistencia de formas diferentes de ex-
presar y comprender empleando el mismo medio… tendiendo
ese puente que tan necesario resulta.
Comprender que existen diferentes formas de percibir y di-
ferentes vías para expresar, hace necesario replantear las catego-
rizaciones que se realizan dentro del espectro. Con los apoyos
necesarios y el uso de tecnologías, es posible la creación de
oportunidades para todos, de trabajo, expresión, creación, inter-
pretación y comunicación entre otras. También se postula como
necesaria una nueva reconsideración de las funciones del len-
guaje en base a las características de pensamiento diferentes, in-
terpretándolas desde el punto de vista de la neurodiversidad y
sin encorsetarlas en rígidos patrones vincularos al pensamiento
neurotípico.
Todo este proceso, por supuesto, no puede hacerse sin la par-
ticipación activa de las personas con autismo, que, gracias a la
elevada implementación del nuevo sistema cultural, disponen
de más medios y herramientas para su participación activa en
la sociedad.
Ernesto escribe en el capítulo 2 que la noción de discapacidad
depende del lugar y época en la que se nace. Nos encontramos
en una época en la que esa noción puede ser cambiada, en la que
se puede regresar a la aldea y hacer de ella un lugar para todos,
en la que el desarrollo tecnológico ofrece un marco irrepetible
para ofrecer las herramientas necesarias que lo hagan posible.
Vivimos una época en la que solo se necesita crear las opor-
tunidades para usar esas herramientas y poder comprender,
aprender, compartir e interactuar con todos, enriqueciéndose
toda la tribu… Sería una pena no hacerlo ¿verdad?
Mg. Guadalupe Montero22

22. Máster en Tecnologías para la Educación y el Conocimiento. Especialista en autis-


mo y nuevas tecnologías. Docente universitaria. Directora del Centro Educativo Alenta.
Creadora de Aulautista.

102
Ernesto Reaño

Referencias

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