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MiGUEL DONOSO RODRÍGUEZ (ED.

mujer y literatura femenina


en la américa virreinal
INSTITUTO DE ESTUDIOS AURISECULARES (IDEA)
COLECCIÓN «BATIHOJA»

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Impresión: Ulzama digital.


© De los autores

ISBN: 978-1-938795-08-4
New York, IDEA/IGAS, 2015
Doña Mencía Calderón de Sanabria,
adelantada del Río de la Plata

Silvia Tieffemberg
Universidad de Buenos Aires/Conicet

i.
Cuando en 1547 Juan de Sanabria firmaba la capitulación que lo
convertiría en el tercer adelantado del Río de la Plata, su hijo Diego
—que por esa época rondaba los catorce años— no sabía que la muer-
te prematura de su padre iba a convertirlo, pocos años más tarde, en el
adelantado más joven de las expediciones a la región. En la capitula-
ción firmada por Sanabria se especificaban dos objetivos principales:
uno de ellos era fundar una nueva ciudad en la ribera del Plata para
continuar la conquista hacia el norte. El joven adelantado, sin embar-
go, no pudo cumplir lo pactado por su padre, y el 4 de octubre de
1552 el rey puso fin a la capitulación por incumplimiento y confirmó
a Domingo Martínez de Irala como gobernador de la región. Ahora
bien, la inesperada acefalía de la expedición se resolvió en los he-
chos también de una manera inesperada. Mientras Diego de Sanabria,
convertido abruptamente en adelantado, permanecía en la Península
buscando mayor financiación para la empresa, la viuda de su padre,
Mencía Calderón, tomaba en su nombre el mando de la armada y se
hacía a la mar con sus hijas rumbo al Río de la Plata, para dar cumpli-
miento al segundo objetivo especificado en la capitulación: llevar en la
expedición una cantidad relevante de familias y mujeres solteras, futu-
36 Silvia Tieffemberg

ras esposas de los españoles residentes en la región, que morigerarían


el intenso mestizaje desarrollado hasta ese momento con las mujeres
indígenas de algunas tribus locales1. No deja de ser interesante que
un pasaje de la nota de aceptación de los términos de la capitulación
firmada por Juan de Sanabria, muestre que la presencia femenina en
una expedición de conquista respondía a un pedido de la Corona que
él, como adelantado, acataba pero no compartía, advirtiendo sobre las
posibles dificultades:

no sería ni es cosa que conviene a la buena expedición del descubrimien-


to y pacificación, más ganosa de ir y pasar adelante donde conviene llegar,
no llevando mujeres, ni teniendo necesidad de repartir gente y dejarla en
guarda en los lugares donde hubieren de quedar las mujeres y niños2.

Así, a principios de 1550 alrededor de trescientos tripulantes —


de los cuales unos cincuenta eran mujeres— zarparon de Sanlúcar
de Barrameda en tres embarcaciones de distinta capacidad, llevando
como capitán mayor y tesorero de la expedición al otrora fundador de
Asunción, Juan de Salazar, al capitán Hernando Trejo y al artillero ale-
mán Hans Staden3.

1
Ante el conflicto sucesorio que planteó la muerte del primer adelantado del Río
de la Plata, Pedro de Mendoza y previo a la llegada del segundo adelantado de la re-
gión, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Domingo Martínez de Irala se puso al frente de la
situación, despobló Buenos Aires, instituyó Asunción como centro político y articuló la
organización local del territorio a través de alianzas con las tribus vernáculas, por lo que
en breve tiempo las uniones interétnicas modificaron el perfil poblacional de la ciudad
y las nuevas familias se conformaron con la prevalencia de hijos mestizos, mientras que
la poligamia estuvo implícitamente naturalizada. Derrocado y vuelto a España, Álvar
Núñez denunció la situación ante el Consejo de Indias.
2
Morla Vicuña, 1903, p. 46.
3
Hans Staden fue uno de los sobrevivientes al naufragio frente a las costas del Brasil
del único navío que conservaba la expedición de Sanabria a casi tres años de haber
partido de España. En San Vicente consiguió emplearse como artillero en un fuerte por-
tugués y en esas funciones fue hecho prisionero por una tribu de antropófagos, quienes,
en lugar de sacrificarlo y devorarlo como era habitual con los que eran apresados, lo
mantuvieron cautivo —no se sabe exactamente debido a qué razón— durante nueve
meses hasta que fue liberado. El relato del cautiverio fue editado por primera vez en
alemán en 1557 en Marburgo, y se lo conoció como Verdadera historia y descripción de un
país de salvajes desnudos, feroces y caníbales, situado en el nuevo mundo, América. Se lo considera
el primer tratado de etnología americana.
Doña Mencía Calderón de Sanabria… 37

ii.
El derrotero de la expedición no fue sin sobresaltos, tal como se des-
cribe en una carta que la propia Mencía Calderón envía al rey el 14 de
agosto de 1550: poco después de comenzar el viaje y cercanos a la costa
de África, fueron abordados por una «vela francesa», es decir, un buque
corsario francés que

por fuerza y contra nuestra voluntad, no habiendo disposición de poderla


resistir, hizo amainar las velas al dicho nuestro navío y apoderándose en no-
sotros con ventajas, que no pudimos hacer otra cosa por la mucha artillería
y artificios de fuego que el dicho navío traía y nos hizo fuerza e robó lo que
por bien tuvo con poco temor de Dios y a su Majestad4.

Pero no todo acabó allí; en la «Información de méritos y servicios»


del 21 de agosto de 1564, Mencía termina de relatar las penurias del
viaje:

Viendo doña Mencía el poco remedio que esperaba de esta ciudad [en
la costa del Brasil] a causa de haberse perdido los navíos en que había de
venir al puerto de Buenos Aires, […] se partió y fue a él adonde estuvo más
de catorce meses, […] de donde […] le fue forzado volverse al río de San
Francisco que es junto a la isla de Santa Catalina con mucha gente de la di-
cha armada, casados y solteros, desde donde se vino por tierra a esta ciudad
a pie en que pasó grandes trabajos, necesidades y peligros5.

En síntesis, después de aportar en Brasil debido al naufragio de dos


de las naves más importantes, decidieron hacer el camino por tierra
hasta la Asunción, pero divididos en dos grupos. En abril de 1555 par-
tieron Juan de Salazar, con su esposa e hijas, y algunos expedicionarios,
entre los que se contaba el portugués Goes y su familia, y arribaron a la
Asunción en octubre del mismo año, llevando una cantidad importante
de bovinos.
Doña Mencía, sus hijas María y Mencía6, Hernando Trejo y el resto
de los expedicionarios navegaron al sur para fundar San Francisco, pero
debieron abandonar el fuerte después del ataque de los carios, y en el

4
Morla Vicuña, 1903, p. 49.
5
Morla Vicuña, 1903, p. 51.
6
Doña Mencía se había embarcado con tres hijas pero llegó a la Asunción solo con
dos; la tercera, que al parecer se llamaba Francisca, debió morir en el camino.
38 Silvia Tieffemberg

otoño de 1555 emprendieron la marcha por tierra hacia Paraguay. A


pie atravesaron selvas, montañas y ríos, y en mayo de 1556 entraron
en la Asunción: eran cincuenta personas, veinticinco mujeres, y habían
pasado seis años desde que salieran de España. Si bien con la muerte de
Diego de Sanabria en 1552, Mencía pierde la posibilidad de acceder a
la mitad de la gobernación que le otorgaba la capitulación a su hijastro,
al parecer Domingo Martínez de Irala, gobernador de Asunción en el
momento de su llegada, repartió encomiendas y privilegios a ella y a su
familia. No sabemos mucho más sobre su vida, ni la fecha de su muerte
y no se nos ha conservado de ella retrato alguno, pero la literatura la des-
invisibilizó para convertirla en protagonista de varias novelas de fondo
histórico y neto corte aventurero.

iii.
En 1960 Josefina Cruz de Caprile publicaba la emblemática Doña
Mencía, la adelantada, novela que le valió ser nombrada presidenta de la
Comisión de Homenaje a la mujer en la conquista7, y en la actualidad
algunos críticos, como Valeria Badano, consideran esta obra un texto
inaugural en tanto «exponente de un nuevo tipo de literatura latinoa-
mericana escrita por mujeres», el de la novela histórica8; pero será a par-
tir del nuevo siglo cuando se incrementen las producciones ficcionales
que narran la expedición capitaneada por Mencía. Justamente en el año
2000 el escritor paraguayo Hugo Rodríguez-Alcalá, premio Nacional
de Literatura 1999, escribe una serie de romances referidos a la con-
quista, entre los cuales «Doña Mencía y las cincuenta mujeres blancas»
sintetiza la situación de las expedicionarias en Asunción:

Trajo cincuenta mujeres


todas de buena prosapia,
no sabemos si bonitas
mas de condición hidalga.
Solamente cuatro de éstas
eran mujeres casadas.

7
Josefina Cruz escribió también La condoresa. Inés Suárez, amante de don Pedro de
Valdivia y Los caballos de Pedro de Mendoza, ambas en 1968; Cronistas de Indias en 1970 y
El conquistador conquistado en 1973. Por esta última novela recibió el premio Pluma de
Plata del Pen Club.
8
Badano, 2003, p.1.
Doña Mencía Calderón de Sanabria… 39

Las demás, tocante a esposos,


tendrían sus esperanzas.
Hidalgos hay en las Indias
carentes de esposas blancas,
aunque abundantes cobrizas
su ardiente lujuria calman9.

En 2004 se publica Expedición al Paraíso de Eloísa Gómez-Lucena10;


en 2010, El corazón del océano11 de Elvira Menéndez, donde se narra la
salida de Mencía y sus mujeres desde España hasta la llegada a Asunción,
mientras que en el 2014 los mismos personajes, con el agregado temá-
tico de la búsqueda de los tesoros de El Dorado, vuelven a encontrarse
en El corazón de la selva, también de Elvira Menéndez. Además, Diego
Bracco publica en 2007 María de Sanabria. América del Sur, 1546. Pasión
e intriga en la legendaria expedición de mujeres al Río de la Plata, que refiere
la expedición de Mencía pero tomando como protagonista a María, su
hija mayor, y en 2011 continúa la narración con lo ocurrido en el cruce
por tierra desde Brasil hasta Asunción, en La tierra del mal12.
Aunque muy brevemente, me interesa hacer aquí una referencia a
dos textos contemporáneos a la expedición de Sanabria, puesto que
permitirán introducir una perspectiva que difiere sustancialmente de
los textos ficcionales contemporáneos. El primero de ellos es el poe-
ma épico Argentina y conquista del Río de la Plata de Martín del Barco
Centenera, publicado en Lisboa en 1602. Si bien encontramos tan solo
tres estrofas que hacen referencia a doña Mencía en el extenso poema
de Barco Centenera, estas son altamente significativas en cuanto a la
información que aportan. Por un lado, es el casamiento con Mencía lo
que impide al adelantado ponerse al frente de la expedición; por otro, y
pese a los sinsabores vividos en San Francisco tras el naufragio en San

9
Rodríguez-Alcalá, 2000, pp. 59-60.
10
Gómez-Lucena escribió, diez años más tarde, una serie de biografías femeninas,
Españolas del Nuevo Mundo (2013), donde retoma la figura de Mencía Calderón de
Sanabria.
11
El corazón del océano es también el nombre de una miniserie de la televisión espa-
ñola realizada a partir de la adaptación del libro de Menéndez, producida por Globomedia
para la cadena Antena 3. Se estrenó el 27 de enero de 2014.
12
María Gabriela Dionisi (2010) realiza un breve análisis de las novelas que llevan
como protagonista a Mencía Calderón en «Doña Mencía, la adelantada: expedición al
paraíso».
40 Silvia Tieffemberg

Vicente, la situación de los expedicionarios se describe como «viviendo


alegremente»13, mientras que el desempeño de Mencía conduciendo la
armada se debe a que

movida de su vana fantasía


con sus hijas de España se ha partido
con fin de las casar y así sucede,
que en la mujer la honra vale y puede14.

Es decir que, en la perspectiva de Barco Centenera, la llegada de


doña Mencía al Río de la Plata obedece antes a un interés personal
que involucra únicamente a su familia directa, que al interés político
de llevar a cabo lo comprometido por su marido en la capitulación. De
la misma manera, en la Argentina de Ruy Díaz de Guzmán, finalizada
hacia 1612, se refiere que, muerto Juan de Sanabria, la armada queda a
cargo de su hijo Diego, quien da la orden de partida hacia América, y la
presencia de Mencía y sus hijas se menciona simplemente en su calidad
de pasajeras, sin ninguna actuación destacada15. Más adelante se refieren
los padecimientos de los expedicionarios, pero como consecuencia de
la falta de experiencia en la tierra:

Padecieron los pobladores mucha necesidad y trabajos, y como era toda


gente de poca experiencia, no se daban ninguna mañana a proveerse en
las necesidades ni a buscar de comer en aquella tierra, siendo como es tan
abastecida de caza y pesquería16.

Finalmente, Ruy Díaz responsabiliza a Mencía y las demás mujeres


de la expedición del incumplimiento de uno de los objetivos ya citados
de la capitulación: la ciudad de San Francisco, fundada para cumplir
con este, es despoblada a causa de los ruegos de las señoras que sufren
la falta de comida del lugar, «por cuyas persuasiones y continuos ruegos
se movió Hernando de Trejo a desamparar aquel puesto y despoblar la
fundación que tenía hecha»17.

13
Barco Centenera, Argentina y conquista del Río de la Plata, p. 60.
14
Barco Centenera, Argentina y conquista del Río de la Plata, p. 61.
15
Díaz de Guzmán, Argentina, p. 304.
16
Díaz de Guzmán, Argentina, p. 306.
17
Díaz de Guzmán, Argentina, p. 306.
Doña Mencía Calderón de Sanabria… 41

iv.
Ahora bien, más allá de los relatos ficcionales o historiográficos
que configuran la narración desde las especificidades genéricas que
les son inherentes, me interesa analizar en particular uno de los dos
únicos documentos conservados de Mencía Calderón de Sanabria: la
«Información de méritos y servicios» que dirige al rey solicitando las
mercedes correspondientes por su actuación en el Río de la Plata.
Si la fórmula que reflejó las relaciones entre el rey y sus súbditos fue
«al servicio de Dios y al servicio de su Majestad», denotando la bidimen-
sionalidad de una «ética caballeresca heredada del pasado», que imponía
al conquistador hacer cumplir su fe y comprometer su honra en la con-
quista, tal como indica Grunberg18, no parece casual que las «probanzas
o informaciones de méritos y servicios» fueran una de las principales
herramientas legales, mediante las cuales «individuos y grupos sociales»
«que consideraban haber prestado algún servicio a la Corona» pidieran
«una recompensa por sus esfuerzos: se podía tratar de una prebenda, una
merced, una ayuda de costa, un título u otros aprovechamientos»19, por
lo cual consistieron, fundamentalmente, en relatos argumentativos, pro-
batorios de los servicios realizados. El procedimiento burocrático para
poner a consideración del rey y el Consejo de Indias una «Información»
estaba rígidamente codificado en cuanto a los pasos sucesivos que de-
bían cumplirse, pero podía iniciarlo cualquier persona, sin consideración
de rango militar o eclesiástico, sexo o condición social. Era fundamental
que la solicitud se elevara con, al menos, cuatro testigos que avalaran lo
expuesto a través de un cuestionario preexistente y que una autoridad
local se ocupara de recibir el expediente y dar su parecer a favor o en
contra, para luego remitirlo a la Península.
Si consideramos los 289 documentos que compila José Toribio
Medina en el tomo dedicado a las «Informaciones de méritos y servi-
cios» de su Colección de documentos inéditos para la Historia de Chile, junto

18
Grunberg, 2004, p. 99. Según explica el mismo autor (pp. 95-96), «el uso de la pa-
labra conquistador se remonta a la época de la reconquista, en el año 1238, cuando el rey
de Aragón, Jaime I, liberó Valencia de la ocupación musulmana; por su hazaña, recibió
el título honorífico de: El Conquistador. Posteriormente, esta palabra pasó a América
con un significado particular, en estas tierras el conquistador es el hombre que hizo
reconocer por las armas, el derecho de España y de la Iglesia sobre las tierras que a partir
de entonces formaron parte de la Corona española (después de la donación pontificia)».
19
Hillerkuss, 2013, p. 193.
42 Silvia Tieffemberg

a los 364 que contienen los cinco tomos de los Documentos Históricos y
Geográficos relativos a la conquista y colonización rioplatense, encontramos
que el análisis de los mismos aporta varios y valiosos datos. Por ejemplo,
una «Información» de 1540 iniciada por Pablo Topa Ynga para mostrar
los servicios realizados en favor del rey, conducta por la cual solicita ser
reconocido como «amigo de los cristianos»20, o el testimonio de Elvira
Pineda, considerada testigo válido en el juicio seguido contra Pedro
de Mendoza por la muerte de Joan Osorio en 1541, aun cuando esta
indica que no pudo leer un cartel que se colgó al cuello del ajusticiado
porque «por ser mujer no lo sabía leer», pero su contenido «lo oyó decir
a personas que le leyeron las letras que así tenía en los pechos»21. Ahora
bien, la totalidad de documentos consultados —la mayoría del siglo xvi
y principios del xvii—, registra únicamente siete de ellos iniciados por
mujeres. Se trata de una Real Cédula dirigida al gobernador del Río de
la Plata para que se rescate a un hombre en poder de los carios, a pedido
de su esposa; tres pleitos seguidos por viudas o por esposas autorizadas
por sus maridos para cobrar una suma de dinero determinada; y dos
«Informaciones» seguidas por esposas para probar los servicios llevados
a cabo por sus maridos ya fallecidos22. De esto se desprende que, si bien
una mujer soltera y sin acceso a la lecto-escritura como Elvira Pineda
podía ser considerada testigo veraz —de hecho el juicio se gana con este
y otros testimonios—, solamente las mujeres casadas y de cierto rango
social podían asumir el lugar de la enunciación en la normativa de la
época, ya por muerte del marido, ya con consentimiento del marido o
bajo una circunstancia excepcional como encontrarse el varón en esta-

20
Colección, 1963, p. 48.
21
Documentos, 1941, t. III, pp. 182-183.
22
Se trata de una Real Cédula (1540) dirigida al gobernador del Río de la Plata
para que, a pedido de doña María de Córdoba, se recoja en una isla a su esposo, Francisco
de Cárdenas (Documentos, 1941, t. II, p. 179); del pleito (1533-1545) seguido por doña
Isabel de Mendoza, con licencia de su marido, Francisco Corvera, por el cobro de tres-
cientos ducados (Documentos, 1941, t. V, pp. 3-51); del pleito (1537-1560) seguido por
doña Francisca de Villafaña, viuda de Diego Mendoza, por bienes dejados por Pedro
de Mendoza (Documentos, 1941, t. V, pp. 142-197); del pleito (1537-1543) seguido por
Isabel Martínez, viuda de Diego García, y herederos contra los herederos de Pedro de
Mendoza (Documentos, 1941, t. IV, pp. 286-392); de la Probanza (1602) seguida por
Isabel Rosa de Godoy por los servicios de su marido, Francisco del Campo (Colección,
1963, p. 17); y de la Probanza (1563) seguida por doña Catalina Ortiz, cuñada de Pedro
de Valdivia, por los servicios de su marido, Lorenzo Suárez de Figueroa (Colección, 1963,
p. 47).
Doña Mencía Calderón de Sanabria… 43

do de captura y sin poder, por lo tanto, asumir el yo jurídico. Este “yo


jurídico” involucra un lugar de enunciación de rigurosa codificación,
que no es excluyente pero sí preeminentemente masculino. Existen,
sin embargo, tres documentos de la época colonial temprana en Chile
y Río de la Plata que modifican de manera expresa este lugar de enun-
ciación. Se trata del «Memorial» y la «Información de méritos y servi-
cios» (ca. 1626) de Catalina de Erauso, más conocida como “la monja
alférez”; de la carta (1556) que envía Isabel de Guevara, expedicionaria
con Mendoza, a la reina Juana para que se reconozcan sus méritos y
servicios, y de la «Información» (1564) ya citada de Mencía Calderón
de Sanabria.

v.
La «Información de méritos y servicios» presentada por doña Mencía
articula el relato probatorio alrededor de su propia persona, establece
una genealogía femenina y se ubica frente a los varones —su marido
y su hijo adoptivo— en paridad de condiciones desde lo político, pero
en superioridad desde lo económico. En primer lugar, Mencía asume
como decisión propia el hecho de haberse embarcado hacia América,
puesto que —relata— muerto su marido, su madre se hace presente en
Sevilla para exigirle que retire su dote y se vuelva con ella, pero Mencía
advierte que, de hacerlo, quedaría sin efecto la capitulación firmada por
su marido y que «esta tierra [no podría] ser socorrida y que muchas
personas que habían gastado sus haciendas para venir la jornada queda-
rían perdidas» y «su hijo, don Diego de Sanabria no pudiera enviar el
socorro»23. De esta manera decide desobedecer el designio materno y
hacerse a la mar «con sus tres hijas y muchos oficiales de todos oficios»24,
omitiendo especificar, significativamente, que en la armada se embarca-
ron también varios capitanes y oficiales de amplia experiencia en Indias.
Por otro lado, doña Mencía comienza su «Información» diciendo que
«Su Majestad dio la gobernación de estas provincias del Río de la Plata
a Juan de Sanabria»25, y unos párrafos después indica que «después de
su fin y muerte, Su Majestad confirmó la dicha gobernación a Diego
de Sanabria», hijo del primero26, pero más adelante refiere que «Su

23
Morla Vicuña, 1903, p. 50.
24
Morla Vicuña, 1903, p. 50.
25
Morla Vicuña, 1903, p. 50.
26
Morla Vicuña, 1903, p. 50.
44 Silvia Tieffemberg

Majestad hizo merced a doña Mencía de la mitad de la gobernación


por los días de su vida y la vara de alguacil mayor para una de sus hijas»27.
Es decir, que Mencía de Sanabria no habla como viuda ni en nombre de
su hijo adoptivo, sino que asume el “yo jurídico” como gobernadora, y
destaca el cargo asignado a su hija dentro de las instituciones coloniales,
aun cuando se trataba de un cargo honorífico28. Pero además, si Mencía
comparte el poder político con Diego de Sanabria en tanto gobernado-
ra, desde lo económico se coloca un escalón más arriba, pues vender su
dote fue imprescindible al marido «para cumplir con lo capitulado con
Su Majestad»29, y retirarla, como le pide su madre, hubiera significado el
fracaso de la empresa a cargo, ahora, del hijo adoptivo. En consonancia
con lo anterior, el núcleo central de la secuencia argumentativo-narra-
tiva de la «Información» está focalizado en el relato de la desobediencia
de Mencía al mandato materno y el otorgamiento real del cargo de
gobernadora para ella y el de alguacil mayor para su hija, situación que
instaura una genealogía femenina donde el poder político y el econó-
mico se imbrican en una transmisión que implica únicamente a madres
e hijas. Finalmente, la «Información» no hace referencia al objetivo fi-
jado en la «Capitulación» de fundar una ciudad para continuar con la
conquista hacia el norte, sino que concluye refiriendo que

la gente que a esta ciudad delante vino como la demás gente que después
con doña Mencía a ella vinieron, hicieron a esta ciudad de la Asunción gran
provecho, por ser como eran mancebos para mucho y bien armados y mu-
chos casados con mujeres españolas muy honradas, que fue grande utilidad
para el enseñamiento de muchas mozas que en la tierra había30.

Es decir, que el párrafo final de la «Información» de Mencía Calderón


de Sanabria hace directa alusión al cumplimiento del objetivo de la
«Capitulación» que proponía la modificación del entramado social de
los vecinos de Asunción, involucrando específicamente a las mujeres.
El envío de mujeres españolas al Río de la Plata fue un intento
infructuoso de contrarrestar el fenómeno creciente del mestizaje, con-

27
Morla Vicuña, 1903, p. 50.
28
Alguacil mayor: «Cargo honorífico que había en las ciudades y villas del reino y
en algunos tribunales, como las cancillerías, y al cual correspondían ciertas funciones»
(DRAE).
29
Morla Vicuña, 1903, p. 50.
30
Morla Vicuña, 1903, p. 51.
Doña Mencía Calderón de Sanabria… 45

solidado desde el comienzo de la expansión en la región como instru-


mento de afianzamiento territorial. «Un mestizaje poderoso y fecundo»,
dice Alberto Salas, «dio la característica fundamental a la población de
Asunción, una imagen en la que poco colaboraron las mujeres españolas.
Por el contrario, la mujer guaraní domina en este panorama social que
acaba siendo uno de los más notablemente bilingües del continente»31.
Sin embargo, la desobediencia al mandato materno de doña Mencía
fructificó en instancias no menores, pues aunque ella nunca llegara a
saberlo, su primer nieto, Hernando de Trejo y Sanabria, nacido en el
tránsito hacia el Río de la Plata, sería el primer obispo criollo de la go-
bernación del Tucumán y creador en 1613 del Colegio Máximo en la
ciudad de Córdoba, que con el tiempo se convertiría en la Universidad
Nacional de Córdoba, primera universidad de la región; mientras que
su segundo nieto, Hernando Arias de Saavedra —más conocido como
Hernandarias—, se convertiría, desde 1596, en el primer gobernador
criollo del Río de la Plata y del Paraguay.

Bibliografía
Badano,Valeria, «Reconstrucción de las voces en Doña Mencía, la adelantada de
Josefina Cruz», en Jornadas de Literatura, Crítica y Medios: perspectivas 2003,
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Católica Argentina, Buenos Ai-
res, 2003, disponible en: <http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/
ponencias/reconstruccion-de-las-voces.pdf> [05/05/2015].
Barco Centenera, Martín del, Argentina y conquista del Río de la Plata [1602], ed.
Silvia Tieffemberg, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1989.
Braco, Diego, María de Sanabria. América del Sur, 1546. Pasión e intriga en la
legendaria expedición de mujeres al Río de la Plata, Madrid, Nowtilus, 2007.
Braco, Diego, La tierra del mal, Montevideo, Planeta, 2011.
Colección de documentos inéditos para la Historia de Chile. Informaciones de Méritos y
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1536-1936, Documentos Históricos y Geográficos relativos a la conquista y colo-
nización Rioplatense. Buenos Aires, Peuser, t. 1 Memorias y Relaciones Históricas
y Geográficas, «Introducción» de José Torre Revello; t. 2 Expedición de Don
Pedro de Mendoza: Establecimiento y Despoblación de Buenos Aires. 1530-1572;
t. 3 Litigios motivados por la expedición de Don Pedro de Mendoza; t. 4 Litigios
motivados por la expedición de Don Pedro de Mendoza. Continuación; t. 5 Litigios

31
Salas, 1960, p. 197.
46 Silvia Tieffemberg

motivados por la expedición de Don Pedro de Mendoza Conclusión. Informaciones


de Servicios y Documentos varios, 1941.
Cruz de Caprile, Josefina, Doña Mencía, la adelantada, Buenos Aires, La Reja,
1960.
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