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Estrés, limitación funcional y sintomatología

y de percepción de control
Influencia de las variables afectivas
asociada en mujeres con Fibromialgia.
Estrés, limitación funcional y sintomatología
asociada en mujeres con Fibromialgia.
Influencia de las variables afectivas
y de percepción de control

Lilian Velasco Furlong


Madrid, 2011

Departamento Tesis Doctoral


de Psicología Lilian Velasco Furlong
Directora:
Cecilia Peñacoba Puente
 
 
Estrés, limitación funcional y sintomatología
asociada en mujeres con Fibromialgia.
Influencia de las variables afectivas y de
percepción de control

Lilian Velasco Furlong

Departamento de Psicología
Facultad de Ciencias de la Salud
Universidad Rey Juan Carlos
Madrid, 2010

Directora:
Cecilia Peñacoba Puente

El presente trabajo ha sido realizado con la financiación del Ministerio de Educación y


Ciencia del Plan Nacional I + D + I
Proyecto: SEJ2004-08171/PSIC
 
“A veces nos frustramos porque no encontramos lo que deseamos y
no nos damos cuenta de que nunca podremos encontrarlo
si no vamos preparados para ello.
No se pueden coger cangrejos con cañas de pescar.
Te frustrarás por no coger ni un solo cangrejo y
dejarás pasar miles de peces de colores.
Vivimos tan ocupados realizando las tareas básicas, rutinarias,
las que consideramos imprescindibles,
que nunca nos planteamos que ocurriría realmente si dejáramos de hacerlas,
ni pensamos en lo que perdemos por hacer esas cosas.
Las tareas realmente importantes precisan tiempo,
ese tiempo que rara vez las concedemos.
La verdadera existencia se ahoga con la propia rutina de la vida.
Todo eso nos hace enfermar”

Extracto de “Aquella casa número 42”, en Los Cuentos de Mingabe


Dedico este trabajo a:

Mi abuelo Jorge: tú me iniciaste en este camino, tú me enseñaste la dedicación, la pasión por


lo que trabajas, la ética, la humildad. Siempre te voy a admirar y siempre sentiré tu
apoyo donde quiera que esté (s).

Mis pas: Jorge y Lilia. Desde siempre me han enseñado que con dedicación y esfuerzo uno
puede alcanzar lo que se propone. Siempre han estado a mi lado, en mis logros, en mis
fracasos, en todos los momentos en los que uno puede pensar. El estar en otro país, lejos
de ustedes, me ocasiona a veces una inmensa tristeza y siento un gran vacío de no poder
estar con ustedes en mi día a día, pero es entonces cuando sé que están tranquilos de que
estoy aquí, que siguen mis pasos gracias a los avances de la tecnología y que siempre
están en mi mente y en mi corazón. Por ustedes soy quien soy y he llegado hasta donde
estoy.

Mi querido esposo: Jorge. Hace 14 años comenzamos un viaje juntos. Yo apenas comenzaba
mi formación como psicóloga y desde entonces disfrutaba tanto al contarte todo lo que
aprendía y descubría. Hemos hecho proyectos juntos y has estado siempre conmigo, he
aprendido tantas cosas a tu lado y me has demostrado el verdadero significado del amor,
día tras día, detalle tras detalle. En este trabajo que aunque en ocasiones te desesperaba
por robarte tiempo, has sido el más paciente y me has tranquilizado cuando más lo
necesitaba. Hoy agradezco que te hayas cruzado en mi camino y que éste sea otro
momento más a compartir. Te amo.

Mi hermano Jor: siempre has tenido paciencia conmigo para enseñarme cosas, recuerdo tu
apoyo siempre en la parte académica y cómo compartíamos la primaria, secundaria y
universidad: maestros, compañeros, eventos.... siempre me sentía protegida contigo.
Recuerdo como nos contábamos en las tardes lo que habíamos aprendido y cómo
disfrutaba tu trabajo de diseñador. Me enseñaste a manejar mi primera computadora, los
procesadores de texto, las ediciones, el internet.... y desde aquí sigo sintiendo tu apoyo.
Este trabajo en el que siempre me has impulsado, también lleva un pedacito de ti.

Cecilia, mi ceci: Al conocerte apareció un ángel en mi vida, un duendecillo que siempre me


ha cuidado, querido, protegido y apoyado. Encontré en ti una paz y una comodidad que
es difícil de describir. Desde el primer momento confiaste en mi y he aprendido muchas
cosas a tu lado. Hemos pasado juntas por un sinfín de experiencias y vivencias, me has
incluido en tu familia y me has metido en tu (s) casa (s): las reales y la casa blanca
número 42. Eres mi guía, mi mentora, mi ejemplo a seguir, mi compañera, mi jefa, mi
confidente incondicional, pero sobretodo mi amiga. Si a alguien debo este trabajo y si
de alguien he aprendido en este camino académico, desde luego es a ti. Me enorgullece
trabajar contigo y ver hoy por fin, finalizado este gran recorrido que hemos hecho
juntas.

Marga, mi marguis: siempre ha sido tu sonrisa y buen humor los que me han dotado de
bienestar incluso en los peores momentos. Hemos aprendido muchas cosas en todos
estos años y cada día veo crecer nuestra amistad y nuestros proyectos. Me siento
afortunada de poder trabajar contigo y de que me enseñes no solo a nivel profesional,
sino también en el personal. Amiga, aquí está por fin esta tesis en la que desde luego,
estás presente.
Maricarmen, mi rubi: tu vitalidad, tu entereza, tu madurez y tu cariño me tranquilizan. Tu
apoyo ha sido fundamental para mi en este tiempo y además de compartir despacho,
proyectos, docencia y clínica juntas, a nivel personal me has ayudado en los momentos
más duros. Me gusta que cuando necesito una palabra, una mirada o una buena
conversación, ahí estés enfrente de mi mesa, en esa ventanita cibernética o disfrutando
de un buen momento culinario.

Lissette, mi hermanita: la vida nos unió hace 20 años.... secundaria, prepa, universidad,
trabajo..... Una película entera de momentos, no cabrían en cien libros. Eres sin duda
una de las personas que más me conoce y se que estás orgullosa de todo lo que he
logrado, así como yo también lo estoy de ti.

Mi amiga Sofí: a tu lado escuché por primera vez la palabra Fibromialgia, en ese entonces no
hubiera pensado que nos separaríamos, eras mucho más que mi compañera en el
hospital, en la universidad, en las sesiones clínicas y en las consultas grupales. Sin duda,
has sido una inspiración para mi y aunque nos separe la distancia, siempre estarás a mi
lado, como lo has estado desde que nos conocimos y como lo estarás siempre. Te
extraño.

Mis amigas psicólogas: con ustedes empecé la carrera, en ese año 1996 cuando nos comíamos
el mundo, cuando teníamos miles de proyectos juntas y cuando nos convertimos en las
moraditas. Llevaré ese mechón siempre conmigo y estoy segura de que algún día
terminaremos aquel proyecto que empezamos con una gran ilusión. Ahora, me siento
feliz de que Elís y Ceci hayan “cruzado el charco”, eso me tranquiliza, saber que están
aquí y que aquí han formado su familia. Navita, espero cada año para poder verte y
platicar durante horas, siempre me has apoyado en mi trabajo y se que aunque nuestras
“corrientes” sean distintas, buscamos el mismo objetivo para los pacientes. Ale, tú fuiste
la primera con la que compartí momentos profesionales y a nivel personal hemos vivido
tantas cosas, emociones, aventuras y experiencias. Dianita, mi ejemplo de organización,
templanza y madre coraje. Karyme, siempre me ha gustado tu naturalidad y el cariño
que demuestras a la gente que te rodea. Amigas, este trabajo es en nombre de la
psicología que empezamos juntas, de la psicología que siempre llevaremos en nuestra
mente y nuestro corazón.

Y a todas las personas que forman parte de mi vida y que de una u otra forma han estado
presentes a lo largo de la realización de este trabajo: mi cuñada Paty, mis nenas Nancy,
Nelly, Yoa, Leila y Jaci, mis amigos frikis españoles, los moiros mexicanos, la casa del
pueblo y sus allegados, Ma. Jesús, Nuria y mis compañeras de Odalisca.
Agradecimientos

Cuando decidí venirme a España, tenía claro que quería venir a estudiar un posgrado y
me sorprendió que podía acceder a los estudios de doctorado sin haber hecho una maestría (o
un master) pero decidí presentar mi solicitud y esperar. Después de un año y un sinfín de
papeleos me aceptaron en el doctorado de “Psicología Clínica y de la Salud” de la UAM. No
lo podía creer, por fin mi sueño de poder estudiar en España se cumplía, desde que era
chiquita, era una meta que quería cubrir.

Ahí me recibieron todos muy bien, el director, José Antonio Carrobles, la secretaría,
los profesores.... En clase conocí a Elisa y Raquel. Elisa venía desde Brasil con una beca y
Raquel era colaboradora del equipo de Bernardo Moreno. Ahora además de unirnos la pasión
por la psicología, nos une también una gran amistad. Les comenté que había trabajado en un
hospital en México como psicóloga clínica y en programas de manejo de estrés, así que
comencé a trabajar en su equipo. Desde el principio Bernardo me acogió muy bien, conocí al
resto del equipo, entre ellos a Eva y así empezamos con los proyectos. Me enseñaron el
mundo de la investigación en Madrid y no dejaré de agradecerles nunca todo lo que aprendí
con ellos. Pasábamos horas enteras en el laboratorio número 5.

Un día, cuando preparaba el papeleo para pedir una beca FPU y estando en el CUSP,
José llamó a Bernardo para preguntarle si conocía alguien que estuviera interesado en trabajar
con mujeres con dolor crónico ya que la universidad en donde trabajaba (URJC) estaba dando
unas becas predoctorales. Como yo había trabajado en México con pacientes con
Fibromialgia y era una buena oportunidad, decidimos solicitarla.

Al primero que conocí cuando fui por primera vez a la URJC fue a José, que siempre
tuvo una palabra amable y me ayudó desde el primer momento. Cuando ya se decidió que la
beca iba a ser concedida a la unidad de Psicología, recibí la llamada de Cecilia para decirme
que teníamos poco tiempo para preparar los papeles. En esos viajes a Alcorcón fue cuando
conocí al resto de los miembros de la unidad: Juan, Almudena y Ricardo, quienes me
recibieron con mucho entusiasmo al igual que Isabel y Paco, con quienes compartí despacho
en la primera planta del depar I y me resolvían todas las dudas que tenía. Con todos he
compartido momentos únicos y les agradezco todo lo que me han enseñado tanto profesional
como personalmente.

La primera reunión que tuvimos fue para explicarme el proyecto del Ministerio que se
había solicitado acerca del estrés, procesos cognitivos y fibromialgia. Yo escuchaba
encantada y lo que más me gustaba era el entusiasmo que tenían todos, no sabíamos si nos lo
iban a conceder, pero a partir de ahí realizaría mi tesis y muchos más proyectos. Cuando llegó
la carta del Ministerio en la que se nos decía que nos lo habían concedido, lo celebramos por
todo lo alto. Sin duda, era una gran oportunidad.
Comenzaba mi carrera como investigadora, y a la par seguía trabajando con la UAM,
así fui a mi primer congreso nacional en donde conocí a mi amiga Ana y en donde aprendí
mucho gracias a las enseñanzas de Cecilia, José y Raquel.

Haciendo los cursos de doctorado y cuando todavía estábamos en el Departamental I,


conocí a Carlos. Me encanta que siempre que voy a su despacho escucho una palabra amable,
siempre resolvía mis dudas tanto administrativas como académicas. Aprendí mucho junto a él
y a sus compañeros de Farmacología en los dos primeros años del doctorado.

Después nos mudamos al Departamental II, y fue cuando se incorporaron las


terapeutas ocupacionales: Marga y Carmencita. Desde el principio congeniamos bien y
comenzaron los proyectos. Con Marga más tarde y con Carmencita, Ricardo, José y Cecilia
formamos los primeros grupos de intervención para personas con Fibromialgia en el servicio
de Psicología de la Facultad. A la par, entraba Palomita con la beca del proyecto que nos
habían financiado. Venía a acompañarme en ese laboratorio que me quedaba tan grande.
Comenzaron nuestras excursiones a la Fundación Hospital Alcorcón, Afibrom, colegios, etc.
Comenzamos a evaluar a las personas que participaron en el proyecto.

Sin duda, sin la ayuda de Consuelo Nieto, Paloma, Ángel y Felisa de Afibrom, Rafa
Guerrero y Rafa González de la FHA y Carmen Gallardo no hubiéramos podido conseguir la
muestra para el proyecto. Comenzaban las evaluaciones y durante dos años ellas, las
pacientes, iban enseñándome cada vez más cosas. No puedo dejar de agradecer a todas las
personas que me ayudaron con las evaluaciones: Bea, Cris, Lety, Chema, Miriam, Raquel,
María, Silvia, Dany y por supuesto Nines.

La Unidad de Psicología crecía, se incorporaron Andrés y Marisa y yo me fui a


Arizona para hacer una estancia de investigación con Alex Zautra, lo que aprendí de él y su
equipo ha sido tanto... no podía creer que de verdad estaba con las personas que solamente
veía en libros y artículos. Sin duda, una experiencia muy enriquecedora para mi carrera
profesional.

De vuelta a Madrid, el laboratorio ya estaba lleno y compartíamos mañanas, tardes e


incluso noches trabajando, metiendo datos, platicando, escuchando música.... mientras tanto
seguíamos trabajando en el proyecto, nos concedían otros, cada vez crecíamos más y nos
constituimos como departamento.

Un buen día, nuestro pilar del departamento, Cecilia, nos propone presentarnos a un
premio de psicología en Fibromialgia y así decidimos presentar un trabajo que fue el
galardonado. En aquella excursión al País Vasco conocí a Andoni.... una persona con el
corazón tan grande que nos llenaba con sus atenciones, pero sobretodo con su enorme
capacidad de dar... gracias Andoni, por todo. Mª Ángeles: la Dra. Pastor a la que leía
constantemente y que me hizo sentir cómoda desde ese día que presenté el premio, hasta
ahora que, junto con Sofía, compartimos ideas y proyectos. Mi motivación por hacer algo por
y para la fibromialgia ha venido de inspirarme en su trabajo y dedicación.
Comenzaban momentos de propuestas de proyectos nacionales e internacionales que
aún siguen. Pero todavía queda mucho por hacer.

El hambre de conocimiento me ha inspirado a realizar este trabajo que no termina


aquí. Han pasado muchas cosas desde que comencé a ver a la primera persona con
fibromialgia. Y es a esas personas a las que debo este trabajo, a las que agradezco
enormemente por dejarme entrar en sus vidas, por regalarme su historia, por brindarme sus
experiencias, por ayudarme a ayudarlas, por demostrarme que se puede y por inspirarme y
tranquilizarme cuando veo que el mundo se me viene encima. A todas y cada una de esas
personas dedico este trabajo y se que siempre tendrán un momento que darme cada vez que
cierre los ojos.
ÍNDICE GENERAL

SIGLAS MÁS UTILIZADAS ……………………………………………………………. 23

JUSTIFICACIÓN……………………...………………………………………………….. 25

I. INTRODUCCIÓN TEÓRICA …………………………………………… 29

1. FIBROMIALGIA: ASPECTOS DIAGNÓSTICOS, PSICOSOCIALES Y


ETIOLÓGICOS…………………………………………………………………………
31
1.1. CARACTERIZACIÓN DE LA FIBROMIALGIA ...………………………………. 32
1.1.1. Criterios diagnósticos de la Fibromialgia ……………………………………. 32
1.2. ASPECTOS SOCIODEMOGRÁFICOS ...…………………………………………. 36
1.3. IMPACTO SOCIOECONÓMICO ...………………………………………………... 38
1.4. IMPACTO EN LA CALIDAD DE VIDA ...………………………………………... 39
1.4.1. Impacto a nivel físico ...………………………………………………………. 41
1.4.2. Impacto psicosocial ...………………………………………………………… 42
1.4.3. Impacto emocional ...…………………………………………………………. 43
1.5. HIPÓTESIS EXPLICATIVAS DE LA FIBROMIALGIA ………………………... 44
1.5.1. Modelos Biológicos ...……………………………………………………….. 44
1.5.1.1. Alteraciones musculares ...………………………………………….. 44
1.5.1.2. Alteraciones neurológicas ...………………………………………… 44
1.5.1.3. Anormalidades neuroendocrinas ...…………………………………. 46
1.5.1.4. Déficit de funcionamiento del sistema inmune ...…………………… 47
1.5.1.5. Disfunción del sueño ...……………………………………………… 47
1.5.2. Modelos Psicosociales ...……………………………………………………. 48
1.5.2.1. Como Síndrome Somático Funcional ...……………………………. 49
1.5.2.2. Depresión: modelo psicógeno ...…………………………………… 50
1.5.2.3. Tendencias compulsivas de sobrerealización ……………………… 51
1.5.2.4. Personalidad proclive al dolor ...…………………………………… 52
1.5.2.5. Evitación de síntomas ...……………………………………………. 54
1.5.2.6. Creencias y evaluaciones …………………………………………... 54
1.5.2.7. Hipervigilancia ...…………………………………………………… 56
1.5.2.8. Estrés ...……………………………….....………………………….. 57

2. ESTRÉS: CONCEPTO Y ELEMENTOS DEL PROCESO. ESTRÉS Y DOLOR ... 59


2.1. CONCEPTO DE ESTRÉS ………………………………………………………….. 59
2.2. EL PROCESO DE ESTRÉS ………………………………………………………... 62
2.2.1. Los estímulos estresores ……………………………………………………… 63
2.2.2. La percepción del estímulo estresor ………………………………………….. 64
2.2.3. La respuesta …………………………………………………………………... 65
2.2.3.1. Respuesta fisiológica ………………………………………………… 65
2.2.3.2. Respuesta cognitiva ………………………………………………….. 68
2.2.3.3. Respuesta emocional ………………………………………………… 70
2.2.3.4. Respuesta conductual ………………………………………………... 71
2.2.4. Las consecuencias ……………………………………………………………. 71
2.3. VARIABLES MODULADORAS DEL ESTRÉS ………………………………….. 73
2.3.1. Apoyo Social …………………………………………………………………. 74
2.3.2. Procesos Cognitivos ………………………………………………………….. 74
2.3.3. Variables de personalidad ……………………………………………………. 76
2.4. ESTRÉS Y DOLOR ……………………………………………………………….. 81
2.4.1. Estrés, dolor y afrontamiento ………………………………………………... 83
2.4.2. Estresores y dolor ……………………………………………………………. 85
2.4.3. Modelo de Diatésis-Estrés …………………………………………………… 87

3. ESTRÉS Y FIBROMIALGIA ………………………………………………………… 89


3.1. ESTIMULOS ESTRESORES Y FIBROMIALGIA ………………………………... 93
3.1.1. Abuso físico y/o sexual en la Fibromialgia …………………………………... 97
3.1.2. Molestias cotidianas en la Fibromialgia ……………………………………… 99
3.2. RESPUESTA DE ESTRÉS Y FIBROMIALGIA …………………………………... 106
3.2.1. Respuesta fisiológica y Fibromialgia ………………………………………… 106
3.2.2. Respuesta cognitiva-emocional y conductual: Afrontamiento y FM ………… 113
3.3. CONSECUENCIAS DE ESTRÉS Y FIBROMIALGIA …………………………… 124
3.3.1. Ansiedad, Depresión y Fibromialgia ………………………………………… 126
3.3.2. Estrés Postraumático y Fibromialgia ………………………………………... 129
3.3.3. Repercusiones en la calidad de vida y Fibromialgia ………………………… 131

4. VARIABLES COGNITIVO-AFECTIVAS Y FIBROMIALGIA …………………... 135


4.1. CREENCIAS DE CONTROL Y DOLOR …………………………………………. 135
4.1.1. Autoeficacia y Dolor Crónico ………………………………………………... 135
4.1.2. Autoeficacia y Fibromialgia ………………………………………………….. 137
4.1.3. Locus de control y Dolor Crónico ……………………………………………. 142
4.1.4. Locus de control y Fibromialgia ……………………………………………... 146
4.1.5. Autoeficacia, Locus de Control y Fibromialgia ……………………………… 149
4.2. AFECTIVIDAD …………………………………………………………………….. 150
4.2.1. Afectividad y Dolor Crónico …………………………………………………. 156
4.2.2. Afectividad y Fibromialgia …………………………………………………... 164
4.2.2.1. Afectividad negativa y Fibromialgia: comorbilidad, pronóstico y
etiología …………………………………………………………….. 164
4.2.2.2. Afectividad positiva y Afectividad Negativa en Fibromialgia ……….. 167

II. OBJETIVOS E HIPÓTESIS.……………………………………………. 173

5. OBJETIVOS E HIPÓTESIS …………………………………………………………... 175


5.1. OBJETIVO GENERAL …………………………………………………………….. 175
5.2. OBJETIVOS ESPECÍFICOS E HIPÓTESIS ...…………………………………….. 175

III. ESTUDIO EMPÍRICO ………………………………………………… 187

6. MÉTODO ……………………………………………………………………………… 189


6.1. SUJETOS …………………………………………………………………………… 189
6.2. PROCEDIMIENTO ………………………………………………………………… 194
6.3. VARIABLES E INSTRUMENTOS ………………………………………………... 196
6.3.1. Variables sociodemográficas …………………………………………………. 196
6.3.2. Variables clínicas …………………………………………………………….. 197
6.3.3. Variables objeto de interés del estudio ……………………………………….. 197
6.3.3.1. Variables Antecedentes ………………………………………………. 197
6.3.3.1.1. Locus de control General ………………………………….. 197
6.3.3.1.2. Autoeficacia general ……………………………………….. 198
6.3.3.1.3. Afecto Positivo y Negativo ………………………………... 199
6.3.3.2. Variables Resultado ………………………………………………….. 201
6.3.3.2. 1. Perfil de respuesta al estrés ……………………………….. 201
6.3.3.3. Variables de Dolor …………………………………………………… 202
6.3.3.3.1. Locus de control de dolor ………………………………….. 202
6.3.3.3.2. Autoeficacia de Dolor ……………………………………… 203
6.3.3.3.3. Intensidad de Dolor ………………………………………… 204
6.3.3.4. Variables específicas de la submuestra con FM ………………………. 205
6.3.3.4.1. Sintomatología asociada ……………………………………. 205
6.3.3.4.2. Impacto de la Fibromialgia …………………………………. 205
6.3.3.4.2.1. Limitación funcional …………………………... 206
6.3.3.4.2.2. Interferencia dolor ……………………………... 206
6.3.3.4.2.3. Síntomas FIQ ………………………………….. 206

7. RESULTADOS …………………………………………………………………………. 209


7.1. ANÁLISIS DESCRIPTIVOS ………………………………………………………. 211
7.1.1. Muestra total …………………………………………………………………. 212
7.1.2. Muestra con fibromialgia …………………………………………………….. 213
7.1.3. Muestra con Dolor Lumbar Crónico …………………………………………. 214
7.1.4. Muestra de mujeres sanas …………………………………………………….. 216
7.2. ANÁLISIS DE CORRELACIONES ……………………………………………….. 216
7.2.1. Muestra total ………………………………………………………………….. 216
7.2.2. Muestra con fibromialgia …………………………………………………….. 217
7.2.3. Muestra con Dolor Lumbar Crónico …………………………………………. 223
7.2.4. Muestra de mujeres sanas …………………………………………………….. 223
7.3. DIFERENCIAS DE MEDIAS EN LAS VARIABLES DE ESTUDIO EN LAS
DIFERENTES MUESTRAS EVALUADAS …………………………………….. 224
7.3.1. Diferencias entre las variables comunes a las tres muestras evaluadas …….... 224
7.3.2. Diferencias entre las muestras de dolor: Fibromialgia y Dolor Lumbar
Crónico ……………………………………………………………………... 227
7.4. ANÁLISIS DE LAS VARIABLES DE INTERÉS EN FUNCIÓN DE LAS
VARIABLES SOCIODEMOGRÁFICAS Y CLÍNICAS ………………………... 228
7.4.1. Diferencias en las variables de interés en función de las variables
sociodemográficas y clínicas en la muestra de mujeres con Fibromialgia …. 228
7.4.2. Diferencias en las variables de interés en función de las variables
sociodemográficas en la muestra de mujeres con Dolor Lumbar Crónico …. 234
7.4.3. Diferencias en las variables de interés en función de las variables
sociodemográficas en la muestra de mujeres Sanas ………………………... 235
7.5. ANÁLISIS DE REGRESIÓN ……………………………………………………... 235
7.5.1. Análisis de regresión para la muestra de Fibromialgia ……...……………… 236
7.5.1.1. Análisis de regresión con variables predictoras de percepción de
control generales ….……………………………………………………. 236
7.5.1.1.1. Análisis de regresión: Respuestas de Estrés ……………... 236
7.5.1.1.2. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto
Negativo ………………………………………………… 239
7.5.1.1.3. Análisis de regresión: Variables específicas de Dolor
(intensidad de dolor) …………………….……………. 240
7.5.1.1.4. Análisis de regresión: Variables específicas de
Fibromialgia ………………………………………….. 240
7.5.1.2. Análisis de regresión con variables predictoras de percepción de
control de dolor ………………………………………………………… 242
7.5.1.2.1. Análisis de regresión: Respuestas de Estrés …………... 242
7.5.1.2.2. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto
Negativo ……………………………………………... 245
7.5.1.2.3. Análisis de regresión: Variables específicas de Dolor
(intensidad de dolor) …………………………………. 246
7.5.1.2.4. Análisis de regresión: Variables específicas de
Fibromialgia ………………………………………….. 246
7.5.2. Análisis de regresión para la muestra de Dolor Lumbar Crónico ……………. 248
7.5.2.1. Análisis de regresión con variables predictoras de percepción de
control generales ……………………………………………………. 249
7.5.2.1.1. Análisis de regresión: Respuestas de Estrés ……………… 249
7.5.2.1.2. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto Negativo . 250
7.5.2.1.3. Análisis de regresión: Variables específicas de Dolor
(intensidad de dolor) ………………………………………. 251
7.5.2.2. Análisis de regresión con variables predictoras de percepción de
control de dolor……………………………………………………... 251
7.5.2.2.1. Análisis de regresión: Respuestas de Estrés ……………… 251
7.5.2.2.2. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto Negativo .. 253
7.5.2.2.3. Análisis de regresión: Variables específicas de Dolor
(intensidad de dolor) ………………………………………. 254
7.5.3. Análisis de regresión para la muestra de mujeres Sanas ……………………... 254
7.5.3.1. Análisis de regresión: Respuestas de estrés …………………………. 255
7.5.3.2. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto Negativo ………….. 257
7. 6. ANÁLISIS DE MEDIACIÓN …………………………………………………….. 258
7.7. ANÁLISIS DE ECUACIONES ESTRUCTURALES …………………………….. 264
7.7.1. Análisis Preliminares ………………………………………………...……… 264
7.7.1.1. Evaluación de la normalidad ………………………………………... 264
7.7.1.2. Evaluación del modelo ……………………………………………… 265

8. DISCUSIÓN ……………………………………………………………………………. 269


8.1. CARACTERÍSTICAS DE LAS PACIENTES CON FM …………………………... 270
8.1.1. Variables afectivas y de percepción de control generales y respuesta de
estrés ………………………………………………………………………….. 270

8.1.2. Variables específicas de percepción de control de dolor e intensidad de 275


dolor …………………………………………………………………………..
8.1.3. Variables resultado de enfermedad propias de la FM ………………………... 279
8.2. RELACIONES ENTRE LAS DIFERENTES VARIABLES OBJETO DE
ESTUDIO …………………………………………………………………………….. 283
8.2.1. Variables de percepción de control general y afectivas, y respuesta de estrés.. 283
8.2.2. Variables de percepción de control general y afectivas, y variables
específicas de percepción de control de dolor ……………………...………... 285
8.2.3. Estrés, intensidad de dolor y variables de percepción de control de dolor …... 288
8.2.4. Sintomatología propia de la FM y variables relacionadas …………………… 290
8.3. VARIABLES SOCIODEMOGRÁFICAS Y CLÍNICAS EN LA FM …………….. 295
8.4. VARIABLES PREDICTORAS DE RESULTADOS DE SALUD-ENFERMEDAD
EN PACIENTES CON FM ………………………………………………………… 302
8.4.1. Respuesta de estrés y afectividad. Diferencias con mujeres con DLC y
mujeres sanas ………………………………………………………………… 302
8.4.2. Intensidad de dolor. Diferencias con mujeres con DLC ……………………... 309
8.4.3. Variables de resultado de enfermedad asociadas a FM ……………………… 310
8.5. EL PAPEL MEDIADOR DEL AFECTO ENTRE LAS VARIABLES DE
PERCEPCIÓN DE CONTROL DE DOLOR Y LAS VARIABLES DE
ENFERMEDAD EN FM (INTENSIDAD DE DOLOR, LIMITACIÓN
FUNCIONAL, ANSIEDAD Y DEPRESIÓN)……………………………………... 313
8.6. UN MODELO INTEGRADOR EXPLICATIVO EN FM …………………………. 317

IV. CONCLUSIONES E IMPLICACIONES PRÁCTICAS ….…………. 327

V. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ….……………………………… 335

VI. ANEXOS ………………………………………………………………… 395


ÍNDICE DE TABLAS

Tabla 1. Diagnóstico Diferencial de la Fibromialgia ……………………………………. 35


Tabla 2. Factores que influyen en que la fibromialgia sea causa de incapacidad ……………… 43
Tabla 3. Aspectos que dificultan la valoración de la incapacidad en la FM …………………… 43
Tabla 4. Estudios sobre Eventos Vitales y Fibromialgia ………………………………………. 94
Tabla 5. Estudios sobre Molestias cotidianas en la FM ………………………………………... 101
Tabla 6. Estudios sobre Respuesta fisiológica y FM …………………………………………... 109
Tabla 7. Estudios sobre Respuesta cognitiva-emocional y conductual. Estrategias de
Afrontamiento ………………………………………………………………………… 117
Tabla 8. Distribución de la muestra en función de las variables sociodemográficas …………... 192
Tabla 9. Variables específicas de Fibromialgia ………………………………………………... 194
Tabla 10. Variables e instrumentos a evaluar en el estudio ……………………………………. 200
Tabla 11. Variables estudiadas y muestras en las que se valoraron ……………………………. 211
Tabla 12. Análisis descriptivo de las variables de interés en la muestra total …………………. 212
Tabla 13. Análisis descriptivo de las variables de interés de la muestra de Fibromialgia …….. 214
Tabla 14. Análisis descriptivo de las variables de interés de la muestra de DLC ……………… 215
Tabla 15. Análisis descriptivo de las variables de interés de la muestra de Sanas ……………. 216
Tabla 16. Correlaciones de la muestra total …………………………………………………… 219
Tabla 17. Correlaciones de la muestra con Fibromialgia …………….…………….…………... 220
Tabla 18. Correlaciones de la muestra con Dolor Lumbar Crónico …………….…………….. 221
Tabla 19. Correlaciones de la muestra de Sanas …………….…………….…………………... 222
Tabla 20. Análisis de varianza de las variables de interés en todas las submuestras …………... 225
Tabla 21. Diferencias de las variables de interés en las muestras de dolor ……………………. 227
Tabla 22. Comparación de la Autoeficacia Control Dolor en función del Estado Civil (FM) … 229
Tabla 23. Comparación de las variables de interés en función del Nivel de Estudios (FM) ….. 230
Tabla 24. Comparación de las variables de estudio en función de la Situación Laboral (FM) .. 230
Tabla 25. Comparación de la variable Depresión en función de los ingresos económicos
(FM) …………….…………….…………….…………….…………….……………. 231
Tabla 26. Relación del consumo de fármacos con las variables de interés (FM) ……………… 232
Tabla 27. Relación del diagnóstico de Ansiedad y Depresión con las variables de interés
(FM) …………….…………….…………….…………….…………….……………. 233
Tabla 28. Comparación de las variables de estudio en función de la Situación Laboral
(DLC) …………….…………….…………….…………….…………….…………... 235
Tabla 29. Análisis de regresión: respuestas de estrés (FM; predictores de control generales) … 237
Tabla 30. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Negativo (FM; predictores de control
generales) …………….…………….…………….…………….…………….………. 239
Tabla 31. Análisis de regresión: Variables específicas de FM (FM; predictores de control
generales) …………….…………….…………….…………….…………….……… 241
Tabla 32. Análisis de regresión: Respuestas de estrés (FM, predictores de control dolor) ……. 243
Tabla 33. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Negativo (FM; predictores de control
dolor) …………….…………….…………….…………….…………….………… 245
Tabla 34. Análisis de regresión: Variables específicas de FM (FM; predictores de control de
dolor) …………….…………….…………….…………….…………….…………… 247
Tabla 35. Análisis de regresión: Respuestas de estrés (DLC; predictores de control
generales) …………….…………….…………….…………….…………….………. 249
Tabla 36. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto Negativo (DLC; predictores de
control generales) …………….…………….…………….…………….……………. 250
Tabla 37. Análisis de regresión: Intensidad de Dolor (DLC; predictores de control generales) . 251
Tabla 38. Análisis de regresión: Respuestas de estrés (DLC; predictores de control de dolor) .. 252
Tabla 39. Análisis de regresión: Afecto Positivo (DLC; predictores de control de dolor) …….. 253
Tabla 40. Análisis de regresión: Intensidad de Dolor (DLC; predictores de control de dolor) ... 254
Tabla 41. Análisis de regresión: Respuestas de estrés (sanas) …………….…………….……... 256
Tabla 42. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto Negativo (sanas) ………………….. 257
Tabla 43. Variables que cumplen las precondiciones para la mediación ………………………. 259
Tabla 44. Modelo de Mediación: Locus de Dolor Interno …………….…………….………… 261
Tabla 45. Modelo de Mediación: Locus de Dolor Destino …………….…………….………… 262
Tabla 46. Modelo de Mediación: Autoeficacia Dolor Síntomas …………….…………….….. 262
Tabla 47. Modelo de Mediación: Autoeficacia Dolor Actividades …………….……………… 263
Tabla 48. Modelo de Mediación: Autoeficacia Control Dolor …………….…………….…….. 263
Tabla 49. Características de las pacientes con FM: aceptación o rechazo de las hipótesis ……. 282
Tabla 50. Relación entre las diferentes variables objeto de estudio: aceptación o rechazo de las
Hipótesis …………….…………….…………….…………….…………….………. 292
Tabla 51. Variables sociodemográficas y clínicas en la FM: aceptación o rechazo de las
Hipótesis …………….…………….…………….…………….…………….……….. 302
Tabla 52. Resultados obtenidos por las tres submuestras en los análisis de regresión ………… 307
Tabla 53. Variables predictoras de resultados de salud-enfermedad en la FM: aceptación o
rechazo de las hipótesis …………….…………….…………….…………….……… 312
Tabla 54. El papel mediador del afecto entre las variables de percepción de control y las de
FM: aceptación o rechazo de las hipótesis …………….…………….………………. 317
Tabla 55. Un modelo integrador explicativo en FM: aceptación o rechazo de las hipótesis …... 321
ÍNDICE DE FIGURAS

Figura 1. Puntos Dolorosos Típicos de la Fibromialgia …………….…………….………... 33

Figura 2. Proceso de estrés …………….…………….…………….…………….…………. 63

Figura 3. Modelo de trayectorias inicial hipotetizado.…………….………………………... 266

Figura 4. Modelo Final …………….…………….…………….…………….……………... 268


SIGLAS MÁS UTILIZADAS

FM Fibromialgia

DLC Dolor Lumbar Crónico

AR Artritis Reumatoide

OA Osteoartritis

LES Lupus Eritomatoso Sistémico

EPS Estrés Postraumático

FIQ Cuestionario de Impacto de la Fibromialgia

FC Fatiga Crónica

EM Esclerosis Múltiple

DM Depresión Mayor

SEM Análisis de Ecuaciones Estructurales

ACR Colegio Americano de Reumatología

TCC Terapia Cognitivo-Conductual

23
24
JUSTIFICACIÓN

Hace unas décadas, la salud y la enfermedad eran definidas únicamente desde un


punto de vista exclusivamente biologicista, sin tener en cuenta otros aspectos que pudieran
estar influyendo en las mismas, tales como los psicológicos y/o sociales. Más adelante, y
desde que la Organización Mundial de la Salud define la salud como “el bienestar físico,
psíquico y social” se empiezan a tener en cuenta una serie de factores que además de los
biológicos resultan de gran importancia cara al desarrollo de distintas enfermedades.

El dolor crónico ha sido una de las entidades que ha estado presente desde el inicio de
la humanidad y es una experiencia única e individual, aunque no siempre ha sido definido
como un concepto multidimensional en dónde intervienen distintos factores como los
sensoriales, afectivos, cognitivos y conductuales. Es a partir de la conceptualización que
realiza la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, 1986) cuando se define al
dolor como un fenómeno complejo en donde intervendrían estos aspectos. Una distinción
importante es la que se realiza entre dolor agudo y dolor crónico. Los episodios de dolor
agudo, son generalmente identificables y con una duración limitada, mientras que el dolor
crónico, aparece cuando el dolor se hace persistente y su duración sobrepasa los tres meses.
Desgraciadamente hoy en día la presencia de trastornos de dolor crónico en países
industrializados es bastante elevada, siendo aproximadamente de un 20% a un 35%
conllevando una serie de repercusiones socioeconómicas asociadas (Robles, Iranzo, Ortuño y
Miralles, 1995; Verhaak, Kerssens, Dekker, Sorbi y Bensing, 1998).

De los distintos trastornos de dolor crónico, el presente trabajo se centra en uno de


ellos: La Fibromialgia (FM). Enfermedad que se caracteriza principalmente por la presencia
de dolor crónico generalizado y difuso. En 1990 (Wolfe et al., 1990) fueron definidos los
criterios del síndrome en los que además de la presencia de este dolor musculoesquelético
generalizado de más de tres meses de duración, debía de existir dolor en 11 de 18 puntos
dolorosos sensibles a la palpación digital. Adicionalmente a estos criterios, se incluían una
serie de síntomas secundarios como: fatiga, problemas de sueño, calambres y rigidez
matutina, entumecimiento, colon irritable, además de desórdenes emocionales como ansiedad
y depresión (Aaron, et al., 1996; Hudson, Goldenberg, Pope, Keck y Sclesinger, 2007).

25
En la práctica clínica, la Fibromialgia es un problema frecuente, oscilando su
prevalencia entre un 0,7 y un 20% (Wolfe, Ross, Anderson, Russell y Hebert, 1995;
Goldenberg, 1999; Sicras-Mainar, Blanca-Tamayo, Navarro-Artieda y Rejas-Gutiérrez, 2009)
y en España afecta aproximadamente a un 3,6% y lo que es más alarmante es que esta cifra
sube cada año. Desde los inicios de la enfermedad parecía que el perfil de los afectados era
fundamentalmente mujeres de entre 40-60 años pero al parecer el diagnóstico cada vez se
presenta en más jóvenes.

El impacto en la calidad de vida es quizá uno de los aspectos que más caracteriza a la
Fibromialgia ya que la propia sintomatología dolorosa y no dolorosa afecta a las áreas
personal, laboral, social, familiar, provocando una gran limitación funcional, además de
consecuencias como absentismo laboral e impacto económico, problemas familiares,
reducción de actividades, uso excesivo de medicamentos y problemas emocionales
(principalmente ansiedad y depresión) (Bergman, 2005; Davis, 1996; DeWalt, Reed y Pincus,
2004; Dewar, White, Posade y Dillon, 2003; Kersh et al., 2001; Lledó, 2005; Lledó, Pastor,
Pons, López-Roig y Terol, 2009; Neumann, Berzak y Buskila, 2000; Rivera, 2004).

Actualmente se plantean distintas hipótesis explicativas de la Fibromialgia pero aún no


se conocen los mecanismos precisos que dan cuenta de su origen. Sin embargo, hay datos que
apuntan a que podría existir una base genética que contribuya a su aparición (Buskila, 2007);
otros que indican evidencias de alteraciones del eje Hipotálamo-Hipofiso-Adrenal (Martínez-
Lavin y Vargas, 2009) y otros que apuntan a la posibilidad de un proceso inflamatorio o
autoinmune (Blanco et al., 2005). Quizá la hipótesis más aceptada es que en los pacientes con
Fibromialgia existe una alteración de los mecanismos de procesamiento del dolor, provocados
por un desequilibrio en los neuromoduladores del sistema nervioso central (Crofford, 2005).

Sin embargo, en estas hipótesis explicativas, estamos dejando de lado la influencia que
las variables psicosociales podrían tener cara al desarrollo y/o mantenimiento de la
enfermedad. Es así como desde esta falta de evidencia fisiológica, durante los últimos años se
ha producido un aumento considerable del estudio de estos aspectos, concendiéndoles un
protagonismo no solo para explicar el origen de la enfermedad sino también para establecer
futuras líneas de intervención.

26
Según distintos autores, el comienzo de la Fibromialgia coincide en numerosas
ocasiones con la presencia de estrés físico o psicológico (Dailey, Bishop, Russell y Fletcher,
1990; Uveges et al., 1990; Van Houdenhove, 2006; Restrepo-Medrano, Ronda, Vives-Cases y
Gil-González, 2009, Rivera et al., 2006), además de su asociación con síndromes que a su vez
están asociados al estrés (Bennet, 1993; Branco, 2010; Dailey, Bishop, Russell y Fletcher,
1990; Yunus, Masi, Calabro, Miller y Feigenbaum, 1981) como cefaleas tensionales, colon
irritable, etc. También se ha propuesto un modelo de sensibilidad anormal al dolor que podría
estar provocada por el estrés (Kersh et al., 2001) y se ha sugerido una hipervigilancia a los
estresores sociales (McDermid et al., 1996).

No obstante, debemos tener en cuenta que el estrés es un proceso en el que intervienen


distintos elementos: el estímulo estresante y la percepción del mismo, así como la respuesta
(fisiológica, cognitiva, emocional y motora-conductual) y las consecuencias (físicas,
psicosociales y laborales). Adicionalmente, este proceso de estrés estaría determinado por una
serie de variables moduladoras que influyen en la valoración de un estímulo como estresante
o no. Dentro de estas variables moduladoras se incluirían los procesos cognitivos, afectivos y
las variables de personalidad.

La relación entre el estrés y la Fibromialgia se ha estudiado de manera bidireccional:


por un lado considerando el estrés como un factor predisponente a desarrollar la enfermedad,
y por otro, entendiendo la Fibromialgia como una causa de estrés. Sin embargo, la mayoría de
los estudios que investigan la relación entre estas dos variables atienden únicamente a uno de
los elementos del estrés. Así, encontramos investigaciones que hablan de la relación entre la
Fibromialgia y los estímulos estresores (eventos vitales como abuso físico y/o sexual; y las
molestias cotidianas), las distintas respuestas de estrés (fisiológica, cognitiva-emocional y
conductual) y las consecuencias (emocionales como ansiedad y depresión, estrés
postraumático y repercusiones en la calidad de vida).

En el caso de la Fibromialgia, al tratarse de una enfermedad crónica que cursa con


dolor y que como consecuencia dispararía el proceso de estrés, existe una constante exigencia
de adaptación por parte del organismo. Los esfuerzos de esta adaptación vendrían
determinados por una serie de factores cognitivos, afectivos y conductuales. Así, algunas de
las variables que han sido estudiadas cara al afrontamiento de la enfermedad son: las variables
de percepción de control (lugar de control y autoeficacia) y la afectividad. Dichas variables,

27
moduladoras del estrés, tienen en común constituir mecanismos o recursos que implican un
sentido de control cognitivo y emocional. Se ha demostrado que estas variables influyen en la
limitación funcional y en la sintomatología asociada a la Fibromialgia (Gustafsson y Gaston-
Johansson, 1996; Martín-Aragón et al., 2001; Kurtze y Svebak, 2005; Zautra et al., 2005).

En este sentido, parece que en la Fibromialgia se ha puesto de manifiesto un perfil


cognitivo y emocional desadaptativo más que un perfil positivo y adaptativo. Precisamente el
identificar los recursos adaptativos y las experiencias y emociones positivas en estas pacientes
ha provocado un reciente interés cara a la mejora de la calidad de vida y al aumento del
funcionamiento en general.

Es por ello que, en este trabajo nos proponemos como objetivo de estudio la relación
entre el estrés, la limitación funcional y la sintomatología asociada en mujeres con
Fibromialgia, analizando la influencia que tienen las variables de percepción de control como
el locus de control y la autoeficacia, así como el afecto positivo y negativo, en dichas
variables.

Se expondrán en primer lugar las principales características de la Fibromialgia


(aspectos diagnósticos, sociodemográficos e impacto de la enfermedad) así como algunas de
las hipótesis explicativas de la enfermedad incluyendo los modelos biológicos y
psicosociales. En segundo lugar, nos centraremos en definir el proceso de estrés así como sus
variables moduladoras y mencionaremos la relación entre el estrés y dolor. En tercer lugar
hablaremos de la relación entre el estrés y la Fibromialgia, mencionando los diferentes
estudios que existen sobre los estimulos estresores, la respuesta y las consecuencias del estrés
en la enfermedad. En cuarto lugar, nos centraremos en las variables cognitivo-afectivas objeto
de estudio, analizando la relación que tienen con la Fibromialgia. Finalmente, se plantea y
presenta el trabajo empírico realizado para la presente investigación.

28
I. Introducción

“Fibro… ¿cómo?. –Fibromialgia -No me gustan las palabras raras.


No me gustan en absoluto, y menos aún cuando son largas, y esta
era las dos cosas”
Nano, 8 años,
“Las cosas que importan” de Marta Rivera de la Cruz  

29
30
1. FIBROMIALGIA: ASPECTOS DIAGNÓSTICOS, PSICOSOCIALES Y
ETIOLÓGICOS

Quizá los orígenes diagnósticos de la actual Fibromialgia se encuentren a principios


del siglo pasado cuando William Gowers propuso el nombre de fibrositis para el dolor de tipo
muscular debido a la inflamación del tejido fibroso. En el mismo año, Stockman publicó siete
casos de pacientes que presentaban fibrositis, confirmando mediante biopsias la inflamación
de los septos fibrosos intramusculares (Rotés, 1990). En 1960, Moldfosky comprobó que en
estos pacientes había una alteración de la fase IV del sueño por ondas alfa, estableciéndose el
primer dato específico de laboratorio (Ballina, García, Martín, Iglesias y Cueto, 1995). Pero
no es hasta 1975 cuando Hench acuñó el término Fibromialgia (FM), sustituyendo al de
fibrositis al no haber ninguna evidencia de inflamación (Uceda, González-Agudo, Fernández
y Hernández, 2000; Smythe, 1989), encontrando resultados opuestos a los realizados
previamente por Stockman. Posteriormente, Yunus (1983) hace cuatro clasificaciones de la
FM: a) Localizada o Regional: en donde los síntomas de dolor y los puntos dolorosos a la
palpación digital (“tender points”) están limitados en una zona anatómica concreta, como
sería el caso del Síndrome de Dolor Miofascial, b) Primaria: caracterizada por dolor
generalizado y puntos dolorosos extendidos por todo el cuerpo, sin poder explicar los
síntomas a través de otro cuadro clínico, c) Secundaria: los síntomas de la FM se manifiestan
de manera causal con una patología de fondo; por ejemplo, Artritis Reumatoide (AR),
polimialgia reumática, vasculitis sistémica, Lupus Eritomatoso (LES) etc., y d) Concomitante:
se caracteriza por la presencia de las manifestaciones de la FM de manera concomitante, pero
no relacionada en forma causal con otro padecimiento que por sí solo causa dolor; por
ejemplo, enfermedad articular degenerativa, traumatismos, etc., situaciones que al presentarse
de manera simultánea en el mismo enfermo no explican la totalidad del dolor.

A pesar de esta clasificación, hasta 1990 no existe un consenso en definir esta


enfermedad, momento en el que el Colegio Americano de Reumatología establece los
criterios diagnósticos de la Fibromialgia (Wolfe et al., 1990). En 1992 fue reconocida por la
Organización Mundial de la Salud (OMS) y clasificada en el Manual de Clasificación
Internacional de Enfermedades (ICD-10) con el código “M79.0”.

31
1.1. CARACTERIZACIÓN DE LA FIBROMIALGIA

Actualmente la Fibromialgia se define como un trastorno de la modulación del dolor


que se caracteriza por un cuadro de dolor crónico musculoesquelético generalizado, benigno,
de origen no articular y de causa desconocida. Diversos autores también lo denominan
Síndrome Fibromiálgico, ya que se caracteriza por la combinación de diversos síntomas entre
los que destacan la presencia de dolor generalizado. El paciente puede expresar dolor en todo
el cuerpo o bien en la mitad de éste, en la parte derecha o la izquierda; por encima o, más
raramente, por debajo de la cintura. Las áreas que provocan más dolor son la región lumbar,
cervical, hombros, caderas, rodillas, manos y pared torácica, y en menor porcentaje codos,
tobillos y muñecas (Wolfe y Cathey, 1983).

Además del dolor, existe la presencia de rigidez, fatiga, sueño no reparador y la


presencia de unos puntos dolorosos a la palpación de unas zonas anatómicas concretas,
llamados puntos sensibles o “tender points” (Wolfe et al., 1990). Existen además una serie de
síntomas que pueden acompañar a la FM como trastornos de sueño, fatiga, cefaleas
tensionales, rigidez articular, sensación de entumecimiento, sequedad de boca, quejas
cognitivas como pérdida de memoria o dificultades de atención y concentración, colon
irritable, depresión y ansiedad (Baumstark y Buckelew, 1992; Wolfe, 1989; Yunus et al.,
1981), aunque el dolor generalizado es el síntoma cardinal siendo su presencia esencial para
el diagnóstico.

1.1.1. Criterios diagnósticos de la Fibromialgia

Según los criterios de clasificación del Colegio Americano de Reumatología, la FM


queda definida como un trastorno en el que aparece dolor generalizado de más de tres meses
de duración, dolor esquelético axial y existencia de entre 11 y 18 puntos de palpación
dolorosos (Wolfe et al., 1990). El dolor debe ser extenso, es decir, se debe presentar en la
parte izquierda del cuerpo, en la parte derecha del cuerpo, sobre la cintura y bajo la cintura.
Además, debe existir dolor axial esquelético (columna cervical o cuello o espina torácica o
espalda). De esta manera, el dolor extendido en tres sitios (por ejemplo, brazo izquierdo,
espalda y pierna derecha) satisfacen los criterios de dolor extenso. En cuanto a los puntos
dolorosos, éstos se encuentran en zonas anatómicas bien delimitadas, localizadas y
clasificadas (Figura 1) y corresponden a las áreas más sensibles del organismo para estímulos

32
mecánicos o de umbral más bajo. Estas zonas son: occipital, trapecio, supraespinoso, cervical,
epicóndilo, segunda costilla, glúteo, trocánter y almohadilla grasa medial de la rodilla, todos
ellos en ambos lados del cuerpo. La presión digital de estos puntos dolorosos debe realizarse
con una fuerza aproximada de 4 kg/cm2 que, de forma práctica, suele corresponder al
momento en que cambia la coloración subungueal del dedo del explorador. Para que un punto
se considere «positivo» el sujeto explorado tiene que afirmar que la palpación es dolorosa.

Figura 1. Puntos Dolorosos Típicos de la Fibromialgia (tomado de Villanueva et al. 2004)


1-2 Cervical bajo: bilateral, en la parte anterior de los espacios intertransversos C4-C5, C5-C6, 3-4 Segunda
costilla: bilateral, en la segunda unión condroesternal, 5-6 Epicóndilo lateral: bilateral a 2 cm distal del
epicóndilo, 7-8 Rodilla: bilateral en la almohadilla grasa media próxima a la línea articular, 9-10 Occipucio:
bilateral en la inserción del músculo suboccipital, 11-12 Trapecio: bilateral, en el punto medio del borde
superior, 13-14 Supraespinoso: bilateral, el origen sobre la espina de la escápula
próximo al borde medial, 15-16 Glúteo: bilateral cuadrante superior externo de la nalga en la parte abultada del
músculo, 17-18 Trocánter mayor: bilateral, posterior a la prominencia trocantérea.

No obstante, incluso este criterio diagnóstico posee objeciones, ya que es una medida
subjetiva y no existe ningún cambio a nivel histológico que valide de manera independiente
dicho diagnóstico. Precisamente, estos síntomas físicos tan específicos, permiten realizar un
diagnóstico diferencial sencillo con respecto a otras condiciones de dolor crónico, tales como
la Artritis Reumatoide o el Dolor Lumbar Crónico (DLC). Además de estos criterios, debe
haber ausencia de otras enfermedades que pudieran ser la causa del dolor, tales como: la
artritis reumatoide, el lupus, o trastornos de la glándula tiroides.

33
Otros síntomas que se presentan en la FM son: alodinia (percepción de dolor incluso
tras estímulos no dolorosos, como un ligero contacto) e hiperalgesia (aumento en el
procesamiento del dolor por el que un estímulo doloroso es magnificado) (Aaron et al., 1996;
Affleck, Urrows, Tennen Higgins y Abeles, 1996; Hudson et al., 1992; Landis et al., 2003;
Merayo, Cano, Rodríguez, Ariza y Navarro, 2007).

La definición de los síntomas podría apuntar a que esta enfermedad perteneciera a la


esfera reumatológica, pero también pertenece a la neurológica y endocrinológica, aunque, en
la gran mayoría de los casos los pacientes son derivadas de la medicina primaria tardando en
llegar a la consulta con el especialista una media de 5 años (Mulero y Andreu, 1998; Robles,
1995).

No existen pruebas de laboratorio específicas para el diagnóstico de la FM y la


normalidad analítica es una de sus características. Se recomienda realizar determinaciones
hormonales y pruebas que descarten otras enfermedades autoinmunes o reumáticas.
Actualmente, existen cuestionarios que se utilizan para valorar, por ejemplo, el grado de
dolor, el impacto de la enfermedad y la calidad de vida como por ejemplo la Escala de Dolor
Regional (RPS- Regional Pain Scale; Wolfe, 2003), Cuestionario de Impacto de la
Fibromialgia (FIQ- Fibromialgia Impact Questionnaire, Burckhardt, Clark y Bennett, 1991),
Escala de Fibro-fatiga (Zachrisson, Regland, Jahreskog, Kron y Gottfries, 2002; adaptación al
castellano por Garcia-Campayo et al., 2006) y Cuestionario Multidimensional de Evaluación
de la Salud (MDHAQ- Multidimensional Health Assessment Questionnaire, Pincus,
Swearingen y Wolfe, 1999).

Asimismo, es importante realizar un diagnóstico diferencial de la FM, y son necesarias


además de la evaluación propia del grado en que se encuentra la enfermedad, la historia
clínica, la exploración completa y, a veces, pruebas complementarias para excluir otras
patologías asociadas, superpuestas o que pueden simular la FM (ver tabla I). En ocasiones,
puede resultar especialmente complejo para los distintos especialistas el diferenciar al
paciente con otros tipos de dolor crónico (como el síndrome miofascial en varias
localizaciones) de una FM (Peña, 1995; Rudin, 2003).

34
Tabla 1. Diagnóstico Diferencial de la Fibromialgia
Enfermedades Endocrinas Hipotiroidismo e hipertiroidismo
Hiperparatoroidismo e hipoparatiroidismo
Insuficiencia suprarrenal y Cushing
Enfermedades reumatológicas inflamatorias Polimialgia y arteritis de la temporal
Polimiositis/Dermatomiositis
Lupus Eritomatoso Sistémico , Sjörgen y otras
carectionpatías
Artritis reumatoide seronegativa de inicio
Enfermedades infecciosas Brucelosis
Síndrome de fatiga postviral (v. Epstein-Barr,
parvovirosis B19 y otras)
Enfermedad de Lyme
Síndromes paraneoplásicos y enfermedad tumoral
metastásica
Miopatías no inflamatorias
Artrosis, lesiones discales
Enfermedades neurológicas
Enfermedad de Parkinson en fase discinética
Neuropatías
Síndrome de dolor miofascial
Osteomalacia
Reumatismo psicógeno
Depresión
Ansiedad
Somatización
Síndrome de Fatiga Crónica

A pesar de que para este trabajo se emplearon los criterios de 1990 para diagnosticar a
las pacientes, es importante mencionar que recientemente se han publicado los nuevos
criterios del Colegio Americano de Reumatología (Wolfe et al., 2010) en los que la palpación
de los puntos sensibles deja de tener relevancia y se tienen en cuenta una serie de síntomas
hasta ahora no considerados. Además, adicionalmente se emplean dos escalas: un índice de
dolor generalizado (Widespread Pain Index; WPI) y un índice de gravedad de síntomas
(Symptom Severity Score; SS Score). Estos criterios valoran la sintomatología relativa a la
última semana aunque se haya estado tomando medicación.

35
1.2. ASPECTOS SOCIODEMOGRÁFICOS

Los estudios epidemiológicos sobre la FM tienen aplicabilidad a partir del


establecimiento de los criterios diagnósticos según el Colegio Americano de Reumatología
(Wolfe et al., 1990) pero difieren según la población estudiada. Los datos de la literatura
internacional provienen de tres diferentes fuentes: comunitarios (estudios basados en
población), centros de referencia (clínicas y hospitales) y clínicas especializadas en
reumatología. Las primeras referencias de estudios comunitarios aparecen publicadas por
Jacobsson, Lindgarde y Manthorpe (1989).

Diferentes estudios en los años 90 han mostrado en la población general una


prevalencia en la FM de entre el 0,7% (Wolfe, Ross, Anderson, Russell y Hebert, 1995) y el
3,3% (Croft, Rigby, Boswell, Schollum y Silman, 1993; Goldenberg, 1999; Henriksson y
Burckhardt, 1996; Lorenzen, 1994; Mengshoel, Forseth, Haugen, Walle-Hausen y Forre,
1995; White, Speechley, Harth y Ostbye, 1999; Wolfe et al., 1995). Aunque posteriormente se
ha calculado que la prevalencia oscilaba entre un 2-15% (Kersh et al., 2001; Lindell,
Bergman, Petersson, Jacobsson y Herström, 2000). No obstante, resulta muy difícil precisar la
prevalencia real de la FM, ya que el diagnóstico no cuenta con las garantías necesarias,
existiendo diferentes sesgos como una evaluación subjetiva de la sensibilidad a la palpación,
una localización imprecisa de los puntos, y una falta de especificidad y sensibilidad de los
criterios, obteniéndose datos combinados con los de otros problemas musculoesqueléticos
(Calabozo, Raluy, Llamazares, Muñoz y Alonso-Ruiz, 1990).

La FM puede iniciarse a cualquier edad, aunque es más frecuente su aparición entre


los 30 y los 40 años (Makela y Heliovaara, 1991; White, Speechley, Hart y Ostbye, 1999;
Wolfe et al., 1995) y la incidencia máxima se produce entre los 40 y los 60 años (Goldenberg,
1999; Reiville, 1997; Yunus et al., 1981).

La media de duración de la enfermedad antes de buscar profesionales


especializados oscila entre 6 y 12 años, complicándose mucho el tratamiento, ya que con los
años la FM tiende a cronificarse (Mulero y Andreu, 1998). En la mayoría de las ocasiones,
pasan varios años entre el comienzo de los síntomas y el diagnóstico (Rodríguez Franco,
1994), tras haber acudido a una media de 3-4 profesionales médicos con las mismas quejas

36
(Wallace, 1997; Yunus et al., 1981). Esto hace que se encarezca el diagnóstico y el
tratamiento del síndrome en la sociedad.

En cuanto al género, la FM se presenta mayoritariamente en mujeres con una


proporción del 73-90% (Bartels, Dreyer, Jacobsen, Despersen y Bliddal, 2009; Marcus, 2009;
Navas, Muñoz y García, 2003; Rodríguez Franco, 1994) y con una prevalencia del 3,4% en
mujeres frente al 0,5% en hombres (Goldenberg, 1996; Wallace, 1997).

Por otro lado, los estudios sobre otras características sociodemográficas asociadas a
la FM no ofrecen un consenso en sus resultados. Unos estudios encuentran mayor
probabilidad de aparición de la fibromialgia en personas casadas con un nivel
socioeconómico medio (e.g. Alonso, Loevinger, Muller y Coe, 2004; Mease et al., 2008)
mientras que otros estudios encuentran una mayor prevalencia en personas divorciadas
(siendo tres veces mayor que en la población casada), con escasos recursos económicos y con
niveles educativos bajos (Makela y Heliovaara, 1991; Zubieta, Aragon y Cantalejo, 2003) y
de raza blanca (Alegre, Ramentol y Berga, 2001; White et al., 1999).

En la práctica clínica de las consultas de medicina general, la prevalencia de la FM se


sitúa en alrededor del 2-7% de los pacientes (Bennett, 1993; Goldenberg, 1994; Sheon,
Moskowitz y Goldberg, 1996), entre un 5-8% en el ámbito hospitalario, y entre un 10-20%
serían pacientes atendidos por los reumatólogos, siendo el segundo diagnóstico más común
realizado en las clínicas de reumatología (Marder et al. 1991; White, Speechley, Harth y
Ostbye, 1995). Se ha estimado desde atención primaria que dos años después del diagnóstico
y de una intervención mínima, el 50% de los enfermos están asintomáticos sin medicación
(Granges, Zilko y Littlejohn, 1994), pero en la consulta especializada sólo un 5% de los
pacientes presentan una remisión completa de sus síntomas, y alrededor del 60% continúan
manifestando cansancio y sueño inadecuado, a pesar de recibir medicación en un 85% (Felson
y Goldenberg, 1986).

En España, según distintos estudios epidemiológicos (Calabozo et al., 1990, Valverde,


Juan, Rivas y Carmona, 2000, 2001), se calcula que entre el 2-13% de los pacientes que
acuden a las consultas de medicina general padecen este síndrome, y en las consultas de los
Servicios de Reumatología es del 3,7-20% con una incidencia del 3,9% en mujeres entre 20-
40 años y 5,8% entre 40-60 años, pero parece ser que recientemente la aparición de los

37
síntomas de la enfermedad comienza en edades más tempranas (Mas, Carmona, Valverde y
Ribas, 2009).

El estudio EPISER (Prevalencia e Impacto de las Enfermedades Reumáticas en la


población adulta española; Valverde et al., 2000; 2001), uno de los estudios más recientes que
evalúa la prevalencia global de la FM en España, muestra que la prevalencia global de esta
enfermedad es del 2,37% con una prevalencia en mujeres del 4,2% y en varones del 0,2%,
presentando un pico de edad entre los 40 y los 49 años. El nivel de estudios es
significativamente menor en la población con fibromialgia que en el resto de la población y
además estos pacientes muestran un grave deterioro de su calidad de vida. El análisis de los
datos de este estudio mostró que el factor más importante para padecer la FM es el ser mujer;
pertenecer a un nivel sociocultural bajo y mostrar la mayor presencia de comorbilidad con
hipertensión, hipercolesterolemia y depresión. Este estudio es coherente con trabajos previos
(Albornoz et al., 1997; Alvarez-Lario et al., 1996; Campus Sánchez, 2000; García del Río
Cortés y Agreda, 2000) y recientes (Mas et al., 2009) realizados en población española. Otros
autores han llegado a estimar en un total de 800.000 españoles el número de afectados de FM
(Reimundez, 2003; Robles et al., 1995; Soriano, Gelado y Girona, 2000). Estos datos
contrastan con prevalencias cercanas al 10% en países como Israel, Estados Unidos, Gran
Bretaña o Canadá (Buskila, 2001).

Según el nivel asistencial, se calcula que el 13% de los pacientes que acuden a las
consultas de Medicina General en España padecen FM, disminuyendo un 10,4% en las
consultas especializadas de los servicios de Reumatología (Calabozo et al., 1990; Villanueva
et al., 2004; Yeguas, 2001). En estudios internacionales la tendencia es opuesta, la
prevalencia es mayor en las consultas de Reumatología (5-20%) que en las consultas de
Medicina General (2.6-11,4%) (Kersh et al., 2001; Si Wai Zih et al., 2004; Wolfe, 1990;
Wolfe et al., 2010).

1.3. IMPACTO SOCIOECONÓMICO

El impacto socioeconómico de la FM es muy elevado y difícil de evaluar en costes


directos de atención sanitaria y/o incapacidad laboral (García-López y Campos-Sánchez,
2001). Estudios sobre la utilización de servicios y costos asociados (McCain, 1996; Wolfe,
Anderson, Harkness, Bennett, Caro, Goldenberg, Russell y Yunus, 1997; White et al., 1999)

38
sugieren que los pacientes con FM tienen una hospitalización cada tres años, diez visitas
médicas al año, mayor comorbilidad y mayor número de intervenciones quirúrgicas así como
un consumo medio de 2,7 medicamentos por paciente. En otro estudio epidemiológico, White
et al. (1995) recogieron los resultados de diferentes trabajos sobre el impacto social de la FM
en distintos países, donde se muestra que entre un 9% y un 24% de los pacientes perciben
algún tipo de compensación económica por discapacidad (Cathey, Wolfe y Roberts, 1990;
McCain, Cameron y Kenney, 1989) y el 50% ha tenido que dejar de trabajar en algún
momento. (White et al. 1995). Dada la evolución crónica de la enfermedad, el gasto se
prolonga y se amplifica en el tiempo. Esta preocupación se ha extendido a todos los servicios
sanitarios (Goldenberg, 1999; 2002).

1.4. IMPACTO EN LA CALIDAD DE VIDA

El fuerte impacto en la calidad de vida y las consecuencias que produce esta


enfermedad han sido objeto de numerosos estudios (Davis, 1996; DeWalt et al., 2004; Dewar
et al., 2003; Henriksson, 1994; Kersh et al. 2001; Lledó, 2005; Lledó et al., 2009; Neumann,
Berzak y Buskila, 2000; Neumann y Buskila, 1997; Rivera, 2004; Smith, 1998). Además, el
desequilibrio personal que provoca pone en riesgo el mantenimiento de las relaciones
familiares y de amistad. La incapacidad a nivel físico, laboral, familiar, y social provoca una
interferencia en las actividades diarias (Bergman, 2005; Blyth et al., 2001; Cronan, Serber y
Walen, 2002; Rivera, 2004; Von Korff y Saunders, 1996). Estos pacientes disminuyen
significativamente la frecuencia y tipo de actividades cotidianas, no cuentan con largos
periodos de reposo, tienen limitaciones físicas, absentismo laboral e impacto económico,
además de problemas de sueño, cansancio, problemas familiares, reducción del número de
contactos sociales, uso excesivo de fármacos y de servicios médicos, así como cambios
psicológicos como ansiedad, depresión o irritabilidad, etc.. (Dewar et al., 2003; Fontaine,
Conn y Clauw, 2010; Henriksson, 1994; Neumann et al., 2000; Pastor et al., 2000; Sansone,
Levengood y Sellborn, 2004). Todos estos aspectos se han señalado tanto a nivel clínico
como a nivel de investigación.

Uno de los riesgos asociados a la cronicidad de la FM es la discapacidad, que puede


instaurarse como consecuencia de este problema de dolor crónico y cuando esto sucede, los
mecanismos psicológicos son fundamentales para evitar o minimizar la disfunción (Andersen,
Isacsson, Lindgren y Orbaek, 1999; Fordyce, 1986). Así, Kendall (1999) explica que cuando

39
se cronifica una discapacidad asociada a un problema de dolor, con la consiguiente pérdida o
abandono de su actividad laboral, primero, junto con la presencia del dolor, se pierde la
capacidad para realizar diferentes actividades y los factores potenciales para que este dolor
reaparezca son factores laborales. En segundo lugar, el enfermo decide buscar atención o
cuidado médico, o compensaciones económicas, o ambas; aquí las variables físicas pierden
importancia y aumentan las variables psicosociales y de satisfacción laboral. En tercer lugar,
se trata el problema, en este caso de dolor.

El dolor crónico representa el 6% de la población incapacitada para realizar las


actividades de la vida diaria (Schlenk et al., 1998). En estos problemas, conseguir mantener el
sentimiento de bienestar se convierte en un reto tanto para el paciente como para el
profesional sanitario (Pons, 2010). Mäntyselkä et al. (2003) menciona que las personas con
dolor crónico tienen una probabilidad ocho veces mayor de tener una baja calidad de vida que
aquellas personas que no tienen. Además el dolor crónico produce un deterioro del estado de
salud.

Como ya se ha mencionado, la FM afecta al funcionamiento físico, psicológico,


emocional y social (Mannerkorpi, Svantensson y Brodberg, 2006; Nicassio, Schuman,
Radojevic y Weisman, 1999; Taal, Seydel, Rasker y Wiegman, 1993), además puede
provocar discapacidad funcional, pérdida de la independencia, alteraciones laborales
(reducción de jornada, cambio de trabajo, entre otros) y familiares y/o sexuales (Orellana,
Gratacós, Galisteo y Larrosa, 2009).

En un reciente trabajo (Pons, 2010) se valora el estado de salud en pacientes con FM,
definiéndolo como uno de los componentes esenciales de la calidad de vida que abarca
distintos dominios: recursos económicos, medioambientales, relaciones sociales, trabajo y
tiempo de ocio (Burckhardt, Clark y Bennett, 1993). Para valorar el estado de salud en
personas con FM se necesitan valorar los síntomas (principalmente el dolor y la fatiga), el
impacto físico, el impacto emocional y el impacto psicosocial. Entre las áreas afectadas en las
personas con FM de este trabajo se destacan los problemas de sueño, la realización de tareas
del hogar y el tiempo de ocio.

40
1.4.1. Impacto a nivel físico

Diferentes estudios han señalado que los problemas de dolor crónico suelen producir
un fuerte impacto en el grado de funcionalidad de un paciente. Principalmente existe
dificultad en la realización de actividades físicas, actividades de la vida diaria (como las
tareas domésticas) y se favorece el uso excesivo del descanso. Se destaca la intensidad de
dolor como un síntoma que predice el impacto físico o grado de funcionalidad de un paciente
(Dobkin et al., 2006; Kyhlbäck, Thierfelder y Söderlund, 2002; Van den Hoogen et al., 1997;
Van Tulder, Koes, Metsemarkers y Bouter, 1998), y en menor medida, la fatiga y los
problemas de sueño (Yusta, Laguna y Ballina, 2002).

En la revisión realizada por Pons (2010) se señala que para valorar el impacto a nivel
físico como dimensión del estado de salud se han utilizado distintas variables: Discapacidad,
Función Física, Rol Físico, Funcionamiento Diario, Interferencia en Actividades de la Vida
Diaria, Salud General, Impacto Físico, Impacto Motor, entre otras. Esta variabilidad podría
ser debida a la utilización de diversos instrumentos, nombrando a la variable según el factor
del instrumento utilizado. Así, en esta revisión, se encontraron 20 estudios que valoran esta
dimensión en la FM, siendo 5 los que la evalúan en sentido positivo o funcionalidad, 7 en
sentido negativo o discapacidad y 8 los que han utilizado variables en ambos sentidos.
Algunos autores han utilizado diferentes instrumentos para valorar el mismo aspecto. Los
resultados de esta búsqueda muestran que las personas con FM presentan significativamente
mayor Discapacidad que las personas con otras patologías que cursan con dolor, como el
dolor de cabeza (Porter-Moffitt et al., 2006), dolor temporomandibular (Plesh, Wolfe y Lane,
1996), dolor crónico generalizado (Cöster et al., 2008) y Osteoartritis (OA) (Currey, Rao,
Winfield y Callahan, 2003).Tampoco se encontraron diferencias en el grado de discapacidad
entre personas con FM y personas con dolor crónico localizado (Porter-Moffitt et al., 2006).
Por otro lado, diferentes estudios han comparado la discapacidad entre personas con FM,
encontrando mayores niveles en aquellas personas que están siendo tratadas en las consultas
Reumatología frente a personas de población general con FM (Kersh et al., 2001; Wolfe et al.,
1995). En cambio, las personas con FM tratadas en consultas de Reumatología presentaban
una discapacidad o impacto físico similar a la de sus familiares con FM que no recibían
tratamiento para su problema de salud (Neumann y Buskila, 1997) o que las personas tratadas
en Atención Primaria (Lledó, 2005; Pastor, Martin-Aragón, Pons y Lledó, 2003).

41
En cuanto al grado de funcionalidad o actividad de las personas con FM, éste se
muestra significativamente peor que el de personas con dolor regional (Bergman, 2005),
Lupus Eritomatoso (LES) (Da Costa et al., 2000) u OA (Burckhardt et al., 1993; Currey et al.,
2003). No se encontraron diferencias significativas en la funcionalidad entre personas con FM
y con dolor crónico localizado (Porter-Moffitt et al., 2006). Por otra parte, al comparar el
grado de funcionalidad entre personas con FM y AR, los resultados se muestran
contradictorios, siendo por un lado similares entre ambos diagnósticos (Burckhardt et al.,
1993; Martínez, Ferraz, Wato y Atra, 1995; Walker et al., 1997), o peores en el caso de la FM
(Burckhardt et al., 1993; Currey et al., 2003; Tander et al., 2008). También se ha mostrado
que la funcionalidad en la FM es mejor que en la AR (Borman y Celiker, 2001; Walker et al.,
1997). La variabilidad en Estoslos resultados puede deberse al instrumento o el factor que
cada autor haya utilizado para realizar la comparación, por ello el método de evaluación de
esta variable debe de considerarse cara a la interpretación de los resultados.

1.4.2. Impacto psicosocial

Este constructo se refiere al desarrollo de las actividades tanto laborales como


familiares, y de ocio y entretenimiento. Pons (2010) encontró un total de 14 estudios en FM
que evalúan esta variable con el empleo de diferentes variables e instrumentos. Cuando se
compara a la FM con la OA, no se encuentran diferencias en cuanto a las actividades sociales
o de ocio (Burckhardt et al., 1993; Hawley, Wolfe, Lue y Moldofsky., 2001) ni en el
aislamiento social (Borman y Celiker, 1999; Ruiz-Moral, Muñoz-Alamo, Pérula y Aguayo-
Galeote, 1997). En cuanto al funcionamiento social, se encontraron resultados inconsistentes,
de forma que se observa que las personas con FM tienen un mejor (Walker et al., 1997) o
peor (Tander et al., 2008) funcionamiento que las personas con AR, y peor (Cöster et al.,
2008) o similar (Neumann et al., 2000) funcionamiento que personas con dolor crónico
generalizado. En cuanto a la comparación con personas con LES, se encontró que las
personas con FM muestran peor funcionamiento social (Da Costa et al., 2000).

Los problemas de limitación laboral han sido más difíciles de cuantificar debido a la
dificultad para objetivar datos como la fatiga. En las tablas 2 y 3 se muestran tanto los
factores de incapacidad como los aspectos que dificultan su valoración en este sentido en el
caso de la fibromialgia (Zubieta et al., 2003). Se ha planteado la hipótesis de que el hecho de
que la FM sea subsidiaria de compensación económica, podría hacer aumentar su prevalencia;

42
sin embargo, no parece que los pacientes con FM que reciben la incapacidad definitiva laboral
mejoren sus síntomas (Moldofsky, Wong y Lue, 1993). Según Valverde et al. (2000), en
España el 11,5% de las personas con FM se encontraban en incapacidad laboral temporal o
permanente y entre un 15% y un 50% reciben compensación económica por esta incapacidad
laboral. En Canadá el 9% de las incapacidades laborales están relacionadas con la FM
(McCain, 1996; White et al., 1999) y en Estados Unidos, el 26,5% de los pacientes con FM
han recibido compensaciones (Wolfe et al., 1997).

Tabla 2. Factores que influyen en que la fibromialgia sea causa de incapacidad


Alta percepción del paciente de sus síntomas
Baja autovaloración del paciente de su capacidad y nivel de salud
Intensidad de la fatiga
Fallos de concentración y de memoria
Asociación con otros síntomas (trastornos intestinales, cefaleas)
Alta prevalencia de FM

Tabla 3. Aspectos que dificultan la valoración de la incapacidad en la FM


Falta de aceptación de la enfermedad
Anomalías psicológicas frecuentes
Planteamientos económicos restrictivos
Deficiencias en los instrumentos de evaluación
Eficacia incierta del tratamiento
Dificultades para el mantenimiento o cambios en el puesto de trabajo
La incapacidad como posible factor negativo en la enfermedad

1.4.3. Impacto emocional

Generalmente, el impacto emocional asociado a la FM se relaciona con elevados


niveles de ansiedad y depresión (Llorca, Monsalve y Villasante, 2002; Mengshoel et al.,
1995). También se han valorado otras variables como la indefensión, irritabilidad o estrés,
entre otros. En cuanto a la Ansiedad, encontramos que se han encontrado mayores niveles de
esta variable en personas con FM en comparación con otros grupos de dolor crónico
(Burckhardt et al., 1993; Cöster et al., 2008; Hawley et al., 2001; Pérez-Pareja et al., 2004;
Tander et al., 2008), sin embargo algunos estudios muestran lo contrario (Hawley et al., 2001;
Uveges et al., 1990). Con respecto a la Depresión, también se han encontrado mayores

43
niveles en personas con FM en comparación con otras patologías que cursan con dolor
(Burckhardt et al., 1993; Cöster et al., 2008; Hawley et al., 2001; Plesh et al., 1996; Tander et
al., 2008; Uveges et al., 1990), principalmente la AR, Dolor Temporomandibular, Síndrome
Miofascial o dolor crónico generalizado. Los resultados en la población de personas con OA
se muestran inconsistentes (Burckhardt et al., 1993; Hawley et al., 2001). Profundizaremos
más adelante en estos aspectos.

1.5. HIPÓTESIS EXPLICATIVAS DE LA FIBROMIALGIA

La etiología de la fibromialgia, así como la de otros trastornos de dolor, se ha


analizado de manera dicotómica: física o psicológicamente. No obstante, hay algunos
modelos que han intentado integrar estos dos aspectos. A continuación describiremos las
teorías más significativas que han tratado de explicar la etiología de la FM.

1.5.1. Modelos Biológicos

1.5.1.1. Alteraciones musculares

Una de las primeras aproximaciones que trataron de explicar la FM fue la que


hipotetizaba su etiología en alteraciones musculares (Gowers, 1904; Stockman, 1904). Según
sus autores, las alteraciones histológicas de la musculatura serían una posible causa que
pudiera explicar el cuadro de dolor muscular, fatiga y rigidez que presentan estas pacientes.
Se han hecho diversas pruebas para determinar el metabolismo energético del músculo,
estudios histoquímicos, pruebas de oxígeno y más recientemente la utilización de la
Resonancia Magnética Espectroscópica (Espectroscopical Magnetical Resonance, MRS).
Muchos estudios sugerían que los pacientes con FM tenían anormalidades en el metabolismo
energético muscular (Bengtsson, Henriksson y Lasson, 1986; Bennett et al., 1989; Fassbender
y Wegner, 1973; Lund, Bengtsson y Thorborg, 1986) pero otros trabajos señalan que no
existen diferencias en los parámetros del metabolismo muscular entre pacientes con FM y
controles sanos (Hakkinen, Hakkinen, Hannoneb y Alen, 2000; Simms et al., 1994) así que
hasta el momento la anormalidad muscular no se considera un factor etiológico de la FM.

1.5.1.2. Alteraciones neurológicas

Otra hipótesis que se ha considerado para explicar la FM está relacionada con


alteraciones en la percepción del dolor. Es actualmente una de las hipótesis más aceptadas y

44
plantea la existencia de un trastorno de la percepción, transmisión y modulación del estímulo
doloroso, de origen central, con descenso del umbral del dolor, existiendo una mayor
sensibilidad a los estímulos no dolorosos, sugiriendo alteraciones del sistema nervioso
periférico (Forbes y Chalmers, 2004; Forseth y Gran, 2002; Fuller, 1992; Manu et al., 1994;
Sörensen et al., 1997; Staud y Rodríguez, 2006). Las vías de procesamiento de la sensación
dolorosa podrían explicar la alodinia y la hiperalgesia (Eide, 2000; Herrero, Laird y López
García, 2000; Woolf, 1983) provocando una hipersensibilidad a los estímulos dolorosos
(Clauw y Chorusos, 1997; Yunus, 1992). Por ello, la mayoría de los esfuerzos se están
dirigiendo hacia una mejor comprensión de los mecanismos neuroquímicos de la transmisión
dolorosa y de la sensibilización central que actualmente se considera el núcleo de esta
enfermedad (Rotés-Querol, 2003). Esta disminución del umbral del dolor provoca periodos de
inactividad motora que favorecen el descondicionamiento muscular típico de esta enfermedad
junto con alteraciones de tipo psicológico como ansiedad y depresión (Bennett, Clark,
Campbell y Burckhardt, 1992).

Por otro lado, se han encontrado alteraciones en ciertos neurotransmisores


(serotonina, sustancia P, somatomedina C, endorfinas) (Leza, 2003, Yunus, 1992; Yunus y
Masi, 1992). En general, en estas pacientes hay una disminución de la actividad
serotoninérgica (Russell, Michalek y Vipraio, 1989; Russell, Vaeroy y Javors, 1992).
Probablemente, esta alteración es el dato más importante que pudiera explicar una etiología
neurológica en la FM, ya que la serotonina no sólo tiene un papel en la alteración de la
percepción dolorosa, sino también en las alteraciones neuroendocrinas –en el eje HPA y del
sueño- (Fuller, 1992; Moldofsky, 1982). Sin embargo, los resultados son contradictorios
(Kranzler, Gendreau y Rao, 2002) y se ha sugerido que algunos pacientes con FM presentan
unos niveles elevados de serotonina plasmáticos probablemente debidos a una liberación
plaquetaria (Ernberg, Voog, Alstergree, Lundberg y Koop, 2000). En el tejido muscular, sin
embargo, se ha observado un incremento de este neurotransmisor, y su administración
intramuscular produce dolor (Ernberg, Lunderberg y Kopp, 2003). Otro neurotransmisor
implicado es la sustancia P, un neuropéptido que sensibiliza las neuronas al efecto de los
neurotransmisores excitadores y provoca hiperalgesia. Se han encontrado mayores
concentraciones de esta sustancia, relacionada con el transporte de los estímulos
nocioceptivos por el haz espinotalámico hacia el cerebro, en los pacientes con FM (Bennett,
2002; Sprott, 2003; Vaeroy, Helle, Forre, 1988). En estudios con animales se ha encontrado
que al inyectar esta sustancia se produce hiperalgesia e incluso alodinia. Asimismo, se han

45
detectado alteraciones en otras sustancias transmisoras o neuromoduladoras tales como
péptidos opiáceos, noradrenalina o ácido gamma butírico (GABA). Estas alteraciones
intervienen en la modulación de las sensaciones nociceptivas, amplificando las sensaciones
dolorosas.

1.5.1.3. Anormalidades neuroendocrinas

Se han encontrado alteraciones neuroendocrinas en la FM, concretamente en el eje


hipotálamo-hipofisario-adrenal (HPA) (Griep, Boersma y de Kloet, 1993; Pillemer, Bradley,
Crofford, Moldofsky y Chrousos, 1997). Estas anomalías se traducen en trastornos en el ritmo
de cortisol (Crofford et al., 1994; McCain, 1989), concentraciones bajas de cortisol urinario
libre (Crofford et al., 1994), hiperrespuesta de la hormona corticotropa (ACTH) o insulina
con escasa respuesta al cortisol (Griep, Boersma y De Kloet, 1993). Se desconoce si las
alteraciones del eje HPA pueden desempeñar algún papel directo en la patogenia o en los
síntomas de la fibromialgia ya que, aunque los valores bajos de glucocorticoides pueden
aumentar la percepción del dolor, no se ha demostrado que los esteroides mejoren los
síntomas de esta enfermedad (Crofford et al., 1994). Sin embargo, el eje HPA sí puede tener
un papel indirecto por su conexión con el eje de la hormona del crecimiento-somatomedina C
(GH-IFG-1) (Povedano e Iglesia, 2000). De igual manera, los sistemas de adaptación
neuroendocrinológica al estrés son los que pueden estar produciendo estas alteraciones
neuroendocrinas.

También se ha prestado atención a los cambios hormonales en la FM, dado el aumento


de sintomatología y empeoramiento de la enfermedad durante el período premenstrual, el
embarazo y puerperio (Griep, Boersma y de Kloet, 1993; 1994; Ostensen, Rugelsjoen y
Wigers, 1997). Griep, Boersma y de Kloet (1993; 1994) sugieren una relativa insuficiencia
adrenal con secreción aumentada de la hormona corticotropina (ACTH) y la hormona del
crecimiento (GH). La somatomedina C, dependiente de la GH, se encuentra disminuida. Esto
podría determinar muchos de los síntomas de la FM, en especial los trastornos del sueño, ya
que durante el mismo aumenta de modo fisiológico la secreción de GH, especialmente en la
fase IV (Manu et al., 1994). Sin embargo, existen estudios relacionados con el embarazo en
las mujeres con FM que han encontrado que la sintomatología mejora considerablemente (e.g.
Mengshoel y Heggen, 2004).

46
1.5.1.4. Déficit de funcionamiento del sistema inmune

La Fibromialgia también se ha contemplado como un desorden del sistema


inmunológico (Dinerman, Goldenberg y Felson, 1986; Klein, Bansch y Berg 1992). Dada su
sintomatología, se ha sospechado que pudiera ser una enfermedad provocada por un virus o
una bacteria. Sin embargo, no se ha identificado ningún virus, incluyendo el de Epstein-Barr,
citomegalovirus y herpes (Ang y Wilke, 1999; Glaser y Kiecolt, 1998). No obstante, en
algunos pacientes con FM resulta positiva la detección de anticuerpos antinucleares, y
algunos estudios han descubierto alteraciones inmunes centradas en una hipofunción de los
linfocitos T (Hernanz et al., 1994), elevación de anticuerpos antinucleares (Smart, Waylonis y
Hackshaw, 1997) y anticuerpos serotoninérgicos (Klein y Berg, 1994).

1.5.1.5. Disfunción del sueño

En la FM también se han encontrado perturbaciones del sueño. Así, Moldofosky et al.


(1975) han descrito un patrón de sueño caracterizado por presentar alteraciones de las ondas
alfa en la fase IV del sueño N-REM, denominándose anomalía alfa-delta. Los trastornos más
frecuentes son la existencia de sueño no reparador, de sueño “ligero” y de mala calidad del
mismo (Bengtsson, Henrikson, Jorfeldt, Kadedal, Lennmarken y Lindstrom, 1986; Campbell,
Clark, Tindall, Forehand y Bennett, 1983; Nishikai, 1992; Hazlett y Haynes, 1992). La
pérdida de sueño puede ocasionar alteraciones en el ritmo circadiano y en las hormonas
asociadas a éste, como el cortisol y la melatonina, hormonas que se ocupan de regular el ciclo
sueño-vigilia. Como resultado, las pacientes pueden encontrarse somnolientas durante gran
parte del día y por las noches agitadas e inquietas. Sin embargo, esta alteración no aparece en
todas las pacientes con FM, ni es específica de la misma, ya que también se ha observado en
otros cuadros de dolor crónico (Watson, Liebmann y Jenson, 1985) como la artritis
reumatoide, en síndromes febriles e infecciones virales o en el síndrome de fatiga crónica, y
en personas sanas (Hauri y Hawkins, 1973; Scheuler, Stinshoff y Kubicki 1983). Además esta
anomalía del sueño no es suficiente por sí sola para desencadenar los síntomas que aparecen
en la fibromialgia.

Otras teorías biológicas que se han considerado para explicar esta enfermedad son:
déficit en la microcirculación y del metabolismo energético (Fassbender y Wegner, 1973) o

47
aumento de la actividad simpática (Campbell, Meyer, Davisk y Raja, 1992). También se ha
sugerido que puede existir algún componente genético (Buskila, Neumann, Hazanov y Carmi,
1996; Buskila, 2007; Hudson et al., 2003; Pellegrino, Waylonis y Sommer, 1989),
concretamente, hay un mayor grado de anomalías alélicas en genes que codifican receptores
de serotonina (Bondy et al., 1999). Sin embargo, de todas estas teorías, ninguna explica de
manera satisfactoria la FM.

1.5.2. Modelos Psicosociales

Como se ha visto, aunque se han investigado diferentes causas fisiológicas de la


fibromialgia, no se ha llegado a resultados concluyentes y este hecho ha provocado un interés
por el estudio de los factores psicosociales como posibles agentes causales. Ya en los
primeros estudios que defendían un proceso inflamatorio (e.g. Gowers, 1904) se fue poniendo
en duda la precisión orgánica y se comenzó a considerar la importancia de los problemas
psiquiátricos en la fibrositis (nombre anterior a Fibromialgia) que pasaron de ser casi
únicamente menciones (Collins, 1940 y Graham, 1953) a afirmaciones rotundas sobre el
protagonismo de los factores psicológicos. Durante los últimos años han aumentado los
trabajos y revisiones sobre la FM y variables biopsicosociales, apareciendo en revistas
médicas y no exclusivamente en las psicológicas y psiquiátricas (Merayo Alonso et al., 2007).
Los primeros trabajos de la psicología y su relación con la FM estuvieron básicamente
encaminados a estudiar la psicopatología en relación con los resultados de distintas pruebas
psicológicas como el Inventario Multifásico de Personalidad de Minessota (MMPI;
Minnesota Multiphasic Personality Inventory). La utilización de este instrumento ha arrojado
resultados contradictorios: por un lado, se encuentra que los enfermos con FM tienen mayor
psicopatología en comparación con otros trastornos de dolor (como por ejemplo, la AR)
(Ahles, Yunus, Riley, Bradley y Masi, 1984; Painet et al., 1982; Wolfe et al., 1984; Yunus et
al., 1991) y por otro lado, autores como Clark et al. (1985) no encuentran diferencias
significativas entre las características psicológicas en pacientes con FM en comparación con
personas sanas y apoyan que las condiciones psicopatológicas no son necesarias para que la
enfermedad se desarrolle, defendiendo que la implicación de estos factores puede estar en las
formas de adaptación a la enfermedad (Aaron et al., 1997; Ahles et al., 1984; Restrepo-
Medrano et al, 2009; Veale, Kavanagh, Fielding y Fitzgerald, 1991; Wolfe et al., 1984;
Yunus, 1984; Yunus, Holt, Masi y Aldag, 1988; Yunus y Masi, 1985; Williams y Clauw,
2009).

48
Son muchos los trabajos que evalúan las variables psicosociales y su asociación con la
FM; sin embargo, algunos autores plantean que existen problemas metodológicos (por
ejemplo, el sesgo de selección muestral) que pueden afectar a la validez de los resultados
obtenidos (Goldenberg, 1989; Goldenberg, Mossey y Schmid, 1995; Merskey, 1989; Wolfe,
1990). A continuación, mencionaremos las hipotésis psicosociales que tratan de explicar el
desarrollo y mantenimiento de la FM.

1.5.2.1. Como Síndrome Somático Funcional

Paul Briquet (1796-1881) analizó a pacientes internados por sus crisis nerviosas, por
su humor caprichoso e impredecible, por sus síntomas vagos, variados e incontrolables.
Describió su comportamiento como un síndrome y lo denominó “Histeria”, caracterizado por
un cuadro de síntomas médicos inexplicables que aparecían de forma insidiosa, mostraban un
curso crónico y no presentaban los ataques paroxísticos descritos por Charcot en su propia
descripción de la histeria (1872). A mediados del siglo XX, la psiquiatría definió, ya no sólo
por mero análisis psicológico o descripción fenomenológica, sino por el análisis factorial, las
características de la personalidad histérica: egocentrismo, histrionismo, labilidad emocional,
pobreza y falsedad de afectos, frigidez y dependencia afectiva. Estos pacientes son
especialmente intolerantes al rechazo personal y gastan muchas energías tratando de encontrar
la aprobación, la atención y la alabanza de los demás. Lewis (1975) menciona que para la
mayoría de los psiquiatras el diagnóstico de la histeria ya perdió vigencia. Actualmente el
término de histeria ha sido sustituido a favor de sus componentes sintomáticos: trastorno
disociativo, trastorno conversivo y trastorno por somatización o somatoforme. La bibliografía
se refiere a la somatización como síntomas físicos inexplicables, síndrome somático funcional
o síntomas médicamente inexplicables (Gasto, 2002). Existe una asociación entre estos
síndromes y un funcionamiento alterado del Sistema Nervioso Central, que ha conllevado a
ciertas anormalidades en órganos específicos. Los síndromes somáticos funcionales no sólo
son comunes, sino clínicamente importantes ya que muchos pacientes que los sufren están
severamente incapacitados (Wessley, Nimnaun y Wessler, 1999). En reumatología, la
Fibromialgia está considerada como un síndrome somático funcional (así en gastroenterología
sería el síndrome de colon iritable; en cardiología, el dolor precordial, en neurología, la
cefalea tensional; en estomatología, la disfunción temporomandibular; en ginecología, el
dolor pélvico crónico y el síndrome premenstrual; en ortopedia, el dolor lumbar; en

49
infectología, la fatiga crónica y en alergología la sensibilidad química múltiple). Estos
pacientes han acudido a diversos especialistas en busca de explicación y tratamiento. Los
resultados no son contundentes y en consecuencia se les etiqueta como histéricos o
hipocondríacos. McBeth et al. (2001) apoyan la noción de que los rasgos de somatización,
definidos como la expresión del malestar personal y social mediante síntomas físicos,
contribuyen al desarrollo de un dolor crónico generalizado. Carveth y Carveth (2003)
consideran que la FM así como otros síndromes somáticos funcionales, cumplen con la
descripción clásica de la histeria (ganancias secundarias, dramatización, atribución del
sufrimiento a sucesos fuera de su rutina diaria y poca tolerancia).

1.5.2.2. Depresión: modelo psicógeno

En 1947, Boland propuso el nombre de reumatismo psicógeno para nombrar a la FM.


Se pasó así de una concepción totalmente organicista a una psicologicista. Este cambio
también sucedió en los estudios sobre el dolor crónico en los que la importancia de los
postulados psicogénicos han sido predominantes. Así, Blumer y Heilbronn (1982)
consideraban el dolor crónico no lesional como expresión de una subyacente depresión. No
obstante, en años posteriores, Turk y Salovey (1984) y Ahles, Yunus y Masi (1987) replicaron
este estudio, argumentando que el dolor crónico en su variante fibromiálgica no podía ser
considerado como una simple expresión de un cuadro depresivo. Sin embargo, la alta
prevalencia de depresión en la FM ha llevado a algunos autores a hipotetizar que el trastorno
afectivo es el mecanismo primario que subyace a la FM. Por ejemplo, Alfici, Sigal y Landau
(1989) encontraron que una proporción significativa de pacientes con FM presentaba
depresión. Estos autores propusieron un modelo en el que los individuos con mayor
vulnerabilidad psicológica desarrollaban un trastorno depresivo expresado a través de una
manifestación somática (como por ejemplo, el dolor).

Hudson et al. (1988) y Tariot et al. (1986) compararon enfermos de FM con enfermos
de AR en su sintomatología y encontraron que los pacientes con FM superan en historia
personal psiquiátrica a los pacientes con AR en una proporción de 5 a 1. Sin embargo,
Kirmayer, Robbins y Kappusta (1988) y Wulff (1996) no encontraron diferencias
significativas en sintomatología depresiva entre ambos grupos de enfermos reumáticos.

50
En el estudio de Hawley y Wolfe (1993) comparan la FM con seis enfermedades
reumáticas en un grupo clínico de 6153 sujetos y un grupo control de 2445, en un estudio
longitudinal de 10 años, utilizando cuestionarios para detectar depresión en enfermos
reumáticos. Los pacientes con FM puntuaron por encima del resto de enfermedades crónicas
reumáticas en depresión. Los autores sugieren que los enfermos con FM expresan su dolor de
un modo difuso no localizado y esa forma de sentir tiene una clara influencia sobre el ánimo,
incrementando los niveles de depresión con respecto a dolores crónicos localizados.
Posteriormente, Hudson et al. (2003) encontraron un 71% de prevalencia de depresión en
pacientes con fibromialgia y un 10% en sus familiares de primer grado.

En general, los resultados de las diferentes investigaciones no logran sostener el


modelo psicógeno de la FM. En primer lugar, el modelo no explica la presencia de las
diferencias individuales en los distintos niveles de depresión y otros tipos de malestar
psicológico en las pacientes con FM (Ahles, Khan, Yunus, Spiegel y Masi, 1991).
Igualmente, la depresión no es específica a la FM, ni todos los pacientes con esta enfermedad
refieren elevados niveles de depresión. Como ya se ha señalado, aunque algunos estudios
muestran a las pacientes con FM con mayor malestar emocional en comparación con otros
trastornos de dolor (e.g., Hawley y Wolfe, 1993; Payne et al., 1982), otros estudios no
encuentran diferencias significativas entre estos grupos (e.g. Birnie, Knipping, van Rijswijk,
de Blécourt y de Voogd, 1991).

1.5.2.3. Tendencias compulsivas de sobrerealización

Una de las posibles variables psicosociales que podrían jugar un factor etiológico es el
estilo de vida adoptado por las pacientes. Las personas con FM se han descrito como personas
muy activas con demandas excesivas de triunfo, perfeccionistas, que trabajan demasiado y
que son incapaces de plantear límites ante las demandas de otras personas (Van Houdenhove,
Neerinckx, Onghena, Lsysens y Vertommen, 2001; Ware, 1993), por esto también encajan
con un patrón de personalidad tipo A y es frecuente escuchar que son personas que trabajan
de manera compulsiva. De acuerdo al Modelo de Conversión (Abbey y Garfinkel, 1991), las
mujeres con FM y Síndrome de Fatiga Crónica se sienten obligadas a triunfar en los distintos
dominios de su vida, incluyendo el vocacional, familiar, ocio, ejercicio, voluntariado y
actividades sociales. Este pensamiento de “hay que hacerlo todo” quizá se deba a un nuevo
estilo de vida originado por el movimiento femenino. Sin embargo, lo que antes era una

51
“opción”, ahora es una obligación a cumplir en cada área de la vida. Esos estándares tan
elevados de éxito en la realización impulsan a la mujer a una enfermedad incapacitante
parecida a la conversión que les permite escapar de tales responsibilidades tan demandantes
por un lado y tan insoportables por otro. Por consiguiente, reciben el apoyo social y familiar
que antes no obtenían. Así, un síndrome psicológico inducido culturalmente con ganancias
primarias y secundarias puede estar explicando la complejidad de los síntomas de estas
enfermedades (Friedberg y Jason, 2001).

Sin embargo, la investigación acerca de estos estilos de vida es más bien escasa e
inconclusa y autores como Van Houdenhove et al. (2001), Friedberg y Jason (1998) sugieren
que variables como el estilo de vida, el estrés y un bajo apoyo social pueden provocar que las
personas sean más vulnerables a padecer Fibromialgia, aunque no necesariamente bajo
modelos de conversión como los planteados.

Friedberg y Jason (1998) plantean un modelo biopsicosocial en el que interactúan


variables relacionadas con un estilo de vida de “sobrerealización”, el estrés y las hormonas
relacionadas con éste; sin embargo, este tipo de estudios presentan limitaciones
metodológicas importantes. Por su parte, Van Houdenhove et al. (2001) sugieren que las
personas que buscan compulsivamente el perfeccionismo, la aprobación y la
“sobrerealización” pueden perjudicarse a si mismas, enfrentándose a severas limitaciones
funcionales (Organista y Miranda, 1993). Esto significa que los mecanismos cognitivos (por
ejemplo, una atribución de fracaso), los procesos psicodinámicos (como una dependencia
exagerada) así como los factores de aprendizaje de condicionamiento operante pueden
contribuir al mantenimiento de las conductas de enfermedad (Fry y Martín, 1996; Gregory y
Berry, 1999). En algunos pacientes, el hecho de que se les prive de estas conductas de
“sobreactividad”, empleadas como estrategias de afrontamiento, puede reforzar el dolor y la
fatiga mediante una activación del sistema simpático, hiperventilación y trastornos del ciclo
sueño-vigilia.

1.5.2.4. Personalidad proclive al dolor

Una conceptualización parecida a la anterior y que puede aplicarse a la FM es la


Personalidad proclive al dolor (Blumer y Heilbronn, 1981; Engel, 1959) que se refiere a
aquellas personas con síndromes de dolor poco definidos y con tendencias compulsivas de

52
“sobrerealización” en combinación con otras características: como falta de asertividad,
dificultad para identificar emociones negativas (alexitimia), especialmente la ira, frustración,
y tristeza, y altruismo a costa del bienestar de otras personas. El elemento fundamental de
estos rasgos de personalidad de acuerdo a este modelo, se caracteriza por bajos niveles en la
autoestima y que ésta a su vez depende excesivamente de la aceptación y reconocimiento de
los demás a través de los éxitos. Este esfuerzo excesivo para lograr el éxito junto con los
déficits de asertividad, pueden ser responsables, de acuerdo a este modelo, de los elevados
niveles de estrés que se presentan en condiciones de dolor crónico, tales como en la FM, en
individuos susceptibles. Experiencias infantiles negativas, como pobreza, falta de afecto,
eventos traumáticos repetitivos o abuso físico o sexual pueden incrementar también la
susceptibilidad a la enfermedad.

Aunque el concepto de personalidad proclive al dolor fue concebida originalmente


como una teoría psicodinámica de distintos trastornos de dolor crónico, parece cobrar
relevancia en la FM como uno de los posibles factores que contribuyen al desarrollo y
mantenimiento de la enfermedad. En este sentido, los estudios de investigación son escasos y
se destaca el trabajo realizado por Van Houdenhove, Stans y Verstraeten (1987), quienes
sugieren que los pacientes con dolor crónico son más propensos a la acción y la
sobrerealización en comparación con las personas sanas. También se ha encontrado relación
entre la ira inexpresada e intensidad de dolor en pacientes con dolor crónico (Kerns,
Rosenberg y Jacob, 1994); baja conciencia de ira en pacientes con dolor crónico comparados
con otros pacientes médicos (Braha y Catchlove, 1986) y mayor supresión de la ira en
pacientes con dolor crónico en comparación con controles sanos (Hatch et al., 1991). En un
estudio comparativo, Dailey et al. (1990) refieren que el 57% de los pacientes con FM
consideran como un problema la incapacidad para expresarse y Greenberg et al. (1999), en un
ensayo prospectivo de dos años, encontraron que la alexitimia predecía mayores niveles de
dolor y mayor limitación funcional.

Se ha sugerido que la supresión de emociones negativas, especialmente la ira, puede


incrementar la sensibilidad al dolor al disminuir los niveles endógenos de los opioides
(Beutler et al., 1986) o aumentar la intensidad de dolor debido a la tensión muscular (Kerns et
al., 1994).

53
Por otro lado, una revisión de la literatura de eventos traumáticos en la FM encontró
evidencia que apoya la relación entre trauma físico y el comienzo de la enfermedad (White,
Carette, Harth y Teasell, 2000). Además, un estudio clínico (Walker et al., 1997) que
comparaba pacientes con FM y con AR encontró mayor prevalencia de victimización en la
niñez y adultez así como diversos traumas infantiles en el grupo con FM.

Friedberg y Jason (2001) concluyen que investigar las relaciones entre las
características de personalidad proclive al dolor y los síntomas de la FM puede ser un área
fructífera de investigación para evaluar las relaciones entre el malestar psicológico, la
severidad de los síntomas y el estado funcional.

1.5.2.5. Evitación de síntomas

El modelo de evitación de síntomas propuesto por Surrawy, Hackmann, Hawton y


Sharpe (1995) postula que una infección aguda en combinación con estresores psicosociales
graves inicia la condición persistente de fatiga en el síndrome de fatiga crónica. Este modelo
podría ser relevante para la FM y actualmente se aplica para explicar la fatiga crónica
(Robbins, Kirmayer y Kapusta, 1991). Así, al remitir esta infección aguda, el individuo
continúa temiendo la actividad, creyendo que los síntomas aumentarán. En este caso, los
pacientes desarrollan una especie de evitación fóbica a las actividades previas a la
enfermedad. Con el tiempo, los pacientes se vuelven más sensibles incluso a los síntomas de
intensidad más baja y así comienzan a evitar las actividades, creando un círculo de conductas
de evitación. De acuerdo al modelo de evitación de síntomas, estas tendencias casi fóbicas
pueden contrarrestar los beneficios de un programa de aumento de actividades graduadas.

1.5.2.6. Creencias y evaluaciones

Los factores cognitivos desempeñan un papel importante para determinar la


adaptación a los síntomas en pacientes con dolor crónico (e.g. Turk y Rudy, 1987). Como se
ha observado en otros trastornos por dolor crónico, los pensamientos disfuncionales y el
procesamiento de la información parecen estar relacionados con la limitación funcional y el
malestar afectivo en la FM. Aunque los factores cognitivos no han sido considerados para
explicar la etiología de la FM, la investigación encaminada a evaluar los efectos de una
cognición inadaptada sobre el mantenimiento y agravamiento del dolor crónico, sugiere que la

54
patología física que pudo haber iniciado la sintomatología, no juega un papel tan importante
con el transcurso del tiempo. Por otro lado, la percepción e interpretación de los síntomas
contribuye a una representación interna de la FM. Existe una disfuncionalidad cognitiva que
al parecer favorece un ambiente que apoya las conductas de enfermedad, promueve la
reducción de actividades y por consiguiente, las pacientes experimentan bajos niveles de
reforzadores sociales y sentido de éxito, junto con un descondicionamiento físico progresivo.
Todo ello favorecerá la incapacidad, el malestar emocional y el dolor (Turk y Sherman,
2002).

Aunque la investigación en esta línea es más limitada en FM en comparación con


otros tipos de dolor crónico, los resultados son consistentes en indicar que en los pacientes
con FM existe un patrón cognitivo caracterizado por pensamientos disfuncionales. Por
ejemplo, los pacientes con fibromialgia en comparación con otras condiciones
reumatológicas, tienden a sentir que tienen poco control sobre su dolor (Burckhardt y Bjelle,
1996; Pastor et al., 1993). Como se ha observado en muchas condiciones de dolor crónico,
este patrón cognitivo desadaptativo se relaciona con limitación funcional y malestar afectivo
en la FM, concretamente el catastrofismo (preocupación excesiva sobre las consecuencias
negativas de una situación) contribuye a la depresión (Hassett, Cone, Patella y Sigal, 2000) y
a la incapacidad física (Martín et al., 1996) asociadas a la FM. La percepción de poco control,
la creencia de que las conductas no tienen un impacto significativo en la condición de uno
mismo y bajos niveles de autoeficacia se relacionan con mayores niveles de dolor, limitación
funcional, discapacidad y ánimo depresivo en la FM (Buckelew, Murray, Hewett, Jonson y
Huyser, 1995; Turk y Okifuji, 1997).

Sin embargo, no todos los pacientes con FM presentan este patrón de pensamiento
disfuncional. Aproximadamente un tercio de las pacientes con FM parecen adaptarse a su
condición a pesar del dolor constante y otros trastornos asociados (Turk, Okifuji, Starz y
Sinclair, 1996; Velasco, Zautra, Peñacoba, López-López y Barjola, 2008). La representación
cognitiva de la sintomatología y los pensamientos disfuncionales asociados a la enfermedad
varía en función de cada paciente.

55
1.5.2.7. Hipervigilancia

Diversos estudios centrados en el análisis del procesamiento sensorial de los pacientes


con FM han señalado consistentemente la presencia de umbrales más bajos de dolor que los
sujetos sanos igualados en sexo y edad (e.g. Kosek, Ekholm y Hanson, 1996; McDermid et
al., 1996; Scudds, Rollman, Harth y McCain, 1987), lo que ha sido planteado como evidencia
a favor del modelo de hipervigilancia en la percepción del dolor (Chapman, 1978; Rollman y
Lautenbacher, 1993). Esta teoría parece recoger un aspecto muy concreto dentro de un
posible patrón de hipervigilancia más amplia, de tipo generalizado, común a otros dominios
sensoriales diferentes al relacionado con la percepción de los estímulos dolorosos. Así, por
ejemplo, se ha observado que los pacientes con fibromialgia tienden a exhibir umbrales de
percepción de la fatiga más bajos (Nørregaard, Bülow, Mehlsen y Danneskiold-Samsøe,
1994; Van Denderen, Boersma, Zeinstra, Hollander y van Neerbos, 1992) y son más
sensitivos a la estimulación neutra (no nociva) como el sonido, lo que sugiere la posible
presencia de un procesamiento central disfuncional de los inputs sensoriales (Okifuji y Turk,
1999; Williams y Clauw, 2009). Los resultados observados indican la presencia de umbrales
sensoriales alterados (hipersensibilidad) así como una hipervigilancia, interpretada como una
búsqueda constante en el medio no condicionada por la presencia real de signos de daño o
amenaza (Crombez et al., 2004; Eysenck, 1992; Mathews, May, Mogg y Eysenck, 1990;
Gracely, Grant y Giesecke, 2003; González et al., 2010). La presencia de un fenómeno de
hipervigilancia se traduce en una mayor distraibilidad hacia los eventos periféricos y en
mayores problemas para mantener el foco atencional sobre los estímulos centrales (Shapiro y
Lim, 1989). Para Wallace y Newman (1997), esta dificultad para mantener la atención sobre
los aspectos centrales del procesamiento podría representar un obstáculo importante para los
procesos específicos ligados a la autorregulación, de forma que, en general, un nivel excesivo
de orientación atencional podría comprometer las respuestas de adaptación de tipo cognitivo,
afectivo y conductual, resultando de este hecho el posible desarrollo o el mantenimiento de
diversas patologías entre las cuales podría encontrarse la fibromialgia (Okifuji y Turk, 1999).
De acuerdo con Wallace y Newman (1997), la explicación de este fenómeno podría obtenerse
a partir del modelo de automatismo y control desarrollado por Shiffrin y Schneider (1977),
quienes diferenciaron entre dos formas de procesamiento de la información: una forma
automática (rápida, paralela, libre de esfuerzo cognitivo, fuera del control directo por parte del
sujeto) que resulta necesaria para el procesamiento de la información novedosa o
inconsistente, y otra controlada (lenta, generalmente serial, demandante de esfuerzo y

56
limitada por la cantidad de recursos disponibles) que sería la responsable de la ejecución de
las conductas cuyo aprendizaje se encuentra más consolidado. Para los autores, la respuesta
de orientación atencional sería uno de dichos procesos automáticos (Wallace y Newman,
1997).

Schneider y Shiffrin (1977), a través de una serie de experimentos basados en el


paradigma de búsqueda visual, llegaron a concluir que la respuesta automática de orientación
atencional podría interrumpir el procesamiento controlado en curso, forzando la reubicación
de los recursos atencionales en otro punto específico. Así, si se tiene en cuenta que una gran
parte de los procesos de autorregulación se encuentran edificados sobre la base del
procesamiento controlado (Kanfer y Gaelick-Buys, 1986; Shapiro, 1965), la orientación de la
atención hacia cualquier estímulo podría reducir la cantidad de recursos disponibles para el
correcto desarrollo de estos procesos (Wallace y Newman, 1997), quedando así
comprometida la evaluación y la corrección de otros procesos automáticos distorsionados
como las atribuciones, las inferencias erróneas, los pensamientos ansiosos y depresógenos o
las expectativas incorrectas (así como las respuestas conductuales y afectivas resultantes),
produciéndose un incremento de la probabilidad de aparición de los productos o resultados de
los mismos (Bargh, 1984; Devine, 1989; Gilbert, 1989). La posible existencia de un patrón de
hipervigilancia generalizada para cualquier fenómeno estimular (interno o externo) en las
personas con FM podría representar, de este modo, un potente mecanismo facilitador de
productos cognitivos desadaptativos que mantienen y agravan la enfermedad a medio y a
largo plazo (e.g. Hassett et al, 2000; Martin et al., 1996; Turk y Rudy, 1987).

1.5.2.8. Estrés

Además de las hipótesis señaladas acerca de la etiología de la FM, actualmente, una


línea de investigación encaminada a tratar de explicar el desarrollo o mantenimiento de la
fibromialgia se orienta hacia su relación con el estrés. Según distintos autores, el comienzo
de la enfermedad coincide en numerosas ocasiones con la presencia de estrés físico o
psicológico (Dailey, Bishop, Russell y Fletcher, 1990; Uveges, Parker, Smarr, McGowan,
Lyon y et al., 1990; Van Houdenhove, 2006; Restrepo-Medrano et al., 2009). Además, es un
hecho conocido que esta enfermedad suele asociarse a síndromes que a su vez están asociados
al estrés (Bennet, 1993; Branco, 2010; Dailey et al., 1990; Yunus et al., 1981) como cefaleas
tensionales, colon irritable, etc., y que puede agravarse o desencadenarse por él.

57
Ya el hecho de padecer una enfermedad como la FM puede percibirse como un
estímulo o factor estresante, de hecho el dolor se considera como un fuerte estresor que a la
vez puede ser generador de una serie de estresores adicionales y molestias al causar
incapacidad laboral y por tanto dificultades económicas, alteraciones en la limitación
funcional y en las relaciones sociales, problemas de sueño, falta de apoyo social adecuado y
hasta uso excesivo de tranquilizantes y analgésicos. Esto ha provocado que en la actualidad
exista un profundo interés en investigar el impacto del estrés en la adaptación de las personas
con fibromialgia (Crofford y Demitrack, 1996; Goldenberg, 1996; Van Houdenhove, Egle y
Luyten, 2005).

Se ha hipotetizado que en la FM existe mayor exposición al estrés (Zautra, Hamilton y


Burke (1999) o mayores niveles de estrés en comparación con controles sanos y otras
patologías de dolor como la Artritis Reumatoide o el dolor lumbar crónico (e.g. Ahles et al.,
1984; Catley, Kaell, Kirschbaum y Stone, 2000; Uveges et al., 1990; Wolfe et al., 1984).
También, se ha propuesto un modelo de sensibilidad anormal al dolor que puede estar
provocado por el estrés (Kersh, Bradley, Alarcón, Alberts, Sotolongo et al., 2001) y se ha
sugerido una hipervigilancia a los estresores sociales (McDermid, Rollman y McCain, 1996).

Por otro lado, Okifuji y Turk (1999) desarrollaron un modelo basado en la perspectiva
de la diátesis-estrés sobre salud y enfermedad (Banks y Kerns, 1996; Monroe y Simmons,
1991) que podría acercarnos a la explicación de la FM

Dado que la relación entre estrés y fibromialgia es el eje central de esta tesis,
profundizaremos en todos estos aspectos y en la relación entre el estrés y la Fibromialgia en
los siguientes capítulos.

Como hemos visto, pese a todas las teorías acerca de la Fibromialgia, ninguna de ellas
posee una capacidad explicativa, global y sistemática de la enfermedad, tratándose
únicamente de aproximaciones parciales. Esta situación no solo condiciona el diagnóstico y el
tratamiento asociado a la FM, sino también las propias circunstancias personales, sociales y
sanitarias que la rodean. Lo que si parece claro es la necesidad de trabajar desde un modelo
biopsicosocial, que incorpore todos estos aspectos en el diagnóstico y tratamiento de la FM.

58
2. ESTRÉS: CONCEPTO Y ELEMENTOS DEL PROCESO. ESTRÉS Y DOLOR

2.1. CONCEPTO DE ESTRÉS

El estrés es un término sobre el que aún no existe una definición única y consensuada;
sin embargo, la mayoría de los investigadores coinciden en su concepción como proceso y en
la consideración de factores fisiológicos, psicológicos y sociales.

Estrés es una palabra que deriva del latín, la cual fue utilizada con mucha frecuencia
durante el siglo XVII para representar "adversidad" o "aflicción". A finales del siglo XVIII su
utilización evolucionó para definir "fuerza", "presión" o "esfuerzo", y a principios del siglo
XX las ciencias biológicas y sociales iniciaron la investigación de sus efectos en la salud de
las personas. Su inclusión en el terreno científico se debe a Hooke, quien lo aplicó a
fenómenos físicos. Concretamente, fueron tres los conceptos relacionados basados en las
características físicas de los cuerpos: carga (load): refiriéndose al peso ejercido sobre una
estructura mediante una fuerza externa, estrés (stress): siendo la fuerza interna producto de la
actuación de la carga y la distorsión (strain): que es la deformación de la estructura respecto a
su estado original producida por la acción conjunta de la carga y el estrés (Cox, 1978;
Feuerstein, Labbé y Kuczmierczyk, 1986; Hinkle, 1974; Lazarus, 1993).

El término estrés pasó a utilizarse posteriormente en áreas como la Biología, la


Medicina o la Psicología para hacer referencia a ciertos problemas derivados de la interacción
de los individuos con sus respectivos ambientes (Engel, 1985). Cabe destacar que un punto en
el que ha existido falta de consenso generalizado, ha sido el elemento sobre el que se ha
situado el énfasis de la problemática en las definiciones de estrés. En algunas propuestas se ha
destacado la importancia de los “estímulos estresores” o “situaciones estresantes” y otros
autores han considerado que lo característico del estrés es la “respuesta” fisiológica y
conductual característica. Estos distintos puntos de vista pueden verse a modo de ejemplo en
las aportaciones realizadas por dos fisiólogos: Claude Bernard y Walter Cannon.

Claude Bernard (1774, 1878) definió el estrés como una respuesta adaptativa a un
estímulo externo y Cannon (1871-1945) orienta sus trabajos iniciales hacia la naturaleza
adaptativa de la respuesta de estrés para dar cuenta de las amenazas y desafios a la
homeostasis de los organismos. La respuesta de estrés, o respuesta de lucha-huída, parecía un

59
mecanismo lógico y efectivo. En algunos de sus más clásicos trabajos, Cannon (1929, 1935)
defiende que la presencia de un estímulo, situación, o agente perturbador en el medio
ambiente externo puede provocar, cuando el sujeto percibe esas situaciones como amenazas,
desafíos o peligro, una movilización o activación generalizada que tiene como finalidad
preparar al organismo para conseguir un objetivo básico: la defensa de su integridad física
ante una eventual agresión a su homeostasis o equilibrio interno. Para ello, el organismo
desplegará todos sus recursos ejecutando una de las dos posibilidades de acción adaptativa:
luchar o huir. Las consecuencias de cualquiera de estas dos conductas están relacionadas con
la desaparición del agente o situación perturbadora. Sin embargo, existen dos importantes
lagunas en la formulación de Cannon. Por un lado, no explica qué ocurre cuando un sujeto no
puede luchar contra la situación de estrés- porque las exigencias de ésta sobrepasan con creces
sus habilidades, recursos y disponibilidad propias-, ni puede huir de la situación- porque por
otras razones quizá más poderosas tiene que permanecer en ella-. Por otro lado, no explica
qué ocurre cuando, independientemente de los recursos de un sujeto, la respuesta ofrecida por
éste no consigue hacer desaparecer la situación de estrés, haciendo que dicha situación
persista y se torne crónica.

Posteriormente, el médico fisiólogo Hans Selye fue quien introdujo el término de


estrés en las Ciencias de la Salud. Selye elaboró un modelo de estrés múltiple, que incluía
tanto las características de la respuesta fisiológica del organismo ante las demandas
estresantes, como las consecuencias perjudiciales a nivel orgánico que puede producir la
exposición a un estrés excesivo o prolongado. Se refirió a “las reacciones inespecíficas del
organismo ante estímulos tanto psíquicos como físicos, involucrando procesos normales de
adaptación (eustrés- o estrés positivo y agradable), así como anormales (distrés- o estrés
negativo y desagradable) (Selye, 1979).

En 1936, Selye definió el "Síndrome General de Adaptación" como la respuesta


general del organismo ante un estímulo "estresante". Este síndrome constaría de tres fases: 1)
Reacción de alarma: se produce cuando el organismo es expuesto a estímulos que constituyen
una demanda. Su finalidad es movilizar los recursos corporales para emitir una respuesta de
ataque y/o huida. En caso de que la situación no fuera resuelta, se pasaría a la siguiente fase.
2) Fase de resistencia: caracterizada por un elevado nivel de activación, aunque menor que en
la fase anterior, que facilitaría los mecanismos de adaptación del organismo a los estresores.
Si la situación tampoco se resuelve en esta fase, el sujeto pasaría a la última fase. 3) Fase de

60
agotamiento: en esta, el individuo ha perdido prácticamente todas sus reservas de energía y
no dispone, por tanto, de recursos para vencer las demandas o adaptarse a la situación. El
organismo agota sus recursos y pierde de manera progresiva (en ocasiones incluso repentina)
su capacidad de activación (incluso la activación normal). En consecuencia, se producirían
una serie de alteraciones fisiológicas y psicológicas, que Selye denominó “enfermedades de la
adaptación”, capaces de interrumpir la homeostasis de modo irreversible e incluso letal.

Con la definición de este síndrome, Selye extendió la noción de homeostasis de


Cannon, e incluyó respuestas fisiológicas. Propuso que además de las respuestas
homeostáticas específicas, existe una única y estereotipada “respuesta de estrés”, inducida
ante cualquier tipo de demanda –tanto de origen físico, como psicológico o social- que
requiere un reajuste en el organismo para afrontarla (Selye, 1956). Selye entiende la respuesta
de estrés como un proceso adaptativo a la situación. En este sentido, la respuesta de estrés
tendría un carácter efectivo que permitiría hacer frente a la situación. Sólo cuando los
recursos elicitados en cada una de las fases no cumplen la función de superar la situación de
estrés, cuando el organismo mantiene la actividad aunque el estímulo haya cesado, o cuando
la respuesta de estrés se produce repetidas veces sin poder permitir al organismo recuperar su
nivel basal, es cuando se producirían los trastornos asociados al estrés. En este sentido, el
estrés es algo inherente a nuestras vidas, y no es necesariamente patológico. Selye reconoce
que, la secuencia de causalidad existente en cualquier manifestación de enfermedad, es
compleja y difícil de entender. Al mismo tiempo, mientras pone de manifiesto que, ningún
trastorno puede ser explicado únicamente a través de una respuesta inadaptativa de estrés,
reconoce que la falta de coordinación entre los mecanismos de adaptación pueden desempeñar
un papel fundamental en el desarrollo de numerosas enfermedades (Selye, 1956, 1974).

El énfasis de la concepción del estrés de Selye se centra sobre la “respuesta fisiológica”


del estrés y sus “consecuencias” para la salud. Además postula que ante cualquier estímulo
nocivo para el equilibrio del sistema homeostático (estresor), la respuesta de estrés es la
misma.

Este modelo de estrés difiere considerablemente de los modelos actuales de estrés que
plantean una perspectiva psicosocial lejos del contexto de laboratorio. Cuando hoy se habla
de estrés, rara vez se asocia a la teoría inicial. Tras el conocimiento de la teoría de Selye, tal y
como Appley y Trumbull (1986) señalan, ésta ha sido aplicada de forma generalizada por

61
psicólogos tanto en el ámbito clínico como en el experimental. La teoría de Selye va tomando
un significado moderno acordes con las necesidades de la sociedad y vinculado a la
promoción de la salud. Esta adaptación obliga necesariamente a la incorporación de otros
aspectos cognitivos, emocionales y comportamentales que hacen que las diferencias entre el
modelo inicial de Selye y las perspectivas actuales sean tan abismales que pueda entenderse
en parte la confusión actual en torno al término estrés, y la complejidad y diversidad de
modelos explicativos (Peñacoba, 1996).

2.2. EL PROCESO DE ESTRÉS

A partir de la teoría de Selye, diferentes trabajos comienzan a centrarse en la


influencia del estrés sobre la salud. Uno de los modelos más reconocidos en el plano
psicosocial tiene que ver con el planteamiento de Lazarus y Folkman (1984, 1986, 1988),
quienes desde sus primeros trabajos han enfatizado la importancia de los factores psicológicos
en el proceso de estrés. Es así como señalan la necesidad de valorar los aspectos cognitivos
como los verdaderos desdencadenantes de los procesos de estrés. Desde el modelo de
Lazarus, se define el estrés como “un proceso dinámico de interacción entre el sujeto y el
medio, de modo que un suceso será estresante en la medida que el sujeto lo valore como tal,
sean cual sean las características objetivas del mismo”. Afirma que el estrés no es una
variable simple, sino un sistema de procesos independientes, incluidos la evaluación y el
afrontamiento, que median en la frecuencia, intensidad, duración y tipo de las respuestas
psicológicas y somáticas (DeLongis, Folkman y Lazarus, 1988).

Este papel activo del individuo en los procesos de estrés es aceptado por la mayoría de
los modelos de estrés, que incluyen el elemento de la percepción como variable central en la
explicación del proceso y de sus consecuencias asociadas. En la Figura 2 se muestra
gráficamente esta concepción del estrés.

62
Estímulo Percepción Respuesta: Consecuencia:
Fisiológica Físicas
Cognitiva Psicosociales
Emocional Laborales
Motora-
Conductual

Variables Moduladoras
Predisposición biológica
Sociodemográficas
Psicosociales (autoestima,
autoeficacia, percepción de control,
patrón A de conducta, resistencia,
habilidades….)

Figura 2. Proceso de estrés

2.2.1. Los estímulos estresores

Como puede observarse en la Figura 2, el estímulo o estresor constituye el agente


que inicia el proceso de estrés. Una de las primeras aproximaciones a los estímulos estresores
fue realizada en 1967 por Holmes y Rahe, entendiendo que el agente capaz de desencadenar
el proceso de estrés eran estímulos que provocaban un gran cambio en la vida del sujeto
(eventos vitales). Así, el matrimonio, la muerte de un familiar, el despido o el cambio de
trabajo, constituyen desde esta perspectiva del cambio biográfico, importantes eventos vitales.
Si bien es cierto que la literatura existente respecto al rol que juegan los eventos vitales en la
etiología de los desordenes tanto físicos como psicológicos es abundante (e.g. Cohen, Tyrell y
Smith, 1993; Holmes y Rahe, 1967; Lei y Skinner, 1980; Zimmerman, 1983), también es
cierto que esta perspectiva ha sido bastante criticada, entre otros aspectos, por ignorar la
repercusión subjetiva de estos eventos para cada uno de los sujetos, apostando por una
generalización del impacto de estos estímulos en distintas poblaciones de individuos.

Frente a esta aproximación, el modelo cognitivo de Lazarus y Folkman (1984)


prioriza la percepción de molestia que el sujeto tiene acerca de los estímulos como fuente de
estrés. Además se concede importancia a las molestias cotidianas frente a los eventos vitales.

63
Las “molestias cotidianas” o “hassless” han sido definidas como experiencias diarias que son
percibidas como un aspecto saliente y molesto en la calidad de vida de la persona. Esta
definición enfatiza la experiencia individual psicológica y subjetiva. La existencia de estos
estresores viene justificada en parte por la realidad clínica, donde se observa el potencial
traumático causado por acontecimientos menores. Estos microtraumas, provocan emociones
displacenteras y pueden inducir efectos patógenos incluso de un modo más inmediato que los
acontecimientos aislados de mayor resonancia emocional (Evans y Edgerton, 1991).

Algunos autores muestran una perspectiva integradora entre ambos tipos de


estímulos (eventos vitales y molestias cotidianas). Tal es el caso del enfoque denominado
como role strain (p.e. Pearlin, Lieberman, Meneghan y Mullan, 1981). Según este enfoque,
los eventos vitales provocan molestias cotidianas asociadas, que contribuyen al estado de
enfermedad. Numerosos autores (p.e. Chorot, Santed, Sandín y Jiménez, 1994) coinciden en
que ambos tipos de sucesos (eventos vitales y molestias cotidianas) contribuyen de forma
interactiva al estrés del sujeto.

Evidentemente no podemos hablar de un estresor sin tener en cuenta la respuesta


que éste provoca. Como norma, tanto los eventos vitales como las molestias cotidianas,
generan respuestas de estrés. Así, resulta difícil –en rigor, imposible- definir el estrés del lado
del estímulo sin incluir un componente del lado de la reacción de los sujetos. Mas adelante,
hablaremos de los diferentes tipos de respuesta del proceso de estrés.

2.2.2. La percepción del estímulo estresor

En relación al papel de la percepción del estímulo, Lazarus y Folkman (1984)


distinguen tres tipos de evaluación: primaria, secundaria y reevaluación. La evaluación
primaria o valoración que se realiza del estímulo estresante puede ser de amenaza (previsión
de daño), daño-pérdida (daño producido), desafío (posibilidad de hacer frente al daño
previsto) y beneficio. Únicamente cuando el sujeto valora la situación en alguna de las tres
primeras formas (amenaza, daño-pérdida, desafío) se producirá una situación de estrés. En
este sentido, el estresor no tiene un carácter universal, sino que depende de la valoración que
el sujeto haga del mismo. Puesto que puede haber tantas valoraciones como números de
sujetos que valoren, el estrés no puede ser entendido como un fenómeno unitario (Moreno,
Peñacoba, González-Gutiérrez y Ardoy, 2003).

64
La evaluación secundaria se centra en los recursos de los que el sujeto dispone para
afrontar la situación. Aunque este tipo de evaluación viene determinada por la evaluación
primaria que realice el sujeto, al mismo tiempo depende de las habilidades de que dispone la
persona. Si de acuerdo a este balance demandas/recursos, la persona considera que los
recursos de que dispone permiten hacer frente a la situación, se producen estados emocionales
placenteros y la sintomatología del estrés disminuye.

Finalmente, la reevaluación hace referencia a los procesos de feedback tras el


afrontamiento a la situación valorada como estresante. Estos mecanismos de feedback
permiten al sujeto establecer ciertas modificaciones en las valoraciones primarias y
secundarias ante la ocurrencia de posibles estresores.

2.2.3. La respuesta

La respuesta inherente a los modelos iniciales de estrés y la que ha recibido más


atención es la de activación fisiológica, aunque también se han analizado otras modalidades
de respuesta, de carácter psicológico, distinguiendo componentes cognitivos, emocionales y
motores o conductuales. A continuación describiremos estas respuestas.

2.2.3.1. Respuesta fisiológica

Esta respuesta fue definida en primer lugar por Selye dentro de su conceptualización
del “Síndrome General de Adaptación”, descrito anteriormente en el presente capítulo. De
acuerdo a su planteamiento, esta respuesta es un patrón no específico que implica un esfuerzo
del organismo por adaptarse y sobrevivir. Es un conjunto de reacciones que conforma un
patrón típico de respuesta. Esta reacción de ataque o huida es un mecanismo de emergencia
que ante una amenaza y en un período muy corto de tiempo (pocos segundos) activa al
organismo, capacitándolo para responder de forma adecuada ante la amenaza, atacando o
huyendo de la misma. Los componentes de esta respuesta fisiológica corresponden a una
descarga del sistema nervioso autónomo mediante su rama simpática, lo cual activa una serie
de órganos diana de forma directa y facilita la liberación de hormonas por la glándula
suprarrenal (adrenalina y noradrenalina) que a su vez actúan sobre los mismos órganos diana

65
y sobre otros periféricos que carecen de inervación simpática directa. Al mismo tiempo, se
incrementa la activación del sistema somático, aumentando el tono muscular y la frecuencia
respiratoria. El resultado final de esta reacción de alarma es un aumento de la dilatación
bronquial y de la capacidad respiratoria general, lo que junto con una elevación de la
frecuencia cardiaca, produce un mayor flujo de oxígeno a todos los órganos, especialmente al
cerebro y músculos (facilitando así una adecuada toma de decisiones). También se
redistribuye la sangre circulante (para prevenir hemorragias), y se presenta una dilatación
pupilar y un aumento de la atención y eficacia perceptiva, especialmente de la visión. Así, el
organismo se prepara para afrontar un ataque o una huida (Fernández-Abascal, 2002).

Este patrón de respuesta al estrés consta de las tres fases descritas por Selye
(alarma, resistencia y agotamiento) que van apareciendo de forma secuencial en el tiempo y
mantienen unos niveles de activación fisiológica distinta. Las respuestas fisiológicas del
estrés son un aumento general inespecífico de la activación del organismo (Everly, 1989),
aunque esta activación dependiendo de la fase implicada tendrá como responsable la
activación selectiva de diferentes mecanismos neurales, neuro-endocrinos y endocrinos. Estos
mecanismos, ejes o sistemas de respuesta que serán descritos a continuación son diferentes,
aunque complementarios entre sí, y dependen de la duración e intensidad de las condiciones
desencadenantes. Cabe mencionar que esta diferenciación se realiza en trabajos posteriores al
trabajo de Selye, a quien precisamente se le critica la inespecificidad de respuesta.

a) Eje neural. Existen tres ejes implicados y se corresponden con el sistema


nervioso simpático, parasimpático y somático. El sistema nervioso simpático y parasimpático
son las dos subdivisiones principales del sistema nervioso autónomo. Este sistema es activado
principalmente por centros localizados en la médula espinal, tallo cerebral e hipotálamo. Con
frecuencia el sistema nervioso autónomo opera por medio de reflejos viscerales, entrada de
señales sensoriales en estos centros, que a su vez transmiten reacciones reflejas apropiadas de
nuevo hacia órganos viscerales para regular sus actividades (Guyton 1988). Las terminaciones
nerviosas simpáticas y parasimpáticas secretan una de las dos sustancias transmisoras
sinápticas, acetilcolina o noradrenalina. La estimulación simpática causa un efecto excitador
en ciertos órganos e inhibidor en otros. Análogamente, la estimulación parasimpática unas
veces excita y otras inhibe. Los dos sistemas en ocasiones actúan recíprocamente, cuando la
estimulación simpática excita un órgano determinado, la parasimpática suele inhibirlo. Sin
embargo, la mayor parte de los órganos están controlados sobre todo por uno de los dos

66
sistemas. Una respuesta de estrés implica la activación inmediata de la rama simpática y del
sistema nervioso somático. El efecto de la activación del sistema nervioso autónomo es
rápido, pero no sostenido, debido a la incapacidad del mismo para liberar de forma
continuada los neurotransmisores, mediadores del cambio de actividad en los órganos
terminales. Por su parte, la activación del sistema somático aumenta el tono muscular y la
frecuencia respiratoria (Fernández-Abascal, 2002).

b) Eje neuroendocrino. Para mantener la reacción de estrés durante un tiempo más


prolongado se hace necesaria la activación de este eje que es un sistema mixto neural y
endocrino. La estimulación simpática activa la médula suprarrenal que constituye la parte
central de las glándulas suprarrenales y esta activación provoca la liberación de grandes
cantidades de noradrenalina y adrenalina hacia la sangre circulante. El efecto de estas
catecolaminas es un incremento de la actividad adrenérgica somática y las consecuencias son
funcionalmente idénticas al que produce la inervación simpática directa, excepto que sus
efectos duran de 5 a 10 minutos porque estas hormonas se eliminan lentamente en la sangre.
Estas catecolaminas prolongan la respuesta simpática adrenérgica y se aumenta la actividad
metabólica general que incrementa el consumo de oxígeno y la frecuencia respiratoria,
facilitando así la conducción del aire a los alveolos (Fernández-Abascal, 2002).

c) Eje endocrino. El resultado de este eje son las respuestas al estrés más crónicas y
prolongadas. Este eje puede subdividirse en cuatro subejes y el más importante es el eje
hipófiso-córtico-suprarrenal que favorece la producción de glucocortociodes (cortisol y
corticosterona) realizada gracias a la acción de la hormona adrenocorticotropa (ACTH). El
cortisol ejerce un feedback negativo sobre la producción de ACTH por parte de la hipófisis;
sin embargo, en situaciones estresantes este sistema de control se anula y los niveles de
ACTH y cortisol llegan a valores muy superiores a los normales. El eje hipófiso-gonadal
también se ve afectado por las situaciones de estrés. Las hormonas sexuales, tanto masculinas
como femeninas, están controladas por el sistema hipotalámico-hipófisis. Por la acción del
estrés, la testosterona en los hombres disminuye y en la mujer la disminución de las hormonas
ováricas se traduce frecuentemente en amenorrea. Otras respuestas hormonales que sufren
modificaciones con aumentos considerables como consecuencia del estrés son la prolactina, la
hormona del crecimiento, la tirotropina y la tiroxina. La insulina sufre una disminución,
aunque tiende a aumentar en una segunda fase (Fernández-Abascal, 2002).

67
2.2.3.2. Respuesta cognitiva

Como ya se ha señalado, la importancia de los aspectos cognitivos del estrés se ha


puesto de manifiesto especialmente a partir de los trabajos de Lazarus y Folkman, señalando
la necesidad de concebir la realidad psicosocial como un fenómeno diferente al postulado por
Selye. Los tres tipos de evaluación (primaria, secundaria y reevaluación) descritos
anteriormente, son fundamentales para definir la respuesta cognitiva del estrés. Esta
evaluación implica un proceso controlado de identificación, valoración y su consiguiente
aceptación o rechazo de la información que proviene del medio externo e interno, y se realiza
en función de las demandas y limitaciones del medio social, la oportunidad y la cultura
(Lazarus, 1999).

Estos autores mencionan que las condiciones estimulares estresantes pueden ser
valoradas de tres formas diferentes: amenaza, daño o pérdida y desafío. La valoración de una
situación como generadora de amenaza, se produce por la anticipación de daños o pérdidas,
que aún no le han ocurrido a la persona, pero que prevé que sucedan si no hace algo para
evitarlo. Así, implica la valoración del potencial lesivo del estresor, al tiempo que moviliza
emociones negativas para buscar un afrontamiento anticipativo. Por otro lado, la valoración
estresante que implica daño o pérdida, se produce cuando la persona tiene algún perjuicio
ante esta condición por haber sufrido anteriormente algún tipo de lesión física, daño social o
deterioro en su autoestima. La valoración de una condición dentro de esta categoría supone la
inmediata movilización del patrón de respuesta fisiológica del estrés, sin que tenga que
mediar ningún otro proceso cognitivo-emocional. Por último, la valoración de una situación
como desafiante supone una anticipación de daño o pérdida (al igual que en la valoración
como amenaza), pero en este caso valorando los recursos necesarios para dominar la
situación. Así, se valora la situación estresante como algo que se puede controlar, al tiempo
que se movilizan emociones positivas. Las valoraciones de amenaza y desafío no son
excluyentes entre sí, es decir, muchas condiciones estresantes son en parte valoradas como
amenaza y en parte como desafío (Fernández-Abascal, 2002; Lazarus y Folkman, 1984)

Cuando se ha producido una valoración estresante como amenazante o desafiante, se


anticipa la capacidad de los recursos de afrontamiento. Por lo tanto, esta valoración está
condicionada por las capacidades y recursos que la persona posee; al tiempo que el resultado
de esta valoración está muy determinado por la valoración primaria, pues el que la persona

68
valore que puede controlar o no una situación de estrés depende directamente de las
demandas percibidas de ésta.

El resultado de esta segunda valoración puede ser bien que la persona considere que
posee estrategias eficaces para evitar el daño, en cuyo caso se movilizará la siguiente fase del
proceso que es la movilización de la propia respuesta; o bien, que considere que no posee
estrategias eficaces para evitar el daño anticipado, lo cual movilizará la respuesta de estrés y
agotará el proceso cognitivo-afectivo.

La persona elige la respuesta a llevar a cabo de acuerdo con las valoraciones que ha
hecho anteriormente, y de entre las posibles respuestas, utiliza la que estima más adecuada
para hacer frente a las demandas percibidas. Las respuestas seleccionadas para actuar pueden
ser específicas para esa situación en particular, o generales para una amplia gama de
situaciones. Si no se dispone de una respuesta de estos dos tipos, la persona puede desplegar
una nueva respuesta o permanecer pasivo desencadenando la respuesta fisiológica de estrés.

El afrontamiento al que venimos haciendo referencia es un concepto vinculado a esa


respuesta anticipatoria que intenta evitar los daños del estresor, Según la propia definición
que sus autores, entendemos por afrontamiento “aquellos procesos cognitivos y conductuales
constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas externas
y/o internas que son evaluadas como desbordantes de los recursos del individuo” (Lazarus y
Folkman, 1984). El afrontamiento puede ir dirigido al problema, es decir, a manipular o
alterar las condiciones responsables de la amenaza de daño; o puede ir dirigido a la respuesta
emocional, es decir, a reducir o eliminar la respuesta emocional generada en los pasos
anteriores. Para Moos, Cronkite, Billings y Finney (1986) son tres las dimensiones que
definen los diferentes tipos de afrontamiento posibles: a) según el método empleado, el
afrontamiento puede ser activo o pasivo/evitación, b) según la focalización de la respuesta,
puede ser enfocado a la reevaluación de la situación, al propio problema o a la respuesta
emocional, y c) según el tipo de actividad movilizada, el afrontamiento puede ser cognitivo o
conductual.

69
2.2.3.3. Respuesta emocional

Las primeras formulaciones de la respuesta emocional del estrés se realizaron bajo una
perspectiva fisiológica involucrando el sistema vegetativo-periférico (James, 1884), como el
trabajo de Mason (1968), quién estableció la teoría neuroendocrina del estrés (agente
responsable de la activación hipotalámica promotora de la respuesta hormonal) que se
desarrolló paralelamente a las teorías de la emoción. Sin embargo, posteriormente, se
relacionó a esta respuesta con actividades más de tipo cognitivo involucrando a los
hemisferios cerebrales, abriendo paso a teorías cognitivas del estrés como la de Lazarus
(1966). No obstante, ya se consideraban procesos emocionales implicados sobretodo en el
momento del procesamiento automático de la información. En este proceso automático es la
reacción emocional la que forma parte de la valoración automática de la situación o del
desencadenante del proceso. Esta evaluación es muy rápida y corresponde a lo que Öhman
(1986, 1992) denomina “reacción afectiva”. Esta reacción está constituida por el patrón de
respuesta de orientación y defensa. Una respuesta de orientación corresponde a un proceso
fisiológico/cognitivo de respuesta emocional de curiosidad o aceptación de los estímulos,
preparando el organismo para su recepción y análisis; mientras que una respuesta de defensa
corresponde con una respuesta emocional negativa o de rechazo de los estímulos, preparando
al organismo para defenderse de ellos.

Peñacoba (1996) menciona que la relación emoción-cognición no es lineal, sino que


se encuentra interactuando con las estrategias de afrontamiento. Las estrategias cognitivas de
afrontamiento alteran o distorsionan la evaluación inicial de tal modo que cambian también la
emoción experimentada. Por otro lado, un individuo puede mantener simultáneamente más de
un conjunto de evaluaciones cognitivas, produciendo un modelo de ambivalencia o de rápida
fluctuación. Normalmente, y en este sentido, las evaluaciones estresantes van cargadas de
conflicto. Existe además un claro componente temporal, de modo que la emoción
experimentada por la previsión de un acontecimiento no coincide con la emoción
experimentada cuando el acontecimiento ocurre realmente.

Para Sandin (1995), la principal respuesta psicológica asociada al estrés es de tipo


emocional y se define como una sensación subjetiva de malestar emocional. Además, la
reacción del organismo bajo situaciones de estrés incluye una serie de emociones que
desencadenan acciones determinadas (p.e. la ira favorece la lucha; la desesperanza, la

70
inactividad). Sin embargo, además de las emociones negativas que acompañan la evaluación
de una situación como amenazante (miedo, ansiedad o irritación), cuando se evalúa como un
desafío se asocian emociones placenteras como la excitación y el regocijo. En este caso, el
foco atencional permanecerá abierto hacia las distintas fuentes de información externas e
internas que pueden ayudar al individuo a solucionar los problemas.

2.2.3.4. Respuesta conductual

La relación entre los aspectos comportamentales y la activación biológica inherente


a la respuesta de estrés se pone de manifiesto en el hecho de que cada una de las conductas
que el individuo exhibe posee unos mecanismos biológicos subyacentes específicos. Así, por
ejemplo, respecto al eje neural, se ha comprobado que los sujetos enfrentados a una situación
estresante tienden a mostrar patrones de reactividad fisiológica diferentes si intentan
respuestas de confrontación que si no disponen de ellas. Mientras en el primer caso se
produce un incremento en la actividad muscular estriada, vasodilatación de los músculos
esqueletales, gasto cardíaco y presión arterial, si no se dispone de estrategia de confrontación
se produce un aumento de la vigilancia, de la resistencia periférica total y de la presión
arterial, así como otras manifestaciones del sistema nervioso simpático, acompañadas de una
disminución del movimiento esqueletal y de la tasa cardiaca medida vagalmente (Fernández-
Abascal 2002).

La importancia de la perspectiva conductual se puso de manifiesto gracias a los


modelos de control inducido en la investigación animal (Valdés, 1983) que han estudiado los
efectos de la conducta sobre el organismo (Weiss, 1972). La conducta y sus efectos, de
acuerdo a estos modelos, están determinados por cogniciones, valores y creencias, lo cual
indica que el estrés sería un proceso dependiente de los significados para el sujeto. Esta
importancia del significado es fundamental, ya que puede llegar a generar una separación
entre las cogniciones del sujeto y las amenazas objetivas del entorno, donde el sujeto puede
incluso, negar la situación como estrategia adaptativa de estrés.

2.2.4. Las consecuencias

Las consecuencias del estrés son ampliamente conocidas y mencionadas por la


literatura, y unas de las más estudiadas han sido las fisiológicas. Aunque Selye distingue entre

71
las consecuencias del estrés positivo (eustrés) y negativo (distrés), es cierto que lo que más se
ha investigado son las consecuencias negativas. Los posibles efectos negativos del estrés
pueden afectar diferentes áreas: fisiológicas, cognitivas, emocionales y conductuales. El
estrés, es considerado hoy en día como un agente causal a tener en cuenta en numerosos
efectos físicos como son: tensión muscular (sobretodo en el área del cuello y los hombros),
cefalea tensional, malestar estomacal, sequedad de boca, taquicardia, sensación de falta de
aire o temblores. Además, diferentes trastornos han sido asociados al estrés. Entre ellos,
podemos citar trastornos gastrointestinales como la dispepsia funcional o el síndrome del
intestino irritable, cardiovasculares entre los que se incluyen la hipertensión, las
enfermedades coronarias y la enfermedad de Raynaud, respiratorios como el asma bronquial
o el síndrome de hiperventilación, inmunológicos como la gripe, el cancer o el SIDA,
endocrinos como el hipertiroidismo, el hipotiroidismo o el síndrome de Cushing o
dermatológicos como el prurito, la sudoración excesiva o la dermatitis atípica. Igualmente,
también se han relacionado con el estrés los trastornos musculares, bucodentales, sexuales
(impotencia, vaginismo, eyaculación precoz), así como la diabetes, la artritis reumatoide y el
dolor crónico (Labrador, 1992). No obstante, las diferentes medidas empleadas para valorar el
estrés, su diferente conceptualización, y la naturaleza correlacional de la mayoría de los
estudios dificulta la obtención de relaciones explicativas a partir de los resultados obtenidos.

En cuanto a las consecuencias emocionales del distrés destacaremos la irritabilidad,


la ira, la ansiedad, el miedo, la tristeza y la depresión que si se experimentan de forma
sostenida, pueden generar en el individuo un sentimiento de malestar físico y/o psicológico,
mermando su calidad de vida. Esta respuesta emocional negativa tan intensa provocará
connotaciones negativas en la persona haciendo que ésta se vea incapacitada para hacer frente
a las situaciones que le generan el estrés. En ocasiones, estas emociones producen actitudes
especialmente desadaptativas, impidiendo una relación interpersonal fluida e incrementando
la probabilidad de conflictos. La ansiedad incapacitará al sujeto para realizar las actividades
de manera normal, existirá falta de concentración, negativismo, falta de interés y disminución
del deseo de realizar actividades que antes eran consideradas como placenteras o entretenidas
(Fernández-Abascal, 2002). Otra consecuencia importante radica en el desarrollo de
problemas o distorsiones cognitivas, que pueden dar lugar a deficiencias en las tareas de
aprendizaje y memoria (Palmero, 1998).

Por lo que respecta a las consecuencias conductuales del distrés, encontramos relación
con los trastornos del apetito (ya sea excesivo o falta del mismo), abuso de drogas

72
(principalmente las de tipo estimulante como la cafeína, y la nicotina, aunque también pueden
ser depresoras como el alcohol), insomnio (dificultad para conciliar el sueño, para mantenerlo
o ambos) y ansiedad (manifestada con ataques repentinos de “aceleración”). Por último,
también pueden existir malas relaciones interpersonales, teniendo dificultad para convivir con
los demás de una manera armoniosa y tranquila.

Existen también otro tipo de consecuencias de naturaleza psicosocial del distrés como
el incremento del número de accidentes y las conductas de hostilidad y violencia, problemas
maritales y los conflictos familiares, entre otros. Igualmente, ciertas consecuencias asociadas
al trabajo, tales como la disminución de rendimiento o el absentismo laboral han sido citadas
frecuentemente en la literatura del estrés (Hollander y Lengermann, 1988).

2.3. VARIABLES MODULADORAS DEL ESTRÉS

No debemos olvidar que todo el proceso de estrés se encuentra afectado por el papel
de las variables moduladoras. La importancia de estas variables en el proceso de estrés es otra
prueba más del papel activo que desempeña el sujeto ante el estrés; el individuo no es una
víctima del estrés, sino que puede incluso modificar la propia situación de estrés, a través de
su percepción de la misma (Peñacoba, 1996). Variables como la predisposición biológica o
las variables sociodemográficas pueden modular el proceso de estrés. Los modelos
interactivos del estrés (Cox, 1978; Lazarus y Folkman, 1984) han insistido en la importancia
de las variables personales y organísmicas en la aparición del mismo como interacción entre
una demanda y una capacidad de respuesta. Payne (1991) ha expuesto de forma sistemática la
importancia de las diferencias individuales en las respuestas de estrés organizándolas
básicamente en tres áreas: biológicas o genéticas, sociodemográficas y disposicionales. Por
otro lado, según el marco transaccional del estrés propuesto por Lazarus y Folkman, los
procesos de valoración ante cada situación están mediados por un conjunto de factores
situacionales y personales que pueden producir variaciones sustanciales en la respuesta frente
a los estímulos. Dentro de las variables situacionales encontramos el Apoyo Social y dentro
de las personales los procesos cognitivos. Además, encontramos ciertos rasgos de
personalidad que pudieran igualmente estar modulando el proceso de estrés, por ejemplo
Patrones de Conducta tipo A o tipo C, Personalidad Resistente, entre otras. A continuación
describiremos estas variables.

73
2.3.1. Apoyo Social

El Apoyo Social es una variable moduladora del estrés que ha sido ampliamente
investigada y hace referencia al cuidado, cariño, protección y estima, o ayuda que las
personas reciben, de forma subjetiva, por parte de quienes les rodean. Las fuentes de apoyo
pueden ser diversas distinguiéndose entre: a) apoyo emocional o expresiones de empatía,
cariño y cuidado hacia la persona, b) apoyo a la autoestima que influye en la percepción del
estímulo y apoyo a las ideas y proyectos de la persona, que es valorada positivamente
incrementando así su autoestima y sentido de competencia, c) apoyo tangible o instrumental o
asistencia directa de tipo material en caso de necesidad, d) apoyo informativo que incluye los
consejos, informaciones, sugerencias, etc., que puedan resultarle útiles a la persona y e) apoyo
de red social, referente al sentimiento de pertenencia a un grupo de referencia por el que la
persona se siente apoyado (ver para una revisión a Cohen y Syme, 1985; Sarason, 1988;
Sarason, Sarason, Hacker y Basham, 1985). El tipo de apoyo que las personas puedan
necesitar varía en función de las características y demandas de la situación; un ajuste correcto
entre estas demandas y el tipo de apoyo es necesario para lograr un efecto positivo mayor.

2.3.2. Procesos Cognitivos

Folkman (1984) y Smith y Lazarus (1990) destacan los siguientes procesos cognitivos
que pueden estar modulando el proceso del estrés:

a) Creencias: hacen referencia a las ideas preexistentes en el individuo acerca de la


realidad y de sí mismo que guían su atención, sirviendo como lentes perceptuales,
o sesgos, que pueden distorsionar de forma consistente la interpretación de la
realidad y de los recursos personales que posee, en función de los estímulos que
son atendidos (Beck, 1984). Estas creencias pueden influir tanto en la valoración
primaria del estrés como en la secundaria.

b) Compromisos y valores: muestran qué cosas son importantes y tienen significado


para la persona, con un mayor o menor nivel de generalidad. El grado en que una
situación ponga en peligro estos compromisos adquiridos por la persona, o sus

74
valores, determinará en buena medida la valoración primaria de la situación
estresante.

c) Motivos: la emoción que sigue a los procesos de valoración es producto de los


motivos que le anteceden. Para Smith y Lazarus (1990) la valoración primaria del
estrés depende de dos motivaciones fundamentales: 1) La motivación de
relevancia, referida al grado en que una situación afecta (de forma positiva o
negativa) a los fines y valores de la persona, y 2) Motivación de congruencia o
incongruencia, referida al grado en que una situación es consistente, o no, con lo
que la persona desea, facilitándole o entorpeciendo la consecución de sus
objetivos.

d) Percepción de control: hace referencia a la percepción, real o subjetiva, del grado


en que la persona cree tener la capacidad para determinar los acontecimientos,
tomar decisiones y desarrollar una acción efectiva para producir efectos deseables
y eludir los indeseables. Ante situaciones potencialmente estresantes, las creencias
o expectativas que la persona tiene acerca del control de las mismas resultan
relevantes, en la medida en que son determinantes. Una valoración primaria de
amenaza es más probable cuando la necesidad y el deseo de control no se
corresponden con las expectativas reales de control que la persona tiene, o cuando
ejercer el control puede ocasionar estrés adicional; por otra parte, las valoraciones
de reto se dan en mayor medida cuando el potencial de control es real (ya sea
sobre las propias emociones, o sobre el entorno), y cuando controlar la situación
no genera ningún malestar al individuo. Cuando las personas valoran una situación
como controlable, tienen el convencimiento de contar con los recursos suficientes
para satisfacer las demandas que plantea, y pueden anticipar sus consecuencias.
Esto se traduce en una respuesta muy diferente al estrés, en un afrontamiento
activo encaminado a la resolución del conflicto (Folkman, 1984; Sánchez-Elvira,
2000).

Ante cada encuentro potencialmente estresante influyen variables de percepción de


control como es el caso de las expectativas de control. Por un lado, se encuentra el
locus de control (Rotter, 1966), que distingue dos tipos: el locus de control interno
para referirse a personas que creen que los acontecimientos están bajo su control y
estiman menos situaciones estresantes como potencialmente amenazantes dado
que consideran que pueden controlarlas y perciben que poseen mayores recursos

75
para afrontarlas, y locus de control externo que se refiere a las personas que
consideran que los acontecimientos no dependen de ellos, o de su intervención,
sino de la suerte, entre otros. Estas expectativas influyen principalmente cuando la
situación es ambigua, en la medida que esta exige un mayor nivel de inferencia
sobre el significado de la situación por parte del individuo. Las personas con un
elevado locus de control interno desarrollan un afrontamiento más activo
encaminado a la resolución del problema (a diferencia del afrontamiento más
emocional de las personas “externas”). En la medida, pues, en que la internalidad
permite disminuir el impacto de los estresores a lo largo de la vida, podemos decir
que el locus de control interno representa un factor protector de la salud (Lefcourt
y Davidson-Katz, 1991, Sánchez-Elvira, 2000).

Por otro lado, otras expectativas de control personal son las relacionadas con la
autoeficacia. Este concepto, propuesto por Bandura (1977, 1986, 1987), se define
como «los juicios de cada individuo sobre sus capacidades, sobre la base de los
cuales organizará y ejecutará sus actos de modo que le permitan alcanzar el
rendimiento deseado». Estas expectativas se basan en la creencia de que el
individuo se siente capaz para llevar a cabo satisfactoriamente los resultados o
expectativas acerca de un determinado comportamiento. En este sentido, se parte
del supuesto de que la intensidad de la expectativa de autoeficacia va a determinar
el esfuerzo que hará una persona para llevar a cabo una conducta y lo persistente
que será en sus intentos. La valoración de las situaciones influye para que se lleven
a cabo estrategias de afrontamiento destinadas a la resolución activa de los
problemas. Así, la creencia de tener control sobre la situación parece disminuir la
percepción de estrés y potenciar la puesta en marcha de estrategias de
afrontamiento centradas en la tarea, mientras que la creencia contraria parece
incrementar sustancialmente el estrés percibido.

2.3.3. Variables de personalidad

En el marco de la salud existen una serie de variables de personalidad ya sea como


rasgos, dimensiones o patrones que resultan relevantes. Estas características personales
marcan, en el ámbito del estrés, el tipo de valoraciones que el individuo suele realizar y el
estilo de afrontamiento o resolución posterior del conflicto que suele poner en marcha. Estas

76
variables personales pueden incidir de forma significativa sobre los distintos procesos
implicados en el estrés. Su impacto es importante ya que representa la forma habitual de
afrontar los acontecimientos a lo largo de la vida. Estas características de personalidad pueden
actuar sobre el estrés de distintas formas: a) incrementando el encuentro con un mayor
número de situaciones potencialmente estresantes, en la medida en que el individuo busca y
provoca, de forma activa este tipo de situaciones, b) determinando la forma como se perciben
y valoran las situaciones, exacerbando, o atemperando, el valor estresante que los
acontecimientos tienen en general (ya sean de amenaza o reto), c) determinando la percepción
habitual de control y de recursos que las personas tienen, d) contribuyendo a la selección de
las estrategias de afrontamiento que se ponen en marcha en respuesta a la situación de estrés
percibido, con el objetivo de restablecer el equilibrio y e) generando más o menos estrés en
función del afrontamiento realizado.

Los estudios realizados por Folkman (1984) mostraban dos tipos de patrones de
comportamiento. Por un lado los individuos más proclives a la percepción de amenaza y daño
(percepción de carencia de recursos y falta de control personales, mayor probabilidad de
afrontamiento emocional, experimentando más emociones negativas y malestar) y por otro
lado los individuos más proclives a la percepción de reto o desafío situacional (competencia
suficiente para abordar los retos, control personal y afrontamiento activo y un índice menor de
emociones negativas y malestar).

En cuanto al primer patrón, está relacionado con una vertiente emocional negativa que
actúa como consecuencia de una percepción negativa de si mismo y del mundo en el que se
vive. En este sentido, podríamos citar como variables de personalidad asociadas a este patrón
las siguientes:

a) Neuroticismo: El Neuroticismo es un concepto definido por Watson y Clark


(1984) a partir del Modelo PEN de Eysenck y el modelo de los “5 factores” de
Personalidad. Este se considera un factor de orden superior, en un modelo
jerárquico en el que junto con el rasgo de ansiedad (Spielberger, Gorsuch y
Lushene, 1970), la deseabilidad social, la represión-sensibilización, o el desajuste
general, configuran una amplia disposición del estado de ánimo, de carácter muy
estable, que marca la tendencia a la experiencia habitual de un amplio rango de
emociones de tipo negativo. Así existe una mayor percepción de amenaza y daño

77
potencial en la mayoría de las situaciones: el mundo se percibe como más negativo
en general, además existen pocos recursos personales (producto de una autoestima
pobre y bajas expectativas de autoeficacia), una escasa percepción de control, y el
uso sistemático de estrategias de afrontamiento centradas en emociones negativas
como ansiedad, preocupación, frustración, ira e irritabilidad, hostilidad, tristeza,
culpa, rechazo y soledad. Este factor personal sitúa a la persona en una vivencia
más recurrente de estrés, experimentándola con mayor intensidad y frecuencia
(Sandi y Calés, 2000).
b) Patrón de Conducta Tipo A: Este patrón reúne cuatro componentes
fundamentales: 1) competitividad y ambición elevadas que conducen a querer
destacar en cualquier actividad que se emprenda, 2) sobrecarga laboral, incluso en
fines de semana y vacaciones, 3) impaciencia y 4) hostilidad de carácter
instrumental, que surgen cuando se sienten bloqueados en sus propósitos o se ven
obligados a disminuir su ritmo de trabajo o actividad. Este patrón fue
conceptualizado por los cardiólogos Friedman y Rosenman (1959; 1974), quienes
observaron en los pacientes de su consulta que habían sufrido algún infarto, una
serie de comportamientos y características similares. Por otro lado, a nivel
psicomotor los individuos tipo A presentan movimientos rápidos y enérgicos,
tensión facial y muscular, contracción frecuente del puño y la mandíbula,
gesticulación excesiva y un estilo general agresivo e impaciente. Paralelamente, su
forma de hablar es vehemente, mostrándose particularmente irritados frente a
interlocutores lentos y dubitativos. Se ha postulado que este patrón parece
responder a un patrón de motivación de control exacerbada, a un estilo
característico de respuesta ante aquellos estresores ambientales que suponen una
amenaza para el sentido de control del individuo (Glass, 1977). Este tipo de patrón
es un claro modelo de funcionamiento transaccional con el entorno que incrementa
significativamente el estrés.
c) Patrón de Conducta Tipo C: Este constructo fue acuñado por primera vez por
Morris y Greer (1980), para referirse a un estilo de comportamiento que se
caracteriza por una supresión de emociones ante situaciones estresantes. Desde
entonces, muchos investigadores han aportado diversas conceptualizaciones al
respecto (por ejemplo, Greer y Watson, 1985). Eysenck (1994) resume las
características del comportamiento de los sujetos que presentan un estilo
comportamental Tipo C como "sumamente cooperativos, pasivos, evitadores de

78
conflictos, supresores de emociones como ira o ansiedad, que usan la represión
como mecanismo de afrontamiento, rígidos y con mayor predisposición a
experimentar desesperanza y depresión" (Eysenck, 1994, p.168). Este estilo de
personalidad, caracterizado por la supresión de emociones ante situaciones
estresantes, ha sido asociado con el inicio y la progresión del cáncer (Kissen y
Eysenck, 1962; Kissen, Brown, y Kissen, 1969; Morris y Greer, 1980; Morris,
Greer, Pettingale y Watson, 1981). Temoshok (1987) propone el modelo procesual
de estilo de afrontamiento y cáncer, donde el foco de atención se centra en el tipo
de respuesta que las personas emiten ante situaciones o acontecimientos vitales
estresantes. Actualmente se asocia con una serie de características como:
indefensión, desesperanza, estilo explicativo pesimista y depresión, estilo de
afrontamiento pasivo, represión de la expresión emocional, y falta de apoyo social.
A pesar de que tradicionalmente el estilo tipo C ha sido asociado con el cáncer
(Bleiker, 1995; Morris y Greer, 1980; Temoshok, 1987), este patrón
comportamental también se ha relacionado con otras enfermedades crónicas como
problemas cardiovasculares, gastrointestinales, endocrinos, dolor crónico, asma y
diabetes (Anarte, López, Ramírez y Esteve, 2000; Tozzi y Pantaleo, 1985; Traue y
Pennebaker; 1993).

Con respecto al segundo patrón, encontramos que actualmente existe un notable


interés por los aspectos saludables y positivos de la personalidad, derivado de los modelos
sobre los factores personales que potencian el equilibrio y bienestar del ser humano. Frente a
la orientación denominada patogénica, centrada en las variables potenciales de riesgo,
Antonovsky (1979) plantea una nueva orientación de la investigación en los factores
psicosociales asociados a la salud. Esta nueva visión aborda el estudio de aquellos factores
que facilitan un movimiento hacia el polo saludable del contínuo salud-enfermedad. En esa
búsqueda de equilibrio global, las expectativas juegan un papel fundamental (Carver y
Scheier, 1992); las personas que estiman que sus deseos y metas son alcanzables y se
consideran aptos para lograrlos, luchan activamente por su consecución y experimentan
emociones y pensamientos más positivos. Existen un conjunto de variables que forman parte
del conjunto de creencias, operativizadas en una serie de expectativas generalizadas,
relativamente estables, que el individuo tiene acerca de sí mismo y del mundo y que van
desarrollándose a lo largo de la vida, fruto de la experiencia, estando altamente relacionadas
entre sí. Entre estas se encuentran:

79
a) Autoestima: se refiere al concepto que el individuo tiene sobre sí mismo y el valor
personal que se atribuye (Rosenberg, 1979). Los individuos con una autoestima
alta se sienten seguros de sí mismos, eficaces, tienen energía y motivación
suficientes para abordar los problemas y se valoran positivamente. La autoestima
contribuye de forma importante a que el individuo valore más situaciones como
retos en la vida, los afronte con éxito, reduciendo el impacto psicológico y
fisiológico del estrés.
b) Optimismo: el optimismo disposicional se define como la expectativa generalizada
que la persona tiene a creer y confiar en que, a lo largo de su vida, tendrá más
experiencias positivas que negativas (Peterson y Bossio, 1991; Scheier y Carver,
1985; 1987; 1992). El optimismo se vincula a sentimientos de autoeficacia, control
y esperanza, y reduce el impacto del estrés, con estrategias centradas en el
problema, así como con un mayor uso de estrategias destinadas a revalorar
positivamente una situación negativa en casos de incontrolabilidad.
c) Personalidad Resistente: Este patrón aúna tres características especialmente
importantes para lo que sus autores denominan una orientación vital optimista:
Compromiso (habilidad para creer en lo auténtico, importante y valioso de lo que
uno hace, involucrándose en numerosas actividades con un sentido o propósito
finales), Reto (los acontecimientos y los cambios se interpretan como
oportunidades para el crecimiento personal, y los individuos se caracterizan por su
apertura mental y su flexibilidad cognitiva y tolerancia frente a la ambigüedad) y
Control (percepción de control sobre los acontecimientos, o locus de control
interno) (Kobassa, Maddi y Kahn, 1982).
d) Sentido de coherencia (SOC) (Antonovsky, 1979; 1987; 1990). Este constructo
representa también una orientación global que expresa en qué medida la persona
siente y confía, de forma estable, al tiempo que dinámica, que: a) el mundo
(interno y externo) está estructurado y es predecible, ordenado, explicable y
comprensible, y tiene sentido, b) dispone de los recursos personales y sociales
necesarios para afrontar y manejar las demandas, y c) las demandas son retos que
tienen un significado y un valor importante para invertir esfuerzos y energía en
ellos. Refiriéndonos a la salud, el papel del SOC hace que percibamos el mundo
como un lugar ordenado, predecible y manejable, así como valioso. Además, un
alto nivel de SOC promovería comportamientos saludables y una evitación de
hábitos dañinos. Con respecto al estrés, estos niveles elevados de SOC permiten

80
valorar más situaciones como positivas o retos interesantes (en vez de amenazas),
encontrar un significado y valor a los acontecimientos, considerar que se tienen
más recursos, y elegir la mejor estrategia de afrontamiento. Por último, influye
potenciando una mayor flexibilidad a la hora de modificar el afrontamiento y
buscar nuevas alternativas si fuera necesario.

A lo largo de este apartado, hemos procedido a realizar una revisión sobre el proceso de
estrés y sus variables moduladoras. En el siguiente apartado hablaremos de la relación entre el
estrés y dolor, que nos servirá como introducción para el siguiente capítulo en dónde
abordaremos la relación entre el estrés y la fibromialgia, objeto de estudio de la presente tesis
doctoral.

2.4. ESTRÉS Y DOLOR

El ser humano ha considerado desde hace varios siglos al dolor como uno de los
síntomas físicos más estresantes e incapacitantes que existen y distintos profesionales de
diversas disciplinas han ido desarrollando diferentes explicaciones, modelos y teorías sobre
éste. Y aunque inicialmente se planteaba únicamente la perspectiva biológica del dolor, poco
a poco fueron adquiriendo relevancia los aspectos psicológicos y sociales. Es así como
actualmente se considera al dolor como un fuerte estresor que a la vez puede ser generador de
una serie de estresores y molestias al causar desde incapacidad laboral y por tanto dificultades
económicas, hasta alteraciones en la limitación funcional, en las relaciones sociales y
familiares, problemas de sueño, trastornos sexuales, falta de apoyo social adecuado y uso
excesivo de tranquilizantes y analgésicos.

La primera explicación potencial para definir los mecanismos neurofisiológicos del


dolor y la influencia que factores psicológicos y emocionales ejercían en su percepción, fue
descrita por Melzack y Wall (1965) en su conceptualización de la Teoría de la Puerta. A partir
de esta teoría, se llega a la concepción actual del dolor definiéndolo como “una experiencia
sensorial y emocional desagradable asociada a una lesión tisular existente o presumida, o bien
que el sujeto describe utilizando esos mismos términos, sin que la lesión sea verificable”
(IASP, 1986). Es evidente que esta definición describe al dolor como un fenómeno complejo

81
y multidimensional cuya experiencia se ve afectada tanto por la interacción de los factores
cognitivos, afectivos y sensitivos como por factores psicológicos y contextuales (Gatchel y
Turk, 1996; Labrador y Vallejo, 1984; Vallejo y Comeche, 1994). Estos elementos cobran
especial relevancia en el dolor crónico, que es aquel cuya duración persiste más allá de lo que
sería esperable según su curso normal de recuperación, se mantiene por periodos largos de
tiempo y no responde a los tratamientos médicos habituales.

Desde un punto de vista filogenético, el estrés y el dolor parecen estar estrechamente


conectados y la relación entre estos dos fenómenos ha acaparado recientemente la atención de
numerosos investigadores (Friborg et al., 2006; Nilsen et al., 2007; Van Houdenhove, 2000).
Particularmente, Melzack (1998; 1999a, 1999b) ha realizado varios estudios en este campo y
formuló una teoría “neuromatrix” de dolor en donde la hormona liberadora de corticotropina
(CRH), el cortisol y las catecolaminas (específicamente la norepinefrina) –junto con el
sistema inmune y el sistema endógeno opioide- tienen un papel central. Autores como
Demitrack y Crofford (1998) y Heim, Ehlert, y Hellhammer (2000) mencionan la importancia
que tiene la hiporreactividad del eje HPA (manifestado por hipocortisolismo) en trastornos de
dolor relacionados con el estrés (como por ejemplo la Fibromialgia o el Síndrome de Fatiga
Crónica). Sin embargo, no es la primera vez que los investigadores hablan de estos sistemas
que juegan un papel importante en la respuesta del estrés en relación con el dolor (Cannon,
1941; McCarty y Gold, 1996; McEwen, 1998; Negrao, Deuster, Gold, Singh y Chrousos,
2000; Sterling y Eyer, 1998). Igualmente, se ha sugerido que mientras el estrés agudo produce
analgesia, el estrés crónico podría tener el papel contrario, y ambos podían estar mediados por
la CRH (Larivière y Melzack, 2000). Por otro lado, una relación inversa se ha demostrado
entre la sensibilidad al dolor y la reactividad simpática (Okifuji y Turk, 2002).

Por otra parte, Esch y Stefano (2007) describen un modelo biopsicosociomolecular en


el que mecanismos de respuesta ante el estrés y el dolor tienen un impacto crítico en los
patrones moleculares de autorregulación. Concluye que la conducta y los niveles moleculares
deben verse como dos lados del mismo problema en el alivio del dolor y el estrés.

La meta para el organismo cuando se enfrenta a procesos de estrés y/o dolor es


aliviarlo como consecuencia de una respuesta adaptativa y de supervivencia. Como resultado

82
ante este mecanismo persistente, la respuesta biológica puede ser insoportable y la capacidad
del organismo para adaptarse a ella puede alterarse permanentemente provocando trastornos
en el organismo favoreciendo el desarrollo de la enfermedad, en este caso del dolor crónico
(Esch y Estefano, 2002; Esch, Stefano, Fricchione y Benson, 2002). Además de los procesos
fisiológicos mencionados, cuando el cerebro percibe un estímulo como doloroso, se activan
respuestas cognitivas y conductuales para lograr una adaptación y equilibrio.

Diversos autores (Brengelman, 1986; Pelechano, Matud y de Miguel, 1994; Ramírez-


Maestre, Zarazaga y López-Martínez, 2001), apoyan que la experiencia de dolor vendrá
determinada por: 1) la capacidad del sujeto para manejar una situación que es, en sí misma y
dadas sus características contextuales, estresante (lo cual alude al concepto de afrontamiento);
2) los recursos (internos y externos) con los que cuenta para hacerles frente; y 3) las
características personales (sexo, edad, variables de personalidad) que, en interacción con las
anteriormente reseñadas, pueden actuar como variables diferenciales en la vivencia de la
experiencia de dolor (Sánchez Cánovas y Sánchez López, 1994).

2.4.1. Estrés, dolor y afrontamiento

Desde el modelo del análisis procesual del estrés (Lazarus y Folkman, 1986), el dolor
crónico, como situación de tensión mantenida que el individuo suele percibir como
amenazante, se conceptualiza como un evento estresante. La amenaza de pérdidas importantes
en la esfera laboral, económica, familiar, social, sexual, etc. llevará al sujeto a movilizarse
para intentar controlar el dolor de una u otra forma. Se asume, por tanto, que ante la amenaza
resultante del padecimiento del dolor, los sujetos ponen en marcha mecanismos de actuación
para paliar los daños producidos. Dichos mecanismos o estrategias de afrontamiento, como ya
se ha señalado, se entienden como un conjunto de esfuerzos cognitivos y conductuales,
continuamente cambiantes, que son utilizados para afrontar demandas que son valoradas por
el individuo como excesivas respecto a los recursos de que dispone -o cree que dispone-
(Lazarus y Folkman, 1986). El objetivo perseguido, en última instancia, es reducir el malestar
causado por la amenaza percibida.

Los estudios acerca de los estilos y estrategias de afrontamiento que utilizan los
individuos ante sucesos vitales importantes y ante la enfermedad han sido prolíficos durante

83
los últimos 20 años. En este contexto, varios autores argumentan que las estrategias de
afrontamiento que predicen una mejor adaptación al dolor crónico incluyen conductas
encaminadas a aliviar el dolor (afrontamiento conductual), y ciertos procesos cognitivos como
reinterpretar o ignorar las sensaciones de dolor y distraerse del mismo (supresión de
emociones negativas) (Keefe, Brown, Wallston y Caldwell, 1989; Lawson, Reesor, Keefe y
Turner, 1990).

Por otro lado, el catastrofismo (o pensamiento catastrofista), definida como una


preocupación excesiva sobre las consecuencias negativas de una situación, es una estrategia
de afrontamiento que resulta poco eficaz y que media en la relación entre el neuroticismo y la
intensidad del dolor percibida (Affleck et al., 1992). Asimismo, varios estudios encuentran
relaciones significativas entre el neuroticismo y ciertas variables relevantes en el ámbito del
dolor crónico como las evaluaciones cognitivas que los pacientes realizan respecto al
significado de dicho dolor (Wade, Dougherty, Hart y Rafi, 1992b), la intensidad de dolor
percibida (Wade et al., 1992b), la represión emocional (Wade, Dougherty, Hsrt y Cook,
1992a), el estado de ánimo (Affleck et al., 1992) y las estrategias de afrontamiento (Affleck et
al. 1992). En el estudio de Ramirez Maestre et al. (2001) se encontró evidencia empírica de
que altos niveles de neuroticismo se convierten en predictores del catastrofismo y de baja
búsqueda de apoyo social, como estrategias de afrontamiento poco eficaces en personas con
dolor crónico.

En cuanto a la intensidad de dolor, Watkins y colaboradores (1999) encuentran que


ésta predice el uso de distintas estrategias de afrontamiento. En general, los sujetos presentan
una mayor tendencia a utilizar estrategias activas de afrontamiento (autoafirmación,
reinterpretación de la sensación dolorosa e ignorar sensaciones de dolor) cuando el dolor es
moderado pero cuando es severo los sujetos informan de un mayor uso de estrategias no
adaptativas como el catastrofismo o rezo. En general, el uso de estrategias pasivas de
afrontamiento beneficiaría una mayor intensidad de dolor.

84
2.4.2. Estresores y dolor

Existe amplia evidencia de que los eventos vitales se relacionan con el inicio o
empeoramiento del dolor o la aparición de problemas psicológicos en las personas que sufren
dolor crónico (Atkinson, Slater, Grant, Patterson y Garfin, 1988; Craig, 1994; De Benedittis
et al., 1990; Feurstein, Sult y Houle, 1985; Oosterthuis, 1984; Roll y Theorell, 1987; Smith et
al., 1985). El grueso de las investigaciones sugieren que los eventos vitales no deseados,
incontrolables e impredecibles tienen la capacidad de generar morbilidad, si bien los datos
procedentes de los distintos trabajos hacen ver que existen otras causas biopsicosociales de
gran relevancia en el desarrollo y mantenimiento del dolor. Una interesante revisión (Cowell,
2007) señala que eventos traumáticos como la guerra, violación, asalto o accidentes de
circulación pueden llevar a experimentar al individuo miedo a la realidad, horror y falta de
control. Los individuos expuestos a tales eventos son atrapados más por la memoria de su
propia percepción subjetiva y sentimientos de impotencia que por la experiencia en si misma.
Sin embargo, cada persona experimentará de forma distinta la ocurrencia de estos eventos. Si
un individuo tiene una lesión física en el curso de un evento traumático, una de las memorias
más profundas será el dolor y el miedo a las consecuencias de esa lesión. Como consecuencia,
tras la desgracia, cuando las lesiones físicas hayan curado, el paciente continuará con la
preocupación de la experiencia traumática que puede incluir la memoria del dolor. Estos
recuerdos podrían causar conductas de evitación destinadas a limitar la experiencia del dolor
que podrían provocar atribuciones erróneas de la naturaleza y el significado del dolor,
provocando la interrupción del proceso de rehabilitación.

Otros estudios muestran la relación entre los eventos vitales y los problemas
emocionales en el contexto del dolor crónico. En este sentido, Atkinson y colaboradores
(1988), investigan cómo influyen los eventos vitales en el desarrollo de depresión en personas
con dolor lumbar crónico. Los sujetos con depresión informaron de más eventos vitales
estresantes y mayores dificultades vitales en ese momento que los sujetos con dolor lumbar
sin depresión, o los sujetos controles sin dolor ni depresión. Brage, Sandanger y Nygard
(2007) encontraron que el dolor lumbar se relacionaba con historial de dolor en la espalda,
malestar emocional y niveles elevados de estrés laboral. Otro estudio con personas con dolor
lumbar crónico, en el que los eventos vitales negativos se asociaron a depresión, avala estos
resultados (Smith et al., 1985). En el caso de la fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica
existen estudios que indican un historial de abandono infantil, abuso físico y/o emocional y

85
victimización en la niñez y adultez (Hatcher y House, 2003; Heim, Wagner y Maloney, 2006;
Imbierowicz y Egle, 2003; Neerinckx, Van Houdenhove, Lysens y Vertommen, 2000; Van
Houdenhove et al., 1992, 1995; 2001). Sin embargo, éste historial traumático no se encuentra
en todos los pacientes, señalando la existencia de otros factores para el desarrollo de estas
enfermedades.

La combinación de estrés físico y psicológico en neonatos y niños también ha sido


objeto de estudio. Lidow (2002) demostró que el dolor neonatal puede tener efectos a largo
plazo en el desarrollo de los sistemas de nocicepción, y Taddio et al. (1995) encontraron que
los niños circuncidados con bajos niveles de anestesia mostraban respuestas de dolor más
pronunciadas en la edad adulta en comparación con niños a los que se les administró niveles
adecuados de anestesia.

Por otra parte, la relación entre el estrés postraumático como resultado del dolor
crónico o agudo ha sido ampliamente señalado por la literatura (Fones, 1996; Geisser, Roth y
Baehman, 1996; Reynolds, 1997; Schreiber y Galai-Gat, 1993). Además, el estrés
postraumático está asociado también a la exposición a eventos vitales traumáticos. La
prevalencia de sintomatología física después de un evento traumático o lesión ha sido
documentada (McFarlane, Atchison, Rafalowicz y Papay, 1994) así como la prevalencia de
trastornos de dolor musculoesquelético (Castillo, McKenzie yWegener, 2006). Sin embargo,
una de las limitaciones metodológicas de estos estudios es que se trata de diseños de caso
único. Autores como Eisendrath (1995) y Geisser et al. (1996) mencionan que la intervención
dirigida al tratamiento de los síntomas del estrés postraumático puede ser una aproximación
útil para mejorar los resultados de las intervenciones para el dolor crónico.

Por otro lado, las molestias cotidianas parecen también jugar un papel importante en el
desarrollo del dolor crónico. Así, episodios recurrentes de dolor pueden estar disparados por
el nivel de estrés percibido en niños. De Benedittis y Lorenzetti (1992) mostraron que
personas con dolores de cabeza experimentaron mayores molestias cotidianas en comparación
con personas sanas. Por otro lado, en el estudio realizado por Sternbach (1986), se comprobó
la relación entre las molestias cotidianas y el dolor, especialmente en cefaleas y dolor de
espalda. Sin embargo, posteriormente, Marbach et al. (1988) no encontraron relación entre
estas molestias cotidianas estresantes y el dolor en pacientes con dolor temporomandibular.
Esto sugería que estas molestias cotidianas no eran necesariamente las causantes de ciertos

86
tipos de dolor. Además al tratarse de estudios correlacionales no se puede establecer esta
relación de causa-consecuencia estrés-dolor.

La investigación de la relación entre estrés y dolor en pacientes reumáticos ha


demostrado que los sujetos con artritis frecuentemente informan que el estrés precede a los
ataques agudos de la enfermedad (Affleck et al., 1987). Zautra y Smith (2001) demostraron en
personas con AR la relación entre elevados niveles de dolor, afectividad negativa, eventos
vitales estresantes y estrés percibido. Asimismo, en estudios longitudinales, el malestar diario
es un predictor significativo de incapacidad en pacientes con dolor lumbar crónico (Brage et
al., 2007). Existe también evidencia de que los estresores diarios están implicados en las
respuestas del sistema inmune y en el dolor en sujetos con artritis reumatoide. Así, el estrés
diario se asocia a trastornos en el estado de ánimo que a su vez se relacionan con cambios en
el sistema inmune y aumentos en el dolor articular (Harrington y Affleck., 1993).

2.4.3. Modelo de Diatésis-Estrés

Varios estudios muestran que los síntomas provocados por el dolor crónico han
ocurrido inmediatamente después de una experiencia o lesión traumática. A este respecto,
Turk (2002) menciona que algunos pacientes se recuperan después de algunos días pero otros
no regresan a su vida normal desarrollando síntomas de discapacidad y limitación funcional.
Pero ¿cuáles serían los factores que ocasionan que una persona que sufre un evento
traumático se recupere mientras otras personas no? Una posible explicación podría ser que
existen individuos con predisposición psicopatológica (Gatchel, Polatin y Mayer, 1995;
Hasenbring, Ulrich, Hartmann y Soyka, 1999), sin embargo el malestar emocional y la
psicopatología no son suficientes para explicarlo. Algunos de los factores que han sido
implicados en el desarrollo de la cronicidad y el mantenimiento de la incapacidad incluyen la
ansiedad, anticipación al dolor y daño, evitación al miedo, catastrofismo, autoeficacia y
condicionamiento operante.

El modelo de diatesis-estrés (Dworkin y Banks, 1999; Kerns y Jacob, 1995; Turk,


2002) para la explicación del dolor crónico sugiere que factores de predisposición tanto
cognitivos como conductuales interactúan con la exposición a eventos traumáticos.

87
Particularmente, las variables que interactúan son: sensibilidad a la ansiedad, anticipación del
dolor, catastrofismo, atribuciones erróneas acerca de la causa de los síntomas y
preocupaciones sobre el futuro, autoeficacia y evitación por miedo. Este set de respuestas
podrían ser un factor clave para entender la discapacidad funcional en la cronicidad del dolor
lumbar o la fibromialgia. De acuerdo a este modelo, para que un trastorno se desarrolle, la
diatésis (variables internas predisponentes) y el estrés (eventos externos amenazantes) deben
interactuar. Un sujeto con vulnerabilidad a padecer un trastorno desarrollará dicha
enfermedad solo si actúa un estresor (por ejemplo un accidente de coche). La diatésis puede
tomar la forma de esquemas cognitivos, tendencia a atribuciones internas, estables y globales
o déficit de habilidades instrumentales. Este modelo de diatésis-estrés enfatiza el papel que
tiene el aprendizaje en la exacerbación y el mantenimiento del dolor. Además de los factores
cognitivos y el aprendizaje, existen factores físicos (por ej, alguna enfermedad) que pueden
provocar el desarrollo del dolor crónico (Flor, Birbaumer y Turk, 1990) y mantener la
incapacidad.

88
3. ESTRÉS Y FIBROMIALGIA

Cuando se habla de la relación entre el estrés y la FM nos encontramos que se ha


estudiado de manera bidireccional; es decir, por un lado siendo el estrés un factor
predisponente a desarrrollar la enfermedad y por otro siendo la FM una causa de estrés. Esta
doble conceptualización del estrés como causa y como consecuencia puede entenderse desde
la propia confusión conceptual inherente al propio concepto de estrés a la que hemos aludido
anteriormente. Además, la mayoría de los estudios que investigan la relación entre estas dos
variables (FM y estrés) atienden únicamente a uno de los elementos del estrés, siendo éstos
los estímulos o eventos estresantes, las respuestas (especialmente la fisiológica), las variables
moduladoras y/o las consecuencias, sin tener en cuenta todo el proceso.

En relación al estrés como precedente a la FM, se comenzaron a realizar


distintos estudios a finales del siglo pasado y la mayoría de los autores coinciden en que
desde el comienzo de la enfermedad existe la presencia de estrés físico y/o psicológico
(Aggarwall, McBeth, Zekrzewska, Lunt y Macfarlane, 2006; Dailey, Bishop, Russell y
Fletcher, 1990; Uveges et al., 1990; Jamison et al., 1999; Neerinckx et al., 2000; Pall et al.,
2001). Posteriormente, se vio la relación que tenía la FM con otros síndromes que a su vez
están asociados al estrés (Bennet, 1993; Dailey et al., 1990; Yunus et al., 1981; Korzsun et al.,
1998): cefaleas tensionales, colon irritable, síndrome de fatiga crónica, síndrome
temporomandibular, síndrome premenstrual, etc. Algunos estudios enfocaron sus esfuerzos en
determinar si en las personas con FM se daba una mayor exposición al estrés (e.g. Zautra et
al., 1999) en comparación con otros grupos de dolor crónico. Pero, la cuestión de fondo era si
realmente el estrés jugaba un papel etiológico en la FM. Este interrogante también surgió a
raíz de que distintas investigaciones mostraron que no existía una lesión estructural en estos
pacientes y que las evidencias de alteraciones fisiológicas eran bastante inespecíficas, lo que
colocó en primer lugar la explicación de factores psicológicos como origen de la enfermedad,
entre ellos, el estrés.

Por otro lado, a partir de los estudios de Melzack (1998, 1999a, 1999b, Larivière y
Melzack, 2000) acerca de la relación entre el estrés y distintos trastornos de dolor, se planteó
también al estrés como un factor etiológico en la FM. De hecho, este síndrome coincide con
la presencia de antecedentes estresantes previos y/o experiencias infantiles negativas que van
desde diferentes formas de abuso físico, psicológico y/o sexual; traumas y lesiones; relaciones

89
personales disfuncionales y/o destructivas, estresores laborales y estresores diarios
relacionados con un estilo de vida de sobreactividad (Aaron et al., 1997; Boisset-Pioro,
Esdaile y Fitzcharles, 1995; Buskila et al., 2009; Egle y Luyten, 2005; Inanici, Yunus y
Aldag, 1999; Makela y Heliovaara, 1991; Neerinckx et al., 2000; Van Houdenhove, 2000 y
Van Houdenhove et al., 1992, 1995, 2005; Walker et al., 1997).

El modelo de diatesis-estrés (Burke y Elliot, 1999; Dworkin y Banks, 1999; Dworkin,


Hetzel y Banks, 1999; Kerns y Jacob, 1995; Okifuji y Turk, 1999; Spangler, Simons, Monroe
y Thase, 1997; Turk, 2002), anteriormente comentado, nos lleva también a una explicación de
la relación entre el dolor crónico y el estrés, sugiriendo que para que un trastorno se
desarrolle, las variables internas predisponentes deben interactuar con los distintos estresores.
Así, un sujeto más vulnerable a ciertos estresores podría desarrollar la enfermedad. Esto
sucedería también en el caso de la relación entre la FM y la depresión (Okifuji y Ashburn
2001). Basados en esta pespectiva de diatesis-estrés, Okifuji y Ashburn (2001) desarrollaron
un modelo para explicar la fibromialgia. Estos autores consideran dicha patología como un
trastorno de procesamiento de la información debido a una mala regulación del sistema de
respuesta al estrés. El modelo integraría factores premórbidos, precipitantes y respuestas de
estrés en el desarrollo y mantenimiento de la FM. Un estresor dispararía las respuestas
psicológicas y fisiológicas mediadas por predisposiciones tanto biológicas como
experienciales o de aprendizaje del sujeto. En este punto, se podrían experimentar ciertos
síntomas como fatiga o dolor. Normalmente este proceso sería autocorrectivo, motivado por
factores predisponentes (reactividad del Sistema Nervioso Central, pensamientos
disfuncionales…) o ambientales (acumulación de eventos estresantes, apoyo social…) o por
la interacción entre ambos. Si este sistema falla en regresar a la línea base, una nueva línea
base se crearía a partir de la cual volvería a comenzar el proceso y consiguientemente la
desregulación del sistema se vería forzada. Para este modelo existiría un set de respuestas que
pondría a los sujetos en riesgo de padecer FM y que emergería como respuesta a las repetidas
activaciones y fallos en la regulación del sistema. Dentro de los factores o el “set” de
predisposición se encontrarían distintos constructos que se han mostrado relacionados con la
FM como serían: una mayor atención a los estímulos (Kosek y Hansson 1997; McDermid et
al., 1996), creencias y disposiciones, la ausencia de percepción de control, el catastrofismo
(Burckhardt y Bjelle 1994) o la evitación de la actividad, entre otros. Con el tiempo el set de
respuesta y los síntomas asociados se manifestarían creando una hipervigilancia generalizada
y derivarían en quejas somáticas difusas. Durante la etapa aguda de la enfermedad, un factor

90
precipitante, físico o psicológico, dispararía las respuestas de defensa al estrés interactuando
con las predisposiciones biológicas y las tendencias psicológicas, elicitando respuestas en el
sistema (neuroendocrino y psicosocial). En la mayoría de los sujetos se volvería a la línea
base. En otros sujetos se desarrollaría la FM. Esto podría explicar que aquellos sujetos que
estuvieran bajo la influencia de múltiples estresores y que además tuvieran un estado
predisposicional percibirán como estresores ciertos acontecimientos que podrían no serlo para
otros individuos.

Diferentes investigadores que estudian el sistema fisiológico de respuesta al estrés en


la FM han encontrado hallazgos objetivos en este campo, realizando distintos estudios de
laboratorio (Adler y Geenen, 2005; Adler, Manfredsdottir y Creskoff, 2002; Bou-Holaigah et
al., 1997; Furlan et al., 2005; Leistad et al., 2008; Martínez-Lavin et al., 2002; Nilsen et al.,
2007; Thieme et al., 2006; Van Houdenhove y Egle, 2004; Viljoen y Craig, 2008). Tal es el
caso por ejemplo de los estudios que señalan alteraciones en la función del sistema autónomo
(Adler y Geenen, 2005; Bou-Holaigah et al., 1997; Furlan et al., 2005; Leistad et al., 2008;
Martínez-Lavin et al., 2002; Nilsen et al., 2007; Thieme et al., 2006; Viljoen y Craig, 2008).
Varios autores sugieren que en la FM este sistema de respuesta se encuentra desregularizado
(Adler y Greenen, 2005; Gupta y Silman, 2004; Gur et al., 2004; Martínez-Lavin, 2007;
McBeth et al., 2005; Okifuji y Turk, 2002; Van Houdenhove, Kempke y Luyten, 2010).
Además, acontecimientos estresantes adversos pueden resultar en una reactividad alterada del
eje HPA y en una vulnerabilidad a la FM (De Kloet et al., 2005; Weissbecker, Floyd, Dedert,
Salmon y Sephton, 2006). También se ha estudiado el funcionamiento basal y el ritmo
circadiano de cortisol (Demitrack y Crofford, 1998; Gupta y Silman, 2004, Parker, Wessely y
Cleare, 2001; Van Houdenhove y Egle, 2004; Viljoen y Craig 2008;) y se ha observado una
asociación positiva entre experiencias traumáticas y la presencia de niveles reducidos de
cortisol (de Kloet et al., 2006; Wessa, Rohleder, Kirschbaum y Flor, 2006; Yehuda, 2006).
Sin embargo, estos estudios también presentan inconsistencias y datos contradictorios
posiblemente debido a la cantidad de factores que pueden afectar al eje HPA y a las
diferencias metodológicas (Gupta y Silman, 2004, Gur y et al., 2004). En este sentido, no se
ha examinado de forma conjunta la respuesta de estrés en un entorno controlado, atendiendo a
las respuestas neuro-hormonales, autonómicas, cognitivas y emocionales implicadas.

A pesar de los numerosos estudios existentes, resulta difícil extraer conclusiones


comunes y concluyentes de la relación entre estrés y fibromialgia, puesto que el proceso de

91
estrés es evaluado en cada uno de ellos atendiendo sólo a uno de sus elementos o a varios
pero evaluados de forma independiente (e.g. Anderberg, Marteinsdottir, Theorell y von-
Knorring, 2000; Poyhia, DaCosta y Fitzcharles, 2001). Quizá una de las mayores críticas en
relación a la evaluación del estrés y su significado para la persona afectada se basa en la
información proporcionada por el paciente. La persona evaluada la mayoría de las veces,
rellena un cuestionario o escala o se le realiza una entrevista y estos resultados se ven
influidos lógicamente por la subjetividad del paciente (Monroe and Hadjiyannakis, 2002)
conllevando a una validez dudosa. Para la evaluación del estrés como un factor etiológico en
la FM, deberían realizarse estudios retrospectivos longitudinales. En este sentido, algunos
autores (Van Houdenhove, Egle y Luyten, 2005; Van Houdenhove y Luyten, 2006) en una
interesante revisión, mencionan que este tipo de estudios cuentan con importantes dificultades
como el tiempo necesario para su realización, y el hecho de referirnos a un concepto que
implica una evaluación única e individual, un fenómeno complejo afectado por las variables
idiosincráticas de cada persona y en el que hay que tener en cuenta las experiencias previas de
cada uno. Esto hace que los resultados sean difíciles de comparar e interpretar perdiendo así
su objetividad (Herrmann, Scholmerich y Straub, 2000). Además, estudios recientes (Rutter,
2002) han demostrado que en parte son los mismos individuos quienes generan su propio
estrés, y que las respuestas tanto psicológicas como fisiológicas ante estos estresores, pueden
estar sujetas a la personalidad y la naturaleza del estresor (Gruen, Silva, Ehrlich, Schweitzer y
Friedhoff, 1997).

Finalmente, y desde la conceptualización de la FM como causa de estrés, no debemos


olvidar que la FM también conlleva una serie de consecuencias y molestias que pueden
incluir incapacidad laboral, dificultades económicas, alteraciones en el funcionamiento
personal y en las relaciones sociales, problemas de sueño, falta de apoyo social adecuado y
hasta uso excesivo de tranquilizantes y analgésicos (Crofford y Demitrack, 1996; Goldenberg,
1996), consecuencias que coinciden con algunas de las consecuencias asociadas clásicamente
a los procesos de estrés.

Dada la complejidad del proceso de estrés, en el presente capítulo revisaremos los


principales estudios que analizan la relación entre FM y estrés, siguiendo a efectos didácticos,
el mismo esquema conceptual que en el capítulo anterior. Así, describiremos en primer lugar

92
la relación entre los estímulos estresantes y la FM. Posteriormente hablaremos de la respuesta
de estrés en este síndrome, seguido de las consecuencias asociadas y por último de las
variables moduladoras. En todos los casos, con un porcentaje diferente en cada uno, se podrá
observar esa doble conceptualización a la que hemos hecho referencia: el estrés como causa y
como consecuencia de la FM.

3.1. ESTIMULOS ESTRESORES Y FIBROMIALGIA

Los estímulos estresantes que han recibido atención en la fibromialgia han sido por un
lado, la presencia de eventos vitales y por otro, la existencia de molestias cotidianas. En la
primera clasificación nos encontraríamos con experiencias infantiles negativas y sucesos
traumáticos, que podrían ser desde abuso físico o sexual (Aaron et al., 1997; Boisset-Pioro et
al., 1995; Haviland, Morton, Oda y Fraser, 2010); hasta diferentes traumas y lesiones (Baker
et al., 2001; Eliuk, 1997; Jones, Power y Mcfarlane, 2009; Winfield, 2000). Algunos autores
plantean que si esos traumas no son atendidos cuando ocurren, es posible que la persona
pueda desarrollar trastornos de dolor crónico, entre ellos la FM (Buskila et al., 2009; Lumley
et al., 2008). Como puede observarse en la tabla 4, numerosos estudios han investigado la
relación entre estos eventos vitales traumáticos y la FM (Imbierowicz and Engle, 2003;
Zautra et al., 1999). En la mayoría de estas investigaciones se plantea que los eventos vitales
tempranos juegan un rol etiológico en la FM e incluso que estas experiencias traumáticas
podrían interactuar con mecanismos fisiológicos ya conocidos en la FM: hipertensión
muscular, problemas de sueño, desórdenes del eje HPA, así como con mecanismos
cognitivos: estrategias inadecuadas de afrontamiento, afectividad negativa, baja autoestima,
predisposición a la depresión y trastornos de personalidad (Van Houdenhove et al., 2001;
2005; McLean et al. 2005; Weissbecker et al. 2006; Winfield, 2000; Moore et al., 2001).

Estudios en donde se compara la FM con otras patologías de dolor crónico, parecen


confirmar que hay más presencia de eventos estresantes en las pacientes que padecen FM
(Dailey et al., 1990; Hallberg y Carlsson, 1998). Zautra et al. (1999) mencionan que los
eventos estresantes son inevitables, y que es el organismo el que se prepara para combatirlos
y evitar el daño mediante respuestas adaptativas. Sin embargo, situaciones de estrés crónico,
como el resultado de dolor de origen desconocido, pueden llegar a producir una respuesta de
estrés que puede ser dañina para la salud y el bienestar si no se logra manejar adecuadamente.
Estos autores, midieron en su investigación los eventos vitales estresantes en pacientes con

93
fibromialgia y osteoartritis, no encontrando diferencias significativas en el nivel de estrés
interpersonal, pero aquellos que percibían mayor estrés referían más dolor que el otro grupo
de comparación. El mismo grupo de investigación (Zautra, Reich y Guarnaccia, 1990)
encontró que el estrés interpersonal y los eventos vitales predicen parte de la varianza del
dolor en las personas con fibromialgia, y Wigers (1996) señala, en una muestra de personas
con fibromialgia, que la experiencia de eventos vitales mayores se relaciona de manera
prospectiva con peor pronóstico pasados cuatro años.

Anderberg et al. (2000) elaboraron un instrumento para evaluar los eventos vitales
durante la infancia, adolescencia y adultez; así como los eventos experimentados en relación
con la enfermedad. Así, encontraron que durante la niñez o la adolescencia, las pacientes con
FM en comparación con personas sanas experimentaron más eventos vitales negativos como
conflictos parentales y/o conyugales o problemas económicos, entre otros. Además, estos
eventos eran percibidos como más estresantes en general. Igualmente, Prince, Bernard y
Edsall (2000) encontraron que el 75% de las pacientes con FM encuestadas habían tenido un
accidente o algún trauma justo antes de la aparición de los síntomas de la enfermedad.

Tabla 4. Estudios sobre Eventos Vitales y Fibromialgia


Autores País y Muestra Grupos Instrumento de Evaluación
año de FM Comparación
publica
ción
Entrevista:
EEUU
Aaron et al. 75 - Sexual and physical abuse screening
1997 33- sanos
interview
36- dolor Cuestionario:
EEUU
Alexander et al. 75 generalizado y FC - Schedule of Recent Life Experiences
1998
48- sanos
EEUU 33- AR - Entrevista diagnóstica para el
Ahles et al. 35
1991 31-sanos DMSIII-R
Entrevistas:
Suecia -The Life Event Inventory
Anderberg et al. 40
2000 38- sanos - Self-administered questionnaire
positive and negative events
EEUU 161- enfermedades Entrevista:
Boisset-Pioro et al. 83
1995 reumáticas - Cuestionario de abuso fisico y sexual
EEUU Entrevista:
Ciccone et al. 52 52- DM
2005 - Sexual and Physical Abuse Interview
Cuestionarios:
EEUU 20- AR
Dailey et al. 28 -Life Experiences Survey
1990 28- Sanos
-Daily Uplifts Scale
Cuestionarios:
Canada
Dobkin et al. 182 ninguno -The Perceived Stress Scale
2003
-Extent of sexual abuse

94
Tabla 4. (cont.) Estudios sobre Eventos Vitales y Fibromialgia
Cuestionarios:
Canada -history of sexual and physical abuse
Dobkin et al. 178 ninguno
2003 SCL-90R:
-history of sexual abuse
Canada -Entrevista semi-estructurada (trauma,
Eliuk 25 20- sanos
1997 estrés laboral)
Suecia - Entrevista estructurada
Hallberg y Carlsson 22 ninguno
1998
Cuestionarios:
EEUU 369- Colon -Trauma Assessment in Adults
Haviland et al. 385
2010 Irritable instrument and Ryff and colleagues'
child abuse scales- brief scale
71- dolor - Entrevista estructurada para pacientes
Alemani
somatomorfo con dolor crónico (SBI-P)
Imbierowicz y Egle a 38
44- síndromes
2003
inexplicables
39- síntomas Cuestionarios:
EEUU parecidos a FM -Life Experiences Survey
Kersh et al. 79
2001 pero menos -Survey of Recent Life Experiences
intensos
Brasil - Enstrevistas estructuradas
Martinez et al. 15 ninguno
2003 individualizadas
Noruega - Enstrevistas estructuradas
Mengshoel y Heggen 5 ninguno
2004 individualizadas
EEUU Cuestionarios:
Murray et al. 201 ninguno
2007 - Life Experiences Scale
Canadá Otros trastornos de -Entrevista psiquiátrica según el
Moore et al. 14
2001 dolor crónico DSMIII-R
EEUU -Cuestionario elaborado por los autores
Prince et al. 270 ninguno
2000
Entrevista:
EEUU
Taylor et al. 40 -History of abuse
1995 42- sanos
-Escala numérica para abuso físico
Van Houden Bélgica Cuestionarios:
95 52- AR/ EM
hove et al. 2001 - Cuestionario Burdening Experiences
Cuestionarios:
EEUU
Walker et al. 36 33- AR - Child Maltreatment Interview
1997
- Childhood Trauma Questionnaire
Cuestionarios:
-The Childhood Trauma Questionnaire
EEUU
Weissbecker et al. 85 ninguno (versión corta)
2006
-Psychiatric Epidemiology Research
Interview (PERI, Life Events Scale)
Entrevista:
Noruega
Wigers et al. 44 ninguno -Paykel’s interview for Recent Life
1996
Events
EEUU - Entrevista estructurada
Yunus y Masi 33 33 controles sanos
1985
Cuestionario:
EEUU
Zautra et al. 50 52- OA -Inventory of Small Life Events
1999
EEUU Cuestionario:
Zautra et al. NE 123- sanos
1990 -Inventory of Small Life Events

NE- No especifica, FC- Fatiga Crónica, AR- Artritis Reumatoide, OA- Osteoartritis, EM- Esclerosis Múltiple, DM-
Depresión Mayor

95
En otro estudio realizado por McBeth et al. (2001) entrevistaron a una muestra de
3004 ciudadanos londinenses e identificaron 289 individuos con dolor crónico generalizado
(aunque no necesariamente diagnosticados de FM). Estos individuos refirieron mayores
eventos estresantes y 99 tenían más de 5 puntos dolorosos (tender points). Además coincidía
que habían tenido experiencias infantiles adversas (por ejemplo, la muerte de algún
progenitor). Sin embargo, solamente 11 de esos 99 habían sufrido de algún tipo de abuso. En
esta línea, Jones et al. (2009) también evaluaron la relación entre eventos estresantes y/o
traumáticos durante la infancia (como hospitalización después de un accidente de tráfico,
cirugía, muerte de algún progenitor, divorcio o alcoholismo de los padres o problemas
económicos) en una muestra londinense y su relación con dolor crónico generalizado en la
etapa adulta. Una gran mayoría de pacientes informaron de la presencia de dolor crónico
generalizado (71%) influyendo más en él variables como la hospitalización después de un
accidente de tráfico, muerte de la madre o haber vivido su infancia en alguna institución.
Aunque estos estudios no son específicos de pacientes con FM nos da información de cómo
los eventos estresantes influyen en el desarrollo de distintas enfermedades y en la
sintomatología dolorosa, propia de la FM.

En un estudio cualitativo realizado por Hallberg y Carlsson (1998), se entrevistaron a


22 mujeres con FM. Les preguntaron acerca de sus experiencias y creencias acerca de la
enfermedad y su posible origen; así como la afectación de ésta en su vida familiar y social.
Encontraron que una historia de vida traumática (muerte de algún progenitor y/o hijo, haberse
hecho cargo de la familia, haberse separado de sus famliares, haber vivido una guerra) junto
con vulnerabilidad psicológica, visión pesimista del mundo e insatisfacción laboral
contribuían al mantenimiento del dolor. En otro estudio cualitativo, Martinez et al. (2003)
entrevistaron a 15 mujeres con FM observando que dentro de los eventos disparadores de la
enfermedad podrían encontrarse haber tenido algún trauma físico, sobreesfuerzo físico y
variaciones climáticas. Como eventos moduladores se encontraban los eventos estresantes
mayores como la muerte de algún familiar, conflictos conyugales y sobrexceso de actividad.
Por su parte, Mengshoel y Heggen (2004) entrevistaron a 5 mujeres con FM encontrando que
el estrés había sido parte de sus vidas desde mucho antes del comienzo de la enfermedad y
que posiblemente el haber mantenido durante tanto tiempo esta condición fuera lo que
influyera en la aparición de misma. Para estas mujeres, su cuerpo “hablaba” cuando había
experimentado mucho estrés y era el dolor lo que las forzaba a detenerse. Murray et al. (2007)

96
examinaron la influencia del estrés sobre los síntomas de la FM, encontrando una clara
relación entre la gravedad de los síntomas y los acontecimientos estresantes del año previo a
la aparición de aquellos.

Por otro lado, en un estudio fisiológico, Kersh et al. (2001) encontraron que los
eventos vitales negativos (por ejemplo, algún trauma físico) pueden hacer que se desarrollen
ciertas alteraciones en las estructuras del sistema nervioso central involucradas en la
transmisión y modulación del dolor en pacientes con fibromialgia. Además, mencionan que
los pacientes con FM muestran mayores niveles de afectividad negativa, dolor percibido y
mayores experiencias estresantes así como una baja autoeficacia.

A pesar de los numerosos estudios realizados, los resultados no son del todo
concluyentes. De hecho, en otros estudios, aunque en proporción no significativa, se
encuentra un menor nivel de eventos vitales en la muestra de fibromialgia en comparación
con pacientes con AR (Ahles, Khan, Yunus, Spiegel y Masi, 1991; Yunus y Masi 1985) y
Osteoartritis (Davis, Zautra y Reich, 2001).

3.1.1. Abuso físico y/o sexual en la Fibromialgia

A finales del siglo pasado existió un mayor interés en investigar el papel que podía
tener el haber sufrido de abuso físico y/o sexual para el desarrollo de enfermedades de dolor
crónico, entre ellas, la Fibromialgia. Se ha planteado como un factor etiológico, pero aún
existen muchos sesgos en los estudios realizados que no permiten extraer datos concluyentes
(Hudson y Pope, 1995).

Existen numerosos estudios que muestran cómo el haber sufrido abuso físico o
psicológico en edades tempranas podría ser determinante para que se desarrollara la FM y sus
síntomas. Por ejemplo, en el estudio de Aaron et al. (1997), se encontró una relación entre el
trauma emocional percibido y los síntomas de la fibromialgia. Además, en estos pacientes el
estrés emocional estaba relacionado con incapacidad funcional, número de visitas al médico,
y fatiga. En el estudio de Van Hudenhove et al. (2001), mediante la aplicación de un
cuestionario de experiencias infantiles tempranas, encontraron que en comparación con
pacientes con Artritis Reumatoide o Esclerosis Múltiple, las personas que padecían FM
mostraron mayor prevalencia de abuso físico o emocional por parte de algún familiar, así

97
como experiencias infantiles negativas. Imbierowicz y Egle (2003) compararon FM con otros
trastornos de dolor crónico y encontraron que los que padecían FM tenían mayores
puntuaciones en las experiencias infantiles negativas, entre ellas, abuso físico y/o sexual,
rechazo emocional, maltrato físico y ambiente familiar disfuncional, así como peleas entre los
progenitores y una mala situación económica. Boisset-Pioro, Esdaile y Fitzcharles (1995)
encontraron mayor prevalencia de abuso físico y sexual infantil en pacientes con FM en
comparación con otras enfermedades reumáticas. Walker et al. (1997) compararon una
muestra de FM con AR y encontraron que aquellos con FM tenían mayor prevalencia de
diferentes formas de victimización infantil y en la edad adulta, entre ellos maltrato físico y/o
sexual, que a su vez se relacionaba con discapacidad física, dolor y pobre ajuste a la
enfermedad. Alexander et al. (1998) valoraron mediante distintos cuestionarios la prevalencia
de abuso físico y/o sexual en mujeres con FM, en otros trastornos de dolor y en controles
sanas. Encontraron que un alto porcentaje de mujeres con FM sufrieron de abuso físico y/o
sexual, además consumían más medicamentos y utilizaban más los servicios de salud. Estas
pacientes tenían mayor sintomatología e incapacidad funcional.

Dobkin et al. (2003b) evaluaron 178 mujeres con FM y encontraron que la mayoría
referían al menos un abuso infantil. Estos autores concluyen que a mayor vulnerabilidad
psicológica mayor utilización de servicios médicos. En otro estudio, estos mismos autores
encontraron que a mayor abuso sexual, mayor insatisfacción con la atención por parte de los
profesionales sanitarios (Dobkin et al., 2003a)

Weissbecker et al. (2006) evaluaron la presencia de algún trauma en la infancia, así


como indicadores neuroendocrinos en una muestra de 85 pacientes con FM, encontrando que
el abuso infantil predecía los niveles diurnos de cortisol. En la medida que había más
presencia de abuso tenían menores niveles de cortisol. Esto sugiere que la presencia de
experiencias traumáticas severas podría causar una desregulación a niveles neuroendocrinos
en estas pacientes. Estos autores sugieren que deberían evaluarse los eventos traumáticos en
las pacientes con FM para establecer una adecuada intervención teniendo en cuenta estos
aspectos.

Sin embargo, volvemos a encontrar discrepancias en torno a estos resultados. En este


sentido, Taylor, Trotter y Csuka (1995), evaluaron mediante una entrevista y escala numérica
la frecuencia de experiencias de abuso físico y/o sexual, y aunque en porcentaje las pacientes

98
con FM reportaron más abusos en comparación con un grupo control de sanas, la diferencia
no fue estadísticamente significativa. Sin embargo, aquellas mujeres con FM que sufrieron de
abuso tenían mayor sintomatología asociada a la enfermedad. Una de las limitaciones en este
estudio fue que la muestra era demasiado escasa. De igual manera, Ciccone, Elliott, Chandler,
Nayak y Raphael (2005) evaluaron mediante entrevistas telefónicas a mujeres con FM y
Depresión Mayor, encontrando que únicamente las mujeres que habían sufrido de violación
tenían mayor prevalencia de FM, no existiendo diferencias en los niveles de abuso infantil en
comparación con el grupo control.

Así, como señala Raphael (2006), aunque numerosos estudios sostienen que el
síndrome de fibromialgia puede ser causado por el abuso físico y sexual y otras formas de
estrés postraumático, muchos de esos estudios presentan problemas metodológicos y no
permiten dar una evidencia clara a esta relación. Por ejemplo, menciona que la enfermedad se
“sobrediagnostica” y que no siempre la muestra evaluada corresponde a enfermos de FM.
Además, las muestras evaluadas normalmente son pequeñas y evaluadas mediante
cuestionarios de autoinforme, lo que podría influir en los resultados. Por otro lado, Nielson y
Merskey (2001) mencionan que no se puede establecer una relación causal ya que los estudios
no son longitudinales y muchas veces la definición de abuso no queda clara. Además, es
probable que los pacientes con FM que han sufrido de abuso tienen mayores dificultades para
afrontar su enfermedad y es por ello que buscan constantemente atención médica, lo que
constituye un sesgo en la representatividad de la muestra. Se necesita mayor investigación y
de naturaleza longitudinal para poder afirmar que el abuso causa la FM, porque de momento
únicamente se ha comprobado con submuestras de pacientes que sufren de esta enfermedad.
Finalmente, se deberían diferenciar las diferentes formas de abuso y su relación con la
sintomatología específica de la enfermedad (Nielson y Merskey, 2001).

3.1.2. Molestias cotidianas en la Fibromialgia

Las molestias cotidianas, experiencias diarias que son percibidas como estresantes y
molestas, también han sido objeto de estudio en la FM (ver tabla 5).
Estudios como el de Uveges et al. (1990) y Dailey et al. (1990) valoraron por primera
vez la percepción de estas experiencias molestas en pacientes con FM y las compararon con
pacientes que tenían AR. En el primer estudio, encontraron mayores niveles de malestar
psicológico en las pacientes con FM que en las pacientes de AR, y en el segundo encontraron

99
que las pacientes con FM refirieron mayores niveles de estresores cotidianos que de eventos
vitales. Además, estos estresores cotidianos se relacionaban con la sintomatología de la FM
como dolor y problemas de sueño. Igualmente, Gaston-Johansson, Gustafsson, Felldin, y
Sanne (1990) mencionan que las personas con FM describían más eventos negativos a lo
largo del día, así como más emociones negativas y más limitaciones en comparación con las
personas con AR. Además se percibían más pesimistas acerca del futuro.

En otro estudio, Hazlett y Haynes (1992) analizaron la relación entre los estresores
diarios, rumiación cognitiva y síntomas de la fibromialgia durante 30-35 días, encontrando
que existía relación entre los estresores que ocurrían durante el día previo y los síntomas de la
fibromialgia. También la rumiación jugaba un papel importante en la sintomatología de la
enfermedad. No obstante, los resultados de este estudio han sido cuestionados debido al
tamaño muestral.

Por su parte, Schoenfeld-Smith et al. (1995) realizaron un análisis cluster para


clasificar a los pacientes con FM en dos grupos: por un lado, aquellos que se caracterizaban
por elevados niveles de dolor, discapacidad y depresión, y por otro lado, aquellos que tenían
menores niveles. El primer grupo, con un estado de salud más deficiente, también indicó
estrategias pasivas de afrontamiento a la enfermedad, así como mayores niveles de estrés
diario y poca satisfacción respecto al apoyo social recibido.

Söderberg (1999) valoraron a mujeres con FM en comparación con un grupo control


de mujeres sanas, encontrando que las mujeres con FM atribuían su sintomatología al estrés y
a la poca capacidad para relajarse, lo cual planteaba nuevas líneas de tratamiento. Resultados
similares fueron encontrados por Zautra et al. (1999).

Zautra et al. (2005) evaluaron en pacientes con FM y OA el nivel semanal de estrés


percibido y encontraron que cuando las pacientes tenían elevados niveles de éste, disminuía el
afecto positivo. Estos autores consideran que el Afecto Positivo es una importante variable
moduladora en relación al estrés percibido en las pacientes con FM y que elevados niveles de
afectividad positiva podrían ayudar a disminuir la percepción del estrés en estas pacientes
(Zautra, Johnson y Davis, 2005).

100
Tabla 5. Estudios sobre Molestias cotidianas en la FM
Autores País y año Muestra Grupos Instrumento Evaluación
publicación FM Comparación
EEUU Cuestionario:
Aaron et al. NE NE
1999 -Perceived Stress Questionnaire
36- dolor Cuestionario:
Alexander et EEUU
75 generalizado y FC - Schedule of Recent Life Experiences
al. 1998
48- sanos
Anderberg y Cuestionario:
Suecia
Uvnäs- 40 - Daily prospective symptom ratings
2000 30- sanos
Moberg
Cuestionario:
Anderberg et Suecia
40 - Self-administered questionnaire
al. 2000 38- sanos
positive and negative events
EEUU 18- AR Cuestionario:
Catley et al. 21
2000 22- Sanos -Perceived Stress Scale
Cuestionarios:
Israel
Cohen et al. 22 -Daily Stress Inventory
2000 22- sanos
- Perceived Stress Scale
Canada Cuestionario:
Da Costa et al. 46 59- LES
2000 -Hassles Scale daily stress
Cuestionarios:
EEUU 20- AR
Dailey et al. 28 -Hassles Scale
1990 28- Sanos
-Daily Uplifts Scale
EEUU Cuestionario:
Dedert et al. 91 ninguno
2004 - Perceived Stress Scale
Canada Cuestionario:
Dobkin et al. 178 ninguno
2003 - Perceived Stress Scale
Canada Cuestionario:
Dobkin et al. 182 10- médicos
2003 - Perceived Stress Scale
Canada -Entrevista Semi-estructurada (trauma,
Eliuk 25
1997 20- sanos estrés laboral)
EEUU -Cuestionario elaborado por los autores
Gaston et al. 31 30-AR
1990
Cuestionario:
Hamilton et EEUU
89 ninguno - Versión corta del Inventory of Small
al. 2008
Life Events
Hazlett y Hawaii Cuestionario:
12 ninguno
Haynes 1992 -Daily Stress Inventory
EEUU Cuestionario:
91- RSTP
Inanici et al. 1999 630 - Self-reported stress in a 1-4 grade
166- sanos
scale
39- síntomas Cuestionario:
EEUU
Kersh et al. 79 parecidos pero -Survey of Recent Life Experiences
2001
menos intensos
Cuestionarios:
Kivimäki et Finlandia
47 4791- sanos -Workload Harris scale
al. 2004
-Decision latitude Scale
EEUU - Cuestionario y Entrevista
Korszun et al. 58 34- FC
1998 Estructurada
Mäkelä y Finlandia 7163- Otros Entrevista Estructurada
54
Heliövaara 1991 trastornos

101
Tabla 5. (cont.) Estudios sobre Molestias cotidianas en la FM
Cuestionario:
EEUU
Martin 61 44- sanas - Personality, Stress, and Disease
1998
Inventory
Murray, Cuestionario:
EEUU
Daniels y 201 ninguno -Perceived Stress Scale
2006
Murray
Murray, Cuestionario:
EEUU
Murray y 201 ninguno -Perceived Stress Scale
2007
Daniels
95- FC Cuestionario:
Neerinckx et Bélgica
56 41- dolor sin - Cause of Illness Inventory
al. 2000
diagnóstico
EEUU Cuestionario:
Nicassio et al. 111 ninguno
2000 - Weekly Stress Inventory
162- AR; 63- OA Cuestionario:
34- LES - Multidimensional Health Assessment
20- vasculitis Questionnaire (MDHAQ) : preguntas
EEUU
Pincus et al. 114 18- AP; 16- ES específicas de nivel de estrés
1999
261- otros
trastornos
reumáticos
EEUU Cuestionario:
Reich et al. 51 ninguno
2006 -Perceived Interpersonal Stress
Schoenfeld- EEUU Cuestionario:
118 ninguno
Smith et al. 1995 -Weekly Stress Inventory
Söderberg et Suecia Cuestionario:
30
al. 1997 30- sanos - Stress-Key self-report questionnaire
EEUU - Entrevista estructurada
Sullivan et al. 330
2002 316
Alemania - Entrevista estructurada
Thieme et al. EEUU 30 30- sanos Cuestionario
2006 - Brief Stress Scale
EEUU Cuestionario:
Uveges et al. 25
1990 22- AR -Hassles Scale
Van Cuestionario:
Bélgica
Houdenhove 95 - Cuestionario Burdening Experiences
2001 52- AR/ EM
et al.
Van Cuestionario:
Bélgica 26- EM
Houdenhove - Everyday Problem Checklist
2002 177 26-AR
et al.
Cuestionario:
Waylonis y EEUU 169- sin historia de
554 - Fibromyalgia Minor Complaints
Heck 1992 FM
Questionnaire
EEUU Cuestionario:
Zautra et al. 50
1999 52- OA -Estrés percibido
Cuestionarios:
EEUU
Zautra et al. 87 39-OA -Weekly Perceived interpersonal stress
2005
- Inventory of Small life Events
Cuestionarios:
EEUU
Zautra et al. 86 38- OA -Weekly Perceived interpersonal stress
2005
- Inventory of Small life Events
FC- Fatiga Crónica, AR- Artritis Reumatoide, LES- Lupus Eritomatoso Sistémico, OA- Osteoartritis, RSTP- Regional Soft
Tissue Pain, AP- Artritis Psoriática, ES- Escleroderma, EM- Esclerosis Múltiple, NE- No se especifica

102
Por otro lado, en la validación de un cuestionario Multidimensional de Salud, Pincus y
colaboradores (1999) encontraron que las pacientes con FM refirieron mayores niveles diarios
de estrés e incapacidad para manejarlo en comparación con pacientes con otras enfermedades
reumáticas lo cual se reflejaba en una peor percepción de su estado de salud.

Por su parte, Kersh et al. (2001) encontraron que las molestias cotidianas predicen la
conducta de enfermedad. Asimismo, el estrés ambiental hace que estas personas busquen
apoyo médico. Por este motivo, estos autores proponen un modelo de sensibilidad anormal al
dolor que puede estar provocado por factores exógenos (por ejemplo, algún trauma físico), o
endógenos (por ejemplo, anormalidades neuroendocrinas, estrés) que pueden hacer que se
desarrollen ciertas alteraciones en las estructuras del sistema nervioso central involucradas en
la transmisión y modulación del dolor en pacientes con fibromialgia. Sin embargo, mencionan
que el estrés no es necesario para el desarrollo de la enfermedad aunque puede influir en la
conducta de búsqueda de apoyo médico y en otros mecanismos cognitivos.

En el estudio de Van Houdenhove et al. (2002) se encontraron mayores niveles de


molestias cotidianas en pacientes con FM en comparación con pacientes con Artritis
Reumatoide y Esclerosis Múltiple. Asimismo, también encontraron que los pacientes con FM
mostraron mayores niveles en la sintomatología de la enfermedad como dolor, fatiga y
malestar emocional (ansiedad y depresión). Los autores concluyen que estas contrariedades
diarias o molestias cotidianas son un factor preocupante en las pacientes con FM y tienen un
alto impacto en la autoimagen, así como en el funcionamiento personal, social y profesional
de estas pacientes.

Dobkin et al. (2003a, 2003b) además de encontrar en pacientes con FM una alta
prevalencia de eventos vitales como se ha mencionado anteriormente, también encontraron
que estos pacientes tenían mayores niveles de estrés percibido.

Por otro lado, Thieme et al. (2006) evaluaron la respuesta psicofisiológica del estrés
así como los niveles de estrés diario, encontrando que éstos estaban más elevados en
comparación con una muestra de controles sanos.

103
En el estudio de Murray, Daniels y Murray (2006) encontraron que a mayores niveles
de estrés percibido, mayor severidad de los síntomas de la FM. Estos mismos autores
examinaron más adelante la influencia de los estresores familiares en el funcionamiento de
estas pacientes, encontrando que las relaciones y el funcionamiento familiar percibidos como
estresantes, también empeoraban la sintomatología de la enfermedad.

Sin embargo, pese a toda la evidencia mencionada acerca de la relación entre


molestias cotidianas y FM, nuevamente, no todos los estudios realizados en este sentido son
del todo coherentes. Así, en el estudio de Nicassio et al. (2000) no se encontró relación entre
los puntos dolorosos y la duración de la enfermedad y el estrés percibido, y en el estudio de
Catley et al. (2000) tampoco encontraron diferencias entre los niveles de estresores diarios en
pacientes con FM en comparación con pacientes con AR y en controles sanas. Wolfe y
colaboradores (1984) tampoco encontraron relación entre el grado de estrés en la FM al
compararlo con una muestra de pacientes con AR.

Otros estudios han analizado la relación entre presencia de estresores diarios y FM a


través de la relación del primero con otras variables de interés. Así, a modo de ejemplo, en un
interesante estudio de Dedert et al. (2004) evaluaron la relación que tenía la religiosidad con
el estrés percibido de las pacientes con FM pero no encontraron diferencias significativas. El
ser practicante de alguna religión no tuvo relación con los niveles de estrés percibido. En esta
misma línea, otra de las variables que parece tener relación con el estrés percibido en las
pacientes con FM es la incertidumbre a la enfermedad (IE). Reich et al. (2006) han
investigado esta variable y han encontrado que ésta además tiene relación con menores
niveles de afecto positivo y con problemas emocionales. Así, la IE podría ser un factor de
riesgo durante momentos de mucho estrés. Las implicaciones clínicas son discutidas por estos
autores, mencionando que es una variable en la cual se debe intervenir para el manejo
adecuado de la enfermedad.

Un ámbito de interés referente a los estresores diarios es el estrés laboral. Así, se ha


analizado si situaciones de estrés laboral como sobrecarga laboral, falta de control, mala
relación con los compañeros, acoso laboral o mobbing podrían influir en la aparición de la
fibromialgia. En el estudio de Makela y Heliovaara (1991) se encontró, en una muestra
finlandesa, que la FM se relacionaba con la ocupación desempeñada y con altos niveles de

104
estrés físico en el trabajo. Bar-Haim y Lindgren (1999) mencionan que la FM podría ser una
enfermedad asociada a la sobrecarga laboral. Kivimaki et al. (2004) plantean resultados
similares. Sin embargo, los problemas laborales provocados por la FM podrían plantearse más
como una consecuencia de la enfermedad que como una causa de la misma. Además, los
estudios en este ámbito son escasos y de naturaleza transversal, por lo que se necesita mayor
investigación para arrojar datos concluyentes.

En su conjunto, y tras la revisión realizada en torno a la relación entre estresores (tanto


eventos vitales como molestias cotianas) y fibromialgia, podemos concluir que se encuentra
cierto apoyo a la importancia de ambos tipos de estímulos dentro de un enfoque
multidimensional de explicación de la enfermedad. Lo que no queda tan claro es el papel
específico que desempeñan estos estímulos en la etiología, pronóstico y/o calidad de vida una
vez diagnósticada la FM. Como hemos venido señalando, el estrés es un concepto que
presenta numerosas dificultades a nivel conceptual y en consecuencia, también
metodológicas. Así, a modo de ejemplo, los intrumentos de evaluación para valorar ambos
tipos de estresores han recibido numerosas críticas, aunque la medida de “eventos vitales”
resulta más “objetiva” que la evaluación de molestias cotidianas. No debemos olvidar que la
FM es una enfermedad crónica caracterizada por un estresor continuo como es el dolor y
resultaría complejo no encontrar molestias asociadas al mismo. Además, la percepción de
estrés por parte de las pacientes podría significar una incapacidad de las personas para regular
sus propios síntomas así como las respuestas cognitivas y emocionales asociadas, y por lo
tanto tratarse de un factor asociado a la propia enfermedad y no tanto de un factor
precipitante. Es por ello que dentro de la evaluación de los estímulos estresantes, se deben
analizar igualmente las diferencias individuales a la hora de afrontar la enfermedad y
experimentar las distintas respuestas asociadas a la misma.

105
3.2. RESPUESTA DE ESTRÉS Y FIBROMIALGIA

A partir de la primera definición de estrés propuesta por Cannon se concedió una


mayor importancia a la respuesta fisiológica y la mayoría de los trabajos se centraban en los
procesos fisiológicos del sistema nervioso. Posteriormente, con las aportaciones de Selye, se
tienen en cuenta además de los procesos fisiológicos, los mecanismos emocionales y,
finalmente en los trabajos de Lazarus y Folkman hay una incorporación de los procesos
cognitivos.

En este apartado nos centraremos en la respuesta de estrés en relación con la


Fibromialgia. En este contexto, la respuesta que ha recibido mayor atención científica ha sido
la fisiológica, seguida de la cognitiva y conductual.

3.2.1. Respuesta fisiológica y Fibromialgia

Como hemos venido señalando, el patrón de respuesta fisiológica implica


principalmente a dos sistemas. Por un lado, se encuentra el sistema nervioso autónomo en su
rama simpática (activación) y parasimpática (inhibición) y por otro el neuroendocrino. A su
vez, el sistema autónomo simpático se encuentra mediado por el eje locus coeruleus-
norepinefrina (LC-NE) el cual activa una serie de órganos diana de forma directa y facilita la
liberación de hormonas por la glándula suprarrenal (adrenalina y acetilcolina o noradrenalina)
que a su vez actúan sobre los mismos órganos diana y sobre otros periféricos que carecen de
inervación simpática directa. Al mismo tiempo se incrementa la activación del sistema
somático, aumentando el tono muscular y la frecuencia respiratoria. En cuanto al sistema
neuroendocrino, éste se encuentra mediado por el eje hipotálamo-pituitario-adrenal (HPA) y
el eje hipófiso-córtico-suprarrenal que favorece la producción de glucocortociodes (cortisol y
corticosterona) gracias a la acción de la hormona adrenocorticotropa (ACTH). En este
sistema, también se vería afectado el eje hipófiso-gonadal; es decir, las hormonas sexuales,
tanto masculinas como femeninas (controladas a su vez por el sistema hipotalámico-
hipófisis). Ante la activación del estrés, la testosterona en los hombres disminuiría y en la
mujer la disminución de las hormonas ováricas se traduciría frecuentemente en amenorrea.
Otras respuestas hormonales que sufren modificaciones con aumentos considerables como
consecuencia del estrés son la prolactina, la hormona del crecimiento, la tirotropina, la
tiroxina y la insulina (Fernández-Abascal, 2002).

106
La respuesta simpática es inmediata mientras que la respuesta neuroendocrina requiere
de unos minutos para ponerse en marcha (Sapolsky, Romero y Munck, 2000; Tsigos y
Chrousos, 2002). Esta compleja red de mecanismos y la adaptación del organismo ante el
estrés ha sido objeto de atención en la literatura científica. Así, se ha visto la importancia de
los glucocorticoides como permisores y como reguladores de la respuesta al estrés, ya que de
ellos depende la supresión de la activación simpática y del eje HPA por retroalimentación
negativa (Biondi y Picardi, 1999; Chorousos y Gold, 1992; Sapolsky et al., 2000).

Es conocido que el mantenimiento a largo plazo de la respuesta de estrés puede tener


efectos negativos para el organismo (Chorousos y Gold, 1992) y que un exceso de activación
o alteraciones en el proceso pueden dar pie a una sobrecarga y a una desregulación de los
sistemas (McEwen, 1998). Estudios recientes indican posibles diferencias entre los sexos en
la respuesta al estrés que podrían predisponer a una vulnerabilidad para cierto tipos de
patologías (Kudielka y Kirschbaum 2005; Kumsta y et al., 2007), entre ellas la Fibromialgia.

La evidencia disponible sugiere que, en la fibromialgia, el sistema de respuesta al


estrés se encuentra desregulado (Adler y Greenen, 2005; Clauw y Chrousos, 1997; Crofford y
Demitrack, 1996; Dessein, Shipton, Stanwix y Joffe, 2000; Gupta y Silman, 2004; Gur et al.,
2004; Heim et al., 2000; Martínez-Lavin, 2007; Martínez-Lavin y Vargas, 2009; McBeth et
al., 2005; Neeck y Crofford, 2000; Neek, 2000; Okifuji y Turk, 2002; Torpy et al., 2000). Así,
diversos estudios señalan alteraciones en la función del sistema nervioso autónomo (e.g.
Pridmore y Rosa, 2001). Por ejemplo, se han observado brotes de hiperactividad del sistema
simpático y un incremento del tono basal simpático en detrimento del parasimpático,
especialmente durante la noche. En la Tabla 6 se encuentran recogidos los estudios
concernientes a este campo.

Sin embargo, ante diversas pruebas de estrés, en términos generales parece existir una
reactividad hiposimpática (Adler y Geenen 2005; Bou-Holaigah et al., 1997; Furlan et al.,
2005; Martínez-Lavin et al., 2002; Thieme y Turk, 2006; Viljoen y Craig, 2008). De este
modo, en la FM se ha observado una variabilidad cardiaca (Brosschot et al., 2001; Cohen et
al., 2000, Torpy et al., 2000; Viljoen y Craig, 2008), concretamente un aumento menor en la
presión arterial diastólica y en la tasa cardiaca en respuesta a una tarea estresante, en
comparación con controles sanos (Nilsen et al., 2007). Sin embargo, otros estudios han

107
encontrado una tasa cardiaca basal elevada que ante una prueba de estrés presenta una menor
reactividad pero que está asociada a una alta respuesta de conductancia de la piel (Leistad et
al., 2008; Thieme et al., 2006). Se ha sugerido que la reducida respuesta ante el estrés
acompañado de una hiperactividad simpática basal podría indicar una situación en la que
existe una incapacidad del sistema nervioso autónomo para regular la activación y finalizar la
respuesta (Adler et al., 2005). La respuesta muscular también ha sido objeto de atención
(Elam, Johansson y Wallin, 1992). Un estudio muy interesante examina la posible relación
entre la actividad muscular y el dolor en pacientes con FM. Para ello, se escogió una situación
experimental de estrés mental que inducía respuestas fisiológicas de actividad muscular, sin
embargo no se encontró una relación entre situaciones de estrés que pudieran provocar el
dolor muscular (Bansevicius, Westgaard y Stiles, 2001).

Otro foco de investigación se ha centrado en el estudio de la función neuroendocrina


en pacientes con FM (Adler et al., 2002; Dessein et al., 2000; Neeck, 2000). Se ha encontrado
disfuncionalidad del eje HPA (Demitrack y Crofford, 1998; Griep et al., 1998; Holtorf, 2008;
Viljoen y Craig, 2008). En este sentido, diversas pruebas de estimulación de este eje parecen
indicar una baja reactividad al estrés inducido experimentalmente (Adler et al., 2002, Van
Houdenhove y Egle, 2004), aunque también existen datos contradictorios (Adler et al., 2002;
Adler y Geenen, 2005; Crofford y Demitrack, 1996; Tanriverdi, Karaca, Unluhizarci y
Kelestimur, 2007, Wingenfeld et al., 2008). Los estudios realizados muestran que
acontecimientos estresantes adversos pueden resultar en una reactividad alterada del eje HPA
y en una vulnerabilidad a la FM (De Kloet et al., 2005; Weissbecker et al., 2006). Así, se ha
propuesto que, después de periodos prolongados de estrés, puede darse una hipoactivación del
eje HPA, resultado de mecanismos de compensación (Fries, Hesse, Hellhammer y
Hellhammer, 2005; Hellhammer y Wade, 1993; Ostrander et al., 2008; Van Houdenhove y
Egle, 2004). Otros estudios demuestran esta misma hiporeactividad del eje HPA en otras
patologías relacionadas con el estrés, como son fatiga crónica y estrés post-traumático, dos
síndromes asimismo relacionados con la FM (Parker et al., 2001; Tanriverdi et al., 2007;
Yehuda, 2002).

Las anomalías de este eje traen como consecuencia alteraciones en los niveles de
cortisol. Por un lado, se ha evidenciado disminución de la liberación de cortisol o
hipocortisolismo en respuesta al estrés y a la activación del eje hipotálamo-hipófiso-
suprarrenal (Heim et al., 2000; Landis, Lentz, Tsuji, Buchwald y Shaver, 2004; Lentjes et al.,

108
1997; Macedo et al., 2008; Van West y Maes, 1999), aunque al igual que con los estudios
acerca del eje HPA existen discrepancias en los resultados (Demitrack y Crofford, 1995;
Gupta y Silman, 2004, Parker et al., 2001; Van Houdenhove y Egle, 2004; Viljoen y Craig
2008), encontrándose asimismo niveles elevados de cortisolismo basal (Catley et al., 2000;
Neet y et al., 1992; Riedel, Schlap, Leck, Netter y Neeck, 2002; Riedel, Layka y Neeck, 1998;
Viljoen y Craig, 2008) en personas con FM o no encontrando diferencias (Fries et al., 2005;
Griep et al., 1998; Maes et al., 1998; Korszun et al., 1999; Mclean et al., 2005; Shaver et al.,
1997). Entre los estudios que han encontrado este patrón de hipocortisolismo en respuesta al
estrés, podemos mencionar el realizado por Gürsel et al. (2001), quienes encontraron que
después de que las pacientes con FM realizaran ejercicio físico, los niveles de cortisol
disminuían sugiriendo así una perturbación hormonal en estas pacientes en respuesta al
ejercicio. Por su parte, Kelley y Loy (2008) aplicaron un programa de tratamiento basado por
un lado en ejercicios de suelo y por otro en ejercicios acuáticos. Evaluaron la respuesta al
estrés en tres mujeres con FM midiendo los niveles de cortisol antes e inmediatamente
después de la realización de los ejercicios. Los resultados mostraron que ambos ejercicios
influían en la disminución de los niveles de cortisol en mujeres con FM.

Tabla 6. Estudios sobre Respuesta fisiológica y FM


Autores País y año Muestra Grupos Instrumento o Prueba de Evaluación
publicación FM Comparación
Anderberg et Suecia Cortisol- Niveles hormonales en
23 17- Sanos
al. 1998 sangre
Anderberg y Niveles de oxitocina
Suecia
Uvnäs- 39
2000 30- sanos
Moberg
Bansevicius et Noruega - EMG con estresor cognitivo
15 15- sanos
al. 2001
Brosschot et Holanda -Frecuencia cardiaca ante una tarea
16 17-sanas
al. 2001 emocionalmente negativa, estresante
EEUU 18- AR -MBF (Cortisol)
Catley et al. 21
2000 22- Sanos -Preguntas eventos significativos
-Electrocardiograma
Israel Cuestionarios:
Cohen et al. 22
2000 22- sanos -Daily Stress Inventory
- Perceived Stress Scale
EEUU -Cortisol en saliva
Dedert et al. 91 ninguno
2004
- EEG
Suecia
Elam et al. 8 8- sanos - Actividad muscular
1992
Sistema Nervioso Simpático
Ferraccioli et Italia 20- AR - MBF (cortisol)
10
al. 1994 12- OA
EEUU - Estímulos físicos estresantes
Geisser et al. 20
2003 20- Sanos (temperatura, dolor)
Holanda 28- DLC - MBF (cortisol y hormona del
Griep et al. 40
1998 14- sanos Crecimiento)

109
Tabla 6. (cont.) Estudios sobre Respuesta fisiológica y FM
Turquía -Ejercicio físico como estresor
Gürsel et al. 20
2001 20- sanos - MBF (cortisol)
EEUU -cortisol en saliva
Kelley y Loy 3 ninguno
2008
EEUU 8- FC - MBF (Melatonina y Cortisol) sangre
Korszun et al. 9
1999 8- Sanos
8- FC - MBF (Cortisol)
EEUU 8- Sanos
Korszun et al. 9
2000

EEUU - MBF (Cortisol)


Landis et al. 33 37- sanos
2004
Lautenbacher Canadá - Estímulos físicos estresantes
26 26- sanos
et al. 1994 (temperatura, dolor)
22- migraña; 18- -presión anterial
cefalea tensional -frecuencia cardiaca
Noruega
Leistad et al. 23 29-dolor -conductancia de la piel
2008
hombro/cuello ante un estresor cognitivo (durante y
44-sanos después)
Holanda 28- DLC - MBF (Cortisol)
Lentjes et al. 40
1997 14- sanos
Lusemburgo, - Cortisol en sangre y saliva
Macedo et al. Alemania 27 29-sanos
2008
77-sanos; 10- - MBF (Cortisol)-orina
Italia, Bélgica PTSD
Maes et al. 14
1998 10- depresión
mayor
Martínez- México - Tasa cardiaca: electrocadiograma
19 19- sanas
Lavín et al. 1997
EEUU -Cortisol en saliva
McLean et al. 28 27-sanas
2005
29-dolor -EMG (trapecio, cuello, temporal y
Noruega
Nilsen et al. 23 cuello/hombro frontal) ante tarea estresante
2006
35- sanas
-presión arterial
29-dolor
Noruega -frecuencia cardiaca
Nilsen et al. 33 cuello/hombro
2007 -frecuencia respiratoria
35- sanas
ante tarea estresante de 60 minutos
Alemania - MBF (Cortisol)
Riedel et al. 16 17- sanos
1998
Alemania - MBF (Cortisol)
Riedel et al. 13 13- Sanos
2002
- tasa cardiaca, conductancia de la piel,
tensión muscular y temperatura de los
11- síntomas dedos
EEUU
Shaver et al. 11 parecidos pero Stroop Color Conflict stress challenge
1997
menos intensos test
Cortisol en orina
Catecolaminas en orina
-presion arterial
Alemania
-frecuencia cardiaca
Thieme et al. EEUU 30 30-sanas
-conductancia de la piel
2006
-EMG trapecio
-presion arterial
Alemania
Thieme y -frecuencia cardiaca
EEUU 90 30-sanas
Turk -conductancia de la piel
2006
-EMG trapecio

110
Tabla 6. (cont.) Estudios sobre Respuesta fisiológica y FM
Australia - frecuencia cardiaca ante la presencia de
Torpy et al. 13 8- sanos
2000 estresor fisiológico
Weissbecker EEUU -Cortisol en saliva 6 veces al día
85
et al. 2006
Alemania -Cortisol en sangre y saliva
Wingenfeld et 18- chronic
Suiza 17
al. pelvic pain
2008

FC- Fatiga Crónica, AR- Artritis Reumatoide, DLC- Dolor lumbar crónico, MBF- Medidas Bioquímicas,
Fisiológicas, OA- Osteoartritis, EMG- Electromiografía, EEG- Electroencefaografía, NE- No se especifica

Igualmente, diferentes estudios han tratado de analizar qué variables psicológicas y


fisiológicas pueden estar relacionadas con ese patrón de hipocortisolismo en respuesta al
estrés observado en las personas con fibromialgia. Variables como la religiosidad o la
presencia de eventos vitales en la infancia han sido analizadas como posibles variables
psicológicas. Así, en el estudio de Dedert et al. (2004) se investigó la relación entre la
religiosidad y/o espiritualidad y su relación con el estrés. La respuesta fisiológica se evaluó
con los niveles de cortisol diurno. Los resultados mostraron que los pacientes con un nivel
medio o alto de religiosidad tenían niveles elevados de cortisol durante el día y niveles bajos
durante la tarde/noche. En cambio, aquellas que no tenían apenas religiosidad, tenían niveles
disminuidos. Esto sugiere, según los autores de este trabajo, que la religiosidad podría tener
un efecto fisiológico protector ante los efectos del estrés en mujeres con FM.

Weissbecker et al. (2006) encontraron que el abuso infantil predecía los bajos niveles
diurnos de cortisol. En la medida que había más presencia de abuso tenían menores niveles de
cortisol, lo que llevaría a plantear que la presencia de eventos traumáticos en la infancia
podría causar una desregulación de los niveles neuroendocrinos en estas pacientes.

Respecto a las posibles variables fisiológicas implicadas, Torpy et al. (2000) explican
que esta hipocortisolemia puede ser debida a la respuesta compensatoria del eje HPA ante
periodos prolongados de estrés en donde se mantienen elevados niveles de glucocoricoides
(Hellhammer y Wade, 1993). Otros autores mencionan que esta discrepancia de resultados se
deba posiblemente a la cantidad de factores que pueden afectar al eje HPA, como una
vulnerabilidad genética, experiencias previas estresantes, estrategias de afrontamiento
utilizadas y estilos de personalidad; así como a diferencias metodológicas (Gupta y Silman,
2004, Gur y et al., 2004; Heim et al., 2000).

111
De momento se desconoce si las alteraciones del HPA pueden desempeñar algún papel
directo en la patogenia o en los síntomas de la fibromialgia ya que, aunque los valores bajos
de glucocorticoides pueden aumentar la percepción del dolor, no se ha demostrado que los
esteroides mejoren los síntomas de esta enfermedad.

Varios autores se han preguntado si el estrés mantenido puede alterar la fisiología del
organismo. Estudios como el de DeMaria, Hassett y Sigal (2007) muestran evidencias de
cómo, por ejemplo, las experiencias traumáticas comúnmente observadas en personas con FM
podrían influir en alguna alteración del sistema nervioso y provocar hiperalgesia o
alteraciones en el sistema límbico (Teicher, Andersen, Polcari, Anderson y Navalta, 2002).
Estos autores proponen que el receptor NMDA (N-Methyl-D-Aspartate; NMDA), que
pertenece a un sistema neuroendocrino que se encuentra afectado en la FM (posiblemente
debido al estrés mantenido), podría tener relevancia en el tratamiento de estas pacientes.
Algunos ensayos farmacológicos muestran que antagonistas a este receptor podrían tener
efectos analgésicos, aunque de momento continúan las investigaciones.

También en la respuesta fisiológica al estrés y su relación con la FM, se han estudiado


las respuestas hormonales, ya que se ha observado que sufren modificaciones considerables
en las personas afectadas de FM. Así, distintos estudios muestran que los niveles circulantes
de la hormona de crecimiento (Growth Hormone, GH) en personas con FM tienden a ser
normales durante la vigilia pero menores durante el sueño (Landis, Lentz y Rothermel, 2001;
Leal-Cerro, Povedano, Astorga y González, 1999) lo cual podría explicar las dificultades de
sueño que presentan estas pacientes. Gürsel et al. (2001) también encontraron disminución de
la liberación de esta hormona. Igualmente, se ha visto que las producciones de la GH son
normales a nivel hepático (Buchwald, Umali y Stene, 2006; Jacobsen et al., 1995; Leal-Cerro
et al., 1999), lo cual sugeriría que esta alteración está más relacionada con alteraciones a nivel
hipotalámico (Clauw y Chousos, 1997), causa de la respuesta desregulada de estrés.

Otras sustancias involucradas en la respuesta fisiológica al estrés también han sido


estudiadas en la FM. Por ejemplo, Anderberg y Uvnäs-Moberg (2000) evaluaron los niveles
de oxitocina (neuropeptido involucrado en procesos analgésicos, ansiolíticos y
antidepresivos) en 39 pacientes con FM y una muestra control de 30 mujeres sanas durante 28
días. Además se valoró el nivel de depresión con el Inventario de Depresión de Beck. Las
pacientes que puntuaron alto en depresión, frente a las que puntuaban bajo o al grupo control,

112
tenían niveles más bajos de oxitocina. También se han estudiado la prolactina (Gursel et al.,
2001), la tirotropina y la tiroxina, la progesterona (Korszun et al., 2000; Neeck, 2000) y la
insulina (Ferraccioli et al., 1994).

Por otro lado, algunos estudios han objetivado alteraciones en los


neurotransmisores implicados en la transmisión del dolor. Las concentraciones de
noradrenalina y dopamina en el líquido cefalorraquídeo son más bajas en los pacientes con
fibromialgia que en los pacientes con artritis reumatoide o en los controles sanos (Griep,
Boersma, de Kloet 1993) y también se han observado valores bajos de serotonina plasmática
(Dan et al., 2004; Neeck, 2000; Pridmore y Rosa, 2001; Russell et al. 1992) y concentraciones
aumentadas de sustancia P en el líquido cefalorraquídeo de los pacientes con fibromialgia
(Vaeroy et al., 1988). La disminución de las concentraciones de serotonina y noradrenalina,
dos mediadores de la analgesia, y el aumento de la actividad de la sustancia P, que acelera la
neurotransmisión del dolor, pueden explicar un umbral anormalmente disminuido al dolor en
la fibromialgia (McCain y Tilbe, 1989).

Aunque la profundización en los aspectos fisiológicos asociados a la respuesta de


estrés en fibromialgia ha aportado numerosos y valiosos resultados, la investigación, como
viene ocurriendo en este ambito, no está exenta de dificultades. Gupta & Silman (2004)
mencionan por ejemplo que una dificultad inherente con el estudio de las hormonas y
neurotransmisores en la fibromialgia es determinar si se trata de un efecto primario o
secundario. Así, por ejemplo, niveles bajos de andrógenos en la fibromialgia pueden ser
interpretados como un resultado de dolor crónico o como la causa de dicho dolor crónico.

3.2.2. Respuesta cognitiva-emocional y conductual: Afrontamiento y FM

Una de las principales críticas que se ha realizado a los modelos iniciales de estrés de
Selye es su conceptualización únicamente como una respuesta fisiológica ante determinadas
demandas ambientales. Hoy en los modelos actuales de estrés se reconoce el hecho de que
ante cualquier situación de estrés, el organismo emplea una serie de recursos personales para
hacerle frente. Así, la respuesta de estrés no es sólo fisiológica sino que incluye igualmente
una serie de aspectos cognitivos, emocionales y comportamentales. Esta respuesta global del
organismo ante situaciones estresantes es el eje fundamental del concepto de afrontamiento, al
referirse a todos los esfuerzos cognitivos o conductuales que emplea el sujeto para hacer

113
frente a las demandas estresantes y/o al malestar emocional asociado a la respuesta del estrés
(Lazarus y Folkman, 1984; Sandín, 1999). Una definición similar fue propuesta con
anterioridad por Pearlin y Schooler (1978), al describir el afrontamiento como las acciones
que lleva a cabo la persona por su propia cuenta para evitar o aminorar el impacto de los
problemas de la vida. De acuerdo con Pearlin (1989), el afrontamiento, con independencia de
cuál sea la naturaleza del estresor, sirve, bien para cambiar la situación de la que emergen los
estresores, bien para modificar el significado de la situación para reducir su grado de
amenaza, o bien para reducir los síntomas del estrés. Así, podría decirse que el afrontamiento
constituye el elemento esencial que emplea el individuo para hacer frente al estrés, pudiendo
dirigir su acción tanto a los estresores (tratando de eliminarlos o reducir su nivel de amenaza)
como a sus propias respuestas físicas, psicológicas y sociales. Por tanto, podríamos decir que
las diferentes formas de afrontar el estrés no sólo nos proporcionam pautas para explicar las
diferencias en la adaptación al estrés (respuestas a los estresores), sino que incluso es
probable que el afrontamiento también tenga que ver con las diferencias que se dan entre los
individuos en la mayor o menor exposición a los estresores sociales (Pearlin, 1989; Thoits,
1995).

El afrontamiento ha sido sugerido conceptualmente en diferentes términos, tales como


las estrategias y los estilos de afrontamiento. En el primer caso se trata de formas de
afrontamiento del estrés más específicas, tales como llevar a cabo acciones concretas para
modificar las condiciones del estresor, por ejemplo, tratar de controlar la tensión, ver una
película, o buscar apoyo social. Los estilos de afrontamiento constituyen dimensiones más
generales; son tendencias personales para llevar a cabo unas u otras estrategias de
afrontamiento.

Es cierto que existen disposiciones personales para responder al estrés más con unas
estrategias que con otras. También es cierto que unos individuos cuentan con más recursos de
afrontamiento que otros. Los recursos de afrontamiento son características personales y
sociales en los que se basan las personas cuando tienen que hacer frente a los estresores
(Pearlin y Schooler, 1978). Los recursos reflejan una dimensión latente del afrontamiento, ya
que son algo potencial para la acción, pero no la acción en sí misma. Aparte del apoyo social
(el cual constituye un recurso de afrontamiento), se han señalado en la literatura científica
diferentes formas de recursos individuales de afrontamiento, tales como el locus de control, la
autoeficacia, la autoestima, el optimismo, etc.

114
En el caso de los trastornos de dolor, todo individuo que sufre algún tipo de dolor
crónico lleva a cabo una serie de comportamientos en función de éste, dirigidos a controlar o
disminuir su dolor. A estas estrategias las llamamos estrategias de afrontamiento al dolor. La
relación entre estas estrategias de afrontamiento y la adaptación al problema de dolor ha sido
puesta de manifiesto en numerosos trabajos (Jensen, Turner y Romano, 1991; Keefe et al.,
1997). Las estrategias de afrontamiento se pueden clasificar en activas o adaptativas y
pasivas y/o de evitación. Brown y Nicassio (1987) denominan afrontamiento activo al uso
de estrategias adaptativas o acciones instrumentales que el individuo realiza por si mismo
para controlar su dolor o actuar a pesar de él. El afrontamiento pasivo hace referencia a
aquellas estrategias en las que el paciente entrega el control de su dolor a otros o evita las
actividades o áreas de su vida que le provocan dolor. Ejemplos de afrontamiento activo
serían: ignorar el dolor, distraer la atención o permanecer ocupado o activo; ejemplos de
afrontamiento pasivo: evitar actividades, depender de otros para hacer las tareas diarias, tomar
medicamentos para un alivio inmediato del dolor o sentimientos de frustración. En relación
con la FM, las estrategias que más atención han recibido son las pasivas y/o de evitación: el
catastrofismo (Burckhardt et al., 1997; Cronan et al., 2002; Denison, Asenlöf, Sandborgh y
Lindberg, 2004; Dobkin et al., 2006; Martin et al., 1996; Martínez, González y Crespo, 2003;
Raak, Wikblad, Raak, Carlsson y Wahren, 2002) y la evitación del miedo que hace referencia
a la inhibición conductual por miedo a las consecuencias negativas que la conducta puede
producir, como el incremento de la conducta dolorosa (Asmundson, Norton y Allerdings,
1997; Ayre y Tyson, 2001; Esteve et al., 2007, Esteve y Camacho, 2008; Turk y Okifuji,
2002).

En la fibromialgia, el estresor predominante es el dolor, seguido de limitación en la


movilidad, dificultades en el desarrollo de las actividades cotidianas, desesperanza,
dependencia de otros, amenaza a la autoestima, interferencia con las actividades sociales,
problemas en las relaciones familiares, dificultades en el trabajo, y estar a disgusto con el
tratamiento (Buckelew et al. 1996; Parker et al. 1993). Las estrategias de afrontamiento
pueden ser factores importantes que determinen cómo un paciente se adapta a su dolor. En
este sentido, a pesar de que no existen respuestas de afrontamiento en sí mismas eficaces o
ineficaces, en general las estrategias consideradas activas o adaptativas, o que implican un
sentido de control personal, se asocian a una mejor capacidad funcional, menor percepción de
dolor y mejor estado emocional (Aaron et al., 1997; Alexander et al., 1998; Bell et al., 2004;

115
Da Costa et al., 2000; Kelley y Clifford, 1997; Kersh et al., 2001; Nicassio, Schoenfeld-
Smith, Radojevic y Schuman, 1995; Uveges et al., 1990; Walker et al., 1997). En la tabla 7 se
encuentran recogidos los trabajos que investigan la relación entre las estrategias de
afrontamiento y la FM.

En el estudio de Zautra et al. (1999) se pone de manifiesto que las personas con
fibromialgia encuentran dificultades para afrontar adecuadamente el estrés del dolor corporal
debido a una sobreexcitación. Lorig et al. (1989) proponen que la creencia de que uno puede
afontar diariamente y efectivamente los problemas de la vida diaria ha sido un factor central
en la adaptación a los problemas crónicos de salud. En otro estudio realizado por Burckhardt
y Bjelle (1994) se encontró que solamente el 13% de la muestra de los pacientes con
fibromialgia creían que estaban utilizando estrategias adaptativas con su enfermedad en
comparación con un grupo con Artritis Reumatoide y que solamente el 50% de los pacientes
con fibromialgia creían que podían hacer cosas para afrontar el dolor, en comparación con el
81% de los que tenían Artritis Reumatoide.

En el estudio de Nicassio et al. (1995) se evaluaron las estrategias de afrontamiento de


122 pacientes con FM, encontrando que las principales estrategias utilizadas en estas
pacientes fueron: “Afrontamiento Activo” y “Control y Pensamiento Racional”, coincidiendo
con resultados previos encontrados en otras muestras de dolor crónico. Al hacer un análisis de
regresión, encontraron que altas puntuaciones en afrontamiento activo y bajas en control y
pensamiento racional contribuían a una percepción menor de dolor, mientras que bajos
niveles de afrontamiento activo y altos niveles de afrontamiento pasivo se relacionaban con
mayor depresión y conductas de dolor. Estos resultados muestran la importancia que tienen
las estrategias activas de afrontamiento en el caso de la FM, ya que ayudan a disminuir la
sintomatología de la enfermedad. Schoenfeld-Smith et al. (1995) confirmaron que los
pacientes con más estrategias pasivas de afrontamiento tenian un peor estado de salud, mas
estrés y menor apoyo social.

116
Tabla 7. Estudios sobre Respuesta cognitiva-emocional y conductual. Estrategias de
afrontamiento.
Autores País y año Muestra Grupos Instrumento Evaluación
publicación FM Comparación
EEUU Cuestionario:
Aaron et al.
1997 NE NE -Coping Strategies Questionnaire
Cuestionario:
Israel
Ablin et al. 77 48- sanos -Albert Einstein College of Medicine
2008
(AECOM) Coping Style Questionnaire
36- dolor Cuestionario:
Alexander et EEUU
75 generalizado y FC -Coping Strategies Questionnaire
al. 1998
48- sanos
51- AR Cuestionario:
Israel
Amir et al. 51 50- DLC - Coping Inventory for Stressful
2000
50- Sanos Situations
Cuestionario:
EEUU -Active and Passive Pain Coping
Bell et al. 62 ninguno
2004 Subscales of the Pain Management
Inventory
Cuestionario:
Canada
Da Costa et al. 46 - Coping Inventory for Stressful
2000 59- LES
Situations
Cuestionario:
EEUU
Davis et al. 50 - Vanderbilt Multidimensional Pain
2001 51-OA
Coping Inventory
EEUU Cuestionario:
Giesecke et al. 97 ninguno
2003 -Coping Strategies Questionnaire
EEUU Cuestionario:
Gracely et al. Alemania 29 ninguno -Coping Strategies Questionnaire
2004
Cuestionarios:
Hallberg y Suecia 44- Otros tipos de -The Strategies for Handling Stress
36
Carlsson 1998 dolor Questionnaire
-The Coping Strategies Questionnaire
EEUU Cuestionario:
Hassett et al. 64 30- AR
2000 -Coping Strategies Questionnaire
Kelley y EEUU Cuestionario:
19 ninguno
Clifford 1997 -Ways of Coping Scale
39- síntomas Cuestionarios:
EEUU
Kersh et al. 79 parecidos pero -Survey of Recent Life Experiences
2001
menos intensos -Coping Strategies Questionnaire
76-dolor Cuestionario:
Mellegard et Suecia
81 hombro/cuello -Coping Strategies Questionnaire
al. 2001
31-DLC
EEUU Cuestionario:
Nicassio et al. 122 ninguno
1995 -Coping Strategies Questionnaire
Cuestionarios:
Suecia
Raak et al. 32 21- sanos - Coping Strategies Questionnaire
2003
- The Jalowiec Coping Scale
Cuestionario:
EEUU
Reich et al. 51 ninguno -The Brief Cope Scale Vanderbilt Pain
2006
Coping Inventory
Schoenfeld- EEUU Cuestionario:
118 ninguno
Smith et al. 1995 -Pain Managenent Inventory
Theadom y Inglaterra Cuestionario:
101 ninguno
Cropley 2008 -The COPE scale
EEUU Cuestionario:
Turk et al. 48 ninguno
1998 -Multidimensional Pain Inventory

117
Tabla 7. (cont.) Estudios sobre Respuesta cognitiva-emocional y conductual. Estrategias de
afrontamiento.

EEUU Cuestionario:
Uveges et al. 25 22- AR
1990 -Ways of Coping
EEUU Cuestionario:
Walker et al. 36 33- AR
1997 - Perlin y Schooler Coping Scale
Zautra, Cuestionario:
EEUU
Hamilton y 50 52- OA -Vanderbilt Multidimensional Pain
1999
Burke Coping Inventory
FC- Fatiga Crónica, AR- Artritis Reumatoide, DLC- Dolor Lumbar Crónico, LES- Lupus Eritomatoso Sistémico, OA-
Osteoartritis, NE- No se especifica

En el estudio de Hallberg y Carlsson (1998) encontraron que los pacientes con FM


puntuaban más alto en ansiedad y utilizaban en mayor medida la religión o rezo como
estrategia de afrontamiento en comparación con personas con otros trastornos de dolor con
causa laboral. Esta ansiedad a su vez se relacionaba con catastrofismo y pocas habilidades
para controlar y reducir el dolor. Los autores concluyen que las pacientes con FM tienden a
interpretar las situaciones estresantes más negativamente y como más amenazantes en
comparación con otros grupos de dolor crónico. Resultados similares fueron encontrados en el
trabajo de Jamison (1999). Asimismo, también en el trabajo de Amir et al. (2000) encontraron
que las pacientes con FM tenían un estilo evitativo de afrontamiento en comparación con
pacientes con Artritis Reumatoide y Dolor Lumbar Crónico. Por otra parte, Mellegard et al.
(2001) encontraron que las estrategias más utilizadas por pacientes con FM eran: Distracción,
Catastrofismo, Rezo y conductas de dolor. Estos autores mencionan que el estilo pasivo de
afrontamiento no solo es propio de la FM sino de trastornos de dolor crónico en general.

Por otro lado, Zautra et al. (1999) ponen de manifiesto que las mujeres con FM
utilizan en mayor medida estrategias de afrontamiento pasivas en respuesta al dolor en
comparación con mujeres con osteoartritis. Sin embargo, no encontraron diferencias
estadísticamente significativas en la utilización del afrontamiento activo en ambos grupos de
sujetos. Por otra parte, la afectividad negativa fue mayor en las mujeres con fibromialgia. Los
autores mencionan que esta diferencia entre grupos puede explicarse en parte por el
afrontamiento pasivo de las pacientes que padecen de FM.

El estilo pasivo de afrontamiento en mujeres con FM también fue comprobado por


Leibing et al. (2003) en comparación con una muestra de pacientes con AR, y Reich et al.

118
(2006) encontraron que la incertidumbre a la enfermedad se relacionaba con ansiedad, afecto
negativo y estrategias evitativas y pasivas de afrontamiento (Johnson, Zautra y Davis, 2006).

En un estudio cualitativo, Hallberg y Carlsson (2000) entrevistaron a 22 pacientes con


FM y encontraron que utilizaban estrategias pasivas de afrontamiento. Además, estas
pacientes se centraban en el dolor y en como éste afectaba a su vida diaria. Estas pacientes
también utilizaban el catastrofismo, lo cual afectaba al funcionamiento físico diario de estas
pacientes. Los autores reflexionan sobre la importancia de trabajar en estas pacientes para
promover estrategias adaptativas de afrontamiento.

En otro trabajo (Bernard, Prince y Edsall, 2000) se entrevistó a 264 pacientes con FM
y se encontró que dentro de las estrategias de afrontamiento empleadas en estas pacientes
predominaban: buscar apoyo social, rezar, hacer ejercicio, practicar algún hobbie y realizar
técnicas de relajación. Estas pacientes referían que necesitaban mayor apoyo social por parte
de los profesionales de la salud, así como mayor información de la enfermedad a la sociedad
en general y a sus familiares en particular.

En un estudio de pacientes brasileñas con FM (Martínez et al., 2003) también


encontraron que el apoyo religioso, así como la reducción de tareas y actividades, periodos de
descanso y ejercicio físico eran las estrategias más utilizadas en estas pacientes.

En la investigación de Davis et al. (2001) evalúan la vulnerabilidad al estrés de las


mujeres con fibromialgia comparadas con mujeres con artrosis. Los resultados encontrados
ponen de manifiesto la existencia entre las mujeres con fibromialgia de menores recursos
afectivos, mayor uso de estrategias evitativas de afrontamiento al dolor, menor apoyo social,
mayor exposición a relaciones sociales negativas y menor afectividad positiva. Por otro lado,
no encontraron diferencias en el nivel de afectividad negativa, afrontamiento activo al dolor,
emocionalidad y sensibilidad interpersonal.

Giesecke et al. (2003) combinaron análisis de varianza con análisis cluster y


seleccionaron tres grupos en una muestra de 97 personas con FM. El primer grupo (n=50) se
caracterizaba por tener niveles moderados de estado de ánimo, de catastrofismo y percepción
de control sobre el dolor, asi como bajos niveles de sensibilidad. Un segundo subgrupo
(n=31) tenía elevados niveles de ansiedad y depresión, los más altos niveles en catastrofismo

119
y los más bajos niveles en percepción de control del dolor, así como altos niveles de
sensibilidad. Por último, el tercer grupo (n=16) tenía niveles normales de estado de ánimo, así
como bajos niveles en catastrofismo y altos niveles en percepción del control del dolor, pero
estos pacientes mostraron demasiada sensibilidad al dolor provocado. Estos resultados apoyan
la idea de que en la FM existen distintos grupos de pacientes. Por un lado los más adaptados a
la enfermedad y con más recursos cognitivos y psicológicos, y por otro los que se ven
influidos negativamente por la enfermedad.

Recientemente, Theadom y Cropley (2008) analizaron la relación entre el sueño y el


afrontamiento en la calidad de vida de las pacientes con FM. Así, encontraron que el 99% de
las afectadas tenían problemas de sueño, además la calidad de sueño predecía el dolor, la
fatiga y el funcionamiento social en estas pacientes. Las estrategias activas de afrontamiento
como planificación, aceptación, y búsqueda de apoyo instrumental, social y emocional no
predecían los síntomas de la FM. Sin embargo, estrategias más desadaptativas de
afrontamiento si predecían un peor funcionamiento en estas pacientes. Por otro lado, en el
estudio de Ablin, Cohen, Neumann, Kaplan y Buskila (2008), las pacientes con FM evaluadas
utilizaban las siguientes estrategias de afrontamiento: evitación, búsqueda de apoyo social,
distracción e ignorar el dolor.

Un tipo de estrategia de afrontamiento muy estudiada en relación al dolor es el


pensamiento catastrofista o catastrofismo mencionado con anterioridad. En relación al dolor,
el catastrofismo representa la tendencia a esperar y exagerar resultados negativos en
presencia o ausencia de estimulación nociceptiva (Sullivan, Bishop y Pivik, 1995). Algunos
autores (Keefe et al., 1997) sostienen que el catastrofismo debe tratarse como una estrategia
de afrontamiento. Otros (Jensen et al., 1991) argumentan que el pensamiento catastrofista no
es una estrategia de afrontamiento en el sentido de la definición de Lazarus y Folkman
(1984), sino que probablemente se trata de pensamientos automáticos (Beck, 1976) o de
evaluación. Con respecto al dolor, existen estudios que señalan que esta variable, el nivel de
vigilancia y el estrés, pueden modular la actividad de las vías descendentes de inhibición del
mismo (Brosschot, 2002; Rygh, Tjølsen, Hole y Svendsen, 2002), y en los últimos años ha
habido un interés creciente por el estudio de algunos de estos factores en la FM. Así, se han
encontrado niveles elevados de catastrofismo (Geisser et al., 2003), hipervigilancia (Gracely,
Grant y Giesecke, 2003) y estrés (Van Houdenhove y Egle, 2004) en estas pacientes respecto
a otras pacientes con dolor crónico. Un mayor catastrofismo se ha asociado a mayor

120
intensidad de dolor percibido y menores umbrales de dolor y tolerancia en FM (Geisser y et
al., 2003; Hassett et al., 2000). Además, investigaciones recientes muestran que existe un
interés por investigar esta variable y sus mecanismos fisiológicos asociados (e.g. Gracely et
al., 2004); sin embargo, poco se sabe aún sobre los éstos (Rhudy, Maynard y Russell, 2007).
Un mecanismo postulado es el inicio supraespinal de un circuito descendente en el sistema
nervioso central que puede inhibir o facilitar el ascenso de la información nociceptiva a través
de la médula (Fields y Basbaum, 1999; Sullivan et al., 2001). El catastrofismo podría activar
este circuito permitiendo el incremento de la facilitación nociceptiva y disminuyendo su
inhibición o ambas cosas. La activación tónica o repetitiva de tales mecanismos podría
resultar en una sensibilización crónica de las vías centrales de dolor, umbrales menores e
hiperalgesia (Edwards et al., 2004). Es más, tales procesos podrían conformar un mecanismo
a través del cual el catastrofismo promoviera el desarrollo del dolor crónico (Brosschot, 2002;
Picavet, Vlaeyen y Schouten, 2002). Sin embargo, a pesar de que existen distintos estudios
que muestran elevados niveles de catastrofismo en las personas con FM (Geisser et al., 2003;
Gracely et al., 2004), aún queda por conocer el papel que éste juega en relación al desarrollo o
mantenimiento de la enfermedad.

En España, autores como Rodriguez, Cano y Blanco (2004), Ramírez Maestre (2003),
Rivera (2004), Escudero-Carretero et al. (2009) y Garcia Campayo (2007) también han
estudiado las diferentes estrategias de afrontamieto en personas con dolor crónico y en FM.
Rodríguez Franco, Garcia Campayo y Ramírez Maestre han trabajado con la adaptación
española de cuestionarios que evalúan las estrategias de afrontamiento, encontrando que a
mayores estrategias adaptativas y/o activas, menor percepción de discapacidad, malestar
emocional y mayor calidad de vida. Además, las personas con FM utilizan el apoyo social
como estrategia más recurrente (Escudero-Carretero et al., 2009). En esta línea, autores como
Zautra et al. (1999) consideran de suma importancia las relaciones interpersonales,
particularmente con los miembros de la familia y amigos cercanos a la hora de enfrentarse a
una enfermedad de dolor crónico. Las respuestas de apoyo por parte de la red familiar y de
amigos van a influir positivamente en la percepción y manejo de la enfermedad. Así, Manne y
Zautra (1989) encontraron que las mujeres con artritis reumatoide que tenían esposos
altamente críticos, utilizaban estrategias mas desadaptativas de afrontamiento. En el caso
particular de la FM, no hay que olvidar que las ambigüedades inherentes al propio diagnóstico
de la fibromialgia, y el dolor impredecible y a menudo severo, puede hacer que las relaciones
sociales se tornen más vulnerables y problemáticas.

121
Muchos de los estudios que evalúan el afrontamiento en personas con FM lo hacen
con el objetivo de valorar la eficacia de distintos tratamientos de índole psicosocial. Así,
Burckhardt et al. (1997) y Henriksson et al. (2004) evaluaron el cambio en las estrategias de
afrontamiento después de realizar un tratamiento de corte cognitivo-conductual (TCC). Estos
autores encontraron un aumento significativo de las creencias de poder disminuir el dolor o al
menos controlarlo, y también un aumento de la distracción y la realización de actividades; así
como una disminución del catastrofismo. Sin embargo, el afrontamiento cognitivo
(reinterpretar el dolor, autoinstrucciones e ignorar el dolor) no tuvo ninguna variación después
de realizar el tratamiento. Por otro lado, Thieme, Turk y Flor (2007) compararon los efectos
de un programa cognitivo-conductual y de terapia conductual. Los resultados mostraron que
los pacientes con FM que habían hecho el tratamiento conductual mejoraban en su percepción
de intensidad de dolor y mostraban mejor afrontamiento.

Por otro lado, diversos estudios no controlados han demostrado la eficacia de las
terapias multidisciplinares o interdisciplinares para afrontar la enfermedad. Los objetivos
terapéuticos de estos programas se han dirigido a desarrollar, entrenar y adquirir estrategias
de afrontamiento para prevenir el aumento de la intensidad del dolor, disminuir las conductas
de dolor, reducir o cambiar los pensamientos negativos, la percepción de indefensión a la
enfermedad y aumentar la percepción de control de la situación en los pacientes. En esta
línea, Nielson y Jensen (2004) probaron con 198 sujetos con FM un programa individual de
terapia física, terapia ocupacional y manejo de medicación opiácea o sedativa junto con un
programa en grupo de TCC y Educación e Información. Este programa era intensivo y
ambulatorio cinco días a la semana durante cuatro semanas. Los resultados mostraron una
mejoría significativa en el control del dolor, incremento en la realización de ejercicio físico y
actividades, búsqueda de apoyo social y autoinstrucciones. Estas mejoras se mantuvieron en
las medidas de seguimiento realizadas a los seis meses. No obstante, cabe señalar que los
resultados obtenidos en estos programas de intervención se ven afectados por las expectativas
de tratamiento de los pacientes. Así, tal y como Goosens, Vlaeyen, Hidding, Kole-Snijders y
Evers (2005) señalan, las expectativas del tratamiento desempeñan un importante papel cara a
mejorar el afrontamiento de la enfermedad. Si las expectativas se corresponden con los
resultados de la intervención, se incrementa la probabilidad de adoptar estrategias más
adaptativas de afrontamiento.

122
Por otro lado, Rivera et al. (2004) compararon durante ocho semanas dos tipos de
intervenciones: TCC y ejercicio físico y encontraron que en ambos grupos el afrontamiento
al dolor mejoró significativamente, sin embargo no mejoró el catastrofismo. Gelman, Lera.
Caballero y López (2002) también implantaron un tratamiento multidisciplinar que consistía
en sesiones grupales de terapia cognitivo-conductual, entrenamiento físico y asistencia
reumatológica. Los resultados mostraron una mejora de la capacidad de afrontar y tolerar el
dolor sin que afecte o interfiera tanto en las actividades cotidianas. Angst, Brioschi, Main,
Lehmann y Aeschlimann (2006) también aplicaron un programa interdisciplinar de cuatro
semanas de duración y además de mejorar el estado de salud, también mejoraron las
estrategias adaptativas de afrontamiento disminuyendo considerablemente la percepción de
dolor en estos pacientes. Worrel et al. (2001) consiguieron mejoras de hasta un 70% en alguna
de las medidas registradas, entre ellas las estrategias de afrontamiento, gracias a un breve
formato de Terapia Multidisciplinar intensiva de sólo un día y medio de duración. Otros
estudios muestran resultados parecidos (Mason, Goolkasian y McCain, 1997, Vlaeyen et al.,
1996; Sim y Adams, 2002; Gelman y et al., 2002) ofreciendo evidencia a favor de la Terapia
Multimodal en la FM a partir de estudios controlados. Para Vlaeyen et al. (1996) una de las
combinaciones terapéuticas que parece ser la adecuada para promover estrategias adaptativas
de afrontamiento es la combinación del Ejercicio, la Educación y la Discusión, la
reinterpretación del dolor, la imaginación y el Biofeedback, que además ha mostrado efectos
positivos para el control del dolor, y para disminuir las conductas de dolor. Igualmente, Turk
et al. (1998) evaluaron un tratamiento interdisciplinar de cuatro semanas y encontraron que
los que tenían mayor afrontamiento adaptativo experimentaban mayores niveles de mejora en
cuanto a la percepción dolorosa.

Sin embargo, tal y como mencionan Pastor et al. (2003), a pesar de las numerosas
intervenciones y estudios realizados para promover las estrategias de afrontamiento, algunos
estudios presentan una serie de limitaciones metodológicas que comprometen seriamente la
validez de sus resultados, como por ejemplo: no incluir ni grupo control en lista de espera ni
grupo placebo, para controlar tanto los efectos del transcurso del tiempo, como los efectos no
específicos producidos por el contacto prolongado con el profesional (Bennet et al., 1996;
Keel, Bodoky, Gerhard, y Mueller, 1999; Nielson, Walker y McCain, 1992; Turk, Okijuji,
Sinclair y Starz, 1998; White y Nielson 1995); incluir únicamente grupo placebo (Nicassio,
Radojevic, Weisman, Schuman, Kim, Schoenfeld-Smith y Krall, 1997) o incluir únicamente
grupo control (Buckelew et al., 1998; Burckhardt et al., 1994; De Voogd, Knipping, de

123
Blécourt y van Rijswijk, 1993; Goldenberg et al., 1994; Kogstad y Hintringer, 1993). Por otro
lado, sólo en el estudio de White y Nielson (1995) se hace referencia al control de las
expectativas del experimentador, siendo los evaluadores ciegos a las medidas del estudio
previo y los observadores los mismos, para así evitar el sesgo subjetivo (Pastor et al., 2003).

Otro tipo de insuficiencia metodológica tiene que ver con la selección muestral. En
este sentido, sólo algunos estudios asignaron los sujetos a los tratamientos de forma aleatoria
(Buckelew et al., 1998; Burckhardt et al., 1994; Keel et al., 1998; Kendall et al., 2000;
Nicassio et al 1997; Vlaeyen et al., 1996). Finalmente, sólo en una investigación se controló
la deseabilidad social (Nielson et al., 1992), y en dos la mediación de variables extrañas que
pueden interferir en los resultados (Goldenberg et al., 1994; Nielson et al., 1992).

3.3. CONSECUENCIAS DE ESTRÉS Y FIBROMIALGIA

Uno de los elementos del proceso de estrés es la parte más clínica, más “diagnóstica”,
lo que lleva en definitiva a catalogar algo como “estrés”, o al menos como estrés negativo o
distrés, es decir, las consecuencias de este proceso. Es importante señalar que precisamente
estas consecuencias del estrés son las que han contribuido a ese “cajón de sastre” en
enfermedades como la FM (Peñacoba, 2009). Algunos autores critican, no sin cierta razón, la
disparidad de consecuencias que pueden tener los procesos de estrés. En las numerosas
publicaciones respecto al tema, el estrés puede asociarse a multitud de trastornos entre los que
se incluyen trastornos gastrointestinales, cardiovasculares, respiratorios, inmunológicos,
endocrinos o dermatológicos. Igualmente, también han sido relacionados con el estrés los
trastornos musculares, bucodentales, sexuales, asi como la diabetes, la artritis reumatoide y el
dolor crónico (Buceta y Bueno, 1995; Labrador, 1992). Además el estrés también se ha
relacionado con numerosas consecuencias psicosociales como el incremento de alcohol y
tabaco, la depresión, la ansiedad, conflictos familiares… No obstante, a pesar de la literatura
existente, conviene ser críticos en este sentido y atender a diferentes aspectos para obtener
conclusiones válidas y acertadas. En primer lugar, es necesario atender a la metodología
llevada a cabo en el estudio. La existencia de asociación no implica relación causal. Las
relaciones causales únicamente pueden ser demostradas a partir de estudios longitudinales (y
estos son una minoría en este ámbito de investigación como en otros muchos). La mera
asociación indica únicamente relación entre variables: puede que efectivamente los procesos

124
de estrés desencadenen ciertas enfermedades como las citadas anteriormente, pero también es
posible que el simple hecho de tener la enfermedad puede provocar estrés. Igualmente, hay
que atender a los diferentes instrumentos de medida empleados. Como se ha mencionado
anteriormente, dada la inexistencia de un instrumento consensuado para la medida del estrés,
la diversidad de instrumentos utilizados en la afirmación de una misma relación es muy
amplia, no existiendo trabajos previos que confirmen que efectivamente estamos midiendo lo
mismo con los diferentes instrumentos. Igualmente, algunos estudios encuentran una relación
directa entre los diferentes elementos de los procesos de estrés y las consecuencias asociadas,
mientras que otros encuentran una relación indirecta a través de conductas de riesgo asociadas
(es decir, cuando estamos estresados, tendemos a llevar a cabo más conductas de riesgo y
menos conductas saludables- p.e. comemos peor, dormimos mal, no hacemos ejercicio físico-,
y son estas conductas las que contribuyen al vínculo estrés-enfermedad (Peñacoba, 2009).
Finalmente, no debemos olvidar que en este proceso influyen las diferencias individuales:
diferentes personas, bajo supuestos procesos de estrés, pueden tener consecuencias totalmente
diferentes, con diferentes sistemas afectados, a nivel orgánico, psicológico y social.

La propia fibromialgia, se ha llegado a considerar una consecuencia de estrés dada la


inexistencia de una causa orgánica que justifique la sintomatología asociada (Bennet, 1993;
Dailey y et al., 1990). Uno de los vínculos entre estrés y FM es la coexistencia de
sintomatología común. Mucha de la sintomatología adicional y de la comorbilidad asociada a
la FM (síndrome del colon irritable, cefalea tensional, ansiedad, depresión, problemas de
sueño, fatiga crónica…) son consecuencias asociadas normalmente a los procesos de estrés y
de hecho, a raíz de algunos estudios epidemiológicos realizados, se plantea que la
fibromialgia podría ser una mera consecuencia de los procesos de estrés, y que por lo tanto no
tendría sentido su consideración como enfermedad independiente (Wolfe et al., 1997).

Distintos estudios han confirmado el solapamiento de trastornos gastrointestinales en


los pacientes con FM. Así, el 60% de los pacientes con colon irritable presentan FM y cerca
del 50% de los pacientes con FM se quejan de trastornos gastrointestinales como náuseas,
dolor abdominal, hinchazón y gases, que además son síntomas característicos de dispepsia
funcional (Moldofsky y Fraklin, 1993). Veale et al. (1991) mencionan que en una muestra de
80 pacientes, el 70% de los que padecían FM también tenían síntomas de Intestino Irritable y
el 65% de los pacientes con Intestino Irritable tenían también síntomas de la FM. Una posible

125
explicación de la coexistencia de estos dos trastornos podría estar en la consideración del
estrés como causa del inicio o exacerbación de los síntomas (Ford et al., 1987; Yunus et al.,
1981).

3.3.1. Ansiedad, Depresión y Fibromialgia

Muchos autores se han planteado si la ansiedad y la depresión en la FM surgen como


consecuencia de los estresores que provoca la enfermedad; como la realización de numerosas
pruebas médicas, la pobre respuesta a los tratamientos, la incapacidad laboral, los problemas
económicos, la disminución del funcionamiento físico o el poco apoyo social; o si la FM es
una manifestación clara del mantenimiento de estos niveles elevados de estrés, ansiedad,
depresión, ira, hostilidad, entre otros.

En los inicios de la enfermedad (e incluso hoy en día algunos profesionales de la salud


lo piensan), la FM se planteó como un trastorno psiquiátrico en donde el dolor sería la
consecuencia directa de éste (Ahles et al., 1991; Alfici et al., 1989; Arnold et al., 2006;
Blumer y Heilbronn, 1981; Bohr, 1996; Herken et al., 2001; Hudson et al., 1992; Inanici et
al., 1999; Katon, Sullivan y Walker, 2001; Raphael, Janal, Nayak, Scwartz y Gallagher, 2004;
Roth et al., 1993; Thieme et al., 2004; Winfield, 2001; Yunus, Laguna y Ballina, 2002). Y
todavía a día de hoy, los datos apuntan que los pacientes con FM tienen una alta prevalencia
de trastornos de ansiedad y/o depresión en comparación con otros grupos de dolor crónico o
con personas sanas (Fietta y Manganelli, 2007; Guven, Kull Panza y Gunduz, 2005; Martín,
Luque, Solé, Mengual y Granados, 2000; Raphael et al., 2006).

Distintos estudios y diversos autores (e.g. Aaron et al., 1996; Celiker et al., 1997;
Davis et al., 2001; Hawley y Wolfe; 1993; Offenbaecher, Glatzeder y Ackenheil, 1998;
Yunus, Ahles y Aldag, 1991) han encontrado que los pacientes con FM presentan mayores
niveles de ansiedad y depresión en comparación con otras enfermedades crónicas u otros
trastornos de dolor; no obstante, estos estudios han sido criticados porque en numerosas
ocasiones no se diferencia si se ha valorado la ansiedad y la depresión como trastorno
psiquiátrico o como la propia sintomatología característica de la enfermedad. No es lo mismo
hacer un diagnóstico (como trastorno psiquiátrico) que manifestar síntomas ansiosos y/o

126
depresivos (Pincus y Williams, 1999). Además, ni la ansiedad ni la depresión son específicas
a la FM, ni todos los pacientes con esta enfermedad refieren elevados niveles de ambos (Van
Houdenhove y Luyten, 2006). En cualquier caso, debería realizarse una evaluación exhaustiva
en el momento del diagnóstico inicial identificando adecuadamente si lo que está presente es
un estado de ánimo ansioso o deprimido o un diagnóstico como tal. La detección temprana de
estos estados de ánimo puede orientar adecuadamente su tratamiento y prevenir la aparición
de la ansiedad y/o depresión como un trastorno mental mayor.

Un estudio realizado en España por Pérez Pareja et al. (2004), que valoró los niveles
de ansiedad y depresión en pacientes con FM frente a otro grupo de pacientes con dolor
crónico no fibromiálgico y otro grupo control de personas sin dolor crónico, mostró que no
existen diferencias significativas en depresión entre los tres grupos. Resultados similares
encontraron Galgo, Sánchez-Montero y Cabrera (2002), quienes señalan que la depresión
puede preceder o acompañar a la FM aunque no constituye un factor implicado en la etiología
del síndrome. Como se ha mencionado anteriormente, los autores concluyen que estas
cuestiones deberían ser estudiadas en mayor profundidad mediante instrumentos específicos.
Según este estudio, el estado de ánimo deprimido en la fibromiálgia sería la consecuencia de
las interferencias del dolor y de otros síntomas del síndrome en la vida cotidiana, como es el
caso de la fatiga persistente, en términos de no poder realizar las actividades que hasta el
momento habían sido habituales, así como de la anticipación del dolor. En este caso la
depresión no sería una causa, sino una consecuencia de la FM; pero no refiriéndose a un
trastorno depresivo, sino a un estado de ánimo depresivo.

Bennett (2002) señala que el 30% de las pacientes con fibromialgia presentan
depresión en el momento que acuden a consulta y un 60% en algún momento de su historia
clínica. Otros autores mencionan que el rango de depresión de los enfermos con FM va de un
20% a un 80% con una media de 58% (Hudson y Pope, 1996). Así, Raphael (2004) plantea
que la depresión podría producirse como consecuencia de vivir con esta enfermedad, sin
embargo en su investigación no encuentra que la depresión sea una manifestación del estrés
vinculado a la misma. Giesecke et al. (2003) evaluaron los efectos de los síntomas depresivos
en el procesamiento fisiológico del dolor en 53 pacientes con FM. Así, encontraron que los
síntomas depresivos no se relacionaban con los aspectos sensorio-discriminativos del dolor,
evaluados mediante resonancia magnética funcional. Sin embargo, la depresión sí se relacionó
con la magnitud de la activación neuronal en el proceso afectivo-motivacional del dolor.

127
Estos datos podrían sugerir que existen procesamientos de dolor a nivel neural paralelos e
independientes para el procesamiento sensorial y para el procesamiento afectivo.

Estudios recientes siguen observando niveles elevados de depresión en estas pacientes


(Harakas, 2009). Sin embargo, la controversia acerca de la comorbilidad entre ambos
trastornos todavía continúa.

En el caso de la ansiedad, de modo similar a lo que ocurría respecto a la depresión,


numerosos estudios la valoran desde un punto de vista meramente psiquiátrico (Epstein et al.,
1999; Hasset et al., 2000) y algunos autores hablan de que hasta un 47% de los pacientes con
FM padece algún trastorno de ansiedad. Además, la ansiedad crónica produce tensión
muscular y una disminución de la tolerancia al dolor, así como mantenimiento del
“sentimiento doloroso” una vez cesado el estímulo doloroso (Alda, García Campayo, Pascual
y Olmedo, 2003).

Diferentes estudios señalan la ansiedad como una característica de las pacientes con
FM (Hallberg y Carlsson, 1998; Epstein et al., 1999; Trygg, Lundberg, Rosenlund, Timpka y
Gerdle, 2002). Pagano et al. (2004) y Shuster (2009) encontraron puntuaciones elevadas de
ansiedad (medida a través de distintos cuestionarios de autoinforme) en pacientes con FM,
además la ansiedad predijo la discapacidad funcional en estas pacientes. Malt et al. (2003)
evaluaron correlatos neuroendocrinos y encontraron que existen alteraciones a nivel de
transmisión dopaminérgica, siendo la ansiedad y el estrés importantes moduladores de esta
transmisión. Van Houdenhove et al. (2002) encontraron que las pacientes con FM y
Síndrome de Fatiga Crónica mostraron mayores niveles de ansiedad y depresión en
comparación con las que tenían Esclerosis Múltiple o Artritis Reumatoide. Además, estudios
como el de Malt et al. (2000), Kirmayer et al. (1988), McBeth et al. (1999), Walter, Vaitl y
Frank (1998), Walker et al. (1997) y Hudson et al. (1992) comprueban la relación entre FM,
estrés crónico, ansiedad y depresión.

Por otro lado, Pérez Pareja et al. (2004) mencionan que la depresión en pacientes con
FM obedece al modelo de indefensión aprendida, especialmente teniendo en cuenta que la
FM se caracteriza precisamente por el desconocimiento general de su etiología, cuestión que
sitúa al paciente en una posición de incertidumbre ante la que poco o nada puede hacer. Esta
incertidumbre guardaría una estrecha relación con las respuestas de ansiedad emitidas por

128
estas pacientes. Estas respuestas, manifestadas de forma cognitiva, parecen ser una
característica común a cualquier tipo de dolor crónico.

Otra consecuencia de la FM y el estrés asociado son los problemas de sueño, de hecho


también incluídos dentro de las características propias de la enfermedad (Wolfe et al., 1996).
Existe una alteración de las onda alfa en el sueño REM que a su vez correlaciona con mayor
tensión muscular (Moldofsky, 1989). Así, Inanici et al. (1999) encontraron mayores
problemas de sueño en un grupo de pacientes con FM en comparación con el Síndrome de
dolor regional complejo y grupo control. Nicassio et al. (2002) encontraron una alta relación
entre la depresión y los problemas de sueño, y la fatiga en pacientes que padecían FM. Así, el
dolor determinaba una pobre calidad de sueño y fatiga al día siguiente creando un círculo
vicioso entre estas tres variables. Landis et al. (2003) también encontraron menos calidad de
sueño en estas pacientes.

3.3.2. Estrés Postraumático y Fibromialgia

Como consecuencia de la exposición a situaciones de estrés mantenidas o puntuales


pero de gran intensidad y en ocasiones con falta de recursos por parte del individuo para
afrontarlas, se han descrito entidades diagnósticas propias como el Estrés Postraumático
(EPS), entre otros. El EPS es un trastorno de ansiedad que puede ocurrir tras la exposición a
un evento traumático, caracterizado por memorias recurrentes del evento traumático en forma
de disrupciones o pesadillas, evitación persistente de cualquier estímulo que pueda recordar el
trauma, incremento de la vigilancia o hiperarousal, problemas de sueño y embotamiento
emocional. La respuesta de estrés observada habitualmente en las personas con FM coincide
en sus elementos fundamentales con la respuesta característica de los pacientes que padecen
EPS (e.g. Yehuda, 2002). Así, distintos trabajos muestran como ambas entidades comparten
síntomatología común (Cohen et al. 2002; Sherman, Turk y Okifuji, 2000; Peres, Gonçalvez
y Peres, 2009) así como una hiperreactividad del eje HPA (Parker et al., 2001; Tanriverdi et
al., 2007; Yehuda, 2002). Por ejemplo, en el estudio de Cohen et al. (2002), el 57% de los
sujetos con FM tenían niveles clínicamente significativos de síntomas de EPS y aquellos que
tenían ambos trastornos referían mayores niveles de afrontamiento evitativo, hiperexcitación
y ansiedad y depresión, en comparación con los pacientes con FM que no tenían EPS.
Además, las mujeres mostraron mayor número de eventos traumáticos en comparación con
los hombres. También la depresión está presente en ambos síndromes, y se observan

129
igualmente niveles reducidos de actividad y discapacidad asociada (Asmundson, Coons,
Taylor y Katz, 2002).

Por otro lado, también se ha evaluado la presencia de correlatos fisiológicos en ambos


trastornos y tanto en la fibromialgia como en el EPS se ha observado la presencia de menores
niveles de cortisol medidos en plasma, saliva y orina, tanto a un nivel basal (Griffin, Resick y
Yehuda, 2005; Rohleder, Joksimovic, Wolf y Kirschbaum, 2004; Yehuda et al., 1995;
Yehuda, 2006; Wessa et al., 2006), como en condiciones de estrés agudo generado bajo
paradigmas farmacológicos (de Kloet et al., 2006) y no farmacológicos (Heim et al., 2000;
Santa Ana et al., 2006; Kolassa et al., 2007), aunque en algún caso los resultados han sido
opuestos (Bremner et al., 2003). Resultados más contradictorios han sido identificados en
relación con la respuesta cardiovascular bajo condiciones de estrés agudo, aunque en general
se han observado menores niveles de reactividad que en controles sanos (Beckham, Calhoun,
Glenn y Barefoot, 2002; Klumpers y et al., 2004). Asimismo, recientes investigaciones en
neuroimagen han demostrado que existen áreas cerebrales similares, tales como el córtex
singular anterior, que están involucradas en la regulación del dolor y en la disregulación
emocional del EPS (Shin et al. 1997). Dada esta posibilidad de compartir ciertos aspectos
biológicos, parece plausible que la relación entre el dolor y el EPS sea bidireccional; el dolor
puede funcionar como un estimulo provocativo traumático para el desarrollo del EPS, y la
hiperexcitación, intolerancia al estrés y atención selectiva del EPS puede exacerbar el dolor.
Es por ello que los pacientes con ambas condiciones tienen síntomas más severos e
incapacitantes, cuando el problema central es la fibromialgia (Sherman et al., 2000), o el
Estrés Postraumático (Amir et al., 1997).

Por otro lado, como ya se ha comentado en relación a los estímulos, existen varios
estudios que refieren una asociación entre la FM y eventos traumáticos (Amir et al. 1997;
Epstein et al. 1999; Kirmayer et al., 1988; Walker et al. 1997; Wolfe et al. 1984). Los eventos
traumáticos han estado implicados en el desarrollo de la fibromialgia, así como en la
predisposición a tener altos niveles de malestar emocional e incapacidad funcional. En un
estudio comparativo, Walter et al. (1998) mostraron que los pacientes con FM tenían mayor
prevalencia de varias formas de victimización y/o abuso, ambas en la adultez y niñez, en
comparación con pacientes con Artritis Reumatoide. Además, estas experiencias
correlacionaban con la intensidad de dolor. Bennet (1993) observó que si los síntomas de la
fibromialgia se manifestaban, se podían desarrollar a los 18 meses después de un evento

130
traumático, y Greenfeld et al. (1992) mencionan que los pacientes con FM cuyo historial se
relacionaba con eventos traumáticos tenían poca mejoría. Además, los eventos traumáticos
parecían predisponer a los sujetos tanto a padecer de FM como de trastornos afectivos y/o de
ansiedad. Por ello, autores como Roy-Byrne et al. (2004), sugieren que para la evaluación y
tratamiento óptimo de los pacientes con FM se debe tener en cuenta la experiencia de eventos
traumáticos que pudieran favorecer la coexistencia del EPS.
La coincidencia entre estas y otras características de la fibromialgia y del ESP ha
llevado a considerar seriamente el grado de solapamiento entre ambos síndromes. De este
modo, diversos estudios han puesto de manifiesto que la fibromialgia se encuentra muy
asociada con los síntomas del EPS (Amital et al., 2006; Argüelles et al., 2006; Asmundson et
al., 2002; Sharp, 2004; Walter et al., 1998; White et al., 2002;Wolfe y Skevington, 2000), así
como con el propio trastorno clínicamente diagnosticado (Benedikt y Kolb, 1986; Benjamin
et al., 2000; Cohen et al., 2002; Roy-Byrne et al., 2004). Por ejemplo, Amital et al. (2006) han
encontrado que el 49% de los pacientes con EPS cumplirían los criterios del Colegio
Americano de Reumatología para el diagnóstico de la fibromialgia, mientras que Cohen et al.
(2002) señalan que hasta el 57% de los pacientes con diagnóstico de fibromialgia cumplirían
los criterios para el diagnóstico de EPS según el DSM-IV. La coocurrencia de fibromialgia y
EPS ha generado una amplia controversia acerca de la naturaleza de la relación entre ambos
trastornos, habiéndose planteado la presencia de un subgrupo de pacientes con fibromialgia
con procesos fisiopatológicos comunes a otros trastornos, entre los que sobresale el EPS (Van
Houdenhove y Luyten, 2006). Para ambos se ha subrayado el rol central del estrés en su
posible inicio y mantenimiento (Raphael et al., 2004; Van Houdenhove y Luyten, 2006; Van
Houdenhove y Egle, 2004). Sin embargo, hasta la fecha no se le ha prestado atención al
análisis de la percepción y modulación del dolor, elemento definitorio de la FM y con una alta
prevalencia entre los pacientes con EPS, siendo éste especialmente evidente dentro del
subgrupo en el que se produce una comorbilidad entre el TSP y la fibromialgia.

3.3.3. Repercusiones en la calidad de vida y Fibromialgia

Ya hablamos en el primer capítulo de las consecuencias familiares, sociales y


laborales que se presentan en la FM, y desde luego no cabe ninguna duda de que esta
enfermedad afecta considerablemente a la calidad de vida. Se podría asumir que estas
consecuencias vienen determinadas por el propio proceso de estrés que en si mismo las

131
provoca, pero cuando se suma el estresor de padecer una enfermedad como la FM entonces se
pueden incrementar.

En el estudio del impacto de la FM se ha observado que las consecuencias en su


calidad de vida son en ocasiones devastadoras. Además, no sólo afectan a la vida de los
pacientes sino a las personas de su entorno y al medio en el que viven. De hecho, de las
enfermedades reumáticas, es la que tiene más impacto en la calidad de vida (Martínez et al.,
2001; Bernard et al., 2000) y ésta es significativamente peor que la de los pacientes
ostomizados y con otras enfermedades crónicas como la diabetes mellitus
insulinodependiente, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, la artritis reumatoide y la
artrosis (Martínez et al., 1995; Burckhardt et al., 1993).

Los pacientes con FM refieren una gran repercusión en sus vidas en lo que se refiere a
capacidad física, actividad intelectual, estado emocional, relaciones personales, carrera
profesional y salud mental. Además, habría que añadir el efecto negativo que la
estigmatización social pueda tener sobre el paciente. Por eso, el dotar de adecuadas estrategias
de afrontamiento frente a la enfermedad es indispensable en condiciones como ésta.

El impacto en la vida familiar en estos pacientes incluye desde la vida de pareja


(Paulson, Norberg y Soderberg, 2003) hasta las relaciones con los padres, los hermanos y los
hijos. Incluso hay estudios con los cónyuges de los enfermos en los que se muestra que éstos
tienen peor calidad de vida que los parientes de los enfermos sin FM, especialmente en los
aspectos funcionales del trabajo y el hogar, la independencia y la salud; así como la vida
sexual (Kool et al., 2006; Neumann y Buskila, 1997; Reich et al., 2006). Para Rivera et al.
(2006) el impacto familiar se debe valorar por: a) el grado de ruptura familiar que produce
desde el punto de vista psicoafectivo, b) las cargas familiares secundarias a la aparición de la
FM, como la redistribución de tareas y los roles en la familia y sociales y c) las pérdidas
económicas en relación con la inactividad laboral del paciente, así como los gastos
relacionados con la enfermedad.

En cuanto a la discapacidad laboral, existen una serie de factores que contribuyen a la


repercusión sociolaboral de la enfermedad: su alta prevalencia, la percepción de dolor y
malestar generalizado y la pérdida de función corporal (Wolfe et al., 1995). En este aspecto,
la evaluación de la discapacidad de los enfermos con FM es generalmente un proceso plagado

132
de controversias, por razones tales como la incredulidad diagnóstica de algunos de los agentes
evaluadores, la concurrencia de anomalías psicológicas, la dificultad en la objetivación de la
incapacidad, las deficiencias en los instrumentos de evaluación y la escasa eficacia del
tratamiento (Bennet, 1993; Rivera, 2004; Rivera et al., 2006). Además, el propio proceso de
evaluación de la discapacidad y los litigios por obtener o mejorar la compensación económica
pueden actuar como factores agravantes del proceso. Finalmente, es posible que determinadas
condiciones laborales (insatisfacción, ergonomía inadecuada) contribuyan a la discapacidad
laboral en la FM. El estudio EPISER (2001) muestra cómo la FM tiene un notable impacto en
la capacidad funcional, superando el de la artritis reumatoide y el de la artrosis o la lumbalgia.
Tornero y Vidal (1999) señalan que el 5% de toda la invalidez permanente por enfermedad
reumática es debida a la FM.

En un estudio reciente, Arnold et al. (2008), con el empleo de metodología cualitativa,


analizó el impacto de la FM en 48 mujeres. Entrevistó en grupos de seis a estas pacientes y
encontró que las áreas de mayor impacto para ellas eran el dolor, problemas de sueño, fatiga,
depresión, ansiedad y dificultades cognitivas, además del impacto social y ocupacional. Las
pacientes referían haber truncado algunas relaciones familiares y de amistad, además se
sentían aisladas, con actividades bastante reducidas, incapaces para realizar ejercicio físico y
con una pérdida de su capacidad laboral y/o académica. Estos datos podrían ser confirmados
por cualquiera que realice actividad clínica con estas pacientes.

No cabe duda de que el dolor es un elemento clave en el impacto psicosocial de esta


enfermedad. Los pacientes con FM sufren asociado al dolor cualquier esfuerzo que antes
realizaban sin dificultades, y viven la evolución y curso del trastorno como algo limitante e
invalidante (Burckhardt et al., 1993; Martínez et al., 1995). Quizá una de las áreas más
afectadas es la de la vida en pareja (Paulson et al., 2003) ya que en muchas ocasiones el
paciente se siente incomprendido por ésta. Además, las cargas familiares conllevan la
redistribución de tareas y de los roles familiares, en los que no siempre hay un común
acuerdo. Socialmente también existe una incapacidad de expresar el sufrimiento provocado
por el dolor y a veces estos pacientes se encuentran con la incomprensión de los allegados, lo
que agrava su estado emocional. También se descuidan las actividades de ocio y
entretenimiento, ya que en ocasiones se tiene la creencia de que si éstas se llevan a cabo, el
dolor aumenta.

133
Como hemos podido ver, el estrés desempeña un papel fundamental en la
fibromialgia. Aunque aún queda mucho por investigar en relación a sus mecanismos de
actuación y al posible papel etiológico, lo cierto es que influye notablemente en la
sintomatología asociada a la FM y en la calidad de vida. A la vista de la revisión realizada,
parece necesario un modelo integrador que permita, desde un enfoque biopsicosocial, abordar
los diferentes elementos del proceso de estrés en personas con FM, así como una adecuada
evaluación y tratamiento de los mismos. Tampoco debemos olvidar que éste no afecta igual a
todas las personas y que la capacidad del individuo para afrontar este proceso de estrés es
fundamental. Por esta razón, en el siguiente capítulo hablaremos precisamente de estos
recursos personales (en particular de las variables cognitivo-afectivas por constituir el
objetivo de la presente tesis doctoral), que además funcionan como moduladores del proceso
de estrés y que son especialmente relevantes para controlar o reducir la sintomatología, en
este caso de la fibromialgia.

134
4. VARIABLES COGNITIVO-AFECTIVAS Y FIBROMIALGIA

4.1. CREENCIAS DE CONTROL Y DOLOR

Los trastornos de salud, y en particular aquellos de naturaleza crónica y que cursan


con dolor, constituyen importantes fuentes de estrés y exigen del enfermo constantes
esfuerzos de adaptación. En este contexto, del conjunto de factores cognitivos que aparecen
como determinantes en la adaptación a enfermedades crónicas, las creencias de control quizá
sean las que mayor interés han despertado en la investigación actual, asumiendo su
importante papel tanto en el estado de salud como en la adaptación psicológica a los
problemas de enfermedad (Wallston, 1989; Wallston, Wallston, Smith y Dobbins, 1987).
Dentro de estas creencias de control se engloban dos constructos que posiblemente tengan el
mayor número de estudios en el ámbito de la salud (Martín-Aragón, 2001): las expectativas
de autoeficacia y el locus de control. Ambas, previamente definidas como variables
moduladoras del estrés, tienen en común constituir mecanismos o recursos cognitivos que
implican un sentido de control.

En la literatura precedente de dolor crónico, numerosas investigaciones se han


centrado en estudiar el papel predictor de la percepción de control en los estados de salud,
obteniendo resultados concluyentes que señalan su papel positivo (Dwyer, 1997; Lin y Ward,
1996; Pastor, López-Roig, Rodríguez-Marín, Martin-Aragón, Terol et al., 1999).

4.1.1. Autoeficacia y Dolor Crónico

El estudio de las creencias de autoeficacia en el caso del dolor, se centra en la creencia


del propio sujeto sobre su capacidad de manejar y controlar el dolor, así como de realizar
distintas actividades en el contexto de esa experiencia de dolor crónico. Así, una persona con
una alta autoeficacia en relación al manejo del dolor, llevará a cabo conductas de
afrontamiento adecuadas con la consiguiente mejora en su adaptación y bienestar.

135
Los modelos de autoeficacia del dolor provienen de la aplicación de la Teoría de
Bandura (1986) al problema de dolor (Council, Ahern, Follick y Kline, 1988). Según estos
modelos comprobados empíricamente, las creencias de autoeficacia para el control del dolor
determinan la adaptación del sujeto al mismo. La autoeficacia para el control del dolor ha
demostrado su importancia en la adaptación del sujeto al dolor tanto en el dolor agudo
(Kaplan, Wurtele y Gillis, 1996) como en el crónico (Jensen, Turner, Romano, Karoly; 1991;
Lorig, Mazonson y Colman, 1993) y en el dolor provocado en laboratorio (Bandura, O’Leary,
Taylor, Gauthier y Gossard, 1987).

Distintos estudios han demostrado la relevancia de las creencias de autoeficacia en


personas con dolor crónico (Gibson y Helme, 2000; Jensen, Turner y Romano, 2001; Turner,
Jensen y Romano, 2000) en los que se ha puesto de manifiesto que la creencia del individuo
sobre su capacidad para controlar su dolor está relacionada con mejor funcionamiento físico,
mayores niveles de actividad y menor incapacidad (Estlander, Vanharanta, Moneta y
Kaivanto, 1994; Jensen, Turner y Romano, 2001; Rejeski, Craven, Ettinger, McFarlane y
Shumaker, 1996; Turner et al., 2000), menor intensidad de dolor y mayor tolerancia al mismo
(Dolce et al., 1986; Jensen, Turner y Romano, 2001; Keefe et al., 1997; Litt, 1988), mejor
control efectivo del dolor (Jensen y Karoly, 1991) y mejor ajuste psicológico (Arnstein,
Caudill, Mandle, Norris y Beasley, 1999; Jensen, Turner y Romano, 2001; Turner et al.,
2000).

Por otra parte, se ha estudiado también la autoeficacia para la realización de


actividades en las personas que padecen dolor crónico, encontrándose relación entre una
mayor autoeficacia y un predominio del afrontamiento activo al dolor (Lackner, Carosella y
Feverstein, 1996; Lorig et al., 1989). En el trabajo de Rejeski et al. (1996) con personas
mayores con artrosis, se pone de manifiesto que la autoeficacia percibida para la realización
de actividades a pesar del dolor se relaciona en sentido inverso con la disminución de la
actividad, la intensidad de dolor percibida y el nivel de dificultad percibido de la tarea. Por su
parte, Lackner et al. (1996) estudiaron la relación entre la autoeficacia percibida para la
ejecución de la actividad y el funcionamiento físico de personas con dolor crónico lumbar.
Los resultados muestran que la autoeficacia percibida para la ejecución de la actividad
predice, junto con la intensidad de dolor, el funcionamiento físico del sujeto, una vez
controladas la expectativa de dolor y de recaída. Sin embargo, estas dos últimas variables no
se relacionaron con funcionamiento físico una vez controlado el efecto de la autoeficacia

136
percibida. Según estos autores parece que lo que sucede es que la autoeficacia percibida para
la ejecución de la actividad, se centra en procesos motivacionales específicos de ejecución, en
lugar de específicos de dolor. En este sentido, las expectativas de dolor pudieran tener cierta
influencia sobre el funcionamiento físico: cuanto mayor sean las expectativas de dolor, menor
será el esfuerzo y la persistencia en las tareas y mayor la conducta de evitación (Turk y Rudy,
1992).

En cuanto a la autoeficacia para el control del dolor, Arnstein et al. (1999) muestran
como la intensidad de dolor es un factor importante asociado a la discapacidad. Estos autores
plantean un modelo en el que una mayor intensidad de dolor implica una menor autoeficacia y
un mayor estado depresivo. Igualmente, la autoeficacia media parcialmente la relación entre
intensidad de dolor y discapacidad física. Otros estudios confirman la relación entre creencias
de autoeficacia y discapacidad encontrándose asociación entre los niveles de autoeficacia para
el control del dolor y menores niveles de discapacidad funcional (Council et al., 1988; Dolce
et al., 1986; Estandler et al., 1994; Kores, Murphy, Rosenthal, Elias y North, 1990), altos
niveles de funcionamiento y mayor nivel de actividad física (Anderson et al., 1995; Levin,
Lofland, Cassini, Porey y Blonsky, 1996). Asimismo, altas puntuaciones en autoeficacia para
disminuir el dolor y para aumentar el funcionamiento se asocian con menores niveles de
intensidad de dolor, incapacidad funcional y depresión (Lorig et al., 1989).

Por otro lado, el planteamiento de metas personales también se ha relacionado con la


autoeficacia en personas con dolor crónico. Así, en un estudio con pacientes con Artritis
Reumatoide se mostró que la creencia de poder manejar el dolor, la fatiga y el funcionamiento
físico se relacionaba con menos dolor, mayor afecto positivo y mayor confianza en poder
realizar metas a corto plazo (Levfebvre et al., 1999). Karoly y Ruehlman (1996) encontraron
que personas con dolor crónico tenían menores niveles de autoeficacia para el cumplimiento
de metas vocacionales en comparación con personas sin dolor, y que aquellos que padecían
dolor crónico y que tenían más autoeficacia para el cumplimiento de metas, referían menos
niveles de ansiedad que aquellos con menos autoeficacia para el cumplimiento de metas.

4.1.2. Autoeficacia y Fibromialgia

La relación entre autoeficacia y fibromialgia se ha estudiado principalmente desde la


pasada década y en el ámbito de la reumatología ha existido un incremento en el número de

137
trabajos que muestran el papel relevante que las creencias de autoeficacia tienen en la
adaptación a esta patología (Bukelew et al., 1994, 1996; Lomi, Burckhardt, Nordholm, Bjelle
y Ekdahl, 1995; Parker et al., 1993; Stewart y Knight, 1991).

Las creencias de autoeficacia de las personas con fibromialgia se han estudiado


fundamentalmente en relación a su nivel de adaptación. En este sentido, se ha establecido
relación entre este tipo de creencia y la mejora tras el tratamiento (Buckelew et al., 1996;
Wells-Federman, Arnstein y Caudill-Slosberg, 2003), mayores niveles de satisfacción
(Serber, Cronan y Walen, 2003), menor nivel de conductas de dolor (Buckelew et al., 1994),
menor intensidad de dolor (Buckelew, Murray, Hewett, Jonson y Huyser, 1995; Martín-
Aragón et al., 2001; Miró, 1994) y mayor nivel de ejercicio y menor limitación funcional y
distrés psicológico (Buckelew et al., 1995; Martín-Aragón et al., 2001; Oliver y Cronan,
2002). En todos estos estudios se evaluó la autoeficacia percibida sobre la enfermedad y no la
autoeficacia general.

En comparación con otros trastornos de dolor crónico, Buckelew y su equipo (1996)


señalan que no existen diferencias en autoeficacia entre las puntuaciones obtenidas en su
estudio en esta variable en personas con fibromialgia y las obtenidas en otros trabajos con
personas con Artritis Reumatoide (Lorig, Chastaig, Ung, Shoor y Holman, 1989). Sin
embargo, en el trabajo de Mellegärd et al. (2001) se encontraron menores niveles de
autoeficacia así como la utilización de estrategias pasivas de afrontamiento en 81 mujeres con
Fibromialgia en comparación con mujeres con dolor de cuello o espalda y/o dolor lumbar,
debiéndose posiblemente a una mayor percepción de incapacidad de estas pacientes.

En cuanto al manejo de síntomas, diferentes estudios ponen de manifiesto el papel


positivo de la autoeficacia en el manejo del dolor y en el control de los síntomas asociados a
la FM (Buckelew, Murray, Hewett, Jonson y Huyser, 1995; Martín-Aragón et al., 2001;
Menzies, Taylor y Bourguignon, 2006; Miró, 1994).

En lo que respecta a la realización de actividades, Culos-Reed y Brawley (2000)


comprueban en un estudio con personas con FM que mayores niveles de autoeficacia se
relacionan con mayor realización de actividad física. Mencionan que la confianza en la
realización de una cierta actividad física puede hacer que participen de ella y a su vez si se
sienten confiados para realizarla, como consecuencia también lo estarían para realizar

138
actividades de la vida diaria que requieran menor esfuerzo (como por ejemplo ir a la compra,
dar algún paseo, etc). Estos mismos autores comprobaron la importancia de la autoeficacia
como predictor directo de la actividad física de las personas con FM (Culos-Reed y Brawley,
2003). Culos-Reed (2001), en otro estudio que diferenciaba entre eficacia para la realización
de actividades y eficacia para el control de los síntomas, encuentra que ambos tipos de
autoeficacia predicen la frecuencia de actividad física y el status funcional. Concretamente,
las personas con FM más activas y aquellas que realizaban mejor las actividades diarias
tenían mayores puntuaciones en ambos tipos de autoeficacia.

También se ha investigado el papel de la autoeficacia en distintos programas de


tratamiento. Así, Buckelew et al. (1996) tras un programa de entrenamiento que incluía
técnicas de biofeedback y/o ejercicio, encontraron que la autoeficacia (evaluada antes del
programa) predecía de manera significativa la actividad física (después del programa), de
manera que altos niveles de autoeficacia se asociaban a altos niveles de actividad física
después de la intervención. Los cambios producidos en la autoeficacia predecían algunos
resultados post-intervención como el indicador de puntos dolorosos, la sintomatología de la
FM y el dolor. Schachter et al. (2003) vieron que después de practicar un programa de
ejercicios aeróbicos de bajo impacto videograbados en casa durante 16 semanas había una
mejora en la autoeficacia y en los síntomas de la enfermedad en pacientes con FM de entre 20
y 55 años, estos resultados se mantenían si al menos realizaba una tercera parte de los
ejercicios prescritos. Resultados similares se encontraron en el estudio de Martin et al. (1996).
En un estudio sueco (Aspegren, Brolin-Magnusson, Sören, Gerdle y Henriksson, 2000) se
comparó un tratamiento de fisioterapia de conciencia corporal (BAT; Body awareness
therapy) y un tratamiento que combinaba técnicas cognitivo-conductuales y de fisioterapia
(sistema Mensendieck, 1937, 1957). Los pacientes con FM que realizaban esta última,
obtuvieron mayores puntuaciones en la autoeficacia para el manejo de síntomas. Otros
estudios indican que la terapia cognitivo-conductual aumenta la autoeficacia percibida para el
control del dolor en pacientes con FM (Nielson et al., 1992; White y Nielson, 1995). Sin
embargo, en el estudio de Rivera et al. (2004), contrariamente a lo esperado, no se encontró
mejoría en los niveles de autoeficacia de 31 mujeres con FM que realizaban o bien,
tratamiento cognitivo-conductual o un programa de ejercicio físico, pero si se encontró
mejoría en la sintomatología física y manifestaciones clínicas. Teniendo en cuenta las
limitaciones del estudio por el escaso número de pacientes que participaron, este estudio
podría sugerir que la autoeficacia no siempre está relacionada con la mejoría clínica de estas

139
pacientes. Por otro lado, en el estudio de Bailey, Starr, Alderson y Moreland (1999) la
autoeficacia específica de dolor mejoró tras una intervención interdisciplinar grupal de doce
semanas de tratamiento. Asimismo, Buckelew et al. (1995) encuentran, tras la intervención
realizada con biofeedback y ejercicio, que los altos niveles de autoeficacia están asociados
con niveles menores de dolor y una mejora de la actividad física, una vez controladas tanto las
variables sociodemográficas como las variables de severidad de la enfermedad.

Por otro lado, se ha analizado el papel que la autoeficacia junto con el funcionamiento
físico y la limitación funcional ejercen sobre otros indicadores, dadas las repercusiones de la
fibromialgia sobre la calidad de vida de estas personas (Jegede, 2006; Theadom, Cropley y
Humphrey, 2007; Velasco et al., 2008). Concretamente, Burckhardt et al. (2005), en un
estudio que pretendía analizar las variables que explicaban la necesidad de abandono del
trabajo en FM, encontraron que una baja autoeficacia para el control del dolor junto con un
pobre funcionamiento físico y la presencia de sintomatología interfiriente con la realización
de tareas laborales eran los principales predictores del abandono del trabajo. Lynch (2004)
encuentra como predictores de adhesión terapéutica en FM la autoeficacia para el control del
dolor, la autoeficacia para el control de síntomas y el funcionamiento físico.

Otro aspecto que se ha relacionado con la autoeficacia en personas con FM es el apoyo


social. En el estudio de Franks, Cronan y Oliver (2004), se valoró a 568 mujeres con FM y se
les aplicaron medidas de apoyo social y de autoeficacia. Los análisis de los resultados
mostraron que mientras más redes de apoyo social tenían estas pacientes, presentaban
mayores niveles de autoeficacia, concretamente la referida al dolor y a la sintomatología. De
esta manera, el número y la calidad de relaciones sociales eran aspectos importantes
relacionados con la creencia de poder manejar los síntomas de la enfermedad
satisfactoriamente. Además, el apoyo emocional y de información predecían los niveles de
autoeficacia para el funcionamiento: altos niveles de apoyo informativo se relacionaron con
menores niveles de autoeficacia para el funcionamiento. Según estos autores, estos resultados
podrían ser porque los individuos que no se creen lo suficientemente hábiles para manejar sus
limitaciones funcionales asociadas con la enfermedad, podrían buscar y recibir información
que les ayude a afrontar su condición. También pudieran indicar que los individuos que
reciben mucho apoyo instrumental de los amigos y la familia sienten que no podrían
funcionar por si mismos. En cuanto a la búsqueda de asistencia médica, Kersh et al. (2001)
encontraron que los cuatro predictores que influyen en la misma son: altos niveles de dolor,

140
afecto negativo (ansiedad y depresión), molestias cotidianas estresantes y bajos niveles de
autoeficacia para el manejo de los síntomas y actividades. Las variables afectivas y cognitivas
podrían aumentar la intensidad y severidad del dolor a través de los efectos del sistema
límbico (Bradley et al., 1993; Chapman y Gaurin, 1999; Loeser y Melzack, 1999; Melzack,
1999a) y así motivar a las personas con FM a que consulten un médico. Los autores
concluyen diciendo que estos cuatro factores no son necesarios para el desarrollo de la FM
pero pueden tener una gran influencia en conductas como búsqueda de asistencia médica y
otras más complejas que involucren procesos como el aprendizaje (Buckelew et al., 1994;
Romano et al., 1995; Whitehead, Winget, Fedoraviciuis, Wooley y Blackwell, 1994).

En cuanto al cumplimiento de metas y autoeficacia, Affleck et al. (2001) encontraron


que las mujeres con fibromialgia que tenían mayor sintomatología no podían cumplir con
metas relacionadas tanto con la salud como con lo social. En los días que estas mujeres se
encontraban más cansadas y con mayor dolor, referían estos síntomas como importantes
barreras que les impedían cubrir sus metas. Estos resultados coinciden con estudios previos
(Henriksson, Gundmark, Bengtsson y Ek, 1992).

Parece, por lo tanto, que la autoeficacia funciona como una especie de “recurso
cognitivo” de percepción de control y de capacidad que afectaría de manera significativa a la
Fibromialgia. En este sentido, el trabajo de González-Gutiérrez et al. (2009) muestra un
modelo en dónde las pacientes con FM con elevados niveles de autoeficacia sobre la
enfermedad (que incluiría básicamente el control dolor, los síntomas y la capacidad para
realizar actividades) se implicarían activamente en la obtención de un mayor equilibrio en el
balance de estrés/recuperación, fundamentalmente a través de un incremento de las
experiencias subjetivas satisfactorias y mediante la implicación en un mayor número de
actividades de recuperación físicas (por ejemplo, practicar relajación), conductuales (por
ejemplo, tomar decisiones importantes o llevar a cabo tareas con éxito) y sociales (por
ejemplo, visitar amigos). A su vez, dichas actividades de recuperación resultarían importantes
fuentes experienciales de dominio personal, estableciendo así relaciones bidireccionales sobre
una serie de recursos cognitivos de control (autoeficacia para realización de actividades, para
el control del dolor y para el control de los síntomas así como un locus de control interno).
Esta sensación de control percibido generada por el locus de control interno y las creencias de
autoeficacia ha sido señalada como un eficaz regulador del funcionamiento humano a través
de procesos cognitivos, motivacionales y afectivos (Bandura, 1995). Cuanto más fuertes son

141
este tipo de creencias/expectativas más retadores son los objetivos que se establecen las
personas y más firme es su compromiso para alcanzarlos, perseverando ante las dificultades
(por ejemplo, el dolor o sintomatología en el caso de la fibromialgia) y resistiendo a los
fracasos (Locke y Latham, 1990). Este es el caso, como hemos mencionado antes, de la
perseverancia en la ejecución de actividades físicas que parece darse entre las personas con
elevada autoeficacia que padecen distintas enfermedades que cursan con dolor crónico (e.g.
Holman y Lorig, 1992) y, concretamente, de la menor interferencia en el funcionamiento
diario observado entre pacientes con fibromialgia caraterizadas por elevadas creencias de
control (Buckelew et al., 1995; Buckelew et al., 1996; Culos-Reed, 2001; Culos-Reed y
Brawley, 2003). Igualmente, en este modelo se ofrece evidencia a favor de una relación
directa entre los procesos de control percibido (evaluados mediante la autoeficacia de dolor y
el locus de control interno) y la interferencia en el funcionamiento, pero a la vez pone de
manifiesto el papel mediador de los procesos de estrés/recuperación y del malestar afectivo en
la relación entre los recursos cognitivos estudiados, e importantes variables de resultado como
la sintomatología o la intensidad de dolor.

4.1.3. Locus de control y Dolor Crónico

Como mencionábamos anteriormente, dentro de los procesos cognitivos comunes que


implican un sentido de capacidad personal y de control percibido del medio (Prendergast,
1994; Thompson, 2006), se encuentra además de la autoeficacia (Bandura, 1987), el locus de
control. Ambas variables se muestran como conceptos bastante próximos que influyen de
forma considerable no sólo sobre la experiencia subjetiva de las personas en su interacción
con el medio, sino que además determinan en gran medida la iniciación y la persistencia de la
mayor parte de las conductas individuales (e.g. Bermúdez, 1996; Locke y Latham, 1990).
Dicha proximidad también parece clara cuando este tipo de recursos hacen referencia
explícita a los procesos de enfermedad (el dolor, los síntomas y la capacidad para la
realización actividades).

En su adaptación al ámbito de la salud se propusieron tres dimensiones independientes


(Wallston et al., 1976, 1978) para el locus de control: Interno y Externo, incluyendo en este
último Otros Poderosos y Azar. Así, las personas con un locus interno creen que con su
conducta pueden influir en el mantenimiento de la salud, así como modificar el curso y

142
resultado de la enfermedad. Por el contrario, las personas con un locus externo creen que su
salud, o su enfermedad, están determinadas por agentes externos a ellas mismas: en un caso
por las conductas de otras personas como profesionales de la salud o familiares (Otros
Poderosos) y, en otro por la acción del azar, la suerte o el destino (Azar). En esta misma línea,
Levenson (1981) establece esta misma distinción dentro del locus de control externo,
señalando que los pacientes más adaptativos serían aquellos que puntuaran alto en el control
interno, pero dentro del control externo, presentaran altas puntuaciones en locus de control
otros profesionales y bajas puntuaciones en suerte o azar.

En la literatura sobre dolor crónico se ha sugerido la importancia de este concepto para


estudiar la adaptación a esta situación (Buckelew et al., 1990; Mccann, 2001; Skevington,
1990). El locus de control de dolor hace referencia al grado en que el sujeto percibe o cree
que tiene control sobre su dolor. Un individuo puede creer que la severidad de su dolor está
determinada por factores de suerte o azar, por la acción de otros poderosos (profesionales de
la salud, familia...) o es consecuencia de sus propios actos. Aquellos sujetos que achacan los
cambios en el dolor a otros o al azar tienen una percepción de control externa, también
denominada locus de control externo, mientras que aquellos que piensan que tales cambios se
deben a sus propios actos mantienen una percepción de control interna o locus de control
interno.

Los pacientes con dolor crónico que presentan un locus de control interno no sólo
muestran menores niveles de distrés psicológico (Marks, Richardson, Graham y Levine,
1986) sino que informan de una menor intensidad de dolor (Conant, 1991; Jensen, Turner y
Romano, 2001; Jordan, Lumley y Leiden, 1998; Skevington, 1983), presentan menos
alteraciones del estado de ánimo (Jensen, Turner y Romano, 2001; Jordan et al., 1998; Rudy,
Kerns y Turk, 1998; Skevington, 1983), una disminución en la incapacidad percibida (Jensen,
Turner y Romano, 2001), un mejor cumplimiento de los protocolos de tratamiento (Härkäpää
et al., 1991) y una utilización de estrategias de afrontamiento más activas (Härkäpää et al.,
1996, Haythornthwaite, Menefee, Heinberg y Clark, 1998). También se ha analizado la
contribución que la utilización de estrategias específicas de afrontamiento tiene en la
percepción de control sobre el dolor. Es así como se concluye que las autoinstrucciones de
afrontamiento y la reinterpretación de las sensaciones de dolor predicen mayores
percepciones de control sobre el dolor, mientras que el ignorar las sensaciones de dolor
predice menores percepciones de control sobre el dolor. La flexibilidad cognitiva o el número

143
de estrategias de afrontamiento informadas también predicen las percepciones de control
sobre el dolor (Haythornthwaite et al., 1998). Por el contrario, un locus de control externo
“Azar” se relaciona con altos niveles de ansiedad, depresión y desesperanza en pacientes con
dolor crónico (Skevington, 1990; Crisson y Keefe, 1988; Buckelew et al., 1990).

En un interesante estudio realizado por Tan y colaboradores (2002) analizan, en una


muestra de personas entre los 22 y los 82 años de edad con dolor crónico benigno de distinta
etiología, la relación entre distintas medidas relacionadas con la percepción de control y la
adaptación física y psicológica al dolor. Los autores analizaron la influencia de seis factores
(control sobre los efectos del dolor, control sobre la vida, control activo del dolor, ausencia de
control de dolor, control sobre el dolor y control del dolor sin medicación adicional) en
distintas variables de adaptación. La severidad del dolor quedaba explicada por el factor
control sobre los efectos del dolor y el factor control sobre el dolor. La discapacidad, por los
factores control sobre los efectos del dolor, control sobre la vida y control activo del dolor.
Por último, la interferencia del dolor en las actividades cotidianas se predice a partir de los
factores control sobre los efectos del dolor y control sobre la vida.

Parece que la creencia de controlabilidad se relaciona, en problemas osteomusculares,


en concreto en la artritis reumatoide, con mejor funcionamiento físico y social así como con
mayor capacidad de realización de las actividades de la vida diaria (Scharloo et al., 1998).
Además, los pacientes con dolor crónico, incluidos aquellos con dolor de origen
osteomuscular jóvenes y mayores, que presentan un locus de control interno predominante
informan de menor intensidad de dolor (Jordan et al., 1998; Skevington, 1983; Toomey,
Mann, Abashian y Thompson-Pope, 1991), aplican en mayor medida estrategias de
afrontamiento activo (Härkäpää, Jaervikoski y Vakkari, 1996; Melding, 1995), presentan
menos trastornos de estado de ánimo (Jordan et al., 1998; Rudy et al., 1988; Skevington,
1983) y mantienen una mayor adherencia al tratamiento (Härkäpää et al., 1991).

En un trabajo con personas con dolor lumbar, el locus de control interno para el dolor
se relacionó con menor discapacidad física una vez controlado el efecto de la intensidad de
dolor, el malestar psicológico y duración del dolor (Cheng y Leung, 2000). Según los autores
de este último trabajo, la relación entre el locus de control y la discapacidad puede explicarse
a través del afrontamiento. Los autores sostienen que una percepción interna del dolor se
relacionaría con el uso de estrategias más activas lo que redundaría en menor discapacidad.

144
Por el contrario, un locus de control externo se asocia con mayor severidad de dolor (Toomey
et al., 1991), mayores niveles de depresión (Skevington, 1983) y el uso de estrategias poco
adaptativas de afrontamiento, como el pensamiento catastrofista (Crisson y Keefe, 1988).

Gibson y Helme (2000) realizaron un estudio cuyo objetivo fundamental era la


validación de la Escala de Locus de Control de Dolor (PLOC, Main y Waddell, 1991;
Toomey et al., 1991) en una muestra de personas mayores. Los resultados de los análisis
efectuados demuestran una alta prevalencia del locus de control externo centrado en el azar.
La orientación del locus de control de dolor se relacionó con el uso de distintas estrategias de
afrontamiento, niveles de intensidad de dolor, depresión, funcionamiento físico y adherencia
al tratamiento. En conjunto, estos resultados demuestran la importancia de las creencias, en
concreto el locus de control de dolor, en la adaptación de las personas mayores a los
problemas de dolor crónico.

En el trabajo realizado por Biurrún-Unzué, Fernández Cuadrado y Jusué Erro (2002)


se evaluaron los efectos del locus de control en un programa de tratamiento cognitivo-
conductual (autodominio del dolor de HC Phillips) para pacientes con dolor crónico. Los
resultados muestran que las percepciones de control personal sobre el dolor aumentan en la
evaluación post-tratamiento, internalizando el locus de control. Es decir, al incrementar el
autodominio del dolor crónico por parte del paciente se modifican las actitudes en relación al
manejo del dolor y se produce una implicación más activa por parte del paciente, aumentando
el sentido de control personal (Coughlin, Badura, Felischer y Guck, 2000; Jensen, Turner y
Romano, 2001). Los autores concluyen que este programa de manejo del dolor es eficaz en el
cambio de las creencias de control sobre el mismo. La disminución de las atribuciones
externas son esenciales en el adecuado manejo del dolor.

En otro interesante trabajo realizado por Corrado (1998) se hipotetizaba que tras un
tratamiento con biofeedback en pacientes con dolor crónico, los pacientes con un locus de
control externo después de aprender a reducir el dolor, iban a internalizar este locus de
control. Sin embargo, los resultados no comprobaron esta hipótesis, pero si que las
puntuaciones de la escala que valoraba esta variable, mostraron una reducción en la
externalidad de este locus de control. Además, también existieron diferencias en cuanto a la
percepción del dolor: después de realizar el entrenamiento en biofeedback, los pacientes
indicaron menores niveles de precepción dolorosa.

145
Recientemente, Peñacoba et al. (2007) mediante técnicas de autoinforme y evaluación
experimental del dolor ante estímulos térmicos evaluaron las siguientes variables en 53
pacientes con dolor lumbar crónico: Afectividad Positiva y Negativa, Autoeficacia General,
Locus de Control, Limitación Funcional y Tolerancia al Dolor. Los resultados ponían de
manifiesto relaciones entre las diferentes variables cognitivas y afectivas evaluadas
(afectividad, autoeficacia y locus de control). Concretamente, se encontraron relaciones
negativas entre el locus de control externo sobre otros y la tolerancia al dolor. Igualmente, el
locus de control externo (suerte) mantiene relaciones positivas con la intensidad media del
dolor. A raíz de los resultados, se concluye que existe una influencia de las variables de riesgo
frente a las variables positivas (autoeficacia, locus de control interno y afectividad positiva)
en la tolerancia al dolor y en la limitación funcional asociada.

En términos generales, las personas que padecen dolor crónico tienen mayor tendencia
a un Locus de Control más externo, teniendo importantes repercusiones negativas sobre el
dolor y la limitación funcional. Sin embargo, existen pocos estudios que valoren el Locus de
Control Otros Poderosos, y los resultados esperados en relación a esta variable pueden
resultar contradictorios. Aunque se ha visto que en la medida que tengan más locus de control
externo, tendrán peor salud, y además pensarán que son los profesionales (en este caso de la
salud) quienes tienen la solución a su problema sin ellos implicarse en el autocuidado de la
salud o en la realización de hábitos saludables o adherencia a los tratamientos. Otros autores
(Levenson, 1981) apuntan a un efecto beneficioso de la combinación entre lugar de control
interno y otros poderosos, junto con bajo lugar de control azar, puesto que la incertidumbre
asociada a algunos trastornos de dolor crónico hace necesaria la confianza no sólo en los
propios recursos, sino en los profesionales sanitarios que nos atienden.

4.1.4. Locus de control y Fibromialgia

Al evaluar el locus de control en pacientes con Fibromialgia, parece que presentan un


locus de control de salud más externo que personas con otros tipos de dolor crónico o sanas
(Gustafsson y Gaston-Johansson, 1996). Como ya ocurría en otros tipos de dolor crónico, en
el caso de la FM, la externalidad del locus de salud está, a su vez, relacionado con mayor
intensidad de dolor, peor afrontamiento y distrés psicológico (Crisson y Keefe, 1988;
Härkäpää, Järvikoski y Vakkari, 1996; Martín-Aragón, Pastor, Lledó, López-Roig, Perol, y

146
Rodríguez-Marín, 2001; Toomey, Mann, Abashian y Thompson-Pope, 1991). Es importante
resaltar que en el caso de la fibromialgia, los estudios se centran en la evaluación del locus de
control de salud o de dolor y no en el locus de control general.

Respecto al estudio de lugar de control interno en la fibromialgia, se han realizado


trabajos bajo la teoría de la indefensión aprendida (Nicassio, Schuman, Radojevic y Weisman,
1999), que no encuentran apoyo a su papel como variable mediadora entre el dolor y la
sintomatología asociada a la FM y la depresión. La mayoría de los estudios encontrados
señalan un efecto beneficioso del lugar de control interno en la calidad de vida del paciente
(Zaharoff, 2005). Igualmente, se ha observado que el lugar de control interno contribuye a la
satisfacción de los pacientes tras los tratamientos alternativos, planteando la hipótesis de que
esta percepción de control podría contribuir igualmente a la motivación por realizar dichos
tratamientos (Crone, 1999).

Pese a la evidencia del papel del lugar de control externo en la FM, algunos estudios
encuentran resultados dispares. Así, en el trabajo realizado por Albrecht (1998) evaluaron,
tanto en pacientes con Fibromialgia como en pacientes con otros tipos de dolor crónico, la
relación existente entre el locus de control, estrategias de afrontamiento, abusos en la infancia
y capacidad intelectual. Los resultados mostraron, contrariamente a lo esperado, que las
pacientes con Fibromialgia presentaban un locus de control más “interno” que los otros
grupos de dolor crónico. Esta internalidad permitía que utilizaran estrategias de afrontamiento
más adaptativas y orientadas a la resolución de problemas. También existieron diferencias en
cuanto a la capacidad intelectual: esta variable fue identificada como mediadora entre las
atribuciones del locus de control y las estrategias de afrontamiento. Las pacientes con FM
presentaron un CI más alto y en la medida en la que el CI era mayor, existía un locus de
control más interno y estrategias de afrontamiento más adaptativas.

El estudio realizado por Pastor et al. (1993) en pacientes con distintos trastornos de
dolor crónico, entre ellos la Fibromialgia, muestra que el alivio del dolor se relaciona con un
locus de control externo, concretamene el relacionado a “otros profesionales”, quizá debido a
que estos pacientes son vistos regularmente en la consulta médica. En este mismo estudio, las
personas con otros trastornos de dolor crónico diferentes a la Fibromialgia tenían un locus de
control interno. Esta internalidad se relacionó principalmente con la adherencia al tratamiento,
concretamente con la realización de ejercicio (que implica el autocuidado del paciente), lo que

147
es percibido como algo beneficioso para ellas. Las pacientes con FM creían que su dolor era
controlado principalmente por Otros Profesionales pero también por el Destino o la Suerte,
esto podría significar que estas pacientes sienten que sus síntomas dependen de eventos
azarosos, que son variables que no pueden controlar ellas mismas u otras personas. A su vez,
esta percepción de que el control de sus síntomas depende de eventos azarosos permite
explicar los sentimientos de desesperanza comúnmente referidos por estas pacientes.

En el estudio de Mueller et al. (2003) encontraron que la capacidad funcional se


predecía principalmente por el locus de control interno junto con la autoeficacia general. Por
otra parte, en el estudio de Barjola et al. (2006) se evaluó el papel predictivo del locus de
control (general y específico de dolor) sobre la intensidad de dolor y la interferencia para
realizar las actividades cotidianas en 136 mujeres con Fibromialgia. Los resultados mostraron
que el locus de control general parece poseer valor predictivo sobre la interferencia, y en
cuanto a las variables que hacen referencia al locus específico de dolor se encontró que el
locus de control interno es el mayor predictor del menor nivel de interferencia y el locus de
control externo “destino” es el mayor predictor de la intensidad al dolor.

Bell et al. (2004) encontraron que la fuerza vital, concepto relacionado con
espiritualidad y movilización de energía para conseguir los objetivos propuestos, en pacientes
con FM que realizaban un tratamiento homeopático se correlacionaba con menores
indicadores de enfermedad, altos niveles en vigor, estados positivos, mejor calidad de vida,
menos fatiga, mayor sentido de coherencia y locus de control relacionado con “otros
poderosos”.

El trabajo de Stearns (1998) muestra que los pacientes con FM que percibían mayor
control sobre el dolor y su enfermedad, tendían a responder mejor a los tratamientos,
percibían menor intensidad de dolor y tenían creencias más adaptativas en relación a este.

En el estudio de Zautra et al. (1999) se valoró en pacientes con FM y con OA el locus


de control interno, pero no se encontraron diferencias significativas, contrariamente a lo que
se hipotetizaba, ya que estudios previos han mostrado que en la FM predomina un locus de
control más externo en comparación con otros trastornos de dolor crónico (Burckhardt y
Bjelle, 1996). Para estos autores existen otras variables de personalidad que pueden ser
importantes en el ajuste a la enfermedad. Al hilo con estos resultados, Buchwald y Garrity

148
(1994) tampoco encontraron diferencias en el locus de control al comparar pacientes con FM,
Fatiga Crónica y Sensibilidad Química Múltiple, sin embargo estos autores mencionan que
pudiera deberse al pequeño tamaño muestral.

4.1.5. Autoeficacia, Locus de Control y Fibromialgia

Cuando hablamos de locus de control y autoeficacia es de resaltar los efectos positivos


de la combinación de ambas variables que se han puesto de manifiesto en procesos como el
estrés o la adhesión terapeútica (Prendergast, 1994). En particular, la autoeficacia mantiene
relaciones positivas con el lugar de control interno (Prendergast, 1994; Thompson, 2006).
Estas dos variables han sido analizadas de manera integrada en algunos estudios como
el de Rudnicki (2001) o el de Martín-Aragón et al. (2001). Así, Rudnicki (2001) señala que el
apoyo social, la autoeficacia y el afrontamiento pasivo influyen en la experiencia de dolor.
Además, estos autores señalan el efecto mediador de la autoeficacia en las estrategias de
afrontamiento frente al dolor en la FM. Martín-Aragón et al. (2001) analizan el papel
diferencial de la autoeficacia, la competencia percibida y el lugar de control, encontrando que
la autoeficacia y la competencia percibida tienen una estrecha relación con la salud en la FM,
y que las diferentes creencias de control tienen un papel diferencial en los distintos
componentes del estado de salud, según su nivel de especificidad.

Mueller et al. (2003) valoraron tanto la autoeficacia de dolor como el locus de control
de salud en pacientes con Fibromialgia y Artritis Reumatoide y encontraron que la capacidad
funcional se predecía principalmente por la autoeficacia de dolor y el locus de control interno.
La autoeficacia para las pacientes con Fibromialgia fue el predictor más potente para la
intensidad de dolor, la depresión y la mayoría de las estrategias de afrontamiento. La
depresión estaba más relacionada con la autoeficacia general, optimismo y pesimismo. Como
en estudios anteriores, de nuevo se comprobó la relación existente entre la autoeficacia y el
locus de control interno. Según Bandura (1997), ambos conceptos están intimamente
relacionados, y de hecho estudios experimentales muestran evidencia empírica de la
interacción entre la autoeficacia y el control percibido sobre la tolerancia a la presión térmica
(Litt, 1988; Rokke, Al Absi, Lall y Oswald, 1991). En este mismo estudio, las expectativas de
autoeficacia se mostraron más predictoras de estrategias adaptativas de afrontamiento en
individuos con un locus de control interno.

149
Por otro lado, en el estudio de González-Gutiérrez et al. (2009) se evaluó un modelo
causal de la relación entre los recursos cognitivos de control percibido sobre la enfermedad, el
balance de estrés/recuperación y el malestar afectivo en pacientes con fibromialgia,
interesándose en una última fase por la relación entre estas variables y una serie de resultados
de la enfermedad, como son la interferencia sobre el funcionamiento físico, la intensidad del
dolor y los síntomas característicos de la enfermedad. Para ello, se utilizaron ecuaciones
estructurales, obteniéndose índices que sugirieron un adecuado ajuste del modelo evaluado. El
modelo de relación entre las tres variables latentes (recursos cognitivos, balance de
estrés/recuperación y malestar afectivo) y sus indicadores apoyaron la hipótesis de la
existencia de un grupo de procesos cognitivos que implican un sentido de capacidad personal
y de control percibido del medio (Thompson, 2006). Así, las pacientes que obtuvieron un
elevado sentido de control sobre la enfermedad (control del dolor, de los síntomas y de la
actividad) se implicarían activamente en la obtención de un mayor equilibrio en el balance
estrés/recuperación, fundamentalmente a través de un incremento de las experiencias
subjetivas satisfactorias y mediante la implicación en un mayor número de actividades de
recuperación (Kellman y Kallus, 1999). De este modo, la autoeficacia y la internalidad
otorgarían un sentido de control personal sobre las demandas que permitiría hacer un uso
óptimo de la recuperación.

Como se ha podido ver, tanto el locus de control como la autoeficacia, son dos recursos
cognitivos que junto con otras variables pueden resultar de especial relevancia a la hora de
plantearse un modelo saludable o positivo en esta enfermedad. A continuación expondremos
otra de las variables de interés para este trabajo, la afectividad, y la relación que guarda con la
FM.

4.2. AFECTIVIDAD

La afectividad, las denominadas variables afectivas, pueden considerarse como un


ámbito de estudio complejo dentro del estudio de la personalidad. Dicha complejidad puede
deberse tanto a la variedad de conceptos que se incluyen dentro de este término como a las
diferentes taxonomías y clasificaciones que existen al respecto. Además, en lo que respecta a
la relación entre afectividad y procesos de salud-enfermedad, han proliferado diferentes
estudios y publicaciones, por el papel que desempeñan los factores emocionales en la salud de

150
las personas (tanto por su efecto directo como mediador como vehículo motivador). Dentro de
esta complejidad de análisis, aparecen dos conceptos a lo largo de la literatura: las emociones
y los estados de ánimo, ambas estudiadas como aspectos afectivos de la conducta y la
personalidad. Distintos autores coinciden en que ambas variables son claramente
diferenciables: el estado de ánimo se diferencia de la emoción por tres criterios: dura más
tiempo, tiene menos intensidad y es más difuso y global (Fernández Dols, Carrera, Oceja y
Berenguer, 2000), aunque no siempre los tres criterios puedan aplicarse de forma estricta. Así,
las emociones son las reacciones a acontecimientos y hechos de la vida y los estados de
ánimo y sentimientos se refieren al tono emocional que habitualmente tiene la persona. El
estado de ánimo es un tipo de experiencia corporal y psíquica, persistente en el tiempo y
como tal no es una respuesta directa a un factor causal inmediato, aunque no sean ajenos a las
situaciones y condiciones ambientales. Éste, forma el subsuelo de nuestros estados habituales
de conciencia: estoy animado, estoy alegre, me siento deprimido, etc. Los estados de ánimo
están fuertemente asociados a los estados corporales (como por ejemplo cansancio, sueño,
hambre, etc.) y las emociones son de tipo reactivo y se originan como respuesta a los
acontecimientos. Así, los estados de ánimo pueden favorecer la aparición de unas emociones
y otras.

Lo que parece claro es que las variables afectivas son un claro indicador de la
personalidad del sujeto y distintos autores han desarrollado diferentes teorías para su
explicación (Averril, 1997; Ekman, 1992; Fredrikson, 2002; Greespan y Benderly, 1997;
Lazarus, 1991; Watson y Walker, 1996; Wesler y Hankin-Wessler, 1991). La importancia que
desempeña la emoción en el comportamiento del sujeto ha sido puesta de manifiesto por las
Teorías del Afecto. Así, la Teoría del Afecto de Silvan Tomkins (1991) propone que las
emociones y afectos forman el sistema motivacional primario necesario para el desarrollo de
la personalidad. Las emociones son probablemente el refuerzo más importante de la conducta.
Una de las principales razones para hacer las cosas ha sido siempre el sentirse bien
haciéndolas. Las emociones son el primer sistema motivacional de la persona (Moreno-
Jiménez, 2007).

Por su parte, también los estados de ánimo y rasgos de personalidad mantienen una
relación de congruencia (Rusting, 1998). Por ejemplo, existe una clara relación entre los
estados de ánimo positivos y la extraversión, y los estados de ánimo negativos y el
neuroticismo (Eysenck y Eysenck, 1985). Bradburn (1969) señaló que dentro del concepto de

151
afectividad, el afecto positivo y el negativo no eran polos opuestos de un mismo factor.
Watson y Tellegen (1985) realizaron un análisis de los estudios efectuados sobre los estados
de ánimo y consideran que todos los posibles estados de ánimo podrían explicarse en dos
factores básicos a los que han llamado Afecto Positivo y Afecto Negativo. El Afecto Positivo
incluye estados de ánimo y emociones diversas con un contenido subjetivo agradable (alegría,
cariño, gozo, interés por las cosas o asombro ante algo positivo) y reflejan reacciones ante
condiciones o sucesos que informan positivamente sobre la marcha de la vida. Por otra parte,
el Afecto Negativo incluye emociones y estados de ánimo con un contenido subjetivo
desagradable (ira, tristeza, ansiedad, preocupación, culpa, vergüenza, envidia, celos...) que
expresan reacciones negativas de la gente ante sus vidas, otras personas o circunstancias y
pueden ser una señal de que la vida no marcha bien y comprometen el bienestar y el
funcionamiento de las personas (Vázquez y Hervás, 2009). Ambos factores no representan
dimensiones con alta correlación negativa entre sí, sino que constituyen dos dimensiones
independientes del afecto y, por tanto, no correlacionadas.

Por otro lado, también se han planteado modelos psicobiológicos para explicar esta
diferenciación afectiva. Así, el modelo de aproximación-evitación (Davidson, 1998) plantea
la existencia de estructuras cerebrales específicas para el procesamiento del afecto positivo y
el afecto negativo. La activación tónica de la corteza prefrontal izquierda sería la responsable
del afecto positivo, acompañada de motivación apetitiva, alta sensibilidad al refuerzo positivo
y alto contacto con las características del entorno que son reforzantes. En contraposición, la
actividad frontal derecha sería responsable del afecto negativo, asociándose a tendencias
defensivas y evitación de estímulos potencialmente amenazantes. Trabajos recientes que
examinan los sustratos neurológicos de la emoción mediante técnicas de neuroimagen tales
como la Tomografía por Emisión de Positrones (PET) y Resonancia Magnética Funcional
(fMRI) han mostrado la existencia de distintos sistemas neuronales para experiencias
positivas o negativas: existen canales diferentes que pueden ser manipulados de forma
independiente (e.g., Canli, Desmond, Zhao, Glover y Gabrieli, 1998; Canli, Zhao, Desmond,
Kang, Gross y Gabrieli, 2001; Davidson, Jackson y Kanlin, 2000). Aunque el afecto positivo
y negativo parece ser regulado por sistemas neurocognitivos diferentes (Canli et al., 1998),
ambos dependen de la retroalimentación neuronal que se da durante el estrés para funcionar
de manera óptima (Sackheim y Weber, 1982).

152
En relación con la salud y la afectividad, algunos autores (Hassett et al., 2008; Zautra
et al., 1990; 2001) han definido un concepto que ha recibido poca atención en la literatura
aunque podría arrojar datos interesantes para comprender la relación entre el afecto y el
funcionamiento físico y psicológico: el balance afectivo. El balance afectivo se suele definir
como la frecuencia relativa de emociones positivas frente a emociones negativas. Hassett et
al. (2008) sugieren que el balance afectivo da lugar a cuatro patrones o estilos afectivos
diferentes: a) Los individuos con elevados niveles de afecto positivo y bajos niveles de afecto
negativo presentan un “estilo de afecto saludable”, información que corrobora la literatura
previa (Fredman, Hawkes, Black, Bertrand y Magaziner, 2006; Moskowitz, 2003; Strand et
al., 2006); b) Aquellos que presentan bajos niveles de afecto (tanto para el positivo como para
el negativo) tendrían un estilo afectivo pobre (low affect balance style) porque no
experimentan emociones fuertes hacia ninguna dirección y tampoco presentan marcadas
respuestas fisiológicas; c) Individuos con respuestas afectivas más intensas son clasificados
como estilo afectivo reactivo (reactive affect balance style) y experimentarían elevadas
respuestas fisiológicas y emociones más intensas (tanto negativas como positivas), y d) Los
que presentan bajos niveles de afecto positivo y altos niveles de afecto negativo tendrían un
estilo afectivo depresivo (depressive affect balance style) ya que experimentarían pocas
emociones positivas y serían más propensos a experimentar emociones negativas, comunes en
personas deprimidas. Existen distintos instrumentos para medir dicho balance afectivo pero
existen varias críticas sobre ellos. Entre ellos se encuentra la Escala de Bradburn (Bradburn
Affect Balance Scale, 1969) o el Balanced States of Mind Model (1989) desarrollado por
Schwartz y Garamoni que utiliza una fórmula matemática compleja para obtener el balance
afectivo, pero este balance no diferencia entre los pacientes con una activación afectiva
excesiva y aquellos con una activación mínima. Esta distinción es importante ya que la
activación fisiológica parece ser una vía clave por la cual el afecto podría afectar a los
estados de salud (Pressman y Cohen, 2005).

Además de la necesidad de considerar ambas dimensiones del afecto, tanto la positiva


como la negativa, diferentes autores se plantean la dimensión contextual/situacional del
afecto, de manera que esa estabilidad que la diferencia de la emoción, tendría un cierto
margen de variabilidad situacional. Así, Zautra et al. (1990, 2001) han elaborado un “Modelo
Dinámico de Afectividad” (Dynamic Model of Affect, DMA) que permite la clasificación de
los individuos respecto al afecto positivo y el negativo y propone modelos predictivos
respecto a dicha clasificación y la salud. Este modelo explica que la relación entre el afecto

153
positivo y negativo cambia en función del contexto (Davis, Zautra y Smith, 2004; Reich,
Zautra y Davis, 2003; Zautra, 2003). Para estos autores, el ambiente juega un papel muy
importante en las emociones experimentadas, de modo que el procesamiento de la
información acerca del ambiente hace que se procese información acerca las reacciones
emocionales ante ese ambiente. Este modelo sugiere que ante la ocurrencia de eventos
estresantes puede cambiar el grado de independencia entre los estados afectivos y así serían
menos diferenciados (por ejemplo, más bipolares). De acuerdo a este modelo, las personas
que pueden mantener niveles elevados de afecto positivo en el momento que ocurre un
estresor, podrían mostrar menores niveles de afecto negativo (Zautra, 2003). Por tanto, las
clasificaciones en función del balance afectivo pueden no ser totalmente estables, y algunos
factores como el estrés podrían alterar el patrón básico.

Dentro del estudio del estrés, resulta importante recalcar que el afecto, concretamente
el negativo o la afectividad negativa, se ha considerado como una variable moduladora que
puede incidir de forma significativa sobre los distintos procesos implicados en éste. Cuando
se habla de estrés y salud, el afecto negativo está considerado como una dimensión o rasgo de
personalidad así como un patrón estable de comportamiento relevante para la salud. Junto con
otras variables personales, formarían lo que Folkman (1984) denominó dimensión de
personalidad de riesgo: individuos más proclives a la percepción de amenaza y daño,
percepción de carencia de recursos y falta de control personal; así como con mayor
probabilidad de afrontamiento emocional, experimentando más emociones negativas y
malestar. Esta dimensión está asociada a una vertiente emocional negativa que actúa como
consecuencia de una percepción negativa de si mismo y del mundo en el que se vive. Así, la
afectividad negativa marcaría la tendencia a la experiencia habitual de un amplio rango de
emociones de tipo negativo. Una mayor percepción de amenaza y daño potencial en un
número mayor de situaciones, una percepción más negativa del mundo en general, así como
una menor valoración de recursos personales, producto de una autoestima pobre y bajas
expectativas de autoeficacia. Estos factores sitúan a la persona en una vivencia más recurrente
de estrés, experimentando ansiedad y preocupación fundamentalmente, así como frustración,
ira e irritabilidad, tristeza, culpa, sentimientos de rechazo, soledad, etc. (Sandi y Calés, 2000).

La sintomatología afectiva aparece en la mayoría de las ocasiones de manera conjunta


en los procesos de estrés en diferentes contextos y poblaciones (Fresco, 2000; Melchior et al.,
2007) y en la literatura se le ha prestado mayor atención al afecto negativo y emociones

154
negativas que al afecto positivo o emociones positivas (Frederikson, 2002). Quizá esta poca
atención recibida es porque las líneas de intervención de la psicología se han centrado en
modificar los factores de malestar, aunque estaríamos dejando de lado el enfoque actual de la
psicología de la salud en donde la promoción y desarrollo de las emociones positivas ha
cobrado gran importancia. El desarrollo de las emociones positivas, puede a la larga ser más
beneficioso para el sujeto y la colectividad que el tratamiento de la depresión o la ansiedad.

Según los precursores de la psicología positiva (Fredrickson, 2001; Myers, 2000; Ryff
y Singer, 1998; Seligman, 1999; Taylor, Kemeny, Reed, Bower y Grunewald, 2000), parece
que las fortalezas de carácter, o habilidades personales como el optimismo, un sentido de
control personal y la capacidad para encontrar significado a las experiencias de la vida se
asocian a una mejor salud mental y mayor calidad de vida (Salovey, Rothman, Detweiler y
Steward, 2000; Seligman y Csikszentmihalyi, 2000). Dichas características han sido descritas
como factores de protección y resistencia contra la adversidad y la enfermedad, pues podrían
facilitar una adecuada evaluación y afrontamiento de los cambios o dificultades de los sucesos
vitales ocurridos en la vida y parece que podrían aumentar la supervivencia en personas con
una enfermedad crónica o en situación final de la vida. Al hablar de psicología y emociones
positivas, podemos encontrar estudios como el de Remor (2007) en donde menciona que
hablar de aspectos positivos implica hablar también de salud, bienestar y prevención de la
enfermedad mental y física.

Diferentes investigaciones señalan que las emociones positivas pueden influir en la


salud (Argyle, 1997) y tener diversos efectos, desde analgésicos, estimulando la inmunidad, o
tener un efecto neutralizador de las secuelas de las emociones negativas (Fredrickson, 1998).
Emociones positivas como el humor y la risa pueden constituir una de las maneras de
neutralizar las emociones negativas, junto a otras emociones positivas como el amor, la
esperanza, la alegría o la felicidad (Carbelo, Jáuregui, 2006). Además, un adecuado manejo
de la experiencia y el aprendizaje de un proceso completo de regulación emocional en el que
la persona sea capaz de identificar sus emociones, sentirlas, etiquetarlas, normalizarlas y
buscar su función, podrían constituir un factor de protección para la salud al tiempo que un
recurso psicológico (Vázquez, Hervás y Sánchez, 2007). En esta misma línea, un elevado
optimismo ha mostrado tener una relación positiva con una mayor resistencia a los efectos
psicológicos y biológicos del estrés y las enfermedades (Avia y Vázquez, 1998). Diferentes
estudios han mostrado como un mayor afecto positivo se asocia a una mayor calidad de vida

155
percibida por pacientes con enfermedades graves (como por ejemplo, cancer) (Vázquez,
Castilla y Hervás 2007). También existen investigaciones que afirman la existencia de una
relación clara entre presencia de afecto positivo y disminución del riesgo de infarto de
miocardio (Ostir, Markides, Black y Goodwin, 2000).

Es así como queda presente que existe cada vez más interés por el estudio del papel
activo de variables positivas en relación con la enfermedad, concretamente del afecto
positivo.

4.2.1. Afectividad y Dolor Crónico

El dolor se asocia generalmente a un estímulo sensorial provocado por un estímulo


nocivo interno o externo, sin embargo además del componente sensorial, existen una serie de
componentes tanto afectivos como conductuales, tal y como queda reflejado en la propia
definición del dolor (IASP, 1979) y en la Teoría de la Puerta (Melzack y Wall, 1965,1982).

Es sabido que el afecto negativo modula la percepción del dolor (Gaskin, Greene,
Robinson y Geisser, 1992; Geisser et al., 2000; Janssen, 2002) y que la respuesta emocional al
dolor es considerada como una parte esencial de la experiencia dolorosa. Además, el dolor y
el afecto negativo (en particular la ansiedad) provocan respuestas en el sistema simpático y
parecen compartir patrones similares (Gross y Collins, 1981). Melzack y Wall (1982)
hipotetizaron que el afecto negativo aumenta el dolor “abriendo la puerta” a nivel espinal,
aunque no especificaron la manera exacta en el que los procesos afectivos pudieran operar en
vías descendentes. Eysenck (1980) menciona que la activación autonómica, que se da en
situaciones emocionales como el miedo, disminuye el umbral de la percepción al dolor así
como la tolerancia. Por otro lado, desde un punto de vista psicodinámico, el dolor ha sido
descrito como una expresión encubierta de emociones indeseables, como sentimientos
agresivos o depresivos (Beutler, Engle, Oro’-Beutler, Daldrup y Meredith, 1986; Braha y
Catchlove, 1986).

En décadas anteriores, diferentes estudios han estudiado la presencia de emociones


negativas, como la ansiedad, ira y/o depresión y su relación con el dolor tanto agudo como
crónico (Ahles, Cassens y Stalling, 1987; Fernandez y Milburn, 1994; Gaskin et al., 1992;
Gatchel et al., 2007; Geisser et al., 2000; Malow, West y Sutker, 1987; Summers, Rapoff,

156
Varghese, Porter y Palmer, 1992), mostrando una clara relación entre éstas. La ansiedad ha
mostrado influencia no solamente en la severidad del dolor sino en las complicaciones
postquirúrgicas y el número de días de hospitalización (e.g., DeGroot et al., 1997; Pavlin,
Rapp, y Pollisar, 1998). Además, diferencias individuales en variables como la sensibilidad a
la ansiedad también han jugado un papel importante en la predisposición y el aumento al
dolor (Asmundson, 1999; Asmundson, Wright y Hadjistavropoulos, 2000). Por su parte, los
niveles de depresión han estado relacionados directamente con el dolor crónico (Gatchel,
2005) y juegan un rol importante en el abandono de los programas de rehabilitación (Kerns y
Haythornthwaite, 1988). Sin embargo, pese a la importancia de los resultados obtenidos, la
naturaleza correlacional impide extraer conclusiones acerca de las relaciones causales.

Otra emoción negativa estudiada en el dolor crónico es el malestar emocional


(Emotional distress). Las personas con dolor crónico generalmente sienten rechazo por su
medio social (desde el personal sanitario, hasta familiares, amigos..) y tienen la creencia de
que se les culpa o se les etiqueta como “magnificadores de síntomas” o como
“quejumbrosos”, especialmente cuando no responden adecuadamente al tratamiento. Esto se
ve reflejado en numerosas visitas médicas, y en la realización de distintas pruebas de
laboratorio e imagen con el fin de que se les emita un diagnóstico que sea tratado
adecuadamente. Generalmente, los enfermos de dolor crónico responden poco al tratamiento
y pueden perder la esperanza y frustrarse e irritarse con el sistema de salud en general. Otro
de los problemas a los que se podrían enfrentar es la incapacidad para trabajar, lo cual podría
reflejarse en problemas económicos, disminución del funcionamiento físico, problemas de
sueño y/o complicaciones relacionadas con el tratamiento. Este insuficiente apoyo percibido
provoca que las estrategias de afrontamiento utilizadas por estos pacientes sean
desadaptativas y que predomine el afecto negativo sobre el positivo. Ante la necesidad de
afrontar todos estos estresores adicionales junto con el propio dolor, no es de extrañar que
estos pacientes presenten elevados niveles de depresión, ira, ansiedad, hostilidad (hacia el
sistema de salud o los otros significativos), preocupación, sentimientos de soledad y
desmoralización. Y lo que es peor, deben afrontar este afecto negativo durante largos periodos
de tiempo.

Diferentes autores se han interesado en investigar las relaciones causales y los posibles
mecanismos para evaluar cómo el afecto negativo puede provocar una mayor sensibilización
al dolor. Entre esos mecanismos figuran diferentes procesos psicofisiológicos y cognitivos a

157
través de la presencia de diferentes variables relacionadas con el modo en que la persona
percibe su proceso doloroso.

Entre los procesos psicofisiológicos, distintas investigaciones apuntan a que el sistema


endógeno opioide inhibe el dolor durante situaciones de estrés o ansiedad, la mayoría
provocadas experimentalmente tanto en animales como en humanos (e.g. Bandura, Cioffi,
Taylor y Brouillard, 1988; Cohen, Pickar y Dubois, 1983; Janssen y Arntz, 2001; Rodgers y
Randall, 1988). En contraste a la hipótesis anterior, se ha hipotetizado que las catecolaminas,
que son también liberadas durante la activación de la respuesta al estrés, sensibilizan o
estimulan los nociceptores (Chapman y Turner, 1986). Así, la relación entre el sistema
nervioso simpático (implicado en el proceso de estrés) parece tener una importante influencia
en la percepción dolorosa. Por otra parte, estudios con animales han mostrado que la
estimulación simpática no es suficiente para activar los nociceptores (Barasi y Lynn, 1986;
Shea y Perl, 198). En humanos, se ha inducido experimentalmente la sensibilización al dolor
mediante la aplicación de capsaicina, que produce una inflamación temporal y una
hiperalgesia ante estimulos térmicos calurosos y mecánicos. Aquellos sujetos a los que se les
aplicó esta sustancia tenían menores umbrales de dolor (Drummond, 1995) aunque también se
disminuyeron cuando aplicaron norepinefrina, aunque con efectos menores que a los que les
aplicaron capsaicina (Choi y Rowbotham, 1997; Drummond, 1996). Efectos similares
encontraron Janssen, Arntz y Bouts (1998). Podría plantearse que cuando la piel es herida o
sensibilizada, la activación simpática o el aumento de las catecolaminas podría aumentar la
sensibilidad al dolor durante el estrés. Además, existe evidencia de que la disminución del
tono vagal o parasimpático, que es otro elemento crucial de la respuesta del afecto negativo,
pudiera aumentar el dolor al desactivar el sistema opioide inhibidor del dolor (Akil, Watson,
Berger y Barchas, 1978).

Autores como Bolles y Fanselow (1980) mencionan que un aumento de la tensión


muscular puede explicar los efectos de la ansiedad relacionados con el aumento del dolor. La
tensión muscular que acompaña las emociones negativas podría contribuir al dolor en donde
la nocicepción promueve un aumento del tono muscular activando así los nociceptores del
músculo (Chapman y Turner, 1986). Flor, Birbaumer, Schugens y Lutzenberger (1992)
encontraron que la reactividad muscular al estrés aumenta en pacientes con dolor lumbar
crónico, específicamente en el lugar localizado del dolor. Esto sugiere que el estrés,
expresado por la tensión muscular, pudiera estar involucrado en el mantenimiento o

158
exacerbación del dolor, por ello terapias psicológicas como el entrenamiento en relajación
podrían mostrar utilidad en este sentido. Junto a la reactividad muscular, la presión sanguínea
actuaría también como un proceso de incremento al dolor, sobre todo asociado a estrés
psicológico (Bragdon, Light, Gridler y Maixner, 1997; Caceres y Burns, 1997; France y
Stewart, 1995).

Otro aspecto psicofisiológico novedoso que se ha estudiado en relación al dolor y el


afecto es la fase del ciclo genital femenino. Al parecer tanto uno como otro tienen relación
con el ciclo menstrual en las mujeres, sin embargo los resultados no se han mostrado muy
concluyentes. Herrera et al. (1990) encontraron que mujeres deprimidas de entre 19 y 24 años,
referían más dolor durante el ciclo menstrual que aquellas que no estaban deprimidas. Sin
embargo, Laessle et al. (1990) no encontraron una relación directa entre el afecto y diferentes
tipos de dolor durante el ciclo menstrual. Dao, Knight y Ton-That (1998) encuentran que las
hormonas reproductivas pueden afectar a la percepción del dolor en otras condiciones de
dolor crónico como el dolor miofascial. A raíz de estos estudios, Alonso et al. (2004)
proponen realizar mediciones objetivas del dolor (como puntos sensibles, dolorimetro) y del
afecto (tanto positivo como negativo) durante el ciclo menstrual.

Por otro lado, entre los mecanismos cognitivos implicados en el dolor crónico,
encontramos como ya se ha comentado, la autoeficacia y el lugar de control, así como las
atribuciones o la hipervigilancia al dolor y las diferentes creencias y expectativas al mismo.
En este contexto, una de las variables estudiadas son las estrategias de afrontamiento. Así, las
estrategias evitativas parecen ser factores que aumentan la percepción del dolor y la
incapacidad funcional a través del afecto negativo (Janssen, 2002). En el estudio de Smith et
al. (2002) se valoraron 80 pacientes con dolor crónico miofascial y se comprobó que las
personas que utilizaban estrategias de afrontamiento basadas en la regulación y expresión
emocional referían menos afecto negativo, depresión y dolor, en cambio las que utilizaban
estrategias pasivas de afrontamiento tenían mayor afecto negativo, mayor discapacidad y
depresión. En este mismo estudio, los autores mencionan la importancia de la regulación y
expresión emocional (Stanton, Danoff-Burg, Cameron y Ellis, 2000a) para el ajuste al dolor
crónico por lo que sugieren que el afrontamiento al dolor centrado en la emoción pudiera ser
adaptativo. Concluyen destacando la necesidad de utilizar este tipo de aproximaciones en las
intervenciones para personas con dolor crónico. Estudios experimentales ya han mostrado
anteriormente en el campo de la salud (Esterling, Antoni, Fletcher y Margulies, 1994;

159
Greenberg et al., 1992; Petrie, Booth, Pennebaker, Davison y Thomas, 1995; Stanton, Danoff-
Burg, Cameron y Ellis, 2000b) y en el campo del dolor crónico, concretamente en personas
con artritis reumatoide (Smyth, Stone, Hurewitz y Kaell, 1999; Kelley, Lumley y Leisen,
1997; Meyer et al., 2003), que el trabajar las emociones negativas, tanto expresándolas como
minimizándolas, puede mejorar tanto el estado de ánimo como el estado físico y el
funcionamiento en general.

El grupo de Zautra y colaboradores también ha analizado el papel de las estrategias de


afrontamiento como mecanismo explicativo del afecto negativo en pacientes con dolor
crónico. Concretamente, en pacientes con artritis reumatoide, estos autores desarrollaron un
modelo en donde las estrategias de afrontamiento mediaban la relación entre las variables de
enfermedad (dolor y limitación funcional) y el afecto positivo y negativo: pacientes con altos
niveles de dolor y limitación tenían estrategias de afrontamiento más desadaptativas que a su
vez se relacionaban con bajos niveles de afecto positivo y altos niveles de afecto negativo.
Asimismo, los pacientes que mostraron altos niveles de limitación para las actividades
también mostraron estrategias desadaptativas de afrontamiento que a su vez se relacionaron
con bajos niveles de afecto positivo (Zautra et al., 1995). Estos resultados parecen apoyar la
hipótesis de que el afecto positivo y negativo representan dos procesos emocionales distintos
que se encuentran influidos por los procesos de enfermedad. En la misma línea, Zautra y
Smith (2001) demostraron en pacientes con AR la relación entre elevados niveles de dolor,
afectividad negativa, eventos vitales estresantes y estrés percibido. En otro estudio
longitudinal, Zautra et al. (2001) encontraron en pacientes con AR que la presencia de afecto
positivo reducía el tamaño de la relación entre el dolor diario referido por el paciente y el
afecto negativo. La medición diaria del dolor y el afecto se llevó a cabo en un periodo de
entre doce y veinte semanas. También en este mismo estudio, valoraron la capacidad para
distinguir las emociones. Así, los pacientes que tenían mayor capacidad de distinción no
reducían el afecto negativo si el afecto positivo estaba elevado, esto indica que el afecto
negativo de aquellos que tenían una buena capacidad para distinguir las emociones, no
disminuiría ante la presencia de emociones positivas. Además, estos individuos con esta
capacidad, no eliminarían sus emociones positivas ante la presencia de emociones negativas.
Las implicaciones de estos resultados en pacientes con dolor crónico, tendrían que ver con los
esfuerzos por mantener la calidad de vida (representada por estas emociones positivas) a pesar
de las emociones o afectos negativos que pudieran surgir ante los episodios de dolor. Por otra
parte, el Modelo Dinámico de Afectividad (Davis et al., 2004) aplicado al dolor crónico,

160
menciona que cuando el dolor aumenta, si hay elevados niveles de afecto positivo,
disminuiría el afecto negativo resultante del episodio doloroso.

Este Modelo de Afectividad también podría tener implicaciones para la percepción del
apoyo social recibido. Las relaciones sociales son una pieza clave para manejarnos ante las
dificultades de la vida, especialmente en el caso de una enfermedad crónica. Para valorar la
relación entre el apoyo social y la afectividad en dolor crónico, Davis et al., (2004)
examinaron la relación entre el apoyo recibido por los familiares de enfermos de osteoartritis
y FM respecto a un grupo control sano. Aquellos que estaban enfermos percibían sus redes
sociales íntimas con menor complejidad que el grupo control de mujeres sanas. En otro
estudio con las mismas muestras de dolor crónico (Davis et al., 2001), encontraron que las
pacientes con FM tenían interacciones sociales mas negativas en comparación con los otros
grupos. La complejidad social y afectiva en relación a las parejas de los enfermos así como
otras redes sociales importantes pueden tener una importante implicación para la adaptación
de los pacientes con dolor crónico (Davis, Zautra y Smith, 2004).

Otro concepto estudiado en relación a la afectividad es la resiliencia, que se refiere a la


capacidad para recuperarse de experiencias emocionales negativas y mostrar una adaptación
flexible a las demandas de las experiencias estresantes (Block y Kremen, 1996). Esta
capacidad resulta importante para sostener la salud y el bienestar (Jacelon, 1997). Las
emociones positivas son importantes para el proceso de resiliencia cuando se experimentan
eventos negativos, como el dolor crónico. En el estudio de Strand et al. (2006) se evaluó el
afecto positivo como un factor de resiliencia para la relación entre el dolor y el afecto
negativo en pacientes con AR. El papel del afecto positivo parecía ser un factor importante de
resiliencia en temporadas de fuertes episodios de dolor, reduciendo el afecto negativo. Así,
los pacientes con altos niveles de afecto positivo percibían como menos estresantes los
episodios dolorosos en comparación con los pacientes que tenían bajos niveles.

Sin duda, otro de los vehículos para el establecimiento de posibles relaciones causales
entre el afecto y las diferentes variables hipotetizadas, es el análisis de los resultados de los
diferentes programas de intervención llevados a cabo. Así, uno de los objetivos que se
plantean los investigadores cuando se habla de variables personales de riesgo es intentar en la
medida de lo posible disminuirlas o controlarlas mediante distintas estrategias de intervención
psicosocial. En el caso del dolor crónico existen distintos programas de corte cognitivo-

161
conductual que han ayudado a este objetivo. Ya hablábamos anteriormente en otro capítulo de
la importancia de este tipo de programas para aumentar la percepción de control en las
personas afectadas, y en esta misma línea existen programas que valoran la afectividad tras
realizar un tratamiento psicológico y/o interdisciplinar. En los programas de automanejo del
dolor, uno de los aspectos que deben tenerse en cuenta para valorar su eficacia es el nivel de
compromiso, responsabilidad y participación. Cuando las personas atribuyen las reducciones
del dolor a sus esfuerzos personales para manejarlo, es probable que se sientan positivas
acerca de sus esfuerzos y los resultados. En cambio, aquellos individuos que a pesar de los
esfuerzos realizados no logran disminuir el dolor, tendrán mayores niveles de afecto negativo
y disminución del afecto positivo.

En el estudio de Kole-Snijders (1999) se compararon dos tipos de tratamientos para


pacientes con dolor lumbar: uno que consistía en un tratamiento de entrenamiento en
estrategias de afrontamiento y otro que era una intervención conductual con grupos de
discusión, también se contó con un grupo control que eran pacientes en lista de espera. Los
análisis de los resultados mostraron que en comparación con el grupo control, ambos grupos
disminuyeron las puntuaciones en la escala de afecto negativo. Asimismo, estos pacientes
mostraron mayor tolerancia a las actividades, menos conductas de dolor, mayor afrontamiento
a la enfermedad y mayor control del dolor. Por otro lado, las medidas post-tratamiento
indicaron que el grupo de entrenamiento en estrategias de afrontamiento mostró mejores
estrategias de afrontamiento y control del dolor que el grupo conductual, lo que muestra que
el trabajar con pensamientos catastrofistas y emociones negativas parece ser una clave en este
tipo de intervenciones.

Gran parte del esfuerzo empleado en este tipo de programas para pacientes con dolor
crónico se ha focalizado básicamente en dos ejes: la disminución del dolor y del afecto
negativo que lo acompaña (Nicassio y Greenberg, 2001), así como la sintomatología asociada.
En la terapia cognitivo-conductual se reestructuran los pensamientos automáticos
desadaptativos y se enseñan nuevas formas de afrontamiento a la enfermedad, especialmente
en los episodios de estrés y dolor más intensos en donde el afecto negativo tiende a dominar.

Además de las terapias de corte cognitivo-conductual, durante la última década se han


investigado otro tipo de intervenciones psicológicas, tal es el caso de la terapia de conciencia
plena (mindfulness) para el tratamiento del dolor y prevención de las recaidas por depresión

162
(Kabat-Zinn, Lipworth y Burney, 1985; Segal, Williams y Teasdale, 2002; Teasdale et al.,
2002). Este tratamiento se basa en aumentar y atender la conciencia, así como en la
aceptación incondicional de nuestros pensamientos y sentimientos. Así, cuando surge una
experiencia dolorosa, los individuos deben atenderla y aceptarla sin juzgarla. Algo que
comparte con la terapia cognitivo-conductual, es la identificación de los patrones de
pensamiento disfuncionales y su neutralización mediante la redefinición y reevaluación. Este
proceso requiere de un alto grado de autoobservación. Con este tratamiento se persigue que la
persona aumente su complejidad emocional, lo que significaría poder ser capaz de acceder a
recursos como el afecto positivo. Se han encontrado evidencias neuropsicológicas que
apuntan a que este entrenamiento amplia los recursos afectivos positivos (Davidson et al.,
2003). Sin embargo, a pesar de que esta intervención ha resultado positiva para el dolor
crónico y otras condiciones médicas (e.g. Kabat-Zinn et al., 1985), aún se tiene que explorar
su impacto. En este sentido, el equipo de Zautra y colaboradores llevan distintos proyectos de
investigación aplicando este tratamiento en distintas poblaciones con dolor crónico (Zautra et
al., 2008; 2010).

En un estudio de intervención, se evaluaron los efectos de escribir acerca de las


experiencias estresantes mediante la revelación emocional o el paradigma de la escritura
expresiva (emotional disclosure or expressive writing paradigm; Pennebacker y Beall, 1986)
en 48 mujeres con dolor pélvico crónico. Bajo este paradigma, las participantes escribieron
acerca de las experiencias estresantes de vivir con esta enfermedad durante tres días en
periodos de veinte minutos diarios aproximadamente. Las participantes del grupo control
describían únicamente eventos positivos. Las diferencias principales entre los dos grupos
indicaron que en el seguimiento de dos meses, el primer grupo con escritura expresiva tuvo
menor intensidad de dolor en comparación con el grupo control, pero no existieron cambios
en variables como afectividad o discapacidad. Sin embargo, en la evaluación post, el grupo
con escritura expresiva refería menos discapacidad en las pacientes que tenían alto
catastrofismo, y las mujeres que tenían mayores niveles de afecto negativo, aumentaron el
afecto positivo. Estos resultados sugieren que aquellas pacientes incapaces de expresar sus
emociones, especialmente las negativas, pudieran beneficiarse de este tipo de intervención ya
que el escribir puede ser una vía de expresividad emocional (King et al., 2000; Stanton et al.,
2002; Ullrich y Lutgendorf, 2002).

163
Desde luego, los beneficios del afecto positivo para el manejo del dolor son evidentes
y es por ello que en las diferentes intervenciones psicosociales se trata como un objetivo
prioritario. Además de los efectos directos, una persona con afecto positivo tiene una buena
disposición para involucrarse en las distintas actividades que son requeridas para que un
tratamiento sea eficaz (Watson, 2000). Estudios como el de Hamilton et al. (2005) muestran
que el afecto positivo se relaciona con estrategias activas de afrontamiento y regulación
emocional, desempeñando un papel importante en la modulación del dolor en pacientes con
AR. Autores como Zautra et al. (2001) y Strand et al. (2006) mencionan que la presencia de
afecto positivo reduce el tamaño de la relación entre el dolor y el afecto negativo. Strand et al.
(2007) evaluaron la disposición al cambio (Readiness to Change), el afecto positivo y
medidas de dolor en una muestra de pacientes con AR y diferentes trastornos reumáticos. Los
resultados mostraron que altos niveles de disposición al cambio se asociaron con más afecto
positivo a lo largo de las semanas que duró la evaluación. Aquellas personas que tenían altos
niveles de esta disposición, refirieron menos dolor semanal cuando también experimentaban
afecto positivo. Los autores concluyen que en el tratamiento para reducir el dolor parece
cobrar importancia la combinación de factores cognitivos y afectivos, especialmente el
referido al afecto positivo (Alden, Dale y DeGood, 2001; Hamilton, Zautra y Reich, 2005).

4.2.2. Afectividad y Fibromialgia

4.2.2.1. Afectividad negativa y Fibromialgia: comorbilidad, pronóstico y


etiología

Como hemos mencionado anteriormente, los trastornos de dolor crónico generalmente


vienen acompañados de afectividad negativa traducida en malestar emocional, ansiedad,
depresión e ira. Numerosos trabajos señalan la relación entre estas variables en la fibromialgia
(Kurtze y Svebak, 2005; Potter, Zautra y Reich, 2000) y existen autores que la consideran de
suma importancia en la consolidación y desarrollo de la enfermedad (Davis, Zautra y Reich,
2001; Potter et al., 2000; Zautra et al., 1999). Asimismo, existen diversas hipótesis acerca de
la relación temporal entre la sintomatología y estas variables afectivas negativas (e.g.
Sullivan, Rodgers y Kirsch, 2001; Gamsa, 1990), lo que parece sugerir la presencia de una
relación bidireccional. La literatura previa muestra que en el caso de la FM esta
sintomatología negativa se presenta más que en otros trastornos de dolor crónico como la
Artritis Reumatoide o la Osteoartritis (Aaron et al., 1996; Hudson y Pope, 1989; Huyser &

164
Parker, 1999; Yunus et al. ,1991). Varios investigadores han relacionado la FM con
emociones de tipo negativo (e.g., Burckhardt et al., 1992; Staud et al., 2003) o con ciertos
rasgos de personalidad como el neuroticismo (Goubert, Crombez and Van Damme, 2004), y a
su vez esta variable se ha relacionado con mayor reactividad al estrés (De-Jong, van Sonderen
y Emmelkamp, 1999), mayor intensidad de dolor (Ramírez-Maestre, Zarazaga y López-
Martínez, 2001) y fatiga muscular (Matthews y Desmond, 1998) – todos ellos síntomas
presentes en la FM-. El equipo de Zautra y colaboradores, que vienen estudiando la relación
entre esta variable y la FM, compararon a pacientes con FM y osteoartritis, indicando una
mayor prevalencia de los niveles de fatiga, dolor y afecto negativo en pacientes con FM
(Zautra, Johnson y Davis, 2005; Zautra et al., 2007). El aumento en el Afecto Negativo (por
ejemplo, tensión, nerviosismo e irritabilidad) se relacionaba frecuentemente con
sintomatología dolorosa (Zautra et al., 2001) y fatiga. Davis, Zautra y Smith (2004)
encontraron que el afecto negativo se relacionó con mayores niveles de dolor y estrés en la
FM en comparación con pacientes que tenían Osteoartritis.

En la propia etiología de la FM se han propuesto factores de naturaleza emocional


(Demitrack, 1998; Masedo y Esteve, 2002; Pastor, López- Roig, Rodríguez-Marín y Juan,
1995) e incluso autores como Netter y Hennig (1998) sugieren que la FM es un trastorno
afectivo. En este sentido, se reconoce la implicación de variables emocionales negativas,
especialmente la ansiedad y la depresión (Alfici et al., 1989; Cohen et al, 2002; Epstein et al,
1999; Malt, Berle, Olaffson, Lund y Ursin, 2000; McBeth y Silman, 2001; Tanum y Malt,
1995; Walker et al, 1997; Walter et al., 1998), aunque no todos los estudios lo han
comprobado (Ahles et al, 1991) y numerosos autores discrepan acerca del papel etiológico
afectivo de la FM.

Así, los estudios ya comentados realizados en muestra española por Pérez Pareja et al.
(2004) y Galgo et al. (2002) no encontraron diferencias significativas en depresión en
pacientes con FM frente a otro grupo de pacientes con dolor crónico no fibromiálgico y otro
grupo control de personas sin dolor crónico, lo que apunta a que la relación entre fibromialgia
y depresión pudiera tratarse de una cuestión de comorbilidad, o bien el estado de ánimo
deprimido pudiera ser una consecuencia del padecimiento de la fibromialgia. Estudios como
el de Okifuji, Turk y Sherman (2000) avalan estos resultados. Sin embargo, la mayoría de los
estudios evalúan la depresión en la FM desde un punto de vista psiquiátrico (e.g. Ahles et al.,
1991; Arnold et al., 2006; Epstein et al., 1999; Goldenberg, 1994; Herken et al., 2001; Inanici,

165
Yunus y Aldag, 1999; Roth y Bachman, 1993; Thieme et al., 2004; Yunus et al., 2002),
siendo menor el número de estudios que se centran en la afectividad como disposición
emocional.

El estudio de Pérez Pareja et al. (2004) señala que las respuestas de ansiedad
manifestadas de forma cognitiva parecen ser una característica común a cualquier tipo de
dolor crónico. Es decir, la ansiedad se encuentra relacionada con la experiencia de dolor y la
cognición de naturaleza ansiosa relacionada con la misma es independiente del tipo de dolor.
Sin embargo, otros autores señalan que específicamente en la FM existe un perfil diferenciado
de ansiedad en donde existen más respuestas de ansiedad expresadas de forma fisiológica y
motora. El estudio de Hallberg y Carlsson (1998) comparó los niveles de ansiedad y
estrategias de afrontamiento en tres grupos con dolor crónico, entre ellos la FM, encontrando
que en la FM había mayores niveles de ansiedad-rasgo que a su vez correlacionaban con
catastrofismo e incapacidad para controlar y reducir el dolor. Además, estas pacientes
interpretaban las situaciones estresantes como más amenazantes en comparación con los otros
grupos de dolor.

En un modelo desarrollado por nuestro equipo de investigación (González-Gutiérrez et


al., 2009) se comprueba que el malestar emocional actúa como precedente del dolor en
pacientes con FM. Una posible explicación de esta relación sería un incremento de
sensibilidad al dolor debido a un incremento del foco atencional sobre uno mismo, a un
incremento de la tensión muscular, o a una inadecuada interpretación de síntomas (Smith y
Carayon, 1996; Zelman, Howland, Nichols y Cleeland, 1991).

En un reciente artículo, Hassett et al. (2008) mencionan que existe poco debate acerca
de la relación entre la depresión y la expresión de las emociones negativas o afecto negativo y
los síntomas propios de la FM como intensidad de dolor (Finset, Wigers y Gotestam, 2004;
Hassett et al., 2000; Staud, Price, Robinson y Vierck, 2004; Staud, Vierck, Robinson y Price,
2006; Zautra et al., 2005), fatiga (Nicassio y Schuman, 2005; Zautra et al., 2007),
funcionamiento físico (Kassam y Patten, 2006) y calidad de vida (Burckhardt et al., 1996).

Lo que sí parece contrastado es el papel de las variables afectivas en la FM, bien en el


pronóstico de la misma o en la propia etiología, pero siempre dentro de modelos
multicausales, probabilísticos y no lineales. De nuevo, este papel plantea una línea de

166
intervención aplicada dirigida a valorar cuáles serían las técnicas de tratamiento más
adecuadas para el manejo del malestar afectivo en estas pacientes en función de la naturaleza
de las respuestas emitidas. Se debería abordar adecuadamente el círculo dolor-ansiedad-
tensión-dolor, suponiendo además de una clara mejora en el estado emocional de estos
pacientes, una significativa reducción del dolor. Además, la falta de estudios longitudinales y
prospectivos no permite conocer cuál es el elemento causal, si los acontecimientos negativos
producen depresión y ansiedad o si las mujeres con FM interpretan y procesan de forma más
negativa y atemorizante los acontecimientos de su entorno, ya sea presente o pasado (Keefe,
Lumley, Anderson, Lynch y Carson, 2001; Winfield, 2001), debido a ciertos rasgos
neuróticos de personalidad.

4.2.2.2. Afectividad Positiva y Afectividad Negativa en Fibromialgia

Un tema más reciente de investigación en FM, y dentro de la tendencia ya comentada,


conocida como Psicología Positiva, es la influencia relativa de la afectividad positiva y la
afectividad negativa como factores independientes en la explicación de la sintomatología y la
calidad de vida asociada a la FM.

En este contexto, Zautra et al. (2005) evaluaron con autorregistros semanales los
eventos diarios y su asociación con el afecto positivo en pacientes con FM y Osteoartritis.
Asimismo se valoró la diferencia entre el afecto positivo y negativo en estos dos grupos. Los
resultados mostraron que las personas con FM refirieron menores niveles de afecto positivo
en comparación con las que tenían OA pero no elevados niveles de afecto negativo. Eso si,
mostraron mayor reactividad al estrés, y cuando éste estaba presente, las pacientes con FM no
lograron mantener los niveles de afecto positivo como las pacientes con OA. Sin embargo,
contrariamente a lo esperado, las diferencias entre neuroticismo, depresión y ansiedad no
fueron tan significativas. El problema de regulación emocional no se explica principalmente
por la afectividad negativa sino por la existencia de cierta vulnerabilidad hacia el sistema del
afecto positivo en estas pacientes, sobre todo cuando se trata de estrés interpersonal. Así,
cuando éste está presente no hay un adecuado equilibrio que permita afrontarlo de manera
positiva. Las pacientes se predisponen a experimentar futuros eventos como estresantes,
percibiendo que no los van a saber afrontar con lo cual esto realmente sucede y así se
convierte en un ciclo difícil de romper. Estos resultados ponen de manifiesto la importancia
de dirigir las intervenciones a incrementar los recursos positivos, especialmente durante

167
episodios que resulten estresantes.

Cabe mencionar que en la mayoría de estos estudios, se evalúa tanto el afecto negativo
como el positivo mediante la escala desarrollada por Watson, Clark y Tellegen (PANAS,
1988), por lo que se pueden obtener datos de ambos tipos de afecto. Así, elevadas
puntuaciones del afecto negativo tendrían relación positiva con la sintomatología de la FM
(dolor y fatiga), y elevadas puntuaciones con el afecto positivo (como por ejemplo, sentirse
enérgico, entusiasmado y/o decidido) se asociarían con menores puntuaciones en
sintomatología. El afecto positivo parece debilitar la relación entre dolor-afecto negativo
(Zautra et al., 2001).

Por otro lado, Davis, Zautra y Reich (2001), observaron que los sujetos con FM tenían
una red social más deficitaria y más potenciadora de conflictos que los sujetos con
osteoartritis. Sin embargo, un experimento de laboratorio les permitió comprobar que las
mujeres con FM que respondían con un aumento del dolor a las situaciones de estrés
psicosocial eran aquellas que tenían mayor tendencia a experimentar afecto negativo; en
cambio, las mujeres con FM que tenían puntuaciones normales o bajas en afecto negativo, no
se diferenciaban en cuanto a las respuestas de dolor en situaciones de tensión interpersonal de
las mujeres que padecían osteoartritis.

En el estudio de González Gutiérrez et al. (2009) citado anteriormente, la


sintomatología y la intensidad de dolor resulta mediada por procesos como el de
estrés/recuperación y el malestar afectivo (ansiedad, depresión y afecto negativo). Existen
más estudios que han comprobado la relación entre la afectividad negativa y mayor
sintomatología y dolor en la FM (Alexander, 1998; Potter et al.; Velasco et al., 2006). En los
sujetos con alta afectividad negativa se ha sugerido una mayor percepción de amenaza, en
relación a la cual los sujetos experimentarían un incremento en la percepción de intensidad de
dolor (sensorial y afectiva) ante un estímulo ambiguo si se manipula su expectativa de dolor
(Alexander et al., 1998). Por otro lado, Staud et al. (2004) encuentran asociación entre el
número de puntos dolorosos, el afecto negativo y la intensidad del dolor en la fibromialgia.
Kersh et al. (2001) encontraron que pacientes con FM que buscaban cuidados médicos, en
comparación con los que no los buscaban, referían mayores niveles de afecto negativo y dolor
así como un mayor número de experiencias estresantes y menores niveles de autoeficacia.

168
Podría plantearse que un punto clave en los pacientes con FM, en comparación con
otros trastornos de dolor crónico, es la incapacidad para movilizar recursos positivos para
neutralizar la experiencia de dolor y el afecto negativo asociado a ésta. Una mala regulación
del afecto positivo y una incapacidad para sostenerlo se reflejaría en situaciones de dolor o
estrés (Zautra et al., 2005). Es por ello que la dificultad para mantener un estado de ánimo
positivo representa un reto adicional para la adaptación en pacientes con FM. Además, podría
existir un círculo vicioso en el cual a menor afecto positivo menos relaciones sociales
satisfactorias y a menos relaciones sociales satisfactorias, menor afecto positivo, lo cual
también podría explicar los resultados en relación al estrés interpersonal. Estas pacientes
tienen poca receptividad ante las emociones o eventos positivos, centrándose más en los
negativos. Por lo mismo, experimentan una relativa ausencia de recursos emocionales y
cognitivos positivos (Potter et al., 2000; Zautra et al., 2001).

En relación a los cuatro estilos propuestos por Hassett et al. (2008) para el balance
afectivo, estos autores compararon estos estilos en pacientes con FM y su relación con los
síntomas clínicos asociados a la misma. Para ello utilizaron un grupo control con otras
condiciones médicas. Los resultados indicaron que, en comparación con el grupo control, las
pacientes con FM presentaron bajos niveles de afecto positivo y altos niveles de afecto
negativo. Además tuvieron menor funcionamiento físico y más sintomatología clínica. El
estilo que predominó en los afectados de FM fue el “depresivo” y “reactivo”. Los sujetos con
estos estilos (tanto los controles como los que tenían FM) tenían menores niveles de
funcionamiento y mayor comorbilidad psiquiátrica. Estos datos se han corroborado
previamente en otros estudios (Arnold et al., 2006; Hassett et al., 2000; Porter-Moffitt et al.,
2006; Suhr, 2003). Estos autores apuntan que futuros estudios deberían explorar la relación
entre los estilos de balance afectivo y los correlatos fisiológicos, incluyendo los niveles de
cortisol y catecolaminas o variabilidad de la tasa cardiaca, ya que estos procesos están ligados
a las respuestas de estrés que provocan la desregulación del sistema simpático y que se ha
planteado como una teoría de la patogénesis de la FM (Clauw y Chrousos, 1997; Martínez
Lavin, 2004; Sarzi-Puttini, Atzeni, Diana, Doria y Furlan, 2006).

Otro mecanismo potencial por el que el afecto positivo pudiera estar disminuido en
estas pacientes podría derivarse del modelo de “diatesis-estrés” de adaptación a la enfermedad
(Banks y Kerns, 1996; Monroe, 1988). La falta de emociones positivas pudiera acumularse en
el tiempo ya que la persona fracasa en recuperar el afecto positivo después de un evento de

169
vida estresante. Los bajos niveles de este afecto positivo no ayudan a neutralizar los efectos
del malestar emocional (Gilbert, Pinel, Wilson, Blumberg y Wheatley, 1998). La capacidad
de utilizar el afecto positivo como recurso de afrontamiento ante el estrés pudiera no estar
presente en las pacientes con FM (Davis, Zautra y Smith, 2004).

En el estudio de Alonso et al. (2004) se examinó la influencia del ciclo menstrual en el


dolor y las emociones en mujeres con FM. Partiendo de estudios como el de Anderberg et al.
(1998, 1999, 2000), estos autores hipotetizaron que las mujeres con FM experimentarían
mayor sensibilidad al dolor y empeoramiento de los síntomas durante la fase lútea del ciclo
menstrual y que manifestarían mas afecto negativo que positivo en comparación con mujeres
con Artritis Reumatoide y controles sanas. En efecto, las mujeres con FM experimentaron
más dolor, más síntomas menstruales y más afecto negativo en comparación con los otros
grupos. Sin embargo, las tres muestras refirieron menor afecto positivo durante la fase lútea,
aunque este patrón fue más pronunciado en mujeres con FM y AR. Las fibromiálgicas
experimentaron menos afecto positivo que los otros dos grupos en esta fase. Estos resultados
apoyan trabajos anteriores en los que se enfatiza la importancia de evaluar no solamente la
presencia de afecto negativo, sino también la ausencia de afecto positivo en el dolor crónico
(Zautra et al., 2001) y en pacientes deprimidos (Clark, Watson y Mineka, 1994). Los autores
concluyen mencionando la importancia de considerar intervenciones específicas diseñadas
para aumentar el afecto positivo, no solamente en general, sino especialmente en la fase lútea
para aumentar el bienestar psicológico de las pacientes afectadas de FM.

Como en el caso de otros trastornos de dolor crónico y otras enfermedades, hasta hace
relativamente poco tiempo, las investigaciones no se habían centrado en el estudio del afecto
positivo ni en los recursos emocionales que tienen las pacientes con FM (Davis, Zautra y
Reich, 2001; Zautra et al., 1999). Actualmente, aumentan los estudios que se centran en los
efectos del afecto positivo en la salud. Sin embargo, aun siguen pareciendo escasos. Autores
como Pressman y Cohen (2005) revisaron la existencia de estudios que relacionaban el afecto
positivo y la salud y concluyeron que los individuos con altos niveles de afecto negativo
tendían a referir mayor sintomatología de enfermedad, en comparación con aquellos con
afecto positivo, tal y como sucede en el caso de la FM. Sin embargo, aún permanece la
confusión acerca de los efectos de las emociones positivas y negativas sobre la salud ya que

170
muchos estudios no hacen una distinción entre unas y otras.

En el caso de la FM, existen autores como Zautra et al. (2001) que conceden una
importancia adicional a las emociones positivas. Estos autores mencionan que éstas han
jugado un papel importante en la recuperación posterior a los episodios dolorosos, y son
fundamentales para promover otra serie de recursos como el apoyo social o la resiliencia.
Además, estas emociones podrían modular el afecto negativo en los días de mayor dolor.
Estos autores postulan que la atención debería centrarse en estudiar estas variables y/o
recursos positivos en lugar de los negativos, dando así también pautas para líneas futuras de
intervención.

En esta línea, y en la necesidad de diferenciar entre afecto positivo y afecto


negativo, el equipo investigador (Velasco et al., 2008) valoran un modelo causal mediante
ecuaciones estructurales que definía la presencia de dos dimensiones: recursos cognitivo-
afectivos y vulnerabilidades cognitivo-afectivas. Los recursos se componían de afecto
positivo, autoeficacia para el control de síntomas, autoeficacia para las actividades físicas y
para el dolor y lugar de control interno. Las vulnerabilidades eran las respuestas de estrés
(emocional, fisiológica, cognitiva y motora), ansiedad, depresión y afecto negativo. Los
recursos mostraron una influencia directa en el funcionamiento físico que a su vez influía en
la tolerancia térmica al dolor. En este sentido, se muestra la capacidad de estas pacientes para
sostener el bienestar a pesar del dolor. La presencia de emociones positivas no las hace
sentirse disfuncionales, sino por el contrario, se adaptan al dolor. Además, estos recursos
positivos serían la clave para que pudieran tolerar mejor el dolor. Por otro lado, las
vulnerabilidades predecían la intensidad de dolor y sintomatología asociada. Estos resultados
nos permiten igualmente reflexionar sobre el estrecho vínculo entre variables cognitivas y
emocionales, en su clasificación como variables positivas y negativas.

Las experiencias positivas y el afecto positivo en la FM se plantean como un punto


clave en la preservación de la calidad de vida y funcionamiento físico de estas pacientes. Así,
una línea prometedora de tratamiento podría encaminarse hacia un aumento de las emociones
y experiencias positivas. En este sentido, la terapia cognitivo-conductual puede ser de utilidad
en ayudar a estas pacientes a centrar su atención en los aspectos positivos en lugar de los
negativos. Procesos cognitivos como las atribuciones concernientes a experiencias negativas y

171
positivas, la percepción de control, y la autoeficacia pueden ser de utilidad para identificar y
reducir formas de pensamiento desadaptativas, disminuyendo los niveles de afecto negativo y
ayudando en definitiva a que las pacientes manejen su enfermedad y su sintomatología y
mejoren su funcionamiento físico y psicológico.

172
II. Objetivos e Hipótesis

“El público en general está dividido en dos bandos: los que piensan
que la ciencia puede hacerlo todo, y los que temen que así sea.“
Dixy Lee Ray  
 

173
174
5. OBJETIVOS E HIPÓTESIS

5.1. OBJETIVO GENERAL:

Este trabajo tiene como objetivo general estudiar la influencia que tienen las variables
afectivas, concretamente el afecto positivo y negativo, y las de percepción de control (locus
de control y autoeficacia) sobre las respuestas de estrés, la limitación funcional y la
sintomatología asociada en mujeres con Fibromialgia.

5.2. OBJETIVOS ESPECÍFICOS E HIPÓTESIS:

I. Determinar, para la totalidad de la muestra, y en su caso para submuestras


específicas, la relación existente entre las distintas variables de percepción de
control, el afecto positivo y el negativo, las distintas respuestas de estrés, las
variables de dolor y las variables específicas de fibromialgia. Para ello se
plantearon las siguientes hipótesis iniciales:

HI.1. Se espera encontrar una relación positiva entre la variable Locus de Control
Interno y las siguientes variables:
a) Autoeficacia General
b) Afecto Positivo
c) Locus de Control de Dolor Interno
d) Autoeficacia de Dolor (Síntomas, Actividades y Control del Dolor) (en el caso
específico de la muestra con fibromialgia -FM- y Dolor lumbar crónico -DLC)

HI.2. Se espera encontrar una relación negativa significativa entre la variable


Locus de Control Interno y las siguientes variables:
a) Afecto Negativo
b) Respuestas de Estrés (Fisiológica, Cognitiva, Conductual y Motora)
c) Locus de Control de Dolor Externo (Profesionales, Azar y Destino) (en el caso
específico de la muestra con FM y DLC)
d) Intensidad de Dolor (en el caso específico de la muestra con FM y DLC)
e) Sintomatología asociada (en el caso específico de la muestra con FM)
f) Limitación Funcional (en el caso específico de la muestra con FM)

175
g) Interferencia de Dolor (en el caso específico de la muestra con FM)
h) Síntomas FIQ (en el caso específico de la muestra con FM)

HI.3. Se espera encontrar una relación positiva significativa entre las variables de
Locus de Control Externo (Otros Poderosos y Suerte) y las siguientes variables:
a) Afecto Negativo
b) Respuestas de Estrés (Fisiológica, Cognitiva, Conductual y Motora)
c) Locus de Control de Dolor Externo (Profesionales, Azar y Destino) (en el caso
específico de la muestra con FM y DLC)
d) Intensidad de Dolor (en el caso específico de la muestra con FM y DLC)
e) Sintomatología asociada (en el caso específico de la muestra con FM)
f) Limitación Funcional (en el caso específico de la muestra con FM)
g) Interferencia de Dolor (en el caso específico de la muestra con FM)
h) Síntomas FIQ (en el caso específico de la muestra con FM)

HI.4. Se espera encontrar una relación negativa significativa entre la variable


Locus de Control Externo (Otros Poderosos y Suerte) y las siguientes variables:
a) Autoeficacia General
b) Afecto Positivo
c) Locus de Dolor Interno (en el caso específico de la muestra con FM y DLC)
d) Autoeficacia de Dolor (Síntomas, Actividades y Control Dolor) (en el caso
específico de la muestra con FM y DLC)

HI.5. Se espera encontrar una relación positiva significativa entre la variable


Autoeficacia General y las siguientes variables:
a) Afecto Positivo
b) Locus de Dolor Interno (en el caso específico de la muestra con FM y DLC)
c) Autoeficacia de Dolor (Síntomas, Actividades y Control Dolor) (en el caso
específico de la muestra con FM y DLC)

HI.6. Se espera encontrar una relación negativa significativa entre la variable


Autoeficacia General y las siguientes variables:
a) Afecto Negativo
b) Respuestas de Estrés (Fisiológica, Cognitiva, Conductual y Motora)

176
c) Locus de Control de Dolor Externo (Profesionales, Azar y Destino) (en el caso
específico de la muestra con FM y DLC)
d) Intensidad de Dolor (en el caso específico de la muestra con FM y DLC)
e) Sintomatología asociada (en el caso específico de la muestra con FM)
f) Limitación Funcional (en el caso específico de la muestra con FM)
g) Interferencia de Dolor (en el caso específico de la muestra con FM)
h) Síntomas FIQ (en el caso específico de la muestra con FM)

HI.7. Se espera encontrar una relación positiva significativa entre la variable


Afecto Positivo y las siguientes variables:
a) Locus de Dolor Interno (en el caso específico de la muestra con FM y DLC)
b) Autoeficacia de Dolor (Síntomas, Actividades y Control Dolor) (en el caso
específico de la muestra con FM y DLC)

HI.8. Se espera encontrar una relación negativa significativa entre la variable


Afecto Positivo y las siguientes variables:
a) Afecto Negativo
b) Respuestas de Estrés (Fisiológica, Cognitiva, Conductual y Motora)
c) Locus de Control de Dolor Externo (Profesionales, Azar y Destino) (en el caso
específico de la muestra con FM y DLC)
d) Intensidad de Dolor (en el caso específico de la muestra con FM y DLC)
e) Sintomatología asociada (en el caso específico de la muestra con FM)
f) Limitación Funcional (en el caso específico de la muestra con FM)
g) Interferencia de Dolor (en el caso específico de la muestra con FM)
h) Síntomas FIQ (en el caso específico de la muestra con FM)

HI.9. Se espera encontrar una relación positiva significativa entre la variable


Afecto Negativo y las siguientes variables:
a) Respuestas de Estrés (Fisiológica, Cognitiva, Conductual y Motora)
b) Locus de Control de Dolor Externo (Profesionales, Azar y Destino) (en el caso
específico de la muestra con FM y DLC)
c) Intensidad de Dolor (en el caso específico de la muestra con FM y DLC)
d) Sintomatología asociada (en el caso específico de la muestra con FM)
e) Limitación Funcional (en el caso específico de la muestra con FM)

177
f) Interferencia de Dolor (en el caso específico de la muestra con FM)
g) Síntomas FIQ (en el caso específico de la muestra con FM)

HI.10. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM y DLC,


una relación negativa significativa entre la variable Afecto Negativo y las
siguientes variables:
a) Locus de Dolor Interno
b) Autoeficacia de Dolor (Síntomas, Actividades y Control Dolor)

HI.11. Se espera encontrar una relación positiva significativa entre las Respuestas
de Estrés (Fisiológica, Cognitiva, Conductual y Motora) y las siguientes variables:
a) Locus de Control de Dolor Externo (Profesionales, Azar y Destino) (en el caso
específico de la muestra con FM y DLC)
b) Intensidad de Dolor (en el caso específico de la muestra con FM y DLC)
c) Sintomatología asociada (en el caso específico de la muestra con FM)
d) Limitación Funcional (en el caso específico de la muestra con FM)
e) Interferencia de Dolor (en el caso específico de la muestra con FM)
f) Síntomas FIQ (en el caso específico de la muestra con FM)

HI.12. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM y DLC,


una relación negativa significativa entre las Respuestas de Estrés (Fisiológica,
Cognitiva, Conductual y Motora) y las siguientes variables:
a) Locus de Dolor Interno
b) Autoeficacia de Dolor (Síntomas, Actividades y Control Dolor)

HI.13. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM, una


relación positiva significativa entre el Locus de Control de Dolor Externo
(Profesionales, Azar y Destino) y las siguientes variables:
a) Intensidad de Dolor (también en el caso de la muestra con DLC)
b) Sintomatología asociada
c) Limitación Funcional
d) Interferencia de Dolor
e) Síntomas FIQ

178
HI.14. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM y DLC,
una relación negativa significativa entre el Locus de Control de Dolor Externo
(Profesionales, Azar y Destino) y las siguientes variables:
a) Locus de Dolor Interno
b) Autoeficacia de Dolor (Síntomas, Actividades y Control Dolor)

HI.15. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM y DLC,


una relación positiva significativa entre la variable Locus de Dolor Interno y las
siguientes variables:
a) Autoeficacia de Dolor (Síntomas, Actividades y Control Dolor)

HI.16. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM, una


relación negativa significativa entre la variable Locus de Dolor Interno y las
siguientes variables:
a) Intensidad de Dolor (también en el caso de la muestra con DLC)
b) Sintomatología asociada
c) Limitación Funcional
d) Interferencia de Dolor
e) Síntomas FIQ

HI.17. Se espera encontrar una relación negativa significativa, en el caso


específico de la muestra con FM, entre la variable Autoeficacia de Dolor
(Síntomas, Actividades y Control Dolor) y las siguientes variables:
a) Intensidad de Dolor (también en el caso de la muestra con DLC)
b) Sintomatología asociada
c) Limitación Funcional
d) Interferencia de Dolor
e) Síntomas FIQ

HI.18. Se espera encontrar una relación positiva significativa, en el caso específico


de la muestra con FM, entre la variable Intensidad de Dolor y las siguientes
variables:
a) Sintomatología asociada
b) Limitación Funcional

179
c) Interferencia de Dolor
d) Síntomas FIQ

HI.19. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM, una


relación positiva entre la variable Sintomatología Asociada y las siguientes
variables:
a) Limitación Funcional
b) Interferencia de Dolor
c) Síntomas FIQ

HI.20. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM, una


relación positiva significativa entre la variable Limitación Funcional y las
siguientes variables:
a) Interferencia de Dolor
b) Síntomas FIQ

HI.21. Se espera encontrar una relación positiva significativa, en el caso específico


de la muestra con FM, entre la variable Interferencia de Dolor y las siguientes
variables:
a) Síntomas FIQ

II. Analizar la posible existencia de diferencias en el perfil de respuesta ante el estrés,


las variables de percepción de control (locus de control y autoeficacia) y el afecto
positivo y negativo entre mujeres con fibromialgia y mujeres sanas y con DLC; así
como entre las variables de percepción de control de dolor (locus de control de
dolor y autoeficacia de dolor) y la intensidad de dolor entre mujeres con
fibromialgia y mujeres con DLC.

Para ello se plantearon las siguientes hipótesis iniciales:

HII.1. Se espera encontrar diferencias significativas entre las puntuaciones de


mujeres con FM y las mujeres sanas y con DLC (con mayores puntuaciones en las
personas con FM) en las siguientes variables:

180
a) Locus de Control Externo (Otros Poderosos y Suerte)
b) Afecto Negativo
c) Perfiles de Respuesta al Estrés (Emocional, Cognitiva, Fisiológica y Motora)

HII.2. Se espera encontrar diferencias significativas entre las puntuaciones de


mujeres con FM y las mujeres sanas y con DLC (con menores puntuaciones en las
personas con FM) en las siguientes variables:
a) Locus de Control Interno
b) Autoeficacia General
c) Afecto Positivo

HII.3. Se espera encontrar diferencias significativas, con mayores puntuaciones en


las personas con FM respecto a las personas con DLC, en las siguientes variables:
a) Locus de Control Externo de Dolor (Profesionales, Azar y Destino)
b) Intensidad de Dolor

HII.4. Se espera encontrar diferencias significativas, con menores puntuaciones en


las personas con FM respecto a las personas con DLC, en las siguientes variables:
a) Locus de Control Dolor Interno
b) Autoeficacia de Dolor (Síntomas, Actividades y Control Dolor)

HII.5. Se espera encontrar puntuaciones superiores al valor medio de la escala, en


las personas con FM, en las siguientes variables:
a) Intensidad de Dolor
b) Sintomatología
c) Limitación Funcional
d) Interferencia de Dolor
e) Fatiga
f) Cansancio en la mañana
g) Rigidez
h) Ansiedad
i) Depresión

181
III. Determinar, para la totalidad de la muestra, y en su caso para submuestras
específicas, las diferencias en función de la edad, el estado civil, nivel de estudios,
situación laboral, ingresos económicos y consumo de fármacos en las diferentes
variables de interés para controlar dichas variables en relación con los objetivos
del estudio. Así, se plantean las siguientes hipótesis:

HIII.1. Se hipotetiza que las personas con FM que consumen analgésicos,


obtendrán menores puntuaciones que aquellas que no consumen analgésicos, en
las siguientes variables:
a) Intensidad de Dolor
b) Interferencia de Dolor
c) Sintomatología
d) Rigidez

HIII.2. Se hipotetiza que las personas con FM que consumen antidepresivos,


obtendrán menores puntuaciones que aquellas que no consumen antidepresivos, en
las siguientes variables:
a) Afecto Negativo
b) Sintomatología
c) Depresión

HIII.3. Se hipotetiza que las personas con FM que consumen antiinflamatorios y


miorelajantes, obtendrán menores puntuaciones que aquellas que no los consumen,
en las siguientes variables:
a) Sintomatología
b) Rigidez

HIII.4. Se hipotetiza que las personas con FM que consumen ansiolíticos,


obtendrán menores puntuaciones que aquellas que no consumen ansiolíticos, en las
siguientes variables:
a) Sintomatología
b) Interferencia Dolor
c) Ansiedad

182
IV. Determinar el valor predictivo que tienen las variables de percepción de control
general (locus de control y autoeficacia) y de percepción de control de dolor (locus
de control de dolor y autoeficacia de dolor) sobre las diferentes respuestas de
estrés, el afecto positivo y negativo, así como sobre la limitación funcional y
sintomatología asociada a la Fibromialgia.

Se plantearon las siguientes hipótesis:

HIV.1. Para la muestra de personas con Fibromialgia, menores puntuaciones de


Autoeficacia general, Locus de Control Interno y mayores puntuaciones de Locus
de Control Externo y predecirán mayores niveles de Respuesta de Estrés así como
de Afecto Negativo, Intensidad de Dolor, Sintomatología Total, Síntomas FIQ,
Limitación Funcional, Interferencia de Dolor, Fatiga, Ansiedad y Depresión.

HIV.2. Para la muestra de personas con Fibromialgia, menores puntuaciones de


Autoeficacia de Dolor y Locus de Dolor Interno y mayores puntuaciones de Locus
de Dolor Externo predecirán mayores niveles de Respuesta de Estrés así como de
Afecto Negativo, Intensidad de Dolor, Sintomatología Total, Síntomas FIQ,
Limitación Funcional, Interferencia de Dolor, Fatiga, Ansiedad y Depresión.

HIV.3. Para la muestra de personas con Fibromialgia y DLC, mayores


puntuaciones de Autoeficacia General y Locus de Control Interno y menores
puntuaciones de Locus de Control Externo predecirán mayores niveles de Afecto
Positivo.

HIV.4. Para la muestra de personas con Fibromialgia y DLC, mayores


puntuaciones de Autoeficacia de Dolor y Locus de Dolor Interno y menores
puntuaciones de Locus de Dolor Externo predecirán mayores niveles de Afecto
Positivo.

HIV.5. Para la muestra de personas con DLC, menores puntuaciones de


Autoeficacia General y Locus de Control Interno y mayores puntuaciones de
Locus de Control Externo predecirán mayores niveles de Respuesta de Estrés así
como de Afecto Negativo e Intensidad de Dolor.

183
HIV.6. Para la muestra de personas con DLC, menores puntuaciones de
Autoeficacia de Dolor y Locus de Dolor Interno y mayores puntuaciones de Locus
de Dolor Externo predecirán mayores niveles de Respuesta de Estrés así como de
Afecto Negativo e Intensidad de Dolor.

HIV.7. Para la muestra de personas sanas, menores puntuaciones de autoeficacia


general y de Locus de Control Interno y mayores puntuaciones de Locus de
Control Externo predecirán mayores niveles de Respuestas de Estrés así como de
Afecto Negativo.

HIV.8. Para la muestra de personas sanas mayores puntuaciones de autoeficacia


general y de Locus de Control Interno y menores puntuaciones de Locus de
Control Externo predecirán mayores niveles de Afecto Positivo.

V. Analizar el posible efecto mediador del afecto positivo y el afecto negativo entre
las variables de percepción de control de dolor y la limitación funcional, ansiedad
y depresión en la muestra de mujeres con Fibromialgia. Se plantean las siguientes
hipótesis:

HV.1. Se espera que el Afecto Positivo y el Afecto Negativo medie la relación


entre Locus de Dolor Interno y la intensidad de dolor, limitación funcional,
ansiedad y depresión.
HV.2. Se espera que el Afecto Positivo y el Afecto Negativo medie la relación
entre Locus de Dolor Externo (Profesionales, Azar y Destino) y la intensidad de
dolor, limitación funcional, ansiedad y depresión.
HV.3. Se espera que el Afecto Positivo y el Afecto Negativo medie la relación
entre la Autoeficacia Dolor Síntomas y la intensidad de dolor, limitación
funcional, ansiedad y depresión.
HV.4. Se espera que el Afecto Positivo y el Afecto Negativo medie la relación
entre la Autoeficacia Dolor Actividades y la intensidad de dolor, limitación
funcional, ansiedad y depresión.
HV.5. Se espera que el Afecto Positivo y el Afecto Negativo medie la relación
entre la Autoeficacia Control Dolor y la intensidad de dolor, limitación funcional,
ansiedad y depresión.

184
VI. Valorar la adecuación de un modelo causal integrador en las personas con
Fibromialgia, incluyendo por un lado los recursos cognitivo-afectivos y por otro
las vulnerabilidades cognitivo-afectivas. Así, la autoeficacia (para el control de
síntomas, para la realización de actividades y para el control del dolor), el locus de
control de dolor interno y el afecto positivo constituirían los recursos; y las
respuestas de estrés, el locus de control de dolor externo (profesionales, azar y
destino) y el afecto negativo serían las vulnerabilidades cognitivo-afectivas. Estas
vulnerabilidades tendrán importantes implicaciones en la intensidad de dolor, la
sintomatología asociada a la FM, la ansiedad y la depresión. Igualmente, también
se plantea un efecto directo de los recursos cognitivo-afectivos sobre la limitación
funcional. Utilizando el modelado de ecuaciones estructurales para evaluar el
modelo causal en un contexto multivariado, se formularon las siguientes hipótesis:

HVI.1. Existirá una doble relación entre variables latentes: los recursos afectarán
causalmente a las vulnerabilidades y viceversa. A su vez, estas variables latentes
afectarán diferencialmente a una serie de indicadores observados de acuerdo con
los planteamientos teóricos anteriormente revisados: recursos cognitivo-afectivos
(autoeficacia para la realización de actividades, autoeficacia para el control de
síntomas, autoeficacia para el control del dolor y locus de control de dolor interno)
y vulnerabilidades cognitivo-afectivas (locus de dolor externo -profesionales, azar
y destino-, respuestas de estrés y afecto negativo).

HVI.2. La variable recursos cognitivo-afectivos exhibirá una influencia causal


directa sobre la limitación funcional de las pacientes.

HVI.3. Las vulnerabilidades cognitivo-afectivas mostrarán una influencia causal


directa sobre la intensidad del dolor, la sintomatología asociada; así como con la
ansiedad y depresión de las pacientes

185
186
III. Estudio Empírico

“Nunca pidas que las cosas se hagan como quieres; mas procura
quererlas como ellas se hacen. Por este medio todo te sucederá
como lo deseas.”
Epicteto.    

187
188
6. MÉTODO

6.1. SUJETOS

La muestra estuvo formada por tres grupos de sujetos (pacientes con fibromialgia,
pacientes con dolor lumbar crónico y personas sanas), todas ellas mujeres, con perfiles
diferentes en función de los objetivos de evaluación, y seleccionada en parte de la base de
pacientes de la Fundación Hospital Alcorcón (FHA) (concretamente las dos submuestras
clínicas). A continuación describiremos las características de estos tres grupos:

1. Grupo de personas diagnosticadas de Fibromialgia (FM).

Se contactó con mujeres con diagnóstico de FM que estaban siendo tratadas en la


Unidad de Dolor de la FHA y/o que pertenecían a la Asociación de Fibromialgia de la
Comunidad de Madrid (AFIBROM), durante el periodo comprendido entre junio de 2005 y
enero de 2006. Los criterios de inclusión en el estudio fueron:

1) Diagnóstico de Fibromialgia según el Colegio Americano de Reumatología (American


College of Rheumatology, Wolfe et al., 1990).
2) Ser mujer.
3) Ser mayor de 18 años.
4) Estar acudiendo a tratamiento médico por su problema de dolor, ya sea en Atención
Primaria o especializada.
5) Hablar y entender correctamente el castellano

Se contactó con 145 mujeres dentro de esta submuestra que cumplían los criterios de
inclusión, de las cuales todas aceptaron participar inicialmente, aunque finalmente sólo 136
constituyeron registros válidos (por la cumplimentación correcta y completa de todas las
pruebas), lo que supone un porcentaje de participación de 93,4% de las mujeres inicialmente
contactadas.

189
2. Grupo de personas diagnosticadas de Dolor Lumbar Crónico (DLC)
Para esta submuestra se contactó con las pacientes cuyo diagnóstico era Dolor Lumbar
Crónico y que eran atendidas en la Unidad de Dolor y en el Departamento de Cirugía
Ortopédica y Traumatología, Unidad de Columna en la FHA.

Los criterios de inclusión en este grupo fueron los siguientes:

1) Haber sido diagnosticados de “Dolor Lumbar Crónico” de acuerdo con los criterios
recogidos por Braunwald y Fauci (2001): dolor persistente en la zona lumbar baja,
identificada como la parte posterior de la cintura, que se desencadena cuando se
permanece de pie y mejora notablemente en la cama. Este dolor puede aparecer en la
zona lumbar baja pero también puede percibirse en la zona inguinal incluso en
genitales y, más frecuentemente, en la cara posterior del glúteo, en la cara posterior y
lateral del muslo y, menos frecuentemente, en la pantorrilla y cara lateral de la pierna
y en el talón. Puede aparecer dificultad para andar por el dolor en la zona lumbar y por
la extremidad inferior.
2) Ser mujer.
3) Ser mayor de 18 años.
4) Hablar y entender correctamente el castellano.

Se contactó inicialmente con 85 mujeres dentro de esta submuestra que cumplían los
criterios de inclusión, de las cuales 77 aceptaron participar, constituyendo finalmente registros
válidos (por la cumplimentación correcta y completa de todas las pruebas) únicamente 63, lo
que supone un porcentaje de participación de 74,1 % de las mujeres inicialmente contactadas.

3. Grupo control.

Para contactar con este grupo, se entregaron cartas de invitación al estudio a través de
distintas fuentes: alumnado de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), asociaciones de
padres y madres de alumnos de colegios cercanos a la URJC y personal de la URJC.

Los criterios de inclusión en el grupo fueron los siguientes:

190
1) No padecer ningún tipo de enfermedad crónica.
2) No padecer patologías que cursen con dolor crónico.
3) No padecer, en el momento del estudio, patologías agudas o cuadros de dolor agudo.
4) No haber sido diagnosticada de patologías mentales graves.
5) Ser mujer.
6) Tener más de 18 años en el momento de inicio del estudio
7) Hablar y entender correctamente el castellano

Se contacto inicialmente con 80 mujeres dentro de esta submuestra que cumplían los
criterios de inclusión, de las cuales aceptaron participar todas, y de las cuales finalmente 77
constituyeron registros válidos (por la cumplimentación correcta y completa de todas las
pruebas), lo que supone un porcentaje de participación de 96,2 % de las mujeres inicialmente
contactadas.

Así, la muestra final del presente estudio es de 276 mujeres. 136 tienen Fibromialgia,
63 Dolor Lumbar Crónico y 77 pertenecen al grupo control de mujeres sanas. Las
características sociodemográficas de la muestra total y por submuestras aparecen reflejadas en
la Tabla 8.

191
Tabla 8. Distribución de la muestra en función de las variables sociodemográficas
Variable Total Fibromialgia DLC Sanas Scheffé
(N=276) (1) (2) (3) F/ χ2 post-hoc
(N=136) (N=63) (N=77) p pair-wise

Edad
Media 16,26 1/3
52,14 53,18 56,03 47,14
p=.000 2/3
Desviación Típica 10,16 8,86 12,13 8,56
Número de hijos (%)
ninguno 14,3 14,3 17,7 11,7 χ2=10,52
1 11,4 10,5 8,1 15,6 p =.230
2 42,3 45,9 30,6 45,5
3 19,5 19,5 22,6 16,9
Más de 3 12,5 9,8 21 10,4
Estado Civil (%)
Casado 71,4 72,2 68,3 72,7 χ2=3,19
Soltero 9,5 9,8 7,9 10,4 p =.785
Viudo 10,3 8,3 15,9 9,1
Separado/Divorciado 8,8 9,8 7,9 7,8
Convivencia (%)
Pareja/Cónyuge 76,5 74,4 74,6 81,6 χ2=5,36
Hijos 8,6 10,1 9,5 5,3 p =.718
Padres 3,4 3,1 6,3 1,3
Solo 10,8 11,6 9,5 10,5
Otros 0,7 0,8 1,3
Estudios (%) 1/3
2 2
Ninguno 12,3 12,2 25,4 1,3 χ =62,96 (χ =42,73
Primarios 34,4 43,5 36,5 17,1 p =.000 p =.000)
ESO/EGB 20,7 22,9 20,6 17,1 2/3
BUP/COU/Bachiller (χ2=39,22
15,9 12,2 7,9 28,9
Superior
Estudios Superiores 16,7 9,2 9,5 35,5 p =.000)
Situación Laboral (%) 1/2
2 2
Activo 35,8 27,3 χ =64,66 (χ =19,46
16,4 67,6 p =.000)
Nunca activo 8,5 3,1 21,3 7,0 p =.000 1/3
Inactivo más de 1 año 44,6 58,6 (χ2
=36,78
45,9 18,3
p =.000)
Inactivo menos de 1 año 2/3
2
11,1 10,9 16,4 7,0 (χ =35,05
p =.000)

192
Tabla 8. (cont.) Distribución de la muestra en función de las variables sociodemográficas
Ingresos económicos (%)
Más de 1.800 € 12,2 6,9 1,7 29,7 χ2=51,48 1/3
De 1.200 a 1.800 € p =.000 (χ2=34,98
15,9 12,3 11,7 25,7
p =.000)
De 600 a 1.200 € 23,1 21,5 31,7 18,9 2/3
Menos de 600 € (χ2=33.40
24,2 30,0 33,3 6,8
p =.000)
Ninguno 24,6 29,2 21,7 18,9
DLC= Dolor Lumbar Crónico

Como se puede observar en la tabla 8, la muestra total está compuesta por mujeres de
mediana edad (M=52,14; DT=10,16), en su mayoría casadas (71,4%), conviviendo con su
pareja o cónyuge (76,5%) con un nivel educativo de estudios primarios (34,4%), inactivas
laboralmente por más de un año (44,6%) y ya sea con ningún tipo de ingreso económico
(24,6%) o un ingreso menor de 600 € al mes (24,2%).

En cuanto a la muestra de pacientes con Fibromialgia se observa una media de edad de


53,18 (DT=8,86), la mayoría casadas (72,2%), conviviendo con su pareja o cónyuge (74,4%).
El nivel educativo predominante es el de estudios primarios (43,5%). Su situación laboral
mayoritaria es de inactivas laboralmente por un periodo mayor a un año (58,6%) y perciben
ingresos mensuales de menos de 600€ (30%) o no percibían ningún tipo de ingreso (29,2%).

La muestra de afectadas de Dolor Lumbar Crónico muestra una edad media de 56,03
(DT=12,13), en su mayoría casadas (68,3%), conviviendo con su pareja o cónyuge (74,6%).
La formación más habitual es la de estudios primarios (36,5%). La mayoría se encuentran
inactivas desde hace más de un año (45,9%) y los ingresos a percibir mensualmente son
menos de 600 € (33,3%) o entre 600 y 1200 € (31,7%).

Para la muestra de personas sanas se encontró una media de edad de 47,14 (DT=8,56).
La mayoría están casadas (72,7%) y conviven con su pareja o cónyuge (81,6%). El nivel
educativo mayoritario es de estudios superiores (35,5%). El 67,6% eran activas laboralmente
en el momento de la realización del estudio y los ingresos rondaban en más de 1800 €
(29,7%).

193
Para las mujeres con FM se valoraron además otras variables: el tiempo de
diagnóstico, el tiempo de aparición de los síntomas, y si tenían adicionalmente al diagnóstico
de FM, un diagnóstico ansiedad o de depresión. La media y la desviación típica para el
tiempo de diagnóstico y el tiempo de aparición de los síntomas, así como los porcentajes de
aquellas personas que tenían ansiedad y/o depresión se muestran en la Tabla 9.
Tabla 9. Variables específicas de Fibromialgia
Variable Fibromialgia
(n=136)
Tiempo de diagnóstico (años)
Media 10,51
Desviación típica 2,85
Tiempo de aparición de síntomas (años)
Media 20,26
Desviación típica 9,21
Diagnóstico Depresión (%)
Si 42,9
No 57,1
Diagnóstico Ansiedad (%)
Si 33
No 67

6.2. PROCEDIMIENTO

Este trabajo formaba parte de un proyecto de investigación más amplio financiado por
el Ministerio de Educación y Ciencia (SEJ2004-08171/PSIC). Concretamente, dicho proyecto
consta de dos estudios: 1) un estudio de tipo descriptivo-correlacional donde se comparan tres
grupos de sujetos (pacientes diagnosticadas de fibromialgia, pacientes diagnosticadas de dolor
lumbar crónico y mujeres sanas) tratando de identificar las variables relacionadas con la
respuesta de estrés y las variables personales relacionadas con la evaluación de los estresores
que difieren entre los tres grupos; y 2) un estudio experimental que se centraba en la distinta
influencia de una variable cognitiva (expectativa al dolor) sobre la evaluación de los
estresores (dolor) en los tres grupos ya mencionados. La presente tesis doctoral se centra en
los resultados del primer estudio. La recogida de datos correspondiente al mismo se llevo a
cabo desde septiembre de 2005 a julio de 2008.

Con el fin de conseguir la participación del mayor número posible de pacientes con
Fibromialgia, se contactó, en primer lugar, con los especialistas de la Unidad de Dolor de la
Fundación Hospital Alcorcón (FHA). Igualmente, se realizaron diversas reuniones con la
Asociación de Fibromialgia de Madrid (AFIBROM) quienes se encargaron de informar a las
socias del estudio que estábamos llevando a cabo.

194
En el caso de los pacientes de la FHA, eran los médicos de la Unidad de Dolor quienes
nos proporcionaban un listado de aquellos pacientes que cumplían con los criterios de
inclusión y que deseaban participar en el estudio. Posteriormente, se les llamaba por teléfono
para concertar una primera cita. En el caso de los pacientes de AFIBROM, eran los
interesados quienes acudían a las reuniones en la central de la asociación. Para ambos grupos,
en esta primera cita se les explicaba el objetivo del estudio indicándoles que su participación
era totalmente voluntaria y que podían abandonarlo cuando lo desearan. Una vez que
aceptaban participar en el estudio, firmaban un consentimiento informado y se les realizaba
una entrevista para los datos sociodemográficos y clínicos y posteriormente rellenaban el
protocolo de evaluación en presencia de los investigadores.

Para la submuestra de pacientes con Dolor Lumbar Crónico se contactó igualmente


con los especialistas de la Unidad de Dolor y con especialistas del Departamento de Cirugía
Ortopédica y Traumatología, Unidad de Columna en la FHA. En ambos casos se nos
proporcionaba un listado con los pacientes interesados en el estudio que cumplían los criterios
de inclusión, y se les llamaba por teléfono para darles la primera cita en la Universidad. El
procedimiento era el mismo que para los pacientes con Fibromialgia.

Para el grupo control se entregaron cartas de invitación a los alumnos de las distintas
diplomaturas de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Rey Juan Carlos
(Terapia Ocupacional, Enfermería, Fisioterapia) para que las entregaran a sus familiares y/o
conocidos. En esta carta se explicaba el objetivo del estudio y se proporcionaban nuestros
teléfonos para aquellas personas que estuvieran interesadas. Una vez que nos llamaban, se les
daba una primera cita en la Universidad y se realizaba el mismo procedimiento que para los
pacientes con FM y DCL. Asimismo, también se entregaron estas cartas a las Asociaciones de
Padres y Madres de alumos de colegios públicos en Móstoles, Alcorcón y Fuenlabrada.
Igualmente, se procedió a contactar con el personal de la Universidad enviándoles un correo
electrónico en donde se les invitaba a participar en el estudio, además se les mencionaba los
objetivos del mismo y se les ofrecía un taller gratuito de manejo de estrés a aquellas personas
que terminaran el estudio. Una vez que aceptaban participar en el estudio, se les daba una
primera cita. Para este grupo también se llevó a cabo el mismo procedimiento que para las
submuestras clínicas.

195
La duración de las citas en el caso de las submuestras clínicas oscilaba entre los 60 y
los 120 minutos y en el caso del grupo control entre los 30 y los 60 minutos. Tras
agradecerles su colaboración, se daba por finalizada su participación.

Todas las pruebas se realizaron por psicólogos del equipo investigador o por personas
entrenadas por ellos. El estudio fue aprobado tanto por el Comité de ética de la Universidad,
como de la FHA.

6.3. VARIABLES E INSTRUMENTOS

En este estudio se ha trabajado con diferentes tipos de variables, que a efectos


didácticos y conceptuales, hemos clasificado en las siguientes categorías: variables
sociodemográficas, variables clínicas y variables objeto de interés en el estudio. Estas últimas
a su vez, han sido clasificadas en variables antecedentes, variables resultado y variables de
dolor.

6.3.1. Variables sociodemográficas

Estas variables fueron recogidas para las tres submuestras y son: a) Edad, b) Número
de hijos, c) Estado civil, d) Convivencia, e) Estudios, f) Situación Laboral y g) Ingresos
económicos.

La Edad y el número de hijos son variables continuas. El Estado Civil y la Situación


Laboral son variables categóricas, operativizadas en cuatro categorías cada una (“casado”,
“soltero”, “viudo” y “separado/divorciado” en el caso del estado civil, y “activo”, “nunca
activo”, “inactivo más de un año” e “inactivo menos de un año” en el caso de la situación
laboral). La Convivencia, Estudios e Ingresos Económicos son operativizadas en cinco
categorías (“pareja/cónyuge”, “hijos”, “padres”, “solo” y “otros” en el caso de la convivencia;
“ninguno”, “primarios”, “ESO/EGB”, “BUP/COU/Bachiller Superior” y “Estudios
Superiores” en el caso de los estudios, y “Más de 1,800 €”, “de 1.200 a 1.800€”, “de 600 a
1200 €”, “menos de 600€” y “ninguno” en el caso de los ingresos económicos).

196
6.3.2. Variables clínicas

Estas variables son propias de la submuestra de FM y se valoraron los siguientes


aspectos: a) Tiempo de diagnóstico, b) Tiempo de aparición de síntomas, c) Presencia de
diagnóstico de depresión, d) Presencia de diagnóstico de ansiedad y e) Consumo de fármacos.

El Tiempo de diagnóstico y Tiempo de aparición de síntomas son variables continuas


y hacen referencia al tiempo (en años) transcurrido desde el diagnóstico o aparición de los
síntomas respectivamente hasta el momento actual. La presencia de diagnóstico de ansiedad y
depresión son variables categóricas, operativizadas en dos categorías cada una (Ausencia o
Presencia del diagnóstico), y el consumo de fármacos está operativizada en seis variables
(analgésicos, antidepresivos, antiinflamatorios, antiepilépticos, ansiolíticos y miorrelajantes),
codificadas en dos categorías cada una de ellas (consume o no consume).

6.3.3. Variables objeto de interés del estudio

Se han agrupado las variables objeto de interés en tres grupos: Variables


Antecedentes, Variables Resultado y Variables de Dolor. Dentro de cada grupo describiremos
los instrumentos utilizados para la evaluación de cada variable. Todos los instrumentos de
evaluación se muestran en el Anexo. En la tabla 10 se recoge el listado de los instrumentos de
evaluación para cada una de las submuestras.

6.3.3.1. Variables Antecedentes

A continuación describiremos las variables evaluadas en las tres submuestras:

6.3.3.1.1. Locus de control General

Se utilizó para la evaluación del locus de control de los sujetos el Internal-Powerful-


Chance Scale (IPC) de Levenson (1981). La escala está constituida a partir de un total de 24
ítems que se responden mediante un formato de respuesta de tipo Likert de siete puntos, (de -
3 =”totalmente en desacuerdo” a +3 = totalmente de acuerdo”). El cuestionario consta de tres
subescalas independientes de ocho ítems cada una (“locus de control interno”, “locus de
control otros poderosos” y “locus de control suerte”) con un rango teórico máximo de 24 y

197
uno mínimo de -24 para todas las subescalas. A mayor puntuación, por lo tanto, mayor lugar
de control en la subescala valorada. Las afirmaciones están escritas en primera persona y se
da un alto grado de paralelismo entre el contenido de cada trío de frases, variando únicamente
la “causa” percibida.

La consistencia interna del instrumento ha resultado satisfactoria en los diversos


estudios realizados, con los valores más bajos para la escala de “internalidad”. Por ejemplo,
Levenson (1973), en una muestra de pacientes psiquiátricos hospitalizados, encontró valores
alpha de 0,67 para la internalidad, 0,82 para “otros con poder” y 0,79 para “suerte”. Las
fiabilidades test-retest para un periodo de una semana y de siete semanas varió entre 0,60 y
0,79 respectivamente (Levenson, 1973). La validez de la escala ha sido demostrada a través
del examen de su convergencia y su divergencia respecto a otros instrumentos y constructos
(Levenson, 1981). A pesar de haberse cuestionado la supuesta estructura tridimensional del
instrumento, la versión española que se empleó en el presente estudio (Fernández-Sobrado y
Calvo, 1992), probada sobre una muestra de 1000 personas, se ajusta bien a dicha estructura,
ofreciendo datos favorables en relación a sus propiedades psicométricas.

En nuestro estudio, el alfa para el Locus de control interno de la muestra total fue de
0,59; de 0,63 para la muestra de Fibromialgia, 0,42 para la de Dolor Lumbar Crónico y de
0,55 para la de Sanas. Por otro lado, la subescala de Locus de Control Otros Poderosos obtuvo
un alfa para la muestra total de 0,80, para la de FM de 0,79, para la de DLC de 0,83 y para la
de Sanas de 0,74. Finalmente la subescala de Locus de Control Suerte obtuvo un alfa de
Cronbach de 0,74 para la muestra total, de 0,76 para la muestra de FM, de 0,70 para la de
DLC y de 0,73 para la muestra de Sanas.

6.3.3.1.2. Autoeficacia general

Para valorar esta variable, se utilizó la Escala de Autoeficacia General (General Self-
Efficacy Scale; Jerusalem y Schwarzer, 1992) en su adaptación al español realizada por
Baessler y Schwarzer (1996). La escala consta de 10 ítems con un formato de respuesta tipo
Likert de 4 puntos donde 1=”incorrecto” y 4=”cierto”. Dicha escala ha demostrado poseer una
clara estructura unidimensional a través del empleo de análisis factoriales exploratorios y
confirmatorios, con una consistencia interna de 0,81 para el conjunto de los 10 ítems,
estimada a través del cálculo del coeficiente alpha de Cronbach. La validez convergente y

198
divergente del instrumento, examinadas a través del examen de la correlación con las
puntuaciones obtenidas en escalas de depresión y de ansiedad, han resultado igualmente
satisfactorias. La puntuación mínima para este cuestionario es de 10 y la máxima de 40,
indicando a mayor puntuación, mayor autoeficacia. En el presente estudio, el alpha de
Cronbach para la muestra total fue de 0,89, de 0,91 para la muestra de Fibromialgia, 0,82 para
la muestra de DLC y de 0,83 para las personas sanas.

6.3.3.1.3. Afecto Positivo y Negativo

Fue evaluado a través de la versión española (SPANAS; Sandín, Chorot, Lostao,


Joiner, Santed y Valiente, 1999) de la Escala de Ánimo Positivo y Negativo (PANAS;
Watson y Tellegen, 1985). A través de veinte ítems (10 para cada subescala), los sujetos
deben ir señalando en qué medida experimentaron sentimientos y emociones tanto de tipo
positivo (“animada”, “entusiasmada”, etc.) como de tipo negativo (“nerviosa”, “irritable”,
etc.). Las puntuaciones por cada ítem van del 1 al 5 (1-muy poco o nada, 5-extremadamente)
siendo la puntuación mínima de 10 y máxima de 50 por cada subescala, indicando a mayor
puntuación mayor grado de afecto positivo o negativo. Esta escala en su versión original
posee una adecuada consistencia interna, siendo el coeficente alfa para la escala de
afectividad negativa en una muestra de personas con fibromialgia de .84 (Zautra et al., 1999).
La consistencia interna de la validación española es adecuada, siendo el coeficiente alfa para
la escala de afectividad negativa de 0,84-0,87 y de 0,86-0,90 para la de afectividad positiva.
Posee igualmente una adecuada validez, encontrándose correlaciones significativas entre sus
ítems y los distintos ítems de la Escala de Actitudes frente a la Enfermedad (IAS; Kellner,
1986) y el Cuestionario de Ansiedad Somático-Cognitiva (CSAQ; Schwartz, Davison y
Goleman, 1978). Los coeficientes de fiabilidad test-retest de las puntuaciones (afecto
negativo; r=.71; afecto positivo; r=.68 son lo suficientemente altos como para sugerirse que
puede utilizarse para evaluar el afecto como un rasgo de personalidad relativamente estable en
el tiempo (afecto como estado). En el presente estudio se obtuvo un alpha de Cronbach para el
Afecto Positivo de 0,87 para la muestra total, y para las submuestras de FM y de sanas y de
0,83 para la submuestra de DLC. Por otro lado, el Afecto Negativo mostró un alpha de 0,83
para la muestra total, de 0,85 para la muestra de FM, 0,82 para la de DLC y de 0,77 para la de
personas sanas.

199
Tabla 10. Variables e instrumentos a evaluar en el estudio

Submuestra de grupo control Submuestra de Dolor Lumbar Crónico Submuestra de Fibromialgia


VARIABLES ANTECEDENTES
• Locus de control General
Internal-Powerful-Chance Scale (Levenson, 1981)
• Autoeficacia general
Escala de Autoeficacia General (Baessler y Schwarzer, 1996)
• Afecto Positivo y Negativo
SPANAS (Sandín, Chorot, Lostao, Joiner, Santed y Valiente, 1999)
VARIABLES RESULTADO
• Perfil de respuesta de estrés
Cuestionario Multidimensional de Perfil de Estrés (Peñacoba, 1996)
VARIABLES DOLOR
• Locus de control de dolor
Escala Multidimensional de Locus de Control de Dolor (Pastor et al., 1990)
• Autoeficacia de dolor
Cuestionario de Autoeficacia en Dolor Crónico (Martín-Aragón et al., 1999)
• Intensidad de dolor
Escala Numérica
VARIABLES DE FIBROMIALGIA
• Síntomatología asociada
González-Alonso, 1999
• Limitación Funcional, interferencia de dolor y
Síntomas FIQ (fatiga, cansancio en la mañana,
rigidez, ansiedad y depresión)
Cuestionario de Impacto de la Fibromialgia (FIQ)
(Gracia Blanco et al., 2001)

200
6.3.3.2. Variables Resultado

6.3.3.2.1. Perfil de respuesta al estrés

Para la evaluación de esta dimensión hemos utilizado la evaluación de la respuesta de


estrés dentro del Cuestionario Multidimensional de Perfil de estrés, desarrollado por
Peñacoba (1996) y empleado con éxito en programas de intervención sobre el estrés. Este
instrumento permite evaluar cada uno de los elementos del proceso de estrés (estímulo,
respuesta y consecuencia) con el objetivo de establecer perfiles específicos. En concreto, el
instrumento relativo a la evaluación de la respuesta al estrés contempla a su vez cuatro
subescalas para la valoración de cuatro sistemas de respuesta: cognitiva, emocional,
fisiológica y motora. Para la evaluación de cada uno de ellos el sujeto debe señalar en una
escala tipo Likert de 5 puntos (0 grado mínimo/nulo, 4 grado máximo) en qué medida
experimenta diferentes síntomas (tales como “mal humor”, “se despista fácilmente” o
“sequedad en la boca”). A través de un total de 68 ítems (17 ítems por cada sistema de
respuesta evaluada) se puede obtener una puntuación para cada nivel de respuesta, así como el
perfil predominante de respuesta al estrés del sujeto. El máximo teórico para este cuestionario
es de 272 y el mínimo es 0 para la escala completa, y para cada una de las subescalas el
máximo es 68 y el mínimo 0, indicando a mayor puntuación, mayor nivel de respuesta de
estrés. El instrumento, se encuentra actualmente en proceso de validación, por lo que no se
dispone de datos psicométricos en este sentido. Sin embargo, ha permitido discriminar
adecuadamente entre grupos de pacientes, observándose la presencia de modificaciones
significativas en las puntuaciones obtenidas en cada una de las dimensiones tras
intervenciones clínicas específicas (Peñacoba, 1996). Este instrumento, presenta una
adecuada fiabilidad, siendo los coeficientes alfa obtenidos de 0,98 para la muestra total, de
0,97 para la muestra de Fibromialgia, de 0,95 para la muestra de Dolor Lumbar Crónico y de
0,96 para la muestra de Personas Sanas. Por subescalas, los alfas obtenidos fueron los
siguientes: para la muestra total, la Respuesta Emocional presentó un alfa de 0,94, de 0,92
para la muestra de FM y de 0,91 para la de DLC y para la de sanas. Por su parte, la Respuesta
Cognitiva presentó un alfa de 0,95 para la muestra total y para las personas con FM, y de 0,91
para la muestra de DLC y de personas Sanas. Con respecto a la Respuesta Fisiológica, se
obtuvo un alfa de 0,94 para la muestra total, de 0,91 para la de FM, de 0,85 para la de DLC y
de 0,89 para las personas sanas. Por último, en lo que respeta a la Respuesta Motora, se

201
obtuvo un alfa de 0,91 para la muestra total, de 0,87 para la muestra de FM, de 0,84 para la de
DLC y de 0,89 para la muestra de Sanas.

6.3.3.3. Variables de Dolor

A continuación describiremos las variables propias de las submuestras con Dolor


Lumbar Crónico y con FM.

6.3.3.3.1. Locus de control de dolor

Para evaluar esta variable utilizamos la Escala Multidimensional de Locus de


Control de Dolor (MPLC) (Pastor et al., 1990). Esta escala es la adaptación a población
española de la Pain Locus of Control Scale (Toomey, Lundeen, Mann y Abashian, 1988), que
es la adaptación a problemas de dolor de la forma-A del Cuestionario Multidimensional del
Locus de Control (Wallston, Wallston y DeVellis, 1978). La única diferencia de la escala de
Toomey et al. (1988) respecto a la de Wallston et al. (1978) es haber sustituido el término
“salud” por “alivio del dolor” y el término “enfermedad” por el de “empeoramiento del
dolor”.

Esta escala es un instrumento útil y ampliamente utilizado para evaluar las creencias
acerca de la contingencia conducta-resultados en el ámbito del dolor crónico y de las
afecciones reumáticas, atendiendo a la concepción multidimensional del constructo LC
(Levenson, 1973). La escala se encuentra integrada por 15 ítems que se agrupan en torno a
cuatro escalas, tres de las cuales reflejan un locus de control externo (azar, destino y otros
profesionales) y una cuarta que evalúa el locus de control interno. Las subescalas se contestan
a partir de una escala de respuesta tipo Likert de 6 puntos (1-completamente en desacuerdo,
6-completamente de acuerdo). Para la subescala azar y destino se utilizan 3 ítems para cada
una, siendo la puntuación mínima 3 y la máxima 18. La subescala Otros Profesionales consta
de 5 ítems con la puntuación mínima de 5 y la máxima de 30. Y por último, la subescala de
locus de control interno tiene 4 ítems con una puntuación mínima de 4 y máxima de 24. En
todos los casos, a mayor puntuación, mayor lugar de control en la subescala correspondiente.
Los coeficientes alfa para esta escala son de 0,75 para las subescalas “otros profesionales” y
“azar”, 0,54 para la subescala “interno” y 0,71 para “destino”. La escala posee una adecuada
validez aparente, de contenido y de constructo. La validez de constructo se evaluó a partir de

202
las correlaciones de la escala con las Escalas de Medida del Impacto de la Artritis
(Adaptación de la Arthritis Impact Measurement Scale; Meenan, German y Mason, 1982) y el
Cuestionario de Afrontamiento de Vitaliano (The Vitaliano Revised Ways of Coping
Checklist; Vitaliano, Russo, Carr, Maiuro y Becker, 1985). En la presente muestra se obtuvo
un alpha de Cronbach para la subescala de Locus de Dolor Otros Profesionales en FM de 0,74
y de 0,75 para la muestra de DLC. Por otra parte, la subescala de Locus de Dolor Interno
mostró un alpha de 0,66 para la muestra de FM y de 0,45 para la muestra de DLC. La
subescala Locus de Dolor Azar obtuvo un alpha de 0,59 para la muestra de FM y de 0,72 para
la de DLC. Finalmente, en lo que respecta a la subescala de Locus de Control de Dolor
Destino se obtuvo un alpha de 0,65 para la muestra de FM y de 0,66 para la de DLC.

6.3.3.3.2. Autoeficacia de Dolor

Fue evaluada con el Cuestionario de Autoeficacia en Dolor Crónico (CADC)


(Martín-Aragón, Pastor, Rodríguez-Marín, March, Lledó, López-Roig y Terol, 1999) que es
una adaptación y validación a población española del Chronic Pain Self-Efficacy Scale
(Anderson et al., 1995) que, a su vez, es la adaptación al dolor crónico de la Arthritis Self-
Efficacy Scale (Lorig et al., 1989). La diferencia entre estas dos escalas previas a la versión
española es, por una parte, la sustitución del nombre de la patología concreta (artritis) por
dolor y, por otra, la inclusión de dos ítems de creencias sobre la capacidad para afrontar
dolores moderados y muy intensos. Ambas escalas mostraron propiedades psicométricas muy
buenas. Para la versión española de la escala se ampliaron las instrucciones del cuestionario y
se incluyó un ejemplo. Además, se modificó la escala de respuesta de 10-100 a una escala
Likert de 11 puntos (0= totalmente incapaz, 10= totalmente capaz).

Este instrumento consta de 19 ítems y permite recoger información acerca de tres


dimensiones de autoeficacia: autoeficacia para el control del dolor, autoeficacia para la
realización de actividades físicas y autoeficacia para el control de otros síntomas. La primera
subescala se compone de 5 ítems siendo la puntuación mínima de 0 y la máxima de 50. La
segunda subescala tiene 6 ítems con una puntuación mímina de 0 y máxima de 60. Y por
último, la subescala de control de síntomas la forman 8 ítems con una puntuación mínima de
0 y maxima de 80. A mayor puntuación, mayor autoeficacia. Los coeficientes alfa obtenidos
en los análisis de consistencia interna de la escala son de 0,85 para “autoeficacia para el
control de síntomas”, 0,72 para “autoeficacia para el control del dolor”, 0,98 para

203
“autoeficacia para la realización de actividades físicas” y 0,91 en la puntuación total de
autoeficacia. Los coeficientes de correlación test-retest son altos para las escalas “autoeficacia
para el control de síntomas” (r =0,68) y “autoeficacia para la realización de actividades
físicas” (r =0,85) y para la puntuación total en autoeficacia (r =0,75), y moderado para la
escala “autoeficacia para el control del dolor” (r =0,46). En cuanto a la validez concurrente
las tres subescalas y la puntuación total se relacionaron significativa y negativamente con
puntuaciones de ansiedad y depresión medidas con la Hospital Anxiety and Depresión Scale
(Zigmond y Snaith, 1983) y con distintos factores de impacto del dolor, medido con el
Inventario Multidimensional de Dolor (Pastor et al., 1995). Así mismo, las tres subescalas y la
puntuación total se relacionaron significativa y positivamente con la frecuencia de distintas
actividades, medidas con la Parte III del Inventario Multidimensional de Dolor (Pastor et al.,
1995). Posee así mismo una elevada fiabilidad test-retest y adecuada validez concurrente.
Para este estudio, se obtuvo una adecuada fiabilidad, siendo los coeficientes alfa obtenidos de
0,85 para la escala “autoeficacia para el control de síntomas” en la muestra de FM y de 0,70
en la de DLC. La “autoeficacia para la realización de actividades físicas” mostró un alpha de
0,84 para las personas con FM y de 0,70 para la muestra de DLC. Finalmente, en la subescala
de “autoeficacia para el control del dolor” se obtuvo un alpha de 0,76 para la muestra de FM y
de 0,64 para la de DLC.

6.3.3.3.3. Intensidad de Dolor

La Intensidad de Dolor fue evaluada con una Escala numérica, donde el paciente
estimó su dolor en un continuo entre 0 y 10 (0=ausencia de dolor y 10= el peor dolor
imaginable).

Actualmente existen diferentes formas de evaluar la intensidad del dolor, sin embargo,
las escalas numéricas y analógico-visuales son las más utilizadas debido a su sencillez y
rápida aplicación (Philips, 1991). De entre estas dos escalas, optamos por la numérica, pues
resulta la más adecuada en la práctica clínica (Chapman et al., 1985).

204
6.3.3.4. Variables específicas de la submuestra con FM

6.3.3.4.1. Sintomatología asociada

Se utilizó la escala desarrollada por González-Alonso (1999) para la evaluación de


síntomas psicosomáticos característicos de la fibromialgia. En ella, se solicita a los pacientes
que señalen aquellos síntomas que experimentan de forma habitual entre un conjunto de 26
síntomas típicos de la enfermedad. Se calculó una puntuación global de síntomas siendo la
suma de los síntomas experimentados. La puntuación máxima es de 26 indicando mayor
sintomatología y la mínima de 0 indicando ausencia de la misma. En la presente muestra, el
cálculo del valor alpha de Cronbach arrojó un valor de 0,83.

6.3.3.4.2. Impacto de la Fibromialgia

Para valorar el impacto de la enfermedad se utilizó el Cuestionario de Impacto de la


Fibromialgia. Buckhardt, Clark y Bennett (1991) desarrollaron una herramienta específica
para medir el impacto de la enfermedad en la capacidad funcional y en la calidad de vida de
las personas que lo padecían: el Fibromyalgia Impact Questionnaire (FIQ). El FIQ evalúa el
impacto de la FM en la capacidad física, la posibilidad de realizar el trabajo habitual y, en el
caso de realizar una actividad laboral remunerada, el grado en el que la enfermedad afecta a
esta actividad. Además, incluye ítems subjetivos relacionados con el cuadro de la FM y su
sintomatología asociada (dolor, fatiga, sensación de cansancio y rigidez) y con el estado
emocional (ansiedad y depresión). Sus ítems fueron extraídos de la interacción clínica con los
pacientes, de los trabajos preexistentes acerca de la FM y de otros instrumentos de valoración
del estado de salud de los pacientes reumatológicos. En el trabajo de Burckhardt et al. (1991)
se compararon las propiedades psicométricas y se concluyó que el FIQ era un instrumento
válido tanto para la investigación como para la clínica. Este cuestionario ha sido adaptado y
validado a diferentes idiomas como el sueco (Hedin, Hamme, Burckhardt y Engström-
Laurent, 1995), alemán (Offenbaecher, Waltz y Schoeps, 2000), turco (Sarmer, Ergin y
Yavuzer, 2000) y hebreo (Buskila y Neumann, 1996), entre otros. De la versión española se
encuentran diferentes trabajos que valoran sus propiedades psicométricas (Monterde, Salvat,
Montull y Fernández-Ballart, 2004; Rivera y González, 2004; Esteve-Vives, Rivera Redondo,
Salvat Salvat, de Gracia Blanco y Alegre de Miguel, 2007; Gracia Blanco, Marcó Arbonés,
Ruiz Martin y Garabieta Urquiza, 2001).

205
Para el presente trabajo, utilizamos la versión del FIQ de GraciaBlanco (2001),
utilizando como variables específicas: a) la escala de 10 ítems de limitación funcional, b) el
ítem de interferencia al trabajo, y c) los ítems de sintomatología asociada y de estado
emocional, que describiremos a continuación:

6.3.3.4.2.1. Limitación funcional

Fue evaluada mediante los 10 primeros ítems del Cuestionario de Impacto de la


Fibromialgia (FIQ) orientados al análisis del grado en el que los síntomas de las pacientes
interfieren en su funcionamiento diario durante una semana típica. Esta subescala es usada
habitualmente en la investigación en FM como indicador de capacidad funcional de los
pacientes (e.g. Franks, Cronan y Oliver, 2004). La opción de respuesta es una escala tipo
likert de 4 puntos, donde 0= “siempre” y 3= “nunca”. No es necesario contestar a todas las
preguntas porque no todas son aplicables en todos los pacientes, así que la puntuación en este
ítem se calcula sumando la puntuación de cada pregunta y dividiendo esa cifra por el número
de preguntas contestadas. Se obtiene así una media de puntuación en todas las preguntas que
varía entre 0 y 3, indicando a mayor puntuación, mayor limitación funcional. La suma total de
todas las puntuaciones se normaliza multiplicando la puntuación directa por 3.33. En la
presente muestra, el valor del coeficiente alpha de Cronbach para esta escala fue de 0,82.

6.3.3.4.2.2. Interferencia dolor

Este ítem valora el grado en que el dolor o los síntomas de la FM interfirieron en la


realización del trabajo. La puntuación va de 0 a 10 indicando a mayor puntuación, mayor
interferencia al dolor.

6.3.3.4.2.3. Síntomas FIQ

Consta de los Ítems del 5 al 10 del Cuestionario de Impacto de la Fibromialgia y


valora la siguiente sintomatología: intensidad de dolor, fatiga, cansancio en la mañana,
rigidez, ansiedad y depresión (6 preguntas). Todos estos ítems se puntúan de 0 a 10,
indicando a mayor puntuación, mayor presencia de la sintomatología. La puntuación en estos
ítems no está sujeta a ningún procedimiento de normalización.

206
Como se observará en el apartado de resultados, en algunos análisis se han empleado
cada uno de los items de esta variable por separado, con el objetivo de tener una medida
aislada de cada sintoma, en particular de los de naturaleza emocional (ansiedad y depresión).

207
208
7. RESULTADOS

En primer lugar, debemos señalar que antes de realizar los análisis estadísticos, se
procedió a comprobar los supuestos de normalidad y homocedasticidad puesto que se cumple
el tamaño muestral siendo superior a 30. Para la normalidad se aplicó la prueba de
Kolmogorov-Smirnov, cuya hipótesis nula sostiene la normalidad, rechazando ésta si la
significación es menor o igual a 0.05. La gran mayoría de las variables cumplieron este
supuesto y para aquellas que no lo cumplieron, se miró adicionalmente el error típico de la
curtosis, observandose que ninguna de ellas, pese al no cumplimiento de la normalidad, tenían
valores límites que las hicieran ser descartadas de la realización de pruebas paramétricas. La
homocedasticidad se realizó con la prueba de Levene, cuya hipótesis nula afirma la
homogeneidad de varianzas y rechazando ésta con valores de significación menores o iguales
a 0,05. Aunque algunas de las variables no cumplieron este supuesto, dado que no es un
requisito imprescindible para la realización de pruebas paramétricas, decidimos utilizarlas
para analizar nuestros datos y trabajar con nuestras hipótesis.

A continuación, expondremos los resultados, organizados en los siguientes apartados:

a) Análisis Descriptivos. Con el objetivo de conocer las características tanto de la


muestra total, como de las submuestras de FM, DLC y grupo control en las diferentes
variables evaluadas.
b) Análisis de Correlaciones. Dirigidos a la consecución del objetivo específico I que
pretende valorar las relaciones existentes entre las distintas variables en las diferentes
submuestras evaluadas.
c) Diferencias de medias en las variables de estudio en las diferentes muestras
evaluadas. Se llevaron a cabo dos tipos de análisis: por un lado, se realizó un análisis
de varianza (ANOVA) para determinar la existencia de diferencias significativas en
las variables de estudio entre las tres submuestras evaluadas y por otro lado se realizó
una t de Student para analizar las diferencias significativas en las variables específicas
de dolor entre las dos submuestras de dolor crónico (FM y DLC). Estos análisis se
realizaron para la consecución del objetivo específico II.
d) Análisis de las variables de interés en función de las variables sociodemográficas
y clínicas. Se llevaron a cabo tanto correlaciones como análisis de varianza
(ANOVAs) para determinar las diferencias significativas en las variables de estudio en

209
función de las variables sociodemográficas valoradas (edad, estado civil, estudios,
situación laboral e ingresos económicos) en las tres submuestras, y en el caso de la
muestra con FM se valoró adicionalmente la posible influencia en las variables de
interés de las variables clínicas consideradas. Estos análisis nos permiten dar respuesta
al objetivo específico III y a su vez controlar el efecto de las variables
sociodemográficas en los análisis posteriores.
e) Análisis de regresión. Con el objetivo de comprobar el valor predictivo de las
variables antecedentes (generales y de dolor) sobre las distintas respuestas de estrés y
el Afecto Positivo y Negativo para las submuestras de FM, DLC y mujeres sanas, y en
el caso de la FM adicionalmente sobre las variables específicas de la enfermedad.
Estos análisis dan respuesta al objetivo específico IV.
f) Análisis de mediación. Se llevó a cabo en la muestra de FM con el objetivo de
analizar el efecto mediador de las variables Afecto Positivo y Afecto Negativo entre
las variables de percepción de control de dolor y la intensidad de dolor y variables
específicas de FM (objetivo específico V).
g) Análisis de ecuaciones estructurales. Dirigido a poner a prueba un modelo causal
integrador en las personas con Fibromialgia, incluyendo tanto recursos como
vulnerabilidades cognitivo-afectivas, que explique la intensidad de dolor y
sintomatología asociada a la FM (objetivo específico VI).

Antes de comenzar la exposición de los resultados, se presentan a continuación en una


Tabla resumen las variables evaluadas en el estudio, ya comentadas en el apartado de método,
así como las muestras en las que se valoraron dichas variables:

210
Tabla 11. Variables estudiadas y muestras en las que se valoraron

VARIABLES ESTUDIADAS MUESTRAS EN LAS QUE


SE EVALUÓ

Variables sociodemográficas
Edad Todas
Número de hijos Todas
Estado civil Todas
Convivencia Todas
Estudios Todas
Situación laboral Todas
Ingresos Económicos Todas

Variables clínicas
Tiempo de diagnóstico FM
Tiempo de aparición de síntomas FM
Presencia de Dx de Depresión FM
Presencia de Dx de Ansiedad FM
Consumo de fármacos FM

Variables objeto de interés


Antecedentes
Locus de Control General Todas
Autoeficacia General Todas
Afecto Positivo y Negativo Todas
Resultado
Perfil de Respuesta al estrés Todas
Variables de Dolor
Locus de Control de Dolor FM y DLC
Autoeficacia de Dolor FM y DLC
Intensidad de Dolor FM y DLC
Variables de la submuestra de Fibromialgia
Sintomatología Asociada FM
Limitación Funcional FM
Interferencia de Dolor FM
Síntomas FIQ FM

7. 1. ANÁLISIS DESCRIPTIVOS

En este apartado se muestran los resultados del análisis descriptivo de las variables
objeto de estudio. Se presentan primero los resultados obtenidos para toda la muestra y
seguidamente, los obtenidos para cada una de las submuestras (Fibromialgia, Dolor Lumbar
Crónico y personas Sanas).

211
7.1.1. Muestra total

En la Tabla 12 aparecen los resultados relativos a las variables antecedentes y


resultado evaluadas. Se presenta la media y desviación estándar de cada una de las variables
estudiadas, así como el mínimo y el máximo de las puntuaciones encontradas en la muestra, y
finalmente, la kurtosis y la asimetría de las mismas.

Como puede observarse, las puntuaciones en las variables estudiadas para la totalidad
de la muestra oscilan en torno a puntuaciones medias en función del rango teórico de
respuesta para cada una de ellas.

Tabla 12. Análisis descriptivo de las variables de interés en la muestra total

VARIABLES X (D.T) Max Min Kurtosis Asimetría


ANTECEDENTES
Locus de control
Interno 8,12 (7,13) 24 -24 -,766 1,747
Otros Poderosos -4,32 (10,83) 24 -24 ,417 -,492
Suerte -2 (9,65) 22 -24 ,115 -,244
Autoeficacia General 29,10 (6,28) 40 10 -,463 -,124
Afecto
Positivo 30,94 (8,14) 50 10 -,367 -,185
Negativo 25,58 (7,97) 46 10 ,159 -,559
VARIABLES RESULTADO
Respuesta de Estrés
Emocional 36,69 (17,18) 68 4 -1,045 ,048
Cognitiva 35,71 (17,64) 68 1 -,006 -1,088
Fisiológica 29,83 (18,34) 66 0 ,176 -1,066
Motora 24,47 (15,29) 65 0 ,364 -,747

En relación a las variables de Locus de Control, encontramos que la subescala que


presenta unas puntuaciones más elevadas es la de Locus de Control Interno, seguida de la de
Locus de Control Suerte y por último con puntuaciones más bajas la de Locus de Control
Otros Poderosos. Por otra parte, las puntuaciones de Autoeficacia General son más elevadas
que la media teórica de la escala, y en cuanto al Afecto, las puntuaciones son más elevadas en
el Afecto Positivo que en el Negativo. Por último, con respecto a las Respuestas de Estrés,
encontramos que la respuesta que presenta puntuaciones más elevadas son la Emocional, y
Cognitiva, seguida de la la Fisiológica y por último la Motora.

212
7.1.2. Muestra con fibromialgia

A continuación, se presentan los resultados relativos al análisis descriptivo de las


variables de interés en la muestra de Fibromialgia (veáse la tabla 13). Como se especificó en
el apartado de método, además de las variables antecedentes y resultado evaluadas para la
totalidad de la muestra, también se valoraron variables específicamente relacionadas con el
dolor como son Locus de Control de Dolor, Autoeficacia de Dolor, Intensidad de Dolor y las
variables específicas de Fibromialgia: Sintomatología, Limitación Funcional, Interferencia de
Dolor, Fatiga, Cansancio durante la mañana, Rigidez, Ansiedad y Depresión.

Como se puede observar en la Tabla 13, en lo que respecta al Locus de Control


General, la muestra con fibromialgia presenta puntuaciones más elevadas en el Locus de
Control Interno y las puntuaciones más bajas se corresponden con la subescala Locus de
Control Otros Poderosos. El Afecto Positivo presenta una puntuación ligeramente más
elevada que el Afecto Negativo y la Respuesta de Estrés presenta las puntuaciones más
elevadas en la dimensión emocional seguida de la cognitiva. En cuanto a las variables de
dolor, encontramos que de las dos subescalas Azar y Destino, la que presenta puntuaciones
más elevadas es la de Locus de Dolor Destino y la subescala otros profesionales obtiene una
puntuación por encima de la media teórica de la escala al igual que la subescala locus de dolor
interno. Con respecto a los niveles de Autoeficacia de Dolor, las puntuaciones más elevadas
son la de autoeficacia dolor actividades, y las otras dos subescalas (autoeficacia de dolor
síntomas y control del dolor) tienen puntuaciones ligeramente más bajas que la media teórica
de la escala. Respecto a la Intensidad de Dolor, encontramos que presenta una puntuación
elevada. Finalmente, en lo que respecta a las variables de FM, encontramos que la
sintomatología presenta una puntuación ligeramente superior a la media teórica de la escala,
la limitación funcional presenta una puntuación media y los síntomas evaluados por el FIQ
que presentan puntuaciones más elevadas son: fatiga y cansancio en la mañana. El síntoma
que presenta una puntuación menos elevada es la depresión.

213
Tabla 13. Análisis descriptivo de las variables de interés de la muestra de Fibromialgia

VARIABLES X (D.T) Max Min Kurtosis Asimetría


ANTECEDENTES
Locus de control
Interno 6,93 (8,03) 24 -24 -,815 1,709
Otros Poderosos -3,57 (11,32) 24 -24 ,292 -,659
Suerte -1,23 (10,22) 22 -24 ,130 -,293
Autoeficacia General 26,95 (6,78) 40 10 -,463 -,124
Afecto
Positivo 28,49 (8,43) 49 10 -,086 -,486
Negativo 27,42 (8,09) 46 10 -,018 -,481
VARIABLES RESULTADO
Respuesta de Estrés
Emocional 45,39 (15,36) 68 4 -,621 -,237
Cognitiva 45,14 (16,03) 68 1 -,808 ,054
Fisiológica 41,41 (14,94) 66 3 -,341 -,544
Motora 32,97 (13,64) 65 3 -,025 -,477
VARIABLES DE DOLOR
Locus de control de Dolor
Profesionales 17,01 (5,65) 30 5 ,247 -,308
Interno 16,79 (4,16) 24 6 -,392 -,042
Azar 7,15 (3,43) 18 3 ,786 ,591
Destino 10,48 (3,63) 18 3 -,041 -,559
Autoeficacia de Dolor
Síntomas 27,25 (12,47) 57 0 -,003 -,236
Actividades 30,28 (14,40) 60 0 ,031 -,629
Dolor 16,87 (9,60) 45 0 ,348 ,308
Intensidad de Dolor 7,53 (1,69) 10 3 -,516 -,283
VARIABLES DE FM
Sintomatología 16,30 (4,95) 25 5 -,532 -,422
Limitación funcional 14,08 (5,85) 28 0 ,274 -,245
Interferencia dolor 7,93 (1,90) 10 0 -1,287 2,136
Fatiga 8,63 (1,69) 10 2 -1,682 2,907
Cansancio por la mañana 8,63 (2,12) 10 0 -1,923 3,419
Rigidez 8,07 (2,12) 10 0 -1,541 2,480
Ansiedad 7,82 (2,27) 10 0 -1,240 1,127
Depresión 7,35 (2,66) 10 0 -,917 -,113

7.1.3. Muestra con Dolor Lumbar Crónico

En la tabla 14 puede observarse el análisis descriptivo relativo a la muestra de


personas con Dolor Lumbar Crónico. Como en el caso de la muestra con fibromialgia, se
muestran las variables antecedentes y resultado, así como las variables específicas de Dolor.
Se observa que en cuanto al Locus de Control, la subescala que presenta puntuaciones más

214
elevadas es la de Locus de Control Interno. En cuanto al Afecto, el Positivo presenta
puntuaciones más elevadas que el Negativo, y la Respuesta de Estrés presenta las
puntuaciones más elevadas en la dimensión emocional y las más bajas en la motora.

Tabla 14. Análisis descriptivo de las variables de interés de la muestra de DLC

VARIABLES X (D.T) Max Min Kurtosis Asimetría


ANTECEDENTES
Locus de control
Interno 9,80 (6,03) 24 -3 -,154 -,406
Otros Poderosos -3,35 (11,83) 24 -24 ,319 -,558
Suerte -,29 (9,25) 22 -18 ,375 -,245
Autoeficacia 30,54 (5,63) 40 16 -,431 -,110
Afecto
Positivo 31,79 (7,56) 50 12 -,140 ,439
Negativo 25,20 (7,53) 42 12 ,231 -,433
VARIABLES RESULTADO
Respuesta de Estrés
Emocional 32,84 (15,35) 67 8 ,368 -,688
Cognitiva 29,26 (15,09) 61 5 ,197 -,912
Fisiológica 26,52 (13,29) 57 4 ,342 -,700
Motora 20,06 (12,47) 50 2 ,744 -,343
VARIABLES DE DOLOR
Locus de control de Dolor
Profesionales 20,73 (6,09) 30 5 -,488 ,106
Interno 17,53 (3,59) 24 4 -,807 2,46
Azar 7,15 (3,90) 18 3 ,733 -,344
Destino 10,75 (4,12) 18 3 -,002 -,584
Autoeficacia de Dolor
Síntomas 36,67 (11) 60 9 ,197 -,351
Actividades 39,08 (12,18) 60 14 ,160 -,630
Dolor 20,69 (10,02) 44 0 ,238 -,143
Intensidad de Dolor 6,31 (1,78) 10 0 2,54 -1,07

En cuanto al Locus de Control de Dolor, la subescala con puntuaciones más elevadas


es la de Locus de Dolor Interno, seguida de Otros Profesionales que superan la puntuación
media teórica de la escala. El locus destino se mantiene en puntuaciones medias, y el locus
azar presenta las puntuacones más bajas. Con respecto a la Autoeficacia de Dolor, la
subescala que puntúa más alto es la de Autoeficacia Dolor Actividades, superando los niveles
medios de la escala, mientras que el resto de subescalas obtienen puntuaciones inferiores a la
media teórica.

215
7.1.4. Muestra de mujeres sanas

Finalmente, en la Tabla 15 se muestran los resultados de los análisis descriptivos para


la submuestra de mujeres sanas. Al igual que en las anteriores submuestras, respecto al lugar
de control, la subescala que presenta puntuaciones más elevadas es la de Locus de Control
Interno. En cuanto al Afecto, el Positivo obtiene puntuaciones considerablemente más
elevadas que el Negativo y las Respuestas de Estrés con puntuaciones más elevadas son la
emocional y la cognitiva, con una diferencia considerable respecto a las dimensiones
fisiológica y motora.
Tabla 15. Análisis descriptivo de las variables de interés de la muestra de Sanas
VARIABLES X (D.T) Max Min Kurtosis Asimetría
ANTECEDENTES
Locus de control
Interno 8,83 (5,87) 20 -5 -,255 -,782
Otros Poderosos -6,42 (8,74) 13 -23 ,608 -,336
Suerte -4,76 (8,37) 18 -22 ,328 ,029
Autoeficacia 31,73 (4,28) 40 16 -,842 1,551
Afecto
Positivo 34,55 (6,49) 48 12 -,921 1,697
Negativo 22,62 (7,24) 39 11 ,311 -,591
VARIABLES RESULTADO
Respuesta de Estrés
Emocional 24,46 (12,56) 68 4 ,797 ,823
Cognitiva 24,34 (12,63) 62 1 ,770 ,581
Fisiológica 12,10 (10,46) 55 0 1,475 3,041
Motora 13,08 (10,58) 50 0 1,038 ,887

7.2. ANÁLISIS DE CORRELACIONES

A continuación se muestran los resultados del análisis de correlaciones entre las


variables incluidas en el estudio. Los resultados se presentan en cuatro matrices de
correlaciones, la primera referente a toda la muestra, la segunda a la muestra de Fibromialgia,
la tercera a la muestra de Dolor y por último la que hace referencia a la muestra de Sanas.

7.2.1. Muestra total

En la primera matriz de correlaciones (tabla 16) aparecen las correlaciones de Pearson


entre las variables de estudio, en la totalidad de la muestra: Locus de Control General

216
(Interno, Otros Poderosos y Suerte), Autoeficacia General, Afecto Positivo y Negativo y
Perfiles de Respuesta de Estrés (Emocional, Cognitivo, Fisiológico y Motor).

Como se puede observar, existen correlaciones significativas entre la mayoría de las


variables de estudio, siendo el Locus de Control Suerte, la variable que menos número de
correlaciones significativas presenta con el resto de las variables. Igualmente, el Locus de
Control Otros Poderosos no muestra una correlación significativa con la Variable Afecto
Negativo. En relación con el resto de las variables, se puede apreciar cómo correlacionan
significativamente entre ellas en la dirección esperada.

En primer lugar, respecto a las variables antecedentes, concretamente respecto al


Locus de Control General, observamos que el Locus de Control Interno correlaciona
significativamente con todas las variables, siendo esta correlación positiva para el resto de las
variables de Locus de Control General, y para la autoeficacia y el afecto positivo, y negativa
para el Afecto Negativo y para las Respuestas de Estrés. En cuanto al Locus de Control Otros
Poderosos, encontramos que también correlaciona significativa y positivamente con todas las
variables, excepto con la Autoeficacia General dónde se observa una correlación negativa, y
con el Afecto Positivo con el que no mantiene correlación significativa. El Locus de Control
Suerte correlaciona positiva y significativamente con el afecto negativo y todas las respuestas
de estrés, y no mantiene correlaciones significativas ni con la Autoeficacia General ni con el
Afecto Positivo. La Autoeficacia General mantiene correlaciones positivas significativas con
el afecto positivo, y negativas con el afecto negativo y la totalidad de respuestas de estrés.
Respecto al Afecto Positivo, encontramos correlaciones significativas negativas con el afecto
negativo y con la totalidad de respuestas de estrés. El afecto negativo mantiene correlaciones
positivas y significativas con todas las respuestas de estrés. Finalmente, se observan
correlaciones positivas y significativas entre todas las respuestas de estrés.

7.2.2. Muestra con fibromialgia

En la segunda matriz (veáse tabla 17) se incluyen las correlaciones de Pearson para la
muestra de las personas con Fibromialgia, incluyendo las variables anteriormente descritas
para toda la muestra, además de las variables de Dolor como son el Locus de Control de
Dolor (Profesionales, Interno, Azar y Destino), Autoeficacia de Dolor (Síntomas, Actividades
y Control del Dolor) e Intensidad de Dolor. También se incluyen las variables específicas de

217
FM como Sintomatología, Limitación Funcional, Interferencia al dolor y Síntomas del FIQ.
Como se puede apreciar en dicha Tabla, se observan distintas correlaciones significativas
entre las variables antecedentes, resultado, de dolor y concretamente de las específicas de
Fibromialgia.

En cuanto a las variables antecedentes, cabe señalar que la variable que menos
correlaciones significativas obtuvo fue el Locus de Control Interno. En cuanto a las variables
resultado (Respuestas de Estrés) encontramos que correlacionan significativamente en ambos
sentidos con la mayoría de las variables. Cabe destacar que la Respuesta Emocional y la
Cognitiva no correlacionan significativamente con las variables Intensidad de Dolor e
Interferencia de Dolor. La Respuesta Fisiológica no correlaciona con la Limitación Funcional,
y la Respuesta Motora no mantiene correlaciones significativas con la Intensidad de Dolor.
Respecto a las variables de Dolor, encontramos que la variable que menos correlaciones
significativas obtuvo con el resto de las variables fue el Locus de Control Dolor Otros
Profesionales. Por el contario, las variables de Autoeficacia de Dolor correlacionan
significativamente con la mayoria de las variables. Cabe destacar que la variable Intensidad
de Dolor obtuvo muy pocas correlaciones significativas, concretamente positivas con la
respuesta fisiológica de estrés, y los Locus de Control de Dolor Otros Profesionales, Azar y
Destino, así como con la interferencia al dolor y la sintomatología.

Finalmente, en relación a las variables específicas de Fibromialgia, encontramos que


la Sintomatología correlaciona significativamente con la mayoría de las variables, excepto
con el Locus de Control General Interno, Afecto Positivo, Locus de Dolor Otros
Profesionales, Azar y Destino, así como con Limitación Funcional e Interferencia de Dolor.
Por su parte, la limitación funcional correlaciona significativamente con el Locus de Control
Interno, el Afecto Positivo y Negativo, las dimensiones emocional, cognitiva y motora de la
respuesta de estrés, y la Autoeficacia de Dolor sobre Síntomas y Actividades. Igualmente,
mantiene correlaciones positivas significativas con la sintomatología y la interferencia al
dolor. Esta última a su vez, correlaciona positivamente con las siguientes variables: Locus de
Control General Otros Poderosos y Suerte, Respuesta de Estrés Fisiológica y Motora, así
como Intensidad de Dolor, Limitación Funcional y Síntomas FIQ. Por último, los síntomas
FIQ correlacionan significativamente con la mayoría de las variables evaluadas, excepto el
Locus de Control General Interno, Locus de Dolor Otros Profesionales y Azar.

218
Tabla 16. Correlaciones de la muestra total

Media (DT) 1 2 3 4 5 6 7 8 9

1. Locus Interno 8,12 (7,13) -


2. Locus Otros Poderosos 4,32 (10,83) ,201** -
3. Locus Suerte -2 (9,65) ,194** ,649** - .
4. Autoeficacia General 29,10 (6,28) ,413** -,135* -,090 -
5. Afecto Positivo 30,94 (8,14) ,341** -,103 -,108 ,548** -
6. Afecto Negativo 25,58 (7,97) -,157** ,294** ,282** -,350** -,298** -
7. Perfil Estrés Emocional 36,69 (17,18) -,216** ,335** ,301** -,474** -,524** ,664** -
8. Perfil Estrés Cognitivo 35,71 (17,64) -,207** ,346** ,262** -,485** -,483** ,621** ,844** -
9. Perfil Estrés Fisiológico 29,83 (18,34) -,172** ,323** ,257** -,370** -,355** ,510** ,752** ,748** -
10. Perfil Estrés Motor 24,47 (15,29) -,141* ,306** ,223** -,384** -,318** ,568** ,756** ,768** ,860**

*p<0.05; **p<0.01

219
Tabla 17. Correlaciones de la muestra con Fibromialgia
Media (DT) 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21

1. Locus Interno 6,93 (8,03) -


2. Locus Otros Poderosos -3,57 (11,32) ,26* -
3. Locus Suerte -1,23 (10,22 ,24** ,65** - .
4. Autoeficacia General 26,95 (6,78) ,38* -,13 -,15 -
5. Afecto Positivo 28,49 (8,43) ,27* -,02 -,09 ,50** -
6. Afecto Negativo 27,42 (8,09) -,07 ,24** ,31** -,30** -,24** -
7. R.Estrés Emocional 45,39 (15,36) -,14 ,28** ,27** -,37** -,46** ,64** -
8.R.Estrés Cognitivo 45,14 (16,03) -,17* ,25** ,23** -,38** -,43** ,61** ,81** -
9.R.Estrés Fisiológico 41,41 (14,94) -,14 ,31** ,21* -,27** -,17* ,49** ,63** ,66** -
10. R.Estrés Motor 32,97 (13,64) -,08 ,29** ,23** -,31** -17,* ,58** ,67** ,69** ,78** -
11. LDolor Profesionales 17,01 (5,65) ,18* ,05 -,04 ,06 ,01 -,08 ,06 ,03 ,04 ,06 -
12. LDolor Interno 16,79 (4,16) ,16 -,11 -,07 ,36** ,21* -,24** -,29** -,20* -,28** -,29** ,07 -
13. LDolor Azar 7,15 (3,43) -,00 ,32** ,43** ,03 ,05 ,13 ,08 ,08 ,09 ,09 ,18* -,03 -
14. LDolor Destino 10,48 (3,63) ,01 ,26** ,26** ,05 -,11 ,21* ,30** ,13 ,19* ,15 ,25** -,19* ,43** -
15. A Dolor Síntomas 27,25 (12,47) ,30** -,01 -,08 ,57** ,58** -,41** -,48** -,51** -,32** -,36** -,03 ,31** -,01 -,10 -
16. A Dolor Actividades 30,28 (14,40) ,33** -,08 -,12 ,47** ,54** -,28** -,42** -,44** -,31** -,31** ,03 ,34** -,09 -,19* ,67** -
17. A Control Dolor 16,87 (9,60) ,19* -,12 -,13 ,48** ,43** -,32** -,41** -,45** -,29** -,29** -,15 ,34** -,09 -,16* ,65** ,62** -
18. Intensidad Dolor 7,53 (1,69) ,08 ,08 ,14 ,12 ,09 ,01 ,08 ,07 ,19* ,13 ,18* -,16 ,25** ,33** ,04 -,07 -,13 -
19. Sintomatología 16,30 (4,95) -,05 ,29** ,24** -,27** -,16 ,37** ,48** ,51** ,70** ,51** -,01 -,17* -,05 ,04 -,19* -,17* -,17* ,18* -
20. Limitación funcional 14,08 (5,85) -,24** ,03 ,10 -,15 -,26** ,25** ,23** ,23** ,12 ,20* -,12 -,04 -,00 ,08 -,27** -,41** -,16 -,01 ,08 -
21. Interferencia dolor 7,93 (1,90) ,09 ,31** ,17* ,00 ,00 ,08 ,16 ,15 ,23** ,24** ,04 -,04 ,08 ,16 ,00 -,13 -,10 ,34** ,15 ,18* -
22. Síntomas FIQ 40,52 (7,85) -,00 ,18* ,22** -,17* -,24** ,46** ,62** ,55** ,61** ,53** -06 -,22** ,04 ,28** -,26** -,30** -,33** ,33** ,44** ,21* ,39**

*p<0.05; **p<0.01

220
Tabla 18. Correlaciones de la muestra con Dolor Lumbar Crónico
Media (DT) 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17

1. Locus Interno 9,80 (6,03) -


2. Locus Otros Poderosos -3,35 (11,83) ,29* -
3. Locus Suerte -,29 (9,25) ,24 ,64** - .
4. Autoeficacia General 30,54 (5,63) ,38** -,02 -,06 -
5. Afecto Positivo 31,79 (7,56) ,44** -,09 -,08 ,46** -
6. Afecto Negativo 25,20 (7,53) -,05 ,39** ,34** -,22 -,18 -
7. R. Estrés Emocional 32,84 (15,35) -,08 ,34** ,36** -,27* -,31* ,63** -
8. R. Estrés Cognitivo 29,26 (15,09) ,05 ,49** ,35** -,26* -,21 ,52** ,69** -
9. R. Estrés Fisiológico 26,52 (13,29) ,08 ,45** ,40** -,03 -,06 ,49** ,64** ,63** -
10. R. Estrés Motor 20,06 (12,47) ,02 ,35** ,27* -,10 -,08 ,48** ,65** ,70** ,77** -
11. Locus Dolor Profesionales 20,73 (6,09) ,04 ,09 ,06 ,12 -,06 ,04 ,00 ,10 ,14 ,04 -
12. Locus Dolor Interno 17,53 (3,59) ,16 ,04 ,03 ,35** ,19 -,04 ,04 -,11 ,11 ,04 -,04 -
13. Locus Dolor Azar 7,15 (3,90) ,18 ,48** ,49** -,01 ,00 ,25* ,26* ,38** ,46** ,31* ,16 ,03 -
14. Locus Dolor Destino 10,75 (4,12) ,03 ,29* ,20 -,21 -,11 ,18 ,34** ,40** ,30* ,21 ,22 -,04 ,48** -
15. Autoef Dolor Síntomas 36,67 (11) ,20 -,10 -,16 ,45** ,39** -,22 -,30* -,21 -,18 -,13 ,11 ,27* -,12 -,15 -
16. Autoef Dolor Actividades 39,08 (12,18) ,17 ,01 -,12 ,15 ,27* -,13 -,18 -,08 -,07 ,01 ,01 ,02 -,11 -,20 ,33** -
17. Autoeficacia Control Dolor 20,69 (10,02) ,39** ,19 ,13 ,17 ,34** -,17 -,16 ,00 -,04 -,02 ,13 ,19 ,12 -,10 .29* ,40** -
18. Intensidad Dolor 6,31 (1,78) -,00 ,01 ,24 -,01 -,09 ,10 ,18 ,12 ,23 ,20 ,06 ,12 ,07 ,25* -,17 -,37 -,09

*p<0.05; **p<0.01

221
Tabla 19. Correlaciones de la muestra de Sanas
Media (DT) 1 2 3 4 5 6 7 8 9

1. Locus Interno 8,83 (5,87) -


2. Locus Otros Poderosos -6,42 (8,74) -,04 -
3. Locus Suerte -4,76 (8,37) ,05 ,60** - .
4. Autoeficacia General 31,73 (4,28 ,43** -,16 ,13 -
5. Afecto Positivo 34,55 (6,49) ,34** -,20 ,01 ,50** -
6. Afecto Negativo 22,62 (7,24) -,34** ,23* ,04 -,32** -,25* -
7. R. Estrés Emocional 24,46 (12,56) -,34** ,46** ,20 -,46** -,51** ,65** -
8. R. Estrés Cognitivo 24,34 (12,63) -,27* ,48** ,15 -,50** -,48** ,63** ,80** -
9. R. Estrés Fisiológico 12,10 (10,46) -.24* ,32** ,05 -,18 -,44** ,40** ,62** ,54** -
10. R. Estrés Motor 13,08 (10,58) -,13 ,29** -,02 -,16 -,29* ,46** ,59** ,54** ,82**

*p<0.05; **p<0.01

222
7.2.3. Muestra con Dolor Lumbar Crónico

En la tercera matriz (tabla 18) aparecen las correlaciones de Pearson entre las variables
de interés (antecedentes y resultado, así como las variables de dolor) en relación a la
submuestra con DLC. En relación a las variables antecedentes, es de destacar que la variable
que más correlaciones obtuvo con respecto a las demás variables es el Locus de Control
General Otros Poderosos. En relación a las variables resultado, encontramos que la respuesta
de estrés que más correlaciones significativas obtuvo fue la Respuesta Emocional, y la que
menos la Respuesta Motora. Respecto a las variables de dolor, observamos que en relación al
Locus de Control de Dolor la variable que más correlaciones significativas obtuvo con el resto
de las variables fue el Locus Dolor Destino y el Locus Dolor Otros Profesionales la que
menos. Las variables referentes a la Autoeficacia de Dolor también obtuvieron pocas
correlaciones significativas con el resto de las variables (concretamente la que menos
correlaciones obtuvo fue la Autoeficacia de Control del Dolor Actividades, siendo las
relaciones más consistentes las correlaciones positivas que se mantienen entre las diferentes
dimensiones de autoeficacia de dolor y el lugar de control interno y el afecto positivo. A su
vez, las diferentes dimensiones de autoeficacia de dolor mantienen correlaciones positivas
significativas entre sí. Finalmente, respecto a la Intensidad de Dolor, encontramos que
únicamente correlaciona significativa y positivamente con el Locus de Control Dolor Destino.

7.2.4. Muestra de mujeres sanas

En la Tabla 19 se presenta la cuarta matriz de correlaciones, dónde aparecen los


coeficientes de correlación de Pearson entre las variables de interés, para la submuestra de
personas sanas. Como puede observarse, la variable antecedente que presentó más
correlaciones significativas con respecto a las demás variables fue el Afecto Negativo. Por el
contrario, la que presentó menos correlaciones significativas, concretamente sólo una
(positiva con el locus otros poderosos), fue el Locus de Control Suerte.

Respecto a las variables de lugar de control general, el lugar de control interno


mantiene correlaciones significativas en la dirección esperada con el resto de variables
excepto con la respuesta motora de estrés. El lugar de control otros poderosos mantiene
correlaciones significativas positivas con el resto de las variables, excepto con la autoeficacia
general y el afecto positivo con los que no mantiene ninguna relación. No se observan

223
correlaciones significativas entre las diferentes dimensiones del lugar de control, salvo la
correlación positiva observada entre locus otros poderosos y locus suerte.

Respecto al afecto positivo y negativo observamos correlaciones en la linea esperada


con el resto de las variables, salvo la ausencia de relación con el locus suerte, y con el locus
otros poderosos para el caso del afecto positivo.

En cuanto a las variables resultado de Respuestas de Estrés, encontramos que la


Respuesta Emocional y Cognitiva presentaron correlaciones significativas con todas las
variables excepto con el Locus de Control Suerte. La Respuesta Fisiológica tampoco
corrrelacionó ni con esta variable ni con la Autoeficacia General, y por último, la Respuesta
Motora correlacionó con la mayoría de las variables, excepto con el Locus de Control General
Interno, Suerte y Autoeficacia General.

7.3. DIFERENCIAS DE MEDIAS EN LAS VARIABLES DE ESTUDIO EN LAS


DIFERENTES MUESTRAS EVALUADAS

Se han realizado dos tipos de análisis para comprobar las diferencias de medias
existentes entre las distintas muestras en las variables de interés. Así, se utilizó el análisis de
varianza (ANOVA) para analizar las diferencias entre las tres muestras, con los consiguientes
análisis post-hoc, y la t de Student para la comparación de medias en las variables específicas
de dolor propias de la muestra de Fibromialgia y de Dolor Lumbar Crónico. A continuación
se muestran los resultados.

7. 3.1. Diferencias entre las variables comunes a las tres muestras evaluadas

En esta parte del estudio se ha llevado a cabo un análisis de varianza (ANOVA) para
poder determinar la existencia de diferencias significativas en las variables de interés
comunes a las tres submuestras evaluadas (FM, DLC y sanas). Con el objetivo de analizar de
forma específica entre qué submuestras se producen las diferencias significativas se aplicó la
prueba post-hoc de Tukey.

224
Los resultados de los análisis de varianza (ANOVA) realizados muestran que existen
diferencias significativas con respecto a las variables evaluadas. Concretamente, en las
variables antecedentes, se observan diferencias significativas en el Locus de Control Interno,
Locus de Control Suerte, Autoeficacia General, Afecto Positivo y Afecto Negativo y en las
variables resultado se observan diferencias en las cuatro respuestas de estrés (ver Tabla 20)

Tabla 20. Análisis de varianza de las variables de interés en todas las submuestras

Variable Fibromialgia DLC Sanas F


(n=136) (n=63) (n=77) Tukey
(1) (2) (3) (Difs entre
X D.T X D.T X D.T grupos)
Variables Antecedentes
Locus de Control
Interno 6.93 8.03 9.80 6.03 8.83 5.87 4.11* (1/2)
Otros Poderosos -3.57 11.32 -3.35 11.83 -6.42 8.74 2.041
Suerte -1.23 10.22 -.29 9.25 -4.76 8.37 4.69** (1/3, 2/3)
Autoeficacia General 18.40**
26.95 6.78 30.54 5.63 31.73 4.28
(1/2, 1/3)
Afecto
Positivo 28.49 8.43 31.79 7.56 34.55 6.49 15.55**(1/2, 1/3)
Negativo 27.42 8.09 25.20 7.53 22.62 7.24 9.55** (1/3)
Variables resultado
Respuestas de Estrés
53.04**
Emocional 45.39 15.36 32.84 15.35 24.46 12.56
(1/2, 1/3, 2/3)
55.24**
Cognitiva 45.14 16.03 29.26 15.09 24.34 12.63
(1/2, 1/3)
119.08**
Fisiológica 41.41 14.94 26.52 13.29 12.10 10.46
(1/2, 1/3, 2/3)
66.37**
Motora 32.97 13.64 20.06 12.47 13.08 10.58
(1/2, 1/3, 2/3)
* p < ,05
** p < ,01

Como podemos observar, en cuanto al Locus de Control, encontramos que existen


diferencias en el Locus de Control Interno entre el grupo de Fibromialgia y el de DLC
(F=4,11; p<,05; eta2=,029), siendo las puntuaciones más altas para el segundo grupo. No se
observan diferencias significativas entre el grupo de Fibromialgia y las Sanas o entre éstas y
el de DLC. En lo que respecta al Locus de Control Suerte, éste presenta diferencias
significativas entre las personas con FM y las Sanas (F=4,69; p<,01; eta2=,033), presentando

225
mayores puntuaciones las personas con FM, y entre las personas con DLC y las Sanas
(F=4,69; p<,01; eta2=,033), presentando puntuaciones más elevadas las del primer grupo. Por
otro lado, las puntuaciones de Autoeficacia General presentan diferencias significativas entre
la muestra de Fibromialgia en comparación con la muestra de DLC y las personas Sanas
(F=18,40; p<,01; eta2=,119). Así, encontramos mayores puntuaciones de esta variable en las
personas sanas, mientras que las menores puntuaciones corresponden a la muestra de personas
con FM. En cuanto al Afecto, encontramos que existen diferencias en el Afecto Positivo en la
muestra de Fibromialgia en comparación con la de DLC y las personas Sanas (F=15,55;
p<,01; eta2=,102). De esta manera, las personas Sanas obtienen mayores puntuciones y las
personas con Fibromialgia, menores. Respecto al Afecto Negativo, encontramos diferencias
significativas entre las mujeres con Fibromialgia y las mujeres Sanas (F=9,55; p<,01;
eta2=,065). En este sentido, las personas con Fibromialgia presentan mayores puntuaciones en
esta variable. En cuanto a las Respuestas de Estrés, encontramos que existen diferencias
significativas entre las tres submuestras en la Respuesta Emocional de Estrés (F=53,04;
p<,001; eta2=,280). Así, podemos observar que la muestra con FM es la que mayores
puntuaciones obtuvo en esta variable. También existen diferencias significativas entre las
puntuaciones de la Respuesta Cognitiva de Estrés en las personas con Fibromialgia en
comparación con las de DLC y con las Sanas (F=55,24; p<,01; eta2=,288). La muestra que
obtiene mayores puntuaciones en esta variable es la de Fibromialgia. Por otro lado, también
existen diferencias significativas en las puntuaciones de la Respuesta Fisiológica de Estrés
con respecto a la muestra de Fibromialgia en comparación con las personas con DLC y las
Sanas, y también de la muestra con DLC en relación con las Sanas (F=119,08; p<,01;
eta2=,466). La muestra que obtiene mayores puntuaciones es la de Fibromialgia y la que
obtiene menores puntuaciones es la de mujeres Sanas. Por último, encontramos las medias de
las diferentes puntuaciones obtenidas en las submuestras en la Respuesta Motora de Estrés.
Existen diferencias significativas entre la muestra de FM y las otras dos muestras; así como
entre la muestra de DLC y la muestra de Sanas (F= 66,37; p<,01; eta2=,327). La muestra que
obtuvo mayores puntuaciones fue la de Fibromialgia y la que menos la de Personas Sanas.

226
7.3.2. Diferencias entre las muestras de dolor: Fibromialgia y Dolor Lumbar
Crónico

Para analizar las posibles diferencias entre las variables específicas de dolor, se
procedió a realizar la comparación respecto a esas variables entre las dos submuestras con
dolor (DLC y FM) utilizando una t de Student. Los resultados muestran que existen
diferencias significativas con respecto a las siguientes variables evaluadas: Locus de Control
Dolor Otros Profesionales, Autoeficacia de Dolor Síntomas, Autoeficacia de Dolor
Actividades, Autoeficacia para el control del Dolor e Intensidad de Dolor (Tabla 21).

Tabla 21. Diferencias de las variables de interés en las muestras de dolor

Variable Fibromialgia DLC


(n=136) (n=63) t
X D.T X D.T
Variables de dolor
Locus de control de Dolor
Profesionales 17.01 5.65 20.73 6.09 -4.20**
Interno 16.79 4.16 17.53 3.59 -1.21
Azar 7.15 3.43 7.15 3.90 -.007
Destino 10.48 3.63 10.75 4.12 -.473
Autoeficacia Dolor
Síntomas 27.25 12.47 36.67 11 -5.13**
Actividades 30.28 14.40 39.08 12.18 -4.20**
Dolor 16.87 9.60 20.69 10.02 -2.57*
Intensidad de Dolor 7.53 1.59 6.31 1.78 4.51**
* p < ,05
** p < ,01

Podemos observar que, en cuanto al Locus de Control de Dolor Otros Profesionales,


existen diferencias significativas entre el grupo de Fibromialgia y el de DLC (t=-4,20; p<,01;
eta2=,082), siendo las puntuaciones más altas para el segundo grupo. No se encuentran
diferencias significativas entre los dos grupos para ninguna otra dimensión del lugar de
control del dolor. Respecto a las diferentes dimensiones de la Autoeficacia del dolor,
encontramos en todos los casos diferencias significativas entre las mujeres con fibromialgia y
las mujeres con DLC. Así, las mujeres con DLC exhiben puntuaciones más elevadas que las
personas con fibromialgia en Autoeficacia de Dolor Síntomas (t=-5,13; p<,01; eta2=,118),
Autoeficacia Dolor Actividades (t=-4,20; p<,01; eta2=,082), y Autoeficacia para el Control

227
del Dolor (t=-2,57; p<,05; eta2=,032). En cuanto a la Intensidad de Dolor, nuevamente
encontramos diferencias significativas entre las mujeres con Fibromialgia y con DLC (t=4,51;
p<,01; eta2=,101), presentando las mujeres con FM mas intensidad de dolor que las mujeres
con DLC.

7.4. ANÁLISIS DE LAS VARIABLES DE INTERÉS EN FUNCIÓN DE LAS


VARIABLES SOCIODEMOGRÁFICAS Y CLÍNICAS

En esta parte del estudio se han llevado tanto correlaciones como análisis de varianza
(ANOVA) para poder determinar la existencia de diferencias significativas en las variables de
interés analizadas en función de las variables sociodemográficas (edad, estado civil, estudios,
situación laboral e ingresos económicos). En el caso de la submuestra con FM, además se ha
valorado la posible influencia de variables clínicas (en particular el tiempo de diagnóstico, el
tiempo de aparición de los síntomas, el consumo de fármacos y la presencia de diagnóstico de
ansiedad y depresión) en las variables de interés. En el caso de los ANOVAs, el criterio para
determinar las diferencias significativas a nivel univariado ha sido la prueba de Scheffé.

A continuación describiremos las diferencias para cada una de las tres submuestras
estudiadas.

7.4.1. Diferencias en las variables de interés en función de las variables


sociodemográficas y clínicas en la muestra de mujeres con Fibromialgia

Para poder valorar la posible relación entre la edad y las diferentes variables de
interés, se procedió a realizar los análisis de correlación correspondientes. Los resultados
ponen de manifiesto que existen relaciones significativas de la variable edad con las
siguientes variables resultado: Locus de control Interno (r2=,25; p=<,001), Locus de Control
Otros Poderosos (r2=,17; p=< ,05), Autoeficacia General (r2=,20; p=<,05), Afecto Positivo
(r2=,26 p=<,001), Locus de Control de Dolor Otros Profesionales (r2=,39; p=<,001), Locus de
Control de Dolor Azar (r2=,38; p=< ,001), Autoeficacia Dolor Síntomas (r2=,20; p=< ,05),
Intensidad de Dolor (r2=,25; p=<,001) y Limitación Funcional (r2=-,20; p=<,05).

228
También se han encontrado diferencias significativas en la muestra de Fibromialgia
con respecto al Estado Civil en la Autoeficacia para el Control del Dolor (F=3,592; p<,05).
Las mujeres casadas y las solteras obtienen puntuaciones menores que las
separadas/divorciadas (ver Tabla 22).

Tabla 22. Comparación de la Autoeficacia Control Dolor en función del Estado Civil (FM)

Casadas Solteras Separadas/ Viudas F Scheffé


Divorciadas
(1) (2) (3) (4)
X (D.T) X (D.T) X (D.T) X (D.T)
Autoeficacia Control 23,53
16,10 (8,87) 12,56 (8,95) 19,27 (10) 3,592* 1/3, 2/3
Dolor (12,15)
* p<,05

En cuanto al nivel de estudios, se han encontrado diferencias significativas con


respecto a diferentes variables relacionadas con el lugar de control y con algunos ítems del
FIQ. Respecto al Locus de Control Suerte (F=2,549; p<,05), se observan puntuaciones más
elevadas en las personas con que no tienen ningún estudio (con diferencias post-hoc entre este
grupo y el de ESO). En relación al Locus de Control Dolor Otros Profesionales, puntúan más
alto las personas con estudios primarios (F=4,051; p<,05) (con diferencias post-hoc entre este
grupo y el de ESO). Por otro lado, en el Locus de Control Dolor Azar obtienen mayores
puntuaciones las mujeres que no poseen ningún estudio en comparación con todos los demás
grupos (F=8,078; p<,001). En el Locus de Control Dolor Destino, las personas sin estudios
puntúan más alto que las que habían cursado ESO/EGB (F=3,213; p<,05). Para el ítem del
FIQ Cansancio por las mañanas, las mujeres que habían cursado estudios primarios, puntúan
más alto que las que habían cursado Estudios Superiores (F=4,073; p<,05) y, por último, el
item relativo a Depresión (F=4,138; p<,05) se muestra más elevado en las personas que no
tienen ningún estudio, en comparación con las que tienen estudios superiores, además las que
tienen estudios primarios puntúan más alto que las que tienen estudios superiores (ver tabla
23).

229
Tabla 23. Comparación de las variables de interés en función del Nivel de Estudios (FM)

Ninguno Primarios ESO/EGB BUP/COU Estudios


Bachiller Superiores
F Scheffé
(1) (2) (3) (4) (5)
X (D.T) X (D.T) X (D.T) X (D.T) X (D.T)
Locus de Control 5,48 -,70 -3,83 -3,56 -2,09
2,549* 1/3
Suerte (12,42) (10,36) (8,11) (10,14) (9,50)
Locus Dolor Otros 18,68 18,88 14,91 14,93 15,43
4,051* 2/3
Profesionales (7,76) (5,75) (3,82) (4,59) (4,00)
11,18 1/2, 1/3,
Locus Dolor Azar 6,92 (2,90) 6,28 (3,72) 5,83 (2,40) 7,59 (2,64) 8,078**
(3,58) 1/4, 1/5
12,81 10,96 10,06
Locus Dolor Destino 9,34 (3,51) 9,21 (3,31) 3,213* 1/3
(3,31) (3,45) (4,17)
8,66
Cansancio mañanas 9,18 (1,60) 8,56 (2,32) 8,06 (1,73) 6,66 (3,22) 4,073* 2/5
(2,21)
8,34
Depresión 7,98 (2,33) 6,66 (2,94) 7,12 (2,77) 5,16 (3,35) 4,138* 1/5, 2/5
(1,79)
*p<,05
** p<,01

Con respecto a la situación laboral de las personas con Fibromialgia, se encontraron


diferencias en relación a las siguientes variables de estudio: Locus de Control Interno, Locus
de Control Dolor Otros Profesionales e Intensidad de Dolor. Respecto a la primera,
encontramos que las personas que nunca han trabajado puntúan significativamente más alto
que las que se encuentran trabajando (F=1,718; p<,05). El Locus de Control Dolor Otros
Profesionales, muestra menores puntuaciones en las personas que se encuentran activas que
en las que llevan inactivas durante más de un año (F=3,814; p<,05). Por último, se
encontraron diferencias con respecto a la Intensidad de Dolor, puntuando más bajo aquellas
personas que se encontraban inactivas por un tiempo inferior a un año en comparación con las
que se encontraban inactivas durante más de un año o desde siempre, o aquellas que estaban
activas (F=6,009; p=<,01) (ver tabla 24).

Tabla 24. Comparación de las variables de estudio en función de la Situación Laboral (FM)

Activo Nunca Inactivo Inactivo F Scheffé


Activo más de un menos de
año un año
(1) (2) (3) (4)
X (D.T) X (D.T) X (D.T) X (D.T)
Locus de Control
4,05 (9,05)* 16,75 (3,59)* 7,39 (7,62) 7,94 (6,99) 1,718* 1/2
Interno
Locus Dolor
Otros 14,89 (5,32)* 22 (6,27) 17,99 (5,74)* 15,94 (4,03) 3,814* 1/3
Profesionales
Intensidad Dolor 7,39 (1,52)* 9 (1,15)* 7,80 (1,63)** 5,92 (1,62)* 6,009** 1/4, 2/4, 3/4
*p<,05
** p<,01

230
Por otro lado, en relación a los ingresos económicos encontramos diferencias en la
muestra de personas con Fibromialgia respecto a la variable Depresión (F=2,543; p<,05),
obteniendo puntuaciones superiores en este item las personas que ganan menos de 600€ en
comparación con las que ganan de 1.200 a 1.800€ (ver tabla 25).

Tabla 25. Comparación de la variable Depresión en función de los ingresos económicos (FM)
Ninguno Menos de De 600 a De 1.200 Más de
600 € 1.200€ a 1.800 € 1.800 €
F Scheffé
(1) (2) (3) (4) (5)
X (D.T) X (D.T) X (D.T) X (D.T) X (D.T)
5,62 7,46 7,92 7,56
Depresión 6,33 (3,31) 2,543* 2/4
(3,63)* (2,36) (2,57)* (2,28)
*p<,05

Adicionalmente, en la muestra de FM se realizó un análisis de correlación para ver si


existía relación entre las variables de interés y el tiempo desde el diagnóstico y el tiempo
transcurrido desde la aparición de los primeros síntomas. De esta manera, encontramos que el
tiempo desde el diagnóstico correlaciona significativamente con las variables Respuesta
Fisiológica de Estrés (r2=-,257, p<,05) y Limitación Funcional (r2= ,235, p<,05). Así,
mientras más años hayan transcurrido desde el diagnóstico de FM, existe mayor limitación
funcional y menor respuesta fisiológica de estrés. En cuanto al tiempo transcurrido desde la
aparición de los síntomas, observamos que correlaciona negativamente con la Respuesta
Fisiológica de Estrés (r2=-,227, p<,05). De esta manera, a mayor tiempo transcurrido desde la
aparición de la sintomatología de la enfermedad, menor respuesta fisiológica de estrés

Finalmente, se analizó la relación entre el consumo de medicamentos y las variables


de interés en la muestra de FM. Se ha realizado previamente una clasificación de los distintos
fármacos en seis categorías diferenciadas: analgésicos, antidepresivos, antiinflamatorios,
antiepilépticos, ansiolíticos y miorrelajantes. En la Tabla 26 pueden observarse la media y la
desviación estándar de las variables de interés que han resultado significativas respecto al
consumo/no consumo de fármacos. Así, podemos observar que las personas que consumen
analgésicos obtienen mayores puntuaciones en la interferencia al dolor y en la sintomatología
total del FIQ. Las personas con FM que consumen antidepresivos tienen menor autoeficacia
del control de los síntomas, menor autoeficacia de control de dolor y menor Afecto Positivo.
Por otra parte, aquellas que consumen antiinflamatorios tienen mayor locus de control de
dolor Azar, y menores niveles de sintomatología. Las mujeres con FM que consumen
antiepilépticos tienen menores niveles de autoeficacia del control del dolor. Aquellas que

231
consumen ansiolíticos tienen por un lado menores niveles de Locus de Control Interno, de
Autoeficacia de Dolor Actividades y de Afecto Positivo y por otro, mayores niveles de Afecto
Negativo, Respuesta Emocional, Cognitiva y Fisiológica de Estrés; así como de Limitación
Funcional, Ansiedad, Depresión y Sintomatología. Por último, en relación a los
miorrelajantes, encontramos que las mujeres con FM que los consumen, tienen menores
niveles de Locus de Control Interno y mayores niveles de Respuesta Cognitiva y Fisiológica
de Estrés, así como más cansancio durante las mañanas y mayores niveles de ansiedad.

Tabla 26. Relación del consumo de fármacos con las variables de interés (FM)
Consume No Consume t p
Analgésicos X (D.T) X (D.T)

Interferencia de Dolor 8,28 (1,65) 7,43 (1,69) -2,281 ,025


Sintomatología Total FIQ 79,72 (15,74) 72,85 (15,74) -2,331 ,022

Antidepresivos

Autoeficacia dolor control síntomas 24,82 (11,75) 32,43 (13,01) 2,970 ,004
Autoeficacia control dolor 14,20 (7,95) 19,61 (11,49) 2,744 ,007
Afecto Positivo 26,91 (7,99) 31,13 (9,59) 2,335 ,022

Antiinflamatorios

Locus de Control de Dolor Azar 8,16 (3,32) 6,51 (3,30) -2,152 ,034
Sintomatología Total 14,96 (4,66) 17,34 (4,72) 2,184 ,031

Antiepilépticos

Autoeficacia control dolor 10,54 (5,55) 16,90 (9,91) 3,205 ,005

Ansiolíticos

Locus de Control Dolor Interno 15,47 (4,19) 17,30 (4,36) 2,110 ,037
Autoeficacia dolor Actividades 25,73 (10,70) 34,37 (15,42) 3,179 ,002
Afecto Positivo 26,54 (8) 30,16 (9,19) 2,087 ,040
Afecto Negativo 30,14 (7,38) 25,48 (8,58) -2,861 ,005
Respuesta Emocional de Estrés 49,75 (12,62) 40,96 (16,56) -2,923 ,004
Respuesta Cognitiva de Estrés 51,53 (12,86) 41,72 (16,55) -3,292 ,001
Respuesta Fisiológica de Estrés 45,66 (12,54) 39,19 (15,79) -2,257 ,026
Limitación Funcional 16 (5,26) 12,43 (6,29) -3,022 ,003
Ansiedad 8,32 (1,66) 7,16 (2,65) -2,618 ,010
Depresión 8,21 (2,05) 6,58 (3,15) -2,995 ,003
Sintomatología Total FIQ 82,55 (10,48) 73,38 (14,68) -3,518 ,001

232
Tabla 26. (cont.) Relación del consumo de fármacos con las variables de interés (FM)
Miorrelajantes

Locus de Control Dolor Interno 13,80 (3,53) 16,78 (4,35) 2,556 ,023
Respuesta Cognitiva de Estrés 53,97 (10,62) 45,36 (15,96) -2,372 ,030
Respuesta Fisiológica de Estrés 49,61 (11,64) 41,29 (14,78) -2,159 ,048
Cansancio durante las mañanas 10 (0,00) 8,47 (2,25) -6,321 ,000
Ansiedad 9,45 (1,21) 7,49 (2,32) -4,435 ,000

Finalmente, se analizó si el diagnóstico de ansiedad y depresión guardaba relación con


las variables objeto de estudio en la muestra con FM. En la Tabla 27 están representadas la
media y la desviación estándar de las variables de interés que mantienen relaciones
significativas respecto al diagnóstico de ansiedad y de depresión. Así, se observa que en
cuanto al diagnóstico de depresión existen diferencias con respecto al locus de control otros
poderosos, las cuatro respuestas de estrés, el locus de dolor azar y la sintomatología asociada.
De esta manera, las personas que han recibido el diagnóstico de depresión puntúan más alto
en todas estas variables. Por último, en cuanto al diagnóstico de ansiedad, solamente se
observan diferencias significativas con la variable Sintomatología Asociada. Así, las personas
con FM que han recibido un diagnóstico de ansiedad, tienen mayor sintomatología asociada.

Tabla 27. Relación del diagnóstico de Ansiedad y Depresión con las variables de interés (FM)
Si No t p
Diagnostico de Depresión X (D.T) X (D.T)

Locus de Control Otros Poderosos -1,72 (11,56) -6,95 (10,71) -2,22 ,029
Respuesta Emocional 50,94 (11,41) 44,07 (15,77) -2,30 ,024
Respuesta Cognitiva 52,01 (10,42) 43,70 (16,66) -2,73 ,007
Respuesta Fisiológica 47,11 (11,60) 38,23 (14,65) -3,12 ,002
Respuesta Motora 37,67 (9,73) 30,61 (14,58) -2,61 ,010
Locus de Dolor Azar 10,78 (3,17) 9,68 (3,91) -2,29 ,024
Sintomatología Asociada 18,12 (4,25) 15,23 (5,03) -2,89 ,005

Dianóstico de Ansiedad

Sintomatología Asociada 18,10 (4,49) 15,67 (4,93) -2,26 ,026

233
7.4.2. Diferencias en las variables de interés en función de las variables
sociodemográficas en la muestra de mujeres con Dolor Lumbar Crónico

Para analizar la posible relación entre las variables sociodemográficas y las variables
de interés en la muestra con DLC se realizó un análisis de correlación en el caso de la edad y
ANOVAs para el resto de las variables: estado civil, situación laboral, nivel de estudios e
ingresos económicos. Los resultados encontrados muestran que las variables
sociodemográficas que resultaron significativas en relación con las variables de estudio
fueron la edad y la situación laboral.

En relación a la edad, encontramos que existe correlación positiva entre ésta y las
variables de Autoeficacia General (r2=,25; p=<,05), Afecto Positivo (r2=,31; p=<,05) y locus
de control de dolor interno (r2=,33; p=<,001).

Con respecto a la situación laboral, encontramos diferencias significativas con


respecto a las siguientes variables: Locus de Control Otros Poderosos, Respuesta Fisiológica
de Estrés y Locus de Dolor Destino. En cuanto al Locus de Control Otros Poderosos se
observan diferencias significativas entre las personas activas, nunca activas e inactivas más de
un año observándose mayores puntuaciones en las que llevan más de un año de inactividad
respecto a las que nunca han tenido actividad laboral y en estas últimas respecto a las activas
(F= 3,914; p=<,05). Las puntuaciones en la Respuesta Fisiológica son significativamente
mayores en las personas que nunca han tenido actividad laboral que en las inactivas de menos
de un año (F= 2,836; p=<,05). Por último, en cuanto al Locus de Control de Dolor Destino, se
observan diferencias entre las personas activas y aquellas que llevan inactivas menos de un
año, puntuando más alto las primeras; igualmente las personas nunca activas puntuaron más
alto que las que llevan inactivas menos de un año y las mujeres que llevan inactivas más de un
año puntuaron más alto que las inactivas de menos de un año (ver tabla 28).

234
Tabla 28. Comparación de las variables de estudio en función de la Situación Laboral (DLC)

Activo Nunca Inactivo Inactivo


Activo más de un menos de
año un año F Scheffé
(1) (2) (3) (4)
X (D.T) X (D.T) X (D.T) X (D.T)
Locus de Control -4,80 -1,82 -1,79 -7,84 3,914* 1/2, 2/3
Otros Poderosos (11,51) (11,18) (12,26) (11,44)
Respuesta 26,60 34,38 26,47 18,84 2,836* 2/4
Fisiológica (17,68) (7,20) (13,94) (8,00)
Locus de Control 11,48 11,04 11,86 6,30 (2,45) 5,606* 1/4, 2/4, 3/4
Dolor Destino (2,14) (3,37) (4,63)
*p<,05

7.4.3. Diferencias en las variables de interés en función de las variables


sociodemográficas en la muestra de mujeres Sanas

Por último, para analizar la posible relación de las variables sociodemográficas con las
variables de interés en la muestra de mujeres sanas, se realizó un análisis de correlación para
la edad y ANOVAs para las demás las variables: estado civil, situación laboral, nivel de
estudios e ingresos económicos. Únicamente se observan relaciones significativas en el caso
de la edad, que mantiene correlaciones positivas con las variables Locus de Control otros
Poderosos (r2=,28; p=<,05), Locus de Control Suerte (r2=,29; p=<,05), y Respuesta Motora
(r2=,32; p=<,001).

7.5. ANÁLISIS DE REGRESIÓN

Se ha realizado un análisis de regresión para comprobar el valor predictivo de las


diferentes variables antecedentes tanto generales como de dolor sobre las distintas respuestas
de estrés, así como sobre los niveles de Afecto Positivo y Negativo, y en el caso de la muestra
con FM sobre la intensidad de dolor, sintomatología, limitación funcional y la sintomatología
valorada con el FIQ. Concretamente se llevó a cabo un análisis de regresión múltiple
jerárquica utilizando el métrodo de pasos sucesivos (stepwise), donde de cada uno de los
bloques utilizados el programa seleccionará las variables más predictivas (de acuerdo con el
método pasos sucesivos), antes de pasar al siguiente bloque de variables. De esta manera se
permite comprobar el modelo jerárquico establecido. En el primer bloque, antes de introducir

235
las variables antecedentes, se han incluido las variables sociodemográficas que han mostrado
relación con las variables de interés para controlar su efecto en las variables resultado.

7.5.1. Análisis de regresión para la muestra de Fibromialgia

En el caso de la muestra de mujeres con fibromialgia, se realizaron dos tipos de


análisis de regresión en función de las variables predictoras consideradas. Por un lado, se
llevaron a cabo diferentes análisis de regresión tomando como variables dependientes las
respuestas de estrés, y el afecto positivo y negativo, y como variables predictoras variables
generales de percepción de control como el lugar de control general y la autoeficacia general.
Igualmente, se incluyeron en este tipo de análisis la intensidad de dolor y variables específicas
de FM como variables dependientes.

Por otro lado, se realizaron los mismos análisis con las mismas variables dependientes,
pero en este caso tomando como variables predictoras las variables de percepción de control
de dolor.

A continuación se exponen los resultados encontrados en ambos tipos de análisis.

7.5.1.1. Análisis de regresión con variables predictoras de percepción de


control generales

7.5.1.1.1. Análisis de regresión: Respuestas de Estrés

Se llevaron a cabo cuatro análisis de regresión para la explicación de las diferentes


Respuestas de Estrés (Emocional, Cognitiva, Fisiológica y Motora), tomando como variables
predictoras las variables sociodemográficas que mostraron diferencias significativas en esta
muestra en relación a las variables objeto de predicción, así como las variables de percepción
de control: Locus de Control General y Autoeficacia General. En el primer bloque se
introdujeron las variables sociodemográficas y en el segundo bloque las de percepción de
control. Los resultados se muestran en la Tabla 29.

236
Tabla 29. Análisis de regresión: respuestas de estrés (FM; predictores de control generales)
F R2 IncR2 Beta t
Respuesta Emocional de Estrés

Paso 1: Edad -,21 -2,16*


Estudios -,08 -,72
Ingresos económicos 3,42* ,13 -,22 -2,13*
Paso 2: Locus de control Interno -,02 -,22
Locus de control Otros Poderosos ,10 ,99
Locus de control Suerte ,24 2,39*
Autoeficacia General 7,75** ,38 ,25 -,34 -3,93**
Respuesta Cognitiva de Estrés

Paso 1: Edad -,23 -2,34*


Estudios -,01 -,16
Ingresos económicos 2,24 ,09 -,14 -1,35
Paso 2: Locus de control Interno -,04 -,44
Locus de control Otros Poderosos ,12 1,15
Locus de control Suerte ,17 1,64
Autoeficacia General 5,96** ,32 ,23 -,35 -3,82**
Respuesta Fisiológica de Estrés

Paso 1: Edad -,22 -2,31*


Estudios -,23 -2,13*
Ingresos económicos 4,05* ,15 -,07 -,67
Paso 2: Locus de control Interno -,05 -,54
Locus de control Otros Poderosos ,23 2,18*
Locus de control Suerte ,10 1,00
Autoeficacia General 6,04** ,32 ,17 -,23 -2,55*
Respuesta Motora de Estrés

Paso 1: Edad -,21 -2,11*


Estudios -,23 -2,08*
Ingresos económicos 3,06* ,11 -,06 -,58
Paso 2: Locus de control Interno -,04 -,45
Locus de control Otros Poderosos ,16 1,47
Locus de control Suerte ,13 1,22
Autoeficacia General 4,99** ,28 ,17 -,26 -2,81*
*p < .05; **p < .01.

Como puede observarse en la tabla 29, con respecto a la Respuesta Emocional, se han
mostrado como variables predictoras la Edad, los ingresos económicos, el Locus de Control
Suerte y la Autoeficacia General. Así, mayores puntuaciones de Locus de Control Suerte
(β=,24; t=2,39, p<,05) y menores niveles de Autoeficacia General (β=-,34; t=-3,93, p<,05)
predicen mayores niveles de Respuesta Emocional de Estrés. En relación con las variables
sociodemográficas, tener menos edad (β=-,21; t=-2,16, p<,05) y tener menos ingresos
económicos (β=-,22; t=-2,13, p<,05) predicen también mayores niveles de respuesta
emocional. El modelo explica un 38% de la varianza de la respuesta emocional de estrés.

237
En relación a la Respuesta Cognitiva, observamos que, resultan predictoras la Edad y
la Autoeficacia General. Así, menores niveles de Autoeficacia General (β=-,35; t=-3,82,
p<,01) predicen mayores niveles de Respuesta Cognitiva de Estrés. En cuanto a las variables
sociodemográficas, tener menos edad (β-,23; t=-2,34, p<,05) predice mayores niveles de
respuesta cognitiva de estrés. El modelo explica un 32% de la varianza de la respuesta
cognitiva de estrés.

Con respecto a la Respuesta Fisiológica, encontramos que la Edad, el nivel de


Estudios, el Locus de Control Otros Poderosos y la Autoeficacia General se muestran como
variables predictoras. Así, mayores puntuaciones en Locus de Control Otros Poderosos
(β=,23; t=2,18, p<,01) y menores puntuaciones en Autoeficacia General (β=-,23; t=-2,55,
p<,05) predicen mayor respuesta fisiológica. Con respecto a las variables sociodemográficas,
encontramos que tener menos edad (β-,22; t=-2,31, p<,05) y tener menor nivel formativo (β-
,23; t=-2,13, p<,05), predicen mayores niveles de respuesta fisiológica de estrés. Este modelo
explica un 32% de la varianza de la respuesta fisiológica de estrés.

Finalmente, con respecto a la Respuesta Motora de Estrés, los análisis de regresión


han mostrado que como variables predictoras de dicha respuesta se encuentran la Edad, el
nivel de Estudios y la Autoeficacia General. Así, menores puntuaciones en Autoeficacia
General (β=-,26; t=-2,81, p<,05) predicen mayor respuesta motora de estrés. Con respecto a
las variables sociodemográficas, encontramos que tener menos edad (β-,21; t=-2,11, p<,05) y
un menor nivel de estudios (β-,23; t=-2,08, p<,05), predicen mayores niveles de respuesta
motora de estrés. Este modelo explica un 28% de la varianza de la respuesta motora de estrés.

Adicionalmente, y dada la relación observada entre las respuestas de estrés y el


diagnóstico de depresión, se procedió a controlar el posible efecto de dicho diagnóstico
(incluyéndola como variable control en el paso 1 junto con las variables sociodemográficas)
en los modelos explicativos anteriores. De esta manera, se observa que al introducir dicha
variable, las variables de percepción de control mantienen su capacidad predictiva sobre las
cuatro respuestas de estrés. Así, mayores puntuaciones de Locus de Control Suerte (β=,31;
t=2,41, p<,05) y menores niveles de Autoeficacia General (β=-,34; t=-3,24, p<,05) siguen
prediciendo mayores niveles de respuesta emocional; menores niveles de Autoeficacia
General (β=-,41; t=-3,93, p<,001) siguen prediciendo mayores niveles de Respuesta Cognitiva

238
de Estrés; mayores puntuaciones en Locus de Control Otros Poderosos (β=,42; t=3,53, p<,01)
y menores puntuaciones en Autoeficacia General (β=-,20; t=-2,09, p<,05) continúan
prediciendo mayor respuesta fisiológica y menores puntuaciones en Autoeficacia General
(β=-,23; t=-2,18, p<,05) predicen mayor respuesta motora de estrés.

7.5.1.1.2. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto Negativo

Para el análisis predictivo del Afecto Positivo y el afecto Negativo se tomaron como
variables predictoras las variables sociodemográficas que mostraron diferencias significativas
en esta muestra en relación a las variables objeto de predicción, así como las variables de
percepción de control: Locus de Control General y Autoeficacia General. En el primer bloque
se introdujeron las variables sociodemográficas y en el segundo bloque las de percepción de
control. Los resultados se muestran en la Tabla 30.

Tabla 30. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Negativo (FM; predictores de control generales)
F R2 IncR2 Beta t
Afecto Positivo

Paso 1: Edad ,25 2,55*


Estudios -,02 -,20
Ingresos económicos 1,89 ,07 -,00 -,03
Paso 2: Locus de control Interno ,06 ,65
Locus de control Otros Poderosos ,03 ,28
Locus de control Suerte -,07 -,70
Autoeficacia General 5,62** ,31 ,24 ,45 4,82**
Afecto Negativo

Paso 1: Edad -,21 -2,09*


Estudios -,07 -,67
Ingresos económicos 1,17 ,05 -,09 -,82
Paso 2: Locus de control Interno ,00 ,04
Locus de control Otros Poderosos ,03 ,28
Locus de control Suerte ,30 2,62*
Autoeficacia General 3,92** ,23 ,18 -,26 -2,74*
*p < .05; **p < .01.

Al introducir como variables dependientes el Afecto Positivo y el Afecto Negativo, los


resultados indican que en relación al Afecto Positivo, mayores puntuaciones de Autoeficacia
General (β=,45; t=4,82, p<,01) predicen mayores niveles del mismo. En relación a la edad, a
medida que ésta aumenta (β=,25; t=2,55, p<,05) predice mayores puntuaciones de Afecto
Positivo. El modelo explica el 31% de la varianza del Afecto Positivo. En cuanto al Afecto

239
Negativo, encontramos como predictoras la edad, el Locus de Control Suerte y la
Autoeficacia General. Así, menor edad (β=-,21; t=-2,09, p<,05), mayores puntuaciones de
Locus de Control Suerte (β=,30; t=2,62, p<,05) y menores puntuaciones de Autoeficacia
General (β=-,26; t=-2,74, p<,05) predicen mayor afectividad negativa. El modelo explica el
23% de la varianza de esta variable. Los resultados pueden observarse en la Tabla 30.

7.5.1.1.3. Análisis de regresión: Variables específicas de Dolor


(intensidad de dolor)

Al realizar el análisis de regresión con la variable intensidad de dolor como variable


dependiente, y tomando como variables predictoras las variables sociodemográficas que
mostraron diferencias significativas en esta muestra en relación a las variables objeto de
predicción, así como las variables de percepción de control: Locus de Control General y
Autoeficacia General, no se observa ningún valor de beta significativo.

7.5.1.1.4. Análisis de regresión: Variables específicas de Fibromialgia

Los análisis de regresión correspondientes a las variables específicas de FM


(sintomatología total, limitación funcional, sintomatología FIQ, interferencia dolor, fatiga,
cansancio por las mañanas, ansiedad y depresión) se realizaron con el mismo procedimiento
descrito anteriormente. En el primer bloque se incluyeron las variables sociodemográficas que
mostraron diferencias significativas en esta muestra en relación a las variables objeto de
predicción. En el segundo bloque se introdujeron las variables de percepción de control:
Locus de Control General y Autoeficacia General. Los resultados se muestran en la Tabla 31.

Como puede observarse, al introducir la sintomatología como variable dependiente,


aparece como variable predictora del primer bloque la Edad. En el segundo bloque la única
variable predictora fue la Autoeficacia General. Así, menores niveles de Autoeficacia General
(β=-,26; t=-2,77, p<,05) predicen una mayor sintomatología. En relación a las variables
sociodemográficas, tener menos edad (β=-,25; t=2-,52, p<,05) predice mayor sintomatología.
El modelo explica un 28% de la varianza de la sintomatología.

240
Tabla 31. Análisis de regresión: Variables específicas de FM (FM; predictores de control generales)
F R2 IncR2 Beta t
Sintomatología Total

Paso 1: Edad -,25 -2,52*


Situación laboral -,15 -1,68
Estudios 2,76* ,10 -,17 -1,58
Paso 2: Locus de control Interno ,07 ,77
Locus de control Otros Poderosos ,17 1,62
Locus de control Suerte ,15 1,41
Autoeficacia General 4,88** ,28 ,18 -,26 -2,77*
Limitación Funcional

Paso 1: Edad -,23 -2,30*


Situación laboral -,12 -1,28
Estudios 1,68 ,07 -,10 -,94
Paso 2: Locus de control Interno -,30 -2,90*
Locus de control Otros Poderosos ,05 ,48
Locus de control Suerte ,07 ,63
Autoeficacia General 2,12* ,14 ,07 ,05 ,49
Interferencia Dolor FIQ4

Paso 1: Edad ,00 ,00


Situación laboral -,25 -2,64*
Estudios 1,68 ,07 -,10 -,90
Paso 2: Locus de control Interno -,00 -,05
Locus de control Otros Poderosos ,36 3,05*
Locus de control Suerte -,07 -,59
Autoeficacia General 2,40* ,16 ,09 ,04 ,40
Ansiedad FIQ9

Paso 1: Edad -,13 -1,34


Situación laboral -,07 -,78
Estudios ,86 ,03 -,07 -,65
Paso 2: Locus de control Interno ,02 ,18
Locus de control Otros Poderosos ,00 ,00
Locus de control Suerte ,20 1,73
Autoeficacia General 2,29* ,15 ,12 -,25 -2,50*
*p < .05; **p < .01.
Categorización variables dummy: situación laboral (1: con trabajo, 0: sin trabajo)

Con respecto a la Limitación Funcional, se han mostrado como variables predictoras la


Edad y el Locus de Control Interno. Así, menores puntuaciones de Locus de Control Interno
(β=-,30; t=-2,90, p<,05) y menor edad (β=-,23; t=-2,30, p<,05), predicen una mayor
Limitación Funcional.

En cuanto a la interferencia del dolor, encontramos que resultan predictoras la


Situación Laboral y el Locus de Control Otros Poderosos. En este sentido, mayores

241
puntuaciones de Locus de Control Otros Poderosos (β=,36; t=3,05, p<,05) y no tener trabajo
(β=-,25; t=-2,64, p<,05) predicen una mayor interferencia del dolor. Este modelo explica un
16% de la varianza de la interferencia del dolor.

En lo que respecta a la sintomatología emocional, encontramos que la variable


predictora de la Ansiedad es la Autoeficacia General. Así, menores niveles de esta variable
(β=-,25; t=-2,50, p<,05), predicen mayor sintomatología ansiosa. El modelo explica un 15%
de la varianza.

No se han observado predicciones significativas de las variables de percepción de


control general sobre la sintomatología total FIQ, la fatiga, el cansancio por las mañanas y la
sintomatología depresiva.

Por otra parte, cuando introducimos en el primer paso el diagnóstico de ansiedad y de


depresión para controlar dicha variable, se observa que respecto a la sintomatología total las
variables de percepción de control mantienen su capacidad predictiva. Así, menores
puntuaciones de Autoeficacia General (β=-,31; t=-2,44, p<,05) predicen mayor
sintomatología asociada.

7.5.1.2. Análisis de regresión con variables predictoras de percepción de


control de dolor

7.5.1.2.1. Análisis de regresión: Respuestas de Estrés

Se realizó un análisis de regresión con las diferentes Respuestas de Estrés (Emocional,


Cognitiva, Fisiológica y Motora) tomando como variables predictoras las variables
sociodemográficas que mostraron diferencias significativas en esta muestra en relación a las
variables objeto de predicción, así como las variables de percepción de control de dolor:
Locus de Control de Dolor y Autoeficacia para el Dolor. En el primer bloque se introdujeron
las variables sociodemográficas y en el segundo bloque las de percepción de control de dolor.
Los resultados se muestran en la Tabla 32.

242
Tabla 32. Análisis de regresión: Respuestas de estrés (FM, predictores de control dolor)
F R2 IncR2 Beta t
Respuesta Emocional de Estrés

Paso 1: Edad -,21 -2,16*


Estudios -,08 -,72
Ingresos económicos 3,42* ,13 -,22 -2,13*
Paso 2: Locus Dolor Otros Profesionales -,07 -,85
Locus Dolor Interno ,00 ,01
Locus Dolor Azar ,02 ,27
Locus Dolor Destino ,17 2,15*
Autoeficacia Dolor Síntomas -,37 -3,47**
Autoeficacia Dolor Actividades ,02 ,23
Autoeficacia Control Dolor 7,65** ,45 ,32 -,21 -2,02*

Respuesta Cognitiva de Estrés

Paso 1: Edad -,23 -2,34*


Estudios -,01 -,16
Ingresos económicos 2,24 ,09 -,14 -1,35
Paso 2: Locus Dolor Otros Profesionales -,06 -,71
Locus Dolor Interno ,08 ,90
Locus Dolor Azar ,10 1,17
Locus Dolor Destino -,03 -,34
Autoeficacia Dolor Síntomas -,36 -3,22*
Autoeficacia Dolor Actividades -,06 -,61
Autoeficacia Control Dolor 6,66** ,42 ,33 -,25 -2,24*
Respuesta Motora de Estrés

Paso 1: Edad -,21 -2,11*


Estudios -,23 -2,08*
Ingresos económicos 3,06* ,11 -,06 -,58
Paso 2: Locus Dolor Otros Profesionales ,03 ,41
Locus Dolor Interno -,04 -,46
Locus Dolor Azar ,11 1,17
Locus Dolor Destino ,02 ,28
Autoeficacia Dolor Síntomas -,30 -2,51*
Autoeficacia Dolor Actividades -,08 -,70
Autoeficacia Control Dolor 4,24** ,31 ,20 -,04 -,36
*p < .05; **p < .01.

Como puede observarse en la tabla 32, con respecto a la Respuesta Emocional, se han
mostrado como variables predictoras la Edad, los ingresos económicos, el Locus de Control
de Dolor Destino, la Autoeficacia de Dolor Síntomas y la Autoeficacia para el Control de
Dolor. Mayores puntuaciones de Locus de Control de Dolor Destino (β=,17; t=2,15, p<,05),
menores de Autoeficacia de Dolor Síntomas (β=-,37; t=-3,47, p<,001) y de Autoeficacia para
el Control de Dolor (β=-,21; t=-2,02, p<,05) predicen mayores niveles de Respuesta

243
Emocional de Estrés. En relación con las variables sociodemográficas, ser más joven (β=-,21;
t=-2,16, p<,05) y tener menos ingresos económicos (β=-,22; t=-2,13, p<,05) predicen también
mayores niveles de respuesta emocional. El modelo explica un 45% de la varianza de la
respuesta emocional de estrés.

En relación a la Respuesta Cognitiva de Estrés, las variables predictoras son la edad, la


Autoeficacia de Dolor Síntomas y la Autoeficacia para el Control de Dolor. Así, menores
niveles de Autoeficacia de Dolor Síntomas (β=-,36; t=-3,22, p<,05) y de Autoeficacia para el
Control de Dolor (β=-,25; t=-2,24, p<,05) predicen mayores niveles de Respuesta Cognitiva
de Estrés. En relación con las variables sociodemográficas, tener menos edad (β=-,23; t=-
2,34, p<,05) predicen también mayores niveles de respuesta cognitiva. El modelo explica un
42% de la varianza de la respuesta cognitiva de estrés.

Finalmente, con respecto a la Respuesta Motora de Estrés, los análisis de regresión


muestran que, como variables predictoras de dicha respuesta se encuentran variables
sociodemográficas como la Edad y el nivel de Estudios, así como la Autoeficacia Dolor
Síntomas. Así, encontramos que tener menos edad (β=-,21; t=-2,11, p<,05), tener menos nivel
de estudios (β=-,23; t=-2,08, p<,05) y tener menos autoeficacia dolor síntomas (β=-,30; t=-
2,51, p<,05), predicen mayores niveles de respuesta motora de estrés. Este modelo explica un
31% de la varianza de la respuesta motora de estrés.

No se han observado predicciones significativas de las variables de percepción de


control específicas de dolor sobre la respuesta fisiológica de estrés.

Por otro lado, al introducir la depresión en el paso 1, se observa que con respecto a la
respuesta emocional, se pierde la capacidad predictora de las variables Locus de Control de
Dolor Destino (β=,18; t=1,72, p=,09) y Autoeficacia para el Control de Dolor (β=-,05; t=-,42,
p=,67) pero no así de la Autoeficacia de Dolor Síntomas (β=-,37; t=-2,92, p<,05). Respecto a
la respuesta cognitiva, observamos que igualmente se pierde la capacidad predictora de la
Autoeficacia para el Control de Dolor (β=-,17; t=-1,23, p=,21) pero no de la Autoeficacia de
Dolor Síntomas (β=-,32; t=-2,40, p<,05). Y por último, en relación a la respuesta motora,
observamos que se pierde la capacidad predictora de la Autoeficacia de Dolor Síntomas (β=-
,23; t=-1,65, p=,10).

244
7.5.1.2.2. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto Negativo

Al analizar las variables predictoras de percepción de control de dolor sobre el Afecto


Positivo y el afecto Negativo se tomaron como variables predictoras las variables
sociodemográficas que mostraron diferencias significativas en esta muestra en relación a las
variables objeto de predicción, así como las variables de percepción de control de dolor:
Locus de Control de Dolor y Autoeficacia de Control de Dolor. En el primer bloque se
introdujeron las variables sociodemográficas y en el segundo bloque las de percepción de
control. Los resultados se muestran en la Tabla 33.

Tabla 33. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Negativo (FM; predictores de control dolor)
F R2 IncR2 Beta t
Afecto Positivo

Paso 1: Edad ,25 2,55*


Estudios -,02 -,20
Ingresos económicos 1,89 ,07 -,00 -,03
Paso 2: Locus Dolor Otros Profesionales -,03 -,42
Locus Dolor Interno ,00 ,03
Locus Dolor Azar ,00 ,09
Locus Dolor Destino -,04 -,55
Autoeficacia Dolor Síntomas ,36 3,29**
Autoeficacia Dolor Actividades ,27 2,47*
Autoeficacia Control Dolor 7,13** ,43 ,36 ,02 ,18
Afecto Negativo

Paso 1: Edad -,21 -2,09*


Estudios -,07 -,67
Ingresos económicos 1,16 ,05 -,09 -,82
Paso 2: Locus Dolor Otros Profesionales -,16 -1,71
Locus Dolor Interno ,00 ,02
Locus Dolor Azar ,13 1,41
Locus Dolor Destino ,13 1,45
Autoeficacia Dolor Síntomas -,39 -3,24*
Autoeficacia Dolor Actividades ,12 1,00
Autoeficacia Control Dolor 4,18** ,31 ,26 -,18 -1,51
*p < .05; **p < .01.

Al introducir como variable dependiente el Afecto Positivo encontramos que como


variables predictoras se encuentran la Edad, la Autoeficacia de Dolor Síntomas y la
Autoeficacia de Dolor Actividades. Así, mayores puntuaciones de Autoeficacia de Dolor de
Síntomas (β=,36; t=3,29, p<,01) y de Autoeficacia de Dolor Actividades (β=,27; t=2,47,
p<,05) predicen mayores niveles de Afecto Positivo. En relación a la edad, conforme ésta

245
aumenta (β=,25; t=2,55, p<,05) predice mayores puntuaciones de Afecto Positivo. El modelo
explica el 43% de la varianza de esta variable.

En cuanto al Afecto Negativo, encontramos como variables predictoras la Edad y la


Autoeficacia de Dolor Síntomas. Así, menores puntuaciones de Autoeficacia de Dolor de
Síntomas (β=-,39; t=-3,24, p<,05) predicen mayores niveles de Afecto Negativo. En relación
a la edad, ser más joven (β=,21; t=-2,09, p<,05) predice mayores puntuaciones de Afecto
Negativo. El modelo explica el 31% de la varianza del Afecto Negativo.

7.5.1.2.3. Análisis de regresión: Variables específicas de Dolor


(intensidad de dolor)

Tomando la intensidad de dolor como variable dependiente y como variables


predictoras en el primer bloque las variables sociodemográficas pertinentes y en el segundo
bloque las variables de percepción de control de Dolor: Locus de Control de Dolor y
Autoeficacia de Dolor, no se observa ninguna relación significativa.

7.5.1.2.4. Análisis de regresión: Variables específicas de Fibromialgia

Los análisis de regresión relativos a las variables específicas de FM se llevaron a cabo


con el mismo procedimiento descrito anteriormente. En el primer bloque se incluyeron las
variables sociodemográficas que mostraron diferencias significativas en esta muestra en
relación a las variables objeto de predicción. En el segundo bloque se introdujeron las
variables de percepción de control de dolor: Locus de Control de Dolor y Autoeficacia para el
Dolor. Los resultados se muestran en la tabla 34.

246
Tabla 34. Análisis de regresión: Variables específicas de FM (FM; predictores de control de dolor)
F R2 IncR2 Beta t
Limitación Funcional

Paso 1: Edad -,23 -2,30*


Situación laboral -,12 -1,28
Estudios 1,68 ,07 -,10 -,94
Paso 2: Locus Dolor Otros Profesionales -,08 -,83
Locus Dolor Interno ,11 1,14
Locus Dolor Azar -,02 -,22
Locus Dolor Destino ,05 ,60
Autoeficacia Dolor Síntomas -,09 -,75
Autoeficacia Dolor Actividades -,46 -3,66**
Autoeficacia Control Dolor 2,87* ,24 ,17 ,17 1,39
Sintomatología Total FIQ

Paso 1: Edad -,17 -1,69


Situación laboral -,06 -,74
Estudios 2,82* ,11 -,32 -2,88*
Paso 2: Locus Dolor Otros Profesionales -,07 -,80
Locus Dolor Interno ,03 ,39
Locus Dolor Azar -,08 -,85
Locus Dolor Destino ,22 2,40*
Autoeficacia Dolor Síntomas -,08 -,67
Autoeficacia Dolor Actividades -,06 -,54
Autoeficacia Control Dolor 3,86** ,29 ,18 -,27 -2,23*

Ansiedad FIQ9

Paso 1: Edad -,13 -1,34


Situación laboral -,07 -,78
Estudios ,86 ,03 -,07 -,65
Paso 2: Locus Dolor Otros Profesionales -,11 -1,18
Locus Dolor Interno -,02 -,28
Locus Dolor Azar -,01 -,12
Locus Dolor Destino ,16 1,72
Autoeficacia Dolor Síntomas -,14 -1,15
Autoeficacia Dolor Actividades ,08 ,63
Autoeficacia Control Dolor 3,33** ,26 ,23 -,37 -3,01*

Depresión FIQ10

Paso 1: Edad -,12 -1,22


Situación laboral ,01 ,18
Estudios 3,14* ,12 -,32 -2,94*
Paso 2: Locus Dolor Otros Profesionales -,10 -1,09
Locus Dolor Interno ,04 ,44
Locus Dolor Azar -,09 -,99
Locus Dolor Destino ,23 2,45*
Autoeficacia Dolor Síntomas -,10 -,87
Autoeficacia Dolor Actividades -,06 -,54
Autoeficacia Control Dolor 3,88** ,29 ,17 -,24 -1,95

*p < .05; **p < .01.


Categorización variables dummy: situación laboral (1:con trabajo, 0:sin trabajo)

247
Tal y como se refleja en la Tabla 34, con respecto a la Limitación Funcional, se han
mostrado como variables predictoras la Edad y la Autoeficacia de Dolor Actividades. Así,
menores puntuaciones de Autoeficacia de Dolor Actividades (β=-,46; t=-3,66, p<,001) y
menor edad (β=-,23; t=-2,30, p<,05), predicen una mayor Limitación Funcional.

En relación a la Sintomatología total evaluada con el FIQ, observamos que como


variables predictoras se encuentran el nivel de estudios, el Locus de Dolor Destino y la
Autoeficacia de Control de Dolor. El modelo indica que las mujeres con FM que presentan
mayores puntuaciones en Locus de Dolor Destino (β=,22; t=2,40, p<,05) y menores niveles
de Autoeficacia de Control de Dolor (β=-,27; t=-2,88, p<,05) tienen mayor sintomatología. En
cuanto a las variables sociodemográficas, aquellas que tienen menor nivel de estudios (β=-
,32; t=-2,88, p<,05) presentan mayor sintomatología. El modelo explica un 29% de la
varianza de esta variable.

En lo que respecta a la sintomatología emocional, encontramos que la variable


predictora para la Ansiedad es la Autoeficacia para el control del Dolor. Así, menores niveles
de esta variable (β=-,37; t=-3,01, p<,05) predicen mayor sintomatología ansiosa. El modelo
explica un 26% de la varianza. Finalmente, en relación a la Sintomatología Depresiva,
encontramos que las variables predictoras de esta variable son el nivel de estudios y el Locus
de Control de Dolor Destino. Así, mayores puntuaciones en el Locus de Control de Dolor
Destino (β=,23; t=2,45, p<,05) y menor nivel de estudios (β=-,32; t=-2,94, p<,05) predicen
una mayor sintomatología depresiva. El Modelo explica un 29% de la varianza de esta
variable.

No se han observado predicciones significativas de las variables de percepción de


control específicas de dolor sobre la sintomatología total, la interferencia al dolor, la fatiga y
el cansancio por las mañanas.

7.5.2. Análisis de regresión para la muestra de Dolor Lumbar Crónico

En el caso de la muestra de mujeres con DLC, también se realizaron dos tipos de


análisis de regresión en función de las variables predictoras consideradas. Por un lado, se
llevaron a cabo diferentes análisis de regresión tomando como variables dependientes las

248
respuestas de estrés, el afecto positivo y negativo, y la intensidad de dolor, y como variables
predictoras variables generales de percepción de control como el lugar de control general y la
autoeficacia general. Por otro lado, se realizaron los mismos análisis con las mismas variables
dependientes, pero en este caso tomando como variables predictoras las variables de
percepción de control de dolor.

A continuación se exponen los resultados encontrados en ambos tipos de análisis.

7.5.2.1. Análisis de regresión con variables predictoras de percepción de


control generales

7.5.2.1.1. Análisis de regresión: Respuestas de Estrés

Se realizó un análisis de regresión incluyendo las diferentes Respuestas de Estrés


(Emocional, Cognitiva, Fisiológica y Motora), tomando como variables predictoras las
variables sociodemográficas que mostraron diferencias significativas en esta muestra en
relación a las variable objeto de predicción, así como las variables de percepción de control:
Locus de Control General y Autoeficacia General. En el primer bloque se introdujeron las
variables sociodemográficas y en el segundo bloque las de percepción de control. Los
resultados se muestran en la Tabla 35.

Tabla 35. Análisis de regresión: Respuestas de estrés (DLC; predictores de control generales)
F R2 IncR2 Beta t
Respuesta Cognitiva de Estrés

Paso 1: Edad ,11 ,77


Situación laboral ,69 ,02 ,17 1,14
Paso 2: Locus de control Interno -,00 -,00
Locus de control Otros Poderosos ,46 3,07*
Locus de control Suerte ,08 ,60
Autoeficacia General 5,46** ,38 ,36 -,28 -2,23*

*p < .05
Categorización variables dummy: situación laboral (1: con trabajo, 0: sin trabajo)

Se muestran únicamente los resultados relacionados con la Respuesta Cognitiva, ya


que fue la única respuesta que obtuvo valores significativos. Como puede observarse en la
Tabla 35, se mostraron como variables predictoras de la Respuesta Cognitiva, el Locus de

249
Control Otros Poderosos y la Autoeficacia General. Así, mayores puntuaciones de Locus de
Control Otros Poderosos (β=,46; t=3,07, p<,05) y menores niveles de Autoeficacia General
(β=-,28; t=-2,23, p<,05) predicen mayores niveles de Respuesta Cognitiva de Estrés. El
modelo explica un 38% de la varianza de la respuesta cognitiva de estrés.

7.5.2.1.2. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto Negativo

Para el análisis de regresión relativo al Afecto Positivo y al Afecto Negativo se


tomaron como variables predictoras las variables sociodemográficas que mostraron
diferencias significativas en esta muestra en relación a las variables objeto de predicción, así
como las variables de percepción de control: Locus de Control General y Autoeficacia
General. En el primer bloque se introdujeron las variables sociodemográficas y en el segundo
bloque las de percepción de control. Los resultados se muestran en la Tabla 36.

Tabla 36. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto Negativo (DLC; predictores de control
generales)
F R2 IncR2 Beta t
Afecto Positivo

Paso 1: Edad ,35 2,50*


Situación laboral 3,75* ,11 ,03 ,23
Paso 2: Locus de control Interno ,39 3,06*
Locus de control Otros Poderosos -,17 -1,13
Locus de control Suerte -,10 -,71
Autoeficacia General 5,71** ,39 ,28 ,23 1,81

Afecto Negativo

Paso 1: Edad ,20 1,35


Situación laboral ,96 ,03 ,13 ,90
Paso 2: Locus de control Interno -,10 -,78
Locus de control Otros Poderosos ,23 1,50
Locus de control Suerte ,25 1,66
Autoeficacia General 4,07* ,31 ,28 -,28 -2,10*

*p < .05
Categorización variables dummy: situación laboral (1: con trabajo, 0: sin trabajo)

Al introducir como variables dependientes el Afecto Positivo y el Afecto Negativo,


encontramos que, para el afecto positivo las variables predictoras son la Edad y el Locus de
Control Interno. Así, mayores puntuaciones de Locus de Control Interno (β=,39; t=3,06,
p<,05) predicen mayores niveles de Afecto Positivo. En relación a la edad, una mayor edad

250
(β=,35; t=2,50, p<,05) predice mayores puntuaciones de Afecto Positivo. El modelo explica el
39% de la varianza del Afecto Positivo. En cuanto al Afecto Negativo, menores puntuaciones
de Autoeficacia General (β=-28; t=-2,10, p<,05) predicen mayor afectividad negativa. El
modelo explica el 31% de la varianza de esta variable.

7.5.2.1.3. Análisis de regresión: Variables específicas de Dolor


(intensidad de dolor)

Se realizó el análisis de regresión correspondiente a la intensidad de dolor,


introduciendo en el primer bloque como variables sociodemográficas predictoras la Edad y la
Situación Laboral y en el segundo bloque las variables de percepción de control: Locus de
Control General y Autoeficacia General. Los resultados obtenidos se muestran en la Tabla 37.
Tal y como puede observarse en dicha Tabla, la variable predictora de la intensidad de dolor
es el Locus de Control Suerte. Mayores puntuaciones de esta variable (β=,37; t=2,17, p<,05)
predicen mayor Intensidad de Dolor. El modelo explica el 10% de la varianza de esta variable.

Tabla 37. Análisis de regresión: Intensidad de Dolor (DLC; predictores de control generales)
F R2 IncR2 Beta t
Intensidad Media de Dolor

Paso 1: Edad ,11 ,74


Situación laboral ,30 ,01 ,08 ,56
Paso 2: Locus de control Interno -,06 -,36
Locus de control Otros Poderosos -,18 -,99
Locus de control Suerte ,37 2,17*
Autoeficacia General ,93 ,10 ,09 -,05 -,33

*p < .05
Categorización variables dummy: situación laboral (1: con trabajo, 0: sin trabajo)

7.5.2.2. Análisis de regresión con variables predictoras de percepción de


control de dolor

7.5.2.2.1. Análisis de regresión: Respuestas de Estrés

Se llevaron a cabo cuatro análisis de regresión incluyendo las diferentes Respuestas de


Estrés (Emocional, Cognitiva, Fisiológica y Motora), tomando como variables predictoras las

251
variables sociodemográficas que mostraron diferencias significativas en esta muestra en
relación a las variables objeto de predicción, así como las variables de percepción de control
de dolor: Locus de Control de Dolor y Autoeficacia para el Dolor. En el primer bloque se
introdujeron las variables sociodemográficas y en el segundo bloque las de percepción de
control de dolor. Los resultados se muestran en la Tabla 38. Se muestran únicamente los
relacionados con las Respuestas Fisiológica y Motora ya que fueron las que obtuvieron
resultados significativos.

Tabla 38. Análisis de regresión: Respuestas de estrés (DLC; predictores de control de dolor)
F R2 IncR2 Beta t
Respuesta Fisiológica de Estrés

Paso 1: Edad ,27 1,86


Situación laboral 1,74 ,06 ,12 ,82
Paso 2: Locus Dolor Otros Profesionales ,02 ,20
Locus Dolor Interno ,16 1,26
Locus Dolor Azar ,44 3,27*
Locus Dolor Destino ,03 ,26
Autoeficacia Dolor Síntomas -,20 -1,60
Autoeficacia Dolor Actividades ,07 ,54
Autoeficacia Control Dolor 2,93* ,34 ,28 -,12 -,94

Respuesta Motora de Estrés

Paso 1: Edad ,17 1,22


Situación laboral 1,28 ,04 ,21 1,49
Paso 2: Locus Dolor Otros Profesionales -,05 -,42
Locus Dolor Interno ,09 ,70
Locus Dolor Azar ,33 2,20*
Locus Dolor Destino ,04 ,25
Autoeficacia Dolor Síntomas -,14 -1,01
Autoeficacia Dolor Actividades ,09 ,60
Autoeficacia Control Dolor 1,34 ,19 ,15 -,06 -,43

*p < .05
Categorización variables dummy: situación laboral (1:con trabajo, 0: sin trabajo)

Tanto para la Respuesta Fisiológica como para la Respuesta Motora de Estrés,


encontramos que la variable predictora es el Locus de Control de Dolor Azar. Así, mayores
puntuaciones de esta variable, predicen mayores niveles de respuesta fisiológica (β=,44;
t=3,27, p<,05) y motora (β=,33; t=-2,20, p<,05) de estrés. Este modelo explica un 34% y
19% de la varianza de la respuesta fisiológica y motora de estrés respectivamente.

252
7.5.2.2.2. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto Negativo

Al analizar el Afecto Positivo y el Afecto Negativo como variables dependientes, se


tomaron como variables predictoras las variables sociodemográficas que mostraron
diferencias significativas en esta muestra en relación a las variables objeto de predicción, así
como las variables de percepción de control de dolor: Locus de Control de Dolor y
Autoeficacia de Control de Dolor. En el primer bloque se introdujeron las variables
sociodemográficas y en el segundo bloque las de percepción de control. Se muestran
únicamente los resultados con respecto al Afecto Positivo ya que fue el modelo que resultó
significativo (ver Tabla 39).

Tabla 39. Análisis de regresión: Afecto Positivo (DLC; predictores de control de dolor)
F R2 IncR2 Beta t
Afecto Positivo

Paso 1: Edad ,35 2,50*


Situación laboral 3,75* ,11 ,03 ,23
Paso 2: Locus Dolor Otros Profesionales -,21 -1,73
Locus Dolor Interno -,03 -,27
Locus Dolor Azar ,07 ,51
Locus Dolor Destino -,05 -,36
Autoeficacia Dolor Síntomas ,27 2,13*
Autoeficacia Dolor Actividades ,08 ,64
Autoeficacia Control Dolor 2,80* ,33 ,22 ,21 1,56

*p < .05
Categorización variables dummy: situación laboral (1: con trabajo, 0: sin trabajo)

Al introducir como variable dependiente el Afecto Positivo encontramos que como


variables predictoras se encuentran la Edad y la Autoeficacia de Dolor Síntomas. Así,
mayores puntuaciones de Autoeficacia de Dolor de Síntomas (β=,27; t=2,13, p<,05) predicen
mayores niveles del Afecto Positivo. En relación a la edad, una mayor edad (β=,37; t=2,64,
p<,05) predice mayores puntuaciones de Afecto Positivo. El modelo explica el 33% de la
varianza de esta variable.

253
7.5.2.2.3. Análisis de regresión: Variables específicas de Dolor
(intensidad de dolor)

Para llevar a cabo el análisis de regresión correspondiente a la intensidad de dolor


como variable dependiente, en el primer bloque se contemplaron como variables
sociodemográficas predictoras la Edad y la Situación Laboral, y en el segundo bloque las
variables de percepción de control de Dolor: Locus de Control de Dolor y Autoeficacia de
Dolor. Los resultados se muestran en la Tabla 40.

Tabla 40. Análisis de regresión: Intensidad de Dolor (DLC; predictores de control de dolor)
F R2 IncR2 Beta t
Intensidad Media de Dolor

Paso 1: Edad ,11 ,74


Situación laboral ,30 ,01 ,08 ,56
Paso 2: Locus Dolor Otros Profesionales ,05 ,38
Locus Dolor Interno ,16 1,10
Locus Dolor Azar -,09 -,59
Locus Dolor Destino ,19 1,30
Autoeficacia Dolor Síntomas -,10 -,75
Autoeficacia Dolor Actividades -,38 -2,41*
Autoeficacia Control Dolor 1,71 ,24 ,23 ,68 ,49

*p < .05
Categorización variables dummy: situación laboral (1: con trabajo, 0: sin trabajo)

Como puede observarse en la Tabla 40, como variable predictora de la intensidad


media de dolor aparece la Autoeficacia de Dolor Actividades. Así, menores puntuaciones de
esta variable (β=-,38; t=-2,41, p<,05) predicen mayor Intensidad de Dolor. El modelo explica
el 24% de la varianza de esta variable.

7.5.3. Análisis de regresión para la muestra de mujeres Sanas

En el caso de la muestra de mujeres sanas, se realizaron diferentes análisis de


regresión tomando como variables dependientes las respuestas de estrés, y el afecto positivo y
negativo, y como variables predictoras las variables generales de percepción de control como
el lugar de control general y la autoeficacia general.

254
7.5.3.1. Análisis de regresión: Respuestas de estrés

El primer análisis de regresión ha incluido el estudio de las diferentes Respuestas de


Estrés (Emocional, Cognitiva, Fisiológica y Motora) tomando como variables predictoras las
variables sociodemográficas que mostraron diferencias significativas en esta muestra en
relación a las variables objeto de predicción, así como las variables de percepción de control:
Locus de Control General y Autoeficacia General. En el primer bloque se introdujeron las
variables sociodemográficas y en el segundo bloque las de percepción de control. Los
resultados se muestran en la Tabla 41.

Como puede observarse, con respecto a la Respuesta Emocional, se muestran como


variables predictoras el Locus de Control Otros Poderosos y la Autoeficacia General. Así,
mayores puntuaciones en Locus de Control Otros Poderosos (β=,42; t=3,67, p<,01) y menores
niveles de Autoeficacia General (β=-,33; t=-3,25, p<,05) predicen mayores niveles de
Respuesta Emocional de Estrés. El modelo explica un 48% de la varianza de la respuesta
emocional de estrés.

En relación a la Respuesta Cognitiva, observamos que, igualmente, resultan variables


predictoras el Locus de Control Otros Poderosos y la Autoeficacia General. Así, mayores
puntuaciones de Locus de Control Otros Poderosos (β=,48; t=4,23, p<,001) y menores niveles
de Autoeficacia General (β=-,39; t=-3,83, p<,01) predicen mayores niveles de Respuesta
Cognitiva de Estrés. El modelo explica un 49% de la varianza de la respuesta cognitiva de
estrés.

La Respuesta Fisiológica es predecida únicamente por el Locus de Control Otros


Poderosos, de manera que a mayores puntuaciones (β=,44; t=3,08, p<,001) de esta variable,
mayor respuesta fisiológica de estrés. El modelo explica el 20% de la varianza con respecto a
esta respuesta.

255
Tabla 41. Análisis de regresión: Respuestas de estrés (sanas)
F R2 IncR2 Beta t
Respuesta Emocional de Estrés

Paso 1: Edad 1,17 ,03 -,15 -1,23


Paso 2: Locus de control Interno -,17 -1,79
Locus de control Otros Poderosos ,42 3,67**
Locus de control Suerte ,06 ,58
Autoeficacia General 10,54** ,48 ,45 -,33 -3,25*

Respuesta Cognitiva de Estrés

Paso 1: Edad ,61 ,02 -,06 -,53


Paso 2: Locus de control Interno -,09 -,96
Locus de control Otros Poderosos ,48 4,23**
Locus de control Suerte -,06 -,53
Autoeficacia General 10,76** ,49 ,47 -,39 -3,83**

Respuesta Fisiológica de Estrés

Paso 1: Edad ,68 ,02 -,13 -1,12


Paso 2: Locus de control Interno -,20 -1,67
Locus de control Otros Poderosos ,44 3,08*
Locus de control Suerte -,14 -1,03
Autoeficacia General 2,92* ,20 ,18 -,00 ,06

Respuesta Motora de Estrés

Paso 1: Edad 4,02* ,10 -,32 -2,73*


Paso 2: Locus de control Interno -,06 -,60
Locus de control Otros Poderosos ,52 3,91**
Locus de control Suerte ,22 -1,64
Autoeficacia General 4,82** ,30 ,20 -,01 ,92

*p < .05; **p < .01.

Por último, respecto a la Respuesta Motora, los análisis de regresión muestran que
tanto la edad como el Locus de Control Otros Poderosos aparecen como variables predictoras.
Mayores puntuaciones de Locus de Control Otros Poderosos (β=,22; t=3,91, p<,001) predicen
mayor respuesta motora de estrés. En relación a las variables sociodemográficas, tener menos
edad (β=-,32; t=-2,73, p<,05) predice una mayor respuesta motora de estrés. Este modelo
explica el 30% de la varianza de la respuesta motora de estrés.

256
7.5.3.2. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto Negativo

Para el análisis de regresión que tiene como objetivo la explicación del Afecto
Positivo y Negativo en mujeres sanas, se consideraron como variables predictoras las
variables sociodemográficas que mostraron diferencias significativas en esta muestra en
relación a las variables objeto de predicción, así como las variables de percepción de control:
Locus de Control General y Autoeficacia General. En el primer bloque se introdujeron las
variables sociodemográficas y en el segundo bloque las de percepción de control. Los
resultados se muestran en la Tabla 42.

Tabla 42. Análisis de regresión: Afecto Positivo y Afecto Negativo (sanas)


F R2 IncR2 Beta t
Afecto Positivo

Paso 1: Edad ,18 ,00 -,07 -,60


Paso 2: Locus de control Interno ,17 1,58
Locus de control Otros Poderosos -,14 -1,04
Locus de control Suerte ,04 ,30
Autoeficacia General 5,26** ,32 ,32 ,42 3,60**

Afecto Negativo

Paso 1: Edad ,44 ,01 -,02 -,20


Paso 2: Locus de control Interno -,26 -2,20*
Locus de control Otros Poderosos ,22 1,57
Locus de control Suerte -,06 -,45
Autoeficacia General 3,05* ,21 ,20 -,17 -1,39

*p < .05; **p < .01.

Los resultados indican que en relación al Afecto Positivo, mayores puntuaciones de


Autoeficacia General (β=,42; t=3,60, p<,01) predicen mayores niveles de Afecto Positivo. El
modelo explica el 32% de la varianza del Afecto Positivo. En cuanto al Afecto Negativo,
menores puntuaciones de Locus de Control Interno (β=-26; t=-2,20, p<,05) predicen mayor
afectividad negativa. El modelo explica el 21% de la varianza de esta variable.

257
7.6. ANÁLISIS DE MEDIACIÓN

Se realizó un análisis de mediación para analizar el posible efecto mediador del Afecto
Positivo y del Afecto Negativo entre las variables de percepción de control de dolor y la
intensidad de dolor, limitación funcional, ansiedad y depresión en la muestra de Fibromialgia.
Este análisis se basa en ecuaciones de regresión múltiple de acuerdo al modelo de Baron y
Kenny (1986). Adicionalmente, y en respuesta a las críticas realizadas a este modelo, se
realizó el test de Sobel (Preacher, Rucker y Hayer, 2007).

De acuerdo con Baron y Kenny (1986), para valorar el posible efecto mediador de una
variable, deben de cumplirse una serie de precondiciones (Holmbeck, 1997):

1. Deben existir correlaciones significativas entre las variables predictoras (de


percepción de control de dolor) y las variables mediadoras (afecto positivo y
negativo).
2. Deben existir correlaciones significativas entre las variables mediadoras (afecto
positivo y negativo) y las variables consecuentes (dolor, limitación funcional, ansiedad
y depresión).
3. Deben existir correlaciones significativas entre las variables predictoras (de
percepción de control) y las variables consecuentes (dolor, limitación funcional,
ansiedad y depresión).

Para determinar el cumplimiento de las anteriores precondiciones, se llevaron a cabo los


correspondientes análisis de correlación de Pearson entre las distintas variables de interés en
la muestra de fibromialgia. La mayoría de las correlaciones se muestran en la Tabla 17
(remitimos al lector al apartado 7.2. de la sección de resultados). Respecto a las correlaciones
con los ítems relativos a ansiedad y depresión que no aparecen en dicha Tabla, se observan
relaciones positivas y significativas entre la ansiedad y depresión con el afecto negativo y el
locus dolor destino y correlaciones negativas y significativas entre la ansiedad y depresión
con el afecto positivo, locus dolor interno, autoeficacia dolor síntomas, autoeficacia dolor
actividades y autoeficacia control dolor.

A continuación, y en base a dichas correlaciones, para una mayor comprensión del


cumplimiento de las precondiciones necesarias para realizar los consiguientes análisis de

258
regresión, se presenta una tabla resumen de las variables predictoras, consecuentes y
mediadoras que cumplen las tres precondiciones descritas con anterioridad (ver Tabla 43).

Tabla 43. Variables que cumplen las precondiciones para la mediación


VARIABLE VARIABLES VARIABLES
PREDICTORA CONSECUENTES MEDIADORAS
Locus de Dolor Interno Ansiedad Afecto Positivo y Negativo
Depresión Afecto Positivo y Negativo
Locus de Dolor Destino Ansiedad Afecto Negativo
Depresión Afecto Negativo
Autoeficacia Dolor Síntomas Ansiedad Afecto Positivo y Negativo
Depresión Afecto Positivo y Negativo
Limitación Funcional Afecto Positivo y Negativo
Autoeficacia Dolor Actividades Ansiedad Afecto Positivo y Negativo
Depresión Afecto Positivo y Negativo
Limitación Funcional Afecto Positivo y Negativo
Autoeficacia Control Dolor Ansiedad Afecto Positivo y Negativo
Depresión Afecto Positivo y Negativo

Una vez cumplidas las precondiciones, se procedió a realizar un análisis de regresión


múltiple, que es la prueba más apropiada para determinar la presencia de efectos mediadores
cuando las variables dependientes son continuas y existen varias variables predictoras.

De acuerdo al modelo de Baron y Kenny (1986), el posible efecto mediador del afecto
positivo y negativo se valora cuando éstos son introducidos en la ecuación de regresión
después de la variable predictora. De igual modo, se analiza el cambio producido en el valor
de Beta de la variable predictora cuando la variable mediadora es introducida en la ecuación.
Así, se pueden producir dos tipos de mediación: parcial o total. Hablamos de mediación
parcial cuando el valor de Beta de cada una de las variables predictoras (variables de
percepción de control de dolor) se reduce (pero no deja de ser significativo) cuando la
variable mediadora (afecto positivo o el afecto negativo) entra en la ecuación de regresión. La
mediación total se produce cuando el valor de Beta de la variable predictora se reduce de
significativa a no significativa cuando la variable mediadora es añadida a la ecuación de
regresión (Baron y Kenny, 1986).

259
De esta manera, y de acuerdo al cumplimiento de las precondiciones plasmado en la
Tabla 43, se han realizado un total de 22 ecuaciones de regresión múltiple para analizar el
posible papel del afecto positivo por un lado y, el afecto negativo por otro, como variables
mediadoras entre las cinco variables de percepción de control de dolor y las variables
consecuentes.

Para cada modelo de mediación y en relación con el procedimiento del análisis de


regresión múltiple, se han introducido en el Paso 1 las variables control (variables
sociodemográficas significativas para cada variable dependiente), en el Paso 2 las diferentes
variables de percepción de control de dolor (únicamente las que cumplen las precondiciones
descritas) y, en el Paso 3 cada una de las variables mediadoras estudiadas por separado (el
afecto positivo y el afecto negativo). Como variables dependientes se han utilizado la
limitación funcional, la ansiedad y la depresión para cada una de las variables de percepción
de control de dolor consideradas como variables predictoras. Los análisis estadísticos se han
realizado a un nivel de confianza de 95%.

Como se ha señalado anteriormente, el modelo de Baron y Kenny (1986) ha recibido


ciertas críticas que señalan que la reducción del valor de Beta en la mediación parcial no
constituye un indicador suficiente para afirmar que se produce realmente una mediación entre
las variables predictoras y las consecuentes. Por ello, para evitar las posibles limitaciones
metodológicas, adicionalmente realizamos la prueba de Sobel (Sobel, 1982) para confirmar
que la mediación parcial es significativa.

A continuación, se exponen los resultados significativos de efecto mediador entre cada


una de las variables predictoras y las variables resultado contempladas en la Tabla 43,
indicando las mediaciones parciales y totales. A su vez, se describen los resultados del test de
Sobel para cada una de las mediaciones parciales encontradas. Los diferentes resultados están
representados en la tabla 44 (Locus de Dolor Interno), tabla 45 (Locus de Dolor Destino),
tabla 46 (Autoeficacia de Dolor Síntomas), tabla 47 (Autoeficacia Dolor Actividades) y tabla
48 (Autoeficacia Control Dolor).

260
En relación con el Locus de Control Dolor Interno, los resultados ponen de
manifiesto que el afecto positivo media parcialmente la relación entre locus de control dolor
interno y ansiedad (z=-1,95; p<.05) y entre el locus de control dolor interno y depresión (z=-
2,01; p<.05). En relación con el afecto negativo, se ha encontrado que éste media totalmente
entre el locus de control dolor interno, y la ansiedad y la depresión (ver Tabla 44).

Tabla 44. Modelo de Mediación: Locus de Dolor Interno


Variables Resultado F R2 IncR2 Beta t

Ansiedad
Paso 1: Edad ,185 ,001 -,038 -,430
Paso 2: Locus de Dolor Interno 4,602* ,066 ,065 -,255(-,208*)a -3,001**
Paso 3: Afecto Positivo 4,993** ,104 ,038 -,208 -2,337*

Depresión
Paso 1: Edad -,006 -,204
Estudios -,103 -1,052
Ingresos Económicos 1.012 ,026 -,122 -1,308
Paso 2: Locus de Dolor Interno 2,493* ,082 ,056 -,236 (-,188*)a -2,604*
Paso 3: Afecto Positivo 3,007* ,119 ,037 -,204 -2,175*

Ansiedad
Paso 1: Locus de Dolor Interno 9,042* ,063 -,251(-,116) a -3,007*
Paso 2: Afecto Negativo 35,811** ,350 ,287 ,552 7,661**

Depresión
Paso 1: Estudios -,085 -,935
Ingresos Económicos 1,510 ,026 -,121 -1,303
Paso 2: Locus de Dolor Interno 3,331* ,081 ,055 -,236(-,120) a -2,611*
Paso 3: Afecto Negativo 10,356** ,270 ,189 ,457** 5,381**

Nota. Se reflejan los coeficientes de regresión estandarizados (betas) cuando las variables son introducidas por
primera vez.
a
Valor de beta después de la introducción de la variable mediadora (afecto positivo o afecto negativo). Las
comparaciones entre los coeficientes de regresión estandarizados que han resultado significativos tras la
aplicación del test de Sobel se muestran en negrita.
*p < .05; **p < .01.

En cuanto al Locus de Control Dolor Destino, encontramos que el afecto negativo


media totalmente la relación entre locus de control dolor destino y la ansiedad y la depresión
(ver Tabla 45).

261
Tabla 45. Modelo de Mediación: Locus de Dolor Destino
Variables Resultado F R2 IncR2 Beta t

Ansiedad
Paso 1: Estudios ,458 ,004 ,062 ,677
Paso 2: Locus de Dolor Destino 3,685* ,060 ,056 ,243(,148) a 2,625*
Paso 3: Afecto Negativo 20,993** ,354 ,294 ,557 7,235**

Depresión
Paso 1: Estudios -,097 -1,042
Ingresos Económicos 1,510 ,026 -,121 -1,303
Paso 2: Locus de Dolor Destino 2,866* ,071 ,045 ,216(,136) a 2,337*
Paso 3: Afecto Negativo 10,561** ,274 ,203 ,465 5,598**

Nota. Se reflejan los coeficientes de regresión estandarizados (betas) cuando las variables son introducidas por
primera vez.
a
Valor de beta después de la introducción de la variable mediadora (afecto positivo o afecto negativo).
*p < .05; **p < .01.

Respecto a la Autoeficacia de Dolor Síntomas, los resultados muestran que el afecto


negativo media totalmente la relación entre autoeficacia de dolor síntomas y ansiedad y
depresión. Sin embargo, media parcialmente la relación entre autoeficacia dolor síntomas y
limitación funcional (z=-2,65; p<.05) (ver Tabla 46).

Tabla 46. Modelo de Mediación: Autoeficacia Dolor Síntomas


Variables Resultado F R2 IncR2 Beta t

Limitación Funcional
Paso 1: Edad 1,68 ,07 -,23 -2,30*
Paso 2: Autoeficacia Dolor Síntomas 10,763** ,074 ,067 -,273(-,202*)a -3,281*
Paso 3: Afecto Negativo 7,314** ,099 ,025 ,172 1,911*

Ansiedad -,430
Paso 1: Edad ,185 ,001 ,038 -3,940**
Paso 2: Autoeficacia Dolor Síntomas 7,865* ,108 ,107 -,333(-,116) a 6,967**
Paso 3: Afecto Negativo 23,339** ,352 ,244 ,543

Depresión -,204
Paso 1: Edad -,020 -1,052
Estudios -,103 -1,308
Ingresos Económicos 1,012 ,026 -,122 -3,023*
Paso 1: Autoeficacia Dolor Síntomas 3,099* ,100 ,074 -,276(-,093) a 5,088**
Paso 2: Afecto Negativo 8,208** ,270 ,170 ,467

Nota. Se reflejan los coeficientes de regresión estandarizados (betas) cuando las variables son introducidas por
primera vez.
a
Valor de beta después de la introducción de la variable mediadora (afecto positivo o afecto negativo). Las
comparaciones entre los coeficientes de regresión estandarizados que han resultado significativos tras la
aplicación del test de Sobel se muestran en negrita.
*p < .05; **p < .01.

262
En relación con la Autoeficacia Dolor Actividades, los resultados ponen de
manifiesto que el afecto negativo media totalmente la relación entre autoeficacia dolor
actividades, y ansiedad por un lado y depresión por otro (ver Tabla 47).

Tabla 47. Modelo de Mediación: Autoeficacia Dolor Actividades


Variables Resultado F R2 IncR2 Beta t

Ansiedad
Paso 1: Autoeficacia Dolor Actividades 11,443** ,079 -,280(-,125) a -3,383**
Paso 2: Afecto Negativo 36,083** ,352 ,273 ,545 7,485**

Depresión
Paso 1: Estudios -,097 -1,042
Ingresos Económicos 1,510 ,026 -,121 -1,303
Paso 1: Autoeficacia Dolor Síntomas 4,314* ,103 ,077 -,278(-,147) a -3,113*
Paso 2: Afecto Negativo 10,698** ,276 ,173 ,444 5,185**

Nota. Se reflejan los coeficientes de regresión estandarizados (betas) cuando las variables son introducidas por
primera vez.
a
Valor de beta después de la introducción de la variable mediadora (afecto positivo o afecto negativo).
*p < .05; **p < .01.

Finalmente, en relación a la autoeficacia control dolor, los resultados muestran que el


afecto negativo media parcialmente la relación entre la autoeficacia control dolor y la
ansiedad (z=-3,58; p<.001) y la depresión (z=-3,57; p<.001) (ver Tabla 48).

Tabla 48. Modelo de Mediación: Autoeficacia Control Dolor


Variables Resultado F R2 IncR2 Beta t

Ansiedad
Paso 1: Estado Civil ,213 ,002 -,040 -,461
Paso 2: Autoeficacia Control Dolor 12,506** ,161 ,159 -,402(-,231**)a -4,976**
Paso 3: Afecto Negativo 27,142** ,387 ,226 ,505 6,890**

Depresión
Paso 1: Estado Civil -,132 -1,402
Estudios -,099 -1,075
Ingresos Económicos 1,671 ,042 -,147 -1,557
Paso 2: Autoeficacia Control Dolor 4,777* ,146 ,104 -,325(-,171**)a -3,680**
Paso 3: Afecto Negativo 9,009** ,289 ,143 ,416 4,723**
Nota. Se reflejan los coeficientes de regresión estandarizados (betas) cuando las variables son introducidas por
primera vez.
a
Valor de beta después de la introducción de la variable mediadora (afecto positivo o afecto negativo). Las
comparaciones entre los coeficientes de regresión estandarizados que han resultado significativos tras la
aplicación del test de Sobel se muestran en negrita.
Estado civil: 1 (casado), 0 (soltero, divorciado o viudo)
*p < .05; **p < .01.

263
7.7. ANÁLISIS DE ECUACIONES ESTRUCTURALES

Partiendo de la hipótesis de que existen una serie de recursos cognitivo-afectivos


como la autoeficacia (para el control de síntomas, para la realización de actividades y para el
control del dolor), el locus de control de dolor interno y el afecto positivo que a su vez pueden
estar influyendo en la limitación funcional de las pacientes con FM y que existen otra serie de
vulnerabilidades cognitivo-afectivas como las respuestas de estrés, el locus de control externo
(profesionales, azar y destino) y el afecto negativo que pueden influir en la sintomatología
asociada a la enfermedad, así como en la intensidad de dolor, ansiedad y depresión, se
procedió a formular un modelo que estableciera estas relaciones.

7.7.1. Análisis Preliminares

7.7.1.1. Evaluación de la normalidad

Antes de realizar el análisis de ecuaciones estructurales analizamos la normalidad de


los datos, características de asimetría y curtosis de los mismos para comprobar su normalidad,
ya que es un requisito indispensable para realizar una adecuada estimación. Tal y como indica
Byrne (2001), uno de los errores que se suelen cometer al hacer este tipo de análisis es que no
se tiene en cuenta la normalidad de los datos de forma multivariada. En nuestro modelo se
analizó la normalidad multivariada a través del test de Mardia, obteniendo un coeficiente de
32,72 (critical ratio=7,83), que al ser un valor mayor de 2, indica falta de normalidad.

Dado que el empleo de estimadores tradicionales de máxima verosimilitud se basan en


la asunción de normalidad asintótica, se optó por proceder a realizar la estimación de
parámetros complementando el análisis de máxima verosimilitud con la técnica de
bootstraping con el objetivo de hallar una distribución normal de los datos. Para ello se
utilizaron 2000 replicaciones bootstrap con el objetivo de estimar los errores estandarizados,
los valores de significación y los intervalos de confianza de los coeficientes de trayectoria
calculados. Para ello se utilizó el programa AMOS (SPSS) versión 17.0. El valor p para el
contraste de la hipótesis relativa al ajuste global del modelo fue calculado utilizando la
aproximación Bollen-Stine bootstrap en adición al tradicional estadístico Chi-cuadrado
(Bollen y Stine, 1993).

264
7.7.1.2. Evaluación del modelo

El modelo inicial evaluado consiste en un modelo estructural que especifica la relación


entre dos variables latentes y de un submodelo de medida que relaciona una serie de
indicadores observables con las variables latentes. Así, las dos variables latentes serían las
siguientes: recursos cognitivo-afectivos y vulnerabilidades cognitivo-afectivas. Puede
observase que existe una trayectoria bidireccional desde los recursos cognitivo-afectivos hasta
las vulnerabilidades cognitivo-afectivas. En el submodelo de medida, las tres variables
observadas de autoeficacia (control de síntomas, realización de actividades y control del
dolor) son definidas junto con el locus de control de dolor interno (internalidad) y el afecto
positivo como el resultado de la variable latente “recursos cognitivo-afectivos” (más el error
aleatorio de medida) que a su vez influye en la variable endógena observada “limitación
funcional”. Por otra parte, la variable latente “vulnerabilidades cognitivo-afectivas” es el
resultado de las variables observadas relativas a la puntuación media de las distintas
respuestas de estrés, el locus de control de dolor externo (profesionales, azar y destino) y el
afecto negativo; esta variable latente a su vez influye en las variables observadas de
sintomatología asociada, intensidad de dolor, ansiedad y depresión (Ver Figura 3).

265
Autoeficacia para la
realización de actividades

Autoeficacia para el
control de síntomas
Limitación
Recursos funcional
Autoeficacia para el
control del dolor

Internalidad

Afecto Positivo

Intensidad de
dolor
Respuestas de
Estrés
Sintomatología
Locus de Control Dolor
Otros Profesionales Vulnerabilidades

Ansiedad
Locus de Control Dolor
Azar

Depresión
Locus de Control Dolor
Destino

Afecto
Negativo

Figura 3. Modelo de trayectorias inicial hipotetizado. Los rectángulos representan variables


observadas (medidas), los círculos representan variables latentes (no observadas). Por razones
de claridad no se representan las varianzas error de las variables endógenas.

266
Para poner a prueba este modelo se realizó un análisis de ecuaciones estructurales
(SEM) que nos permite contrastar de modo empírico el modelo construido teóricamente,
rechazándolo en el caso de ser inconsistente con los datos. Con el objetivo de examinar el
ajuste del modelo, se tomó en cuenta el valor p Bollen-Stine que resultó estadísticamente
significativo (<,05), lo que sugirió un ajuste pobre del modelo. También se tomaron en cuenta
otros de los índices de ajuste más utilizados: χ2, χ2/g.l., CFI (Comparative Fit Index; Indice
de Ajuste Comparativo), IFI (Incremental Fit Index; Indice de Ajuste incremental), TLI
(Tucker Lewis Index; Indice de Tucker Lewis) y RMSEA (Root Mean Square Error of
Approximation; Error cuadrático medio de aproximación). El χ2 debe adquirir valores no
significativos (p>.05), pero es muy sensible al tamaño de la muestra (Jöreskog y Sörbom,
1989), por lo que se recomienda calcular el χ2/g.l., que se considera aceptable cuando es
inferior a 5 (Bentler, 1989). Los índices incrementales (CFI, IFI y TLI) se basan en la
comparación entre el modelo hipotetizado y el modelo nulo, y no se ven afectados por el
tamaño de la muestra, considerándose aceptables valores superiores a .90 (Hu y Bentler,
1995). Valores de .08 o inferiores se consideran aceptables para el RMSEA (Browne y
Cudeck, 1993). Estos índices ofrecen resultados que, tienden a poner en evidencia un ajuste
no lo suficientemente robusto (χ2= 161,756; χ2/g.l.= 1,81; CFI=0,87; IFI=0,88; TLI= 0,85;
RMSEA=0,08) por lo que se procedió a realizar el examen de los coeficientes de trayectoria
con el objetivo de eliminar aquellos que no resultasen estadísticamente significativos. Sin
embargo, ninguna trayectoria fue eliminada siguiendo este criterio. A continuación, se utilizó
el test de los multiplicadores de Lagrange (LM) con el objetivo de identificar posibles
trayectorias o covariaciones entre errores de medida que pudieran mejorar el ajuste del
modelo (Aitchinson y Silvey, 1958). De este modo, se añadieron dos covarianzas entre los
errores de medida; el primero entre el error de medida del locus de dolor externo destino y
locus de dolor azar (índice de modificación= 25,03) y el segundo entre el error de medida de
la ansiedad y la depresión (índice de modificación= 16,25). Esto dio lugar al modelo
presentado en la figura 4, para el que el valor p Bollen-Stine fue de 0,25; mientras que el resto
de índices de ajuste global fueron: χ2= 113,198; χ2/g.l.= 1,30; CFI=0,95; IFI=0,95; TLI=
0,94; RMSEA=0,05, lo que apunta hacia un ajuste adecuado del modelo. Todos los
coeficientes de trayectoria resultaron significativos (p < 0,05). La figura 4 muestra una
representación gráfica del modelo final.

267
Autoeficacia para la
0,36
realización de actividades
0,90
(14,25) 0,81

0,32
Autoeficacia para el
(12,96) 0,83
control de síntomas
(-2,68) -0,35 Limitación
(8,56) 0,72
Recursos funcional
0,37 Autoeficacia para el cognitivos
control del dolor
(2,30) 0,43

0,86
Internalidad (7,52) 0,68

0,59 Afecto Positivo

-0,55

Intensidad de 0,89
(1,12) 0,07 dolor
0,58 Respuestas de (40,99) 0,97
Estrés
(2,57)
0,64
Sintomatología 0,74

0,18 Locus de Control Dolor (-0,27) -0,06 Malestar


-0,51
Otros Profesionales afectivo
(1,37)
(0,26) 0,09 0,28
0,74 Ansiedad
0,15 Locus de Control Dolor
Azar
(0,61)
(1,27) 0,60 0,39
0,21 Depresión
0,17 Locus de Control Dolor
Destino
(4,26) 0,66

Afecto
0,63 Negativo

Figura 4. Modelo Final. Los círculos representan las variables latentes (no observadas), las
elipses son las varianzas de error estandarizadas y los rectángulos las variables observadas
endógenas. Los valores en paréntesis son coeficientes de trayectoria no estandarizados, mientras
que los valores fuera de los paréntesis son coeficientes de trayectoria estandarizados. Los valores
adjuntos a las líneas bidireccionales son los coeficientes de correlación entre las varianzas error.

268
8. DISCUSIÓN

En este apartado procederemos a reflexionar sobre los hallazgos encontrados, en base


a los resultados encontrados tras la revisión de la literatura previa, utilizando como guía los
objetivos marcados al inicio de este trabajo y las hipótesis planteadas a partir de los mismos.

Como punto de partida, parece oportuno establecer las condiciones en las que se han
realizado esos estudios previos con los que se van a comentar los resultados encontrados en
nuestro trabajo. Así, en lo que se refiere a la población de estudio, es de destacar que son
numerosos los estudios que comparan la fibromialgia con grupos de pacientes con dolor
lumbar crónico (Ferracciolli et al., 1990; Griep et al., 1998; Lentjes et al., 1997; Wells-
Federman, 2003); esta circunstancia hace que nuestros hallazgos puedan ser comparados con
mayores garantías con los obtenidos en dichos trabajos.

Por otro lado, las características sociodemográficas de nuestra muestra, mujeres


casadas, con una edad media entre 40-55 años y nivel educativo medio-bajo, son similares a
las observadas en la mayoría de los estudios, tanto para la muestra de fibromialgia (Arnold et
al., 2008; Blyth et al., 2001; Dunkl et al., 2000; EPISER, 2000; González et al., 2009; Jones,
Rutledge, Jones, Matallana y Rooks, 2008; Liedberg, Burckhardt y Henriksson, 2006; Martín-
Aragón, 1999; Pastor, 1992; Pastor et al., 1995; Reisine, Filfield, Walsh y Forrest, 2008;
Rustoen et al., 2005; Velasco et al., 2008; Wolfe et al., 1997; Wolfe et al. 1996; Wolfe et al.,
1995) como para la muestra de dolor lumbar crónico (Angst, 2006; Cheng et al., 2000;
Ferraccioli et al., 1990; Griep et al. 1998; Kole-Snijders et al., 1999; Lentjes et al., 1997;
Pincus et al., 2002; Takahashi et al., 2006; Clays et al., 2007; Wells-Federman, 2003; Woby,
Urmstom y Watson, 2007). Además, la media de edad que presentan las pacientes con FM
en la mayoría de los estudios (alrededor de los 50 años), coincide con la edad donde se ha
observado una mayor prevalencia de la FM en la literatura (Elliot, Smith, Penny, Smith y
Chambers, 1999; Smith et al., 1999; White et al., 1999; Wolfe et al., 1995).

Existen además otra serie de variables que influyen claramente en la interpretación de


los resultados, tales como la procedencia de las pacientes con FM (atención primaria,
especializada o asociaciones de ayuda mutua), y el procedimiento asociado al diagnóstico. Sin
embargo, la información que obtenemos en los estudios previos acerca de estas circunstancias

269
es muy limitada, por lo que es difícil establecer comparaciones a priori. No obstante, dada la
relevancia de las mismas, serán comentadas a lo largo de la discusión de este trabajo.

Realizadas estas consideraciones previas, procedemos a continuación a reflexionar


sobre los resultados encontrados.

8.1. CARACTERÍSTICAS DE LAS PACIENTES CON FM

8.1.1. Variables afectivas y de percepción de control generales y respuesta de


estrés

Tratando de hacer una síntesis de la caracterización de las pacientes con FM en las


variables de interés, observamos que, respecto a las variables antecedentes, el Locus de
Control General mostró puntuaciones más elevadas en la subescala de Locus de Control
Interno en comparación con el Locus de Control Externo, contradiciendo los datos de la
mayoría de los estudios en donde se muestra que estas pacientes tienen mayores puntuaciones
en el Locus de Control Externo (Gustafsson y Gaston-Johansson, 1996). Sin embargo, es de
destacar que la mayoría de los estudios que valoran el Locus de Control en estas pacientes, lo
valoran utilizando instrumentos desde la percepción de la salud o desde el propio dolor
crónico, lo nos lleva a pensar en la necesidad de diferenciar entre disposiciones generales de
control y percepciones específicas de control en relación al dolor y/o a la enfermedad. Con
respecto al balance afectivo, observamos que apenas existen diferencias entre el Afecto
Negativo y el Afecto Positivo. Las puntuaciones respecto a la Autoeficacia General superan el
punto medio teórico de la escala. Por otro lado, la Respuesta de Estrés que obtiene
puntuaciones más elevadas es la Emocional seguida de la Cognitiva.

Es decir, en lo que se refiere a variables afectivas y de percepción de control


generales, observamos un perfil positivo en las mujeres con FM especialmente en lo que se
refiere a la percepción de control (autoeficacia media, lugar de control interno), mientras que
las variables emocionales aparecen asociadas a un mayor factor de riesgo (niveles similares de
afecto positivo y negativo, y respuesta emocional).

270
Cuando comparamos las puntuaciones en las variables afectivas y de percepción de
control y en las respuestas de estrés obtenidas por las pacientes con FM, respecto a las
obtenidas por las mujeres sanas y con dolor lumbar crónico, observamos diferencias
significativas en la mayoría de ellas.

En cuanto al Locus de Control Interno, encontramos que las mujeres con dolor
lumbar crónico son las que presentan una puntuación mayor respecto al resto de subgrupos,
existiendo diferencias significativas entre las mujeres con FM y con dolor lumbar crónico.
Así, en línea con lo encontrado en estudios previos (Zautra et al., 1999), las mujeres afectadas
de FM presentan menores puntuaciones en lugar de control interno respecto a otros grupos de
dolor crónico. No obstante, como ya se ha señalado, la literatura previa sobre dolor crónico
hace referencia al Locus de Control adaptado a la salud y no al general, tal y como ocurre en
otras enfermedades como por ejemplo, el cancer (Bárez Villoria, 2002). Por otro lado, en lo
que respecta al Locus de Control Externo, encontramos que la dimensión Suerte presenta
mayores puntuaciones en las personas con FM y con dolor lumbar crónico en comparación
con las sanas. Así, podríamos concluir que las mujeres sanas evaluadas en este estudio,
mostrarían un mayor sentido de control personal en comparación con las pacientes de dolor
crónico quienes tendrían la creencia de que los acontecimientos se encuentran fuera de su
control, percibiéndolos como amenazantes. En el caso del dolor crónico, la amenaza podría
referirse al hecho de padecer una enfermedad y sentir que no pueden controlarla, por lo que
atribuirían a la suerte el hecho de padecerla. El Locus de Control Interno ha sido considerado
como un factor protector de la salud (Lefcourt y Davidson-Katz, 1991, Sánchez-Elvira, 2000),
mientras que se ha observado relación entre Locus de Control Externo y enfermedad (Martín-
Aragón et al., 2000).

La Autoeficacia General, tal y como señala Bandura (1995), hace referencia a las
creencias de las personas acerca de sus capacidades para producir ciertas conductas. Así, si la
persona se siente capaz de realizar una conducta de manera satisfactoria, empleará el esfuerzo
para llevarla a cabo y será persistente en sus intentos. En el presente estudio, las mujeres con
FM han obtenido menores puntuaciones en autoeficacia que las mujeres con DLC y las
mujeres sanas. En el ámbito de la salud, las expectativas de autoeficacia han mostrado un gran
poder predictivo sobre la realización de conductas que servirían para prevenir o curar
enfermedades (Moreno-Jiménez, Garrosa y Gálvez, 2005), por lo que la asociación de la FM

271
con una baja autoeficacia podría afectar a la realización de conductas saludables y a la
adhesión al tratamiento, repercutiendo en una peor calidad de vida en estas pacientes.

Tanto el locus de control interno como la autoeficacia constituyen dos variables de


percepción de control y es de resaltar los efectos positivos que la combinación de ambas
variables tienen en procesos de estrés o en la adhesión terapeútica (Prendergast, 1994).
Ambas variables otorgarían un sentido de control personal que actuaría como un recurso en el
afrontamiento de las demandas producidas por una situación estresante. Además, no hay que
olvidar que diferentes estudios apoyan la idea de que la percepción de control facilita la
adaptación emocional y actúa como una variable que favorece la salud (Fernández y Edo,
1994; Moreno-Jiménez, Garrosa y Gálvez, 2005). A la vista de los resultados obtenidos en
relación a este sentido de control personal general, puntuaciones bajas en lugar de control
interno y en autoeficacia parecen propias de la FM, mientras que altas puntuaciones en lugar
de control externo parecen asociarse al dolor crónico en general.

Respecto a la Afectividad, las mujeres sanas han mostrado puntuaciones más elevadas
en afecto positivo en comparación con las otras dos submuestras, mientras que en el afecto
negativo las mujeres con FM obtuvieron puntuaciones más elevadas que las mujeres sanas. La
relación entre afectividad y procesos de salud-enfermedad, ha sido objeto de numerosos
estudios y publicaciones, poniendo de manifiesto el papel que desempeñan los factores
emocionales en la salud de las personas. Así, a modo de ejemplo, Hassett et al. (2008), en
base a los cuatro patrones descritos en relación al balance afectivo, ponen de manifiesto que
en las mujeres con FM predominaría un estilo afectivo depresivo caracterizado por un afecto
negativo elevado y un afecto positivo disminuido. Sin embargo, los datos encontrados en
nuestro estudio no apoyan la presencia de este estilo en las mujeres con FM, puesto que
apenas se encuentran diferencias entre ambos tipos de afecto, mientras que las mujeres sanas
y con DLC muestran claramente un estilo afectivo saludable caracterizado por puntuaciones
mas elevadas en afecto positivo respecto al afecto negativo, siendo esta diferencia más
significativa en el caso de las mujeres sanas.

Las elevadas puntuaciones del afecto negativo en el dolor crónico, han sido señaladas
en la literatura a lo largo de numerosos estudios (Alonso et al., 2004; Reich et al., 2003;
Janssen, 2002; Zautra, 2003). Así, trastornos como los valorados en el presente trabajo
generalmente vienen acompañados de afectividad negativa traducida en malestar emocional,

272
ansiedad, depresión e ira, variables que a su vez se han relacionado con la FM (Davis, Zautra
y Reich, 2001; Kurtze y Svebak, 2005; Potter et al., 2000; Zautra, Hamilton y Burke, 1999) y
con la sintomatología asociada (Aaron et al., 1996; Hudson y Pope, 1989; Huyser y Parker,
1999; Matthews y Desmond, 1998; Ramírez-Maestre et al., 2001; Yunus, Ahles y Aldag,
1991).

Podría plantearse que en los pacientes con FM, en comparación con otros trastornos de
dolor crónico, existe una incapacidad para movilizar recursos positivos dirigidos a neutralizar
la experiencia de dolor y el afecto negativo asociado a ésta, que se reflejaría a su vez en
situaciones de dolor o estrés (Zautra et al., 2005). En nuestro trabajo observamos diferencias
significativas en el afecto positivo en las mujeres con FM respecto al grupo de DLC y sanas.
Como se ha señalado, la posibilidad de que las pacientes con FM tengan además poca
receptividad ante las emociones o eventos positivos, centrándose más en los negativos (Potter
et al., 2000; Zautra et al., 2001), podría explicar las diferencias encontradas. Así, uno de los
objetivos de intervención iría dirigido a mantener o aumentar el estado de ánimo positivo en
estas pacientes. En la medida en la que aumente el afecto positivo, se movilizarían una serie
de recursos tanto emocionales como cognitivos y sociales que podrían mejorar el
funcionamiento de estas pacientes, así como la sintomatología asociada a la enfermedad.

En relación a las respuestas de estrés, parece que, como se ha señalado en la


introducción de este trabajo, estrés y Fibromialgia constituye un binomio difícil de separar.
Pero como también hemos mencionado anteriormente, no hay que olvidar la confusión
existente al respecto, motivada en gran parte por la ausencia de claridad que rodea al propio
concepto del estrés, dificultando así su evaluación en el caso específico de la FM. La
repercusión del estrés en la salud tampoco es nueva (Lazarus y Folkman, 1984, 1986), así
como tampoco lo son las relaciones encontradas entre estrés y dolor (Melzack, 1998;
Merskey, 1993; Nilsen et al., 2007; Prodinger et al., 2008). Cara a delimitar los diferentes
elementos del proceso de estrés, y dado que, como se ha señalado, en la literatura relativa a la
FM existen estudios que valoran de manera independiente los distintos componentes del
mismo (estímulo, respuesta o consecuencia), la evaluación del estrés en este trabajo se ha
centrado en la respuesta. Los resultados encontrados muestran una clara diferenciación del
perfil de respuesta ante el estrés en las tres submuestras evaluadas. Así, mientras que las tres
submuestras exhiben un patrón cognitivo-emocional en sus respuestas de estrés, difieren en el
porcentaje relativo de importancia de cada una de las modalidades de respuesta. Por otro lado,

273
las mujeres con FM valoradas en el presente estudio presentan significativamente
puntuaciones más elevadas en las cuatro respuestas de estrés (emocional, cognitiva,
fisiológica y motora) en comparación con las mujeres con DLC y las mujeres sanas. Además,
en las mujeres con FM existe una mayor proximidad entre la respuesta cognitivo-emocional y
la respuesta fisiológica (más acentuada que en el caso de las mujeres con DLC), lo que podría
explicarse por la comorbilidad asociada a la FM, relacionada a su vez con la sintomatología
asociada al propio estrés (Nielson, 2001; Taylor, Trotter y Csuka, 1995).

Tomando en su conjunto los resultados encontrados en relación a las variables


afectivas y de percepción de control y las observadas en la respuesta de estrés, podemos
reflexionar sobre los mismos desde la propuesta realizada por Okifuji y Turk (1999). Como se
recordará, en ella se propone un modelo para explicar precisamente la inadecuada regulación
del sistema de respuesta de estrés en la FM, en la que intervienen predisposiciones tanto
biológicas como experienciales o de aprendizaje. Así, existiría un set de respuestas que si se
repiten y/o fallan provocarían la FM. Los autores parten de un factor precipitante (como
podría ser un evento vital traumático), que a su vez provocaría respuestas de defensa poco
adaptativas como ciertas creencias, ausencia de percepción de control o evitación de
conductas (Burckhardt y Bjelle 1994). Cualquiera que haya preguntado a una afectada de FM
si ha vivido alguna experiencia traumática a lo largo de su vida, habrá encontrado
posiblemente una respuesta afirmativa. Igualmente, la presencia de estresores cotidianos junto
con el “set de predisposición” relativo a las variables afectivas y de percepción de control
comentado, podrían explicar las puntuaciones tan elevadas en el perfil de respuesta de
acuerdo al modelo de Okifuji y Turk (1999).

Los procesos emocionales del estrés se consideran como una respuesta automática
unida a la valoración de la situación. Esta evaluación es muy rápida y prepara al organismo
para aceptarla o rechazarla (Öhman, 1986, 1993). Normalmente, este proceso interactúa con
la respuesta cognitiva a través de las estrategias de afrontamiento. En el caso de las personas
con FM, se realizaría una evaluación negativa de la situación y por lo tanto la respuesta de
malestar emocional incluiría emociones negativas como mal humor, desesperanza, miedo,
angustia, tristeza, etc. De este modo, la respuesta cognitiva, en el caso de las pacientes con
FM, se realizaría desde una valoración negativa o desadaptativa, provocando respuestas como
preocupaciones, incapacidad de tomar decisiones, confusión, desorientación, rumiación; así
como quejas cognitivas de problemas de memoria y atención (Castel, Llop y Cosi, 2006). Este

274
tipo de valoración puede deberse, entre otras causas, a que el paciente focaliza toda su
atención en su proceso doloroso, provocando así una notable disminución atencional hacia el
resto de sus procesos cognitivos. Además, cuando no se poseen estrategias eficaces para
enfrentarse con el estresor y la respuesta ante el mismo no es satisfactoria, se agotará el
proceso cognitivo-afectivo y será más difícil afrontar las demandas percibidas. Podría ser que
en el caso de la FM ya no se disponga de una gama de respuestas porque se piensa que se han
agotado todas las posibles y es así como se podría permanecer pasivo desencadenando una
respuesta continua fisiológica de estrés. Siguiendo esta hipótesis, no es de extrañar que
numerosos investigadores hayan encontrado alteraciones en esta respuesta de estrés (Adler y
Geenen, 2005; Adler et al., 2002, Bou-Holaigah et al., 1997; Furlan et al., 2005; Leistad et al.,
2008; Martínez-Lavin et al., 2002; Nilsen et al., 2007; Thieme et al., 2006; Van Houdenhove
y Egle, 2004; Viljoen y Craig, 2008). Así, podrían entenderse las elevadas puntuaciones en la
respuesta fisiológica encontradas en las mujeres con FM en este trabajo, muy próximas a las
puntuaciones en la respuesta cognitivo-emocional, y claramente superiores a las obtenidas por
las mujeres con DLC y por las mujeres sanas.

8.1.2. Variables específicas de percepción de control de dolor e intensidad de


dolor
En cuanto a las variables específicas de percepción de control de dolor, se observa
respecto al Locus de Control de Dolor, que la subescala que presenta puntuaciones más
elevadas en las mujeres con FM de nuestro estudio es la relativa al Lugar de Control de Dolor
Interno, aunque seguido con escasas diferencias del Lugar de Control de Dolor Destino y
Otros Profesionales. Con respecto a los niveles de Autoeficacia de Dolor, se observan
puntuaciones que no superan los rangos teóricos de las subescalas, salvo en el caso de la
autoeficacia para la realización de actividades que presenta puntuaciones en torno al punto
medio teórico de la escala. Así, podemos decir que estas pacientes se sienten más eficaces
para realizar actividades físicas (como caminar, levantar peso, entre otras), pero menos
eficaces para manejar su dolor y la sintomatología asociada. Este patrón de puntuaciones es
similar al encontrado en estudios previos con muestras de FM (Martín-Aragón, 1999; Pons,
2010; Rivera et al., 2004).

Al comparar los resultados obtenidos en las pacientes con FM respecto a las pacientes
con DCL, respecto al Locus de Dolor, únicamente observamos diferencias significativas en el

275
Locus de Dolor Otros Profesionales. Concretamente, las mujeres con DLC exhiben
puntuaciones más elevadas que las mujeres con FM. La falta de tratamiento eficaz, el
peregrinaje, la demora en el diagnóstico y el resto de circunstancias sanitarias que rodean a la
FM, podrían explicar el hecho de que las pacientes con FM perciban menor lugar de control
sobre los profesionales en el tratamiento de su sintomatología. Estos datos pueden ser
interpretados desde el modelo de Levenson (1981). Este modelo diferenciaba entre tres
dimensiones de controlabilidad voluntaria dentro de locus de control: a) el control interno o
internalidad, b) dentro del control externo o externalidad, la atribución de control externo a
los demás como responsables de conseguir ciertos resultados, y c) la atribución de control
externo a la suerte. Tal y como el propio Levenson señalaba (1981), en el caso de los
pacientes, el lugar de control adaptativo estaría constituido por altas puntuaciones en control
interno, altas puntuaciones en control externo otros responsables y bajas puntuaciones en
control externo suerte, lo que vendría a matizar las argumentaciones más clásicas que
asociaban de manera global el lugar de control externo con la enfermedad. Un paciente
crónico necesita como recurso cognitivo no sólo un lugar de control interno, sino también la
percepción de que los profesionales “controlan” su enfermedad, de que está en “buenas
manos”. Esta variable parece mostrarse, a la luz de los resultados, como una importante
vulnerabilidad en el caso de las pacientes con FM. En esta línea, tal y como señala Pastor et
al. (1993), en pacientes con distintos trastornos de dolor crónico, entre ellos la Fibromialgia,
el alivio del dolor podría relacionarse con un locus de control externo “otros profesionales”,
tal vez por el hecho de que estos pacientes asisten más frecuentemente a la consulta que otros
pacientes. Otro dato a tener en cuenta es la ausencia de diferencias significativas en el Locus
de Dolor Interno entre ambos grupos. La literatura precedente relaciona el locus de control
interno con una menor intensidad de dolor (Conant, 1991; Jensen et al., 2001; Jordan, Lumley
y Leisen, 1998; Skevington, 1983;), y con menor discapacidad física y malestar psicológico
en las pacientes (Cheng y Leung, 2000). Igualmente, diferentes estudios han observado
puntuaciones más bajas de locus de dolor interno en pacientes con FM, AR, DLC y Dolor
Miofascial comprobando este perfil más “externo” que “interno” (Harkapaa, 1991; Main y
Wadell, 1991; Martín-Aragón et al., 2000; Pastor et al., 1993; Toomey, Seville, Mann,
Abashian, y Wingfield et al., 1995). No obstante, en línea con nuestros resultados, otros
autores no han encontrado ese perfil de externalidad en FM, señalando la ausencia de
diferencias en el lugar de control interno en FM respecto a otros trastornos de dolor crónico
(Zautra et al., 1999; Buchwald y Garrity, 1994); incluso encontrando que los pacientes con

276
FM presentaban mayores puntuaciones en lugar de control interno que otros grupos de dolor
crónico (Albrecht, 1998).

Las principales diferencias de las pacientes con FM respecto a las pacientes con DLC
en relación a la percepción de control específica de dolor, se observan en las creencias de
autoeficacia de dolor. Las creencias de autoeficacia del dolor se refieren a las creencias del
propio individuo sobre su capacidad de manejar y controlar el dolor, así como de realizar
distintas actividades en el contexto de esa experiencia de dolor crónico. Así, una persona con
una alta autoeficacia en relación al manejo del dolor, llevará a cabo conductas de
afrontamiento adecuadas con la consiguiente mejora en su adaptación y bienestar. A la luz de
los resultados obtenidos, las pacientes con FM obtienen puntuaciones significativamente
menores en todas las dimensiones de autoeficacia dolor (dolor, síntomas y actividades)
respecto a las pacientes con DCL, en la linea de lo obtenido en estudios previos (Lackner et
al., 1996; Wells-Federman et al., 2003).

Distintos autores ya han puesto de manifiesto la importancia de las creencias de


autoeficacia en personas con dolor crónico cara a mejorar el funcionamiento físico, a regular
los niveles de actividad y a disminuir la incapacidad asociada (Gibson y Helme, 2000; Jensen
et al., 2001; Stuifbergen, 2010; Turner et al., 2000). En el caso del DLC, la creencia del
individuo sobre su capacidad para controlar su dolor estaría relacionada con un mejor
funcionamiento físico (Estlander et al., 1994; Jensen, Turner y Romano, 2001; Lorig et al.,
1989; Rejeski et al., 1996; Turner, Jensen y Romano; 2000), menor intensidad de dolor y
mayor tolerancia al mismo (Dolce et al., 1986; Jensen et al., 2001; Keefe et al., 1997; Litt,
1988). En general, hablaríamos de un mejor mejor ajuste psicológico en estas pacientes
(Arnstein et al., 1999; Jensen et al., 2001; Turner et al., 2000). Asimismo, la autoeficacia para
la realización de actividades junto con la intensidad de dolor, contribuiría a predecir el
funcionamiento físico en los pacientes con DLC (Lackner et al., 1996).

La autoeficacia se revela como un aspecto clave cara a la realización de actividades en


las personas con FM. La creencia de capacidad para realizar una cierta actividad física,
incrementa la posibilidad de participación en la misma, y a su vez la generalización a la
realización de actividades de la vida diaria que requieran menor esfuerzo (Culos-Reed y
Brawley, 2000). Así, la autoeficacia sería un predictor directo de la actividad física de las

277
personas con FM (Culos-Reed y Brawley; 2003). De igual modo, la autoeficacia contribuye al
control de síntomas; la confianza en poder ejercer control sobre ellos probablemente
conllevará una disminución de los mismos, a través del empleo de estrategias adecuadas
(Culos-Reed, 2001).

Aunque existen algunos trabajos dispares (Buckelew et al., 1996; Lorig et al., 1989), la
mayoría de los realizados apuntan a que en la FM existe una menor autoeficacia de dolor en
comparación con el DLC o con otros grupos de dolor crónico (Mellegärd et al., 2001).

En su conjunto, las variables de percepción de control de dolor (lugar de control y


autoeficacia) son dos recursos cognitivos que pueden ayudar a las pacientes con dolor crónico
a implicarse activamente en el manejo de su enfermedad (González-Gutiérrez, 2009). Estas
creencias tienen una estrecha relación con la mejora de la calidad de vida de estas pacientes y
son un aspecto clave en el diseño de distintos programas de intervención psicosocial. Dicha
mejora puede verse reflejada en menores niveles de conductas de dolor (Buckelew et al. 1996;
Buckelew et al., 1994), menor intensidad de dolor (Buckelew et al., 1995; Martín-Aragón et
al, 2001;), mayor nivel de ejercicio y menor limitación funcional y distrés psicológico
(Buckelew et al., 1995; Martín-Aragón et al., 2001; Oliver y Cronan, 2002).

La Intensidad de Dolor presenta una puntuación “moderada” en las pacientes con FM


(7,53/10) de acuerdo a la clasificación de Zelman et al. (2003). Resultados similares se han
encontrado en estudios previos (Collado et al., 2001; Culos-Reed y Brawley, 2000; Lledó et
al., 2009; Wolfe et al., 2010). Se observan diferencias significativas respecto a las
puntuaciones obtenidas por las pacientes con DCL, obteniendo mayores puntuaciones las
mujeres con FM, en la línea de lo encontrado en otros estudios (e.g. Mueller et al., 2003;
Zautra et al., 1999). La percepción de intensidad de dolor es una de las variables utilizadas
con mayor frecuencia y uno de los instrumentos que más se utilizan para valorarla es la escala
analógico-visual (VAS) y el rango de 0-10 el más utilizado tanto para ésta como para la escala
numérica. La FM es la segunda patología crónica, que mayor Intensidad de Dolor produce
según las puntuaciones obtenidas en el Short Form Health Survive (Ware y Sherbourne,
1992). Por otra parte, las personas con FM presentan una intensidad de dolor similar al del
dolor crónico localizado (lumbar, cervical, piernas, brazos o dolor torácico), aunque
significativamente más intenso que en el dolor de cabeza crónico (Porter-Moffitt et al., 2006).
Además es importante mencionar que cuando las personas desconocen el diagnóstico

278
(familiares o población general), presentan una Intensidad de Dolor significativamente mayor
aún presentando el mismo problema de salud (Pons, 2010).

8.1.3. Variables resultado de enfermedad propias de la FM

Finalmente, en lo que respecta a las variables propias de FM, encontramos que la


sintomatología asociada presenta una puntuación superior al promedio teórico de la escala
(16,30/25). Los trabajos realizados en personas con FM se centran mayoritariamente en el
dolor como sintomatología principal (número de puntos, intensidad, frecuencia o localización,
entre otros), basándose en el hecho de que es el síntoma clave de esta enfermedad sin prestar
atención a otros síntomas secundarios que también suelen estar presentes. Tal y como se ha
señalado en el apartado de procedimiento, en el presente trabajo, la sintomatología asociada se
ha valorado a través de una serie de síntomas psicosomáticos característicos de la FM
(trastornos digestivos, vegetativos, de sueño, etc. (González-Alonso, 1999). El porcentaje de
varianza explicada por la solución unifactorial obtenida fue de 19,81% y el alpha de Cronbach
arroja una consistencia interna de 0,83. Consideramos que las puntuaciones en la
sintomatología adicional obtenidas en el presente trabajo proporcionan suficiente apoyo para
considerar y evaluar la comorbilidad asociada dentro de una evaluación integral de la FM. Es
importante tener en cuenta que además de los criterios del ACR (Wolfe et al., 1990) se deben
de valorar otros síntomas en la enfermedad, como recomiendan distintos autores (p.e. Wolfe,
2003). De hecho en la muestra valorada en el presente estudio, encontramos que solamente 16
pacientes presentan puntuaciones menores de 10 en la sintomatología asociada, y unicamente
tres pacientes de las 136 que constituyen la muestra presentan cinco o seis síntomas, el resto
de pacientes presenta un número superior, lo que conlleva importantes implicaciones no sólo
cara al diagnóstico sino también al diseño de programas de intervención adecuados. La
elevada coexistencia de sintomatología adicional junto con el dolor en las pacientes con FM
hacen replantear la definición y diagnóstico de la fibromialgia. Tal vez como respuesta a esta
necesidad, los nuevos criterios diagnósticos (Wolfe et al., 2010), que serán comentados a lo
largo de la discusión de este trabajo, incorporan la sintomatología adicional como un
elemento diagnóstico en la fibromialgia.

En cuanto al Cuestionario de Impacto de la FM (FIQ) observamos puntuaciones


medias en limitación funcional (14,08/28). Como se ha comentado, el impacto físico en estas

279
pacientes se refleja principalmente en la dificultad para realizar actividades físicas,
actividades de la vida diaria (como tareas domésticas) y actividades de ocio/tiempo libre. La
mayoría de estas actividades son percibidas por las pacientes como actividades que requieren
mucho esfuerzo y que aunque encuentran limitación para realizarlas, a veces no tienen otra
opción. No debemos olvidar que en nuestra muestra existe un porcentaje elevado de mujeres
que no se encontraban trabajando en el momento de la realización del estudio (69,5%) y que
el 3,1% eran amas de casa. Estudios previos encuentran porcentajes más elevados de
dificultad en la realización de las tareas por parte de estas pacientes (Barlow et al., 2002;
Bergman, Jacobsson, Herrström y Petersson, 2004; Castro, Mohan, Sundaraj y Noore, 2003;
Jones et al., 2008; Karsdorp y Vlaeyen, 2009) que las encontradas en nuestro trabajo. No
obstante, la disparidad de resultados encontrados puede deberse al instrumento utilizado como
medida de la limitación funcional en los diferentes estudios. Así, el Cuestionario de Impacto
de la FM (FIQ), tal y como se refleja en sus instrucciones, solicita del paciente la percepción
de capacidad sobre lo que se ha realizado en un determinado momento temporal (en este caso,
durante la última semana) y no su nivel de ejecución de conductas concretas (lo que la
persona ha hecho o ha dejado de hacer debido a su enfermedad). La mayoría de los estudios
que valoran limitación funcional, utilizan instrumentos que evalúan la misma desde dicha
percepción de capacidad. Concretamente, el SF-36 (Ware y Sherbourne, 1992), el HAQ
(Wolfe et al., 1988), el NHP (Hunt, McEven y McKenna, 1985) y el propio FIQ (Burckhardt
et al., 1991), empleado en este estudio, evalúan la limitación o esfuerzo percibido para la
realización de ciertas actividades físicas. Algunos autores, conscientes de las limitaciones de
las medidas de limitación funcional basadas en la percepción, emplean instrumentos que
valoran la limitación funcional en términos de conductas reales; tal es el caso de Pons (2010)
que en muestra española, utiliza el Perfil de las Consecuencias de la Enfermedad (PCE; Badia
y Alonso, 1994) como medida de impacto físico conductual. En este sentido, una importante
labor futura radicaría en adaptar y/o desarrollar nuevos instrumentos que permitan evaluar
esta variable con medidas de observación y registro de las conductas realizadas.

En cuanto la interferencia del dolor y al resto de sintomatología valorada por el FIQ


(fatiga, cansancio matutino, rigidez, ansiedad y depresión), se observa que todas presentan
puntuaciones elevadas (por encima de siete) considerando como severa dicha sintomatología.
La interferencia en la realización del trabajo es una importante consecuencia del impacto
psicosocial que presenta la FM. Los problemas de limitación laboral han sido referidos en
distintos estudios y por supuesto la interferencia en la realización de las actividades es una

280
característica permanente de la enfermedad (Henriksson et al., 2005; Kivimäki et al., 2004;
Moldofsky, Wong y Lue, 1993; Zubieta et al., 2003).

Aunque el principal síntoma de la FM es el dolor, la fatiga siempre ha sido


considerada también como un problema no menos importante para estas pacientes (Wolfe et
al., 1996; Zautra et al., 2007), por lo que en ocasiones se ha relacionado esta enfermedad con
el Síndrome de Fatiga Crónica (Van Houdenhove, 2001; White et al., 2000). En nuestro
estudio, los niveles de fatiga referidos fueron elevados (8,63/10), proporcionando apoyo a la
idea de que se trata de un síntoma referido por la mayoría de las pacientes con FM. Diferentes
estudios han mostrado que entre un 78 y 94% de las pacientes con FM refieren sentir fatiga
(Nicassio y Schuman, 2005; Wolfe et al., 1990, 1996). Además, la fatiga es más prevalente en
la FM que en otras enfermedades reumatológicas como la OA o la AR, en las cuales la fatiga
se presenta en porcentajes ligeramente superiores al 40% (Wolfe, Hawley y Wilson, 1996).
Además, la fatiga tiene una estrecha relación con la incapacidad para realizar actividades
tanto físicas, como de la vida diaria y laborales. Incluso, se ha puesto de manifiesto que la
fatiga en ocasiones es mucho más incapacitante que el propio dolor (Henriksson et al., 1992).

Otros dos síntomas frecuentes en pacientes diagnosticados de FM son la ansiedad y la


depresión. Dejando al margen posibles explicaciones etiológicas, lo que sí parece claro es que
tanto la ansiedad como la depresión agravan la síntomatología principal de la FM y pueden
ser claves en su diagnóstico (Pérez-Pareja et al., 2004; Vallejo et al., 1996). Estudios previos
han encontrado altas correlaciones entre ambos síntomas y la fatiga e intensidad de dolor
(Kurtze y Svebak, 2005); en la línea de los resultados de nuestro trabajo. Además,
observamos que las puntuaciones encontradas fueron elevadas tanto para la ansiedad
(7,82/10) como para la depresión (7,35/10). Estas puntuaciones podrían reflejar que este
impacto emocional en nuestras pacientes con FM pudiera ser una consecuencia de la
interferencia de la enfermedad en las áreas descritas anteriormente, así como de la impotencia
de no encontrar soluciones ni tratamientos eficaces. Las pacientes describen que el hecho de
no poder realizar sus actividades con normalidad o de no poder retomar aquellas que
realizaban antes, les hace experimentar frecuentemente emociones negativas como la ansiedad
y la depresión. En este caso, ambas serían consecuencia de la propia enfermedad. Cabe
mencionar que en este estudio se han valorado ambas entidades como sintomatología asociada
y no como trastornos psiquiátricos en sí mismos (utilizando para su medida un item del FIQ
para la sintomatología ansiosa y otro ítem para la sintomatología depresiva). Es decir,

281
entendemos la ansiedad y la depresión como características sintomáticas emocionales
asociadas y no como entidades psiquiátricas, en la linea de lo planteado por numerosos
autores (Van Houdenhove y Luyten, 2006; Wolfe et al., 2010).

A continuación, se presenta en la Tabla 49 la aceptación o rechazo de las hipótesis


correspondientes a este apartado.

Tabla 49. Características de las pacientes con FM: aceptación o rechazo de las hipótesis
HII.1. Se espera encontrar diferencias significativas entre las puntuaciones de mujeres con FM
y las mujeres sanas y con DLC (con mayores puntuaciones en las personas con FM) en las
siguientes variables:
MUESTRA FM RESPECTO A MUESTRA FM RESPECTO A
DLC SANAS
a) Locus de Control Externo X X (sí en locus suerte)
b) Afecto Negativo X √
c) Respuestas de Estrés √ √
HII.2. Se espera encontrar diferencias significativas entre las puntuaciones de mujeres con FM
y las mujeres sanas y con DLC (con menores puntuaciones en las personas con FM) en las
siguientes variables:
MUESTRA FM RESPECTO A MUESTRA FM RESPECTO A
DLC SANAS
a) Locus de Control Interno √ X
b) Autoeficacia General √ √
c) Afecto Positivo √ √
HII.3. Se espera encontrar diferencias significativas, con mayores puntuaciones en las
personas con FM respecto a las personas con DLC, en las siguientes variables:
a) Locus de Dolor Externo X (sí en otros profesionales)
b) Intensidad de Dolor √
HII.4. Se espera encontrar diferencias significativas, con menores puntuaciones en las
personas con FM respecto a las personas con DLC, en las siguientes variables:
a) Locus de Dolor Interno X
b) Autoeficacia de Dolor √
HII.5. Se espera encontrar puntuaciones superiores al valor medio de la escala, en las personas
con FM, en las siguientes variables:
MUESTRA FM
a) Intensidad de Dolor √
b) Sintomatología √
c) Limitación Funcional X
d) Interferencia de Dolor √
e) Cansancio √
f) Cansancio en la mañana √
g) Rigidez √
h) Ansiedad √
i) Depresión √
√= aceptación de la hipótesis; X= rechazo de la hipótesis

282
8.2. RELACIONES ENTRE LAS DIFERENTES VARIABLES OBJETO DE ESTUDIO

8.2.1. Variables de percepción de control general y afectivas, y respuesta de estrés

Respecto a las variables antecedentes (percepción de control general -locus de


control y autoeficacia- y afecto positivo y negativo) encontramos en las tres muestras
estudiadas relaciones positivas significativas entre el Locus de Control Interno y la
Autoeficacia General y el Afecto Positivo; entre el Locus de Control Externo y el Afecto
Negativo (salvo en el caso del locus externo suerte en el caso de las sanas), y entre la
Autoeficacia General y el Afecto Positivo; así como una relación negativa significativa entre
la Autoeficacia General y el Afecto Negativo en las submuestras de FM y de mujeres sanas.
La relación entre la “internalidad” y la autoeficacia ha sido mencionada previamente y
corroborada en la literatura (Buckelew et al., 1996; Buckelew et al., 1995; Culos-Reed, 2001;
Culos-Reed y Brawley, 2003; Velasco et al., 2009), y ambas variables son consideradas como
recursos cognitivos. Así, ambas constituirían mecanismos que implicarían un sentido de
control para la realización de distintas conductas. No obstante, como se viene señalando, la
mayoría de los estudios que evalúan estas variables en trastornos de dolor crónico no lo hacen
desde una perspectiva general sino desde la salud o del propio dolor crónico. Con respecto a
la relación entre la percepción de control y el afecto, cuanto más control tiene la persona sobre
su propia conducta, es decir, cuando percibe que los resultados tienen una directa relación con
ésta y además que se es capaz de realizarla, se vería inmersa en un estado de bienestar y/o
afecto positivo, y al contrario, una pobre percepción de control estaría asociado al Afecto
Negativo. Así, el atribuir las conductas a eventos externos como otras personas o la suerte,
podría llevar a experimentar emociones de tipo negativo (Fernández et al., 1998).

Un dato a resaltar es la correlación positiva que se observa entre los diferentes locus
de control, especialmente en el caso de la muestra con DLC y con FM. En el caso de la FM se
observan correlaciones positivas y significativas entre los tres tipos de control, mientras que
en el caso del DLC se mantienen las mismas correlaciones salvo la observada entre el locus
interno y el locus suerte. Estos datos nos permiten reflexionar sobre la independencia de los
diferentes tipos de control y la necesidad de valorar cada uno de ellos, como un conjunto de
variables que interaccionan en determinados resultados de salud.

283
Respecto a la relación encontrada entre las variables antecedentes y las variables
resultado relativas a la respuesta ante el estrés, se ha mencionado previamente que el proceso
de estrés se encuentra afectado por el papel de las variables moduladoras y que éstas pueden
afectar la percepción y respuesta del mismo. En este sentido, la percepción de control y la
afectividad son las variables moduladoras que han sido valoradas en el presente trabajo. Los
resultados encontrados muestran que la relación entre el Locus de Control Interno y las
Respuestas de Estrés no proporcionan apoyo a todas las hipótesis planteadas en todas las
muestras, encontrando que para la muestra de FM la única respuesta que correlacionó
negativa y significativamente fue la cognitiva, para la submuestra de DLC no existió ninguna
correlación significativa y para la submuestra de mujeres sanas todas correlacionaron negativa
y significativamente, excepto la respuesta motora. En relación al Locus de Control Externo y
las Respuestas de Estrés, encontramos que tanto para la muestra de FM como de DLC se
observan relaciones positivas significativas entre estas variables, pero en la submuestra de
personas sanas, esta relación se dio únicamente con el Locus de Control Otros Poderosos. Es
decir, contrariamente a nuestras hipótesis, el control interno como variable de percepción
general y no específica frente al dolor, resulta un factor atenuador en el caso de las respuestas
de estrés en mujeres sanas, mientras que en las muestras con dolor su relación es inexistente.
Sin embargo, el control externo, también evaluado como variable de percepción general, se
muestra como una variable que favorece respuestas de estrés en las muestras con dolor
crónico. Cabe resaltar que cuando valoramos el locus de dolor específico en dolor,
encontramos que el locus de dolor interno si ejerce como un factor protector frente a las
respuestas de estrés, pero únicamente en el caso de la muestra con FM, lo cual también
evidencia que se trata de dos trastornos con estrategias de percepción de control distintas.

En cuanto a la relación entre la Autoeficacia General y las Respuestas de Estrés,


encontramos que mientras en la muestra de FM se encontraron relaciones significativas y
negativas entre la autoeficacia general y todas las respuestas de estrés, en las submuestras de
DLC y mujeres sanas, únicamente se observan relaciones significativas y negativas entre la
autoeficacia general y la respuesta emocional y cognitiva. Con respecto a la Afectividad,
encontramos que el Afecto Positivo correlaciona significativa y negativamente con todas las
respuestas de estrés en las submuestras de FM y mujeres sanas y en la submuestra de DLC
únicamente lo hace con la respuesta emocional de estrés. Por último, en cuanto a la relación
entre el Afecto Negativo y las Respuestas de Estrés, encontramos los resultados esperados
para las tres submuestras: correlaciones positivas y significativas.

284
Folkman (1984) y Smith y Lazarus (1990) consideran que la percepción de control
podría modular el proceso de estrés y la respuesta ante el mismo. De esta manera, si la
persona percibe que tiene capacidad para influir sobre los acontecimientos, tomar decisiones y
llevar a cabo acciones efectivas para eliminar los efectos indeseables, podría hacerlo. Uno de
esos efectos indeseables sería precisamente la respuesta de estrés. El evento estresante (en
este caso podría ser el dolor) no podría eliminarse, pero si se podrían llevar a cabo estrategias
para regular tanto las respuestas como las consecuencias del mismo. Cuando las personas
valoran una situación como controlable, tienen el convencimiento de contar con los recursos
suficientes para resolver el conflicto (Folkman, 1984; Sánchez-Elvira, 2000). Por su parte, el
afecto o afectividad positiva también entrarían en este “set de recursos” que en su conjunto
podrían disminuir estas respuestas de estrés. En este sentido, diferentes trabajos han mostrado
cómo la afectividad positiva y la percepción de control disminuirían los niveles de estrés (p.e.
González-Gutiérrez et al., 2009; Vinaccia et al., 2005). Los resultados apuntan a un papel
diferencial de esos recursos de percepción de control sobre las respuestas de estrés en función
de la muestra considerada. Así, el lugar de control interno se muestra como recurso sólo en la
muestra de mujeres sanas, mientras que el lugar de control externo constituye una variable
negativa en todas las muestras, pero en especial en las de dolor crónico. La autoeficacia
desempeña un papel fundamental en el caso de la FM, mientras que su rol en el caso del DLC
es similar al que tiene en las mujeres sanas afectando únicamente a los aspectos cognitivo-
emocionales del estrés. Finalmente, respecto a las variables afectivas, mientras el afecto
negativo muestra claras relaciones con la respuesta de estrés en todas las muestras, el afecto
positivo tiene un papel relevante en el caso de las mujeres con FM y en las sanas. Podría
interpretarse que, dado que las tres muestras se encuentran sometidas a estresores de diferente
naturaleza, incluso entre las submuestras de dolor crónico por las diferentes circunstancias
que rodean su experiencia de dolor, el papel de los recursos generales de percepción de
control y afectivos es también diferente. Este hecho tiene importantes repercusiones prácticas
tanto en la evaluación del problema como en el diseño de las propuestas de intervención.

8.2.2. Variables de percepción de control general y afectivas, y variables


específicas de percepción de control de dolor

Las diferentes variables de percepción de control de dolor consideradas en este estudio


(locus de control y autoeficacia) guardan relaciones que apuntan a una clasificación dentro del
binomio internalidad/externalidad. Así, se observan correlaciones positivas entre las

285
diferentes dimensiones de autoeficacia dolor entre sí, y entre las subescalas de control externo
dolor entre sí. A su vez, las diferentes dimensiones de autoeficacia dolor mantienen relaciones
positivas con el lugar de control dolor interno y negativas con las dimensiones de lugar de
control dolor externo. Conviene recordar que esta tendencia no se producía en el caso del
lugar de control general, dónde se observaban relaciones positivas entre lugar de control
interno y otros poderosos (externo).

Respecto a la relación entre variables generales de percepción de control y variables


específicas de percepción de control de dolor encontramos que la mayoría de las relaciones
apuntan en la línea de lo esperado. Así, el Locus de Control Interno mantiene relaciones
significativas positivas con todas las subescalas de la Autoeficacia del Dolor en la muestra de
FM y con la Autoeficacia Control Dolor en la muestra de DLC. El Locus de Control Externo,
mantiene relaciones positivas significativas con el Locus de Dolor Azar y Destino. La
Autoeficacia General, mantiene relaciones significativas positivas con el Locus de Dolor
Interno y, en el caso específico de la FM, se observan relaciones significativas entre
Autoeficacia General y Autoeficacia de Dolor, sin embargo para la muestra de DLC
únicamente entre Autoeficacia General y Autoeficacia de Dolor Sintomas.

Respecto al Afecto Positivo, encontramos relaciones positivas significativas entre éste


y el Locus de Dolor Interno (únicamente para la submuestra con FM) y la Autoeficacia de
Dolor para ambas submuestras de dolor. Por último, el Afecto Negativo muestra relaciones
negativas significativas para la submuestra de FM con el Locus de Dolor Interno y la
Autoeficacia de Dolor y relaciones positivas significativas únicamente con el Locus de Dolor
Destino. Como puede observarse hay una relación entre la “internalidad/externalidad”
general, y la “internalidad/externalidad” en relación al dolor. Una excepción a esta tendencia
puede observarse en la relación positiva significativa que se establece entre lugar de control
interno y lugar de control dolor otros profesionales en el caso de la FM. Estas pacientes se
encuentran ante una situación de indefensión producida por una amenaza real que en este caso
estaría representada por la enfermedad. En esta situación, en línea con las argumentaciones de
Levenson (1981), la adaptación vendría dada por el uso de recursos internos de control (locus
de control Interno) pero también de la expectativa de que la mejora de su sintomatología
podría depender de factores externos, que estarían representados en este caso por otros
profesionales de la salud o de los avances de la medicina (Font, 1994). Así, podrían presentar
un cierto grado de control personal sobre la situación de su estado de enfermedad pero

286
también creer que no tienen control sobre su dolor (ver Font, 1994; Martín-Aragón et al.,
2000). Resultados similares se han encontrado en otros trabajos (Lledó, 2005; Martín-Aragón
et al., 1999; Martín-Aragón et al., 2000; Martín-Aragón et al., 2001; Pastor et al., 2004),
donde se pone de manifiesto que en las mujeres con FM pueden coexistir el lugar de control
interno (relación de contingencia entre sus conductas y los resultados obtenidos) con otros
tipos de control externo como el Locus de Dolor Destino. No obstante, el hecho de que en
este caso esta relación se establezca con el lugar de control dolor otros profesionales, aporta,
como se ha señalado, un perfil más adaptativo a las creencias de control de estas pacientes que
en el caso de un control única y exclusivamente interno.

Por otro lado, es de destacar el hecho de no encontrar relaciones significativas entre


el Locus de Control Interno y Locus de Dolor Interno en ninguna de las dos submuestras de
dolor crónico. Una posible explicación podría estar en el hecho de que aunque se trate de dos
constructos relacionados e incluidos en el dominio del control, el ámbito de actuación es
claramente diferente: uno desde el punto de vista de la importancia del control sobre la
conducta y los resultados de la misma (Bandura, 1987; Conner y Norman, 1995; Rotter, 1966;
Seligman, 1975), y otro específico para la explicación de las conductas de salud y
enfermedad. Las circunstancias a las que se aplican estas percepciones de control tienen su
propia idiosincrasia, por lo que se explicaría la ausencia de relación encontrada, siendo
necesario, por lo tanto, valorar el empleo específico de estas variables (Skinner, 1996).

En su conjunto, las relaciones encontradas apoyan los resultados de estudios previos


que muestran la relación positiva entre la autoeficacia y el locus de control interno (Martín-
Aragón et al., 2001 Mueller et al., 2003; Prendergast, 1994; Thompson, 2006). Ambos
constituyen dos recursos cognitivos que mejorarían por un lado la limitación funcional de las
pacientes con dolor crónico y por otro disminuirían la sintomatología asociada a la
enfermedad (Rokke et al., 1991). Además de estos dos recursos cognitivos, encontramos que
la afectividad positiva juega también un papel importante para el control y manejo de los
síntomas en la enfermedad. Puede plantearse que la autoeficacia y la internalidad al otorgar un
sentido de control personal sobre las demandas, provocaría emociones de tipo positivo
(González-Gutiérrez, 2009; Thompson, 2006). Así, por el contrario, aquellas
“vulnerabilidades” cognitivas representadas por el Locus de Control Externo provocarían
mayor Afecto Negativo.

287
8.2.3. Estrés, intensidad de dolor y variables de percepción de control de dolor

Los resultados encontrados nos permiten reflexionar sobre la relación que mantienen
las variables de percepción de control de dolor en la respuesta de estrés y en la sintomatología
asociada a los problemas de dolor. Así, en la muestra de FM se observan relaciones negativas
significativas del Locus de Dolor Interno y la Autoeficacia de Dolor, con todas las respuestas
de estrés. Por otra parte, encontramos relaciones positivas significativas del Locus de Dolor
Destino con las respuestas emocional y fisiológica y de la respuesta fisiológica de estrés con
la intensidad de dolor. Respecto a la muestra de DLC hemos encontrado relaciones positivas
significativas entre el Locus de Dolor Azar y Destino y todas las respuestas de estrés y
negativa entre la Autoeficacia de Dolor Síntomas y la Respuesta Emocional.

El Locus de Dolor Interno y la Autoeficacia de Dolor serían los recursos que


ayudarían a disminuir los síntomas de la enfermedad. Si se tiene la creencia de poseer la
capacidad de poder manejar y controlar el dolor, aumenta el funcionamiento físico y por lo
tanto los niveles de actividad (Estlander et al., 1994; Jensen et al., 2001; Lorig y Holman,
1993; Rejeski et al., 1996; Turner et al., 2000); aspectos que constituyen a su vez estresores
propios de la enfermedad. Así, podrían interpretarse los resultados encontrados: en la medida
que se emplean más los recursos cognitivos, se experimentarían menores niveles de
respuestas de estrés. Por el contrario, si se percibe que no hay capacidad de controlar y
manejar el dolor (reflejado en las puntuaciones de Locus de Dolor Azar y Destino) entonces
aumentarían las respuestas de Estrés.

Respecto a la intensidad de dolor, en la muestra de DLC únicamente se encontró una


relación positiva significativa entre el Locus de Dolor Destino y la Intensidad de Dolor. En las
mujeres con FM, se encuentran correlaciones positivas significativas entre el Locus de Dolor
Externo (en sus tres dimensiones: azar, destino y otros profesionales) y la Intensidad de
Dolor.

La mayoría de los trabajos que han estudiado las relaciones entre el locus de control y
percepción de dolor, utilizan como variable la intensidad del mismo, evaluada mediante una
escala visual analógica (EVA), encontrando un mismo patrón de relaciones. En términos
generales, el Locus de Control Interno se relaciona significativa y negativamente con la
percepción de intensidad de dolor y por el contrario, el Locus de Dolor Azar y Otros

288
Poderosos correlacionan significativa y positivamente con la intensidad de dolor (Härkäpää
1991; Main y Waddell 1991; Pastor et al., 1993; Toomey et. 1995, aunque los datos en
relación al lugar de control externo presentan mayores discrepancias (Martín-Aragón et al.,
2000).

Así, las personas con un locus externo creerían que su enfermedad y en este caso el
dolor estaría determinado por agentes externos a ellas mismas. En el caso de la FM con
profesionales de la salud, el azar y la suerte o el destino y en el caso del DLC por el destino.
En la literatura se ha corroborado que los pacientes con dolor crónico que presentan un locus
de control externo presentan mayores niveles de distrés psicológico (Marks et al., 1986),
intensidad de dolor (Conant, 1991; Jordan et al., 1998; Jensen et al., 2001; Skevington, 1983),
y más alteraciones del estado de ánimo (Jensen et al., 2001; Jordan et al., 1998; Rudy, Kerns y
Turk, 1998; Skevington, 1983). Es de destacar el hecho de que la relación entre lugar de
control externo e intensidad de dolor sólo se produce en relación a las variables específicas de
control de dolor y no a las generales. En este sentido, aunque existan trabajos que han
mostrado la relación de variables de control general con la intensidad de dolor (Dolce et al.,
1986; Jensen et al., 2001; Keefe et al., 1997; Litt, 1988), en nuestro trabajo la Intensidad de
Dolor no tuvo relación con ninguna de las variables antecedentes generales evaluadas (Locus
de Control Interno, Locus de Control Externo, Autoeficacia General, Afecto Positivo y Afecto
Negativo).

Por otro lado, no queremos dejar de reflexionar sobre el hecho particular de la relación
positiva entre Lugar de Control Dolor Profesionales e intensidad de dolor. Como hemos
venido comentando, las relaciones positivas encontradas entre lugar de control interno y lugar
de control otros poderosos nos hacían pensar en una posible aplicación del modelo de
Levenson (1981) al “control adaptativo”. Sin embargo, esta relación unicamente se ha
encontrado en relación al lugar de control general y no al lugar de control dolor. Estos datos,
junto con el hecho de la relación positiva significativa encontrada entre lugar de control dolor
profesionales e intensidad de dolor, concretamente además en FM y no en DLC, nos hace
pensar que la explicación a esta relación, aparentemente contradictoria al modelo de
Levenson, sea la situación claramente idiosincrásica que rodea a la prestación sanitaria y a los
profesionales en general en el caso de la FM, dónde el paciente rara vez encuentra respuesta a
sus problemas.

289
La Intensidad de Dolor, en las mujeres con FM, correlaciona positiva y
significativamente con la respuesta fisiológica de estrés. Podría plantearse que el dolor como
estresor, que a la vez puede generar otra serie de estresores, conllevaría respuestas de estrés
de tipo fisiológico, y a su vez esas respuestas podrían repercutir en la intensidad de dolor
percibida, tratándose por lo tanto de una relación bidireccional (Affleck et al., 1987; Banks y
Kerns, 1996; Turk, 2002; Zautra y Smith; 2001). En esta línea, distintos autores han
comprobado la relación entre la respuesta fisiológica del estrés y el dolor percibido (Cannon,
1941; Demitrack y Crofford, 1998; Esch, 2007; Heim et al., 2000; McCarty y Gold, 1996;
McEwen, 1998; Negrao et al., 2000; Sterling y Eyer, 1998).

8.2.4. Sintomatología propia de la FM y variables relacionadas

En cuanto a la relación entre las variables antecedentes y las variables específicas de


FM, hemos encontrado relaciones positivas significativas entre el Locus de Control Externo y
la Sintomatología Asociada, la Interferencia de Dolor y los Síntomas FIQ y entre el Afecto
Negativo y la Sintomatología Asociada, Limitación Funcional y Síntomas FIQ. Por otro lado,
encontramos relaciones negativas significativas entre la Autoeficacia General y la
Sintomatología Asociada y Síntomas FIQ y entre el Afecto Positivo y la Limitación Funcional
y los Síntomas FIQ.

Respecto a las variables resultado, se observan relaciones positivas significativas


entre las Respuestas de Estrés y la Sintomatología Asociada y Síntomas FIQ; entre la
Respuesta Emocional, Cognitiva y Motora de Estrés y la Limitación Funcional, y entre la
Respuesta Fisiológica y Motora y la Interferencia de Dolor.

En lo que respecta a las variables de dolor, se encuentra una relación positiva


significativa entre el Locus de Dolor Destino y Síntomas FIQ, y entre la Intensidad de Dolor y
Sintomatología Asociada. Por otro lado, se observan relaciones negativas significativas entre
el Locus de Dolor Interno y la Sintomatología asociada y los Síntomas FIQ, entre la
Autoeficacia de Dolor y Sintomatología Asociada y Síntomas FIQ, y entre la Autoeficacia de
Dolor Síntomas y Actividades y Limitación funcional. Finalmente, se observan relaciones
positivas significativas entre la Sintomatología Asociada y Síntomas FIQ; entre la Limitación

290
Funcional e Interferencia de Dolor y Síntomas FIQ y por último, entre la Interferencia de
Dolor y Síntomas FIQ.

Como se viene señalando, el Locus de Control Externo en pacientes con FM se ha


relacionado con mayor sintomatología de la enfermedad (Crisson y Keefe, 1988; Härkäpää,
Järvikoski y Vakkari, 1996; Martín-Aragón et al., 2001; Toomey et al., 1991). No obstante,
aunque en nuestro trabajo no se pone de manifiesto, en ocasiones se ha señalado que el alivio
del dolor o la sintomatología se relaciona con un locus de control externo, quizá debido a que
estas pacientes sienten que sus síntomas en ocasiones podrían depender de eventos azarosos
y/o de otras personas, variables que no pueden controlar ellas mismas (Pastor, 1993). A su
vez, esta percepción de que el control de sus síntomas depende de eventos externos podría
ayudar a explicar la limitación funcional experimentada por estas pacientes.

Por otro lado, el papel de la autoeficacia general en la sintomatología asociada a la FM


es coherente con los resultados de estudios como el de Mueller et al. (2003), quienes también
encontraron que el locus de control interno junto con la autoeficacia general eran los
principales predictores de la capacidad funcional. Igualmente, la relación entre la autoeficacia
de dolor y el locus de control de dolor y la capacidad funcional de las pacientes con FM ha
sido puesta de manifiesto por diferentes autores (e.g. Pastor et al., 2000; Velasco et al., 2008).

Respecto a la Afectividad, observamos que la afectividad negativa mantiene una


relación positiva con la sintomatología asociada a la enfermedad; así como con la limitación
funcional, en coherencia con lo encontrado en otros estudios (Matthews y Desmond, 1998;
Zautra, Johnson y Davis, 2005; Zautra et al., 2007). Sin embargo, como ya se comentó en el
epígrafe anterior, el afecto negativo no mantiene ninguna relación con la intensidad de dolor,
a diferencia de lo encontrado por otros autores (Ramírez-Maestre et al., 2001). Por otro lado,
las relaciones negativas encontradas entre el Afecto Positivo y la Limitación Funcional y los
Síntomas FIQ, apoyan la relación encontrada entre afecto positivo y un mejor funcionamiento
físico en estas pacientes y menor sintomatología clínica (Arnold et al., 2006; Hassett et al.,
2000; Porter-Moffitt et al., 2006; Suhr, 2003).

291
Haciendo referencia a la relación bidireccional que comentábamos anteriormente entre
estrés y dolor, se observa que las distintas respuestas de estrés tienen relación con la
sintomatología asociada a la FM, la limitación funcional y la interferencia de dolor. Autores
como Murray et al. (2006) han encontrado que mayores niveles de estrés se relacionan con
mayor sintomatología de la enfermedad y que respuestas cognitivas como preocupaciones,
confusión y rumiación cognitiva pueden afectar el funcionamiento diario de estas pacientes
(Hallberg y Carlsson, 2000). Asimismo, también se ha comprobado la relación entre la
respuesta fisiológica de estrés y la FM (p.e. Tanriverdi et al., 2007) y diversos autores señalan
que en la FM, el sistema de respuesta al estrés se encuentra mal regulado (Adler y Greenen,
2005; Clauw y Chrousos, 1997; Crofford y Demitrack, 1996; Dessein et al., 2000; Gupta y
Silman, 2004; Gur et al., 2004; Heim et al., 2000; Martínez-Lavin, 2007; McBeth et al., 2005;
Neeck et al., 2000; Neek y Crofford, 2000; Okifuji y Turk, 2002; Torpy et al., 2000). Por otro
lado, no se encontró relación entre el Locus de Dolor Externo y Sintomatología Asociada, ni
entre Intensidad de Dolor y limitación funcional, resultados que han estado presentes en la
literatura (Culos-Reed y Barwley, 2000; Gatchel et al., 2007; Geisser et al., 2003).

En la Tabla 50 se presentan las hipótesis correspondientes a este apartado, así como su


aceptación o rechazo.

Tabla 50. Relación entre las diferentes variables objeto de estudio: aceptación o rechazo de las
hipótesis
HI.1. Se espera encontrar una relación positiva significativa entre la variable Locus de Control
Interno y las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC MUESTRA SANAS
a) Autoeficacia General √ √ √
b) Afecto Positivo √ √ √
c) Locus de Dolor Interno X X NA
d) Autoeficacia de Dolor √ X NA
HI.2. Se espera encontrar una relación negativa significativa entre la variable Locus de
Control Interno y las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC MUESTRA SANAS
a) Afecto Negativo X X √
b) Respuestas de Estrés X (sí en RC) X X (sí en RE, RC y RF)
c) Locus de Dolor Externo X X NA
d) Intensidad de Dolor X X NA
e) Sintomatología Asociada X NA NA
f) Limitación funcional √ NA NA
g) Interferencia de dolor X NA NA
h) Síntomas FIQ X NA NA

292
Tabla 50. (cont.) Relación entre las diferentes variables objeto de estudio: aceptación o rechazo
de las hipótesis
HI.3. Se espera encontrar una relación positiva significativa entre las variables de Locus de
Control Externo (Otros Poderosos y Suerte) y las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC MUESTRA SANAS
a) Afecto Negativo √ √ X (sí en OP)
b) Respuestas de Estrés √ √ X (sí en OP)
c) Locus de Dolor Externo X (sí en OP y Suerte X (sí en OP con
con LDA y LDD) LDA y LDD y NA
Suerte con LDA)
d) Intensidad de Dolor X X NA
e) Sintomatología Asociada √ NA NA
f) Limitación funcional X NA NA
g) Interferencia de dolor √ NA NA
h) Síntomas FIQ √ NA NA
HI.4. Se espera encontrar una relación negativa significativa entre la variable Locus de
Control Externo (Otros Poderosos y Suerte) y las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC MUESTRA SANAS
a) Autoeficacia General X X X
b) Afecto Positivo X X X
c) Locus de Dolor Interno X X NA
d) Autoeficacia de Dolor X X NA
HI.5. Se espera encontrar una relación positiva significativa entre la variable Autoeficacia
General y las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC MUESTRA SANAS
a) Afecto Positivo √ √ √
b) Locus de Dolor Interno √ √ NA
c) Autoeficacia de Dolor √ X (sí en ADS) NA
HI.6. Se espera encontrar una relación negativa significativa entre la variable Autoeficacia
General y las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC MUESTRA SANAS
a) Afecto Negativo √ X √
b) Respuestas de Estrés √ X (sí en RE y RC) X (sí en RE y RC)
c) Locus de Dolor Externo X X (sí en LDA) NA
d) Intensidad de Dolor X X NA
e) Sintomatología Asociada √ NA NA
f) Limitación funcional X NA NA
g) Interferencia de dolor X NA NA
h) Síntomas FIQ √ NA NA
HI.7. Se espera encontrar una relación positiva significativa entre la variable Afecto Positivo y
las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC
a) Locus de Dolor Interno √ X
b) Autoeficacia de Dolor √ √
HI.8. Se espera encontrar una relación negativa significativa entre la variable Afecto Positivo y
las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC MUESTRA SANAS
a) Afecto Negativo √ X √
b) Respuestas de Estrés √ X (sí en RE) √
c) Locus de Dolor Externo X X NA
d) Intensidad de Dolor X X NA
e) Sintomatología Asociada X NA NA
f) Limitación funcional √ NA NA
g) Interferencia de dolor X NA NA
h) Síntomas FIQ √ NA NA

293
Tabla 50. (cont.) Relación entre las diferentes variables objeto de estudio: aceptación o rechazo
de las hipótesis
HI.9. Se espera encontrar una relación positiva significativa entre la variable Afecto Negativo
y las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC MUESTRA SANAS
a) Respuestas de Estrés √ √ √
b) Locus de Dolor Externo X (sí en LDD) X (sí en LDA) NA
c) Intensidad de Dolor X X NA
d) Sintomatología Asociada √ NA NA
e) Limitación funcional √ NA NA
f) Interferencia de dolor X NA NA
g) Síntomas FIQ √ NA NA
HI.10. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM y DLC, una relación
negativa significativa entre la variable Afecto Negativo y las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC
a) Locus de Dolor Interno √ X
b) Autoeficacia de Dolor √ X
HI.11. Se espera encontrar una relación positiva significativa entre las Respuestas de Estrés y
las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC
a) Locus de Dolor Externo X (sí entre RE, RC y RF con LDA X
y LDD y RM con LDA) (sí entre RE y RF con LDD)
b) Intensidad de Dolor X X
c) Sintomatología Asociada √ NA
d) Limitación funcional X NA
e) Interferencia de dolor X NA
f) Síntomas FIQ √ NA
HI.12. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM y DLC, una relación
negativa significativa entre las Respuestas de Estrés y las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC
a) Locus de Dolor Interno √ X
b) Autoeficacia de Dolor √ X (sí en RE y ADS)
HI.13. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM, una relación positiva
significativa entre Locus de Dolor Externo y las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC
a) Intensidad de Dolor √ X (sí en LDD)
b) Sintomatología Asociada X NA
c) Limitación funcional X NA
d) Interferencia de dolor X NA
e) Síntomas FIQ X (sí en LDD) NA
HI.14. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM y DLC, una relación
negativa significativa entre Locus de Dolor Externo y las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC
a) Locus de Dolor Interno X (sí en LDD) X
b) Autoeficacia de Dolor X (sí en LDD con ADA y ACD) X
HI.15. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM y DLC, una relación
positiva significativa entre Locus de Dolor Interno y las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC
a) Autoeficacia de Dolor √ X (sí con ADS)

294
Tabla 50. (cont.) Relación entre las diferentes variables objeto de estudio: aceptación o rechazo
de las hipótesis
HI.16. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM, una relación negativa
significativa entre Locus de Dolor Interno y las siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC
a) Intensidad de Dolor X X
b) Sintomatología Asociada √ NA
c) Limitación funcional X NA
d) Interferencia de dolor X NA
e) Síntomas FIQ √ NA
HI.17. Se espera encontrar una relación negativa significativa entre Autoeficacia de Dolor y las
siguientes variables:
MUESTRA FM MUESTRA DLC
a) Intensidad de Dolor X X
b) Sintomatología Asociada √ NA
c) Limitación funcional X (sí en ADS y ADA) NA
d) Interferencia de dolor X NA
e) Síntomas FIQ √ NA
HI.18. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM, una relación positiva
significativa entre la Intensidad de Dolor y las siguientes variables:
MUESTRA FM
a) Sintomatología Asociada √
b) Limitación funcional X
c) Interferencia de dolor √
d) Síntomas FIQ √
HI.19. Se espera encontrar una relación positiva significativa entre la Sintomatología Asociada
y las siguientes variables:
MUESTRA FM
a) Limitación funcional X
b) Interferencia de dolor X
c) Síntomas FIQ √
HI.20. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM, una relación positiva
significativa entre la Limitación Funcional y las siguientes variables:
MUESTRA FM
a) Interferencia de dolor √
b) Síntomas FIQ √
HI.21. Se espera encontrar, en el caso específico de la muestra con FM, una relación positiva
significativa entre la Interferencia de Dolor y las siguientes variables:
MUESTRA FM
a) Síntomas FIQ √
√= aceptación de la hipótesis; X= rechazo de la hipótesis; NA=No Aplica; RE= Respuesta Emocional
de Estrés; RC= Respuesta Cognitiva de Estrés; RF= Respuesta Fisiológica de Estrés; OP= Locus de Control
Otros Poderosos; ADS= Autoeficacia de Dolor Síntomas; LDD= Locus de Dolor Destino; LDA= Locus de
Dolor Azar; ADA= Autoeficacia Dolor Actividades; ACD= Autoeficacia Control Dolor

8.3. VARIABLES SOCIODEMOGRÁFICAS Y CLÍNICAS EN LA FM

En términos generales, las variables sociodemográficas que han mostrado una relación
más clara con las variables de percepción de control y afectivas, y con la intensidad de dolor y

295
la limitación funcional, en las muestras de dolor crónico, y en particular en la FM, han sido la
edad, el nivel de estudios, la situación laboral y el nivel de ingresos.

Así, en lo que respecta a la edad, puede apreciarse una tendencia a un perfil más
saludable en las muestras de dolor crónico, en lo que respecta a la percepción de control y a
las variables afectivas. Observamos que a medida que se incrementa la edad, las mujeres con
dolor crónico incrementan su control de dolor interno, su autoeficacia general y su afecto
positivo. Este patrón curiosamente es opuesto al observado en sanas, quienes a medida que
incrementan su edad, ven también incrementadas sus puntuaciones en control sobre otros
poderosos, control suerte y en respuesta motora de estrés. Diferentes estudios comparativos
entre mujeres con FM, jóvenes y mayores de 40 años, ponen de manifiesto cómo, a medida
que evoluciona el tiempo, las personas van adoptando distintas estrategias más adaptativas
ante el afrontamiento de la enfermedad derivadas de la experiencia (Liedberg, Burckhardt y
Henriksson, 2006). No obstante, mientras en las mujeres con DLC no se observa relación
entre edad e intensidad de dolor y limitación funcional, en las mujeres con FM se observa un
incremento de estas últimas con la edad, al mismo tiempo que en estas mujeres se observa
igualmente una relación positiva entre edad y lugar de control dolor azar, lo que vendría a
explicar el peor pronóstico y mayor sintomatología y limitación de estas pacientes conforme
se incrementa la edad, y la necesidad de utilizar junto con los recursos de control interno
adquiridos estrategias de control externo, por las características propias de incertidumbre
asociadas a la FM, como se ha observado en estudios previos (Pastor, 1993).

Igualmente, el tiempo transcurrido desde el diagnóstico y desde la aparición de los


primeros síntomas en las mujeres con FM, mantiene una relación positiva con la limitación
funcional, apoyando la idea de la necesidad de un diagnóstico e intervención temprana en
estas pacientes para mejorar su pronóstico y calidad de vida, en la linea de lo argumentado
por numerosos autores (e.g. García-Bardón et al., 2006; Granges et al. 1994; Peñacoba, 2009).
Teniendo en cuenta que la media de duración de la enfermedad antes de emitir un diagnóstico
se sitúa entre los 6 y los 12 años (Mulero y Andreu, 1998), no es de extrañar que se produzca
una cronificación de los síntomas de la misma, y una mayor limitación funcional conforme
más se dilata el diagnóstico.

296
Respecto al nivel de estudios, únicamente se observan diferencias en el caso de las
mujeres con FM, de manera que un menor nivel de estudios se asocia a un mayor lugar de
control externo y a una mayor sintomatología depresiva. Estos resultados son coherentes con
los encontrados por otros autores (Encinas, 2003; Encinas et al., 2009; Steptoe y Wardle,
2001; Vera, Albuquerque, Laborín, Souza y Coronado, 2003) que señalan que el nivel de
estudios influye en el lugar de control, de modo que un menor nivel de preparación académica
se asocia con un control externo y un mayor nivel de preparación con un control interno.

La situación laboral, en el caso específico de la FM, mantiene relación con la


intensidad de dolor. Así, la mayor intensidad de dolor se produce en las mujeres que nunca
han trabajado, seguidas de las que llevan inactivas más de un año, siendo la intensidad de
dolor menor en las mujeres activas o en aquellas que llevan inactivas menos de un año. Esta
relación no se observa en el caso del DLC, y vendría a apoyar los estudios que señalan el
papel beneficioso de la actividad, bajo ciertos patrones saludables, en la FM (Keefe et al.,
2001; Rossy et al., 1999; Thieme et al., 2003).

Igualmente, se observa que, únicamente en el caso de la FM, un menor nivel de


ingresos se asocia con mayores niveles de depresión. Estos resultados están en la linea de lo
encontrado por otros autores en relación al nivel socioeconómico y la sintomatología
depresiva (e.g. Vallejo y Gastó, 2000). El impacto de la FM a nivel socioeconómico viene en
parte asociado a la incapacidad laboral (García-López y Campos-Sánchez, 2000), provocando
que la mayoría de las pacientes tengan que dejar de trabajar en algún momento (White et al,.
1995). Este hecho no sólo conlleva consecuencias a nivel laboral, sino también a nivel físico y
social, lo que a su vez afecta a la propia sintomatología provocando limitación funcional,
absentismo laboral e impacto económico que a su vez se refleja en la afectividad negativa
presentando emociones como ansiedad, depresión o irritabilidad, etc. (Dewar et al., 2003;
Henriksson, 1994; Neumann et al., 2000; Pastor et al., 2000; Sansone et al., 2004), lo que
podría explicar la relación entre la depresión y los menores ingresos económicos.

Respecto al consumo de medicamentos, se ha observado que en términos generales el


tratamiento farmacológico mantiene relaciones negativas respecto a las variables de
percepción de control personal y el afecto positivo, y salvo en algunas excepciones
(concretamente en el caso de los antiinflamatorios), no parece que tenga relación con la

297
disminución de la intensidad de dolor y la sintomatología asociada a la FM, sino que se
observa la relación contraria. Así, respecto a los analgésicos, las personas que los consumen
mostraron mayores puntuaciones en la interferencia al dolor y en la sintomatología total del
FIQ. Las personas que consumen antidepresivos mostraron menor autoeficacia para el control
de los síntomas y del dolor; así como menores niveles de Afecto Positivo. Aquellas personas
que consumen antiinflamatorios mostraban mayores puntuaciones en el locus de dolor Azar,
pero menores niveles de sintomatología asociada. Las mujeres que consumen antiepilépticos
tenían menores niveles de autoeficacia del control del dolor. Aquellas que consumen
ansiolíticos mostraron por un lado menores niveles de Locus de Control Interno, de
Autoeficacia de Dolor Actividades y de Afecto Positivo y por otro, mayores niveles de Afecto
Negativo, Respuesta Emocional, Cognitiva y Fisiológica de Estrés; así como de Limitación
Funcional, Ansiedad, Depresión y Sintomatología Asociada. En relación a los miorrelajantes,
encontramos que las personas que los consumen, tenían menores niveles de Locus de Control
Interno y mayores niveles de Respuesta Cognitiva y Fisiológica de Estrés, así como más
cansancio durante las mañanas y mayores niveles de ansiedad.

A la FM, por las características ya comentadas y por su carácter crónico de larga


duración, se le asigna un tipo de tratamiento que no es curativo sino que pretende ser
preventivo de unos síntomas y paliativo de otros. Dado que se trata de un trastorno con tan
variada sintomatología y con una considerable comorbilidad con otros trastornos psiquiátricos
y físicos han sido probados tratamientos de muy diversa naturaleza. Uno de los tratamientos
más utilizado es el farmacológico. Sin embargo, la literatura muestra datos contradictorios
respecto al mismo. Por el momento no existe en Europa ningún fármaco autorizado por la
Agencia Europea del Medicamento indicado en el tratamiento de la fibromialgia (Calabozo,
1998), por lo que habitualmente se prescribe la combinación de distintos fármacos por la
necesidad de combatir los síntomas principales, especialmente los relacionados con el dolor y
la mala calidad del sueño.

En un interesante artículo de revisión, Merayo Alonso et al. (2007) exponen que la


mayoría de los artículos relacionados con la intervención farmacológica en la FM son
dedicados al uso de fármacos antidepresivos, centrándose en los tricíclicos (ADT) y los
inhibidores de recaptación de serotonina o la combinación de dos fármacos (fluoxetina y
amitrilina), junto con el uso terapéutico de analgésicos o corticotropina. Sin embargo, la
mayoría de los estudios ponen de manifiesto que en el momento actual no existe un

298
tratamiento realmente eficaz, aunque algunos pacientes informan de reducciones moderadas
en los síntomas individuales, especialmente del dolor. Además, a esta falta de eficacia, hay
que añadir el uso excesivo de fármacos y de servicios médicos en las pacientes con FM,
provocando un gasto farmacéutico que no siempre demuestra su efectividad (EPISER, 2001;
McCain, 1996; White et al., 1999; Wolfe et al., 1997).

Diversos estudios muestran que el tratamiento más efectivo para la FM debe de incluir
terapia farmacológica y no farmacológica como ejercicio físico y terapia cognitivo-conductual
(Arnold, 2006; Burckhardt, 2006; Clauw y Crofford, 2003; Sarzi-Puttini, Buskila, Carrabba,
Doria y Atzeni, 2008). Se ha propuesto que para establecer el tratamiento más adecuado se
debe comenzar por una evaluación adecuada que cuente con las opiniones de profesionales
para determinar cómo valorar la eficacia y la efectividad de las distintas intervenciones.
Dentro de los aspectos que se deben de tener en cuenta antes de asignar un tratamiento se
encontrarían, entre otros: dolor, funcionamiento físico y emocional, niveles de satisfacción,
estado de salud y adherencia al tratamiento (Turk y Dworkin, 2004); así como trastornos del
sueño y de la cognición (Bennett, 2009; Mease et al., 2007).

En nuestro trabajo, las mujeres evaluadas consumían seis tipos de fármacos diferentes:
analgésicos, antidepresivos, antiinflamatorios, antiepilépticos, ansiolíticos y miorrelajantes. El
objetivo de los analgésicos es disminuir el dolor generalizado, así como las contracturas
musculares dolorosas, localizadas y frecuentes. Ningún fármaco ha mostrado ser un
analgésico absolutamente eficaz para los pacientes con FM. Existe una evidencia débil sobre
la eficacia de algunos opioides (como por ejemplo el tramadol) para el control del dolor pero
en ocasiones puede causar adicción, además de que no se ha probado totalmente su eficacia
(Bennett et al., 2003; Rivera et al., 2006; Russell et al., 2000). En nuestro estudio los
resultados muestran que las pacientes que consumían analgésicos tenían más interferencia al
dolor que las que no los consumían así como mayor sintomatología evaluada por el FIQ, lo
cual indica que no existe mejoría en estos indicadores. Respecto a los antidepresivos, se ha
encontrado que los tricíclicos producen mejoría, sobretodo en la calidad del sueño y fatiga
(Arnold, Keck y Welge, 2000; O’Malley et al., 2000), y los inhibidores selectivos de la
recaptación de serotonina, aunque presentan menos efectos secundarios que los antidepresivos
tricíclicos, tienen efectos más modestos y apenas alivian el dolor, aunque sí la fatiga, la
depresión y ansiedad. El efecto de la combinación de fluoxetina y amitriptilina ha resultado
superior al placebo y a ambos fármacos por separado (Arnold et al., 2000; O’Malley et al.,

299
2000). Los antidepresivos duales también han mostrado ser eficaces, aunque siempre con
menor impacto sobre el dolor (Arnold et al., 2004; Rao, 2002; Vitton, Gendreu, Kranzler y
Rao, 2004). En nuestra muestra el consumir antidepresivos se relaciona con menores niveles
de Afecto Positivo y de Autoeficacia de Dolor para el control de síntomas y de dolor, no
existiendo relación con ningún resultado de enfermedad.

Respecto a los antiinflamatorios, aunque la literatura previa ha mostrado que su


eficacia para aliviar el dolor es muy escasa (Arias, 2008; Rossy et al., 1999), los resultados
encontrados en nuestro trabajo ponen de manifiesto que es el único fármaco que se relaciona
con menor sintomatología asociada, pese a que estos pacientes también mostraban mayores
puntuaciones en el locus de dolor Azar respecto a aquellos que no los consumían. Respecto a
los antiepilépticos, la gabapentina y la pregabalina han sido eficaces en estudios controlados
(Arnold et al., 2007; Crofford et al., 2005) y se ha mostrado su superioridad frente al placebo
en los pacientes con FM (Crofford et al., 2005). Aunque anteriormente mencionábamos que
no existe en Europa ningún fármaco autorizado por la Agencia Europea del Medicamento
para el tratamiento de la FM, la pregabalina fue aprobada junto con la duloxetina y el
milancipran (ambos antidepresivos) como fármacos para el tratamiento de la FM por la Food
and Drugs Administration estadounidense en el año 2007 (Buskila, 2009; Russell et al.,
2009). Sin embargo, a principios del 2010, la Agencia Europea de Medicamentos (EMEA)
hizo pública la no aprobación de la pregabalina (cuyo nombre comercial es Lyrica) como
fármaco dirigido a combatir la FM, aludiendo al hecho de que los estudios no habían
mostrado efectos relevantes ni a corto ni a largo plazo y de que no se habían cumplido los
ensayos clínicos en la Unión Europea.

En relación a los ansiolíticos, aunque se han recomendado para el tratamiento inicial


de los pacientes con FM (Rivera et al., 2006), no se ha probado su eficacia, y con respecto a
los miorrelajantes, han mostrado mejoría en el dolor y el sueño, pero su efecto se atenúa con
el paso del tiempo (Arias, 2008; Rivera et al., 2006). En el caso de estos dos últimos
fármacos, encontramos que las mujeres de este estudio que los consumían mostraron más
indicadores de una baja percepción de control, así como de mayor afectividad negativa,
respuestas de estrés y sintomatología asociada a la enfermedad.

A la vista de nuestros resultados y tras la revisión de los trabajos previos existentes,


parece necesaria una valoración en cada paciente del impacto de la enfermedad, la intensidad

300
de la sintomatología y los trastornos asociados a la enfermedad para establecer pautas
adecuadas de tratamiento tanto farmacológico como no farmacológico. Tal vez la ausencia de
esta valoración integral previa sea una de las razones por las que se prescriben medicamentos
que no tienen la eficacia suficiente o que resultan poco acertados para las necesidades
particulares de cada paciente con FM. Además, el tratamiento farmacológico no suele
complementarse con otro tipo de tratamiento (como ejercicio físico y/o terapia cognitivo-
conductual) provocando que su ineficacia aumente. De hecho, en diferentes estudios se ha
mostrado que la utilización de fármacos no prescritos adecuadamente puede provocar la
aparición de efectos indeseables e incluso el aumento de la sintomatología (Arias, 2008;
Clauw y Crofford, 2003; Culos-Reed y Brawley, 2003 Martinez-Lavin, 2007).

Una adecuada valoración previa, un diagnóstico temprano y la consideración del


tratamiento no farmacológico junto con el farmacológico ajustado a las necesidades del
paciente, parecen variables críticas para mejorar la eficacia del tratamiento en FM. Se ha
señalado además, que las circunstancias propias de la Atención Primaria pueden facilitar el
cumplimiento de estas condiciones. De los pacientes con FM atendidos desde Atención
Primaria, el 50% de los mismos están asintomáticos sin medicación, dos años después del
diagnóstico y de una intervención mínima (Granges, Zilko y Littlejohn, 1994). Sin embargo,
en la consulta especializada sólo un 5% de los pacientes presentan una remisión completa de
sus síntomas, y alrededor del 60% continúan manifestando cansancio y sueño inadecuado, a
pesar de recibir medicación en un 85% (Felson y Goldenberg, 1986). La ocurrencia de algún
evento estresante como abuso físico y/o sexual en las pacientes con FM se asociaba
igualmente a un mayor consumo de medicamentos y un mayor uso de los servicios de salud;
junto con una mayor sintomatología e incapacidad funcional, lo que pone de manifiesto el
papel del estrés en el consumo de fármacos en estas pacientes.

A continuación, se presenta en la Tabla 51 la aceptación o rechazo de las hipótesis


correspondientes a este apartado.

301
Tabla 51. Variables sociodemográficas y clínicas en la FM: aceptación o rechazo de las hipótesis

HIII.1. Se hipotetiza que las personas con FM que consumen analgésicos, obtendrán menores
puntuaciones que aquellas que no consumen analgésicos, en las siguientes variables:
MUESTRA FM
a) Intensidad de Dolor X
b) Interferencia de Dolor X
c) Sintomatología X
d) Rigidez X
HIII.2. Se hipotetiza que las personas con FM que consumen antidepresivos, obtendrán
menores puntuaciones que aquellas que no consumen antidepresivos en las siguientes
variables:
MUESTRA FM
a) Afecto Negativo X
b) Sintomatología X
c) Depresión X
HIII.3. Se hipotetiza que las personas con FM que consumen antiinflamatorios y
miorrelajantes, obtendrán menores puntuaciones que aquellas que no los consumen, en las
siguientes variables:
MUESTRA FM
a) Sintomatología X (sí en antiinflamatorios)
b) Rigidez X
HIII.4. Se hipotetiza que las personas con FM que consumen ansiolíticos, obtendrán menores
puntuaciones en las siguientes variables:
MUESTRA FM
a) Sintomatología X
b) Interferencia Dolor X
c) Ansiedad X
√= aceptación de la hipótesis; X= rechazo de la hipótesis; NA=No Aplica

8.4. VARIABLES PREDICTORAS DE RESULTADOS DE SALUD-ENFERMEDAD EN


PACIENTES CON FM

8.4.1. Respuesta de estrés y afectividad. Diferencias con mujeres con DLC y


mujeres sanas

Respecto a la predicción de las respuestas de estrés, se observa una mayor capacidad


de predicción por parte de las variables específicas de percepción de control de dolor
(oscilando el porcentaje de varianza explicado en las distintas respuestas entre un 31% y 45%)
que por parte de las variables de percepción de control generales (oscilando el porcentaje de
varianza explicado en las distintas respuestas entre un 28% y 38%). Así, en el caso de las
variables de percepción de control generales resalta el papel de la autoeficacia general que
tiene un peso significativo en la explicación de las cuatro modalidades de respuesta. La

302
respuesta emocional es la que obtiene porcentajes de varianza más elevados y en la que
también resulta como variable predictora el Locus de Control Suerte, y en la Respuesta
Fisiológica de Estrés, se incluye igualmente como variable predictora el Locus de Control
Otros Poderosos.

Respecto a las variables específicas de percepción de control de dolor, es de resaltar el


hecho de que son las respuestas emocional, cognitiva y motora las explicadas por estas
variables. En particular, la Autoeficacia Dolor desempeña un papel fundamental
(concretamente Síntomas y Control Dolor) puesto que resultan variables predictoras en las
modalidades cognitiva-emocional de respuesta. En el caso de la respuesta motora, sólo se
observa capacidad predictiva por parte de la Autoeficacia Dolor Síntomas. Además, en el caso
de la respuesta emocional, se incluye como variable predictora el Locus Dolor Destino.

Los resultados obtenidos muestran que las variables de percepción de control tanto
generales como de dolor, juegan un papel importante en las respuestas de estrés de las
mujeres que padecen FM. Sin embargo, el papel de estas variables es claramente diferencial.
Así, en el caso de las respuestas cognitivo-emocionales adquieren especial importancia las
variables de percepción de control de dolor, concretamente la autoeficacia. La autoeficacia
general desempeña a su vez un papel relevante en las respuestas fisiológicas y motoras.
Como se ha venido comentando a lo largo de esta discusión, la literatura ha corroborado la
importancia de estas variables tanto en el desarrollo como en el mantenimiento de la FM
(Buckelew et al., 1995; Lledó et al., 2010; Martín-Aragón, 2000; Martín-Aragón et al., 2001;
Oliver y Cronan, 2002).

Como se ha mencionado anteriormente, los modelos interactivos del estrés (Cox,


1978; Lazarus y Folkman, 1984) insisten en la importancia de las variables personales en la
aparición y mantenimiento del mismo, y precisamente distintos estudios se han centrado en
destacar la importancia que variables como el lugar de control o la autoeficacia tienen en los
procesos de estrés (Peñacoba, 1996). Estas variables cognitivas (tal y como señalaban
Lazarus y Folkman), constituyen recursos dentro de ese set predisposicional a la hora de
enfrentarse a los procesos de estrés. La literatura ha corroborado que las personas con FM
presentan un locus de control más externo (tanto el general como el de salud y/o dolor) en

303
comparación con personas con otros tipos de dolor crónico o sanas (Gustafsson y Gaston-
Johansson, 1996) y esta externalidad está a su vez relacionada con mayor sintomatología de la
enfermedad, peor afrontamiento y distrés psicológico. Nuestros resultados muestran como
variables de locus externo predictoras de las respuestas de estrés las relacionadas con la
Suerte y con Otros Poderosos (en el caso del lugar de control externo general), y con el
Destino (en el caso del lugar de control externo específico dolor), en coherencia con los
estudios previos (Crisson y Keefe, 1988; Härkäpää, Järvikoski y Vakkari, 1996); si bien en la
mayoría de los mismos se valora el locus de control externo desde la salud. Así, la creencia de
que la enfermedad o la propia conducta está determinada por agentes externos, en este caso
por otras personas o por la propia suerte o destino, aumentaría la respuesta de estrés, en sus
modalidades emocional y fisiológica.

Las creencias de autoeficacia en las personas con fibromialgia se han estudiado


fundamentalmente en relación a la adaptación a la enfermedad. En este sentido, se ha
establecido relación entre este tipo de creencia y menor distrés psicológico (Buckelew et al.,
1995; Martín-Aragón et al., 2001; Oliver y Cronan, 2002) manifestado por las respuestas de
estrés. Así, una persona con una alta autoeficacia en relación al manejo del estrés, llevará a
cabo conductas de afrontamiento adecuadas. Diferentes estudios ponen de manifiesto el papel
positivo de la autoeficacia para el manejo del dolor y en el control de los síntomas asociados a
la FM (Buckelew et al., 1995; Martín-Aragón et al., 2001; Menzies, Taylor y Bourguignon,
2006; Miró, 1994), encontrándose entre ellos, el estrés. Parece que nuestros datos corroboran
que una baja autoeficacia (tanto general como de dolor) predice las respuestas de estrés
evaluadas.

De acuerdo con la propuesta de Okifuji y Turk (1999), la mala regulación de la


respuesta al estrés en estas pacientes se debería precisamente a la falta de respuestas
adaptativas derivadas de las variables de percepción de control, contribuyendo además a la
sintomatología asociada a la enfermedad. Así pues, tanto el lugar de control como la
autoeficacia se muestran como recursos cognitivos esenciales para disminuir las respuestas de
estrés y/o sintomatología asociada. La importancia de ambas variables se ha puesto ya de
manifiesto en el control del estrés o en la adhesión terapeútica (Prendergast, 1994). Además,
el papel positivo de ambas variables resulta fundamental para el manejo del dolor y el control
de los síntomas en la FM (Crone, 1999; Menzies, Taylor y Bourguignon, 2006; Zaharoff,
2005).

304
En cuanto a los modelos explicativos de la Afectividad, al igual que ocurría en el caso
de las respuestas de estrés, encontramos una mayor capacidad de predicción por parte de las
variables específicas de percepción de control de dolor (siendo los porcentajes de varianza de
31% y 43%) que por parte de las variables de percepción de control generales (siendo los
porcentajes de varianza de 23% y 31%). Así, en el último caso destaca el papel de la
autoeficacia general, especialmente en el caso del afecto positivo, dónde constituye la única
variable predictora de percepción de control. En el caso del afecto negativo, junto con la
autoeficacia general también se observa como variable predictora el Locus de Control Suerte.
En el caso de los modelos de predicción de variables específicas de percepción de control de
dolor, nuevamente se pone de manifiesto el papel de la autoeficacia de dolor (la subescala
síntomas para los dos tipos de afecto, y de manera adicional la subescala actividades en el
caso del afecto positivo).

Parece por lo tanto, que las variables de percepción de control, y en particular la


autoeficacia (tanto general como de dolor) desempeñan un papel importante en la afectividad
de la persona. Estos resultados señalan la importante conexión entre aspectos cognitivos y
emocionales. Una alta autoeficacia se relaciona con el afecto positivo, mientras que la baja
autoeficacia conlleva afecto negativo. Además, los resultados apuntan a la independencia de
ambos tipos de afectividad, de manera que las variables predictoras difieren en ambos casos.
Así, en relación a las variables de percepción de control generales, el locus de control suerte
desempeña un papel importante en la predicción del afecto negativo junto con la autoeficacia
general. Especialmente relevantes son los resultados encontrados en relación a las variables
específicas de percepción de control de dolor. Las mujeres con FM podrían regular su afecto
negativo incrementado su autoeficacia sobre la sintomatología asociada; sin embargo para
lograr emociones asociadas al afecto positivo necesitan además incrementar su autoeficacia
sobre la realización de actividades. Aunque estudios previos han mostrado la relación entre
afectividad negativa, dolor percibido, mayores experiencias estresantes, baja autoeficacia y
sintomatología asociada a la FM (Davis et al., 2001; Davis et al., 2004; Kersh et al., 2001;
Kurtze y Svebak, 2005; Potter et al., 2000; Zautra et al., 1999), apenas existe literatura sobre
las variables influyentes en el afecto positivo, como se viene señalando desde la Psicología
positiva. Esta diferenciación tiene importantes repercusiones prácticas, dado que en función
de los objetivos de los programas de intervención, la actuación deberá ser diferencial en base
a las variables realmente implicadas.

305
En este contexto, resulta de especial relevancia trabajar tanto con variables de
enfermedad como de salud, en debilidades como en fortalezas, en afecto negativo como en
afecto positivo, en todos los problemas de salud en general y en particular en la FM. En
relación al afecto, estudios como el de Zautra et al. (2005) muestran que las pacientes con FM
presentan problemas en el balance afectivo: tienen menores niveles de afecto positivo aunque
no presentan elevados niveles de afecto negativo, a diferencia de lo planteado en la mayoría
de los estudios (Zautra et al., 2005). Esta situación se corresponde con los datos obtenidos en
nuestro trabajo, las personas con FM difieren de las mujeres con DLC, de manera
significativa, en los menores niveles en afecto positivo, pero no en los mayores niveles en
afecto negativo. El problema de regulación emocional en estas pacientes no se explica por la
afectividad negativa sino por una cierta vulnerabilidad en el sistema del afecto positivo; estas
pacientes muestran poca receptividad hacia las emociones o eventos positivos, centrándose en
los negativos. Estos resultados ponen de manifiesto la importancia de dirigir las
intervenciones hacia el incremento de los recursos positivos en estas pacientes.

En esta línea, y con el objetivo de diferenciar entre afecto positivo y afecto negativo,
el equipo investigador (Velasco et al., 2009) valoró un modelo causal mediante ecuaciones
estructurales que definía la presencia de dos dimensiones: recursos cognitivo-afectivos y
vulnerabilidades cognitivo-afectivas. Los recursos se componían de afecto positivo,
autoeficacia para el control de síntomas, autoeficacia para las actividades físicas y para el
dolor y lugar de control interno. Las vulnerabilidades eran las respuestas de estrés (emocional,
fisiológica, cognitiva y motora), ansiedad, depresión y afecto negativo. Los recursos
mostraron una influencia directa en el funcionamiento físico que a su vez influía en la
tolerancia térmica al dolor. En este sentido, se pone de manifiesto la capacidad de estas
pacientes para mantener el bienestar a pesar del dolor: la presencia de emociones positivas les
ayuda a no sentirse disfuncionales, sino por el contrario, a adaptarse al dolor. Los recursos
positivos serían la clave para esa mejor tolerancia del dolor. Por otro lado, las
vulnerabilidades predecían la intensidad de dolor y sintomatología asociada. Estos resultados
nos permiten igualmente reflexionar sobre el estrecho vínculo entre variables cognitivas y
emocionales, en su clasificación como variables positivas y negativas.

Comparando los modelos predictivos de las respuestas de estrés y la afectividad en las


mujeres con FM respecto a las mujeres con DLC y sanas, observamos diferencias sobre las

306
cuales reflexionar (ver Tabla 52). Respecto a la predicción de las respuestas de estrés, en el
caso de la muestra de sanas el papel de la autoeficacia se reduce, tomando un papel más
relevante el lugar de control externo, concretamente el Locus de Control Otros Poderosos. En
el caso de las mujeres con DLC, se observan porcentajes similares de varianza explicada para
las variables de percepción de control generales y para las específicas de dolor. Las variables
de percepción de control generales (concretamente la autoeficacia y el lugar de control otros
poderosos) únicamente contribuyen a la predicción de la respuesta cognitiva. Las variables de
percepción de control específicas de dolor sólo tienen un papel predictor en la respuesta
fisiológica y motora (recordemos que en el caso de la FM era en la cognitiva y emocional) y
la autoeficacia pierde su papel predictor, ocupándolo en su lugar el Locus Dolor Azar.

Tabla 52. Resultados obtenidos por las tres submuestras en los análisis de regresión
FM DLC SANAS
ESTRES Variables generales de percepción de control
R. EMOCIONAL A General --------- LC otros poderosos
LC Suerte A General
R. COGNITIVA A General LC otros poderosos LC otros poderosos
A General A General
R. FISIOLOGICA A general ---------- LC otros poderosos
LC otros poderosos
R. MOTORA A General ---------- LC otros poderosos
Variables específicas de percepción de control de dolor
R. EMOCIONAL A Síntomas ----------- No procede
A Control Dolor
LD Destino
R. COGNITIVA A Dolor Síntomas ----------- No procede
A Control Dolor
R. FISIOLOGICA -------- LD Azar No procede
R. MOTORA -------- LD Azar No procede
AFECTIVIDAD Variables generales de percepción de control
A. POSITIVO A General LC interno A General
A. NEGATIVO A General A General LC Interno
LC Suerte
Variables específicas de percepción de control de dolor
A. POSITIVO A Dolor Síntomas A Dolor Síntomas No procede
A Dolor Actividades
A. NEGATIVO A Dolor Síntomas ---------- No procede
A= Autoeficacia; LC= Locus de Control; LD= Locus de Control de Dolor

En relación al afecto, en las mujeres sanas se observa que la autoeficacia general es


la variable predictora del afecto positivo, mientras que el locus de control interno es la
variable predictora del afecto negativo. En la muestra de mujeres con DLC se observa el
patrón inverso al descrito en sanas respecto a las variables de percepción de control general
(la autoeficacia se vincula al afecto negativo, mientras que el locus de control interno se

307
vincula al afecto positivo). Respecto al papel de las variables de percepción de control de
dolor en la afectividad de la muestra con DLC, observamos que estas variables sólo
contribuyen a la explicación del afecto positivo (en particular la Autoeficacia Dolor
Síntomas).

Comparando los resultados obtenidos por las tres submuestras (tal y como se refleja en
la Tabla 52), observamos un papel diferencial de las diferentes variables de percepción de
control. Respecto a las muestras con dolor crónico, estas variables, especialmente aquellas
que se refieren a la percepción de control específica de dolor, tienen un mayor protagonismo
en la muestra de FM. Concretamente, la autoeficacia dolor desempeña un papel regulador en
el caso de la FM en la respuesta cognitivo-emocional, mientras que en la muestra con DLC es
el lugar de control dolor azar el que favorece la respuesta fisiológica y motora de estrés.
Además, en el caso de la afectividad, las variables de percepción de control específicas de
dolor desempeñan un papel importante en la regulación de ambos afectos en el caso de las
pacientes con FM, mientras que en el caso del DLC sólo son predictoras del afecto positivo.

Pese a este perfil diferencial que nos obliga al planteamiento de modelos explicativos
específicos, lo que parece evidente es el papel tanto del lugar de control como de la
autoeficacia en los procesos de salud-enfermedad en general, y no sólo asociados a los
procesos de dolor crónico.

La participación del individuo en los procesos de estrés, como agente activo y


transformador de su entorno, resulta básica en la resolución de conflictos y en el manejo de
las situaciones de desajuste. Esta participación tendría como función amortiguar el impacto de
las situaciones estresantes y a su vez podría actuar como potenciadora del bienestar y la salud
del individuo (Moreno-Jiménez, González y Garrosa, 1999; 2001; Söderfeldt et al., 2000).
Así, dentro de este papel de agente tendrían un papel importante las variables de percepción
de control para aminorar la experiencia estresante y de afecto negativo; así como para
promover los recursos emocionales positivos. Desde la perspectiva de un modelo procesual de
personalidad positiva, esa capacidad del sujeto activo guardaría relación con competencias
emocionales de afrontamiento que buscarán regular la respuesta emocional y potenciar los
recursos emocionales de resistencia.

308
La autoeficacia percibida ante situaciones estresantes o amenazantes generará unas
expectativas sobre los resultados en función de la convicción por parte del individuo de que
no sólo posee los recursos de afrontamiento necesarios sino que además es capaz de mantener
una flexibilidad adaptativa que le permita controlar las demandas de la situación (Idel et al.,
2003). Si existen expectativas de autoeficacia se facilitará la elección de comportamientos
saludables y estrategias de afrontamiento adecuadas ante situaciones difíciles como una
enfermedad incapacitante. A su vez, el efecto emocional de la autoeficacia perfilará una
percepción de control que considerará la salud como un bien importante para el sujeto y
modificable positivamente por su propio comportamiento. La autoeficacia general también se
relaciona con el afecto positivo (ver Reich y Zautra, 1981), de tal manera que al sentirse capaz
de llevar a cabo las tareas y lograrlas alcanzando los objetivos propuestos, el estado de
bienestar subjetivo se vería reflejado en un estado de ánimo también positivo (Carver,
Lawrence y Scheier, 1996). Igualmente, el locus de control interno como tendencia a atribuir
resultados a uno mismo más que a causas externas, ha sido relacionado con el bienestar
subjetivo (Cooper, Okamura y McNeil, 1995; Erez, Johnson y Judge, 1995) lo que explicaría
su papel predictivo en la afectividad.

8.4.2. Intensidad de dolor. Diferencias con mujeres con DLC.

Uno de los datos relevantes encontrados es que ninguna de las variables de percepción
de control (ni general ni de dolor) tiene poder predictivo sobre la intensidad de dolor en el
caso de la FM. En el caso de las mujeres con DLC, encontramos como variables predictoras
de la intensidad de dolor, el Locus de Control Suerte como variable de percepción de control
general y la Autoeficacia Dolor Actividades como variable de percepción de control
específica de dolor, siendo mayor el poder predictivo de esta última.

Los resultados obtenidos en relación al DLC, en su conjunto, apuntan en la linea de


estudios previos en los que se observa que los pacientes con dolor crónico que presentan esta
percepción de control interna, muestran menores niveles de malestar emocional (Marks et al.,
1986) además de una menor intensidad de dolor (Conant, 1991; Jensen et al., 2001; Jordan et
al., 1998; Skevington, 1983; Toomey et al., 1991), y menos alteraciones del estado de ánimo
(Jensen et al., 2001; Jordan et al., 1998; Rudy, Kerns y Turk, 1998; Skevington, 1983,).

309
Concretamente, en personas con dolor lumbar crónico, el locus de control interno tiene
relación con menor malestar psicológico y con el empleo de estrategias de afrontamiento
adaptativas que podrían aminorar la respuesta de estrés y el afecto negativo experimentado
por estas pacientes en relación a su dolor (Conant, 1991; Skevington, 1983).

Sin embargo, en el caso de las pacientes con FM, estas variables de percepción de
control no parecen tener un efecto directo sobre la intensidad de dolor. En este sentido, como
será comentado en el siguiente epígrafe, las relaciones observadas entre intensidad de dolor y
sintomatología e interferencia del dolor, podrían apuntar al papel diferencial de las variables
de percepción de control y a la necesidad de contemplar otros resultados de enfermedad
aparte del dolor en una aproximación integral a la fibromialgia.

8.4.3. Variables de resultado de enfermedad asociadas a FM

Los resultados encontrados señalan diferencias en el papel de las variables de


percepción de control en las variables de enfermedad asociadas a la FM. Así, tanto las
variables de percepción de control general como las específicas de dolor constituyen variables
predictoras de dichas variables, aunque con pesos significativamente diferentes. Así, la
sintomatología total se asocia con la autoeficacia general, la limitación funcional con el lugar
de control interno general y con la autoeficacia dolor actividades, la interferencia al dolor con
el Lugar de control Otros poderosos y la sintomatología total FIQ con el Locus de Dolor
Destino y con la Autoeficacia de Control de Dolor. Respecto a la sintomatología emocional,
la ansiedad se asocia tanto con la autoeficacia general como con la Autoeficacia de Control de
Dolor, mientras que la depresión se asocia con el Locus de Dolor Destino.

Diferentes programas de tratamiento de naturaleza interdisciplinar o cognitivo-


conductual han comprobado la necesidad de trabajar con las expectativas de autoeficacia para
disminuir la sintomatología asociada y el dolor en la FM (Aspegren et al., 2000; Bailey et al.,
1999; Buckelew et al., 1995; 1996; González-Gutiérrez et al., 2009; Lera et al., 2009; Martin
et al., 1996; Nielson et al., 1992; Schachter et al., 2003; White y Nielson, 1995).

En lo que respecta a la sintomatología emocional, tanto la autoeficacia en el caso de la


ansiedad como el Locus de Dolor Destino en el caso de la sintomatología depresiva se

310
muestran como variables relevantes. Tomando como referencia la dimensión de personalidad
de riesgo definida por Folkman (1984), podrían encontrarse algunas similitudes con las
pacientes con FM: individuos más proclives a la percepción de amenaza y daño, y a la
percepción de carencia de recursos y falta de control personal, con mayor probabilidad de
afrontamiento emocional, y que experimentan más emociones negativas y malestar. Estos
factores situarían a la persona en una vivencia continúa de estrés, ansiedad y depresión. Esta
carencia de recursos se reflejaría en los bajos niveles de autoeficacia y en un locus de control
externo (Buckelew et al., 1990; Crisson y Keefe, 1988; Skevington, 1990).

Finalmente, con respecto a la Limitación Funcional, se han mostrado como variables


predictoras el Locus de Control Interno y la Autoeficacia de Dolor Actividades. Trabajos
previos ya han mostrado que la autoeficacia se relaciona con una mayor actividad física en la
FM (Culos-Reed y Brawley, 2001; 2003). La confianza en la realización de ciertas
actividades, podría hacer que participen en ellas y también en actividades que requieran
menor esfuerzo, como el caso de las actividades valoradas para el presente estudio (como ir a
la compra, dar algún paseo, etc). Además, la autoeficacia específica para la realización de
actividades predice la actividad física y el funcionamiento físico de estas pacientes (Culos-
Reed, 2001).

Uno de los resultados que llama la atención, y que ha sido comentado con
anterioridad, es la ausencia de capacidad predictiva de las variables de percepción de control
(tanto generales como de dolor) sobre la Intensidad de Dolor en la muestra con FM (a
diferencia de lo ocurrido en las pacientes con DCL). Estos resultados se han encontrado
también en estudios previos longitudinales en relación a las creencias de dolor y el
afrontamiento (Esteve et al., 2007; Martin-Aragón et al., 2003; Pons, 2010; Strahl,
Kleinknecht y Dinnel, 2000). La idea de que en las enfermedades crónicas resulta poco
pertinente el trabajo desde el modelo biomédico, desde el momento en que otras variables
diferentes a los síntomas percibidos por los pacientes contribuyen de forma significativa a los
resultados de salud, ha sido objeto de reflexión por numerosos autores (Brekke, Hjordahl y
Kvien, 2001, 2003; Esteve et al., 2007; Martín-Aragón et al., 2003; Pastor et al., 1999; Pastor
et al., 2004; Pons, 2010). En nuestro trabajo se valoró la Intensidad de Dolor como una
variable resultado sin contemplar su interacción con el resto de la sintomatología de la FM,
pese a observarse correlaciones significativas de la intensidad de dolor con la sintomatología

311
asociada, la interferencia de dolor y los síntomas FIQ. Estudios previos han mostrado que la
Intensidad de Dolor predice significativamente la Fatiga de las pacientes con FM (Nicassio et
al., 2000) y el Impacto Físico (Dobkin et al., 2006). Los datos abren una vía de reflexión
sobre la independencia del dolor como síntoma principal de la FM; y las complejas relaciones
que puede mantener con variables antecedentes y resultado, estableciendo diferentes perfiles
dentro de las personas diagnósticadas genéricamente como “Fibromialgia”.

A continuación, en Tabla 53 presentamos la aceptación o rechazo de las hipótesis


correspondientes a este apartado.

Tabla 53. Variables predictoras de resultados de salud-enfermedad en la FM: aceptación o


rechazo de las hipótesis
HIV.1. Para la muestra de personas con Fibromialgia, menores puntuaciones de Autoeficacia
general, Locus de Control Interno y mayores puntuaciones de Locus de Control Externo,
predecirán mayores niveles de Respuesta de Estrés así como de Afecto Negativo, Intensidad de
Dolor, Sintomatología Total, Síntomas FIQ, Limitación Funcional, Interferencia de Dolor,
Fatiga, Ansiedad y Depresión.
MUESTRA FM
X
(A General y LC Suerte predice RE y AN; A General predice RC, RM,
ST y Ansiedad; A General y LC Otros Poderosos predice RF; LC
Interno predice LF y LC Otros Poderosos predice Interferencia Dolor)
HIV.2. Para la muestra de personas con Fibromialgia, menores puntuaciones de Autoeficacia
de Dolor y Locus de Dolor Interno y mayores puntuaciones de Locus de Dolor Externo,
predecirán mayores niveles de Respuesta de Estrés así como de Afecto Negativo, Intensidad de
Dolor, Sintomatología Total, Síntomas FIQ, Limitación Funcional, Interferencia de Dolor,
Fatiga, Ansiedad y Depresión.
MUESTRA FM
X
(LD Destino, ADS y ACD predice RE; ADS y ACD predice RC; ADS
predice AN; LD Destino y ACD predice Síntomas FIQ; ADA predice
LF; ACD predice Ansiedad y LD Destino predice Depresión)
HIV.3. Para la muestra de personas con Fibromialgia y DLC, mayores puntuaciones de
Autoeficacia General y Locus de Control Interno y menores puntuaciones de Locus de Control
Externo, predecirán mayores niveles de Afecto Positivo.
MUESTRA FM MUESTRA DLC
X (sí con A General) X (sí con Locus Interno)
HIV.4. Para la muestra de personas con Fibromialgia y DLC, mayores puntuaciones de
Autoeficacia de Dolor y Locus de Dolor Interno y menores puntuaciones de Locus de Dolor
Externo predecirán mayores niveles de Afecto Positivo.
MUESTRA FM MUESTRA DLC
X (sí con ADS y ADA) X (sí con ADS)
HIV.5. Para la muestra de personas con DLC, menores puntuaciones de Autoeficacia General
y Locus de Control Interno y mayores puntuaciones de Locus de Control Externo predecirán
mayores niveles de Respuesta de Estrés así como de Afecto Negativo e Intensidad de Dolor.
MUESTRA DLC
X
(A General y LC Otros Poderosos predice RC; A General predice AN;
LC Suerte predice Intensidad de Dolor)

312
Tabla 53. (cont.) Variables predictoras de resultados de salud-enfermedad en la FM: aceptación
o rechazo de las hipótesis
HIV.6. Para la muestra de personas con DLC, menores puntuaciones de Autoeficacia de Dolor
y Locus de Dolor Interno y mayores puntuaciones de Locus de Dolor Externo predecirán
mayores niveles de Respuesta de Estrés así como de Afecto Negativo e Intensidad de Dolor.
MUESTRA DLC
X
(LD Azar predice RF y RM y ADA predice Intensidad de Dolor)
HIV.7. Para la muestra de personas sanas, menores puntuaciones de autoeficacia general y de
Locus de Control Interno y mayores puntuaciones de Locus de Control Externo predecirán
mayores niveles de Respuestas de Estrés así como de Afecto Negativo.
MUESTRA SANAS
X
(A General y LC Otros Poderosos predice RE y RC; LC Otros
Poderosos predice RF y RM y LC Interno predice AN)
HIV.8. Para la muestra de personas sanas mayores puntuaciones de autoeficacia general y de
Locus de Control Interno y menores puntuaciones de Locus de Control Externo predecirán
mayores niveles de Afecto Positivo.
MUESTRA SANAS
X (sí con A General)
X= rechazo de la hipótesis; A= Autoeficacia; LC= Locus de Control; RE= Respuesta Emocional de Estrés; AN=
Afecto Negativo; RC= Respuesta Cognitiva de Estrés, RM= Respuesta Motora de Estrés; ST= Sintomatología
Total; RF= Respuesta Fisiológica de Estrés; LF= Limitación Funcional; LD= Locus de Control de Dolor; ADS=
Autoeficacia Dolor Síntomas; ACD= Autoeficacia Control Dolor; ADA= Autoeficacia Dolor Actividades

8.5. EL PAPEL MEDIADOR DEL AFECTO ENTRE LAS VARIABLES DE


PERCEPCIÓN DE CONTROL DE DOLOR Y LAS VARIABLES DE
ENFERMEDAD EN FM (INTENSIDAD DE DOLOR, LIMITACIÓN
FUNCIONAL, ANSIEDAD Y DEPRESIÓN)

De los resultados obtenidos del análisis de mediación se observa un mayor papel


mediador del afecto negativo entre la percepción de control y las variables resultado de la
Fibromialgia. Además en la mayoría de las ocasiones, el afecto negativo tiene un papel
mediador total, de modo que la capacidad predictiva de las variables de percepción de control
consideradas se explica únicamente a partir de su influencia. Las variables resultado
explicadas mediante los modelos de mediación han sido fundamentalmente la ansiedad y la
depresión, y en menor medida la limitación funcional. La intensidad de dolor no se ajusta a
ninguno de los modelos de mediación planteados.

Así, el afecto negativo actúa como mediador entre el Locus Dolor Interno, el Locus
Dolor Destino, la Autoeficacia Dolor Síntomas, la Autoeficacia Dolor Actividades, la
Autoeficacia Control Dolor como variables predictoras y la Ansiedad y la Depresión como

313
variables resultado. En todos los casos la mediación es total salvo en el caso de la
Autoeficacia Control Dolor, dónde la mediación es parcial. Igualmente, el afecto negativo
actúa como mediador, en este caso parcial, entre la Autoeficacia Dolor Síntomas y la
limitación funcional. Por otro lado, el afecto positivo actúa como mediador parcial entre el
Locus Dolor Interno y la Ansiedad y la Depresión.

Los resultados encontrados son coherentes con la literatura previa (González-Gutiérrez


et al., 2009; Kurtze y Svebak, 2005; Potter et al., 2000), que pone de manifiesto como, en
relación con la explicación de la ansiedad, depresión y limitación funcional a partir de las
variables de percepción de control y el afecto, sería el afecto negativo el mejor predictor de
dichos resultados. El papel mediador del afecto positivo es claramente menor, y asociado a
una percepción de control interno, contribuye a disminuir los niveles de ansiedad y de
depresión.

La FM ha sido asociada en numerosas ocasiones con la afectividad negativa (Kurtze y


Svebak, 2005; Potter et al., 2000) e incluso autores como Davis et al. (2001), Potter et al.
(2000), Zautra et al. (1999), Burckhardt et al. (1992), Staud et al. (2003), Zautra, Johnson y
Davis (2005), y Zautra et al. (2007), la consideran como una variable importante en la
consolidación y desarrollo de la propia enfermedad. Además, en forma de círculo vicioso,
estas emociones negativas estarían influyendo a su vez en la sintomatología asociada a la FM
(De-Jong, van Sonderen y Emmelkamp, 1999; Matthews y Desmond, 1998; Ramírez-
Maestre, Zarazaga y López-Martínez, 2001).

Una de las limitaciones en la interpretación de los resultados encontrados es la


evaluación de la ansiedad y la depresión a través de ítems individuales del FIQ, y su posible
contaminación con el afecto positivo y negativo, precisamente por el procedimiento de
medida empleado. Sin embargo, reconociendo estas limitaciones, es necesario matizar que en
este caso las medidas de ansiedad y depresión se refieren a sintomatología emocional y no a
diagnóstico psiquiátrico. En este sentido, Pérez-Pareja et al. (2004) diferencian trastorno
psiquiátrico de estado de ánimo, señalando la importancia de esta diferencia no sólo en el
diagnóstico de la enfermedad sino en las intervenciones que puedan realizarse. Para estos
autores, el estado de ánimo deprimido de estas pacientes sería la consecuencia de los propios

314
síntomas del síndrome así como de las interferencias del dolor. Así, el hecho de no poder
realizar las actividades que hasta el momento habían sido habituales o el hecho de no poder
controlar el propio dolor y la interferencia del mismo, provocarían mayor sintomatología
negativa, en la línea de los efectos mediadores encontrados en nuestro trabajo a través del
afecto negativo.

Por otro lado, es de destacar el papel mediador parcial del afecto negativo entre la
Autoeficacia Dolor Síntomas y la limitación funcional. Como se ha venido señalando, las
creencias de autoeficacia desempeñan un papel importante cara al funcionamiento físico de
las pacientes con FM. En este sentido, una menor autoeficacia respecto a la sintomatología
conllevaría un mayor Afecto Negativo afectando a la limitación funcional. Estudios previos
han comprobado la relación entre la autoeficacia de dolor y la limitación funcional (Buckelew
et al., 1995; Jegede, 2006; Martín-Aragón et al., 2001; Mueller et al., 2003; Oliver y Cronan,
2002; Theadom, Cropley y Humphrey, 2007; Velasco et al., 2006), aunque no han incluido la
Afectividad como variable mediadora en la misma.

La capacidad funcional constituye una de las principales fuentes de preocupación de


los pacientes con FM ya que se encuentran limitados en la realización de diferentes
actividades, sobretodo en las actividades de la vida diaria, que consideran fundamentales. Por
consiguiente, la dificultad o imposibilidad en la realización de las mismas provoca una serie
de emociones negativas, que se refleja en los elevados niveles de afecto negativo y bajos
niveles de afecto positivo de estas pacientes, así como una pobre autoeficacia de dolor tanto
para la realización de actividades, como para el control de síntomas y el control del dolor.
Este deterioro funcional también se ve agravado muchas veces por la incomprensión del
entorno debido a la propia naturaleza de la enfermedad (inexistencia de alteraciones orgánicas
demostrables) (Esteve-Vives et al., 2010).

Diferentes estudios (Alonso et al., 2004; Davis, Zautra y Reich, 2001; Hassett et al.,
2008; Zautra, Hamilton y Burke, 1999) valoran la relación del afecto positivo y negativo con
la sintomatología de la FM, utilizando el mismo instrumento empleado en nuestro estudio
(PANAS). Los resultados obtenidos ponen de manifiesto que el afecto negativo mantiene
mayor relación con los síntomas de la enfermedad y con la propia limitación funcional que el
afecto positivo. Pese a que los resultados relativos al afecto positivo son más limitados,
conviene recordar igualmente la tendencia a emplear indicadores negativos de enfermedad

315
como variables resultado, ignorando resultados positivos como satisfacción, bienestar o
calidad de vida. En esta linea, autores como Lyubomirsky, Sheldon y Schkade (2005)
consideran que las emociones positivas son más algo más que la ausencia de emocionalidad
negativa, por lo que es importante considerar la utilidad potencial de las emociones positivas
para alcanzar elevados niveles de bienestar psicológico, incluso en situaciones de enfermedad.

Esta “falta de protagonismo” del afecto positivo como mediador respecto al efecto de
las variables de percepción de control podría entenderse por el dato, ya comentado, de la
incapacidad de los pacientes de FM para movilizar recursos positivos que neutralicen la
experiencia de dolor y el afecto negativo asociado a ésta (Zautra et al., 2005). Es por ello que
la dificultad para mantener un estado de ánimo positivo representa un reto adicional para la
adaptación en pacientes con FM. Además, podría existir un círculo vicioso entre menor
afecto positivo y menores relaciones sociales satisfactorias, lo que podría explicar igualmente
los resultados en relación a las respuestas de estrés interpersonal. Como ya se ha señalado,
estas pacientes tienen poca receptividad ante las emociones o eventos positivos, centrándose
más en los negativos, experimentando una relativa ausencia de recursos emocionales y
cognitivos positivos (Potter, Zautra y Reich, 2000; Zautra et al., 2001).

Otros estudios (Arnold et al., 2006; Hassett et al., 2000, 2008; Porter-Moffitt et al.,
2006; Suhr, 2003) han confirmado este patrón afectivo (bajos niveles de afecto positivo y
altos niveles de afecto negativo) en las pacientes con FM y sus consecuencias en un menor
funcionamiento físico y mayor sintomatología clínica. Algunos autores (Clauw y Chrousos,
1997; Martínez-Lavin, 2004; Sarzi-Puttini et al., 2006) plantean el estudio del papel de las
variables afectivas a través de correlatos fisiológicos.

En cualquier caso, parece evidente que las intervenciones dirigidas a la disminución


del afecto negativo pueden contribuir a la mejora de la calidad de vida de estas pacientes a
través de la propia optimización de las variables de percepción de control. Igualmente, uno de
los aspectos fundamentales cara al tratamiento de la enfermedad estaría encaminado a diseñar
intervenciones que incrementen los recursos positivos. Las experiencias positivas serían un
punto clave para aumentar la calidad de vida y el funcionamiento físico de estas pacientes.
Una de las implicaciones prácticas sería la inclusión, dentro de la terapia psicológica, de
programas de regulación emocional, prácticamente inexistentes en el abordaje de la FM,
como vehículo de mejora de estas pacientes y de adaptación a la enfermedad.

316
A continuación, se presenta en la Tabla 54 la aceptación o rechazo de las hipótesis
correspondientes a este apartado.

Tabla 54. El papel mediador del afecto entre las variables de percepción de control y las de FM:
aceptación o rechazo de las hipótesis
HV.1. Se espera que el Afecto Positivo y el Afecto Negativo medie la relación entre Locus de
Dolor Interno y la intensidad de dolor, limitación funcional, ansiedad y depresión.
MUESTRA FM
X
(AP media entre LDI y Ansiedad y Depresión y AN media entre LDI y
Ansiedad y Depresión)
HV.2. Se espera que el Afecto Positivo y el Afecto Negativo medie la relación entre Locus de
Dolor Externo (Profesionales, Azar y Destino) y la intensidad de dolor, limitación funcional,
ansiedad y depresión.
MUESTRA FM
X
(AN media entre LDD y Ansiedad y Depresión
HV.3. Se espera que el Afecto Positivo y el Afecto Negativo medie la relación entre la
Autoeficacia Dolor Síntomas y la intensidad de dolor, limitación funcional, ansiedad y
depresión.
MUESTRA FM
X
(AN media entre ADS y limitación funcional, Ansiedad y Depresión)
HV.4. Se espera que el Afecto Positivo y el Afecto Negativo medie la relación entre la
Autoeficacia Dolor Actividades y la intensidad de dolor, limitación funcional, ansiedad y
depresión.
MUESTRA FM
X
(AN media entre ADA y Ansiedad y Depresión)
HV.5. Se espera que el Afecto Positivo y el Afecto Negativo medie la relación entre la
Autoeficacia Control Dolor y la intensidad de dolor, limitación funcional, ansiedad y
depresión.
MUESTRA FM
X
(AN media entre ACD y Ansiedad y Depresión)
X= rechazo de la hipótesis; AP= Afecto Positivo; LDI= Locus de Dolor Interno; AN= Afecto Negativo;
LDD= Locus de Dolor Destino; ADS=Autoeficacia Dolor Síntomas; ADA=Autoeficacia Dolor Actividades;
ACD= Autoeficacia Control Dolor

8.6. UN MODELO INTEGRADOR EXPLICATIVO EN FM

En la fase final de nuestro trabajo se evaluó un modelo causal de la relación entre los
recursos cognitivo-afectivos y las vulnerabilidades cognitivo-afectivas en nuestras pacientes
con fibromialgia, interesándonos por la relación entre estas variables y una serie de resultados
de la enfermedad, como la limitación funcional, la intensidad de dolor, la sintomatología
asociada y la ansiedad y la depresión. Para ello, se utilizaron las técnicas derivadas del

317
modelo de ecuaciones estructurales (SEM), obteniéndose índices que sugieren un adecuado
ajuste del modelo evaluado.

El modelo de relación entre los recursos y las vulnerabilidades cognitivo-afectivas


apoyan la hipótesis de la existencia de una serie de variables que funcionarían como recursos
incluyendo por un lado procesos cognitivos de percepción de control y por otro recursos
emocionales como la afectividad positiva (Prendergast, 1994; Thompson, 2006). Así, la
autoeficacia para el control del dolor y las expectativas de control constituyen dos constructos
cuyos efectos positivos se han puesto de manifiesto en aspectos como el afrontamiento ante el
estrés o la adhesión terapeútica. Ambas variables han mostrado su papel positivo dentro de la
salud (Dwyer, 1997; Lin & Ward, 1996; Pastor et al., 1999). Respecto al estudio de estas
creencias de control en la fibromialgia, son más numerosos los estudios que se centran en la
autoeficacia, siendo menores los dedicados al locus de control, aunque el locus de control
interno se ha relacionado con menor sintomatología asociada a la FM y mayor
funcionamiento físico mejorando así la calidad de vida de los pacientes (Crone, 1999;
Zaharoff, 2005). En distintos estudios se ha puesto de manifiesto el papel positivo de la
autoeficacia en el manejo del dolor y de la sintomatología en personas con FM (Menzies,
Taylor y Bourguignon, 2006). Además de estas variables cognitivas, encontramos que la
afectividad positiva también se incluye en este set de “recursos”, que actuando de manera
conjunta, tienen una influencia importante en el funcionamiento físico de las pacientes con
FM. Así, el empleo de estos recursos disminiría la limitación funcional. En este sentido,
estudios previos han demostrado la influencia de estas variables sobre el funcionamiento
físico en la FM (Buckelew et al., 1995; Culos-Reed y Brawley, 2003; Fontaine, Conn y
Clauw, 2010), y en diferentes programas de tratamiento mencionan que la autoeficacia es
fundamental a la hora de predecir el funcionamiento físico (Buckelew et al., 1996;
Mannerkorpi et al., 2006; Oliver y Cronan, 2002; Rivera et al., 2004; Schachter et al., 2003).
La presencia de emociones positivas así como los recursos cognitivos reflejarían un mejor
funcionamiento físico y menor sintomatología clínica en la FM (Arnold et al., 2006; Hassett
et al., 2000; 2008; Porter-Moffitt et al., 2006; Suhr, 2003).

Por otro lado, en el presente modelo encontramos una serie de vulnerabilidades


cognitivo-afectivas que afectarían directamente a la sintomatología presentada en la FM. Así,
estas vulnerabilidades serían las diferentes respuestas de estrés, el locus de control de dolor

318
externo y el afecto negativo. El estrés se ha asociado a elevados niveles de malestar
psicológico, incluyendo sintomatología relacionada con la ansiedad, la depresión o el afecto
negativo. Este tipo de sintomatología afectiva aparece en la mayoría de las ocasiones de
manera conjunta a los procesos de estrés en diferentes contextos y poblaciones (Fresco, 2000;
Melchior et al., 2007; Stillerman, 2007). Como ya se ha señalado, son numerosos los estudios
que encuentran relaciones entre el estrés (estudiado éste como estímulo, como respuesta o
bien como consecuencia) y la fibromialgia; así como entre el malestar afectivo y la
sintomatología presentada en la enfermedad. Estas vulnerabilidades cognitivo-afectivas
tendrían repercusiones en la intensidad del dolor y en la sintomatología asociada a la FM.
Parece que las personas con fibromialgia presentan un locus de control de salud más externo
que personas con otros tipos de dolor crónico o sanas (Gustafsson y Gaston-Johansson, 1996),
aunque este dato no ha sido confirmado en nuestro trabajo. Esta externalidad del locus de
dolor está a su vez relacionada con mayor intensidad de dolor, peor afrontamiento y distrés
psicológico en la fibromialgia (Crisson y Keefe, 1988; Härkäpää et al., 1996; Martín-Aragón
et al., 2001; Toomey et al., 1991). En relación al afecto negativo, distintos trabajos ponen de
manifiesto la importancia de esta variable en el futuro esclarecimiento de la adaptación a la
fibromialgia y posiblemente de su consolidación y desarrollo (Davis et al., 2001; Potter et al.,
2000; Zautra et al., 1999). Parece que la afectividad negativa se relaciona con mayor
sintomatología y dolor en la fibromialgia (Alexander et al., 1998; Potter et al., 2000; Velasco
et al., 2006). En los sujetos con alta afectividad negativa se ha sugerido una mayor percepción
de amenaza, en relación a la cual los sujetos experimentarían un incremento en la percepción
de intensidad de dolor (sensorial y afectiva) ante un estímulo ambiguo si se manipula su
expectativa de dolor (Alexander et al., 1998). Por otro lado, Staud et al. (2004) encuentran
asociación entre el afecto negativo, el número de puntos dolorosos y la intensidad del dolor en
fibromialgia. Son numerosos los trabajos que relacionan el malestar afectivo y la intensidad
del dolor en la fibromialgia (Alexander et al., 1998; Kurtze y Svebak, 2005; Potter et al.,
2000) y existen diversas hipótesis acerca de la relación temporal entre ambos elementos (el
malestar emocional como precedente y como consecuencia del dolor crónico) y se puede
encontrar un buen número de evidencias empíricas a favor de uno y otro planteamiento (e.g.
Gamsa, 1990; Gaskin et al., 1992; Sullivan, Rodgers y Kirsch, 2001), lo que parece sugerir la
presencia de una relación bidireccional. Sin embargo, como dato aislado, la relación afecto
negativo-intensidad de dolor no ha sido contrastada en nuestro trabajo. En nuestro modelo,
hemos considerado la ansiedad y la depresión como consecuencias directas de este conjunto
de “vulnerabilidades” que podrían estar consideradas dentro de un mismo constructo. Esto

319
permitiría entender la correlación entre los errores de medida de estas variables en el análisis
del modelo. Los estudios futuros deberían establecer mecanismos de control con el objetivo
de comprobar y eliminar este tipo de sesgos de respuesta. Además, podría resultar interesante
comprobar el ajuste de este modelo a otras muestras de pacientes con dolor crónico (con una
etiología tanto explicada como no explicada), con el objetivo de comprobar la
generalizabilidad del mismo a otros trastornos y examinar las características diferenciales con
respecto a la FM.

En estudios previos del equipo investigador, se han valorado dos modelos, en


muestras de mujeres con Fibromialgia, planteando líneas similares. Por un lado, como ya se
ha señalado al hablar de la independencia entre afectividad positiva y negativa, uno de los
modelos (Velasco et al., 2009), planteaba la presencia de dos dimensiones: recursos
cognitivo-afectivos y vulnerabilidades cognitivo-afectivas. Los recursos incluían el Afecto
Positivo, la autoeficacia para el control de síntomas, la autoeficacia para las actividades físicas
y para el dolor y el lugar de control interno, mientras que las vulnerabilidades incluían las
respuestas de estrés, la ansiedad, la depresión y el afecto negativo. Los recursos mostraron
una influencia directa en el funcionamiento físico, y las vulnerabilidades predecían la
intensidad de dolor y la sintomatología asociada. A diferencia del modelo planteado en el
presente trabajo, la ansiedad y la depresión eran consideradas como variables dentro de este
set de vulnerabilidades, dada la relación bidireccional entre variables emocionales y de
resultado señalada a lo largo de este trabajo.

La segunda de las propuestas planteadas (González-Gutiérrez et al., 2010) valoraba


un modelo de relaciones entre una serie de recursos cognitivos (expectativas de autoeficacia y
lugar de control interno de dolor), el proceso de estrés-recuperación y el malestar afectivo en
130 mujeres con fibromialgia. Los resultados mostraron que el balance de estrés-recuperación
media la relación entre los recursos cognitivos y el malestar afectivo. Asimismo, se observó la
presencia de un efecto directo por parte de los recursos cognitivos sobre la limitación
funcional, mientras que la intensidad de dolor y los otros síntomas de enfermedad fueron
directamente predictores del malestar afectivo.

Otra investigación reciente (Lledó et al., 2010) pone de manifiesto las relaciones
existentes entre las creencias de control, el afrontamiento centrado en la enfermedad (el más
utilizado por estos pacientes) y las emociones para explicar los resultados de estado de salud

320
de pacientes con FM. Así, se muestra a los recursos cognitivos y emocionales como variables
importantes en la explicación del impacto en la FM. En este sentido, la competencia percibida
en salud (percepción de que se es capaz de relacionarse de forma efectiva en situaciones de
salud) y la autoeficacia de dolor fueron las variables más importantes para explicar el estado
de salud de la FM. La percepción de competencia predijo la intensidad de dolor; la
autoeficacia junto con el estado de ánimo deprimido explicaron la actividad física, siendo más
importante el componente cognitivo que el emocional; la percepción de competencia y la
ansiedad y la depresión predijeron el impacto psicosocial de la enfermedad; la autoeficacia y
la competencia percibida en salud, predijeron la depresión, siendo mayor el efecto de la
primera, y el uso de estrategias de afrontamiento conductuales y pasivas (o centradas en la
enfermedad), tales como la protección de zonas o movimientos, pedir ayuda o descansar, sólo
mostró efecto en el grado de actividad física.

A continuación mostraremos en la Tabla 55 la aceptación o rechazo de las hipótesis


planteadas para este apartado.

Tabla 55. Un modelo integrador explicativo en FM: aceptación o rechazo de las hipótesis
HVI.1. Existirá una doble relación entre variables latentes: los recursos afectarán causalmente
a las vulnerabilidades. A su vez, estas variables latentes afectarán diferencialmente a una serie
de indicadores observados de acuerdo con los planteamientos teóricos anteriormente
revisados: recursos cognitivo-afectivos (autoeficacia para la realización de actividades,
autoeficacia para el control de síntomas, autoeficacia para el control del dolor y locus de
control de dolor interno) y vulnerabilidades cognitivo-afectivas (locus de dolor externo
(profesionales, azar y destino), respuestas de estrés y afecto negativo).
MUESTRA FM

HVI.2. La variable recursos cognitivo-afectivos exhibirá una influencia causal directa sobre la
limitación funcional de las pacientes
MUESTRA FM

HVI.3. Las vulnerabilidades cognitivo-afectivas mostrarán una influencia causal directa sobre
la intensidad del dolor, la sintomatología asociada; así como con la ansiedad y depresión de las
pacientes.
MUESTRA FM

√= aceptación de la hipótesis

Finalmente, dentro de la discusión de este trabajo, nos gustaría señalar algunas


limitaciones sobre las que conviene reflexionar. En primer lugar, la naturaleza del estudio,
correlacional-transversal, impide establecer relaciones causa-efecto, siendo necesarios
estudios longitudinales que nos permitan indagar sobre este tipo de relaciones. En la

321
actualidad, se está llevando a cabo por parte del equipo investigador un estudio longitudinal,
con tres medidas a lo largo del año, como parte de un proyecto más amplio que pretende
valorar los efectos de diferentes tipos de tratamientos que se están llevando a cabo por
integrantes de dicho equipo junto con profesionales de otros departamentos.

Por otro lado, los sesgos asociados al procedimiento de aplicación de los cuestionarios,
en especial de los cuestionarios de autoinforme que han sido los empleados en este trabajo y a
su propia naturaleza, han podido interferir en los resultados. Con posterioridad, y para superar
estas limitaciones, el equipo investigador ha empleado medidas de tolerancia al dolor
(termotest) cuyos resultados están aún por explotar. Igualmente, en la actualidad se está
trabajando (dentro del proyecto citado anteriormente en pacientes con FM), en colaboración
con fisioterapeutas y médicos rehabilitadores, en la recogida de información adicional
mediante medidas con el empleo del algómetro. De manera complementaria, diferentes
medidas de limitación funcional están siendo recogidas por terapeutas ocupacionales
mediante técnicas de observación y registro de actividades. Finalmente, se ha incorporado a la
familia y a la pareja como fuente de información relevante y complementaria de estas
pacientes. El objetivo es realizar una evaluación multiinstrumento, multimétodo y multifuente
que nos permita una evaluación más completa y con menos sesgos de la realidad del paciente
con FM.

Otra de las limitaciones es la excesiva focalización en variables de enfermedad, sin


incluir variables positivas de salud. La superación de esta limitación también esta siendo un
objetivo del equipo de investigación a través de una linea de investigación sobre procesos de
regulación emocional, salud y bienestar, especialmente focalizada en mujeres con FM
menores de 35 años. En este sentido, también señalar como limitación del presente trabajo la
focalización del estudio en la personalidad como estado y no como proceso. Consideramos
que esta última aproximación aportaría resultados claves para el conocimiento de cómo
operan determinadas variables y para el diseño de programas de intervención adecuados. Esta
limitación resulta especialmente relevante en el caso de la evaluación del estrés y de la
emoción. En el caso del estrés, únicamente se valoró la respuesta con un instrumento diseñado
por el equipo de investigación, y aunque utilizado en diferentes trabajos, aún está pendiente su
validación. En este sentido, dadas las repercusiones del estímulo señaladas a lo largo de la
literatura, valoradas a través de eventos vitales y molestias cotidianas, en un futuro debería de

322
realizarse una valoración más exhaustiva de este proceso, contemplando las diferentes
variables implicadas. En la misma línea, debería incluirse la valoración de las variables
moduladoras, la competencia percibida y las estrategias de afrontamiento, variables que se
han valorado previamente y cuyos resultados apuntan a su importancia en estos procesos (e.g.
Pastor et al., 1995, 2000). Igualmente, una de las mayores críticas en relación a la evaluación
del estrés se basa precisamente en una de las limitaciones comentada con anterioridad (el
empleo de medidas de autoinforme). Dado que este tipo de medidas se encuentran claramente
influidas por la subjetividad del paciente (Monroe y Hadjiyannakis, 2002), se sugiere la
realización de estudios retrospectivos longitudinales ya que el estrés es un concepto que
implica una evaluación única e individual, un fenómeno complejo dónde inflluyen variables
idiosincráticas y las experiencias previas de cada persona (Van Houdenhove, Egle y Luyten,
2005; Van Houdenhove y Luyten, 2006). En la segunda parte del proyecto del Ministerio de
Educación y Ciencia (“Estrés y procesos cognitivos implicados en la experiencia de dolor en
pacientes con fibromialgia: un estudio electrofisiológico y conductual”; ref. SEJ2004-
08171/PSIC), proyecto que ha permitido la realización de este trabajo, se abordan
precisamente esta serie de cuestiones, valorando la expectativa al dolor sobre la evaluación de
un estímulo estresante (el dolor) en situaciones experimentales (con grupos de comparación
de mujeres sanas y con DLC), analizando el papel de las expectativas en la percepción
dolorosa desde una perspectiva psicofisiológica (con potenciales evento-relacionados).

Respecto a la emoción, dado el relevante papel en este estudio tanto del afecto positivo
y negativo en si mismo, como del balance afectivo, sería de interés trabajar sobre los procesos
de regulación emocional (apertura emocional, análisis, identificación, aceptación o expresión)
para analizar en qué fases se produce la inadecuada regularización del afecto.

Igualmente, una limitación importante es la contaminación asociada a las medidas de


diagnóstico previo de ansiedad y depresión. El procedimiento empleado (autoinforme) y la
amplia variabilidad individual en el propio diagnóstico y tratamiento de la sintomatología
ansiosa y depresiva, hacen que estos datos estén sujetos a numerosos sesgos que nos hacen
dudar de su validez y fiabilidad. Así, algunas pacientes relataban diagnósticos por parte de
psiquiatría y otras por parte de atención primaria; algunas nos informaban de haber tenido
sintomatología sin haber sido diagnósticadas, y otras habían recibido tratamiento
farmacológico por su sintomatología durante largos periodos de tiempo sin haber recibido
diagnóstico. Dado el estrecho vínculo entre trastornos depresivos y ansiosos y la fibromialgia

323
a lo largo de la literatura científica, se hace necesario diseñar procedimientos y criterios que
nos permitan obtener indicadores más válidos de esta medida. Igualmente, cara a establecer
relaciones causa-efecto, el diseño de estudios longitudinales es un requisito imprescindible.
No obstante, pese a los sesgos asociados a estas variables en el presente estudio, las
implicaciones de este diagnóstico de Ansiedad y Depresión en los resultados de este trabajo
son mínimas, afectando únicamente al papel de determinadas variables de percepción de
control sobre las respuestas de estrés. En este sentido, y con la cautela a la que obliga las
anteriores limitaciones, no parece que la presencia de un diagnóstico de ansiedad o depresión
sea un factor diferencial que afecte a los resultados que han sido comentados y discutidos a lo
largo de este trabajo.

Una de las limitaciones que más nos preocupa es la relativa al diagnóstico de estas
pacientes. Tal y como señalan numerosos autores (e.g. Alegre de Miguel et al., 2010;
Carmona, 2006; Rivera et al., 2006) uno de los principales problemas de la FM es su
diagnóstico. El diagnóstico de la fibromialgia, al no presentar indicadores “objetivos” clínicos
tradicionales, se convierte en ocasiones en un “diagnóstico de descarte”, cuando los
indicadores de otros cuadros de dolor crónico no parecen cumplirse, es por ello que no resulta
extraño el sobrediagnóstico. En el caso de nuestro estudio, las mujeres que participaban en él,
venían derivadas tanto de la Fundación Hospital Alcorcón como de distintas asociaciones. En
ambos casos, las pacientes valoradas venían referidas por un médico especialista que les
emitía el diagnóstico, pero aún así, como hemos comentado, los propios criterios de la
enfermedad podrían hacer que éste no se emitiera correctamente, dependiendo en ocasiones
en parte del criterio personal del profesional que atendiera al paciente. Además, alrededor de
un 40% de las pacientes venían derivadas de distintas asociaciones, y aunque constituía un
requisito de participación el mostrar el diagnóstico de la enfermedad, no siempre podía
corroborarse con el profesional que las trataba.

Cabe señalar que poco antes de la finalización del presente trabajo, se publicaron los
nuevos criterios para el diagnóstico de la FM (aprobados por el Colegio Americano de
Reumatología), aclarando que se trata de criterios simples y prácticos para el diagnóstico
clínico, aptos para la atención primaria y la especializada (Wolfe et al., 2010). Estos nuevos
criterios pueden entenderse como consecuencia de las objeciones que recibieron los criterios
de clasificación propuestos en 1990 (descritos anteriormente, y que han constituido los
criterios diagnósticos de nuestra muestra), algunas de ellas relacionadas con el hecho de que

324
el recuento de los puntos sensibles (tender points) no se realizaba en la mayoría de las
ocasiones para emitir un diagnóstico. Además, tampoco se valoraban una serie de síntomas
que se encuentran presentes en la enfermedad y que se pasaban por alto (como por ejemplo,
fatiga, síntomas cognitivos y la extensión de síntomas somáticos). Algunos expertos
consideraban que los puntos sensibles vinculaban erróneamente la patología con una
afectación de la musculatura periférica, y otros consideraban que era un trastorno de amplio
espectro que no estaba definido con criterios de formato dicotómico (Bennett, 2009; Wolfe y
Michaud, 2009). Otro problema importante radicaba en que los pacientes que mejoraban o
cuyos síntomas y puntos sensibles disminuían, podían no cumplir la definición de
clasificación de 1990 del ACR. Existían dificultades a la hora de catalogar o valorar a estos
pacientes y los criterios se mostraban excesivamente elevados para el diagnóstico, por lo que
existía poca variación sintomática entre los pacientes con FM. Es por ello, que se consideró la
necesidad de una escala de gravedad más amplia, capaz de diferenciar entre los pacientes
según el nivel de los síntomas de la FM. En esta misma línea, se están desarrollando y
validando nuevos instrumentos que permitan un rápido diagnóstico en los pacientes con FM
como es el caso de un instrumento referido en una reciente publicación (FiRST; Perrot,
Bouhassiraa y Fermanianc, 2010), y que a su vez permitan el diagnóstico diferencial para el
resto de condiciones reumáticas parecidas (como AR, Espondilitis Aquilosante, OA).

No obstante, pese a la publicación de los nuevos criterios, es importante señalar, cara


al presente trabajo, que éstos no tienen la intención de reemplazar a los criterios de
clasificación del ACR, sino de constituirse como un método alternativo de diagnóstico,
añadiendo por un lado un índice de dolor generalizado y una medición de la cantidad de zonas
corporales dolorosas, y por otro lado la integración de los síntomas en una escala de gravedad
que resulte apta para su uso en atención primaria y útiles para el seguimiento longitudinal de
los pacientes. En este sentido y tal y como se ha señalado (Wolfe et al., 2010), uno de los
hechos sobre los que se pretende reflexionar con la publicación de los nuevos criterios es el de
que aproximadamente el 25% de los pacientes que fueron diagnosticados de FM no cumplían
los primeros criterios de clasificación del ACR, aunque sus médicos consideraban que tenían
FM.

325
326
IV. Conclusiones e Implicaciones

“La felicidad consiste en unir el principio con el fin.”


Pitágoras
 

327
328
Por lo tanto, en base a los resultados y la discusión realizada, las principales
conclusiones que pueden derivarse de este trabajo son las siguientes:

1. Las personas con FM obtienen puntuaciones superiores en lugar de control interno


(tanto general como específico de dolor) en comparación con el lugar de control
externo. No obstante, obtienen puntuaciones significativamente menores en lugar de
control interno general que las mujeres con DLC. Asimismo, presentan una menor
autoeficacia tanto general como de dolor (en todas las subescalas) que las mujeres con
DLC. En relación a la Afectividad, las mujeres con FM han mostrado menores
puntuaciones en el afecto positivo y mayores en el afecto negativo en comparación
con las otras dos submuestras.
2. Las mujeres con FM presentan significativamente puntuaciones más elevadas en las
cuatro respuestas de estrés (emocional, cognitiva, fisiológica y motora) en
comparación con las mujeres con DLC y las mujeres sanas. Además, en las mujeres
con FM existe una mayor proximidad entre la respuesta cognitivo-emocional y la
respuesta fisiológica (más acentuada que en el caso de las mujeres con DLC).
3. La Intensidad de Dolor de las pacientes con FM presenta puntuaciones mayores en
comparación con las obtenidas por las pacientes con DLC.
4. En cuanto a las variables específicas de FM, encontramos que presentan puntuaciones
superiores en la sintomatología asociada, puntuaciones medias en la limitación
funcional y puntuaciones elevadas en la interferencia del dolor y en el resto de
sintomatología valorada por el FIQ (fatiga, cansancio matutino, rigidez, ansiedad y
depresión), considerando como severa dicha sintomatología.
5. Respecto a las variables antecedentes (percepción de control general -locus de control
y autoeficacia- y afecto positivo y negativo) encontramos en las tres muestras
estudiadas relaciones positivas significativas entre el Locus de Control Interno y la
Autoeficacia General y el Afecto Positivo; entre el Locus de Control Externo y el
Afecto Negativo (salvo en el caso del locus externo suerte en el caso de las sanas), y
entre la Autoeficacia General y el Afecto Positivo; así como una relación negativa
significativa entre la Autoeficacia General y el Afecto Negativo en las submuestras de
FM y de mujeres sanas.
6. La relación entre el Locus de Control Interno y las Respuestas de Estrés no
proporcionan apoyo a todas las hipótesis planteadas en todas las muestras,

329
encontrando que para la muestra de FM la única respuesta que correlacionó negativa y
significativamente fue la cognitiva. En las pacientes con FM, el Locus de Control
Externo y el Afecto Negativo correlacionaron positiva y significativamente con las
Respuestas de Estrés, y la Autoeficacia General y el Afecto Positivo correlacionaron
negativa y significativamente con las Respuestas de Estrés.
7. Se observan correlaciones positivas entre las diferentes dimensiones de autoeficacia de
dolor entre sí, y entre las subescalas de control externo de dolor entre sí. El Afecto
Positivo se relaciona positiva y significativamente con el Locus de Dolor Interno y la
Autoeficacia de Dolor, mientras que el Afecto Negativo lo hace de manera negativa.
Igualmente, se observan correlaciones positivas y significativas del Afecto Negativo
con el Locus de Dolor Destino en las personas con FM. Asimismo, se observan
relaciones negativas significativas del Locus de Dolor Interno y la Autoeficacia de
Dolor, con todas las respuestas de estrés, y relaciones positivas significativas del
Locus de Dolor Destino con las respuestas emocional y fisiológica, y de la respuesta
fisiológica de estrés con la intensidad de dolor.
8. La Intensidad de Dolor no tuvo relación con ninguna de las variables antecedentes
generales pero si relaciones positivas y significativas con la respuesta fisiológica de
estrés y con el locus de dolor externo en las mujeres con FM.
9. En cuanto a la sintomatología propia de la FM, existen relaciones positivas
significativas entre el Locus de Control Externo y la Sintomatología Asociada, la
Interferencia de Dolor y los Síntomas FIQ, y entre el Afecto Negativo y la
Sintomatología Asociada, Limitación Funcional y Síntomas FIQ. Por otro lado,
encontramos relaciones negativas significativas entre la Autoeficacia General y la
Sintomatología Asociada y Síntomas FIQ, y entre el Afecto Positivo y la Limitación
Funcional y los Síntomas FIQ.
10. El ser más jóvenes, sin estudios e inactivas laboralmente constituye un perfil
sociodemográfico de mayor riesgo en relación a la intensidad de dolor y la limitación
funcional en las mujeres con FM.
11. Respecto al consumo de medicamentos, se ha observado que el único tratamiento
farmacológico que disminuye la sintomatología asociada son los antiinflamatorios,
mientras que los demás fármacos no se muestran eficaces para mejorar la percepción
de control general y de dolor ni para promover el afecto positivo y un manejo
adecuado de las respuestas de estrés y la sintomatología de la enfermedad.
12. Se observa una mayor capacidad de predicción por parte de las variables específicas

330
de percepción de control de dolor que por parte de las variables de percepción de
control generales en las respuestas de estrés y en la afectividad en las personas con
FM. Sin embargo, ninguna de las variables de percepción de control (ni general ni de
dolor) tiene poder predictivo sobre la intensidad de dolor. En cuanto a las variables de
enfermedad asociadas a la FM (sintomatología asociada, limitación funcional,
interferencia al dolor, sintomatología FIQ, ansiedad y depresión), se muestran como
predictoras la autoeficacia general, el locus de control interno, la autoeficacia dolor
actividades y control dolor y el locus de dolor externo (otros poderosos y destino).
13. El afecto negativo (frente al positivo) es un potente mediador entre las variables de
percepción de control de dolor y las variables resultado de la Fibromialgia (ansiedad y
depresión, y en menor medida, limitación funcional). Por otra parte, la intensidad de
dolor no se ajusta a ninguno de los modelos de mediación planteados. Asimismo, el
afecto positivo actúa como mediador parcial entre el locus de dolor interno y la
ansiedad y la depresión.
14. Se comprobó un modelo integrador explicativo en la FM donde se confirma la
existencia de una serie de variables que funcionarían como recursos (procesos
cognitivos de percepción de control y la afectividad positiva) y que afectarían a la
limitación funcional, y de una serie de vulnerabilidades cognitivo-afectivas (respuestas
de estrés, locus de control externo y afectividad negativa) que afectarían directamente
al dolor y a la sintomatología asociada presentada por estas pacientes.

De las conclusiones obtenidas de este estudio pueden derivarse importantes


implicaciones prácticas. A pesar de que se han diseñado protocolos para una asistencia más
completa en la FM, son escasas las intervenciones que abordan los ejes principales afectados
en la enfermedad. Así, los objetivos que deberían plantearse, se centrarían en el desarrollo
integral de cuatro ejes: aspectos emocionales (ansiedad y depresión principalmente),
cognitivos (percepción de la autoeficacia, creencias y expectativas), conductuales
(actividades diarias que se ven reducidas o eliminadas como consecuencia de la FM) y
sociales (impacto de la enfermedad en la esfera sociofamiliar del paciente).

El tratamiento cognitivo-conductual (TCC) es la intervención psicológica que ha


mostrado más eficacia en el tratamiento de la FM (e.g. Angst et al., 2006; Glombiewski et al.,
2010; Häuser et al., 2009; Lera et al., 209; Rossy et al., 1999; Stuifbergen et al., 2010;

331
Williams y Clauw, 2009). Este tratamiento combina técnicas de condicionamiento clásico y
operante (extinción, refuerzo positivo, moldeado, etc.), aprendizaje observacional, estrategias
de solución de problemas y habilidades de afrontamiento (relajación y técnicas de autocontrol
emocional). Incluye una fase educacional que informa al paciente sobre la naturaleza del
trastorno y el modo en que lo afronta, una fase de adquisición de habilidades (aumento de
actividades, relajación, solución de problemas, higiene del sueño, etc.), y una fase de puesta
en práctica, en la que el paciente comprueba y optimiza los recursos para controlar los
síntomas de la FM. Los pacientes consiguen ganar control sobre el impacto del dolor y sobre
el funcionamiento físico (Alegre et al., 2010; Compas et al., 1998; Keefe et al., 2001), además
de promover el afrontamiento positivo del dolor y el funcionamiento social (Morley,
Eccleston y Williams, 1999). Además, el TCC se ha mostrado como la terapia que muestra
mayor eficacia sobre el nivel de actividad, incluso por encima del tratamiento farmacológico
aislado (Glombiewskia et al. 2010; Rossy et al., 1999; Thieme et al., 2003).

La FM al estar constituida por múltiples síntomas que afectan a diferentes disciplinas


de la salud, y al existir múltiples y diversos factores predisponentes, necesita de un enfoque
terapeútico integral, que influya sobre los diferentes sistemas implicados. Estuvios previos
han demostrado la eficacia del tratamiento interdisciplinar en los pacientes con FM (Arnold,
2009; Bennet et al., 1996; Collado et al., 2001; Gelman et al., 2002; Lera et al., 2009; Nielson
y Jensen, 2004; Stuifbergen et al., 2010; Worrel et al., 2001).

Así, de acuerdo a lo expuesto anteriormente y en coherencia con los resultados


obtenidos en este trabajo, podemos plantear que estos programas de intervención deberían
proponer al menos tres objetivos fundamentales: 1) fomentar las creencias relacionadas con la
percepción de control, 2) promover estrategias de regulación emocional encaminadas
principalmente a la promoción de emociones positivas y 3) dotar de estrategias de
afrontamiento activas encaminadas a un adecuado manejo de las respuestas de estrés.

La modificación de las creencias de control sobre la enfermedad resultan elementos


claves para asegurar la evolución positiva de las pacientes. Lledó-Boyer et al. (2010) sugieren
que fomentar las experiencias de éxito en el manejo del problema es un recurso terapéutico
para aumentar la percepción de control. Para ello, es importante plantearse pequeñas metas
alcanzables que supongan experiencias de éxito en el afrontamiento del problema. Tal vez la

332
clave consistiría en realizar programas de tratamiento en dónde se modifiquen las actitudes en
relación al manejo del dolor. En la medida que se incremente el propio autodominio de la
enfermedad, también se modificarían las creencias de control asociadas y habría una
implicación mayor por parte del paciente hacia el manejo de la enfermedad (Biurrún-Unzué et
al., 2002). Otra línea de actuación debería centrarse en la relación entre el profesional de la
salud y el paciente. Teniendo en cuenta la influencia que ejerce el profesional de la salud, y el
papel saludable del “lugar de control de dolor otros profesionales” (en combinación con el
“lugar de control de dolor interno”), cualquier estrategia que facilite la confianza del paciente
en su médico es de especial necesidad en este trastorno. Habida cuenta además de las
puntuaciones significativamente inferiores de las pacientes con FM en esta dimensión
respecto a las pacientes con DCL, y de la peculiaridad de las características que rodean a su
diagnóstico y tratamiento, la comunicación educativa y efectiva puede también tener un efecto
muy positivo en el refuerzo de las creencias de control.

De igual modo, trabajando sobre el control, se podrían disminuir las emociones


negativas, otro de los objetivos terapéuticos a considerar, no sólo porque en sí mismas son el
área del estado de salud más afectada, sino porque también son un recurso para aumentar la
actividad física y social y, así, evitar mayor deterioro. Se ha mostrado que las emociones
positivas juegan un papel importante en la recuperación de los episodios dolorosos en la FM.
Además, estas emociones podrían modular el afecto negativo presente en los días de mayor
dolor. Las experiencias positivas y el afecto positivo en la FM se plantean como un punto
clave en la preservación de la calidad de vida y funcionamiento físico de estas pacientes. Es
por ello que la regulación de la actividad se debe de promover ajustando las actividades a las
capacidades de la persona, a sus necesidades específicas y a sus circunstancias particulares.
La actividad debe de ajustarse para motivar a la persona a continuar participando,
manteniendo la mejoría y adaptando la tarea al deterioro (Turner, Foster y Johnson, 2003).
Otra de las áreas a trabajar es la adaptación social y ocupacional ya que la repercusión a estos
niveles es tal que también se refleja en el afecto negativo experimentado por estas pacientes.
Las estrategias comportamentales, de organización y planificación del tiempo, así como la
delegación y disfrute de actividades placenteras, son elementos clave para una mejor
adaptación. Por otra parte, el apoyo familiar también resulta importante por lo que se deben
de llevar a cabo programas de educación familiar sobre la enfermedad, promoviendo un
compromiso, entendimiento y colaboración familiar con los pacientes.

333
Finalmente, como hemos revisado y se ha constatado a lo largo del presente trabajo, el
estrés desempeña un papel fundamental en la FM y se contempla como una posible hipótesis
etiológica, aunque también resulta evidente la vivencia de la propia FM, desde el comienzo de
los síntomas hasta el tratamiento, como un claro factor de estrés. Es por ello que debería
realizarse una evaluación completa y exhaustiva del propio proceso de estrés, así como de su
influencia sobre la sintomatología de la enfermedad (Salaffi, Sarzi-Puttini, Ciapetti y Atzeni,
2009). Resultaría altamente recomendable la aplicación de programas estandarizados de
manejo de estrés que incluyeran dentro de sus objetivos la información y psicoeducación del
propio proceso de estrés y la enseñanza de técnicas, estrategias y herramientas que promuevan
la solución de problemas y habilidades de afrontamiento; así como el aprendizaje de
diferentes técnicas de relajación y autocontrol emocional. En definitiva, la puesta en marcha
de estas técnicas ayudaría al manejo del dolor, el aumento del funcionamiento físico y social y
la disminución de la sintomatología asociada.

Es importante mencionar que a pesar de la evidencia encontrada de la importancia,


tanto en la evaluación como en la intervención, de la Psicología en el dolor crónico, y
concretamente en la FM, actualmente en España sigue sin ser considerada como una
alternativa terapeútica de elección para los pacientes, reservándose únicamente para niveles
asistenciales terciarios como clínicas del dolor o unidades de FM (Pastor y López-Roig,
2010).

La literatura evidencia el papel que la psicología de la salud ha tenido en diferentes


enfermedades, entre las que se incluye la FM, dejando claro que resulta fundamental para el
adecuado diagnóstico y el tratamiento integral de estas pacientes. Esperamos que este trabajo,
junto con muchos otros precedentes, promuevan el necesario cambio de actitud sanitario y
social en el abordaje de la FM. Por lo pronto, y con una percepción de control más realista, el
equipo de investigación ha comenzado una línea de actuación en la que se incluye como
prioridad el desarrollo de un protocolo estandarizado de actuación que integre las
aportaciones encontradas en diferentes programas de intervención que ayuden a mejorar la
calidad de vida de las personas afectadas de FM.

334
V. Referencias Bibliográficas

“Cuando el trabajo no constituye una diversión, hay que trabajar lo


indecible para divertirse.”
E. Jardiel Poncela

335
336
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393
394
VI. Anexos
“El que no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es
desdichado, aunque sea dueño del mundo. “
Epicuro
 

395
396
Proyecto Fibromialgia

Universidad Rey Juan Carlos


Facultad de Ciencias de la Salud
Unidad de Psicología

No. ___________ H A

397
Fecha: ___________________________

DATOS DEMOGRÁFICOS:

Apellidos y Nombre: ________________________________________________

Género: Mujer (1) Hombre (2)

Edad (años y meses): _____________________________________________________

Fecha de nacimiento (día, mes, año): ________________________________________

Lugar de nacimiento (ciudad, país): _________________________________________

Estado civil:
Casado (1)
Soltero (2)
Viudo (3)
Separado/Divorciado (4)

Número de hijos: ___________________ Edades: _____________________________

Convivencia:

Pareja/Marido (1)
Hijos (2)
Padres (3)
Amiga/o (4)
Solo (5)
Otros (6)

Estudios:

Ninguno (1)
Primarios (2)
ESO/EGB (3)
BUP/COU (Bachiller Superior) (4)
Estudios Superiores (5)

Situación laboral:

Activo (1)
Nunca Activo (2)
Inactivo más de 1 año (3)
Inactivo menos de 1 año (4)
Estudiante (5)

Ingresos económicos:

Más de 1,800 € (1)


De 1,200 a 1,800 € (2)
De 600 a 1,200 € (3)
Menos de 600 € (4)

398
SINTOMAS ASOCIADOS:
Marque con una X si siente los siguientes síntomas:

Náuseas Vómitos
Mareos Visión borrosa
Sentirse desganado Sequedad de boca
Miedo Respiración agitada
Sudoración Alteraciones visuales
Entumecimiento Taquicardia
Bradicardia Sensibilidad al ruido
Sensibilidad a la luz Irritabilidad
Somnolencia Insomnio
Diarrea Estreñimiento
Trastornos digestivos Temblor
Acidez estomacal Trastornos en micción
Desmayos Cefaleas
Otros

Uso de medicación actual: _______________________________________________________

399
FIQ
1) INSTRUCCIONES: Haga un círculo alrededor del número que mejor describa su capacidad para
realizar las siguientes tareas durante la última semana.

Siempre Bastantes En Nunca


veces ocasiones
Es usted capaz de:
• Ir de compras 0 1 2 3
• Lavar y tender la ropa 0 1 2 3
• Preparar la comida 0 1 2 3
• Lavar a mano platos y otros utensilios 0 1 2 3
• Limpiar el suelo 0 1 2 3
• Hacer la cama 0 1 2 3
• Pasear por el barrio 0 1 2 3
• Visitar a amigos y familiares 0 1 2 3
• Hacer trabajos ligeros de casa 0 1 2 3
• Conducir 0 1 2 3

2) Durante los últimos 7 días ¿Cuántos se ha encontrado bien?

0 1 2 3 4 5 6 7

3) ¿Cuántos días de la semana pasada faltó al trabajo debido a la fibromialgia? (Si no realiza ningún
trabajo fuera de casa, deje esta pregunta en blanco)

0 1 2 3 4 5 6

INSTRUCCIONES: Haga un círculo alrededor del número que mejor describa sus sensaciones
durante la última semana.

4) Si fue a trabajar ¿en qué grado el dolor o los síntomas de la fibromialgia interfirieron en la
realización de su trabajo?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
No fue ningún problema Fue una gran dificultad

5) ¿Qué intensidad de dolor ha sentido?


0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Ningún dolor Dolor muy intenso

6) ¿Qué grado de cansancio ha sentido?


0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Ningún cansancio Mucho cansancio

7) ¿Cómo se siente cuando se levanta por la mañana?


0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Muy descansado Muy cansado

8) ¿Qué grado de rigidez ha tenido?


0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Ninguna rigidez Mucha rigidez

400
9) ¿Se ha sentido tenso, nervioso o ansioso?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
No me he sentido tenso Me he sentido muy tenso

10) ¿Se ha sentido deprimido o triste?


0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
No me he sentido deprimido Me he sentido muy deprimido

401
PRS
INSTRUCCIONES: Señale con una X en una escala de 0 a 4 (0 grado mínimo/nulo, 4 grado
máximo) en que medida experimenta los siguientes síntomas en su respuesta de estrés.

RESPUESTA EMOCIONAL

1) Los problemas familiares o del trabajo le afectan fácilmente


0 1 2 3 4
2) Mal humor
0 1 2 3 4
3) Siente su futuro sin esperanza
0 1 2 3 4
4) Se siente acorralada por sus problemas
0 1 2 3 4
5) Se siente sin valía
0 1 2 3 4
6) Parece más emocional que sus amigos
0 1 2 3 4
7) Tiene ansias de llorar, correr o esconderse
0 1 2 3 4
8) Se siente siempre sobreexcitada
0 1 2 3 4
9) Hipersensibilidad a la crítica
0 1 2 3 4
10) Se siente nerviosa " por dentro "
0 1 2 3 4
11) Tiene miedo sin razón
0 1 2 3 4

12) Se siente sola o deprimida


0 1 2 3 4
13) Se siente mal en grandes grupos
0 1 2 3 4
14) Se siente cansada
0 1 2 3 4

402
15) Se siente insegura en situaciones nuevas
0 1 2 3 4
16) Tiene una perspectiva desesperanzadora
0 1 2 3 4
17) Pierde a menudo la calma
0 1 2 3 4

RESPUESTA COGNITIVA

1) Preocupaciones
0 1 2 3 4
2) Incapacidad de tomar decisiones
0 1 2 3 4
3) Sensaciones de confusión
0 1 2 3 4
4) Incapacidad de concentrarse
0 1 2 3 4
5) Dificultad para dirigir la atención
0 1 2 3 4
6) Sentimiento de falta de control
0 1 2 3 4
7) Estrechamiento de la atención
0 1 2 3 4

8) Desorientación
0 1 2 3 4
9) Olvidos frecuentes
0 1 2 3 4
10) Bloqueos mentales
0 1 2 3 4
11) Le es difícil dejar de pensar
0 1 2 3 4
12) Malinterpreta personas o situaciones
0 1 2 3 4

403
13) Parece que las cosas pequeñas le importan mucho
0 1 2 3 4
14) Se reprocha sus dificultades
0 1 2 3 4
15) Pierde el hilo de sus pensamientos
0 1 2 3 4

16) Se despista fácilmente


0 1 2 3 4
17) Le cuesta acceder a ciertos datos de su memoria
0 1 2 3 4

RESPUESTA FISIOLOGICA

1) Palpitaciones, taquicardias
0 1 2 3 4
2) Opresión torácica
0 1 2 3 4
3) Aumento de la sudoración
0 1 2 3 4
4) Aumento del ritmo respiratorio (hiperventilación)
0 1 2 3 4
5) Aumento de la tensión muscular
0 1 2 3 4
6) Pérdida de visión o visión borrosa
0 1 2 3 4
7) Mareos
0 1 2 3 4
8) Sensación de hormigueo en las manos y pies
0 1 2 3 4
9) Dolores de estómago, vómitos...
0 1 2 3 4
10) "Moscas zumbantes" en la visión
0 1 2 3 4

404
11) Temblores
0 1 2 3 4
12) Sensaciones bruscas de frío y calor (escalofríos)
0 1 2 3 4
13) Zumbido en los oídos
0 1 2 3 4
14) Dificultad para respirar
0 1 2 3 4
15) Tic de la deglución (producción de aerofagia)
0 1 2 3 4
16) Sequedad en la boca
0 1 2 3 4
17) Dilatación de las pupilas
0 1 2 3 4

RESPUESTA MOTORA

1) Hablar rápido
0 1 2 3 4
2) Temblores
0 1 2 3 4
3) Tartamudeo
0 1 2 3 4
4) Voz entrecortada
0 1 2 3 4
5) Imprecisión muscular (psicomotricidad fina)
0 1 2 3 4
6) Precipitaciones motoras (movimientos anticipados: hablar, movimiento...)
0 1 2 3 4
7) Explosiones motoras (gestos exagerados, golpes, gritos...)
0 1 2 3 4
8) Tendencia a fumar más cigarrillos de lo normal (como conducta)
0 1 2 3 4

405
9) Paralización motora
0 1 2 3 4
10) Rigidez muscular general
0 1 2 3 4
11) Imposibilidad de permanecer quieto
0 1 2 3 4
12) Conductas estereotipadas (no naturales, pensadas de antemano)
0 1 2 3 4
13) Tics (morderse las uñas, tocarse el pelo...)
0 1 2 3 4
14) Risas nerviosas
0 1 2 3 4
15) Bostezos
0 1 2 3 4
16) Movimiento continuo de manos (necesidad de tener algo entre ellas)
0 1 2 3 4
17) Dificultad para tragar (sensación de nudo en la garganta)
0 1 2 3 4

406
LCL
Lea las siguientes frases. A continuación indique en qué medida usted está de acuerdo o en desacuerdo
marcando según el siguiente código:

Totalmente de acuerdo +3
Bastante de acuerdo +2
Algo de acuerdo +1
Algo en desacuerdo -1
Bastante en desacuerdo -2
Totalmente en desacuerdo -3

No existen respuestas buenas o malas sino respuestas que representan o no su forma de ser o pensar.
Lea cada expresión y anote las respuestas según su nivel de acuerdo o desacuerdo. Por favor no
responda al azar pero tampoco se detenga en cada respuesta. La mejor forma de hacerlo es responder
según su primera interpretación.

1) El que llegue o no a ser un líder depende principalmente de mi propia capacidad

-3 -2 -1 +1 +2 +3

2) En gran medida mi vida está controlada por acontecimientos fortuitos

-3 -2 -1 +1 +2 +3

3) Siento que lo que ocurre en mi vida esta decidido principalmente por las personas con poder

-3 -2 -1 +1 +2 +3

4) El que tenga o no un accidente de coche depende principalmente de lo buen conductor que yo sea
-3 -2 -1 +1 +2 +3

5) Cuando hago planes estoy casi seguro/a que los podré llevar a cabo

-3 -2 -1 +1 +2 +3

6) A menudo no existe la posibilidad de proteger mis intereses personales para que no se vean
afectados por la mala suerte.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

7) Cuando consigo lo que quiero es normalmente porque tengo suerte.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

8) Aunque tenga capacidad, no me darán responsabilidad de mando sin recurrir a aquellos que tienen
posiciones de poder.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

9) Cuantos amigos tenga dependerá de lo buena persona que yo sea.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

10) Frecuentemente me he encontrado con que siempre ocurre lo que tiene que ocurrir.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

407
11) Mi vida está controlada sobre todo por los poderosos.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

12) El que tenga o no un accidente de coche es principalmente una cuestión de suerte.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

13) Las personas como yo tenemos muy pocas posibilidades de proteger nuestros intereses personales
cuando estos entran en conflicto con los intereses de los grupos con poder.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

14) No siempre es sensato por mi parte el planificar demasiado las cosas, porque muchas de ellas
resultan ser finalmente una cuestión de buena o mala suerte.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

15) Conseguir lo que quiero depende de complacer a las personas que se encuentran por encima de
mí.
-3 -2 -1 +1 +2 +3

16) El que yo llegue a ser o no un líder dependerá de que sea lo suficientemente afortunado para estar
en el sitio oportuno en el momento oportuno.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

17) Si la gente importante decidiera que no les agrado, probablemente no tendría ningún amigo.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

18) Puedo determinar bastante bien que es lo que ocurrirá en mi vida.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

19) Normalmente, soy capaz de proteger mis intereses personales.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

20) El que tenga o no un accidente de coche depende principalmente del otro conductor.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

21) Cuando consigo lo que quiero es normalmente porque he trabajado duro para ello.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

22) Para que mis planes funcionen, me aseguro de que encajan con los deseos de las personas que
tienen poder sobre mí.
-3 -2 -1 +1 +2 +3

23) Mi vida está determinada por mis propias acciones.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

24) El que tenga muchos o pocos amigos es sobre todo cosa del destino.

-3 -2 -1 +1 +2 +3

408
MPLC (D)

INSTRUCCIONES Nos interesa conocer la forma en que distintas personas consideran su


dolor y qué cosas lo empeoran o mejoran. Le pedimos que nos diga su grado de acuerdo o de
desacuerdo con cada una de las frases que va a leer, poniendo una X en la casilla que
corresponda.

Por ejemplo:

Septiembre es el mejor mes para ir de vacaciones.

Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente


en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo

Si usted está bastante de acuerdo con que septiembre es el mejor mes para ir de
vacaciones, tendrá que poner una X en la casilla Bastante de acuerdo. En cambio, si usted
está completamente en desacuerdo con que septiembre es el mejor mes para ir de vacaciones,
tendrá que poner una X en la casilla Completamente en desacuerdo.

No olvide que es muy importante que conteste a todas las frases.

Por favor, gire la hoja y responda en orden y sin interrupción a todas las afirmaciones.

409
1) Si mi dolor empeora, lo que yo hago influye en la rapidez con que consigo aliviarlo
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo
2) Haga lo que haga, si mi dolor va a empeorar, empeorará
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo
3) Ir regularmente al médico es la mejor forma de evitar que mi dolor empeore
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo
4) La mayoría de las cosas que consiguen aliviar mi dolor me ocurren por casualidad
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo
5) Siempre que mi dolor empeora, debo consultar a un médico
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo
6) Puedo aliviar mi dolor por mí mismo
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo
9) La suerte tiene una gran influencia en la rapidez con que mi dolor se alivia
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo
10) Los médicos son los que pueden aliviar mi dolor
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo
11) Si mi dolor se alivia es, en gran medida, cuestión de buena suerte
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo
12) Lo que yo haga o deje de hacer, es lo más importante para aliviar mi dolor
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo
13) Si me cuido, puedo aliviar mi dolor
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo
14) Cuando mi dolor disminuye es, generalmente, porque otras personas (médicos, enfermeras,
familiares, amigos, etc.) me cuidan bien.
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo

410
15) Haga lo que haga, es probable que mi dolor empeore.
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo
16) No importa lo que yo haga, si mi dolor tiene que mejorar, mejorará.
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo
18) Para aliviar mi dolor sólo puedo hacer lo que mi médico me dice que haga.
Completamente Bastante Algo Algo Bastante Completamente
en en en de de de
desacuerdo desacuerdo desacuerdo acuerdo acuerdo acuerdo

411
CAUG
INSTRUCCIONES: En este cuestionario se encuentran recogidas una serie de afirmaciones
que indican la CAPACIDAD que cree que tiene para realizar ciertas actividades o tareas.

Para cada afirmación existen cuatro posibles respuestas.

Por favor, indique su elección marcando con una cruz la opción que corresponda con las
respuestas apropiadas.

Por ejemplo:

Creo que puedo alcanzar mis metas

1 2 3 4
incorrecto apenas cierto más bien cierto Cierto

Si usted cree que es capaz de hacerlo, tendrá que poner una X en la casilla 4 de la escala
de respuesta.

Sin embargo, si usted cree que es incapaz de hacerlo, tendrá que poner una X en la
casilla 1 de la escala de respuesta.

RECUERDE: NO NOS INTERESA SABER SI LO HACE O NO LO HACE. SÓLO


NOS INTERESA SABER SI USTED CREE QUE ES CAPAZ DE HACERLO O
NO.
Por favor, gire la hoja y responda en orden y sin interrupción a todas las afirmaciones.

412
1) Puedo encontrar la manera de obtener lo que quiero aunque alguien se me oponga.
1 2 3 4
incorrecto apenas cierto más bien cierto Cierto
2) Puedo resolver problemas difíciles si me esfuerzo lo suficiente.
1 2 3 4
incorrecto apenas cierto más bien cierto Cierto
3) Me es fácil persistir en lo que me he propuesto hasta llegar a alcanzar mis metas.
1 2 3 4
incorrecto apenas cierto más bien cierto Cierto
4) Tengo confianza en que podría manejar eficazmente acontecimientos inesperados.
1 2 3 4
incorrecto apenas cierto más bien cierto Cierto
5) Gracias a mis cualidades y recursos puedo superar situaciones imprevistas.
1 2 3 4
incorrecto apenas cierto más bien cierto Cierto
6) Cuando me encuentro en dificultades puedo permanecer tranquilo/a porque cuento con las
habilidades necesarias para manejar situaciones difíciles.
1 2 3 4
incorrecto apenas cierto más bien cierto Cierto
7) Venga lo que venga, por lo general soy capaz de manejarlo.
1 2 3 4
incorrecto apenas cierto más bien cierto Cierto
8) Puedo resolver la mayoría de los problemas si me esfuerzo lo necesario.
1 2 3 4
incorrecto apenas cierto más bien cierto Cierto
9) Si me encuentro en una situación difícil, generalmente se me ocurre qué debo hacer.
1 2 3 4
incorrecto apenas cierto más bien cierto Cierto
10) Al tener que hacer frente a un problema, generalmente se me ocurren varias alternativas de
cómo resolverlo.
1 2 3 4
incorrecto apenas cierto más bien cierto Cierto

413
CADC

INSTRUCCIONES: Con este cuestionario estamos interesados en conocer la


CAPACIDAD QUE USTED CREE QUE TIENE PARA REALIZAR UNA
SERIE DE ACTIVIDADES O TAREAS. Siguiendo la escala de respuesta que le
presentamos, responda poniendo una X en la casilla que usted crea que corresponde a
su grado de capacidad.

A continuación le ponemos un ejemplo; no es necesario que lo conteste.

Por ejemplo:
¿Se cree capaz de leer El Quijote ?

0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz

Si usted cree que es totalmente incapaz de leerlo, tendrá que poner una X en la
casilla 0 de la escala de respuesta.
Sin embargo, si usted cree que es totalmente capaz de leerlo, tendrá que poner
una X en la casilla 10 de la escala de respuesta.

RECUERDE: NO NOS INTERESA SABER SI LO HACE O NO LO HACE.


SÓLO NOS INTERESA SABER SI USTED CREE QUE ES CAPAZ DE
HACERLO O NO.

Por favor, gire la hoja y responda en orden y sin interrupción a todas las afirmaciones.

414
INSTRUCCIONES: PONGA UNA X EN EL NUMERO QUE CORRESPONDA A LA
CAPACIDAD QUE CREE QUE TIENE PARA REALIZAR EN ESTE MOMENTO LAS
SIGUIENTES ACTIVIDADES O TAREAS.

1) ¿Se cree capaz de controlar su fatiga?


0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
2) ¿Se cree capaz de regular su actividad, para poder estar activo pero sin empeorar sus síntomas
físicos? (por ejemplo, fatiga, dolor)
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
3) ¿Se cree capaz de hacer algo para sentirse mejor si está triste o bajo de ánimo?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
4) Comparado con otra gente con problemas crónicos como los suyos ¿Se cree capaz de controlar su
dolor durante sus actividades diarias?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
5) ¿Se cree capaz de controlar sus síntomas físicos, de manera que pueda seguir haciendo las cosas
que le gusta hacer?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
6) ¿Se cree capaz de hacer frente a la frustración de sus problemas físicos crónicos?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
7) ¿Se cree capaz de afrontar dolores leves o moderados?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
8) ¿Se cree capaz de afrontar dolores intensos?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz

415
INSTRUCCIONES: PONGA UNA X EN EL NÚMERO QUE CORRESPONDA A LA
CAPACIDAD QUE CREE QUE TIENE PARA REALIZAR LAS SIGUIENTES ACTIVIDADES
SIN AYUDA DE OTRA PERSONA. CONSIDERE LO QUE NORMALMENTE PUEDE HACER,
NO AQUELLO QUE SUPONGA UN ESFUERZO EXTRAORDINARIO.

1) ¿Se cree capaz de caminar aproximadamente un kilómetro por terreno llano?


0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
2) ¿Se cree capaz de levantar una caja de aproximadamente 5 Kilos de peso?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
3) ¿Se cree capaz de hacer un programa diario de ejercicios en casa?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
4) ¿Se cree capaz de hacer sus tareas domésticas?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
5) ¿Se cree capaz de participar en actividades sociales?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
6) ¿Se cree capaz de ir de compras para adquirir alimentos o ropa?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz

416
INSTRUCCIONES: PONGA UNA X EN EL NÚMERO QUE CORRESPONDA A LA
CAPACIDAD QUE CREE QUE TIENE EN ESTE MOMENTO PARA REALIZAR LAS
SIGUIENTES ACTIVIDADES:

1) ¿Se cree capaz de disminuir bastante su dolor?


0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
2) ¿Se cree capaz de evitar que el dolor interfiera en su sueño?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
3) ¿Se cree capaz de reducir su dolor, aunque sea un poco, haciendo otra cosa que no sea tomar más
medicinas?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
4) ¿Se cree capaz de reducir mucho su dolor haciendo otra cosa que no sea tomar más medicinas?
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz
7) ¿Se cree capaz de cumplir con las mismas obligaciones de trabajo que tenía antes del inicio del
dolor crónico? (Para las personas que trabajen en casa, por favor, consideren sus quehaceres
domésticos como sus obligaciones.)
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Me creo Me creo Me creo
totalmente moderadamente totalmente
incapaz capaz capaz

417
PANAS

INSTRUCCIONES: Esta escala consiste en un número de palabras que describen diferentes


sentimientos y emociones. Lea cada ítem y señale en la casilla de la izquierda en qué medida
se siente o experimenta estas emociones de manera general en su vida cotidiana, usando la
siguiente escala de respuesta:

1 2 3 4 5
muy poco o un poco moderadamente bastante extremadamente
nada

Interesada Irritable o malhumorada

Tensa o estresada Dispuesta o despejada

Animada Avergonzada

Disgustada o Molesta Inspirada

Enérgica, con vitalidad Nerviosa

Culpable Decidida o Atrevida

Asustada Atenta o Esmerada

Enojada o Enfadada Intranquila o Preocupada

Entusiasmada Activa

Orgullosa (de algo) o


Satisfecha Temerosa, con miedo

418
Por favor, ahora cierre el cuadernillo y entréguelo al
entrevistador.

Gracias por su colaboración

419
 
MI COMPAÑERO EL DOLOR

Desde hace tiempo me venias acechando, te insinuabas cada vez con más intensidad,
pero te ignoraba, no quería que llegases. De pronto, entraste en mi vida con fuerza, con
ímpetu, sintiéndote poderoso y dueño de mi cuerpo y has decidido quedarte a vivir
conmigo.

Al principio me hundisteis, nunca antes me había sentido de ésta manera, no sabía


como asimilar esta nueva situación; estaba asustada, tenia angustia, tristeza,
impotencia, soledad, incomprensión, etc. Mi mente se desequilibró, mis emociones eran
negativas y fluían constantemente, me encerré en mis miedos. Mi cuerpo no respondía,
ahí estabas machacándome constantemente, sin dejarme tranquila ni un momento.

Mi entorno y mi familia no me comprendían ¡Cómo me iban a comprender! ¡Si ni yo


misma sabía lo que me estaba pasando! Ni siquiera los profesionales de la salud
podían aliviar mi dolor.

Fui desesperada a buscar ayuda a las asociaciones, y vi que no estaba sola, por fin me
sentí comprendida por personas que habían pasado por mi misma situación. Me
tranquilicé mucho y fue entonces cuando empecé a moverme.

Vi una luz para afrontarte. Sé que vamos a estar juntos mucho tiempo, lo has decidido
así, no sé porqué me has elegido; yo no te acepto, ni apruebo, ni quiero que estés a mi
lado, pero puedes quedarte; intentaremos llevarnos bien.

No te dejaré que limites demasiado mi vida, estoy aprendiendo a reconocerte, a saber


que en situaciones estresantes apareces con más fuerza y me quieres ganar la batalla.
Para esos momentos cuento con lo que he aprendido y puedo mirarte de frente e
intentar que no me derrotes. Este es mi objetivo ahora.

Estoy creyendo en mi misma, en que puedo; y estoy comprobando que no eres tan
invencible como creía, que soy capaz de enfrentarme a ti y de decirte que aquí me
tienes, echemos un pulso que ahora ya tengo mis armas para vencerte.

Manoli
 
 
 

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