Hiperindustria Cultural
Hiperindustria Cultural
Hiperindustria Cultural
1
TABLA DE MATERIAS
INTRODUCCIÓN
6 Apocalípticos o digitalizados
7 La invención de Morel
8 Textos e hipertextos
9 Hipertextualidad y literatura
APENDICE
Álvaro Cuadra
(Santiago 1956). Licenciado y Magister en Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Doctor de La Sorbona
en semiología y letras. Profesor en las cátedras de Comunicación Social y Teoría de la Cultura en diversas
universidades públicas y privadas. Ha publicado dos libros: “De la ciudad letrada a la ciudad virtual” (2003), “Paisajes
virtuales” (2005). Asimismo, sus artículos han sido publicados en numerosas revistas académicas en Chile y otros
países, Argentina, México, así como traducciones al portugués (Brasil). Su investigación se ha orientado estos últimos
años a las transformaciones culturales en Chile, derivadas tanto de diseños socioculturales inéditos, como de la
expansión tecnológica y massmediática. Su mirada se abre a la imaginación teórica para ofrecer un horizonte de
comprensión hacia la América Latina en un mundo global.
Comentarios a: [email protected]
Es propiedad intelectual eBook CC
Autorizada su difusión
Santiago de Chile. Año 2008
2
INTRODUCCION
Las dos últimas décadas del siglo pasado atestiguan las más radicales
mutaciones políticas, económicas y culturales a nivel mundial. El derrumbe de
los socialismos reales, la reconfiguración tecnoeconómica del capital y el
creciente advenimiento de una “cultura global” marcan los hitos de esta
“mutación antropológica” en curso. Es ya un lugar común hablar de
“sociedades postmodernas” o “sociedad de la información” para tratar de
caracterizar esta época. Desde nuestro punto de vista, hablaremos de
“sociedades hipermodernas”, en cuanto advertimos continuidades, aceleración
y expansión de la modernidad, más que discontinuidades.
3
una “nueva experiencia” de los lenguajes (signo y memoria), el espacio y el
tiempo (desterritorialización), representación de la realidad (virtualidad) y un
nuevo estatuto del saber y del poder: “la ciudad virtual”. En un mundo en que la
reproducibilidad se ha convertido en una práctica social generalizada, de bajo
coste y sin perdida de señal, gracias a las tecnologías numéricas, adviene la
hiperreproducibilidad y con ella la hiperindustrialización de la cultura. En pocas
palabras: En la era de la hiperindustria cultural, América Latina está
transformando su régimen de significación que la acompañó por más de cinco
siglos, constituyendo, de hecho, la cuestión central de la política y la cultura
entre nosotros, en la hora actual.
Nuestro libro está organizado en tres partes. La primera de ellas, “En la era de
la hiperindustria cultural” quiere abordar, desde una mirada fenomenológica, las
transformaciones de la experiencia y la memoria frente a las redes y nuevas
tecnologías que supone esta hiperindustrialización de la cultura. La segunda
parte, de un talante más ensayístico, “El Reality Mundo”, explora cómo el
mundo cotidiano del consumo se ha vuelto telegénico, reconfigurando nuestra
propia subjetividad. La tercera parte “Metáforas de la virtualidad”, recoge una
serie de artículos que fueron publicados hace algunos años en la revista
electrónica argentina “Acheronta, revista de cultura y psicoanálisis” (www.
acheronta.org), dirigida por Michel Sauval. Hemos querido incluir esta tercera
parte para los lectores nacionales y que fuera publicada en 2005 en nuestro
“e-book” “Paisajes Virtuales, disponible en el campus virtual de la Organización
de Estados Iberoamericanos: http://www.campus-oei.org/publicaciones. Por
último, hemos querido incluir, a modo de apéndice, una ponencia presentada
en el XII Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación/
FELAFACS. Bogotá. Colombia. Septiembre de 2006.
Álvaro Cuadra
4
Primera Parte
5
1 La biblioteca de Babel: Memoria y Tecnología
Introducción
1
Borges, J.L. Obras Completas. B. Aires. Emecé Editores. 1974: 465
2
Loc. Cit.
3
En efecto, la separación entre tekhné y episteme estuvo determinada por un contexto político donde los
filósofos acusaban a los sofistas de instrumentalizar el logos como pura retórica y logografía, es decir
como medio de poder y no-lugar del saber. Esta desvalorización de un cierto saber técnico (tecno –
lógica) ha tenido consecuencias hasta nuestros días.
Cfr. Stiegler. B. La technique ert le temps. Paris. Galilée. T.1 .1994 : 15 - 31
4
Nos referimos, por cierto a José Ortega y Gasset y a Martin Heidegger, respectivamente cuyas célebres
reflexiones sobre la técnica, constituyen un punto de referencia hasta el presente.Véase Ortega y Gasset,
J. Meditación de la técnica. Obras Completas. Madrid. Revista de occidente. 1964. T. V: 319 - 75
6
trazar el itinerario de la reflexión contemporánea en torno a la tecnología. Para
ello echaremos mano de un saber disperso e interdisciplinario cuyo epicentro
no podría ser sino la noción misma de cultura devenida tecnocultura, entendida
como un régimen de significación.
5
Ortiz, R. Mundialización y cultura. Buenos Aires. Alianza Editorial. 1997: 67
7
à-dire, de fait, détruire les « archaïsmes » et les routines bureaucratiques,
mettre fin aux rigidités institutionnelles et aux entraves protectionnistes,
délocaliser, privatiser ” .6
Tal como señala Mario Sei: “ El fenómeno está sin duda vinculado a lo que
Horkheimer y Adorno denuncian como “industria cultural”, es decir, a la
producción industrial del imaginario. Para los dos filósofos alemanes esto
significa, como explican en la Dialéctica de la Razón, que la industria ha
logrado descifrar ese mecanismo secreto activo en el alma que, bajo el nombre
de esquematismo trascendental, permitía a los datos de la intuición, según
Kant, adaptarse al sistema de la Razón pura. . . Stiegler observa –no sin dirigir
6
Lipovetsky, G. Les temps hypermodernes. Paris. Grasset. 2004 : 78
8
algún reproche de ingenuidad a los dos frankfurtianos– que si esto fuese
verdad haría falta entonces demostrar cómo y por qué la conciencia puede ser
hasta tal punto penetrada íntimamente y controlada por parte de productos
industriales particulares que, operando como programas y objetos temporales –
como es el caso del cine y, más concretamente, de los canales audiovisuales–
discurren al mismo ritmo que el curso de la conciencia, llegando a determinar
nuevos tiempos sociales y nuevas “calendariedades”. Es precisamente esta
situación la que debería conducir, según Stiegler, no sólo a un profundo
recuestionamiento de las nociones kantianas de esquematismo y de
imaginación trascendental, por lo demás problemáticas, sino –más
radicalmente– a una nueva crítica de la conciencia que considere el soporte
técnico y tecnológico, no en cuanto que elemento reificante y desnaturalizador,
sino como el sustrato constitutivo de la conciencia misma”7
Para efectos expositivos, como ya hemos adelantado, nos hemos dado cinco
nociones básicas que articulan una primera aproximación al problema que nos
ocupa subrayando su “complejidad” más que secuencias determinadas de
causas y efectos. Esta suerte de pentagrama está constituido por cinco
palabras – clave a la hora de pensar la tecnología: Signo, Tiempo, Realidad,
Saber, Poder.8
7
Mario Sei Técnica, memoria e individuación... LOGOS. Anales del Seminario de Metafísica
Vol. 37 (2004): 337-363
8
Desde un punto de vista metodológico, nuestra opción enfatiza más bien el aspecto fenomenológico,
esto es, la manera en que las tecnologías afectan nuestra experiencia, más allá de su función. Este
enfoque debilita, si se quiere, la mirada propiamente ontológica sobre lo que es la tecnología y la mirada
pragmática sobre lo que hacen las tecnologías. Nos inspiramos en los trabajos de Menser y Aronowitz.
Menser, M Y Stanley Aronowitz “Sobre los estudios culturales, la ciencia y la tecnología” in Tecnociencia y
cibercultura. B. Aires. Paidós. 1998: 21-44
9
Stiegler, B. La technique et le temps. Paris. Galilée. 1994. T.2 : 83
9
de información y una extensión de la memoria cuyas consecuencias sociales y
culturales no son todavía previsibles. El orden de los signos es de particular
importancia en América Latina, pues, como veremos, junto al absoluto
metafísico cumplió un papel central al servicio de la monarquía y en la
constitución de lo que Ángel Rama ha llamado la ciudad letrada.
10
espacio-tiempo, esto es, la noción misma se vuelve geométrica, plástica,
modelable. Por último, la experiencia del nuevo espacio-tiempo nos muestra,
por contraste, que habitamos sólo un caso posible espacio-tiempo. De este
modo, la realidad virtual nos hace evidente la virtualidad de lo real,
mostrándonos el nuevo horizonte conceptual y perceptual que marcará los
derroteros de las generaciones futuras. Por último, reconociendo que el nuevo
modo retencional al que nos enfrentamos no es ni más ni menos virtual que
otros, no podemos negar que éste, precisamente, es el que genera una
sincronía en tiempo real, trasformando la experiencia misma. Todo lo anterior
nos lleva al meollo de nuestro asunto, pues cabe preguntarse si acaso las
nuevas tecnologías poseen un poder genésico capaz de engendrar lo hiperreal,
el simulacrum, una suerte de real producido por matrices y modelos. Tal es la
propuesta de Baudrillard para quien la distinción metafísica entre ser y
apariencia quedaría abolida.
Por último, el Poder es, quizás, el nudo que permite liar todas las nociones
anteriores. Las nuevas tecnologías no son independientes del poder. Las
nuevas tecnologías de información y comunicación nacen un contexto histórico
y político que podemos llamar capitalismo globalizado o tardocapitalismo, lo
que equivale a afirmar que las nuevas tecnologías de información y
comunicación poseen, de manera ineluctable, una dimensión histórica y
política.
11
pero al mismo tiempo intensa, las nuevas tecnologías de información y
comunicación. Las redes televisivas globalizadas, así como Internet, se
expanden en nuestras ciudades generando problemas inéditos. Ya se habla de
“analfabetismo digital” o “brecha digital” para dar cuenta de las serias
asimetrías que enfrentamos desde el punto de vista de la conexión a redes y
de acceso cultural a las nuevas tecnologías. América Latina participa
marginalmente de la revolución digital, extendiendo la desigualdad social al
ámbito tecnológico. Al mismo tiempo, la incidencia de las nuevas tecnologías
en el crecimiento económico de la región es todavía escaso, en cuanto éstas
no están incorporadas a procesos productivos significativos. Sin embargo, el
virtuosismo mediático de la televisión ha penetrado el imaginario de millones de
habitantes, arrastrando a nuestras sociedades a expectativas y demandas
nuevas. Esto ha creado un clima político singular en América Latina que está
cambiando , incluso, el modo en que se administra lo político. La tecnología es
parte de la agenda política como estrategia de desarrollo, pero al mismo tiempo
es herramienta que la transforma. ¿Cómo puede enfrentar América Latina el
desafío planteado por la mutación de los dispositivos retencionales digitales en
red, sabiendo que los modelos culturales reposan, precisamente en su
memoria?. La nuevas tecnologías de información y comunicación representan
la más profunda mutación antropológica cultural y están destinadas a modificar
nuestros modos de significación, es decir, nuestro modo de apropiación de los
signos, nuestra concepción espaciotemporal, nuestra noción básica de
realidad, el estatuto del saber y las estructuras y relaciones sociales
cristalizadas desde hace siglos configurando nuevas relaciones de poder. El
mundo que se avizora, sea que lo llamemos “post” o “hiper” moderno, es un
estadio inédito de la civilización humana al cual, querámoslo o no, estamos
convocados.
12
esos cometidos. Fue también indispensable que ese grupo estuviera imbuido
de la conciencia de ejercer un alto ministerio que lo equiparaba a una clase
sacerdotal. Si no el absoluto metafísico, le competía el subsidiario absoluto que
ordenaba el universo de los signos, al servicio de la monarquía absoluta de
ultramar”14 Aunque en la actualidad podemos discernir ciertas estructuras y
funciones inherentes a la escritura en el mundo colonial, debemos tener
presente que la percepción en la época sacralizaba la palabra escrita, esto es,
le asignaba a los signos una dimensión espiritual15. Una de las razones para
esta sacralización de la palabra y por ende para su radical importancia en el
modelo cultural colonial nos la explica Rama en los siguientes términos: “La
capital razón de su supremacía se debió a la paradoja de que sus miembros
fueron los únicos ejercitantes de la letra en un medio desguarnecido de letras,
los dueños de la escritura en una sociedad analfabeta y porque
coherentemente procedieron a sacralizarla dentro de la tendencia
gramatológica constituyente de la cultura europea.”16 Esto explica, por
ejemplo, por qué quienes detentaban la capacidad de escribir ocupaban un
lugar de privilegio, entre ellos, quienes ejercían como ministros de fe, los
escribanos o notarios, a quienes se les reconocía una especial relación no sólo
con los signos sino con la verdad: “Moreover, as Columbus's actions attest,
notaries enjoyed a special relationship to the truth. They were expected to
witness noteworthy acts, from the spectacular—like Columbus's seizure of
Guanahani—to the humble and mundane: the promise of a dowry, an
apprenticeship, or a loan. It then fell to notaries to shape the messy specifics of
each event into the proper form to be committed truthfully to the page. Not just
any written language would do. Manuals with specific itineraries of meaning
were used in Europe and the colonial Americas to guide these men in
straitening the endless diversity of people's actions and language into the
approved formulae. Notaries were thus truth's alchemists, mixing the singular
into the formulaic in accordance with prescribed recipes to produce the written,
duly witnessed, and certified truth. Their truth was recognizable not by its
singularity but by its very regularity. It was truth by template—la verdad hecha
de molde.17
14
Rama, Angel. La ciudad letrada. Santiago, Tajamar Editores. 2004: 55
15
Los signos aparecían como obra del Espíritu y los espíritus se hablaban entre sí gracias a ellos.
Obviamente se trataba de funciones culturales de las estructuras de poder, cuyas bases reales podríamos
elucidar, pero así no fueron concebidas ni percibidas, ni así fueron vividas por sus integrantes. Rama, A.
Op. Cit. 57
16
Rama. Op. Cit. 65
17
Además, como atestiguan las acciones de Colón, los notarios gozaron de una relación especial con la
verdad. Ellos fueron esperados como testigos de los actos dignos de mención, desde lo espectacular —
como el ataque de Colón a Guanahani— a lo humilde y mundano: la promesa de una dote, de un
aprendizaje, o de un préstamo. Entonces cayó en los notarios darle forma a lo desordenado específico de
cada acontecimiento en la forma apropiada para ser cometido verdaderamente en la página. No
cualquiera escribió la lengua. Los manuales con itinerarios específicos de significados se utilizaron en
Europa y la América colonial para guiar a estos hombres estrechamente en la diversidad interminable de
las acciones e lenguaje de las personas en fórmulas aprobadas. Así, los notarios eran alquimistas de
verdad, mezclando lo singular en fórmulas de acuerdo a recetas prescritas para producir la verdad escrita,
debidamente presenciada y certificada. Su verdad no era reconocible por su singularidad sino por su muy
regularidad. Era la verdad por plantilla —la verdad hecha de molde. La traducción es nuestra.
Kathryn Burns, "Notaries, Truth, and Consequences," The American Historical Review April 2005
<http://www.historycooperative.org/journals/ahr/110.2/burns.html> (30 Mar. 2006).
13
Conviene consignar aquí algunas ideas que ya discutiéramos en otras
páginas.18 El tránsito desde una Ciudad Letrada hacia nuevos dispositivos
retencionales puede ser entendida como una transformación que compromete,
a lo menos, tres grandes ámbitos: lo epistemológico, lo sígnico y lo
comunicacional. Tal como señala Ángel Rama, las ciudades latinoamericanas
fueron planificadas en cuanto institución de un cierto orden que remite a la
episteme clásica19: “El orden debe quedar estatuido antes de que la ciudad
exista, para así impedir todo futuro desorden, lo que alude a la peculiar virtud
de los signos de permanecer inalterables en el tiempo y seguir rigiendo la
cambiante vida de las cosas dentro de rígidos encuadres. Es así que se fijaron
las operaciones fundadoras que se fueron repitiendo a través de una extensa
geografía y un extenso tiempo”.20 El aseguramiento del orden sólo estaba
garantizado por la perennidad del signo, de allí la importancia de la Logique de
Port Royal (1662) en cuanto distinción de la cosa y su representación. Pero
habría, a nuestro entender, algo más radical. La irrupción gramatológica que se
consolida y expande en la era Gutenberg, quiebra siglos en que la oralidad en
su invisibilidad se había tornado transparente respecto de las “cosas”, de
manera que la serie sígnica era, en principio, indistinguible de la serie fáctica;
en pocas palabras, el lenguaje oral se nos ofrecía como una obviedad en que
el nombre y la cosa se identificaban. Oraciones, fórmulas mágicas y el lenguaje
cotidiano eran perfectamente traslúcidos, aproblemáticos. Así, la distinción de
Port Royal hace emerger una entidad llamada signo, la que representa lo real,
como afirma Jameson, se produce: “... la disolución corrosiva de las viejas
formas del lenguaje mágico, a causa de una fuerza que llamaré fuerza de
reificación”.21 La reificación, en cuanto disyunción-distinción-abstracción,
permite que el signo emerja como algo separado y distinto de aquello que
refiere. En una línea muy próxima, Michel Foucault refiriéndose a Don Quijote,
escribe: “Don Quijote es la primera de las obras modernas, ya que se ve en ella
la razón cruel de las identidades y de las diferencias, juguetear al infinito con
los signos y las similitudes, porque en ella el lenguaje rompe su viejo
parentesco con las cosas para penetrar en esta soberanía solitaria de la que ya
no saldrá, en su ser abrupto, sino convertido en literatura; porque la semejanza
entra allí en una época que es para ella la de la sinrazón y de la imaginación”.22
La idea de una soberanía solitaria ha sido también advertida por Derrida en los
escritos de Rousseau, en particular en su ensayo El origen de las lenguas,23 la
18
Citamos in extenso algunos párrafos del capitulo primero de nuestra e-book inédito Paisajes
virtuales. 2005. Una versión electrónica está disponible en la biblioteca virtual de la
Organización de Estados Iberoamericanos. http://www.campus-oei.org/publicaciones
19
El desarrollo de las ciudades mediterráneas en forma de damero se remonta a la antigua Grecia.
Aymard señala: “El urbanismo moderno nace en el Mediterráneo con Hipodamos de Mileto, inventor de
los planos en forma de tablero de damas. Triunfó en cada época de estandarización cultural, donde la
reproducción sistemática de un modelo establecido, y considerado superior, cobra una especie de
venganza sobre el desarrollo espontáneo: la Grecia helenística, Roma, el Renacimiento y la edad barroca”
Maurice Aymard. Espacios in Fernand Braudel. El Mediterráneo. México. F.C.E. 1995: 172 – 204 .
En el mismo sentido, Rama concluye: “El resultado en América Latina fue el diseño en damero, que
reprodujeron (con o sin plano a la vista) las ciudades barrocas y que se prolongó hasta prácticamente
nuestros dias” Rama. Op. Cit. 41
20
Ibidem, p. 42
21
Jameson, Fredric. Teoría de la postmodernidad, Madrid, España, Editorial Trotta, 1996, pp. 97-145;
219-288.
22
Foucault, M. Las palabras y las cosas. México. Siglo XXI. 1999: 55.
23
El privilegio del habla está ligado, en particular, tanto en Saussure como en Rousseau, al carácter
institucional, convencional y arbitrario del signo.
14
lingüística de Rousseau se levanta en oposición a los escritos de Condillac en
cuanto renuncia a toda explicación teológica para afirmar un origen natural de
las lenguas: “…hay que remontarse a alguna razón que haga a lo local y que
sea anterior a las costumbres, siendo la primera institución social, el habla
debe su forma sólo a causas naturales”.24 El habla operaría una suerte de
ruptura respecto del ordo naturalis, instituyendo un orden heterogéneo u otro.
El signo hace que las cosas sean claras y distintas y, en este sentido, Foucault
acierta al afirmar que “La razón occidental entra en la edad del juicio”.25
Desde otro punto de vista, Rama explica la preeminencia del grupo letrado por
Derrida, J. La lingüística de Rousseau/ J. Rousseau. El origen de las lenguas. B. Aires. Ediciones Calden
1970: 26.
24
Ibidem. p. 39.
25
Foucault Op. Cit p. 67.
26
Rama. Op. Cit p. 45
27
Ibidem p.13.
28
Maravall, J. A. La cultura del Barroco. Barcelona . Ariel. 2000: 155
15
dos grandes tareas asignadas a este grupo: primero, la administración del
orden colonial y, segundo, a las exigencias de la evangelización (si se prefiere
la versión laica: educación o transculturación).29 Así, la ciudad letrada se
institucionaliza en nuestra América desde el último tercio del siglo XVI hasta
bien entrado el siglo XX, del cual Alejo Carpentier es un buen testigo.
En una lectura algo heterodoxa, proponemos releer esta pervivencia del grupo
letrado como la institución de un régimen de significación. Esto apunta a dos
dimensiones, por una parte a reconocer que, en efecto, estamos ante la
emergencia del signo como entidad distinta y separada de las cosas, modo de
significación inédito, tránsito de lo hermenéutico a lo analítico: saber barroco.
Por otra parte, empero, debemos reconocer una dimensión que señala la
irrupción de una nueva economía cultural, un modo particular en que se
producen, circulan y se leen los signos. De manera que nuestra cultura emerge
desde las postrimerías del siglo XVI como una triple fractura, un quiebre
epistemológico, una mutación en los cánones de significación y nuevos modos
de comunicación. Los dos primeros puntos resultan, según hemos visto,
bastante verosímiles, exploremos pues este último aspecto. Citando a Juan
Antonio Maravall,30 Rama escribe: “...la época barroca es la primera de la
historia europea que debe atender a la ideologización de muchedumbres,
apelando a formas masivas para transmitir su mensaje, cosa que hará con rigor
programático”.31 Obviamente, esto se inscribe en una forma de propaganda en
el clima de la Contrarreforma. Sin embargo, en América Latina esta dimensión
comunicacional y persuasiva fue crucial: “Para América, la fuerza operativa del
grupo letrado que debía transmitir su mensaje persuasivo a vastísimos públicos
analfabetos fue mucho mayor. Si en la historia europea esa misión sólo
encontraría un equivalente recién en el siglo XX con la industria cultural de los
medios de comunicación masiva, en América prácticamente no se ha
repetido”.32
29
Piscitelli, Alejandro, Ciberculturas. En la era de las máquinas inteligentes, Argentina, Paidós, 1995. pp.
70-96; 135-157. El culto del libro fue eminentemente contemplativo. La lectura fue simultáneamente una
práctica disciplinada y un estilo de vida. La lectura activa estaba ligada a la oración y a la transformación
del espíritu. Las marcas escritas terminaban inscribiéndose en la mente y en el corazón del lector y el libro
no era tan sólo el instrumento domesticador de las conciencias a través de la fe, sino el cielo mismo
tocado con las manos, cuando no la disciplina a través de la cual se alcanzaban los estados celestiales
del espíritu.
30
Maravall, J.A. La cultura del barroco. Barcelona. Ariel. 1975 in Rama Op. Cit. 59
31
Rama Op. Cit 59
32
Ibidem. 60
16
han evolucionado desde entonces”33 La lecto-escritura constituye una matriz34
en dos sentidos: en primer término en tanto modelo funcional y epistemológico,
esto es como modo de comprensión, en efecto: “Saber escribir no es sólo una
habilidad funcional o un criterio que define cierto nivel operacional de
comportamiento. Dada su relación con los ‘poderes’ de la mente, la
alfabetización permite trascender el entorno inmediato generando un mundo
compartido de inteligibilidad más abstracto que el de las interacciones
cotidianas. La estructura literaria se convierte, así, en el modelo deseable de
toda comprensión posible”.35 En segundo término, en cuanto el grupo letrado
ha sido el administrador de este saber se hacen diseñadores de modelos
culturales: “Con demasiada frecuencia en los análisis marxistas se ha visto a
los intelectuales como meros ejecutantes de los mandatos de las Instituciones
(cuando no de las clases) que los emplean, perdiendo de vista su peculiar
función de productores de modelos culturales, destinados a la conformación de
ideologías públicas”.36 Esta doble dimensión matricial del grupo letrado los sitúa
en una posición ambigua frente al poder, se subordina a éste en cuanto le
sirve, sin embargo, en tanto instancia de modelización se instituye en una
forma de poder en sí mismo.37
33
Stiegler. La técnica y el tiempo. Editorial Hiru Hondarribia. 2004. T3: 221
34
La noción de matriz quiere subrayar que la antropogénesis es indisociable de la tecnogénesis, esta
condición matricial nos obliga a aceptar la techné como un elemento central en la humanización de la
psyché y en este sentido, introduce una distancia respecto a horizontes metafísicos, aunque sería
ingenuo pretender superarlos. Esta toma de distancia es una suerte de advertencia tanto de la tecnofobia
del platonismo como de la tecnofilia ingenua de los tecnócratas.
35
Piscitelli. Op Cit.
36
Rama Op. Cit. 62
37
La ciudad letrada se expresa, de hecho más en la educación superior que en la educación
básica. Las universidades resultarían exóticas en estas tierras si no tuviésemos como
antecedente la institucionalización del grupo letrado.
38
Rama Op. Cit. 77
39
Rama Op. Cit. 77
17
trasmisión de mensajes, nos lleva a preguntarnos sobre las nociones
geográficas que animaban la Conquista. Nuestra mirada apunta, precisamente,
a revisar los supuestos topológicos y temporales que subyacen en los
fundamentos de la Ciudad Letrada, pues como señala Bauman: “ Al volver la
mirada hacia la historia es lícito preguntarse hasta qué punto los factores
geofísicos; las fronteras naturales y artificiales de las unidades territoriales; las
identidades separadas de las poblaciones y Kulturkreise, y la distinción entre
“adentro” y “afuera” – todos los objetos de estudio tradicionales de la ciencia de
la geografía – no eran , en esencia, sino los derivados conceptuales, o los
sedimentos/artificios, de los “límites de velocidad”; en términos más generales,
las restricciones de tiempo y coste impuestas a la libertad de movimientos”40
Si los signos emergieron como algo distinto de las cosas a las que referían, no
es menos cierto que el desarrollo de la navegación significó la instauración de
una primera red transcontinental, una red, por cierto, en la antípoda de lo que
hoy entendemos por tal: asincrónica, lenta, centralizada, vertical, burocrática.
La administración de tal cantidad de información requirió, desde luego, de una
red de letrados44 que compartían no sólo las competencias lingüísticas (el
diccionario) sino y, mucho más importante, las competencias histórico
culturales (la enciclopedia), así se explica que esta red funcionara sobre
códigos escriturarios, pero que al mismo tiempo elaborara hipercódigos
retóricos, estilísticos e ideológicos que persisten hasta nuestros días en
algunos ámbitos de nuestras sociedades, particularmente en los escritos
40
Bauman, Zigmunt. Tiempo y clase in La Globalización. Consecuencias humanas.Bs. Aires. F.C.E. 1999:
20
41
En la competencia por el acceso a las riquezas de las Indias, un lugar central le correspondió a la
cartografía que garantizaba rutas seguras, por ello se ha llegado a afirmar que “los mapas eran dinero y
los agentes secretos de las potencias pagaban en oro las buenas copias de los originales portugueses
cuidadosamente custodiados”. Landes, D. Revolution in Time. Cambridge. Mass. 1983, citado por:
Harvey, D. La condición de la postmodernidad. B.As. Amorrortu. 1998: 254.
42
Harvey, D. Op. Cit.
43
Ibid.
44
Tal tarea exigió un séquito, muchas veces ambulante, de escribanos y escribientes, y, en los centros
administrativos, una activa burocracia, tanto vale decir, una abundante red de letrados que giraban en el
circuito de comunicaciones escritas, adaptándose a sus normas y divulgándolas con sus propias
contribuciones. Rama. Op. Cit. 77
18
notariales .
45
Stiegler. Op. Cit. T3: 247
46
Ibidem. 221
47
Monsivaís, C. “La ciudad letrada: la lucidez crítica y las vicisitudes de un término”. Prólogo a La Ciudad
Letrada. A. Rama. Tajamar Editores. Santiago. 2004: 28
19
Finalmente, podríamos argumentar que si bien América Latina está muy lejos
de arribar al fin-de-la-historia, como ha proclamado Francis Fukuyama, parece
verosímil, en cambio, pensar que se aproxima rápidamente al fin – de – la –
geografía, como ha sostenido Paul Virilio48. Esto quiere decir que nuestra
cultura se halla ante una profunda reconfiguración y perturbación del marco
espacio temporal en que se encuentra inmerso, una desorientación radical
cuyas consecuencias políticas no son, por ahora, previsibles.
48
Virilio, Paul. “Un monde surexposé : fin de l’histoire ou fin de la géographie ?. Le monde diplomatique.
Agosto. 1997. Citado por Bauman. Op. Cit. 20
49
Tomaremos como punto de partida, precisamente, la noción de flujo que propone Castells, en cuanto:
secuencias de intercambios e interacciones que son repetitivas, programables y que poseen una
meta entre dos posiciones físicamente disjuntas de actores sociales en los organismos y las
instituciones de la sociedad. Por de pronto, la noción de flujo es un modelo y una lógica implícita, de
orden topológico, que puede aplicarse, por ende, a cuestiones tan tangibles como el flujo de mercancías o
a abstracciones como el poder o el saber. Nos interesa subrayar que la noción de flujo es indisociable, en
principio, de la noción de red. Asistimos, en efecto, a la instauración de una sociedad global en que todo
fluye; sin embargo, este fluir no es pura entropía, pues como afirma Castells: Los flujos del poder se
transforman fácilmente en poder de los flujos Véase Cuadra, A. De la ciudad letrada a la ciudad virtual.
Santiago. Lom. 2003: 144
50
Stiegler. Op. Cit. T3: 223
20
interior que regulan programadamente, todo ello configura al individuo como
ser en el mundo arrojado a la aventura existencial del tiempo electrónico”51
Desde las postrimerías del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX se va
a operar una transformación tecnológica que proporcionará una base material
inédita para una nueva concepción del espacio y el tiempo. El telégrafo, el cine,
el automóvil y el aeroplano, sin mencionar la transmisión inalámbrica y la radio
o los rayos X. Esta ruptura del orden espaciotemporal se sitúa alrededor de
1910 y coincide con la irrupción de las vanguardias estéticas: “...Picasso y
Braque, siguiendo a Cézanne, que en la década de 1880 había comenzado a
quebrar el espacio de la pintura mediante nuevas formas, experimentaron con
51
Subirats, E. Culturas virtuales. Madrid. Bibioteca Nueva. 2001: 93
52
Landow, G. Hipertexto. Buenos Aires. Paidós. 1995: 13 - 49
53
Harvey D. La condición de la postmodernidad. B. Aires. Amorrortu. 1998: 280
54
“Semejante espacio absoluto – verdadero sensorium Dei en la interpretación teológica que Newton
hacía del mismo – poseía todas las características de una sustancia real y existente per se nota.
Adversando tales ideas, Leibniz concebía el espacio sólo como un orden u ordenamiento ideal o
convencional - construido en todo caso, por la razón humana- cuya verdadera función debía consistir en
posibilitar y hacer inteligibles las relaciones entre los entes o cosas… La identificación del espacio con
aquel ordenamiento u orden…representaba un paso de extrema significación e importancia para su
progresiva des-sustancialización” Mayz, E. Op. Cit. 38
21
el cubismo, abandonando el espacio homogéneo de la perspectiva lineal que
había predominado desde el siglo XV. La famosa obra de Delaunay de 1910 –
1911 donde aparece la torre Eiffel fue, tal vez, el símbolo público más
sorprendente de un movimiento que intentaba representar el tiempo a través de
una fragmentación del espacio: quizá los protagonistas no supieron que esto
tenía un paralelismo en la línea de montaje de Ford, aunque la elección de la
torre Eiffel como símbolo reflejaba el hecho de que todo el movimiento tenía
algo que ver con el industrialismo”55
David Harvey nos advierte que hoy vivimos una compresión espacio-temporal
que surge inevitable de la aceleración general de rotación del capital, tanto
desde el punto de vista de la producción como en el intercambio y el consumo.
Esta compresión – instantaneidad, simultaneidad, desterritorialización – va a
generar nuevas formas de pensar, sentir y actuar. Este nuevo “ethos” , post o
hipermoderno si se quiere, es transmitido por “la industria de producción de la
imagen” o más ampliamente por la “industria de la cultura”: “Toda esta industria
se especializa en la aceleración del tiempo de rotación a través de la
producción y comercialización de imágenes... Es la que organiza las
novedades y modas y, como tal, produce activamente la condición efímera que
siempre ha sido fundamental en la experiencia de la modernidad”56 Las redes
mediáticas y digitales de la era hipermoderna han devenido una hiperindustria
cultural de alcance global destinada a públicos hipermasivos, de tal manera
que la vida entera comienza a ser pensada desde este nuevo contrato
temporario. Como sostiene Stiegler: “Esta red interoperable, que en este mismo
momento se convierte en el vector de las industrias de programas
audiovisuales digitales, constituye el elemento decisivo de la globalización del
sistema técnico y a través de él la mnemotecnología se convierte
verdaderamente en el centro de este sistema, al integrar calendariedad y
cardinalidad que constituyen los aglutinantes primordiales de las sociedades”57
Las consecuencias inmediatas de esta nueva calendariedad y cardinalidad
vehiculada por la tecnoimágen virtual redefine la historia y lo que entendemos
por realidad58, pues como señala Stiegler, el tiempo y el espacio son
fundamentos religiosos y metafísicos: “Calendariedad y cardinalidad, que
forman los sistemas retencionales constitutivos de las relaciones con el espacio
y el tiempo, nunca son separables de las cuestiones religiosas, espirituales y
metafísicas: remiten inevitablemente al origen y al final, a los límites y a los
confines, a las perspectivas más profundas de los dispositivos de proyección
de todo tipo”59
55
Harvey. Op. Cit. 297
56
Ibidem 321
57
Stiegler Op. Cit. T3: 224
58
Lo virtual mediático no sólo reinventa el tiempo y redefine lo histórico sino que instituye una nueva
articulación de la realidad. Hace algunas décadas, la historicidad emanaba de significaciones ancladas en
relatos ideológicos; las significaciones otorgaban una visión holística fundada en una cierta racionalidad
que reclamaba convicciones. El flujo casuístico de la videósfera opera desde la pulsión estética; la
tecnoimagen desplaza la convicción a favor de la seducción. Este tránsito es congruente, desde luego,
con el ethos de una sociedad de consumo; pero, supone un segundo movimiento; la tecnoimagen debilita
la aprehensión racional de los fenómenos y abre, en cambio, la apropiación puramente estética de la
realidad; abolida la racionalidad gana terreno la imaginación estandarizada. Véase: Cuadra. A De la
ciudad letrada a la ciudad virtual. Santiago. Lom. 2003: 83
59
Stiegler Op. Cit. T3: 224
22
Es indudable que la compresión espacio tiempo entraña riesgos no menores
para todas las sociedades humanas. De hecho, podríamos afirmar que se trata
de una conmoción de proporciones de la cultura contemporánea cuyos efectos
de mediano y largo plazo apenas comenzamos a vislumbrar. Siguiendo a
Stiegler en este punto, habría considerar lo siguiente: “Estas conmociones de
los sistemas retencionales de acceso al espacio y al tiempo comunes (
calendariedad y cardinalidad ) que se declaró verdaderamente de forma masiva
tras la Segunda Guerra Mundial y que conoce una intensificación extrema con
los fulminantes progresos de las tecnologías digitales engendra por el momento
una inmensa desorientación que, si no se tiene en cuenta y si se desdeña la
profundidad de las cuestiones que plantea, podría suscitar enormes
resistencias cuyas manifestaciones son los integrismos, los nacionalismos, los
neofascismos y tantos otros fenómenos regresivos. Lo que está en juego es el
corazón de las culturas y de las sociedades, sus relaciones más íntimas con el
cosmos, con su memoria y con ellas mismas. Ignorarlo o desdeñarlo podría
tener las más trágicas consecuencias. Debido a que la calendariedad y la
cardinalidad son las tramas elementales de los ritmos vitales, de las creencias,
de la relación con el pasado y con el futuro, el control de los dispositivos de
orientación futuros será también el del imaginario mundial.”60
Desde un punto de vista más filosófico, el escándalo que suscita este nuevo
estado de cosas radica más en la sincronización de las conciencias respecto
de los flujos que en la producción industrial del imaginario, como nos aclara
Sei: “ El escándalo y el desastre para el espíritu, sin embargo, no estriba tanto
en reconocer que la producción de la cultura y del imaginario se realizan
industrialmente sino más bien en el hecho de que el ritmo productivo, anónimo
y deslocalizado, asume cada vez más las características de un flujo cuyo
discurrir tiende a coincidir con el de la conciencia misma. La tendencia a la
sincronización del ritmo productivo con el flujo de las conciencias, hecha
posible sobre todo gracias a la expansión tecnológica de industrias que
producen programas y memoria (objetos temporales en el sentido husserliano
del término) comporta una sensible reducción del “retraso” de la conciencia.
Los soportes terciarios, al no inscribirse en la duración, ya no soportan cosa
alguna y es por tanto el horizonte temporal mismo de la conciencia el que se
encoge, limitando de este modo también sus posibilidades individuantes: sin
sustratos duraderos detrás, ya no puede anticipar sino a corto o cortísimo plazo
y contraer su tejido existencial en un presente prolongado vivido igualmente
como una temporalidad de flujo que se encadena necesariamente al ritmo del
objeto temporal industrial constructor de la actualidad (escuchar la radio, ver la
televisión)”61
23
precipitado en una fase de innovación permanente de todo lo que funciona
como soporte terciario de la memoria, pero entendida también como “crisis” de
los dispositivos tecnológicos de transmisión de la memoria misma (sistema
educativo escolar en particular) es inmediatamente la “crisis” de la
subjetividad”62
62
Loc. Cit.
63
Bauman, Zigmunt. Tiempo y clase in La Globalización. Consecuencias humanas.Bs. Aires. F.C.E. 1999:
28
64
No podemos olvidar que más allá de los flujos globalizados de la hiperindustria cultural, se erige la vida
triste de millones de seres sumidos en la devastación ecológica, la pérdida de su memoria cultural y los
flujos migratorios de los desheredados.
65
Este fenómeno es lo que hemos llamado “transcontextos”. Los transcontextos escenifican un
espacialidad metahistórica, acrónica, en que el flujo de imágenes desplaza el devenir temporal humano,
histórico. Esta presencia plena es también presente pleno; tiempo espacializado en una topología virtual
que redefine nuestro lugar en el mundo y lo que pudiéramos entender por realidad. Véase Cuadra, A. De
la ciudad letrada a la ciudad virtual. Santiago. Lom. 2003: 138
24
triple perspectiva histórica (la construcción de la realidad como simulacro a la
vez tecnológico y comercial, la utopía vanguardista de la obra de arte total y la
transformación mediática de las culturas históricas) define la noción
contemporánea de espectáculo. Este comprende la destrucción de la
experiencia individual de la realidad, la escenificación y estetización de la
existencia individual, desde el vídeo hasta el diseño de los espacios cotidianos,
y, por ende, la formulación global de la realidad como una obra de arte a gran
escala”66
Cuando el surrealista belga René Magritte nos propone su célebre cuadro “La
traición de la imágenes” (1929), en el cual, justo al pie de una pipa se lee la
66
Subirats. Op. Cit. 12
67
Borges, J.L. Funes el memorioso. B. Aires. Emecé Editores. 1974: 490
68
Stiegler. Op. Cit T3: 226
25
frase “Ceci nést pas une pipe”, está señalando, precisamente, el problema de
la representación. En efecto, el cuadro no nos muestra una pipa sino el signo
que quiere representarla, sin alcanzar jamás al original. Este hecho, en
apariencia trivial, reclama e inaugura una reflexión profunda, cual es la relación
de los signos y la realidad. En la actualidad, la paradoja estriba en que las
tecnologías digitales hacen posible la construcción de imágenes arreferenciales
y anópticas, imagen virtual de una pipa capaz de tornarse en una realidad en sí
misma. Como dirá Subirats: “En la cultura virtual la condición ontológica del ser
es su transformación en imagen. Sólo la imagen es real”69
La virtualización ha sido definida por Pierre Lévy en los siguientes téminos: “La
virtualisation n'est pas une déréalisation (la transformation d'une réalité en un
ensemble de possibles), mais une mutation d'identité, un déplacement du
centre de gravité ontologique de l'objet considéré : au lieu de se définir
principalement par son actualité (une "solution"), l'entité trouve désormais sa
consistance essentielle dans un champ problématique. Virtualiser une entité
quelconque consiste à découvrir une question générale à laquelle elle se
rapporte, à faire muter l'entité en direction de cette interrogation et à redéfinir
l'actualité de départ comme réponse à une question particulière”70
26
representación de algo, como representación sustantivada y como espectáculo.
Detengámonos en esta segunda acepción, el simulacro puede ser entendido
como ontologicamente equivalente a lo representado para devenir real en
sentido estricto. La virtualidad creada por las tecnologías digitales se enmarca,
precisamente, en esta acepción en que la representación sustituye al objeto.
En palabras de Subirats: “El simulacro es la representación, la réplica
cientificotécnica, lingüística o multimediática de lo real convertida en segunda
naturaleza, en un mundo por derecho propio, en la realidad en un sentido
absoluto. Es una performance metafísicamente substantivada, o una obra de
arte total realizada como organización, institucional, psicológica y tecnológica”75
El sentido último de simulacro remite a la fabricación tecnológica de toda la
realidad, es decir: “ Es el mundo como acabada programación técnica de la
existencia y la realidad. El simulacro es el mundo devenido voluntad absoluta,
ser en y para sí, y unidad cumplida del sujeto y el sujeto, perfectamente
cerrada y opaca a la experiencia”76
modelos. Así la distinción metafísica entre ser y apariencia queda abolida. La simulación no posee un
carácter especular ni discursivo a propósito de lo real sino una potencia genética. En efecto, la
videomorfización, por ejemplo, consiste en un sistema de signos que se hace presente en una infinidad de
pixels en tres dimensiones ciberespaciales. Desde el punto de vista del usuario, se está inmerso en una
realidad polisensorial que, en el límite, puede ser concebida como una suplantación de lo real por los
signos de lo real, tal y como piensa Baudrillard. En suma, lo hiperreal es, según Baudrillard, un estadio
último de la imagen en cuanto a que lejos de ser un reflejo o un enmascaramiento de lo real, ahora la
imagen ya no tiene que ver con ningún tipo de realidad sino que es su propio simulacro. Afirmar que la
simulación disocia la imagen (los signos) de cualquier relación con la realidad supone en primer lugar que
la imagen ya no designa referente alguno; en segundo lugar, en cuanto génesis de hiperreal hay una
preeminencia de los rasgos significantes que debilita los procesos de significación. Así, la simulación se
sostiene desde dos operaciones semiológicas concretas, la arreferencialidad y la desemantización, es
decir la simulación sólo es concebible desde los procesos de virtualización.
Jean Baudrillard. Cultura y simulacro. Barcelona. Editorial Kairós, 2001 (6º Edición).
75
Subirats. Op. Cit. 87
76
Ibid.
77
Sei. Op. Cit. 363
27
mundo, la riqueza y la miseria, la guerra y la paz. Todos los contenidos se
disuelven en el incesante fluir de imágenes, en las que vida y muerte, amor y
odio, delirio y realidad suprimen sus diferencias. Las culturas virtuales son
culturas híbridas.”78
Hace ya más de dos décadas, Jean F. Lyotard advirtió con lucidez que las
sociedades occidentales postindustriales estaban sumidas en una suerte de
revolución epistemológica en que el saber cambia de estatuto. Esta mutación
depende, en parte del acelerado proceso de informatización como vector
tecnocultural: “ Con la hegemonía de la informática, se impone una cierta lógica
y, por tanto, un conjunto de prescripciones que se refieren a los enunciados
aceptados como ‘de saber’ ”81 Las redes digitales instituyen la
desterritorialización, esto es, un nuevo espacio de comunicación virtual,
destinado a trastrocar los supuestos políticos elementales anclados en la
78
Subirats. Op. Cit. 105
79
Ibid. 73
80
Véase: Cuadra, A. De la ciudad letrada a la ciudad virtual. Santiago. Lom. 2003: 148
“Debemos aclarar que cuando hablamos de una restitución del sujeto en el ámbito de las comunicaciones,
nos referimos a un constructo inmanente a los medios, estaríamos ante un sujeto-modelo cuya autonomía
sigue siendo ilusoria en cuanto está sometido y domesticado por los formatos y límites estatuidos por un
orden tecnoeconómico. Así, el nuevo estadio del individualismo en las sociedades democráticas a través
del llamado proceso de personalización, lejos de renunciar al control social lo perfecciona. La autonomía
de un sujeto consumidor es una pura ilusión; no sólo no es autónomo sino que se ha desplazado en una
dirección absolutamente contraria, asistimos al nacimiento de un sujeto programado: lo plebeyo”
81
Lyotard. Op. Cit. 16
28
territorialidad. El impacto de las nuevas tecnologías es, en el pensar de
muchos, el horizonte de toda decisión política: “ La déterritorialisation devient
ainsi l’horizon de la décision politique, avec une foule de difficultés qui tiennent
d’abord à ce que l’idée politique reposait jusqu’alors sur une conception
territoriale de la souveraineté. La technologie informatique, appelée à pénétrer
l’ensemble de la société par capillarité, affecte indissolublement les pouvoirs
(politiques et économiques), les savoirs (théoriques et pratiques) et les
mémoires ( toute la culture, tout le patrimoine social, tous les savoirs – vivre,
toutes les compétences) : elle requiert dès lors une audacieuse politique de
l’Etat dans tout ces domaines…“82 Las mediaciones tecnológicas no
representan meros instrumentos sino que redefinen los modos de significación,
esto es, los fundamentos cognitivos y preceptúales, y por ende, aquello que
hemos de entender por saber. Como sostiene Barbero: “ El lugar de la cultura
en la sociedad cambia cuando la mediación tecnológica de la comunicación
deja de ser meramente instrumental para espesarse, densificarse y convertirse
en estructural. Pues la tecnología remite hoy no a la novedad de unos aparatos
sino a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y
escrituras”83 Notemos que, en efecto, tanto ciencias como técnicas de
vanguardia vienen apoyándose desde hace ya más de cuarenta años en las
teorías lingüísticas y de la comunicación, como fundamento para el desarrollo
de memorias, bancos de datos e inteligencia artificial.
La consecuencia previsible para los años venideros es, precisamente, que todo
saber deberá ser compatible o traducido al lenguaje digital de las redes de
información. Como señala Lyotard: “Los ‘productores del saber’, lo mismo que
sus utilizadores, deben y deberán poseer los medios de traducir a esos
lenguajes lo que buscan, los unos al inventar, los otros al aprender”84
86
Lyotard. Op. Cit. 17
87
En su forma de mercancía informacional indispensable para la potencia productiva, el saber ya es, y lo
será aún más, un envite mayor, quizás el más importante, en la competición mundial por el poder. Igual
que los Estados –naciones se han peleado para dominar territorios, después para dominar la disposición
y explotación de materias primas y de mano de obra barata, es pensable que se peleen en el porvenir
para dominar las informaciones. Así se abre un nuevo campo para las estrategias industriales y
comerciales y para las estrategias militares y políticas. Loc. Cit.
29
La nueva condición del saber en las sociedades postmodernas ya no le
atribuye a éste una finalidad emancipadora, sino más bien reclama una
legitimación por la performatividad, forma de legitimación por el poder. Ya no se
trata de la normatividad de ciertas leyes sino el control de los contextos, la
eficiencia, la consecución del efecto buscado, la performatividad de las
actuaciones. Dicho en términos concretos: “El Estado y/oº la empresa
abandona el relato de legitimación idealista o humanista para justificar el nuevo
objetivo: en la discusión de los socios capitalistas de hoy en día, el único
objetivo creíble es el poder. No se compran savants, técnicos y aparatos para
saber la verdad, sino para incrementar el poder”88 En este sentido, las nuevas
tecnologías no hacen sino desplegar los dispositivos más eficaces y eficientes
– memoria, accesibilidad – para incrementar el poder.
88
Ibid. 87.
89
Lyotard.Op.Cit. 95
90
El relato ha sido una forma que ha servido para transmitir un cierto saber que ha permitido generar
competencias en el seno de una cultura . En este saber narrativo, en tanto forma prototípico de protocolos
discursivos, ha residido la formación y la memoria que ha legitimado los lazos sociales y el sentido. De
hecho, nos advierte Lyotard: “Lamentarse de la ‘pérdida del sentido’ en la postmodernidad consiste en
dolerse porque el saber ya no sea principalmente narrativo”. Véase
Cuadra. Álvaro. De la ciudad letrada a la ciudad virtual. Santiago. Editorial LOM. 2003:102
30
relato organizado primero desde la oralidad y luego desde la escritura.
Detengámonos en esta última, impronta gutenberguiana de la modernidad. Es
claro que el orden escritural esta siendo disputado por un nuevo estatuto
cognitivo de la imagen. Las nuevas tecnologías hacen posible que la imagen
ya no sea una mera apariencia sino que funda en sí lo inteligible y lo sensible.
La imagen puede devenir así modelo in silica o videomorfización. La tecnicidad
hace posible una nueva textualidad. La logósfera debe convivir con los
lenguajes de la conjunción audiovisual, la videósfera, perdiendo parcialmente
su protagonismo. Hemos expuesto los límites de este debate entre los
pensadores apocalípticos y aquellos digitalizados en las figuras emblemáticas
de N. Negroponte y G. Sartori91
91
Nos hacemos cargo de este debate en Paisajes virtuales. Biblioteca Campus Organización de Estados
Iberoamericanos. www.campus-oei.org/publicaciones/
92
Martín Barbero. Op. Cit. 91
93
Lo que inaugura una nueva aleación de cerebro e información, que sustituye a la relación exterior del
cuerpo con la máquina Y la emergencia de un nuevo paradigma de pensamiento que rehace las
relaciones entre el orden de lo discursivo (la lógica) y de lo visible (la forma), de la inteligibilidad y la
sensibilidad. Martín Barbero.
Ibidem 92
94
Ibidem. 93
31
“opuestas”, partes del cerebro. De ahí que de mediador universal del saber, el
número esté pasando a ser mediación técnica del hacer estético, lo que a su
vez revela el paso de la primacía sensorio-motriz a la sensorio simbólica”95 Un
modo de significación quedaría, entonces, definido como una nueva
configuración pragmática, esto es, como una nueva relación que establece un
usuario respecto de los signos con que significa. Dichos signos se nos ofrecen
ya escindidos por el decurso de una cultura fundada en la abstracción-
disyunción, separados de referencia y desemantizados, como una constelación
de estímulos significantes. El saber virtual ya no reconoce límites morfo-
semánticos estables capaces de sedimentar un cierto sentido. Más bien
asistiríamos a campos semántico – pragmáticos, móviles, plurales e inestables,
cuya instancia de legitimidad no es otra que la performatividad.
El saber virtual marca una fractura en nuestra cultura, pues irrumpe en medio
de una amplia mutación de los regímenes de significación cuyos ejes no son
otros que la mediatización como forma contemporánea de la economía cultural
y la virtualización como modo de significación. El saber virtual, en toda su
radicalidad, reconfigura la psicósfera, redefiniendo la textualidad y la
percepción desde una nueva tecnicidad. Esta nueva condición del saber se
aleja de la preeminencia de la racionalidad y la orientación objetivante –
interpretativa para instalar en su lugar la imaginación y la orientación
subjetivante experiencial.
95
Ibidem. 118
96
Ibidem. 84
97
Ibidem. 68
32
diseminación del conocimiento, habría que repetir con Martin- Barbero: “La
diseminación nombra entonces el poderoso movimiento de difuminación que
desdibuja muchas de las modernas demarcaciones que el racionalismo
primero, la política académica después y la permanente necesidad de
legitimación del aparato escolar, fueron acumulando a lo largo de más de dos
siglos”98
33
¿Quién decide lo que es saber, y quién sabe lo que conviene decidir?. La
cuestión del saber en la edad de la informática es más que nunca la cuestión
del gobierno.”102 En la era actual, saber y poder son indisociables, las dos
caras de una misma cuestión, pues todo saber no susceptible de ser
“traducido” al nuevo sistema retencional será olvidado y marginado.103
34
afecta no sólo al trabajo manual sino también al trabajo especializado. Las
consecuencias inmediatas son una baja generalizada de los salarios y,
eventualmente, de las jornadas de trabajo. El tardocapitalismo muestra cifras
de crecimiento económico con tasas de cesantía del orden del 10% en
periodos largos. Es conveniente aclarar que el conocimiento ha sido un factor
en los diversos ‘modelos de desarrollo’108, el punto es que el tardocapitalismo
no sólo ha introducido un modo de desarrollo inédito, el modo de desarrollo
informacional, sino un nuevo estatuto del conocimiento en el proceso
productivo, como nos aclara Castells: “Se debe comprender que el
conocimiento interviene en todos los modelos de desarrollo, ya que el proceso
de producción está basado siempre en algún nivel de conocimiento. De hecho,
ésa es la función de la tecnología, ya que la tecnología es “el uso del
conocimiento científico para especificar maneras de hacer las cosas de un
modo reproducible” . Sin embargo, lo que es específico del modo de desarrollo
informacional es que en este caso el conocimiento actúa sobre el conocimiento
en sí mismo con el fin de generar una mayor productividad”.109
Conviene aclarar que si bien las nuevas tecnologías han sido los dispositivos
fundamentales para la reestructuración del capital110, lo que aparece en el
horizonte es una reconfiguración del orden simbólico y de los lazos sociales ,
así como las relaciones de fuerza implícitas en ellas. No debemos ‘reificar’ lo
tecnológico, asumiendo de buenas a primeras una autonomía de este ámbito,
independiente de sus implicancias culturales y sociales. Como muy bien nos
advierte Lévy, finalmente no podemos olvidar que :”...la técnica es un ángulo de
análisis de los sistemas sociotécnicos globales, un punto de vista que pone el
énfasis en la parte material y artificial de los fenómenos humanos y no una
entidad real, que existiría independientemente del resto, tendría efectos
distintos y actuaría por sí misma....La distinción marcada entre cultura (la
dinámica de las representaciones), sociedad (los individuos, sus lazos, sus
108
Castells, M. “El modo de desarrollo informacional y la reestructuración del capitalismo” in La ciudad
informacional. Madrid. Alianza Editorial. 1995: 29 – 65
Así, los modelos de desarrollo son las fórmulas tecnológicas mediante las cuales el trabajo actúa sobre la
materia para generar el producto, determinando en último término el nivel de excedente. Cada modo de
desarrollo queda definido por el elemento que es fundamental para determinar la productividad del
proceso de producción. En el modo de desarrollo agrario, los incrementos en el excedente son resultado
de un incremento cuantitativo del trabajo y de los medios de producción, incluida la tierra. En el modo de
desarrollo industrial, el origen del incremento del excedente se basa en la introducción de nuevas fuentes
de energía, así como en la calidad del uso de dicha energía. En el modo de desarrollo informacional,
sobre cuyo surgimiento vamos a hipotetizar, la fuente de la productividad se basa: en la calidad del
conocimiento, el otro elemento intermediario en la relación entre fuerza de trabajo y medios de
producción.
109
Ibidem
110
Cfr. Ibidem. La subyugación del trabajo por parte del capital, el desplazamiento del Estado hacia las
funciones de dominación-acumulación de su intervención en la economía y la sociedad y la
internacionalización del sistema capitalista para formar una unidad interdependiente a nivel mundial,
funcionando en tiempo real son las tres dimensiones fundamentales del proceso de reestructuración que
ha dado origen a un nuevo modelo de capitalismo, tan diferente del modelo keynesiano del período 1945-
75 , como éste lo era del capitalismo al estilo laissez-faire.
35
intercambios, sus relaciones de fuerza) y técnica (artefactos eficaces) no puede
ser sino conceptual”111
Una de las claves que atraviesan hoy la historia de América Latina se relaciona
con la mutación acelerada de los sistemas retencionales. Transitamos desde
una ‘ciudad letrada’ a una ‘ciudad virtual’. Ciudad letrada: matriz lecto-escritural
barroca que resulta ser la impronta política y cultural de nuestras sociedades
durante varios siglos, forjando con ello nuestras instituciones tanto coloniales
como republicanas y nuestras percepciones más profundas acerca del espacio,
el tiempo y, sobre todo acerca de nosotros mismos. Ciudad virtual, incierta y
ambivalente, abismo y promesa, vértigo de flujos que desafía nuestra memoria,
lenguaje extraño como el de los antiguos Conquistadores, imágenes
refulgentes como las espadas y crucifijos de antaño. Ya no son relinchos ni
cañones sino tecnoimágenes digitalizadas que destellan en tiempo real sobre
plasmas multicolores. Es la nueva Biblioteca de Babel con sus infinitos
anaqueles la que nos convoca.
111
Lévy. Cibercultura. 26-27
36
2 La obra de arte en la época de su hiperreproducibilidad digital
Correspondances
Charles Baudelaire
37
Es interesante destacar que el célebre escrito de Walter Benjamin en torno a
“La obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica” comienza con una cita
de Paul Valéry del escrito titulado “La conquête de l’ubiquité” en la que nos
advierte: “En todas las artes hay una parte física que no puede ser tratada
como antaño que no puede sustraerse a la acometividad del conocimiento y la
fuerza modernos. Ni la materia, ni el espacio, ni el tiempo son desde hace
veinte años, lo que han venido siendo desde siempre. Es preciso contar con
que novedades tan grandes transformen toda la técnica de las artes y operen
por tanto sobre la inventiva, llegando quizás hasta a modificar de una manera
maravillosa la noción misma de arte”116 Podríamos aventurar que el escrito de
Benjamin no es sino el desarrollo dialéctico de esta cita en la que se inspira
nuestro autor. Debemos destacar que la cita constituye parte de su estrategia
escritural, cuestión que ha sido reconocida por gran parte de sus exegetas. La
cita es un dispositivo central en la escritura benjaminiana, al punto que se ha
hablado del “método Benjamin” con reminiscencias claras del modo surrealista,
como escribe Sarlo: “Con las citas, Benjamin tiene una relación original, poética
o, para decirlo más exactamente, que responde a un método de composición
que hoy describiríamos con la noción de intertextualidad: las incorpora a su
sistema de escritura, las corta y las repite, las mira desde distintos lados, las
copia, varias veces, las parafrasea y las comenta, se adapta a ellas, las sigue
como quien sigue la verdad de un texto literario; las olvida y las vuelve a copiar.
Les hace rendir un sentido, exigiéndolas”117
Notemos que Valéry reconoce una mutación radical en aquella parte física de
la obra de arte, de ello se puede colegir que es precisamente aquí donde radica
una nueva cuestión estética: en la materialidad significante de la obra. No sólo
eso, además es capaz de advertir la tremenda transformación operada en el
arte europeo desde 1890 hasta 1930, en una cierta concepción espacio-
temporal que podríamos resumir en el arte cinético y en la forma matricial del
collage.118 Para decirlo en pocas palabras, Valéry anuncia una nueva
fenomenología producida por los dispositivos tecno - expresivos de la
modernidad estética. Benjamin será el encargado de crear la nueva teoría que
dé cuenta de esta condición inédita de la obra de arte y lo hará apelando a la
materialidad de la obra, por oposición a cualquier reclamo idealista en torno a
la genialidad, el misterio, y a su eventual uso, en dicho contexto histórico, en un
sentido fascista 119
espacial y temporal, organizada como tal de una manera activa por el que percibe. El principal punto de
referencia no puede ser ni el sentido aislado ni el percipiente contemplativo, sino el cuerpo en sus
empeños activos con los mundos material y social. Esquemas perceptuales son formatos con base
neurológica por cuyo intermedio se elabora de continuo la temporalidad de una experiencia”.
Giddens, Anthony. La constitución de la sociedad. Buenos Aires. Amorrortu. 1995: 82
115
La hermenéutica benjaminiana procede analógicamente, mediante imágenes y alegorías,
estableciendo “correspondances” para construir sutiles “figuras” que abren vastos territorios para su
exploración: entre ellos, los modos de significación.
116
Valery, Paul. Pièces sur l’art. Paris. 1934 in Benjamin. Op. Cit. 17
117
Sarlo, Beatriz. Siete ensayos sobre Walter Benjamin..Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. 2º
reimp. 2006: 28
118
Bell, Daniel. Contradicciones culturales del capitalismo. Madrid. Alianza Universidad. 1977. Pp.- 117 y
ss.
119
Como afirma Hauser: “La atracción del fascismo sobre el enervado estrato literario, confundido por el
vitalismo de Nietzsche y Bergson, consiste en su ilusión de valores absolutos, sólidos,
incuestionables y en la esperanza de librarse de la responsabilidad que va unida a todo racionalismo
38
Reconocer en Benjamin a un pensador de raigambre materialista supone el
riesgo de una concepción vulgar acerca de lo que esto significa120. Para
hacerle justicia al autor, es imprescindible aclarar que el materialismo
benjaminiano es, en primer lugar, una opción epistemológica, un conjunto de
supuestos de investigación que adopta a lo largo de su tesis y cuyo principio
axial es, por cierto, la reproducibilidad técnica. Con ello, Benjamin elabora una
teoría sobre la condición de la obra de arte en el seno de las sociedades
industriales, en su dimensión económico cultural, pero, principalmente, en los
modos de significación, proponiendo en suma las coordenadas de un nuevo
régimen de significación. Un segundo aspecto que debe ser esclarecido es el
alcance de esta opción epistemológica materialista. Cuando Benjamin escribe
sobre el surréalisme en 1929, reconoce en este movimiento una “experiencia” y
un grito libertario comparable al de Bakunin, un distanciamiento de cualquier
iluminación religiosa, no para caer en un mundo material sin horizontes ni altura
sino para superarla: “Pero la verdadera superación creadora de la
iluminación religiosa no está, desde luego, en los estupefacientes. Está en una
iluminación profana de inspiración materialista, antropológica, de la que el
Haschisch, el opio u otra droga no son más que escuela primaria”121 En este
sentido, el discurso de Benjamin muestra un parentesco con las tesis de André
Breton y los surrealistas, en cuanto a entender el materialismo como una
antropología filosófica asentada en la experiencia y la exploración. Si bien la
palabra surréalisme se asocia de inmediato a la estética, debemos aclarar que
se trata de una visión que, en rigor, excede con mucho el dominio artístico, en
su sentido tradicional.
Cuando los surrealistas hablan de poesía, se refieren a una cierta actividad del
espíritu, esto permite que sea posible un poeta que no haya escrito jamás un
verso. En un panfleto de 1925 se lee: “Nada tenemos que ver con la
literatura.... El surrealismo no es un medio de expresión nuevo o más fácil, ni
tampoco una metafísica de la poesía. Es un medio de liberación total del
espíritu y de todo lo que se le parece”122 Las metas de la actividad surrealista
pueden entenderse en dos sentidos que coexisten en Breton: por una parte se
aspira a la redención social del hombre, pero al mismo tiempo, a su liberación
moral en el más amplio sentido del término. “Transformar el mundo”, según el
imperativo revolucionario marxista, pero, al mismo tiempo, “Changer la vie”
como reclamó Rimbaud, he ahí la verdadera mot d’ordre surrealista.
39
des états d’âme, des images et des mots”,123 y de este registro surge
aleatoriamente lo insólito, lo inesperado. El cadáver exquisito, llamado así por
aquel verso nacido de un trabajo colectivo “El cadáver exquisito beberá del vino
nuevo”, intenta yuxtaponer al azar palabras nacidas del encuentro de un grupo
de personas en un momento dado; por último, las imágenes de nuestros
sueños serán un material privilegiado para la exploración de lo inconsciente.
40
de distribución, así como condiciones objetivas para la recepción-consumo de
bienes simbólicos en sociedades tardocapitalistas, Benjamin inaugura una
reflexión sobre los “modos de significación” inherentes a la nueva economía
cultural. Los modos de significación dan cuenta, justamente, de la “experiencia”
cuyo fundamento no podría ser sino perceptual y cognitivo, esto es, la
configuración del “sensorium”, en una sociedad en que la tecnología y la
industrialización son la mediaciones de cualquier percepción posible. La lectura
de Benjamin que proponemos encuentra su asidero explícito en la hipótesis que
anima todo su escrito: “Dentro de grandes espacios históricos de tiempo se
modifican, junto con toda la existencia de las colectividades humanas, el modo y
manera de su percepción sensorial”127. Por lo tanto la empresa del investigador
no puede ser otra que “poner de manifiesto las transformaciones sociales que
hallaron expresión en esos cambios de la sensibilidad” 128
Una mirada tal fue vista con desconfianza por sus pares, tanto por su oscuro
método como por su particular modo de entender la cultura129. Como refiere
Martín – Barbero: “Adorno y Habermas lo acusan de no dar cuenta de las
mediaciones, de saltar de la economía a la literatura y de ésta a la política
fragmentariamente. Y acusan de esto a Benjamin, que fue pionero en vislumbrar
la mediación fundamental que permite pensar históricamente la relación de la
transformación en las condiciones de producción con los cambios en el espacio
de la cultura, esto es, las transformaciones del sensorium, de los modos de
percepción, de la experiencia social”130
127
Benjamin, Discursos. 24
128
Ibidem
129
Implícita en las obras de Benjamin está una detallada y consistente teoría de la educación materialista
que haría posible esa rearticulación de la cultura, de ideología a arma revolucionaria. Esta teoría implicaba
la transformación de las “mercancías” culturales en lo que él llamaba “imágenes dialécticas”. Véase:
Buck-Morss, Susan. Walter Benjamin, escritor revolucionario.1º Ed. Buenos Aires. Interzona Editora. 2005:
18
130
Martín-Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones. Barcelona. Gustavo Gili. (2º edición). 1991: 56
131
Cadava, Eduardo. Trazos de luz. Tesis sobre la fotografía de la historia. Santiago. Palinodia. 2006: 19
41
Para nuestro autor, en coincidencia con Adorno aunque en una posición mucho
más marginal de la Escuela de Frankfurt, la reproducción técnica de la obra de
arte significaba la destrucción del modo aureático de existencia de la obra
artística: “ Como Adorno y Horkheimer, Benjamín pensaba al principio que el
surgimiento de la industria de la cultura era un proceso de destrucción de la obra
de arte autónoma en la medida en que los productos del trabajo artístico son
reproducibles técnicamente, pierden el aura cúltica que previamente lo elevaba
como una sagrada reliquia, por encima del profano mundo cotidiano del
espectador....Sin embargo, las diferencias de opinión en el instituto no se
desencadenaron por la identificación de estas tendencias de la evolución
cultural, sino por la valoración de la conducta receptiva que engendran”132 En
efecto, mientras Adorno veía en la reproducción técnica una “desestificación del
arte”, Benjamin creía ver la posibilidad de nuevas formas de percepción colectiva
y con ello la expectativa de una politización del arte.
132
Honneth, Axel . Op. Cit. 467
133
Martín- Barbero. Op. Cit. 58
42
la fantasía imaginal de las sociedades burguesas en el tardocapitalismo,
mediante aquello que Barthes llamó “ex - nominación”.134
Esta hipótesis de trabajo se extiende más allá del arte para caracterizar una
cultura entera en cuanto la reproducción técnica desvincula los objetos
134
El proceso de ex - nominación ha abolido toda referencia al concepto de clase y en su lugar se establece
un énfasis en la forma de vida ; el concepto omniabarcante de la clase se debilita y cede espacio a otras
formas de autodefinición, focalizados en rasgos culturales más específicos. La pluralidad de microdiscursos,
es una realidad de dos caras; por una parte ha emancipado a las nuevas generaciones de una visión
holística y unidimensional, que diluye los problemas cotidianos e inmediatos en la abstracción teórico -
ideológica; pero, por otra parte, los microdiscursos pueden convertirse con facilidad en pseudorreligiones
sectarias, ajenas a los problemas generales del ciudadano; más todavía, se puede llegar a microdiscursos
intraducibles, exclusivos y excluyentes. Véase: Cuadra, A. De la ciudad letrada a la ciudad virtual. Santiago.
Lom. 2003: 24
135
Rodrigues Breijo, Vanessa. La televisión como un asunto de cultura in Televisión, pan nuestro de cada
día. (Bisbal, coord.). Caracas. Alfadil Ediciones.2005: 107
136
Lorenzo Vilches, citando a Hills ha expuesto descarnadamente el riesgo latinoamericano frente a la
hiperindustrialización: “Es muy posible que en Latinoamérica se vuelva al pasado y que se verifique la
afirmación de J. Hills de que ‘allí donde la empresa privada posee tanto la infraestructura doméstica como
los enlaces internacionales, los países en vias de desarrollo vuelvan a su anterior condición de colonias”.
Hills, J. Capitalism and the Information Age. Washington DC. Progress and Freedom Foundation. 1994 in
Vilches, L. La migración digital. Barcelona. Gedisa. 2001: 28
137
Benjamin. Discursos. 22
43
reproducidos del ámbito de la tradición. En la actualidad, la reproducibilidad ya
no sería una mera posibilidad empírica sino un cambio en el sentido de la
reproducción misma: “La reproducción técnica de la obra de arte”, señala
Benjamin,” es algo nuevo que se impone en la historia intermitentemente, a
empellones, muy distantes los unos de los otros, pero con intensidad creciente”.
Ese “algo nuevo” al que se refiere aquí Benjamin entonces, no es meramente “la
reproducción como una posibilidad empírica, un hecho que estuvo siempre
presente, en mayor o menor medida, ya que las obras de arte siempre pudieron
ser copiadas”, sino como sugiere Weber, “un cambio estructural en el sentido de
la reproducción misma...Lo que interesa a Benjamin y lo que considera
históricamente ‘nuevo’ es el proceso por el cual las técnicas de reproducción
influencias de manera creciente y, de hecho, determinan, la estructura misma de
la obra de arte”138.
Las consecuencias de este nuevo estatus del arte se pueden sintetizar en dos
aspectos. Primero, hay un cambio radical en la función misma del arte:
expurgado de su fundamentación ritual se impone una praxis distinta, a saber: la
praxis política. Segundo, en la obra artística decrece el “valor cultual” y se
acrecienta el “valor exhibitivo” . En palabras del filósofo: “Con los diversos
métodos de su reproducción técnica han crecido en grado tan fuerte las
posibilidades de exhibición de la obra de arte, que el corrimiento cuantitativo
entre sus dos polos se torna, como en los tiempos primitivos, en una
modificación cualitativa de su naturaleza”141
138
Cadava. Op. Cit. 96
139
Benjamin. Op. Cit. 23
140
Op. Cit. 27
141
Op. Cit. 30
142
En la misma línea de pensamiento, Sontag escribe: “Las fotografías afirman la inocencia, la
vulnerabilidad de vidas que se dirigen hacia su propia destrucción, y este lazo entre la fotografía y la muerte
ronda todas las fotografías de personas”. Véase:
Sontag, Susan. Sobre la fotografía. Barcelona. Edhasa. 4º reimp. 1996: 80
44
– o mejor, sacar las imágenes que reproducen – de cualquier coto. Por vez
primera en la historia, las imágenes artísticas son efímeras, ubicuas, carentes de
corporeidad, accesibles, sin valor, libres. Nos rodean del mismo modo que nos
rodea el lenguaje. Han entrado en la corriente principal de la vida sobre la que no
tienen ningún poder por sí mismas”143
143
Berger, John et al. Modos de ver. Barcelona. Gustavo Gili.. (3º Ed): 1980 : 41
144
Buck-Morss. Op. Cit. 69
145
Stiegler, B. La técnica y el tiempo. Guipúzcoa. Editorial Hiru Hondarribia. 2004. T3 :14
146
Op. Cit. 47
45
de conciencia con los flujos temporales inmanentes al filme, será la transmisión
televisiva la que llevará la sincronización a su plenitud, pues aporta la trasmisión
“en tiempo real” de “megaobjetos temporales”. Bastará pensar en la gran final del
Campeonato Mundial de Fútbol, Alemania 2006. Un público hipermasivo y
disperso por todo el orbe, es capaz de captar el mismo objeto temporal, devenido
por lo mismo megaobjeto, de manera simultánea e instantánea, es decir, “en
directo”. Como sentencia Stiegler: “Estos dos efectos propiamente televisivos
transforman tanto la naturaleza del propio acontecimiento como la vida más
íntima de los habitantes del territorio”147
46
La sincronización de los flujos temporales nos permite adoptar el tiempo del
objeto, sin embargo, para que esto haya llegado a ser posible hay una suerte de
training sensorial de masas, una apropiación de ciertos modos de significación
que se encuentran inscritos como exigencias para un narratario y que se
exteriorizan como principios formales de montaje. En este sentido, el shock es
susceptible de ser entendido como una nuevo modo de experimentar la
calendariedad y la cardinalidad. En una línea próxima, Cadava escribe: “ El
advenimiento de la experiencia del shock como una fuerza elemental en la vida
cotidiana a mediados del siglo XIX – sugiere Benjamin - , transforma toda la
estructura de la existencia humana. En la medida en que Benjamin identifica este
proceso de transformación con las tecnologías que han sometido “el sistema
sensorial del hombre a un complejo training” y que incluyen la invención de los
fósforos y del teléfono, la trasmisión técnica de información a través de
periódicos y anuncios, y nuestro bombardeo en el tráfico y las multitudes,
individualiza a la fotografía y al cine como medios que – en sus técnicas de corte
rápido, múltiples ángulos de cámara, instantáneos – elevan la experiencia del
shock, a un principio formal...”153
47
importancia, pero sí lo bastante de su estructura, anota esta circunstancia del
modo siguiente: “Ya no puedo pensar lo que quiero. Las imágenes movedizas
sustituyen a mis pensamientos”. De hecho, el curso de las asociaciones en la
mente de quien contempla las imágenes queda enseguida interrumpido por el
cambio de éstas. Y en ello consiste el efecto del choque del cine que, como
cualquier otro, pretende ser captado gracias a una presencia de espíritu más
intensa. Por virtud de su estructura técnica el cine ha liberado al efecto físico de
choque del embalaje por así decirlo moral en que lo retuvo el dadaísmo”155 La
hiperindustrialización cultural es capaz, precisamente, de fabricar el presente
pleno mediante sus flujos audiovisuales “en vivo”, que paradójicamente es
también olvido. Como nos aclara Stiegler: “Al instaurar un presente permanente
en el seno de flujos temporales donde se fabrica hora a hora y minuto a minuto
un ‘recién pasado’ mundial, al ser todo ello elaborado por un dispositivo de
selección y de retención en directo y en tiempo real sometido totalmente a los
cálculos de la máquina informativa, el desarrollo de las industrias de la memoria,
de la imaginación y de la información suscita el hecho y el sentimiento de un
inmenso agujero de memoria, de una pérdida de relación con el pasado y de una
desherencia mundial ahogada en un puré de informaciones de donde se borran
los horizontes de espera que constituye el deseo”156 Las redes hiperindustriales
han hecho del shock, una experiencia cotidiana, trivial e hipermasiva,
convirtiendo en realidad aquella “intuición“ benjaminiana, un nuevo sensorium de
masas que redunda en nuevo modo de significación cuya impronta, según
hemos visto, no es otra que la experiencia generalizada de la compresión
espacio - temporal
155
Benjamin. Op. Cit. 51
156
Stiegler. Op. Cit. 115
157
Ortiz, Renato. Modernidad y espacio. Benjamin en París. Bogotá. Editorial Norma. 2000: 124
48
2.4.- Estetización, politización, personalización
49
vídeo, como explica Fredric Jameson: “ Si aceptamos la hipótesis de que se
puede periodizar el capitalismo atendiendo a los saltos cuánticos o mutaciones
tecnológicas con los que responde a sus más profundas crisis sistémicas, quizás
quede un poco más claro por qué el vídeo, tan relacionado con la tecnología
dominante del ordenador y de la información de la etapa tardía, o tercera, del
capitalismo, tiene tantas probabilidades de erigirse en la forma artística por
excelencia del capitalismo tardío”161
161
Jameson, Fredric. Teoría de la postmodernidad. Madrid. Editorial Trotta. 1996: 106
162
Sarlo. Op. Cit. 61
163
Gubern, Román. El Eros electrónico. Madrid. Taurus. 2000:55
164
Bourdieu, Pierre. Sur la télévision. Paris. Liber. 1996 : 30
50
disocian en el público la actitud crítica y la fruitiva”165De allí, entonces, que lo
convencional se disfrute acríticamente mientras que lo innovador se crítique con
aspereza. Crítica y fruición coincidirían, según nuestro autor, en el cine. De
manera análoga, se puede sostener que la hiperreproducibilidad digital modifica
la relación de la obra artística con sus públicos166. Los archiflujos de
programación televisiva anulan la posibilidad de una distancia crítica,
privilegiando en sus públicos una actitud puramente fruitiva. Como sostiene
Fredric Jameson: “ Parece posible que, en una situación de flujo total donde los
contenidos de la pantalla manan sin cesar ante nosotros...lo que solía llamarse
‘distancia crítica’ se haya quedado obsoleto”167
165
Benjamin. Discursos 44
166
Resulta cada vez más claro que los nuevos dispositivos tecnológicos y los procesos de virtualización que
expanden y aceleran la semiósfera, desplazan la problemática de la imagen desde el ámbito de la
reproducción al de la producción; así, más que la atrofia del modo aureático de existencia de lo auténtico ,
debe ocuparnos su presunta recuperación por la vía de la tecnogénesis y la videomorfización de imágenes
digitales. Este punto resulta decisivo pues, siguiendo a Benjamin, habría que preguntarse si esta era inédita
de producción digital de imágenes representa una nueva fundamentación en la función del arte y de la
imagen misma; ya no derivada de un ritual secularizado como en la obra artística ni de la praxis política
como en la era de la reproducción técnica. Cuadra, A. Op. Cit 130
167
Jameson. Op. Cit 101
168
Los flujos hiperindustriales son “objetos temporales” en el sentido husserliano, es decir se comportan
más como la música que como la pintura. En este sentido, habría que replantear el razonamiento que
Benjamin atribuye a Leonardo en cuanto a que: “ La pintura es superior a la música, porque no tiene que
morir apenas se la llama a la vida, como el es caso infortunado de la música. Esta, que se volatiliza en
cuanto surge, va a la zaga de la pintura, que con el uso del barniz se ha hecho eterna” Benjamin. Discursos.
45
169
Cuadra, A. Op. Cit. 13
51
la información total puede convertirla en totalitaria”.170
170
Vilches, L. La migración digital. Barcelona. Gedisa. 2001: 108
171
Jameson, propone el concepto de pastiche como praxis estética postmoderna. El pastiche se apropia del
espacio que ha dejado la noción de estilo. Dichos estilos de la modernidad “se transforman en códigos
posmodernistas”. El pastiche es imitación, pero a diferencia de la parodia, se trata de una: “repetición
neutral….desligada del impulso satírico, desprovista de hilaridad y ajena a la convicción de que, junto a la
lengua anormal que se toma prestada provisionalmente, subsiste aun una saludable normalidad lingüística.”
El pastiche es una parodia vacía. El pastiche, en tanto dispositivo de una cultura aniquila la referencialidad
histórica; la serie sígnica organiza la realidad prescindiendo de la serie fáctica; los signos significan, pero no
designan. Todos los estilos se dan cita en un aquí y ahora; de tal modo que, la historia deviene, en palabras
de Jameson, historicismo o historia pop; una serie de estilos, ideas y estereotipos reunidos al azar
suscitando la nostalgia propia de la mode rétro. Este nuevo lenguaje del pastiche representa “…la pérdida
de nuestra posibilidad vital de experimentar la historia de un modo activo” Cuadra Op. Cit. 50
172
Cfr. Ortiz, R. Cultura internacional popular in Mundialización y cultura. Buenos Aires. Alianza Editorial.
1997 : 145-198
173
En relación a los flujos de la televisión comercial, se imponen algunos límites dignos de ser
considerados. Como señala Tablante: “ Si bien es cierto que la televisión es un flujo de contenidos
programáticos, también es cierto que éstos tienen unos límites relativos a su intención, a su duración y a su
estética. En este sentido, la televisión funcionaría como un atomizador de programas particulares que tienen
un ‘espacio’ específico dentro de la programación del canal”. Véase:
Tablante, Leopoldo. La televisión frente al receptor: intimidades de una realidad representada”in
Televisión, pan nuestro de cada día. (Bisbal, coord.). Caracas. Alfadil Ediciones.2005: 120
52
concepto “música” o más ampliamente “entertainment”. Por lo demás, un mismo
producto asume diversos formatos para su comercialización, así la empresa
Disney ofrece High School Musical como filme para televisión, DVD, CD, álbum
de láminas, presencia en la Web y una serie de programas paralelos a propósito
de la producción. Los productos de “entertainment” adquieren la condición de
“eventos multimediales” que asegura una mayor presencia en el mercado, tanto
desde el punto de vista de su distribución mundial como de duración en el
tiempo. El despliegue de estos productos en un mercado global débilmente
regulado genera, no obstante, utilidades impensadas hace dos décadas. La
modernidad, devenida hipermodernidad de flujos convierte el capital en imagen
e información, esto es, en lenguaje.
174
Tráfico ilícito, el negocio más global y lucrativo del mundo. Santiago. El Mercurio. 18 de febrero. 2007
53
hiperindustrialización de la cultura, así como las modalidades de resistencia de
las diversas comunidades y naciones. Como escribe Bernard Stiegler: “La toma
de control sistemático de los patrimonios significa que a partir de ahora /la
hiperreproducibilidad digital/ se aplica a todos los dominios de la vida humana,
que constituyen otros tantos nuevos mercados para continuar con el desarrollo
tecno-industrial, lo que se denomina a veces ‘la nueva economía’, donde la
cuestión se convierte evidentemente en la de saber quién detenta el derecho de
reproducir, y con él, de definir los modelos de los procesos de reproducción
como los modelos que hay que reproducir. La cuestión es: ¿Quién selecciona y
con qué criterios?”175
175
Stiegler. Op. Cit 368
176
Op. Cit. 171
177
Op. Cit. 185
178
Martin-Barbero plantea una hipótesis afín cuando escribe: “Se trata de la no contemporaneidad entre los
productos culturales que se consumen y el ‘lugar’, el espacio social y cultural, desde el que esos productos
son consumidos, mirados o leídos por las mayorías en América Latina”. En toda su radicalidad, la tesis de
Martin-Barbero adquiere el carácter de una verdadera esquizofrenia: “…en América Latina la imposición
acelerada de esas tecnologías ahonda el proceso de esquizofrenia entre la máscara de modernización, que
la presión de las transnacionales realiza, y las posibilidades reales de apropiación e identificación cultural”.
Examinemos de cerca esta hipótesis de trabajo. Podemos advertir que la afirmación misma apunta a dos
órdenes de cuestiones que se nos presentan ligadas, por una parte la “imposición de tecnologías” y, por
otra, las “posibilidades reales de apropiación”. Desde nuestro punto de vista, la primera se inscribe en una
configuración económico-cultural en que las nuevas tecnologías son el fruto de la expansión de la oferta a
nuevos mercados, así nos convertimos en terminales de consumo de una serie de productos creados en los
laboratorios de grandes corporaciones, productos, por cierto, que no son sólo materiales (hardwares) sino
muy especialmente inmateriales (softwares). La segunda afirmación contenida en la hipótesis dice relación
con los modos de apropiación de dichas tecnologías, es decir, remite a modos de significación. Podríamos
reformular la hipótesis de Martin-Barbero en los siguientes términos: América Latina vive una clara asimetría
en su régimen de significación, por cuanto su economía cultural está fuertemente disociada de los modos de
54
Las políticas culturales de los gobiernos de la región, más ocupadas de preservar
el patrimonio monumental y el folcklorismo con propósitos turísticos, no advierten
los riesgos implícitos en sus políticas de adopción de nuevas tecnologías cuya
última frontera es, hoy por hoy, la televisión digital de alta definición. Un buen
ejemplo respecto a ciertas paradojas políticas en “defensa de lo propio” nos la
ofrece Nestor García Canclini a propósito de Tijuana, cuyo Ayuntamiento registró
el “buen nombre de la ciudad” para protegerlo de su uso mediático publicitario:
“La pretensión de controlar el uso del patrimonio simbólico de una ciudad
fronteriza, apenas a dos horas de Hollywood, se ha vuelto aún más extravagante
en esta época globalizada, en que gran parte del patrimonio se forma y difunde
más allá del territorio local, en las redes invisibles de los medios. Es una
consecuencia paródica de plantear la interculturalidad como oposición identitaria
en vez de analizarla de acuerdo con la estructura de las interacciones
culturales”179
significación. Advertimos en nuestro autor un énfasis importante en torno a lo popular como principio
identitario, clave de resistencia y mestizaje. Surge, empero, la sospecha de que ya no resulta tan evidente
afirmar una cultura popular en medio de sociedades sometidas a acelerados procesos de
hiperindustrialización de la cultura. Martín-Barbero, J. Oficio de cartógrafo. Santiago. F.C.E. 2002: 178 citado
en Cuadra, A. ‘Paisajes virtuales’ (e-book) Pp.101 y ss. http://www.campus-oei.org/publicaciones.
179
Garcia Canclini, Nestor. La globalización imaginada. Buenos Aires. Paidos. 1999: 98
180
Stiegler. Op. Cit. 149
55
La hiperindustrialización de la cultura sólo es concebible en sociedades
permeables a la adopción y a la innovación permanente, esto es, sociedades
sincronizadas al ritmo de la hiperproducción tecnológica y simbólica. Los
vectores que materializan la adopción, y con ella la tecnología y la modernidad,
son los medios de comunicación, determinados a su vez por estrategias
definidas de “marketing”. Ellos serán los encargados de reconfigurar la vida
cotidiana a través del consumo simbólico y material, tal reconfiguración es,
ahora, de suyo plural y diversa, pues:” La hegemonía cultural es innecesaria.
Una vez que la elección del consumidor queda establecida como el lubricado eje
del marcado en torno al cual giran la reproducción del sistema, la integración
social y los mundos de la vida individuales, ‘la variedad cultural, la
heterogeneidad de estilos y la diferenciación de los sistemas de creencias se
convierten en las condiciones de su éxito’”181
56
obligará a revisar las teorías de la recepción y de la mediación que ponen el
acento en conceptos como indentidad cultural, resistencia de los espectadores,
hibridación cultural, etc. La nueva realidad de migraciones de las empresas de
telecomunicaciones hacen cada vez más difícil sostener los discursos de
integración de las audiencias con su realidad nacional y cultural”183
183
Vilches. Op. Cit. 29
184
Op. Cit. 57
185
Benjamin , desde la dicotomía marxista clásica infraestructura-superestructura, intuye algo similar cuando
escribe: “La transformación de la superestructura, que ocurre mucho más lentamente que la de la
infraestructura, ha necesitado más de medio siglo para hacer vigente en todos los campos de la cultura el
cambio de las condiciones de producción”. Benjamin. Discursos. 18
186
Larraín, Jorge. Identidad chilena. Santiago. Lom Ediciones. 2001: 242
57
Si bien debemos reconocer el papel preponderante de la televisión en la
desestabilización de los anclajes identitarios tradicionales, esta tecnología
mantiene todavía una distancia respecto del espectador, ofreciéndole una
representación audiovisual del mundo. La televisión, en tanto terminal relacional,
no hace patente su materialidad tecnológica. La red IP, por el contrario, sólo es
concebible como materialidad tecnológica: “Mientras la televisión lleva a los
sujetos a una comprensión cultural del mundo, como lo fue la música y la
literatura desde siempre, Internet y las teletecnologías conducen al desarrollo de
una comprensión técnica de la realidad. Se trata de acciones técnicas que
permiten la comprensión técnica de las relaciones sociales, comerciales y
científicas”187
Este afán mediático por integrar a sus audiencias y con ello una cierta
“indistinción” entre autor y público, no es tan nuevo como se pretende, ya
Benjamin advertía esta tendencia en la industria cultural pretelevisiva,
concretamente en la prensa y el naciente cine ruso: “ Con la creciente expansión
de la prensa, que proporcionaba al público lector nuevos órganos políticos,
religiosos, científicos, profesionales y locales, una parte cada vez mayor de esos
lectores pasó, por de pronto ocasionalmente, del lado de los que escriben. La
cosa empezó al abrirles su buzón la prensa diaria; hoy ocurre que apenas hay un
europeo en curso de trabajo que no haya encontrado alguna vez ocasión de
publicar una experiencia laboral, una queja, un reportaje o algo parecido. La
distinción entre autores y público está por tanto a punto de perder su carácter
sistemático. Se convierte en funcional y discurre de distinta manera en distintas
circunstancias. El lector está siempre dispuesto a pasar a ser un escritor”. 189
Esta “indistinción”, a la que alude Benjamin, aparece objetivada en la actualidad
en la noción de “usuario”, verdadero “nodo funcional” de las redes digitales. La
187
Vilches. Op. Cit. 183
188
A la catequesis estatal o académica, siguió el estruendo publicitario de los noventa; ambos afincados en
una emisión unipolar dirigista. En la era de la personalización, la interactividad toma distintas formas, pero
principalmente el llamado talk – show... La promesa de la postelevisión, es la interactividad total de la mano
de nuevas tecnologías. La presencia, cada vez más nítida, de lo popular interactivo en la agenda televisiva,
genera todo tipo de críticas; desde la mirada aristocrática que ve en esta televisión la irrupción de lo
plebeyo, hasta una mirada populista que celebra esta presencia como una verdadera democracia directa.
Más allá de los prejuicios, sin embargo, queda claro que la nueva televisión interactiva está transformando
no el imaginario político de los ciudadanos sino más bien el imaginario de consumo: desde un consumidor
pasivo hacia un nuevo perfil más activo. Véase: Cuadra. Op. Cit. 143
189
Benjamin. Discursos. 40
58
noción de “usuario” se hace extensiva a todos los medios en la justa medida que
éstos adoptan el nuevo lenguaje de equivalencia digital190.
190
En la actualidad se observa que la red de redes esta absorbiendo los distintos medios, esto es así
porque el nuevo lenguaje de equivalencia digital hace posible almacenar y trasmitir sonidos, imágenes fijas,
vídeo, de tal manera que radio, prensa y televisión encuentran su lugar en los formatos de la Web. En los
años venideros se puede esperar una convergencia mediática en los formatos digitales: una pantalla de
plasma que permita el acceso a la red, la que incluirá todos los medios y nanomedios disponibles en tiempo
real.
191
Desde que T. Levitt acuñara el término globalización en 1983, se ha acelerado un proceso de
recomposición mundial, en que el protagonismo de la industria manufacturera ha cedido su lugar a la
industrias del conocimiento. Si el complejo militar – industrial tuvo algún sentido durante la llamada Guerra
Fría, hoy es el complejo militar – mediático el nuevo nudo en torno al cual se organizan las nuevas redes
que redistribuyen el poder. América Latina, en general, y Chile, en particular, han conocido ya los nuevos
diseños socio – culturales neoliberales, bajo la tutela del FMI, desde hace ya más de dos décadas. Una
parte central de estos nuevos diseños radica en los dispositivos comunicacionales, especialmente en la
máquina mediático – publicitaria; ella es la encargada de transgredir las fronteras nacionales, violentando
los espacios culturales locales. La economía global no sólo disuelve los obstáculos políticos locales sino el
orden político mismo. Nace así una estrategia que quiere alcanzar su performatividad óptima , conjugando lo
global y lo local, la glocalización. En los inicios de un nuevo milenio, asistimos a la emergencia de un imperio
mundial de la comunicación, que concentra, cada vez en menos manos, la propiedad de las grandes
cadenas televisivas, publicitarias y de distribución cinematográfica. Véase Cuadra, A. Op. Cit. 127
59
2.7.- Fiat ars, pereat mundus
192
Benjamin. Op. Cit. 56
193
Marinetti et al. Manifesto del futurismo. Firenze. Edizione Lacerba. 1914 : 6 Citado por Yurkievich. Saul.
Modernidad de Apollinaire. Buenos Aires. Losada. 1968:33
194
Sternhell, Z. El nacimiento de la ideología fascista. Madrid. Siglo XXI. 1994: 38 y ss.
195
No olvidemos que el mismo Benjamin escribe: “ Los conceptos que seguidamente introducimos por vez
primera en la teoría del arte se distinguen de los usuales en que resultan inútiles para los fines del fascismo.
Por el contrario, son utilizables para la formación de exigencias revolucionarias en la política artística”.
Benjamin. Op. Cit.-18
196
Op. Cit. 57
60
la técnica reproductiva y de rodaje. Los movimientos de masas se exponen más
claramente ante los aparatos que ante el ojo humano”197 Esto es, precisamente,
lo que había logrado Leni Riefenstahl en su documental de propaganda “Triumph
des Willens” (El triunfo de la voluntad) que registró el Congreso del Partido Nazi
en 1934, verdadera mise en scène para cautivar a las masas alemanas en una
época pretelevisiva. Esto que es válido para las masas, lo es también para los
dictadores y estrellas de cine. Como escribe Benjamin: “La radio y el cine no sólo
modifican la función del actor profesional, sino que cambian también la de
quienes como los gobernantes, se presentan ante sus mecanismos. Sin perjuicio
de los diversos cometidos específicos de ambos, la dirección de dicho cambio es
la misma en lo que respecta al actor de cine y al gobernante. Aspira, bajo
determinadas condiciones sociales, a exhibir sus actuaciones de manera más
comprobable e incluso más asumible. De lo cual resulta una nueva selección,
una selección ante esos aparatos, y de ella salen vencedores el dictador y la
estrella de cine”198
197
Op. Cit. 55
198
Op. Cit 38
199
El desastre del World Trade Center es el resultado de un atentado terrorista de nuevo cuño, pues
muestra las posibilidades inéditas de escenificar la violencia para millones de personas en el mundo. Más
allá de las claras connotaciones políticas, económicas, éticas y religiosas; lo primero que salta a la vista es
que la tragedia de Nueva York, y en menor escala, el ataque al Pentágono, constituye el debut del
posterrorismo: un atentado mediático en red...La televisión norteamericana es, por cierto, una de las más
desarrolladas y ricas del mundo. Con los recursos tecnológicos, financieros y humanos para desplegar su
mirada sobre cualquier lugar del globo, es el agente ideal para poner en relato una acción de esta magnitud.
Todavía permanecen frescas e inmarcesibles en la memoria las imágenes de personas lanzándose al vacío
desde cientos de metros, enormes construcciones derrumbándose envueltas en llamas y cientos de
personas corriendo desesperadas por las calles. La televisión administra la visibilidad, pues junto a aquello
que se nos muestra, se nos oculta.: tras los primeros momentos de estupefacción, la mirada televisiva
comienza a ser regulada. La construcción del relato televisivo depende estrictamente de la administración
de su flujo de imágenes. El continuum televisivo construye así un transcontexto virtual mediático en que la
historia con su carga de infamias y violencia es sustituida por un espacio acrónico metahistórico que se
resuelve en un presente perpetuo de héroes y villanos. Véase: Cuadra, A. ‘Paisajes virtuales’ (e-book) Pp.68
y ss. http://www.campus-oei.org/publicaciones
200
Benjamin, Discursos. 57
61
La humanidad contemporánea vive su propia destrucción – y la del planeta que
la acoge - ya no como un goce meramente estético, como pensó Benjamin, sino
como un tecno – espectáculo, en que el virtuosismo de la tecnología se funde a
la pasión irracional y nihilista. El despliegue del tardocapitalismo hipermoderno
desplaza la cultura más allá del Bien y del Mal, y en una lectura heterodoxa y
extrema, habría que consentir con Baudrillard cuando escribe: “No hay principio
de realidad ni de placer. Sólo hay un principio final de reconciliación y un
principio infinito del Mal y de la seducción”201 La figura prototípica que nos
propone este pensador hipermoderno es Ubu, el célebre personaje patafísico202
de Alfred Jarry: “Cualquier tensión metafísica se ha disipado, siendo sustituida
por un ambiente patafísico, es decir, por la perfección tautológica y grotesca de
los procesos de verdad. Ubú: el intestino delgado y el esplendor de lo vacío.
Ubú, forma plena y obesa, de una inmanencia grotesca, de una verdad
deslumbrante, figura genial, repleta, de lo que ha absorbido todo, transgredido
todo, y brilla en el vacío como una solución imaginaria”203 Si bien, a primera vista,
se trata de una filosofía “cínica”, habría que considerar lo que aclara el mismo
Baudrillard: “...no es un punto de vista filosófico cínico, es un punto de vista
objetivo de las sociedades, y acaso de todos los sistemas. La propia energía del
pensamiento es cínica e inmoral: ningún pensador que sólo obedezca a la lógica
de sus conceptos jamás ha llegado a ver más lejos de sus narices. Hay que ser
cínico si no se quiere perecer, y esto, si se me permite decirlo, no es inmoral: es
el cinismo del orden secreto de las cosas”204
Jarry, un outsider, dio un paso decisivo hacia la nueva conciencia poética que
cristalizará años más tarde con Apollinaire y Tristan Tzara. Sin embargo, la
“pataphysique”205 también nos prefigura una de las miradas actuales en torno a
lo social, sea que la llamemos postmoderna o hipermoderna206, aquella,
precisamente, que proclama el festín sígnico de la cultura contemporánea: “No
es nunca el Bien ni lo Bueno, sea éste el ideal y platónico de la moral, o el
pragmático y objetivo de la ciencia y de la técnica, quienes dirigen el cambio o la
vitalidad de una sociedad; la impulsión motora procede del libertinaje, sea éste el
de las imágenes, de las ideas o de los signos”207
201
Baudrillard, Jean. Las estrategias fatales. Barcelona. Editorial Anagrama. 6º Edición. 2000: 76
202
La patafísica es una parodia de la metafísica aristotélica, acaso un primer intento postmetafísico ; se trata
de una forma peculiar de razonamiento basado en soluciones imaginarias que disuelve las categorías
lógicas al uso, cuya proposición es una reconstrucción en un ars combinatoria en que prima lo insólito.
202
Thomas Scheerer resume en siete tesis fundamentales el pensamiento patafísico; tomadas del libro de
Roger Shattuch, Au seuil de la pataphysique (1950), texto doctrinal del Collège de pataphysique:
Véase: Scheerer, T. Introducción a la patafísica in Revista Chilena de Literatura Santiago. Nº 29. 1987: 81 -
96
203
Baudrillard. Op. Cit. 76
204
Op. Cit 76
205
La “pataphysique” contiene el germen de lo que será una nueva estética, la estética de la obra abierta,
del texto plural presidido por el juego, el humor y lo absurdo: pensemos en el desarrollo de todo el repertorio
verbo icónico de los comics y, hoy en día, toda una nueva generación de cartoons y series como los
Simpsons o los gags de MTV, para no mencionar los muchos spots publicitarios que nos asedian día a día
por televisión. Esto ha sido captado con maestría por el escultor colombiano Ospine, quien es capaz de
recrear los iconos de la cultura de masas a partir de los estilemas de culturas prehispánicas.
206
Para un diagnóstico próximo a nuestra línea de pensamiento en cuanto a una modernización de la
modernidad, véase: Lipovetsky, G. Les temps hypermodernes. Paris. B. Grasset. 2004
207
Baudrillard. Op. Cit. 77
62
Más allá de las ingenuas desideratas y de algunas visiones cínicas o
apocalípticas, resulta claro que asistimos a la emergencia de un nuevo diseño
sociocultural, cuyos ejes son la hipermediatización y la virtualización. Para gran
parte de la población actual, sus patrones culturales, sus claves identitarias y sus
experiencias cotidianas con la realidad ha sido configurada y se nutre de la
hiperindustria cultural. Este es el ámbito en que se construye la historia y el
sentido de la vida para la gran mayoría, plasma digital donde se escenifican los
abismos y horrores de la hipermodernidad.
208
Escribe Benjamin: “El fascismo intenta organizar las masas recientemente proletarizadas sin tocar las
condiciones de la propiedad que dichas masas urgen por suprimir”
Bemjamin. Discursos. 55
209
Subirats. Op. Cit. 15
210
Op. Cit. 16
63
tradición filosófica o crítica; y quienes lo piensan como filósofo de ruptura... Las
cosas no son sencillas, pero debería agregar que los ‘comentaristas’ no pasan
por alto la ruptura introducida por Benjamin en el marco de la tradición: y los
‘partidarios’, a su vez, reconocen la tradición pero establecen con Benjamin un
dialogo fundado en el presente”211
Más allá de la tipología propuesta, habría que subrayar que el interés actual por
Walter Benjamin sólo prueba la fecundidad de su pensamiento, convertido en
referencia obligada en cualquier reflexión consistente sobre la cultura
contemporánea. Así, Bernard Stiegler va a criticar a los frankfurtianos en los
siguientes términos: “ Su fracaso consiste en no haber comprendido que si es
cierto que la composición de las retenciones primarias y secundarias, que
constituye el verdadero fenómeno del objeto temporal y que explica que el mismo
objeto repetido dos veces pueda dar dos fenómenos diferentes, si, por lo tanto,
es cierto que esta composición está sobredeterminada por las retenciones
terciarias en sus características técnicas y epokhales, el centro de la cuestión de
las industrias culturales es entonces que éstas constituyen una realización
industrial y, por lo tanto, sistemática de nuevas tecnologías de las retenciones
terciarias y, a través de ellas, de criterios de selección de un nuevo tipo – y, en
este caso, sometido totalmente a la lógica de los mercados..”212.
Sin embargo, para poner la reflexión en cierta perspectiva histórica, habría que
señalar que ninguno de los pensadores frankfurtianos pudo siquiera imaginar
una producción tecnocientífica total de la realidad como acontece con los flujos
hiperindustriales, por lo mismo, esto marca uno de sus límites, como muy bien
nos advierte Subirats: “La limitación histórica verdaderamente relevante del
análisis de los medios de reproducción y comunicación de Horkheimer y Adorno,
así como de Benjamin, reside más bien en el hecho de omitir lo que hoy
podemos contemplar como la última consecuencia de su desarrollo: la
transformación entera de la constitución subjetiva del humano allí donde sus
tareas de apercepción, experiencia e interpretación de la realidad le son
arrebatadas y suplantadas enteramente por la producción técnica masiva de la
realidad misma”213
2.8.- Epílogo
211
Sarlo. Op. Cit 72
212
Stiegler. Op. Cit. 61
213
Subirats, E. Culturas virtuales. Madrid. Biblioteca Nueva. 2001: 14
64
El nuevo “régimen de significación” se materializa, desde luego, en una
economía cultural cuyos centros de producción y distribución se encuentran en el
mundo desarrollado, pero cuyas terminales de consumo despliegan su
capilaridad por todo el planeta. Al mismo tiempo y junto a esta nueva economía
cultural, se está produciendo una soterrada revolución, sin precedentes, un
cambio en los “modos de significación”. Un nuevo lenguaje de equivalencia
digital absorbe y reconfigura los sistemas de retención terciarios, convirtiéndose
en la mnemotecnología del mañana. La “hiperindustrialización de la cultura” no
sólo es la nueva arquitectura de los signos sino del espacio tiempo y de cualquier
posibilidad de representación y saber.
65
3 Hiperindustria Cultural: Redes y laberintos
214
Adorno, Theodor y Horkheimer, Max, “La Industria Cultural”, en Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos
Filosóficos, Madrid, Editorial Tecnos, 2004,pp. 165-212
215
Los medios de comunicación digitales ya son los más utilizados entre la población mundial, que le
dedican más horas semanales que a la televisión, la radio, los periódicos o el cine, informó hoy la Unión
Internacional de Telecomunicaciones (UIT). En su informe Digital life 2006 la organización de la ONU
reflexiona sobre los cambios que ha introducido la tecnología digital en todo el mundo, y que se podrían
resumir en que las comunicaciones cada vez son "más digitales, más móviles y más anchas...Según los
datos del organismo técnico, los menores de 18 años dedican a los medios digitales una media de 14
horas semanales, mientras que para la televisión reservan 12 horas; para la radio, 6, y para los
periódicos, revistas y cine, dos horas. Entre los de 18 a 54 años, los medios digitales absorben 16 horas,
mientras que la televisión cerca de 13; la radio, ocho; los periódicos, dos (entre los de 36 a 54 años sube
a tres horas); las revistas, otras dos y el cine, una. La única excepción llega de la mano de los mayores de
55 años, que aún dedica 16 horas a la televisión, frente a las 8 de los medios digitales, a las 7 de la radio,
las 5 de los periódicos, las 3 de las revistas y la menos de una del cine. “Los medios digitales ya son los
más consultados en todo el mundo” www.elpais.es. 3 de noviembre 2006.
66
años de su vida (18 años en Estados Unidos) mirando la televisión”216 Esta
evidencia empírica da la sensación de asistir a un caos en que se multiplican ad
infinitum una diversidad de medios y mensajes. Los primeros en erigirse contra
este sofisma fueron los pensadores frankfurtianos, concretamente Theodore
Adorno y Max Horkheimer, quienes van a inaugurar un debate de primera
importancia en torno a la cultura de masas, denominada por ellos Kulturindustrie
(industria cultural), esto es, a una cierta manera en que se da el fenómeno
cultural en sociedades industriales capitalistas, y por extensión en cualquier
sociedad industrial.
Conviene detenerse en este punto, cuando se señala que los diversos medios
constituyen un “sistema” se contesta, desde luego, aquella percepción de sentido
común que advierte una suerte de caos cultural allí donde el analista ve una
convergencia y unidad de medios en un momento histórico determinado, pero
además se devela una cierta racionalidad inmanente al fenómeno
comunicacional. Como muy bien señala Martín Barbero: “La ‘unidad del sistema’
es enunciada a partir de un análisis de la lógica de la industria, en la que se
distingue un doble dispositivo: la introducción en la cultura de la producción en
serie ‘sacrificando aquello por lo cual la lógica de la obra se distinguía de la del
sistema social’, y la imbricación entre producción de cosas y producción de
necesidades en tal forma que ‘la fuerza de la industria cultural reside en la
unidad con la necesidad producida’; el gozne entre uno y otro se halla en ‘la
racionalidad de la técnica que es hoy la racionalidad del dominio mismo”218
Esta racionalidad sólo se nos presenta al concebir los medios no como entidades
aisladas sino como un “régimen”, como nos aclara Burke: “...es preciso entender
los medios como una totalidad, aprehender como interdependientes los distintos
medios de comunicación, tratados como un conjunto, un repertorio, un sistema,
lo que los franceses llaman régime, ya sea autoritario, democrático, burocrático
capitalista”219 Pensar la comunicación hoy es hacerse cargo de la particular
configuración que los medios, en conjunto, representan en un momento histórico
como el actual, es decir, se hace necesario develar las características de un
cierto régimen de significación.
216
Madelin, Henri. “La televisión cronófaga”in Algunas Reflexiones sobre la televisión. Santiago. Le
Monde Diplomatique. Editorial Aún creemos en los sueños. 2006
217
Adorno & Horkheimer. Op. Cit. 165
218
Martín Barbero, Jesús. De los medios a las mediaciones. México. Gustavo Gili. 2º Edición 1991: 50
219
Briggs, A y Peter Burke. De Gutenberg a Internet. Madrid. Taurus. 2002: 35
67
capitalismo industrial de mediados del siglo pasado y de manera más débil, se
sugieren aperturas sobre las implicancias de los nuevos modos de significación.
221
Para una discusión amplia y documentada de este punto véase:
Vandendorpe, Ch. Del papiro al hipertexto. Buenos Aires. FCE. 2003 (1º reimp)
222
Jameson ha trazado un interesante relato del itinerario del signo en la cultura occidental de estos
últimos dos siglos . Para este autor, hubo un auge inicial del signo ligado a los albores del capitalismo,
cuyo sello distintivo estuvo constituida por las pretensiones aproblemáticas entre signo y referente; este
momento estelar del signo representó la disolución del lenguaje mágico y fundó el discurso científico y
toda suerte de realismos en el dominio estético. El lenguaje era el espejo de la realidad. Este estado
idílico no duraría mucho, pues el capitalismo trajo consigo la racionalización, la especialización, una
fuerza cuya lógica es la disyunción, la separación; Jameson llama a este impulso “fuerza de reificación”.
Fue este impulso, precisamente el que va a inaugurar la modernidad como nuevo modo de significación,
68
ha sido planteado en toda su radicalidad por varios autores como un reclamo
epistemológico frente a la irrupción de la tecno-cultura, entre ellos Alain
Renaud: “ Sin duda, no se han tomado suficientemente en consideración, en
las ciencias sociales, estos problemas de procedimientos materiales concretos
que ‘maquinan’ constantemente, en todas las culturas, de manera variable: las
palabras, los sonidos, las imágenes. Sería necesario, por ejemplo, cuestionarse
más a propósito de estas operaciones técnico-lingüístico –estéticas de puesta
en superficie que se llaman Escena (teatro / ópera), cuadro (pintura, grafismo),
“fachada” (arquitectura), “cliché” (fotografía) o pantalla (cine, televisión , vídeo,
infografía)“ 223 Esta verdadera revolución epistemológica que quiere dejar atrás
la metafísica del imaginario separada de las condiciones técnicas y materiales
de su producción es lo que Renaud llama “antropología cultural de las
superficies”.
problematizando la relación del signo y su referente, como apunta Jameson: “...mediante una inversión
dialéctica /el signo/ se convierte a su vez en el objeto de la fuerza corrosiva de la reificación que irrumpe
en el ámbito del lenguaje para separar el signo del referente...” Recordemos que desde Baudelaire al
surrealismo todo el arte occidental bajo el sello de distintos ismos, se dan a la tarea de fundar realidades
poéticas cuyo status competía, por así decir, con la realidad objetiva. El poeta se convierte así en un
pequeño dios que imitaría la fuerza creadora de la naturaleza; la palabra se emancipa de lo real. Como
afirma Jameson: “Esta autonomía de la cultura, esta semiautonomía del lenguaje, es el momento del
modernismo y de un ámbito de lo estético que reduplica el mundo sin pertenecer del todo a él; adquiere
así un cierto poder negativo o crítico, pero también una cierta futilidad ultramundana . El momento
arquetípico de esta modernidad lo representa, qué duda cabe, el movimiento surrealista o como suele
decirse, la révolution surréaliste. Hoy en día, la misma fuerza de reificación que disoció el signo de la
realidad, desvincula el significado del significante. Lo significado es puesto en entredicho, como afirma
Jameson: “Nos quedamos con ese juego puro y aleatorio de significantes que llamamos postmodernidad”
Los nuevos derroteros de la postestética nos ofrecen el reciclaje del desperdicio semiológico, la
canibalización de la antigua producción cultural como metatextos en que la disposición significante
reorganiza fragmentos. Asistimos a la muerte del signo como instancia de sentido; abolido el referente y el
significado, sólo queda el brillo reluciente de los significantes multiplicados hasta lo infinito por las redes
massmediáticas, saturando todos los espacios de un universo en expansión: la postmodernidad. Véase.
Cuadra. Op. Cit. 70-71
223
Renaud, Alain, “Comprender la imagen hoy. Nuevas imágenes, nuevo régimen de lo visible, nuevo
imaginario” in Videoculturas de fin de siglo. Madrid. Cátedra. 1996: 11-26
224
Es interesante advertir que junto al maridaje entre los medios y el mercado, corre paralelo la irrupción
de un cierto lenguaje común de la hipermediatización. Si es cierto que existe un código de equivalencia
digital, no es menos cierto que a partir de él se ha construido un lenguaje multimedial compartido que, de
manera provisoria, podríamos llamar “lenguaje web”. Esto se hace evidente al observar cómo los
diferentes sitios de la red anulan el origen de los diversos medios. Así, poco importa que se trate de un
medio radial, televisivo o prensa escrita, en la práctica la página de “Emol” no se diferencia tanto de
aquella de “Tvn” o “Radio Cooperativa”. Al ingresar a la web, se establece una equivalencia de recursos,
diseño y dispositivos; emerge una nueva manera de construir la noticia , una nueva frontera periodística
que algunos han llamado el “informe multimedial”. La web establece un nuevo nivel de síntesis. Esto es
posible porque, como nos enseñó Adorno, los medios técnicos tienden a lo que llamó “una uniformidad
recíproca”. Hoy en día, la hiperindustria ha llevado a cabo la construcción del mundo presente como obra
de arte total. Estamos, pues, ante una nueva síntesis de mundo en tiempo real gracias a las nuevas
posibilidades tecnológicas ofrecidas por la digitalización.
69
coincidir con Burke225 cuando nos recuerda que los grandes cambios
introducidos por la imprenta se inscriben en aquello que Raymond Williams
llamó “revolución larga”, de hecho nuestro autor considera un periodo que va
de la primera Biblia de Gutenberg a la Encyclopédie. Las tecnologías
introducen un cambio gradual en los procesos socio - culturales, actuando más
como un “catalizador” que como un agente directo.
225
Briggs & Burke. Op. Cit. 34
226
Stiegler. Op. Cit. 358
227
Ya Benjamin advertía que: “La distinción entre autor y público está por tanto a punto de perder su
carácter sistemático. Se convierte en funcional y discurre de distinta manera en distintas circunstancias”.
Benjamin. Discursos 40
228
Adorno y Horkheimer. Op. Cit. 166
229
Es claro que el “autoritarismo” de los medios se ha transformado, gracias a los desarrollos
tecnoeconómicos, en “interactividad” , restituyendo muy parcialmente al polo receptor su calidad de
“sujeto”. Esto nos lleva a dos consideraciones, la primera es la imposibilidad teórica de atribuir sólo a la
técnica las nuevas modalidades comunicacionales; no se trata, en rigor, de una ley de desarrollo de la
técnica sino de su lugar y función en un orden económico tardocapitalista. En segundo lugar, debemos
aclarar que cuando hablamos de una restitución del sujeto en el ámbito de las comunicaciones, nos
referimos a un constructo inmanente a los medios, estaríamos ante un sujeto-modelo cuya autonomía
70
era de la hiperindustrialización de la cultura, la red se alimenta, precisamente,
de la posibilidad de hiperreproducibilidad y en este sentido de la incesante
ampliación de “trasmisiones privadas”. El usuario, como entidad funcional del
nuevo orden tecnocientífico es concebido como una instancia de respuesta y
creación en que lo público y lo privado deja de tener sentido. La reciente
expansión de los “web logs o blogs” y del llamado periodismo ciudadano dan
buena cuenta de este fenómeno. En la actualidad, un diagnóstico mínimo es el
que nos ofrece Stiegler cuando afirma: “El proceso planetario que aquí
describimos con el nombre de hiperreproducibilidad, en tanto que ésta
caracteriza el sistema mnemotécnico mundial que se fusionó con el sistema
técnico de producción de toda mercancía, es el resultado concreto, y a la vez,
la condición del desarrollo de la tecnociencia...como exploración sistemática de
todos los posibles: la performatividad tecnocientífica es homogénea con la
dimensión reproductiva de la reproducibilidad”230La hiperindustria cultural es,
hoy por hoy, un gran negocio. La mayor parte de esta hiperdustria planetaria la
manejan consorcios internacionales, muchos de ellos anclados en los Estados
Unidos. Pero no nos engañemos, el despliegue planetario de la
hiperindustrialización de la cultura ha dado lugar a aquello que Ortiz llama la
“Cultura Internacional Popular”, así por ejemplo, los “spaghetti western”
representaron un cierto apogeo del cine italiano, gracias a una temática típica
del oeste norteamericano, vivimos sumergidos en una cultura mundializada,
globalizada o, lo que es equivalente: desterritorializada231 Lo que es indudable
es que: “La hiperindustrialización, sociedad de servicios hecha posible por el
equivalente general digital, donde las industrias de programas se convierten en
el elemento clave de una guerra económica que también es una guerra de los
espíritus por la conquista de las conciencias, es decir, por la adopción de los
productos, modos de vida y representaciones surgidos de esta
hiperindustria...”232La hiperindustria de la cultura, por la vía de la
hiperreproducibilidad, es capaz de construir los imaginarios que habitamos, lo
hace en tiempo real y sin pérdida de señal. Se podrá alegar que los imaginarios
construidos representan una mera ilusión, pero surge la cuestión si acaso
alguna vez hemos habitado otro lugar que el mundo ilusorio de los imaginarios
sociales y culturales. En este sentido, la sincronización plena de los flujos
temporales de conciencia y aquellos de la hiperindustria cultural construye una
realidad presente que se nos ofrece como única certeza posible. La
hiperindustria cultural materializa la hipermodernidad, no sólo como adopción
sigue siendo ilusoria en cuanto está sometido y domesticado por los formatos y límites estatuidos por un
orden tecnoeconómico. Así, el nuevo estadio del individualismo en las sociedades democráticas a través
del llamado proceso de personalización, lejos de renunciar al control social lo perfecciona. La autonomía
de un sujeto consumidor es una pura ilusión; no sólo no es autónomo sino que se ha desplazado en una
dirección absolutamente contraria, asistimos al nacimiento de un sujeto programado: lo plebeyo. Véase :
Cuadra, Op. Cit. 148
230
Stiegler. Op. Cit. 359
231
Como subraya Beck: “El Estado nacional es un Estado territorial, es decir, que basa su poder en su
apego a un lugar concreto (en el control de las asociaciones, la aprobación de leyes vinculantes, la
defensa de las fronteras, etc.).Por su parte, la sociedad global, que a resultas de la globalización se ha
ramificado en muchas dimensiones, y no sólo las económicas, se entremezcla con y al mismo tiempo
relativiza el Estado nacional, como quiera que existe una multiplicidad no vinculada a un lugar de
círculos sociales, redes de comunicación, relaciones de mercado y modos de vida que traspasan en todas
direcciones las fronteras territoriales del Estado nacional – estatal: la fiscalidad, las atribuciones
especiales de la policía, la política exterior o la defensa” Beck, Ulrich ¿Qué es la globalización? Barcelona.
Paidós. 1998: 1
232
Stiegler. Op. Cit. 359
71
de productos y modos de vida sino y, principalmente, como anhelo y
expectativa. La hiperindustrialización de la cultura no disciplina tan sólo la
conciencia cotidiana sino que además se instala en el “zócalo mental” de las
verdades últimas. Somos, en gran medida, lo que nuestros contenidos
culturales transmitidos por la hiperindustria de la cultura han hecho de
nosotros. Pensarnos como una “función del sistema” es extender la noción de
hiperindustrialización de la cultura a todos y cada uno de los individuos-nodos
que la alimentamos cotidianamente en cuanto modos de vida, consumo y
deseo, en suma, como modo de ser. Esta idea es la que expresara Renato
Ortiz cuando propone el acto mnemónico como el fundamento de una cultura
mundial: “La memoria internacional popular contiene los rasgos de la
modernidad mundo, ella es su receptáculo. Esos objetos souvenirs son
cargados de significado y al actualizarse, puebla y vuelven el mundo
inteligible... El espacio dilatado, serializado, anónimo, inmanente a la
racionalización funcional de la sociedad, de esta forma es ‘compensado’ en sus
cualidades abstractas. Los recuerdos transforman los ‘no-lugares’ en
lugares”233
Ante un escenario tal, surgen por doquier voces “alternativas”, reclamos de
minorías, en una palabra: “resistencia”. Ante la “americanización” del mundo y
de la vida, un término equívoco que alude más bien a ese promedio
internacional que se replica en los no – lugares234, alrededor del mundo,
emergen discursos de la más diversa índole, pero cuyo sello distintivo es la
oposición / negación a las imágenes de la hiperindustria cultural. Uno de los
hechos más notables de esta hiperindustria es su capacidad de “ asimilación”.
Es claro que sólo adquiere relevancia aquella voz de resistencia que habla
desde los “lenguajes de equivalencia”, por lo tanto, aquellas minorías en los
extramuros de la gran industria planetaria, en la práctica, no existen. Como
señalara Adorno hace ya más de medio siglo: “ Lo que se resiste puede
sobrevivir sólo en la medida en que se integra. Una vez registrado en sus
diferencias por la industria cultural, forma ya parte de ésta como el reformador
agrario del capitalismo. La rebelión que tiene en cuenta la realidad se convierte
en la etiqueta de quien tiene una nueva idea que aportar a la industria.”235 Tal
es la tendencia matriz del capital y del liberalismo, la renovación permanente y
una suerte de meritocracia, por lo mismo habría que coincidir con Adorno
cuando nos recuerda que no en vano la industria cultural se originó en los
países industrializados más liberales, en particular en los Estados Unidos. Esto
determina un fenómeno interesante en que algunas producciones posibles en
el ethos liberal, resultan incómodas en otras latitudes, tal ha sido el caso de
Chile, por ejemplo, donde algunos filmes como La última tentación de Cristo, El
evangelio de Judas o Missing, han generado una polémica o han sido
censuradas en algún momento de su historia.236
233
Ortiz, R. Op.Cit 186
234
Para una conceptualización de los no – lugares, véase: Augé, M. Non-Lieux. Paris. Seuil. 1992
235
Adorno y Horkheimer. Op. Cit. 176
236
El escándalo más reciente lo ha suscitado el mentado “Evangelio de Judas”, un documento del siglo III
D.C encontrado hace unos años y que ha sido traducido del copto antiguo y del que se deduce un Judas
polémico, distante de aquel arquetipo de la traición del que nos hablaron en el catecismo, un personaje
“inmundo”, como ha reiterado el actual Pontífice. Como sea, toda la aventura del hallazgo de los papiros
ha sido documentada por la National Geographic y trasmitida urbi et orbi por su red de canales cable. En
rigor se trata de un interesante hallazgo de arqueología bíblica que es indesmentible en su autenticidad.
72
El hipercapitalismo actual, capitalismo lúdico y libidinal, capitalismo globalizado,
está construyendo un mundo de flujos digitalizados en que el Alfa y el Omega
ya no pertenece a ninguna narrativa religiosa. Las nuevas liturgias se
escenifican en las pantallas de la red como extensión y complemento de un
mundo que se ha vuelto telegénico: el Reality Mundo. Este hipercapitalismo,
escéptico y ecléctico al mismo tiempo es, bien mirado una apuesta radical por
el “Reino de este mundo”, cuyo horizonte de sentido no podría ser sino el
advenimiento de un neopaganismo de alta tecnología. El mercado cumple así
su función corrosiva frente a cualquier tradición, redefiniendo la memoria de
pueblos y comunidades. Día a día, la mediatización, nuevo vector de sentido,
instila en sus públicos hipermasivos y hedonistas la buena nueva, el nuevo
Evangelio del Consumo, una suerte de nueva philosophia perennis : sin dioses
ni utopías, se puede alcanzar la plenitud humana. Los discursos de resistencia
son siempre febles y precarios, lo son porque potencialmente representan
“buenos productos” para un mercado ansioso de novedad237. Muchos
movimientos musicales y culturales han sido, al mismo tiempo, best- sellers,
literarios, discográficos, televisivos o cinematográficos. Esto es cierto para los
cultores de la música underground, los experimentalistas, o para minorías
étnicas que logran posicionarse en los ranking de ventas. No olvidemos que la
hiperindustria cultural, en su dimensión económico-cultural, difunde sus
imágenes en un mercado discursivo planetario, esto es lo que se llama
“hipermediatización”. Mercado y medios han alcanzado una sincronización
cuasi perfecta, en que la lógica del capital es congruente con las lógicas
culturales y viceversa. Dicha lógica no es otra que la performatividad y un
aparente hiperliberalismo cultural.
Debemos aclarar, sin embargo, que no todo lo que “resiste” puede ser
“asimilado” por la hiperindustria de la cultura. Hemos utilizado el término
“aparente” para designar el hiperliberalismo cultural, pues detrás de una
pretendida apertura para tratar temáticas complejas y polémicas, el mundo
“gay” por ejemplo, se impone un férreo control político238. Se silencia todo
aquello que amenaza o socava los fundamentos del orden político mundial.
Con escasas excepciones: “Quien no se adapta es golpeado con una
impotencia económica que se prolonga en la impotencia espiritual del solitario.
Excluido de la industria, es fácil convencerlo de su insuficiencia.”239 Lejos de la
El escándalo no estriba en el hallazgo del documento sino en su proyección mediática, de hecho, existen
numerosos documentos análogos al encontrado. Lo normal es que sean los especialistas quienes se
ocupen del asunto y, con suerte, se discuta el tema entre eruditos o en un libro de lenguaje críptico. Lo
nuevo es que con imágenes y con un lenguaje sencillo se entregue al público hipermasivo un antecedente
que relativiza en el sentido común el relato ortodoxo de la fe cristiana. De allí la protesta eclesiática. Más
que alguna teoría conspirativa en torno al asunto, como pretender que hay intereses judíos u otros detrás
de esta “operación mediática”, la explicación última es bastante más prosaica: la heterodoxia vende. Poco
importa que se trate de J.J. Benitez o de algún olvidado papiro, en ambos casos concurre el apetito ante
lo novedoso.
237
No podemos olvidar que el “vanguardismo”, experimentalista e innovador por definición,, es la impronta
estética adoptada en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial y está también en la base de la llamada
“contra cultura” sea ésta psicodélica como en los años sesenta o ciberdélica como en la actualidad.
238
De hecho, pareciera que tras los atentados del 9/11 en el World Trade Center en Nueva York, los
Estados Unidos han entrado en una etapa sombría de su historia, aumentando los controles de todo tipo a
la difusión de hiperindustria cultural, de origen nacional o foráneo. Esto llevó a muchas estrellas contrarias
a la guerra en Irak, por ejemplo, al silencio, la amenaza y la exclusión.
239
Adorno y Horkheimer. Op. Cit. 178
73
idea romántica del artista raté, estamos en presencia de una administración
ejercida desde la hipermediatización, para establecer qué debe ser difundido y
qué debe ser excluido. Mercado y medios, soportes de la hiperindustria cultural,
administran el conformismo de los consumidores devenidos usuarios,
proponiendo el discurso “multiculturalista” como un nuevo dispositivo para
acceder a nuevos nichos. El “multiculturalismo” opera como la ideología de la
llamada “glocalización”, adaptación de lo global a lo local. Por ello no es para
nada casual que estos fenómenos se den simultáneamente con los Tratados
de Libre Comercio.
Los críticos del actual estado de cosas, entre ellos Mattelart, nos advierten
sobre ciertas hegemonías en el orden económico – cultural:“La reproducción
cíclica del discurso sobre las virtudes taumatúrgicas de la comunicación
encubre en realidad otro bien distinto, el de la Realpolitik de la lucha por el
control de los dispositivos comunicacionales y por la hegemonía sobre las
normas y los sistemas... En un mundo huérfano de grandes utopías políticas, la
utopía técnica sirve como moneda de cambio a los ideólogos del mercado
global en tiempo real”.240 No podríamos negar que, en efecto, el fenómeno de
las nuevas tecnologías entraña una dimensión económica cultural, cuya
expresión última es una lucha en y por los mercados globales. Sin embargo, el
problema es todavía más profundo, pues sabemos que lo que se está
instaurando es un nuevo régimen de significación que si bien se reconoce en
las coordenadas de un mercado globalizado, lo excede en cuanto vector de
transformación de los modos de significación. En este sentido, una crítica que
no se haga cargo de la verdadera revolución semiósica en curso, con todas las
singularidades de la cibercultura, queda confinada en los discursos
conservadores. A este respecto, nos parecen particularmente lúcidas las
palabras de Lévy cuando apunta: “Pero muchos discursos que se presentan
como críticos no son sino simplemente ciegos y conservadores. Porque
desconocen las transformaciones en curso, no producen conceptos originales,
adaptados a la especificidad de la cibercultura. Se critica la ‘ideología (o la
utopía) de la comunicación’ sin distinguir entre la televisión e Internet... La
ausencia de visión de futuro, el abandono de las funciones de imaginación y de
anticipación del pensamiento tienen por efecto de desalentar la intervención de
los ciudadanos y, finalmente, dejan el campo libre a las propagandas
comerciales. Es urgente, incluso para la misma crítica, emprender la crítica de
un ‘género crítico’ desestabilizado por la nueva ecología de la
comunicación”.241 Para encontrar nuevos derroteros para el pensamiento en
torno a la cibercultura, concluye este autor: “Hace falta cuestionar hábitos y
reflejos mentales cada vez menos adecuados con respecto a los desafíos
contemporáneos”.
240
Mattelart, A. Los “paraísos” de la comunicación. in I.Ramonet (ed.) .Internet, el mundo que llega.
Madrid. Alianza Editorial. 1998: 287 – 94.
241
Lévy, P. Cibercultura. Santiago. Dolmen Ediciones. 2001:274.
74
La hiperindustrialización de la cultura posee, pues una dimensión económico-
cultural asociada a la hipermediatización, esto es, al mercado de ofertas
discursivas a nivel mundial. Pero al mismo tiempo, posee modos de significación
sui generis, catalizados por las nuevas tecnologías numéricas y que podríamos
resumir bajo la etiqueta de “virtualización” de la cultura. Hipermediatización y
virtualización, constituyen los pilares de este nuevo régimen de significación, en
ellos se condensa el actual estadio de la cultura mundializada bajo la hegemonía
tardocapitalista. Este diagnóstico general, no obstante, no da cuenta de la manera
singular que posee hoy la hiperindustria cultural de emplazarse en la vida cotidiana
de millones de seres. Si bien es cierto que la hiperindustria cultural es un negocio
cuyo soporte material lo constituyen las nuevas tecnologías, no es menos cierto
que de trata, ni más ni menos, que del negocio del “entertainment” o “amusement”.
Los semiólogos de la imagen nos enseñaron hace ya mucho aquella divisa según
la cual “vemos lo que hemos aprendido a ver”. Del mismo modo, podríamos repetir:
nos entretiene aquello que hemos aprendido como entretenimiento. Lejos de
reclamar una “convicción” de algún tipo, la hiperindustria del “entertainment”
encuentra su fundamento en la “seducción”, este desplazamiento es crucial para
comprender la fascinación que producen los objetos de la cultura hipermasiva.
Para entender mejor este fenómeno, será menester proceder negativamente.
Observemos lo que sucede con la “desfascinación” de los productos
hiperculturales. La industria del entretenimiento disciplina el “ocio” en la justa
medida en que hace coincidir los flujos temporales de su producción con los flujos
programados de conciencia, sólo así se garantiza la seducción en una
contemporaneidad que percibimos como “moda”. Toda la producción hiperindustrial
nos ofrece, en principio, aquello que está de moda, aquello que al ser presente, es
nuestro presente cotidiano. La seducción no es sino el vector libidinal del gusto
sincronizado sobre aquellos flujos hiperindustriales que se presentifican como
productos simbólicos.
75
La seducción no podría ser sino puro presente, contemporaneidad absoluta entre
los flujos hiperindustriales y nuestros flujos temporales de conciencia. Sin embargo,
basta un leve desfase en la sincronización, en cualquiera de sus aspectos, para
advertir el objeto de nuestro deseo como pura artificialidad. Cuando la textualidad
del objeto pierde su sincronía con la contextualidad de la que emerge su
contemporaneidad y, por ende, su “valor”, irrumpe lo “kitsch”242. Bien mirado, lo
“kitsch” es una suerte de valor negativo que asociamos a un producto cultural en
cuanto “descontextualizado”. De hecho, la “descontextualización” no es sino una
“asincronía” de nuestros flujos de conciencia respecto de ciertos productos
simbólicos. Lo “kitsch” es aquello “fuera de lugar” y que muestra su artificialidad en
cuanto hace evidente su carácter “rétro” (descontextualización histórica) o su
carácter “plebeyo” (descontextualización social), o su carácter “vulgar”
(descontextualización cultural / estética), o todos al mismo tiempo. Al igual que una
artista de cabaret o una “prostituta”243, la hiperindustria cultural debe mantener la
sincronía de los flujos, para mantener la fascinación y el encantamiento. Cualquier
anomalía en el ritmo de sus flujos entraña el riesgo de caer en lo kitsch. Esta suerte
de automatización de la percepción / conciencia se basa en sofisticados recursos
tecnológicos y estéticos, así como en la renovación permanente de sus fórmulas
de seducción.
Entre las fórmulas se ha ensayado incluso una recuperación del “kitsch” como
fiasco o charada, y siempre como producto. Este reciclaje no es análogo al que
pudiera practicarse desde el arte, para restituir una experiencia estética
“contracultural” o contestataria allí donde un objeto ha sido degradado por la
sociedad de consumo. En el caso de la hiperindustria, se trata más bien de reponer
lo “kitsch” en el espectro de los dispositivos hipermasivos, cargados de un humor
despolitizado. Esta práctica de un “kitsch softcore” es propia del mundo de la
farándula, donde todo evento se disuelve en una especulación pseudoerótica, mas
exenta de genitalia o pornografía dura.
242
Para una discusión mínima sobre el término “kitsch”, véase:
Moles, A. El kitsch. Madrid. Paidós. 1990.
243
Como cosificación del deseo, las mercancías, más que satisfacer sueños, los generaban. Para
Benjamin, esa transición hacia la venta de sueños estaba personificada por la “prostituta” que es a la vez
vendedora y mercancía. Véase:
Buck-Morss, Susan. Walter Benjamin, escritor revolucionario.1º ED. Buenos Aires. Interzona Editora.
2005: 43
76
figuras. De tal suerte que un opinólogo es reconocido en cuanto tal sólo en
tanto la audiencia lo acepta.
Los opinólogos emiten opinión sobre temas de la más diversa índole, poco
importa que se trate de economía, sexualidad, o algún desliz de una estrella de
la farándula. En cuanto voz del “sentido común”, el opinólogo está autorizado
por sus públicos mediáticos para referir cualquier realidad , desde el
“chupacabras” hasta el fútbol o algún conflicto internacional. Esto es así porque
el opinólogo habla desde y para “la vida cotidiana”. En una cultura
hipermediatizada que ha desacralizado el saber experto, todos tienen derecho
a opinar sobre cualquier cosa.
77
‘modo de ser’244 Cuando observamos que las nuevas formas de organización
del trabajo apelan a una psicologización lúdica de los entornos y a una
personalización de las relaciones, no cabe duda que es el mundo laboral el que
prolonga el “ethos” de la hiperindustria cultural. No se trata de “escapar” al
proceso de trabajo en la fábrica u oficina adecuándose a él en el ocio; por el
contrario, la fábrica u oficina se adecuan al “entertainment”. No hay “evasión”
de los flujos hiperindustriales cuando éstos se han convertido, sin más, en la
vida cotidiana y sustrato constitutivo de la conciencia. El capitalismo tardío ha
establecido un “ethos” de equivalencia que incluye el trabajo en la fábrica u
oficina así como el ocio, todo está presidido por el mismo principio de placer.
Contrariamente a lo que pensaba Adorno cuando suponía que la industria
cultural defraudaba continuamente a sus consumidores respecto a aquello que
les promete, la hiperindustria cultural ha logrado la versátil universalidad: hacer
coincidir la textualidad significante en flujo de sus objetos temporales con
cualquier contextualidad, es decir: la hiperindustria cultural no defrauda a sus
consumidores, devenidos nodos funcionales del sistema. La hiperindustria
cultural es la promesa cumplida.245
244
Trataremos esta cuestión en el capitulo 4 : El Reality Show como formato del mundo
245
La noción de objeto temporal, según Stiegler, es una de las más grandes contribuciones de la
fenomenología: el análisis del funcionamiento fenomenológico propio de este tipo de objetos es crucial
porque la característica principal del actual sistema técnico-industrial, sobre todo a través de la industria
mediática de la información radiotelevisiva, es precisamente la de producir en masa objetos temporales
que son escuchados o vistos, simultáneamente, por decenas de millones de conciencias; una
simultaneidad temporal que modifica las condiciones de surgimiento del acontecimiento y que
corresponde a nuevas formas de conciencia e inconsciencia colectivas. Sei, M LOGOS. Anales del
Seminario de Metafísica Vol. 37 (2004): 354
246
No obstante el peso que adquieren estas aseveraciones ante el desarrollo de los massmedia,
especialmente de la televisión; subyace en ellas un supuesto que, por lo menos, merece una revisión. En
efecto, detrás de esta crítica apocalíptica se da por descontado que los públicos están sometidos de
manera acrítica y pasiva ante un flujo total de imágenes y sonido, estatuyendo un modelo cultural
heterodirigido: en suma, como resume Eco: “Llevando a fondo el examen, aparece una típica
‘superestructura de un régimen capitalista’, empleada con fines de control y de planificación
coaccionadora de la conciencia” . Primera observación: los medios de comunicación de masas no son
típicamente capitalistas, bastará recordar, por ejemplo, la importancia revolucionaria que le asignó V. I.
Lenin al cine, en los albores de la Revolución Rusa. Segunda observación: tal como lo han mostrado los
estudios de J. Martín Barbero, entre otros, la recepción de los mensajes mediáticos dista mucho de ser
acrítica y pasiva, quien acuño el concepto de “mediaciones” para caracterizar una relación mucho más
rica y compleja entre los medios y sus públicos. Así, los desarrollos teóricos más recientes proponen
nociones como “servicio” y “contrato”, para dar cuenta de los modos de apropiación de los mensajes
mediáticos y de los consensos por parte de las audiencia. Por ello, algunos pensadores postmarxistas
78
fines de los sesenta, vuelven a surgir un discurso amenazante y plañidero
sobre la vertiginosa expansión de una hiperindustrialización global de la cultura
que nos trae a la memoria aquella sentencia de Adorno sobre la atrofia de la
imaginación y de la espontaneidad del consumidor cultural, en cuanto los
productos mismos paralizarían dichas facultados mediante su misma
constitución objetiva.
Para avanzar, aunque sea muy precariamente, en un análisis del horizonte que
se avizora tras la expansión de la hiperindustrialización de la cultura, es
imprescindible un marco deontológico mínimo. En primer lugar, sostenemos
que la noción de “régimen de significación” remite necesariamente a contextos
histórico-sociales en cuanto quiere dar cuenta de una cierta configuración
mediática en un momento histórico determinado, en determinadas condiciones
sociales. De suerte que cualquier consideración macroscópica sobre la
hiperindustria cultural será una “historia social de los medios”. En segundo
lugar, esto supone un examen de la “revolución larga” en sus distintas
interrelaciones e inflexiones, tanto en su dimensión económico-cultural como
en los modos de significación. Si lo económico-cultural se puede objetivar como
formas de producción, propiedad de los medios, infraestructura tecnológica,
modalidades de distribución y antecedentes sobre el consumo, los modos de
prefieren hablar de “hegemonía” y no de “dominación”, como un modo de describir una relación que no
excluye la legitimación de los mensajes massmediáticos. Tercera observación: la irrupción de los medios
de comunicación de masas ha producido una mutación antropológica que se traduce, por una parte, en un
nuevo sensorium de masas y por otra en una metamorfosis cognitiva. En pocas palabras, asistimos a un
cambio radical en los modos de significación que, entre otras cosas significa el decaimiento de la cultura
ilustrada - letrada y sus sustitución por una cultura audiovisual digitalizada. En este sentido, se ha
producido una nivelación que deja fuera la figura del “genio”, tanto como la del “intelectual”, poniendo en
su lugar a la “estrella”. De tal suerte que no es posible analizar la cultura de masas con los cánones de la
cultura ilustrada-letrada, en tanto se ha reformulado la noción de sujeto. Cuarta observación: el ejercicio
crítico desde la logósfera resulta un mero “simulacro” en cuanto pretende reificar los flujos de la
videósfera. En esta línea de pensamiento, podríamos avanzar la hipótesis que uno de los fundamentos de
la crisis del saber radica en la imposibilidad de textualizar la hipertextualidad. Quinta observación: si
entendemos el ejercicio crítico como una profunda disociación entre dos modos de significación, esto es,
como el ocaso de la figura moderna del intelectual, nos encontramos con que la interrogante planteada
por Eco en Apocalípticos e integrados no ha perdido , en absoluto, su pertinencia, aunque la respuesta
ofrecida hace ya más de tres décadas bien merece ser revisada. Cuadra. Op. Cit. 150-151
Para una revisión extensa de esta discusión, véase:
Eco, Umberto. Apocalípticos e Integrados. Barcelona. Editorial Lumen. 1995: 56 y ss.
247
Lazarfeld, Paul & Robert Merton. Los medios de comunicación de masas, el gusto popular y la acción
social organizada in Industria Cultural y Sociedad de Masas. Caracas. Monte Ávila Editores. 1992. 231-59:
235
79
significación darán cuenta de las transformaciones perceptuales y cognitivas de
los públicos en ciertos periodos de tiempo.
249
Se impone una aclaración de orden epistemológica.
Reconocer una mutación antropológica cultural es reconocer, en primer lugar los fundamentos materiales
de la cultura. Así, la dimensión económico cultural está en estrecha relación respecto de los modos de
significación, dicha relación no es “determinista” sino más bien “probabilística”. Una misma tecnología
impone una racionalidad, una “tendencia”, pero no podemos determinar los “modos” concretos que va a
adquirir. Véase :
Harris, Marvin. Principios teóricos del materialismo cultural in Antropología. Lecturas. Bohannan y Glazer
(Eds). Madrid. McGraw Hill. 1992 (2ª Edición) : 393 - 418
250
Véase a este respecto:
Lévy, Pierre. L’intelligence collective. Pour une anthropologie du cyberspace. Paris.
La Découverte. 1994
80
corporaciones, extendiendo redes satelitales y aumentando la tasa de
inversiones en este sector de la economía a nivel planetario. Pero, los
“efectos” de esta expansión aceleración hipermoderna de las comunicaciones
se hará sentir en plazos relativamente largos y no de manera determinista sino
más bien probabilística. Esto es así porque los modos de significación, es decir,
las mutaciones perceptuales y cognitivas, operan mediante la lógica del
“training” y el “aprendizaje”. Es claro que aprendemos a ver cine y televisión o
nos familiarizamos con la red en tanto “usuarios” en tiempos y ritmos dictados
por nuestra condición psicobiológica. No es casual que quienes estudian las
audiencias se refieran a determinadas generaciones como los “hijos de la
televisión”. Junto a este proceso de “aprendizaje” individual y social al mismo
tiempo, se va sedimentando un conjunto de supuestos, símbolos y valoraciones
que establecen los límites de lo “concebible” desde el sentido común, y delatan
un cierto imaginario en un momento histórico cultural. Ahora bien, tanto el
“aprendizaje” como la construcción del imaginario poseen temporalidades,
distintas a los flujos hiperculturales. Este hecho es un argumento en contra de
la plena sincronización entre los flujos de conciencia y aquellos de la
hiperindustria cultural, sin embargo, más que de una anulación estamos ante
un “desfase” que desacelera el proceso en lo inmediato. Esto nos lleva a
reconsiderar la variable generacional en los estudios de la comunicación.
Podríamos enunciar la cuestión en los siguientes términos: el desarrollo de un
régimen de significación posee velocidades y lógicas distintas, sea que se trate
de su dimensión económica cultural o de sus modos de significación. Mientras
la dimensión económica cultural va a exteriorizar las dinámicas y ritmos del
capital acelerado en un tiempo de flujos instantáneos, los modos de
significación se verán constreñidos por límites temporales que impone el
entrenamiento de generaciones enteras y por la sedimentación de un cierto
imaginario social.
81
sociedades hipermodernas. Este modelo socio-cultural entraña, según hemos
señalado, un “ethos” de equivalencia. Esto significa que el mundo entero ha
“adoptado” un cierto “modo de ser”, un canon que estatuye los límites de lo
“normal” y aceptable. Este “ethos” ya ha sido descrito como el nuevo “carácter
social” de la época y se le ha llamado “narcisismo socio genético”. 251 Este
nuevo “ethos de equivalencia” encuentra su expresión en la llamada “cultura
global” o , si se prefiere, “cultura internacional popular” y se traduce en una
cierta arquitectura, souvenirs, modas vestimentarias y culinarias, estilos de
vida, formas de humor y entre muchos otros aspectos. Esto ha sido posible por
un desarrollo espectacular de los medios de comunicación y por la expansión
del mercado. Dos hitos marcan su desarrollo: el fin de la Segunda Guerra
Mundial y el ocaso del Socialismo Real, ambos momentos históricos señalan la
expansión del diseño cultural matriz. La expansión de las sociedades de
consumo es indisociable del proceso creciente de mediatización en cuanto
reguladores de los flujos simbólicos.
Esta inmediatez de los flujos del capital respecto de los flujos simbólicos
permite sostener que el capital, en la era contemporánea, ha devenido
lenguaje. Los flujos del capital en tiempo real son los flujos sígnicos que se
sincronizan con los flujos temporales de conciencia. Por ello, se ha sostenido
que las transformaciones operadas en el régimen de significación entrañarían
un nuevo “régimen de politicidad”. “La mediatización de la política no habría de
consistir en el hablar televisivo de un “agente político”, sino que la
mediatización en cuanto mutación y resignificación en los regímenes de habla,
es propiamente una mediatización política. La mediatización comportaría en sí
misma un régimen de politicidad”252 Este maridaje entre lo político y lo
comunicacional no es un fenómeno nuevo o propio de las sociedades
industriales, más bien se trata de una condición de posibilidad de lo político en
sí mismo.253
251
Para un acabado diagnóstico, véase a este respecto, las obras clásicas de:
82
dispositivo de enunciación política: “...más allá de la cobertura televisiva a la
política, podemos destacar que la significación política de la televisión no se
juega sólo en una pura exhibición, alusión o tratamiento, sino que ella estaría
alojada en su propia producción y circulación discursiva. Lo que de modo
todavía intuitivo podemos sostener, es que la política en televisión no se
comporta sólo como referencia, no sólo como información, no sólo como
aparición, no sólo como espectáculo, no sólo como evento, sino que la
significación política de la televisión cruza más bien toda su malla
programática, constituyendo a la propia televisión como un agente discursivo y
un dispositivo de enunciación política. Así, la operación política de la televisión
no estaría sólo restringida a la especificidad de un género o a una eventual
referencia de lo político, antes bien, su continuo y heterogéneo discurrir, el
despliegue mismo de su flujo enunciativo, constituyen un tramado discursivo
propiamente político.”255. Es interesante reflexionar sobre el alcance de esta
intuición, pues, en efecto, la televisión en el contexto de la hiperindustria
cultural, digitalizada y de alcance mundial, constituye uno de los dispositivos
fundamentales de la memoria y construcción del presente, esto es, constituye
un sistema de retenciones terciarias, en cuanto sus flujos digitales coinciden en
tiempo real con los flujos de conciencia de millones de seres, deviniendo en
rigor, el hecho político más importante en la actualidad
esto es, la política se ha hecho marketing (Pierre Bourdieu, Alain Touraine), por último, la videopolítica es
condición de posibilidad de lo político hoy (D. Wolton).
255
Arancibia. Op. Cit:89
256
Arancibia. Op. Cit: 42-3
257
Arancibia. Op Cit. 38
83
democracia, pues entraña siempre la tentación totalitaria que evidencian ya
algunas sociedades hipermodernas. En este sentido, la hiperindustria cultural
nos plantea una cuestión radical, su mera existencia es ya una amenaza que
nos exige asumir la fragilidad de la democracia y nos advierte de la candidez
de creerla consumada y definitiva: “En lugar de considerar la democracia como
algo natural y evidente o como el resultado de una evolución moral de la
humanidad, es importante percatarse de su carácter improbable e incierto. La
democracia es frágil y algo nunca definitivamente adquirido, pues no existe un
‘umbral de democracia’ que una vez logrado, tenga garantizada para siempre
su permanencia. Por tanto, se trata de una conquista que hay que defender
constantemente”258
258
Mouffe, Chantal. El retorno de lo político. Barcelona. Ed. Paidós. 1999: 18 in Arancibia Op. Cit. 208
259
Stiegler. Op. Cit. 204
84
Segunda Parte
El Reality Mundo
85
4.- El Reality Show: Subjetividad y televisión
.
4.1 La invención de la vida cotidiana
260
Adorno, Theodor y Horkheimer, Max. “La Industria Cultural”, en Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos
Filosóficos. Madrid, Editorial Tecnos, 2004: 165
261
Ibidém. 165
86
teatro ilusionista no es, tan sólo, el perfeccionamiento del plano perceptual sino
la superación de la ilusión misma. Cuando la ilusión se aproxima a la
perfección, ésta pierde su carácter de tal y se erige en principio de realidad. En
este sentido, más que a una atrofia de la imaginación, asistiríamos a una
reconfiguración del imaginario que reinventa la vida cotidiana. Lejos de atrofiar
una concepción “canónica o verdadera” de la realidad, ésta se reinventa a partir
de las imágenes televisivas, lejos de un proceso de enajenación, estamos ante
un nuevo vector cultural en que los códigos de representación mutan
aceleradamente junto a los códigos de reconocimiento en una dinámica cultural
sin precedentes.
Al examinar de cerca el Reality Show, se advierte una cierta genealogía que remite
en, última instancia, al relato263. Todo Reality Show se plantea como una historia
que ha de desarrollarse ante nosotros. Sin embargo, esta vez los personajes son
los concursantes convocados, tras los cuales no hay, en principio, ningún libreto.
Asistimos pues a una suerte de juego, cuyas reglas constitutivas imitan la vida real;
notemos que las reglas del juego no estatuyen diálogos, en cambio, exigen un
262
Cuadra, A. De la ciudad letrada a la ciudad virtual. Santiago. LOM. 2003: 136
263
El origen del Reality ha sido rastreado por algunos hasta la década de los 50, sin embargo la
referencia inmediata es a la televisión holandesa con su inédito y exitoso Big Brother (1998) que inspirada
en 1984 de Orwell puso en escena el voyeurismo de masas. Esta primera producción fue seguida por Big
Diet y Make Me Beautyful,todas un suceso internacional con réplicas en todo el mundo.
87
cierto suspense derivado de la competencia y de las pasiones de cada participante,
en pos de una meta Si bien el espacio propuesto es ya ficticio, éste tiende a quedar
abolido en cuanto escenifica los conflictos y pugnas entre los concursantes.
Como en cualquier justa deportiva, lo importante es la performance de los
jugadores. Ahora bien, la actuación de los distintos involucrados genera una serie
de avatares (complicidades, riñas, amoríos, antipatías) que van mostrando todo el
abanico de pasiones y miserias humanas. Al igual que en una telenovela, se
estructura un relato en que cada cual va ocupando un lugar. Los Reality Shows
han transformado lo cotidiano, algo de suyo plano, monótono e intrascendente, en
una escena de lucha o competencia: sólo de éste modo la ficción recupera la
realidad para la televisión. Se ha dicho que no hay nada más humano que el
fisgoneo y el chisme, pues bien, si a esto se agrega la dosis exacta de “pecados
capitales”, el festín no puede ser más sabroso.
Como en toda telenovela, el desarrollo del Reality no está exento de melodrama,
momentos de pretendida intimidad de una pareja, pequeños incidentes en que se
mezclan risas y lágrimas. De esta manera, cada espectador asiste como uno más
a la cotidianeidad de los concursantes. Esta tensión dramática es de baja
intensidad, pero no por ello menos efectiva, pues sea que se trate de una pequeña
traición o de una mentirilla piadosa, lo cierto es que pone en evidencia las
pequeñeces de la conducta humana corriente frente a la mirada voraz de muchos.
Se establece así un pacto tácito entre la televisión y su audiencia.264
Los protagonistas de esta nueva teatralidad no necesitan de máscara alguna, se
trata justamente de lo contrario, lo que se escenifica es el hombre común, be
yourself... Lo que está en juego es la autenticidad del personaje frente al desafío
planteado; el juego no exige la exhibición de virtudes morales o intelectuales, salvo
la astucia para alcanzar el premio. La única moral posible es la moral del juego
propuesto: la supervivencia.
El parentesco entre Reality y telenovela se pone de manifiesto en su traducibilidad,
de hecho una reciente producción colombiana transcurre, precisamente, en un
estudio de televisión en el cual se realiza un Reality Show.265 Desde luego, el
formato telenovelesco extiende los conflictos dramáticos al entorno de los
personajes y a quienes participan de su producción, sin embargo, insistamos, la
traducibilidad se afinca en una estructura narrativa afín. Surgen aquí dos
interrogantes nada fáciles de contestar y que podríamos formular en los siguientes
términos: Primero, desde una perspectiva semiocultural, ¿es posible concebir una
innovación en el régimen representacional propio del formato de los Reality
Shows?. Segundo, ¿qué relación se podría establecer entre el formato del Reality y
un cierto ethos inherente a las sociedades de consumo?
264
Cocimano, Gabriel. Reality Shows: espectáculos de la postmodernidad in El fin del secreto. Ensayos sobre la
privacidad contemporánea. B.Aires. Editorial Dunken. 2004
Esta suerte de experimentos mediáticos que son los reality shows –comparables a los laberintos donde
los psicólogos conductistas estudiaban las conductas de los ratones- constituyen, para Román Gubern,
“un pacto interesado, por los premios y la popularidad, entre el exhibicionismo rentable de unos cuantos
y la voracidad mirona del público, que convierte las telepantallas domésticas en agujeros de cerradura”.
265
Nos referimos a la producción colombiana titulada: El auténtico Rodrigo Leal .2003
88
4.3 Homo ludens : deporte y nueva teatralidad
El Reality posee una doble dimensión, por una parte escenifica la lógica del juego y
por otra parte, impone los rigores del deporte comercializado. En tanto juego,
podríamos repetir con Lasch : “El juego satisface a la par, la necesidad de liberar la
fantasía y la búsqueda de dificultades gratuitas: combina la exuberancia pueril con
complicaciones deliberadamente creadas”266 El formato televisivo del Reality Show,
nos recuerda, por cierto, que no sólo se trata de un juego pues, por definición,
estamos frente a un producto del Show Business. No obstante, no podemos negar
que parte de su poder seductor radica en su fundamento lúdico y competitivo, en el
sentido de que conecta la dimensión ritual y dramática del acontecer267.
Tal como ya hemos expuesto, el Reality se nos ofrece en tanto drama. Pero a
diferencia del melodrama de una telenovela, por ejemplo, el formato del Reality
renuncia a ilusiones prefabricadas, sin actores profesionales ni libretos manidos, el
nuevo formato garantiza la capacidad representacional de realidad extremando la
incorporación de los espectadores. Debemos reparar en que : “Nuestro sentido de
la realidad parece descansar…en la avidez de ser incluidos en la ilusión
escenificada de la realidad”268
Cuando un grupo de individuos de ambos sexos es encerrado en un determinado
espacio, éste es escrutado en todo momento por la audiencia: no hay rincón ciego,
no hay momentos de intimidad, todo debe ser incorporado al insaciable apetito del
voyeur. Las audiencias del Reality, al igual que en una competición deportiva,
“participan” de cada uno de los avatares de los protagonistas. Normalmente, esta
participación está asegurada hasta lo obsceno mediante retransmisiones,
emisiones compactas y todo el eco mediático de la prensa de farándula. No se
trata, como pudiera pensarse, de un público pasivo, muy por el contrario:
“…observar una competencia atlética enfervorizante puede resultar, además, casi
tan agotador en términos emocionales como la participación misma en la actividad:
en ningún caso la experiencia “pasiva” que sugieren los guardianes de la salud
pública y la virtud”269
Este juego participativo explicaría, aunque sea parcialmente, el éxito del primer
Reality Show hecho en Chile, durante el verano de 2003: Protagonistas de la
Fama. El programa alcanzó de manera muy rápida altos índices de audiencia,
elevando a una inesperada y efímera fama a sus protagonistas.
Los jóvenes protagonistas encarnaron, sin querer, una serie de estereotipos
básicos propios del melodrama, verdadero reparto de héroes y antihéroes. Así, por
ejemplo, los nombres de Álvaro Ballero y Janis Pope, se asociaron con prontitud a
los roles de “malos”, mientras que participantes como Catalina Bono u Oscar
Garcés, se aproximaron más bien al perfil clásico de héroe y heroína de
melodrama.
266
Lasch, Christopher. La cultura del narcisismo. Santiago Editorial Andrés Bello. 1999:131
267
En toda competencia, en particular en los torneos atléticos, el despliegue y la representación
constituyen un elemento central: un recordatorio de las anteriores conexiones entre el juego, el ritual y el
drama. Los jugadores no sólo compiten entre sí: escenifican una ceremonia conocida que reafirma los
valores comunes. Ibid. 137
268
Ibid. 116
269
Ibid. 132
89
Es claro que cada uno de los participantes portaba un principio identitario que
encontró más o menos eco en las audiencias en cuanto compartían o no sus
conductas y motivaciones. Lo que resulta indiscutible es una cierta
contemporaneidad de cada uno de los jóvenes respecto de sus espectadores, esto
es así porque:” Para el self intérprete, la única realidad posible es la identidad que
pueda forjarse a partir de materiales aportados por la publicidad y la cultura de
masas, por los temas que tratan el cine y la literatura de consumo popular y por
diversos fragmentos arrancados a un vasto espectro de tradiciones culturales,
todas ellas igualmente contemporáneas para la mentalidad contemporánea”270
El formato del Reality, restituye la ilusión de realidad por la vía de someter a un
grupo de jugadores a reglas y convenciones muy estrictas. A modo de ejemplo,
cada semana todos los participantes podían ser expulsados por falta de talento,
problemas de convivencia (resultado de una votación interna) y, además, por la
popularidad frente al público (votación masiva del público). Nadie estaba exento de
dichas reglas. Las convenciones impiden la trivialización y degradación del juego,
la única manera de asegurar el verosímil es el apego absoluto a las reglas
constitutivas del juego. Como sostiene Lasch refiriéndose al deporte: “Al someterse
sin reservas a las reglas y convenciones del juego, los jugadores (y también los
espectadores) cooperan para crear una ilusión de realidad. De ese modo, la
actividad deportiva se transforma en una representación de la vida y el juego
adopta, a la vez, el carácter de un drama”271
El Reality resulta ser una compleja operación televisual mediante la cual la
televisión glocalizada intenta restituir no la realidad sino la realidad del verosímil.
Para ello, pretende superar la indiferencia y el zapping de las audiencias saturadas
con los clisés de representación. La nueva proposición restituye la ilusión apelando
en primer lugar a un “yo” incapaz de interesarse en nada que le sea ajeno. El
formato del Reality convoca a las nuevas audiencias socializadas en la
personalización y el narcisismo. Como nos advierte con lucidez Sennett: “La
sociedad de hoy ha movilizado las fuerzas del narcisismo que se encuentran
potencialmente en todos los seres humanos mediante la intensificación del cultivo
de la personalidad inmanente en las relaciones sociales hasta el punto de que esas
relaciones aparecen ahora sólo como espejos del yo” 272. De este modo, el Reality
no pretendería recrear la ilusión de la realidad sino más bien la realidad de la
ilusión.
Una primera aproximación al Reality nos la entrega Juan Pablo Arancibia cuando
señala: “El propio rótulo de reality show designa como eje central de dicho producto
el poner a la realidad como espectáculo o mostrar el espectáculo de la realidad.
Básicamente este producto trabaja sobre hechos o episodios extraídos de la vida
real, los que generalmente portan un contenido de gran impacto dramático,
situaciones límites, frecuentemente violentos, ya se trate de desgracias naturales,
270
Lasch. 121
271
Ibid. 141
272
Véase R. Sennett. Narcisismo y cultura moderna. Barcelona. Ed.Kairós.1980.
90
accidentes, dramas familiares o hechos delictivos. Tras esa combinatoria temática,
se articula un texto televisivo que tiene como componente recurrente, si no
consustancial, el drama, la tragedia, el dolor humano y muchas veces la
violencia”273 Esta primera definición posee la virtud de poner en evidencia la
tensión entre realidad y espectáculo que estaría en la base de lo podemos llamar
Reality. Sin embargo, el intento de trazar una definición desde ciertos contenidos
que remiten a una combinatoria temática no resulta del todo convincente, en
cuanto siempre es posible encontrar una excepción a la regla. ¿Qué decir, por
ejemplo, de aquellos Reality que se inscriben más bien en lo lúdico o deportivo
como “Protagonistas de la fama” o “La granja”?. De hecho, nuestro autor enfatiza
programas prototípicos como “Mea Culpa”, “Y si fuera cierto”, donde, en efecto, se
reconoce un repertorio temático como el que se refiere. Este sesgo lleva a nuestro
autor a subrayar un cierto tratamiento periodístico que sería propio del Reality.
Afirma nuestro autor: “Otra señal, de extraordinaria importancia, que existe en este
producto televisivo, es el que constituye un marcado intento por dar un tratamiento
periodístico a cada caso. . . Esta marca se torna absolutamente crucial a la hora de
interrogar por la facultad y el estatuto discursivo que constituye esta textualidad
particular. Parece ser, que en su disposición técnica, en su tratamiento y factura,
asisten un conjunto de recursos, que más bien encuentran domicilio en un cierto
formato periodístico”274 Convengamos en que, efectivamente, algunos programas
que reconoceríamos como Reality, poseen un formato periodístico. No obstante,
ello no autoriza a convertir dicho rasgo en parte indispensable de una definición
más amplia. Es cierto que se aspira a la verosimilitud y que ello se opone, en
principio, a la noción de ficción, pero lo verosímil no necesariamente toma la forma
periodística. Recordemos que el medio televisivo fundamenta su verosimilitud en
su proximidad al concreto bruto de lo real, es decir, lo verosímil emana de la
inmediatez psíquica, espacio-temporal respecto de las audiencias. En suma, basta
que la operación televisual privilegie el in vivo para que surja el verosímil.
Con todo, nuestro autor esta muy advertido de las trasmutaciones sígnicas y de
los nuevos problemas que instalan las escenas virtuales. De hecho, reconoce que
la distinción entre “hechos reales” y “ficción” tiende a desdibujarse cada vez más en
la actualidad. Apoyándose en las tesis de Baudrillard275, escribe:”… una vez
destituido el problema de lo real y lo irreal, se restituye una modalidad de
hiperrealidad, en que la frontera de lo verdadero y lo falso ha quedado
completamente desplazada. Si se ha desalojado el lugar del referente, lo que
circula son construcciones, módulos, dispositivos simuladores, los que a su vez
devuelven el principio de realidad, un principio de realidad que es pura
simulación”276
273
Arancibia, Juan P. Reality Show: Discurso, realidad y virtualidad. Documento de trabajo Nº 33. C.I.S.
Universidad Arcis. S/f : 7
274
Ibíd. 7
275
Baudrillard, J. Cultura y simulacro. Barcelona. Editorial Kairós, 2001 (6º Edición).
276
Arancibia. Op. Cit .27
91
potencia genética.
Puestos en este límite, pareciera que el Reality más que evidenciar la singularidad
de un cierto género o formato, lo que hace es hacer más evidente una condición
que define los flujos televisivos en su totalidad. Podríamos expresar esta paradoja
afirmando que la televisión es un Reality. No hay producción televisiva alguna que
supere su condición de simulacro. Al examinar más de cerca la televisión hecha en
Chile, podemos coincidir con Carlos Ossa 278cuando señala tres rasgos distintivos:
277
Resulta cada vez más claro que los nuevos dispositivos tecnológicos y los procesos de virtualización
que expanden y aceleran la semiósfera, desplazan la problemática de la imagen desde el ámbito de la
reproducción al de la producción; así, más que la atrofia del modo aureático de existencia de lo
277
auténtico, debe ocuparnos su presunta recuperación por la vía de la tecnogénesis y la videomorfización
277
de imágenes digitales. Este punto resulta decisivo pues, siguiendo a Benjamin, habría que preguntarse
si esta era inédita de producción digital de imágenes representa una nueva fundamentación en la función
del arte y de la imagen misma; ya no derivada de un ritual secularizado como en la obra artística ni de la
277
praxis política como en la era de la reproducción técnica. En este sentido, Benjamin nos recuerda que
277
la fotografía, primer medio de reproducción de veras revolucionario, despuntó junto con el socialismo;
hoy podemos afirmar que la imagen digital adviene, precisamente, junto al ocaso de las grandes utopías
socialistas. Si en los albores del siglo XX el fascismo respondió con un esteticismo de la vida política, el
marxismo contestó con una politización del arte; hoy, en este momento inaugural del siglo XXI, el
momento postmoderno pareciera apelar a una radical subjetivización / personalización del arte y la
política, naturalizados como mercancías en una sociedad de consumo tardocapitalista. Ya el mismo
Benjamin reconoció que el cine desplazaba el aura hacia la construcción artificial de una personality, el
277
culto a la estrella; que, sin embargo, no alcanzaba a ocultar su naturaleza mercantil. La virtualización de
las imágenes logra refinar al extremo esta impostura aureática, pues personaliza la generación de
imágenes sin que por ello pierda su condición potencial de mercancía. Cuadra. Op. Cit.130
278
Ossa, Carlos. La máquina de gastar. Mapocho. Revista de humanidades. Nº 56. Segundo semestre
2004: 115 - 122
92
- segundo, la ausencia de diálogo entre sociedad y poder que permite a la
televisión realizar la gestión de un mediador institucional más efectivo por su
inmediatez y capacidad de solución, y
Más que una axiomática de las formas semióticas del capital281, con el riesgo
claro de caer en un conjunto de proposiciones indecidibles que intentan
delimitar un régimen de significación que dé cuenta de la semiosis del capital,
nos interesa explorar desde una hermenéutica crítica los dipositivos
significantes como condición de posibilidad tanto de la agencia enunciativa
como del acontecimiento del sentido. Desde esta perspectiva, no se podría
279
Ossa. Op. Cit 117
280
Ibíd. 118
281
Debo agradecer a mi alumno J. Gonzalez De Requena sus comentarios y observaciones que han
enriquecido, sin duda, el texto.
93
prescindir de la advertencia que hiciera Bordieu en cuanto a reducir las
relaciones sociales exclusivamente a fenómenos de comunicación,
reduccionismo tan peligroso como el economicismo.282
Pierre Bourdieu, “Las formas del capital. Capital económico, capital cultural y capital social”, en “Poder,
derecho y clases sociales”; Bilbao, DDB, 2001, pp. 158-159.
283
Recordemos que la emergencia de una conciencia preburguesa ya se puede rastrear en el Barroco y
más concretamente cuando el signo se separa de las cosas con los estudiosos de Port Royal.
284
En este punto debemos ser más que cautos, pues como ha sido advertido, se puede perder de vista la
eficacia socio – histórica del capital y además, corremos el riesgo de nivelar semiológicamente la función
del capital. En efecto, aclaremos, el capital es susceptible de ser analizado como lenguaje en el contexto
de un modo informacional de desarrollo, no obstante, ello no quiere decir que sea un modo único y
excluyente. Entendemos que la nuestra es tan sólo una aproximación, y que hay miradas desde las
cuales lo central es el trasfondo se sentido compartido y, como suelen decir, la convocación de la
alteridad en el discurso, en suma la interpretación como base de toda semiosis posible.
94
signo. La mediatización concebida como momento político pone de manifiesto
una forma de dominación, operando una apertura teórica sobre las
modalidades de hegemonía y subordinación. Más que una clausura sobre un
código o la cosificación sígnica, entendemos la mediatización como un
momento político en que más que sobredeterminación de prácticas sociales se
inaugura un espacio de usos sociales inéditos, un escenario del que,
ciertamente, no están ausentes ni los conflictos ni la violencia. La condición
virtual del capital subraya su distancia tanto del universo cósico como del
universo de los sentidos posibles. Emerge así su carácter de superficie
significante: su condición virtual.
95
como residuo hiposemiótico, bajo el umbral de lo sígnico. Dicha virtualidad,
empero, es restituida al signo pleno en cuanto el capital deviene signo y flujo.
Esta doble abstracción debe ser considerada a la hora de hacer el intento de
pensar el capital.
287
Eagleton,Terry. Las ilusiones del postmodernismo. Paidos. Buenos Aires. 1998
96
mundo habitado por hombres imaginarios. De este modo, mediatización,
virtualización y capital, son las aristas del régimen de significación en que
cotidianamente nos imaginamos ser. Un régimen de significación que, en
última instancia, se fundamenta en el no fundamento, en e
97
5.- El Reality Show como formato del mundo
Las líneas que siguen constituyen una reflexión crítica en torno al alcance del
concepto Reality Show. Dado lo amplio de la mirada, nuestra argumentación ha
tomado una forma más ensayística que la de un paper académico para
expertos. Esta opción nace de un imperativo señalado por Subirats, cual es la
reconstrucción de las categorías críticas del análisis de la cultura, pues como
señala nuestro autor: “De ella depende hoy más que nunca la posibilidad de
supervivencia de la humanidad entera”288
288
Eduardo Subirats. Culturas Virtuales. Madrid. Editorial Biblioteca Nueva. 2001: 69
98
norteamericana; toda la música producida en diversas latitudes; todos los
chismes, modas, formatos e imágenes del planeta. Todo segmentado al gusto
del consumidor, durante las veinticuatro horas del día, en muchas lenguas. Una
primera paradoja: a pesar de la diversidad que observamos, la televisión
mundial, en rigor, es única. Todo el planeta asiste a la exhibición de un solo
gran canal de televisión con una programación diferenciada de manera
simultánea.
99
fenómeno puede ser entendido en dos sentidos: primero, la televisión muestra
y prescribe lo real como acontecer, valoración y modo de ser, en cada filme o
telenovela, en cada noticiero o magazine. Segundo, lo real es adaptado a lo
televisivo como cuña o efecto. Un ejemplo del primer caso lo encontramos en
cualquier teleserie, donde no sólo se comunica una historia con tal o cual
personaje sino que se nos muestra de qué modo se vive, qué es amar, que es
ser “bueno” o “decente”, en contraste con la perfidia y la maldad de los
antagonistas, sin mencionar los decorados de clase media, la nula mención de
problemas como el racismo o cuestiones políticas y económicas. Un buen
ejemplo del segundo caso lo encontramos en la entrada triunfal de las tropas
anglo-americanas a Bagdad en la Guerra del Golfo II: la soldadesca americana
es saludada por presuntos ciudadanos iraquíes que resultaron ser “extras” del
reparto según denuncia Al- Jazeera.292
su particular relación con la realidad, pues la incluye y, al mismo tiempo, la conforma, la crea” Cuadra, A.
De la ciudad letrada a la ciudad virtual. Santiago. LOM.
2003
292
Nos referimos al documental Control Room de J. Noujaim. 2004
100
escándalos. Todo ello, desde luego, con el claro objetivo de posicionarse en el
mercado de ofertas televisivo, lo que será mensurado por el rating. Un
indicador metodológicamente feble que no obstante determina el apoyo de
grandes empresas comerciales que auspician la iniciativa.
293
Ortiz, R. Mundialización y cultura. Buenos Aires. Alianza Editorial. 1997
101
5.3 El reino de este mundo: neopaganismo
102
a nadie se le ocurre preguntar es si acaso los papeles de perdedor están ya
adscritos en este juego, la pregunta es, ciertamente política. Ser un perdedor
es, en este juego, no acatar las reglas del éxito, el proceloso camino
competitivo que nos hará ricos y famosos. Por el contrario, un ganador (winner)
es quien se apega a la norma establecida, asegurando de ese modo su camino
al éxito.
103
La dinámica impuesta por las redes y flujos audiovisuales ha transformado no
sólo el modo de percibir sino que ha generado un nuevo marco de referencia
espacio- temporal294. La llamada compresión espacio temporal con su secuela
de desterritorialización ha contribuido a la desrealización de la experiencia, una
nueva adicción: la videonarcosis Cuando la experiencia misma se desplaza del
universo mecánico newtoniano y entra en el vértigo de los flujos, resulta claro
que los anclajes de antaño pierden vigencia. La televisión globalizada
desestabiliza las claves identitarias de barrios, ciudades, naciones. En su lugar,
surge, como hemos dicho, una cultura internacional popular: una cultura a la
que somos convocados todos y que, paradójicamente, al ser de todos es de
nadie. Esto ya es especialmente sensible en las grandes urbes
latinoamericanas que, poco a poco, van adquiriendo el tinte cosmopolita,
lugares cuya identidad radica en la ausencia de identidad, los llamados no-
lugares.
104
concebible una cultura ahistórica. No obstante, si es concebible una cultura que
viva plenamente su presente y anule toda posibilidad de experiencia histórica.
Pues bien, uno de los vectores de la cultura virtual del siglo XXI es,
precisamente, su acentuado carácter social narcisista y el debilitamiento
subsiguiente de la llamada conciencia histórica y con ella la posibilidad misma
de cualquier teoría crítica.
La historia reciente de los Estados Unidos muestra hasta qué punto se puede
ceder para garantizar un modo de vida. Aunque con claras resistencia de
algunos sectores, la mayoría de la población de aquel país consiente en una
cruzada contra el terrorismo internacional, aún a costa de convertir su país en
un estado policial. Al otro lado del Atlántico, la vieja Europa de las luces y el
humanismo se plantea, a su modo, los límites de su propia democracia frente a
los flujos migratorios de los desheredados.
105
administración mediático político296. Es en este sentido que la noción de
democracia se ha hecho extensiva al ámbito internacional, ello explica
parcialmente porque todas las democracias reales y existentes son miradas
con distancia, acaso con desinterés, por una parte significativa de la población.
Pero hay más, desprovista ya de su carga ética filosófica, la nueva democracia
puede utilizar sin ruborizarse métodos no democráticos en su administración.
En principio, podríamos afirmar que la democracia y el petróleo no congenian
en ninguna parte. El principio de no-injerencia en naciones soberanas vale ya
muy poco en el reality – mundo, mucho menos si un pueblo ha sido inscrito en
el nuevo Index, el llamado Eje del Mal. Pues así como se reconoce a individuos
ganadores o perdedores, las naciones también son susceptibles de esta
codificación binaria.
El reality – mundo no podría ser administrado sino por una reality – democracia
o como suele decirse, por un régimen videopolítico. Advirtamos que la
videopolítica no conjuga tan sólo fuerzas e intereses sino que además incluye
la seducción: como en el Barroco, se busca más el consentimiento que la
imposición de este nuevo evangelio297.
296
Para una reflexión amplia en torno a esta cuestión, véase:
Subirats,Eduardo. Violencia y Civilización. Madrid. Losada. 2006
297
Maravall, J. A. La cultura del Barroco. Barcelona . Ariel. 2000
298
Eagleton,Terry. Las ilusiones del postmodernismo. Paidos. Buenos Aires. 1998:197
106
La cultura virtual es un espacio simbólico mediático de redes en que los
individuos consumidores aprenden y expresan su subjetividad narcisista
codificada, programada, por el reality mundo: anhelos, deseos, valoraciones. El
simulacro perfecto, una obra de arte total. Así, la vida de cada individuo es una
performance, un extenso vídeo casero, imágenes de una vida humana en un
mundo que ha devenido reality show.
107
Tercera Parte
Metáforas de la virtualidad
108
6 Apocalípticos o Digitalizados
109
teledirigida301. Las tesis de ambos autores se sitúan en polos opuestos, pues
mientras Negroponte sostiene que: “...estar digitalizados nos da muchos
motivos para ser optimistas. Como una fuerza natural, la era digital no puede
ser ni negada ni detenida. Tiene cuatro grandes cualidades que la conducirán,
finalmente, a su triunfo: la descentralización, la globalización, la armonización y
la motivación”302 Sartori argumenta que: “No es verdad – como da a entender
la ramplonería de los multimedialistas que la pérdida de la cultura escrita esté
compensada por la adquisición de una cultura audio –visual...Una falsa
moneda no compensa la moneda buena: la elimina...La cultura audio-visual es
“inculta” y, por tanto, no es cultura”303. Para aclarar lo que Sartori está
sosteniendo, insistamos en su noción de incultura: “Pero cultura es además
sinónimo de “saber”: una persona culta es una persona que sabe, que ha
hecho buenas lecturas o que, en todo caso, está bien informada. En esta
acepción restringida y apreciativa, la cultura es de los “cultos”, no de los
ignorantes. Y éste es el sentido que nos permite hablar (sin contradicciones) de
una “cultura de la incultura” y asimismo de atrofia y pobreza cultural”304
Giovanni Sartori plantea, con mucha ingenuidad, que la realidad virtual
inherente al mundo digitalizado es una irrealidad, mientras que la televisión
mostraría imágenes de cosas reales. Ahora bien, siguiendo su línea de
pensamiento, las imágenes anulan los conceptos y atrofian nuestra capacidad
de abstracción, esto es: nuestra capacidad de entender. El resultado es obvio:
un ser iletrado, inculto, necio e ignorante, un video-niño, el homo insapiens.
301
Sartori, G. Homo videns. La sociedad teledirigida. Madrid. Taurus. 1998
302
Negroponte. Op. Cit. 230
303
Sartori Op. Cit. 150
304
Ibid.39
110
radica en la interactividad, en la accesibilidad y en los vínculos que se
establecen dentro y fuera del texto. En este sentido, lejos de significar una
atrofia para las capacidades cognitivas asistimos a nuevas modalidades y
exigencias. Como afirma Negroponte: “A medida que los niños se vayan
apropiando de los recursos de información global y que descubran que sólo los
adultos necesitan permiso para aprender, encontraremos nuevas esperanzas y
una nueva dignidad en lugares donde, hasta ahora, hubo muy poco de ambas
cosas”305 A los ojos de Sartori, el negropontismo entraña una especie de
postpensamiento, que en última instancia, lleva a una pérdida del sentido de
realidad: “...el negropontismo puede llegar a generar, en un extremo, un
sentimiento de potencia alienado y frustrado, y en el extremo opuesto, un
público de eternos niños soñadores que transcurren toda la vida en mundos
imaginarios. La facilidad de la era digital representa la facilidad de la droga”306.
La oposición entre principio de realidad y mundos imaginarios (virtuales) no
resulta convincente, pues, bien mirado, los mundos virtuales son realidades,
expresadas en bits y no en átomos, es decir, realidades sígnicas e
informacionales. La realidad virtual, lejos de abolir lo real, lo expande a
nuevos límites. La virtualidad multimodal es capaz de aproximarse al psiquismo
en tanto compromete al usuario en varios niveles sensoriales, permitiendo,
además un nivel básico de lo que se llama interactividad.
309
Austin, J. Cómo hacer cosas con palabras. B. Aires. Editorial Paidós. 1971
Searle, J. Speech Acts. N. York. C.U.P. (reprinted from 1969)1980
111
haga posible la conversación; todo cuanto damos por descontado, el llamado
Lebenswelt y que ha sido objeto de estudio privilegiado en diversos trabajos
etnometodológicos310. Para mostrar la complejidad de la interacción humana,
mencionemos que como un código paralelo y, en alguna medida redundante,
toda conversación supone el uso de conductas no verbales que no sólo ilustran
lo que decimos sino que dan cuenta de nuestro estado anímico, de nuestra
idiosincrasia y regulan el canal de ida y vuelta de la interacción311. Podríamos
sintetizar nuestro pensamiento afirmando que toda conversación supone y
exige la dimensión interlocucionaria, como una cualidad y condición
pragmática inherente al lenguaje; constituida primordialmente por los supuestos
de trasfondo o marco de referencia cognitivo y por las conductas no verbales
que operan como auxiliares fáticos.
312
Sartori Op. Cit. 136
313
Lyotard, J.F. La condición postmoderna. Buenos Aires. R.E.I. 1987:55 y ss.
112
procesos de virtualización excluyen per se la posibilidad de instituir saberes. Al
menos esto parece creer G. Sartori, quien citando a Galimberti apunta que:
“...el hombre medieval tenía creencias absurdas que, sin embargo, estaban
delimitadas por una Weltanshauuung, por una concepción del mundo, mientras
que el hombre contemporáneo es un ser deshuesado que ‘vive sin el sostén de
una visión coherente del mundo... En esta ausencia de referencias estables, el
hombre...cree porque no hay razón alguna para no creer’”314
113
distintos niveles y poniendo en relación códigos diversos inaugura un nuevo
modo de pensar que tiende a establecer asociaciones inéditas ya no lineales y
sintagmáticas sino pluridireccionales; en este estricto sentido, pareciera que la
capacidad de abstracción no sólo no disminuye sino que aumenta
exponencialmente.
114
7 La invención de Morel: metáforas, imaginación y virtualidad
316
Alazraki, J. En busca del unicornio. Madrid. Gredos. 1983:15
317
Ianni, O. Teorías de la globalización. México. Siglo XXI Editores.1996:4
318
Borges, J.L. Historia de la eternidad. Buenos Aires. Emecé Editores1981:70
319
Ianni. Op. Cit 6
115
quizás haya llegado el momento de asumir en toda su radicalidad la paradoja
según la cual no hay nada más realista que hacerse cargo de la literatura
fantástica y sus metáforas.
116
Terre à la Lune de Julio Verne, hoy ya nos parece más una certera
premonición que mera fantasía, acaso una mirada inédita, metáfora alógica, de
lo que tenemos por realidad, más allá de las certezas anudadas por los
silogismos. El mismo Borges nos ofrece, casi al pasar, una clave de lectura que
se inscribe en nuestra línea de pensamiento al comentar a propósito de esta
novela:” En español, son infrecuentes y aún rarísimas las obras de imaginación
razonada”325. Si la ciencia elabora leyes posibles a partir de hechos tenidos por
“reales”; la imaginación razonada procedería a simular mundos posibles desde
una legislación concebible.
325
Borges. Prólogo. La invención de Morel. Bs. As. Emecé. 1999:14
326
Bioy. Op. Cit. 43
327
Ibid p. 62
328
Ibid p. 139
329
Ibid p. 107
117
esa virtual reality llevada a la perfección y lo que llamamos realidad?. En
definitiva, como escribe Bioy Casares: “ Madeleine estaba para la vista,
Madeleine estaba para el oído, Madeleine estaba para el sabor, Madeleine
estaba para el olfato, Madeleine estaba para el tacto: ya estaba Madeleine”330.
Si bien todas las descripciones de esta obra de Bioy Casares entran, como ya
hemos dicho, en lo fantástico, debemos hacer notar que la actual tecnología se
aproxima rápidamente a perfeccionar una videomorfización polisensorial , no
muy distinta del invento de Morel. Según Debray 331, cuando los criterios de
acreditación de lo real se tornan sensoriales y, especialmente visuales,
estamos en un régimen videocrático. Sin embargo, habría que aclarar que un
régimen de significación no puede limitarse tan sólo a la especificidad material
significante sino a las nuevas modalidades del signo en sí y todo el entramado
psico- social implícito. Es decir, cualquiera sea el estímulo sensorial concreto,
lo cierto es que se produce un desplazamiento en las modalidades de
significación, ya no ancladas en matrices semánticas sólidas sino en perceptos
flotantes. Los procesos de virtualización traen consigo una inteligencia otra y
una manera inédita de construcción de lo social. Una manera, todavía tosca, de
evidenciar esta mutación es el tránsito de la textualidad hacia la
hipertextualidad; punto en el que coinciden las teorías postestructuralistas y los
diseñadores de programas cibernéticos
332
Bioy. Op. Cit. 105
333
Ibidém
334
Ibid p.138
118
entertaiment es incapaz, hasta la fecha, de proporcionarnos un artificio de esta
calidad, pero no podemos negar que es, precisamente, lo que anhelan: una
realidad virtual capaz de competir con la “realidad”. La máquina ideada por
Morel capta, graba y proyecta todas las cualidades sensibles de personas,
animales y objetos. El mismo Morel reconoce, empero, que se trata de
reproducciones carentes de vida: “Para hacer reproducciones vivas, necesito
emisores vivos. No creo vida.”335 Habría que hacer aquí una salvedad. Se han
ideado programas experimentales que reproducen seres virtuales según los
patrones de la vida microscópica que nos obligan a replantearnos la definición
misma de la vida. Pero, lo que Morel pareciera sostener es que la máquina
capta un evento y lo reproduce tal cual; su máquina no permitiría generar
nuevas eventualidades; bien sabemos que cualquier Nintendo es capaz de
generar un espectro de posibilidades, para no hablar de ciertos dispositivos
inteligentes capaces de responder a contingencias inesperadas. Por otra parte,
los efectos especiales pueden resucitar a Marilyn Monroe o a Humphey Bogart
en contextos diversos mediante el montaje digital. En pocas palabras, sí es
posible crear vida, en el sentido de generar nuevas eventualidades y
contingencias; nada impediría, en principio, filmar una película protagonizada
por la misma Marilyn, con su imagen y su voz, con escenas que ella jamás
vivió. Notemos que, finalmente, el fugitivo se integra a las escenas proyectadas
en la isla, estudiando el script e introduciéndose en los diálogos: “Estudié lo
que dice Faustine, sus preguntas y respuestas; muchas veces intercalo con
habilidad alguna frase; parece que Faustine me contesta.... Espero que, en
general, demos la impresión de ser amigos inseparables, de entendernos sin
necesidad de hablar”336. Como en aquellos videoclips en que algún joven
artista canta junto a Sinatra, el hombre solitario incluye su imagen reinventando
la secuencia de eventos que se proyectan. El prófugo busca su inmortalidad en
una suerte de montaje virtual como única manera de alcanzar a su amada:
“...entré en ese mundo; ya no puede suprimirse la imagen de Faustine sin que
la mía desaparezca... Cambié los discos; las máquinas proyectarán la nueva
semana, eternamente” El precio de esta inmortalidad de la imagen es su propia
muerte: “ Pierdo la vista. El tacto se ha vuelto impracticable; se me cae la piel;
las sensaciones son ambiguas, dolorosas; procuro evitarlas”337 Bioy Casares
utiliza la expresión “ fantasmas artificiales” para referirse al status ontológico
de estas imágenes; la expresión se nos aparece como una sugestiva metáfora
y un verdadero oxímoron, entidades que habitan lo real como artificio; la
virtualidad se instala, exactamente, en ese intersticio: ni copia ni original.
Surge una inquietante cuestión, es que acaso toda la cultura humana no es
sino un fantasma artificial, la superposición de un universo sígnico y abstracto
sobre el telón de fondo de un universo enigmático; es que acaso, finalmente,
no hemos visto siempre dos lunas y dos soles: “Estamos viviendo las primeras
noches con dos lunas. Pero ya se vieron dos soles. Lo cuenta Cicerón en De
Natura Deorum”338. La virtualidad recubre la totalidad del universo; ya no serán
sólo los personajes, sino la isla, ya no la isla sino el cielo y los astros.
335
Ibid p.107
336
Bioy. Op. Cit. 151
337
Ibid p.152
338
Ibid p.78
119
7.4.- Un intruso en una isla virtual
Llama la atención el lugar del prófugo en esta isla virtual, un ser ajeno y
solitario que se mueve entre imágenes, sin llegar nunca a interactuar con ellas;
se trata, en principio, de un pasivo espectador. Sin embargo, hay un sutil hilo
que lo une a la trama que se repite ante sus ojos: el deseo. Se enamora de
Faustine, como Bioy se enamoró alguna vez de una actriz de cine. Es muy
interesante advertir en este punto una prolongación de la metáfora del cine.
Desde el punto de vista del recién llegado, las imágenes son los intrusos, seres
inalcanzables: “Acumulé pruebas que mostraban mi relación con los intrusos
como una relación de seres en distintos planos”339 Notemos que la carencia de
interactividad que redunda en su invisibilidad es la mejor prueba de la no
realidad de estas imágenes: “Se me ocurrió (precariamente) que pudiera
tratarse de seres de otra naturaleza, de otro planeta, con ojos, pero no para
ver, con orejas, pero no para oír? 340 ¿Qué ocurriría, sin embargo, si una
realidad virtual fuese plenamente interactiva?. El criterio de realidad se
fundamentaría en las lógicas significantes, con la salvedad, claro está, de una
interacción plena en tiempo real. Si el deseo agitaba la vida del protagonista,
éste se extingue en cuanto advierte la falsedad de las imágenes: “Es verdad
que el roce de las imágenes me produce un ligero malestar... Estoy
acostumbrándome a ver a Faustine, sin emoción, como a un simple objeto”341.
Volvamos sobre este aspecto, Faustine es objeto (cosa) en cuanto no es
posible interactuar con ella, el deseo queda abolido en cuanto no es posible
entablar una relación sensorial con ella. La interacción en el plano de los
estímulos, es decir, de los significantes, es parcial: el prófugo ve y escucha,
pero le está vedado ser parte de la escena que presencia. El paso siguiente es,
desde luego, pragmático; sólo la relación signo – usuario haría posible ser
parte de ese mundo. De suerte que, una realidad virtual plena sólo es
imaginable como percepción e interacción. De aquí que los esfuerzos
tecnológicos actuales vayan en esta doble dirección, perfeccionar las imágenes
polisensoriales y, al mismo tiempo, crear interfaces de inmersión total. En el
límite, la realidad virtual sólo puede plantearse como una experiencia análoga
a la “realidad”; la experiencia a la que aludimos comprometería, desde luego, la
integridad de la experiencia humana, única manera de ser parte del nuevo
mundo. Es obvio que un videojuego dista mucho, todavía, de esta posibilidad;
sin embargo, hay algunos indicios semioculturales dignos de considerarse. El
Nintendo permite que el jugador ingrese en un mundo con una lógica
determinada por un relato dado, en rigor, un saber narrativo; el sentido de ese
micromundo virtual emana de la conjunción sintáctico – pragmática, esto es: de
una cierta disposición significante (estímulos) y el uso particular que haga el
usuario, su performance: el sentido que un juego puede tener para un jugador
depende estrictamente del uso que haga del dispositivo, habría que repetir con
los filósofos del lenguaje : meaning is use. Se podrá alegar que se trata de
sentidos encapsulados y preestablecidos, pero sin un gran esfuerzo podemos
imaginar realidades complejas, al modo Matrix, en que los sentidos posibles no
339
Bioy. Op. Cit. 82
340
Ibid p.80
341
Ibid p.119
120
resultan tan obvios ni previsibles. La cuestión es que, desde un punto de vista
teórico, nada impediría concebir una experiencia virtual análoga plena, un
holograma perfecto.
Es más, en una nota al pie de página se nos informa que Morel es autor de un
opúsculo titulado Que nous envoie Dieu?, palabras del primer mensaje de
Morse, y contesta: Un peintre inutile et une invention indiscrète. Extremando la
metáfora que se nos propone, imaginemos un holograma perfecto cuyos pixels
(picture elements), estuviesen constituidos por puntos de energía a escala
nanométrica, tan diminutos que nos dieran la sensación de continuidad y
solidez de todas las cosas; pues bien, a ese flujo de energía y de tiempo,
cuadro inútil e invención indiscreta, lo llamaríamos universo. Tal es la
sobrecogedora cosmovisión que se desprende de La Invención de Morel, una
paradójica eternidad rotativa, atroz para un hipotético espectador, satisfactorio,
en cambio, para los personajes que viven cada vez como si fuese la primera ;
como señala nuestro autor: “El hecho de que no podamos comprender nada,
fuera del tiempo y del espacio tal vez esté sugiriendo que nuestra vida no sea
apreciablemente distinta de la sobrevivencia a obtenerse con este aparato”344
Un universo tal supone concebir la realidad como un logiciel en que una cierta
legislación generatriz, sea que la llamemos cosmos, reglas constitutivas u ordo
naturalis , estatuye los límites de los mundos posibles. Así, la pretendida
realidad no es menos virtual que cualquier otro artificio sígnico. Llevando la
metáfora a sus últimas consecuencias, la realidad de la vida humana se
realizaría de un modo análogo a las imágenes de Morel: “Puede pensarse que
nuestra vida es como una semana de estas imágenes y que vuelve a repetirse
en mundos contiguos”345
342
Bioy. Op. Cit. 97
343
Ibid p.140
344
Ibid p.123
345
Bioy. Op. Cit. 128
121
La tecnología de Morel ha perfeccionado los procesos de virtualización que han
estado presentes a través de los distintos regímenes de significación de la
cultura humana, desde el homo pictor a nuestros días: “ Un hombre solitario no
puede hacer máquinas ni fijar visiones, salvo en la forma trunca de escribirlas o
dibujarlas, para otros , más afortunados” 346 Tanto la escritura como el dibujo
serían formas truncas , precarias e imperfectas, del deseo humano para fijar
visiones. Morel ha creado un holograma que se aproxima a la perfección, pero
las imágenes todavía no viven, por eso leemos: “Y algún día habrá un aparato
más completo. Lo pensado y lo sentido en la vida – o en los ratos de exposición
– será como un alfabeto, con el cual la imagen seguirá comprendiendo todo... “
347
Si bien detrás de estas disquisiciones late la noción de inmortalidad; ello no
desautoriza leer el relato en tanto imaginación razonada. En este sentido, el
holograma perfecto sería aquel en que toda imagen se hace indistinguible de lo
que tenemos por realidad; la virtualización análoga plena se identificaría con
nuestros procesos psíquicos más profundos, con nuestra experiencia en este
universo. El hecho de que el paso decisivo hacia tal perfección sea
eminentemente perceptual, nos parece muy provocativo y sugerente, pues
representa, ni más ni menos, la impronta de la cultura contemporánea. Si hay
algo que distingue el régimen de significación virtual – massmediático es,
precisamente, la subordinación de los órdenes semánticos y referenciales a la
lógica significante en una semiosis infinita. En pocas palabras, si hay algo que
caracteriza la cultura contemporánea, y la imago mundi que se desprende de
ella, es un vasto proceso de virtualización, que como el laberinto borgeano no
posee “ anverso ni reverso, ni externo muro ni secreto centro” , pues, “el
alcázar abarca el universo”348 De este modo, La Invención de Morel resulta ser
un texto paradigmático en la consolidación de un nuevo imaginario que se
proyecta hacia el nuevo milenio, como un inquietante holograma que abarca
todo el universo.
346
Ibid p.120
347
Ibid p.123
348
Borges, J.L Historia de la eternidad. Buenos Aires. Emecé Editores1981:25
122
8 Textos e hipertextos: ¿hacia un saber virtual?
349
Como muy bien apunta Landow: Cuando los diseñadores de programas informáticos examinan las
páginas de Glas o de Of Grammatology (De la gramatología), se encuentran con un Derrida digitalizado e
hipertextual; y, cuando los teóricos literarios hojean Literary Machines, se encuentran con un Nelson
posestructuralista o desconstruccionista. Estos encuentros chocantes pueden darse porque durante las
últimas décadas han ido convergiendo dos campos del saber, aparentemente sin conexión alguna: la
teoría de la literatura y el hipertexto informático. Las declaraciones de los teóricos en literatura y del
hipertexto han ido convergiendo en un grado notable. Trabajando a menudo, aunque no siempre, en
completo desconocimiento unos de otros, los pensadores de ambos campos nos dan indicaciones que
nos guían, en medio de los importantes cambios que están ocurriendo, hasta el episteme contemporáneo.
Me atrevería a decir que se está produciendo un cambio de paradigma en los escritos de Jacques Derrida
y de Theodor Nelson, y los de Roland Barthes y de Andries van Dam. Supongo que al menos un nombre
de cada pareja le resultará desconocido al lector. Los que trabajan en el campo de los ordenadores
conocerán bien las ideas de Nelson y de van Dam; y los que se dedican a la teoría cultural estarán
familiarizados con las ideas de Derrida y de Barthes.1 Los cuatro, como otros muchos especialistas en
hipertexto y teoría cultural, postulan que deben abandonarse los actuales sistemas conceptuales basados
en nociones como centro, margen, jerarquía y linealidad y sustituirlos por otras de multilinealidad, nodos,
nexos y redes.Landow, G. Hipertexto. Buenos Aires. Paidós. 1995: 13-49.
350
Eco, U. Obra abierta. Barcelona. Editorial Ariel. 1979: 79.
351
Ibidem. p. 75.
123
la noción pragmática de interacción: el usuario deja de ser un ente pasivo para
devenir un lector activo capaz de construir y personalizar su trayecto de lectura.
Junto a Verlaine, quizás sea Mallarmé quien mejor haya intuido esta posibilidad
de apertura textual cuando concibió su Livre: “En el Livre, las mismas páginas
no habrían debido seguir un orden fijo: habrían de ser relacionables en órdenes
diversos según leyes de permutación. Tomando una serie de fascículos
independientes (no reunidos por una encuadernación que determinase la
sucesión), la primera y la última página de un fascículo habría debido escribirse
sobre una misma gran hoja plegada en dos, que marcase el principio y el fin del
fascículo; en su interior jugarían hojas aisladas, simples, móviles,
intercambiables, pero de tal modo que, en cualquier orden que se colocaran, el
discurso poseyera un sentido completo”.352
La tesis de Eco, tras más de un cuarto de siglo, sigue siendo muy vigente y
junto a Barthes, quiebra el cliché de un estructuralismo cerrado, inmóvil y
ahistórico. Barthes elabora, justamente, un concepto absolutamente afín al del
semiólogo italiano, texto plural, que describe en los siguientes términos: “En
este texto ideal las redes son múltiples y juegan entre ellas sin que ninguna
pueda reinar sobre las demás; este texto no es una estructura de significados,
es una galaxia de significantes; no tiene comienzo, es reversible... los sistemas
de sentido pueden apoderarse de este texto absolutamente plural, pero su
número no se cierra nunca, al tener como medida el infinito del lenguaje”.355
Barthes lleva al extremo su idea de un texto plural como una galaxia de
significantes ya no basada en una estructura sino en redes: en pocas palabras,
lo que Barthes imagina son flujos de significantes susceptibles de infinitas
lecturas. Con todo lo fascinante que resulta una inmersión en lo absoluto del
lenguaje, esta posibilidad reconoce restricciones narrativas, gramaticales y
352
Ibidém. p.87.
353
Eco, U. Op. Cit.
354
Ibidem p.98.
355
Barthes, Roland S/Z in El mundo de Roland Barthes. Beatriz Sarlo trad. Buenos Aires. CEAL.1981: 108
124
lógicas, de tal suerte que la pluralidad sólo es concebible como textos
moderadamente plurales o, como los llama Barthes, polisémicos. La vía de
este plural limitado sería la connotación. Tanto la obra abierta como el texto
plural nos parecen absolutamente contemporáneos con el concepto de
hipertexto acuñado en el mundo cibernético por Theodor H. Nelson: “Con
hipertexto me refiero a una escritura no secuencial, a un texto que bifurca, que
permite que el lector elija y que se lea mejor en una pantalla interactiva”. 356
Obviamente, las tecnologías actuales extienden la noción de texto más allá de
lo verbal, por ello hipertexto e hipermedia se utilizan, normalmente, como
sinónimos. Como explica Landow: “Con hipertexto, pues, me referiré a un
medio informático que relaciona información tanto verbal como no verbal. Los
nexos electrónicos unen lexias tanto ‘externas’ a una obra, por ejemplo, un
comentario de ésta por otro autor, o textos paralelos o comparativos, como
internas y así crean un texto que el lector experimenta como no lineal o, mejor
dicho, como multilineal o multisecuencial”.357
Las tres nociones que hemos reseñado coinciden, por lo menos en tres
aspectos que remiten a una nueva textualidad. La apertura o pluralidad
depende, en primer lugar de la suplantación de estructuras relativamente fijas
de significados (conceptos), por redes y flujos de significantes (perceptos); lo
que hemos llamado: procesos de virtualización; en segundo lugar, esto permite
hacer del lector un ente interactivo, participativo: darle vida al texto, ejecutarlo,
hacer una lectura personal; por último, la relación texto-lector se torna
multisecuencial en la medida que se crean vínculos entre lexias diversas. Esta
nueva textualidad es aquella que se nos propone en una enciclopedia
interactiva como Encarta, en que cada usuario establece recorridos verbales e
icónicos; otro tanto ocurre si nos adentramos en Internet en busca de alguna
información; y en un caso extremo, experimentamos la pluralidad en imágenes
en un videoclip. En los tres casos, el usuario construye su trayecto de lectura a
partir de redes y flujos de significantes, experimentando la multisecuencialidad.
Teóricamente se enfatiza la praxis o producción de sentido, de manera que
esta nueva textualidad afirma la lectura como acto de libertad y resistencia ante
los cánones ideológicos o de consumo.358 La nueva textualidad inaugura un
paradigma inédito que hemos llamado saber virtual; esta nueva modalidad del
saber nos obliga a revisar los modelos semánticos al uso, a la luz de la nueva
textualidad. Hemos intentado una síntesis comparativa entre el saber narrativo
feudatario de la ilustración y un cierto saber virtual que emerge
Intentar delimitar un cierto saber virtual, supone y exige hacernos cargo del
problema del significado, esto es, de la relación entre signos y pensamiento.
Desde un punto de vista semiocultural, el problema que nos hemos planteado
se inscribe dentro de los límites de la semántica; por ello, nos interesa describir
356
Landow. Op. Cit. p.15.
357
Landow. Op. Cit.
358
En una perspectiva muy similar, M. Castells llega a proponer una interesante aproximación a la
hipertextualidad como algo que nos es inherente: ...el hipertexto está dentro de nosotros...en nuestra
habilidad interna para recombinar y asimilar en nuestras mentes todos los componentes del hipertexto,
que están distribuidos en diversos ámbitos de la expresión cultural. Castells. La Galaxia Internet. Madrid.
Plaza & Janés 2002:
125
muy sucintamente tres modelos semánticos básicos que formula Eco en su
Tratado, 359 a saber: el Modelo KF, el Modelo Semántico Reformulado (MSR) y
muy especialmente el llamado Modelo Q.
359
Eco, U. Tratado de semiótica general. Barcelona. Editorial Lumen. 1981: 181 y ss.
360
Eco, U. Tratado de semiótica general. Op. Cit., p.182.
361
Ibidem p. 194 y ss.
362
Ibidem p.221.
363
Eco, U. Kant y el ornitorrinco. Barcelona. Editorial Lumen. 1999: 267.
126
suyo el término por definir, en este caso llamado type. La definición de un type
A prevé el empleo, como interpretantes suyos, de una serie de otros
significantes que van abarcados como tokens (y que en el modelo son otros
lexemas)”.364 Recordemos que para Peirce el type corresponde a un legisigno o
valor semántico, mientras que el token corresponde al sinsigno, al signo-
ocurrencia; así por ejemplo, el token puede ser una moneda que
convencionalmente remite al type: valor oro. En suma, el modelo Q prevé que
cualquier signo remita a otro, en que cada signo es type o token de algún otro.
Eco nos proporciona la siguiente imagen de este modelo: “Podríamos imaginar
las unidades culturales particulares como un número muy elevado de bolitas
contenidas en una caja: al agitar la caja, se verifican diferentes configuraciones,
vecindades y conexiones entre las bolitas. Dicha caja constituiría una fuente
informacional dotada de alta entropía y constituiría el modelo abstracto de las
asociaciones semánticas en libertad”.365 Esta caja de bolitas es el equivalente
semántico del texto absolutamente plural, sin embargo, sabemos que existen
leyes de asociación, esto es, existe un modelo semiótico que estatuye un
código; por ello, Eco completa su imagen: “Y en consecuencia deberíamos
pensar en bolitas magnetizadas que establecen un sistema de atracciones y
repulsiones, de modo que unas se acercan y otras no. Semejante
magnetización reduciría las posibilidades de relación mutua. Constituiría un s-
código. Mejor aún: podríamos pensar que cada unidad cultural de ese Universo
Semántico Global emite longitudes de onda que la colocan en sintonía con un
número limitado (aunque muy amplio) de otras unidades. También en este caso
tendríamos un s- código. Sólo que deberíamos admitir que las longitudes de
onda pueden cambiar a causa de los nuevos mensajes emitidos y que, por lo
tanto, las posibilidades de atracción y repulsión cambian con el tiempo”. 366
364
Eco. Tratado. p. 222.
365
Ibidem p. 224.
366
Ibidem p. 225.
127
flujos. Esto nos lleva a legitimar las asociaciones semánticas ya no respecto a
un orden fijo y delimitado sino con respecto a su uso o actualización en
determinados contextos. Como muy bien lo advirtió Barthes, la connotación
evidencia los rasgos de esta nueva textualidad; así la denotación remite a un
código mientras la connotación emana de los contextos en que se sitúa un
signo. La noción misma de sentido se debilita cuando no existe una gramática
a la cual se pueda apelar como instancia de legitimidad, en cambio adquiere
vigencia la noción de performatividad en cuanto categoría pragmática. Esta
nueva textualidad puede ser leída, en términos lotmannianos, como el tránsito
desde una cultura gramatical, regida por sistemas de reglas y orientada a los
contenidos, hacia una cultura textual, basada en repertorios de ejemplos o
comportamientos y orientadas, más bien a la expresión. 367
128
como parte del desarrollo tardocapitalista. En suma, podríamos afirmar que
tanto el entusiasta negropontismo como el diletantismo moralista a lo Sartori no
se hacen cargo de lo fundamental: los nuevos modos de significación y los
contextos en que éstos se desarrollan; es decir, en ambos casos se nos
escamotea la dimensión histórico-política y la dimensión semiocultural del
fenómeno.
129
9 Hipertextualidad y literatura: Rayuela
370
Nelson, T.H. Literary Machines 93.1, Mindful Press, Sausalito.1992. Citado por
Clément J. Op. Cit.-
371
Clément. Op. Cit. 2
130
de una intención, ni a jerarquías de significaciones esotéricas, sino a la
apropiación, siempre singular, de un navegador o de un surfista”372 Esta
característica de los hipertextos tiende a hacer muy borrosos los límites de lo
que hemos entendido por lectura y escritura, pues como advierte Lévy con
lucidez: “ la tendencia contemporánea a la hipertextualización de los
documentos se puede definir como una tendencia a la indistinción, a la mezcla
de las funciones de lectura y de escritura. Abordamos aquí el proceso de la
virtualización propiamente dicho, que a menudo equilibra la exterioridad y la
interioridad, en este caso la interioridad del autor y la condición ‘ajena’, exterior,
del lector en relación al texto. Este paso continuo del interior al exterior, como
en un anillo de Moebius, caracteriza a la lectura clásica, pues el lector, para
comprender, debe “reescribir” el texto mentalmente y, por lo tanto, penetrar en
su interior....la hipertextualización objetiva, operacionaliza y traslada esta
identificación cruzada entre el lector y el autor al poder de la colectividad”373
Rayuela es una novela que todavía nos desconcierta, pues aunque fue
publicada en 1963, no ha perdido su lozanía y vigencia. El título alude al
conocido juego de la rayuela (en Chile: luche), en el cual saltando a través de
diversos casilleros intentamos ir desde la tierra al cielo. Rayuela nos propone
exactamente un viaje al cielo poético de Julio Cortázar, saltando de capítulo a
capítulo, según el gusto del lector. La novela se iba a llamar Mandala, un título
nada antojadizo que aludía a lo ritual o sacramental, así, Cortázar al cambiar
de título hace evidente una intención lúdica, acaso desacralizadora. Otro dato
más que interesante es que la imagen que sirvió de matriz a Rayuela y que
aparece consignada en el log – book o bitácora de la obra, es justamente, la
telaraña (web, en inglés) 374
372
Levy, Pierre La virtualización del texto in ¿Qué es lo virtual?. México . Paidos. 1999:46
373
Ibid. 43
374
Barrenechea, A.M. Cuaderno de bitácora de Rayuela. Bs. As.. E. Sudamericana. 1983: 21 y ss.
375
Cortazar, Julio. Rayuela . Barcelona, Bruguera. (1ª ed: 1963).1981:5
131
.Como si fuese un Manual de instrucciones para algún artefacto, el Tablero
mantiene un texto tutor en el cual se van intercalando capítulos prescindibles,
que al leerlos resultan ser, precisamente, aquellos en que se producen las más
ricas asociaciones poéticas y/o patafísicas. Esta lectura múltiple no es sólo un
juego del autor, como afirma Ana María Barrenechea: ”La doble lectura
muestra una superposición de dos diseños: el diseño superficial, que
corresponde más o menos a una interpretación o una experiencia superficial
del vivir, el diseño profundo, que denuncia las secretas conexiones. Al
proponer los dos...el autor revela la estructura de un mundo con dos capas
diferentes de penetración, mejor quizá la doble estructura de la experiencia de
aprehensión del mundo.376 Rayuela posee una estructura novelesca compleja,
pues a la narración misma yuxtapone un metatexto que está constituido por
ciertos comentarios que desliza un tal Morelli sobre la novela que leemos, y de
la cual él forma parte; además se insertan citas de la más diversa procedencia.
En el caso de las citas se utiliza un texto ajeno en un nuevo contexto, se
produce una transcodificación propia de la estructura collage: “El dispositivo
collage rige la composición de Rayuela en todos sus niveles, no sólo la
estructuración externa del relato, sino también la concatenación logicofactual,
la caracterización de los personajes, la ambientación, la disposición rítmica, el
manejo tonal, la armadura discursiva. El collage modela la historia y el
discurso; condiciona la perceptiva y conforma la preceptiva de la novela. El
collage determina aquí la aprehensión, la concepción y la representación del
mundo; es matriz mental motriz de lo verbal “377
73 – 1 – 2 – 116 – 3 – 84 – 4 – 71 – 5 – 81 – 74 -
6 - 7 – 8 – 93 – 68 – 9 – 104 –10 – 65 – 11 – 136 -
12 – 106 – 13 – 115 – 14 – 114 – 117 – 15 – 120 -
16 - 137 – 17 – 97 – 18 – 153 – 19 – 90 – 20 – 126 –
21 – 79 – 22 – 62 – 23 – 124 – 128 – 24 – 134 – 25 –
141 – 60 – 26 – 109 – 27 – 28 –130 – 151 - 152 –
143 –100 – 76 – 101 – 144 – 92 – 103 – 108 – 64 –
155 – 123 – 145 – 122 – 112 – 154 – 85 – 150 –
95 – 146 – 29 – 107 – 113 – 30 – 57 – 70 – 147 –
31 – 32 –132 – 61 – 33 – 67 – 83 – 142 – 34 – 87
105 – 96 – 94 – 91 – 82 – 99 – 35 – 121 – 36 – 37
– 98 – 38 – 39 – 86 – 78 – 40 – 59 – 41 – 148 – 42 –
75 – 43 –125 – 44 – 102 – 45 – 80 – 46 – 47 – 110 –
48 – 111 –49 – 118 – 50 – 119 – 51 – 69 – 52 – 89 –
53 – 66 –149 – 54 – 129 – 139 – 133 – 140 – 138 –
127 – 56 –135 – 63 – 88 – 72 – 77 – 131 – 58 – 131
376
Barrenechea, A.M. La estructura de Rayuela de Julio Cortázar in
Nueva novela latinoamericana 2. J. Lafforgue comp.
Buenos Aires. Paidos. 1972:231
377
Yurkievich, S. Julio Cortázar. Al calor de tu sombra. Buenos Aires. Editorial Legasa. 1985:136
378
Cortázar. Op. Cit. 5
132
Si examinamos el Tablero, notamos que a pesar de la inserción de variados
capítulos prescindibles, la segunda lectura mantiene la sintaxis narrativa del
capítulo 1 al 54, el capítulo 55 desaparece y es recuperado parcialmente en los
capítulos 133 y 129. Estamos ante un texto relativamente discontinuo; como
diría Barthes un texto moderadamente plural o polisémico. El Tablero ofrece
una lectura alterna entre las muchas posibles, pues aún manteniendo el texto
tutor, podemos intercalar de distinta manera capítulos prescindibles. Lo que
resulta muy difícil de concebir es la alteración del texto tutor, pues en él reside
la continuidad narrativa respecto de la cual los fragmentos, lexias, configuran
sentidos posibles. La continuidad estaría asegurada en tanto telling como
secuencia de funciones nucleares, mientras que los capítulos prescindibles
pueden barajarse en un ars combinatoria como disquisiciones o talking,
verdaderas expansiones de sentido o catálisis. Las posibilidades de establecer
vínculos inéditos entre las lexias permite a un lector dado construir espacios
semánticos singulares, esto es, personalizar la lectura. La hipertextualidad
como dispositivo convierte el objeto libro en una verdadera interface. Al mismo
tiempo, Rayuela como hipertexto delata un nuevo modo de pensar, una
reorganización del Universo Semántico Global, que puede rastrearse a partir de
la noción de figura como elemento central de la poética cortazariana: “ Es como
el sentimiento – que muchos tenemos, sin duda, pero que yo sufro de una
manera muy intensa – de que aparte de nuestros destinos individuales somos
partes de figuras que desconocemos. Pienso que todos nosotros componemos
figuras... Siento continuamente la posibilidad de ligazones, de circuitos que se
cierran y que nos interrrelacionan al margen de toda explicación racional y de
toda relación humana”379 Es claro que una cosmovisión tal apela al
establecimiento de vínculos inesperados que configuren sentidos inéditos; así,
el Liber mundi deviene hipertexto. El nuevo modo de conocimiento procede
como una telaraña, configurando sentidos diversos, se trata de inteligir una
realidad posible , en su sentido etimológico intelligere, leer en profundidad; o
como dirá Cortázar: “Internarse en una realidad o en un modo posible de la
realidad, y sentir cómo aquello que en una primera instancia parecía el absurdo
más desaforado, llega a valer, a articularse con otras formas absurdas o no,
hasta que del tejido divergente (con relación al dibujo estereotipado de cada
día) surge y se define un dibujo coherente que sólo por comparación temerosa
con aquél parecerá insensato o delirante o incomprensible” 380
379
Harss, Luis Los nuestros. Buenos Aires. Editorial Sudamericana 1968:278
380
Cortázar. Op. Cit. 492
133
prefigurando tempranamente un horizonte inédito: el pastiche postmoderno; la
novela “kit” o personalizada; acaso la primera novela hipertextual en lengua
castellana. Se trata de una novela que reclama lo interactivo, la participación de
un lector cómplice. El libro deviene así artefacto e interfaz: “Posibilidad tercera:
la de hacer del lector un cómplice, un camarada de camino. Simultaneizarlo,
puesto que la lectura abolirá el tiempo del lector y lo trasladará al del autor. Así
el lector podría llegar a ser copartícipe y copadeciente de la experiencia por la
que pasa el novelista, en el mismo momento y en la misma forma 381Cortázar
va a disponer todos los recursos lingüísticos y discursivos para romper,
transgredir, los hábitos mentales del lector, proponiendo un nuevo modo de
conocimiento. Entre los muchos recursos lingüísticos mencionamos: Invención
de lexemas (68), creación de jitanjáforas (41),uso de la ortografía fonética (69),
utilización del code switching (96), empleo de la H (19),expresiones clisé (35).
381
Cortázar. Op. Cit. 448
382
Benjamin, W. El surrealismo. Ultima instantánea de la inteligencia europea in
Imaginación y sociedad. Iluminaciones I. Madrid. Taurus. 1988 :46
383
Cortázar. Op. Cit. 456
384
Ibid. 453
134
secuencial por una lógica correlacional y dialógica385 capaz de poner en
relación niveles discursivos diversos; cualquiera sea la denominación que
demos a Rayuela, lo cierto es que está más allá de los distingos de género en
cuanto es un texto plural, inclusivo.
Rayuela es, quién puede discutirlo, una de las más singulares e interesantes
novelas latinoamericanas del siglo XX; con esta novela se inicia una aventura
escritural y poética que anuncia el siglo XXI. No es casual que la aparición de
esta novela estuviese marcada por el auge de la cultura psicodélica de los
sesenta, época de masificación del hedonismo y crisis de la modernidad. Es
así, tal como imaginó Borges en Pierre Menard, autor de El Quijote; cada
época rescribe los clásicos al leerlos desde puntos de vista que no pudo
concebir su autor; en este sentido, nos parece que Rayuela se inscribe en la
genealogía de la des-escritura hipertextual, o si se prefiere...la postnovela.
385
Kristeva, Julia Semiótica. Madrid. Editorial Fundamentos. 1978: 199 y ss
135
APENDICE
- Introducción
Una reflexión como la que nos proponemos en este artículo es, ante todo,
necesaria, aunque estamos ciertos no es suficiente. Los estudios
comunicacionales, sea bajo la etiqueta de la semiótica, los estudios culturales,
la mediología, los estudios visuales, los estudios de medios y muchas otras,
todos evidencian algunas tensiones en sus presupuestos que bien merecen
una mirada más atenta.
*
Ponencia presentada en XII Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación / FELAFACS.
Bogotá Colombia. Septiembre 2006.
386
La instalación de la Comunicación Social en América Latina, en tanto disciplina con pretensiones de
autonomía y cientificidad, se produjo hacia los años '60 con la llegada de los modelos funcionalistas
norteamericanos, de base sociológica o de la sicología conductista. Sin embargo, al decir de Martín Barbero,
dicha instalación asumió de entrada un carácter mucho más pragmático que teórico, de acuerdo al perfil
administrativo que caracterizaba a esos modelos, para los cuales toda reflexión sobre fundamentos o fines
aparecía como especulativa y por ende, inútil y todo conocimiento se validaba y legitimaba en su operatividad,
al interior de un marco social tomado como dato. Y el contexto socio histórico global en que los estudios sobre
comunicación hacen su aparición, es la problemática del desarrollo inaugurada en los años '50 desde la
actividad de organismos e instituciones internacionales (entre las cuales, la CEPAL es fundamental para la
región) hasta la preocupación activa del gobierno norteamericano y sus agencias de "ayuda al desarrollo", en
especial después del triunfo de la Revolución Cubana en 1959.
Santa Cruz, E. Estudios de comunicación en América Latina y Chile: acerca de causas y azares.
Manuscrito inédito. 2005
387
Jean Baudrillard. Cultura y simulacro. Barcelona. Editorial Kairós, 2001 (6º Edición).
136
Hemos tomado como punto de referencia una interesante discusión de los
historiadores expuesta por Peter Burke388 en un libro reciente, pues algunos
aspectos problemáticos de esta disciplina resultan pertinentes en el ámbito
comunicacional. En efecto, Burke, a partir de un diagnóstico claro, la expansión
del universo de los historiadores, desde la historia nacional a la historia local y
universal, plantea lo que llama “una especie de crisis de identidad”389 Para
explicar el momento actual por el que atraviesa la disciplina de la historia, nos
ofrece un resumen que opone la historia tradicional o rankeana - por el gran
historiador alemán Leopold von Ranke (1795 –1886) - a la nouvelle histoire.
Así, la pretensión de estudiar los Estados y los grandes acontecimientos
políticos y guerras se opone a la idea de “historia total”, los mismo que la
narración de acontecimientos contrasta con el reclamo de la nueva historia en
cuanto a analizar estructuras. Otro aspecto destacado por Burke es el apego
de los tradicionalistas a una “visión desde arriba” apegada a “documentos
oficiales”, mientras que la nueva historia apuesta más bien a una “visión desde
abajo” y a la inclusión de fuentes no tradicionales para el trabajo histórico
(fuentes orales o visuales, por ejemplo). Por último, ambos paradigmas difieren
en cuanto al tipo de preguntas que se puede plantear el historiador, y en este
sentido, la nueva historia renuncia a la pretensión de “objetividad” y al trabajo
circunscrito a los profesionales de la historia para abrirse al relativismo cultural
de carácter más bien interdisciplinario.
388
Burke, Peter. Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro in Formas de hacer historia. Madrid.
Alianza Editorial. 1999: 11-38 (Original: 1991)
389
Op. Cit. 12
390
Op. Cit. 21
137
imprecisión. Esta es casi inevitable si pensamos que la nueva historia se nutre
de diversas disciplinas como la sociología, la economía, etc.
El estudio de una cierta cultura total remite a un segundo rasgo de este tipo de
estudios, si bien se reconocen y describen algunos acontecimientos, éstos sólo
poseen sentido en cuanto se inscriben en un gran modelo. Esto nos lleva a
observar que los estudios comunicacionales enfatizan el análisis y construcción
de estructuras sin atender, salvo como antecedente, a la narración de
acontecimientos.
391
Op. Cit. 29
392
Eco, Umberto. 1981. Tratado de semiótica general. Ed. Lumen, Barcelona. Véase p. 32 y ss.
393
Habermas, Jürgen. 1989. Teoría de la Acción Comunicativa. Ed. Taurus, Buenos Aires. Para los
efectos de nuestra exposición utilizamos fundamentalmente los interludios I y II. Interludio Primero: acción
social actividad teleológica y comunicación, Tomo I, pp. 351-419. Interludio Segundo: sistema y mundo de
la vida, Tomo II, pp. 161-261. Para una exposición histórica véase Honneth, Axel. 1991. La Teoría Social
Hoy, por Anthony Giddens & J. Turner, Alianza Editorial, México, pp. 445-488.
138
las articulaciones de esas partes. Es lo que no lleva fecha. Es lo insignificante
(aparentemente); ocupa y preocupa y, sin embargo, no tiene necesidad de ser
dicho. Ética subyacente al empleo del tiempo, estética de la decoración del
tiempo empleado. Lo que se une a la modernidad. Por ello hay que entender lo
que lleva el signo de lo nuevo y de la novedad: el brillo, lo paradójico, marcado
por la tecnicidad o por la mundanidad (...) Ahora bien, cada uno de ellos, lo
cotidiano y lo moderno, marca y enmascara al otro, lo legitima y lo
compensa”394 En efecto, un gran número de estudios comunicacionales se van
a proponer como estudios de frontera de una cierta antropología cultural en que
habla el hombre común, el lector de la época, la cultura popular. Nótese que
este afán teórico posee un claro vector político, por una parte y plantea no
pocos problemas metodológicos, por otra.
Entre los problemas que plantea una orientación hacia lo popular o masivo dice
destacan dos cuestiones, el tipo de fuentes y el carácter interdisciplinario de los
estudios comunicacionales. Entre las prácticas más difundidas está el examen
de fuentes alternativas, ya no el documento acreditado como tal por los
historiadores sino textos visuales, periódicos o revistas de mayor o menor
importancia, fotografías y otras fuentes de época. Este tipo de información es
de suyo híbrida y compleja, posee la fuerza de aquello que se ha llamado “la
cultura material”, sin embargo, al ser tan diversa reclama en cada caso
métodos de análisis específicos no siempre bien resueltos. Es evidente,
además, que un análisis híbrido como el que se postula obliga a una suerte de
concubinato de varias disciplinas en aquello que llamamos estudios
comunicacionales. En una palabra, los actuales estudios comunicacionales son
una suerte de mélange en que prima lo interdisciplinario, al punto de hacer
indistinguibles las fronteras y matices entre las distintas disciplinas a las que se
apela.
394
Henri Lefebvre: La vida cotidiana en el mundo moderno. Alianza Editorial, 3ª. Edición, Madrid, 1984,
pp. 36-37. Citado por: Ossandón Carlos, Eduardo Santa Cruz et al. Santiago. LOM Ediciones. 2005
395
Ossandón Carlos, Eduardo Santa Cruz et al. Santiago. LOM Ediciones. 2005
139
Como ya nos advierte Ossandón en el prólogo del texto, desde fines del siglo
XIX y las primeras décadas del siglo XX asistiríamos a “una importante
transformación o reorganización cultural”396, dicha transformación resultaría de
un alejamiento de los soportes del raciocinio político –ilustrado propio de la
segunda mitad del XIX y la emergencia de nuevos soportes comunicacionales.
Así por ejemplo, el género magazinesco propio de Sucesos (1902), Selecta
(1909) o Pacífico Magazine (1913) darían buena cuenta de esta mutación. En
un análisis más fino, el cambio radicaría en ciertos principios formales y lógicas
de distribución de la información que están más allá de las autorías y de los
estilos. Esta constatación atraviesa, en efecto, todo el estudio y da pie a una
hipótesis de fondo que E. Santa Cruz enuncia de la siguiente manera: “...lo que
hace la industria cultural es cotidianizar la modernidad” 397. En una línea
próxima a aquella que expresara Renato Ortiz esta naturalización de la
modernidad hace que los presupuestos del mundo nuevo que se avizora se
tornen en sentido común para las masas. Esto explicaría, por ejemplo, cómo un
orden oligárquico hizo que la vida cotidiana llegara a ser intolerable hacia los
años veinte. Es interesante advertir cómo el texto enfatiza, justamente, la
dimensión cultural de la modernidad, con todo cuanto ella posee de lenguaje.
La modernidad no es sólo un proceso de transformación tecno económica sino
una mutación del imaginario social que como afirma E.Santa Cruz, siguiendo a
Ortiz y Berman, se expandió y se complejizó, alterando las categorías de
tiempo y espacio, reconfigurando la “experiencia de la modernidad”398
396
Op. Cit 4
397
Op. Cit 18
398
Op. Cit. 30
399
Op. Cit. 58
400
Op. Cit. 60
140
que llaman el imaginario social y que, en otros contextos pudiera llamarse la
“conciencia burguesa”, una reconfiguración que se exterioriza como
despliegues de superficies. Si en el arte el dispositivo collage y el ready made
representó la nueva conciencia de las vanguardias, lo magazinesco es el
dispositivo de la comunicación de masas que se hace cargo de la nueva
concepción espacio temporal, fragmentaria, próxima a la experiencia psíquica y
social. En pocas palabras, una lectura posible de este libro, insinuada aquí y
allá por sus autores, es que el estallido de las formas entraña nuevas formas
del imaginario, es decir: el estallido de las formas no es sino el nivel significante
de un cambio en el régimen de significación, tanto en su dimensión económico
cultural como en el modo de significación tanto a nivel de conceptos como de
perceptos.
401
Op. Cit. 155
402
Ibid.
403
Ibid.
141
entendemos cómo una cierta economía cultural, un modo de producir, distribuir
y consumir bienes simbólicos, modificó un régimen de significación. Conviene
aquí tener presente la expansión capitalista y la subsiguiente división del
trabajo, de la cual ni el periodista ni el poeta serán ajenos, pues como señala
Ángel Rama404 : “ Si dentro del modernismo el poeta comienza su toma de
contacto más austera con la realidad, es en buena parte debido a que el nuevo
sistema económico generaba una relación con ella mucho más estrecha y lo
fuerza a su utilización rigurosa, como en general fuerza a los distintos estratos
de la sociedad a una cuidadosa y racional utilización de los materiales
fabricados por el hombre (desde los utensilios de mesa hasta los ferrocarriles)
tendiendo, simultáneamente, a desacreditar los elementos naturales. El
aprovechamiento de los recursos que brinda la naturaleza postula una
servidumbre cada vez mayor del hombre que se inicia en el régimen de
prestaciones de la sociedad actual. El poeta modernista no será una excepción
dentro de este proceso general”
405
Op. Cit. 121
406
Conviene hacer notar que entre los estructuralistas, uno de los más preclaros por su intuición
perspicaz fue Roland Barthes quien ya en 1956 en “Mythologies” se pregunta por las posibilidades de una
“ideología de la forma”
Roland Barthes. Mythologies. Paris. E. du Seuil. 1957
142
con la pretensión de develar matrices semánticas latentes en las diversas
textualidades. Así por ejemplo, Alain Ranaud lo plantea sin ambages: “ A una
tradicional y sin duda limitada, si no caduca, aproximación metafísica de lo
Imaginario, siempre más o menos postulada implícitamente como una facultad,
una “naturaleza” —la Imaginación— separada de sus condiciones técnico-
materiales de producción y de funcionamiento, convendría, por tanto, oponer
polémicamente el punto de vista de una antropología cultural de las superficies
capaz de rendir cuentas de las mediaciones visuales, al mismo tiempo
técnicas, semánticas y estéticas que organizan (especular y
especulativamente) la producción y la reproducción de los Sujetos humanos
concretos de una Cultura especial; de esta manera se podría hablar de algo así
como, por ejemplo, el “Hombre-Cuadro”, o el “Hombre-Cliché”, o también del
“Hombre-Pantalla” (de forma parecida a como McLuhan hablaba de “Hombre
tipográfico”): por ello, bajo la unidad de esta misma noción - el “Hombre” -
estaríamos obligados a tomar profundas diferencias de identidad internas y
externas entre reales humanos que se completan según procedimientos
ópticos / iconográficos radicalmente diferentes”407
408
El Centro de Encuentros de Châteauvallon, organizó el 18,19, 20 de octubre de 1985 las Jornadas
Fernand Braudel. En este contexto, la tercera jornada estuvo dedicada a la historia de Francia. Durante
esta discusión estuvieron presentes los profesores: Albert DU ROY, Francia, Colaborador de Antena
2,Jean GUILAINE, Francia, director de investigación en el CNRS, Etienne JUILLARD, Francia, discípulo
de Bloc y Febvre, Karl Ferdinand WERNER, Alemania, profesor de Edad Media, Claude RAFFESTIN,
Suiza, profesor de geografía, Emmanuel LE ROY LADURIE, Francia, profesor del Collège de France,
Théodore ZELDIN, Inglaterra. Las ponencias y discusiones han sido recogidas en un interesante libro:
Braudel, Fernand. Una lección de historia. México. Fondo de Cultura Económica. 1996: 196-274
409
Op.cit. 256
410
Op. Cit. p 257 y 261
411
Op. Cit. 255
143
“posibilismo” de Lucien Febvre es un determinismo endulzado, pero todavía es un
determinismo”. Juillard, a su vez, escribe:” /El aporte del geógrafo/ Se funda no en
un espacio abstracto y tampoco sobre un espacio dado de una vez por todas,
sino sobre el análisis de las estructuras funcionales de este espacio y de las
interrelaciones que se desarrollan entre sus partes a medida que evolucionan los
contextos tecnológicos, económicos, políticos y sociales.”412 Esta discusión nos
interesa en cuanto pudiera iluminar la relación entre la materialidad de los
soportes y los formatos que permiten la transmisión en un determinado espacio
cultural y sus relaciones con determinados contextos. ¿De qué modo se relaciona
una determinada forma y un contexto tecnológico, histórico, social y cultural
determinado?. ¿Existe una historicidad inmanente a la forma? Una pregunta que
se plantea E. Santa Cruz en los siguientes términos: “ ¿Cómo se vinculó el
“estallido de formas” que presencia el período con sentidos comunes en vías de
masificación y diversificación?”413
La forma expresa una mirada en que las visiones de mundo se escinden para
siempre, ya no será una totalidad coherente, ahora será el collage, lo
caleidoscópico, aquello que adquiere primacía en la conciencia de los artistas
como verdaderas metáforas de un nuevo imaginario: el arte deviene montaje.
Esta disociación temporo-espacial encuentra su correlato en ese gran montaje
de vidas y arquitecturas, masas y rascacielos: la urbe del siglo XX. Bastará
recordar títulos como Berlin Alexanderplatz de Döblins o aquella novela
desgarradora de Dos Passos Manhattan Transfer. New York es el espacio
donde se yuxtaponen vidas y aconteceres, nueva Babilonia de los tiempos
modernos; Manhattan Transfer inaugura una escritura y una sintaxis narrativa
que elide la conexión causal. La ciudad es el espacio geométrico que imaginará
Mondrian años más tarde, el escenario de vidas fragmentarias.
412
Op. Cit. 224
413
Op. Cit. 21
414
La nueva poesía intenta espacializar el texto poético del mismo modo como la pintura cubista quiere
temporalizar el espacio pictórico. El texto poético vanguardista deviene, de este modo, una suerte de
hipertexto a los que hoy estamos tan familiarizados: diposición no líneal ni secuencial de la información
que pone en relación signos verbales y no verbales: un collage. El collage fue concomitante con otras
técnicas coevas como el cut up o el assemblage que se generan de manera independiente en el mundo
anglosajón; Ulises de Joyce o Manhattan Transfer de John Dos Passos dan buena cuenta de ello. En la
narrativa latinoamericana será Rayuela (1963) de Julio Cortázar la obra que aclimatará el collage en
nuestra novela
144
Ahora bien, el magazine se desarrolla como forma prototípica de la naciente
industria cultural, adscrita no obstante a la misma matriz del collage. La matriz
a la que aludimos no es sino una profunda mutación en la percepción y
significación del espacio y el tiempo. A la continuidad se opone la
discontinuidad, a la linealidad cronológica se opone la simultaneidad, el salto o
corte. A la referencialidad naïf se opone la significación, la matriz lecto -
escritural se ve alterada por nuevas coordenadas. En este estricto sentido, se
entiende la descripción que ofrece Ossandón cuando escribe: “En un plano
más específico, dicha transformación cultural se expresa en el imperio de
nuevas visibilidades o exterioridades sígnicas, en inéditas relaciones entre letra
e imagen, y en la estimulación de unas sensibilidades que ya no tienen como
fuente la cultura ilustrada-letrada. Esta nueva configuración da específicamente
cuenta de unos formatos que tienden parcialmente a reemplazar el juicio por la
inclinación, el raciocinio por la vista, el autor por el orden de los signos, lo
irrepetible por lo repetible, el aura por la serie415. A su vez, el público más
amplio y diversificado que se constituye da cuenta también de conexiones
culturales de distinto tipo y de distintas y cambiantes estrategias de recepción;
público que expresa nuevos gestos (más ligados al (h)ojear que al focalizar) y
ritmos (más extensivos que intensivos) de lectura”416
Las nuevas relaciones sígnicas, particularmente las relaciones entre las series
visuales lingüísticas y no-lingüísticas tenderían a reemplazar el raciocinio por la
vista. Estaríamos ante el advenimiento de aquello que Sartori, en un contexto
televisivo ha llamado el homo videns. Por decirlo de otro modo, la ciudad
letrada evidenciaría tempranamente sus primeras arrugas. Pareciera que el
estallido de las formas responde al la incrustación de ciertas estructuras
funcionales que entran en relación con contextos específicos. Una observación,
de carácter deontológico si se quiere, es entender la materialidad de la cultura
(el plano significante) no sólo en su “materialidad” sino, y principalmente, en las
conexiones que esto suscita en la red de relaciones con los diversos contextos
en que emerge. La materialidad de la cultura no son los objetos materiales ni
siquiera la materialidad de los signos. Utilizando una dicotomía mediológica
habría que decir que no se trata tan sólo de la materia organizada sino ,
además, de la organización materializada417 Esta suma de ciertas estructuras
funcionales y de la red de relaciones contextuales, a comienzos del siglo XX,
es lo que podríamos llamar desde una perspectiva comunicacional, en algún
sentido, modernidad.
415
Walter Benjamin: “La obra de arte en la época de su reproducibilidad técnica”, en Discursos
interrumpidos I. Taurus, Argentina, 1989.
416
Ossandon y Santa Cruz. Op. Cit. P.11
417
Debray, R. Introducción a la mediología. Barcelona. Paidós. 2001: 30
418
Cotidianización , Veralltäglichung, es el término acuñado por Weber en el sentido de Rutinización.
145
estructural419, tales como el crecimiento económico, el desarrollo urbano, la
expansión de las comunicaciones y el transporte, las nuevas tecnologías, la
industrialización, el desarrollo del aparato educacional, etc. se vivieron a nivel
del sentido común en las primeras décadas del siglo XX en nuestro país,
configurando un cierto imaginario social en el espacio de la vida cotidiana. En
este período se manifestaría, a la vez, lo que los autores citados llaman un
escenario propicio –en términos discursivos y eventualmente prácticos- al
cambio como fuerza motriz, simultánea a la sensación de crisis, desigualdad,
injusticias sociales extremas, pérdida de rumbo histórico, etc. Se manifestaría
igualmente la necesidad de ampliar las posibilidades y oportunidades de
acceder a los beneficios de la nueva modernidad”420 En la hipótesis de E.
Santa Cruz se hace nítida la presencia de “factores modernizadores” cuya
síntesis se encontraría en un cierto “imaginario social” secularizado como
“sentido común” en la experiencia de lo cotidiano en que la mediación
discursiva prototípica estaría dada por el formato magazine. Con todo lo lúcida
que aparece a primera vista, la hipótesis no está exenta de riesgos, pues si
bien vincula “el estallido de las formas” a la masificación de cierto imaginario
propio de la modernidad en el Chile de principios de siglo, supone un papel
central a los medios y formatos como instancias de construcción del imaginario.
La relación entre los dispositivos técnicos y las instituciones vigentes pareciera
más compleja, de tal manera que el “sentido común” se arraiga tanto en la
tradición (política, religiosa, social) como en la irrupción de lo nuevo. Una
segunda observación a la hipótesis tiene relación con el aspecto cronológico:
admitiendo que la prensa cambia su carácter y que se reconfigura a la luz de
nuevas modalidades y formatos en las primeras décadas del siglo XX, no es
evidente que en el lapso de tan corto periodo el impacto de estos nuevos
discursos hayan generado escenarios propicios al cambio, a la sensación de
crisis o a una particular sensibilidad frente a las desigualdades. No negamos la
vinculación necesaria, mas no suficiente, entre la expansión de nuevos modos
de significación y los avatares histórico sociales, sino que entendemos que
dicha relación se da en plazos más extensos. En este sentido, la historicidad
inmanente a las formas puede advertirse en periodizaciones más largas. Un
régimen de significación entraña siempre innovación y memoria, modernidad y
tradición si se quiere; en rigor, las mutaciones se producen cuando lo nuevo
deja de serlo. Esta tensión se ha acelerado en virtud de la compresión espacio
temporal de la era contemporánea, pero resulta difícil de ser concebida a
principios del siglo XX. Un tercer aspecto de la hipótesis que remite la
experiencia de la modernidad a lo cotidiano, por su complejidad bien merece un
comentario aparte.
419
En el sentido ocupado en Sofía Correa et al: Historia del siglo XX chileno. Editorial Sudamericana,
Santiago, 2001.
420
Ossandón y Santa Cruz. Op. Cit. P.23
146
ocurrencia, el periódico o la revista datada, una suerte de historia
événementielle circunscrita a una época determinada; por otra parte, empero,
en este tipo de estudio se aspira a inscribir el discurso-acontecimiento en una
estructura de longue durée, esto es, un cierto régimen de significación, frente al
cual tal o cual discurso adquiere su valor en tanto acontecimiento discursivo. La
descripción de textos no remite, por cierto, a la descripción de funciones de un
sujeto o narrador sino que se refiere más bien al plano formal o de superficie.
Como señala Ossandón: “ No deja de ser revelador que, en el lapso que va de
mediados del siglo XIX a las primeras décadas del siglo XX, en Chile, la mirada
tiende a deslizarse casi ‘naturalmente’ de la descripción de determinadas
funciones y lugares de unos sujetos que, como nos recuerda Michel Foucault,
no están fuera del campo discursivo, al examen de unos formatos periodísticos
que exhiben distintas relaciones, géneros, secciones y juegos de lenguaje”421
Estos formatos no serían ajenos, insistamos, al decurso histórico, por el
contrario, ellos mismos son acontecimientos discursivos y darían cuenta de
ciertos contextos y condiciones, el Estado, los avatares políticos y el mercado
de bienes simbólicos. La historicidad, en rigor, no es un atributo inmanente a la
forma sino que emana de la situación concreta frente a determinados
contextos, es más una relación entre una estructura funcional y una estructura
lógica formal. Las formas, el plano significante o de superficie, adquiere una
dimensión semántica en cuanto entra en relación con un contexto social,
histórico, tecnológico, en que dicha forma adquiere una determinada
significación. El magazine, de suyo, una arquitectura meramente formal,
adquiere significado y “sentido” sólo en cuanto cristaliza lo que podríamos
llamar, con todas las reservas del caso, una nueva conciencia, un complejo
psíquico, social, experiencial cuya expresión en lo cotidiano.
421
Ossandon & Santa Cruz p 247
422
Para una exposición panorámica de los Estudios Culturales, véase
Mattelart, A & Eric Neveau. Introducción a los estudios culturales. Barcelona. Paidós. 2004
423
Burke. Op. Cit p.-26
147
que los estudios de campo en esta línea constituyen la mediación entre una
experiencia cotidiana (perceptual y cognitiva) y un proceso que se inscribe en
las transformaciones de un régimen de significación, esta mediación es tanto
epistemológica como política. Así se entiende en toda su profundidad la tesis
que subyace en todos los capítulos de este libro en el sentido de que la
modernidad se naturaliza en la vida cotidiana por la vía de los diversos
dispositivos que exhiben los medios de comunicación en una época dada o
como afirma E. Santa Cruz: “...lo que hace la industria cultural es cotidianizar la
modernidad...”424 Esta manera de leer este texto vuelve comprensible la
operación que propone Ossandón, el tránsito desde determinados
acontecimientos discursivos exhibidos en algunos soportes de la prensa
periódica y ciertos sujetos enunciativos que modifican sus relaciones con la
política, el Estado o el mercado de los bienes simbólicos. No obstante, se
produce un décalage temporo -espacial, pues se quiere fundir dos ámbitos con
vectores temporales difíciles de conciliar: la inmediatez de la experiencia
cotidiana con cambios de largo plazo en un régimen de significación.
424
Ossandón & Santa Cruz p 23.
425
Op. Cit. 121
148
modo la masificación de la información a través de nuevos soportes y formatos
puede democratizar una sociedad?.
149
150