Capítulo 9, Primera Parte
Capítulo 9, Primera Parte
Capítulo 9, Primera Parte
Argumento 1:
Tesis: los individuos de la generación presente no tienen por qué pedir perdón por lo que
hicieron generaciones anteriores.
P1: pedir perdón por una injusticia es aceptar cierta responsabilidad al respecto.
P2: la presente generación no es culpable o responsable de los actos de generaciones
anteriores.
Conclusión: la presente generación no debe pedir perdón por injusticias que ellos mismos
no cometieron.
En este argumento se centrará la primera parte de este capítulo y el autor ofrece varios
ejemplos de posiciones de este tipo: el primer ministro australiano afirma no creer “que la
actual generación de australianos deba pedir perdón formalmente y aceptar una
responsabilidad por lo que hizo una generación anterior”; el congresista estadounidense
Henry Hyde dice “yo nunca he tenido un esclavo. Nunca he oprimido a nadie. No sé por
qué tendría que pagar por alguien que los tuvo varias generaciones antes de que yo naciese;
Walter Williams, economista afroamericano, dice: “Si el Estado recibiese el dinero del
ratoncito Pérez o de Santa Claus, me parecería de perlas. Pero el Estado ha de sacar el
dinero de los ciudadanos, y no vive hoy ninguno que haya sido responsable de la
esclavitud”.
Individualismo moral
Todas estas objeciones tienen el mismo trasfondo en común (el argumento 1): no creen que
alguien que no haya cometido determinada injusticia deba ofrecer disculpas formales
porque eso significaría hacerse moralmente responsable de ella. Esto se basa en la idea de
que somos responsables solo de lo que nosotros mismos hagamos, no de las acciones de
otros o de hechos que escapen de nuestro control. Esta idea la llama Sandel “la doctrina del
individualismo moral”, ser libre es estar sujeto solo a las obligaciones que
voluntariamente hago mías. De esta manera el individualista moral no encuentra razón para
considerar que deba pagar por los pecados de los antecesores a menos que él lo consienta.
Sandel considera que las ideas de Locke y especialmente las de Kant y Rawls son
precursoras de las premisas del individualismo moral, especialmente en lo que se refiere a
las nociones de libre elección y de consentimiento: “La idea de Kant de una voluntad
autónoma y la de Rawls de un acuerdo hipotético tras el velo de la ignorancia tienen esto en
común: ambas conciben el agente moral de modo que sea independiente de sus fines y
apegos particulares”. Esta concepción de libertad, además de no dejar mucho espacio para
la responsabilidad colectiva, alienta y respalda la idea de que “los principios de la justicia
que definen nuestros derechos no deben descansar en ninguna concepción moral o religiosa
particular; por el contrario, se debe intentar que sean neutrales entre las diferentes visiones
de cuál pueda ser la vida buena.”
Argumento 2 (implícito)
Tesis: lo que es debido precede a qué se tenga por un bien
P1: para establecer con autonomía qué se deba tener por un bien, es necesario comparar
expectativas con principios sólidos para ver si no son mutuamente excluyentes.
P2: para tener principios sólidos y no dogmáticos, es necesario establecerlos
autónomamente.
P3: para actuar con libertad, que es un bien en sí, debo establecer las leyes de mi conducta,
“promulgar la ley moral”,
Conclusión: una idea de bien solo es una expectativa hasta que se compara con máximas
que guíen lo que es debido.
Sandel arguye que la idea de que el estado debe ser neutral moralmente junto con la de que
el individuo es un ser que carece de ataduras morales previas a su elección caracterizan el
pensamiento político liberal moderno. Tanto estos liberales igualitarios como los libertarios
pro libre mercado defienden un estado neutral que respete la elección de los individuos,
ambas ofrecen la esperanza de que tanto la política como la justicia no se vean envueltas en
los dilemas morales y religiosos que proliferan en nuestras sociedades. Sin embargo, pese a
su atractivo, para Sandel esta visión de la libertad es tan deficiente como la aspiración a
encontrar principios neutrales entre las diferente concepciones de vida buena que
rivalizan entre sí.
Este aspecto narrativo de la reflexión moral se soporta en que el individuo siempre es parte
de algo, de un clan, de una tribu, de una nación, de un gremio de trabajadores, de una
familia, etc., y se identifica como teleológico (al igual que la visión aristotélica) en el
sentido de que las elecciones que el individuo tome se fundamentan no sólo en su historia
de vida sino también en su concordancia con la idea que proyecta de su propio futuro, lo
cual lo contrapone a la postura de que lo que es debido precede a qué se tenga por un bien.
El contraste entre la concepción narrativa y la voluntarista de la reflexión moral estriba en
que la segunda ofrece una idea de individuo que es un mundo aparte, un ser sin ataduras
que puede elegir libremente sus obligaciones, mientras que la primera considera que el
individuo no puede ser un ente independiente de todo, que viene al mundo en un contexto
en el cual adquiere responsabilidades, por ejemplo, de lealtad y respeto. La pregunta que
Sandel elige para intentar decidir cuál de las dos posturas es mejor es la de si acaso nos ata
algún lazo moral que no hayamos escogido y del cual no quepa pensar que derive de un
contrato social.